LOS ARTESANOS DE LA
ENSENANZA
Acerca de la formacion
de maestros con oficio
Andrea Alliaud
PAIDOS VOCES DE LA EDUCACIONDisefio de cubierta: Gustavo Macri
Directora de coleccién: Rosa Rottemberg
Aliaud, Andrea
Los artesanos de la ensefianza / Andrea Alliaud -1® ed.- Ciudad Autonoma de Buenos Aires: Paidés, 2017.
476 pp.; 22 x 16 om.
ISBN 978-950-12-9479-8
4, Educacién. 2. Pedagogia |. Titulo.
pb 370.1
1 edici6n, febrero de 2017
Reservados todos los derechos. Queda rigurosamente prohibida, sin la autorizacién escrita de los titulares
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Impreso en la Argentina — Printed in Argentina
Impreso en Master Graf,
Moreno 4749, Munro,
Provincia de Buenos Aires,
en enero de 2017.
Tirada; 3,000 ejemplares
ISBN 978-950-12-9479-81. SOBRE LAS INSTITUCIONES: ®
LAS ESCUELAS YA NO SON
LO QUE ERANSiempre he pensado que la escuela la hacen,
en primer lugar, los profesores.
DANIEL PENNAC
“CUANDO YO ENSENABA, LO QUE DECiA EL
MAESTRO ERA SAGRADO”
En los tiempos que corren, la formacién docente parece
dificultada. A pesar de la importancia declarada y de los per-
manentes cambios que se vienen realizando en las Ultimas
décadas, da la impresién de que la formacidn de los que van
a ensefiar y también de los que estan ensefiando no esta a
la altura de las circunstancias. Circunstancias en las que los
procesos de formacién, intervencién, educacién, socializacién
de las personas ya no salen como antes. La apelacion nostal-
gica que pretende ir en busca de un tiempo perdido suele diri-
gir sus criticas a las condiciones en las que se desarrolla el
ensefiar y el aprender en los tiempos que corren: “Las escue-
las no son lo que eran”, “Los chicos no se interesan, ya no res-
petan”... Y en parte es cierto, porque son otras las condiciones
en las que se desarrollan los procesos de socializacién/forma-
cién/educacién en la actualidad, debido a los cambios sociales
SOBRE LAS INSTITUCIONES: LAS ESCUELAS YA NO SON LO QUE ERANLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
y culturales que atraviesan no solo a las escuelas, sino a las
sociedades en su conjunto. Son otros los chicos, los jévenes,
los adultos, las relaciones entre las generaciones, el peso y
la legitimidad de las instituciones, los vinculos con el conoci-
miento, etc.
Durante muchos afios, los trabajos sistematicos y organi-
zados sobre los otros, que se plantean como objetivo explici-
to su transformacién -entre los que se halla la educaci6n, la
ensejianza, la formacién-, se desarrollaron mediante activi-
dades profesionales, remuneradas y reconocidas ancladas en
el denominado “programa institucional”! de la modernidad
(Dubet, 2006). Como modo de socializacién, este formato con-
sideraba que las actividades educativas, formativas, consistian
en una mediacion entre valores universales e individuos par-
ticulares. Los valores (civilizacién, razén, ciencia y progreso)
representaban los pilares que sostenian a las instituciones,
otorgando legitimidad a las acciones y decisiones tomadas por
los responsables de llevar a cabo una tarea en cuyo seno habia
una contradiccién latente: la imposicién/socializacién junto con
la liberacién y autonomia de los individuos. Bajo el programa
institucional de la modernidad, se suponfa que la posesién de
principios universales, lograda mediante el trabajo de interven-
cién sistematica sobre las nuevas generaciones, aseguraria su
desarrollo libre y autonomo.
La creacién y consolidacién de los sistemas educativos
nacionales modernos, junto con el surgimiento de instan-
cias especializadas para la transmisi6n del oficio de ensefar,
conformaron una maquinaria de educar en masa que, si bien
persiguié la finalidad de “civilizar”, en un sentido de dominio
y encauzamiento racional, no pudo eludir las posibilidades
emancipatorias contenidas en su propia forma. “La escuela era
1. “Puede definirse al programa institucional como un proceso social que transforma
valores y principios en accién y en subjetividad por el sesgo de un trabajo profesional
especifico y organizado” (Dubet, 2006: 32}.
una maquina de imposicién de identidades pero también exten-
dia un pasaporte a condiciones mejores de existencia”, recuer-
da Beatriz Sarlo (1998: 67) a propdsito del relato de Rosita del
Rio, una maestra normal de principios de siglo XX, para quien
los estudios magisteriales representaron no solo el ingreso a
un estrato social superior, sino la apertura a un universo cul-
tural que contrastaba con la humildad de su familia de origen:
inmigrantes italianos, casi analfabetos, llegados al pais a fines
del siglo XIX. Ella, Rosita del Rio, no tuvo que asistir a un curso
de autoridad ni dudé un segundo a la hora de mandar a rapar
a los alumnos de su escuela cuyas cabezas eran visitadas por
“unos bichos muy asquerosos”; tampoco ningtin padre le cues-
tioné la decisién a “la Directora”, con titulo de maestra.
El panorama es otro en el presente. La fuerte instituciona-
lizacién que por muchos afios sostuvo los procesos de inter-
vencion sobre las personas empezo a debilitarse en los tltimos
cincuenta anos, y se aceleré en las Ultimas décadas. El pro-
grama institucional de la modernidad se halla resquebraja-
do, siendo esta realidad (nos guste o no) una caracteristica de
época: ni buena ni mala, simplemente es. La pluralidad de los
valores, el espiritu critico, el derecho de los individuos a deter-
minarse, la proliferacién de instancias de circulacién del saber
y la informacién, el crecimiento del nivel de escolaridad prome-
dio de la poblacién, que progresivamente vinieron a imponerse,
han puesto en cuestidn el poder de las grandes maquinarias
para fabricar subjetividades y determinar las practicas de los
individuos:
Aquello que la imagen clasica de la modernidad habia puesto en
el candelero como un sistema homogéneo y coherente se desar-
ticula ante nuestra mirada: Los valores son contradictorios entre sf;
las. murallas de los santuarios se desmigajan ante el impetu de las
demandas sociales y de las reivindicaciones individualistas y, progre-
sivamente se transforman las representaciones sobre la socializacion
(Dubet, 2006: 63-64).
SOBRE LAS INSTITUCIONES: LAS ESCUELAS YA NO SON LO QUE ERANLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
Las instituciones en declive, sin los pilares sdlidos que las
mantentan, han dejado de funcionar como marcos que regu-
lan y protegen las acciones, las decisiones y las relaciones. Lo
que antes estaba garantizado de manera impersonal, hoy tie-
nen que asegurarlo los sujetos, De este modo, intervenir sobre
las personas hoy (educar, formar, ensefiar] es menos el cum-
plimiento de un rol que la construccién de una experiencia,
afirma Dubet. Sin llegar al extremo de Rosita del Rio, hasta no
hace tanto, por el solo hecho de ocupar el lugar de (maestro o
profesor] se era reconocido, respetado, escuchado, admirado:
“Cuando yo ensefiaba, lo que decfa el maestro era sagrado”,
afirmaba hace poco una maestra jubilada. Actualmente, para
poder ensefiar, maestros y profesores tienen que construir
{con los otros) condiciones que ya no estan dadas automatica-
mente ni legitimadas trascendentalmente.
Asi y todo, estas instituciones mutadas, que han dejado
atrds su exclusividad, que mantienen resquebrajada su legi-
timidad y en las que sus actores ya no se encuentran moti-
vados de la misma manera para estar alli ni para ejercer su
oficio, funcionan. Y, en el caso de las escuelas, siguen siendo
las Unicas, por el momento, que permiten el pasaje del acervo
cultural comun entre las generaciones de modo sistematico y
masivo, asi como la formacién de ciudadania. A pesar de pre-
sentar problemas especificos? que afectan las practicas y las
relaciones cotidianas, muchos.de los inconvenientes que sue-
len enfrentar estas instituciones que trabajan sobre los otros
derivan mas de los nuevos drdenes sociales y culturales que de
la anomia que se les atribuye en el presente.
