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Conquista: España vs. India

Este prólogo describe la conquista de América como un tema histórico fascinante que combina la grandeza y el poder de España con actos heroicos y crueles. Aunque los primeros cronistas relataban los hechos de manera sencilla, autores posteriores como Solís usaron la elocuencia para popularizar la historia. Muchos documentos importantes sobre la conquista permanecieron inéditos hasta hace poco cuando fueron publicados gracias a los esfuerzos de la Academia de la Historia y eruditos.

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Conquista: España vs. India

Este prólogo describe la conquista de América como un tema histórico fascinante que combina la grandeza y el poder de España con actos heroicos y crueles. Aunque los primeros cronistas relataban los hechos de manera sencilla, autores posteriores como Solís usaron la elocuencia para popularizar la historia. Muchos documentos importantes sobre la conquista permanecieron inéditos hasta hace poco cuando fueron publicados gracias a los esfuerzos de la Academia de la Historia y eruditos.

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PRÓLOGO.

El célebre historiador inglés Tomas Babington Macaulay principia su artícu-


lo sobre Lord Olive (escrito en 1840) admirándose, con candoroso nacionalismo, de
que la historia de la. conquista y subyugacion de la India oriental por los ingleses no
haya de pcrtado jamas, en Europa, ni en Inglaterra mismo, el intcres con que cautiva
los ánimo la historia de la cony'uista Y colonizacion de América por los españoles.
Pocos habrá que ignoren el nombre del vencedor en México y Otumba, y que no
hayan oido hablar de los caudillos que avasallaron el suelo de los Incas; pero apé-
nas habrá uno entre muchos en Ingla.terra (por lo ménos hace cuarenta afio, si
hemos de estar al dicho de Macaulay) que dé razon de quién ganó la batalla de
Buxar, de quién ordenó la matanza de Patna, de i Smajah Dowlah reinaba sobre
el U da ó sobre Travancora, y otros puntos semejantes.
y no acierta á comprender Macaulay esta preferencia que da el público á lns
conquistas españolas de América, sobre las invasiones inglesas de la India, cuando
considera que la poblacion sometida por los ingleses era diez veces mayor que la do
los indios americanos, y habia alcanzado un grado de civilizacion material superior
á la quo tenian los mismos españoles cuando acometieron la conquist.:'l. del ue-
vo Mundo.
En otro de sus ensayo, el que se refiere á la Guerra de 8ucesion en España,
reconoce el mismo insigne escritor que España en el siglo en que guerreaba á un
tiempo en Europa y en América, era la más poderosa y fuerte, al par que la más
sábia y amaestrada potencia del mundo; pero en la ocasion citada, tratándose de un
paralelo entre el yalor de la nacion que no vió .ponerse el sol en sus dominios, y el
del pueblo insular que amenaza á todos con el tridente, el avisado crítico, á pesar
de serlo, y mucho, el autor de los mencionados ensayos, no quiso ver, Ó su orgullo
nacional le vendó los ojos para que no viese, que el consabido sufragio del
público leyente de todos los paises en favor de la. historia. de nuestra América, com-
parada con la usurpacion de la India Oriental, siendo, como es, voto general y uná-
nime, noha de graduarse de caprichoso y necio, ántes hay que reconocer que se apoya
en razones poderosas, y al crítico en casos tales no incumbe ensayar refutaciones de
la opinion universal, sino desentrañar y descubrir los motivos y fundamentos que la
explican.
La conquist.'l. de América ofrece al historiador preciosos materiales para tejer
las más interesantes relaciones; porque ella presenta reunidos los rasgos más varia-
dos que acreditan la. grandeza y poderío de una de aquellas ramas de la ráza latina
que mejores títulos tienen á apellidarse rornanaB: el espíritu avasallador y el yalor
impertérrito siempre y donde quiera: virtudes heróicas alIado de crímenes atroces:

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IV PRÓLOGO.

el soldado vestido de acero, que da y recibe la muerte con igual facilidad, y el mi-
sionero de paz que armado sólo con la insignia del martirio domestica los hijos de
las selvas y muchas veces rinde la vida por Oristo: el indio que azorado y errante
vaga con los hijos puestos al seno (como decia ya Horacio de los infelicos que en su
tiempo etan víctimas de iguales despojos, sin las compensaciones de la caridad cris-
tiana), Ó que gime esclavizado por el duro encomendero; y el indio cantado on su-
blimes versos por un poeta ayenturero, como Ercilla, Ó defendido. 0011 arrebatada
elocuencia en el Oonseio del Emperador po.r '!Jn fraile entusiasta como I . . as Casas, 6
protegido por leyes benéficas y cristianas, Ó convertido ú 10. de amor y justicia
por la paternal y cariñosa enseñanza de religiosos dominicos 6 jesuitas: la codicia
intrépida (no la de sordas maquinaciones) que desafiando la naturaleza bravía corre
por todas partes ansiosa de eucontrar el dorado vellocino; y la fe, ]a generosidad y
el patriotismo que fundan ciudades, erigen templos, establecen casas de educacion y
beneficencia, y alzan monumentos que hoy todavía son ornamento y gala de nuestro
suelo. Singular y feliz consorcio, sobre todo (salvo un período breve de anarquía é
insurrecciones que siguió inmedintamente á la conquista.),aquel que ofrocen la unidad
de pensamiento y uniformidad del sistema de colonizacion, debido á Jos sentimientos
profundamente católicos., y monárquicos de los conquistadores, con el espíritu caba-
lleresco, libre y desenfadado, hijo de la Edad Média, que permite á cada conquistador
campear y ostentarse en 01 cuadro de 1~ historia con su carácter y genialidad propios.
Así, Cortés no se confunde con· Pizarro, ni Quesada so equivoca con Belalcázar; así
el caballero que por puntos de honor, ó lances de amor, desenvaina fácilmente y
enrojoce la espada,se entrega sumiso como vasallo tÍ un Juez de residencia ó Comisario
Real, y aun dobla con resignacion el indómito cuello, llegado el caso, ante la. in-
flexible cuchilla de la justicia.
Lo que os de notar, y lo que no observa :Macaulay, es que las glorias de la
conqui ta han crecido y abiél'tose camino, no por esfuer7...os de la misma raza con-
quistadora, cncaminauos á ensalzarlas y pregonarlas) :lutes á pesar de la emu-
Incion de los extraños, como era do esperarse, y tambiel1 do In indolencia y lÍun
las ronegacloncs de los propios, que os género ue oposicion con que de ordinario no
tropozaron las glol'¡as de otras nuciones. Los primeros cronistas de nquollo. sucesos
consignaron los hechos con camlor y soncilJez, sin adomarlos con las flores del ostilo;
Rólo siglos despucs empleó Solis los artificios de la olocuoncia para popularizar y
hacer gustosa la historia de Hernan Oortés, má s ca poro mús pura en las desnu-
das y cánuidas páginas uo Bernal Día7.. l\1uchas de aquellas reladones, en cuya pu-
blicncion debian estar interesados ]os espafio]cs todos, pcrmanecian Ílléditns,
y otras 10 están aún. Sólo en 10$ últimos años han saliuo á luz obras manuscritas y
casi degconocidns, de Oviedo y de Las Casas, las Gne'r'ras de Qnito de Cieza de
Leon, Cartas do Indias de gran valía, y otros documentos prooiosos, gracias al celo
de la Academia de la Historia, á )a proteccion del gobierno de D. Alfonso
. /11, y á la diligenoia y estudio de eruditos particulares, camo los señores don Jus-
to Zaragoza y D. Márcos Jiménez de la Espada. No de esfuerzos semejantes dió
ejemplo nuestra raza on tiempo anteriores, y sobre todo á principios de la pre-
sente centuria, cuando ]05 peninsulares con mal entendido y tardío desengaño se
empeñaban en conservar las colonias de América, que los errores de su propio go-
hierno más talvez que el anhelo de emancipacion de sus hijos, les arrebataban para
siempre de las manos. Dominados ellos Jo jdeas filantrópicas cn que los imbuyó el
enciclopodismo frances, ó creyendo que expiaban las culpas de Oorteses y. Pizarros
sin ver Ja viga presente en el ojo propio, sin considerar que la expulsion de los
Jesuitas por el gobiemo de Oárlos 111, y la propaganda volteriana de los consejeros
y yalidos de aquel monarca y de su inmediato sucesor, cr~m los verdaderos elTores
que ollos €8t.'lhnn purgando, las causas que de cerca determinaban Jn. pérdida de las
Américas; y nosotrnF figurándonos quo íb:llUo~ n ,~engar los manf'S de ~fotczuma

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pnÚLO 'O.
'"
y t'llibertar la cuna de los Incas; espaiioles poninsulul'c. y americanos, toJos ti una'
aquende y allendo los mares, de buena. fo á veces, otras por jntereses Ó por ficcion'
maldeciamoR y renegábamos de nuestros comunes padres. Con voces de poetas
ibéricos é indianos pudo formarse entónces borrí ono coro de maldiciones contra. In.
conquista. El lenguaje de Olmedo, por ejemplo, enmedio de sus exageraciones enér...
gicas y brillantes, no difiere en el fondo del amargo sentimentalismo de Quintana)
que con la misma. pluma con que trazó las biografías de Pizarro51 y B~lboas, adulaba
en sus odas famosas á la. H vírgen América," en rasgos del tenor siguiente:

Con sangre están escritos


En el eterno libro de la vida
Esos dolientes gritos
Que tu labio afligido al cielo envía;
Claman alli contra la patria mja
y vedan estampar gloria y ventnra
En el campo fatal donde hny delitos.
¿ 1 o ceRsrán jamas? l. No son bastantes
T"es siglos infeUces
De amarga expiacion? Ya en estos dias
No somos, nó, los que ó. ]a faz del mundo
Las alas de la audacia se visticron,
y por el ponto Atlúntico volaron,
Aqncllos que al silencio en que yacias
angrienta, encadenada te arrancaron.

A. í cantaba en 1 06 el má brioso, el mús popular de los poetas ospañoles do


aquel tiempo; y esa valientes estancias en que protestaba quo los españoles de en...
tónces '110 e'tan los mismo españoles uel siglo XVI, del siglo de la granueza de Es ..
pafia, corrian en E paila con aplauso. Los t'l'es siglo de servidumbro siguieron
sonando lo mi mo en los en ayo histórico del c 'lobre literato y estadista poninsular
Mart.ínez de la 1 05'1 (GluJrra de las Oom,71nidades de a tilla) que en los escritos
patriótico uo nucstro insigno Camilo Tórres (jfemo1'ial de ag'ra i08). Dijérase que
españoles europeo .. y americano , no contento do de los albores de 1 ' lO con despe-
dazarnos r desacreditarnos r c1procamente, sólo no dábamos la mano en el comun
empeño de abogar In tracliciono do nuestra raza, y que con desden nltivo, y áun
con lágrima que hacíamos alardo do verter • (y que i alguno los vertió
rcalmente, m~jor se hullieran empleado en llorar pecados propio) aspirábamos á
borrar, si po ible fue e, lo Ol'ÍgOqCR de la civilizacion americana.
Deplora.ble es, y lá tima profunda inspinl., la. sitnacion de una raza enervada.
que por único eonsuolo hace o tentacion de los nombre do sus progenitores ilustres.
¿ e qué ha sorvido á los modernos italianos decir al mundo con palabras y no con
hechos, que descienden de los Césares y Escipiones? Pero es doloroso tambien,
síntoma asimismo de degeneracion y de ruina, y rasgo do ingratitud mucho más cen-
surable que la necia vanidad, la soberbia. y menosprecio con que un pueblo cualquie-
ra, aunque por otra parte esté adornado de algunas virtudes, apénas se digna tornar
á ver á . u cri tiana y heróica ascendencia. El nacionali. mo que se conviorte en una.
mUllí nobiliaria, es un vicio ridículo; pero el antipatriotismo es peor. A la España
de ruhos mundos en 01 present . ig~o ha aquejado esa dolencia: esa "conformidad
rui n con el uesden extra.njero, "en ujetos descastados que desprecia.n In. tierra y la
raza Je que son~ por seguir la corriente y mostrarse excepciones de In. regla." "El

'" Oyeme : si hubo vez en que mlll ojos


Lo/:! fru tos de tu hi tona recorriendo
... ' o f:e hinchesen de lágrimas ........ .
"INTA!\A, ibid.

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r VI .PJ16LOGO.

abatimiento, el desprecio de nosotros mismos," ai1ade el orador cuyas palabras es-


tamos- traseribicndo * "ha cundido de un modo pasmoso; y aunque en los indivi-
duos y en algunas materias es laudable virtud cristiapa, que predispone á resignarse
y someterse á la voluntad de Dios, en la colectividad es vicio que postra, incapacita
y anula cada vez más al pueblo que lo adquiere."
¿y por d6nde empezó la tentacion de despreciarnos en comparacion con el
extranjero, si l14> fué por esas declamaciones contra los tres siglos, es decir, contra
nuestra propia historia? ¿ Y de dónde nació esa peligrosa y fatal desconfianza en
nosotros mismos, sino del hábito contraido de insultar la memoria de nuestros padres,
ó de ocultar sus nombres, como avergonzados de nuestro orígen? Natural y facilísi-
mo es el tránsito de lo primero á lo segundo, como es lógico é inevitable el paso de
la falta cometida al merecido castigo. .
Muy léjos estamos de desconocer los méritos contraidos á fines del pasado
siglo ó principios de éste por el diligente rebuscador Mufíoz, por el sabio y virtuoso
historiador N avarrete, y en conjunto por la Real Academia de la Historia. Pero la
verdad es que quienes más han contribuido, no sólo por la forma literaria de sus
t¡;abajos, sino por la imparcial procedencia de 8US sufragios, á demostrar al mundo
la importancia de los anales de la conquista y colonizacion americanas, han sido
algunos hijos de este Nuevo Mundo, pero no latinos por su raza., ni por su religion
católicos. Oonvenia que así fuese, para que se hiciese la justiCh't fuera de casa, y
manos heterodoxas levantasen el entredicho impuesto por nosotros mismos á nuestra
historia colonial. Oport"et haereses esse.
En efecto, 1ucgo que las colonias inglesas de la·América del Norte hubieron
consumado su emancipacion y entrado en el goce del self-govermnent,no faltaron na-
turales del país, descendiontes de buenas y acaudaladas familias inglesas, que estu-
viesen adornados de una ellucacion clásica, y ti los recursos materiales que
demnnda. la independencia literaria reuniesen la vocacion y capacidad nece-
sarias para el estudio de extensas y variadas investigaciones históricas. Los anales
de su tiel'l'a nativa eran para ellos campo estrecho é infecundo: no hallaban allí ni
las uniformes corrientes tradicionales que marcan el rumbo á la filosofía de la histo.
ria, ni los animados episodios y sucesos particulares que constituyen ]30 poesía de la
historia; y así, mal que les pesase renunciar á la escena nativa, convirtieron las mira-
da.s al Mediodía, y cautivada su atcncion por el descubrimiento y conquista de la
América Española, á esta region histórica se trasladaron, y tÍ ilustrarla consa~raron
con éxito afortunado sus vigilias; siguiendo en esta migracion intelectual la cos-
tumbre de las razas del Norte, que estimuladas por la necesidad dejaron muchas veces
sus nebulosos asientos, é invadieron los paises meridionales en demanda de climas
más benignos y de tierras más fértiles y hermosas.
Washington Irving abre la carrera trazando la historia de los compañeros de
Colon. Prescott explotando casi ciego (ejemplo memorable de energía moral y men-
tal) inmenso acopio de documentos, en gran parte manuscritos, ilustra á un mismo
tiempo la historia de la Península y la de las colonias, con sus admirables trabajos
sobre los Reyes Católicos y Felipe II, sobre la Conquista de México y la del Perú. y
tanto halago tuvieron para los literatos anglo-americanos Jos asuntos españoles, tanto
ha llegado á cultivarse entre ellos el caste1lano, que hubo quien se animase á escribir
la Historia de la litel'atU/ra española. Llevó á cabo esta difícil empresa Jorge Ticknor,
mostrando en todas las páginas de su libro que le guiaba criterio recto y sano, y que
no solo poseia una vastísima erudicion, sino tambien-Io que es más de admirar, por In.
rareza del caso - un conocimiento tan profundo como delicado de una lengua que no
era la suya. Cuidó de incluir en su cuadro los escritores castellanos nacidos en
Indias ó que trataron asuntos americanos; y triste es confesar que para muchos com-
patriotas nuestros, que ni siquiera sospechaban que hubiese nuestro suelo producido
:1< VALI:UA, Discurso a.cadélr¿ico de con,tG'staáon al seño/' Jlenh ult'z Pelayo.

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!'RÓLoao. VIl

eS~l'itor ni sabio alguno duranie los t'res siglo8 de tinieblas, las doctas páginas escritn~
p el literato de Boston fueron una revolacion súbita de que teniamos tambien una
literatura colonial. '*
y no se crea que estos tributos valiosísimos que los literatos setentrionales han
re:ldido á la olvidada Musa de nuestra historia colonial, hayan procedido de circuns-
t~l:lcias violentas, de caprichos y aberraciones que los divorciasen de su abolengo, de
aquel antipatriotismo quo sabe engendrar el desprecio de las cosas p opias, pero que
ne por eso mueve á ilustrar con paciente y sagaz investigacion las ajenas, porque
nilgun vicio es inspirador de virtudes. No se piense, por ejemplo, que lvs citados
e~ri tores anglo-... mericanos fuesen despreciadores ni despreciados de los ingleses,
ni estuviesen reñidos con el público ilustrado de Inglaterra. "Los americanos, siempre
celosos de su independencia política- dico un atento observador de las costumbres
de aquel pueblo-y aborrecedores de las instituciones británicas, se muestran sobre-
manera sumisos y sensibles al q'ld dirán del público inglés. El hecho no es- añade-
tan sorprendente como á primera vista parece, porque no puede haber roalmente más
que un centro para el pensamiento inglés, para la litoratura inglesa, la cual irra-
dil y alcanza á donde quiera que so hable inglés." t y el ejemplo que trae el autor
de estas observaciones viene como anillo al dedo á. nuestro intento, porque se refiere
precisamente al biógrafo de los compañeros españoles do Colon .. Mr. Irving no al-
canzó el crédito literario de que ~ozó en los Estados U nidos sino despues quo el
editor inglés Murray le dió tres o cuatro mil guineas por una de sus obras. No iban,
pues, aquellos historiógrafos á formar haces de glorias espafiolas para echárselas en
rostro al pueblo inglés; ni tamlJOco fundaban esperanzas de buen éxito para sus
obras en la acogida que éstas pudieran obtener del públioo español. Su público
ora el inglés, y no el cismarino, sino el de ambos mundos. Sus obras corrian en inglés,
y para que más tarde fuesen traducidas en castellano y merecio on buena acogida
de los pueblos españoles, requerfase precisamente asegurar su crédito en la. lengua
en que se escribieron. El resultado ha sido quo las ediciones inglesas se han repe-
tido en mayor número que las españolas; y aun la tradu~cion castellana del trabajo
de Ticlmor, que por su naturaleza especial es talvez más español que los históri-
cos de Irving y Prescott, aunque enriquecida con valiosas notas y apéndices, no
se ha agotado en muchos años, ni compite en pureza y esplendor tipográfico con las
ediciones inglesas de Boston y Nueva York.
Ni renunciaron dichos historiadores anglo-americunos á su orgullo de raza,
ni se desentendieron del todo do sus preocupaciones naciona.les, ni de sus errorea
de secta, siempre quo ocurre la ocasion do mostrar sus sentimientos personales á
vueltas de la narracion histórica. 1 Cuán á las claras no se ostenta Prescott pro-
testante en su historia de Folipe 111 1 1uún cordialmente no simpatiza con los
herejes perseguidos por el Santo Oficio 1 Cuando compara los hijos del Mediodía,
oonquistadores del hemisferio americano austral, con la raza anglo-sajona que se
derramó sobre el Norte tIel mismo nuevo continente, I con qué filial satisfaccion no
traza el elogio del aventurero setentrional para levantado de aJgun modo, si le fuese
dado, sobre el conquistador español! "El prrncipio de accion en estos hombres
(los del Norte) no era-diee-la avaricia ni el proselitismo, sino la independencia
religiosa y politica. Para asegurar estos beneficios se contentaban con ganar la
,.. En la parte americana la obra d() Ticknor es muy deficiente, ni podía suceder de otro modo,
porque la falta de trabajos bibliográ.ficos anteriores no permitia que fuese completa, México solo tiene
materia para. una obra extensa; véase el discurso del sabio García lcazbnlceta sobre Beristain, leido
recientemente en la Academia Mexicana. i Pero cuánto no ha servi(io el ejemplo de Ticknor I Gracias
á. él, Vergara en Colombia, Mera en el Ecuador, y con mayor a.lionto y mayor cúmulo de noticias el
sefior Medina. en Chile (lIi8toria de la litC7'atu1'a colonial de Cltile, 3 tomos en 8.°) han reunido nue-
vos datos para la lIi3tm'ia de la lite1'atura llispano-americana, grande obra que convida con inmortal
corona al que fuere digno de desempeñarlo,j aun no es llegada. la ocasion de que se escriba, pues o.pénas
están comenza.doslos trabajos preparatorios.
t T. N, NICHOLS. l!1n'ty '!Icara ni American lije. London, 18U , p. 235.

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-111 l'RÓL0GO.

subsistencia. ú. fuerza dc privaciones y tra.bajos. Nada pedian al suelo que ho fuese


el rendimiento legítimo de este trabajo. No habia para ellos visiones doradas que
cubriesen BU carrera con un velo engañador, y que los impulsase á caminar á traves
de mares de sangre pnra echar por tierra á una inocente dinastía. Su frian con pacien-
cia las privaciones de la soledad, regando el árbol de la libertad con sus lágrimas y
'Con el sudor de su frente, hasta que echó hondas raices en la tierra y encumbró sus
ramas hasta el cielo."
La elocuencia patriótica de estas frases os tal, que taya en exaltacion tribu'"
nicia, y, en algunas alusiones, agresiva. No e peren las sombras de nuestros abuelos
parcial inclinacion ni favor gratuito de esto tribunal severo. No habrá aquí oculta-
cion ni disimulacion alguna para BUS faltas públicas ni privadas~ Su avaricia y
crueldad se pondrán de manifiesto, y áun los perfiles do sus vicios se rotocarán
talvez con vívidos colores. Bil occnltum remanebit. Empero, el narrador americano,
en medio de sus preocupaciones de raza y de secta, alcanza un grado de imparciali-
dad suficiente para hacer justicia; goza de cierta independencia de pensamiento
familiar á 108 que se acostumbran á vivir entre recuerdos de lo quo fué; si á veces
abulta no poco los cargos, las virtudes que descubre conmoverán tnmbicn su cora-
zon generoso, lo 81'ffmCarán elogios fervientes, la verdad guiará su pluma en el
escabroso proceso, y en vez do dictar final sentencia, dejará que los loctores la. pronun-
cien, comunicándoles previamento cuantos datos ha recogido, para que pueda cada
'cual fallar segun su leal saber y entender, con pleno conocimionto de cansa.
Por eso debemos recibir como marcados con la estampa de la más pura. im-
parcialidad los testimonios que ofrece en favor de aquellos á quienes Quintana llamó,
y muchos con él, bárbaros y malvados. ¿ Quién era el conquistador? ¿ Eran todos
108 aventureros gente vulgar, criminal y vagabunda? Más bien pertenecian al
tipo del caballero andante de siglos heroicos. "Er'J. un mundo do ilusiones el que
se abria á sus esperanzas, porque cualquiera que fuese la suorte que corriesen, 10
que contaban al volver tenia tanto de novelesco que estimulaba mas y más la ar-
diente imaginacion de us compatriotas, y daba pasto á los sentimientos quiméricos
de un siglo de caballería andante." ......... " La fiebre de la emicrracion fué general
y las principales ciudades de España llegaron á despoblarse. La noble ciudad de
Sevilla llegó á padocer tal falta de habitn.ntos que parecia hubieso quedado exclusi..
vamente en manos de las mujeres, segun dice el embajador veneciano Navajero, en
BUS viajes por España" (1525.) ¿ Era la crueldad el rasgo característico del conquis-
tador? "Su valor ostaba manchado por la crueldad "; pero "esta crueldad nacia
del modo como I!e entendia la religion en un siglo en que no hubo otra que la del
cruzado." Y en cuanto al valor de aquellos descubridores intrépidos, considérese
que "la desproporcion entre los combatientes era tan grande como aquella de que
{lOS hablan los libros de caballería, en que la lanza de un huen caballero derribaba
contenares de enemigos á cada bote. Los peligros que rodeaban al aventurero, y las
penalidades que tenia que soportar, apénas eran inferiorea á los que acosaban al ca-
ballero andante. El hambre, la sed, el cansancio, las emanaciones mortíferas de los
terrenos cenagosos, con sus innumerables enjambres de venenosos insectos; el frio
do las sierras, el sol calcinador de los trópicos: tales eran los enemigos del caballero
andante que iba á buscar fortuna en el Nuevo Mundo. Era la novela realizada.
La vida. del aventurero español constituin un capítulo más, y no el ménos extraor-
dinario, en las crónicas de la caballería andante." ¿ Era la codicia su único móvil?
" El oro era estímulo y recompensa, y al correr tras él su naturaleza inflexible pocas
veces vacilaba ante los medios. Pero en los motivos qua tenia para obrar, se mez-
claban de una. manera extraña influencias mezquinas con las aspiraciones mÚB nobles
y lo temporal con lo espirituaL" :if
• C{)tl'ltd8ta del P erú. Nos servimos para. esta ' cita de la edicion cspafiola, Gaspar y noig,
18:5-1, p,52.

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rnÓLOGO.

y sinembargo de la verdad que envuelvo esta últimll consid.eracion, el con"


quistauol' pt'opiamento dicho pueuo considorarse como 01 brazo secular, como la
parto mat l'ial uo la conquista misma. Tras ostos zapadores robustos y á. par de ellos
Gorrioron sin ruido los vientos de la civilizacion cristiana que sembraron la semilla
evangélica en el suelo desmontado. ¡ Qué logion ue misionoros apostó1icos J ¡ Qué
rica do santidad, qué fecunda on enseñanzas y ejemplos es nuestra historia ecle-
siástica colonial, olvidada y por explotar aún, en gran parto, en las crónicas de las
Ordones religiosas 1 Prescott como protestanto no ponetm el espíritu del catolicis~
mo, y se queda en la corteza; pero reconoce y consigna los hechos, y no escatima
la admiracioll debida al alero católico que ovan gel izó el N uovo Mundo; siondo do
notar que en esto pnnto las exigencias de la verdad acallaron el ospÍritu de socta, y el
imparcial historiador inclina la balanza con todo su p so on pro de los misioneros
católicos. No ele otra suerto 01 ya citado 'Iacaulay dejó escrito el más oxplícito tos-
timonio en favor uo la inmorta,lidad del Papado. Poro ni uno ni otro osaron ó su-
pioron señalar las causa de 10<; hechos quo I'econocian do buon grado; no echaron
de VOl' quo el catolicismo es 01 árbol que vivo y floreco alimentado por savi.a so.
bronatural, y quo las soctas disidentes son las ramas quo so ocan y mnoren uos-
gajadas del tronco materno. ¡ FIJ\queza humana que así presonta unidas, cuando
fuIta el don de la fo, las m~18 lúcidas porcopciones, con los juicios más ciegos y
suporficiales J
" Los osfuorzos hechos para convortir á los gentilos, dice con noblo ingonui-
dad Proscott, Qon un rasgo característico y honroso de la. conquista. española. Los
puritanos con igual celo religioso han hocho comparativamente ménos por la con-
version de los indios; conton ttludose, segun pareco, con habor adquirido 01 inestima..
ble privil gio do adorar á Dios á su modt). Otros aventureros quo han ocupado 01
Nuovo l\lundo, no haciondo por sí ru ismos gl'UU caso do la. roligion, no se han mos-
trauo Ulny olí citos por difllndirla en tro los salvaje. Pero los misioneros españoles,
desde el pl'incipio hasta ('1 hn, han mostrado profundo interes por 01 biene tal' e pi-
ritual do Jos natura le:. Bajo sus aus picios e leva.ntaron magníficas iglesia, so fun ..
daron cscn las pa.ra, la insb'uccion elemental, y so a loptaron todos los medios racio-
nalos para difundir el conocimiento do las v rdad ;:j roligiosas, al mismo tiempo quo
cada uno de los misionoros ponotraba por remotas y casi inaccesibles regiones, ó
rounia su neófitos indígonas en omuniuatlo, como hizo el honrauo Las Casas en
eumaná, <> como hicieron los Josuita en California y Paraguay. En todos tiempos
el animoso eclesiástico e p:ulol estaba pronto ú. levantar la voz contra la crueldad do
los conqui , tador s y con tra la avaricia no ménos uestrnctora do los colonos; y cuan-
do su reclamacionol:! eran inütiles, todavla se deuic ba tÍ. consolar al desdichado indio,
ú enseúarlo á resignarso á su suerte, y ti iluminar rm oscuro en tonJimionto con la
rovolacion do una exisfoncia má santa y más feliz. Al rocorrer las púginas an-
griontas do la historia coloninl española, ju. to o:;, y al propio tiempo satisfactorio,
oLsol'vur quo la mi, ma nacion de cuyo seno salió el cl1Ilul'ecicIo conquistauor, env]()
asimismo al misionoro para desompeI1ar la obra do la boneficencia y difllndir la luz
do In. civilizacion cristiana on las regiones más apartadas del Nuevo Mundo." (1)
Tales son los rasgos característicos do la conquista, trazados por un distin-
guidísimo escritor e.'ctTanje?'o y d'isidente.
Dos ensoñanzas muy útiles para los hi spano-americanos so despronuon do
las obras do Prescott: la primora, que la conquista y colonizacion de las IDtliaq
ofreco riquísima materia para quo 01 historiador ojercito en ella su pluma y dé frn-
tos que ( cgull la frase do Cel'vnnte. ) Ilenon al mundO' do maravilla y do contento ;
y la sogunda, quo para oscrihir dicha historia, no Hdtarún datos al qua los busque en
la créHlica:; impre:l:ts, y en relaclones y carta inéuitad do aqnollo::! antepasado::!
(1 ) COllq uista df'l Ped, edic. ci to p, 120.

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r ;
x PROLOGO_

nuestros, má:s cuidadosos de dejar fiel constancia de los hechos, cumpliendo así con
la obligacion que á ellos les incumbia r que lo hemos sido nosotrós, en el siglo qua
corre, de desempeñar la nUElstra, ordenando esos materiales y aprovechándolos COD
arreglo á las exigencias de la crítica moderna. Si de algo debe quejarse el historia"
dar, dice Prescott, es más bien de}, embarras de 'richesses.
Obligacion hemos dicho que es la nuestra de aprovechar eso8' materiales,
porque la historia colonial no puede ser para nosotros objeto de mera curiosi..
dad histórica ó científica, como para Jos extranjeros, sino tambien estudio que ofrece
intares de familia y provechosas leccioll-es sociales. La costumbre de considerar
nuestra guerra de emancipacion como guerra internacional de independencia, oual
lo fué la que sostuvo España contra Francia por el mismo tiempo, ha procedido de
un punto de vista erróneo, ocasionado á much.as y funestas equivocaciones. La
guerra de emancipacion hispano-americana fué una guerra civil, en que provincias.
de una misma nacion rec1amaron los derechos de hijas que entraban en la mayor
edad, y recobrándolos por fuerza, porque la madre no- accedia por buenas á sus exi-
gencias, cada una de ellas estableció su casa por separndo. Viendo las cosas en este
aspecto, que es el verdadero, debemos reconocer que las- relaciones que hemos anu-
dado con la madre España, no son las de usual etiqueta, sino lazos de familia, y que
no es el ménos íntimo de los vínculos que han de unir á los pueblos que hablan cas-
tellano, el cultivo de unas mismas tradiciones, el astudio de una historia que es en
comun ]a dé todos ellos.
Podemos contemplar la historia colonial bajo el aspectO' social 6 bajo el aspec-
to político, y en uno y otro caso hallaremos en ella los antecedentes lógicos de nues-
tra historia contemporánea. En el primer concepto la couqui~f;a¡ y colonizacion de
estos paises ofrece á nuestra consideracion el espectáculo de una raza vencida qua
en parte desaparece y en parte se mezcla con una raza superior y victoriosa; un
pueblo que caduca, y otro que en su lugar se establece, y del cual ~mos legitimas
ramas; en una palabra, la fllndacion y desenvolvimiento de la sociedad á. que perte-
necemos. Ya en 1827, terminada apénas la guerra de emancipaciol1', áun vivos y
frescos los odios que ella engendró, el ilustre autor de la Alocucion á la poes{a, á quien
nadie tachará de sospecho o en materia de patriotismo, estampaba esta dec!aracion
digna de memoria: "No tenemos la menor inclinacion á vituperar la conquista ..
.Át,'oz 6 no atroz, á ella debemo8 el (Yr{g~n de n~te8t?·os de1'eclufs y de nueatra existencia,
y mediante ella vino á nuestro suelo aquella parte de la civilizacion europea que
pudo pasar por el tamiz de las preocupaciones y de la tiranía de España."· Los
Tomanos tenian una frase expresiva y exacta que, no sin misterio, ha desaparecido
de los idiomas mouernos - mores pone7'e -fu;nda:r costumbres, lo cual es muy diferente
de dicta'}' leyes. J.I01·esque viris et rnoenia *.: costumbres y murallas, cultura religio-
sa y civilizacion material, eso fué lo que establecieron los conquistadores, lo que no&
legaron nuestros padres, lo que constituye nuestra herencia nacional, que plldo ser
conmovida, pero no destruida, por revoluciones políticas que no fueron una trasforma-
cion social.
Políticamente hablando, el grito de independencia lanzado en 1810 puede
considerarse como una repeticion afortunada de tentativas vanas (aunque ménos
generales y no felices, porque no ha hia llegado ]a hora señalada por la. Providen-
cia) que datan de la época misma de la conquista. t "La conquista de los indígenas,
dice Prescott, no es más que un primer paso, á que se sigue la derrota de lO$ españo-
* Repm·to'l'w Amm'icano, tomo lIT, p. 191.
.. VIRG. Aen, 1264, ' 'Mores' conveyed to aRoman many of the notions which politica}
institntions and a social system convey to us," CONINGTON ad ZQtJum. A la Religion cristia.na cuyas
inspiraciones presidieron á la Colonia y á la. República podemos aplicar la hermosa frase de Dello ;
Maestra de los pueblos y los reyes
Cantaste al hombre las primeras leyes.
t Y. AMUNÁT.t::Q Uf, PI'CCU1'SOl'CI de la illdepcncl(ncia.

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PR6LOOO • . XI

le, rebeldes (como si dijésemos in~urgentes) bast.'\ que se establece la supremacía de


la Corona de un modo decisivo." Y cosa singular: luégo que se afianzó por siglos
en América la dominacion de los Reyes de Casti1la, cuando. volvió á sonar el grito de
independencia, fueron otra vez españoles de orí gen los que alzaron esa bandera, y no
sólo tuvieron que com batir á los expedicionarios de España, sino á. las tribus indíge-
nas, que fueron entónces el más firme baluarte del gobierno colonial. Séanos lícito pre-
guntar: el valor tenaz de los indios de Pasto, los Al'aucanos de Colombia, que toda-
vía en 1826 y 1828 desafiaban y exasperaban á un Bolívar y un Sucre, y lo que es
más, y aun increible, .que todavía en 1840 osaban desde sus hórridas guaridas vito-
rear de nuevo á Fernando VII, ¿ es gloria de la raza española, ó ha de adjudicarse
con mejor derecho á las tribus americanas? Y el genio de Simon Bolívar, su elo-
cuencia fogosa, su constancia indomable, su generosidad magnífica, ¿ son dotes de
las tribus indígenas? ¿ no son más bien rasgos que debe reclamar por suyos la nacion
espaiíola? El título de Libertador no pudo borrar en Bolívar su condicion española.
y el mismo Bolívar, y Nariño, y San lVra¡,tin, y los próceres todos de nuestra inde-
pendencia ¿ de quiénes, sino de padres españoles, recibieron la sangre que corría en
sus venas y el apellido que se preciaban de llevar? _~ Dónde, sino en universidades
españolas, adquirieron y formaron ideas políticas? ¿ y en qué época hemos de colocar
tÍ esos hombre, en unacronologla filosófica, si seguimos la regla de un gran pensa-
dor, segun la ouallos hombres más bien pertenecen á la época en que se formaron
que á aquella en ,que han florecido? Quien quiera precisar lo que fué nuestra guerra
de independencia, oiga otra vez á Bello~ " Jamas un pueblo pl'ofunclamente envile.
cido ha sido capaz de ejecutar l()s grandes hechos que ilustraron las campañas de los
patriotas. El que ~b. erve con ojos filosóficos la historia de nuestra lucha con la me-
trópoli, reconocerá sin dificultad que lo que ROS ha hecho prevalecer en ella es cabal-
mente.el elemento ibérico. Los capitanes y las legiones veteranas do la Iberia trans-
atlántica fueron veucid~s por 108 caudillos y los ejércitos improvisados de otra Iberia
j6ven, que abjurando el nombre conservaba el aliento indomable de la antigua. La
.constancia española S8 ha utrellado contra sí misma." •
Siendo esto así, los nuevos Gobiernos amerioanos, tan celoEos desde un
principio en reclamar á título de nereDcia el derecho de patronato concedido por la
~anta Sede á los Reyes Católicos, debieron igualmente haber tomado á su cargo las
consiguientes obligaciones, y ver de despert.'l.f el espíritu nacional y de adolant.'l.r-por
supuesto en forma pacífica, en sentido cristiano-la obra de la conquista, que no lle-
vada á término, quedó interrumpida con la guerra eJe emancipacion. ¡Cuán profunda
tristeza causa la idea de que en vez de haber dilatad0 la civilizacion su radio, en
muchas partes ha perdido terrepo; que la cruz de misiones ántes florecientes, no
abre ya sus brazos anunciando redencion; que muchas tribus salvajes siguen, en el
seno de Repúblicas d~mocráticaB, ejerciendo las mismns bárbaras costumbres de
antaño, ajenas á todo destello de cultura, miéntras aql1ellos indios que entraron tÍ
médias en la vida civilizada SOR forzados á pagar eaerme contribucion de sangre en
nuestras contiendas fratricidas r y pa:ra extender la civilizacion debiéramos recordar,
·á fin de emularlos y áun superarlos, los ejemplos de política cristiana que nos
ofrecén muchas leyes de ludias y los cánones de Concilios provinciales; y entre los
medios de avigorar el espíritu nacional, no sería el ménos adecuado proteger y
fomentar el estudio de nuestra l~istoria patria, empalmando la colonial con la de
nuestra vida independiente, dado que un pueblo que no sabe ni estima su histo-
ria, falto queda de raices que le sustenten, y lo que es peor, no tiene conciencia de
sus destinos como nacion.
, ¿ Qué han hecho nuestros Gobiernos para fomentar los estudios históricos?
¿ Háse fundado y dotado alguna Academia de la Historia? ¿ De las recientes cuan-
tiosas erogaciones que en algunas Repúblicas se hacen para sostener la instrnccion
,. BELLO, Opú8Culos.

