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Lucha Armada Honduras

Este documento resume brevemente la historia política y social de Honduras en el siglo XX para explicar el surgimiento de movimientos guerrilleros revolucionarios a finales de la década de 1970 y principios de 1980, enfocándose en el Movimiento Popular de Liberación "Cinchonero" (MPL-C). Explica cómo las primeras organizaciones gremiales y campesinas surgieron a principios del siglo XX debido a la insatisfacción con el estado liberal concesionario, y cómo las ideas de intelectuales nacionalistas de la década de 1920 influ

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Este documento resume brevemente la historia política y social de Honduras en el siglo XX para explicar el surgimiento de movimientos guerrilleros revolucionarios a finales de la década de 1970 y principios de 1980, enfocándose en el Movimiento Popular de Liberación "Cinchonero" (MPL-C). Explica cómo las primeras organizaciones gremiales y campesinas surgieron a principios del siglo XX debido a la insatisfacción con el estado liberal concesionario, y cómo las ideas de intelectuales nacionalistas de la década de 1920 influ

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Escuela de Historia

Centro de Investigaciones Históricas de América Central


Postgrado Centroamericano en Historia
Número especial de Diálogos. Revista electrónica de Historia

EL FENÓMENO DE LOS MOVIMIENTOS GUERRILLEROS EN


HONDURAS. EL CASO DEL MOVIMIENTO POPULAR DE
LIBERACIÒN CINCHONERO (1980-1990)

Miembros del Consejo Editorial:


ISSN 1409- 469X Dr. Ronny Viales, Dr. Juan José Marín

Fecha de recepción: 15 de mayo 2008


Fecha de aceptación: 30 de mayo 2008

Editores Técnicos:
Allan Fonseca, Andrés Cruz, Gabriela Soto

www.novenocongreso.fcs.ucr.ac.cr
Indexaciones: Repositorio de Revistas UCR, DIALNET, Latindex, REDALYC Directorio y recolector de recursos digitales del Ministerio de Cultura de España, Directory of Open Access Journals.
Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X. Número especial 2008. Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm

EL FENÓMENO DE LOS
MOVIMIENTOS GUERRILLEROS
EN HONDURAS. EL CASO DEL
MOVIMIENTO POPULAR DE
LIBERACIÒN CINCHONERO
(1980-1990)

Rolando Canizales Viril

Tegucigalpa, D.C., Museo Villa Roy,


Apartado Postal: 1518
Teléfono: (504) 220-0245/222-1468
Correo Electrónico: [email protected]
Instituto Hondureño de Antropología e Historia (IHAH)

2034
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RESUMEN

En la siguiente reseña se hace un breve recorrido por la historia política y social de Honduras
del siglo XX para explicar el surgimiento de movimientos guerrilleros revolucionarios a nales
de la década de 1970 y principios de 1980, haciendo hincapié en el Movimiento Popular de
Liberación “Cinchonero” (MPL-C). Se explican las di cultades que afrontó este grupo político
ante el reformismo de la cultura política hondureña y las particularidades de la sociedad rural.
Asimismo se muestran evidencias de cómo el carácter excluyente de las elecciones de 1980-1981
que marcan la transición a los gobiernos civiles, reduce la e cacia de estas como posible factor
de equilibrio social. Meritoria es también la in uencia que ejercieron movimientos sociales de
países vecinos, sobre todo de El Salvador, en la conformación del MPL-C.

Palabras claves: reformismo, movimientos guerrilleros, lucha revolucionaria, Partido Comunista


de Honduras, Fuerzas Armadas, movimientos sociales, violencia política.

Abstract
The following article brie y surveys the political and social history of Honduras in the XX century
in an effort to explain the emergence of revolutionary guerilla movements at the end of the 1970s
and the beginning of the 1980s, emphasizing the Popular Liberation “Cinchonero” Movement
(MPL-C). It discusses the dif culties that this political group confronted in the face of reformism
of the Honduran political culture and the particularities of rural society. Furthermore, it gives
evidence of how the exclusive character of the 1980-1981 elections that marked the transition
to civilian governments, reduced their ef ciency as a possible factor of social balance. Also
noteworthy is the in uence that social movements in neighboring countries practiced, above all
in El Salvador, in the conformation of the MPL-C.
Key Words: reformism, guerrilla movements, revolutionary struggle, Communist Party of
Honduras, Armed Forces, social movements, political violence.

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1. Las Raíces Históricas de los Movimientos Guerrilleros de la Década de los Ochenta:


Violencia Política, Reformismo y Movimiento Popular en la Historia de Honduras
(1921-1978)
Entender el origen de los movimientos guerrilleros revolucionarios de los años ochenta nos
remite a comprender la historia de lo que ha sido el movimiento obrero y campesino en Honduras
y la in uencia de la ideología marxista, debido a que dichas organizaciones político-militares
se originan al interior de órganos políticos que se autoproclaman marxistas y que llevan a cabo
cierta agitación política entre sindicatos, asociaciones campesinas, organizaciones estudiantiles
y gremiales, etc.
En Honduras las primeras organizaciones de tipo gremial y artesanal surgen desde inicios del
siglo XX. Ya antes de la constitución de un movimiento organizado, se producen huelgas en el
enclave minero, establecido desde nales del siglo XIX al amparo de las políticas de apertura
de puertas a la inversión extranjera que fue promovida por el gobierno de Marco Aurelio Soto
(1876-1883). Luego, con el desplazamiento del polo de desarrollo capitalista hacia la costa norte,
gracias al a anzamiento del enclave bananero, las incipientes manifestaciones de protesta social
se ubican en esta región (Villars, 1991, p. 138 y Meza, 1997, p. 63).
En la zona central de Honduras, también existieron manifestaciones de rechazo al estado
liberal concesionario, especialmente provenientes de una clase intelectual que rechazaba las
consecuencias de la Reforma Liberal. (Barahona, 2005, p. 80). Eran los intelectuales que veían
con preocupación la pérdida de la soberanía nacional ante el poderío económico de los Estados
Unidos, en particular por la soberbia de sus agentes de penetración económica como lo eran las
empresas transnacionales del enclave bananero y minero.
Los más conocidos representantes de esa intelectualidad de la década de los veinte, con un
discurso nacionalista y, por ende, antiimperialista, fueron Froilán Turcios y Alfonso Guillén
Zelaya1. Este último en 1944 dijo que “generalmente se ha dado a los guerrilleros el sobrenombre
de bandidos o cuando menos de aventureros. Pero estos bandidos llenan la historia y la iluminan
1 Otros que integraban ese grupo eran: Luís Andrés Zúniga, Céleo Dávila, Matías Oviedo, Por rio
Hernández, Vicente Mejía Colindres, Alberto Úcles, Esteban Guardiola, Miguel Oquelí Bustillo, Miguel A.
Navarro, Manuel S. López, Samuel Laínez, Manuel G. Zúniga, Rómulo E. Durón, Eduardo Martínez López, Félix
Salgado, Ricardo Aluvín, Salvador Zelaya, Luís Landa, Tito López Pineda, Carlota Membreño, Manuel Adalid y
Gomero, Inés Navarro, Adán Canales, Octavio R. Ugarte, Ángel Fortín y Gonzalo Sequeiros (Barahona, 2005 p.
80. nota 91).

