LA ANULABILIDAD DEL ACTO JURÍDICO
Definición:
La anulabilidad es, en derecho, una causa de invalidez de un acto jurídico, que deriva de
un vicio de la voluntad o de un defecto de capacidad de la parte contratante.
No hay que confundir la anulación con la derogación o la denuncia de un acto. La
anulación implica que el acto nunca ocurrió, y por lo tanto, nunca produjo efectos
jurídicos.
Se asemeja en gran medida a la figura jurídica de la nulidad, pero tiene importantes
diferencias: puede ser subsanable y para que tenga efecto debe existir un acto de parte
del interesado.
Diferencia entre Nulidad y Anulabilidad:
Cuando un acto es nulo de pleno derecho, no tiene ningún efecto jurídico, y
cualquier juez debería aplicar la nulidad de oficio. También se le conoce como
nulidad absoluta o insaneable. Por ejemplo, un Reglamento ilegal, será siempre
declarado nulo.
Cuando un acto es anulable, existen unos interesados que pueden pedir la
anulación del mismo. Mientras tanto, el acto es válido. También se le conoce
como nulidad relativa o saneable. Por ejemplo, un Acto Administrativo, será
siempre declarado anulable.
En el caso que nos ocupa, el motivo principal de anulabilidad de un acto procede de la
ausencia de capacidad de la persona que lo firmó. En este caso, cuando la persona
adquiere capacidad necesaria, puede optar por anular el acto si así lo desea, o
mantenerlo como está es decir subsanarlo.
Por ello, en el caso de un contrato, la persona que contrató con un menor de edad puede
encontrarse con la anulación del mismo (si el menor cuando alcanza la mayoría de edad,
o su representante antes de eso, así lo estiman), pero no podría solicitarlo él a un juez.
Con ello, se busca la protección de la parte más débil.
1. Anulabilidad por incapacidad relativa del agente.
De acuerdo con lo establecido por el artículo 221 (inciso 1), el acto jurídico es anulable
por incapacidad relativa del agente. Estimamos que resultan aplicables a este punto los
comentarios que efectuamos con relación al análisis del segundo supuesto de nulidad
por incapacidad absoluta del agente.
Sin embargo, podemos agregar que es en el caso de incapaces relativos donde el artículo
1358 del Código Civil adquiere una relevancia de mayores proporciones, ya que los
supuestos en los que resulta aplicable son cuantitativamente más considerables.
Para comprobarlo solo basta recordar que las personas relativamente incapaces son los
mayores de dieciséis años y menores de dieciocho años de edad, los retardados
mentales, los que adolecen de deterioro mental que les impide expresar su libre
voluntad, los pródigos, los que incurren en mala gestión, los ebrios habituales, los
toxicómanos y los que sufren pena que lleva anexa la interdicción civil.
Dentro de tal orden de ideas, es más probable que contrate cualquiera de estas personas
que las mencionadas en el artículo 43 del Código Civil (norma referida a los incapaces
absolutos).
Sin embargo, al contratar con cualquiera de las personas mencionadas en el artículo 44
(incapaces relativos), es más fácil que la contraparte no advierta su situación de
incapacidad, con el correlato de la posibilidad de anulación posterior del acto.
Evidentemente, a pesar de todas las dificultades contemporáneas, es mucho más fácil
identificar a un niño como menor de edad que hacerlo con relación a un adolescente.
Asimismo, es casi imposible identificar a simple vista o trato personal a un pródigo, a
un mal gestor, a un ebrio habitual (que no esté en estado de ebriedad o aun estándolo,
porque esta situación no implica que sea un ebrio habitual), a un toxicómano o a alguien
que sufra pena que lleve anexa la interdicción civil.
Demás está decir que si ello ya resulta casi imposible personalmente, podremos
imaginar cómo aumentarían las dificultades si esta persona se encontrara del otro lado
de la línea telefónica.
Para finalizar nuestro análisis sobre este punto, es conveniente señalar que cuando nos
hemos referido al artículo 1358 lo hemos hecho para anotar que los actos que estamos
analizando serían válidos, no por haber sido salvados de nulidad absoluta (como ocurría
en el supuesto anterior), sino de nulidad relativa (anulabilidad).