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r
XII PR6LOGO.

popular ha salido alguna pcquo11a suma para pensionar tÍ ulgun erudito histori6gl'sfo,
ó para sacar ú luz algunos manuscritos, como la parto inédita do la crónica de
Simon, que so consena on nuestra BibHoteca pública? Pt.ngamos aquí puntos
suspensivos, en ]a esporanza de que el tiempo dm'á mónos melancólica l' spuesta á
las preguntas precedentes. El Gobierno de Chile ha sido el ménos 01 vidadizo on
oste punto, y á eso se debe en gran parte el vuelo que ha alcanzado allí ose género
de estudios universitarios: hay premios periódjcos para j11emorias histó1"'icas; se
hace escrupulosa censura de textos, y se adoptan los mejores para la enseñanza ud
ramo, y las respectivas asignaturas se desempeílan por personas de notoria compe-
tencia. En suma, el repertorio de obras históricas, aunquo ninguna do ellas, por
razones que no es del caso apuntar, alcance la nota de pel'feccion clásica que seña-
lan las de Prescott, es variado y extenso; y en general, el chileno 8a be la historia
de su patria. Y obsérvese, en conformidad con lo que dejamos expuesto, coán bien
confronta y se aduna esa tendencia tÍ mirar atras, ese intel'es por la historia colo-
nial, con los sentimientos patrióticos más enérgicos, con el más aruiente celo por la
independencia y el más exaltado orgullo nacional,de que ha dado ropetidas muestras
el pueblo de Chile.
Esfuerzos particulares no han faltado, no, en las otrns Repúblicas, más
dignos de loa y do aprecio, por las mismas impropicias circunstancias que lols acom-
paiíaron, que fecundos en resull'Ldos; esfuerzos aislados, faltos de apoyo y resonan-
cia, más bien que pasos de un progreso colectivo y regt:lar. En la patria del ilustro
Alaman (cuyo nombre merece bien recordarse al principio de esbs l'ápidéls indica-
ciones) la Conquista de 1I1éo.rico del historiador anglo-americano halló un docto
adicionador en el finado D.José Fernando Ramírez; y allí mismo el señor D. Joaquín
Garda Icnzbalceta, tan cumplido caballero como investigador infatigable y escritor
castizo y elegante, ha dado á luz cn tres grandes tomos on 4. p, impresos en grau parto
con sus propias manos, en edicion nítida y correcta, preciosos dooumentos por él cole-
gidos, con proliminares biográficos y ,copiosas tablas alfabéticas. Poro, como dice
el diligonte colecto!', la doblo taroa de rounir materiales y aprovecharlos es superior
á las fuerzas de un hombre solo, y él empleó sus mejores dia en la primera parte
do la labor, no sin dejar, e80 sí, preparado el terreno con ilustraciones y trabajos
sueltos á quien haya más tarde de coronar el odificio. Con algunos literatos como lcaz-
balcota, mucho, muchísimo habrinmos avanzado en tales exploraciones, y poco ó nada
tendriamos en ollo que enyidiar tÍ las naciones más adelanladas.
No es poco lo que se ha trabajado en el Perú, y de 0110 es una muestra 01
Diccionario do Mendiburu, aunque (dicho sea con ell'espeto debido á una nacion
desgraciada) en muchas obras como la cita.da so nota cierta falta de precision y atil-
d:tmiento, si ya no os que de deliberado propósito aIgun escritor ingonioso, pam. ame-
nizar los hechos, los altero so capa de TI'adiciones, tarea. á las yeces más peligrosa
que inocente en sociedades que no han fijado su historia.
La Hist01-ia antigua de Venezuela por el académico Baralt es sólo un discurso
hisOOrico do suelto y exquisito estilo. Y aquí pedimos perdon á los autores de otras
obras ó ensayos, que las dimensiones de este escrito no permiten cii;arconel morecido
ologio, pa,ra mencionar finalmente las dos obras modernas más notables que posee-
mos relativas tÍ la historia colonial da la Nueva Granada, y son la que 01 Coronel
J oaquin Acosta rotuló Oornpendio hist6rico y la gue el señor Groot publicó con 01
titulo de lfistm"Í.a eolesiástica y oivil. Nunca serán bien alabadas las laboriosas
investigacionos y la honrada veracidad de estos dos colombianos ilustres; pero
hornos de con fosar que está distante de ser definitivo 01 texto de sus libros) en qU'f
vemos útiles contribuciones acarread.as al que haya de escribir nuestra historia
procurando abrevieH' un tanto el intervalo que nos separa de los modelos sancionados
ep ei$e djHcil género literario.
" Si ha de escribirse a]gun dia In historia de nuestro pais-dice el citado scfwr

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PR6LOGO. XIII

Garcíu Icnzhnlcota-os necesario quo nos apresuremos ti sacar á luz los materiales
dispersos que úun puodan recogerso ántes quo la injuria del tiempo venga ó. privar-
nos de lo poco que ha rospetndo todavía. Sin este trabajo previo no hay que aguar-
dar resulta.dos satisfactorios." No queda excluida de estos trabajos preliminares
(y así lo entionde y 10 ha practicado 01 autor de las anteriores líneas) la reimpre-
sion de obras antiguas, que por su rareza ocupan un lugar inmediato al de las
manuscdt.:'ls.
y no es otro el servicio que desea prestar hoy u nuestro público el Editor
del presente tomo, liándonos en él repetida la obm que compuso nuestro célebro
compatriota el Ilustrísimo D. LÚCAS FERNÁNDEZ DE PlEDRAHfTA, Y que imprimió
n.
J. Verdu..,sen en Amberes, año do 16tl8.
No aparecen en la actualidad on Europa. historiadores notables do nuestra. épo-
ca colonial, pero amel'icanistas de aficioll, bibliógrafos y coleccionadores de nuestros
tesoros dehisioria y antigüedades, abundan en Europa y los Estados Unidos. El Con-
greso bibliográfico internacional que se reunió en Paris en 1878 reconoció que "la
Amérl<!a es la. parte del mundo quo más atrae la atcncion, hace algunos años, en el punto
.de vista bibliográfico." • De aquí que los ejemplares do nuestras crónicas escaseen
cada vez mús y desaparezcan del pais solici tados por el extranjero. La Historia do
PIEDHAIIITA, que ahora se reimprime, figura en el último Cc,1.tálogo formado por
Lec]erc (casa do Maisonneuye, do Paris) y tiono soñalado el precio de 200
francos, el que, con motivo de esta reproduccion, quedará considerablemente reducido.
Ni ha sido caprichosa la eleccioll que el Editor hizo de estn obra para primer
ensayo en la ompresa plausihledo reimprimir nuestros antiguos historiadores; por-
que casi todas nuestras viejas crónicas son de Órdenes }'eligiosas, al pnso que
Pn..:DRAIlÍTA quiso dar tÍ su libro un cadcter más amplio y g neral, aprovechándose,
no sólo do aquellas relaciones ya publicadas, sino tambien, y con fidelidad minuciosa
segun que él mismo lo declara, de dos manu Cl'itos quo por desgracia DO existen ya,
It saLol', el Compendio historial del Adelantado Que ada, y la cuarta parte de las
Elc!J fas de va'rones 'Zust"es, escrita por Joan de Castellános, beneficiado de Tunja.
En cuanto ú la vida de PIEDRAIIÍTA, nos remitimos ó, la adjunta noticia
biogrufica y crítica, escrita por nuostroyu mencionado compatricio el Coronol Acosta.

M. A. ~

.DOOOT.\ , Jun io 1 81.

... COIII]J ll - 1'('JI(lu 'Ir." {rar au,I', p. ;";-16.

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~rntj &Uh7lL é:fiaclt '
NOTICIA BIOGRÁFICA ~
DEL OBISPO FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA.

N ACIÓ este historiador en Santafé de Bogotá á principios del siglo XVII 1


fué hijo legítimo de Domingo Hernández de Soto Piedrahíta y de Catalina Collán-
tes, y bautizado en la parroquial de las Niéves. Hizo sus estudio& en el Colegio Se-
minario de San Bartolomé y manifestó, siendo jóven, mucha disposicion para la
poesía. Antes de graduarse de dpctor en la Universidad Tomística, compu o algunas
comedia que hoy no existen. Ordenó se luégo y obtuvo por oposicion el curato de'
Fusagasugá y despues el de Paipa. Siendo cura de e te último pueblo, recibió el
nombramiento de Tesorero en el coro de Popayan, y sin haber tomado po esion de
este destino, obtuvo el de Racionero de la Metropolitana en 1654, pasando sucesiva y
rápidamente á ser primero canónigo, luego Tesorero, Maestrescuela y por último
Chantre. En esta dignidad fué electo Provisor y Gobernador del Arzobispado en la
Sede vacante del señor Tórres, que duró algunos años. Luego que el Arzobispo,
señor Arguina, recibió de sus mano el palio en Septiembre de 1661, se apres'.lró á
confirmarle en el empleo de su Provisor, como al eclesiA tic o más capaz y de más ex-
periencia de la Arquidióce i ; pero un año despues fué Piedrahita citado á. compare-
cer personalmente para defenderse, junto con el Racionero D. Cristóbal Araque, de
graves acusaciones que tenian pendientes, ante el Consejo de Indias.
El motivo de e te emplazamiento, sin el cual careceriamos probablemente de
los escritos hi tóricos de Piedrahíta, fué el siguiente. Era el Chantre hacia ya algu-
nos años el predicador favorito de la ciudad, y como Gobernador del Arzobispado,
1levaba la mejor armonía con el Presidente Manrique, que gobernaba el Nuevo Reino
de Granada. Llegó en aquellas circunstancias el Oidor Cornejo, encargado de visitar
la Audiencia de antafé, y parece que no reinó la mejor inteligencia entre el visita-
dor nuevo y el Provisor. Sabemo que Cornejo ú otro Oidor, por complacerlo, inició
una cau a contra. el Provisor Piedrahíta; ign6rase el motivo ó pretexto; ma é~te, á
pesar de su índole amable y genio jovial y accesible, era muy celo o de sus preroga..
tivas, que estimó vulneradas, y en consecuencia pidió lo actuado con censuras y pro-
siguió á poner entredicho, hasta que se le entregó la cau a, lo que prodt~o graves
disgu tos y aun escándalos en e11'úlpito, que obligaron á hacer salir de 'terrados á
algunos religio os. A virtud de las quejas del vLitador, á quien el Pre idente mandó
suspender sus funciones, se emplaz6 al Provisor para ir á E paña con el Racionero
Araque y el Padre Cuxía, superior de los Jesuita . El on ejo pronunció sentencia
favorable al Provi or y ordenó se borrasen de los autos del Visitador todoE los nom-
bres de los eclesiásticos. El señor Piedrahíta fué presentado en desagravio para el
Obispado de Santa Marta, y empleó sus ocios en la Corte, durante los dilatados tér-
minos del pleito ante el Consejo, en escribir la "Historia de la Conquista del Nuevo
Heino de Granada," asunto enteramente ajeno de sus estudios miéntras vivió en San-
tafé de Bogotá.
En daño de I66D fué con"agrado en Oartagena como Obispo de ~anta

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XVI NOTICIA DlOGnÁJi'IC .:L

:Marta, y en el mi.'mo uno entró en su Catedral 01 sonar Piedrnhítn y aceptó n tOda


su plenitud los debores de pastor y do apóstol. Visitó los puoblo de indio incultos
do su dióce. i8 con la mayor prolijidad, proveyendo lo necesarto tÍ las doctrirtas. DC J

dicóso luogo á reedificar la Cat dral de mampostería para pr servarla do los incen-
dios que la habian devorado tantas veces, y para ello emploó 10 quo lo quedaba
do sus renta. , despues do distribuir en limo nas la mojar parte. Vivia. con tanta. en-
cillez y aun pobreza, quo sus vestidos estaban siempre remendados, y aun á vecos
tan rotos, que so lo veian las carnes. N o creemos quo Obi po alguno do América lo
haya avcntajado en la práctica. de las virtudes cristianas, la más difíciles para una
pcrsona quo habia gozado de todas las comodidades en su patria, y qtlo acababa do
ver la grandeza y el lujo do la arte en España. •
En 1676 fué promovido al Obispado do Panam:í.; peto lt.ntes de emprender el
viajo do anta Marta., orprcndioron la ciudad los pirabs Cos y Duncan, "aqttearon
las casas y los tomplo , y prendieron al Obi po, en cuya pobre~n. no quorian cteer
aquello ma.lvado. , y viendo la desnudez de u ca. a y persona, lo maltrataron inicna J

mente, dándole tormento á fin de quo confe 'ara en dónde tenia escondidas su alhajas.
Una sola po eia, quo era su anillo pa toral, con un rubí que habia depositado en
cierto lugar secreto do la igle ia; así lo declaró, y de e. tao joya fué d spojado y a.rras-
trado á los buques, cargado do Pl'i iones como un malhe'Jhor, por no haber podido
dar la suma qu le pedian por su rescate. Conducido á la presencia do Motgan en
la isla do Providencia, e 'te pirata, más generoso quo sus compañoros, lo pu o en li-
bertad, y abi ndo que staba nombrado Obispo do Panamá, lo r tituyá un pontifi-
cal que habia robado años ántes en Panamá, y lo hizo llovar á asta firllle. Apénas
oncargado de sus nu vas obligacione , ontró á dosompeñarla ca.da dia con más for-
vor, á pe ar de su edad. Trabajó en la reduccion do los indio del Dari n del ur,
omploando u rentas en hacerlos pr sentes para atraerlos, y gastando más d ocho
mil posos on olla. llabia crecido tanto su colo apo tólico, que 110 solo no contentaba
con predicar en las igle ia , sino que los domingo::; lo hacia on las calle y en las
plaza do Panamá. Así pa Ó los último años d u vida; lo. dio. n eñando y pre-
dicando, la. noch . PIl oracion y penitencia. Falleció en Panamá n 16 , d má do
R \tr.nta año d edad, ju tamento cuando se estaba acabando de d~r á la c. tampa su
l

hi .. t,(ll'ia, la cual, por tanto, no tuvo la atisfaecion el v r impr : a. o crpcmo. que


}llll·lla.n itar mucho: hij . (lo Bogotá cuya. vida. fuera tan útil ' m ritoria, y U ":1.
lIll1 'rto haya. . i lo tan envidiahle. JD:ttt sepul tado en 01 tolegio dIo;' J ('~ ni ta .. do
I)all:lmú, y 'obro su tumba so colocó como lápida. una h rmo .. a. plancha do bronco. * *'

J OAQrIN ACOST.\.
(Cnmpendio IlistÓl'iC(l, cap. XX, pp. 3Si:í Ú. 3 O.)

... En prueba do que erunedio tIc las i)rivaciones que se imponla volunrol'ÍIlID ente no lo abando-
nab cm buen humor ni u genio festivo, citaré esto dicho agudo ucspnes de uno de aquellos int:endios
que devastaban la ciudad tle Sant[\, Mart'l, y cuando esforzánuose por consolar ú. los vecino~ añn.<1ió:
"Yo no me quejo ¡lo pesar de que mi provincia ha queda.do reducida, ó se h a. vuelto 1\301 yagua."

u i estalú.pilla ha desa.parecido, será ~ te un nuevo argumento pm'/t pr.o])ar que no dCUen em-
plearsc en recoruar y pf'rpduar memoria antjguas materill~ do valor que cxc.:itOll la codicia ó que
p uedun rll)licar c tÍ otrO i fine'!. i Ull.1nta et:lta.Luas de oronce se han converlitlo en call1panas Ó ca-one8 !
Los homore!) l'C¡;;pctall lOCO la!) ohra:; y 1 ~ intcncionc Jlil.ldo~n. \1 , . u ' allt(·pa."t~l~,

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SEÑOR.

ISCURRIENDO en si podria darse retribucion correspondiente de un


vasallo agradecido á los beneficios de un Monarca el más liberal, y más
cuando éstos lo han sacado de la bajeza del infortunio para la cumbre
de la felicidad, reparé en que la más estimada Corona que tuvieron los
Romanos, fué la obsidional,que por más noble y majestuoRa, como dice
Plinio, se daba á quien los habia librado de las penalidades de algun largo asedio.
Confesaban con darla, deberle la vida á quien les di6 la libertad, y fabrioá.ndola
de grama del mismo pais y terreno del que la daba, poníansela en la cabeza, para
regraciar con esa Corona la grandeza del benefioio. (Jo1'ona quidem nulla fuit graminea
nobilio1' in maiestate popttZi te,.,.amm p,'incipia, praemii8que gl01'ia. Y nunca se daba
sino cuando la libertad recaia sobre quien se hallaba en 108 postreros filos de la esperanza.:
y si la mayor estimacion de esta Corona consistía, como dice el mismo Plinio, en
que las otras daban los Emperadores á los soldados, y las de grama se las ofrecían
los humildes libertados á los Emperadores: Caetems 'mperato7'ea dedere; hanc 80lam
miles 2'mpemtori: quién n·o confesará ya, que habiéndome libertado la grandeza de V. M.
del asedio tan largo de perseouciones, que me condujeron á su Corte, y poniendo yo tÍ sus
plantas reales esta Coronicn ó Corona, que es lo mismo, tejida en Madrid de los primeros
yerdores de mi patria, y de la grama de sus paises, he debido al género especial de mi des-
gracia el hallar más desempeño á mi obligacion en las humildes yerbezuelas, de que le fa-
brica corona mi agradecimiento, que en el oro, laurel, mirto y flores de que adornaban las
suyas los l\Iagistrados?
Adelántalo más la obligacion qua me inclin6 s¡empre á imitar las acciones del Santo
cuyo nombre mo cupo en Ruarte j y reparando en que este glorioso Evangelista eligi6 á.
Te6 lo para dedicarle la Historia de los hechos de los Apóstoles, hallé que si la Corona
de grama ofrecida á los reales piés de V. M. era rctribucion al beneficio de haberme sacado
del asedio penoso de la persecucion; consagrando este libro á. su Real nombre,. lo seria tam-
bien al de haberme levantado á la cumbre de la felicidad. Porque si Teófilo no fué nom~
bre propio de algun príncipe grande, como quieren algunos, sino apelativo, como afirma
Salviano, que en In. letra hebrea quiere decir el que sube á otro :ilo alto: Theophile, 81¿r8ttm
fe"eTls, y en la raiz griega el que ama {L Dios, ¿n. quién pudiera yo conslioOTar con acierto libro
en que Re contienen muchos de los apost61icos hechos de la primitiva Iglesia de estas Indias,
sin ltar á. la imitacion de mi Santo en su Historia, sino :i V. M., que despues de libertado,
me evant6 del más humilde polvo de la tierra á la cumbre de la Mitra? A quién más de-
bidamenta que al Teófil0, que en todas S1lS operaciones es el que ama á Dios? Y como
imágen suya en levantar caidos, recibirá en esta Corona de grama el reconocimiento de
quie.n es el vasallo más humi1de, que se pone á sus piés, cuya cat6lica. persona guarde el
Señor para amparo de su Iglesia.

Santa Marta, 12 de Agosto de 1676 años.

LÚCAS, Obispo de Santa l\Iarta.

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APllüBACION'

DEL R. P. ~r. DIEGO DE FIGUEROA, RECTOR DEL COLEGIO DE LA COlIP~íA DE JESUS DE PANAMÁ.

ABIENDO leido atenta y curiosamente esta primera parte de la Historia de la con-


H quista del Nuevo Reino de Granada en las Indias Occidentales, que compuso (estand()
en la Villa de Madrid) el I1u.~trísimo y Reverendísimo señor doctor D. Lúcas Fernández
de Piedrahita, Obispo al presente de Panamá, hallo que se ajusta á la primera ley de Histo-
ria, que eH la verdad, de que puedo testificar como testigo de vista~ pues nací y fui educado
en la oiudad de Santafé, Metrópoli y cabeza del Nuevo Reino de Granada, donde ví y oí
lo esenoia.l y accidental de esta Historia: experimenté ]a primavera de su temperamento,.
bebí sus aguas saludables y gocé de sus frutos. llallará, pues, el lector en este libro el
recreo que causa la elegancia del estilo, y las noticias de la amenidad de los campos, ferti-
lidad de la tierra, de fuentes y ríos caudalosos, y de ricos minerales de oro y plata, esme-
raldas y otras piedras preciosas.
Refiérense las hazañas de ínclitos héroes en la guerra contra innumera.bles gentiles,
cosa digna de admiracion, pues siondo aquéllos tan pocos en el número, vencieron tÍ éstos
que excedian con grandes ventajas. Pinta. o muy al vivo el cristiano celo de nuestros Reyea.
católicos, á quienes se debe (despnes de Dios) la propagacion de nuestra santa. fe en aq ue-
11a inculta gentilidad; el culto más debido de los saO'rados templos, con tantos insignes
religiosos y monasterios de monjas donde florece mucha santidad y sabiduría.
Demas de lo dicho enseña muchos documentos políticos y morales muy útiles, para
el acierto en las empresas de la paz y de la guerra, en cuyo contexto faltan á cnda paso-
para ilustrarlos muchas centellas do las historias más plausibles de Europa, donde pareco
cuidadoso estudio el de valerse de las más notorias, quien tiene comprendidas cuantas la
antigüedad depositó en sus archivos. Da á conocer y venerar los secretos inescrutables de
la Divina Providencia en los premios y castigos, para temer y amar á Dios, y en los medios
de que 80 vale para la conversion de los infieles. De cubre las contradicciones del demonio
pora impedir la rcduccion de aquellos miserables paganos; y aunque las otra conquistas de
la Amériea han causado no pequeños tra1>ajos 6. BUB conquistadores, ésta del Nuevo Reino
de Granada excede á las domas en dificultades casi insuperables, do caminos fragosos, do-
rios arrebatados y de animales feroces y sabandijai venenosas. Todo lo cual venció el
cat6lico celo de nuestros Reyes por menio de SUB leales y esforzados Va.W10B, que pospusie-
ron SUB vidas y haciendas por la exaltaclon de nuestra Santa Fe, y favorecidos do la mano>
poderosa. de Dios, consiguieron triunfal: y lauros de inmortales coronas.
Por todo lo hasta aquí dioho juzgo ser n para honra y gloria de tÍmbas Majestades y
provecho de muchos, el que salga ó. luz esta Historia., en cuyos doce libros de que se com-
pone, considero las doce piedras que tenia engastadas en lúmina de oro el Sumo Sacerdote,
teniendo cada una de las piedras su virtud singular, y coronábalas en lo superior de la.
frente otra lámina, que contenía la doctrina y la verdad. Y si el edificio tanto es más firmo-
cuanto lo fuere el fundamento, el de esta Historia ¿ quién duda ser piedra sólida y de
muchas virtudes? Así lo siento, en Panamá, y Setiembro 19 de 1685 años.

DIEGO DE FIGUER()A.

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AP.ROBACIO
DJ!jL R. P. PRESENTADO FR. FELIPE DE ZAMORA, DEL ORDEN DE N. P. S. AGU TIN, PROCURA-
DOR GENERAL DE L~ PROVINOIA DE Qurfo EN LAS CORTES DE MADlUD Y nOMA.

' tas del Nuevo Reino devistoGranada, escrito por Historia


D E 6rde~, de V. S. he un libro intitulado general de las con'qttia-
el Ilustrísimo 8eñor Docto?' D.
Lúcas Fet'nández de Piedrf;lhita, del Consejo de ~u
11la:jestad, Oalificador de la Suprema
In quisicion , Obis]XJ de Panamá, y puedo afirmar como teBtigo de vista de lo más que con-
tiene dicha Historia, y á lo docto y elocuente del Autor acompaña lo '1erídico tan ajusta-
damente, que cumple con todas las leyes de Historiador. No tiene cosa. que se oponga á
nuestra Santa Fé Católica, y así podrá V. S. dar la licenoia que pide. En el Real Convento
,de 8 ..'Felipe de Madrid en 27 de Abril de 1688.
PBESENT~DO FR. FELIPE DE ZAMORA.

N os el Licenciado D. Alonso Portillo y Cardos, Dignidad de Chantre en la insigne


Oolegial de Talavera, Inquisidor Ordinario y Vicario de esta Villa de Madrid y su
partido: Por la presente damos licencia para que se pueda imprimir é imprima. un libro
intitulado Ilisto1'ia general de las conquistas del Nuevo Reino de Gmnada en Indias, escrito
pOtO el I1'Lst1'Ísimo 8eñor Doctor lJ. Lúcas Fernández de Piedt·a7t.tta, del Consejo de su. Ma-
jestad1 Oalificador de la S'Up,'ema Inquisicion y Obispo de Panamá, atento que de nuestra
órden, y comision ha sido visto y reconocido, y no oontiene cosas contra nuestra Santa Fé
Católica. y buenas costumbres. Fecha en la Villa de Madrid, á 28 diaa del mes de Abril
lle 1688 añCll).
LIO. D. ALONSO PORTILLO y CARDOS.
Por BU mandado, DOMINGO DE GOITU.

APROllACION

I>EL ILlJSTnlsIllO ·S~OR D. FR. LUIS DE LE?tIOS y USATIGUJ, DEL ORDEN DE SAN AGUSTlN, DEL
CONSEJO DE SU MAJESTAD, su l'REDICADOU, y OlUSPO DE LA CONCEPClON DE ClllLE.

On. comision del Real Consejo de Castilla he vibto un libro intitulado Histo1'Ía general
P de la8 conqn,stas del Nuevo Reino de Gt'anada, 8l¿ autor el Ilu,8trísimo señor]J.
li"'e1'nán,aez de PiedmMta, OalificadO?' del Santo Oficio pm>la Su,p"ema .Inqttisicio,,!, del Oon-
LÚC(l8

8ejo de 81¿ Majestad, y Obispo de Panamá. Luego que leí el nombre del Autor me prometí
llenar el deseo que me habia quedado habiéndole oído en su Catedral, pasando por aquella.
Ciudad. á esta Corte. Mand6me su Ilustrísima. le predicase el Miércoles de Ceniza, ouedeci:
con temor, y hubiera sido mayor, ai fuera antecedente el oirle al obedecerle. Admil'óme BU
elocuencia, edificóme su doctrina, y hallando el lleno de un grande y docto Orador, reconocí
cuán desgraciados son los que asisten léjos de su Rey y señOl·. Empecé á leer, y viendo
.diferen.te estilo del que yo habia oido, acabé de confirmar 10 cabal y ajul~tado del sujeto,
pues dejando las elocuencias de la. Oratoria., se acomodó al lenguaje de Historiador, enla-
-zando diestramente lo claro y corriente de los sucesos con soberana erudicion; y para mí DO
ha sidc» tan evidente la muestra de su lucido ingenio en saber llubir á lo superior de la
retóric.-a, como en haber aprendido á bajar para el intento de la Historia. Puédese decir de
este libro, y de su Autor so conoce muy bien produce el Nuevo Reino de Santafé finísimo
oro y p,iedras preciosas en abunda.ncia: y si las octlpaciones me dieran lugar, y la precision
del tiempo en que se me pide la censura, la t:onvil'tiera (aunque con temor de quedar
corto) en Panegirico. No tiene cosa que pueda oponerse ú la licencia que pide. Este es mi
sentir, salvo, &c. Madrid, y Mayo 6 de lG88 años.
Fu. LUIS, Omsro ;DE J.A CONCEPCION.

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,
EL BEY.
OR cuanto por parte de vos el doctor D. Lúcas Fcrná.ndez de Piedrahíta, del nuestl'
P CQnsejo, Obispo de Panamá, Nos fué fecha relacion, que siendo Chantre de 1
Iglesia Metropolitana de Santafé de Bogotá en las Indias, en el Nuevo Reino d
Granada, y electa Obispo de Santa Marta, aviades escrito un libro intitulado Histori
general de las conquistas del referido Nuevo Reino de Granada, y para poderle imprimí
Nos pedísteis y suplioásteis os concediésemos licencia y privilegio por diez años para e
efecto mencionado, ó como la nuestra merced fuese. Y visto por 108 del nuestro Consejo,
como por nuestro mandado se hioieron las diligencias de la Pragmática por Nos últimamente
fecha, que sobre la impresion de los libros se dispone, fué acordado dar esta nuestra cartl\
y privilegio para vos en la dicha razon, y Nos lo tuvimos por bien: por la cual os damos
licencia y facultad, para que por tiempo de diez años primeros siguientes, que corren y 8e
cuentpn desde el dia de la fecha de esta nuestra Cédula en adelante, vos, ó la persona que
vuestro poder tuviere, y no otra alguna, podais imprimir el dicho libro 6 su original, que
en el nuestro Consejo se vi6, que va rubricado y firmado al fin de Manuel de Mojica,
nuestro Secretario de, Cámara de los que en él residen, con que ántes que se venda lo
traigais ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha impresion
está conforme á él, Y traigan fe en pública forma, y como por nuestro Corrector se vió y
corrigió la dich..'\ impresion 1>9r dicho original. Y mandamos al impresor que así imprimiere
dicho lihro, no imprima el principio, ni primer pliego, ni entregue má.s de un solo libro el
con su original al autor 6 persona á cuyo cargo y costa se imprimiere, para efecto de dicha
correccion y tasa, hasta que ántes y primero el dicho ~bro esté corregido y tasado por los
del nuestro Consejo: y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho
primer pliego y principio, y seguidamente esta nuestra Cédula y l~ aprobacion que del
dicho libro se hizo por nueRtro mandado, y la tasa y erratas, pena de caer é incurrir en las
penas contenidas en las leyes y Pragmáticas de estos nuestros Reinos, que sobre ello
disponen. Y mandamos que durante el tiempo de los dichos diez años, persona ninguna,
Bin la dioha vuestra licencia, pueda imprimir el dicho libro, so pena que el que de otra
manera lo imprimiere y vendiere, haya perdido y pierda todos y cualesquier libros, moldes
y aparejos que del dicho libro tuviere, y más incurra en pena de cinouenta mil maravedises,
tercia parte para la nuestra Cámara y la otra para. el Juez que la sentenciare, y la otra.
tercia parte para la persona que lo denunciare. Y mando á los del nuestro Con¡:¡ejo,
Presidente y Oidores de las nuestras Audiencias, Alcaldes, Alguaciles de nuestra Casa y
Corte, y Cancillerías y á todos los Corregidores, Asistente, Gobernadores, Alcaldes Mayores
y Ordinarios y otros Jueces y Justicias cualesquier de todas las ciudades, villas y lugares
de estos nuestros Reinos y Señoríos, y á cada. uno de ellos en sus lugares y jurisdicciones,
que guarden y cumplan y haga.n guardar y oumplir esta nuestra Cédula, y contra su tenor
y forma no vayan, ni pasen, ni consientan ir ni pasar en manera alguna.
Dada en Buen Retiro, á 10 dias del mes de Mayo de 1688 años.

YO EL REY.
Por mandado del Rey nuestro señor.
ANTONIO DE LUPIDE y ApoNTE.

TASA.

M ANUEL de Mojica, Secretario de Cámara del Rey nuestro señor, de los que en su
Consejo residen, certifico, que habiéndose visto por los señores de él un libro intitulado
Bisto7-ia geneml de la conquista del Nuevo Reino de Granada, compuesto pOl' Don Lúcas
Fernández de Pied1'ahita, Obispo de Pq,namá, tasaron á ocho maravedises cada pliego, sin
pl'incipios, ni tablas, y á. dioho respecto mandaron se venda cada. volúmen, y no á. má.s ¡::egun
que lo susodicho oonsta de dicha tasa, que por ahora queda en mi oficio, á que me remito;
y para que conste doy la presente en Madrid, á nueve de Agosto de mil seiscientos y
ochenta y ocho años,
MANUEL DE MOJIeA.

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EL MAESTRO Fr. JUAN MELENDEZ,

DEL ORDEN DE rHEDICADORES, CRONISTA GENERAL DE su PROVINCIA DE SAN JUAN DA UTISTA,


REGEJiTE PRIMARIO QUE FUÉ DE LOS ESTUDIOS GENERALES DE LA MINERVA DE ROMA, Y AllORA
REC'rOR DEL COLEGIO DE 5A TO TOMAS DE LIMA,

APLA.UDE LA HISTORIA GENERAL DE LAS CONQUISTAS IJEL NUEVO REINO


IJE GRANAIJA,

Escrita por el 'Ilustrísimo y Reverendísimo señor doctor D. Lúcas Fernández de


Piedrahita, del Consejo de su Majestad, Obispo de Panamá.

ilustrísimo y Reverendísimo señor.

UDIERON felizmente mis instancias conseguir del favor de V. 1. el ver su libro de


P oro, Historia de las conquistas del Nuevo Reino de Granada; y comenzándola á leer
con admiracion, la proseguí con tanto deleite, que la acabé con dolor de que babia de pri-
varme de su continua leocion, por la necesidad de restituirla á V. 1. ~unque con la espe-
ranza de volverle á gozar con más libertad, cuando consiga la dicha oe padecer en las
prensas, lo que ha de lograr de aplausos en cuantos la tuvieren do alcanzarle.
Los diestros cantores, con las diferencias de la voz y afectacion de la música, ya
adelgazándola, ya engrosándola, ya pronunciando con ímpetu, ya de espacio, y ya Con
priesa, expresan y representan los afectos y conceptos de lo que cantan: y V. 1., sobre
escribir tan dulcemente que parece que cant~ cuanto escribe, no solo hace relacion de las
guerras, tragedias y,fortunas sucedidas en tiempo de los Reyes Indios del Nuevo Reino, y
de sus valerosos conquistadores, gloria de España, fecundidad, abundancia, riqueza y benig-
nidad de sus valles, de sus montes, de sus costas, de 8US riol-l, de sus mares, de su cielo;
sino que al referir cada cosa de por sí, con la misma. energía de SUB voces representa lo
historiado tan vivamento que lo hace ver en su libro, como si se mirase en su original,
pareciendo que se ven, no que se leen los sucesos y toda la materia de que trata.
Escribe V. 1. de las yorbas y flores del paie, y son verdores floridos y fragantes sus •
períodos: de la grandeza de sus lagos y nos, y son raudales de elocuencia sus cláusulas, y
mares de elegancia sus oraciones: de la abundancia rica de sus minas, y son de oro finísimo
sus voces, de plata tirada sus discursos y de sutil filigrana sus sentencias: de las perlas de
sus mares, y lo dicc tan de perlas, que son sartas de riquísimos granos sus frases: de sus
montes criaderos de esmeraldas, rubíes, jacintos, ametistos, gallinazas, topacios y cristales
y son luces brilladoras los lucientes destellos de su pluma: do sus guerras, gobiernos;
costumbres, y con lo que moraliza hace cruda guerra á los vicios, y tan claras y patentes
las más aoertadas máximas del gobernar, que parece que el mismo libro tiene en su mano
el baston, dando á ver en lo que enseña lo que practica, de modo que para saber quién es
v. r. no es menester otra cosa que leer su libro y confesará el que le viere, que ve dibujado
al vivo y aun vivo á V. l. porque verá su elocuencia, su doctitud, su urbanidad, su elegan-
cia, su facundia, su modestia, su actividad, su constancia, su prudencia, su celo, su libera-
lidad, su devocion, su templanza, su caridad y tanto de cada prenda de las que hacen
her6ico y constituyen un príncipe grande, que no tenga más que ver.
En fin, señor ilustrísimo, V. I. se anime, y no se ate tanto á lo modesto, que dilate
más tiempo el dar á luz esta obra, poniéndola en estampa cuanto ántes, para que la gocen
todos; pues no será solo V. l. quien la pierda, si se malogra, sino la utilidad de todo el orbe,
privándose infelizmente de fábrica tan hermosa, que siendo una enmienda pública de todas
las Historias antiguas, servirá de diseño á las futuras.
Esto suplica á V. l. mi rendimiento, protestando que el poner á la vista de V. 1.
este mi pobre escrito, no me 10 dictó la. audacia de aprobar obra tan prima, sino el afecto
obligado de su mismo primor, que me h<'1, movido á aplaudir, en cuanto alcanza la cortedad
de la mia, los ecos concertados de su pluma: concluyendo con dar el parabiGll de esta Ilisto-
ria al Nuevo Reino, con este

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ueva corona ciñes á tu frente,
N ueva Granada, con tu nueva lIi~toria:
N ueva ~erá en el orbe tu memoria,
Nueva tu clara fama eternamente.
Aquel valor antiguo de tu gente
Hoy resucita á más inmortal gloria,
Pues vuela ya tu noble ejecutoria
En pluma de escritor tan eminente.
Segura vivir puedes de tu snerte,
Sin que el tiempo veloz pueda injuriarte,
Ni la enTiJia mordaz llegue á ofenderte:
Sí, que gozas un hijo de tal arte,
Que con sus leb'as basta á ennoblecerte,
y con su mitra sobra para honrarte.

Señor Ilustrí~imo y reverendísimo,

B. L. M. de V. 8. 1.

Su más humilde y rendido cri~do,

l!"r. JUAN MELENDEZ.

P. DIDAC S A FIGUEROA.

80ClETATIS lESU, RECTOR PANA IENSIS, IN LAUDE 1 PRAECLARI OPERJS IlISTORIAE NOVI REGNI GRA..
NATENSIS, ILLUSTRJSSJMO, AC REVERE :rDTSSTMO D. n. L ClA FRR A nEZ DE PIEDRAIITTA, EPISCOPO
PANAMENSI, OLIM DE S. MARTRA, ;. CONSILTO REGIO, HOC POEMA JIEROICUY DIOAT.

Ingenue historiam Regni novitate decoras,


Illustrissimo Princep , hrma, virumque trophaeaj
En referas enlamo more , en barbara bella
Tyranni Zippae regis, qui vulnere casus
Occubuit, tenuemque inclusis in sanguine vitam,
Olim qui Bogotae íuerat ditissimus Indus.
Multas divitias argenti, aurique fodinas,
Multicolorum pantauras, vil'idesque Rmal'sgdos, I
Quan pIures gemmas, miro fulgore nitentes,
Auriferos fluvios pandis, quoque Mngdala Humen,
Scribis, et ignotas multis, Rylvasque ferasque,
Ursos, tygrida saeva, aprosque, avidosque leoncR,
Bieipites angues, atro tayamque veneno.
Pingues praeterea campos, ct amoena vireta ;
Rie ubi sub lucem resonant, Re voce canora
Dulcísonos concentus aves, et gutture tochi
Dulcitel' in pratis cantant modlllamine molli.
Inclyta Sancta Fides iam terque ql.1atcl'que profatul'
Insignem sorhía doctol'em, culmine celaum;
Lal.1dns dum l)ntl'Íam, tum mentis opes manifestas:
Ergo vale, ct somper vivas, cultissime praesu1.

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ILUSTRISIMO Aa REVERENDISIMO D. D. D. LUCAE FERNANDEZ ·PIEDRAlflTA,.

DEI ET APQSTOLIOJE SEDIS GRATIA EPISCOPO PANAMENSI, PATRIÁR SUAE HISTORlOORAPHO, AEVl
NOSTRI LIVlO ERUDITISSIMO, DEBlTAE VENEHA'fIONIS ERGO APPLAUDEBAT

D. IGNA'l.'IUS MARTINEZ DE AIBAR ET ESLA VA,

V. 1. L. necnon a Consiliis Catholicre Maiestatis Quitensis Cancellariae Reg;~i


Fisci vindex, et Indorum Pr:>tector generalis.

Quid decora, et laudes Patriae, quid tanta. recenses


Munera, cui unum su$.cis ipse decus ?
Inter thesauros auri, al'gentique metalla
Quae proÍert, nullum patria ten'a tulit,
Qui tibi congenitae pretium virtutis adaequet:
Omnia sunt donis inferiora. tuis.
Quin et nativa pretiosi luce lapilli
Privantur, solos dum Piedrahita micas.
Mortalem dilecta dedit tibi patria vitam,
Immortale illi dat tua pluma decus.
Hoe tuus aethcream loquitur dignisimus edi
In lucem, sed qua non caret ante Liber.
Quid ca.reat? cum lucem in Lucro nomine pl'aefel's,
Seilicet in nomen lux venit ipsa tuum.
Lux haec non patrias tantum circumdedit oras,
Vidimus lIesperiis emicuise plagia.
Vix sacra Matriti explanas oracula Verbi
JUico famosus Prreco per ora sonat.
lline sacrí deÍert insignia Praesulis aula,
Et cingit meritum sacra Tiara caput,
Scilicet obscuris tantam latitare sub umbría
Virtutis lucem non decuise probat.
Hano ubi conspexit, cum te quandoque teneret
Captivum, a. vera devia turba fideo
Pro mericis invisa licet persolvit honores
Liberum, et ad proprios sivit abíre Lares.
Pan ama Pastorem excepit, morumque Magistrum,
Inclytum adoravit patria chara Patrero.
Et quis te verum patriae Patrem ese negabit,
Cui per te nomen, vita, decusque venit ?
V ulgarem egresus metam tu transilis, et qua
Attingunt pauci, tu velut ales abis.
Penna tibi virtutiE!, penna est sapientia, pellnis
Hisce petis rutili sidera summa poli.
Hoc precor, ut plenus meritis potiare, quod ardes
Poatquam Ncstorcos vixeris ante dies.