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con el eterno resplandor de su heroísmo y de su culto, algunas veces contradictorio, pero siempre
sincero por la libertad y la justicia” (Guillén, 2000, p. 203). Según algunos autores, las ideas
del sector más progresista de esta generación de intelectuales centroamericanos de las décadas
de 1920 y 1930, se fusionarían con las ideas marxistas para inspirar a los distintos movimientos
revolucionarios de Centroamérica de las décadas posteriores (Casús y García, 2005. p. 296).
La huelga general de los trabajadores hondureños en 1954 puso de relieve, para los sectores
dominantes, la existencia de un actor social, marginado, ignorado y reprimido desde nales del
siglo XIX: la clase trabajadora. Paralelamente a este reconocimiento se produce una importante
campaña de adoctrinamiento anticomunista que en el plano sindical se re eja con la participación
de organizaciones sindicales representativas del llamado “sindicalismo libre y democrático”2 en
el proceso de organización y consolidación del sindicalismo y del movimiento campesino en
Honduras, desde la década de los 50 hasta la década de los ochenta.
Así se explica que las principales organizaciones del sindicalismo y campesinado hondureño, que
se conforman inicialmente entre las décadas de los 50 y 60, se inscriban dentro de tendencias
marcadamente anticomunistas: el Sindicato de Trabajadores de la Tela Railroad Company
(SITRATERCO), la Federación Central de Sindicatos de Trabajadores Libres de Honduras
(FECESITLIH), la Federación Sindical de Trabajadores Nacionales de Honduras (FESITRANH)
y la Asociación Nacional de Campesinos de Honduras (ANACH).
En el contexto social del represivo gobierno del coronel Oswaldo López Arellano (1963-1971),
se produce un intento para organizar movimientos armados y derrocar su gobierno.
Miembros del Partido Comunista de Honduras (PCH), reorganizado en 1954, patrocinan el
asentamiento de un grupo guerrillero en las montañas próximas a El Progreso, Yoro, entre nales
de 1963 e inicios de 1964.
El grupo fue denominado como Frente de Acción Popular (FAP) el cual entabló relaciones con
otros grupos armados opositores del Partido Liberal3 –que también fue víctima de la represión de
2 A nales de 1954 destaca la Organización Regional Interamericana de Trabajadores (ORIT), luego
en los siguientes años el Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) y la American
Federation of Labor (AFL).
3 Rigoberto Padilla Rush (1929-1998), uno de los más importantes dirigentes del PCH, en sus memorias
cuenta cómo en los días que organizaban el grupo guerrillero, se les acercó Roberto Suazo Córdova, futuro
presidente de Honduras de 1982 a 1986, con el n de dar a conocer sus intenciones de proveerlos de armas
(Padilla, 2001, p. 217). Antes de eso, en la década de los cincuenta se habían producido algunos acercamientos
entre miembros del PCH y militantes del Partido Liberal pertenecientes a las tendencias de izquierda. (Rodríguez,
2005, pp. 34-35).

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las Fuerzas Armadas. De acuerdo a lo expresado por Mario Berríos, estos conatos de insurrección
“no tenían el liderazgo, la disciplina de ejército clandestino ni la logística apropiada para conducir
operaciones insurgentes de gran envergadura” (Berríos, 2005, p. 26).
De igual forma la CIA no lo consideraba un problema de gran magnitud. El órgano de inteligencia
de los Estados Unidos opinaba para el año de 1964 que “en el corto plazo, la única amenaza al
régimen militar en Honduras sería una desavenencia entre sus líderes…Aislados actos terroristas
ciertamente continuarán, pero, a menos y hasta que los comunistas y pro-castristas mejoren sus
capacidades para la subversión y obtengan la cooperación de los Liberales depuestos y de otros
grupos políticos, el régimen puede manejar cualquier amenaza subversiva que ellos traten de
montar” 4.
La CIA contabilizaba las fuerzas del PCH, poco antes del golpe de 1963, en unos 2 mil
miembros “incluyendo alrededor de mil jóvenes de la Juventud Comunista (JC). De estos sólo
unos 250 podían haberse considerado parte del núcleo principal. En adición habían algunos 3 mil
simpatizantes” 5. A pesar de esta fuerza de militantes, que señalaba la CIA, factores de carácter
interno como las constantes divisiones internas impedían que el PCH se convirtiera en un peligro
a la estabilidad del sistema político y económico.
La CIA consideraba que todo eso se agravaba por la debilidad teórica de los militantes del PCH
e incluso aseguraba que “no ha sido un partido revolucionario, habiendo evitado la subversión u
otra acción provocativa con el n de obtener un grado de tolerancia bajo (el gobierno de Ramón)
Villeda”. No obstante todo lo anterior, tomando en cuenta la presencia en Honduras de los males
sociales característicos de los países que experimentaban procesos de lucha revolucionaria, la
CIA concluía que a largo plazo el PCH si podía representar una amenaza a tener muy en cuenta,
especialmente cuando su sector más radical, compuesto por jóvenes de la JC, clamaban por el
paso a formas de lucha más violentas. A esto se añadía un gradual mejoramiento de la calidad de
los cuadros políticos con el “envío a Cuba, en los pasados dos años de algo más de un centenar
de hondureños, algunos de los cuales recibieron entrenamiento guerrillero allí”6.
El 30 de abril de 1965 el grupo guerrillero del PCH que operaban en las montañas de la Comunidad
de El Jute, jurisdicción de El Progreso, Yoro recibió un golpe fatal cuando una patrulla del ejército

4 The Danger of Subversion in Honduras. January, 16, 1964. p. 1. www.foia.cia.gov. Página o cial de la
CIA con documentos desclasi cados.
5 Ídem. p. 4
6 Ídem. p. 4.

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sorprendió a siete guerrilleros desarmados y los asesinó, incluyendo al dirigente campesino


Lorenzo Zelaya, uno de los fundadores de la Federación Nacional de Campesinos de Honduras
(FENACH) en 1962 (García, 1991, p. 34).
De la experiencia de El Jute, el PCH tendría una de sus primeras escisiones: el grupo que había
apoyado el establecimiento de la guerrilla en las montañas decide formar otro partido conocido
como Partido Comunista Marxista Leninista de Honduras (PCMLH) (Padilla, 2001, pp. 248-
260).
Según el historiador Darío Euraque, a mediados de la década de los sesenta, especí camente
a partir de 1966 –o sea al año siguiente de los sucesos de El Jute –se reactiva un beligerante
movimiento campesino con lo que la sociedad rural comienza a presentar síntomas de una
polarización social parecida a la de El Salvador, Guatemala y Nicaragua (Euraque, 2001, p. 280)7.
La referida polarización, nos explica el citado autor, es producto del desarrollo del capitalismo en
el país que se re eja en la diversi cación de la producción y la aparición de una burguesía rural,
sobre todo en la zona sur gracias al cultivo del algodón (Euraque, 2001, p. 281). Todo esto permite
comprender como surge la alianza entre las organizaciones de trabajadores y algunos sectores
progresistas de la naciente burguesía industrial de San Pedro Sula para oponerse al gobierno
de Oswaldo López Arellano, a nales de la década de los sesenta. A su vez nos conduce a traer
a colación un fenómeno crucial para dilucidar las causas explicativas de la relativa estabilidad
política de la década de los ochenta en Honduras, y el poco éxito en cuanto a la adhesión de las
masas que experimentan los movimientos guerrilleros revolucionarios. Estamos hablando del
reformismo militar que tiene su mayor expresión en el segundo gobierno de Oswaldo López
Arellano (diciembre 4 1972-abril 22 1975), luego del breve interregno del gobierno civil de
Ramón E. Cruz (junio 6 de 1971-diciembre 4 1972).
¿Cuál es el papel que juega el reformismo militar en atenuar las contradicciones sociales que
presenta la sociedad hondureña, principalmente en lo referente a la tenencia de la tierra? Es
obvio, que el reformismo con sus medidas de repartición de tierras incultas (Decreto No. 8 y
Ley de Reforma Agraria) genera enormes expectativas entre el campesinado hondureño. Por
7 A nales de los sesenta, el movimiento obrero-campesino en Honduras había alcanzado un nivel tal de
organización que Arturo Jáuregui, el secretario general de la ORIT, se enorgullecía de decir que “el sindicalismo
de la costa norte es uno de los más avanzados de la América Central” (Meza, 1997, p. 129). En efecto el
sindicalismo hondureño podía enorgullecerse de poseer una gran cantidad de a liados y de un crecimiento
sostenido de las organizaciones sindicales, lo que inexorablemente conducía a concederle al movimiento obrero-
campesino una importancia política apreciable.

