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José Fuentes Mares-Miramón, El Hombre

José Fuentes Mares, Miramón, el hombre, 2a. Edición, México: Editorial Joaquín Mortiz, 1975, 266 pp.
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TOR EC SC eH wrt er JOSE FUENTES MARES Mitamon, ; el hombre CONTRAPUNTOS ih A José Pintado Rivero, cuyo generoso interés me puso sobre la pista de los tes- timonios que hicieron posible este libro. A Francisco Cortina Portilla, feliz propie- tario de lo: mismos. D. 1 Tawra onquln Mortis, 8. A. ‘Tahasce 106, Méseo 7D" F. A Manuel Gortina Portilla, amigo siem- pre, sobre todo en e momento exacto. Gs 128038 =X Bl ST we SOLO UNAS PALABRAS PREVIAS Al escribir Miramén, el hombre satisfago un viejo}pro- pésito, acariciado desde los afios en que preparaba Judrez y los Estados Unidos, Judrez y la Intervencién, Judrez y el Imperio y Judrex y la Repiiblica. La falta de docu- mentacién de primera mano me hizo renunciar entonces al proyecto, que s6lo entré en vias de hecho al contar con Jos testimonios necesarios para emprender cl relato de las glorias y desventuras del Joven Macabeo. Juarez y Miramén son figuras cuyas respectivas ban- deras, aunque sepultadas a medias, alimentan todavia actitudes contempordneas. Lejos de mi intencién, por supuesto, adherirme a la gastada dicotomia héroe-traidor, falsa y gravosa para comprender el gran conflicto del siglo xxx mexicano, tan lejano ya que resulta idiota la pretensién de convertirlo en partidarismo actual. Cierto que el escritor es un ser de carne y hueso, que como tal experimenta simpatias o antipatias por ideas, programas © personajes; por Ia honestidad de los radicales 0 de los conservadores; por la personalidad de Juarez o por la de Miguel Miramén, pero nada mAs. La gran querella mexicana del siglo xtx es historia, pasado, campo abierto a Ia biisqueda objetiva, aunque en buena medida, y por su belleza soberana, quepa el intento de tratar esos afios como un capitulo de la historia del arte. Todo pueden ser €508 afios dorados, menos palenque para dirimir ene- mistades aciuales. ‘No comparto ia idolizacién de Juérez, nit por supuesto 9 la de Miramén, Seguro de que el ticmpo corrido per- mite adecuadas perspectivas, y adverso a todas las ido- Jatrias, me decido —come me resolvi en el caso de don Benito— por el hombre real, por el que hizo y pade- ci6 la historia, por el ser oscuro y Iuminoso que s¢ re- vuelve incémodo entre los canonizados por decreto. El incienso o el copal —lo mismo da— vuelve irrespirable la atmésfera de los altarex Casi exclusivamente aprovecho fuentes primarias, do- cumentos de archivos europeos y norteamericanos utili- zados en mis anteriores libros, y varios mas que encuentro cen los quince tomos que dor. Jorge L. Tamayo publicé con testimonios relativos a don Benito Juérez. Pero me sirvo sobre todo de un fondo incomparable y hasta hoy casi Por entero deseonocido: la coleccién de cartas que Con- cha Lombardo de Miramén guardé celosamente hasta su muerte, y los doce cuaderos manuscritas de sus Mfe- morias. Todo gracias a que Francisco Cortina Portilla, su adquirente, resolvié ponerlos a mi disposicién. Ni Victor Daran tuvo la fortuna de contar con esos testimonios Cuando escribi6 su libro sobre ef Campedn de Dios. Ni éi ni nadie. Tai es mi priviiegio, y mi comprometedora responsabilidad, Endeudado también con Felipe Colomo Castro por sujetar el texto original a su critica inteligente, y con Josefina Barrios por escribirlo una y otra vez, les doy lag gracias si eso paga su generosidad. JOS# FUENTES MARES Chihuahua, Invicrno 1973-1974 10 L EL AMOR Y LA GUERRA SE CONJUGAN 1. Todo en el mundo tiene un principio En el verano de 1853, un dia cualquiera en la vida de Concha Lombardo. Cuando juntas regresaban por la calzada de Chapultepec, ni ella ri la sefiora Veldzquer de Ia Cadena, su_acompafiante, sospechaban que tan hermosa mafiana figurarfa en la trégica historia. Deseo. noclan que el destino tiende cepos sutiles, trampas como Ia que abrié ese dia —durante su visita ‘al Colegio Mi. Titar—, cuando el director ofrecié a las damas una exhi- bicién de ejercicios girandsticos a catgo de los cadetes. Un Cuadro de misculos j6venes y espiritu castrense, cuya be- Hea no fue dbice para que Concha reparara en el Capi. tan de veinte 0 veintidés afios que lo dirigia. Un joven de tez morena, ojos negros, boca grande en la que “puntaba apenas el bigote, nacido en México al dia de San Miguel de 1832, y cuyos padres, en honor del Santo, le hant- zaron Miguel. El mismo que en 1847 defendié el baluarte contra los americanos, el ‘inico “nifo héroe” a quien la historia convencional de México mancha todavia con dl estigma de traidor. La ssefiorita Concepcién Lombardo desconecia todo eto y también que los caminos del amor son imprevi sibies desde que el primer hombre experiment urgentes u ny Se adhesiones inciertas, Mas Conk oe Saberlo, y menos todavia para entender que el hombre se salva por el amor, con religién o sin ella: que debiera haber hospitales para los que So han amado; grandes hi Pitales que en vez de farmacias y botiquine ‘al pee sentaron una pieza infantil en Iq jue Miguel desem- efié el papel del Rey Jonas, See 4 any Canto te aplaudieron...1 ;y qué bien lo hiciste cuando te mataron! —rematé Fagoaga. Dect redondo —gruié et Capitan eutre dientes, De un caradura como Romuaite a, de esperarse todo, hasta que soltara alli misena que su amigo estaba loce, 12 a | ~_No pretendo divertirme, sefiaita, tengo edad para formalizar relaciones, y puedo pensar'en cesar sang Casarse? i Vamos! ¢Quersfa usted casarse para lee Suerra a caballo, con un nifio en los brazos y el perico en el hombro? cart Senerales no Hevan a su mujer a la geetra, y ‘menos con et petico en el hombro —protestS Mirercie. saiPues cuando sea usted “general mos casaremon! —eetrd Concha, y ri6 de buena gana, Lupe y Romusido festejaban la respuesta cuando se present don Francisco Maria Lombardo, ‘un hove oto salable, eetrino, apoyado en su bastén con emprr Catuta de oro, Abogado distinguid, dipatado al proves Congreso mexicano, varias veces Ministr en lon selon nos Ge Santa Anna, lector asiduo y viudo recieete el padre de las Loutaido distaba de ser un ogro aun én qué puedo servirle, Capitin? —cort6 el licen- ciado Lombardo, —Pues en nada, dicho sea, salvo que Romualdo ¥ yo, ues hemos venido... 7 2s 0 ya me doy cuenta. Por cierto que tiene usted pg Pella espada. 2Es la que usa en los dias de fest 4 Ta de los dias de abajo? Miramén se sintié tentado a demostrar que era la eg: Pada de todos los dias, y para lo que servias mas afore, mae Solo a ella podia ocurrirsele aludir al Iunar azul que heredé de su padre con los carruajes, la casona, las deu- das y la biblioteca, nadamente se contuvo, ofrecié alguna excusa, y con Romualdo abandoné la sala. “Cuando estén ustedes solas no reciban a hombres”, ordend secamente don Francisco, y se encerré en Ia biblioteca. Pero ya screno aflojé el cefio, y sonrié. Concha era como sus dos ojos, y en ella veia la encarnacién de su mujer, muerta dos afios antes, De su hija conocia arranques nada ordinarios pues go6mo | olvidar cuando don Femando Pontones, viudo y rico, Je hhabl6 de hacerla su espora? La idea de que Concha y don Femando formalizaran’relaciones no disgustaba al Jefe de la casa, quien viejo y enfermo vela en un marido como Pontones alguna garantfa para morir en paz, pero Ja muchacha no compartie sus inquietudes: “Si ti quie- res me casaré con don Fernando pero a los cuatro dias 1c pongo los euernos”, le advirtié, Y don Francisco Maria, seguro de que su hija era capaz de cualquier barbaridad + resolvi6 no insistir més, y ahora con un libro en la mano olvidé el reciente lance coa el capitancito, > 2. Se avecinan las sorpresas Algo asi como un afio mis tarde comenté Romualdo cn Ta casa de las Lombardo que Miramén estaba de vuelta. en México, y con el grado de Teniente Goronel ganado" en la guerra contra los revolucionarios del Plan de Ayu tla, “Pues sorprende que siendo tan joven tenga ya ese grado”, coments Concha como si de pronto recordara algo. fecto, de la _caimpafia del Sur. Meses antes le confié Santa Anna el Batallén de Cali- batir a los de Ayutla; por sus agallas en el encuentro de Temapalco se le concedié el ascenso, "va condicién_acompaiié a su Alteza en la y sarge eran findadas sus preocupaciones, pues | na de Bick Alters en. con Tos achaques de un vie'o de ochenta afios a pesar de ee Be. Salonen, Jalapeso regresb Hevar encima sélo cincuenta y cinco, alguna vor interior 18 de junio de 1855. Seguramente Tos ardores de Tierra Te advertfa el préximo fin, y era natural que el futuro Caliente’ excitaron Ja pasién del Teniente Coronel, pues de sus tres hijas le tuviera en un brete. El 11 de abril de Jo primero. que hizo ai yolver,fut llamar a la puerta 1855 murié el buen hombre sin resolver su problems, y ~de-las Lombardo, con-el-pretexta. de presentar sus con; Concha escribié mas tarde en sus Memorias: “Que esta dolencias por la muerte de don Francisco, Ausentes sus lépida, amado padre, que aqui en mis Memorias te de- hermanas, y celosa de su reputacién, se negaba Concha dico, sea un signo de mi amor y de mi gratitud. A ti te a recibirlo, pero el recién legado no parecia disp uesto a ; debo mi buena salud, mi educacién, la moral que me renunciar a la oportunidad que ie venia como anillo ensefiaste con tus buenos consejos y con tu paciencia y J al dedo. virtudes. Pur todo te doy las gracias, y también te las —Me parece muy bien que estemos solos, porque asi i podré decirle libremente cuanto la amo. doy por aquel lunar azul de tu piema derecha, que en ‘ el mismo lugar del cuerpo me dejaste.” —iDéjeme en paz, que no estoy para bromas! ;Ya “4 eee eee le he dicho que se vaya! ¢No lo entiende? —Lo entiendo perfectamente, y me iré tan pronto como se resuelva usted © darme un beso. —{Digo que se largue! —grité Concha mientras Mi- ramén se instalaba en la puerta, con la espada desen- vainada. —{Si no me da un bew Ja mato! —jPues mteme usted! Miramén envain6 y solt6 una carcajada, se inclind ceremoniosamente y se retiré sin agregar palabra, Afios més tarde confié a Concia que ese da juré hacerla su esposa, Con la muerte de su padre, Concha, Lupe y Mercedes se hallaron ante a altemativa de continuar con el mismo tren de vida, hasta arruinarse, 0 de aligerarlo mediante razonables economias. La primera fue la solu- cién de familias venidas a menos, que ayunaban durante | semana para satisfacer los gastos de la tertulia del sibado, mas la segunda fue la que razonablemente adop- taron las sefioritas Lombardo: traspasada la casona pa- tema, instaladas en otra modesta de la calle Chiconautla “barrio feo y fuera del centro, y con un caffo bastante sucio en el centro de la calle”—, la misma estrechez del inmucsle las foreé a vender carruajes, libros y enseres, ¥ a renunciar a doce de les catorce criados que servian n Ja antigua residencia de las calles de Cadena. Mientras ellas adoptaban tan juiciosas medidas Santa Anna traicionaba a los suyos, como de costusbre, aun- que ahora también por ikima vez, Cansado de luchar contra los revolucionarios de Ayutla sin vencerlos, vie 15 eg | - tima de uno de sus frecuentes baches de apatia, el Jala- peiio abandoné Palacio una noche de agosto, huyé como un fascineroso, y dej6 a sus amigos a merced de los ven- cedores, Gierto que de momento. los de Ayutla hacfan de Cuernavaca su ciudad-capital, mas Ia posibiliddd de que don Juan Alvarez y sus “pintos” pasaran a México no era remota —cuando por otra parte el despacho de los asuntos piiblicos urgia esa decisién—, y un dia don Juan y sus hombres desfilaron per las calles de Ta eapi- tal ante Jos ojos aténitos de los metropolitanos, acos- tumbrados a que sus “Iéperos” mostraran una piel sucia y de color uniforme, no la de aquellos seres repug- nantes, extrafias fantasias crométicas con machete al cinto. Prudentes o aterrorizadas —segin anduvieran sus conciencias—, las buenas familias optaron por el refugio de sus fincas campestres, donde contaban con la protec- cién armada de pcones y capataces, sitios algunos tan encantadores como Tacubaya, una villa donde Ia gente encopetada disfrutaba del campo durante los rigores esti- vales de ia capital. Aqui alqui Lombardo una casa pequeiia en cuyo jardin cortaba violetas Concha, cierto dia, cuando oy6 junto a la reja la vox de Miramén. Cruzaron apenas cuatro palabras, pucs el Teniente Co- ronel iba de prisa, cuatro palabras que bastaron para que Concha le hallara “emblanquezido”, y con ojos “mds brillantes y hermosos que la tiltima vez que lo habia visto”. Ahora le pareceria menos absurda Ia idea de se- guirlo un dia a caballo, con el nifio en los brazos y el perico en el hombro, y eso que ya contaba con un fer- voroso cnamurado —Eduardo Perry—, un inglés con quien por lo menos —de legar al altar— no se verfa en el caso de carger con el perien. ” Es posible que la ciudad de México hubiera podido Resistr a Tos “pintos” algo més, pero ni don Juan Alvarez nunciamiento inaugural de la contienda que terminaré en Querétaro diez afios més tarde. Al lado de Luis Oso- Mo, en Zacapoaxtla, hito Miramén sus primeras armas Wes Tiberales. Los disidentes de la sierra —-con Tharp y Tamaiz, Osollo, Miramén y Del Castillo a Ie cabeza—, iene etetaron de la carital poblana el 23 de enero de 1856, un éxito malogrado porque en ver de smrchee fin. El presideuie Comonfort actud esta ver on, Gere, Pues segtin Ja capitulacién os oficiales venct Glos quedaron a disposicién del gobierno cone simples oldades rascs, si bien Orollo y Del Castillo evade Ja afrenta porque se esfuraron a tiempo, yen Ia costa dag ron Para el extranjero. Miramén qucdé en la che ad’ en cambio, cculto, hasix que nueve theses sie iets Fsaparecié con una pistola en el pecho del oficial de 1B & Ia vex, y escaparon con tan poca fortuna, pars Orihuela, ago el intento con su vida: sorprendido el 11 a iuciembre por Pucblita, al siguiente dia fae pasado por las armas, A salvo de la trampa poblana, y al frente de ochenta ocien hombres.cay6 Miramén sobre ‘Toluca, st fore Por hallarse Ja guamicién_alerta. Fracasalo. el golpe ‘are Cl camino de Temascaltepes, con la esperanes oe iublevar a Ta tropa y hacerse de pertrechos, mila went jana le deparé nuevas desgracias porque en la cnn, -muza del 21 de enero recibié una herida, de la que se Wes meses mas tarde, oculto en casa de su causa, cuando Juan José Baz, & Acordada. “De este pres me tesponde sted on 2 vida”, advirtié Juan José al alcaide, al entregar al reo, Juan Jose Baz fue imo de los tipos del sigh am monn reformadur delirante, fue ejemplar exacto de is genera- cién que no distinguié entre la realidad y la fantasta, capaz de dejarse matar tranquilamente por ta una por la otra, 0 por ambas estrechamente confundidas. De Juan José tuvo que ser la idea de que los presos politicos salieran en mancuerna a limpiar calles y atarjeas junto con delincuentes del orden comiin, y no tanto para cas- tigar sus faltas cuanto para afrentarles, para pisotear su orgullo militar puesto que militares eran, por lo comin, los detenidos. Reficre Concha que al volver una mafiana de Ja cate- dral se vio frente a uno de aquellos grupos, y que recelosa s¢ aproxim6 al primer curioso para inquirir sobre la iden- tidad de los aseadores. “Son presos politicos —contest6 el interpelado—. ¢Ve usted a aquel joven alto y moreno? Pues es el capitin Domingo Herrén; aquel otro que esté a la izquierda, bajo de estatura, blanco y muy palido es Pedro Vélez; aquellos que estén en la parte opuesta son los gencrales Gayoso y Ciris; éste que esta cerca de noso- tros es el comandante Tapia. Asi me fue diciendo por nombre de aquellos desgraciados. Entonces me acordé de haber ofdo que Miramén estaba preso, y le pregunté édigame usted, sefior, esth entre estos presos Miramén? No sefiorita, contesté: me han dicho que cuando el Go- bemador Jes hizo poner la cadena al pie a sus compa- fieros, indignado le dijo a Baz: ‘A mi no me condena usted a esa vergiienza, y s6lo muerto me sacard usted de aqui.” No coinciden las versiones sobre las tretas que urdié Miramén para salvar las rejas de Ia Acordada, y en ellas {a fantasia borda cuentos sia fin, Mas la verdad fue que Miguel consiguié evadirse en septiembre del mismo afio de 1857, y que ya libre se oculté en la hacienda de su amigo Raymundo Mora. De aquf restablecié contac- (0s con varios jefes reaccionarios que operaban en el Sur, 20 | | nian; ern — en cuya compaiiia incursionaba scbre pueblos y villorrios cuando el 17 de diciembre Félix Zuloaga prodamé el Plan de Tacubaya, con apoyo en la guamicién de Ia ca- pital. Puesto que la nacién reclamaba instituciones “and. logas a sus usos y costumbres”, desde ese moment} de. Jaba de regir la Constitucién de 1857, mas como por otro lado sc pretendta respetar “el voto popular” que elevé a don Ignacio Comonfort a la Presidencia, éste conserva. xfa su investidura hasta que, el pais en paz, se convocara al Congreso que habfa de formular la nueva Constitu. ci6n, ajustada a la voluntad nacional. EI plan de Tacubaya era una estupidez; un aborto cuartelario como los que conocié el pais en los cuarenta afios anteriores, mas deparaba la novedad de que dos dias después, tras encareclar al Presidente de la Suprema Corte don Benito Juirez, al Presidente del Congreso y a varios diputades, Comonfort se adhiriera al pronun. ciamiento. El pais habia sufrido una impresionante va. riedad de golpes cuartelarios a partir de 1821, pero que el de Tacubaya contara con el apoyo del Presidente de Ja Repaiblica era algo que no ocurria desde que la fértil imaginacién de Santa Anna ide6 ese recurso entre sus muchas socalifas. Miramén no suldria de su asombro, Pues gera posible que cl mismo que como Presidente jur6 la Constitucién confesara que no podia gobernar con ella? Ahora resultaba que él y su rival terminaban por luchar en la misma trinchera, Y sin embargo la componenda no podia durar, pues aunque el 25 de diciembre se instalé el Consejo de Es. tado, y alli Comonfort hizo votos por la paz, el hombre estaba perdido: ni lo Ii Ie perdonarfan su adhesién nbre, ni les conservadores su a vieja trayectoria liberal. En los primeros dias de enero de 1858 sostuvo una entrevista con don Luis G. Cuevas —conservador muy distinguido—, quien le urgié destin. dar los campos, mas el Presidente no cedié: “‘Se exige que yo reniegue de mis principios, de los principias que proclamé en el Plan de Ayutla, que he sostenido durante mi Presidencia, y que he proclamado al aceptar el Plan de Tacubaya; sc cxige yu: yo abandone a mis amigos, ¥ que los entregue a Ia persecucién de sus adversarios, y que yo mismo sea quien dicte esas persecuciones. Digame usted francamente, scfior Cuevas ¢puedo yo hacer cso como caballero?” “No sefior®, contesté Cuevas. “Pues Io que no puedo hacer como czballero tampoco lo haré como Presidente”, cerré don Ignacio, Hermosa conclusién que era también responso: el 11 de enero la divisién Zuloaga desconocié al Presidente, y aunque los cuarteles de Palacio, la Acordada y San . Francisco le permanecieron fieles, su suerte estaba resuel. ta. Que Miramén y los conservadores pudieran luchar con él en la misma trinchera no era més que una broma no era ya la pro- la bandera de muchos afios de lucha. Ahora si, definidas las aristas de Ta pugna, las trincheras i y sultarian inconfundibles, con el ingenuo Comonfost en medio del fuego cruzado, expiando la falta de suponer que dos Méxicos enfrentados pudieran transigir en punto 2 cuestiones fundamentales. Ya Comonfort podia tomar luna sola resolucién prudente, y la adopté al poner en libertad a Judrez, quien de arierdo con la Constitucion ‘ocuparia el puesto que el poblano dejaba vacante. 2 En tanto que Juérez pa:tia para el Bajio, y Comon- fort disputaba en las calles de México sus ‘iltimos re- uctos, reaparecieron Osollo y Miram6n como protectores del Plan de ‘Tacubaya. Al Presidente en desgracia-s6lo Je quedaba marchar al extranjero, y asi lo hizo e 21, ‘ientras los sublevados daban buena cuenta de los pocos efectivor ficles. Toda mientras, en Querétaro, el gober- nador Arteaga recibia a Juérez cn el carheter de Pre- sidente de la Repiblica de acuerdo con la Constitucién de 1857, y Manuel Doblado, gobemador de Guanajua- to, se sumaba a la causa. Faltaba tinicamente que en la capital un Consejo de Representantes designara Pre- sidente de la Repiblica al general Félix Zuloaga para que los camipos se deslindaran y México afrontara la coyuntura decisiva de su historia —la Guerra de Tres fios—, tan decisiva que todo lo que ocurrié hasta 1867 fue consecuencia del rompimiento entre las dos opuestas versiones del mismo pafs languideciente. 