Facultad de Ciencias Sociales
Decana: Lic. Gabriela Gamberini
Vicedecana: Dra. María Gutiérrez
Universidad Nacional del Centro de Centro
de la Provincia de Buenos Aires
Rector: Cdor. Roberto Tassara
Vicerector: Dr. Marcelo Aba
Coordinación del Área Editorial
Lic. Carolina Ferrer
Edición, diseño y diagramación de interior
Carolina Ferrer y Mario Pesci. Área Editorial
Facultad de Ciencias Sociales
Diseño de tapa
Soledad Rolleri.
Impreso en Argentina
ISBN
Impreso en 2019
Contenido
Introducción:7
Capítulo I: Mass Communication Research. Consideraciones
críticas desde Bourdieu y Eco 11
Capítulo II: La Escuela de Fráncfort. Breve historia de la teoría
crítica33
Capítulo III: Dominación y resistencia. El paradigma marxista
en la obra de Antonio Gramsci 55
Capítulo IV: Un recorrido teórico por los principales aportes
de la Escuela de Birmingham 71
Capítulo V: Los estudios latinoamericanos: producción
teórica y comunicación de masas 91
Capítulo VI: Herencias y continuidades de los Estudios
Culturales Británicos 115
Capítulo VII: Hiper y massmediaciones: una actualización
del culturalismo latinoamericano 137
Consideraciones finales 153
De los Autores 161
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Cuadernos de Cátedra una colección que edita
la Facultad de Ciencias Sociales de la Universidad
Nacional del Centro de la Provincia de Buenos
Aires. Se trata de una iniciativa impulsada desde
el Área Editorial con el objetivo de promover la
producción, circulación y acceso de contenidos
universitarios a diversos lectores.
El libro Recorridos en Comunicación y
Cultura. Convergencias y distanciamientos epis-
temológicos de un campo de estudio, reúne tex-
tos producidos desde la práctica docente sobre las
implicaciones sociales de la ciencia. Sus destina-
tarios son estudiantes y docentes universitarios
y de otros niveles académicos, como así también
aquellos lectores interesados en los debates que
atraviesan la constitución del campo científico, sus
problemas y tensiones en las Ciencias Sociales.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
INTRODUCCIÓN
A y por los estudiantes de Periodismo y Comunicación Social de la UNCPBA.
En agradecimiento a nuestras familias. Por soportar y acompañar nuestra
tarea.
Comunicación y Cultura I es una asignatura anual obligatoria para
todos los estudiantes de Comunicación Social, Licenciatura, Profesorado
y Periodismo de la Facultad de Ciencias Sociales de la UNCPBA. Su pro-
grama se organiza en cuatro unidades temáticas que recorren los cuer-
pos teóricos reconocidos (aunque no necesariamente autodenominados)
como teorías de la comunicación. De este modo, el funcionalismo nor-
teamericano, la teoría crítica de la Escuela de Frankfort, el culturalismo
de la Escuela de Birmingham y los Estudios de Comunicación y Cultura
latinoamericanos, en sus matices, entrecruzamientos y tensiones, con-
forman un recorrido extenso y usualmente dificultoso para estudiantes
que transitan el segundo año de su carrera universitaria.
Una de las actividades del equipo de cátedra es pensar y llevar ade-
lante acciones y estrategias que colaboren en facilitar y fortalecer esos
procesos de aprendizaje. Procesos que en este caso involucran también
a los docentes. En atención a estas consideraciones, el equipo docente
comienza en 2017 la redacción de una serie de cuatro documentos, de
manera individual y en colaboración. Estos pretenden, a la vez que plan-
tear vínculos, relaciones y articulaciones entre los textos de las cuatro
unidades, incluir dimensiones históricas, contextuales y epistemológicas
tradicionalmente ausentes en los recorridos de lectura. En sentido más
general, este proyecto se inscribe plenamente en los debates donde se
disputan las posiciones que hoy hegemonizan el campo científico.
Esta tarea de escritura con intenciones pedagógicas se articula rá-
pidamente con la propia tarea de formación del equipo. Dos participa-
ciones conjuntas en reuniones científicas (VI Jornadas de Antropología
Social del Centro en el año 2017 y XVI Encuentro Nacional de Carreras
8 │ Cuadernos de Cátedra
de Comunicación en el 2018) exponen la intención de actualizar y pro-
fundizar el programa, acercando a los estudiantes no solo a las discu-
siones fundacionales sobre la comunicación/cultura sino además a las
contemporáneas, y habilitando nuevos diálogos con otras disciplinas.
Cabe agregar que ambos docentes vienen investigando, presentando pu-
blicaciones y desarrollando sus tesis doctorales en temas específicos del
campo; en el caso de la auxiliar-alumna, su desempeño como tal forma
parte de una instancia formativa que ha capitalizado en la producción de
su respectiva tesina y de su ejercicio periodístico.
Este interés por nuestra propia actualización teórica, acompaña y
se acrecienta en la redacción de los capítulos que componen este tex-
to. Durante su producción tomamos contacto detallado con la obra de
Axel Honneth, Hommi Bhabaha, Edward Said, Gayatri Spivak, Lawrence
Grossberg y Eduardo Restrepo, entre otros, a quienes podemos conside-
rar de relativa vacancia en la formación de grado. Al mismo tiempo, la
agenda de lectura ha profundizado la investigación bibliográfica de aque-
llos autores que comprende el programa.
Las preocupaciones en torno a la asignatura no residen únicamente
en el conocimiento sobre cuerpos teóricos de por sí interesantes, com-
plejos y desafiantes. Nos motiva la intención de producir conocimiento
sobre y para nuestra América Latina, todavía una de las regiones más
desiguales –y por tanto injustas- del planeta. Decimos “para” porque en-
tendemos que todo conocimiento –y esto se potencia para el caso de las
ciencias sociales entre las que se ubican las ciencias de la comunica-
ción- es una base sólida a partir de la cual propiciar instancias de trans-
formación social. Tan necesarias para un subcontinente donde todavía
sobran violencia, muerte, pobreza y sufrimiento. Pero en el que también
sobran esperanzas. Sobre todo, en tanto sigan existiendo jóvenes con in-
tenciones, primero, de comprender la sociedad en la que viven y, luego,
de diseñar e implementar estrategias de acción social y política para su
transformación.
Recientes investigaciones en comunicación política, comunicación
para el cambio social y comunicación latinoamericana, muestran la im-
portancia de las ciencias de la comunicación y la profesionalización de
los periodistas en estos escenarios complejos. Es decir, el imperativo de
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
transformación social requiere de la sólida formación teórica y profesio-
nal de comunicadores y periodistas. En este proceso Comunicación y
Cultura I guarda un papel preferencial: el de la construcción de teoría. Un
proceso en el que, entendemos, este texto tiende a cumplir una tarea de
facilitación, pero también de profundización de los aprendizajes.
El recorrido propuesto inicia con la sociología reflexiva de Pierre
Bourdieu y la oposición entre apocalípticos e integrados de Eco, pers-
pectivas que apuntan a introducir estos debates, para luego presentar las
investigaciones norteamericanas sobre las comunicaciones de masas
derivadas del paradigma Estructural-funcionalista. El segundo capítulo
comprende la teoría crítica de la Escuela de Frankfort, la articulación de
sus referentes con sus particulares condiciones históricas de producción.
El tercero de los capítulos se detiene en la compleja pero insoslayable
obra de un autor, y no sobre una escuela de pensamiento: la revisión del
pensamiento marxista de Antonio Gramsci pretende orientar a los lecto-
res en sus conceptualizaciones sobre la hegemonía, lo popular y el lugar
de los subalternos.
El cuarto capítulo retoma el proyecto gramsciano y lo sitúa en
la perspectiva de una tradición colectiva de investigación: la deno-
minada Escuela de Birmingham o Centro de Estudios Culturales
Contemporáneos. El siguiente capítulo tematiza las orientaciones que, en
paralelo o más adelante, abordan las cuestiones centrales de los intelec-
tuales de Birmingham: los Culturalismos norteamericano y latinoameri-
cano junto con los llamados Estudios Poscoloniales. El séptimo y último
capítulo se detiene en el enfoque de las hipermediaciones y la Ecología
de los Medios, particularmente desde Carlos Scolari a partir de un en-
cuentro presencial mantenido con el investigador argentino durante el
reciente ENACOM.
Ninguno de los textos que componen este volumen pueden reem-
plazar la bibliografía, de abordaje imprescindible en la asignatura. No es
esa la intención de este documento. Por el contrario, pretende ampliar
estas lecturas teóricas y profundizar las obligatorias. Al tiempo que es-
peramos contribuyan a situar a los autores, en sus perspectivas teóricas
y en sus condiciones materiales de producción, facilitar la problematiza-
ción de sus posibles articulaciones entre autores de una misma unidad
10 │ Cuadernos de Cátedra
del programa como entre las unidades que componen el mismo. Está
destinado también a docentes, investigadores, estudiantes y lectores en
general preocupados por la compleja y dilemática construcción del cam-
po comunicológico, como por sus contribuciones en la comprensión crí-
tica de estas coyunturas históricas.
En suma, esperamos que nuestros intereses sean compartidos
por quienes resulten lectores de estas líneas. También esperamos que
sus intereses se transformen para nosotros en nuevos horizontes de
conocimiento.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 11
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO I
Mass Communication Research.
Consideraciones críticas desde
Bourdieu y Eco
Belén Fernández Massara
Introducción
Este capítulo responde a un doble propósito. En primer lugar, intro-
ducir el recorrido por las llamadas teorías de la comunicación, permite
recuperar dos pensadores que, provenientes de otras disciplinas, adquie-
ren centralidad para comprender la dilemática constitución del campo,
las posiciones de sus intelectuales y las controversias que aún suscita el
abordaje de sus objetos. Nos referimos a Pierre Bourdieu, en sus clásicas
descripciones del campo científico, y a la tesis de Umberto Eco sobre
las posiciones “apocalípticas” e “integradas” acerca de la cultura de ma-
sas. Tras una breve contextualización, se trazan algunas aproximaciones
acerca de los problemas epistemológicos, teóricos o metodológicos que
estos conceptos tienden a dar respuesta, en el marco de las transforma-
ciones aceleradas de la masificación cultural.
El segundo propósito apunta a sintetizar los estudios pioneros de la
comunicación, el estructural-funcionalismo desarrollado en EE.UU. des-
de las primeras décadas del siglo XX. Se trata de una construcción teó-
rica que concibe a la sociedad como un sistema complejo cuyas partes
trabajan en conjunto para promover la armonía social, a la manera de un
12 │ Cuadernos de Cátedra
organismo vivo. Sus antecedentes se remontan a la sociología de Max
Weber, Emile Durkheim y Talcott Parsons. Explorar los inicios del enfo-
que, un conjunto importante pero todavía disgregado de investigaciones
sobre los incipientes mass-media, permite dimensionar la consolidación
de un paradigma funcionalista avanzada la década del ʹ50. Y retomando
los planteos anteriores, anticipar los debates que el funcionalismo pro-
dujo –y sigue produciendo- en los esfuerzos por deshistorizar las con-
diciones de producción teórica y con ello, invisibilizar las relaciones de
poder que las estructuran y que determinan la validación del conoci-
miento producido.
El campo científico en el pensamiento
de Bourdieu
Uno de los problemas medulares que han dinamizado estos deba-
tes, refiere a las posibilidades de “objetividad” en las ciencias sociales.
Pierre Bourdieu (1930-2002) es, además de uno de los sociólogos más
importantes del siglo XX, un analista riguroso de la ideología científica.
Su obra fue muy fecunda, especialmente en la teoría social, la socio-
logía de la cultura y de la educación, a partir de varios conceptos rec-
tores: campo, habitus, capital simbólico, etc. La importancia atribuida
a la diversidad cultural y simbólica en relación a los mecanismos de
reproducción social, lo lleva a recuperar varios conceptos marxistas, no
obstante entiende que el conflicto no se reduce a las luchas de clases;
tampoco estas se explican estrictamente desde los aspectos económi-
cos de base.
En su trabajo empírico destaca en Bourdieu toda su labor de crítica
de la cultura, mostrando que la distinción cultural no es más que una
forma encubierta de dominación. Afirma que todos por igual deberían
tener acceso a los bienes de la cultura. Hacia el final de su vida se vuel-
ve un miembro activo de la opinión pública. De enorme influencia en
la vida intelectual francesa desde la posguerra, su discurso, que ya se
había manifestado con matices críticos antes del Mayo del ′68, plantea
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
ácidas denuncias en contra del neoliberalismo, la política colonialista
y los medios masivos de comunicación.1En lo que concierne al campo
científico, Bourdieu ha afirmado que las ciencias sociales se encuentran
en un lugar particularmente difícil en la medida en que, a diferencia de
las ciencias naturales, sus objetos no están dados de antemano, sino que
son fenómenos del mundo social sobre el cual los intelectuales intentan
imponer sus modos de representación simbólica. Siguiendo la noción de
Bachelard, apunta a romper con aquellas prenociones que constituyen
un obstáculo epistemológico en la medida en que impiden pensar las
condiciones sociales donde operan las prácticas, que determinan sus ob-
jetos y sus posibilidades específicas de producción de conocimiento. En
este punto, el orden epistemológico lleva a pensar la cuestión de la re-
flexividad. El hecho de que el investigador forme parte del universo que
investiga, lo invita a reflexionar sobre sí, a “objetivar al sujeto objetivante”
(Bourdieu 1993).2
Una de sus más importantes contribuciones radica en la “teoría de
los campos”, la conceptualización de los diversos campos de conoci-
miento (lingüístico, educativo, literario, económico, educativo, artístico,
jurídico, etc.). En su artículo “El campo científico” (1976), publicado en Los
usos sociales de la ciencia (2012), Bourdieu afirma que las posibilidades
de una sociología de la ciencia radican en la comprensión crítica de la
estructura y lógica de funcionamiento del campo científico. Esta tesis le
permite superar la mirada aséptica sobre la disciplina, para concebirla,
en cambio, como espacio de lucha por un capital simbólico, al mismo
1.- Se conoce como Mayo francés o Mayo del ʹ68 a la serie de protestas que se llevaron a cabo en Francia,
especialmente en París, durante mayo y junio de 1968, iniciadas por grupos estudiantiles de izquierda,
a los que luego se unieron obreros industriales, sindicatos y el Partido Comunista francés. Junto con el
gran deterioro económico, resultaron de las críticas al imperialismo europeo y norteamericano a raíz de
acontecimientos mundiales, la Guerra de Vietnam y de Argelia, etc. Los jóvenes se constituyeron en acto-
res protagónicos de movimientos contraculturales como la cultura hippie y referentes como Los Beatles
y los Rolling Stones. El gobierno de Charles de Gaulle llegó a temer una insurrección, por lo que convocó
elecciones adelantadas, realizadas el 23 y el 30 de junio. Transmitidos a través de la prensa y la televisión,
los sucesos parisinos se extendieron a países de Europa y América Latina.
2.- Esta perspectiva puede vincularse a la Escuela Hermenéutica, según la cual la comprensión designa el
carácter fundamentalmente móvil del “estar ahí”, que constituye su finitud y su especificidad y abarca
el conjunto de su experiencia del mundo. Hans Gadamer (1993) entiende que la comprensión implica la
auto-comprensión: no presupone objetos ni métodos delimitados sino “modos de ver” del sujeto en sus
condiciones socio-históricas.
14 │ Cuadernos de Cátedra
tiempo, científico y político. La ciencia social debe tomar por objeto la
realidad y a la vez la percepción de esa realidad, que opera bajo determi-
naciones estructurales según las posiciones que los sujetos ocupan en el
campo objetivado. Define a este último como:
sistema de relaciones objetivas entre posiciones adquiridas (en las
luchas anteriores), es el lugar (es decir, el espacio de juego) de una
lucha competitiva que tiene por desafío específico el monopolio de
la autoridad científica, inseparablemente definida como capacidad
técnica y como poder social, o si se prefiere, el monopolio de la
competencia científica que es socialmente reconocida a un agente
determinado, entendida en el sentido de capacidad de hablar e
intervenir legítimamente (es decir, de manera autorizada y con
autoridad) en materia científica (Bourdieu 2012: 12).
Bourdieu enfrenta dos concepciones dominantes acerca de la acti-
vidad científica. Por una parte, quienes entienden que la ciencia avanza
a través de un progreso lineal, acumulativo y pacífico, concepción que
atribuye a T. Kuhn, y que sustentaría “una suerte de “reino de los fines”
que no conocería otras leyes que las de la competencia pura y perfecta
de las ideas” (Bourdieu 2012: 13). En estos términos, contrasta las defini-
ciones de la ciencia como un espacio aséptico, ajeno a toda subjetividad,
ideológicamente neutro, dado que el funcionamiento mismo del campo
científico produce y supone una forma específica de intereses.
El sociólogo es particularmente crítico de este segundo posiciona-
miento. Advierte que la idea de un campo científico disociado de sus de-
terminaciones sociales, constituye no solamente ella misma una falacia
sino una razón ideológica que se hace pasar por razón técnica (o epis-
temológica). El problema revela su particular dimensión política, en la
medida en que los intelectuales dominantes en el campo, aquellos que
detentan la autoridad científica, son capaces de imponer no solo su defi-
nición de la ciencia sino la perpetuación del statu quo en función de sus
intereses.
En relación al tema que nos ocupa, ¿con quiénes está discutiendo la
tesis bourdiana? ¿Y cuáles son las coyunturas históricas que constituyen
las condiciones objetivas de estos debates?. Como sabemos, el paradig-
ma dominante hasta muy avanzado el siglo XX en las ciencias sociales es
el positivismo, cuyo principio de cientificidad, inspirado en las ciencias
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 15
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
naturales, reside en la objetividad entendida como “neutralidad”. Otras
corrientes inspiradas en este paradigma es el estructuralismo lingüístico
desarrollado por F. de Saussure y la antropología de C. Lévi-Strauss. Pero
el principal exponente en nuestro campo de estudios es la primera “teoría
de la comunicación”, a grandes rasgos llamado funcionalismo norteame-
ricano. A esta “sociología oficial” apunta Bourdieu cuando personaliza en
la figura de R. Merton y sus distinciones taxativas entre los conflictos in-
telectuales (relativo al intercambio de ideas en una comunidad científica)
y los conflictos sociales (que atañen a la asignación de recursos para el
trabajo sociológico y, por ende, “ajenos” a los problemas de la ciencia).
Dice el sociólogo francés que esta distinción ejemplifica cómo defi-
niciones aparentemente neutras sirven de estrategia para delimitar qué
debe ser considerado científico y qué no, excluyendo toda posibilidad de
interrogación acerca del valor de verdad de esta distinción y, al mismo
tiempo, operando como poderoso mecanismo de reproducción de las re-
laciones de poder que le dan sustento. Un tema que la crítica de tradición
marxista interpreta en términos de la “falsa conciencia” a la que están
sometidos también los intelectuales en las particulares contradicciones
sociales, políticas y económicas del capitalismo tardío.
En sus ensayos compilados en Homo academicus (2014), Bourdieu
analiza este juego de fuerzas e intereses en el mundo universitario, donde
discurren las tensiones entre disciplinas dominantes y dominadas, hora-
rios de clases, modos de reclutamiento y selección, la exclusión de los
adversarios, etc. En este espacio de posiciones diferenciadas operan las
condiciones de reproducción del mismo campo, pero, al mismo tiempo,
abren las oportunidades de objetivar esas determinaciones, cuya condi-
ción necesaria es la conciencia crítica de los intelectuales.
La contraparte del ejercicio de la reflexividad es la autonomización.
Para que un campo científico se constituya como tal, debe comprender
cierta autonomía, en tanto regido por sus propias lógicas y modos de
validación, por las materias de que las que trate el capital que es objeto
de esas luchas, un capital con un potencial para dirimir aquello que es el
objeto mismo de la lucha. Pero el funcionamiento dialéctico del campo
implica que puede ser reestructurado o modificado por los agentes que
han interiorizado las reglas de funcionamiento (disposiciones o habitus)
16 │ Cuadernos de Cátedra
y que en virtud de las posiciones que ocupan y las estrategias que desa-
rrollan son capaces de validar esa estructura o, por el contrario, tender
a revertirla.
Las preguntas que derivan de este razonamiento son sugestivas y nos
involucran directamente: si el campo científico establece necesariamen-
te relaciones intrincadas con otros campos, ¿cuáles son las condiciones
de posibilidad para el desarrollo de niveles crecientes de autonomía, es
decir, de una ciencia razonablemente emancipada de sus restricciones
sociales y políticas más amplias? Y en vistas a las condiciones de inter
y transdisciplinariedad que atribuimos a los estudios de comunicación,
¿cuáles son las formas de producción teórica que habilitan tales procesos
de autonomización, respecto del vasto campo de las ciencias sociales?
La perspectiva bourdiana es nuestro punto de partida para proble-
matizar las escuelas teóricas que históricamente han disputado el mo-
nopolio de la autoridad científica, y definido las tensiones entre los es-
fuerzos de autonomización y las restricciones de las fuerzas externas (de
otras disciplinas, de otros campos de producción cultural). En estas con-
diciones se dirimen los significados, límites y potencialidades de cierta
especificidad epistemológica del campo de la comunicación/cultura. En
suma, los entrecruzamientos entre los campos no resultan en la sim-
ple negación de su estatuto científico-disciplinar sino en un llamado a
la capacidad reflexiva de sus agentes, que los habilite tanto a afrontar las
lógicas de intervención académica como a cuestionar políticamente el
orden dominante y apuntar a su transformación.
Apocalípticos e integrados: el problema
de la cultura de masas
Las posiciones relativas a las primeras teorías de la comunica-
ción pueden organizarse a grandes trazos a partir de la dicotomía en-
tre apocalittici e integrati. Según en el clásico libro del semiólogo italia-
no Umberto Eco (2004, publicado originalmente en 1965), el concepto
de “cultura de masas” no deja ser ambiguo, a riesgo de volverse una
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
categoría ahistórica, ajena a sus determinaciones sociales y a los sujetos
que la experimentan y consumen. Y nos permite reflexionar acerca de
los constantes desplazamientos teórico-metodológicos en este campo de
conocimientos: desde el análisis de la estructura de los mensajes hacia el
análisis de la variabilidad de las audiencias, de las prácticas de recepción
y uso, de las tramas sociales en las que intervienen y que imprimen muy
diversos sentidos a los procesos de masificación cultural.
Las consideraciones de U. Eco (1932-2016) se inscriben en una épo-
ca de debate donde el aspecto más significativo es la crisis del positivis-
mo. La década del ′60 inaugura un conjunto de reflexiones teóricas como
de investigaciones empíricas desde importantes referentes provenientes
del mismo estructuralismo, preocupados por las comunicaciones de ma-
sas y las limitaciones del paradigma para abordar con cierta profundidad
estos objetos (conocidas son las problematizaciones del concepto de có-
digo en las reflexiones de R. Barthes sobre la fotografía y de C. Metz en
sus aportes a la semiología del cine). En este contexto emerge la obra
más fecunda de Eco como el Tratado de semiótica general (1975) y Lector
in fábula (1979), además de la primera de sus novelas (El nombre de la
rosa, 1980).
Eco comienza por polemizar con las dos posiciones enfrentadas que
de un modo u otro han permeado el estudio de los medios de comu-
nicación y la cultura de masas desde principios del siglo XX. Para los
apocalípticos, la cultura de masas es la negación misma de la cultura.
Asumen más bien un sentido restringido de cultura: los museos, la pin-
tura de Picasso, la música clásica, la literatura de Borges, en suma, la
cultura “elevada”. En contraposición, la cultura “baja”, la cultura de masas,
que es la no-cultura: la publicidad, la radio, el cine, la televisión, la his-
torieta, la prensa, la literatura “popular”, las novelas de bolsillo, etc. Todo
aquello dirigido a la banalización del arte, a la degradación de los gustos,
a la manipulación de las ideas, signo de “la muerte del hombre” o de una
“caída irrecuperable”.
Entre los apocalípticos, Eco da preponderancia a la Escuela de
Frankfort, la dialéctica negativa emergente de un marxismo renovado en
torno al desarrollo del capitalismo. Como veremos más adelante, el pen-
samiento frankfuriano sobre la “industria cultural” revela las operaciones
18 │ Cuadernos de Cátedra
ideológicas de una pseudocultura que tiende a perpetuar las condiciones
de opresión humana, aún en momentos de evasión. Los medios y toda
producción simbólica tienden entonces a la naturalización de las condi-
ciones de dominio, frente a lo cual el sujeto-masa solo puede responder
pasivamente. La racionalidad técnica resulta funcional a la reproducción
en serie de mercancías, pero también de productos culturales, signifi-
cados, valores y patrones de comportamientos dominantes, portadores
de una visión de la realidad simplificada y que pueda ser consumida sin
esfuerzo.
Advierte Eco que al apocalíptico debemos algunos conceptos “feti-
che”. Así como el fetiche era objeto de adoración para los pueblos primi-
tivos, un concepto “fetiche” “cosifica” el conocimiento que pudiera pro-
mover, es decir, termina naturalizado y difícilmente cuestionable. Por un
lado, el empleo indiscriminado del concepto de industria cultural redun-
da en la incapacidad de aceptar la relación entre el avance de la cultura
masiva y los acontecimientos históricos, y tal relación es precisamente
lo que la dialéctica negativa intenta poner en tensión. Por otro, el ries-
go de las generalizaciones pesimistas, estrictamente teóricas, radica en
no poder dar cuenta de la articulación de los dos planos complementa-
rios del análisis: los fenómenos culturales y sus contextos materiales de
producción.
Por oposición están los integrados, vinculados al funcionalismo como
a otros referentes de las investigaciones norteamericanas (tales los casos
de M. McLuhan y R. Merton). Estas posiciones asumen con cierta liviandad
y desmedido optimismo las posibilidades de la cultura masiva. La amplia-
ción del campo cultural significa que ahora los productos pueden ser con-
sumidos a bajo precio y si homogenizan los gustos, terminan por igualar
las clases sociales más que por exacerbar sus diferencias. La televisión nos
permite acceder a otros lugares y a otros hechos, el cine genera nuevos
imaginarios sociales, la fotografía acerca el arte a nuestros ojos. En suma,
los medios, el arte de masas, la literatura popular, ponen los bienes cultu-
rales a disposición de todos, haciendo “amable y liviana” su lectura.
Ahora bien, advierte Eco, que esa cultura de masas surja “de arri-
ba” para oprimir a las clases populares o de las clases populares como
creación propia, es algo que los integrados no se cuestionan. Se da por
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
descontado que la circulación libre e intensiva de ciertos productos cul-
turales es necesariamente “buena”. Y no se analiza el hecho de que, dado
que la mayor parte de la cultura de masas es producida por los grupos de
poder económico con el fin de obtener beneficios, aparece sometido a las
leyes que regulan y garantizan esa producción, que es al mismo tiempo
económica e ideológica.
Si el problema de los apocalípticos es que rechazan un examen con-
creto que vaya más allá de la negación elitista de la cultura de masas, el
problema de los integrados es que la aceptan livianamente y excluyen la
posibilidad de que pueda someterse a la crítica o a nuevas orientaciones.
Si los apocalípticos se limitan a la crítica teórica –y desde allí se regodean
con los síntomas de la decadencia cultural-, los integrados son pragmá-
ticos: se dedican a actuar, producir, enviar mensajes. Las posiciones se
aproximan: en ambas está ausente el análisis:
En tal caso la fórmula “apocalípticos e integrados” no plantearía la
oposición entre dos actitudes (y ambos términos no tendrían valor
sustantivo) sino la predicación de dos adjetivos complementarios,
adaptables a los mismos productores de una misma “crítica popular
de la cultura popular” (Eco 2004: 28).
Las acusaciones hacia Eco como un integrado “velado” remiten a sus
tempranas preocupaciones por otorgar relevancia teórica a objetos antes
“banales”, al tiempo que en sus conceptualizaciones fecundas acerca de
la recepción activa, el texto abierto y el lector modelo. Pero estos con-
ceptos no invalidan sus críticas agudas a los efectos ideológicos de vasto
alcance que sobre los receptores ejerce la cultura de masas. Entonces:
ni apocalípticos ni integrados. El semiólogo parece asumir una postura
dialéctica, intermedia entre la crítica abstracta y el optimismo apologis-
ta. Aboga por un modelo metodológico orientado al análisis de las mo-
dalidades específicas con que se construyen los bienes de la cultura de
masas, específicamente, la investigación técnico-retórica sobre los len-
guajes típicos de los medios de masa y las novedades formales que estos
han producido. Una perspectiva que escapa a los fines de este capítulo,
pero que abrirá importantes discusiones en el campo comunicacional,
como en las teorías contemporáneas de la lingüística, la semiótica y la
crítica literaria.
20 │ Cuadernos de Cátedra
El mito de Superman
La noción de “mitificación” es recurrente entre los apocalípticos: de ahí
la idea de que el Iluminismo del siglo XVIII (fundamento ideológico de la
sociedad burguesa) se convierte en el mito, en aquello sagrado y materia
de la fe ciega que no puede ser discutida. Una definición preliminar en
Eco remite a la simbolización inconsciente, como identificación del objeto,
como proyección en la imagen de tendencias, aspiraciones y temores tanto
individuales como colectivos. Estos registros de sentido han estado plena-
mente institucionalizados, pero además formaban parte de la sensibilidad
popular, como demuestran las experiencias de religiosidad expresadas en
las imágenes y difundidas entre el pueblo durante la Edad Media.
La pregunta es cómo se recrean estas imágenes en el pensar y sentir
popular en la cultura de masas. Entiende Eco que esta operación mitifi-
cante que opera sobre los productos masivos –y que él que caracteriza
como “mitopoyética”-, adquiere actualmente efectos similares que en las
civilizaciones antiguas: si el bisonte pintado en la caverna se identificaba
con el bisonte real, algo parecido sucede con la posesión de los moder-
nos automóviles y la sensación de status que se identifica con ellos. Los
productos de masas expresan este horizonte aspiracional que es resig-
nificado por las clases populares desde sus experiencias culturales, y al
mismo tiempo, forjada, orientada y dirigida desde las capas altas en un
contexto posindustrial que impone constantemente el consumo acelera-
do y extendido.
Eco se detiene en el análisis de los comics o tebeos, de consumo
creciente entre el público de todas partes y de todas las edades, actuali-
zando las creencias inconscientes y colectivas de otras épocas (y que hoy
podemos vincular con series y películas). El mito del super-hombre es
una constante en distintos períodos, en las imágenes populares, la litera-
tura y el arte, sea desde sus superpoderes, como desde habilidades que
lo vuelven “humano”, como la inteligencia analítica en Hércules Poirot y
Sherlock Holmes. Pero en una sociedad moderna crecientemente opre-
siva, el héroe debe además encarnar las exigencias sociales que se le
presentan al “vulgo” y que no puede satisfacer. Así describe Eco las ca-
racterísticas de Superman:
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 21
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Su fuerza es prácticamente ilimitada, puede volar por el espacio a
una velocidad parecida a la de la luz, y cuando viaja a velocidades
superiores a ésta traspasa la barrera del tiempo y puede transferirse
a otras épocas. Con una simple presión de la mano, puede elevar la
temperatura del carbono hasta convertirlo en diamante; en pocos
segundos, a velocidad supersónica, puede cortar todos los árboles
de un bosque, serrar tablones de sus troncos y construir un poblado
o una nave (…) Es hermoso, humilde, bondadoso y servicial. Dedica
su vida a la lucha contra las fuerzas del mal, y la policía tiene en él
un infatigable colaborador (Eco 2004: 226).
Pero el personaje debe ser humanizado con sus debilidades para que
los lectores lo pongan a su alcance y logren esa identificación que crista-
lice en la vida cotidiana los efectos del mito:
En realidad, Superman vive entre los hombres, bajo la carne mortal
del periodista Clark Kent. Y bajo tal aspecto es un tipo aparentemente
medroso, tímido, de inteligencia mediocre, un poco tonto, miope,
enamorado de su matriarcal y atractiva colega Lois Lane (…) Clark
Kent personifica, de forma perfectamente típica, al lector medio,
asaltado por los complejos y despreciado por sus propios semejantes;
a lo largo de un obvio proceso de identificación, cualquier accountant
de cualquier ciudad americana alimenta secretamente la esperanza
de que un día, de los despojos de su actual personalidad, florecerá un
superhombre capaz de recuperar años de mediocridad (Eco 2004:
227).
No nos detendremos en la estructura narrativa del mito, pero vale
recuperar sucintamente las distintas temporalidades que encarna, ha-
bida cuenta de la importancia que le atribuyen a la cuestión del tiempo
las posiciones más críticas de la cultura de masas. Los héroes antiguos,
por ejemplo, Hércules, no negaban la historia, un pasado conocido por
toda una comunidad. El hecho de que fuera “adornado” por los elemen-
tos mágicos no hacía sino reforzar la veracidad del mito. En cambio, el
personaje actual nace en una “civilización de la novela”. El desarrollo
dramático de los acontecimientos debe ser de algún modo imprevisible,
como los que pueden sucederle al lector promedio. Esto retrae el ca-
rácter mítico del personaje asumiendo una especie de coparticipación,
una capacidad para hacerse referencia de un sistema de creencias, sen-
timientos y acciones comunes, pero que no asumen la universalidad
propia del mito.
22 │ Cuadernos de Cátedra
De ahí la tensión que atraviesa a Superman: debe ser un emblema
de modelo y aspiraciones colectivas, que lo hagan fácilmente recono-
cible pero, por otro lado, adscribir coherentemente con los parámetros
de producción de los bienes de masa. En tanto héroe de masas, debe
inscribirse en un mundo existencial que lo vuelva cercano, parte visible
de la vida cotidiana. Además, ha de ser consumido rápidamente por un
público “perezoso”: sus aventuras terminan en pocas páginas. Es un hé-
roe sin adversario. En la kriptonita radica la debilidad de Superman que
encarna los obstáculos imprevisibles, pero en definitiva siempre supera-
bles, garantizando así que el desenlace, el triunfo del héroe, se desarrolle
sin problemas.
Pero la condición de ser mito es que no pueda ser consumido. Es
decir, que no avance ni progrese, y esté inserto en una circularidad tem-
poral, en un tiempo evasivo constantemente renovado que es siempre a-
temporal. ¿Cómo resuelve el mito esta contradicción entre ser consumi-
do y a la vez, “inconsumible”? Por una parte, el tiempo que entra en crisis
es el tiempo de la narración, es decir, la noción de tiempo que enlaza un
relato con otro: la historia empieza y termina en la misma entrega, lo que
vuelve inconsumible –y, por ende, inmortal- al personaje. Por otra, todas
sus historias se desarrollan dentro de un clima onírico que debe pasar
inadvertido y que es la condición de la credibilidad del relato: vuelve con-
fuso aquello que ha sucedido antes y lo que ha sucedido después, y el
narrador reemprende una y otra vez el hilo de la narración.
La paradoja temporal, la redundancia, la eterna repetición, escapan
a las críticas del lector: que este renuncie a razonarlas o a discutirlas es
condición de veracidad del relato. ¿A quién va dirigido un personaje de
tales características? Un hombre heterodirigido que vive en una sociedad
posindustrial basada en una economía de consumo, al cual se sugiere
constantemente a través de la publicidad y los medios de comunicación
lo que debe desear y de qué manera obtenerlo. La tentación es caer en
cierta aceptación acrítica de la cultura de masas, de justificar sus pa-
rámetros de comercialización como algo inocuo o incluso beneficioso.
Advierte Eco que esta situación merece una crítica aguda cuando la ma-
sificación así entendida deja de implicar un momento de evasión, para
convertirse en la norma de toda actividad imaginativa.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 23
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
En suma, el trasfondo ideológico es que Superman nunca altera un
estado de cosas, termina por confirmar la estructura social del capitalis-
mo a la que sirve de justificación moral y política. El personaje resume las
ambigüedades y posibilidades de la cultura de masas: entre la capacidad
interpretativa de los públicos y el poder mitificante de los productos que
específicamente se dirigen a ellos. Eco concluye que el análisis no puede
restringirse a la mera defensa o la denuncia, como hacen, respectiva-
mente, integrados y apocalípticos, sino encontrar otro punto de vista que
intente explorar las características de los productos como de los códigos,
significados y experiencias que ponen en juego las personas en el mo-
mento de la recepción.
La Mass Communication Research
Otra forma de distinguir las primeras teorías de la comunicación se
basa en las revisiones de Mauro Wolf (1991): entre el carácter “crítico” de
las investigaciones europeas y el carácter “pragmático” de tradición nor-
teamericana. A riesgo de perpetuar ciertos binarismos de escasa produc-
tividad en el campo, encontramos en el primer caso las miradas predo-
minantemente apocalípticas de la Escuela de Frankfort y en el segundo,
al estructural-funcionalismo o Investigación de Comunicación de Masas
(MCR, por su sigla en inglés), de matriz positivista.
La orientación “administrativa” se aplica al objetivo de resolver
problemas concretos en un contexto social y económico de creciente
complejidad; de allí que los fenómenos de la comunicación de masas
constituyan el objeto privilegiado de estudio, pero conforme a sus re-
percusiones en el sistema social. Los estudios pioneros de la comuni-
cación se profundizan hacia los años ′40, sujetos a las consecuencias
de la Depresión de 1929, la Segunda Guerra Mundial, el desarrollo del
capitalismo y un imperialismo norteamericano en franca consolidación.
Los usos propagandísticos de los medios en los regímenes totalitarios
del nazismo y fascismo -usos a los que se atribuía la adhesión masiva
del pueblo al plan de exterminio- parecieron confirmar la validez de la
omnipotencia mediática.
24 │ Cuadernos de Cátedra
Los primeros años de la MCR retoman las reflexiones de Ortega y
Gasset acerca del “hombre-masa”. La masa está constituida por una agre-
gación homogénea de individuos que son pasivos e iguales entre sí, es-
pacialmente separados y atomizados, que anula todo lo que es “diferente,
singular, cualificado y seleccionado”. Este concepto inaugura una etapa
que posteriormente será conocida como teoría de la “aguja hipodérmica”
o teoría de la manipulación. Su origen es la Teoría de la Acción, elabora-
da por la psicología conductista y su modelo de estímulo-respuesta que,
por otra parte, tuvo fuerte influencia en la lingüística estructuralista y en
el esquema de comunicación de R. Jakobson. Se trata de una teoría de y
sobre la propaganda. Conforme al supuesto de la inmediatez y la inevi-
tabilidad de los efectos de los mass-media, cada persona es “inyectada”
aisladamente: si es alcanzada por la propaganda, puede ser controlada,
manipulada, inducida a actuar.
Ahora bien, si para la teoría conductista el individuo solo puede res-
ponder pasivamente, los sucesivos estudios considerarán la influencia
de los medios mediatizada por las resistencias que los individuos pue-
den poner en juego. Por un lado, están los gustos, intereses, tendencias
previas, lo que muchos llaman “exposición selectiva”: resulta improba-
ble que una persona adquiera, lea y sea persuadido por un periódico de
posicionamiento ideológico diferente al suyo. Por otro lado, intervienen
los grupos de referencia de los individuos en el marco de sus relacio-
nes interpersonales. Se empieza a examinar así otras variables de base
sociológica, en base a la influencia de los grupos como la familia: en las
decisiones de consumo puede estar muy por encima de la que pueden
ejercer los medios hipotéticamente más poderosos.
