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Rastaquouere: Crítica Social Americana

El documento presenta una introducción a un libro que describe las ilusiones y desengaños de los sudamericanos en París. Critica la visión estereotipada de los europeos sobre los sudamericanos como "rastaquoueres" y busca explorar los tipos sociales reales entre los viajeros sudamericanos para corregir las percepciones erróneas. El autor se propone trazar cuadros de costumbres sin aludir a personas reales, enfocándose en generalizaciones para examinar debilidades sociales inevitables en sociedades j

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Rastaquouere: Crítica Social Americana

El documento presenta una introducción a un libro que describe las ilusiones y desengaños de los sudamericanos en París. Critica la visión estereotipada de los europeos sobre los sudamericanos como "rastaquoueres" y busca explorar los tipos sociales reales entre los viajeros sudamericanos para corregir las percepciones erróneas. El autor se propone trazar cuadros de costumbres sin aludir a personas reales, enfocándose en generalizaciones para examinar debilidades sociales inevitables en sociedades j

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~BERTO VEL SOLAR

¡LUlillONES

BUENOS AIR ES
F ÉLIX LAjOUANE, EDITOR
79 - ' PERÚ - : 89

18go .
RASTAQU-OUERE
EJEMPLARES ESPECIALES

, pe esta obra se ban impreso niate J cinco ejemplares IObre .-pel


del Japón numerado. del t al 25. J cien sobre papel IftIlU.

Imprenta de Pablo E. Coni ~ bijos, P~rú. 680


v4LBERTO VEL SOLAR

RASTA@OUERE
ILUSIONES

y DESENGAÑOS SVD-A~IERICANOS EN PARIS

BUENOS AIRES
FÉLIX LA] OU ANE, ED ITOR
79 - PERÚ - 89
INTRODUCCiÓN

r
EL POR QU~ DE ESTE LIBRO Y SU PROPÓSITO

Enl1'e las naciones que marchan á la vangua¡'-


dia de la civiliz::zción europea ninguna hay que
se distinga tanto por su cultura, ppr su poder y
por su prestigio, como la Francia; pero ningu-
na, tampoco, que ignore más cuanto á los otros
pueblos se refiere, y muy especialmente lo que
atañe á nuestm apartado suelo americano, esta
fracción inmensa del globo terrestre, donde se
encierran ~antas riquezas inexploradas, tanta
variedad de costumbres, tanta "exhuberancia de
VI RASTAQUOUERE

vida, tanta fuerza germinadora latente, como en


casi todo aquel Viejo Mundo que día por dia van
abandonando las masas populares, en busca del
pan y de los medios de subsistencia que allt les
son negados.

- ¿ Qué somos los americanos del sud para una


gran parte de los eU1'Opeos que nos juzgan?
No ha mucho tiempo que, con motivo de cier-
tq, artículo publicado en la Nouvelle Revue, por
un célebre escritor francés, tuvimos ocasión de
transcribir varios párrafos arr"'lftldos á las co-
lumnas de diarios parisienses, párrafos en los
cuales ~e trataba de juzgar nuestra historia y
nuestros hábitos sociales.
No ,-eproduciremos aquí esos modelos de cul-
tura literaria; pero sí recordaremos que ellos se
referían, en particular, al tipo de nuestras gen-
. tes, caricaturado según la jantasía de los perio-
. distas que habían emprendido la tarea de darlo
á conocer de sus compatriotas; que ellos analiza-
INTRODUCCIÓN VII

ban nuestras costumbres, calificadas de bdrba-


"as, crueles, canibalescas, etc.; que ellos daban
cuenta de nuestras instituciones, declarándolas
despojadas de toda ley tutelar, de toda garantía,
de todo P"incipio racional, de todo derecho legí-
timo; que ellos se 1"eftrían, en fin, á nuestra vida
social colectilJa, disji"azada groseramente en sus
pec.ulicuidades características.

De esta manera, el amerícano del sud, ya fuese


a1"gentino, chileno, boliviano, venezolano ó co-
lombiano, quedaba convertido, á la vista de los
europeos, en "el verdadero, el unico rast~guoue­
re; el rastaquouere por excelencia ",~ personaje ri-
dículo, 'absíl1"do, á q.uien se pintaba' con rasgos por
el estilo de los siguientes: tipo de COl01" moreno
subido, facha estrafalaria, vestir aparatoso y
grotesco, talante finchado, aridar de pavon'eo,

..
- especie de crisólito. t'iviente, por lo chillón de
su alavio y P01" el brillo de los diamantes de que
se le supO'/iia cubierto, desde /,a cabeza hasta los
. VIII RASTAQUOUERE

pies - especie de bolsa llena de 01"0, desgar-


rada por una punta, según era la cantidad de
escudos que se aseguraba iba den'amando á su
paso y POl' doquiera,.,

