0 calificaciones0% encontró este documento útil (0 votos) 153 vistas36 páginasSylvia Molloy Poses de Fin de Siglo. Cap Tulo Clinica Naci N y Diferencia PDF
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Sytvia MOLLoy
Poses de fin de siglo
Desbordes del género en la modernidad
‘BTERNA CADENCIA
EDITORAdiélogo que contribuyeron a crear en mis seminarios, sin
los textos que leimos juntos, sin sus reacciones, favorables
o contrarias a mis propuestas, y, sobre todo, sin sus cuestio-
namientos, este libro no existiria, A ellos dedico este libro.
14
CLiNICA, NACION Y DIFERENCIADESEO £ 1DEOLOGIA A FINES DEL SIGLO XIX
Propongo una reflexién sobre las culeuras de fines del siglo xix
en América latina, particularmente en la Argentina; més ¢s-
pecificamente, sobre la construccién paranoica de la norma
con respecto a género y sexualidades y sobre fo que no cabe den-
tro de esa norma, es decir sobre lo que difiere de ella, Que la
definicién de la norma no precede sino que sucede a, y en
verdad deriva de, esas diferencias ~del mismo modo que la
definicién de “salud”, en los estudios psicolégico-legales del
perfodo, proviene de la definicién de “enfermedad”, y la no-
cin de “decadencia” da origen retrospectivamente a nocio-
nes de madurez y plenitud~ es por supuesto medida de la an-
siedad que informa esas construcciones y esas definiciones.
Alenfocar mi reflexién en la América latina de fines del x1x,
esto es, en el momento de su compleja entrada en la moder
nidad, tengo en cuenta dos asuntos relacionados: primero, las
implicaciones ideol6gicas de estas construcciones para los de
bates sobre identidad nacional y salud nacional, incluso con-
tinental; segundo, la doble presién de la dependencia cultu-
ral respecto de Europa, por un lado, y del expansionismo
politico de los Estados Unidos por el otro, que moldea estos
debates sobre la identidad nacional y las formas de produc-
cién cultural del periodo.
7‘Comienzo con una escena, En la tarde del 7 de enero de
1882, José Marti asistié a una conferencia en Nueva York. A pe-
sar de las otras atracciones de la ciudad, habia mucho piblico
en Chickering Hall escribe Marti en La Nacién de Buenos Aires,
tun péblico que lo impresioné tanto por su tamafio como por su
clegancia, El titulo de la conferencia que Marti escuché aquel
dia era “El renacimiento inglés del arte” y el conferencista era
Oscar Wilde. Esta ocasi6n, con la que elijo comenzar, es cultu-
-ralmente significativa. Marti, acaso la figura intelectual latinoa~
mericana mas importante de la 6poca, se encuentra con este otro
innovador influyente, secién legado a los Estados Unidos como
profeta de la “nueva imaginacién” para revelar al pablico que
“el secreto de su vida esté en el arte”! Hablar de encuentro es
‘exagerar: los dos hombres no se conocian y Wilde seguramente
no estaba al anto de la existencia de Marti. Lo que me interesa
aqui es precisamente ese desequilibrio que le permite a Marci un
punto de mira particularmente interesante, Perdido entre el pit-
blico neoyorquino, Marti, el anénimo corresponsal extranjero,
contempla, mejor ain, espia a Wilde, absorbiendo cuidadosa-
menteal hombre y sus palabras, para mejor selatar su experien-
cia a los lectores hispanoamericanos de La Nacién. Cito su des-
cripcién del momento en que posa sus ojos sobre Wilde:
iVed a Oscar Wilde! No viste como todos vestimos, sino de sin-
gular manera|..J El cabello le cuelga cual el de los cabalteros
de Elizabeth de Inglaterra, sobre el cuello y los hombros; el
abundoso cabello, partido por esmerada raya hacia la mitad de
la frente. Lleva frac negro, chaleco de seda blanco, calzén corto
y holgado, medias largas de seda negra, y zapatos de hebilla. EL
Cuello de su camisa es bajo, como el de Byron, sujeto por cauda-
"HL Montgomery Hyde, Oscar Wilde, Nueva York, Farrar, Strausand Gi
ous, 1975, p. 54. Todas las iaducciones son mias salvo indicacin contraria,
18
losa corbata de seda blanca, anudada con abandono. En la res-
plandeciente pechera luce un botén de brillantes, y del chaleco
le cuclga una artistica leopoldina. Que es preciso vestir bella-
mente, y él se da como ejemplo,
Solo que el arte exige en todas sus obras unidad de tiempo, y
bere os ojos vera un galén gastar chupilla de esta época, y pan-
talones de la pasada, y cabello a lo Cromwell, y leontinas a lo
petimerre de comienzos de sigho*
Esta primera y detallada descripci6n apunta sutilmentea
tuna dicotomia que se volvers cada vez més evidente en el texto
de Marti. Por un lado veen Wilde un alma gemela, alguien que
ensefiard.a los otros (en este caso, a los materialistas norteameri-
canos despreciados por Marti) el amor por la belleza y la devo-
cién al arte. Sin embargo, del otro lado, Marti se siente clara-
mente perturbado por la exiravagancia de lo que tiene ante sus
ojos. El atuendo, Ia afectacién trabajan contra la apreciacién
de Marti, se vuelven literalmente obsticulo, Lejos de descartar
la insOlita apariencia de Wilde después de una primera des-
cripcién, Marti no cesa de volver sobre ella, a fa vez fascinado
intentando disculparla para sus lectores, pata s{ mismo. Wil-
de nose viste, escribe Marti, como todos nosotros nos vestimos.
Pero gquién es este nosotros? La habitual primera petsona en
plural, an frecuente en Marti como medio de separar a noso-
tres os latinoamericanos del ellos antagonista norteameticano,
deja lugar aqui a un atipico nosotrs en panico~el nosotros de los
hombres “normalmente vestidos”, sean de la nacionalidad que
sean~ frente a lo “extraio”, lo “infantil” lo “extravagante” ? Con
* José Marti, “Oscar Wilde”, en Obras completar XV, La Habana, Editorial
nacional de Cuba, 1964, p. 362. Las ita que siguen remiten a este texto
* Usiliza el sémino “pinico” al como loentiende Eve Kosofsky Sedgwick
cen Beraeen Men: English Literarure and Male Homosexual Desire, Nueva York,su cabello largo, calzas de terciopelo y medias de seda negra, Wile
de “hiere Los ojos”, su atuendo “no afiade nobleza ni esbeltez a
Ja forma humana, ni es mas que una timida muestra de odio a
los vulgares habitos corrientes” (p. 367) Admirando el celo
artistico de Wilde, Marti se encusiasma: “(Qué alabanza no me-
rece, a pesar de su cabello luengo y sus calzones cortos, ese ga-
ardo joven que intenta trocar en sol de rayos vividos, que
hhiendan y doren la atmésfera, aquel opaco globo carmesi que
alumbra a los melancélicos ingleses!” (p. 367; subrayado mio}
‘Marti, es verdad, no es el ‘inico a quien incomoda la
apariencia de Wilde, y, en general, su actitud. El Commer-
cial de Cincinnati, encontrando a Wilde demasiado delica-
do, lo desafia a ensuciarse las manos: “Si el Sefior Wilde se
aviene a dejar las azucenas y los narcisos y a venir a Cin-
cinnati, nos encargaremos de mostrarle cémo despojar a
treinta puercos de sus intestinos en un minuto”.* La eleccién
de palabras delata un machismo transparentemente ansioso:
la diferencia de Wilde no solo es motivo de burla; también
se la percibe como amenaza. En descarga de Marti hay que
decir que no ridiculiza a Wilde y que no muestra su an-
siedad en términos (acaso inadvertidamente) anales como
los del periodista. Esté dispuesto a escucharlo, y llega a
aplaudir su mensaje; sin embargo la persona fisica de Wil-
de se interpone: es orro mensaje que lo desafia, una inscrip-
cién corporal del esteticismo de fin-de-siglo con un subtexto
obviamente homoerético que, como tal, lo deja perplejo.
‘Lanocién de unidad temporal, que Mart, sorprendentemen-
te, usa en contra de Wilde ~“solo que el arte exige en todas sus
Columbia University res, 1985 yen Epistemology ofthe Closet, Betkeley-Los
Angeles, U. California Press, 1990. Aprovecho esta oporcunidad para arsti-
{guar mi deuda con su trabajo.
+H Montgomery Hide, Oscar Wilde, ob. cit, p55.
obras unidad de tiempo” merece aqui comentario, Dentro del
sistema de Marti, la falta de unidad temporal es habieualmente
una fuerza positiva y creativa, aunque violenta: como ejemplo
«esti su defensa del anacronismo y la heterogeneidad consticuti-
vvos del nuevo hombre americano en “Nuestra América" Noes
realmente la heterogeneidad, entonces, que esti en juego en la
critica de Martial atuendo de Wilde. Marti evaliia positivamen-
te la mezcla de elementos cuando él, como maestro, puede dar
nombrea esa mezcla ~l nuevo hombre americano- y asi confe-
rirles unidad ideolégica a los fragmentos. En cambio, la mezcla
que representa Wilde desafia Ia nomenclatura de Marti: Wilde
cs lo inefable, sin lugar dentro de la fecién fundacional de Mar-
ti, Para criticar su diferencia perturbadora eirresoluble, Marti
necesita entonces recaer en criterios clasicos de armonia tempo-
ral que entran en conflicto con su ideologia habitual del arte.
Dieciocho afios mas tarde, el 8 de diciembre de 1900,
otro escritor latinoamericano, Rubén Dario, escribe sobre
Oscar Wilde. Me detengo en los datos particulares de su
texto porque permiten apreciar cambios significativos en lo
que podriamos llamar, en términos generales, la recepeién
Iatinoamericana de esa figura. Darfo escribe su articulo en
Paris, ocho dias después de la muerte de Wilde. Titulado “Las
purificaciones de la piedad”, comienza de la siguiente manera:
* “Bramos charreterasy cogas,en pases que venian al mundo con laalpar-
‘gta en os pes y a vincha en la cabeza. El genio hubiera exado en hermanar,
com la catidad del corazén y con el atrevimiento de los fundadores, la vincha
yy la coga” (José Mati, Muestra América, Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1977,
30). La esencializacién que hace Mari del vestdo (somos.nuestrasropas) <=
‘noxablea fo largo desu obra y merece un estudio mis profund, Para un and-
lisisbrillante de la aticulacin palitca que hace Mart de lo heterogénco ver
Julio Ramos, Desencuentros de la modernidad en América Latina: Literatura y
politica en el siglo xx, México, Fondo de Cultura Econémica, 1989, pp. 229-243,
especialmente pp. 232 y 233.Hay un cuento de Tolstoi en ques habla de un perro muerto en-
contrado en una calle, Los transetintes se detienen y cada cual
hhace su observaci6n ante los restos del pobre animal. Uno dice
‘que eraun perro sarnoso y que esté muy bien que haya reventado;
‘oro supone que haya tenido rabia y que ha sido Gil y justo ma-
tarloa palos; otro dice que esa inmundicia es horrible; otro, que
apesta;otr0, que esa cosa odiosae infecta debe Hevarse pronto al
muladar. Ante ese pelejo hinchado y hediondo, se alza de pronto
una vor que exclama: “Sus dientes son més blancos que las mis
finas perlas”. Entonces se pens6: Este no debe ser otro que Jestis
de Nazareth, porque slo él podria encontrar en esa fétida carrofia
algo que alabar. En efecto, era esa la vor de la suprema Piedad.*
Hasta all el primer prsafo del articulo de Dario. El que
Te sigue comienza asi:
Un hombre acaba de morir, un verdadero y grande poeta, que
‘pasé los iltimosafios de su existencia, cortada de repente, en el
dolor, en laafrenta, y que ha querido irse del mundo al estara
las puertas de la miseria (p. 468).
Estos dos parrafos resumen la estrategia de Dario y a la
vex asientan el tono afectado del articulo. No se necesita leer
la pseudo-pardbola con profundidad para descubrir un sub-
texco en Giltima instancia condenatorio, apenas enmascarado
por una sentimentalidad sensiblera. A Wilde, como perro
Rubén Dari, “Purifcaciones dela piedad”,en Obras completas3, Ma-
eid, Afrodisio Aguado, 1950, p. 468. Cito en adelante por esta edicin. No
s&s Dario estaba enterado de las circunstancias de la muerte de Wilde pero
cL verbo “reventa:", usado aqui colaquialmente,daen la tecla. "No bien habia
‘exhalado au iltimosuspiro que el cuerpo revent,saliendo liquido de los of
dos, I maiz, la boca, y otros orifiios. La destruceién fue atron" (Richard Ell-
‘man, Oscar Wilde, Nueva York, Knopf, 1987, p. 584).
muerto, se le adjudica el rol de victima, repugnante a los sen-
tidos y peligrosa para la salud? Los hombres sienten repulsion
por ély solo Cristo, en su “suprema piedad” ~una piedad que,
en su misma perfeccién, es implicitamente inaccesible para la
mayoria de los mortales-, es capaz de sedimirlo, Siel articulo
de Dario invita al lector a atender las palabras de Cristo, la vez,
en una maniobra ambigua, indica que la meta bien puede ser
inalcanzable dado el esfuerzo sobrehumano que presupone.
‘Alo largo del articulo, Dario estigmatiza a Wilde en nom-
bre de “la purificacién de la piedad”. Ademés de recurrir aad-
jetivos significativos ~desventurado, desgraciado, infeliz, con-
denado- resume la vida de Wilde en términos que revelan una
ansiedad particular. La vida de Wilde es un cuento con mora-
leja:“{..Jel confundir la nobleza del arte con la parada capri-
cchosa, a pesar de un inmenso talento, a pesar de un tempera-
mento exquisito, a pesar de todas las ventajas de su buena
suerte, le hizo bajar hasca la vergtienza, hasta la cércel, hasta la
miseria, hasta la muerte” (p. 470) Si Dario, como antes Marti,
apoya en principio la ruprura de Wilde con la convencién bur-
guesa -base, después de codo, del modernismo-, la modalidad
particular de esa ruptura y el modo en que se la publicita, lo
ofenden. Si, Wilde es una vietima de la sociedad; pero ante
todo, nos dice Darfo, es una victima de si mismo. Bs (nétese el
orden de los términos), un “mArtir de su propia excentricidad
y dela honorable Inglaterra |..J"(p. 471). Una vez. mas, s la
* Los perros muertos, como el que describe la historia de Tolstoi parecen
hhaber despertado reacciones sgnificativamente fobicas en Dasio, En "Duslos
«inicos”, una descripcin critica del cementerio animal en Asniéres, Dario
‘observa que “La representacién de lo més asqueroso, de lo mis miserable, de
lomis infectamente horrible, ha sido siempre ua perro mero. Tan solamen-
te enel cuento de Tolstoy, Jesucristo encuencra que los dientes de la inmunda
‘arrofia son comparables las mas fnas perlas” (Rubén Dario, “Duelos ini
0s", Obras completas4, Madeid, Afrodisio Aguado, 1955, p. 1378).isibilidad de Wilde, mil veces mayor ahora que cuando Marti
escribié su articulo, lo que est’ en juego. Ese exhibicionismo,
ese “desfilecaprichoso”, disgusta a Dario; reprende a Wilde por
no entender que “Ios tiempos cambian, que Grecia antigua no
esla Gran Bretafia moderna, que las psicopatias se tratan en las
clinicas, que las deformidades, que ls cosas monstruosas deben
hhuir de la luz, deben tener el pudor del sol." (p- 471)
Sila lecrura correctiva que propone Dario del Wilde vivo
lo condena a la clinica o al close, la lectura de su muerte es
ain més elocuente. Porque cuando describe a Wilde como
“un hombre |... que ha querido irse del mundo”, lo entiende
de manera literal. Sorprendentemente mal informado (escri-
be, después de todo, en Paris, apenas una semana después de
la muerte de Wilde), declara:
[EL cigarrillo perfumado que tenia en sus labios las noches de
conferencia era yael precursor de la estricnina que llegara a su
boca en la postrera desesperacién, cuando muri el arbiter ele-
_gantiarum, como un perro. Como un petro murié. Como un
‘perro muerto estaba en su cuarto de soledad su miserable cadé-
ver. En verdad sus versos y sus cuentos tienen el valor de Jas
amis finas perlas (pp. 471 y 472).
