TOR EC SC eH wrt er
JOSE FUENTES MARES
Mitamon, ;
el hombre
CONTRAPUNTOS ihA José Pintado Rivero, cuyo generoso
interés me puso sobre la pista de los tes-
timonios que hicieron posible este libro.
A Francisco Cortina Portilla, feliz propie-
tario de lo: mismos.
D. 1 Tawra onquln Mortis, 8. A.
‘Tahasce 106, Méseo 7D" F. A Manuel Gortina Portilla, amigo siem-
pre, sobre todo en e momento exacto.
Gs 128038=X Bl ST we
SOLO UNAS PALABRAS PREVIAS
Al escribir Miramén, el hombre satisfago un viejo}pro-
pésito, acariciado desde los afios en que preparaba Judrez
y los Estados Unidos, Judrez y la Intervencién, Judrez y
el Imperio y Judrex y la Repiiblica. La falta de docu-
mentacién de primera mano me hizo renunciar entonces
al proyecto, que s6lo entré en vias de hecho al contar
con Jos testimonios necesarios para emprender cl relato
de las glorias y desventuras del Joven Macabeo.
Juarez y Miramén son figuras cuyas respectivas ban-
deras, aunque sepultadas a medias, alimentan todavia
actitudes contempordneas. Lejos de mi intencién, por
supuesto, adherirme a la gastada dicotomia héroe-traidor,
falsa y gravosa para comprender el gran conflicto del
siglo xxx mexicano, tan lejano ya que resulta idiota la
pretensién de convertirlo en partidarismo actual. Cierto
que el escritor es un ser de carne y hueso, que como tal
experimenta simpatias o antipatias por ideas, programas
© personajes; por Ia honestidad de los radicales 0 de los
conservadores; por la personalidad de Juarez o por la
de Miguel Miramén, pero nada mAs. La gran querella
mexicana del siglo xtx es historia, pasado, campo abierto
a Ia biisqueda objetiva, aunque en buena medida, y por
su belleza soberana, quepa el intento de tratar esos afios
como un capitulo de la historia del arte. Todo pueden
ser €508 afios dorados, menos palenque para dirimir ene-
mistades aciuales.
‘No comparto ia idolizacién de Juérez, nit por supuesto
9la de Miramén, Seguro de que el ticmpo corrido per-
mite adecuadas perspectivas, y adverso a todas las ido-
Jatrias, me decido —come me resolvi en el caso de don
Benito— por el hombre real, por el que hizo y pade-
ci6 la historia, por el ser oscuro y Iuminoso que s¢ re-
vuelve incémodo entre los canonizados por decreto. El
incienso o el copal —lo mismo da— vuelve irrespirable
la atmésfera de los altarex
Casi exclusivamente aprovecho fuentes primarias, do-
cumentos de archivos europeos y norteamericanos utili-
zados en mis anteriores libros, y varios mas que encuentro
cen los quince tomos que dor. Jorge L. Tamayo publicé con
testimonios relativos a don Benito Juérez. Pero me sirvo
sobre todo de un fondo incomparable y hasta hoy casi
Por entero deseonocido: la coleccién de cartas que Con-
cha Lombardo de Miramén guardé celosamente hasta
su muerte, y los doce cuaderos manuscritas de sus Mfe-
morias. Todo gracias a que Francisco Cortina Portilla, su
adquirente, resolvié ponerlos a mi disposicién. Ni Victor
Daran tuvo la fortuna de contar con esos testimonios
Cuando escribi6 su libro sobre ef Campedn de Dios. Ni
éi ni nadie. Tai es mi priviiegio, y mi comprometedora
responsabilidad,
Endeudado también con Felipe Colomo Castro por
sujetar el texto original a su critica inteligente, y con
Josefina Barrios por escribirlo una y otra vez, les doy
lag gracias si eso paga su generosidad.
JOS# FUENTES MARES
Chihuahua, Invicrno 1973-1974
10
L
EL AMOR Y LA GUERRA SE CONJUGAN
1. Todo en el mundo tiene un principio
En el verano de 1853, un dia cualquiera en la vida de
Concha Lombardo. Cuando juntas regresaban por la
calzada de Chapultepec, ni ella ri la sefiora Veldzquer
de Ia Cadena, su_acompafiante, sospechaban que tan
hermosa mafiana figurarfa en la trégica historia. Deseo.
noclan que el destino tiende cepos sutiles, trampas como
Ia que abrié ese dia —durante su visita ‘al Colegio Mi.
Titar—, cuando el director ofrecié a las damas una exhi-
bicién de ejercicios girandsticos a catgo de los cadetes. Un
Cuadro de misculos j6venes y espiritu castrense, cuya be-
Hea no fue dbice para que Concha reparara en el Capi.
tan de veinte 0 veintidés afios que lo dirigia. Un joven de
tez morena, ojos negros, boca grande en la que “puntaba
apenas el bigote, nacido en México al dia de San Miguel
de 1832, y cuyos padres, en honor del Santo, le hant-
zaron Miguel. El mismo que en 1847 defendié el baluarte
contra los americanos, el ‘inico “nifo héroe” a quien la
historia convencional de México mancha todavia con
dl estigma de traidor.
La ssefiorita Concepcién Lombardo desconecia todo
eto y también que los caminos del amor son imprevi
sibies desde que el primer hombre experiment urgentes
uny
Se adhesiones inciertas, Mas Conk oe
Saberlo, y menos todavia para entender que el hombre
se salva por el amor, con religién o sin ella: que debiera
haber hospitales para los que So han amado; grandes hi
Pitales que en vez de farmacias y botiquine ‘al
pee sentaron una pieza infantil en Iq jue Miguel desem-
efié el papel del Rey Jonas, See 4
any Canto te aplaudieron...1 ;y qué bien lo hiciste
cuando te mataron! —rematé Fagoaga.
Dect redondo —gruié et Capitan eutre dientes,
De un caradura como Romuaite a, de esperarse todo,
hasta que soltara alli misena que su amigo estaba loce,
12
a
|
~_No pretendo divertirme, sefiaita, tengo edad para
formalizar relaciones, y puedo pensar'en cesar
sang Casarse? i Vamos! ¢Quersfa usted casarse para lee
Suerra a caballo, con un nifio en los brazos
y el perico en el hombro?
cart Senerales no Hevan a su mujer a la geetra, y
‘menos con et petico en el hombro —protestS Mirercie.
saiPues cuando sea usted “general mos casaremon!
—eetrd Concha, y ri6 de buena gana,
Lupe y Romusido festejaban la respuesta cuando se
present don Francisco Maria Lombardo, ‘un hove
oto salable, eetrino, apoyado en su bastén con emprr
Catuta de oro, Abogado distinguid, dipatado al proves
Congreso mexicano, varias veces Ministr en lon selon
nos Ge Santa Anna, lector asiduo y viudo recieete el
padre de las Loutaido distaba de ser un ogro aun
én qué puedo servirle, Capitin? —cort6 el licen-
ciado Lombardo,
—Pues en nada, dicho sea, salvo que Romualdo ¥ yo,
ues hemos venido...
7 2s 0 ya me doy cuenta. Por cierto que tiene usted
pg Pella espada. 2Es la que usa en los dias de fest 4
Ta de los dias de abajo?
Miramén se sintié tentado a demostrar que era la eg:
Pada de todos los dias, y para lo que servias mas afore,mae
Solo a ella podia ocurrirsele aludir al Iunar azul que
heredé de su padre con los carruajes, la casona, las deu-
das y la biblioteca,
nadamente se contuvo, ofrecié alguna excusa, y con
Romualdo abandoné la sala. “Cuando estén ustedes solas
no reciban a hombres”, ordend secamente don Francisco,
y se encerré en Ia biblioteca. Pero ya screno aflojé el
cefio, y sonrié. Concha era como sus dos ojos, y en ella
veia la encarnacién de su mujer, muerta dos afios antes,
De su hija conocia arranques nada ordinarios pues go6mo
| olvidar cuando don Femando Pontones, viudo y rico, Je
hhabl6 de hacerla su espora? La idea de que Concha y
don Femando formalizaran’relaciones no disgustaba al
Jefe de la casa, quien viejo y enfermo vela en un marido
como Pontones alguna garantfa para morir en paz, pero
Ja muchacha no compartie sus inquietudes: “Si ti quie-
res me casaré con don Fernando pero a los cuatro dias
1c pongo los euernos”, le advirtié, Y don Francisco Maria,
seguro de que su hija era capaz de cualquier barbaridad +
resolvi6 no insistir més, y ahora con un libro en la mano
olvidé el reciente lance coa el capitancito,
>
2. Se avecinan las sorpresas
Algo asi como un afio mis tarde comenté Romualdo cn
Ta casa de las Lombardo que Miramén estaba de vuelta.
en México, y con el grado de Teniente Goronel ganado"
en la guerra contra los revolucionarios del Plan de Ayu
tla, “Pues sorprende que siendo tan joven tenga ya ese
grado”, coments Concha como si de pronto recordara
algo.
fecto, de la _caimpafia del Sur.
Meses antes le confié Santa Anna el Batallén de Cali-
batir a los de Ayutla; por sus agallas
en el encuentro de Temapalco se le concedié el ascenso,
"va condicién_acompaiié a su Alteza en la
y sarge eran findadas sus preocupaciones, pues | na de Bick Alters en.
con Tos achaques de un vie'o de ochenta afios a pesar de ee Be. Salonen, Jalapeso regresb
Hevar encima sélo cincuenta y cinco, alguna vor interior 18 de junio de 1855. Seguramente Tos ardores de Tierra
Te advertfa el préximo fin, y era natural que el futuro Caliente’ excitaron Ja pasién del Teniente Coronel, pues
de sus tres hijas le tuviera en un brete. El 11 de abril de Jo primero. que hizo ai yolver,fut llamar a la puerta
1855 murié el buen hombre sin resolver su problems, y ~de-las Lombardo, con-el-pretexta. de presentar sus con;
Concha escribié mas tarde en sus Memorias: “Que esta dolencias por la muerte de don Francisco, Ausentes sus
lépida, amado padre, que aqui en mis Memorias te de- hermanas, y celosa de su reputacién, se negaba Concha
dico, sea un signo de mi amor y de mi gratitud. A ti te a recibirlo, pero el recién legado no parecia disp uesto a ;
debo mi buena salud, mi educacién, la moral que me renunciar a la oportunidad que ie venia como anillo
ensefiaste con tus buenos consejos y con tu paciencia y J al dedo.
virtudes. Pur todo te doy las gracias, y también te las —Me parece muy bien que estemos solos, porque asi i
podré decirle libremente cuanto la amo.
doy por aquel lunar azul de tu piema derecha, que en ‘
el mismo lugar del cuerpo me dejaste.” —iDéjeme en paz, que no estoy para bromas! ;Ya
“4
eee eeele he dicho que se vaya! ¢No lo entiende?
—Lo entiendo perfectamente, y me iré tan pronto
como se resuelva usted © darme un beso.
—{Digo que se largue! —grité Concha mientras Mi-
ramén se instalaba en la puerta, con la espada desen-
vainada.
—{Si no me da un bew Ja mato!
—jPues mteme usted!
Miramén envain6 y solt6 una carcajada, se inclind
ceremoniosamente y se retiré sin agregar palabra, Afios
més tarde confié a Concia que ese da juré hacerla su
esposa,
Con la muerte de su padre, Concha, Lupe y Mercedes
se hallaron ante a altemativa de continuar con el
mismo tren de vida, hasta arruinarse, 0 de aligerarlo
mediante razonables economias. La primera fue la solu-
cién de familias venidas a menos, que ayunaban durante
| semana para satisfacer los gastos de la tertulia del
sibado, mas la segunda fue la que razonablemente adop-
taron las sefioritas Lombardo: traspasada la casona pa-
tema, instaladas en otra modesta de la calle Chiconautla
“barrio feo y fuera del centro, y con un caffo bastante
sucio en el centro de la calle”—, la misma estrechez del
inmucsle las foreé a vender carruajes, libros y enseres,
¥ a renunciar a doce de les catorce criados que servian
n Ja antigua residencia de las calles de Cadena.
Mientras ellas adoptaban tan juiciosas medidas Santa
Anna traicionaba a los suyos, como de costusbre, aun-
que ahora también por ikima vez, Cansado de luchar
contra los revolucionarios de Ayutla sin vencerlos, vie
15
eg
|
-
tima de uno de sus frecuentes baches de apatia, el Jala-
peiio abandoné Palacio una noche de agosto, huyé como
un fascineroso, y dej6 a sus amigos a merced de los ven-
cedores, Gierto que de momento. los de Ayutla hacfan
de Cuernavaca su ciudad-capital, mas Ia posibiliddd de
que don Juan Alvarez y sus “pintos” pasaran a México
no era remota —cuando por otra parte el despacho de
los asuntos piiblicos urgia esa decisién—, y un dia don
Juan y sus hombres desfilaron per las calles de Ta eapi-
tal ante Jos ojos aténitos de los metropolitanos, acos-
tumbrados a que sus “Iéperos” mostraran una piel sucia
y de color uniforme, no la de aquellos seres repug-
nantes, extrafias fantasias crométicas con machete al
cinto. Prudentes o aterrorizadas —segin anduvieran sus
conciencias—, las buenas familias optaron por el refugio
de sus fincas campestres, donde contaban con la protec-
cién armada de pcones y capataces, sitios algunos tan
encantadores como Tacubaya, una villa donde Ia gente
encopetada disfrutaba del campo durante los rigores esti-
vales de ia capital. Aqui alqui Lombardo una
casa pequeiia en cuyo jardin cortaba violetas Concha,
cierto dia, cuando oy6 junto a la reja la vox de Miramén.
Cruzaron apenas cuatro palabras, pucs el Teniente Co-
ronel iba de prisa, cuatro palabras que bastaron para
que Concha le hallara “emblanquezido”, y con ojos “mds
brillantes y hermosos que la tiltima vez que lo habia
visto”. Ahora le pareceria menos absurda Ia idea de se-
guirlo un dia a caballo, con el nifio en los brazos y el
perico en el hombro, y eso que ya contaba con un fer-
voroso cnamurado —Eduardo Perry—, un inglés con
quien por lo menos —de legar al altar— no se verfa en
el caso de carger con el perien.
”Es posible que la ciudad de México hubiera podido
Resistr a Tos “pintos” algo més, pero ni don Juan Alvarez
nunciamiento inaugural de la contienda que terminaré
en Querétaro diez afios més tarde. Al lado de Luis Oso-
Mo, en Zacapoaxtla, hito Miramén sus primeras armas
Wes Tiberales. Los disidentes de la sierra —-con Tharp y
Tamaiz, Osollo, Miramén y Del Castillo a Ie cabeza—,
iene etetaron de la carital poblana el 23 de enero de
1856, un éxito malogrado porque en ver de smrchee
fin. El presideuie Comonfort actud esta ver on,
Gere, Pues segtin Ja capitulacién os oficiales venct
Glos quedaron a disposicién del gobierno cone simples
oldades rascs, si bien Orollo y Del Castillo evade
Ja afrenta porque se esfuraron a tiempo, yen Ia costa
dag ron Para el extranjero. Miramén qucdé en la che
ad’ en cambio, cculto, hasix que nueve theses sie iets
Fsaparecié con una pistola en el pecho del oficial de
1B
& Ia vex, y escaparon con tan poca fortuna, pars Orihuela,
ago el intento con su vida: sorprendido el 11 a
iuciembre por Pucblita, al siguiente dia fae pasado por
las armas,
A salvo de la trampa poblana, y al frente de ochenta
ocien hombres.cay6 Miramén sobre ‘Toluca, st fore
Por hallarse Ja guamicién_alerta. Fracasalo. el golpe
‘are Cl camino de Temascaltepes, con la esperanes oe
iublevar a Ta tropa y hacerse de pertrechos, mila went
jana le deparé nuevas desgracias porque en la cnn,
-muza del 21 de enero recibié una herida, de la que se
Wes meses mas tarde, oculto en casa
de su causa, cuando Juan José Baz,
& Acordada. “De este pres me tesponde sted on 2
vida”, advirtié Juan José al alcaide, al entregar al reo,
Juan Jose Baz fue imo de los tipos del sigh am monn
reformadur delirante, fue ejemplar exacto de is genera-
cién que no distinguié entre la realidad y la fantasta,
capaz de dejarse matar tranquilamente por ta una porla otra, 0 por ambas estrechamente confundidas. De
Juan José tuvo que ser la idea de que los presos politicos
salieran en mancuerna a limpiar calles y atarjeas junto
con delincuentes del orden comiin, y no tanto para cas-
tigar sus faltas cuanto para afrentarles, para pisotear su
orgullo militar puesto que militares eran, por lo comin,
los detenidos.
Reficre Concha que al volver una mafiana de Ja cate-
dral se vio frente a uno de aquellos grupos, y que recelosa
s¢ aproxim6 al primer curioso para inquirir sobre la iden-
tidad de los aseadores. “Son presos politicos —contest6
el interpelado—. ¢Ve usted a aquel joven alto y moreno?
Pues es el capitin Domingo Herrén; aquel otro que esté
a la izquierda, bajo de estatura, blanco y muy palido es
Pedro Vélez; aquellos que estén en la parte opuesta son
los gencrales Gayoso y Ciris; éste que esta cerca de noso-
tros es el comandante Tapia. Asi me fue diciendo por
nombre de aquellos desgraciados. Entonces me acordé
de haber ofdo que Miramén estaba preso, y le pregunté
édigame usted, sefior, esth entre estos presos Miramén?
No sefiorita, contesté: me han dicho que cuando el Go-
bemador Jes hizo poner la cadena al pie a sus compa-
fieros, indignado le dijo a Baz: ‘A mi no me condena
usted a esa vergiienza, y s6lo muerto me sacard usted
de aqui.”
No coinciden las versiones sobre las tretas que urdié
Miramén para salvar las rejas de Ia Acordada, y en ellas
{a fantasia borda cuentos sia fin, Mas la verdad fue que
Miguel consiguié evadirse en septiembre del mismo afio
de 1857, y que ya libre se oculté en la hacienda de su
amigo Raymundo Mora. De aquf restablecié contac-
(0s con varios jefes reaccionarios que operaban en el Sur,
20
|
|
nian;
ern —
en cuya compaiiia incursionaba scbre pueblos y villorrios
cuando el 17 de diciembre Félix Zuloaga prodamé el
Plan de Tacubaya, con apoyo en la guamicién de Ia ca-
pital. Puesto que la nacién reclamaba instituciones “and.
logas a sus usos y costumbres”, desde ese moment} de.
Jaba de regir la Constitucién de 1857, mas como por otro
lado sc pretendta respetar “el voto popular” que elevé a
don Ignacio Comonfort a la Presidencia, éste conserva.
xfa su investidura hasta que, el pais en paz, se convocara
al Congreso que habfa de formular la nueva Constitu.
ci6n, ajustada a la voluntad nacional.
EI plan de Tacubaya era una estupidez; un aborto
cuartelario como los que conocié el pais en los cuarenta
afios anteriores, mas deparaba la novedad de que dos
dias después, tras encareclar al Presidente de la Suprema
Corte don Benito Juirez, al Presidente del Congreso y
a varios diputades, Comonfort se adhiriera al pronun.
ciamiento. El pais habia sufrido una impresionante va.
riedad de golpes cuartelarios a partir de 1821, pero que
el de Tacubaya contara con el apoyo del Presidente de
Ja Repaiblica era algo que no ocurria desde que la fértil
imaginacién de Santa Anna ide6 ese recurso entre sus
muchas socalifas. Miramén no suldria de su asombro,
Pues gera posible que cl mismo que como Presidente
jur6 la Constitucién confesara que no podia gobernar
con ella? Ahora resultaba que él y su rival terminaban
por luchar en la misma trinchera,
Y sin embargo la componenda no podia durar, pues
aunque el 25 de diciembre se instalé el Consejo de Es.
tado, y alli Comonfort hizo votos por la paz, el hombre
estaba perdido: ni lo Ii Ie perdonarfan su adhesién
nbre, ni les conservadores su
avieja trayectoria liberal. En los primeros dias de enero
de 1858 sostuvo una entrevista con don Luis G. Cuevas
—conservador muy distinguido—, quien le urgié destin.
dar los campos, mas el Presidente no cedié: “‘Se exige
que yo reniegue de mis principios, de los principias que
proclamé en el Plan de Ayutla, que he sostenido durante
mi Presidencia, y que he proclamado al aceptar el Plan
de Tacubaya; sc cxige yu: yo abandone a mis amigos,
¥ que los entregue a Ia persecucién de sus adversarios, y
que yo mismo sea quien dicte esas persecuciones. Digame
usted francamente, scfior Cuevas ¢puedo yo hacer cso
como caballero?” “No sefior®, contesté Cuevas. “Pues Io
que no puedo hacer como czballero tampoco lo haré como
Presidente”, cerré don Ignacio,
Hermosa conclusién que era también responso: el 11
de enero la divisién Zuloaga desconocié al Presidente, y
aunque los cuarteles de Palacio, la Acordada y San .
Francisco le permanecieron fieles, su suerte estaba resuel.
ta. Que Miramén y los conservadores pudieran luchar
con él en la misma trinchera no era més que una broma
no era ya la pro-
la bandera de
muchos afios de lucha. Ahora si, definidas las aristas de
Ta pugna, las trincheras i y
sultarian inconfundibles, con el ingenuo Comonfost en
medio del fuego cruzado, expiando la falta de suponer
que dos Méxicos enfrentados pudieran transigir en punto
2 cuestiones fundamentales. Ya Comonfort podia tomar
luna sola resolucién prudente, y la adopté al poner en
libertad a Judrez, quien de arierdo con la Constitucion
‘ocuparia el puesto que el poblano dejaba vacante.
2
En tanto que Juérez pa:tia para el Bajio, y Comon-
fort disputaba en las calles de México sus ‘iltimos re-
uctos, reaparecieron Osollo y Miram6n como protectores
del Plan de ‘Tacubaya. Al Presidente en desgracia-s6lo
Je quedaba marchar al extranjero, y asi lo hizo e 21,
‘ientras los sublevados daban buena cuenta de los pocos
efectivor ficles. Toda mientras, en Querétaro, el gober-
nador Arteaga recibia a Juérez cn el carheter de Pre-
sidente de la Repiblica de acuerdo con la Constitucién
de 1857, y Manuel Doblado, gobemador de Guanajua-
to, se sumaba a la causa. Faltaba tinicamente que en
la capital un Consejo de Representantes designara Pre-
sidente de la Repiblica al general Félix Zuloaga para
que los camipos se deslindaran y México afrontara la
coyuntura decisiva de su historia —la Guerra de Tres
fios—, tan decisiva que todo lo que ocurrié hasta 1867
fue consecuencia del rompimiento entre las dos opuestas
versiones del mismo pafs languideciente.
3. Algunas de cai por ias que van de arena
La alegria desbordaba los salones de Palacio aquel 23
de enero en el que tantos y tan faustos sucesos se cele-
braban: Ja derrota del gobierno liberal y la huida de
Comonfort; las sombrias perspectivas de don Benito, va.
gabundo por aquellos pueblas de Dios, y el nombramiento
de don Félix como Presidente. Se apretujaban los invi.
tados en tomo al nuevo Mandatario mientras Concha,
con las tijeras desenvainadas, circulaba entre las mesag
won viandas y refrescos. ‘Todo pucblerino. Vajillas con
vulgares disefios y vasos con nieves de limén y leche daban
ee eeral gran salén “mas el tono de un bautismo de pobres
que la mesa de un Presidente”. La joven no dejaba titere
on cabeza: “Ya veras cémo recibo yo cuando sea Pre-
sidenta!”, dijo a Leonor Rivas, su acompaiiante, sin sos-
Pechar que al cabo de un afio seria ella la sefiora de
Palacio, Y menos euanco acababa de llegar de Roma
Ia autorizacién para su matrimonio con Eduardo Perry.