En relación al primer aspecto, el modelo de Lasswell publicado en
1948 da origen a un modo todavía vigente de comprender y producir
los mensajes de los medios, en base a cinco preguntas conocidas como
las “cinco W”: ¿quién dice qué, a través de qué canal, a quién, con qué
efecto? Cada una de estas variantes define un área específica de inves-
tigación, y se centran en una concepción biologicista del sistema social,
las funciones que lo componen y las relaciones que establecen entre sí
para garantizar su supervivencia y reproducción. Es notable que el mo-
delo lasswelliano aparece al final del período de mayor éxito de la teoría
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 25
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
hipodérmica, cuando ya empezaban a manifestarse los motivos que lle-
varían a su superación (Wolf 1991).
Por otra parte, la corriente psicológico-experimental o de la persua-
sión tiende a estudiar, por un lado, la eficacia óptima de la persuasión
y por otro, a explicar sus fracasos. La persuasión solo es posible si la
forma del mensaje es adecuada a los factores que el destinatario activa
al momento de la recepción. Estas consideraciones introducen dos áreas
de estudio: a- la organización de los mensajes, y b- las características
individuales y psicológicas de la audiencia. El esquema causa-efecto se
mantiene, aunque ampliado y complejizado.
El clásico ejemplo es la investigación semi-experimental desarrolla-
da por Hadley Cantril (La invasión desde Marte, 1940). En la noche del 30
de octubre de 1938, millones de norteamericanos quedaron aterrorizados
por una emisión de radio que describía una invasión que amenazaba toda
la civilización. Seis millones de personas escucharon la emisión, y al me-
nos un millón confundieron el guión con la realidad y entraron en pánico.
Tal como hoy muestra el “cine catástrofe”, mucho antes de terminar el
programa las personas estaban llorando, rezando o gritando. Intentaron
salir de la ciudad, provocando accidentes y embotellamientos de tránsito,
episodios de violencia y suicidios en masa.
La investigación se centró en las conductas observadas para explicar
por qué la emisión radiofónica asustó a ciertas personas y no a otras,
y por qué las primeras reaccionaron como lo hicieron. Cantril describe
las características estructurales del mensaje: lenguaje coloquial, carácter
realista y uso de descripciones, intervención de expertos, etc. Además,
las condiciones psicológicas que creaban en ciertos individuos tendencia
a la sugestionabilidad: menor nivel educativo, creencias religiosas o apo-
calípticas, inestabilidad emocional, características que operaban en un
universo mental carente de pautas estables de juicio. Se produce el pá-
nico cuando se manifiesta una alta implicación del ego, es decir, cuando
un valor altamente estimado se ve amenazado, y cuando no hay a la vista
ninguna eliminación segura de la amenaza.
Las aproximaciones a los aspectos sociales van a redundar en los
llamados estudios empíricos sobre el terreno o de los “efectos limitados”.
Constituye este el mayor avance con respecto a las corrientes previas.
26 │ Cuadernos de Cátedra
Es contemporánea a la segunda teoría pero asume características dife-
renciales: es empírica (no experimental) y sociológica (antes que psico-
lógica). Se ocupa de la “influencia”, es decir, de los efectos de los medios
mediatizados por las relaciones comunitarias y el contexto social. Los
comportamientos de voto o de consumo comprenden dos fuentes de in-
fluencia: los medios de comunicación y las relaciones sociales. Pueden
determinarse dos filones de investigación: a- la composición diferencia-
da de los públicos, y b- la mediación social desde los grupos de referen-
cia, como los amigos y la familia.
Sintetizando, los efectos de los medios son “limitados” en al menos
dos sentidos. En primer lugar, la comunicación de masas procede en tres
direcciones: un efecto de activación (que transforma las tendencias en
comportamiento efectivo), un efecto de reforzamiento (que mantiene las
decisiones tomadas) y un efecto de conversión (que cambia la decisión).
Pero este último efecto es poco significativo, la influencia de los medios
opera más por activación y reforzamiento que por cambio efectivo de
actitudes o conductas. En segundo lugar, los líderes de opinión son per-
sonas más activas y receptivas, que funcionan como mediadores entre
los mass-media y los demás miembros de su grupo de referencia. La
comunicación de masas opera entonces en ambientes muy complejos, y
debe apuntar a influenciar a los líderes para que estos luego influyan en
los demás individuos, en una “comunicación a dos niveles”.
La obra más significativa es una investigación empírica que realiza
Paul Lazarsfeld, titulada El pueblo elige (1944), donde estudia el com-
portamiento político de un pequeño pueblo de Ohio durante la campaña
electoral de 1940. El objeto de estudio son las influencias principales que
operan sobre el proceso de decisión de voto. Además de los fundamen-
tales aportes metodológicos, se atribuye al trabajo la comprensión de que
los medios tienen una escasa posibilidad de transformar efectivamente
las tendencias o las conductas. Se concluye que la influencia de la pro-
paganda no es directa ni predecible, sino mediada por los líderes en el
marco de sus relaciones interpersonales más amplias.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 27
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Hacia la consolidación del paradigma
Estas tres primeras líneas de la MCR no son propiamente teorías
sino un conjunto más o menos disgregado de investigaciones radicadas
en las más importantes universidades norteamericanas. Pero el siguiente
enfoque tratará de resolver esta debilidad teórica y dará inicio al segundo
funcionalismo o Teoría Funcionalista. Su máximo exponente es Robert
Merton, quien a partir de su libro fundacional Teoría y estructuras socia-
les (1957), se preocupará por darle especificidad y rigurosidad científica
al análisis. Sus definiciones de la teoría sociológica son punto de partida
para exponer los aportes al progreso científico de un tipo particular de
teorías: intermedias entre los sistemas totalizadores y las hipótesis de
base empírica, conocidas como “teorías de alcance intermedio” o “de ran-
go medio” (TAI o TRM). De este modo, de un grupo limitado de suposicio-
nes surgen hipótesis específicas, y en la medida en que son confirmadas
en la investigación empírica, se generan definiciones teóricas que puedan
integrarse en sistemas progresivamente más generales. Conforme a es-
tas nociones, el trabajo citado de Lazarsfeld puede considerarse una TAI.
El pensamiento mertoniano asume un concepto organicista y sis-
témico de la sociedad: el sistema social se concibe como un organismo
cuyas partes desempeñan funciones de integración y de mantenimiento
del sistema. Pero Merton cuestionará tres postulados teóricos hereda-
dos: constituyen variables empíricas que deben ser comprobadas. Con
respecto al postulado de la unidad funcional, no todas las sociedades tie-
nen el mismo grado de integración funcional. Una sociedad primaria (por
ejemplo, una pequeña aldea) los miembros establecen fuertes vincula-
ciones entre sí, sus marcos de referencia, tradiciones, modos de relación
social, están “interconectados” a partir de una única religión. Pero ¿qué
sucede en sociedades industriales donde no existe tal grado de homoge-
neidad, de integración social? ¿Qué función cumple la religión cuando se
trata de sociedades que presentan varias religiones, a menudo en con-
flicto, o hay individuos y grupos que no adhieren a creencia alguna? Estas
reflexiones sirven de argumento a Merton para establecer los límites de
la sociología con respecto a la antropología, tradicionalmente orientada al
estudio de sociedades simples o primarias.
28 │ Cuadernos de Cátedra
El postulado del universalismo funcional es cuestionable ya que no
todas las acciones sociales cumplen una función “positiva” sobre el sis-
tema: algunas son negativas porque producen desequilibrios o tensio-
nes. De manera que se reconocen no solo funciones, que favorecen la
integración, sino también disfunciones, que la dificultan. A la vez, tanto
funciones como disfunciones pueden ser tanto manifiestas, es decir, re-
conocidas y buscadas por los actores, o bien latentes, no reconocidas ni
buscadas. Las afunciones son aquellas que no tienen incidencia alguna
en el sistema, por lo que quedan afuera del análisis funcional. Este se
ocupa de examinar todas aquellas consecuencias de los fenómenos so-
ciales que afectan al funcionamiento normal, la adaptación o el ajuste a
un sistema dado.
El tercer postulado es el de indispensabilidad. Aquí surge una pre-
gunta clave: ¿qué resulta indispensable para el sistema? ¿La función o
la “cosa” que realiza la función? El problema radica en que una misma
“cosa” (forma social estandarizada, institución, creencia, norma, etc.)
puede cumplir varias funciones, en tanto una misma función puede ser
realizada por distintas cosas. Si tales cosas no son indispensables, son
intercambiables con otras: se vuelven “alternativas” funcionales, también
llamadas “sustitutos” o “equivalentes” funcionales.
El mayor esfuerzo de sistematización se verá orientado a producir
un inventario que dé cuenta de todas las actividades posibles de las co-
municaciones de masas. Uno de los modelos aplica las tres funciones
desarrolladas por Lasswell: 1) “vigilancia del entorno” o informativa, 2)
“correlación de los sectores sociales con el entorno” o editorial, 3) “trans-
misión del legado cultural” o educativa, a la que Wright (1986) añade una
cuarta, la de entretenimiento. Al combinar los conceptos de funciones/
disfunciones y manifiestas/latentes, se obtiene un inventario funcional
de las comunicaciones de masas de doce elementos que intenta res-
ponder a la siguiente pregunta: ¿cuáles son las funciones/disfunciones,
manifiestas/latentes de las comunicaciones de masas de la vigilancia/
correlación/transmisión cultural/entretenimiento, de la sociedad y los
subgrupos, para el individuo y los sistemas culturales?
Veamos un ejemplo. La actividad de vigilancia es primeramente fun-
cional y manifiesta porque advierte peligros inminentes (crisis, guerras,
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 29
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
delitos), apoyando sentimientos de igualitarismo, ya que todos los indi-
viduos tendrían la misma posibilidad de escapar del peligro. También de
manera latente otorga prestigio a los más informados y posee una fun-
ción moralizante cuando refuerza el control no solo al exponer pública-
mente la norma sino toda desviación (violencia, homicidios, corrupción,
etc.). Pero la vigilancia puede revelarse como disfuncional: la información
acerca de las condiciones de vida en otras sociedades puede estable-
cer comparaciones nostálgicas y con ello, inducir a la protesta social o
al conflicto; puede provocar excesivas ansiedades o pánico, como en el
caso investigado por Cantril. Otras investigaciones (Lazarsfeld y Merton,
1982) indagan, por ejemplo, en cierta “disfunción narcotizante”: al mirar
un noticiero el ciudadano puede felicitarse a sí mismo por su alto nivel de
información, tener todo tipo de ideas acerca de lo que debiera hacerse…
y no hacer nada.
Repasemos brevemente la evolución de la MCR. El inventario fun-
cional de Wright anticipa el llamado enfoque de los usos y las gratifica-
ciones que, en rigor, no constituye una teoría sino el desarrollo empírico
del paradigma mertoniano. El interés por las gratificaciones que los me-
dios aportan a su público se remonta al comienzo de las investigaciones
sobre las comunicaciones de masas, es decir, desde principios de los
′40. Pero la perspectiva teórico-metodológica recién es sistematizada
hacia los ′70 y sus valiosas contribuciones se manifiestan hasta hoy. Así
lo sintetiza Wolf: a medida que la perspectiva funcionalista va enraizán-
dose en las ciencias sociales los estudios sobre los efectos pasan de la
pregunta: ¿qué es lo que hacen los medios a las personas?, a la pregunta
¿qué hacen las personas con los media? (Wolf 1991: 78).
Este enfoque toma como premisa de base al consumidor más que a
los mensajes, un receptor activo que se vincula con los medios no solo
desde los contenidos sino según sus exposiciones a ellos. Las múltiples
líneas de investigación están centradas en las necesidades subyacentes,
las expectativas que generan, los modos de uso y las gratificaciones que
los públicos encuentran –o no- en los medios. Además, estos no solo
compiten entre sí (la radio con la televisión, un programa con otro) sino
también con otras fuentes de gratificación, como las relaciones interper-
sonales, el deporte y los hobbies. Este planteo deriva de las críticas de
30 │ Cuadernos de Cátedra
Merton a los postulados funcionalistas, estableciendo que los medios no
son indispensables para el sistema: “la exposición ante los medios cons-
tituye un conjunto de “alternativas funcionales” para la satisfacción de las
necesidades, lo que puede ser comparado, en principio, con la función de
otras búsquedas de actividades recreativas” (Katz et al. 1986: 254).
Cabe agregar que la hipótesis sobre usos y gratificaciones define va-
rias orientaciones: por ejemplo, el estudio de las necesidades sociales y
psicológicas que impulsan a la gente a volverse hacia los medios masivos,
y la explicación de los atributos que hacen a algunos medios más aptos
que otros para satisfacer esas expectativas. Estos trabajos han acelerado
la obsolescencia del modelo informacional, aportando a la articulación
de la investigación empírica con la teoría funcionalista y evaluando sus
principios metodológicos y sus problemas de validación.
No obstante, el enfoque todavía se inscribe en los postulados funcio-
nalistas que mayores polémicas han desatado en las ciencias sociales: el
carácter “neutro” del conocimiento científico. Como el sistema social, el
sistema de la ciencia tiende a la integración y al equilibrio, de manera que
los conflictos y el cambio social son asumidos como negativos, nunca
como determinaciones objetivas de la producción teórica. Como seña-
laba Max Weber (1985), la política y la ciencia corresponden a esferas de
valores irreconciliables: la ciencia es objetiva, apolítica, ideológicamen-
te neutra, porque solo asume criterios de validación que le son propios,
que no comparte con otras formas de conocimiento. Lo “verdadero” en la
ciencia no es lo “justo” ni lo “bello” ni lo “bueno”, valores que correspon-
derían a otras esferas de conocimiento.
A modo de cierre
Los sociólogos norteamericanos llevan a ultranza la tesis weberiana,
donde los conflictos sociales devienen en obstáculos y no en condiciones
estructurantes del campo. Ya hemos referido al contraste con el mate-
rialismo histórico, los intelectuales de la Escuela de Frankfort y otros de
tradición marxista: con notables matices o divergencias, las teorías que
abordaremos más adelante tienen este común denominador: el supuesto
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 31
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
de que la pretensión funcionalista de la objetividad se manifiesta necesa-
riamente como “ideológica” por cuanto tiende a justificar y reproducir los
mecanismos de control social, particularmente de EE.UU. En la crítica la-
tinoamericana, las condiciones de dependencia científica son vinculadas
en buena medida a la larga hegemonía del positivismo en la producción
teórica de la Argentina y otros países de la región. Tales discusiones arro-
jan nueva luz a la perspectiva de Pierre Bourdieu: la “función” de la cien-
cia oficial no es otra cosa que “los intereses que los dominantes tienen
en la perpetuación de un sistema conforme a sus intereses” (Bourdieu
2012: 21-22).
Referencias bibliográficas
Bourdieu, P. (1993) Cosas dichas. Gedisa, Buenos Aires.
Bourdieu, P. (2012) Los usos sociales de la ciencia. Buena Visión, Buenos
Aires.
Bourdieu, P. (2014) Homo Academicus. Siglo XXI, Buenos Aires.
Cantril, H. (1986) “La invasión desde Marte”. En Moragas, M. de (ed.),
Sociología de la comunicación de masas. Gustavo Gili, Barcelona.
Eco, U. (2004) Apocalípticos e integrados. Lumen, Barcelona.
Gadamer, H. G. (1993) Verdad y método. Sígueme, Salamanca.
Katz, E., Blumler, J., y Gurevitch, M. (1982) “Usos y gratificaciones de la
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dad”. En Moragas, M. de (ed.) Sociología de la comunicación de masas.
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Lazarsfeld, P. (1962) El pueblo elige. Ediciones 3, Buenos Aires.
Lazarsfeld, P. y Merton, R. K. (1982) “Comunicación de masas, gustos
populares y acción social organizada”. En Moragas, M. de (ed.) Sociología
de la comunicación de masas. Gustavo Gili, Barcelona.
Merton, R. K. (1995) Teoría y estructuras sociales. Fondo de Cultura
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32 │ Cuadernos de Cátedra
Wolf, M. (1991) La investigación en comunicación de masas. Paidós, Buenos
Aires.
Wright, C. (1986) “Análisis funcional y comunicación de masas”. En
Moragas, M. de (ed.) Sociología de la comunicación de masas. Gustavo
Gili, Barcelona.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 33
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO II
La Escuela de Fráncfort. Breve
historia de la teoría crítica
Gastón Marmissolle
Un decenio y medio tras la muerte de Adorno, uno de los más importantes
postestructuralistas, Michel Foucault, afirmaba: “Si hubiera estado
familiarizado con esa escuela, si hubiera sabido de ella en esos momentos,
no habría dicho tantos absurdos como dije y habría evitado mucho de los
rodeos que di al tratar de seguir mi propio y humilde camino –mientras que
la Escuela de Fráncfort ya había abierto avenidas”.
Wiggershaus, Rolf (2010).
Introducción
Este artículo busca reconstruir las posiciones que los principales
intelectuales que conformaron el Instituto de Investigación Social de
la Universidad de Fráncfort, sostuvieron a lo largo de sus trayectorias.
Constituyó una institución que no existió durante toda la trayectoria de
producción académica de los integrantes de la Escuela de Fráncfort con
la misma intensidad/presencia.
El primer período en la historia del Instituto se desarrolla desde su
formación hasta el exilio de Horkheimer, Adorno, Marcuse, Fromm, entre
otros, hacia los Estados Unidos, en procura de escapar de las nefastas
consecuencias de la Segunda Guerra Mundial y los gobiernos fascis-
tas. El segundo de los periodos históricos del Instituto refiere al acuerdo
para la realización de investigaciones por parte de Horkheimer, Adorno,
34 │ Cuadernos de Cátedra
Marcuse, con la Universidad de Columbia y su figura más representati-
va: Paul Felix Lazarsfeld. La tercera etapa se sucede luego de la finaliza-
ción de la Segunda Guerra Mundial, la restauración política y económica
de Europa donde los centros de investigación y formación universitaria
vuelven a abrir sus puertas y retomar sus actividades.
Con respecto a la fase inaugural del Instituto, debe mencionarse que
existe una pluralidad de denominaciones que, aunque suelen usarse de
manera intercambiables, no necesariamente resultan sinónimos.
En 1931 Max Horkheimer pronuncia el discurso inaugural del
Instituto de Investigación Social de Fráncfort. Sin embargo, no será hasta
1960 cuando el nombre de Escuela de Fráncfort designe a quienes fueron
sus más importantes representantes. Cuando surge la expresión Escuela
de Fráncfort se hacía referencia a la combinación de dos perspectivas
de investigación que resultaron complementarias. Una sociología crítica
llevada adelante por Adorno primero y Habermas después, junto con un
enfoque en el que Freud y Marx se ensamblaban, propio de la obra de
Horkheimer y también de Marcuse.
Una tercera denominación que nuclea a los integrantes del Instituto
es la de Teoría Crítica. Se trata del programa de investigación de quien
fuera Académico Administrador del Instituto, Max Horkheimer, en su
instancia fundacional. Se trató de una propuesta de articulación entre fi-
losofía y ciencias sociales que integraba al materialismo histórico y al
psicoanálisis. Teoría Crítica que no fue significada de igual manera por
todos los integrantes del Instituto y que, por lo tanto, no constituyó un
paradigma unificado de investigación filosófica y/o social. Además, des-
pués de la reapertura del Instituto en 1950, no hubo producción teórica
innovadora en ciencias sociales y/o filosofía que contribuyera a la con-
formación de una teoría crítica de la sociedad.
Las dos figuras más representativas del Instituto, Adorno y
Horkheimer, trabajaban en ocasiones temas comunes, pero usualmente
desde posiciones diferentes. Horkheimer presenta su posición de crítica
ante un modelo de sociedad y de ciencia social sostenidos sobre princi-
pios del cálculo y la administración que conducían a un modelo malogra-
do de sociedad, mientras que Adorno destina sus esfuerzos hacia la revi-
sión de una filosofía de la historia de esa sociedad malograda junto con la
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 35
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
crítica musical. Esta posición acercó a Adorno a la perspectiva de Walter
Benjamin y su posición crítica y materialista frente al arte y los medios.
Por todo ello, antes que a una trayectoria de investigación cerrada
y acabada, el nombre Escuela de Fráncfort referencia a un programa de
investigación que puede ser recuperado y actualizado gracias a la pro-
fundización de los problemas de investigación planteados originalmente
por los integrantes del Instituto.
Breve historia del Instituto
de Investigación Social
La Universidad de Fráncfort no contaba con un Instituto de
Investigación Social dentro de su planta organizativa. Su apertura se de-
bió a la financiación proveniente de un acaudalado empresario argentino
que sostuvo la graduación doctoral de su hijo. Así, Felix Weil se trans-
forma en un joven doctorado que actúa como una suerte de mecenas
de intelectuales de izquierda, posición que tal vez le permitía superar un
conflicto personal que se originaban gracias al origen y actividad em-
presarial de su padre y sus intereses socialistas. Para Weil, el socialismo
constituía una forma económica superior al capitalismo. Entonces, era
necesario su estudio, junto con el de otras teorías sociales, para lograr
asumir una posición dirigente en el movimiento obrero que conduciría al
nuevo orden social socialista.
La posición de Weil se orientaba a que los estudios sobre el socialis-
mo debían realizarse desde una discusión de la teoría marxista en un ám-
bito institucional. En 1922, estos esfuerzos se articulan con la Universidad
de Fráncfort para la conformación de un Instituto dedicado al estudio
del socialismo científico. Se trata de un instituto anexo a la universidad,
pero independiente de ella en cuanto a la conformación de su agenda de
investigación y el direccionamiento de los fondos necesarios para garan-
tizar su funcionamiento.
A los comienzos de 1923, se inicia la construcción del Instituto
de Investigación Social de la Universidad de Fráncfort, que sería la
36 │ Cuadernos de Cátedra
segunda de estas instituciones en Alemania después del de Colonia. La
Universidad de Fráncfort constituía en ese entonces la Universidad más
joven de Alemania. Pero también se trataba de una Universidad que sur-
gió como desprendimiento de la Universidad de Edimburgo, la más an-
tigua de Alemania.
En junio de 1924, el Instituto de Investigación Social anexo a la
Universidad de Fráncfort abre sus puertas con una fuerte orientación a la
investigación que era llevada adelante por sus profesores, pero a la que
se fomentaba también la participación de los estudiantes más avanzados
en sus carreras.
La selección de Instituto como formato organizacional no fue casual.
Frente a las Universidades que los intelectuales de Fráncfort reconocían
como orientadas a la formación de nuevos cuadros burocráticos –los
cuerpos docentes-, el Instituto destina la mayor parte de sus esfuerzos a
la formación de investigadores sobre una perspectiva filosófica y socio-
lógica marxista.
La imprevista muerte del padre de Weil obliga a que el todavía jo-
ven doctor tenga que ocuparse de los negocios familiares y postergar
una carrera académica en ascenso. Friedrich Pollock, apoderado legal
de Weil, impulsa la figura de Horkheimer –profesor a cargo de Filosofía
social- como director responsable del Instituto. Las autoridades de la
Universidad y del Estado Alemán apoyan la mención confiados en la tra-
yectoria de Horkheimer y en el éxito de sus clases que convocaban a
importante número de estudiantes.
El Instituto se consolida como un centro de investigación social y
filosófica de renombre. Sin embargo, en 1933 la suerte de los integrantes
de la Escuela de Fráncfort se torna oscura. En el mes de enero de ese año
Hitler es nombrado canciller del Reich. El mismo día de su asunción la
casa de Horkheimer y la de Pollock son ocupadas por fuerzas de la SA.
La decisión del Estado Alemán fue la de licenciar y cancelar la paga a
todo empleado público caracterizado como judío y/o comunista. Todos
los integrantes del Instituto poseían ambas características. La mayoría de
ellos se dirigen a Ginebra donde continuarán con sus tareas de investi-
gación. La sede del Instituto fue utilizada por las juventudes nacionales
socialistas y la biblioteca fue intervenida por encontrarse en ella amplia
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│ 37
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
cantidad de volúmenes de orientación socialista.
La estadía de los intelectuales de Fráncfort en Ginebra fue dema-
siado breve. La opinión de Horkheimer de que el nazismo se expandiría
rápidamente por toda Europa y que se veía reforzada por el avance del
ejército alemán sobre países vecinos, conllevó la inmigración del Círculo
de Horkheimer hacia Estados Unidos.
Ya en Estados Unidos, vínculos previos de Adorno y Horkheimer
para con Lazarsfeld permitieron el ingreso de los teóricos de Fráncfort
a la Universidad de Columbia, una de las plazas académicas de mayor
prestigio a nivel internacional.
La llegada de los aliados en 1945 a Berlín y demás territorios ocu-
pados por los nazis pone fin a la Segunda Guerra Mundial. Sin embargo,
no se cancelan los temas vinculados al antisemitismo que estaban sien-
do tematizados en ese entonces por Adorno y Horkheimer en Estados
Unidos. Después de la reapertura del Instituto sobre suelo alemán que-
daba la tarea de actualización y profundización del programa fundacional
de la teoría crítica de la sociedad.
Fundamentos de filosofía crítica de la
sociedad
Así como la mirada del pintor barroco ya veía en los cuerpos bellos de los
vivientes los gusanos de la descomposición, así veía Horkheimer “que todos
esos prominentes señores, no solo aprovechan cada instante la miseria de
los otros, sino que la reproducen para poder seguir viviendo de ello, y están
dispuesta a defender esta situación no importa a costa de cuanta sangre de
los demás”.
Wiggershaus, Ralf (2010).
En Horkheimer reside la disyuntiva entre continuar el lugar de privi-
legio que heredó de su padre, o preocuparse por la suerte de los sectores
postergados tal como su posicionamiento marxista presupone.
Horkheimer fue el hijo de un importante empresario textil con am-
plio reconocimiento en la comunidad judía por su ejercicio tradicional de
38 │ Cuadernos de Cátedra
la religión y también por fuera de ella gracias a su condición de mecenas
cultural. La importancia del negocio textil condicionó a Max a seguir con
el manejo de las empresas de la familia tal y como lo deseaba su padre.
Sin embargo, Horkheimer se mostraba distante de esta intención orienta-
do su atención hacia la de los sectores obreros y empleados como forma
de superación del modelo de sociedad presente. Los intereses del joven
Horkheimer se correspondían con sus estudios de psicología y filosofía
que su mentor, el profesor supernumerario Cornelius3, orientó estricta-
mente hacia la filosofía como disciplina en la que logra su doctorado y su
tesis de habilitación.
Su condición de hijo de un millonario orientó a Horkheimer a preocu-
parse e indignarse en términos intelectuales y políticos ante la pobreza y
las desigualdades sociales. En términos intelectuales, esta preocupación
se orientó en sus primeras clases sobre historia de la filosofía, en la que
se valía del principio de articulación entre posiciones teóricas y estudios
empíricos, para superar tanto la doctrina kantiana como también la filo-
sofía trascendental de Cornelius.
Y en este punto se encuentran una de las bases de la obra de
Horkheimer y de su concepción de la teoría crítica de la sociedad: la
imposibilidad de disociación de un posicionamiento teórico con su pre-
tensión de superar el grado profundo de desigualdad e injusticia social,
como caracteriza a la sociedad capitalista en la que le tocó vivir.
Esta posición teórica se articulaba con su concepción de que es solo
en el sufrimiento devenido en persecución, encierro y hasta exterminio
de los sectores obreros, donde debe encontrarse el punto de inicio del
proceso de transformación marxista de la sociedad, y no en la como-
didad de los sectores favorecidos económica y/o intelectualmente. De
esta forma lo que articula la obra de Horkheimer es la experiencia de lo
inhumano de los procesos sociales para la mayoría de la población, con
el conocimiento teórico de estos hechos y la imperiosa necesidad política
de superar estas condiciones.
3.- Cornelius, Hans (1863-1947): filósofo alemán, psicólogo y educador. Doctor en Química en 1886. En 1894
habilitado como profesor de filosofía en Munich. Desde 1910 profesor de Filosofía en Frankfurt donde se
jubila en 1928. Maestro filosófico de Adorno y Horkheimer.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 39
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
El artículo fundacional de Horkheimer Teoría Tradicional y Teoría
Crítica, presenta no solo la denominación que nucleó al círculo de in-
telectuales más próximo a Horkheimer, sino también el programa de
investigación que este llevó adelante. El programa consistía en una su-
peración de las lecturas ortodoxas del marxismo para dirigirse hacia una
crítica de las relaciones sociales enajenadas y enajenantes.
Quizás haya épocas en las que sea posible arreglárselas sin teorías:
en la nuestra esa carencia empequeñece al hombre y lo deja inerte
frente a la violencia. El hecho de que la teoría puede perderse en
un idealismo hueco y si vida, o caer en una retórica fatigante y sin
vida, no significa que esas sean sus formas verdaderas (…) En todo
caso, hoy la dinámica histórica total ha puesto la filosofía en el centro
de la realidad social, y la realidad social en el centro de la filosofía”
(Horkheimer 2008a: 286).
La posición de Horkheimer en ese artículo es la de fundar las bases
de la teoría crítica de la sociedad por contraposición al funcionalismo y
positivismo, a los que posiciona bajo la denominación de teoría tradicio-
nal. Las bases de la teoría tradicional son su condición indispensable de
aplicabilidad o utilitarismo, su condición de objetividad (sostenida sobre
el principio de una ciencia sin sujeto) y la reducción de los principios de
la investigación social a las leyes del cálculo, gracias al cotidiano uso de
los procedimientos estadísticos como forma convencional de producción
y análisis de los datos sociales.
En contraposición, y desde una perspectiva filosófica marxista,
Horkheimer (2008b) señala que los propósitos y el lugar de la teoría so-
cial crítica consiste en la simultaneidad de la producción de conocimien-
to fiable sobre el mundo social, a la vez que en su intención de transfor-
mación política orientada. En este punto, el concepto marxista de praxis
orienta la producción intelectual de Horkheimer al sostener que la fina-
lidad del conocimiento es la transformación social orientada del mundo.
Desde esta perspectiva resulta imposible sostener una ciencia sin
sujeto. La intencionalidad del cambio social se dirige a recomponer un
orden social que resulta injusto e inviable para la mayoría de las personas
que viven en él y, de esta manera, resulta imposible de sostenerse bajo
principios de neutralidad valorativa.
40 │ Cuadernos de Cátedra
Para exponer los fundamentos de la teoría tradicional, Horkheimer
dota de doble significación a la palabra crítica. El primero de estos sen-
tidos es el de los fundamentos de la teoría tradicional: racionalidad, ob-
jetividad y utilitarismo. La segunda de las acepciones del término crítica
reside en su potencialidad para expresar las contradicciones que carac-
terizan a la sociedad capitalista contemporánea. La exposición de estas
contradicciones equivale a identificar los factores que colaborarán en la
superación del modo de producción capitalista hacia un modelo de so-
ciedad más justa y equitativa.
Sin embargo, la consolidación del nacional socialismo y otros regíme-
nes totalitarios europeos parecían desmentir la expectativa de transforma-
ción social sostenida por Horkheimer. De hecho, este fue el argumento cen-
tral que separa las lecturas del marxismo de Horkheimer de la de Adorno: el
lugar del proletariado como actor de transformación social efectiva.
Industrialización de la cultura
y mistificación de las masas
La figura de Adorno es sin duda junto a las de Horkheimer y Benjamin,
una de las referencias más importantes del Instituto durante su período
fundacional y a lo largo de toda su trayectoria. La importancia de su obra
se sostiene en la articulación que realiza entre las orientaciones filosófi-
cas marxistas del Instituto con la filosofía no marxista de Benjamin. Para
ello recupera la obra de Benjamin su concepción de la estética como
disciplina cognoscitiva central, de tal forma que en Adorno convergen de
manera estructural las experiencias científicas y estéticas (Buck-Morss
2011).
Adorno rechaza la noción de historia en tanto progreso tan cara para
el positivismo y la concepción racional de la sociedad. El diagnóstico so-
bre las condiciones sociales, políticas y económicas que Alemania so-
portaba desde los fines de la Primera Guerra Mundial, hacían imposible
sostener el principio positivista de progreso científico como sinónimo de
progreso social.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 41
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Algunos aspectos colaboraron en que Adorno no haya sido una de las
figuras iniciales más tempranas del Instituto. A pesar de su amistad desde
el período como estudiantes, la relación entre Adorno y Horkheimer no
se encontraba ajena a algunas dificultades. Horkheimer no evaluaba de
manera positiva el carácter interpretativo de la sociología de Adorno, así
como tampoco consideraba adecuado destinar una partida presupuesta-
ria de los fondos del Instituto como sueldo para Adorno, gracias a la esta-
bilidad económica de la que gozaba este último por su familia de origen.
Otro punto de distanciamiento entre la obra de Horkheimer y Adorno,
reside en la recuperación de Adorno de la teoría marxista. Su marxis-
mo siempre fue mediado por la interpretación del Lukacs de Historia
y Consciencia de Clase. Interpretación que Adorno va a dotar de cierta
especificidad en lo que hace al rol del proletariado y a la dialéctica como
forma de producción de conocimiento, que haga explícito el conjunto de
contradicciones de un momento histórico.
Dentro de los trabajos que Adorno y Horkheimer produjeron de ma-
nera conjunta, sin duda el de mayor impacto filosófico fue Dialéctica del
Iluminismo. La hipótesis de partida de ambos autores es que la promesa
de liberación -que implicaba el triunfo de la luz de la razón sobre las
oscuras tinieblas de las creencias, gracias al desencantamiento del mun-
do resultado del proyecto racionalista iluminista-, deviene una forma
contemporánea de mitología. El programa iluminista se transforma en el
canon de la razón instrumental y, por lo tanto, aparece como una forma
de opresión social que impide la realización de una posición de pensa-
miento liberado y orientada a la transformación social.
La organización de la Dialéctica del Iluminismo se sostiene sobre
tres partes que dividen el texto: el prólogo, el concepto de iluminismo
y la industria cultural. Esta última denominación esconde en sí misma
una contradicción. Mientras que para el marxismo lo industrial refiere
a manufacturas de bajo costo de producción, resultado de la producción
seriada –y por lo tanto intercambiable-, lo cultural se encontraba en las
antípodas ubicándose originalmente en el espacio de lo único, lo irrepeti-
ble, y por lo tanto de aquello que no podía reducirse a la lógica de los pro-
cedimientos económicos de producción e intercambio de mercancías.
42 │ Cuadernos de Cátedra
La reducción de la cultura a la lógica del mercado transforma sus
condiciones de producción como también de consumo. En lugar de una
posibilidad de realización estética, los procedimientos de la industria cul-
tural parten de construir necesidades de consumo que intentan ser satis-
fechas por productos intercambiables a grandes masas de consumidores.
El esquematismo del procedimiento se manifiesta en que, finalmente,
los productos mecánicamente diferenciados se revelan cómo lo
mismo. El que las diferencias entre la serie Chrysler y la General
Motors son en el fondo ilusorias, es algo que saben incluso los niños
que se entusiasman por ellas. Lo que los conocedores discuten
como méritos o desventajas sirve solo para mantener la apariencia
de competencia y de posibilidad de elección. Lo mismo sucede con
las presentaciones de la Warner Bros y de la Metro Goldwyn Mayer
(Adorno y Horkheimer 2013: 12).
La intención de saciar necesidades creadas desde productos indife-
renciables e intercambiables, se reduce al esquematismo de un proce-
dimiento que propone una falsa posibilidad de elección entre productos
que constan de diferencias mínimas, pero cuyo imperativo de consumo
no debe ser problematizado ni mucho menos desobedecido.
El funcionamiento de la industria cultural colabora en construir una
continuidad entre el tiempo de trabajo y el supuesto tiempo libre orien-
tado hacia la diversión y/o realización personal. El uso del tiempo libre
se orienta a la profundización y continuidad del proceso de alienación
capitalista.
Si los dibujos animados tienen otro efecto, además del de acostumbrar
los sentidos al nuevo ritmo del trabajo y de la vida, es el de martillear
en todos los cerebros la vieja sabiduría de que el continuo maltrato,
el quebrantamiento de toda resistencia individual, es la condición
de vida en esta sociedad. El Pato Donald en los dibujos animados,
como los desdichados en la realidad, reciben los golpes para que
los espectadores aprendan a habituarse a los suyos (Adorno y
Horkheimer 2013: 36).
La industria cultural colabora en que el proceso de alienación suce-
da antes de la entrada en el mundo del trabajo asalariado. Desde la más
temprana niñez el aparente inocente consumo de dibujos animados pre-
para a los niños a aceptar las burlas, maltratos y abusos que muchos de
ellos tendrán que soportar en su vida adulta. La dinámica de dominación
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 43
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
que analiza Dialéctica del iluminismo no presenta, en principio, forma de
superación a lo que los autores consideran como una aporía. Sin embargo,
que no esté presente en el texto no necesariamente significa que no haya
sido pensada por los autores. La industria cultural finaliza con una palabra:
“continuará…” Visibilizada y conceptualizada la dinámica de la producción
capitalista, queda todavía esgrimir la forma en que el proceso de domina-
ción será superado y transformado. Las trayectorias vitales de estos inte-
lectuales seguramente colaboraron en que se acrecentaran las dificultades
para la redacción de una forma de superación de la industria cultural, lo
que en sí mismo ya constituía un importante desafío intelectual.
Transformaciones en la experiencia
estética
Es difícil que la memoria me engañe cuando digo que desde el primer
momento tuve la impresión de que Benjamin era uno de los seres humanos
más significativos con los que jamás me topé.
Adorno, Theodor, en Buck-Morss, Susan (2011).
El gran proyecto intelectual de Benjamin consistió en el denominado
Libro de los Pasajes. Obra publicada de manera incompleta y póstuma,
con una organización precaria que dificulta la lectura de una obra de por
si compleja. El Libro de los Pasajes es una compilación de un trabajo
inconcluso de Benjamin. No es una obra en sí misma. Fue publicada pero
nunca se sabrá a ciencia cierta qué es lo que Benjamin quería hacer con
eso. De hecho es solo una compilación de citas que estaba haciendo para
algo. Pero algo que Benjamin consideraba con mayor valor que su propia
vida, según la documentación que el filósofo alemán dejo escrito junto
con los borradores que se publicaron bajo el nombre De los pasajes.
El rechazo de la tesis de habilitación de Benjamin por parte de
Cornelius, provoca que el primero tenga que lograr su subsistencia gra-
cias a aportes económicos de Adorno y su familia, como también de su
amigo Bertol Brech. El trabajo de Benjamin se orientó usualmente a tex-
tos con objetivos menores al proyecto de los pasajes, con la intención de
44 │ Cuadernos de Cátedra
que el Instituto le concediera una renta por la publicación de los mis-
mos. De estos trabajos, el más renombrado fue publicado en 1936 bajo
el título de La obra de arte en la época de su reproductibilidad técni-
ca, con un antecedente en una conferencia dictada dos años antes en
el Instituto de Investigaciones sobre el fascismo, denominada “El autor
como productor”.
En La obra de arte… Benjamin trabaja la transformación en los pro-
cesos de producción y reproducción de imágenes como también de la
mirada en el proceso de producción seriada de imágenes que se da a
partir de la fotografía.
La sólida formación literaria de Benjamin colabora en que retoma
aspectos de Baudelaire y Proust, en lo que hace al entendimiento de la
contemplación de un cuadro como un momento único y, por lo tanto,
irrepetible. La fotografía, en tanto producto serializado e intercambiable,
transforma las condiciones de producción y consumo de las imágenes
provocando una atrofia de la mirada. La reproductibilidad técnica de la
obra de arte transforma las condiciones de recepción de la misma, ha-
ciendo que se pierda el carácter único del arte, la concepción de irre-
petible del arte. Por otra parte, el consumo de fotografías provoca cierta
insatisfacción que solo el arte puede saciar.