Finelga aclarar que es esta una recreacién apécrifa: Wilde no
se suicid6, ni estaba solo cuando muri6, Pero el s6rdide suicidio
del patético maricén es una ficcién del discurso homofébico al
{que Dario recurre para ajustar cuentas con el cuerpo demasiado
visible de Wilde. El arbierelegantiarum, con su cabello largo, st
terciopeloel clavel verde y el cigarrillo perfurnado, es ahora un
petro muerto y su intolerable presencia fisica ya no es obsticulo
ni amenaza. Solo en la ausencia de ese cuerpo es€ cuerpo queen-
carna literalmente la perversidad, ese locus de “deformidades” y
“cosas monstruosas”~ puede la escritura de Wilde ser apreciada,
pueden las “perlas” desencarnadas de su arte tener vida propia.
Wilde, escribe Dario, *jugé al fantasma y llegé a serlo”
(p.471). Teniendo en cuenta los miltiples sentidos de la pala-
bra “fantasma" en castellano, podemos darlea la frase un giro
adicional y decir que Wilde terminé siendo una construccién
fantasmética que perturbé a muchos, entre ellos Masti y Da-
fo, Quiero contexcualizar esta ansiedad en un marco culeu-
ral mas amplio, proponiendo que Dario y Marti dan voz a
tuna ansiedad colectiva, una ansiedad, cuya importancia ideo-
logica es indudable, que el lector latinoamericano reconoce
y hace suya,
Bs ya un cliché decir que la literarura latinoamericana de
fines del siglo x1x importé la decadencia del fin-de-sidce y, al
hacerlo, la naturaliz6 como expresién tipicamente hispana
Sin negar el proceso de traduecién y bricolage que esti en la
base de toda la literatura latinoamericana, de hecho en la base
de toda configuracién cultural poscolonial, quiero llamar la
atencién sobre la naturaleza paradéjica de esa traducci6n tal
como fue puesta en préctica a fines del siglo x1x en América
latina, ;Por qué estos nuevos paises decidieron tomar esa de-
cadencia -término que implica debilitamiento, abulia y, so-
bre todo, de acuerdo con los diagnésticos pseudo-médicos de
la época, enfermedad~ como punto de partida de una nueva
estética, un modernismo que, se podria argumentar, es la pri-
mera reflexién conscientemente literaria en América latina?
Octavio Paz sostiene que lo que los escritores latinoameri-
canos de fines de siglo encontraron en la decadencia europea
fue menos el ominoso “crepiisculo de las naciones" profetiza-
do por Max Nordau en Degeneracién que una ret6rica que per-
mitiria que América latina accediese a la modernidad: “Los
modernistas no querian ser franceses: querian set modernos
{..] En labios de Rubén Dario y sus amigos, modernidad y
ascosmopolitismo eran términos sinénimos" $ Paradéjicamente,
entonces, la apropiacién de la decadencia europea en América
Iatina fue menos un signo de degeneracién que ocasién de re-
generaci6n: no el final de un periodo sino una entrada en la
modernidad, la formulacién de una cultura fuerte y de un nue-
+o sujeto histérico, Sin embargo, el proceso de traduccién de
Ia decadencia es, forzosamente, irregular y desparejo. Quiero
reflexionar sobre esta irregularidad, preguntarme quées lo que
las culeuras latinoamericanas pueden tomar prestado con el
propésito de autoconstituirse, y qué es lo que no pueden tomar
prestado, y por qué es asi. En otras palabras, mi lecrura intenta-
14 identificar algunas de las lagunas, algunos de los malentendi-
dos y los desvios con respecto a la decadencia europea (o lo que
‘América latina cree es el texto de la decadencia europea) para
aprehender el significado ideol6gico de esas diferencias criticas.
‘América latina ley6 la literatura europea de manera voraz
y, por ast decirlo, canibal: para citar a Paz una vez mas, “su mi-
tologia es la de Gustave Moreau ..} sus paraisos secretos los del
Huysmans de A Rebours;sus infiernos los de Poe y Baudelaire”?
Pero a la vez. América latina ley6 e incorpor6, con igual vora-
cidad, textos que significaban otra forma de modernidad, textos
que pertenceian a un corpus cientifico o pseudo-cientifico que,
‘mientras proporcionaban una base para la incipiente investi-
gacién psiquiferica, denunciaban la decadencia que el moder-
nismo ermulaba en literatura. Asi, debido sobre todo @ la in-
flucneia de Nordau y Lombroso, emergié lo que uno podria
denominar el doble discurso del modernismo, en el que la de-
cadencia aparece a la vez como progresiva y regresiva, como
regeneradora y degeneradora, como buena ¢ insalubre. En
* Octavio Paz, “El caracal y la siena”, en Cadre, México, Joaquin
Mortiz, 1965, p. 19,
* Ibid, p. 20
2%
ningin lugar, por supuesto, es esta duplicidad més evidente
que en los discursos conectados con el cuerpo sexual.
El modernismo latinoamericano apoya por un lado la
celebracién decadentista del cuerpo como locus de deseo y
placer y, por otro, ve ese cuerpo como lugar de lo perverso.
Entiéndase: de un perverso con limitaciones, atento a la he-
terosexualidad. Sila sensualidad, el juego de roles sexuales y
el voyeurismo erético abundan en los textos latinoamerica-
nos casi no hay ejemplos de la naturaleza transgresiva del
alto decadentismo, ni reflexiones morales que resulten de esa
tansgresi6n, ni la reformulacién de sexualidades que tal re-
flexién propondria. Los textos se leen mis por sus efectos ex-
citantes que por su significado subversivo: los latinoameri-
canos admiran a Huysmans; no lo reescriben, 0 no pueden
reescribirlo, Ademés, tienden a distanciarse de la transgre-
sién cuando la perciben, e incluso a denunciarla en los mis-
mos términos utilizados por los criticos més acérrimos del
decadentismo, temerosos de ser atrapados desviandose de un
cédigo tacito de decoro. Si bien Dario admira el Monsieur
Venus de Rachilde, llama a su aucora “la roja flor de las abe-
rraciones sexuales”, afiadiendo que este es uno de “esos li-
bros que deberian leer tan solamente los sacerdotes, los mé-
dicos y los psicélogos".”° La misma duplicidad, la misma
atracci6n mezclada con mojigateria (cuyos efectos porno-soft
son evidentes) se nota cuando Dario habla ~recurriendo una
‘vex mas aa figura del fantasma~ de Lautséamont:
No seria prudente alos espiritus j6venes conversar mucho con
ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarria literaria, o gus-
to de un manjar nuevo, Hay un juicioso consejo de la Kébala:
“No hay que juzgar al espectro porque se llega a serlo”. ¥ si
"Rubén Dario, “Rachilde”, Obras completas2, ob cit, p- 367.
wexiste autor peligroso a este respecto es el conde de Lautréamont.
[..JSi yo Hevase a mi musa cerca del lugar en donde el loco esté
enjaulado vociferando al viento, le taparia los ofdos."*
Podria decirse que estos ensayos de Dario (y, en menor me-
ida, los de Mart) son sobre todo piezas circunstanciales, pro-
ducto de un periodismo apresurado y no de la reflexi6n critica;
que Dario, especialmente, puede haber buscado agradar a un
piiblico de clase media no iniciado que posiblemente no apro-
bara ciertas actitudes frente al cuerpo y, més precisamente,
frente a lo sexual, que los autores extranjeros volvian explici-
tas, Tal vez sea el caso pero esto confirma, de algfin modo, mi
argumento. Importa poco lo que estos autores “realmente”
pensaran sobre esta cuestién; importa mas sefialar que esta du-
plicidad con la que introducian el decadentismo a un piblico
latinoamericano, criticéndolo a su vez para evitar criticas, era
una actitud necesaria dado el contexto en el que esta literatura
cra leida
Quiero reflexionar sobre ese contexto deteniéndome en un
texto poco conocido, Buenas Aires la ribera y los prostibulos en
1880, escrito a comienzos del siglo xx por un subcomisario de
policia argentino, Adolfo Batiz."* El libro, significativamente
titulado “Contribuci6p a los Estudios Sociales”, refleja la misma
duplicidad que sefialé en la literatura, esto es, por un lado,
atraccién y tolerancia hacia la sexualidad “natural”, por el
otro, rechazo de lo perverso. Batiz comienza su estudio pre-
tendidamente “cientifico” con un suefio que tiene en Italia,
cen Roma para ser preciso; la elecci6n de lugar no es intrascen-
" Rubén Dario, "Bleonde de Lauteéamont’en Obra completes? ob. cit. 436.
" Debo el descubrimiento de este texto a Jorge Salessi cayo trabajo sobre
lconstruecién de la homosexualidad en la Argentina de fin-de-sglo ha ins
prado gran parce dela rellexin en estas piginas
dente. El suefio lo Hleva a la tumba de Dante, Dante resucita,
lo saluda, y charlan amablemente como si estuvieran en una
entretenida sobremesa:
[Le decia yo, ahora como entonces, la Iujuria por doquier, yaho-
1, la Iujuria y la pederastia... Voy a escribir, me dio alientos por
la conformidad de opinién, se agruparon en mi mente los auto-
res clisicos franceses y me retiraba preocupado después de una
amable despedida, mas ya en los dinteles de la portada de sali-
a, of que Dante me decfa con un tono serio y grave, alzando la
voz para alcanzarme con ella: “Consulate...”
Después de un capitulo inicial que propone la vigilan-
cia médica y legal de la prostituci6n, Io que sigue en el li-
bro de Batiz no es un estudio sociolégico sino una flanerie
curiosa alrededor de Buenos Aires que no carece de encan-
to. De hecho, se describen los prostibulos con cierta bene-
volencia, recurriendo incluso al vocabulario sensual del
modernismo para describir a las mujeres. Lo que en cam-
bio motiva la condena de Batiz es otza seccién de la ciudad,
el Paseo de Julio, porque “era el refugio de los pederastas
pasivos que se juntaban alrededor de la estatua de Mazzini,
el revolucionario y hombre de las libertades itélicas” (p.
25). ¥ el principal Flagelo, sostiene, es la “granujeria cos-
‘mopolita” que explota la prostitucién y la lleva a sus excre-
mos. Entre estos extremos, por supuesto, encontramos la sus-
tancia de su sofiada conversacién con Dante, la lujuria y la
pederastia:
” Adolfo Batiz (subcomisario), Buenos Aires, a riberay los poatibulo en
1880. Contibueién a las exudis scales (libro rojo Buenos Aiges, Ediciones Aga-
‘Taura, sp. 13, Cito en adelance por esta edicién,
2»LL prosticucién ha tomado caracteres alarmantes porque tiene
tun crecimiento mayor que el normal y l6gico, que estamos en
Ios limites de la decadencia romana, lo que no es una exagera-
cin después de las informaciones de los escéndalos en Alema-
nia, los del principe de Eulembourg sd, del proceso de dos ge-
nerales y la existencia con vida pablica de una agencia de
proporcionar modelos a los pederastas pasivos, sita en Roma,
calle Corso Umberto I, que existe el trafico de modelos con ca-
ractetes internacionales desvergonzadamemte, que la carne ho:
‘mana de mujeres lo mismo, nada pues de romances (p. 79).
Esta casa en Corso Umberto I excita tanto la imaginacién
del jefe de policia que vuelve alla una y otra vez, del mismo
modo que Marti volvia al aruendo de Wilde:
Hemos de insistir sobre Ia casa que existe en Roma, a la cual
nos referiamos, y que proporciona modelos a los pederastas pa-
sivosy dela que se ha hablado mucho en la prensa diaria.1o,
que nos indica que la degeneracién del homosexualismo, como
cl ejercicio de la prostitucién en la mujer y la degeneracién en
general, han tomado proporciones verdaderamente excepcio-
rales solo comparables a los tiempos del imperio romano de
cadente(p. 86)
‘La referencia a Phillip Eulenberg ya los escindalos homosewuales que
se descubrieronen el séquito de Guillermo I (algunos de cllosimpicando a
propio Kar nos pert fechar con preciso de ate. El escnds
Io Krupp estall6 en 1902, el escindalo Eulenberg en 1906, de modo que e
libro de Batiz se escribi6 més earde, Estas fechas revelan un aspecto interesan-
te dela estrategia de Butz: como su libro supuestamente trata de Buenos Aires
en 1880, es claro que ext usando esos estindalo ~y la casa en Corso Umber-
to [-retrospectivamente, Para mis informacién sobre los excindalos en st
‘ase bel V, Hull, The Entourage of Kaiser Wilhelm I, 1888-1918, Cambridge,
‘Cambridge Universicy Press, 1982, pp. 57-145.
30
Cuando la prostitucién y la pederastia son puestas una al
lado de la otra, los excesos de la primera palidecen en compa-
racién con la segunda, y se las excusa en nombre de la natu-
raleza y las necesidades heterosexuales: “cada uno tiene el de-
recho de ocultar al mundo sus debilidades (menos los
pederastas), y no sé hasta qué punto se pueden llamar debi-
lidades a ciettos caprichos exigidos por la naturaleza” (p.
100), La policia, afiade Batiz, poco puede hacer para castigar
a “los nuevos escandalosos de la juventud argentina” aque-
los que (ide nuevo!) “vienen a Népoles y a Roma pidiendo
modelos, como el principe de los escdndalos alemanes a la
casa de la calle Corso Umberto I” (p. 83). Debemos recordar
que los escandalos en el entorno del Kaiser estallaron preci-
samente cuando la Argentina reestructuraba su ejército de
acuerdo con el modelo prusiano, dato que seguramente con-
tribuy6 a la ansiedad del buen jefe de policta
Lo que interesa aqui no es solo la ansiedad que despierta
la homosexualidad concretamente fisica -uno de los méritos
del libro de Batiz es que documenta la existencia de una flo-
reciente comunidad gay en el Buenos Aires de la época"' sino
también la notable inestabilidad del término “pederasta’ la faci-
lidad con 1a cual es meraforizado o fusionado con otros tipos
amenazadores. Los pederasta (en el libro de Batiz siempre “pe-
derastas pasivos”) pasan a ser sindnimo de personajes indeseables
yy mis bien “activos": proxenetas ladrones,informantes. Ylo que
«s mas importante, los pederastas(y por extensin, los proxenetas,
" Batiz no habla de lesbianas y hay poca documentacién disponible so
bre el tema. Un artculo como el de Victor Mercante "Fetiquismo y uranismo
femenino en los internados educativos", en Archivos de Criminolagia y Ciencias
Afnes, 1903, pp. 22-30, llamando la atencién de loseducadores sobre este “es-
‘ado mérbido” en las escueas de Buenos Aires, muestra que al ments fue asun-
‘ode preocupacién para el exablshment médico-legal aunque la lesbiana no
Ilega det todo a consttuirs en categoria como lo har el “pederastapasivo".
31informantes, etc) remiten invariablemente a lo no-nacional. La
homosexualidad existe en la Argentina, nos cuenta Batiz, peroen
realidad, viene de lejos, de Italia, de esa casa en Corso Umberto]
aque exporta decadentes modelos romanos 2 Buenos Aires.
El uso del eérmino “modelo” es por supuesto de capital
interés aqui, dado que describe esta transaccién sexual en un
contexto de dependencia poscolonial aun cuando la critica.
{Quignes son, después de todo, estos modelos? ¢Qué es lo que
‘hacen exactamente? Tomando el término literalmente, podria
asumirse que estos son modelos sobre los que los “pederastas
pasives” se modelan a si mismos, “originales” europeos de las
“copias”latinoamericanas. Sin embargo no es del todo el caso,
dado que el sujeto del libro de Batiz es la denuncia del execi-
micnto de la prostivucién “més alla de lo normal y lo logico”.