De momento no hallaba Concha cémo salir del ato-
Nadero. Nunca supo cémo fue que dio alas al inglés, a
quien siguié ta corriente para no provocar un escindalo
que afectara su reputacién de sefiorita formal y de bue-
nas costumbres, No habia dia en que no tuviera algéin
altercado con Perry, con raz6n o sin ella, y ahora mismo,
con motivo de un enciero de nueve dias en La Encar-
nacién, para ejercicios espirituales, el inglés se puso fla-
menco, temeroso de que entre curas y monjas le hicieran
tuna trastada, Temores nacaa infundados por cierto, puesto
que el padre Pinzén aprovech6 el retiro para acentuar
los inconvenientes del idilio, con tan buen éxito que al
vera easa Concha Haméia Perry v le anncié sn tex
cisién de poner fin al romance. Pero el inglés tenfa lo
suyo ¥ no cej6: perdié los estribos, puso a los curas de
vuelta y media, y exigié con tal vehemencia el cumpli-
tmiento de la promesa que la muchacha, entre la espada
y Ia pared, tuvo que adeptar una resolucién heroica:
cargé con sus objetos més personales, y sin decir agua
va se encerré de nuevo en La Encarmacién, Ella tam.
bién, a su modo, cruzaba si pequefio Rubicén,
Mientras Concha se Ponia a salvo del inglés, Miramén
y Onolle marchaban en busca de los liberales que cerra,
ban filas en las cercanfas de Salamanca. La batalia, ef
10 de marzo, coneluy6 con la retirada de Parzodi ¥ su
or
gente a Guadalajara, que Miramén ocup6 dias més
tarde. Mas no se detuvo alli Miguel, quien con la mira
Puesta en San Luis Megé eon su divisién a Zacatecas
el 12 de abril, y el 14, en el Puerto de Carretas, cerr6 el
aso a los fronterizos de Zuazia, Zaragoza y Aramberri,
quienes sin éxito pretendieron hacerle frente con efcc.
tivos mayores. Dispersus los liberales, el caudillo reaccio-
nario entré en San Luis, que le tributé una recepeién
delirante,
‘Ya no descansaré Miramén. E> junio, al tanto de
que las fuerzas de Santos Degollado amagaban Gua.
dalajara, dej6 San Luis y marché en ayuda de Ja guami.
cién tapatia. Mientras los liberales fortificaban una
formidable posicién —la barranca de Atenquique—,
Miramén atacé el 2 de julio con tal audacia que Degolla.
do no ocultaba su desaliento: “Aunque lleno de espe-
ranzas estoy Ieno de angustia —escribia a Juarez,
Y espero que usted no me abandone. No temo a la muer.
te, sino a morir con el nombre de bandido que me dan
los reaccionarios.” En el campo conservador nacia la
convicci6n de haber dado con el brazo armado de Ia Pro.
videncia para acabar con los “malvados”: ya se hablaba
del “Joven Macabeo” en recuerdo de Judas Macabeo,
de Matatias, vencedor de Antfoco.
Pero ios “maivados” contaban también con una Pro-
videncia para su consumo particular, pues a la par que
Miram6n agregaba a sus armas la estrella sle Atenqui-
gue, ya su cintura la banda de general, un tifo fulmi-
nante acabé con la vida de Luis Gonzaga Osollo el 18
de julio, y el 30 los fronterizos de Zuaztia recuperaron
San Luis. La guerra se anunciabz larga y encamizada,
Se le ha llamado de Tres Afios pero en rigor fue de casi
%
= = adiez, pues los conflictos que dirimfa se despejaron hasta
un dia de junio de 1867, cuando en Querétaro cayé sin
vida el més aguerrido de sus combatientes,
Concha, que sin resolver su lio con Perry haba dejado
candillo legaba a ofrecerlc la banda dé general ganada
Sa Atenquique, y a recordarle que tres aiios antes le
thio: “Cuando sea general me casaré con usted”, segura
tal vez de que el capitén no ganarfa el generalato come
profesor de gimnasia en el Colegio Militar Ella to dijo
Como se dicen tantas cons, para salvar el apremio de
degnomento, y ahora egaba el hombre con la espacia
deeenwainada —esta ver en sentido figurado-—, pare pe-
dir a Lupe la mano de su dama. Concha nose qué
hacer mientras su hermana pretendia desviar Ia conver-
sicién con preguntas sobre las recientes batallas, “Leo
% Ho cotocen por los periédicos —corté Miguel; de
Fr mmcnte s6lo me interes ca tomar esta plaza fuerte.”
El galén llevaba prisa ademis, y no acepté fone
_Hasta pronto —se limit6 a decit junto a la puerta
mafiana por la noche tenéra usted que darme su con-
ttacién.” ¥ el carruaje partié dando tumbos en los ba,
ches de la calle,
Las des hetmanas pasaron esa noche en vela, Cierto que
Concha dejé el retiro de La Encamacién reauclta a ron,
per su compromiso con Perry —al fin y al cabo wn
hereje—, mas tampoco era cosa de accede precipitada-
mente a las urgencias del vencedor de Atenquique, Al
26
fomper el dia contaria ya con una
mente dilatoria—, mas en ver de Mi
Tespuesta
iramén Tamé a Ja
Fe aa de la casa de Chiconautla un asin Portador
de un plicgo del General: “Son las dos de la wees y
ine ha causado gran placer, pues on“
he recibido hoy
lla me manifiestas
seers mia. Créeme que antes, sino ma arecia la vida
indiferente, a lo menos no la apiece cual ahora, y te
ona ine YOY & activar Ia campaiia cuane posible’ me~
dormir el recuerdo de Perry: “La falt
me habfa hecho pensar mil necedades,
entre otras cosas
Face gets al hombre que ya otra ver wet
Tecibié la tran.
de Miramén nose levaban bien del todo el amor y la guerra, pues mien-
tras ésta le tenia lejos, batallando contra los liberales,
temfa que el pirata inglés le colocara un cafionazo en
Ja santabérbara.
La retirada liberal cra incontenible mientras tanto.
Guando Aramberri abandoné San Miguel de Allende el
22 de agosto, y Patron hizo lo mismo en Aguascalientes
el 26, Miramén marché sobre San Luis, donde Jos nor-
tefios concentraban el grueso de sus contingentes. “Den-
tro de tres dias, si el enemigo me espera, tendremos un
dia de gloria para la causa y de honra para el ejército,
ues vengaré los insultos que le ha hecho esa horda
de bandidos”, escribfa. Confiaba que el enemigo se hiciera
fuerte en San Luis con sus 7000 hombres y 42. piezas
de artillerfa, y en esa esperanza aseguraba a Concha el
21 de agosto que cl 11 del mes préximo le escribiria
de San Luis, pues contaba con 2.500 hombres y 37 piezas
muy buenas: “No tengas cuidado por mi campafia que
¢s segura la vietoria, pero sf debes pedirle a Dios que nos
esperen, pues si huyen como acostumbran hacerlo quién
sabe cuando concluiré lo de estos rumbos.” En la fecha
prevista estaba en San Luis el Macabeo, aunque fallida
su esperanza en una batalla campal y decisiva, Por eso
scribia ahora “con cl sentimiento de participarte que
el miedo q Videurri
les ha dado alas, y han puesto entre mis tropas y su
chusma una distancia de veinte leguas.” Advertia, deses-
perado, que la prolongaciéa del conflicto alejaba el mo.
mento de “su felicidad”. Confiado en que le hicieran
frente para decidir de una vez “tu suerte y la mia”,
gstaba loco porque “los handidos” le escurrian el bulto
“a pesar de su buena posizién, certeras punterias y demés
28
n esos bandiddos que acaud
fanfarronadas que diariamente publican”.
Contra una opinién muy general, Miramén’ no era
Suefio de Ia férrea voluntad que se I¢ atribuye, 0 por lo
menos padecia ataques de debilidad que se acentuaban
cuando el enemigo rchuia la betalla, De San Luis escri-
bia a su novia, desalentado: “Tengo el sentimiedto de
decirte que me parece que s6lo por donde yo marcho
va Ja fortuna, pues no ignoraras los sucesos de Tampico,
de Aguascalientes y de Huauchinango, y como yo no
puedo estar en todas partes, temo que a la larga me
fastidie y resuelva el marcharme al extranjero.” No era
la actitud de un vencedor por cierto, y para colmo con-
fiaba su futuro a Ja decision ce Concha —a la deci-
sion del fuerte—, pues le atritufa Ja tiltima palabra:
“Deseo saber tu opinién, pues la tengo en mucho, y como
convencido que estoy de tu amor, lo que me comuniques
ha de ser por mi bien.” La carta revela por primera vez
el drama de Miguel Miramén, No siempre se dejé llevar
por Concha, pues de hacerlo habria terminado su vida
en un asilo de ancianos y no en Querétaro. Otras volun-
tades tambign se 3c ¥ tocaron a tiempo, y al
fin para su gloria, el mas sensible de sus resortes: el del
honor.
No necesitaba jurar que eso “no le habia sucedido
antes”, pues cra obvio que estaba enamorado como un
estudiante y que s6lo le importaka acelerar el momento
de volver. Tema que la cautela de los fronterizos alejara
“el dia de su felicidad”, mas para su fortuna el 29 de
septiembre les hallé resueltos 2 probar combate, duefios
de una magnifica posicién junto a Ahualulco, un villorrio
lagubre come aullido de coyote. Estaban alli Vidaurri
y sus jévenes generales con cinco mil hombres y 23 piezas
a
"
==
Cdde artilleia. Y también allt acabé Miraméa con ellos
wr poder ribate Centelleante, al fin del cual dejaron te
oo vie aguelos en que en cl corto espacio de des hoses
Se viven doce aifos.” Pero también Ie pedia fe cr a, “fe
gn cl amor que ‘e profeso”. Una fe tan grande que afian-
declaracién que podia hacer un
Breer: “Concha, te amo mds que a mi vide, y sa ta
bullian en la sangre del Joven Macabea,
4. Un épato fue et anillo de bodas
ails 2a uicto." Ares y Eros, conjugados,
Septiembre coneluia en Ahuatuleo bajo el signo de Ares,
2 Mes, el mes que Eros reclamaba. Avera ware
a México, Miramé;
acudié a casa de las Lombardo,
a las monjas de La Encamacié,
Laaconvento fue Mercedes con la naticia de auc Miguel
staba de vuclta y la esperaba, “;Rece usted por mi,
30
SS =
Madre Elena!”, suplicé Concha al subir al carmuaje, se-
gura de que el hombre de Ahualuleo buscaba un eeloiéy
a su victoria,
Minutos més tarde, reunidos en la pequeiia sald, Miz
Suel pidié a Lupe y a Mercedes que les dejaran? solos,
3 {ue a lo suyo: “Lejos de ti no encuentro la pas Ie
clio y es mecesario que tc unas a mi para woes a Ie
peipbalias no estoy dispuesto a regresar solo, y arreglaré
1a boda en 24 horas.” Concha daba por eierto al objeto
de la visita, mas no contaba con el aprem'o,
Gasamos maiiana? ; Vamos Miguel, si dijeras el
domingo siquiera!
iPucs el domingo sera! ;Lupe! { Mercedes! ;El do-
Tange Nos casaremos! jE domingo! —reiteré en cuanto
Jas hermanas volvieron—; jahora voy a decide me
padres!
Pero... —traté de atajar Lupe,
Jo ino hay Peto que valga! Y 10 se preceupen, que
(pak correrd de mi cuenta, ;Ustedes como si nada! —"gité
desde ta calle.
Al siguiente dia, en cfecto, se present6 en casa de las
Tembardo el eura de la parroquia can dos testige, frente
Hgmuienes, Prometié Concha ser 1c esposa del general
Miguel Miramén, z¥ Perry? Bueno, pues el ingle cotaka,
Gp feeauido por una curiosa y afortunada jugarreta
[Cuando un mes antes el general Eptacio Huerta saqueé
Bcatedral de Morelia, y fundié en barras cuantos coje-
{os de oro y plata encontré en el templo, una parte del
{fsoro fue a parar a la casa que Mr, Forsyth, ministre
de los Estados Unidos, alquilaba a Perry, y el parcecs
£23, l# colaboracién de éste. Al tanto Zulonga de exe
hechos, y sin poder tomar medidas contra el Ministre
31
EER EXEcontenté con enjaular al eémplice, quien estaba ya en a
creel cuando recibié una esquela ‘perfumada: “Mafana
me uno con el hombre que el cielo me tenia destinade
Para csposo. Lamento la desgracia en que usted se en.
Cuentra. Si usted me ama ain, y le causa dolor perderme
para siempre, procure olvidarme y perdone la pena que
ke causo.” Concha no supo més de su antiguo preten.
dicnte,
EL jueves por Ia noche, cuando Miramén y don Nicolés
Icwza visitaron a la futura novia para advertirle que la
boda se celebraria en Palacio por ser padrino el Presi.
dente, clla se opuso,
_,_No tengo pacire ni madre que me lleven a Palacio,
y tampoco voy a ir sola, como si fuera en busca de mi
tarido, © me caso en la iglesia o en mi casa, quede eso
claro.
Bs no es posible —intervino don Nicokés—; el
Presidente no podrfa venir a esta casa...
= iPues que no venga! La casa serd muy modesta pero
&S nuestra casa, y mis hermanas y yo la hares
~Piénselo usted bien —insistié Tcaza—y piénselo,
Comprenda que al Presidente no se le puede correr un
desaire..,
7 ensado esta, sefior Ieaza, y le repito que Miguel
me sacara de la iglesia o de mi casa cuando sea mi es-
Pos0, antes :10,
Miramén, sin despegar los labios, parecia embrujado
frente a la mujer que satisfacfa sus carencias, y al fin
sugirié mediar para resolver el conflicto:
— Nos easareinos en esta casa y tendremos en Palacio
32
Ja misa de velaci6n ¢de acuerdo? :
—De acuerdo —asintié Concha—; tendremes la misa
en Palacio.
—Ahora, y con la venia de don Nicolis, querria ha-
blarte de algo muy serio, Si me permites un momento...
—gTan serio asi? —pregunté Concha mientras pas}-
a la pieza contigua.
an to que a podila Hegar al altar sin decie-
telo. De sobra sabes lo que tc quiere, pero conoces tam-
bidn mi pasién por la carrera de las armas. Y quiero
decirte que ni légrimas ni ruegos me hardn renunciar a
ella, y esto debes saberlo, y no olvidatlo jams, Tendrés
que vivir consciente de que algin dia rodré dejarte viuda.
ePodras vivir as? Es la tmica vida que puedo ofrecerte.
—Si, y si eso llega a suceder, te juro que levaré luto
por el resto de mi vida,
—Gracias, Concha, eso era todo lo que tenfa que de-
irte. Vamos con don Nicolés.
—¢Tan pocos minutos bastaron para tan grave asun-
to? —pregunt6 el sefior Icaza,
—Nos casaremos ef domingo a fas ccho de ta mafian:
everdad, Concha? .
—De verdad a las ocho, o tres minutos antes,
El domingo 24 de octubre muy temprano, fiesta del
Aredngel San Rafael, se detuvo frente a la casa de las
Lombardo un coupé elegantisim, con lacayos en librea,
del que bajé Miraméa en uniforme de gran gala. Minu.
tos més tarde se presentaron el obispo don Joaquin
Madrid, el presidente Zuloaga y sus ministros, y en su
presencia tomé el obispo de manos a los novies y ben-
33
raves snaanesnensieseeuaraaensee oadijo los anillos de Miguel y Concha, el de ella un épalo
gue pertenecié a su madre. Un épalo, piedra de mala
suerte segiin los mexicanas, Al terminar la ceremonia
y abordar Jos novios el coche para ira Palacio, el anille
{ait seguramente no ajustaba al dedo de la recién ca.
sada— rodé al empedrado y de momento fue imposible
hallarlo. Miramén ofrecié una gratificacién por él, y
cuando Ja cumitiva estaba en Palacio Iegé un hombre
con la sortija, pero el épalo estaba roto. Un dpalo roto
en cl anillo nupcial, y en el dfa de la boda, habria pro.
vocado sobresaltos en cualquicra, mas no en Concha, que
no era supersticiosa.
En Palacio misa de velacién y desayuno; accién de
Gracias en Ia Colegiata de Guadalupe, y por la tarde
tn baile, galanteria del Presidente. Los agasajos termi.
naron con una invitacién de los Zuloaga para concurriz
al teatro, y ya en el paleo presidencial el piblico aplau-
clié al vencedor de Atenquique y Ahualuleo: al gran
caudillo conservador. A partir de aquel momento Concha
Compartiré las glorias y amarguras de Miguel Miramén,
“Al terminar el tercer actc —escribié ella en sus Memo.
ras—, os despedimos del Presidente y de su sefiora,
demostréndoles nuestra gratitud por sus bondades. Sali”
mos del palco presidencial, y al atravesar los corredores
ofmos caer ei tele.”
Mas el telén se alzaba apenas esa noche del 24 de octu-
bre de 1858, y para que efectivamente cayera faltaban
Casi nueve afios todavia, Casi nueve afios y un pelotén
de ejecuciones en un pequefo cerro, junto a Querétare
ot
5. Con el perico al hombro
Seguramente por
mujer es en él pre-juicio lo que en ella es pre-sentimicitto,
facultad de asomarse al futuro por alguna oculta ventana
que el varén no encuentra. Y si calificamos de chafla-
fancs a Tos que adivinan, mientras admitimos ciertu rango
profesional en las adivinas, seré porque alguna convic.
cién nos dice que la mujer es duefia de un saber frente
al futero misterioso, tal vez porqus siente y pre-siente
‘mientras el hombre apenas juga y pre-juzga.
Que Santos Degollado se aduefiara de Guadalajara
mientras Miramén y Concha se unfan en México parec!
tuna broma de mal gusto, mas era natural que los lib
tales festejaran a su modo la boda del Macabeo. Ajusta-
ban apenas diez dias de casados cuar:do Miguel dijo a su
mujer una tarde: “Nos vamos; mi deber me llama al
Interior.” Y a preparar maletas en espera de la diligen-
Gia, y a despedirse de las hermanas. “La despedida fue
dolorosa —escribié Concha— pues geudnda nos volve.
siamos a ver? Un sinniimero de tristes pensamientos nos
asaltaron, y yo animandolas y déndoles valor me arran:
qué de sus brazos, y diciéndoles adliés me separé de cllas
¥ de mi amada casita de Chiconautla donde habia pasado
dias tan tranquilos, y donde habia tenido Ia dicha de
unirme a Miramén.” Esa dicha y las delicias de una vida
tranquila no po.lian ilevarse, y Concha lo sabia. En reas
lidad lo adiviné desde que el capitancito le comunicé el
Propésito, y ella avizoré que tomarl> por espaso seria
tanto como terminar a cabally, eon el nifio en brazas y
el petico al hombro,
El viaje de bodas fue un pasco triunfal por pueblos
ESS 2 2 = 2
i:
|y ciudades: Arroyozarco, San Juan del Rio, Querétaro,
Guanajuato y San Luis, Concha se hallaba feliz con la
marcha mitad social, mitad castrense, entre miisicas,
recepciones y repiques, como una alhaja en el estuche
de Ia diligencia, Era la guerra, pero clla, anegada en su
hombre, sentiase lejos de la came de cafién anénima,
dd polvo de los caminos, del estiércol fresco de las bestias
Pujantes. ¢Celos ante Jas zalameras damas lugarefias?
Todavia no, Si acaso perpleja por el retrato de un javen
gue su marido Hevaba consigo, un tipo hermoso que fir-
maba “Leandro” en Is dedicatoria para “su hermano
Miguel”. Concha no sabfa que su marido tuviera un
hermano de ese nombre, y menos un hermano que levara
corbata encamada, como la que los liberales eligieron
ara sefialar su causa. Miramén Ie explic6 que el retrato
era cle Leandro Valle, su compafiero en Chapultepec
cuando Jos americanos asaltaron el baluarte, y hoy ge-
neral constitucionalista, “Su retrato lo tengo siempre
conmigo, y cuando me encuentro en ei campo y debo
batirme con él, Ie envio un saludo por escrito, y clavo
el papel cn la punta de un maguey: él lo sabe y me
Contesta siempre.” Asegura Concha que una gran tris:
teza invadfa el semblante de Miguel al hablar de Lean-
Gro, y era natural: la guerra civil era una calamidad
eor que la extranjera, puesto que dispersaba lo que ésta
uunié por un momento. Si la guerra civil malquistaba a
Padres ¢ hijos; si enemistaba a hermanos con hermanos,
también colocaba bajo banderas enemigas a los antiguos
cadetes del 47.
Al terminar noviembre, mientras Miramén marchaba
sobre Guadalajara, Concha quedé en San Luis alojada
en el Palacio de Gobierno, un soberbio edificio que sin
36
|
embargo la lenaba de espanto, de un terror que de noche
le impedia conciliar el sueio © pascar a solas por habi-
taciones y corredores. Experimentaba en Palacio una de-
sazén parecida a la que la invadié en Querétaro la noche
4que alli pasaron y fueron al teatro. “Mi corazén ba sido
tun ordculo que con frecuencia me ha dicho lo qug tenia
que sufrir”, eseribié muchos afios después en sus Memo-
fias, Un orficulo que le permitia entrever que el teatro
de Querétaro seria mueve afios més tarde “uno de los
escalones de su calvario”, y que en’el Palacio de San
Luis, como una loca, reclamaria a Juérer Ta vida de su
marido, Concha adivinaba, como todas las mujeres. Mas
al wei casa tampoco fstab en un Teco de ross:
“Te supongo cada dia més triste pues a juzgar por lo
que yo suo sendo hombre, debs padcter horablemen-
te”, Ie escribié de Lagos, en marcha sobre Guadalajara.
El 4 de diciembre se reunié Miramén en Tepatitlan
con fuerzas de Liceaga y Leonardo Marquez, Suponia
que 1a batalla ce Guadalajara tendtia lugar entre el
12 y el 13, y seguro de imponerse ‘a los bribones” tan
completaneate coin en Abualulco, arengé a sus solda-
dos: “Compaiieros de armes: estoy al fin al lado de
mis valientes veteranos, de vasotres a quienes saludo leno
de jabilo. La patria nos exige un nuevo sacrifcio. Tene-
mos todavia que combatir en defensa dela més noble
y santa de las causas, y por eso he corrido presuroso a
acompatiaros en los peligros y a participar en las gloria
que 08 esperan... Estoy seguro de que la victoria coro-
hard nuestros esfuerzos, y por lo mismo s6lo 0s recuerdo
que tenemos que vengar la muerte de nuestros herma-
nos, vilmenté usesinados cn Guadalajara.” El 12 se pro-
Gujo el encuestto, y el 16 entraron Miramén y Marquez
37en la capital tapatia. La fortuna sonreia al “Camy
de Dios", mas el éxito distaba de ser completo mee
seeanlle: in disperserse, bscaba mejores posicionee Muy
Seguro, Miramén eseribié a Concha: “El enemigo se ho
retirado para las barrancas; mafiana salgo sobre €] yes
pro S10 alcanzn, derrotarlo. Quiero recomendarte que
fe sSuides mucho, y decirte que estoy muy contento tle
haber sabido que comulges. Teugo Ja seguridad de que
encigattones han de tener gran parte en la suerte y jo,
tecciéa que Dios me dispensa.”
cl campo cubierto de cadaveres, y el Macabon regresé
& Guadalajara el timo del afio entre salvas, cohetes,
ieeidues y misica, Degollado abandonaba toda su sea
Has duinientos prisioneros, el parque y las banda
Bl vencedor de Atenquique y de Ahualulco ser& también,
Lo eae 26 de diciembre, el héroe de San Joaquin,
Conservaclores aseguraban que Miramén era‘el Eras
armado de la Divina Providencia,
pero los liberales pensarian a su ver que Dios apre-
[aba sin aborcar, pues aunque Miramén' dominshe
las principales ciudades del interior, y Cobos y su bri-
gad marchaban sobre Veracruz —dhtimo resuneo as
Juarez y su gobierno—, el 20 de diciembre se pronuncié
2 Ayotla contra Zuloaga el general Joss Mara Hehe
Ghia: Colocindose a la cabeza de un plan tendiente 4
Ei esncer 1a concordia entre lberales y conservadoree
Constitucién. Muy obv:a connivencia existitia entre
Echeagaray y Robles i'ezuela, jefe de la guamnicién de
la capital, puesto que éste desconocié a Zuloaga el 23
apoyé Ja reunién de una “junta popular” que tstableg
ra las nuevas bases constitucionales del pats, y xe encarg6
provisionalmente de la Presidencia de la Repblica ya
que Zuloaga, temeroso de sus antiguos amigos, dej6 ‘el
puesto y se refugié en la Legacién Inglesa. Es posible que
Echeagaray y Robles pensaran de buena fe en el patrio.
tismo de su proyecto, mas la buena fe de los idiotas sucle
acarrear consecuencias tan graves como en este caso.
1os liberales aprovecharon el rompimiento del frente ene-
migo para recuperar Huatutco, Jalapa, Cérdoba e Ira.
uato mientras don Benito, en Veracruz, despachsba con
cajas destempladas a los emisarios del avenimiento.
En cuanto a Miram6n, al contestar la carta que en
busca de su apoyo le dirigié Robles, reiteré su fidelidad
al Plan de Tacubaya, y en un Manifiesto del 1° de enero
de 1859 hablé de “contrariar con toda la fuerva de mi
voluntad, y con las arma~ que me ahedesran” los asona-
das de Ayotla y México, en las que advertia un grave
riesgo para la “nacionalidad de la Repiblica”. Su deci.
sign era tan firme que no la modificé el hecho de que
una Junta de Notables, reunida en México, le nombrara
Presidente provisional de Ia Reptiblica por 50 votos con.
tra 46 que favorecieron a Robles Pezuela. Cuando Con.
cha se Je unié en Lagos, y le preguntd sobre su actitud
en las nuevas circunstancias, Miramén respondié. con
entereza: “No la aceptaré. No quiero que el pals crea
que por ambicién me presto a secindar esta rebelién que
he “desaprobado.” Pero el mal estaba hecho, tanto
que Matias Acosta, emboscado en la capital, escribié
aww:goz0so a Juarez: “la divisién estallaré al fin en nuestro
provecho”. Y “estall6”, como Acosta Jo barruntaba, a
pesar de que Miramén, como Juérez, habia superado la
era de los cuartelazos.
