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MARIO R.

VECCHIOLI
MARIO R.

MARIO R. VECCHIOLI
En , el escritor, poeta y traductor de la obra de Vecchioli,
Giuseppe Mascotti, explicaba a su audiencia italiana que «cada poeta
argentino para trascender a resonancia nacional, continental, y sobre
VECCHIOLI
UNIVERSIDAD NACIONAL DEL LITORAL todo universal, debe estar enganchado a la plataforma de Buenos UNA PIPA, UNA GESTA
Miguel Irigoyen
Aires». Y esta premisa se cumple con el poeta santafesino Mario
Vecchioli (Sunchales, –Rafaela, ). Vivamente celebrado por
Y LA REITERACIÓN DE LA POESÍA
Rector escritores de la talla de Juana de Ibarbourou, Pedro Miguel
Gustavo Menéndez Obligado, Germán Berdiales (entre tantos otros), merecedor de
Secretario de Extensión importantes premios nacionales, provinciales y locales, su figura ADRIANA CROLLA
José Luis Volpogni permanece sin embargo invisibilizada, fuera del espacio cultural de SELECCIÓN Y ESTUDIO PRELIMINAR
Director Centro de Publicaciones Rafaela, ciudad que lo celebra como su poeta por antonomasia.
O del contexto de la Pampa Gringa a la que dio mito fundacional
«Estoy alternándome en la
junto a las voces fraternales de José Pedroni, Carlos Carlino y Gastón
preparación de tres libros: La Pipa,
Gori. Y que enriqueció en generoso magisterio sobre generaciones
cuya temática se ubica en la chacra;
posteriores de poetas de la talla de Lermo R. Balbi y Fortunato Nari.
La ciudad Gringa (o La Gesta Gringa,
Este libro, impulsado por la Secretaría de Extensión y la Sede
ya veremos) que es un canto a
Rafaela–Sunchales de la Universidad Nacional del Litoral, pretende
Rafaela y Cosmogonía del hombre,
subsanarlo y poner en merecido valor la voz esclarecida,
especie, de acusación a la
comprometida y profética de un destino humano y poético vivido sin
humanidad».
claudicaciones: «Che cosa faccio? Scrivo. Chi sono? Sono un poeta…».
(Carta a Gori,  de enero de )

MARIO R. VECCHIOLI
(Sunchales, –Rafaela, ).

ISBN ----
UNIVERSIDAD NACIONAL
DEL LITORAL
Mario R. Vecchioli
Mario R. Vecchioli
Una pipa, una gesta y la
reiteración de la poesía
Adriana Crolla (selección y estudio preliminar)
edición al cuidado de adriana crolla

Vecchioli, Mario R.
Mario R. Vecchioli: una pipa, una gesta y la reiteración
de la poesía / Mario R. Vecchioli; comentarios
de Adriana Cristina Crolla; editado por Adriana Cristina Crolla
1a ed . Santa Fe: Ediciones UNL, 2016.
308 pp.; 22 x 13 cm (Ediciones Especiales)

ISBN 978-987-749-049-7

1. Estudios Literarios. I. Crolla, Adriana Cristina, com. II. Crolla,


Adriana Cristina, ed. III. Título.
CDD 807

Coordinación y revisión de textos: Ivana Tosti,


Ma. Alejandra Sedrán y Lucía Bergamasco
Corrección: María Luisa Ferraris
Digitalización de textos: Carla Perna e Ivana Galetti
Colaborador: Miguel Ángel Gavilán
Diagramación de interiores y tapa: Alina Hill

© Mario R. Vecchioli, 2016.


© Herederos de Mario R. Vecchioli, 2016.
© Adriana Crolla, estudio preliminar, 2016.

©
Secretaría de Extensión,
Universidad Nacional del Litoral,
Santa Fe, Argentina, 2016.

Queda hecho el depósito que marca la Ley 11723


Reservados todos los derechos.

9 de Julio 3563, cp. 3000,


Santa Fe, Argentina.
tel: 0342–4571194 Se diagramó y compuso
[email protected] en ediciones UNL y se imprimió en
www.unl.edu.ar/editorial Docuprint SA, Ruta Panamericana
km 37. Parque Industrial Garín.
Impreso en Argentina Calle Haendel, Lote 3 (B1619IEA),
Printed in Argentina Garín, Buenos Aires. Argentina,
i · Una pipa, una gesta
ADRIANA CROLLA
Magister en Docencia universitaria. Pro- UNL, 2015); Memoria cultural y territoria-
fesora de Letras y de Italiano ​(UNL y lidad (Ediciones UNL, 2015); Altrocché!
UADER). Directora del Centro de Estu- Italia y Santa Fe en diálogo (Ediciones
dios Comparados y de El hilo de la fá- UNL, 2014); Leer y enseñar la italiani-
bula (FHUC–UNL); del Portal Virtual de dad. Sesenta años y una historia en la
la Memoria Gringa www.fhuc.unl. edu. Universidad Nacional del Litoral (Edicio-
ar/portalgringo. Ganadora Premio «Es- nes UNL, 2013). Premio «Piemontesi nel
pacio Santafesino» (2012) por el proyec- Mondo» (Regione Piemonte, 2012). Ca-
to Altrocché! Libros recientes: La Repú- valiere de la Orden Stella d’Italia conferi-
blica Argentina de Carlos Beck Bernard do por el Presidente de la República Ita-
(edit.) (Ediciones UNL, 2015); Italia y liana en mérito a la difusión de la cultura
Francia en Santa Fe. Diversidades, le- italiana y promoción de las relaciones
gados y reconfiguraciones (Ediciones entre Italia y Argentina.
Estudio preliminar
adriana crolla

Estoy alternándome en la preparación de tres libros: La pipa,


cuya temática se ubica en la chacra; La ciudad gringa (o La
gesta gringa, ya veremos) que es un canto a Rafaela, y Cosmo-
gonía del hombre, especie de acusación a la humanidad,
~ carta a Gastón Gori, 21 de enero de 1972 ~

Se sabe que lo que favorece y potencia una práctica es la


«iniciación» y el conocimiento preciso de sus normas, siste-
mas y peculiaridades. Y el arte no escapa a esta ley. Cuanto
más iniciado sea uno en las tramas y «trampas» de un dis-
curso, mayor será el goce estético que experimente en la con-
frontación con lo no sabido.
Y en literatura, tal como lo explicó Roland Barthes (1993)
la esencia del placer del texto se fundamenta en el gesto de
parición socrática que es toda escritura/lectura. Un gesto que
es deseo de verdad y de contrarresto al miedo y a la impoten-
cia frente a lo no sabido. Así, abrir un texto (sea escribiéndolo
o leyéndolo) es dar cabida a una Babel desatada, inconforme,
plural, insatisfecha, «tropezante» (según el sentido lacaniano de
que las palabras que tropiezan son las palabras que triunfan).
Así, miedo, placer y goce son requisito de una legibilidad
que debe conformarse de acuerdo al orden lingüístico que
contiene y organiza al texto, pero según un fenómeno de
intermitencia y de complementariedad entre un orden plagia-
rio, canónico de la lengua y del saber conocido y la irrupción
de lo nuevo, disruptivo, que erotiza en su desorden, moviliza

7
y motiva. Son estas «perversiones», estas «faltas», «rupturas»
o «excesos» las que impiden cristalizar el significado y cata-
pultan hacia una fuga y una pesquisa que convierte la lec-
tura en revulsiva (no deja nunca de movilizar) y a todo lec-
tor en un conmovido gozador de las disrupciones y buceador
de las faltas, o de las excedencias de significado que explotan
en la lectura y obligan a «levantar la cabeza» (Barthes dixit).
Gesto que se activa cuando el lector es «tocado» por algo que
lo obliga a apartar la vista y a poner su inteligencia y sensibi-
lidad a disposición de una idea que a su vez lo impulsa a la
escritura, a «escribir la lectura» aunque más no sea en un dia-
grama mental. Lecturas «irrespetuosas» que exigen ser pensa-
das, analizadas, reacomodadas, pues apelan a la discontinui-
dad y a la reflexión sistemática.
Barthes distinguía entre texto de placer y texto de goce,
Sartre los reconocía como textos «gastronómicos» y tex-
tos «revulsivos». El primero es el que no produce quiebres ni
rompe con el canon y produce una constatación del hedo-
nismo de la cultura y por ello es «digerible». Leer implica en
este caso ingerir, procesar y expeler sin producir desestabiliza-
ciones. El texto del placer es el que propone una irrupción en
lo instituido y normado y por ende ejecuta una vacilación en
la expectativa y en la «biblioteca interna» del lector. Por ende
hace visible una falta y una conmoción ante la palabra inespe-
rada, la negación de la repetición del estereotipo y la instaura-
ción de un extrañamiento frente a la palabra/texto que instala
su novedad en la disgregación y renovación perpetua. El pla-
cer surge ante la frase renovada, el término excéntrico, inau-
dito y el significado que revoluciona y revulsiona sin permitir
el reacomodamiento. Ya lo había dicho Borges: «Todo sucede
por primera vez/ Pero de un modo eterno./ El que lee mis
palabras/ Está inventándolas» (La cifra, 1981).
En este sentido, la creación, y en especial la creación de
una serie nueva o la reubicación de un elemento inesperado
en la misma, provoca un descolocamiento que funda, funde
y (con)funde derivas de sentido, al innovar y convertir lo pre-

8
visible en extraño y lo inesperado en previsible. Es a la biblio-
teca interna del lector a la que se apela, y es en ese contexto
donde los elementos adquieren significación si son re–conoci-
dos y al mismo tiempo se presentan como nuevos para el lec-
tor. Y el creador, al desacomodar, cambiar de lugar, funda una
nueva serie, un nuevo significado. Efecto similar al que se pro-
duce cuando se cambia un libro de lugar en la biblioteca física
y se lo coloca en un estante no previsto, adquiriendo el libro
una entidad diferente y la biblioteca en su totalidad, obligada
a reacomodarse por imperio de la nueva distribución.
Es que el mero efecto del «traslado» o del «nuevo anaquel»
conmociona todo el sistema.
Y es esto lo que valoramos en la obra poética de Mario
Vecchioli. Y lo que sus lectores primeros y especializados, los
otros poetas e intelectuales que lo fueron acompañando en el
proceso de generación de sus libros, pudieron descubrir.
Sus primeros tres libros: Mensaje lírico (1946), Tiempo de
amor (1948) y La Dama de las Rosas (1950)1 fueron celebrados
como el surgimiento y la consagración de una nueva voz en la
que Claudio Premat encontró:

méritos suficientes para ser un perfecto discípulo del gran «Fran-


cesco» de Umbria, desde el proemio Vecchioli canta a la perfec-
ción espiritual humana…Vecchioli canta no sólo al día luminoso,
a la amistad, a la tierra virgen, a los campos nuevos, al dolor y al
amor, sino a lo que vale más que todo: a la Libertad (carta de Pre-
mat, 8 de junio de 1943).

Y Juana de Ibarbouru al agradecer el envío de Tiempo de


amor, que estoy leyendo en estos hermosos rojos días de sol deli-
rante y brasas y fiebre del verano en llamas decía de su poe-
sía: «libro de fuerte, poderosa juventud, de vida en el cenit,
de plenitud, de poesía y ensueño, a pesar de su proclamación

1 Primer Premio Nacional de Poesía «Peña argentina». Jurado: Luis Cané, Augusto
González Castro, Amado Viliar, Salvador Merlino, Horacio Rega Molina.

9
del otoño. En todo caso, es un rico y luminoso otoño, cua-
jando en triunfales frutos de poesía» (carta de Ibarbourou, 1º
de diciembre de 1948).
Treinta y cinco años después de la publicación de su opera
prima la estudiosa rafaelina Mirtha Coutaz de Mascotti, reco-
nocía en el poema que funciona de prólogo a este poemario,
el credo poético y vital que nunca abandonaría al poeta y que
«expone en forma abierta y definitiva, el rumbo de su voca-
ción: Mientras de infamias y de horrores se habla/Yo escribo ver-
sos y a la vida canto» (Mascotti, 1981:11).
Es por ello que al final del ciclo, con la publicación de Rei-
teración del hombre, Susana Valenti, poeta santafesina de fina
y aguda sensibilidad, le manifestaba en una carta:

Gracias por su nuevo testimonio lírico. En esta Reiteración del


hombre el poeta desanda la sigilosa huella del pasado y en la dó-
cil carnadura de su nostalgia se puede advertir la muerte en el
declive imperturbable de las sombras y la permanencia del alma
que trasciende el habitual destierro del olvido. Su nombre lleva la
puntuación de la esperanza. Y la creación diáfana, sencilla, defi-
nitivamente una memoria que iniciala el corazón con las mayús-
culas de la ternura, es la jubilosa bienaventuranza de quien «algu-
nas vez debe partir» con la certidumbre de que «ha de volver de
nuevo» quizás sobre la magnitud de alguna lágrima, custodiando
la lejanía del poniente, amaneciendo en la costumbre del árbol o
invocando su piedad sobre el otoño. Milagro del poeta. Serena
emotividad: una constante que nutre la inspiración de Vecchioli
(carta de Valenti, 26 de septiembre de 1977).

Cristina Renard remarca también el mantenimiento de este


hilo conductor que involucra al hombre, la tierra, la natura-
leza y la promesa grandiosa de América. Mientras que lo que
va variando, sostiene, es el tono que se suaviza, que se hace
más íntimo para insistir en la presencia fundamental de la
vida y para hacerla más real desde el susurro (2005:18).

10
Y Nora Didier, al preferir aquellos poetas que son bucea-
dores de su propio centro, aquellos que avanzan hacia nuevos
espacios con un movimiento centrífugo, coloca a Vecchioli en
esta línea, enfatizando en la necesidad de insistir, en la necesi-
dad de su relectura porque forma parte de una cultura que nos
pertenece e identifica. Y cita a Pesante quien en 1974 dijo: «es
quizás el más importante poeta viviente de la provincia. Pienso
que Mario Vecchioli es un ejemplo de cómo la autenticidad
sin estridencias, unida al indudable talento, sirven para alcan-
zar eso tan importante para justificar una vida: su obra. Esa
obra que en el caso del poeta de Rafaela está incorporada ya al
acervo cultural de los argentinos» (Didier, 2001:5–6, mimeo).
Nos interesa rescatar también la voz de Carlos Carlino
cuando luego de la publicación del último libro le expresaba:

Mi estimado Vecchioli: muchas gracias por su libro. Lo felicito y


le envidio su empecinado goce de la poesía. He sentido un mon-
tón de tristeza leyendo las despedidas, que usted dice con tanta
propiedad y que yo no he sabido, no sé expresar líricamente. Ya
veo que hay que irse y yo lo admiro porque ud. como aquellos
nuestros que han sembrado esta tierra primero con trigo y des-
pués con sus huesos, lo hace cantando (carta de Carlino, 18 de di-
ciembre de 1977).

Pero hubo un momento en la producción del poeta rafae-


lino en que el sistema se «conmovió» con una nueva serie o
«biblioteca», a un tiempo personal y colectiva. Una que nos
permitimos enunciar como «de la fratellanza gringa» (Cro-
lla, 2014). En 1952 Vecchioli publica Silvas labriegas y con ella
nace un Vecchioli enunciador épico. El «poeta degli emigranti»
como será celebrado muchos años después. Serie que se aúna
a la propuesta iniciada por Carlino con Poemas de la tierra
(1938) y Poemas con labradores (1940) y que consagra Pedroni
con Monsieur Jaquín (1956). Tres poetas hermanados en el
canto épico de la gesta inmigratoria, constituyéndose como

11
la «magna tríada de la lágrima y el surco» (Crolla, 2015b). La
imagen chacarera es enriquecida años después con la publica-
ción de De otros días (1970), El sueño casi imposible (1974) y
Lugar de tierra nuestra (1975).
Si bien muchos supieron celebrar esta nueva vertiente, y
Pesante lo colocaba en el panteón de la literatura argentina,
falta todavía mucho para alcanzar la consagración de la crí-
tica especializada y la instalación de un lugar merecido en
el sistema total. Vacancia señalada sobre todo por la mirada
extranjera, la que todavía sigue reclamando mayor visibilidad.
En 1996, el escritor, poeta y traductor al italiano de la obra
de Vecchioli, Giuseppe Mascotti, en una conferencia que dic-
tara en Rovereto, Italia,2 explicaba a su audiencia que:

Debemos afirmar que cada poeta argentino para trascender a re-


sonancia nacional, continental, y sobre todo universal, debe estar
enganchado a la plataforma de Buenos Aires. En ello está el lími-
te de grandes valores poéticos de regiones lejanas de la capital, en
una extensísima Argentina, y la postergación ciega que se ejerce
sobre obras fundamentales.
A menudo el poeta provincial, de tierra adentro, se consuela con
su canto solitario, compartido con corazones fraternos, hasta
que el azar, un imprevisto de circunstancias, proyectan un haz
de luz sobre tesoros ocultos. Y así comienza una imparable difu-
sión humana.
En largos períodos de apartadas creaciones, los poetas provincia-
les oponen al silencio de la prensa oficial una relación más visce-
ralmente ligada a las propias raíces. Así vive su apartada vida exis-
tencial coronada en ocho libros y en un número considerable de
inéditos, de próxima publicación, que formarán con ella, una ge-
nerosa opera omnia, Mario Vecchioli (1903–1978) un gran humil-
de de la poesía. Obra digna de los mayores poetas latinos de to-
dos los siglos (la traducción nos pertenece).

2 Agradezco al Sr. Omar Vecchioli la entrega de una copia en DVD de la grabación


sonora de dicha conferencia.

12
Además de la serie que nos interesa destacar, una feliz cir-
cunstancia justifica la impronta de este estudio preliminar. El
Dr. Omar Vecchioli, hijo y entusiasta custodio de la obra, ha
conservado y organizado con la colaboración de archivistas y
estudiosos del Archivo Histórico de Rafaela, un cúmulo de
documentación, cartas, artículos, manuscritos, fotos, libros y
testimonios, propios y ajenos. Y en la misma casa de calle Itu-
zaingó 155 y en los mismos muebles donde durante décadas el
poeta los generara y atesorara.
No resulta usual que un investigador pueda reconstruir y
delinear la «figura» de un escritor y de sus condiciones mate-
riales de creación y producción, así como del complejo inte-
lectual que lo acompañara, a partir de la consulta de las fuen-
tes y con el aporte de informantes directos.
De esta manera podremos delinear y explicarnos decisio-
nes, elecciones y modos de producción del artista rafaelino,
quien durante toda su vida se caracterizó por una extrema
generosidad y apertura hacia los requerimientos y procesos
creativos de los otros, y una marcada reticencia a valorar su
obra y a la propia exposición pública. Hecho que se demues-
tra en que salvo su participación en el homenaje que la tribu-
tara la asde al otorgarle el «Premio a la labor literaria», un año
antes de su muerte (de cuyos particulares trataremos más ade-
lante) Vecchioli nunca participó físicamente de las presenta-
ciones de sus libros o en ceremonias donde se concentrara la
atención sobre su figura. Así como nunca aceptó considerarse
un «escritor profesional» sino:

un simple aficionado que de tarde en tarde se siente pájaro, suelta


el canto y luego, más allá de las pérdidas, enjaula todos sus trinos
en un libro y le regala a sus amigos...Demasiado bien sabes que yo
no tomo muy en serio esto de escribir. Y cuando lo hago me pre-
ocupa poco eso de que guste o no guste. Si creyera en mis cosas
estaría publicando un libro tras otro, pero lo mío es sólo un ho-
bby que me asalta de cuando en cuando, o si lo prefieres, un ama-
ble pasatiempo al que dedico las horas aburridas. En ningún caso,

13
la obra será formal, de uno de esos bichos raros a los que llaman
«poeta». Yo no estoy en el oficio, no sigo una carrera, no aspiro al
aplauso, no pretendo dejar una huella. Todo eso me tiene absolu-
tamente despreocupado, y mal hace quien como tú, por bueno y
gran amigo, me quiere ubicar donde no me corresponde. Por eso
mismo, si ahora con mi próximo libro, los decepciono a todos,
será justicia que cada cual reconozca que la culpa no es mía, sino
de ustedes, por considerar lo que no soy (Carta a Gori, 22 de agos-
to de 1970).