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otra parte, no observamos en los países vecinos procesos similares de reforma durante el mismo
período. Para 1973, el gobernante militar, Oswaldo López Arellano, explicaba la necesidad del
reformismo, porque de lo contrario “la situación degeneraría en violencia”, y le planteaba a los
empresarios si querían “una revolución pací ca” o una revolución violenta” (Salomón, 1982, p.
85 y Posas y Del Cid, 1983, p. 275).
La situación no era para menos. En el breve período de Ramón E. Cruz, la beligerancia del
movimiento campesino había aumentado, lo que unido a la política conservadora de este
gobierno produjo el 18 de febrero de 1972 a la masacre de campesinos en la aldea La Talanquera,
jurisdicción de Olancho, donde efectivos del Cuerpo Especial de Seguridad (CES), asesinaron a
seis personas que reclamaban tierras a un terrateniente de la zona (El Día 1 de marzo de 1972 y
Fúnez, 2000, p. 256-266). Unos días después, el representante de la Iglesia Católica de Olancho,
Monseñor Nicolás D’Antonio, informó que el 26 de febrero en Juticalpa “cuatro bombas de
dinamita estallaron…siendo colocados los explosivos en las calles cercanas de las residencias de
los ganaderos en con icto” (El Día, 1 de marzo de 1972, p. 1). La autoría de estos hechos nunca
fue esclarecida.
En el contexto de la protesta social de la década de los setenta destacaba también la actividad
de los estudiantes de secundaria, organizados principalmente alrededor de dos organismos: la
Federación de Estudiantes de Segunda Enseñanza (FESE), fundada en 1970; y, los Comités de
Lucha de Estudiantes de Secundaria (CLES), fundados pocos años después de la FESE. Ambas
organizaciones tenían claras in uencias de las dos tendencias principales de la izquierda: el
PCH y el Partido Comunista Marxista-Leninista (PCMLH), este último de tendencia maoísta
(Rodríguez, 2005. p. 110 y Barahona, 2005, p. 216). Los estudiantes se convertirán en un
soporte fundamental para los movimientos guerrilleros de los años ochenta. En el seno de la
UNAH, aparecerán con especial fuerza personas que promueven ideas de lucha armada para
derrocar al orden social dominante.
En 1974, el reformismo militar en Honduras daba muestras de vacilaciones ante la oposición de
los sectores más conservadores de la élite terrateniente y el capital extranjero (Arancibia, 1994.
p. 81). Generalmente se considera que el reformismo militar llega a su n cuando Oswaldo
López Arellano es depuesto de la jefatura del Estado, el 22 de abril de 1975. Hay otros que
matizan este hecho, especi cando que el reformismo militar llega a su n a partir del año 1977,
con una serie de hechos represivos realizados por el gobierno de Juan Alberto Melgar Castro

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(1975-1978) que golpean a sindicatos y organizaciones campesinas (Arancibia, 1994, p. 91). Lo


cierto es que el proyecto reformista no fue abandonado abruptamente por los militares, y menos
a nivel de discurso político. El verdadero proceso de abandono del reformismo, a mi parecer,
inicia a nales de los años setenta con el gobierno del triunvirato militar (1978-1980), compuesto
por Policarpo Paz García, Domingo Alvarez Cruz y Amílcar Zelaya Rodríguez. Ya con Gustavo
Álvarez Martínez vemos el corolario del triunfo de una política mucho más conservadora en las
Fuerzas Armadas. Sin embargo, la legislación de la Reforma Agraria se mantuvo incluso toda la
década de los ochenta. La ley de Reforma Agraria del gobierno reformista sólo fue neutralizada
hasta 1992 con la emisión de la Ley de Modernización Agrícola. Esa desarticulación del
reformismo, que se hizo de manera gradual, acompañada de la “contrarreforma” que trasladó a
grandes contingentes de población a zonas despobladas del Valle del Aguán en el gobierno de
Melgar Castro8 mantuvo vivas las expectativas de la población campesina sobre la posibilidad
de acceder a un pedazo de tierra pues la repartición, si bien es cierto se hizo mucho más lenta,
no se detuvo totalmente. Es, por tanto, otro factor a tener muy en cuenta al momento de explicar
por que en Honduras existió una relativa estabilidad política y porque el campesino hondureño
no apoyó signi cativamente los movimientos guerrilleros revolucionarios.

2. Orígenes del Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1979-1981)


Sólo resta agregar, para poder entender del todo el proceso social que da origen a los movimientos
guerrilleros hondureños, la in uencia que indudablemente ejerció la revolución sandinista, cuyo
acceso al poder se veri ca el 19 de julio de 1979, y la agudización de la guerra de liberación
emprendida por los movimientos guerrilleros de El Salvador9. Los sucesos de estos países
vecinos, como ha sido norma en el devenir histórico de Honduras, determinan con especial
fuerza el curso de su historia.
Al interior del PCH ya eran evidentes profundas contradicciones entre un sector que consideraba
apropiado el inicio de una lucha armada para derrocar a las tradicionales clases dominantes
y aquellos que todavía consideraban prudente esperar para iniciar una lucha de ese tipo. Un
ex miembro del PCH como Tomás Nativí Gálvez exponía, en 1981, que era necesario que las

8 En el período 1975-1978 se entregaron a grupos campesinos 89 mil hectáreas de tierra. De ellas el 45%
estaban ubicadas en el Valle del Aguán (Posas y Del Cid, 1983, p. 318).
9 Estos grupos en octubre de 1980 se uni can para conformar el Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN).

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masas respondieran a la violencia gubernamental con un derecho legítimo e irrenunciable: “la


violencia popular” (Nativí, 2004, p. 44). De manera autocrítica el dirigente del PCH, Rigobierto
Padilla Rush, señalaba que al momento del triunfo de la revolución sandinista “nuestro partido
seguía atrapado en la telaraña creada por nuestra propia estrategia de acumulación de fuerzas…
acumulando fuerzas para construir ese bloque social nos pasamos los años…De alguna manera
estábamos frenando el proceso revolucionario; se imponía entonces una solución que era más
dramática y radical: irse a las armas” (Padilla, 2001, p. 408).