En cuanto a Zuloaga —que era un infeliz—, eseribi6
al Macabeo el 2 de enero con la siplica de que aceptara
Ta Presidencia, puesto que su designacién quitaba “casi
toda su fealdad” al cuartelazo de Echeagaray y Robles
Peauela. “Yo le suplico que acepte y venga pronto, muy
Pronto, a salvar a México, que se pierde si usted no le
auxilia”, terminaba. Mas el Caudillo no se dejaba enga-
fiar,
seguro de que el plan de avenimiento era irrealiza-
ble puesto que la guerra no era s6lo “una guerra de
Principios politicos irreconeiliables sino Ia defensa de la
sociedad contra el despojo, contra el incendio, contra la
devastacién que Hevan por todas partes los que se ape-
Hlidan defensores de Ia Constitucién del 57”. Confiaba,
para terminar, que Ia oficizlidad y la tro
ciparon en el cuartelazo del 20 y 23 de di
verian sobre sus pasos, pues de lo e
que parti-
iembre vol-
les principi
baya. Son admirables Jas lineas finales de Ia nota que
envi6 a Robles Pezuela, de Querétaro, el 19 de enero:
“Me ¢s sensible no adoptar una partida conforme a los
deseos que V.E. se ha ser
mas comunicaciones, pero ai
lo manifestarme en sus ulti-
los intereses de la patria
estoy decidido a sacrificar a mis principios hasta las mAs
caras afecciones y las més distinguidas consideraciones
Personales. Creo que México dar un gran paso en su
engrandecimiento el dia en que no sean los pronuncia,
taientos y las defecciones los medios de cambiar sa go.
40
*o, y el dfa en que el ejército tenga como méxima
invariable que la lealtad es la primera virtud del sol-
dado.” -
judrez, el campeén del poder civil, pudo cakzar con
sans ‘conceptos del Joven Macabeo, Ambos com-
prendian que en México se ventilaba una contienda i
prineipios que no daba ni pedia cuartel. Y eso —no ped
ni dar cuartel— era tanto como superar cuarenta jafios
de cuartelazos. Cada cual por su lado esos dos hombres
—Judrez y Miramén— inauguraban un episodio desco-
nocido en Ia historia de México.
Terminado el castrense viaje de bodas, Concha y
Miguel regresaban a la capital.
a
2n
CERCA QUEDAN LA GLORIA
Y LA AMARGURA
1, Cuando se perdié ta guerra
Apenas se sacudié el polvo del camino visité Miramén
a Zuloaga en la Legacién Inglesa, “Ya estarés contenta
—dijo a su mujer al volver a casa—; pasado mafiana
‘me quito del sillén en el que me pusieron los Notables
y siento en él a Zuloaga”, promesa que efectivamente
cumplié ese cia, y al siguiente explicd su conducta en
tuna proclama: “He venido 2 esta ciudad no a ocupar
la Primera Magistratura de la Repiblica a que Ia revo-
Incién me Mamaba. He venido a indicar al ejército el
verdadero camino del honor, a hacer volver sobre sus
pasos a las tropas que, sin advertirlo, orillaban a la na-
cién al abismo. He venido a restablecer el orden legal,
restituir ei poder a manos de la persona electa con.
forme a un plan politico verdaderamente nacional. La
obra es. consumada; creo haber satisfecho Jos deseos
de los buenos mexicanas, y atendido a una necesidad im-
periosa de la nacién.”
Tal pudo ser su propésito, mas la historia sigue el curso
que Ir impone la fuerza de las cosas y uu el camino de
Jas buenas intenciones, méxime en tiempos de guerra.
Es posible también que Miramén jugara con cartas mar.
2
cadas —todo cabia en esos dias—, pues lo cierto fue que
una semana més tarde advirtié Zuloaga que el Plan de
‘Tacubaya no preveia las ausencias, muerte 0 renuncia del
Presidente interino, y para enmendar el yerro nombié a
‘Miramén Presidente sustituto, algo que Matias Acbsta
daba por cierto quince dias antes: “Miramén permanece
en Guadalajara —escribié a Judrez—, de donde debe
salir pasado majiana para presentarse en México con
4000 hombres y restaurar a Zuloaga en el Plan de Tacu-
aya. Parece que después Zuloaga abdicard en su favor.”
‘No habia seguramente capitalino para quien Miramén
no fuera el Presidente inevitable, lo que no fue dbice para
que el Macabeo proporcionara una explicacién “legal”
de su conducta: “No ha muchos dias fui llamado a la
Presidencia de la Repablica por una revolucién. Enton-
ces rehusé tan alta dignidad y devolvi el solio del poder
a Ia persona que la nacién habia colocado en él. Hoy
este alto funcicnario me nombra Presidente sustituto de
la Reptblica, me entrega las riendas del gobierno, y yo
las tomo y me encargo dei mando supres
muy breves dias que permaneceré en Ia capital... Hoy
me llama al gobierno la utoridad que tiene poder para
ello; hoy se considera mi administracién como indispen-
sable para proporcionar los elementos necesarios para
emprender la campafia de Veracriz, y acepto porque
mi anhelo es ser ttil a mi patria... Yo protesto que no
permaneceré en este puesto sino el tiempo necesario para
remover los obstéculos que se presentan para llevar a
cabo la reconquista del primer Puerto de la Repi-
blica...”
Frente a la alegria de los conservadores, que ya vefan
calco sobre for naldites de Veraenwz,Concha estaba furiasa: “No lo he podido rehusar; Io
exigia cl bien de nuestra causa”, explicé Miramén, “;Y
por qué no me lo habias dicho..”. por qué?”, grité Con-
cha. “Por no darte esa pena, querida, por...” No pudo
terminar porque su mujer, fuera de sf, le dio con la puerta
n las narices.
Llegaba el momento de emprender la campafia de Vera-
cruz, y él Presidente sustimato dirigié un encendido lama-
miento a sus soldados, en cuya fidelidad y sactificios con-
fiaba para debelar el tiltimo reducto de “los enemigos de
la religion, de la tranquilidad de la Repiblica y de todo
principio de sociedad”. De la capital tomé el camino de
la costa el 2 de febrero, y el 22 entré en Jalapa entre
cohetes, chirimias y salvas, con su coche tirado por la
plebe. Nada le hacia olvidar a Concha sin embargo, en:
quien su exaltada pasién vefa “un tesoro que jamés crei
existiera y mucho menos que me pertenecicra”. El Cam-
pon de Di ‘en lot goces del hogar y en Ia dulce
Compafiia que aclamaciones y te-deums no podian com-
pensar: “Te estoy considerando en el jardin 0 en tu mira-
dor —le escribia el 27—, dirigiendo tus hermosos ojos
hacia los voleanes, por ctyo rumbo me consideras. Te
encargo no lores, como lo haces todos ios dias, para que
no sufran mis Iuceros.” La ubérrima naturaleza veracruza~
na excitaba, en el guerrero, la fibra de pocta que todo
mexicano lleva dentro.
Proyectaba salir para Cérdoba el 2 de marzo y seguir
a Veracruz ‘‘o hasta donde Dios tenga dispuesto que haga
alu", pero el descaiabro que sufrié Cobos el 5 le obligh
a quedar varado una semana entre Orizaba y Cérdoba,
“
aunque sin amenguar su s-garidad en el sentido de que,
una vez dominadas las cefensas exteriores del Puerto,
los de adentro, “acobardados”, sucumbirfan a las porrazos
de sus soldados. “Quiera Dios que no me engafie —con-
clufa—, pero de todas maneras que se haga su santa
voluntad.” Hasta entonces daba por cierto el aBoyo di-
vino, pes el 9 de marzn Casanova acnph Huatusco tras
de pasar la barranca de Jamapa; el 15 cruzaban los
trenes el Chiquihuite, y ef 19 estaba el ejército en Te-
jerfa, a dos leguas de Veracruz. Miramén vefa el mar
por primera vez, y al alcance de su anteojo “el Sebastopol
de la demagogia”. Confiado en que en el curso del mes
concluirfa Ia campafia, el 24 escribié a Concha: “Ma-
fiana sittio mis baterias, y pasado maiiana comenzaré
el fuego sobre la plaza.” Seguramente nunca hubo en la
historia de México un “pasado mafiana” més definitivo,
un “pasado mafiana” que jamés Ileg6 por fallarie a Mi-
ramén el corazén y Ia cabeza. ¥ Je faltaron de un dia
para otro, porque si el 24 de marzo era el Macabco un
hombre seguro del triunfo, et 25 hablaba ya de la accién
“malograda”, con el optimisme hecho cisco, “Si uo te
tuviera,por esposa —escribié ee dfa a Concha—, hoy
me marcharia al extranjero, y no porque mi reputacién
padezca por no tomar esta plaza sino porque, acostumbra-
a todos los obstéculos, me encuentro con unos
independientes de mis céloulos y de mi voluntad.”
Para explicar el fracaso de ia gran operacién sobre
el baluarte cel gobierno constitucional serd preciso traer
a cuento que Santos Degollado, frustrado en el intento
de contener el avance enemigo mediante el arbitrio de
volar puentes y quemar rancherias y past resolvié
al fin por una estrategia desesperada: “Miramén se hallaen Orizaba —escribié al general Pueblita el 25 de febre-
Para impedir a ese temerario joven que
qerales del interior se reunieran “para caer cote
ar eaubte Ia capital rebelde”. EI 10'de mare prncigan
sronttimiento constitucionalista, del que Mirasén >
tpgrtuno conocimiento pussto que ese dia escibies "Ser”
hands och Que México sea amagada, pero aunque ee
Hinds Yo seguiré mis inteias sobre Veracrun” Une syst
Gasfen inobjetable. Con silo haberta sostenil, Ie hoon
tla habria tomado por otros derroteron
jeggellado mientras tanto bata a Liceage, ocupaba
Guinaiuate, y pocos dias més tarde se ashen et
Querétaro, Entre esta ciudad y San Juan del Rie onc
aaaciia y a Calleja y el 29 de marzo, con Blancos Zn
Bera Quitoge, Puebla y ocho mil hombres, den Saanes
fautha en Tacubaya y Chapultepec. Nada ni media ne
jis evitado que la capital cayera en sus manos de fate
Misguen tSde $880, pero vaciié, coms. tempee y
Marquez, reforzado con las fuerz’s que Mojfa salvé de
ee aemte descalabro,Hlegé de Guadalajara ex aca
de ¥e capital. En cuanto a Miramén, que dl 10 de
seguraba que aunque México se hnodicra a
sobre Veracruz, cambié los ténminos de s0 deci
iezal Antonio Corona —ministro conservador te la gue-
cfecieg on base en la falta de recursos y en los salignos
fectos de la tiebre amarilla, Mas como las razones de
6
wr Bee ee ee oe oe
Corona son débiles para explicar la contramarcha —Mi-
ramén ni siquiera aludi6 a ellas para justificarse—, serd
necesario acudir a otras mejores que la versién oficial,
© sea a las que Miramén sugicre apenas en su carta del
25 de marzo, avergonzado “por no haber podido, salvar
a México tomando Veracruz”. Considérese también lo
que el 7 de abril dijo a su mujer: “Temo mucho que
Marquez no llegue a tiempo al punto indicado, pero, si
Mega, espero que concluya con esa chusma”, y se admi-
tira, conmigo, que su falla consistié en perder de vista
que la batalla de México era nada més un episodio de
a guerra en tanto que la captura de Veracruz, y de
Juarez y sus ministros por supuesto, era su fin. Algo que
Degollado entendia perfectamente una semana més tar.
de, al escribir a Juérez el 19 de abril para justificar su
derrota: “Muy feliz me contemplo después de mis des.
gracias por haber contribuido, con nuestro sacrificio en
‘Tacubaya, a la salvacién de Veracruz.” “Sentiré mucho
que México sea amagada, pero aunque se hunda yo se-
Buiré mis intentos sobre Veracruz”, ascguraba Miramén
el 10 de marzo. Decisién que no sustuvo y que habria
seguramente modificado el rumbo de la historia, De ha-
ber jugado Miguel el todo por el todo sobre Veracruz,
en marzo de 1859, muy probablemente Ia escena del
cerro de Las Campanas habrfa tenido sx Iugar
afios antes, junto al Médano del Perro, con don Benito
frente al pelotén de ejecuciones. Pero’se abstuvo, y el
destino cambié los términos del sacrificio,
Leonardo Marquez atacé a los liberales el 11 de abril,
en el campo de Tacubaya, mientras Concha, desde una
47torre de Catedral, seguia con su anteojo los incidentes
de Ja batalla. Claramente distingufa a Marquez en su
caballo blanco, con su Estado Mayor, mas de pronto
advirtié también Ja presencia de otro jinete inconfundi..
ble: jMiramén! Si, Miramén Iegaba a compartir Ia
victoria mientras Degollado, en retirada, dejaba en el
campo treinta piezas de artilleria, igual niimero de carros
con municiones, muertos, heridos y prisioncros, Term
nado el encuentro, los dos jefes recorrieron las calles de
1a capital, y su satisfaecién fue tan grande que ni por
asomo advirtieron que acababan de perder la Guerra de
Reforma. Era el 11 de abril, cuatro dias después de que
en Veracruz, liberada del amago conservador, el gobierno,
de los Estados Unidos reconociera al de don Benito
Juarez como ‘nico gobierno de México,
2. Diplomacia entre bambatinas
Con el reconocimiento del gobiemno constitucional por
cl de los Estados Unidos, el 7 de abril de 1859, culm).
caron el 17 de julio de 1857, cuando Lewis Cass Se.
cretario de Estado—, remitié a su ministro en México
John Forsyth dos despachos: uno sobre la antigua obse.
sin americana de obtener derechos de transito on el
Istmo de Tehuantepec, y el otro sobre la introduccién de
ciertos cambios en la. frontera mexicana del Norte, con
oncrosas cesiones territoriales en beneficio de los Estados
Unidos. Ciertamente no era la liberalidad una de Ine
virtudes del Presidente Buchanan, pues por doce millones
‘le pews —o por quince como itima oferta, se pro-
18 Presidente a los 26 afos,
|
Jee
0
?ponia nada menos que adq:*r Ia totalidad de Baja
California, la mayor parte ¢: Sonora, y la porcién de
Chihuabua que se encuentrs 1 Norte del paralelo de los
30 grados. Sélo en el caso de que tropezara con oposi-
ciones infranqueables se autorizaba al Ministro para que
ofreciera ocho millones por Sonora y la porcién de
Chihuahua al Norte del paralelo mencionado, o bien
‘cuatre millones por la Baja California.
Cuando Mr. Forsyth recibié los despachos de Cass no
daba crédito a sus ojos. Simpatizaba con los hombres
de Ayutla y oon sus ideas para reccnstruir al pais, y
tenia Ta conviccién de que para tratar con el gobierno
mexicano era preciso fortalecerlo, primero, en vez de
debilitarlo con reclamaciones que al fin Jo condenaran
a correr la suerte del vltimo de Santa Anna, al que en
parecidas cireunstancias se arrancd cl Tratado de la
Mesilla, La situacién colocaba al Ministro en Io que
Tamaba una “situacién insostenible”, méxime que
al hablar en lo privado con el Presidente Comonfort
sobre los propésitos de su gobierno, don Ignacio se con-
creté a responder: “Cada Presidente tiene su sistema,
sefior Forsyth; el de don Antonio consistia en vender
su pais, y el mfo cn conservarlo.”
Pero el gobierno de Ayutla —y Comonfort mismo—
eayeron a resultas del cuartelazo de Tacubaya, y Mr.
Forsyth —ahora sin la menor simpatiainacia et nuevo
régime wudé el ataque sobre la base de sus
instrucciones del 17 de julio de 1857. Cierto; que para
comenzar distaba de ser cémoda su posicién, pues se
encontraba de buenas a primeras con la existencia de
dos gobiernos, uno el de la capital, con Znloaga coma
presidente, y el de Juarez instalado en Guanajuato.
49Durante dos semanas Mr. Forsyth, sin adoptar provi-
dencia alguna, se conereté a pesar los pros y contras
de la prefiada alternativa. Eran muy definidas sus con-
vicciones personales en pro de los liberales, mas el gran
objetivo que trafa entre manos aconsejaba el recono-
cimiento del gobicrno conservador, duefio de la capital
mientras el liberal era una sombra fugitiva, y de una
sombra no eran de esperarse jas sustanciosas coneesioncs,
Seguir al gobierno de Juarez, dijo a Cass, le habria
convertido en un representante diplomatico trashumante,
“posicién ni digna ni agradable” para un hombre como
, que distaba de ser un romntico, Permaneciendo
cn México, en cambio, caja en sus manos la oportunidad
dorada para negociar el ‘Tratado que levaria su nombre
a ia lista de “los diplomaticos més distinguidos de Amé-
rica” —tal cosa Ie ofrecié Cass—, de modo que arriscé
la nariz —para paliar el asco moral—, y el 27 de enerd
de 1858 extendié el reconocimiento al gobierno tacuba-
yista. Ya no lucharfa en su ser interno con los remilgos
que frente a sus amigos —los de Ayutla— le colocaban
en “situacién insostenible”. For el momento sto tenfa
enemigos ai frenie —eneanigos del Destino Manifiesto
de los. Estados Unidos—, alguno tan listo como don
Luis G. Cuevas, ministro de Relaciones de Zuloaga,
2 quien el 22 de marzo dirigié una nota que vale, sin
hipérbole, como texto clésico de Ja literatura imperialista
de todos los tiempos.
En dicha nota presentaba Forsyth a Cuevas un caté-
Jogo de las fuerzas y Ieyes de la naturaleza que s¢ halla-
ban en accién, debilitando cada dia, por parte de Mé-
xico, la posesién de los territorios codiciados. “E! gran
autor de cias leyes —aseguraba Su Excelencia— actéa
30
de acuerdo con principios que, aunque inescrutables a
los ojos humanos, han de ser reverentemente reconocidos
en todo caso.” Para un estadista que quisiera hacerse
digno de ese nombre —continuaha—, nada més impro-
pio que pretender desconocer tales leyes supremas, 0
interpretar torcidamente 1a conducta filantrépica del
gobierno de los Estados Unidos, que “leyendo fn el
futuro Ia experiencia clara del pasarlo” podria senci-
lamente eruzarse de brazos a esperar que Jas fucrzas en
accién consumaran la obra inevitable. Sélo que ni el
pueblo ni el gobierno de los Estados Unidos estaban dis-
puestos a que su moral piblica fuera puesta en tela de
juicio, y si su filantropia fuera materia de prueba bas-
tarfa, para confirmarla, su decisién de pagar un precio
justo, en dinero contante y sonante, por algo que de todos
‘modos tendrfa que llegar a sus manos gratuitamente, sin
mover un dedo,
‘La proposicién de Mr, Forsyth fue objeto de muy lar-
gas discusiones en Palacio, pues Cuevas se llevé un par
de semanas para contestar, lapso durante el cual el Mi-
nistro fortalecia su confianza en el sentido de que los
mexicanos se plegarian por fin a la evidencia de ia faia~
lidad geografica, tan obvia, y a las juiciosas ensefianzas
del Destino Manifiesto. Por ello, cuando el 5 de abril
proporcioné Cuevas la respuesta, y con ella Ja rotunda
negativa a abrir negociaciones que tuvieran por objeto
la venta de territorio, Su Excelencia perdié Ja compos-
tura que era de esperarse en un fino caballero de Ala-
bama. En lugar de retirar la nota, en espera de mejores
oportunidades, el Ministro perdié los estribos; vociferé
como un jornalero, amenazé, pas6 revista al_inmenso
catélogo de las reclamaciones pendientes; hablé del fra-
slrene
caso que coroné una vez y otra Ia labor de los diplomé-
ticos americanos en pro de una reparaciéa justa pars
los ultrajes y dafios padecides en México por cindadsrne
de los Estados Unidos, y advirtié, por tltimo, que al
hegarse a negociar amistosamente tna frontera “mis
logica y natural” entre armbos paises, México despreciaha
tuna de aquellas doradas oportunidades que suelen pre-
sentarse una sola vez en la historia, sin parar miertes,
adesns, en las graves consecuencias ancjas a su decision,
algunas de las cuales el propio Ministro se habfa tomade
el trabajo de anticipar con el espiritu més amistoso.
Luis G. Cuevas, que prineipiaba a hacer de as felpas
a Mr. Forsyth una verdadera especialidad, se coneret) a
contestar: “Es posible que la prediccién del Ministro
de os Estados Unides se cumpla, silos mexicans se
muestran infieles a los deberes que les im me su propia
nacionalidad.” Fallidas sus esperanaas de cugrems ta
lista “of America's most distinguished diplomats", y ape-
nas recibida la bofetada, Su Excelencia escribié a” Was,
hington que la intervenciin de los Estados Unidos en
México era inevitable por no existir en el pais los ele,
mentos necesarios para restaurar el orden, y dos meses
ims tarde, valido de una eamorra que provoeé é1 mismo
al canto de cierta contribucién impuesta por el gobiemno,
y extensiva a los siibditos zmericanos, corté las relacio”
nes dipiomdticas entre ambos gobicruos.
‘n suspenso las relaciones de los Estados Unidos con el
gobierno conservador, no por ello cejaba el presidente
Buchanan en sus pretensiones sobre Tehuantepec y los
territorios dei Norie mexican, Contaba con la estupenda
“St aq ( ( ( (
nos empefiados en lucha encamizada, y de momento,
fracasado con uno, resolvié probar suerte con el otro,
© sea con el que en Veracruz encabezaba don Benito
Juarez. El encargado de tan importante misi6n fue Wi-
iliam M. Churchwell, quien como Agente Confidncial
del Presidente desembareé en Veracruz el 19 de‘enero
de 1859, y se aventuré Inego por ciudades tales como
Jalapa, Puebla, Orizaba y México, Precursor de los ac-
tuales turistas, a quienes bastan dos semanas en el pats
para escribir un libro sobre sus problemas, el Agente
Confidencial averigué en pocos dias que la redencién
de México resultaba imposible sin el auxilio exterior por
Ja notoria incapacidad de los mexicanos para gobernarse
por sf mismos. “Una nueva fase ¢e la nacionalidad mexi-
cana es hoy una positiva necesidad —concluia—, y habra
de ser obra nuestra si no somos absolutamente sordos a
los dictados del sentido comin.” El Agente, con un ojo
‘puesto en el gato y otro en el garabato, aconsejaba apo-
yar al gobierno constitucional, sobre todo cuando liegaba
el momento —y posiblemente “la iltime oportunidad”,
de ceiebrar un usiade que asguraza a los Estados
‘Unidos “no s6io la soberanfa sobre un pafs (la Baja Ca-
lifornia) a euyo respecto los descubrimientos recientes y
cAleulos més autorizados atribufan recursos mas valiosos
que los de la Alta California, sino ademés el derecho
de trinsito a perpetuidad entre Paso del Norte y Guay-
mas, en el golfo de California, y de un punto sobre el
1fo Grande a otro sobre aquel mismo Golfo, junto con
generosas concesiones a compaiiias americanas para la
construccién de un ferrocarril a través de los Kstados de
Sonora y Chihuahua, y finalmerte ¢l derecho de trén-
33sito a perpetuidad por Tehuantepec”.
En el Memorandum que Churchwell envié al presiden-
te Buchanan el 22 de febrero informaba que el gobierno
Constitucional estaba dispuesto a tratar sobre tales bases,
a que seguramente no fue mas que una artimafia de log
hombres de Veracruz para asegurar el reconocimiento,
méxime que marzo se echaba encima, y con él la marcha
del vencedor de Ahualuleo sobre el Puerto. Cogido entre
dos fuegos —de un lado la bolsa vacia y del otro Ia es.
pada del Macabeo—, Juirez se avino a negociar, y esta-
blecié de ese modo “la base” reclamada por Buchanan
ara reconocer al gobierno mexicano: si el 22 de febrero
envié Churchwell su Memorandum 2 Washington, el?
de marzo ilamé Cass a Robert Milligan Me Lane para
comunicarle su nombramiznto como nuevo Ministro de
Jos Estados Unidos en México, Dias més tarde se le pro-
Porcionaron las instrucciones de rigor —concebidas en
términos enigmaticos—, se le entreg6 una copia del Me-
morandum de Churchwell; otra ms de las instrucciones
que se enviaron a Forsyth el 17 de julio de 1857, y con
tales pertrechos tomé el nuevo Ministro el camino de
Veracruz.