La creciente masificación en la producción de imágenes, un proceso
que se inicia hacia 1830 con la invención de la daguerrotipia, expresa
una transformación y refunda radicalmente la experiencia humana
del mirar, la de la creación artística y la de su percepción. A partir de
estas transformaciones experimentales que dan lugar a demandas
estéticas del nuevo actor que aparece en la escena social, las
masas urbanizadas, es posible interpretar el éxito y el surgimiento
a lo largo de este siglo de las innovadoras técnicas de reproducción
de imágenes y las modificaciones que se verifican en las tareas
artísticas vinculadas a ellas (Entel 2015: 154).
El interés de Benjamin por la fotografía no es en absoluto una origi-
nalidad. El proceso de democratización en el consumo de imágenes, y
en ciertos aspectos de prestigio social vinculados a la producción serial
de imágenes de relativo bajo costo y tiempo de producción, impulsó la
reflexión de literatos, filósofos y otros intelectuales contemporáneos de
Benjamin.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
La fotografía parecía democratizar una práctica social reservada a
los sectores más favorecidos de la sociedad: la producción de una imagen
familiar. Originalmente vinculada a pinturas de alto costo y tiempo de
producción, la fotografía prometía ofrecer a todo el mundo la posibilidad
de contar con un retrato de familia. Esta práctica incentivó la producción
de imágenes fotográficas y profundizó su impacto social.
Un concepto central en la obra de Benjamin para entender los pro-
cesos de transformación del consumo y producción de imágenes, es el
de aura.
Sería la presencia o ausencia de un aura en una obra de arte, el
punto de inflexión que marca el cambio definitivo en la historia de
la esfera estética hacia el predominio de la reproductibilidad técnica.
Además, debe tenerse en cuenta que el problema del aura tiene, en
la obra de Benjamin, una estricta vinculación con condicionamientos
históricos determinados (Entel 2015: 163).
En este punto se hace evidente que el programa de Benjamin no es la
reproducción de la obra de arte, sino su reproducción técnica. La repro-
ducción de las pinturas existe desde mucho antes que la reproducción
técnica del arte. Es más, usualmente se utilizaba como parte esencial de
los procesos de formación de un artista novel.
La ya clásica definición de Benjamin del aura como “manifestación
irrepetible de una lejanía”. Un fenómeno único, instantáneo e
inaprehensible. Y aquí es donde se hace patente “el carácter cultual
del fenómeno”. Lo esencialmente lejano es inaccesible: de hecho la
inaccesibilidad es una cualidad capital de la imagen cultual (Entel
2015: 163).
Benjamin sostiene que el aura es una de las condiciones que carac-
terizan a la imagen artística. En contraposición, su reproducción técnica
aniquila su aura. Elimina toda su condición de objeto único para transfor-
marlo en una mera copia de lo que hasta hace poco era irrepetible, por lo
menos en volúmenes masivos.
Una de las principales transformaciones que señala Benjamin no se
da en las imágenes sino en sus consumidores. Aparece la masa como el
sujeto consumidor de imágenes por excelencia. Imágenes que se produ-
cen y reproducen en enorme cantidad para ser observadas por un im-
portante número de receptores.
46 │ Cuadernos de Cátedra
En “El autor como productor”, Benjamin trabaja el lugar del productor
cultural, en este caso el escritor, en relación con los procesos materiales
en los que se inscribe. La hipótesis de Benjamin es que la producción
cultural no se encuentra escindida de condiciones materiales de produc-
ción, este es un proceso político en el que los intelectuales suelen jugar
dos roles. Uno de ellos es la producción de textos orientados al entrete-
nimiento o pasatiempo que no cuestionan el orden social vigente y, en
consecuencia, contribuyen a los intereses de los sectores dominantes.
Por otro lado, Benjamin señala que existen textos y autores que, sin re-
nunciar a su calidad y experiencia estética, representan los intereses de
los sectores postergados y entonces se constituyen en revolucionarios.
Entre estos Benjamin recupera la figura de Bertolt Brecht, su poesía y su
teatro épico.
El temprano deceso de Benjamin colabora en troncar la trayecto-
ria intelectual de quien fuera tal vez el responsable de la articulación
más profunda entre teoría estética y análisis filosófico en el Instituto de
Investigación Social. Esta articulación teórica, junto con el destino al que
lo condujo el rechazo de su tesis de habilitación, colaboraron en situar a
Benjamin en una posición marginal en la lógica de producción intelectual
del Instituto de Investigación Social.
Cabe mencionar que su muerte provocó un profundo pesar en
Adorno, lo que contribuyó a profundizar su posición escasamente espe-
ranzadora sobre el devenir de la sociedad contemporánea. Para Adorno,
el suicidio de Benjamin evidenciaba el triunfo de las formas políticas to-
talizadoras por sobre su posibilidad de superación.
Pulsión de vida en el industrialismo
avanzado
En los comienzos de la era fascista Walter Benjamin escribió: solo por amor
a aquellos sin esperanza nos es dada la esperanza.
Marcuse, Herbert (2010).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Desde su juventud Marcuse conforma un grupo de estudio en el
que leen la recién publicada obra de Martín Heidegger Ser y Tiempo. En
Heidegger, Marcuse encuentra algo que señala como faltante en la con-
cepción filosófica marxista: las formas cotidianas de enajenación. Poco
tiempo después Marcuse se transformó en auxiliar de Heidegger y luego
de Husserl. Si bien se transforma en un lector profundo de ambos auto-
res, nada interesó y orientó tanto el trabajo de Marcuse como la primera
publicación en alemán en 1932 de los Manuscritos económicos filosófi-
cos de Marx.
Marcuse se transforma entonces en un filósofo marxista de origen
judío preocupado por la suerte de los sectores explotados y humilla-
dos. Su condición de judío y anticapitalista colaboraron en que el propio
Heidegger se oponga a la habilitación docente de Marcuse.
La obra de Marcuse expresa la articulación entre marxismo y freu-
dismo. El libro, escrito en Estados Unidos, la sociedad capitalista con ma-
yor índice de consumo material y cultural interno, articula el concepto de
“inconsciente psicológico” con la idea marxista de la ideología como falsa
consciencia. De esta forma, las formas de pensamiento socialmente cons-
truidas y reproducidas aparecen conceptualizadas como una suerte de in-
consciente colectivo que reprime la posibilidad de transformación social.
En El Hombre Unidimensional, este armazón teórico se orienta hacia
la crítica de los supuestos filosóficos de la sociedad industrial avanzada.
Marcuse hacía el intento de refutar la tesis de Freud, ampliamente
reconocida, de que sin renuncia a las pulsiones y sin represión de
las mismas, sin el reconocimiento del principio de realidad no era
pensable una civilización (Wiggershaus 2010: 624)
En contraposición al diagnóstico de Adorno sobre la posibilidad de
transformación del modelo de sociedad contemporánea, Marcuse sos-
tiene que las bases de una futura sociedad libre ya se encuentran en la
sociedad vigente. La represiva sociedad tecnológica que Marcuse deno-
mina como sociedad industrial avanzada, no supone la liquidación de la
pulsión de vida (Eros), sino su subyugación frente a la pulsión de muerte.
Pensada como una dialéctica la convivencia de las pulsiones de
vida (Eros) con las pulsiones de muerte (Tanatos) si bien implican, en
principio, la vigencia de Tanatos por sobre Eros, no quiere decir que la
48 │ Cuadernos de Cátedra
consolidación de las formas de dominación propias de la sociedad indus-
trial avanzada aniquile la posibilidad de levantamiento o subversión de la
consciencia sublimada.
El Hombre Unidimensional lleva la teoría crítica de la sociedad hacia
el compromiso práctico. El texto se transformó en material de apoyo y
orientación para los estudiantes que abrazaron el compromiso político. Y
esto, porque una lectura de la obra de Marcuse conducía a pensar que la
educación permitía superar la subyugación en que la sociedad industrial
avanzada situaba a los sujetos que la conformaban. Durante las revueltas
estudiantiles de los años 1967 y 1968 en Francia y Alemania, Marcuse y
Habermas fueron reconocidos como parte de los profesores que mayor
apoyo prestaron a los estudiantes.
Hacia una teoría de la acción
comunicativa
Jürgen Habermas fue el joven asistente de Adorno que, desde la fi-
losofía social, tenía como preocupación central ocuparse de las contra-
dicciones de la sociedad actual desde el tratamiento de las patologías de
la época moderna. Dentro de su agenda de preocupaciones, las formas
de participación política aparecieron rápidamente como un eje central de
investigación.
Habermas contó con el apoyo de Adorno y la excesiva contraposi-
ción de Horkheimer. Los celos de este último ante la creciente figura de
un intelectual no marxista que prometía la actualización de la teoría críti-
ca hacia nuevos horizontes, provocaron la resistencia de Horkheimer que
contribuyó a la renuncia del todavía joven Habermas a su pertenencia
institucional al Instituto de Investigación Social de Fráncfort.
El diagnóstico de Habermas era que el Estado se encontraba cada
vez más interviniendo en el ámbito privado como producto de la concen-
tración de capital en los sectores privilegiados de la sociedad. El resulta-
do fue el surgimiento de un Estado Administrador en el cual los ciudada-
nos tenían escasa oportunidad de control y/o participación.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
En 1968 publica Conocimiento e interés y Ciencia y técnica como
ideología inaugurando su producción literaria. Desde sus comienzos en-
tendía a la obra de Marx como una forma de conocimiento localizada
entre filosofía y ciencia, propia de las sociedades industriales. Retoma el
proyecto fundacional de la teoría crítica e intenta formularlo como una
teoría crítica de la sociedad fundada sobre una teoría de la comunicación.
La teoría de la acción comunicativa surge como una teoría social de
la acción, lo que implica tratar uno de los problemas fundacionales de la
sociología que es la relación entre actor y mundo. Para tratar esta rela-
ción actor-mundo, retoma la teoría de los tres mundos de Karl Popper
quien distingue entre mundo social (disposiciones comportamentales
para la acción), mundo objetivo (objetos o estados físicos) y mundo sub-
jetivo (contenidos u objetos de pensamiento). La acción comunicativa re-
quiere de entendimiento lingüístico, es decir un acuerdo racional entre
participantes que implica la pretensión de validez susceptible de crítica.
La acción comunicativa presupone una racionalidad comunicativa que
requiere de formas de entendimiento lingüístico. Habermas procura sus-
tituir el concepto de mundo por el de constitución de la experiencia. En el
mundo de la vida, encuentra intersubjetividad compartida.
Anterior a la acción comunicativa existen tres modelos o formas de
estudio de la acción social: la acción teleológica, la acción regulada por
normas y la acción dramatúrgica. Según el modelo de la acción teleo-
lógica el actor realiza un fin o hace que se produzca un estado de cosas
eligiendo medios. Incluye un componente de acción estratégica. En la
acción regulada por normas los miembros de un grupo social orientan su
acción por valores comunes. En la acción comunicativa se desarrolla una
interacción de por lo menos dos sujetos capaces de lenguaje y acción que
ensamblan una relación interpersonal. Requiere de capacidad de inter-
pretación con negociación de definiciones.
En lo que hace a su trabajo Historia y Crítica de la Opinión Pública,
cabe mencionar que la investigación de la opinión pública ha sido llevada
adelante por la ciencia jurídica (derecho), la ciencia política y la sociolo-
gía. Lo público es conceptualizado como lo opuesto a lo privado y, por lo
tanto, trata de problemas accesibles a todos. El responsable de la admi-
nistración pública es el Estado, en tanto tiene la obligación de cuidar del
50 │ Cuadernos de Cátedra
bien común. La opinión pública presupone un sujeto público con función
crítica.
Las formas de publicidad -o tratamiento de los asuntos públicos-
existen desde la antigüedad griega, en donde se caracterizaban por el
reino de la libertad y la continuidad lo que implica una fuerza normati-
va. En el Estado moderno existe la sociedad burguesa con instituciones
jurídicas de la sociedad civil, lo que implica formas contemporáneas de
publicidad. En este Estado la esfera pública se amplía, pero pierde fuerza.
Habermas analiza la evolución de la publicidad representativa desde
la capa señorial de la nobleza cortesana en la sociedad aristocrática. Lo
privado quedaba excluido de la esfera del aparato estatal: “Según este
análisis, el presente se encontraba en la disyuntiva de la politización ma-
nipuladora y la politización real del Estado de bienestar autoritario y la
democracia material” (Wiggerhauss 2010: 687).
Mientras que en la edad media se desarrollan distintas formas de
contraposición entre publicidad y esfera privada, ya en el temprano capi-
talismo financiero se presupone un nuevo orden social consensuado po-
líticamente que requirió del tráfico de mercancías y noticias. Este tráfico
comenzó en el siglo XVI, con el viejo tráfico epistolar que constituyó un
sistema profesional de correspondencia antes del nacimiento de los sis-
temas profesionales de noticias. Entonces, en la sociedad burguesa hay
un fortalecimiento del sistema profesional de novedades con pretensión
de ampliar ganancias.
Así llegó Habermas a un ambicioso concepto de participación política.
Ésta era solamente más que un valor en sí donde la democracia se
entendiera como proceso histórico de realización de una sociedad
de seres humanos autónomos, de la transformación del poder social
en autoridad racional. De esta manera, la participación política
coincidía con la participación en la producción de condiciones en
las cuales realmente participaran todos políticamente y en que
la reglamentación general de la reproducción de la vida social
excluyera la desigualdad económica como fuente de oportunidades
desiguales para la participación política (Wiggerhauss 2010: 688).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
La teoría del reconocimiento
de Axel Honneth
La teoría crítica de la sociedad se construye en el artículo fundacional
de Horkheimer, Teoría tradicional y teoría crítica, mientras que alcanza
su mayor expresión en la crítica radical a la modernidad que Adorno y
Horkheimer emprenden en Dialéctica de la Ilustración. En ambos tra-
bajos se expone una recuperación de la concepción dialéctica de Hegel
y materialista de Marx junto con un posicionamiento político/transfor-
mador de la sociedad, que comienza con exponer la transformación de
la promesa de racionalidad del iluminismo (junto con el positivismo y el
funcionalismo) en una suerte de sublimación o dominación a partir de
una razón exclusivamente instrumental.
El cierre del Instituto, la emigración de sus principales referentes y
las variaciones en las líneas de investigación, colaboraron en que el pro-
yecto inaugural de la Teoría Crítica se reorientara hacia una teoría de la
acción social sobre la base de una teoría de la acción comunicativa, en la
obra de J. Habermas. En ella los principios de entendimiento lingüístico
y racionalidad comunicativa parecían reemplazar a las intencionalidades
de transformación social y concepción dialéctica de la sociedad propias
del proyecto fundacional de Adorno y Horkheimer.
Si se ubica al programa de Adorno y Horkheimer como la primera
generación de la Escuela de Frankfort y a la teoría de la acción comuni-
cativa como el desarrollo de una segunda fase del programa de inves-
tigación de Frankfurt, queda preguntarse si existen revisiones o actua-
lizaciones que nos permitan sostener la vigencia de una Teoría Crítica
Contemporánea o actual de la sociedad.
Al respecto, cabe mencionar que el Instituto actualmente se encuen-
tra bajo la dirección de Axel Honneth, un discípulo de Habermas que des-
de 1992 presenta las bases de lo que llama Teoría del Reconocimiento.
Honneth, recuperando a Hegel, piensa las maneras de interacción social
en tanto formas de reconocimiento intersubjetivo basadas en expec-
tativas de reconocimiento recíproco (Mesquita Sampaio de Madureira
2009).
52 │ Cuadernos de Cátedra
Para Honneth, el reconocimiento es el elemento fundamental de
constitución de la subjetividad humana. Cuando no hay reconocimien-
to la subjetividad humana resulta dañada. Honneth señala tres esferas
donde el reconocimiento: amor (cuidado y atención), derecho, y reco-
nocimiento social o solidaridad. La primera de ellas es la más elemental
para el ser humano y surge de la relación primaria entre madre y niño.
Dentro de esta esfera solo caben las personas más cercanas al individuo.
Es por ello que en esta esfera no resulta posible exigir reconocimiento a
todas las personas por igual, sino solo a aquellas que se consideran como
las más cercanas, cuyo vínculo se sostenga sobre una base afectiva (Tello
Navarro 2011).
En contrapartida, la esfera del derecho es universal. En esta esfera se
procura la libertad individual de los sujetos a partir de posibilitar el libre
ejercicio de sus posibilidades.
La última de las esferas de reconocimiento es la de la solidaridad
social. Surge como consecuencia de la diferenciación de las esferas de
reconocimiento como consecuencia del interés de los sujetos de que se
respeten sus concepciones de sí mismos.
Entre estas tres esferas existe una relación de tensión permanente.
Existen ocasiones en que las relaciones y/o acciones de los individuos
hacen que se ponga en crisis el reconocimiento en más de una de es-
tas esferas en simultáneo. Aunque las luchas por el reconocimiento son
siempre parte de la esfera del derecho. Así lo demuestran las diferentes
reivindicaciones sociales y políticas llevadas adelante a lo largo del siglo
XX (Herzog y Hernández 2012).
Honneth ataca dos principios de la Teoría de la Acción Comunicativa.
El primero de ellos reside en la imposibilidad de existencia de un espacio
público neutral. Siguiendo a Foucault, Honneth va a sostener que el es-
pacio público se encuentra pre-estructurado de forma que influye nota-
blemente en las posibilidades de alcanzar el entendimiento. En el mismo
sentido, la segunda de las críticas se orienta a pensar que las oportunida-
des de participación en el espacio público, no se encuentran reservadas
solo a aquellos que cuenten con las competencias lingüísticas preferen-
ciales para lograr el entendimiento.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 53
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Esto no quiere decir que para participar de un conflicto público no
hagan falta competencias lingüísticas y/o comunicativas. Significa que no
puede afirmarse que la distribución de estas competencias sea equitativa
y que su uso se resuma a criterios racionales.
A modo de cierre
El cese de la producción intelectual de los integrantes fundacionales
del Instituto puede hacer parecer que los fundamentos y posibilidades
de la teoría crítica para orientar formas de producción de conocimiento
sobre la sociedad contemporánea, están hoy cancelados.
Sin embargo, el legado intelectual de los pensadores de Fráncfort
sigue gozando hoy de una alta valorización en el campo de las ciencias
sociales y de las ciencias de la comunicación en particular. El concepto
industria cultural se ha transformado en parte de la jerga de los profesio-
nales e investigadores de la comunicación y la cultura. Algo similar suce-
de con los conceptos de opinión pública, teoría de la acción comunicativa
y, por qué no, reproducción técnica de la obra de arte.
La reciente publicación del Libro de los Pasajes en español recupera la
obra de Benjamin y la instala en el centro de discusión sobre los alcances
de la teoría crítica de la sociedad y de la obra de la Escuela de Fráncfort
toda. En simultáneo, la reedición o aparición por vez primera de diversos
textos que reconstruyen la historia de estos pensadores (Buck-Morss 2011;
Wiggershaus 2010, entre otros) demuestra que la importancia de estos tra-
bajos sobre el campo de las ciencias sociales queda todavía por ser discu-
tida y evaluada por parte de los investigadores contemporáneos.
Todavía el Premio Adorno sigue siendo una de las distinciones más
importantes a nivel mundial para investigadores del campo de comuni-
cación/cultura como de las ciencias sociales.
Más allá de la vigencia de la obra de Benjamin en la perspectiva con-
temporánea de Giorgio Agamben, resta decir que el presupuesto de ex-
poner los fundamentos de toda forma de conocimiento sobre lo social y
la necesidad de transformar la sociedad hacia formas de vida más social-
mente justas se vuelve hoy, más que nunca, un imperativo que demanda
54 │ Cuadernos de Cátedra
de la intervención voluntaria y comprometida de todos los científicos
sociales. En ese proceso cognitivo a la vez que político, pareciera que la
Teoría del Reconocimiento de Honneth tiene importantes contribuciones
realizar.
Referencias bibliográficas
Adorno, T. y Horkheimer, M. (2013) La industria cultural. El Cuenco del
Plata, Buenos Aires.
Buck-Morss, S. (2011) Origen de la dialéctica negativa. Theodor W. Adorno,
Walter Benjamin y el Instituto de Fránkfurt. Eterna Cadencia Editora,
Buenos Aires.
Entel, A., Lenarduzzi, V. y Gerzovich, D. (2015) Escuela de Fránkfort.
Razón, arte y libertad. EUDEBA, Buenos Aires.
García, L. I. (2013) Apostilla a la industria cultural en Adorno Theodor y
Horkheimer Max. La industria cultural. El Cuenco del Plata, Buenos Aires.
Herzog, B. y Hernández Dobon F. (2012) “La noción de lucha en la teoría
del reconocimiento de Axel Honneth. Sobre la posibilidad de subsanar el
déficit sociológico de la Teoría Crítica con la ayuda del Análisis del dis-
curso”. Política y Sociedad. 49 (3). España.
Horkheimer, M. (2008a) “Teoría tradicional y teoría crítica”. En Teoría
Crítica. Amorrortu, Buenos Aires.
Horkheimer M. (2008b) La función social de la filosofía en Teoría Crítica.
Amorrortu. Buenos Aires.
Mesquita Sampaio de Madureira, M. (2009) “La teoría crítica de la Escuela
de Frankfort, de la primera a la tercera generación: un recorrido histórico-
sistemático. Revista internacional de filosofía política. N° 39. Disponible en:
http://e-spacio.uned.es/fez/eserv.php?pid=bibliuned:filopoli-2009-nume-
ro34-2090&dsID=Documento.pdf
Tello Navarro, F. H. (2011) “Las esferas de reconocimiento en la teoría de
Axel Honneth”. Revista de sociología N° 26. Chile. Disponible en: https://
revistadesociologia.uchile.cl/index.php/RDS/article/view/27487/29161
Wiggershaus, R. (2010) La escuela de Fráncfort. Fondo de Cultura
Económica, Buenos Aires.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 55
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO III
Dominación y resistencia.
El paradigma marxista
en la obra de Antonio Gramsci
Belén Fernández Massara y Gastón Marmissolle
¿Por qué he escrito todo eso? Para que te convenzas de que me he
encontrado en condiciones terribles otras veces, sin desesperarme por ello.
Toda esa vida me ha consolidado el carácter. Estoy convencido que cuando
todo está o parece perdido hay que ponerse a trabajar tranquilamente,
volviendo a empezar por el principio. Estoy convencido que no hay que
contar nunca más que consigo mismo y con sus propias fuerzas, sin esperar
nada de nadie y sin procurarse, por tanto, desilusiones. Que no hay que
proponerse hacer más que lo que se sabe y se puede hacer, y que hay que
andar por el propio camino. Mi posición moral es excelente: hay quien me
considera un demonio y quien me cree un santo. Yo no quiero representar ni
el mártir ni el héroe. Creo ser simplemente un hombre medio que tiene sus
convicciones profundas y no las vende por nada del mundo.
Gramsci, Antonio. Carta a Carlo Gramsci,
su hermano. Septiembre de 1927, desde una cárcel fascista.
Introducción
La lectura de Antonio Gramsci durante la cursada de Comunicación
y Cultura I, merece cierto detenimiento sobre sus condiciones de pro-
ducción, a la vez que sobre el impacto de su obra en el proceso de cons-
titución del campo de investigación. En el programa de la asignatura se
sitúa en la Unidad que problematiza el Centro de Estudios Culturales
56 │ Cuadernos de Cátedra
Contemporáneos de la Universidad de Birmingham (en adelante, CECC).
Esta condición nos enfrenta a una primera dificultad. Distanciamientos
geográficos y temporales hacen que claramente Gramsci no se encuen-
tre entre los intelectuales que fundaron y llevaron adelante produccio-
nes teóricas y de investigación empírica en el Centro. Cabe entonces la
pregunta: ¿por qué incluir a Gramsci en el programa? Y ¿por qué en sus
tensiones y entrecruzamientos con los conceptos del CECC?
El desarrollo de la Escuela de Frankfort ubicó a sus integrantes en
una posición neomarxista desde una perspectiva filosófica dialéctica. El
CECC nos sitúa nuevamente en una forma de recuperación del marxis-
mo, pero ya no desde una lectura filosófica sino desde una concepción
cultural y política del materialismo histórico. Ese proyecto intentó supe-
rar dos dificultades que teóricos de la talla de Raymond Williams, Stuart
Hall, Richard Hoggart y Edward Thompson, encontraban en las lecturas
de la obra de Marx. La primera de ellas residió en la necesidad de dotar al
marxismo ortodoxo de cierto dinamismo, dado el carácter estático que le
atribuían en el análisis de las relaciones sociales de interdependencia. La
segunda dificultad consistió en la perspectiva según la cual todo cambio
cultural es, a la vez, un cambio político. Por ello se volverá indispensable
una perspectiva política de las transformaciones materiales de la cultura.
El motivo de estas consideraciones reposa en aspectos vinculados
a las trayectorias de investigación del CECC, como también a cuestiones
que hacen al estado de la producción bibliográfica inglesa al comienzo de
estas reflexiones. Hacemos referencia a que las conclusiones empíricas
de Hoggart y Thompson, entre otros, se mostraban insuficientes en cate-
gorías centrales del marxismo tales como las de clase social, conciencia
de clase o base material, para explicar los procesos sociales estudiados
en sus investigaciones.
Un problema instrumental caracterizó las lecturas que del marxis-
mo hicieran los integrantes del Centro en sus inicios. En ocasión de la
escritura de los textos fundacionales Uses of literacy y The making of the
english working class, no habían sido traducidos al inglés los manuscri-
tos económico-filosóficos y otra buena parte del pensamiento marxista.
Esto hubiera permitido a sus investigadores un acceso más rápido a una
obra de por sí compleja y extensa como es la producida por Carlos Marx
y Frederick Engels.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 57
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Periodismo, participación política
y compromiso intelectual
Antonio Gramsci (1981-1937) escribió en la cárcel textos fundantes
del desarrollo teórico del siglo XX: en total, 2848 páginas que hoy se co-
nocen como Cuadernos de la cárcel. La infancia y la juventud de Gramsci
coinciden con el primer desarrollo industrial y económico de Italia. A pe-
sar de las particularidades de la sociedad italiana (las diferencias profun-
das entre el norte y el sur, la variedad de dialectos y tradiciones, el largo
dominio de diversas potencias extranjeras, el poder de la Iglesia Católica),
a comienzos del siglo XX el mundo industrial y financiero se esforzó en
“modernizarse”, basándose en los países de Europa central. En el marco
del positivismo, se llevó adelante la organización de la producción indus-
trial bajo el modelo taylorista y la reorganización de la ciencia, la edu-
cación y la tecnología. En un breve período antes de la Primera Guerra
Mundial, Italia gozó de una paz social aparente, impuesta por gobiernos
reaccionarios con el objeto de completar el proceso de las conquistas
coloniales.
Gramsci nace en Cerdeña, una de las regiones más pobres de Italia
pero también de fuerte identidad cultural, siendo el cuarto de los siete
hijos de un empleado de Estado. En 1896 marca los primeros hitos en la
historia intelectual y educativa de Gramsci. El mismo año que comienza
su educación en un colegio religioso, sufre una caída que fue el síntoma
de una patología que lo acompaña durante toda su vida: una deformación
en su columna vertebral. En 1898 su padre es encarcelado acusado de
irregularidades administrativas, lo que determina a la familia a condicio-
nes de miseria. En 1903, el joven Gramsci finaliza su escuela elemental
con las máximas calificaciones, comienza estudios de latín y sus prime-
ros acercamientos a la prensa socialista, en el contexto de una huelga
general de mineros que provoca una fuerte represión con un saldo de
tres muertos.
Tras terminar la escuela y en situación de aguda pobreza, Gramsci
inicia sus lecturas de Marx y sufre con cierta frecuencia desvanecimien-
tos por desnutrición y frío. En 1911 se inscribe en la carrera de Letras de
58 │ Cuadernos de Cátedra
la Universidad de Turín, comienza a leer a Hegel y, más adelante, a Lenin.
Una serie de conferencias sobre Marx lo ubican en un espacio político
de resistencia a los poderes de turno, lo que pone a menudo su nombre
en los informes de la inteligencia italiana: en 1919 lo arrestan por primera
vez. En 1922 aparece el primer número de una publicación periodística
de la que Gramsci es uno de sus fundadores, L’Ordine Nuovo (El nuevo
orden), que sufriría frecuentes censuras y desapariciones4. En este pe-
ríodo, trabaja abiertamente en colaboración con los consejos de fábri-
ca, organizaciones obreras que alcanzaron éxitos tales como huelgas de
más de 200.000 asalariados. Hacia 1924 es electo diputado del Partido
Comunista por Venecia.
A partir de 1917, la Revolución Soviética había concentrado la aten-
ción de los movimientos obreros, en detrimento de los problemas in-
ternos de los demás países, resultantes de una de las peores guerras
que haya conocido Europa. El partido socialista de Italia, como en otros
países, se divide entre “reformistas” y “comunistas”, pero también entre
“reformistas” y “nacionalistas”, estos últimos se convierten en la sección
populista del partido fascista y, poco después, en el régimen nacional-
socialista. A partir de 1922, el gobierno de Benito Mussolini asume la
centralidad del poder. Abandonando toda pretensión de encontrar so-
luciones democráticas a los problemas sociales, políticos y económicos,
disuelve el Parlamento italiano y todas las organizaciones de la oposición.
En este contexto de censura y persecución, es encarcelado Antonio
Gramsci. En 1928, recibe una condena de 20 años, cuatro meses y cinco
días. Durante el juicio, el fiscal intima al juez: “¡Tenemos que impedir que
este cerebro funcione durante veinte años!” El régimen fascista ya en-
tiende que la oposición más peligrosa vendría no ya de la acción política
en el sentido tradicional, sino de la conjunción de la crítica y la acción de
intelectuales y políticos. Pero el cerebro de Gramsci no deja de funcionar.
Mientras su salud continúa deteriorándose, es un sistemático y crítico
4.- En “Contra el pesimismo”, publicado en L’Ordine Nuovo (marzo de 1924), Gramsci introduce la metáfora
de la traducción para trazar su balance de los acontecimientos. Insiste en que los comunistas italianos no
se habían movido “partiendo de lo que sucedía en Italia, de los hechos italianos”, y que no habían logra-
do traducir los núcleos del pensamiento socialista al lenguaje comprensible a todo obrero y campesino
italiano (Gramsci, 2007).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
lector, aunque recibe la negativa a ejercer el derecho de escribir. Recién
en 1929 consigue dicha autorización luego de sufrir sucesivas internacio-
nes, la pérdida casi completa de su dentadura y ataques de uremia que
le provocan la incapacidad de movilizarse. En varios países de Europa
se lanza una campaña clamando por su libertad. En 1935 interrumpe la
escritura de los cuadernos.
Gramsci muere de una hemorragia cerebral en la clínica Quisisana
de Roma, el 27 de abril de 1937, apenas una semana después de su libera-
ción y sin haber podido completar su obra. Familiares y amigos salvan los
manuscritos de la cárcel y los sacan clandestinamente de Italia. Recién
con la caída del régimen fascista y el final de la Segunda Guerra, aparece
una primera edición de los cuadernos –unidos a las cartas a su fami-
lia-, publicados por la editorial Einaudi y revisados por Felice Platone, y
la edición supervisada por el secretario general del Partido Comunista,
Palmiro Togliatti.
Los seis volúmenes de esta primera edición de los Cuadernos se
reordenan, no cronológicamente según su elaboración, sino con arreglo a
los diferentes temas, bajo los siguientes títulos: El materialismo histórico
y la filosofía de Benedetto Croce (1948); Los intelectuales y la organiza-
ción de la cultura (1949); Il Risorgimento (1949); Notas sobre Maquiavelo,
sobre la política y sobre el Estado moderno (1949); Literatura y vida na-
cional (1950); y Pasado y Presente (1951). Tras los cambios en los medios
políticos y culturales de Italia, se publica en 1975 una edición crítica en
la que finalmente se reproducen los textos completos tal como fueron
originalmente escritos.
Acerca de una filosofía de la praxis
Se ha polemizado con respecto a los modos en que Antonio Gramsci
recupera las bases del marxismo. Fue un decidido opositor de la con-
cepción fatalista y positivista del marxismo, según la cual el capitalismo
necesariamente estaba destinado a caer dando lugar a una sociedad so-
cialista. Esta concepción enmascaraba la impotencia política del partido
60 │ Cuadernos de Cátedra
de la clase subalterna, incapaz de tomar la iniciativa para la conquista
de la hegemonía. La dialéctica es instrumento de investigación histórica,
superadora de la visión naturalista y mecanicista de la realidad; es unión
de teoría y praxis, de conocimiento y acción. Puede ser comprendida
solo concibiendo el marxismo como una filosofía integral y original que
inicie una nueva fase en la historia y en el desarrollo mundial en cuanto
supera, incluyéndolos, elementos del idealismo como del materialismo
tradicional.
Señala Paggi (2008) que la lectura gramsciana de Marx implica tres
puntos de partida. Son estos: a) el marxismo es una concepción del mun-
do cuya filosofía es el materialismo dialectico, es decir, la contradicción
como lógica del movimiento histórico; b) debe rechazarse la tendencia
a pensar el materialismo histórico y el análisis económico como inde-
pendiente y autónomo del materialismo filosófico; y c) el marxismo solo
aparece como una perspectiva completa y acabada cuando articula con
su concepción filosófica con la perspectiva científica política que pre-
supone. La propuesta marxista de Gramsci fue siempre una propuesta
política en el doble sentido de su acepción. Tanto como transformación
material de la sociedad como también de producción de conocimiento
sobre la misma. Así, el marxismo será un instrumento interpretativo de
la revolución proletaria.
Como señalamos anteriormente, Gramsci fue un atento lector de la
obra de Hegel. En esta clave, la importancia de la lectura filosófica sobre
la obra de Marx lleva dos consecuencias. La primera es que para el teó-
rico y político italiano la política es inseparable de la historia. La segunda
es que la concepción de la historia no puede reducirse a la de la historia
económica. Por ello es imposible pensar en cualquier tipo de explicación
causal directa entre una variable económica y una consecuencia social
y/o política. La economía no es nunca en Gramsci la explicación última
de cualquier proceso sociopolítico. Los procesos sociales se explican por
el Estado y la historia de las relaciones de clase que son siempre rela-
ciones dialécticas. En este sentido, la dialéctica puede presentarse como
sinónimo de antagonismo. Pero es también el instrumento metodológico
que permite conocer la dinámica de la unidad o totalidad social.
De esta forma el análisis de las formaciones sociales no puede
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 61
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
considerar como dimensiones aisladas la base material de la superes-
tructura jurídico-político. Lo que importa es la dinámica de interdepen-
dencias que se producen entre ambas. Ahí radica la verdadera necesidad
de comprensión de los intelectuales. De hecho, es la reciprocidad entre
base y superestructura donde reside la realidad social a conocer y trans-
formar por los intelectuales marxistas, por lo menos desde la perspectiva
de Lenin y Gramsci.
En este punto cobra importancia la llamada filosofía de la praxis, se-
gún la cual la reflexión a partir y sobre la realidad persigue el único e
inseparable objetivo de su transformación orientada políticamente desde
y para los sectores más postergados de la sociedad. La filosofía de la
praxis supera, entonces, la distinción entre teoría y práctica. La historia
en tanto es la historia del trabajo, se hunde en las prácticas sociales y
desde allí produce conocimientos orientados a la transformación social
de la realidad.
La filosofía de la praxis se diferencia de otros tipos de filosofía, los
cuales se orientan a conciliar, antes que asumir, sus contradicciones y
cuya historicidad será breve:
La filosofía de la praxis, por el contrario, no tiende a resolver
pacíficamente las contradicciones existentes en la historia y en la
sociedad, incluso es la misma teoría de tales contradicciones; no
es el instrumento de gobierno de grupos dominantes para obtener
el consenso y ejercer la hegemonía sobre clases subalternas; es la
expresión de estas clases subalternas que quieren educarse a sí
mismas en el arte de gobierno y que tienen interés en conocer todas
las verdades, incluso las desagradables, y en evitar los engaños
(imposibles) de la clase superior y tanto más de sí mismas (Gramsci
1986: 201).
En consecuencia, la filosofía de la praxis es una expresión de las con-
tradicciones históricas. Mejor aún, es su expresión más completa porque
es consciente de ellas. Por tanto, si se demuestra que las contradiccio-
nes desaparecerán, se demuestra también que la filosofía de la praxis
desaparecerá, será superada: el pensamiento, las ideas, no podrán nacer
ya en el terreno de la lucha. El filósofo de la praxis no puede entonces
evadirse de esas contradicciones, no puede afirmar, más que genérica-
mente, un mundo carente de contradicciones sin crear inmediatamente
62 │ Cuadernos de Cátedra
una utopía. Esto no quiere decir que la utopía no pueda tener un valor
filosófico, puesto que tiene un valor político y toda política es implícita-
mente una filosofía.
La dialéctica marxista: el problema
de la hegemonía
En los Cuadernos de la cárcel, Gramsci atribuye un papel central
a los conceptos de infraestructura (base real de la sociedad, que inclu-
ye fuerzas y relaciones sociales de producción) y superestructura (la
ideología, constituida por instituciones, sistemas de ideas, doctrinas y
creencias). Pero emprende la tarea de actualizar el programa marxista de
transformación política y producción teórica a las necesidades y oportu-
nidades de la Italia fascista e industrializada en la que vivió. Uno de los
conceptos de mayor influencia en todo el pensamiento teórico y político,
remite a la noción de hegemonía. Si bien Gramsci utiliza y discute el
concepto, no es el creador del mismo. Tal como argumenta Portantiero:
Término tradicionalmente usado desde los tiempos clásicos como
sinónimo de supremacía de una comunidad política sobre otras,
a partir de una traslación al latín del término griego hegemon (“el
que marcha a la cabeza”), su uso en dicho sentido, ya en la época
moderna, fue legitimado por los teóricos de la razón de Estado como
opuesto a la noción de equilibrio en las relaciones internacionales
(Portantiero 2008: 115).
Las primeras apariciones del término hegemonía se remontan a los
comienzos del siglo XX en textos de la socialdemocracia rusa. Plejanov
y Lenin se valieron del mismo para analizar aquellos casos en que la
clase obrera reemplazó a la burguesía en sus tareas históricas frente al
absolutismo. De esta manera la “hegemonía” se dirigió a estudiar las re-
laciones entre clases sociales en una formación social específica. Dichas
relaciones se establecen entre la clase obrera y otros grupos subalternos
de la sociedad.
Entre otros sectores subalternos el lugar central está ocupado por la
posición del campesinado en tanto núcleo histórico de una transformación
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
radical. El término “hegemonía” aludía a un proceso específico: “el de la
constitución de un bloque popular revolucionario bajo la conducción,
ideológica y organizativa, del proletariado y de su partido para la con-
quista del poder político” (Portantiero 2008: 115). La hipótesis de Lenin
era que el proletariado, en articulación con el campesinado, constituiría
un bloque hegemónico que liderara el proceso revolucionario. Es así que
en sus versiones originales el término es vinculado a aquello que el mar-
xismo definió como dictadura del proletariado. Portantiero señala que a
mediados de la década de 1920 alude a tres sentidos complementarios:
1- dirección de la clase obrera en la revolución burguesa; 2- dirección de
la clase obrera sobre sus aliados en el proceso de conquista del poder; 3-
dirección de la clase obrera, después del proceso revolucionario, sobre la
sociedad en su conjunto.