Insinuando un comercio més intimo que la mera emulacién,
“modelo” indica més bien un proveedor sexual, “importado”
a la Aggentina para satisfacer 2 los “pederastas pasivos” por la
misma "granujerfa cosmopolita” que trafica prosticutas. Si es
este, como sospecho, el caso, el término se vuelve mucho mis
“activo” (y mas amenazante) de lo que pareceria a primera
vista. Pero spor qué usar el término “modelo”? Puede acaso
el término referir a los “artistas modelos”, tan populares en el
siglo xrx, que posaban en ableaux vivants de indudable carga
erética"® o es simplemente un eufemismo? Aunque el signi-
ficado del término es oscuro, lo que importa es el mode-en que
funciona en su contexto sociocultural, y el efecto inquietante
que produce esa contextualizacién. No debe olvidarse, es-
pués de todo, que ef madela es nocién clave en la poética de la
jmitacién adoptada pot la América latina de fines del x1x con
el propésito de crear nuevas formas culeurales: como ya habia
"6 Véase Michael Moon, Ditseminaring Whitman, Cambridge y Londres,
Harvard University Press, 1991, p. 70
32
dicho Dario, “Qui pourraisj miter pour ére original?”. De modo
que el censurable escenario de Batiz el “pederasta pasivo” bus-
cando el “modelo” romano para gratificacién sexual o estética
parodia un patrén de dependencia incorporacién que no es en
of ee por el contrario aceptable, incluso deseable,
cuando se aplica a textos y no.a cuerpos. Fi i -
tiz del término “modelo”, gee por. fel Saya on
el lector Ia actitud literaria dominante del periodo con su Ene
traparte corporal pervertida, zno se podrfa entonces leet algo
nds algo que no puede ser dicho dentro de los discursos hegeré-
nicos del periodo, esto es, que las nuevas construcciones de la
literatura también implican nuevas construcciones de la sexua-
lidad y el género, nuevas configuraciones de los cuerpos?
ara Batiz, sin embargo, tal fusin de modelosera impensa-
ble: lo bueno venia del exterior, para ser imitado, bajo la forma
de modelos literarios “clevados”; lo malo también venia del ex-
terior, para contaminar, bajo la forma de despreciables modelos
que traian terribles habitos “bajos", Por supuesto, esta ilkima
percepeién no era nueva y,en paises como la Argentina, donde
Ineonigrcindelpucblocebacantandode nanenacle
sada por efecto de una inmigracién principalmente masculina
as6 a ser un problema urgente. La preocupacién que Wilde
producia en Dario y Marti encuentra su paraleo en los discur-
$08 eéenicos de los incipiente estados-nacién,discursos mane-
jados por ess afios en toda América latina por psiquatras,so-
cidlogos, hombres de derecho y, si, inspectores de policia que
intentaban definir, clasificar y analizar la desviacién sewuall
‘extranjera” como una de ls enfermedades traidas por lain-
migraci6n.” La taxonomfa paranoica que resultaba de estos
se état a ng
omosrualideden Ia comtrcin dea nacn argentine Buenos Arey, 1871
Rosario, Beatriz Viterbo Editora, 1995. eee
33iscursos volvia navurales el rechazo y la persecucién, tan “I6-
So como el rechazo que el cadaver perruno de Oscar Wilde
despertaba en los hombres normales.
Condenado al closet de la no-nacionalidad, el extranjero
fue ast construido como un otro enfermo, perverso y en tlei-
‘ma instancia amenazante. Asi como el discurso de la conquis-
«a espafiola habia feminizado al otro americano nativo" y el
dliscurso de la Espafia metropolitana habia feminizado a sus
sujetos criollos, el discurso hegeménico del nacionalismo de-
cimon6nico pervierte, y en particular emascula, al inmigrance
masculino. Se le asigna una suerte de afeminamiento perfor-
mativo que, segén el peligro que significa va de lo simplemen-
te grotesco a lo social y moralmente amenazador.
Ni Dario ni Marti mencionan abiertamente la homosexua-
lidad (0, para usar el eérmino de la época, la pederastia) en sus
crGnicas literarias Si aluden a ella, lo hacen de manera obli
cua y, sobre todo, defensiva. Marti, al escribir sobre Whitman,
° Mara Zamora, "Ares of Columb: Gender and Discoveryen
CaaralCigu 17. 19901991, pp 127-151. :
T Exe deilamiento pr meio dela homotextlizacin esparticlar
mente viento en cso en queel extranjerooeupa, os pee oupando,
Cpa no maz de poder Vesela lente dexipein des pres
trai lene cial opel a
Ramot Mj" hibit de ciara creed de ronar el inmecbeempe-
fa eee der rbot esas nied
eet dela les da iets specs de rate misrins 15 pro
“Aime desc acon dcr edad dle mor
tovolndaon en alga proerviade lo invetds” los Maia Ramos Me-
Fo Lr smaladare de ale |1904 Boenos Aes, Tot 1955, pp 166-167,
' i is rclativamente
El'mismo Ramos Mei, coando discte el mal gst de los clas
tnofeestes nmin aliano urogo bl de lls léndols
4
procura blanquearlo de los “imbéciles" que “con remilgos de
colegial impiidico” ven en sus poemas “las viles ansias de Vir-
gilio por Ceberes" y se apresura a corregit (tal como hizo, no
deberia olvidarse, el mismo Whitman} esas lecturas. Con des-
precio comparable, Rubén Dario rechaza las referencias a la
homosexualidad de Verlaine como “una nebulosa leyenda que
hha hecho crecer una verde pradera en que ha pastadoa su pla-
cer el ‘pan-maflsme” 2 y, cuando reseia la piadosa biografia de
Lepelletier sobre el poeta, declara que acerca de la presunta re-
lacién con Rimbaud "hay documentos en que toda perspicacia
ymalicia quedan en derrota, hallandose, en tiltimo resultado,
«que tales o cuales afirmaciones o alusiones en prosa o verso no
representan sino aspectos de simulacién|[...).2®
‘Lo que llama Ja atencién tanto en Marti como en Dario no
es que se evite la cucstién de la homosexualidad sino, precisa-
mente, que se la plantee; que aparezca, de hecho, como inevita-
ble. Una vez que sc la nombra, sin embargo, se la desmiente
enérgicamente, considerandola calumnia. En lo que respecta a
sus mentores —Verlaine, Whitman y Wilde, en este caso, pero
también otros precursores europeos-, el modernismo no solo
“invercidos culeurales": el italiano guarango escribe, se parece alo inverti-
dos del instinto sexual que revelan su pocencia dudosa por una manifestacién
serbiliaria de los apetitos. Necesitan de exe color vivisimo, de esa misica chi-
Ilona, como el erotémano del olor intenso de la carne; quiere las combinacio-
nes bizatras y sin gusto de las cosas, como exte de las acttudestorcidas y de
{os procedimientos escabrosos para satisfacer especiales idiosincrasias de su
sensibilidad” José Maria Ramos Mejia, Las mulrtudeargentnas(1899), Bue-
‘nos Ales, Tlleres Graficos Argentinos LJ, Rosso, 1934, p. 257).
2° José Mare, "El poeta Walt Whitman”, en Obras completa 13, La Haba
'a, Editorial Nacional de Cuba, 1963-1975, p. 137, Para la relaeién de
‘Marei con Whizman, véase més abajo el capiulo “Lazos de familia", p. 114,
2 Eve Kosofsky Sedgwick, Berwen Men, ob cit p. 203,
® Rubén Dario, “Verlaine’,en Las raros, Obras completas2, ob. cit, p. 298.
» “Lavida de Verlaine” en Rubén Dasio, Oras completa, 2, ob cit, p. 718.
35somete sus textos a un proceso creativo de traduccién culeural;
también craduce las vidas de los escritores a un guién aceptable,
borrando las marcas de un desvio que no solo mancilla a aque-
Ilos mentores sino, caso, a él mismo. Sin duda el movimiento
‘mis llamativamente homosocial de la literatura Iatinoamerica-
na (aunque el llamado Boom de los afi sesenta no le va en
aga), la hermandad constituida pot los modernistas (para utli-
zar el término prerrafaelita tan caro a Rubén Dario), no quiere
quese lo juzgue culpable por asociacin: quiere ser “bien leido”.
‘Aun afios después, esta misma ansiedad cultural aparece en los
criticos del madernismo. Dos veces, al comparar a Dario con Ver-
laine, Octavio Paz siente la necesidad de decirnos que la poesia
de Dario era viril, mientras que Carlos Fucntes, cuando habla
del Ariel de Rod6, loalaba por sus “momentos mas fornidos”™*
La combinacién de homofobia y xenofobia, la insistencia
en adjudicar la perversi6n al “afuera", sostenida por un celo
que ms bien indiea eudn “adentro” esti en verdad ese “afue-
12", consolidan, por contraste, la nocién de una salud nacional,
incluso continental. Noci6n claborada y perfeccionada, como
cs de suponer, en atencos exclusivamente masculinos,en gene-
ral congregados alrededor de una figura mayor, tiene en el
Prospero del Ariel de Rodé su mejor exponent, Me aventura
én paso mis, y contexcualizaré esta noci6n de salud no solo
en términos de un cuerpo social sino también de un cuerpo
politico, y consideraré brevemente uno de los proyectos pro-
filicticos para preservar la salud nacional mas notables, perge-
fiado justamente por uno de esos mentores, José Enrique Rodé.
Pedagogo (uso la palabra con toda deliberacién)a quien se
podria describir como cruza de Matthew Arnold y de Auguste
> Octavio Baz, “El caracol la sirena”,ob. cit, pp. 31 y 39. Carlos Fuen-
‘s,pr6logo en inglés a José Enrique Rod6, Ariel, Austin, University of Texas
Press, 1988p. 17.
36
Renan, Rodé convoca temprana atencién como maitre @ penser
con un articulo de 1899 sobre la poesia de Rubén Dario. El ar-
ticulo funciona como diagnéstico y como cuento con moraleja;
comienza, memorablemente, con una declaraci6n que pone en
su lugar al para entonces célebre nicaragitense: “Indudablemen-
te, Rubén Darfo no es el poeta de América” Sin entrar en los
detalles del texto, quicro detenerme en ciertos aspectos porque
encuentro en él signos de la misma duplicidad que ya mencio-
né, Por un lado, se trata de una lectura simpética, en la que
Rode literalmente asume la voz de Dario, en un acto de ventri-
locuismo poético; mientras escribe, recrea cuidadosamente los
poemas, regodedndose en la sensualidad de Dario (e intensifi-
céndola en mis de una ocasién) con el éinico interés (dice a
quien quiera creerle) de ejercer una critica literaria seria. Pero
por otro lado, se nota la necesidad por parte de Rodé de conte-
ner el sentimiento desbordado. En la apreciacin que hace de
Darto se observa cierto desasosiego, como la sensacién de que
nesta poesia hay algo malo y, mis precisamente, de que hay algo
malo para América latina. Hay algo enfermizo, artificial, amane-
rado en la poesia de Dario, explica Rodé, aun cuando se deleita
en la misma suavidad que denuncia. No hay pasién heroica, no
hay gestos tragicos fuertes, no hay sinceridad en esta poesta
sino, en su lugar, “los mérbidos e indolentes escorz0s, las sere-
nidadesideaes, las languideces pensativas, todo lo que hace que
la tinica del actor pueda caer constantemente, sobre su cuerpo
flexible, en pliegues Ilenos de gracia” (p. 172) Y Rod6 continga:
En nuestro idioma severo ;cuindo la voluptuosidad ha obte-
niido del verso, para su carcaj de cazadora, dardos semejantes?
2 José Enrique Rod6, Rubén Dare, Su personalidad lieraria. Su ikima obra
Ole empl, Maid, Aguas, 1967 pp, 169-192. Coen adelante por
37[Porque la volupeuosidad es el alma misma de estos versos; se
hhunden, se estiran, sonronean, como los gatos regalones, en los
cojines de la voluptuosidad! Versos golosos, versosrentadores
y finos, versos capaces de hacer languidecer a una legién de
Esparta...Si se tratase de ira la guerra, yo los proscribiria como
a la Maga ofertadora de un filtro pérfido y enervador (p. 179)
La sexualidad del hombre Dario no cae bajo sospecha, si
Ia de su poesia La condena de Rodé no difiere mucho dela
critica que ya habfa hecho Marti en “Nuestra América” de
la poesfa “de poca hombria”, con idénticas insinuaciones
de homoerotismo: “Hembras, hembras débiles parecerian
ahora los hombres, si se dieran a apurar, coronados de guirnal-
das de rosas, en brazos de Alejandro y de Cebetes, el falerno
meloso que sazon6 los festines de Hioracio”.”” Aunque la afir-
‘macién de Marti es considerablemente anterior al ensayo de
Rodé, la actitud es la misma: se recurrea los mismos clichés
emasculantes para denunciar la molicie ¢ indicar debilidad.
La desvanecida legién espartana, el abrazo de Alejandro, el
vvino y las rosas conjuran un tipo de helenismo “erroneo” que
deberia ser proscripto, en primer lugar en nosotros mismos.
‘Como Batiz en los barrios de Buenos Aires, Rod6 lleva a
cabo una lectura voyeurista de Dario semejante ala que Mar-
ti haba hecho del cuerpo vivo de Wilde y el mismo Dario de
su cuerpo muerto, Rodé, el maestro de la virtud civica lai-
noamericana —de quien un discipulo se preguntaba por qué
2 Bseribe veinte afios més tarde José Bergamin:“La castidad dela desnu-
i 2 ropa, de
dezex prucha de-virlidad: poeta de Béequer la sensualidad de los rop
afemninamiento: poesia de Rubén Dario”. Ciado en Emir Rodeiguez Monegal,
“Bncuentros con Rubén Dario”, Mundo nuevo 7, 1967, 12.
» José Marti, “El poeta del Nidgara", en OC, 7, p. 224.
38
se encerraba en su cuarto para leer los diflogos de Platén—,
esté tan fascinado por la languidez de la poesia de Dario como
Marti estaba fascinado por la cabellera de Wilde y Batiz por
Ja mitica agencia romana que proveia modelos a los pederas-
tas pasivos. Pero Rodé inscribe su fascinacién y su descon-
fianza ante lo mérbido, su preocupacién por la virilidad y
la emasculaci6n, en un contexto no solo literario y social
sino claramente politico. En la poesia de Darfo lee la ame-
naza no como algo que viene de afuera (de la Inglaterra vic-
toriana, de la Francia finisecular, de la agencia romana, de
los barcos de inmigrantes del sur de Europa) sino como mo-
vvimiento interior, inmensamente més peligroso: es en el tex-
todeun latinoamericano y no de un extranjero donde Rodé
percibe (a la ver seducido y alarmado) la languidez, la sua-
vidad, la enfermedad, la falta de fibra heroica, la feminiza-
ci6n, el posible, aunque no nombrado, homoerotismo. En
un tiempo de desazén continental, en el que América latina
teme perder su precaria identidad ante la amenaza de los Es-
tados Unidos, el sensual Dario no puede ser, no debe ser, se-
giin Rods, “el poeta de América”. Si bien su poesfa es pro-
mesa de renovacién estética y fuente de gozo, es también
amenaza ideolégica y foco infeccioso: no vaticina un sano
continentalismo. De ahi la necesidad del Arie! de Rodé, el
ensayo que muy poco después escribe para la “juventud de
América” y que sera, durante afios, la propuesta mas popular
de una identidad latinoamericana “fuerte”. Mezcla de caritas
evangélica, helenismo renaniano y virilidad sentimentaliza-
da, propone una “cura” para la tan atractiva como dafiina mo-
Ultia de la decadencia europea ala vez que previene contra el
utilitarismo muscular de los Estados Unidos, En una palabra,
2» Victor Pérez Petit, Rods, Su vida su obra, Montevideo, Imprenta Latina,
1918, .45.
39inseruye a la intelectualidad sobre modos de convivir inteli-
gentemente como buenos hombres acinoamericanos.
No sorprende que Dario, luego de la critica que Rodé hace
desu poesia y del didéctico Ariel que le sigue, asuma una nueva
perspectiva en Cantos de vida y eperanca yse postule como poet
de “la humana energfa”, rechazando en buena parte su estética
“anterior. Tampoco es sorprendente que una formulacién de co-
rreccién politica y moral tan convincente como Arie en la que
el pinico homosexual se remplaza saludablemente con una ca
maraderia masculina pro patria, haya pasado a caracterizar no
solo el modernismo tardio sino también la literarura que lo si-
gui. Uno de los esultados del pinico homosexual fnisecular
fac la casi total supresién del cuerpo masculino dela literatura
latinoamericana: la virilidad sentimental propuesta por Rod6
era sobre todo cosa mentale, abstraccién rara vez. acompafiada
(como lo fue en movimientos nacionales de otros paises)” por el
redescubrimiento y la estetizaci6n del cuerpo. Asi como el cuer-
po se oculta, asi todas las manifestaciones sexuales y eréticas
que se desvian de la norma “saludable”, patriarcal, heterosexual
van a pararal closer de la representaci6n literaria, para no ha-
blar del closer de la critica. Una de las tareas que esperan al lec-
tor de hoy es mirar, con la misina intensidad con que Marti
inspeccioné a Wilde; la misma curiosidad con que Batiz obser-
‘v6 Buenos Aires, la misma fascinacién con que Dario ‘miré”
el cadaver de Wilde, la misma simpatia con la que Rod6 reco-
nnocié a Darfo (y sin la ansiedad que tefifa aquellas cuatro mira-
das), la produccién textual de América latina a partir del siglo
>xix para entender las formas que asume el silencio y las figura
iones oblicuas a las que se recurre para decir lo indecible.