Ocurre que en esta fase de la modernidad se le pide mucho
a la escuela: desde lo mas elemental hasta lo mas sofistica-
2, La falta de interés por los contenidos escolares, la utilizacién de elementos tecno-
légicos (musica, redes sociales) en las clases, asi como otros vinculados con la vio-
lencia, el ausentismo, el bullying entre compafieros, son los mas mencionados por los
docentes.
do. Ya no alcanza con aprender a leer, escribir, realizar ope-
raciones matematicas basicas y tener una nocién general
sobre la historia y la geografia locales; hoy la escuela tiene que
asegurar la apropiacién de conocimientos y habilidades com-
plejas que incluyen desde conocimientos formalizados hasta
competencias sociales mas sofisticadas, necesarias para con-
vivir y relacionarse con otros. Y este mandato ya no es exclu-
sivo de algunos, sino que se pretende que alcance a todos. De
manera mas o menos directa, la escuela esta llamada no solo
a afrontar sino a resolver 0 aunque Sea apaciguar los proble-
mas derivados de la injusticia social. Semejantes demandas
recaen sobre una institucién en declive que, ademas, conserva
casi intactos la mayoria de sus rasgos originarios: una deter-
minada distribucién espaciotemnporal, el conocimiento dividido
por asignaturas, el agrupamiento de los alumnos por edades,
ciertos rituales, una relacién con el conocimiento en la que
predomina el mensaje antes que la comunicacidn, sistemas de
promocién rigidos y estandarizados, entre otros. La permanen-
cia de la forma o gramatica escolar’ se da tanto en su dimen-
sidn fisica, objetiva, como a nivel subjetivo, en la medida en que
se halla incorporada y naturalizada en las formas de percibir
y actuar de los sujetos: los alumnos, los profesores y la socie-
dad en general estén “formateados” por la forma escolar. Es
la permanencia casi intacta de esta estructura moderna lo que
explica su disfuncionalidad en el presente y exacerba las con-
tradicciones que llevé inscriptas desde sus origenes.
“La escuela se ha convertido en una institucién sobrede-
mandada y subdotada” (Tenti Fanfani, 2004: 2). La afirma-
cién se esclarece al reparar en la cualidad de maquinaria 0
artefacto cultural de la escuela y compararla con un aparato
doméstico. La analogia, muy elemental pero util a los fines
3. Tomando el uso otorgado a esta expresién por Tyack y Cuban (2001) y Vifiao Frago
(2002).
SOBRE LAS INSTITUCIONES: LAS ESCUELAS YA NO SON LO QUE ERAN
eLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA.
de clarificar la idea, conduce a imaginar lo que ocurriria con
un electrodoméstico de los afios cincuenta si le exigiéramos
que realizara multifunciones como los del presente. Por su
puesto, seria imposible que el aparato las llevara a cabo sin
fundirse. Pero el peligro mayor que se correria no se halla
tanto en la imposibilidad de cumplir con las nuevas deman-
das, sino en que, ante tanta exigencia, no pudiera asegurar
siquiera lo mas elemental, lo que antes hacia. Salvando las
distancias, algo similar pasaria con la escuela, siendo el
riesgo principal que, ante tanta demanda y complejidad, deje
de hacer lo que constituye su esencia: la educacién, la ense-
fianza, la transmisi6on.
SON OTRAS LAS EXIGENCIAS EN LOS TIEMPOS
QUE CORREN
Se da actualmente una extrafia y compleja convivencia entre
los rasgos propios de la institucién escolar moderna y los nue-
vos desaffos que se le plantean en el presente. Una estructura
nivelada, graduada, meritocratica, que fue concebida a los fines
de la homogeneizacién social y la seleccién de los individuos,
tiene que asegurar ahora la inclusién, la igualdad y la libertad
de todos los que a ella concurren. Las contradicciones entre
ideales y las funciones antagénicas que siempre desempeho el
sistema escolar antes se saldaban mediante una filosofia del
progreso o en las mismas utopias sociales; hey, en cambio, se
expresan crudamente en las escenas escolares y son quienes
las protagonizan a diario los que tienen que afrontarlas:
© {Como hace la escuela organizada por niveles, grados y
sistemas de promocién basados en el mérito para ase-
gurar la inclusion de todos?
© ;De qué manera es posible compatibilizar la defen-
sa de la cultura comun, publica {central en la tarea de
@
la escuela como institucién social), con la exigencia de
apertura a la diversidad cultural?
« {Cémo combinar la libertad de los individuos con los
deberes de solidaridad que los ligan unos a otros?
Son estos dilemas los que atraviesan a las instituciones
actualmente y que solo pueden responderse mediante prac-
ticas comprometidas con ellos. No es solo una cuestién de
principios, en la que mas o menos todos acordariamos. Es
una eleccién que se hace a diario, por comisién u omisién,
por accién o por defecto. No hay férmulas infalibles para ello;
se trata mas bien de experimentar, para que por medio de
pruebas y mas pruebas podamos democratizar la escuela.
La democratizacién no es un ideal que Se explicita, sino que
se ejercita y se juega en cada escena cotidiana, a través de las
acciones y decisiones que emprendemos en nuestra labor.
La atencién a lo diverso, a la complejidad, a la particulari-
dad, a la situacionalidad no debe desdibujar la permanencia
de lo que es constitutivo de la institucién escolar, a saber: la
transmisién de la cultura comun, ya no entendida en forma
rigida, pero si pensando en una cultura que vaya mas alla de
los gustos o intereses individuales {Dussel, 2011). Una escue-
la que abra al mundo, a nuevos horizontes, que vaya mas alla
de las preferencias y gustos inmediatos de Los nifios y jovenes.
Una escuela que convoque a nuevos desafios culturales, inte-
lectuales. De otro modo, cuando la defensa por la preferen-
cia de grupos e individuos se da en escenarios desiguales e
injustos, la no intervencién, amparada en la preeminencia de
la libertad, puede crear mas injusticia: “Ante la postura criti-
ca que a menudo puede volverse aristocratica e imponen-
te, el compromiso contrapone la creencia en una humanidad
comun” [Dubet, 2012: 61).
La escuela, que en la actualidad es mas justa, suele visua-
lizarse como mis injusta y ello se debe a que la incorporacién
de todos expone a los que menos tienen a competir con otros
SOBRE LAS INSTITUCIONES: LAS ESCUELAS YA NO SON LO QUE ERANLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA.
que estan en mejores condiciones para obtener el éxito en los
términos esperados. Esta competencia desigual produce (bajo
el justificativo del mérito y el talento) el fracaso escolar de los
menos favorecidos, quienes suelen experimentar el fracaso
no solo como escolar, sino como fracaso ante la vida en gene-
ral, asumiendo ellos mismos ta culpa o responsabilidad por el
resultado obtenido: la escuela les dio a todos la misma opor-
tunidad y ellos no pudieron aprovecharla (Dubet, 2006; 2011a).
La competencia escolar “desregulada” produce que “los mas
desposeidos estén obligados a participar de un juego donde
sus oportunidades de ganar son muy reducidas. En nombre de
la libertad de los individuos y de su capacidad de ser sujetos,
estos ultimos se vuelven los autores de su propia desdicha”
(Dubet, 2006: 433).
Las instituciones deben proteger a los individuos de la des-
valorizacién de si mismos y de la culpabilidad que les genera
no poder cumplir con las expectativas depositadas en ellos.
Hay maneras, por ejemplo, de compatibilizar igualdad y mérito,
a través de lo que Dubet llama “asegurar una cuota de capa-
cidad”. A nivel de las practicas, significa que en la escuela, en
la clase, todos tengan la posibilidad de demostrar alguna (sul
habilidad/capacidad. ;Es posible visualizar en los alumnos sus
puntos fuertes? Detectarlos y brindar las oportunidades para
que los desplieguen, los desarrollen, es una posibilidad para
asegurar que lo que cada uno sabe o puede hacer tenga un
valor en la produccién de un algo comtn. Asi, lo que cada uno
tiene para aportar sera igualmente valorado, por cuanto resul-
ta necesario para la produccién de ese algo que es de cada uno
Pero es, a la vez, de todos. En el mismo sentido, Martuccelli
{2009] sostiene que es importante “multiplicar los criterios de
seleccién”, a través de formas de evaluar que no queden redu-
cidas a un numero limitado y estereotipado de conocimientos y
capacidades.