Por lo que 1'especla al origen de las fortunas


sud-americanas, !te aqui lo que se decia en Pa-
1'is: "El sud-americano, ó sea "el rastaquouere
por excelencia", come1'cia, todavía, dentro de su
tierra, en came humana, negra Ó' blanca; da cu-
"
chilladas y liros de 1'ewolver, cuando no asesina
. á ctlgún prójimo en la cordillera de los Andes
• (1 ."

~~~"apoderal'se de sus maletas de vüjje~ ,,.er;.~r-


$e~ seguida al Viejo Mundo .. á/JI&HI;. .• los
, productos d~l ~o';,~ ~ .~.i
.'::.4:'«; .
~tl'-\. .' .. ~'...~~'"

... ~~:~~~. >';' :";·~~·L~<:~~


-10-' '.,;,.

De. todo fiIj.I~~se, ·P~. ~ abservtidor


frio é impQ¡f'cit4.:·~ün·· heiho. .evidi:1Ue: ó hay en
tales juicios un error grosero, f11ÚlJ de la má~

supina ign01'ancia, Ó hay un espi1'itu maligno,


incomprensible de parte de escrito1'es se1~ios. cuya
INTRODUCCIÓN IX

misión principal debe sel' ilusb'al' á su público,


Porque, es el'idente que, si bien existen en la
Amb'ica del Sud, como .en cualquiel'a otra parte
del mundo, l'astaquoueres, ó, más p1"Opiamente
hablando, fantoches POI' el estilo de los que los pe-
l'iodistas franceses suelen pintal' en sus articulos
de prensa, es lo cie¡'to, también, que l~ inmens~

mayo1'ia de los. viaje1"Os sud-ame1'icanos que -á


Europa van, difieren totalmente de dichas pintu-
l'as, por lo gene1'al chocan'el'as, y despojadas de
la gracia que algUnos leclO1'es indulgentes se
empeñan en suponerles,
¿ A qué Causa debemos atribuir, entonces,
lasfr~cuentes· boutades ~on que se satiYiza y
cal'icatul:~ á.. los viaje¡'os del Nuevo Mundo·
que llegan /JO,r allá? 'Vamos. á tl'atar de expli-
.cámoslo:

L'nidr¡¡s POI' vinculos 'de 1'aza y POI' sentimien-


tos naturale~ .de confratemidad, forman nuestl'as
colonias sud-amel'icanas en EU.J'ó~a una familia
x RASTAQUoutRE

nllmerosa y compuesta en su mayor parte de


gente conspiclla y respetable, que se esJuer:a,
con patriótico empeño, en exhibir allí las pren-
das y cualidades que más tiendan á hacer esti-
mables en el extranjero nueatros hábitO&, nues-
tra manera de ser y nllestras condiciones de so-
ciabilidad y cllltura. Pero sllcede á veces que
dichas persona~ tropiezan con el inconveniente
de tener que lllchar en el sentido de destruir ó
borrar el mal efecto producido por las debilida-
des, los candores, las inconveniencias de otros
determinados compatriotas, salidos de algún rin-
cón cualquiera de esta América lejana, y conver-
tidos, allá en el Viejo Mun40, por virtud de la
expatriación y por las ventajas que les proporcio-
nan la independencia y la libertad con qut: viven,
en personajes de valia, en pseudo-notabilidades
de su tierra.

¿ Quiénes son esos personajes y cuáles sus can-


d01"es, sus desaciertos y sus debilidades?
INTRODUCCIÓN XI

¿ Valdrá la pena señalal'los francamente, y


una '!)ez por todas, al cl'iterio de los extranjeros
que nos juzgan y nos T(~tratan, generalmente
según el grotesco modelo que ellos les proporcio-
nan?

¿ Se p,'estará, por ventura, el exálrfen de las.


costumbres y modos dese,. de esas gentes á con-
clusiones tan claras y precisas que alcancen á
damos tema para un estudio de c1"Ítica social tan
completo como el que desearíamos ofrecer á nues-
tros lectores ?, ..
He aquí las preguntas que nos. hicimos cuando
se nos ocurrió, por vez pl'imera, la idea de· em-
prender ~a composición de este volumen.

La tarea, sobre sel' de suyo árdua, se nos pre-


sentaba, por entonces, como escabrosa y compro-
mitente, .Todo lo que se pal'ezca á alusión pel'so-
nal directa, nos decíamos, debe ser l'echazado
en absoluto por el escl'itor de cQs~itmbres, llama-
XII RASTAQUOUERE

do únicamente á censurar lo que crea censura-


ble, á la manera del pintor de cuadros de cir-
cunstancias, que, al hacer el dibujo de las sillle-
tas que juzga conveniente explotar, se cuida,
ante todo, de no reproducir satíricamente en su
tela la fisonomía de algún p"ójimo viviente de-
terminado.
Temerosos, (!sí, . nosotros de que el natural y
legitimo deseo de ser fieles en la pintura de los
tipos que nos proponíamos hacer entra,' en nues-
tm cuadro nos condujera inconscientemente á la
alusión de personas, .á los retratos de cuerpo en-
tero,. y queriendo, además, evitar que el espíri-
tu de malevolencia (tan cOl1Jún, por desgracia J,
se empeñara en atribuirnos esas alusiones: ena-
morados, por otra parte, del tema que deseába-
mos tratar, nos decidimos, por fin, un buen día,
á echar mano, como lo hacemos ahora, del úni-
co recurso que nos quedaba, á saber: acudir á
las generalidades, á los bocetos de toques comu-
nes al conjunto de las fisonomías bosquéjadas, á
prodzlCir Un czeadro de género, tomando como
INTRODUCCiÓN XIII

materia entidades cualesquiera, imaginarias,


aPlicables á la idea abstracta y al pensamiento
capital de la obra.

Crean, pues, quienes, p,"edispuestos por natu-


raleza á encontra1" alusiones y personalidades en
todo esc1'ito de la clase del que iniciamos, busquen
nombres y casos conocidos en los tipos y,escenas
q.ue valnos á trazar, con tan distinto fin, que
sólo nos impulsa eí deseo de dar á conocer fla-
quezas sociales ence1Tadas en el cí1"culo fatal de
aquellas que, P01" su condición y antecedentes, se
consideran de existencia casi inevitable en la his-
toria de sociabilidades tan jóvenes como la
nuest1"a"

Habiendo perdido del todo sus p,"esunciones de


o,,
humanita1"ismo cosmopolita, ciertos parisienses
del día pa1"eCe 'que tUl'ieran antipatía p1"Ofitnda
XIV RASTAQUOUERE

por el extranjero en general, y por el sud-


americano etI particular, relepdo, este ultimo,
al infimo rango de rastaquouére, palabra con-
vencional que no tiene traducción en nuestra len-
gua, pero cuyo venal significado bastan á expli-
car los párrafos anteriormente transcritos ...
De mala gana vense obligados á tolerar qZIe
sus teatros, sUli-cafées, sus paseos, sus bosques,
se vean invadidos por esa legión de gmte verda-
deramente lucida que no es de casa, y que se
p,ermite, sin embargo, exhibir 'ante su vista el
cómo puede aprovecharse discretamente de aque-
llos goces, cuando hay dinero y libertad en abun-
dancia para procurárselos.
¿ Qué hacen, entonces, para burlarse? Observan
á un tipo cualquiera, á alguno de esos persona-
jes grotescos, que, como muestras averiadas
de nuestra raza, suelen llegar por allá; se apode-
,·an de él, lo explotan, lo caricaturan, yen segui-
da lo exhiben en público como el espécimen m..is
perfecto de dicha raza.
INTRODUCCIÓN xv

Señalar a esos tipos con sus defectos, hacerlos


1~esaltar de manera que todos los que nos juzgan
pOI" ellos puedan distinguÍ1"los y hace1" las salve-
dades que de tal distinción emane1l - sie1ldo la
p,"imera el considera," que los rastaquoueres de
POI" allá lo son también de POI" acá - he ahí
nuestro pmpósito.

Al intentar lle~ar á cabo el estudio de las cos-


tumbres de una mínima fracción de ese inmenso
todo que se llama la sociedad - coniunto que
tan magistralmente trató, observándolo e1l deta-
lle, analizándolo y definiéndolo· COll criteri.o sin
igual el ilustre Balzac - hemos pensado que de-
bíamos segui,", Po," nu~st,"a parte, las doctrinas
del maestm, y. busca,", á nuestra vez, el tema, el
medio ambiente y los pe1"sonajes de nuest,"a fá-
bula dentm del gran escenario dél mundo, den-

..
tm de la misma vida ,"eal, aunque mantenién-
donos jOl"ZOSamente en una esfe1"a est,"echa, que
nos obligaba· d no sali," de los casos conc,"etO$ y
· XVI RASTAQUOUERE

de las colectividades sueltas; Yti que en el orden


socitJI paTticultJrl&imo d que estos CJj1Imtes se re-
fieren, ltl verdtJdertl especie, ttll como BtllZtJC ltJ
comprendió en su inmortal Comedia Humana,
no eX2·ste todavía entre nosotros.

Nuestras aspi,."ciones quedarán, en todo caso,


satisfechas si ·logrtlmos htJcer q~ tlquellos de
nuestros hermanos de Américtl que tJun no htJytln
vi~jado por el Viejo Mundo, comprendan el ver-
dadero fin y móviles que nos impulsan y deciden
á dar á luz este trabajo.

·0.
RASTAQUOUERE

ILUSIONES, ESPERANZAS
Y PROYECTOS

€ N medio de las olas, balanceado de


proa á popa y de babor á estribor;
ya dando cabezadas que le hacen
hundirse como para sepultarse en los ~enos
infinitos del mar, ya tendiendo de cost.ado
su arboladura hasta rozar con el1a la cresta
de las aguas, el mtmani, de la P. S. N. C.
soporta apenas, jadeante, medio vencido ya,
la lucha desesperada que sostiene contra los
elementos.
El capitán del buque, firme en su sitio, con
la vista fija en el horizonte, y consultando
atentamente la brújula de mar,¡;:ar,.da sus ór-
2 RASTAQUOUERE

denes al timonel y se comunica de cuando


en cua~o con el departamento de las má-
quinas.
Entretanto, los marineros, dispersos sobre
cubierta, unos en la popa, otros en la jarcia;
éste encaramado sobre las vergas d~l trin-
quete, aquél desenrrollando un trozo de cable
ó anudando una amarra, ejecutan las diver-
sas maniobras.que el rudo contramaestre les
indica.
Los pasajeros, temerosos todos; taciturnos
algunos; inquietos y pose idos de indisimu-
ráble angustia los más, se ocultan en sus ca~
marotes ó se reunen en la cámara, haciendo
conjeturas, comunicándose sus impresiones
é interrogando de paso á los flemáticos ofi-
ciales del navío, que, á pesar del ruido infer-
nal de la borrasca, permanecen impasibles,
esclavos de ,su deber en los puestos que res-
pectivamente les corresponde.
Esta situación dura aun dos horas á bordo
del Illimani, dos horas al cabo de las cuales
la tempestad comienza á calmarse, agotando
poco á. poco sus fuerzas.
El viento, que ha silvado durante algunos
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 1

momentos con verdadero frenesí, disminuye


más y más; las olas espumosas se van sose-
gondo, y el barco, menos balanceado, puede
hacer más vapor y hendir, por tanto, con
mayor empuje las aguas contrarias. Una llu-
via casi torrencial mezclada de violentas gra··
'1izadas ha contribuido, sin duda, á aquietar
el océano. El horizonte se extiende, se ensan-
cha, y parece entonces comO si la 'inmens~
corti'na de vapores atmosféricos que flotan
en el espacio fúese poco á poco descorrién~
dose. Los rayos rojos del sol crepuscular
brillan por fin, y un cielo az.ul, azul profundo,
luce triunfante por sobre los masteleros del
buque y por entre los trechos formados por
nubes crespas, ligeras, y como puriocé;ldas
por fa tormenta y la lluvia.
Silva el pito agudo del contramaestre, y los
marinos? acudiendo en tropel á la nueva tarea,
empiezan á:atrollar las toscas telas alquitrana-
das que durante la tormenta han sido puestas
sobre las claraboyas y escotillas con el objeto
de pres,.rvarlas de la invasión del agua; ende-
rézanse las vergas tumbadas, y, bajo el ner-
vudo brazo 'de los más robustQs hombres de
4 IlASTAQUOVERE

la tripulación, que á cada vigoroso esfuerzo,


acompañado del ritmo cadencioso y repetido
del canto de la maniobra, hacen crujir el
cable embreado, las velas impregnadas de
lluvia, pesadas, ennegrecidas, humeantes de
vapor de agua, van poco á poco desplegán-
dose, para flotar después al viento, azotadas
y sacudidas por la brisa violenta, fría, im-
pregnada de deliciosas emanaciont:s salinas ...

Nada más curioso que el conjunto formado


por los pasajeros de un vapor que cruza el
océano en viaje hacia puntos diversos de la
tierra; conjunto complejo, desligado, á me-
nudo contradictorio, que se presta á constan-
tes observaciones y provoca el pincel del pin-
tor aficionado á copiar del natural.
En esa agrupación obligada y desarmónica,
compuesta las más veces de miembros hetero-
géneos que el capricho de la suerte lanza por
separado sobre el puente de un navío, hay,
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 5
naturalmente, á menudo, desacuerdos y anti-
patías,! falta absoluta en· muchas ocasiones
de afinidades de carácter y de comunidad de
inclinaciones ... Así es como se verán reuni-
dos allí, por la fuerza de las cosas, el que ríe
y el que llora; el que ama y el que odia; el
que desconfía y el que espera; el que da y el
que recibe.
y alIado de ellos, en sociedad mep.os varia
y misteriosa, más determinada y compren-
sible, irremediablemente unidos, .el clérigo
católico y el pastor protestante; la beata y la
mundana; el clásico marino de a1{Jta dulce-
aquel que ha navegado ya varias veces y
que, por lo tanto, no se marea, ni vacila ante
los más fue.rtes balanceos del buque- y el
novicio que por primera vez atraviesa: los
mares, . que fué bautizado por .Neptuno al
pasar la línea; que sufre á bordo, no tanto
del malestar de la navegación, como del de-
seo de pisar tierra. Ese todo lo halla malo:
la cocina, el camarote, el blor á aceite· y á
brea; precisamente cuando aquél, su contra-
rio, jura que mi.da hay más delicado que el
Plum pudding y el P01Tidge, ca?" el eterno ham
'RASTAQUOUEt-tE

and eggs y las nauseabundas tarfs de los se-


ñores británicos.
También allí, lánguidas, y con los ojos un
tanto desencajados por la fatiga del mareo,
se pasearán por el puente, tomadas del brazo
de un galante compañero, tres ó cuatro lin-
das pasajeras de diez y siete años, 'que á
cada paso contestarán con un 1 mal! quejum-
broso y débil á la pregunta sacramental, dia-
ria, majadera ·como quien la dirige, de "¿ y
cómo se siente usted hoy, señorita? "
Allí habrá algún pichón de abogado, admi-
r.able enciclopedia de necedad y de pedantis-
mo, que va• de agregado á la legación de su
país; algún ministro flamante que durante la
navegación leeel Código Internacional y luce
ya reserva de diplomático hasta cuando se
trata de hacer ubservaciones sobre la comi-
da de á bordo; un artista bufo, ambulante,
que inventa'juegos y distracciones para ma-
tar el tiempo, recita versos y canta canciones
chUscas; una inglesa literata que vuelve de
su v~aje de placer por América y recoge to-
davía imp,"esiones, para lo cual se la vé bus-
cándolas constantemente, aún ~obre cubierta;
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 7

un militar, un financista, un hombre de es-


tado, dos colegiales y algún filósofo, en fin,
que ese género ni ha de faltar, ni es posible
que cuando se le encu~ntre deje de distin-
guírsele, como tipo, entre ciento.
En la ocasión á que esta historia se refiere
completan el cuadro de turistas cosmopolitas
que hacen'la travesía del Atlántico á bordo
del Illimani, un hacendado sud-ap1ericano
con 'Su familia, compuesta de su esposa, un
hijo y dos hijas,; un jurisconsulto de la mis-
ma nacionalidad; dos comerciantes del inte-
rior y tres commis voyageurs franceses.
En la vida íntima de á bordo las relaciones
se hacen con presteza.
El primer: estiramiento dura solo algunos
dias. Al zarpar el navío, los asientos ~ en la
cámara ,- designados generalmente pór el
capitán - denotan {en los buques ingleses
especialmente) el rango de cada cual. La de-
recha del mandatario del barco es conside-
rada como sitio de preferencia. Habitualmen-
te lo ocupa alguna señora de distinción, la
más caracterizada entre los pasajeros de pri-
mera clase., Siguen después
.
por
. orden jerár-
RASTAQUOUEIlE

quico (establecido - naturahnente-á sabor


del mismo capitán) Jos demis viajeros; hasta
que en un punto, donde puede darse por ter-
minada ya la sucesión impuesta por ellCñor
de á bordo, comienza la variedad, el desorden
~aprichoso, establecido por propia volun-
tad de los pasajeros ó por simple casuáUdad.

La gran privilegiada en esta ocasión es la


esposa del hacendado, y madre, á la vez, de
dos lindas niñas y de un buen mozo; todos
los cuales, durante lo más recio de la tem-
pestad, se han guarecido en la cámara prin-
cipal. La disposición de los asientos que ellos
ocupan da, pues, á entender que debe aca-
társeles en calidad de personas culminantes,
ó tenidas como tales por la P. S. N. C.
Colocada la primera á la derecha de la ca-
becera, tiene, á su ve2;, á su izquierda al ju-
risconsulto, su compatriota, con quien se ha
relacionado. durante el viaje; personaje gor-
do, de aspecto varonil, cabello canoso y
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 9

escaso, carr'illos esmeradamente afeitados y


lentes constantemente puestos sobre la nariz.
Ordinariamente se le ve sobre cubierta. Allí
camina pavoneándose; babIa mucho y siem-
pre en estilo simbólico; á menudo inclinán-
dose hacia aquellos á quienes considera
inferiores (que son los más) y á quienes, por
lo tanto, parece honrar con su conversación.
Su tema favorito es "el arte de go.berna"r 4
los 'pueblos ";. su ocupación predilecta el
regalo de su persona. Al dirigirle la palabra
los que empeñan diálogo con él lIámanle
doctor. ¿ Doctor en leyes ó e·n medicina ?...
Difícil sería saberlo, á no ser por ciertos gi-
ros favoritos suyos, alusivos á la profesión
que debe de. ejercer y que le descubren á las
claras como jurisconsulto doctísimo. '.
y no ~e crea, por esto, que hable constan-
temente de expedientes y apelaciones; de Plei-
tos de primera y de segunda instancia; no;
pero en el aticismo exagerado de su estilo,
en su entonación afectada, reconócese, al
punto, su educación. forense. Verbi gratia:
el que ·se lIegue,ó no, á algún puerto deter-
minado á tal ó cual hora es sjempre para él
10 RASTAQuoueRE

asunto de menor cuantta; para ún médico,


preciso es confesar que la misma inciden-
cia sería caso leve, ó, al revés, caso gra-
ve. Las conversaciones ya terminadas son
constantemente hechos pasados. en autoridad
de cosa juzgada; las distracciones de sus
vecinos candideces ingénitas, etc. Así escomo
por esta regla podrá distinguirse siempre,
hasta en los términos de comparación más
insignificantes,"en la expresión más ligera -
y aún. bajo el disfraz más completo - al clé-
rigo del seglar, al vividor del filósofo; pues
el,primero dirá, por ejemplo, para indicar el
número doce: que era el de los Apóstoles,
cuando el segundo acudirá para explicar su
idea á la docena del fraile, si á mano nI> en-
cuentra término más de su gusto.
Locuaz, artificioso, prudente, D. ,Geróni-
mo ha sobresalido entre muchos miembros
del foro de su país y á la sazón parte á, Eu-
ropa á descansar y á gozar del fruto de su tra-
bajo.
El personaje que se sienta al otro lado del
capitán es el gefe de la familia distingui-
da por la P. S. N. C. Lo encontraremos
ILUSLONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 11

pronto figurando como protagonista en la


exposición d~ estos cuadros.
Su nombre es D. CÁNDIDO TALAGANTE Y
PALMACARRILLO.

Morena, de fisonomia franca y expresiva,


D' Emilia de Talagante es el tipo perfecto
de, esas damas de provincia, retiradas, bona-
chonas, sencillas, rectas, gue son un don de
nuestra raza hispano-americana. Madre de
tres hijas, conserva aun esa frescura de tez,
ese vigor d~_ formas, esa ent~reza de faccio-
nes que constituyen el privilegio de aJ'gunas
mujeres de su clase, en quiene~ una "vida
tranquila, circunscrita al hogar, y no pertur-
bada por los afanes y diversiones constantes
de las grandes ciudades, obra, como princi-
pal elemento, para dejarles siempre, tras del
naufragio de su juventud, logue tanto suele
estimat"Se en su sexo: una belleza franca, li-
bre de ar~~ y de deslumbradores atavios,
12 RASTAQUOUERE

semejante á la flor del amaranto, que dura y


no se marchita.
La Sra. de Talagante, á quien la suerte
ha dotado con estas prendas, parte á Europa
bajo la intuición de que con tal viaje, que la
aleja de la tierra en que nació, habrá de de-
cir adiós para siempre á sus 'más dulces ven-
turas. Por impl}lsos de ese mismo secreto
instinto, es la única que no se siente del todo
contenta. Más supersticiosa que sus hijas, no
son, sin embargo, los peligros ,reales - como
lcr-tormenta que acaba de pasar - los que la
intimidan en mayor grado. Lee en el porve-
nir, ve á su lado á dos hermosas criaturas,
hechiceras en sus primeros años; en esa
edad en que todo es ilusión y encanto; en ese
suave instante de transición entre la adoles-
cencia y la juventud; las mira y teme por ellas.
Perspicaz, 'desconfiada por naturaleza, esen-
cialmente criolla por sus antecedentes y afi-
ciones, la madre ejemplar que va á ver des-
correrse poco á poco ante la vista de sus ino-
centes hijas el velo hasta entonces impene-
trable del porvenir, sueña de antemano con
luchas y penas, desengaños y dolores. Y,
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 13

sin saber por qué, entregada siempre á las


mismas ideas, al verlas tan bellas, tan tier-
nas, tan delicadas y amantes, suspira por su
pueblo natal y teme que quizás esas mismas
cualidades, unidas á sus cuantiosos bienes de
fortuna, sean, para más tarde, causa de ma-
les, en las lejanas tierras adonde se dirigen,
en vez de servir á lo que naturalmente esta~
rían' destinadas, si el curso de la vida hubiera
de ser natural y su suerte no se manifestara
en- ocasiones, como tan á menudo se mani-
fiesta, veleidosa éinjusta, caprichosa y loca,
y hasta absurda y cruel...
El hacendado D, Cándido es, en efecto, in-
mensamente rico. Poseedor desde joven de
una pequeña. herencia. percibida en. tierras,
vientos .propicios han impulsado; más tarde,
la nave de su fortuI1a,
Explotador de campos, emprendedor, hom-
bre de negocios ante todo, ha encontrado en
este ramo de su competencia especial ancha
esfera de acción, aprovechada por su ge-
nial a~í:ividad y por su constancia á toda
prueba.
De política, de todo aquello que no tenga
RASTAQUOUERE

relación con su cuerda especial, se le alcanza


muy poco al hacendado.
Alejado casi siempre de la Capital y de sus
cargos públicos (por la fuerza de las cosas
más que por convencimiento ó cálculo), se
ha decidido á realizar, por fin,' una aspiración
ardiente de su vida: emprender viaje al viejo
mundo, viaje cuya duración, no le es aun da-
ble fijar; pero que prolongará, seguramente,
en lo posible, pues entre sus proyectos cuen-
ta el de visitar las regiones más 'apartadas del
globo.
Aunque desprovisto de verdaderos conoci-
mientos literarios y artísticos, el hacendado
D. Cándido - que algo ha .leído, que tiene
educación suficiente, y que pasa en su provin-
cia por hombre superior y de ilustración poco
común - de!'¡ea, con descomedidas ansias,
recorrer el mundo; establecerse en Europa;
darse á conocer allí : brillar, quizá, fuera de la
patria; por aquello de que" dentro de su pro-
pia tierra nadie es profeta " .
. A este respecto el bueno de D. Cándido ha
cósechado algunos amargos desengaños.
Sus' antecedentes de familia, oscuros, poco
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 15
conocidos fuera de su ciudad natal; el origen
casi reciente de su inmensa fortuna, son in-
convenientes para que la" alta y aristocrática
sociedad de la Capital, por la cual suspira,
consienta en incorporarlo seriamente en el
número de los suyos.
Échase de ver por esto que en la época á
que nuestra historia se refiere quedan aun en"
en e¡'país áqueD. Cándido pertenece restos
de esas viejas iéleas en punto á nobleza de
sarigre, en virtud de las cuales un núcleo de-
terminado de individuos se irroga á si mismo
el derecho de considerarse como único dis-
pensador de patentes de hidalguía. Ese núcleo
vive constantemente encastillado dentro de"
los muros de su mal entendido orgullo ~ co-
mo si hubiera aquí también sañtuarios de
puritanismo heráldico - sus procederes y sus
usos son imitados por los demás: de modo
que los hábitos sociales se regulan, general:
mente, por los suyos. Afuera de él no hay rlis-
tinción." no hay lógica; no hay siquíera"hon-
radez ó merecimientos; sus fallos son sen-
tencias; sus sanciones leyes .supremas; su
reprobación opro~io, alejamiento eterno, gol~
16 RASTAQUOUERE

pe mortal; su absolución favor, reinvindica-


ción absoluta.
D. Cándido ha experimentado algo de todo
esto, y ha jurado por ello vengarse. - i La
alta sociedad de mi país - se ha dicho -:- me
rechaza; la vanidosa capital me desprecia!
En horabuenaL. i El gran mundo europeo
me abrirá en cambio anchos horizontes!
A pesar de ello, el Gobierno de su Na-
ción, atendiendo á influencias íntimas, y, jus-
to apreciador, tal vez, de ciertos méritos espe-
ciá1es contraidos por Talagante, ha consenti-
do en inventarle una comisión cualquiera~
con carácter oficial, en Europa.
. En ella presentárase al ciudadano-patrio-
ta oportunidad para aproveéharse de algunos
. de sus conocimientos peculiares en beneficio
del ramo de ~xportación .en las finanzas de su
país.
D.Cándido cuenta á la sazón cincuenta años
de edad y es tan robusto de cuerpo como sa-
- no de espíritu.
De estatura elevada, de tez morena, lleva
sobre su rostro el sello de una existencia hon-
rada- y tranquila. Contribuyen á. dar idea de
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 17

esto último la serenidad de su frente, ancha y


espaciosa; la limpidez de su mirada, franca y
poco escudriñadora y la expresión bondado-
sa de su labios, gruesos y carnosos, que no
denotan ni malicia, ni dureza, ni desdén.
Su nariz es amplia, abultada y de forma un
tantp curva; sus carrillos redondos. y casi,
siempre abrillantados por un ligero tinte pa-'
recido al del rub9r. Usa solo bigote: un bigo-
te poblado, burdo y algo canoso ya; camina
con la cabeza erguida y bien plantada sobre
su nervudo cuello y exhibiendo un cierto aire
de suficiencia natural y bonachona, que [no
alcanza á 'confundirse con la altanería del or-
gullo.
El nombre de Palmacarrillo, por el que el
hacendado se envanece, tiene, según él, ori-
gen 'en un antiguo marquesado español, cu-
yos títulos, perdidos á la sazón enlQs archivos
de algún pueblecillo de las provincias Vas-
congadas, se propone descubrir á toda costa ;
para lo cbal entra, también, en su'áninio el
propósito de" un viaje minucioso' 'por' Es-
p¡lña.
- De este modo - se dice D. Cándido-
2
18 RASTAQUOUERE

quedaré en el caso de dar á conocer mi patria


ventajosamente en el extranjero en mi doble
carácter de financista y de hombre de
mundo ...
Feliz, pues, lleno de ilusiones - ya que pa-
ra las almas candorosas no están éstas reñi-
das con los años-se ha embarcado un buen
día con su fam1lia, y hoy le hallamos nave-
gando, viento en popa, hacia el país de sus
ensueños ...

Recobrada la tranquilidad, la cubierta del


buque toma, á la mañana siguiente, su aspecto
de animación ordinaria. La familia del hacen-
dado no es de las últimas en formar parte del
grúpo que, reunido en la popa del buque, se
entretiene en comunicarse sus emociones de
lavisper~.
Elena y ~aría (llamémoslas ya por sus nom-
bres), las dos hijas de D. Cándido;se reunen
á los demás pasajeros con los cuales t entre
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 19

chanzas y rizas, se burlan de los balanceos, y


aceptan gustosas el brazo de los caballeros
que se dan el placer de acompañarlas.
Entre tanto su jóven hermano, que ha sido
en verdad el menos afectado por el temor de
la borrasca, sin duda por aquel descoco tan
propio de sus años (pues Luciano - que así se
llam.a el jóven - cuenta apenas 23)' hace 10,5
honores del puente á ~na linda y aristocrática
compañera, con quien durante la navegación
ha entablado relaciones de franca y cordial
amistad. A pesar de ciertas diferencias de
condición social, que en tierra les han man-
tenido alejados, un cúmulo de afinidades ca-
racterísticas'les amalgama democráticamen-
te, á bordo, en sentimientos de cómún inte-
ligencia:
Educado desde niño en la Capital; ocur-
rente, amable, nuestro feliz criollo puede con-
siderarse el pasajero más simpático y más
querido del bateo. Relacionado con los oficia-
les del"rpismo, á quienes acompaña de cuan-
do en cuando en sus camarotes á la hora de
los cocktail;;'; siempre listo cuando se trata de
inventar ó nutrir.algún nuev~ entretenimieIl-
20 RASTAQUOU ERE

to que contribuya á destruir la monotonía


del viaje; el primero en las colectas de fondos
para apuestas diarias sobre el cálculo de las
millas recorridas en las veinticuatro horas
pasadas; músico consumado; organizador de
partidas de besigzte, y de whist; charlador, bai-
larín, no hay quien no busq'ue su sociedad y
no celebre sl,lsehistes. De modo que desde el
cura protestante, con quien suele lucir sus
puntillos de teólogo á la moderna, hasta la
beata, con la cuál se complace-en tratar sobre
eí' bueno del confesor que allá en sus pri-
meros años de alumno-jesuita le tiraba las
orejas por algún pecadillo absuelto trás de la
penitencia y el agua bendi~a: el franciscano,
el saltimbanqui, el attaché y la literata britá-
nica, todos le elogian!...
Se compr~nderá, pues, que con semejante
carácter, que denota ya el vividor futuro, el
hijo- de D. Cándido se considere á sí mismo
destinado por sus instintos á pertenecer muy
pronto al círculo de aquellos héroes sociales
del viejo mundo que de antemano h~m cauti-
vado su fantasía juvenil por sus hábitos ele-
gantes, sus calaveradas, su vida romancesca
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 2r

y ligera en los grandes centros hacia los


cuales le encamina su buena estrella.
Novelas y comedias, crónicas y leyendas
con su saber moderno y estilo revoluciQnario
le han dado á conocer á los Serge Panine, sin
el cinismo de sus vicios; los MM. de Ca-
m01'S á la diabla; los húsares á lo Gyp; los per~

dona-honras á, lo Maupassant ó á lo Bourget;


los impertinentes á la moda, sanciol1ados por
la fortuna y por la gracia: tipos favoritos to-
dos ellos del joven americano que, compren-
diéndolos á su modo y contemplándolos al
través de la distancia, retratadcs por el pincel
sutilísimo q.~ sus autores' predilectos, han
llegado á figurársele seres reales; pero ~upe­
riores, únicos, existentes en una esfera adon-
de solo podrán llegar los escogidos; seres
privilegiados de un mundo neurótico espe-
cial que se entrevé á los veinte años, al tra-
vés de prismas encendidos potel fuego de la
imaginación, cuando el libertinaje del espí-
ritu ha ·precedido ya al libertinaje del cuerpo
en el organismo moral de c}ertos jóvenes
precoces que parecen no haber experimen~
tado jamás esas dulces ignorancias de la pri-
RASTAQUOU ERE

mera edad que son como la noche serenaodel


alma, que antecede á la luz del día.
Elena y Maria, llevadas, también, por aquel
deseo, tan propio de su edad, de conocer hori-
zontes nuevos y lluevas costumbres,se deleitan
de antemano con mil proyectos concebidos por
la lectura de otra clase de novelas francesas;
esas en que figura como medio principal la
gran ciudad de Paris, paraíso de todas las
mujeres, reino permanente odel abanico y
ér sombrero á la moda, el guante, la cinta y
el botín de tacón con punta; de ese Paris
donde entran como seducciones preferentes
el Bosque de Boulogne, el teatro de la Opera,
las carreras de Longchamps, en la época del
renombrado Granel Prix, y, en fin, todo aquel
bullicio de ~estas y novedades europeas cuyo
eco alcanza á llegar hasta los últimos rinco-
nes de ñuestra América moderna.
Elena, la mayor, por su carácter alegre y
vivaracho, tiene desde tiempo atrás reputa-
ción de locuela; reputación que se remonta
á la época en que, siendo aun alumna de un
convento de religiosas de la C!lpital (donde
se liabían educado ambas niñas, bajo la vigi-
ILUSIONES, ESPERANZAS Y PROYECTOS 23

lancia y cuidados de una pariente cercana,


muy bien relacionada el) la buena sociedad),
era la primera en los alborotos y jug'arretas
de colegiala. Su mirada franca y despierta,
su color trigueño, el donaire de su porte, le
dan una fisonomía acentuada, original y
atrayente.
María, menos alta que su hermana, menos
robusta, más ,delicada, exhibe al mismo
tiempo aire más tranquilo, más reservado.
En sus maneras hay más naturalidad. tal vez.
menos desenvoltura; sus ojos, no tan brillan-
tes como los de su hermana, tienen también
un tono m(!nos ardiente y penetrante, y en
su semblante píntase llna cierta exp"resión
particular que es mezcla á un tiempo de in-
genio y de ternura,.de sentimentalismo y de
gracia ..
Desde muy pequeñita María ha sido la mi-
mada de sus padres que, habiéndola educado
con esmero, la lucen con orgullo. Quien
quiera--que la ve inclínase á llamarla Mantja;
pero D. Cándido ha prohibido que se emplee
este diminutivo. Juzga, y. ¿ón razón, que
nada hay más hermoso, más tierno y deli-
RASTAQUOUERE

cado que el dulce y poético nombre de Ma-


ria.
Llamarse María - dice D. Gerónimo (decla-
rado ya en amigo íntimo de la familia) - es
un pasaporte en la vida de .la mujer!...
DESEMBARQUE EN BURDEOS

€ N la mañana del 2 de Marzo de 188 ...


el Illimani avistaba las orillas del
puerto de Pauillac, en cuyas aguas
entraba dos horas después.
Listo ya elvaporcito de transporte La Gi-
ronde,aguantábase sobre su máquina,· es-
perando sólo que fondeara el transatlántico
de la line·a de Magallanes para transbord,ar á
sus pasajeros.
Largáronse por fin las cadenas y el ancla
cayó desde lo alto de la proa produciendo
fragores de tempestad; atracó el pequeño
barco ariado del coloso, echó se la escalera
de comunicación y comenzó el desfile.
El capitán del buque francés (un bordalés
completo) mandaba las últimas maniobras,
26 RASTAQUOU E.RE

mientras el contador del inglés se comuni-


caba con el encargado de recibirse de los pa-
peles, la correspondencia y los objetos des-
tinados á su custodia.
Los últimos pasajeros se habían transbor· o

dado ya; los equipajes quedaban arreglados


á bordo de 1<1 n-ueva embarcación; los papeles
venían en regla. No habia, pues, tiempo que
perder.
"Volvió el capitán francés á' saltar sobre la
toldilla de su barco; <?cupó su puesto de
órdenes, dió las voces de prevención con su
acento diabólico de Burdeos; tocóse la cam-
pana de partida y, mientr-as los viajeros, de
pie sobre el puente, aprontaban los pañuelos
para .agitarles en señal de despedida á los que
á su vez hacían igual cosa á bordo del Illi-
mani, las paletas de las ruedas, semejantes
á léis alas de un ave marina de gigantescas
proporciones, comenzaron á golpear el agua,
batiéndola y alzando 'borbotones de ~spuma,
al mismo tiempo que una negra columna de
hUIll:0 se escapó por la chimenea, hasta que,
balanceándose: libre de sus °ligaduras, el
Gimnde viró· lentamente ae babor y po-
DESJ;:MBARQUE EN BURDEOS 27

niendo poco.á poco proa al Este, se alejó rá-


pidamente, apartándose más y más del cos-
tado de su vecino, hasta aparecer, momentos
más tarde, á la vista de los que con pena le
miraban partir, como un punto perdido en
la inmensidad",
¡ Francia! ¡Francia! ¡por fin! ¡Allí; á no lar~
ga d'istancia, la embocadura del florido Gi-
ronde, con sus' viñedos opulentos, sus asti-
lleros gigantes y sus castillos famosos: Laffite,
Ma1'gaux, Latow', Haut-B1'ion!
y á medida que el vaporcito surca, poco
después, en su rápida carrera las aguas tran-
quilas del interior del rio, que se estrecha
más y más, c010cados sobre la popa los.. más
entusiastas de sus navegantes los miran pa-
sar y ven con ojos recreados las orillas plan-
tadas de árboles hermosos y lozanos; con-
templan al través del cristal de sus anteojos
marinos el rojo resplandor de las fraguas' de
los astiJ.leros, á la vez que á sus oidos llega
desde tierra el éco del martilleo, hierro sobre
hierro; mientras los obreros de saco azul for-
la
jan el perno ensendido y plancha del cal-
dero sobre el duro yunque .. ,
RASTAQUOUERE

i Allí embarcaciones de todos tamaños, col-


madas de inmensas barricas de colores va-
rios; carros arrastrados en la orilla por
robustos percherones, briosos, fuertes~omo
elefantes; bosques de masteleros é insignias
de buques mercantes anclados á lo largo de
la ribera y dentro de diques espaciosos ó
dársenas colosales; dragas con pescantes
como torres, por los cuales se alza, enfilada,
una larga hilera de tubos de metal; quintas,
clíacras, viñas, praderas: todo un conjunto
singular, complicado y armonioso sin em-
bargo ; artístico, como lo sería la. portada
alegórica de un periódico de artes y de in-
dustrias dibujada por Gustavo Doré ó Dela-
croix!
Aguas arr~ba continuó avanzando el va-
porcito durante dos horas, tiempo más que
suficiente para que los viajeros pudieran fa-
miliarizarse con los nuevos cuadros que
desfilaban ante su vista.
Las doce del día serían cuando La Gironde,
engolfándose por entre un sinnúmero de
barcas fondeadas en ambas ori!las del· río,
empe·zó á avistar las torres ..elevadas de las
DESE~BARQUE EN BURDEOS 29

íglesias de Burdeos, con sus. agujas atrevi-


das y sus siluetas de encaje.
Los que por primera vez admiraban la al-
tura imponente de los edificios que se desta-
caban sobre la línea de la ribera, exhibiendo
sus masas gigantescas y apiñadas, dejaban
escapar exclamaciones de estupefacción que·
hacían sonreirá los europeos y colmaban
de vanidad á los franceses repatriados.
Luciano, sobre todo, alborozado, charlaba
y observaba por veinte; daba explicaciones
como si se tratara de una ciudad por él ya co-
nocida, y se ftotaba las manos de placer ...
- i Aquella es la torre de San Miguel !.
- i Esa otra· la de San Andrés! - ¡Más
allá los establecimientos y las bodegas colo-
sales de la antigua firma de Morel y Sou-
sac!
y cuanto se veía era materia de pondera-
ciones bombásticas.
i El Illp.elle 1
i Qué confusión! i qué algarabía! ¡Todos
quieren ser atendidos al mismo tiempo!
- i El equipaje de la bodega!
- i Los bultos pequeños!
RASTAQUOUERE

- ¡Un cargador!
- i Atención, por aquel lado!
- ¡Calma! i que para todo hay tiempo!
y los pasajeros se atropellan, cruzan y pa-
recen desbordarse por los costados del pe-
queño navío, que se aguanta atracándose al
muelle.
Arrojado, por fin, el puente de comunica-
ción, atraviezan primero los oficiales y em-
pleados ; poco después los pasajeros que han
ganado los lugares preferentes, y, una vez
despejada la salida,· empieza el interminable
asalto al muelle, en forma de aglomeración
bullidora, que va gradualmente creciendo y
desparramándose en todas 'direcciones, como
muchedumbre de abejas al salir en tropel
por las aberturas de su colmena.
Apenas se· hubo despejado un tanto el
puet:lte se vió .aparecer sobre cubierta á un
indi viduo alto, correctamente vestido y que
con acento puro parisiense dirigíase á cada
cual preguntando:
- ¿ El Sr. de Talagante ? ..
- t Aquí! respondió desde lejos Lucia-
no, empinándose en medio eje la muchedum-
DESElIIBARQUE EN BURDEOS 31

bre y tratando de hacerse visible por sobre


el grupo, casi compacto todavía, de cabezas
humanas.
El desconocido trató á su vez, de abrirse
paso; empujó á uno y otro lado, hasta que
logró por fin acercarse á su interlocutor.
- Vengo de parte del Hotel de ';">\{'*, dijo.
inclinándose y descubriéndose respetuosa~
mente .
. En ese mismo instante aproximábase el
hacendado, que á duras penas había podido
llegar hasta allí. Su hijo se apresuró á pre-
sentarle al menudo embajador.
- ¿ Ha reservado Vd. el departamento en-
cargado por telégrafo? preguntó el a~eri­
cano .
.-:::- El señ01' lo enco"ntrará todo listo. ¿ Pue-
de el serlOr confiarme sus billetes de equi-
paje?
-:- Hélos aquí.
- El seiio1' tiene aun tiem po, si desea par-
tir dire"étamenteá Paris por' el eXp1"eSS de la
tarde, observó el representapte del Hotel.
El hacendado vaciló un segundo. Pero I~
familia, que durante este tiempo había tenido
RASTAQUOUERE

ya ocasión de reunirse en torno del recién


llegado: - i Sí sí! - gritó en coro - ¡Ahora
mismo L .. ahora mismo L .. ¡A Paris ~
La decisión parecía venir de antemano
acordada; pues con un movimiento afirma-
tivo de cabeza· terminó D. Cándido su entre-
vista con el extfanjero; dió de mano á las
últimas diligencias y, ofreciendo el brazo á
su esposa, que le aguardaba, se dirigió,
acompañado por dos ótres iJ&térpreles, al Ho-
tel'de Francia.
Llegado á sus puertas el dueño del estable-
cimiento supo darse, sin embargo, tal maña
para decidir á la familia á p,asar en él la no-
che, que el viaje hubo de quedar aplazado
hasta el siguiente día.

. No 'existe extranjero alguno que al pisar


por vez primera el muelle de Burdeos,
después de larga navegación (sobre todo
si viene de países lejanos) no se ,sienta. emo~
cionado.
DESEMBARQUE EN BURDEOS 33

j Por fin estoy en Francia, se dice, j cuánta

novedad! j ·cuánta vida !


y momentos después, al trasladarse al ho-
tel y admirar la grave apostura de los em-
pleados : porteros, mozos de cordel, gan;ons,
sommelie,"s de salas, con sus uniformes galo-
neados, con sus maneras corteses, 'su cul-.
tura convencional y al parecer exquisita; al
observar el orden admirable del servicio, el
arte con que se procede hasta para ejecutar
lo más sencillo, la extraordinaria combina-
ción y exactitud de los timbres eléctricos,
el ser designados los viajeros por un simple
número, como los presos, la suntuosPdad
chillona, pero aparatosa, de los aposentos; lo
sabroso de la comida,.la reducción aparente
de los precios, etc" etc., no puede menos de
exclamar: j Esto es Europa, esto es vivir;
esto es el Paraíso!
y cuando llegá la noche y la ciudad ilu-
mina con sñs miles de luces los cristales
transpar~ntes de sus tiendas de lujo, donde
se exhiben müestras de toda clase de nove-
dades comerciales, p.brillantadas por aquellos
maravillosos efectos de óptica que solo los
3
RASTAQUOUERE

franceses saben producir, con talento verda-


dero y gracia inimitable; cuando en bulli-
cioso tropel comienza la multitud á despar-
ramarse por calles y plazas, y á lo lar.go del
boulevard principal des Al~ées de Tourny -
lugar preferido de paseantes alegres y lindas
sirenas nocturnas y callejeras - todo á él le
parece grandioso; hasta los omnibus y car-
ruajes; los fiacres, los carros de servicio y
~~ailvías, con sus repiqueteos' de campanillas
y su sonar constante de cuernos ...
i Qué entusiasmo! i qué deliciosas emo-
ciones primeras! i Cuánta delectación!. ..
En el alma de Luciano alzábanse á cada ins-
tante proyectos gigantes que él se complacía
en forjar, basándolos en esas vanidades que
tanto seducen á las imaginaciones juveniles ...
La tarde y la noche pasáronlas así los via-
jeros del ¡/limani.
Al día siguiente, instalados desde muy
temprano D. C~ndido y los suyos, en un có-
modo wagón reservado del ferro-c~fril de la
linea Paris-Orléans, aguardaban la señal de
partida ...
Pero alguien de la comiriva fa1ta~a alli.
DESEMBARQUE EN BURDEOS 35
Expresión de verdadera inquietud nublaba
el rostro de la madre, inquietud que se refle-
jaba también en el de cada una de las perso-
nas que componían el resto de la familia. ¿Por
qué no llegaba aun Luciano ?...
La locomotora dió en esos instant~s el últi-.
mo a,viso de prevención, y casi al mism0
tiempo el joven, (perdido de vista. desde la
noche anterior) apareció por el extremo del
andén, y después de una carrera veloz, tuvo
apenas tiempo de saltar dentro del coche.
- i Qué imprudencia! exclamaron á una
sola voz las señoras.
Pero Luciano no las escuchaba siquiera:
su fisonomía, radiante de felicidad" decía con
demasiada elocuencia que otras ideas le ocu-
paban po.r completo ... En las manos cabían le
apenas los periódicos y ejemplares de nove-
las ferro-carrileras que acababa de comprar
en el kiosco interior de la estación.
- ¿ Dónde has estado? preguntó con an-
siedad Doña .Emilia.
'

. - Recorriendo Burdeos ... réplicó Luciano


algo confuso ...
Mientras estas palabras se cambiaban, ya
RASTAQUOUERE

el tren, lanzado á toda velocidad, se deslizaba


por lo largo de la vía, después de haber sal-
vado con ruido infernal de entrechocadas
ferreterías los muros de la estación ...
- ¿ y qué périódicos so~ esos? preguntó
por fin el hacendado, que nada había dicho
hasta entonces· y que observaba maliciosa·
mente á su hijo.
- Le Gil BIas, Le Triboulet y La Vie Pari-
sf;nne, contestó Luciano, arrellenándose en
su asiento y aprontándose á desplegarlos
para engolfarse, en seguida, en su lectura ...
¡PAR/S!

g ITUADO en el barrio más central de Pa-


ris, á un paso de la grande Opera,
álzase, imponente, el edificio del Ho-
tel de... hoiipedaje obligado del millohario
extranjero, del nabab indio, del p~íncipe que
viaja con lujoso séquito de agregados y pala-
ciegos, de secretarios y amanuenses. De no-
che, á esa hora en que Paris comienza ya á
vivir la vida bulliciosa, aturdidora de las
grandes capitales europeas, el Hotel en cues-
tión, con su patio de gala, sus salas ilumina-
das por luce.s eléctricas, chispeantes de clari-
dad, y animadas por el va-y-vcn de multitud
incontable de huéspedes cosmopolitas, pre-'
senta, mirado desde el boulevard, un aspecto
RASTAQUOUERE

verdaderamente mágico, que fascina la vista


del viajero novel y llena su espíritu de admi-
ración.
Paris es alegre: todo es alegre en Paris ;
lo son sus calles, lo son sus lujosas tiendas,
lo son sus plazas, sus jardines, sus parques,
sus teatros siempre llenos de un público va-
riado y dispuesto á divertirse.
Desde que, después de atravesar durante
un día entero los campos pintorescos de la
Turena, Angulema, Blois, Poitiers, etc., ad-
mirando cuanto puede el trabajo del hombre
cuando se ejerce sobre la obra grandiosa del
Creador, entra el turista ~n los alrededores
interminables de la gran metrópoli, le es dado
ya juzgar que tienen razón (luienes aseguran
que Paris e~ la capital del mundo civilizado.
Avanzada era ya la hora cuando el tren
que llevaba á la familia de D. Cándido llegó
á la estación de Orleans.
i Cuánto movimiento allí! i Qué confusión
de locomotoras! ¡Qué algarabia y damoreo
de empleados y cargadores! i Qué descon-
cierto de agudos y estridentes silvidos lanza-
dos á la vez por cincuenta -máquinas que se
I PARIS! 39
cruzan en todas las direcciones dando el
alerta á las que atreviesan la línea, llegan ó
se alistan á partir!
y un momento después, al salir el viajero
de la estación para tomar el omnibus ó car-