2. Anulabilidad por vicio de la voluntad.
2.1. Anulabilidad por error.
Si el error resulta ser una fuente o causa frecuente de anulación de actos jurídicos por
actos celebrados entre personas presentes (es decir, entre personas que se encuentran en
un mismo lugar al momento de la celebración del acto), será evidente que este vicio de
la voluntad se presentará con mayor asiduidad en los contratos celebrados por teléfono.
Y es que si el agente que incurre en error ignora o hace una interpretación errónea de la
realidad, caerá mucho más fácil en una situación de esta naturaleza cuando no tenga la
posibilidad de un contacto directo con el objeto sobre el cual está contratando.
En efecto, la contratación por teléfono acentúa de por sí la posibilidad de incurrir en
error, en cualquiera de los supuestos que sobre este vicio de la voluntad contempla el
Código Civil. De este modo, haciendo un recorrido por las normas que el Código Civil
contiene acerca del error, diremos que por teléfono será más frecuente que el agente se
equivoque con respecto a la propia esencia o a una cualidad del objeto del acto que, de
acuerdo con la apreciación general o en relación con las circunstancias, deba
considerarse determinante de la voluntad.
Esto, en la eventualidad de que no tenga el objeto del contrato a la vista o que el mismo
se halle en la esfera o posesión de su contraparte, en el otro extremo de la línea
telefónica.
Y si resulta factible que el agente se equivoque acerca del objeto del acto, resultará aún
mucho más factible que yerre en consideración a la persona de su contraparte,
incurriendo así en el supuesto de error esencial contemplado por el inciso 2 del artículo
202 del Código Civil. Esta norma establece que el error es esencial cuando recae sobre
las cualidades personales de la otra parte, siempre que aquellas hayan sido
determinantes de la voluntad.
En el tema del error de derecho, no tiene mayor importancia que la contratación se
celebre por teléfono, ya que la materia sustantiva de este vicio de la voluntad no guarda
relación con el medio de comunicación empleado para contratar.
Con respeto al error in quantitati (es decir, el error sobre la cantidad), sí tendría
relevancia el tema de contratar por teléfono, en la medida que tal vez el agente que
incurre en error vicie su voluntad al no tener la posibilidad de efectuar una
consideración adecuada de la magnitud de los bienes sobre los cuales está contratando
(y no nos referimos —naturalmente— al simple cálculo o cómputo que se pudiera hacer
sobre los bienes materia del contrato).
En cuanto al error en el motivo, podemos decir que este tema no tiene mayor relación
con la contratación por teléfono; aquí, da exactamente lo mismo el medio que se emplee
para la contratación, pues el motivo será susceptible de viciarse en cualquiera de ellos.
Por otra parte, recordamos que el artículo 208 del Código Civil prescribe: “Las
disposiciones de los artículos 201 a 207 también se aplican, en cuanto sean pertinentes,
al caso en que el error en la declaración se refiera a la naturaleza del acto, al objeto
principal de la declaración o a la identidad de la persona cuando la consideración a ella
hubiese sido el motivo determinante de la voluntad, así como al caso en que la
declaración hubiese sido transmitida inexactamente por quien estuviere encargado de
hacerlo.”
Pensamos que, en la contratación por teléfono, el error en la declaración podría asumir
caracteres de mayor relevancia, en la medida que las partes no se encuentran
comunicándose una frente a la otra, sino a distancia.
En razón de esa consideración, podría estimarse que ese hecho influye en que las partes
asuman una actitud distinta en cuanto a la reflexión de sus declaraciones, ya sea
tomando mayores o menores precauciones de las que se hubiesen tomado si estuvieran
frente a frente. Por otra parte, habrá que tomar en consideración si las personas se
encuentran igualmente serenas contratando a distancia que en presencia de la
contraparte.
Con respecto a la contratación por teléfono, resulta también relevante lo prescrito por el
artículo 209 del C ódigo Civil: “El error en la declaración sobre la identidad o la
denominación de la persona, del objeto o de la naturaleza del acto, no vicia el acto
jurídico, cuando por su texto o las circunstancias se puede identificar a la persona, al
objeto o al acto designado.”
Esta norma adquiere relevancia debido a que en este medio de comunicación será un
tanto difícil apreciar el texto del contrato. En efecto, es muy probable que dicho texto no
exista, a menos que las partes, a pesar de haber contratado por teléfono, se hayan
ayudado de un texto escrito que ambas o una de ellas tenga, y se lo hayan leído
recíprocamente.