3. Algunas de cai por ias que van de arena La alegria desbordaba los salones de Palacio aquel 23 de enero en el que tantos y tan faustos sucesos se cele- braban: Ja derrota del gobierno liberal y la huida de Comonfort; las sombrias perspectivas de don Benito, va. gabundo por aquellos pueblas de Dios, y el nombramiento de don Félix como Presidente. Se apretujaban los invi. tados en tomo al nuevo Mandatario mientras Concha, con las tijeras desenvainadas, circulaba entre las mesag won viandas y refrescos. ‘Todo pucblerino. Vajillas con vulgares disefios y vasos con nieves de limén y leche daban ee eer al gran salén “mas el tono de un bautismo de pobres que la mesa de un Presidente”. La joven no dejaba titere on cabeza: “Ya veras cémo recibo yo cuando sea Pre- sidenta!”, dijo a Leonor Rivas, su acompaiiante, sin sos- Pechar que al cabo de un afio seria ella la sefiora de Palacio, Y menos euanco acababa de llegar de Roma Ia autorizacién para su matrimonio con Eduardo Perry. De momento no hallaba Concha cémo salir del ato- Nadero. Nunca supo cémo fue que dio alas al inglés, a quien siguié ta corriente para no provocar un escindalo que afectara su reputacién de sefiorita formal y de bue- nas costumbres, No habia dia en que no tuviera algéin altercado con Perry, con raz6n o sin ella, y ahora mismo, con motivo de un enciero de nueve dias en La Encar- nacién, para ejercicios espirituales, el inglés se puso fla- menco, temeroso de que entre curas y monjas le hicieran tuna trastada, Temores nacaa infundados por cierto, puesto que el padre Pinzén aprovech6 el retiro para acentuar los inconvenientes del idilio, con tan buen éxito que al vera easa Concha Haméia Perry v le anncié sn tex cisién de poner fin al romance. Pero el inglés tenfa lo suyo ¥ no cej6: perdié los estribos, puso a los curas de vuelta y media, y exigié con tal vehemencia el cumpli- tmiento de la promesa que la muchacha, entre la espada y Ia pared, tuvo que adeptar una resolucién heroica: cargé con sus objetos més personales, y sin decir agua va se encerré de nuevo en La Encarmacién, Ella tam. bién, a su modo, cruzaba si pequefio Rubicén, Mientras Concha se Ponia a salvo del inglés, Miramén y Onolle marchaban en busca de los liberales que cerra, ban filas en las cercanfas de Salamanca. La batalia, ef 10 de marzo, coneluy6 con la retirada de Parzodi ¥ su or gente a Guadalajara, que Miramén ocup6 dias més tarde. Mas no se detuvo alli Miguel, quien con la mira Puesta en San Luis Megé eon su divisién a Zacatecas el 12 de abril, y el 14, en el Puerto de Carretas, cerr6 el aso a los fronterizos de Zuazia, Zaragoza y Aramberri, quienes sin éxito pretendieron hacerle frente con efcc. tivos mayores. Dispersus los liberales, el caudillo reaccio- nario entré en San Luis, que le tributé una recepeién delirante, ‘Ya no descansaré Miramén. E> junio, al tanto de que las fuerzas de Santos Degollado amagaban Gua. dalajara, dej6 San Luis y marché en ayuda de Ja guami. cién tapatia. Mientras los liberales fortificaban una formidable posicién —la barranca de Atenquique—, Miramén atacé el 2 de julio con tal audacia que Degolla. do no ocultaba su desaliento: “Aunque lleno de espe- ranzas estoy Ieno de angustia —escribia a Juarez, Y espero que usted no me abandone. No temo a la muer. te, sino a morir con el nombre de bandido que me dan los reaccionarios.” En el campo conservador nacia la convicci6n de haber dado con el brazo armado de Ia Pro. videncia para acabar con los “malvados”: ya se hablaba del “Joven Macabeo” en recuerdo de Judas Macabeo, de Matatias, vencedor de Antfoco. Pero ios “maivados” contaban también con una Pro- videncia para su consumo particular, pues a la par que Miram6n agregaba a sus armas la estrella sle Atenqui- gue, ya su cintura la banda de general, un tifo fulmi- nante acabé con la vida de Luis Gonzaga Osollo el 18 de julio, y el 30 los fronterizos de Zuaztia recuperaron San Luis. La guerra se anunciabz larga y encamizada, Se le ha llamado de Tres Afios pero en rigor fue de casi % = = a diez, pues los conflictos que dirimfa se despejaron hasta un dia de junio de 1867, cuando en Querétaro cayé sin vida el més aguerrido de sus combatientes, Concha, que sin resolver su lio con Perry haba dejado candillo legaba a ofrecerlc la banda dé general ganada Sa Atenquique, y a recordarle que tres aiios antes le thio: “Cuando sea general me casaré con usted”, segura tal vez de que el capitén no ganarfa el generalato come profesor de gimnasia en el Colegio Militar Ella to dijo Como se dicen tantas cons, para salvar el apremio de degnomento, y ahora egaba el hombre con la espacia deeenwainada —esta ver en sentido figurado-—, pare pe- dir a Lupe la mano de su dama. Concha nose qué hacer mientras su hermana pretendia desviar Ia conver- sicién con preguntas sobre las recientes batallas, “Leo % Ho cotocen por los periédicos —corté Miguel; de Fr mmcnte s6lo me interes ca tomar esta plaza fuerte.” El galén llevaba prisa ademis, y no acepté fone _Hasta pronto —se limit6 a decit junto a la puerta mafiana por la noche tenéra usted que darme su con- ttacién.” ¥ el carruaje partié dando tumbos en los ba, ches de la calle, Las des hetmanas pasaron esa noche en vela, Cierto que Concha dejé el retiro de La Encamacién reauclta a ron, per su compromiso con Perry —al fin y al cabo wn hereje—, mas tampoco era cosa de accede precipitada- mente a las urgencias del vencedor de Atenquique, Al 26 fomper el dia contaria ya con una mente dilatoria—, mas en ver de Mi Tespuesta iramén Tamé a Ja Fe aa de la casa de Chiconautla un asin Portador de un plicgo del General: “Son las dos de la wees y ine ha causado gran placer, pues on“ he recibido hoy lla me manifiestas seers mia. Créeme que antes, sino ma arecia la vida indiferente, a lo menos no la apiece cual ahora, y te ona ine YOY & activar Ia campaiia cuane posible’ me~ dormir el recuerdo de Perry: “La falt me habfa hecho pensar mil necedades, entre otras cosas Face gets al hombre que ya otra ver wet Tecibié la tran. de Miramén no se levaban bien del todo el amor y la guerra, pues mien- tras ésta le tenia lejos, batallando contra los liberales, temfa que el pirata inglés le colocara un cafionazo en Ja santabérbara. La retirada liberal cra incontenible mientras tanto. Guando Aramberri abandoné San Miguel de Allende el 22 de agosto, y Patron hizo lo mismo en Aguascalientes el 26, Miramén marché sobre San Luis, donde Jos nor- tefios concentraban el grueso de sus contingentes. “Den- tro de tres dias, si el enemigo me espera, tendremos un dia de gloria para la causa y de honra para el ejército, ues vengaré los insultos que le ha hecho esa horda de bandidos”, escribfa. Confiaba que el enemigo se hiciera fuerte en San Luis con sus 7000 hombres y 42. piezas de artillerfa, y en esa esperanza aseguraba a Concha el 21 de agosto que cl 11 del mes préximo le escribiria de San Luis, pues contaba con 2.500 hombres y 37 piezas muy buenas: “No tengas cuidado por mi campafia que ¢s segura la vietoria, pero sf debes pedirle a Dios que nos esperen, pues si huyen como acostumbran hacerlo quién sabe cuando concluiré lo de estos rumbos.” En la fecha prevista estaba en San Luis el Macabeo, aunque fallida su esperanza en una batalla campal y decisiva, Por eso scribia ahora “con cl sentimiento de participarte que el miedo q Videurri les ha dado alas, y han puesto entre mis tropas y su chusma una distancia de veinte leguas.” Advertia, deses- perado, que la prolongaciéa del conflicto alejaba el mo. mento de “su felicidad”. Confiado en que le hicieran frente para decidir de una vez “tu suerte y la mia”, gstaba loco porque “los handidos” le escurrian el bulto “a pesar de su buena posizién, certeras punterias y demés 28 n esos bandiddos que acaud fanfarronadas que diariamente publican”. Contra una opinién muy general, Miramén’ no era Suefio de Ia férrea voluntad que se I¢ atribuye, 0 por lo menos padecia ataques de debilidad que se acentuaban cuando el enemigo rchuia la betalla, De San Luis escri- bia a su novia, desalentado: “Tengo el sentimiedto de decirte que me parece que s6lo por donde yo marcho va Ja fortuna, pues no ignoraras los sucesos de Tampico, de Aguascalientes y de Huauchinango, y como yo no puedo estar en todas partes, temo que a la larga me fastidie y resuelva el marcharme al extranjero.” No era la actitud de un vencedor por cierto, y para colmo con- fiaba su futuro a Ja decision ce Concha —a la deci- sion del fuerte—, pues le atritufa Ja tiltima palabra: “Deseo saber tu opinién, pues la tengo en mucho, y como convencido que estoy de tu amor, lo que me comuniques ha de ser por mi bien.” La carta revela por primera vez el drama de Miguel Miramén, No siempre se dejé llevar por Concha, pues de hacerlo habria terminado su vida en un asilo de ancianos y no en Querétaro. Otras volun- tades tambign se 3c ¥ tocaron a tiempo, y al fin para su gloria, el mas sensible de sus resortes: el del honor. No necesitaba jurar que eso “no le habia sucedido antes”, pues cra obvio que estaba enamorado como un estudiante y que s6lo le importaka acelerar el momento de volver. Tema que la cautela de los fronterizos alejara “el dia de su felicidad”, mas para su fortuna el 29 de septiembre les hallé resueltos 2 probar combate, duefios de una magnifica posicién junto a Ahualulco, un villorrio lagubre come aullido de coyote. Estaban alli Vidaurri y sus jévenes generales con cinco mil hombres y 23 piezas a " == Cd de artilleia. Y también allt acabé Miraméa con ellos wr poder ribate Centelleante, al fin del cual dejaron te oo vie aguelos en que en cl corto espacio de des hoses Se viven doce aifos.” Pero también Ie pedia fe cr a, “fe gn cl amor que ‘e profeso”. Una fe tan grande que afian- declaracién que podia hacer un Breer: “Concha, te amo mds que a mi vide, y sa ta bullian en la sangre del Joven Macabea, 4. Un épato fue et anillo de bodas ails 2a uicto." Ares y Eros, conjugados, Septiembre coneluia en Ahuatuleo bajo el signo de Ares, 2 Mes, el mes que Eros reclamaba. Avera ware a México, Miramé; acudié a casa de las Lombardo, a las monjas de La Encamacié, Laaconvento fue Mercedes con la naticia de auc Miguel staba de vuclta y la esperaba, “;Rece usted por mi, 30 SS = Madre Elena!”, suplicé Concha al subir al carmuaje, se- gura de que el hombre de Ahualuleo buscaba un eeloiéy a su victoria, Minutos més tarde, reunidos en la pequeiia sald, Miz Suel pidié a Lupe y a Mercedes que les dejaran? solos, 3 {ue a lo suyo: “Lejos de ti no encuentro la pas Ie clio y es mecesario que tc unas a mi para woes a Ie peipbalias no estoy dispuesto a regresar solo, y arreglaré 1a boda en 24 horas.” Concha daba por eierto al objeto de la visita, mas no contaba con el aprem'o, Gasamos maiiana? ; Vamos Miguel, si dijeras el domingo siquiera! iPucs el domingo sera! ;Lupe! { Mercedes! ;El do- Tange Nos casaremos! jE domingo! —reiteré en cuanto Jas hermanas volvieron—; jahora voy a decide me padres! Pero... —traté de atajar Lupe, Jo ino hay Peto que valga! Y 10 se preceupen, que (pak correrd de mi cuenta, ;Ustedes como si nada! —"gité desde ta calle. Al siguiente dia, en cfecto, se present6 en casa de las Tembardo el eura de la parroquia can dos testige, frente Hgmuienes, Prometié Concha ser 1c esposa del general Miguel Miramén, z¥ Perry? Bueno, pues el ingle cotaka, Gp feeauido por una curiosa y afortunada jugarreta [Cuando un mes antes el general Eptacio Huerta saqueé Bcatedral de Morelia, y fundié en barras cuantos coje- {os de oro y plata encontré en el templo, una parte del {fsoro fue a parar a la casa que Mr, Forsyth, ministre de los Estados Unidos, alquilaba a Perry, y el parcecs £23, l# colaboracién de éste. Al tanto Zulonga de exe hechos, y sin poder tomar medidas contra el Ministre 31 EER EXE contenté con enjaular al eémplice, quien estaba ya en a creel cuando recibié una esquela ‘perfumada: “Mafana me uno con el hombre que el cielo me tenia destinade Para csposo. Lamento la desgracia en que usted se en. Cuentra. Si usted me ama ain, y le causa dolor perderme para siempre, procure olvidarme y perdone la pena que ke causo.” Concha no supo més de su antiguo preten. dicnte, EL jueves por Ia noche, cuando Miramén y don Nicolés Icwza visitaron a la futura novia para advertirle que la boda se celebraria en Palacio por ser padrino el Presi. dente, clla se opuso, _,_No tengo pacire ni madre que me lleven a Palacio, y tampoco voy a ir sola, como si fuera en busca de mi tarido, © me caso en la iglesia o en mi casa, quede eso claro. Bs no es posible —intervino don Nicokés—; el Presidente no podrfa venir a esta casa... = iPues que no venga! La casa serd muy modesta pero &S nuestra casa, y mis hermanas y yo la hares ~Piénselo usted bien —insistié Tcaza—y piénselo, Comprenda que al Presidente no se le puede correr un desaire.., 7 ensado esta, sefior Ieaza, y le repito que Miguel me sacara de la iglesia o de mi casa cuando sea mi es- Pos0, antes :10, Miramén, sin despegar los labios, parecia embrujado frente a la mujer que satisfacfa sus carencias, y al fin sugirié mediar para resolver el conflicto: — Nos easareinos en esta casa y tendremos en Palacio 32 Ja misa de velaci6n ¢de acuerdo? : —De acuerdo —asintié Concha—; tendremes la misa en Palacio. —Ahora, y con la venia de don Nicolis, querria ha- blarte de algo muy serio, Si me permites un momento... —gTan serio asi? —pregunté Concha mientras pas}- a la pieza contigua. an to que a podila Hegar al altar sin decie- telo. De sobra sabes lo que tc quiere, pero conoces tam- bidn mi pasién por la carrera de las armas. Y quiero decirte que ni légrimas ni ruegos me hardn renunciar a ella, y esto debes saberlo, y no olvidatlo jams, Tendrés que vivir consciente de que algin dia rodré dejarte viuda. ePodras vivir as? Es la tmica vida que puedo ofrecerte. —Si, y si eso llega a suceder, te juro que levaré luto por el resto de mi vida, —Gracias, Concha, eso era todo lo que tenfa que de- irte. Vamos con don Nicolés. —¢Tan pocos minutos bastaron para tan grave asun- to? —pregunt6 el sefior Icaza, —Nos casaremos ef domingo a fas ccho de ta mafian: everdad, Concha? . —De verdad a las ocho, o tres minutos antes, El domingo 24 de octubre muy temprano, fiesta del Aredngel San Rafael, se detuvo frente a la casa de las Lombardo un coupé elegantisim, con lacayos en librea, del que bajé Miraméa en uniforme de gran gala. Minu. tos més tarde se presentaron el obispo don Joaquin Madrid, el presidente Zuloaga y sus ministros, y en su presencia tomé el obispo de manos a los novies y ben- 33 raves snaanesnensieseeuaraaensee oa dijo los anillos de Miguel y Concha, el de ella un épalo gue pertenecié a su madre. Un épalo, piedra de mala suerte segiin los mexicanas, Al terminar la ceremonia y abordar Jos novios el coche para ira Palacio, el anille {ait seguramente no ajustaba al dedo de la recién ca. sada— rodé al empedrado y de momento fue imposible hallarlo. Miramén ofrecié una gratificacién por él, y cuando Ja cumitiva estaba en Palacio Iegé un hombre con la sortija, pero el épalo estaba roto. Un dpalo roto en cl anillo nupcial, y en el dfa de la boda, habria pro. vocado sobresaltos en cualquicra, mas no en Concha, que no era supersticiosa. En Palacio misa de velacién y desayuno; accién de Gracias en Ia Colegiata de Guadalupe, y por la tarde tn baile, galanteria del Presidente. Los agasajos termi. naron con una invitacién de los Zuloaga para concurriz al teatro, y ya en el paleo presidencial el piblico aplau- clié al vencedor de Atenquique y Ahualuleo: al gran caudillo conservador. A partir de aquel momento Concha Compartiré las glorias y amarguras de Miguel Miramén, “Al terminar el tercer actc —escribié ella en sus Memo. ras—, os despedimos del Presidente y de su sefiora, demostréndoles nuestra gratitud por sus bondades. Sali” mos del palco presidencial, y al atravesar los corredores ofmos caer ei tele.” Mas el telén se alzaba apenas esa noche del 24 de octu- bre de 1858, y para que efectivamente cayera faltaban Casi nueve afios todavia, Casi nueve afios y un pelotén de ejecuciones en un pequefo cerro, junto a Querétare ot 5. Con el perico al hombro Seguramente por mujer es en él pre-juicio lo que en ella es pre-sentimicitto, facultad de asomarse al futuro por alguna oculta ventana que el varén no encuentra. Y si calificamos de chafla- fancs a Tos que adivinan, mientras admitimos ciertu rango profesional en las adivinas, seré porque alguna convic. cién nos dice que la mujer es duefia de un saber frente al futero misterioso, tal vez porqus siente y pre-siente ‘mientras el hombre apenas juga y pre-juzga. Que Santos Degollado se aduefiara de Guadalajara mientras Miramén y Concha se unfan en México parec! tuna broma de mal gusto, mas era natural que los lib tales festejaran a su modo la boda del Macabeo. Ajusta- ban apenas diez dias de casados cuar:do Miguel dijo a su mujer una tarde: “Nos vamos; mi deber me llama al Interior.” Y a preparar maletas en espera de la diligen- Gia, y a despedirse de las hermanas. “La despedida fue dolorosa —escribié Concha— pues geudnda nos volve. siamos a ver? Un sinniimero de tristes pensamientos nos asaltaron, y yo animandolas y déndoles valor me arran: qué de sus brazos, y diciéndoles adliés me separé de cllas ¥ de mi amada casita de Chiconautla donde habia pasado dias tan tranquilos, y donde habia tenido Ia dicha de unirme a Miramén.” Esa dicha y las delicias de una vida tranquila no po.lian ilevarse, y Concha lo sabia. En reas lidad lo adiviné desde que el capitancito le comunicé el Propésito, y ella avizoré que tomarl> por espaso seria tanto como terminar a cabally, eon el nifio en brazas y el petico al hombro, El viaje de bodas fue un pasco triunfal por pueblos ESS 2 2 = 2 i: | y ciudades: Arroyozarco, San Juan del Rio, Querétaro, Guanajuato y San Luis, Concha se hallaba feliz con la marcha mitad social, mitad castrense, entre miisicas, recepciones y repiques, como una alhaja en el estuche de Ia diligencia, Era la guerra, pero clla, anegada en su hombre, sentiase lejos de la came de cafién anénima, dd polvo de los caminos, del estiércol fresco de las bestias Pujantes. ¢Celos ante Jas zalameras damas lugarefias? Todavia no, Si acaso perpleja por el retrato de un javen gue su marido Hevaba consigo, un tipo hermoso que fir- maba “Leandro” en Is dedicatoria para “su hermano Miguel”. Concha no sabfa que su marido tuviera un hermano de ese nombre, y menos un hermano que levara corbata encamada, como la que los liberales eligieron ara sefialar su causa. Miramén Ie explic6 que el retrato era cle Leandro Valle, su compafiero en Chapultepec cuando Jos americanos asaltaron el baluarte, y hoy ge- neral constitucionalista, “Su retrato lo tengo siempre conmigo, y cuando me encuentro en ei campo y debo batirme con él, Ie envio un saludo por escrito, y clavo el papel cn la punta de un maguey: él lo sabe y me Contesta siempre.” Asegura Concha que una gran tris: teza invadfa el semblante de Miguel al hablar de Lean- Gro, y era natural: la guerra civil era una calamidad eor que la extranjera, puesto que dispersaba lo que ésta uunié por un momento. Si la guerra civil malquistaba a Padres ¢ hijos; si enemistaba a hermanos con hermanos, también colocaba bajo banderas enemigas a los antiguos cadetes del 47. Al terminar noviembre, mientras Miramén marchaba sobre Guadalajara, Concha quedé en San Luis alojada en el Palacio de Gobierno, un soberbio edificio que sin 36 | embargo la lenaba de espanto, de un terror que de noche le impedia conciliar el sueio © pascar a solas por habi- taciones y corredores. Experimentaba en Palacio una de- sazén parecida a la que la invadié en Querétaro la noche 4que alli pasaron y fueron al teatro. “Mi corazén ba sido tun ordculo que con frecuencia me ha dicho lo qug tenia que sufrir”, eseribié muchos afios después en sus Memo- fias, Un orficulo que le permitia entrever que el teatro de Querétaro seria mueve afios més tarde “uno de los escalones de su calvario”, y que en’el Palacio de San Luis, como una loca, reclamaria a Juérer Ta vida de su marido, Concha adivinaba, como todas las mujeres. Mas al wei casa tampoco fstab en un Teco de ross: “Te supongo cada dia més triste pues a juzgar por lo que yo suo sendo hombre, debs padcter horablemen- te”, Ie escribié de Lagos, en marcha sobre Guadalajara. El 4 de diciembre se reunié Miramén en Tepatitlan con fuerzas de Liceaga y Leonardo Marquez, Suponia que 1a batalla ce Guadalajara tendtia lugar entre el 12 y el 13, y seguro de imponerse ‘a los bribones” tan completaneate coin en Abualulco, arengé a sus solda- dos: “Compaiieros de armes: estoy al fin al lado de mis valientes veteranos, de vasotres a quienes saludo leno de jabilo. La patria nos exige un nuevo sacrifcio. Tene- mos todavia que combatir en defensa dela més noble y santa de las causas, y por eso he corrido presuroso a acompatiaros en los peligros y a participar en las gloria que 08 esperan... Estoy seguro de que la victoria coro- hard nuestros esfuerzos, y por lo mismo s6lo 0s recuerdo que tenemos que vengar la muerte de nuestros herma- nos, vilmenté usesinados cn Guadalajara.” El 12 se pro- Gujo el encuestto, y el 16 entraron Miramén y Marquez 37 en la capital tapatia. La fortuna sonreia al “Camy de Dios", mas el éxito distaba de ser completo mee seeanlle: in disperserse, bscaba mejores posicionee Muy Seguro, Miramén eseribié a Concha: “El enemigo se ho retirado para las barrancas; mafiana salgo sobre €] yes pro S10 alcanzn, derrotarlo. Quiero recomendarte que fe sSuides mucho, y decirte que estoy muy contento tle haber sabido que comulges. Teugo Ja seguridad de que encigattones han de tener gran parte en la suerte y jo, tecciéa que Dios me dispensa.” cl campo cubierto de cadaveres, y el Macabon regresé & Guadalajara el timo del afio entre salvas, cohetes, ieeidues y misica, Degollado abandonaba toda su sea Has duinientos prisioneros, el parque y las banda Bl vencedor de Atenquique y de Ahualulco ser& también, Lo eae 26 de diciembre, el héroe de San Joaquin, Conservaclores aseguraban que Miramén era‘el Eras armado de la Divina Providencia, pero los liberales pensarian a su ver que Dios apre- [aba sin aborcar, pues aunque Miramén' dominshe las principales ciudades del interior, y Cobos y su bri- gad marchaban sobre Veracruz —dhtimo resuneo as Juarez y su gobierno—, el 20 de diciembre se pronuncié 2 Ayotla contra Zuloaga el general Joss Mara Hehe Ghia: Colocindose a la cabeza de un plan tendiente 4 Ei esncer 1a concordia entre lberales y conservadoree Constitucién. Muy obv:a connivencia existitia entre Echeagaray y Robles i'ezuela, jefe de la guamnicién de la capital, puesto que éste desconocié a Zuloaga el 23 apoyé Ja reunién de una “junta popular” que tstableg ra las nuevas bases constitucionales del pats, y xe encarg6 provisionalmente de la Presidencia de la Repblica ya que Zuloaga, temeroso de sus antiguos amigos, dej6 ‘el puesto y se refugié en la Legacién Inglesa. Es posible que Echeagaray y Robles pensaran de buena fe en el patrio. tismo de su proyecto, mas la buena fe de los idiotas sucle acarrear consecuencias tan graves como en este caso. 1os liberales aprovecharon el rompimiento del frente ene- migo para recuperar Huatutco, Jalapa, Cérdoba e Ira. uato mientras don Benito, en Veracruz, despachsba con cajas destempladas a los emisarios del avenimiento. En cuanto a Miram6n, al contestar la carta que en busca de su apoyo le dirigié Robles, reiteré su fidelidad al Plan de Tacubaya, y en un Manifiesto del 1° de enero de 1859 hablé de “contrariar con toda la fuerva de mi voluntad, y con las arma~ que me ahedesran” los asona- das de Ayotla y México, en las que advertia un grave riesgo para la “nacionalidad de la Repiblica”. Su deci. sign era tan firme que no la modificé el hecho de que una Junta de Notables, reunida en México, le nombrara Presidente provisional de Ia Reptiblica por 50 votos con. tra 46 que favorecieron a Robles Pezuela. Cuando Con. cha se Je unié en Lagos, y le preguntd sobre su actitud en las nuevas circunstancias, Miramén respondié. con entereza: “No la aceptaré. No quiero que el pals crea que por ambicién me presto a secindar esta rebelién que he “desaprobado.” Pero el mal estaba hecho, tanto que Matias Acosta, emboscado en la capital, escribié aww: goz0so a Juarez: “la divisién estallaré al fin en nuestro provecho”. Y “estall6”, como Acosta Jo barruntaba, a pesar de que Miramén, como Juérez, habia superado la era de los cuartelazos. En cuanto a Zuloaga —que era un infeliz—, eseribi6 al Macabeo el 2 de enero con la siplica de que aceptara Ta Presidencia, puesto que su designacién quitaba “casi toda su fealdad” al cuartelazo de Echeagaray y Robles Peauela. “Yo le suplico que acepte y venga pronto, muy Pronto, a salvar a México, que se pierde si usted