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Cuentos y Rimas

Este documento narra la historia de dos cachorros abandonados, Junior y Cris, que son rescatados por un abuelo y llevados a vivir con una familia. Los cachorros estaban en mal estado al principio, pero gracias a los cuidados veterinarios y el cariño de la familia, mejoraron su salud y apariencia. Mientras que Cris es tranquilo, Junior es inquieto y le gusta pelear con otros perros.

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Cuentos y Rimas

Este documento narra la historia de dos cachorros abandonados, Junior y Cris, que son rescatados por un abuelo y llevados a vivir con una familia. Los cachorros estaban en mal estado al principio, pero gracias a los cuidados veterinarios y el cariño de la familia, mejoraron su salud y apariencia. Mientras que Cris es tranquilo, Junior es inquieto y le gusta pelear con otros perros.

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Cuentos y rimas

Mi perro
Booll mi perro Es quisquilloso

Ladra y persigue a otros chandosos

Le gusta quedarse Sentado en la puerta

De allí ladra y corres a todas las perras

Es casi manco de una pata trasera

Y cuando camina menea toda la cadera

A veces el pobre no puede comer

Le faltan los dientes y solo puede lamer

Como esta tan viejo se queda dormido

En todos los lados el muy atrevido

Solo le levanta para corretear

A todos los perros que por allí ve pasar

No sé con él qué puedo hacer

Porque todas las noches se suele perder

Por estar de enamorado no quiere venir

Y Siempre se queda fuera cuando vamos a dormir.


Princesa

Mi princesa hermosa, yo te quiero componer

Miles de canciones y poemas también

No encuentro palabras para describir

Todo lo que siento dentro desde que te vi

Un día desde lejos Dios te mandó a mí

Y has llenado mi vida de alegría sin fin.

Me encanta mirarte cuando sueles dormir

Cuando te enojas, lloras o te sientes feliz.

A veces me angustio cuando no estás aquí

O cuando por circunstancias me tengo que ir.

No quisiera separarme ni un momento de ti

Tu eres mi vida, mi tesoro… mi existir.

Septiembre 22

Junior
El abuelo se levantó muy temprano para ir como
de costumbre a su trabajo, desde hace mucho
tiempo laboraba en una construcción y casi
todos los días después del almuerzo se sentaba
con el resto de sus amigos a charlar y a reírse de
chistes que ellos inventaban.
La construcción estaba ubicada en un lugar
cercano al pueblo, al lado de una gran finca, de
hecho el sitio donde estaba ahora la
construcción hacía parte de la finca y la habían
vendido porque el dueño se había enfermado.
Uno de los tantos días de trabajo el abuelo se
enteró por la señora Lola que el señor Fito dueño
de la finca había muerto, que la viuda estaba
muy preocupada y triste porque debido a su
edad se tendría que ir a vivir con sus hijos a una
ciudad muy lejos de allí, ella extrañaría el lugar
pues desde que se casó había vivido en el sitio,
pero lo que más le dolería sería el futuro que
podrían correr sus cachorros, dos pequeños
perros que habían nacido de su querida laica, la
perra de la familia, que por desgracia murió a los
dos días de haber fallecido el señor Fito.

Uno de los cachorros era totalmente blanco,


parecía albino decía el abuelo no tiene mancha
alguna, sus ojos son azules como el cielo y su
nariz es completamente rosada, era calmado y
quieto más bien perezoso, mientras el otro polo
opuesto, era de color negro como la noche sin
luna, no se quedaba tranquilo un solo instante,
correteaba y correteaba por todos lados como si
nunca se cansara.

Una vez partió la dueña de la finca, los perritos


quedaron a la deriva, difícilmente conseguían
comida pues solo quedo un vigilante en el lugar y
él no era realmente muy amante de los animales.
Cada medio día el abuelo se acostumbró a tirar
los restos de comida a los dos cachorros a través
de la cerca de la fábrica, y ellos muy juiciosos se
sentaban a esperar la hora del almuerzo para
poder disfrutar de algunos trozos de papa, y con
suerte algunos pedazos de carne despreciadas
por los comensales.