Digo que las instrucciones del Departamento fueron
redactadas en té&minos nada anos porque si de ellas
omitimos una serie de conceptos pour épater le bourgeois
—los relativos a las “grances simpatias” que Buchanan
experimentaba por el gobierno de Judrez—; advertiremos
que s¢ dejaba al arbitrio del Ministro nada menos que
et problema del reconocimiento. “En esta materia te.
cla Cass—, el mejor guia seri el criterio de usted.” Pero
Jo verdaderamente asombroso no cra que dejaran a su
juicio algo tan importante, sino que tampoco se le dijera
Sree
“es una materia de derecho sino de hecho, y la invest
a cudl de los dos gobiernos existentes en México deberia
reconocer, dejando la puerta abierta para que, en el caso
de que Juirez y su gobiemo no se plegaran a Jas exigen-
cias de Washington, el Ministro pudiera contin
viaje a la ciudad de México y reconocer al gobierno de
Miramén. No cabe otra interpretacién al siguichte pa-
rrafo de las instrucciones: “El primer problema que
tendr que resolver a su Iegada a México sera el de
reconocer alli a un gobierno con el cual pueda ératar.
Las reglas generales que regulan la conducta de los Es-
tados Unidos en esta materia Jc resultan familiares...
La cuestién de si en un pais existe 0 no un gobierno no
‘én de este hecho, en México, se deja a su discrecién,
A tan praginiticasintrucciones se ajusté Robert Me
Lane cuando el 2 de abril tuvo su primera entrevista con
Ocampo, a quien advirtié que era su deber asegurarse
“de que las manifestaciones del sefior Churchwell se cn-
contraban bien fundadas, y en ese caso abrir zelaciones
politicas con el gobierno de Juarez”. En tal caso, y s6lo
si los de Veracruz estaban dispuestos a cumplix to que
segiin Buchanan prometieron a Mr, Churchwell, resol-
veria Mc Lane la cuestién del reconocimiento. El gato
del cuento asomaba la cola, puesto que la conversién
del Me: dum del 22 de febrero en un verdadero
Tratado tendria que scr el precio del reconocimiento.
Sélo que los hombres del gobierno no se resolvian:
“Ocampo, eseribié Me Lane al Sccrctario de Estado,
continGa renuenke a compromcteric en cualguir ersién
stitorio, mas yo sostuve su obligacién implicita de
Le iaicle Gaeta dlar aie
verdad era que los jefes liberates eran unos genios de la
55
SC ST a RKpolftica, tan extraordinarios que si bajo la amenaza de
Miramén ofrecicron al Agente Confidencial el oro y cl
moro el 22 de febrero, ahora, en los primeros dias de
abril, con el Joven Macabeo en retirada, no recordaban
exactamente en qué habfan quedado con Mr. Chur-
chwell. “Es un axioma en la historia de Texas —dice
Webb— que un texano puede vencer cuando pelea con
un mexicano, pero que esté perdido si parlamenta con
41.” Un axioma en el que no repararon Buchanan y Chur-
chwell, mas cuya existencia barruntaria Me Lane puesto
que al advertir que su posicién se debilitaba con la re.
tirada de Miramén, sin pensarlo més extendié el reco
nocimiento.
Juarez se anotaba su mas importante victoria diplo-
mitica sin ceder de momento a las pretensiones de Was.
hington, mas Miramén no Jo vela de esc modo, y apenas
vuelto a México, fracasado ante “el Sebastopol de la
dcmagogia”, instruyé a su ministro de Relaciones Diez
de Bonilla para que protestara por la decisién americana,
y dicra publicidad a la correspondencia entre Mr. For.
syth y cl gobierno conservador sobre los derechos de
transito por Tehuantepec y ei intento de adquirir una
buena porcién del territorio nccional: Miramén sacaba
al sol la ropa sucia, y la mugre, que ensuciaba sobre
todo al gohierna de Ine Fstaclos Unidos, mancharfa tame
bién al de Juarez en el caso de acceder a las proposici
1 & las proposiciones
que, sin lugar a dudas, habria de hacerle, Me Lane en
Veracruz. A las proposiciones que ellos rechazaron un
aiio antes, y que ahora suponfan que tendria que ser el
precio del reconocit
iento,
“= a a ( (
3. La batalla se extendié a todos los campos
‘Mucho tiempo ha corrido desde Ia batalla de Tacubaya
del 11 de abril de 1859, cuya sangre se recuerda tan
devotamente como si bubiera sido la primera que se"de-
rramé en los altares del viejo Huichilobos. Don Melthor
Ocampo, horrorizado, informaba a los gobernadores de
los Estados: “los tacciosos... se cebaron barbaramente
con los heridos, con los pocos dispersos que aprehendic-
ron, y aun con los cirujanos... Mas de cien personas
quedaron sacrificadas, y entre ells varios jévencs de muy
tierna edad”. Tanta fue la eficacia de la sangre vertida
en Tacubaya, y tan largos sus alcances, que del hecho
de armas pasé don Leonardo Marquez a poblar el vasto
zoolégico que ¢s la historia de México, donde junto a
don Leonardo —el tigre de Tacubaya—, figuran Lozada
—l tigre de Alica—, don Juan Alvarez —la pantera
del sur—, el “chacal” Huerta y la hiena de no sé dénde.
Afortunadamente cn el caso de Parcho Villa se conten-
taron con Ilamarlo “Centauro”, agotados los carniceros
caiificativos.
El vencedor de Tacubaya se defendié del remoquete
por supuesto, y muy posteriormente atribuyé a Miramén
la orden que puso fin tanto a la vida de los jefes y ofi-
ciales capturados como a la de médicos y civiles que
servian en las filas constitucionalistas. Marquez sostuvo
hasta su muerte que él fue sélo ejecutor de las érdenes
del General Presidente, una posicién bastante c6moda
cuando Miramén Ievaba varios aios bajo tierra y no
podia escribir una sola linea para contradecirlo, Sélo
que Concha si vivia, y en sus Menorias dedicé varias
paginas a reivindicar la memoria de su marido, en cuyaee masa
orden firmada sobre el campo de Tacubaya s6lo se lee:
“En Ja misma tarde de hoy, y bajo la mis estrecha respon-
sabilidad de V.E. mandard sean pasados por las armas
todos los prisioneros de la clase de oficiales y jefes, dando
cuenta del néimero de los que les haya cabido esa suerte.
Dios y Ley. México, abril 11 de 1859. Miramé6n.”
Asegura Concha que al enterarse de que varios paisa-
ngs estaban condenados a correr Ia suerte de los jefes y
oficiales capturados —y entre ellos el licenciado Jéure-
gui, amigo de su familia—, habl6 con su esposo cuando
salfa de una junta de Ministros, y que éste la tranquilizé
diciendo “que a los paisanos no se les aplica la pena de
muerte”. Pero Marquez —contintia Concha—, “tomé
como vulgarmente se dice el rébano por las hojas, y
se valié de Ja orden de mi marido para hacer mesa
limpia, haciendo fusilar el mismo dia de su triunfo, al
anochecer, a catorce individuos entre los cuales figuraba
un abogado —Jéuregui—, y un pobre herrero alemén
a quien los liberales habfan obligado a ir a su campo
para arreglar algunas armas”. Podria argiiirse que Con-
cha, empefiada a poner a salvo el honor de su cara
mitad trat6 de manchar 2 Marquez con la odiosidad
del crimen, mas en primer lugar Ja orden de Miramén
existe en sus términos muy ciaros, y en segundo sabemos
hasta qué extremo era afecto don Leonardo a ese tipo
de soluciones,
Dos afios més tarde por ejemplo, coneluida la Guerra
de Reforina con el triunfo constitucionalista, Marquez
reconocié a Zuloaga como Presidente y permanecié en
cl pais, entregado a actividades guerrilleras. Tuvo en-
tonces la fortuna ce eager prisionero a Leandro Valle
ei “hermano” de Miramén—, y lo fusilé segiin él por
58
|
Grdenes de Zuloaga. Poco después corrié don Melchor
Ocampo la misma suerte a pesar de no haber sido mili-
tar como Valle, y de no haber disparado una resortera
en el curso de su vida. Suponer que Zuloaga pudiera
ser el responsable del sacrificio de don Melchor serfa una
tonteria, pues por un lado don Félix nunca fue faficio-
nado al derramamiento de sangre, y por otro el pobre
Presidente no era a esas alturas mas que un modesto
palafrenero de don Leonardo.
Viuda ya Concha por afiadidura, ¢ instalada en Fran-
cia, tuvo la oportunidad de conversar con el general T'a-
boada —compaiiero de Marquez en aquellas andanzas—,
¥ con él comenté la tragica suecte de Ocampo. “A mi
—confesé Taboada—, se me hizo cargo de Ocampo y
de los otros prisioneros. .. Se decia que a Ocampo no se
le fusilaria, y corriendo esa voz el oficial a quien Mir-
quez dio Ia Srden de ejecucién pregunté si en esa orden
estaba incluido Ocampo. Marquez le contest6: ‘No, pero
ser& bueno que usted se equivoque’, y esto me lo dijo
el mismo oficial que recibié esta respuesta.” Convengo
en que todavia podria ponerse en tela de juicio el rclato
por su origen parcial, pero alin asi se cunvendra ise don
Leonardo era hombre de tan pocos esertipulos que tam-
poco lo pens6 dos veces para abandonar a su suerte a
imilfanc y al ejércita imperial en Querétaro, si
a las instrueciones clel Emperador cuando
partié para México en busca de auxilio, Mas por lo
visto contaba el famoso Tigre con alguna Providencia
para su proteccién personal, pues los liberales fracasa-
on en sus intentos de echarle mano, y de los tres gran-
es jefes conservadores —y de las cinco emes tragicasOR te
su propia cama, confortado con todos los auxilios espi-
rituales,
iramén, Presidente sustituto de la Repiblica, enjui-
ciaba con gran realismo la situacién del momento, y al
saber que Juérez recibié a Me Lane oficialmente, dio
por vier que Washington dejarfa caer el peso de su
poder en el platillo det gobierno constitucional. Sin que
pudiera adivinar lo que el apoyo diplomético de los Esta.
dos Unidos significaria en el futuro de las contiendas
mexicanas, advertia su importancia actual, y acerté en
cuanto a sus consccuencias. Quienes en venideros tiem.
pos lucharon en México por el poder comprobaron, por
amarga experiencia, que los Estados Unidos hicieron’ de
la abstencién —en cuanto al reconocimiento de nuestros
gobiernos—, un arma para obtener beneficios propios,
¥ que lo mismo esgrimieron su “espera vigilante” en el
caso de Miramén que en el de Porfirio Diaz; en el de
Huerta que en el de Carranza y en el de Obresén. Todos
ellos podrian atestiguar, si vivieran, que la abstinencia
americana fue un arma, la mas poderosa de todas, y que
cl reconocimiento diplomético de Washington exigi6.
siempre un precio, por lo general el mAs gravoso de todes.
Cuando Jos gobiernos actuales de México buscan apo.
yos en Asia y Europa contra la hegemonia econémica de
los Fstados Unidos, se comprenderi, sin esfuerzo, que du-
rante la encarnizada lucha entre liberales y conservado.
res del siglo x1x —lucha que no fue econémica sino
Politica, Miramén ereyera contrarrestar el apoyo
Americano a les Kberales con el ausilio de alguna pater.
cia europea. Y si para ese fin pensé en Espaiia fue no
60
a
—_———SSTST ST
capricho sino porque con este pais existia un con-
Ficto que el gotiemo liber. -o habia podido Bquidar,
0 sea el restablecin.iento _ la Convencién de 1853 y
el ajuste de las reclamaciowcs planteadlas por el asexinato
de stibditos espafioles en el mineral de San Dimas-y en
Jas haciendas de San Vicente y Chiconcuae. La rgamu-
aci6n de relaciones estaba sujeta a tres condicionek que
exigia el gobierno espafiol: a) Al restablecimiento sin
limitaciones de la Convencién del 12 de noviembre de
1853, para el pago de Jos créditos espafioess b) Al re-
conocimiento de Ia obligacién, por parte del gobierno
mexicano, de perseguir y castigar de acuerdo con la ley
a los autores de los asesinatos de espafioles, yc) A la
indemnizacién a las familias de las victimas de aquellos
hiechos, aunque de la comisién de ios delitos no se si-
guiera responsabilidad alguna para las autoridades me-
xicanas. 5
Salvo la consignada en el tiltimo punto, puede decir-
se que ninguna de las reclamaciones espaiiolas planteaba
obsticulos graves para llegar a un entendimiento, mas
1a intrans'gencia del gobierno de Su Majestad Catélica
en punto a que México indemnizara a las familias de
los espaiioles victimados —y la negativa de México a
ceder en este punto— mantuvieron las relaciones en sus-
penso a pesar de los esfuerzos de Lafragua, enviado a
Madrid por el presidente Comonfort en 1853, cuya mi-
sién fracas porque Marqués de Pidal —Ministro de
Estado— se mantuvo inflexible en cuanto a Ia obligacién
de indermnizar a Jas familias de las victimas de San
Dimas, San Vicente y Chiconcuac.
Sin expectativas la misién de Lafragua, puesto que
Juarez aprobé luego su gestién, Miramén entrevié en el
6contlicto una oportunidad para atraet el apoyo politico
de Espafia a la causa conservadora, y el 31 de mayo de
1859 Diez de Bonilla —ministro de Relaciones, envié
tuna nota a Almonte, Ministro del gobierno conservador
en Parfs, para que pasara a la Villa y Corte y ajustara
con el gobicrno espafiol las cuestiones pendientes. Para
lograr esos objetivos —asegurar en primer lugar la arm
tad hispana y posteriormente la de Francia ¢ Inglaterra.
el Macabeo se dispuso a ceder a las exigencias de Mat
drid en cuanto al pago de las indemnizaciones, siempre
y cuando se expresara “termiinantemente” que la Repi-
blica daba ese paso “como una gracia especial y favor
singular, sin reconocer obligacién alguna, guiada sola.
mente por el deseo que la anima de que se corten las
‘Herencias que se han suscitado entre las dos naciones,
¥ por el comtin interés bien entendido que ambas tienen
en las presentes circunstancias, especialmente, para ca.
minar siempre unidas y afianzadas en los lazos de una
amistad inviolable”. No es diffcil leer, entre lineas, que
acereéndose a Europa se proponia Miramén neutraleer
las miras de los Estados Unidos, cuyo reconocimients
del gobierno de Veracruz distaba de atribuir a un acto
de quijoterta,
| famoso Tratado Mon-Almonte, que se firmé en
‘aris el 29 de septiembre de 1859, restablecia “en toda
su fuctza y vigor” ia Convencién del i de noviembre
dle 1853, “como si nunea hubiera sido interrumpida”, y
concedia —aunque sin reconocer ninguna responsabili,
‘lad del gobierno en los erimenes cometidos—. una ins
lemnizacién “a los sibditos espafioles a quienes corres
onda” por los dafios y perjuicios ocasionades. por Tos
asesinatos de San Vicente, Ghiconcuac y el mineral de
! Cer tT re ey ey ey ey er ey ry ee
San Dimas. En el articulo 4° del ‘Tratado, el gobierno
dc Espafia se comprometia a que las referidas indemni-
zaciones no sirvieran “de base ni antecedente para otros
de igual naturaleza”. :
TT al ec sn leas: halal contenido-del
Tratado Mon-Almonte, desacreditado “por ignorapeia
y espirita de partido —dice Bulnes—, pues no tiene ada
de oprobioso, ni de inconveniente, ni de injusto”. No lo
estimé Juarez de ese modo por supnesto, y el 30 de enero
de 1860 lo rechaz6 como “Snjusto en su esencia, extraiio
a Tos usos de las naciones por los principios que establece,
ilegitimo por la manera en que ha sido ajustade, y con-
trario a los intereses de nuestra patria... Claramente
se advierte que este Convenio es humillante para nuestro
pais, pues Zeémo, a titulo de qué, y en virtud de qué
derecho consentir en las indemnizaciones estipuladas una
vez que el gobiemo de don Miguel Miramén declara
que esta convencido de Ia inculpabitidad completa de
Jos agentes del poder piblico?. .. Las naciones s6lo pue-
den acceder justas solicitudes, pues de otro modo, y
toda vez que su honor sea comprometido, quedan ¢x-
estas al menosprecio y exigencias de las demés.... Las
responsabilidades de los gobiemos no pueden fundarse
sino en la denegacién absoluta de justia. Si México no
se encuentra en este caso, no hay derecho para sujetarlo
a una condicién despreciable a los ojos del mmdo civi
lizado.... BI gobiero constitucfonal no puede eonsentir
en [a ufrenta con que un partido politico quiere manchar
al pafs. Curaple, pues, con su deber, para que Hlegue a
conocimiento del mundo ivan Protestar, como =
esta dela manera mis solemne, contra el
ated? celbrads en Pork tn elves te septiembre del
&afi anterior, manifestando que sus cléusulas no pueden
comprometer los intereses de México”. Protesta faristicn
cuando quince dias antes,
Ocampo habia
Asegura don Justo Sierra
nal vio en el Tratado Mon
promesa de ayuda material”
México era un clericalismo,
cégnita pero cierta”. Muy de
(0 general tan juste, pero, gno serd mas exacin secoee
Fapdte si don Benito veia en los lazos de Miramién con
Espafia un peligro para la Reforma, Miramén, « sq veo,
advirtiera cn Ia liga de don Benito con los E
Para la Contrarreforma
bara la patria? ¢Por qué no admitir que si
un riesgo no sélo
en ol Tratada Moy
lidad de una intervencién
taba en el reconocimic
una intervencién de los
afiadidura de los objetivos del presidente Bu
en Veracruz, su ministro
¢stampado su firma en el Tratado Me
que el gobierno constitucio-
‘Almonte “una alianza, una
¥ que asf las cosas se plan-
Xe el problema como “un peligro mortal para Ia Refon,
ma, para la Repiiblica y para la Patri
acuerdo con don Justo, por
Espafia en
stados Unidos
sino también
judrez hallaba
qué no reconocer que si don Benito
jvizoraba en el Tratado de 26 de septiembre la posil
che més objetivo seria reconocer que cada uno de hs
ot Sangre en Tacubaya: solo oficiales y jefe. |
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FFAs Be ees
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Lge, 3 SS
ATA alge seer
re
|partidos cn pugna buscaba asideros extranjeros para im-
Ponerse en definitiva, y que mientras el apoyo espaiiol
a Miramén quedé en nada, cuajé sin embargo el que los
Estados Unidos proporcionaron a Juérez, hasta el extre-
mo de asegurarle la victoria, Para mi que todo 13 que
se aparte de esta conclusién ha de ser historieta cocinada
»ficialmente, cuento para nifius que conservan la inocen-
cia y el gusto por aventuras de principes encantados.
En cl frente doméstico, mientras tanto, ocurrian dos
acontecimientos importantes, pues tal parece que Mira-
mén y Judrez se pusieron de acuerdo en una fecha —el
12 de julio— para deslindar sus posiciones en el orden de
las ideas. Ese mismo dia, en Verac-uz y en México, Jud
rez y Miramén olvidaron por un momento el argumento
de Tas armas, o més bien Jo respaldaron con una decla.
racién de principios, campo en el que don Benito llevaba
importantes ventajas al Macabeo, pues como quicra él
marchaba con el paso de las fuerzas que se imponian en
el mundo, en tanto que el otro trataba de frenarlas. En
Manifiesto que Mi ib a te
hablaba de las encarnizadas batallas que habfan hecho
del pafs un vasto campo de batalla, al precio de millares
de victimas. Las armas del gobiemo habian resultado
siempre victoriosas, y sin embargo —reconocia— “nadie
se somete, la revolucién no se sofoca”. ¢Cémo era posi-
ble que las cosas ocurrieran dle ese modo, y que a las
victorias conservadoras no siguicra la paz? El Macabeo
mismo sc daba la respuesta: “Porque no basta la fuerza
de los ejércitos para consumar una revolucién; porque
6 preciso desarrollar sus principioss porque e precio
remediar las necesidades que la han determinado.”
EL caudillo estaba resuelto a Ilevar a cabo s1 progra-
65
mén di i ef 12,
KREERSBEZEEZEma “con toda la voluntad, con toda la energia” de su
carécter; sabia que en el curso de cincuenta afios el
poder habia pasado de les manos de un partido a las de
otro; que se habian ensayado todos los sistemas politicos
y_ varias constitueiones, y que sin embargo las revolu-
cciones no habfan cesado de perturbar la paz, sin resolver
las agonias del gobierno. Esto le Hevaba a coneluir que
los problemas de México no eran politicos sino adminis-
trativos, y por ello justificaba la dictadura frente a la
amarga experiencia de tantos afios de régimen constitu-
cional. La dictadura cra, a su juicio, el tinico gobierno
capaz de acometer brava y enérgicamente la reorgani-
zacién “de esta sociedad ‘casi disuelta”, imponiéndole
una Constitucién adecuada a su caracter. No dudaba que
bastaria emprender las reformas administrativas para in-
terpretar “ese hermoso gito de reaccién, que resuena
Por todos los angulos de la Repiblica, y que hoy no ex-
presa otra idea que la de renacimiento, reconstruccién
del edificio social”. Reduc'r el nimero de los empleados
y el de generales y oficiales que gravaban el presupuesto
sin provecho para el pais, “porque nunca hemos tenido
tropas proporcionales a la oficialidad cxistente”, crear un
solo impuesto en lugar de Jos muchos “que hoy molestan
a todas las personas”; hacer la justicia de los tribunales
Pronta y expedita; mejorar la educacién piiblica me-
diante la adopci6n de un sistema “mis adelantado del
actual”, y buscar un arregl con la Iglesia para aniqui-
lar el germen de Ia discordia que nacié “de los intereses
creados como consccuencia de la funesta ley del 25 de
Junio de 1856”, cuya nulidad reconceia, confiado en
verse secundado en ese propésito “par ef sentida recto
© Hlustrado del venerable clero mexicano”, y por iiltimo,
665
‘on materia internacional, conservar las més estrechas re-
Jaciones con las naciones europeas, sin olvidar que las
“tradiciones de la Repiiblica” exigian mantenerse vigi-
lantes “respecto de Ia politica de la Unién americana,
cuyos tiltimos actos oficiales deben alarmarnos muy,seria-
mente”, Tal era en suma el programa del presidente
Miramén, quien ante las dificultades que adivinaba —y
en particular “In ninguna fe” que inspiraba el gobierno
mexicano—, esgrimia el argumerto de su propio cardc-
ter: “Sabéis que mi lema ha sido siempre marchar, y
que ningiin género de obstéculos me arredra en mis em-
presas. Como gobemante no puedo cambiar mi tempera-
mento ni mis convicciones; no puedo someterme a obser-
var una rutina, a permanecer en un statu-guo que en
politica implica siempre el retroceso: preferiria volver 2
servir a la Nacién s6lo con mi espada.””
El Manifiesto del 12 de julio es digno de nota porque
encierra una declaracién de principios. Los que atribuyen
a Diaz la norma de “menos politica y mas administra-
ci6n”, ignoran seguramente que Miramén fue su pre-
cursor. Precursor relativo si se quiere, pues como todos
los dictadores crefa en la supremacia de la administra.
ién sobre la politica, lo que no obsta para que desde
tun punto de vista mexicano tenga interés reconocer que
Ja regia dorada del Porfiriato no fuc de ta cosecha del
famoso Héroe de la Paz. El Porfitiato, y lo he dicho
muchas veces, fue la sintesis de las tesis -yue batallaron
en México durante una década por lo menos, desde la
Guerra de Reforma hasta las del Imperio y la restaura-
ciéa de la Repiblica,
0
SSS = =i
pra
También el 12 de julio, en Veracruz, el gobierno cons-
titucionalista planteé su declaracién de principios, y no
en términos de un Manifiesto sino en los mAs estrictos
de las Leyes de Reforma, que herian de muerte a la
causa que defendia Miguel Miramén, La Ley de Desa-
mortizacién, sobre todo, estaba llamada a ejercer un doble
efecto desfavorable sobre In causa conscrvador, pucs si
por un lado proporeionaba recursas inmediatos al ene-
migo, por el otro —al empobrecer automdticamente a
la Tglesia—, cegaba el socorrido filén de sus defensores.
Gierto que los Tiberales se habfan beneficiado con los
Bienes de la Iglesia mas de una vez —baste recordar los
casos de Gonzélez Ortega en Zacatecas y de Epitacio
Huerta en Ja catedral de Morelia—, pero esos fueron
actos ocasionales y al fin y al eabo fuera de la ley. Ahora
no. Promulgadas las Leyes de Reforma, Ja Iglesia que-
daba despojada de sus derechos reales de propiedad, y
sus bienes a disposicién del gobierno instalado en Vera-
cuz. Reducido el pafs a la miseria, sin un peso en las
arcas de los contendientes, Juarez disparé ci 12 de julio
contra ei taién de Aquiies del gobierno conservador, En
tanto que el Manificsto de Miramén planteaba solucio-
nes circunstanciales a los problemas de México, las Leyes
de Reforma atacaban el problema de fondo, Miramén
ofrecfa soluciones a corto, Juarez. a largo aleance. Ahora
de nuevo, como frente a Veracruz meses antes, el Maca-
beo sacrificaba lo definitivo en aras de lo intrascendente.