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AL LECT ORo

A obligacion primera de quien ofrece alguna historia á la inspeccion de la curio idnd,


L es dar cuenta de los motivos que tuvo para formarla, y de la causa final que le puso en
el empeño, anticipando respuestas á la censura, tí cuyo libre juicio se sujeta con la misma
accion de escribirla. Por esta razon, juzgando- yo que ha de servir á la pública utilidad de
muchos, y al desempeño de la obligacion real el moderado trabajo que he tenido en ajustar
ésta, por la contingencia. de que llegando sus noticias 6. la de nuestro cat6lico Monarca,
puedan esperar los sucesores de muchos Mardoqueos olvidados el premio correspondiente á
su lealtad heredada, debo, ántes que se introduzcan en su leccion los que quisieren paSar
los ojos por ella, detenerlos un poco para que, manifestado mi intento, reciban con benevo-
lencia lo que con buena. voluntad les ofrezco.
Reconocidas cuantas historias se han escrito de Indias, y viendo en ellas tratadas tan
de paso las conquistas del Nuevo Reino de Granada, siendo el tercero en grandeza y majes.
tad de todos los que hay en esta dilatada Monarquía, extrañé muchas veces que á tan glo-
~ioso asunto hubiese faltado aplauso especial de alguna pluma curiosa, hasta que estando
en los Reinos de España me vino á las manos la cuarta parte de la Historia de Indias que
escribió el Licenciado Juan de Castellanos, Cura que fué de la ciudad de Tunja, aunque con
la desgracia de no haberse dado á la estampa, teniendo apl'obacion para ello, como se reco-
nocerá del original que está en la librería d~l señor D. Alonso Ramírez de Prado, Consejero
que fué juntamente de Castilla y de la Cámara de Indias; y como el autor estuviese tan
acreditado con las otras tres partes impresas en que recopiló las conquistas de Méjico, Islas
de Barlovento y Reinos del Perú, aprecié mucho el encuentro, y enterado de n.1gunaR noti-
cias que tenia en confuso; me hallé con los primeros deseos de vestirlas de un estilo quo, sin
fastidiar con los desaseos del siglo anterior, pudiese correr en éste con los créditos de poco
afectado.
No fuá tan mal a.f ortunada esta inclinacion, que no se alentase con otro acaSo eh que
me encontré en una de las librerías de la Corte con el Compendio Historial de las cont{uistas
del Nuevo Reino, que hizo, escribió y remitió á España el Adelantado D. Gonzalo Jiménez
de Quesada j pero con tan mala estrella, que por más de ochenta años habia pasado por los
ultrajes de manul!crito entre el concurso de muchos libros impresos. Con tan acreditados
autores como los que refiero, apliqué la atencion tÍ la materia de sus escritos, y hallé que on
la voluble rueQa de sus acaecimientos humanos se veian como en teatro universfll del
mundo, reyes coronados y depuestos j infelices y aplaudidos; asolaciones de reinos y pro-
vincias; fábrica de nuevas coronas y ciudades j ministros desinteresados y prudentes;
pener os y codiciosos; naciones constantes y guerreras, y otras cobardes y desleales, y
todas corriendo á ciegas por la oarrern do los vioios y de la idolatría.
Pal'eciéronme segunda vez dignos de la imprenta sucesos que tan al vivo representa-
ban la variedad de prósperas y adversas fortunas con que se va tejiendo la sucesion de los
tiempos; mas viendo que 108 acRecimientos políticos y militares que habían tenido los Reyes
Indios, entre Rí, corrian mezclados con los que despues tuvieron con los españoles, con la nota
do no asignar tiempo IÍ. sus operaciones, y que la relacion de las costumbres, ritos y ceremo-
nias de su gentilidad, confundia muchas veces la do los progreso de la oonquista, á la ma-
nera que en una armería revuelta ningun género de armas se deja comprender por el
desórden de no estar cada una en su propio lugar, me resolví á poner separadamente aque-
llas noticias, que mezcladas quitaban la claridad de la Historia. En cuyo contexto, y con
los motivos que lleva expresados, ooupé todos los dias eJel año sesenta. y seis, siguiendo
legalmente á la que dejó esorita dicho Adelantado, ménos en la expresion de las resolucio-
Des y despachos del Consejo, y motivos que para ello tenia, en que siento deber preferir al
cronista. Antonio de Herrera, como quien para esto se hallaba presente, y no se gobernaba
por relaciones de interesados, como para lo demás que se contiene en sus Décadas.
y si como dijo Plinio á su Táoito, es beneficio grande de la Divinidad el que los
hombres hagan cosas dignas de ser escritas, ó escriban cosas dignas de ser leidas; habiendo
eL Adelantado D. Gonzalo Jiménez de Quesada conseguido lo uno y lo otro con la espada y
con la pluma; pues cOJ?o él afirma, escribia el compendio modesto de sus hazañas, al mismo

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tiempo qlle ejecutaba muchas de ellas en la guerra. de los Guasquias y Gua.líes1 por los
años de mil quinientos y setenta y dos y tres, porque aun no le faltase esta prerogativa
más de las que tuvo César; con justa razon debo preferir para mi pl'etension á quien pri-
vilegi6 la natu1'aleza para que acertase á escribir con templanza lo que primero obraba con
valentía.
El segundo lugar ha tenido el licenciado Castellános en cuanto afirma. en los veinti-
dos cantos de su Historia, sin oponerse al contexto del Adelantado, por ser todo ello muy
digno de aprecio, por ]a curiosidad que observó ,e n referir hazañas particulares de muchos
conquistadores, que siendo verdaderas, he visto en otros autores falsedades, á que tambien
han ayudado mucho algunas informaciones antiguas de servicios, que se habían remitido 6.
la Corte, y llegaron á mis manos con el crédito de más s~guras que la Historia. á que dió
principio Fray Antonio Medrano, del 6rden de San Francisco, y prosigui6 en dos tomos Fray
Pedro Aguado, su provincial, de que me ha parecido noticiar al lector, para. que si llegase lÍo
sus manos repare en los yerros en que cae quien I:'e sigue por relaciones vulgares, como
advierte Quesada en su prólogo.
De todo esto se infiere que no tengo más parte en esta obra, que pretendo dar á la.
prensa, que la que se me puede atribuir por haber reducido á cómputo de años y á lenguaje
ménoa antiguo la que dejaron escrita los autores que van citados, sin otra adicion que la.
verosimilitud de )as máximas y motivos que tuvieron 108 Reyes Indios y Cabos españoles en
sus empresas; pues no si.endo lo verosímil opuesto á lo verdadero, cuando es consiguiente á
las causas que antecedieron, se hallará tan léjos de oscurecer la vel'dad, que en vez de vi-
ciarla la deje acreditada; y si al lector fastidiaren las repetidas listas de conquistadores,
considérese descendiente de algunos de ellos, y no le pesará de hallarlos en las categor:ías de
los que concurrieron á las facciones más arriesgadas; y reciba esta obra como capa arrojada,
para ver cómo la tratan, ántes de aventurar el cuerpo en mó.s decorosos asuntos. Suplicán-
dole tenga entendido que así mis esoritos como mi alma, y el alma de mis e~critos, son hijos
legítimos de la Santa Iglesia Cat6lica, y que l'end.idamente los pongo á los piés sacrosan-
tos de los sucesores de Pedro y Vicarios de Jesucristo, y á la j ust.'\. correccion de cnantos los
quisieren leer. .

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HISTORIA GENERAL
DEL

NUEVO REINO DE GRANADA.

LIBRO Plt ]IERO.


Tr~tase del sitio y calidades del Nuevo Reino de Granada: dáse noticia de SUB Provincias, primeros
habitadores y de las costumbres, ritos y leyes que usaban en BU gentilida4.

CAPITULO PRIMERO.

DEL SITIO Y CALIDADES DEL NUEVO REINO DE GRANADA.

A Oonquista del Nuevo Reino de Granada, hecha por las Católicas armas
de los Reyes de España, no mónoa triunfantes en sus numerosos
ejércitos, que en el valor de una pequeña tropa de españoles, y la
extirpacion de la idolatría arraigada por tantos siglos en la barbaridad
de BUS naturales (empresas que la emulacion extranjera oyó como
sueños representados á la soberbia Española, y despues de acreditada con los
ojos atribuyó á su desesperacion y codicia) es el asunto á que me llama este
libro. Y cuando no hubiera otra causa más que el ver por falta de historiador
sepultadas en el olvido tan heroicas hazañas, cuando otras de ménos consecuencia
se hallan ilustradas con premios, en fe de la ponderacion de sus escritores, bastaba
para que ocupase la pluma en trabajo tan mal agradecido áun de los más interesa-
dos. Y aunque los sucesos de que se ha. de 'componer esta historia tengan poco más
de doscientos años de antigüedad, son tan varias las fortunas que los Españoles
corrieron, y su curiosidad tan poca en dejar estampadas las noticias de sus hechos,
que con dificultad mucha he encontrado el hilo para salir del laberinto de grandes
dificultades, en que mi desvelo no hallaba camino, por la generalidad con que los hisj¡priado-

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2 FERNÁNDEZ PIEDRAUÍTA. [LIB. 1.

res de Indias han babladG del Nuevo Reino de Granada: unos llevados de la confnsion de
las primeras noticias; y otros ocupap.do sus plumas on la parte que su afecto encaminó las
alabancas.
Oasi en todos eUos me he encontrado siempre con dos cuestiones proemiales, que
dilatadas con varias erudiciones, no por ellas se libran de la nota de impertinentes, sin que
estos dos términos les sean incompatibles; pues no hay tan malogrado tiempo, como el que
se gasta en persuadir con discursog, por buenos que sean, á lo que ya no 'tiene remedio; 6
en pretender que en la debilidad de las conjeturas se asiente la solidez de las verdades.
Forman, pues, la primera contienda, sobre si debe quitarse el nombre América á esta cuarta
parte del mundo, por no haber sido Américo Vespusio quien la desoubrió, sino el famoso
Cristóbal Colon, en cuyo obsequio debe llamarse Colona, ó Columbiana, como pretende el
Maestro Fr. Antonio Calancha en el capítulo cuarto del primer libro de su Crónica del
Perú; ó Segunda España, como pide Fr. Pedro Simon en el capítulo octavo de la primera
noticia historial de las conquistas de Tierra-Firme.
Confieso que tengo mucho que admirar en las vivas alegaoiones que ambos Cronis-
tas hacen para fundar sus pretensiones; pero ma admira más la eficacia ó coraje con que
tan grandes ingenios se empeñan en que el nombre de América se haya de sepultar, sin que
le hagan las honras las otras tres partes del mundo, que con ese nombre la tiene l'econoci-
da por hermana. Y aunque ingenuamente hallo que tienen razon para que ese nombre de
América no se diese á estas Indias Occidentales; ya pue to y corriente por más de ciento y
cincuenta años en cuantos libros extranjeros tratan de su descubrimiento, me persuado ~\
que ninguno de los dos oronistas, que lo mirase á esta luz, negará hoy, que habiendo sido
sus alegaciones para conseguir imposibles, deben pasar por la nota de impertinentes, por m{~B
que las hayan apadrinado do autoridades y vestido de erudiciones.
De aquí pasan {~ investigar la parte, el modo y forma con que despues del diluvio
pasaron desde alguun de las otras tres partes de', mundo los primeros hombres y brutos
pobladorelil de estas Indias Occidentales; porque estando separadas de Asia, Africa y Euro-
pa, como de presente lo estún, y alumbrados e. tos historiadores con la certeza de fe de no
harberse reservado de aquella inundacion general más hombros ni brutos que los que la
Sagrada E critura refiere babel' entrado en el Arca, y de la experiencia. oculn.r de tanta in-
mensidad de individuos de touas aquellas especies de animales, como habitahan e tas Indias
al tiempo que fueron descubiertas por Cristóbal Colon~ de que iufieren haber . ido precisa
la navegacion y trasporte por el mar que las divido; tropiezan luego en In. dificultad de
haberse podido hacer por alrruna parte distante ou tiempo que la noticia do la aguja. do
marear se ignoraba, y In. ferocidad de muchos brutos indomublcR que hay en estas Indias
repugna :tla posibilidad de conducirlos y mautenerlos vivos en las embul'cacione., no sien-
do su trasporte de conveniencia alguna para. la "ida humana.
Fr. Pedro imon á vi 'ta. de estos inconveniente, facilita mucho elSta transporte de los
animales feroces, sin responder con la demo. tracÍon de algun particular interes de los hom-
bres á la falta de motivo que se opone de contrario para conducirloH; y no asiente lÍ quo
la noticia de la aguja ó calamita se ignorase despues del diluvio ha ta los dilatados tiem-
pos que el Padre Acosta refiere, pues doscientos años 6ntes de ellos la tuvo, y so valió de
ella Fabio el Napolitano de Melphy : y de que no estada ignorante Saloman para las navo-
gaciones de Ofir. Y es muy de extrañar que vcncidas, como piensa, esta dos graves dificul-
tades, y gobernándose por conjeturas, se incline tÍ que los primeros pobladores de Indias
hiciesen AU tránsito por el estreoho de Auian, ó Groelandia, en cuya corta distancia basta.-
)'ian canoas ó juncos para el trasporte, dejándonos frios con la espera de alguna dilatada
navegacion, que comprobase el URO de la aguja ó calamita, que presume baber .habido desde
aquellos tiempos inmediatos al diluvio; de que no vemos otro fruto que el de haber perdido
tiempo en la resolucion de una duda impertinente.
El Maestro Calancha, curioso investigador de las tablas de los más aplaudidos cosmógra-
fos, des pues de impugnar los pareceres contrarios (cosa más fácil que defender el propio, cuando
tambien se funda en conjeturas) y persuadido á que los animales feroces no pasarian por
mar ni serian llevados de lo hombres, por no serIes de conveniencia al~ulla su conduccion:
no solamente se inclina, sino resuelve haber pasado los primeros que poBlaron las Indias por
tierra, que presume estaría seca y continuada luego que se recogieron las aguas del diluvio
en aquellos dos estrechos de nocho y diez leguas de mnr que hoy embarazan el trónsito enjuto de

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CAP. 1.J nI TORIA DEL N TEYO REINU. 3
Tlll't:lria á Groelandia, parte setentrional ue la Noruega y de Groelandia::í Estotilnndia, que
ya es parte de las Indias, y se continúa hasta Méjico, segun las tablac¡ de Abrahan Hortelio.
Fúndase para esto en haber dicho Plinio quc di versas veces y on varios Heinos se ha visto
ser boy mar le que ayer fué tierra; y si añadiera que tambien dice haberse visto por lo
contrario, ser hoy tierra lo que ayer fué mar, no parece tuviera por más clara la prueba de
que en los estrechos se descubría la tierra, que la de que á las dos islas cubrian las aguas, la
cual no es posible sea clara, ignorándose, como se ignora, la forma en que uno y otro ele-
mento quedaron despue$ del diluvio.
Descúbrese más la debilidad de este fundamento en habernos mostrado la experien-
cia que el descubrimiento de las Indias no se hiciese en tanto número de años en que ya
corria el uso de la aguja por esta parte de los GOS estrechos que demllestl'an las tablas de
Abrahan Hortelio, y se viniede ú. "hacer por los españoles, navegando más de mil leguas que
ha,y desde Cádiz basta la isla Espaiíola; y fué casualidad no haberse hecho desde la Francia,
por no haber admitido su Rey la propuesta de Cristóbal Colou. Cuyo suceso demuestra que
la cercanía de la Tal'taria ú las Indias por Groelundia no es premisa de que se deba inferir
la certeza de haber sido por esa parte el trúnsito de sns primeros pobladores; siendo de
ménos fundamento la imposibilidad que el maestro 0alancha pone en la conduccion de los
animales feroces por mar, no teniendo en ella conveniencia alguna los hombres; pues sin
otra que la de un gusto estragado, vemos cada dia llevar á Italia y traer á España tigres de
la América, elefantes del Asia y leones de Africa, y lo que os más, conducir de estos- últi-
mos á las Indias Occidentales, com(· e han visto en la ciudad de Cartagena, sin haber prín-
cipes en ella, en cuyo obsequio hallase dü,culpa su conduccion. Ademas que no es de poca
conveniencia para los hombres manifestar la. llperiol'idad de su especie sobre todos los indivi-
duos de las otras, con el al:te de reducirlos á su. obediencia; y pnes el fin do "salvarlos Dios
en el arca fué conservar sus espacies para que nueva.mente se dilatasen por toda la tierra,
visto es que para el cumplimiento de este fin ni lo faltarian hombres ni embarcaciones en
qua trasportarlos de unas partes á otras, ni dispo, icion para que, domesticaaos de su Provi-
denoia, entrasen en ellas como habian ontrado en el arca.
Esto supuesto, las Indias Occidentales, (Iue acreditaron haber nuevo mundo, por los
dilatados espacios que ocnpan, tan retirados ri. las noticias de la antigLiedad, que afirmó ser
del todo inhabitables, generalmente se di video en dos partes, que la una, mirada dé la
línea al septentl'ion, se llama Nueva España, y la otra, de la línea al austro, se llama Perú.
y parece que, próvida In. naturaleza en apoya.!' esta di\'i 'ion, puso por lindoro para. reoono-
cer los términos de cada una, el Istmo {¡ garganta que ost¡¡ ontre Pnnam:' y Pucrto-velo, y
sirve tÍ un mi mo tiempo de embarazo tí. lo. cODlunicaciou del mar del sur con las aguas del
Océano; pero (como áun dividida8 en esta forma la/ol Indias cada parte do por sí podia por
su grandeza aspirar aluombre que gozan uniua!i) dc¡;crminú la providencia hum¡ma, para.
ménos confu~ion de los comercios y conquista"!, hacer nneva. division de la parte del Perú,
oonservando este nombre de la parte do la línea al sur, corriendo hasta los términos de
Chile, y desde la garganta qne hL divide de N lleva España, siguienuo la cost..1. de Panamá.,
hasta el estrecho de Magallanes. ,
Ba te lo dicho del Perú y Méjico para inteligencia. de la historia, y volviendo tÍ. la
nueva division, generalmente se llamó Nuevo Reino la tierra firme que hay de la línea á. est..'l.
parte del Norte, y desde la costa de Barbacoas, Chocó y D,uien en el mar del Sur, y corrien-
do en el mar del Norte, desde la de Urabá hasta las bocas del Murañon, que desaguan á
barlovento de la isla de la Margarita, de snerte que, mirando en esta forma el N llevo
Reino, tiene de longitud más de ochocientas leguas y de latitud cuatrocientas, en quo se
comprenden las provincias que boy se llaman equinocciales de Antioquia y Popayan, y las
de Oartagena, Santa Marta, Venezuela, Caguan, l\Iérida, Guayana, Cumaná, l\1nraGapana. y
San Juan de los Llanos, en cuyos términos se hallan rios tan caudalosos como ricos de
minerales, de 10R ouales el Orinoco, que por la. parte de los Llanos corre á desaguar enfrente
d.e la isla de la ~rinidad, es ~e tan crecidos l'audales que sólo cede ventaja al Marañan, que
SIrve de foso y lIndero al Remo del Brasil y al N nevo de Granada.
~l.de la Magdalena y el de Cauca, casi iguales en la grandeza, cuyas arenas, sin
e?C~r~Clmlento, son de or~, nacen casi ju:ltOS en la provincia de Popayan, y corriendo
dIVIdIdos por mlis de treSCIentas leguas, 3e Juntan nueve leguas más abajo de la villa de
Mompox, y pa~ando entre las proíincias de Cartagena y Santa Marta, dividen sus términos

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4 ~'ERNÁNDEZ PIEDRAlIíTA. [LIB. l.

y entran en el Océano t::m pujantes qlle mns de cuatro leguas dentro del mar se cogen
dulces sus aguas; y es muy de reparar en los prodigios que obra la naturaleza haber dis-
puesto su Autor que en toda la distancia que hay outre estos dos rios desde que nacen hasta
que se juntan, apénas se hallará palmo de tierra que no sea mineral de oro ó de plata. Riegan
tambien las provincias por diferentes partes otros rios poco menores, como son el Meta, el
!"io del Oro, que lo lleva tan fino que es de veinticnatro quilates, el Sogamoso, el de Zulia,
eJ Opon y otros muchos, qne tributan al río grande de la Magdalena por las vertientes de
una y otra banda, y se tratará más en particular de ellos ouando lo pida la historia.
Esto es por mayor el Nuevo Reino de Granada, que en la gentilidad se llamó de
Cundinamarca; pero lo que al presente conserva el nombre, y es la parte más principal de
todas, tendrá (midiéndolo por el aire) ochenta leguas de norte á sur y pocas ménoa leste 6
éste; que ::;i se midiera por tierra, respecto de los rodeos y vueltas de caminos á que obligan
las' fragosidades que se encuentran, tendrá muchas más Jeguas de las referidas. La princi-
pal de sus poblaciones y corte del bárbaro rey que la dominaba era Bogotá, puestá en
cuatro grados y medio de la linea de esta banda del norte, que al presente está cinco leguas
de la ciudad de Santafé y conserva el antiguo nombre que tenia. Por el orieute cercan el
Nuevo Reino hasta el Mediodía la esp~~ciosa grandeza de los Llanos de San Juan. Al occi-
dente tiene montes y bosques inaccesibles y continuados por mucho espacio. Y al septentrion
mis de doscientas leguas de montaña que rematan en las costaR del mar Océano. Al fin, es
el N ue\'o Reino de Granada á la manera de una caja guarnecida por todas partes de aspere-
zas tan fnertes por naturaleza, rrue para entrar en él sólo se hallan tres ó cuatro caminos
remotísimos los unos de los otros, y de tantas angosturas y riesgos en diferentes partes por
donde necesariamente se ha de pasar, que se imposibilita cualqniera invasion de ~nemigos
con muy poca uefensa que le apliquen; y así considerados los peligros yentradas por los
ríos Orinoco y el de la Magdalena, y los que hay por las partes de Popayan y Maracaibo,
DO habrá hombre de grande Ó mediano discurso que no confiese ser el Nuevo Reino de
Granada el más seguro de la monarquía española.
Contiénense dentro de él las provincias de Bogot:í., V élez, Pamplona, La Grita,
~érida, l\{uzo, Ebaté, Panches, Neiva, Marquetones, 'utagaos, Ubaque, Tensa, Lengupá,
Sogamoso y Chita, con toda la sierra: gozan de buenas aguas y caudalosos rios, que las
fecundan y dan hermosura. A la provincia. de Bogotá el rio Eunzha, que ha mudado el
nombre en el de la provincia, y será. tan grande como Guadalquivir por Sevilla. A la de
Tunjn. el rio Sogamoso, poco menor. A la de Tensa el G:1.ragoa, que todos tres nacen de 103
páramos y cordilleras de Gachaneque enrrente do Turmequé, y distc'1.nte poco mas de una
legua por ser la parte mús alta del N nevo Reino. A la provinoia de V élez riega el río Sarabitá,
que al presente se llama do SutÍ,rez, pOl' lo que diremos ade1'\llte. A la de Pamplona el rio
del Oro y el de Zulia, mayor que todos, que desagua en la gran laguna de l\Iaracaibo. A la
de l\fuzo el río Zarbe. A los l\:Iarquetone Gualf y Guarinó .. A la de Neiva el Río grande,
Cuello, la abandija, Oabrera y otros. A la de Sutagaos el Fusagasugá. A los Panchos, Río
Negro, Bogotá y otros menores, y otro Río Negro á Ubaq ue.
Tan deleitoso sitio es el del Nuevo Reino, que apénas se imaginará deleite á 108 sen-
tidos que falte en la nmenidad de SU8 paises. Hay eminencias limpias y descolladas, vegas
apacibles en los rios, arroyos y fuentes en abundancia, lagunas de aguas y peces muy
saludables. La de Tota, puesta en lo más levantado de un páramo, tiene seis leguas en con-
torno, formada en círculo perfecto, tan profunda que apénas puede sondarla el arte; BUS
aguas claras y suaves son de color verde-mar en el centro, inquiétanse á la manera de un
golfo, y de oontinuo hacen en las orillas la batería ruidosa que el Océano en las arenas.
Refiércse de ella que á tiempos descubre un pez negro con la cabeza á manera de buey y
mayor que una ballena. Quesada dice que eu sus tiempos lo afirm~ban personas de gran
crédito y los jndios decían que era el demonio; y por el año de seiscientos y cincuenta y dos,
estando yo en aquel sitio, me refirió haberlo visto doña Andrea de Várgas, señora de aquel
país. Otra de Fúquene de más de diez leguas de longitud y tres de latitud, abundante de
peces y orígen del gran rio Sarabita. La de Gaatavita, tan celebrada por los tesoros que 108
antiguos Caciques depositaron en sus aguas en ofrendas que le hacian como á Dios que
adoraban, aunque al presente muy menoscabada la riqueza por la violencia con que la tiene
¿espoj ada la industna.
Hállause páramos tí. quienes el rigor de los fríos l~izo inhabitables, y sirven de morada

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CAP. 1.J RIS1'ORIA DEL NUEVO !LErNO. 5
á mucha abundancia de ciervos, o~os, conejos, dantas y gatos monteses, donde la inclinaoion
de la caza halla interes y desahogo en los cuidados. Hay llanos de tierras fértiles para todas
semillas, principalmente en las Provincias de Bogotá, Tunja, Sogamoso y V élez. Otros para
dehesas y pastos de todo género de ganados de los que se crian en E paña, particularmente
en la Provinci;:¡. de Bogotá y Neiva, donde hubo tantos, que más servian de embarazo en la
tierra que de provecho. Los bosques son muohos y deleitosos por la variedad de aves que
crian para sustento y de pájaros ~ara divertir COll su melodía: de éstos los máf:l celebrados
Bon el toche, de color gualdo y negro: el siote, negro todo, con visos de oro en las plumas:
el azulejo celeste y el babaguí amarillo y negro, en cuya comparacion no corren el silguero,
ruiseñor ni el canario, especialmente con el toche, que aventaja á todos ~n la voz y en el
instinto, y de tanto cariño al dueño que aunque le suelte y se vea en libertad, le vuelve el
amor á la prision de la jaula.
Con tanta diversidad de temples crió Dios las Indias Occidentales, que á muy pocas
distancias encuenpra la experiencia mudanzas en los temperamentos, ya de frios, ya de muy
calientes, ya de templados; pero generalmente hablando, se compone el Nuevo Reino de
Granada de temple frio y caliente: el frio, en lo que se habita, no es de suerte que se
necesita de braceros, ni de otros artificios para resistirlo; mas el temple caliente en BU
calidad, es más desapacible aunque muy provechoso. Y porque no hará daño tÍ las noticias,
será. bien referir el temple de que gozan las ciudades, que al presente están fundadas en
aquellas partes. De la region fria participan Santafé, Tunja, Pamplona y Mérida; y de la
cálida Cal'tagena, Santa Marta, Antioquia, Muzo, Mariquita, Neiva y San Juan de los
Llanos, sin otras ciudades que por no ser tan nombradas excuso ahora. En las regiones
cálidas todo el afio es casi igu$11 en el calor, al modo que en España lo l'igoroso del verano;
yen las frias, es igual el frio á la manera que se experimenta por la primavera, porque en
-Estas partes no se conocen los cuatro tiempos, solo se llama verano cuando no llueve, aunque
hiele y haga frio; y se llama invierno cuando llueve, aunque haga calor, y ~un en los tiem-
pos de la lluvia no hay consistencia. ni certidumbre por la. variacion con que se introducen
las aguas, si bien las más ordinarias suelen ser por Octubre y Febrero: y siendo estas
mudanzas tan contrarias al órden que guarda la naturaleza en las otras partes del mundo, y
estando el Nuevo Reino tan debajo de la línea, le bañan aires tan saludables, que es de las
tierras más sanas que hay en lo descubierto.
Goza. tan felices influjos, que en él se crla el oro en tantas partes, que sus minerales
exoeden á 108 que están descubiertos en el resto de las Indias: y en las ciudades de Antio-
quia, Zaragoza, Cácerea, los Remedios, Anserma y 01 río del Oro no corre plata, porque el
oro es la moneda usual con que se comercia. Lo mismo se experimenta en la Ciudad de
Guamocó, donde se halla como en las vetas de Pamplona y Llanos de San Juan. llay plata
y tan fina, que es la más estimada de Indias: SUB minas en los Marquetones y Montuosa alta
y baja de la Provincia de Pamplona, y tan caudalosas, que ti no estar falto de naturales el
Reino para labrarlas, excediera la saca á. la del Potosí, respeoto de rendir lo más ordinario
á dos marcos por quintal, y algunas veces á ocho. El cobre y el plomo son metales de que
no se hace caso para labrarlos, habiendo muchos en diferentes pp.rtes. Las esmeraldas exce-
den á lás del Oriente con muchas ventajas, y por ellas se ha ,hecho célebre la. provincia de
Muzo, donde se crian las mejores, porque las de Somondoco en ]a Provincia de Tensa,
aunque son buenas, no las igualan en la fineza, y lo máa singular de sus minas es criarse
en ellas las pantaur8s finas de todos colores, y pintas de oro por la parte interior. Hállanse
en las minas de Antioquia y Guamocó diamantes dentro de las puntas de oro, aunque
pequeños; jacintos, piedras de cruz de especial virtud para calenturas y reumas, y granates
finos con abundancia, de que nace la poca estimacion que tienen. El rio de la Hacha es
bien conocido por la cria de las ricas perlas, que goza las más celebradas del Occidente y
Timaná por los amatistas y pantauras, que tanto han acreditado sus paises; como á los de
Pamplona, Susa y Anserma, las turquesas, girasol as, gallinazas y mapulas.
Los montes Bon depósito de fiera.a y animales bravos, principalmente en las tierras
cálidas, tigres de notable fiereza, leones aunque pequeños, chuncos, erizos, zainos, fara~
arditas, ti la manera de hurones voraces, y de la misma calidad las comadrejas, coyas,
escorpiones, víboras, culebras de muchas diferencias y gl'al}deza j y entre todas la más
tetnida, la culebra taya, por su bravosidad y ligereza: es te color pardo, y más pardo
repartido en listas, y diferénciase de las demas, en que todas lhyen del hombre si las sigue,

)
1
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6 lI'ERNÁ¡ DEZ PIEDHAHÍTA.. LLID. l.

y ésta sólo le acomete sin que la ocasionen. En las aguas de algunos rios, como son el de
la Magdalena y el de Fusagasuga, hay caimanes de catorce y diez y seis piés de largo, ú. la
manera de cocodrilos; y así en éstos como en otros rios, ciénegas y lagunas, se hallan
lobos marinos, nútrias, rayas y culebras tan grandes, que en la. Provincia de San Jun.n
de los Llanos se tragan un hombre. Y CQ1l10 de ordinario suele hallarse junto al riesgo la
conveniencia, se encuentran en los mismos rios y ciénegas muchos géneros de peces buenos
para el sustento, en tanta. cantidad, que no hay arroyo, por pequeño que sea, donde no se
halle alguno el. propósito.
Entre todos el más aplaudido, así de los extranjeros como de los naturales, es el
capitan, de que abundan las Provincias de BogotlL, Tunja, Panches, Ebaté y Sutagaos, si
bien por la diferencia que hay en la forma de In cabeza, le nombran bagre en unas partes
y en otras chimbe; pero en el que tiene el rio de Bogotá, ha observado la curiosidad un
prodigio grande, y eR, que divididos los huesos 6 espinas de la cabeza, representa cada uno
de por sí una de las insignias de la plÁsion do Cristo nuestro Señor; de suerte que se mira
la lanza, la. cruz, los clavos, y así de los damas, como yo lo he visto muchas veces. De la
misma manera. que se hallan peces provechosos en las aguas se hallan tambien en los 1.Oon-
tes, así de tierra fria como cálida, muchos animales á propósito para el sustento, aunque no
tan buenos como los de ~uropa, liebres, venados, lochns, cuíes y zainos, con que se
sustent:.J.ban los naturales ántes de pasar á Indias los ganados de España. En los mismos
montes ,se hallan maderas de mucha cstimacion, cedros, nogales, biomatas, ébanos, gra-
nadillos; la celebrada madera del Muzo veteada de negro y colorado; la de guayana de
pardo y negro; el taray apetecido para vasos; el brasil para tintas; el salsafras para medi-
cinas; la grana en Sogamoso; el cacao en Carácas, l\1:érida y Santa Marta, en que exceden
al resto de las Indias; el bálsamo rubio, el menjui, el estoraque, el incienso y el arbol~llo
de la vainilla.
Hállanse flores de toda hermosura y fragancia; y como las ticrras gozan de una con-
tinuada primavera, siempre se ven árboles y campos verdes, y siempre floridos, porque el
tiempo de las frutas no embaraza el de las flores: de tedo goza juntamente y en un mismo
sitio, y:iun las flores que se han llevado de España, participando aquel clima, siempre
lucen en sus jardines,sucediéndose unas á otras, Rin que las matas de que proceden lleguen
á tiempo de verse desnudas de su hermosura. Y porque las frutas de que goza el Nuevo
Reino de Granada son las mismas que hay en el resto do las Indias (de que hay tanto
escrito) en paTticular; solo diré, que en la provincia. de los Marquetones y en la de los Mu-
zos se cría cierta especie do palmas tan altas, que parece imposible coger la fruta de sus
copas; pero como:í quien tiene alas nada se le hace dificulto o) gozan las aves de ella, y
comiéndose la carne, cae á la tierra el hueso 6 pepita, que es noguerado y áspero por las
puntas que tiene, y quebrándole se saca de él el almendron por alguna semejanza que tiene
á la. almendra, pero más grande y de mejor gusto: es fruta de mucha estimacion pal'l\ quien
la COlloce y ha comido de ella.

CAPÍTULO lI.

EN QUE SE DA NOTICIA DE SUS PROVINCIAS Y PRIMEROS HABITADORES.

N la poblaoion del mundo repal'tida entre los hijos de Noó, Sem, Cam y Japheth, le
E cayó en suerte á Japheth y NoMa ó Funda (como quieren ,otros) el poblar estas
Indias Occidentales; y asilos naturales de e.llas, como los de EUl'opa, traen d~ él su descen-
dencia: porque los que vanamente atl'ibuyen su origen á Cam, no debieron de reparar en
el texto expreso de la Escritura, donde á Cam y Sem se les señala por término al Eufr:ites.
Pero por qué parte pasasen á poblarlas y por dónde fuesen al Nuevo Reino de Granada, no
es fácil de averiguar, como ya dijimos, respecto de estar dividida la América de .la.s otras
partes del mundo y cercada de golfos dilatados, y ser tan moderno el uso de la aguJa.para
navegacion tan larga. Lo ql e sí es verosímil por conjeturas es, que de los Llanos subleron
al Nuevo Reino los primeros que lo habitaron, donde la destemplanza de la region, opuesta
á la de que subieron, 1.. Ob¡gó
á ~e.tirse para reparo de los frios. .

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CAP. n.] IIISTORIA DEL NUEVO REINO. 7
Son tantas y tan diferentes las naoiones, y de costumbres tan diversas 189 personas
que lo habitan, que con mucho estudio y trabajo aun será difioultoso darlas á entender de
manera que den luz á la historia: en lo que todas convienen es en la idolatría, ménos la
nacion de los Tammez, que habitan en la.'3 cordilleras de los llanos, á los confines del
puerto de Casanare, que carece de ídolos, y en lo demas que obran, se gobiernan por reglas
de la naturaleza. Tambien convienen en la ociosidad y en la iriclinacion á la embriaguez y
á la mentira: solamente se experimenta que hablan verdad generalmente en una cosa, que
es en decir las cantidades que deben ó les deben; y como por la mayor parte son tímidos,
preguntados de repente, responden con verdad, lo cual ocasiona el mieda, y en dándoles
tiempo á que piensen, pocas veces dejan de mentir, llevados de la inclinacion. Lo que es
mucho de admÍl'ar es que todos los habitadores que se comprenden en el Nuevo Reino de las
Indias son hábiles para cualquiera ocupacion de ingenio á que los apliquen, principalmente
siendo pequeños. Y los qne más exceden en habilidad y en el amor y lealtad á los españoles
son los Achaguas, nacion que habita los llano's de San Juan en muchas partes, y de éstos
al presente algunos pueblos esUm reducidos á la fe católica, y otros persisten en su
infidelidad, por falta de predicadores evangélicos. Convienen demas de lo referido, en el
aborrecimiento ú los españoles = defecto que brotan todas las naciones que en sus tierras
experimentan el dominio ageno; y á quienes aborrecen más son n 108 hijos de Indias y
españoles, que vulgarmente se llaman mestizos.
La inolinacion á los comeroios prefiere en los más al noble ejercioio de las armas;
si bien algunas naciones se han mostrado valerosas en continuadas guerras, oomo son los
Guagiros en la provincia de Santa Marta, que con valor se han defendido de los españoles
y c0!1servado en libertad hasta la edad presente. Son constantes en sufrir el hambre y la
sed: usan deflechaa por armas: de sus hazañas hay mucho escrito por las cr6nicas y
escritores de Indias. Los Chimilas, que oonfinan con ellos, no son tan valientes, pero muy
cautelosos y por sus ardides más temidos que los Guagiros: .andan desnudos y usan de
flechas por armas. Los Chocoes de las provincias de Antioquia, que llaman equinocciales,
imitan en las trazas y traicion á los Chimiln.s, annque en las armas se diferencian, porque
usan dardos de una braza. Son dilatadísimas V ricas estas pl'ovincia8 de oro; y aunque se
han hecho muchas entradas en ellas por diferentes Capitanes con gran copia do gente, y
fundádose alguqas ciudades, las han asolado los indios lastimosamente, y de ordinario han
perecido ú. sus manos los Capitanes 006..'3 valoro. os, como lo fueron Martin Bueno, Pereira y
D. Diego de Andrada, que perdió 1'\ empresa con muerte irreparable de toda su gente; de
que se hallan con tanta. soberbia, que no cxcnsan de venir á. las manos con los ~ pa.ñoles,
ajn vcntajas de ardides. No hay en touas clla.~ pueblo alguno reducido á nuestra santa fe,
ni esperanza de que se reduzca: lástima· bien considerable en tanta infinidad de almas.
I.JOí; UrnbaeR, situados entre las provincias del Daríen y la de Cartagena, donde está la casa
l1el Sol tan justamente deoantada y pretendida., como dospues diremos, usan de flechas y
dardos, son muy ca.utelosos en las guerras y m6.s en los contratos: reconocieron dominio
en algun tiempo á los TaironM de Santa Marta, cuando los habia ; y aunquo vencidos y
guerreados de los españoles de Santa. Marta y Cal'tagcnn., admitieron ciudades y Encomen-
deros : despues la codicia de los Gobernadores los desabrió de suorte, con nuevos apun-
tarnientos, que valiéndoso de sus ardides, lo asolaron touo hasta ponerse en su libertad
primora. t
En los llanos de San Juan son casi infinitas bs naciones que carecen de la luz dol
Evangelio, casi todas de espiritu cobarde, aunquo los Oaribes, que confinan con la Guayana,
han dado muchas vecos demostraciones de valerosos, y aun privado á nuestra naoion,
la.(jtimosamente, de un Capitan de ta.nto valor y esperanzas como 10 fué García do Parédes,
hijo dol otro que admiró Fl'aneia. Las armas de que usan son flechas, y tan diestros en
manejarlas, quo ni el ave en el aire ni el pez en el agua viven seguros do su destreza.
Hay entre ellos cierta nacion que sin tener lugar fijo en que habit.'\r, á la. manera de los
Scitas ó Alarbes, llevan consigo sus familias, y sin haoer asiento en parte determinada,
todas las trasiegan. Viven de asaltos y robos, y por esta causa no siembran, de que se
origiua 01 odio general que las demas naciones les tienen. Las tierras de los llanos qua
habitan son tan extendidas y faltas de montes, y tan embarazadas de canizalos y montañas,
que para oaminar por ellas los españoles, nccesitau do aguja para no perderse. lllÍnso
ucs,cubicl'to ulgun:.1.s veces provincias xiquíslln s y do gente política, como le sucedi6 á
3

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8 FERNÁNDEZ X>IEDRAnfTA. LLIB. l.