ruaje y engolfarse en las calles de la ciudad ya
ilum,inada ¡cuánta alegría y cuánta vida! EI.1
este punto, como en tantos otros que le dis-
tinguen, Paris fórma contraste con la mayor
parte de las capitales europeas: con Roma,
por ejemplo.
En un admirable libro de viajes, el ilustre
H. Taine describe las impresiones de su pri-
mera entradá en la Ciudad Eterna, de diez á
doce de la noche. El filósofo francés se siente
sobrecogido por el imponente silencio de
algunas de sus calles. Todo en ellas le
convida á meditar. A la luz tenue de los
picos de gas y bajo el suave fulgor de una
luna menguante de otoño, parécele la piazza
Navon~un cementerio, con sus blancas está-
tuas, que se destacan bajo el reflejo indeciso
del gas, y 'proyectan sus sombras sobre el
empedrado.
Los jnmensos monasterios - donde no bri-
RASTAQUOUERE

lIa una sola bujía - con sus muros elevados


y sombríos, sus masas de granito abandona-
das danle frío y superstición, de modo que
al llegar al término de su solitario trayecto se
siente el viajero lleno de ideas tristes, casi
fúnebres. '
Pues bien, Cfi Paris sucede todo lo contra-
rio. No hay un solo recinto donde la vida, el
bullicio, el movimiento no se prolonguen
casi hasta la hora del amanecer. Cierto ob-
servador excéntrico se propuso, en una oca-
sión, cerciorarse de que el punto material de
transición entre el velar y el dormir no existe
para una ciudad como P~ris, y con tal ob-
jeto refería que, colocado una noche en
la ventana de su habitación de un quinto
o

piso - don4e permaneció hasta el cl~rear


del alba - vió agitarse á esa hora, todavía,
los miembros infatigables de la eterna vela-
dora, de la gran calavera.
En una constante sucesión que había du-
o rado de sol á sol, la ciudad había renovado
mil veces los transeuntes de sus calles; pero
sin agotarlos nunca, de modo que cuando el
dandy, que iba de frac al teatro á las nueve,
jPARIS!

arrellenado en su coupé, había desaparecido


á lo lejos, sucedíale la· mujer pública, esa
aventurera nocturna que, como el buho, sale
solo entonces á acechar su presa para llevár-
sela consigo y devorársela en el festín delli-
bertinaje.
Tras de ellas venía el barredor de calles ó
el tipógrafo que se retiraba de la imprenta,
donde dejaba yá en prensa el diario matinal;
y por fin, hacia el amanecer, el acarreador
de víveres ó la verdulera que iban de prisa al
mercado; el todo distribuido en distintos
ejemplares de cada especie, lo que constituía,
en suma, una verdadera m·asa de gente,
siempre en movimiento,· siempre de pri.sa y
siempre. de buen humor ...
No hay duda, pues, de que Paris no incita
á la tristeza, sino al aturdimiento; no convi-
da al sosiego, sino al placer, á la locura, al
bullicio.
Pero.,?sa alegría de la ciudad, la vida y el
aturdidor movimiento de sus calles - aún
las más apartadas - se hace .sensible, espe-
Cialmente, en el barrio citado de la Opera I
en el recinto ocupado por el Coliseo, por el
RASTAQUOUERE

Hotel de ... y por los otros edificios que for-


man su vecindad.
D. Cándido Talagante, resuelto á con-
quistarse en la capital del mundo la posición
social que su dinero ha de proporcionarle
y, aconsejado por algunos de sus com-
provincianos que, sin conciencia perfecta de
lo que es la·vida de la gran ciudad, le han
indicado como medio seguro de sentar sus
reales en ella el presentarse con boato y gas-
tár pingües sumas - poniendo así en juego
un resorte que allí, como en ninguna otra
parte, parece destinado á abrir muchas puer-
tas al extranjero - se ha in~talado régiamente
en el piso principal; alquilando, al efecto, un
ala entera del costado que mira á la plaza de
la Opera.
En relación con semejante instalación, el
servicio y tren general de la familia dan que
hacer á un mundo de empleados, quienes
á porfia inventan - según costumbre co-
rriente - cien mil maneras de explotar la
inexperiencia del inocente huésped, por me-
dio de comisiones sin fin, pagada:s suntuosa-
..
mente á precio de oro; accesorios converti-
I PARIS! 43

dos en necesidades por la labia y exquisita


solicitud de los que vienen á ofrecérselos: en
una palabra, toda esa turba de intél-pretes,
guías, comisionistas; lacayos, conductores, pro-
veedores que de ordinario asaltan al candoro-
so y crédulo viajero, al complaciente y ciego
rast~ztouere, como han dado ellos en lla.-·
marle ...
y por eso ha 'creído conveniente D. Cán-
dido, desde su llegada, aceptar para sí los
servicios especiales de un intendente ó seCl·eta-
rio, que le ha sido indicado con retumbantes
recomendaciones y que le sirve á la vez de
o::orreo, adlátere y cicerone. Ese le propor.ciona
carruajes, billetes para los teatros; dispone
sus comidas, verifica sus compras y elige sus
proveedores... con los cuales, por supues-
to, vive en connivencia constante para con-
currir á la dilapidación descarada á· que
obliga á su señor, y al provecho consiguiente
obteniqp á costa de sus prodigalidades.
Así es como el sueldo de que el tal emplea-
do goza no' tendrá para él otroa importancia
que la de una sin~ple subvención; consistien'-
do su provecho real en los negocios que con
44 RASTAQUOUERE

los encargos del extranjero llevará á cabo.


Saldrá casi rico de allí, de modo que en COf-
to tiempo habrá de vérsele al frente de algún
restaurant ó negocio al por menor: su carre-
ra quedará así empezada y su curso, en ade-
lante, será rápido y feliz. .
Pero i qué importa todo eso! ¿ qué le ha de
significar al opulento hacendado el que su
cuenta semanal le sea presentada con exce-
sos en los totales, excesos apreciables en
argunos miles de francos? i La vida de Paris
es así! - se dice para su capote - y puesto
que hemos venido á gozar de ella, menester
es no hacer alto en tan peq~eños abusos!
y como nada observa, como jamás se le
ve poner el menor óbice (por temor de "ha-
cer mala figl?-ra") á esas listas exhorbitantes
de objetos no consumidos, de caprichos no
solicitados, de abusos que jamás pasaron por
la imaginación de los di versos miembros. de
su familia, el director del hotel "hace el ojo
gordo, y las cuentas redoblan día por día,
como redoblan, también, las cifras inscritas
sobre-los livianos cheques azules. del fastuoso
americano.
iPARIS! 45
Pasados los primeros momentos de confu-
sión, calmada un tanto la fiebre de verlo todo,
de hallarse en todo á la vez, de realizar los
sueños tantas veces acariciados; de dar fe,
en una palabra, de cuanto se ha oído y leído
sobre la ciudad maravillosa que por ,primera
vez ~e conoce, los recién llegados comienzan
á ocuparse, por ~n, en todo aquello que habrá
de cimentar la instalación sólida, casi defini-
tiva, que, hasta nuevas determinaciones, se
proponen llevar á cabo en Paris.
La estación de primavera empieza ya.
Los viajeros del mediodía de la Francia y
de las regiqnes del Mediterráneo regres"8n de
sus excursiones de invierno, llen~ el alma de
recuerdós deliciosos. de Italia y sus monu-
mentos; de,Niza y sus playas pintorescas, su
sol brillante y el perfume de sus bosques de
mimosas y pinos marítimos; de Monte CarIo
y Monaco con sus parques, sus montañas y
sus rorJté.nticos jardines, su Casino sin igual
y el bullicio.so, aturdidor desconcierto de sus
salas repletas de monedas de;! Oío y plata que
han rodado sobre el tapete verde en buscá
del ingrato azar.
RASTAQUOUERE

Paris está animadísimo. Basta al extran-


jero salir un instante á las calles, pasearse
por los boulevares para emplear·alegremente
varias horas del día, para adquirir verda-
deras ideas sobre la vida reaJ colectiva de las
grandes ciudades.
En esas avenidas formadas de tiendas de jo-
yas; de vidrieras con objetos de arte, sederías,
grabados, libros; de cafees, de teatros; en me-
d~<? del bullicio prolongado de aquella verda-
dera ola humana, ola interminable que se
repite y nunca muere, de aquel continuo hor-
migueo rumoroso, parece que la noción com-
pleta de la vida se perdiese•..
Los recién llegados se aturden; se extra-
vían por entre el laberinto de paseantes que se
cruzan y atropellan, en medio de un mundo
de vendedores de periódicos ú objetos de pa-
cotilla, pregoneros, recogedores de cabos de
cigarrillos, sordos-mudos de profesión, que
expenden sus alfabetos impresos, mujeres
vagabundas, bebedores d~ ajenjo y de~bocks,
dalldys, ociosos, rateros, mercaderes solapa-
dos dé naipes transpa1·entes y obscenidades del
día.
I PARIS! 47
El fausto jel viajero, sus antecedentes pe-
cuniarios, la belleza de sus dos interesantes
hijas y, en fin, su fama de generoso, y la de
sus deseos de llamar la atención, prometen
buenos ratos á los numerosos gavilanes que
le han rodeado y le acechan como presa sucu-
lenta:
No hay, pues, una sola de entre tanta ave
de rapiña como' suele encontrarse 'en viaje
que, al tener noticia de la llegada del opulento
hacendado sud-americano, no se haya sabo-
reado de antemano con la idea de los esplén-
didos bocados que han de presentarse al al-
cance de sus' garras, hábiles y expertas. para
esta clase de asaltos y despojos.
Impue'stas, ésas, d~l carácter ambicioso del
recién llegal;lo, saben de antemano que no se
imitará á una vida privada y oscura, circuns-
crita al cultivo de sus escasas relaciones en-:-
tre las personas que forman la parte verda-
deram6Gte distinguida de la colonia sud-ame-
ricana, ele~ento perdido en aquel centro gi-
gantesco que se llama Paris,. cerno una perla
preciosa en el f9ndo de los torbellinos de'!
mar.
RASTAQUOUERE

D. Cándido no oculta, por su parte, que su


más vehemente deseo es hacer lo posible por
brillar, instalarse, abrir sus salones y llegar
algún día á reunir en ellos no sólo á los
miembros más notables de dicha colonia
sino también á los de la alta nobleza pertene-
ciente al país que le hospeda.
Todo eso lb saben sus compatriotas, lo co-
mentan y se lo repiten sonriendo.
,,,!á fe que no andan tan descaminados en
sus juicios quienes propalan estos rumores
sobre D. Cándido.
Nada distantes se hallan, en efecto, tales su-
posiciones de las ideas que. vuelan realmente
por la imaginación del millonario provin-
ciano, ambicioso de honores, ambicioso de
triunfos y de. renombre.
No habrá de estrañarse, pues, que en una
de aquellas tardes de primavera -al hallarse
nuestro héroe apoyado junto á las ventanas
que se abren sobre el balcón principal de su
departamento, saboreando el perfumé de un
esquisito moka, entremezclado con las ema-
naciones de un habano de legítima marca,
servido como por encanto-pot solícitos cama-
i PARIS! 49
reros y lacayos, irreprochables en sus libreas
verdes con grandes botones dorados; viendo
adivinados sus menores pensamientos por
esa misma servidumbre estudiadamente co-
medida, sintiéndose adulado, ensalzado, se
crea dueño y señor de cuanto de cerca le
rodea. '
- i La sola expresión de mi voluntad, se
dice para sí, me bastaría para poseetel equi-
valente ventajoso!
Su esposa, soñadora como él, atraviesa
también por uno de esos instantes en que
el alma humana parece desprenderse del
mundo real en que vive. Olvidándose ya de
sus primeras preocupaciones ; libre su ima-
ginación 'de los pensamientos tristes que la
hanacoI1!pañado durante el, viaje, deja ro-
dar silenciosas las ideas por otras esferas
ideales, cuajadas de venturas y de ensueiios,
entre las cuales las que se relacionan con el
porvenir.de sus hijas la"preocupan especial-
mente.- i Ah, se dice para sí, i son dignas de
brillar en este centro y dé ser°-en él de las
primeras!
y i qué casualidad! Esa misma tarde,
4
KA~TAfJt,;OUERE
"~

mientras se hallan todas reunidas en el salón,


entra Luciano de la calle, lleno de agitacio-
nes. Tiene mil compromisos. Viene de la pe-
luquería donde ha sabido que se habld de un
baile que se supone que la familia proyecta. De
allí ha pasado á su Club donde ha contraído
muchas rclacio·ncs nuevas, entre ellas la de un
joven muy interesante, muy distinguido,
nada menos que un príncipe á la moda, con
q~ien ha hecho amistad en el mismo Club. Di-
cho personaje le ha manifestado deseos vehe-
mentes de visitar á su familia: de modo que
no pudiendo ni deseando eludir él el com-
promiso, le ha prometido presentarlo esa
misma noche en la Opera, durante un entre-
acto.
Elena y María sonríen complacidas al escu-
char tal noticia; O. Cándido no disimula su
íntimo placer; D° Emilia se ilumina ...
- ¿ y por qué no daríamos el baile que se
nos atribuye? observan las muchachas á una
sola voz, dirigiéndose á sus padres.
D. Cándido se queda pensativo.
En ese momento se presenta un va/et de
chambre. Trae un paquete en la mano.
i PARIS! SI
- Para el señor-observa, entregándolo á
D. Cándido.
El hacendado se manifiesta sorprendido.
Desenvuelve el paquete á la vista de todos:
aparece un estuche ...
D. Cándido lo abre lleno de curiosidad ...
--=¡ Un brazalete! exclama ... Debe de ser
un error. - ¿ Quién ha traido esto ?¿ Lo has
comprado tú, acaso, Emilia? agrega diri-
giéndose á su esposa.
. D" Emilia, toda sorprendida, declara que no.
Al oir tales palabras, Luciano, que se halla
distraído hojeando un periódiCo y pens¡¡,ndo,
tal vez, en su príncipe, da un salto y, como
movido por un resorte, se abalanza sobre el
estuche:
- ¡ Es' un error ... efectivamente, balbucea
todo confuso...
D" Emilia nada observa. Elena y María le
miran sin saber qué pensar. D. Cándido son-
".
ríe ...
- ¡ Atolondrado!... dice á &u hijo en voz
baja.
y volviéndose, en seguida; hacia el valel,
o

que aun aguarda la respuestc;l :


'')
)- RASTAQUOUt;lU.

- Devuelva Vd. esto, le dice. No es para


nosotros.
El valet toma el estuche y se retira escu-
sándose.
Luciano sale tras de él y .10 acogota en la
escalera.
- I Animal i le grita, ¿ que no vé Vd. que
ese paquete trae mi nombre y viene destinado
al número 226 ? ..
"EI número 226 corresponde al departamen-
tito de soltero que ocupa el joven en el tercer
piso del Hotel...
EMOCIONES

·ti os primeros días se han pasado, co-


mo queda dicho, entre sorpresas
cada vez más llenas de novedad y
entre preparativos para darse por completo
á la vida agítada que, por las aspiraciones so-
ciales y el comienzo de la nueva estación con
su séquito de fiestas y de diversiones, se ha-
brá de llevar en breve.
En esa época empieza ya la mejor tempo-
rada de los teatros, á los cuales asisten con
verdadero frenesí las jóvenes.
La G,¡~an Opera en las noches de los sábados
(noches en que se encuentra allí reunido lo
mejor de la ·colonia sud-americana), les atrae
con especialidad~
En los" viernes'· del Hipód1"01120 el hacen-
54 RASTAQUOUERE

dado se presenta con su familia en un palco


de la derecha, que se hace reservar con anti-
cipación. Los" martes" va al Circo de Invier-
no. Las noches dedicadas al Teatro Francés
son aquellas en que ambos' Coquelin' y la
Reichemberg toman parte en la representa-
ción.
El Eden con sus ballets fantásticos los ha
subyugado también alguna vez; pero las no-
ticias adquiridas más tarde so.bre el público
especial del pmmenoir, con sus escenas incon-
venientes y libertades chocantes ha dado
ocasión á que sus espectáculos queden rele-
gados por completo á la categoría de los im-
proPios; todo ello con gran contento de Lu-
ciano, quien, por lo que le atañe según dice,
no tiene el menor inconveniente en de-
mostrar que pertenecen al género de su pre-
dilección.
y la prueba de ello la hallaría fácilmente
quien quisiera tomarse el trabajo de obser-
varle noche á noche, instalado desde tem-
prano frente á una mesita del promenoir,
impro.visando una pasioncilla ligera; elegan-
temente vestido en traje de rigurosa etiqueta
EMOCIONES 55
y prendida al hojal del frac una enorme ga1--
denia blanca, reservada religiosamente para
él todos los días por una florista de moda.
j Nadie más dichoso en el mundo que el

feliz LuciaIio ! La fiebre de los placeres toma-


dos con el entusiasmo con que los toma ge-
neralmente el joven extranjero que' por pri-"
mera vez llega á Paris, parece haber contri~
buído á que su éarácter, de suyo entusiasta,
adquiera aun mayores condiciones de atur-
dimiento. Por eso se le verá correr el día en-
tero en busca de ellos. Paga sin pestañear
20 luises á los revendedores de billetes por

asistir en primera fila á un suntuoso baj.le de


artistas. Y una vez en él... j qué felicidad,
qué suer·te no soñada! Codearse durante toda
una noche con las lindas mujeres á quienes
sólo ha podido divisar desde lejos! j El, un
simple extranjero, un simple mortal de carne
y hueso ... convertido, ante su propio criterio
en la p~~sonificación real de los seres imagi-
narios que han halagado su fantasía! j Qué
imponderable fortuna l. .. "
Ha tomado parte, también; con el carácter
de miembro activ~, en la organización de otra
RASTAQUOUERE

famosa fiesta llamada "de los solteros", ce-


lebrada en un club de cierto tono, en obse-
quio de aquellas milillliS artistas y de otras
tantas horizaniales renombradas, denomina-
das por la prensa de Pans. " las estrenas .de
la galantería parisiense" ...
Un periód.co-trae á la mañana siguiente la
relación de la tal fiesta, y cita las iniciales de
sus principales organizadores, y entre ellos
las de M. Luciano Talagante! Y con qué clase
de comentarios: "Sólo faltaba, dice el arti-
. culista, á la República actual para hacer
. alguna figura unos cuantos años de corrup-
ción. Helos ya encima. Un grupo de" jóvenes
hidalgos" (jeftnes seigneurs) ha hecho la pri-
mera tentativa para reanimar la antigua y
tradicional galantería que fué á la vez el don
y el atractivo de nuestros antepasados".
Y.en seguida agrega el articulista el catá-
logo completo de artistas y estrellas: ¡Cómo
10 repite Luciano! Lo conoce ya de memoria:
. Henriette Barras, de Clomesnil, Fañny Si-
gnoret, Jane Rey. El escuadrón volante de la
Oper~ : Ricotti, Keller, Hayet, Violat L.
Para comprender la· razóh de esos entu-
EMOCIONES 57
siasmos apasionados, de esas emociones in-
descriptibles, de esa, embriaguez de senti-
mientos, con que el alma de nuestro joven se
ha despertado de súbito. al rumor de sorpre-
sas desconocidas, saliendo, por decirlo así,
bruscamente de la anestesis sentimental en
que hasta entonces viviera aletargada~ preciso'
será que renovemos un instante, con la me~
moria del almá, nuestra propia juventud.
Perietrando, así, en los recuerdos más recón-
ditos del pasado veremos, quizá, que durante
el primer lapso de existencia transcurrida
, . ha
habido también para nosotros horas seme-
jantes de transportes inexplicables, deQa.spi-
raciones infinitas, de sentimientos no doma-
dos, de· ideas perturbadoras, sin forma ni
causa definida, que han exaltado en otro
tiempo nuestro espíritu y que nos han domi-
nado por completo, mientras los aconteci-
mientos de la vida no han venido á modificar
nuestra" .. razón, dotándola de la sabia expe-
riencia que serena é ilumina.
Porque es "forzoso que se c\!1mpla esta ley
de la naturaleza que hace 'que durante el
viaje velocísimo que todos emprendemos
RASTAQUOUERE

por el mar de la existencia se nos presenten


transformaciones sucesivas é inevitables gra-
daciones, bien así como el marino que di-
rige la proa de su barco velero hacia un punto
determinado del horizonte. j Hoyes el trópico
con su zona ardiente, manana el frío polo
austral con sus.brumas, sus tormentas y ri-
gores! Aquél apareció entre luces cambiantes
y colores vívidos; éste surgirá envuelto en
oscuras sombras y en nubes· tenebrosas l. ..
El' uno es el reino de la ilusión: el otro el del
desengaño ...
Luciano se encuentra bajo el dominio del
primero ...
Una ciudad como Paris, única en su espe-
cie; con sus teatros, sus mujeres, su lujo.
sus orgías y sus indiscutibles encanws, ha
bastado para producir en su temperamento
sensible emociones tales que no ha podido
menos que abandonarse desde luego á ellas,
sacrificándoles todo: reflexión, conveniencia,
'salud, fortuna; dejándose resbalar por su pe-
ligrosa pendiente, sin ver que ella va á parar
á un precipicio sin fondo: el deJ derroche y
la insensibilidad moraL .'
EMOCIONES 59
¿ Quién podría pintar los transportes del
cautivado mozo en presencia del cuadro des-
lumbrante que la óptica ilusoria del primer
proscenio de teatro parisiense que ha visto
en su vida preséntale ante sus ojos, mareados
por aquel conjunto fascinador de luces, de
trajes vistosos y de hermosas mujeres?
Para Luciano, entregado por completo á la
dirección de doS' ó tres amigos y antiguos
compañeros que en hora feliz, según él, ha
encontrado en la gran ciudad, el verdadero
placer de vivir no puede consistir en otra
cosa que no sea el dejar rodar las horas en-
vuelto en encantos y seducciones semejaIJtes.
Observémosle un momento.
CuandQ comienzan apenas á encenderse
los faroles del alumbrado público, ya el fe-
liz viajero se apresura á terminar los últimos
toques de su rebuscado atavío, para saltar,
en seguida, á la calle; sin darse más tiempo
que el necesario para lanzar un breve ¡hasta
luego! ¡, sus deudos, y tomar, después, la
dirección que' ha de llevar.
- i Al teatro Eden ! ó, sino, i á Folies Ber- .
ge¡'es!
00 RASTAQUOUERF:

Las nueve. i Está en la sala!


i Qué magnífico espectáculo! i Allá en el
proscenio aparecen centenares de mujeres
lindísimas, vestidas con trajes de colores bri·
lIantes que se armonizan entre sí! Cascadas
de chispeante pedrería falsa se derraman por
sus cuerpos de sílfides. Y luego danzan, en-
tremezclándose en las figuras caprichosas del
fantá~tico ballel.
Entonces cree el joven encontrarse fuera
éte la vida real, en un universo de colores y
de encantos, poblado por seres sobrenatura-
les. No ve Luciano el colorete que oculta la
fatiga de esos rostros pálidos y gastados,
sino para confundirlo en- su imaginación y
en sus sentidos con las frescas rosas del can-
dor y de la juventud. La morbidez presta-
da que ondula gratamente sus formas mar-
chitas, parécele á él opulencia real de plástica
belleza. Las falsas sonrisas que dilatan sus
labios fríos, rebosantes de encendido carmín,
le trastornan, le provocan, le enagenan ...
Cerca de esas mujeres, ¡cuán dulce no será la
vida-! ¡Cuánta pasión, cuánta ~oluptuosidad
no ciarán al alma sus caricias embriagado-
EJ\lOCIONES 61

ras!... Y Luciano, aunque despierto, sueña


con ellas, á la vez que parece enviarles las
ansias y las codicias todas de su alma en
miradas de fuego ...
- i Esto es Paris! se dice para sí con un
grito íntimo de entusiasmo, que es como un
hosar,ma entonado interiormente á la ciudaq"
de sus ensueños ...
i Esto es vivir!

El joven extranjero comienza á iniciarse,


así, en un nuevo génc:ro de existencia, existen-
cia agitada que empieza á las 12 de la noche,
y concluye al amanecer, con las primeras lu-
ces del "alba ...
Al principio algunas amonestaciones con-
vencioRales de D. Cándido le obliga~ á su-
jetarse un t~nto. Pero sus buenos propósitos
duran sólo breves momentos."
El pretexto de ~ompromisos ineludibles, la
obligación de restituir festejos, motivos di-
RASTAQUOU ERE

versos que no le permiten contar las horas,


el deseo de conocerlo todo en la gran ca-
pital, los entusiasmos que matan en la ju-
..ventud toda lógica, concluyen por disculparle
á sus propios ojos y ante el ~riterio del padre,
que no puede menos de contestar á las re-
flexiones previsoras de su esposa con argu-
mentos que tienden á dar razón al hijo cala-
vera:
__- i Muchacho, al cabo! - exclama D. Cán-
dido - preciso es que se distraiga.
De modo que al día siguiente, cuando reu-
nida la familia á la hora del almuerzo (la una
del día), en el salón especial del Hotel que le
sirve de comedor, échase de menos á Lucia-
no, Da Emilia, inquieta, trata de cerciorarse
de si duerme aún,
El lecho del joven está vacío; pero una
hora después se ve aparecer á éste, con el
semblante pálido y ajado par la falta de sue-
ño ó por los excesos de una noche de .disipa-
ción y de fatigas. La . madre se contenta
entonces con suspirar y decirle en tono lige-
rame~te reprensivo, pero bondadoso y lleno
de tierno afecto: .'.
EMOCIONES 63

- j Vas á enfermar, Luciano!. .. Creo que


abusas de tu buena salud'.
Un beso y un dicharacho festivo constitu-
yen la réplica de siemprel réplica que basta
para desarrugar el ceño inquieto de la madre
y dilatar sus labios con una sonrisa de cari-
ñosa indulgencia ...

.',
MODERNÍSIMAS COSTUMBReS

FIN DE SIl\:cLE

h A primera quincena fué dedicada á


la visita de monumentos públ~cos.
Unas cuantas horas con ojeadas rá-
pidas aquj y allá, bastaban, á juicio' de los fo-
rasteros, para conocer suficientemente los
museos y las obras maestras de arte que ellos
encerraban. En cuanto á lo demás: momias
y vejestorios - según la expresión de D. Cán-
dido - todo
o.
ese conjunto de ejemplares ra-
ros de objetos que á él le parecían "grotes-
cos ", no habría de dar siquiera.un paso más
por volver á examinarlos.
- Por lo demá.; - agregaba no sin cierta
5
RASTAQUOUERE

chispa y verdad - quédese para los que


quieran echarlas de eruditos y leídos aquello
de ir con el guía de Bedecker en la mano,
examinando estilos y escuelas, y anotando
impresiones para transmitirlas, después, á
los compatriotas de por allá en cartas y cor-
respondencias-que no otra cosa son sino una
descarada copia del original, aliñada con ob-
servaciones pedantes y majaderas, sa~adas
de la propia cosecha.
La temporada dedicada al Concurso Hípico,
en el Palacio de la Industria tocaba ya á su fin.
A las jóvenes Talagante aunque recién
impuestas de los estiram~entos y exigencias
peculiares al modo de vivir europeo y de esos
mil puntillos nimios, casi siempt"e exagera-
dos y en ab.soluto incómodos, que suelen de-
terminar hasta en la buena sociedad de esto:;
tiempos cuestiones importantes de falsa eti-
queta, bastábales su mediana educación,
ayudada por espíritu finísimo de imitación,
muy propio de nuestra raza criolla,' para co-
iocarlas - en menos tiempo del que hubiera
podido otorgárseles - en el ri~l de los usos
más excéntricos. -'
MODERNÍSIMAS COSTUMBRES 67

Compatriotas había entre sus relaciones


especiales que, presumiendo de ser más
francesas que las propias hijas de la Fran-
cia, gozaban ya ante los recién llegados de
la reputación de verdaderas parisienses; re-
putación de que se enorgullecían y por la
cual se finchaban cada vez que se les presen:-·
taba ocasión de demostrar que se la habían
conquistado en' desesperante lid por obte-
neria.
i Era aquello un verdadero stntggle por pa-
,·isianismo !
Entre estas personas, hacíase notar la es-
posa de D. Tadeo Sorralto, que era un respe-
table caballero de 60 á 65 años de edad; bajo
de estatura, recio á j?roporción; verboso al
extremo de que las palabras brotaban á bor-
botones de sus labios, como brota el agua
de un abundoso manantial.
Más tarde tendremos ocasión de observarle
en esta Í<J.z especial de su carácter.
Da Dorotea - que así se llamaba la señora
de Sorralto .- era delgada. ·en extremo,
pálida, casi ética ;.cincuentona ya y fina de'
facCiones. Convertida á la sazón, después de
68 RASTAQUOUERE

una permanencia de cinco años en Paris, en


unaparisiense rabiosa, llamaba la atención en-
tre sus compatriotas por sus costumbres á la
última moda y por la aclimatacióc. incondicio-
nal que hacia en sus suntuosos salones de
cuanta excentricidad llegaba de afuera con
patente de no,,"edad, por más extravagante
que ella fuese. - De modo que en su casa se
recibia á la francesa, se almorzaba á la ingle-
sa,se comía á la rusa, desayunándose previa-
mente los convidados, según la usanza mos-
covita, cinco minutos antes de pasar al
comedor, y haciéndolo con caviar, salmón
ahumado y licor de kummel, que se acostum-
braba consumir de pie, y en un saloncito es-
pecial,aderezado ad hoc.
Tenía, ta~bién, la Sra de Sorralto sus
¡OUt' o'clock y sus garden partys, i Era de verse
en ellas el aprieto en que se ponía á los con-
currentes noveles, recién llegados de las tier-
ras de por acá, obligados á permanecer (por
ley tirana de la moda adoptada en casa del
anfitrión) con el sombrero en la mano, el
bastón, los guantes, la tasa d~ té y ladimi-
nuta" servilleta que servía para enjugarse en
MODERNÍSIMAS COSTUMBRES 69

ella los labios! Hablar, beber (sentados gene-


ralmente sobre el extremo de un lujoso ban-
quillo flexibilísimo y dispuesto á volcarse ó
deshacerse al menor descontrapeso), y man-
tener al mismo tiempo el prodigioso equili-
brio, era considerado allí como la última
pala~ra del buen tono y de la distinCión... .
Da Dorotea, celosísima de la opinión que
los europeos pudieran formarse con respecto
al tipo físico de las gentes de su tierra (las
americanas del sur generalmente) había adop-
tado por principio invariable no recibir en su
casa sino á los blancos y rubios. Los trigue-
ños ó los simplemente achocolatados :queda-
ban, pues, absolutamente excluidos de aquel
crisol de los colores... .
- i Nq sea cosa que vayan á imaginarse
los franceses, los ingleses y los austriacos
que suelen honrarnos con su presencia-
decía Da Dorotea á su esposo - que sólo
ellos tilioen la virtud preciada de poseer ru-
bios en sus pueblos respectivos; no señor:
que también los tenemos por. allá nosotros de
de ese mismo tip9 y bien acentu.ado !
Solía, pues, acontecer que personas de
70 RASTAQUOUERE

ámbos sexos no favorecidas por el cielo con


el codiciado don, deseosas de aprovechar la
oportunidad que se les presentaba de brillar
en las recepciones de D. Tadeo, no trepida-
ban en suplir tan descomunal carencia, en-
tregando con anticipación sus cabezas y sus
barbas complaeientes á las artimañas de pelu-
queros de confianza habilísimos; permitien-
do que se las hiciera pasar, paulatinamente,
por una serie de transfiguraciones sucesivas
dé color que, semejantes á las degradaciones
imperceptibles del iris, concluían por deter-
minar en ellas un desteñimiento suficiente para
que se les confundiese del.todo con el ansiado
rubio; con el rubio puro, completo, dorado,
brillante, deslumbrador de los hijos del
Norte ...
Esta obcesión del rubismo llegaba en aquella
sociedad al extremo de hacer que hasta las
morenas más opulentas no trepidasen en di-
rigirse (cuando se trataba de retratos al óleo)
al célebre Chaplin, llamado, con razón el
apóstol de lo rubio; de Chaplin, el del aéreo
pincel; el que solo se inspira eo lo níveo, lo
celeste y lo rosado; el· artista poeta por ex-
MODERNÍSIMAS COSTUMBRES 71

celencia; el pintor de todas las delicade-


zas, de todas las diafanidades; aquél, en fin
de quien se asegura que ha adoptado por di-
visa de S11 taller: ilfaltt étre blonde ou le deve-
ni,-,. il faltt avoir des yeux bleus, ou app,-endre Ce
,-egarder comme si on les avait ! ...
Se comprenderá que de esta manera las
recepciones dé la Sra de Sorralto fuesen
un prodigio de' rutilante uniformidad. Todo
erá rubio en ellas: el dorado de los muebles,
la seda de los tapiCes, el oro verdadero de la
costosa vajilla y el ?ro falso de las cabe,~as de
muchos visitantes; de modo que en una noche
de baile, al ser contemplados los salones "desde
lo alto de las graderías de la orquesta, h llcían
en el espíritu del contemplador el efecto de
Un vasto campo cubierto de espigas maduras
ó de am"ariiIas y brillantes crisantemas ...
La casa habitación del Sr. Sorralto estaba
ricamente amueblada, y poseía siete ú ocho
salone~"" de distintas formas, estilos y colores:
uno para que dejaran sus gabanes en él los
caballeros;" "Otro para que las ~l!ñoras se arre-
glaran el cabello antes de éntrar en los si-
guientes; dos más para jugar al whist ó al
RASTAQUOUERE

écarlé; un tercero de color lila (color simbó-


lico, sin duda) para que las jóvenes solteras
hablasen á solas de sus novios, dejando que
las casadas soltaran á sus anchas sus chis-
mecilIos picantes, en la esta~cia especial con-
tigua que les estaba reservada y que se halla-
ba tapizado, al efecto, de color ... rojo subido ...
Otro salón, discreto y confortable, para que
los solterones y los viejos verdes se comuni-
caran sus secretos particulares, y, al parecer,
inadecuados para ser oídos por quienes no
pertenecieran á su gremio; y, el último, por
fin (que era el más interesante), disimulado,
,casi oculto, para favorecer los coloquios de
aquellas parejas que, por causas particulares,
deseasen buscar en él el misterio y el aisla-
miento.
En todos estos salones acostumbraban dis-
tribuirse los visitantes de la Sra de Sorralto,
que solo recibia una vez á la semana, y en día
determinado; siendo también regular no pre-
sentar á dichos visitantes entre sí, se"gún era
uso corriente, al parecer, entre los más encum-
brados miembros de la aristocracia francesa.
Acusan los franceses modernos como cau-
1Il0DERNÍSllt1AS COSTUMBRES 73

sadora de la revolución que dí.a á día se va


operando en las costumbres y en las ideas
de sus mujeres, á la influencia ejercida en
ellas por el sistema de educación adoptado
entre sus vecinas de ultra Mancha. La eman-
cipación exagerada - dicen - la libertad
abso}uta de que gozan éstas, las tÚldencia.s
á instruirse en los ramos que solo al sexo
fuerte con vieneó y sientan bien, han deter-
minado una transformación completa en los
gustos y maneras de ser de nuestras jóvenes.
Por su parte, las hijas de la libre Albión
acusan, á su vez, á sus rivales del otro lado
del mar como perturbadoras de sus hábitos
sencillos, como introductoras de cuanto pueda
tender á: alterarlos Y. hasta á pervertirlos.
Lo que resulta claro y evidente es que lo
útil, lo importante, va cediendo en todas
partes su lugar á lo accesorio, á lo insignifi-
cante. Un ejemplo:
Exis~n en cierto barrio del Parque Mon-
ceau unos establecimientos famosos donde
las jóvenes' (especialmente. tas extranjeras
á quienes se deseoa explotar) acuden todas las
mañanas á adiestrarse en el importantísimo .
74 RASTAQUOUERE

arte de subir y bajar con elegancia del carrua-


je, de pelar naranjas con delicadeza, desgajar
uvas con gracia, comer eSpá1"ragos sin comerlos;
todo ello en un estilo elevadísimo, que .ha de
significar la última palabra, la perfección ab-
soluta en materias de compostura y de buena
crianza.
Las hijas de D. Cándido, como se com-
prenderá, frecuentaron asíduamente, desde
su llegada, cada uno de los establecimientos
ríómbrados, y aseguraron más tarde haber
sacado de ellos provecho completo.
Entregadas durante el resto del tiempo á
modistas y peluqueros, con quienes como
suele acontecer á la mayoría de las recién
llegadas á Paris, sacrificaban en ocasiones
tardes enter.as. Redfern. Worth y Felix se
disputaban la oportunidad (el honor, según
su expresión) de p,"eSentar sus diversos capri-
chos á las elegantes extranjeras. La Viro'. en-
viábales día por día muestras de sombreros
que calificaban de "admirables", ravissants,
y que, de seguro, pondrían de relieve los
hermosos ojos y el cútis morel?o de las en-
cantadoras demoiselles. .'
MODER,<ÍSIMAS COSTUMBRES 75
y como todo era ofrecido con tan exquisi-
tas maneras y presentado con palabras é in-
sinuaciones tan expresivas, los sombreros y
las cintas, los encajes y los vestidos, los
guantes y las flores, todo aquel sinnúmero
de dijes, en fin, que acostumbran las mujeres
conservar cuidadosamente entre cajas de
cart6n, sachets de seda y lindos estuches per-
fumados, se iba: amontonando en los guarda-
ropas del departamento que ocupaban en el
Hotel, por cuyas escaleras de servicio veíase
á cada instante entrar, subir y bajar á un nú-
mero incontable de empleados de tiendas,
cargados con paquetes y envoltorios de~todos
tamaños.

o.
DESENGAÑOS PREMA TUROS

D. TADEO SORRALTO

€ N los círculos sOCiales. sud-america-


nos llamaban la atención los gastos
fabulosos del hacendado. Fáciloserá,
por tanto, comprender qué efecto no harían
ellos entre sus admiradores más· decididos,
los señores tenderos· y las señoras modistas.
D. Cándido, satisfecho de sus éxitos, segu-
ro de que habrían de realizarse antes de mu-
cho sus acariciados ensueños, echadas ya á
la espa~da sus preocupaciones, no se paraba
en medios para lograr su objeto y hacer más
densa aun la atmósfera de adqlación exótica,
impregnada de incienso casero que había ido
formándose á su 'alrededor ...
RASTAQUOUERE

Semejante á aquel personaje de Daudet,


aquel Nabab cuajado de oro; noble en el fon-
do, pero vanidoso y confiado en demasía;
presa el alma de loco anhelo de triunfos y
de honores, el bueno de D. Cándido iba sem-
brando de billetes de banco el campo que cru-
zaba.
Puestos ya en movimiento los resortes que
deberían, según él, abrirle las puertas del
gran mundo francés, había comenzado, al
rríísmo tiempo, á explotar su inventada co-
misión oficial, con· el propósito de entablar
desde luego negocios y relaciones que con-
ceptuaba interesantes para. su patria.
No le habían recibido mal en las esferas
del Gobierno.
Se solía co~entar, sin embargo, allí el tren
exagerado del extranjero, con calificativos
que ,-- de tono dudoso al comienzo, de signi-
ficado mordaz, satírico después - daban
prueba evidente de la poca sinceridad de ta-
les relaciones.
Cierta mañana, los amigos del millonario
viéronse sorprendidos por la lec;:tura de un
articulejo de periódico de cil'culación nume-
DESENGAÑOS PREMATUROS 79
rOSa, que aparecía con expresiones hirientes y
burlescas, alusivas al recién llegado; alusiones
que no solo debían herir su delicadeza de
hombre, sino también su susceptibilidad de
patriota. En ese artículo se pretendíadudar
del origen legal de una fortuna privada capaz
de costear tamaño fausto. Y á este propósit<.>"
se le enderezaban mil pullazos picantes, mil
pretendidas infórmaciones y noticias ad hoc.
Voici - decía textualmente el artículo-
qu'on nousfait connai[¡'e l'a1Tivée a Paris d'un
de ces rastaqllo.ue1'es autoU?' desquels une légende
curieuse se fm'me. Ce noble exotique s'est apeine
installé qzt'on "1'appm'te des choses sm'pre1¡antes
SU1' son compte:"
y más,adelante:
Il est descendu a l'hotel de, .. d'ou il1'ayonne
sur la société parisienne.
Su retrato:
Une figure de pain d'épices; deux yeux noú's
avec le V!0uvement de 1'otation des ventilatew's;
un grand nez de perroqllet au-dessous duquel une
epaisse mouslache en fil de ftr se.1'etmusse fie1'e-
ment, lui mettant S!I1" chaquejoíte un point d'ex~
clamation.
80 RASTAQUOUERE

JI a les doigts chargés de bagues; une chaine


de montre qui pourrait servir a altacher l' ancre
d'une frégate; trois perles grosses comme des
reufs devanneau lui servent de boutons de chemi-
se; il plante dans sa cravale une griffe de tig,-e en-
tourée de brillanls .
Sobre sus antecedentes:
On dil que chez lui il n'a eu d' autre préoccupa-
tion que de multiPlier ses mi.llions au moyen d' une
Joule d' opérations aussi va1'iées que fructueuses.
Il-a pleinement réussi. A eu, a ce qu'il parait, a
celte occasion, quelques démélés avec la justice,
dont il a su se tirer les braies a peu pres nettes ...
y así todo lo demás
i Primeros desengaños! i Cuán intensamen-
te no hirieron los sentimientos del hombre
de bien, acostumbrado á leer en las colum-
nas de los periódicos de su país solo home-
najes y merec~das alabanzas para sí; á ver
interpretadas sus acciones siempre bajo el
punto de vista noble y elevado que las.dicta-
.ba ! Poco más de un mes había trans~urrido
apenas desde el día de su llegada y ya comen-
zaban las murmuraciones, ya se mezclaba el
pú blico en sus antecedentes ~ ya· se entraba á
DESENGAÑOS PREMATUROS 81

pretender arrojar sombras sobre su reputa-


ción sin tacha; ya asomaban, en fin, los pri-
meros sinsabores, los primeros ejemplos de
lo que podrían más tarde la envidia y el espí-
ritu mezquino de chismografía!. ..
Porque solo la perfidia de algún mal ini
tencionado era capaz de inventar tamañas
atr9cidaaes. - j Pase la caricatura de mi
persona, la. de mi tráje, la de mis maneras!-
decía Con acento de desesperación D. Cándi-
do - j pero los conceptos emitidos sobre mis
antecedentes !.oo
.~ j Ah! .,..... exclamaba en seguida, en un

arranque de indignación, y mientras d~~


de su ~entana predilecta miraba agitarse el
torbellino del boulevard, - j cosas de nues-
tros compatriotas! Aquf como allá, siempre
la torpe emt:ilación, la envidia ruín !oo. j Sólo
á ellos, y especialmente á esas gentes malévo-
las de la capital puede achacarse la causa de
t~les infami~s !oo. j y de seguro que llamarán
á eso, como de ordinario, palabras al viento,
dichos sin responsabilidad,· conG:eptos sin
malicia L.
Pero, reflexionando después, D. Cándido
RASTAQUOUERE

- que tenía, también, sus puntillos de filó-


sofo - concluía por comprender que su papel
consistía en llevar adelante sus propósitos, sin
parar mientes en contratiempos semejantes.
i Por primera vez en esos momentos co-
menzaba á convencerse el hacendado de que
la flor de l. gloria es acántica, y que quien
pretenda cogerla con las manos d~snudas,
deberá resignarse á dejar entre sus espinas
algunas gotas de sangre!

' ..

Una tarde, hallándose O. Cándido en el


salón principal de su hospedaje, fuéle anun-
ciada la visita del famoso O. Tadeo Sorral-
to, con su esposa y sus dos hijas.
¡O. Tadeo! i Por lo visto la puritana
O- Oorotea hacía excepción para con los
recién llegados, sus buenos y antiguos ami-
gos, quienes, á pesar de no ser rubios, me-
recían tan si~gular prueba d~ deferencia!
~ Que pasen adelante.-,........ exclamó alegre-
DESENGAÑOS PREMATUROS 83

mente el hacendado, levantándose y dirigién-


dose, al mismo tiempo, á la 'pieza vecina, con
el objeto de prevenir á la familia.
Momentos después ·hallábanse todos reu-
nidos en la sala·: los papás y las mamás dis-
curriendosobre temas relacionados con la
vida de Paris: las muchachas cambiando
ideas so·bre modas~ paseos y toileltes.
- y usted i siémpre hermosa, Da Do-
rotea r - exclamó de repente D. Cándido,
que no había apartado un m?mento los ojos
de su interlocutora, á quien hallaba rejuve-
necida á lo menos en diez años, bajo los
crespos movibles de una traviesa peluca l"U-
bia ; obra maestra de Augusto Petit; y con
la cual la flamante emp~risianada señora ha-
bía querido disimular discretamente sus
nobles canas.
-¡Qué quiereusted!-replicóle en tono con-
vencido la favorecida por el cumplimiento -
i los aires ewopeos! Cuando se habitúa una á
pasar el verano entre las montañas fortificantes
de la Suiza, el invierno al sol del ~diodía yel
OtOflO y la primavera, entre Paris y Londres,
no se puede menos de sentir el bien que
RASTAQUOUERE

hace al organismo y aún al espíritu este géne-


ro de vida. i Ah, cuán distinto es todo esto
de la eterna monotonía y de los rigores de la
América! Pero ya lo verán ustedes mismos;
ya lo juzgarán por propia experiencia, una
vez que hayan permanecido aquí algunos
años ...
- Y, sobre todo, - interrumpió D. Ta-
deo, que, á pesar suyo, se había visto obli-
gado al martirio de callar durante algunos
'momentos - i d~jémonos de bromas, amigos
mios! Aquí se vive, allá se vegeta; aqut hay
atractivos para el espíritu y salud para el
cuerpo; allá estrechez de ,miras, mezquindad
de sentimientos, ignorancia, chismografia.
Aquí se hace figurar al dinero: allá el dinero
hace figur~r. Aquí hay Ubertad. allá encar-
celamiento perpétuo, motivado por el afán
de observarse mutuamente entre sí nuestras
gentes; aquí se disfruta de la sociedad culta,
ele'vada; aquí se codea uno con las grandes
inteligencias, allá ...
Y, por este estilo, durante quince minutos
siguió el verboso señor hilando aquies y
allaes sin interrumpirse; entusiasmándose á
DESENGAÑOS PREMATUROS 85
medida que hablaba; deleitándose en escu-
char su propia voz, alzándola, ora con ento-
naciones enfáticas, ora con acentos enérgicos
y convencidos, citando nombres y casos,
exponiendo doctrinas y pareceres, tributan-
do incienso á .los usos europeos, y re~rién­
dose familiarmente, como de paso, á los per-
sonajes más conspí,cuos del viejo mundo, cual
si se tratase de amigos íntimos, de relacio-
nes de todo instante .. De esta manera fueron
pasados en revista, uno tras otro, Jules Si-
món y Charcot; Renan y Meissonier ; Jusbel
de Coulanges .. y Pasteur; M. de Lesseps,
Alejandro Dumas, Gounod, Massenet, etc.,
etc.
Hemos dicho ya, en· otra parte, que D.
Tadeo Sorralto era muy pródigo de la pala-
bra. Agregaremos aquí que pertenecía á ese
gremio insoportable de chm·lado1"es de oficio,
á quienes, por una especie de manía incom-
prensible llara la gente cuerda, parece habér-
seles metido entre ceja y ceja la)dea de que
nada hay en el mundo más delicioso y rega-
lado que el pasarse las horas muertas escu-
chándoles con la atención que ellos no saben
RASTAQUOUERE

dispensar á otros, siquiera sea por breves


minutos.
Tipo es éste (el del hablador de oficio) que
merece ser observado y estudiado cón dete-
nimiento, por lo mismo que va haciéndose
cada día más común y más tolerado en nues-
tra indulgente sociedad.
Su achaque principal es el hacerse oir, y
hacerse oir durante días enteros, sin descan-
so, mientras discurre sobre temas idénticos,
desarrollados ya por él en mil ocasiones ante-
riores; hablando afectadamente y por lo
lo general sin chispa, ligereza ni abandono;
sin originalidad. ni buen gusto, sin facili-
dad ni gracia, sin un solo rasgo expontáneo;
haciendo lujo, ante todo, de indigesta erudi-
ción pedantesca; trayendo de los cabellos y
á rebencazos, fechas y citas, para introducir-
las por fuerza en sus frase5 estudiadas
y aprendidas de memoria, é ignorando, sin
duda, aquel discreto adagio francés que dice
que si bien una bella citación es un diamante
en e.1 dedo del hombre de talento, se convier-
te, en cambio, en guijarro ~~n ia mano de un
tonto.
DESENGAÑOS PREMATUROS 87

Su afán primero y constante es hacerse pa-


sar por erudito: Vir bonits dicendi peritus,
sería su divisa, si hubiera de adoptar al-
guna ...
D. Tadeo (que era uno de estos) jactábase