Un día al abuelo le llamó la atención que al más


grande de los cachorros le salía sangre del ojo
izquierdo, ¿qué le pasaría pensó?, pero a la
distancia no podía distinguir qué tenía realmente
en su ojo el animal. A la hora del almuerzo
sentado en su lugar junto con sus amigos todos
observaban con curiosidad al pequeño perro
negro que sangraba sin saber por qué,
- ¡He amigo que le paso a ese animal!
Preguntó uno de los viejos al celador de la finca
- Una gallina le picó el ojo. Respondió el.
_ ¿Qué cosa tan extraña, cómo pasó?
_ Ese es un animal muy quisquilloso, nunca se
queda quieto… la gallina estaba en el nido y él
intentó mover uno de los huevos, y le picoteo el
ojo y tuerto lo dejó.
Pobre animal dijo el abuelo, - cúrelo

El abuelo rebusco entre lo que tenían en el


botiquín y encontró solamente un poco de
ungüento, sin embargo eso no le ayudaría
mucho, así que una vez salió del trabajo fue a la
veterinaria y compró por recomendación un
frasco de creolina para que el celador de la finca
le echara al perro.
Recién llegó cuando se topó con el vigilante y
éste le comentó que los perritos estaban
pasando muchas necesidades pues nadie se
preocupaba de alimentarlos, muy preocupado
por esta el abuelo llamó a mamá y le preguntó si
quería tener en casa dos cachorros que estaban
muriendo de hambre por falta de un dueño, al
comienzo no estaba muy contenta con esta idea
pero cuando el abuelo habló conmigo y con mi
hermana las dos hablamos con mamá y después
de mucho rato la convencimos de que los
aceptara.

Cuando el abuelo envió los dos cachorros, mi


hermana y yo pensábamos que eran perritos
bellos que serían la envidia del barrio, sin
embargo nuestra sorpresa fue muy grande
cuando llegaron dos perros flacos y sarnosos con
muy poco pelo, el más grandecito parecía una
rata todo pelado y casi ni se le notaba si tenía
rabo, daba risa pero al mismo tiempo casi asco,
sin embargo era travieso, tenía un solo ojo, eso
nos llamaba más la atención, mi hermana decía a
mi madre, bótalo ese perro es muy feo, para que
lo vas a dejar en casa, que cosa tan fea; sin
embargo, mamá no quiso botarlo, el pequeño
perro tenía algo especial, se acercaba
cuidadosamente a nosotras, pero más a mi
madre, la miraba y movía alegremente su rabo
pelado y maluco, le miraba como implorándole
que no le botara, casi suplicando la oportunidad
de quedarse en la casa, de tener un hogar, de ser
algo especial para alguien.
Por otro lado el otro cachorro también estaba
lleno de sarna pero era más clamado, algo
enfermizo al parecer, nos miraba con los ojos
tiernos, suplicantes, casi llorosos, como un niño
que acaba de perder a su madre.

Al final nos quedamos con los perros, más que


por ellos mismos, decidimos hacerlo por lo que
sentiría el abuelo si se enteraba de que no nos
habría agradado lo que para él sería un regalo
especial y … ¡vaya que si eran especiales! Claro
vale decir que tanto mi madre como mi hermana
los mantenían ocultos a la mirada de los demás,
por vergüenza de que nadie supiera que esos
chandosos espantosos eran nuestros.
Al inicio fue todo un problema el cuidado de los
cachorros, lloraban mucho, se ensuciaban por
todos lados, no querían comer nada, solo
temaban agua. Mi madre y yo buscamos una
pequeña caja en la que acomodamos unos
trapos para que pudieran dormir sin frío, para
crearles costumbre estábamos pendiente de
llevarlos al patio a cada momento, así
garantizábamos que no ensuciarían dentro de la
casa, no era una tarea fácil, a veces acertábamos
y los llevábamos a tiempo, en otras ocasiones
nos distraíamos y se ensuciaban o se orinaban
junto al comedor o al dormitorio, casi casi
consiguen que mi madre les envolviera en la
misma caja y le botara en la primera esquina que
encontrara, pero mi persistencia fue mayor y
después de un tiempo fueron acostumbrándose,
y ya no dejaban olores desagradables en ninguna
parte.
Para quitarles la sarna mamá utilizó todos los
medicamentos empíricos recomendados, desde
empaparlos con limón hasta llenarlos de grasa de
auto, pero nada dio resultado, al final decidió
llevarlos al veterinario (muy cuidadosamente,
para que nadie se diera cuenta de los perros tan
feos que tenía) donde al tiempo les vacunaron,
les desparasitaron y les recetaron vitaminas.
El perrito negro le colocamos por nombre Junior,
porque a mi hermana le gustaba el equipo local
que tenía ese nombre, yo elegí el perrito de color
blanco casi albino, por esa característica lo llamé
Cris, como un diminutivo de feliz navidad en
inglés.
El primer día en la veterinaria fue bueno, hasta
que al doctor le tocó colocarle una inyección a
Junior para quitarle la sarna, el perro chilló,
empujó y pataleó tanto que prácticamente tiró al
piso los medicamentos e instrumentos que
tenían en la mesa de atención.