Gramsci retoma estas acepciones leninistas y las amplía en los
Cuadernos de la cárcel al considerar a la hegemonía como la expresión
de dos modos en los que se expresa la supremacía de un grupo social: se
define por el ejercicio de las funciones de dirección intelectual y moral
unida a aquella del dominio del poder político. La hegemonía opera por
mecanismos de coerción como de consenso. Toda clase, para afirmar
su poder, debe ejercer el dominio sobre clases antagónicas, pero al mis-
mo tiempo debe asegurarse la dirección de las clases y capas sociales
no antagónicas. Allí reside la capacidad de la clase dominante de hacer
pasar sus intereses como propios de las mayorías. Pero esa relación no
se manifiesta de modo abstracto ni de una vez por todas, se determina
históricamente según el estado de la lucha de fuerzas.
De esta forma, el pensador italiano busca separarse de las lecturas
economicistas del marxismo según la cual toda formación social y sus
integrantes, en última instancia, están determinados por la economía o su
posición en el proceso de producción capitalista. El análisis historiográfi-
co como también el político muestra la insuficiencia de este determinis-
mo. Toda lectura económica sobre una formación social es importante
pero no más que el resto de las dimensiones que componen esa reali-
dad social. Para el estudio de las dinámicas de las formaciones sociales,
Gramsci recupera de Georges Sorel el concepto de bloque histórico: “una
unidad orgánica entre economía, política, ideología y cultura, que, como
64 │ Cuadernos de Cátedra
sistema hegemónico, caracteriza a cada sociedad en sus distintos mo-
mentos” (Portantiero 2008: 117).
Se comprende que la teoría de la hegemonía está ligada a una con-
cepción del Estado capitalista no restringida al gobierno. La “sociedad po-
lítica” está constituida por instituciones políticas y el control legal cons-
titucional, mientras que la “sociedad civil” se define comúnmente como
una esfera privada o no estatal, incluyendo a la economía. Sin embargo,
aclara el intelectual italiano que esta división es conceptual y las dos pue-
den mezclarse en la práctica. Bajo el capitalismo moderno, la burguesía
puede mantener su control económico permitiendo que la esfera política
responda a ciertas demandas de los sindicatos y de los partidos políticos
de la sociedad civil. Así, conduce una “revolución pasiva”, al ir más allá de
sus intereses económicos y permitir que algunas formas de su hegemo-
nía se vean alteradas.
La crisis de la hegemonía se manifiesta cuando, aun manteniendo el
propio dominio, las clases sociales políticamente dominantes dejan de
ser dirigentes de todas las clases sociales, porque no logran imponer su
propia concepción del mundo. Entonces, la clase subalterna se convierte
en dirigente e, incrementando su propia cosmovisión a otros estratos,
crea un nuevo bloque social, volviéndose hegemónico. El momento re-
volucionario aparece inicialmente a nivel de superestructura, pero atra-
viesa a la sociedad en su complejidad, embistiendo hasta las bases de su
estructura económica. De este modo, un grupo social puede convertirse
en clase potencialmente hegemónica, contra las presiones y límites que
impone una hegemonía existente. Se trata, en fin, de una hegemonía “en
proceso de construcción” enfrentada a una ya existente pero viva y mu-
table. La idea de una hegemonía poderosa, y a la vez constantemente
amenazada, resultará clave en las reformulaciones materialistas de la
cultura por parte de los pensadores de Birmingham5.
5.- Se desarrollará en el siguiente capítulo que las ideas seminales de Gramsci son recuperadas particularmen-
te por Williams (2009), para quien la cultura no puede concebirse sino en términos hegemónicos. Junto
con una hegemonía, una “hegemonía alternativa” opera por medio de la conexión práctica de diferentes
formas de lucha que conducen a la actividad revolucionaria. La hegemonía es renovada, recreada, defen-
dida y modificada; la alternativa resiste, se ve limitada, alterada y desafiada por presiones que no le son
propias. Por tanto, existen una hegemonía, una contra-hegemonía y una hegemonía alternativa, todas
ellas reales y persistentes en la práctica.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 65
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
La formación de los intelectuales
orgánicos
En el pensamiento de Gramsci, todos los hombres son intelectuales,
en tanto que todos tenemos facultades intelectuales y racionales, pero al
mismo tiempo no todos los hombres tienen en la sociedad la función de
intelectuales. La actividad intelectual es intrínseca a la vida humana y,
por tanto, inseparable a la actividad manual; son ambas resultado de la
división social de trabajo. ¿Son los intelectuales un grupo social autóno-
mo e independiente, o todos los grupos sociales tienen sus propias cate-
gorías de intelectuales especializados? El problema es complejo debido a
las diversas formas que ha asumido hasta ahora el proceso histórico real
de la formación de las distintas categorías intelectuales.
Gramsci define dos tipos de intelectuales. Por una parte, el intelec-
tual tradicional es el literato, el filósofo, el artista y el periodista. El grupo
social emergente, que lucha por conquistar la hegemonía política, tiende
a conquistar la propia ideología intelectual tradicional mientras, al mismo
tiempo, forma sus propios intelectuales orgánicos. La relación entre am-
bos tipos de intelectuales es compleja. El intelectual orgánico no se limita
a describir la vida social de acuerdo a reglas científicas, sino que expresa,
mediante el lenguaje de la cultura, las experiencias y el sentir que las
masas no pueden articular por sí mismas. La organicidad del intelectual
se mide por la mayor o menor conexión que mantiene con el grupo social
al cual se refiere: ellos operan, tanto en la sociedad civil – el conjunto de
los organismos privados en los cuales se debaten y se difunden las ideo-
logías necesarias para la producción de consenso-, como aquellos donde
se ejercita el dominio directo que se expresa en el Estado y el gobierno
jurídico.
La necesidad de crear una cultura obrera se relaciona con el llamado
gramsciano a una educación capaz de desarrollar intelectuales obreros,
el conocimiento de los problemas de la producción, de la técnica y de
la economía que los afectan, junto con una visión general histórico-hu-
manística de la realidad a modificar. De ahí sus aportes para pensar un
sistema educativo acorde a los intereses de la clase subalterna, que luego
66 │ Cuadernos de Cátedra
fueron teorizados y puestos en práctica por la pedagogía crítica y la edu-
cación liberadora del brasileño Paulo Freire.
Asumiendo que todos los hombres son filósofos, es posible definir
los límites y las características de esta “filosofía espontánea” que, aun-
que inconsciente, encarna una determinada concepción del mundo.
Cuestionar la propia concepción del mundo significa asumir que es re-
sultado de un desarrollo histórico, y en esa elaboración esa concepción
de vuelve unitaria y coherente en la comprensión de que se contradice
necesariamente a otras.
Tal filosofía está contenida en: a) el lenguaje mismo, un conjunto de
nociones y de conceptos determinados y no solo de palabras gramatical-
mente vacías de contenido; b) el sentido común y el buen sentido; c) la
religión popular y el sistema de creencias, de supersticiones, de opinio-
nes, de modos de ver y de actuar, comúnmente llamado “folklore”. Este
conjunto disgregado de elementos nos es impuesto mecánicamente y
nos hace formar parte de un grupo, el de los hombres-masa. Pero luego
se pasa a un segundo momento, donde es elaborada una filosofía que es
relativamente crítica y consciente.
Si la filosofía es la crítica y la superación de la religión y del sentido
común, coincide con el “buen sentido”. El núcleo sano del sentido común,
lo que podría llamarse buen sentido, merece ser desarrollado y hecho
unitario y coherente. Se plantea entonces el problema fundamental de
toda concepción del mundo: convertida en “religión” o cuestión de fe,
trata de conservar la unidad ideológica de todo el bloque social, cimen-
tado y unificado, precisamente, por esta determinada ideología. La fuerza
de las religiones y especialmente de la Iglesia católica, ha consistido en
afirmar enérgicamente la unión doctrinal de toda la masa “religiosa” e
intentar que los estratos intelectualmente superiores no se separen de
los inferiores.
Por eso no se puede separar la filosofía “científica” de la filosofía “vul-
gar” o popular. Esa relación entre filosofía “superior” y sentido común
es asegurada por la política, del mismo modo que la política asegura la
relación entre el catolicismo de los intelectuales y el de los simples. Pero
la filosofía de la praxis es antitética a la católica: no tiende a mantener
a las “gentes sencillas” en su primitiva filosofía del sentido común, sino
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 67
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
que quiere conducirlas a una concepción superior de la vida. Si afirma
la exigencia del contacto entre intelectuales y “simples” no es para man-
tener a estos en su filosofía primitiva, sino “precisamente para consumir
un bloque intelectual-moral que haga políticamente posible un progreso
intelectual de masas y no solo de escasos grupos intelectuales” (Gramsci
1986: 252).
El teórico italiano se pregunta si la elección entre las diversas filoso-
fías es un hecho meramente intelectual o algo más complejo. Y cuál será
entonces la concepción real del mundo: la lógicamente afirmada como
hecho intelectual o la que resulta del obrar de cada uno. La coexistencia
de dos concepciones del mundo, una afirmada de palabra, la otra en el
obrar efectivo, es expresión de los contrastes más profundos de orden
histórico-social. Un grupo tiene su propia concepción del mundo, pero
por razones de sumisión intelectual, ha tomado en préstamo una con-
cepción de otro, la afirma y cree seguirla. Por esto es inseparable la filo-
sofía de la política: la elección y crítica de una concepción del mundo son
también un hecho político.
Ahora bien, la clase obrera no tiene consciencia teórica de su forma
de obrar. Obra prácticamente y al mismo tiempo tiene una consciencia
práctica heredada del pasado, acogida de modo acrítico. La real com-
prensión crítica de sí misma ocurre a través de una lucha de hegemonías
políticas, de direcciones contrastantes, en el campo de la ética, luego de
la política, para llegar a una elaboración superior de la propia concepción
de la realidad.
Llegado a este punto, ¿un movimiento filosófico solo lo es realmen-
te cuando se dedica a desarrollar una cultura especializada para grupos
restringidos de intelectuales o, al contrario, cuando en la labor de elabo-
ración de un pensamiento superior al sentido común y científicamente
coherente, permanece en contacto con las “gentes sencillas”? Retomando
el concepto, una filosofía de la praxis no puede dejar de presentarse ini-
cialmente con una actitud polémica y crítica, como superación del modo
de pensar precedente o existente. Por esto una introducción al estudio de
la filosofía debe exponer sistemáticamente los problemas surgidos en el
proceso de desarrollo de la cultura general, ante la falta de una historia
del sentido común.
68 │ Cuadernos de Cátedra
Resulta de ello que la autoconsciencia crítica significa creación de
una élite de intelectuales, porque para distinguirse y hacerse indepen-
dientes necesitan organizarse. Pero este proceso de creación de los in-
telectuales es largo, difícil, lleno de contradicciones, de avances y reti-
radas, en que la “fidelidad” de la masa es puesta a veces a dura prueba.
El proceso de desarrollo va ligado a una dialéctica intelectuales-masa;
el estrato de los intelectuales se desarrolla cuantitativa y cualitativa-
mente, pero todo salto hacia una nueva complejidad va ligado a un mo-
vimiento análogo de la masa de las gentes sencillas, las cuales se elevan
hacia niveles superiores de cultura y amplían simultáneamente su área
de influencia.
Gramsci advierte que sería interesante estudiar en concreto, en un
país determinado, la organización cultural que mantiene en movimiento
el mundo ideológico y examinar su funcionamiento práctico. La escuela
y la Iglesia son las dos principales organizaciones culturales en todos los
países, junto con los periódicos, las revistas y la actividad editorial, etc.
Pero en todos los países, en diverso grado, existe una gran separación
entre las masas populares y los grupos intelectuales, incluso los más nu-
merosos y más próximos a la periferia nacional, como los maestros y los
sacerdotes. Y esto ocurre porque el Estado como tal no tiene una concep-
ción unitaria, coherente y homogénea, aunque los gobernantes lo afirmen
verbalmente. Los grupos intelectuales están separados entre estrato y
estrato y al interior del mismo estrato.
Los argumentos gramscianos acentúan la importancia de los par-
tidos políticos en la elaboración y la difusión de las concepciones del
mundo, por cuanto elaboran esencialmente la ética y la política confor-
mes a ellas. Los miembros del partido político deben ser considerados
intelectuales, porque lo importante no es el mayor o menos nivel de
graduación, sino la función intelectual que desempeñan, directiva, or-
ganizativa y educativa de las masas. Los partidos seleccionan a la masa
operante, tanto en el ámbito práctico como en el teórico, con una relación
tanto más estrecha entre la teoría y la práctica cuanto que la concep-
ción es vital y radicalmente innovadora y contraria a los viejos modos de
pensar. “Por eso puede decirse que los partidos son los elaboradores de
las nuevas intelectualidades integrales y totalitarias, o sea el crisol de la
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 69
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
unificación de teoría y práctica entendida como proceso histórico real”
(Gramsci 1986: 254).
A modo de cierre
Las condiciones en las que fueron pensados y escritos los Cuadernos,
y la profundidad de las ideas allí vertidas, hacen de su lectura un ver-
dadero desafío intelectual. Las reflexiones gramscianas revelan aún
enormes implicaciones teórico-políticas y merecen en nuestro campo
aproximaciones más agudas. En principio, porque la lectura que Gramsci
hace del legado marxista no es en absoluto ortodoxa. Toda su obra es el
intento de actualizar la obra de Marx en términos histórico-materialistas,
sin desconocer las características que se les presentaban a los sectores
postergados la Italia en la que vivió el pensador socialista. Así, el marxis-
mo recupera todo su valor histórico, en tanto la historia es la historia de
las relaciones de producción y las transformaciones de las mismas son
su devenir histórico. Transformaciones que se dan a partir de las relacio-
nes de conflictividad que marcan la convivencia entre las clases sociales.
Es la política la que asegura la síntesis entre filosofía de la praxis y
sentido común. Invita a entender cuáles son las diversas concepciones
del mundo que se contradicen entre sí, cómo nacen y difunden, cuáles
son sus fracturas u orientaciones en un momento dado. La consciencia
de formar parte de una determinada fuerza hegemónica es la primera
fase para una ulterior y progresiva autoconsciencia. Este proceso no es
un hecho mecánico sino un devenir histórico, que logra avanzar hacia la
posesión real de una concepción del mundo coherente y unitaria. Puede
afirmarse, afirma Gramsci, que el concepto de hegemonía representa un
progreso filosófico además de político-práctico, porque conlleva una uni-
dad intelectual y ética que ha superado el sentido común y se ha hecho
crítica, aunque sea dentro de límites todavía estrechos.
Así, la teoría reivindica la actividad cultural como parte substanti-
va de la lucha política: un frente cultural como necesario junto a aque-
llos económicos y políticos. En términos de bloque hegemónico, el po-
der de las clases dominantes sobre las clases sometidas no está dado
70 │ Cuadernos de Cátedra
simplemente por el control de los aparatos represivos del Estado. Ese
poder reside fundamentalmente en la construcción de una hegemonía
cultural que las clases dominantes ejercen sobre las dominadas, para
que estas vivan su sometimiento como algo natural. Pero ese proceso es
dinámico, inestable. El consenso es indispensable para la conquista del
poder, su conservación y fortalecimiento, pero debe ser constantemente
producido y renovado.
Gramsci nos interpela de este modo como intelectuales críticos,
comprometidos con el proceso de transformación. El quehacer intelec-
tual es, necesariamente, un quehacer político, “doctrina del conocimiento
y sustancia medular de la historiografía y de la ciencia de la política”. Es
en este proyecto de unidad entre teoría y práctica donde la filosofía de la
praxis –en el campo científico, en el ejercicio periodístico- se expresa y
se elabora históricamente.
¿Por qué gustaron los obreros de L›Ordine Nuovo? Porque en los
artículos del periódico encontraban una parte de sí mismos, su
parte mejor, porque notaban que los artículos de L’Ordine Nuovo
no eran frías arquitecturas intelectuales, sino que brotaban de
nuestra discusión con los mejores obreros, elaboraban sentimientos,
voluntades, pasiones reales de la clase obrera torinesa que habían
sido exploradas y provocadas por nosotros, porque los artículos de
L’Ordine Nuovo eran casi el acta de los acontecimientos reales vistos
como momentos de un proceso de íntima liberación y expresión de
la clase obrera (Gramsci 2017: 100).
Referencias bibliográficas
Gramsci, A. (1986) Cuadernos de la cárcel. Era, México.
Gramsci A. (2007) Escritos políticos (1917-1933). Siglo XXI, México.
Gramsci A. (2017) Antología. México, Buenos Aires.
Paggi, L. (2007) “La teoría general del marxismo en Gramsci”. En Gramsci,
A., Escritos políticos (1917-1933). Siglo XXI, México.
Portantiero, J. C. (2008) “Hegemonía”. En Altamirano, C., Términos críti-
cos de sociología de la cultura. Paidós, Buenos Aires.
Williams, R. (2009) Marxismo y Literatura. Las Cuarenta, Buenos Aires.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 71
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO IV
Un recorrido teórico por los
principales aportes de la
Escuela de Birmingham
María Sol Pallero
Después de todo, los Estudios Culturales no consisten en enseñar tanto
la interdisciplinariedad, como, más bien, el pensamiento relacional y
contextual.
Consisten en aprender cómo formular preguntas y cómo usar esas teorías,
metodologías y conocimientos de diversas formaciones discursivas, para
forjar las mejores respuestas posibles, para contar mejores historias.
Grossberg, Lawrence (2012).
Introducción
Como hemos visto en capítulos anteriores, tanto el funcionalismo
como la teoría crítica han tendido a dejar de lado las indagaciones sobre
la cultura y a subestimar su incidencia en las prácticas constitutivas de
hombres y mujeres. Por un lado, la Mass Comunication Research, bajo
su ideal de una ciencia aséptica y cerrada, ha otorgado a la antropología
la responsabilidad del estudio de la cultura. Por el otro, los teóricos de
la Escuela de Fránkfort han reducido el concepto a “lo culto”, asocián-
dolo a prácticas de producción y consumo cultural de la elite, y cata-
logado como “anti cultural” o “no cultural” a todo lo que excedía a esa
clase. Sin embargo, a partir de los ʹ60 asistimos al primer esfuerzo por
72 │ Cuadernos de Cátedra
problematizar el lugar de la cultura en la trama social, y las prácticas
sentidos y representaciones que de ella derivan.
El Centro de Estudios Culturales Contemporáneos (Inglaterra, 1964)
es conocido bajo el nombre Escuela de Birmingham aunque Stuart Hall,
entre otros representantes, considera que más que una escuela de en-
señanza se trató de un centro de investigación, constituido sobre bases
financieras e infraestructurales sumamente precarias. Por eso, en su libro
Sin garantías (2010) este autor prefiere llamarlo Estudios Culturales (EC)
dado el interés de sus intelectuales hacia el abordaje de la trama cultural
y la problematización de los sentidos atribuidos por los actores sociales
al interior de ese entramado. Así, la primera generación comandada por
Richard Hoggart, Raymond Williams, y Edward P. Thompson fue la en-
cargada de inaugurar el análisis de las experiencias de consumo de la
clase social que la teoría crítica despreció y eligió olvidar: la clase obrera.
De hecho, no es casualidad que la amplia mayoría de sus pensadores (a
excepción de Thompson) provinieran de ese estrato social y fueran los
primeros dentro sus familias en acceder a estudios universitarios.
Uno de los rasgos distintivos de los Estudios Culturales reside en
su base marxista, con especial interés por la revisión de la metáfo-
ra base/superestructura desde una perspectiva materialista histórica.
Diferenciándose de la postura antropológica que considera que “todo”
es cultura, los EC conciben a esta última como un campo conflictivo de
lo simbólico, que por su complejidad y dinamismo debe estudiarse de
manera situada. Es por eso que, al momento de leer los aportes de los
autores fundacionales del enfoque, nos encontramos con investigacio-
nes focalizadas en características contextuales, lo cual se evidencia en su
constante referencia al proceso que por entonces atraviesa la sociedad:
la consolidación de la sociedad de masas.
Es con la intención de vislumbrar las contribuciones del Instituto
al campo de la comunicación y la cultura que escribimos este capítulo.
Lejos de pretender ser un mero resumen, se presenta como una herra-
mienta para la lectura y comprensión articulada de los aportes de los
mayores representantes de Birmingham.
Son sus indagaciones sobre la cultura, la ideología y los medios
masivos, y sus revisiones sobre la teoría de la hegemonía, las que han
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 73
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
contribuido a la consolidación de la comunicación y la cultura como
campo científico, apoyadas sobre una base fuertemente interdisciplina-
ria. Es por eso que consideramos esencial la lectura de sus estudios más
representativos para dar lugar a la lectura de los escritos más significati-
vos de los Estudios Culturales latinoamericanos. Esto último con el obje-
tivo, según se propone en el programa general de la materia, de avanzar
en el análisis de problemáticas de carácter más reciente, como de lógicas
y orientaciones que estructuran el campo en estas coyunturas históricas.
A modo de guía de lectura, el presente apartado recupera la divi-
sión de la Escuela de Birmingham en dos paradigmas, propuesta por el
sociólogo Stuart Hall. Bajo esta lógica, se hará referencia en primera ins-
tancia al paradigma culturalista y luego al estructuralista, lo cual resulta
ordenador y útil para entender los principales fundamentos y debilidades
de cada uno. En función de la extensión requerida para este capítulo,
nos abocaremos a los textos de Richard Hoggart, Raymond Williams y
Edward P. Thompson dentro del Culturalismo; y Louis Althusser, David
Morley y Stuart Hall en representación del paradigma estructuralista.
Stuart Hall: dos paradigmas
Stuart Hall (1932-2014) es un intelectual jamaiquino que en 1951
se estableció en Gran Bretaña para iniciar sus estudios en Literatura y
Ciencias Sociales en la Universidad de Oxford. La consolidación de la so-
ciedad de masas y la consecuente apertura de la educación hacia nuevos
sectores, posibilitó su acceso a esta prestigiosa casa de altos estudios.
Años después, se unió al Centro de Birmingham en ese entonces dirigido
por Richard Hoggart, quien en 1968 le cedió su puesto de director, lugar
que Hall ocuparía hasta 1980. En Estudios Culturales: dos paradigmas
(1979), Hall refiere a los dos enfoques antedichos como vertientes que
convivieron dentro del mismo instituto de investigación, cada una con
su particular objeto de estudio, su metodología y su vocabulario, y una
determinada posición al interior del campo.
El Culturalismo es representado por los fundadores, aquellos que
ven a la cultura como un todo social, un instrumento de descubrimiento,
74 │ Cuadernos de Cátedra
interpretación y lucha. Los estructuralistas, por su parte, buscan en las
prácticas culturales la manifestación de la estructura que determina las
condiciones de los sujetos: la ideología. Esto último podría explicar la
pertenencia del paradigma estructuralista dentro un centro de estudios
“culturales”, si bien sabemos que en el Instituto las investigaciones no ne-
cesariamente tenían como objeto central la problematización de la cul-
tura o las prácticas, sentidos y representaciones derivadas de ella. Más
precisamente, se puede afirmar que los pensadores de Birmingham han
contribuido con sus trabajos a conceptualizar el terreno de la comunica-
ción y la cultura.
Partiendo de sus orígenes, vale mencionar brevemente que mientras
el Estructuralismo encontró sus inicios en el academicismo francés, el
enfoque culturalista es conocido por su surgimiento extra-académico,
derivado de las preocupaciones individuales de sus referentes que ter-
minaron por contribuir a la institucionalización de una corriente que
luego se expandió por Estados Unidos y Latinoamérica. En lo relativo a
su universo conceptual, cada paradigma establece categorías clave que
guían sus investigaciones: los estructuralistas ponen el foco en la ideo-
logía como constitutiva de una estructura de sociedad más o menos fija,
mientras que los culturalistas abordan la cultura como un conjunto de
prácticas, significados y valores y la suma de sus interrelaciones, que por
su constante resignificación resulta complejo definir.
Si bien las discrepancias teóricas y conceptuales entre paradigmas
son substanciales, afirma Hall que un análisis más profundo termina
por arrojar puntos de interés en común. Uno de ellos es la preocupa-
ción por la metáfora marxista base/superestructura, clásicamente con-
cebida como una relación de determinación unidireccional. Asimismo,
ambos enfoques recuperan la noción de experiencia, aunque sus distin-
tas perspectivas terminan por alejar las posiciones, principalmente, de
Thompson y su definición de la misma como “el ámbito de lo vivido”. Por
su parte, en Althusser la experiencia no puede ser terreno de nada, en la
medida en que los sujetos establecen relaciones solo imaginarias con sus
condiciones materiales de existencia. Más adelante nos dedicaremos a
abordar estos temas con mayor profundidad.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 75
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
El Culturalismo
De este modo sintetiza Hall las contribuciones del primer paradigma:
Históricos o contemporáneos, sus enfoques estuvieron enfocados
por, organizados a través de y constituidos como respuestas a, las
presiones inmediatas del tiempo y la sociedad en que fueron escritos.
No solo tomaron a la “cultura” en serio –como una dimensión
sin la cual las transformaciones históricas, pasadas y presente,
simplemente no podían ser adecuadamente pensadas- sino que
fueron en sí mismos culturales (Hall 2010: 30).
Los inicios del Centre for Contemporary Cultural Studies (CECC) es-
tuvieron marcados por las reflexiones de su fundador, Richard Hoggart.
La cultura obrera en la sociedad de masas (2013, publicado originalmen-
te en 1957) es su principal obra, en la que materializa sus indagaciones
sobre las tradiciones culturales de la clase trabajadora urbana y el im-
pacto de la cultura de masas sobre sus hábitos y costumbres. Según ar-
gumenta Lawrence Grossberg, “Hoggart quería trasladar el análisis del
ámbito de la cultura elevada a la cultura de las clases populares y medias,
que iban ocupando un lugar cada vez más central en las sociedades occi-
dentales modernas” (2012: 27).
Bajo ese propósito, en el tercer capítulo de su libro Hoggart hace re-
ferencia a la clasificación de la sociedad comúnmente utilizada por el
grupo social que él analiza: “ellos” y “nosotros”. Refiere a “ellos” como
la cultura dominante, numerosa y poderosa formada por “los que están
más arriba” y se diferencian radicalmente de “nosotros”, esto es, la clase
obrera a la que Hoggart estudia y a la cual pertenece. Agrega que la rela-
ción entre ambos se da en términos de alteridad en tanto no es posible la
existencia de un grupo sin el otro. Asimismo, aclara que más que de una
separación de acuerdo con variables económicas o salariales, se trata
de una distinción en términos de conducta: tal como expone a modo de
ejemplo, si un médico se gana el aprecio de sus pacientes, más allá de su
pertenencia a “ellos” como ente social, no será considerado como tal. En
la misma línea, tanto los curas como los empleados públicos, maestros
o jueces, pueden ser considerados o no como “ellos” dependiendo de su
comportamiento.
76 │ Cuadernos de Cátedra
Resulta importante mencionar que si bien Hoggart parte de la no-
ción de clase trabajadora, a medida que avanza en la escritura de su libro
opta por reemplazar esa expresión por la de cultura obrera. Esta decisión
responde a la idea de que la palabra “clase” implica un cierto grado de
consciencia de los individuos respecto de sus condiciones políticas de
subordinación/dominación. Dentro de la cultura obrera, argumenta, las
personas tienen consciencia de sus condiciones culturales, pero no así
políticas –por ende, tampoco de clase, en un sentido marxista-, en la
medida en que no sienten la necesidad de transformar sus condiciones
de vida por medio de la lucha común.
Según manifiesta el autor, con la consolidación de la sociedad de
masas se produjeron una serie de transformaciones concebidas como
mejoras en la calidad de vida, en los servicios de salud, en el acceso a
bienes de consumo, en mejores oportunidades educativas. No obstante,
considera necesario reflexionar sobre las implicancias de dicho “progre-
so” en el ámbito cultural.
Al ser conscientes de sus condiciones culturales, los individuos con-
sumen determinados bienes en relación a sus capacidades y limitaciones
para la comprensión, lo cual se evidencia en la apropiación de literatura
que prioriza las ilustraciones y fotografías -como historietas y cómics- y
deja en segundo plano la escritura. En este escenario, Hoggart considera
que la aparente inclusión de la cultura obrera al mundo literario no solo
termina por aumentar la división entre “ellos” y “nosotros”, sino que deja
expuesto el papel estratégico de los medios de comunicación para tener
una mayor llegada a la cultura obrera. La prensa gráfica, la radio y la te-
levisión instalan dentro de esta clase conservadora y sin proyección una
idea de futuro utópico por medio de publicidades que les prometen el
“progreso” al que los integrantes de la cultura obrera le guardan un gran
respeto en tanto lo asocian con los avances en su situación material de
los últimos cincuenta años. Esto es lo que Hoggart llama culto al progre-
so, mecanismo que permite alcanzar el progreso solo en forma simbólica
y que los obreros se enfoquen en “vivir el presente”, sin posibilidad de
transformar sus condiciones de existencia.
Por estas razones, el autor desarrolla una crítica aguda a los medios
de comunicación por considerar que responden a intereses dominantes,
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
en tanto profundizan el estado de subordinación de la cultura obrera.
Habla de una degradación cultural que lejos está de contribuir a la demo-
cratización del conocimiento que se prometía con la consolidación de la
sociedad de masas, y que evidencia que las transformaciones producidas
en los últimos cincuenta años no necesariamente constituyen mejoras o
modificaciones del statu quo.
El segundo exponente fundacional del Culturalismo es Raymond
Williams. En América Latina, es reconocido como “la mayor influencia
teórica en tiempos de consolidación de la disciplina, y su pensador más
consistente y original” (Cevasco 2013: 93). En Marxismo y Literatura (pu-
blicado en 1977), Williams recupera importantes aspectos de las obras de
Karl Marx y Antonio Gramsci, con el objetivo de alcanzar formas supera-
doras de definir y concebir a la cultura, la metáfora base/superestructura
y el campo de lo hegemónico.
Para hacer de este un apartado claro y ordenado, resulta apropiado
referir en primera instancia a la revisión y posterior cuestionamiento del
autor hacia la fórmula base/superestructura. Como sabemos, el postu-
lado de Marx establece que los seres humanos, en el marco de deter-
minados modelos sociales, políticos y económicos, contraen relaciones
de producción que son las que acaban por determinar su consciencia,
esto es, la superestructura política, jurídica e ideológica. Ahora bien, para
Williams, referir a la relación base económica- superestructura ideológi-
ca en términos de determinación de la primera sobre la segunda, cons-
tituye una forma de reducir una trama que se percibe como mucho más
compleja. Por esta razón, propone superar el determinismo marxista por
medio de un modelo de interaccionismo radical que establece que no
solo la base material determina la superestructura, sino que esta última
condiciona a la primera. En este escenario, aparece la cultura como me-
diadora entre ambas partes, contribuyendo a un mayor dinamismo entre
las relaciones sociales.
Él está discutiendo contra las operaciones literales de la metáfora
base/superestructura, que en el marxismo clásico adscribía el
ámbito de las ideas y de los significados a las “superestructuras”,
ellas mismas concebidas como meros reflejos y determinaciones
simples de la “base”, sin una efectividad social propia (Hall 2010: 33).
78 │ Cuadernos de Cátedra
Sin dudas, estos aportes son sumamente significativos en tanto rei-
vindican la importancia de la cultura para producir significados y valores
que participan activamente en la vida social. Por eso es necesario pensar
en la cultura como una fuerza productiva que opera según las presiones
ejercidas por el modo de producción dominante, y concebirla no como
un mero efecto de la superestructura, sino como un elemento funda-
mental para la organización de la sociedad. Todas estas consideraciones
nos invitan a seguir indagando en la obra de Williams y su interés por el
abordaje de la cultura, en relación a los aportes de Antonio Gramsci.
Como vimos en el capítulo anterior, Gramsci reflexiona en sus
Cuadernos (luego publicados bajo los títulos Los intelectuales y la or-
ganización de la cultura (1997) e Introducción a la filosofía de la praxis
(1998), entre otros) que si bien todos los hombres son intelectuales –en
tanto cuentan con una capacidad de pensamiento que les permite cons-
truir una determinada cosmovisión del mundo- no todos ejercen en la
sociedad la función de intelectuales. Esta tarea solo les cabe a los inte-
lectuales orgánicos, portadores de un “buen sentido”, a quienes Gramsci
les encomienda superar las barreras del status quo puestas por los inte-
lectuales tradicionales y luchar para generar en las masas la consciencia
crítica necesaria para la transformación.
Esta tensión entre grupos intelectuales con intereses contrapuestos,
se da al interior de un campo de lucha por la producción de sentido.
En este contexto, uno de los grandes aportes de Williams consiste en
recuperar la categoría gramsciana de hegemonía para referir a la lucha
antedicha y otorgarle un mayor grado de conceptualización. Bajo este
propósito define a la hegemonía como “un proceso, un complejo efectivo
de experiencias, relaciones y actividades en relación con la totalidad de la
vida; un vívido sistema de significados y valores que en la medida en que
son experimentados parecen confirmarse recíprocamente” (2009: 145).
De esta manera, Williams logra superar el problema de la dominación en
Marx como un mecanismo netamente coercitivo al hablar de un proceso
dinámico en el que se dan relaciones basadas en el consenso, aunque no
se descarta el uso de la coerción en tiempos de crisis.
En el campo de lo hegemónico, distintos sectores se articulan y un
bloque se encuentra en una posición dominante respecto al resto. Es en
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
este contexto que Williams afirma, releyendo a Gramsci, que la hegemo-
nía no se da de modo pasivo como una forma de dominación, sino que
debe ser continuamente renovada, defendida y modificada, ya que suele
ser resistida y desafiada por presiones que de algún modo le son propias.
Por eso, recupera la idea de contrahegemonía para referir a una fuerza
que detenta el poder del bloque hegemónico y sin la cual no se podría
hablar de hegemonía, en tanto su relación constituye la dinámica de las
clases sociales. Asimismo, retoma las conceptualizaciones del filósofo
respecto a las hegemonías alternativas, pequeños bloques que por su
nivel de consolidación no llegan a constituir contrahegemonías, pero que
participan activamente y dinamizan el campo.
Dentro de esta lógica, el bloque de poder actúa por selección o por
neutralización de determinados valores del pasado con el objetivo de uti-
lizarlos en el presente, ya sea para incorporarlos o rechazarlos. Es por
medio de este mecanismo denominado por Williams tradición selecti-
va que los elementos del pasado que intervienen en el proceso cultural
pueden adquirir cuatro posiciones. Por un lado, los elementos arcaicos
son aquellos que tienen un desuso absoluto y no se encuentran en acti-
vidad dentro del proceso cultural; por otro, los residuales tienen un pro-
tagonismo más importante en el presente hegemónico que los arcaicos y
tienden a recuperar aspectos del pasado que son resignificados. En ter-
cer lugar, los elementos emergentes son aquellos nuevos significados,
valores, prácticas y relaciones que surgen continuamente, son difíciles
de distinguir y una vez consolidados pasan a considerarse elementos
dominantes. Finalmente, los elementos dominantes son aquellas prác-
ticas y formas de significarlas establecidas culturalmente como las más
adecuadas.
Como se expuso en párrafos anteriores, en su trabajo por concep-
tualizar la hegemonía Williams no deja de lado el lugar de la cultura. La
noción de hegemonía recuperada de Gramsci resulta central para cons-
truir una descripción perfeccionada del proceso de producción y repro-
ducción de la cultura. Esta relación entre ambas categorías debe ser en-
tendida en términos de superación, tal como se enuncia: “hegemonía” es
un concepto que incluye, superándolos, los conceptos de cultura como
el de ideología, en el que sistema de significados y valores constituye la
80 │ Cuadernos de Cátedra
expresión o proyección de un particular interés de clase (Williams 2009).
Esta definición no solo deja en claro que la cultura como campo de
producción de sentidos se encuentra inmersa en procesos de domina-
ción y control hegemónicos, sino que además permite dialogar con la
noción de ideología hasta entonces dominante. En esta línea, Williams
considera que la categoría de ideología se reduce a las formaciones de
la clase dominante consideradas “manipulantes” y “de adoctrinamiento”.
Por el contrario, la hegemonía constituye todo un cuerpo de prácticas,
significados y valores que representan la realidad de la mayoría de la
gente.
Finalmente, vale referir a E. P. Thompson como el autor de uno de los
libros que cambió la manera de hacer historia en Inglaterra. La formación
de la clase obrera en Inglaterra (publicado en 1963) constituye “uno de los
más poderosos momentos de la tradición de recuperar la ´historia de los
de abajó , no como mero apéndice de la historiografía oficial sino como un
movimiento impulsor de la historia en general” (Cevasco 2013: 20).
Thompson ingresó al Partido Comunista de Gran Bretaña en 1942
cuando estudiaba historia en Cambridge, y reactivó su militancia una vez
terminada la Segunda Guerra Mundial. Por eso, La formación… refleja sus
dos facetas: la de activista político y la de historiador, ambas articuladas
en un exitoso intento por investigar cómo se formó la clase obrera en su
país, desterrando la idea de que la clase viene dada con la aparición y
consolidación del modo de producción que la crea.
Neomarxista al igual que Williams, este autor muestra de qué mane-
ra la clase obrera participó en su propia gestación y recrea las experien-
cias de personas que sufrieron una pérdida de estatus y libertad, fueron
degradadas y aún así crearon una cultura y una consciencia política de
gran vitalidad (Fontana 2013). Esas experiencias eran las de obreros y
sindicalistas, que revivían durante las clases que dictaba Thompson re-
cuerdos de sus padres y anécdotas que materializaban el lugar precario
de la clase obrera dentro las relaciones de producción.
Ya en el prefacio de su libro, Thompson marca la necesidad de con-
cebir a la “clase” no como una categoría o una estructura, sino como una
relación histórica que unifica sucesos dispares y aparentemente desco-
nectados que deben encarnarse en gente real y en un contexto real. Fiel
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 81
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
a este propósito, analiza la formación de la clase obrera en Inglaterra en
el marco de un proceso histórico de industrialización, cuyas desiguales
relaciones productivas obligaron a los trabajadores a realizar acciones de
lucha que evidencian una consciencia de clase. Así:
la clase cobra existencia cuando algunos hombres, de resultas de sus
experiencias comunes (heredadas o compartidas), sienten y articulan
la identidad de sus intereses a su vez comunes a ellos mismos y
frente a otros hombres cuyos intereses son distintos (y habitualmente
opuestos a) los suyos. La experiencia de clase está en ampliamente
por las relaciones de producción en las que los hombres nacen, o en
las que entran de manera involuntaria. La conciencia de clase es la
forma en que se expresan esas experiencias en términos culturales:
encarnadas en tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas
institucionales (Thompson 1989: 14).
Clase, consciencia y experiencia se presentan como indispensables
no solo en este fragmento sino en toda la obra de Thompson. Respecto a
la última, ya habíamos mencionado en las primeras líneas de este capí-
tulo la importancia que le atribuye el autor a esta categoría al concebirla
como “el terreno de lo vivido”. En Estudios culturales: dos paradigmas,
Stuart Hall expone las diversas formas en que Thompson suele emplear
el término “experiencia”:
…en el sentido más frecuente de consciencia, como en las formas
colectivas en que los hombres “manejan, transmiten o distorsionan”
sus condiciones dadas, las materias primas de la vida; a veces
como el ámbito de lo “vivido”, el término medio entre “condiciones”
y “cultura”; y a veces como las condiciones objetivas mismas, a
las cuales son opuestas las formas particulares de la consciencia
(Thompson 2010: 37).