de admirar profundamente, á Voltaire, Saint-
Beuve, á About y á Feuillet, los causcurs más
célebres de la Fran~ia, con quienes declaraba
encontrarse espiritualmente relacionado des-
de mucho tiempo atrás por el ingenio. Su
manía era tal que se pasaba mañanas enteras
leyendo periódicos y revistas, con el único
objeto de anotar en cierto cuadernito que
guardaba bajo Ílave en algún cajón con 'Se-
creto de su mesa de escribir, las ocurrencias
agudas, los dichos de doble sentido, las ci-
taciones oportunas que en aquellos encon-
traba. Concluida esta prolija tarea, se dedi-
caba, en seguida, á la parte más difícil de
ella: aprendérselo todo de memoria, para
quedar en"d caso deexpetarlo, después, en la
primera ocasiqn delante de algún prójimo
cualquiera, .con el desparpajo. y suficiencia
que eran prendas sólo suyas.
Uno de sus placeres predilectos era provo-
88 RASTAQUOUERE

car lo que él había bautizado con el ingenioso


nombre de rosario intelectual, y que con-
sistía en apoderarse de un tema cualqujera y
discurrir, después, sobre él, ensartando ideas
con el objeto de continua~las de un resuello
y según iban produciéndose ocasiones de di-
vagar á cO$ta~e los términos, nombres y de-
talles empleados en el discurso.
Pero lo peor del caso era que estos rosario.'i
de D. Tadeo eran ya tan conocidos, habían
'sido tan escuchados de su propia boca, que no
hacía más que c.omenzar la primera palabra de
alguno de ellos, y ya el oyente sabia de ante-
mano no solo adónde ib~ á parar el orador,
sino, también, á qué santo encomendarse
para pedir paciencia, calma y resignación ...
Uno de sus rosa1'ios favoritos era el que te-
nia por cimiento, ó punto de partida, á Lord
Byron. Byron lo llevaba á Missolonghi, lugar
de su trágica muerte y, por consiguiente, á
la Grecia; la Grecia lo hacía traer á cola-
ción los nombres de T~seo, Alcides; Aquiles,
Pericles y Licurgo; Licurgo le daba oportu-
nid~d de hablar sobre jurisprudencia; la ju-
risprudencia sobre Roma~ Roma lo hacia
DESENGAÑOS PREMATUROS 89
enumerar á los autores que habían escrito
imp~esiones sobre la Ciudad Inmortal, desde
el Dante hasta Lady Morgan; Lady Morgan
lo llevaba de nuevo á Inglaterra; con cuyo
motivo volvía á caer, después de tres cuartos
de hora de rosario (rosario sin casos gozosos·
y solo cQn misterios dolorosos para el oycate),
volvía á caer sobre, el pobre Byron ...
Pero al llegar á este punto, el público que,
pálido, estrujado, maltrecho, medio muerto
de cansancio, había ido poco á poco desban-
dándose furtivamente, se deshacía por com-
pleto, obligando á Sorralto á. poner, por
fuerza, punto final á su discurso. Sin embar-
go, gente había (¡admírese de ello e,llector!)
que dec1arába á D. Tad,eo hombre talentudo,
y, aunque ignorábase del todo en su tierra
quien había sido el primero en echar á rodar
tamaña especie, la verdad es que el falso tes:-
timonio había alcanzado ya, entre cierto pú-
blico especial, las proporciones de una ver-
dadera calumnia ...
Cuando escribía D. Tadeo ,(que era muy
á menudo) propinaba á sus lectores noveda-
des semejantes á éstas: "Musset era muy
. RASTAQUOUERE

Oojo y muy tunante"; H Jorge Sand no se


llamaba Jorge Sand sinó Mlle Dupin y no era
hombre sinó mujer" H á NerÓn le gustaba
. mucho cantar y era muy cruel", (.1:c.,etc. -
No decía jamas "Voltaíre", sino el patriarca
de Ferney, ni" Juana de Arco" sino la pas-
tora de Orlean8; como si los términos preci-
sos y los nombres propios fueran meras cás-
caras de nuez, con necesidad de ser abiertas
para encontrar el fruto en ellas ...
Cuando acabó de hablar D. Tadco había
pasado en revista, ásu manera, no sólo á todo
Paris sinó á toda la Europa; se había refe-
rido á los usos modernos y: al sistema de vida
adoptado en su casa, á conveniencias so-
ciales, segun su manera de entenderlas, á
lugares de recreo de preferente frecuentación,
á medios de transporte por él preferidos, á
estadísticas de gacetilla, á literatura au jour
le jour ; á todo aquello, en fin, que creía de su
dcbe'r enseñar á D. Cándido y á su familia ~n-
. tes de otorgarles patente de incorporáción en
el gran centro cosmopolita en que aseguraba
vivir,: y .entrada definitiva á sus' rubios 5alo-
~cs particulares. -'
DESENGAÑOS PREMATUROS 91

Si quería, pues, el hacendado llamar la


atención en Paris, si deseába brillar como
había brillado él, D Tadeo, relacionarse, á
su turno, con los grandes hombres de la Na-
ción francesa, hacerse envidiar por el resto
de sus compatriotas allí residentes, en una
palabra, cumplir en todo y por todo ~on su
ideal acariciado, f~rzoso le seria inclinarse
ante li,ls opiniones de su amigo, acatando su
c.riterio y su experiencia.
Excusado es decir que la familia Talagante
quedó encantada con esta visita, y prendada
de la benevolencia de D. Tadeo, cuyas leccio-
nes se propuso, desde entónces, seguir. al
pié de la letra... ..
No tardaremos e~ saber qué provecho sacó
de ellas D. Cándido ...

o.
POR EL OJO DE UNA CERRADUf?A

II os días del ines de Abril se desliza-


ron rápidos, como sucede de ordi-
nario con todos los que se consagran
al placer.
Durante ese t-iempo fué D. Cándido ase-
diado por· un sinnúmero de visitantes que
se apresuraban á pedirle audiencia por me-
dio de su secretario.
Entre ellos- todos extranjeros - cual se
decía presidente de alguna asociación de
caridad ;.~ualde un círculo literario ó cien-
tífico; éste solicitaba la protección del" ilus-
tre extranjero" y le ofrecía diplomas extra-
vagantes y título~ quiméricos á cambio de
"un don filantrópico"; aquél reclamaba la
94 RASTAQUOUERE

presencia del mismo" para dar mayor brillo"


á cierta sesión que la sociedad de que era
representante deseaba dedicarle.
D. Cándido los recibía á todos con placer,
atendiéndolos según sus deseos, y despedía-
los, por fin,· suplicándoles' que no le olvi-
dasen.
De esta manera fueron pasando por sus do-
rados.salones falanges sucesivas de pedigüe-
ños de todas las especies conocidas y por
conocerse; las unas clasificadas ya en el catá-
logo de esa perpétua y siempre variada
exposición de tipos humanos que se llama
Paris; las otras susceptibles de serlo aún.
Con el propósito de dar úna idea de la cla-
se de entrevistas qu,e D. Cándiqo se veía
obligado á otorgar noche y día, vamos á
narrar brevemente lo que sepamos sobre
alguna de ellas, para lo cual nos valdremos
de cierto recurso - que nuestros lectores
tendrán á bien perdonarnos, tanto más
cuanto que, al emplearlo, incurriremos en, la
grave osadía de hacerles ·á ello mismos cóm-
plices.de nuestra falta de delicad~za.
En ·efecto, por más que tengamos que con-
POR EL OJO DE UNA CERR<\DURA 95
fesar que es poco decoroso, poco hidalgo y
absolutamente indiscreto .esto de escuchar
tras de puertas y ventanas ó al través de del-
gados tabiques divisorios 10 que se dice en
la estancia del vecino, seanos permitido, por
una sola, única vez, emplear tan ilícito me-
dio, con el propósito de averiguar algo que
deseamos saber.
Esto dicho, suponga el lector que n.os reu-
nimos ambos - por un motivo cualquiera-
en alguna de las salas contiguas al suntuoso
departamento que D. Cándido ocupa en el
hotel de "*.
..
Una vez allí;.escuchemos con cautela y ob-
servemos con sigilo; aplicando para eUola
vista y el oído alojo de la cerradura que in-
tercepta la mutua comunicación de las habi-
taciones.
La es~ena que presenciamos tiene lugar
una mañana de aquel mismo y ya citado mes
de Abril. e,o •
p. Cándido hállase aun en cama.
De súbito llaman á su puerta .•pa él la voz
de ¡adelante! y aparece en el dintel un criado.
Viene á anunciar la visita de cierto caba-
RASTAQUOUERE

llero, que á pesar de lo inoportuno de la hora


insiste en ver y hablar al hacendado. Tráta-
se, al parecer, de asunto tan agradable como
urgente.
Así debe de creerlo D. Cándido porque
después de pasar ligeraménte l~ vista por
la tarjeta que. se le presenta, sonrle é im-
parte la orden de hacer entrar al visitante á
un salón privado.
Quince minutos después se presenta en él
él anfitrión, envuelto en su larga bata de ter-
ciopelo rojo, cruzada por delante con una
serie de vistosos cordones de seda y oro;
muy semejantes á los que adornan las pe-
cheras marci11es de los húsares de Hungría,
y tanto que ni siquiera discrepa de ellos en
la ordenad~ disposición, ni en lo resplande-
ciente de sus borlas, que á D. Cándido cuél-
ganle por todas partes, brillando COJJ.lO lumi-
nosos rayos de sol.
i Vestido así, parece el hacendado una au-
reola boreal viviente!...
Pero no nos detengamos en inútiles deta-
lles: Repitamos tan solo lo q':1e alcanza~os
á ver y es~uchar desde nuestro punto de ob-
POR EL OJO DE UNA CERRADURA 9í

servacióri, con respecto á la entrevista que


va á tener lugar, al otro lado, entre"el due-
ño de casa y su sorpresivo huésped ··mati-
nal.
Tras los saludos de estilo - muy cordiales,
sea· dichq. de pas~- el visitante, que es un
vejete de pelo encanecido, mirada torva y
luenga barba, todo lo cual da á su fisonomía
un cierto aspecto de nigromántica maíestad
- comienza por sonreir afablemente á D.
Cándido, con quien parece tener ya relaciones
de común int6ligencia. .
En seg~ida toma la palabra. Oigamos lo
que dice... Q •

Pero, i maldita puerta, maldito tabique!


Apenas siá fuerza de .atención alcanzan á
llegar hasta nosotros algunas frases de senti-
do incompleto, algunos conceptos que, por
emitirse en voz más alta que los demás, dan.
ocasión de reconstituir, por deducciones, el
sentido, mis ó menos exaCto; del diálogo. Se
habla allí, al parecer, de algo como obra de
beneficencia; de algo como acto ~umanitario
que·tendría por base. proteger á cierta clase
de mujeres cuyos nombres y condiciones se
7
RASTAQUOUERE

expresan. A ser exactas las palabras que es-


cuchamos, se trataría nada menos que de la
instalación - á expensas de D. Cándido-
de un establecimiento ad hoc en los ,alrede-
dores de Paris, de una espe~ie de asilo tal vez,
al cual acudirían, por lo visto, las deshereda-
das de la fortúna, las infelices que sin hogar
y sin medió s de subsistencia, se vieran obli-
gadas á refugiarse en brazos del vicio para
,1)0 morirse de hambre. Se trataría de reunir
á esas mujeres, "cosechándose, con ello, dul-
ces recompensas". Estas últimas palabras
nos llegan al oido con toda claridad.
Ya sabemos, pues, más ó menos, á que
atenernos. Y es evidente:
¿ Quién más á propósito que el opulento
millonario, sud-americano para llevar á tér-
mino idea semejante? Conocedores nosotros
de su excelente carácter, no podemo's dudar
ya ~or un momento del género de entrevista
que se desarrolla en la pieza vecina. Llegan,
además, á nuestros oidos, como pa'ra confir-
mar estas opiniones, las frases de "adquisi-
ci60. de un inmueble espléndido", "instala-
, ción inmediata ", "retiro u, "tranquilidad ",
POR EL OJO DE UNA CERRADURA 99

"belleza de paisaje ", "colaboradores entu-


siasmados", etc. Ello es ¿laro: D. Cándido,
que tiene buen fondo, que agrega á esta vir-
tud la disculpable debilidad de ser vanidoso
en demasía, no dejará pasar la ocasión que
se)le presenta de dar público y elocuen,te tes-
timoni<? de la generosidad de sus sentimien-
tos, de lo elevado ~e sus opiniones, de ~a hi-
dalguía de su espíritu.
Y, por otra parte, convirtiéndose, así, de
hecho, D. Cándido en una especie de M. Pas-
teur, de Mme Boucicaut ó de duquesa de
Galliera (con perdón del sexo) ¿no dará, acaso,
la más amplia prueba de su valer y mereci-
miento? Apóstol regenerador de uIfo de lbS
muchos males que aquejan á la humanidad
en el presente siglo ; creador y realizador por
sí y ante los demás de una idea moderna y
trascendental; destinado á leer su nombre im-
preso en todos los periódicos é inscrito, tal
vez, algurP<lía, con letras doradas sobre el
frontispicio de. un monumento público de
Paris; oyéndose ensalzar, admirar y envi-
diar por todos; viéndose solicitado, designado
en público como personaje importantísimo,
100 RASTAQUOUtRE

¿ no llegará á realizar, por ventura, el más


caro de sus ensueños?
Pero no nos dejemos arrastrar por lo que
pudiera solo ser espejismo de nuestra ima-
ginación, fantasma de nuc~tro buen deseo.
Pueden estas deducciones ser exactas, COIDO
pueden ser, también, falsas; pues se oye tan
imperfectamente lo que en la estancia vecina
se dice, nos llegan las palabras tan disimula-
das al través del grueso tabique que de ella
nos separa, que por el momento no nos es
dable hacer otra cosa que conjeturas. Es-
cuchemos, por consiguiente, aun ...
Los nombres de D. Tadeo Sorralto y del
jurisconsulto D. Gerónimo se perciben clara-
mente. ¿ Qué tendrán que ver esos prójimos
con el asilo·de indigentes de D. Cándido? ¿O
serán, acaso, ellos colaboradores á la idea?
Se cita, también, entre otras cosas, el
Bos9ue del Vesinet, se vuelve á hablar del in-
mueble de marras. No cabe ya duda: el asilo
de desgraciadas se instalará en el Vesinet, en
aquella
.
deliciosa floresta de los
.
alrededores
de Paris, que, mirada desde lo ·alto de las ca-
.linas de Saint-Germain, péfrece una inmensa
POR EL QJO DE UNA CERRADURA 101

alfombra de verdura, extendida sobre la pla-


nicie, y al través de la cua:l se deslizan cara-
coleando dos anchos brazos del Sena, seme-
jantes á dos culebras" gemelas, de amarillas
escarnas, que, tendidas sobre el césped,
duermen perezosamente á los rayos del soL ..
El vi.sitante prolonga aun su visita algún
tanto; pero ambos interlocutores bajan de
tal modo la voz, al comenzar á hacer cierta
enumeración de nombres y de señas de do-
micilio (al parecer de indigentes conocidas)
que, por más esfuerzos de voluntad que ha-
gamos, por más que reunamos todas nues-
tras facultade"s para hacerlas concurrir~ en
ayuda del oído y de la vista, sólo podernos
cerciorarnos, al cabo de media hora de aten-
ción, de que D. Cándido y su huésped se le-
vantan, por fin, de sus asientos para diri-
girse juntos hasta la puerta de entrada; y.
que, una vez allí, al despedir el primero al
segundo, •.Je estrecha efusivamente ambas
manos, le palmea con familiaridad el hombro,
lo acompaña 6"asta la galería que conduce á
la escalera principaJ, habla con él aun, du-
rante dos minutos, y vuelve, por último, á sus
102 RASTAQUOUERE

salones, restregándose las manos, en señal'


de satisfacción completa. • .
Ocjemos á O. Cándido á solas' con sus pro-
yectos, ilusiones ó esperanzas (que de todo
ello parece haber buena dósis en su alma, á
juzgar por el' aspecto radi~so de su sem-
blante), y, retirándonos de nuestro puesto de
indiscreta y 'solapada observación, volvamos
- á cara descubierta esta vez - á los demás
~~rsonajes de nuestra historia.
NOVIOS EN EL HORIZONTe

H UNQUE muy concurridos desde los


primeros días de su llegada á Paris
los salones alquilados del millona-
rio sud-americano, el número de visitantes
fué aumentarido considerablemente COfl· el
tiempo, de suerte que al cabo de pocos me-
ses ya las· relaciones cqntraídas daban mucho
que hacer á D. Cándido. Hübía entre ellas
algunas que pertenecían á cierto rango so-
cial europeo que á él mismo le hubiera siqo
dificilísimo calificar; pero el hacendado es-
taba sat;.sfecho de su tarea yeso era lo prin-
cipal.
Con respecto á sus hijas, María llamaba
especialmente la atención de algunos de los
decididos admiradores que le habían salido
104 RASTAQUOUERE

de repente, y que ya voltejeaban á su alrede-


dor, como enjambre de mariposas en torno
de la luz.
¿Seria que gustaban éstos tanto de la niña
por su belleza poco común, belleza de género
particular y muy apreciado por los europeos,
siempre celebradores del tipo original de la
donairosa criolla?
Asilo creía, á lo menos, D. Cándido.
Y, en efecto: al rostro, el porte de su hija
téñían indefinibles atractivos. Su acento ex-
tranjero, cuando hablaba la lengua de Vol-
taire, aprendida desde la infancia; la chispa
en que abunda9a su frase l.igera, suelta, llena
de esas ocurrencias picarescas tan celebradas
por sus padres, su aspecto de deliciosa fres-
cura ¿ no eqm, acaso, causas más que sufi-
cientes para determinar éxito tan completo?
Si se agregaba á todo ello su reputación de
heredera opulenta (lo último sin embargo en
que 'pensaba D. Cándido) la noticia ya su-
puesta, de que éste dotaría á sus hijas, en la
ocasión, con pingüe suma de dinero, á nadie
ha bri.a parecido extraño que más de cien
amartelados galanes, ya franceses, ya inglc-
NOVIQS EN EL HORIZONTE 105
ses, ya rusos, ya italianos, tuvieran dirigidos
los ojos sobre la interesante extranjera.
¿ Cómo habían logrado éstos conocer lo
relativo á la fortuna de D. Cándido y penetrar
en sus salones con los propósitos ya mencio-
nados?
Par~ solucionar tal misterio, al parecer.
insignificante, preciso será que el lector tenga
la complacencia 'de acompañarnos durante
breves instantes en la excursión que nos pro-
ponemos hacer á su vista al través de uno de
los barrios más populosos y apartados de
Paris.
Con ello no solo averiguaremos cUélnt() <:tI
asunto se refiera; sino que tendremos tam-
bién ocasión de desc.ubrir, de paso, la ex-
traña. exis,tencia de personas, circunstan-
cias y hechos inesperados y verdaderamente
curiosos, que revelarán una fisonomía pe~
culiar de la gran ciudad, una faz oculta
de su vid.a original, estrafalaria y caracte-
rística.
Nos hallamó's en pleno Montf!1artre, en ese
barrio famoso de P,!ris que se alza y extiende
sobre las laderas de la c<;>lina del mismo nom-
106 RASTAQUOUEIU:

bre, tan célebre toda ella por el papel que le


ha cabido desempeñar en diversos aconteci-
mientos políticos locales.
En una callejuela tortuosa, que sube y sube,
retorciéndose sin cesar, Vl;nse multitud de
casas de reducido tamaño y mezquina apa-
riencia; mal niveladas, con sus bohardillas
coronadas por bosques de chimeneas, con
sus ventanas chatas y estrechas, sus escale-
~é}s sombrías y caracoleadas; sus zaguanes
oscuros, frios, como antros caóticos.
y á la verdad que no parece sino que toda
esa parte del barrio fuera un verdadero
pandemonium, un laberinto incomprensible,
donde solo se perciben bullicio, confusión y
desorden. Multitud de cafetines y fondas de
quinto orden, de cuyos zótanos, construidos
bajo el nivel de las veredas, se escapa un olor
penetrante de cocina, que sube hasta las na-
rices del transeunte en vahos calientes y me-
fiticos, se ven llenos de hombres mal traidos;
tipos perfectos del verdadero voyou parisien-
se, del ocioso, y, á veces, del malhechor que.
merodea durante la noche y bebe ajenjo
.durante el día. -'
NOVIOS EN EL HORIZONTE 107

Pasemos por allí de largo.


Engolfándonos en seguida, poco á poco, en
lo más recóndito de la población que visita-
mos, lleguemos hasta una especie de encru-
cijada, punto céntrico de varias series de ca-
llejuelas que se cortan entre sí. Dobl~mos á
la "derecha por una de ellas y detengá¡:nonos, -
por fin, delante d~ una casa de cuatro pisos,
que nos será fácil distinguir de las demás por
el color verde oscuro de sus persianas, insu-
ficientes para encubrir del todo los vidrios
sucios y amarillentos de sus aberturas rom-
pecabezas.
Mientras estamos allí en acecho llegan ~ "la
casa dos visitantes jóvenes, bien parecidos' y
elegantes ..
Sigámosles" y observémosles silenciosa-
mente; sigámoslcs sin perder uno solo de los
incidentes que van á tener lugar desde su
entrada en la misteriosa habitación.
El porMro, un verdadero M. Pipelet, les
detiene el pas~.
- ¿ A quién buscaís? - les dic·e.
-¿Está visible Mm. Trompeuse? - pre-
guntan ellos.
loS RASTAQUOUERE

- Tercer piso, á la izquierda - responde


lacónicamente el conserge.
Pero, ¿ quién es Mm. Trompeuse, y cuál el
objeto de la extraña pesquisa que emprende-
mos por el barrio de Montmartre? - nos pre-
guntará el lector. '
Vamos á Qedrselo.
Mm. Trompeuse, viud'l, de cincuenta y cin-
co años de edad, rentista (según reza su pa-
peleta de estado civil), ejerce, en realidad, una
profesión libre que no ha declarado al fun-
cionario público encargado de extenderle
aquella.
Mm. Trompeuse es direc~ora de una Agencia
de Matrimonios; oficio lucrativo al parecer, y
en el cual, según su propia expresión, gana
honradamentf! el pan de cada día.
Gerente, pues, de una empresa sui generis,
dispone de un batallón de empleados subal~
ternos, entre los cuales figuran personas de
ambos sexos, de distintas calidades y con-
diciones sociales: desde la dama de vida mis-
teriosa que viste de seda y . va á los paseos
públicos, hasta la sirviente do.méstica y ]a
vagabunda sin domicilio cgnoéido j desde el
NOVIOS EN EL HORIZONTE 109

caballero que fuma habanos de Partagas, anda


en carruaje y exhibe tarjetas de luciente car-
tulina inglesa, hasta el ya citado VOyOll, que
recorre la ciudad, pululando por calles y pla-
zas, mirando al cielo, con la nariz al viento
y la pipa en la boca, empeñado, al parecer,
en de~ubrirle al sol las manchas qu~ dicen.
que tiene, ó á las ~1Ubes el por qué de su ince-
sante y vagoroso viaje por lo alto.
La casa donde nos hemos detenido es la
oficina principal, la cabeza dirigente de la
asociación, el tronco hacia el cual converge
el frondoso ramaje de aquel inmenso y fecun-
do árbol administrativo, cuyas raíces se 't:!x-
tienden por toda la capital de Franc}a.
Los estatutos de la s9ciedad anónima cuyo
gerente es ,Mm. Trompeuse, pueden reducirse
á los artículos siguientes:
l° Hacer matrimonios de conveniencia,
empleando para ello los recursos morales
de que diipone la sociedad; pero siendo de
cuenta de los ~':lteresadvs los gastos inheren-
tes á las diligencias hechas' en ,et sentido de
lograrlo.
2° Abonar á la sociedad un tanto por ciento
110 RASTAQUOUERE

estipulado de antemano, sobre los beneficios


obtenidos por su intermedio.
Las condiciones para entrar en el negocio,
se desprenden del lema, inscrito en las esque-
litas de que Mm. Trompeuse :;e sirve para dar
cuenta á sus clientes de los resultados de las
negociaciones que se van emprendiendo:
secreto, 1'esolución, perseverancia.
Esto dicho, continuemos desempeñando
n~estro papel de espías de los pretendientes
á la mano de las herederas exóticas, las feas
con dote, las aven"adas opulentas y las hidras
con siete cabezas- resueltas á dejarse devorar
seis, en aras de un matrim.onio cualquiera-
de que dispone en aquella fecha la sociedad
matrimonial.
Entran los. jóvenes en un saloncito privado
y toman asiento. Pasando por los corre-
dores que á él conducen, han desfilado de-.
lante de otros seis ó siete cuartitos de la mis-
ma especie, donde diez, quince interesados
aguardan que se les dé audiencia á su vez.
Mm. Trompeuse desaparece prometiéndoles
que én tres minutos estará con ellos. Tiene
que despachar, ante todo, á dos clientes más
NOVIOS EN EL HORIZONTE 111

que esperan la comunicación.de cierto trámite


interesante relativo á su negocio particular.
Transcurre un cuarto de hora y Mme Trom-
peuse vuelve á mostrarse por fin.
- ¿ En qué puedo seros útil, caballeros?
- les pregunta.
- Señora - contestan los visitantes- so-
mos candidatos á clientes ...
y entonces se er'ltabla entre éstos y la vieja
la siguiente interesante conversación:
- ¿ Sois gente de confianza?
- Ya lo veis.
- ¿ Habeis tomado precauciones?
- Todas las del caso. Q •

- ¿ Conoceis nUestro reglamento?


- No, pero de ante~ano nos sometemos
á él.
- ¿ Podreis dar dinero adelantado?
- ¿ Cuánto exijís?
- Depende de lo que pretendais.
- Lo m€jor posible.
- i Es claro! Pero nuestra casa ha menes-
ter de detal!t:s absolutos.
- ¿ Qué teneis disponible para nosotros?
- Escuchadme.
112 RASTAQUOU ERE

y aquí M",e Trompeuse comienza á dar


con cautela á los mozos varios datos vagos,
como para abrirles el apetito, ·sobre jóvenes
casaderas en disponibilidad. Tiene una lista
numerosa de nombres y d~ direcciones con
detalles relativos á fortunas y apellidos, ori-
gen, nacionalidad y hasta circunstancias ínti-
mas de familia. Pero no todas estas novias de
dprado anzuelo son seguras. Hay, sin duda,
~!ltre ellas algunas en cuya casa bastará pre-
sentarse para ser recibidos, pero otras hay
con quienes será preciso relacionarse por
intermedio de terceras personas y. poniendo
en juego los recursos de. que la asociación
dispone. Cuales requieren todo género de
precauCiones y de diligencias para ser habi-
das ó solamente tratadas; cuales, por el con-
trario, son de facilísimo acceso y quedan ca-
lificadas como de cultivo poco trabajoso y de
cosecha segura.
Pero para todo ello la casa pide fianza y
dinero adelantado. Es J;I1ás: si la pretensión
de los jóvenes fuera excesiva, el negocio exi-
girí.~ tiempo y paciencia por· parte de los
interesados ..
NOVIOS EN EL HORIZONTE 113

Llega, por fin, el momelJ.to de formular la


solicitud.
- Millonaria extranjera, y de preferencia
1'astaquouere - dicen los jóvenes Adonis,
- i Oh, oh! - exclama Mm. Trompeuse
- i no es poco lo que pedís 1 Pero, en ,fin, se
hará lp posible. ¿Estais dispuestos. á ade--
l:znta1' ?
-¿Cuánto exigís? - preguntan los Interpe-
lados.
- Tres mil francos, desde luego; último
precio - contesta la vieja.
- i Fuerte suma es! - replica.n los visitan-
tes ---.,. ¿ y hasta dónde llegará vuestra i nler-
'vención por semejante precio?
- Hastá la introducción en' la casa de la
pretendida, comprendiéndose también en
ello .las 1'ecomend:zciones indirectas del caso,
la réclame en los periódico:;, y, por último, si
el matrimonio fuese de realización segura, el
'adelanto Iie la suma necesaria para el gasto
de regalo de l?.oda y satisfacción de las pri-
meras necesidades; esto último, "naturalmen-
te, previo un convenio en regla, por medio
del cual el interesado se obligará á devol-
8
IL¡ RASTAQUOUERE

ver, después de haber entrado en posesión


de la fortuna de la novia, una suma propor-
cional á los bienes percibidos á virtud del
contrato matrimonial.
- i El caso es tentador! -;- replican á una
los solicitantes.
Mme Trompéuse sonríe y aguarda la res-
puesta.
- Está bien, dicen por fin los jóvenes,
tlespués de consultarse con 'la vista. Ade-
lantaremos la suma. Veamos, entre tanto,
las listas.
Mme Trompeuse se dirige á la puerta de la
habitación, mira hacia fuera, se asegura de
que nadie la observa, y, cerrándola cuidado-
samente con dos vueltas de llave, abre en se-
guida con su mano seca y arrugada, ~n mue-
blecito disimulado tras de una cortina de
seda, y saca de allí varios rollos de papeles
manuscri tos.
Avanzando después hacia un bufete de]
rincón de la sala, hace señas á los jóvenes
par~ que se aproximen.
Lo que sigue no es fácil explicarlo ni ,des-
,cribirlo. Algo así como lin conciliábulo de
NOVIOS EN EL HORIZONTE 115

preámbulo de negociaciqn capitalísima; seis


billetes, de valor de mil francos cada uno,
arrojados sucesivamente sobre la mesa por
los dos pretendientes, sin que se dé recibo
alguno por ellos. Luego el examen detenido
de los papeles sacados del mueble menciona..
do ; anotaciones al lápiz, en forma de datos,
recogidos en sus libros de apunte.s por los
mismos interesados; en seguida dos contra-
señas-especie de tarjetas-pergamino á modo
de pasaportes, especie de insignias masóni-
cas recibidas sigilosamente- mil recomen-
daciones, de!;lpués; mil instrucciones verbales,
suministradas. con proHjidad por la ge~c:!nte
de la sociedad; cuchicheos, frotaciones de ma-
nos, en señal de júbilo y esperanza, por parte
de los mozos; nuevas consultas álas listas; ca-
vilaciones, repetición de datos; acuerdo mú-
tuo, por fin, y avenimiento completo final...
Hay en Paris agencias casamenteras de
distintas especies y categorías, regentadas
por personas distintas, tambi~n, y estableci-
das con fines absolutamente diversos.
Las unas; como la de Mm. Trompeuse,
ocultas, clandestinas, óbserva~as de lejos por
II6 RASTAQUOUERE

la policía, tienen por objeto llevar á cabo actos


ruines, criminales engaños, estafas sociales
que caen, una vez descubiertas; bajo el rigor
de la ley ...
Las otras, semejantes á aq~ella que tan ma-
gistralmente nos describe el célebre novelista
Gaboriau en· uno de sus libros más leídos:
MonsieurdeSaint Roch, agente matrimonial, se
proponen únicamente ejercer un oficio casi
legal, explotado por medios cüasi lícitos, si
bien repelentes para toda sociedad honrada
y digna.
Su objeto principal es el lucro; su trabajo
allegar á dos seres, un hombre y una mujer
que, sin conocerse en el mundo, puedan
completarse mutuamente una vez reunidos,
aceptando v:oluntaria y recíprocamente la
intervención de un medio, solicitado de co-
mún acuerdo por las partes interesadas. Di-
nero contante y legítimo, á cambio de títulos
de nobleza verdadera; juventud y hermosura
sin dote, á trueque de dote sin hermosura ni
juventud: el equilibrio, según ellos, quedará
así eStablecido y los platillos de -la balanza en
el fiel. -'
NOVIOS EN EL HORIZONTE 117

y por eso M. de Saint Roch tiene su domici-


lio en la Chaussée d'Antin, en vez de tener-
lo, como Mme Trompeuse, en Montmartre ó
en los alrededores del Pere Luneite; por eso
vive fastuosamente, en vez de esconderse,
como aquélla, en una callejuela oscura y es-
trecha. El primero recibe en salohes ric~..:
mente decorados, la seg'unda en cuartujos
miserables; el úno tiene lacayos galoneados
que abren las puertas de sus antecámaras, la
otra prescinde de ellos por completo, y, para
mayor seguridad, se sirve personalmente.
Los aventureros que visitan á Mm. Trom-
peuse llegan- á su casa provistos de noro bres
falsos y van allí con el propósito vil· de eje-
cutar un robo, cuando no un miserable chan-
tage.
Los clientes de M. Roch se presentan, des-
caradamente, á ofrecer lo que en realidad po-
seen á cambio de lo que les falta.
El n~ociador de la Chaussée d'Antin gas-
ta - al decir de Gaboriau - cien mil francos
al año en anuncios queosteBta á la luz del
día. '
La gerente del establecimiento del fa u-
lIS RASTAQUOUERE

bourg Montmartre no anuncia nada, pero se


hace, en cambio, conocer por intermedio de
sus agentes solapados, y de sus socios se-
cretos.
Los.actos del primero pertenecen, por con-
siguiente, al rango de los clasificados por los
periódicos franc~ses entre los Hechos corrien-
tes del dia.
Los del segundo, se registran en la sección
destinada á la Gaceta de los Tri~unales l ...
Pero, todo ello es fin de siecle I
UN PRÍNCIPE POLACO

€. L tiempo transcurría veloz, y duran-


te los días pasados, ya muchos de
los jóvenes visitantes de D. Cándido
habían merecido el título de amigos. ~.
Un cierto príncipe polaco, llamado Paul de
Kantaski; amigo íntimo de Luciano, se halla-
ba, especialmente, en este caso.
No eran escasas las conjeturas que corrían
en boca de las relaciones del hacendado, con
motivo de la presencia del tal príncipe en sus
salones .•.
El nombre de Kantaski, muy conocido - se
gún lo aseguraba Luciano - enJos altos cír-
culos sociales pari~ienses, se hallaba unido á .
la fama de sus a venturas amorosas, á su vida
120 RASTAQUOUÉRE

romancesca de cala vera á la moda, á los ru-


mores (más ó menos autorizados, según unos,
perfectamente ciertos, según otros), sobre las
locuras y desenfrenos de sus últimos. años,
y, por fin, :i sus atenciones marcadas á la hi-
ja menor del hacendado sud":americano; aten-
ciones no desdeñadas, en apariencia, por la
linda María. Todo ello era materia de comen-
tarios, cuyo alcance parecía difícil calcular de
pronto; pero que, en todo caso, daban, por
e-ntonces, tema interesante para conversacio-
nes de círculo., animando con ellas ciertos
fow' o'clock, y tertulias de intimidad ...
Lo que se decía allí sobre los antecedentes
del joven príncipe, era poéo más ó menos lo
siguiente:
Paul de K~ntaski, huérfano desde tempra-
na edad, había heredado de su padre - muer-
to en lo mejor de sus años - junto con el tí-
tulo de príncipe, varios bienes de fortuna,
representados por dos espléndidas posesio-
. nes en los alrededores de Varsovia, y por Un
vasto palacio señorial con magníficos cam-
pos adyacentes y bosques secul~res.
El" nombre de la familia Kantaski era pre-
UN PRÍNCIPE POLACO 121

sentado - por los personajes del círculo inter-


lope que rodeaba á D. Cándido- como uno de
los más antiguos de la antiquísima Polonia,
y se hallaba, según ellos, unido á diferentes
títulos importantes, entre los cuales el más
respetable y sonoro era el de conde Karia-
tinski, llevado á la sazón por un anciaI:o ti~
del príncipe; título que -'- según también se
aseguraba - deoía pasar al mayor de los va-
rones que en la familia sobreviviera. No ha-
biendo tenido descendencia el tio de Paul,
había debido este último vivir en compañía
del anciano, en calidad de hijo adoptivo.
Miembros, pues, según el público criterio,
de una de las familias más orgullosas de un
país borr.ado del mapa, el ilustre conde y su
descendiente residían en Francia. ¿ Por qué?
Nadie lo sabía. Se hablaba, no obstante,
de un duelo político terrible ocurrido en
Varsovia, entre el viejo polaco y un señor
ruso de ~oategoría; lo cual, en tal caso - á
ser verdadero el rumor - podría conside-
rarse como c"ausa suficiente ~ e'Xplicar la ex-
patriación definitiya del conde.
Las relaciones de éste con su sobrino ha-
122 RASTAQUOUERE

bían debido enfriarse más tarde, al extremo de


que en la época á que esta historia se refiere,
el trato común entre ambos llegaba á ser el
trato indiferente de dos parientes que apenas
se conocen, porque nadie los había visto jun-
tos jamás.
Esto se aseguraba también.
Desde tiempo atrás- se agregaba - entre-
gado Paul á la vida agitada de Sport y de
Club,. siendo siempre el primero en los par-
tidos de tim de pichones, caza de jabalíes; cons-
tituido en miembro permanente de cuan-
tas sociedades de turf existían en Europa,
había podido considerá,rsele - en cierta
época de apogeo, naturaímente - como al
cazador más atrevido, al tirador más diestro,
y al D. Jua,n más afort.unado en lances de
amor y aventuras livianas; todo lo cual,
narrado con maña á D. Cándido por los
amigos íntimos del príncipe, convertía la
historia de la vida de éste en una verdadera
novela, llena de intrigas y de episodios que
la hacían interesante.
Famosas, como muy pocas, h~bían sido las
caba'Úerizas del príncipe de Kantaski en días
UN PRÍNCIPE POI..ACO 12 3

mejores, ya pasados, cuando aun podía vér-


sele durante las tibias mañanas de primave-
ra, amaestrando un doble tiro de soberbios
alazanes de raza, briosos, aparejados rica-
mente y atados al espléndido mail, sobre cu-
yo elevado pescante atravesaba como una
exhalación la avenida de los Campos Eliseos,
en dirección á la de la Emperatriz.
Amores, cacerías, premios de tiros al blan-
co y partidas de campo y montaña; carrua-
jes, rollos de billetes de banco tirados al azar
sobre el tapete verde, debieron menoscabar,
por fin, el caudal del jóven mundano, puesto
que aun antes· de la {;poca en qUe le hallaQ10s
nosotros, ninguno de los' verdaderos fr.e-
cuentadores del bosque de Boulogile había
visto jamás al brillante ex-conductor de los
soberbios" pura sangre"que le hubiesen da-
do ocasión para que el hacendado americano
admirase su destreza y su elegancia.
Pero a~nque con todo ello se declaraba
á Kantaski definitivamente arruinado, se
ponía, por otta parte, especial .. empeño en
hacer creer que el joven mantenía aun á
flote su buen nombre, como único sobrevi-
12 4 RASTAQUOUERE

viente en el colosal naufragio de su fortuna.


A la sazón, el príncipe Kantaski llevaba
pues, una vida casi del todo privada. Ya no,
como antes, veíasele en el tiro de pistola de
los Campos Eliseos disputando el premio del
concurso á los más hábiles'. Sus carruajes y
sus soberbias. caballerizas, con todos los ac-
cesorios, habían pasado á :ser propiedad de
opulentos particulare~; de advenedizos que
cifraban en ello su orgullo .. Relegado á un
'éírculo reducidísimo de amigos, mostrábase
rara vez en sociedad, y queriendo ser gran
señor hasta lo último, se complacía en b"in-
dar sólo de cuando en cuando su amistad á
aquellos á quienes deseaba favorecer con tan
precioso don.
Esto era lo que D. Cándido y su familia sa-
bían del príncipe Paul de Kantaski,
Por lo que respecta á.Luciano, habríase de-
jado descuartizar mil veces antes que dudar
por un momento de la perfecta legitimidad de
tales títulos y prendas señoriales, atribuídos
á quien lo trataba con familiaridad para él
tan' honr9sa, llegando hasta l~amarloen pú-
blic'o: "amigo mio muy querido".
COSTURERAS Y PELUQUEROS

fi ABLÁBASE en los talleres de los four-


nisseurs (y era punto muy discutido
entre quienes los formaban), sobre
el proyecto de un gran baile con que el" ha-
cendado se proponía devoiver las atenciones
de que aséguraba haber sido objeto por parte
de medio. Paris, y hacer, al mismo tiempo,
una pública manifestación de gratitud á aque-
llos personajes que más le honraban con su
amistad.
Con e9te motivo parecía cosa decidida que
el baile tendr~~ lugar dentro de breve plazo;
que para la circunstanciaalqunaría ó com-
praría D. Cándido un vasto palacio, una re-
gia mansión, digna de su renombre de millo-
120 RASTAQUOUERE

nario y destinada, probableme-nte, á servir


de futura y definitiva morada á su opulenta
familia, en caso de que las cosas se presen-
taran tales cuales él las iba viendo.
Con estos díceres, la agi~ación se hizo sen-
sible en la parte de la colonia que rendía
pleito homen<fge al fastuoso millonario.
Se proyectaron loi/elles espléndidas: y se
supo de más de veinte damas privilegiadas
p'0r la belleza, que, prescindiendo de los an-
tecedentes oscuros del compatriota, habían
resuelto aceptar la invitación que segura-
mente les sería enviada, con su inevitable R.
S. V. P. al pié. De modo que las tales pasában-
se horas enteras del dia discutiendo con las
amigas íntimas el color de las telas, la exten-
sión y forma del escote, el corte de la cola, y,
en fin, todas aquellas cuestiones de trapos y
costuras que constituyen casi siempre para
el sexo bello verdaderos é importantísimos
pr:o'blemas, de solución doblemente intrin-
cada para nosotros los del feo. '
Pasaron algunos días y el rumor se acen-
tuó:. D. Cándido y sus hijas eomenzaron á
dar á entender en sus con'(iersaciones que la
COSTURERAS Y PELUQUEROS 127

traslación del hotel al Hotel (1) quedaría efec-


tuada poco tiempo despues, y que, una vez
instalados en su nueva mansión, reunirían
allí á sus amigos, para lo cual se distribui-
rían las invitaciones con la anticipación de-
bida.
po~ otra parte, Luciano - siempre,'diligen-.
te y lanzado por ~ompleto en la vida de Paris,
miemhro ya de algunos clubs de extranjeros
á la moda, en cuyos salones se pasaba el día
entero charlando, recostado sobre un diván
ó á caballo sobre una silla, con su cigarro en
la mano, aspirando y soplando de cuando en
cuando nubecillas de humo de tabaco ~ Lu-
ciano, decimos," se ocupaba desd~ luego;" en
preparativos de toda !,!specie.
Relacionado hasta el extreino de que faltá-
bale el tiempo para todo, se daba, sin em-
bargo, trazas" de atender á la organización .
de ciertos arreglos destinados á preparar la
fiesta deo".que tanto se hablaba. Unos le ha-

"(.) Hotel llaman los franceses á una "mansión particular,'


Ó casa habitación de cierta importancia, ocupada, gene-
r"lmente, por su propietario.
RASTAQUOUERE

bían visto en tratos con Miller; otros en


busca de Faure, que figuraría en el programa
musical. Por fin (y esto era· considerado
como lo de mayor trascendencia), Nocl.- un
empleado de la peluquería f~vorecida por el
criollo, á la par que por los becan'es de más
tono parisienses - Noel, distinguido especial-
mente con la confianza del joven americano,
aseguraba á todos sus clientes - entre tije-
t:c;tazo y tijeretazo - que Monsieur de Tala-
gante, jils, le había confiado en secreto el
asunto del baile, para el cual se hacían pre-
parativos que representaban sumas enor-
mes, ..
- Il Y en aura pour de l' or, par exemPle! ...
des millions, morbleu!
y al decir. estas palabras, los ojillos verdes
y vivos del ilustre Noel se encandilaban,
como si les diera en eUos el reflejo de tanto
metal amontonado!
e·uando el que recibía la confidencia era
algún francés, el empleado de peluquería to-
maba un tono más grave para hablar de su
g~neroso cliente, de aquel que le honraba con
su amistad. -'
CosTlIRERAS y PELUQUEROS 12Q

- Pal-ce que, vous savez - decía - j'ai toute


sa confiance.
y en seguida, bajando el tono, como con
misterio:
- Il m'a méme invité - añadía_
Seguíase á esto un elogio del joven l"asta-
quouere, para lo cual se hacía mención', á cada.
paso, de las cifras exhorbitantes que se supo-
nía arrojaba á diéstra y siniestra; la- calidad
y número de sus carruajes y caballos de si-
lIa; la belleza de las mujeres á quienes corte-
jaba; sus propinas generosas, á las cuales se
llamaba pourbnil-es princiers, etc., etc. Con-
cluía el discurso con la descripCión del per-
sonaje, á quien ·se denomÍnaba joli gan;on,
beau bnm, con otros epitetos destinados á
pintar su tipo especial.
y si por acaso y obra de rara coincidencia,
entraba en aquellos mismos momentos el
héroe en persona, dándose al diablo por sus
innumer~~les compromisos y citas, que le
obligaban á andar siempre de prisa; lla-
mando á toda: ·voz á su Noél favorito; echan-
do, con repetidos i~térvalos de tiempo - ya
atrás sobre la nuca, ya hacia adelante á la
9
RASTAQUOUERE

frente - el liviano "sombrero pluma" de


copa alta, y ar.rojándose aparatosamente,
después, sobre un sillón, era de verse cómo
corría y cundía por la sala, de boca en boca,
en forma de sordo cuchicheo, un dulce ru-
mor, suficientemente perceptible para el
joven criollo, j cuyos oídos llegaban, como
para acariciarlos con su grata armonía, las
palabras envanecedoras de c'est le millon-
naire! c'est le millonnaire!
-- Escuchábalas entonces él con atención,
aunque fingiendo no oirlas; quitábase los
guantes que arrojaba con elegante soltura y
desdén sobre la mesa, cubierta de cepillos,
frascos y pomos de esenéias y cosméticos;
y, mientras le llegaba su turno, entreteníase
en recorrer distraidamente algún periódico
ilustrado del día:, cuyas hojas volvía á la li-
gera, dejando ver sus dedos cubiertos de
diamantes enormes y piedras de variados
colores, cuyo brillo arrancaba infaliblemente
un ¡ah I de prodigiosa admiración .al cauti-
vado p.eluquero l. ..
Elena y Maria, á su vez, habí~n dado ocasión
á que se considerara comQ. resuelto el baile.
COSTURERAS Y PELUQUEROS 13 I

Hallándose cierto día en casa de su costu-


rero, con quien tenían cita para la prueba de
un elegante traje de amazona (como le lla-
maban), quiso la casualidad que una de sus
compatriotas se encontrase también en la
tienda, precisamente en la sala de espera
contigua á aquella en donde se examinaba el
dichoso traje, y separada de aHí por un sim-
ple tabique de madera y tela.
En otras salas aguardaban, impacientes,
media docena de damas de diversos tipos y
edades y, al, parecer también, de diversas
condiciones; pero igualmente preocupadas
del asunto que allí las llevaba~
En esos mismos momentos oyóse la voz
varonil de M. Poupée. Llamábase así el famoso
costurero, quien, con todo y su afeminado
oficio, era un hombre hecho y derecho.
Golpeó discretamente á la puerta y se ase-
guró de que podía entrar.
Entonces comenzó dentro de la sala el si-
.'0
guiente diálogo, que, sin duda, debió ser
escuchado, palabra por palabra, por la curiosa
vecina aludida, pues, sin estar ella conside-
rada entre las ínt'imas amigas de las mucha-
RASTAQUOUERE

chas Talagante, pudo repetirlo al día siguiente


en el/our o'clock de otra amiga.
- ¡Espléndido, monsieur Poupée! i adora-
ble! charmant!
- N est-ce pas mes demoiselles? .. Verdad
que tiene cachet ese corsage ? ..
- ¡Completo! parfai! !
- ¿ y piensan las señoritas discutir hoy
sus trajes de baile?
-. Precisamente; teníamos. intención de
otuparnos en examinar las telas, porque es
convt;niente hallarnos prevenidas.
- Muy bien, señoritas ... Con que ¿dejamos
así la pollera?
- Un poquito más corta, según la moda.
- i Tanto mejor! Veo que ustedes no tie-
nen las preocupaciones de MUe P ... Figúrense
ustedes que acaba de salir de esta misma
sala (aquí M. Poupée baja la voz): quería
que le hiciese un escote de ·solo cincuenta
centímetros bajo el cuello. i Como para ir á
una distribución de premios de colegio de
monjas del Sagrado Corazón! Y, á propósito
¿ conQcen ustedes á la Sta. P ... .? ¿ Creo que
es coinpatriota de las señori~s? ..
COST.URERAS y PELUQUEROS lB

- Si, es verdad.
- Dicen que es muy rica .. ,
- Lo parece, por lo menos ...
- ¡ Como, .. lo parece"! ¡ Aseguran que
el padre tiene millones de renta... des mi-
llions !
- ,Puede ser, pero no sabremos dc.lI' á uste<;l"
-detalles. Volvamos á nuestros trajes ...
- ¡ Ah! es verdad, perdonen ustedes. Va-
mos á ver ¿ son para el baile, no es cier-
to? ..
- Si, para el baile ...
- ¿ Tendrá lugar pronto? ..
- Aun no-lo sabemos ... .-

- ¡ Gran baile, sin duda!".


- Tal vez ...
- En efecto; he oido hablar de él...
- ¿ Con tanta anticipación?
- ¡ Ah ! ¡ah! ¡ya lo creo! Y se dice que será
regio ... Vea Vd.: Mlle X... se ha encar-
gado ya, su traje ... ¿ Conocen ustedes á Mil.
X... la hij~, de un senador de por allá,
que, según parece, tiene u~a fortuna co-
losal y ha sido P1'ésident de l'Améf'ique duo
Sud? Parece, también. que no se para en gas-
IH RASTAQUOUERE

tos y que mensualmente tira millones... Ah,


des millions !
- Vamos, monsieur Pflupée, preocupémo-
nos de los trajes, p~es es tarde ...
- ¡Ah! perdo~en ustedes,! Principiaremos
por la tela. Para mademoiselle Elena el color
rose ... i Ah ! tengo un rose ravissant! Para ma-
demoiselle María: bleu cielo Si, eso es: el ce-
leste hará pendant á sus ojos!...
,yn golpecito dado á la puerta interrumpe
la conversación.
- ¿ Monsieur Poupée? dice una voz femi-