De allí en adelante, esa todo un proceso llevarlo


al veterinario, cada dos días teníamos que llevar
a Junior para que le colocaran la inyección
correspondiente y solo con llamarlo ya sabía
para donde iba, tanto así que al llegar y ubicarlo
en la camilla se orinaba y lloraba como si lo
fueran a matar, era algo curioso para mí, nunca
pensé que los perros hicieran este tipo de
relación.
Después de mucho tiempo pude ver como a los
perritos les crecía abundantemente el pelo, y
poco a poco fueron cambiando su aspecto,
después de recibir tantas críticas negativas a su
llegada, muchas personas al verlos preguntaban
qué clase de raza tenían, ¡Que bonitos!, ¿Dónde
los compraron? Eran preguntas frecuentes, pero
que a mí me hacían sonreír tímidamente, pocas
personas conocían realmente el aspecto inicial
de nuestras mascotas.
A medida que los cachorros crecieron aumentó
la diferencia en sus personalidades, es raro pero
sí cada perro tiene una forma diferente de ser,
para mí es su personalidad. Mientras Cris es
calmado, tranquilo y se pasa la mayor parte del
tiempo durmiendo o tirado en el piso mirando
pasar a todo el mundo, Junior poco a poco fue
revelando ser un can muy inquieto, quisquilloso,
bullero, todo el día se la pasaba caminando de
un lado a otro, ladraba a cuanto perro pasaba y
peleaba con todos los que podía sin importar si
eran más grandes o más pequeños. Un día de la
esquina salió un perrito que al parecer estaba
buscando a alguien o no encontraba su casa,
como de costumbre Junior salió con su escándalo
y comenzó a perseguirlo, el perrito al comienzo
comenzó a correr, pero al ver que Junior lo
perseguía se regresó y lo enfrentó, los dos
perros se enfrentaron en una lucha de dientes,
donde nos e sabía quién mordía a quién, yo me
asusté mucho porque no quería que ninguno
saliera lastimado y entre escobazos y gritos de mi
madre pudimos separarlos, al comienzo
pensamos que Junior había lastimado al otro
perro porque tenía sangre en el hocico, luego de
un rato nos dimos cuenta que la sangre no
provenía del otro perro sino de sí mismo pues en
la lucha había perdido un diente, al comienzo
pensaba en el dolor del perro, luego solo nos
dedicamos a reírnos por lo gracioso que se veía
sin el diente. Era todo un chasco este perro
tuerto, mueco, lo único que faltaba era que se
volviera cojo.
Para algunas personas quizás los animales no son
muy importantes, los maltratan y les abandonan
solo porque ya no le llenan o no les sirve, pero al
observar a mis perros puedo ver que ellos tiene
sentimientos como nosotros, y quizás son más
sinceros al momento de querernos, recuerdo
mucho una vez que Junior se enfermó y para que
se mejorara tuvimos que dejarlo toda la noche
en el veterinario, el pobre Cris acostumbrado a
estar en todo momento con él, solo chillaba
como lo estuvieran puyando, tal vez si sentía un
dolor que nosotros no percibimos pero intuimos,
pues aunque sean animales sienten tanto como
nosotros.