2 ease George Le Mosse, Natonaliom and Sexuality Midde-Class Morli-
ty and Sexual Norms in Modern Europe (1983) Madison y Londres, University
of Wisconsin Press, 1988, especialmente el capirulo 3,
La POLITICA DE LA POSE
El momento en que el garzén arranca el loto,
para conducir su agrado al visitante, El otro garz6n.
que apoyandose en el azar de su memoria repite
felizmence el verso. Y el poeta que enterrado en su
silencio y en el coro de los otros silencios siente como
Ja fucura plastica en que su obra va a ser apreciada y
recibe como una nota anticipada.
José Lezama Lima, “Julidn del Casal”
En un simposio que tuvo lugar hace afios intenté resumir el
tema que me ocupa en este libro, es decir las economias del de-
seo en la América latina finiseculas, considerando cémo esas
economias marcaban lo que podria amarse, de manera muy
‘general, las politicas culturales del modernismo. Concretamen-
te, dedicaba especial atencién al tema del que vengo hablando,
«decir la desazén que provoca en ciertos intelectuales de la
época la figura de Oscar Wilde. Mi trabajo intentaba recuperar
aquel momento, fugaz y sin duda utépico, en que los dos “la-
dos” de Wilde, el frfvolo, sise quiere, y el politico, podian pen-
sarse juntos antes de que la presi6n de la ideologia los separara,
supeditando el primero al segundo hasta hacerlo desaparecer.
A juzgar por la reaccién de uno de los moderadores, la
ambivalencia y la desaz6n no se limitaban al siglo pasado, ya
que su comentario, cediendo a su vez. a una idcologia vuelta
naturalizado habito de lectura, reruvo uno solo de esos aspec-
tos de Wilde, el que llamaré, por conveniencia, el frivolo.
Pas6 a considerar a relacién entre Wilde e Hispanoamérica
aen términos de mimica y de mistificacién, recalcando su lige-
reza de gesto superfluo: en Hispanoamérica se habia jugado a
ser (0 a parecer; volveré sobre esta diferencia) Wilde, como
quien se pone un disfraz 0 se coloca un clavel verde en Ja
solapa, El decadentismo era, sobre todo, cucstién de pose"
Esta reaccién no estaba tan lejos de cierta Lectura de a lite-
ravura finisecular que se hizo en Ia época misma, aquella lecru-
ra que veia la pose como etapa pasajera correspondiente a un
primer modernismo de evasién, distinto de un segundo moder-
nismo americanista, el que era “de veras”. Fueesa, por ejemplo,
fa leccura de Max Henriquez Urefia. A propésito de las “Pala-
bras liminares” de Dario a Prosa profanas, escribe: “Rubén asu-
‘me una pose, no siempre de buen gusto: habla de su espiritu
aristocritico y de sus manos de marqués[.). Todo esto es pose
{que desaparecerd més tarde, cuando Dario asuma la voz del
Continente y sea el intérprete de sus inquietudes cideales"*
Desdefiada como frivola, ridiculizada como caricatura,
o incorporada a un itinerario en el que figura como etapa
inicial y necesariamente imperfecta, la pose decadentista
despierta escasa simpatia. Yo quisiera proponer aqui otra
lectura de esa pose: verla como gesto decisivo en la politi-
ca cultural de la Hispanoamérica de fines del x1x; verla, si,
como capaz de expresar, si no “la voz del Continente”, por
cierto una de sus mischas voces, y verla precisamente como
comentario de las “inquietudes ¢ ideales” de ese continente.
"Bl mismo trabajo, leido ance a Asociacién Internacional de Hispa-
histas en sesi6n plenaria, suscit6 una reacci6n similar por parte de una
‘petsona del pablico, quien pregunt6 sila ambivalencia de Marti y de Da-
io con respecto a Wilde no tendria que ver con el hecho de que estaban
preocupados con algo “mas importante”, es decir, “la construccién de una
identidad continental”
2 Max Henriquee Urea, Breve historia del modernism, México, Fondo de
(Cultura Econémica, 1962, p.97.
2
Quiero considerar la fuerza desestabilizadora de la pose,
fuerza que hace de ella un gesto politico,
DAR A VER: EL CUERPO (EN) PUBLICO
En el siglo xrx las culturas se leen como cuerpos: piénsese en
las lecturas anatémicas que hace Sarmiento tanto de Espafia
como de la Argentina, o en las enfermedades de occidente, con-
siderado organismo vivo, vaticinadas por Max Nordau, para
dar tan solo dos ejemplos. A su vez, los cuerpos se leen (y se pre-
sentan para ser leidos) como declaraciones culturales. Para re-
flexionar sobre el trabajo de pose, quiero rescatar ese cuerpo,
recalcar su aspecto material, su inevitable proyeccién teatral,
sus connotaciones plasticas; ver qué gestos acompafian, antes
bien determinan, la conducta del poseur Pensar sobre todo cémo
se construye un campo de visibilidad dentro del cual la pose es
reconocida como tal y encuentra una coherencia de lectura.
Laexhibicién, como forma cultural, es el género preferi-
do del siglo xrx, la escopofilia, [a pasién que la anima. Todo
apela a la vista y todo se especulariza: se exhiben nacionali-
dades en las exposiciones universales, se exhiben nacionalis-
mos en los grandes desfiles militares (cuando no en las gue-
tras mismas concebidas como especticulos), se exhiben
enfermedades en los grandes hospitales, se exhibe el arte en
los museos, se exhibe el sexo artistico en los “cuadros vivos”
0 tableaux vivants, se exhiben mercaderias en los grandes al-
macenes, se exhiben vestidos en los salones de modas, se ex-
hiben tanto Io cotidiano como lo exético en Fotografias, dio-
ramas, panoramas. Hay exhibiciin y también hay exhibicionismo.
La clasificacién de la patologfa (“obsesién morbosa que lleva
a ciertos sujetos a exhibir sus Srganos genitales") data de 1866;
la creacién de la categoria individual, exhibicionista categoria
‘que marca el paso del acto al individuo-, de 1880.
8Exhibir no solo es mostrar, es mostrar de tal manera que
aquello que se muestra se vuelva més visible, se reconozca.
‘Asi, por ejemplo, los fordgrafos de ciertas patologias retocaban
asus sujetos para visbilizar la enfermedad: como muestran los
archivos médicos de la ciudad de Paris, a las histéricas se les
pintaban ojeras,se las demacraba, a efectos de representar una
enfermedad que carecia de rasgos definitorios. Me interesa esa
visibilidad acrecentada en la medida en que es indispensable
para la pose finisecular. Manejada por el poseur mismo, la exa-
geracién es estrategia de provocacién para no pasar desaten-
dido, para obligar la mirada del otro, para forzar una lectu
para obligar un discurso, No difiere esta estrategia del maqui-
Iizje, tal como lo entiende Baudelaire: “el maquillaje no ha de
esconderseo evitar ser descubierto; al contrario, debe exhibirse,
sino con afectacién, por lo menos con una suerte de candor"?
El fin de siglo procesa esa visibilidad acrecentada de m:
neras diversas, segiin donde se produce y segiin quién la per
be, Ast, la critica, el diagnéstico o el reconocimiento simpatico
(0 antipatico) son posibles respuestas a ese exceso, ala vex que
son, no hay que olvidar, formas de una escopofilia exacerbada,
Mirese desde donde se mire, el exceso siempre fomenta lo que
Felisberto Hernandez llamaria més tarde la “lujuria de ver”.
JUGAR AL FANTASMA
En dos ocasiones, al hablar de un “raro”, recurre Darfoa un
precepto de la cébala citado por Villiers de 'isle Adam en La
Eva futures" Prends garde! En jouant au fantime, on le devient”™*
> Charles Baudelaire, “Le peintre dela vie modeane", en Ocuores complies,
Paris, Gallimard, *Pleiade”, 1954, p. 914,
* Machiew Villiers de Isle Adam, L'Eve furure,en Oewores complies I,
Ginebra, Satkine Repriits, 1970, p. 103
En el ensayo de Los raros dedicado a Lautréamont, escribe eri
efecto Dario: “No seria prudente a los espiritus jévenes con-
versar mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bi-
zartia literaria o gusto de un manjar nuevo. Hay un juicioso
consejo de la Kabala: No hay que jugar al espectro, porque se
ega a serlo”.$ ¥ en “Purificaciones de la piedad”, articulo pu-
blicado a los pocos dias de la muerte de Oscar Wilde, observa
Dario, como ya he mencionado, que “desdefiando el consejo
de la cébala, ese triste Wilde jug al fantasma y legs a sero" +
En ambos casos la frase se usa de manera admonitoria, para
sefialar los excesos de dos escritores y las trampas de una si-
mulacién que tuvo consecuencias funestas. Pero el giro incer-
pretativo que da Dario a la frase ¢s curioso, Jugar al fantasina
y llegar a serlo supondria un afantasmamiento, una desrea-
lizacién, un volverse no-tangible o no-visible, En cambio, la
frase de Dario parece indicar lo contrario: un exceso de visi-
bilidad, de presencia. Aplicada a Wilde, que es el “fancasma”
que aqui me interesa, significa que el juego de Wilde se vol-
vvi6 excesivamente visible, y que ese exceso Ilevé a Wilde a su
ruina. Wilde juega a ese algo que no se nombra y de tanto ju-
gar a ese algo ~de tanto posara ese algo~ da visibilidad, llega
a ser ese algo innombrable.
No est de mas recordar aqui la densa textura seméntica
que adquirié el término “posar” en los procesos judiciales
de Wilde. En carta a su hijo Lord Alfred Douglas del 1° de
abril de 1894, escribe el marqués de Queensberry: “No es
mi propésito analizar esta intimidad [se refiere a la rela-
cidn entre Wilde y su hijo}, y no hago denuncias. Pero en
mi opinién posar a algo es tan malo como serlo {ro pose as
* Rubén Dario, Obras compleas2, Madrid, Azodisio Aguado, ob. cit,p. 436,
* Ibid. 0.3,p. 471.
4s‘a thing is as bad as tobe if”? Cuando unos meses mis tarde se
presenta Queensberry en casa de Wilde, lo acusa nuevamente
de pose: "No digo que usted lo sea, pero lo parece, y posaaserlo,
Jo quees igualmente malo” En cartaa su suegro, por la misma
época, escribe Queensberry: ‘Si estuviera seguro del asunto [the
thing), mataria al tipo de inmediato, pero solo puedo acusarlo de
posar”.’ Por fin, el 18 de febrero de 1895,a manera de provoca-
ci6n, deja Queensberry una tarjeta para Wilde en el Albemarle
Club de Londres con la errata que pas6 a ser célebre: “To Oscar
Wilde posing Somdomite” "para Oscar Wilde, que posa de somdo-
mita[sic|"-. El resto, como dicen, pertenece a la historia.
‘Lo que no se nombra (el algo ello, el asunta) es desde luego el
ser homosexual de Wilde, lo que no cabe en palabras porque no
existe todavia como concepto (es decir, el homosexual como si-
etd), pero que el cuerpo, los gestos, la pose de Wilde anuncian.'”
““Bs importante recordar ~escribe Moe Meyer~ que Wilde no
fue procesado inicialmente por actividad sexual perversa
(sodomfa) sino por un acto perverso de significacién (posar
de sodomita). Fue inicialmente un reo semiético, no un reo
sexual”.! Que la corona iniciara luego un segundo proceso,
acusando a Wilde ya no de posar sino de ser, muestra la fuerza
PHL Montgomery Hyde, The Trial of Oxar Wilde, Londres, Dover Publi
cations, 1973.p. 71:
bid, p. 73
bid, p. 74
2 Véanse al respecta las intligentes observaciones de Alan Sinfield: “EL
desafio para el eritco es recuperar el momento de indeterminaci6n. No es que
fa idea que tenemos hoy deel homosexual’ se disimulara tras estos silencis,
como uns estatua debajo de una sabana, plenamente Formada y pronta ase
revelada”. The Wilde Century: Effominary, Oscar Wilde and the Queer Moment,
‘Nueva York, Columbia University Press, 1994, p. 8
" Mae Meyer (comp), The Politics and Poetics of Camp, Nueva York y
Londres, Routledge, 1994, p.98.
identificatoria de esa pose. La pose abria un campo politico en
el que la identificacién ~en este caso, el homosexual- empeza-
baa cobrar cuerpo era re-presentado, inscripto, Los juicios de
Wilde, iniciados por la denuncia de una pas, brindaron un es-
pacio de clasificacién. Como observa Jeffrey Weeks, “Los juicios
no solo fueron muy draméticos, fueron altamente significativos
en que crearon una imagen piiblica para el homosexual”."*
EL AMANERAMIENTO VOULU
Si bien no toda pose finisecular remite directamente al homo-
sexual, sujeto en vias de ser formulado y para cuya formula-
cién, tanto cultural como especificamente legal, sera decisivo
el aporte de Wilde, el concepto de pase remite a un histrionis-
mo, a un derroche, y aun amaneramiento tradicionalmente
signados por lo no masculino,o por un masculino problemati-
zado, amaneramiento que, a pastir de Wilde, y acaso més en
Hispanoamérica que en Europa (volveré sobre este punto),
se torna cada vez. mas sospechoso, sujeto de ese ya mencio-
nado pénico teorizado por Eve Sedgwick." Es decir, la pose
finisecular ~y aqui esta su aporte decisivo a a vez.que su per-
cibida amenaza~ problematiza el género, su formulaci6n y
sus deslindes, subvirtiendo clasificaciones, cuestionando mo:
delos reproductivos, proponiendo nuevos modos de identi-
ficacién basados en el reconocimiento de un deseo més que
en pactos culturales, invitando a (jugando a) nuevas identi-
dades, Se trata ahora no meramente de actitudes ~languidez,
* Jeffey Wecks, Coming Our: Homoseual Polen Britain fran the Nine.
seenth Century tothe Prsent Londces, Quartet, 1977.21.
Bve Kosofiky Sedgwick, Between Men: Englith Literature and Male
Homosocial Desire Nueva York, Columbia University Pes, 1985.neurastenia, molicie-, sino de Ia emergencia de un sujeto y,
se podria agregar, atendiendo a las connotaciones teatrales del
término, de un nuevo actoren la escena politico-social.
En Hispanoamérica, la pose finisecular plantea nuevos pa-
trones de deseo que perturban y tientan a la vez. Por eso “para
conjurar su posible carga transgresiva, por lo menos homoeré-
tica~se la suele reducis a la caricatura o neutralizar su poren-
cial ideologico viéndola como mera imitacién. Se la accpta
como detalle cultural, no como practica social y politica. Se
Ia reduce al afeminamiento jocoso; para citar a un critico, a
“una fastidiosa chachara de snobs que van a nuestras selvas
vvirgenes con polainas en los zapatos, monéculo impertinente
enel ojo, y crisantemo en el ojal”.'¥
Poss y paroLocia
En su mencionada resefia acerca del “piadoso y definitivo libro”
de Edmond Lepelletier sobre Verlaine, escribe Rubén Dario.
Los amigos de asuntos tortuosos se encontrarén desilusionados
al ver que lo referentea la famosa cuestién Rimbaud se precisa
con documentos en que toda perspicacia y malicia quedan en
derrota, hallindosé en iltimo resultado, que tales o cuales afir-
aciones o alusiones en prosa 0 verso no representan sino as-
pectos de simulacin, tan bien estudiados por Ingegnicros[sic|"*
Lacita de Dario me lleva a reflexionar sobre un iiltimo
aspecto de la pose. No en la pose como signo de amanera-
' Pedro Emilio Coll, en Arnold L Ulner, Envigue Gémez Carrillo en el
smodersivn, 1889-1896, Diss. Univ. of Missouri, 1972, p.207.
* Rubén Dario, Obras compleras2, ob. cit, p. 718.
8
miento, como visibilizaci6n de la no-masculinidad, sino en
el amaneramiento, la visibilizacién de la no-masculinidad
Ia homosexualidad, en el caso preciso de Verlaine- como
pose. Aparentemente se trata de una simple inversién de tér-
minos. Propongo que la inversién es algo més, que los térmi-
nos no son exactamente reversibles ni equivalentes, que su
inversi6n imprime una nueva direccién en lo que podriamos
llamar la epistemologia de la pose. El doble itinerario seria
el siguiente: 1) la pose remite alo no mentado, al algo cuya
inscripcién la constituye la pose misma: la pose por ende re-
(presenta, es una postura significante; pero 2) lo no mentado,
una vez inscripto y vuelto visible, se descarta ahora como
“pose”: una vez mas la pose representa (en el sentido teatral
del término) pero como imposturasignificante. Dicho atin mas
simplemente: la pose dice que se es algo, pero decir que sc es
ese algo es posar, 0 sea, no serlo,
La cita de Dario también me sirve como introduccién a
la obra de quien se empeié en trabajar la pose clinicamente
con ejemplar ahinco, incorporandola en su sistema a la vez
como patologia y como terapia. Hablo por supuesto de José In-
genieros —que no es Ingegnieras, como escribe Dario, sospecho
que no inocentemente-, quien dedica buena parte de su in-
vestigacién psiquidtrica al estudio de la simulacién, transfor-
méndola de fendmeno puramente biolégico de adaptacién
(el mimetismo animal) en categorfa moral negativa, La simu-
laci6n, para Ingenieros, es una estrategia de adapeaci6n que
importa un falseo, y es por ende moralmente objetable, es “un
medio fraudulento de lucha por la vida’ 3 “{BJn la simulacién
° José Ingenieroe, La simulacin en la lucha po la vida (1903), en Obras
completas I, revisadas y anotadas por Anibal Ponce, Buenos Aires, Ediciones
LJ. Rosso, 1933, p. 114; subrayado en el original. Las cits de esta obra apa-
zecen de ahora en adelante directamente en el texto precedidas por S.
