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SS VIII Premisas, Inferencias Conclusión

Las 3 características del esquema general de la inferencia según S. Toulmin son: 1. Las premisas, que son proposiciones que sirven como base para una conclusión. 2. La conclusión, que se deduce lógicamente de las premisas. 3. La garantía, que justifica el paso de las premisas a la conclusión.
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SS VIII Premisas, Inferencias Conclusión

Las 3 características del esquema general de la inferencia según S. Toulmin son: 1. Las premisas, que son proposiciones que sirven como base para una conclusión. 2. La conclusión, que se deduce lógicamente de las premisas. 3. La garantía, que justifica el paso de las premisas a la conclusión.
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Explique Ud., 3 características del esquema general de la inferencia según S.

Toulmin

II UNIDAD: VIII SESION

PREMISAS

Una premisa es el resultado de un razonamiento que puede ser verdadero o falso y que permite determinar una
conclusión. Sin embargo, por uso del término, también se emplea como sinónimo de objetivo o de principio moral,
"Nuestra premisa es ganar el campeonato de fútbol", "Los docentes educan partiendo de la premisa de los valores
sociales".
También es una señal para inferir algo partiendo de la información o argumentos que se posean. La premisa y la
conclusión forman un argumento.
Premisa es una palabra que se origina del latín praemissus, que significa “enviar delante”. Algunos sinónimos de premisa
son: antecedente, idea, hipótesis.
Premisa en lógica
En los estudios de la lógica, las premisas son las proposiciones o los procesos de un razonamiento que genera los
argumentos para desarrollar una conclusión.
Si el argumento es verdadero, la proposición puede conllevar a una conclusión acertada. Sin embargo, las proposiciones
pueden ser verdaderas o falsas, así como afirmar o negar algo y no dejar de ser premisas.
Un ejemplo de premisa puede ser:
Premisa 1: A los niños les gusta comer helado de sabor a chocolate.
Premisa 2: Juan es un niño.
Conclusión: A Juan le gusta comer helado de sabor a chocolate.
En este ejemplo, si a los niños les gusta el helado de sabor a chocolate y Juan es un niño, es lógico que la conclusión
sea que a Juan le guste comer helado de chocolate. Pero la conclusión puede ser errada, porque aunque Juan sea un
niño, no necesariamente le tiene que gustar el helado de sabor a chocolate sino de vainilla. Es decir, la primera premisa
no es del todo cierta y por ello la conclusión no es correcta.
Premisa 1: Los domingos Ana acostumbra ir para el parque.
Premisa 2: Hoy Ana fue para el parque.
Conclusión: Hoy Ana fue para el parque porque es domingo.
Por otra parte, las premisas pueden ser verdaderas y la conclusión ser errónea. En este ejemplo la primera premisa no
es incondicional, por lo que puede ser que Ana vaya para el parque cualquier otro día de la semana sin ser
necesariamente un domingo.
Premisa 1: Todas las aves tienen plumas y un pico.
Premisa 2: Las gallinas tienen plumas y un pico.
Conclusión: Las gallinas son aves.
En este ejemplo las premisas uno y dos son verdaderas, por tal razón la conclusión es acertada. Las gallinas, al igual
que el resto de las aves, tienen plumas y un pico.
Premisa en filosofía
El estudio de las premisas se remonta a los aportes realizados por Aristóteles en la Grecia antigua, en los cuales
establece la forma correcta en que dos premisas pueden generar una conclusión, es decir, un silogismo.
El silogismo es el razonamiento deductivo o argumento del cual se obtiene una conclusión a partir de dos juicios
llamados premisas. Las dos premisas que forman un silogismo se denominan, premisa mayor (que contiene el
predicado de la conclusión) y premisa menor (que contiene el sujeto de la conclusión).
Premisa mayor: Las mujeres usan tacones.
Premisa menor: Lucía es una mujer.
Conclusión: Lucía utiliza tacones.
En este ejemplo, la conclusión se obtiene del razonamiento de las premisas que van de lo general a lo particular. Por
ello, es fácil concluir que Lucía, al ser una mujer, utiliza tacones.
Una premisa es una parte de un razonamiento que se define como verdadera o falsa y que servirá para el
establecimiento de una conclusión. Las premisas son entidades estudiadas desde la perspectiva de la lógica como
una manera de establecer procesos correctos de razonamiento, es decir, procesos lógicamente válidos. A lo largo de la
historia se han identificado como una de las partes mediante la cual se establece una argumentación, circunstancia que