Detectar capacidades/habilidades y armar propuestas de
trabajo cooperativas/colaborativas se presenta como una alter-
nativa que, a escala situacional, puede funcionar para favore-
cer practicas inclusivas. Un ejemplo de lo que acabamos de
proponer se presenta en la pelicula Escuela de rock (2003), de
Richard Linklater. En el film un falso maestro, pero maestro
al fin, arma con los alumnos con los que las circunstancias lo
encuentran una banda de rock. El trabajo realizado -fuera, por
cierto, de las formas esperadas y que los deja listos para una
competencia- no solo necesitd de los missicos y cantantes, sino
que fue imprescindible la labor de vestuaristas, iluminadores,
disefadores, administrativos, etc. Cada uno aporté lo suyo para
este “producto” colectivo y el resultado esta a la vista. Alcanzar
la igualdad supone un tratamiento pedagégico diferencial de
los individuos, antes que dejarlos librados a su propia suerte, a
su propio azar, que ya sabemos no es tan azaroso ni beneficio-
so para todos por igual.
La escuela inclusiva supone articular dos derechos educativos fun-
damentales: el derecho a la diferencia y el derecho a la igualdad: El
derecho a la diferencia es el derecho a ser tratado segtin la especifi-
cidad y el derecho a la igualdad, el derecho de participar en lo colec-
tivo. [...] una escuela inclusiva que no acompafia a los alumnos corre
el riesgo de producir resentimiento social porque la idea implicita es
que te dieron la chance y no la tomaste (Meirieu, 2013).
Ante instituciones debilitadas, resquebrajadas, mas que tra-
tar de restablecer un orden perdido resultaria, segun Dubet,
democratizarlas, intensificando su capacidad politica, enten-
dida como la posibilidad de generar, de comunicar, de infor-
mar, de negociar; trabajar colaborativamente y, en la misma
medida, relativizar su injerencia burocratica: “Ya no se trata de
construir 6rdenes totales en los que cada individuo esta ligado
al gran todo [...], sino érdenes mas limitados, mas auténomos,
mas ajustados a la indole de los problemas tratados” (Dubet,
2006: 453).
SOBRE LAS INSTITUCIONES: LAS ESCUELAS YA NO SON LO QUE ERAN
eLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
ENSENAR HOY A TODOS SE NOS COMPLICA
Los nuevos escenarios institucionales dificultan la con-
crecién de la ensefanza y llegan a ponerla en riesgo, con las
consecuencias que esta interrupcion acarrea tanto para la
sociedad como para los sujetos que en este proceso se hallan
directamente involucrados.
Ensefar en estas instituciones se complica. Si entendemos
la ensefianza desde la concepcién de oficio, es decir, como la
posibilidad de obrar con otros y sobre otros, de intervenir, de
formar, de transformar a esos otros (alunos) en algo distinto
a lo que eran, notamos la complicacién. Entre otras cosas, por-
que esos otros, que son nifios y jévenes, suelen resistirse a la
intervencién adulta y también muchas veces a la escuela; una
escuela cuya institucionalidad o forma de imponer/socializar/
educar se halla debilitada o resquebrajada; una escuela cuya
forma predominante no condice con los modos de comunica-
cién y socializacién dominantes fuera de ella y que depende,
sobre todo, de la construccidn permanente que realizan a dia-
rio los sujetos. Hoy la sacralidad ly la grandeza que esta sacra-
lidad traia aparejada] ya no resulta para amparar las acciones
y decisiones que se toman al ensefiar. Hoy priman la construc-
cin, el didlogo, la justificacién; y estas condiciones, si bien nos
liberan del peso de las instituciones, traen como consecuencia
mayores niveles de exposicién y sobrecarga para los sujetos
(docentes y alumnos], que pasan de ser “obedientes” a trans-
formarse en “constructores” y protagonistas de su propia expe-
riencia.
Ensefiar hoy a todos se nos complica, se nos vuelve mas
dificil que antafo, y esa complicacién puede traer conse-
cuencias sobre la propia accion. Una de ellas es la paralisis:
el docente que no puede enseiiar y se retira de la situacién,
ausentandose de la clase, no yendo, pero también “no estando
ahi”, aun cuando fisicamente esta presente. Otra consecuencia
es la hiperaccidn: el docente que pretende hacer algo a cual-
e
quier precio, tratando permanentemente de restablecer las
condiciones que supuestamente harian posible la ensefanza;
es el docente que calma o el que motiva (segtn las circuns-
tancias} 0 el que pretende tener todo bajo control para-luego
poder ensefiar. En ambos casos la ensefianza se interrumpe,
no sucede...
Si se concibe a la ensefianza como fendmeno pedagdgi-
co, politico y social que posibilita la transmision sistematica
del acervo cultural comun para el conjunto de la poblacién [el
acceso a la cultura y al mundo], se entiende entonces lo que su
paralisis o interrupcién genera. Pero, ademas, el hecho de no
poder intervenir, formar, transformar, obrar con otros y sobre
otros es lo que les quita a los docentes el sentido de su tarea
y los deja desprotegidos ante si mismos y ante la sociedad en
general. Estas sensaciones de imposibilidad [no poder ensefiar
ono saber cémo hacerlo} suelen provocar lo que en términos
generales muchos denominan “crisis profesional’.
Mas que denostar las condiciones en las que se juega la
ensefianza en el presente, refugiados en un pasado ideal que
ademas de pasado no fue ideal, o tratar de restablecerlas a
toda costa, suponiendo que entonces la ensenanza sucedera,
hay que aprender a movernos en estas coordenadas cambia-
das y cambiantes. Porque, a pesar de todo, las instituciones,
las escuelas funcionan y siguen funcionando. El desafio, por lo
tanto, es aprender a movernos en ellas y poner alli todas las
energias, antes que construir escenarios ideales o tratar de
volver a crear lo que no existe ni tampoco tiene chance de exis-
tencia. Mas que no ensefar porque no se puede, podriamos
pensar en encarar la ensefanza de otra manera. Hay que pen-
sar la ensefianza de otra manera.
Ensefiar hoy ya no puede concebirse como “aplicar” o
“bajar” lo aprendido en el profesorado o en algtin espacio de
capacitacion al aula, como tampoco lo que hemos planificado.
Ensefiar hoy es ante todo crear, inventar, salirse del guidn o
del libreto. Probar y ser puesto a prueba en cada circunstan-
SOBRE LAS INSTITUCIONES: LAS ESCUELAS YA NO SON LO QUE ERANLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
cia. Aceptar y aprender a permanecer en la confusidn. Para
ensefar hoy necesitamos de saberes y habilidades que nos
permitan probar, experimentar, re-crear y seguir aprendien-
do continuamente. Para ensefiar hoy necesitamos de saberes
que nos den la apertura necesaria para asumir el desafio de
_la creacién, de la innovacion, superando aquellos otros que la
obstruyan, funcionando como sus inhibidores. Porque ensefar,
como veremos enseguida, sigue implicando intervenir con otro
y sobre otro en un sentido formador, transformador, emanci-
pador. La liberacién de los sujetos es su consecuencia, no el
punto de partida, y una vez mas esta pretensién nos conduce
hacia la transmisi6n.
Estar preparados para asegurar una transmisién lograda,
es decir, para saber y poder hacerlo mediante la ensefianza {en
este caso], y hacerlo bien, mas alla de las circunstancias, tiene
menos que ver, segdn Sennett (2009a], con un rasgo de per-
sonalidad que con una habilidad aprendida. Y esta apreciacion
nos conduce directamente a los ambitos en los que se forman
los que ensefian o van a ensefiar.
2. SOBRE LA ENSENANZA:
RECUPERAR LA PERSPECTIVA
DE OFICIOEnsenar con seriedad es poner las manos en lo que
tiene de mas vital un ser humano. Es buscar acceso
a la carne viva, a lo mas intimo de la integridad de un
nifio o de un adulto. Un Maestro invade, irrumpe, puede
arrasar con el fin de limpiar y reconstruir
GEORGE STEINER
EL DOCENTE COMO OBRADOR/TRANSFORMADOR/
EMANCIPADOR DE OTROS
La ensenanza puede considerarse como un oficio (no el
Unico) cuyo centro de actuacién esta en las almas de otros, La
transformacidn de las personas en algo distinto a lo que eran
es su destino. Y asi la ensehanza deviene en produccidn y los
que ensenan, en productores o transformadores de otros. La
caracterizacién puede resultar fuerte y algo pretenciosa; sin
embargo, permite visualizar el efecto de un accionar que siem-
pre es con otros y también sobre otros. No es lo mismo accio-
nar o no [con otros y sobre otros), como tampoco hacerlo de
cualquier manera.
En este ultimo sentido, la ensefianza puede caracterizarse
como una artesania, entendida como la habilidad de hacer algo
bien, por el simple hecho de hacerlo de ese modo (Sennett,
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA.