Tomás Nativí y Fidel Martínez, ambos líderes muy reconocidos, abandonan formalmente
las las del PCH entre nales de 1979 y principios de 1980. El primero dará vida a la Unión
Revolucionaria del Pueblo (URP), el segundo a la organización que es objeto de la presente
reseña: el Movimiento Popular de Liberación Cinchonero (MPL-C) (Padilla, 2001, p. 409 y
Rodríguez, 2005, p. 200). Fidel Martínez era un ingeniero agrónomo graduado en el Centro
Universitario Regional del Litoral Atlántico, de la ciudad de La Ceiba. Mario Berríos nos dice
que el MPL-C fue fundado el 7 de septiembre de 1979 (Berríos, 2005, p.51), o sea a poco menos
de dos meses de haberse dado el triunfo de los sandinistas. Recibe su nombre en honor al rebelde
olanchano Serapio Romero, más conocido como “Cinchonero”, que en 1868 dirigió una rebelión
contra el gobierno de José María Medina (1864-1872). Romero atacó haciendas y casas de las
familias más poderosas de la cabecera departamental de Olancho, en lo que fue cali cado por
una historiadora como el motín “producto del odio hacia los ricos de Juticalpa” (Martínez, 2002,
p. 112).

El MPL-C no sería la única organización guerrillera, ya que por esas mismas fechas surgen
también las Fuerzas Populares Revolucionarias “Lorenzo Zelaya” (FPR-LZ), el Frente
Morazanista para la Liberación de Honduras (FMLH), el Partido Revolucionario de los
Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTCH) y, un poco más tarde, el Frente
Patriótico Morazanista (FPM). Estos son los grupos que hasta el momento se han identi cado
como resultado de la presente investigación.

Ya se explicó brevemente lo que era la línea política de masas y la línea política militar del MPL-C.
Solamente agregaremos que el surgimiento estuvo marcado por un elemento muy particular del

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contexto de la sociedad hondureña: la transición a gobiernos, nominalmente civiles, pero en


los hechos fuertemente supeditados a ciertos intereses del militarismo derechista. Los primeros
documentos del MPL-C critican los procesos electorales que comenzaron el 20 de abril de 1980
con la elección de diputados a una Asamblea Constituyente. Por ejemplo, en documento que
explica los fundamentos de su línea política dice:

“Indudablemente la burguesía tiene todavía un arsenal de palabras seductoras


para atraer electoralmente, pero ni una posibilidad puede exhibir ya para
solucionar los problemas que se le vienen con el ujo popular; de ahí planteos
de elecciones “participativas” (que) pueden servirle de cartel temporal para
un juego de oposición mediatizada y de utensilio de soborno a la izquierda
tradicional, pero más temprano que tarde los revolucionarios legítimos
tendremos que realizar nuestra labor en condiciones en la que tendrá primacía
la ilegalidad sobre las formas legales de actividad revolucionaria” (MPL-C,
1980, p. 6)10.
Las elecciones de 1980 estuvieron marcadas por la represión del ejército que llevó a cabo una
serie de patrullajes en las ciudades y detenciones de miembros del Frente Patriótico Hondureño
(FPH), que era una coalición de varios grupos de izquierda y organizaciones gremiales que
pretendió sin éxito alguno participar en el proceso electoral (Tiempo, 16 de abril de 1980. p. 13.;
Tiempo, 18 de abril de 1980. p. 9. y Tiempo, 10 de abril de 1980. p.20). Unos meses antes los
miembros del FPH decían que “no serán partidarios de la guerra, la anarquía o el terrorismo. Es
a quienes dirigen el Estado y a sus voceros a los que corresponde la tarea de concretar iniciativas
históricamente posibles para superar este momento difícil en un clima de paz y tranquilidad.
Si las puertas para el que se expresa continúan cerradas, el pueblo habrá adquirido el derecho
a la insurrección” (Tiempo, 22 de febrero de 1980, p. 5). El 17 de abril, a tres días de las
elecciones se había producido el frustrado secuestro de Arnold Quiroz, gerente en Honduras de
la transnacional del petróleo TEXACO (Tiempo, 18 abril 1980, p. 4; Tiempo, 19 de abril de1980.
p. 3 y Berríos. 2005, pp. 63-69).
Por ese hecho fue capturado José María Reyes Mata, miembro del Partido Revolucionario de
los Trabajadores Centroamericanistas de Honduras (PRTC-H), quien unos años después, en julio
10 Inferimos que este documento tuvo que haber sido hecho a inicios de 1981, por la mención de algunos
hechos que acontecieron en Honduras en ese período. El subrayado y las comillas son del original.

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de 1983, penetraría al mando de una columna guerrillera de aproximadamente 90 hombres (Ver


Martínez, 2006).
Una de las primeras acciones del MPL-C, registrada en los medios de comunicación principales,
fue la detonación el 26 de enero de 1981 de dos bombas de propaganda11 en el Parque La Libertad
y el Mercado San Isidro de Comayagüela. El mensaje de las hojas volantes esparcidas por los
artefactos condenaba la cooperación de los ejércitos de Guatemala, El Salvador, Estados Unidos
y Honduras para combatir al FMLN en El Salvador (Tiempo, 28 de enero de 1981. pp. 4 y 8).
A través del mensaje, se puede también percibir cómo in uía en sobremanera a los movimientos
guerrilleros hondureños el desarrollo de la lucha guerrillera en el país vecino. El identi carse
constantemente con la causa de los guerrilleros salvadoreños será un rasgo del MPL-C en sus
primeros años.
Precisamente, la siguiente acción, de mayor envergadura, que acaparó la atención nacional e
internacional estuvo vinculada con el movimiento guerrillero salvadoreño12.
El 27 de marzo de 1981 El Comando “Lempira” del MPL-C secuestra en pleno vuelo un avión
de la empresa hondureña Servicios Aéreos de Honduras S.A. (SAHSA), cuyo destino nal
era New Orleáns, habiendo partido del aeropuerto de Tegucigalpa. La aeronave es llevada al
aeropuerto “Augusto César Sandino” de Managua. Las peticiones de los secuestradores consisten
principalmente en la liberación de dirigentes del FMLN capturados en territorio hondureño, entre
los que destaca Facundo Guardado (Tiempo, 20 de marzo de 1981. p. 3).
También criticaron el intervencionismo del ejército hondureño en Nicaragua y El Salvador que
buscaba –según el comunicado de los guerrilleros –preparar el terreno para una invasión al
primero e impedir el triunfo de la revolución en el segundo (Tiempo, 28 de marzo de 1981. p.
5).
Hay que aclarar que no todas las solicitudes tenían que ver con la problemática regional. Además
protestaron por la amenaza a muerte que pendía sobre varios dirigentes populares y políticos

11 Artefactos explosivos que únicamente dispersan propaganda política impresa, hojas volantes
generalmente.
12 El escritor hondureño Longino Becerra, veterano miembro del PCH, a pesar de que el comando
se proclama miembro del MPL-C, adjudica esa acción al FMLN, sin mencionar siquiera el nombre de la
organización (Becerra, 1999, p. 163). Sin embargo, creemos más lógico considerar, por el contenido del
comunicado que re ere a asuntos particulares del movimiento popular hondureño, que el comando que realizó
el secuestro tuvo que haber sido del MPL-C, sin descartar, por supuesto, el apoyo o incluso la posibilidad de la
participación de algunos guerrilleros salvadoreños.