En ésta y en una carta previa, Vecchioli hace referencia al


modo cómo llega a la publicación de su libro De otros días
en septiembre de 1970, luego de 18 años de silencio, y por el
simple hecho de que en una reunión en casa del Dr. Urbano
Poggi, el escritor Emilio Lamothe y el mismo Gori lo «sermo-
nearon» para que volviera a publicar. Y así, cuenta, revolvió
cajones y rescató una multitud de poemas que por desencon-
trados y fuera de época le impedían armar un libro de temá-
tica uniforme, pero con los que decide armar uno de «cantos
disímiles, un poquito de cada cosa, que reflejaran las dispares
emociones de hace 15, 20 ó 25 años». Primero tuvo vacilacio-
nes, descartó mucho y se quedó con «lo menos peor…Final-
mente, me embarullé, me enojé y para terminar con ese tre-
mendo lío agarré un puñado de hojas y me fui a la imprenta.
Que salga lo que salga» (Carta a Gori, 12 de agosto de 1970).
Pero más allá de estas tribulaciones y de los derroteros de
su labor y obra literaria, como bien lo demuestra Ana María
Colombo en su tesis (2013), logra posicionarse como figura
paradigmática en el imaginario local y consolidar una imagen
de referencia y admiración entre los innumerables escritores e
intelectuales del país y del extranjero. Dato que se puede obser-
var en las misivas conservadas en su acervo. Y de esta lectura
comprender cómo se fue construyendo su valía y magisterio.
La estudiosa María Teresa Gramuglio desarrolla la catego-
ría de «figura de escritor» (1992) para analizar el modo cómo
los escritores suelen condensar autoimágenes, proyecciones y

14
contrafiguras de sí mismos en sus textos y constituir su sub-
jetividad en tanto escritor. Y los trazos que dejan de su posi-
cionamiento en el complejo literario total, cómo piensan y se
piensan en la literatura y en su sociedad. Vinculaciones extra-
literarias relacionadas con lo literario que se fundamentan en
otras lógicas ligadas a los lugares de poder, a los mecanismos
de reconocimiento social y a las luchas culturales.

motivos heterogéneos que permiten leer un conjunto variado y variable


de cuestiones: cómo el escritor representa, en la dimensión imaginaria,
la constitución de su subjetividad en tanto escritor, y también, más allá
de lo estrictamente subjetivo, cuál es el lugar que piensa para sí en la
literatura y en la sociedad. Su lugar en la literatura, esto es, su relación
con sus pares, con los escritores que son sus contemporáneos y aun con
los futuros, pero también con la tradición literaria en que se inscribe o
que pretende modificar; con los temas y los lenguajes que esa tradición
le provee, su relación de amor y de odio con sus modelos y precursores,
sus filiaciones, parentescos y genealogías, su actitud frente a los lectores,
las instituciones y el mercado…En ese sentido es posible postular que
la construcción de la imagen conjuga una ideología literaria y una ética
de la escritura (Gramuglio, 1992: 37–39).

Apelamos también a la categoría de intelectual que desarro-


lla Edward Said:

Básicamente, el intelectual en el sentido que yo le doy a esta palabra


no es ni un pacificador ni un fabricante de consenso, sino más bien al-
guien que ha apostado con todo su ser a favor del sentido crítico, y que
por tanto se niega a aceptar fórmulas fáciles, o clichés estereotipados,
o las confirmaciones tranquilizadoras o acomodaticias de lo que tie-
ne que decir el poderoso o el convencional. [Esto implica un esfuerzo
para] «hacer equilibrios constantes entre la soledad y el alineamiento»,
(además del) «hecho de que esto exige un realismo constante, una ener-
gía racional casi atlética y una complicada lucha para equilibrar los pro-
blemas del propio yo con las exigencias de publicar y manifestarse en la
esfera pública, es lo que convierte la vocación intelectual en un esfuer-

15
zo perenne, constitutivamente inacabado y necesariamente imperfecto
(1996:39–40).

En función a estos planteos, el contenido de este análisis


tiende primordialmente a dar espacio a voces y manifestacio-
nes, engarzadas con breves planteos analíticos que posibiliten
ilación entre las referencias seleccionadas.
Elegimos soslayar la crítica y la interpretación textual, por-
que la produjimos para otras sedes (Crolla, 2015b, 2015c,
2014, 2013), por lo que hacemos primar en esta circunstan-
cia la intencionalidad de «archivo». Prestar espacio a la pala-
bra de los otros y del poeta en primer lugar, a fin de que el
lector interesado pueda acceder a este testamento escriturario
tan significativo y pueda establecer felices conjunciones con la
obra poética que hemos seleccionado para esta publicación.
Esperando que uno y otra sirvan de impulso a otros mereci-
dos recorridos por la totalidad de la obra y la personalidad de
esta portentosa voz poética.
Pero empecemos por el origen. Y en el origen se conjugan
dos «zonas»3 literarias y culturales en imbricada sustancia.

3 Si bien en otras épocas se utilizó el término «región» para mirar los espacios litera-
rios bajo la dupla «nacionalidades vs. contextos geográficos» e imaginar espacios
subcontinentales englobantes y unificadores con netas demarcaciones internas, el
comparatismo moderno (Pageaux, 2011) prefiere utilizar el término «zona» ya que si
bien permite inscribirse en el interior de fronteras nacionales (lo que lo hace prác-
ticamente un sinónimo de región) remite también y con mayor frecuencia a espa-
cios transfronterizos, transnacionales, en que la frontera une más que separar. Juan
José Saer, supo distinguir la fuerte pregnancia de este término en nuestra cultura
identitaria local por lo que tituló su primer libro de cuentos, sancionando una pro-
pia geoestética escrituraria: En la zona (1960). Espacio gestado en clara oposición
a las dos estéticas que signaban la época: la del realismo y la del compromiso po-
lítico. Compartimos con Gramuglio (en Premat, 2010:846) la idea de que la cate-
goría «zona» opera en Saer como punto de anclaje para una conciencia que funda
el mundo y como fundamento espacial de la escritura. La experiencia, la concien-
cia, el recuerdo y la escritura misma con sus procedimientos, aparecen como una
constelación en torno a la figura simbólica de la «zona». Y la idea de que la obra li-
teraria se construye con las esquirlas que lo real deposita sobre la memoria, lo que

16
Rafaela – Italia – Rafaela
Casi al final de su vida, en una carta enviada al escritor
Adolfo Salvi a Venezuela, Vecchioli dice de Italia:

Comparto su afirmación de que «superior a Italia no hay nada en


el mundo». Yo estuve 8 años allá (de los 10 a los 18), pero no so-
bre la costa del Mediterráneo, sino la del Adriático. Cielo azul,
agua azul, magia, esplendor, dulzura. Y canciones y brisas per-
fumadas y gloriosas primaveras. Y la gente incomparable y ese
hechizo subyugante de los atardeceres con sus místicas sugeren-
cias subiendo desde los valles…Ah, y Roma! Si habré soñado con
emperadores y centuriones y coturnos al atravesar sus calles! Yo
le hablo de la Roma de los años 19, 20, 21. Ud. me habla de la
de 1977. ¿Qué importa ese medio siglo que quedó en el medio?
Roma es y será siempre Roma. Con sus días de grandeza y con
sus ruinas. Con su civilización y su decadencia. Con sus templos
milenarios, sus dioses mitológicos, sus siete colinas, sus noches
siniestras de la antigua Suburra. Roma, siempre Roma «urbi et
orbi» (carta a Salvi, 17 de noviembre de 1977).

Si uno piensa en Italia y en su insuperable situación geo-


gráfica, puede imaginársela como una mano que se extiende
y propende dividiendo y enlazando a un tiempo las dos arca-
nas entidades del Mediterráneo, enlazando Oriente con Occi-
dente y armonizando el pasado helénico clásico con la prag-
maticidad moderna. Puede hacerse también una idea del
papel jugado por el genio italiano en la configuración de la
historia de Occidente. Es que Italia actuó como una bisa-
gra que logró conciliar las diversas tendencias y directrices
contrapuestas y tensionales del espíritu europeo no sólo en
la cronotopía (Romanidad–Modernidad), sino también en
el espacio (Europa Septentrional, Meridional, África, Medio
Oriente) y en las divergencias culturales (Latinidad–Cristia-

constituye el fundamento de la operación saeriana, y también de otros escritores de


la «zona» reconocida como Pampa Gringa y que Vecchioli colaboró en «imaginar».
Ver Crolla, 2015a, 2014, 2012.
17
nidad–Germanidad–Mundo Musulmán). Al mismo tiempo
logró dar muestras de una temprana y perfecta evolución cul-
tural pudiendo servir también como impulsora del nuevo
paradigma antropocéntrico, basado en la revolución de la
estética, del pensamiento y del conocimiento, canalizado en
las movilizadoras expresiones del Renacimiento.
Es por ello que en este pueblo artista —como se identifica al
italiano— naturaleza y religión, antiguo y moderno, misticismo
y pragmatismo, espiritualismo y sensualidad pueden conjugarse
en modo armónico y productivo. Y en las letras serán igualmente
notables tanto los tipos apasionados como los introvertidos, los
contemplativos como los activos, los líricos y los especulativos,
las mercantilistas y los esteticistas, los soñadores y los realistas.
Esta matriz itálica, como fenómeno histórico y social, fue
trasplantada a nuestra tierra en los recuerdos, costumbres,
dialectos y cultura de la inmensa cantidad de italianos que
emigraron a la Argentina en grandes oleadas desde mitad del
siglo xix. Fuerza étnica que provocará cambios sustanciales en
el esquema social autóctono (indio–hispánico) dando origen
a lo que se conoce como Pampa Gringa.
Sin embargo, su influencia no será tan evidente durante lar-
gos períodos. El influjo italiano es más sutil y difuso, se trata
de una verdadera corriente sanguínea que alimenta, como una
red subterránea de sabia nutriente la cultura, en muchos casos
sin que ese sustrato sea visible en la superficie. El habla argen-
tina, sus costumbres, la arquitectura, su estética, la literatura y
el imaginario social están impregnados de esta matriz y basta
sólo una mirada atenta para hacer manifiestas esas huellas.
Entendemos que la presencia de la italianidad operó como
un masivo sistema de resignificación. Y que aportó, a par-
tir del proceso histórico de ocupación de la llanura aluvional
argentina y en especial de las «colonias» santafesinas, factores
culturales que contribuyeron a conformar la actual sociedad.
Indagando en la esforzada migración del extranjero italiano
por la pampa, que se va haciendo gringa a su paso, es posible
detectar aquellos códigos sémicos que constituyen el eje matri-

18
cial de la italianidad, ya sea en valores sustancialmente posi-
tivos: un concepto aglutinante de familia, valorativa concep-
ción del trabajo, marcada tendencia al gregarismo endogámico
y al mantenimiento y transmisión de las tradiciones de origen,
valor nucleante de la maternidad, respeto a los manes,4 a la
identidad lingüística, espíritu estoico y vocación para el canto.
Pero también disvalores que podemos fácilmente recono-
cer como tipificantes en muchas de nuestras prácticas socia-
les regionales y, por extensión, de la argentinidad riopla-
tense, originados allí donde las virtudes y los buenos valores
se exacerban perdiendo su inicial positividad. Por ejemplo,
un excesivo, unilateral y reverencial respeto a la «auctoritas»
(los manes), simbolizada en la figura paterna, permite explicar
el paternalismo político y el machismo, arraigado todavía en
nuestras matrices y nuestras prácticas sociales.
El culto a la maternidad que pudo ser la causa de una idea-
lización exacerbada de lo femenino y una absoluta incapaci-
dad de ver a cada mujer en su individual y real concretización.
En la mujer se veneraba a «la madre» y cada madre actuaba
según estos patrones modélicos. Por ello, será justamente la
mujer–madre la que subliminalmente contribuirá a repro-
ducir tanto en los hijos varones como en las mujeres, estos
mismos estereotipos, determinando y ejerciendo sobre ellos
un a veces excesivo control afectivo. Y, cuando las circuns-
tancias lo favorecieron (muerte o desaparición temprana de la
figura paterna) su rigidez moral pudo dejar huellas traumáti-
cas indelebles.
La tacañería, la usura, derivó generalmente en un fuerte
verticalismo y concepción materialista de la existencia. Parti-
cularmente en el grupo social piamontés (el que en sustancial
medida conformó a Rafaela) que se caracterizó por concebir
el trabajo, el ahorro y la actitud estoica ante las adversidades

4 Manes: en la cultura romana, así se llamaba a los genios del mundo subterráneo
que representan las almas de los antepasados que tutelaban con su presencia la
paz y el bienestar de la casa y de la familia.

19
como única respuesta a la búsqueda de un progreso que ase-
gurara un futuro mejor a las generaciones venideras.
Los italianos vinieron a «hacer la América» para su descen-
dencia. Pero su temor a la pobreza inicial y su necesidad de
afianzar (e incrementar) el pequeño «tesoro» que iban cons-
truyendo, provocó paradójicamente que estos mismos hijos
no pudieran gozar durante toda su vida de la bonanza que
progresivamente se iba consolidando. El control de la riqueza
permanecía hasta su muerte en manos del pater familias
siendo la causa de no pocas tragedias, disensiones entre her-
manos o incapacidad para insertarse operativamente en la rea-
lidad. Todo ello agravado por un particular respeto y sumisión
a los mandatos del entorno social que la fuerte endogamia de
las mismas «colonias» colaboró a potenciar.5
La revolución provocada por el cambio sustancial de la eco-
nomía productiva en el aprovechamiento de la tierra (antes
virgen) y en la producción del cereal, que había empezado a
transformar sustancialmente la geopolítica de esta zona que,
desde la creación de Esperanza, pasó a ser reconocida como
Pampa Gringa (por el componente extranjero y en particu-
lar italiano, por ser el más numeroso) es notorio en Rafaela.
Colonia que se demostrará inmediatamente como uno de los
centros más dinámicos y pujantes.
Rafaela fue «formada»6 a través del sistema de «coloniza-
ción privada» por italianos, en su mayor parte venidos del

5 En el caso de Rafaela, según estudios realizados en los archivos matrimoniales


de la Catedral «San Rafael», entre 1887–1913 los italianos demuestran una endo-
gamia muy marcada: del 88,5 %. Constante que se mantiene hasta 1913, donde si
bien se manifiesta un 43 % de matrimonios entre cónyuges italianos, hay un 51,6 %
de matrimonios entre italianos con argentinos hijos de padres italianos. Y entre ellos
un 50 % intergeneracionales: hombres mayores con jóvenes mujeres argentinas, hi-
jas de padres italianos (Chemez de Eusebio, 2002).
6 Se considera que el fruto colosal del proceso de colonización que se inicia con
Esperanza en 1856, se define en el territorio santafesino a través del proceso de
«colonización estatal» o «privada». Lo que constituye un fenómeno diferente al de
las fundaciones que los conquistadores españoles realizaron como gesto de ocu-

20
Piemonte, quienes después de sesenta días de viaje, llegan a
Esperanza en 1879 convocados por Guillermo Lehmann para
insertarse en un territorio que se encuentra a 100 km. de la
capital provincial.
Se considera el año 1881 como año de «formación» por ser
el de los primeros boletos de compra–venta de las concesio-
nes que estipula el organizador en el territorio perteneciente
a terratenientes porteños que se lo habían entregado para su
comercialización y que es donde se traza la colonia. Se supone
que el nombre es en honor a Rosa Rafaela Rodríguez de Egus-
quiza, esposa de Félix Egusquiza, empresario paraguayo radi-
cado en Buenos Aires, quien junto a Carlos Saguier y Manuel
Quintana firmaron un contrato de colonización el 16 de octu-
bre de 1880 con Lehmann para subdividir y colonizar un
vasto territorio del centro–oeste santafesino, dando origen así
a la formación de más de 15 colonias.
Según Imfeld, entre las primeras familias pobladoras de
Rafaela, la mayoría era italiana. El 76,5 % eran nativos del
Piemonte y muchos de ellos ya habían capitalizado las expe-
riencias en las «viejas colonias del centro de Santa Fe —donde
habían sido medieros o arrendatarios— lo que les permitió
sin dudas disminuir los riesgos de la improvisación de los
nuevos asentamientos y les aseguró un rápido éxito econó-
mico» (Imfeld, 1999:4).
Con referencia al componente piemontés, citamos un frag-
mento del informe elaborado por una periodista de ese origen
y publicado en Torino:

Lehmann se da cuenta rápidamente que estos campesinos, fugitivos de


la guerra, del hambre y de la miseria, son trabajadores incansables, mo-

pación de la tierra para el Rey de España, en base a ceremonias y actos políticos


públicos. Dicho acto político se sancionaba con el gesto simbólico de erección de
un palo o rollo en el espacio destinado a la Plaza Mayor y la lectura del acta funda-
cional ante escribano y testigos (Historias de nuestra historia, Museo Histórico de
Rafaela, 2000:8).

21
destos, dóciles, tolerantes, cerrados en sí mismos, pero prontos a cantar
en coro para acompañar el trabajo del campo. Sesenta y nueve familias
piemontesas compran buena parte de las 448 concesiones por un total
de 15 000 hectáreas. A quien compra más de un lote, Lehmann regala
10 000 ms2. en la ciudad. Se ha documentado que algunos piemonteses
rechazaron la oferta de Lehmann quizás para evitar los gastos notariales,
pero más probablemente porque querían vivir en la propia tierra para de-
fenderla y cultivarla mejor (Agosti, 1989:76) (la traducción es nuestra).

Según Ana María Colombo la celebración del Centenario


de la Formación de Rafaela en 1981 sirvió para destacar aque-
llos acontecimientos y personalidades que fueron protago-
nistas durante el siglo de vida de la aldea–ciudad. Todos los
medios dejaron registro del fasto del centenario y se organi-
zaron numerosos eventos culturales. Uno de ellos fue la edi-
ción especial del diario La Opinión: 1881–1981 Rafaela (en
conmemoración a los 60 años del periódico y los 100 años
de la ciudad). En dicha publicación se nombra varias veces a
Vecchioli, desaparecido tres años antes y Colombo (2013:28)
señala un artículo del estudioso Amílcar Torre titulado «La
Revista Social. Una expresión del alma rafaelina y el ideal
de Mario R. Vecchioli», donde se analiza el trabajo editorial
emprendido por el rafaelino como fundador y director de
publicación desde 1939 a 1940.7 Torre resalta el anhelo y cum-
plimiento de Vecchioli para hacer de la misma un «laborato-
rio de información y cultura artística o científica», tanto de
temas localistas y sectoriales como universales. Y cita:

Mario Manlio Renato Federico Vecchioli es «el hombre» de Revista So-


cial. Ajeno a todo alarde, tiene sin embargo el ocultamiento pero tam-
bién la habilidad del titiritero: la publicación no aparece con director ni
redactor identificados, pero nos consta —surge del acta Nº 72 del 9 de
noviembre de 1938— que fue modelada por el poeta, quien ensayó en

7 Vecchioli editará 17 números de 2000 ejemplares con 26 páginas entre enero de


1939 a julio de 1940.

22
ella los frutos de su estro, luego sazonados en los ocho libros que publi-
có entre 1946 y 1977 (Torre, 1981:173–174).