A partir de julio de 1859 no pudo ya decir Melchor
Ocampo que una revolucién a medias fuera una revor
lucién abortaca. La revelucién estaha hecha, y si Mira
mén_pens6 que los libersles confiaban en la miseria do-
méstica y en el apoyo ce los Estados Unidos p: ra acabar
68
con él, acerté por completo: Marquez se vio en el apre-
mio de tomar seiscientos mil pesos de una conduct
inglesa que él mismo custodiaba, y poco después el
29 de octubre—, Miramén comprometié con el banquero
Jecker el erédito nacional por quince millnes!de pesos
Para recibir apenas un mill4n Y medio, Ia mitad en efec-
tivo y el resto en viejos uniformes y material de guerra,
“El dinero ¢s la sangre de la guerra”, dijo alguna ves
Napoleén, y él debia saberlo, Ahora disponian de esa
savia ambos contendientes, y otra vez surgieron, como
Por arte de magia, los ejércitos. Aquel México partido
en dos, con su fe s6lida, intacta, deslumbraba con su con.
tingente de sangre inagotable. No era el viento, eran
apasionadas convieciones las que inantenian ondeantes
Tas banderas,
En les primeros dfas de noviembre salié Miramén de la
capital, y el 5 estaba cn Querétaro confiado en sus tres
mil hombres y en la bondad de su estrella. Optimista,
suponia que la"caida de Oaxaca en manos conservade.
ras aumentaria “en un noventa y nueve por ciento rues:
tra moral”, pero su objetivo era el ejército de casi siete
anil hombres que Degollado reunié penosamente on
Bajio, bajo el mando de generzles tan fogueados como
Zaragoza, Blanco y Doblado. Miramén contaba con ape,
nas la mitad de ios efectivos enemigos, mas husmexba
sin embargo la victoria: “A estos de Guanajuato los ten.
80 en mis manos —escribié a Concha, y si se me esea,
pan los cabecillas, porque montan sobre venados, no se
me escaparén asi sus trenes, y les poblaciones de Zaca.
Lais quedara sotros, dispuestas a
69eer re
—a
marchar cn enero sobre Veracruz y Morelia.” El 12
Teconocié el campo: “Quiera el ciclo no retirarme su
ayuda para el bien de este desgraciado Pais y para el
tuyo. No dudo de la victoria —reiter6—, y la obtendré,
no lo dudes. Quisiera tenerte muy cerca’ para abrazarte
al terminar 1a acci6n.” Eleampo que Miramén reconocis
antes del combate pasaré a la historia: los lugarefos lo
Maman todavia Estancia ¢¢ las Vacas,
Antes de principiar la batalla tuvo Iugar una entre-
ista entre Degollado y Miramén, a la que acudié ete
“no tanto porque pensase que nos arregliramos sino para
ave ne me quedara ese remordimiento”. Era de pre-
verse Ia inutilidad de ta entrevista puesto que Degotlado
Sim caballero fiel a sus principios—, pretendia que su
contrincante, como Presidente, reconociera la suprema-
cla y se sometiera a la Constitucién de 1857, requisito
ue Miraméa rechazé abruptamente: “Lo despaché 2
Hasear, escribié a Concha, y le ofrecf derrotarlo el dia
de hoy.” Ese “dfa de hoy’ fue el 12 de noviembre, cl
ia en que el ejército de Degollado —en verdad la Cit
Jere nities liberai— fue paja que atizé ia gloria del
Joven Macabeo, Todas las piezas de artilleria y los tre-
es quedaron en sus manos; los jefes huyeron como “sf
compe en, enados", y ia tropa se dispers6 por el
campo. “La Providencia quiso que se cumplieran mis pro.
nésticos —se apresur6 a infermar a Concha. Por Sie,
Stacia no pueden adquirirse estas victorias sin que la
Sangre de Jos mexicanos se derrame, .. Dale un beso al
nifo”* Pensaba en el pequeio Miguel, su Primogénito,
nacido tres meses antes,
Vencidos los constitucionalistas en la Estancia de las
Vacas, Miraméu estaba en Guadalajara el 21, Con la
70
perdia sin embargo ventajas irreparables, pues en espera
de las fuerzas de Marquez —para emprender él ta come
pafia de Colima— corrieron cos semanas. El If de di
cicmbre estaba desesperado “por Ia inaccién en ‘que ine
hha puesto Ja tardanza de las tropas de ‘Tepic” las de
Mérquea—, y sin embargo tuvo que aguardar una se
mang ‘més para emprender la marcha, temeroso ya de
hue ;sucediera lo mismo que el afio pasado”, o sea que
Xerminara sin provecho la estacién favorable para cn,
Prender la nueva campaiia de Veracruz. Confiaba ters
mninar pronto todo aquello para volverse sobre el Pucito,
ero sofiaba sobre todo con volver al lado de Concha
de amo més que a mi vida —escribia el 8 de dicien,
bre—, y s6lo en cumplimiento de mi deber me he dete.
nido por estos rumbos, habiendo quetido dar lo mio
Sagiado por estar a tu ado en tu cumpleafios.” La guerra
no le permitia esos lujes, pero en cambio le proporeio.
haba satisfacciones tan grandes como alcanrar y Hestras
zar al ejército liberal en las barrancas de Tonila, en el
og lt Navidad. El vencedor regres6 a Guadlajara
el 28, entre las aclamaciones de quienes velan en al
brazo armado de Dios. Mas por lo visto el Selon na a
ici por una politica exclusivista porque alll mismo,
cn la capital tapatia, se enteré Miramén de que el tat?
mado Juarez le asestaba una pufialada trapeta’ mientras
él cabalgaba por medio pais con la fortuna en ances:firmaba el tratado més famoso de la historia de México:
cl Tratado Mc Lane-Ocampo, el instrumento destinade
proyectar una espesa sombra sobre su estrella,
4. El tratado Me Lane-Ocampo,
© el principio del jin
Gon el tratado suserito en Veracruz por Robert Milligan
Mc Lane y Melchor Ocampo el 14 de diciembre te
1850 culminaba una vieja historia de atentados norton:
fnericanos sobre Méxieo, tan remota que localizar ay
fuente exigiria volver al dia en que la vecina macion
Tug sus ligas politicas con Inglaterra. Desde Parfs, en
cnt Karta que Tomas Jefferson dirigié a un tal Steart
cn 1786, el Padre de la Constitucién sentaba bases y tra-
aba el porvenir del imperio naciente: “nuestra Conti,
dleracién debe ser considerada como el nido desde ol ns
et Amética, ast Ia del Norte como la del Sus, hates
de ser poblada”. Todo ello para concluir cor previsién
as cuidémonos de creer que interesa a este
fores manos, y slo temo ue éstas resulten débiles va de.
Cid pata Mantenerlos sujetos hasta que nuestra poblar
Amen estes para ir arrebatindoselos, parte por parte.”
; : arte,
finds de Padre de la Constitucién fue Jetferso, precursor
nes del Tratado Me Lane-Ocampo advertiré que fue
sélo una pieza cn el conjunto de la maquinacién que el
“pueblo elegido” puso en marcha sin titubeos, desde los
Primeros afios de su vida independiente, con las botas
Puestas para marchar hasta el Istmo de Panarya.
Es facil reducir a pocas palabras el contenido y los
alcances del ‘Tratado Mc Lane Ocampo, ca cuyos térmni-
nos el gobierno instalado en Veracruz cedia a los Estados
Unidos y a sus ciudadanos, en perpetuidad, tanto el de-
recho de trénsito por Tehuan‘epee, de uno a otro mar,
¥ por cualquier camino existente © que pudicra cxistir
en io futuro, como también, y con el mismo earctor
Perpetuo, el derecho de transito a través de la Repiiblica
desde las ciudades de Camargo y Matamoros, 0 cualquier
otro punto sobre el Rio Grande, por la via de Monterrey,
hasta el Puerto de Mazatlin, y desde Nogales, por la
via de Magdalena y Hermosillo, hasta ¢l Puerto de Guay-
mas, por cualquier ferrocarril o ruta de comunicacién
que existiera o Megara a existir en le futuro, todo ello en
eneficio de los ciudadanos de ambas Reptblicas, cuyos
Tespectivas gobiernas se obligaben a proteger dichas rutas,
Y Concretamente su neutralidad en el caso de Ia que s¢
Proyectaba a través del Istmo de Tehuantepec.
México, por su parte, contraeria la obligacién de pro-
porcionar ios efectivy para dicia proteucidn, aunque
también se previera que, a peticién del gobierno mexi-
ano, podrian emplearse para ese fin fuc.zas militares
de los Estados Unidos. “Sin embargo —se lee en el
articulo 5'—, en el caso exceptional de peligro impre-
visto 0 inmediato para la vida o propiedad de los tia
dadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las
fuerzas militares de dicha Repiidlica para obrar en pro-
3
eS. .>" —| = = = ae ee ee
teccién de aquéllas sin haber obtenido el consentimiento
previo, debiendo retirarse dichas fuerzas al cesar Ja ne-
cesidad de su empleo.” Como compensacién pecunaria
por las concesiones del Tratado el gobierno constitucio-
nal recibiria la suma de cuatro millones de délares, dos
de los cuales quedarian en poder del gobicrno de los
Estados Unidos para satislacer, en su oportunidad, las
reclamaciones pendientes de sus ciudadanos, Tal era, en
sintesis, la amena lectura que Juarez deparaba a Mira-
mén, en Guadalajara, al regresar éstc triunfante de las
barrancas de Tonila.
Asegura don Justo Sierra que “cl regalo de cuatro,
mejor dicho de dos millones de délares que a cambio
de tan peligrosa concesién s2 nos hacia resultaba irOnico
a fuerza de ser miserable. No se vende la iibertad pro
toto auro”. Mas no acertaba don Justo por esta vez,
puesto que Juarez y su gobiemo no cobraron el 14 de
diciembre in auro sino en especie. El precio del Tratado
no fueron los dos millones de d6lares asignados al go-
bierno constitucional sino la proteccién que el gobierno
de los Estados Unidos se obligaba a proporcionar al de
Veracruz en los términos de un diverso instrumento pic
blico, suscrito también por Me Lane y Ocampo el 14 de
diciembre, titulado Convenciin para conservar el Orden
y la Seguridad en el territorio de México y los Estados
Unidos, mucho més importante que el Tratado desde el
punto de vista de sus efectos en la situaci6n interior del
pais, y concretamente en el desenlace de la Guerra de
Reforma,
En la poco conocida Convencién se pactaba que si
“cualyuiera de las estipulaciones existentes en los trata-
dos vigentes entre ambos paises fuera violada, 0 se arries-
”
|
|
mm ee
gara la soguridad de los ciudadanos ie cualquiera de las
dos Repiblicas dentro del territorio de la otra, y el go-
bierno legitimo y reconocido de ella no pudicra, por
cualquier motivo, ejecutar tales cstipulaciones o preve-
nir tal resguardo 0 seguridad, seria obligacién de tal
gobierno legitimo y reconocido “solicitar el socorr) del
otro para mantener la debida ejecucién de ellas, y tam-
bién el orden y Ia seguridad en el territorio de aquella
Repiblica en donde tal violacién y desorden sucedan”.
Las victorias de Miramén en Atenquique, Ahualuleo, ,
San Joaquin, Tonila y Estancia de las Vacas most
ban la incapacidad de los liberales para imponerse mi
tarmente sobre los conservadores. Eso y su legftimo co-
rolario: la conviceién de que s6lo un apoyo del exterior
podria inelinar el fiel de la balanza y asegurarles la vic-
toria. Miguel Lerdo empleé larges meses en convencer
a Juarez de que un nuevo convenio con los Estados Uni:
dos tendria que levar aparejada una alianza defensiva
y ofensiva enixe ambos pafses, pues de versar tinicamente
sobre derechos de-trénsito 0 modificaciones a la frontera
dejaria vivos los problemas domésticos y los peligros ex-
teriores que se querian atajar. Sélo de conllevar una
alianza ofensiva y defensiva tendria sentido d Tratado
para con los conflictos que se avizoraban: alianza frente
a los enemigos exteriores de la Refcrma —Espefa, Euro-
pa en general—; alianza frente a los enemigos interiores
de la misma; frente a Miramén y el ejército profesional;
frente al poder econémico y espititual de la Tglesia,
La idea no era nueva, puesto que desde ed mes de
junio anterior planteé Ocampo a Me Lane la tal alianza,
Cuyo articulo 3° establecia la obligacién de aumiliarse en
el manteniinitivos territorios, siempre y cuando el auxilio en cuestién
se reclamara por un gobierno legitimo, cuyo objetivo
fuera “Ia consolidacién de los prineipios democrdticos y
de Ia libertad constitucinnal” —o sea el gobierno que
Juarez encabezaba—, mas los Estados Unidos se resis-
tieron durante meses a contraer tan enorme responsa-
bilidad, que con toda razén consideraban una verdadera
Jocura. Slo que los hombres de Veracruz se mantuvieron
firmes en la resolucién de no aceptar el Tratado si Was-
hington no cedia en cuestién tan fundamental, y Bucha-
nan terminé por doblar les manos contra toda légicu y
contra los més elementales intereses de st pais, que por
obra y gracia de la Conveacién se enredaba a perpetui-
dad en los fos domésticos mexicanos.
La Convencién asignaba a Jos Estados Unidos una
funcién policiaca sobre México, de Ia que al fin de cuen-
as no habria resultado cost buena para ninguno de los
contratantes. Y eso era tan obvio que el propio Mc Lane
leg6 2 decir que su pafs no suscribirfa un pacto como
Gc ii Lajos ol supuests de que se le fav er
dles concesiones territoriales, Que ni por todo el oro del
mundo, en otras palabras, Pero en este punto Juarez res-
paldé a Miguel Lerdo en su decisién de resolver la cues
Uién de fondo, o sea en le posibilidad de emplear la
imtervencién militar de los Estados Unidos para acabar
de una vez con el riesgo de Europa en lo exterior y con
¢l victorioso Macabeo en lo interior; contra todo lo que
se opusiera al triunfo de la Reforma, en suma. Una ver.
dad que Justo Sierra expresé magistralmente cuando
cscribié: “Juarez y sus compafieros se habian investido
de una responsabilidad sin yar, casi, en nuestros anales:
Sino cra una alianza, el Tratsdo Mc Lane era un suici-
%6
dio.” Pudo don Justo suprimir el “casi”, porque la res-
ponsabilidad que contrajeron los hombres de Veracruz
€l 14 de diciembre de 1859 fue sin par cn nuestros anales.
?
Muiioz Ledo, ministro de Relaciones de Miramérr, pro-
testé ante Washington tan pronto como tuvo noticias del
Tratado: “Las primeras impresiones que ha causado un
suceso semejante han sido y son ‘an profundas, que ni el
gobiemo de esta Repiblica ni el de los Estados Unidos
podrfan cerrar los ojos sobre sus consecuencias sin con-
traer ante Dios y ante el mundo una gran responsabili-
dad”, decia al Secretario de Estado el 17 de diciembre,
puntualizando “que el gobierno que se Mama constitu-
cional” no estaba autorizado por la Constitucién de 1857
para celebrar pactos de esa naturaleza, puesto que con-
forme a dicha Carta s6lo el Cengreso podia “aprobar
Jos convenies, tratados 0 convenciones diplométicas y con-
ceder la entrada de tropas extranjeras en el territorio
de la federaci6n”. Miramén, por su parte, rechaz6 con
vehemencia e! Tratado con una proclama fechada en Gua-
dalajara el 1° de enero: “Ya el rinistco americano Mr
Forsyth habia propuesto en marzo del afio pasado una
nueva demarcacién de limites, y habia intentado seducir
cl patriotismo del gobierno (conservador) indieéndole en
Ja nota que pasé al Ministerio que deberia aprovechar la
‘ocasién’ que se le presentaba para hacerse de varios mi-
Hones de pesos en un lance comprometido, es decir, en
Ja lucha que sostenfa contra las fuerzas constitucionalistas,
Rechazada aquella proposicién tan poco digna, fue reco-
nocido por el gobierno de los Estados Unidos el estable-
cido en Veracruz, y éste no tiere embarazo ahora en
he 9Fapap wr,
consentir en el Tratado... Sin facultades para una ne-
gociacién tan grave, ni aun segin el texto de la Consti-
tucién que invoca, desconocido por una mayoria inmensa
del pais, el gobierno de Veracruz va a buscar en la guerra
extranjera no su triunfo sino la ruina de sus enemigos;
va a colocarse cn e! terreno del envilecimiento y de la
infamia reservada a los traidores... La Providencia me
Jha puesto frente a los destinos de Ja nacién, y estoy bien
penctrado de la responsabilidad que pesa sobre mi, hoy
gue nos encontramos en una crisis de tanta gravedad,
Yo no merezeo ser su representante en ocasién tan $0.
Jemne; ni mi edad ni mis conocimientos me aman a ser
cl primero en Ja empresa ardua de salvarla, pero levando
1 puesto que desempefio no podria rehusarlo... Dios
me ha dado la victoria en la guerra intestina, y confio
que me la dard en Ja guerra més justa, mas noble y més
santa, en Ta guerra por la independencia de mi patria,
por la defensa de su religién y la integridad de su suelo.
No parece posible que el gebicrno de los Estados Unidos
ratifique un Tratado que viola la buena fe, la justicia
y la equidad... La Reptdlica no debe dar el menor
motivo para que se le impute que provoca la guerra ex-
terior, pero debe aceptarla si se invade su territorio 0 se
atacan sus prerrogativas y derechos de pueblo indepen-
diente. Si sucumbiera oporiendo una legitima defensa
contra la fuerza, dejarfa en la historia una pagina de
honor.” Todo muy hermoso, pero inttil también sin lugar
a dudas. México cafa en Ja esfera de influencia de los
Estados Unidos, y fue discutible gloria de Juarez ser el
Primero en admitirlo muy conscientemente.
”
EL Macabeo volvié a México el 7 de enero, entre mitsica
y escudes que recordaban sus més importantes batallas.
“Aquella entrada triunfal, aquel loco entusiasmo que los,
triunfos de mi esposo inspiraron en ¢l pueblo mexicano
parecia un presagio de paz y felicidad para nuestro pais
—escribié Concha—. Desgraciadamente no fue asiy en
los primeros meses de aquel aiio se comenzé a nublar
1 horizonte y a opacar la brillante estrella del vencedor
de Colima, hasta que s¢ oculté en el ocaso.” Principiaba
1860 en efecto, el afio en que Ia victoria volvié las espal-
das al que fuera su hijo predilect,
Para el presente y el futuro, en lo nacional ¢ interna-
ional —hist6ricamente en suma— Judrez habfa aven-
turado el todo por el todo el 14 dediciembre, y Miramén,
que lo entendié asi, se dispuso a hacer lo misino. Su pro-
blema se reducfa a apoderarse de Veracruz, mas el Puer-
to distaba de hallarse inerme. Por tierra resultaba punto
menos que una ciudadela, méxime que los soldados det
altiplano s6lo podian luchar alli durante los pocos meses
del invierno, hasta fines de marzo cuando més, Cierto
que carecia ‘de fosos y puentes levadiaos, mas to 6
diaba en cambio un ejército entusiasta, fogueado, con
abundantes municiones y artilleria, Confiaba en defensas
exteriores tan eficaces que el vencedor de la Estancia de
las Vacas snfrié allf su tinico descalabro 1m aiio antes, y
contaba, por itimo, con un clima mortifero durante gran
parte del afio, y con mirfadas de pequefios, alados gue-
rreros transmisores de las fiebres y la muerte. Cierto que
cl apoderamiento de la plaza resclveria el problema de
tuna vez —como lo habria resuelto un afio antes— mas
gcémo Hevario a cabo? ; i ;
Joven estratega de raza, Miramén ided un plan deses-Perado. Atacar Veracruz por mar al mismo tiempo que
Por tierra conduciria seguramente al éxito, sobre tado
Porque los defensores del Puerto no contarfan con la sor.
Presa naval. Verdad que tampoco tenfa un solo barco,
Tiss la reciente amistad espaiiola le hizo suponer que en
da Habana podria adquirir dos o tres, a precio de ganga,
sin que tal vez le apremiaran el pago, y sigilawmene
Mainé a don Tomas Marin —almirante sin armada”
y en algin lugar del Golfo le hizo embarcar hacia Ia
Perla de las Antillas...
Sélo que... j¢1 “pero” que no falta! Concha asegura
en sus Memorias que el céasul de ios Estados Unies on
La Habana, enterado de la legada y objetivos de Marin,
puso los hechos en conocimiento tanto del gobierno de
Washington como del constitucional. Eso creia Concha
Y esto supondria Miramén también, pero lo cierto fue
gue algin cabo de la trama qued6 suelto en Ia propia
Band de México y que fue a parar a manos de John
Black, ex cénsul de los Estados Unidos, quien por lo visto
conservaba libertad de accifn hasta el extremo de ave.
Figuar movimientos tan secretes como el viaje de Marin
ialavia el 9 de enero, al siguiente dia de emprender
Miramén la segunda campafia de Veracruz se hallabe
Rlack mal inforn Me Lane que para
emprender el ataque sobre el Puerto el Macabeo “con.
\arla con el auxilio de fuerzas navales franco-espariolas”,
Pow cinco dias después, el 14, ya proporcioné la primera
noticia fehaciente sobre el viaje del Almirante, sobre la
compra de los barcos y los pormenores de la campafia
Aue Sewtin Cl principiaria el 27, con efectivus de 4 000
hombres y fondos prupercionades por el clero e institu-
a0
ciones privadas. Un cabo ce Ja trama qued6 suetto, y
lo cogié Mr. Black.
TDaseabfert ol plan, todo lo demis resultaba juego de
nilios. Gierto que Juérez, aunque al tanto del audaz pro-
Yecto, no podia reclamar oficialmente el auxilio de los
Estados Unidos mientras el ‘Tratado y la Convenciért del
14 de diciembre continuaran Ppendientes en el Senado
americano, pero Mc Lane calmé su inguictud con das im-
Portantes precedentes: el primero, el mensaje que el pre-
sidente Buchanan dirigié al Senado el 27 de diciembre,
recomendando Ia intervencién armada en beneficio del
Gobierno constitucional, y el segundo, més importante
si se quiere, tan eficaz en los dias de la Guerra de Texas,
que se ajustaba a la actual situacién como anifllo al dedo.
Asi confiado, y con los informes de Mr. Black en la mano,
Me Lane escribié al Secretario del Estado: “Cuando
‘Texas solicité scr admitida en nuestra Unién, tan pronto
camo el Congreso de los Estados Unidos resolvié el punto
afirmativamente, el presidente Polk envi6 instrucciones
estras fucrzas 5 el Gelfo de Mévieo para
que actuara como si Texes fuera perte integrante de Ia
Union, defendiéndola en el caso de ser atacada, a pesar
de quc el Congres texano no habia aprobade toravia
Ja ley de su anexién, Con fundamsntos en el espfritu
de tales instruceiones, pienso que se me podefa facultar
para actuar como si el Tratado y la Convencién recien-
temente concluidos hubiesen sido ya ratificades por cl
Senado de los Estados Unidos.”
Al comunicar sus ideas al Departamento de Estado
—la nota dei Ministro fue del 21 de encro—, Mc Laue
enhebraba planes y alegatos destinados a salvar a Juarez
de la emergencia. En vivos colores pintaba las ‘conseeuencias del triunfo de Miramé, agregando que si el
‘Tratado y Ia Convenciéa se encontraran ratificados por
l Senado seria obligatorio, para su gobierno, obrar de
acuerdo con el de Veracruz en proteccién de la vida y
propiedades de los ciudadanos americanos. Conclufa el
diplomatico que de no contar con instrueciones oporty-
nas de su gobierno, o de no llegar a un acuerdo con el
Presidente conservador sobre la proteccién de los inte-
reses que tenia a su cuidado, solicitaria la cooperacién
“‘de las autoridades navales de Jos Estados Unidos con
las autoridades reconocidas y legitimas del gobierno me-
xicano, para impedir la entrada del general Miramén
en Ia ciudad de Veracruz”. O sea que no salia todavia
‘le la ciudad de México el Macabeo —las notas de Me
Hane son del 21 de enero, y la campaiia se emprendié
«8 de febroro—, y su suerte estaba resuelta. Resuelta
por los norteamericanos, pero resuelta,
Ignorante Miramén de que el enemigo estuviera al
‘unto de Iz carta més importante de sus operaciones so-
tyre ¢! Puerto, se hallaba feliz en Puebla el 9 de febrero,
‘nto por ei dinero y ios pertrecitos que ie proporcionaron
tos poblanos como por el “sobresaliente recibimiento” de
«que fue objeto, que comparado con el de 1859 lo superé
en tres tantos més”. No sospechaba, por supuesto, que
4 recepcién que le deparaban en Veracruz seria tam-
ign mas “sobresaliente” que la del aiio anterior.
