LA ORACIÓN
Objetivos
Conocer el valor de la oración en la vida diaria como medio de
encuentro con la persona de Cristo.
Crear un hábito de oración que nos ayude diariamente en el
encuentro con nuestro Padre de los cielos.
1. MIREMOS Y ANALICEMOS
En la vida diaria hay infinidad de cosas que nos ocupan el tiempo, la
familia, el trabajo, los amigos, el estudio y quizás el ocio; pero en
muchas ocasiones para nuestra vida espiritual y de encuentro con
Cristo, no tenemos el mismo tiempo que de alguna manera, disponemos
para pasar con nuestros amigos y familiares que es muy importante,
pero también es muy importante nuestra vida de oración. Pensemos en
lo siguiente:
El que sabe orar bien, sabe vivir bien. Esa es la convicción de San
Agustín y la experiencia de un sinnúmero de otros cristianos. Para otros
significa la oración un tiempo perdido. Mi trabajo es oración suficiente,
dicen, y algunos tienen la impresión de que rezar es algo para las
viejitas o un consuelo barato para los débiles que no saben valerse por
sí mismos. Dios habla al corazón de todo el que quiere escucharlo y
reclama una respuesta. Orar bien significaría entonces: ponerse en la
presencia de Dios con una actitud de escuchar y darle una respuesta por
medio de toda la vida: pensamiento, palabras y obras. Adoradores de
Dios inmóviles no sirven a nadie. Dice Jesús: «no son los que me dicen:
Señor, Señor, los que entrarán en el Reino de los Cielos, sino los que
cumplen la voluntad de mi Padre que está en el cielo» (Mateo 7, 21).
Orar es: vivir conscientes con Dios. Somos colaboradores suyos, y ni
siquiera sólo simples albañiles, sino ingenieros de su obra. Todo amor
humano tiene que ser expresado de vez en cuando con palabras y
gestos para no atrofiarse. Así tampoco puede haber fe si a la iniciativa
de parte de Dios, para entrar en una relación personal con nosotros,
sigue la indiferencia y el silencio de parte del hombre. Jesús fue el
maestro más grande de la oración, o sea; de la comunicación y
comunión íntima con Dios Padre. Su oración antes de morir en la cruz
ante todo nos muestra con qué espíritu debemos orar también nosotros:
«Padre, si quieres, aleja de mí este cáliz. Pero no se haga mi voluntad,
sino la tuya». (Lucas 22, 42).
Jesús les enseño a sus discípulos «que era necesario orar siempre sin
desanimarse» Lucas 18, 1. Y San Pablo repite: «Oren sin cesar» 1 Tes
5, 17. Orar sin cesar seguramente no puede significar que por tanto
rezar descuidemos nuestro trabajo. Orar sin cesar puede significar
únicamente que, de alguna manera, toda nuestra vida se transforme en
oración.
Actividad
Hazte estas preguntas, que guíen tu reflexión y responde brevemente:
¿Basta rezar mucho para ser un buen cristiano?
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¿Qué relación hay entre la oración y la vida?
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¿Qué nos enseña Jesús sobre la oración?
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¿Cómo podemos cumplir el mandato del Señor de que “estemos
orando en todo tiempo”
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2. LA PALABRA DE DIOS NOS ILUMINA
Responde lo siguiente en cada cuadro: ¿Qué actitudes interiores para orar
nos enseña Jesús? Ver los textos evangélicos siguientes y anotar la virtud
que cada uno de ellos propone:
Lucas 11, 9-13
Mateo 6, 5.6
Lucas 18, 13. 14
Lucas 11, 5-8; 18, 1-7
Mateo 7, 21
Marcos 11, 25
Mateo 18, 19. 20
Juan 14, 14
3. REFLEXIONEMOS
Las horas que me reservo para orar explícitamente, me deben ayudar a
vivir según la voluntad de Dios. Es decisivo que en todo quehacer
importante me oriente según Cristo y pregunte: “Señor, ¿qué quieres
que haga, aquí y ahora?”. De esta manera toda mi vida va a ser, cada
vez más, una respuesta de amor al Amor de Dios, convirtiéndonos en
una oración continua, o sea en comunión, de pensamiento, palabra,
acción y vida con Dios.
4. ORACIÓN
Durante esta semana has el intento de tener un horario fijo para la
oración con Jesús y luego comenta tú experiencia con los demás
compañeros.