Torre transcribe el editorial de febrero de 1939 donde Vecchioli


dice de su ciudad:

Rafaela es sin duda una ciudad culta. Posee un discreto número de


personas de talento («el tiempo diría que él mismo estaba entre ellas»,
acota Torre) cuya capacidad artística o científica podría alcanzar insos-
pechadas posibilidades a poco se les ofreciera algún estímulo y la opor-
tunidad de volcar en sitio propicio el contenido substancial de esa copa
magnífica que es el pensamiento (Y luego de lamentar la carencia de
publicaciones adecuadas para ese fin, Revista Social cede sus páginas) a
ellos, a los espíritus selectos ofrecemos nuestras columnas... con el con-
vencimiento pleno de que, de esta manera, contribuiremos al mayor
desarrollo de la cultura rafaelina. (Vecchioli en Torre, 1981:173)

Es necesario recordar que Amílcar Torre8 fue uno de los


más fervientes en posicionar a Vecchioli como «el poeta de
la ciudad» (Torre, 1986:151). Figura que otros muchos ratifi-
caron, reconociéndolo un bastión de referencia en la cultura
local. Liana Friedrich es autora de un temprano ensayo litera-
rio sobre La Dama de las Rosas y Silvas labriegas (1985) reco-
nociendo en Vecchioli una postura claramente personalista
más que posmodernista y dedicando su estudio «A la eterna
memoria del máximo vate rafaelino». Por su parte Fortunato
Nari en el texto presentación del cd homenaje al centenario
de su nacimiento, expresa:

8 Amilcar Torre (Vila, 1947–Rafaela, 2003) se desempeñó en el Poder Judicial en


las oficinas de Omar Vecchioli. Obtuvo el título de Profesor de Enseñanza Media en
Castellano, Literatura y Latín en el Instituto Superior del Profesorado Nº 2 «Joaquín
V. González» y ejerció la docencia en el nivel terciario en dicho Instituto durante 10
años. Desde 1996 hasta su muerte dictó cursos bíblicos en la UMTE (Universidad
de la Mediana y Tercera Edad) «Olga Cossettini» de Rafaela, ejerciendo desde 1975
una importante actividad apostólica.

23
A Mario R. Vecchioli la poesía se le reveló en Italia, en la lengua na-
tal de los Vecchioli, de Leopardi y de otras grandes familias de famo-
sos artistas. Y cuando, dolor y madurez de por medio, le tocó la hora
inexorable de la recuperación de la lengua española, la lengua de sus
primeros años de escuela e infancia campesina en la provincia de los
pioneros, es porque había llegado su encuentro con Rafaela, la ciudad
de sus definitivos amores, de su cosecha áurea, la de su canto generoso
(Nari, 2003).

En la ceremonia de celebración del Centenario de Rafaela y


de la Obra Poética, sanciona:

Quiero decir que él interpretó con justeza el momento y definió de ma-


nera generosa pero precisa y altamente estética, los valores espirituales
de este tiempo nuestro, auténticamente rafaelino. Este acto de justa ad-
miración, se lleva a cabo porque él, como poeta, lo merece. Pero lo más
reconfortante de todo es que él, como hombre, también en todo mo-
mento lo mereció. Celebremos entonces a un poeta, pero enorgullezcá-
monos de un hombre (Nari, 27 de noviembre de 1981).

Y muchos años después, desaparecido físicamente pero


siempre vivo en aquilatada presencia, Nari enaltece su figura
al inaugurarse la plaza con su nombre:

Por eso en cualquier momento del presente o del futuro, a todos nos
estará permitido confirmar que el prócer epónimo de esta flamante pla-
za, fue un admirable poeta: nuestra propia leyenda poética, equivalen-
te a la de los países de legendaria poesía (Nari, 27 de octubre de 1984).

En ocasión de la presentación de Un sueño casi imposible,


dos descendientes del fundador de Rafaela: Adelina de la Casa
de Gili y Margarita de la Casa de Demaría, le envían una carta
felicitándolo por su libro. Solidarias, dicen, con el bronce que
el poeta pide para los gringos, expresan su deseo:

24
y que el bronce aguarde su turno para el poeta que le dio a Rafaela la
gloria del verso que amalgama la rica biografía de Guillermo Lehmann,
la virtud, la belleza, la verdad, la justicia y el amor. Con los sinceros
afectos para su esposa y su familia, le damos las gracias en nuestro nom-
bre y en el de toda la familia de Guillermo Lehmann (Carta del 30 de
octubre de 1974).

Otra acción que se destaca es la de haber impulsado y


ayudado a posicionar a muchos jóvenes poetas que perma-
nentemente recurrían a él para para aprender del diálogo
afable y profundo. Su escritorio de la Sociedad Italiana lo
vio ejercer esta actividad durante cinco décadas. Pero tam-
poco era inusual que lo practicara en algún momento dis-
tendido, entre sus habituales tareas como empleado público.
Valinotti lo llamó «maestro de juventudes» y dejó este con-
movido recuerdo:

Cuando tuvo la lírica idea de publicar Aleteos, que luego se llamó Mi re-
vista, reunió a su alrededor un puñado grande de jóvenes, jóvenes con
los que gustaba conversar, a los que escuchaba atentamente cuando le
proponían algo o se lo comentaban. Pero a esos jóvenes no sólo les in-
culcaba el amor a la literatura, sino que también, con su conversación
pausada y pensada, les hacía ver lo que era la democracia… donde pre-
valecía el futuro y el deber para convivir en libertad. Y estas charlas se
desarrollaban en una época muy especial para la Argentina, los prime-
ros años de la década del cuarenta…De lunes a viernes, excepto los días
de mucha lluvia o tempestad, solía yo ir a la oficina de Mario. Muchas
veces para quedarme callado, pues en ese entonces estaba preparando su
Mensaje Lírico y luego su Dama de las rosas, hasta que levantaba la vis-
ta y con su apenas esbozada sonrisa me saludaba con su «y bien??». En
otras oportunidades, venían hasta el mismo lugar Edelmira Chizzini de
De Mattía, don José Bucchi, Arnaldo Báez, Arturito Gallo Montrull,
Absalón Navarro, David Berennitzki y otros que no preciso en este ins-
tante, y allí se hacían las tertulias más lindas que he conocido. (Valinot-
ti, 1980:pg. s/d).

25
Siendo Director de Cultura y Acción Social de la Muni-
cipalidad (1958–68) para favorecer y estimular la producción
literaria de autores locales estableció la Biblioteca Municipal
y promovió el desarrollo de la producción con la creación del
Fondo Editorial Municipal instituyendo los concursos anua-
les de poesía, cuento, teatro, novela y ensayo. Impulso que
tenía como intención eliminar la brecha, que él mismo sopor-
tara, entre el productor y una sociedad refractaria al arte.
Condicionamiento difícil de sortear en un contexto signado
por la ruda cultura campesina inmigrante y que también supo
señalar Carlino con relación a Pedroni y a sí mismo, al decla-
rarse poetas en una sociedad que no podía comprenderlos.9
Construirse una identidad de creador e intelectual insumía
grandes esfuerzos porque las veleidades del verso y del pen-
samiento eran consideradas por los mayores, como un mani-
fiesto rechazo al deber de lo pragmático y clara tendencia al
ocio improductivo.
En una carta enviada al escritor Salvador García, Vecchioli
hace referencia a ese ser visto, tanto por escritor como perio-
dista, como un «bicho raro». Y cómo la soledad intelectual
experimentada lo convenció de la necesidad de «quebrar ese
estado de cosas y luchar hasta conseguirlo», para que los que
venían detrás de él «corajearan» sus vocaciones literarias:

Mis títulos no son superiores a los de nadie. En todo caso, el único


que puede destacarme es el de haber sido el que abriera la brecha para
que los demás avanzaran. Seguramente no habrás olvidado la mentali-
dad pueblerina de hace 50 años, época en que empecé a escribir y pu-
blicar en La Opinión y El diario del Norte. Ser poeta entonces era ser

9 «Declararse pública, desembozadamente poeta en las dos primeras décadas del


siglo en aquella localidad [Gálvez], como en las otras, era una temeridad… Don
Gaspar [padre de Pedroni] sufría porque tras la salida del periódico le esperaban
en el boliche de frente a la estación las burlas de sus paisanos, cofrades en mu-
rras y en naipes. Y el albañil mayor no sabía cómo explicarle a esa gente de manos
agrietadas por la cal, mascadora de tabaco, de poca o ninguna lectura, de dónde
le había salido ese hijo que hacía esas cosas» (Carlino en Pedroni, 1999:628, 633).

26
«un bicho raro». La única preocupación era «hacer plata», y escribir
versos era «perder el tiempo», y más todavía, una «estupidez». Nadie
me comprendía ni quería comprenderme. Me vi solo, en un círculo
cerrado sin que nadie me estimulara. Y me propuse quebrar ese esta-
do de cosas y luchar hasta conseguirlo. De modo que continué contra
viento y marea. Los años fueron pasando y cuando en 1946 publiqué
mi primer libro, la situación no había variado mucho, Los que empe-
zaban a tener inquietudes parecidas, estimulados por mi ejemplo, no
se atrevían a hacerlas conocer. Los asustaba el «qué dirán», la crítica, la
burla. Pero bastó aquél hecho, para que los que estaban más cerca de
mí «la corajeran».
El camino estaba abierto y por él se lanzaron José Bucchi, Edelmira
Chizzini de De Mattía, Palmira Reale de Arcos, Gallo Montrull, Emi-
lio Alejandro Lamothe. (…) Más tarde, aparecieron Fortunato Nari,
Lermo R. Balbi, Margarita Beceyro Oliva, Minerva M. de Bruno, E.
Pauloni de Chiaraviglio, Héctor Reinaudi, Sirley Hubeli Bertone, el
Dr. Artajerjes Gaveglio, Leonor Sánchez de Bustamante de Barreiro,
Eva Nañez, Adelina B. de Terragni, Elda Massoni de Beccaría, Angel
Balzarino, Antonio Terragni. Y hay otra gente joven que se prepara,
pronta a sumarse a ese grupo que desde los distintos géneros litera-
rios (poesía, cuento, teatro, ensayo) están demostrando que Rafaela ya
es algo más que una chacra (carta a García, 26 de diciembre de 1974).

Su permanente disponibilidad y entusiasmo para recibir


y celebrar las nuevas voces, quedan reflejadas en las palabras
que escribiera para reseñar la ópera prima de un veinteañero
Fortunato Nari:10 Ventana de vacaciones en 1955.

10 Fortunato Nari (Monte Oscuridad, Departamento. San Cristóbal, 1932). Poeta,


dramaturgo, cuentista y novelista. Como dramaturgo obtuvo en 1947 el 1º Premio
en el concurso de Edit. Kraf «20 cuentos infantiles ilustrados por niños», en 1954
el Premio de la Caja Nacional de Ahorro Postal en literatura infantil y en 1957 el 1º
Premio LRA Radio Nacional por Azarías y su obra en cuatro actos La tierra está ob-
tuvo el 1º premio «Manuel José de Lavarden». En 1964 ganó el 1º Premio Edición
de la Dirección General de Cultura de la Provincia de Santa Fe, en 1966 por El hijo
de Medea gana el 1º Premio de la Municipalidad de Rafaela y en 1967 1º Premio
compartido en el Certamen de Teatro General San Martín por su obra Tía verde (in-

27
Hubo una vez aquí un tiempo de resonancia: un tiempo en que liras di-
ferentes (aunque símiles en prestigio) rompieron, de pronto, la baldía
modorra ciudadana, encumbrándola de armoniosas celestidades. Lue-
go ese instante pasó…Sólo quedó en pie, a la espera de ser confirmada,
nuestra afirmación de que igualmente debíamos mirar con optimismo
el futuro, ya que el surco había sido abierto, y de él nos vendrían nue-
vos y generosos frutos…Al celebrar jubilosamente la aparición de Ven-
tana de vacaciones y la incorporación de Fortunato E. Nari al círculo de
nuestros poetas auguramos al magnífico libro un destino de aplausos y
felicitamos sinceramente al autor, que tan promisoriamente se anuncia
(Vecchioli, M. 1956).

Y también queda explícito en la carta que le envía a Lermo


Balbi11 agradeciéndole los afanes del otrora discípulo (quien

édita). Publica en 1955 su primer libro de poemas Ventana de vacaciones y hasta la


fecha muchos más constituyen su obra poética édita. Varios de sus cuentos fueron
incluidos en antologías y publicados en páginas de periódicos y todavía está inédi-
ta su novela El huerto del rincón oscuro. En 1980 La Filial Rafaela de la Asociación
Argentina de Relaciones Públicas le otorga el título de «Personalidad del año». Se
desempeñó como Secretario de Cultura de la Municipalidad de Rafaela y fue Vice-
presidente de ERA. Desde 1970 y por más de veinte años fue director artístico de
la AM LT 28 de Rafaela, colaborando en la difusión y consagración de escritores,
traductores (Francisco Tosco y el Martín Fierro en piemontés) y otros importantes re-
presentantes de la cultura local y santafesina.
11 Lermo Rafael Balbi nació en Rafaela en 1931 y murió en Santa Fe en 1988. Pro-
fesor de Castellano, Literatura y Latín, ejerció la docencia media y terciaria en Ra-
faela y en Santa Fe la universitaria, en la Universidad Católica. Fue Director de Tec-
nología Educativa del Ministerio de Educación de la Provincia. Su obra ha tenido la
intención de evocar el lejano «paraíso perdido» de su niñez en el pueblo de Arauz,
que recrea bajo el nombre mítico de «Corda». La temática de su obra narrativa,
poética y teatral, resalta la inocencia del tiempo pasado, el de la gente sencilla, la
cohesión familiar y la dimensión trascendente y comunitaria de la vida, rescatando
del fondo del olvido de la memoria colectiva y la historia de los núcleos que seña-
ron la inserción de la estirpe piemontesa en la Pampa Gringa. Es autor de libros de
poesía: El hombre transparente (1966), La Tierra viva (1972) Arauz, muerto y celeste
(1979); de cuentos: Los días siguientes (1970); 3 cuentos (1983) y de una trilogía
novelesca: Los nombres de la tierra (1985), Continuidad de la gracia (editada póstu-

28
una noche llegó a confesarle: «la culpa de que yo empezara a
escribir la tiene usted») por dar a conocer De otros días (el libro
que se acababa de publicar) y su obra, en radios y periódicos
santafesinos:

Bien sabe usted, querido amigo, que no soy de esos que se enva-
necen con los elogios. Pero debo confesarle que esta vez sí, me he
sentido sacudir hondo ante estas palabras suyas: «Su libro me vol-
vió a la adolescencia, a la época de Silvas labriegas; me ha emo-
cionado por un retorno a plazas rafaelinas, a calles, a chacras que
cruzaba en los sábados, cuando dejábamos el colegio por una ca-
minata y de paso recitábamos algunas de sus estrofas».
Saber que mis versos —mis pobres versos— tuvieron ese privile-
gio, fue algo nuevo y maravilloso. La idea de haber estado en us-
ted y sus compañeros, contribuyendo a su expansión espiritual, a
sus sueños juveniles (que son los más bellos y puros de la vida),
me conmovió profundamente, haciéndome sentir traspasado de
dulzura (carta a Balbi, octubre 16 de 1970).

Es por ello que preferimos cerrar esta semblanza sobre la


«figura» de intelectual y escritor, citando parte de la presenta-
ción de Lermo Balbi al libro El sueño casi imposible,12 el que

mamente por el Gobierno de la Provincia de Santa Fe y Rafaela en 1995) y Querida


Señora. Fragmentos de una novela inconclusa (editada póstumamente por la Muni-
cipalidad de Rafaela en 2010).
12 Un sueño casi imposible el único libro del rafaelino que cuenta con un prólogo.
Y ello, según explica su hijo, debido a la perenne humildad y negativa a escuchar
palabras laudatorias con respecto a sí mismo y a su obra. Un hecho sintomático de
esta actitud que todos aceptaban respetuosamente, es que Fortunato Nari le dedi-
có un soneto celebratorio al cumplir 75 años, pero el poeta nunca se enteró. Pues
ni aún durante la fiesta que le improvisaron los amigos, Nari se sintió habilitado
para mostrárselo. Tal como nos lo narró, «Se hubiera sentido molesto y avergonza-
do al escucharlo y por ello no quise molestarlo y lo dejé dormir en el bolsillo». Los
biógrafos y responsables de Obra Poética incluyeron el poema de Nari en agrade-
cimiento a esta reverente actitud. Por su parte, Elda Massoni recuerda que el poeta
supo narrar a sus amigos que Pedro Miguel Obligado, habiendo visto los originales

29
considera el libro de Rafaela porque en él no sólo Vecchioli rei-
tera su intención de seguir cantando la epopeya de los coloni-
zadores, sino que además se posiciona como enunciador de su
mito fundacional:

Inundado de un fervor por la tierra y una indeclinable reverencia por


los hombres que hicieron la gesta colonizadora, fusiona en su admira-
ción por esa épica doméstica y rural, el encuentro y la asimilación de
dos planos culturales cuyo producto no es una resultante cualquiera,
sino precisamente, un nuevo género de vida, una corriente laboral y
espiritual que ostenta su propio sello. Ese sello es Rafaela, la ciudad el
hombre en sus días, el caminante de sus calles, los dirigentes de sus ins-
tituciones. Mario R. Vecchioli es su tiempo y su luz, es su palabra y su
aire, es su historia y su mito. Pero como tenemos la seguridad de que
así son las cosas, damos por establecida esa trasmigración, ese escamo-
teo espiritual entre la tierra y su poeta. Todo el lenguaje de él es precisa
y felizmente la voz de la historia campesina de Rafaela, el código inma-
terial de su grey, la solución de sus impulsos (Balbi, Presentación de El
sueño casi imposible, 1974:5–6, mimeo).

Consustanciación y creación que no deja de proclamar:

Un monumento de palabras cuando la ciudad toda ya se enorgullece


frente al monumento a su fundación que recuerda, obviamente, el pasa-
do común de surcos y cosechas, sus dichas de ubres sonrosadas y de pa-
lomas albas, sus insomnios de plagas y sequías, sus glorias de hijos labrie-
gos y de chacras fumantes porque desde algún momento de ese pasado:

En el fulgor de la mañana, suben


los coros de alegrías pajareras.

de Mensaje lírico, se ofreció a prologarlo. Y que Gudiño Kramer le aconsejó no lan-


zar un primer libro con prólogo de alguien que ya era una garantía en la literatura
argentina. «Lárguese solo —le dijo— como si se presentara desnudo a recibir a sus
lectores» (Massoni, 1977). Así lo hizo y lo repitió con sus otros libros. Permitiéndo-
selo sólo, y con gran beneplácito, a Balbi.

30
Y una ternura material ensancha
el corazón antiguo de la tierra.
porque va a comenzar el sueño….
El sueño casi imposible de Guillermo Lehmann
(Balbi, 1981:11, mimeo).13

Agregamos una cita más extraída de las precisas y preciosas


palabras pronunciadas por Balbi en la presentación de Obra
Poética en 1981. Texto pleno de belleza, enaltecimiento y com-
prensión. Y de notable profundidad crítica. Porque sólo un
poeta, que ha aprendido y aprehendido la altura poética del
maestro, recitando, enseñando, leyendo y atesorando su obra
durante toda una vida, puede transmitirlo con tanta claridad
y penetración estética:

Como se ve, él tenía el don de convertir cualquier circunstancia en un


hecho memorable con solo comunicarle su sentimiento y hacerlo co-
municable con sus palabras incomparables.
No es difícil certificar a través de ella, las siempre presentes virtudes
morales del poeta. La belleza y la bondad a que hace referencia, no son
más que las que él genera: son totalmente suyas…Con todo su conte-
nido nos infunde una jocundia de aromas, claridad de luz cerril, rehílos
de nítidas distancias, lueñes ecos de voces antiguas y sugerentes… ¡Qué
diferencia humana y a la vez sobrenatural entre la música de La Dama
de las Rosas y la melodía mansa, cansina, llena de adioses de Reiteración
del hombre. Atrás quedaron los acordes fúlgidos, sonoros, orquestados
con la plenitud ardorosa de una rondalla en crecimiento hacia su apo-
teosis, como estalla la sazón del estío. Aquí en el nuevo y último libro

13 Vecchioli supo agradecer este «arrojo» en una carta que envía a Balbi pocos días
después de la presentación, el 7 de noviembre de 1974 y que constituyera para el
joven «una de la más hermosa epístola de que fui destinatario». Y otra luego de ha-
ber leído el texto que Balbi le remitiera. Con gratas palabras le contestó: «Gracias,
entonces, querido Lermo, por haber saludado tan cálidamente la aparición de mi li-
bro. Gracias por haberse avenido a acompañarme desde el brillante prólogo. Nada
más grato a mi corazón que verse caminado junto al suyo, lírica y sencillamente fra-
ternizados» (Carta a Balbi, 4 de enero de 1975).