En todos los casos, se trata de definiciones articuladas con una di-
mensión histórica6 que permite pensar las prácticas y las relaciones en-
tre sujetos. Evitando considerar a las experiencias como homogéneas,
6.- La dimensión histórica, tan presente en Thompson, constituye una de las principales ausencias en los apor-
tes iniciales de Williams. Esto se materializó en la crítica del primero al segundo en la reseña de “The Long
Revolution”, en la que Thompson reprochó la concepción de cultura como “forma total de vida” esbozada
por su colega. Según el autor, esta definición idealista representa una forma de evadir los conflictos entre
las culturas de clase y los intereses que convergen en las luchas entre formas opuestas de vida, contri-
buyendo así a pensar a la cultura como un ámbito separado de la vida en concreto. Por estas razones,
Thompson considera que cada modo de producción es también una cultura y todo conflicto de clases, una
lucha entre modalidades culturales.
82 │ Cuadernos de Cátedra
Thompson asegura que la consciencia en tanto forma de expresión de las
experiencias surge de manera similar en diferentes momentos y lugares,
pero nunca exactamente del mismo modo. Por eso, si bien es posible en-
contrar una lógica en las respuestas de grupos con características comu-
nes que pasan por experiencias similares, no se puede enunciar una ley
que las englobe. Implica, en última instancia, de dónde y cómo la gente
experimenta sus condiciones de vida, las define y responde a ella. Un claro
ejemplo de ello son las revueltas obreras que representan intentos por pro-
mover una revolución democrática, las cuales son tomadas por Thompson
como casos de análisis de procesos de acción colectiva y protesta social.
En síntesis, La formación de la clase obrera en Inglaterra fue y es un
controversial libro para todos aquellos historiadores que pretendieron en-
terrar la lucha de clases. Y también una innovadora contribución teórica
por su concepción de “clase” como relación histórica, en sus profundas
preocupaciones en el proceso de formación de una consciencia colectiva.
La vertiente estructuralista
En contraste con el primer paradigma de los EC, en el Estructuralismo
el problema de la cultura no tiene un lugar preponderante. En cambio, sus
recorridos han sido articulados en gran medida en torno al concepto de
“ideología”. Al hablar de ideología es habitual referenciar a Louis Althusser,
por lo que a este paradigma también se lo conoce como althusseriano.
Este filósofo postmarxista y representante del estructuralismo francés,
ve la necesidad de conceptualizar categorías tradicionales del marxismo
ortodoxo. Por eso, en Ideología y aparatos ideológicos del Estado (1988)
lleva adelante revisiones críticas de la metáfora base/superestructura.
En una línea similar a los culturalistas, Althusser considera que el
determinismo económico de la base sobre la superestructura debe en-
tenderse en términos de sobredeterminación7, en tanto se puede recono-
cer una incidencia mutua, sin perder de vista cierto grado de autonomía
7.- Continuadores del estructuralismo, los politólogos Chantal Mouffe y Ernesto Laclau consideran fallido este
intento por definir el concepto. En Hegemonía y Estrategia Socialista, conceptualizan a la sobredetermi-
nación como “un tipo de fusión muy preciso, que supone formas de reenvío simbólico y una pluralidad
de sentidos” (1987: 110).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 83
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
que cada una posee. En una sociedad capitalista en la que reinan las re-
laciones de dominación, Althusser propone pensar en la reproducción
de las condiciones de producción, lo cual supone la reproducción de las
fuerzas productivas y las relaciones de producción existentes, para así
contribuir con lo que más tarde sería su teoría de la ideología.
En tanto el sujeto se presenta como mero reproductor de condicio-
nes que le son dadas y sobre las cuales no puede elegir, el autor define
a la ideología como “la representación de la relación imaginaria de los in-
dividuos con sus condiciones materiales de existencia” (1988: 18). Por eso
infiere, aunque no lo expresa explícitamente, que en este sentido los suje-
tos son pasivos en tanto la ideología los configura como tales, dentro de un
universo de dominación en el que no hay práctica sin ideología, y no hay
ideología sin sujetos. En sus palabras, “la categoría de sujeto es constitutiva
de toda ideología en tanto toda ideología tiene por función (función que la
define) la ´constitucióń de los individuos concretos en sujetos” (1988: 22).
Es en este contexto donde se desarrolla la tesis central de Althusser,
que establece que la ideología interpela a los “individuos” como sujetos.
Esta afirmación ha repercutido en sus discípulos, para quienes el funcio-
namiento de la instancia ideológica en relación a la reproducción de las re-
laciones de producción, consiste en “la interpelación en tanto subjetivación
del sujeto como ideológico, de tal manera que cada uno esté conducido sin
darse cuenta y teniendo la impresión de ejercer su libre voluntad” (Pêcheux
1978: 232). Esta idea permite explicar la negación del Estructuralismo
a concebir a la experiencia como el ámbito de lo vivido, en tanto sus
pensadores consideran que los sujetos no pueden actuar por sí solos sin
ser interpelados por la ideología: como se advirtió antes, a diferencia del
Culturalismo y la importancia atribuida por sus representantes al terreno
de la experiencia, los estructuralistas afirman que, ante la “omnipresencia”
de la ideología, la experiencia no puede ser el terreno de nada: los sujetos
realizan sus acciones en forma inconsciente y determinada.
Para referir a las distintas formas en las que opera la ideología,
Althusser recupera la teoría del Estado que le otorga a este último el pa-
pel de “aparato represivo”. Desde esta perspectiva, el Estado es una má-
quina que, mediante el uso de la violencia, garantiza la superioridad
de la clase dominante por sobre la obrera en función de la explotación
84 │ Cuadernos de Cátedra
capitalista. Ahora bien, según el autor los teóricos del marxismo han tra-
tado al Estado como una realidad más compleja que la que se acaba de
exponer. Por eso, resulta necesario conceptualizar aquellas ideas latentes
en la práctica, pero ausentes en la teoría.
Con este objetivo es que Althusser hace referencia a los aparatos
ideológicos del Estado (AIE) como cierto número de realidades que se
presentan bajo la forma de instituciones distintas y especializadas, tales
como la escuela, la iglesia y los medios de comunicación. Estos aparatos
que funcionan mediante la ideología – y en menor medida, por medio
de acciones represivas disimuladas-, se distinguen del aparato represivo
del Estado. Este último funciona mediante la violencia –y solo secun-
dariamente a través de la ideología- y está representado por las fuerzas
policiales y el ejército. Ambos aparatos constituyen cuerpos que forman
parte de “el aparato de Estado” que no debe confundirse con “el poder
del Estado”, objeto y espacio de lucha que es ejercido desde el aparato
jurídico-político del Estado y sus variantes.
Bajo la lógica de la ideología se intenta disminuir el espacio que se-
para “lo real” de “lo vivido”, entendiendo a esto último como lo imagi-
nado, ya que la ideología representa una relación imaginaria. Los seres
humanos no son autores ni sujetos de procesos sociales, sino efectos de
jerarquías estructurales. El propio modo de producción que determina,
en última instancia, todas las estructuras, será mejor entendido si se lo
concibe estructurado como un lenguaje, como una combinación selecti-
va de elementos invariables (Cevasco 2013). Y aquí a aparece la influen-
cia de Saussure quien, junto con Lévi-Strauss, fueron recuperados por
Althusser para conceptualizar al campo ideológico como una estructura
de posiciones determinadas en la que los sujetos están condicionados.
Sin embargo, queda por preguntarse hasta qué punto la relectura de
Lévi-Strauss conserva la esencia de sus aportes teniendo en cuenta el lu-
gar secundario que Althusser le otorga a la cultura, categoría privilegiada
en la obra del antropólogo estructuralista. Considera que la cultura no es
una práctica en la que los seres humanos crean sus significados y valo-
res. Se trata más bien de una estructura de la ideología localizada en otras
estructuras. Esta ideología está incrustada en instituciones, los aparatos
ideológicos del Estado, cuya función es la reproducción de las relaciones
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
de producción. La cultura constituiría “a individuos concretos en sujetos”,
sin posibilidad de escapatoria. Esta visión de Althusser de la cultura y del
reducido papel del ser humano en el cambio social, no puede agradar a
un activista como Thompson, quien inició su libro con la memorable fra-
se: “La clase trabajadora no surgió como el sol, a una hora determinada.
Estaba presente en su propia formación” (Thompson 1989: 101-102).
Siguiendo con el Estructuralismo, cabe destacar que Stuart Hall pue-
de ser reconocido como uno de los principales referentes de la segunda
etapa, aunque, como hemos señalado, logra describir las contribuciones
de mayor relevancia del paradigma culturalista, derivadas mayormente
de las debilidades del Estructuralismo. Además de estas revisiones, se le
atribuye el esfuerzo de articular los grandes problemas seminales de los
EC con el interés creciente en las comunicaciones de masas, especial-
mente en su emblemático Codificar y decodificar (1993).
El autor inicia su texto con la afirmación de que, tradicionalmente, las
investigaciones en comunicación se han basado en el esquema emisor
mensaje-receptor, reiteradamente cuestionado por su carácter lineal y
por la ausencia de una concepción de la comunicación como una es-
tructura compleja de relaciones. Concibe el circuito comunicativo como
una cadena de momentos compleja y articulada –producción, circula-
ción, consumo, reproducción-, cuyas prácticas interconectadas permiten
mantener el circuito a través del “pasaje de formas”. Hall habla en térmi-
nos de codificación y decodificación como partes de un proceso que no
puede entenderse por fuera de las condiciones en las que el mensaje es
producido y recibido.
Hall refiere al acto de codificar como la construcción de determina-
dos signos en un mensaje a ser comunicado, y a la decodificación como
la comprensión de los significados que derivan de ese mensaje. Para
el caso de la televisión, ambos actos constituyen pilares fundamenta-
les de lo que denomina “proceso de comunicación televisivo”, que inicia
con la producción del mensaje por parte de estructuras institucionales
de broadcasting. Por su parte, el consumo y la recepción del mensaje
también forman parte, según Hall, de la instancia anterior en tanto es-
tán relacionadas: “son momentos diferenciados dentro de la totalidad
formada por las relaciones sociales del proceso comunicativo como un
86 │ Cuadernos de Cátedra
todo” (Hall 1993: 2). Finalmente, hay un momento posterior en el que el
mensaje debe ser apropiado en tanto discurso significativo y estar sig-
nificativamente codificado, para así lograr un efecto determinado en las
audiencias.
En otras palabras, se trata de que el mensaje codificado sea deco-
dificado conforme los intereses de quien lo emite. Y es aquí donde Hall
realiza su principal aporte:
El proceso comunicativo consiste no en una asignación
a-problemática de cada ítem visual a su posición dada dentro
de un conjunto de códigos pre-asignados, sino que consiste en
reglas performativas – reglas de competencia y uso- que buscan
activamente reforzar o proferir algún dominio semántico sobre otro
del mismo modo que ítems o normas dentro y fuera de sus conjuntos
apropiados de significaciones (Hall 1993: 6).
Refiere a esta intención por imponer clasificaciones del mundo polí-
tico, social y cultural bajo el nombre de orden cultural dominante, dentro
del cual los medios de comunicación representan dispositivos ideológi-
cos que legitiman y reproducen la lógica hegemónica. Por eso, el trabajo
de los medios dentro de esta dinámica consiste en reforzar y dirigir la
decodificación de un evento dentro del límite de definiciones dominantes
en las cuales dicho evento ha sido connotado, esto es, significado, en
relación a determinadas intenciones. Sin embargo, aún bajo esas deter-
minaciones, el medio no puede garantizar qué códigos se actualizan al
momento de la lectura.
David Morley retoma estas nociones en su libro “Televisión, audien-
cias y estilos culturales”, donde se propone analizar a las audiencias en
sus vínculos con los medios de comunicación. En relación a ello, en el
tercer capítulo expone una síntesis de su trabajo de investigación realiza-
do en el Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de Birmingham:
Este proyecto comenzó por analizar, con bastante detalle, las
características que el programa de televisión “Nationwide” recibía
de ciertos artificios formales, modos específicos de dirigirse a
la audiencia, y formas particulares de organización textual. En
una segunda etapa, el proyecto examinó la interpretación que los
individuos de diferentes orígenes sociales hacían del material de ese
programa (1996: 111).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 87
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Morley se interesó por abordar, por un lado, la estructura del mensa-
je televisivo, y por el otro, las características de los destinatarios, en base
a los aportes de la Semiótica y la Sociología, respectivamente. Esta meto-
dología viene a romper con lo que el autor denomina un “efecto péndu-
lo” que ha dominado las investigaciones sobre medios de comunicación.
Uno de los polos del péndulo está representado por el modelo “hipo-
dérmico” que enfatiza en “lo que los medios hacen con las personas” y
supone que todos los mensajes mediáticos ejercen un efecto directo en
su audiencia, razón por la cual el análisis se centra en las características
de esos mensajes. El polo restante se asocia con el enfoque de “usos y
gratificaciones” que estudia “lo que la gente hace con los medios”: las
audiencias “prestan atención” a los mensajes mediáticos y los “reciben”
de modo selectivo, pasando por alto mensajes hostiles. Desde esta últi-
ma perspectiva, los medios desempeñan un papel más “limitado” porque
solo refuerzan disposiciones previas.
Con su propuesta de problematizar ambos polos, Morley deja de
pensar en términos de audiencias completamente libres, o bien pasivas y
manipuladas. Por el contrario, considera al acto de mirar televisión como
un proceso activo de decodificación e interpretación mediado por múl-
tiples factores que caracterizan el contexto de cada espectador. Por esta
razón, el autor recupera los sistemas de valores propuestos por Frank
Parkin -dominante, subordinado y radical- para luego enunciar tres posi-
ciones que puede tomar el decodificador ante el mensaje codificado. Por
un lado, la aceptación del sentido que le ofrece el marco interpretativo
que el mensaje propone. Por otro, el decodificador puede apropiarse del
sentido codificado adaptándolo a su contexto, es decir que puede modifi-
car o torcer parcialmente el sentido, optando así por una lectura negocia-
da. Finalmente, puede realizar una interpretación del mensaje que ma-
nifieste su oposición hacia el mismo y el contexto en que fue codificado.
Sin embargo, el carácter activo antedicho no anula la posibilidad de
que la audiencia sea condicionada. Morley trae a su análisis a los me-
dios de comunicación como dispositivos ideológicos: no niega que la
audiencia sea influida por elementos dominantes. Estos elementos “pe-
netran” de distintas maneras a cada uno de los espectadores y tienden a
“encaminar” el mensaje para que se realicen determinadas lecturas. En
88 │ Cuadernos de Cátedra
consecuencia, interesa a la investigación articular la cuestión teórica del
mantenimiento de la hegemonía con la cuestión empírica sobre las ope-
raciones que emplea un programa particular para “preferir” una serie de
sentidos o definiciones por encima de otros.
La complejidad del problema lleva a Morley a criticar los estudios
cuantitativos. Expresa en su libro que el comportamiento de la audiencia
frente a los medios no puede analizarse mediante el método cuantitativo,
“sino [por medio de] métodos mejorados, de modo tal que podamos no
solo medir lo que hacen los diferentes tipos de audiencia, sino también
comprender cómo y porqué lo hacen como lo hacen” (Morley 1996: 252).
Su aproximación es cualitativa, a partir de la técnica de los grupos focales
que atribuye gran importancia al lenguaje y a la construcción colectiva
de interpretaciones. Opta por el método etnográfico, tradicionalmente
asociado a la antropología, a los efectos de estudiar el proceso de comu-
nicación en espacios y momentos reales, en el marco de su propuesta de
una etnografía de audiencias.
A modo de cierre
En este capítulo se problematizan los principales aportes de los re-
presentantes del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos que
comprende la asignatura Comunicación y Cultura I. Persiguiendo este
objetivo, se realizó breve repaso por la historia y desarrollos de la Escuela
de Birmingham, y se brindaron algunas claves para orientar la lectura de
los escritos más significativos de los dos paradigmas. En este contexto,
el escrito revisionista de Hall resultó esencial para tener una aproxima-
ción a los principales ejes, alcances y limitaciones del Culturalismo y el
Estructuralismo.
Sintetizando, se pueden recuperar las “grandes fuerzas” de ambos en-
foques. Por un lado, el intelectual jamaiquino destaca del Estructuralismo
su alto grado de abstracción y su énfasis en las condiciones determina-
das, asociadas a la categoría de sobredeterminación de Althusser. Por
otro lado, reconoce como fortaleza el haber descentrado la experiencia,
al considerarla no como un reflejo de lo real sino como un efecto de la
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
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distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
“relación imaginaria” de los individuos con sus condiciones materiales de
existencia, por obra de la ideología.
A su vez, las fuerzas del Culturalismo pueden derivarse de las debi-
lidades de la posición estructuralista. Una prueba de ello es la crítica de
sus representantes hacia “el proceso sin sujeto” del Estructuralismo, el
cual dista de su idea de la cultura como un proceso dinámico que nece-
sita de sujetos activos que se apropien de ella. Sumado a ello, su abordaje
de la consciencia y el alto grado de reflexividad que esta implica, conti-
núa acentuando las distancias entre Culturalismo y Estructuralismo. Sin
embargo, más allá de los aspectos que los diferencian como paradigmas
dentro de un mismo instituto de investigación, en ambos prevalece la
revisión de la metáfora base/superestructura, fallida pero necesaria, en
tanto representa el centro del problema que en algún momento permitirá
superar las oscilaciones entre idealismo y reduccionismo.
Con el foco puesto en la cultura, emerge como proyecto insoslaya-
ble la concreción de rupturas significativas. En este sentido, los Estudios
Culturales vienen a contribuir a esas rupturas al estudiar las manifesta-
ciones de una clase social olvidada que fue problematizada por intelec-
tuales pertenecientes a ese mismo grupo: la cultura obrera. Y si bien ni
el Estructuralismo ni el Culturalismo bastan como modelos explicativos,
ofrecen nociones fundamentales para repensar el lugar de la cultura y
de la ideología en la consolidación del campo comunicacional, como la
vigencia de la teoría de la hegemonía que, por su constante reconfigu-
ración histórica, necesita de nuevas investigaciones que “actualicen” el
conocimiento producido.
Referencias bibliográficas
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Lacan. Nueva Visión, Buenos Aires.
Cevasco, M. E. (2013) Diez lecciones sobre estudios culturales. La Marca,
Buenos Aires.
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Inglaterra”. Revista Sociología Histórica. Barcelona: Universidad Pompeu Fabra.
90 │ Cuadernos de Cátedra
Gramsci, A. (1997) Los intelectuales y la organización de la cultura. Nueva
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Gramsci, A. (1998) Introducción a la filosofía de la praxis. Fontamara,
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Grossberg, L. (2012) Estudios culturales en tiempo futuro. Cómo es el tra-
bajo intelectual que requiere el mundo de hoy. Siglo XXI, Buenos Aires.
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Hall, S. (2010) “Estudios culturales: dos paradigmas”. En Sin garantías.
Problemáticas y trayectorias en los estudios culturales. Universidad
Andina Simón Bolívar, Envión, Ecuador.
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Buenos Aires.
Pêcheux, M. (1978) Hacia un análisis automático del discurso. Gredos,
Madrid.
Thompson, E. P. (1989) La formación de la clase obrera en Inglaterra.
Capitan Swing, Madrid.
Williams, R. (2009) Marxismo y Literatura. Las Cuarenta, Buenos Aires.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 91
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO V
Los estudios latinoamericanos:
producción teórica
y comunicación de masas
Gastón Marmissolle, María Sol Pallero
y Belén Fernández Massara
La comunicación no es todo, pero debe ser hablada desde todas partes;
debe dejar de ser un objeto constituido, para ser un objetivo a lograr. Desde
la cultura, desde ese mundo de símbolos que los seres humanos elaboran
con sus actos materiales y espirituales, la comunicación tendrá sentido
transferible a la vida cotidiana.
Schmucler, Héctor (1997).
Introducción
La selección que desde esta asignatura hacemos en relación a los lla-
mados Estudios Culturales latinoamericanos, no puede ser sino arbitra-
ria, pero histórica y epistemológicamente fundada. La sedimentación de
lo social tiende a volver naturales las características del campo científico,
por lo que se requiere problematizar las condiciones en que ese campo
ha sido producido y la vigencia o validez de sus orientaciones. Si es cierto
que los cambios de perspectiva no responden solo a una labor intelectual
sino a los desarrollos históricos y las transformaciones apropiadas por el
92 │ Cuadernos de Cátedra
pensamiento, entonces debemos inscribir los “comienzos” de este enfo-
que en las particulares coyunturas de Latinoamérica a fines de la década
del ʹ60. Y atendiendo al hecho de que no son “comienzos” sino desde una
mirada retrospectiva y organizadora, en continuidad con discusiones que
se venían dando hacía ya cierto tiempo y previas a procesos tardíos de
institucionalización.
Poner de relieve a la comunicación como campo de disputas, acuer-
dos y distanciamientos, significa definir aproximaciones, describir reco-
rridos, aventurar hipótesis, acerca de las distintas posiciones intelectua-
les que esta confluencia genera. Implica también hacer historia acerca
de los procesos de gestación de los conceptos, cuando intentan dar res-
puesta a los movimientos sociales donde los sujetos se encuentran con
los dispositivos de la cultura de masas, y desde su vida cotidiana pueden
negociar o subvertir sus sentidos hegemónicos. Es que, en consonancia
con los Estudios Culturales de tradición británica, el problema de la cul-
tura no surgió como respuesta a algún gran problema teorético, sino a un
problema político (Hall 2017). Desde esta perspectiva, las posibilidades de
productividad teórica reposan en un compromiso genuino con las com-
plejas condiciones de subalternidad de la región y las severas desigual-
dades sociales que todavía la atraviesan.
Por otra parte, se ha afirmado la existencia de un campo interdiscipli-
nario. Sin embargo, la cuestión de la especificidad epistemológica seguirá
siendo una preocupación decisiva. En la Argentina, el principal antece-
dente sobre investigación en comunicación es Jorge Rivera, quien ya en
su libro de 1987 denuncia la profusión de ciencias, enfoques y tradiciones
que, a pesar de la riqueza de sus matices, dificultan la consolidación de
una verdadera comunicología. Identifica tres “umbrales” o posiciones: a)
la construcción de un núcleo científico, b) la inserción profesional en la
industria cultural, y c) la integración al frente político. En su segundo li-
bro, denuncia la persistencia de un “pacto de convivencia pluralista”, que
produce una “sensación de damero convivencial de cruces, paradigmas y
objetos un tanto vertiginoso y difuso” (Rivera 1997: 24). Estas discusiones
se han extendido al conjunto de los Estudios Culturales (EC), dado su alto
componente de heterogeneidad y fragmentación acentuado por la crisis
que alcanza a las ciencias sociales y humanas.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 93
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Organizamos este capítulo en función de los dos ejes mencionados.
Por un lado, las condiciones históricas donde el conocimiento científico
emerge como producto material de una sociedad con las singulares ca-
racterísticas latinoamericanas; el contexto de dependencia que orienta
las tempranas preocupaciones de los EC, el nivel de criticidad que va-
lida ese conocimiento o el compromiso implicado en el cambio social.
Destacamos aquí tres vertientes teóricas: a- la línea postmarxista y su
proyecto político-cultural, cuyos referentes centrales son Mattelart,
Dorfman y Schmucler; b- la línea semio-estructuralista, la discusión so-
bre el método y las condiciones de producción científica, con Verón como
principal impulsor; y c- la línea culturalista, hoy hegemónica, centrada en
Martín Barbero, García Canclini, Ortiz, entre otros, desde mediados de
los ʹ80, en la comprensión de los procesos complejos de constitución
de lo popular/masivo y los desplazamientos del “mediacentrismo” a las
“mediaciones”.
El segundo eje de interés reside en los límites epistemológicos, la
condición interdisciplinaria o transdisciplinaria que tradicionalmente
se atribuye al campo, un tema que, en los últimos años, ha renovado
las tensiones entre los EC y los estudios en comunicación. Retomamos
con especial énfasis la propuesta de Roberto Follari: cuando la impronta
“culturalista”, la supuesta “originalidad” latinoamericana, la interdiscipli-
nariedad como valor democratizante o de verdad científica, reclaman un
nuevo ejercicio de reflexividad, aproximaciones críticas más agudas.
Estas diferencias son profundas. Confirman el hecho de que, en con-
traste con las “teorías de la comunicación” abordadas en capítulos pre-
vios, los EC no constituyen una escuela ni un enfoque razonablemente
homogéneo, por lo que el grado de afiliación de sus autores puede ser
ampliamente discutido. El mismo Verón se reconoce al margen del cam-
po, una distancia que profundizará con el tiempo, tanto por su posicio-
namiento personal como en la definición de sus objetos. La semiótica
privilegia la determinación de los efectos de sentido y de sus dispositivos
de producción, mientras que los EC apuntan al desocultamiento de las
relaciones sociales que se articulan con esos sentidos producidos o son
definidas por ellos (Steimberg 2001).
94 │ Cuadernos de Cátedra
La discusión fundacional de los ʹ70
Una preocupación compartida durante este período reside en la
condición de dependencia política, económica, cultural y académica de
Latinoamérica con respecto a los países dominantes. El libro Para leer
al Pato Donald surge a la luz de estos debates. Publicado en Chile en
1972, durante el gobierno de Salvador Allende (1970-1973), constituye un
clásico sobre comunicación de masas y colonialismo. Sus autores son el
chileno nacido en Argentina Ariel Dorfman (n. 1942) y el belga Armand
Mattelart (n. 1936)8. Afines ideológicamente al nuevo gobierno (ambos
marxistas), se dedican al desarrollo de políticas de comunicación en la
Universidad Católica con sede en Santiago, y encuentran en este contex-
to condiciones de posibilidad para la publicación del libro y las enormes
repercusiones sociales que produce.
Los autores reflexionan sobre el reordenamiento del escenario polí-
tico a partir de la emergencia de un gobierno socialista de base burguesa,
frente a las contradicciones del capitalismo avanzado y el consecuente
enfrentamiento de las clases sociales. Tras el golpe militar de 1973, se
exilian en Francia y Estados Unidos. El libro es prohibido en Chile y pos-
teriormente en Argentina. Singularmente, es censurado también en los
Estados Unidos, ya que se imponen trabas para que la edición realizada
en Gran Bretaña circule en ese país.
Uno de los principales problemas que se plantean las fuerzas po-
líticas que buscan un cambio en la sociedad, es precisamente el de los
medios de comunicación de masas. La tesis básica es que los productos
de la cultura de masas, en ese caso las historietas Disney, no solo son un
reflejo de la ideología dominante -el de las clases dominantes- sino, ade-
más, son cómplices activos y conscientes de la tarea de mantenimiento
y difusión de esa ideología. El ensayo argumenta que es precisamente
en el mundo de lo cotidiano donde se verifica el papel del andamiaje
8.- En 1970, Salvador Allende se convierte en el primer gobierno socialista del mundo en acceder al poder
mediante elecciones generales en un Estado de Derecho. Tuvo el apoyo de la Unidad Popular, una coalición
de partidos de izquierda, en medio de un capitalismo cada vez más acelerado, la polarización política
internacional de la Guerra Fría y la grave crisis económica y financiera por la política exterior estadouni-
dense. Su gobierno terminó a causa de un golpe militar el 11 de septiembre de 1973. Después del suicidio
de Allende, el general Augusto Pinochet encabezó la dictadura militar que se extendió hasta 1990.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 95
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
ideológico: en la historieta, en la película, en el dibujo animado, la ideolo-
gía se vuelve transparente y, por eso, poderosa.
Ironizan los autores: ¿quién podía sospechar de la ingenuidad de los
personajes, del mundo edulcorado de Disney? El “sacrilegio” de hablar
contra las criaturas de Disney fue noticia no solo para la comunidad aca-
démica sino para los mismos medios y en diversos puntos de la región.
Para la burguesía, el Pato Donald es “sano esparcimiento de los niños”. De
allí su perversión ideológica: enmascarar, bajo esa aparente inocencia,
las relaciones de poder desde las cuales EE.UU. impone a los países sub-
desarrollados la ideología burguesa de la sociedad posindustrial. De ma-
nera que el ensayo es doblemente provocador: desde su perspectiva ma-
terial-histórica políticamente consciente, y desde su objeto, la historieta,
tradicionalmente considerada un género menor en los estudios sociales,
presuntamente espacio de ocio y entretenimiento y no de la “verdadera”
cultura. Así comienza planteándolo el argentino Héctor Schmucler, en el
Prólogo de Para leer…
Hablar del Pato Donald es hablar del mundo de lo cotidiano –el del
deseo, el hambre, la alegría, las pasiones, la tristeza, el amor- en
el que se resuelve la vida concreta de los hombres. Y es esa vida
concreta –la manera de estar en el mundo-la que debe cambiar un
proceso revolucionario (Schmucler 2014: 11).
La mercantilización de las relaciones humanas es uno de los pri-
meros ejes que orientan el análisis. El afán de dinero de Tío Rico, por
ejemplo, es apenas una perversión individual: la del avaro que se fascina
en la contemplación de su fortuna, pero no la utiliza. El dinero pierde su
relación fetichizante con el poder y se convierte en un problema de psi-
cología individual. El mundo Disney es además un mundo de huérfanos
(todos son tíos y sobrinos, mediadas sus relaciones antes por el interés
que por el afecto), el rol de la mujer (relegada a un lugar doméstico y pa-
sivo con respecto al varón, y a la vez figura dominante, objeto de seduc-
ción), el “buen salvaje” (el nativo concebido como un niño, naturalmente
explotado por un poder paternalista), todos roles que invisibilizan el con-
flicto social, escapando de las contradicciones que entrañan relaciones
sin producción ni cambios reales.
96 │ Cuadernos de Cátedra
Estas ideas son producciones materiales de una sociedad capitalista
que ha alcanzado un determinado desarrollo de las fuerzas productivas.
En consecuencia, se revela indispensable repensar las relaciones entre
base económica y superestructura de acuerdo a la tradición marxista,
algo que no es solo un problema teórico sino eminentemente político.
Por eso el tono parcial, sarcástico y apasionado del ensayo: como un ins-
trumento político de denuncia de la colonización cultural común a todos
los países latinoamericanos. En su lenguaje accesible, está orientado a
generar consciencia de clase sobre las condiciones existentes de domi-
nio y los dispositivos de los que se vale la cultura de masas para obrar
en esa función de reproducción de ideología. Como afirman las conclu-
siones: “Leer Disneylandia es tragar y digerir su condición de explotado”
(Mattelart y Dorfman 2014: 176)
El libro genera un álgido debate entre dos intelectuales argentinos:
Eliseo Verón y Héctor Schmucler. Verón (1935-2014)9 había fundado
en 1974 en Buenos Aires, junto a Oscar Steimberg, Juan Carlos Indart
y Oscar Traversa, la revista Lenguajes, que fomentó la introducción de
la semiótica en la Argentina, la delimitación del lenguaje y los géneros
contemporáneos como objetos de estudio. En el primer número, el se-
miólogo se centra en la producción social del conocimiento y arriba a
conclusiones que lo llevan a discutir el “análisis ideológico” de Para leer
al Pato Donald. Entiende que el ensayo refleja las determinaciones de la
teoría en América Latina: la situación de un país dependiente es aquella
caracterizada por una contradicción objetiva (no deseada) entre las con-
diciones para la transformación política y las condiciones de producción
teórica.
Asume el autor que, a diferencia de otros países, en la Argentina la
semiología y el estructuralismo se introducen juntos y pueden ser ana-
lizados en tanto “paquete significante” (modelo semio-estructuralista o
estructural-semiológico). Tal introducción ha sido aún más problemática
que en Chile, debido a los sucesivos golpes militares y las consecuentes
9.- Radicado en Francia desde 1995, había dirigido el Centro de Investigaciones Sociales del Instituto Di
Tella y la Asociación Argentina de Semiótica. Abandona sus vinculaciones al estructuralismo saussuriano
y de Lévi-Strauss a partir de sus acercamientos a C. Peirce, que condensa en “La semiosis social” y “La
semiosis social 2”.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 97
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
intervenciones a las universidades, la censura de trabajos y publicacio-
nes, la persecución de los intelectuales. Un análisis comparativo entre
ambos países permite dar cuenta de las diferencias en los modos de re-
conocimiento, que son al mismo tiempo, en clave semiótica, modos de
producción. Esto explica que la introducción de teorías foráneas no es
el problema determinante, ya que no implican mera reproducción sino
producción activa de sentido. La apropiación práctica de los conceptos es
un problema de control sobre lo producido, necesaria para romper con
las situaciones de dependencia.
El estudio de los fenómenos ideológicos puede otorgar a la teoría
de América Latina su rasgo distintivo. No obstante, el problema central
radica en el método: el trabajo de Mattelart y Dorfman lo descuida, es
puramente intuitivo y especulativo, políticamente válido pero metodo-
lógicamente fallido, no solo en los aspectos operativos: el método como
problema ha desaparecido. En estas circunstancias, advierte Verón, cien-
cia y política son irreconciliables. Impiden al investigador hacer ambas
cosas: o hace ciencia o hace política, y debe hacer explícita esa decisión.
Colaborador en el Prólogo de Para leer…, el semiólogo y sociólogo
Héctor Schmucler (1931-2018)10 había definido al libro como instrumento
de denuncia política. Influenciado por la Escuela de Fránkfort y la Teoría
de la Dependencia, funda en Santiago de Chile la revista Comunicación
y Cultura, junto a Mattelart y a Dorfman, que se continúa en la Argentina.
En el N° 4, publicado en 1975, comienza planteando la pregunta: ¿por
qué estudiar los medios de comunicación? Considera tres postulados
básicos: 1- la metodología semiológica ha sido propugnada como valor
en sí misma; 2- la propuesta es, en cambio, encontrar justificación de
esa metodología en un proyecto general de transformación; 3- solo es
científico “un método que surja de una situación socio-histórica determi-
nada y que verifique sus conclusiones en una práctica social acorde con
las proposiciones histórico-políticas en las que se pretende inscribirlas”
(Schmucler 1997: 133).
10.- Entre 1969 y 1972, dirige la revista Los libros, donde colaboran Carlos Altamirano, Ricardo Piglia y Beatriz
Sarlo, entre otros. Crea la cátedra “Introducción a los medios masivos de comunicación” en la Facultad de
Filosofía y Letras de la UBA, y más tarde publica una compilación de sus ensayos bajo el título “Memoria
de la Comunicación”.
98 │ Cuadernos de Cátedra
En sus abiertas discusiones con la revista Lenguajes, lo objetable
para Schmucler no es el método semio-estructuralista en sí –que orienta
las críticas veronianas y que sentarán las bases del Análisis Crítico del
Discurso-, sino la pretendida “pureza” del método. Un punto problemá-
tico es la supuesta disyuntiva que se les plantea a los autores chilenos: o
hacer ciencia o hacer política. Pero, dice Schmucler, ellos deciden hacer
ambas cosas: saben que la condición de verdad de la producción del
conocimiento es la práctica política. Fiel a la tradición marxista, no hay
método asumido a priori: solo es válido aquel supeditado a un proyecto
político-cultural de transformación.
Investigar sobre comunicación masiva adquiere entonces plena po-
tencialidad política. Para Schmucler, el objeto de estudio remite a una
función: la circulación de ideología en condiciones de decodificación. De
modo tal que la significación de los mensajes podrá indagarse a partir de
las condiciones histórico-sociales en que circulan, en el marco de la ex-
periencia cultural de los receptores. Conciliar la práctica científica con la
política servirá para develar la estructura y funcionamiento ideológico de
los medios, a fin de volcar el conocimiento producido a un proyecto que,
en el caso de América Latina, tiene como primer objetivo la liberación
efectiva del imperialismo.
Desplazamientos: de los medios
a las mediaciones
Reconstruir la trayectoria de la formación del campo en América
Latina requiere de un trabajo histórico si bien reciente, profundo en
cuanto a la pluralidad de voces a considerar, la diversidad de concepcio-
nes epistemológicas junto con la amplitud de problemas metodológicos,
desde su surgimiento en la década de 1960 hasta nuestros días. La obra
de Jesús Martín Barbero constituye un doble aporte en este aspecto. La
publicación en 1987 de De los medios a las mediaciones, marca tal vez
el punto de consolidación de una perspectiva de estudio de los procesos
de comunicación autóctonos. Consideraciones que hacían pensar en la
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 99
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
posibilidad de contar con una disciplina capaz de construir problemas de
investigaciones y perspectivas de abordaje propios de la región. Para ello,
Martín Barbero adopta una metáfora, la de mapa nocturno, como forma
de reconstruir los caminos que fueron necesarios recorrer para llegar a
De los medios… De Williams, toma el concepto desde la cartografía como
vínculo entre ciencia y arte; de Antoine de Saint Exupery (piloto francés
y autor de El Principito), en tanto guía ante un camino incierto y no visible
desde un primer intento.
El objetivo del texto como del programa de investigación era el de
“investigar los procesos de constitución de lo masivo desde las transfor-
maciones en las culturas subalternas” (Martín Barbero 2010: 217). Esto
es, retomar la hipótesis ya presente en autores como Thompson, Hoggart
y Williams, según la cual los sectores subalternos o populares son ac-
tores capaces de crear productos culturales y orientaciones de sentido
que entren en contradicción con aquellos que resulten dominantes en
una formación social: “De ahí que el eje del debate se desplace de los
medios a las mediaciones, esto es, a las articulaciones entre prácticas de
comunicación y movimientos sociales, a las diferentes temporalidades y
la pluralidad de matrices culturales” (Martín Barbero 2010: 217).
Tal programa consistía en detenerse en los procesos de transfor-
mación social que en América Latina articulan lo que entonces era un
presente subdesarrollado, con un programa político de modernización
acelerada. Entre estas tensiones la sociedad latinoamericana se encon-
traba en un proceso de rápida pero profunda transformación, frente a
los cuales las ciencias sociales no podían permanecer inalterables. En
este espacio de estudio sobre las transformaciones sociales en curso,
los estudiosos de la comunicación se orientaron hacia el estudio de las
mediaciones culturales.
Hay que aclarar que Williams ya utilizaba el término “mediación” en
torno a los procesos de producción cultural de los sectores subalternos,
una suerte de puente entre las actividades propias de las bases materia-
les y las formas de pensamiento o consciencia que el marxismo ubicaba
en la superestructura jurídico-política. Pero en Martín Barbero, “el campo
de lo que denominamos mediaciones se halla constituido por los dis-
positivos a través de los cuales la hegemonía transforma desde dentro
100 │ Cuadernos de Cátedra
el sentido del trabajo y la vida de la comunidad” (Martín Barbero 2010:
221). Transformaciones de la vida comunitaria que no son equitativas
para todos los sectores sociales. Por el contrario, los sectores subalter-
nos -denominados por estos enfoques como populares- se transforman
en actores centrales para el estudio de los procesos de comunicación y
cultura. “Una percepción nueva de lo popular en cuanto trama, entrelaza-
miento de sumisiones y resistencias, de impugnaciones y complicidades”
(Martín Barbero 2010: 210).
Señala el autor la colaboración de diferentes disciplinas en el pro-
ceso de conformación del campo, tales como la antropología, la semió-
tica, la sociología y la historia. En este proceso de conformación de un
campo autóctono, también es necesario reconocer el peso de esquemas
de estudio de la comunicación propios de los países centrales. Así, es
la articulación entre el esquema de Lasswell propio del funcionalismo
norteamericano con la semiótica estructuralista de origen francés, lo
que posibilita los primeros estudios comunicacionales latinoamericanos.
Estudios que se caracterizan por centrarse en los efectos (funcionalismo)
o en los mensajes (estructuralismo) introduciendo las dimensiones so-
ciales desde el lugar de los países en vías de desarrollo en los procesos
transnacionales de comunicación: la denuncia del colonialismo comuni-
cativo que guarda un papel central en el colonialismo político. El rol que
el funcionalismo colocó en los medios la Teoría de la Dependencia lo
encontró en el efecto ideológico con el que caracterizaban a los medios.