También será evidente que el tema de las circunstancias a las que alude el artículo 209
del Código Civil resultará poco claro, en la medida que mucho más fácil será apreciar
dichas circunstancias cuando nos encontremos entre personas que contratan una frente a
otra, caso en el cual ellas podrán percibir todos los elementos que rodean al contrato que
se ha celebrado, los mismos que podrán conducir o no a error respecto a la
identificación de la persona, del objeto o del acto designado.
Para concluir el tema del error con relación a la contratación por teléfono, debemos
mencionar el punto de la cognoscibilidad del error. Tal vez sea en este rubro donde
adquiera mayor relevancia el hecho de que las partes contratantes no se encuentren en
un mismo lugar y frente a frente. Decimos esto, dado que el tema de la cognoscibilidad
del error, es decir, la aptitud de la contraparte (de aquella que no comete el error) de
haber podido darse cuenta o percibir que la otra se estaba equivocando; será mucho más
probable que se presente cuando las dos personas están una frente a otra. En tales casos,
ambas podrán apreciar o percibir los gestos, actitudes, señas y demás elementos que
hagan o puedan hacer pensar que la contraparte está incurriendo en error.
Mientras menos elementos de juicio se tengan respecto del actuar de la otra parte,
menos posibilidades habrá de considerar que el error ha sido susceptible de ser conocido
por aquel sujeto que no incurrió en error.
Con esto queremos decir que cuanto más cercanía y contacto exista entre las partes
contratantes, mayor será la posibilidad de que el error sea cognoscible; y caso contrario,
cuanto más distantes estén las partes y menos elementos de juicio tengan para saber de
esta situación, menores serán las posibilidades de que el error sea cognoscible.
Así, el hecho de no ser cognoscible el error trae como correlato que el mismo tampoco
sea esencial; lo cual, a su vez, lleva a que no se den los supuestos de error vicio
contemplados en el artículo 201 del Código Civil y, consecuentemente, que el acto no
sea susceptible de anulación.
2.2. Anulabilidad por dolo.
El dolo es el error en que una parte incurre inducida por la otra.
Incluso, hemos dicho que el dolo hace muchas veces que un error no esencial constituya
causa de anulabilidad de un acto jurídico. En buena cuenta, los errores, sean esenciales
o no, adquieren relevancia cuando son cometidos por dolo o engaño de la contraparte.
Para muchas personas resulta fácil engañar o inducir al engaño a otras.
Si esta situación la pensamos en función de actos o contratos celebrados entre dos
personas que se encuentran frente a frente y en un mismo lugar, imaginemos en qué
medida podría aumentar la posibilidad de engaño en los contratos celebrados por
teléfono.
Pero también se podría sostener lo contrario, en la medida que quien engaña, cuando se
encuentra frente a su víctima, cuenta tal vez con mayores elementos o recursos para
sorprender o inducir a error a su contraparte. Tal es el caso de los recursos visuales, del
lugar, del ambiente y otros que en sede penal nos harían recordar a la denominada mise
en scène o puesta en escena. Sobre esta habla la doctrina francesa con respecto al delito
de estafa, en el cual el estafador arma todo un tinglado de elementos que lleven o
conduzcan a su víctima a relacionarse con él y a sufrir un detrimento patrimonial en
favor suyo o de un tercero.
Debemos señalar que a la contratación telefónica resulta plenamente aplicable lo
dispuesto por el artículo 210 del Código Civil. Dicha norma establece que el dolo es
causa de anulación del acto jurídico cuando el engaño usado por una de las partes haya
sido tal que sin él la otra parte no hubiera celebrado el acto.
Asimismo, cabe la posibilidad, aunque no parezca, que en un contrato concertado por
teléfono nos encontremos en presencia del dolo cometido por tercero. Sobre este se
ocupa la segunda parte del referido artículo 210, al señalar que cuando el engaño sea
empleado por un tercero, el acto es anulable si fue conocido por la parte que obtuvo
beneficio de él.
Dicho tercero podría intervenir en la conversación telefónica entre aquellos que
celebran el contrato, ya sea en la modalidad de conferencia tripartita o en la
convencional, empleando el aparato telefónico de aquel que se verá beneficiado por el
error de su contraparte.
No obstante ello, consideramos que no se desnaturalizaría en lo más mínimo el acto, si
el tercero que actúa dolosamente (es decir, aquel que hace incurrir en error a la víctima
del engaño) influyera personalmente en el perjudicado.