31
nace la luz crepuscular, el silencio guarnecido, el suave rumor de los pa-
sos perdidos, la balsámica esencia de la nostalgia… El poeta es proféti-
co, se adelanta a los demás hombres, se adelanta a su propia condición
de hombre que es adelantarse a sí mismo, a su historia particular…
Como dijimos Reiteración del hombre, melancólico, crepuscular, sabio e
intenso. Dadivoso y humano llegó para estremecernos como un adiós,
para hacernos reflexionar, para asombrarnos todavía más, con la magni-
tud del conocimiento que el poeta fue acumulando día tras día y para
sacudirnos de las tentaciones que suelen rondarnos por un lisonjero y
banal triunfo terrenal. Así ha cerrado el tiempo de esta tierra y ha co-
menzado su verdadero triunfo, el de la eternidad misma que le espera a
través de su poesía que es el único recuerdo valedero a pesar de la cruel-
dad del tiempo que él nombró. Entonces, ahora mismo, le digo con sus
propias palabras, porque no hay otras más perfectas, ni más puras, ni
más nítidas:

Tu antigua carne–tierra viene ahora


ingrávida en el aire
por trasegadas ráfagas
murmuradoras de follajes.

Sé que subsistes, numerado


en la eternal de las edades;
en cada soledad del hombre,
el de mañana, de hoy y de antes.

Y puedo respirar tu sombra


entre esta oscura gente trashumante
que viene y va por mis costados
de ningún sitio hacia ninguna parte.

O sí, camino al día en que la vida


también se le haga tarde
(Balbi, 1981:16–18, mimeo).

32
Italia como matriz formadora
de la sabiduría vecchioliana
Cuando Mario tenía 10 años su padre decidió enviarlo junto
a su hermano menor Nolfo a Italia para que recibiesen una
adecuada formación clásica en uno de los más tradicionales
colegios de entonces: el Collegio Convitto Campana de la ciu-
dad de Osimo. Ciudadela que se encuentra a 7,5 km. de dis-
tancia de Camerano, en cuya tierra nacieron los Vecchioli y
donde se inició esta epopeya ítalo–gringa que tan claramente
permite explicar la peculiar poética de Vecchioli. Un intere-
sante artículo con firma de Andriolo del Castello, publicado
en Giornale d’Italia en 1952, relata:

Nelle campagane di Osimo, presso Camerano, sono nati i Vecchioli:


Uno di essi, Antonio, tentato dal mare che contemplava ogni giorno da-
lla finestra, si mise un giorno sul mare. Dapprima fu in Brasile e poi in
Argentina. Sostó sulla pianura santafesina, a Sunchales – regno di tan-
ti rurali italiani immigrati – e nacque Mario. Fanciullo fu portato da su
padre – quasi presago del suo destino – nella natia Osimo. Affinché si
educasse in uno dei piú antichi e celebri collegi d’Italia, l’Istituto Cam-
pana14 (Andriolo del Castello, 1952:s/d).

Osimo es una pequeña y antiquísima comunidad enclavada


en la cima de un monte subapenino de 265 m de altura, en

14 En las campiñas de Osimo, cerca Camerano, han nacido los Vecchioli: uno de
ellos, Antonio, tentado por el mar que contemplaba cada día desde la ventana, un
día comenzó a navegar. Primero fue en Brasil, y después en Argentina. Se detuvo
sobre la llanura santafesina, en Sunchales —reino de tantos rurales inmigrantes
italianos— y aquí nació Mario. Pequeño, fue llevado por su padre —casi como un
presagio de su destino— a su tierra natal de Osimo, a los efectos de que se edu-
case en uno de los más antiguos y célebres colegios de Italia: el Instituto Campa-
na (mimeo).
(La traducción del italiano le pertenece a Mario Vecchioli. Se sobreentiende que los
errores que se le deslizaron tanto en la sintaxis como en la semántica son debidos
a la interferencia entre las dos lenguas y a una finalidad más amorosa que precisa
en el español como lengua de llegada) [Nota de la autora].

33
provincia de Ancona, al centro de Le Marche. Una panorá-
mica aérea permite distinguir las murallas de tufo que comen-
zaron a construirse en el 174 a.C. en el caprichoso trazado cir-
cular que la misma geografía de la cima obligó a trazar. Y que
permite gozar del maravilloso panorama de las colinas pice-
nas apenínicas, desde el Gran Sasso a San Marino, entre el
reverberante verde de las laderas y el lejano azul de la cercana
costa del Mar Adriático. La historia reconoce asentamien-
tos preexistentes desde épocas eneolíticas, luego de los pice-
nos y probablemente de celtas y, en época romana, la exis-
tencia desde el siglo ii a.C. de la colonia Auximum, de donde
deriva su nombre. Por allí pasó César en el 46 a.C. y se pro-
dujo la conquista de los Godos en el 520 d.C. con un poste-
rior retorno al Imperio en el 539. Pero los tiempos posteriores
son ricos de conquistas, luchas y asedios de bizantinos, fran-
cos y del rey Pipino, quien en el 754 dona el territorio a la
Iglesia. Transformada en Comune independiente desde el siglo
xi, sufrió largamente las luchas entre los señores que la regían
y los poderes eclesiásticos, hasta entrar bajo dominio absoluto
del Papado en 1487. Y ser anexada finalmente al Reino de Ita-
lia en 1860.
Restos de la magnífica Fuente Magna testimonian la pre-
sencia de Pompeyo Magno15 quien según la leyenda pasó allí
su juventud y en sus posesiones hacía abrevar a los caballos.
El Duomo manifiesta como tantas iglesias en Italia, la profusa
intervención de sucesivas culturas erigiendo una sobre otra
sus lugares de culto, y en el área Comunal son visibles toda-
vía trazas de termas y del foro, así como también en los aleda-

15 Pompeyo formó con César y Craso el primer triunvirato en una inestable alianza
política que dominó los acontecimientos políticos y militares de finales de la Repú-
blica Romana. La rivalidad y una guerra civil surgió luego de la muerte de Craso, el
triunfo de César en las Galias y en Farsalia en el 48 a.C. La disputa entre César y
el Senado culminó con la entrada a Roma y la huida de Pompeyo y gran parte del
Senado romano a Grecia en el año 49 a.C. Refugiado en Egipto, Pompeyo murió
asesinado por orden de Tolomeo XII.

34
ños, restos de un teatro, tumbas y villas romanas. Con poste-
rioridad las torres medievales y las iglesias románicas y góticas
enjoyaron la villa, y luego el barroco se enseñoreó en la arqui-
tectura, esculturas y pinturas con que los señores del lugar
manifestaron su poderío y excelencia.
Pero quien la visita siente en primera medida el influjo de
la dulce belleza de los valles que se extienden generosamente
hacia el mar y experimenta la profundidad armoniosa del
silencio de los «spazi infiniti» y el vuelo humilde del «passero
solitario» en el «colle del’Infinito» que Leopardi, en la vecina
Recanati, supo gozar y significar.
Una carta enviada por el Presidente del Consejo de Admi-
nistración del Collegio Campana, Prof. Alessandro Niccoli el
20 de abril de 1979 al Dr. Omar Vechioli, a través del agente
consular de Italia en Rafaela, certifica que el poeta fue «con-
vittore» (pupilo) en esa institución desde el 13 de septiembre
de 1913 a julio, y por un breve período, durante octubre de
1920. Que realizó sus estudios primarios entre 1913 y 1914, la
3ª Elementare en 1914 y la 4ª al año siguiente. Y que luego fre-
cuentó cinco años del Liceo Ginnasio «F.M. Campana» entre
1915 y 1920. Que durante estos años estudió y promovió las
siguientes materias: Italiano, Latín, Griego, Francés, Historia,
Geografía, Matemática, Historia Natural y Educación Física.
El Prof. Niccoli informaba también que Mons. Carlo Gri-
llantini, un histórico del lugar, se acordaba muy bien del anti-
guo alumno. Y para completar la información acompañaba la
carta con una Guida di Osimo escrita por este mismo histórico,
y un capítulo del libro Mezzo secolo nell´Istituto Campana, así
como copia de periódicos bimestrales de la institución de los
años 1913, 1914 y 1916.
De estos boletines podemos extraer informaciones muy
interesantes sobre la organización institucional, el costo de la
residencia, el nombre de los promovidos (entre los que figu-
ran los nombres de Mario y Nolfo) y de actividades colatera-
les (deportivas, culturales y recreativas) realizadas durante el
año académico. Por ejemplo se nos informa que:

35
Collegio fondato nel 1715 e costituito in Ente Morale con R. decreto
22 settembre 1876.
Locali vasti e igienici; illuminazione elettrica; bagni e doccia, freddi e
caldi.
Istituti scolastici interni: R. Liceo–Ginnasio, R. Scuola Tecnica, Scuole
Elementari.
Ginnastica, scherma, musica, disegno, lingue straniere: corso gratuito
di lingua tedesca.
Insegnamento religioso impartito da Direttore Spirituale che abita e
convive nel Collegio.16

Que el número de alumnos convittori era de 102 y en 1916


se llegó a 109. Y que la comida era «abundante y sanísima»

Vito abbondante e sanissimo: A colazione: caffé–latte e pane; a pranzo:


minestra o pasta asciutta, due piatti di carne con contorno, frutta, 1/5
di vino; a cena: un piatto di carne con contorno, insalata o legumi, frut-
ta, 1/5 di vino. Per ogni pasto il pane è a volontà. Nei giorni festivi vi è,
a pranzo, un antipasto di salati; nelle solennità e nelle feste civili anche il
dolce e un bicchiero di vino speciale.17

En este boletín de 1916 podemos hacernos una idea de que


los tristes sucesos que se vivían en la Europa y en la Italia

16 Colegio fundado en 1715 y constituido en Ente Moral por Real Decreto del 22 de
septiembre de 1876. Amplias e higiénicas habitaciones, iluminación eléctrica, ba-
ños con ducha fría y caliente.
Las dependencias escolásticas internas son el Real Liceo y Gimnasio, la Real Es-
cuela Técnica y la Escuela Primaria. [Se imparte] Gimnasia, Esgrima, música, dibu-
jo, lenguas extranjeras: curso gratuito de alemán.
Enseñanza religiosa impartida por Directores Espirituales que viven y conviven en
el Colegio.
17 Comida abundante y sana: en el desayuno: café con leche y pan; en el almuer-
zo: sopa o pasta, dos platos de carne con ensalada, fruta, 1/5 de vino. Para cada
comida el pan es a voluntad. En los días festivos, durante el almuerzo, se ofrece
una entrada con fiambres y en las fiestas religiosas y cívicas también un postre y un
vaso de vino especial.

36
del momento no dejaban de ser informados, y promovida la
reflexión y el espíritu patrio entre los alumnos. En un texto de
fecha 9 de agosto, bajo el título Per Gorizia redenta, se trans-
cribe el discurso de altisonante entusiasmo patriótico que el
rector había dirigido a los pupilos durante los festejos por la
toma de Gorizia. Y los encendidos versos de poetas locales
con los que se exultaba la victoria y homenajeaba a los caídos:

A quest’ opera altamente patriottica anche voi, o Giovani — chi


più chi meno, secondo l´età, l´intelligenza e la condizione
sociale— anche voi potete e dovete contribuire la vostra parte,
anche voi dovete portare la vostra pietra al grande edificio della
redenzione piena e assoluta, perché non si abbia a dire che la
scuola ha fallito al suo ufficio supremo e più nobile, che è quello
di formare il carattere dei giovani, soffocare in essi il mal germe
dell´egoismo, prepararli non solamente ad essere un giorno buoni
professionisti —cosa del resto che non dipende in tutto né solo
dalla scuola— ma educarli e prepararli ad essere cittadini probi,
operosi, consci del proprio dovere, utili e devoti alla patria.18

Los biógrafos de Vecchioli dan cuenta en el prólogo a su


Obra Poética, que recién llegados a Italia, Mario y su hermano
fueron testigo directos de los estragos de la guerra, ya que el
día en que Italia declaró la guerra a Austria, 24 de mayo de
1914, presenciaron el bombardeo al puerto de Ancona por los
aviones austríacos (1997:x).

18 En esta hora altamente patriótica también ustedes, oh! jóvenes —quien más
quien menos, según la edad, la inteligencia y la condición social— también uste-
des pueden y deben contribuir con su parte, también ustedes deben aportar su pie-
dra para el gran edificio de la redención plena y absoluta, para que no se diga que
la escuela falló en su supremo y más noble deber, que es el de formar el carácter
de los jóvenes, sofocar en ellos el germen del egoísmo, prepararlos no solamente
para ser un día buenos profesionales —cosa que no depende en todo ni sólo de
la escuela— pero educarlos y prepararlos para ser ciudadanos probos, operantes,
conscientes del propio deber, útiles y devotos a la patria (La trad. nos pertenece).

37
De fecha 9 de abril de 1979 es la carta enviada al Director
del Colegio por Monseñor Carlo Grillantini, quien relata lo
siguiente:

Tuve la oportunidad de conocer en aquellos años al poeta Mario


Vecchioli y de haberle impartido algunas lecciones recuperatorias de
matemática. Mientras sentí hondamente su injustificada desaparición,
me alegra poder decirle que del joven, del ánimo abierto y la inteligencia
rápida y perspicaz, me quedó siempre vivo el recuerdo.
Debo también agregar que sus sentimientos más íntimos y la dulzura
del carácter deben haber sido iguales a la elegancia de su persona, tanto
de haber podido conquistar no sólo la simpatía sino también un poco
el corazón de una honestísima joven hija de un acaudalado profesional
del lugar, a la que también daba lecciones en esos tiempos. Sin que nin-
guno de los dos supiese que cada uno me era conocido a partir de las
clases privadas que les impartía.
Un detalle de poca importancia, pero que no se me podía escapar ya
que soy filatélico apasionado es que Vecchioli estaba muy bien provisto
de estampillas argentinas de esa época.
Y en cuanto al Profesor Luigi Torcianti, por quien Vecchioli conservaba
un gran afecto, me alegra poder adjuntar la fotocopia de lo que escri-
bí sobre él en mi Guida e folklore di Osimo. Feliz de saber del nombre
que Vecchioli se hizo en Argentina, aprovecho para saludar al hermano
Nolfo que quizás conocí también, pero que no recuerdo bien. Después
de que los hermanos se fueran de Osimo fui Director Espiritual en el
Collegio Campana (de 1924 a 1964) (La trad. nos pertenece).

Omar Vecchioli viajó en 1986 junto a su esposa a Osimo


para conocer los lugares frecuentados por el padre y el tío. Y
tuvieron la alegría de compartir los festejos por los 100 años
de Monseñor Grillantini. Todavía lúcido, pudo aportarle otros
recuerdos, constituyendo este encuentro una especial ocasión.
El 21 de julio el Director Niccoli agradece la visita que Omar
y su esposa realizaran ese mismo año y los artículos periodísti-
cos de los diarios de Rafaela donde se dio cuenta del aconteci-
miento. Acompaña la carta con una serie de materiales, entre

38
ellos el festejo del centenario de Grillantini, quien fallecería
poco después, el 17 de noviembre de 1986 (Morroni, 1986).
Los datos que Grillantini y Graciotti aportan sobre el
Collegio Convitto Campana (también conocido como
Nobile Collegio Campana) nos permiten terminar de recons-
truir la historia de la institución fundada entre 1714 y 1715 gra-
cias a los mecenas osimanos Federico y Muzio Campana y
por iniciativa del Cardenal Orazio Filippo Spada. El objetivo
de su fundación era brindar instrucción media y superior a los
nuevos dirigentes de la sociedad, provenientes de la nobleza,
de la rica burguesía urbana y de algunos pocos proletarios que
entraban para acceder a la vida eclesiástica. En los orígenes,
basado en la pedagogía de los Padres Jesuitas, tuvo como fina-
lidad primordial garantizar la formación de seminaristas para
el obispado y en la instrucción laica, garantizar una forma-
ción seria y profunda en vistas a la universidad y a la vida
social. Para ser aceptados en el claustro se debía demostrar
ser «buoni natali e riguardavole nella sua Patria e di buona
indole che dia speranza di felice riuscita nella sua educazione»
(Graciotti, 20). Los pupilos gozaban de algunos privilegios
especiales como ser dormir separados de los seminaristas
y de alumnos de otras condiciones sociales, recibir forma-
ción en disciplinas «cavalleresche», hacer excursiones y esta-
días durante el curso del año. La media de los alumnos pupi-
los a lo largo del siglo xviii y xix no fue más alta de 70/80.
Durante la estadía de Vecchioli y su hermano, los internos no
superaban los 60. En 1877, con la unificación política italiana
y la implementación de la educación laica a todos los niveles
sociales, se da paso a la aplicación de la instrucción obligato-
ria primaria y la creación de las escuelas superiores divididas
en Liceo, Escuela Técnica y Profesional. Graciotti explica que
hubo una resistencia manifiesta en muchas zonas internas de
la península para adaptarse a las nuevas regulaciones pero la
laicización era un hecho sancionado. Mantener algunos sacer-
dotes en el personal docente, fue un modo de conservar un
lazo con el antiguo régimen. Ya para 1899 los seminaristas eran

39
instalados en otra sede y desde 1914 el personal docente pasó
al control estatal.
La célebre tradición educativa se refleja en los numerosos
alumnos que tuvieron luego destacada actividad, entre ellos
dos Papas: León xii (1760–1829) y Pío viii (1761–1830) y el
escritor Adolfo de Bosis (1864–1924). Otro claro signo del
nivel cultural alcanzado fue haber sido sede de la Accademia
dei Risorgenti, entre 1770 y la caída del gobierno Pontificio.
El Palazzo se sitúa en Piazza Dante junto a una construc-
ción del siglo xvi, el Palazzo Gallo. Y su fachada de estilo neo-
clásico, obra del Arquitecta Andrea Vici, discípulo de Vin-
vitelli, se destaca en el portal y columnas dóricas de piedra
de Istria y un balcón de hierro forjado. En el techo del Aula
Magna resalta una tela de Luigi Spada. En otras salas se pue-
den admirar otras obras de arte y es particularmente atractiva
la Biblioteca que atesora numerosos incunables y manuscri-
tos. En ese edificio funcionaron el Ginnasio y el Liceo hasta
1967 en que fue transformado en un ente multifuncional para
la promoción cultural (exposiciones, congresos y también
sede de la prestigiosa Accademia d’Arte Lirica e Corale della
Città d’Osimo. Allí se disputa la famosísima Copa Pianistica
d´Italia.19
En 2000 una delegación rafaelina viajó a Italia acompa-
ñando a los Vecchioli para una celebración en homenaje al
antiguo alumno, la que se organizó en el Campana. Y se dejó
en recuerdo una placa de la Sociedad Italiana de Rafaela,

19 Uno de los tesoros escondidos de este Palazzo son las cuevas subterráneas.
Ámbitos seguramente muy frecuentados por los alumnos ya que se encontraban
allí las cubas de vino y la despensa, y que tuvimos la suerte de conocer durante
nuestra visita a Osimo el lunes de Pasquetta del año 2015. El suelo de Osimo está
perforado por numerosas cuevas y túneles que se extienden bajo gran parte de su
superficie. Entre los cuales, el túnel que nace en Piazza Dante y pasa bajo el edifi-
cio del Palazzo Campana, es uno de los más largos y ricamente ornamentado con
relieves de temas heroicos. Si bien la guía que nos acompañara hiciera una lectura
esotérica, templario–masónica, de las figuras que parecen dar sentido al circuito de
los vericuetos y salas subterráneas. (Nota de la editora)

40
para ser ubicada en algún lugar distinguido del edificio. La
misma fue colocada en abril de 2001 al ingreso de la Biblio-
teca en homenaje al ilustre estudiante «vista l’importanza del
personaggio e la spiccata preparazione culturale dimostrata
nel corso della Sua vita».20 La misma es bilingüe y reza: «La
Società Italiana di Rafaela (Argentina) al suo illustre poeta
Mario Vecchioli nel posto della sua formazione. Accademia
Palazzo Campana 1913–1920, Rafaela, Septiembre de 2000 /
Osimo, Settembre 2000».
En el otro material que se le enviara al Doctor Vecchioli
podemos leer una semblanza del Profesor Luigi Torcianti
(Romiti, 1935:244–253). De origen campesino pudo acceder a
estudios superiores gracias a al apoyo de un tío sacerdote y de
un obispo, llegando a obtener el diploma en Milán para ense-
ñar Filosofía en el Ginnasio Superiore de Osimo. La especu-
lación filosófica fue la especialidad de Torcianti, pero a eso le
agregaba dotes especiales para la comunicación y para la res-
puesta ingeniosa, claro signo de su matriz campesina, lo que
le permitía contar con una gran dosis de penetración psicoló-
gica y de vivacidad en el contacto con los jóvenes. Su figura
es trascedente en relación con Vecchioli porque supo intuir
sabiamente las dotes de ese alumno de excepción a quien le
vaticinó: «Tu sarai scrittore, non dottore».
Datos que recuperamos del mismo poeta en una carta que
envía a la entusiasta italianista rosarina Idria Meacci Vannacci,
narrándole algunas intimidades de su estadía italiana y de su
amorosa relación con esta lengua:

me halaga que le gustara mi sencillo poema en italiano y que con-


siderara correcto mi manejo del idioma. Cosa esta última de lo
que no estaba muy seguro después de estar tanto tiempo sin prac-
ticarlo. Su «veredicto» (de cuya sinceridad no puedo dudar) me

20 Vista la importancia del personaje y la destacada preparación cultural demos-


trada en el curso de su vida. (La traducción nos pertenece) (Carta de A. Pirani a O.
Vecchioli, 25 de febrero de 2002).