Esta primera aproximación a lo social en los estudios comunicacio-
nales como denuncia, fue reemplazada por una concepción cientificista.
En la década de 1970, implica la recuperación de una postura positivista
sostenida sobre el denominado paradigma de la información. La disper-
sión de problemas de investigación y abordajes metodológicos pretendía
ser solucionado considerando los procesos de circulación y producción
de la información:
Definida como transmisión de información, la comunicación
encontró en esa teoría un marco de conceptos precisos, de deslindes
metodológicos e incluso de propuestas operativas, todo ello avalado
por la ‘seriedad’ de las matemáticas y el prestigio de la cibernética
(Martín Barbero 2010: 222).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 101
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Los límites del paradigma informacional junto con las transforma-
ciones que se producen en América Latina, muestran cómo en la agenda
de investigación en comunicación se introducen en la región tópicos tales
como “transnacionalización”, “cultura”, “sectores populares”, etc. La trans-
nacionalización de la cultura encuentra en los procesos de comunicación
dispositivos preferenciales para sostener su dominio o, por el contrario,
para desarrollar formas de resistencia. Esos usos diferenciados de la co-
municación nos sitúan ante las diferencias de clase en los procesos de
comunicación. Diferencias de clase que se hacen visibles en el uso y en
la creación de la comunicación desde los sectores populares.
En la redefinición de la cultura es clave la comprensión de su
naturaleza comunicativa. Esto es, su carácter de proceso productor
de significaciones y no de mera circulación de informaciones y, por
tanto, en el que el receptor no es mero decodificador de lo que en el
mensaje puso el emisor, sino un productor también (Martín Barbero
2010: 228).
Los procesos de comunicación y cultura tienen en el período de la
globalización al consumo como un acto central, a partir del cual pensar
el rol activo de los sectores populares. En ese espacio se registran formas
de apropiación cultural, es decir, las formas de los diversos usos sociales
de la comunicación, en tanto es el consumo el espacio de producción de
sentido.
Posibilidades de una globalización
alternativa desde el consumo
El proceso de transición entre los finales del siglo XX y los inicios
del XXI, se caracterizó por transformaciones en las políticas implemen-
tadas por los Estados Nacionales, pero también por las condiciones que
caracterizaron a la economía capitalista internacional. Este conjunto de
transformaciones estuvo definido por la internacionalización de la eco-
nomía monetaria y cultural. Internacionalización que no fue de ninguna
manera equitativa. Los trabajos fundacionales de comunicación y cultura
latinoamericanos expusieron la asimetría en la capacidad de producción/
102 │ Cuadernos de Cátedra
consumo cultural y mediático. La capacidad de producción de bienes
materiales de los países centrales se corresponde con la de bienes cul-
turales. Y, en contrapartida, los países de la periferia globalizada se cons-
tituyen como lugares de consumo de productos culturales diseñados y
producidos en otras latitudes.
García Canclini (1995, 2013) muestra cómo esta desigualdad en la di-
námica producción/consumo cultural, no se corresponde con la idea de
una América Latina homogénea y pasiva. Por el contrario, la hipótesis de
base del antropólogo mexicano (nacido argentino) es que las reconfigura-
ciones del consumo muestran a la vez que las formas de tensión entre la
globalización y la localización, a los sectores populares latinoamericanos
como agentes activos capaces de construir prácticas culturales y proce-
sos de asignación de sentido, a partir de los consumos que realizan.
En la perspectiva de García Canclini se recuperan y amplían dos
antecedentes teóricos. La conceptualización de los sectores populares
que autores de la talla de Hoggart, Thompson, Williams ubicaron en la
posición de resistencia en los procesos de hegemonía política, a la vez
que como actor social fundamental de la posibilidad de una instancia de
transformación política. Así, García Canclini encuentra en la conforma-
ción heterogénea de los sectores populares, la posibilidad de pensar en
una globalización alternativa o en disputa de los sentidos hegemónicos
de este proceso sociopolítico.
Por otro lado, el antropólogo también retoma y amplía parte de las
discusiones planteadas por Jesús Martín Barbero en De los medios a las
mediaciones, sobre todo en lo que hace a la conformación plural de los
sectores populares latinoamericanos y el rol de la comunicación en los
procesos de resistencia y transformación política.
La mirada etnográfica o microsociológica en la obra de García
Canclini se orienta hacia el estudio de las formas diversas en las que la
globalización incorpora a las diferentes naciones y dentro de ellas, a los
diferentes grupos sociales que las componen. En este momento hay que
retomar la composición heterogénea de lo que en América Latina se co-
noce como sectores populares. Se trata de un concepto de alcance difuso,
que incorpora a los grupos de pueblos originarios con buena parte de
los asalariados urbanos y de campesinos que realizan tareas manuales,
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 103
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
junto con la masa de desempleados que -al momento de la escritura de
Consumidores y ciudadanos- alcanzaban los valores más altos en la his-
toria de América Latina.
Ahora bien, estudiar las formas en que los diversos grupos sociales
participan de la globalización, implica considerar sus prácticas de con-
sumo en relación con sus formas y oportunidades de participación como
ciudadanos.
Por una parte, la organización de la ciudadanía remite al concepto de
sociedad civil. Por tal, se hace referencia a las instituciones que posibili-
tan la formación y participación de los ciudadanos en el espacio público:
la familia en tanto esfera íntima, la esfera de asociaciones (especialmente
asociaciones voluntarias), los movimientos sociales y las formas de co-
municación pública.
Por otra parte, la apuesta de García Canclini es situar al consumo
como proceso activo configurador de identidades a partir de la forma
de apropiación y uso de los bienes materiales y culturales disponibles.
Según el autor, “el consumo es el conjunto de procesos socioculturales
en que se realizan la apropiación y los usos de los productos” (García
Canclini 1995: 42-43). Usos y apropiaciones que presuponen lógicas o
racionalidades interconectadas a través de los cuales se construye la
identidad de los consumidores. A saber:
- Racionalidad económica, en relación al momento en que se completa el
proceso que se inicia con la producción de productos. García Canclini pone
en cuestión que los estudios dominantes tienden a centrarse en la oferta
de bienes y servicios de acuerdo a las grandes estructuras económicas, sin
considerar otros aspectos simbólicos y culturales.
- Racionalidad sociopolítica interactiva, por la cual la única forma de pensar
el consumo es a partir de las interacciones entre diferentes consumidores.
Las diversas formas de ir y estar en un espectáculo cultural o de usar un
bien material, constituyen las formas en que un grupo social se posiciona
en un sitio distinto a los de sus vecinos. Es también un espacio de disputas
por aquello que la sociedad produce y consume.
- Racionalidad simbólica y estética, de acuerdo a la cual, retomando a
Bourdieu, el consumo implica una forma de distinción, la construcción de
signos de status y las formas de comunicarlos.
104 │ Cuadernos de Cátedra
- Racionalidad integrativa y comunicativa, en referencia a las formas com-
partidas de consumo que colaboran en la construcción de un nosotros co-
lectivo, que unifica a todos los participantes de una práctica cultural. De
este modo, abren una instancia de resignificación de la cultura dominante,
una posibilidad de resistencia y de transformación social, al crear en con-
figuraciones sociales locales nuevas formas de uso de bienes materiales y
de participación en procesos culturales.
Admitiendo la importancia teórica de la noción de consumo cultural,
es necesario reconocer algunos puntos problemáticos. Nos detendremos
en dos. Hay, en principio, cierta subestimación de la racionalidad eco-
nómica. Resulta de la delimitación de lo económico como una práctica
específica frente a la práctica más extendida del consumo. Esto se justi-
ficaría por la parcial independencia alcanzada por los campos artísticos
y culturales: los bienes culturales se distinguen de otros porque el valor
simbólico predomina por sobre su valor de uso o de cambio. No obstante,
el desordenamiento cultural remite al entrelazamiento cada día más den-
so entre economía y cultura. Como advierte Sunkel (2002), esa relativa
autonomía aparece hoy sometida a un creciente desdibujamiento.
También es discutida la tesis “el consumo sirve para pensar”, que
ha derivado en nociones problemáticas como “ciudadanía consumido-
ra”. Para García Canclini, el consumo permite ordenar políticamente la
sociedad, donde “los deseos se convierten en demandas y en actos so-
cialmente regulados” (1995: 64). Cuando los referentes identitarios dejan
de ser la clase social o la nación, los sujetos establecen “pactos móviles
de lectura”, donde lo que está en juego es una nueva forma de territoriali-
dad o “comunidad interpretativa” a partir de consumos compartidos. Para
que este proceso conduzca al ejercicio de la ciudadanía, es necesaria una
oferta vasta y diversificada que implique la igualdad de oportunidades en
el acceso material y simbólico a esos productos. Pero en América Latina,
esas condiciones distan de ser equitativas: la brecha cultural expresa –y
tiende a profundizar- otras brechas de carácter social y económico. Es
claro que el acceso no favorece per se una mayor democratización, tam-
poco la conformación de una ciudadanía crítica frente a los poderes he-
gemónicos, sean estos estatales o mediáticos.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 105
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
¿Por qué “teorías débiles”?
Las críticas de Follari
En su libro Teorías débiles (2003), el doctor en Psicología Roberto
Follari aborda ciertos aspectos de los Estudios Culturales en su versión
Latinoamérica, no solo en sus contribuciones teóricas, sino también a su
institucionalización dentro del campo de las ciencias sociales y humanas.
Para ello, opta por analizar el trabajo de los mayores representantes del
paradigma: Jesús Martín Barbero, Néstor García Canclini, Renato Ortiz,
Beatriz Sarlo y Martín Hopenhayn.
Caben destacar las consideraciones del autor respecto del origen
de los EC. Las características de los trabajos latinoamericanos desde el
punto de vista teórico e ideológico, deben ser comprendidas en relación
con las condiciones en que se inscriben. Llaman la atención los reitera-
dos esfuerzos de los intelectuales por mostrar su autonomía respecto de
Estudios Culturales previos. Esto encuentra su explicación en la diferen-
ciación esbozada por Follari entre los EC y los estudios sobre cultura. El
argumento de los pensadores latinoamericanos consistía en recalcar que
sus estudios sobre la cultura habían iniciado antes de la llegada de los
Estudios Culturales a su territorio. Sin embargo, “no todos los estudios
sobre cultura participan de las elecciones temáticas y las modalidades de
abordaje propias de los denominados ‘estudios culturales’” (Follari 2003:
55). En esta misma línea, el autor considera necesario distinguir los EC
de los Poscoloniales, en tanto los últimos provienen mayoritariamente
de los Estados Unidos: “De manera que los trabajos ‘Poscoloniales’ se
hacen desde el capitalismo desarrollado ‘hacia’ América Latina. Los que
producen EC ‘latinoamericanos’, en cambio, lo hacen desde el interior de
nuestro subcontinente” (Follari 2003: 59).
Resulta de estos argumentos que “la mirada ‘latinoamericana’ no
habilita a pensar una ‘generación espontánea’ ajena a las previas reflex-
iones de la comunicación y la cultura de masas de tradición norteam-
ericana y europea” (Fernández Massara, Marmissolle y Pallero 2017: 6).
En otras palabras, la forma latinoamericana de los Estudios Culturales
no fue autogenerada, sino que está influenciada por temáticas y modos
106 │ Cuadernos de Cátedra
de abordarlas que provienen de los EC de Inglaterra y Estados Unidos.
No obstante, considera Follari que la marca de origen de la teoría resulta
irrelevante en la medida en que no guarda relación con el valor de la
misma para explicar un objeto. De hecho, en algunos casos los aportes
de autores “extranjeros” han sido más útiles para el entendimiento de la
realidad latinoamericana que los aquí nacidos.
No hay identidad pura que permita estipular qué es lo propiamente
latinoamericano. Y Follari hace esta afirmación en base a lo que los pen-
sadores latinoamericanos definen como identidades, problema central
de los EC: “las identidades no son firmes, unívocas y excluyentes, sino
cambiantes y permanentemente reconformadas” (2003: 61). Desde esta
perspectiva, en tiempos de auge massmediático y globalización econó-
mica, tecnológica y comunicacional, la identidad nacional comienza a di-
solverse junto con el papel del Estado como configurador de identidades
masivas. En su lugar emerge un híbrido transnacional que constituye un
pilar teórico fundamental. En un contexto de internacionalización, según
García Canclini -globalización económica y mundialización cultural para
Renato Ortiz-, surgen nuevas formas de agrupamiento y gregarismo ur-
bano (por ejemplo, las tribus urbanas), lo cual habla de identidades cam-
biantes y relacionales que se construyen en la interacción. Sobre todo,
desde mediados de los ʹ90 hasta los primeros años del siglo XXI, un pe-
ríodo caracterizado como de aguda “descomposición y recomposición
del tejido social”.
Otro de los principales aportes de Roberto Follari está asociado a su
problematización de la interdisciplina/transdisciplina. Según la mirada
dominante, por interdisciplina se entiende la interacción de disciplinas
diferentes, de modo que las modalidades de una de ellas sirven al objeto
de otra y son incorporadas por esta última. La transdisciplina, en cambio,
es el tipo de interrelación orgánica de distintas disciplinas respecto de un
objeto que no es abordado por ninguna. Sin embargo, en su texto, el autor
opta por utilizar los términos en forma invertida puesto que, al momento
de su investigación en México, ese era el uso predominante.
Asimismo, prevalece la idea de que desde los Estudios Culturales
se puede dar cuenta de cualquier problemática ligada a lo social, lo cual
conduce a creer que para ello basta referir exclusivamente a la dimensión
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 107
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
cultural. Se da así un problema epistemológico que se evidencia en el no
reconocimiento de la bibliografía de autores provenientes de otras dis-
ciplinas. Por esta razón, Follari afirma que prevalece una retórica “an-
tidisciplinar” solo en el orden de lo discursivo, y considera necesaria la
discusión aún ausente sobre la cuestión interdisciplinar.
Además de cierto grado de precariedad conceptual y la insistencia
en la premisa de la interdisciplina (a pesar de los numerosos aborda-
jes estrictamente disciplinares, como los antropológicos), Follari acusa
cierto vaciamiento ideológico, ostensible en algunas versiones canónicas
de los EC, sobre todo en García Canclini. La noción de consumo como
factor identitario, la subestimación de sus dimensiones económicas y
sus vinculaciones con la ciudadanía, resultan evidentemente polémicos.
Especialmente cuando se recuerda que los EC surgieron a la luz del lega-
do marxista, en su vertiente gramsciana, con el objeto de problematizar
la cultura y la ideología en condiciones de subalternidad, bajo las lógicas
dominantes del capitalismo tardío.
No obstante sus limitaciones, Follari reconoce que el logro de los
EC reside en el hecho de haber otorgado a la cultura popular un lugar
fundamental. A modo ejemplificatorio, el autor refiere a Jesús Martín
Barbero y su énfasis en los medios de comunicación en relación a la
cultura, para captar en detalle la relación de lo consumido popularmente
con las dimensiones más estructurales de la sociedad. En este marco,
considera que la categoría “popular”, tal como se la utiliza en los Estudios
Culturales, debe ser pensada en función de las condiciones materiales
que definen el contexto latinoamericano: mestizaje o hibridación cultural
que conlleva a una sociedad heterogénea y desigual, nuevas formas de
agregación y agrupación urbanas, y una institucionalización de los EC
más reciente. Se trata, en suma, de pensar y abordar los procesos de co-
municación y cultura en América Latina a la luz de las transformaciones
sociales y políticas de los últimos tiempos.
La cuestión de la metodología requiere mención aparte. Ya Martín
Barbero había denunciado cierta instrumentalización de los métodos,
desvinculados de las condiciones sociales que se investigan, o cuya ver-
dad interna puede llegar a suplantar la observación atenta y rigurosa de
los datos. El sesgo opuesto es destacado por Follari. Las teorías débiles
108 │ Cuadernos de Cátedra
intentan justificarse bajo la propuesta de una epistemología “blanda”,
flexible, que habilita una “zona de libre comercio”. No hay bases estable-
cidas, metodología específica ni objetos de estudio que puedan definirse
como propios.
También resulta oportuno hacer mención a la tendencia al expre-
sionismo descriptivo que prevalece en las investigaciones, unido a una
debilidad para la explicación. Follari expresa que autores clásicos como
Marx, Bourdieu y Williams, si bien no producen conocimiento referido a
la realidad latinoamericana, son recuperados para comprender aspec-
tos de esta última. Eso se debe, sostiene, a su generalidad explicativa, la
cual permite aplicar tendencias conceptuales y categorías teóricas a ca-
sos disímiles. Aparece aquí un tema ampliamente debatido en el campo,
en relación a la producción del conocimiento generalizable: las teorías
deben alcanzar cierto grado de abstracción, para servir a nuevas investi-
gaciones y no permanecer estancas:
si bien lo micro es un dispositivo fundamental en la elaboración
de hipótesis y conjeturas y aun en la exploración de los conflictos
estructurales, puede transformarse en una coartada cuando no es
acompañado por lecturas del mismo objeto en otras escalas (Ford en
Follari 2003: 102).
Estas reflexiones nos invitan a pensar no solo en la teoría latinoa-
mericana, sino en la dinámica del campo comunicológico en su sentido
general, como se propone a lo largo de toda la cursada de Teorías de la
Comunicación/Comunicación y Cultura I. Aquí podemos recuperar las
previas definiciones que Follari hace de los puntos dilemáticos de lo que,
como Rivera, nomina con justeza “comunicología”. Por razones de exten-
sión, haremos referencia breve a su artículo “Comunicología latinoameri-
cana: disciplina a la búsqueda de objeto” (Follari 2000). El autor ya adver-
tía entonces el grado de imprecisión del objeto de la comunicación en sus
entrecruzamientos con una multiplicidad de disciplinas sociales y huma-
nas, sumado a la identificación “lisa y llana” con los Estudios Culturales.
El problema reside en la imposibilidad de discutir en qué términos
tales estudios son pertinentes para la especificidad comunicológica. No
se trata de negar esa pertinencia, sino de establecer en qué consiste en
relación con objetos que, con cierto grado de legitimidad, nuestro campo
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 109
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
puede arrogarse como propios. Entre otros aspectos, esto ha redundando
en una notable inespecificidad como resultado de una operación discur-
siva: la que define como dato objetivo que la comunicología tenga como
función estudiar “simplemente” la cultura. Indicador de ello es el predo-
minio de investigaciones sobre el tema, en detrimento de los estudios
sobre medios de comunicación.
En este texto Follari anticipa el problema de la “interdisciplina”: la
retórica naturalizante de la articulación o cruce entre disciplinas que, an-
tes que superadora, puede resultar en simple negación de las disciplinas.
Una cuestión que merece mayor problematización y no ser asumida a
priori como verdad establecida o portadora de alguna condición de cien-
tificidad distintiva. Así, si bien el campo no tiene una autonomía absoluta,
puesto que depende de la complejidad de lo real que intenta explicar,
esto de ningún modo significa “negar de la Comunicología una perspec-
tiva específica en la recepción que hace de las disciplinas que vienen
a configurarla” (2000: 52). La tendencia reproductivista, el vaciamiento
ideológico, el uso poco fundado de distintos métodos o la referencia a
textos sin plena elucidación teórica, ponen de manifiesto los riesgos de la
abdicación epistemológica. Se trata de asumir un proyecto que no es el
del cierre disciplinar, sino el que aboga por una perspectiva comunicoló-
gica que se traduzca en una consolidación progresiva del campo.
A modo de cierre
No estamos en un mundo enteramente distinto del descrito a fines de los
ochenta. Sí con incertidumbres más anchas, con mediaciones erosionadas.
Estamos en una etapa de disolución de las convenciones modernas, pero
¿acaso la modernidad no disolvió una tradición tras otra, incluidas las
generadas por ella misma?
García Canclini, Néstor (2017), en ocasión de los 30 años de De los medios a
las mediaciones.
Hemos hecho un somero recorrido por los principales nudos teóri-
cos en el marco de los EC, en sus tensiones y entrecruzamientos con los
estudios comunicológicos. El crecimiento exponencial de la formación,
110 │ Cuadernos de Cátedra
producción e institucionalización de la comunicación en los últimos
años, ha renovado el interés en la discutida especificidad epistemológica.
El predominio hegemónico de los EC –y dentro de ellos, de la vertiente
culturalista- parece reafirmar la hipótesis de Follari, si nos detenemos
en los objetos y modos de abordajes que prevalecen en planes de estu-
dios, congresos y publicaciones. La retórica de la interdisciplina asumida
como valor científico, termina negando la serie de contradicciones que se
materializan en la práctica, entre ellas, entre el discurso antidisciplinar y
la legitimación de una única disciplina. Basten como ejemplos la posición
antropológica de García Ganclini o la llana identificación de la metodolo-
gía cualitativa con la etnografía.
Empero, no se trata de defender la “cientificidad” de la comunicolo-
gía, bajo alguna mirada esencialista o de positivismo renovado. Ya he-
mos analizado que las lógicas de todo campo científico escapan a las
definiciones de la ciencia social, en términos bourdianos, de modo que
la comunicología habrá de ser definida por sus condiciones instituciona-
les y políticas de producción, antes que por límites cerrados y definito-
rios. En esta línea vienen discutiendo investigadores en Argentina, bajo
el entendido de que las condiciones socio-históricas que dinamizan a la
comunicación, llevan a que carezca del lastre de una época en la que se
haya pensado a sí misma como una disciplina poseedora de un objeto y
método distintivos, justificatorios de su existencia. Época que sí existió
para otros campos disciplinarios, pero que también para ellos ha queda-
do en el pasado (Sandoval 2015).
Por otra parte, un aspecto discutible en la tesis de las “teorías dé-
biles” es la imposibilidad de pensar la interdisciplinariedad como parte
constitutiva de la perspectiva comunicológica que se reclama, ya que, en
la práctica, este proyecto solo podría resultar de un trabajo colectivo, no
de una tarea individual. Y si es cierto que la tradición culturalista domina
los estudios en la región, en las últimas décadas se han intensificado las
investigaciones de otras temáticas y desde otras perspectivas, asociadas
a la globalización, las mutaciones culturales y tecnológicas, la concen-
tración mediática y las políticas de la comunicación, las cuestiones de
género, etc. Estos desarrollos revelan, por un lado, una progresiva con-
solidación del campo de la comunicación/cultura, y por otro, la medular
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 111
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
importancia de sus prácticas y saberes específicos como articulación de
los modos colectivos de producción de significaciones que afectan los
procesos políticos y sociales de la región.
Reflexiones como las de García Canclini reivindican al consumo cul-
tural como producción activa, en matrices comunicacionales complejas.
La ritualización de la práctica, la objetivación del deseo, la construcción
de un universo inteligible, la confirmación de valores efectivamente co-
municables, constituyen un conjunto de prácticas, códigos e identidades
donde los sujetos se vuelven capaces de disputar no solo los bienes, sino
los significados que esos bienes comportan. El problema de la identi-
dad sigue siendo una de las principales preocupaciones. En una reciente
conferencia dictada en la UNCPBA con motivo de haber sido distinguido
con el Doctorado Honoris Causa, el mismo García Canclini reflexionaba
sobre la identidad latinoamericana como un problema difícil de apre-
hender, hoy ligado a la interculturalidad, la crisis de las narrativas y la
instantaneidad de las redes sociales. La des-localización implica para él
una “re-localización en múltiples lugares”, en el marco de mediaciones
“que vuelven imaginable vivir en la fractura” 11.
En esta clave es que Martín Barbero ha agudizado la mirada sobre las
matrices, la comunicación desde la cultura, los procesos de constitución
de lo masivo. En la etapa de modernización trasnacional que aún hoy
atravesamos, las mediaciones entrañan lógicas simbólicas relativamente
diferentes a etapas previas. Y abren nuevos interrogantes acerca de un
problema que adquiere centralidad en el campo: las tecnologías de la
información y la comunicación (TIC), conforme al desplazamiento de las
técnicas en sí hacia sus modos de producción y uso. Como desarrollare-
mos luego, las múltiples experiencias desde las cuales los sujetos apa-
recen estructuralmente mediados por las TIC, remiten a las mediaciones
tecnológicas, también llamadas hipermediaciones. Ya en 1987 Martín
Barbero anticipaba el valor eminentemente político del tema: cuando la
imposición acelerada de esas tecnologías agudiza la “esquizofrenia” entre
la máscara de modernización sujeta a los poderes trasnacionales, y las
posibilidades reales de apropiación e identificación cultural.
11.- “¿Existe hoy un Arte latinoamericano? Debate en la crítica, las instituciones y el mercado”. UNCPBA,
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112 │ Cuadernos de Cátedra
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Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 115
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO VI
Herencias y continuidades
de los Estudios Culturales
Británicos12
Belén Fernández Massara, María Sol Pallero
y Gastón Marmissolle
Un rango de teorías críticas contemporáneas sugiere que aprendemos
nuestras más duraderas lecciones de vida y pensamiento de quienes han
sufrido la condena de la historia: subyugación, dominación, diáspora,
desplazamiento. Hay incluso una creciente convicción de que la experiencia
afectiva de la marginalidad social (tal como emerge en formas culturas no
canónicas) transforma nuestras estrategias críticas
Homi Bhabha (2002).
Introducción
En su análisis de la Revolución Copernicana, Thomas Kuhn señala
que el libro de Copérnico fue antes que un libro revolucionario, un texto
hacedor de revoluciones. Más que en lo que dice el libro, su importancia
radica en las colaboraciones en aquello que sus sucesores puedan decir.
Tal vez algo similar pueda asumirse sobre la herencia intelectual de cada
una de las perspectivas que contribuyeron a la conformación del campo
12.- Una primera versión de este trabajo bajo el nombre de “Reflexiones epistemológicas desde y sobre la
comunicación y la cultura”, fue presentada en el XVI Encuentro Nacional de Carreras de Comunicación
(ENACOM), del año 2018 realizado en la Facultad de Ciencias Sociales UNCPBA.
de las ciencias sociales en su totalidad y, específicamente, al de comuni-
cación y cultura.
En lo que hace a la herencia del Centro de Estudios Culturales
Contemporáneos (CECC), debemos señalar que no encontramos una
perspectiva unificada, sino aportes y señalamientos provenientes de dife-
rentes disciplinas y que constituyen líneas de investigación diferenciales
y- hasta a veces- contradictorias. Líneas de investigación que se debilitan
a partir de algunas consideraciones tales como la inesperada y tempra-
na muerte de Raymond Williams, la diversidad y amplitud de temas que
trataron sus autores fundacionales, la escasa valorización al interior de
la estructura académica británica del Centro de Estudios Culturales, así
como también el retraso en la traducción y difusión de la obra de sus
principales referentes.
Raymond Williams (2017) escribe un texto en el que se preocupa por
reconstruir algunos aspectos fundacionales de los Estudios Culturales
que organizaron su desarrollo y consolidación. El objetivo de Williams
es pensar cuáles son las posibilidades de pensar la continuidad de estas
líneas de investigación y trabajo. Decimos investigación y trabajo porque
Williams piensa en una doble clave entre proyecto y formación. Lo pri-
mero tiene que ver con un programa de investigación, pero también con
una forma de comprensión y posicionamiento ante la cultura. Sostiene
que uno de los puntos fundacionales de los Estudios Culturales residió en
dejar de pensar la relación entre arte y sociedad como esferas autónomas
de comprensión, para detenerse en la relación de mutua complementa-
riedad que existe entre ambas. El carácter estético de toda obra de arte no
puede pensarse de manera independiente de las formaciones sociales y
de los procesos políticos en los que se inserta. Arte y política confluyeron
en mostrar que todo proceso de cambio cultural es siempre un proceso
de cambio político.
Pero también los Estudios Culturales constituyeron un proyecto for-
mativo. Una suerte de programa intelectual que buscó desacralizar las
universidades, fomentando su acceso irrestricto y acompañando en su
trayectoria educativa a todas aquellas personas que no solo nunca ha-
bían ingresado a las universidades, sino a todos los que no podían pen-
sar a la Universidad como una posibilidad concreta. El programa de la
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 117
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Universidad Abierta llevó a Williams y a otros intelectuales a preparar
clases y construir materiales de estudio para la formación en humanida-
des de todos los grupos sociales.
Este doble programa de proyecto de investigación y formación de-
bía superar en el tiempo el espacio vital de sus principales referentes y
fundadores. Como toda acción social, las implicancias, consecuencias y
demás avatares que provocaron las ideas, conceptualizaciones y orien-
taciones de los referentes del CECC fueron difícilmente imaginados por
sus fundadores.
En este capítulo nos preocupamos por tres tradiciones de investiga-
ción que recuperan, amplían y discuten los presupuestos fundamentales
del Centro de Estudios Culturales Contemporáneos de la Universidad
de Birmingham. No sería correcto pensarlas en términos de herederos
directos de los autores culturalistas fundacionales. Por el contrario, es-
tas tradiciones se desarrollaron en simultáneo con la escuela británica.
Es desde los temas de investigación como sus referencias empíricas,
que pueden considerarse como vinculados a la agenda de investigación
del CECC. En atención a estas consideraciones, el capítulo presenta de
manera acotada la constitución del Culturalismo latinoamericano y los
Estudios Culturales norteamericanos para luego extenderse en los de-
nominados Estudios Poscoloniales.
En segundo lugar, aquello que la teoría social suele reconocer como
“los de abajo”, la literatura inglesa como el pobrerío o la tradición mar-
xista como el proletariado, son pensados como actores productores de
formas de significación y, en consecuencia, con un rol más que impor-
tante en las instancias de resistencia. Nos preocupamos por la forma en
que se tematiza a la cuestión de lo subalterno. La noción gramsciana de
hegemonía sigue siendo clave para dimensionar cómo la cultura popular
apela a operaciones activas de creación y reproducción de sentido en sus
particulares condiciones socio-históricas. En este punto, cabe retomar
brevemente los culturalistas británicos, específicamente, en sus tempra-
nas aproximaciones sobre lo popular o lo subalterno, para pensar cómo
la vida de “los de abajo” se comprende como interdependencia o alteri-
dad para con los sectores dominantes. Conceptos que, en mayor o menor
medida, establecen continuidades con otras perspectivas teóricas.
118 │ Cuadernos de Cátedra
La constitución de los EC en América
Latina
No nos detendremos aquí en profundidad sobre los aportes latinoa-
mericanos a la constitución del campo porque eso corresponde a otro
capítulo de este mismo libro. Sin embargo, sí queremos trazar algu-
nas líneas de continuidad y otras de ruptura que articulan los Estudios
Culturales latinoamericanos con los fundacionales del CECC.
Desde la herencia gramsciana, podemos afirmar que para sus auto-
res hablar de cambio cultural implica siempre un proceso indisociable
de transformación política. Y desde este punto de vista, es imposible no
pensar la necesaria especificidad de los Estudios Culturales latinoame-
ricanos (EC). Las transformaciones políticas que estudiaban los intelec-
tuales de Birmingham son las propias de un país europeo luego de la
Segunda Guerra Mundial. Las que les cabe a los latinoamericanos son
las propias de los países emergentes en pleno proceso de globalización
económica y cultural.
En lo que hace a una cuestión nominal, el nombre Estudios Culturales
latinoamericanos aparece en la década de 1980 cuando el impacto del
CECC sobre el sistema académico internacional repercute en la amplia-
ción del término por todo el mundo, acompañado en algunos casos de
adjetivos que señalaban su regionalización. En nuestro continente, cabe
mencionar la distinción entre Estudios Culturales norteamericanos y
latinoamericanos.
También se vuelve necesario mencionar que bajo la etiqueta EC en
América Latina se encuentran una pluralidad de textos que van desde el
ensayo, la investigación empírica hasta la reflexión teórica:
Si este es el panorama, no es extraño que autores y elaboraciones
tan disímiles como el cubano Fernando Ortiz de principios de siglo o
las de José Carlos Mariategui, Nelly Richard, Néstor García Canclini
o Jesús Martín Barbero, sean englobados felizmente bajo la rúbrica
de “estudios culturales latinoamericanos”. Incluso algunos alcanzan
a considerar estudios culturales intervenciones como la gestión
cultural y cualquier tipo de articulación con movimientos sociales
(sobre todo con los étnicos) (Restrepo 2012: 171).
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 119
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Este autor plantea cuatro líneas de producción en comunicación y
cultura que se incluyen en los estudios latinoamericanos. Son estas: 1- los
EC propiamente dichos, cuyos principales referentes son Néstor García
Canclini y Jesús Martín Barbero; 2- los trabajos sobre crítica cultural, en
los que sobresalen Nelly Richard y Beatriz Sarlo; 3- los estudios poscolo-
niales latinoamericanos, donde se destaca el argentino Walter Mignolo; y
4- los estudios de la subalternidad, entre los que se encuentran la nica-
ragüense Ileana Rodríguez.
La propuesta de Restrepo constituye una propuesta por organizar la
pluralidad de textos, bajo el propósito –recuperando la metáfora de Jesús
Martín Barbero- de construir una suerte de mapa nocturno que nos guíe
por las relaciones de continuidad, ruptura y emergencia de temas, agen-
das de producción y autores que organizaron la producción culturalista
latinoamericana.
Estudios Culturales norteamericanos
Al hacer de la cultura algo central y omnipresente, y al identificarla con el
locus fundamental de la experiencia del cambio y la lucha históricos, sino
de su causa, este paso de la cultura al primer plano y sus consecuencias (a
través de un amplio espectro de discursos) ha tenido impactos profundos
y positivos en nuestras concepciones del poder y la política. Ha enfatizado
la naturaleza mediada y los aspectos representacionales del poder.
Ha “descubierto” la construcción cultural de toda la realidad humana,
incluyendo los otros dominios de la política y la economía
Grossberg, Lawrence (2012).
Tal vez los Estudios Culturales norteamericanos tengan en lo que
a América Latina se refiere, una presencia mucho menos instalada con
respecto a aquella de la que gozan los EC británicos y Poscoloniales. Lo
cierto es que su programa persigue un doble objetivo: en primer lugar,
explicar por qué las modernas sociedades son de esta forma y, en segun-
do lugar, imaginar si no pueden ser de otra forma. Esta doble tarea po-
siciona a los intelectuales ante una tarea de dimensiones cognoscitivas,
120 │ Cuadernos de Cátedra
pero también políticas. Por ello, para abordar el enfoque nos detendremos
en la figura de su representante más significativo: Lawrence Grossberg13.
Mientras que el nombre Estudios Culturales pareciera referir direc-
tamente al estudio de la cultura, los Estudios Culturales norteamericanos
se centralizan en los estudios sobre contextos y coyunturas, estudiados
como formaciones culturales y, por tanto, como espacios de producción,
recreación y negociación de sentidos. “Y, puesto que solo pueden recons-
truir una coyuntura estudiando relaciones, el estudio de la cultura debe
atravesar esas relaciones y estudiar todo cuanto no sea cultura, aun si, en
última instancia, guarda relación con la cultura” (Grossberg 2012: 205).
Es decir, todo cuanto no sea cultura para las definiciones antropológicas
clásicas del término.
Así, Grossberg (2011, 2012) incluye entre los EC la organización y
distribución de afectos (intensidades), dentro y a través de la formación
social. Esas formaciones sociales remiten a la forma en que las personas
viven la modernidad. Formas que antes que homogéneas, son amplia-
mente heterogéneas. Reconocimiento que implica desafiar la interpreta-
ción y conceptual eurocéntrica de la modernidad como la única posible
o la dominante por sobre el resto. Por ello, y retomando en este punto el
proyecto de Estudios Culturales fundacionales de Williams, Grossberg
intenta reinstalar a la cultura en la vida práctica y cotidiana de las perso-
nas, en las formas de vida de las personas y en la totalidad de cada una
de las formaciones sociales.
En la específica formación social norteamericana de la segunda mi-
tad del siglo XX, surgen una serie de reivindicaciones sociales tales como
las de las poblaciones afroamericanas, los movimientos pacifistas o tam-
bién el movimiento feminista que mostraban a las formas de creación
de cultura –alternativa y oposicional- como formas viables de actividad
política. Estas formas de organización de la resistencia que emergen
mientras la historia se está construyendo, sitúan a la cultura en tanto len-
guaje o comunicación y producción de textos estéticos y/o expresivos, al
13.- Profesor Morris Davis de Estudios de Comunicación y Estudios Culturales, y de Estudios Americanos,
Antropología y Geografía en la Universidad de Carolina del Norte de Chapel Hill. Coeditor durante veinte
años de la emblemática publicación Cultural Studies, y asesor editorial de varias revistas científicas de
alcance mundial.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 121
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
interior de un proceso cultural de producción, negociación y resignifica-
ción de sentidos en disputa. La cultura es el terreno en donde emergen
estructuras innovadoras del sentimiento, nuevas formas de ser y estar en
la modernidad que van a negociar significaciones con las dominantes o
consolidadas.
Distintos cambios y luchas comienzan en diferentes momentos,
tienen diferentes velocidades, surgen de diferentes proyectos,
enfrentan diferentes resistencias, operan en diferentes localizaciones
y están conectados por diferentes líneas errantes. Sin embargo,
juntos constituyen una lucha en torno a la formación misma de la
propia modernidad (Grossberg 2012: 218).
Ya no puede hablarse de una modernidad sino de modernidades
múltiples que se suceden a veces en simultáneo. No por compartir un
mismo tiempo-espacio se vive la modernidad de igual forma. Los cua-
dros ejecutivos norteamericanos no están viviendo la misma moderni-
dad de los vagabundos que piden limosna en la puerta de los edificios
donde los primeros trabajan. Se trata de reconocer la diversidad o dife-
rencia en los procesos sociales y políticos, pero también las experiencias
y discursos que caracterizan las formas de ser en la modernidad.
La cultura es el lugar donde reside y se conforma la subjetividad.
De esta manera la realidad aparece como una construcción activa, cons-
ciente e intencional de los grupos sociales, resultado de un acto creativo
y singular de significado. No es sino la naturaleza misma de la vida social
humana, sus formas de asociación y comunicación, la diversa e irrepe-
tible forma en que esas actividades específicas conforman una totalidad
plagada de significaciones múltiples y en conflictividad.
En tanto hay significaciones en conflicto en toda formación cultural
se vuelve central comprender qué mediaciones hacen posible esa convi-
vencia entre sentidos en disputa. A pesar de lo que usualmente se piensa
el concepto de mediación no se origina en la obra de Martín Barbero
como tampoco en la de Raymond Williams. Este último retoma notas
de Theodor Adorno sobre el concepto de mediación para quién la me-
diación es un objeto en sí mismo y no lo que se encuentra entre objetos.
Se trata de pensar una teoría de la realidad en tanto esta última se cons-
truye a sí misma pero que es siempre relacional. Es por ello que lo real
122 │ Cuadernos de Cátedra
no existe fuera o separado de las formas de significación que lo dota de
inteligibilidad.
La mediación, en este sentido, describe una casualidad no lineal; traza
los flujos, las interrupciones y las rupturas que describen el devenir o
la autoproducción de la realidad o, mejor aún, de la realidad siempre
configurada. La mediación es el movimiento de acontecimientos
o cuerpos desde un conjunto de relaciones a otro mientras
constantemente devienen algo otro que lo que eran. Es el espacio entre
lo virtual y lo real, del devenir real (Grossberg 2012: 228).