ha facilitado enormemente el pensamiento científico; en efecto, puede establecerse con fundamento que el conocimiento
de una premisa y el modo en que se interrelaciona con otras en un proceso argumentativo existía desde la más remota
antigüedad.
El conocimiento sistemático de la utilización de premisas se remonta a los aportes de Aristóteles en la antigua Grecia.
La lógica aristotélica da cuenta de silogismos, argumentaciones formadas por premisas que son oraciones bimembres,
esto es, con sujeto y predicado en las cuales existe una afirmación o negación del predicado con respecto al sujeto.
También distingue entre alusiones a particulares o a universales. La lógica Aristotélica se caracterizará entonces por
establecer la forma correcta en la que de dos premisas se deduce una conclusión. En este caso, dicha conclusión hará
alusión a algo necesario, ya implícito en las premisas.
No obstante, el pensamiento que establece Aristóteles es fundamentalmente deductivo. Es posible también hacer uso
de las premisas para un razonamiento inductivo. En este caso, se establecerá un número significativamente importante
de casos particulares definidos por premisas para establecer una ley general. En este punto, es importante saber que
este tipo de procedimiento puede fallar y de hecho lo hacen muchas ocasiones. En efecto, es imposible que de casos
particulares una conclusión tenga como característica la necesidad. El pensamiento inductivo debe ser empleado ante
todo como una forma de soporte para la generalización de teorías que luego serán contrastadas con la realidad.
Es importante recordar que las premisas pueden ser verdaderas o falsas y que el razonamiento que las contiene puede
estar errado en su veracidad a pesar de estar formalmente bien construido. En efecto, la lógica no dice nada acerca de
la veracidad o falsedad de las premisas sino tan solo de la forma en que las mismas de deben relacionar y de la forma
en que se deben establecer conclusiones. Dicha forma de establecer validez es utilizada enormemente en el ámbito de
la ciencia; por ejemplo, es a partir de un razonamiento deductivo entre premisas que se contrasta una hipótesis.
Distintos tipos de inferencia según Douglas Walton.
La palabra inferencia, o el verbo inferir, no forman parte del vocabulario cotidiano, y por eso vamos a empezar este
apartado con una definición clara de lo que entendemos por inferir o hacer una inferencia. Inferir es pasar lógicamente,
a través del lenguaje, de la verdad de uno o varios enunciados, a los que llamamos razones o premisas a la verdad de
otro u otros enunciados, a los que llamamos conclusión. Un enunciado es una oración en la que se afirma o se niega
algo, que puede ser verdadero, falso, o incierto. Conjunciones consecutivas del lenguaje cotidiano, como “luego”, “por
consiguiente”, “por tanto”, “en consecuencia”, etc., que suelen preceder a la conclusión de un razonamiento o de un
argumento, son el indicador lingüístico del acto de inferir.
En la filosofía analítica actual de tendencia positivista suele identificarse con frecuencia la inferencia deductiva con la
inferencia lógica, y la inferencia lógica o analítica con la inferencia sin más. Por eso, se tiende a reducir a inferencia
deductiva tanto la inferencia del argumento abductivo, como la inferencia del argumento inductivo. Y, por lo mismo, se
tiende a negar el carácter lógico de la inferencia específica de la argumentación dialéctica, a la que se desvincula de la
disciplina de la verdad, y se desplaza al campo de la retórica dominado por lo persuasivo.
Ciertamente la inferencia deductiva es el paradigma de toda inferencia, por su carácter apodíctico, es decir porque en
ella es necesaria la conexión entre las premisas y la conclusión. En la inferencia deductiva válida, si las premisas son
verdaderas, la conclusión es necesariamente verdadera. O, dicho de otra manera, si la inferencia deductiva es válida, y
las premisas son verdaderas, es imposible que la conclusión sea falsa. Por lo cual, esta inferencia es la más controlable
y segura de todas. Este envidiable carácter apodíctico de la inferencia deductiva se debe a su carácter puramente
analítico, es decir, a que en la conclusión encontramos, lo que ya estaba de alguna manera en las premisas. El ejemplo
de inferencia deductiva, que ofrece el lógico americano Peirce, es el silogismo siguiente: (Premisa 1ª) Todas las alubias
de este saco son blancas. (Premisa 2ª) Estas alubias son de este saco. (Conclusión) Estas alubias son blancas.
En el argumento inductivo, según la tradición aristotélica, la inferencia es una generalización que pasa de una o varias