nina.
- ¡Adelante!
La puerta se abre y aparece una mujer
alta, flaca, vestida de negro y peinada á la
inglesa. Sobre el cuello, y colgándole por de-
lante, á lo laT~o del pecho, vése una cinta
con números. Es "la medida: un metro (una
vara quizá).
-La Sra baronesa de Menillac dice que os
aguarda y agrega que está de prisa," observa
tímidamente la que entra.
--: :Pues i que espere, parbleu !.replica el cos-
turero con su voz masculina~ Para oirla llorar
COST,URERAS y PELUQUEROS 13 5

por temor de que su toilette no esté concluida


para el baile de mañana en casa de la maris-
cala R. .. -añade volviéndose á las jóvenes,-
queda tiempo, á fe mía! Figúrense ustedes,
señoritas, continúa, que es la décima vez que
viene hoy! Y esto para no pagar sus cuentas,
com? sucedió ha poco tiempo con la' condes~
de c ...
y aquí comienza M. Poupée á, contar la
historia conocida de aquella condesa de
Chambrun, que, según parece, después de
arruinar á su 'marido y gastar en trajes una
renta de reina, fué encausada ante los tribu-
nales por gestión de su señor esposo, á ,con-
secuencia de haber desobedecido una orden
terminante suya,en.virtud dela éualMadame
no.,podría en adelante traspasar cierto limite
indicado para sus gastos. La esposa, á pesar
de esta terminante prohibición, habiaconti-
nuado en su sistema de arruinar á su con-
sorte Mr medio de Sus loilelles; con motivo
de lo cual, exasperado éste, llegó un buen dia
hasta notificar personalmente. á las costure-
ras que no respopdería por deudas: De allí el
pleito escandaloso.
13 6 RASTAQUOUERE

....:.... Ah ... mesdames, concluyó el costurero,


i estas cosas traerán la ruina de nuestra in-
dustria 1...
Transcurre aun media hora, durante la cual
se discute si el traje de Elena sera de tercio-
pelo ó de seda; el de María de tul ó de espu-
milla; si los eRCajes seran de point d'esprit, ó
si valdrá la pena de suprimirlos del todo.
M. Pou pée crée que es más propio de ell as (so-
bre todo siendo tnillon~1'ias) el. 110 prescindir
de tal lujo : eso hará mejor efeqto, y fuego,
dará mayor realce .. ~ . '"
Las jóvenes prefieren, sin embargo, un
traje corto, prendido á los hombros con un
broche sencillo ó una simple flor; algunos
adornos sobre la pollera, un poco colla n/e;
para lo cual ~e hará resahar más la tournw'e
abultándola, cosa muy necesaria, dadas las
formas un tanto exiguas de las clientes.
Pero M. Poupée insiste en su idea. Tiene
allí, á la vista, una tela riquísima, se1Jem, se-
gún su expresión; fácil de amoldarse al busto;
y; P?r añadidura, o1"iginal y distinguida. i Ah !
hará con ella un verdadero chef:d'ceuvre; ella
será,' en suma, de un réussi incomparable.
COSTURERAS Y PELUQUEROS 1] 7

- y por otro lado, co~tinúa, se pondrá de


parte de la casa todo el arte, todo el empeño
que requiere el vestir irreprochablemente á
tan conspicuas parroquianas ... Lo cual, por
lo demás, está en los intereses mismos de
nuestra firma-concluye el galante costurero.
Eso le dará sZtcces y renombre ...
Las parroquianas, ql,1edan convencidas:
i Vaya por la telá original! exclaman.
Mientras este problema se ventila, llaman
desde afuera á M. Poupée por todos lados.
La marquesa X... reclama sus servicios; la
belle madame 1... tiene que someterle una idea
que le vino á-la mente durante la noche~ una
combinación para cierta' -toilette dé mali1J.ée;
Mil. R ... -desea agregar un dato - á - su po-
llera, trabajo de dos minutos; y, en fin,
unas que quieren diswtir, otras que se pro-
ponen deshacer; aquéllas que van á combinar,
ésta que viene á sllprimil"; todas violentas por
subil" Ó ~var, por prender ó desenlazar ... for-
man la confusión más espantosa ...
Pero como- todo tiene su tér;mino en este
mundo, la sesión con las americanas queda, al·
fin, concluida. Al' salir á la sala vecina, M.
RASTAQUOUERE

Poupée - que permanece todavía con el re-


corte de la tela "original" en la mano - se vé
asaltado por doce, quince, veinte mujeres, que
claman y suplican, rien ó gruñen, chillan ó
reniegan, mientras no se oye sinó un clamo-
reo general de voces mujeriles en que las ex-
clamaciones de~ Monsieur Poupée! por aqui,
Monsieur Poupée! por allá, Monsieur Pierre !
y hasta Pierre ! solamente, por algún lado,
se mezclan á la algarabia aturdidora de ese in-
comprensible guirigay del vocabulario de
modas femeninas, en que entran como termi-
nos técnicos eljais y el chantillj, el windsor y
el loutre, el 1,igogne y la ~icilienne, el Jaille,
el assorti, el marron y eIJoncé ...
El turno corresponde, en seguida, á ,una
linda franc~sita, rubia como un querubín;
alta, delgada, graciosa, desenvuelta ...
- i Qué confusión! exclama. Vaya M. Pou-
pée, no se dirá que no se hace usted esperar.
i Si parece que no hubiera usted deseado aca-
bar con sus 1"astaquoueres!
- La señora marquesa perdonará, se apre-
sura 'á contestar el costurero, pero (continúa
bajando la voz y sonriendo:' maliciosamente
COST\JRERAS y PELUQUEROS 139

al hablar), qué quiere usted: nos debemos


en nuestro oficio aún á los advenedizos; tanto
más cuanto que saben ellos pagarnos á louis
de oro cada minuto-de aparente preferencia
que les concedemos. Y no crea la señora mar-
quesa que en ello no exista un verdadero mé-
rito I¡>0r nuestra parte ¡ el mérito del sacrifi:-'
cio! ¡ Si la señora marquesa supiera cuanto
tenemos que disimular, y en qué grado nos
vemos á veces obligados á fingir para no des-
cubrir el detestable efecto que á nuestro cri-
terio refinado de artistas suelen hacer los
capricho.s, verdaderamente grotescos, de esas
gentes, en materias de gusto y arte! ... ~
Figúrese la señora marquesa que para un
baile próxinio, las se.ñoritas exóticas que aca-
ban de !?alir, han escojido esta tela, y estos
adornos, que hasta ahora no me ha sido posi-
ble colocar ni entre mis parroquianas de pro-
vincia. Y, por añadidura ¡ un estilo, un corte!
Nada más inadecuado y absurdo! Todo su
afán es que .l~ cosa sea muy rica; mucho adorno,
mucho encaje, mucho oro.
- ¡Ja !...¡ja l.., ¡jal. .. Y el costurero y la
marquesita rien á una voz ...
140 RASTAQUOUERE

Las rastaquoueres, entre tanto,desde que se


ha terminado ya definitivamente la sesión,
después de despedirse del confeccionador de
trapos y de embustes - que, haciendo para con
ellas una escepción, las ha acompañado cere-
moniosamente hasta la puerta- se apresuran
á volver á su casa, después de haber dado
una prueba evidente, al poner el pié sobre el
estribo de su carruaje, de que las lecciones
adquiridas en el manege del parque Monceau
háñ sido debidamente aprovechadas ...
Un lacayo, lujosamente vestido, con la li-
brea multicolor de D. Cándido, aguarda
afuera.
Al divisar á sus señoritas, apresúrase á
abrir la portezuela del lindo coupé ·de nuevo
modelo. Las,visitantes hacen una última in-
clinación de cabeza, y, ligeras como el viento,
saltan dentro del carruaje, que, describiendo
una curva elegante sobre el terso afirma,do
de madera, se aleja en dirección á la plaza
Vendóme ...

-'
EN LA GRAN ÓPERA

H" QUELLA noche la concurrencia era nu-


merosa en la Gran Opera. La sala,
completamente llena, con un pú-
blico variado, bullicioso, proporcionaba un
golpe de vista animadísimo.
Se ponía en excena la Aji-icana.
La representación acababa de empezar.
Cayó el telón después del primer acto y la
conversación, que hasta ese momento se ha-
bía mantenido sólo á media voz en el teatro
entre los grupos de jóvenes concurrentes, se
hizo po~o á poco general.
Las señoras que ocupaban los asientos de
adelante de "Un palco de sud-americanos, pa-
recieron interesarse, de pronto, en cierto tema
que desarrollaba ~n esos momentos, y como
RASTAQUOUERE

por incidencia., uno de]os visitantes habitua-


les, un caballero de cierta edad, gordo y de pelo
y bigote negros, muy negros. A no hallarse
transformado así por la diferencia del color
del cabello, habría podido tomársele por aquel
abogado que du~nte la navegación ocupaba
la izquierda de. Da Emilia en la mesa del ca-
pitán dellllimani.
y ála verdad que al oirle hablar, su metal
de voz, sus modales, habrían ~fianzado en tal
creencia.
Escuchemos un instante:
- Pues, ahora sí que es cosa resuelta - ex-
clama el pbsible abogado en cuestión. -Ma-
ñana se comienza á repártir las invitacio-
nes.
- y Vd. debe saberlo mejor que nadie,-D.
Gerónimo""':'.. contesta una señora.
~,,,

¡D. Gerónimo l. .. Pues $cñor. i no cabe y~


duda 1 i D. Gerónimo en. persona, con sus
mismos ojos, su mismo cabello escaso .. pero
r

de distinto color 1
En efecto: de blanquizco y lacio que era, se
ha convertido en negro, negrísimo, sedoso y
rizado l...
EN LA GRAN ÓPERA

i Milagros de Paris!
Aunque, observándole bien, su traje, su
actitud, su manera de expresarse, un cierto
acompañamiento especial de mímica y pala-
bra, unidos á entonación más ligera, á verbo-
sidad aún más suelta y abundante, dan á
entender que también esos detalles han sufri-.
do algún cambio - cambio perfectamente
natural, por otra parte, dado el ,:ejuveneci-
miento general del personaje.
- Parece que asistirán miembros muy dis-
tinguidos de la nobleza: francesa, y lo más
selecto de las colonias hispano-americanas
- continuó. .el jurisconsulto. Por otra oparte
.
- añadió - p.reciso es favorecer á este b.uen
hombre~ concurriendo á su fiesta; i Sería una
lástima que le pusiéramos en ridículo ante
los extránjeros, contribuyendo. á un fiasco,
con nuestra. ausencia.
-Y, á propósito de extranjeros-interrtim-
pe uno de los jóvenes que han cuchicheado en
el fond~'durante todo el primer acto - ¿ Saben
Vdes. que 'va serio ·10 del fe~tejo de un tal
príncipe Kantaski á la hija' menor de Tala...
gante?
RASTAQUOUERE
.' .
--:.Yo, por ,!Di parte, no lo creo -replica
otro joven; uno que luce frac exageradamente
abierto, redondo de solapa, y en cuya pechera
I,"eina, á guisa de único botón, un~ en.otm'e
perla rodeada de brillantes. No lo creo, por-
que el tal Kantaski es un bellaco, que solo:
pretenderá s~lvarse de la cárcel con el matri-
moniQ
" ,
que intenta realizar; de la cárcel, á
donde debía hallarse ya desde mucho fiempo
por tramposo.
-L~ palab.ra no parece ser del agrado gene-
ral. Unas cuantas señoras arrugan el ceño
con gesto,de disgusto; otras se ruborizan por
tamaña t1emotratizacióri del vocabulario
mundano aristocrático ...
En efecto, solo puede atribuirse la incpn-
veniencia de, la expresión usada, á lo poeo
iniciado que quienJa ha dejado escap'ar debe
~ún ,de encontrarse eq.los usos parisienses y
man~ras europeas. i Acába de llegar el tal de
por allá,! ...
Síguese, pues, '\ln breve instante de&ilenci~l
ocasionado por el mal efecto,
Otro de los' jóvenes sawa, f~lizmente, la
dificultad y, con una frase ~orrecta, diS'tiD;.-
EN L~ GRAN ÓPERA 145
guida, alza de nuevo la conversació!1 al tono
conveniente en que se hallaba antes de que la
rebajase el compatriota novicio.
- EQ efecto - agrega'-- dicen que el prín-
cipe está algo géné ...
• - Y, sobre todo - replica el vecino del
asiento d~ enfrente - no podría pagar jainás
sus -deudas ... lo que quiere decir. ..
- i Que es un tramposo, como yo lo asegu-
ra~a ! - vuelve á repetir ingénua y aturdida~
mente el joven recién llegado.
Esta vez la mirada general es de sorpresa
y de estupor.
Un incidente imprevisto viene (evit~r á .
tiempo la situación embarazosa que, sin él, se··
habría producido irremec!iablemente ..
. : La puerta d,e. o~ro palco acaba de abrirse y
por ella entran, con ruidoso aparato, las hi-
jas de D. Cándid(), primeram~te; D" Emilia
después: tres ó cuatro caballeros y señoras
en seguida, .y, por último; el hacendado en
persona;. seguido de un señor de cierta edad,
que no es otro que D. Tadeo' el I?arlanchín.
Todas las mir;adas, t;,odos los genieÍos sud-
americanos se vuelven hacia los recién lIega-
10
qo RASTAQUOUERE

dos, y, antes de que las muchachas conclu-


yan de calzarse los guantes, ya la sala entera
se ha dado el placer de cerciorarse del motivo
qu.e ocasiona la curiosidad casi gel).eral.
Restablecido el orden con los primeros
golpes de'prevención, el'espectáculo continúe
momentos.después, bajo el rumor del cuchi-
cheo, si ,bien más apagado no por eso me-
nos constante, de los asistentes al espectá-
culo.
Y, así, durante toda la noche déjase impu-
nemente á Selika suspirar dulcemente sus
cuitas de amor, mientras Vasco de Gama se
entrega á sus ensueños de gloria; á Nelusko
anunciar "que la tempestad se aproxima",
ello con entonación y énfasis dignos por
cierto de mayor atención de parte del bueno
del público; á Inés vibrar sus valientes notas
en la romanza magiatral que precede al duo
"de las dos mujeres"; á los Indios desfilar en
suntuosa y pintoresca procesión con sus tro-
feos vistosos, en medio de singular profusión
de detalles, que asombrarían á los espectado-
res si fuesen por ellos obserya,dos, y, en fin, á
tos salvajes asaltar el bWiJ.ue, después de tor-
EN LA GRAN ÓPERA 147
cido vilmente el rumbo adoptado por el gen-
til navegante ...
Antes de que termine la representación, ya
~e sabe, pues, con certeza que el baile de D.
Cándido es un hecho.

. -

e-o
LO QUE, PUEDEN MENTIR UN TABIQUE

y UN OJO DE CERRADURA

R' ECORDARÁN nuestros lectores aquella


visita recibida por D. Cándido una
buena mañana de Oios en sus salo-o
nes del Hote,l de u*, visita que había tenido
por objeto - según las deducciones que por
entonces hicimos con el lector, al dedicarnos
juntos á la indiscreta tarea de escuchar y ob-
servar á través del ojo de una cerradura-que
había tenido por objeto proponer al millonario
americano Iá adquisición de cierta propiedad
ubicada en el Vesinet, en los alrededores de
Paris, y destinada - al parecer - 'á servir de
asilo á las mujeres de 'Vida ligera que, por mo-
tivos de "indigencia" se hubiesen hallado en
RASTAQUOU ERE

el triste~caso de acudir á ese último recurso


para no morirse de ham breo
Recordarán, también, ellos, que D. Cándido
-as,í que se hubo retirado el visitante-que-
dóse solo, restregándose. las manos de placer;
satisfecho, sin duda, en alto grado del éxito
de la entrevista que acababa de acordar. ¿Qué
había de verdadero en todo esto?
Vamos á averiguarlo.
Pero para ello nos será forzoso hacer, nue-
vamente, el mezquino papel de indagadores
indiscretos de vidas ajenas ...
Mas, como se trata en este t:aso de actos
que se relacionan con la existencia privada
del héroe de nuestra historia, cuyo carácter
estamos en la obligación de observar hasta
en sus íntimos pliegues, con el propósito de
darle á conocer lo más fielmente posible
- hallaremos, sin duda, disculpa.
, Acudamos, en esta ocasión, al valel de cham-
bre de D. Cándido; aquel mismo, barbarote
que se apareció una tarde en los salones del
h~cendado, llevando cierto estuche que con-
tenía el gaje privado conc,que Luciano había
dispuesto introducirse gratamente en el áni-
LO QUE PUEDE MENTIR UN TABIQUE 15 1
mo y concepto de cierta beldad de contra-
bando ...
Este valet, que como todos los de su gre-
mio es hablador é interesado, ha de darnos
muchos datos preciosos, merced á la modesta
propina de unos cuantos francos, q ue s~cri­
ficaremos gustosos en aras de nuestra curio-
sidad.
Interroguémosle, pues.
-He aquí lo que nos refiere:
Que por la tarde de aquel mismo día en
que se presentó la visita que estuvimos ob-
servando, habíanse reunido en coloquio con-
fidencial en los salones del Hotel de *n, D.
Cándido, D',G:::r6nimo y D. Tadeo (todos tres'
bueno,,: amigos y mozos· del mismo tiempo);
que, una vez allí, habían discutido á puer-
la cerrada, sobre el tema puesto en tabla
aqudla misma mañana; es decir: lo que á
nosotros se nos antojó ser" instalación de
un asilo de"indigentes". Que, al parecer, de
esa discusión había nacido mucha luz, por-
que; ocho días más tarde, en una"nueva reu-
nión llevada á cabo' como las anteriores á
puertas cerradas - pero hallándose esta vez
RASTAQUOUERE

presentes, á más de los tres americanos cin- ,


cuentones y colaboradores en ella, otros tres
personajes extranjeros-había debido llegar-
se por fin, á definitivo acuerdo; ya que el in-
mueble del Vesinet, no sO,lo había sido adqui-
rido por D', Cándido, sinó que, por entonces,
el asilo cj. que estaba destinado debía ha-
llarse funcionando ya ...
¿Por y,ué?
Porque á la sazón solían encaminarse los
tres americanos (en las salidas que hacían
juntos en carruaje) hacia aquella dirección;
esto último, á ser ciertas las indiscreciones
del cochero de Talagante. Todo lo cual hacía
sospechar al valet, que su amo se hallase
metido, por aquel lado, en algún negocio
urgente. ,
Hasta aquí las confidencias del lacayo.
, ¿ Qué había de efectivo en ellas?
Mucho y muy poco á la vez; aunque el de-
cido parezca incomprensible paradoja.
Tiempo es ya de explicarnos. .
Lo de la visita del desconocido, aquella
m-añana de Dios, era, es claro; una verdad de
á folio. Lo era también fo de la consulta ó
LO QUE PUEDE MENTIR UN TABIQUE 153

sesión á puertas cerradas. Era cierto y muy


cierto que el hacendado habia prestado su
firma y suscrito una suma considerable de
dinero para la adquisición de una misteriosa
propiedad, ubicada en los alrededores del
Vesinet. Y, por último, era verdad, c~mo
que la luz del sol ~.lumbra ... lo que v~n á
ver, con sus propios, ojos nuestros lectores.
Nos hallamos en el Vesinet, una hermosa
noche del mes de Abril,. en medio del bosque.
Procuremos orientarnos bien, no sea que
vayamos á extraviarnos en nuestro camino.
El asilo que pretendemos descubrir no es
el antiguo y conocidísimo establecimiento de>- .
lante del cual, andando, andando, nos .enccin-·
tramos de repente, deteniéndonos un instante
en él para admirar la imponente grandiosidad
de sus proporciones.
Como debido á la munificencia privada, el
de D. Cándido ha de ser más pequeño, más
modesto, n1'enos costoso.
Sigamos, pue~... nuestro camino.
Entre los árboles, al extremo s,ua-oeste del
Bosque, álzaseuna ,pequeña construcción,
sencilla de aspecto, no muy grande en pro-
154 RASTAQUOUERE

porciones, y un tanto vetusta por su estilo,


aunque remozada, al parecer, y según per-
miten juzgarlo las luces de gas que iluminan
su frente, á fuerza de blanqueos de potasa,
brochazos de pintura, remiendos de detalles
exteriores, y limpieza general del todo.
Hagamos"alto allí.
Son las diez de la noche. El aire afuera se
siente fresco y perfumado, invitando al que
pasa á interrrumpir su marcha para gozar de
los encantos de la soledad, de la quietud y
del silencio que reinan en tan delicioso
paraje.
En esos instantes hanse ya apagado los
rumores del pueblo vecino; la oscuridad de
la noche todo lo oculta bajo su negro manto;
las únicas luces que brillan en torno son las
que provienen del interior de la casa, delante
de la cual hemos detenido nuestros pasos, y
las de los faroles públicos, que proyectan su
téÍme claridad hasta veinte metr~s á la re-
donda.
Upa verja de hierro, entreabierta, da acce-
so "al interior del asilo misterioso.
Aprovechémonos de la-ocasión y pcnetre-
LO QUE PUEDE' MENTIR UN TABIQUE 155
mos silenciosamente en él, por ver si es el
que buscamos.
Nadie nos observa; los alrededores, como lo
hemos dicho ya, están desiertos; no se oye
otro rumor que una especie de ruido de ale-
gres carcajadas, cuyo eco vago nos parec~ría
por un momento venir del interior del asilo,
si no rechazáramos al punto tan extraordina-
ria idea, ante la consideración de su absurda
inverosimilitud. i Ilusión de la noche tal vez!
En dos saltos trepamos la escalera; llega-
mos al vestíbulo ... El ruido que hemos escu-
chado afuera parece acentuarse allí; ruido
como de metálicas vajillas, ,rumor broncd
como de voces de hombres que se mez;claran"
á la sonoridad cristalina ·de copas entrecho-
cadas, de risas alegres y francas de mujeres
jóvenes, de detonaciones secas y repetidas
como las que produce el corcho del cham-
pagne al escaparse, entre chorros de espuma,
del estrecho· gollete que lo comprime y apri-
siona... Y luego, de repente, acordes musi-
cales. de numerosa orquesta, que 'preludian
los compases epilépticos de los aires de café
chanlant más conocidos.
RASTAQUOUERE

¿ Qué es esto? ¿ Nos habremos equivocado,


acaso, de dirección y cometido el error de
tomar una casa por otra? ..
Vamos á cerciorarnos.
Avaneemos resueltamente; empujemos esa
puerta; doblemos por aquella galería: el ruido
viene de allí. Adelantemos cinco pasos aun ...
Estamos en pleno interior ... Otra puerta más
y... i santo Dios!... Pero, ¿ qué es lo que
con templamos?.. i Shocking! i shocking! ...
. i D. Cándido allí! ¡Allí D. Gerónimo! ¡ D. Ta-
deo Sorralto!!! ...
i Luego, esa sala profusamente iluminada,
esa mesa dispuesta co~ sardanapólica opu-
lencia; esas viandas, esas frutas, esos vinos
generosos color de rubí y de topacio, de oro
ó de eSl1l:eralda, según sea el del finísimo
cristal que respectivamente los encierra; esa
fiesta, esa algazara, esa locura, ese aban-
dono; i eso, todo eso, es el Asilo de D. Cán-
dido!
y aquellos rostros picarescos de mujeres
atolondradas; el escote atrevido de sus pe-
chos de marfil; las joyas desh,lmbrantes que
brillan sobre sus cabezas-' rubias y vivara-
LO QUE PUEDE MENTIR UN TABIQUE 157

chas; las galas de sus atavíos, que á fuerza


de ser cap~ichosos rayan en' insolentes; el
reir frenético de sus labios encendidos; la
luz intensa de sus miradas, chispeantes de
desenfreno y de apetitos de bacanal, ¿ son
acaso, prendas distintivas de la condición ó
calidad de indigentes con que la pública fama
las designa ? ..
¿ Y esas pecheras olancas, arrugadas" que
visten de gala á hombres ya maduros, cuyos
vientres, generalmente obesos, se trepan has-
ta ellas, asomando parte de su convexa su-
perficie por sobre el borde afilado de la mesa;
esos rostros encendidos por el fuego del vine,,>
y de la sangre que bulle en las venas, con-,
gestionadas por la fiebre de una circulación
excesiva; esas frases libres, proferidas en alto
diapasón por lenguas que el alcohol y la
glotonería del festín entorpecen; esos dicha-
rachos de sentido doble, prodigados á dies-
tra y sini~tra; aquellos ademanes, aquel
ambiente recargado de emanaciones bucóli-
cas, que se entremezclan al aroma capitoso
de perfumes de tocadp y de flores que ajan
el calor y el encierro '--:" ambiente pesado,
RASTAQUOUERE

perturbador, sofocante, y que, al abrirse sú-


bitamente la puerta por donde entramos nos
ha encendido el rostro con su hálito de fue-
go; - todo aquello, en fin, que allí se vé, se
escucha ó se respira, ¿ es, en realidad, pro-
pio del austero sitio qu~ en compañía del
curioso lector andamos buscando por las
dulces soledades del histórico Vesinet ? ..
¡Chitón! Si lo que sospechamos es verda-
dero, volvamos á cerrar la ~uerta de la sala
,~el festín y huyamos con cautela de la casa
cuyo verdadero nombre la opinión ignora;
dejemos allí á nuestro héroe y á sus amigos
íntimos, entregados á su felicidad sin nu-
bes, mientras llegan, cruzan y pasan, sin ser
por ellos sentidas, las altas horas de la .no-
che.
Jurando, 'en seguida, guardar eterno silen-
cio sobre el caso, en presencia de quienes
,pudieran algún dia interrogarnos, doblemos
otra vez por la misma galería que atravesa-
mos llenos de impaciente curiosidad; baje-
mos suavemente la escalera y, una vez en la
calle,. echemos á andar por la .orilla del ca-
mino hasta encontrar \,10 G,arruaje que nos
LO QUE PUEDE MENTIR UN TABIQUE 159

conduzca rápidamente hacia el centro de


Paris - donde, á esa misma h~ra, la esposa
y las dos hijas de D. Cándido duermen apa-
ciblemente el sueño de los justos ...

. .

e-o
HOMME GALANT Y GALANT HOJlfME

G iERTA mañana de aquel mismo mes-


ocho días más ó menos antes de la
fecha fijada para el proyectado baile
del hacendado - un joven .elegantemente
vestido bajaba de un carruaje de alquiler qu~
acababa de detenerse frente á un edificio de
modestísimaapariencia, situado casi al extre-
mo del boulevard Malesberbes.
Tocó el timbre, abrióse la puerta, entró
el visitante y atravesando rápidamente el
limpio aunque humilde zaguan que conducía
á una estre~,ha escalera principal, dobló di-
rectamente á la derecha - como persona
que conociera ya la casa - y sub~<? hasta el
quinto piso, ante cuyo pequeño vestíbulo se
detuvo y llamó. .
11
RASTAQUOU ERE

Apareció un lacayo viejo ..


- Buenos dias, le. dijod' jpven dirigién-
dole una sonrisa amable - ~81tá visible mi
tio?
- .:" Para el seflor Pa~I·? - Ób~6 ,
como
con extrañeza el lacayo. ~ Si '0.1. señor Paul
me lo permite le anunciaré,
El joven respondió con una.. señal afirma-
tiva y el criado desapareció en dirección á las
piezas de la il.quierda, después de haber in-
troducido al visitante en un saloncito decen-
temente amueblado, pero con la más abso-
luta sencillez.
Un segundo más tarde abriase la puerta y
volvía á aparecer el criado:
- Mi amo aguarda al señor. El señor pue-
de pasar adelante.
El visita·nte entró.
Sentado en un sofá, que formaba parte del
modestísimo mueblaje con que estaba al-
hajada la habitación, hallábase un anciano
octogenario. Sobre sus rodillas veíase aban-
donado un periódico, ·en cuya lectura debía
enc.ontrarse ocupado, sin duda., cuando le fué
anunciada la visita del recién llegado, pues
HOMME GALANT Y GALANT HOMME 163

conservaba aun ,en' ras manos, en actitud


de plegarlos,lo~ lentes de que para ello se
había servid9.' Su fisonomía, marchita por
la edad, dehotaba en ese momento cierta ex-
presión. de 'marcada sorpresa, sorpresa y
curiosidad á la vez.
- i Có~o!¿eres tw ~excIamó con set¡ue-
dad y sin levantarse 'de su asiento el dueño
de casa al ver entrar-al joven - ¿ á qué mo-
tivo especial debo tan inesperada visita ? ..
- Mon Dieu - replicó éste con visiblp pe-
tulancia, atusándose el bigote - confiado en
vuestra bondad ...
- Puedes tom'ar asiento - interrumpió t!l
ancIano.
- Mil gracias. Excusareis ... - prosiguió
el joven ...
-Nunca es tarde, observó su interlocutor,
para reparar faltas y aún para enmendarlas.
, - Sois, en verdad, muy bondadoso!. .. ex-
clamó el v~itante que (por más trabajo que á
nuestros lectores cueste el creerlo) no era otro
que el elegante Kantaskí, llevado, á buscar,
sin duda por asunto de capital Importancia,
c

á su venerable pariente, el personaje miste-


RASTAQUOUERE

rioso llamado por el circulo de D. Cándido,


"ilustre conde Kariatanski", y señor opu-
lento, al decir de la fama.
Voluntariamente separado, según ,se supo-
nía á Paul de su tutor, del hombre á quien
había debido mirar por léirgo tiempo como á
un segundo padre, preciso era que las causas
que le decidían á visitarle fueran poderosas.
-No ignorais, continuó el jóven, cuál es mi
situación actual.
El príncipe Kantaski vaciló un momento
antes de llegar aHondo de la cuestión. La fi-
sonomía serena, franca y abierta de su tio, le
decidió, sin embargo, á expresar llanamente
su pensamiento; de mo"do que, tras de fin
instante de pausa, prosiguió:
- Q!lisiera que me ayudárais á llevar á ca-
bo una empresa de la cual depende en absolu-
to mi suerte futura.
- ¿Yen qué consiste ella? - preguntó se-
camente y con gesto de desconfianza el ancia-
no, gesto que no pudo escapar a la'atención
de su joven interlocutor.
~ En que os prestéis á deseplpeñar cierto
papel que desearía encomendaros y que ... en
HOMMEGA~NT y GALANT HOMME 165

fin, se reduce á que seais útil á mis intereses ...


replicó éste, reponiéndose.
- No te entiendo, contestó el anciano, con
el mismo tono de fría terquedad. ¿ Cómo y pa-
ra qué he de ppder yo serte útil á tí?
Y el viejo, al pronunciar estos dos pro-
nombre~, que en sus labios parecían llevar
envuelto el significado del más singular con-
traste, los acentuó' maliciosamente ...
La respuesta era sin duda difícil; el joven
príncipe debió entenderlo también así.
Conocedor del carácter reservado, imper-
turbable de su tio, no podía menos de con ven-
cerse al fin de que los circunloquios no eran
el mejor medio de: llegar al resultado que' se
proponía sacar de su visifa. Una explicación
franca, sincera, sería, quizás, la mejor manera
de entenderse ...
En un segundo, pues, y ~esuelto á arries-
gar el todo por el todo, decidióse, de pronto,
á hacer I...manifestaciónexplícita del motivo
de su presencia allí.
- Teneis razón - exclamó -;-:- mejor será
que me explique de, una vez.
El viejo hizo una ligera inclinación de ca-
166 RASTAQUOUERE

beza, un gesto de asentimiento que signifi-


caba: hablad.
Kantaski aproximó, entonces, su asiento,
y, tomando un tono confidencial, casi cari-
ñoso, persuasivo:
- Hace mucho tiempo '- empezó - que
deseaba abriq)s mi corazón. Hoy se me pre-
senta opor~unidad de cumplir con ese deseo.
-Sabes que en una época te quise como
á un hijo - replicó el anciano.
-- - Lo sé, lo sé, y por eso vengo á vos. -
Abreviaré pues. -Estoy arruinado: necesito
rehabilitarme; soy desgraciadísimo y busco
el medio de volver á ser feliz. - ¿ Queréis apo-
yarme?
-¡Ola! ¿Temes "á la deshonra? .. - inte-
rrumpió sarcásticamente el tia - y, en se-
guida, con tono de profunda calma:
- Prosigue, - c:ontinuó - te escucho aun.
- ¡ Pues bien, sí, la deshonra! - replicó
el joven en un arranque de despecho, á todas
luces violento - ¡ la deshonra que' ya veo
venir; la última deshonra, que al caer de lle-
no sobre mí, caerá también sO,bre vos, que
tanto'la teméis. si no consentís en salvarme!
HOMl\IE .GALANT Y GALANT HOM.l\IE 167

Al oir estas palabras la cabeza encanecida


del venerable anciano irguióse altiva ... y sus
ojos brillaron con una chispa de luz. Iba á
replicar, pero el príncipe Paul no le dejó tiem-
po para hacerlo.
- Permitid - continuó, reponiéndose un
tanto - no pienso ofenderos; pero la vc::rdad
es ·que bastantes miserias hemos sufrido ya
ambos: vos, obstinado en no querer salir de
vuestro verdadero carácter de bourgués hon-
rado; yo, de mi falso papel de gran señor ca-
lavera. Pasaron ya los tiempos del sentimen-
talismo y de las· preocupaciones que nadie
aprecia. Escuchadme, pues, con· calma. Ven-
go á proponeros la fortuna.,. •.
- La desprecio de antemano, si es que he
de obtenerla por medios ilícitos - inter-
rumpió con viveza y dignidad el viejo polaco.
Te conozco demasiado, amigo Paul, - aña-
dió con tono de convicción - para creer que
pueda c~perar de tí otra cosa que expedien-
tes vergonzosos.
El príncipe· se mordió los labiC?s, reteniendo
un arranque de cólera.
Sintiéndose inf~rior en la lucha que im-
16M RASTAQUOUERE

pruder.tcmente acababa de provocar, cono-


cedor del carácter entero de su pariente, com-
prendió que le era preciso tomár otro camino.
- Perdonad - replicó. No niego haber sido
ligero en otras ocasiones. Escuchadme, sin
embargo, un instante. '
El propósito del joven era en tales momen-
tos desarmar la severidad del anciano por
medio de un cambio completo de táctica en
sus recursos.
" - ¡Ah! - continuó, adoptando un ademán
adolorido - i si supierais cuánto sufro! ¿ No
veis qu(me agito en un círculo sin salida?
- ¿ y por qué, entónc,?s - replicó su in-
terlocutor, cambiando súbitamente de to-
no y dirigiéndose á su sobrino como si se
hubiera tratado de un extraño - ¿ por qué os
habeis dejado en vol ver en él? .. ¿ Acaso no os
bastaban mis consejos, los ejemplos de lo
que pueden en el camino del mal la falta de
voluntad y de juicio ? .. i Ahora venís á mi :
me hablais de vuestra deshonra, cuando vein-
te veces os habéis enfangado ya en ella; me
pedís una protección que no comprendo y,
al hacerlo, no solo olvidais k> que me debéis,
HOMME GALANT Y GALANT HOMlIIE 169

sino que pretendéis envolverme en vuestra


ruina; confundir en uno solo,el deshonor de
vuestro falso nombre de gran señor y la in-
maculada pureza del mío, modesto, pero
honrado! Yeso me lo decís en el momento
en que me pedís que os salve, que os libre
del peso que os ha de aplastar, sin cui4aros
de pensar q~e las canas que pintan mi cabeza
os debieran ser sagradas.
- j Oh tio l. ..
- Dejadme proseguir. ¿ Y cuáles, en fin, el
camino que me proponéis? ¿ El que os preste
aun mi humilde firma para salvaros?¿ El
que ponga á vuestra disposición mi pobre
crédito, mis escasísimas relaciones para cu-
brir vuestr.as deudas, contraídas en ,horas de
locura y en medio de 11I. depravación y de la
orgía? ..
- Pido más, aun; pido ...
- j Ah ! bien contabais con mi cariño y con
mi indqlgencia l... Sea; ¿ cuánto necesi-
tais? ..
Y diciendo" 'estas palabras ten.~ió el anciano
sus manos al joven que, no pudiendo conte-
ner ya su júbilo y' abandonándose por com-'
170 RASTAQUOUERE

pleto á los impulsos dictados por la seguridad


del triunfo obtenido, las estrechó francamen-
te y como para sellar con ello un pacto mutuo.
~ j Gracias! - exclamó un instante des-
pués - pero, habéis de sa~er que por ahora
no tan solo necesito de vuestro dinero, sino
también de vuestra colaboración, de vuestro
concurso, al amparo de los cuales podré pre-
sentarme, salvando plenamente las aparien-
cias, al hogar de un padre, en solicitud de la
mano de una de sus hijas, cuya dote habrá
de librarnos á ambos de la miseria y á mí de
la infamia: en una palabra, la salvación, la
rehabilitación por medio pe un matrimonio
ventajoso!
y entonces explicó Paul á su tio'cómo había
llegado á convencerse de que su falso título
de príncipe, los sent~micntos de vanidad del
millonario americano, el modo cómo había
sido tratado por él en sus visitas, la acogida
hecha por la niña cuya mano pretendía, la
simpatía que había encontrado ante la esposa
del hacendado y ante la familia toda, le per-
mitían esperar que, con ofrecer él su título
supuesto en cambio de una pingüe dote, no
HOllIME G.\LANT Y GALANT HOMME 171

haría sino llevar la felicidad y el logro de


aspiraciones queridas al'sen9 de un hogar
sediento de honores y de oropel. ..
Acababa de hablar el joven, cuyo despar-
pajo se manifestaba en !a manera como había
hecho la confesión de sus proyectos; acababa
apenas de hablar é interrogaba ya con 11!- mi-
rada la fisonomía de! viejo.
Las palabras de Paul, calurosas, elocuentes
-con esa elocuencia propia de quien trata de
obtener lo que solicita- no sólo no debieron
decidir á su int\!rlo:utor, sino que, por el
contrario, producir en su áni~o e! más de-
plorable de los·.efectos. La actitud sorpren·
dida, el silencio .casi doloroso, el semblaftte
pálido del anciano, reflejaban, á las claras, los
sentimientos de su alma.
El honnldo pJlaco debía de encontrarse
asaltado por una indignación terrible, nacida
al calor de sus rigurosos principios en puntos
de honor;y de delicadeza.
- ¡Miserable! - exclamó en un arranqec
de fiereza, que pareció iluminar su fisonomía,
como rejuvene:::iéndola, casi· ·'embellecién-
dola.
17 2 RASTAQUOUERE

j Yo proteger vuestros ruines proyec-


tOS!. .. ¿ Habéis podido creer por un instante
que hallaría pretexto suficiente para disi-
mular ante mi propio criterio el villano pro-
cedimiento que, como último recurso, habéis
pensado adoptar para salvaros de la situación
en que os hallais ? .. ¿ Habéis podido creer
que encontraría yo razones que disculparan
ante mis o~os el horror que me inspira esta
nueva superchería vuestra,' encaminada á
'fa vorecer un tratado comercial de consenti-
miento mutuo, en el cual entran como con-
.
tratantes un hombre infame y una mujer
engañada, y como coti~ados el amor y la
conciencia; un pacto ruin, casi sancionado,
según me lo decís, por la ceguedad de un
padre corr.ompido ó imbécil; un convenio
hecho con descaro por vos, y, tal vez de
buena fé, por la inocente joven que se en~
trega atolondradamente en vuestros desleales
brazos?
y al decir el anciano estas palabras, un
tanto enfáticas y altisonantes si se quiere,
pero muy propias de sus años.y de su tem-
peramento, su cuerpo, encorvado por la edad,
HOMME GALANT Y GALANT HOMME 173

pareció erguirse bajo un impulso súbito de


vigor y de noble indignación.
El pseudo-príncipe se sin'tió confundido,
pequeño, anonadado, ante tan decidido adver-
sario.
- ¡Poesía! exclamó en un arranque vul-
gar de impotencia, y como tratando de levan-
tarse del ínfimo rango á que le habían' rele-
gado, en su caráct~r pretendido de hombre
que aun conservara restos de honor' y de
delicadeza, los rudos y vigorosos golpes de
su intercoluctor - ¡Poesía! que á mis años
sentaría ya mal...
-¿Y acaso ~on menos, joven~ los que yo
llevo contados? -:- interrumPió vivament(! el
viejo- y,. ya lo veis, no me aver~üenzode
hacer gala de esa poesia de sentimientos, de
esas añeja's ideas - si preferís llamar así á la
honradez y á la rectitud ...
La lucha se ha:ía imposible: Paullo com-
prendió, sin duda, y se determinó, por tanto,
á dar ot;ó giro á la cuestión.
Por segunda vez le era preciso confesarse
impotente y cambiar de forr:n:t, á riesgo de
extraviarse definitivamente en la cuestión, y
174 RASTAQUOUERE

comprometer el fondo, que era para él lo prin-


cipal.
- Convenido - replicó - acepto que el
hecho, tal cual lo comprendéis, sea vi~upera­
ble á los ojos de los que juzgan con ánimo
predispuesto- y exagerado 'criterio las cues-
tiones sociale~ de delicadeza y de honor;
acepto que {Ili proyecto sea rechazable, si al
presentároslo, aparezco ante vuestra opiniór-
revestido de ese frío cálculo y. de ese espíritu
cle superchería de que tan solo me suponéis
poseido.
Pero el caso es que se trata de otra cosa.
Vos sois ya demasiado viejo; vuestra época
ha pasado. Nosotros los' modernos, los de
nuestro siglo, consideramos que el amor, en
consorcio con la tranquilidad y el dinero, pue-
den, únicamente, hacer la verdadera dicha
conyugal...
- ¿ El amor, la tranquilidad, habéis agre-
gado? Notadlo bien, porque tendréis que
confesar que os apartais en punto capital del
fondo de la cuestión.
- ~El amor? ¿la tranquilidad? .y bien ¿acaso
los he negado yo alguna vez) ¿ Acaso me he
HOltilflE GALANT Y GALANT HOMME liS
presentado aquí á probaros ql1e el amor no
vive en mi ó que el amor daña ? .. i De ningún
modo l... Os he hablado de dinero, de mis
intereses, con la franqueza con que un hijo
se dirige á un padre, con la que un hombre
se comunica con otro hombre. Nos os he
ocultado, en verdad, que hoy por hoy, dada
mi situación, es para mi condición trascen-
deritalla de una dote, cuando se trata de ele-
gir á l<!. que haya de ser mi esposa ... pero de
allí á juzgar que hubiera yo de casarme ha-
ciendo violencia absoluta á mis sentimientos,
de allí á 10 que vos habéis creído antes de
escucharme del todo, preciso es con1csar,
querido tío, que hay enorme distancia l. .. o .
No os he dicho aun, en verdad, que la s~­
ñorita á quien pretend9 es joven, hermosa y
elegante; que, más rica en virtudes que en
millones, ha recibido, sin embargo, con
complacencia inis requiebros, y. que no está
lejano elmbmento en que, formulando de
una vez t!~ verdadero significado de los senti-
mientos extré).f1os que, poco á poco, y sin dar-
me cuenta de lo que en mí ha ,pasado, se han
ido apoderando de mi alma, reconozca pú-
Ij6 RASTAQUOU E.RE

blicamente que tienen razón los dícercs cor-


rientes en la sociedad, díceres que me supo-
nen perdidamente enamorado de la deliciosa
extranjera.
- i Bravo caso! replicó el anciano, lanzan-
do á su sobrino una mirada de sardónica ex-
presión, que fué á estrellarse contra el des-
caro señorial de nuestro nobilísimo príncipe,
i bravo caso, en verdad! Se trata de comuni-
carme que se os supone ya cautivado por una
joven; que el éco de la opiniÓn hace del asunto
un hecho absoluto; que vuestra elejida (ya que
á esa conclusión debemos llegar, y por lo tanto
me permitiréis la expresión) que vuestra pro-
metida es hermosa, joven, amable, virtuosa;
que os recibe bien, ó á lo menos parece dároslo
así á entender, y, cuando de todo eso se trata
en vez de darme en las barbas con vuestra
" ruina" y con vuestras "deudas" y con
vuestros proyectos de sustitución de nombre
y calidad sociales-hecho rechazable para un
hombre de corazón y de honor-no os entrais
llanamente de rondón, y os arrojais en mis
brazos y me comunicais la fausta nueva de
que. amais honradamente á una joven supe-
HOlltME GALANT Y GALANT HOMME 177

rior que os acepta tal como sois... ¡Vamos,


vamos, amiguito, preciso es confesar que, ó
sois muy candoroso, ó descOnocéis en abso-
luto á vuestro tio!
Kantaski se puso de pie para retirarse.
Una sonrisa rígida vagó un instante por sus
labios; su rostro se revistiÓ d.e expresión ex-
traña, mezcla de ci.nismo y de maldad, 'y, se-
rerio después, du~ño ya de sí mismo, re-
suelto. á abandonar en absoluto el terreno
que acababa de perder, tendió al anciano ve-
nerable una mano helada y húmeda, que
este rechazó.
- Está bien, :exclamó Paul con acento vi-
brante de despecho - prescindiré de VOi y
obraré como lo crea conveniente. SÓlo una
cosa os pido: el silencio.
:- Sabéis que vivo alejado del mundo -re-
plicó el viejo polaco. Me contentaré, pues, con
abandonaros á vuestra propia conciencia.
i Sea ella vuestra salvadora, vuestro delator
ó vuestro·juez!..: .
El visitante. salió, y un momento después
el ruido de sus pasos, que se I:Hlbía ido per-
diendo poco á pace entre las gradas de la'
u
RASTAQUOUERE

estrecha escalera que comunicaha los cinco


pisos de la casa, desapareció por fin del
todo, muriendo en el silencio.
El anciano anacoreta volvió á recostarse
sobre su canapé; cogió de nuevo el periódico
abandonado, se caló las gafas y continuó le-
yendo ...
UN BAILE Y SUS REVELACIONES

H la entrada de la espaciosa aveni,


Kléber álzase entre la no interrUl
pida sucesión de elegantes edifici
modernos, un lindo palacio que atrae la ate
ción del paseante curioso.
En una de las noches más frescas de rr
diados del mes de Octubre,una larga línea
carruajes (entre los cuales se notaban much
fiacres de alquiler) se estacionaba delante
los portales de la soberbia mansión, cu
fachada, alumbrada á giorno bajo el fulg
de cuatr<>.fanales de luz eléctrica, dejaba ,
por entre sus ventanas, abiertas de par
par, la claridad de las salas del interior, pl
fusamente iluminac;las por giga·ntescas arañ
de cristal.
180 RASTAQUOUERE

Era aquella una de esas frías y tónicas no-


ches de otoño en que los parisienses cesan ya
de acudir á los conciertos de sus pequeños
teatros al aire libre, á la vez que desaparecen
los innumerables carruajes descubiertos que
antes cruzaban por las calles y avenidas más
frecuentada~, conduciendo á los que se pa-
seaban sin otro objeto que el de gozar del
aire fresco y admirar el movimiento bullidor
de la gran ciudad.
Contra los usos corrientes de los persona-
jes del gran mundo francés - ó ignorante de
ellos, quizás-el dueño del palacio de la ave-
nida Kléber había queri~o demostrar esa no-
che al público todo que estaba de fiesta; de
modo que la continuada fila de sus lujosos
salones veíase, desde afuera, poco á poco in-
vadida por los concurrentes que acudían á la
fiesta.
- i Mal gusto !-decían algunos de los que
entre la muchedumbre de curiosos permane-
cían tiritando de frío bajo los balCones para
observar el espectáculo .
.~ i Tanto mejor! - agregaban otros; - así
veremos bailar á las parefas.
UN BAILE Y SUS REVELACIONES ISI

-¿ Quién es el propietario ?-preguntaban


varios.
- Un millonario americano - replicaban
por otro lado.
- ¡ Mirad! - interrumpía un muchacho-
¡qué inmensa hilera de carruajes! Ya el ex-
tremo de la fila da la vuelta por la esquina
de los Campos Eli!¡eos.
y mientras los la,cayos bajaban de lOs pes-
cantes y despejaban los grupos que, sobrepa-
sando las dos líneas establecidas en forma de
calle-con el objeto de dejar desfilar á los con-
currentes al baile - solían obstruir el paso,
nuevos carruaj.es tomaban ell~gar de los que
acababan de retirarse, después de desqcu-
pados.
Dos ó tres militares.con sus uniformes vis-
tosas; multitud de damas de pelo empol-
vado y ricos atavíos; muchachas, ancianos,
todos iban apareciendo en no interrumpida
procesión de concurrentes ...
Abiertas de par en par las portadas, casi
monumentaJ~s, del palacio, daban acceso á
una larga galería, por dónd~ -.desfilaban los
carruajes, detenitmdose un instante delantu
RASTAQUOUERE

del vestíbulo, á cuyos dinteles dos lacayos


enguantados y vestidos con vistosa librea,
abrían las portezuelas y hacían profundas re-
verencias.
La procesión se sucedía sin cesar y subía
y subía en grupos interminables, por la espa-
ciosa escalera de mármol, hacia la antecámara
del principal, éuyas puertas de entrada que-
daban por mitad encubiertas con pesadas
colgaduras de telas orientales.
"Allí esculturas y porcelanas que se decía
eran de Sevres; flores y costosas plantas de
invernáculo, profusamente colocadas en los
rincones, sobre las mesas y entre las puertas.
Los concurrentes entraban en seguida á los
salones: dos, tres, cinco, todos enfilados,
comunicados por anchurosas portadas, y
alhajados con muebles de seda y oro; mucho
oro, muchos bordados en relieve, mucha
aplicación de terciopelo y encajes.
El piso era de parquet reluciente y resbala-
dizo '; los cielos rasos estaban decora~os con
pinturas al fresco, entre las cuales se distin-
guían algunas alegorías con ángeles y amores,
inspiradas en temas de Boucher y hechas
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 183

ejecutar por el antiguo propietario del Hotel,


quien las había trasmitido al hacendado co-
mo parte del inmueble vendido.
Para formar marco á esas decoraciones de
mérito real y verdadero, los revendedores y
farsantes que explotaban la inexperiencia del
extranjero le habían hecho adquirir, á gran
costo, UBa colección de tapices ordinarios, de
mucho efecto óptic,?, pérfidamente atribuidos
á fábricas renombradas, y, pintados, en rea-
lidad, á brocha gorda sobre tejidos de tela
burda por algun Watteau del faubourg Saint-
Antaine.
Los asuntos. escogidos eran casi siempre
presuntuosos; copiados las más veces deot~­