Felipe Dutre, que seguia aquellos descubrimientos por los alemanes, que tenian su asiento
en Coro, en conformidad de las capitulaciones qu~ nsentaron con nuestro invicto Emperador
Cárlos V. Este, pues, descubrió la provincia de los Omeguas, que tantas vidas cost()
entónces, y ha costado despnes en las entradas de 101'! que han querido imitarle, por ser tan
difíciles las primeras sendas, que sin poder encontrat'laa se han perdido en ellas, dejando
solamente las noticias de la proviucia y de sus desgracias.
De esta banda del rio Meta están algunos pueblos de indios reducidos, ue la otra
ninguno; aunque siempre dispuestos por su buen natural á recibir la fe, si su reduccion se
tratara con el calor que debiera: apetecen In. paz con los españoles, porque no les falte el
comercio de la sal, que suelen suplirla. comiendo tiarra, de que mueren miserablemente.
Hánse hecho algunas entradas de religiosos, que llevados del celo de las almas, han ido 6.
predicadeR con mucho fruto, y entre 10R que más se han señalado han sido frai Bernardo
de Lira, religioso de San Francisco, por los años de 1656 y 1657, Y los padres de la
Compañía, que á peticion del Rey Cristianísimo envió la Santidad de Inocencio X á las islas
sujetas al ney de Francia, y derrotados entraron casi por los mismos años en la Guayana.
De estos religiosos era superior Juan HaBay, y compañeros Dionisio de Menslad y Antonio
de l\Ionsliberth, insignes en letras y espíritu, con cuyo egem plo, inflamados los religiosos de
los Colegios del Nuevo Reino, han adelantado la cosecha de las almas desde el pueblo de
Casanare, que eligieron por asiento de sus misiones: á cuya imitacion los religiosos de San
Francisco han renovado al presento por San Juan de los Llanos la conquista espiritual
principiada pol' el dicho padre frai Bernardo ele Lirn., frai Juan Doblado y frai Blas Moreno,
y admitido la de los paises de Popayan, qne más deseosos de sn remedio han salido de las
montañas 6. la provincia de Neiva, pobl:illdose en ella y sujetándose al Rey nuestro señor, á
qtúen pidieron párrocos, que tienen al presente de religiosos Franciscos. La verdad es que si
los españoles entraran á poblar ciudades en aquellas pnrtes, y reducir naciones tan numerosas,
-fuera muy fácil conseguirse la con ve rsio n de todas por el amparo y refugio que tuvieran
los sacerdotes en dichas ciudades para doctrinarlos; pero está ya en las Indias tan tibio
aquel primer ardor de las armas cat61icas, que á nada se inclinan ruénos que á nuevas
conquistas: si la causa es el poco premio que han tenido los que las ganaron, díganlo sus
descendientes, que la materia es muy peligrosa de proponer:í los que no gm;¡tan de quo
haya ~ervicios de la otra parte del mar, que corran con 101'1 más cortos que de ésta se hacen;
pues ti mí solamente me basta para el asunto reconocer cu6.n desgraciadamente sirve quien
sirve léjos de la presencia de q oien la puede premiar.
Esto basta. referir de las provincias adyacentes, que sirven de círculo al Nuevo RGino
de Granada, y pasando á. las más inmediatas ó. su centro, los Muzos y Culimas 8011 t.ambien
naciones belicosas: están apartadas algo más do veinte leguas de Santafé: conquistá.rónse
con dificultad en diferentes batallas: usan de srma.c; envenenadas, y on muchas rebeliones
que tuvieron se mostraron valerosos, hasta que la ventaja de gente y armas espaiíolas los
sujet6 al yugo del dominio católico ~\ costa do muchas v idas. Los Pan ches, situados on lns
montañas que hacen frente á Bogotó, mantuvieron guerras muy crueles con sus Reyes Ilnti-
gqos, y en las que se les recrecieron con la entrada de los españoles, se conservaron en repu-
tacion de valerosos con su defensa, aunque últimamente cedieron á los arcabuces y caballos
sus lanzas y flechas envenenadas de que usaban. Alimentábanse de came humana; su traje,
el que les dió la naturaleza; no casaban los de un pueblo con mujer alguna de él, porque
todos se tenian por hermanos y era sacrosanto para ellos el impedimento del parentesco; pero
era tal su ignorancia, que si la propia hermana nacia en diferente pueblo, no excusaba casarse
con ella el hermano. Si la mujer paria del primer parto hembra, le mataban la hija y todas
las demas que naciesen hasta parir varon; pero si del primer partcf nacia varon, aunque
despnes se siguiesen hembras, ninguna mataban. Algo de sus hazañas se dirá en esta primera
parte en la fundacion de las ciudades de Tocaima y Mariquita, donde habrá campo grande
para referirlas más por extenso, sin que se les pueda negar una virtud que tuvieron, y fuó
contentarse con sus estados sin pretender ganar los ajenos, de que resultó la ventaja con
que triunfaban siempro de otras naciones, por la que hace quien guerrea en BU defensa
dentro de su misma casa.
Pero entre todas las naoiones de que vamos tratando, la que máR se ha señalado en
valor y fortaleza no solamente en el Nuevo Reino pero en todas las Indias, por la. ventaja.
que ha hecho ó. las más guerreras, son los Pijnos, sin más diferencia de los Coyaimas y Na...

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CAP. n.J llISTORIA DEL NUEVO REINO. 9
tagaimas que habitar éstos en los llanos de Neiva y aquéllos en las sierras que confinan con
las provincias de Popayan. Pertenece esta nacion á la 'Cle los Pantagoros que ooupan las
tierras más {Isperas y llanas de la. otra. banda del rio de la. Magdalena, en que se incluyen
los Guazquias y Gualíes, que habitan en temperamentos frios; Tamanaes, Marquetones y
Guarinoes en calidísimos. En los casamientos imitan á los Panches, y entre ellos hay algunas
naciones (no digo todas) que ni adoran Sol ni Luna ni otro ídolo alguno como los demas
bárbaros, sino que tienen por Dios al hombre que matan; pero éste no ha de ser de los que
matan para comer sino para que sean diosaR, porque dicen que aquél sale inocente de este
mundo y se hace Dios en el otro, y tiene gran cuenta con quien le hizo el beneficio de ma-
tarlo para. hacerle bien á él Y á toda su familia, pero no á otraR, á que añaden otra barbari-
dad nunca oida, y es que estos dioRes no les duran mlÍ.s que cierto número de lunas ó meses,
y en pasando se quedan sin Dios hasta que hallan á quien matar, que no ha. de ser de su
pueblo ni ene:nigo suyo ni de pueblo contrario, cuya sangre no tienen por inocente sino In
de h0mbrefJ buscados por los caminos, ó la de mujeres ó niños.
Diéronse, pues, de paz estos PijaoR, de que vamos tratando, en los principios de las
conquistas y sujetáronse á pagar tributo á. los españoles; pero instigados y mal sufridos del
desafuero con que los maltrataban sus Encomenderos, trataron de ponerse en libertad por
medio del rebelion. Pusiéronlo con efe~to, saqueando y asolando algunas ciudades de la go-
bernacion de Popll.yan y otras del N nevo Reino, con lastimoso estrago de RUS vecinos. Ménos
de tresoieatos indios pusieron en huida muchas veces doblada cantidad de españoles yalgu-
nas en poligl'O notorio ejércitos de ochocientos y de mil hombres, en tanto grado que para
flujetarlos fueron necesarios más de veinte años de gnerra continua, con crecidos gastos de
la Real Hacienda y asistencia de Don J nan de Borja, PreRidente del Nuevo Reino, y de
otros Capitanes famosos; de sus hechos se pudieran oscribir libros enteros, dirá..c¡e lo bastan-
te donde tocare á la historia. Sus armas ofensivas eran lanzas de veinticinco palmos y piedras
que despedian desde las peñas en que se fortificaban. Lo que mlÍ$ importó para sujetarlos
fué el favor y ayuda que los españoles tuvieron en los Coyaimas y Natagaimas, que desde
que reconocieron el yugo de la Católica Monarquía (libres do Encomenderos) ha.n sido los
Boldados más á. propósito no solamente para ruina de los Pijaos sino para el allanamiento do
otras naciones, porque son tan temidos que con la presencia Rola vencen; su lealtad tan se-
gura que jamas han dado indicio de lo contrario. Reconocen por el olor las emboscadas que
hay en los montes, de que es la causa la vil"eza grande que tienen del olfato y el betnn .¿,
vija que usan untarse generalmente los indios que andan de guerra. Sus armas 80n las mis-
mas que las de los Pijaos, su aspecto feroz á. la. vista: cl'Íanse en regíon muy cl¡Jida y fértil,
y así salen altos de cuerpo y fornidos de miembros; y porque al nacer tienen oostumbre de
poner entre dos tablillas la. cabeza tierna do la criatura desdo el nacimiento de In nariz para
arriba, de suerte que no quede redondo. sino aplanada (en que los imitan los Pijaos y Pan-
ches), se les aumenta nueva ferocidad á la vista: y últimamente ~on celosos en tanto grado,
que no se hallará. en sus pueblos mestizo que sea hijo de español y de india de su nacion,
porque temerosas las madres de la condicion de estos indios, si aeaRO por flaqueza han teni-
Jo ayuntamiento con algun hombre blanco so van ti parir ti los rios (costumbro usada en
ellas) y si por el color do la criatura roconvcen que tieno mezcla, la. ahogan para que tam-
bien lo quede BU delito.
Los Sutagaos RUS confinantes, y de los Mozeas i Panches, poblados entre los dos rios
de Pasea y Sumapaz (que entran juntos con el nambre de Fusagasugá por la jurisdiccion
de Tocaima hasta encontrarse con el río de la Magdalena) son de mediana estatura y de
pronunciacion tan meliflua, que bien claramente dan a enteniler la cortedad de su ánimo.
Tenian por f!U principal ocupacion fo1altear en cuadrillas por los caminos, no con animo do
matar los pasajeros, sino de robarles la hacienda, y tonían así mismo por sacrificio el más
acepto la ofrenda que hacian de lo robado a ciertos ídolos de oro, barro y madera, que
adoraban: de suerte que no habían de entrar en sus casas despues de haber salteado, sin que
primero llevasen al templo el robo, y allí ofreciesen de él la parte que les pareciese, lleván-
dose lo dema para gozar de ello como de cosa santa, qne habia. pasado por manos de Sacer-
ilotes; y es cosa de notar, <¡ue no ofl'ecian jamas un maravedí solo de RU hacienda, parecién-
doles que el ídolo no qnedaria contento si no fuese con parte del hurto. Ohl cuántos Sntagaos
parece q~e hoy viven con los mismos ritos, pues guardando lo propio, no saben ser liberales,
.ino es de lo ajepo! Y cuántos íd910s permanecen afianzando su adoracion en la parte que

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10 FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA. [LIB. 1:
oles cabe de lo robado I Sus armas eran fleohas envenenadas, y las más temidas, las yerbas
venenosas de que abundan y de que se valian para matar á los que se les antojaba, con
pacto tan especial del demonio, que haciendo. una raya con el veneno en algun camino,
moria solamente el que querían, aunque otros muchos con él lo atravesasen. Con los Pija.os
tuvieron estrecha confederacion en sus guerras al tiempo de la conquista, y á los Sumapa-
ces, Doas y Cundaycs, dominaron más con el espanto de BUS hechizos y yerbas, que con el
valor de sus armas.
Los L:\ches, á quienes divide el rio Sogamoso de los estados y tierras del Tundama
en las provincias de Tunja, y corren por páramos y tierras cálida.~ hasta confinar con los
Tammez y provincias de los Chitareros; son de natural l>arbarísimo, y de sus burlas no
salen con ménos daños, que de la más cruda guerra. Su juego más celebrado era salirse á los
campos por parcialidades ó Capitanías, tÍ pelear unas con otras, arreadas de varias plumas y
galas, y sin más armas que las manos, con que á puño cerrado, y sin llegar á luohar bata-
llaban hasta caer ó cansarse despues de bien lastimados, y á estas fiestas llaman Momas, en
que hay tiros y golpes con mucha destreza, y dignos de ver, y permanecen hasta el tiempo
presente con tanto aplauso, que los españoles no se desdeñan de caminar diez y doce leguns
por llegar al tiempo de su celebridad.
Viven hermanados con los Ipuyes y Achaguas; y aunque todas las dcmas naciones
abominan la sodomia tanto, que por haberse hallado un Indio Mozca (cuatro veintes de
años, que hacen ochenta, :in tes que los españoles entrasen en el Nuevo Reino) que lo co-
metió, se refiere por los mismos indios haberle dado por pena que 10 dividiesen en veinte
trozos, y cada cual se quemase en partes diferentes; de suerte que en veinte pneblos del
Reino fué quomado el sodomita. Con todo eso, como entro 108 Laches todo lo trahajan las
mujeres, sin que haya ocupacion ni ejercicio, fuera de la guerra, á qlle no resista la ocio-
sidad con que viven, y ambicion que tionen do estar bien servidos; tenían por lei oque si la
mujer paria cinco varones continuados, sin parir hija, pudiesen hacer hembra á uno do los
hijos á las doce Lunas de edad; esto es, en cnanto á criarlo é imponerlo on costumbres do
mujer: y como lo criabau de aquella manera, salian tan perfectas hembras en el talle y
ademanes del cuerpo, que cualquiera que los viese, no 108 diferenciaria de las otras muje-
res, y á éstos llamaban Cusmos, y ojercitaban los oficios de mujeres con robustecidad de
o" hombres; por 10 cual en llegando á edad suficiente, los casaban como á mujeres, y prefe-
rían las los Lachas á las verdaderas, de que se seguia que la abominacion do la. sodomia
fuese permitida en esta nacion del Reino solaménte, que se continuó hasta despues de fun-
darso la. Real Audiencia en Santafé, que procedió a.l remedio de semejante maldad, hacién-
doles usar de 108 oficios de hombres y obligándoles á vestirse como tales; aunque jamas se
vió que alguno desmintiese con el trajo varonil la costumbre en. que cstaba connaturalizado
desdo pequeño. Tal era el melindre con que so ponian la manta y los que demostraban en
los visajes al tiempo de hablar con otros hombres: y si morian los llorabnn así hombres
como mujeres, llamándolos en sus endechas mnlograiM y desdichadas, y otros epítetos
usados con las mujeres verdaderas. Adoraban por Dioses:l todas las piedras, porque decian
que todas habian sido primero hombres, y que todos los hombres en muriendo se convertian
en piedras, y habia de llegar el dia en que todas las piedras resucitasen heohas hombres.
Adoraban tambien á su misma sombra, de suerte que siempre llevaban á su Dios consigo y
viéndolo, como hiciese el dia claro; y aunque conocían que la sombra se causaba de la luz
y cuel'po interpuesto, respondian que aquello lo hacia el Sol para darles Dioses, cosa que no
estrañara hoy la político. del mundo, sabiendo que los ministros son las sombras de los
Reyes, y que se alzan con la. adoracion de Dioses, tanto más grandes, cuanto por más reti-
rada la influencia de la luz hace mayores las sombras; y si Pin convencerlos les mostraban
las sombras de los árboles y de las piedras, nada bastaba; porque á las primeras tenian por
Dioses de los árboles, y tÍ las segundas por Dioses de sus Dioses, tanta era su estolidez y
desdicha.
Andaban mezclados estos Laches con los Chitareros de la provincia en que hoy está
fundada la oiudad de Pamplona, de qlúenes no se puede ponderar la brutalidad de costum-
bres, pues á no haber mostrado la experiencia que se ha hecho de ellos despues de conquis-
tados, ser hombres como los de mas, pudiera.n reputarse po brutos. Tanta era su falta de
enseñanza en cualquiera de las costumbres morales, viniendo todos sin acordarse de que
habian de morir, y muriendo sin demoatracion de que hubiesen nacidQ: de todo lo oual se

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CAP. n.] nISTORIA DEL NUEVO REINO. 11
infiere, para mayor claridad de esta historia, quo todas cstas provincias incluidas dentro de
aquel círculo de otras más distantes que hicimos, contienen y se componen de seis naciones
principales, de las cuales cada una separada comprende dentro de sí otras muchas agregadas
por la comunicacion y amistad, ó semejanza del idioma. La primera de los Pantagoros que
habitan (como dijimos) de la otra parte del Rio grande de la Magdalena, y tienen como
inferiores á los Camanaes, Guarinoes, Marquetones, Guascuyas, Pijaos, Gualíes, Guaguas y
Doimas. La segunda de los Panches de esta banda del dicho Rio grande, á quienes se jun-
tan los Calandaimas, Parripan-ies y Amurcas. La tercera de los Sutagaos, que dominan á
los Suma paces, Cundayes y Neivas. La cuarta la do los Chitareros, que incluyen á los Ti-
motos, Barbures, Cayos, China tos, Surataes, Motilones, Capachos y otros muchos que se
corresponden con ellos. La quinta la de los Laches, hermanada en trato y amistad con los
Ipuyes, Caquesios, Tamez y Achnguas. Y la sexta y última la de los Mozcas, que habitan
en el oentro y corazon de todo el Heino, y es su provincia como el meollo de toda la tierra,
debajo de la cual comprendemos la de Guane, que cae en la jurisdiccion de V élez, y la de
Muzos y Colimas, que está entre ella y la de loa Panchos.
En ésta, pues, son los naturales más políticos y andan todos vestidos, á que le s
obliga (como tengo dicho) el temple de ]a region fria que habitan, cuando corre el viento
sudoeste, atravesando sus páramos, que llaman los Bogotaes Ubaque. Sus más ordinarios
vestidos son de algodon, de quo t'.'jen camisetas tÍ la manera de túnicas cerradas,. que les
llegan poco más a.bajo de la rodilla, y de lo mismo mantas cuadradas, que les Sll'ven do
palio: las xptls comunes son blanca!: y la gente ilustre las acostumbra pintadas de pincel
con tintas negras y coloradas, yen éstas fundaban su mayor riqueza. En las cabezas usaban
casquetes, los más de -ellos de pieles de animales bravos, como son osos, tigres y leones
matlzados de plumaria de todos colorcH yen las frentes medias lunas de oro ó plata, con las
p~ntns á la. parte de arriba. En los brazos se ponian por brazaletes sartales de cuentas de
plOdra ó hueso; chagualas de oro en las naricos y orejas, que para este efecto horadaban y
!a mayor gala consistia en pintarse el rostro y cuerpo con vija ó con pintns nogms de
J~gua, que es una tinta que se hace de cierta fruta de HU nombre y permanece por muchos
dlas, al contrario de la tinta de vija, que es colorada y con facilidad se destiñe. Las ~ujereB
usaban una manta cuadrada, que llamaban chil'Cllto, ceñida 6. la cintma con una faJa, quo
c.n S~l idioma ~laman chumbe ó maure, y sobre 108 hombros otra manta peque~a, nombrada
hqurra, prenchda en los pechos con un alfiler grande de 01'0 6 plata, que tIene la cabeza
como un cascabel y llaman topo; de suerte que los pechos quodaban casi descubiortos.
Usaban y usan de pr()!entc las tui6mas tintas de vija y jagua para arrcbolarse 108 rostros
y b.razos, que Bon los afeites que en su etitimacion las hermosea.n , aunque ya todos estos
traJ~s y a1'l'eboles se van olvida.ndo, porque la comunicacion do los españoles les ~a hecho
vestu· el suyo y les parecen mejor los géneros de ropa que se llovan do estos Remos, que
los de sus tierras. Los varones traen el cabello largo hasta los hombros y partido en lorma
nazarena, y las mujeres le usan suelto y muy crecido y con tal cuidado en que sea largo y
negro, que se valen de las virtudes do algunas yerbas para Cl'ecerlo y de legias fuertes (en
que lo meten con la pension do estar al fuego) para conseguir que se ponga más negro de lo
que es. La afrenta mayor que padecian hombres y mujeres era, que les cortasen el cabello,
ó su Cacique les rompiese la manta por sus delitos ó con fin de agraviarlos y así era esto
género do pena el que más temian j pero ya su malicia y poco caso que hacen de ella, es
causa de que el castigo que á los principios fué provechoso, no sirva al pre!ente de nada.
Son todos estos nuturales, así hombres como mujeres, por la mayor parte de hermo-
sos rostros y buena disposicion, singularmente en Duitama, Tota y Sogamoso, en jurisdiccion
de Tunja, y en Guame y C nchon de la provincia de V éJez, donde las mujeres son hermo-
~ísiI?as y bien agraciadas. El estilo que observaban en sus desposorios era que el varon
pedla al padre (ó persona que le so titnia) la mujer á quien se inclinaba para casarse con
ella, ofreciendo cierta cantidad de hacienda por ella, segun su caudal y si se la negaba
ofrecia otra tanta más hasta la tercera vez, y si todavía no se la daban, desistia de la pre.
tension para siempre; pero si acoptaban la oferta, tenia algunos dias la mujer á su disposicion
y si le parecia bien se casaba con ella, y si no la volvia á. sus padres, yen esta forma S9
casaban con tantas mlljeres cuantas podia sustentar la posibilidad de cada uno. Con
hermanas, primas y sobrinas no se casaban, nntes lo tenian por prohibido, aunquo fuesen
Reyes, yen esta atencioD y re.c;peto al parentesco de sanguinidad, excedieron los Reyes do

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12 FERNÁNDEZ PIEDRAIIfTA. [LIB. n.
Bogotá ú. los IncaR, que se casaban con SUB mismas hermanas y pariontas m6.s cercanas. Poro
en el parentesco de afinidad eran tan poco atentos, que no reparaban en apetecer y tener
muchas hermanas, y aun en los tiempos presentes hacen muy poco escrúpulo de juntarse
con sus cuñadas, con harta lástima del poco remedio que en esto hay y del mucho daño
que se sigue para sus almas.
Las armas que usaban generalmente en toda la tierra fria eran ondas, con que
jugaban su mosquetería de p'edras, espadas de macana tan grandes y algo más anchas que
montantes. Es la macana una madera durísima, que se labra con el lustre y filos del acero,
y así en las picas, dardos y flechas que usan e~tas y otras naciones, ponen de macana lo quo
en Espa~a se pone de acero en las lanzas y chuzos; pero la más comun arma que tenian
para sus guerras, eran tiraderas, que son ciertos dardillos de varillas livianas, á manera de
carrizos, con puntas de macana 2 108 cuales tiran no con amientos de hilo, sino con un
palillo de dos palmos del grosor del jaculillo, prolongando con él la. ter,cia parte de la caña:
éste tiene dos ganchos nfijados y distintos cada cual de ellos en un extremo del amiento
que he dicho; con el uno ocupan el pié raso del dardillo y con el otro lo aprietan con el
dedo del índice corvado, hasta que el dardillo se desembaraza, segun la fuerza del que 10
despide: y como no tiene armas defensivas ni reparos de J;opa que basten á resistirlos, no
deja do ser arma peligrosR, aunque limpia de veneno. De todas, pues, las que usan en
Indias, ésta es la ménos ofensiva y no como la que tiene otra nacion de los Llanos de unas
flechillas ó virotes que despiden por servetanas, y los hacen de palillos con punta do maoana
ó espina de algun pescado grande, y envuelto el cuerpo de la flechilla con hilo do algodon
de tanto grosor, que baste tÍ llenar el hueco de la servetana: éstas las untan y preparan con
fortísimo veneno, y las despiden con 01 soplo, con tanta certeza en la puntería (como no esté
muy distante el blanco t.. que tiran) que rara vez le yenan por pequeño que sea, y herido
el ouerpo con ella auuque muy levemente, causan bascas y angtstias mortales, que en breve
tiempo quitan la vida. .

CAPíTULO nI.
DE LAS COSTUMBRES, RIT Y CEREiVIO IAS QUE USABAl LO.' INDI •
MOZCAS EN SU GENTILIDAD.

REJAN todos los indios que habia un autor do la naturaleza, quo hizo el ciclo y la tie-
O rra; mas no por eso dejaban de adorar por Dios al sol por su hermosura, y n la luna,
porque la tenian por su mujer; á ésta llama.ban Chia y al sol Znhc, y aS'Í para dar 6. 108 es-
pañoles un epíteto de suma grandeza los llamaron Zllhá, y conservan esta locucion hasta
hoy en su idioma. Demas de esto, en varias partes adoraban montes, lagunas, rios, árboles
y muchos ídolos que tenian en sus santuarios y oratorios. Una cosa muy digna de saberso
refiero Castellános haber leido en un libro manuscrito que dejó el adelantado D. Gonzalo
Giménez de Quesada, y es la costumbre que tenian los indios de poner sobre la sepultura
de los que morian de picadura de culebra la señal de la Cruz. Tan antiguo dictamo es en
todas partes esta señal contra el venenoso contagio de las serpientes; la causa discurriremos
cn su lugar. Afirmaban la inmortalidad del alma, y así, cuando moria alguno, le metian en
el sepulcro mantenimientos de comer y beber, y si era Cacique ó Rey, criados y mujeres,
las que le habian servido más bion, y gran cantidad de oro y esmeraldas que entenaban
juntamente con ellm;, porque con la certeza de la inmortalidad del alma mezclaban el error
de que los que morian pasaban ó. otras tierras muy retiradas, donde habian menester t·)da
aquella prevencion,. así para el camino como para su servicio, porque allá necesitaban do
cultivar los campos y hacer labranzas como las que dejaban.
Esperaban el juicio universal, y creian la resurreccion de Jos muertos; pero añadialJ,
que en resucitando hahian de volver á vivir, y gozar de aquellas misma.s tierras en que es-
taban ántes de morir, pOl'CJ.ue se habian de conservar en el mismo ser y hermosllra que te-
nian cntónces. Tenian alguna noticia del diluvio y de la creacion del mundo; pero con
ta.nta adicion de di!'\paraoos, que fuera indecencia reducirlos {¡, la ploma: y comunicadof! en

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qAr. IIl.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 13
esta materia, rererian, y 10 hacen al presente por tradicion de unos en otros, quo en los pa-
sados sigloB aportó ó. aquellas regiones un hombre extranjero, ¡\ quien llamaban nnos Ncm-
quetheba, otros Bochica, y otros Zuhé, y algunos dicen que no fué solo el extranjero, sino
tres, que en direrE:ntes tiempos entraron predicando; pero lo mús coroun y recibido entre
ellos es, que fué uno solo con los tres epítetos referidos. Este tal, dicen ql1e tenia la barba
muy crecida hasta la cintura, los cabellos recogidos con una cinta como trenza puesta n In
manera que los antiguos fl~ri(;eoi usa.ban los pilacterios ó coronas con que se rodeaban las
cabezas, trayendo colocados en mitad de la frente los preceptos del Decálogo. Pues á ese
modo, refieren, le usaba, y en esa forma en los rodetoR que Re ponen los indioR en las cabe-
zas, colocan una rosa de plumas, que les cae sobre las cejas. Andaba este hombre con las
plantas desnudas, y traia una almalafa puesta, cuyas puntas jnntaba con un nudo 80bre et
hombro; de donde añaden haber tomado el trnje, el uso del cabello, y de andar descalzos.
Predicú.bales el Bochica muchas cosas buenas (segun refieren, y si lo eran, bien se
VQ el poco caso que hicieron de eUas). Conforman tambien en decir que aportó deRpues una
mujer de estremada belleza, que les predicaba y enseñaba cosas muy contrarias y opuestas.
á la doctrina del Bochica; y vó.lense de otros tres epítetos diferen tes para noro brarla: uno¡¡
llamándola Chía, otros Yubecayguaya, 'y otros IIuytháca, {L cuyas opiniones, difundidas con
novedad y malicia, se llegaba innumerable concurso de gente: achaque muy ordinario en la.
inclinacion humana; pero como eran malas las cosas que enseflllba, dicen los más, <!ue el
Bochica la convirtió en lechuza; otros, que la trasladó al ciclo, para qne fue e mujer del
sol y alumbrase de noche, sin parecer de dia por las maldades que habia pt'edicndo, y que
desde entónces hay luna: á que añaden los Ubaque::l, que la tnl Chia ernruujer de Vnqui, y
tuvo una hija que casó con el capit:m de los demonios. Y en este particular de transforma-
ciones refieren tantas fábulas, que -si so hubiese de hacer memoria de ellas, ruera neceHario
más volúmen que el de todos los poetas gentiles. ,010 diré de paso 10 que corre por cierto, y
es, que entre los indios hay algunos tan grandes hechiccros, que toman las apariencins de
tigres y leones y de otros animales nooivos, y hacen los propios efectos que los verdllderos
acostumbran hacer en daño del género humano j y es muy creible que de la corounicacion
que tienen con el demonio resulten estas ilusione y aparienciaFl ejecutadas por gente que le
vivo sujeta y tan inolinad. {¡ ln. maldad, do run
de In. rc rrncdad del barbal;Rmo en quo se
crian desde que nacon, y asi IInytlulca (que deLia ROl' el demonio, ó algull discípulo ó mi-
nistro de sus artes m:ígicas) atrllía con la facilidad que refieren la muclledumbre de eRta
caterva ruda, para que siguiese su doctrina y ceremonias tan agenaR de hombreR, como RO
experimenta en las que ha. tn. boy conservan, sin que baston razones ni autoridad de minis-
tros evangélicos pa:a borrarlas 00 sus memorias.
Del Bochica refiercn en pnrticulnr muchos beneficios que les hizo, como son, decir
que por inundaciones del rio Futlza., en que intervino el arte de IIuytháca, se anegó la sa-
bana. 6 pampa do Bogot:i, y crecieron la.s aguas, de suerte que obligó á los naturales á po-
blarse en las cabezas más levantadas de 108 montes, donde estuvieron hasta que llegó el
Bochica, y con el bordon hiriendo en una serranía, abrió camino á las aguas, que dejaron
luego la tierra llana, de manera que pudiese habitar!e como de ilntes; y que fué tal el im-
petu de las aguas represadas maltratando y rompiendo las peñas, que de él se form6 el salta
de Tequendama, tan oelebrado pOl' una de las mara villas del mundo, que 10 hace el rio Flln-
M, cayendo de la. canal que so forma entre dos peñascos de más de média legua. de alto,
hasta lo profundo do otras peñas que 10 reciben con tan violento curso, que el ruido del
go pe se oye lÍ. sieto leguas de distancia. Los más din est:i impedido de poderse ve! con di s-
Q

tincion, re. pecto de que de In caida y precipicio de las aguas se forma una niebla oscura que
en baraza la vista: bájase á él por una montaña de agradable deleite á los ojos; pero quien
más lo acrecienta son las peñas tajada, que del nno y otro lado formó la naturaleza tan
niveladas, que no las pudiera el arte sacar más perfectas de piedra labrada á cincel. Dista
est·e salto poco ménoR de ocho leguas de la ciudad de Santafé. Ultimamente afirman del Bo-
ch· ca, que murió en Sogamoso despues de su predicacionj y que habiendo vivido allí retira-
do veinte veoes cinco veintes de años, que por su cuenta hacen dos mil, fué tra ladado al
cielo, y que al tiempo de su partida dejó al cacique de aquella provincia por heredero de su
santidad y poderío; y de aquí es la veneracion que tienen :1 todo aquel territorio, como á
tierra sllnta, y cn memoria de este Bochica hay una carrera aLier~1. desde los LlanoR á ..'uga
moso, que tendrá como cien leguas do longitud, muy ancha, y con sus valladares ó pretiles

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14 FERNÁNDEZ PIEDRAIIÍTA. [LID. l.

por una y otra parta, aunque ya maltratada y oscurecida con la paja y barzal que se ha
criado en ella, por la cual dicen que subió el Bochica desde los LbnoR al Nuevo Reino.
No hay duda en que lo más de esta relacion se compona de fábulas y engaños, y que
da ordinario en la gente ignorante, el mismo no sa.ber dar razon de las cosas les persuade y
dicta notables quimeras, que fácilmente abraza su incapacidad. Pero siendo cierto (como
lo es) que no hubo parte en el mundo dond.e no resonasen las noticias del Evangelio, divul-
gadas por los discípulos de Cristo NneRtro Señor, que para. este efecto se dividieron por todo
el universo predicando su doctrina; y siendo tan corriente en los autores modernos (a que
dieron luz los antiguos) que entre las demas partes en que predicó el bienaventurado Após-
tol San Bal'toIomé, fué una de ellas esta de las Indias Ocoidentales, es muy verosimil que
el Bochica, de quien hacen esta reIacion, fuese este glorioso Apóstol, y con la antigtiedad
del.tiempo y falta de letras 6 geroglíficos para escribir y estampar sus acaecimientos,varia-
sen de suerte las noticias de ellos en las memorias de unos á otros (que son los libros histo-
riales que tenian), que de un suceso verdadero hayan fabricado una fábula tan llena de los
errores que van referidos; y muévenme á pensarlo así los motivos que se irán expresando
sucintamente.
Sea el primero la antigüedad del tiempo en que refieren aquella venida del Bochica:
las señas del traje que vestia, que es el que ellos usan de túnica, manta y cabello largo en
forma nazarena: al haberle dado entre otros el epíteto de Zuhé, que es el mismo que die-
ron despnes á los primeros hombres blancos que vieron en las conquistas: el conocimiento
de que las cosas que el Bochica les enseñaba eran buenas, siendo así que tenian por malo
(aunque lo seguían) lo mismo que nosotros tenemos por tal. Sea el segundo el referir que
fueron beneficios los que recibieron de sus manos, como son las noticias que conservaron de
la inmortalidad del alma, del juicio universal y resurreccion de la carne, aunque acompa-
ñadas, por su negligencia, de tantos errores: la veneracion á la Santísima Cruz, poniéndola
(como dijimos) sobre algunos sepulcros: la ruina de IIuytháca, muy conforme á los trofeos
que el glorioso Apóstol tuvo de muchos ¡dclos en que so disfrazaba el demonio. Y sea el
tercero, el sentimiento comuu de naturales y extranjeros, de que el vestigio que so halla
estampado en una piedra. de la provincia de Ubaq uo fué señal del pié del Ap6stol, que dejó
para prueba de su predicacion y tránsito por aquellas partes, como por las de Quito, donde
ee halla otra en la misma forma. Noticins y acciones son ésta, que sin grave nota no po-
dremos atribuirlas tÍ. otro que á San Bartolomé ; y si n6, digame el mlís curioso lector, ¿ da
quién otro que de un Ap6stol pudieran referirso entre gentiles las que tenemos dic.Jhns ?
Tenian templos ó s::mtuarios, y de éstos los más celebrados Ol'an los de Bogot,í, Soga-
moso y Guata,vita; en eno~ adoraban much a di versidad ue ídolos, como son figuras del sol
y do la luna, íOl'mlldnfl de pinta y 0 1'0, Y del misolo metal fig uras hombre. y muj eres, ua
otras de madera, hilo y de cera, grn.nJes unas y otrn;¡ pequcñ:lS, y touos e tos ídolo!:! con
cabelleras y mal tallados: vestin.nlos de Tnatltas de pincel, que son las mtÍ.s estimadas; y
puestos en 61'don, siempre juntaban la figura del varon con la de la hembra. Para aumen-
tar el cnlto do esta falsa. religion tenian sacerdotes y ministt·os de elh, quo llamaban Chu-
qucs, todos agoreros, y que de ordinario consultaban al demonio con varias SUp61 ticiolles,
para que les diese respuestas á. las consultas quo le hacian. Por muno de estoB
sacerdotes se ejecutaban las vÍctimag de saDgre huma.na, y so hacian 1n8 ofrendas . sus ído-
los, de esmeraldas, oro en polvo 6 en puntas, y asimismo do diferentes figuras do culcbra¡:¡,
sapos, lagartijas, hormigas y gusanos, casquetes, brazaletes, diademas, monas, r.l.posas y
VIlSOS, todo de oro: ofrecian tambíen tigres, Jeones i otras cosas de ménos importancia, como
son p{tjaros y vasijas de barro, con mantenimientos Ó Rin ellos.
Estos jeques tenían su morada y habitacion en 10F! templos, y trataré de BU:: costum-
bres, para que algunas de ellas sil'vnn de confusion tí los que somos indignos mi istl'oS de
Dios. No se les permitia c."lsal'se, vivían c:l,starÍlente, y era tanto el rigor con quo S3 atendia
á que en esto fuesen observantes, que si había. pl'esuncion de 10 contrario, 108 pl'i ban del
ministerio. Decían que teniéndolos por hombres santos, á quienes rospetaban y honraban
mita que á todos, Y con quienes consultaban la,~ materias más geaves, era de mucha indecen-
cia y estorbo que fuesen. protanos y sellsualeH ; y añadían que las ma.nos con que se hacian
los ofrendas y saceificios á los dioses en SltR tem pI os, debían ser lirn pias y no polutas. Vi-
vían con notable recogimiento, y eran tan abotillelltos, que cuanuo comían era mur poco y
ligero. Hablaban pocas palabrn.l) y dOl'mi:m ménos, purque lo lUás tIc la nocho lo gastab~n

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CAP. rIl.] IIISTORIA. DEL NUEVO REINO. 15
on mascar hayo, que es la yerba que en el Perú llaman coca, y son ciertas hojas como las del
zumaque, y de la misma suerte las labranzas en que las crian; y cuando está la cosecha en Ba-
zon (que se reconoce por la sazon de la frutilla de sus tÍr boles), van cortándolas oon la uña del
dedo pulgar, de una en una, á raíz del palillo en que nacen, y tendiéndolas en mantas que
previenen para este efecto; despuea las ponen en un~ vasija de barro sobre el fuego, y
tostadas las guardan, ó pnra el comercio en que fundan su mayor riqueza, 6 para el gasto
de casa y familia. El palillo es de muy suave olor, y la hoja no es de mal gusto ántes de
ponerla al fuego, pero despues es amarga y entorpece la lengua. El jugo del hayo es de
tanto vigor y sustento para los indios, que con él no sienten sed ni hambre, ántes los alienta
para el trabajo, que viene á ser el tiempo en que má.s lo usan; y asimismo debe de ser muy
provechoso para conservar la dentadura, por lo que se experimenta aun en los indios más
ancianos, De nntes usaban mascnr esta yerba simple, pero ya la mezclan con cal de caraco-
les, que han introducido algunos españoles, y llaman poporo, y con anua, que es otro género
de masa que embriaga los sentidos. Las partes más fértiles de esta hoja son en la provinoia
, de los Sutagaos, y en Soató, de la provincia de Duitama, y es de tanta estimacion, que con
ella zahumaban los Jeques tÍ sus ídolos, si bien los perfumes de que más se valian eran de
trementina parda, de caracolillos y almejuelas y de moque, á manera de incienso, y cada
cual género de éstos de infernal olor, y digno de que con él diesen culto al demonio, de
cuyos mandatos no discrepaban los Jeques, aunque lo reconocian por padre de la mentira y
Rabian que los ídolos, como obras fabricadas de manos de hombres, no tenian potestad para
hacerles bien ni mal; pero decian que el demonio 10 mandaba, y queria ser honrado de
aquella suerte, y que así no podian hacer ménos que obedecerle. No es posible que pueda
llega.r {lo m<Ís la desdicha que á conocer el mal y apetecerlo I encontrar la lihertad y amar la
esclavitud I descubrir el engaño y regirse por éll
Tampoco estaban libres de ritos y ceremonias los hombres y mujeres cuando iban á
los templos :\ sus ofrendas y Racrificios, pues con fin de tener á f'UB dioses más propicios para
las súplicas que habian de hacerles, ayunaban (ántes do ponerlas en ejecucion) grande
número de dias, y muchos de ellos sin comer cosa alguna, i en los que comían algo, no
habia de sor de carne ni pescado, sino de yerbas ó semejante céuero de muy poca sustancia,
y eso sin sal ni ají, que es el pimiento de España y el condimento que más agrada 6.108
indios: y no solo á esto so reducía la abstinencia, sino ó. un recogimiento grande miéntl'8S
duraba el ayuno, y en ese tiempo no se lavaban el cuerpo, siendo cosa que usan por
momentos. Apartábanse los hombres de todo género de mujeres, y ellas do los hombres y
esto lo hacian con tanto afecto, que aunque l'oconociesen en sí notable riesgo de la vida 'no
dejaban ell'ecogimiento ni la abstinencia. Concluido el ayuno, que llaman zaga, entreO'oban
SUR dones al Jeque, que no habiendo tenido ménos abstinencia, los ofrecia al de~onio
consultándole con ceremonias sobre la pretension de los que le ofrendaban : y habiéndol~
respondido á. la consulta con palabras equívocas (que es el arte más ordinario de sus enga-
ños), refería el Jeque la respuesta con la misma equivocacion.
Recibida la respuesta por los dueños de la ofrenda, se iban muy consolados y alegres,
y con cierto jabon que usan do unas frutillas quo llaman guabas, se bañaban y límpiaban
los cuerpos muy bien: vestían so mantas nuevas y convidaban 6. los parientes y amigos para
banquetearlos algunos días: gastaban mucha cantidad de cbicha (que es el vino que usan):
danzaban y bailaban al compas de sus caracoles y fotutos: cantaban juntamente algunos
versos ó canciones que hacen en su idioma y tienen ciert.'1. medida y con'lonancia, Ú manera
de villancicos y endechas de los españoles. En este género de versos refieren los sucesos
presentes y pasados y en ellos vituperan ó engrandecen el honor 6 deshonor de las personas
á quienes los componen: en las materias graves mezclan muchas pausas y en las alegres
guardan proporcion; pero siempre p3recen sus cantos tristes y frios, y lo mismo sus bailes
y danzas, mas tan compasadas que no disCl'epan un solo punto en los visajes y movimientos
y de ordinario usan estos bailes en oorro, asidos de las manos y mezclados hombres ..;
mujeres. La misma proporcion guardan cuando arrastran madera 6 piedra, juntando á un
tiempo la voz, los piés y manos al oompas de la voz de uno que les sirve de guia, á la manera
que zaloman los marineros en los nav:íos, y es para ellos este ejercicio de tanto gusto quo
lo tienen por fi~sta, y para entónces se ponen penachos de plumas y medias !tmas; píntanse
y arréanse, y llevan mucha cantidad del vino gue gastan, cargado en sus mujeres, á. que se
reduce toda la fiesta.