premisas particulares a una o varias conclusiones universales o de alcance general. En el neopositivismo moderno, se
intentó reconstruir el argumento inductivo como un argumento deductivo que concluye con cierto grado de probabilidad,
es decir como si se tratara de un argumento probable o estadístico. Por argumento probable ha de entenderse aquí,
aquel argumento en el que se infiere desde axiomas o teoremas del cálculo de probabilidad. Por ejemplo, el valor de
probabilidad de “no A” (la negación de A) es definida por el valor de probabilidad de “1” menos el valor de probabilidad
de “A”. Pero la generalización de la interpretación estadística de los argumentos inductivos es todavía discutible. El
ejemplo de argumento inductivo propuesto por el lógico americano Peirce, es el siguiente: (Premisa 1ª) Estas alubias
son de este saco. (Premisa 2ª) Estas alubias son blancas. (Conclusión) Todas las alubias de este saco son blancas.
En el argumento abductivo, la inferencia retrocede desde la conclusión hasta las premisas de las que se sigue o puede
seguirse. En este argumento, como pretende sugerir su mismo nombre, “ab-ductivo”, la inferencia discurre en dirección
inversa, retrocede desde lo último hasta lo primero, desde la conclusión hasta las premisas en las que se basa. Por esto
mismo, la inferencia de la argumentación abductiva tiende a ser identificada con la inferencia de la mejor explicación, en
la que se intenta concluir la hipótesis que explique o permita comprender mejor alguna cosa. Además, el razonamiento
abductivo es bastante frecuente en los sistemas expertos de inteligencia artificial, dado que en ellos los usuarios tienen
derecho a preguntar, por ejemplo, de qué premisas se sirvió el sistema para llegar a la conclusión que propone o
aconseja. El ejemplo de inferencia abductiva, propuesto por Peirce, es el siguiente: (Premisa 1ª) Todas las alubias de
este saco son blancas, (Premisa 2ª) Estas alubias son blancas. (Conclusión) Estas alubias son de ese saco. Así que la
forma del argumento abductivo según Peirce es la siguiente: Se observa el sorprendente hecho”C”. Pero si “A” fuera
verdadero, “C” tendría que ser supuesto. Por eso, hay razón para sospechar que “A” es verdadero.
En los argumentos dialécticos, la inferencia concluye de manera convincente o persuasiva, basándose en una serie de
esquemas argumentativos o tópicos, que son de general aceptación, y que merecen credibilidad si se aplican de manera
crítica. Estos esquemas argumentativos basan la inferencia dialéctica en algún vínculo entre las premisas y la conclusión,
que no es apodíctico, por no ser analítico, pero que permite pasar con seguridad de las premisas a la conclusión, si se
comprueba su existencia y efectividad. La relación causa-efecto o medios-fines, los motivos, los indicios, los ejemplos,
la analogía, los testimonios, etc., son algunos de esos vínculos, que suficientemente contrastados permiten inferir de
manera verosímil en una argumentación dialéctica. Una argumentación dialéctica, cuya inferencia se basa en el tópico
del vínculo causal y en la continuidad, puede ser el siguiente ejemplo de pendiente resbaladiza: “No consumas
marihuana. O acabarás dependiendo de todo tipo de drogas y arruinando tu vida”.
Argumentos dialécticos son argumentos que infieren de manera convincente y aceptable a la luz de la evidencia
disponible, y aplicando de manera crítica los esquemas argumentativos o tópicos; pero cuya conclusión puede ser
falible, y es revisable siempre que se disponga de nuevas técnicas y evidencias. Esto no quiere decir que en los
argumentos dialécticos la conclusión de la inferencia esté disociada de la verdad, sino más bien que sólo suele
alcanzar verosimilitud. Esta verosimilitud de la conclusión depende del carácter dialéctico del tema en el que se
argumenta. La inferencia dialéctica es en cierta medida provisional, habilita a sacar en el presente una conclusión
desde unas premisas, en ausencia de refutación por alguna de las partes en la discusión, pero sujeta a futura
refutación por las partes.
La inferencia dialéctica se basa en la idea de un proceso progresivo de acumulación de evidencia. Puede ser un proceso
dialéctico de discusión, o un proceso de investigación de datos. El proceso no es conclusivo en el sentido de que no llega
a una conclusión conocida fuera de toda duda como verdadera. Sino que, más bien, el proceso puede contener la
aceptación explícita de alguna tesis, que parece ser verdadera en un momento dado de la discusión, pero que puede ser