Por lo demás, también creemos que resulta de aplicación al tema que nos ocupa lo
relativo al artículo 211 del Código Civil. Este precepto establece lo siguiente: “Si el
engaño no es de tal naturaleza que haya determinado la voluntad, el acto será válido,
aunque sin él se hubiese concluido en condiciones distintas; pero la parte que actuó de
mala fe responderá de la indemnización de daños y perjuicios.”
En materia de conversaciones telefónicas y de la contratación que se puede generar a
través de las mismas, res evidente también que se podría presentar tanto el dolo por
acción como el dolo por omisión.
Tal vez, la conversación a través de la línea telefónica sea el medio más propicio para el
dolo por omisión, dado que resultará más fácil, para aquel que quiere inducir a error al
otro, quedarse callado respecto de un punto sin que sus gestos de picardía o mala
intención puedan ser percibidos por la contraparte (la cual quizás incurra en error de una
manera más fácil y rápida).
Es evidente que la disposición del numeral 213 del Código Civil (esto es, que para ser
causa de anulación del acto el dolo no debe haber sido empleado por las dos partes)
también resulta de aplicación a la contratación celebrada por teléfono.
Iguales consideraciones podemos formular con respecto a lo dispuesto por el artículo
218 (esto es, que es nula la renuncia anticipada a la acción que se funda en dolo),
haciendo la salvedad de que en los casos de contratación telefónica, dicha renuncia no
constaría en documento alguno (a menos que haya sido grabada por la parte a quien
beneficiaba, caso en el cual carecería absolutamente de validez).
2.3. Anulabilidad por intimidación.
La intimidación como conducta antijurídica influye sobre el agente causándole miedo o
temor, con la amenaza de un mal futuro inminente o grave, presionando su voluntad o
ánimo para declarar algo que no quiere.
En materia de contratación telefónica, puede ocurrir que la intimidación se haya
producido dentro de la misma conversación (vale decir, que ese temor respecto del mal
inminente y grave que le pueda ocurrir al agente se haya infundido en la propia
conversación telefónica que dio origen al contrato), de modo tal que todas estas
situaciones se produzcan utilizando el medio de comunicación al cual nos estamos
refiriendo.
Ello resultaría plenamente factible, en la medida que para intimidar no resulta necesario
que quien intimida se encuentre frente a frente con su víctima. Bastaría, pues, utilizar la
línea telefónica para infundir el mencionado temor. Es más: nos atrevemos a decir que,
cuando de intimidación se trata, resulta más usual que dicha situación ilícita se produzca
por teléfono, debido a que permite en muchos casos reservar el anonimato de la persona
que intimida.
Es necesario señalar, además que la intimidación puede también ser hecha por un
tercero, con conocimiento del eventual beneficiario del acto celebrado con este vicio
(pues de lo contrario, el acto no sería anulable).
Pensamos que la intimidación puede provenir de diversas fuentes, siempre y cuando se
haga en conexión o con el consentimiento expreso o tácito del mencionado eventual
beneficiario.
Por lo demás, es necesario precisar que la intimidación puede haberse producido
también fuera de la conversación telefónica; es decir, personalmente o empleando
cualquier otro medio de comunicación. En cualquiera de estas situaciones, el acto sería
anulable por intimidación.
Adicionalmente, podemos decir que el teléfono es un medio idóneo para intimidar, ya
que la intimidación no implica, como sabemos, violencia física, sino acciones dirigidas
contra la mente o el pensamiento de la víctima.
Por lo demás, la intimidación efectuada por vía telefónica no requiere que el mal que se
piensa causar vaya a producirse de manera instantánea, pues el elemento de inmediatez
deberá ser apreciado en función de las circunstancias del caso.
Finalmente, debemos señalar que resulta plenamente aplicable al tema de la
contratación por teléfono lo dispuesto por el artículo 214 del Código Civil (esto es, que
la intimidación puede haber sido empleada por un tercero que no intervenga en el acto),
además de lo establecido por el artículo 215, el cual extiende los efectos de la
intimidación al cónyuge y parientes de la víctima dentro del cuarto grado de
consanguinidad o segundo de afinidad.
Tratándose de otras personas o bienes, corresponderá al juez decidir sobre la anulación
según las circunstancias.