no le auxilia”, terminaba. Mas el Caudillo no se dejaba enga- fiar, seguro de que el plan de avenimiento era irrealiza- ble puesto que la guerra no era s6lo “una guerra de Principios politicos irreconeiliables sino Ia defensa de la sociedad contra el despojo, contra el incendio, contra la devastacién que Hevan por todas partes los que se ape- Hlidan defensores de Ia Constitucién del 57”. Confiaba, para terminar, que Ia oficizlidad y la tro ciparon en el cuartelazo del 20 y 23 de di verian sobre sus pasos, pues de lo e que parti- iembre vol- les principi baya. Son admirables Jas lineas finales de Ia nota que envi6 a Robles Pezuela, de Querétaro, el 19 de enero: “Me ¢s sensible no adoptar una partida conforme a los deseos que V.E. se ha ser mas comunicaciones, pero ai lo manifestarme en sus ulti- los intereses de la patria estoy decidido a sacrificar a mis principios hasta las mAs caras afecciones y las més distinguidas consideraciones Personales. Creo que México dar un gran paso en su engrandecimiento el dia en que no sean los pronuncia, taientos y las defecciones los medios de cambiar sa go. 40 *o, y el dfa en que el ejército tenga como méxima invariable que la lealtad es la primera virtud del sol- dado.” - judrez, el campeén del poder civil, pudo cakzar con sans ‘conceptos del Joven Macabeo, Ambos com- prendian que en México se ventilaba una contienda i prineipios que no daba ni pedia cuartel. Y eso —no ped ni dar cuartel— era tanto como superar cuarenta jafios de cuartelazos. Cada cual por su lado esos dos hombres —Judrez y Miramén— inauguraban un episodio desco- nocido en Ia historia de México. Terminado el castrense viaje de bodas, Concha y Miguel regresaban a la capital. a 2 n CERCA QUEDAN LA GLORIA Y LA AMARGURA 1, Cuando se perdié ta guerra Apenas se sacudié el polvo del camino visité Miramén a Zuloaga en la Legacién Inglesa, “Ya estarés contenta —dijo a su mujer al volver a casa—; pasado mafiana ‘me quito del sillén en el que me pusieron los Notables y siento en él a Zuloaga”, promesa que efectivamente cumplié ese cia, y al siguiente explicd su conducta en tuna proclama: “He venido 2 esta ciudad no a ocupar la Primera Magistratura de la Repiblica a que Ia revo- Incién me Mamaba. He venido a indicar al ejército el verdadero camino del honor, a hacer volver sobre sus pasos a las tropas que, sin advertirlo, orillaban a la na- cién al abismo. He venido a restablecer el orden legal, restituir ei poder a manos de la persona electa con. forme a un plan politico verdaderamente nacional. La obra es. consumada; creo haber satisfecho Jos deseos de los buenos mexicanas, y atendido a una necesidad im- periosa de la nacién.” Tal pudo ser su propésito, mas la historia sigue el curso que Ir impone la fuerza de las cosas y uu el camino de Jas buenas intenciones, méxime en tiempos de guerra. Es posible también que Miramén jugara con cartas mar. 2 cadas —todo cabia en esos dias—, pues lo cierto fue que una semana més tarde advirtié Zuloaga que el Plan de ‘Tacubaya no preveia las ausencias, muerte 0 renuncia del Presidente interino, y para enmendar el yerro nombié a ‘Miramén Presidente sustituto, algo que Matias Acbsta daba por cierto quince dias antes: “Miramén permanece en Guadalajara —escribié a Judrez—, de donde debe salir pasado majiana para presentarse en México con 4000 hombres y restaurar a Zuloaga en el Plan de Tacu- aya. Parece que después Zuloaga abdicard en su favor.” ‘No habia seguramente capitalino para quien Miramén no fuera el Presidente inevitable, lo que no fue dbice para que el Macabeo proporcionara una explicacién “legal” de su conducta: “No ha muchos dias fui llamado a la Presidencia de la Repablica por una revolucién. Enton- ces rehusé tan alta dignidad y devolvi el solio del poder a Ia persona que la nacién habia colocado en él. Hoy este alto funcicnario me nombra Presidente sustituto de la Reptblica, me entrega las riendas del gobierno, y yo las tomo y me encargo dei mando supres muy breves dias que permaneceré en Ia capital... Hoy me llama al gobierno la utoridad que tiene poder para ello; hoy se considera mi administracién como indispen- sable para proporcionar los elementos necesarios para emprender la campafia de Veracriz, y acepto porque mi anhelo es ser ttil a mi patria... Yo protesto que no permaneceré en este puesto sino el tiempo necesario para remover los obstéculos que se presentan para llevar a cabo la reconquista del primer Puerto de la Repi- blica...” Frente a la alegria de los conservadores, que ya vefan calco sobre for naldites de Veraenwz, Concha estaba furiasa: “No lo he podido rehusar; Io exigia cl bien de nuestra causa”, explicé Miramén, “;Y por qué no me lo habias dicho..”. por qué?”, grité Con- cha. “Por no darte esa pena, querida, por...” No pudo terminar porque su mujer, fuera de sf, le dio con la puerta n las narices. Llegaba el momento de emprender la campafia de Vera- cruz, y él Presidente sustimato dirigié un encendido lama- miento a sus soldados, en cuya fidelidad y sactificios con- fiaba para debelar el tiltimo reducto de “los enemigos de la religion, de la tranquilidad de la Repiblica y de todo principio de sociedad”. De la capital tomé el camino de la costa el 2 de febrero, y el 22 entré en Jalapa entre cohetes, chirimias y salvas, con su coche tirado por la plebe. Nada le hacia olvidar a Concha sin embargo, en: quien su exaltada pasién vefa “un tesoro que jamés crei existiera y mucho menos que me pertenecicra”. El Cam- pon de Di ‘en lot goces del hogar y en Ia dulce Compafiia que aclamaciones y te-deums no podian com- pensar: “Te estoy considerando en el jardin 0 en tu mira- dor —le escribia el 27—, dirigiendo tus hermosos ojos hacia los voleanes, por ctyo rumbo me consideras. Te encargo no lores, como lo haces todos ios dias, para que no sufran mis Iuceros.” La ubérrima naturaleza veracruza~ na excitaba, en el guerrero, la fibra de pocta que todo mexicano lleva dentro. Proyectaba salir para Cérdoba el 2 de marzo y seguir a Veracruz ‘‘o hasta donde Dios tenga dispuesto que haga alu", pero el descaiabro que sufrié Cobos el 5 le obligh a quedar varado una semana entre Orizaba y Cérdoba, “ aunque sin amenguar su s-garidad en el sentido de que, una vez dominadas las cefensas exteriores del Puerto, los de adentro, “acobardados”, sucumbirfan a las porrazos de sus soldados. “Quiera Dios que no me engafie —con- clufa—, pero de todas maneras que se haga su santa voluntad.” Hasta entonces daba por cierto el aBoyo di- vino, pes el 9 de marzn Casanova acnph Huatusco tras de pasar la barranca de Jamapa; el 15 cruzaban los trenes el Chiquihuite, y ef 19 estaba el ejército en Te- jerfa, a dos leguas de Veracruz. Miramén vefa el mar por primera vez, y al alcance de su anteojo “el Sebastopol de la demagogia”. Confiado en que en el curso del mes concluirfa Ia campafia, el 24 escribié a Concha: “Ma- fiana sittio mis baterias, y pasado maiiana comenzaré el fuego sobre la plaza.” Seguramente nunca hubo en la historia de México un “pasado mafiana” més definitivo, un “pasado mafiana” que jamés Ileg6 por fallarie a Mi- ramén el corazén y Ia cabeza. ¥ Je faltaron de un dia para otro, porque si el 24 de marzo era el Macabco un hombre seguro del triunfo, et 25 hablaba ya de la accién “malograda”, con el optimisme hecho cisco, “Si uo te tuviera,por esposa —escribié ee dfa a Concha—, hoy me marcharia al extranjero, y no porque mi reputacién padezca por no tomar esta plaza sino porque, acostumbra- a todos los obstéculos, me encuentro con unos independientes de mis céloulos y de mi voluntad.” Para explicar el fracaso de ia gran operacién sobre el baluarte cel gobierno constitucional serd preciso traer a cuento que Santos Degollado, frustrado en el intento de contener el avance enemigo mediante el arbitrio de volar puentes y quemar rancherias y past resolvié al fin por una estrategia desesperada: “Miramén se halla en Orizaba —escribié al general Pueblita el 25 de febre- Para impedir a ese temerario joven que qerales del interior se reunieran “para caer cote ar eaubte Ia capital rebelde”. EI 10'de mare prncigan sronttimiento constitucionalista, del que Mirasén > tpgrtuno conocimiento pussto que ese dia escibies "Ser” hands och Que México sea amagada, pero aunque ee Hinds Yo seguiré mis inteias sobre Veracrun” Une syst Gasfen inobjetable. Con silo haberta sostenil, Ie hoon tla habria tomado por otros derroteron jeggellado mientras tanto bata a Liceage, ocupaba Guinaiuate, y pocos dias més tarde se ashen et Querétaro, Entre esta ciudad y San Juan del Rie onc aaaciia y a Calleja y el 29 de marzo, con Blancos Zn Bera Quitoge, Puebla y ocho mil hombres, den Saanes fautha en Tacubaya y Chapultepec. Nada ni media ne jis evitado que la capital cayera en sus manos de fate Misguen tSde $880, pero vaciié, coms. tempee y Marquez, reforzado con las fuerz’s que Mojfa salvé de ee aemte descalabro,Hlegé de Guadalajara ex aca de ¥e capital. En cuanto a Miramén, que dl 10 de seguraba que aunque México se hnodicra a sobre Veracruz, cambié los ténminos de s0 deci iezal Antonio Corona —ministro conservador te la gue- cfecieg on base en la falta de recursos y en los salignos fectos de la tiebre amarilla, Mas como las razones de 6 wr Bee ee ee oe oe Corona son débiles para explicar la contramarcha —Mi- ramén ni siquiera aludi6 a ellas para justificarse—, serd necesario acudir a otras mejores que la versién oficial, © sea a las que Miramén sugicre apenas en su carta del 25 de marzo, avergonzado “por no haber podido, salvar a México tomando Veracruz”. Considérese también lo que el 7 de abril dijo a su mujer: “Temo mucho que Marquez no llegue a tiempo al punto indicado, pero, si Mega, espero que concluya con esa chusma”, y se admi- tira, conmigo, que su falla consistié en perder de vista que la batalla de México era nada més un episodio de a guerra en tanto que la captura de Veracruz, y de Juarez y sus ministros por supuesto, era su fin. Algo que Degollado entendia perfectamente una semana més tar. de, al escribir a Juérez el 19 de abril para justificar su derrota: “Muy feliz me contemplo después de mis des. gracias por haber contribuido, con nuestro sacrificio en ‘Tacubaya, a la salvacién de Veracruz.” “Sentiré mucho que México sea amagada, pero aunque se hunda yo se- Buiré mis intentos sobre Veracruz”, ascguraba Miramén el 10 de marzo. Decisién que no sustuvo y que habria seguramente modificado el rumbo de la historia, De ha- ber jugado Miguel el todo por el todo sobre Veracruz, en marzo de 1859, muy probablemente Ia escena del cerro de Las Campanas habrfa tenido sx Iugar afios antes, junto al Médano del Perro, con don Benito frente al pelotén de ejecuciones. Pero’se abstuvo, y el destino cambié los términos del sacrificio, Leonardo Marquez atacé a los liberales el 11 de abril, en el campo de Tacubaya, mientras Concha, desde una 47 torre de Catedral, seguia con su anteojo los incidentes de Ja batalla. Claramente distingufa a Marquez en su caballo blanco, con su Estado Mayor, mas de pronto advirtié también Ja presencia de otro jinete inconfundi.. ble: jMiramén! Si, Miramén Iegaba a compartir Ia victoria mientras Degollado, en retirada, dejaba en el campo treinta piezas de artilleria, igual niimero de carros con municiones, muertos, heridos y prisioncros, Term nado el encuentro, los dos jefes recorrieron las calles de 1a capital, y su satisfaecién fue tan grande que ni por asomo advirtieron que acababan de perder la Guerra de Reforma. Era el 11 de abril, cuatro dias después de que en Veracruz, liberada del amago conservador, el gobierno, de los Estados Unidos reconociera al de don Benito Juarez como ‘nico gobierno de México, 2. Diplomacia entre bambatinas Con el reconocimiento del gobiemno constitucional por cl de los Estados Unidos, el 7 de abril de 1859, culm). caron el 17 de julio de 1857, cuando Lewis Cass Se. cretario de Estado—, remitié a su ministro en México John Forsyth dos despachos: uno sobre la antigua obse. sin americana de obtener derechos de transito on el Istmo de Tehuantepec, y el otro sobre la introduccién de ciertos cambios en la. frontera mexicana del Norte, con oncrosas cesiones territoriales en beneficio de los Estados Unidos. Ciertamente no era la liberalidad una de Ine virtudes del Presidente Buchanan, pues por doce millones ‘le pews —o por quince como itima oferta, se pro- 18 Presidente a los 26 afos, | Jee 0 ? ponia nada menos que adq:*r Ia totalidad de Baja California, la mayor parte ¢: Sonora, y la porcién de Chihuabua que se encuentrs 1 Norte del paralelo de los 30 grados. Sélo en el caso de que tropezara con oposi- ciones infranqueables se autorizaba al Ministro para que ofreciera ocho millones por Sonora y la porcién de Chihuahua al Norte del paralelo mencionado, o bien ‘cuatre millones por la Baja California. Cuando Mr. Forsyth recibié los despachos de Cass no daba crédito a sus ojos. Simpatizaba con los hombres de Ayutla y oon sus ideas para reccnstruir al pais, y tenia Ta conviccién de que para tratar con el gobierno mexicano era preciso fortalecerlo, primero, en vez de debilitarlo con reclamaciones que al fin Jo condenaran a correr la suerte del vltimo de Santa Anna, al que en parecidas cireunstancias se arrancd cl Tratado de la Mesilla, La situacién colocaba al Ministro en Io que Tamaba una “situacién insostenible”, méxime que al hablar en lo privado con el Presidente Comonfort sobre los propésitos de su gobierno, don Ignacio se con- creté a responder: “Cada Presidente tiene su sistema, sefior Forsyth; el de don Antonio consistia en vender su pais, y el mfo cn conservarlo.” Pero el gobierno de Ayutla —y Comonfort mismo— eayeron a resultas del cuartelazo de Tacubaya, y Mr. Forsyth —ahora sin la menor simpatiainacia et nuevo régime wudé el ataque sobre la base de sus instrucciones del 17 de julio de 1857. Cierto; que para comenzar distaba de ser cémoda su posicién, pues se encontraba de buenas a primeras con la existencia de dos gobiernos, uno el de la capital, con Znloaga coma presidente, y el de Juarez instalado en Guanajuato. 49 Durante dos semanas Mr. Forsyth, sin adoptar provi- dencia alguna, se conereté a pesar los pros y contras de la prefiada alternativa. Eran muy definidas sus con- vicciones personales en pro de los liberales, mas el gran objetivo que trafa entre manos aconsejaba el recono- cimiento del gobicrno conservador, duefio de la capital mientras el liberal era una sombra fugitiva, y de una sombra no eran de esperarse jas sustanciosas coneesioncs, Seguir al gobierno de Juarez, dijo a Cass, le habria convertido en un representante diplomatico trashumante, “posicién ni digna ni agradable” para un hombre como , que distaba de ser un romntico, Permaneciendo cn México, en cambio, caja en sus manos la oportunidad dorada para negociar el ‘Tratado que levaria su nombre a ia lista de “los diplomaticos més distinguidos de Amé- rica” —tal cosa Ie ofrecié Cass—, de modo que arriscé la nariz —para paliar el asco moral—, y el 27 de enerd de 1858 extendié el reconocimiento al gobierno tacuba- yista. Ya no lucharfa en su ser interno con los remilgos que frente a sus amigos —los de Ayutla— le colocaban en “situacién insostenible”. For el momento sto tenfa enemigos ai frenie —eneanigos del Destino Manifiesto de los. Estados Unidos—, alguno tan listo como don Luis G. Cuevas, ministro de Relaciones de Zuloaga, 2 quien el 22 de marzo dirigié una nota que vale, sin hipérbole, como texto clésico de Ja literatura imperialista de todos los tiempos. En dicha nota presentaba Forsyth a Cuevas un caté- Jogo de las fuerzas y Ieyes de la naturaleza que s¢ halla- ban en accién, debilitando cada dia, por parte de Mé- xico, la posesién de los territorios codiciados. “E! gran autor de cias leyes —aseguraba Su Excelencia— actéa 30 de acuerdo con principios que, aunque inescrutables a los ojos humanos, han de ser reverentemente reconocidos en todo caso.” Para un estadista que quisiera hacerse digno de ese nombre —continuaha—, nada més impro- pio que pretender desconocer tales leyes supremas, 0 interpretar torcidamente 1a conducta filantrépica del gobierno de los Estados Unidos, que “leyendo fn el futuro Ia experiencia clara del pasarlo” podria senci- lamente eruzarse de brazos a esperar que Jas fucrzas en accién consumaran la obra inevitable. Sélo que ni el pueblo ni el gobierno de los Estados Unidos estaban dis- puestos a que su moral piblica fuera puesta en tela de juicio, y si su filantropia fuera materia de prueba bas- tarfa, para confirmarla, su decisién de pagar un precio justo, en dinero contante y sonante, por algo que de todos ‘modos tendrfa que llegar a sus manos gratuitamente, sin mover un dedo, ‘La proposicién de Mr, Forsyth fue objeto de muy lar- gas discusiones en Palacio, pues Cuevas se llevé un par de semanas para contestar, lapso durante el cual el Mi- nistro fortalecia su confianza en el sentido de que los mexicanos se plegarian por fin a la evidencia de ia faia~ lidad geografica, tan obvia, y a las juiciosas ensefianzas del Destino Manifiesto. Por ello, cuando el 5 de abril proporcioné Cuevas la respuesta, y con ella Ja rotunda negativa a abrir negociaciones que tuvieran por objeto la venta de territorio, Su Excelencia perdié Ja compos- tura que era de esperarse en un fino caballero de Ala- bama. En lugar de retirar la nota, en espera de mejores oportunidades, el Ministro perdié los estribos; vociferé como un jornalero, amenazé, pas6 revista al_inmenso catélogo de las reclamaciones pendientes; hablé del fra- sl rene caso que coroné una vez y otra Ia labor de los diplomé- ticos americanos en pro de una reparaciéa justa pars los ultrajes y dafios padecides en México por cindadsrne de los Estados Unidos, y advirtié, por tltimo, que al hegarse a negociar amistosamente tna frontera “mis logica y natural” entre armbos paises, México despreciaha tuna de aquellas doradas oportunidades que suelen pre- sentarse una sola vez en la historia, sin parar miertes, adesns, en las graves consecuencias ancjas a su decision, algunas de las cuales el propio Ministro se habfa tomade el trabajo de anticipar con el espiritu més amistoso. Luis G. Cuevas, que prineipiaba a hacer de as felpas a Mr. Forsyth una verdadera especialidad, se coneret) a contestar: “Es posible que la prediccién del Ministro de os Estados Unides se cumpla, silos mexicans se muestran infieles a los deberes que les im me su propia nacionalidad.” Fallidas sus esperanaas de cugrems ta lista “of America's most distinguished diplomats", y ape- nas recibida la bofetada, Su Excelencia escribié a” Was, hington que la intervenciin de los Estados Unidos en México era inevitable por no existir en el pais los ele, mentos necesarios para restaurar el orden, y dos meses ims tarde, valido de una eamorra que provoeé é1 mismo al canto de cierta contribucién impuesta por el gobiemno, y extensiva a los siibditos zmericanos, corté las relacio” nes dipiomdticas entre ambos gobicruos. ‘n suspenso las relaciones de los Estados Unidos con el gobierno conservador, no por ello cejaba el presidente Buchanan en sus pretensiones sobre Tehuantepec y los territorios dei Norie mexican, Contaba con la estupenda “St aq ( ( ( ( nos empefiados en lucha encamizada, y de momento, fracasado con uno, resolvié probar suerte con el otro, © sea con el que en Veracruz encabezaba don Benito Juarez. El encargado de tan importante misi6n fue Wi- iliam M. Churchwell, quien como Agente Confidncial del Presidente desembareé en Veracruz el 19 de‘enero de 1859, y se aventuré Inego por ciudades tales como Jalapa, Puebla, Orizaba y México, Precursor de los ac- tuales turistas, a quienes bastan dos semanas en el pats para escribir un libro sobre sus problemas, el Agente Confidencial averigué en pocos dias que la redencién de México resultaba imposible sin el auxilio exterior por Ja notoria incapacidad de los mexicanos para gobernarse por sf mismos. “Una nueva fase ¢e la nacionalidad mexi- cana es hoy una positiva necesidad —concluia—, y habra de ser obra nuestra si no somos absolutamente sordos a los dictados del sentido comin.” El Agente, con un ojo ‘puesto en el gato y otro en el garabato, aconsejaba apo- yar al gobierno constitucional, sobre todo cuando liegaba el momento —y posiblemente “la iltime oportunidad”, de ceiebrar un usiade que asguraza a los Estados ‘Unidos “no s6io la soberanfa sobre un pafs (la Baja Ca- lifornia) a euyo respecto los descubrimientos recientes y cAleulos més autorizados atribufan recursos mas valiosos que los de la Alta California, sino ademés el derecho de trinsito a perpetuidad entre Paso del Norte y Guay- mas, en el golfo de California, y de un punto sobre el 1fo Grande a otro sobre aquel mismo Golfo, junto con generosas concesiones a compaiiias americanas para la construccién de un ferrocarril a través de los Kstados de Sonora y Chihuahua, y finalmerte ¢l derecho de trén- 33 sito a perpetuidad por Tehuantepec”. En el Memorandum que Churchwell envié al presiden- te Buchanan el 22 de febrero informaba que el gobierno Constitucional estaba dispuesto a tratar sobre tales bases, a que seguramente no fue mas que una artimafia de log hombres de Veracruz para asegurar el reconocimiento, méxime que marzo se echaba encima, y con él la marcha del vencedor de Ahualuleo sobre el Puerto. Cogido entre dos fuegos —de un lado la bolsa vacia y del otro Ia es. pada del Macabeo—, Juirez se avino a negociar, y esta- blecié de ese modo “la base” reclamada por Buchanan ara reconocer al gobierno mexicano: si el 22 de febrero envié Churchwell su Memorandum 2 Washington, el? de marzo ilamé Cass a Robert Milligan Me Lane para comunicarle su nombramiznto como nuevo Ministro de Jos Estados Unidos en México, Dias més tarde se le pro- Porcionaron las instrucciones de rigor —concebidas en términos enigmaticos—, se le entreg6 una copia del Me- morandum de Churchwell; otra ms de las instrucciones que se enviaron a Forsyth el 17 de julio de 1857, y con tales pertrechos tomé el nuevo Ministro el camino de Veracruz. Digo que las instrucciones del Departamento fueron redactadas en té&minos nada anos porque si de ellas omitimos una serie de conceptos pour épater le bourgeois —los relativos a las “grances simpatias” que Buchanan experimentaba por el gobierno de Judrez—; advertiremos que s¢ dejaba al arbitrio del Ministro nada menos que et problema del reconocimiento. “En esta materia te. cla Cass—, el mejor guia seri el criterio de usted.” Pero Jo verdaderamente asombroso no cra que dejaran a su juicio algo tan importante, sino que tampoco se le dijera Sree “es una materia de derecho sino de hecho, y la invest a cudl de los dos gobiernos existentes en México deberia reconocer, dejando la puerta abierta para que, en el caso de que Juirez