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00 F. Devoto - Historia de La Inmigración en Argentina

Este documento resume la historia de la inmigración en Argentina entre 1881 y principios del siglo XX. Millones de inmigrantes, principalmente de Italia, España, Francia y Rusia, llegaron a Argentina atraídos por las oportunidades económicas. Aunque el Estado implementó algunas políticas de inmigración, la principal motivación para inmigrar fue la economía en auge de Argentina. La integración de los inmigrantes fue un proceso complejo, con algunos que se asimilaron y otros que mantuvieron sus culturas distintas. Exist

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00 F. Devoto - Historia de La Inmigración en Argentina

Este documento resume la historia de la inmigración en Argentina entre 1881 y principios del siglo XX. Millones de inmigrantes, principalmente de Italia, España, Francia y Rusia, llegaron a Argentina atraídos por las oportunidades económicas. Aunque el Estado implementó algunas políticas de inmigración, la principal motivación para inmigrar fue la economía en auge de Argentina. La integración de los inmigrantes fue un proceso complejo, con algunos que se asimilaron y otros que mantuvieron sus culturas distintas. Exist

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F.

Devoto:
Historia de la inmigración en la Argentina.

1- Características de los flujos inmigratorios.


Entre 1881 y 1914 más de 4.2000.000 de personas arribaron a la Argentina, estos provenían de Italia,
España, Francia y Rusia. Entre los inmigrantes predominaban los hombres jóvenes, de origen rural,
llegados a través de mecanismos migratorios principalmente “en cadena”. En comparación con otros
países receptores, la Argentina atrajo, además, un importante porcentaje de grupos familiares, grupos con
un horizonte de migración de más largo plazo, cuyo objetivo era tener mejores empleos y vivir en una
sociedad de para ellos era menos discriminatoria y menor distancia lingüística que otros destinos.

2- Factores de expulsión y atracción. Papel del Estado.


La Argentina presentaba condiciones económicas excepcionales, mientras que Europa atravesaba una
crisis agraria importante sumada a un crecimiento poblacional que incrementaba la oferta global
duplicando el porcentaje de emigración.
Por su parte la Argentina experimentaba una notable expansión de su economía, la expansión de la
frontera agropecuaria, el crecimiento de la red ferroviaria y la proliferación de actividades conexas (que
iban desde el comercio hasta los servicios). Todo el proceso atrajo inversiones extranjeras muy numerosas
en el sector de transportes, finanzas y servicios, lo que a su vez permitió un aumento de los ingresos y
gastos del Estado. Así se generaron nuevas fuentes de trabajo en diversas actividades, desde la
construcción, puertos, comercio, artesanado hasta la industria.
El principal incentivo para inmigrar era entonces la economía y no el Estado, como se ha creído, ya que
las políticas estatales implementadas eran de carácter muy limitado y la mayoría de los que arribaban a la
Argentina ya tenían lazos previos en el país.

3- Ideología inmigratoria de las elites y política inmigratoria estatal.