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CAPITULO IV.

DE OTRAS CEREMONIAS Y COSTUMBRES QUE TENIAN LOS MOZCAS, y DE


LAS PROCESIONES QUE RACIAN.

OS sacrificios que tenian por más agradables á sus dioses, eran los de sangre humana;
L y entre todos veneraban por el supremo el que hacian de la pe algun mancebo natural
de un pueblo que estaba fundado á las vertientes de los Llanos, y que se hubiese criado
desde pequeño en cierto templo, que en él habia dedicado al Sol. Pero este género de sacri-
ficio no era comun sino muy particular respecto de que los Caciques solamente y personas
semejantes podian costearlo; porque á estos mancebos (que llamaban Mojas) en teniendo
hasta diez años los sacaban del dicho templo algunos mercaderes de su nacion y los llevaban
de provincia en provincia para venderlos en subidísimos precios ti 108 hombres más pode-
rosos, los ouales en habiendo al Moja á las manos, lo depositaban en algun Santuario hasta
que llegase ti los quince ó diez y seis añOf~, en cuya edad lo sacaban á sacrificar, abriéndolo
vivo y sacándole el corazon y las entrañas" miéntras le cantaban sus músicos ciertos himnos
que tenían compuestos para aquella bárbara funciono Pero si acaso el Moja (al tiempo que
cstaba encerrado) se hubiese mezclado con alguna mujer de las que ha.bia dedicadas al
servicio de dicho Santuario, 6 con otra cualquiera de las de afuera, y lo referido llegaba á
noticia de los sacerdotes, el Moja quedaba incapaz de ser sacrificado, no teniendo su sangre
por acepta al Sol, como sangre pecadora y no inocente, y lanzábanlo luego del templo como
á infame, pero al fin quedaba libre de muerte por ent6nces.,
Para las guerras que emprendian y que constase la justifioacion de ellas, daban
cuenta primero al Sumo Sacerdote Sogamoso, y despues de oida su respuesta el Cacique 6
General del ejército sacaba su gente de armas al campo, donde la tenia veinte dias arroo,
cantando sin cesar las causas que lo movian á ellas, y suplicando al Bochica y al Sol no
permitiese que ellos fuesen vencidos, pues tenian la razon de su parte; pero si acaso salia
el suceso contrario á su peticion, era cosa muy de VOl' lo que hacian despucs; porque las
reliquias del ejército desbaratado se congregaban otros veinte dias arreo en el mismo campo
á llorar su perdicion y ruina, lamentando de dia y do noche su desgracia con tonos y cantos
muy tristes, en que decian al Sol que la malicia de sus pecados habia sido tan grande, que
ocasion6 su desdicha con haber tenido en su favor la razon y la j ustioia: y llevando allí
todas las armas con que habian peleado, lloraban amargamente su pérdida, y con aquel su
tono lastimoso, tomando las lanzas en sus manos, decian: ¿ cómo permitiste, Bochica, quo
estas invencibles bnzas fuesen atropelladas de nuestros enemigos? y de aquella suerte
repetían lo mismo con las macanas y con todos los demas géneros de armas que habian
llevado á la guerra, mezclando con las voces un género de baile que no causaba ménos
tristeza que su llanto.
En cuanto ti matrimonios, no tenian los Mozcas ceremonia alguna en BU celebl'acion,
sino era cuando casaban con la primera mujer, porque ent6nces se hacian por manos de sa-
cerdotes, los cuales ponian en su presencia á los contrayentes (teniéndolos recíprocamente
el uno al otro echado el brazo sobre los hombros) y preguntábanIe á la mujer: si h;rbia de
querer más al Bochica que á su marido? y respondiendo que sí, volvíale á preguntar: si
habia de querer más á su marido que á los hijos que tuviese de él? Y respondiendo que sí,
proseguia el Sacerdote: si tendría más amor á sus hijos que ti sí misma? y diciendo tambien
que sí, preguntábale más: si estando muerto de hambre su marido ella no comeria? y respon-
diendo que no, le preguntaba finalmente: si daba su palabra de no ir á la oama de su mari-
do sin que él la llamase primero? y hecha la promesa de que no iria, volvia el Sacerdote al
marido y decíale: si quería por mujer tÍ aquella que tenia abrazada? que lo dijese clara-
mente y á voces, de suerte que todos lo ente~diesen; y él entónces levantaba el grito y decia
tres ó cuatro veces sí quiero, sí quiero, con lo cual quedaba celebrado el matrimonio y des-
pues podio. casarse sin la tal oeremonia con cuantas otras mujeres pudiese sustentar: y es
diggo de saber que los delitos de los Caciques (dejada aparte la potestad que para ello tenia

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CAP. IV] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 17
su Rey) los podian castigar tambien sus mujores de los mismos Caciques delincuentes, por-
que decian los Mozcas que aquellos eran hombres como ellos, y que pues los vasallos por
ser los Caciques sus señores no los podian castigar, era justo que para que ~s culpl\s no
quedasen sin pena, se la aiesen sus mujeres; lo cual ellas hacian famosamente en las ooa-
siones que les venian tÍ la manos de ser jueces de los pobres maridos. Pero no podía pasar
esta pena de azotes, aunque el delito fneso digno de muerte; y en comprobacioll de ello es-
tando (despues de conquistado el Reino) el Adelantado Quesada retirado en el pueblo de
Suesca, sucedi6 ir á visitar al Cacique un dia por la mañana, y ha1l61e que le estaban atando
sus mujeres, que eran nueve, y que habiéndole atado le fueron dando una gran suma de
azotes, sin que bastasen los ruegos del Adelantado para que se templase la pena de la ley,
ni dejase cada cual por su órden de tomar el azote que la otra dejaba, para despicar su enojo,
y oida la causa, fué que la noche ántes llegaron á hospedarse á la casa algunos españoles que
iban de V élez á Santafé, y brindando en la cena al dicho Cacique con vino de Castilla, fué
tal que se embriag6 con muy poco; pero con tales demostraoiones, que reoonocidas de sus
mujeres, lo llevaron por fuerza ti la cama donde durmiese el vino, hasta que por la mañana
sintiese el castigo de su embriaguez.
Otra de las ceremonias más ostentosas que hacian los Mozcas eran las procesiones, á
que asistian sus Reyes 6 Caciques, respectivamente, en ciertos tiempos del año, especialmente
en el de las siembras 6 cosechas, y formábanse éstas en ciertas carreras anohas ( de que tra-
tarémos despues) de á más y ménos de média legua de longitud. Las per¡;onas que salian en
ellas (sin que éntre en cuenta la innumerable multitud de gente que ocurria á verlas) serian
de diez á doce mil, que la noche ántes se lavaban los cuerpos para ir el dia siguiente más
decentemente adornadas, debajo de aquella falsa especie de Religion. Divid!anse en cuadrillas
y parcialidades con diferentes trajes y disfraces, arreados do patenas de oro y otras diferen-
tes joyas de que abundaba1l, aunque todas oonvenían en llevar pintados los cuerpos de vija
y jugua. Unos iban representando osos, otros en figara de leones y otros de tigres (esto es,
cubiertos con su pieles, do suerte que lo pareciesen) y á este modo con otras muchas repre-
sentaciones de animales diversos. Iban los Sacerdotes con Coronas do oro en forma de mi-
tras, á. quienes seguía una prolongada cuadrilla de hombres pintados, sin disfraz ni joya
alguna sobre sí, y éstos llorando y pidiendo al Bochica y al Sol mantuviesen el estado de su
Roy 6 Cacique, y le otorgasen la súplica y ruego á que habia dispuesto aquella procesion,
para lo cual llevaban puestas máscaras con lágrimas retratadas tan al vivo que eran de ver.
y era lo mús gracio!o de todo, que luogo inmediatamente entraba otra caterva dando 108
unos grandes risndas y saltando do alegria, y diciendo los 0 ',,1'08 que ya el Sol les habia con-
cedido lo quo los delanteroR le iban pidiendo con Ugrimns j de suerte que de las risadas,
lloros y gritos se componia una barahunda tal cual se deja entender, y más viendo que en
pos do aquella alegría dC!icompasada iban otros con mlÍscaras de oro disfrazndos y con las
mantas arrastrando por el suelo en forma de canda, que al parecer debian do hacerlo con fin
de barrer la carrera para que otros danzasen; pues les iba casi pisando las mantas otra gran
muchedumbro de ellos ricamente adornados, bailando y cantando al compas triste y flemáti-
co de RUS maracas y flautas, y tras ellos otros y luego otros, y tantos con diferentes inven-
cioneR, que no es fácil reducir ó. la pluma la diferencia de sus cuadrillas y galas, mlÍs pro-
pine de pandorgas dispuestas para la ociosidad que de procesiones dedicadas á la Religion.
El último lugar llevaba el Rey 6 Cacique con el más costoso adorno y majestad que
le era posible, y aunque era crecidísimo el número de gentes que le seguian y la diferencia
de 108 trajes en que iban, denotaba ser parcialidades distintas y compartes de las primeras
que formaban la procesionj no lo eran Bino criados y ministros de la Casa Real, que se di-
ferenciaban segun la calidad de las gerarquías en quo servían; y lo quo no parecerá creible
de estas procesiones (siendo verdad cierta) era la gran cantidad de oro que iba en ellas en
tan distintas joyas, como eran máscaras, mitras, patenas, médias lunas, brazaletes, ajorcas
y figuras de varias sabandijas, por ouya raza n no expreso el valor de ellas segun lo que he
oido afirmar á. muchos; baste saberse que ya los han desposeido de todo, y que por muy de
mañana que se diese principio á esta fiesta no se hacia poco en volver á la noche con la pro-
cesion á Palacio, donde lo que so gastaba de BU vino 6 chicha, aun con la pretension de
ajnstarlo por poco más 6 ménos, le parece al mismo Quesada (que lo vi6 y refiere) ser muy
dificultoso sin aventurar el crédito. Estas procesiones se continuaron por muchos afios des-
pues de conquistado el Reino, y ninguna ceremonia se desarraigó de sus naturales con tanta.

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18 FERNÁNDEZ PIEDHAlIÍTA.. [LIB. l.

dificultad como ella, pues me consta que por los años de mil quinientos y BeRenta Ó sesenta
y uno ocurrió el Cacique de Ubaque á la Real Audiencia de Santafé á acar permiso para
hacer una en su pueblo, representando que pues á los españoles les eran permitidas fiestas de
toros y cañas, máscaras y carnestolendas (queruera más bien parecido no hubiesen visto en tre
los cristianos semejantes costumbres de la gentilidad), no seria razon que á ellos les prohibie-
sen sus pasatiempos y placeres que habian usado para desahogarse de cuidados y aliviar la
plebe del trabajo en que se ocupaba, sin darle tiempo á que en la ociosidad maquinase, como
en los cantos y bailes no hubiese cosa que oliese á la idolatría pasada; lo cual podria recono-
cerse por los intérpretes de su idioma y otras personas que de órden de dicha Real Audiencia
les'asistiesen, lo cual por ent6nces no pareció debérsele denegar, con tal de que para más se-
guridad de lo que ofrecia el Ubaque se hallase presente uno de los Oidores, que lo fué el
Licenciado Melchor Pérez de Arteaga, que así él como los demas que le acompañaban vol-
vieron admirados de las grandezas y curiosidades que vieron, especialmente de la gran suma
de oro repartida en joyas y mitras (que verdaderamente las figuraban), echando millaradas
de valor á cada cual género de ellas y llevando por escrito todas las circunstancias y número
de gente que hubo en la fiesta, que se leía por la ciudad de Santafé con tal admiracion do
los oyentes, que juzgaban lo contenido en el papel por digno de toda la que hacían y lo
trasladaban para dar noticia de semejante maravilla á la posteridad; siendo así que la tal
procesion rué tan moderada cuanto puede pensarse del COIto estado de aquel Cacique despo-
jado y sujeto; pero podráse inferir de ella lo que serian de ver y ponderal' estas procesiones
en tiempo de la prosperidad de los indios, y más cuando intorvenían en Uas los Reyes de
Bogotá. ó Caciques de Tunja y Sogamoso.

CAPíTULO v.
DEL 8ITI Y CORTE DE BOGOTÁ: MAJESTAD DE SUS REYE ' : e NDICIONES
y FORMA DE SUOEDERSE.

A cabeza de todo 31 N llOVO Reino de Granada era Bogotá, Corte de sus antiguos Reyes,
L que yace fundada en el centro de un llano, que tiene de latiLucl diez legnas y más de
veinte de longitud. Cércanla en contorno lagunas, diques y brazos delrio Punza, que hacen
sus territorios anegadizos. Tenia en tiempo de su gentilidad poco UlI\S de veinto mil casa8 Ó
familias, porquo en aquellas partes no era el cebo y conveniencia de la Corte lo que mús au-
mentaba las ciudades, sino la comodidad de las tierras de labor; y como aquellos llano
tenian tantas poblaciones en campos fértiles, asistíanlas muchos vecinos, de quo re ultaba
competir algunas con Bogotá, aunque la reconocian por cabeza dol Heino, y así estaba en
ella. el Palacio principal ele sus Reyes, que eran unas ca aH grandes y l'adoudas que remata-
ban en forma piramidal, aunque las labran hoy casi todas cuadradas: cubrÍanlns de paja,
porque ignoraban el arte de la teja: las paredes formaban de maderos gruesos, encañados
pot 1'l.s partes de afuera y dentro, y argamasados con mezcla, que hacian de barro '1 paja.
Teuian pequeñas las puertas y las ventanas (uso comun entre los Indios) y dividian lo in-
terior de la ca!::a en forma. de caracol, en que teninu aposentos y retretes, 6 dejábanlas rasas
con 8010 un tabique de carrizo, que servia de resguardo para impec!ir la entrada de los vien-
tos por la puerta, y la Tista 6 registro de los que estaban fuera; y estas puertas labraban
de cañas unidas con cordeles de fique, que es á manera de cáñamo, dejándolas en forma de
celosía,6 hacíanlas de tablas, y para cerrarlas tenian chapas con guardas y llaves fabricadas
de madera: á las casas llaman Thythuus, y los españoles Bohios.
Por todo el ámbito que ocupaban las casas corria un cercado de' maderos gruesísimos
puestos á. trechos y mediando entre ellos y uniéndoseles un paredon muy alto y ancho de
más de média. vara, fabricado ue cañas recias y varas gruesas, unidas y oprimidas con sogas
fnertes de fique ó esparto: hacian esta cerca con tanto artificio, que formando una 6 dos
plazas anchurosas, servia da muralla 6 fortaleza para asegurar el Palacio, que tenia doce
puertas grandes, sin muchos postigos? por las cuales se entraba en él, y en que asistian las
guardas de los Reyes, y á todo este edificio junto llamaban cercado, y respeotivamente eran

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CAP. V] HISTonlA DEL NUEVO REINO. 19
los demas edificios de los Caciques y gento particular, segun la posibiliJad de cada uno.
Ordinariamente tenian los Reyes de BogoM, dentro de su cercado m&s de doscientas Thy-
guyes, que son mujeres ó mancebas, sin las dcmas criada~ que les asistian (on su lugar diré
la causa de tonel' tantas mujeres). Tenian, osi mi. mo, muchas casas de recreo, y cercadas ·
en diferentes pueblos, con estanques todas para bafiarse en ellos; pero el principal de todos
estaba on Tabio, que dista de Bogotá cuatro leguas, donde produjo la naturaleza dos fuentes
poco distantes en el nacimiento, la una de aguA. fria y la otra de. caliente, en tanto grado,
que apénas se puede sufrir el calor que da miéutras entran y sacan la mano. Estas dos
fuentos se junt¡an ó. muy breve espacio, y en el que viene ti ser donde se templan mezcladas,
estaba el estanque más nombrado de los Reyes de Dogoti.
Estos caminaban en andas mny curiosas do madera, que llevab,an los indios sobre los
hombros, y para los viajes que hacian les abrían calles en forma de calzadas de o. dos leguas,
y más Ó méuos, oonformo distaba la parte :i doncle iban. Llevaban numerosa copia de in-
dios consigo, y de los que iban delante unos ,quita.bal11as pajas, piedras y terrones del cami-
no, y otros se ooupaban en tender mantas, flores y juncia para que pasase sobre ellas: en
los caminos que hay de Bogotá tÍ Subyó. y Chia, y en 01 que hay 6. Teujo se ven hoy estas se-
ñales de calzada y callos, y de los estanques en que se bañaban. Era tan absoluto su domi-
nio, que en pidiendo cualqniera hija de Cacique ó particular que lo pareciese bien, se la
daban sin dificultad, teniéndolo ft suma dicha; y fuera de los tributos ordinarios que le ha-
cian muchas veces al año (y llamaban Tamzas) y otros donativos sin número, eran absolu-
tos y disolutos dueños de las haoiendas y vidas de sus vasallos.
Son herederos de la Corona de Bogotá los sobrinos, hijos de hermanas, prefiriendo
los mayores á los menores y tÍ. falta de éstos los hermanos del Rey; porque sn barbaridad
fué tanta, quo aun on esta costumbre hizo agravio á. la nnturalezr. desheredando los hijos:
éstos no tieneu más derecho que o. los bie11es muobles del padre, estilo comun y goneral que
se ob erVl\ cntre todos; y así al sobrino t\ quien llamaba In. sucesion le criaban desde pe-
queño en un templo con todo recogimiento, asistiéndole gnardas quo lo celasen y registra-
son 11.s acoiones: no le consentian ver 01 Sol, prohibiéndole comer sal y comunicar muje-
res con otras abstinencias que 10 señalaban y habia de observar por todo el tiempo de la ado-
lesconcia, que es el que asistia en el templo; y ora con tanto rigor, quo si di crepaba en
la observaciou de la menor co a de las referidas, quedaba por incapaz de eutrar on el Reino,
y no solamento le inhabilitabn.n, pero lo reputaban por hombre infa.me y vil; y así, áutea
de saoarlo del templo lo tomaban jnramento, diciendo muchas maldiciones qua le cayasoD,
Hí no manifestaba. el exceso ó descuido que hubiese tenido en la observancia do las cosas que
lo habían prohibido: y haciéndole de que fielmonte las habia guardado, le colocaban en el
Casicazgo do Chia, (pe s taQto como roconocerle por príncipe jurado, dondo asistia hasta
llegar el tiempo do entrar en el Uoiuo, y entónccs hechas las mismas diligencias del jura-
mento, si les constaba haber vi vida libro de cnlpa, le f:!cntaban en una ricn silla g\laruecid!~
do oro y esmeralJal: pouíanle en la cabozo. una corono. de lo mismo en forma de bonete, y
adornado do finas mantas de algodoll, hacin. juramento de 'lue sería Rey do buen gobierno,
y do que mantendria en paz y justicia sus tierras y vasallos segun y como ~us predeceso-
res lo habían hecho. Despnes juraban ellos que le serian obedientes y leales vasnllos; y en
reconocimiento de sn fidelidad, cncla cual le servía con una joya y gran copia de conojos,
cuíos, perdices y otros géneros de aves.
Disponíanse muchos regooijos; nombrábanle ministros y oficiales de su corte, de
los cuales el más preeminente era el de pregonero, porque decian que era el órgano por
donde se explicaba la voluntad del príncipe: y do.banle mujer qtl~ correspondie3e Ii 108 mé-
ritos del e poso. Y aunque dcspues elegia él y tenia cuantssle proponia el apetito, ésta era
la más preferida. y superior n todas j y por muerte de ella, la qua tenia colocada en segundo
lugar, y así de las demas. Yes muy de notar una costumbro que observaban cuando la.
principal eEposa moria, y es, que 6.ntes de morir tenia autoridad para mandar tÍ. BU marido
que despues de ella muerta guardase continencia y no tuviese exceso con otra mujer por el
tiempo qua ú. la tal Reina le parecía, como no excediese de cinco años que limitaban sus le-
yes: y así, mediante el buen trato que en vida les hacían los maridos, regalos y ruegos,
que representaban haberles hecho desde que se h!lbia.n casado, conseguían que se les acorta-
sen los términos indispensables de la continencia.
Estas mismas ceremonias y costumbres guardaba.n todos los demas Caciques, obradas

I
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l~~RNÁNDEZ PIEDRAHtTA. [LID. l.

l'cspectivamente segun la calidad de sus estados; pero en cuanto IÍ entrf\l' en el gobiorno d~


ellos, aunque fuesen heredados, no podian ni se les con, entia hasta qne el Rey de Bogotá los
confirmnse: y así los Caciques que entraban en posesion de sns señol'Íog ocurrian cargados
de donel'; por la confirmacion. de su Rey; y cuando volvían con ella salíales á recibir nu-
meroso concur~o de sus vasallos con pre entes y parabienes de la merced recibida de la
Real mano, y desde entónces eran obedecidos de SUg súbditos con tanta pnntualidad ti sus
órdenes, que no podía imaginarse mayor, cosa que hoy no se practica despue~ de la entrada
de los e~pañoles. Y f\unque de parte de los mini. tros de su Maje tad 80 halló por arbitrio
que los Caciques ocurrie.'Sen por confirmacion ti los Presidentes y Reales Audiencias, para
q oe fueeen obedecidos de sus súbditos, como de á.ntes lo eran, y á los principios obró algo el
mandato, ha descaecido despues mucho; de que resultan inconvenientes muy considera-
• bIes, pues de la obediencia de 101i Caciques nnce la. que deben tener ellos á los Superiores
inmediatos, y de ésta la puntual ejecucion de las órdenes de su Majestad.
Si moria algu!l señor legitimo sin dejar heredero en el Estado, era desgracia en que
manue. taban mucho sentimiento los vasallos; pero no haoian diligencia alguna de su parto
para elegirle, por cuanto esto tocaba al Rey. de Bogotá., y le peL·tenccia por derecho poner
Cacique á. su voluntad para que lo gobernase: y en este oaso elegia el Rey dos hombres
nobles de buenas presencias y partes para el oficio, y naturale de aquella provincia don-
de habia vacado el señorío: á éstos los mandaba desnudar en su presencia y de los minis-
troE de su Corte; y la. misma diligencia hacia con una dama la más agraciada y hermosa
que se hallaba para. el intento, y poniéndola muy cerca de ellos, atendia {l las acciones me-
nores que obraban, y si en ellos reconocia alguna señ¡¡.l de sensuales, 108 despreciaba y ele-
gin otros, reputando á los primeros por hombres de poca vergüenza y no á propósito para el
gobierno; pero si reconocia en nlguno de ellos valor para resistir y no dar muestras de las-
civo en ocru!ion tan próxima, á éste talle nombraba en el soñorío y sucesion perpétua del Es-
tado, y le acrecentaba con favoreg, pareciéndole que el mús fiero enemigo de la jUElticia era
la sensualidad, y que la defensa y . eguridad del valor consistía en saber refrenar los apetitos
con la continencia: bien conocido debia de tener (aunque bárbaro) que lol'! ruegos y Qelle-
za de lal'! mujeres son la artilleda sorda que deshace la fortaleza de las leyes y la murallas!
del valor; pues donde interviene su presencia, ó se afemiuan los Aníb les ó prevarican 108
Salomones.

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LIBRO SEGUNDO.
TrAtase del crecimiento del Reino de Bogotá por el valor de Saguanmachica, que mucre en la batalla
de Chocontá: herédale Neméquene, que castigada la rebellon del Fusagasugá, trata de nuevas con·
-quistas: ncométele Cipaquirá. yen la. batalla pierde su Estado: asalta despues al Guatavita y desp6jale
de la. vida y señorío: forma ejército contra el Ubaque, ú. quien vence j y siguiendo el curso de sus
victorias por Ebaté y Simijaca, frontera de loa Muzos, vuelve victorioso y dadas leyes á sus vasallos,
rompe la guerra contra el Rey de Tunia en que pierde la vida, dejando el reino á Thysquesuzhll.

CAPíTULO PRIMERO.

SAGUANMACHICA CONQUISTA LOS FUSAGASUGAES, ROMPE LA JUERRA


CON EL GUATAVITA, QUE SE AMPARA DEL RRY DE TUNJA, CON QUIEN Y
EL CACIQUE DE UBAQUE, PROSIGUE LA GUERRA HASTA QUE MUERE EN
UNA BATALLA.

lLÁTANSE las moual'quías cuaudo la infelicidad se acuerda de algunas'


Coronas y se olvida de otras = Riendo presagio cierto de la desgracia de ésta!i
la buena fortuna con que triunfaron de muchas. Pero si es achaque de
lo temporal la poca oónsistencia con que procede en todo, díganlo tantos
Imperios donde la Providencia ha. esculpido memorias en sus ruinas para
desengaño de las seguridades humanas. Tenemos entre manos el crecimiento del
Reino de Bogotá terminado cuando más poderoso y las buenas fortunas de tres
monarcas gentile:;;, desvanecidas porlos efectos repentinos de nn acaso. Las noticias
que ha recogido el desvelo más cl1l'ioso no pueden empeñar la pluma en acaecimien-
tos más antiguos: desdicha que se originó de la falta que los indios Bogotaes tuvieron
do letras (como so dijo arriba) y de geroglíficos ó Quippos quo usaron los del Perú
y Méjico p3ra encanenar sus historias y dar cuenta. de los siglos pasados. Solameute tenian
la tradicion de 1('8 más antiguos á los modernos y ~ta consi::;tia en la memoria. de 108 pre-
I

sentes, y así lo más cierto de que daba.n noticias era de lo ac..'\ecido pocos años ántes, que se
referia en los cantos y versos que decian en sus fiestaR 6 ya aplaudiendo los hechos famosos
de algunos héroes ó ya vituperando las maldades de otros que habian sido tiranos.
Lo mí s cierto que so sabe es que lo que los espa.ñoles llamaron Bogotá se llam6 Ba-
catá, que quiere decir remn.te de ln.branza, y que en los tiempos pasados se poblaron aquellas
tierras ele tantos Caciques, absoluto cada cual en el dominio de sus vasallOl~, que más era
confnsion que grandeza. Y de aquí nació la diferencia de lenguas que usaban en aquel R~ino,
hasta que el Caciquo de Bogotá empezó á dilatar su Estado reduciendo, ya por fuerza de
armas, ya por herencia. (ó rebelion al Rey de Tunja como algunos quieren), los más Caoicaz-
gos á su dominio y desde aquellos tiempos le intitulan Zipa, que quiere decir Gran Sellor;
de que resultó que el idioma do Bogotá (que es la lengua Ohibcha que nosotros llamamos
Mozca) se dilatase en todo su Reino, de suerte que hoyes la general gue corre, aunque con
alguna diferencia de 'Voces y pronunciacion, que los nuevamente sujetos mezclaban con el
idioma de Bogotá. De los primeros Zípas dan tan confusas las relaciones, que así por esta
causa como por haber sido tan cortos los términos de su Reino, solo tratarémos ne los últi-
mos que reinaron hntes de la entrada de los españoles, porque como de cosas más recientes
son más claras las noticias.
Saguanmachica fué el primero que entre los Caciques do Bogotá se hizo famoso con
la noticia que dió en aquel nuevo mundo de que merecía la corona. Comenzaría. n reinar,
segun el cómputo de lunns quo hacen los naturales, por los años de mil y cuatrocientos y se-

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22 rEn~.L·DEZ PIEDRA.lIÍTA. [limo !l'

tonta, poco mús ó ménos, y con tan bncnoR principü>l'; fundadofl en la mucha riqueza y gen-
te de guerra que le dcjú su antecesor, que luego trató d.e ensanchar su Estado por aquella
parte que no le embarazasen las pnces qne halló asentadas con otros Caciques sus confinan-
tes, Esta habia de ser forzmm.mente la de los Panches, acérrimos enemigos de los ~Iozcas y
la de los Fusagasugaes ménos guerreros, y que por retirados ni le estaban FlUjetos ni hacian
aprecio de su amistad, aunque eran todos de su misma nacion. Y como de la guerra de los
Panches no esperaba ménos fatalidades 'fue las que habían pasado por sus antecesores, resol-
vió pasar la conquista de la otra parte de la montaña que divide ].ns provincias de Bogotá y
Sutagaos; y así convocadas sus tropas y entresacando de ellas hasta treinta mil infantes,
formó ejército, y encaminándolo personalmente por los páramos de Fusungú, dió vista en
pocos dias á la montaña que sil'ye de sobrecejo á lns tierras frias de los Pascas y Chyayza-
ques que le estaban sujetos, y con tan buen suceso por la. poca resistencia que halló en la
entrada, que en ménos de doce horas se halló de la otr:1 parte aunque atajado del :B'usagasu-
gá con más numeroso ejército por haberle ocupado el paso de una colina rasa donde le espe-
raba con ánimo de romper la batana.
Era el sitio de la colina angosto respecto de ceñirle por la nna parte la fragosidad de
un monte cerrado, y por otra la peligrosa profundidad que hacian las peñas hasta el rio
que se llama de Pasca; pero muy ventajoso y á prop6sito para reconocer la marcha do
Saguanmachica, y para escapar las reliquias del ejército en caso que la fortuna se mostrase
contraria, por comcnzar desde allí lOFi Llanos de Fusagasugú que corren hasta el rio SnbY{L. Ya
se reputa véncido quien previene lo~ medios de salvarse huyendo; y a pénas se hallarlÍ en mil
años otro Cortés que quitando la esperanza al escape, afiauce la seguridad con hacer rostro
al peligro. Pero SllguanlUachica., práctico en el arte militar desde su juventud, pensó, y
bien, que quien no habia sabido aprovecharse da la estrechez de la montaña para impedirle,
ménos sabria conservar una oolina rasa para ofenderle: Verdad es (deeia á sus Capitanes)
que el paso es estrecho y nos tienen cogida la cuesta; pe1'o esa misma que fuera '/:entaja contra
n08ot"oS, siendo l08 cont1'a1'ios ménos y más gum"reros, ha de sello contl'a ellos por el embarazo
que se ha de causa,' en tan COl'to espacio una muchedumbre visoña; y más si se hallan
cortados cuando méno8 lo piense su confian'ia.' y así soy de pa1'ecel' que hagamos alto hasla
mañana, disponiendo que dos rnil de los nuest1'os penetren el monte esta noche, sin ser sentidos,
¡¿asta ganar las e8paldas al enemigo, pa1'a que al rompe,' del alba, que sel'cí la 8eñal del
avance, empecemos á un ü·empo unos !J otros los lH'z'7neros ataques de la batalla.
No hubo entre todos quien contradijese el conaejo, porquo la razon y autoridad del
que la propone vencen aiempre la tenacida.d de los discursos mús recatados. Quienes se
opusiesen sr hubo {L que He lcs encargase por arriesgada ltL conducta de los dos mil hombres,
que son los empeño n. qne Ilspiran los cabos cuando la presencia del príncipe 108 anima:
pero elijióse uno de los caballeros de su sangre, porque en ella 6e afiancen con más seguridad
las empresas de mayor reputaciolJ, y aunqlle con mucho trabajo, venció al fin las dificulta-
des del monte, saliendo de la otra parte del ejército contrario poco úntes de romper el dia ;
pero ó. tiempo que sus centinelas tocalldo alarma (por habórlos sentido) pusieron en confu-
sion sus mismas cscnadras, porque vacilando sobre la parto á que debian ocurrir prontas,
se resolvieron {\ elegir lo más inf~Lme como cobardes, pues pOI' uadidos :í. que todo el ejército
del Zipa los iba cortando el paso para la retirada, sueltas las armas se pusieron en
vergonzosa fuga, que reconocida de Saguanmachica, al mismo tiempo que del cabo de la
emboscada, acometiéndoles éste por el costado del monte y aquél por las eRpaldas, siguieron
el alcance hiriendo y matando e11 ellos, hústa meterlos por las puertas de Fusagasugn., dgndo
al tiempo que el Bol rayaba se hallaron con una gloriosa victoria, colmada no ménos por la
multitud de enemigos muertos, que por la prision de Uzathama, uno do los Caciques más
poderosos de aquella provincia, y General de sus armas. As;, pues, rendido el Fusagasugá
por consejo de Tibacuy, su más confidente (que salió mal herido de un macanazo), dobl6
la rodilla á Saguanmachiea, y reconociéndolo por supremo señor, consigui6 perdon de la
vida y restituclOn do su Estado, sin más prenda que el vasallaje (que con juramento hecho
al sol afianzó en su promesa), de que vanagloriado el Zipa, y más de que.no le hubiese
costado un solo hombre la conquista, pas6 á Uznthama, tanto con fin de reconocer el terreno
y lns poblaciones sujetas, como de salir á Bogotá por la montaña de Subyá, que le nsegura-
ron más apacible que la de Pasea: pero h:1,116so engañado, porque las ma.lezas y atolladeros
pantianosos del monte le detuvieron dos dinR en mÓnos de cinco leguas, saliendo al fin de

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CAP. 1] IIISTORIA DEL NUEVO REIM'O. 23
ellos con su gente bien fatigada á las delicia.~ de su Corte, donde en sacrificios y fiestas por
la pasada victoria gastó muchos meses: mas como la vecindad del Guatavita se diese por
ofendida de la opioion que empezaba á cobrar Saguanmachica, rompió las paces, y por sus
Estados, con deseo de ahogarlos entre la inundacion de sus escuadras i pero el Zipa se
hubo tan valerosamente, que despues de una famosa resistencia, juntando más gente, corrió
las tierras del Guatavita, hasta que habiéndole roto en dos encuentros, le obligó ti. pedir
socorro á Michua, Rey de Tunja, con quien tenia estrecha confederacion.
El Tunja, entónces empeñado en su ayuda, y desvaneci.do con la grandeza de sus
Estados y el aire de su antiguo linaje, despachó un ministro ó heraldo suyo á citar á
Saguanmachica para que pareciese en su Corte á dar razon de las quejas representadas por
aquel Cacique; pero el Zipa, mofando de la soñada vanidad del Tunja, maltrató de auerte
al ministro en menosprecio de quien lo enviaba, que má~ empeñado el Tunja con la propia
ofensa,juntó ejército de cuarenta mil hombres, y marchando hácia los confines de BogoM,
supo que su enemigo le esperaba determinado á dar batalla, tanto nado en 'el valor de su
gente, como en las armas auxiliares que el Sopó y otros seuores ofendidos del Tunja le dieron;
y recelándose cuerdo de lo que se aventura entre los anestos de una 1'esolucion desesperada,
temió de suerte al Zipa, que se determinó á dar vuelta á su Reino sin verle la cara.: desaire
qúe le afeó mucho el crédito y dió ánimo á Saguanm9.chica para revolver aceleradamente
con todo !1U ejército contra el Ubaque, tanto con ánimo de asegurar al Tunja para cojerlo
desprevenido, como de vengat' el agravio que en la ocasion habia recibido del Ubnque, pues
coligado con su enemigo, y faltando á su amistad antigua, le habi.a corrido las fronteras de
su Reino, invadiendo con armas los pueblos de Pasca, y Dsme ; y tanto cuidado puso en la
marcha, que ántes de poderse prevenir su contrario para la defensa de tan pujante ejército
como llevaba, le entró tí sangre y fuego por las fronteras de Chipa que y Une, con fin do
cojerlo á las manos: pero avisado de que habia desamparado su Corte y recojldose á un
peñol fuerte, en que libraba de ordinario la seguridael de su persona y tesoros, y espoleado
de la mayor gloria que le resultaria de verse en campaño, con Michua, su mayor enemigo,
desamparó lo ganado) tÍ. tiempo que auxiliado de él el Guatavita, y 103 Panches irritados de
flU voracidad, como neral; insaciables de carne humana, rompiendo éstos por las fronteras de
Cipacon y Tena, y aquél por las de Chia y Cajicá, le hicieron muelar consejo y que dividiese
su gente en dos campos para acudir aSl á la invasion de los Panches como á la del Guatavitll,
que renovaran la guerra. tan porfiadamente, que se continuó por mús de diez y seis años,
hasta que retl'aidos los Panohes con algunos malos sucesos, tuvo lugar Saguanmachica de
poner en ejecncion su primer propósito, pues juntando I1mbos ejércitos y fingiendo torcer
el co,mino contra los Panches, lo condujo aceleradamente 0,1 territorio de Sopó, donde incor-
porando con las suyas las tropas de aquel Cacique y otros enemigos de Michua, tom6.la
vuelta dc Tunja por tierras del Guatavita, que atemorizado de la guerra pasada no se atrevió
Ú hacerle oposicion.
Así pues marchaba. Sagnanmachica con cincuenta mil hombres, cuando Michu~,
noticioso de todo desde que su enemigo al."l'ibó á Sopó y viendo que ya no era. posible cscusar
el trance de una batalla, reflolvió salir á recibirlo en los términos de su Reino con sesenta
mil hombres de pelea, pareciéndole que ni á su reputacion le estaba bien otra cosa, ni lo
seria bien contado escuchar antioipadamente los estragos que haria el campo enemigo en
sus tierras, si por íalt,a de oposicion le dejaba poner pié en ellas; y as[ marchaba acelero....
damente miéntras el Zipa, usando de toda hostilidad, penetró COIl sus armlle por los Estados
del Guatavita, hasta. elar vista al Chooontá. casi al mismo tiempo quo el ejército de Miohna,
refrescado en tan populosa ciudad, salia de ella, dejúndola ú sus espaldas para el resguardo de
sus tropas. Pero como á breve tiempo reconocidas unas de otras, fuesen atacando la batalla
con algunas mangas sobresalientes, se encontraron los ejércitos por tiempo de tres horas con
tan fiero estrago do ambos, que en él murieron el uno y otro Príncipe, aunque la victoria.
qued6 por los Bogotaes, que sin más despojo ni presa que la de su Rey muerto, volvieron á
su Reino, dando lugar á que los Tunjanos con el cuel'po de Michua hiciesen patente su
de gracia á. Quimuinchatecha, mancebo de diez y ocho años, que lo sucedió on el Reino y
en la desdicha.

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CAPíTULO II.

HEREDA EL ZIPA NEMÉQUENE, y CASTIGADA LA ' REBELION DE


FUSAGASUGÁ, SUJETA LOS CACIQUES DE CIPAQUIRÁ y NEMZA.