y su gobiemo no se plegaran a Jas exigen- cias de Washington, el Ministro pudiera contin viaje a la ciudad de México y reconocer al gobierno de Miramén. No cabe otra interpretacién al siguichte pa- rrafo de las instrucciones: “El primer problema que tendr que resolver a su Iegada a México sera el de reconocer alli a un gobierno con el cual pueda ératar. Las reglas generales que regulan la conducta de los Es- tados Unidos en esta materia Jc resultan familiares... La cuestién de si en un pais existe 0 no un gobierno no ‘én de este hecho, en México, se deja a su discrecién, A tan praginiticasintrucciones se ajusté Robert Me Lane cuando el 2 de abril tuvo su primera entrevista con Ocampo, a quien advirtié que era su deber asegurarse “de que las manifestaciones del sefior Churchwell se cn- contraban bien fundadas, y en ese caso abrir zelaciones politicas con el gobierno de Juarez”. En tal caso, y s6lo si los de Veracruz estaban dispuestos a cumplix to que segiin Buchanan prometieron a Mr, Churchwell, resol- veria Mc Lane la cuestién del reconocimiento. El gato del cuento asomaba la cola, puesto que la conversién del Me: dum del 22 de febrero en un verdadero Tratado tendria que scr el precio del reconocimiento. Sélo que los hombres del gobierno no se resolvian: “Ocampo, eseribié Me Lane al Sccrctario de Estado, continGa renuenke a compromcteric en cualguir ersién stitorio, mas yo sostuve su obligacién implicita de Le iaicle Gaeta dlar aie verdad era que los jefes liberates eran unos genios de la 55 SC ST a RK polftica, tan extraordinarios que si bajo la amenaza de Miramén ofrecicron al Agente Confidencial el oro y cl moro el 22 de febrero, ahora, en los primeros dias de abril, con el Joven Macabeo en retirada, no recordaban exactamente en qué habfan quedado con Mr. Chur- chwell. “Es un axioma en la historia de Texas —dice Webb— que un texano puede vencer cuando pelea con un mexicano, pero que esté perdido si parlamenta con 41.” Un axioma en el que no repararon Buchanan y Chur- chwell, mas cuya existencia barruntaria Me Lane puesto que al advertir que su posicién se debilitaba con la re. tirada de Miramén, sin pensarlo més extendié el reco nocimiento. Juarez se anotaba su mas importante victoria diplo- mitica sin ceder de momento a las pretensiones de Was. hington, mas Miramén no Jo vela de esc modo, y apenas vuelto a México, fracasado ante “el Sebastopol de la dcmagogia”, instruyé a su ministro de Relaciones Diez de Bonilla para que protestara por la decisién americana, y dicra publicidad a la correspondencia entre Mr. For. syth y cl gobierno conservador sobre los derechos de transito por Tehuantepec y ei intento de adquirir una buena porcién del territorio nccional: Miramén sacaba al sol la ropa sucia, y la mugre, que ensuciaba sobre todo al gohierna de Ine Fstaclos Unidos, mancharfa tame bién al de Juarez en el caso de acceder a las proposici 1 & las proposiciones que, sin lugar a dudas, habria de hacerle, Me Lane en Veracruz. A las proposiciones que ellos rechazaron un aiio antes, y que ahora suponfan que tendria que ser el precio del reconocit iento, “= a a ( ( 3. La batalla se extendié a todos los campos ‘Mucho tiempo ha corrido desde Ia batalla de Tacubaya del 11 de abril de 1859, cuya sangre se recuerda tan devotamente como si bubiera sido la primera que se"de- rramé en los altares del viejo Huichilobos. Don Melthor Ocampo, horrorizado, informaba a los gobernadores de los Estados: “los tacciosos... se cebaron barbaramente con los heridos, con los pocos dispersos que aprehendic- ron, y aun con los cirujanos... Mas de cien personas quedaron sacrificadas, y entre ells varios jévencs de muy tierna edad”. Tanta fue la eficacia de la sangre vertida en Tacubaya, y tan largos sus alcances, que del hecho de armas pasé don Leonardo Marquez a poblar el vasto zoolégico que ¢s la historia de México, donde junto a don Leonardo —el tigre de Tacubaya—, figuran Lozada —l tigre de Alica—, don Juan Alvarez —la pantera del sur—, el “chacal” Huerta y la hiena de no sé dénde. Afortunadamente cn el caso de Parcho Villa se conten- taron con Ilamarlo “Centauro”, agotados los carniceros caiificativos. El vencedor de Tacubaya se defendié del remoquete por supuesto, y muy posteriormente atribuyé a Miramén la orden que puso fin tanto a la vida de los jefes y ofi- ciales capturados como a la de médicos y civiles que servian en las filas constitucionalistas. Marquez sostuvo hasta su muerte que él fue sélo ejecutor de las érdenes del General Presidente, una posicién bastante c6moda cuando Miramén Ievaba varios aios bajo tierra y no podia escribir una sola linea para contradecirlo, Sélo que Concha si vivia, y en sus Menorias dedicé varias paginas a reivindicar la memoria de su marido, en cuya ee masa orden firmada sobre el campo de Tacubaya s6lo se lee: “En Ja misma tarde de hoy, y bajo la mis estrecha respon- sabilidad de V.E. mandard sean pasados por las armas todos los prisioneros de la clase de oficiales y jefes, dando cuenta del néimero de los que les haya cabido esa suerte. Dios y Ley. México, abril 11 de 1859. Miramé6n.” Asegura Concha que al enterarse de que varios paisa- ngs estaban condenados a correr Ia suerte de los jefes y oficiales capturados —y entre ellos el licenciado Jéure- gui, amigo de su familia—, habl6 con su esposo cuando salfa de una junta de Ministros, y que éste la tranquilizé diciendo “que a los paisanos no se les aplica la pena de muerte”. Pero Marquez —contintia Concha—, “tomé como vulgarmente se dice el rébano por las hojas, y se valié de Ja orden de mi marido para hacer mesa limpia, haciendo fusilar el mismo dia de su triunfo, al anochecer, a catorce individuos entre los cuales figuraba un abogado —Jéuregui—, y un pobre herrero alemén a quien los liberales habfan obligado a ir a su campo para arreglar algunas armas”. Podria argiiirse que Con- cha, empefiada a poner a salvo el honor de su cara mitad trat6 de manchar 2 Marquez con la odiosidad del crimen, mas en primer lugar Ja orden de Miramén existe en sus términos muy ciaros, y en segundo sabemos hasta qué extremo era afecto don Leonardo a ese tipo de soluciones, Dos afios més tarde por ejemplo, coneluida la Guerra de Reforina con el triunfo constitucionalista, Marquez reconocié a Zuloaga como Presidente y permanecié en cl pais, entregado a actividades guerrilleras. Tuvo en- tonces la fortuna ce eager prisionero a Leandro Valle ei “hermano” de Miramén—, y lo fusilé segiin él por 58 | Grdenes de Zuloaga. Poco después corrié don Melchor Ocampo la misma suerte a pesar de no haber sido mili- tar como Valle, y de no haber disparado una resortera en el curso de su vida. Suponer que Zuloaga pudiera ser el responsable del sacrificio de don Melchor serfa una tonteria, pues por un lado don Félix nunca fue faficio- nado al derramamiento de sangre, y por otro el pobre Presidente no era a esas alturas mas que un modesto palafrenero de don Leonardo. Viuda ya Concha por afiadidura, ¢ instalada en Fran- cia, tuvo la oportunidad de conversar con el general T'a- boada —compaiiero de Marquez en aquellas andanzas—, ¥ con él comenté la tragica suecte de Ocampo. “A mi —confesé Taboada—, se me hizo cargo de Ocampo y de los otros prisioneros. .. Se decia que a Ocampo no se le fusilaria, y corriendo esa voz el oficial a quien Mir- quez dio Ia Srden de ejecucién pregunté si en esa orden estaba incluido Ocampo. Marquez le contest6: ‘No, pero ser& bueno que usted se equivoque’, y esto me lo dijo el mismo oficial que recibié esta respuesta.” Convengo en que todavia podria ponerse en tela de juicio el rclato por su origen parcial, pero alin asi se cunvendra ise don Leonardo era hombre de tan pocos esertipulos que tam- poco lo pens6 dos veces para abandonar a su suerte a imilfanc y al ejércita imperial en Querétaro, si a las instrueciones clel Emperador cuando partié para México en busca de auxilio, Mas por lo visto contaba el famoso Tigre con alguna Providencia para su proteccién personal, pues los liberales fracasa- on en sus intentos de echarle mano, y de los tres gran- es jefes conservadores —y de las cinco emes tragicas OR te su propia cama, confortado con todos los auxilios espi- rituales, iramén, Presidente sustituto de la Repiblica, enjui- ciaba con gran realismo la situacién del momento, y al saber que Juérez recibié a Me Lane oficialmente, dio por vier que Washington dejarfa caer el peso de su poder en el platillo det gobierno constitucional. Sin que pudiera adivinar lo que el apoyo diplomético de los Esta. dos Unidos significaria en el futuro de las contiendas mexicanas, advertia su importancia actual, y acerté en cuanto a sus consccuencias. Quienes en venideros tiem. pos lucharon en México por el poder comprobaron, por amarga experiencia, que los Estados Unidos hicieron’ de la abstencién —en cuanto al reconocimiento de nuestros gobiernos—, un arma para obtener beneficios propios, ¥ que lo mismo esgrimieron su “espera vigilante” en el caso de Miramén que en el de Porfirio Diaz; en el de Huerta que en el de Carranza y en el de Obresén. Todos ellos podrian atestiguar, si vivieran, que la abstinencia americana fue un arma, la mas poderosa de todas, y que cl reconocimiento diplomético de Washington exigi6. siempre un precio, por lo general el mAs gravoso de todes. Cuando Jos gobiernos actuales de México buscan apo. yos en Asia y Europa contra la hegemonia econémica de los Fstados Unidos, se comprenderi, sin esfuerzo, que du- rante la encarnizada lucha entre liberales y conservado. res del siglo x1x —lucha que no fue econémica sino Politica, Miramén ereyera contrarrestar el apoyo Americano a les Kberales con el ausilio de alguna pater. cia europea. Y si para ese fin pensé en Espaiia fue no 60 a —_———SSTST ST capricho sino porque con este pais existia un con- Ficto que el gotiemo liber. -o habia podido Bquidar, 0 sea el restablecin.iento _ la Convencién de 1853 y el ajuste de las reclamaciowcs planteadlas por el asexinato de stibditos espafioles en el mineral de San Dimas-y en Jas haciendas de San Vicente y Chiconcuae. La rgamu- aci6n de relaciones estaba sujeta a tres condicionek que exigia el gobierno espafiol: a) Al restablecimiento sin limitaciones de la Convencién del 12 de noviembre de 1853, para el pago de Jos créditos espafioess b) Al re- conocimiento de Ia obligacién, por parte del gobierno mexicano, de perseguir y castigar de acuerdo con la ley a los autores de los asesinatos de espafioles, yc) A la indemnizacién a las familias de las victimas de aquellos hiechos, aunque de la comisién de ios delitos no se si- guiera responsabilidad alguna para las autoridades me- xicanas. 5 Salvo la consignada en el tiltimo punto, puede decir- se que ninguna de las reclamaciones espaiiolas planteaba obsticulos graves para llegar a un entendimiento, mas 1a intrans'gencia del gobierno de Su Majestad Catélica en punto a que México indemnizara a las familias de los espaiioles victimados —y la negativa de México a ceder en este punto— mantuvieron las relaciones en sus- penso a pesar de los esfuerzos de Lafragua, enviado a Madrid por el presidente Comonfort en 1853, cuya mi- sién fracas porque Marqués de Pidal —Ministro de Estado— se mantuvo inflexible en cuanto a Ia obligacién de indermnizar a Jas familias de las victimas de San Dimas, San Vicente y Chiconcuac. Sin expectativas la misién de Lafragua, puesto que Juarez aprobé luego su gestién, Miramén entrevié en el 6 contlicto una oportunidad para atraet el apoyo politico de Espafia a la causa conservadora, y el 31 de mayo de 1859 Diez de Bonilla —ministro de Relaciones, envié tuna nota a Almonte, Ministro del gobierno conservador en Parfs, para que pasara a la Villa y Corte y ajustara con el gobicrno espafiol las cuestiones pendientes. Para lograr esos objetivos —asegurar en primer lugar la arm tad hispana y posteriormente la de Francia ¢ Inglaterra. el Macabeo se dispuso a ceder a las exigencias de Mat drid en cuanto al pago de las indemnizaciones, siempre y cuando se expresara “termiinantemente” que la Repi- blica daba ese paso “como una gracia especial y favor singular, sin reconocer obligacién alguna, guiada sola. mente por el deseo que la anima de que se corten las ‘Herencias que se han suscitado entre las dos naciones, ¥ por el comtin interés bien entendido que ambas tienen en las presentes circunstancias, especialmente, para ca. minar siempre unidas y afianzadas en los lazos de una amistad inviolable”. No es diffcil leer, entre lineas, que acereéndose a Europa se proponia Miramén neutraleer las miras de los Estados Unidos, cuyo reconocimients del gobierno de Veracruz distaba de atribuir a un acto de quijoterta, | famoso Tratado Mon-Almonte, que se firmé en ‘aris el 29 de septiembre de 1859, restablecia “en toda su fuctza y vigor” ia Convencién del i de noviembre dle 1853, “como si nunea hubiera sido interrumpida”, y concedia —aunque sin reconocer ninguna responsabili, ‘lad del gobierno en los erimenes cometidos—. una ins lemnizacién “a los sibditos espafioles a quienes corres onda” por los dafios y perjuicios ocasionades. por Tos asesinatos de San Vicente, Ghiconcuac y el mineral de ! Cer tT re ey ey ey ey er ey ry ee San Dimas. En el articulo 4° del ‘Tratado, el gobierno dc Espafia se comprometia a que las referidas indemni- zaciones no sirvieran “de base ni antecedente para otros de igual naturaleza”. : TT al ec sn leas: halal contenido-del Tratado Mon-Almonte, desacreditado “por ignorapeia y espirita de partido —dice Bulnes—, pues no tiene ada de oprobioso, ni de inconveniente, ni de injusto”. No lo estimé Juarez de ese modo por supnesto, y el 30 de enero de 1860 lo rechaz6 como “Snjusto en su esencia, extraiio a Tos usos de las naciones por los principios que establece, ilegitimo por la manera en que ha sido ajustade, y con- trario a los intereses de nuestra patria... Claramente se advierte que este Convenio es humillante para nuestro pais, pues Zeémo, a titulo de qué, y en virtud de qué derecho consentir en las indemnizaciones estipuladas una vez que el gobiemo de don Miguel Miramén declara que esta convencido de Ia inculpabitidad completa de Jos agentes del poder piblico?. .. Las naciones s6lo pue- den acceder justas solicitudes, pues de otro modo, y toda vez que su honor sea comprometido, quedan ¢x- estas al menosprecio y exigencias de las demés.... Las responsabilidades de los gobiemos no pueden fundarse sino en la denegacién absoluta de justia. Si México no se encuentra en este caso, no hay derecho para sujetarlo a una condicién despreciable a los ojos del mmdo civi lizado.... BI gobiero constitucfonal no puede eonsentir en [a ufrenta con que un partido politico quiere manchar al pafs. Curaple, pues, con su deber, para que Hlegue a conocimiento del mundo ivan Protestar, como = esta dela manera mis solemne, contra el ated? celbrads en Pork tn elves te septiembre del & afi anterior, manifestando que sus cléusulas no pueden comprometer los intereses de México”. Protesta faristicn cuando quince dias antes, Ocampo habia Asegura don Justo Sierra nal vio en el Tratado Mon promesa de ayuda material” México era un clericalismo, cégnita pero cierta”. Muy de (0 general tan juste, pero, gno serd mas exacin secoee Fapdte si don Benito veia en los lazos de Miramién con Espafia un peligro para la Reforma, Miramén, « sq veo, advirtiera cn Ia liga de don Benito con los E Para la Contrarreforma bara la patria? ¢Por qué no admitir que si un riesgo no sélo en ol Tratada Moy lidad de una intervencién taba en el reconocimic una intervencién de los afiadidura de los objetivos del presidente Bu en Veracruz, su ministro ¢stampado su firma en el Tratado Me que el gobierno constitucio- ‘Almonte “una alianza, una ¥ que asf las cosas se plan- Xe el problema como “un peligro mortal para Ia Refon, ma, para la Repiiblica y para la Patri acuerdo con don Justo, por Espafia en stados Unidos sino también judrez hallaba qué no reconocer que si don Benito jvizoraba en el Tratado de 26 de septiembre la posil che més objetivo seria reconocer que cada uno de hs ot Sangre en Tacubaya: solo oficiales y jefe. | eee ee Ey | aie tue oe ee Le FFAs Be ees ee Se pe, es | eee ae. Pag eg aa Lge, 3 SS ATA alge seer re | partidos cn pugna buscaba asideros extranjeros para im- Ponerse en definitiva, y que mientras el apoyo espaiiol a Miramén quedé en nada, cuajé sin embargo el que los Estados Unidos proporcionaron a Juérez, hasta el extre- mo de asegurarle la victoria, Para mi que todo 13 que se aparte de esta conclusién ha de ser historieta cocinada »ficialmente, cuento para nifius que conservan la inocen- cia y el gusto por aventuras de principes encantados. En cl frente doméstico, mientras tanto, ocurrian dos acontecimientos importantes, pues tal parece que Mira- mén y Judrez se pusieron de acuerdo en una fecha —el 12 de julio— para deslindar sus posiciones en el orden de las ideas. Ese mismo dia, en Verac-uz y en México, Jud rez y Miramén olvidaron por un momento el argumento de Tas armas, o més bien Jo respaldaron con una decla. racién de principios, campo en el que don Benito llevaba importantes ventajas al Macabeo, pues como quicra él marchaba con el paso de las fuerzas que se imponian en el mundo, en tanto que el otro trataba de frenarlas. En Manifiesto que Mi ib a te hablaba de las encarnizadas batallas que habfan hecho del pafs un vasto campo de batalla, al precio de millares de victimas. Las armas del gobiemo habian resultado siempre victoriosas, y sin embargo —reconocia— “nadie se somete, la revolucién no se sofoca”. ¢Cémo era posi- ble que las cosas ocurrieran dle ese modo, y que a las victorias conservadoras no siguicra la paz? El Macabeo mismo sc daba la respuesta: “Porque no basta la fuerza de los ejércitos para consumar una revolucién; porque 6 preciso desarrollar sus principioss porque e precio remediar las necesidades que la han determinado.” EL caudillo estaba resuelto a Ilevar a cabo s1 progra- 65 mén di i ef 12, KREERSBEZEEZE ma “con toda la voluntad, con toda la energia” de su carécter; sabia que en el curso de cincuenta afios el poder habia pasado de les manos de un partido a las de otro; que se habian ensayado todos los sistemas politicos y_ varias constitueiones, y que sin embargo las revolu- cciones no habfan cesado de perturbar la paz, sin resolver las agonias del gobierno. Esto le Hevaba a coneluir que los problemas de México no eran politicos sino adminis- trativos, y por ello justificaba la dictadura frente a la amarga experiencia de tantos afios de régimen constitu- cional. La dictadura cra, a su juicio, el tinico gobierno capaz de acometer brava y enérgicamente la reorgani- zacién “de esta sociedad ‘casi disuelta”, imponiéndole una Constitucién adecuada a su caracter. No dudaba que bastaria emprender las reformas administrativas para in- terpretar “ese hermoso gito de reaccién, que resuena Por todos los angulos de la Repiblica, y que hoy no ex- presa otra idea que la de renacimiento, reconstruccién del edificio social”. Reduc'r el nimero de los empleados y el de generales y oficiales que gravaban el presupuesto sin provecho para el pais, “porque nunca hemos tenido tropas proporcionales a la oficialidad cxistente”, crear un solo impuesto en lugar de Jos muchos “que hoy molestan a todas las personas”; hacer la justicia de los tribunales Pronta y expedita; mejorar la educacién piiblica me- diante la adopci6n de un sistema “mis adelantado del actual”, y buscar un arregl con la Iglesia para aniqui- lar el germen de Ia discordia que nacié “de los intereses creados como consccuencia de la funesta ley del 25 de Junio de 1856”, cuya nulidad reconceia, confiado en verse secundado en ese propésito “par ef sentida recto © Hlustrado del venerable clero mexicano”, y por iiltimo, 665 ‘on materia internacional, conservar las més estrechas re- Jaciones con las naciones europeas, sin olvidar que las “tradiciones de la Repiiblica” exigian mantenerse vigi- lantes “respecto de Ia politica de la Unién americana, cuyos tiltimos actos oficiales deben alarmarnos muy,seria- mente”, Tal era en suma el programa del presidente Miramén, quien ante las dificultades que adivinaba —y en particular “In ninguna fe” que inspiraba el gobierno mexicano—, esgrimia el argumerto de su propio cardc- ter: “Sabéis que mi lema ha sido siempre marchar, y que ningiin género de obstéculos me arredra en mis em- presas. Como gobemante no puedo cambiar mi tempera- mento ni mis convicciones; no puedo someterme a obser- var una rutina, a permanecer en un statu-guo que en politica implica siempre el retroceso: preferiria volver 2 servir a la Nacién s6lo con mi espada.”” El Manifiesto del 12 de julio es digno de nota porque encierra una declaracién de principios. Los que atribuyen a Diaz la norma de “menos politica y mas administra- ci6n”, ignoran seguramente que Miramén fue su pre- cursor. Precursor relativo si se quiere, pues como todos los dictadores crefa en la supremacia de la administra. ién sobre la politica, lo que no obsta para que desde tun punto de vista mexicano tenga interés reconocer que Ja regia dorada del Porfiriato no fuc de ta cosecha del famoso Héroe de la Paz. El Porfitiato, y lo he dicho muchas veces, fue la sintesis de las tesis -yue batallaron en México durante una década por lo menos, desde la Guerra de Reforma hasta las del Imperio y la restaura- ciéa de la Repiblica, 0 SSS = = i pra También el 12 de julio, en Veracruz, el gobierno cons- titucionalista planteé su declaracién de principios, y no en términos de un Manifiesto sino en los mAs estrictos de las Leyes de Reforma, que herian de muerte a la causa que defendia Miguel Miramén, La Ley de Desa- mortizacién, sobre todo, estaba llamada a ejercer un doble efecto desfavorable sobre In causa conscrvador, pucs si por un lado proporeionaba recursas inmediatos al ene- migo, por el otro —al empobrecer automdticamente a la Tglesia—, cegaba el socorrido filén de sus defensores. Gierto que los Tiberales se habfan beneficiado con los Bienes de la Iglesia mas de una vez —baste recordar los casos de Gonzélez Ortega en Zacatecas y de Epitacio Huerta en Ja catedral de Morelia—, pero esos fueron actos ocasionales y al fin y al eabo fuera de la ley. Ahora no. Promulgadas las Leyes de Reforma, Ja Iglesia que- daba despojada de sus derechos reales de propiedad, y sus bienes a disposicién del gobierno instalado en Vera- cuz. Reducido el pafs a la miseria, sin un peso en las arcas de los contendientes, Juarez disparé ci 12 de julio contra ei taién de Aquiies del gobierno conservador, En tanto que el Manificsto de Miramén planteaba solucio- nes circunstanciales a los problemas de México, las Leyes de Reforma atacaban el problema de fondo, Miramén ofrecfa soluciones a corto, Juarez. a