El delito de violencia contra la
autoridad, por Raúl Pariona Arana
Resumen: En el artículo, el autor analiza sobre el delito de violencia contra la
autoridad, con un análisis dogmático y político-criminal, como respuesta del
Estado para garantizar su autoridad y eficiencia en la realización de sus
tareas constitucionalmente asignadas.
Palabras clave: Derecho penal, violencia contra la autoridad, pena
Summary: In the article, the author analyzes the crime of violence against
authority, with a dogmatic and political-criminal analysis, as a response of the
State to guarantee its authority and efficiency in carrying out its
constitutionally assigned tasks.
Keywords: Criminal law, violence against authority, penalty
Contenido: I. Preliminares.- II. Desarrollo legislativo.- III. Bien jurídico
protegido.- IV. Tipo objetivo.- V. Tipo subjetivo.- VI. Tentativa y
consumación.- VII. Concurso de delitos.- VIII. Pena y agravantes.- IX.
Consideración final.
I. PRELIMINARES
1.- Es deber del Estado garantizar la convivencia pacífica de los ciudadanos,
asegurar condiciones de vida digna, acceso a los servicios básicos de
seguridad, salud, educación y justicia. El cumplimiento de estos deberes
solo es posible a través de la administración pública y de los funcionarios
públicos que los representan. En la consecución de estos fines, estos
funcionarios ejercen funciones públicas legalmente regladas y legítimas. De
allí la importancia de que un funcionario público ejerza sus funciones sin
ningún obstáculo, y de allí la importancia de que el Estado prevea medidas
legales orientadas a sancionar a quienes impidan su actuación.
2.- Cuando se impide o entorpece el ejercicio legítimo de funciones públicas
de los funcionarios públicos mediante actos de violencia, el hecho se torna
grave, pues afecta una de las condiciones básicas de convivencia. Por ello,
es legítima la sanción penal de estos comportamientos. Es válido
considerar como delitos estos comportamientos de violencia contra
funcionarios públicos que actúan en ejercicio legítimo de funciones
públicas. La sanción de hasta dos años de pena privativa de libertad que
contempla nuestro ordenamiento jurídico para estos actos de violencia es
adecuada. Refleja la proporcionalidad que los legisladores de 1991 supieron
imprimir en nuestro Código Penal originario. Es acorde con el principio de
lesividad, pues propone una sanción penal proporcional con el reproche que
supone la afectación al correcto funcionamiento de la administración
pública.
3.- En el marco expuesto, el presente trabajo tiene por objeto realizar una
revisión dogmática y político-criminal del delito de violencia contra la
autoridad previsto en el artículo 365° del Código Penal; y, subrayar (¡criticar!)
algunas de las modificaciones legislativas introducidas a determinadas
agravantes de este delito contempladas en el artículo 367º que dejan ver
una clara orientación sobrecriminalizadora.
II. DESARROLLO LEGISLATIVO
4.- El Código Penal de 1924 ya regulaba en su artículo 321° el delito de
violencia contra la autoridad, bajo el siguiente tenor: “El que, sin alzamiento
público, por violencia o amenaza, impidiera a una autoridad o a un
funcionario ejercer sus funciones, o le obligara a practicar un determinado
acto de sus funciones, o le estorbare en el ejercicio de estas, será reprimido
con prisión no mayor de dos años o multa de la renta de tres a treinta días.
La pena será no menor de seis meses, si el hecho se cometiera a mano
armada, o por una reunión de más de tres personas, o si el culpable fuera
funcionario público, o si el delincuente pusiera manos en la autoridad”.
5.- El delito se mantuvo en el Código Penal de 1991 con una redacción muy
similar a la norma anterior. El artículo 365° que contempla el delito, señala:
“El que, sin alzamiento público, mediante violencia o amenaza, impide a una
autoridad o a un funcionario o servidor público ejercer sus funciones o le
obliga a practicar un determinado acto de sus funciones o le estorba en el
ejercicio de estas, será reprimido con pena privativa de libertad no mayor de
dos años‖. Las agravantes se encuentran previstas en el art. 367°, las cuales
han sido objeto de diversas modificaciones, siendo la más reciente la
introducida mediante Ley N° 30054. Estas modificaciones resultan muy
controvertidas y de dudosa legitimidad.
6.- Respecto de la reforma que se avecina, es interesante observar que el
último Dictamen de la Comisión de Justicia y Derechos Humanos del
Congreso de la República relativo al Proyecto de Nuevo Código Penal (19 de
mayo del 2016) proyecta algunos cambios al delito bajo estudio: Se suprime
la frase ―le estorba”, y se cambia por la locución “le obstaculiza”. En torno a
la modalidad de ―obligar”, la precisión es que el acto al cual es obligado el
sujeto público sea uno contrario a sus funciones. Por último, se propone que
la pena privativa de libertad sea no menor de cuatro ni mayor de ocho
años[2]. Este proyecto, cómo se observa en relación a la pena del delito,
tiene una cuestionable orientación sobrecriminalizadora.
III. BIEN JURÍDICO PROTEGIDO
7.- El bien jurídico protegido por la norma es el correcto funcionamiento de
la administración pública en beneficio de los ciudadanos. Se protege, en
consecuencia, la libre formación de la voluntad estatal de las autoridades,
los funcionarios y servidores públicos en el ejercicio legítimo de sus
funciones y el libre ejercicio de las actuaciones funcionariales.
8.- En la doctrina nacional se ha señalado que el bien jurídico del delito es la
libertad de determinación del funcionario público en el ejercicio de sus
funciones, ya que el sujeto activo quiere superponer su voluntad a la
voluntad del funcionario[3]. También se señala que se trataría de un tipo
penal pluriofensivo[4] .