”iiade~ las apariencias exteriores de una cosa 0 accin hacen con-
fundirla con otra, sin que efectivamente le equivalga” (S, p. 123;
‘subrayado en el original). Para Ingenieros, no se puede simu-
Jar (posar) ser lo que sees: la pose necesariamente miente.”
‘And yet, and yet. Flay un curioso desliz, en una serie de
ejemplos en La simulacién en la lucha por la vida, que seriamen-
te cucstiona esta aseveraci6n:
Elambiente impone la fraudulencia: vivir, para el comén de
los mortales, es sometersea esa imposici6n, adaptarse a ella.
Quien lo dude, imaginese por un momento que el astuco espe-
culador no simule honestidad financier; que el funcionario no
simule defender los intereses del pueblo; que el lirerato adoce-
nado no simula las cualidades de los que triunfan; que el co-
rmerciante no simule interesarse por sus clientes; que el pardsi-
tono simule ser Gil a su huésped,.}. que el picaro no simule
Ia tonteria y el superior la inferioridad, segiin los casos el nisio
tuna enfermedad, el maric6n el afeminamiento|..(S,p. 185).
Si no me equivoco, el dltimo ejemplo rompe notablemen-
te-con el esquema de simulacién fraudulenta: el maricén no
simula ser lo que no es (como el astuto especulador que simu-
laser honesto) sino, podria decirse, lo que es. La simulaci6n, la
pose, pareceria reforzar en lugar de reemplazar con el signo
‘opuesto. El ejemplo no cabe pues dentro del planteo de Inge-
nieros a menos de imaginar una interpretaci6n de proyeccién
ideolégica més drastica. El “maricén" es “en realidad” un
En otro capitulo apunta Ingenieros:"Simular|..)es adoptar los carac-
teres exteriores y visibles de lo que se simul, afin de confundirse con lo
simulado, La mentira ln bipoceesia, la astuca, pueden asumir formas que
involueren el fendmeno especial de la simulacién, pero no son siempre y
rnecesariamente simuliciones" (Sp. 208)
hombre, por lo tanto, al simular lo femenino, posa a lo que no
es. Asi, el homosexual, como sujeto que trasciende las catego-
sias del binarismo genérico, queda efectivamente eliminado
enel planteo de Ingenieros, reducido a ser “en realidad” una
cosa que “simula” ser la otra.
La actitud de vigilancia casi policiaca por parte del médi-
co-legista que efectiia “determinaciones periciales |... de alto
interés penal” con el propésito de “desenmascarar a los simu-
adores” (S, p. 254) recuerda la vigilancia de Queensberry, em-
pefiado en ver si Oscar Wilde era 0 no era eso, Pero en el caso
de Ingenicros, el desenmascaramiento de la pose, a la vez que
confirma la pericia del diagnosticador, produce otro resultado.
No lleva a la acusacién sino a un desplazamiento de patologias
no es, se hace; 0 dicho en términos de época, no es degenerado
sino simulador- y ese desplazamiento produce una suerte de
alivio cultural. No solo exime al simulador sino a sus supues-
tos modelos, de quienes nos asegura Ingenieros-que “en reali-
dad” siempre fueron fumistas, es decir, poseurs: “Entre los lite-
ratos novicios es frecuente encontrar sujetos que simulan poseer
‘malas cualidades, creyéndolas verdaderas en los fumistas por
quienes estan sugestionados” (5, p. 259). Segdn Ingenieros, na-
die ¢s, codos se hacen."* Véase por ejemplo el caso siguiente:
Un joven literato [Ja versin previa del texto, en los Archivos de
Psiguiatria y criminologia agrega: “decadente"),sugestionado por
los fumistas Franceses, crey6se obligado a simular los refina-
mientos y vicios fingidos por estos, conceptuéndolos verda-
deros, Simulaba ser maricén la versién previa dice: “pederasta
' Alalivioculeural que propone Ingenieros, el “se hace” en lugar del "es",
se oponen desde luego algunos textos ansiosos: el ya mencionado “estudio
social" de Adolfo Batiz ola obra teatral Las invertidos (Obra reaita en tres ae-
t0s)de José Gonzalez Castillo (1914), Buenos Aires, Puntosus Editors, 1991.
stpasivo'l, haschichista, morfin6mano y alcoholista.[.] Todo era
producto de sus pueriles sugestiones, fruro de las fumisterias de
los estetas ysuperhombres cuyas obras lefa de preferencia y bajo
cuya influencia vivia, tratando de ajustar sus actos y sus ideas al,
“manual del perfecto literato decadente”(S,p. 241).
(Otra versin del mismo caso, citada en La simulacidn de la
Jocura, ambién de Ingenieros -fue de hecho su tesis doctoral-,
afiade detalles interesantes sobre el trabajo de simulacién del
sujeto observado:
‘Al poco tiempo manifest6 profunda aversién por cl sexo feme-
nino, enalteciendo la conducta de Oscar Wilde, el poeta inglés,
que en aquel entonces acababa de ser condenado en Londres,
sufriendo en la cércel de Reading las consecuencias de sus re-
laciones homosexuales con Lord Douglas. Escribié y publicé
tuna “Oda ala belleza masculina” y Ileg6 a manifestar que solo
hrallaba placer en la intimidad masculina.
‘Algunas personas creyeron verdaderas esas simulaciones, ale-
jfindose prudentemente de su compaiiia; por fortuna, sus amigos
Iehicieron comprender que si ella podia servit para sobresalir
literariamente entre sus congéneres modernistas, en cambio le
perjudicarian cuando abandonara esos estetismos juveniles.
El simulador protesté que nadie tenia derecho de censurarle
sus gustos, ni aun so pretexto de considerarlos simulados. Mas,
comprendiendo que, al fin de cuentas, nadie creetia en ellos,
renunci6 a sus fingidas psicopatias."”
Que el ser visto como maricén o como pederasta pasivo se
considerara en principio algo deseable y, mas atin, motivo de
° José Ingenieros, La simulacin dela lcura(1901),en Obras completa,
Buenos Aires, Bdicioves Li}. Rosso, 1933, pp. 24 y 25.
52
prestigio literario es harto dudoso. Vistos ls esfuerzos por blan-
queat vidas de escritores, ya heterosexualizandolas, ya patologi-
z4ndolas, que vengo comentando, es poco probable que esta si-
‘mulaci6n (side simulacién se trata) afiadiera prestigio literario
ala vida de nadie en América latina. El episodio sirve en cambio
para disminuir atin més l individuo, presentado como ingenvo,
ficilmente sugestionable, y sobre todo poco inteligente: cree dig-
nas de emulacién conductas que ya son, como todo el mundo
sabe ¢ Ingenieros se empefia en insistr, fingidas”
De qué modo, concretamente, se simula ser pederasta pasi-
voy de qué modo se detecta esa simulacién ~es decir: cusles la
pose o serie de poses queca la vez sefialan una identidad e incon-
fundiblemente revelan su impostura- es algo que Ingenicros
no explicita. El sucinto, bastante patético final del parrafo es
rico en hiatos el “simulado” pederasta pasivo “protesta”, luego
“comprende’”, luego “renuncia”: nunca sabremos, a ciencia cier-
ta, qué. Del mismo modo, creo que también “renuncian” las
culturas hispanoamericanas del fin del siglo xnx a asumir esas
poses que durante un brevisimo momento signifcaron mis alla
de su propia simulacién. Vaciadas de pertinencia, quedaron
arrumbadas, como utileria en desuso,en el close de la represen-
tacién para no hablar del closer de la critica. Creo que era justo
devolverles a llamativa visibilidad que alguna vez tuvieron,
2° otra ocaién observa Ingeierosque“D'Annunco ftaiano quekasi-
{id contains psicolgicosfancests) a simulado ser partidario del amor soro-
tal del bomoserulismoce vers consider simulados eles 'refiamientce’
del instnt sera Secomprende que[.| a copul con aus herman con oos
hombres ("Pecoogia de or simaladores"en Archio de Papi, Criminolo
fay Ciencias Afny I, 1903p. 477). Llama la atencén el uso de a palabra "ve-
‘osimil” en lugar, propongo, de “pefrble’. También lama a atencin queen
tuna versn porteior de este texto recgido en La smulacibn en a lucha por la
ida, desparece toda mencién de homosexuals, Sole queda D'Annuzio
Ja simulacién del incest, afeaacin,suponemos, menos pligros(S,p. 232)
3DIAGNOSTICOS DEL FIN DE SIGLO
Nos exagerado afirmar que tuvo en sus manos,
‘0 mejor dicho, en su mesa de trabajo,
todo el Buenos Aires morboso y antisocial.
GrecoRto Bermann, La obra cientifica de Jost Ingenieros
PERICIA Y AUTORIDAD
En La simulaciin en la lucha por la vida escribe José Ingenieros:
La funcién social de la medicina debiera sr la defensa biol6gica
de la especie humana, orientada con fines selectivos, eendiendo
a la conscrvacién de los caracteres superiores de la especie y ala
extincién agradable de los incurables y los degenerados; se evi-
tarfacon ello el desperdicio de fuerzas requerido por el parasitis-
‘mo social de los inferiores,alejando, ala vex, la posible transmi-
sin hereditaria de caracteres indtiles 0 perjudiciales para la
cevolucién de la espécie, Pero este problema solo puede sefialarse,
por ahora, en el orden tebrico. Acaso los hombres del porvenir,
ceducando sus sentimientos dentro de una moral que refleje los
verdaderos intereses de la especie, puedan tender hacia una me-
dicina superior, selectiva;el sereno célculo desvaneceria una fal-
sa educaci6n sentimental, que contribuyea fa conservacion de
los degenerados con serios perjuicios para la especie:
"José Ingenieros, La simulacién en [a lucha por la vida (1903), en Obras
completa: 1, revisadae y anotadas por Anibal Ponce, Buenos Aires, Ediciones
54
Quiero hacer notar en esta propuesta higienista el desli-
zamiento del plano biolégico al moral; deslizamiento que
marca toda la obra de Ingenieros asi como, en términos gene-
rales, la institucién psiquiaerica de fines de siglo. También
quiero hacer notar la efectiva, aunque no explicita, equiva-
Iencia que establece Ingenieros entre la nocién de especie y
Ia nocién de sociedad nacional. Si bien es inevitable pensar la
especie desde una sociedad (no existe una zeflexién abstracta
sobre la especie), el planteo de Ingenicros cuenta activamen-
cecon la sinonimia de los términos y con el eventual rempla-
20 del uno por el otro. Donde dice especie, léase sociedad; léa-
se, concretamente, sociedad argentina en los primeros aios de
este siglo, léase nacién. Asi, por ejemplo, la referencia a “la
cextinci6n agradable de los incurables y los degenerados” con
que cuenta la medicina para proceger la especie, en el parrafo
citado, aparece en otro texto contemporineo de Ingenieros
como medida para proteger Ia sociedad argentina. Al comentar
el proyecto de la Ley Nacional del Trabajo, llamada Ley Gon-
ile, refiriéndose a la seecién que legisla el trabajo del indio,
recurre elocuentemente al mismo oximoron del exterminio
placentero: “El indio a que la ley se refiere no es asimilable a
la civilizacién blanca (...[Sju proteccién solo es admisible
para asegurarles (sic) una extinci6n dulce, a menos que res-
onda a inclinaciones filanerépicas semejantes a las que ins-
piran a las sociedades protectoras de animales”>
En este contexto positivista y crudamente eugenésico, la
institucién psiquidtrica que ilustra (y contribuye a fundar)
Ingenieros, operando en estrecha colaboracién con otros
LJ. Rosso, 1933, p.249, Las citas de esta obra aparecen de ahora en adelante
directamente en el texto precedidas por S.
* Citado en Oscar Teri, “José Ingenieros ola voluntad de saber", en José
Ingenictos, Antiimperialismo y nacén, México, Siglo Veintiuno, 1979, p. 65.
55aparatos de estado (el sistema juridico, el sistema educacional,
las fuerzas de vigilancia), se propone tareas explicitas en el
Buenos Aires de fines del siglo x1% y principios del xx: detec-
tar, diagnosticar ~es decir, reconocer patologias (cuando no
inventar)~ clasificar y suprimix. Este esfuerzo taxonémico,
cuyo propésito es, en principio, decir “la verdad de la
enfermedad” conduce a dos conductas que superan los limites
de la enfermedad en si por un lado, la rehabilitacién de los re-
cuperables, es decir la erradicacién de la patologia para ast rees-
tablecer la salubridad del cuerpo socials por el otro, la repre-
sién de los no asimilables a esa salubridad, es decir, la represion
(0 reclusi6n, 0 “extincién dulce”, o destierro) de “los que solo
pueden ser un peligro social por sus enfermedades, sus crime-
nes o su corrupci6n” Los tres términos ~enfermedad, crimen,
corrupeién~ son, para el diagnosticador, manifestaciones pato-
6gicas equivalentes. Como bien apunta Hugo Vezzetti, “es en
figenes de la corrosidn y de la nocividad que atacan al or-
den ~como la figura compacta de un amo fabuloso, de un su-
praorganismo virtual que domina la escena de la inadaptaci6n—
donde locura y delito, zebeldia, fracaso y miseria se igualan en
una equivalencia casi sin matices”.* El médico es, podria decis-
se,el representante de ese amo fabuloso, su garante. La medica-
lizacién del sujeto es su modo de control.
En los planteos de Ingenieros, la conjuncién de patologia
y criminologia, la supeditacién de la primera ala segunda, y
» Michel Foucault, La wd de fs hombres infames. Ensayo sobre dessa
_ydominacié,prblogo de Fernando Savater, ed. y trad. de Julia Varelay Fer
‘nando Alvarer Uria, Madcd, Ediciones dela Pigueta, 1990. 72.
* Salubridad y no salud, tal conv la define Foucault: "La salubridad sla
base material y social capa de aegurat la mejor salud posible los indivi-
duce” (Michel Foucault, La vide de los hombre ifames,ob. cit, p. 145).
5 Oscar Teri, “JouéIngeniers ola voluntad de saber", ob. cit . 57.
SFugo Veen Lalor en la Argentina, Buenos Ais, aids, 1985p. 79.
56
Jasustituci6n del estado o del acto (enfermedad o crimen) por
tun sujeto, ya paciente, ya agente (enfermo 0 criminal), perci-
bido como socialmente peligroso, son obvias: observa Inge-
nieros que las “determinaciones periciales” del médico-legis-
ta son siempre de “alto interés penal o civil” (S, p. 254). El
diagnéstico se vuelve, entonces, modo privilegiado de orga-
nizar el saber (represivo) del estado y la patologfa se convier-
teen “forma general de regulacién de una] sociedad” que ad-
judica al diagnosticador incontrovertida autoridad.?
La aparente rigider de este ejercicio médico, la autoridad
privilegiada atribuida al facultativo, la confianza (y en el caso
de Ingenieros, el placer) con que este parece ejercer esa auto-
ridad y, por fin, el caracter eminentemente huidizo o por lo
menos equivoco de los males que se intenta diagnosticar pau-
tan la reflexién que sigue sobre la escena del diagnéstico f-
nisecular en la obra de uno de sus practicantes mas notorios.