También deberá tenerse presente lo prescrito por el artículo 216 del Código, que
establece lo siguiente: “Para calificar la intimidación debe atenderse a la edad, al sexo, a
la condición de la persona y a las demás circunstancias que puedan influir sobre su
gravedad.”
Igualmente, dentro de la contratación por teléfono, también resulta aplicable lo
dispuesto por el artículo 217 (esto es, que la amenaza del ejercicio regular de un derecho
y el simple temor reverencial no anulan el acto).
Ahora bien; con relación a la posibilidad de pactar anticipadamente una renuncia a la
anulabilidad del acto por intimidación, sabemos que ello no tendría ningún efecto, ya
que esta disposición estaría viciada de nulidad absoluta.
No obstante ello, en la contratación por teléfono, el acordar una disposición de esta
naturaleza carecería mayormente de sentido, pues en realidad la utilidad ficticia de
cláusulas de esta naturaleza se da en la medida que la contraparte (beneficiaria de la
renuncia) pueda contar con dicha renuncia de manera escrita. Aun así, entendemos que
sería posible, pero sin efectos jurídicos, recurrir a una renuncia de esta naturaleza.
Ello nos lleva a formular la pregunta de cuál sería la utilidad práctica de un convenio de
esta naturaleza; a lo cual responderíamos, tal como lo hacemos en la cátedra, que
cláusulas de esta naturaleza, a pesar de ser nulas, tienen efectos disuasivos, en la medida
que la víctima del vicio de la voluntad (en este caso de intimidación) que renuncia a
cualquier acción al respecto no necesariamente conoce de Derecho, así como tampoco
necesariamente tendrá una adecuada asesoría jurídica. Tales situaciones, en muchos
casos lo llevarán a abstenerse de intentar la anulación del acto por creer firmemente que
no tiene derecho a ello.
Además, el plazo que la ley peruana otorga a la víctima de un vicio de la voluntad para
intentar la anulación del acto es muy breve; pues, tal como lo establece el artículo 2001
(inciso 4) del Código Civil, la acción de anulabilidad prescribe, salvo disposición
diversa de la ley, a los dos años (entendidos, naturalmente, desde el momento de la
celebración del acto), término al cual se llegará en muchos casos de manera inadvertida.
Esta es, sin duda, la razón por la cual en nuestros días, a pesar de la disposición expresa
de la ley, continúa siendo cláusula de estilo, en prácticamente todos los contratos
celebrados por escrito, aquella en la cual las partes renuncian recíprocamente a intentar
cualquier acción que conduzca a anular el acto por vicios de la voluntad o a rescindirlo
por causa de lesión.
2.4. Anulabilidad por violencia.
En la contratación por vía telefónica, resulta relevante analizar el funcionamiento de la
violencia física como vicio de la voluntad.
Decimos esto, porque la violencia física implica que, al momento de celebrarse el acto,
la víctima ha sufrido o sufre violencia física, de modo que declara aquello que no quiere
(hecha la salvedad de que dicha violencia puede llegar a anular por completo la
voluntad del agente, caso en el cual el acto sería nulo, o a constituir un elemento
importante en la obtención de una voluntad viciada, supuesto en el cual
permaneceríamos en presencia de un vicio de voluntad).
Pero cualquiera sea el caso, nos lleva a señalar que la violencia tiene, necesariamente,
que implicar contacto personal entre la víctima y el agente causante de la violencia o de
un tercero que actúe en concordancia con dicho agente; caso contrario nos
encontraríamos dentro del ámbito de la intimidación y no de la violencia.
En tal sentido, podría ocurrir que, antes o coetáneamente al momento en que la víctima
declara su voluntad, esta haya sufrido actos de violencia dirigidos por su contraparte o
un tercero, pero, más allá del contacto físico que implica la realización de estos actos
violentos, la declaración que conduce a celebrar el contrato se haya producido
telefónicamente.
Es obvio que en muchos casos el delincuente que emplea violencia para hacer celebrar a
su víctima un acto jurídico no será quien actúe por si mismo, sino que en la mayoría de
veces se valdrá de terceros para conseguir tales fines. De este modo, es probable que se
obligue a la víctima, inmediatamente después de haber sufrido daños corporales o al
estar sufriéndolos, a llamar por teléfono al autor intelectual de dichos actos para
manifestar su voluntad de contratar o celebrar aquel negocio perjudicial a sus intereses
que beneficiará al mencionado delincuente.
Vemos, pues, como la violencia física puede jugar un papel de interrelación con los
contratos celebrados por teléfono.