La política inmigratoria buscaba por un lado expandir el flujo migratorio (a través del otorgamiento de
pasajes subsidiados, el Hotel de Inmigrantes y la Oficina de Trabajo) y por el otro reorientar ese flujo
regionalmente hacia las zonas “más avanzadas” de Europa; y estaba apoyada en una ideología de las
elites argentinas respecto a la inmigración.
Para 1880, las elites veían a los italianos (que eran el grupo predominante entre los inmigrantes) como
una amenaza debido a su número, su poca predisposición a integrarse, la fortaleza de sus instituciones
étnicas y su presencia pública organizada en manifestaciones y mítines. Las ideas de la elite pretendían
llevar adelante una política migratoria selectiva, la educación pública y la nacionalización política de los
inmigrantes para transformar el sistema político.
La crisis de 1890 significó un duro golpe para los inmigrantes ya instalados y desalentó nuevos
desplazamientos, en 1891 los retornos superaron a los ingresos y una oleada de imágenes negativas sobre
la inmigración sustituyó a las positivas de la década anterior. Las políticas de fomento estatal
desaparecieron con lo que las migraciones en cadena fueron permitieron el recupero del flujo migratorio
que para 1895 comenzaba a recobrarse.
Durante esta década siguió presente el problema de cómo lograr la integración de los inmigrantes que se
había planteado en los años ochenta.
En los primeros años del siglo XX se produjo una expansión del flujo migratorio, seguían llegando
italianos y españoles, disminuyó la llegada de franceses y aparecieron nuevos grupos: siriolibaneses y
otros grupos levantinos (englobados en la denominación de “turcos”), junto con judíos europeos.
Esto generó un proceso de revalorización de los inmigrantes italianos y españoles y nuevos puntos de
vista entre los dirigentes argentinos. Las imágenes de los inmigrantes cambiaban y los inmigrantes que
antes eran percibidos como clases laboriosas, ahora eran clases potencialmente peligrosas. Esto se refleja
en la sanción de la Ley de Residencia que otorgaba discrecionalidad al Poder Ejecutivo de expulsar a
cualquier extranjero considerado peligroso y de impedir la entrada de cualquier inmigrante sin necesidad
de orden judicial alguna y como simple medida discrecional del Poder Ejecutivo.
De esta forma, al problema de cómo reconstruir una identidad nacional se sumaban otras cuestiones como
la problemática social que producía la conflictividad laboral, y de la violencia política por parte de
activistas anarquistas. Además, la consolidación del latifundio había generado que el flujo migratorio en
vez de instalarse en el campo donde estaba destinado se dirigiese a las ciudades hacinándose. Para
muchos ello traía el problema de la salubridad y las costumbres e ideal de vida dirigiendo las críticas
especialmente hacia el “conventillo “y la prostitución.
Las respuestas que dieron los grupos dirigentes a estos problemas fueron actuar represivamente para
solucionar el problema de la conflictividad social y la inestabilidad política, y para el problema de la
nacionalidad la propuesta fue inventar una tradición e imponerla a través de los instrumentos de que
disponía el Estado: el servicio militar obligatorio, la educación y la política.

4- La inserción social de los inmigrantes.