En particular, quiero reflexionar sobre los esfuerzos de Inge-
niezos por detectar una patologia especifica: no simplemente
Ia enfermedad sino la simulacién de la enfermedad, tema de
su tesis doctoral y obsesi6n de su obra temprana. En 1900,
Ingenieros escribe su tesis sobre La simulacién de la locura apa-
drinado -el dato no deja de tener su interés~ por Eduardo
Wilde. El texto luego se publica en volumen, precedido, a
manera de prefacio, por otro largo texto (en realidad, otro li-
bro) que aspira a contextualizar al primero: La simulacién en
la lucha por la vida. Ingenieros explica el motivo de esa con-
textualizaci6n: "Solamente el estudio de la simulacién, como
fenémeno general, puede dar la ley de conjunto donde se en-
cuadra el fen6meno particular de la simulacién de la locura”
(5, p. 110; subrayado en el original), Razona Ingenieros esa
contextualizacién proponiendo la filogenia siguiente: 1) de
” Michel Foucaule, Le vide dels hombres infams, ob. cit, p. 113,
57la simulacién esponténea en el mundo biolégico para asegu-
rar Ia subsistencia (fenémenos de mimetismo, etc.) se pasa a
Ja simulacién voluntaria en la vida humana en pos de un
beneficio; 2) de esa simulacién esponténea se pasa a la si-
mulacién de estados patol6gicos; 3) de la simulacién de es-
tados patolégicos se pasa a la simulaci6n del estado patolé-
gico por excelencia, Ia locura; 4) de la simulacién de la locura
en general se pasa a la simulacién particular de la locura por
los delincuentes.
Salta a la vista el cardcter retrospectivo de la secuencia, el
hecho de que esté decerminada por su tiltimo término, la de-
lincuencia. Como Kafka y sus precursores en el relato borgea-
no, la serie se elabora a partir de su culminacién. La delin-
cuencia contamina, por asi decirlo, retrospectivamente los
demas elementos: hay algo delincuente (y algo patolégico) en
toda forma de simulaci6n, pareceria decir Ingenieros. Si bien
al comienzo propone casos tipicos de simulacién en el reino
animal como medio en la lucha por la vida (por ejemplo, el
gusano que se disimula tras un copo de algodén para no ser
detectado), la nocién de simulacién biol6gicamente provecho-
sa, al pasar al plano humano, se enjuicia en términos morales.
(Se esté simulando algo para conseguir una inmerecida ven-
‘aja La simulaci6n es (siempre hia sido), “medio fraudlento de
Jucha por la vida” (S, p. 114; subrayado en el original). El mun-
do de los simuladores se describe como un mundo “de ficcién
y de mentira, en que todos, buenos y malos, se ven obligados
a simular, aungue mds ls malos que ls buenos" (S,p. 125; subra-
yado mio). La simulacién se enjuicia doblemente: como pato-
logia y como crimen,
La conexién entre patologia y crimen, en términos ge-
nerales, no es nueva; para dar un solo ejemplo, ya ha sido
trabajada por Lombroso, a quien Ingenicros lee y emula. Y
a partir de las observaciones de Darwin sobre el mimetis-
mo animal, tampoco es nuevo el estudio de la simulacién,
38
desde un punto de vista ya psiquiatrico, ya sociolégico.* El
trabajo de Ingenieros es en parte trabajo de vulgarizaci6n:
resume estudios previos y sistematiza la reflexi6n. Pero so-
bre todo ~y abi reside su novedad~ cataloga, describe y cla-
sifica, con obsesiva minucia, las infinitas variantes de la si-
mulacién, articulando la relacién, en su opinién inexorable,
entre las muchas formas de la simulacién con la patologia
y la delincuencia. La prolijidad y la pasién que dedica a esa
clasificacién claramente revelan una necesidad de control.
Ingenieros se aduefia de la simulacién, le gana de mano 2 su
maestro Ramos Mejia, quien publica Los simuladores del ta-
lento un afio después de La simulacién de la locura de su dis-
cipulo, reconociendo generosamente que “la simulacién,
propiamente dicha, solo ha sido sisteméticamente estudia-
da por Ingegnieros|[sic)”” Analizada como patologia, clasi-
ficada en categorias tan caprichosas como exhaustivas, en-
juiciada como mas o menos delincuente, la simulacién es
‘propiedad de Ingenieros; constituye el impulso fundador no
solo de su labor psiquiderica sino, propongo, de toda su la-
bor intelectual.
Ingenieros escribe su tesis doctoral inspirado por un pro-
ceso notorio en Buenos Aires, el caso Wanklin-Echegaray, en
el cual peritajes sucesivos y contradictorios nunca lograron
determinar si la “locura” del homicida era real o simulada.
Este comienzo concreto es significativo, creo, por tratarse de
un caso que quedé para siempre abierto, irresuelto, es decir,
* Sefiala Verzeti la preacupacién temprana por distinguir entre locura
real y locura simulada, ecordando el “Informe médico legal sobre el estado
‘mental de un individuo” de Eduardo Wilde y Pedro Mallo, redactado pe-
dido de un juce civil en 1871 (Hugo Vezzer, La locuraen la Argentina, ob
cit, p. 140).
Joxé Marfa Ramos Mejia, Los sinuladores del talenzo (1904), Buenos
Aires, Editorial Tor, 1955, p.7.
9sin diagnéstico. La reflexién de Ingenieros sobre la simulacién
parte por lo tanto de un no poder determinar, del permanente
desafio del que ya hablé:,es 0 se hace? Propongo que esa irre-
solucién inicial marca indeleblemente la escena del diagnés-
tico en Ingenieros, su clasificacién paranoica y crecientemen-
te represiva, su autoritarismo burlén cuando no la violencia
de sus terapias; y que también explica su recurso constante a
otras disciplinas que complementen las incertidumbres de
la propia. Lo que no puede del todo la psiquiatria se logra
en y mediante otras instituciones. Indicativos tanto de la
paranoia como de la coercién son los titulos belicosos de
ciertos subcapitulos de La simulacién de la locura: “Lucha en-
tre simuladores y peritos”, “Recursos astutos para descubrir
la simulacién”, “Medios coercitivos”, “Agentes téxicos”. El
antagonism, la violencia misma de la relacién entre diag-
nosticante y diagnosticado, se presenta en el texto como una
lucha entre rivales:
Por su parte, el peritoesté obligado a desplegar todas sus apticu-
des, por dos grandes fuerzas que le impelen y le sostienen. Su de-
ber profesional leimpone tutelar la seguridad social, impidiendo
que un sujeto antisocial vuelva al seno de la sociedad predispues-
toa reincidir; su amor propio de hombre de ciencia le muestra
su reputaci6n en o por las mafas astutas del simulador. Ast acae-
cen es0s duelos tenaces entre peritos concienzudos y sitnuladores
Inteligentes, donde se cruzan el ingenio y la astucia, sembrando
dudas en el perio y desesperacién en el simulador."®
Estos “duelos” son tanto mis arduos cuanto que la pato-
logia en cuesti6n ~la simulacién~ se distingue, precisamente,
" José Ingenieros, La simulacin dela locura,en Obras completa H, Buenos
‘Ales, Ediciones L. J. Ress, 1933, p. 354,
por su cardcter inasible, sus“sintomas” dificiles de reconocer.
Porque el simulador que inceresa a Ingenieros no es (0 no es
solamente, como lo fue en su tesis doctoral) el simulador
que reproduce un estado patolégico conocido, como aque-
Ilos enfermos de la Salpétridre evocados por Foucault que
“empezaron a reproducir, a inscancias del poder-saber mé-
dlico, una sintomatologia construida sobre el patron de la
epilepsia, es decir susceptible de ser descifrada, conocida y
reconocida”."' La patologia que interesa sobre todo a Inge-
nieros es “la simulacién misma” (S, p. 230), es decir, una
prictica de reproducciin tanto de enfermedades precisas como
{y sobre todo) de conductas sociales." El simulador presen-
ta.una conducta como “auténtica” cuando no es mas que co-
pia, por ende “falsa”. Corresponde al perivo médico llevar a
cabo la pesquisa, distinguir esa copia falsa de la verdad de su
original, a fin de desenmascarar al simulador. En los com-
plejos comienzos de la era de la reproduccién mecinica, den-
tro de una cultura latinoamericana poscolonial que reflexio-
na sobre originalidad e imitaci6n, mimica e independencia
culturales, ala vez que repiensa su relaci6n con Europa la
luz de una inmigracién sospechosa, el simulador de Inge-
nieros es, para usar la terminologia de su diagnosticador, un
sintoma cultural,
* Michel Foucaul, La wa de ls hombres infame ob ct, p73.
" De hecho, as patologtssimuladasineresn a Tngenieros menos ens
rmismas queen Ia medida en que implican una conduera social as pr ejem-
plo el acusado que finge la demencia para evita accel. Prueba de ello son
las enumeraciones heterélita qu suele aparecer en sus textos “Fuera dela
simulacin de a locua el médieo lgistasuele encontrar simulaci6n de
lesiones de embarazo, de neurosis traumivcas, de etupro,deimpotenca, de
suiciiog eter” (S, p. 254)
61La SIMULACION EN LITERATURA
Las apariencias engafian, sediria que Ingenieros se
esforzaba por multiplicar y complicar esas apariencias
engafosas. Por qué? Para qué? Misterio.
Roberto Payné, “Recuerdos”
Si Ingenieros monta su pesquisa tutelar y su aparato diagnosti-
cante desde la institucién médica, su campo de accién, como
queda indicado, involucra otras instituciones. La produccién
del diagnéstico se da en el entrecruzamiento de varias discipli-
nas, lo cual es notable en un fin de siglo en que se procura jus-
tamente deslindarlas para determinar su especificidad. Ingenie-
108 no se limita al hortusconclusus del hospital psiquitrico;? su
trabajo se sittia en una interseccién.%* Testimonio piblico de
ello son las mileiples funciones profesionales que acumula no
bien se recibe de médico, “El diploma no estaba todavia en sus
manos ~escribe Anibal Ponce~ y ya Ramos Mejia lo habia he-
" Foucault resume la funcion del hospital psiquidtrico del siglo xix de
Ja manera siguiente: “lugar de diagnésticoy de clasfcaci6n, recténgulo bo-
tlnicoenel que ls especies de las enfermedades son distribuidas en pabello-
nes cuya disposcin hace pensar en un vaste huero; pero también espacio
cerrado para unenfeentamieno, lugar de lida, campo instiucional en el que
esti en cuestin la victoria y la sumisién (Michel Foucault, La vida de los
ambresinfames ob cits p72)
"Bn este sentido etl a reflexi6n de Oscar Terén, quien vea Ingen:
108 como prototipo de la superposicién de estéxicas e ideologias de fines det
aux Eldiscuso miltple de Ingenieros pone de manifesto, segén Teséo, “los
puntos de Fuga os focos de dispersion del sisema: ciertosconceptos-puen-
te’ que permitan el pasaje hacia otto tipo de eserucruras discursivas” (Oscar
“Terin, "José Ingenieros o la voluntad de saber", ob cit. p. 18)
a
cho su jefe de clinica en la cétedra de Neurologfa, y Francis-
co de Veyga, su jefe de clinica también, en el Servicio de Ob-
servacién de Alienados que acababa de fundar en la Policia
de la Capital como un anexo a su cétedra de Medicina Legal
(1900). Tenfa, entonces, 23 afios de edad y estaba consagrado
como psiquiatra, sociélogo y criminalista’." También estaba
consagrado como militante socialista; y también, aunque se
loolvide, como hombre de letras.
Entre los varios discursos que inciden en Ingenieros, se
suele dejar de lado la literatura, o por lo menos se la descarta
como pasi6n de juventud mas o menos superada, Si sus criti-
cos la tienen en cuenta, es sobre todo como preacupacién pa-
ralela, y sin duda secundaria, a Ia labor cientifica y a la mili-
tancia politica." Acaso la evocacién de Anibal Ponce, quien
fue su discipulo, dé mejor idea del nada desdefiable lugar de
la Literatura en el Ingenieros de fines de siglo. A propésito de
su activa participacién en La Syringa, sociedad secreta mo-
dernista de la que fue miembro fundador, observa que: “El
conferenciante socialista de la plaza Herrera, de Barracas, que
disputaba el Kiosko sid, desde muy temprano, alos misione-
+08 metodistas, era el mismo literato decadente que defendia
a D’Annunzio desde las paginas de El Mercurio y el mismo
oyente interesado y atento de los cursos superiores del doc-
torado en medicina”.” Mas abajo hace Ponce un memorable
retrato de Ingenieros:
Anibal Ponce, “Para una historia de Ingeniros", en José Ingenieros, La
simlacibn en la lucha por la vida ob. ct, p. 24.
“*Gabemos que estos movimientos critics eran seguidos con interés por
Ingenieros, y entonces ocurre como si, paralelamente a su actividad politica
desde el Partido Socialista y La Monta, las circunscanctas hubiesen produ:
ido en él un repliegue hacia Ja interioridad modernista” (Oscar Tern, "José
Ingenieroso a voluntad de saber”, ob. cit, p. 33).
Anibal Ponce, ‘Para una historia de Ingenieros" ob cit, p19
6Su vestidura detonante de refinado y de esteta, sus boutades in-
verosimiles, sus paradojas inagotables, habfan hecho de él, en
Ia opinién liviana de los cenAculos, un curioso dilecante de la
ciencia y del arte: mezcla extrafia de Charcot y D’Annunzio con
Lombroso y Nietzsche, Los pascantes habituales de la calle Flo-
rida veian circular, entre asombrados y complacidos, su silueta
inconfundible: la galera de felpa, la levita irreprochable, el cue-
Ilo gigantesco, el chaleco colorado... Una constante preocupa-
cidn de originalidad parecia dictarle sus actitudes y sus gestos,
como si la antipatia del medio burgués le hubiera sugerido la
peligrosa tentacién de sorprender, de contrariar, de disgustar.
Desorientados por tan excrafia personalidad poliédrica, los,
cxiticos eriollos recibieron sus libros como a otras tantas obras
licerarias."*
Me interesa esta imagen por lo desenfadadamente publi-
citaria: Ingenieros -no tan distinto del Oscar Wilde que sor-
prendia a José Marti- se exhibe a la vez que, a través de su per-
sona, exhibe la literatura. Prueba de ello es el modo en queesa
imagen piblica, paseada por las calles de Buenos Aires, condi-
ciona la recepcién de sus textos: se een como “otras tantas obras
literarias” porque su autor anda vestido de literato, indicando
asitun cédigo de lecrura, Las maneras, el vestido, las boutades de
Ingenieros son gestos culturales, citas que remiten al gran texto
dela decadencia europea. Ingenieros se conduce como literato
finisecular. Actéa un relato: posa. De hecho, su misma figura
ppblica se ve como texto, se lee de maneras diversas, se inter-
preta. Asi, uno de esos “eriticos criollos” (la categoria de Ponce
tiene fuerte carga ideol6gica) propone una lectura muy distin-
ta de este atuendo/texto "refinado” y “esteta”:
™ Ibid, p39.
(Alquellas prendas, la galera y a evita, no eran como las que to-
dos conacemos. Ingenieros iba embolsado en una espantable y
descomunal levita gris, y del mismo color eran el sombrero de
copa alta y los anchos pantalones, ran anchos que parecfan
abombachados. A veces lucia un chaleco blanco y la corbata era,
generalmente, también blanca. El portador de semejantes ho-
stores se crefa elegantisimo, y los ostentaba por todas partes con
desparpajo sonriente, Para dar una idea a mis contemporineos
de la falta de gracia de aquella indumentaria, diré que no ha sido
igualada, aqui donde los hombres nos vestimos bastante bien,
sino por algsin pintoresco ministro del presidente Yrigoyen."”
En [a lectura de Ponce, discfpulo dilecto, la imagen de In-
genieros se lee como pronunciamiento literatio, como procla-
ma de dandismo, como texto decadente. En la lectura de Gal-
‘vez, poco amigo de Ingenieros, la imagen se lee en cambio
como disfraz ridiculo, como conjunto inarménico, cacofénico
({éase: italiano), simple indicio de la inadaptabilidad social de
su despistado portador.® Ingenieros se-viste de literato, simula
ser literato, pero Gilve7, el perito “criollo”, el verdadero arbi-
ter elegansiarum, denuncia, implacablemente, su impostura2"
Manuel Galver, "La verdaders historia de José Ingenieros",en Amigos
_ymaetos de mi jacentud (1944), Buenos Aires, Hachete, 1961, p. 134
® Roberto Payn, amigo de Ingeniers, no obstante concuerda, discrete
smente,con I Ietura de Gilvez“seesforaba,nocon mucho éxito, por vstit
dle manera original yclegante”(Robere J. Payzé,"Remuerdos”,en Nosotros,
vol. XIX Ne 199, diciembre 1925,p. 471)
» Gulez a ensafa con la indumenara de lngeniers. En El mal mete
fies describe al personae Escribanos,evidentementebasado en Ingeneros
“Tenfa. a pesar de sus levis como sibanas, pretesione de eleganciay este.
timo y hasta utaba una medallita donde sellamabaarbiereleganriarn (Ms
sel Giver, £1 mal meafico(1916) Buenos Aires, Biblioteca de Novelisas
‘Americanos, vol-X, 1922, p. 62
65La relaci6n de Ingenieros con la literatura es compleja.