mas mitológicos como: el· "apto de Eump.a,
el triunfo de Baco, ó Ve1.UIS y Pígmalión. Como
se ve, de esta manera, el palacio de D. Cán-
dido nada tendría de envidiar en aparente
esplendor á los del famoso loco de Baviera,
el malogrado rey D. Luis, de quien ya se
. creía riv~' el hacendado.
Sobre las ch.imeneas de los aposentos había
espejos y vistosas guarnicio~es; bronces de
pacotilla, sin firma ni patente conocidas,'
RASTAQUOUERE

pero enormes por el tamaño y desesperante"


por lo variado de la forma y del color.
Bustos, albums, flores; un mundo de flores
raras y costosas; enredaderas de orquideas
y azaleas; helechos tiernos y temblones, com-
pletaban aquel conjunto caprichoso, churri-
gueresco, incomprensible en medio de su
aparato estrafalario.
Los salones siguientes sorprendían tam-
bién la vista por el contraste .ya de sus esti-
los, ya de sus colores: rojos, lilas, celestes ~
todos distintos y recargados de muebles,
denotaban elección rebuscada y gusto extra-
vagante.
Como que para alhajarlos el dueño de casa
se había entregado por completo al criterio
y experienc~a de un entendido en la materia;
personaje que se las daba de verdadero
maestro en el difícil arte de combinar el mo.,
biliario de una casa. Víctima, así, D. Cándido,
de una docena de esos charlatanes, tan fre-
cuentes en las grandes capitales europeas;
explotadores que, dándose á sí mismos el
títul0 de peritos, anticuarios, etc:, se ingenian
á fuerza de intrigas y de desplante para abu-
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 185

sar de la credulidad de los inocentes que


caen entre sus garras - no había economi-
zado, como se ve, dinero en la demanda.
Cada una de las hórridas creaciones de
caprichoestraIalario que le habían sido pro-
puestas en venta, era, segun él, un chef-d'reu-
l'l"e, un bijou, cuyo semejante no poseían sino
los Rotschild, los Spitzer ó los Vanderbildt.
No es extraño, pues, que desde el primer
golpe-de vista, y aún sin ser competente en la
materia, cualquier observador atento que vi-
sitara los salones del hacendado hubiera po-
dido descubrir en ellos una absurda amal-
gama en que todos los estilos habían sido
empleados, confundidos y" estropeados lasti-
mosamente. Contribuía á denunciar esta ver-
o •

dad la falta que un ojo experto y entendido


hubiera n"otado, en medio detanta pomposi-
dad babilónica, de muchos de esos pequeños
detalles, ínfimos si se quiere, pero que por 10
delicadamente disimulados y sencillos reve-
lan sie~pre la idea feliz y original del dueño
de casa, idea- que solo él podrá concebir en
la ocasión y que se hallará, fior lo mismo,
fuera del alcance' de las vulgares combina~
186 RASTAQUOUERE

ciones de un simple contratista del oficio, ó


de un proveedor de tarifa á tanto el em-
buste .
. O" Emilia, aparatosamente vesticJa, recibía
á sus visitantes.
Obsequiosa, aunque turbada en extremo,
acogía de la mejor manera que le era posible
los cumplimientos afectados de los indiferen-
tes que sólo pretendían hacérsele agradables,
PI.:9digándolc sonrisas de besa-manos, á la vez;
que recibía con júbilo las menos almibara-
das, si bien mucho más sinceras, frases de
felicitación que le dirigían los pocos. amigos
verdaderos que poseía.
Grupos numerosos de personas de distin-
tas calidades daban' idea de las relaciones
del dueño de· casa, Un conocedor de aquella
sociedad exótica no habría podido menos de
observar la ausencia casi absoluta en los sa-
lones de O. Cándido de nombres verdadera-
mente distinguidos, de notabilidades rea-
~s. .
Ad venedizos los más de los concurrentes
extranjeros (si había de darse crédito á los
c:llchicheos que cundían por 1a sala) notábase
UN BAILE; Y SUS REVELACIONES 187

alli á muchos artistas de segundo orden, mez-


clados á titulos de nobleza dudosa ó compra-
da, á comerciantes de mínima importancia
y á literatos de pacotilla.
Aparte de todo esto, preciso era confesar,
por lo demás, que bullía allí una alegre juven-
tud, confundiéndose entre sí, ó agrupándose
en diversos puntos de las salas.
j Cosa curiosa!' muchos de los miembros
de léi.s colonias sud-americanas que hasta en-
tonces no se habían relacionado con D. Cán-
dido, se encontraban allí presentes. Los unos
comentaban, otros reían y gozaban sin reser-
vas del espectáculo; criticaban cuandQ. lo
creían oportuno; alababan á veces; todo c.on
la mayor franqueza, con el aire más feliz del
mundo. .
De cuando en cuando divisábase entre la
multitud á Elena y á María.
Graciosas (á pesar de sus trajes extra-ca-
prichosq,s., marca Poupée) se habían visto am-
bas niñas solicitadas desde muy temprano
por sinnúmero de caballeros, . .que se apre-
suraban á inscribi; sus nombres en los pro-o
gramas de baile: unas tarjetitas doradas, con
ISR RASTAQUOUERE

iniciales entrelazadas, y brillantes emblemas


de flores y atributos artísticos.
El dueño de casa sentíase verdaderamente
feliz... Observaban algunos, no obstante,
que D. Cándi<;lo recorría su,s salones como
buscando en ellos á alguien cuya presencia
no se descubría- aún.
y á medida que el tiempo transcurría y el
personaje ó personajes en cuestión no lle-
gaban, el hacendado interrogaba con visible
ansiedad á quienes podían darle noticias y
explicaciones sobre esas demoras, muy nota-
das ya por las personas amigas que habían
imaginado encontrarse allí. con los prójimos
á quienes se echaba de menos.
Y, á la verdad que no se trataba sólo de
uno ó de dos, sino de diez y hasta de veinte.
i Las invitaciones habían sido, sin embargo,
puntualmente hechas, correctamente diri.:.
gida~ !
El tiempo volaba; acudían aun nuevos in-
vitados ... i nada l. .. i Esos que tanto habrían
honrado los salones con su asistencia; esos
sobre cuya invitación se había" hecho tanto
hincapié; sobre los cuales titnto se había ha-
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 189

blado ; esos, esos, eran los que precisamente


faltaban l. ..
En el interín, los acordes de una magnífica
orquesta llenaban con sus ecos los ámbitos
del palacio, á la vez que, en los salones, cien
parejas se lanzaban á valsar ...

Observemos con atención la fiesta:


En uno. ~e los círculos lllás animados -
aquel donde predomina la juventud'!...- tres
cuadro~ de lanceros combinan ~ntre sí sus
diversas figuras. Luciano, el feliz Luciano,
hace allí el oficio de maestro de ceremonia.
Baila en ese momento con una linda rubia.
Su vis-a-vis 10 compone otra pareja, igual-
mente simpática, y que habla francés. Reco-
ñócesc" en ella á María y al príncipe Kan-
taski.
Próximos á ellos; pero en "distinto cuadro,
Elena, la hermana de aquélla, escucha las'
mentiras dulces de un maestro en metafísicas
RASTAQUOUERE

amatorias y antologías de salón. Es este el


verboso altaché, su ex-compañero de viaje.
Habla sobre el cachet del traje de su pareja
y dice que hay mil muchachas, á cual cÍe to-
das más gen/ille, en el baile. '
¡Un parisien .perfecto es ya el tal altaché!
i Y qué modales, y qué actitudes! Por sus
aspavientos los recién llegados de estas nues-
tras buenas tierras de por acá, ,no habituados
alan á los modos, aux Jac¡ons, de por allá, con-
fundiérale con algún saltimbanqui en el
ejercicio de su profesión, si el vecino más
inmediato no hiciera llegar hasta sus oidos
las siguientes palabras:
- i Qué chic está Enrique! i Cómo se ha
empapado ya de savia europea!
Quien las pronuncia es una figurita peque-
ña, cargada de espaldas, raquítica, ceñida
por un frac de mangas estrechísimas y un
chaleco de seda blanco, enormemente abier-
to sobre el pecho, en forma de corazón. En
el ojal desarrolla sus hojas, como legumbre
gigantesca, una flor desconocid~ hasta para
los versados en botánica. -'
' - ¡Déjate de Enrique y de la carabina de
UN BAII.;E Y SUS REVELACIONES I91

Ambrosio, mon che,.! - replica otro (que tam-


bién luce chaleco de corazón, frac estrecho
y flor en el ojal), al mismo tiempo que apoya
bruscamente su brazo sobre el de su inter-
coluctor, - i fíjate, fíjate en Kantaski; parece
que la cosa' marcha!... i Mira como canta al
oido de María el picaflor! Pues lo que es en
esta ocasión, m~ parece que ella se decide
del.todo ...
- Así es - replica el otro - veo que el
chico no pierde su tiempo.
- i Cómo los observ(D. Cándido! - añade
el que primero ha hecho la reflexión - i Y con
cuánta expresión de complacencia! Dicen que
desde que el príncipe co~teja á s,:! hija, vive
soñando' con un posible cruzamiento de san-
gre: .. i Como que no habría para él felicidad
mayor que llegar á convertirse algún dia en
abuelo de dos ó tres principit06 !. ..
y al decir estas palabras ambos jóvenes
ríen y enntinúan sus observaciones, agudas
como flech~zos, y enderezadas ya al.dueño de
casa, ya á alguna de las persoI'las que forman
parte de los diversos grupos recorridos por
sus miradas de águila, desde el pU,nto en '
RASTAQUOUERE

que se han colocado para observar mejor.


Dificil sería transmitir las distintas opinio-
nes expresadas ó solo concebidas en aquellos
salones con respecto á personas y circuns-
tancias, taml?ien distintas,. por los que, de-
dicados exclusivamente á escuchar cuanto
en torno de sí se dice, ó, entregados por
completo á la fácil tarea de critico s maldi-
cientes, se constituyen en cronistas obligados
d,e las flaquezas y debilidades del pequeño
mundo que les rodea ...
Alguien ha dicho que se necesitaría de un
volumen entero para narrar un baile, defi-
nirlo, analizarlo y juzgarlo; un baile con sus
rumores indiscretos, sus confidencias sola-
padas; donde todos los concurrentes ya for-
men parte de los que eje·rcen el oficio de mur-
muradores, ya solo de los que escuchan si-
lenciosos (y, por lo mismo estudian y to-
mal?- nota) hacen gala de falta de indulgencia
y de discreción; y donde, según la ?bserva-
ción de un célebre escritor mundano, el más
doc~o en malignidad pasará siempre por el
más· ocurrente y chistoso ...
- Pues ¡es caso particular! - observa
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 193

una dama al caballero sobre cuyo brazo se


apoya en aquellos momentos - este D. Cán-
dido con su fortuna y su facha podía habef--se
permitido reunir aquí á una concurrencia
más escogida. Aparte de uno que otro perso-
naje distinguido de la colonia sud-a~erica~
na, paréceme, á decir verdad, que las perso-.
nas de posición 1)0 brillan por su número y
caliqad. Se ha hablado hasta de mIembros
notabilísimos del faubourg Saint-Germain;
de dos embajadores con sus esposas; y ¡vaya
que no diviso por acá sino á aquellos tipos á
quienes se encuentra en todas partes ! Bien
es verdad que el príncipe Kantaski suple" por
. sí solo la falta de los demás, tal es !,!l empeño
que D. Cándido pone .en presentarle á sus re-
laciones ..•
- Se asegura que el baile ha sido dado en
su honor - replica el compañero.
- Sin duda alguna - agrega su interlocu-
tora, cOl1-acento de maliciosa convicción ...
y después .c;le un momento de silencio, du-
rélnte el cual se ha buscado maquinalmente
con la vista .entre los grupos á las personas
de quienes se trata, se prosigue:
13
J'H RASTAQUOU ERE

- i En este momento, casualmente, baila


con ella L.. Mire Vd.; hácia aquel lado ...
¡Oh ... i ahora concluye la cuadrilla! Parece
que se dirigen juntos á un rincón de aquella
glorieta; allá, debajo de aquel kiosco de en-
redaderas.
escena.
, -
Acerquémonos para observar la

. y esto diciendo, la indiscreta curiosa apre-


sura el paso, arrastrando con~igo á su pareja
en dirección al punto indicado, temerosa, tal
vez, de que alguna otra se le adelante ....

Hacia el kiosko designado, dirigianse, en


efecto, Paul y Maria. Una vez llegados al ca-
napé confidente que, por hallarse medio ocul-
to entre helechos y ramas de enredaderas~
prestábase maravillosamente para servir al
delicioso téte-a-téte de dos amantes que bus-
casen, como ellos, el misterio y el encanto del
sitio que habia de escuchar sus mútuas reve-
laciones - tomaron asiento bajo una verdade-
ra bóveda de flores.
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 195

Ya hemos visto á María risueña, encanta-


dora. Su famoso trage O1oiginal, no sólo no
desfavorecía su talle esbelto, sino que, antes
bien, contribuía á ceñirlo, perfilando dulce-
mente los contornos de sus formas delicadas
y haciendo lucir, bajo el ruedo cort<¡> y redon-
do .de la blanca y ténue falda de. baile, un
lindo pié criollo, que fácilmente hubiera po-
dido calzar el diminuto escarpín de la Ceni-
cienta.
La agitación y la alegría habían comunica-
do á su rostro - de color moreno mate -
los suaves tintes de un purísimo carmín, que
parecía acentuar, poniéndola de relieve, la
expresión luminosa de sus grandes ojos ne-
gros, profundos y llenos de encanto; con lo
cual su· fisonomía toda se había revestido de
animación especial, de esa adorable anima-
ción juvenil, peculiar á la mujer de 17 años
que por vez primera respira la atmósfera
embri~gadora de un salón de baile.
La voz tierna, armoniosa de su gentil acom-
pañante; su entonación dulcemente lángui<;la
- de esasento1'laciones que conmueven por
que son casi una caricia-habían hallado ya'
I9Ó RASTAQUOUERE

eco simpático, sin duda, en el alma de la ni-


ña, porque al escucharlas ella parecía turbar-
se, á la vez que su pecho, suavemente ondu-
lado por los primeros años de la juveritud,
comenzaba á agitarse como ,bajo el impulso
de emociones verdaderas.
Apoyado negligentemente sobre el respaldo
del canapé, el obsequioso príncipe Paul ro-
zaba casi, al hablar, el oído de la joven.
Maestro consumado en el oficio de persua-
dir por el encanto; insinuante hasta donde
quería serlo; susceptible de aparecer apasio-
nado, conmovido, según las circunstancias;
hombre de sociedad y, en apariencia refina-
damente educado, según el estilo de su época
y del medio en que aseguraba haber vivido,
nadie como él para cubrirse, en la ocasión, de
las 'poderosas armas que, según los díceres, le
habían conqui~tado el título de irresistible con
que s.e presentaba allí. En sus maneras para
con la joven americana notábase, en aquellos
momentos, esa desenvuelta actitud de fami-
liarid~d masculina, mezcla á un tiempo de
abandono tranquilo, de supe~ioridad conven-
cida, de atrevimiento intencionado, de sensi-
UN BÁILE Y SUS REVELACIONES 197

blería artificiosa, de que suelen revestirse los


calaveras de mundo cuando se dirigen obse-
quiosamente á mujeres tímidas, con el pro-
pósito de subyugarlas, ó, al revés, á cortesa-
nas de fácil acceso, sobre las cuales tienen
conquistado, de antemano, dominip perma.-
nente.
Cruzada la pierna derecha sobre la rodilla
izquierda, acariciaba con una mano la punta
pronunciadísima de su reluciente botín de
charol, á la vez que con la otra abría y cerra-
ba, como jugueteando con él; el elegante aba-
nico de su joven pareja, conservado en su po-
der, por coquetería, desde el instante ~n que
termin,!-ra el ú!timo de los lanceI'os pasados.
Por lo demás - y' al decir de los invitados
- mirado á la distancia el simpático grupo
(sobre el cual la mitad de la concurrencia te-
nía fijos los ojos), presentaba un aspecto inte-
resante y seductor, que halagaba deliciosa-
mente"la vanidad del padre, cuyo corazón
latía de placer y de esperanz~allá en el fondo
de su pecho, mientras le observaba con Cal,l-
teloso disimulo y sin perder uno solo de sus
más insignificantes detalles.
Iq8 RASTAQUOUERE

En efecto: el porte elevado, esbelto del titu-


lado hidalgo; los contornos elegantes de su
busto donairoso, aprisionado como el de una
niña bajo el molde correctísimo de su fntc de
última moda; los rasgos regulares y armo-
niosos de su fiso.nomía; sus grandes pupilas
tristes; circundadas por negras ojeras; su
cabello fino y castaño, esmeradamente pei-
nado hacia atrás; su frente csp~ciosa, sobre
la cual la agitación de una vida de placeres
constantes había dejado impresa su imborra-
ble huella, en forma de prematuras arrugas,
que daban á su rostro esa expresión de ro-
manticismo melancólico qué tanto suele in-
teresar á algunas mujeres; su título envidiable
según la fama: todo, en fin, parecía reunirse
para presenta"rle, ante la vista de quienes le
contemplaban, como un hombre distinguido;
más que distinguido, excepcional. ..
El amor comienza por la admiración, según
unos; por la estimación ó la simpatía. según
otros ...
Para una joven de 17 años, que por
vez primera siente sus imBulsos, el amor
nace, ordinariamente, de un sentimiento in-
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 199

terno, inexplicable; de una especie de muda


revelación con que el alma parece despertarse
de su prolongado ensueño, para encontrarse
de repente invadida por sensaciones exqui-
sitas y hasta entonces desconocidas. i Sensa-
ciones extrañas, mágicas, secretas,,-que cie~.
gan .el criterio, dominan la conciencia ;¡
encadenan la v9luntad, á la vez que conmue-
ven y dan placer; producen encantos y tris-
tezas, ansiedades y goces misteriosos!
El imperio que sobre el espíritu sensible
de una niña cándida é inocente puede súbi-
tamente ejercer la voz apasionada de cUal-
quiera de esos seductores de oficio, ~ue· se
presentan resueltamente á venc~r el pudor
de la adolescencia - sin nevar un solo senti-
miento· noble en el corazón, una sola idea
honrada en el cerebro -alcanza, á veces, las
proporciones de una verdadera perturba-
ción.
Las l'alabras vibrantes del joven príncipe
lograban resonar así sobre el alma diáfana de
María, estremeciéndola, alterando su dulce
serenidad; .bien así como el soplo blando d~l
aura, que al rozar, acariciándola, la superfi-
200 RASTAQUOUERE

cie terza de las aguas del lago, las empaña,


riza y hace temblar ...
En las respuestas tímidas de la niña, en su
semblante inquieto, nctábase, sin embargo,
algo como una duda temerosa, como una
secreta intuición, como una desconfianza ...
Pero ello duro solo un instante. Tranquili-
zada poco después, magnetizada, si posible es
decirlo así, por la gracia de palabra, por el
a<;~nto ardiente del donairoso gentilhomme,
concluyó por abandonarse, durante todo el
resto de aquel dulce é íntimo téle-a-téle, al
encanto de su nueva situación.
Su falta de conocimientG del mundo: su
escasa experiencia con respecto á los recur-
sos más usuales de cierta falsa y aprendida
galantería, la hacían confiar en absoluto en
los agasajos de que era objeto, y entregarse
ciegamente á la convicción serena de que el
hombre que se los brindaba era el másper-
fecto de los caballeros.
Las cualidades externas que, como aureol2.
de luz, rodeaban ante su vista la silueta de
ese hombre, el misterio en que' se envolvía
la histC'ria pasada de su vida', historia al pa·
UN' BAILE Y SUS REVELACIONES 201

recer llena de aventuras interesantes y que, á


sus ojos, se había cuidado de hacer aparecer
siempre como novelescas, cautivaban, sor-
pr~ndían el corazón incauto de la virgen.
y á la verdad que si hasta los más íntimos
de entre sus amigos, su padre mismo, se
habí1l;n ahorrado la tarea (oficiosa para los..
unos, dura, desilusionadora para el otro) de
descubrir á su vista el lado repulsivo é inno-
ble de esa historia y sus más escandalosos
detalles, no era de esperarse que la niña viera
claro en el asunto.
Su madre misma, engañada á su vez, por
los atractivos del pretendiente á la maRO de
su hija; débil por naturaleza, tímida ante la
autoridad y voluntad. de su esposo'; mujer en
fin, ante,s que madre, cerraba también en
esos instantes los ojos y, ante las seducciones
de un porvenir que ella imaginaba llerio de'
diChas, acallaba la voz secreta y fiel de sus
instintos maternales.
- j Será princesa y brillará en sociedad!
se decía para sí... ¿ Por qué qo"ha de ser feliz
también en 10 demás?
En casi todos aquellos grupos se celebraba
202 RASTAQUOUERE

ya, por otra parte, la probabilidad del futuro


enlace.
Los comentarios, de intención viva y mor-
daz, seguían su curso.
- i Dineropor titulo! -c;xclamaban algu-
nos: la partida es iguaL ..
- y ademáS" - añadían otros - el padre
acepta gustoso el trato: ¿ qué otra cosa pue-
de desearse ?
"Mas, si por acaso una que otra voz honra-
da (rarísima, por cierto, en aquella reunión)
solía levantarse para protestar en nombre del
bien, condenando en principio un sistema,
por fortuna poco común en las costumbres
del día, y en la buena sociedad - no faltaban
diez, veinte voces, para combatir los sanos y
nobles argumentos dictados por la concien-
cia y por la sensatez.
La conclusión era, por otra parte, evidente
y se imponía á la razón de los más quisqui-
llosos en puntos de humanitarismo y de mo-
ralidad social: el padre,.la madre, los· parien-
tes, los amigos íntimos aplaudían ;la supues...
ta v~~tima no sólo aceptaba el ponderado sa-
9rificio sino que desautorizaba cen su proce-
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 203

der el derecho de denominar así á la situa-


ción en que las circunstancias la iban á colo-
car. En otras palabras: Maria amaba al prín-
cipe ; era rica; era hermosa; se hallaba en la
flor de su' edad j el titulo y la corona de
princesa no podían menos que sentarl~ bien!
y pues se unía á ello la simpatía, la ~;anción.
de parte de qui¡;nes estaban naturalmente
llamados á velar por lo demás j justo, razo-
nable era que la niña recogiese el pago de sus
anhelos!
Una sola palabra suya, pues; y el negocio
quedaría terIllin'ado.
Las cosas se hallaban en este punto. Q.

Los que condenaban y c'ensur.aban más


acremente se limitaban á combatir los sen-
timientos' desmedidos, la ambición absurda
del hacendado - su afán por rodearse d~ un
círculo extranjero brillante - el exceso de
filosofía y tranquilidad con que había sufrido
serios desengaños, de los cuales se hacía por
todas partes materia de conversación.
Pero los hechos no pasaban °de allí, en ge-
neral.
RASTAQUOUi:.RE

Como no era posible que' permaneciese to-


da la noche aIJado de María, el príncipe Kan-
taski apartóse de ella, por fin, un momento.
Dejémosle solo y examinemos, entre tanto,
otra fisonomía del baile.
'. Entre los concurrentes más fieles al grupo
de la señora de la casa, fib'uran algunos ex-
tranjeros, muchos de ellos soi-disanl estadis-
tas ó viajeros, más ó menos conocidos.
Uno llama sobre todos la atención, pues
en esos momentos tiene la palabra y, al pa-
recer, desarrolla un tema que debe de inte-
resar á la opulenta americana dueña de casa,
halagando su amor propio, á juzgar por la
manera como lo escucha y la satisfacción
coaque corresponde á las palabras seducto-
ras de su interlocutor.
La persona observada es un hombre alto,
tlaco, vulgarote; de fisonomía. antipática, á
pesar de la corrección de s~s facciones.
Sus ojos, pequeños, de color entre verdoso
UN BAILE Y SUS RF;VELAClONES 205

y azulado, disimulan, al través de los vidrios


opacos y gruesos de sus lentes engarzados en
oro, una mirada que como el acento y actitud
del que habla, debede ser, también 1 melosa y
falsa.
Diserta sobre la América latina, y ~on tal
motivo, ensalza los adelantos de las capitales-
más l~otables de )lUestro continente; y ante
todo, naturalmente, la del país á qt:e perte-
nece, por nacimiento y por afecciones, su in-
terlocutora ...
Dos años de permanencia en el nuevo mun-
do le han farrliliarizado, al parecer, con" los
esplendores de aquellas :regiones privilegia-
das por la naturaleza "; con los usos y cos-
tumbres de "aquellas razas nobl~s, fieras y
progresistas"; de aquellas sociedades, en fin,
cultas, hospitalarias, francas, como pocas en
el mundo.
El ilustre viajero, el activo industrial y es-
critor qile tiene la palabra, ha recorrido, en
efecto, los países de Sud-América, detenién-
dose en cada uno de ellos y recogiendo, por
donde quieta, junto con las manifestaciones'
de simpatía de sus habitantes más respeta-
200 RA~TAQUOUE:RE

bies, grande acopio de datos estadísticos,


geográficos é históricos: notas que ha ido
recopilando y que, al regresar á su patria
(seis años antes, por lo menos de la ('poca en
que se desarrollan los hechos que se van ex-
hibiendo en esta exposición) ha publicado en
los periódicos europcws, bajo el título de
Apuntes de l'iaje.
Todo esto lo recuerda esa noche; de todo
~1l) habla á la esposa de su anfitrión, y para
todo encuentra nuevos conceptos que expre-
sen su admiración; nuevos epitetos que im-
porten un cariñoso recuerdo, una impresión
imperecedera de aquellos días" de feliz me-
pIoria para su vida de viajero".
i Rara coincidencia! ... Una de las personas
que forman parte del grupo donde se escu-
chan con muestras señaladas de complacen-
cia las palabras del extranjero (pues en ellas
vése un homenaje sincero y enorgullecedor,
tributado con espontaneidad á cada uno de
los países á que respectivamente pertenecen)
ha leido con interés (y los conserva como do-
cumentos curiosos) algunos de los artículos
de que se hace recuerdo; publicados, efecti-
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 'J07

vamente, en uno de los diarios más impor-


tantes de Paris.
Mientras ha hablado el viajero, los que se
encontraban más próximos no han podido
menos que notar en la fisonomía del oyente
de que se trata - y que, para decirle;> de una"
vez, no es otro que el bizarro D. Gerónimo,
nuestro amable .s;onocido - cierta expresión
de sorpresa, mezclada de impaciencia y de
enojo ....
- ¡Tiene V. mala memoria, señor mío!-
interrumpe de repente, con tono de firmeza
y como no 'pudiendo contenerse ya más el
jurisconsulto. La mía es más feliz, sin "duda
-agrega-y creo que no me engai}.ará en "esta
ocasión, "grata para mí, al darme oportunidad
de conoeer" personalmente al chocarrero y
torpe caricaturista de los hombres y las cosas
de América ...
Fácil será comprender el efecto producido
por tales palabras ...
La preseI)~ia de la señora dueña de casa;
la imperturbable sangre fría del que acaba de
pronunciarlas ; l~ confusión y la actitud em'-
barazada del interpelado, tienden sin embargo -
208 RASTAQUOUERE

á suavizar la escena que forzosamente habrá


de seguirse.
El incidente se termina allí mismo; pero no
cómicamente como ha empezado, sino con un
duelo, un duelo en regla, entrc el ilustre via-
jero europeo yel afamado jurisconsulto amc-
ricano ...
Un minuto más tarde, el hecho, por dClhás
grave, constituye el tema de todas las con-
v.ersaciones. Los hispano-americanos, á la
vez que felicitan á D. Gerónimo, se le ofrecen
todos de padrinos, pues recuerdan haber
oído también, por su parte, hablar de la serie
de articulejos humorísticos firmados por el
viajero en cuestión; articulejos en los cuales
se ha comentado de la manera más inverosí-
mil y absurda todo lo que al Nuevo Mundo
se refiere, y en los que la fantasía del articu-
lista ha creado descripciones sabrosas para
el paladar de los suyos; descripciones en las
cuales campean lindezas de todo género, ali-
ñadas con frases como estas: gentes primiti-
vas, pC!íses salvajes, costumbres 1'uines, negreros,
traficantes en carne humana, etc ..
. El lance queda concertado-allí mismo pocos
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 309

momentos después. Te~drá lugar á la maña-


na siguiente en el bosque de Boulogne, y
será á pistola.
D. Gerónimo está radiante de felicidad. Por
más que no haya tomado un arma en su vi-
da, . tiene, sin embargo, completa confianza
en s.u mano segura, y en su falta absoluta de
cosa que se par~zca ál miedo.
y ello es en efecto asÍ. A las claras se vé que
no ha de ser coraje lo que falte á nuestro' sim-
pático amigo, que en esos instantes se siente
realmente posesionado del' papel caballe-
resco que está'. .
llamado á desempeñar, y ca-
pá:1S no sólo de cruzarse. un par de bala.s en
defensa de la reputación de su patria, ofendi-
da por ún extranjero desleal, sino hasta de
batirse á· sable, áflorete, á cuchillo, i á lo que
quiera el cursi miserable! - agrega ...
Diez copas de champagne con los amigos
intimas y ... i que venga después la luz del
día! .'.
Lo hallará.1isto y resuelto ...
210 BASTAQUOUERE

Entre alegrías y charla,. música, ce~a y


baile, las convc:rsaciones comienzan de nue-
vo á girar sobre puntos variados.
Los temas principales vuelven poco á poco
á boca de todos; se organiza, el 'whist de los
diplomáticos en el salon lila; y, mientras ca-
da pareja da lugar á nuevos comentarios, jó-
venes, ancianos, damas - solteronas algu-
nas de., ellas y las cuales, según 'la expre-
sión de los mozalvetes, forman sexo aparte-
se confunden y bullen, como abejas en su
colmena; cruzando por los salones, aturdidos
aun por la ' algazara y los acordes de la or-
questa.
Unos bailan, otros cenan; quienes se com-
placen en observar, quienes en ser observa-
dos. D. Tadeo Sorralto prodiga rqsarios y
más rosarios, mientras su esposa se indigna
en silencio ante la vista de tanto tipo more-
no, 'busca á sus rubios pregilectos y se rodea
de ellos como de un circulo de satélites lumi-
UN BAILE Y SUS REVELACIONES 21I

nosos, en cuyo centrQ desea brillar con el ca-


rácter de astro de primera magnitud.
i y á fe que lo consigue Da Dorotea, pues
sus íntimos no la abandonan un segundo!
Así que la ven la persiguen, la asedian, le
piden ansiosamente su opinión soh>re el bai~
le del hacendado, repiten sus observaciones
y toman nota -de sus juicios, que.son como
faHos supremos ...
A las cuatro de la mañana siguiente el bai-
le continúa todavía, á pesar de que algunos
invitados se han despedido ya. Otros lo ha-
cen solo en esos momentos ó se retiran~silen­
cio·sa y furtivamente.
Los c~rruajes comienzan á avanzar por la
galería; los encargados del guarda-ropa, se
multiplican para distribuir los gabanes y
tapados que sin cesar se les van pidiendo, á
cambio de las fichas con números recibidas;
y, afuera, en la calle,·· los gritos de los laca-
yos qu~; separándose de sus colegas, aban-
donan el grupo en el cual han. permanecido
en curioso tropel, jaraneando y chacoteando
á su sabor, despiertan á los cocheros que
roncan encaramados sobre )os pescantes, ó
212 RASTAQUOUERE

encogidos en el fondo de los carruajes va-


cíos.
El rumor de los salones continúa poco á
poco apagándose, y los primeros albores de
la aurora empiezan ya á clarear, penetrando
en ellos por entre las rendijas de las ven-
tanas. Los cOncurrentes van desapareciendo
de m¡;í.s en más ... hasta que á las seis de la
mañana las salas, desnudas y desiertas, pre-
sentan un aspecto mudo y silencioso.
Una atmósfera tibia y pesada, impregna-
da de perfume de flores y de esencias, unida
al desorden y confusión de los muebles, y á
mil restos de tules y girones de encajes,
tarjetas de programas, cintas y emblemas
de cotillon, desparramados por el suelo, es
lo único que en ellas queda, como recuerdo,
del baile de D. Cándido !. ..
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE

(POR LA MAÑANA)

II OS cuadros que el bosque de Boulogne


ofrecía á sus concurrentes ha"bitua-
les, aquella mañana de otoño, .eran
hermos9s, llenos de fresco colorido y de de-
talles variados.
Numerosos· grupos de ginetes de ambos
sexos cruzaban por sus avenidas,· formando
alegres y bulliciosas cabalgatas.
El aire frío y sutil que azotaba los rostros
amoratádos de las jóvenes, hacía flotar al
viento las faldas de sus traje.s de amazonas,
salpicándolos, dc trecho en trecho, con man-
chas de espuma; que la agitacion de la carre-
ra hacía saltar del hocico de sus cabalgad u-
21 4 RASTAQUOUERE

ras, cuyos hijares, comprimidos, gemían y


humeaban.
Cerrados estaban todavía los kioscos y
cluilels y apenas si en uno que otro de ellos
divisábase ya al mozo matinal, preparado
con una servilleta al brazo para ofrecer á lcls
parejas que por un momento echaban pie á
tierra, el reconfortante que había de calen-
tar sus cuerpos, medio entumecidos por el
ai.re penetrante de la mañana.'
Transcurrieron algunos momentos. El cielo
comenzó á oscurecerse repentinamente.
Negras nubes que avanzaban en silencio
amenazaron convertirse ea copiosa lluvia.
¡Un chaparron!
Los ginetes sorprendidos, apresuraron el
paso para volver á la ciudad antes de que la
tormenta se desencadenase. Y el bosque
quedó desierto.
P~ro el agua duró solo algunos instantes,
durante los cuales cayó sobre el parque, em-
papando su verde césped y humedeciendo
las flores, los árboles y las embarcaciones
del lago.
El aluvión cesó, poco á poco, después; el
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 215

cielo se despejó y el paisaje se aclaró como


por encanto.
Una por una, como lágrimas, quedaron,
entonces, destilando las gotas que la lluvia
había dejado prendidas á las hojas de los ár-
boles.
j l;:lojas amarillentas, mecidas por la hel~~

da brisa del ci~rzo, que, á su vez iban ca-


yendo de las ramas, secas como sarmientos
de parTa L..
De repente oyéronse pasos cerca de uno
de los senderos que conducían á los alrede-
dores del P1"é Catelan, y cuatro hombres apa-
recieron, de' pronto, allí, como salidos repen-
tinamente de entre el 'ramaje ~cscarnado.
Todos ellos estaban, vestidos de negro; sus
paraguas chorreaban, y sUs piés veíanse cu-
biertos por el lodo del camino.
Llegados á un punto dado, detuviéronsc,
examinaron escrupulosamente los alrededo-
res y, 9atisfechos, al parecer, de su inspec-
cion, se aPrestaron como para aguardar á
alguien que aun faltase allí ...
En esos iTIome.ntos la atmósfera comenió
de nuevo á empañarse. El cielo se encapotó,
216 RASTAQUOUERE

repentinamente y una densa niebla se exten-


dió por todo el bosque.
Los árboles aparecieron entonces á la vista
como sepultados bajo un frio y hilmedo
manto de bruma que, ensanchándose más y
más, llegó á ocultar del todo los sitios más
lejanos. -
Casi al mismo tiempo, por el lado opuesto
á aquel de donde habían salido los cuatro
p(rsonajes de que se trata, s'urgieron otros
cuatro, vestidos igualmente de negro, y lle-
vando uno de ellos una gran caja envuelta en
estuche de marroquí. Detuviéronse como los
otros, saludáronse todos -cortésmente entre
sí, pero sin estrecharse las manos, y comen-
zaron, en seguida á disponer gravemente los
preliminares relativos al asunto que, sin
duda, les habia llevado allí. ..
El lector habrá adivinado ya quienes eran
los protagonistas de esta escena: los llama-
dos á figurar más tarde en ella en primer
término: D. Gerónimoy el chasqueado via-
jero ,de la víspera, que con sus padrinos y
sus médicos respectivos iba,n á 'entregar á su
coraje mutuo' y al azar de dos balas perdidas
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 217

la suerte de sus pellejos y la raí1:ón de su


querella.
Estipuladas de antemano las condiciones
del lance, y elegidos el sitio y las armas, sólo
restaba á los padrinos cumplir con las reglas
ordinarias del caso: medir la distan¡:ia, veri~
ficar.el estado de las pistolas, presidir á las
últimas formalidades y dar la señal de fuego.
D. Gerónimo y su adversario comenzaron
por tomar sus posiciones respectivas á trein-
ta pasos de distancia el uno del otro.
El abogado-cuyos padrinos eran dos caba-
lleros sud-americanos residentes desde largo
tiempo en .Paris, y far:p.iliarizados con los
deberes del delicado cargo que se les había
rogado' desempeñaf- estaba entusiasmado,
más que entusiasmado, casi ufano de verse
en trance semejante.
Su coraje no podía ponerse en duda.
Había ido al tel"renO con la conciencia de
que, al 'hacerlo, cümplíacon un deber caballe-
resco; y i nadie más caballero que el ilustre
jurisconsulto! Resuelto á no ·quedar en rid~­
culo y á arriesgarlo todo por nadar la menor
muestra de flaqueza ó de desconocimiento
2It:J RASTAQUOUERE

de las leyes de la hidalguía, se habría dejado


matar veinte veces antes que provocar ó
autorizar en esos momentos cualquiera ten-
tativa de reconciliación. - i He de meterle
una bala al impertinente! - habia dicho con
sincero desenfado la noche anterior delante
de varios amigos; y era seguro que haría en
la ocasión todo lo posible por cumplir con
tan .legítimo propósito.
Firme, pues, en su puesto, ni siquiera ha-
bía cuidado de abotonarse (como es de regla
hacerlo) hasta la barba, á fin de no presentar
blanco alguno al adversar~o.
Abierta, por el contrario, de par en par so-
bre el pecho su ancha levita, dejaba ver no
solo el cueUo de la camisa, sino también la
cadena del reloj, cruzada á lo ancho sobre su
embonpoint de vividor concienzudo. Sus pa-
drinos hicieron pres_ente este detalle.
El quiso rechazar la indicación; pero aqué··
110s insistieron, manifestando que lo correcto
era cumplir estrictamente con ¡as reglas es-
tablecidas.
El jurisconsulto se resigllÓ.
En cuanto á su adversario, acostumbrado
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 219

á esta clase de lances y conocedor, por tanto,


de sus leyes, había llenado rigurosamente
las condiciones estrictas, todo lo cual le des-
cubría ya á las claras como duelista de 1'aza.
Impávido, frío, su fisonomía y su actitud de-
notaban confianza absoluta; una especie de'
segu'ridad mal disimulada con respecto al
éxito que habríán de procurarle su· destreza
en el manejo del arma escogida por él mismo
y la falta total de práctica que dejaba traslu-
cir su contrarío.
Cuidando, pues, por su parte, de guardar
las precauciones má!: usuales':""-como p~rfilar
en absoluto el'cuerpo y . mantener lapi~tola
paralela.al rostro en el instante de" prepararse
á hacer fuego - el 'extranjero daba señales
manifiestas de superÍoridad sobre su ene-
migo,
Sonaron las tres palmadas de estilo, á cuyo
eco efe<i~uaron los duelistas los giros y movi-
mientos que tales señales indicaban; incli-
náronse á un tiempo las pistolas y ... dos de-
tonaciones secas .rasgaron el' aire ...
Ambos adversarios quedaron en pie.
El duelo había terminado ..
220 RASTAQUOUERE

Pero no contaban, sin duda, los padrinos


de los combatientes con la fogosidad de D.
GerÓnimo.
Al ver~e allí plantado, ile~, con la pistola
aun humeante en la mano; al divisar en
frente á su cbntrario, impasible también,
ileso seguramente; satisfecho más que nunca,
y como con aire de hombre que ha dado á
~~ro una lección, no pudo contener su impa-
ciencia y, lleno de coraje, dirigiéndose á los
padrinos:
- Señores - les dijo - pido que el lance
no se declare todavía terminado. Otra bala,
señores; exijo otra bala aun, yen condiciones
que hagan más serio este duelo. ¡ Batirse así,
sin recibir siquiera una raspadura! ¡ Vamos!
¡Dirían después que ha sido una simple farsa!
El efecto producido por estas palabras fué
deplorable. Los padrinos - como era de su
debér - protestaron enérgicamente ¡i una
sola voz.
El adversario de D. Gerónimo, colocado
en situación más que dificil, púsose pálido
!JI oirlo; frunció el ceño lleno de asombro, y
nada dijo, de pronto.
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 22I

Pero el jurisconsulto ho pensaba cejar un


ápice. Quería cruzar á toda costa otra bala,
so pena de considerar á su contrario como á
un cobarde, si no consentía, por su parte, en
intervenir en favor de la proposición formu-
lada.
El caso era grave. La solución no admitía
duda, sin embargo. Los padrinos se hallaban
eh su perfecto' derecho para no autorizar que
se llevase á cabo una acción contraria á las
condiciones establecidas de antemano para el
lance.
Por otra ·parte, no era posible pe,mitir
tampoco, que uno de los duelistas acusara de
cobardc·á un advers.ario que habia cumplido
estrictamente con su deber. ¿ Qué decidir?
Iban los padrinos á deliberar por segunda
vez, en presencia del incidente acaecido, cuan;
do adelantándose el combatiente retado, y de-
teniénooles con ademán enérgico :
- Permitid un momento - exclamó. El se-
ñor me solicita de nuevo y ~asi me juzga un
cobarde; pues bien, uno mi voz á la suya':
os suplico que os quedéis. Exijo, como él, .
olra bala,. pero á menor distancia; avan-
222 RASTAQUOUERE

zando hasta completar la de cinco pasos.


Esta indicación equivalía á" proponer un
mutuo asesinato. ¿ La hacía con sinceridad
su autor ó pretendía únici3;mente intimidar
con ella á su adversario?
Los padrinos vacilaron.
Todos los ojos se volvieron, entonces, ha-
cia n: GerÓnimo.
D. Gerónimo había dado un salto ...
- ¡Aceptado! - gritó en el acto - con jú-
bilo ...
Su enemigo se puso más pálido aun, como
si le hubiera tomado de imprevisto la bizarra"
resolución del rastaquouere ...
No había tiempo que perder.
Sin más deliberación, volviéronse á cargar
las pistolas; midióse la distancia de veinte
pasos; tomaron nuevamente sus posiciones
los duelistas; sonó la primera palmada; die-
ron éstos media vuelta sobre sus talones, y
avanzando el uno hacia el otro, con "el arma
en alto, llegaron al sitio fatal y ... dos detona-
cion~"ssimultáneas se oyeron 'por segunda
-'
vez ...
El retado cayó al suelo ...
E~ EL BOSQUE DE BOULOGNE 223

El tiro que D. Gerónimo disparara, cerran-


do los ojos en el momento de oprimir el gati-
llo, había dado de lleno á su adversario, hi~
riéndole gravemente en la pierna derecha, él.
la altura de la ingle 1. ..
.EN EL BOSQUE DE BOULOGNE

(POR LA TARDE)

H VANZABAelotoño. Las golondrinas ha-


bían huido á lejanas tierras en Qusca
de calor y de luz; el viento frío d,e la
estación, al arrancar las hojas de lbs árboles,
cubría con ellas los senderos amarillentos del
parque.
Pero si las aves dejaban ya de gorjear en
las selvas, las orquestas aturdían, en cambio,
.,
con sus ecos alegres los salones más hermo-
sos de Paris.
París es asi ; cuando su sollª-pguidece y se
torna pálido bajo el velo de 'nubes estivales¡
sus grandes palados se iluminan, sus teatros
abren sus puertas, y la población entera se
15
226 RASTAQUOUERE

re~ocija. París bulle entonces y brilla luciente


de claridad y de alegría.
Por dondequiera y á todas horas ~e ven
carruajes lujosos; se celebran espectáculos
variados, tales como exposiciones, car'reras
de caballos, COllcursos extraordinarios-,:er-
dad eros torneos de opulencia y de elegan-
cia.
Los viernes del HiPódromo subsisten todavía,
hasta que la apafición en el bosque de Bou-
logne del primer sombrero de felpa, que re-
vela algún capricho de la moda adoptada,
inaugura la nueva estación.
En la tarde del mismo ciia en que había te-
nido lugar el duelo de D. Gerónimo, el bcmque
se veía concurridísimo y ofrecía un golpe de
vista sobre manera animado.
Los más hermosos 'tiros, los personajes
más renombrados, las amazonas más at-re-
vidas, los jóvenes más elegantes par~cían ha-
berse dado cita allí.
En un lindo carruaje, ésmeradamente pl1;es-
to, arrastrado por soberbia pa!"eja de alaza-
nes dorados iban, entre otros, dos caballerOS,
a quienes no al~anzabaá eclipsar en suficien-
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 227

cia (al revés de lo que ordinariamente sucede)


el arrogante cochero que les conducía.
Uno de ellos era nuestro verboso attaché. El
otro debía de ser forzosamente extranjero,
europeo... ¿ inglés? ¿ griego? ¿ ruso? ¿ ita-
lia~o? j Dios lo sabía! De todo un poco, ~al
vez; porque se hallaba al corriente de cuanto
á esas nacionálidades se refería, citando in-
dÍstinta y constantemente palabras de sus
respectivos vocabularios.
¿ Era diplomático? Ello sin duda también,
porque llamaoa colega á su vecino; colega,
salpicado á -menudo con mon cher, olá. fellow
y mio ca1"O.
Miembros ambos de un club-de extranje-
ros, habían hecho un buen día amistad, y
mantenían, á la sazón, comercio mutuo de
ideas, de gustos y de pareceres.
Reclinados con real abandono sobre el res-
paldo .'pe los muelles cojines de la ligera y
esbelta victoria - " la más mona de la colo-
nia ", segun la expresión de su elegante
propietario - lo,s jóvenes mundanos se en-
tregaban al indescriptible placer de dejarse
llevar negligentemente, pasando revista obl~-
RASTAQUOUERE

gada á los conocidos que por la línea opuesta,


y en sentido contrario, iban desfilando.
Cruzadas las piernas sobre las r04illas,
vestidos con un traje caprichoso y original
debido á la última invención de Poole; suel-
tas al viento las solapas de sus gabanes
de media estación; calzados con botines de
brillantísimo charol; llevando en la mano
una flexible caña con puño de plata oxidada, y
utr habano entre los labios, aspiraban volup-
tuosamente el aire fresco de la tarde, que
acariciaba sus bigotes, furiosamente espeluz-
nados á la shah, y, mientras charlaban y ri-
soteaban, se revolvían en sus asientos, y sa-
ludaban aquí y acullá; observaban y se co-
municaban sus impresiones, que variaban
con los personajes que iban sucesivamente
moti vándolas al pasar ...
- i Guarda, querido, que allí viene la novia,
más v'lan que nunca!-observó de pronto en
idioma híbrido el atlaché - que era· el que
más había hablado;lo que le designaba á las
claras, y á la vista del público c,omo propie-
tariodel carruaje. Regarde IJ cómo flirtea I
. Y al decir estas palabras, inc1inóse hacia el
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 229

sitio indicado; encogió' un poco el pescuezo,


se estiró el cuello de la camisa y sonrió- así
como para dar más acentuado aspecto de es-
tudio á su impertinente y relamida catadu-
ra, que revelaba el trabajo paciente de lar-
ga~ horas pasadas delante del espejo.
Por la fila opuesta adelantábase, en efecto,
haciendo estáciones obligadas por la lenti-
tud de la marcha de los carruajes que lo
precedían, un pequeño vis-ti-vis, coqueta-
mente aparejado con dos tordillos hermosí-
simos.
En los asientos de atrás, iban el hacendado
y su esposa; en los de adelante María y su
hermana.
¡Siempre 10 mismo!... Saludos amables
para los conocidos que les sonreían;, una pa-
labra, lanzada al cruzar, para los amigos más
íntimos. Para sí mismos una reflexion sotto
voce, .<?casionada por el carruaje que acababa
de pasar; reflexión breve, generalmente ma-
liciosa, chistosa ó trivial-siempre alusiva.
El traje, un ep}sodio reciente de la vida'de