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hondureños de parte de los escuadrones de la muerte 13. Algunos de los que aparecieron en esa
lista proporcionada por los militantes del MPL-C, fueron víctimas de los escuadrones de la
muerte en los meses y años siguientes: Tomás Nativí, Fidel Martínez (ambos el 11 de junio de
1981), Dagoberto Padilla (29 de marzo de 1982), Héctor Hernández (24 de diciembre de 1982)
y Rolando Vindel (18 de marzo de 1984). Los guerrilleros incluyeron demandas de cese a la
represión a dirigentes populares y miembros de la Iglesia Católica de Santa Rosa de Copán,
así como atender la demanda de padres, maestros y estudiantes que en esos días exigían la
o cialización de 20 colegios de educación media (Tiempo, 28 de marzo de 1982, p. 5).
El 28 de marzo con la intercesión del presidente de Panamá, se produce un acuerdo. Las
autoridades hondureñas, que habían negado hasta entonces tener a los prisioneros reclamados,
aceptan liberarlos.
La respuesta de los cuerpos represores a esta acción del movimiento guerrillero no se hizo
esperar. El 11 de junio de 1981 el fundador del MPL-C, menos de dos meses después del
secuestro de la aeronave, es asesinado en una vivienda de la capitalina colonia El Hogar. Según
el testimonio de los testigos, Fidel Martínez es asesinado por hombres encapuchados que luego
cubren su cuerpo con sábanas y lo trasladan a un lugar que hasta el día de hoy es desconocido
(Becerra, 1999, pp. 163-166). Junto a él, también es víctima Tomás Nativí Gálvez, líder de la
Unión Revolucionaria del Pueblo (URP). Un viejo miembro del MPL-C asegura que la pérdida
de Fidel Martínez fue decisiva para que la organización político-militar experimentara un vacío
de liderazgo, lo que a nales de la década de los ochenta produjo con ictos, que en algunos casos
llegaron a traducirse en luchas internas y hechos violentos que afectaron a los mismos miembros
del MPL-C (Entrevista “German Meraz”, Tegucigalpa, septiembre 2006)14.

13 Entre los nombres que aparecían en la lista estaban: el Dr. Juan Almendarez, rector de la Universidad
Nacional Autónoma de Honduras (UNAH); Profesor Felícito Montalván, presidente de la Federación de
Estudiantes Universitarios de Honduras (FEUH); Dr. Ramón Custodio; Lic. Víctor Meza; Prof. Tomás Nativí,
coordinador general de la Unión Revolucionaria del Pueblo (URP); Teniente Coronel Mario Maldonado
Muñoz; Lic. Gautama Fonseca; Periodista Ventura Ramos; Ingeniero Fidel Martínez Rodríguez; los hermanos
Carlos Roberto y Jorge Arturo Reina; Dr. Enrique Aguilar Paz, diputado del Partido Innovación y Unidad
(PINU); Lic. Adalberto Córdova, dirigente de la URP; Napoleón Acevedo Granados, dirigente sindical; Héctor
Hernández Fuentes, dirigente sindical; Marcial Euceda, presidente del Frente de Unidad Campesina de Honduras
(FUNACAMH) y de la Unión Nacional de Campesinos (UNC); Fausto Orellana, dirigente campesino; Atilio
Villalobos, dirigente de la Empresa Asociativa Campesina de Isletas (EACI); Dagoberto Padilla, dirigente
sindical; Rolando Vindel, dirigente sindical; Fausto Milla, sacerdote; José Luis Rivera y otros más.
14 Las personas consultadas, accedieron a dar información sobre la temática con la condición de no revelar
nombres verdaderos. Atendiendo esa petición, los nombres que aparecen entrecomillados son cticios.

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De esa forma, el MPL-C, con una valiosa pérdida en sus órganos de dirección, tiene que enfrentar
al año siguiente (1982) el ascenso de un gobierno civil conducido por el liberal Roberto Suazo
Córdova, que va de la mano con la agudización de la trágica Doctrina de Seguridad Nacional.
Las Fuerzas Armadas culminan lo que algunos llaman un proceso de derechización –y otros de
ultraderechización (Tiempo, 8 de agosto de 1980, p. 6) –gracias al nombramiento de Gustavo
Álvarez Martínez como jefe de la institución castrense.

3. La Guerra de Liberación que no se Materializa en Honduras y el Declive del


Movimiento Popular de Liberación “Cinchonero” (1982-1990)

A mediados de septiembre de 1982 una noticia le da la vuelta al mundo. El 17 de ese mes,


mientras miembros connotados de la clase empresarial del país y altos funcionarios del gobierno
se reunían en la sede de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (CCIC), en la norteña
ciudad de San Pedro Sula, para discutir políticas económicas, doce guerrilleros pertenecientes al
comando “Patria o Muerte” se toman el edi cio, poniendo bajo condición de rehenes a las más
de 100 personas que se encontraban reunidas allí (La Prensa, 26 de septiembre de 1982. pp. 2-3
y Flores, 1996. pp. 101-105).
El MPL-C daba a conocer sus demandas de libertad para varios presos políticos, entre ellos Tomás Nativí y Fidel
Martínez; el rechazo a la presencia de tropas y asesores militares extranjeros en el país y la derogación de un decreto
aprobado meses antes en el Congreso Nacional que penalizaba las protestas sociales (La Prensa, 26 de septiembre
de 1982. p. 8. y Cálix, 1985, pp. 327-330).
El hostigamiento de las autoridades del gobierno, apoyadas por el sindicalismo “democrático”,
dio como resultado la organización el 21 de septiembre en San Pedro Sula de una multitudinaria
manifestación pública para condenar la toma de la CCIC. Los mensajes de las pancartas que portaron
los manifestantes eran del siguiente tipo: “Terroristas a fregar a su tierra”, “Gobierno, Pueblo y
Ejército estamos unidos para combatir el terrorismo”, “Comunismo no, viva la democracia” (La
Prensa, 22 de septiembre de 1982, pp. 2-3). Entre las organizaciones que participaron estaban: el
SITRATERCO, la Asociación de Empleados Públicos de Honduras (ANDEPH), el Frente Unido
Universitario Democrático (FUUD) y la FECESITLIH. El presidente Roberto Suazo Córdova
también se hizo presente en la movilización anticomunista (Tiempo, 23 de septiembre de 1982,
pp. 8 y 10).
Luego de casi ocho días de intensas negociaciones, los integrantes del Comando “Patria