largo aleance. Ahora de nuevo, como frente a Veracruz meses antes, el Maca- beo sacrificaba lo definitivo en aras de lo intrascendente. A partir de julio de 1859 no pudo ya decir Melchor Ocampo que una revolucién a medias fuera una revor lucién abortaca. La revelucién estaha hecha, y si Mira mén_pens6 que los libersles confiaban en la miseria do- méstica y en el apoyo ce los Estados Unidos p: ra acabar 68 con él, acerté por completo: Marquez se vio en el apre- mio de tomar seiscientos mil pesos de una conduct inglesa que él mismo custodiaba, y poco después el 29 de octubre—, Miramén comprometié con el banquero Jecker el erédito nacional por quince millnes!de pesos Para recibir apenas un mill4n Y medio, Ia mitad en efec- tivo y el resto en viejos uniformes y material de guerra, “El dinero ¢s la sangre de la guerra”, dijo alguna ves Napoleén, y él debia saberlo, Ahora disponian de esa savia ambos contendientes, y otra vez surgieron, como Por arte de magia, los ejércitos. Aquel México partido en dos, con su fe s6lida, intacta, deslumbraba con su con. tingente de sangre inagotable. No era el viento, eran apasionadas convieciones las que inantenian ondeantes Tas banderas, En les primeros dfas de noviembre salié Miramén de la capital, y el 5 estaba cn Querétaro confiado en sus tres mil hombres y en la bondad de su estrella. Optimista, suponia que la"caida de Oaxaca en manos conservade. ras aumentaria “en un noventa y nueve por ciento rues: tra moral”, pero su objetivo era el ejército de casi siete anil hombres que Degollado reunié penosamente on Bajio, bajo el mando de generzles tan fogueados como Zaragoza, Blanco y Doblado. Miramén contaba con ape, nas la mitad de ios efectivos enemigos, mas husmexba sin embargo la victoria: “A estos de Guanajuato los ten. 80 en mis manos —escribié a Concha, y si se me esea, pan los cabecillas, porque montan sobre venados, no se me escaparén asi sus trenes, y les poblaciones de Zaca. Lais quedara sotros, dispuestas a 69 eer re —a marchar cn enero sobre Veracruz y Morelia.” El 12 Teconocié el campo: “Quiera el ciclo no retirarme su ayuda para el bien de este desgraciado Pais y para el tuyo. No dudo de la victoria —reiter6—, y la obtendré, no lo dudes. Quisiera tenerte muy cerca’ para abrazarte al terminar 1a acci6n.” Eleampo que Miramén reconocis antes del combate pasaré a la historia: los lugarefos lo Maman todavia Estancia ¢¢ las Vacas, Antes de principiar la batalla tuvo Iugar una entre- ista entre Degollado y Miramén, a la que acudié ete “no tanto porque pensase que nos arregliramos sino para ave ne me quedara ese remordimiento”. Era de pre- verse Ia inutilidad de ta entrevista puesto que Degotlado Sim caballero fiel a sus principios—, pretendia que su contrincante, como Presidente, reconociera la suprema- cla y se sometiera a la Constitucién de 1857, requisito ue Miraméa rechazé abruptamente: “Lo despaché 2 Hasear, escribié a Concha, y le ofrecf derrotarlo el dia de hoy.” Ese “dfa de hoy’ fue el 12 de noviembre, cl ia en que el ejército de Degollado —en verdad la Cit Jere nities liberai— fue paja que atizé ia gloria del Joven Macabeo, Todas las piezas de artilleria y los tre- es quedaron en sus manos; los jefes huyeron como “sf compe en, enados", y ia tropa se dispers6 por el campo. “La Providencia quiso que se cumplieran mis pro. nésticos —se apresur6 a infermar a Concha. Por Sie, Stacia no pueden adquirirse estas victorias sin que la Sangre de Jos mexicanos se derrame, .. Dale un beso al nifo”* Pensaba en el pequeio Miguel, su Primogénito, nacido tres meses antes, Vencidos los constitucionalistas en la Estancia de las Vacas, Miraméu estaba en Guadalajara el 21, Con la 70 perdia sin embargo ventajas irreparables, pues en espera de las fuerzas de Marquez —para emprender él ta come pafia de Colima— corrieron cos semanas. El If de di cicmbre estaba desesperado “por Ia inaccién en ‘que ine hha puesto Ja tardanza de las tropas de ‘Tepic” las de Mérquea—, y sin embargo tuvo que aguardar una se mang ‘més para emprender la marcha, temeroso ya de hue ;sucediera lo mismo que el afio pasado”, o sea que Xerminara sin provecho la estacién favorable para cn, Prender la nueva campaiia de Veracruz. Confiaba ters mninar pronto todo aquello para volverse sobre el Pucito, ero sofiaba sobre todo con volver al lado de Concha de amo més que a mi vida —escribia el 8 de dicien, bre—, y s6lo en cumplimiento de mi deber me he dete. nido por estos rumbos, habiendo quetido dar lo mio Sagiado por estar a tu ado en tu cumpleafios.” La guerra no le permitia esos lujes, pero en cambio le proporeio. haba satisfacciones tan grandes como alcanrar y Hestras zar al ejército liberal en las barrancas de Tonila, en el og lt Navidad. El vencedor regres6 a Guadlajara el 28, entre las aclamaciones de quienes velan en al brazo armado de Dios. Mas por lo visto el Selon na a ici por una politica exclusivista porque alll mismo, cn la capital tapatia, se enteré Miramén de que el tat? mado Juarez le asestaba una pufialada trapeta’ mientras él cabalgaba por medio pais con la fortuna en ances: firmaba el tratado més famoso de la historia de México: cl Tratado Mc Lane-Ocampo, el instrumento destinade proyectar una espesa sombra sobre su estrella, 4. El tratado Me Lane-Ocampo, © el principio del jin Gon el tratado suserito en Veracruz por Robert Milligan Mc Lane y Melchor Ocampo el 14 de diciembre te 1850 culminaba una vieja historia de atentados norton: fnericanos sobre Méxieo, tan remota que localizar ay fuente exigiria volver al dia en que la vecina macion Tug sus ligas politicas con Inglaterra. Desde Parfs, en cnt Karta que Tomas Jefferson dirigié a un tal Steart cn 1786, el Padre de la Constitucién sentaba bases y tra- aba el porvenir del imperio naciente: “nuestra Conti, dleracién debe ser considerada como el nido desde ol ns et Amética, ast Ia del Norte como la del Sus, hates de ser poblada”. Todo ello para concluir cor previsién as cuidémonos de creer que interesa a este fores manos, y slo temo ue éstas resulten débiles va de. Cid pata Mantenerlos sujetos hasta que nuestra poblar Amen estes para ir arrebatindoselos, parte por parte.” ; : arte, finds de Padre de la Constitucién fue Jetferso, precursor nes del Tratado Me Lane-Ocampo advertiré que fue sélo una pieza cn el conjunto de la maquinacién que el “pueblo elegido” puso en marcha sin titubeos, desde los Primeros afios de su vida independiente, con las botas Puestas para marchar hasta el Istmo de Panarya. Es facil reducir a pocas palabras el contenido y los alcances del ‘Tratado Mc Lane Ocampo, ca cuyos térmni- nos el gobierno instalado en Veracruz cedia a los Estados Unidos y a sus ciudadanos, en perpetuidad, tanto el de- recho de trénsito por Tehuan‘epee, de uno a otro mar, ¥ por cualquier camino existente © que pudicra cxistir en io futuro, como también, y con el mismo earctor Perpetuo, el derecho de transito a través de la Repiiblica desde las ciudades de Camargo y Matamoros, 0 cualquier otro punto sobre el Rio Grande, por la via de Monterrey, hasta el Puerto de Mazatlin, y desde Nogales, por la via de Magdalena y Hermosillo, hasta ¢l Puerto de Guay- mas, por cualquier ferrocarril o ruta de comunicacién que existiera o Megara a existir en le futuro, todo ello en eneficio de los ciudadanos de ambas Reptblicas, cuyos Tespectivas gobiernas se obligaben a proteger dichas rutas, Y Concretamente su neutralidad en el caso de Ia que s¢ Proyectaba a través del Istmo de Tehuantepec. México, por su parte, contraeria la obligacién de pro- porcionar ios efectivy para dicia proteucidn, aunque también se previera que, a peticién del gobierno mexi- ano, podrian emplearse para ese fin fuc.zas militares de los Estados Unidos. “Sin embargo —se lee en el articulo 5'—, en el caso exceptional de peligro impre- visto 0 inmediato para la vida o propiedad de los tia dadanos de los Estados Unidos, quedan autorizadas las fuerzas militares de dicha Repiidlica para obrar en pro- 3 eS. .>" — | = = = ae ee ee teccién de aquéllas sin haber obtenido el consentimiento previo, debiendo retirarse dichas fuerzas al cesar Ja ne- cesidad de su empleo.” Como compensacién pecunaria por las concesiones del Tratado el gobierno constitucio- nal recibiria la suma de cuatro millones de délares, dos de los cuales quedarian en poder del gobicrno de los Estados Unidos para satislacer, en su oportunidad, las reclamaciones pendientes de sus ciudadanos, Tal era, en sintesis, la amena lectura que Juarez deparaba a Mira- mén, en Guadalajara, al regresar éstc triunfante de las barrancas de Tonila. Asegura don Justo Sierra que “cl regalo de cuatro, mejor dicho de dos millones de délares que a cambio de tan peligrosa concesién s2 nos hacia resultaba irOnico a fuerza de ser miserable. No se vende la iibertad pro toto auro”. Mas no acertaba don Justo por esta vez, puesto que Juarez y su gobiemo no cobraron el 14 de diciembre in auro sino en especie. El precio del Tratado no fueron los dos millones de d6lares asignados al go- bierno constitucional sino la proteccién que el gobierno de los Estados Unidos se obligaba a proporcionar al de Veracruz en los términos de un diverso instrumento pic blico, suscrito también por Me Lane y Ocampo el 14 de diciembre, titulado Convenciin para conservar el Orden y la Seguridad en el territorio de México y los Estados Unidos, mucho més importante que el Tratado desde el punto de vista de sus efectos en la situaci6n interior del pais, y concretamente en el desenlace de la Guerra de Reforma, En la poco conocida Convencién se pactaba que si “cualyuiera de las estipulaciones existentes en los trata- dos vigentes entre ambos paises fuera violada, 0 se arries- ” | | mm ee gara la soguridad de los ciudadanos ie cualquiera de las dos Repiblicas dentro del territorio de la otra, y el go- bierno legitimo y reconocido de ella no pudicra, por cualquier motivo, ejecutar tales cstipulaciones o preve- nir tal resguardo 0 seguridad, seria obligacién de tal gobierno legitimo y reconocido “solicitar el socorr) del otro para mantener la debida ejecucién de ellas, y tam- bién el orden y Ia seguridad en el territorio de aquella Repiblica en donde tal violacién y desorden sucedan”. Las victorias de Miramén en Atenquique, Ahualuleo, , San Joaquin, Tonila y Estancia de las Vacas most ban la incapacidad de los liberales para imponerse mi tarmente sobre los conservadores. Eso y su legftimo co- rolario: la conviceién de que s6lo un apoyo del exterior podria inelinar el fiel de la balanza y asegurarles la vic- toria. Miguel Lerdo empleé larges meses en convencer a Juarez de que un nuevo convenio con los Estados Uni: dos tendria que levar aparejada una alianza defensiva y ofensiva enixe ambos pafses, pues de versar tinicamente sobre derechos de-trénsito 0 modificaciones a la frontera dejaria vivos los problemas domésticos y los peligros ex- teriores que se querian atajar. Sélo de conllevar una alianza ofensiva y defensiva tendria sentido d Tratado para con los conflictos que se avizoraban: alianza frente a los enemigos exteriores de la Refcrma —Espefa, Euro- pa en general—; alianza frente a los enemigos interiores de la misma; frente a Miramén y el ejército profesional; frente al poder econémico y espititual de la Tglesia, La idea no era nueva, puesto que desde ed mes de junio anterior planteé Ocampo a Me Lane la tal alianza, Cuyo articulo 3° establecia la obligacién de aumiliarse en el manteniini tivos territorios, siempre y cuando el auxilio en cuestién se reclamara por un gobierno legitimo, cuyo objetivo fuera “Ia consolidacién de los prineipios democrdticos y de Ia libertad constitucinnal” —o sea el gobierno que Juarez encabezaba—, mas los Estados Unidos se resis- tieron durante meses a contraer tan enorme responsa- bilidad, que con toda razén consideraban una verdadera Jocura. Slo que los hombres de Veracruz se mantuvieron firmes en la resolucién de no aceptar el Tratado si Was- hington no cedia en cuestién tan fundamental, y Bucha- nan terminé por doblar les manos contra toda légicu y contra los més elementales intereses de st pais, que por obra y gracia de la Conveacién se enredaba a perpetui- dad en los fos domésticos mexicanos. La Convencién asignaba a Jos Estados Unidos una funcién policiaca sobre México, de Ia que al fin de cuen- as no habria resultado cost buena para ninguno de los contratantes. Y eso era tan obvio que el propio Mc Lane leg6 2 decir que su pafs no suscribirfa un pacto como Gc ii Lajos ol supuests de que se le fav er dles concesiones territoriales, Que ni por todo el oro del mundo, en otras palabras, Pero en este punto Juarez res- paldé a Miguel Lerdo en su decisién de resolver la cues Uién de fondo, o sea en le posibilidad de emplear la imtervencién militar de los Estados Unidos para acabar de una vez con el riesgo de Europa en lo exterior y con ¢l victorioso Macabeo en lo interior; contra todo lo que se opusiera al triunfo de la Reforma, en suma. Una ver. dad que Justo Sierra expresé magistralmente cuando cscribié: “Juarez y sus compafieros se habian investido de una responsabilidad sin yar, casi, en nuestros anales: Sino cra una alianza, el Tratsdo Mc Lane era un suici- %6 dio.” Pudo don Justo suprimir el “casi”, porque la res- ponsabilidad que contrajeron los hombres de Veracruz €l 14 de diciembre de 1859 fue sin par cn nuestros anales. ? Muiioz Ledo, ministro de Relaciones de Miramérr, pro- testé ante Washington tan pronto como tuvo noticias del Tratado: “Las primeras impresiones que ha causado un suceso semejante han sido y son ‘an profundas, que ni el gobiemo de esta Repiblica ni el de los Estados Unidos podrfan cerrar los ojos sobre sus consecuencias sin con- traer ante Dios y ante el mundo una gran responsabili- dad”, decia al Secretario de Estado el 17 de diciembre, puntualizando “que el gobierno que se Mama constitu- cional” no estaba autorizado por la Constitucién de 1857 para celebrar pactos de esa naturaleza, puesto que con- forme a dicha Carta s6lo el Cengreso podia “aprobar Jos convenies, tratados 0 convenciones diplométicas y con- ceder la entrada de tropas extranjeras en el territorio de la federaci6n”. Miramén, por su parte, rechaz6 con vehemencia e! Tratado con una proclama fechada en Gua- dalajara el 1° de enero: “Ya el rinistco americano Mr Forsyth habia propuesto en marzo del afio pasado una nueva demarcacién de limites, y habia intentado seducir cl patriotismo del gobierno (conservador) indieéndole en Ja nota que pasé al Ministerio que deberia aprovechar la ‘ocasién’ que se le presentaba para hacerse de varios mi- Hones de pesos en un lance comprometido, es decir, en Ja lucha que sostenfa contra las fuerzas constitucionalistas, Rechazada aquella proposicién tan poco digna, fue reco- nocido por el gobierno de los Estados Unidos el estable- cido en Veracruz, y éste no tiere embarazo ahora en he 9F apap wr, consentir en el Tratado... Sin facultades para una ne- gociacién tan grave, ni aun segin el texto de la Consti- tucién que invoca, desconocido por una mayoria inmensa del pais, el gobierno de Veracruz va a buscar en la guerra extranjera no su triunfo sino la ruina de sus enemigos; va a colocarse cn e! terreno del envilecimiento y de la infamia reservada a los traidores... La Providencia me Jha puesto frente a los destinos de Ja nacién, y estoy bien penctrado de la responsabilidad que pesa sobre mi, hoy gue nos encontramos en una crisis de tanta gravedad, Yo no merezeo ser su representante en ocasién tan $0. Jemne; ni mi edad ni mis conocimientos me aman a ser cl primero en Ja empresa ardua de salvarla, pero levando 1 puesto que desempefio no podria rehusarlo... Dios me ha dado la victoria en la guerra intestina, y confio que me la dard en Ja guerra més justa, mas noble y més santa, en Ta guerra por la independencia de mi patria, por la defensa de su religién y la integridad de su suelo. No parece posible que el gebicrno de los Estados Unidos ratifique un Tratado que viola la buena fe, la justicia y la equidad... La Reptdlica no debe dar el menor motivo para que se le impute que provoca la guerra ex- terior, pero debe aceptarla si se invade su territorio 0 se atacan sus prerrogativas y derechos de pueblo indepen- diente. Si sucumbiera oporiendo una legitima defensa contra la fuerza, dejarfa en la historia una pagina de honor.” Todo muy hermoso, pero inttil también sin lugar a dudas. México cafa en Ja esfera de influencia de los Estados Unidos, y fue discutible gloria de Juarez ser el Primero en admitirlo muy conscientemente. ” EL Macabeo volvié a México el 7 de enero, entre mitsica y escudes que recordaban sus més importantes batallas. “Aquella entrada triunfal, aquel loco entusiasmo que los, triunfos de mi esposo inspiraron en ¢l pueblo mexicano parecia un presagio de paz y felicidad para nuestro pais —escribié Concha—. Desgraciadamente no fue asiy en los primeros meses de aquel aiio se comenzé a nublar 1 horizonte y a opacar la brillante estrella del vencedor de Colima, hasta que s¢ oculté en el ocaso.” Principiaba 1860 en efecto, el afio en que Ia victoria volvié las espal- das al que fuera su hijo predilect, Para el presente y el futuro, en lo nacional ¢ interna- ional —hist6ricamente en suma— Judrez habfa aven- turado el todo por el todo el 14 dediciembre, y Miramén, que lo entendié asi, se dispuso a hacer lo misino. Su pro- blema se reducfa a apoderarse de Veracruz, mas el Puer- to distaba de hallarse inerme. Por tierra resultaba punto menos que una ciudadela, méxime que los soldados det altiplano s6lo podian luchar alli durante los pocos meses del invierno, hasta fines de marzo cuando més, Cierto que carecia ‘de fosos y puentes levadiaos, mas to 6 diaba en cambio un ejército entusiasta, fogueado, con abundantes municiones y artilleria, Confiaba en defensas exteriores tan eficaces que el vencedor de la Estancia de las Vacas snfrié allf su tinico descalabro 1m aiio antes, y contaba, por itimo, con un clima mortifero durante gran parte del afio, y con mirfadas de pequefios, alados gue- rreros transmisores de las fiebres y la muerte. Cierto que cl apoderamiento de la plaza resclveria el problema de tuna vez —como lo habria resuelto un afio antes— mas gcémo Hevario a cabo? ; i ; Joven estratega de raza, Miramén ided un plan deses- Perado. Atacar Veracruz por mar al mismo tiempo que Por tierra conduciria seguramente al éxito, sobre tado Porque los defensores del Puerto no contarfan con la sor. Presa naval. Verdad que tampoco tenfa un solo barco, Tiss la reciente amistad espaiiola le hizo suponer que en da Habana podria adquirir dos o tres, a precio de ganga, sin que tal vez le apremiaran el pago, y sigilawmene Mainé a don Tomas Marin —almirante sin armada” y en algin lugar del Golfo le hizo embarcar hacia Ia Perla de las Antillas... Sélo que... j¢1 “pero” que no falta! Concha asegura en sus Memorias que el céasul de ios Estados Unies on La Habana, enterado de la legada y objetivos de Marin, puso los hechos en conocimiento tanto del gobierno de Washington como del constitucional. Eso creia Concha Y esto supondria Miramén también, pero lo cierto fue gue algin cabo de la trama qued6 suelto en Ia propia Band de México y que fue a parar a manos de John Black, ex cénsul de los Estados Unidos, quien por lo visto conservaba libertad de accifn hasta el extremo de ave. Figuar movimientos tan secretes como el viaje de Marin ialavia el 9 de enero, al siguiente dia de emprender Miramén la segunda campafia de Veracruz se hallabe Rlack mal inforn Me Lane que para emprender el ataque sobre el Puerto el Macabeo “con. \arla con el auxilio de fuerzas navales franco-espariolas”, Pow cinco dias después, el 14, ya proporcioné la primera noticia fehaciente sobre el viaje del Almirante, sobre la compra de los barcos y los pormenores de la campafia Aue Sewtin Cl principiaria el 27, con efectivus de 4 000 hombres y fondos prupercionades por el clero e institu- a0 ciones privadas. Un cabo ce Ja trama qued6 suetto, y lo cogié Mr. Black. TDaseabfert ol plan, todo lo demis resultaba juego de nilios. Gierto que Juérez, aunque al tanto del audaz pro- Yecto, no podia reclamar oficialmente el auxilio de los Estados Unidos mientras el ‘Tratado y la Convenciért del 14 de diciembre continuaran Ppendientes en el Senado americano, pero Mc Lane calmé su inguictud con das im- Portantes precedentes: el primero, el mensaje que el pre- sidente Buchanan dirigié al Senado el 27 de diciembre, recomendando Ia intervencién armada en beneficio del Gobierno constitucional, y el segundo, més importante si se quiere, tan eficaz en los dias de la Guerra de Texas, que se ajustaba a la actual situacién como anifllo al dedo. Asi confiado, y con los informes de Mr. Black en la mano, Me Lane escribié al Secretario del Estado: “Cuando ‘Texas solicité scr admitida en nuestra Unién, tan pronto camo el Congreso de los Estados Unidos resolvié el punto afirmativamente, el presidente Polk envi6 instrucciones estras fucrzas 5 el Gelfo de Mévieo para que actuara como si Texes fuera perte integrante de Ia Union, defendiéndola en el caso de ser atacada, a pesar de quc el Congres texano no habia aprobade toravia Ja ley de su anexién, Con fundamsntos en el espfritu de tales instruceiones, pienso que se me podefa facultar para actuar como si el Tratado y la Convencién recien- temente concluidos hubiesen sido ya ratificades por cl Senado de los Estados Unidos.” Al comunicar sus ideas al Departamento de Estado —la nota dei Ministro fue del 21 de encro—, Mc Laue enhebraba planes y alegatos destinados a salvar a Juarez de la emergencia. En vivos colores pintaba las ‘conse euencias del triunfo de Miramé, agregando que si el ‘Tratado y Ia Convenciéa se encontraran ratificados por l Senado seria obligatorio, para su gobierno, obrar de acuerdo con el de Veracruz en proteccién de la vida y propiedades de los ciudadanos americanos. Conclufa el diplomatico que de no contar con instrueciones oporty- nas de su gobierno, o de no llegar a un acuerdo con el Presidente conservador sobre la proteccién de los inte- reses que tenia a su cuidado, solicitaria la cooperacién “‘de las autoridades navales de Jos Estados Unidos con las autoridades reconocidas y legitimas del gobierno me- xicano, para impedir la entrada del general Miramén en Ia ciudad de Veracruz”. O sea que no salia todavia ‘le la ciudad de México el Macabeo —las notas de Me Hane son del 21 de enero, y la campaiia se emprendié «8 de febroro—, y su suerte estaba resuelta. Resuelta por los norteamericanos, pero resuelta, Ignorante Miramén de que el enemigo estuviera al ‘unto de Iz carta més importante de sus operaciones so- tyre ¢! Puerto, se hallaba feliz en Puebla el 9 de febrero, ‘nto por ei dinero y ios pertrecitos que ie