rectificada o rechazada en un momento futuro, si se consigue nueva evidencia en contra. La consecución de nueva
evidencia puede llevar a la refutación de la proposición, o a su confirmación y reforzamiento.
Aunque la inferencia dialéctica plantea siempre cuestiones críticas, y no siempre nos permite concluir con suficiente
certeza, a diferencia de la inferencia deductiva, que concluye siempre de manera necesaria, lo cierto es que no
podemos renunciar a ella, porque hay muchos temas que son esencialmente dialécticos. De manera especial,
necesitamos acudir a la inferencia tópica en las cuestiones referentes a la justicia y a los valores morales, donde no
hay otra vía para conseguir el reconocimiento inter-subjetivo de un valor o un deber, que los procedimientos dialécticos.
Los valores y los imperativos no se pueden deducir, porque son principios morales, es decir ellos mismos son las
premisas últimas de toda posible deducción moral, y carece de sentido pretender deducir algo de sí mismo; más bien,
los valores e imperativos morales basan su validez en el reconocimiento inter-subjetivo que resulta del consenso
alcanzado mediante el diálogo y la argumentación dialéctica.
El esquema general de la inferencia según S. Toulmin.
Toulmin reaccionó contra los lógicos formales y su pretensión de reducir toda inferencia lógica a inferencia deductiva,
reconociendo que hay tipos de inferencia que no son deductivos, como la inferencia tópica en la argumentación moral y
jurídica. De manera especial, contrapuso al modelo de razonamiento geométrico, el analítico-deductivo vigente en la
lógica, el modelo de razonamiento jurídico, y diseñó un modelo general de argumento, que pudiera valer para los
distintos tipos de inferencia. Así que buscó aquello que tienen en común todos los argumentos, sean deductivos o no, y
aquello que varía en la argumentación, dependiendo de los distintos campos argumentativos, por ejemplo, la
matemática o el derecho. Toulmin concluyó, que la fuerza de los argumentos es común a todo tipo de argumento, pero
que los criterios varían de un campo a otro de argumentos.
Toulmin pensó que las argumentaciones son organismos, es decir que funcionan como totalidades constituidas
orgánicamente, y sometió cada uno de sus elementos de su modelo de argumento a un análisis pormenorizado. Nos
detendremos en este análisis, porque ha tenido una amplia aceptación entre los teóricos de la argumentación, y porque
puede ser útil para describir los resultados de una argumentación.
Supongamos que hacemos una afirmación o proponemos algo, que, lejos de ser aceptado, resulta cuestionado. Nuestra
respuesta racional a ese cuestionamiento consistirá normalmente en buscar la manera de justificar nuestra afirmación,
cosa que solemos hacer exponiendo una serie de hechos. Presentamos algunos hechos como justificación de aquella
proposición nuestra, que ha sido cuestionada. Por ejemplo, justificaríamos una afirmación como “el pelo de Harry no es
negro”, por el hecho de que, según nuestra experiencia personal, “Harry es pelirrojo”. Pues bien, “Harry es pelirrojo” es
el hecho, que justifica nuestra afirmación “el pelo de Harry no es negro”, y, así, esta afirmación puede ser
considerada conclusión de aquel dato. Los datos son, como puede verse en este ejemplo, ‘la base ofrecida para
fundamentar la afirmación original’. Otros ejemplos presentados por Toulmin son los siguientes:
Conclusión: “Petersen no es católico romano”. Dato: “Petersen es sueco”.
Conclusión:”Wilkinson ha infringido el código de circulación”; Dato: “Un policía ha comprobado que Wilkinson circulaba
a 90 km/h en una zona de obras, y el policía va a testificar”.
El modelo de Toulmin nos ha servido para hacer una primera descripción de lo que es un argumento; sin embargo, este
modelo mantiene algunas ambigüedades, y no nos servirá para analizar y evaluar argumentaciones. En efecto, existe
una cierta confusión a la hora de determinar la función argumentativa del “Dato” y de la “Justificación”, que, al analizar y
evaluar argumentos, nosotros sustituiremos respectivamente por la premisa principal del argumento, y por el tópico o
forma dialéctica, que justifica la inferencia, así como por alguna co-premisa, que hubiese quedado implícita. En este
sentido, también puede plantear dudas la función argumentativa de la “Fundamentación”, que, como veremos más
adelante, nosotros interpretaremos como una discusión crítica de que el argumento responde a la forma dialéctica de
inferir, lo que supone la verificación del vínculo efectivo que la fundamenta.

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