No todos los inmigrantes llegados a la Argentina fueron exitosos, cabe destacar que algo menos de la
mitad volvió a su país de origen, aunque no puede decirse que todos los que regresaron lo hicieron porque
hayan fracasado (ya que tal vez tenían sus expectativas puestas en su país de origen). Un indicador para
medir el éxito o fracaso es la conflictividad social característica del periodo, ya que revela un nivel
significativo de malestar social en los ámbitos de los trabajadores urbanos. Sus reivindicaciones
concernían a las condiciones de trabajo que eran muy duras, sin embargo, no se puede afirmar que estas
fueran peores que las existentes en otros países. La extendida actividad de la militancia parece sugerir que
una parte de la protesta derivaba de un proceso de ideologización política y de una toma de conciencia
social propias del mundo del trabajo. Además, los conflictos no estuvieron reducidos al ámbito urbano, el
más emblemático fue el Grito de Alcorta en 1912.
De modo que las condiciones de vida y de trabajo eran difíciles y existían numerosos problemas que
debían enfrentar los inmigrantes. Por tanto, el éxito o el fracaso tuvieron mucho que ver en las
posibilidades que ofrecía la red social en la que los inmigrantes estaban insertos al arribar al país.
Las asociaciones de inmigrantes eran fuertes institucional y económicamente y el porcentaje de
asociacionismo de los inmigrantes era muy amplio; el importante asociacionismo mutualista atraía sobre
todo a inmigrantes estables que tenían mejores ocupaciones y obtenían mayores ingresos.
Esta sociedad heterogénea que generaba tantas preocupaciones acerca de la identidad nacional fue
interpretada de diversas maneras por la historiografía y se generaron en torno a ella inevitables debates.
¿La Argentina era una sociedad integrada en la cual los inmigrantes se habían “asimilado” o era una
sociedad en la que coexistían distintas culturas? Existen dos modelos explicativos al respecto, el “crisol
de razas” que muestra una sociedad integrada y el pluralismo cultural (o multiculturalismo) que señala
la coexistencia de varias culturas no fusionadas.
Germani es el representante del primer modelo, según él dada la baja tasa demográfica existente en la
Argentina y el enorme volumen de la inmigración se produjo una fusión entre ambas culturas dando lugar
a una nueva. Además, como había más hombres que mujeres entre los inmigrantes, no tenían más
remedio que casarse con nativas dando lugar así a la fusión. El tercer argumento de Germani es la
integración, para él si las personas tienen un trabajo y una vivienda estables, un marco familiar y otro
social de contención, desarrollan roles funcionales, están integradas. Finalmente, respecto de las
dimensiones culturales, la afectividad, la identificación, los símbolos, mostraban un cierto grado de
pluralismo no conflictivo.
Este análisis tiene, sin embargo, imperfecciones que han generado debates. Uno de ellos se refiere a la
política, los inmigrantes no se nacionalizaban salvo en pequeños porcentajes y ello los sesgaba del
sistema político. Si bien las elites políticas argentinas estaban a favor de la integración de los inmigrantes,
estos manifestaban poca voluntad de integración política, para qué inmiscuirse en un sistema político que
los obligaba para participar tomar ciertos riesgos, al menos hasta la sanción de la Ley Sáenz Peña, y poca
capacidad de presión. Dadas estas condiciones, los inmigrantes manifestaron un amplio desinterés por la
política argentina.
Por otro lado, otro indicador de la integración social son los matrimonios, las pautas de inserción
residencial y las asociaciones voluntarias. Es decir, si los inmigrantes se casan entre sí, viven en barrios
en los que predominan sus connacionales y participan en asociaciones étnicas la asimilación es escasa y
predomina el modelo de pluralismo cultural, en cambio, si se casan con cualquiera, viven dispersos junto
a otros extranjeros o nativos y participan en entidades que incluyen a miembros de cualquier origen
entonces hablamos de una sociedad acrisolada.
El tema del matrimonio es uno de los más controvertibles ya que un matrimonio mixto no implica que la
interacción se extienda a los parientes y amigos de cada uno de los esposos sino que pueden permanecer
hasta cierto punto separados y los prejuicios preexistir de todo modos. Los lazos étnicos ejercieron un
papel predominante, los matrimonios entre connacionales pueden hablarnos de una cultura basada en la
lengua y las costumbres pero nada nos dice acerca de la capacidad de las instituciones fundadas por los
inmigrantes para crear o recrear una identidad simbólica amplia en el nuevo así y de construir espacios
compartidos de interacción social.
La postura de Devoto es que no había barreras infranqueables, pero que los inmigrantes ahí donde podían
optar lo hacían pos personas con sus mismas costumbres, modos y lenguajes; para él había en este plano
una sociedad pluralista aunque con barreras permeables.
Respecto a las pautas residenciales, es cierto que vivir en un barrio o ambiente étnico refuerza la idea de
pertenencia, pero es necesario diferenciar las identidades que operan en el plano simbólico o del
imaginario y aquellas que operan en el plano de la interacción social concreta y cotidiana que derivan de
la fortaleza de los vínculos. Por tanto, el indicador espacial es poco relevante en cuanto a esa dimensión
social.
En relación al tercer indicador, el asociacionismo, hay un dato ineludible: los inmigrantes estables tendían
a participar abrumadoramente más en asociaciones con connacionales que con personas de otros grupos.
¿Es eso un argumento favor del pluralismo cultural? En realidad, muchas personas eran miembros de las
mutuales solo porque tenían una cobertura y lo cierto es que tenían muy poca vida social en ellas, aunque
sí eran permeados con una cantidad significativa de simbología patriótica (estandartes, fotos) que
mantenían viva las identidades. Además, era frecuente que aunque no participaran de la vida política, los
miembros de las asociaciones asistieran a los bailes y fiestas que se organizaban para recaudar dinero lo
que constituían un ámbito de sociabilidad étnica.
Las redes sociales que atravesaban el conjunto de la vida de los inmigrantes eran más decisivas para a la
hora de orientar la acciones de los individuos, pues ellas mantenían los lazos con el pueblo de origen,
operaban sobre la sociabilidad familiar, sobre lo cotidiano, sobre el mundo de las relaciones laborales.

5 – ¿Crisol de razas, integración o pluralismo? La postura de Devoto.


La noción clásica de crisol de razas no puede defenderse para este periodo. Quizás el modelo de
“ensaladera” es un mejor modelo o el de pluralismo cultural pero no fuertemente conflictivo ya que la
expansión urbana y la escasa distancia social entre los distintos grupos de inmigrantes disminuían las
posibilidades de conflictos. La pluralidad no se limitaba solo al plano afectivo o simbólico, influía sobre
la vida social, económica y política de la Argentina.
Se trata de pensar a la sociedad como constitutivamente heterogénea en la que se tienden “puentes”,
articulaciones sociales entre los distintos grupos. Así la cuestión de la asimilación o integración adquiere
otro significado; un conjunto de inmigrantes puede conformar un entramado muy denso, estar desde el
punto de vista del matrimonio, residencia y asociacionismo muy segregados y sin embargo interactuar
eficazmente si los puentes que los vinculan con otros grupos son eficaces. Este es un modelo que no
pretende resolver todos los problemas del tema, pero demuestra que puede ser visto desde otras
perspectivas.

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