EI 15 estaba en Jalapa, que no Ie gust6 a pesar de lo
mucho que se Ja habian alabado: “No hay las hermo.
suras tan en abundancia como las pintan; no hay aquel
(rato tan familiar y agradable; en fin, que no es el se-
sundo Edén como lo querfan hacer parecer.” De Jalapa
‘6 el 21, tranquilo y optimista porque al acercarse
al Puerto “ya estaré Marin en Ia costa, y tendremos Jo
necesario”. El 26, confiado todavia, escribfa en Paso de
Ovejas: “Mafiana sigo para Tejeria, y dentro de 7 dias
© estaré en Veracruz. o me retiran. Dios proteja las bue-
nas intenciones de mis pensamientos y el deseo de darle
paz a mi patria.” z
No pasaba por su mente que Jufrez tenfa en sus manos
el bilo de la trama: que habia alquilado dos barcos ame-
ricanos —el Wave y el Indianola— para que ilevaran
hombres y municiones a los puntos costeros en peligro, y
sobre todo que el 24, mientras él escrivia a Concha, se-
gure del éxito, don Benito declarzba piratas a los barcos
de Marin en un decreto del que proporcioné ejemplares
de inmediato a Charles Le Doux Elgée, encargado ad
interim de la Legacién de los Estados Unidos, para que
adoptara las medidas que Me Lanc —ausente de mo-
mento— habria resuelto sin demora. La nota suscrita
por Degollado, con un halo de cramatismo, no dejaba
lugar a dudas sobre los fines que perseguia don Benito:
“V.E. tendré la bondad de dirigir dicha circular a los
seitores jefes de ia marina de los Estados Unidos que sc
hallan estacionados en los referides puctios a c,
por su parte, persigan activa y eficazmente, como es jus:
to, a la escuadrilla que capitanea el expresado Marin,
ya por la solemne declaracién de pirateria que ha hecho
el Supremo Gobierno, cuanto porque esos buques con-
ducen para la faccién rebelde proyeetiles y municiones
de guerra que se emplearfan contra esta plaza en per-
juicio de los ciudadanos americanos, y de su respetable
Legacién que se halla dentro de ella.” ;
‘Mientras Juarez y la Legacién de los Estados Unidos
trabajan en’ equipo, con la mira puesta en el apresa-
fomiento de las “naves piratas”, tal y como si el Tratado
y la Convencién Me Lene-Ocampo se hallaran en vi-
gor, la guerra se aproximaba a su desenlace. Miramén,
muy sereno en Medellin, a veinte kilometros de Vera-
cruz, aseguraba a Concha que las operaciones marcha-
ban bien; y que antes de quince dias la plaza estarfa en
su poder. La destruccién de los alrededores era total —vi-
Norrios incendiados, pastos en Hamas—, pucs si Miraunén
se jugaba en Ia campafia el todo por el todo, los defen-
sores de Veracruz también, Unos y otros tenfan la con-
viccién de que alli, junto a los médanos desolados, arran-
caria Ja nueva versién de Ia historia de México: la versién
de Juarez o la versién de Miramén, pero y
El 27 de febrero, dos dias antes de que el caudillo
conservador se instalara en Medellin, Le Doux Elgée
concerté una entrevista entre el comandante Jarvis, al
mando de los efectivos navales de los Estados Unidos
en el Golfo, y Santos Degollado, ministro de Relaciones
al separarse Ocampo debido a la “impopularidad acci-
dental de su persona”. La angustiosa entrevista tuvo hte
gar en Veracruz, y de ella salié do:
cn wes Jarvis festé que “aunque deseaso
de ayudar al Gobierno corstitucional, y deseoso también
de su triunfo, observaria una neutralidad estricta por
carecer de instrucciones para actuar en otra forma, salvo
que Marin intentara bloquear el Puerto ¢ impedir el
libre comercio de los barens americanos”. Ante la incs-
perada condueta, y a coro con Le Doux Elgée, Dego-
lado explic6, sugirié y termin6 por reclamar, pero Jarvis
permanccié impasible. Su resolucién de no intervenir en
beneficio del gobierno constitucional parecfa definitiva
el 27 de febrero, salvo que se le proporcionaran concre-
oa
tas instrucciones de Washington, En Veracruz, informaba
Le Doux Elgée al Departamento de Estado, todos lamen-
taban que en tan criticas circunstancias se hallara ausen-
te el sefior Mc Lane.
En la capital inglesa, para esto, Lord Russel-estaba
convencido de tiempo atris de que la conducta le uno
y otro de los gobiernos mexicanos era “‘inconsistehte con
Ja justicia, lus ratadus y el teaor del derecho interna-
cional”, y en esa seguridad instruyé al ministro Mathews
para que gestionara de ambos contendientes una tregua
de seis meses 0 un aiio, suficiente a su juicio para que
se reuniera una Asamblea Nacional destinada a propor-
cionar al pats una nueva organizaci6n politica, Don Benito
no opuso reparos en cuanto se le comunicé la nota ingle-
sa, y Miramén se allané también, cierto de-que la gue-
fa civil no acabaria “‘por Ia fuerea de las armas”. El
2 de marzo dijo al capitén Alcham que convendrfa en
la tregua que Russel patrocinaba siempre y cuando in-
tervinieran como amigables coriponedores los ministros
de Francia, Espafia, Inglaterra y los Estados Unidos, y
que una Asamblea integrada por hombres que hubieran
desempefiado importantes puestes piiblicos entre 1822 y
1853 eligiera Presidente provisonal y estableciera
bases para formar una nueva Constituci
esta tiltima que Juérez y sus ministros rechazaron de
plano, ; .
Mas que yo sepa nadie ha dedo importancia a la se-
gunda visita que Miramén recibié en esos dias, pues si
€l 2 de marzo recibié al capitan Aldham, el 3 se entre-
visté con el comandante Turner, segundo de Jarvis, con
mando en la corbeta de guerra Saratoga. Ni Le Doux
Elgée ni los hombres del gobiemo liberal se enteraban
85de lo que Jarvis, Tumer y Miramén trafan entre manos,
El Encargado de la Legacién y los constitucionalistas
estaban sobre ascuas, temerosos de un vueloo desfavorable
en Ia actitud de los Estados Unidos, mas se afligian sin
motivo porque Miramén, lejos de capitalizar la coyun-
tura como un politico, la desaprovech6 como un insen.
sato. Hasta un ne6fito habria comprendido que el éxito
de Ia campafia sobre Veracruz dependia de la estriets
neutralidad que observaran las fuerzas navales de los
Estados Unidos, mas el Presidente sustituto se condujo
en el decisivo momento con la incapacidad para la poll.
tiea de quienes llevan sable al cinto y conocen ademds
'a fortuna de la guerra, Entre la visita de Aldham y la
de Turner, 0 sea entre el 2-y el 3 de marzo, Miraraén
sell6 su destino al declarar que entre las condiciones de
Ja wegua figuraba el reconocimiento del Tratado Mon.
Almonte y ef rechazo absoluto del Tratado Me Lane.
Ocampo,
Reparese ahora en los antecedentes, sobre todo en el
texto de la nota confidenciel que Le Doux Elgée envio
al Secretario de Estado sobre la entrevista del 97 de fe.
brero entre Degollado y Jarvis, y se Hegard a conclusio,
nes inevitables, pues de acuerdo con dichos antecedentes
Jarvis estaba resuelto a mantener la més estricta nea.
tralidad en el conflicto salvo en el caso de recibir ins.
trucciones en conirario, y de recibirias precisamente de
Washington. A mi juicio las imprudentes declaraciones
de Miramén malograron 1a disposicién neutralista de
Jarvis, puesto que al rechazar tajantemente el Tratado
Mc Lane-Ocampo dejé ver que los intereses del gobierno
de los Estados Unidos y los del que presidia Juarez se
encontraban medularmente ligados. Esto nu se le alcanz6
|
|
'
|
a Miramén, quien seguramente estaba en Ia luna cuando
a2 desis casein a Comms “Nuestras operaciones
marchan muy bien, y esperando en Jo justo de muestra
causa, en el valor de mis tropas y sobre todo en Ia pa-
tente proteccién de la Providencia, conffo que antes del
15 la plaza de Veracruz estara en nuestro poder. Mafia
nna ocupardn nuestras tropas a Alvarado, y por mal que
nos fnera ya tendriamos mucho adelantado.” Alvarado,
si, con cuya ocupacién adelantaria mucho y por mal
que le fuera. ;No contaba con la sorpresa que entre don
Benito y las fuerzas navales de los Estados Unidos le
tenfan deparada muy cerca de ¢se lugar, en el fondea-
dero de Antén Lizardo!
Guando en la mafiana del 6 de marzo los dos peque-
fios vapores que Miramén comp:6 en Cuba —el Gene-
ral Miramén y el Marqués de Le Habana— cruzaron a
la vista de Veracruz, hasta los estibadores del Puerto
comprendieron que la Guerra de Reforma se resolveria
en cuestién de horas. Y se resolvié efectivamente, al filo
de Ja media noche, cuando la corketa Saratoga, al mando
de Turner, se aproximé a las naves de Marin con el pre-
Seo ds Kets bares pen ant erp
dero de provocar un combate del que resulté el
Se de los barcos, de su jefe y de sas hombres,
que por érdenes de Jarvis fueron enviados a Nueva Or-
jeans. “No sé de qué manera explicardn los ameticanos
este hecho que es infame, y que sélo la accién brutal
pudo hacerlo”, escribié Miramén, interesado en algo que
fa absolutamente sin cuidado a los amerieanos, como
cra la porbillded de tener que Negar a rendirle cuentas.
En cambio Le Doux informé de inmediato al Departa-
mento de Estado: “La captura de los vapores de Marin,
87a a
aunque basada en razones diversas a las que se ventilan
entre los. partidos comtendientes, produjo gran regocijo
en esta ciudad.” Dios sabré por qué Le Dowx pensé que
Ja captura de las naves de Marin se fundaba en razones
diversas a las que se. ventilaban entre liberales y conser.
vadores, pues de considerar las consecuencias de la in-
fervencién americana en Ant6n Lizardo resultaré que
Turner y Jarvis —aunque seguramente protestantes—
resultaron Angeles guardianes de don Benito Juarez, y
factores decisorios del lergo y sangriento conflicto,
Miramén barruntaria ya el final descalabro cuando el
13 de marzo emplaz6 sus baterias y envié a Juérez un
ultimatum, que era a Ia vez débil apertura de negocia.
ciones: “Antes de romper las fuegos sobre la plaza de
Veracruz —decia—; en estos momentos solemnes, y pro.
fundamente conmovide por las desgracias que pesam so-
bre mi patria, no dudo prescindir de ios titulos mil por.
que el gobierno que tengo el honor de represcatar debe
considerarse legitimo y verdaderamente nacional, y con
susto adoptaré un camiro racional que se me presente
pari Dou Beuiie, aunque ya
en condiciones de mandatlo a paseo, acepté parlamentar
y nombré a Degollado y Emparan para que se entrevis,
faran con los sefiores Diaz y Robles, representantes
conservadores. La entrevista se prolongé de las 8 a las
13 horas en una casilla del ferrocarril, al término de la
cual los comisionados regresaron a sus respectivos cam.
pos sin lograr objetivo alguno. En rigor no existia base
Para el armisticio pues Ia posicién de Judrez era muy
clara: él estaba dispuesto a hacer “‘en’ obsequio de In
az” todo lo que fuera compatible con la Constitueién
de 1857, © sea que al Congreso electo de acuerdo eon
88
a a a la Repibtica.
&
‘
oe |
la misma competerfa resolver las cuestiones pendientes,
inclusive la de promover la reforma de la misma Cons-
titucién. Miramén no podfa transigir con la Constitucién
Por su parte, y rotas las negociaciones abrié sus fuegos
sobre la plaza.
La batalla de Veracruz estaba perdida, y a ella la
jerra, mas por Io visto el Macabeo no se hizo cargo
Eke Gecsisee aio oom sonia take tandes “thaws hoy
he podido calcular los grandes males que los U.S. nos
han hecho con la intervencién que tomaron en la pre-
sente lucha —escribié a Concha ei 21—. La aprehensién
de nuestros vapores nos privé de las raciones de boca, y
hasta ayer consumimas lo de los alrededores... La per-
manencia de los bareos americanos en Veracruz les ha
dado dnimos para no capitular, En fin, la expedicién
fracas6 debido al golpe que sentimos en nuestra marina.
No queda por ahora més esperanza que los entusiastas
de Veracruz salgan a impedirnos la retirada. Entonces
te prometo que tomaré la revancha,” ; Vaya con la espe-
ranza! Los de Veracruz podian ser “entusiastas” pero
no imbéciies, y surprende que Mirainén, tan avezado
en el arte de la guerra, supusiera que pudieran salir en
busca de un enfrentamiento. Los liberales se contenta-
ron con hacer lo que ei sentido comin exigia y nada
més: tender un puente de plata a su retirada, una reti-
rada que el Macabeo —con algo tenia que conformar-
se—, consideré como “equivalente a una victoria”,
Juirez, cl 30 de marzo, dirigié una proclama a los
defensores de Veracruz: “Soldados... el enemigo que
‘cxey6 intimidaros con sus mortiferas bombas huye cs-
pantado de vuestro valor, de vuestra sercuidad y de vues-
tra unién. . . Soldados: j Habéis dado la paza Veracruz!”
89
“a TC Stt
i
}
No mencionaba don Benito lo que los americanoe hicie-
ron para que Veracruz disfrutara de la par, mas qui
elevé su ingenuidad hasta los reprobables extremes dete
tonteria fue don Octaviano Mufioz Ledo, ministro conse.
vador de Relaciones Exteriores, quien al tener sont
miento de lo ocurrido en Antén Lizardo se permite Ia
cra adversa a los Tratados sino que se produjo, justa,
mente, en cumplimiento de los ya existentes entre ambor
pabes, 'y coneretamente en satisfaccién de los que los
Sefiores Robert Mc Lane y Melchor Ocampo suceribie.
ron en Veracruz el 14 de diciembre de 185
Para Miramén no brillaré més la estrella de los vence-
dores, aunque si le aleanzari todavia Ia gloria de los van
pitas: No mas la de Atenquique y Ahualulco; no tds
Ja de San Joaquin, Tonila y la Estancia de las Vans
Pero si la de Querétaro, y con esa-equivalencia. Por el
Tromento regresaba a México seguro de las eunsecuencina
de su descalabro frente “al Sebastopol de la demagogia”,
“Todo '> que he podido
ara asegurar la concordia entre los
‘México es cacr en manos de los yanquis, y los juaristas
tendrén siempre encima esa mancha.” Se equivocaba en
sto iiltimo, porque las manchas més negras no ensucian
a los vencedores, que son al fin los que escriben la his-
toria. Pero acertaba en algo: alguna vor interior Adve
‘fa al vencedor de tan hermoses batallas que aéababa
de perder la Guerra de Reforma. i
Las palabras de Mignel —“el destino de nuestro pobre
México es caer en manos de Ie: yanquis”— eran como
un eco de las que Lucas Alaman estampara, ocho afios
antes apenas, en la tiltima pagina de su Hisioria: “México
sera sin duda un pais de prosperidad, porque sus ele-
‘mentos naturales se lo proporcionan, pero no lo ser para
las razas que ahora lo habitan, al parecer destinado a
que los pueblos que se han establecido en él en remotas
y diversas épocas desaparezcan de su superficie dejando
apenas memoria de su existencia.”
¥ todavia no sabemos si Alamén y Miramén fueron
profetas, o simplemente dos mexicanos amargados y ven-
cidos.
5. Sélo el rabo por desollar
Entre los meses de abril —en que volvié a México—,
y diciembre, en que Gonzélez Ortega terminé con él
en Calpulalpan, Miramén conocié una gama de amar-
guras. Ratificé el Tratado Mon-Almonte, precio de una
amistad espafiola que ya no le servfa, y al terminar abril
supo que Lépez Uraga vencié en Loma Alta a los con-
servadores, y que duefios de San Luis los juaristas mar-
chaban sobre Guadalajara, Cuando el caudillo se disponiaa salir a la capital tapatia en apoyo del general Woll,
don Félix recordé que —Zuloaga— cra Presidente
provisional de la Repiiblica de acuerdo con el Plan de
‘Tacubaya, y bajo la influencia de los enemigos del Sus-
tituto —enemigos que nunca faltan cuando el poder de
un hombre amaina—, resolvié recuperar el puesto. Al
parecer no estaba de acnerdo con algunas providencias
de Miramén —en particular con la suscripeién del con-
trato con Jecker—, y sin ponderar las consecuencias man-
6 publicar un decreto en el que reasumifa la Presidencia,
Sélo a un tipo insensato como Zuloaga podia ocurrirsele
deshacerse del Presidente en funciones como de un ayuda
de cémara, cuando el Macabeo con la fortuna a media
asta era todavia el Macabeo, y la prucba de su error
fue que el 9 de mayo por la noche se presenté Miramén
en Ia casa de don Félix y Je puso bajo su custodia. Al
siguiente dia, al partir en auxilio de Guadalajara, el
Campeén de Dios levaba a Zuloaga entre las piezas de
su equipaje: “Voy a ensefarle cémo se ganan las pre-
sidencias”, ie dijo frente a su Estado Mayor.
ELI estaba ya en Querétaro, confiado a reunir 6 000
hombres contra 8000 que suponia le enfrentarian los
liberates. Estaba seguro de que Woll se defenderia los cua
tro dias que necesitaba “para hacerlos pecazos juntos 0
dlivididos, vencedores de Woll o rechazados”, cuando el 25.
se enter6 de la derrota liberal en Guadalajara, y su opti-
mismo volvié como en los mejores dias: “Muy pronto
tendré el gusto de abrazarte —escribié a Concha—; entre
tanto no te aflijas: la tempestad ha desaparecido y sélo
nos quedan dias de gloria que quisiera fueran a tn lado.”
a foxtana parecia sonreir de nuevo a su antiguo hijo
predilecte: Vl 2.000 hombres y 12 piceas seguia
9
finojosa cerca de Durango, y Miramén pensaba que
Sore apoderaria de Zacatecas y de San Lois con
sus 2000 hombres y 18 piezas. Apenas si le preocupal
Uraga, que abandoné Guadalajara con 5 000 hombres,
31 caflones y abundantes pertrechos, ‘pero de ésto¥ me
enicaigo —ascguraba a Concha, y espero que Para a
dia 12 todo estaré arreglado, y el 20 estaré a tu lado”.
En cuanto a Zuloaga, segufa “en sus trece” de acompa-
farlo en Ia campafia, conducta “ue Miguel encontraba
“muy divertida’’. ; ;
"Pero pasb el 20 de mayo, y Miguel no regres6. Y paso
1 20 de junio también. Las campafias no eran ya como
antes, fuigurantes La guerra habfa tomado un tono me-
nor de toma y daca, de pequefios encuentros que nada
resolvian, y Concha, encerrada en Chapultepec, sin ver
ni dejarse ver, rumiaba lo que su marido harfa en esa
hora del dia o de la noche, Tuvo la franqueza de reco-
nocer que poco después de su matrimonio se le habla
Uespertado “Iz pasién de los eelos”, que aumentaba
cuando su marido estaba Iejos y asistia a fiestas y bailes.
“Otra cosa encendia en mi espiritu. esa necia pasién
—confiesa—, y eran las cartas anénimas que recibia,
yen las cuales me ponfan en guardia respecto de la fide~
lidad de mi esposo.” Miguel por s1 parte, hasta Ja coro-
nilla, la exhortaba a llevar otra vida, “no esa que acabaré
indudablemente conmigo”, pero Concha no daba sv bra:
zo a torcer, pues si su marido le escribfa con brevedad
y frecuencia, malo; y si lo hacia largo, pero al cabo de
cuatro a cine dias, peor. El hombre ejercitaba la pa-
cieneia y apenas protestaba: “No tienes razén de tra-
tarme como lo has hecho. Mi laeonismo lo exigian las
93Gircunstancias; bien sabes que eres demés inj
ecg ks nt,
{os movimientos enemigos. Mientras Con
ca ie a Me mt ne
jeAtiste del pueblo” jugaba tresilo cor a ayudantes y
Mt Les Tres Mosqucterosy Bt Visesnae es Bragelonne.
Jen calina y procura distracrte —le recomendaba ef
25 de julio—, como yo iene, fastidiarme hasta el ine
buses ROOD Se atrevis “a ‘pogar un nee ra
Aumzatlo. “Como tiy ya raya al hat Oe esplin
Anoche bailé hasta la'una, es deci” dos horas. Qué tal
brile'y (fasidio que no aguante y profes cama al
baile y las hellezas,” Declaracién que Concha Tecibié.
mitad omy cumplido, mitad oe Pinchazo, pues en el
EEE RIES
fondo sospecharfa que su marido pudo preferir la cama
al baile, pero sin renunciar a ias bellezas,
A fines de julio salié Miramén de Lagos para Guana-
juato, y Gonzdlez Ortega —que le seguia los pasos
‘no lo perdia de
| oportunidad para asestar el golpe, de modo que cuan.
do Miramén marché a Leén él se retiré a Lagos,
cuando aquél avanzé hasta Lagos, éste tomé el en
de Aguascalientes. Miramén continuaba optimista, sin
embargo. Obtuvo a ocho dias un préstamo de diccistis
mil pesos y contaba con una divisién “muy bonita”, fuer.
te en 1 700 infantes, 550 caballos y 250 antlleros, “con
los cuales podré derrotar en este momento una fuera
duplo, y dentro de algunos dias hasta tres tantos mayor”.
Tstaba tan contento ese 2 de agosto que no le preoeupé
mayormente que sa madrugada escapara Zuloaga ‘en
natices de sus custodios. “Como nunca he jusgado a
(se hombre capaz de nada —argumentaba para tranqui-
lizarse—, no temo absolutamente algtin mai resultedo
dle su fuga. Por el contratio, creo que se ha presentade
|a oportunidad brillante de climinarlo de Ia escena polt.
tica, © mejor dicho, que volveré a la nulidad de la’ que
nunca debié de salir.”
Pero el problema no consistia en que Zuloaga fuera
luna nulidad sino en la eircunstancia, bastante mas grave,
de que siendo Presidente de la Repiblica de acnerdc
con el Plan de Tacubaya, Miramdén sélo rcia_el car-
g0 con el cardcter de Presidente sustituto. La fuga no
para eliminar a
era pues una “oportimidad hrillante”
95Zaragoza, Doblado, Anti.
jército de nueve,
agosto: “Si el 1
11. Si ocurre alg
Pero no fue ni
el 1}, pues al ami
titucionalistas, y
sastre que Gonzdlee
iraimén esperara hasta
ron las fuerzas cons
le Se consumé el de-
Ortega se apresur6, jubiloso, 2 comma
Ieyenda que se desvanecfa al contacto de la primera de-
rrota: en el campo de Silao los soldados de Gonzilez
Ortega destruian el mito de Joven Macabeo. Cierto que
por primera vez sus enemigos Je veian la espalda, pero
41 no podia permitirse ese Iujo, y con la moral pér ios
suelos garrapated el mismo dia cuatro lineas para3Con-
cha: “Estoy sin novedad. Muy pronto tendré el ‘gusto
de verte, aunque no coronado por la victoria.”
Ver la espalda de Miramén era ver también el fin de
la Guerra de Tres Afios, el fin cercano, inevitable. De
Silao marché Gonzélez. Ortega sobre Guadalajara, y aun-
que el Macabeo envié a Marquez en auxilio de la plaza,
las fuerzas del Tigre fueron destrozadas en Tepatitlén.
Una regla generalmente admitids asegura que los males
munca Ilegan solos, y el Campeén de Dios pudo compro-
barlo cuando el 17 de octubre el Ministro inglés medié
de nuevo, y Juarez le despaché con cajas destempladas:
“Si la guerra tuviera un objeto personal, es decir, si la
cuestién fuera porque yo siguiera ono en el poder, el
medio decente y decoroso para mi seria retirarme del
puesto que ocupo, pero no es asi. La lucha que sostiene
‘ersona sino por la Ley Funda-
mental. Yo he sido llamado para sostener Ia Constitucién
que juré cumplir y hacer cumplir, y como hombre de
honor y de conciencia no debo burlar la voluntad de los
pueblos.” Don Benito no cedia, y el inglés, frustrado en
sus empefios pacifistas, suspendi6 las relaciones de su go-
bicimo con el de Miramén: las ratas abandonaban el
bareo a punto de zozobrar.