proporcionaron tos poblanos como por el “sobresaliente recibimiento” de «que fue objeto, que comparado con el de 1859 lo superé en tres tantos més”. No sospechaba, por supuesto, que 4 recepcién que le deparaban en Veracruz seria tam- ign mas “sobresaliente” que la del aiio anterior. EI 15 estaba en Jalapa, que no Ie gust6 a pesar de lo mucho que se Ja habian alabado: “No hay las hermo. suras tan en abundancia como las pintan; no hay aquel (rato tan familiar y agradable; en fin, que no es el se- sundo Edén como lo querfan hacer parecer.” De Jalapa ‘6 el 21, tranquilo y optimista porque al acercarse al Puerto “ya estaré Marin en Ia costa, y tendremos Jo necesario”. El 26, confiado todavia, escribfa en Paso de Ovejas: “Mafiana sigo para Tejeria, y dentro de 7 dias © estaré en Veracruz. o me retiran. Dios proteja las bue- nas intenciones de mis pensamientos y el deseo de darle paz a mi patria.” z No pasaba por su mente que Jufrez tenfa en sus manos el bilo de la trama: que habia alquilado dos barcos ame- ricanos —el Wave y el Indianola— para que ilevaran hombres y municiones a los puntos costeros en peligro, y sobre todo que el 24, mientras él escrivia a Concha, se- gure del éxito, don Benito declarzba piratas a los barcos de Marin en un decreto del que proporcioné ejemplares de inmediato a Charles Le Doux Elgée, encargado ad interim de la Legacién de los Estados Unidos, para que adoptara las medidas que Me Lanc —ausente de mo- mento— habria resuelto sin demora. La nota suscrita por Degollado, con un halo de cramatismo, no dejaba lugar a dudas sobre los fines que perseguia don Benito: “V.E. tendré la bondad de dirigir dicha circular a los seitores jefes de ia marina de los Estados Unidos que sc hallan estacionados en los referides puctios a c, por su parte, persigan activa y eficazmente, como es jus: to, a la escuadrilla que capitanea el expresado Marin, ya por la solemne declaracién de pirateria que ha hecho el Supremo Gobierno, cuanto porque esos buques con- ducen para la faccién rebelde proyeetiles y municiones de guerra que se emplearfan contra esta plaza en per- juicio de los ciudadanos americanos, y de su respetable Legacién que se halla dentro de ella.” ; ‘Mientras Juarez y la Legacién de los Estados Unidos trabajan en’ equipo, con la mira puesta en el apresa- fo miento de las “naves piratas”, tal y como si el Tratado y la Convencién Me Lene-Ocampo se hallaran en vi- gor, la guerra se aproximaba a su desenlace. Miramén, muy sereno en Medellin, a veinte kilometros de Vera- cruz, aseguraba a Concha que las operaciones marcha- ban bien; y que antes de quince dias la plaza estarfa en su poder. La destruccién de los alrededores era total —vi- Norrios incendiados, pastos en Hamas—, pucs si Miraunén se jugaba en Ia campafia el todo por el todo, los defen- sores de Veracruz también, Unos y otros tenfan la con- viccién de que alli, junto a los médanos desolados, arran- caria Ja nueva versién de Ia historia de México: la versién de Juarez o la versién de Miramén, pero y El 27 de febrero, dos dias antes de que el caudillo conservador se instalara en Medellin, Le Doux Elgée concerté una entrevista entre el comandante Jarvis, al mando de los efectivos navales de los Estados Unidos en el Golfo, y Santos Degollado, ministro de Relaciones al separarse Ocampo debido a la “impopularidad acci- dental de su persona”. La angustiosa entrevista tuvo hte gar en Veracruz, y de ella salié do: cn wes Jarvis festé que “aunque deseaso de ayudar al Gobierno corstitucional, y deseoso también de su triunfo, observaria una neutralidad estricta por carecer de instrucciones para actuar en otra forma, salvo que Marin intentara bloquear el Puerto ¢ impedir el libre comercio de los barens americanos”. Ante la incs- perada condueta, y a coro con Le Doux Elgée, Dego- lado explic6, sugirié y termin6 por reclamar, pero Jarvis permanccié impasible. Su resolucién de no intervenir en beneficio del gobierno constitucional parecfa definitiva el 27 de febrero, salvo que se le proporcionaran concre- oa tas instrucciones de Washington, En Veracruz, informaba Le Doux Elgée al Departamento de Estado, todos lamen- taban que en tan criticas circunstancias se hallara ausen- te el sefior Mc Lane. En la capital inglesa, para esto, Lord Russel-estaba convencido de tiempo atris de que la conducta le uno y otro de los gobiernos mexicanos era “‘inconsistehte con Ja justicia, lus ratadus y el teaor del derecho interna- cional”, y en esa seguridad instruyé al ministro Mathews para que gestionara de ambos contendientes una tregua de seis meses 0 un aiio, suficiente a su juicio para que se reuniera una Asamblea Nacional destinada a propor- cionar al pats una nueva organizaci6n politica, Don Benito no opuso reparos en cuanto se le comunicé la nota ingle- sa, y Miramén se allané también, cierto de-que la gue- fa civil no acabaria “‘por Ia fuerea de las armas”. El 2 de marzo dijo al capitén Alcham que convendrfa en la tregua que Russel patrocinaba siempre y cuando in- tervinieran como amigables coriponedores los ministros de Francia, Espafia, Inglaterra y los Estados Unidos, y que una Asamblea integrada por hombres que hubieran desempefiado importantes puestes piiblicos entre 1822 y 1853 eligiera Presidente provisonal y estableciera bases para formar una nueva Constituci esta tiltima que Juérez y sus ministros rechazaron de plano, ; . Mas que yo sepa nadie ha dedo importancia a la se- gunda visita que Miramén recibié en esos dias, pues si €l 2 de marzo recibié al capitan Aldham, el 3 se entre- visté con el comandante Turner, segundo de Jarvis, con mando en la corbeta de guerra Saratoga. Ni Le Doux Elgée ni los hombres del gobiemo liberal se enteraban 85 de lo que Jarvis, Tumer y Miramén trafan entre manos, El Encargado de la Legacién y los constitucionalistas estaban sobre ascuas, temerosos de un vueloo desfavorable en Ia actitud de los Estados Unidos, mas se afligian sin motivo porque Miramén, lejos de capitalizar la coyun- tura como un politico, la desaprovech6 como un insen. sato. Hasta un ne6fito habria comprendido que el éxito de Ia campafia sobre Veracruz dependia de la estriets neutralidad que observaran las fuerzas navales de los Estados Unidos, mas el Presidente sustituto se condujo en el decisivo momento con la incapacidad para la poll. tiea de quienes llevan sable al cinto y conocen ademds 'a fortuna de la guerra, Entre la visita de Aldham y la de Turner, 0 sea entre el 2-y el 3 de marzo, Miraraén sell6 su destino al declarar que entre las condiciones de Ja wegua figuraba el reconocimiento del Tratado Mon. Almonte y ef rechazo absoluto del Tratado Me Lane. Ocampo, Reparese ahora en los antecedentes, sobre todo en el texto de la nota confidenciel que Le Doux Elgée envio al Secretario de Estado sobre la entrevista del 97 de fe. brero entre Degollado y Jarvis, y se Hegard a conclusio, nes inevitables, pues de acuerdo con dichos antecedentes Jarvis estaba resuelto a mantener la més estricta nea. tralidad en el conflicto salvo en el caso de recibir ins. trucciones en conirario, y de recibirias precisamente de Washington. A mi juicio las imprudentes declaraciones de Miramén malograron 1a disposicién neutralista de Jarvis, puesto que al rechazar tajantemente el Tratado Mc Lane-Ocampo dejé ver que los intereses del gobierno de los Estados Unidos y los del que presidia Juarez se encontraban medularmente ligados. Esto nu se le alcanz6 | | ' | a Miramén, quien seguramente estaba en Ia luna cuando a2 desis casein a Comms “Nuestras operaciones marchan muy bien, y esperando en Jo justo de muestra causa, en el valor de mis tropas y sobre todo en Ia pa- tente proteccién de la Providencia, conffo que antes del 15 la plaza de Veracruz estara en nuestro poder. Mafia nna ocupardn nuestras tropas a Alvarado, y por mal que nos fnera ya tendriamos mucho adelantado.” Alvarado, si, con cuya ocupacién adelantaria mucho y por mal que le fuera. ;No contaba con la sorpresa que entre don Benito y las fuerzas navales de los Estados Unidos le tenfan deparada muy cerca de ¢se lugar, en el fondea- dero de Antén Lizardo! Guando en la mafiana del 6 de marzo los dos peque- fios vapores que Miramén comp:6 en Cuba —el Gene- ral Miramén y el Marqués de Le Habana— cruzaron a la vista de Veracruz, hasta los estibadores del Puerto comprendieron que la Guerra de Reforma se resolveria en cuestién de horas. Y se resolvié efectivamente, al filo de Ja media noche, cuando la corketa Saratoga, al mando de Turner, se aproximé a las naves de Marin con el pre- Seo ds Kets bares pen ant erp dero de provocar un combate del que resulté el Se de los barcos, de su jefe y de sas hombres, que por érdenes de Jarvis fueron enviados a Nueva Or- jeans. “No sé de qué manera explicardn los ameticanos este hecho que es infame, y que sélo la accién brutal pudo hacerlo”, escribié Miramén, interesado en algo que fa absolutamente sin cuidado a los amerieanos, como cra la porbillded de tener que Negar a rendirle cuentas. En cambio Le Doux informé de inmediato al Departa- mento de Estado: “La captura de los vapores de Marin, 87 a a aunque basada en razones diversas a las que se ventilan entre los. partidos comtendientes, produjo gran regocijo en esta ciudad.” Dios sabré por qué Le Dowx pensé que Ja captura de las naves de Marin se fundaba en razones diversas a las que se. ventilaban entre liberales y conser. vadores, pues de considerar las consecuencias de la in- fervencién americana en Ant6n Lizardo resultaré que Turner y Jarvis —aunque seguramente protestantes— resultaron Angeles guardianes de don Benito Juarez, y factores decisorios del lergo y sangriento conflicto, Miramén barruntaria ya el final descalabro cuando el 13 de marzo emplaz6 sus baterias y envié a Juérez un ultimatum, que era a Ia vez débil apertura de negocia. ciones: “Antes de romper las fuegos sobre la plaza de Veracruz —decia—; en estos momentos solemnes, y pro. fundamente conmovide por las desgracias que pesam so- bre mi patria, no dudo prescindir de ios titulos mil por. que el gobierno que tengo el honor de represcatar debe considerarse legitimo y verdaderamente nacional, y con susto adoptaré un camiro racional que se me presente pari Dou Beuiie, aunque ya en condiciones de mandatlo a paseo, acepté parlamentar y nombré a Degollado y Emparan para que se entrevis, faran con los sefiores Diaz y Robles, representantes conservadores. La entrevista se prolongé de las 8 a las 13 horas en una casilla del ferrocarril, al término de la cual los comisionados regresaron a sus respectivos cam. pos sin lograr objetivo alguno. En rigor no existia base Para el armisticio pues Ia posicién de Judrez era muy clara: él estaba dispuesto a hacer “‘en’ obsequio de In az” todo lo que fuera compatible con la Constitueién de 1857, © sea que al Congreso electo de acuerdo eon 88 a a a la Repibtica. & ‘ oe | la misma competerfa resolver las cuestiones pendientes, inclusive la de promover la reforma de la misma Cons- titucién. Miramén no podfa transigir con la Constitucién Por su parte, y rotas las negociaciones abrié sus fuegos sobre la plaza. La batalla de Veracruz estaba perdida, y a ella la jerra, mas por Io visto el Macabeo no se hizo cargo Eke Gecsisee aio oom sonia take tandes “thaws hoy he podido calcular los grandes males que los U.S. nos han hecho con la intervencién que tomaron en la pre- sente lucha —escribié a Concha ei 21—. La aprehensién de nuestros vapores nos privé de las raciones de boca, y hasta ayer consumimas lo de los alrededores... La per- manencia de los bareos americanos en Veracruz les ha dado dnimos para no capitular, En fin, la expedicién fracas6 debido al golpe que sentimos en nuestra marina. No queda por ahora més esperanza que los entusiastas de Veracruz salgan a impedirnos la retirada. Entonces te prometo que tomaré la revancha,” ; Vaya con la espe- ranza! Los de Veracruz podian ser “entusiastas” pero no imbéciies, y surprende que Mirainén, tan avezado en el arte de la guerra, supusiera que pudieran salir en busca de un enfrentamiento. Los liberales se contenta- ron con hacer lo que ei sentido comin exigia y nada més: tender un puente de plata a su retirada, una reti- rada que el Macabeo —con algo tenia que conformar- se—, consideré como “equivalente a una victoria”, Juirez, cl 30 de marzo, dirigié una proclama a los defensores de Veracruz: “Soldados... el enemigo que ‘cxey6 intimidaros con sus mortiferas bombas huye cs- pantado de vuestro valor, de vuestra sercuidad y de vues- tra unién. . . Soldados: j Habéis dado la paza Veracruz!” 89 “a TC St t i } No mencionaba don Benito lo que los americanoe hicie- ron para que Veracruz disfrutara de la par, mas qui elevé su ingenuidad hasta los reprobables extremes dete tonteria fue don Octaviano Mufioz Ledo, ministro conse. vador de Relaciones Exteriores, quien al tener sont miento de lo ocurrido en Antén Lizardo se permite Ia cra adversa a los Tratados sino que se produjo, justa, mente, en cumplimiento de los ya existentes entre ambor pabes, 'y coneretamente en satisfaccién de los que los Sefiores Robert Mc Lane y Melchor Ocampo suceribie. ron en Veracruz el 14 de diciembre de 185 Para Miramén no brillaré més la estrella de los vence- dores, aunque si le aleanzari todavia Ia gloria de los van pitas: No mas la de Atenquique y Ahualulco; no tds Ja de San Joaquin, Tonila y la Estancia de las Vans Pero si la de Querétaro, y con esa-equivalencia. Por el Tromento regresaba a México seguro de las eunsecuencina de su descalabro frente “al Sebastopol de la demagogia”, “Todo '> que he podido ara asegurar la concordia entre los ‘México es cacr en manos de los yanquis, y los juaristas tendrén siempre encima esa mancha.” Se equivocaba en sto iiltimo, porque las manchas més negras no ensucian a los vencedores, que son al fin los que escriben la his- toria. Pero acertaba en algo: alguna vor interior Adve ‘fa al vencedor de tan hermoses batallas que aéababa de perder la Guerra de Reforma. i Las palabras de Mignel —“el destino de nuestro pobre México es caer en manos de Ie: yanquis”— eran como un eco de las que Lucas Alaman estampara, ocho afios antes apenas, en la tiltima pagina de su Hisioria: “México sera sin duda un pais de prosperidad, porque sus ele- ‘mentos naturales se lo proporcionan, pero no lo ser para las razas que ahora lo habitan, al parecer destinado a que los pueblos que se han establecido en él en remotas y diversas épocas desaparezcan de su superficie dejando apenas memoria de su existencia.” ¥ todavia no sabemos si Alamén y Miramén fueron profetas, o simplemente dos mexicanos amargados y ven- cidos. 5. Sélo el rabo por desollar Entre los meses de abril —en que volvié a México—, y diciembre, en que Gonzélez Ortega terminé con él en Calpulalpan, Miramén conocié una gama de amar- guras. Ratificé el Tratado Mon-Almonte, precio de una amistad espafiola que ya no le servfa, y al terminar abril supo que Lépez Uraga vencié en Loma Alta a los con- servadores, y que duefios de San Luis los juaristas mar- chaban sobre Guadalajara, Cuando el caudillo se disponia a salir a la capital tapatia en apoyo del general Woll, don Félix recordé que —Zuloaga— cra Presidente provisional de la Repiiblica de acuerdo con el Plan de ‘Tacubaya, y bajo la influencia de los enemigos del Sus- tituto —enemigos que nunca faltan cuando el poder de un hombre amaina—, resolvié recuperar el puesto. Al parecer no estaba de acnerdo con algunas providencias de Miramén —en particular con la suscripeién del con- trato con Jecker—, y sin ponderar las consecuencias man- 6 publicar un decreto en el que reasumifa la Presidencia, Sélo a un tipo insensato como Zuloaga podia ocurrirsele deshacerse del Presidente en funciones como de un ayuda de cémara, cuando el Macabeo con la fortuna a media asta era todavia el Macabeo, y la prucba de su error fue que el 9 de mayo por la noche se presenté Miramén en Ia casa de don Félix y Je puso bajo su custodia. Al siguiente dia, al partir en auxilio de Guadalajara, el Campeén de Dios levaba a Zuloaga entre las piezas de su equipaje: “Voy a ensefarle cémo se ganan las pre- sidencias”, ie dijo frente a su Estado Mayor. ELI estaba ya en Querétaro, confiado a reunir 6 000 hombres contra 8000 que suponia le enfrentarian los liberates. Estaba seguro de que Woll se defenderia los cua tro dias que necesitaba “para hacerlos pecazos juntos 0 dlivididos, vencedores de Woll o rechazados”, cuando el 25. se enter6 de la derrota liberal en Guadalajara, y su opti- mismo volvié como en los mejores dias: “Muy pronto tendré el gusto de abrazarte —escribié a Concha—; entre tanto no te aflijas: la tempestad ha desaparecido y sélo nos quedan dias de gloria que quisiera fueran a tn lado.” a foxtana parecia sonreir de nuevo a su antiguo hijo predilecte: Vl 2.000 hombres y 12 piceas seguia 9 finojosa cerca de Durango, y Miramén pensaba que Sore apoderaria de Zacatecas y de San Lois con sus 2000 hombres y 18 piezas. Apenas si le preocupal Uraga, que abandoné Guadalajara con 5 000 hombres, 31 caflones y abundantes pertrechos, ‘pero de ésto¥ me enicaigo —ascguraba a Concha, y espero que Para a dia 12 todo estaré arreglado, y el 20 estaré a tu lado”. En cuanto a Zuloaga, segufa “en sus trece” de acompa- farlo en Ia campafia, conducta “ue Miguel encontraba “muy divertida’’. ; ; "Pero pasb el 20 de mayo, y Miguel no regres6. Y paso 1 20 de junio también. Las campafias no eran ya como antes, fuigurantes La guerra habfa tomado un tono me- nor de toma y daca, de pequefios encuentros que nada resolvian, y Concha, encerrada en Chapultepec, sin ver ni dejarse ver, rumiaba lo que su marido harfa en esa hora del dia o de la noche, Tuvo la franqueza de reco- nocer que poco después de su matrimonio se le habla Uespertado “Iz pasién de los eelos”, que aumentaba cuando su marido estaba Iejos y asistia a fiestas y bailes. “Otra cosa encendia en mi espiritu. esa necia pasién —confiesa—, y eran las cartas anénimas que recibia, yen las cuales me ponfan en guardia respecto de la fide~ lidad de mi esposo.” Miguel por s1 parte, hasta Ja coro- nilla, la exhortaba a llevar otra vida, “no esa que acabaré indudablemente conmigo”, pero Concha no daba sv bra: zo a torcer, pues si su marido le escribfa con brevedad y frecuencia, malo; y si lo hacia largo, pero al cabo de cuatro a cine dias, peor. El hombre ejercitaba la pa- cieneia y apenas protestaba: “No tienes razén de tra- tarme como lo has hecho. Mi laeonismo lo exigian las 93 Gircunstancias; bien sabes que eres demés inj ecg ks nt, {os movimientos enemigos. Mientras Con ca ie a Me mt ne jeAtiste del pueblo” jugaba tresilo cor a ayudantes y Mt Les Tres Mosqucterosy Bt Visesnae es Bragelonne. Jen calina y procura distracrte —le recomendaba ef 25 de julio—, como yo iene, fastidiarme hasta el ine buses ROOD Se atrevis “a ‘pogar un nee ra Aumzatlo. “Como tiy ya raya al hat Oe esplin Anoche bailé hasta la'una, es deci” dos horas. Qué tal brile'y (fasidio que no aguante y profes cama al baile y las hellezas,” Declaracién que Concha Tecibié. mitad omy cumplido, mitad oe Pinchazo, pues en el EEE RIES fondo sospecharfa que su marido pudo preferir la cama al baile, pero sin renunciar a ias bellezas, A fines de julio salié Miramén de Lagos para Guana- juato, y Gonzdlez Ortega —que le seguia los pasos ‘no lo perdia de | oportunidad para asestar el golpe, de modo que cuan. do Miramén marché a Leén él se retiré a Lagos, cuando aquél avanzé hasta Lagos, éste tomé el en de Aguascalientes. Miramén continuaba optimista, sin embargo. Obtuvo a ocho dias un préstamo de diccistis mil pesos y contaba con una divisién “muy bonita”, fuer. te en 1 700 infantes, 550 caballos y 250 antlleros, “con los cuales podré derrotar en este momento una fuera duplo, y dentro de algunos dias hasta tres tantos mayor”. Tstaba tan contento ese 2 de agosto que no le preoeupé mayormente que sa madrugada escapara Zuloaga ‘en natices de sus custodios. “Como nunca he jusgado a (se hombre capaz de nada —argumentaba para tranqui- lizarse—, no temo absolutamente algtin mai resultedo dle su fuga. Por el contratio, creo que se ha presentade |a oportunidad brillante de climinarlo de Ia escena polt. tica, © mejor dicho, que volveré a la nulidad de la’ que nunca debié de salir.” Pero el problema no consistia en que Zuloaga fuera luna nulidad sino en la eircunstancia, bastante mas grave, de que siendo Presidente de la Repiblica de acnerdc con el Plan de Tacubaya, Miramdén sélo rcia_el car- g0 con el cardcter de Presidente sustituto. La fuga no para eliminar a era pues una “oportimidad hrillante” 95 Zaragoza, Doblado, Anti. jército de nueve, agosto: “Si el 1 11. Si ocurre alg Pero no fue ni el 1}, pues al ami titucionalistas, y sastre que Gonzdlee iraimén esperara hasta ron las fuerzas cons le Se consumé el de- Ortega se apresur6, jubiloso, 2 comma Ieyenda que se desvanecfa al contacto de la primera de- rrota: en el campo de Silao los soldados de Gonzilez Ortega destruian el mito de Joven Macabeo. Cierto que por primera vez sus enemigos Je veian la espalda, pero 41 no podia permitirse ese Iujo, y con la moral pér ios suelos garrapated el mismo dia cuatro lineas para3Con- cha: “Estoy sin novedad. Muy pronto tendré el ‘gusto de verte, aunque no coronado por la victoria.” Ver la espalda de Miramén era ver también el fin de la Guerra de Tres Afios, el fin cercano, inevitable. De Silao marché Gonzélez. Ortega sobre Guadalajara, y aun- que el Macabeo envié a Marquez en auxilio de la plaza, las fuerzas del Tigre fueron destrozadas en Tepatitlén. Una regla generalmente admitids asegura que los males munca Ilegan solos, y el Campeén de Dios pudo compro- barlo cuando el 17 de octubre el Ministro inglés medié de nuevo, y Juarez le despaché con cajas destempladas: “Si la guerra tuviera un objeto personal, es decir, si la cuestién fuera porque yo siguiera ono en el poder, el medio decente y decoroso para mi seria retirarme del puesto que ocupo, pero no es asi. La lucha que sostiene ‘ersona sino por la Ley Funda- mental. Yo he sido llamado para sostener Ia Constitucién que juré cumplir y hacer cumplir, y como hombre de honor y de conciencia no debo burlar la voluntad de los pueblos.” Don Benito no cedia, y el inglés, frustrado en sus empefios pacifistas, suspendi6 las relaciones de su go- bicimo con el de Miramén: las ratas abandonaban el bareo a punto de zozobrar. Al principiar noviembre, desesperado por Ia falta de recursos, y resentido con los ingleses, cl Presidente susti- tuto mandé allanar la casa de un agente financieto bri- ” L apoderarse de 600.000 pesos destinados a satisfacer el ago de los poseedores ingleses de titulos sobre un em- préstito mexicano, y el 17, sabiéndose perdido —Guada lajara capitulé el 3— dirigié una proclama que