Conociendo a otro perro


Un día muy temprano saliendo de casa mi
madres tropezó con un perrito muy parecido a
los que ya teníamos mi hermana y yo, con la
diferencia de que este era más viejo y más
pequeño que ellos, tenía un color café con rayas
casi negras sin llegar a serlo, con ojos muy
tiernos miraba a mi madre y con el rabo entre las
patas se acercaba sigilosamente, al comienzo ella
no le prestó mucha atención, apresurada quería
salir a su trabajo pues estaba algo atrasada ya;
uno de los chicos del vecindario le dijo
- Señora ese perro tiene un hueco en la pata
Efectivamente había un hueco, nada agradable a
la vista para mamá, parecía profundo y creo que
hasta pequeños gusanos se asomaban de él.
Mi madre al comienzo no quería hacerse cargo
del perrito porque ya tenía suficiente con
nuestras mascotas, sin embrago le dolió ver esa
pobre criatura casi a punto de perder la pata por
falta de la caridad humana, y quiso que no quiso
le dio un poco de comida y lo acomodó cerca de
la casa en un rincón del callejón que teníamos
junto al vecino. Sin más tiempo se fue corriendo
al trabajo esperando hacer algo más al regresar.
En las horas de la tarde cuando mi madre llegó
preguntó por el perro pero este había ido, nadie
sabía de él era como si se lo hubiera tragado la
tierra a pesar de que por su condición
pensábamos no podría caminar tanto. Durante la
noche y parte de la mañana siguiente mamá y yo
estuvimos atentas a ver si aparecía pero no pasó.
Pasaron dos días y de vez en vez caminábamos
como quien no quiere la cosa por los alrededores
del barrio pero no lo vimos más, pero un día a mi
madre se le ocurrió decirle a los chicos del barrio
sobre el perrito y les pidió que se lo ayudaran a
buscar, al comienzo la verdad no teníamos
muchas esperanzas, francamente pensábamos
que ya se había muerto por la infección. De
repente como al octavo día uno de los chicos del
sector nos llamó a gritos y nos mostró el perro
cojo casi muerto en vida, se veía flaco y
prácticamente ya no tenía muchas esperanzas,
eso pensaba yo.
Mamá le colocó comida y con mucho cuidado lo
metió en una caja grande en la que lo tapó, me
dijo que buscara una moto para llevarlo al
veterinario, al comienzo casi todos pensamos
que no duraría hasta el día siguiente pues
realmente no quiso comer y la muerte se le
pintaba en la cara, el veterinario le dijo a mamá
que quizás era alguien que le había tropellado o
un perro mucho más grande le había mordido
aunque yo creo que fue lo primero. Para
atenderlo, le amarraron el hocico con una toalla
y un cordón, le amarraron las patas y con la
ayuda del hijo del veterinario le lavaron la herida
o mejor dicho el inmenso hueco que
prácticamente ya tenía un mal olor.
Le lavaron muchas veces y al comienzo el pobre
ni se movía pero después si chillaba y se movía
como un remolino. Pasada como una hora el
veterinario le aplicó una sustancia morada que le
cubría toda la herida y le aplicó varias
inyecciones para evitar que la infección le
matara. Le dijo a mi madre que lo bañara con
Creolina le echara un chorrito diariamente en el
lugar donde tenía el orificio para que el sanara y
le saliera carne. Los primeros días no veíamos
ningún resultado pero casi a la semana el perrito
comenzó a comer con más entusiasmo y poco a
poco fue recuperándose de lo que tenía, tanto
así que cuando se le ponía la comida ladraba y
gruñía como si los otros perros le quisieran
quitar la comida cuando en realidad no se
acercaban a él para nada.
Al comienzo mi abuela no tenía muy buena
voluntad de que el perro se quedara en la casa
pero como ya mamá se había dedicado a
cuidarlo y se veía diferente, - hasta bonito puedo
decir, terminamos todos encariñándonos con el
animal que quien sabe de dónde y cómo fue a
parar a nuestra familia.
No puedo decir que todo fue fácil para el perro y
para nosotros, tener tantos animales en casa era
casi una locura, pero cada uno es tan diferente y
tan especial que no rivalizan entre ellos, por el
contrario, poco a poco se han complementado
tanto que es difícil que estén separados.
Todos los días me pregunto ¿Qué habría sido de