2009a). Superadora de la visién instrumental y mecdnica con
la que suelen caracterizarse los distintos oficios u ocupacio-
nes, esta concepcidn alcanza al compromiso con lo que se esta
haciendo, tanto como al sentimiento y al pensamiento implica-
dos en el desarrollo de cualquier cosa que se produzca:!
El trabajador con sentido artesanal se compromete en el trabajo por
el trabajo mismo; las satisfacciones derivadas del trabajo constitu-
yen su recompensa; en su mente, los detalles del trabajo cotidiano
se conectan con el producto final; el trabajador puede controlar sus
acciones en el trabajo; el trabajo se relaciona con la libertad para
experimentar (Mills, cit. en Sennett, 2009a: 40-41).
Hacer las cosas bien, poder hacerlas bien, recompen-
sa y satisface. Poder ensefar, poder accionar, y hacerlo bien
constituye una de las mayores recompensas de aquellos que
trabajamos, que obramos con otros y sobre otros. Porque, a
diferencia de otras ocupaciones, aquellas que operan sobre
las personas requieren, para Dubet (2006), no solo de sabe-
res y destrezas, sino del sustento en valores y principios mas
© menos universales. Quien ensefia, entonces, podria definirse
como un productor de personas; y a esta particularidad se liga
un componente valorativo o vocacional. La dimensién vacacio-
nal persiste en una actividad que exige, para quienes la ejer-
cen, “pruebas existenciales” (como las llama Dubet) 0 desafios
{podriamos decir nosotros) que superan las recompensas
materiales y la preparacidn técnica. Una idea bien interesan-
te que se desprende de esta concepcién es la imposibilidad de
mensurar la actividad y traducirla en salario (pago por produc-
tividad) o en programas de preparacién estandarizados:
1. La artesania, para el autor, abarca una franja mucho mas amplia que la correspon-
diente al trabajo manual especializado. “Efectivamente, es aplicable al programador
informatico, al médico, al artista y mejora cuando se la practica como un oficio cualifi-
cado” (Sennett, 2009a: 20}
El tema de la vocacién significa que el profesional del trabajo sobre
los otros no es un trabajador o un actor como los demas. No afinca
su legitimidad solamente a su técnica 0 a su savoir-faire, sino tam-
bién a principios mas o menos universales [...]. En este marco, la
legitimidad de los profesionales no es estrictamente técnica o ins-
trumental, sino que también se debe a los valores con los que se
identifica, en mayor 0 menor medida, a los profesionales (Dubet,
2006: 41-42).
Era precisamente el caracter univoco e incuestionable de
los valores puestos en juego lo que en el pasado garantizaba
autoridad al maestro, al profesor, y también al médico y a todo
aquel que trabajara con personas. Hoy la autoridad hay que
procurarla dia a dia y se requieren recursos y destrezas para
ejercer el oficio en organizaciones cada vez mas complejas.
Hoy hay que explicar, justificar las acciones y las decisiones
que se toman respecto de la transformacidn de los otros. Ante
instituciones que ya no estan sostenidas por los valores uni-
versales, es la autoria y la demostracién de lo hecho lo que da
legitimidad a lo que se realiza y brinda seguridad a quienes lo
hacen: la autoria de una obra proporciona autoridad, antes que
el lugar o la posicidn ocupada, que, en el pasado, automatica-
mente la aseguraba.
La ensefanza esta anclada en un oficio -reafirma Dubet- y
en su interior habita la obra. Desde esta perspectiva, la ense-
Nanza comprende tanto la manera en que cada uno hace su
trabajo [el procedimiento, el método, la performance) como el
producto o los productos: la obra de alguien que logré que algo
que era de determinada manera llegara a ser algo distinto,
otra cosa. Es el papel formador/transformador/emancipador )
del accionar que unos ejercemos sobre otros. Mirada desde la |
perspectiva del oficio, la ensefianza no esta desligada de los \
efectos (,resultados?] que produce. Es la manera como cada |
uno hace su trabajo, pero también lo que produce y la consta- }
tacion publica de lo que ha producido. Al ser la educacién de /
las personas un asunto de todos, se entiende la necesidad de
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
que la comprobacién exceda la esfera individual (lo que cada
ensefiante puede o podria comprobar] y alcance estado publico,
sobre todo en los tiempos que corren.
“Ojala podamos mostrarlo”, decia una maestra de Chaco
a raiz de una experiencia pedagdgica donde los alumnos
habian logrado aprender de manera diferente algo que antes
no sabian. Para muchos docentes, pendientes del proceso o
de los procedimientos, puede resultar ajeno el planteo de
garantizar ptiblicamente los resultados. Sin embargo, hace
a la esencia de su trabajo y, por lo tanto, a su propia identi-
dad, hoy cuestionada, resquebrajada, desvalorizada. El oficio
requiere de pruebas y puestas a prueba de lo que se hizo. Es
precisamente la comprobacidn de lo hecho o alecanzado como
producto del propio trabajo lo que no solo le asegura a la figu-
ra del docente confianza y autoridad, sino también lo que lo
fortaleceria. Esa sensacion de obrar y mostrar la obra aumen-
taria la potencia del quehacer, al tiempo que disminuiria el
sentimiento de amenaza que suelen percibir quienes ensefan
actualmente.
Hoy menos que nunca se puede prescindir de la totalidad
del proceso que hace al oficio de ensenar ni despojar a los
docentes de sus beneficios. Porque el hacer o el quehacer se
fortalecen cuando los que ensefan se reconocen como hace-
dores de su trabajo; cuando pueden saber y apreciar lo que
han producido. Muchas veces los maestros experimentan tal
sensacion y en ella encuentran motivos de satisfaccién y rea-
lizacién personales. “Esa impresion de produccién objetiva
es una de las fuerzas del oficio” (Dubet, 2006: 146). Llevada
al extremo, es la sensacién de poderlo todo. Por lo anterior,
pareciera estar en la obra, en las “obras maestras” del traba-
jo del docente, que siempre es con otros, lo que lo fortaleceria
en aquello que define su hacer, su quehacer. Obras maestras.
Es importante reconocerlas y que los mismos docentes puedan
hacerlo y mostrarlas como productos del propio trabajo, de la
influencia de su hacer sobre otros.
Claro que siempre es dificil dimensionar la obra maestra
en estado puro. Nunca estaremos seguros de si eso que se
produjo o acontecié con un alumno es el efecto del accionar
de un profesor o maestro. Claro que pueden estar influyen-
do diversos factores (el desarrollo del propio alumno u otras
influencias formativas); sin embargo, basta con el recono-
cimiento de la posibilidad, con darse cuenta de que hay algo
que pudo o prodyjo el otro (alumno) que algo tiene que ver con
la propia ensefanza. En su valiosa obra La vida en las aulas,
Jackson (1998] sefala que la imprevisibilidad y la causa no del
todo precisa de las transformaciones que se producen en los
alumnos no disminuyen el placer que sienten los que ensenan
ante tales situaciones ni los disuaden de atribuirse, al menos
en parte, los logros obtenidos. En otra valiosa obra, Carta a un
joven profesor, Meirieu (2006) alude a la “naturaleza magica del
acto pedagdgico” que se da cuando la ensenanza y el aprendi-
zaje (o el engranaje entre la voluntad de transmitir por parte
del docente y el deseo de aprender por parte del alumno] con-
fluyen.
Los profesores pueden darse cuenta cuando han realizado
una buena tarea y esta comprobacién se centra, segtin Jack-
son (1998],? mas en las reacciones inmediatas que los alum-
nos demuestran en la clase que en los resultados obtenidos |
mediante pruebas estandarizadas. Los docentes toman como
indicadores de la eficacia de su tarea (de su artesania] ciertas |
conductas y actitudes de los alumnos, tales como el entusias-
mo y la participacién, aun cuando las evaluaciones demues-
tren lo contrario: “Es la conducta de hoy, mas que la prueba
de manana, la que proporciona el instrumento auténtico para
medir el progreso del profesor” (Jackson, 1998: 157).
2. El autor presenta los resultados obtenidos a partir de una serie de entrevistas que
realiz6 a profesores reconocidos por las autoridades de sus respectivos establecimien-
tos como “buenos” docentes. Para reconstruir “la vida en las aulas”, ademas de las
observaciones realizadas, recurre a los docentes e indaga sobre su quehacer.