sociedad, 'una aventura, una anécdota cual,-
quiera: el tema era, de tO,dos modos, explo-
RASTAQUOUERE

tado por los que mutuamente se observa-


ban y se analizaban durante el silenciosO des-
file ...
i Cuánto compatriota en él! y, por lo mis-
mo i cuánta tela que cortar!: ..
El joven attaf;hé no perdía, por su parte,
el tiempo! i Qué lengua, Santo Dios l. .. i Pa-
recía que su propósito, al ir al bosque ese dia,
y buscar como acompañante, á un extran-
jero, hubiera sido el de dejarle convencido
de que, entre todos esos infelices compatrio-
tas que por allí iban desfilando: no había uno
solo que no fuera un personaje cómico, ó un
pillo, ó un imbécil l. ..
Yen cuanto á las costumbres é institucio-
nes sociales de su lejano país, y los de sus
vecinos de Sud-América, ¿ qué conjunto más
grotesco de ri.diculeces, ignorancias y nece-
dades?
i Si. ni siquiera existía por acá sentido co-
mún, ni criterio, ni civilización, ni nociones
rudimentarias de buen' gusto! Y por eso
estas nuestras infelices gentes se, iban al viejo
mundo á aprender, no bastá~doles toda una
vida para desasnarse de lo de su patria!
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE' 23 1

- i Mira á ese mam'Q,1-racho que allí avan-


za!. .. agregaba el joven. Pues ese es un po-
tentado de nuestras tierras.
- ¿ y aquella dama que sonrie á todos los
que pasan?
-¿ Esa? i pues esa tiene dineros; y más
que dineros, calabazas!
y así, por este tenor, iba poco á.poco afei-
tando á su turno á cada cual: al millonario
que conducía el Fom' in hand y de quien co-
nocía alguna historia agria, en la cual en-
traba, como personaje protagonista, cualquie-
ra de las cortesanas más renombrada~ .. Salía
á luz el cuento, y el comentario qu~.1e se-
guía .. Continuaba después con' el que venía
más atrás, y del cúal también conocía algún
chascarrillo; ese era un jugador de nota,~que
se arruinaba por hacer frente en un ·club de
moda á adversarios de mayor importanci::.J,
y, cowo le era preciso salvar el honor, el pa-
ladín en cuestión tiraba el oro á manos lle-
nas, y obtenía por recompensa el insigne
honor de ser palmeado en' el hombro por: el
príncipe Kantaski y oirse llamar mon cher
por hidalgos y nobles titulé.!-dos de gran valía:
23 2 RASTAQUOUERE

El atlaché, como aquejado por algún mal


de lengua, no se detenía un' punto en su
charla, y narraba mil historias, derrochando
su maledicencia á borbotones.
Todos habían sido ya recorridos; á todos
había saludado; para cada uno había tenido
una reflexión malévola, y en el curso del des-
file había alcanzado la imponderable satisfac-
ción de dar á conocer un mundo de miserias
iiíteresantes y, al parecer, hasta entonces ig-
noradas por su compañero de paseo ...
¡Imbécil! i Quien hubiera podido llegar
hasta él para deslizarle al oído el apodo mere-
cido por su torpe y miserable charlatanería!
¿ No comprendía el murmurador que,
mientras murmuraba y vilipendiaba, la in-
munda saliva que creía arrojar sobre aque-
llos á quienes ponía en ridículo, caíale sobre
el rostro, vuelta por el viento?
¿ Cómo esperar que quien le escuchaba
. sonriendo con sarcástica malicia, le estimara
y considerara por honrado y superior, si
eran los deshonrados y escarnec:idos los pro-
piossuyos, sus iguales, los _.de su patria, de
su sangre y de sus hábitos?
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 2JJ

i Pero ello es por desgracia siempre así!


i Parece condición fatal de nuestra raza esto
de devorarnos entre nosotros mismos en el
extranjero y denigramos mutuamente á los
ojos de quienes están allí para juzgarnos y
tomar nota de cuanto les declaramos!. ..
Volvió á aparecer el carruaje del hacen-
dado.
- ¿ Sabes, querido-continuó el insoporta-
ble parlanchín -que ha llamado la atención
que los periódicos de Paris n'aienl pas soufllé
mot sobre el baile de D. Cándido?
- Así se ha observado - replicó el otro.
- i Valiente chasco, á fe mía! Parece como
que el bueno del parvenu había sonado con la
esperanza de conmover á la prensa entera
con su famosa fiesta.
- Pero, ¿estás seguro de que ninguno de
los diarios ha dado cuenta de ella?
- Se~.uro, como que aquella que allí se
acerca es Blanca L. ..
- Y, á propósito de nuestra.Blanca: es fa-
ma que ses ajjaires andan mal.
- ¿ Quién es ah'ora el favorecido?
- A juzgar por lo que afjrman los más
RASTAQUOU ERE

impuestos, debe creerse que hay torneo


caballeresco entre A y X, ambos fuertes en
la lid.
y aquí entraron los jóvenes en detalles ín-.
timos sobre la vida pública de la elegante
cortesana, detalles perfectamente conocidos
por ellos.
A medida que hablaban, y á fuer de versa-
dos en los asuntos sobre .que discurrían,
saludaban á las Claris que iban pasando, y
gozaban con que el público todo pudiera dar
fe de que eran hombres conocidos en la so-
ciedad de la haute noee - como la llamaba el
Gil Bias, en su crónica diaria. Una por una
iban desfilando así, ante sus ojos: Fanny G ...
siempre fresca y graciosa; Jeanne H... acom-
pañarla de Laura Ch ... cuyos carruajes ri-
valizaban con los de la casa de Rotschild
y cuyo espléndido palacio de la avenida de
X podría ambicionar un Nabab.
Ellos no las trataban; pero estaban ya en
vías de ser presentados y, por otra parte,
dados los merecimientos que poco á poco iba
creándoles su género de, vida, y previa la
rara fortuna de que se les hubiera ya mirado
EN EL DOSQUE DE BOULOGNE 235

significativamente al pasar, el momento psi-


cológico no podía hallarse distante.
y pasando de la gente de vida ligera á la
del gran mundo i cuánto nombre conocido
que el extranjero se complacía, á su vez, en
repetir al joven americano!
Desfilaban por allí en brillante sucesión:
la condesa Potoka, la vizcondesa de ·Clerval,
la baronesa Decazes, la princesa Poniatoska
con su hija, la baronesa de Neuforge, la mar-
quesa de Galliffet, la condesa de Saint-Roman,
la de la Rochefoucauld, la marquesa Grouchy,
Mm. de Rojano, la princesa de· Ruspoli, .Mm.
Bischoffshein, la baronesa de Gunzbourg,
miss Clery T., todas ellas de regreso ya de
sus excursiones veraniegas.
La sola vista de las coronas ducales y con-
dales, microscópicamente dibujadas sobre
las portezuelas de los carruajes, parecía pa-
•.
ralizar de-. emoción al atlaché ...
De la colonia americana iban nuevamente
apareciendo;como en la procesi~n pintoresca
de las figuras mecánicas del reloj de la Cate- .
dral de Estrasburgo, uno por uno los asis-
tentes al baile del hacendado. De los menos
RASTAQUOUERE

se hablaba bien, de los más se hablaba mal.


Este era un vividor arruinado que gastaba
íntegro su sueldo en darse corte, y para po-
der estar en todo - sin dejar traslucir su
miseria - se servía á sí mismo en su casa;
lustraba sus-botas y se hacia la cama en su
cuarto redondo de un quinto piso. Como le
era preciso, sin embargo, hacer buena figura
ante el público, se acepillaba, se esmeraba y
se ingeniaba tanto que, mal que mal, concluía
por aparecer, al fin, correcto y bien afeitado;
arrastraba carruaje, comía en el club y vivía
la vida de Paris.

Arrellenado con adorable desparpajo en su


elegante victoria de color verde-botella, sur-
gió de repente - como una aparición fantás-
tica-llenando más espacio aun del que su ro-
busto cuerpo necesitaba, el mimado de la
suerte, el heróico paladín de~ día, más reju-
venecido, más alegre aun."qlle de costumbre,
¡D. Gerónimo L..
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 237

Todos se inclinaron y 'sonriéronle al pa-


sar: todos volvieron la cara con curiosidad,
para mirarle y exclamar i allí va !
El ilustre jurisconsulto produjo verdadera
sensación. Todos querían verle: todos que-
rían lanzarle palabras amables, de un carrua-
je al otro j felicitarlo por su bizarro compor-
tamiento en ellar1ce de honor, cuyo resultado
era ya generalmente conocido.
D. Gerónimo devolvía con entusiasmo son-
risas y manifestaciones, y se veía obligado á
rechazar el sinnúmero de convites que de
impl'Omptu se· le dirigían j ya' a comer o esa
tarde, ya á almorz.lr al día siguiente. Cada llno
deseaba oír de su propia boca la relación
detallada de las peripecias del duelo, sobre
el cual corrían versiones distintas j pero to-
das conformes en un punto j el coraje á toda
prueba demostrado por el americano ...
D. Ger.9nimo se perdió de vista, al fin, en
el desfile, y continuaron apareciendo otros
personajes.
RASTÁQUOUERE

- ¿ Quiénes son aquellos que allá avanzan


y que gastan.facha y habanos de Part~'gas?­
preguntó el acompañante del aUaché.
- Esos son recién llegados - contestó el
interrogado-y, según parece, comisionados,
-que el gobierno de nuestro país envía para
estudiar en Europa diversos ramos impor-
tantes.
- Yesos á quiénes saludan en estos mo-
mentos y que toman colocación en la opuesta
fila, ¿ de adónde ... ienen ?
- También de por alla. Son igualmente
comisionados.
- ¡Cómo... ! ¿ todos ellos? i Hombre, si
van cinco en el landeau!
- i Pues los cinco! ¿ Y qué?
- Simplemente que yo tenía entendido
que ...
- ¿ Que para comisionádos, con uno so-
bra O? i Pues valiente verdad! i Ve á decírsela
oá quienes los envían, y oirás 10 que te repli-
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 239

can... ¡Comisionados! i pues si ese es el


fuerte de nuestra tierra, hijo! comisionados
llueven aunque las comisiones falten.
El país necesita ilusl1-a1'se y es fuerza que
lo que por allá no se enseña vengan á apren-
dérselo ellos por acá. Y, ya lo ves: agricul-.·
tura, artes, ciencias, administración, ¡todo
se estudia fácilmente en Paris ! Y por eso los
com"isionados no quieren abandonar la ciudad
por un instante.
Y tienen razón. El bosque. (en donde se
pasean la mitad del dial abunda en árboles
yen parques;'¿ qué mejor escueta, pues, para
ilustrar sus ideas en puntos de ciencia agro-
nómica? Los teatros, adonde constántemente
.se les ve (el Eden, sobre todo) poseen entre
sus actrices, y especialmente entre sus baila-
rinas, bellezas esculturales de primer orden,
y la mise en scene suele ser de un efecto artís-
.tico mar~villoso.
¿ Adónde mayor caqJ.po, en consecuencia,
para obtener' conocimientos profundos en
materia de estatuaria y de pintura?
Y, por fin, la vida misma de Paris, la exis-
tencia sola y la parte natural, que habrá de
RASTAQUoutRE

tomarse en las intrigas y capricho!' del mun-


do que se agita en su centro cosmopolita,
¿ acaso no bastan por sí para enseñar la más
importante de las ciencias, la ciencia del vivir,
el savoir vivre, tan preciado y provechoso?
Por lo dem¡is, las cuestiones de adminis-
tración y Qe gobierno las aprenderán prácti-
ca y fácilmente los comi¡:;ionados en sus
relaciones, más ó menos í~timas, con los
-directores de los teatros y de los Clubs. Di-
cen que el sin~úmero de secciones que cons-
tituye el solo manejo de la grande Opera, es
ya de por sí un modelo de engranaje adminis-
trativo, complicado y sabiamente constituido,
digno, por tanto, de observarse é imitarse.
y esto dicho, dejemos á los comisionados
en paz ...
El carruaj~ de la familia de Talagante ap~­
reció por cuarta vez en fila. Por cuarta vea
dió materia á nuevas reflexiones.
- Y, al fin - preguntó el joven extranjero
que, por lo visto, ejercía constantemente el
oficio de preguntón - ¿ cuándo se caSan es-
tos? Porque, la cosa p~ec<; arreglada, ¿ no es
verdad?
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 241

- A lo menos así' se' asegura, replicó su


vecino. Dicen, sin embargo, que el noble y
opulento tio Kariatanski nada dará al sobrino
para gastos de boda. Pero es de suponerse
que el asunto haya quedado definitivamente
arr~glado, porque ya ~adie abriga'la menQr
duda sobre el consentimiento del hacendado.
- La dote es' soberbia, al parecer: ..
- Tres millones de francos ... i una guin-
da!
- ¿Y se quedarán los nov!os viviendo en
Paris?
.....:.. Es de _suponerlo también. Natural pare-
9

ce que el príncipe no acepte el trato sin esas


condiciones ... Es pr~ciso que nos convenza-
mos mon cher de que, hoy por hoy, suele
darse tal importancia á esto de un título, que
no es natural suponer que aquel á quien se le
viene á las manos, no haga cuanto humana-
mente p'ueda para apresarlo bien, una vez
que le tenga asegurado.
- Pues á" mi me parecia q,ue lo del dinero
es y ha sido siempre entre ustedes los ameri:
canos la cuestión má!) importante - replicó
el extranjero.
IR
RASTAQUOUERE

- Sin duda, pero una vez que el dinero !'e


posee y se posee en cantidad exhorbitante,
no ba~ta ya el dinero. Se viene á estos mun-
dos y se busca algo más: un titulo para una
hija llega á pedir de boca .. '. pues, aunque ~r
allá nadie se euide de él... es sumamente chic
poder exhibirlo aquí.
- ¿ De modo que es caso terminado?
- O que lo será antes de ,muchos dias, si
'he de atenerme.á mis informaciones sobre la
materia - concluyó el atlaché...
La victoria de los elegant~s dió una vu~lta
más, llegó al extremo d~ la avenida de las
Acacias, torció á la derecha p.or el sen der.o
que conduce á la salida del b.osque, y pasan-o
d.o, ligera C;.om.o un celaje, p.or frente á la reja
que abre la entrada á la espaci.osa avenida del
bosque de B.oul.ogne, salvó en un.os' cuanto~
segund.os su larga extensión. V.olvió á t.orcer
p.or un costad.o del Arc.o de Triunf.o y, en-
trand.o de llen.o p.or l.os Camp.os Elise.os, se
perdió á 1.0 lejo~, en dirección á la plaza de la
C.onc.ordia, entre una multituq de carruajes
que en sentid.o c.ontrari.o se cruzaban, 'rodan-
d.o s.obre el suave paviment.o de madera, c.on
EN EL BOSQUE DE BOULOGNE 243

ese rumor sordo y continuado, que á la dis-


tancia se parece al mujido del mar cuando
se le escucha desde el fondo de una bóveda
subterránea!. ..
AL ALTAR

D os meses han pasado. •


La mañana de aquel día amanece
hermosa.
En la casa de la novia todo es alegría y
movimiento; puertas que se cie~ran, cama-
reras que cruzan, peluqueros, costureras,
floristas que entran y salen-contentas y con
la sonrisa en los labios.
En los salones del piso principal del pala-
cio, convertido en exposición de lencería, ó
en vistQs.o escaparate de tienda de boulevard,
se exhiben el tmusseau y la corbeille de la no-
via, según la moda francesa ...
Todos los visi~antes que van llegando sé
ven obligados, así, á ir á depositar su grano
de mirra en aquel vasto incensario, prepa-
RASTAQUOUERE

rado ad hoc por la vanidad de los dueños de


casa.
Los objetos más íntimos, las prendas de
vestir más ocultas, los artificios de toilette
más privados quedan expuestos allí, sin re-
serva, ante las miradas sutiles de los hom-
bres, que van á juzgarlos no tanto por la
suma de oro que su costo material repre-
sente, como por los motivos de observacion
'picante, de alegre cuchicheo, de malicia re-
tozona que la vista de la tal exposición les
sugiera, por inevitable asociación de ideas ...
Las señoras, por el co~trario, admiran de
buena fe la riqueza de los bordados, la cali-
dad de los encajes, el primor de las sedas y
batistas - de todo lo cual se ha remitido, por
consejos gelfournissew", una lista completa á
los diarios de Paris, para que sea pomposa-
mente publicada en ellos.
Desde la víspera todo ha sido preparado.
El feliz padre de la futura desposada se mul-
tiplica y afana, pues quiere que la ceremonia
del'matrimonio de su hija se. señale por un
aparato que llame la ateación en la ciudad
entera ...
AL ALTAR 2~í

j Al fin, al fin, van iÍ convertirse en palpa-

ble realidad sus ensueños, tantas veces aca-


riciados !... j La heredera de Sil nombre mo-
desto, aunque honorable, va á trocarlo por el
lustre de un blasón retumbante y por largo
tie~po apetecido!... j Feliz mortal aquel q~e
en algún día, no lejano, ha de poder titu-
larse antecesor de tantos vástagos flaman-
tes, legítimamente refinados, por amalgama
y fundición, en eli::risol d~ una boda!
y el buen padre, satisfecho, se frota las
manos sonriendo de placer ...
Sólo la madre está triste y; como á.pesar
suyo, suspira' por momentos, mientras. con
mano temblorosa prende el velo de alen~on
sobre los cabellos de la niña.
j Nadie, sino ella, ha de concluir el atavío!

La última flor de azahar, el último alfiler han:


de ser colocados por su mano. j Ay! j quién
sabe si •.,también, por última vez le será per-
mitida tal satisfacción!
Su hija partirá después de.la ceremonia,
lejos, muy lejos de Paris; de modo que los
viejos abandonarán, á su vez, la capital poco .
más tarde, con el resto de su desmembrada
familia, para emprender, al fin, los tantas
veces suspendidos viajes por otras regiones
del continente.
El cuarto en que se alista á la joven hállase
en desórden completo: trajes, flores, cintas,
guantes, fras~ destapados, pomos, broches.
almohadillas, tules ... i UD mundo de objetos
desparramados sobre los muebles! Y, sin em-
bargo, todo es útil, todo es . necesario para
terminar cumplidamente el tocado virginal.
i Las once suenan ya : se acerca la hora!. ..
Pronto, i aquella blonda! i otro alfiler!...
i un tul!. .. ya está ... y ahora i la corona!
Las camareras se predpitan sobre los ob-
jetos pedidos, casi arrebatándoselos, y se
apresuran á presentarlos á su ama, que los
va recibiendo y colocando según las necesi-
dades del atavío que avanza.
i Qué bella está la novia! i Cuánto le sien-
tan Jos azahares y el velo de blanquísimos
encajes!... i Cuán dulce es su mirada, donde
se retratan la emoción y el temor! ¡Cómo
cuadran á la frescura de su rostro las diáfa-
nas blondas de su traje del~cacio !
i Las once otra vez! ... El reloj de repetición
AL ALTAR 249
de la alcoba parece querer advertir que la
hora fijada para la ceremonia pasa ya.
El carruaje se anuncia en el portal...
i Está lista!... i A la iglesia!. ..
y mientras los criados - que desde hace
una hora aguardan en laante~amara, impa-
cientes de cUI'iosidad - se coloc'a:n en dos
filas para ver pasar á la que pronto_ será des-
posada, traése el ramo nupcial, que la niña
recibe con embarazo. Envuelto en rico pa-
ñuelo de encajes, revela el gusto delicado y
la esmerada elección del novio.
CTuza, por fin, la sala, en donde recibe
v _ los

cumplidos de -indiferentes y amigos, y m.ien-


tras los. criados le sonríen sin' atreverse á
traducir en alta voz sus sentimientos, baja
las gradas -de la escalera y, acompañada
siempre por su madre, seguida por dos pe-
queñuelos que alzan los ampIlos pliegues de
su maj.~stuosó traje de novia, llega hasta el
carruaje; toma colocación en él con los suyos
y, á una señal, parten liger9,s los caballos,
azotados por la mano vigorosa del cochero
de la casa ...
ECOS DE LA PRENSA

g ALÓN en el palacio de D. Cándido.


La escena tiene lugar á la mañana
siguiente de la boda.
Se trata de saber qué idea" tiene Pacis de
la ceremonia de la víspera.
Solo dos periódic?s dan cuenta~ en sus sec-
ciones más leídas, del matrimonio opulento.
La concurrencia ha sido, al parecer, 'nume-
rosa. Las toi/eites espléndidas, especialmente
la de la novia que, minuciosamente descrita
por el gacetillero francés, queda calificada en
conjunto como une petite me¡·veille.
La iglesia"ha estado decor~aa fastuosamen-
te. Por lo dem~s: muchas flores, muchas
luces, excelente música. Asistencia brillante ..
Ceremonía severa, pomposa.
RASTAQUOUERE

Estos son, poco más ó menos, los términos


empleados para dar cuenta de la boda del
joven príncipe Kantaski con la bellísima
criolla.
La hermana suspira. El hermano aplaude.
En ese mism.o instante aparece en el salón,
donde se haJlan éstos reunidos, un compa-
triota, amigo íntimo de la casa. Trae un pe-
riódico en la mano.
'.- y bien, ¿ han leído ustedes? - pregunta.
- i Admirable descripción ! - contesta
enajenado el hacendado. Preciso será que yo
recompense á ese cronista.
El recién llegado se turba.
- Perdone Vd - interrumpe - pero ese
cronista ... soy yo ...
- Cómo .. : ¡Usted!
- He creído de mi deber - como amigo y
como compatriota-hacer á ustedes, esta pe-
que~a manifestación, seguro de que no la to-
. marían á maL ..
Un silencio, seguido de dos ó tres frases
oblig~das de agradecimiento de parte de los
dueños de casa, acogen esta§ paolabras ...
El artículo no tiene ya, sin duda, el mismo
ECOS DE LA PRENSA 253
mérito para D. Cándido~ i Él, que lo ha crei-
do espontáneo, original, nacido del entusias-
mo y admiración de algún reporter francés,
maravillado por la fiesta l. ..
Pero, en fin, aun es muy temprano; los
perjódicos de Paris son numerosos: Preci?o
es enviar por ~tros.
El visitante se despide.
D. Cándido le acompaña, renegando entre
dientes, hasta la puerta; vuelve á su saloncito
de recepción, toca el timbre y un criado apa-
rece.
- Cómp'reme Vd. un numero de cae a uno
de los periódicos de la mañana - exclama -
¡y que' vengan prop.to!
El criado vacila un instante, pero se retira
después, haciendo una inclinación de ca-
beza.
Media hora más tarde, D. Cándido y sus
hijos esparcen y despliegan sobre las mesas,
unos trás ~e otros, una multitud enorme de
diarios, de todos los tipos y. d'e todas las opi-
niones.
- Veamos si estos hablan sobre el matri~
monio - observa la joven Elena.
RASTAQUOUERE

- El Gil BIas primero: sí, en efecto; allí


hay algo; en la gacetilla.
Luciano conoce el estilo; L'ami F,.ilz, ... Eso
quiere decir: el príncipe Kantaski ... Y en-
tonces lee en alta voz lo siguiente:
L'ami Fritz ~serta hier le monde de la hau-
te noce, ses pompes el ses reuvres,pour devenir
l'heureux éPoux d'une millonaire. Depuis que les
fian~ailles onl été célébrées, ['ami Fritz n'a plus
ét¿ ce pourri de chic que tout le monde connais-
sail; il sent de loin le raslaquouere ....
- j Qué chuscos son estos parisienses !. ..
y al decir estas palabras, dibújase en la ca-
ra de D. Cándido una sonrisa adolorida, se-
mejante á esas expresiones heróicas de sere-
nidaq obligada que exhiben, por fuerza, los
muchachos á quienes se pellizca cruelmente,
jugueteando con ellos, con el propósito de
explotar su amor propio infantil, bajo pretex-
to de poner á prueba su coraje ....
Pero he aquí otro importante diario de la
mañana: L'Événement. Es imposible que deje
de traer algo... j Sí! sí... j Un articulo de
fonde)! Lleva 'por título: M'friages riches. j Y
tiene unacolumna entera! y está firmado
ECOS DE LA PRENSA

con el seudónimo de uno de sus más distin-


guidos redactores!.. i A leerlo! Debe de ser
interesantísimo!
- Vamos á ver, Luciano; tú que lees tan
bien el francés, empieza, muchacho ... - dice
D. Cándido, frotándose las manos de placer,
Y'Luciano lee en alta voz:

MATRIMONIOS DESLAYADOS

" Un matrimonio curioso se ha celebrado


ayer en Pa~is. - Cierto flamante príncipe
polaco y una Pepa auté I1 tica (I) de la Xméri-
ca del Sur, han unido sus suert~s con tazos
indisolubles.
" A este propósito haremos algunas refle-

(1) Pepa era el nombre de la heroina ele cierta comedia


representada dos años ha en paris, en pleno Teatro Francés,
y en la cfrlll se caricaturaba el tipo de una joven sud-ame-
ricana, junto con el de su padre; un hacendado de Tierras
Calientes (¿ Tierra del Fuego?) ~ per~qnaje grotesco, que
durante toda una temporada quedó' encargado de dar ,á
conocer á los Parisienses al tipo ridículo que ellos han
imaginado como indispensa,ble para retratar á todos nues-
tros viajeros de la Américil latina, si~ distinción de clases.'
RASTAQUOUERE

xiones. Es deplorable que por medio de pro-


ceder semejante se fomente en" Europa la
invasión de esos extranjeros cubiertos"de oro,
á quienes Paris da hospitalidad con júbilo
por el dinero "que gastan; pero sin considerar
que, con su fausto y sus dollars nos traen
ellos su sangre bastarda y susgustos gro-
tescos.
"Acostumbrados estamos, en efecto, á ver
Hegar todos los dias, del nuevo mundo; á
una multitud de señoritas cubanas, chilenas,
venezolanas, argentinas, bolivianas, que, al
emigrar desde tan lejos, vienen con el propó-
sito de comprarse aquí mi marido de título y
de 1"enombre...
" Su reputación de mujeres de fortuIWl las
" ~

precede. Se "las ve ricas; de modo que no pa-


sa mucho tiempo' sin que se las considere,
también, bellp.s, y en ocasiones "\leten serlo en.
verdad. Sus papás dan fiestas brillantes en
soberbios hoteles, amueblados por tapiceros
de tres al cuarto, que se hacen pagar en un
solo :aposento el valor del mo~iliario·entero
que proporciona.n. Y cQII!-0 ~ gogo nada dice,
SU silencio, Ó su manera-.'ide tomar la burla,
ecos DE LA PRENSA

hacen que sus aduladores le clasifiquen en-


tre los primeros persomijes del siglo: sobre
todo cuando en las tertulias, en las comidas
ó en los bailes dados por él, las bandejas y el
buffet se hallán suntuosamente servidos.
" La muchedumbre se precipita e~tonces;
los hambrientos comen por ocho día,s, y los-
elegantes que viven en una buhardilla, á fin
de hacer economías para poder pagar una
cuota á su sastre, se llenan los bolsillos de
cigarros de marca superior.
" Naturalmente esto se sabe. El rumor cir-
cula con rapidez; basta qu~ el noble ,·asta-
quoue1"e tenga -el buen gusto ó la buena foí'tu-
na de ser el primero en presentar t;n sus sa-
lones á algún acróbata,_ algún prestidigitador,
ó alguna a~tista de pacotilla para que el " to-
do París" entre en la a ventura; se precipite á
la mansión hospitalaria, se atropelle, pisán-
dose los pies en el vestíbulo; y después.- d
haber tOfQ~do por asalto el buffet, mariposee
en torno de la joven casadera (la demoiselle a
marier) á quien no queda, ei1ton~es, otra mo-
lestia que la de la el~cción.
" No basta, á nuestro juicio, ver y conocel

RASTAQUOUERE

el exterior de esas vidas fastuosas, donde


brilla el oro por todas partes, al punto de fa-
tigar la vista. Lo que seria preciso poner en
claro es cl interior de la vida misma, las cos-
tumbres,el pasado de esos rastaqwme,"es.
"Enriquecidos por medio del agiotaje, ó por
medio de un-manejo cualquiera, á cuyo éxito
contribuyen generalmente las cuchilladas y
los tiros de rewolver, nadie se ocupa, sin em--
bargo, en París, al recibir los billetes de ban-
co que esas "gentes desparraman, de averi-
guar si provienen ellos del comercio de nc-
gros ó del de blancos.
" Las sandeces de semejantes extranjeros
pasan por rasgos de ingenio, que cierta pren-
sa diaria de nuestra capital aprecia, comenta
y divulga, merced á un pago exhorbitantc
laxado á tanto la línea.
" El en avant·la musique! .. (1).
D. Cándido - que ha escuchado la lectura
con el rubor de la ira y de la indignación rc-

(1) Conservamos, original, un articulo semejante al que


tr.anscribimos, yen el cual hállanse textuales todos los con-
ceptos que atribuimos al periódico de nuestra ficción, con
escepción de los que contiene e1 primer párrafo.
ECOS DE LA PRENSA

tratado en el semblante-al oir estas últimas


palabras no puede contenerse más, y arreba-
tando, con un movimiento brusco, el diario
de manos de su hijo, le destroza furiosa-
mente.
Sus amigos le ocultan á perpetuidad el
artículo transcrito.
Pót otra parte, él no debe de tener, tampo-
co, interés en démostrar que lo ha leído, pues
jamás se le oye referirse en sus conversacio-
nes á la prensa de París ...
VIAJE

€ L hogar de D. Cándido había quedado


medio vacío. El dormitorio de María,
como esos aposentos solitarios de los
palacios deshabitados, frío, silencioso, desnu-
do: con sus paredes elevadas y el cuadro re-
gular de. sus puertas doradas, parecía un
marco suntuoso despojado de la preciosa tela
que le diera vida y valor, una jaula de oro
sin el ruiseñor que le habitara,. alegrándola
con sus cantos.
i Ya no se veía en el interior ese sinnúmero
de objet6s' delicados que le comunicaban alma
y calor, convirtiendo la linda habitación en
un mundo pequeño de luz y movimiento, de
armonía y de perfumes!
RASTAQUOUERE

Los padres de la niña, á pesar suyo, se


sentían tristes y abatidos. Un inmenso vacío
parecía haberse producido en su alrededor.
La hermana mayor encontrábase, también,
como abandonada. Ya no habia á su lado
quien compartiera con ella sus alegrías. ¡Todo
parecía tan mustio sin la presencia de María!
Paris estaba triste.
Avanzaba la estación de invierno y la nie-
ve, que caía ya en gruesos copos, cubría. con
'su manto de plata á la ciudad entera, envol-
viéndola como en una alba mortaja.
Se acercaba, pues, el momento de salir de
París, y de realizar el p~oyectado viaje por
el continente europeo.
El itinerario estaba de antemano fijado, y
seguirle rigurosamente era el propósito de
los viajeros, que determinaron, por fin, un
día, la fecha de la partida.
Luciano no se reuniría á ellos. La Europa
entera era para él... Paris.
Y por eso habia ro~do á sus padres que
le eximieran de acompañarles. Reflexiones,
pro.mesas, quejas; nada habiaQ. valido. El hijo
mimado había triunfado;..de modo que la fa-
VIAJE

milia partiría sola, dejándóle á él feliz y


dueño de su ansiada)ib(}rtad.
Desde ese momento podría entregarse del
todo á los placeres que el dinero, prodigado á
manos llenas, habría de procurarle; enterrán-
dole en ellos, hasta hacerle perderse de vista
en el torbellino de la gran ciudad. .
Mi~ntras tanto, el hacendado y sü esposa
proponíanse aprovechar bien del tiempo. En-
tre-sus proyectos más halagadores figuraba
el de un viaje por España, con el objeto prin-
cipal, y ya citado, de visitar el antiguo seño-
río de Palma-Carrillo, cuyos títulos extravia-
dos, intentaban descubrir en· alguno qe los
archivos más renombrados de los pueblo~ del
Vascuen~e.
y esta idea, acaricíada por mucho tiempo,
obligábales á apresurar su excursión por el
norte, con el fin de quedar en situación de·
dedicar á la patria de sus antepasados todo
..
el tiempo de que habr.ían menester. Ello era
por entonces punto tanto más importante,
cuanto que la alianza con .Kant.~ski hacía con-
veniente la exhibición - algo póstuma y no
ya tan oportuna, sin duda, pero no por ello
RASTAQUOUERE

menos interesante y enorgullecedora, - de


los pergaminos empolvados.

Cannes, Niia, San Remo y todo el lit~ral


que baña el Mediterráneo quedan recorridos
por los viajeros en pocas semanas, durante
Ja.s cuales, hallan, sin embargo, el tiempo
suficiente para visitar un blindado en Ville-
franche, derretirse tres horas en el cabo de
Antibes, comprar un álbum en Monaco; de-
tenerse en Monte-Carlo 'para perder cinco
veces en la roulelte y escandalizarse ciento
en el Cafo de Paris.
Al pasar por frente á Roquebrune, cruzan-
do entre Monte-Carlo y Mentone, O. Cán-
dido, o" Emilia y Elena creen reconocer
en .una coqueta victo1"ia descubierta -que,
arrastrada por dos valientes alazane~, se des-
liza rápidamente, caracoleando por el camin?
de l~ Corniche -la figura rozagante del com-
patriota O. GerÓnimo. ¡El ~s, en efecto; él en
VIAJE

persona con sus cachetes frescos y recién


afeitados! Pero i oh ~$cándalo!. ..
Apoyado en el respaldo va radioso, alegre,
encosmeticado, limpio, hecho un girasol, en
compañía de una rubia vivaracha y jugue-
tona que, como él, respira el aire puro y sa-
lino de las brisas del mar.
El-brazo derecho del afamado jurisconsulto
enlaza el gentil -talle de su linda vec.ina, con
la cual parece sostener una conversación
animada ...
i Pero el carruaje vuela, y pasa como un
rayo, sin dar más tiempo á los conocidos
..
(que desde el tren miran, sin saber qué decir
ni qué pensar) que el necesario para cer.cio-
rarse de ,que sus ojos no les engañan ...
- i Vejete indecente! - exclama DaEmilia,
con un gesto de indignación y de desprecio
causados por el sibaritismo de su amigo.
- Cosas de Europa ... - repl{ca D. Cándido
ruborizándose, pero sonriendo, á su pesar ...
y el t;én, veloz como el viento, sigue en su
carrera, deverando la distanc.ifl, hasta dete-
nerse en Mentone.
Proveerse de corales allí; aburrirse en Bor-
RASTAQUOUERE

dighera; despeñarse en Ospedalette, y entrar,


por fin, con u na mañana de hermoso sol en
Génova, muertos de cansancio., y renegando
de la defectuosa organización de los ferro-
carriles italianos, es sólo obra de tres dias.
Génova, con Pisa, su C!lmpo Santo, Bau-
tisterio é inclin:zda torre; Florencia, suS mu-
seos y su catedral; sus guías y sus avisos
pomposos de fondas y mercaderes de mosái-
cos, ocupan, en seguida, br~ves días; hasta
que, fat.igados ya los turistas de ingleses y
de malas comidas, madrugadas y aporrea-
mientos, se resuelven á descansar un mes
en la Ciudad Eterna.
¡Roma! la augusta Roma, con sus monu-
mentos y sus ruinas grandiosas.; su B:zsílica
y sus siete colinas! i Cuánto dicen que hay alli
que ver, cuánto que estudiar, cuánta nota
que coger, cuánta impresión que describir!
El hacendado se multiplica y compra guías
y más guias: escribe cartas y más cartas;
paga propinas y más propinas ; pregunta,
observa ... pero ni se admira ni filosofa.
Como la mayoría de los viajeros, ha prefe-
rido, sin embargo, visitar l~s ruinas romanas
VIAJE

en las primeras horas melancólicas de la no-


che, iluminadas ya por. la luz de una luna
creciente, que va á ocultarse y arroja, por
tanto, sobre ellas sus rayos oblícuos, expi-
rantes, y, por lo mismo, más pálidos y fan-
tásticos ...
j Cuánto atractivo nb habría para cual-
quiera otro que no fuese D. Cándido en ra
taciturna soledad de esas tumbas, .calladas,
pero elocuentes; destrozadas, pero hermo-
sas; con esa hermosura augusta que el sello
de la vetustez imprime á los restos de la
grandeza pasada!
..
En esa columna solitaria-que D. Cándido
mira y examina con la indiferencia ele la
ignorancia - no ve sinó un trozo' informe de
granito, sin pensar siquiera por un instante
en que ella fué en otro tiempo sostén de un
templo maravilloso. Aquel mármol, que antes
era un altar; aquel arco derruido, y más allá,
á lo lejos, aquellos pórticos sombríos, enter-
.'.
radas por los años que hicieron crecer sobre
ellos musgos y jaramagos; no son para él
restos de Palacios de la Ley, de la Grandeza
y de la Idea, s~no vulgares destrozos del
RASTAQUOU ERE

tiempo; muros derrumbados, semejantes á


los viejos paredones de los corrales de su tierra.
De modo que (al revés de lo q.ue sucede con
los viajeros superiores) D. Candido no se en-
.trega, siquiera durante un segundo, á ia con-
templación y.al impresionalismo; no se deja
subyugar un ~omento por encantos que no
conoce ni comprende.
Mir:alo todo con frialdad, y mientras per-
manece apoyado contra un n;turo derruido,
junto á los restos de capiteles rotos, que en
otro tiempo debieron ser tronos ó cátedras;
entretiénese en examinar el material de que
éstos están hechos, y en comparar 1a calidad
de los ladrillos de su hacienda, con la que em-
pleaban los romanos para fabricar los suyos.
i y cuánto asunto no hay allí, sin embargo,
para inspirarse en recuerdos hermosos, y
para dejarlos rodar por las regiones purísi-
mas de la meditación, la fantasia y el pensa-
miento!
i Nada le dicen.á él esos escombro.s ilumi-
nados por la luz pálida de la luna, que á
cualquiera otro observador figtirariansele
vastos y despoblados cemenJerios, donde las
VIAJg

sombras de los Césares y los jueces vinieran


á vagar, surgiendo de entre las ruinas 1 i En-
cenderíase de nuevo, para ellos, el fuego de
la gloria, y entonces parecerían esas sombras
aclararse y destacarse ante la vista, desde el
fondo de los nichos sombríos, como si fue-
ran imágenes transparentes ó fantasmas
luminosos l. ..
i Y el rumor' lejano, sordo, interrumpido
.por los ecos misteriosos de la noche y la dis-
tancia, semejaría,á veces, clamor, nota in-
mensa, vaga, continuada como un calderón
eterno l ..
..
En medio de ese clamor,· una voz única,
sonora: la de . aquel guía que á otro viajero
va explicando la historia, sobresaldría, vi-
braría, é iría creciendo; y, más apartados,
con int"érvalos desiguales, los ladridos leja-
nos de los perros que vigilan y vagan,.erran-
do ·por las soledades de la árida campiña
romana, repetiríanse y entremezclarianse,
simula~do al oído voces y algazaras, grite-
rías y desconciertos ...
Entonces al viajero que tneditase antoja-
ríasele que del fóndo surjían é iban cundien-
270 RASTAQUOUERE

do, como murmullo amenazador, las voces


de los ciudadanos enardecidos por el eco de
la palabra del tribuno poderoso, los oleajes
de entusiasmo de la transportada muche-
dumbre ...
i y cuando silvase el viento por entre las
ruinas, arran~ando á los muros cavernosos
del gigante Coliseo los ecos que allí repiten
su mujido, multiplicándolo de bóveda en
bóveda, de arcada en arcada" parecería, tam.
bién, como si en el centro del vasto circo se
fuese llenando la arena con los rumores de
la multitud galvanizada, cuyas voces se mez-
claran al rujido de las bestias feroces, y á Jos
gemidos rabiosos de los gladiadores en com-
bate L..

En ese momento un trozo de capitel de


columna derruida, que se desprende con es-
trépito, cae y rueda á los pies de D. Cándido,
sacándole súbitamente de la meditación in-
dustrial en que se encuentra - mientras exa-
mina la calidad de los' ladrillos - para vol-
verl~, por decir10 así, á la reali~ad de la vida.
La luna. cual faro eléctri~o gigantesco, co-
VIAJE 27 1
mienza ya á bajar tras de los pórticos, y,
lentamente, se hunde y va muriendo, sepul-
tada más y más entre los arcos descar-
nados ...
El viento trae el eco de un reloj de campa-
nario que, con su són pausado y regular, va
dando las horas: j una! j dos! j tres! j cua~
tro !. .. hasta ocho ...
El aire frescó comienza á hacerse sentir;
la· ciudad enciende sus luces, que hormi-
g"uean chispeando como carbunclos brillan-
tes, hacia el frente, dentro de la población; y
el hacendado, tendiendo entonces una última
mirada al paraje en donde· durante o largo
rato ha permanecido bostezando y haciendo
mentalmente sus confrontacionés mercanti-
les, alza el cuello del grueso y rico gabán
que le protege contra la intemperie y, apar-
tándose hacia el sendero, ilurr:tinado aun por
la postrera claridad del astro que se oClllta,
salta ~ ~n carruaje que le aguarda, y se aleja
rápidamente en dirección á la Ciudad Eterna.
- j y pár·a ver esto lo hacen á uno em-
. prender viaje tan penoso r - exclama de5-
deñosamente D. Cándido, arrellenándose
2j2 RASTAQUOUERE

en los blandos cojines del vehículo, y arro-


jando con fastidio el guía Bedecker sobre su
asiento. - i Oh explotación europea! ...

Después de las ruinas hay que visitar los


templos, los museos que irradian aun el ge-
nio de Miguel Angel, Rafael Sanzio, Leonar-
'do de Vinci y el Tic.iano.
La regia esplendidez de San Pedro no
puede menos de arrancar al hacendado
exclamaciones de asombro. La Capilla Sixti-
na, el Museo del Vaticano, el arco de Cons-
tantino, la Columna de Trajano, el Forum,
las Catacumbas, dejan vagos.., recuerdos en
su memoria.

La próxima primavera los encuentra listos


pat:a emprender viaje á Suiza. El verano lo
pasan á orillas del Rhin yen' el famoso Ba-
VIAJE

den-Baden, donde tienen ocasión de co-


dearse con el Príncipe de Gales, el Gran Du-
que Soberano y otras Altezas; todo con
gran contentamiento de D. Cándido y de
su hija mayor.
A la entrada del otoño se van á Sevilla,
pasando después, de regreso, á Madrid.
En- su carácter de millonario y de' comisio~
nado de su Gobierno, D. Cándido . habíase
procurado varias recomendaciones para per-
sonajes notables de la península. Uno de
ellos, sobre todo, debería de acogerle con
señaladas muestras de afecto. A lo menos
..
así lo había prometido, ó anunciado, el amigo
extranjero que allá en América diéraleci~rta
valiosa ~arta de introducción, cuidadosa-
mente conservada por el hacendado entre
sus papeles de viaje.
Al llegar á. Madrid su primera diligencia
fué, pues, como secomprendérá, enviada,
junto con su tarjeta y,dirección, á casa del
potentadó de quien tanto partido se propo-
nía sacar. Era este el muy ilu~t~e duque de
Fuerrascal, uno de los títulos 'más sonoros y .
encumbrados de toda España.
RASTAQUOUERE

Quince días después D. Cándido no había


recibido, aun, respuesta alguna. i Ni siquiera
una invitación á comer L..
¡ Cosa extraña! ¡ El billete es, sin embargo,
para él !... ¿ Se habrá olvidado el duque del
amigo de América, y la duquesa de que Ta-
lagante tiene esposa y una hija soltera? ...
¡Infeliz! ¡Igñora el buen señor, en su candor
de americano, que en España como en Fran-
cia; en Inglaterra como en Rusia, una carta
de recomendación que viene del Nuevo Mun-
do no tiene, ante el noble titulado á quien va
dirigida, mayor valor que el de un simple
billete de suscripción á obra de beneficen'da,
billete que, no pudiendo contestarse con
cheques de banco, se rompe y se arroja des-
deñosamente á la canastilla de los papeles
inútiles!
El hacendado se resigna, pues, á recibir -
sólo un mes después de su llegada-dos ó tres
fríos cumplidos de buena crianza, enviados
por escrito, junto con una oferta vaga de ser-
vicios é introducciones, cuatro insolencias, á
modo de piropos, sobre su país ... y ... ¡ abur!
i hasta nunca!
VIAJE 275
i Qué desengaño! ...
Pero ¡á 10 hecho, pecho! No hay más que
consolarse viajando ...
y así como el fardo, que rueda extraviado
de Flandes á Aragón, de Aragón á Flandes,
el turista da con su maltratada persona de
fonda en ferro-carril, de ferro-carril en fonda,
de fonda en museo, de museo á teatro, de
teatro á monumento, de monumento á pa-
seo ...
i Qué vida! i Qué agitación! i Cuánto hacen
bien á la salud y al espíritu ese continuo
errar y aquel nunca detenerse! - Los ner-
vios se electrizan - dice D. Cándido --la ca-
beza se aturde y el cerebro se enriquece.. con
grande acopio de conocimientos y experien-
cia ...
y así, él hacendado, vuelve á visitar á Sevi-
lla - visita que le da ocasión de asistir áuna
tarde de pago en la fábrica de tabacos, in-
menso taller donde cinco mil mujeres traba-
jan y ¿anta n al mismo tiempo, exhibiendo
sus chales vistosos de espumilla, encarnados,
azules, ó verdes, prendidos cón saleroso gar-'
bo por broches de formas variadas.
RASTAQUOUERE

En seguida pasan á Granada, donde em-


plean tres días, recorriendo el barrio de los
gitanos, admirando el panorama grandioso
de "La Vega" con su Sierra Nevada, su
Darro y su Genil. Van á la Alhambra, pa~,an
por el Zacatin y la Cartuja, y concluyen la
vuelta por el. sur con Córdoba, Loja y Albu-
ñuelas, que les dan ocasión de visitar la Mez-
quita, el puente romano, y las ruinas de
Azahara, Saiyid y Munyatu:
Conocida la Mezquita, la permanencia en
Córdoba se hace innecesaria y el regreso á
Madrid urgente. Puede darse ya por reeQTri-
da España en esa vuelta de quince dias que,
á juicio de los turistas', basta y sobra para
darse cuenta de lo que en el país valga la pena
de visitarse. En todo caso, no han de contarles
cuentos, más tarde, sobre las grandezas y
maravillas de esas privilegiadas regiones.
y con esta convicción en el alma, satisfe-
chos, alegres, los viajeros abandonan al día
siguiente la ci'udad, en dirección ~ Madrid,
pasando por Toledo.
En Madrid se detienen sólo dos días y, vio-
lentos ya por encerrarse ,tranquilamente en
VIAJE

los archivos de Guipúzcoa, vuelan en direc-


ción á las provincias vascongadas, sin que
D. Cándido piense siquiera, en esta ocasión,
en detenerse á recibir el saludo del ilustre
duque de Fuerrascal.. .

. .
EL MARQUESADO DE PALMA-CARRILLO

H TENIÉNDOSE á los datos obtenidos des_


demucho tiempo atrás por tradición
de familia, y muy especialmente á lo
expresado ámenudo en presencia de D. Cán-
dido por una su tia abuela, muy santa y verídi-
ca seño:a, el apellido Talagante, retoñado del
ilustre tronco de los Palma-Carrillo, debía
tener su origen - como se ha dicho ya - en
las provincias vascongadas, y, por datos aun
más íntimos, en el señorío de Vizcaya.
Ni el archivo de Indias, ni el de Siman-
cas, ni"otros que conservan los documentos
relativos á. las Américas, habían arrojado
hasta entonces luz sobre el punto. Preci~o
era, por tanto, trasladarse al sitio mismo
o
RASTAQUOUERE

donde había debido mecerse la cuna de los


ilustres antepasados de D. Cándido; escu-
driñar sus archivos, sus libros parroquiales;
interrogar á los ancianos, descubrir los ves-
tigios, los restos de las armas del· blasón
perdido bajo los escombros del tiempo; estu-
diar, obtener á toda costa algún dato cual-
quiera, que prometiese continuar la pista,
en seguida.
y entonces el ilustre viajero sud-americano
lfasladóse de un salto hasta el centro de Vis-
caya, y de otro se hundió en el fondo de los
valles de San Sebastián de Guipúzcoa. No
encontrando allí nada, subió hacia Orduña,
para volver á bajar á Fuenterrabia; pasó
á Oñate; descendió á Tolosa, donde le die-
ron un dato vago que lo arrojo á Mondra-
gón.
Allí, como en los lugares anteriores, nada
encontró que sirviera á sus pesquisas, sino
fué .el topar con los antecedentes honr¡.dos
y al parecer nada comunes de algún. apellido
que hasta entonces habían despreciado él y
los suyos, en su propia provincia, por osruro
ó dc'sconocido, hallazgo que atrancó á la fa-
EL MARQUESADO DE PALMA CARRILLO 28r

milia entera un involuntario suspiro y un


gesto de desconsuelo ...
j Qué afanes! El señor de Talagante, como
buen vizcaino (que forzosamente lo había de
ser) no se dió, sin embargo, por vencido,
ni habría de darse por tal, hasta que el último
ptieblecillo no fuese escudriñado. j, El mar~
quesado de Palma-Carrillo tenía que resu-
citar, y por logr;arlo el opulento heredero del
título enterrado, no:dejaría piedra sin recorrer,
ni moneda sin gastar, ni rincón sin revolver
en las pacíficas y silenciosas ruinas del noble
señorío, único resto que queda aun en pie de
sus antiguas y magníficas casas solariegas.
y por eso, cuando, ya ~ansado y medioloco
con tanto subir y bajar, preguntar. y dedúcir,
revolver y desarmar, anotar y resumir, vol-
viÓ por quinta vez de Durango á Mondragón;
de Guipúzcoa á Somorostro; de Guernica á
San Adrián, las autoridades, el pueblo, y en