‘Ante el juicio de Emilio Becher, quien ve en Ingenieros prin-
cipalmente a ua literato,llamindolo “el espritu mis delibe-
radamente anticientifico de su generaci6n”,” responde airado
que: "Todo lo que usted considera esencial en mi es siempre
expresin dela necesidad de recrear mi espiritu en frivolas
gimnasias, eparando la agotadora fatiga que me imponen mis
inclinaciones de observador y erudito”.” Ingenieros aparenta
descontar la literatura como actividad poco seria, como past-
tiempo refiido con la erudici6n y refiido, sobre todo, con el
poder. En esto xecuerda a ciertos escritores del ochenta, a pe-
sar de pertenecer a una generacién ~con Lugones, Jaimes Fre~
yre, Angel de Estrada que tiene otra visin de la préctica li-
teraria y ya no ve la literatura como diversion.
Hay con todo una diferencia con respecto ala generacién
del ochenta. La diversi6n de la literatura, en Ingenicros, no es
diversi6n de gentlemen, amable causerieentre-nos en el recinto
del club. Esen cambio llamativa, como su atuendo de fléneu,
y también, como ese atuendo, es excesiva, discordante. La li
teratura es apariencia visible: se manifiesta en gestos, en ac-
cién. La Syringa, sociedad literaria secreta que Ingenicros
2 Opinién que més tarde reitera convincentemente Juan P, Ramos ene
hhomenaje a Ingenieros de la revista Nosotros: "En los doce somos de los Arc
‘voraparecen laramente las modalidades de lo que se podeia llamar suartede
‘reador original. Los articulos tienen la libertad del ensayo subjtivo, Un caso
dda origen a una generalizacién més lieraria que ientfca, Una critica hace
mnacer una coordinacin de principios unidos por un simple inculo ocssional.
‘Una frase sugiere complejas ensambladuras imprevistas con ideas mis 0 me-
ros congéneres. El autor en ello esti mas cerca del artista que del pensador
everamente lgico de un sistema” (Juan P. Ramos, "Ingenieros criminalsta",
cen Nosotros, vol. XIX, N® 199, diciembre 1925, p. $56)
2% Anibal Ponce, “Para una historia de Ingenieros", ob. cit p.39.
supuestamente funda con Rubén Dario descontada por bi6-
grafos y comentaristas como travesura de “nifio grande" 35
distade ser travesura infantil dista sobre todo de ser seceta
La Syringa practica la burla dela literatura a través de la li
teratura, se distingue por sus despiadadas fisgas de otros lite-
ratos, sus rteos. Para escandalizar, la Syringa necesita, sobre
todo, visibilidad, y para ello, con la complicidad de la pren-
sa, fomenta el chisme: “Todo Buenos Aires conocia su nom-
bre y comentaba, entre curioso y escandalizado, sus sesiones
esotéricas que, a fuer de secretas, alcanzaron la divulgacién
de una crénica parlamentaria" Payré, prédigo en su uso
ee eee
aie nese re
ee
do Lagan Los nis Fey Pn Ody Nein Hor Agos-
dics e025 p40 Dahon ober Bape Nava
Seer
Sa
meyer anee mrs eres
oclasista de la primera persona plural, ve los excesos de Inge-
nieros, tanto en el vestido como en la literatura, como resul-
tado de su “ascendencia italiana meridional” y de su “evi-
dente deseo de confundirse, de alearse intimamente con
nosotros ~acab6 por quitarse la gde Ingegnieros~ y de ser can
‘portefio como el que més, adoptando y exagerando algunas de
rnuestras modalidades, y entre ellas la ligereza y el escepticis-
mo espiritual y epigramético”” Ingenieros seria, por lo tan-
to, un simulador més, que intenta “pasar” pero no pasa del
todo, exponiéndose asi a los peritajes de los “criticos crio-
los” y a su consiguiente desenmascaramiento. Pero la inter-
pretacién no convence. Ingenieros es demasiado inteligente
y demasiado habil para no saber que sus “levitas como siba-
rnas” o sus ruidosas bromas de la Syringa, lejos de confun-
dirlo intimamente con un “nosotros” de vieja cepa criolla
sefidlan en cambio, inevitablemente, su unicidad, su dife-
rencia, $i simula, lo hace por partida doble: se simula simu-
lando, posa a posar.*
En ese contexto, no es casual el interés de Ingenieros por
los seudénimos, él que observaba que “frecuentisimas son|..]
las simulaciones de originalidad en la vida intelectual, los
plagios; y las disimulaciones del autor: los seudénimos” (S, p.
221).En el indice onoméstico de su “vida ejemplar” de Inge-
nieros, Bagi registra cinco seudénimos usados por él: Julio
Barreda Lynch, Ratil H. Cisneros, Francisco Javier Estrada,
Alberto L, Solari y Hermenio Simel.”De los cinco me deten-
goen el tiltimo (cronol6gicamente, el primero): es el nombre
» Roberto |. Payré, “Recuerdos”, ob cit, p. 470.
> Para una inteligente y muy estimulance lecrurade la simulaci6n y
titeo en Ingenieros, véae Jorge Salesi, Médias, maleantes 9 maricas, Rosario,
Beatriz Viterbo Editora, 1995,
™ Sergio Bagi, Vide eiemplar de Jor! Ingniers, ob. cit, p. 254
cy
de poeta con que Ingenieros firma sus versos decadentes en
épocas de la Syringa y “cuya presencia corporea se esforzaron
muchos en descubrir”.” Truco autopublicitario (como lo se-
rian més tarde ese Barreda Lynch que escribe articulos sobre
el propio Ingenicros, o ese Alberto Solari que le hace una en-
trevista), Hermenio Simel -no solo poeta sino presunto autor
de una Apologia de la risa que cita Ingenieros en La simulacién
en la lucha por la vida- tiene connotaciones mas ricas. Si se
piensa que Ingenieros y los syringos inventan un verbo, Ihe-
misar 0 lemisar, como homenaje a Lémice Terrieux, célebre
simulador francés, y que emplean la expresi6n “lemisar (0
hacer) un lemfs” para referirse a los titeos 0 habituales per-
formances con que victimizan a los incaucos, se apreciarén las
‘miltiples reverberaciones de Simel. Lemis/Simel, Simel/Si-
mil: Hermenio Simel, hermano Lemis
fraterno simulador.®
réplica en el espejo,
Ibid, p.66.
» Refirigndose al simulador fumist,cuyo objetive tla simulacién mis-
sma, observa Ingenieros que “la base fisolégica de este tipo suele ser una ext
berante salud fisica, moral e intelectual”. ¥ anade: “La risa, como fenémeno
psicolégico ~no como expresi6n mimica, que puede ser inconseiente y mue-
quear sobre el rostro de ls idiocas~ es un privilegio de la salud y de la supe-
‘ioridad intelectual como lo demosteé Hermenio Simel en su Apologta de la
isa (La simlacién en la lucha por la vida, ob. cit, p-230)-El texto de Hermenio
Simel sera incorporado més tarde alas Crncas de viaje de Ingenieros.
° Habla Ingenieros del simulador francés en La simulacin en la lucha por
1 vide" Lemice Tertiewx ~nombre que suena Le Mystrieux: el misterioso—
‘sun distinguido escrtor francés, colaborador de revistaslieratias ultramo:
cdernas. Este fsg6n simulé, durante muchos afos, una serie de inventos y s-
‘esos que descansaban sobre un absurdo,disimulando siempre tras apariencias
lgicas; la prensa as sociedades cientficasyel mismo gobierno les prestaron
suatenci6n, estudindolos decenidamente. Lleg6, sein refieren las crdnicas,
acmetar a mia Academia de Clncn”(S 231 La cones ene
simulacién, literatura y ciencia, tan nosablemente préxima a la que prectica
el propio Ingenieros confemaclseadénima, oeEn el plano institucional, Ingenieros ve la literatura
como excedente, como lo que est mis all de la ciencia,
que es la disciplina “seria”, y se complace en su exceso y
descontrol. En un plano personal, la describe como una
meta inalcanzable que lo trabaja con la insistencia del de-
seo nunca satisfecho. Desde Paris, escribe a Payré y a sus
amigos literarios:
Yo, a pesar mio, nunca fui bohemio, Animal de labor e hijo
de familia, por necesidad y por costumbre mis horas de café
y mis noches de vagancia fueron contadas. Pero tenfan uste-
des un secreto iméin, un irresistible tentculo que me asta el
corazén aun cuando me era imposible compartir las horas,
fragiles y las noches inquietas; siempre estaba mi espfrita
junto a ustedes como un eco 0 una sombra; eco para los que
me daban su carifio, sombra para los que me tejian la telara-
fia de su envidia. Y cuando yo podia robarme una noche o
tuna hora, corria entre ustedes y estaba al unisono, como el
‘més consuerudinario, Los tenfa dentro de mi, en lo mas mio
demi”
En ese carfcter permanentemente suplementario que ad-
judica Ingenieros a la literatura reside, justamente, su fuerza,
su “secreto iman”, su “irresistible rentéculo”: justamente por-
que esté de més, cargindose de lo que en la ciencia “io cabe",
comprometiendo la autosuficiencia de esa ciencia, cuestio-
nando sus limites, persiste en él como “Lo més mio de mi” y
marca, inevitablemente, toda su labor.
3, "Recuerdos", ob cit, p. 475,
7”
LA LITBRATURA DE/EN EL DIAGNOSTICO
Para un hombre desu cultura y de su talento,
la patologia mental debia tener y la tuvo, por fortuna,
a sugestion de un hechizo.
‘Anipat Ponce, “Para una historia de Ingenieros”
Era notorio que inventaba casos clinicos
cuando los necesitaba.
Manuet Gitvez,
“La verdadera historia de José Ingenieros”
‘Cuenta Sergio Bagi cémo un prestigioso colaborador de los
Archivos de psiquiatria y criminologia ley6 wn dia con asombro
en un articulo suyo en el que exponia un caso clinico, un
insélito corolario que alguien habia afiadido: “Y murié
como debia morir, como Margarita Gautier”.™' El agregado,
la pirueta literaria al final de un texto cientifico, era obra
desde luego de Ingenieros, director de la revista, quien no
tenia reparo en modificar y afiadir lo suyo a los textos que
se le somerian. Que “lo suyo”, casi a manera de firma, fue-
ra una marca literaria tiene obvio interés. El episodio re-
sume simbélicamente la funcién a la vez excesiva y lidica
que Ingenieros reclama para la literatura, solo que esta vez
{a literatura aparece claramente dentro de la ciencia y no a
suvera,
» Sergio Bagi, Vide ejemplar de José Ingeners, ob. cit p. 76
7mHe propuesto que el locus por excelencia del diagnéstico
de Ingenieros es la interscecién (de discursos, de disciplinas,
de funciones) y no el recinto cerrado del hospital psiquideri-
co. Es hora sin embargo de mirar més de cerca ese recinto psi-
quiftrico y examinar su supuesta clausura, pensarlo no solo
como lugar de encierro sino también como lugar de circula-
i6n, El mismo Ingenieros evoca el Instituto Frenopitico di-
rigido por Ramos Mejia como lugar de festivo intercambio:
cn los primeros afios siempre almuerza con el director y uno
0 dos “locos tranquilos” a quienes Ramos Mejia “incitaba a
intervenir en nuestras conversaciones” y “nos encantabamos
como nifios grandes oyéndolos disputar arrevesadamente so-
bre problemas oscuros".'*
En afios subsiguientes, esos almuerzos se transforman en
verdaderos acontecimientos sociales y literarios, “4gapes de
intelectuales y mundanos” en los que Lugones y Florencio
‘Sanchez se codean con Juarez Celman y Julian Martinez, al-
muerzos que se convierten “en ntimero obligado para los in-
telectuales y conferencistas europeos que vinieron al pais”.*
Otra mezcla notable puede observarse en el Departamento
Nacional de Higiene, del que también fue director Ramos
Mejia, y que frecuenta asiduamente Ingenieros cuando estu-
dia enfermedades nerviosas. La biblioteca del Departamento
esti a cargo de Eugenio Diaz Romero, director de una de las
revistas mas importantes del modernismo, E! Mercurio de
“América, y de Carlos Ibarguren: “era rica en obras de todo
contenido y en [su] sala de lectura, amplia y cémoda, recor-
tbase a diario la silueta inconfundible de Rubén Dario, re-
clinada durante horas ante un libro abierto".” Las anécdotas
® Citado en ibid, p. 72
Ibid, p72
» Ibid. p. 56.
son, creo, elocuentes. La interseccién de disciplinas y discur-
sosen la que Ingenieros elabora sus diagnésticos, interseccién
en la que la literatura desempefia un papel preponderante, se
encuentra ya dentro de la institucién psiquiatrica misma,
donde se dan cita no solo los facultativos sino los escritores,
Quiero volver por un momento a las supuestamente jo-
cosas travesuras de la Syringa y detenerme en las técticas del
“lemis" o titeo. Cito un ejemplo que da Galver: “Reciente-
‘mente, en una zapateria de la calle Rivadavia, habfan inicia-
do a media noche a un literatoide venido de las provincias.
La prueba del aire habia consistido en llevarle por la calle,
desnudo y con los ojos vendados, y dejatlo tiritando de fio,
Un vigilante, creyendo que estaba loco, lo quiso Ilevar a la
comisarfa".” A este titeo de rutina, contrapongo otro, mas
complejo:
Consistié en hacerle creer a un plumifero de tierra adentzo
venido a la capital que su producci6n era genial. Sucesivos
banquetes, rimbombantes elogios pronunciados por imagina-
rias “personalidades” que presidian la mesa, estruendosos
aplausos que recibia la lectura de sus trabajos, sumado todo
ello a las noticias cémplices que los periodistas de “La Syrin-
ga" deslizaban en los diarios, recortes que sin duda el infeliz
mandaba a su terrufio como prueba de sus triunfos, envane
cieron al “candidato”,
Luego vino lo otro, lo cruel el silencio, el vacio y, por fin, la
revelacién brutal. Es notorio que el hombre (tuviera de antes 0
no un fondo neurético) debi6 ser internado.®
2 Se sometia los iniciados a pruebss por aire fuego, agua y tierra,
» Manuel Galvez, Bl mal metfiico,ob, cit, p. 65.
“Sergio Chippori, “José Ingenieros: Literacura y‘ieo", en Tincheras
dela vida, Buenos Aires, Plus Uta, 1986, p. 79.
2Manuel Ugarte, quien da una-versién mucho més detalla-
da y patética del caso en Escritores iberoamericanos de 1900, ai
de una frase elocuente: “La evelaci6n brutal precipité el des-
moronamiento, En el naufragio de su mundo ficticio, perdié
el burlado la poca razén que le quedaba".*' Retengo la frase,
con la consabida mevéfora de la caida en la locura, por su pa-
recido desasosegante con otra frase, escrita por el propio In-
genieros, en defensa del titeo: “no le guia fal titeador] el pro-
pésito malsano de perjudicar alas victimas de la simmulaci6n:
solo busca el deeite de precipitar a otros epiritus en las despetaderos
cde sus ficciones”(S, p. 230; subrayado mio). Las semejanzas en-
tre las dos frases son ran sobrecogedoras como las diferenci
‘Asi, donde Ugarte registra el trauma del burlado al desmoro-
narseen Ia locura, Ingenieros sefala el deleite del burlador en
precipitar al burlado en la ficcién, especificamente en sus fc-
iones, las que le tiene preparadas.
Hay un evidente elemento sidico en este ejemplo, sadismo
que los comentadores de Ingenieros procuran, en general, dis-
minuir* Asi Bunge, con ambigua simpatia no exenta de pre-
juicio clasista, aclara:
Sus travesuras no eran nunca malignas. Eran desahogos de un,
pillete de la calle excepcionalmente ocurrente y excepcional-
mente “sinvergtienza”. Le conozco pocas, porque cuando nos
encontrébamos era casi siempre por alguna razén dé trabajo, y
‘nome gustaba su modo de divertirse ni la compafia que clegia,
© Manuel Ugarce, Exritoresiberoamericanos de 1900,Santiago de Chile,
Editorial Orbe, 1943, p. 146,
© Novas sus criticas: Ramén Doll, cuyo nacionalismo xenofbbico es co-
nocdo, lo calilfica de “napolianofumistay corrsivo" y de “daiino destructor
de todos os anhelos generosos". Acerca de una politica nacional, Buenos Aises,
Difusin, 1939, p. 78.