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
El profesor “eficiente” [o el artesano de la ensefianzal no recurre
a menudo a medidas objetivas de rendimiento escolar en busca de
datos sobre su eficacia [...]. Por el contrario, la pregunta sobre cémo
lo esta haciendo parece responderse por el flujo continuo de infor-
macién que recibe de los alumnos en una sesién de clase [Jackson,
1998: 160).
Lo que se destaca aqui es que el profesor percibe el progreso
de sus estudiantes y que esa percepcidn constituye para él un
indicador de éxito de su tarea.
Son, asimismo, las transformaciones mas espectacula-
res, casi magicas, la mayoria de las veces imprevisibles en el
momento de su aparicién, las que mas asombran a los pro-
fesores y que ellos mismos suelen atribuirse, aun dandose
cuenta de que no es absolutamente seguro de que sean sus
productores. Las siguientes frases de los docentes, surgidas de
la investigacién de Jackson, van en el sentido aludido: “Aunque
fuese simplemente obra de su propio desarrollo, tu te atribuyes
el mérito”; “Es una satisfaccién pensar que quizas haya sido yo
la causa, aunque quizas se deba simplemente a que desperto”;
“Creo que puedo atribuirme parcialmente su progreso, pero
quizas lo hubiera conseguido de cualquier modo. Con estas
cosas nunca se sabe” (Jackson, 1998: 170-172).
Los “quizas”, los “nunca se sabe”, las dudas, los potenciales
que aparecen en los testimonios de estos maestros “expertos”
con los que Jackson trabajé ponen de manifiesto la necesidad
de los que ensenan de tener algo que ver con las transforma-
ciones que se producen en otros. Quizas no como consecuen-
cia directa pero, al menos, relacionada con su accionar.
La sensacién de obtener logros es también para Dubet
(2006) lo que produce grandes satisfacciones al profesor. Por-
que en verdad —afhade- parecen ser obra del profesor. En ese
caso basta con reconocerse, identificarse, encontrarse en el
otro, en su produccién, en su manifestacién. Podria conside-
rarse lo que a uno le pasa cuando, ante un trabajo o un examen
de un alumno, uno se encuentra alli e identifica su ensenhan-
za. Quizds sea un parecer, una sensacidn; lo cierto es que
uno se ve en esa manifestacién. El siguiente testimonio de un
profesor, tomado de la investigacién de Dubet (2006), va en el
sentido aludido: “En cuanto al cambio indecible de un alum-
no, es dificil describirlo, describir esas modificaciones. Uno se
toma por el Hacedor, uno se dice: ‘Esto se debe a mi’. Acaso
sea un error pero procura una satisfaccién increible” (Dubet,
2006: 186).
Al entender la ensefianza como un proceso de modifica-
cion de las personas, distintos autores develan un componente
misterioso entre sus ingredientes: todo oficio encierra autoria
y misterio, por cuanto algo que era de determinada manera
se transforma en otra cosa. Cuando se trata de formar, edu-
car o transformar a las personas y cuando efectivamente se
constata que ello ha ocurrido, el secreto, el truco, 0 la magia
se potencian o magnifican. Contra toda tentacién de normar-
lo y prescribirlo, el acto de educar pareciera encerrar algo del
orden de lo inesperado y, asi, suele suceder a pesar de haber
hecho 0 esperado otra cosa; de ahi que no pueda pronosticarse
con precision. El acto pedagégico -como aquel que posibilita la
transmisién- no puede estar programado por nadie, sostiene
Meirieu (2006). Podemos hacerlo todo para que se produzca,
pero no podemos desencadenarlo en forma mecanica. Para
este autor es todavia probable que el “milagro” acontezca, por
lo que invita a mirar de cerca esa dimension oculta del oficio
que lo contiene: la ensenanza.
Son precisamente esos secretos de fabricacidn, ese algo, lo
que esta en juego en lo mas intimo del acto de ensefar. Una
especie de vibracién particular de la que son portadores los
docentes y que no se puede reducir a una lista de competen-
cias. Esos secretos van tomando forma en la practica, a medi-
da que se va ensefiando, y parecen ser productos de una rara
formula (de métodos, técnicas, modos de actuar) que en prin-
cipio permite distinguir lo que funciona bien de lo que no. Esa
mezcla que guia el accionar de todo docente va sedimentando
PERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIO
SOBRE LA ENSENANZA: RECUILOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
a medida que se ensefia y tendera a prevalecer a menos que
surja un problema, algin imprevisto, algin cambio que provo-
que la necesidad de hacer otra cosa.
La constatacién de que la transmision ha ocurrido, el reco-
nocimiento de que el acto pedagdgico ha llegado a destino, es
increible y es su ocurrencia [o la posibilidad de que ocurra) lo
que da sustento al proyecto de ensefiar. Es lo que posibilita que
la profesién docente adquiera sentido, les dice Meirieu en sus
cartas a los jovenes profesores que pretenden ensefar. Y avanza:
El acto pedagdgico esta alli, es palpable, alumnos y maestros armoni-
zan, la corriente fluye [...]. Lo que ocurre en ese momento es “extraor-
dinario”, contra todas las formas de fatalidad y a pesar de todas las
dificultades objetivas [...]. Los alumnos aprenden, comprenden, pro-
gresan [...]. Nos damos cuenta de que hemos logrado Lo que ni siquie-
ra las preparaciones mas sofisticadas podian hacer esperar. Nos
entusiasmamos [...]. Entonces el maestro halla tanto placer en ense-
far como el alumno en aprender [...]. Este fendémeno esta practica-
mente ausente de los escritos sobre la ensefianza y sobre la escuela.
Lo vemos y reconocemos, en cambio, en algunas escenas cinemato-
graficas o quizas lo hemos vivenciado en nuestra propia escolaridad
con algtin profesor en particular (Meirieu, 2006: 16-19).
iHemos experimentado esta confluencia entre ensenhanza
y aprendizaje en nuestro propio recorrido escolar? ;Podriamos
identificar algdn profesor o maestro en particular que haya dejado
en nosotros el efecto de sus ensefanzas? ;Cémo era? 4 Qué hizo?
~éComo lo hizo? ;Qué nos pasd? ;Podemos identificar escenas de
peliculas donde se manifiesten estos procesos?
LOS LiMITES DE LA TRANSFORMACION: NO
SOMOS DIOSES PERO...
Con lo que llevamos dicho hasta aqui cabria preguntarse:
ges mago el docente?; {es Dios?; ,todo lo puede?; {0 todo ten-
dria que poderlo? Las transformaciones en otros suelen perci-
birse como actos de conversién (casi religiosas en cuanto a su
formato] y su constatacién constituye una experiencia gratifi-
cante para los docentes. Llevado esto al extremo, el maestro
deviene un convertidor que logra algo milagroso, cuasi magico:
transmutar las almas de las personas.
Restarle el en parte a los logros asi obtenidos produce
grandes satisfacciones y engrandece a quien realiza la tarea,
pero acarrea las sensaciones opuestas cuando eso no ocu-
rre. Entre la grandeza del “Todo lo puedo” a la miseria del “No
puedo nada”, la distancia es minima. Encarnar personalmen-
te el mandato originario de la profesion y posicionarse como
el responsable absoluto de las transformaciones de otros y de
todos, en un contexto de alta competencia y desproteccién para
los individuos (que no es solo el de los docentes}, tiene conse-
cuencias personales y, también, en la tarea que se realiza. Ya lo
habiamos dicho en otro trabajo:
Asumir la grandeza del proyecto de educar [como todo proyec-
to grande que se asume] tiene un alto componente simbdlico que
engrandece a quien lo realiza pero produce, a la vez, sentimientos
de frustracién, a medida que se concreta, ya que las consecuencias
de la accién siempre seran insuficientes al tomar como paraémetro
semejantes expectativas. La grandeza del proyecto y la pretendida
perfeccién, que como contracara se impone, desalientan la accién. Su
propia magnitud lo torna imposible (Alliaud y Antelo, 2009: 43).