tenia todo el caracter de una declaracién in articulo mort “Un hecho de etemo baldén para el partido constitucio- nalista, el memorable atentado de Antén Lizardo, parece, que vino a trazar una Iinea de demarcacién entre la mar. cha triunfal que habia Hevado la revolucién de Tacu- baya y la marcha decadente gue desde entonces ha Seguido. Grandes desastres en la guerra han reemplazado 2 los espléndidos triunfos obtenidos por nuestras armas, Sucesivamente han sido conquistados los Departamentos alue estaban unidos a Ia metrépoli, y hoy s6lo México alguna otra ciudad importante esta libre del imperio de la demagogia. ¢Serd que Ia Providencia quiere probar atin Ia virtud det pueblo mexicano? Lo ignoro, pero un Stan acontecimiento matard en breves dias la duda, cal. mard la ansiedad que agita a este pueblo. Un gran acon. ‘ciutiento indicard bien pronto eudi es ei porvenit que espera a la Repiiblica. .. Conmovido por los males que aqucjan a la patria, he brindado el olivo de la paz al par. tido opuesto, haciendo abstruccién absoluta de mi pertona ¥ Proponiendo, como gran base de la paz, la voluntad na. cional y alguna garantia de estabilidad para el orden de Cosas que resultara de esta revolucién, que ha venido a ser verdaderamente social. Pero parece que los jefes constitu. Cionalistas temen ofr la voz de la nacién expresada libre. mente... y han frustrado las diversas negociaciones que {nb diversos motivos se han iniciado para buscar la pax Hoy el euemnigo ha batido a nuestras tropas en todas pars 98 tes... eQué debo hacer en tan critica situacién? Qué exigen del gobierno los caros intere=es de Ia pats Si la reo no imi sus pretenses a a politica y ejerico del poder; sno respeta ala iglesia; ino deja ineflumes los prinipis etemos de muestra reign; si nose detene ante el sagrado de Ia familia, combagamos 2 la revolucién,sstengamos la guerra aunque se splo- me subre nuestras cabezas ¢l edificio social. eS a suceies tendrin lugar en el valle de México; grandes y sangients espetéculos presenciardn en, breve los babi tantes de exta Hermosa ciudad: a sus ojos se verificara un encuentro deisivo entre las fueras de a demagoia y el eigrit nacional. :Quién ser corona on fs lax reles de la victoria? Hoy s6lo esta en cl alto juicis M palogo estupendo «Ia baal final de In Guerra de Reforms, leno de concepts propios del hombre ce fue su autor: audaz y seguro, fel a\saleondiciin dein estaba a punto de enfrentarse, en et tin Tans mica tan aude an segue y on eles ou él. Durante tres afios lucharon encarniza amente chic jévenes con vocacién para la glriamuerte. Ma- ea a chur ead ane i su fe. Si otro mt , Pee ies annie y furs vie, como hermanos. torrid mas de un mes para que sc produjera oe aa aque Miramén anunciara en su protana del 17 de noviembre, pues el 8 de diciembre se permits teda~ via car sobre Toluca, dgpersat a la uarniign y apo ie de ey Bo, eo 18 Gatnpleaios, ye 9 fe levé ess Taureles péstumos para 99 festejar la fiesta de la Inmaculada Concepcién. Parecia renacer la confianza de mejores ticmpas, pero el de To. luca fue slo un sueiio, y de los suefios se despierta ai fin: el 20 estaba Jestis Gonzalez Ortega en Arroyazarco, listo para descargar el golpe. Sabfa que Miramém sale @ su encuentro con 6 000 hombres y 38 piezas, y se dis. uso a esperarlo. En las avanzadas colocé las divisiones de Mena y Antillén: “Si Miramé6n continéa, mafiana tendremos un encuentre: decisivo —escribié a Judrea ¥ sélo que retroceda hasta México se demorard el recal’ tado de Ia lucha pendiene.” Pero ni Miramén retroce. dié ni el resultado demoré tampoco: en las Lomas de San Miguel Calpulalpan se encontraron el 2? de diciem- bre los seis mil hombres del Macabeo con los cas! veinte mil del antiguo “huizachero de Zacatecas”, hoy la espada de la Reforma. Arrojar a sus hombres en la proporcién de ug contra des y contra tres fue Injo que el Campedn de Dios se permitié muchas veces, pero ahora no con Jos” nisms resultados: el combate, que prineipié a las 8 y foncluy6 dos horas mas tarde, dejé en poder de Gonzi. lez Ortega tos trenes, Ia artillerfa y millares de prisiom Tos. “Mafiana estar el Eiército Fedezal cn la capital ¢ a Repiblica”, anunciabe a Juarez el vencedor “Siga usted obando asf, ¥ sera el hijo mimado de México”, Sontesté don Benito patemalmente el 29 de diciembre, in sospechar Jos dolores dle cabeza que el “hijo mimado™ le depararia en un futuro préximo. Pero de momento era el fin, el término de tres afios ‘le incesante batallar, Como el mar devuelve los despojos de un naufragio re- eres6 Miramén a México, concluida la batalla de San 100 ee ee hora, sentia Ia nece- Miguel Calpulalpan, Nunca, como ahora, se sidad de olvidar. “Todo se ha perdido —dijo secamente a Goncha al volver a casa—; mafiana to contaré tod, Por ahors necesito domis:* Domi, pas el coil ipse, era una forma de olvidar. : or OF de digabre poss Miran saciid ls habitants de ta capital al ened det Cuerpo Dipl ico, y aunque pend evacuar Ta plaza con la guar in, tennin6 por relugiare ea la embajada de Espaia cuando las primeras fuerzas consituionais ceupaban iudad. Pensarfa permanecer alli, bajo la pi lis cuamigy ol enbejades Pachocn, is pt al fin por no crear complcaions y aproveehé el desorden del hora para abandonar el escondite y tomar el ae la costa, In diligencia primero hasta La Quintanilla tuna hacienda de su cufiado; a caballo luego y en oca- Sones a pie —fico, Jalapa, Tejera eorteando lo sie gos de la delacién en cada villorzio, terminé por relamar silo en el consulado de Francia en Veracruz. “Ada ibi¢ Concha el 10 de encro—; est a Aa cies gate oon eoquted sDieiare' Pact algunos dias y seguiré a i destino. Te suplico no te afli- i ét0s hay siempre en jas por Jos contratiempos, pues de ia vida.” Algunas lucecilas, en la ncche clara de enero, delataban la presencia de bareas xtanjeros sorte en el Puerto, Luees incerta pero gas del seguro exo, qu 0 y todo era el camino de la Iil ertad. ee SEIT de enero de 1860 entr6 en México Jesis Gon- sblez Ortega con su ecto trunador en Calpulalpan. i iento de la mafiana el pueblo dejaba cae ses Prtcassaukiclares sobre a caters del Anion profanador de templos, vencedor de Judas Macabeo. Dice io Concha en sus Memorias que cuando Jesis pas6 bajo el balcén donde estaban Degollado y Berriozbal, los hizo bajar y los estreché en sus brazos. También asegura que los hifjos de la ciudad no sintieron por el triunfo de los juaristas el cntusiasmo que en otros tiempos mostraron 1 vencedor de la Estancia de las Vacas, y que se abstu. vieron de tomar parte en aquella “que bien pudo ser Mamada la fiesta y el triunfo de los abrazos”. Natural que ella lo viera de ese modo, pero la verdad fue otra, ues los hijos de Ja ciudad han estado siempre con los vencedores, y fieles a esa regla gritaban una y otra ven: iViva Judrez! | Viva Gowdlez ‘Ortega! jQue mueran los cangrejos! Que vivan los vencedores y que mucran los venéidos, dicho en otras palabras, En México nadie queda a salve del cruel desatino de gritar “mueras” cuando esta con. tento. En medio de la alegefa cruza siempre algin “mue. ra” como sentencia inapelable: los mexicanos no con. Cecen margen a la duda, y se olvidan del padre cuando ‘mientan fa inevitable segutidad de Ia madre. ; Que viva Juarez y que mueran tos cangrejos! iQue vivan os que Sanaron y que tiznen a su madre los que perdieron! El pueblo festejaba a los vencedores de Calpulalpan, y al caer el dis, como cuando Miramén volvié de Colima y de Ahualulco, hubo antorchas y miisiczs, V cohetes eo todo, con esa pasién tan mexicana por les bengalas que aventuran en busca de los magos que inventaron las ti. La Guerra de Reforma terminaba, y don Benito no tardard en cruzar las calles de la capital en su carruaje, impertérrito, con su pétrea cara zapoteca y su alma de espafiol que desafié al Sino, Parecia el fin ce medio siglo 102 i | de aniquilamiento, cl término de la larga querella entre Jos conservadores, con el apoyo mayoritario de la pobla- cién inerte, los liberales, con dl respaldo minoritario de Ja poblacién activa. Miramén navegaba ya hacia La Habana y Concha no tard6 en seguirlo, pues sin” emba- razos puco tomar la diligencia y embarcar en cl Puerto. Ya en el barco, sobre cubierta, dice que sintié “un exe trafio dolor, un dolor que mi corazén no habia atin pro- bado. Senti el dolor de dejar a mi patra, de alejarme de aquella amada. tierra donde por primera ver habia visto la Iuz. BI barco se comeiizé a: mover; el vapor anun- cié con Ja sirena la partida; alzada el ancla dimos una media vuelta, y al perder de visia las playas de Veracruz tun profundo’suspiro salié de mi pecho, y dos gruesas lagrimas corrieron por mis mejillas”. Su matrimonio con Miguel duraba poco més de dos afios, lapso que no obstante su brevedad parecta una vida, Una vida entera, desde el dia nada remoto —ayer apenas— en que el joven Miramén se present6 en Ia casa de Chiconautla, con Ia barda de general en la cin: tura, hasta el tratamiento de “Sefiora Presidenta” en las estancias y terrazas de Chapultepec, Breve suefo y Tonga pesadilla que terminaba sobre ‘a cubierta de un barco euyo nombre ni siquiera recordaba, Un bareo en el que Concha tenia su primera experiencia del mar, mientras Ia tierra de México desapareeia en las aguas como una suave linea oscura. ; EI mar estaba quieto, Un dia de‘esos que anuncian fetes ravens Nad provost In ininente bo dir de nuevo las entrafias de México Bee ae cones cogara les veneros de la pas. De momento e! viento soplaba apenas, acariciante. El mismo 103 viento que arrastraré les nubes de Calpulalpan hasta dejar el cielo limpio, camo una tela fondeada apenas, para destacar en claros relieves las nuevas desventuras, Y al fin la gloria dltima del Joven Macabeo. lot Wi 5 TIEMPOS DE INFORTUNIO 1. El.hombre no encuentra su lugar Desde que Miguel y Concha salieron de México hasta Negara Nueva York, muchas y terribles cosas ocurrie- ron en los Estados Unidos a raiz de la crisis que el triunfo electoral de Lincoln sobre Douglas, Breckinridge y Bell introdujo en la querelia entre esclavistas y antiesclavistas, Como obedientes a un orden preestablecido, los aconte- cimientos preliminares de la gran contienda se desenvol- vieron en el lapso de cinco meses: el 6 de noviembre de 1860 vencié Lincoln; el 20 de diciembre se produjo ia secesi6n de Carolina del Sur; el 4 de febrero de 1861 se instalé, en Montgomery, el gobierno de 108 Estados Con- federados de América con su presidente Jefferson Davies; el 4 de marzo entregé Buchanan la Presidencia al odiado “black republican”, y el 12 de abril los cafiones del Sur abrieron el fuego sobre el Fuerte Sumter, en la hahta de Charleston, Justo al siguiente dia del asalto al Fuerte Megaron a Nueva York los Miramén y dos mds tarde —cuando navegaban hacia Francia—, el presidente Lin- coln proclamé el estado de guerra entre los Estados Uni- dos y los Estados Confederados de América, No imaginaba Miguel hasta qué extremos el “pucblo elegido” se aprestaba a resolver su gran problema en un tempo muy parecido al de la Guerra de Reforma, pues allé también los del Sur principiaron ganando todas las batallas y terminaron por perder Ia guerra, con su Ahua- lulco en Bull Run y en Gettysburg su Calpulalpan, Nin- guno de los dos conoca a fondo la vieja historia del conflicto, y como cualesquiera turistas se contentaron con vagar entre multitudes que agitaban banderas con las estrellas del Nortc. Muchas banderas en los cdificios, en los coches, en los caballos y hasta en los sombreros de las sefioras. De momento navegaban los viajeros con des- tino al mundo entrevisto apenas en lecturas y conversa- ciones. Les importaba realizar el suefio de tanta sefiorita jen edlueacia y de tan:o fachendoso petimetre: el 26 de abril estaban en Paris y dos meses més tarde en Roma, acogidos por Pio IX coo hijos predilectos, tanto que el Pontifice condecoré 2 Miguel por su devocién a la causa de la Iglesia. Luego Népoles, Pompeya, Sorrento, Liorna, Pisa, Florencia, Bolonia, Ferrara, Venecia y Gé nova. Concha observaba y tomaba notas sobre palacios y catedrales, sobre monasterios, diversiones y costumbres. Sus Memorias son el diacio de una turista inteligente al mediar el siglo sax. i Mas al llegar a Turin encontraron las primeras cartas de México con noticias inguietantes: Ocampo y Lean dro Vaile uuertos a iianas de Le Marquez; exte- nuante guerra de guerrillas... y sobre todo el decreto del 17 de julio mediante el cual Juérez, apremiado por la miseria, suspendié por dos afios el pago de las asigna- ciones destinadas a la deuda contraida en Londres y a las demas convenciones extranjeras, En un acto deses- perado, don Renito promulgaba el deercto a sabicudas de que encendia paja junto a un depésito de explosivos, 106 dcrogarlo. Mas Juares no rectificé, y a las cuatro de la tarde del 25 los ministros arriaron las banderas en sus respectivas legaciones: era el esperado “casus belli", y la Intervencién europea estaba en el aire. Muy cdnsciente, Jnarez provocaba la tormenta seguro de los riesgos. Si el decreto del 17 de julio no servia para remediar la miseria, tendrfa por lo menos la ventaja de permitirle un suicidio elegante. ‘Mis o menos fueron éstas las noticias que Miramén recibié al Hegar a Turin, y din perder momento tomé con su mujer la diligencia de Paris, a donde Tegaron el 15 de agosto, La capital francesa cra el sitio ideal para enterarse de las cosas de México, de lo suyo, pnes ;qué le importaba que los pobres rechitas de Lincoln aban- donaran armas y pertrechos en el riachuelo de Bull Run, destrozadas por Jos sureiios de Johnston y Beauregard! iQué més le daba que Washington, aterrorizada, con- templara durante dos dias el regreso de los fugitivos! La noticia de Ja ruptura de Inglaterra y Francia con el gobierno mexicano sorprendié al cxiliado José Manuel Hidalgo en Biarritz, donde veraneaba con la Corte de Jos emperadores de Francia. “Y no fue culpa mia —eseri- bié cuando la tragedia cra ya historia—, si poco tiempo después, en septiembre de 1861, encontrandome en Bia- rritz con los emperadores, recibf cartas de México en que se me decia la ruptura de relaciones de los representan- tes de Francia ¢ Inglaterra con el gobierno de Juarez.” Ese dia se aproximé Hidalgo a la emperatriz Eugenia, 107 a su antigua amistad madrilefia en casa de la Condesa de Montijo, ¢ intent6 el gran golpe: “Majestad —Ie dijo al oido—; acabo de recibir noticias muy interesantes; los acontecimientos nos favarecen, y creo que la idea de la intervencién y del imperio se puede realizar. Quisiera decfrselo al Emperador...” Segiin Hidalgo la Emperatriz dejé su labor de costura, ¥ sin decir palabra se dirigié al gabinete de trabajo de su marido, a donde unos minutos mas tarde fue llamado cl mexicano. Esa tarde intent6 José Manuel el jaque mate decisivo: “Sire —dijo a Napoleén—; hace mucho tiempo que habia perdido la esperanza de ver realizadas lis ideas de las cuales hace ya cuatro afios que tengo cl honor de hablar a Vuestra Majestad, pues Inglaterra, del mismo modo que Francia y Espaiia, irritadas por la politica de Juarez, enviarén barcos a nuestros puertos, Ahi tenemos, Majestad, la intervencién inglesa que nece- sitabamos. Francia no procederd sola, cosa que Vuestra Majestad deseé siempre exitar. Espaiia hace tiempo que esté dispuesta... México, ante Jas tres banderas unidas, reconoceria todo el poder y superioridad de esta alianza, y la inmensa mayoria del pais podsfa apoyarse sobre lac otencias intervencionistas, aniquilar a los demagogos y Proclamar la monarquia, que es lo tinico que pucde sal var a la nacién, Los Estados Unidos estén suftiendo las calamidades de una guerra; no se moverén, y por otra parte nunca se enfrentarfan a las tres potencias unidas. Que sepresente la bandera aliada, Sire, y yo respondo @ Vuestra Majestad que el pafs en masa se levantara y apoyara a la bienhechora intervencién.” Fil decreto de Suspensién de Pagos colmaba las espe- ranzas de los exiliados mexicanos en Europa, y la amis- 108 tad de Hidalgo con fos emperadores resulté més eficaz fue vedabe amar de tngae mondrquicas de Gutiérrez Estrada y que todas las gestiones de Juan Nepomuceno Almonte. Dos scmanas después del regreso de Miramén a Paris se resolvia en Biarritz la intervencién de~Fran- cia en México gracias al “grand coup” de José Manuel Hidaigo, el verdadero padre del Imperio mexicaio, cu- yas relaciones con nuestro hombre no scrian cordiales ya que segiin Corti se las ingenié para que Eugenia le odiara antes de conocerle. “La Emperatriz odia a Miramén —informaba a Viena el embajedor Metternich—, y me ha comunicado que el Emperador no Ie ha recibido”, aunque también era cierto que Miguel no actuaba con prudencia cuando aseguraba que en México “no existia ningtin partido monérquico”, lo que daba pie a que los exiliados supusieran que el ex presidente perseguia una oportunidad para volver al pais como figura de primera linea, y muy posiblemente con el apoyo espafiol. La actitud del Macabeo distaba de favorecer los pla- nes franco-mexicanos, y Concha por su parte, que sol- taba la Jengua viniera o no al caso, ahondaba las dife- on en ima comida con los Almonte, hacia fines de septiembre. Refiere en sus Memorias que, al terminar de comer, dofia Dolores le pregunts su opinién sobre el establecimiento de un gobierno monarquico en México, con un principe extranjero como Emperador, a Jo que ella contesté que le parecia muy mal. —; por qué le parecerfa a usted mal? —insistié todavia la sefiora Almonte. ; —{Porque no querria que ningiin extranjero mandara en mi pats! —iAnh! ya comprendo; fo que pasa es que usted pre- 109 TT SU at SY feriria ser ta reina de México... “iPor supuesto! —corté Concha—; imejor yo que una extranjera! Miramén permanecia en silencio mientras tanto. Mu- cho mds sabria que su consorte sobre el negocio que se ventilaba en las principales Cortes curopeas, y prefirié no terciar. Sabfa que los exiliados proyectaban ‘tilizar su espada, que como quiera cra la mejor a su aleance, hasta ¢l extremo de que Hidalgo dio su brazd a tore, > eseribid en su Notas Seeretas: “Como no hay enemigo chico, he tenido el gusto de cerciorarme de que Miraméa Piensa y desea en esta matcria lo mismo que nosotros”, ConvieciOn valiosisima que al fin abrié a Miguel las puer. tas de Jas Tullerias. Napoleén le recibié amablemente, Ponderé su valor y conocimientos militares y pasé luego cuparse de la Intervercién en marcha: “ES una pena ~ le dijo—, que wu pais tan hermoso viva en constente anarquia. Por eso, y para extenderle una mano se han aliado las principales potencias europeas.” Con. pba relata Ia entrevista en sus Memorias, y no consigna In vespuests de gy mark I, Que seguramente actitud cautelosa que adopts durante la comida con los Almonte. Dias més tarde acudié la pareja a una fleas en las Tullerfas, en la que Eugenia insté a Concha para due se divirtiera en Paris y olvidara “las amarguras del Pasado", Menucleaban las invitaciones para bailes y ban. Guctes en Palacio cuando cierto dia se present6 en eaca de los Miramén el Duque de Morny, hermano bastards del Emperador —hijo aduherino de la reina Hortensia—; Upo notable en la Corte por su falta de escriapulos, sus Gispendios y su amor a las faldas y al dinero fécil, Anos mismo, y a la sombia de su medio hermano, estaba 110 metido hasta el cuello en la especulacién més impor- tante de su vida, pues en alianza con el banquero Jecker se proponia hacer de la Intervencién ¢l mejor negocio de su larga carrera, y seguramente por ser Miramén quien contrat6 con Jecker el malhadado empréstito de 1859, Napole6n le escogié para tener con el mexicano Ja primera entrevista formal. ¥ tan formal que e! Duque —un hombre de negocios— tue directamente al asunto, ofreciéndole el oro y el moro si se prestaba a colaborar en el establecimiento del Imperio mexicano, un proyecto para el que se contaba en primer lugar son las armas de Francia, y luego con las de Espafia ¢ Inglaterra. La entrevista se prolongs por una hora, al cabo de la cual volvié Miramén al lado de Concha, indignado. “Me hhan tomado por ua miserable y por un bellaco —rom- pié—; me han venido a proponer que vaya a México con las tropas francesas y me han ofrecido una fuerte suma de dinero si acepto, pero no iré.en esas condicio- nes: dije al Duque que preferfa morir de hambre en el extranjero que hacer ese odioso papel.” Concha estaba ian orgullosa dc su marido que grité varias veces “jbra- voP”, y no le extrafié que a partir de ee momento todas Jas puertas se cerraran, Las de la Corte en primer lugar, con lo que la situacién en Paris llegé a ser tan dificil —escribe ella—, que resolvieron marchar a Espafia. Tal es Ja versién de Concha, pero Miramén no era franco con su mujer —o ella oculté Ia verdad en. sus Memorias—, pues otros eran los motivos del nuevo ‘viaje. ‘Todavia antes de emprenderlo hablé con Gutiérrez Es- trada, a quien dio su palabra de caballero —y la de General”— de trabajar por el establecimiento de una monarquia con un principe de sangre real, Jo que no fue ut Soest |S eee lo que el viejo imperialista entendié “como una retrac. jacién de las protestas” que esponténeamente le habia hecho antes de partir a Espafia, Es probable que nunce haya pronunciado Miramén tales palabras, pe no exis ning indicio de que el Macabeo pretendiera coronarse alguna vez, mas es claro también que a fines de 1801 gus Planes tendian a engaiiar a los exiliados por un lado, [Por otro a hacer su propio juego cerca de los espatio. kes, con cuyo apoyo esperaba imponerse en México whe Juaristas y franceses a Ia vez. Mas atin: tengo por cierto luc ¢n algunos eirculos peninsulares tuvieron eco sus pro. ectos, pues de otro mado no se justificaria su deekién dle presentarse en México, al mismo tiempo que las face as anglo-franco-espafiolas, dejando en Sevilla a Concha ccon los hijos, _ciodavia camino del Havre Labl6 en Paris con Gu- tiérrez Estrada, a quioa relteré que “estaba prowiv a crficarse por su patria”; que haria lo que la nacién UiRIG* ¥ que contaba eon que los generales Marques, Vicario, Zuloaga y Mejia se pondrian a sus érdeneh Ic due no era definir algo en concreto, y menos su actitud hacia el planteamiento monarquista de los eniliados Cre titre, que tonto y todo desconfiaba ya, se conereté 2 apostillar que cuantos habfan hecho la guerra en México declararon eso mismo: que buscaban el bien del pais, y Que derramarfan hasta Ia iltima gota de sangre pata conseguirlo. “Asi esté de mal parado México con teatos *spontdneos salvadores como sierzpre le han salido”, agre- 112 g6 Gutiérrez, mientras Miramén se encogia de hombros y daba por concluida ia entrevista. Asegura Hidalgo que a continuacién quiso Miramén ver al Emperador, sin