En esta conceptualización discursiva y expresiva de la mediación,
los discursos son espacios virtuales de posibilidad e imaginación. Las
mediaciones son, entonces, siempre un devenir. Están siendo en tanto
espacio abierto de significación y de constitución de verdaderos regíme-
nes se sentimiento. Se habla de sentimientos en tanto son los aparatos
afectivos lo que construyen el sentimiento o la forma de la existencia
o, lo que es lo mismo, la densidad de la realidad vivida. En resumen, lo
afectivo es el registro que:
opera a través de múltiples regímenes y formaciones, produce
muchas modalidades y organizaciones diferentes, como la emoción,
el estado de ánimo, el deseo, la pertenencia, las estructuras de
sentimiento, los mapas de valoración, los mapas de significado
(significación) y los sistemas de representación (o ideología, como la
investidura afectiva de significaciones particulares que les confiere el
derecho a representar el mundo) (Grossberg 2012: 232-233).
Bajo los ojos del Culturalismo: lo
popular/subalterno
En este apartado, sintetizamos las contribuciones de la Escuela de
Birmingham en su etapa fundacional, en continuidad con lo planteado
en capítulos previos, pero en este caso en atención a la categoría de lo
popular. Comenzando por R. Hoggart acerca de la cultura obrera, es de
referencia fundamental, especialmente en La cultura obrera en la socie-
dad de masas (publicado en 1957), donde materializa sus estudios sobre
las tradiciones culturales de la clase trabajadora urbana y el impacto de
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 123
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
la cultura de masas sobre sus hábitos y costumbres (Pallero 2017). Una
particularidad reside en plasmar en el libro su propia experiencia en una
zona urbana del norte de Inglaterra, en una infancia transcurrida entre
1920 y 1930.
Su lugar como sujeto investigador, pero aún más, como integrante
del grupo que analiza, le permite atestiguar cómo este comienza a go-
zar de mejores condiciones de vida y mayor acceso a bienes culturales.
Hoggart opta por analizar las características de un grupo relativamente
homogéneo, que se identifica con un “nosotros”: la clase trabajadora po-
pular que se diferencia de “ellos”, esto es, la cultura dominante y pode-
rosa formada por “los que están más arriba”. Más allá de las diferencias,
afirma Hoggart, están unidos por una relación de alteridad en tanto el
mundo de los obreros no puede existir por fuera del mundo de los jefes.
A la luz de los cambios ligados a la cultura de masas, advierte el au-
tor que los valores y actitudes tradicionales conviven con nuevas formas
culturales que tienen llegada a todos los sectores. Los medios de comu-
nicación tienden a simplificar el contenido destinado al público popular,
ya sea para evitar que superen cierto nivel de lectura o para sostener
la creencia de que no es capaz de consumir productos culturales so-
fisticados. Sin embargo, “la tolerancia característica de la clase obrera
ha conservado su valor tradicional, más próximo a la caridad que a la
complacencia” (2013: 264). Es por eso que logra, la mayoría de las veces,
rechazar los llamados de la publicidad, y muestra cierta capacidad de
absorber lo que considera conveniente.
Vale resaltar que el autor concibe a los sectores populares como
aquellos que resisten a ser consumidos totalmente por los efectos de la
masificación cultural y conservan algo de “la vieja resistencia anterior”.
Su investigación demuestra que la clase no se define solo por el nivel
de ingresos percibidos, sino también por un amplio abanico de aspectos
sociales, políticos y económicos que ejercen influencia. Sin embargo, el
progresivo avance de la cultura de masas y la alfabetización presentada
en términos de progreso, no hace más que deteriorar los valores popu-
lares y sumergir sistemáticamente a la cultura obrera “en las aguas de la
industria cultural”. Lo popular –entendido como cultura obrera, antes que
como clase social- se presenta como categoría distintiva de un sector
124 │ Cuadernos de Cátedra
trabajador con gustos y características particulares que cada vez más se
está desgastando, en favor de la opinión de masas y la respuesta emo-
cional generalizada.
También encontramos en E. P. Thompson una problematización de
la noción de clase trabajadora. Publica La formación de la clase obrera
en Inglaterra en 1963, donde centra su análisis historiográfico del movi-
miento obrero de la Inglaterra de la Revolución Industrial, en el cual revi-
sa la interpretación marxista tradicional desde un materialismo histórico
no dogmático.
Advierte Thompson que muchos autores prefieren el término “clases
trabajadoras”, que subraya la gran disparidad en lo que hace a posiciones,
calificaciones, situaciones y circunstancias. Sin embargo, considera que
el período 1790-1830 es el de la formación de la clase obrera. En primer
lugar, debido al desarrollo de una consciencia de clase, la identidad en
torno a intereses comunes de la población trabajadora y en contra de
los de otros. En segundo lugar, en cuanto al desarrollo de las formas co-
rrespondientes de organización política y laboral. Hacia 1832, ya existen
instituciones obreras sólidamente arraigadas, tradiciones intelectuales
obreras, pautas de comportamiento colectivo y una concepción obrera
de la sensibilidad.
Thompson prefiere nominar a su objeto “clase trabajadora”, porque
“clases” es un término elusivo como descriptivo, que comprende una
multiplicidad de dimensiones. Constituye una relación histórica, no una
categoría cerrada, relativa a una serie de fenómenos tanto a nivel de la
experiencia como de la consciencia. En tanto formación social y cultural,
la clase implica cómo los sujetos articulan la identidad de sus intereses
comunes y frente a otros, en el marco de las relaciones de producción en
las que nacen o de las que involuntariamente intervienen. La conscien-
cia de clase es la forma que se expresan estas experiencias en términos
culturales, en base a tradiciones, sistemas de valores, ideas y formas ins-
titucionales. Si la experiencia aparece como algo determinado, la cons-
ciencia de clase no está determinada de modo absoluto.
Thompson ha sido acusado de idealismo debido a su énfasis en la
“experiencia”, fuera de sus determinaciones materiales (especialmente
a partir de sus críticas al pensamiento althusseriano). Pero no pretende
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 125
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
destruir la conexión entre “ser social” y “consciencia social”, ni negar la
primacía que el materialismo histórico concede al ser social en su rela-
ción con la consciencia. La experiencia es “la experiencia de la determi-
nación”. Significa precisamente lo que las “estructuras objetivas” hacen a
las vidas de los sujetos. En su afirmación de que “la formación de la clase
obrera es un hecho de historia política y cultural tanto como económica”
(2012: 203), refuerza la confrontación con las versiones economicistas y
los enfoques sincrónicos de las ciencias sociales, en base a una peculiar
opción histórica que concede al estudio de los sectores sociales su di-
mensión política y necesariamente problemática.
Finalmente, la relevancia de la figura de Raymond Williams en los
estudios sobre lo popular/subalterno, debe considerarse en el marco ge-
neral de una teoría materialista de la cultura. Se vale de una revisión
crítica de las bases marxistas del pensar sobre los sectores postergados,
su posición en la estructura social y sus posibilidades de acción, desde
una posición que no es naturalmente dada sino socialmente creada y
culturalmente posible de ser transformada.
El comienzo de la revisión marxista se ubica en la recuperación de la
relación entre base y superestructura planteada por el marxismo clásico.
Williams reconoce la distinción analítica entre ambas dimensiones, pero
interroga a la disposición según la cual base material resulta determi-
nante de la superestructura jurídico-política. La revisión de la noción de
determinación no niega esa relación, intenta superar la idea mecánica
de que las formas de pensar son un reflejo de las condiciones materiales
de producción en las que se encuentra una clase social. Sin embargo,
la relación entre materialidad y pensamiento es reforzada por Williams.
En su comprensión de que desde el lugar de los sectores subalternos es
donde se produce, reproduce y modifica formas de pensar que pueden
constituirse en una formación cultural, como oportunidades certeras de
resistencia a una forma específica de dominación capitalista.
Asumido entonces la relación entre base material y superestructura
jurídica, queda tipificar la forma específica de esta relación, a sabiendas
de que no se trata de un reflejo o una determinación sino de una media-
ción. El estudio de las mediaciones nos conduce a pensar cómo las cla-
ses subalternas producen formas de significación y valoraciones en tanto
126 │ Cuadernos de Cátedra
intermediación entre las instancias de producción material y las formas
de significación a ellas vinculadas. Se trata de pensar las dimensiones
constitutivas de la vida y las formaciones sociales y no solo en las cons-
tituyentes o usualmente llamadas determinadas. Estas dimensiones solo
se vuelven inteligibles como resultado de un análisis histórico y comple-
to (Williams 2013, 2015).
En tanto las relaciones prácticas entre sectores dominantes y domi-
nados solo pueden ser pensados en términos de interacción constante,
la noción gramsciana de hegemonía es lo que permite conceptualizar
lo dominante en diálogo constante y mediación con lo dominado, lo
subalterno, que hace imposible la dominación absoluta. De ahí que la
hegemonía:
Es todo un cuerpo de prácticas y expectativas en relación con la totalidad
de la vida: nuestros sentidos y dosis de energía, las percepciones
definidas que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. Es un
sistema vivido de significados y valores –constituyentes y constituidos-
que en la medida que son experimentados como prácticas parecen
confirmarse recíprocamente (Williams 2009: 145-146).
El giro poscolonial: historicidad
y contingencia en Frantz Fanon
Así como Gramsci suele ser leído como el antecedente de los EC,
y esta condición escapa a toda intención del autor italiano, tal vez una
situación similar pueda atribuirse a Frantz Fanon en su relación con los
Estudios Poscoloniales.
A finales del siglo XX, principalmente de la mano de Edward Said,
el pensamiento de Fanon vuelve a cobrar vigencia en el marco de los
Estudios Poscoloniales, la teoría crítica y el marxismo. A partir de su apo-
yo a la lucha argelina por la independencia y en tanto miembro del Frente
de Liberación Nacional, sus trabajos han inspirado movimientos de libe-
ración anticolonialistas durante más de cuatro décadas. Revisiones teó-
ricas se preguntan por la actualidad de su pensamiento frente a las co-
yunturas socio-políticas. Se destacan la ambivalencia entre una esfera
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 127
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
transnacional y los llamados nativismos, la agencia del sujeto colonizado,
la necesidad teórica y política de pensar un sujeto agente a pesar de la
crítica al modernismo colonial y al humanismo clásico, la imaginación de
una historicidad contingente y la permanente apertura de las estrategias
culturales e históricas (De Oto 2003).
En Los condenados de la tierra (publicado en 1961), los condenados
no son el proletariado de Marx sino el lumpen-proletariado, los margi-
nados o el pueblo. Por una parte, no hay en Fanon una defensa acérrima
del colonizado, al que inscribe en su historicidad y en el marco de sus
contradicciones. Se trata de una categoría universal, difusa, pero es a la
vez el colonizado argelino. Por otra parte, se ubica en el terreno de la
dialéctica de la relación entre el amo y el esclavo, de acuerdo a la cual el
sujeto se enfrenta a la nueva situación de la emancipación, que construye
por medio de un procedimiento dialéctico con el mundo que lo ha con-
vertido en colonizado. Así, emprende la búsqueda de un equilibrio entre
dirección consciente y espontaneidad, en el doble movimiento al cual
las relaciones imperialistas y la incapacidad de la nueva burguesía para
ordenar la praxis popular, oponen la inutilidad histórica de la acción y la
“maldición” de la independencia.
En tanto proceso histórico, la descolonización no resulta inteligible
sino en cuanto configura el encuentro de dos fuerzas antagónicas, aque-
llas que extraen precisamente su originalidad de esa especie de sustan-
ciación que segrega y alimenta la situación colonial. El proceso de des-
colonización es simplemente la sustitución absoluta de una “especie” de
hombres por otra “especie” de hombres, tensionando los discursos ahora
dominantes en torno al surgimiento de una nueva nación o Estado, o sus
condiciones políticas o socio-económicas de realización. Pero esa cons-
trucción de la nación es frágil. Se mantiene el maniqueísmo, un “mundo
de estatuas” inmóvil, dividido en compartimientos. La descolonización
supone una reivindicación mínima del colonizado, algo ideológicamente
eficiente por cuanto es deseado, reclamado, exigido. Debe dar garantías
de ese proceso de apropiación, hacer suyas las formas de pensamiento
de la burguesía. Ahora bien, en lo más profundo de sí, el colonizado se
reconoce subalterno, pero no convencido ni domesticado.
128 │ Cuadernos de Cátedra
Los partidos nacionalistas, junto con los intelectuales, no reivindican
la lucha popular. Tienden a ser conservadores. Para ellos, todo intento de
quebrar la opresión colonial mediante la fuerza es una medida desespe-
rada, una conducta suicida. A pesar de todo, Fanon argumenta a favor del
carácter progresista de su acción, materializada en lo que llama “exigen-
cia mínima”. Los pueblos colonizados son perfectamente conscientes de
esos imperativos que dominan la vida política. La forma de reivindicarlos
es la nación. Los dirigentes escriben en los periódicos nacionalistas, “ha-
cen soñar al pueblo”, permiten que la imaginación se libere. Evitan la sub-
versión, pero a la vez introducen elementos de subversión. Esta violencia
tiene un papel no solo informativo sino operatorio para el colonizado.
Las represiones favorecen el avance de la consciencia nacional, porque
indican que todo conflicto puede resolverse por la fuerza.14
La movilización de las masas introduce en cada consciencia la causa común,
de destino nacional, de historia colectiva. En orden de esa liberación,
se invita a luchar contra la miseria, el analfabetismo, el subdesarrollo.
Produce un lenguaje que le es propio, en torno a la “movilización de las
masas”. La independencia le ha aportado reparación moral, un sentido
de dignidad, pero no ha logrado construir y afirmar valores. Frente a la
antinomia entre colonización y descolonización, entre capitalismo y so-
cialismo, argumenta Fanon que el tercer mundo no debe contentarse con
elegir uno u otro, sino definirse en función de valores propios. La cultura
nacional se presenta como espacio inestable y contingente, marco de una
consciencia emergente que debe pactar permanentemente con su propia
historicidad.
El problema de una mayoría de los partidos políticos en las regiones
subdesarrolladas, ha sido dirigirse principalmente al proletariado de las
ciudades. Pero este proletariado está menos preparado para responder
a las consignas eventuales de lucha por la liberación nacional. Contiene
los elementos más fieles de los partidos nacionalistas, constituyendo la
fracción “burguesa” del pueblo colonizado. En cambio, los campesinos
14.- Fanon se pregunta: ¿qué es esa violencia? Es la intuición que tienen las masas colonizadas de que su
liberación debe hacerse, y no puede hacerse más que por la fuerza. Puede percibirse como el único medio
posible, la consigna de un partido político. Y para el pueblo, deviene en praxis total, reviste caracteres
positivos, formativos.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 129
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
sin tierra, que se amontonan en los barrios miserables de la periferia y
tratan de infiltrarse en las ciudades, son ese lumpen-proletariado: no to-
man parte en la producción industrial, y por ello manifiestan la suficiente
autonomía como para montar exitosamente una rebelión. Es un fenó-
meno que obedece a una lógica propia, como lo describe Fanon: “Ese
lumpen-proletariado, como una jauría de ratas, a pesar de las patadas, de
las pedradas, sigue royendo las raíces del árbol” (Fanon 2011: 33).
Los campesinos se muestran reticentes con respecto a las reformas
estructurales propuestas por el gobierno, porque este no ha explicado a
la totalidad del pueblo los objetivos del nuevo régimen y sus orientacio-
nes nacionales. Como dijimos, la nación es frágil, aproximada, una forma
sin contenido, que expresa la debilidad de la burguesía nacional para ra-
cionalizar la praxis popular. Se trata de una burguesía subdesarrollada,
cuyo poder económico es casi nulo (se concentra en actividades de tipo
intermedio). Sin poder crear relaciones sociales coherentes, fundadas en
el principio de su dominio como clase, se muestra incapaz de realizar
la unidad nacional. Fortalece el poder del Estado, no ayuda ya al pueblo
a formular sus reivindicaciones ni a cobrar mayor consciencia de sus
intereses y demandas.
En el pensamiento de Fanon, la burguesía debe convertir en deber
imperioso la traición de la vocación a la que estaba destinada, ir a la es-
cuela del pueblo, poner a su disposición el capital intelectual y técni-
co que formó en su paso por las universidades coloniales. Es así que,
progresivamente, los dirigentes comprenden que hay que enseñar a los
grupos, instruirlos, centralizar la autoridad. Redescubren la política, no ya
como técnica de adormecimiento sino como medio único de intensificar
la lucha, organizar, realizar el rescate radical de la conciencia. En conse-
cuencia, la politización de las masas estriba en hacer que la nación esté
presente en cada uno. La lucha organizada y consciente emprendida por
un pueblo colonizado para restablecer la soberanía de la nación, consti-
tuye la manifestación más plenamente cultural.
130 │ Cuadernos de Cátedra
La cultura y lo subalterno en la crítica
poscolonial
La perspectiva poscolonial analiza las fuerzas desiguales de repre-
sentación cultural, involucradas en las disputas por la autoridad política
y social dentro del orden mundial moderno. Surge de los testimonios co-
loniales o anticolonialistas de los países del Tercer Mundo y de minorías
dentro de la división geopolítica entre Oriente y Occidente, norte y sur.
Estas narrativas intervienen en los discursos ideológicos de la moderni-
dad que intentaron conceder una “normalidad” hegemónica al desarrollo
desigual y las distintas, a menudo desfavorecidas, historias de naciones,
razas, comunidades y pueblos. La crítica opera en torno a cuestiones
de diferencia cultural, autoridad social y discriminación política, con el
propósito de revelar los momentos de antagonismo y ambivalencia que
atraviesan estos procesos (Bhabha 2013).
La crítica poscolonial recupera el concepto de cultura en por lo
menos dos sentidos. Uno de ellos, ligado a la tradición literaria en tan-
to forma de producción cultural que hace visible las formas de ser de
una formación social en momentos históricos específicos. En los trabajos
poscoloniales estas formaciones sociales son equivalentes a los Estado-
Nación de los países colonizados por las potencias europeas.
Por otro lado, la idea de cultura es recuperada en tanto forma local
de producción de sentidos, de formas de vivir un período histórico. Que
alcanza su máxima expresión cuando Hommi Bhabha (2013) presenta la
idea de modernidades alternativas. Lo que expresa la continuidad de la
idea fundacional de Edward Said (2018), según la cual Occidente trató de
imponer una mirada globalizadora sobre los procesos sociales y políticos
que casi elimina toda posibilidad de pensar las especificidades locales.
La idea de modernidades alternativas reconoce las otras formas de ser y
estar en la modernidad. Especialmente, las de los grupos subalternos de
la modernidad, los perdedores o subalternos, los pueblos colonizados.
El doble significado de la palabra cultura en el pensamiento de
Bhabha es, entonces, el de cultura como un imaginario social y el de
un acto que reconoce y considera las voces de las personas reducidas a
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 131
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
servidumbre, los desplazados, los sin nombre, en la agencia de la pala-
bra. Se trata de reconocer temporalidades emergentes desde las cuales
emerge la posibilidad de crítica y transformación social.
Desde la crítica de la situación de Argelia durante su guerra de inde-
pendencia y las formas de vida canónicas de la India poscolonial, autores
como Fanon, Bhabha, Said y Spivak plantean la necesidad de revisar la
pluralidad de formas en que se ejerce la vida social en las diferentes con-
figuraciones de la globalización contemporánea. Más que un proyecto de
reconstrucción de un pasado o de entendimiento de un presente, el pro-
yecto cognoscitivo de la crítica poscolonial se orienta a la construcción
de un futuro que supera el dualismo instalado en el período de guerra fría
entre países centrales y periféricos.
Otra forma de examinar una perspectiva teórica es recuperar sus
preguntas. En palabras de Gayatri Spivak (1998), “¿puede hablar el sujeto
subalterno?” Los Estudios Poscoloniales surgen de un cruce episte-
mológico, la articulación entre los modelos teóricos y metodológicos de
las ciencias sociales con la crítica literaria, desde la perspectiva de la
sociología del subdesarrollo o teoría de la dependencia. Desde estos en-
trecruzamientos, hace evidentes las formas de dominación que se ejer-
cen sobre los sectores postergados: no solo colonizados, sino negros y
también mujeres, la periferia de lo dominado. Retomando a Bhabha:
La crítica poscolonial da testimonio de las fuerzas desiguales y
desparejas de la representación cultural implicadas en la disputa por
la autoridad política y social dentro del orden del mundo moderno.
Las perspectivas poscoloniales emergen del testimonio colonial de
países del Tercer Mundo y de los discursos de las minorías (Bhabha
2013: 211).
En este punto cabe mencionar algunos puntos en común entre la
crítica poscolonial y los EC, para luego detenernos en la diferenciación
de agendas entre ambas perspectivas.
Un punto de partida reside en la obra de Stuart Hall. Los Estudios
Poscoloniales retoman una maravillosa sentencia del autor, según la cual
es necesario politizar y teorizar la política. Así, contra toda intención de
objetividad (en términos de neutralidad valorativa) o de despolitización
de la ciencia, Hall (2010) introduce la necesidad de tomar partido en
132 │ Cuadernos de Cátedra
discusiones políticas, pero desde una posición de compromiso y solidez
intelectual respaldada sobre fundamentaciones teóricas. Así, los negros
en los textos originales de Fanon (2011), las mujeres en una formación
cultural paternalista en Spivak (2013) o las colonizados en la obra de Said
(2003) y Bhabha (2002, 2013), aparecen como sujetos con voz que las
ciencias sociales deben (en términos de imperativo moral y político) co-
menzar a considerar para producir conocimiento que se ajuste a las ne-
cesidades y oportunidades concretas de transformación social.
Una de las novedades que introduce el pensamiento poscolonial
reside en que no se trata solo de identidades sociales y políticas pos-
tergadas o subalternas. Se trata de formas de modernización que apa-
recen como no canónicas o alternativas. Es la forma específica que asu-
me la modernidad en los lugares de la periferia globalizada. Así es como
Oriente, desde una condición de subalternidad, puede nombrar y otorgar
significación a una forma europea y dominante de la modernidad.
La obra de Edward Said15 (1935-2003) se vincula directamente con el
movimiento de descolonización en todo el Tercer Mundo, en tanto res-
puesta a la formación de dominación europea. Cabe retomar brevemente
sus reflexiones en Orientalismo (publicado en 1978). Acerca de las relacio-
nes entre imperialismo y orientalismo (entre política y cultura), asume que
la idea general de qué o quién es Oriente surge de un conjunto de deseos,
inversiones, proyecciones y represiones, que no expresan las condiciones
reales de Oriente. Se construyen desde el discurso en base al cual Europa
ha dominado cultural, social, política y militarmente. Un proceso directa-
mente vinculado a aquello que Foucault llamó verdad/poder: un discurso
produce, a través de diversas prácticas de representación, una forma de
conocimiento racializado del Otro (orientalismo), profundamente implica-
do en operaciones de poder (imperialismo) (Hall, 2010).
Estas conceptualizaciones pueden relacionarse también a la noción
gramsciana de hegemonía: ciertas formas culturales predominan sobre
otras, lo que pone al orientalismo en situación de subalternidad. Europa
15.- Ejerció las docencias en las Universidades de Harvard, Princeton y Columbia como catedrático de literatu-
ra inglesa y comparada. Su obra abarca aspectos tan amplios como la política, la literatura, la filosofía y la
historia. En 2002 recibió junto a Daniel Barenboim el premio Príncipe de Asturias de la Concordia, por su
participación en el acercamiento entre jóvenes talentos árabes e israelíes.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 133
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
necesita renovar esa idea de supremacía cultural sobre la cual afirma su
identidad, volviendo a sus miembros parte de un nosotros diferenciado
de los Otros no europeos. Ese ejercicio no puede ser sino hegemónico,
y se materializa en las instituciones, el ámbito académico y la literatu-
ra. Más allá de sus diferencias, esto es lo que han tratado de exponer
Foucault, Gramsci y Williams. Así lo sintetiza E. Said:
Podremos comprender mejor la persistencia y la durabilidad de un
sistema hegemónico, como la propia cultura, cuando reconozcamos
que las coacciones internas que estos imponen en los escritores y
pensadores son productivas y no unilateralmente inhibidoras (Said
2003: 37).
De esta manera, uno de los desplazamientos más importantes in-
troducidos por la crítica poscolonial, reside en que la emergencia de lo
subalterno no aparece restringida a condiciones de clase. Son nuevas
condiciones sociales, culturales y políticas de producción del sujeto sub-
alterno. Son las formas contemporáneas de representación y de discurso
en las que se ejerce la segregación lo que motiva a los autores posco-
loniales. Se trata de contingencias históricas diseminadas que adoptan
formas específicas en cada contexto cultural.
La narrativa poscolonial es entonces una narrativa alternativa del pa-
sado y del presente desde las perspectivas de los sectores postergados.
Son temporalidades alternativas, historicidades diferenciales, interrup-
tivas, que, desde la raza, el género, la clase o la nación aparecen como
disruptivas de las narrativas hegemónicas. Es por ello que las narrativas
poscoloniales interrogan a las formaciones culturales en términos de re-
laciones de antagonismo.
A medida que se produce el proceso de consolidación de los Estados-
Nación modernos, el término se vincula a la Nación o el Estado. En las
consideraciones de Said, la cultura expresa, en primer lugar, todas aque-
llas prácticas como la comunicación y la representación, que poseen re-
lativa autonomía dentro de las esferas de lo económico, lo social y lo po-
lítico, que en ocasiones asumen forma estética y cuyo principal objetivo
es el placer. En segundo lugar, “se trata de un concepto que incluye un
elemento de refinada elevación, consistente en el archivo de lo mejor que
cada sociedad ha conocido y pensado” (Said 2018: 15).
134 │ Cuadernos de Cátedra
En el marco de procesos hegemónicos, las culturas nacionales se-
leccionan algunos sentidos dentro del universo de los disponibles. Estos
representan o nombran a algunos de los grupos sociales que conforman
la Nación, en detrimento de otros que aparecerían como no tan impor-
tantes o, por lo menos, no los signos unívocos de la Nación. Por ello Said
compara a la cultura con una suerte de teatro en el que se enfrentan
distintas causas políticas e ideológicas, donde la cultura aparece como un
factor identitario, no exento de controversias.
A modo de cierre
Apuntamos en este capítulo a ofrecer algunos puntos de articulación
entre el Culturalismo, la crítica poscolonial y los EC norteamericanos. Es
imposible agotar en estas líneas tradiciones teóricas de enorme comple-
jidad, pero esperamos sean disparadoras de nuevas aproximaciones que
resulten, para nuestros lectores, tan movilizadoras como lo son para no-
sotros. Emergentes de muy diversos contextos sociales, estas corrientes
registran entrecruzamientos en torno a uno los problemas más genuinos
que orientan estas lecturas: la suerte de los sectores postergados y sus
posibilidades de superación de las condiciones iniciales de desventaja.
La pregunta por las formas de significación de los sectores subalternos
sigue siendo –y tal vez hoy más que nunca- uno de los ejes centrales de
la investigación en el campo de la comunicación/cultura.
Si retomamos la crítica poscolonial, la cultura, así como también las
formas estéticas que contiene, derivan de la experiencia histórica. En ri-
gor, la única forma de comprender de manera acabada la profundidad de
los conflictos que originan una Nación o que se desarrollan en su proceso
de constitución, es desde la reconstrucción de su trama histórica. Si los
poscoloniales tienen la intención de representar a los sectores subalter-
nos, no es el sentido de hablar por aquellos que no tienen voz. El proyecto
que se persigue es, en cambio, el de volver a presentar (re-presentar) a
los postergados en el pasado y en el presente constitutivo de una for-
mación cultural. Mostrar cómo se narra la historia desde los sectores,
grupos y naciones a los cuales se les niega en la historiografía oficial su
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 135
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
oportunidad de narrar o ser reconocidos por la historia.
Los objetivos de las perspectivas poscoloniales residen en elaborar
estrategias emancipatorias. Y ahí reside otro punto en común entre cul-
turalistas y poscoloniales. El lugar de la teoría y del teórico social no es
solo la producción de conocimiento, sino además la contribución a que
los sectores subalternos puedan superar esta condición. Y en las actua-
les determinaciones latinoamericanas, esta cuestión se vuelve clave: la
que implica a los intelectuales de la comunicación en el ejercicio político
de interpretar los movimientos sociales, por cuanto estos provocan mo-
mentos específicos de teorización. Lo que supone el desafío de teorizar
desde la práctica. En última instancia, al decir de Hall (2010), este proyec-
to debe dar cuenta de la complejidad de las coyunturas para generar in-
tervenciones políticas mucho más adecuadas: la teoría importa en tanto
activa el deseo de transformar el mundo.
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Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 137
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CAPÍTULO VII
Hiper y massmediaciones: una
actualización del culturalismo
latinoamericano
Belén Fernández Massara, María Sol Pallero
y Gastón Marmissolle
Cursantes 2018 Comunicación y Cultura I16
Comunicación y Cultura I aborda los estudios latinoamericanos
de comunicación en el segundo cuatrimestre del ciclo lectivo. Durante
el 2018 la problematización de estos contenidos coincidió con el XVI
Encuentro Nacional de Carreras de Comunicación (ENACOM) que se
realizó en la Facultad de Ciencias Sociales de la UNCPBA entre el 18 y el
20 de setiembre de ese año.17 Gracias a la iniciativa del Departamento de
Comunicación de la FACSO- UNCPBA, como integrantes de la cátedra
junto con los/las cursantes mantuvimos un encuentro con uno de los
16.- Participaron del encuentro y su posterior análisis los/las estudiantes de Periodismo y Comunicación del
ciclo 2018: Ale, Camila; Almeida, Yessica; Aragón, Manuela; Bazán, Emmanuel; Bickart, Giselle; Bustaman-
te, Leandra; Cabello, Iván; De la Vega, Selene; García, Florencia; Garralda, Santiago; Giles, Agustina; Jaime,
Danisa; Larraburu, Micaela; Larios, Nicolás; Luna, Enzo; Macaluso, Antonella; Martínez, Edith; Martínez,
Marina; Medina, Ignacio; Mozotegui, Martín; Pagano, Agustina; Propato, Lautaro; Rodríguez, Gastón; Rol-
dan, Gabino; Schamberger, Samuel; Schmidt, Macarena; Sraiber, Sol; Torchia, Tomás; Valenzuela, Camila;
Viola, Rodrigo; Yaquemet, Aylén.
17.- El ENACOM reúne anualmente a docentes, investigadores, graduados, estudiantes y profesionales de las
carreras de Comunicación afines de Argentina, Chile, Uruguay, Paraguay y otros países de la región. Con-
vocado por FADECCOS (Federación Argentina de Carreras de Comunicación), promueve la participación de
profesionales y estudiantes de la Comunicación y disciplinas afines en las discusiones acerca del estado
del campo y sus contribuciones a la producción de conocimiento en América Latina.
138 │ Cuadernos de Cátedra
principales invitados del encuentro: el Dr. Carlos Scolari, profesor de la
Universidad Pompeu Fabra en España y reconocido investigador dentro
de la Ecología de los Medios.
El encuentro tuvo la dinámica de un juego de preguntas elaboradas
por los estudiantes, bajo la dirección de la auxiliar alumna de la materia,
María Sol Pallero. Las preguntas realizadas buscaban profundizar algu-
nos aspectos trabajados en el Programa desde la novedosa perspectiva
de Scolari en el campo. Las respuestas a los interrogantes y las nue-
vas preguntas que estas nos provocaron, organizan la redacción de este
documento que procura presentar, aunque no sea más que de manera
sintética, la propuesta de investigación en Comunicación del intelectual
argentino.
Cabe destacar que no olvidamos el recorrido que se viene realizando
en este libro. Recorrido enfocado, capítulo a capítulo, al abordaje de co-
nocimiento producido por numerosos pensadores de escuelas, institutos
de investigación o campos de estudio particulares. El presente apartado
no es la excepción: se trata de hacer referencia al campo, aún en desa-
rrollo, de la Ecología de los Medios. Perspectiva que “no nació por gene-
ración espontánea ni por la genial iluminación momentánea de McLuhan
o Postman” (Scolari 2015: 19), sino que se sirvió de los aportes de teóricos
culturalistas e investigadores de diversas latitudes.
Creemos necesario, a los efectos de este libro, acotar el abordaje de
la Ecología de los Medios (Media Ecology en la tradición norteamericana)
a aquellas categorías que han contribuido a sus desarrollos. Abordamos
en un capítulo anterior la importancia de las mediaciones barberianas
en el camino hacia la consolidación de una perspectiva de estudio de
los procesos de comunicación latinoamericanos. Es por eso que nos in-
teresa retomar una de las tantas relecturas de la obra de Jesús Martín
Barbero, en este caso, la de Carlos Scolari, y analizar, particularmente,
sus fortalezas, debilidades y usos potenciales. Un modo de plantear esos
desplazamientos es de los medios a las mediaciones, y de estas a las
hipermediaciones.
Es que, en la obra del investigador, las hipermediaciones constitu-
yen la base de una teoría destinada a adaptar – siguiendo con la metá-
fora biologicista- el concepto de base a las particulares condiciones que
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 139
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
devienen del avance tecnológico. Nuestra propuesta consiste, entonces,
en reflexionar sobre esta actualización de concepto y referir a otros que
también hacen a la obra de Scolari y se vinculan directamente con el
escenario mediático de estos tiempos, el cual, como sabemos, se trans-
forma de manera vertiginosa.
Partimos de un encuadre general que recupera los recorridos de
la Media Ecology, comenzando por sus referentes clásicos, McLuhan,
Postman y Ong. Avanzamos luego en consideraciones más actuales y
de tradición latinoamericana centradas en Scolari, y los cruces y tensio-
nes que se establecen en la problemática consolidación del campo de la
comunicación. Es que, como ironizaba el investigador en el encuentro,
“quedó mucho por desarrollar a nivel teórico, porque toda la segunda
generación se quedó charlando en el bar qué había dicho McLuhan en el
ʹ69, una lástima. Ahora hay gente que se está preocupando por avanzar…”
En suma, este capítulo se organiza en los tres ejes que estructuraron el
encuentro. El comienzo de cada apartado es una cita de Scolari que cobra
relevancia a la luz de esos propósitos.
En un segundo momento, proponemos discutir aportes y limitacio-
nes de la Media Ecology en torno a una problemática de gran preponde-
rancia en estas coyunturas socio-históricas: las tecnologías de la infor-
mación y la comunicación (TIC). El tema revela una cuestión dilemática:
una mirada atenta a las tecnologías desde los debates fundacionales del
campo, y también una lectura actualizada pero predominantemente tec-
nicista, en tanto tiende a relegar las condiciones material-simbólicas en
que se producen las experiencias de uso. Esto es, cuando las TIC dejan
de ser un proyecto de producción cultural, para rendirse a los imperati-
vos del mercado y de la racionalidad técnica. La cultura digital está es-
tructuralmente mediada por estos lenguajes que, en conjunto, definen las
posibilidades de los sujetos de participar más activamente de sus trans-
formaciones. Promover la comprensión de las TIC se vuelve entonces
una necesidad insoslayable que, a la vez que teórica, es eminentemente
política. En torno a esta postura gira el último apartado.
140 │ Cuadernos de Cátedra
La Ecología de los Medios
Como dije hoy, mucha gente está usando la metáfora ecológica. La
ecología entendida como un ecosistema que nos cambia sin que nos demos
cuenta. Esto que decía McLuhan del pez en el agua. Lo mismo pasa con
los medios. Una generación creció con los libros, otra con la televisión,
otra está creciendo con Youtube, y eso nos va modelando la cognición y la
percepción. Y la otra idea es pensar la ecología como especies que compiten
o cooperan.
Scolari, Carlos (2018).
Si buscamos definir a la Ecología de los Medios, podemos decir que
se trata de una perspectiva metafórica que utiliza conceptos de las cien-
cias biológicas para analizar problemáticas ligadas a la comunicación, los
medios masivos y las tecnologías digitales interactivas. La Media Ecology
(también llamada Escuela de Toronto, Escuela de Nueva York o Escuela
de San Luis) presenta ciertos matices, pero comparte una definición
del término. Este fue oficialmente introducido por Neil Postman en una
conferencia en 1968, pero ya había sido utilizado por Marshall McLuhan
a principios de esa década en sus obras más notables (The Gutenberg
Galaxy de 1962 y Understanding Media de 1964).
Se destaca primeramente al teórico canadiense como el paradigma
del investigador de los Medios. Scolari (2010) explica que McLuhan go-
zaba de una fama mediática similar a la de otros íconos pop como Andy
Warhol o Bob Dylan, lo que le generó detractores en el mundo académi-
co. Otro aspecto mencionado son sus formas de expresión, su escritura
“mosaico” y la tendencia a crear slogans que perduran hasta hoy, como
“la aldea global” y “el medio es el mensaje”. Con los procesos de digitali-
zación y la masificación de la Web, en décadas recientes la perspectiva
ecológica lo ha reivindicado como uno de sus padres fundadores: cuando
hablaba de la televisión, estaba pensando en una mutación radical del
ecosistema comunicativo.
A partir de la definición de Postman, Scolari resume claramente la
idea básica: “las tecnologías —en este caso, las tecnologías de la comuni-
cación, desde la escritura hasta los medios digitales— generan ambien-
tes que afectan a los sujetos que las utilizan” (Scolari 2010: 23). Incluye
entonces todos los aspectos de los procesos de comunicación, desde las
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 141
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
relaciones entre los medios y la economía hasta las transformaciones
perceptivas y cognitivas de los sujetos a partir de su exposición a estas
tecnologías.
La premisa de la metáfora de ecosistema consiste, entonces, en con-
cebir a los medios como ambientes que rodean al sujeto y modelan su
percepción y cognición. Según esta idea, los medios forman un entorno
sensorial (un medium) en el cual los hombres se mueven “como un pez
en el agua”, sin percibir su existencia, hasta que por algún motivo se vuel-
ve visible. No se trata, asegura Scolari, de una simple definición, sino que
constituye “el desplazamiento del uso meramente metafórico del término a
su inicial delimitación como un nuevo campo científico” (Scolari 2015: 19).
Dentro de dicho ambiente, coexisten diversas especies que, ante la
llegada de una nueva, deben adaptarse para sobrevivir. En el entorno me-
diático, la radio cambió la forma de las noticias y alteró el funcionamiento
del periódico, y la televisión generó cambios drásticos en la programa-
ción de la radio. Todos ellos se vieron obligados a modificar determi-
nadas prácticas con la acelerada instalación de las redes sociales y los
contenidos informativos y de entretenimiento en red.
Venido de la filosofía, la lingüística y la historia cultural, el esta-
dounidense Walter Ong es reconocido como otro de los fundadores. Aun
cuando no menciona el término, la publicación de Orality and Literacy.
The Technologizing of the Word (2000, publicado originalmente en 1982)
constituye un referente central de la Media Ecology. Poniendo el énfasis
en las diferencias entre oralidad y escritura, examina las transformacio-
nes cognitivas y culturales que comienzan con la escritura como “tec-
nología radical” y que otras tecnologías no hacen más que profundizar.
La concepción evolucionista conduce al filósofo a asumir que, en la era
actual de “oralidad secundaria”, convergen rasgos propios de la oralidad
primaria, la escritura y la imprenta, a partir del uso de los medios electró-
nicos, por lo que la oratoria de estilo antiguo se ha perdido para siempre.