Reconocerse como transformador de almas implica, de este )
modo, renunciar también en parte a la omnipotencia reflejada
en la pretension de querer ir mas alla, no soportando que el,
otro sea artifice de su propio destino, que disponga de aque- ?
llo que recibié y que en ese proceso abandone al maestro, |
lo supere o haga algo con lo cual éste ni siquiera estaria de |
acuerdo. Z
En Frankenstein educador, Meirieu (2001a) establece un
paralelismo entre esta historia de fabricacién de consecuen-
cias inesperadas y el acto educativo. Trata de diferenciar alli
ECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIO
SOBRE LA ENSENANZA: RILOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
el intento de obrar con otros de la intencién de aduefiarse del
proyecto, de hacer algo determinado de ese otro y apropiar-
se del resultado. Por el contario, la obra y el obrar educativo
implican ceder, entregar, incluso regalar al otro, sometién-
dose al juicio que pudieran hacer los demas. Implican, tam-
bién, someterse a lo imprevisible que puede derivar de una
accién que supone obrar con sujetos singulares, donde “ya
no hay ningun objeto a fabricar, ningun objeto del que se
tenga una representacién anticipada que permita su elabo-
racion y lo encierre, en cierto modo, dentro de su resultado”
(Meirieu, 2001a: 62).
Por medio de la educacién se “construyen” las personas, “el
hombre es hecho”, recuerda Meirieu (2001a], pero a través de
una aventura que nadie puede programar del todo. Los efectos
de la accién educativa no estan “cantados” por la realidad. Asi,
si creo en las posibilidades de los otros, busco en la realidad
puntos de apoyo y siempre encontraré alguno; por el contrario,
si he decidido que el proyecto es irrealizable, busco las resis-
tencias que me sirvan de excusas para no obrar e inmediata-
mente trato de identificar culpables. Cada uno, como docente,
contribuye, obra y pone en ello toda su energia; para “comuni-
carle [al alumno] los saberes y los saber hacer mas elabora-
dos, ha de equiparle cuanto mas mejor para que, cuando deba
encararse solo al mundo, pueda asumir lo mejor posible las
opciones personales, profesionales 0 politicas que tendra que
tomar” (Meirieu, 2001a: 28).
En otro de sus libros, La opcidn de educar, Meirieu (2001b)
llama “pedagogo” al educador que persiga “la emancipacidn
de las personas que le han sido confiadas, la formacién pro-
gresiva de su capacidad de decidir por ellas mismas su propia
historia, y que pretende conseguirlo mediante determinados
aprendizajes” (Meirieu, 2001b: 11). Para eso el pedagogo debe
estar convencido no solo de las posibilidades del sujeto, sino
de su propia capacidad para contribuir a su formacién, porque
“nunca esta todo probado”, siempre puede haber una mane-
ra distinta “porque nadie puede saber si se han probado todos
los medios y métodos para que [el alumno] haga algo” (Mei-
rieu, 2001a; 28). El educador tiene que actuar “creyendo” que
puede ensefiar a otro que, a su vez, puede aprender. Confianza,
creencia, deseo de promover lo humano y construir la humani-
dad mediante la posibilidad de su accidn, mas alla de los resul-
tados y aun alterando el proyecto previsto.
De todos modos, ningun profesor esta exento del fracaso y
tiene que saber que no todo lo va a poder ni todo lo va a saber.
Paraddjicamente, la apuesta a la educabilidad no se puede
mantener a menos que se acepten los fracasos con los que
muchas veces nos enfrentamos 0, si lo preferimos, a menos
que renunciemos a aquello que produciria mecanicamente el
éxito que esperamos. En educacién, como sabemos, no todas
las acciones ni las decisiones producen los mismos efectos, ni
aun en las mismas circunstancias. No hay remedios ni rece-
tas que proporcionen el éxito asegurado. Tenemos que creer,
estar convencidos de que todos pueden aprender sabiendo que
esta creencia en la educabilidad solo es tolerable “si se articu-
la al reconocimiento de un no poder radical sobre el sujeto en
su acto de conocer”, sostiene Meirieu (2008]. He aqui el otor-
gamiento de protagonismo al sujeto que aprende, “objeto” de
nuestra intervencién. El aprendizaje es una decisién que pode-
mos y debemos favorecer, pero existe la posibilidad de que el
otro renuncie a entrar en el intercambio. Asimismo, la nece-
sidad humana de que la transmisién acontezca (porque sin el
pase del acervo cultural, sin la apertura y el acompafhamien-
to a transitar por el mundo no hay crecimiento) nos interpe-
la y dimensiona nuestro obrar: necesario y obligatorio (porque
somos la generacién adultal, pero limitado ante el poder del
otro, destinatario de nuestro accionar.
Estos postulados van en contra de la extrema confianza
cientificista que pretende aplicar sus avances a fin de calcular y
controlar un proceso que de por si es incontrolable, reduciendo
a la persona a un objeto de manipulacidn. Por el contrario, el
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
pedagogo no concibe a la educacién como una mecanica, sino
que
abre posibilidades y propicia alianzas. Rehabilita la palabra [...]. Da
tiempo y permite el aplazamiento. Media en el cuerpo a cuerpo pro-
poniendo actividades que orientan las pasiones. Provee ocasiones |...).
Reparte una cultura que, modestamente, liga lo mas intimo con lo
mas universal [...] sin brutalizar 0 manipular al otro. [...] no pretende
hacer milagros (Meirieu, 2008: 5).
Sin embargo, el docente [el pedagogo o el artesano de la
ensefianza] suele experimentar como milagrosas las modifica-
ciones identificadas como producto de su accionar, sostuvimos
Porque puede creer y confiar en lo que hace y en la educabi-
lidad de las personas, haciendo todo lo posible por lograrlo,
aunque sabiendo que no hay éxito asegurado. Pareciera ser,
entonces, que la dimension de lo milagroso, inscripta en el
acto de ensefiar, no es previa, sino que se despliega en el pro-
cedimiento 0 performance y se experimenta a posteriori como
resultado o consecuencia de la propia accion; el resultado, de
este modo, esta mas ligado a una percepcidn (propia y/o de los
otros) que a un dato objetivo. El educador no es Dios, nos dice
Meirieu (2001b), y tiene que saber que no lo es y que no seria
bueno que lo fuera; de todos modos, tiene que actuar como si
lo fuera. La omnipotencia se coloca en este caso en el “mas
aca” (en el lanzarse a la tarea con todas las fuerzas, su saber e
imaginacién] y no en el “mas alla", pretendiendo manipular (al
final) la libertad del otro.
Tanto Meirieu como Dubet son conscientes del doble juego
y hasta de la contradiccién que implica la educacién como
socializacién (0 imposicién] a la vez que como emancipacion;
es decir, dar forma a otro segtin un proyecto establecido y,
ademas, promover su liberacién. Asi y todo, afirma Meirieu
(2001b: 65), “creo preferible formar al nifio en la capacidad de
desprenderse de las influencias que recibe que pretender que
No se ejerce ninguna”. El pensamiento de Hanna Arendt (1996),
a propésito de la crisis educativa de posguerra, es ilustrativo al
respecto de lo que venimos desarrollando: la necesidad del ser
humano de ser educado, el caracter transformador de la edu-
cacién, junto con la conservacidn y subversi6n que estos proce-
sos implican:
Los educadores representan para el joven un mundo cuya respon-
sabilidad asumen, aunque ellos no son los que lo hicieron y aunque,
abierta 0 encubiertamente, preferirian que ese mundo fuera distinto
[...]. Precisamente por el bien de lo que hay de nuevo y revolucionario
en cada niiio, la educacién ha de ser conservadora, tiene que preser-
var ese elemento nuevo e introducirlo como novedad en un mundo
viejo que, por muy revolucionarias que sean sus acciones, siempre es
anticuado y esta cerca de la ruina desde el punto de vista de la Ultima
generacién (Arendt, 1996: 204-205).
LA IMPORTANCIA DE LA OBRA REALIZADA: SOBRE
LA AUTORIA Y EL RECONOCIMIENTO
El docente influye, acciona, porque esa es su responsabili-
dad y obligacién, aunque reconoce los limites de esa influen-
cia y de la transformacién de los sujetos a quienes forma. El
docente se reconoce y se atribuye en parte los efectos de su
accionar, pero los otros también se lo atribuyen. Y esa atri-
bucién o reconocimiento que, en general, ocurre a posteriori,
al final, constituye también el resultado de su accionar, de su
obrar.