mis perros si no hubieran llegado a casa?
- Quizás les hubieran pasado muchas cosas
buenas o malas, no sé. Sólo sé que los amo y
que son una parte muy valiosa en mi vida.
El pequeño guisante
Hace muchos años en la ciudad donde nací, una
pareja humilde que provenía de un pueblo
lejano decidió vivir aquí. Cuando llegaron se
alojaron en una pieza en la casa del hermano de
Joche y dentro de sus riquezas estaban los pocos
elementos que habían podido cargar desde su
tierra.
Temprano cada día joche se levantaba para
buscar trabajo en la gran ciudad, con la
esperanza de una vida mejor, sin embargo no le
era tan fácil.
Poco a poco con el pasar de los días, se fueron
agotando los recursos que tenían y, con
preocupación este humilde hombre miraba
como ya no quedaban alimentos para alimentar
a su mujer Mery y su pequeño hijo de meses.
Una de esas tantas mañanas, cuando caminaba
por las calles polvorientas de la ciudad en busca
de algo para hacer y llevar de comer a casa… de
repente observó en el suelo un pequeño
guisante.
Cuidadosamente lo guardó en su bolsillo y siguió
su camino. Al llegar en la noche a su casa se lo
entregó a su mujer para que lo sembrara en el
pequeño patio que había.
Al día siguiente muy temprano Mery se dispuso a
sembrar con cuidado el tierno guisante,
esperando ver crecer algún día una planta.
Poco a poco y día tras día el tiempo fue pasando,
y los recursos de esta humilde familia se
agotaron por completo, habían pasado dos días
sin comer prácticamente, a expensas de la
caridad de una vecina que muy amablemente les
había regalado algo para el niño y para ellos. No
era mucho pero al menos calmaba la ansiedad y
la sensación de vacío en el estómago.
Con mucho dolor el humilde hombre veía como
cada día su familia sufría las penurias del hambre
y la necesidad.
Una hermosa mañana, al levantarse, miró con
curiosidad como aquel pequeño guisante se
había convertido en una hermosa mata de la cual
brotaban muchas vainas que contenían nuevas y
tiernas semillas del valioso alimento.
Con mucha delicadeza abrió una de esas vainas y
pudo ver que cada guisante estaba grande y
bien formado, afanosamente llamó a su mujer,
quien en una pequeña totuma comenzó a
recoger cada grano con mucha alegría en el
corazón y agradecida con la santa providencia
por tan inmenso favor.
Quizás para otras personas esto no sería más que
otra mata más de guisantes, pero para esta
noble familia que por días había padecido los
escases de los alimentos, era la mejor y más
grande de las bendiciones. Afanosamente y con
algo de sal prestada, se dispusieron a preparar
los guisantes, que aun con pocos ingredientes,
sabían a gloria para ellos y era en esos
momentos el tesoro más preciado.
Desde ese día cada mañana la afanosa mujer
daba gracias al cielo y recolectaba con mucho
amor y cuidado la totuma de guisantes que
preparaba con todo cariño para alimentar a su
familia, por su parte joche cada día se levantaba
con el deseo ferviente de que su situación
mejorara.
Fueron muchos los días que pasaron en los
cuales los guisantes fueron el sustento de la
familia, hasta que un día con mucho entusiasmo
llegó la esperada noticia – Joche había sido
contratado en una fábrica de textiles del sector,
y así poco a poco podría ir sacando adelante a su
familia como tanto lo había anhelado.
Durante la primera semana no recibió paga pues
todo se fue en pagar a los vecinos los costos de
los pasajes que a diario le facilitaban para que
pudiera ir a laborar, y nuevamente como cada
día con mucha humildad y agradecimiento en el
alma, los guisantes suplían los alimentos de cada
día.
Con gran entusiasmo una noche al fin pudo dar
la gran noticia a su mujer:
-¡Por fin podremos comprar algo de comida!
-Sí, respondió ella con regocijo, mañana
compraremos algo de carne y junto con los
guisantes haremos una deliciosa cena.
Durante esa noche solo la dicha colmó los
corazones de estos seres humildes y
agradecidos.
A la mañana siguiente, como todos los días se
acercaron a recoger los sabrosos guisantes Y
cuán grande fue la sorpresa cuando observaron
que la mata… se había secado.
Con los ojos humedecidos y una sensación de