UERTO Sagnanmachica, pas6 el Reino al Zipa Neméquenc, que quiere decir hueso de-
M leon, y hered6 todo lo que ent6nces comprendian las tierras llanas y dehesas que hay
desde las montañas (que son términos de los Panches) hasta la cordillera, que corre sobre
Santafé y desde Cajicá y Chinga, Norte-Sur, hasta Usme y Sibaté, sin lo conquistado por
su antecesor de la otra parte de la montaña, hasta confinar con los Sntagaos. Los principios
de su reinado debieron de ser (segun la conjetura de los que dan veinte años de reino á
Saguanmachica) por el de mil cuatrocientos y noventa con poca diEerencia. Salió de espiritll
tan valeroso y de ánimo tan inquieto, que pareciéndole COl"ta esfera para su ardimiento
todo lo heredado, trat6 siempre dentro de sí hacerse el camino con las armas y la industria
para una dilatada monarquía. No discurrió, como debía, que es mayor el Reino pequeño
que se conserva, que el grande que se aventura. Toda el ansia de su ambicion trabajaba
en hallar traza para sujetar al Tunja, que era el mayor señor, que le competia por enemis-
tades, que se heredaron envueltas en las ' Coronas. Es la emulacion del contrario espuela
que precipita al enemigo; y la codicia de nuevos dominios siempre fué escollo en que
peligraron muchos monarcas. No tenia para ser bárbaro el discurso tan falto de razon, que
no reconociese la falta de milicia veterana en que se hallaba su Reino por la batalla pasada,
en que murieron como siempre los más valerosos: los muchos enemigos que le cercaban y
recelosos de su potencia habian hecho liga con el Quimuinc4atccha, príncipe de pocos aUOR
y ménos ambicion, con fin de conservar sus Esta/dos. Ya la experiencia le habia enscllado
en vida de su tio, que de las invasiones que hacian sus ejércitos contra el Reino de TunjaJ
se aprovechaban el Ubaque y Guatavita para inquietarles sus tien,'as, por ser los más
interesados en su ruina. Alcanzaba por los sucesos pasados, que no hay empeño on la guerra
tan imprudente, como el que se hace dejando enemigos á las espaldas, Del Cipaquirá y Ebaté
se hallaba receloso, aunque distante de este último. De los Panches, gente caribe y valiente,
se veia su Reino acometido por instantes. Y finalmente, no lo habia heredado tan pacífico y
seguro, que en la ' provincia del Fusagasugá. no se le hubiesen rebelado los Caciques, quo
poco ántes e ,tuvieron sujetos, porque la libertaJ e~ muy amable y COD. cualquier novedad
la intentan los más dormidos.
Todas estas consideraciones pudieran enu'enar orgullo que no fuera tan feroz COmo
el de Neméquene; pero como un COl'azon grande sobresale en la~ dificultades, ninguna cosa
se le representaba imposible á su valor, solamente esperar tiempo era el torcedor que rná~
le atormentaba; porque consultados los Uzaques, que son los caballeros más nobles del Heino,
se resolvi6 cuerdo en disciplinRr su gente en las fronteras de los l'anches con la. defensa y
en recuperar lo propio, hntes de intentar 10 ageno. Tenia por sobrino y heredero á Thy15-
quesuzM, mancebo de buenas esperanzas, aunque de natural méno8 guerrero: sac61e de
Chía, donde tenia su asistencia, y habiendo llegado á su Corte le nombró General de cuarenta
mil hombres, para reducir la provincia de Fusagasugá. Proveyó RUS fronteras de nueva
milicia y por no tener ocioso su espíritu guerrero hizo diferentes levas de gente, para..
mostrarse poderoso á sus émulos, todo 10 era posible respecto de la muchedumbre de vasallos,
que tenia en su Reino.
El sobrino, conducida la gente, pasó la montaña vecina haciendo camino por la cumbre
de la sierra, que corre por Subyá y Tibacui, y tan ancho como se ve hoy por las señales que
se conservan respeoto de ser muy fragosas las entradas del camino real para Fusagasugá y
haber de necesitar en él á sus escuadras á que marchasen desordenadas. Esta provincia, que
viene á ser la misma que la de los Sutagaos de que tratamos en el libro antecedente, dista
hoy de la ciudad de Santafé doce leguas al mediodía, y dividen la de Bogotá, oomo dijimos,
unas sierras altas de cuatro y cinco leguas de moutaña que se atraviesan para cntrar en ella:
nI oriente tiene recios paramos y al occidento confina con los Panches, mediando entre 1M

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CAP. 1I ] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 25
uos provincias una sierra mónos alta que la primera. Es lo más de ella tierra doblada y
fragosa, y dentro de sus términos, que corren hasta Sumapaz, se goza de loa tres temples,
frio, templado y caliente. Tendrá. de longitud como diez y ocho leguas y de latitud por
algunas partes á cuatro y á cinco. Es más a propósito para ganados que para semillas, aunque
prueba bien el trigo. Abunda de cera, miel, pita y hayo con que comercian sus naturales.
Uay dentro de ella un rio que llaman de la Lejía por el color ue las aguas, que le da el
Clll'SO, que lleva siempre entre zarzaparrilla. Tiene otros muy rápido, y en el de Sumapaz,
que corre profundísimo y violento por entre peñas, formó la naturaleza un puente de dos
piedras, que como despedidas á. nivel cada cual de la una y otra banda, y encontrá.ndose
quedaron en forma de arco, por el cual se pasa de una parte ó. otra, tránsito que fuera muy
difícil ú. no haberlo reparado la naturaleza. No est.1.ba toda la provincia sujeta al Zipa,
porque los Sutagaos, que están de la otra parte del rio Pasea, reconocían diferente
dominio.
Con dificultad se muestran animosos los traidores: todo el brio que ostentan en los
tumultos, se vuelve en temor en vista de los ejércitos: no lo tenía iuferior el Fusagasugá.
para resistirse, y más cuando la fragosidad de los sitios en que se habia fortificado le ayu-
daban tanto; pero hay poco que fiar de gente, aunque sea mucha, si 10 es de pais amedren-
tado, y más cuando la propia culpa libra de ordinario en las e 'paldas la defensa. Volviólas
pues cobarde á los primeros encuentros, y pagaron con las vidas los que metieron más
prenda en la rebelion. En sacrificios por la victoria no perecieron pocos de los vencidos, y
el ca tigo de muchos lué tal, que no les dejó manos para levantar más cabeza en 10 veni-
dero. Púsoles Thy quesuzha en Tibacuy guarnicion bastante de Gu€chas, que eran los más
escogidos infantes de su milicia pagada, y asegurado el Esta.do tom6 la vuelta de Pasca car-
gado do l'icos despojos. Al mismo tiempo ejercitaba sus gentes y brazos el Zipa Neméquene
en asaltos y encuentros con los Pan ches, y siempre con buenos sucesos, que es el cebo eon
que empeña una fortuna quo se dispone para sor mala.
Son los indios de aquellos paises frios todos do natural pacífico, más inclinados al
comercio quo á la guerra; y Neméquene naoió exento de aquella naturaleza. Fueron las
hazañas que ejecutó su ardiIl}iento, las llamaradas últimas de una luz quo so acaba; más
grandes por el fin que se le acercaba ú. BU Imperio. Mostró en sus acciones lo que importa
un leon por Capitan, aunque 10 sea de corderos. Parecióle al Cipaquirá. qne con la ayuda
do los Nemzas tenia oca ion de apagar sus recelos metiéndole al Zipa la guerra dentro de su
misma casa, miéntras tenia divertidas las armas en los Fu. agasugaes i Pan ches. Esta pro-
vincia del Cipaquirá distará de Santafé diez 6 doce leguas al septentrionj no es muy dila-
tada pero do tiel'l'RS llanas y fértiles, y abundante por esto de gente y poblaciones, y muy
rica por estnr en ella las mejores salinas del N llevo Heino, la una en Cipaquirá y la otra en
KeruocoD. Era frontera de Bogotá, y fiado en las consideraciones referidas entró por los
confines de Cajid\ usando de toda hostilidad, sin atcncion á las paces que poco ántcs tenia
capituladas; parecié:ndole que donde intervienen conveniencins no obligan palabras á quien
aRpira á RUS intereses. No seria el discurso suyo, algun vecino más político se lo propondria
m¡'LS coniente para meterlo en el empeño: suelen éstos probar fortuna por mano agena, para
tentar con riesgo del ménos cauto el humor que rebosa en sus enemigos. No fuera mucho
arrojo culpar en esta ocasion al Guatavita ó al Ebaté sus confinantes, que quisieran diver-
tido con otros al Zipa; ni éste debió de ignorarlo, pues la venganza que maquinó para
despuos, bt n claro dijo su sentimiento.
Llegaron los avisos al Zipa del riesgo en que pe hallaban sus gentes. Era presto en
sus resoluciones, calidad muy necesaria para la oposicion <le los repentinos asaltos: sacó de
las frontera de los Panches los mejores soldados, y juntando con los que tenia con igo
hasta diez y seis mil, marchó en demmlda de sus contrarios. Otra tanta gento lleva en su
fayor quien desengaña al enemigo de que no lo teme con la que lleva; y el mostrm' recelo
en los acometimientos, es cantar la victoria por el enemigo. Diéronse vi. ta los ejércitos
entre Chia y Cajicá, lugar destinado l)ara el encuentro. Hesonaron los caracoles y fotutos,
que son los pmlllOS y trompetas de aquellas naciones: cubrieron los aires de tiraderas, y
mezclauos los tercios redujeron {~ las macanas la fuerza del combate. Venció como siempre
€l Zipa, porque Re le mostraba risueiía la suerte, para dejarlo cuando fuese m~s sensible la
desgracia. No hizo la puento de plata ¡Í, sn enemigo, que las experiencias enseñan que las
reliquias de un ejército roto se juntall con la facilidad que se refuerza una madeja desunida

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26 FERNÁ..~EZ PIEDRAHfTA. [LID. n.
Lamentólo Pompeyo en la segunda batalla que dió á Julio César, por no haber sabido
aprovecharse de la rota que le dió en la primera. Siguió pues Neméquene el alcance para
publicar más entera la victoria; y el acierto de la resolucion le puso á los piés todos los
E tados de su enemigo. Presidiólos con gente suya, y volvió triunfante á Bogotá, ó tiempo
que Thisquesuzha entraba victorioso de los rebeldes.

CAPíTULO 111.

ASALTA EL ZIPA LA CORTE DEL GUATAVITA, REVUELVE CONTRA EL


DBAQUE y SUJÉTALO.

B IEN pudiera el Zipa Neméquene gozar de paz por fruto de sus victorias, si la quietud
hallara lugar en ánimos ambicio os. No apartaba de la memoria la empresa de Tunja,
ni borraba del corazon la venganza que pretendia tomar de los que persuadieron al Cipa-
quirá á que rompiese las paces. Hallábase su ejército cntero y victorioso como deben te-
nerle los príncipes ántes de empeñarse en las guerras; y considerando que si primero
rompía con el tunjano apartándose de su Reino y dejándole desarmado, daba ocasion para
que el Guatavita y Ubaque, príncipes libres y coligados con el Tunja, ejecutasen lo que
otras "Vece!, divirtiéndole la guerr'l por las espaldas; y cuán poco seguro consejo es el que
obliga á que se acometa lo ageno desamparando lo propio: resolvió, aconsejado de sus expe-
riencias, quitar primero los impedimentos que tenia clelaute, y dar á. entender que no disi.
mnlaba agravios. Ya entra victorioso el que así mismo se vence, y lógrdonse con segurida.d
las empresas grandes, cuando bien consideradas se dilatan secretas; y para su intento dcs-
oubri61e la ocasion su melena cuando ménos lo esperaba.
Son los Guatavitas por la mayor parte plateros de oro, y en este arto reputados por
los más !Sutiles: y como todos los indios de aquel Reino sean inclinados á ídolos, á. quienes
ofrendan mucbas figuras de oro y por otra parte apetezcan joyas para el arreo de sus perso-
nas, andaban muchos de esta nacion repartidos en todas las provincias, ocupados en labrar-
las y adquirir caudal para el propio su tento y de sus familias, sin acudir á las obligaciones
debidas á su Cacique segun sus leyes. Reconociendo, pues, el Guatavita de cuánto perjuicio
era. pllra su Reino la extraccion de sus vasallos así por l'azon de las rentas como de las per-
sonas, y discurriendo cómo podria de dafio tan considerable sncar mayor provecho, mandó
so graves penas que todos se redujesen á sus Estados. Oh! cuúntos encontraron la azada
donde imaginaron el cetro I Afiadi6 al bando que si algun señor ó príncipe extranjero no-
cesitase de algun artífice de los referidos, diese dos vURullos suyos que le asistie 'en en su
corte todo el tiempo que el platero estuvieso ocupado fuera de sus 1 tados. Tuvo noticia
luégo el Zipa del bando del Guatavita, y como le excedia en el di. currir, di6le por cortada
la cabeza en los filos de su codicia. Pidió plateros en muchas ocasiones con disimulo, y daba
en cambio de cada uno dos vasallos de los suyos, eligiendo los mns valerosos para el efecto,
y previniéndolos con secreto para la ocasíon que lcs haria notoria á su tiempo.
Poco sabe de l'iesgos quien hospeda extranjeros en su casa. Pensaba H~norio que
exaltaba su monarquía admitiendo á los godos en ella, y abrigaba en su seno la. ruina del
Imperio Romano. Es carácter el amor de la patria, y quieren todos mostrar que es indeleble
con destruccion de la agena. Hallábase el Guatavita con crecido número de gente en recom-
pensa de los suyos, y sobre el aumento de armas y tributos le rebosaba la jactancia de que
los mayores príncipes le daban obediencia, pues le servian como vasallos propios más de tres
mil gandules forasteros. Solamente á setenta y dos Jacobitas descalzos hospedaron los Gita-
nos, y del hospedaje le resultó á Faraon la opresion de su Reino y naufragio de la vida. Eran
casi todos los Gandules vasallos del Zipa, y cebado el Guatavita en el interes, no los miraba
como interno peligro. Esperaban el aviso de su Rey, y para disimular el trato hacian arto '
de las sumisiones; y si fuera prudente este Cacique, de los obsequios afectados de los fOras-
teros debia engendrar recelos del trato doble á que tiraban. Bien dispuesta tenia el Zipa la
máquina que intentaba, si no l'econociera de cuánto inconveniente era para el suceso necesi-

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OAP. In] llISTORIA DEL NUEVO REINO. 27
tar de que pasasen sus gentes secret8mente por Guasca, lugar distante de Gnatavita una le ..
gua y de Bogotá doce, y en que el señor ó Cacique era vasallo del Guatavita, poderoso en
gente y riqnez8R, y de quien fiaba la seguridad de su Estado, por ser paso el más inmediato
para los designios del Zipa.
La provincia de Guatn.vita es de las más fértiles y ricas del Nuevo Reino: ningunllo
le hacia ventaja entónces en gente ni en poblaciones. Dilatábase hasta las fronteras de Tur-
mequé, y era su príncipe Ó Cacique tan poderoso, que señoreaba por la una y otra parte del
sitio en que tenia su corte todas las tierras, que ocupaban los Quecas y Tocancipaes (inclu.
yendo las dos ciudades famosas de Snesca y Chocontá) dividiuas Ullas de otras por algunas
colinas y montes limpios; y las que habitaban los Gachetaes, confinantes con los Teguas de
los Llanos y separados de Guatavita por una montaña que se interpone. En e ta parte tenia.
su!'! salinas, y en el corazon de la provincia estaba la lí\guna más venerada de su gentilidad
(de quien dimos noticias al princilJio). Romper, pues, el Zipa con guerra descubierta era
empresa n' uy dudosa para sus intentos, así por la defensa, que de suyo tenia la provincia,
como por los socorros que no le faltarian de Quinsuillchatecha, H.ey de Tunja: con que de-
terminado el Zipa en proseguir sus primeros intentos de que la invasion fuese intempestiva,
se valia de confidentes del Cacique de Guasca, y fueron tantas las promCl:as y dádivas con
que lo granjeó, que vino en darle paso libre una noche por su. tierra., y aun le acompañó
en el a alto quo le di6 á su príncipe. Más traidol'C:s ha hecho el interes que el agravio; y
una fidelidad no se debe aplaudir si no ha pa ado por los exúmenes del oro y de la plata, es-
collos en que de ordinario peligran las confianzas.
ARegurado el Zipa con la palnbra del Oaci que de Guasca, pa 6 SUR gentes en lo seoreto
ele una noche, y dada señal con fncgo¡.; á los vU!:iallos, que tenia prevenidos en 3-uatavita, si-
tiaron el cercado y le asaltaron por difcrentes partes los que ibaLl con el Zipa, y á este mismo
tiempo los que estaban avi ado, hicicron más lamentable el cstrngo, ejecutándolo en los más
principales de la corte en que moraban. u poca prcvencion de los vecinos ~a con fe. urou
entre el fuego y la espada. Eran los contrarios muchos y crueles, y no fué cobardía librar
algunos la seguridad en RU fuga: no fué tan dichoso el Gnata\'ita como ellos, porque á ma-
no!' de sus hué. pedes rindió la vida; y su arbitrio le fué cuchillo tan fatal á. él como: sus
herederos en una noche, y todos sus Estados faltos de du ño con el temor y las noticias del
suceso, reconocieron á su mayor enemigo por soberano señor. Este es el fruto de una reso-
lucion pensada despacio y ejecutada de priesa. Puso presidios el Zipa de los mejores solda-
dos de su ejército: aseguró las plazas con promesas y dádivas á los cabos, que os el empe-
ño que los conserva. mós firmes. Nombr6 por gobernador de todo 10 conquistado á un her-
ma.no suyo : política la mús segura para conservar seflorioR acostumbrados tí obedecer
1 eyes, darles para el gobierno por.onas de calidad que los igualen; porque los. úbditos mi-
den 1 aprecio que su príncipe hace de ellos, por la autoridad del gobernador que les nom-
bra. Así acabó el dominio del Guatavita príncipe libre, pero no {'l mayor del Nuevo Reino
de Granada, como soñó Juan Rodríguez ]i'reyle en RU liLro, que intituló del Carnero: debió-
le de tirar mucho el amor de esie Cacique, pues quiere quc hHya. sido vasallo suyo revelado
el Zipa: á 10 ménos Castellúnos, a.utor antiguo y de crédito, y Herrera en sus Décadas
quinta y sexta, tienen lo contrario, y la tradicion comun con Quesada (que es más que todo)
lo contradice.
Prudente se gobierna el que siguo el cnrso de su buena dicha; los sucesos felices
son los que 1.1. acreditan de verdadera. MostrábaseLe favorable la fortuna al Zipa Ncméque-
ne, y no qui o darle tiempo {t que mudase el semblante, porque sabia que la guerra mtía cru-
{la se hace con la fama: ésta 10 habia ensalzado en las victorias pasadas á una elevada gran-
deza, y para que no descaeciese con dilaciones, volvi6las armas al Ubaque de amparado ya
de los auxiliares. Divide e ta provincia de la de Bogotá. una cordillera limpia. de ¡moutaña,
aunque de ásperos y pedregosos caminos. Yaee n las espaldas de Santafé, declinando al me-
diodia. N O es muy dilatada de espacios, pero abundante de grandes poblaciones, y todas
fuertes por la naturaleza de los sitios que ocupan, respecto de no tener llanos en que poblarse.
Es fertilísima de mantenimientos, principalmente de trigo, que se da bueno y mucho. Báña.-
la, como dijimos, el rio Negro y mnchos arroyos, todos rlÍpidos en su curso. Hállanse en
ella tres cosas memorables y dignas de saberse. El ve ·tigio del pié estampado en la piedra
que se dice haber dejado el glorioso Apóstol San Bartolomé. Otra piedra tan prodigiosa
que si le cortan ó quiebraJl algun pedazo, crece despues hasta. ponerse en el estado que

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28 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LIB. II.

nntes. Un género de culebras negras del grosor del dedo menique con dos cabezas iguales
en cada extremidad, no son veneno as como las demas que pl'oduc.:e la tielTa, y si las parten
y destrozan por cuantas partes tienen, vuelven á juntar e y unirse como do ántes, quedando
ViVHS; y así la traza que se halla para matarlas es c ñirlas con un cordel á una caña y
puestas sobre los fogones darlés humo, hasta que ahogadas con él pierden la vida. Son de
mucha estimacion en las Indias y aun en estos Reinos de España, porque si alguna persona
se quiebra pierna, brazo ó costilla, ha mostrauo la experiencia y enseñado que moliendo y
desatando en vino una parte de ellas y dándosela al doliente luégo que sncede el fracaso, se
suelda la parte lesa en bebiéndola.
A esta provincia se entra con dificultad por muy pocas sendas; por las dos de ellas,
q~e. f.ueron la de Chiguachi y la que llaman del Portachuelo, encaminó el Zipa su ejército
dlVldldo en dos tropas, y prevenido el Ubaque para la defensa, sacó lo mús presto que pudo
sus gentes á las fronteras. Balanceó muchas veces la fortuna en los encuentros; Marte se
mostró no pocas indiferente en Jos acometimientos. Los Ubaques, acostumbrados á pisar
aquellas aRperezas y guerrear en ellas, hacian contrapeso á los Bogotaes, criado.. en tierras
llanas y más crecidos en número. Éranle muy fúciles al Zipa nuevos socorros para reparar
el daño de la gente que perdia: inconveniente que de parte del Ubaque era irremediable si
~tro Cacique no ]e ayudaba; ni esto era fácil por la distancia en que se hallaban ya los más
lDt~resados en favorecerle, y porque á un E tado que se va cayendo, los remedios más
fáCIles se impo ibilitan. Seis ó siete meses que ellos cuentan por lunas, se resistieron vale-
rosos los UbaqueR á costa de mucha sangre, con que de ámbas partes inundaron la tierra;
pero. ~iendo tanta la pujanza de 108 enemigos de Ubaque y diminucion de sus gentes en tan
prolIJa guerra consumidas, cedió á la violencia de las armas, y procurando ajustarse con los
tiempos (consejeros fieleR do un desgraciado) pidió treguas, de&pachó embajadores, admitió
terceros, y comunicados sus intereses, pactó el rendimicnto con pocas condiciones. Las más
principales fueroll que reeonocip.ra sujecion y va allaje al Zipa como á príncipe soberano
suyo y de los demas Caciques de su Estado. Que á voluntad del Zipa se pu iesen presidios
en todo él y los visitaRe cualldo fuese su voluntad. Que admitiese por mujeres dos hijas
do~c~llas que tenia el Ubaque, parecióndole que el tenerlo por yerno haria más tolerable la
s~JeclOn, como si ésta fuese capaz de alivio en un ánimo enseñado á imponer leyes. Admi-
tIdas las condiciones por el Zipa, recibió por mujer la hija mayor del Ubaque y ]a otra cas "
c?n ~l hcrmano. Puso guarniciones en los puestos mús necesarios para seguridad do la pro-
Vln.el~, y cargado de triunfos y despojos dió vuelta Ct las delicias de fiU 1 eino, donde rué
l·ecIbldo de su corte con bailes y cautos en quo representaban sus hechos memorales y con
todo el aparato de un majestuoso recibimiento, haciéndolo digno (aunque búrbnros) para t111
Hey coronado de tantas victorias.

CAPITULO IV.

SU JETA EL ZIPA LA PROVINCIA DE EUATÉ, l\IBRA EN ELLA AL IlERMáNO


POR SU LUGAI(TENIE TE, Á bIEN MATA EL URAQUE.

No es posible hacer a\Teriguacion de las dilaciones de tiempo que se interpusieron en las


conquistas y lTuerras <1el Zip.'1. Neméquene, por la. poca razon que dan]o indio' más
ancianos en este particular, y así presuponiendo q11e mediarian los términos necesari s para.
la prevencion de ellas sogun In. calidad do las empresas ó por otros varios ac.:cidentes que en
todas partes acaecen, no sera de reparo escribir continuados los sucesos, siendo verdad que
todos ellos sucedieron en tiempo de este Zipa que reinó veinte y cuatro años en Bogotá:
J más cuando la poca noticia que se halla de las materias políticas en que se emplea a, no
dan lugar á ,al'jar con ellas la historia y obligan casi solamente ú. tratar de las guerras que
produjo aquel siglo. Súbese, pues, que sujetas las provincias de Ubaque y Guata,vita, enca-
minó sus designios contra el Ebaté y imijaca. Tenia e. crito el agravio que le hicieron
(incitando al Cipaquirá) en láminas del corazon y no puJioron borrarlo los tiempos divir-

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CAP. IV] nrSl'ORIA DEL TUEVO REINO.

tiénoC\le de la vonganza quo desde entóoceB habia maquinn.do, Extendfn~e yl\ 01 Reino (~d
Zir:~ haf<ta los confines de la provincm de estos Caciques, distante de Bogotá cm'li veinte
leguas. E lo más de ella tierra llana, en quo m6din. !iohmente el pueblo de Fúquone, sitna-
do en una colina entre las grandes poblaciones de Ebaté y Susa: cíñenla por unn. parte pnra-
mos fuortes y ásperos monte!'! que la dividen de los Muzo!'!, y por la otra la gran laguna Jc-
Fúquene, que la re!'!guardaba de las invasiones del Cacique de Tinjacá y otro!'! señores qom-
prendidos en las provincias que hoy se llaman de Tunja. Su longitud !'!erlÍ de más de cua-
l'enta millas italianas y su latitud angosta é incierta de medil' por el retorcido giro que'
fOl'man los e1e-rndos montes del páramo, á cuyas faldas se extiende. Es abuntante de todas
semillas 1 ganados menores por su buen temperamento, y Susa muy celebrada por las minas
que tien8 de piedras blancas de mucha e. tirnftcion, por ser más duras qne los cristales, y de
otras que llaman girasoles por los vi~os que forman á manera de Arco Iri· Y otras que lla-
man gallinazas de aquel mismo color, que se introducen en los cristales, que se beueficlan
metiéndolos en el fuego; do suorte que lo quo en éstos so hace por artificio en aqnellas
minas 10 obra el Sol por RU inrluencia natural en las entrañas de In. tierra.
Adelántase hoy más la fama de esta provincia rica por eshr dentro de sus términos
el milagroso Santuario y casa de la imágen de Nuestra Señora de Chiq llinquirá, de quien
trataremos en su lugar, y porque en eUa como en la de Bogotá, se hallan muchas yerbas
medicinales, y con especialidad una que hoy corre c~n el nombre de Oentella y de ántes Rin
.fundamento con el do Rejalgar: pues ni es la que vulga.rmente se llam<\ así en t.odas las
Indias, ni la que Dioscóride.s lIam6 Aconito, sino una yerba aparrada al suelo, que tendrá la
hoja del tamaño de un real de á. dos, y tÍ voces mayor segun la fertilidall de la tierra en que
nace, aunque siempre delgada como el papel y tan maravillosa, que aplicad.:'\ á la carne dO'
cualquier hombre ó mujer abre uua llag:1 tan peligrosa y tan grande cuanta e' la distancia
que ocupa la hoja como la aplicacion se haga por la parte inferior de ella; pero si quitada
la vuelven á panel' en la mlsmn. parte lesa por la parte blanda de afllcra, luego la sana, sin que
esto sea tan de extrañar á la escuela de los médicos que 10 pretendan reducir á imposible,
fundados en qU8 en la sustancia de un simple, y más tan sutil, puedan hallarf<e dos efectos
cOlltrarios, porque éstos de la Centella Aon cansa.dos de virtud oculta y no por la complexioll<
de la hoja: adema!'!, que los ál'n.bes (aunque mofan de ello los griegos, y á mi 'Ver con razon)
confiesan que la Sartagona, qne es un simple !'!olo, es frio por la parte suporficia1 y por la,
interior caliento en cuarto grado; pero cuando esto no sea MÍ y fuese nega.ble semejante
virtud oculta en la Centolla (que es ir por di faraute camino (lue los {trabo,.), pueden SUCCdOl'
los mi. mo efectos que llevamos dicho~, ocasionados de qne aplicn.da la hoja por el en ves
pierda 6 con urna con la impresion de la. llaga. el <"'a.lor que OCUlTió á la superficio, y privada
de él adquiera la cualidad contrn.ria del Í!'io en tanto grado (iUC bru,to ¡í sanar la llaga. apli-
címdola por la otra. superficie en qua se retrajo la mayor parte de la frialdad, aunq te lo mt..s
cierto, como llevamos dicho, E>ea provenir lo uno y lo otro de la ooulta virtud de la. Centella,
que DO/! ha parecido no pasar en siloncio cuando tenemos entl'e manos la. cOllquista de las-
tierras que la producen.
Por la parte, pues, que esta provincia de Ebaté confinaba con el Reino del Zipa, co-
rre una sierra dilatada que hace l1.n puerto que llaman el Bo'lueron de Tausa, renombre dO'
la poblacion que tiene á la entrada, donde ha.y una famosa .. alina y ent(,Qces sujeta. á Ebaté.
Esta era la parte única por donde con ménos riesgo habia de entrar el ejército dol Zipa y la
defensa habia de cargar en la muchedumbre de us habitadores. sujeto. {t tres Caciques do
igual autoridad, el de Ebaté, el de Su·a. y el de Simijaca. Unidos, pues, toJo debajo de un
dominio, auu resi ti eran mal la. un ejército enseñado á triunfal' tantas veces, cómo, pues, po-
drian desunidos dejar de producir los efectos con que tantas veces desengaña la clivÍE~ion r
Amistólos empero el riesgo conciliador de lol'! ánimos más opnesto. , y hubiérales salido á
todos provechosa la amistad si en la superintendencia del gobierno no prevaleciera en cada
tu al la presuncion de ser el primero.
La defensa de la entrada no era tan dificultosa por lo estrecho del sitio y ventnjosÜ'
del lugar, que gobernados con mediana prudencia no pudiesen conseguirla, si el Zipa Nemé-
, quene no guerreara ya más con el nombre que con el br:}zo. Marchaba cercano á Tausa
cuando tÍ la defcmlU del Boqueron cargó el Ebaté con todo el resto de sus vasallos, más pn-
cíficoi'l que guerreros; pero el amor de la. libertad en ellos y el apetito de mandar en los Ho-
gotaes hicieron bien dificultosa la empresa. lVInchas vel:es cejaron los Cabos del Zipa n.pretél.-

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30 l!'ERNÁNDEZ PIEDRAIlfTA, [LID. n.
dos de la obstinacion valerot=ls del Ebaté; otras veces recobraron con tiorra que ganaban la.
reputacion perdidaen las retiradas, y con alternada¡;¡ victorias 105 engañó la fortuna repar-
tiendo esperanzaR :i. cada cual por muchos días. .
Bl'amaba Neméquene con la re istencia á que no estnban acostumbradas sus eSCUB-
dras: intrépido un ánjmo grande ensangrientn. su coraje oon las dilaciones. Pregonó la guerra
{¡ sangt'e y fuego y señaló Jia para avanzar con todas sus ruerzas: hizo notorio el bando á
sus contrarios por medio de nn Enviado para que no eFipera1'len el último estrago, y como
obl'a m~s la amenaza que lns heridas en hombres de poco eflpíritu, porque en aquélla conoi-
ben todos los rigores juntos, y en éstas solo experimentan uno, desfllllecieron los que hasta
allí habian permanecido constante8, teniendo ya. oorno presentes los daños de toda hostilidad;
y aunque no vinieron eu la propuesta del Zipa., fué su temor tanto que á los primeros en-
cuentros del avance que Re !'Iiguió á la embajada dcsampal':tron con el Ritio inexpugnable del
BOC'fueron la libertad que defendiau. En tan feli2 suceflO (ouando más ajeno de él) se entró
el Zipn. sin embarazo con todo su ejército por aquella provincia, vanaglorioso de verse señor
de la gran poblacion de Ebaté ó Ubn.té (como se llamo. hoy corrupto el vocablo) pnr ser
emporio del Nuevo Reino de Granada, donde concurrían las riquezas de todo él al cambio y
seria de unas por otras y de tan crecido número de habitadores que aun hoy se reputa por
el mayor pueblo 6. vista. de la ruina de su antigua grandeza. Pasó á Susa con celeridad, ven-
oida alguna. oposicion que su Caciqne le hizo en Fllquene. No corrió lllénos ~spera fortuna
el Simijaca, y confesaron los tres Caciques debajo de un yugo que h los que divido un vano
pundonor los une muy de ordinario una infame esclavitud. PU¡;O pOl' términos de su imperio
á Saboyá, frontera de 10R Muzos y rico de de. pojos con el saco de Ebaté, así de telas de :tlgo-
don como de joyas preciosas, repartida guamicion eu los sitios más fnertes y agregada la
provincia ú. Guatavita (donde su hermano gobernaba como Teniente general de sus armas)
dió vuelta á. su corte miéntras el tiempo lo abria camino para la conquista. de Tunja, á quo
su mala estrella le guiaba.
No son tan cabales las dicMs humanas que no so mezclen con ellas 6. cada paso las
desgracias, Una fatalidad a.caecida en estos tiempos rué de mucho sentim'Íento para. el Zipa,
y ¡:¡u relacion divertirá por un mto In. que vamos siglliendo de sus conqniFltas. Era su Te-
niente general on Guatavita, como dijimos, un hel'm~no suyo: y como suelen estos gober-
nadores usar muchas vece!'! de términos violentoR á quo los inclina el desordenado apetito de
enriquecer, y para ejecut:u'loR tieneu por medios lícito!'! los má.s opuestos f¡ la. raZOD, como
00 ellos resulte la conveniencia do adquirir h~cienc1a; hacia con este nn diligente inquisicion
de los candales que tenlltn 10R nueVOR vasA.llos, especialmente aquellos qlle ántes de lo. fluje-
cion conian con fama de poderosos: y como en las casas de los que gobiernan nunca faltan
hombres inclinados :i darles noticia de lo más oculto que pasa en las ciudades (camino real
que eligen para introducirso en su gr:lcia), DO faltaba quien se la diese de mucho~ bienes
ocultos en que cebar RUR deseo!'!, ni ffdtó quien le hizo Rabedor del rico tesoro que el Uba.qno
tenía retirado en aquel fuerte peñol situado en el cCJltro de un profundo lago á que se re-
trajo cuando los BogotaeR invadieron su :Estado. Ern.le al Teniente geneml dificultosa la.
empresa respecto de que necesitaba de gente plLra la. ejccuoiou y de conducirla. forzosamento
por Chjrrunchi, donde cm señor un Cacique Rujeto a.l Ubaque. Tiene notables artes la oodicia,
y valióse do una traza bien pensa,da. el Gobernador para no dar sospechas de su intencion.
Despach6le un correo al Cacique de Chigua.chi diciéndole tenia 6rden de pas.'l,f por sus tie-
rras con gente armada y todo secreto para reconooer y visital' las guarniciones puestas pOl'
el Zipa. su hermano eu los presidios de Ubaque, y saber qué vigiln.ncia guardaban en los
puestos que les habia fiado. Ot'eyólo el Caoique, no persnadiéndose tÍ que en señor de tanta.
calidad pudiese haber trato doble y mós en ma.tel'ia tan agena de su pllC3RtO.
Dió1e paso libre en lo más oscuro de UDa noche oon que sin dificultad le pusieron las
guias en el peñol, que hallaron guarneoido de alguna, gcnte que el Ubaquc tenia en él para
gua.rda de sus tesoros; pero su llegada y el asalto fueron tan repentinos, que muertas be;
más de las gt1ardas desampararon el fuerte las pocas quo libraron del cuchillo, y éstas die-
ron noticia al Ubaque de todo el suceso; pero la noticia causó en él tanto alboroto que tÍ
toda priesa dej6 el lecho, dió voces tra.flln.dando lo~ sentimientos del corazon que tenia en el
tesoro á la inadvertencin. de los labioR: pidió ~ocorro para recobrarlo nI Capitn,l1 del prc~idio
quo allí tenia el Zipa, acusando ]0 injuFito t1 -l1'oho, más tliHcUl'l'icndo el Ca.pitn,n quo 01 her-
mano de su Rey no tuviera. n.tl'evimiento pura. lo ejecutado si no fnera con óruen superior,

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CAP. IV] llISTORIA. DEL NUEVO REINO. 31
se abstuvo neutral sin acudir á los unos ni á los otros, hasta que el tiempo le aconsejase lo
que habia de hacer. Viéndose pues el Ubaque destituido del socorro, acudió á sus vasallos,
convOCÓ los más que pudo en tropas que le acudian, y sin guardar órden en la marcha, ca-
minando apresuradamente puso cerco al Peilol por toda partes. El Gobernador, que ya se
veia dueño de las riquezas, por conservar el dominio de ellas y el Ubaque por restituirle en
el despojo de poscsion tan antigua, hicieron sangrienta la refriega: cinco dias pelearon con
valor y obstinacion, pero como no hay resistencia. contra el hambre, enemigo que mata sin
reparo, viendo el Gobernador la falta que padecia de mantenimientos, y que cada dia se le
aumentaba más la gente á su contrario, se determinó tÍ desamparar el Peñol y hacerse paso
con las armas por las de sus enemigos.
El último peligro le dió el conocimiento que debía tener ántes para ser famoso. Des-
preci6 las riquezas cuando no eran suyas y cuando ya le tenian sin esperanza de gozarlas;
porque recogida toda la suma de oro que habia apresado, hizo que la arrojasen dentro del
lago, 'diciendo: Enemigo que te crias para dest7'u,ccion del géne1'0 humano: tú que mueves las
guerras y facilitas las paces, po,. quien se introdujo el dominio y la sujecion entre ig~tale8 y en
los que nacie1'on libres: tú. que engend1'as la8 Í1'as y ,'ompes las amistades, pam que no oca-
&'t'one8 de hoy en adelante nuevos peUgl'os ent1'e l08 17w1'tales, y porque ánimos codiciosos no
veneren en tí su de:;asosú'go, quédate en la profundidad de este lago, donde pa1'a siempre te
8epulten sus ondas: y ~jalá plIdz'et-a yo hacer que todos los tesoros del mundo pasasen po,. t'l.¿
IM'tuna, pues tus glo1'ias las b,.indas con sob1'esalto8; si te. buscan, es con fatigas; si te guar-
dan, con 1'ecelos; y si te pie1'den, con dese peracion. De qué sirve la Maje8tad si la ttlt1'ojas ?
De qué ap1'ovechan las leye,'1 si tú las atropellas? Y si al que te goza quitas el s'ueño, pam que
dlLe1'l1tal~ de aquí adelante 108 que te buscan, bien pensado ha sido pone1'te donde ni los rayo8
de la luna te alcancen ni 108 del sol te 1'egi8t1'en.
Estas palabras ú otras equivalente, á elIa~ refieren haber dicho el Gobernador, y
acabada8 do pronunciar sali6 del Peñol con la poca O'ellte que le quedaba, puesta en 6rden :
tmbóse la pelea por buen rató, y mostrábase el gallardo jóvcn como despreciador de la vida,
valiente en los acontocimielltos y cuerdo en las di posiciones: bermejeaba en sangre de los
enemigos y en la de sus propias heridas, y obligado de la desesperaciou, hacia los últimos
esfuerzo , No se ostentó garrochado toro más fuerte en la palestra; 10H silbos y voces con
qne de ordinario guerrea estn. canalla, le aumentában el coraje, y en los arrojos de su brazo
contra una muchedumbre sa vieron despreciados muchos peligros; pero como las fuerzas
de su enemigo eran tantas, rindió el orgullo y la vida con los mús señalados de los suyos.
Muri6 cuando empezaban on él los méritos para mejor fortuna; mas es tan contagiosa la.
codicia, que aun despreciada deja vinculado el frelcaso en quien alguna. vez se dejó vencer
de su tiranía.
Victorioso quedó el Ubaque, aunque sin esperanzas de ver más el tesoro, que des-
pues ha causado la ruina de tantos inve tigadores de su riqueza. Este dolor se le aumentaba
con el miedo que concebia dol Zipa por el di. g usto que le causaría golpe tan sensible como
la muerte (lel hermano, en quien fuera del vínculo de la sangre contemplaba el de la ami8-
tad ; y aSl como sagaz le dcspachó luego aviso con sus más confidentes, dándole cuenta del
suceso y disculpándose de la ejocucioll de él, por haber sido sin culpa suya, en atencion de
la reverencia cebida á su dueño. Reprcsentábale que estando él debajo del amparo de tan
gran príncipe, y teniendo su hermano por esta causa obligacion de ampararlo en cualquier
acaecimiento, habia procedido tau ajeno do ella, que para a poyo de su codicia se valió de la
sombra de un Rey tan justiciero y en menosprecio de su autoridad le robó sns bienes y no
contentándose con este agravio, pretendió tambien quitarle la vida, que no permitieron sus
dioses, porque favorecido de ellos aconteció que en guorra defensiva el hermano perdiese la.
suya cuando intentaba derramar la sangre de quien no le habia ofendido. A eBta embajada,
en que iban bien instruidos los mensa.jeros, juntó un rico presente de joyas y preseas de
valor, por ser costumbre antiquísima entre los Mozcas, que ninguno haya de parecer ante
Rey, Cacique 6 Superior sin que lleve a]guri presente, que darle ántes de representar su
pretension: estilo que no solamente Ee usa de súbdito á su señor, sino de igual á igual, como
sea forastero. '
qon los prescntes referidos llegaron los embajadores al cercado de BOgOt{L (que era.
el Palacio de los Zipas) y alcanzada licencia de parecer ante Neméquene y dar su embajada,
entraron á su presencia y vueltas las espaldas, bajos y doblados los cuerpos con sumision
6

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32 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LIn. n.
profunda (que viene á ser la cOl·t~ía y re~peto con que tratan estas naciones ó. sus dioses y
per~onas de autoridad, por tener á desacato' que un vasallo bable cara á cara á su señor)
le dieron la embajada en conformidad de las órdenes que llevaban del Ubaque. E tuvo el
Zipa muy aten1!.o á la relacion que le hicieron los mensajeros; y con majestad severa y sin
que se le reconociese alteracion en el semblante con ninguna de las circunstan9ias que le
dijeron, les mandó volviesen al Ubaque con su presente y le dijesen que luego al punto
fuese á parecer en su corte y dar personalmente lo!! descargos de la muerte de su hermano;
y obedientes los mensajeros partieron, é biciéronle saber á su Cacique lo que el Zipa le
ordenaba: y él, sabida la voluntad de su Rey, sin poner excusa alguna en la ejecucion del
mandato, se puso en camino con otro nuevo presente digno de su grandeza y del príncipe á
quien lo llevaba. Este se componia de veinte doncellns las más hermosas de su Estado, hieu
vestidas y arreadas de joyas; cien cargas de la máa fina ropa de algodon, muchas y muy
buenas esmeraldas, varias figuras de animales de oro y plata y otras muchas preseas de las
lllás estimadas de aquel pais.
Con esta prevencion y grande acompañamhmto de sus vasallos, entró en la corte de
Bogotá como reo el que pocos años ántes era temido como igual, y becba la reverenoia debida
al Zipa y ofrecido el presente, no quiso tomar cosa alguna de todo él, si no fué por ceremo-
nia una manta de algodon, dando por razon aquel bárbaro (la que debe tener presente
cualquier Juez cristiano) que de los acmados no se debian recibir dOlles y preseas, porque
son el peso con que se dobla la vara de la justicia, que siempre debe estar derecha. En
efeoto, probados y bien vistos los descargos del Uhaque, y reconocida la culpa del hermano,
despues de seis ó siete meses de detencion, prefiriendo al vínculo de la sangre la fuerza de
la razon, dió por libre al Ubaque de la culpa que se le imputaba, restituyéndole en sus
Esta-dos, á que agradecido el reo instó segunda vez con el presente; pero el Zipa, más pru-
dente que ántes, le respondió que no babia recibido el presente ántes de senwnciarle, por lo
que le babia: dicho entónces, y que no lo reoibia despue!:l de la sentencia, porque no se dijese
que para darla babia tenido la mira á recibirlo de~pues; con que fa.vorecido y cargado de
honores el Ubaquo volvió muy alegre á su casa.