Es frecuente que los maestros y profesores encuentren
satisfaccién y reconocimiento cuando, pasado el tiempo, sus
antiguos alumnos los reconocen, les agradecen 0 les atribu-
yen parte de lo que son. Entre los recuerdos “consagrados”
hay algunos destacados. El de la seforita Henzi, que nos trae
Jackson (1999), a propésito de las ensefianzas que le dejo una
profesora de Matematica, de quien no solo aprendié el valor
de “x”, sino que termind influyendo en su firme deseo de estu-
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
diar esa disciplina. El agrado hacia su profesora y el dominio
de la materia van unidos en esta experiencia. La marca de una
docente, sus ensefanzas, lo que le dejé su accionar provoca-
ron “la sensacién de estar en deuda con un antiguo maestro”
(subtitulo del capitulo]. Otro recuerdo para evocar es el de
un profesor de Literatura que alimentaba en sus alumnos el
“hambre de descubrir”, a quien Albert Camus (2001]? expresd
su gratitud. Fue a través de sus relatos como el alumno pudo
ingresar a un mundo que se presentaba vasto y exédtico, frente
a las limitaciones que imponia su vida, cargada de pobreza e
ignorancia, El sefior Bernard amaba apasionadamente su tra-
bajo, recuerda Camus. Finalmente, resalta la figura de Caei-
ro, traida por George Steiner (2004), a quien Pessoa reconoce
como su Maestro. Parece ser que el poeta, luego de haber oido
y compartido la produccién de versos que hiciera Caeiro, va
a su casa y escribe seis poemas de un tirdn. En referencia a
este “producto”, que es sin duda el resultado de la conmocion
espiritual que Pessoa experiments, afirma que “es generado 0
puede reconocerse generado por el Maestro aunque pertenez-
ca a su productor, quien lo reconoce: jViva mi maestro Caeiro!”
(Steiner, 2004: 62).
Discipulos portadores de ensefianzas, que a su vez hacen
algo con ellas: producen y reconocen en su quehacer, en su
propia obra, el obrar de sus maestros, aun haciendo lo propio.‘
A través de la intervencién del Maestro las almas se transmu-
tan, conservando la individualidad, nos dice Steiner, para quien
“ensefiar es despertar dudas en los alumnos, formar para la
disconformidad. Es educar al discipulo para la marcha [...]. Un
3. El primer hombre de Albert Camus es una novela autobiogrdfica en la que el autor
relata su vida “sin padre” en un barrio periférico de Argel, educado por una abuela
autoritaria. La historia de la nifez de este escritor queda reflejada en esta novela, que
alude, ademds de a su propia familia, a la escuela y a los/sus maestros.
4. Como veremos en los capitulos siguientes, es esta una cualidad esencial de la ense-
fianza a partir de la cual pademos encauzar la formacién de los docentes. Formar al
otro para obrar a partir de buenas obras, de las ensenanzas de buenos maestros.
maestro valido debe, al final, estar solo” (Steiner, 2004: 102).
En otro de sus libros, escrito junto a una maestra, a partir de
una experiencia de ensenanza por ella protagonizada, notamos
que Cécile Ladjali {la maestra] se vio superada por los textos
literarios que sus alumnos habian producido: “mientras que yo
no habia logrado mas que un plagio insoportable, ellos habian
sido capaces de ofrecer una voz" (Steiner y Ladjali, 2005: 47).
En la tradicién de los artesanos, recuerda Norbert Elias (1991),
era corriente que el padre, como si fuera el maestro, transmi-
tiera al hijo sus conocimientos y habilidades de artesano, qui-
zas con la esperanza de que algtin dia el hijo lo superara en el
dominio del oficio.
Desde una perspectiva mas estructural podemos soste-
ner, a la manera de Elias (1991), que la valorizacién y el reco-
nocimiento de una obra determinada dependen de otros y que
estos procedimientos siempre estan asociados a una época
determinada. ;Cémo se percibe?, {cémo se mide?, ;cémo se
valora lo que hacemos? Dependera de la posicién social y del
reconocimiento asignado a nuestro accionar conforme al apor-
te especifico que brindemos a una estructura social determi-
nada. En este sentido, cuando escuchamos que “eran mejores
los maestros de antes”, que “la escuela no es lo que era’, etc.,
ademas de entender que puede ser esta una manera de defen-
dernos de lo que nos cuesta [de lo que resulta cada vez mas
costoso], hay que considerar las “lecturas” de época. Hicie-
se lo que hiciese un maestro cuarenta ajios atras, iba a estar
bien solo porque lo hacia el maestro. Hoy hay que justificar o
al menos informar acerca de las decisiones que se toman, hay
que hacerlas piblicas, hay que confrontar y confrontarlas. El
reconocimiento, asegurado antafo por la posicidn social y la
institucién escolar, hoy hay que conquistarlo. Y esta tarea es
una experiencia cotidiana que los docentes van construyendo
en su trabajo.
Desde la perspectiva del que obra, del que ensefa, consta-
tar que lo hecho ha llegado a destino y atribuirse, al menos en
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
parte, la autoria de lo que se ha producido implica identificar
© reconocer o reconocerse en cierto movimiento que pudie-
ron haber hecho otros. Otros que, siendo de una manera, se
transforman en otra cosa. Aprendizaje, comprension, progre-
so... Ahora bien, {como sabemos si ese movimiento casi magi-
co que ocurrid, que nos satisface y que proporciona sentido a
lo que hacemos, fue a causa de nuestro accionar pedagégico?
Desde las posturas mas extremas resultaria imposible aso-
ciar los cambios identificados en las personas con el accionar
o las ensefanzas de un docente: ;cdmo podemos estar segu-
ros de si el aprendizaje fue producto de nuestra ensenanza o
si aprendié de otros, con otros, sin otros? El trabajo docente,
al igual que el del artista, suele caracterizarse desde estas
aproximaciones como una performance centrada en el procedi-
miento (en la ejecucidn] y en la actuacidn, antes que en el pro-
ducto. El trabajo docente es un trabajo sin obra, afirma Tenti
Fanfani (2009) y es cierto, también en parte, que las modifica-
ciones identificadas en los procesos de ensefanza no pueden
atribuirse directa o mecanicamente al accionar de un docente/
productor/fabricador.
Desde otras miradas, la ensefianza implica tanto el proce-
dimiento como los resultados y son estas aproximaciones las
que mas se acercan a las visiones que venimos presentando.
Para Meirieu (2006), ensefiar es organizar la confrontacién con
el saber y proporcionar las ayudas para hacerlo propio. “En cual-
quier caso, el profesor debe a la vez permitir a cada alumno
abordar un saber que le sobrepasa y proporcionarle la ayuda
necesaria para que lo interiorice. Al mismo tiempo debe soli-
citar el compromiso de la persona y poner a su disposicién los
recursos sin los cuales no podra obtener buenos resultados
en su aprendizaje" (Meirieu, 2006: 24; el destacado es nues-
tro]. La “verdadera ensefanza” (en cualquier nivel] no consis-
tiria, entonces, ni en demasiado cuidado ni en abandono, sino
que “adopta a la vez el caracter inquietante del encuentro con
lo desconocido y el apoyo que aporta la tranquilidad necesa-
ria [...]. Siempre es el mismo oficio, un oficio que asocia, en
un Unico gesto profesional, el saber y el seguimiento” (Meirieu,
2006: 25 y 27; el destacado es del original). Ciertas emocio-
nes parecen asimismo asociadas con el oficio: pasién [por el
conocimiento], deseo (de ensefar], voluntad (de no confinar el
encuentro con el saber, de transmitir], esperanza (de que se
produzca el acto pedagdgico, con sus implicancias personales,
familiares, sociales y pedagégicas].°
Para Meirieu la ensefanza no es ajena a lo que produce.