tristeza ambos miraron al cielo y pudieron
comprender entonces que aquel pequeño
guisante había sido un regalo de Dios.
Con un trabajo estable y pocas carencias en sus
vidas, mantenían la esperanza de poder tener
una nueva mata de guisantes; joche compro
algunas semillas y las plantó con mucho cuidado,
una y otra vez. Pero por más que se afanaron y
se dedicaron… nunca más una mata de guisante
les volvió a nacer.
EL RATÓN DE PAPÁ
Papá es un hombre muy trabajador, cada día
llega a casa cansado de estar todo el día
trabajando en una inmensa máquina de vapor.
Papa no es capitán de barcos, es el encargado de
cuidar de una caldera que sirve para dar energía
a una fábrica donde se planchan muchos sacos
finos para personas importantes.
Siempre le he admirado porque es muy fuerte
pero cuando llega a casa se acerca y me besa y
con sus enormes bigotes me hace reir. Un día
como cada noche se sentó a la mesa y se puso a
comer, no paso mucho tiempo cuando sin saber
de donde apareció un pequeño y debilucho
ratón.
Yo pensaba que papá lo mataría como cualquier
otro padre grande y fuerte, pero no fue así, lo
miró…lo miró… y lo miró
- Que flaco y feo es este ratón- dijo
- Vamos a darle algo de comer.
Yo estaba asombrada pues no sabía que hacer,
cómo mi papa va a alimentar un ratón tan feo
que no sabe de dónde salió?. Eso pensaba,
pero bueno yo solo soy una niña y quizás no
entiendo las cosas de los mayores. Solo me
dispuse a ver como mi papa echaba pocos
granos de arroz a aquel roedor.
Al día siguiente nuevamente llegó papá de su
trabajo, y yo como siempre me senté cerca de
él para escucharle hablar con mamá de las
telas y los sacos, las costuras y los planchados.
Cuando de pronto para mi asombro…
nuevamente apareció ese flaco raton, ahora si
lo pude ver mejor, me dí cuenta que no era
muy viejo, mas bien era como un niño
asustado y desnutrido.
-¡ahora si!- pensaba yo, - hoy si se murió.
Creyendo que de un solo golpe lo mataría mi
papa, pero no fue así. Con mucha calma sonó
la cuchara y nuevamente le echó unos granos
de arroz.
El ratón los comió sin mucho afán y casi creo
que entre grano y grano levantaba la cabeza y
miraba a mi padre.
Cada noche al llegar a casa, papá se sentaba y
tocaba el plato con la cuchara, los primeros
días mamá se asustaba y pataleaba porque no
mataba a aquel ratón, pero ya hasta le causaba
curiosidad cuando no aparecía de inmediato y
hacia suposiciones si era que se lo había
comido algún gato.
Poco a poco cada día mi padre se fue
encariñando don aquel raro ratón que al
sonidos del plato y de la cuchara se asomaba y
llegaba a la orilla de la mesa para comer las
migas que le daban, yo creo que todos ya
estábamos acostumbrados al pequeño ratón y
cuando no aparecía de inmediato, nos
asustábamos y volvíamos a llamarlo con el
sonido de la cuchara. Ya su aspecto había
cambiado, era un ratoncito bigotón de pelaje
blancuzco con una extraña manchita en la cola.
Nosotros no lo veíamos como a los demás, era
algo especial, sobre todo para papá.
Después de varios meses, un día papá tuvo que
arreglar una puerta en el patio porque se
estaba cayendo, y al dar un martillazo, cayó un
ladrillo que sin quererlo aplastó a un ratón que
por casualidad pasaba por ahí, quizás no
hubiera sido importante, si no es porque era el
ratón de papá, mamá lo reconoció por la
mancha en la cola y su pelaje diferente a los
demás.
Yo nunca había visto a papa llorar, pero ese día
en particular recuerdo como de entre las
migajas de ladrillo, levantó el cuerpecito del
pequeño ratón, y como si se tratase de una
mascota muy especial, lo acarició y lloró. No
quiso botarlo en la basura, hizó un pequeño
hueco en el patio y en una cajetilla que buscó,
lo metió y lo enterró.
Cuando nos sentamos a comer muy de noche
ya, papá solo miraba el plato, y con la
esperanza quizás de estar equivocado, sonaba
sutilmente la cuchara una y otra vez, pero el
ratón nunca apareció.
Hoy yo esperó a papá y quizás ya no está su
ratón, por eso le voy a acompañar, para que no
se sienta solo, para que nunca olvide a su
pequeño ratón.

EL CUARTO DE MI TIO

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