41
hizo recordar mis ya lejanos días de colegio en Italia, cuando el
profesor, un fraile bondadoso y barbudo, solía repetir a la cla-
se: «Non avete vergogna? Vecchioli è l’unico straniero, ma scri-
ve e parla l’italiano meglio di tutti voi». Debo reconocer, mo-
destia aparte, que eso era cierto y que inmerecidamente me ganó
fama de ser superior, cuando en realidad se debía a que yo ha-
bía aprendido el idioma en los libros y los otros en la calle, con
los infaltables errores dialectales. Ese prestigio de «inteligente» y
de «imaginativo» se agrandó más tarde en los casos que teníamos
«composición». Ésta consistía en lo siguiente: el profesor escribía
algo en la pizarra, por ejemplo: «Chi va piano va sano e lontano»
y nosotros teníamos que desarrollar el tema. Disponíamos para
ello un plazo de tres horas y yo no empleaba más de 20 o 30 mi-
nutos para entregar el trabajo, mientras algunos al cabo del plazo
fijado, todavía no habían escrito dos líneas. En la primera oca-
sión el profesor se asombró: «Già?» y su gesto de duda fue muy
expresivo. Después fueron los elogios: no sólo yo era el más rápi-
do, sino el que mejor realizaba los trabajos. Y como sabía que mi
intención era la de seguir la carrera de medicina un día me vatici-
nó: «Lei sarà scrittore, non dottore». No se equivocó por mucho,
ya que fui un poco lo primero y nada de lo segundo en virtud
de que tuve que interrumpir los estudios y regresar por el falleci-
miento de mi padre. Entonces tuve que reprender el castellano,
prácticamente olvidado después de ocho años de ausencia. De ahí
que abandoné definitivamente el idioma peninsular para dedicar-
me a este otro, pues los distintos medios expresivos entre ambos
me confundían hasta el punto que al principio mi lenguaje era
cualquier cosa, menos italiano puro o castellano puro …le agra-
dezco la tarjeta y el ramito de olivo que conservaré como un «pe-
dacito» de Italia, de esa Italia a la que tanto quiero y admiro por
lo mucho que significó siempre en la historia de la humanidad.
(Carta a Meacci, 25 de abril de 1977)

Es que si a pesar de ser el único «indiano» o «americano»


hablaba mejor el italiano, no era porque lo había aprendido
de los libros mientras los demás lo aprendían en la calle. Sino

42
también porque para sus condiscípulos el italiano era una
lengua extranjera, ya que lo que se hablaba en sus casas era el
dialecto.21
La estadía en la península, afirman sus biógrafos, le permi-
tió frecuentar localidades de importancia como Ancona, Fal-
conara, Sirolo, Bumana, Recanati, Loreto, Macerata, Castel-
fidarno, Camerino y otras más, y le permitieron fijar las bases
para la adquisición de la enorme cultura clásica y una especial
predisposición por la literatura y la música.

Pienso que esta manera de ser obedece de alguna manera al hecho


de haber leído a Ovidio, Virgilio, Tibulo, Horacio etc. Por quie-
nes debo haber quedado influenciado desde muy joven. Lo cierto
es que aquí, en contacto con la gente simple y la naturaleza, me
siento muy cómodo y muy feliz a mi manera (carta al padre je-
suita Alejandro Gómez y Gómez, Quito, Ecuador. 27 de mayo
de 1976).

Entre los importantes documentos en custodia, se con-


servan los cuadernos con las novelas de aventura, inéditas,
manuscritas en italiano, escritas entre los 13 y 14 años, así como
las ilustraciones de tapa y de interior con que complementaba
los relatos: Il terrore del deserto, La iena del Sahara, Le tigri della
Sonda entre otros. Los títulos, el contenido y los diseños otor-
gan a esta escritura una innegable filiación salgariana.22 (Ver
foto 14)

21 A pesar de la fuerte imposición del italiano como lengua nacional por el gobierno
fascista de Mussolini, el efecto dominó de unificación lingüística sólo se producirá
años más tarde en la población italiana gracias a los medios de comunicación, la
radio, y fundamentalmente la TV, a partir de los ’50 y con el stándard que aportó el
así llamado boom o miracolo económico.
22 Emilio Salgari nació en Verona en 1862 y frecuentó el Instituto Técnico Náutico
de Venecia. Publicó una extensa lista de novelas de aventuras ambientadas en pai-
sajes exóticos, como el ciclo de Sandokan de la Malasia o el de los Corsarios. Mu-
rió pobrísimo en Torino en 1911. Quino rindió tributo a estas lecturas, masivamente
consumidas por la juventud argentina de la primera mitad del siglo XX, en la figura

43
En una carta que el poeta envía a un antiguo condiscípulo,
el Doctor Alberto Fedele, a quien dedica el soneto en italiano
«Fratello» con que inaugura su libro De otros días, reconoce
que el destino (la muerte de su padre el 25 de noviembre de
1920) los había obligado a regresar y a no encarar jamás los
estudios de medicina.
Los hermanos zarpan de Génova hacia la Argentina el 30 de
abril de 1921 en el vapor Formosa y Mario se radica en Rafaela,
según datos de su Libreta de Enrolamiento, un 8 de noviem-
bre de 1921. Por sus biógrafos sabemos que desempeña diver-
sos cargos públicos: empleado de Defensa Agrícola, personal
administrativo de la Jefatura de Policía. Y en la Municipali-
dad de Rafaela actuó sucesivamente como Secretario Gene-
ral, Secretario de Gobierno y Hacienda y Director de Cultura
y Acción Social. Ejerció además una permanente labor perio-
dística en varios medios locales desde 1931 cuando obtiene el
carnet habilitante como redactor de La Opinión. Fue también
comentarista de El Norte. Creador de numerosas letras de mar-
chas, la más famosa es la de la ciudad de Rafaela con música
de Remo Pignoni.23 Obtuvo el primer premio de un certa-
men provincial organizado por el Club de Leones de Rafaela
en 1965 como autor de la letra, la música mereció también el
primer premio pero en un concurso realizado en el año pos-
terior. La Municipalidad declaró a dicha obra Canción Ofi-
cial de la ciudad por decreto 2841 del 25 de octubre de 1966 y
se cantó por primera vez en el Cine Teatro Belgrano el 26 de
octubre, en ocasión de celebrarse la «Semana de Rafaela». La
misma, según estatuto debe ser cantada en todas las ceremo-

del padre de Mafalda y su entusiasmo por Sandokan ante la mirada azorada de los
niños, quienes en la década del 60 desconocían ya esta popular producción pro-
veniente de Italia.
23 Remo Pignoni, pianista y compositor rafaelino, compuso canciones folklóricas,
infantiles y estudios. Grabó en 1981 el álbum discográfico De lo que tengo con 28
composiciones. Realizó numerosos recitales y conciertos en su ciudad natal, en
Buenos Aires, Santa Fe, Córdoba y otras ciudades del interior.

44
nias oficiales. Con Pignoni como autor de la música, com-
puso también la letra de la «Canción de la Escuela Normal»
y la «Albiceleste», marcha Deportiva del Club Atlético de
Rafaela, donde se desempeñó como integrante de su comi-
sión. Es autor también de la letra de las marchas oficiales de
la Escuela «Ángela de la Casa de Lehmann» y de la «Ciudad
de Sunchales», estas dos últimas con música de Sebastián Rai-
none. Actuó además en la Asociación Rafaelina de Básquetbol
y en la Liga Rafaelina de Fútbol. En 1926 fue integrante de la
primera comisión de las «500 Millas Argentinas».
Su filiación itálica no será jamás olvidada ni negada. De este
modo se justifican las cinco décadas de apoyo físico e inte-
lectual, asumiendo cargos gerenciales en la Sociedad Italiana
«Vittorio Emanuele ii» entre 1932 hasta el año de su muerte.
Y su afán por instituir una revista institucional. En ella dejó
expresa como editorialista su hermandad con los millares que
desde la península vinieron a colonizar: «La gente de nues-
tra estirpe, los laboriosos hijos de la gran Madre latina, Italia,
son sin duda alguna los que más han contribuido al engran-
decimiento de esta tierra generosa y hospitalaria. Ellos le han
dado el aporte fervoroso de su voluntad tenaz y de su brazo
fuerte» (1939, Nº 5: 6).
E inscribiendo de este modo su credo ítalo–argentino:
«Ensayaremos prestigiar más y más a la raza itálica, desta-
cando el hondo y a veces casi milagroso aporte con que ella
se ha identificado siempre al progreso de la Argentina» (1939,
Nº 1: 3).

Filiación Literaria italiana


Analizando la presencia de la literatura italiana en nuestros
escritores y particularmente de Leopardi en los intelectuales
argentinos, la profesora Gloria Galli afirma que «su influen-
cia entre los jóvenes argentinos será pálida y tardía. Nos refe-
rimos a los jóvenes de fines de siglo y primeros años del siglo
xx, que en una actitud pesimista compartieron la visión del

45
mundo explícita en la obra de Leopardi. Desde entonces sus
páginas serán rescatadas por valiosos críticos, no por los can-
tos patrióticos sino por su desolada poesía». (Galli, 1998)
Durante la primera mitad del siglo xx fue manifiesto el fer-
vor hacia sus cantos y en especial a su poema más famoso: El
infinito, En nuestra zona, no encontramos menciones explí-
citas de su presencia en los poetas de la primera generación,
aquellos que superando el doloroso silencio de los primeros
colonizadores, empezaron a amasar con sus voces la epopeya
de la gesta gringa que sus padres y abuelos habían realizado en
el trabajo cotidiano de la siembra.
Sin embargo, el magma nutricio de la italianidad, la lúcida
autoconciencia de sí y de su escritura que Leopardi inau-
gura por oposición a la inocencia del concepto de inspiración
romántica, está presente en nuestros autores, en especial en
José Pedroni. Si bien en Pedroni se manifiesta un marcado
optimismo por la vida, la naturaleza protectora y la conquista
de la tierra, una lectura más profunda de su obra da cuenta
de una subliminal tristeza que surge de un fraternal recono-
cimiento del dolor existencial. Y la fe en la potencialidad sal-
vadora de la comunidad universal se corresponde con el con-
cepto de titanismo que el recanatese metaforiza en su último
poema: La ginestra. Mario Vecchioli es quizás de esa genera-
ción el más explícitamente ligado a la matriz leopardiana, si
no en su estilo, sí en su «marchigiana» manera de aprehender
lo real. En Osimo, Vecchioli recibió como dijimos antes, una
fuerte formación clásica–humanista y un alto nivel intelectual
digno de la más rancia tradición italiana y local. Su estadía
en la península le permitió frecuentar varias veces Recanati y
conocer la casa y la biblioteca del gran poeta.
Consideramos que una muestra de esta admiración es
la decisión de agrupar su poesía usando el mismo apelativo
genérico del recanatese: Canto. Porque, como lo pensara su
predecesor, la palabra debe servir para transformar en alqui-
mia poética la experiencia del presente y la síntesis entre lo

46
antiguo y lo moderno.24 En Vecchioli en particular, servirá
para referirse a la experiencia amorosa y, con otros matices
menos agónicos, la luna que «insolando» de blanco la ilusión
perdida, es una compañera permanente en su poesía.

Se han callado en la hierba los grillos.


Todo, todo está blanco de luna,
todo brilla con brillo de vidrio.

En la noche de cal y algodón,


luna, luna y más luna, más luna.

…Y en tu clara ilusión y la mía,


¡«insoladas» de luna!
(«Insolación» en Tiempo de amor, 1948).

Magma nutricio que el crítico Andriolo del Castello


le reconoce en el artículo ya citado, donde además pre-
anuncia:

Ma, questo poeta è preso ora da un richiamo che viene da lontano:


per ascoltarlo è tutto intento a dare alla sua poesia un più ampio
respiro epico col quale cantare la conquista della terra americana
da parte del colono–pioniere. Il cuore di Vecchioli pieno ancora
dei canti uditi da fanciullo nella dolce terra di Marca, vuol essere
il cantore della terra. Cuor di rurale sarà Mario Vecchioli: il

24 El 15 de diciembre 1826, Leopardi justificaba en Zibaldone 4234 el sentido de la


elección del término genérico de «Canto» para su colección poética, de esta ma-
nera: «proprio d’ogni uomo e pura poesia in tutta la sua estensione, proprio d’ogni
uomo anche incolto, che cerca di ricrearsi o di consolarsi col canto e colle parole mi-
surate in qualunque modo, e coll armonia; espresione libera e schietta di qualunque
affetto vivo e ben sentito dell’uomo». (Es propio de cada hombre y de pura poesía
en toda su extensión, propio de cada hombre aún inculto, que busca recrearse o
consolarse con el canto y con las palabras medidas de algún modo, y con la armo-
nía. Expresión libre y franca en un sentimiento vivo y muy sentido del hombre). (La
trad. nos pertenece)

47
cantore degli eroici rurali – magari quelli discesi, come suo padre,
dai colli piceni dalla storia millenaria – marcianti nella nuova
Odissea latinoamericana che comincia pure sul mare e prende
l’abbrivio dal viaggio misterioso di Colombo, con le moglie ed
i figli, il badile, l’aratro e le sementi, per violare la vergine terra
del continente sconosciuto e poter celebrare come nella terra
natia le antiche sagre trionfali della vita che si trasmette e dilaga,
a divenire civiltà e progresso, le sagre eterne delle erbe e dei fiori
delle messe e della frutta, dei pampini e dei grappoli, perfino dove
non era che il silenzio della solitudine e la desolazione del deserto?
Preso da un così sogno di poesía…Vorremmo incitarlo, da queste
colonne italianissime, a dar forma d’arte alla sua inquetudine, al
suo grande sogno, a pacificare la sua anima di poeta cantando
senza indugio tutti i versi racchiusi nel suo cuore: l’epopea
dell’emigrante, nella vergine terra d’America, attende ancora
suo poeta. È forse lui l’atteso? Indiscrezione commesse su di un
prezioso manoscritto ci permettono di affermarlo e presentirlo. E
benchè alla poesía di Mario Vecchioli non siano risparmiati premi
e onori in tanti concorsi nazionali e la sua fama, varcate ormai
le frontiere argentine, abbia raggiunto tanti paesi dell’America
Latina —il Messico, l’Ecuador— pur tuttavia noi, gente d’Italia,
che ritroviamo nei suoi canti luce e forza d´ispirazione che ha
radici nella poesía della nostra terra.25

25 Pero, este poeta, es ahora poseedor de un llamado que viene de lejos: para es-
cucharlo es intención suya a dar a la poesía un canto épico más amplio con el cual
tratar la conquista de la tierra americana por medio del colono–pionero. El corazón
de Vecchioli, todavía lleno de los cantos escuchados cuando pequeño en su dulce
tierra de la Marca, quiere ser el cantor de la tierra. Corazón de rural será Mario Vec-
chioli, el cantor de los heroicos rurales —quizás aquellos descendientes, como su
padre, de las colinas picenas de la historia milenaria— peregrinos en la nueva Odi-
sea latino–americana che comienza también sobre el mar y toma el empuje del via-
je misterioso de Colón con las esposas y los hijos, la azada, el arado y las semillas,
para romper la tierra virgen del continente desconocido y poder celebrar como en
la tierra natal, las antiguas fiestas triunfales de la vid que se transmiten y prosperan,
para convertirse en civilización y progreso, las fiestas eternas de las hierbas y de las
flores, de las cosechas y de las frutas, de las vainas y de los racimos, hasta donde

48
Otro hecho que lo liga a Italia es la composición juvenil de
las novelas «a lo Salgari». Y que muchos años después se per-
mitiera recuperar el italiano de la juventud para componer en
esta lengua el soneto homenaje al antiguo «fratello» Alberto
Fedeli, que incluímos en esta antología. Los poemas «La tierra
iluminada», «Regreso» y «Canto a la Dama de las Rosas» fue-
ron traducidos por Alfonso Depascale. Y también el poema nº
13 de La Dama de las Rosas, al que el traductor titula «Passeri»
y publica en Corriere degli italiani.26 Por otra parte Giuseppe
Mascotti traduce íntegramente la Obra Poética de Vecchioli.
Trabajo incesante que realizó entre 1986 y 2006, que enviara
en sucesivas entregas al hijo del poeta y que todavía perma-
nece inédito.27
Concluimos este apartado con las palabras de Godofredo
Lazcano Colodrero que cierran el prólogo de Obra Poética,
porque según Omar Vecchioli, reflejan en consonancia con
nuestra mirada, el origen de la pasión poética de nuestro

no había sino silencio y desolación desértica? Lleno de un alto sueño de poesía…


Quisiéramos más bien incitarlo, desde estas columnas italianísimas, a dar forma
de arte a su inquietud, a su gran sueño, a pacificar su alma de poeta cantando sin
demora todos los versos encerrados en su corazón: la epopeya del emigrante, en
la virgen tierra de América, espera todavía su poeta. ¿Es acaso él el esperado? In-
discreciones cometidas sobre un precioso manuscrito, nos permiten de afirmarlo y
presentirlo. Y si bien a la poesía de Mario Vecchioli no le han faltado premios, hono-
res en tantos concursos nacionales y su fama, atravesado hoy las fronteras argen-
tinas, haya alcanzado tantos países de América Latina —Méjico, Ecuador— tam-
bién, sin embargo nosotros, gente de Italia, que encontramos en sus versos luz y
fuerza de inspiración que tiene raíces en la poesía de nuestra tierra. (mimeo).
(Traducción de M. Vecchioli. Se transcribe sin corregir).
26 No se consignan datos más precisos pues como en otros casos, el poeta
Vecchioli conservaba los artículos recortados sin consignar las referencias de fechas
y páginas. Lo que nos impide aportar más información que la de haber podido
consultar la fuente en su original, pero con las omisiones señaladas.
27 Omar Vecchioli, depositario de estas traducciones y al no haber herederos del
traductor, nos ha otorgado el permiso para editarlas y publicarlas en la sección ita-
liana del Portal Virtual de la Memoria Gringa a fin de ponerlas en circulación y res-
ponder al esfuerzo de Mascotti y del poeta, tal como merecen.