Al principiar noviembre, desesperado por Ia falta de
recursos, y resentido con los ingleses, cl Presidente susti-
tuto mandé allanar la casa de un agente financieto bri-
”
Lapoderarse de 600.000 pesos destinados a satisfacer el
ago de los poseedores ingleses de titulos sobre un em-
préstito mexicano, y el 17, sabiéndose perdido —Guada
lajara capitulé el 3— dirigié una proclama que tenia
todo el caracter de una declaracién in articulo mort
“Un hecho de etemo baldén para el partido constitucio-
nalista, el memorable atentado de Antén Lizardo, parece,
que vino a trazar una Iinea de demarcacién entre la mar.
cha triunfal que habia Hevado la revolucién de Tacu-
baya y la marcha decadente gue desde entonces ha
Seguido. Grandes desastres en la guerra han reemplazado
2 los espléndidos triunfos obtenidos por nuestras armas,
Sucesivamente han sido conquistados los Departamentos
alue estaban unidos a Ia metrépoli, y hoy s6lo México
alguna otra ciudad importante esta libre del imperio de
la demagogia. ¢Serd que Ia Providencia quiere probar
atin Ia virtud det pueblo mexicano? Lo ignoro, pero un
Stan acontecimiento matard en breves dias la duda, cal.
mard la ansiedad que agita a este pueblo. Un gran acon.
‘ciutiento indicard bien pronto eudi es ei porvenit que
espera a la Repiiblica. .. Conmovido por los males que
aqucjan a la patria, he brindado el olivo de la paz al par.
tido opuesto, haciendo abstruccién absoluta de mi pertona
¥ Proponiendo, como gran base de la paz, la voluntad na.
cional y alguna garantia de estabilidad para el orden de
Cosas que resultara de esta revolucién, que ha venido a ser
verdaderamente social. Pero parece que los jefes constitu.
Cionalistas temen ofr la voz de la nacién expresada libre.
mente... y han frustrado las diversas negociaciones que
{nb diversos motivos se han iniciado para buscar la pax
Hoy el euemnigo ha batido a nuestras tropas en todas pars
98
tes... eQué debo hacer en tan critica situacién? Qué
exigen del gobierno los caros intere=es de Ia pats Si
la reo no imi sus pretenses a a politica y
ejerico del poder; sno respeta ala iglesia; ino deja
ineflumes los prinipis etemos de muestra reign; si
nose detene ante el sagrado de Ia familia, combagamos
2 la revolucién,sstengamos la guerra aunque se splo-
me subre nuestras cabezas ¢l edificio social. eS a
suceies tendrin lugar en el valle de México; grandes y
sangients espetéculos presenciardn en, breve los babi
tantes de exta Hermosa ciudad: a sus ojos se verificara
un encuentro deisivo entre las fueras de a demagoia
y el eigrit nacional. :Quién ser corona on fs lax
reles de la victoria? Hoy s6lo esta en cl alto juicis
M palogo estupendo «Ia baal final de In Guerra de
Reforms, leno de concepts propios del hombre ce fue
su autor: audaz y seguro, fel a\saleondiciin dein
estaba a punto de enfrentarse, en et tin
Tans mica tan aude an segue y on eles
ou él. Durante tres afios lucharon encarniza amente
chic jévenes con vocacién para la glriamuerte. Ma-
ea a chur ead ane
i su fe. Si otro mt ,
Pee ies annie y furs vie, como hermanos.
torrid mas de un mes para que sc produjera oe
aa aque Miramén anunciara en su protana del 17
de noviembre, pues el 8 de diciembre se permits teda~
via car sobre Toluca, dgpersat a la uarniign y apo
ie de ey Bo, eo
18 Gatnpleaios, ye 9 fe levé ess Taureles péstumos para
99festejar la fiesta de la Inmaculada Concepcién. Parecia
renacer la confianza de mejores ticmpas, pero el de To.
luca fue slo un sueiio, y de los suefios se despierta ai
fin: el 20 estaba Jestis Gonzalez Ortega en Arroyazarco,
listo para descargar el golpe. Sabfa que Miramém sale
@ su encuentro con 6 000 hombres y 38 piezas, y se dis.
uso a esperarlo. En las avanzadas colocé las divisiones
de Mena y Antillén: “Si Miramé6n continéa, mafiana
tendremos un encuentre: decisivo —escribié a Judrea
¥ sélo que retroceda hasta México se demorard el recal’
tado de Ia lucha pendiene.” Pero ni Miramén retroce.
dié ni el resultado demoré tampoco: en las Lomas de
San Miguel Calpulalpan se encontraron el 2? de diciem-
bre los seis mil hombres del Macabeo con los cas! veinte
mil del antiguo “huizachero de Zacatecas”, hoy la espada
de la Reforma. Arrojar a sus hombres en la proporcién de
ug contra des y contra tres fue Injo que el Campedn
de Dios se permitié muchas veces, pero ahora no con Jos”
nisms resultados: el combate, que prineipié a las 8 y
foncluy6 dos horas mas tarde, dejé en poder de Gonzi.
lez Ortega tos trenes, Ia artillerfa y millares de prisiom
Tos. “Mafiana estar el Eiército Fedezal cn la capital ¢
a Repiblica”, anunciabe a Juarez el vencedor “Siga
usted obando asf, ¥ sera el hijo mimado de México”,
Sontesté don Benito patemalmente el 29 de diciembre,
in sospechar Jos dolores dle cabeza que el “hijo mimado™
le depararia en un futuro préximo. Pero de momento
era el fin, el término de tres afios ‘le incesante batallar,
Como el mar devuelve los despojos de un naufragio re-
eres6 Miramén a México, concluida la batalla de San
100
ee ee
hora, sentia Ia nece-
Miguel Calpulalpan, Nunca, como ahora, se
sidad de olvidar. “Todo se ha perdido —dijo secamente
a Goncha al volver a casa—; mafiana to contaré tod,
Por ahors necesito domis:* Domi, pas el coil
ipse, era una forma de olvidar. :
or OF de digabre poss Miran saciid ls
habitants de ta capital al ened det Cuerpo Dipl
ico, y aunque pend evacuar Ta plaza con la guar
in, tennin6 por relugiare ea la embajada de Espaia
cuando las primeras fuerzas consituionais ceupaban
iudad. Pensarfa permanecer alli, bajo la pi
lis cuamigy ol enbejades Pachocn, is pt al fin por
no crear complcaions y aproveehé el desorden del
hora para abandonar el escondite y tomar el ae
la costa, In diligencia primero hasta La Quintanilla
tuna hacienda de su cufiado; a caballo luego y en oca-
Sones a pie —fico, Jalapa, Tejera eorteando lo sie
gos de la delacién en cada villorzio, terminé por relamar
silo en el consulado de Francia en Veracruz. “Ada
ibi¢ Concha el 10 de encro—; est
a Aa cies gate oon eoquted sDieiare' Pact
algunos dias y seguiré a
i destino. Te suplico no te afli-
i ét0s hay siempre en
jas por Jos contratiempos, pues de
ia vida.” Algunas lucecilas, en la ncche clara de enero,
delataban la presencia de bareas xtanjeros sorte en el
Puerto, Luees incerta pero gas del seguro exo, qu
0 y todo era el camino de la Iil ertad. ee
SEIT de enero de 1860 entr6 en México Jesis Gon-
sblez Ortega con su ecto trunador en Calpulalpan.
i iento de la mafiana el pueblo dejaba cae
ses Prtcassaukiclares sobre a caters del Anion
profanador de templos, vencedor de Judas Macabeo. Dice
ioConcha en sus Memorias que cuando Jesis pas6 bajo
el balcén donde estaban Degollado y Berriozbal, los hizo
bajar y los estreché en sus brazos. También asegura que
los hifjos de la ciudad no sintieron por el triunfo de los
juaristas el cntusiasmo que en otros tiempos mostraron
1 vencedor de la Estancia de las Vacas, y que se abstu.
vieron de tomar parte en aquella “que bien pudo ser
Mamada la fiesta y el triunfo de los abrazos”. Natural
que ella lo viera de ese modo, pero la verdad fue otra,
ues los hijos de Ja ciudad han estado siempre con los
vencedores, y fieles a esa regla gritaban una y otra ven:
iViva Judrez! | Viva Gowdlez ‘Ortega! jQue mueran
los cangrejos!
Que vivan los vencedores y que mucran los venéidos,
dicho en otras palabras, En México nadie queda a salve
del cruel desatino de gritar “mueras” cuando esta con.
tento. En medio de la alegefa cruza siempre algin “mue.
ra” como sentencia inapelable: los mexicanos no con.
Cecen margen a la duda, y se olvidan del padre cuando
‘mientan fa inevitable segutidad de Ia madre. ; Que viva
Juarez y que mueran tos cangrejos! iQue vivan os que
Sanaron y que tiznen a su madre los que perdieron! El
pueblo festejaba a los vencedores de Calpulalpan, y al
caer el dis, como cuando Miramén volvié de Colima y
de Ahualulco, hubo antorchas y miisiczs, V cohetes eo
todo, con esa pasién tan mexicana por les bengalas que
aventuran en busca de los magos que inventaron las ti.
La Guerra de Reforma terminaba, y don Benito no
tardard en cruzar las calles de la capital en su carruaje,
impertérrito, con su pétrea cara zapoteca y su alma de
espafiol que desafié al Sino, Parecia el fin ce medio siglo
102
i |
de aniquilamiento, cl término de la larga querella entre
Jos conservadores, con el apoyo mayoritario de la pobla-
cién inerte, los liberales, con dl respaldo minoritario de
Ja poblacién activa. Miramén navegaba ya hacia La
Habana y Concha no tard6 en seguirlo, pues sin” emba-
razos puco tomar la diligencia y embarcar en cl Puerto.
Ya en el barco, sobre cubierta, dice que sintié “un exe
trafio dolor, un dolor que mi corazén no habia atin pro-
bado. Senti el dolor de dejar a mi patra, de alejarme
de aquella amada. tierra donde por primera ver habia
visto la Iuz. BI barco se comeiizé a: mover; el vapor anun-
cié con Ja sirena la partida; alzada el ancla dimos una
media vuelta, y al perder de visia las playas de Veracruz
tun profundo’suspiro salié de mi pecho, y dos gruesas
lagrimas corrieron por mis mejillas”.
Su matrimonio con Miguel duraba poco més de dos
afios, lapso que no obstante su brevedad parecta una
vida, Una vida entera, desde el dia nada remoto —ayer
apenas— en que el joven Miramén se present6 en Ia
casa de Chiconautla, con Ia barda de general en la cin:
tura, hasta el tratamiento de “Sefiora Presidenta” en las
estancias y terrazas de Chapultepec, Breve suefo y Tonga
pesadilla que terminaba sobre ‘a cubierta de un barco
euyo nombre ni siquiera recordaba, Un bareo en el que
Concha tenia su primera experiencia del mar, mientras
Ia tierra de México desapareeia en las aguas como una
suave linea oscura. ;
EI mar estaba quieto, Un dia de‘esos que anuncian
fetes ravens Nad provost In ininente bo
dir de nuevo las entrafias de México
Bee ae cones cogara les veneros de la pas. De
momento e! viento soplaba apenas, acariciante. El mismo
103viento que arrastraré les nubes de Calpulalpan hasta
dejar el cielo limpio, camo una tela fondeada apenas,
para destacar en claros relieves las nuevas desventuras,
Y al fin la gloria dltima del Joven Macabeo.
lot
Wi 5
TIEMPOS DE INFORTUNIO
1. El.hombre no encuentra su lugar
Desde que Miguel y Concha salieron de México hasta
Negara Nueva York, muchas y terribles cosas ocurrie-
ron en los Estados Unidos a raiz de la crisis que el triunfo
electoral de Lincoln sobre Douglas, Breckinridge y Bell
introdujo en la querelia entre esclavistas y antiesclavistas,
Como obedientes a un orden preestablecido, los aconte-
cimientos preliminares de la gran contienda se desenvol-
vieron en el lapso de cinco meses: el 6 de noviembre
de 1860 vencié Lincoln; el 20 de diciembre se produjo ia
secesi6n de Carolina del Sur; el 4 de febrero de 1861 se
instalé, en Montgomery, el gobierno de 108 Estados Con-
federados de América con su presidente Jefferson Davies;
el 4 de marzo entregé Buchanan la Presidencia al odiado
“black republican”, y el 12 de abril los cafiones del Sur
abrieron el fuego sobre el Fuerte Sumter, en la hahta
de Charleston, Justo al siguiente dia del asalto al Fuerte
Megaron a Nueva York los Miramén y dos mds tarde
—cuando navegaban hacia Francia—, el presidente Lin-
coln proclamé el estado de guerra entre los Estados Uni-
dos y los Estados Confederados de América,
No imaginaba Miguel hasta qué extremos el “pucblo
elegido” se aprestaba a resolver su gran problema en untempo muy parecido al de la Guerra de Reforma, pues
allé también los del Sur principiaron ganando todas las
batallas y terminaron por perder Ia guerra, con su Ahua-
lulco en Bull Run y en Gettysburg su Calpulalpan, Nin-
guno de los dos conoca a fondo la vieja historia del
conflicto, y como cualesquiera turistas se contentaron con
vagar entre multitudes que agitaban banderas con las
estrellas del Nortc. Muchas banderas en los cdificios, en
los coches, en los caballos y hasta en los sombreros de
las sefioras. De momento navegaban los viajeros con des-
tino al mundo entrevisto apenas en lecturas y conversa-
ciones. Les importaba realizar el suefio de tanta sefiorita
jen edlueacia y de tan:o fachendoso petimetre: el 26
de abril estaban en Paris y dos meses més tarde en Roma,
acogidos por Pio IX coo hijos predilectos, tanto que
el Pontifice condecoré 2 Miguel por su devocién a la
causa de la Iglesia. Luego Népoles, Pompeya, Sorrento,
Liorna, Pisa, Florencia, Bolonia, Ferrara, Venecia y Gé
nova. Concha observaba y tomaba notas sobre palacios
y catedrales, sobre monasterios, diversiones y costumbres.
Sus Memorias son el diacio de una turista inteligente al
mediar el siglo sax. i
Mas al llegar a Turin encontraron las primeras cartas
de México con noticias inguietantes: Ocampo y Lean
dro Vaile uuertos a iianas de Le Marquez; exte-
nuante guerra de guerrillas... y sobre todo el decreto
del 17 de julio mediante el cual Juérez, apremiado por
la miseria, suspendié por dos afios el pago de las asigna-
ciones destinadas a la deuda contraida en Londres y a
las demas convenciones extranjeras, En un acto deses-
perado, don Renito promulgaba el deercto a sabicudas
de que encendia paja junto a un depésito de explosivos,
106
dcrogarlo. Mas Juares no rectificé, y a las cuatro de la
tarde del 25 los ministros arriaron las banderas en sus
respectivas legaciones: era el esperado “casus belli", y la
Intervencién europea estaba en el aire. Muy cdnsciente,
Jnarez provocaba la tormenta seguro de los riesgos. Si
el decreto del 17 de julio no servia para remediar la
miseria, tendrfa por lo menos la ventaja de permitirle un
suicidio elegante.
‘Mis o menos fueron éstas las noticias que Miramén
recibié al Hegar a Turin, y din perder momento tomé
con su mujer la diligencia de Paris, a donde Tegaron el
15 de agosto, La capital francesa cra el sitio ideal para
enterarse de las cosas de México, de lo suyo, pnes ;qué
le importaba que los pobres rechitas de Lincoln aban-
donaran armas y pertrechos en el riachuelo de Bull Run,
destrozadas por Jos sureiios de Johnston y Beauregard!
iQué més le daba que Washington, aterrorizada, con-
templara durante dos dias el regreso de los fugitivos!
La noticia de Ja ruptura de Inglaterra y Francia con el
gobierno mexicano sorprendié al cxiliado José Manuel
Hidalgo en Biarritz, donde veraneaba con la Corte de
Jos emperadores de Francia. “Y no fue culpa mia —eseri-
bié cuando la tragedia cra ya historia—, si poco tiempo
después, en septiembre de 1861, encontrandome en Bia-
rritz con los emperadores, recibf cartas de México en que
se me decia la ruptura de relaciones de los representan-
tes de Francia ¢ Inglaterra con el gobierno de Juarez.”
Ese dia se aproximé Hidalgo a la emperatriz Eugenia,
107a
su antigua amistad madrilefia en casa de la Condesa de
Montijo, ¢ intent6 el gran golpe: “Majestad —Ie dijo al
oido—; acabo de recibir noticias muy interesantes; los
acontecimientos nos favarecen, y creo que la idea de la
intervencién y del imperio se puede realizar. Quisiera
decfrselo al Emperador...”
Segiin Hidalgo la Emperatriz dejé su labor de costura,
¥ sin decir palabra se dirigié al gabinete de trabajo de
su marido, a donde unos minutos mas tarde fue llamado
cl mexicano. Esa tarde intent6 José Manuel el jaque
mate decisivo: “Sire —dijo a Napoleén—; hace mucho
tiempo que habia perdido la esperanza de ver realizadas
lis ideas de las cuales hace ya cuatro afios que tengo
cl honor de hablar a Vuestra Majestad, pues Inglaterra,
del mismo modo que Francia y Espaiia, irritadas por la
politica de Juarez, enviarén barcos a nuestros puertos,
Ahi tenemos, Majestad, la intervencién inglesa que nece-
sitabamos. Francia no procederd sola, cosa que Vuestra
Majestad deseé siempre exitar. Espaiia hace tiempo que
esté dispuesta... México, ante Jas tres banderas unidas,
reconoceria todo el poder y superioridad de esta alianza,
y la inmensa mayoria del pais podsfa apoyarse sobre lac
otencias intervencionistas, aniquilar a los demagogos y
Proclamar la monarquia, que es lo tinico que pucde sal
var a la nacién, Los Estados Unidos estén suftiendo las
calamidades de una guerra; no se moverén, y por otra
parte nunca se enfrentarfan a las tres potencias unidas.
Que sepresente la bandera aliada, Sire, y yo respondo
@ Vuestra Majestad que el pafs en masa se levantara y
apoyara a la bienhechora intervencién.”
Fil decreto de Suspensién de Pagos colmaba las espe-
ranzas de los exiliados mexicanos en Europa, y la amis-
108
tad de Hidalgo con fos emperadores resulté més eficaz
fue vedabe amar de tngae mondrquicas de Gutiérrez
Estrada y que todas las gestiones de Juan Nepomuceno
Almonte. Dos scmanas después del regreso de Miramén
a Paris se resolvia en Biarritz la intervencién de~Fran-
cia en México gracias al “grand coup” de José Manuel
Hidaigo, el verdadero padre del Imperio mexicaio, cu-
yas relaciones con nuestro hombre no scrian cordiales ya
que segiin Corti se las ingenié para que Eugenia le odiara
antes de conocerle. “La Emperatriz odia a Miramén
—informaba a Viena el embajedor Metternich—, y me
ha comunicado que el Emperador no Ie ha recibido”,
aunque también era cierto que Miguel no actuaba con
prudencia cuando aseguraba que en México “no existia
ningtin partido monérquico”, lo que daba pie a que los
exiliados supusieran que el ex presidente perseguia una
oportunidad para volver al pais como figura de primera
linea, y muy posiblemente con el apoyo espafiol.
La actitud del Macabeo distaba de favorecer los pla-
nes franco-mexicanos, y Concha por su parte, que sol-
taba la Jengua viniera o no al caso, ahondaba las dife-
on en ima comida con los Almonte,
hacia fines de septiembre. Refiere en sus Memorias que, al
terminar de comer, dofia Dolores le pregunts su opinién
sobre el establecimiento de un gobierno monarquico en
México, con un principe extranjero como Emperador,
a Jo que ella contesté que le parecia muy mal. —;
por qué le parecerfa a usted mal? —insistié todavia la
sefiora Almonte. ;
—{Porque no querria que ningiin extranjero mandara
en mi pats!
—iAnh! ya comprendo; fo que pasa es que usted pre-
109
TT SU at SYferiria ser ta reina de México...
“iPor supuesto! —corté Concha—; imejor yo que
una extranjera!
Miramén permanecia en silencio mientras tanto. Mu-
cho mds sabria que su consorte sobre el negocio que se
ventilaba en las principales Cortes curopeas, y prefirié
no terciar. Sabfa que los exiliados proyectaban ‘tilizar
su espada, que como quiera cra la mejor a su aleance,
hasta ¢l extremo de que Hidalgo dio su brazd a tore,
> eseribid en su Notas Seeretas: “Como no hay enemigo
chico, he tenido el gusto de cerciorarme de que Miraméa
Piensa y desea en esta matcria lo mismo que nosotros”,
ConvieciOn valiosisima que al fin abrié a Miguel las puer.
tas de Jas Tullerias. Napoleén le recibié amablemente,
Ponderé su valor y conocimientos militares y pasé luego
cuparse de la Intervercién en marcha: “ES una pena
~ le dijo—, que wu pais tan hermoso viva en constente
anarquia. Por eso, y para extenderle una mano
se han aliado las principales potencias europeas.” Con.
pba relata Ia entrevista en sus Memorias, y no consigna
In vespuests de gy mark
I, Que seguramente
actitud cautelosa que adopts durante la comida con los
Almonte. Dias més tarde acudié la pareja a una fleas
en las Tullerfas, en la que Eugenia insté a Concha para
due se divirtiera en Paris y olvidara “las amarguras del
Pasado", Menucleaban las invitaciones para bailes y ban.
Guctes en Palacio cuando cierto dia se present6 en eaca
de los Miramén el Duque de Morny, hermano bastards
del Emperador —hijo aduherino de la reina Hortensia—;
Upo notable en la Corte por su falta de escriapulos, sus
Gispendios y su amor a las faldas y al dinero fécil, Anos
mismo, y a la sombia de su medio hermano, estaba
110
metido hasta el cuello en la especulacién més impor-
tante de su vida, pues en alianza con el banquero Jecker
se proponia hacer de la Intervencién ¢l mejor negocio
de su larga carrera, y seguramente por ser Miramén
quien contrat6 con Jecker el malhadado empréstito de
1859, Napole6n le escogié para tener con el mexicano
Ja primera entrevista formal. ¥ tan formal que e! Duque
—un hombre de negocios— tue directamente al asunto,
ofreciéndole el oro y el moro si se prestaba a colaborar
en el establecimiento del Imperio mexicano, un proyecto
para el que se contaba en primer lugar son las armas
de Francia, y luego con las de Espafia ¢ Inglaterra. La
entrevista se prolongs por una hora, al cabo de la cual
volvié Miramén al lado de Concha, indignado. “Me
hhan tomado por ua miserable y por un bellaco —rom-
pié—; me han venido a proponer que vaya a México
con las tropas francesas y me han ofrecido una fuerte
suma de dinero si acepto, pero no iré.en esas condicio-
nes: dije al Duque que preferfa morir de hambre en el
extranjero que hacer ese odioso papel.” Concha estaba
ian orgullosa dc su marido que grité varias veces “jbra-
voP”, y no le extrafié que a partir de ee momento todas
Jas puertas se cerraran, Las de la Corte en primer lugar,
con lo que la situacién en Paris llegé a ser tan dificil
—escribe ella—, que resolvieron marchar a Espafia.
Tal es Ja versién de Concha, pero Miramén no era
franco con su mujer —o ella oculté Ia verdad en. sus
Memorias—, pues otros eran los motivos del nuevo ‘viaje.
‘Todavia antes de emprenderlo hablé con Gutiérrez Es-
trada, a quien dio su palabra de caballero —y la de
General”— de trabajar por el establecimiento de una
monarquia con un principe de sangre real, Jo que no fue
ut
Soest |S eeelo que el viejo imperialista entendié “como una retrac.
jacién de las protestas” que esponténeamente le habia
hecho antes de partir a Espafia, Es probable que nunce
haya pronunciado Miramén tales palabras, pe no exis
ning indicio de que el Macabeo pretendiera coronarse
alguna vez, mas es claro también que a fines de 1801
gus Planes tendian a engaiiar a los exiliados por un lado,
[Por otro a hacer su propio juego cerca de los espatio.
kes, con cuyo apoyo esperaba imponerse en México whe
Juaristas y franceses a Ia vez. Mas atin: tengo por cierto
luc ¢n algunos eirculos peninsulares tuvieron eco sus pro.
ectos, pues de otro mado no se justificaria su deekién
dle presentarse en México, al mismo tiempo que las face
as anglo-franco-espafiolas, dejando en Sevilla a Concha
ccon los hijos,
_ciodavia camino del Havre Labl6 en Paris con Gu-
tiérrez Estrada, a quioa relteré que “estaba prowiv a
crficarse por su patria”; que haria lo que la nacién
UiRIG* ¥ que contaba eon que los generales Marques,
Vicario, Zuloaga y Mejia se pondrian a sus érdeneh Ic
due no era definir algo en concreto, y menos su actitud
hacia el planteamiento monarquista de los eniliados Cre
titre, que tonto y todo desconfiaba ya, se conereté 2
apostillar que cuantos habfan hecho la guerra en México
declararon eso mismo: que buscaban el bien del pais, y
Que derramarfan hasta Ia iltima gota de sangre pata
conseguirlo. “Asi esté de mal parado México con teatos
*spontdneos salvadores como sierzpre le han salido”, agre-
112
g6 Gutiérrez, mientras Miramén se encogia de hombros
y daba por concluida ia entrevista.