conseguirlo, y que finalmente, “bumillado con tan terrible desire” dejé Paris,” para embarcar furioso y resuelto “a oponerse a la Intérven- cién, que se ha hecho sin consultarle”. Ahora sabfan los exiliados que no contarian con él, y Carlota compartiria esa conviccién puesto que un mes més tarde, en Miramar, dijo al Arzobispo Labastida que disculpaba la conducta del caudillo “si al obrar asf lo hacia por un sentimiento de patriotismo”. En ese momen‘o estaba Miramén tan lejos de Juércz como de Napoleén, y mas‘alejado toda- via de los mexicanos que hacian el juego a Napoleén, Barajaba sus propias cartas, esto si, cuando desembareé en Nueva York al mediar diciembre de 1861, tanto que marché a Washington de inmediato como huésped del sefior Tassara, embajador de Espaiia, en cuya casa per- manecié hnasta inuai de nucvo ¢\ bareo, ahora para La Habana, Matfas Romero —el ministro de Juérez ante el gobierno de los Estados Unidos—, no perdia de vista los ires y vinieres “de este mal mexicano”, cuya visita a Tassara atribufa a la circunstancia de hallarse com- plicado en los planes espafioles eoatra México. Don Ma- tias daba por cierto que el caudillo pretcndia reunirse ‘con sus antiguos correligionarios para “organizat un si- mulacro de gobierno, que Espafia reconoceria como paso previo “para desarrollar los designios que aquella nacién tiene contra nuestro pats", o que apoyaba el Cénsul de México en Nueva York al advertit a Ro- 113 ——— mero que Miramén no reconoceria al gobierno de Jud- Tea pero que tampooo estableceria ligas con la Interven. cién, “resuelto a introducir en México un cambio polf. tico que entronice ciertos principios, y que tenga a cier. tos hombres a su frente, de los que tal vez é contard con ser uno de ellos para tratar con los interventores bajo la base de garantia 0 protectorado a ese gobierno”. Todo eran conjeturas, pues, cnando Miramén ember. c6 en La Habana el 22 de enero a bordo del paquete inglés Avon, Viajaba con pasaporte que el Capitan Ge. neral de Guba extendié a nombre de Manuel Femanden, presaucién initil cuando, en Orizaba, Wyke y Saligny estaban enterados de sus movimientos. “Su regreso en leg actuales circunstancias y con las intenciones que se le atribuyen —informé Saligny a su gobierno el 23--, seria Bua nueva causa de dificultades y de molestias, y es pro- bable que no se ie permita desembarcar,” Considery “probable” que se le impidiera desembarear era s6lo un cufemismo puesto que Mr. Wyke no olvidaba que, en el mes de noviembre de 1860, el ahora viajero violé lee sop de la Legacién Tnglesa y se apoderé del dinero que all aban para tos tenedures de bows, acto que en gpinién de don Charles Lennox justificaba el arresto del “malhechor que habia merecido la venganza de las leyes Teconocidas por todas las naciones civilizadas”, Confiado, sin sospeckar la sorpresa que Mr. Wyke le deparaba, viajaba Miramén en compafiia de su hermano Garlos, de Barandiarkn, de Isidro Diaz y del padre Miranda. Se hallaba también a bordo el alférex de hava Lamoruait, quien posteriormente comunics a Jurien de la Gravitre —jefe de les fucrzas francesas expediciona, las, que Miramén habia sido poco cauto durante el 14 Viaje, hasta confesar que desde luego se reunitia con Marquez, y que en él eonvergerfan, contra las aliados, todos los partidos mexicans en pugna. Tanto se fue dy la lengua que, segiin Lamoruait, dijo textuahihente:. “Si {los son amigos, yo sabré desunixios.” Informmba el AIL fércz, por iiltimo, que al aproximarse el paquete a Vera- cruz Miramén principié a dar sciiales de inquietud, y gue cuando a la vista del Puerto se acerc6 una barce inglesa con dos marineros y un teniente armados, el de que, conforme de Londres, ninguno de ellos podria aciuat en perjuicio 0 beneficio de los personajes y par~ tidas contendientes en el pais, A mi ver don Juan dejé en el aire a Miramén forzado por It tozudex de Mr. Wyke, y no obstante haber negado que fue él quien le aconsej6 volver a México. Dice el Con, de de Reus que a su paso por La Habana fueron a verle Miramén, Miranda y otros de su partido, inter Uipiat con los aliados, a lo que él se negé aduciendo que elles tratarian “con el gobierno instaladdo en lt capital de hecho o de derecho”, agregando: “Aprovechen este- des el tiempo y la tonteria del gobierno en aglomerar luna mayor fuerza para impedir el paso a los aliados, y marchen ustedes sobre Ja capital, y si cuando Meguen all uestros emisarios los conservadores se han apede. rado del Capitolio (sic), los aliados tratardn con leg Conservadores”, posicién que soxtuvo en la reunién de loo Plenipotenciarios que las potencias interventoras cclebns: Mast, Crate el 9 de abril, al tocar a su fin la Triple Alianza, us Mas pese a las protestas del Conde de Reus el regreso de Miramén entraba en los planes espafioles, tanto que cuando el Macabeo fue apresado por los ingleses, y en- viado a La Habana a bordo de Ia fragata Phaeton, don Saturnino Calderén Collantes —ministro de Estado— censuré ese proceder con el argumento de que si cada una de las partes se sentia autorizada a tomar medidas contra cualquier mexicano, “‘semejantes a la adoptada respecto del ex presidente Miram6n”, ello equivaldria a que todos ellos ejercicran en México “una especie de soberanfa” contraria al espiritu y la letra de la Conven- cin de Londres. También el almirante De la Gravitre sospechaba el doble juego espaiiol, pucs sabia que cuando el general Prim, a su paso por La Habana, invité a Mi- tamén a regresar a México, lo hizo “con la esperanza de asegurarse con esta condescendencia, el apoyo del Partido adicto al antiguo adversario del presidente Jud- rea”, actitud que se vio en la necesidad de modilicar cuando ef ministro Wyke consideré que el desembarco deano “sera considerada por él coma un ultraje que reclamaria su arresto como el de cualquier malhechor. Prim, segiin el sefior De Ia Gra- viere, “terminé por abandonar al hombre al que no se atrevia a confesar que protegia”, y tuvo que acomodarse a las circunstancias. El jefe francés estaba desaientado con los lios que no comprendia del todo. Pero vefa muy claro, esto sf, que “era dificil predicar la concordia cuando se comienza por dar tan poco ejemplo de ella”. Con el alma en rastras volvié Miramén a La Habana, donde el mariscal Serrano —Capitin General, le dio um buen consejo: “Yo no soy carcelero de los inyleses le dijo—. y esté usted en condiciones de hacer lo que 116 guste, pero le recomiendo que regrese a Espaiia porque si llega a entrar a México lo fusilan”, opinién juiciosi- sima que el Macabeo adopté al embarcar el 15 de fe- brero para reunirse con su familia. Estaba hecho polvo. “Lo que usted me dice de Prim ya lo sabia —escribié al padre Miranda—; el Capitin General me moitré una comunicacién en la cual le encargaba, a su nombre y el de los ministros francés e ingiés, me vigilara y evitara saliera de México. Este hechc me ha podido més que la conducta de los ingleses.” El desgraciado caudillo era, de nucvo, victima de las circunstancias, Y Sevilla otra vez, con su vida tranquila, incompatible con el hombre que levaba en la sangre el cosquilleo de Ja guerra, Demasiado inquieto para quemar su juventud en Ia contemplacién de la Giralda mientras una nueva contienda estaba punto de reventar en su pats, Mira- mén resolvié volver 2 Francia, mal menor cuando en rigor slo podrfa satisfacerle estar en México al frente de una division, algo facil con solo resoiver primero si jugaba Ia partida con Juarez c con los franceses, justa- mente lo que él no decidia, y su dilema era mas amargo porque ni los invasores ni ef futuro Benemérito mostraban interés por su espada, El Joven Macabeo era pues un general en disponibilidad —aungue sin acertar él mismo a disposicién de quién—, y en esa situacién ambigua no se podia vivir en Sevilla ni en la meseta del Pamir. Concha lo adivinaba, y para vencer la “infinita tristeza” de su marido ideé que cn cumpaiifa de un tal Schofole —ruso al parecer y amigo de ambos—, emprendiera uy una gira por Europa del Norte, pese a su conviccién de que Miguel no reunia las cualidades de un trotamundos. EI hombre rechazé por Io pronto hacer turismo, mas Ia decisién de Concha se impuso al fin y el 16 de junio estaba ya en Colonia, ciudad que le desagradé a pesar de su hermosa catedral, “con calles angostas y sucias auungue no tanto como las dc Espafia, y muchachos men- digos no en Ia cantidad de dicha nacién, Napoles ¢ Ita- Jia”. El 18 Hegé con el ruso a Berlin, poblacion “no fea” a pesar del “idioma insoportable” en el que ofa 6peras y Ics explicaban monumentos, “de Jo cual quedan muy enteradas las personas que como yo los visitan”. No esta- ria de muy buen humor Miguel ante la perspectiva de seguir a Rusia, mas no obstante emprendié el viaje al siguiente dia, aunque resuclto a prolongarlo “lo menos posible”. En San Petersburgo se hallaban los viajeros el 22, fati- gados por las 48 horas del trayecto, por los alimentos “muy mal condimentados” y ios pésimos servicios a tra- vés de un pais deprimente, en el que “no se encuentran sino dos o tres poblaciones de tercer orden y unas ran- cherfas, pues ni a pueblo legan los demés higares habi- tados”. Los rusos le gustaron menos todavia que sus pue- blos y comidas por su cardcier semejante “al de los 0508, tigres y otros animales feroces”, vestidos en Ja forma més extrafia imaginable. “No hay pais —conclufa—, en que sus habitantes tengan tanta semejanza a éste con los ban= diddos y con Ia gente més miserable, Nada quiero decirte dc la porqueria de Ia ciudad y de los hoteles y casas piiblicas como artesanos, tiendas, y los muebles y ense- res, los sirvientes, todo da asco.” Cuando salié de Paris dejé a Concha embarazada, mas visto el efecto de Rusia ne ae y de los susos sobre su ~i6mago parecfa ser & quien sufria las molestias del irance. Apenas sila visita a Krons- tadt y a la fortaleza de Pedro y Pablo le deparé alguna satisfaccién. Alli como quicra haba soldados, caiiones, bareos de guerra. > Cuando Miguel —turista malgré soi meme—‘regresé a Paris, una copiosa correspondencia lo esperaba. Cartas de sus antiguos amigos conservadores, que arrepentidos de haber Ievado a México a los franceses veian en él su tinica esperanza, una esperarza muy relativa cuando el hombre no podia presentarsc en el pais sin el riesgo de pasar un mal rato, Cierto que se proponia cumplir con su deber y convicciones sir renunciar a su honor, mas no hallaba el modo de satisfacer esos compromisos. ‘Tal vez. de estar cerca, y no en Europa... Tal vez acor- tando las distancias podrfa ver mejor, comprender mejor y resolver... Tal v Y al puerto y al barco nue- vamente. En agosto de 1862 Miramén embareé con su familia para Nueva York, donde por medio aiio verdn banderitas con estrellas del Norte en los carruajes, cn los caballos yen {os sombreros de las sefioras. Meses terribles porque Nue- va York nunca fue refugio de afligidus ni sitio para res- tafiar nostalgias, Y en cuanto a la proximidad de México, ahora resultaba que en Paris podia estar mAs al tanto de lo que allé pasaba, Fue un tiempo de abandono y desesperanza, sin ligas con los republicanos de México, quemados los puentes con los monarquistas, aun con el més intcligcute de todos elles, con el Padre Miranda, que alguna cosa grave diria sobe su frustrado desem- 1g barco del afto anterior porque Miramén Je escribié, in: dignado: “;’Tendria usted inconveniente en decirme cud- les cran las miras politicas que supo usted levaba yo a la Repiiblica cuando se me impidié desembarcar en Ve- raciuy por la marina inglesa?” Algin viaje para endul- zar el ocio, a las cataratas del Nidgara y de Montmo- rency, prodigios de la naturaleza que le interesaron menos todavia que las avenidas sobre el Neva o la catedral de Colonia. ¥ vuelta a Nueva York con sus multitudes clau- suradas, atascado en el ocio, esa agonfa més amarga que a muerte, No, no era posible vivir asf més tiempo, y los Miramén se resolvieron: mientras Miguel quedarfa en La Habana, atento a que “los acontecimientos politicos {ec permitieran volver al pais”, como dice Concha en sus Memorias, ella seguitia a México con sus tres hijos, en espera del cuarto. No columbraban los amargos dias que el destino les deparaba: la muerte de la pequefia Carmen al llegar a la temible ciudad del wmito, y la sombria aventura de penetrar en México sin la venia de franceses o juaris- fas. Mas ef plan estaba resuelto, y Concha, para no {eparse en Veracruz con ‘os franceses, tomé et piiner barco para Tampico. Sélo una esperanza levaba, y eran las palabras de Miguel en el momento de partir: “Te Prometo estar a tu lado el dia en que des a luz a nuestro cuarto hijo.” Y Jo cumpli6, aunque para eso tuvo que dar el paso més ingrato de su historia, 120 —. 2. arias incertidumbres y una mala decisién De Tampico, para legar a ls hacienda de su cufiado Fagoaga en Cerropricto, cerca de San Luis,-Concha tenia que resolver entre el camino de Montergey, més largo pero en coche y con ciertas comodidades aunque también con el riesgo de toparse con las indios bar- baros—, y el m4s corto a Tula de ‘Tamaulipas, buena parte de él a caballo, con un mal camino carretero hasta Victoria, Temerosa de Vidaurri ms que delos indios opté Concha por el segundo, y en cinco dias de marcha egé a Victoria, donde cambié el coche por los caballos para cruzar la serrania huasteca en compaiiia de sus hijos, dos criados y In institutriz inglesa. Ya “daba al diablo su patriotismo que ia habia levado por aquellos caminos para tener mas aven:uras que don Quijote”, pero la cosa no tenia remedio, y tras de largas jomadas por cimas y barrancas entre tigtes y loros —con embara 20 de siete meses por afiadidura—, terminé por Icgar a Tula. Vencida la barrera de la sierra, el diltimo tramo a Cerroprieto fue cosa de ninos, ;y qué de besos y lagrimas cuando abrazé por fin a Lupe y a Fagoaga! Concha estaba desconocida por la marcha inclemente de once dias: la nariz negra y despellejada; las mejillas y la frente como un ladrillo, pero también de un humor estupendo. “No te preocupes —dijo a Romualdo— éstoy cambiando de plumas como los pAjaros, para estar Iuego més bonita.” Miram6n en Cuba, mientras tanto, eazaba tértolas y cotorras, jugaba tresillo, hacia gimnasia, y mantena con los conservadores de México una copiosa corres- pondencia. Alguno de ellos le endulzé el ofdo con la 121 noticia de que los franceses temian su actividad y presti- Garcia, escribia de Tampico que Miramén habia hecho circular Ia especie de que contaba con Matamoros “para gio, seguros de que les echarfa del pais en cuanto tuviera ¢lementos para ello, y saberlo excité su vanidasa inquina: ¢ incendiar la revolucién”” de acuerdo con los principales “No se equivocan; tengo esperanzas de confirmar su hombres del Puerto. “Esto tal vez sea despecho o fan- profecfa”, escribié a Concha, También hablaba en La farronada —agregaba Fernindez—, pero no obstinte no Habana con mexicanos exiliados, uno de ellos Eustaquio | quiero echar esto en saco roto.” —de identidad desconocida— gracias a quicn averigua- Alguna providencia ¢omarfan los frouterizos para ma- ‘ius lo que para el Macaboo era en ese tiempo “un ver~ < lograr los planes del Macabeo, puesto que el 15 de junio dadero mexicano”, El tal Eustaquio era eso, “ un verda- escribia que, ante el fracaso “de los principales elementos dero mexicano” porque odiaba por igual a juaristas y para hacer el movimiento de Metamoros ', tenia resuelto franceses, y creia ademés que al término de uni aio todos | entrar solo al pais, aunque sin decidir todavia el partido Jos mexicanos estarfan unidos “para echarlos del pais”. final que adoptaria. Lamentable que un primer actor, Pero Miramén no se coneretaba a jugar tresillo y a al presentarse ante su piiblico, desconozea el papel que comentar la situacién mexicana: era un hombre de va a representar, mas ésa era, para su desgracia, la situa. accién que tramaba planes para recobrar su valimento cién de Miguel Miramén en el verano de 1863. n la lucha de su patria. Suponia que su prestigio basta- i ‘Todavia en Brownsville recibié la noticia de la capi- ria para reunir fuerzas en que fincar una posicién sélida tulacin de Puebla, y aunque reconocia que Jestis Gon- frente a Juarez y los franceses, y cl 21 de abril partié zalez Ortega y el Ejército de Oriente dejaron en su lugar para Nueva Orleéns, dispuesto a definir su posicién de “el honor de las armas nacionales”, al batirse sin cuartel lint vex por iodas. Nada sabremos de Gl ducanie sues y durante los sescata y tres dias del asedio, ef desastre le medio hasta recobrar su pista, el 3 de junio, en Browns- causé “una indisposicién”. Suponfa quc é fo habela hecho ville. Mas acontecimientos ocurrieron en ese lapso, pues- | mejor que su rival zacatecano; que en Pucbla pudieron to que en carta de esa fecha alude a ciertos contratiem- i aventurarse estrategias tan obvias “como la de romper Pos que desbarataron “su primer plan” para entrar en la linea, pues se contaba con 16000 hombres y Parque México. Dos cartas a Juarez, una de Santiago Vidaurri para la infanteria”, sin que Gonzilez Ortega lo hubiera y otra de Jestis Fernandez Gercia, prueban que las repu- | intentado. “Yo lo habria ejecutaco una, dos, tres veoes blicancs conocfan sus movimientos, pues el primero se | antes de tomar la iltima providencia.” Pero tainbién excusaba el mismo 3 de junio de no enviar fuerzas neo- 4 advertia que no deseaba pasar como un “militar de café”, Teonesas para la defensa de la capital porque en Browns- EF ¥ que por eso s6lo a Concha hacia tales confidencias. ville habfan aparecido Miramén, Cobos, Benavides y Ace- | La catéstrofe de Puebla acentué sis dudas sobre el hal, y allo te obligala “a tenerlos vigilacos y estar pre- \ porvenir del pais y sobre su posicién frente a los aconte- parados 7 to. By a Fernindez simientos. Ora sentiase tentado a dejar caer su espada iz 4 123 — 7 . al lado de Juérez, ora retrocedia, avergonzado de su de- bilidad. Cuando los franceses impidieron a su compadre Isidro Diaz desembarear en Veracruz, reaccioné como si el afrentado fuera él, y dirigié a su mujer una queja que definia el drama que se ventilaba en su alma: “Crécte que ¢s una desgracia que Judrez tenga ese canalla a su lado.” Pareceria légico inferir. que de no mediar esa “des- gracia”, o sea la de que Judrez tuviera a su lado a la canalla, Miramén estaria ‘dispuesto a volverse juarista, pero unas lineas més adelante rectificaba: Qué desgra. cia que Juarez. y sus compafieros sean tan bandidos! Es imposible ponerse uno al lado de Carbajal, Cuéllar, Aure- liano, ete. Por otro lado los franecses son intolerables, y mucho me temo que México se convierta en ruinas y cadaveres.” Lineas que muestran su conflicto interior, su indecisién, su bisqueda de terceras soluciones cuando s6lo cabfa estar con Juarez 0 con los franceses. La alterna, tiva cra forzosa, ‘aunque nuestro hombre no Ia viera de ese modo en los tristes dies de Brownsville, Para él Judrez y los franceses resultaban extremos deplorables, y enfi- laba hacia una tercera sviucién, ia que versaba exciusi- Yauicuie sobre Juarez o dl: la solucién imposible. Esperaba tal vez, para presentarse en el pais, que la capital resistiera el ataque francés, pero don Benito la evacué el 31 de mayo e instalé su gobierno en San Luis. ‘Miramén reconocia que no era posible defender a México como a Puebla, puesto que no se contaba con los mismos elementos ni con una posicién semejante, pero asi y todo pensaba “que después de haber escrito tanto sobre su cumbir entre sus escombros, disputar palmo a palmo el terreno, cte., ete.”, algo mas pudo hacerse para dejar a salvo el honor. En el fondo la sctirada, y la consecuente 104 ‘ocupacién de la capital por los franceses, exigia de nues- tro hombre una decisién que no se atrevia, 0 que no estaba en condiciones de tomar. Y sin embargo no podia esperar més, consumido en Ia inaccién, mientras al otro Jado del rio se escribia la historia, la hermosa hist. sin Ia colaboracién de su espada. No podia esperar Mi- guel, y lo cruzé6 sin tener resuelto algo “sobre el partido” por adoptar, Tromendu que después cle un exilio de dos afios y medio continuara el hombre tan indeciso como en Paris, como en Nueva York, como en La Habana. El problema —su problema— no eambiaba: por un lado el destino de la nacién, su propia versién del destino de la nacién, y por el otro su inquina “contra los bandidos que existen en el poder”, Ast cruzi Miramén el rio Grande: “Quisiera el Espiritu Santo derme sus luces para dar los primeros pasos”, escribié a Gencha. Siempre ha sido c6- moda solucién cargar al Espititu Santo con el riesgo de decisiones que somos incapaces de tomar. El odio mortal a Judrez era su Gnica bandera al pisar ticrra de México, y, seguramente mientras reventaba cua- tro caballos para salvar el desierto entre ia frontera y Cerroprieto, ice6 ponerse a la cabeza de las fuerzas de un tal Larrumbide para caer scbre San Luis y apoderarse de don Benito, “Eso bastaré —escribié a Concha en clave, rencorosamente—, para que guieran 9 no tengan unos y otros por qué acordarse de tu marid Por qué “unos y otros”? {Se referia a los jefes republicanos y a los fran- ceses? Imposible averiguarlo porque el plan fracasé de nuevo, y el destino del Macabco siguié su zizagueante derrotero. Juércz y él no cabien en el mundo, y ambos lo sabian. Juarez detestaba a Miramén con odio racial, mucho més profundo que la pura diserepancia politica, 195 Che SC CT ere {alo lie no tavo empacho en tender a ‘Tomés Mejia jut mano amiga en los peores dias de 1863, y no obstarte {a contumaz militancia del queretano en las fils eon? vadoras, Una carta de Judrez a don Pablo Verdstegui © cual partido sino sobre México” Miramén cn cambio tenia cerradas todas las uertas, }.281 las tuvo hasta Querétaro, Cerradas, a pesat de que los "argumentos que Judrez esgrimfa para con Mejia eran validos frente al Macabeo. Concha, inconsolable, t2s de la pattia, y mal vista por los franceses a quienes habla negado su apoyo, s6lo Dios lo podia sneer Men Peueross Y dificil situacion,” Si, slo un milagro, si co Gee oS mullagros ticnen alguna eficacia sobre la eontta: Clecién, que no lo creo. Porque no habla Espiritu See, cab fle Introducir texceras soluciones en la lucha med Fea 08 fias, que se reducla a optar entre Juans Y igs franceses, pues aun bajo el supuesto de que Ment "iligno pudiera representar una tercera option met sign pbems® Miramén—, la verdad era que el Trono afincaba en las bayonetas de Francia, y que Francia Competeria su destino, El Padre Miranda, coautor ata 126 ( ( ( ( CoC OCR Tmperio y el més inteligente de los monarquistas, se per-

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