IV. TIPO OBJETIVO
A.- Sujetos del delito
9.- El sujeto activo del delito de violencia o amenaza contra la autoridad,
funcionario o servidor público puede ser cualquier persona, puesto que se
trata de un delito común. El tipo penal no exige una calidad específica en el
agente. Pero en caso el sujeto activo sea un funcionario público, se
configura una modalidad agravada prevista en el artículo 367° y se le
sanciona con una pena de hasta ocho años de pena privativa de libertad.
10.- El sujeto pasivo del delito es el Estado, como titular del bien jurídico
protegido. Sujeto pasivo del delito es también la autoridad, el funcionario o
el servidor público en quien recae la violencia ejercida por el autor del delito.
Al respecto, la doctrina ha señalado que el funcionario o servidor público
vendría a ser el sujeto pasivo específico o perjudicado con la acción
delictiva, mientras que el Estado solo sería el sujeto pasivo genérico[5].
En la jurisprudencia se observa un pronunciamiento bastante polémico:
“siendo el Estado el ente agraviado en los delitos de violencia y resistencia a
la autoridad y contra la función jurisdiccional, deviene impropio tenerse
también como agraviado a la Policía Nacional y a los policías víctimas de la
agresión”[6]. Ciertamente, en atención al bien jurídico protegido, el agraviado
siempre es el Estado, no obstante, si se atiende a los hechos que acontecen
en la realidad, son los policías quienes sufren directamente los actos de
violencia, por lo que ellos son igualmente los agraviados del delito. A estos
funcionarios públicos les corresponde todos los derechos que la ley
contempla para los agraviados por un delito, como por ejemplo, intervenir
directamente en la investigación y proceso penal.
B.- Modalidades del delito
11.- El tipo penal comprende tres modalidades delictivas que únicamente
pueden ser cometidas en un contexto ajeno al “alzamiento público”:
i) Cuando el sujeto activo mediante violencia o amenaza impide a una
autoridad, un funcionario o servidor público ejercer sus funciones;
ii) Cuando el sujeto activo mediante violencia o amenaza obliga a una
autoridad, un funcionario o servidor público a practicar determinado acto de
sus funciones; y,
iii) Cuando el sujeto activo mediante violencia o amenaza estorba a una
autoridad, un funcionario o servidor público en el ejercicio de sus funciones.
C.- Elementos típicos comunes a las tres modalidades
a) Sin alzamiento público – Elemento típico de contexto
12.- El término “sin alzamiento público” forma parte del tipo objetivo y es un
elemento normativo-contextual necesario en la formación del delito. El
“alzamiento público” se entiende como el concurso de varias personas, con
hostilidad declarada contra el Estado, la publicidad de sus hechos y, por lo
general, con empleo de armas. La configuración del delito supone que la
acción de violencia contra la autoridad se realice en un contexto distinto al
alzamiento público, es decir, que la acción de violencia contra el funcionario
público no forme parte de un alzamiento público, pues de producirse los
actos de violencia contra los funcionarios públicos en el marco de un
alzamiento público estaríamos ante otros delitos. El “alzamiento público” es
un elemento objetivo de carácter contextual que sí está presente en otros
delitos, como el de rebelión (art. 346 del CP) y el de sedición (art. 347 del
CP).
13.- Queda claro que la conducta del agente deberá estar al margen de un
alzamiento público, pues con esto se quiere enfatizar que el atentado o
coacción ejercida sobre los agentes públicos no deberá poseer el contenido
ilícito de una sedición pública[7]. De esta forma se evita que conductas
realizadas durante un suceso político violento puedan verse
sobrecriminalizadas.
b) Violencia o amenaza – Medios
14.- El tipo penal hace referencia a los términos “violencia” o “amenaza”
como medios comisivos del delito. El autor del delito debe ejercer violencia
o amenaza contra el agente público, pudiendo concurrir ambas.
15.- La violencia a la que hace referencia el tipo penal debe ser entendida
como el uso de la fuerza física que busca vencer obstáculos o imponer una
voluntad ajena. Para la doctrina nacional, el termino violencia es entendido
como el empleo de fuerza o energía física sobre las personas señaladas en
el tipo legal; se trata, por tanto, de violencia instrumental[8]. Se sostiene
también que la violencia no sólo debe entenderse como todo acto de
constreñimiento ejercido sobre la persona misma (violencia personal) sino
que también puede ser dirigida contra las cosas (violencia real)[9] .
Al respecto, Molina Arrubla ha propuesto una clasificación interesante en la
doctrina colombiana que conviene tener en cuenta. Para el autor, la
violencia, entendida en el campo del Derecho penal, admite ser clasificada
de la siguiente manera: como violencia personal, cuando recae directamente
sobre las personas, o, como violencia real, cuando se ejerce sobre las cosas.
A la vez, la violencia personal, en relación a la subyugación de la voluntad
del violentado, admite dos categorías: física, cuando se hace recaer una
fuerza material sobre la víctima con el propósito de doblegar su voluntad,
llegándose al punto en que se puede decir que el acto no es propiamente del
violentado, sino de quien se sirve de él como instrumento; y, violencia moral,
cuando se produce un constreñimiento a nivel psíquico en la víctima, por
ejemplo, a través de tormentos actuales (a nivel psíquico o moral, claro
está) o de amenazas, de tal manera que puede decirse que el actuar del
sujeto pasivo ha obedecido a la presión moral sobre él ejercida por el
agente[10].