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o Muerte” liberan a los últimos rehenes y toman un avión rumbo a La Habana, nuevamente
gracias a los buenos o cios interpuestos por el gobierno panameño. No consiguen que el
gobierno cumpla con sus peticiones. No obstante, la acción tiene una publicidad tal que desvirtúa
momentáneamente la imagen de “oasis de paz” que las élites hondureñas intentan difundir a
nivel nacional e internacional a través de los medios de comunicación.
Durante los años 1983 y 1984, las actividades más notables del MPL-C se reducen a atentados
dinamiteros contra objetivos políticos varios en las principales ciudades de la costa Norte y
en Tegucigalpa. Algunos de esos hechos, reivindicados plenamente por el MPL-C, aparecen
en el cuadro anexo. Los atentados dinamiteros responden básicamente a dos coyunturas del
movimiento guerrillero y popular. Los atentados de agosto-septiembre de 1983 es producto de
las acciones tendientes a distraer a las fuerzas militares que estaban concentradas en destruir
la columna guerrillera del PRTCH en la zona selvática del departamento de Olancho. Las
acciones del MPL-C de dichos meses se inscribían en el marco de colaboración y unidad de
los movimientos guerrilleros hondureños, conocido como Dirección Nacional Unitaria (DNU)
(Rodríguez, 2005, p. 174).
A principios de 1984 se produce la reactivación del movimiento popular (Posas, (Julio 1987).
Notas sobre las Luchas Recientes del Movimiento Popular Hondureño. Boletín Bimestral de
Análisis de Coyuntura, UNAH, pp. 36-37)15. En el mes de marzo de 1984 los trabajadores del
sindicato de la Empresa Nacional de Energía Eléctrica (ENEE) llevaron a cabo manifestaciones
que provocaron centenares de detenciones en protesta por la desaparición del presidente de la
organización, Rolando Vindel, acontecida el 18 de marzo (Tiempo, 22 marzo de 1984, pp. 2-3
y Tiempo, 29 de marzo de 1984, p.2). Todavía los historiadores y analistas políticos no han
considerado el peso que tuvieron estos hechos en la caída del jefe de las Fuerzas Armadas,
Gustavo Álvarez Martínez, el 31 de marzo de 1984.
A nales de 1985 el MPL-C se propone establecer una guerrilla en el área rural. Varios campamentos
son establecidos por esas fechas, en las montañas de la sierra Nombre de Dios, que señalan los
límites de los departamentos de Yoro y Atlántida, al norte del país, esto según el testimonio de
un ex miembro de la organización (Entrevista con “Esteban Ramírez”, Tegucigalpa, mayo 2005).
15 En marzo de 1984, pocos días antes de las huelgas de los sindicalistas de la ENEE, se había conformado
el Comité Coordinador de Organizaciones Populares (CCOP), aglutinando a diversas organizaciones sindicales,
estudiantiles, obreras y de defensa de los derechos humanos. El CCOP era sucesor del Frente Unidad Popular 25
de Junio que en julio de 1982 se había organizado, pero que fue desarticulado al poco tiempo por la represión de
Álvarez Martínez.

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En los primeros días del mes de marzo del año siguiente (1986), un campesino informa a las
autoridades de La Ceiba de la presencia de extraños grupos de hombres armados. Enseguida, la
Fuerza de Seguridad Pública (FUSEP), sin especi car el día exacto, informó de un enfrentamiento
con guerrilleros que dejó como saldo la muerte de un efectivo y dos policías heridos (Tiempo, 8
de marzo de 1986, p. 8). A pesar de que ha sido identi cada la zona de operación del MPL-C, se
continúan con los preparativos para dar vida a un guerrilla en las montañas de Nombre de Dios.
Entre junio y julio de 1986 se envía un nuevo contingente. Con esto el grupo que permanece
“enmontañado” alcanza el número de doce (Entrevista con “Esteban Ramírez”, Tegucigalpa,
mayo 2005).
El 11 de octubre de ese año un nuevo enfrentamiento se produce entre militares y guerrilleros, cerca
de la aldea de Yaruca, a 35 kilómetros de La Ceiba, departamento de Atlántida. Dos guerrilleros
y un soldado pierden la vida (Tiempo, 13 de octubre de 1986, p. 14). En los siguientes días, el
ejército despliega un cerco militar que cubre toda el área entre La Ceiba y la ciudad de Tela. Con
la colaboración de Pablo García Flores, desertor de la columna guerrillera, el ejército ubica unos
siete campamentos del MPL-C después de un mes de búsqueda (Tiempo, 14 de noviembre de
1986, p. 2). En ese mismo período mueren por lo menos tres guerrilleros y un soldado más en
combates intermitentes (Entrevista con “Esteban Ramirez”, Tegucigalpa, mayo 2005 y Tiempo,
4 de noviembre de 1986, p. 2; Tiempo, 20 noviembre de 1986, p. 2 y Tiempo, 21 noviembre de
1986. p. 16).
Asimismo la policía asesina al dirigente campesino Hermes Aguilar por considerarlo colaborador
de la guerrilla (Tiempo, 25 de octubre de 1985, p. 5 y Comisionado de Derechos Humanos,
1994, p. 340).
Al nal, según nos cuenta el entrevistado, lograron salir de las montañas para dirigirse a la ciudad
de San Pedro Sula. Sin embargo, el 24 de noviembre el grupo guerrillero, que se ha reducido a
5 personas, es interceptado por una patrulla de policías y un nuevo enfrentamiento se produce
en el centro urbano. El resultado: tres policías son heridos, dos de ellos de suma gravedad y los
militantes del MPL-C logran escapar (Entrevista con “Esteban Ramírez”, Tegucigalpa, mayo
2005 y Tiempo, 26 noviembre de 1986, pp. 8-9).
El 22 de julio de 1989 –casi tres años después de lo hechos narrados –en represalia por su
traición, Pablo García Flores, el desertor de la columna, es asesinado por un comando del MPL-C
en la comunidad Campo Caimito, a 15 kilómetros al norte de La Lima, Cortés (Tiempo, 24 de

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julio de 1989, p. 8).


Otro hecho importante a resaltar en la década de los ochenta y que tuvo como protagonistas a
miembros del MPL-C fue el asesinato del ex jefe de las Fuerzas Armadas y uno de los principales
promotores de la Doctrina de la Seguridad Nacional: Gustavo Álvarez Martínez. El 25 de enero
de 1989 fue emboscado en la colonia Florencia Norte de Tegucigalpa (Tiempo, 26 enero de
1989, p. 3). El comunicado del MPL-C expuso que cumplía con un “deber revolucionario” al
darle muerte a través de la operación “Mártires de la Revolución Hondureña”, ejecutada por el
Comando “Lempira” (Tiempo, 26 enero de 1989, p. 8).
Sobre la autoría de la muerte de Álvarez Martínez se han tejido una serie de conjeturas. Algunos,
como el escritor y ex miembro del PCH Longino Becerra, ponen en duda que haya sido el
MPL-C el ejecutor y considera a miembros de las mismas Fuerzas Armadas y de los grupos
dominantes como los culpables del hecho, debido a la antipatía que se ganó Álvarez por su
autoritarismo mientras fue jefe de las Fuerzas Armadas y también por presuntas intenciones de
revelar interioridades sobre la política represiva del Estado (Becerra, 1999, pp. 266-271), cosa
que personalmente dudamos pues hasta el momento no se han encontrado pruebas que sostengan
la posible intención por parte del asesinado de dar a conocer secretos del cuerpo armado.
A nuestro juicio, es mucho más objetivo, ver en el asesinato de Álvarez Martínez, la complacencia
de algunos elementos de las Fuerzas Armadas para con la acción del MPL-C. Porque sin lugar a
dudas, se había ganado muchas enemistades entre los militares. Por tanto, los ejecutores directos
fueron miembros del MPL-C cuya operación no fue aparentemente obstaculizada por un sector
del ejército. Esto se apoya en testimonios de antiguos miembros de la organización y la reciente
publicación de Mario Berríos, obra basada en archivos policiales y experiencias propias del
autor. (Berríos, 2005, pp. 203-204). Asimismo por la actividad de los grupos paramilitares
derechistas en los meses siguientes, es de suponer que ciertos sectores de derecha no recibieron
con agrado el asesinato de una de sus principales personalidades. Una semana después del 25
de enero, las instalaciones de Radio América son ametralladas. Esta radioemisora fue de las
pocas que difundió con amplitud el comunicado del MPL-C (Tiempo, 2 de febrero de 1989,
p. 4). El día anterior la casa del principal defensor de los derechos humanos para la época,
Ramón Custodio, también había sido ametrallada (Tiempo, 2 de febrero de 1989, p. 4). Unos
meses después, el 4 de julio, es asesinado el dirigente estudiantil Edgardo Herrera en San Pedro
Sula y el 6 del mismo es asesinado el dirigente sindical Salomón Vallecillos. Este último era