49
poeta, debido a su temprana frecuentación de los clásicos y
de haber aprendido de los griegos la eterna finalidad del arte.

dueño no sólo de una inspiración que viene de alma adentro, sino


de los clásicos recursos del arte, que en vano intentan destruir los
guerrilleros de la poesía contemporánea… es Ud. un poeta hon-
do, que piensa alto y habla claro. Como pedían los antiguos. Por
eso es antigua su poesía. Y, por antigua, eterna (Lazcano Colodre-
ro en Obra Poética, 1997:xxii).

Voces poéticas de la Pampa Gringa


La empresa vivida por la enorme cantidad de inmigrantes
llegados a estas tierras se fue corporizando en un entramado
espiritual de voces que dieron palabra y reconstruyeron poé-
ticamente las imágenes en el diálogo de culturas. En el fenó-
meno inmigratorio de las «colonias santafesinas» la más fuerte
por número y presencia es indudablemente la itálica.
Pero en los textos poéticos que tratan de la colonización
no encontramos la palabra directa de sus verdaderos actores,
mayoritariamente iletrados, dedicados al trabajo manual y
con marcado mutismo por el mundo que habían dejado atrás.
Aunque portaron consigo valores ancestrales que transmitie-
ron a sus hijos y que, fructificados en otra savia, armaron la
matriz cultural e ideológica de la nueva sociedad.
Es la generación de los hijos, argentinizados en la nueva
lengua, la que construye el canto épico de la gesta que sus
padres amasaron en el trabajo cotidiano de la siembra y en la
agónica conquista de la tierra. La interminable llanura sud-
americana incitó a los poetas locales a cantar la pampa cul-
tivada, la tierra conquistada y conquistadora con sus verdes
y sus soles. La penosa historia de los trabajos y los días y el
indómito paisaje que millares de manos fueron poco a poco
domando.
Si bien Pedroni es su estandarte, por potencia expresiva y
porque Leopoldo Lugones lo llamara «hermano luminoso»,

50
asegurándole un reconocido lugar en el canon poético argen-
tino, Vecchioli integra con Pedroni y Carlino una tríada auro-
ral, al modo de la magna tríada del Trecento italiano (Dante,
Petrarca, Boccaccio) y en la sintonía de un entramado poético
y espiritual confraterno por tonos y temáticas que reconoce-
mos como Gesta Gringa. Y, lo que es más importante, un diá-
logo fructífero de conscientes y compartidas miradas estéticas.
En la palabra de José Pedroni (Gálvez, 1899–Mar del Plata,
1965); de Mario Vecchioli (Sunchales, 1903–Rafaela, 1978) y de
Carlos Carlino (Oliveros, 1910–Buenos Aires, 1982) se inau-
gura el mito y se inscribe la memoria del sudor y la lágrima.
Carlos Carlino en Poemas de la tierra (1938) y Poemas con
labradores (1940) recupera la voz mediterránea del padre y
abuelo y de tantos labradores que con «ternura de novio»
aprendieron a amar y a conquistar el nuevo suelo. Como
afirmó su amigo Pedroni, el lino que llevaba en su apellido
es clave y coloración de su particular palabra poética, dignifi-
cada en la bucólica relación con la tierra y en la dolorosa con-
ciencia de los sacrificios y costos que fue necesario pagar para
«enamorarla».
Pedroni, con su libro Monsieur Jaquín (1956) y poemas
como «La invasión gringa», «Génesis», «Puerta», «Historia de
una escritura», «Nostalgia», «Monumento a la agricultura»,
rinde tributo cantando la gesta colonizadora en sus esencias
arquetípicas. Con tonos más personales construye también
la memoria verbal del padre itálico rescatando metonímica-
mente sus herramientas de albañil como símbolos constructo-
res de la sociedad naciente.
Eugenio Castelli considera Silvas labriegas de Mario Vecchioli
como la más profunda y rica síntesis conceptual sobre la signi-
ficación de los inmigrantes. Rescata la opinión de Balbi: «Evo-
cador espirituoso de una epopeya ingenuamente campesina,
posee en sí la génesis y la apoteosis» (Castelli, 1998:12) y explica
que su poesía «un gesto cotidiano, el ademán de quien siembra
las semillas, se convierte en gesto ritual, místico, creador. Es
asimismo profunda la interpretación del fenómeno humano

51
y social que es la inmigración en sus dimensiones de paso y
futuro, a través del lenguaje poético» (Castelli en Vecchioli,
1997:xiii). También destaca en su poesía la presencia de un
mensaje fraternal y la visión optimista que viene del campo.
Si bien el lado positivo del proceso social de la inmigración y
la colonización agraria no pudo contrarrestar los rasgos dra-
máticos del desarraigo y degradación de los sectores origina-
rios: el indio y el criollo.
En el capítulo que destina a los poetas de la Pampa Gringa
en su libro sobre la literatura santafesina, Castelli incluye a
José Cibils, José Pedroni, Carlos Carlino y Vecchioli y ana-
liza la revolución que éste provoca. Señalando que le basta al
poeta la elección de un adjetivo audaz como «carne amarga»
contrapuesto a la «tierra iluminada» y a la exactitud metafó-
rica del «inventar un mundo» para alcanzar su mejor expre-
sión y reflejar las mayores contradicciones, un antes y un des-
pués de la epopeya y para poner en evidencia el contraste
entre un pasado de dolor y un futuro de creación abierto ante
ellos en la tierra iluminada (Castelli, 1998:14).
Grito épico y constatación dolorosa que hermanan su poe-
sía a la imagen de los inmigrantes del cuadro homónimo de
Antonio Berni. Figura del desarraigo y del futuro en perspec-
tiva histórica, que resplandece en el grito épico del poema:
«Los inmigrantes»

Eso que el barco tira sobre el muelle


con el desdén con que se arroja un bulto,
es el dolor sobrante de una raza
que supo del poder, la gloria, el yugo.
Carne sufrida de los verdes valles,
de la campiña, la montaña, el burgo.
Gringos que vienen, apretando
su lástima en el puño.

Pero esos hombres que hablan un idioma


de música y arrullo,

52
esos desheredados hombres
de ojos tranquilos y de brazos rudos,
son los que traen el mañana,
los que alzarán el porvenir a pulso,
ennobleciendo el pan de cada día
desde la oscura dimensión del surco…

Y sin temblar se llevan su coraje


a conversar con el mundo.

Marta Zobboli y Mirtha Coutaz señalan muy atinada-


mente que un hecho doloroso (la muerte del hermano Nolfo)
es la razón de una transformación en la visión particular de
Vecchioli hacia la tierra y el hombre (1987:19).
Y es que la muerte del hermano–amigo lo enfrenta a la tra-
gedia del tiempo irrecuperable que sólo se puede desandar a
través de la palabra. La voz del hermano muerto se condensa
en las campanas y se instalan los recuerdos de «una rural y
azul adolescencia» que provocan (como el sabor de las mag-
dalenas en Proust) la necesidad de ir al encuentro de otra vía
poética, menos jubilosa y más elegíaca. Recuperadora y resta-
ñadora de una historia común «en la zona». Zona configurada
en el cronotopo del inmigrante escindido entre dos tierras y
dos tiempos, y en la de los hijos inventándose en chacras de
verdes mañanas y sonoros atardeceres.

Y es tu sangre ¡tu sangre!


la que me tañe sus campanas.

¡Oh! Aquél urgirme la canción distinta,


con labradores y fumantes chacras.
Con tierra ruda y con vehementes soles…
Ahora que te has ido y te subsistes
en el alivio angélico del alma
yo te la traigo. Con sus gringos sólidos
atropellando el alba.

53
(«Hermano mío, dulcemente hermano…»
en Silvas labriegas, 1952)

La voluntad de memorista y constructor de una voz que


diga y sancione el canto épico de la gringuidad fue reconocida
por el poeta en numerosas ocasiones. Rescatamos a modo de
ejemplo estas palabras vertidas en una carta:

Toda esa vastedad de tierra, esa inmensidad de cielo, esa ampli-


tud de horizonte están llenos de sugerencias, posibles de captar y
traducir. (…) porque más allá de lo que muestra la superficie hay
toda una larga historia de tierra bárbara, de gringos valerosos, de
soledades infinitas y sacrificios increíbles, de angustias y esperan-
zas, de amor y de sangre. (…) Y yo estoy en eso, en la interpre-
tación de la vida de ese pequeño e inmenso mundo del campo
(Vecchioli, 1974: s/n).

En la ceremonia de presentación de la Obra Poética durante


los fastos del centenario, Lermo Rafael Balbi pronuncia,
como ya señaláramos, una conferencia de sentidas alabanzas
y fuertes marcas autobiográficas. Relata las etapas de su «lec-
tura» vecchioliana, desde una deslumbrada juventud y de la
amistad que va gestándose con el maestro. Pero remarca sobre
todo el momento en que aparece el texto con el que Vecchioli
da carta fundacional a la poesía gringa:

Por fin, en ese año 1952, aparecen las Silvas labriegas. Constituyen
éstas el libro al que más veces he vuelto por mi vocación de cele-
brar a los inmigrantes, a mis campesinos sin lustre pero heroicos,
a mi niñez de verdores balsámicos en la laguna esmeraldina de los
alfalfares o entre las sedas crepitantes del país que copiaba la luz
en su panojas.
Este libro queda para siempre en mí, desde la primera lectura.
Hasta su tapa, finamente dibujada por Artemio Arán me gana el
ánimo con las figuras expresivas de los inmigrantes pobres, va-
lerosos, fuertes, yendo al futuro y dándonos sus espaldas anchas

54
que tenían como destino soportar la nueva vida y empujarlas has-
ta hacerla pródiga. A lo largo de sus páginas y a través de sus es-
trofas, y de sus palabras, he ido tras los años desentrañando el
secreto de la belleza, la maestría de las rimas, la gracia de las si-
labas que otorgan música a esta forma por la que optó el poeta.
Una vez me contó el porqué de silvas y cómo, decidida su adop-
ción, debió corregir los poemas que tenía hechos para que en
muy poco tiempo cada uno contara con los versos y las medidas
que corresponden a esta forma. Mario Vecchioli me refirió esto y
parecía haberse divertido mucho con la adaptación que tuvo que
hacer para organizar y unificar el libro. Y de ese divertimento, sa-
lió quizá el libro más hermoso de nuestro poeta (Balbi, 27 de no-
viembre de 1981:8–9).

Fortunato Nari lo había celebrado inmediatamente después


de conocer este libro en una larga y espléndida misiva crítica:

¡Qué bueno que se haya encarado Ud. con nuestros «gringos» y


cantara Ud. a nuestros pueblos, aldeas gringas sembradas en es-
tos campos, como nidos grandes asentados en las ramas fuertes de
nuestros caminos, que rasga el verde de la llanura con su gris, en
el que hay mucho de lo triste de las despedidas y mucho también
de la alegría del campesino canto mañanero! (carta del 18 de ene-
ro de 1953).

Cerramos este apartado con un comentario que el mismo


poeta escribiera sobre su libro El sueño casi imposible.

Este libro es, en síntesis, la narración de lo que hicieron aquí los pio-
neros italianos (piamonteses en su inmensa mayoría) que allá por el
penúltimo decenio del sigo pasado vinieron a poblar estas tierras.
Guillermo Lehmann, un suizo visionario, fundó distintas pobla-
ciones, entre ellas Rafaela, alentando el sueño de que cada una se
convirtiera en una ciudad populosa. Todas estas poblaciones cre-
cieron, pero la que cobró rápido impulso, superando a todas las
demás, fue precisamente Rafaela, que en la actualidad supera los

55
60 000 habitantes y es la tercera de la Provincia de Santa Fe en
importancia, después de Rosario y Santa Fe.
«El sueño casi imposible» de Guillermo Lehmann, sin embargo,
no hubiera podido concretarse de no haber sido por la importan-
te corriente inmigratoria venida de todas partes de Italia y, funda-
mentalmente, del Piamonte.
Ellos fueron, los piamonteses, la fuerza tremenda que dio impul-
so a la epopeya del surco, convirtiendo estas tierras desérticas y
salvajes en tierras de abundancia, de progreso, de civilización.
Pero para lograrlo, pasaron por las más grandes penurias. Tuvie-
ron que desmalezar, que defenderse de la alimaña, de las incle-
mencias del tiempo, de los llamados «gauchos matreros» o «gau-
chos alzados», elementos fuera de la ley que asaltaban, robaban y
asesinaban.
En un ambiente de tanta hostilidad, rodeados por la soledad,
abandonados a su propia suerte, sin posibilidad de ayuda algu-
na, tuvieron que levantar su propia modesta casita o rancho, ca-
var el pozo para tener agua, buscarse los alimentos, eliminar toda
vegetación primitiva, arar la tierra caminando detrás de la reja,
soportar días interminables trabajando de sol a sol, sin darse un
descanso y aguantándose las fiebres que les minaban la salud y la
nostalgia que les deprimía el ánimo.
Todo estaba contra ellos, sin embargo no se dejaron abatir, por-
que pertenecían a una raza excepcional, como quizás no exista
otra en el mundo. Su coraje, su voluntad indomable, su enorme
tenacidad y su fe en sí mismos les hicieron salir triunfantes, des-
pués de haberlo soportado todo.
Ahora, mirando desde esta época en que las familias se rodean del
máximo confort, y el trabajo se rige por horarios, con descansos
sabatinos y dominicales, con feriados y vacaciones pagas, con se-
guros y servicios asistenciales, etc. y la vida proporciona distintas
comodidades y recreaciones, resulta casi imposible creer que algu-
na vez existieron mujeres y niños de tanto temple, de tanto saber
afrontar, resistir y vencer tantas adversidades. Sin embargo, forzo-
so es reconocer que existieron y que fueron ellos, los que no te-
niendo nada, crearon todo este mundo de prosperidad que es or-

56
gullo del país. Aquellos valerosos pioneros hicieron la realidad del
sueño casi imposible, a ellos va dedicado el libro que pienso, las
autoridades italianas o alguna empresa patrióticamente inspirada
debería hacer traducir al italiano, para que toda la nación
peninsular conozca y admire, con legítimo orgullo, lo realizado
por esos compatriotas en estas latitudes. Dejo expuesta la idea,
que confío sea concretada.28

Un ejemplo de «fratellanza» crítico–poética:


Vecchioli y Gori
En otra sede (Crolla, 2014) analizamos un modus operandi
que desarrollaron los escritores de la Pampa Gringa quie-
nes no sólo se destacaron por la maestría y profundidad que
individualmente imprimieron a su canto, sino también por
una originalidad fundacional reflejada en lo que denomina-
mos «fratellanza». Confraternidad instaurada en la necesidad
(como ya lo enunciara Carlino, 1976) de crear un universo
verbal comunitario que diera carnadura a la entidad «gringa».
Desafío que inscribieron a través de un incesante diálogo poé-
tico y epistolar.29
Para esta circunstancia nos interesa indagar en la que inter-
cambiaron Vecchioli y Gastón Gori. Cartas que felizmente
se conservan en los archivos de estos escritores30 y de las que
podemos recabar datos sustanciales sobre el modo en que
configuraron una comunidad poética y en este corpus en par-

28 Texto inédito entregado para este estudio por Omar Vecchioli.


29 Con respecto al diálogo poético entre Pedroni, Vecchioli, Nari, Balbi, Massoni,
Isaías, Gori, remitimos a nuestro trabajo incluido en Altrocché, Italia y Santa Fe en
diálogo, citado en la bibliografía. Para esta circunstancia indagaremos primordial-
mente, por poder contar con ambos corpus documentales, en la cofradía intelec-
tual gestada y reflejada en el incesante tráfico epistolar entre Vecchioli y Gori.
30 En el caso de Vecchioli, como ya dicho, en la biblioteca bajo custodia de su hijo.
En el caso de Gastón Gori, en el archivo documentario donado por el mismo autor
al Archivo General de la Provincia de Santa Fe y en la biblioteca personal bajo cus-
todia de la Dra. Mónica Marangoni, su hija.

57
ticular, detectar el indudable magisterio que Vecchioli ejerció
sobre los más jóvenes.
En el texto de la carta primera conservada por Gori (que
podemos presuponer el manifiesto inaugural de una amistad
que durará hasta la muerte del rafaelino), se hace visible un
lector gozoso y al mismo tiempo analítico, atento e inflexible
con referencia a su concepción de la poesía. Poseedor de una
mirada respetuosa que no evita la crítica justa y la sugerencia
dinamizadora.

He leído su Se rinden los nardos con verdadero placer. Hay en el


conjunto muchas cosas buenas que agradan al oído y al corazón.
Los primeros cantos no me conformaron plenamente. Me pare-
ce que hay en ellos algunos titubeos. Tal vez se deba esa impre-
sión a un exceso de síntesis. Verdad que la poesía es eso: síntesis.
Pero no hay que abusar de ella, porque puede quitarle brillo a las
imágenes y claridad al pensamiento, trocando a los versos en ás-
peros y obscuros. Felizmente no cae ud. en eso, pero debe cuidar-
se, porque creo haber observado una marcada tendencia a un la-
conismo que puede ser tan perjudicial como la ampulosidad. No
sé si Se rinden los cardos es su primer libro. Pero es evidente que
a través de sus poemas pasea una personalidad poética claramen-
te definida.
Domina ud. la técnica del verso y sabe dar a sus trabajos un mar-
cado colorido. Esto es ya un mérito grande. Emplea, asimismo,
términos y giros con tanta pureza que se hace difícil interpretarlo;
otra gran virtud que no siempre encontramos en ciertos autores,
muy dados al uso de una fraseología difícil de entender…

Y luego de haber ofrecido esta precisa muestra de su mani-


fiesto poético y haberle informado al amigo las virtudes y
falencias observadas, pasa a enumerar los poemas que res-
cata particularmente. Enumeración que nos demuestra que le
interesan particularmente aquellos que se hermanan con su
universo lírico:

58
«Paseo» es de gran dulzura, pero aún me gusta más «La vida en
flor», no sé si porque me devuelve recuerdos de la infancia, o por
su aire elegante de suave nostalgia. «El paraíso» es todo un acier-
to, acierto que se repite en «Alba de primavera» y «El amigo pája-
ro» que cierran brillantemente sus poemas. En resumen: la emo-
ción honda y sana de Se rinden los nardos se me ocurre que es
como el canto sutilmente melancólico de una lluvia serena, que
despierta en nuestro íntimo voces dormidas, paisajes olvidados y
un dulce deseo de echarnos a soñar.
Celebro la aparición de su libro y le auguro los mejores juicios
periodísticos y de autores. Espero, asimismo, que no será el único
regalo que nos haga a quienes gustamos de esas cosas y que pos-
teriores trabajos vendrán a decirnos de su fina espiritualidad y de
su superación constante (carta a Gori del 27 de febrero de 1947).

El epistolario conservado por Gori se extiende por 30 años.