%
pata ello, Pero en todas las que le he visto, me parecia ver saltar
dentro de Ingenieros a algiin lazzarone haciéndole una mala ju-
¢gada a algiin empacado hidalgo espafol:*
El esquema del titeo es siempre el mismo. Se identifica a
un candidaco cuya credulidad es obvia y a quien se percibe,
por alguna razén, como diferente. Bsa diferencia se lee como
debilidad: es provinciano; oes extranjero; 0 es socialmente in-
ferior." Se lo sugestiona, “precipitandolo” en los “despetiade-
105” de una ficcién en la que suelen colaborar cémplices del
titeador: una ficcién en la que el individuo cree (0 cae) para
“deleite” de los que se burlan y en la que logra pasajera y pa-
tética identidad (como el poera provinciano que se cree gran
poeta gracias alos festejos de la Syringa). Luego se desengafia
a la victima del titeo, con frecuente recurso al ridiculo (por
ejemplo, el poeta a quien se “inicia” y se abandona desnudo
en la calle), desengafio que confirma la superioridad del titea-
dor y la inferioridad de su victima. En el primer ejemplo ci-
tado, al titeado desengafiado se lo cree Loco; en el segundo, el
titeado desengafiado efectivamente pierde la raz6n,
Someramente, es ese el esquema del titeo. Si no me
equivoco, coincide casi puntualmente con la “terapia” de
varios casos clinicos descritos por Ingenieros. Por ejemplo,
© Augusto Bunge, “Ingenieros nfo grande”, ob. cit, p. 489, Al escribir
«estas neas, caso no recuerde Bunge, en su afin de distanciarse del ita, una
jvenil y sidicacolaboracién suya con Ingenieros:"Con Augusto Bunge, con-
‘ers an fro imaginal que pad de reamatimoy links
liz aliécojeando de la consulea” (Sergio Bagi, Vide ejemplar de José Ingenio,
ob. cit, p. 47) 7 7
“El provinciano como “el afuera de la cultura" ysujeto de titeo ya ex
en Juvenlia de Cané, tan agudamenteanalizada por Josefina Ludmer. Vease st
introduccién a Miguel Cané, Juvenile yoraspginas argentina, Buenos Aires,
Espasa Calpe, Col. Ausral, 1993, pp. 9.37.
1sa Observacién V.- Delirio parcial, determinado por sugesién, cuya
sintomatologia y cura describe Ingenieros en La simulacién de
Ta locura, y que cito necesariamente in extense:
Joven de origen incierto; cree haber nacido en Montevideo.
“Tuvo adolescencia accidentada, viviendo, por fuerza, vida bo-
hhemia. Como resultante de ella tiene preocupaciones de indole
literaria, no careciendo de alguna inteligencia y culeura,
‘A principios de 1898, deseando conocer algunas personalida-
des literarias de Buenos Aires, lleg6 a ser presentado al pocta
Rubén Dario, Manifest ser nuevo en Ia ciudad: le narr6 sus,
aventuras de adolescente, exagerédolas en forma novelesca. Sor-
prendido Dario por la nebulosa fantasia del joven y por su as-
‘pecto neuropitico, nos invité a conocerle, considerando que
podria ser “caso” para obscrvaciones psico-patol6gicas. Acor-
damos sugerirle algunas ideas novelescas ¢ inverosimiles rela-
cionadas con su propia persona, para estudiar su suscepribilidad
a la sugesti6n,
De comin acuerdo escogimos lo siguiente, Hace algunos afios,
publicose en Francia un libro interesante y original, titulado
‘Chants de Maldoror, cuya paternidad se atribuy6 a un conde de
Lautréamont, que se decia fallecido en un hospicio de aliena-
dos en Bélgica. Como se dudara fuese otra la paternidad legi-
tima del libro, cl escritor Léon Bloy publicé diversos datos
sobre el supuesto autor, afirmando que habia nacido en Mon-
tevideo, siendo hijo de un excénsul de Francia en esa ciudad.
Sin embargo, algunas investigaciones practicadas al respecto
no confirmaron jamés la especie fraguada en el Mercure de
France.
Con ese precedente, Rubén Dario hizo observar al joven psicé-
pata su parecido fisico con el conde de Lautréamont, de quien
Bloy habia publicado un retrato. Le manifest6, también, la sos-
ppecha de que, por algtin embrollo de familia, ambos debian ser
hermanos.
76
Halagado por la perspectiva de una fraternidad que considera-
ba muy hontosa,¢ insistentemente sugestionado por nuestras
discretas insinuaciones, el joven admitié la posibilidad del he-
cho, luego loaeys probable, més tarde real, y, por fin, ostenté
como un titulo su condicién de hermano natural del imagina-
rio conde de Lautréamont. re
sca idea delirante comenz6 a sistematizarse en su cerebro y
egé hasta hacerle inventar la siguiente explicacién. Recorda-
bba haber visto, en la infancia, que su madre recibia visitas de-
‘masiado intimas de un sefior muy rico, francés, sumamente
parecido a su pretendido hermano y a él mismo; ese hombre
debia ser, sin duda, el c6nsul francés a quicn se supontia padre
de ambos. Las relaciones de su madre con ese sefior eran ante-
riores a su nacimiento; este hecho habia sido, precisamente, la
‘causa de que su padre y su madre vivieran separados. El debia
ser, pues, hijo natural del cénsul francés y hermano del conde
de Lautréamont por parte de padre,
Sin insistir sobre cierta anomalia moral necesaria para urdir
semejante novela, poniendo en juego la vircad de su propia ma-
dre, diremos que semejante delirio valié al sujeto algunas bur-
las, cada vez. menos discretas
Comprendiéndolo asi, convinimos con Rubén Dario en la ne-
cesidad de desugestionarlo; le hicimos con mucha dificulrad
reconstruir el proceso de autosugestin por que habia pasa.
desde cuando le indujimos esa idea deli, y lenfizme ea
gracias, cn parte, ala sabia terapéutica de ridiculo. Han trans-
currido varios afios y no ha vuelto a presentar sintomas de ese
delirio inducido por sugestion.*
“Jos Ingeniero,Lasmlacn del cur, ob
ra, ob cit, pp. 32-34 Hasta
donde he pod averguar el joven poeta uruguayo de este caso es Alvato
Armando assur. Me leva exaconjerra un viraleno teat de Roberto
de tas Carreras: “Armandito Vasteur, una sintesis de linguert, un onto
”El titulo que da Ingenieros a este caso clinico, Delirio par-
cial, determinado por sugetin, llama la atencién por la ambi-
giledad del verbo “determinar”, sujeto a una doble y diversa
leceura: 1)a través de la sugesti6n, se determina que es un de-
lirio parcial; pero 2) también el delirio es determinado (es cau-
sado) por la sugesti6n. De hecho funciona de las dos maneras,
como tan a menudo lo hacen los diagnésticos de fin de siglo.
En un espectacular juego de poder, el médico, “duefio de la
enfermedad”, la produce para luego dominarla y reprimirla,
‘Antes de entrar en las particularidades de esta “enferme-
dad” con su consiguiente “cura”, ¢s interesante notar aqui que
el médico no trabaja solo su diagnéstico. Con la ciencia cola-
bora, de pleno, la literatura. El cientifico Ingenieros recono-
ce en el literato Dario y esta colaboracién resulta mucho mas
fecunda que la presunta fundacién entre los dos de la Syringa)
célebre, un arquespo del sult un ingen, un pobrecitohablador, un
feb iteration bse paraninf, un alienado inferior, un vate’ un uae
‘anguite de extramuros, un palurdo 2ucor de exafas, un manda, un exds-
puchantedeun almacen de bebidas dea calle Agraciada, que he pretendido
carla de bastard adulterino fingéndot hij del viconde de Lautreont
indy acusandoa su madre de un delito ques alla fuera dela jurisiccén
delasvillanas. ecearocffenlsil de Pay, camarero de Rubén Dara,
{uyoridicaloen Bueno Ares corre de mano en mano y estan falar como
tualquier monument piblico Armandito Vasc, a tenido la inconscien.
teosadia cde provocarme” (Roberta de as Careras,"Prsoral”,en Arar Se~-
aio Visea Comp). Antologadepoetas madera menore, Montevideo, oles-
{ib de clisicos iguayos, 1971, pp. 29-31). Por su parte, en un poema
auiobiogrifc ritalad "Ps, Vasc alude aa época “Era cuando ‘La
Sisinga iniciba/su'do-re-mi"escribe, ys rere a fndador como “el
bruj Ingeniers” (Alvaro Armando Vasco, lino dela sombra, Maid,
editorial América, sf, pp. 144.146)
“Para una tora de la colaboracin masculina cuyasproyeciones u-
peran los imites de ese ext peo merccen ser exploradas en conexién con
Ingenieros,véase Wayne Kocstenbaum, Double Talk: The Erotic of Male
Collatoaton Nueva York y Londres, Routledge, 1989.
7%
aun “amigo de observar anomalias y rarezas”. Desde la lite-
ratura, Dario, como facultativo sui generis, detecta sintomas:
reconoce el aspecto neuropdtico del joven, su predisposici6n a
constituir un “caso” clinico (como se reconoce la predisposi-
cién de un candidato al titeo). Y, “de comtin acuerdo”, como
tal lo constituyen: Ingenieros y Dario patologizan al indivi-
duo, transformandolo en caso de estudio y sujeto de experi-
mentacién. (Hay un deslizamiento significativo, en los prime-
0s parrafos, del plural mayestético -Dario “nos invit
plural real de la colaboracién: “acordamos”; “de comtin acuer-
ddo,escogimos”). A partir de un momento de “sespecha” fecunda
(el término aparece a menudo en Ingenieros), nace la lectura
de la patologia y su tratamiento, 0 para usar un tértnino de
” 37 Bl borroso joven del co-
mienzo, “de origen incierto”, ya se ha vuelto, en el cuarto pa-
rrafo, un “joven psicOpata”, y termina siendo, en el parrafo f-
nal, un “enfermo” que se “cura” gracias a una “sabia terapia”.
En realidad, la “enfermedad” del sujeto y su “cura” no se
producen, como en otros casos observados por Ingenieros, en
Ja institucién hospitalaria: concretamente, no hay en este cas0
hospital ni asilo. Pero esto no impide que Ingenieros lo llame
una “historia clinica” y lo ineluya en su tesis doctoral, din-
dole asi validez institucional, Ademés, notablemente, no es el
“enfermo” quien acude a sus diagnosticadores sino ellos quie-
nes acuden aél (como el titeador af titeado),literalmente atra-
pandolo (despefindolo) en un relato. Son Ingenieros y Dario
al
Ingenieros, su “encarrilamiento’
* Describe Ingenicros c6mo llege a un diagnéstico: “Después de dos 0
«es horas|.., apenas legamos a sospechar, por alguna fase, que el sujetofue-
‘a.m perseguido con ideas de grandeza. El médica que lo asstfa nos comuni=
6 antecedentes que confirmaban nuestra sospecha, Repetimos muchisimas
veces su examen; pudimos confirmar plenamente su diagnéstico, pues de a
‘temano encarrildbamos en ese sentido nuestros sondaje:pitoligicas (José [ngeni=
10s, La simulacién dela locura ob. ct, p. 66; subrayado mi).
nquienes, “de comin acuerdo”, crean ese espacio clinico en la li-
teratura (ocrean ese espacio literario en la clinica) donde “enfer-
rman” al sujeto exagerando sus sintomas para luego “curarlo”.
El recurso a Lautréamont para armar la ficci6n a la vez
patologizante y terapéutica es importante en mas de un plano.
Baste recordar el lugar que ocupaba Lautréamont en Dario,
el perfil particularmente sensacionalista que de él traza en Los
raros, libro de Dario que también es, a su manera, una colec-
‘casos"* Alli recalcaba Dario el misterio de Lautr
mont, “infeliz y sublime montevideano, cuya obra me tocé
hacer conocer a América”, y cuyo origen ~como el de su “pa-
ciente” uruguayo~ declaraba incierto: “Su nombre verdadero
se ignora”; “de la vida del autor nada se sabe". Baratamente
provocador, aquel ensayo de Darfo tentaba ademas al lector
con la promesa de una lectura peligrosa, seductoramente en-
fermiza: “No seria prudente a los espiritus jovenes conversar
mucho con ese hombre espectral, siquiera fuese por bizarria
liveraria, o gusto de un manjar nuevo".
En su “tratamiento”, Ingenieros y Dario cuentan habil-
mente con los ecos del vexto de Los raras en el “paciente” a
quien tratan, Cuentan ademis, en este ejercicio de titeo “cien-
tifico”, con un poder innegable: la doble autoridad, clinica y
literaria, que hacen pesar sobre él sujeto. Aspirante a escritor,
admirador de Dario, el joven es presa facil, patética: “halaga-
do por la expectativa de una identidad que consideraba muy
4 Dario ustfica su eleccién de Rachilde y de Lavte€amont, como rar0s,
«en términos clinicos: ‘Casos teratolégicos lo que se quiera, pero Ginicos y
muy tentadores para el priSlogoy para el poeta. No son los saros presentados
‘como modelos] porque lo raraes lo contrario de fo normal” (Rubén Dario,
“Los colores del etandaree",en Obras completas4, Madrid, Afrodisio Aguado,
1955, p. 880).
Rubén Dario, "El conde de Lautréamont”,en Los raros, Obras completas
2, Madrid, Afrodisio Aguado, 1950, pp. 435,442 y 436.
80
hhonrosa ..ostenté como un titulo su condicién de hermano
natural del imaginario conde de Lautréamont”. La identidad
es honrosa porque asi lo ha determinado el maestro.
La simulaci6n, aqui, proviene de los diagnosticadores y
solo en segunda instancia es adoptada por el sujeto. Ingenieros
califica este caso de locura experimental, y lo clasifica entre “las
sugestiones que parten de sujetos normales y son efectuadas
sobre degenerados predispuestos a la locura° Los particula-
res del caso comprometen considerablemente la estabilidad
de estas categorias, sobre todo la de “normalidad”. El experi-
‘mento se basa, en realidad, en una doble supercheria, lo cual
lo vuelve tanto mas cruel: la identidad que cree descubrirse
el sujeto, la novela familiar en la que se reconoce, tiene por
origen un autor, “Lautréamont”, de quien muy poco se sabe,
al punto de que el propio Ingenieros (victima sin saberlo de
su propia trampa) parece dudar de su existencia: “el imagina-
rio conde de Lautréamont”, escribe, reduciéndolo ya a la si-
mulacién (no es conde) o a Ia nada (no existe). O sea que para
curar al paciente le impone la simulacién de lo que ya, para
1,50 bien simulado o bien inexistente.
Teniendo en cuenta la conciencia que tienen los experimen-
tadores de la naturaleza “novelesca e inverosimil” del relato
propuesto, resulta tanto mis notable el enjuiciamento del pa-
ciente en términos morales. Cuando el paciente se deja conven-
cer, acepta.el relato y comienzaa fabular recuerdos adicionales
(las visitas del cénsul francés a la madre) con el fin de nacurali-
zarlo, es decir, de reconocerlo, Ingenieros lo condena pot “cier-
ta anomalfa moral necesaria para urdir semejante novela, po-
niendo en juego la vireud de su propia madre" (S, p. 33).
Como el episodio del poeta provinciano titeado por la
Syringa, este titeo clinico termina en el desengafio. Pero a
° José Ingenieros, La simulacén de la locura, ab. cit, p31.
81diferencia de aquel, no culmina en locura sino, supuestamen-
te, en cura. Lo que impresiona al lector moderno ~que el des-
cengafio terapéutico se efectie “con mucha dificultad”; que el
‘inico medio de des-sugestionar al sujeto sea el brutal y efec-
tivo recurso a la vergiienza y a “la sabia terapia del ridfcu-
Jo”~ no inmuta a Ingenieros. Al cierre del caso se ha logrado
una “cura” a expensas del sujeto, proponiéndole una identi-
dad a través de la literatura para luego quitérsela.
“Una mal disimulada esclavitud oprime a los médicos in-
telectuales ~escribe Ingenieros~. La opinién piblica tiende a
cstrechar su horizonte mental, desdefiando a los que para dis-
traerse del tedio de las clinicas buscan inocente pasatiempo
en [as ciencias sociales o en las letras ‘puras”$" El caso comen-
tado discute esta escisién jerarquica, muestra a qué usos per-
versamente efectivos se destina la literatura dentro de la eli
nica en un fin de siglo que patologiza, a la vez, su literatura.
José Ingenieros,Lapsizopaoleta eno arte(1903), Buenos Aires, Losada,
1961,p.59.
82
PEDAGOGIA PATRIOTICA:
CUERPO, GENERO Y REGENERACION
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