ienaventuranzas de San Efrén el Sirio, diácono y Doctor de la Iglesia
(306-373).
Bienaventurado el que no se sacie con la vida de este mundo,
manteniendo su mente en las cosas divinas.
Bienaventurado el que se haga como un ángel ya en esta vida,
asemejándose a los serafines, guardando siempre la pureza de su mente.
Bienaventurado el que, acordándose siempre del Juicio Final, se preocupe
en sanar las heridas de su alma, con sus propias lágrimas.
Bienaventurado el que viva libre —en el Señor— de las cosas de este
mundo, sabiendo que son efímeras.
Bienaventurado el que avance gracias a sus virtudes monacales y a la
abstinencia.
Bienaventurado el que selle sus labios con el estremecedor mandamiento.
Bienaventurado el que odie el pecado y practique la virtud.
Bienaventurado el que, en lo visible y lo invisible, ame al Único Dios y a toda
Su creación.
Bienaventurado el que se haga como un cielo lluvioso, extinguiendo con sus
lágrimas el fuego de los apetitos del cuerpo.
Bienaventurado el que renuncie a todos sus bienes con tal de ganarse a
Cristo, el Diamante celestial, a Quien se debe todo honor, ahora y siempre y
por los siglos de los siglos. Amén.
Traducción y adaptación: Jose David Menchu. Traducido de: Proloagele, volumul I, Editura Bunavestire, p. 514.