2.5. Anulabilidad por simulación relativa.
Como se recuerda, en virtud de lo establecido por el inciso 3 del artículo 221, el acto
jurídico es anulable por simulación cuando el acto real que lo contiene perjudica el
derecho de tercero.
Hemos mencionado, hace un momento, que el tema de la simulación adquiere
relevancia en la medida que dicho acto conste en un documento que sirva o tenga
utilidad para oponer la simulación frente a los terceros ante quienes se quiera acreditar
algo ficticio como si fuera real.
En el caso de la simulación relativa, estamos en presencia de un acto verdadero que ha
sido ocultado o disimulado por las partes con un acto ficticio, el mismo al que desean
dar la apariencia de real.
Dentro de este orden de ideas, entendemos que efectuar una simulación a través de la
línea telefónica carecería, en la mayoría de los casos, de utilidad, dado que no constará
en ningún documento ni tampoco será conocido por persona alguna distinta de aquellas
que celebran el acto.
No obstante ello, podemos imaginar la eventualidad de que las partes simulen un acto a
través de la línea telefónica ocultando uno verdadero; y haciendo que un tercero, frente
a quien se quiere oponer dicha simulación, tome conocimiento del acto celebrado, ya
sea por acceso directo a la conversación telefónica o por estar escuchando a alguna de
las partes.
Sin embargo, más allá del plano teórico, creemos que la utilidad práctica de una
situación de estas características resulta ínfima, ya que no quedará acreditada la
celebración del acto simulado.
2.6. Anulabilidad derivada del mandato de la ley.
Como se recuerda, en virtud de lo prescrito por el inciso 4 del artículo 221 del Código
Civil, el acto jurídico es anulable cuando la ley así lo declara.
Sobre este particular nos abstenemos de efectuar mayores comentarios, ya que la citada
disposición resulta aplicable a todos los actos jurídicos, independientemente del medio
que empleen las partes para celebrarlos.
LA CONFIRMACIÓN DEL ACTO JURÍDICO
Es aquella forma mediante la cual se convalida, reafirma o se solidifica los efectos de
determinado acto jurídico, que inicialmente estuvo incurso o llevaba consigo
determinada causal de anulabilidad, es decir, nulidad relativa.
Como se ha señalado, sólo es factible la confirmación de los actos anulables, mas no se
puede hacer extensiva esta figura jurídica respecto a aquellos actos que cuentan con una
causal de nulidad absoluta.
Características de la Confirmación
1) Es unilateral y recepticia, por cuanto el acto ratificatorio es potestad de quién puede
ejercer la acción de anulabilidad del acto jurídico y, además la voluntad confirmatoria
debe estar dirigida a todo aquel que tenga el legítimo interés en mantener o conservar
vigente el acto jurídico.
2) Una vez realizada la confirmación, el que lo hace renuncia a cualquier acción
posterior tendiente a cuestionar la validez del acto jurídico vía la anulabilidad del
mismo.
3) La confirmación, al convalidar el acto anulable, se convierte en un acto irrevocable,
es decir, inevitablemente se subsanan los defectos que inicialmente mantuvo el acto
jurídico.
4) Genera efecto ex-tunc, es decir se convierte en un acto declarativo, por cuanto la
confirmación retrotrae sus efectos al momento de la celebración del acto jurídico.
Clases De La Confirmación
CONFIRMACION EXPRESA: Art. 230 del código civil.
La confirmación expresa es el acto jurídico unilateral (porque es realizado por aquel a
quien corresponde el derecho de instar la anulación, sin que sea necesario el concurso
de la otra parte cuando el acto anulable no es unilateral) y accesorio por el cual la parte
a quien corresponde la acción de anulación declara querer la validez definitiva del acto
anulable, con conocimiento de la causal de anulación y habiendo esta cesado.
La confirmación expresa está subordinada a los siguientes requisitos:
• Que la confirmación la ejercite la parte a quien corresponde la acción de
anulación.
• Que sea mediante instrumento, en que deberá expresarse:
• Mención del acto que se quiere confirmar.
• La causal de anulabilidad que amenaza al acto.
• La manifestación expresa de confirmar el acto anulable.
CONFIRMACION TACITA: Art. 231 del código civil.