CAPITULO V.

DA LEYES EL ZIPA EN SU REINO Y PREVIÉNESE DE TODO PARA LA


GUERRA DE TUNJA.

,TIENDO, pues, NeméQ.uene la grandeza á que habia llegado BU Reino, y que oda la
V seguridad de las Monarquías se sustenta sobre los dos polo" del premio y del ca tigo,
y que éstos viven y se mantienen de la fortaleza de lafl leyes, con que los méritos y delitolt
se pesan segun la calidad de ellos y de las personas, ordenó mucbas leyes y e tampólns en
las memvrias de sus vasallos, para que se gobernasen por ella; y cumpliéronlas tan sin
descuido y con tanta puntualidad, que se fueron arraigando de suerte que hasta nuestros>
tiempos permanecen entre ellos, y se guardan algunas, aunque como ya viven sujetos á las
nuestras, se van desvaneciendo con el tiempo; y de las que hizo Neméquene refieren éatas
los naturales.
Mandó que si alguna persona matase á otra, pagase con la vida, aunque le perdonase
la mujer, padre ó parientes del muerto; porque la vida solo Dios la daba y los hombres no
tenían autoridad para perdonarla á quien la debia por la. que habia quitado.
Que si algun hombre forzase alguna mujer, muriese por el delito, siendo soltero;
pero si el delincuente fuese casado, durmiesen con la suya dos hombres solteros, para que
con el sentimiento de la propia deshonra, reconociese la graveda.d de la culpa, y fuese la
pena mayQr que la muerte.
Que si algun hombre cometiese incesto con su madre, hija, hermana ó sobrina, fuese
metido en un hoyo estrecho lleno de agua y acompañado de sabandijas 10 cubriesen con una
grande losa donde pereciese miserablemente; y que la misma pena se ejecutase con las
mujeres, para que si el fuego de la lascivia los habia ol>ligado á l'omper los grados del

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CAP. v.] HISTORIA DEL N EVO REINO. 33
parentesco, se les apagase el incendio con la frialdad del agua y la tiel:ra, y con I~ losa
quedasen sepultados los nombres y memorias de sujetos tan malos.
Al sodomita pUS() pena de muerte, que se ejecutase luego con ásperos tormentos; y
en esta ley dejó puerta abierta para que los Zipas que le sucediesen, pudiesen extender el
castigo con las más penas que arbitrasen, pareciéndole qqe miéntrfts más se ap~asen aun
no serian condignas á semejante delito.
Mandó que si de parto muriese alguna mujer casada, perdiese -el IQarido la mitad de
su hacienda, y se aplicase al suegro ó suegra, 6 á los hermanos ó parientes que fuesen en el
afecto padres de la difunta, por ser como era el marido instrumento, aunque sin culpa, de
la muerte de su mujer, y sus suegros y parientes los que verdaderamente la perdian; pero
que si la criatura quedase viva, solamente la criasen á costa del padre.
Para el que fnese ladron mandó que con fuego puesto delante de los ojos lo cegásen,
y si los hurtos fuesen de gravedad ó repetidos, se los quebrasen con puntas de espinas;
pue habiendo de ser las penas medicinales, por estos medioS' se castigaba. lo presente y
remediaba lo futuro, sin quitarle la vida al reo.
Ordenó que ningun señor ó Cacique, por grande que fuese, subiese en andas, que
llevasen sus criados en hombros, sino solamente el Zipa óla persona que él privilegiase en
caso que fuesen tales sus servicios y sangre que lo mereciese, para que con su observancia
conociesen todos la soberanía del que naciese Rey y la diferencia del que sirviese mejor.
Limitó los vestidos y joyas á la gente comun para formar gerarquías entre sus vasa-
llos; y á los Uzaques (que son los de más ilustre prosapia, y entónces eran como gra.ndes del
Reino) concedió privilegio para horadar las orejas y narices y poner peBdientes de ellas las
joyas que quisiesen.
Aplicó para SU Real fisco las haciendas de aquellos que muriesen sin herederos l~g{­
timos: si bien fuera de los sobrinos, hermanos é hijos, no se ha podido averiguar entre los
mismos indios si heredaban otros.
l\landó quo al que mostrase cobardía cuando 10 llamasen para la guerra 6 cuando
estuviese en ella, lo despojasen de las vestiduras de hombre y se las pnsÍ'esen de mujer, oco.-
páudolo en los miL1ister~os propios de aquel sexo, por el tiem.po que al Zipa le pareciese.
Hizo ley ordenando que al que huyese de la batalla ántes de hacerlo su Capitan, le
quitasen luego la vida con muerte afrentosa; porque de imitar en todo las acciones de los
cabos, resultan de ordinario las victorias cumplidas ó las pérdidas ménos sensibles: y esta-
blecidas otras penas ligeras pat'a delitos leves, como son romper la manta ó cortar el eabeHo,
dispuso que Fara la indispensable ob ervancia de todas las que van dichas, fuese Presidente
de su Consejo supremo, con sucesion de uno en otro, el Cacique de Subá, de cuya senténcia
cn justicia no se pudieRe apelar. Y verdaderamente en la poca doctrina que tenia aquol bá.r-
baro, mostró muchas luces de un entondimiento capaz de cualquiera enseñanza política en
que lo cultivaRen.
Proffi1l1gadas est.'1.S leyes y obedecidas de los vasallos del Zipa, en la mayor pujanza
de buena fortuna, riqueza. y estados en que se veia, pareciéndole que el complemento de su
ambicion consistia en apoderarse de Tunja, piedra la mejor, que echaba ménos en su Co-
rona, y que Sil príncipe era el· enemigo mfis grande que tenia por vencer, y contra quien las
guerras pasadas habían sido disposiciones prévias para Aojuzgarlo, hizo convocacion de todos
los Caciques de su Reino, que sabida la intehcion del Zipa, acudieron á su Corte dentro del
término señalado. para juntarse; y es fama que teniéndolos presentes en su cercado, y
puesto en su Real silla, les habló de esta suerte:
Bien notorias son en estos Reinos y en los extraños mis grandes hazañas, y á l08 que
estais p'resentes mis ,glO1'iosas victorias continuadas pOtO tantas lunas, pIteS no se ha visto
8éño1' Ó Oacique que 8e me haya atreIJido, que ya 110 confiese postmdo á mis pils la diferencia
con que n08 C1't'Ó el Autor 1 esplandeciente ele la natnmleza. llíis Estad08 .ron va todas las
tierras que ocupan estos dilatados llanos, sin las que tengo ele la otra pa?'te de la cOf'dillel'a
grande y de la mcntaña, que linda con la de lOfl Panches, sin que halle hoy persona en ellas
qne no viva gustosa debajo de mi dominio, y que no confiese ser digno yo 80lo, P01' mi ?'eal
sang1'e y eifuerzo, de manda?' y sujetar los demas Reyes del m1trtdo. Y así no puedo negal'o8
que tengo á mucha afrenta mía que el lIunzaqne, pt'Íncipe desigual conmigo, no 80lo 110 se
7lle haya rendido (visto el estm{].o de tantos Caciq?l¡es confedemdos su,yosJ, pe,.o que intente
hace1' 0]1Osicion á mi pode?' soberano. No niego '!Jo que si él 1mbiem sido vale1'oso y svietado

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34 FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA. [Lln. II.
las p,'ovincia! que confinan con 8~¿ Estado, l'ud/em c07npetirme en el pode1', aunque no en la
8angre; pe1'o 8iendo el señ01'Ío que ocupa meno?' , que los que tienen otros Cacique lib,'es de
aq1lel Reino, es mengua que ya 108 Bogotae,'J, con la ocasioa de hallado dividido, no lo tengan
conquistado, y á los Tunjas, esclavos de nacion tan escla1'ecida; y así me lwllo 1'el11te[to á le-
vanta?' ejért:ito bastante para la emp1'esa, sin aparta?' mano de ella, ni l'e!le1'Va7' mi persona de
tan glorioso empeño: pa7'a lo Cltal será necesa1'io que cada c'ual ele los Caciques que me ('yen,
tenga su gente de m'mas prevenida pa1'a de aqllí á t7'einta dias, que señalo de plazo; y que las
p,'evenciones de bagaje y pe?'t1'echos necesa1'ios se dispongan de suerte que el ejérclto nu lleglle
á contingencia de deshacel'se 1M?' su falta; y estando dispuesto lo q'ue 08 mandn, pa,'cce?''eis
dent1'o del dicho término con todas vuestras t1'Opas en mi p?'esencia, pal'a que en ella se haga
la lista de la gente que hubiere de asistil'me, Y os el7~peño mi Real palabl'a de adelantal' con
hont'as y ¡avol'es á los que en esta ocasion se sefíala7'en más en mi se7'vicio. Pm'a lo c1tal
partid luego, y háganse las levas p7'egonando la gue1'ra en todo mi Reino, p01'que en este ve-
rano que tenemos ya tan vt.cino, p1teda Zogm?' los designios que PO?' tanto tiempo tengo pre-
meditados.
Dichas estas palabras, y habiendo cada cual dado señales de su pronta obediencia, Ele
partieron todos á sus Estados, y divulgada la fama de la gnerra que emprendía el Zipa, Re
eligieron de cada provincia los soldados más experimentados en los encuentros y lances pa-
sados, y bien apercibidos de las armas que usaban, que acrecentaron con picas y ondas y
con lo demas necesario para el sustento, salieron de SUR territorios dentro de los treinta días
señalados, y á los fines de ellos Re hallaron en los floridos y dilatados oampos de BogotJ1,
donde las naciones y parcialidades que ocurrieron ocuparon sitios separados, diferencián- ,
dose para ser conocida~ con insignias de varios colores, pabellones y tiendas de algodon, en
que alojaban los cabos y demas oficiales. Y estando ya juntos y bien ordenados los escua-
drones, se presentó en medio de ellos el Zipa en unas andas de oro y csmel'ald&R, acompañado
de los Uzaques y Ministros de su .corte, y reconociendo los tercios muy despacio por su
propia persona, dispuso que pasas~ muestra el ejéroito, en que se hallaron scsenta mil
hombres de guerra bien prevenidos, de que se alegt'6 mucho, no t<t.nto por el número como
por la calidad de estar disciplinados en la escuela de su milicia.
Pasada la muestra, se dió principio á los sacrificios, que con horror traslado á la
pluma, y estaban dispuestos para aquella ooasiou por mano de los Jeques, R. quienes perto-
necia ejecutar las víctimas de sangre humana, y estas fueron tan crecida.R, que ~Iun entre
bárbaros no se libraron de ser espectáculo el má lastimoso qne represcllló l'Ill gontilidad en
el teatro de aquellos campos, y templo majestuoso de sus :ídolos; tantas voces manchados con
la sangre que derramaron sus ánimos bruto~. Pero concluidas ya por Neméqucne la~ víctimas
y ceremonias, como por el Jeque le fuese dicho pro.'iguiesc la empre,n, en qlle seria bien
afortunado, segun que del Or{tculo 10 tendía elltendi.do, mand6 qne sin dilacion alguna
marchase el ejército á Tunja con aquel 6rden y espacio que requeria1l sus eRcuauras y la
multitud de cargueros en cuyos hombros se conducia 01 bagaje y de mas pertrechos de
gueno..

CA.PITULO VI.

REFIÉRENSE LOS SITIOS Y ESTADO DE LAS PROVINCIAS DE TUNJA y


SOGAMOSO, y HACEN LIGA SUS PRÍNCIPES CONTRA NEMÉQ1JENK

UÉ tan pública la fama de la guerra que emprendia el Zipa, que luego tuvo noticias de
F ella Quimuinchatecha por sus espías, que supieron dárselas aun de las menores circuns-
tancias; dicha que no todas veces alcanzan los príneipes, y que debieran solicitarla, pues en
la cierta noticia de lo que obran sus contrarios consiste casi siempre la buena fortuna de los
progresos. No poco cuidado le causó la dificultad en que se hallaba envuelto para la defensa.
de quien tan poderoso y guerrero empeñaba todas sus fuerzas en destruirlo. Tenia el Tunja.
su Corte distante poco más de veinte y cinco leguas de Bogotá, y puesta en cinco grados yvein-
te y cinco minutos de la equinoccial de esta banda del norte, que viene á ser el sitio donde al
presente está fundada la ciudad de Tunja. Su valle corre norte sur muy poco trecho, con

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CAP. VI.] HIs'rORIA DEL NtJEVO REINO. 35
menos travesía: es falto de agua y leña y por causa de la elevacion de la tierra muy frio y
seco; y por los aires Rutiles y nocivos que la bañan (principalmente el que llaman de Cara-
re, que es el más continuo) Re padeccn pa~mo y de~ecaci{)n de cerebro, de que resulta estar
muy sujetos á perder el juicio sus habitadoreR, Pero como era e."te valle el centro de los Egta-
dos del Tunja, puso en él su silla para repartÍ!' igualmente la influencia del dominio en sus
vasallos. Cíñenla dos colinas rasas, una á la parte de ol'Íente, donde habitan los Chibataes,
Soracses y otraR naciones que Re extienden hasta la cordillera"que di ,ide los LlanoR de San
Juan de lo que al presente se llama Nuevo Reino; la otl'tl. á occidente, llamada la Loma de
lo ahorcados (por lo que adelante Re dirá) Ó cuesta de la Lagunn, por el valle que tiene á
las espaldas de tierra!> llanas y fértiles de carne y semillas, donde hay un grande lago y en
q e habitan las naciones de los Tibaquil'lle!'l, Soras, Cncaitas, Sáfas, Furaqniras y otras clue
-por el mismo rumbo confinaban con las tierraR de los Caciques de Sachicá. y de Tinjacá,
señores libres y de la provincia en que de presente se coge mejo:' trigo y aceitunas y donde
está funda.da la Villa de Leiva, Al sur de las dos colinas, cinco legnas distante, tenia su
E tado el Cacique de Turmeql1é, señor poderoso y sujeto al Tunja. y de quien mns confiaba,
por tener á su cargo la plaza de armas y frontera. de los Bogotnes; y aunque todas aquellas
tierras son ásperaR y dobladas, por ser tan fértiles las ocupaban mucha naciones, como son
los Boyacaes, Ic~bucos, Tibanaes, Tenzn.s y Garagol~: y al norte era señor de los Motabitas,
Sotairaes, Tutas y otros muchos, hasta confinar con el Tundama, señor absoluto y poderoso.
A estos términos y calidade se reducían el Sello río y Estados de Tunja al tiempo
que reinaba Quimuinchatecha, aunque en la entrada de los españoles Re los daban tan dila-
tados algunos indios á la primera fundaoion del Reino, que afirmaban haber sido con mando
absoluto sobre todas las tierras que habita la nacion de lo!'l Mozeas. Pero como los naturales
de aquel paissean tan vanagloriosos de la propia nobleza que no adm'itan ignales, y tan des-
preciadores de que sus cosas corran por el 6rden comun que la~ de los demas vivientes, y para
ello Re valgan de aquellas fábulas que mns favorecen su intento, eran tantc.'ts las que referían
de su grandeza y de la de sus primeros reyes, que desacredit.aban con ellas la parte que pue-
den tener de verdaderas aquellas afectada.c;¡ relacione. en (Ino tal vez discordaban, En lo que
sí convienen todos los indios Mozcas, es en haber sido antiquísimo el señorío del Tunja; Á.
que añaden lo~ tunjanos haber tenido princi pio con la autoridad suprema de uno de los más
antiguos pontífices de !raca en esta manera: que como éste vieRe que todoR los Caciques de
los Mozca:;, entre quienes estaban repartidas las tierras, anduviesen mezclados en gnerras de
unos con otros, á cuyo remedio no podia acudir con armas que le estaban prohibidas, como
á persona dedicadn solamente (por rnZOD de su oficio) á todo aquello que tocase á la religion,
en conformidad de la pote tad que:'L sus antece. ores lejó vinculada Idacanzas (que es lo
mismo que el Bochica de quien hemoR trn.tatlo), di pURO con la autoridad de sus Consejos,
que eligiesen un Rey llprcmo á todo, que lo. goberna~e; para lo cual concurrieron todos los
señores á su preRencin., y resignados eu su cleceion, leR di{, por Pey Íl. uno de los presentes: el
más bien quisto y apacible do todos, que fué IInnzah{m, de quien se deriv6 el nombre de
TIunza 6 Tunja, y á quien llamaron desde entónces Zaque, que quiere decir 10 mi!'lmo que
Zipa eutre los Bogotaes epítetos de que usar01l despues otros Cacique, anteponiéndoloR unas
veces como en Zaquencipú y posponiéndole otras, como en Lenguazaque entre los Tunjan08
y CipaquidL y Gachencipá entl'o los Bogotaes.
De este Hunzahúa afirman que dominó todas 1M tierras de los MozcaR, desde Chin-
mocha á los Sutagaos y desdo las vertientes de los Llanos de San Juan hasta las fronteras
de los Panches y Muzos, con toda la tierra de Vélez, gobernándolo en paz y justicia, porque
fué buen príncipe; pero añaden una mentira tan deRcabellada, como decir que vivi6 dos-
cientos y cincuenta años y que de él procedieron todos los Reyes de Tunja, los cuales
verdaderamente lo fueron como hechOR por la autoridad del Sumo Intérprete de su religion,
y con consentimiento de todos los pueblos, lo que no tuvieron los Zipas de Bogotá; pues
aunque sus provincias son de mayor grandeza y estimacion, fueron tiranos todos los prín-
cipes que las dominaron después; y á la verdad es muy verosímil lo más de esta tradicion
derivada de los antiguos; pue9 siendo cierto, COffi0 lo es, que dentro de todos los términos
que dan a.l Reino de Hunzahúa, se habla generalmente ]a lengua chibcha con poca diferen-
cia, y se prcfesaba una misma religion ; es muy consiguiente que en todos ellos hubiese
reinado en alglln tiempo un príncipe solo, debajo de cuyo dominio se hubiese dilatado el
idioma por toda.s las provincias sujetas, y profesado unos mismos ritos, tÍ. la mnnora que en

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36 FERN.Á.~DEZ PlEDRAlIf'fA. LLIB. lIt

la Italia se reconoce y en los reino!i conqui tados de los Incas mostró la experiencia. Y
siendo tambicn cierto, como lo confiesan Tnnjauos y Bogotaes, que la fundacion del señorÍCl
de Tunja fué antiquísima, lo cual ninguna de las dos naciones confiesa del Reino de los
Zipa , bien Ae infiere que hubo tiempo en que todas las provincias que hoy hablan la lengua
chibcha, estuvieron sujetar.:¡ y unirlas á la fundamental de los primeros Reyes de Tunja; á
que se añade aquel recurso intentado á ellos por el Guatavita y Ubaque en reconocimiento
del soberano dominio que se dice tenian.
Afianzada en esta forma la antigüedad del tronco de los Hnnzaques por los Tunjanos,
no saben dar razon de qniénes fueron los primeros sucesores de Hunzahúa, sino solamente
afirmar que corrió el Reino de uno en otro hasta llegar al Zaque Thomagata, de quien
refieren mayores desatinos y ficciones que de otro alguno; como es decir que fué tan
religioso que despues de Idacanzas no se ba visto otro hombre criado semejante á él en toda
la redondez de la tierra, pues como tal tenia una dilatada cola á la manera de tigre Ó leon,
que le arrastraba por el Ruelo, por cuya causa le llaman hasta hoy el Cacique Rabon, y que
caminaba en romería de Tunja á Sogamoso, que hay ocho leguas, yendo y volviendo diez
veces en cada noche á rezar en sus ermitas y templos, y para señal de su majestad suprema
tenia cuatro orejas y 11n ojo solamente, porque era tuerto del otro; figura más propia para
geroglífico de un Rey indigno que para dibujo de un príncipe bueno, pues más neoesita
éste de muchos ojos para ver lo que debe remediar, que de tantos oidos para escuchar tÍ
cua.ntos le adulan con mentir j porqne siendo más noble potencia la del ver que la d,el oir,
quién duda que la mayor nobleza se debe preferir en la estimaclon de los Reyes? A este
fingimiento tan despreciable añaden que era. ta.n santo, que á. quien lo enojaba. convertia en
culebra ó lagarto ó en otro animal, el que le parecia, porque alcanzó de Idacanzas y del
Sol, para si y sus hetederos de aquel Reino tunjano, que tuviesen la mi ma potestad de
convertü' los hombres en bestias, y que si algunos no lo hicieron fué de pura cortesía
(aunque lo más corriente que parece es haber pecado de descorteses) ó por falta de haberles
faltado muchas veces aquella candidez .sólida que tuvo el Zaque Thomagata.
Reficren más, que nunca fué casado ni conoció mujer, porque habiéndose inclicado
en su mocedad al matrimonio, y queriéndolo efectuar, reconoció que estaba inhabilitado para
ello, porque desagradado el Sol de semejante pretension, y empeñado en que le sucediese en
el Reino TutllzlÍa su hermano (que se interpreta hijo del al), lo despojó la. noche t'tntes de
la potencia generativa, por lo cual vivió toda su vida en celibato, y despues de ciento y
tantos años murió dejando el Reino á Tutazúa, y de este hermano en sobrino!'!, y de sobrinos
en hermanos, que es la. línea. derecha de la. flucesion, rueron los Reye~ de Tunja dominando en
todaR las tierras de los Mozcas hasta sesenta ó setenta afios IÍntes de]a entrada de los españo-
les, en cuyo tiempo, reinando lichúa, se levant ' el Reino de los Zipa. , porque siendo Cacique
de Bogotá aguanmachica., esforzado y valiente Capitan de aquello' tiempo!';, comenzó á
tener diferencias con el Cacique de Guatavitn, do que l'esultó rebelarse á Michúa, y ti su
ejemplo otros Caciques, y que el neino quedase últimamente diviso con las desa tradas
muertes de ambos Royes en la batalla de Chocontá (como dijimos en el primer capítulo
del segundo libro de esta historia), sobre cuya relacion hará el lector el juicio que le
pareciere.
Tan grande príncipe como esto era el Tunja en cuanto á vasallos, y mucho mtí.s en
riquezas; pero todo este poder de Quimuinchatechn. no era bastante para resistir ú. Nemé-
quene si otros Caciques no le daban socorros, como interesados todos en la defensa de cada
uno. Era astuto, y fundado en esta razon tan fuerte, despaohó embajadores á los Caciques
de G{tmeza, Sogamoso, Duitama y Sáchica, representándolo á cada uno el propio peligro,
en caso de que el Zipa le ganase el Reino ó parte de él; pues no contenta su ambicion con
lo uno ó lo otro (de que tenia n sobrada experiencia), habia de intentar sucesivamente la
ruina de todos para. engrandecer más su oorona. Insthbales para que unjendo sus fuerzas
le ayudasen en la oposiciop que re olvia hacerle en los primeros acometimientos. pues de
embarazarle la entrada por la parte de Turmequé se seguiría la libertad de todos. No se
sabe que semejante embajada moviese á los demas Caciques tanto como al de Sogamoso,
pues no dan razon los indios de que tuviese otra~ armas auxiliares el Tunja en esta guerra,
sino fueron las de este Cacique, de quien, para claridad de la hi toria que vamos siguiendo,
será bien dar cuenta, y del poder que entónces tenia.

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CAPITULO VII.

EN QUE SE PROSIGUE LA MATERIA DEL ANTECEDENTE.

AOE la provinoia de Traca (que mudó el nombre en 80gamoso) ooho leguas distante de
Y la ciudad de 'l.'unja, á la parte del oriente. E~ casi toda ella de tierra~ llana~, dilatadaff
en buena proporcion, y las mejores y más fértiles de todas cuantas tiene el Nuevo Reino de
Grauada. Fertiliza e~ta provincia con SIlS aguas, y dividela en dos partes, el valiente rio
Sogamoso, cuyo orígen repartieron entre sí las ciudades de Tnnja y de Taca, donde reconoce
sus principios. Corre esta provincia por las faldas de]a cordillera que sirve de lindero
entre los Llanos y Nuevo Reino, con temple muy saludable, en que estaban pobladas
muchas y diferentes naciones sujetas al Sogamoso ; y toda la distancia á que alcanzaba su
señorío es la que llamaban tierra santa, por haber muerto en ella, oomo decian, el Bochicar
primer intérprete de su religion, dejando por herederos de su potestad á 10R Caciques que
le sucediesen, aunque los indios de aquella provincia refieren el caso de esta manera.
Dicen que en los tiempos autiguo~ hubo un Cacique nombrado Idacanzas, que en RU
idioma quiere dccir luz grande de la tierra, y que ellte tál tenia gran conocimiento de las-
señales que demostraban mudanza en los tiempo., como son de serenidad 6 tempestades, de
hielo y de aguas ó vientos pestilcncia]es, que reconocia por los planetas y signos; otras vecel§
por las nubes ó las aves, ó por los animales de la tierra, que le pronostioaban los futuros
acaecimientos. Y aunque esto es muy creíble, siendo este Idncanzas el mismo apóstol que
llaman Bochica los Bogotaes, en caso que no lo fuese, sino otro algun indio de los que
veneran, tengo Ior más verosímil que seria por medio de los pactos, que como hechiceTo
tendria con el demonio, á que son muy inclinados los Sogamosos j pues este enemigo coroun,
como gran fil6sofo que es, le comunicaria lo que por su ciencia alcanzaba en estas materias,
para tener pervertidos siempre con sus engaños lí aquellos bárbaros que tan sujetos le
estaban. De aquí resultó que como los indios experimentasen la puntualidad de sus pronós-
ticos, le empezaron á venerar en tanto grado, que de todo el N nevo Reino acudían á él con
dones y prescntes, cOllsultándole como á oráculo las cosas más graves, y pidiéndole lluvias ó
serenidades, granizos ó sequedad, ,egnn la conveniencia de cada uno; pareciéndoles que era
el autor por ouya di posicion se gobernaban los efectos de las causas naturales, y en cuyo
arbitrio estaba la salnd y enfermedades que experimentan lo~ hombres: y en órden á e tos
fines hacian de todas partes rom rí IÍ ~ ogfl.mORO millares de indios para oonseguir sus
pretenAiones, sin que 11\ ho tilidad de la gueLTa impidiese 6 maltratase á. quien llevaba el
salvo-conduoto de semejante peregl'iu:lcion j y aun por e.ita cansa y el oonocimiento que
de Idacanzas tenian ]08 Zipas, y de que por sn mano se distribuían los bueno. y malos
temporalc , le daban cierto tributo cn cada luna para teuerIe grato, y le servian con muchos
doncs siempre que por medio de SUR embnjadores lo cowmlta,ban.
Esta misma opinion, que tenian todos de Idacanzas, se fué continuando en los demas
Caciques que le sucedieron: y de aquí es que cuando helaba en las tierras y la escarcha les
abrasaba los ma.izales, tenian costumbre de cubrirse con manta blanca para. imitar los hielos,
retirarse de la comunioacion poniéndose melancólicos y tristes, y dando muestras con su
desabrimiento afectado de ser ellos la. cansa de aquellos temporales, y no los vapores grue-
sos, que oon el frío se convierten en hielos en la ínfima region del aire. De esta oeremonia
tan perjudicial han usado aun deapues de recibida la fe católica. oon el Santo Bautismo, sin
que la predicacion continua del Evangelio baste: quitar el engaño de aquellos Caciques:
pues en tiempos del señor D. Fr. Luis Zapata de Cárdenas, Arzobi po que fué de aquel
Reino, visitando aquella provincia se le averiguó con sus mismos indios al Cacique D. Feli-
pe (que 10 era entónces), que de continuo se enojaba con sus vasallos, y los reprendía del
poco re peto y temor que le tenian, sabiendo todos que estaba en su voluntad afligirlos con
pestes, viruelas, reumas y calenturas, y que pondía de su potestad la produccion de cuantas
yerbas, legumbres y plantas neoesitaban. Pero á esta dignidad de Cacique (que más bien
debió llamarse de supremo agorero) y cabeza de los Jeques, no se entraba por herencia sino
por eleccion de cuatro Caciques, que lo eran los de Gállleza, Busbanzá, Pesca y Toca; y

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38 l,'EH ... 'ÁNDEZ PIEDRARÍ1'A. [LIB. !l.

en caso de discordia se valian del Tundama para que rogulase: siendo demas de esto cos-
tumbre inmemorial que el electo fuese de las naciones de Tobazá y Firabitoba, sucedién-
dos e alterna ti vamente. .
A esta rclucion añaden que en cierta vacante en que pertenecía el Oacicazgo tÍ los
de Tobaz:i, acaeció que un caballero de Firahitoba, tí quien l~ naturaleza señaló con barba
larga y roja (cosa pocas veces vistl\ entre ellos), u 'urpó tiránicamente la dignidad con el
favor que le dieron seis hel'manos suyos todos valerosos y, ejercitados en las armas; de que
sentidos lot Tobazaes, dieron noticia á los Electoreli, y ellos, otendidos de la tiranía y vio-
lencia del Bermejo, llamado asi en su idioma, determinaron ha.:::erle guerra, tanto por haber
quebrantado estatutos tan fundamentales en meno. precio de su autoridad, como por haber
aprisionado al Elector de Gámeza, y justiciádolo públicamente, sin más causa que la de
haberle faltado con 1m voto. Convocaron, plles, sus gentes, y no rehl1sando el Bermejo
entrar en batalla., como quien les exceJia en á.nimo y bravosidad, resultó del rompimiento
que éste sali6 victorioso y los Electores se hallaron obligados á retirar su campo á sitios
fuertes, sin desistir de su primer intento; áutes mucho más sentidos con la rota pasada.
dieron bando oon penas capitales, Vara que ninguno de la provincia de Sugamoso obedecie-
se nI Bermejo, pues les constaba ser tirano, y como tÍ. tal lo declaraban por incapaz de la
suprema dignidad que violentameute usurpaba segnn SUI:i leyes: y pndo tanto esta diligen-
cia, que los Sogamosos, de quienes se componía la m ayo t· parte del ejército del Bermejo,
abandonaron su partido pasándosJ al de los Electores; con que sin dificultad le rompieron
en el primer encuentro, y le privaron del Estauo y de la vida, aunque la vendió á precio de
muchos de sus contrarios, \(jando seiialcH e11 la muerte del esfuerzo grande con que 10 pri-
vilegió la naturaleza. Bien quisieran los Electores (y les costó gran diligencia) hallar el
cuerpo difunto, pam q\le pue to en una escarpia fuese des'luite de la sinrazon hecha por el
Bermejo, haciendo lo mismo en de. precio del Elector de GfLmeza; pero los hermanos lo
defendieron tan varonilmente, que lo sacaron de lo mtís peligroso de la batalla y retirándolo
del campo, le dieron sepulcro en parte tan oculta, que jamas tuvieron noticia. de él.
Concluidas con tan feliz suceso las guerras civiles y pacificada. la tierra por los Elec-
tores, colocaron en la silla de Sogamoso, á voluntad de todo el reino, nn caballero de Tobazá.
llamado Nompanim,. qtle quiere decir vasija de 1eon; y á éste le sucedió otro do Firabitoba
que fie nombraba Sugamuxi, que significa el encubierto, y á éste hallaron en la silla los
españoles cuando entraron en el Reino j y por el D(·mbl'e que tenia el Caciqlle, trocó la pro.
vinoia el de lraca en el de Sogamoso, corrompida la voz. Y por conjetul'as de 108 tiempos
en que reinaron parece haber sido ompanim á quien pidió l:Iocorro el Cacique de Tunja.
en la ocasion de estn guerra, que le movió el Zipa Neméquene, como vamos tratando. Este,
pues, se lo dió de más de doce mil hombres conducidos por su persona á. la ciudad de
Tunja, donde ya so hallaha Quimuinclmtecha con ejército de má. do cincuenta. mil indios.
y fiabiendo estos dos Caciques de us espías, cómo la vanguardia del ej 'rcito del Zipa,
gobernada por Su,quczazipa, habia arribado tÍ las tiel'l'us de Turmequé haciendo tantas
ruinus y e tragos, que sus moradore , por no hallarse con fuerzas ba tantes para l'esistirle,
de t\mparaban las ciudades y se retiraban al coraZOll del Reino, determinaron salirIe al
encuentro con rc:;olucion de no excusar la batalla, de quien ya pendía una eficlavitud infa-
me ó gloriosa. libertad. Las 1'13 oluciones arriscada, cuando el peligro no deja otro camino
para la defensa, muchas veoes produjeron erectos bien afol·tunados. i el 'llunj(~ esperara
dentro de AU Corte, se encontrara en olla con un ejército victorioso, que trueca el movi-
miento que produce la violencia en el natura.l, con q ne se sigue una. buena dicha; y entón-
ces dificil de atajarse, por no haberla resistido desde sus pl·incipios. Estas noticias llegaron
á Saquezazipa, que cuerdo y experimentado en la guerra de los Panches, supo irse retra-
yendo hasta incorporarse eu Chooontá COll el grueso del ejército de Noméqueue, sin detener
la marcha, que con buen órden hacian los dos príncipes en demanda de sus contI'arios,
1iado~ en la multitud de sur; gentes, do tal suerte, que á pocas distancias se de~!Oubderol!.
unos á otros los indios sobresalientes ó batidores de los campos, y haciendo alto en el
arroyo, que hoi se llama de las Vuelta, y eutónces fLlé quien dividió los ejércitos, les
hicieron señal para. que ejecutasen lo mismo) miéntrns cada cual de los cabos ordenaba sús
tropas con fin de tenerlas á punto de batalla.

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CAPÍTULO VIII.

DÁNSE VISTA LOS EJÉRCITOS DEL ZIP A y EL TUNJA, y PLATICAN ANTES


DE LA BATALLA.