El concepto de Ong ha sido reivindicado por Martín Barbero en sus
diversas aproximaciones al ecosistema mediático: este presenta más ras-
gos del hipertexto y de una segunda oralidad que de la cultura letrada, lo
que se traduce en las profundas tensiones en instituciones históricamen-
te legitimadas a partir de la centralidad del libro. Un caso ampliamente
142 │ Cuadernos de Cátedra
estudiado en los últimos años es la “adaptación lenta e incompleta” de las
escuelas al nuevo entorno tecnológico, lo cual parece incidir en la crisis
del sistema educativo. Y en clave de su producción teórica, el hecho de
que la perspectiva ecológica reivindique una diversidad de objetos y de
contribuciones disciplinares, explicaría en buena parte la flexibilidad de
su propuesta, su pretendida interdisciplinariedad.
Hipermediaciones y transmediaciones
En las teorías de la comunicación tenemos gente que dice que esto no
cambia nada, otros que dicen que esto es la maravilla. Y digo, bueno, quiero
escribir algo sobre esto, pero es un libro escrito para América Latina, está
pensado para un lector que se formó en las teorías de la comunicación
del continente y a la hora de buscar un concepto me gustaba la jugada de
Barbero. Pero quería un concepto distinto, que se aplicara al “ahora”. Y ahí
surgió hipermediaciones.
Scolari, Carlos (2018).
Sabemos que la obra de Jesús Martín Barbero De los medios a las
mediaciones (1987) ha instalado en América Latina una nueva forma de
abordar las prácticas comunicacionales, los movimientos sociales y la
relación entre lo popular y lo masivo. Es que, tal como lo establece el
título, ese desplazamiento en el eje de análisis ha sido el puntapié inicial
para la producción de numerosos libros y artículos científicos en los que
se retoma la propuesta.
Es en este marco que el presente apartado tiene por objeto dar cuen-
ta de las contribuciones de la Ecología de los Medios en los términos
en que retoma la categoría de mediaciones desarrollada por la corrien-
te culturalista. En principio, la comunicación hipermediática aparece
como sinónimo de comunicación digital o interactiva, según la línea de
Hipermediaciones (Scolari 2008). Para justificar la elección conceptual
–de las mediaciones a las hipermediaciones-, se afirma que la reconfi-
guración de los procesos de intercambio simbólico en el nuevo sistema
comunicacional habrá de afectar los abordajes teóricos.
Advierte Scolari que las diferencias entre ambos conceptos, nece-
sarias para marcar los “límites del nuevo territorio”, no deberían generar
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 143
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
la idea de que son universos separados, de hecho, existen más conti-
nuidades que rupturas. Se trata, en realidad, de establecer una distan-
cia temporal e histórica, en tanto ambos conceptos fueron desarrollados
en contextos diferentes. Como en las mediaciones acuñadas por Martín
Barbero, la categoría de hipermediación implica un pasaje del objeto al
proceso, refiriéndose a las dinámicas cognitivas y culturales que han
puesto en marcha las tecnologías. Según esta idea, el campo de las hi-
permediaciones debería encargarse más que de objetos-medios, para
atender a las nuevas configuraciones de sentido:
Al hablar de hipermediación no nos referimos tanto a un producto
o un medio sino a procesos de intercambio, producción y consumo
simbólico que se desarrollan en un entorno caracterizado por
una gran cantidad de sujetos, medios y lenguajes interconectados
tecnológicamente de manera reticular entre sí (…) La trama de
reenvíos, hibridaciones y contaminaciones que la tecnología digital,
al reducir todas las textualidades a una masa de bits, permite
articular dentro del ecosistema mediático (Scolari 2008: 113-114).
Si la teoría de las mediaciones nos hablaba de los medios masivos y
de sus contaminaciones con las culturas populares, las hipermediaciones
pretenden contribuir a una mirada hacia los nuevos espacios participa-
tivos de comunicación y de su irrupción en lo masivo. En este sentido,
ratifican el propósito de estudiar las hibridaciones de lenguajes y la con-
vergencia de medios, antes que centrarse en un medio en particular. Si
los Estudios Culturales han focalizado el análisis en medios, lenguajes
y géneros, las hipermediaciones apuntan a la confluencia de lenguajes,
la reconfiguración de los géneros y la aparición de sistemas semióticos
caracterizados por la interactividad y las estructuras reticulares.
Además, los momentos de producción teórica son diferentes en cada
caso. El estudio de las mediaciones se insertaba en un proceso social
determinado (la constitución del sujeto histórico desde los comienzos de
la Modernidad), donde los medios de difusión de masas cumplieron un
papel fundamental. Las hipermediaciones, en cambio, se mueven en un
contexto donde los medios no tienen el poder ni la homogeneidad de la
que gozaban antes, en el marco de “una desmasificación de la informa-
ción y a una fragmentación de las grandes identidades” (Scolari 2008: 115).
Mientras las mediaciones aparecían asociadas a lo nacional-moderno en
144 │ Cuadernos de Cátedra
un territorio determinado, las hipermediaciones se revelan en sintonía
con lo global-posmoderno en un entorno virtual.
Afirma Scolari que la tarea teórica en este contexto consiste en evitar
el regreso a las concepciones asociadas a la manipulación y evidenciar, en
cambio, la complejidad de los procesos de interpretación. Ciertamente, si
ambas posiciones reivindican la posición activa del receptor, en la pers-
pectiva ecologista el énfasis está puesto en la participación de los usua-
rios. Es por estas intenciones de distanciarse de viejos conceptos que
el investigador argentino asegura que la metáfora del “mapa nocturno”
sigue vigente. Metáfora que, como vimos, focalizaba en las lógicas de los
usos y cuya propuesta consistía en sacar el estudio de la recepción del
espacio acotado a la circulación de mensajes, para ubicar el problema en
el ámbito de la cultura. Empero, como profundizaremos luego, la adapta-
ción de este programa al nuevo ecosistema mediático tendrá como con-
secuencia relegar la problemática de la cultura en clave gramsciana, para
poner el acento en las transformaciones de la convergencia tecnológica.
Más recientemente, Scolari (2015) ha argumentado que los grandes
cambios que ha sufrido la ecología mediática en la última década, mar-
caron la necesidad de renovar las teorizaciones sobre los medios, las tec-
nologías y la cultura. En el prólogo de Cultura transmedia (Jenkins, Green
y Ford 2015), sostiene que el libro viene a representar la versión actua-
lizada de Convergence Culture, referencia internacional en el estudio de
las narrativas transmedia y la cultura de la convergencia. En este texto,
Henry Jenkins había mapeado la “colisión” entre viejos y nuevos medios
en la convergencia digital, entendida esta como:
un flujo de contenido a través de múltiples plataformas mediáticas,
la cooperación entre múltiples industrias mediáticas y el
comportamiento migratorio de las audiencias mediáticas, dispuestas
a ir casi a cualquier parte en busca del tipo deseado de experiencias
de entretenimiento” (Jenkins 2008: 14).
Se trata de retomar las implicancias de la cultura colaborativa y la
industria de los medios pero desde una mirada más amplificada, que
conciba a la comunicación como un proceso arriba- abajo y abajo-arriba
(donde los antiguos receptores de mensaje ahora producen y difunden
sentidos propios). Interesa analizar la convergencia cultural en tanto
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 145
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
proceso que altera la relación de las tecnologías existentes, las industrias,
los mercados, los géneros y las audiencias – como se venía haciendo-
pero poniendo especial atención a las nuevas formas de participación
que se configuran y convierten al consumo de medios en un acto colec-
tivo que modifica aspectos de la vida cotidiana.
El sistema del broadcasting buscaba crear experiencias unificadas
donde la interactividad con las audiencias se encontraba pre-estructurada.
“Ese mundo no tan lejano con pocos canales de distribución de contenidos
—que buscaba mantener a las audiencias bien quietas y atentas frente a la
pantalla— es el que hoy se encuentra en crisis” (Scolari 2015: 11).
Esa crisis se debe, entonces, a nuevos modos existentes de produc-
ción, tipos de contenido nunca vistos y renovadas formas de relación
entre productores y audiencias. Sin embargo, los medios tradicionales
se resisten a morir: expanden sus contenidos a otros medios y plata-
formas para así adaptarse al nuevo paisaje comunicacional, donde pri-
man los formatos multiplataforma y las experiencias diversificadas de
las audiencias.
Siguiendo a Jenkins, Scolari (2014, 2016) recupera el concepto de
narrativa transmedia (transmedia storytelling) en relación con obras
que se caracterizan por expandir su narrativa a través de diferentes
medios (cine, televisión, cómics, libros, etc.) y plataformas (blogs, fo-
ros, wikis, redes sociales, etc.). Ejemplo de ellas es la serie “24” de la
cadena Fox que comenzó siendo un producto televisivo, pero termi-
nó incluyendo episodios web, videojuegos, cómics, novelas, juegos de
mesa y una infinidad de sitios web, tanto oficiales como de la comu-
nidad de fans. Considera Scolari que estos sitios contribuyen al creci-
miento multimediático, en tanto son prosumidores que continúan en
sus blogs personales con las narrativas transmediáticas que comienzan
en Hollywood o Netflix.
En síntesis, la noción de narrativa transmedia remite a dos concep-
ciones diferentes. Una que menciona a las narrativas transmedia cómo
“hacer” y otra como “saber”. En tanto “saber”, una historización del con-
cepto remite a la diferencia entre transmedia, multimedia y crossmedia
en relación a las estrategias de expansión y comprensión narrativas. Por
otro lado, el estudio de las narrativas transmedia en tanto “hacer” nos
146 │ Cuadernos de Cátedra
dirige a la creación de guiones transmedia o a las estrategias de marke-
ting transmedia.
Investigadores argentinos vienen contribuyendo a esta perspectiva
teórica. Anahí Lovato define al concepto narrativas transmedia como
“aquellos relatos que se desarrollan a través de múltiples plataformas
mediáticas, donde cada nuevo elemento en la estructura narrativa hace
una contribución específica y valiosa a la totalidad” (2016: 24). Siguiendo
esta línea la autora señala que el origen del término remite aún más atrás
en el tiempo que Jenkins. Lo ubica en 1975 en la obra de un compositor e
instrumentista estadounidense –Stuart Saunders Smith-, una metodolo-
gía de composición en la que los artistas se convierten en co-composito-
res de la obra a partir de un espíritu abierto y colaborativo. Agrega Lovato
que el término en las ciencias de la comunicación data de 1991, cuando
Marsha Kinder lo usa para estudiar fenómenos de intertextualidad com-
plejos en la industria mediática del entretenimiento infantil.
Otro concepto clave es la noción de interfaces. Conforme al pensa-
miento de McLuhan, recientemente Scolari (2018) hace un esfuerzo por
resolver la vaguedad semántica del término desde una concepción abier-
tamente biologicista. Partiendo de la acepción básica de interfaz como “el
lugar donde los seres humanos interactuamos con los medios digitales”,
es decir, como interfaz de usuario, propone, primero, repensar el con-
cepto para extender su uso más allá de la tecnología digital y, segundo,
analizar las interfaces desde un modelo eco-evolutivo para identificar un
conjunto de leyes emergentes. Son algunas de ellas: las interfaces no son
transparentes, conforman un ecosistema, evolucionan y coevolucionan
con sus usuarios y son, por tanto, lugares de innovación.
Esta nueva ecología y sus consecuentes cambios culturales, obligan
a reconceptualizar muchos aspectos de la cultura, las relaciones sociales
y la participación política. Porque incluso en el ámbito político, las narra-
tivas transmedia son utilizadas para incidir en el imaginario social con
nuevas ideas y propuestas. Todos estos cambios, afirma Scolari, llevan
a repensar el rol de los actores de la ecología mediática y las relaciones
entre ellos.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 147
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
La herencia latinoamericana
Yo siempre digo: por cada Barbero necesitamos 90 personas que hagan
trabajo de campo. Etnográfico, sociológico, discursivo, elijan el método
que quieran, pero que cada tanto venga uno que cruce, que alimente la
maquinaria, porque si todos nos dedicamos a filosofar como hace él y a
hacer síntesis, nos quedamos citando en el aire y no avanzamos.
Scolari, Carlos (2018).
Si es cierto que el estado actual del sistema mediático o digital pue-
de caracterizarse como ecosistema, es necesario poner en discusión los
puntos críticos de la Media Ecology, que hemos analizado en otros traba-
jos (Fernández Massara 2014, 2018). Un doble problema radica en aque-
llo que Martín Barbero había definido en su libro de 1987: el desmedido
mediacentrismo y la des-politización de sus efectos. Aun cuando Scolari
advierte que la perspectiva ecológica no está centrada en los medios y
que estos no son simplemente artificios técnicos, la mirada instrumen-
tal y evolucionista subyace a todo su análisis desde Hipermediaciones,
donde recupera la tesis mcluhiana: “primero modelamos nuestros ins-
trumentos, después ellos nos modelan a nosotros”.
Otro continuador de la perspectiva en Argentina, A. Piscitelli (2009)
(responsable de los contenidos del portal Educ.ar), sostiene que estos
cambios crean efectos sociales, culturales, técnicos y cognitivos cuyo
nivel de efectividad depende de la naturaleza, alcance y nivel de imple-
mentación de la tecnología. En todo caso, el énfasis en las transforma-
ciones cognitivas que esta tecnología genera, relega el lugar de la cultura.
O, en otros términos, de las matrices simbólicas que median las relacio-
nes de los sujetos con las tecnologías, y que definen experiencias múlti-
ples que no pueden ser reducidas a las determinaciones del ecosistema.
El futuro de los medios tradicionales es un tema de vital interés en
el campo de la Comunicación y del Periodismo. Durante el encuentro de
cátedra Scolari sostuvo que muchos de esos medios están destinados
a desaparecer, dada su incapacidad de adaptarse a estos cambios cada
vez más acelerados. Tal el caso de la prensa en papel: “Y esto es ecolo-
gía pura: el que no se adapta, caput. La gente satisface sus necesidades
de otra forma. Hay que evolucionar”. Esta evolución sigue centrada en
148 │ Cuadernos de Cátedra
la innovación de los “nuevos” medios, aun cuando la noción misma de
convergencia tecnológica convoca la articulación entre las distintas pla-
taformas, medios y prácticas.
Es evidente que las matrices culturales donde se dinamizan las rela-
ciones con TIC no se agotan en esos artefactos, pero tampoco en las lógi-
cas de consumo, ámbito de las más recientes investigaciones ecológicas
(por ejemplo, consumidores adolescentes de narrativas transmedia). Este
tipo de estudios evita indagar sobre las condiciones materiales de tales
consumos, cuáles son las empresas que desarrollan esos productos y
con qué intereses económicos e ideológicos. Esta posición puede atri-
buirse a un recorte del problema, pero, en las desiguales condiciones
latinoamericanas, merece al menos problematizaciones más agudas. El
riesgo es que contribuya a invisibilizar las relaciones de conflicto y poder
que estructuran esas particulares interfaces. La neutralización de las TIC
opera a favor de la adaptación a la modernización tecnológica.
Aun desde sus acercamientos a la mirada ecológica en el marco de
sus definiciones del ecosistema mediático, Martín Barbero retorna a la
dimensión de poder: reconoce en las mediaciones tecnológicas, como
las denomina, modos específicos de consumo, pero también de negocia-
ción y resistencia a la hegemonía cultural dinamizada por las tecnologías
interactivas:
La comunicación y la cultura deja entonces de tener la figura
de intercambio entre creadores y consumidores, para asumir la
tarea de disolver esa barrera social y simbólica descentrando y
desterritorializando las posibilidades mismas de la producción
cultural y sus dispositivos (Martín Barbero 2010: 147).
Un debate que se revela decisivo para los Estudios Culturales: cuan-
do pone en jaque tanto la crítica frankfurtiana como el optimismo apo-
logista, posiciones que U. Eco (2004) había calificado con justeza como
apocalittici e integratti. Ya en la década del ʹ60, el semiólogo italiano
identificaba a la mirada ecológica- especialmente en McLuhan- las po-
siciones integradas, sobre las que se sostienen hoy ideas naturalizadas y
extendidas como la “revolución tecnológica” que estas tecnologías están
produciendo o están destinadas a producir.
Pero el imperativo de la adaptación no solo es una arriesgada
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 149
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
simplificación, sino que tiende a aceptar los “beneficios” de la Sociedad
del Conocimiento como universales y necesarios. En todo caso, ¿qué sig-
nifica tener “adaptarse”? En este punto, las aproximaciones ecologistas
tienden a renovar las perspectivas organicistas de matriz norteamerica-
na, largamente debatidas en el campo18.
Un tercer aspecto remite al estatuto epistemológico. Discutiendo con
Scolari (2010), creemos que para el caso de América Latina la metáfora
del ecosistema será teóricamente útil en tanto deje de lado sus pretensio-
nes de teoría generalista o incluso de metadisciplina emergente. No obs-
tante, como asumía el investigador durante el encuentro, este problema
adeuda un debate más agudo. En sus palabras, la Ecología de los Medios
no constituye aún una teoría y adolece de una metodología propia, lo que
suele conducir a cierta subestimación académica. Las investigaciones no
parecen estar aportando lo suficiente a constituir “una disciplina más se-
ria”, que tienda a organizar y sistematizar sus contribuciones al estudio
de las nuevas interfaces.
La legitimidad científica, continúa Scolari, es un problema que tam-
bién se le cuestiona a los Estudios Culturales. Empero, como ya hemos
desarrollado, este razonamiento omite el hecho de que los EC en su ver-
tiente culturalista, barberiana, presentan una larga hegemonía en los es-
tudios de comunicación. A esto se suma que las contribuciones de los
precursores norteamericanos, constituyen un legado que la Ecología re-
conoce como propio. Por último, hay que tener en cuenta que el enfoque
sigue teniendo hondas repercusiones en las iniciativas gubernamentales
como empresariales de integración de TIC en distintos ámbitos, a las que
provee de argumentos en torno a las relaciones entre innovación tecno-
lógica y desarrollo social.
18.- Las posiciones marxistas de los EC han sido fuertemente críticas de las Media Ecology. Mattelart (2002) les
atribuía cierto tecno-optimismo acrítico, supeditado a los imperativos ideológicos del imperialismo. Para
Schmucler (1997), en el marco de este determinismo tecnológico el progreso deviene en mito renovado, en
tanto convoca una fuerte connotación de lo deseable y define un destino en el que la tecnología emerge
como motor de desarrollo social.
150 │ Cuadernos de Cátedra
A modo de cierre
La Ecología de los Medios no es una perspectiva que se agote en los
estudios comunicológicos, sino que reclama nuevas aproximaciones en
torno a las transformaciones de toda tecnología, no solamente interacti-
va. Encontramos desde las tempranas preocupaciones sobre la televisión
y la historia de las “tecnologías de la palabra”, hasta las actuales muta-
ciones tecnoculturales implicadas en la comunicación digital interactiva.
Creemos que el desafío es una mayor reflexividad acerca de sus valio-
sas contribuciones a la comprensión del campo mediático/digital, pero
también de sus límites en lo relativo a sus dimensiones epistemológicas,
conceptuales y políticas. Un proyecto que renueva su importancia en los
debates sobre las orientaciones de las ciencias sociales en la compren-
sión de sus condiciones históricas, los temas e interrogantes que derivan
de ellas.
Por otra parte, mientras redunda en la herencia latinoamericana, la
Ecología excluye de plano su impronta lasswelliana: la que, como anali-
zamos en capítulos previos, describía al sistema social como organismo
vivo, su unidad funcional tendiente a la reproducción y a un equilibrio
siempre amenazado frente a estos cambios. En la mirada ecológica, tales
cambios son valorados de manera preponderantemente positiva. Los be-
neficios de la modernización eximen a la teoría de evaluar críticamente
los intereses que subyacen a un ambiente que imponen a las personas
determinadas formas de pensar, actuar y sentir. Sobre todo, en contextos
de convergencia donde el consumo de información y de entretenimiento
emerge como un poderoso organizador de las prácticas.
No se trata de caer en las críticas frankfurtianas, como cuestiona
Scolari, sino problematizar el valor del conocimiento bajo el pensamiento
de Martín Barbero, sobre el cual se edifica la teoría de las hipermedia-
ciones. Siguiendo el concepto de Mattelart, en cierta tendencia al tecno-
utopismo -la creencia de la “revolución digital” como proceso evolutivo y
condición de desarrollo social- se juega también la posibilidad de repen-
sar la teoría. Pero no una teoría en el sentido positivista, cerrada y homo-
génea, sino en tanto capacidad material de teorización. De todos modos,
esta reflexión no está ausente: Scolari enfatiza que los investigadores en
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 151
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
comunicación no comparten un lenguaje común, lo que implicaría la au-
sencia de una disciplina autónoma, o al menos de una mirada comuni-
cacional, como sí existe una mirada sociológica o antropológica. Además,
advierte, carece de una metodología que permita investigar sus objetos
con mayor rigurosidad científica.
La pregunta que nos surge no reside tanto en la fuerza de estos
argumentos, sino qué implicaciones tiene abandonar ese proceso de
construcción, o bien relegarlo ante las urgencias de la investigación.
Parafraseando a Verón, el problema no es tanto la ausencia de teoría:
el problema de la teoría ha desaparecido. Y ese problema interpela por
igual a comunicadores y a periodistas en el ejercicio crítico de su profe-
sión. No obstante, el enorme potencial de la Ecología de los Medios nos
anima a avizorar un horizonte de mayor productividad teórica, que logre
contribuir efectivamente, desde su mirada interdisciplinaria, al proyecto
de consolidación comunicológica.
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152 │ Cuadernos de Cátedra
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Piscitelli, A. (2009) Nativos digitales. Dieta cognitiva, inteligencia colecti-
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Schmucler, H. (1997) Memoria de la comunicación. Buenos Aires: Biblos.
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Scolari, C. (2010) “Ecología de los medios. Mapa de un nicho ecológico”,
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Scolari, C (2014) “Lostología. Narrativa transmediática, estrategias crossme-
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Scolari, C. (2015) Ecología de los medios. De la metáfora a la teoría (y más
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Scolari, C. (2016) “Narrativas transmedia: del saber al hacer, de la ficción
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Buenos Aires.
Scolari, C. (2018) Las leyes de la interfaz. Gedisa, Barcelona.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 153
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
CONSIDERACIONES FINALES
Tal vez las últimas páginas de este libro se escriban como deba ter-
minar hoy todo texto de producción colectiva: entre charlas de café y
una serie infinita de mensajes, audios y bromas en el teléfono celular.
Decimos escribir las últimas páginas y no cerrar porque luego de un ar-
duo trabajo somos conscientes de que no hemos cerrado (ni pretende-
mos cerrar) ninguna idea o discusión. Por el contrario, cada autor, cada
libro y todos los conceptos que se agregaron desde la primera versión
de estos materiales, a esta que se publica hoy - ¿solo? - contribuyeron a
profundizar discusiones existentes y a abrir otras.
La realización de lecturas teóricas y la profundización de las ya rea-
lizadas, nos mostraron que el tránsito por el mapa nocturno del que ha-
blaba Martín Barbero en su mapeo de los estudios de la comunicación
en América Latina, todavía puede conducirnos a caminos no explorados.
Estos caminos no están exentos de discusiones, desafíos y obstáculos
que, por lo tanto, todavía resultan interesantes y necesarios de transitar.
Intentamos en las siguientes líneas repensar el mapa nocturno desde el
cual trazar caminos nuevos.
Los recorridos por los contenidos de Comunicación y Cultura I pue-
den inscribirse en las discusiones que aún atraviesan el campo. Fuentes
Navarro (2015) ha planteado recientemente que la teoría y la metodolo-
gía de investigación sigue siendo un tema constante, aunque limitado,
de reflexión en las últimas décadas. En sus palabras, la práctica de pro-
ducción científica está condicionada por tres contextos: uno discursivo,
referido a los discursos intelectuales que van constituyendo el campo; un
contexto institucional, relacionado con la organización de la comunidad
científica; y otro social o histórico-cultural, que determina los modos en
que ese conocimiento se produce e incide en determinadas condiciones
materiales.
154 │ Cuadernos de Cátedra
Ahora bien, una mirada reflexiva implica dimensionar las disputas
que dinamizan el campo científico, y que permiten pensarlo con rela-
tiva autonomía con respecto a otros. Por supuesto, es imposible llevar
adelante una genealogía de todas las corrientes teóricas que lo han es-
tructurado. Baste decir que la tradición institucionalizada es resultado
de una práctica hegemónica, que durante años nominó a esta asignatura
como Teorías de la Comunicación pero que también ha posicionado a los
Estudios Culturales en situación dominante, sobre todo en su vertiente
culturalista. De ahí que las contribuciones de la crítica poscolonial o de
los EC norteamericanos que hemos recorrido en este libro, son a menudo
silenciadas, dado cierto sesgo negativo en torno a lo producido en otras
regiones. Follari ha sido enfático al sostener que el estatuto de “interdis-
ciplinariedad” o “transdisciplinariedad” no implican per se ningún valor
de legitimidad científica, así como tampoco la mirada “latinoamericana”
habilita a pensar una “generación espontánea” ajena a las tradiciones
norteamericanas y europeas.
Así y todo, escribimos, pensamos y trabajamos en el sur. Pero lo
hacemos con categorías, teorías y objetivos pensados y aplicados en el
norte, en un sentido hegemónico. Aún los conceptos estructurantes del
campo latinoamericano, tales como el de mediación, tienen sus orígenes
en la Modernidad europea del Siglo XX, en autores tales como Theodor
Adorno y Raymond Williams. Y esas prácticas se realizan en un escena-
rio internacional que prometía, con la masificación cultural y las tecnolo-
gías de la información y la comunicación, procesos de democratización
del conocimiento. No obstante, tales procesos han solidificado y hasta
profundizado las distancias entre los centros globales de producción de
conocimiento y las latitudes donde el saber se consume y, en el mejor de
los casos, distribuye.
En estas latitudes, las nuestras, las injusticias sociales son parte
del paisaje cotidiano. Tanto como lo son nuestros inconformismos con
respecto a las mismas. Inconformismos que no pueden agotar nuestras
reacciones frente a una sociedad que requiere de acciones urgentes, a fin
de reducir el sufrimiento de una parte cada vez mayor de la población.
Como señalamos en la Introducción y desde las lecturas de Edward
Said, Hommi Bhabha, Gayatri Spivak, Stuart Hall, entre otros, el imperativo
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 155
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
de transformación social no debe realizarse de manera independiente de
la sólida formación teórica y práctica de los profesionales que en ella
intervienen. Y entre ellos, los intelectuales del campo de comunicación
y cultura tienen un rol preferencial. Las acciones políticas y públicas de
los movimientos sociales tales como los sin tierra, los asalariados sin
empleo formal, las mujeres víctimas del patriarcado, introducen nuevas
reivindicaciones en el espacio público que necesariamente requerirán de
la discusión y ampliación del concepto de publicidad habermasiano. Pero
también nos introducen ante la exigencia de reconocimiento y el reclamo
de reparación que tematiza Honneth.
De acuerdo a Hall (2010), la teoría debe dar cuenta de la compleji-
dad de las coyunturas para generar intervenciones políticas adecuadas.
Sin focalizar en el ideal transformador por medio del trabajo intelectual
que guía sus escritos, recuperamos su intención de politizar la teoría y
teorizar lo político como un juego dialéctico que reivindica el poder del
conocimiento académico para la comprensión de fenómenos políticos
actuales. Es que las contradicciones del campo ideológico son importan-
tes no solo para elaborar una teoría general, sino para poder analizar una
situación particular. Las tensiones teoría/práctica pero, además, general/
particular, constituyen ejes estructurantes de todo esfuerzo de teoriza-
ción. “La resistencia cultural puede tener formas y efectos múltiples y
variados, aunque con frecuencia no sabemos cómo identificar esas dife-
rencias o cómo teorizarlas” (Hall 2017: 241).
Entendidos como procesos históricos, los modos de resistencia y do-
minación convocan la ambiciosa tarea de eliminar la barrera entre teoría y
práctica. Constituye este uno de los principales obstáculos en el contexto
universitario, que reclama nuevos acercamientos entre el contenido curri-
cular y la praxis política. Vale insistir: esta necesidad no surge de los orde-
namientos lógicos de la teoría –a la manera funcionalista- sino de la ex-
periencia histórica. La que vuelve necesaria la articulación entre el trabajo
intelectual y el trabajo académico, en tanto prácticas que se superponen,
se retroalimentan y se sirven mutuamente. Ese conjunto de conocimientos
disputados, coyunturales, habrán de exceder el ámbito de lo académico para
servir como herramienta para la discusión de cuestiones que atraviesan a
los estudiantes, como ciudadanos, futuros comunicadores o periodistas.
156 │ Cuadernos de Cátedra
Ese ámbito académico no puede negar sus propias regulaciones.
Los estudios de comunicación/cultura se inscriben al interior del campo
científico, específicamente en el de las ciencias sociales. Esta inscripción
aparece en la denominación de los estudios que conforman dicho campo
como “teorías”. Reconocerlo en estos términos implica un espacio de ins-
cripción asociado a una posición de prestigio y valorización social como
es el científico, pero también la necesidad de adaptarse a ciertas reglas
de funcionamiento, orientación y validación de sus estudios propios del
campo científico.
Pero la segunda referencia a la que dirige el nombre de Teorías de
la Comunicación, ratifica uno de los obstáculos principales al que ha-
cíamos referencia: el desfasaje teoría/práctica, las dificultades expresas
para su articulación o, en todo caso, la unidireccional en las formas de
articulación entre teoría y práctica. Problemática que recupera preguntas
y exigencias de nuestros estudiantes: ¿para qué nos sirve la lectura de
tanta y tan compleja teoría? Donde servir implica la posibilidad de utilizar
los conocimientos trabajados en la materia en la práctica profesional de
Periodismo, Comunicación Social o Profesorado. Este problema puede
inscribirse en una discusión de orden epistemológico, donde se dirimen
los sentidos de la ciencia básica (orientada a contribuir al núcleo científi-
co) y la ciencia aplicada (conforme a sus posibilidades de transferencias
en el campo profesional/empírico).
Como sabemos, las universidades deben instituir determinadas con-
diciones de formación, extensión y producción de conocimientos, en di-
rección a la progresiva consolidación de las disciplinas y en el marco de
sus particulares coyunturas históricas. Este desafío implica una articula-
ción problemática entre los avances en la investigación y lo tematizable
en la enseñanza universitaria, por un lado, y la lenta consolidación de
los planes curriculares frente a las exigencias del ámbito profesional y
académico, por otro. Estas determinaciones pueden operar a favor de
cierta departamentalización, acorde a criterios de corte neopositivista. En
este punto, se trata de superar las meras generalizaciones, para examinar
las experiencias a partir de las cuales los intelectuales construyen y de-
construyen el campo científico en los particulares dispositivos políticos,
ideológicos e institucionales que los atraviesan.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 157
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
Nos preguntamos entonces cuáles son los debates que atraviesan
el campo donde operan los procesos formativos implicados en la cur-
sada de Comunicación y Cultura I. En primer término, conciernen a los
sentidos y posibilidades de la legitimidad disciplinar en el marco de las
ciencias sociales, problemática ligada a la interdisciplinariedad como una
cuestión constitutiva o bien en clave de cierta fragmentación teórico-
epistémica todavía irresuelta.
Las carreras de Comunicación Social en la Argentina, incluyendo
la perteneciente a la FACSO-UNCPBA, se inscriben en los procesos de
institucionalización iniciados con el retorno de la democracia en 1983.
En este período se profundizan las críticas a la larga hegemonía de la
Escuela Funcionalista, a la vez que a tres importantes áreas de vacan-
cia en la investigación empírica: la industria cultural, los medios masivos
y la cultura popular. En su segundo libro, Rivera (1997) planteará ante
todo continuidades en este estado de situación, al tiempo que cierta sen-
sación de “damero convivencial” de acuerdo a un grado persistente de
fragmentación teórica y metodológica, que se traduce en gran diversidad
de líneas de investigación y modos de abordaje no siempre compatibles.
Tales conceptualizaciones han generado no pocas controversias en torno
al estatuto interdisciplinario, en buena medida atribuido a la convergen-
cia de muy diversas disciplinas, enfoques y tradiciones teóricas.
Ahora bien, asumimos que el campo no determina “objetos” deli-
mitados sino interrogantes que conciernen a la dimensión comunicativa
de los procesos simbólicos y culturales. En estos términos es que co-
bra nueva importancia la metáfora de mapa nocturno, en la que Martín
Barbero (1987a, 2002) anunciaba la necesidad de un recorrido que se
expresa “textualmente” en los pliegues, reveses, intertextos, intervalos.
Pero que a la vez renueva una discusión fundante en el campo y que nos
atraviesa hasta hoy: la problematicidad del método, en la que aún se ex-
presa una tensión que Martín Barbero (1987b) planteó conforme a cierta
esquizofrenia entre la tendencia al teoricismo y el escapismo político. O,
también, entre el ensayismo y la investigación empírica, sin el suficiente
sustento teórico.
Las tensiones nunca resueltas entre la formación teórica en las cien-
cias sociales y la formación técnico-profesional, implicaba un debate
158 │ Cuadernos de Cátedra
tradicionalmente anclado en la dicotomía estéril entre posiciones “aca-
demicistas” y “tecnicistas”, es decir, entre un área de docencia/investi-
gación y otra ligada a la “utilidad” de los saberes instrumentales. En la
FACSO, esta discusión se materializó en la reforma del plan de estudios
(2014) de la Licenciatura. El retorno al título generalista (que articu-
la como áreas temáticas las tres orientaciones que comprendía el plan
de 1997), así como la propuesta de Periodismo Superior como carrera
separada, tuvieron como propósitos clarificar prácticas profesionales y
perfiles distintivos.
Por un lado, se trata de fortalecer la formación del estudiante de
Comunicación en tanto científico social con conocimientos teórico-me-
todológicos específicos para intervenir en distintas prácticas profesiona-
les y académicas de su campo, y capacitado para lograr una integración
de saberes de modo reflexivo e interdisciplinario. Por otro lado, el egre-
sado en Periodismo aparece definido como un profesional de los medios
de comunicación capaz de difundir información de carácter público, al
tiempo que gestionar y poner en marcha medios o proyectos periodísti-
cos de carácter público, privado o comunitario.
Una asignatura orientada a ambos perfiles, además de la enseñanza
de contenidos en el caso del Profesorado, conlleva el desafío de respon-
der a los requerimientos de una formación crítica, integral e histórica-
mente situada. En especial, conforme al propósito de promover nuevas
y más agudas vinculaciones entre el ámbito académico y la puesta en
práctica. Y que permita reivindicar críticamente el proyecto de la espe-
cificidad disciplinar.
Retomando la cuestión del objeto, hipotetizamos que el proceso de
consolidación del campo comunicológico puede sostenerse, antes que
en objetos cerrados, en métodos que animen aproximaciones complejas
y con cierto grado de especificidad a distintas porciones de la realidad.
Una metodología en comunicación constituye una de las deudas más
importantes.
Las transformaciones del ecosistema mediático/digital y la crisis de
las categorías conceptuales, requieren nuevas aproximaciones metodo-
lógicas. De ahí que esa debilidad que reconoce la Ecología de los Medios,
una de las perspectivas más productivas en la Argentina y en línea de
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 159
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
continuidad con los estudios latinoamericanos, constituye un problema
que nos interpela directamente. Hemos destacado sus valiosas contri-
buciones para actualizar los sucesivos desplazamientos de los medios a
las mediaciones y de las mediaciones a las hipermediaciones, en torno a
las tecnologías interactivas como una de las áreas más sensibles para la
comunicación social. Pero también advertimos sus límites epistemoló-
gicos, en el sentido de resignar cierta autonomía disciplinar o, al menos,
de cierta “mirada comunicacional” (Scolari, 2008) que permita pensarla.
Lo que está en la base de la reflexión sobre la dispersión teórico-
metodológica, es la pregunta por las condiciones de posibilidad de un
proyecto de construcción disciplinar. Coincide este tema con la identidad
peculiar de este campo de las ciencias sociales, que busca autonomi-
zarse teórica y metodológicamente, delimitando sus límites disciplina-
res sin renunciar a su orientación –creemos, necesaria- de abordajes
interdisciplinarios.
Como no estamos en condiciones de ofrecer respuestas cerradas
queremos seguir trabajando en su construcción. Y esto implica seguir
estudiando, seguir investigando y seguir formando a quienes contribui-
rán en un futuro próximo a pensar nuevas preguntas y en sus intentos, tal
vez más creativos o rigurosos, de responderlas.
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160 │ Cuadernos de Cátedra
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Scolari, C. (2008) Hipermediaciones. Elementos para una Teoría de la
Comunicación Digital Interactiva. Gedisa, Barcelona.
Recorridos en Comunicación y Cultura. Convergencias y
│ 161
distanciamientos epistemológicos de un campo de estudio.
De los Autores
Belén Fernández Massara
Profesora y Licenciada en Comunicación Social (UNCPBA). Doctoranda
en Comunicación (tesis en evaluación), Facultad de Periodismo y
Comunicación Social (Universidad Nacional de La Plata). Diplomada
Superior en Estudios sobre Jóvenes, Medios y Política en América Latina,
Centro REDES, asociado a CONICET-FPyCS (UNLP). Profesora Adjunta
Comunicación y Cultura I y Jefa de Trabajos Prácticos Comunicación
Publicitaria y Marketing. Co-Directora del proyecto “Comunicación y
cultura en ciudades intermedias del centro bonaerense”, en el marco del
NACT “Producciones e Investigaciones Comunicacionales y Sociales de
la Ciudad Intermedia” (PROINCOMSCI). Investigadora Categoría IV por el
Programa Nacional de Incentivos, Departamento de Comunicación Social
y Periodismo de la FACSO-UNICEN. Fue becaria del Programa para la
Finalización de Tesis de Posgrado (PROFITE), PROSOC y Programa de
Formación de Graduados. Ha publicado un libro, capítulos de libro y nu-
merosas publicaciones sobre investigación en comunicación y tecnolo-
gías interactivas. Se desempeña además como profesora de Formación
Docente (ISFD N° 22, DES, Olavarría, Buenos Aires).
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires
E-mail: [email protected]
162 │ Cuadernos de Cátedra
Gastón Marmissolle
Profesor y Licenciado en Comunicación Social (UNCPBA). Magister en
Investigación en Ciencias Sociales (Universidad de Buenos Aires). Jefe
de Trabajos Prácticos Ordinario Ciencia y Sociedad y Comunicación y
Cultura I. Docente en el Programa Educación en Contextos de Encierro
de la misma unidad académica. Investigador Categoría V por el Programa
Nacional de Incentivos en el NACT Investigación en Formación Inicial
y Prácticas Educativas (IFIPRACED) del Departamento de Educación
de la FACSO-UNCPBA. Fue Becario de la Comisión de Investigaciones
Científicas (CIC) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas
y Tecnológicas. Ha presentado diversas publicaciones en el campo de
la comunicación/cultura. Se desempeña como profesor de Formación
Técnica (ISFT N° 130, DES, Olavarría, Buenos Aires).
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires
E-mail: [email protected]
María Sol Pallero
Técnica Universitaria en Comunicación Mediática y en Comunicación
Institucional. Facultad de Ciencias Sociales (UNCPBA). Tesista de la
Licenciatura en Comunicación Social, orientación en Mediática. Ayudante
Alumna Comunicación y Cultura I. Fue becaria Fulbright, Programa de
intercambio académico y cultural “Friends of Fulbright”, en conjunto con
Ministerio de Educación de la Nación (Austin, Texas, 2017). Colaboradora
en el NACT “Producciones e Investigaciones Comunicacionales y Sociales
de la Ciudad Intermedia” (PROINCOMSCI). Producción de noticias y con-
tenidos multimedia en canal Verte (Olavarría, Buenos Aires).
Facultad de Ciencias Sociales, Universidad Nacional del Centro de la
Provincia de Buenos Aires
E-mail:
[email protected]