La confirmación tácita es la que resulta de la ejecución voluntaria, total o parcial, del
acto sujeto a una acción de nulidad, una vez desaparecido el vicio que lo invalidaba. Por
lo tanto para que el efecto convalidatorio se produzca es necesario que la ejecución del
acto inválido sea la expresión de una voluntad libre y capaz, o sea que la ejecución
forzada, por medio de un procedimiento judicial o por cualquier vicio, no obtiene ese
resultado.
Se da en los siguientes casos:
Cuando una persona que había celebrado un acto afectado de anulabilidad, en lugar de
plantear esta, ejecuta obligaciones emergentes del acto en el momento que debía
hacerlo. Ej., menor que vende, y en su mayoría de edad en vez de plantear la
anulabilidad, entrega la cosa.
Cuando persona que debía plantear anulabilidad deja que prescriba el plazo de cinco
años (CC, 1315).
Requisitos De Fondo
• Para que la confirmación produzca su efecto variante, no basta que ella revista
las condiciones de formas adecuadas, sino que es indispensable la concurrencia de los
dos requisitos de fondo que establece, los dos artículos; para que la confirmación sea
eficaz en cuanto al tiempo en el cual puede tener lugar:
• Es necesario, en primer lugar, que haya cesado la incapacidad o vicio que daba
lugar a la nulidad, o en otros términos, la causa que lo producía.
• Para que la confirmación pueda tener lugar es necesario, en segundo término,
que no concurra ninguna otra causa que pueda producir la nulidad del acto de
confirmación, es lógico que el mismo deba ser válido.
Efectos De La Confirmación
• ENTRE PARTES. Retroactivamente, como si el acto no hubiera nacido con
vicios.
• RESPECTO A TERCEROS. La confirmación no afecta a terceros por el
principio de relatividad de los actos jurídicos, sino sólo afecta a terceros en los casos
señalados por ley (CC, 1316).
Ej., Si un menor vende a una persona mayor de edad, pero este no lo inscribe en el
registro de derechos reales. Luego el vendedor, ya en su mayoría vuelve a vender a un
tercero el mismo bien, y confirma para el primero, pero es ineficaz; el titulo del primero
es inoponible.
En la confirmación la misma persona subsana los defectos. En la ratificación la persona
da por bien hecho lo realizado por un tercero a su nombre que no tenía poder o mandato
para hacer ese acto.
Figuras A Fines De La Confirmación
• La Ratificación
Es un acto jurídico que unilateralmente representa el representado para aceptar o
aprobar el acto celebrado por su representado en exceso o en violación de las facultades
de lo que no había envestido o del acto que celebro quien se arrogo su representación
sin tenerla.
También la ratificación se presenta en la gestión de negocios, cuando quien careciendo
de facultades de presentación y sin estar obligado, asume conscientemente la gestión de
los negocios o la administración de los bienes de otro, que lo ignora (art 1950)
correspondiendo al dueño del negocio ratificar o no la gestión (art. 1952).
• El Reconocimiento
Es un acto jurídico mediante el cual se admite la existencia de una obligación pre
existente. Se trata, desde luego, de una obligación nacida de un acto valido, porque si no
lo fuera por causa de nulidad relativa, sería una confirmación. En ello radica la
diferencia y de este modo, en el reconocimiento la obligación que se reconoce emerge
de un acto valido, mientras que la confirmación se está frente a un acto anulable, que se
convalida, precisamente, con el acto confirmatorio.
En el código civil se ocupa del reconocimiento en el artículo 1205 que precisa que "el
reconocimiento" puede efectuarse por testamento o por acto entre vivos. En este último
caso, si para constituir la obligación primitiva se hubiera prescrito alguna forma
determinada, el reconocimiento deberá practicarse en la misma forma.
• La Transacción
La transacción es un acto jurídico mediante el cual, las partes, haciéndose concepciones
reciprocas deciden sobre algún aspecto dudoso o litigioso emergido, a su vez de un acto
jurídico que ha dado lugar al entablamiento de un vínculo obligacional contractual, a fin
de evitar un pleito que podría promoverse o ponerle fin a uno ya promovido.
La transacción viene hacer un acto abdicativo de derechos para las partes que lo
celebran y mientras que la confirmación es abdicativa solo para quien está en la
posibilidad de ejercer la acción anulatoria por causal que lo legitima y sin estipular
nada, por su finalidad no es otra de la que permitir la eficacia abinitio y definitiva del
acto jurídico anulado anteriormente celebrado.