Desde la fecha antes mencionada hasta el 22 de diciembre de
1977. Las fórmulas de Vecchioli para enunciar el destinatario
y las fechas dan cuenta del sentimiento afectuoso que va cre-
ciendo entre ellos y el modo «gozoso» y poético con que el
emitente solía formalizar sus epístolas. Fórmulas que van desde
un formal «Rafaela, febrero 27 de 1947, Sr. Gastón Gori… Mi
estimado poeta y amigo» a «Rafaela, marzo 24 de 1948. Mi
buen amigo»; «agosto 21 de 1948. Estimado amigo Gori»; «abril
de 1952 años en Rafaela – Martes y 29. Querido Gastón»;31/32
«Otoño de 1953 años – Abril y 15 en Rafaela. Querido Gas-
tón»; «Otoño de 1953 años – Mayo y 12 en Rafaela. Querido
Gastón»;33 «Otoño de 1953 años – 15 en Rafaela y Junio. Que-
rido Gastón»; «Septiembre 1 en Rafaela de 1968 años. Querido

31 Apelativo que más se repite.


32 Carta en que el rafaelino sugiere «Dejemos el «Ud.» y adoptemos el «tú».
33 En respuesta a la reticencia del santafesino de adoptar el tú sanciona: «Desde
hace días tengo aquí su nueva carta. Lamento, ante todo, que no correspondiera
a mi invitación de eliminar el distanciador “Ud.” reemplazándolo con el arrimador
“tú”. Vuelvo entonces al rígido “Ud.”». Controversia que parece haberse soluciona-

59
amigo Gastón»; «Rafaela de 1969 años y diciembre 2. Querido
hermano Gastón»; «febrero 28 de 1973. Caro Gastón»; «Abril
12 en Rafaela de 1973 años. Querido Gastón» y «septiembre 4
de 1976. Viejo y querido amigo».
La disposición de Vecchioli para dialogar, acoger y acon-
sejar a los jóvenes poetas y que como demostramos, ha que-
dado fijada en el imaginario colectivo como una de sus gene-
rosidades más evidente (Colombo, 2013), se hace explícita en
la carta de 1953, donde vaticina el señero futuro creativo a un
joven Fortunato Nari:

Después de Silvas labriegas no he escrito nada. Pero he estado


ocupado en darles una mano a dos elementos nuevos que apun-
tan bien: la señora Minerva Marchiori de Bruno, cuyo primer li-
bro de versos aparecerá dentro de un par de meses, y un joven
maestro, Fortunato E. Nari, actualmente bajo las armas, en quien
tengo cifradas grandes esperanzas; a éste le he vaticinado que será
el que, entre nosotros, alcance más prestigio como poeta y como
autor teatral.
Más que de las mías me ocupo de las cosas ajenas, y gustosamen-
te abandono mis producciones para dedicarme a los que tienen
inquietudes y acuden a mí, en demanda de consejos. Sé lo difícil
que es escribir solo, en un ambiente donde el gusto artístico no
está todavía bien desarrollado. Y comprendo la importancia que
tiene una palabra de aliento para los «nuevos». Por eso me man-
tengo al lado de ellos, solidario y comprensivo, estimulándolos a
que prosigan. ¿No crees que esta tarea, invisible e ignorada, es un
aporte a la cultura local, tanto o más grande que el de mis pro-
pios libros?
Sembrar, sembrar, sembrar, para que el pueblo supere esta etapa
presente y se acerque siempre más a la luz. Ahí está la labor que
debemos cumplir, para hacer que la humanidad deje, algún día,
la selva de su ignorancia y de sus bajos instintos, para vivir en me-

do en la carta que le enviara Gori al mes siguiente donde ya aparece instalado el


«tú arrimador» y que será mantenido hasta el último intercambio epistolar.

60
dio de la claridad del sol, finalmente «humanizada» y por lo tan-
to, serenamente feliz (carta a Gori del 15 de junio de 1953).

Pero si no escatima elogios cuando la obra lo merece, no


es para nada complaciente ni avaro en apreciaciones duras y
bien fundamentadas. Lo que lo demuestra como un crítico
avezado y experto en hacer visibles los sutiles mecanismos de
la creación poética y los errores en que todo poeta (aún consa-
grado y experto) puede caer.

El soneto de …que me habías ponderado, me decepcionó. Decías


que era un «soneto al soneto» y pienso que si esa fue la intención
del poeta lo único que consiguió fue cometer un «soneticidio».
No hay en él una sola metáfora brillante ni una figura reveladora
del talento que le reconozco a…34 Únicamente un juego de pa-
labras, absurdo y caprichoso, por no decir un desvarío. Yo qui-
siera que me explicaran qué significa, por ejemplo, eso de «rosa
sin flor» que, en resumidas cuentas, es una frase que se está ne-
gando a sí misma. Y aquello otro de «espejo de la rosa verdade-
ra». La «rosa sin flor» o sea la rosa que no es rosa o la flor que no
es la flor, ¿cómo puede ser «espejo»? En todo caso espectro, som-
bra, etc. Pero jamás «espejo». Y así podríamos seguir analizando y
enviando a la guillotina todo lo demás. Por otra parte la rima en
«ada» es asonante de la en «ama», y por si fuera poco, está dicho
y sabido que todas las rimas en a–a son las más fáciles, circuns-
tancia ésta que le quita algún valor a cualquier trabajo. Finalmen-
te, y para no seguir, debo señalar que el tercer verso de la segunda
cuarteta carece del acento obligado en la sexta sílaba. ¿Y esto era
lo que te había deslumbrado? Se ve que lo leíste todo muy lige-
ramente sin analizar nada, y que tu impresión sólo es el fruto de
una cierta musicalidad que se te quedó en el oído.

34 Se omite el nombre del poeta criticado a fin de respetar la privacidad correspon-


diente a un comentario que fuera emitido sólo para ser leído en la intimidad de un
intercambio epistolar.

61
Y con una carga de fina ironía, le devuelve el favor enviándole
otro, que a su vez considera mediocre, declarando con sorna:

Para que tengas una idea cabal de lo que es un soneto clásico es


decir, un soneto auténtico, te remito uno de un vulgar poetastro
o mero versificador, que te recomiendo leer y analizar detenida-
mente (carta a Gori del 2 de abril de 1969).

De la lectura de este corpus epistolar podemos constatar


todas las virtudes que acompañaron la genialidad creativa del
escritor que nos ocupa. Y también hacernos una idea cabal
de las condiciones materiales en que transcurrió su vida pro-
ductiva. En algunas misivas informa a su interlocutor de su
austera existencia: «Usted sabe que toda mi fortuna consiste
en que no tengo un centavo y en que no debo nada a nadie»
(carta s/f ). Y que como costeó de su peculio la edición de sus
libros, se vio obligado a elegir los costos más bajos («no por
amarretismo sino por imperio de mi situación económica»
(ídem). O de la alegría por haber podido comprar la máquina
de escribir que descartaba la Sociedad Italiana porque:

Cuando me la entreguen será la primera máquina de escribir de


mi propiedad. ¿Te das cuenta de lo que ello significa? Vieja y fea,
con ella me sentiré inmensamente rico. Tal vez más que ese ami-
go tuyo, estanciero, dueño de 2300 vacunos, 110 yeguarizos, 200
lanares y 4000 hectáreas de tierra…Como bien dices, a él segura-
mente no se le habrá ocurrido nunca escribir un poema, ni tam-
poco debe haber sospechado nunca lo hermoso que es hacerlo.
Más aún, aunque sea tu amigo y una bellísima persona, podemos
creer que más de una vez te habrá mirado con lástima, viéndote
escribir, escribir y escribir cosas que él no entenderá ni valorará
jamás, pero que sabe que no llenarán el bolsillo.
Sic transit gloria mundi, querido amigo. A veces me pregunto si
no seremos nosotros los equivocados y «esos otros» los que tienen
la razón. ¿Pero es que acaso puede compararse con tanta rique-

62
za nuestro gusto de soñar, pensar y sufrir? (carta a Gori del 28 de
marzo de 1969).

«Scrivo. Chi sono? Sono un poeta…»


En una carta que Vecchioli remitiera a su amigo italiano
Alberto Fedeli en 1972 reconoce:

Quando tornai dall’Italia dovetti imparare da capo lo spagnuolo.


E sono sicuro che vi riuscì giacché dopo di pubblicare il mio
primo libro, i più eminenti scrittori dissero che ero «un maestro
dell’idioma». Come te, io volevo essere medico. Ma il destino
non era d’accordo e come lui sempre vince, sono quello che sono.
Come nella Boeme posso ripetere: «Che cosa faccio? Scrivo. Chi
sono? Sono un poeta…»35

A lo largo de los años muchos acompañaron y celebraron


este destino poético. Y en el artículo antes citado, Andriolo
vaticinaba:

vogliamo anticipare idealmente, a questo figlio di nostra gente


nato in terra argentina, educato in terra italiana e in terra italiana
iniziato all’amore fecondo verso la Madre Terra, un premio che
forse nessuno potrà porgerli mai: un ramo d’alloro colto nei
«laureti» piceni che nascosero e protessero dalle insidie moresche
la Cassetta di Nazareth. Forse su questo ramo si posò – pellegrino
di amore e di poesía – il passero solitario, a provare e riprovare,
a voce sommessa, le inimitabili variazioni del suo canto che
avrebbe poi lanciato nella notte di luna, fascinosa e tentatrice,

35 Cuando volví de Italia tuve que aprender el español de cero. Y estoy seguro de
haberlo logrado porque cuando publiqué mi primer libro, los más eminentes escri-
tores dijeron de mí que «era un maestro del idioma». Como vos, quería ser médico.
Pero el destino no estaba de acuerdo y como siempre gana, soy lo que soy. Como
en la Boheme puedo repetir: «¿Qué hago? Escribo. ¿Qué soy? Soy un poeta» (La
trad. nos pertenece).

63
per le circostanti campagne – tra Recanati, Osimo, Cingoli ed
Ancona – dal Colle dell’Infinito. Non è forse l’eco di quanto –
chiuso nel suo cuore fanciullo – che lo fece poeta? E allora, qual
premio migliore, amico Vecchioli? (Andriolo del Castello, 1952).36

Vecchioli empezó publicando folletines y algunos textos en


prosa: Ensueños truncos, Golondrinas humanas, La tormenta,
El torbellino, en periódicos locales como Castellanos, El Norte,
La Opinión, El pueblo y Diario. Utilizando para ello diferen-
tes seudónimos como Oliverio C. Charmi, Fra Diavolo, Ram
Chevi y Tommy Traiga.37
Pero su exordio como poeta se produce a los 40 años y
a instancias de Pedro Miguel Obligado quien a raíz de una
visita a Rafaela conoció sus poesías y, como ya relatáramos, le
aconsejó hacer un libro.
En una entrevista que le hiciera Jorge Alberto Hernández,
ante la pregunta sobre la vinculación entre la producción
presente con la del pasado, Vecchioli contestó reafirmando
la unidad e individualidad que enlaza al niño con el hom-
bre y el invariable concepto de la poesía respetada en el len-

36 Queremos anticipar idealmente, a este hijo de nuestra gente nacido en tierra ar-
gentina, educado en tierra italiana, y en tierra italiana iniciado al amor fecundo hacia
la Madre Tierra un premio que quizás ninguno podrá entregarle nunca: un ramo de
laurel recogido en los «laureti» picenos que escondieron y protegieron, de las insi-
dias de los moros, la Casita de Nazareth. Quizás sobre aquel ramo se posó —pe-
regrino de amor y de poesía— el gorrión solitario, a ensayar y volver a ensayar, con
voz apagada, las inimitables variaciones de su canto que habría lanzado después
en la noche de luna, fascinante y tentadora, por las campiñas circundantes —entre
Recanati, Osimo, Cingoli y Ancona— desde la colina del Infinito. ¿No es quizás el
eco de todo esto —encerrado en su corazón de niño— que lo hizo poeta? Y enton-
ces, qué premio mejor, amigo Vecchioli? (la traducción es de M. Vecchioli).
37 En una aclaración inserta en Obra Poética, los biógrafos manifiestan haber ex-
cluido de esa edición el casi centenar y medio de poemas publicados con seudó-
nimo entre 1923 y 1935 y toda su producción en prosa (novela, cuentos, comenta-
rios) la que permanece inédita.

64
guaje, las formas y en una misma manera de sentir, de conce-
bir y de expresar.

Estimo que todo poeta que haya alcanzado la serenidad a que alu-
de su pregunta seguirá sintiendo la poesía con la misma intensi-
dad, con el mismo placer íntimo de los días gloriosos de su juven-
tud, aunque ya sea diferente su manera de mirar las cosas… La
poesía es un arte, el arte se nutre de la estética y junto a la estética
debe estar la ética. No siendo así no hay poesía posible (Vecchioli
en Hernández, 1974).

Cuando Hernández pregunta sobre el valor dimensional y


de significado que tiene el campo y el paisaje en su poesía, res-
ponde:

Yo he nacido a orillas del campo, vivo en una ciudad rodeada de


campos donde se respira el aire de campo y en cuyas calles van y
vienen los hombres del campo. Ello explica que la presencia del
campo, de su gente y de su paisaje se reitere en mis temas. Toda
esa vastedad de tierra, esa inmensidad de cielo, esa amplitud de
horizonte están llenos de sugerencias posibles de captar y de tra-
ducir. Lo cercano y lo distante, lo visible y lo invisible, todo ins-
pira, todo ofrece una variedad temática que va de lo simple a lo
tosco, a las más altas expresiones de la condición humana porque
más allá de lo que muestra la superficie hay toda una larga histo-
ria de tierra bárbara, de gringos valerosos, de soledades infinitas y
sacrificios increíbles, de angustias y de esperanzas, de amor y san-
gre. Y además, está eso otro que no se ve ni se oye, pero que pene-
tra y se siente, eso misterioso, eso místico que no se sabe si gotea
desde las alturas, si viene de la lejanía o si brota de la tierra y que
hace que el hombre se consustancie con las naturaleza y no se ex-
tinga la vocación chacarera. Decía Matthew Arnold que lo que en
último término la humanidad pide a los grandes poetas es su in-
terpretación de la vida. Y yo estoy en eso, en la interpretación de
la vida de ese pequeño e inmenso mundo del campo, que no se
reduce a los trillados motivos de la parva, el molino, la espiga o el

65
mugido. Esos y muchos otros elementos deben seguir existiendo
pues suprimirlos implicaría una mutilación del conjunto, y por-
que además sirven para crear el clima ambiental. Pero ya es hora
de que pasen a ser nada más que el trasfondo de un canto donde
el poeta, que sabe que hay un atrás de cada cosa, descubra y exhu-
me todo su desconocido universo y lo muestre a quienes sólo ven
lo que está a la vista (Vecchioli en Hernández, 1974).

Y es que la epopeya del inmigrante en la tierra virgen de


América, de las cosas sencillas de la vida chacarera, esperaba
todavía su poeta. ¿Era acaso Vecchioli el esperado? Mario
Basti, director del Corrieri degli Italiani, reafirma 23 años des-
pués este anuncio augural de Del Castello, otorgándole el
título de «Il poeta degli emigrati». Así lo reconoce el mismo
Vecchioli en una carta que le enviara a Gastón Gori:

En estos momentos estamos tratando la venida a ésta de Arte-


mio Arán, el escritor, poeta y pintor de Bel Ville, que sostiene que
desaparecido Pedroni, y «tragado» por Buenos Aires Carlos Car-
lino, soy la única voz que queda del trío para cantar al gringo y a
la tierra nuestra. Se desprende a ello que el bueno de Artemio ig-
nora la cantidad y calidad de voces que hay por ahí, volcadas con
pasión al canto del surco, del suelo indio y de la estirpe gringa.
Claro está que cada uno tiene su estilo y que cada cual enfoca las
cosas desde ángulos diferentes, aunque siempre existan determi-
nadas coincidencias. Lo importante no está en eso, sino en el can-
to en sí y en los sentimientos que los inspira (carta del 5 de mar-
zo de 1969).

Al final de su vida, en 1977, la Asociación Santafesina de


Escritores (asde) decide otorgarle el «Premio a la Labor Lite-
raria». Este premio provoca un cataclismo interior en la férrea,
y mantenida por décadas, negación del poeta a participar de
ceremonias que lo tuvieran como figura central. ¿Intuía nues-
tro poeta que era quizás la última vez? ¿Que no habría más
libros y que tantos halagos y demostraciones de cariño y res-

66
peto lo obligaban a modificar su modalidad? En carta a
Pesante, por entonces presidente de la asde, le explica:

Estoy realmente desconcertado. ¿Qué es eso del premio a mi «la-


bor literaria»? Y ¿por qué? ¿No he dicho y repetido hasta el can-
sancio que no soy un escritor profesional, que nunca he preten-
dido serlo, y que únicamente he sido y sigo siendo un simple
aficionado que, muy de tarde en tarde, escribe algo para entre-
garlo a los amigos, a manera de abrazo o de afectuoso apretón de
mano? …No se me escapa, sin embargo, que hubo mucha gene-
rosidad de parte de asde y que los sentimientos afectuosos con
que me distinguen deben haber pesado en la decisión. Ese afecto,
esa amistad pura es lo que más aprecio, lo que nunca terminaré
de agradecer, porque es lo que más me alienta y sostiene a esta al-
tura de la vida. Es decir, que ese, sí, es el premio que siempre he
buscado y deseado y que acepto con profunda emoción (carta a
Edgardo Pesante, 12 de mayo de 1977).

Y en la carta que envía a Hernández dos días después,


informa del alboroto que la distinción de la asde había pro-
vocado en su tranquila vida por esos días. Una cantidad de
escritores amigos hacían llegar sus manifestaciones de con-
tento y se pregunta:

¿De qué otra manera puedo explicarme el fenómeno? Porque


mire que eso de ser el primer poeta de la provincia a quien asde
distinga por su labor literaria es algo tan increíble que en lugar
de halagarme me espanta por la tremenda responsabilidad que
me echa a las espaldas. Dije «en lugar de halagarme» y dije mal.
Debí haber escrito «más que halagarme», porque el halago, natu-
ralmente está.38

38 La Asociación Santafesina de Escritores instituyó el Premio a la Labor Literaria


en el año 1971. Para premiar en vida una trayectoria literaria e intelectual de rele-
vancia en la ciudad capital de la provincia. Distinción que habían recibido primero

67
La cuestión es que el caso me ha traído dos problemas. El prime-
ro, que en mi casa ha sonado continuamente el teléfono transmi-
tiéndome felicitaciones, y fuera de casa, he llegado tarde a todos
los lugares donde iba, al ser detenido en la calle por los amigos
curiosos y afectuosos. El segundo: la duda sobre si debo asistir o
no al acto del 13 de junio, porque de ir, quebraría una norma que
he mantenido toda la vida, y de no ir, los defraudaría a usted y
a los miembros de la C. Directiva de asde y también al público.
Y ahí no terminan las cosas. Usted sabe que yo no hablo. Y que
no hablo por distintas razones; una, que no sé hablar, dos, que
no sé vencer mi timidez, tres, que me emociono tremendamen-
te, cuatro, que no tengo voz, cinco, que tengo una dicción dura,
verdaderamente abominable. Con tales inconvenientes, el hacer
uso de la palabra sólo serviría para deteriorar la figura que ustedes
han creado. Y yo no deseo decepcionar a ustedes ni a nadie (carta
a Hernández, mayo 14 de 1977).

En otra misiva discurre:

Estoy sin comprender nada. El surrealismo, el impresionismo, el


expresionismo y las demás corrientes supuestamente «innovado-
ras» están barriendo con todo y disfrutando del favor de la crítica.
Y he aquí que la Asociación Santafesina de Escritores se decide a
otorgar, por unanimidad su premio mayor a un autor que se ha
mantenido fuera de la línea tradicional, con rigor de ética y esté-
tica y con firme acatamiento a las normas y formas de la «vieja»
poesía. Todo ello me resulta inexplicable. Y más aún por el hecho
de que por primera vez el galardón recaiga en un poeta, que por
otra parte no vive en Santa Fe. Los premios anteriores siempre
fueron adjudicados a prosistas con domicilio en la ciudad capital
de la provincia. Fíjate que ni siquiera se lo dieron a Pedroni. ¡Y

Luis Gudiño Krämer (1971), Agustín Zapata Gollán (1972), Diego Oxley (1973), Luis
Di Filippo (1974), Rafael Virasoro (1975) y Marta Elena Samatan (1976).

68
Pedroni es Pedroni!. ¿Cómo no estar confundido, sorprendido?
(carta a Berzero, 1 de junio de 1977).

Y en carta a Jesús Varela Sánchez:


Pocas veces alguien me retrató con tanta fidelidad. Soy, en efec-
to, tal como me describe, despreocupado por la fama y el dinero
(que puede alcanzar yéndome a Buenos Aires), y deseoso en cam-
bio, de dar continuamente un impulso más vigoroso al desarrollo
cultural de la ciudad que tanto quiero. El hecho de que la Asocia-
ción Santafesina de Escritores me otorgara la distinción máxima
que tiene establecida para los escritores de la provincia, el premio
a la Labor Literaria, no modifica las cosas. Lo he recibido como
un galardón conferido a Rafaela y a su gente, y no como algo que
puede satisfacer alguna aspiración personal que no he alentado
nunca. Sé perfectamente que la gloria es efímera, como es efíme-
ro el hombre. Ya lo decían los antiguos romanos: «Sic transit glo-
ria mundi». Por eso no caigo en la trampa, en el engaño que sue-
len caer muchos (carta a Jesús Varela Sánchez, Buenos Aires, 24
de agosto de 1977).