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presidente del Sindicato de Trabajadores de la Tabacalera Hondureña (SITRATAH). Ambos en


algún momento se consideraron como sospechosos de pertenecer al comando del MPL-C que
dio muerte a Álvarez Martínez (Tiempo, 5 de julio de 1989, p. 8; Tiempo, 7 de julio de 1989, p.
4 y Berríos, 2005, pp. 207-208).
Para concluir con la breve reseña que se ha hecho del MPL-C, es necesario advertir que para
principios de los noventa, en el contexto de la desintegración del bloque socialista, la ya visible
derrota de la Revolución Sandinista y las discusiones al interior de la guerrilla salvadoreña para
acceder a las negociaciones de paz, se podría creer equivocadamente que el MPL-C ya estaba
desintegrado, luego de los intentos frustrados de constituir una guerrilla rural y de profundas
divisiones entre el grupo de los que se mantenían exiliados en Nicaragua y los que permanecían
en territorio hondureño (Entrevista con “German Meraz”, septiembre 2006). Sin embargo,
todavía el MPL-C intenta hacer, con trágicos resultados, una de sus últimas actividades.
Nos referimos al asalto del 15 de agosto de 1990 a una agencia bancaria de la comunidad de El
Zamorano, distante 32 kilómetros al oriente de la ciudad capital. Por los relatos de los testigos, en
esa oportunidad, la policía y fuerzas militares prepararon con antelación una emboscada al grupo
guerrillero, seguramente enterados de la operación por algún agente policial in ltrado (Tiempo,
18 de agosto de 1990, p. 6 y Entrevista con “German Meraz”, septiembre 2006). No obstante,
lo que en apariencia sería una tarea fácil para el ejército, apoyado hasta por un helicóptero, se
convirtió en un sangriento enfrentamiento que dejó un civil, seis guerrilleros y cinco agentes
de seguridad muertos, entre ellos un miembro de las Fuerzas Especiales16. Con doce muertos
en total fue considerado como “el más sangriento asalto bancario en la historia de Honduras”
(Tiempo, 16 agosto de 1990, p. 2).
Lo que siguió a los hechos de El Zamorano fue una descomposición de la organización que
tendría como efecto la sucesión de hechos cali cados por el entrevistado como “vergonzosos”,
que dejaron mal parado al MPL-C ante la población hondureña (Entrevista con “German Meraz”,
septiembre 2006). Las rencillas personales entre los dirigentes adquirieron tintes extremadamente
violentos. Muestra de ello es que el 26 de mayo de 1991, Roger Eludín Gutiérrez, uno de los
dirigentes del MPL-C, es tiroteado y gravemente herido en San Pedro Sula por guerrilleros
supuestamente pertenecientes a una facción contraria del MPL-C. Gutiérrez había regresado
ese año del exilio y había aceptado las condiciones de paz impuestas por el gobierno de Rafael
Leonardo Callejas (Berríos, 2005, pp. 210 y 213).
16 Véase los cuatro diarios principales de Honduras de la fecha 16 de agosto de 1990.
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4. Opinión Pública y Movimientos Guerrilleros en Honduras


Existieron opiniones según las cuales los actos de los guerrilleros no hicieron más que exasperar
la violencia ejecutada por los cuerpos represivos del Estado.
En el diario Tiempo el editorial del 30 de marzo de 1981, al haber sido testigo la sociedad hondureña
del secuestro del avión de SAHSA por un comando del MPL-C, vertía el siguiente criterio: “los
excesos de la llamada izquierda los utiliza la ultraderecha con un gran poder multiplicador. Si
su causa, la del poder tradicional, ya no tiene vigencia histórica, las provocaciones y excesos de
las presuntas organizaciones liberadoras le prolongan su vigencia y hasta el método de la cacería
para deshacerse de sus adversarios” (Tiempo, 30 de marzo de 1981, p. 6).
Más tarde, en el año de 1984, este mismo rotativo decía que “estos terroristas que dicen propugnar
por la liberación de los sindicalistas, más bien los hunden y propician el descuartizamiento de
todo el movimiento sindical independiente del país. De tal suerte que, con su acción, hacen
causa común con los enemigos de las organizaciones populares y con la política antisindical
evidenciada por el presente régimen”(Tiempo, 27 marzo de 1984. p. 6).
El diario Tiempo, impreso en San Pedro Sula, desde su fundación en los años setenta, era el
vocero de la clase empresarial seguidora de las tendencias más modernizantes de la época. Con
un anticomunismo menos virulento que el resto de diarios (El Heraldo, La Prensa y La Tribuna),
mantuvo remanentes del discurso reformista de los setenta, algo muy curioso en una década en la
cual los discursos políticos hegemónicos ya alejados de la retórica del reformismo atacaban, bajo
el supuesto de la amenaza comunista, cualquier oposición política mínima al estatus quo.
El razonamiento aquel que culpa a las organizaciones político-militares de la agudización de la
represión sólo es verdadero hasta cierto punto. En primer lugar, la tendencia a la agudización de
la violencia en Honduras dependía también de factores externos como la nueva política belicista
de los Estados Unidos y el desarrollo de los procesos revolucionarios en los países vecinos. Por
eso comprenderemos el hecho de que la violencia política practicada por el Estado empezó con
fuerza antes de que las acciones guerrilleras fueran notables en Honduras.
En segundo lugar, el apogeo del terrorismo de Estado iba dirigido a detener el avance de las
organizaciones de masas. En 1980, a pesar de los actos represivos de los últimos años de
los setenta, era evidente un aumento de la beligerancia del movimiento popular hondureño.
Estudiantes, maestros, médicos y otros sectores mostraban una efervescencia gremialista en los
primeros meses de 1980. En el orden interno, la violencia respondía claramente a un desarrollo

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de ese movimiento de masas, más que al de la guerrilla propiamente dicha.