especia.llos tinterillos,comcnzaron, por fin, á
comentar tanto trajín y á imponerse de la
clase de enfermedad que al señorforano aque-.
jaba: . ..
y entonces - qtliéncs de buena fe, quiénes
RASTAQUOUERE

de puro bellacos; unos por compasión, otros


por verdadero interés; muchos con esperan-
zas de especular - ofreciéronle su ayuda.
Convencido el agobiado viajero de que no le
quedaba otro partido que aceptarla, y que lo
mejor sería encomendar del todoel caso á las
pesetas, se resolvió á aceptar la oferta de un
cierto bachilier, de levita raída, y rostro tan
enjuto y amarillento como los pergaminos
entre los cuales vivía. Había sido el tal ba-
.chiller antiguo empleado de bibliotecas.
Paciente ratón de archi vos y anejeces, á
quien ni la humedad de las glaciales salas en-
ladrilladas, ni el polvo de los estantes, ni lo
enmarañado de los manuscritos arredraban
un segundo, el bachiller trabajó tres semanas
inútilmente.
El tiempo pasaba.
Cuando ya las esperanzas iban perdiéndo-
se y como alejándose para siempn;, una ma-
ñafla de a.quel mismo mes apareció se de re-
pente-sucio, maltr~ído, envuelto en u~a ca-
pa verdosa y gr'4sienfa; cubierta la cabeza
con un casquete de viejo cura de aldea, y em·
bozado el cuello en una bufanda de color
EL MARQUESADO DE PALMA CARRILLO 283

que el tiempo yel uso no permitían ya definir


y cuyo bor~e se asomaba por entre el ancho
espacio que dejaban entre sí la barba inculta
y desgreñada y el revés de terciopelo " san-
gre de toro" de la capa-apareció, decimos,
el obstinado buscador de abolengos, y mos-
trando á su cliente un ' cuaderno, especie de
cartapacio, estropeado y voluminoso:
- ¡Señor! - exclamó - i he hallado ya
los orígenes de la familia de Vd. !...
Y, al acabar de decir estas palabras, sonrió
el bachiller, dejando ver dos hileras de dien-
tes amarillos y nada limpios, á la vez que,
volviendo bruscamente la cabeza hacia un
lado, arrojó-con un papirote del extre;no de
sus deq.os flacos, lustrosos, éticos, teñidos
por la nicotina y pO'r el desaseo - una colilla
diminuta de cigarro, devorado hasta la base ...
La colilla fué á estrellarse sobre un. mue-
ble, contra el cual se deshizo al chocar, esta-
•.
llando en chispas y átomos de tabaco, que
se esparcieron por la alfombra ...
El hacendado no paró en ~llo la atención.
Sólo pensaba en abalanzarse á sus papeles ..
- i -Vamos á· ver! - exclamó con ani-
RASTAQUOUERE

mación - i traiga Vd. ! ¿ Está Vd. seguro?


- i Segurisimo; véalo Vd. mismo. Aquí
tiene Vd., en verdaderos pergaminos y debi-
damente autorizados por los sellos _corres·
pondientes, los títulos del expediente: MAR-
QUESADO DE PAL".A-CARRILL9 .. Origenes y pa-
tentes de este blasón, mandado hacer por Su Ma-
gestad el Rey -D. Carlos 1/1, á quien Dios ma~
tenga; siendo á la sazón Soberano del muy libre
Reino de Nápoles, en el año de gracia de 17 ..: "
., - i Traiga Vd., traiga Vd.! - interrumpió
D. Cándido, con los ojos encandilados por la
curiosidad y el placer, y con la voz entrecor-
tada por la impaciencia y por la emoción -
i Traiga Vd. !
Y, al mismo tiempo, alargó la mano para
coger el manuscrito ...
- Perdone Vd. - interrumpió el tinteri-
llo, retirando y ocultando casi del todo el car-
tapacio bajo las faldas de su capa- perdo-
ne Vd. ; pero tenemos que hablar antes.
~ j Qué hemos de hablar! ~ repuso su
interlocutor con impaciencia. ¿ No estamos
ya arreglados en el negocio? i Ose atreverá
Vd", majadero, á tener desconfianza !...
EL MARQUESADO DE PALMA CARRILLO 285

y al decir estas palabras, acompañadas de


un gesto de indignación'"duro como una ame-
naza, levantóse el altivo millonario y, clavan-
do sobre el bachiller una mirada aplastadora,
tendió nuevamente el brazo, alargando brus-
camente la mano hacia el cartapacio ...
Peto en España no se anonada la gente así.,
ni son los montaraces vizcainos los más -á
propósito para, dejarse levantar siquiera la
voz .
. El há"cendado no alcanza á terminar su fra-
se. Picado el quisquilloso bachiller, se cuadra
por delante, y plantá.ndose en jarra primero,
para mirarle;: de hito en hito después, echa
la capa atrás, y, con di~pasón altisonil.li.te y
ademán. más que insolente, se lanza en un
rosario de improperios que agotan en un se-
gundo el nutrido vocabulario de su lengua y
de su tierra.
El causante del enojo no sabe qué replicar:
- i Calma hombre! i Cálmese Vd. ! - ba]...
bucea inútilmente.
- i Qué me he de calmar! i si! i Si ha lle-
.gado Vd. á resoplarme en los' hocicos! i Y ~o
soy yo (y sépalo el tio!) hombre de que se le
RASTAQUOUERE

venga á las barbas ningún prójimo, aunque


tuviera más. señoríos y más pesetas que el
arzobispo de Valencia! jEa! j que de lo
mismo somos hechos los dos!
A la bulla han acudido los empleados de la
fonda y el hostelero en persona. La presencia
de este último consigue calmar un tanto al
bachiller.
Vuelto poco á poco á la razón, se obtisc
de él la promesa. formal de que no se acalo-
,rará por segunda vez en presencia dl! su in-
terlocutor, y de que llevará á término el
negocio, sin más discusiones ni dificultades.
Serénase, pues, á su vez, D. Cándido; pre-
gunta el precio del trabajo; fíjalo el tinterillo
en diez mil reales-que el hacendado paga sic
réplica, por miedo á otra cuestión, y á ruegos
de su esposa é hija, que todas temerosas
desde que se han impuesto del caso, se han
deslizado hasta detrás de la puerta, donde se
qu~dan en acecho.
El bachiller se retira, por fin; alegre y lijero,
mientras va contando su rollo de billetes,
murmurando y como burlándose entre dien-
tes.
EL MARQUESADO DE PALMA CARRILLO ~87

La familia se queda sola.


Un momento de silenc;io.
j Qué ansiedad! j Los pergaminos están
allí! j Allí los títulos tantas veces buscados
del marquesado de Palma-Carrillo!
y al empezar á estudiar lentamente las
hojas, para no perder una letra de entre los.
enmarañados y casi ilegibles renglones roi-
dos por el tiempo, el millonario, con voz con-
movida por la ansiedad y la: emoción, va
diciendo lo siguiente:
" Marqués de Palma-Carrillo:
"De arriba y más antiguo, Alonso Tala-
gante y EspiJ;lo ; tan honrado y probo, cuanto
humilde y sosegado servidor de la Rear Casa
de Su Magestad.
" Por ser guipuzceano y servir en la zapa-
tería de· su· señor como hormero y guarda
suelas, alcánzanle las patentes de noble; pues
siendo nobles todos los guipuz:coanos, enno-
blecidos quedan por ello los oficios que con
el sudof"de su rostro y trabajo de sus manos
desempe·ñan. Zapateros, sastres, herreros,
carpinteros, canteros, sombréreros, jornale~
ros y otros oficios más ó menos humildes
RAST AQUOU ERE

todos son de nobles siendo guipuzcoanos.


" Pero, aunque limpia la sangre de Tala-
gante de mezcla de mulato, y negro, y moro,
y judío, el marquesado no hubo de existir
hasta que Su Magestad fué servido otorgarle
por causas de arrcpen./il'l'lif"llo y desagravio,
y por impul~os de Real Justicia, que es pren-
da de los Reyes y virtud de los hidalgos.
" La razón fué que, siendo el referido Tala-
gante guarda suelas y hormero de la Real Zapa/e-
'Tia, por despachos de Su Magestad, un día que
Su Magestad fué servido llamarle á sus Rea-
les Cámaras por hallarse descontento y asaz
incomodado con los últimos zapatos entre-
gados y calzados, el hormero (á quien el pun-
donor de su oficio y su cuna de guipuzcoano
eran partes á disculpar tamaña osadía) atre-
vióse, en la ocasión, á contradecir por señales
(no osándolo de palabr~s) la Real opinión; en
tal manera que, incomodado el Monarca y
violentado por su genio vivo é irritable, alar-
gó el brazo, y alzando su Real Mano, colérico,
posóla sobre la faz del humillado hormero,
con una Real cachetada ...
.." Arrepentido, más tarde, Su Ma~stad desta
EL MARQUESADO DE PALMA CARRILLO 289

violencia, en prenda de Real Expiación, orde-


nó fuera dado á Talagante, pa1'a siy su descen-
dencia, lleva1' un titulo de origen; fonnulado en
las mesmas palab1'as del desmán,
"y de entonces en adelante, prévias las
consideraciones ,Y despachos que con esta
foja se registran, ,qúedÓ establecido el Ma1'-
quesado de Palma.-Car1'illo, que se niandó ins-
tituir y reconm:er: Palma por la palma de la
Real Mano que Su Magestad alzó, y Carrillo
por' el sitio del rostro del humillado en donde
posóse aquella máno, ..
"Todo lo cual,cop.sta por' Real mandato,
con sus fi~rpas y sus cédulas corr~spon­
dientes_
" Dado en, etc., etc ... "

, Después de esta lectura, D., Cándido, D"


Emilia y Elena se quedan mudos.
No necesitan, hablar para comprenderse.
Con demasiada claridad expresan sus ros-
tros la et'esolución tomada incontinenti y sin
necesidad de. acuerdo : q~ema:, el expediente
y volverse á Paris.
'Almueraan, por tanto, á la ligera y cabiz-
'9
RASTAQUOUERE

bajos entre tres frailes y una docena de legos


y sacristanes: dan. después, una vuelta por
la ciudad, y, diez horas más tarde, ya de
noche, sin atreverse aun á comentar su per-
cance, cubiertos de polvo, molidos por. la
fatiga y el hambre hacen su entrada en Bur-
deos, que les parece hermosísimo con su mo-
vimiento,sus carruajes, sus luces y su bulli-
ciosa animación.
i Dos días en Burdeos y de allí á Paris, para
__ regresar en el verano entrante á América, y
el suspirado viaje quedará del todo termi-
nado!. ..
En Paris, Luciano no les aguarda en la
estación ...
TRES .AJ.VOS DESPUES

T RES años han pasado.


Es de noche. La escena pasa en
Paris, en el interior de una linda casa
situada en los alrededores del barrio de la
Plaine Monceau.
La alcoba es pequeñita y está coqueta-
mente .amueblada, al estilo Luis XIII. Por
todas partes vense "mil embelecos dispersos
en artístico desorden: sobre las mesas, cin-
tas y guantes, encajes como espumas,.alha'-
jas qlie se dejaron sobre cofres de cristal col-

.
memno.
..
mados de toda clase .de dijes de capricho fe-

La atmós.fera del dormitoriq se siente tibia


y perfumada: en la estufa' chisporrotea el
fuego, alimentado sin cesar por la mano de-
RASTAQUOVERE

licada del dueño de la estancia, que vela aun


á esas altas horas de la noche.
I lacia el fondo está su lecho, vacío aun:
muelle, blando como un nido. Al frente, el
tocador; objeto de arte primoroso. Dos de sus
cajones, entreabiertos, vense llenos de despo-
jos de ata vio mujeril: horquillas y alfileres,
lazos, broches, cofias ...
El reloj de sobremesa acaba de dar las dos
de la mañana. Sus campanadas, vibrantes,
_de timbres prolongados, resuenan en la es-
tancia como notas temblonas de voz doliente,
y van á morir poco á poco, repitiéndose con
eco sordo en medio del silencio profundo de
la noche ...
El té, acabado de servir, humea en una
taza diminuta de porcelana de la China, y un
ramo de violetas estivales, abandonada junto
á la luciente bandeja que forma parte del pre-
cioso chiche, exhala su aroma suave. ..
El único habitante del aposento que acaba-
mos de describir, es una hermosa joven, que
al parecer, debe de contar, á lo más, veinte
años de edad.
Inquieta, preocupada, se la v~ düigir de
TRES AÑOS DES PUES 293

cuando en cuando su vista hacia la chimenea


para consultar en el reloj la hora.
Levantándose, en seguida, del asiento adon-
de ha permanecido pensativa y triste, con la
cabeza apoyada sobre el brazo, entreabre la
puerta que comunica con el cuarto vecino, y
mira hacia el interior, altravés de lfna fila d~
gal~r:ías, dormitorios y. gabinetes .de vestir,
como interrogapdo la calma de l~ soledad
m<:>rtal que reina en ellos ... ¡Nada! i El silen-
cio queda sólo interrumpido allí por el cruji-
do de la puerta misma, que gira al abrirse,
y ... allá, en el fondo, hacia la· última habita-
ción, por el tic-tac monótomo y repetido de
otro reloj cadencioso!... . •
Entonces la joven suspira y permanece du-
rante varios minutos como embargada por
melancólica meditación, hasta que, vuelta de
nueve á s,u tristeza desconsoladora, se dirige,
con los ojos iIenos de lágrimas, hacia el·pe-
queño tocador contig:,:lO, donde comienza á
desenv~krer los rollos de su peinado, sujeto
en esos rnoIpentos sobre la cabeza, sin arte
ni combinaciones de pehiquero... .
Con sus manos, cubiertas aun de anillos
RASTAQUOUERE

que las hacen aparecer más bellas, desenre-


da las trenzas y, á medida que las desprende.
van cayendo sobre la espalda, deshechas en
sedosas madejas de negra y opulenta cabe-
llera ...
Ha comenzado la tarea lentamente, como
si le costara trabajo despojarse de los restos
de un atavíO" que la habría hecho aparecer
tan bella ante los ojos del que así la abando-
na y no acude, siquiera en ese instante, á
sorprenderla!
i Pero ello es así: el mal esposo no llega
aun; ni cuando llegue vendrá, seguramente.
á depositar un beso sobre aquella frente páli-
da, marchita por el de!?velo y por la inquie-
tud! ...
Concluida, por fin, la ingrata tarea, diríge-
se la joven, de nuevo, á su dormitorio, y,
abriendo un pupitre, saca de él unaJincIB car-
tera de finísimo cuero ~ Rusia, ~ue cruje al
ser desplegada por su mano; toma una hoja
de papel de entre varios pliegos, llenos ya de
una letrita menuda y apretada, con líneas ex-
tendidas en dos direcciones, que se cruzan
entre sí ; recorre ligeramente. con la vista los
TRES AÑOS DES PUES
, .
últimos renglones trazados; coge 'una pluma
y empieza á escribir á continuación de
ellos ...
Lo que escribe dice así:
"y no es esto sólo, madre mía, lo que me-
inquieta y hace sufrir. ,
'~Tres años deben de ser, sin d,uda, sufi-
cien,tes para determinar en el corazQn de cual-
quier hombre ,:ulgar esa frialdad que tanto
mal nos hace á nosotras las mujeres, cuando
tenemos la conciencia de no haberla provo-
cado.
"No soy escéptica; jamás Jo he sido ... pe-
ro ¡ qué quieres, madre! á todo extremo pue-
de llegarse cuando nada, nada en la e:iisten-
cia ha venido 'á ponerse de por !lledio '. para
evitar que se cumpla la ley de la fatalidad!
" La historia de estos mis dos últimos años
(que podría resumirse en dos palabras: lá-
grimas y abandonO, ó desengaños y' humi-
llaciones) sería, á falta de otras, una prueba
eviden~ de ello" '
" y esa h.i.storia es breve, madre.
"Casada desde poca antes"(¡ Dios mío, si
me parece que hiciera ya un siglo!) con u'n
RASTAQUOUERE •

hombre á quien mi corazón eligió entre tan-


tos como se lo disputaban, me entregué cie-
gamente al amor de ese hombre, y confié en
sus primeros juramentos de lealtad. j Es tan
cierto que el cariño se complace en acariciar
á la esperanza!... Tú creiste en ellos tam-
bien ¿ no es verdad ?.. j Si nos equivoca-
mos, madre, -habrás tu misma de juzgarlo
por la narración que, con lágrimas en los
ojos y amargura en el alma, he empezado á
hacerte l ...
" i Cuánto he vacilado antes de darte á
conocer la verdad 1
"Ha llegado, sin embargo, un momento
en el cual la intensidad ~el sufrir y las pro-
porciones del abandono han sido tales, que
he creido que no me sería posible soportar
por más tiempo el peso de la ansiedad que
me oprime y sofoca. Necesito un desahogo;
necesito depositar en un corazón amigo par-
te del pesar que me está matando, y escuchar
de' labios sinceros y leales las palabras de
aliento y consuelo que aun han de darme
fuerzas para seguir luchando ...
"'No pido tu intervención, ¿ para qué? i se-
"TRES AÑOS DESPUES 297
ría inutil! Da, pues, su verdadero significado
á mis confidencias.
" Cuando..me trajiste á estas tierras lejanas
era yo una niña inocente que creía en todo.
Dejé las playas queridas, por las cuales sus-
piro hoy, sin penas y sin presentimientos
tristes; con el espíritu ligero y preñado de
ilus!ones ... ¡Viajar, conocer otros h,orizont~s,
otras costumbres, otrqs placeres!... ¡ Qué
entusiasmo, qtié locura! ¡ Oh mis" primeras
impresiones! i Y qué rápidas se fueron!. ..
"Mi marido no se me reveló tal cual es
hoy desde un principio. Aún, en medio de mi
resentimiento es dulce para mí poder hacerle
est~ justicia: •,
.. Los primeros meses' lueron .todo júbilo,
todo entanto. El at~rdimiento parecía ser la
pa-sión dominante de Paul, pero yo no atri-
buía entonces importancia verdadera á este
detalle. La sociedad de hombres le caútivaba
ante todo ... ¿ Por qué? No lo supe hasta más
tarde .. ~
" La soci.~dad verdadera, aquella con que
,Yo había soñado, me seducí,a· aun; pero solo
en esperanzas, p.,ues me la imaginaba del todo
RASTAQUOUERE •

distinta á la que mi noble esposo dábame,


hasta esos momentos, ocasión de frecuentar.
Una especie de faubourg Saint-Germain, cs-
pecialisimo, se me aparecía desde lejos, con
su núcleo lucido de damas arrogantes y her-
mosas, con su juventud brillante, con sus
ilustraciones y lumbreras del talento.
"Yo me irrraginaba unas reuniones sociales
deliciosas, en que las mujeres serían divinida-
des de los hombres, y donde los hombres de
más esclarecido ingenio habrían de inclinarse
-graciosamente delante de ellas, para rendir
homenaje á sus hechizos y á sus caprichos
adorables. Yo me había imaginado, también,
galantes torneos de sal~n, en que mil ocu-
rrencias chispeantes y delicadas provocarían
aquellas respuestas, admirables por su opor-
tunidad y gracia, que tanto me fascinaban
en las novelas que leía, y en las cuales figu-
raban, como protagonistas, damas de peio
empolvado y gesto altivo é imponente. De
módo que temblaba yo de miedo y de emo-
ción al considerar que algún día debería en-
contrarme, forzosamente, por mi matrimo-
nio~ en contacto con ellas ...
TRES AÑOS DESPUES 299
•• i Cuánto no tendría que estudiar y observar
antes de llegar á colocarme á su altura! ¡Qué
de rubores no habría de costarme mi novi-
ciado; qué de torpezas no habría de. cometer
durante él; qué de lecciones recibidas á cada
paso! Y entonces, con solo imaginármelo, me
sentía mil colores en el rostro ...
".Y, en efecto, madre, empezé á estudiar.....
i Era de verse ~ómo me esforzaba por no dar
lugar al menor reproche futuro:' componía
mi actitud delante del espejo, mis maneras,
el tono de mi voz, y hasta solía torcer el rum-
bo de ciertas opiniones propias, por amoldar-
me á las, que, en la sociedad de que se tra-
taba, paredan profesarse y ser de general
agrado, á estar á lo expresado P?r mis nove-
listas p'redilectos. .
.. A veces, sin embargo, esta lucha conmi-
go misma tomaba proporciones de verdadero
combate; especialmente si se trataba de .esta
última y especial faz de mi educación forza-
da. Ne podía, en verdad, convencerme de
que para a,~radar siempre habría de necesitar
fingir constantemente. 'P~gnaban con mis
principios y criterio racional ciertas condés- '
3°0 RASTAQUOUERE

cendencias de mujer para con los hombres


que les formaban círculo, condescendencias
en que el pudor mismo solía salir menosca-
bado, en prenda de algún cumplido obtenido
á propósito. Herían mis sentimientos de hija
amante y respetuosa ciertos epigramas, tri-
butados con ligereza extrema á personas de
más edad y merecimiento.
"Mas, como todo eso era celebrado, yo
concluia que quienes celebraban estarían
,:n lo justo, y yo en lo falso ..
"Poco á poco fuí descubriendo, sin embar-
go, madre, que á pesar de todos sus defectos,
la sociedad imaginaria de las novelas del dia
era aun muy superior á.la colectividad real
de gentes-incomprensibles por sus hábitos,
su traza, y sus ideas - de quePaul me iba
rodeando más y más ...
"Las mujeres del faubourg Saint-Ger-
main que yo creía conocer, ó se habían con-
vertido en frívolas, coquetas y artificiosas, ó
no eran las mismas mujeres altivas, hábiles,
finas, de las pinturas de aquellos mis novelis-
tas favoritos ...
"No quiero entrar á renovar mis dudas de
TRES AÑOS DES PUES '3 01
entonces. Mis cortos años y mis escasos cono-
cimientos de la vida no ~e daban aun lugar á
definir con certeza si tenían ó no razón aque-
llos amigos que me solían decir discretamen-
te, antes de mi matrimonio, que la aureola
de romanticismo ~ovelesco que envolvía la
historia de Paul, ocultaba también ~ mi vis~a
los antecedentes de un pasado miserable ....
"En muchas, ocasiones quise hacer recri-
minaciones á mi marido por la excesiva indi-
ferencia con que toleraba los que yo consi-
deraba verdaderos lazos tendidos á mi virtud.
A fuer de esposa honrada, hube de darle el
alerta prev.isor, que cualqui.era otro habría
escuchado con. emoción.. .
"Siempre ligero, aturdido, ~l que·tenía
obligación de velar por su honra y por la mía,
recibía con chanzas de mal gusto mis pala-
bras : esto cuando no despertaban ellas en
su alma sentimientos inexplicables de cólera
mal disimulada, qu~ le hacían presentarse
á mis t7jos revestido de un carácter que nun-
ca había op.servado en él y que me le de·scu-
brían como hombre capaz. ae injusticias. y
hasta de violenoias ...
302 IUSTAQUoutRE .

" i Sí, madre, he aquí la realidad de los


ensueños acariciados por mi imaginación de
soltera: existencia triste, agitada, angustiosa
y llena de dudas; sociedad incomprensible,
estrafalaria, formada por hombres sin concien-
cia ni delicadeza, liviano~ hasta la imperti-
nencia, egoistas hasta la crueldad, positivistas,
incrédulos, t1'iviales; y por mujeres sin cora-
zón, sin delicadeza, sin religión, sin senti-
mientos, sin ternura y sin amor. Mujeres cuyo
único objeto en la vida es vivir para embelle-
'cerse y que, por tanto, hacen de la belleza un
oficio, del coquetismo un arma terrible.
"Entonces, asustada, con el alma llena de
angustias y de sospecha~ me he preguntado
toda temblorosa: ¿ Adónde estoy? i En qué
lazo habré venido á caer, Dios mio!
" Paul no se cuidó ya (transcurrido apenas
el primer año de matrimonio, durant.e el cual
viajamos casi constantemente) de ocultar
que mis temores y timideces; mis dudas y
desencantos, le contrariaban y hacían en su
ánimo un efecto del todo contrario al q\Je
yo pretendía producir.
". - i Gazmoñerías de provillciana ! - llegó
TRES A~OS DES PUES 30 3
á decirme uria vez en un arranque de fasti-
dio - j preocupaciones de aq.venediza !. ..
" j Advenediza, provinciana!.. ¿ y quién era
él para atreverse á llamarme así? ¿ El prín-
cipe Kantaski ? .. "

y al llegar á este punto, María, interrumpe


por un momento su carta y, mirando m~:'
l. ' I

quinalmente hacia el reloj, como sorprendida


por lo avanzadó de la hora, exclama para sí
misma con acento dolorido:
j Las tres, y aún no ha llegado!

y entonces, con mano febril, vuelve á tomar


la pluma y continúa escribiendo, escribiendo
sin interrupción ya, con ansia, llePlando
carillas y más carillas de' papel...
j Cuántas quejas ~n esas líneas q.isparejas

y precipitadas! j Cuánta, hiel vaciada en sus


conceptos amargos que, como la resina sobre
el fuego, encienden más y más el ardor de
la frase, entrecortada por lágrimas, que caen
como g¡atas candentes sobre el papel devo-
rado!
María cuénta sus penas, y l,as: altas horas de
ia noche se desliz.an sin ser sentidas por ellá.
3°-t RASTAQUOUÉRE'

Cuenta á su mkdrc que esa noche, como


de costumbre, su marido, dado por com-
pleto á la vida de Club y á l~usociedad de
costumbres ligeras y aturdidas, prolonga su
ausencia hasta el' amanecer, dejando el ho-
gar vacío y á la, esposa abandonada, mien-
tras ella, inquieta, le aguarda inútilmente.
A pesar: de que sus aposentos están separa-
dos, sabe la hora en que él vuelve todas las
noches; le siente entrar y, aunque él jamás
va á saludarla, le suele bastar cerciorarse de
que está ya bajo el mismo techo para dor-
mirse tranquila.
Esa -noche tarda más que de ordinario.
y sin rc.:ordar- lo qu~ ya ha escrito, María
vuelve á repetirlo. _
j A cu~ntos bailes, á cuántas fiestas de
misterios() carácter no -ha asistido! Aturdi-
da, en un principio; rendida de cansa-ncio,
agitada, triste después; .durante más de
dos años, noche tras noche, ha vuelto á su
hogar al despuntar la aurora.
Entonces se ha arrojado inerte sobre un
canapé, y en sus mejillas ardientes, encendi-
das por largas horas de fiebre y por la atmós-
TRES AÑOS DESPUES

fera malsana de salones atestados de gentes


extrañas, ha solido recibir, al separarse de
su esposo, un beso, frío, automático, siempre
igual!
Las mujeres de su círculo parecen, toda-
vía querer mantenerla-compasiva ó desdeño-.
samente-á cierta distancia, tratarla con cierta
reserva. Sin embargo, ella se siente superior"
en tal sociedad; lo qué no impide que e~
ocasiones se la 'haya mirado con desprecio,
mientras á sus oídos se hacía llegar, disimu-
lada, pero no por eso menos amarga, la pala-
bra rastaquouere con que, sin duda alguna, se
la apodaba misteriosamente!
El mundo"en quc hasta entonces sc hü.vis-
to obligada á vivir la asüsta. Y no puede ser
de otra manera: las mujeres la burlan ó la
desprecian; los hombres no la comprenden
y, si la halagan, es siempre con propósitos
ruines. La atmósfera que respira no .es la
suya: no hay en ella el ambiente dulcí-
simo qu~ en medio de sus antiguas relacio-
nes - las relaciones de sus padres, sus ami·
gos de otro" tiempo, esos que ..hablaban su
propia lengua-re~piraba con fruición, porq uc'
20
RASTAQUOU ERE

había en él algo como perfume de cariño ...


¡ Cuántas horas de soledad mortal para
elJa! i Cuántas lágrimas amargas! ¡Cuántas
escenas provocadas por los'hechos más insig-
nificantes! i Cuántas exigencias estrafala-
rias! ¡Cuántas contrariedades de todo género!
María vive, sin embargo, resignada. Como
el esclavo que tiende sumisamente el cuello
hacia la cadena que le aprisiona, así inclina
ella su marchita frente ante la voluntad des-
pótica del tirano que le depar6 el destino ...
Se ha hecho fatalista y está dispuesta á
que su estrella se cumpla. Si escribe á su
madre es s610 para desahogarse en un pecho
amigo y fiel. ,
Pero lo que sí deberá deducirse de la nove-
la de su vida, es que matrimonios como el que
ella ha hecho, son injertos imposibles, 6 pro-
pios para dar frutos amargos ...

Las primeras luces de la aurora comienzan


á penetrar por entre los balcones de la alcoba.
El reloj da las cinco de la mañana, y Maria,
aturdida, con los ojos enrojecidos por el llanto
y el insomnio; sintiendo el, espíritu fatigado
TRES AÑOS DES PUES

por la tensión extrema de sus facultades, se


levanta de su asiento con paso vacilante. De-
sabrochándose, en seguida, la bata de tercio-
pelo que la cubre toda entera; con el pelo en
desorden y el rostro amarillento y sombrío,
se arroja pesadamente sobre un canapé, y se
duerme al fin, cpn un sueño agitad?, inquie:-
to; .sueño que no es reposo; sopor que es un
.
cansancIO ....
,

. .

. .
PEREGRINACIÓN

D
.
ON Cándido, que por esa época se
hallaba de regreso en América con
el resto de su familia (incluso Lu-
ciano), experimentó impresión dolorosísima
al recorrer angustiosamente los tristes ren-
glones trazados por la mano calenturienta
de María.
Sus se"ntimientos paternales, como desper-
tándose de súbito de un sueño prolongado y
aniquilador, subleváronse terribles ante la
noticia del martirio de su hija ausente ;de
modo que, abandonándolo todo, sin vacilar
por un instante en su resolución, tomó el pri-
mer vapor qe la 'carrera y ·se dirigió, solo, á
Francia. i En esos momentos· cuán caro no,
pagaba el insensato sus ambiciones estrafala-
3 10 RASTAQUOU ERÉ

rias, su incompreñsible ceguedad, su inexpe-


riencia y su absurda buena fe !. ..
Pero el pago no se hacía con oro; con ese
mismo oro que le había servido en otro
tiempo para la satisfaéción de sus -caprichos
más fantásticos y para, comprar con él la
eterna desventura de su hija, sino que se lle-
vaba á cabo con lágrimas amargas, con afa-
nes intensos, con la ansiedad y angustia de
una madre atribulada, con el sacrificio de
una víctima inocente, con el torcedor terri-
ble de la conciencia de un padre, afligido por
remordimientos crueles y por tormentos
hasta entonces desconocidos.
La llegada de D. Gándido á Paris fué,
pues, tristísima·. Al entrar por segunda vez
á la gran ciudad, no pudo menos que expe-
rimentar. una sensación dolorosa, causada
por el recuerdo de su primer viaje, y por la
comparación de dos fechas que, señalando
acontecimientos trascendentales de su vida,
marcaban también en su espíritu circunstan-
cias y situaciones diametralmente diversas.
Las unas todo luz: las otras todo sombra ...
_. En efecto: al trasladarse el viajero, entrada
PEREGRINACiÓN 3I I

ya la noche, de la estación~ del ferro-carril al


mismo botel adonde cuatro años antes había
llegado tan aparatosamente, rodeado de su
esposa y de sus tres hijos, feliz, con el alma
preñada de ilusiones y de esperanzas; al ir
recorriendo durante el trayecto en su memo-
ria, una por una, las impresiones pasadas, que
la n1,leva vista de calles, plazas, mOflUmentos
y tipos de Pari~ hacía renacer en su alma,
aunque con efecto absoll,ltamentedistinto;
al considerar cuánto habían cambiado para
él las cosas en el espacio de tiempo, relativa-
mente breve, transcurrido entre su primero y
su segundo viaje; D. Cándido dejó rodar
una lágrima: silenciosa, que se perdié> en el
fondo oscuro del humilde fiacre de alquiler
que le conducía á sl,l destino ...
Y entretanto, des.de afuera, llegaba el mis-
mo bullicioso y alegre rumor, el mismo vo-
cerío y desconcierto con que. en otra época
se manifestara, para él y los suyos, la apro-
ximaci8n de las hermosas avenidas y opu-
lentos boulevares del barrio central que tanto
habían admirado después.
Suelen, á veces, las pasadas emociones re-
31 2 RASTAQUOUERE

nacer así en el alma, súbitas, inconcientcs,


rápidas, fugaces como lampos de luz. Y na-
da hay que contribuya tanto á evocarlas
como la vista ó sensación de aquellos obje-
tos, personas ó circunstancias, que, por un
motivo cualquiera, lleve!1 envuelto en sí el
recuerdo de los hechos que las hayan moti-
vado. Un .perfume, un color, un sonido, una
voz, un atorde musical, bastan en muchos
casos para produci~ el fenómeno psicológico
interno, con su consecuen"c"ia física material,
que es la sonrisa ó el suspiro, la queja ó la
lágrima, por medio de las cuales se manifies-
ta exteriormente, según sea la calidad del
sentimiento que lo inspi..re.
Llegado á 'su hospedaje, comenzó D. Cán-
dido, desde ese mismo instante, á dar los pa-
sos necesarios para ver á Maria y llevar-, lo
más pronto posible, á cabo el. objeto de su
visita.
i Cuánta dificultad!... i cuánto trámite!
i cuánta diligencia! i Qué de sinsabores no
tuvo que devorar en silencio. i Qué de vejá-
menes humillantes que soportar; por amor á
sU}lija!
PEREGRINACiÓN 'P3

j Vagando de tribunal en tribunal, mendi-


gando empeños, inútilmente-por creer que,
mediante ellos, facilitaría los trámites á que
se veía obligado, para instaurar diligencias,
recabar y certificar piezas de proceso; para
la exhibición oportuna de testigos (estos últi-
mos casi siempre parciales é inclin~dos á dar
razón á la parte contraria) - D. Cándido em-
prendió una v~rdadera y penosa peregrina-
ción por aquella gran Capital que había sido
objeto de sus generosas prodigalidades, y
que, en los momentos de su desgracia, se
manifestaba, sin embargo, tan ingrata!. ..
Los procesos verbales inacabables; la difi-
cultosísima exposición de pruebas; losresor-
tes tocados para evitar el escánd~lo-t(jdo lo
cuál, es'tando D. Cándido de por medio, con-
vertíase para él en motivo de dádivas cuan-
tiosas de dinero, y para los explotadores en
ocasión de vergonzoso lucro; llevado á cabo
por medio de manejos hábiles y astutas con-
binaci~es-concluyeron por fatigarlo, exte-
nuarlo y h~cerlo entregarse, en ocasiones, á
desalientos mortales.
j Más de un <mes debiÓ luchar el pad~e
RASTAQUOUERE •

atribulado contra pillos de la peor especie y,


muy especialmente, contra los tropiezos sin
fin que pérfida y deliberadamente poníale, á
cada paso, su noble yerno.
Kantaski, altivo, furibundo, convertido de
súbito en terrible cancerbero de su esposa,
puso, desde luego, el grito en el cielo; pro-
testó, amenazó, llegando hasta las vías de
hecho, cuando se trató de impedir por la fuer-
za la entrada de su suegro en el domicilio
conyugal; recurrió á abogados; quiso hacer
"valer derechos conceptuados por él como
indiscutibles - juzgando, sin duda, que el
mantener durante el mayor tiempo posible á
su víctima bajo la férul~ marital habría de
significar para él fuente perpétua de recursos
en dinero; barrera constante contra el des-
crédito y la miseria.
Pero llegó un dia en que todo fué inútil.
Puesta )a víctima de parte de su libertador,
patentes las causas determinativas del divor-
cia, establecido el delito de infidelidad, de
abandono, de maltrato, con pruebas irrecu-
sables; después de seis meses de lucha con s-
t~nte, el fallo del tribunal hubo de inclinarse
PEREGRINACIÓN

ante la fuerza de la ley, y el acto civil de re-


gularizarse en debida forma, de modo que el
hacendado pudo embarcarse poco después, y
volverse á su tierra con los despojos vivien-
tes de su pobre hija, sacrificada en aras de
l'oUS ambiciones vulgares ....

Un mes más tarde D. Cándido y María pi-


sa~an de nuevo las playas de la Ámérica.la-
tina, y caían, por fin, etilos brazos de quienes
les habían agúardado día tras día con an-
gustia en el alma ...

..
UN ÚLTIMO ARTÍCULO DE DIARIO

D URANTE dos años consecutivos nadie


tuvo en América noticias del prín-
cipe Kantaski, hasta que en la ma-
ñana del 7 de Octubre de 188 ... uno de los
diarios traidos por el último vapor, apareció
con el siguiente artículo de sensación (1) :
"Uno de esosrastaqlloueres que Padscuenta
por c~ntenares, y la mayor parte de los cua-
les, á pesar de su posición indefinida en la
sociedad, hallan los medios de brillar fuera
de ella, llevando vida fastuosa de grandes

(1) Un jóven extranjero, el príncipe Melissano, mereció


desplMs de su trájica muerte, líneas semejantes á las que
transcribimos, y que darán una "idea de los sentimientos
que á París" inspiran los de su condición. Véase Le Gil
Bias, Octubre i de .886.
3 18 RASTAQGOUERE

señores, y arrojando el oro á puñados bajo


el rastrillo de los croupiers de club; siendo de
todas las fiestas, inaur-ando las modas y
lanzando á la horizontar. voga, el prtncipe
Kantaski, acaba de morir de una manera
trájica: el deegrac:iado se ha levantado ~
tapa de los sesos tn 1IÍlO de los salones dd
....... t,
Círculo de ....
" No es este momento oportuno para hacer
el proceso del suicida y rehusarle las ·paten-
tes de naturalización que se había conquis-
tado en la vida de Paris. Pero, fuerza será
\Ter en su muerte algo más que la simple par-
tida de un prójimo que desaparece de la es-
cena de este mundo.
" Constituye Kantaski, de por sí, una fiso-
nomía especialísima, que valdría la pena de
estudiar con detenimiento y provecho.
" El rastaquouerismo va tomando lugar con-
siderable entre nosotros. En los salones, en
el club, en el teatro, sobre el lurJ, el antiguo
buen gusto parisiense comienza á ceder su
,itio al lujo insolente y primitivo de ciertos
!xtranjeros á quienes Paris acostumbra ya
lcoger sin reservas.
UN ÚLTI~lO ARTÍCULO DE DIARIO 319

.. Kantaski pertenecía á lo que se ha dado


en llamar la' sociedad interlope. Se le veía en
todas las p¡"emie¡"es y en to~as las partidas del
demi-monde.
"Contando apenas treinta y tres años de
edad, su extraña filosofía en los momentos
de pérdida en el juego, había hecho que se le
considerase al principió en los clubs como á
uno de los reyes del bacca¡"at. I..:os que 'le
trataban aseguraban-y con este motivo rÍos
será forzoso inmiscuirnos en el origen, sobre-
manera nebuloso, de este extranjero - que
después de su matrimonio con una opulenta
sud-americana, había perdido más de un
millón, sin pestañear. Lo que parece indu-
dable es que Kantaski fué' un tú"ew; ti cinq
éffi"ené .
.. ¿ Cuáles eran sus antecedentes privados?
i Nadie los conocía! La maledicencia de al-
gunos 'soiía decir cosas comprometedoras
para el joven príncipe, entre .otras, por ejem-
plo, la de serfalso su título, y la de haber re-
cibid~. alguna vez en pleno rostro y de mano
femenina una media docena de latigazos, con
motivo de 'confidencias forzQsas hechas en el
RASTAQVOVERE

"Hace unos quince dias, más ó menos,


produjosc en la vida del extranjero un hecho
decisivo que precipitó su resolución de poner
fin á su existencia.
" Como le había acontecido en tantas oca-
siones, hallósc, por la centésima vez, en el caso
de tener que hacer frente á la cancelación de
sumas de dinero, con la imposibilidad abso-
luta de pagar.
" Kantaski no vaciló: fals.ificó una letra y la
entregó como legitima i Se trataba en esta
ocasión de la miSeria de diez mil francos! ...
"Amenazado el joven por un proceso infa-
mante se decidió, por fin, á tomar una reso-
lución extrema.
" Sin darse siquiera el tiempo de meditar
su resolución, ó tentar un último recurso
para salir de la situación desesperada en que
había ido envolviéndose- sin reparar en sus
consecuencias - el jugador que en los clubs
había removid::> millones y hecho posturas
hasta de tres y cuatro mil luises por noche,
prefirió matarse en uno de ellos, estimando,
sin duda, que al quitarse la vida: allí, moría
en el campo del honor!"
UN ÚLTIMO ARTíCULO DE DIARIO 32l

Así se expresaba el articulo necrológico


sensacional del diario llegado á Sud-América
por el último correo éuropeo ...
Otro periódico de f~cha posterior, al refe-
rirse á los funerales del infortunado estafa-
dor, concluía la noticia así":
" En la iglesia, quince· personas á lo más:
el vice-presidente del Club y uno que otro
socio.
"Una misa menor después de la "ración
por los suicidas.
" AlgllDos cirios alrededor del catafalco; ni
un ramillete de flores ¡ ni una corona siquie-
ra" SObre el ataúd !..
" Familiq., ninguna tampoco: dos compa-
triotas, solamente, para des'pedir el dueIo ...
.
"En las naves del.templo ¡soledad, soledad
";

completa! ¡ Afuera, .el ruído de la lluvia que


caía á torrentes sobre Paris !~..
" ¡ Tales han sido las exeqi.Jias del caballero
RASTAQUOUERE.

de industria que acaba de desaparecer para


siempre .....

Felizmente para María, sus padres logra.


ron ocultarle de pronto estas noticias. Vuelta
ella, como se ha visto, al seno del hogar pa-
terno, recuperada al cariño de los suyos,
vivía por entonces en su patria, circunscrita
á un grupo· de relaciones íntimas y llevando
en el alma luto pcrpétuo por la pérdida de
sus queridas ilusiones de niña y de una feli-
cidad muerta antes de nacer; pérdida harto
más dolorosa, por cierto, que lo que le ha-
bría sido conocer de repente la noticia del
trájico fin de su esposo de un día, el noble
príncipe Kantaski, y la lectura del artículo
necrológico inspirado por ella al diario pari-
siense ...
EXPIACIÓN

'D OÑA Emilia lloró aun durante mu-


chos años la desgracia de su hija.
á cuyos cuidados consagró por en-
tero su existencia, con tierna solicitud mater-
rnal.
Fué este el único desengaño verdadero
que cosechó aquella !buena señora. El se-
creto t:elativo al Asilo de Indigentes de D.
Cándido no llegó jamás á serie conocido,
por fortuna para' su tranquilidad doméstica.
Su naturaleza sensible, su alma pura de
toda mancha, su espíritu, estrecho para la
comprensión de las miserias é intrigas de la
vid~,. no hubieran- soportado, sin duda, ta-
maño golpe. Da Emilia continuó, pues, du-
rante todo el resto de sus ,il.ños creyendo en
) . . . .1 RASTAQUOUERE

la absoluta lealtad conyugal: . proclamando


en alta voz - y ante quienesquiera que la
oyesen-que la verdadera satisfacción que en
la vida le quedaba era el haber adquirido con-
fianza inalterable en la solidez del afecto de
su esposo, ya que no habia sido capaz de
deshacerse al calor de la llama parisiense, esa
inmensa hoguera de pasiones, donde, según
su modo de .ver, se fundían hasta las más
aceradas voluntades y se convertían en dura
escoria los corazones más resistentes.

Elena, casada poco déspués con un exce-


lente y honrado jóven, hijo de su propio
país, tuvo una suerte del todo contraria á la
de su hermana. Acariciada por los suyos,
amada hasta la idolat[ ía, por su esposo bri-
llando en primer término en medio de la so-
ciedad que la rodeaba y distinguía, la triste
experiencia obtenida con la dura leeción ex-
perimentada por María, no hizo sino contri-
EXPIACiÓN

buir á afianzarla más en el cariño que había


comenzado á profesará .las cosas de su tierra;
comprendiendo, aunque tarde, que los via-
jes, la ausencia accidental, deben tener, para
los espíritus superiores, como consecuencia
forzosa é inmediata el aprender á querer más
aun el suelo en que se ha nacido, disimulando
los defectos inevitables que en él se observen
y contribuyendo, por medio de todas las fuer-
zas 'de que pueda disponerse, á corregirlos
poco á poco, éon tino y con interés indul-
gente.

. .

Lucia'Ílo,obligad~ por largo tiempo á lle-


var vida de anacoreta, metido entre cuatro
paredes, víctima de dolencias fatales, inútil
para la sociedad y para el hogar, expió cruel-
mente, durante años enteros, sus desenfre-
nos y IQcuras de neurótico. Preso de terribles
nostalgias, pasóse la vida soñando con sus
recuerdos, '. hallándolo todo malo, todo inso-
RASTAQUOUERE

portable en su propia tierra; declarando im-


posible la vida en ella, asegurando no hallar
allí recursos ni. Jhedios de subsistencia mo-
ral - según su manera de comprenderlos.
Con la memoria de los sentidos siempre pal-
pitante ; con el alma llena todavía de ansias
y desenfrenados apetito$, solo esperó reco-
brar un tanto la salud del cuerpo para co-
comenzar de nuevo á dedicar su vida entera
al placer, á la disipación, al juego: á cuanto
tendiese, en fin, á recordarle los jardines
encantados de su lejano paraiso terrenal.
i Paris! i Paris ! - solía decirse entre sus-
piros. i Oh, mi adorado París, ¿ cuándo vol-
veré á verte! ...
Pero D. Cándido se mantuvo firme en
esta materia, oponiéndose con resolución,
con verdadera energía á un nuevo viaje de
su hijo. París, su cielo de otro tiempo, ha-
bíase trocado, para él, en un infierno de hor-
rores. Tomando las cosas por un extremo
contrario, contrajo odio, odio profundo, odio
mortal, á todo aquello que había adorado an-
tes con idolatría.
EXPIACiÓN

Allá, en el silencio de su alcoba, había he-


cho D. Cándido el balance de su vida, y ha-
bía encontrado que en los cinco años transcu-
rridos desde su priinera salida dt; América,
había cosechado más amarguras y desenga-
ños que en todo el resto de su existencia pa-
sada ... Vejaciones, burlas, robo, humilla-
ción, menoscabo .considerable de su fortuna,
por un lado: por el otro, vanidades, satisfe-
chas durante un segundo -disipadas, en se-
guida, co~~ el humo en el espacio, como la
espuma en el mar; adulación, embriagadora
pero venenosa; oropel, brillante pero·' falso,
volátil 'como el éter. Y, por último, un adar-
me más, tal vez, de experiencia sobre' el mun-
do y sus cosas; pero ¿ conquistada cómo? i á
costa del más tremendo de los sacrificios!
Sin embargo, ese sacrificio, por lo mismo
que e~ cruel y completo, purificaba en cierto
modo al culpable de la falta; aunque des-
tinándole, durante el resto de sus días, á q~e
23° RASTAQUOUERE

se cumpliese ampliamente en él aquel axioma


que dice que la última mitad de la existencia
del hombre no es, en general, más que una
larga y dolorosa expiación de las culpas co-
metidas en la primera ...
Recorriendo, cierto día. D. Cándido. las pá-
ginas de un libro antiguo y estropeado que
encontró entre los que formaban su escasa
biblioteca, dió por casualidad con dicha má-
xima, y, al leerla y meditarla, sintió como si
un peso enorme se hubiera desprendido de
su alma.
-- i Las palabras del sabio que la había escrito,
se trocaban para él en dulce lenitivo, y ate-
nuaban suavemente las torturas de su afli-
gl·d a conciencia
. . ,....
ÍN D le E

Paginas
EL P.OR QUE DE ESTE LIBRO Y SU PROPÓSITO, , , • , • , , , • V

Ilusiones, esperanzas y proyectos, , . , , , , . , , ,', , , , . , 11

Desembarque en Burdeqs, •..• ,.",."",."""., 25


j Paris ! ." , , , , , , , ~:, " , , , , , , , , . , , , , .. , , , •.. , , , , , . , 17
Emociones , , , , , . , , , , , .' ' , , , , . , .. , , , , .' , ...• , • , , • , , 53
Modernísimas costumbres ..• ""."",'" .. ",.". 65
Desengaños prematuros, Don Tadeo Sorralto"", 77
Por el ojo de una cerradura,.,:'" , , , , , ....... , , ,', , " 93
Novios en el horizonte"" ...... , ........ : .... ;,. 103
Un principe polaco ... , ' .... , . , , .... , '. , , , .. , , , . , , 119

Costureras'y peluqueros"., ~ , , , .... , , . , . , , , , , , , . , 12 5


En la'Gran Opera". , , , , , , , , , , , •. , , . , .• , , . , , , , , . 14 1
Lo 'que pueden mentir un tabique y un ojo de cerra-,
dura,."" .. "" ',""""',.,", ... ", ... "",., '149
" Homme galant " y .. galant-homme ", , , . , , . , , , , 161

Un baile ~sus re\'eladones, :'" ,'""""",.".,., 179


En el Bosque de Boulogne (por la mañana) " .. , , . 213
En el Bosque c1e.Boulogne (por la tarde)., .. , .• ", 225
Al altar""""""""",.,., .. ,., ',' ~:.",."", 24~
RASTAQUOUERE

Piginas
Ecos de la Prensa............................... 2; 1
Viaje........................................... 261
El marquesado de Palma-Carrillo................. 279
Tres años después........... . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 291
Peregrinación ..................... : . . . . . . . . . . . . . 109
Un ültimo artículo de diario..................... 117
Expiación . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . • . . 12 S
OBRAS DEL MISMO AUTOR

Paginas de mi Diario de Campaña (recuerdos intimos de


la guerra del· Pácifico). 1 vol. 188b.

De Castilla a Andalucía (,·¡aje por España). 1 vol. 1886.

Huillcahual (narración araucana). I vol. 1888.


Don Manuel Dorrego (ensayo histór-ico). 1 vol; ·168q.

C.. estión filolÓgica. 1 folleto de 90 páginas. 1890.


~·ER~IINADO DE nlPRnlIR

PARA DO:>l FÉLIX LAJOUANE, EDITOR

Ei 17 DE OCTUBRE DE 1890

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