Asegura Hidalgo que a continuacién quiso Miramén
ver al Emperador, sin conseguirlo, y que finalmente,
“bumillado con tan terrible desire” dejé Paris,” para
embarcar furioso y resuelto “a oponerse a la Intérven-
cién, que se ha hecho sin consultarle”. Ahora sabfan los
exiliados que no contarian con él, y Carlota compartiria
esa conviccién puesto que un mes més tarde, en Miramar,
dijo al Arzobispo Labastida que disculpaba la conducta
del caudillo “si al obrar asf lo hacia por un sentimiento
de patriotismo”. En ese momen‘o estaba Miramén tan
lejos de Juércz como de Napoleén, y mas‘alejado toda-
via de los mexicanos que hacian el juego a Napoleén,
Barajaba sus propias cartas, esto si, cuando desembareé
en Nueva York al mediar diciembre de 1861, tanto que
marché a Washington de inmediato como huésped del
sefior Tassara, embajador de Espaiia, en cuya casa per-
manecié hnasta inuai de nucvo ¢\ bareo, ahora para La
Habana, Matfas Romero —el ministro de Juérez ante
el gobierno de los Estados Unidos—, no perdia de vista
los ires y vinieres “de este mal mexicano”, cuya visita
a Tassara atribufa a la circunstancia de hallarse com-
plicado en los planes espafioles eoatra México. Don Ma-
tias daba por cierto que el caudillo pretcndia reunirse
‘con sus antiguos correligionarios para “organizat un si-
mulacro de gobierno, que Espafia reconoceria como
paso previo “para desarrollar los designios que aquella
nacién tiene contra nuestro pats", o que apoyaba
el Cénsul de México en Nueva York al advertit a Ro-
113
———mero que Miramén no reconoceria al gobierno de Jud-
Tea pero que tampooo estableceria ligas con la Interven.
cién, “resuelto a introducir en México un cambio polf.
tico que entronice ciertos principios, y que tenga a cier.
tos hombres a su frente, de los que tal vez é contard
con ser uno de ellos para tratar con los interventores
bajo la base de garantia 0 protectorado a ese gobierno”.
Todo eran conjeturas, pues, cnando Miramén ember.
c6 en La Habana el 22 de enero a bordo del paquete
inglés Avon, Viajaba con pasaporte que el Capitan Ge.
neral de Guba extendié a nombre de Manuel Femanden,
presaucién initil cuando, en Orizaba, Wyke y Saligny
estaban enterados de sus movimientos. “Su regreso en leg
actuales circunstancias y con las intenciones que se le
atribuyen —informé Saligny a su gobierno el 23--, seria
Bua nueva causa de dificultades y de molestias, y es pro-
bable que no se ie permita desembarcar,” Considery
“probable” que se le impidiera desembarear era s6lo un
cufemismo puesto que Mr. Wyke no olvidaba que, en
el mes de noviembre de 1860, el ahora viajero violé lee
sop de la Legacién Tnglesa y se apoderé del dinero que
all aban para tos tenedures de bows, acto que en
gpinién de don Charles Lennox justificaba el arresto del
“malhechor que habia merecido la venganza de las leyes
Teconocidas por todas las naciones civilizadas”,
Confiado, sin sospeckar la sorpresa que Mr. Wyke le
deparaba, viajaba Miramén en compafiia de su hermano
Garlos, de Barandiarkn, de Isidro Diaz y del padre
Miranda. Se hallaba también a bordo el alférex de hava
Lamoruait, quien posteriormente comunics a Jurien de
la Gravitre —jefe de les fucrzas francesas expediciona,
las, que Miramén habia sido poco cauto durante el
14
Viaje, hasta confesar que desde luego se reunitia con
Marquez, y que en él eonvergerfan, contra las aliados,
todos los partidos mexicans en pugna. Tanto se fue dy
la lengua que, segiin Lamoruait, dijo textuahihente:. “Si
{los son amigos, yo sabré desunixios.” Informmba el AIL
fércz, por iiltimo, que al aproximarse el paquete a Vera-
cruz Miramén principié a dar sciiales de inquietud, y
gue cuando a la vista del Puerto se acerc6 una barce
inglesa con dos marineros y un teniente armados, el
de que, conforme
de Londres, ninguno de ellos podria
aciuat en perjuicio 0 beneficio de los personajes y par~
tidas contendientes en el pais,
A mi ver don Juan dejé en el aire a Miramén forzado
por It tozudex de Mr. Wyke, y no obstante haber negado
que fue él quien le aconsej6 volver a México. Dice el Con,
de de Reus que a su paso por La Habana fueron a verle
Miramén, Miranda y otros de su partido, inter
Uipiat con los aliados, a lo que él se negé aduciendo que
elles tratarian “con el gobierno instaladdo en lt capital
de hecho o de derecho”, agregando: “Aprovechen este-
des el tiempo y la tonteria del gobierno en aglomerar
luna mayor fuerza para impedir el paso a los aliados, y
marchen ustedes sobre Ja capital, y si cuando Meguen
all uestros emisarios los conservadores se han apede.
rado del Capitolio (sic), los aliados tratardn con leg
Conservadores”, posicién que soxtuvo en la reunién de loo
Plenipotenciarios que las potencias interventoras cclebns:
Mast, Crate el 9 de abril, al tocar a su fin la Triple
Alianza,
usMas pese a las protestas del Conde de Reus el regreso
de Miramén entraba en los planes espafioles, tanto que
cuando el Macabeo fue apresado por los ingleses, y en-
viado a La Habana a bordo de Ia fragata Phaeton, don
Saturnino Calderén Collantes —ministro de Estado—
censuré ese proceder con el argumento de que si cada
una de las partes se sentia autorizada a tomar medidas
contra cualquier mexicano, “‘semejantes a la adoptada
respecto del ex presidente Miram6n”, ello equivaldria a
que todos ellos ejercicran en México “una especie de
soberanfa” contraria al espiritu y la letra de la Conven-
cin de Londres. También el almirante De la Gravitre
sospechaba el doble juego espaiiol, pucs sabia que cuando
el general Prim, a su paso por La Habana, invité a Mi-
tamén a regresar a México, lo hizo “con la esperanza
de asegurarse con esta condescendencia, el apoyo del
Partido adicto al antiguo adversario del presidente Jud-
rea”, actitud que se vio en la necesidad de modilicar
cuando ef ministro Wyke consideré que el desembarco
deano “sera considerada por él coma un ultraje
que reclamaria su arresto como el de
cualquier malhechor. Prim, segiin el sefior De Ia Gra-
viere, “terminé por abandonar al hombre al que no se
atrevia a confesar que protegia”, y tuvo que acomodarse
a las circunstancias. El jefe francés estaba desaientado
con los lios que no comprendia del todo. Pero vefa muy
claro, esto sf, que “era dificil predicar la concordia
cuando se comienza por dar tan poco ejemplo de ella”.
Con el alma en rastras volvié Miramén a La Habana,
donde el mariscal Serrano —Capitin General, le dio
um buen consejo: “Yo no soy carcelero de los inyleses
le dijo—. y esté usted en condiciones de hacer lo que
116
guste, pero le recomiendo que regrese a Espaiia porque
si llega a entrar a México lo fusilan”, opinién juiciosi-
sima que el Macabeo adopté al embarcar el 15 de fe-
brero para reunirse con su familia. Estaba hecho polvo.
“Lo que usted me dice de Prim ya lo sabia —escribié
al padre Miranda—; el Capitin General me moitré una
comunicacién en la cual le encargaba, a su nombre y el
de los ministros francés e ingiés, me vigilara y evitara
saliera de México. Este hechc me ha podido més que
la conducta de los ingleses.”
El desgraciado caudillo era, de nucvo, victima de las
circunstancias,
Y Sevilla otra vez, con su vida tranquila, incompatible
con el hombre que levaba en la sangre el cosquilleo de
Ja guerra, Demasiado inquieto para quemar su juventud
en Ia contemplacién de la Giralda mientras una nueva
contienda estaba punto de reventar en su pats, Mira-
mén resolvié volver 2 Francia, mal menor cuando en
rigor slo podrfa satisfacerle estar en México al frente
de una division, algo facil con solo resoiver primero si
jugaba Ia partida con Juarez c con los franceses, justa-
mente lo que él no decidia, y su dilema era mas amargo
porque ni los invasores ni ef futuro Benemérito mostraban
interés por su espada, El Joven Macabeo era pues un
general en disponibilidad —aungue sin acertar él mismo
a disposicién de quién—, y en esa situacién ambigua no
se podia vivir en Sevilla ni en la meseta del Pamir.
Concha lo adivinaba, y para vencer la “infinita tristeza”
de su marido ideé que cn cumpaiifa de un tal Schofole
—ruso al parecer y amigo de ambos—, emprendiera
uyuna gira por Europa del Norte, pese a su conviccién de
que Miguel no reunia las cualidades de un trotamundos.
EI hombre rechazé por Io pronto hacer turismo, mas Ia
decisién de Concha se impuso al fin y el 16 de junio
estaba ya en Colonia, ciudad que le desagradé a pesar
de su hermosa catedral, “con calles angostas y sucias
auungue no tanto como las dc Espafia, y muchachos men-
digos no en Ia cantidad de dicha nacién, Napoles ¢ Ita-
Jia”. El 18 Hegé con el ruso a Berlin, poblacion “no fea”
a pesar del “idioma insoportable” en el que ofa 6peras
y Ics explicaban monumentos, “de Jo cual quedan muy
enteradas las personas que como yo los visitan”. No esta-
ria de muy buen humor Miguel ante la perspectiva de
seguir a Rusia, mas no obstante emprendié el viaje al
siguiente dia, aunque resuclto a prolongarlo “lo menos
posible”.
En San Petersburgo se hallaban los viajeros el 22, fati-
gados por las 48 horas del trayecto, por los alimentos
“muy mal condimentados” y ios pésimos servicios a tra-
vés de un pais deprimente, en el que “no se encuentran
sino dos o tres poblaciones de tercer orden y unas ran-
cherfas, pues ni a pueblo legan los demés higares habi-
tados”. Los rusos le gustaron menos todavia que sus pue-
blos y comidas por su cardcier semejante “al de los 0508,
tigres y otros animales feroces”, vestidos en Ja forma més
extrafia imaginable. “No hay pais —conclufa—, en que
sus habitantes tengan tanta semejanza a éste con los ban=
diddos y con Ia gente més miserable, Nada quiero decirte
dc la porqueria de Ia ciudad y de los hoteles y casas
piiblicas como artesanos, tiendas, y los muebles y ense-
res, los sirvientes, todo da asco.” Cuando salié de Paris
dejé a Concha embarazada, mas visto el efecto de Rusia
ne
ae
y de los susos sobre su ~i6mago parecfa ser & quien
sufria las molestias del irance. Apenas sila visita a Krons-
tadt y a la fortaleza de Pedro y Pablo le deparé alguna
satisfaccién. Alli como quicra haba soldados, caiiones,
bareos de guerra. >
Cuando Miguel —turista malgré soi meme—‘regresé
a Paris, una copiosa correspondencia lo esperaba. Cartas
de sus antiguos amigos conservadores, que arrepentidos
de haber Ievado a México a los franceses veian en él
su tinica esperanza, una esperarza muy relativa cuando
el hombre no podia presentarsc en el pais sin el riesgo
de pasar un mal rato, Cierto que se proponia cumplir
con su deber y convicciones sir renunciar a su honor,
mas no hallaba el modo de satisfacer esos compromisos.
‘Tal vez. de estar cerca, y no en Europa... Tal vez acor-
tando las distancias podrfa ver mejor, comprender mejor
y resolver... Tal v Y al puerto y al barco nue-
vamente.
En agosto de 1862 Miramén embareé con su familia para
Nueva York, donde por medio aiio verdn banderitas con
estrellas del Norte en los carruajes, cn los caballos yen
{os sombreros de las sefioras. Meses terribles porque Nue-
va York nunca fue refugio de afligidus ni sitio para res-
tafiar nostalgias, Y en cuanto a la proximidad de México,
ahora resultaba que en Paris podia estar mAs al tanto
de lo que allé pasaba, Fue un tiempo de abandono y
desesperanza, sin ligas con los republicanos de México,
quemados los puentes con los monarquistas, aun con el
més intcligcute de todos elles, con el Padre Miranda,
que alguna cosa grave diria sobe su frustrado desem-
1gbarco del afto anterior porque Miramén Je escribié, in:
dignado: “;’Tendria usted inconveniente en decirme cud-
les cran las miras politicas que supo usted levaba yo a
la Repiiblica cuando se me impidié desembarcar en Ve-
raciuy por la marina inglesa?” Algin viaje para endul-
zar el ocio, a las cataratas del Nidgara y de Montmo-
rency, prodigios de la naturaleza que le interesaron menos
todavia que las avenidas sobre el Neva o la catedral de
Colonia. ¥ vuelta a Nueva York con sus multitudes clau-
suradas, atascado en el ocio, esa agonfa més amarga que
a muerte, No, no era posible vivir asf més tiempo, y los
Miramén se resolvieron: mientras Miguel quedarfa en
La Habana, atento a que “los acontecimientos politicos
{ec permitieran volver al pais”, como dice Concha en sus
Memorias, ella seguitia a México con sus tres hijos, en
espera del cuarto.
No columbraban los amargos dias que el destino les
deparaba: la muerte de la pequefia Carmen al llegar
a la temible ciudad del wmito, y la sombria aventura
de penetrar en México sin la venia de franceses o juaris-
fas. Mas ef plan estaba resuelto, y Concha, para no
{eparse en Veracruz con ‘os franceses, tomé et piiner
barco para Tampico. Sélo una esperanza levaba, y eran
las palabras de Miguel en el momento de partir: “Te
Prometo estar a tu lado el dia en que des a luz a nuestro
cuarto hijo.”
Y Jo cumpli6, aunque para eso tuvo que dar el paso
més ingrato de su historia,
120
—.
2. arias incertidumbres y una mala decisién
De Tampico, para legar a ls hacienda de su cufiado
Fagoaga en Cerropricto, cerca de San Luis,-Concha
tenia que resolver entre el camino de Montergey, més
largo pero en coche y con ciertas comodidades aunque
también con el riesgo de toparse con las indios bar-
baros—, y el m4s corto a Tula de ‘Tamaulipas, buena
parte de él a caballo, con un mal camino carretero hasta
Victoria, Temerosa de Vidaurri ms que delos indios
opté Concha por el segundo, y en cinco dias de marcha
egé a Victoria, donde cambié el coche por los caballos
para cruzar la serrania huasteca en compaiiia de sus
hijos, dos criados y In institutriz inglesa. Ya “daba al
diablo su patriotismo que ia habia levado por aquellos
caminos para tener mas aven:uras que don Quijote”,
pero la cosa no tenia remedio, y tras de largas jomadas
por cimas y barrancas entre tigtes y loros —con embara
20 de siete meses por afiadidura—, terminé por Icgar
a Tula. Vencida la barrera de la sierra, el diltimo tramo a
Cerroprieto fue cosa de ninos, ;y qué de besos y lagrimas
cuando abrazé por fin a Lupe y a Fagoaga! Concha
estaba desconocida por la marcha inclemente de once
dias: la nariz negra y despellejada; las mejillas y la
frente como un ladrillo, pero también de un humor
estupendo. “No te preocupes —dijo a Romualdo—
éstoy cambiando de plumas como los pAjaros, para estar
Iuego més bonita.”
Miram6n en Cuba, mientras tanto, eazaba tértolas y
cotorras, jugaba tresillo, hacia gimnasia, y mantena
con los conservadores de México una copiosa corres-
pondencia. Alguno de ellos le endulzé el ofdo con la
121noticia de que los franceses temian su actividad y presti-
Garcia, escribia de Tampico que Miramén habia hecho
circular Ia especie de que contaba con Matamoros “para
gio, seguros de que les echarfa del pais en cuanto tuviera
¢lementos para ello, y saberlo excité su vanidasa inquina: ¢ incendiar la revolucién”” de acuerdo con los principales
“No se equivocan; tengo esperanzas de confirmar su hombres del Puerto. “Esto tal vez sea despecho o fan-
profecfa”, escribié a Concha, También hablaba en La farronada —agregaba Fernindez—, pero no obstinte no
Habana con mexicanos exiliados, uno de ellos Eustaquio | quiero echar esto en saco roto.”
—de identidad desconocida— gracias a quicn averigua- Alguna providencia ¢omarfan los frouterizos para ma-
‘ius lo que para el Macaboo era en ese tiempo “un ver~ < lograr los planes del Macabeo, puesto que el 15 de junio
dadero mexicano”, El tal Eustaquio era eso, “ un verda- escribia que, ante el fracaso “de los principales elementos
dero mexicano” porque odiaba por igual a juaristas y para hacer el movimiento de Metamoros ', tenia resuelto
franceses, y creia ademés que al término de uni aio todos | entrar solo al pais, aunque sin decidir todavia el partido
Jos mexicanos estarfan unidos “para echarlos del pais”. final que adoptaria. Lamentable que un primer actor,
Pero Miramén no se coneretaba a jugar tresillo y a al presentarse ante su piiblico, desconozea el papel que
comentar la situacién mexicana: era un hombre de va a representar, mas ésa era, para su desgracia, la situa.
accién que tramaba planes para recobrar su valimento cién de Miguel Miramén en el verano de 1863.
n la lucha de su patria. Suponia que su prestigio basta- i ‘Todavia en Brownsville recibié la noticia de la capi-
ria para reunir fuerzas en que fincar una posicién sélida tulacin de Puebla, y aunque reconocia que Jestis Gon-
frente a Juarez y los franceses, y cl 21 de abril partié zalez Ortega y el Ejército de Oriente dejaron en su lugar
para Nueva Orleéns, dispuesto a definir su posicién de “el honor de las armas nacionales”, al batirse sin cuartel
lint vex por iodas. Nada sabremos de Gl ducanie sues y durante los sescata y tres dias del asedio, ef desastre le
medio hasta recobrar su pista, el 3 de junio, en Browns- causé “una indisposicién”. Suponfa quc é fo habela hecho
ville. Mas acontecimientos ocurrieron en ese lapso, pues- | mejor que su rival zacatecano; que en Pucbla pudieron
to que en carta de esa fecha alude a ciertos contratiem- i aventurarse estrategias tan obvias “como la de romper
Pos que desbarataron “su primer plan” para entrar en la linea, pues se contaba con 16000 hombres y Parque
México. Dos cartas a Juarez, una de Santiago Vidaurri para la infanteria”, sin que Gonzilez Ortega lo hubiera
y otra de Jestis Fernandez Gercia, prueban que las repu- | intentado. “Yo lo habria ejecutaco una, dos, tres veoes
blicancs conocfan sus movimientos, pues el primero se | antes de tomar la iltima providencia.” Pero tainbién
excusaba el mismo 3 de junio de no enviar fuerzas neo- 4 advertia que no deseaba pasar como un “militar de café”,
Teonesas para la defensa de la capital porque en Browns- EF ¥ que por eso s6lo a Concha hacia tales confidencias.
ville habfan aparecido Miramén, Cobos, Benavides y Ace- | La catéstrofe de Puebla acentué sis dudas sobre el
hal, y allo te obligala “a tenerlos vigilacos y estar pre- \ porvenir del pais y sobre su posicién frente a los aconte-
parados 7 to. By a Fernindez simientos. Ora sentiase tentado a dejar caer su espada
iz 4 123
—
7 .al lado de Juérez, ora retrocedia, avergonzado de su de-
bilidad. Cuando los franceses impidieron a su compadre
Isidro Diaz desembarear en Veracruz, reaccioné como si
el afrentado fuera él, y dirigié a su mujer una queja
que definia el drama que se ventilaba en su alma: “Crécte
que ¢s una desgracia que Judrez tenga ese canalla a su
lado.” Pareceria légico inferir. que de no mediar esa “des-
gracia”, o sea la de que Judrez tuviera a su lado a la
canalla, Miramén estaria ‘dispuesto a volverse juarista,
pero unas lineas més adelante rectificaba: Qué desgra.
cia que Juarez. y sus compafieros sean tan bandidos! Es
imposible ponerse uno al lado de Carbajal, Cuéllar, Aure-
liano, ete. Por otro lado los franecses son intolerables,
y mucho me temo que México se convierta en ruinas y
cadaveres.” Lineas que muestran su conflicto interior, su
indecisién, su bisqueda de terceras soluciones cuando s6lo
cabfa estar con Juarez 0 con los franceses. La alterna,
tiva cra forzosa, ‘aunque nuestro hombre no Ia viera de
ese modo en los tristes dies de Brownsville, Para él Judrez
y los franceses resultaban extremos deplorables, y enfi-
laba hacia una tercera sviucién, ia que versaba exciusi-
Yauicuie sobre Juarez o dl: la solucién imposible.
Esperaba tal vez, para presentarse en el pais, que la
capital resistiera el ataque francés, pero don Benito la
evacué el 31 de mayo e instalé su gobierno en San Luis.
‘Miramén reconocia que no era posible defender a México
como a Puebla, puesto que no se contaba con los mismos
elementos ni con una posicién semejante, pero asi y todo
pensaba “que después de haber escrito tanto sobre su
cumbir entre sus escombros, disputar palmo a palmo el
terreno, cte., ete.”, algo mas pudo hacerse para dejar
a salvo el honor. En el fondo la sctirada, y la consecuente
104
‘ocupacién de la capital por los franceses, exigia de nues-
tro hombre una decisién que no se atrevia, 0 que no
estaba en condiciones de tomar. Y sin embargo no podia
esperar més, consumido en Ia inaccién, mientras al otro
Jado del rio se escribia la historia, la hermosa hist.
sin Ia colaboracién de su espada. No podia esperar Mi-
guel, y lo cruzé6 sin tener resuelto algo “sobre el partido”
por adoptar, Tromendu que después cle un exilio de dos
afios y medio continuara el hombre tan indeciso como
en Paris, como en Nueva York, como en La Habana.
El problema —su problema— no eambiaba: por un lado
el destino de la nacién, su propia versién del destino de la
nacién, y por el otro su inquina “contra los bandidos que
existen en el poder”, Ast cruzi Miramén el rio Grande:
“Quisiera el Espiritu Santo derme sus luces para dar los
primeros pasos”, escribié a Gencha. Siempre ha sido c6-
moda solucién cargar al Espititu Santo con el riesgo de
decisiones que somos incapaces de tomar.
El odio mortal a Judrez era su Gnica bandera al pisar
ticrra de México, y, seguramente mientras reventaba cua-
tro caballos para salvar el desierto entre ia frontera y
Cerroprieto, ice6 ponerse a la cabeza de las fuerzas de
un tal Larrumbide para caer scbre San Luis y apoderarse
de don Benito, “Eso bastaré —escribié a Concha en clave,
rencorosamente—, para que guieran 9 no tengan unos
y otros por qué acordarse de tu marid
Por qué “unos
y otros”? {Se referia a los jefes republicanos y a los fran-
ceses? Imposible averiguarlo porque el plan fracasé de
nuevo, y el destino del Macabco siguié su zizagueante
derrotero. Juércz y él no cabien en el mundo, y ambos
lo sabian. Juarez detestaba a Miramén con odio racial,
mucho més profundo que la pura diserepancia politica,
195Che SC CT ere
{alo lie no tavo empacho en tender a ‘Tomés Mejia
jut mano amiga en los peores dias de 1863, y no obstarte
{a contumaz militancia del queretano en las fils eon?
vadoras, Una carta de Judrez a don Pablo Verdstegui
© cual partido sino sobre México”
Miramén cn cambio tenia cerradas todas las uertas,
}.281 las tuvo hasta Querétaro, Cerradas, a pesat de que
los "argumentos que Judrez esgrimfa para con Mejia
eran validos frente al Macabeo. Concha, inconsolable,
t2s de la pattia, y mal vista por los franceses a quienes
habla negado su apoyo, s6lo Dios lo podia sneer Men
Peueross Y dificil situacion,” Si, slo un milagro, si co
Gee oS mullagros ticnen alguna eficacia sobre la eontta:
Clecién, que no lo creo. Porque no habla Espiritu See,
cab fle Introducir texceras soluciones en la lucha med
Fea 08 fias, que se reducla a optar entre Juans
Y igs franceses, pues aun bajo el supuesto de que Ment
"iligno pudiera representar una tercera option met
sign pbems® Miramén—, la verdad era que el Trono
afincaba en las bayonetas de Francia, y que Francia
Competeria su destino, El Padre Miranda, coautor ata
126
( ( ( (
CoC OCR
Tmperio y el més inteligente de los monarquistas, se per-
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