Tiene que ver con los resultados de un obrar y hasta con los
“buenos” resultados. Podra discutirse como se miden o cons-
tatan esos resultados 0 los productos o los aprendizajes de los
alumnos. La “produccién” del trabajo docente suele medirse
mal, segtin las opiniones mas criticas, que apuntan contra la
evaluacién estandarizada que intenta establecer una correla-
cién directa entre el desempefo de los docentes y los resulta-
dos de aprendizajes obtenidos por los alunos. La dificultad de
captar 0 medir competencias 0 capacidades, la complejidad de
implementar un sistema que sea coherente con lo que aspira
a medir, los peligros de descontextualizar y limitar la practica
docente exclusivamente al nivel del aula son otros de los ries-
gos que este tipo de evaluacidn conlleva:
En todo caso, los aprendizajes de los alumnos al finalizar un afo
escolar pueden servir como un indicador, extremadamente incomple-
to, para medir la virtud del docente ejecutante. Es probable que haya
que diversificar la evaluacién del producto al mismo tiempo que bus-
car estrategias que tamen en cuenta la calidad de la ejecucién. Aqui
nuevamente hay que decidir quiénes estan en condiciones de opinar
sobre la misma [Tenti Fanfani, 2009: 46)
5. Otras caracteristicas propias de la ensefianza, sobre las que también nos basaremos
para encauzar las practicas formativas: ayuda, seguimiento, consejos en la transmi-
sién del saber, junto con las sensaciones y sentimientos asociados al oficio y, por lo
tanto, a su transmisién,
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA
Philippe Meirieu (2006) cuestiona las evaluaciones exter-
nas que miden la “eficacia” de los resultados y le otorga pro-
tagonismo a los propios docentes en la realizacién de esta
tarea: “Nosotros no podemos reducir nuestra labor educa-
tiva solamente a la busqueda de los efectos que podemos
medir con las herramientas tradicionales de la evaluacion
escolar” (Meirieu, 2006: 61). Critica los indicadores de éxito
y los criterios de evaluacién restrictos, alertando sobre su
intencionalidad; propicia objetivos alternativos y la salida
de evaluaciones puramente cuantitativas. Para el autor es
importante trabajar desde dentro en la modificacién de las
pautas de evaluacién. Desde esta perspectiva, la produccién
{lo que el maestro hace/produce) no se aleja del productor y
tanto la manera de hacerlo como el “producto” hacen al ofi-
cio de ensefar.
Mas que una exigencia, desde estas posturas, la evalua-
cién podria ser pensada como parte constitutiva del trabajo del
docente, fuente no solo de recompensas sino de proteccion,
por cuanto representa la objetivacin y el reconocimiento del
trabajo realizado.
AFERRADOS AL OFICIO: UNA ALTERNATIVA PARA
PODER ENSENAR HOY
El resquebrajamiento de los pilares que sostenian a la ins-
titucién escolar moderna permite explicar gran parte de los
inconvenientes que se presentan actualmente a la hora de
ensefar. Sin embargo, las clases como lugares de encuen-
tro entre docentes y alumnos persisten y es desde alli desde
donde puede aminorarse la sensacién critica si se compren-
de que, si bien la ambigiiedad y la incertidumbre caracterizan
hoy mas que nunca a los encuentros pedagdgicos, es posible
obtener precisiones y certezas derivadas del propio oficio. El
quehacer mejora cuando los docentes mantienen fuertemente
el sentimiento de poseer un oficio, un conjunto de rutinas y de
cédigos a partir de los cuales negocian con los demas, tanto en
el sisterna como fuera de él, sin sentirse cada vez mas amena-
zados de desaparecer (Dubet, 2006).
El trabajo sobre los otros se concibe, bajo el “declive” de
las instituciones, como una experiencia construida por los
actores. El trabajador construye su trabajo y en ese movi-
miento se construye a si mismo. Quien ensefia actualmente
tiene que hacer mucho mas que cumplir un rol asignado: “Se
deben encontrar equilibrios y modos de llegar a acuerdos con
los otros y con uno mismo” (Dubet, 2006: 392). Y no solo los
profesores. Hoy, en el dia-a-dia, los alumnos también tienen
que hacerlo. Se trata, entonces, de “experiencias homdlogas
y complementarias” que afectan a todos: “En gran medida los
profesionales reconocen exactamente las mismas dificultades
que sus objetos” (Dubet, 2006: 415).
En estos tiempos de capitalismo tardio, mas que nunca, el
docente es un artifice, un constructor o un artesano de su pro-
pio trabajo: la ensenanza. Es en situacion y con otros, como se
construye la labor: artesanalmente, en el sentido del producto
(hacerlo bien), pero también del procedimiento: hacerlo paso a
paso y en cada caso. Ante la variedad, heterogeneidad y mul-
tiplicidad de las situaciones que se afrontan a diario cuando
se trata de ensefar hoy, las formulas Unicas ya no resultan y
parecen insuficientes en si mismas las teorias para encarar
esas situaciones complejas y dispersas.
Para estar en condiciones de enfrentar los desafios de
época, recuerda Sennett (200?b), tenemos que construirnos
0 reconstruirnos. Y, en esa tarea, las claves no estan ni en las
variables personales [la busqueda de una manera de ser y de
actuar todopoderosas] ni en las institucionales (la respuesta a
lo que la organizacién espera de nosotros], sino en el oficio. De
nuevo el oficio, entendido por el autor como lo que hacemos y
lo que sabemos hacer; aquello que elegimos, para lo cual nos
hemos formado y por lo que se nos paga.
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIOLOS ARTESANOS DE LA ENSENANZA.
Para Dubet (2006), el fortalecimiento del oficio constitu-
ye una ruptura decisiva respecto del modelo escolar antiguo:
“importa que [el oficio) pertenezca a los individuos, que sea
propiedad de ellos y que no se evapore ante el minimo cambio.
Al oficio responde la defensa de un sujeto que posee algo en
procura de asentar su individualidad sobre algo distinto a un
simple reenvio sobre si mismo” (Dubet, 2006: 444). De manera
coincidente con Sennett, no se trata de que cada uno se apoye
en si mismo, en lo que puede hacer para lograr que las cosas
ocurran, ni tampoco en la institucién, que ya no respalda como
antaho, sino en el oficio, en lo que se hace.
En ese quehacer, no hay formulas tnicas, nunca las hubo
y hoy menos que nunca. Pero hay mucho por hacer. Se trata
de probar, de experimentar y hacerlo en cada ocasion. El oficio
hoy debe conquistarse. El cambio en las condiciones de ejer-
cicio resalta el papel que adquiere la prueba en la docencia y
pone de manifiesto el caracter experimental de toda ensefan-
za. Hoy mas que nunca, para poder ensenar, hay que probar.
Hoy la ensefianza requiere de pruebas y puestas a prueba
constantemente. Esta nueva manera de trabajar sobre los
otros, mas tensa y mas contradictoria, producto del agota-
miento del programa institucional como sistema integrado de
valores y principios universales, hace que sea “normal” que
la socializacién pierda su unidad y se apunte a formar desde
la multiplicidad. Para asegurar la liberacién/emancipacion de
las personas, hay que procurar un trabajo basado en la hete-
rogeneidad, en el reconocimiento de las diferencias que ellas
presentan, sin abandonar la transmision de lo que constituye lo
comun, lo que nos une e iguala a todos
En estas condiciones, cuanto mas se apoyen los actores en
su oficio, mas serena sera la experiencia de trabajo. Tomar
como base el oficio significa eeaien que el trabajo pueda
objetivarse y que el profesional pueda decir: “Esta es mi obra,
es el resultado de mi actividad, puedo mostrarlo y demostrar-
lo”. Son precisamente las pruebas 0 los indicios sobre el pro-
ducto realizado las que podran otorgar certidumbre y legitimar
tanto al quehacer como al saber que se va produciendo cuando
se enfrentan los desafios a los que nos somete la experiencia.
La consolidacién del oficio también protege a los “objetos” de
este trabajo, afirma Dubet.
La crisis aminora, entonces, cuando los que ensefan se
reconocen como hacedores de su propio trabajo. Cuando pue-
den saber y experimentar lo que han producido. Aferrarse al
oficio,s en el sentido de los artesanos, como algo que es nece-
sario dominar, provoca la sensacién “de que tienes la capaci-
dad de realizar una tarea determinada y de que quieres hacerla
bien aunque el sistema econdmico no te vaya a recompensar
por ello. Eso quiere decir que crees en ti mismo, que te res-
petas, y eso te proporciona energia {la que en otro momento
‘venia de lo alto’). En cambio, si te conviertes en una especie de
criatura del momento, en alguien que aborda cualquier tarea
aunque solo tenga un conocimiento superficial de ella, estas
perdido” (Sennett, 2009b: 5):
“Para eso hace falta que el individuo esté formado”, conclu-
ye Dubet (el destacado es nuestro]. Veremos, en lo que sigue
de este libro, qué puede aportar la formacién para preparar
docentes fortalecidos en su oficio 0, lo que es lo mismo, con la
capacidad de producir algo, de conocerlo y de hacerlo recono-
cer; 0 docentes artesanos: capaces de producir con habilidad
“cosas” concretas.
6. Sennett utiliza el término “craft”, muy dificil de traducir, segun el autor, ya que los
que suelen usarse en castellano -“artesania’, “habilidad manual’ o “pericia técnica”=
“gon solo versiones parciales de lo que implica el término en inglés, que abarca la
habilidad manual y la comprensién mental que una tarea requiere”
SOBRE LA ENSENANZA: RECUPERAR LA PERSPECTIVA DE OFICIO