Oración:
Señor, Jesús, creo que estás vivo y resucitado. Creo que estás realmente
presente en el Santísimo Sacramento del altar y en cada uno de los que en ti
creemos.
Te alabo, te adoro y te amo. Te doy gracias, Señor, por venir hasta mí como pan
vivo bajando del cielo, gracias por cada una de las bendiciones que me regalas en
el alimento y con los que me reúno en la mesa diariamente, en el aire, en la
naturaleza, y en salud y en la inteligencia. Gracias señor. Tú eres la plenitud de la
vida. Tú eres la resurrección y la vida. Tú eres, Señor, la salud nuestra y
concédenos siempre salud. Tú eres el Eterno presente y me conoces… ahora,
Señor te pido que tengas compasión de cada uno de nosotros tus hijos para que
haya paz, salud, y amor en cada uno de nuestras familias. Visítame a través de tu
Evangelio para que todos reconozcan que estás vivo en tu Iglesia hoy; y que se
renueve mi Fe y mi Confianza siempre en ti. Amen.
TEMA: Jesús me enseña a distinguir el bien y el mal.
OBJETIVO: comprender lo que es el pecado y el daño, reconociendo en el
sacramento de la reconciliación, el Don de Jesús concede para otorgarnos el
perdón de Dios y la reconciliación con él y los hermanos.
ACVTIVIDAD:
Te compartimos 5 puntos que podemos poner en práctica en el día a día para
enseñar a los niños a actuar de la mejor forma posible.
1. Enseña la “Regla de Oro”
La frase “no hagas a otros lo que no quieres que te hagan” es una forma muy
sencilla de resumir la empatía. Pide a los niños que se pregunten “¿Cómo me
sentiría si alguien me hiciera esto a mí?” Si la respuesta es triste o enojado,
entonces sabrán que no deben hacerlo.
2. ¿Qué es lo que tu héroe haría?
Los niños suelen admirar a personajes que consideran buenos y amables. Por
eso, hazlo que se pregunte “¿qué es lo que haría mi héroe?” Si la persona que
más admira no actuaría de esa forma, quizá él tampoco debería hacerlo.
3. Aprender a perdonar y pedir perdón
Perdonar a alguien significa dejar de estar enojado con él o con ella. Enseña a los
niños que a veces necesitamos perdonar a los demás y pedirles a los demás que
nos perdonen. Recuérdales que podemos encontrar la fortaleza para perdonar si
nos acercamos a Dios.
4. Enseña a reparar las faltas
Es importante que un niño tenga presente que si hizo algo malo, debe disculparse
y tratar de corregirlo. Pero lo más importante es aprender de sus errores, entender
por qué estuvo mal lo que hizo y no volverlo a hacer.
5. Sentir y actuar
Los niños deben aprender que no porque se sientan mal deben actuar mal. Pide
que respiren profundo, que cuenten a 10 y que le pidan a Dios que les ayude a
calmarse.
¿Jesús Haría esto en mi lugar?
PROPOSITO: Aprender a actuar (correctamente es un aprendizaje continuo a lo
largo de nuestra vida). Y desarrollar de la empatía y la gratitud
ACTIVIDAD DE APRENDIZAJE:
Algunos medios concretos:
• Aprender a escuchar la voz de la conciencia y cumplirle siempre.
• Conocer las enseñanzas del magisterio de la Iglesia.
• Estudiar el catecismo
• Aprender a orar para escuchar la voluntad de Dios.
• Confesión frecuente (sincera y profunda)
• Acudir a un director espiritual
• Hacer un examen de conciencia diario antes de acostarnos
. Formación en virtudes y valores
. Coherencia de vida
• Reflexionar antes de actuar
• Asumir las consecuencias de nuestros actos
• Procurar vivir de acuerdo con lo que creemos
• “Que tu sí sea sí y tu no sea no”.