En Obra Poética se incluyen luego del prólogo siete poemas


escritos en su homenaje (Germán Berdiales en 1952, Alberto
Domenella en 1977, Fortunato Nari celebrando el cumpleaños
75 y desde Ecuador y Perú otros amigos poetas). Y dos luego
de su muerte: una «Elegía» de Absalón Navarro y «Poema
para una ausencia» de Héctor Miguel Reinaudi, leído el 20 de
noviembre de 1978 durante el sepelio. Un fragmento de este
sentido homenaje poético permite aunar la imagen que el
poeta configuró para sí y su consolidación entre los suyos:

…Pudiendo ser un águila


por el impulso de su propia fuerza
capaz de transportarse hacia la cúspide
y ocupar su sitial, fijar la meta
en encumbrados círculos
donde fama y riqueza se codean,

69
no se dejó tentar por vanidades,
prefirió ser un avecilla tierna
y decir sus arrullos
en la ciudad donde feliz viviera.
Su nombre quedará en el bronce,
tal vez se esculpirá en la piedra.
Pero tampoco hará falta su estatua
a las generaciones venideras,
para saber que caminó estas calles
mario vecchioli, sensitivo aeda,
porque sus versos vencerán el tiempo
y son tema de estudio en las escuelas
y habrán de perdurar porque lo bueno
sobrevive a sus épocas.

¡Y no le digo ¡adiós! sino ¡hasta luego!


¡Hasta siempre, Poeta!

Elegimos concluir con la transcripción de un mensaje oral


que graba por pedido de un antiguo amigo, residente por
entonces en España: el Hermano Marista y escritor, Eduardo
Roblas. Amistad nacida durante la etapa de escolarización del
hijo de Omar en el Colegio «San José» de Rafaela.39 Esta feliz
circunstancia nos permite escuchar su voz y conocer la tonal-
idad, entonación y portentosa (a pesar de su avanzada edad)
dicción. Y por supuesto la capacidad para elaborar men-
sajes de profunda densidad, aún en la improvisación. Por ello
podemos llegar a afirmar que su reticencia a las disertaciones

39 Roblas había pedido a Eduardo Remonda, quien partía para España, que graba-
ra la voz de su amigo rafaelino y se la trajera a La Coruña. Muchos años después y
por circunstancias fortuitas, la grabación, cuya existencia desconocía, llega a ma-
nos de Omar Vecchioli. Contamos con una copia que nos obsequiara y siendo un
documento único, lo hemos desgrabado para darlo a conocer en esta oportunidad.
La copia sonora será cargada en la página destinada al poeta en el Portal Virtual de
la Memoria Gringa: www.fhuc.unl.edu.ar/portalgringo

70
en público por pensarse incapaz o insustancial, era decidida-
mente inmerecida.

Querido hermano Eduardo, nuestro común y buen amigo, tu to-


cayo Eduardo Remonda está aquí conmigo, ha venido con el gra-
bador y lo ha puesto en marcha. Y me pide que te diga algo. Son
tantas las cosas de que quisiera hablarte, que las ideas se me con-
funden y no sé cómo empezar.
Y bien. Lo primero que se me ocurre es pensar que cuando la cin-
ta magnética te llegue y oigas nuestras voces, todo esto habrá de
parecerte cosa de la cuarta dimensión. Porque nuestra voz estará
a tu lado sin que estemos nosotros. Porque entre tú y nosotros es-
tará el vacío del espacio, estará el silencio de la distancia. Y estará
todo el misterio del infinito, que es precisamente lo que arrodilla
nuestra pequeñez.
Pienso que un día, cuando hayan transcurrido muchos siglos,
muchos milenios, el hombre llegará en su permanente avance, en
su persistente evolución, al descubrimiento de todo eso misterio-
so que ahora está intuyendo el hombre y que se ha dado en lla-
mar la cuarta dimensión.
Tal vez luego tenga que descifrar el secreto de otras muchas di-
mensiones, que no sabemos en qué consisten. Pero el hombre,
llegará hermano, ¡llegará! Porque cruzará los tiempos, las edades,
con esa misma fe con que ha llegado a nuestros días desde el ama-
necer del mundo.
Pero no es esto lo que quería decirte. Pero he pensado preguntar-
te, ¿cómo estás hermano? ¿Qué es de tu vida? ¿Recuerdas alguna
vez a estos amigos que no te han olvidado nunca?
Aquí ha continuado deshojando fechas. Rafaela, la ciudad ama-
da, ha crecido. Lo mismo que los niños de cuando tú estabas
aquí. Los niños que ahora ya son hombres. Y los hombres de en-
tonces hemos sumado años. Algunos se fueron para siempre. No-
sotros hemos envejecido. ¿No notas que esta voz es distinta? ¿Que
se me escapa por el hueco que me dejaron ciertas muelas? Sólo
me ha quedado joven el corazón, un corazón que sueña, que can-
ta, que está pleno de serenidad, de comprensión humana. En este

71
atardecer de la existencia voy repasando mi propia historia y no
me siento defraudado. Nunca le pedí nada a la vida, acepté lo que
ella quiso darme y le estoy agradecido. ¿No es ésta una manera de
encontrar la felicidad?
Tu tocayo Remonda ya ha mirado el reloj y comprendo que es
hora de terminar esta charla.
Antes de despedirme quiero recordarte que ayer fue el aniversario
de la fundación de Rafaela. Lo hemos celebrado con entusiasmo.
Y el día, esta mañana, sigue asociado a la fiesta. Estamos en pri-
mavera, la estación de las flores, de los pájaros, de la alegría. La
ciudad que tú conoces es toda fulgor bajo el sol de octubre, desde
esta sintonía de luz y de color, te estrecho en un gran abrazo para
sentir tu corazón latiendo junto al mío.
Hasta tus noticias, hermano Eduardo. Y que Dios esté contigo. Te
habló Mario Vecchioli. (Mensaje grabado el 25 de octubre de 1970
y enviado a Eduardo Roblas, residente en La Coruña, España).

Algunas precisiones sobre la antología


La selección de poemas para incorporar en esta antolo-
gía no fue fácil. Desde el comienzo del proyecto teníamos
en claro que no tenderíamos a editar en términos de Obra
completa. Para no pecar de incompletud dada la cantidad de
obra inédita que existe, lo que excedería el espacio destinado
a esta edición. Pero también porque los escritores prolíficos y
que (como es el caso de Vecchioli) prefieren dilatar la expo-
sición pública bajo firma de autoría, hacen que sea más difí-
cil la incorporación de la producción previa. Aquella que el
autor dio a conocer en diarios y revistas locales durante dos
décadas, antes de la publicación de su primer libro, y que por
razones que sólo él podría explicar, prefirió poner en circula-
ción bajo seudónimo.
Es por ello que hemos elegido seguir el criterio asumido
por el propio Vecchioli y circunscribirnos al género lírico de
sus ocho libros publicados. Y el de los antologuistas que nos

72
preceden, responsables de la edición Obra Poética (Rafaela,
1981–1997).
Decidimos también destinar mayor espacio a un estudio
preliminar e incluir como apéndice, un cuadro bio–bibliográ-
fico, con el fin de brindar a los lectores una idea cabal de la
«figura de autor» que el poeta rafaelino fue diseñando. Las
fotos incluidas terminan de completar la semblanza.
Lo que permite conjeturar un aporte para futuras investi-
gaciones y al mismo tiempo dejar registro de esa otra produc-
ción documental que tuvimos la suerte de poder consultar y
poner en valor.
La obra de Vecchioli puede ser organizada en tres eta-
pas: una primera intimista, de marcado interés lírico confor-
mada por los temas desarrollados en los tres primeros libros:
Mensaje lírico, Tiempo de amor y La Dama de las Rosas; una
segunda de impronta bucólica iniciada con Silvas labriegas
y continuada fervorosamente con De otros días, El sueño casi
imposible y Lugar de tierra nuestra; y una tercera conclusiva y
de profunda indagación filosófica, donde el poeta deja paso
a preocupaciones de hondo interés metafísico. Dios, el mis-
terio de la vida y de la muerte, la inexorabilidad del destino,
la consustanciación final justificada en la creencia de un uni-
versal panteísmo, afloran en intensas disquisiciones que cons-
tituyen la base profunda y sincera de Reiteración del hombre.
Temas ontológicos que lo ocupaban y preocupaban en esos
años finales y que, si no le hubiera sobrevenido la muerte,
hubieran cuajado en un libro que por datos que avanzara, se
hubiera titulado quizás, Cosmogonías.
De todos modos al leer en totalidad la obra poética es posi-
ble percibir que muchos de estos planteos, en modo más eufó-
nico, afloran ya en sus obras primeras. Junto, por supuesto a
indagaciones estéticas y sentimentales.
En concordancia con la intención de hacer visible una línea
creativa, sustentadora de una tradición que muchos otros
escritores hicieron suya e hicieron trascender y que engloba-
mos en la categoría de «zona» poética, hemos seleccionado

73
en modo dispar del contenido de Obra Poética, dando mayor
espacio a la producción que da cuenta de estas «miradas fun-
dacionales» y que a su vez generan imágenes sobre cosas, per-
sonas y fenómenos locales, de fuerte pregnancia y fundamen-
tos de nuevas «bibliotecas» identitarias.
De los primeros tres libros, más cercanos a estéticas de
impronta romántica y fuerte efusión lírica, seleccionamos
pocos poemas, pero que permiten percibir el entusiasmo y la
intensidad poética que va a mantener a lo largo de su vida
productiva. Los dos primeros seleccionados de mensaje lírico
son los que abren y cierran ese primer libro. «A manera de
prólogo», porque trasciende el tiempo de esa primera pro-
ducción y puede ser considerado un verdadero credo poético
que justifica y otorga significación a toda su obra posterior.
Lo mismo vale para «Letra y número», primer poema del pri-
mer apartado enunciado como «Primeros cantos». Lo selec-
cionamos porque acordamos con su hijo Omar que el mismo
condensa y anuncia vida y obra. «Mensaje lírico», poema que
cierra el libro epónimo establece también una unidad de sig-
nificaciones al ratificar un destino poético e invocar al «her-
mano» lector para «arrancar» juntos voces de bronce y de
júbilo al «barro» de la existencia. Una misma intención los
aúna y es la de establecer poeta y lector un pacto poético,
sumando una voz al canto fraternal de la existencia. «Canto
de la tierra virgen y de los campos nuevos» preanuncia sin
dudar, el clamor épico de la vertiente bucólica, ampliamente
desarrollada en la segunda etapa. Vocación de «interpretador»
del pequeño–inmenso mundo campesino, que luego desarro-
llará ampliamente en los dos libros que incorporamos com-
pletos, y que se continúa en los poemas dispersos que inclui-
mos también para ayudar a completar el panorama.
De Tiempo de amor, segundo libro, elegimos «Destino»
porque enlaza, en tempranas reflexiones, el sentido de la vida
y la incontestable y definitiva, pero también cósmica, esen-
cia de la muerte. E «Insolación» y «Transmigración» por la

74
belleza de las imágenes y la inefable sustancialidad que logra
darle a las palabras.
Sin desmerecer la importancia que posee el tercer libro: La
Dama de las Rosas, por el posicionamiento que brindara al
poeta el otorgamiento de un premio nacional, hemos selec-
cionado sólo algunos poemas y sonetos para mostrar el modo
cómo el poeta alcanza picos insospechados de profunda efu-
sión lírica, potencia expresiva y originalidad, razones todas
que celebraron las destacadas personalidades del jurado, como
quienes hicieron llegar misivas consagratorias de su portento
creativo.
Otra razón es la de proporcionar al lector una entrada para
adquirir conciencia de la maestría composicional y versatili-
dad en la organización métrica y formal. Ya que Vecchioli se
demuestra como un gran poeta, no sólo en la generación de
mundos, sino y por sobre todo por la maestría en la resolución
y variedad de formas en que se expresa: cantos, silvas, cuarte-
tas, sonetos, verso rimado y libre, así como en la originalidad y
potencia de sus metáforas y procedimientos retóricos.40
Por otra parte hemos tenido en cuenta también las apre-
ciaciones y sugerencias de Omar Vecchioli con quien hemos
departido amplia y amigablemente sobre la obra de su padre.
Algunos poemas son incluidos a pedido suyo y como agrade-
cimiento a su generosa y entusiasta disponibilidad.
Silvas labriegas y El sueño casi imposible (Canto a Rafaela)
aparecen completos en la presente edición. De De otros días,

40 Como ya señaláramos alguna vez Vecchioli narró a Nari que ya tenía casi termi-
nado el libro cuando decidió que la forma estrófica que correspondía a la sustancia
eglógica del libro era la «silva» y transformó todos los poemas de Silvas labriegas,
para adecuarlos a esta combinación.
Silva: composición poética de número indeterminado de versos endecasílabos y
heptasílabos, de rima consonante, de libre disposición, pudiendo quedar sueltos
algunos versos. La silva puede ser arromanzada: estrofa de número indeterminado
de versos de ritmo endecasílabo donde sólo riman en asonante los versos pares (la
mayoría de los poemas incluidos en el libro), o sin rima (como por ejemplo en «Tie-
rra maldita» y «Entre las blancas mariposas blancas».

75
Lugar de tierra nuestra (Divagaciones de una pipa) y de la obra
que permanecía inédita cuando los responsables de Obra
Poética organizaron la publicación y que incorporaron en la
misma, seleccionamos también en modo disperso, pero aten-
diendo a las razones ya formuladas.41 Finalmente incorpora-
mos de Reiteración del hombre aquellos poemas que configu-
ran una unidad temática con los anteriores. Cerramos, como
el poeta, con «Serenamente» porque en él dejó expresa su
despedida. Con una promesa de retorno “trans–humanado”
en el fluir vibrante de la vida que sigue su discurrir o para
«volver y continuar la historia desde el siguiente tomo». ¿Pre-
anuncio no concretado de un libro que la muerte sorpresiva
nos impidió gozar? O, como bellamente nos poetizara Dante
¿desde la completud de la mirada divina, latiendo latente en
alguna hoja «sparsa» del libro–universo que infinitamente «si
squaderna»?
Entendemos que de este modo nuestros lectores pueden
contar con una entrada si no completa, coherente, armo-
niosa y motivadora, al universo de este genial poeta. Lectura
que esperamos provoque la misma fruición y el mismo entu-
siasmo que a nosotros en la consecución de esta empresa.

41 Como la mayoría de estos poemas inéditos carecían de terminación, correccio-


nes y a muchos el poeta todavía no había titulado, los responsables de Obra Poéti-
ca decidieron unificar usando como título el primer verso.

76
Epistolario citado
De Vecchioli
– Carta a Carlos Premat, 8 de junio de 1943
– Carta al padre jesuita Alejandro Gómez y Gómez, Quito, Ecua-
dor, 27 de mayo de 1976
– Carta a Idria Meacci Vannacci, Rosario, 25 de abril de 1977
– Carta a Edgardo Pesante, Santa Fe, 12 de mayo de 1977
– Carta a Jorge Alberto Hernández, Santa Fe, 14 de mayo de 1977
– Carta a Jorge Berzero, Santa Fe, 1 de junio de 1977
– Carta a Jesús Varela Sánchez, Buenos Aires, 24 de agosto de 1977
– Carta a Alberto Fedeli, Rafaela, 5 de mayo de 1972.
– Carta a Adolfo Salvi, Caracas, Venezuela, 17 de noviembre de 1977
– Carta a Lermo Rafael Balbi, primavera de 1974
– Carta a L. R. Balbi, octubre 16 de 1970
– Carta a L. R. Balbi, 4 de enero de 1975
– Carta a Fortunato Nari, Rafaela, 15 de junio de 1953
– Carta a Gastón Gori, Santa Fe, 5 de marzo de 1969
– Carta a Salvador García, Santa Fe, 26 de diciembre de 1974
– Carta s/d, 1974

A Vecchioli
– Carta de Juana de Ibarbourou, Montevideo, 1º de diciembre
de 1948
– Carta de Carlos Carlino, Buenos Aires, 18 de diciembre de 1977
– Carta de Carlos Premat, Paraná, 8 de junio de 1943
– Carta de Lermo Rafael Balbi, Santa Fe, 8 de octubre de 1970
– Carta de Lermo Rafael Balbi, Santa Fe, 22 de junio de 1976
– Carta de Susana Valenti, Santa Fe, 26 de setiembre de 1977
– Carta de Adelina de la Casa de Gili y Margarita de la Casa de
Demaría, Rafaela, 30 de octubre de 1974
– Carta de Salvador García, Santa Fe, 28 de noviembre de 1974
– Carta de Fortunato Nari, 18 de enero de 1953
– Carta de Fortunato Nari, 30 de octubre de 1974

77
De Vecchioli a Gori
– Carta a Gori, 27 de febrero de 1947
– Carta a Gori, 15 de junio de 1953
– Carta a Gori, 5 de marzo de 1969
– Carta a Gori, 28 de marzo de 1969
– Carta a Gori, 2 de abril de 1969
– Carta a Gori, 12 de agosto de 1970
– Carta a Gori, 22 de agosto de 1970
– Carta a Gori, 21 de enero de 1972

Archivo «Gastón Gori» del agpsf (Archivo General


de la Provincia de Santa Fe)
– Carta del 27 de febrero de 1947
– Carta del 20 de mayo de 1947
– Carta del 27 de febrero de 1947
– Carta s/f (contenido Las damas de la rosas)
– Carta del 24 de Marzo 24 de 1948
– Carta del 21 de agosto de 1948
– Carta del 1º de agosto de 1950
– Carta del 29 de abril de 1952
– Carta s/f (otoño, contenido Las damas de la rosas y Tiempo de amor)
– Carta del 15 de abril de 1953
– Carta del 12 de mayo de 1953
– Carta del 15 de junio de 1953
– Carta del 1º de septiembre de 1968
– Carta del 9 de octubre de 1968
– Carta del 24 de febrero de 1969
– Carta del 5 de marzo de 1969
– Carta del 28 de marzo de 1969
– Carta del 2 de abril de 1969
– Carta del 7 de abril de 1969
– Carta del 20 de mayo de 1969
– Carta del 4 de septiembre de 1969
– Carta del 5 de septiembre de 1969

78
– Carta del 2 de diciembre de 1969
– Carta del 12 de agosto de 1970
– Carta del 22 de agosto de 1970
– Carta del 10 de octubre de 1970
– Carta del 21 de enero de 1972
– Carta del 14 de agosto de 1972
– Carta del 23 de noviembre de 1972
– Carta del 5 de diciembre de 1972
– Carta del 22 de enero de 1973
– Carta del 28 de febrero de 1973
– Carta del 27 de marzo de 1973
– Carta del 12 de abril de 1973
– Carta del 4 de junio de 1973
– Carta del 14 de julio de 1973
– Carta del 27 de octubre de 1973
– Carta del 4 de noviembre de 1975
– Carta del 30 de noviembre de 1975
– Carta del 4 de septiembre de 1976
– Carta del 22 de diciembre de 1977

De la correspondencia de Omar Vecchioli


– Carta de Mons. Carlo Grillantini al Director Alessandro Niccoli,
Osimo, 9 de abril de 1979.
– Carta del Prof. Alessandro Niccoli, Palazzo Campana, Osimo,
20 de abril de 1979.
– Carta del Prof. Alessandro Niccoli, Palazzo Campana, Osimo,
21 de julio de 1986.
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79
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1º Antología Oral del Poeta Mario R. Vecchioli. En el centenario de su naci-


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Documentos periodísticos,
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80
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83

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