Desde el punto de vista metodológico, Tiempo resulta una fuente que aporta datos que no se
encuentran en los otros diarios, pues estos seguían muy de cerca la política o cialista de negar
la existencia a nivel público de movimientos guerrilleros en Honduras cali cada como el “oasis
de paz” de la región. La censura y distorsión que ello trae provoca mucha confusión al momento
de investigar organizaciones como el MPL-C.
Según esta postura o cialista de los grupos hegemónicos difundida por los medios, si había actos
de violencia guerrillera estos se debían a la actividad del FMLN o de grupos organizados por los
sandinistas para desestabilizar la región.
Independientemente de las acciones realizadas por grupos guerrilleros extranjeros en territorio
hondureño es claro que a medida que avanzó la década de 1980, movimientos como el MPL-C
fueron adquiriendo más y más independencia política al punto de darse una división entre el
grupo que se mantenía más estrechamente vinculado con las organizaciones de Nicaragua y
El Salvador, y el grupo que permaneciendo principalmente en territorio hondureño señaló el
efecto negativo que tenía la subordinación política externa para el desarrollo de la organización
(Entrevista con “German Meraz, 3 de septiembre de 2006).
Personeros del gobierno de turno, militares y medios de comunicación en muchos casos hicieron
ver a los guerrilleros como simples delincuentes comunes.
En 1987 el presidente del Colegio de Abogados, regional de San Pedro Sula, Juan Rafael Morales
consideraba que “el decreto de Amnistía que pronto será aprobado no se puede aplicar a los
grupos Lorenzo Zelaya y Cinchoneros por que sus actuaciones son de carácter delictivo y no
político…estos han perpetrado asesinatos, secuestros, asaltos y lo han hecho con nes de lucro
y no demostrando su inconformidad con las actuaciones del gobierno…ellos no han hecho un
planteamiento de nido que se anteponga a los lineamientos mismos del gobierno” (Tiempo, 30
octubre 1987, p. 29).
No obstante, en 1980 el secretario del Tribunal Nacional de Elecciones (TNE), abogado José
Antonio Suazo, ya había declarado que la pretendida identi cación entre la delincuencia común y
las organizaciones políticas de izquierda “más bien puede ser responsabilidad de algunos medios
que han tratado de magni car el problema” (Tiempo, 30 de enero de 1980, p. 3).

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Tipo de Acciones del MPL-C


(1981-1990)17

Descripción Número
Estallido de bombas 15
Enfrentamientos con cuerpos de
7
seguridad estatales.
Ataque a tropas extranjeras. 1
Ajusticiamientos. 4
Asaltos a bancos o instituciones
5
privadas.
Secuestros. 4

Fuente: Elaboración propia con base en diario Tiempo.

5. Conclusiones
Aunque a inicios de la década de los ochenta existían los síntomas en la sociedad hondureña
que podían hacer creer en la posibilidad de una convulsión social general la sociedad rural
hondureña no se había polarizado lo su ciente, gracias al reformismo militar, que no fue
abandonado ni siquiera en los posteriores gobiernos militares, de manera dramática18. Se necesita
una investigación profunda que también analice las muy probables relaciones de paternalismo
que los políticos hondureños y los terratenientes en el campo practicaron con respecto a los
campesinos, esto como producto de las debilidades del proceso “modernizador” capitalista en
Honduras.
17 Debe aclararse que en este cuadro solo se consignan las actividades plenamente reivindicadas por
el MPL-C y aquellas que fueron adjudicadas a esta organización por la policía y el libro de Mario Berríos,
ex miembro de las Fuerzas Especiales, titulado Los Comandantes 2005 (Ver bibliografía anexa). Posteriores
investigaciones podrán tal vez dilucidar e identi car más hechos relacionados con el MPL-C.
18 Por otra parte, las claves para comprender ese reformismo particular de Honduras se encuentran en el
singular proceso de Reforma Liberal de nales del siglo XIX que es explicado por el historiador Darío Euraque
El referido historiador concluye en ese estudio que “lo distintivo de la historia moderna hondureña surge de las
características especí cas de las élites rurales del país, sus relaciones con el poder estatal, y las relaciones de estos
sectores y la historia de los sectores económicos y sociales que no formaban parte de las élites”. (Euraque, Darío.
(Enero-Junio 1991). La Reforma Liberal en Honduras y la Hipótesis de la Oligarquía Ausente 1870-1930. Revista
de Historia. Vol. No. 1. No. 23. Editorial de la Universidad de Costa Rica. p. 38).

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Diálogos Revista Electrónica de Historia ISSN 1409- 469X. Número especial 2008. Dirección web: http://historia.fcs.ucr.ac.cr/dialogos.htm

Asimismo cabe señalar el particular carácter del sindicalismo en Honduras. Las organizaciones
campesinas y obreras que surgen posteriormente a la huelga de 1954, lo hacen bajo una fuerte
supervisión estatal. En el transcurso de la segunda mitad del siglo XX, se convertirán en
parte integrante del conjunto sistémico19. Incluso en determinadas coyunturas serán factores
de equilibrio y mediación de las crisis provocadas por el tradicional caudillismo político, tal
y como se observa en un enfrentamiento protagonizado por los políticos de ambos partidos
tradicionales en los meses de marzo, abril y mayo de 1985, que amenazó con romper el incipiente
orden constitucional. Entonces, las organizaciones obreras y campesinas desempeñaron un papel
decisivo para la solución del con icto.
Todo lo anterior explica porque el MPL-C fue un movimiento prácticamente restringido al área
urbana en un país donde la mayoría de la población era rural. A la vez, conduce a comprender
por que el MPL-C no logró superar la etapa de organización conspirativa, careciendo de una
base social signi cativa.
Con las elecciones de inicios de los ochenta, se demuestra que Honduras poseía un sistema
político, basado en un antiguo bipartidismo, muy estable que fue capaz de canalizar, hasta cierto
punto, por medios “legales” las diferencias existentes en la sociedad hondureña. Decimos hasta
cierto punto porque en los hechos, la violencia política no disminuyó en lo absoluto en los años
inmediatamente posteriores a las elecciones. Fue todo lo contrario.
El in ujo de los acontecimientos en El Salvador, Nicaragua y, en menor medida, Guatemala son
de vital importancia para comprender el MPL-C como una organización que nace fuertemente
in uenciada por los movimientos revolucionarios de estos países, de tal forma que sus primeras
reivindicaciones dan especial énfasis a la situación de revolución en toda la región.
Los medios de comunicación pretendieron hacer creer que las acciones eran realizadas
por movimientos revolucionarios de países vecinos. Sin menoscabo de la participación de
salvadoreños y nicaragüenses en acciones de los movimientos guerrilleros hondureños, y de la
también importante participación de hondureños que pelearon en las las del FMLN y el FSLN,
podemos concluir que los movimientos guerrilleros hondureños fueron un fenómeno concreto
que no puede ser ignorado por la ciencia histórica.
19 El Instituto Americano para el Desarrollo del Sindicalismo Libre (IADSL) había diseñado un plan
para el período 1977-1981, consistente en la “capacitación” de campesinos, la creación de 50 sindicatos urbanos
y rurales en todo el país y la “inversión” de más de 1 millón 200 mil dólares. Esto en el contexto social donde
era evidente el agravamiento de la crisis de dominación que experimentaban las oligarquías centroamericanas
(SITRAUNAH, 1979, pp. 15-16).

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Entrevista con “German Meraz”. Tegucigalpa, 3 de septiembre de 2006.

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Página o cial de la CIA con documentos desclasi cados.

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