• Cumplir siempre lo que prometemos (3
ACTIVIDAD DE CONOCIMIENTO:
Tenemos deberes que cumplir para con Dios, nuestro Creador. Tener obligaciones
hoy suena muy mal y es motivo de rechazo nada más decirlo, pero es
imprescindible proclamar esta verdad aunque no guste escucharla. Vivimos en la
época de los derechos humanos y precisamente por eso hemos hipertrofiado el
concepto de derecho (todo es un derecho, hasta las cosas más absurdas e
imposibles) y hemos suprimido el concepto de deber. Decir que tenemos
obligaciones es ya sinónimo de esclavitud, de violación de los derechos, de
dictadura, de ofensa imperdonable. Esto, como es evidente, tiene consecuencias
desastrosas para la convivencia, que se vuelve imposible. Tenemos que sanar
este corazón herido por un absurdo planteamiento de lo que es el hombre yendo a
la raíz del problema. Y la raíz es ésta: Debemos aceptar que tenemos
obligaciones que cumplir para con Dios. La consecuencia será que también
tenemos deberes para con el prójimo, pero eso lo veremos más adelante.
Nuestros deberes para con Dios se resumen en dos preceptos, unidos por una
virtud y la humildad.
La actitud de la criatura ante su Creador debe ser siempre la que tuvo el profeta
Samuel cuando le dijo al Dios que le iba a encargar una misión: “Habla, Señor,
que tu siervo escucha” (1 Sam 3, 1-10). O, mejor aún, la de la Santísima Virgen en
su respuesta al arcángel Gabriel: “He aquí la esclava del Señor, hágase en mí
según tu palabra” (Lc 1, 38).
Cumplir dos preceptos: la adoración y el cumplimiento de las leyes morales. Al
adorar a Dios asumo que sólo Él merece ser el primero en mi vida; le doy gloria
con mis palabras, le alabo con ellas, le agradezco por haberme creado. En cuanto
al cumplimiento de las leyes morales, hay que practicar al menos los mínimos, es
decir aquellos principios éticos que constituyen la ley natural y que de forma
magistral resumió Moisés en el Decálogo.
Propósito: No volver a decir, en cuestiones morales, “a mí me parece qué”, sino
investigar si tengo dudas y averiguar lo que enseña la Iglesia. Aceptar de forma
natural y sin hacerse un problema que la verdad no es lo que a mí, a otro o a la
mayoría le parece que es, sino lo que nos enseñó Jesús y nos continúa
enseñando la Iglesia. En segundo lugar, cumplir con mis deberes para con Dios, al
menos con los mínimos (la misa del domingo) sin poner excusas de que no se va
porque se está muy ocupado o porque es aburrida; no volver a decir, por lo tanto,
lo de “no me apetece” para justificar que se dejan de hacer cosas que hay que
hacer. Hacer lo mismo con el resto de los mandamientos y cuando no se cumplen,
tener al menos conciencia de culpa y confesarse en lugar de decir que no tiene
importancia, que no es pecado o que lo hace todo el mundo
TAREA: Mateo 13:24-30
La Palabra de Dios
Les contó otra parábola: “El reinado de Dios es como un hombre que sembró
semilla buena en su campo. Pero, mientras la gente dormía, vino su enemigo y
sembró cizaña en medio del trigo, y se marchó. Cuando el tallo brotó y empezó a
granar, se descubrió la cizaña. Fueron entonces los siervos y le dijeron al amo:
Señor, ¿no sembraste semilla buena en tu campo? ¿De dónde le viene la cizaña?
Les contestó: Un enemigo lo ha hecho. Le dijeron los siervos: ¿Quieres que
vayamos a arrancarla? Les contestó: No; que, al arrancarla, vais a sacar con ella
el trigo. Dejad que crezcan juntos hasta la siega. Cuando llegue la siega, diré a los
segadores: Arrancad primero la cizaña, atadla en gavillas y echadla al fuego;
luego recoged el trigo y guardadlo en mi granero”.
Reflexiones sobre la lectura de hoy
o ¡Vemos aquí un gran ejemplo de la paciencia y amor de Dios! ¿Cómo me
las arreglo con mis imperfecciones y con las de otros? ¿Puedo vivir con
limitaciones en mí y en otros?
o Durante este tiempo, pidamos la ayuda de Dios en estas áreas de nuestras
vidas y reflexionemos en qué cambios puede traernos la ayuda de Dios, para mí y
mis relaciones.