E tan gran multitud de bárbaros se formaban los dos ejércitos, que de la una y otra.
D parte del arroyo se cubrian los llanos y laderas, á la manera que si produjese hombres
la tierra: y como tienen por gala en las contiendas los penachos de varias plumas con las
medias lunas de oro y de plata para las cabezas, y las ajorcas y brazaletes con las tintas de
vija y jagua para el adorno y matiz de los cuerpos, sin la multitud de divisas y banderillas
que las parcialidades llevaban para diferenciarse unas de otras, representaban á los visos
del 1301 á la primavera, cuando más prodiga de sus flores; y á los ojos de la consideracion el
€spectáculo más horrible de las amarilleces de la muerte, que brevemente asombraria aque-
llos contorn~ con estrago funesto de tan numeroso concurso de gentiles t que habian de pe-
reoer para siempre en el rigor de la guerra y IÍ manos de la obstinacion heredada de su ido-
latría. Pero reconociendo el Zipa la sangre que habia de costar la victoria, siempre dudosa
€n las mayores seguridades, y que el granjear crédito de piadoso es el primer pa..c;o para
conciliar enemigos y ganar fama de invencible, no quiso romper l. batalla sin dar primero
señales de que por medios prudentes y consideraciones justas, que miraban al bien públicot
excusaba el rompimiento hasta verse provocado. Y con este fin despachó embajador al Tun-
ja, que en nombre suyo le habló de esta manera:
:Punja, varon p?'udente, '!Jo confieso la admiracion que me causa el ver que un hombre
capaz, como tú lo eres, te con/tes tanto de los p7'opi08 b7'ios '!J de la gente allegadiza qtte te
sigue, que intentes competi,. Co?l, mi valor, sin mostrar ?'eeelos del queasiste en mis escuad7'ones,
ensefLados á trútnfa1' de naciones indómitas y gue7Teras, (W¡anto más de las visoñas que te
cercan, más inclinadas á ejercicios mujeriles que á ma1'ciale encuentros. No pienses vana-
mente que el número es el que pelea, sino el esfue1'zo disciplinado en las contiendas; pOl'que la
muchedumbre siemp,'e causó los e1nbarazo que ignora el va lor: y á tener tú las experiencia8
de esto, 8upie7'as la ventaja con que se empefía quien ha vi to la cara á muchos peligros. Pero
pues nada de lo que te digo consideras, cuando estás acostumb?'ado á dar buenos cons6jo8 á
quien te los ha pedido, te avUJo por último, ,'epares en la conservacion de tu Estado, pues .sin,
valede de lM al'mas lo podt'á goza?' en paz PO?' medios más cuerdos que te lo faciliten. La
de8e.~Jeracion nuaca ful valentía, smo locura; n,' elJ cobardía, sino prudencia, saberse aco-
modar con el tiempo, para que no se pie7'da fodo con la obfltinacion. l}ien l'cconoces que tengo
la vict01'ia segura, pue no igno7'as que aun lo más dificil Be allana al podel' de mi brazo: JI
así, lo que debes haClt' pa7'a no ave1ztura?' tus vasall08 á la l)érdida lastimosa que se espet'a,
.sel'á rendirme vasallaje, como á soberano 8ef1,07', á quien por lo esclarecido de mi linaJe perte-
nece serlo del mundo: y te empeflo 1n,i l'eal palabra, que si con8ide7'ado el peligro de tu gente '!I
Estados, me presta8 obediencia, 8erás mnpal'ado de mis almas, favorecido y acariciado en mis
,'einos, ?I tendrás el p1'ime1' voto eu, las consultas de mi gobiel'no; pero si menosprecias esta paz
<Í que te llamo ?I conveniencia6 que te jn'opongo, no POdl'ás escaparLe de mis it'as, ni el perdon
tendrá l'uga1' cttando más arrepentido lo solicites; '!J p1tCS te concedo tiempo, mÍ7'alo bien ántes
.que el rompimiento de la batalla, te desengafú y pruebes el1'i[Jor de mis tl'opas pa7'a tu castigo.
Piedad sola es la que me mueve á darte con8ejo tan saludahle,pol' no estar mi clemencia acos-
Lumbrada á miral' sin quebranto la mOl'ta7};dad q~ habrá de seguÍ1'se de tu contumacia.
Oyó el Tunja con mucha alteracion la embajada; pero sosegado por consejo de sus
capitanes, á quienes comunicó lo que debía. hacer en semejante lance, dijo al embajador
volviese á su campo, donde otro dia haría patente su rcsolucion sobre la propuesta d~ su Rey.
Dió vuelta el embajador, J' habiendo pa ado aquella noche en c,mtinuo desvelo los dos
.ejércitos, al amanecer se presentó delante del Zipa el embajador de Quimuinchatecha, que
en su nombre le respondió en esta forma: Grande Nernéq1.lene: si te ha causado admir~ion
la competencia que dices pretendo tener contigo, p ara mí ha sido ma1'avilla mayor que de 'Un
caudillo de mi reputacion hayas formado tan bajo concepto, que me propongas te l'econozcapor
~oberano señOl' ántes de t'eJ' el fin de esta batalla e~ que se ha de examinar cuál de l08 dos me-
7

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40 FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA. l LIB. 11.

rece 8erlo P01' su valor y pl'udencia. Bz'en se conoce q'ue lo que pides te lo dicta la p,.esunci01~
vana de t1¿ altivez, no la 1'azon que mide los aseemos del mé1'ito. Pero hágote saber que 80n
muy falibles las opiniones del esfuerzo p1'opio, y que vive engañado el que imagina agotada la
valentía en beneficio particulat' suyo. Aseguraste las victorias como si no supiél'amos que l08
buen08 sucesos los reparte el sol, sin que haya poder tan sobel'ano que pueda darse por seguro
de la inconstancia de la fortuna, que tan de ordinario vuelve con reveses á q1den primero se
mostró halagueña. Dícesme que por antig1w linaje se te debe el dominio del mundo, y del mio
pudiera yo alegar lo mismo, si la decision no consistiera ya más en la fuerza que en las ale-
gaciones; y así, pues, los ejércitos están pl'evenidos, sean las armas á,'bitros que sentencien en
fav01' del más vent~l7'OSO: pel'o si, como dices, te causa pena la mOl'tandad que habrá de se-
guirse del encuentl'o, hagamos campo los dos cuerpo á c1urpo, y el que fuel'e vencido reconozca
por duef1,o á su contral'io.
Mucho sintió el Zipa el atrevimiento del Tunja, y arrebatado de enojo quisiera luego
flalir al desafío, como quien estaba acostumbrado á mayores riesgos: mas los Uzaques se le
opusieron determinados á no consentirlo, por cuan~o era indigno de la majestad de un prín-
cipe tan grande salir al campo con un Cacique particular, donde la indignidad del sujeto
cedia en descrédito de su soberanía, y más cuando ya le reputaban vasallo suyo, conside-
rando el florido ejército que le asistia para conseguirlo. No siendo justo que cuando por esta
parte estaba tan seguro el vencimiento, lo aventurase al trance de un desafío, donde aunque
las ventajas de valor, arte y disciplina eran tan patentes, podrian malograrse todas con la
contingencia de un acasq.. El Hunzaque en lo que pide (decian), solicita sus conveniencias,
pues en contienda partiCUlar ha1,á dudosa la pé1'dida, que sin ella le sel'á evidente: sí muere
en ella, no añade desgmcia á la última que le amenaza; y si pierde la batalla, aunque no
muel'a en ella, todo lo pierde viviendo sín Estado, que es tOl'mento más duro que la m1¿e7'te:
1'azones todas que no militan en vos, pues cuando la fortuna se muest,'e contraria., y un mal
8uceso lo acredz'te de cierto, sois tan poderoso Rey, que en m1ly b,'eve tiempo pod,'eis deshacer ti
vuestro enemigo con mayol'es ejércitos; pero si en desafío perdeis la vida, no solam nte quedan
asegu1'ados él y 8t¿S parciales, mas todos vuestros 1'ein08 expuestos á la irremediable pé"dida
que se ocasionará ent1'e va8allos 1'ecien conquistados con la falta de un Rey tan g1'ande, y á las
invasiones que intentarán luego, libres ya de temor los que siempre emulal'on vuestra gmndeza;
y aBÍ tiene por más acertado empeño vuestro consejo, que pue8 el dia convida y el campo es
igual, se- te dé luego de poder á poder la batalla.

CAPITULO IX.

DÁSE LA BATALLA, Y CASI VENCIDA POR NEMÉQUENE, MUERE E ELLA,


HERÉDALO THYSQUESUZHA, y PROSIGUE LA GUERRA.

EGUIA el Sol su carrera poco ántes de rayar el mediodia, y hallándose los Tunjanos nO'
S ménos deseosos de venir á las manos que los Bogotaes, bien ordenados de ambas par-
tes los escuadrones, despnes de un corto razonamiento que los dos Reyes hicieron para
aumentarles el ánimo que mostraban á. la primera seña empezaron á resonar los caracoles,
pífanos y fotutos, y juntamente la grita y confusion de voces de ambos ejércitos, que lla-
man guazabara, y acostumbran siempre al romper de la batalla; cuyo ataque primero co-
rrió por cuenta de Saquezazippa con tanto estrépito y efusion de sangre por aquella muche-
dumbre de bárbaros derramada, que nadaban las yel'bas en arroyos de ella. El primer
estrago causaron los pedreros de las dos alas de cada ejércitc, y entre el restallar de las
ondas, y silbar de las saetas, se fueron mezclando las hileras con tanto coraje, que no se
malograba ;tiro ni golpe entre los combatientes. Veíanse los campos sembrados de penachos
y medias lunas de sus dueños, á quienes desamparaban en las últimas angustias de la vida.
Los desnudos cuerpos en forma de erizos, bermejeaban con la sangre de las her'das, que-
Jas v,olantes tiraderas sembradas en ellos ocasionaron en cuantas partes alcanzó la desdicha
de cada uno. Las picas y macanas DO reservaron miembro de que estuviese sujeto á una
division lamentable. Despedazadas las cabezas con el mortal estrago de las piedra..., batalla-

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CAP. IX] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 41
ban muchos más con-sigo mismos que con sus contrarios. Nunca Marte se mostró más san-
griento y zañudo, ni la muerte recogió más despojos en las batallas más memorables. El
embarazo de los cuerpos difuntos yel ímpetu de los vivos ocasionaba que todos peleasen
hasta despues de muertos, aunque desordenados ya muchos tercios con manifiestas señales
de que los Bogotaes excedían á los Tuujanos.
El Zipa Neméquene, puesto en ricas andas sembradas de piedras y oro, andaba
animando á los suyos con palabras, y aplicando el esfuerzo donde la necesidad lo pedia. En
todas partes sobresalía valiente ó recobrando las tropas acobardadas, ó empeñando más las
que se mostraban valerosas. No ménos He ostentaba famoso caudillo el Tunja en otras andas
casi tan ricas como las del Zipa, batallando muchas veces entre los peligros de la propia
vida, y animando siempre con el ejemplo á su ejército casi perdido. Era el ánsia toda de los
.dos caudillos encontrarse en la batalla, y la multitud desordenada de los in fantes malograba
las diligencias de N eméquene para coronar sus victorias~, as de Quimuinchatecha para
excusar su ruina. Pero en esta confusion para .todos y úl" a desgraoia que amenazaba al
Tunja, obró la fortuna lo que siempre en las mayores pro~ .eridades, manifestaudo el ourso
mudable de su rueda. De un accidente pendió la mudanza ménos imaginada, porque empe-
fiado el Zipa mru: de lo que debe la cabeza de quien pende la vida de todo un cuerpo, al
tiempo q ne reconocía el fruto de sus hazañas se halló herido de una saeta desmandada, que
disparándose acaso le atravesó el cuerpo por el costado derecho,,- para que el desastre de
Acab no quedase vinculado á un solo tirano. Era de natural intrépido y poco temeroso do
los peligros, y en el que teni~ presente, sin esperar ayuda de otro, se sacó la saeta con sus
propias manos; pero reconociendo la herida y dolor intenso que le ' apremiaba, vuelto á los
Boldados de su guarda les dijo: amigos, yo me hallo hel'ido de muerte, haced en mi venganza
lo que debeis á buenos y leales vasallos, ninguno desmaye con mi desgracia, q'U,e 8i no me
engafLan las sefLales muy bl'evemente tendl'ei8 en las manos una C'ltmplida victoria.
Más quiso decirles; pero las ansias mortales manifestaron que no podia con la tnr-
bacion de la lengua. Son los indios, por naturaleza, cobardes; pero si quien los gobierna es
.valeroso, en tanto que los anima, ninguna nacion es más despreciadora de la vida, y solo
la muerte poderosa para apartarlos de la oontienda ; y así apénas percibieron el riesgo del
Zipa por el desaliento de la voz, cuando á los primeros ocupó una turbacion grande, que
pasando á desmayo mortal, se difundió luogo por los de mas vasallos suyos hasta llegar con
las noticias al Tunja, que de solo este accidente podia tener socorro en los términos que se
hallaba. Valióse de la ocasion animando sus tercios desbaratados con las noticias que les
daba á voces de la muerte del Zipa, y reformúndose de nuevo tanto cuanto los enemigos
descaecian con el fracaso, sin que bastase el VA.I01· de Saquezazipa para detenerlos á cantar
la victoria: dió tan repetidas cargas en los Bogotaes, que temerosos de mayor pérdida
tomaron en hombros las andas en que estaba su Rey, y se salieron con él de la batalla j con
que tuvo lugar el Tunja para dar muestras de victorioso con verse Reñor del campo, y
seguir el alcance, aunque recatadamente, por ver que Saquezazipa con un trozo entero del
ejército se iba retrayendo hácia Chocontá, primera ciudad y frontera de Jos Bogotaes, con
muy poca pérdida de su gente en comparacion del considerable destrozo de los Tunjanos.
Así se fueron recogiendo las tropas desmandadas en el interin que los que llevaban al
Zipa, sin parar punto de noche ni de dia por la remuda que de cargueros hacian por ins-
tantes, llegaron á su palacio real de Bogotá, donde ocurrieron luogo los Jec¡ues, que son
los herbolarios y médicos más famosos que tienen: y habiéndose hecho cuantas diligencias
y remedios fueron posibles en RU arte, ninguno bastó para que al quinto dia dejase de
pagar á la muerte el tributo de que no se privilegian las majestades humanas.
Este fué el término de las fortunas de Neméqucne, príncipe verdaderamente grande,
que áun entre las sombras de la gentilidad mo~tró prendas dignas de mayor corona. Siempre
será lastimoso ejemplo su d'esgracia, pues con ella perdió reino, vida y alma por una eterni-
dad, dejando á los Reyes un desengaño infalible de la poca firmeza en que estriban los acae-
cimientos más venturosos. Quien]o vió en la cumbre <le su grandeza bien creyera que tenia
:l. su disposicion en la mano la rueda de la fortuna; pero no mediaron sino instantes entre la'
dicha que imaginaba yel precipicio que experimentó. Tantas victorias continuadas dieron
señas de una prosperidad infalible, y la mll cha priesa de buenos sucesos fué la que se empe-
ñó mál:l en arruinarle: fneron de ]a condici ll: l de los vientos cuando soplan con demasía, que
no aseguran tanto la navegacion como el naufragio. Su ambicion desordenada, compañera

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42 FERNÁNDEZ PIEDRARfTA. [LIB. lI.

!!iempre de las desdichas, obligó ti este príncipe ti tomar resoluciones que tarde ó temprano
habian de pasar por la pena de temerarias; y cuando imaginasen llegar al puerto de la sobe-
ranía habian de perderse en los escollos de la inoonstancia. Lo má.~ ponderable fué que rei-
Dase el dilatado tiempo de veinte y cuatro años quien se empeñó en tantos peligros, teniendo
por alcázares de su recreo las campañas de sus contrarios; pero sin duda enseñó que sO"
aseguran más años las vidas de los Reyes en el estruendo de las armas que en el regazo de los>
palacios. •
Muerto, pues, el Zipa Neméquene, se cubrieron todos sus reinos de tristeza y lágrimas,.
celebradas con endechas y cantos en que referian sus mayores triunfos: enlutóse su corte y
á su imitacion todos los vasallos, poniéndo~e mantas coloradas y tiñéndose los cuerpos y los
cabellos con vija, que son las señales fúnebres de su pena acostumbradas en tales casos. El
cuerpo se entreg6 á los Jeques, á quienes únicamente pertenece el entierro, acompañándole
hasta la sepultura, que tienen fabrioada secretamente por sus manos en parte t,m escondida
que ninguno sabe de ella aonque ~ el dueño para cuyo entierro se labra; para lo cual se
valen de bosques y peñascos y de lugares profundos que cubren con agua encañada de otra~
partes para este fin de ocultarla, aunque ninguna diligencia de éstas es poderosa para escon-
derla de la codicia de los españoles. Este sepulcro hacen los Jeques desde el mismo dia que
el Zipa 6 Cacique entra en la posesion del Reino 6 Esta.do, y no fuera error imitar la accion
los príncipes católicos, como asistiesen á la fábrica ellos mismos (y lo enseñ6 el más pruden-
te) y entre los horrores de la morada que esperan reconociesen la fragilidad de la vida que
gozan. En el que tenían, pues, dispuesto para N eméquene le pusieron con todas las ceremo-
nias, ornatos y compañía de criados y mujeres que dijimos acostumbrar en sus entierros,
previniéndolos con bebidas en que mezclaron la fruta ó yerba que llaman de la borrachera,
para que con la privacion del juicio que causa no sintiesen el bárbaro sacrificio que hacían
de ellos enterrándolos vivos.
Concluidas las exéquias y reconociendo el General Saquezazippa con el Estado de
los Uzaques, que á Thysqoesuzha, Cacique de Chia, que habia gobernado en ausencia de
Neméquene su tio, le pertenecía el reino por sucesion legítima, 10 aclamaron luego Zipa y
colocaron en su real trono de la corte de Bogotá, precediendo los juramentos y cumplidas
las condiciones que por estilo inmemorial de sus mayores observan en semejantes funciones.
Pero éste, DO olvidado de la muerte del tio, ni mónos heredero de su reino que de su ambi.
don, apénas se vió en la cumbre de la majestad cuando propuso la venganza de los agravios
recibidos: que por agravios tienen los príncipes soberbios todos 108 reparos que los ménos
poderosos aplican para defenderse de su tiranía. Hallábase con sus tropas casi enteras y DO
vencidas jamas, .circunstancia que sirve de alma inmortal en el menor cuerpo de ejército, y
habiendo tomado consejo de sus cabos convocó á Cortes á todos los señores de su reino,
miéntras Saquezazippa con treinta. mil hombres corria la provincia de Sutatenza, pertene-
ciente al reino del Tunja, donde en· pOCOR dias al espanto de sus armas y al riesgo de toda
hostilidad, oyeron con respeto el nombre del Zipa las naciones de los Machetaes, Zunubas y
Tibiritas, sin que parase su ardimiento hasta bañar sus victorias en las corrientes del Gara-
goa, miéntras el estruendo de sus guazabaras hacian eoo en las esmeraldas del Somondoco; y
su Cacique con los más poderosos de la provincia contribuia para el gasto del ejéroito, todo
lo que bastó para. que aplacado el ánimo de aquezazippa desamparase el pais, llamado de
iguales empresas: porque celebradas las Cortes en que se resolvió ecbar el resto en la con-
quista de Tunja con ejército de setenta mil hombres á cargo del mismo General, necesit6
éste de ocurrir primero al castigo de la provincia de Ubaque, que alterada con la mudanza
del dominio sacudió el yugo de la sujecion, nada en que entre los movimientos que á. su
ejemplo harian otras provincias re cien conqui6tadas, podria ella recobrar su antigua liber-
tad, y más cuando en Thysquesuzba no se reconocian ardimientos para ascender á aquella
cumbre de elevada fortuna que á su anteoesor condujeron los aciertos del consejo y acelera-
das ejecuciones de su espíritu.
Así lo discurrian los rebeldes y asI pudieran esperarlo si Saquezazippa, doctrinado
en la escuela militar de las guerras pasadas y cabo principal de muchas tropas, no hubiera
tantas veces esculpido en su ánimo con el cincel del ejemplo todos aquellos brios, artes y
cautelas que observó en Neméquene. Diólo á entender luego con el suceso, dejando allana-
dos aquellos tumultos que levantó la. vana presuncion de los Ubaques sobre la débil basa de
una s~blevacion contingente, oon lo oual se present6 victorioso en Cajicá, plaza de armas de

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CAP. IX.] HISTORIA DEL NtIEVO REINO. 43
los Dogotaes para la guerra de Tunja, dondo le esperaba el Zipa, que reforzando sus tropas
con má.s de cuarenta mil hombres conducidos de los Caciques de su Reino y con todo el ba-
gaje preciso para tan numeroso ejército, dió principio con buen orden á su marcha, pues
gobel'D:1da la vanguardia del Cacique de Guasca, que de rebelde al Guatavita pasó á. ser
cabo de reputacion entre los Bogotaes con muchas hazañas que ejecutó en servicio de Ne-
méquenej y dejada la retaguardia al cuidado de Quixinimpaha, pariente cercano del Zipa,
influia como coraEon del cuerpo de la batalla cuantos espíritus y disposiciones necesitaba la
conservacion de tan numeroso concurso de gentes.
No ménoB poderoso ejél'cito para oponerle conducia Químuinchatecha, aunque S9
hallaba quebrantado de fuerzas con las guerras pasada.~, á. que ya He inclinaba muy poco su
ánimo, por darse todo á la tirania y mal tratamiento de BUS vaRallos, en que fundaba sus
mayores recreos, desde que su crueldad pudo respiral' con el desahogo en que se halló desde
la muerte de Neméquene. Poro como no le era posible volver-·~ espalda al peligro, valién-
dose de diferentes levas de gente extranjera que consiguió de los cantones de Vélez, donde
á cualquier príncipe extraño se le permitian por su dinero, y habiéndolas incorporado con
las propias, salió de su corte de Tunja para Turmequé, aunque desabrido por la falta. do
armas auxiliares que le negó el Sogamoso, arrepentido, al parecer, de habérselas dado en la
batalla del arroyo de las Vueltas, cuando por la suprema dignidad de su oficio debía. atender
más á s~' árbitro ue la paz que paroial de ]a guerra, como lo manifestó con los efectos,
pues compadeoido del estrago lamentable que amenaza.ba aquella tempestad militar, se in-
terpuso tan {l tiempo entre los dos Príncipes, que con poco daño de lOA territorios de lcabuco
y Tibaná y con que el TUlIja diese una buena partida do oro al Bogotá, ajustó treguas por
veinte lunas, que son casi. dos años: con que serenada aquella tormenta, para que descargase
sobre todos la mayor y mónos imaginada, retiraron BUA ejércitos á sus paises, mén.o8 veinte
mil bogotaeR con que Saquezazipa pasó aceleradamente á castigar cierta rebelion de los Ca-
ciqueR de Ebaté y Susa, que rué la última guerra que tuvo el Zipa ántes de la entrada do
los españoles; y porque la tregua le favorecia para apagar los ardientes deseos en que S9
abrasaba dE. ver á Furatenn., señora la más poderosa y rica de las provinoias confinantes,
por ser dueño, como 10 era, de las esmoralda más finas que otian 108 veneros de Muzo, DO
pa.ra despoja.rla de ellas ni de sus Estados (pues era igualmente venerada de los dos prín-
cipes del Nuevo Reino), sino para reconocer su grandeza, hermosura y diacreoion en que era
la má.s aplaudida, determinó ir en persona con la comitiva mlÍs ostentosa que pudieron ofre-
cerle su Reino y tesoros e::taltad08 con tnn seguido cnrso de viotorias y con los despojos do
tantas provincias expugnadas cuando más floridas. Eu cuyas disposiciones suspensas ya con
algunas noticias participadas de los indios de Vélez lo dejaremos por haber sido aquel tiempo
el en que hioieron su entrada 108 españoles en el Nuevo Reino, de que resultó la ruina de
los Zipas, porque DOS llaman los sucesos de su resulta ó. tomar la corriente de la rela.cioll
más cerca de su origen, para más claridad de la histOl,ia.

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LIBRO TERCERO.
Trátase de las primeras conquistas de Santa Marta, hechas por Rodrigo Bastidas, García de Lerma y
Pedro Badillo. Entra. en el gobierno el Adelantado de Canaria, que sigue la guerra con 108 Tayronas.
Nombra á. don Gonzalo Giménez de Quesada para nuevos descubrimientos, que sale con el ejército por
tierra y Armada de bergantines por el rio de la Magdalena hasta el pueblo de la Tora, desde donde
..,
descubre el Nuevo Reino de Granada .
....

C.A.PIT'ULO J.

FÚNDASE LA CIUDAD DE SANTA MARTA POR RODRIGO BASTiDAS, Á


QmEN MATA SU TENIENTE GENERAL EN UN MOTIN. SUOÉDELE EN EL
CARGO GAROÍA DE LERMA, QUE SIGUE LA GUERRA. DE LOS TAYRONAS
CON MALA FORTUNA.

ÚMPRANSE las felicidades á precio de muchos desvelos, y la constanci~


en los trabajos es la que abre camino á ilustres progresos; porque el
tesan en las fatigas es medio que tiene por fin el descanso. Ninguno tan
costeado por sufrimientos y afanes, como el que produjo la conquista
del Nuevo Reino de Granada, hecha por laR españoles (no sé que trasplantados
perdiesen el nombre ni la naturaleza). Sirvióles el descubrimiento de escuela.
para desdichas, y no tiene que extrañarlas quien las hereda: y si el referir mi-
serias pudiera granjear atencion á sus méritos, muy por menor las tomara á. su
cuenta. la. pluma, habiendo sido tan gmudes; pero llegan tan cansados los ecos
de un mundo á otro, que solo sirven de testigos en la distribucion que se hace á
méritos forasteros de los premios, quo corre ponden á servicios naturales. Diré
solamente lo que bastare para coger hilo en la. historia que sigo: y volviendo á lo que mu-
chos escritores refieren, es de nd vertir que descubiertas las Indias por el Almirante Cristóbal
Colon, y continuadas algunas navegaciones á ellas por los españoles, eligieron dos puertos en
Tierra firme, que sirviesen de escalas para las primeras conquistas: éstos fueron el de Pa-
namá, puerto en el mar del sur, de donde salió el marqués don Francisco Pizarro á descubrir
y conquistar en el Perú el más rico Imperio del orbe; y el otro puerto fué el de Santa
Marta, que descubrió de paso Cristóbal Oolon ,en el cuarto viaje que hizo á las Indias, y des-
pues CCln más cuidado Rodrigo Bastidas, natural de Sevilla, corriendo la. costa de Tierra firme
desde el cabo de la Vela haRta el puerto del Retrete de la ensenada de U rabá, donde despues
se fundó la ciudad de Nombre de Dios.
Habiendo, empero, servido este puerto de Santa Marta de plaza de armaS para la.
conquista del Nuevo Reino de Granada, será forzoso advertir que, vuelto á Castilla. este Ro-
drigo Bastídas, con créditos de hombre de mar, por asiento que hizo con BU Majestad, año
de mil quinientos y veinte y uno, con ciertas capitulaciones que pl'ecedieron, se le di6 en
Adelantamiento desde el cabo de la Vela hasta la boca del rio grande de la Magdalena, que
son como ochenta leguas de frente, y costa con su centro al sur, en que se comprende el
dicho Nuevo Reino, con árden de que fundase una poblacion de cincuenta vecinos, y licen-
cia para que de las Islas de Jamaica, Puerto Rico y la Española, sacase la gente y ganados
de que necesitase para. la jornada, que dilató hasta el año de mil quinientos y veinte y cinco,
en que tomó el puerto á veinte y nueve de J ulío, dia de Santa Ma.rta, cuyo nombre puso á
la ciudad, que dentro de pocos dias fundó en su costa, para teatro de tantas infelicidades

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CAr. 1.J TIISTORIA DEL N EVO REINO. 45
('omo en olla han reprcRent..'\do el cuchillo y el fuego: siendo de los primeros IundadorCR de
dicha ciudad y de las personas d~ más lustre y valor que llevó dicho gohernador en SIL com-
pañía, su Teniente General Juan de Villafuerte, natural de Ezija; u Maestre de Campo,
Rodrigo Alvarez Palomino; Juan de Ledesma, primer Contador P9r nombramiento real;
Capitanes Gonzalo de Vides, Antonio Pon ce Can'ion, Carranza y Rernan Báez, portugues,
con otras personas de cuenta, que despues ganaron eterno renombre, como fueron Antonio
Diez CardoBo, portugues; Juan de San M.utill, natural de Búrgos; Francisco Gómez de
Feria, Alonso Martin, portugues; Gaspar Gallego, Pedro de Espinosa, Frnncisco Lorenzo,
Juan de Tapia Tribiño, Montalvo de Guadalajara, Pizarro, Esoobar, Pedro de Pórras de Se-
villa, Montesinos de Lebrija, Gonzalo Cabrera de Málaga, el Alférez JUA,n de Cuádros, y
otros de cuyo esfuerzo esperaba Rodrigo Bastídas el buen logro de cualquierdo faccion que
intentase. •
Lo primero que hizo fué asentar paces con los Caciques de Gaira y de Tagauga, que
á sotavento y barlovento de dicha ciudad sou los más inmediatos vecinos, y que las han
guardado (con la fe cat61ica que recibieron) hasta los tiempos presente.'3, sin dar os pecha de
lo contrario; y asentadas éstas, salió luego contra los BondaR, distantes cuatro leguas, que
lo recibieron de guerra, en cuyo primer encuentro rueron desbaratados 108 indios, y cogitla.
de ellos una buena presa de o~:o, que los soldados pretendieron se les repartiese; y porque
el gobernador, de quien se hallaban mal contentos, no quiso sino aplicarlo para la paga del
costo de la Armada en que fué, se amotinó su Teniente Villafuerte, y conjurado con Mon-
tesinOi~, Pórras, lVIontalvo, Samaniego y Serna (que le hicieron alto), dió de puñaladas tÍ di-
cho Gobernador, que halló acostado en su cama, ú. cuyas voces que daba (despues que le
dejaron por muerto los agresores), acudió HU Maestre de Campo, Palomino, á tiempo que
volviendo los conjurados para acabarlo de matar, pudo impedírselo defendiendo la puerta con
un montAnte, de que agradecido el Bastidas le entregó el baston de Teniente general, man-
dando á los vecinos le obedeciesen: y embaroándose para Santo Domingo por dat' gusto á
tantos como le aborrecían por bU áspera condioion, arribó á Cuba por el año de mil quinien ..
tos y veinte y seis, donde murió de las heridas, desengañado de que no es lo mismo regir
leños dejándose gobernar de los vientos, que mandar hombres sin dejarse gobernar del
consejo.
Pocos dias despues Villafuerte y Pedro de P6rras (presos' y remitidos por Palomino)
fueron ajusticiados en la Isla l.!~spaño]a por sentencia de su Real Audiencia j que despachó tÍ.
que gobernase en ínterin tÍ Santa Marta á Pedro Badillo, que llevó por su Teniente {J, don
Pedro de Heredia, ll&tural de Madrid, á quienes no quiso admitir el Rodl,jgo Alvarez Palo-
mino, de que sentidos el nuevo Gobornador y su Teniente, trató éste (valiéndose del pretexto
de parlamentar en tierrA. sobre 01 ca~o), de matar al Palomino con la ayuda que le ofreció
el Capitan llernan Bácz, á quien su gente contradijo la fealdad del hecho, daudo parte del
trato ti Palomino, que prendió al Capitan y lo ~J,justieió, miéntras Heredia, despechado y
vuelto ó. sus navíos, rué costeando hácia los Ancones de Tagang1~ y Concha quo están á
barlovento, y Palomino por tierra e011 su gente bien ordenada para impedirle el desembarque:
hasta que el Pedro Badillo, no hallando otl'o remedio, hubo do elegir el de que gobernasen
juntos la provincia y tratasen de pacificarla, que se consiguió el año de veinte y Riete por
diligencia de algunas personas eclesiásticas; y en ejecucion del concierto, dispusieron entrar
de compañía hácia lari tic1'l'as de la Ramada, en cuya entrada se adelantaron Pedro Badillo
y el D. Pedro de IIeredia por embarazos que retardaron ti Rodrigo Alvarez, para que
siguiéndolos en tiempo de lluvias se ahogase al esguazar el rio qtte baja de la sierra Nevada,
y de presente se llama de Palomino en recuerdo de esta. desgracia, si no es quo ella y las
que van referidas se ocasionasen del mal tratamiento que hicieron á los indios, hasta ven-
derlos por cs<.;]avos en ]a Isla Española: accion que refiere la pluma con el mismo horror
que la oyeron en estos Reinos los Consejeros de Indias. Pero volviendo á ellas, es de saber
que el fin desastrado de Palomino di6 lugar á que Pedro Badillo, con la gente y sin depen-
dencia de acompañad.o, pasase :í las sabanas de Orino, pobladas de Guagiros, donde se
repartió á gusto el 01'0 que se habia apresado en la jornada, que fué mucho en opinion de
algunos, y de allí se fué entrando por el gran v,alle de Upar, en cuyas campañas el D. Pedro
de Heredia di6 las primeras muestras de su nobleza y valor en algunos reencuentros, espe-
cialmente en el que tuvo coo los indios de Sezal'e, que despues de una batalla bien reñida
le obligaron, aunque vencedor, á que diese vuelta h s.anta Marta.

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46 FBUNÁNDEZ PJEDUAIlÍ'rA. [LIB. III.

De todo lo referido, bien informado el Emperador C{trlos V, por el afio de mil


quinientos y veinte y ocho, y habiendo declarado, á instancia de Pedro de E~pinosa (Procu-
rador general de Santa Marta enviado para el efecto), haber pertenecido el interin del
. gobierno de aquella provincia al Teniente nombrado por Rodrigo Bastidas, que debe ser
circunstancia muy reparable, eligi6 en propiedad tÍ García de Lerma su gentilhombre de
boca y natural de BÚl'gos, oaballero ilnstre y prudente, aunque más á propósito para el
gobierno civil que militar: coneediél'onsele todos los sueldos y preeminenc~as que se eRtilaban
dar tÍ los que iban á semejantes gobiernos, y diól'\ele órden para proceder contra los amoti-
nados, que mataron á su antecesor, y castigar el desórden, que se entendió h~ber pasado en
el fraude de quintoR reales. Prohibióse que de la. Isla Española se fuese á rescatar ú la
provincia de Santa Marta, por atajar el escándalo que se daba con la venta de los indios:
y porque en el mismo año capit¡; laron los Belzares, de nacion alemanel'\, el descubrimiento
y conquista desde el Cabo de la Vela hasta el de Maracapalla con BUS islas, exceptuando las
compréndidas en la capitulacion hecha con Juan de Ampuezj tuvieron ocasion de convenirse
con dicho García de Lerma, eu que, como confinantes en las· conquistas, los auxiliasen
siempre que llegase ocasion de hacerlo; en cuya conformidad fuese por Capitan de sus tres
navíos alemanes que tenian dispuestos, y hallando pacifica la ciudad de Santa Marta de las
alteraoiones y motines que resonaban en la Corta, sacase solamente de ellos cincuenta
hombres que quedasen en la ciudad y los dem '~ pasasen á la provincia de Venezuela, con
calidad de que si para p~lcificar ésta lo llamasen, fuese en persona; y excusándose, quedase
á eleceion de los alemanes nombrar Gobernador para su distrito. Todo lo cual fué confir-
mado por su Majestad Cesarea, corno tambien el que pam el crecimiento de la ciudad de
Santa Afarta, asentase asimismo dicho García de Lerma, cou Sebastian Bello de Herrera,
portugues, que llevase cincuenta hombres de su nacion, los veinte y cinco casados y los
demas inteligentes en difel'entes artes mecánicas yen el cultivo de las semillas que se habian
de llevar de estos Reinos para experimentar las tierras de aquella provincia.
Prevenido en esta forma el nuevo Gobernador y llevando en su compañía por pro-
tectores de indios á Fr. Tomas Ortiz para la provincia. de Santa Marta, y á Fr. Antonio de
Montesinas para la. de Venezuela, ambo~ á dos del Orden de Predicadores, con otros reli-
giosos de su há.bito y del Orden do San Francisco y con asignacion {~ los dos protectores de
los frutos decimales para que los distribuyesen á su vol untad en obras pías, en el interin
<lue se preveía de prelado; y entre muchas persoLias seculares se cuenta IÍ su toni(mte ge-
lleralArbola.ncha., á Juan y Pedro de Lerma, su primo y sobrino; Berrío, oapitan de su
guarda, Juan Muñoz de CoUnntes, natural de la Alhambra de GI'anada, Villnlóbos, BenR.vídes,
Qumónes, mestizo isleño y valeroso, y á otros, arribó li la Isla Española y de allí despachó al
factor Grajeda contra el Gobernador Pedro Badillo, sobre la. ocultacion de los quintos de
oro que se decia haber hecho en diferentes entradas que hizo en la tierrA. con su Teniente
g eneral. En cuya comision procedió el raj ada tan rignrosamente, que le dió tormento para
la uvcl'iguacion, desnudándolo pnra el efecto y tratándolo sin las demas atenciones debidas ú.
su pu csto; hasta que llegado García de Lerma, templó aquellos procedimientos, que parecien-
du illjustos no se castigaron. Aunque necesitado de dar cuenta de todo, hubo de remitirlo
pre '0 á estos Reinos, en ouyo viaje murió ahogado en Arenas Gordas, que fllé otra fn,talidad
repetida en el segundo Gobernador de Sn.nta Marta y muy semejante ála que aplaudió en su
émulo Rodrigo AI"srez Palomino j aunque algunos la atribuyen ála ocasion que dió en la
Isla Española para que se levantase el Cacique D. Enrique, por no haber querido hacerle
justicia siendo teniente el año de diez y nueve, que pagó con la sobra de justicia que en él
ejecutaron, siendo Gobernador, á los diez años de su culpa.
Desembarazado así de negocios Garoía de Lerma, salió luego á reconocer la tierra,
pasando á Bonda, que estaba de paz, y de alli por el valle de Bw'itháca, entró en demanda
de minas de oro con que le acudieron muchos indios. Tanta era la sujecion en que log hahia
dejado Rodrigo Alvarez Palom.ino, tÍ quien atendian f}un daspues de muerto para no intentar
novedad, y por esta causa pudo pasar GarcÍa de Lerma tÍ dicho valle sin embarazo alguno,
y atravesando grandes poblaciones y asperÍsimas sierras llegar á. Posihueyca, ciudad famosa
<le los Tayronas, y de allí bajar al valle de Coto y volver libre á Santa Marta, en que gastó
parte del año de mil quinientos y veinte y nueve, cuya felicidad,nacida de la reputacion que
cntre aquellos bárb'aros consorvó el valor de Palomiuo, debió de atribuir ménos cuerdo el
García de Lerma á su propia virtud, pues lo confirmaron así sus dictámene::l, tanto méllOS

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CAP. 1 J HISTORIA DEL :XUEVO RE1NO • -i1
..
seguros, ouanto más fundados en In confianza de qtle teni.a puesta en temor toda la tierra,
eugaño propio de los que piensan que lo sucesos de los tiempos pre~entes no pueden ser pro-
ducidos de causas pretéritas. Al fin, persuadido á que podia regentar en la escuela de la mi-
licia sin haber pasado por los e. tudios del riesgo, trató con el parecer de Juan de Céspedes
Pizarra y Tribiño (los más inteligentes y prácticos en la provincia) de repartir las enco-
miendaj, punto que jamas ha librado de oposiciones por pedir graduacion en concurso de
méritos j y así no pareció ju. tificada, de suerte que las quejas de mal contentos se contu-
viesen dentro de los términos del propio conocimiento para no sindicar la accion, obligando
con las ponderaciones de los agrayios recibidos ú que de órden de su Majestad se hiciese otra
revocando la. primera.
Miéntras se trataba del ajuste referido y perteneciente al gobierno político, no olvi-
dauo García de Lerma del concepto que tenia hecho de ,,1 para el militar que prevalecia en
las Indias, dispuso que su Teniente general, con Pedro de Lerma, su sobriuo, y con los Oapi-
tanes Gaspar Gallego, Alonso Martin y Juan de S. Martiu, entrase á los indios de la Rama-
da, que corrian con fama de los más poderosos en riqueza, si bien el suceso salió muy con-
trario á la opinion. Y para remedio del poco fmto con que dieron la vuelta, resolvió nueva
salida cOntra. el valle de Tayrona, á cargo de Pedro de Lerma y de los Oapitanes Alonso
Martin, Juan l\Iuñoz de Collántes y Frnncisco Gómez de Feria, que con detenciop de cua-
renta día: en la empre. a, vol vieron á Santa Marta. con sesenta. mil castelJanos de oro, sin lo
que se dijo haber ocultado, por SOL' nqnel valle el centro donde ocurría todo el oro de la
provincia á tIa fundicion y platería de joyas que en él estaba. Pero como este valle dió
nombrc á la nacion de los Tayronas, tan celebrada por su valentía, que justamente la equi-
para Ccbállos á In de los Araucos y Pijaos, que han sido los más guerreros en los Reinos de
Chile y Bogotá, aunque de ellos no ha quedado máH que el nombre esculpido en las ruinas
de RUS antiguos nsientos, será conveniente advertir que de este valle (en que no cupo
~strecha.da u ambieion y dominio) se fueron extendiendo en su antigüedad pOl' todas las
sierras de Santa Marta, desde la Nevada (asiento de lós cobardes Aruacos) hasta las últimas
extremidades, <tue rematan en la Ciénega y provincia del Chimila j en cuyas cumbres, serra-
nías y quebradas se hallaron ricos minerales de oro, que despues se llamaron de Buritaca,
Córdoba y Sevilla, y tal vez en uno de ellos punta tan grande, que pesó mús de seiscientos
castellanos, segun parece de 108 primeros ,libros reales de Santa Marta, en que se tomó la
razon del quinto j de cuya riqueza eran dueños los Tayl'onas, como de las canteras ó minas
que en dicha sierras se hallan de pórfidos y mármoles jaspeados, piedras de hija.da, sangra
y riñones, labradas con extl'aordiual'io arto y curiosidad para el arreo de las mujeres j sin
que ademas de lo dicho se halla o nacion alO'una dentro de este término y del quo corre
desde las cumbres más altas hll, ta las ribera del mar, que no estuviese á la protoccion 6
dominio de dichos Tayrona , con más ó méuos sujccion {L sus armas, en que asimi. mo erau
comprenc1ido 10$ Urabaes que habitan entre la provincia de Cartagena y el Darian, y al
parecer fné m()tiyo para que los primeros titulos de Gobernadores de Santa Marta se de pa-
chasen comprendiendo las vertientes de las serranías altas que se ven de la. otra banda del
rio de la Magdalena.
Do e¡,¡ta j urisdiccion tan dilatada que ocupaban los Tayrouas, y de no haber perma-
necido de ell08, de setenta años á esta. parte, persona alguna. que pudiese sacarnos de duda,
se ha originaclo la variedad con que hablan los historiadores y yecinos de Santa. Marta, cn
cuanto á demostrSl' la parte en que está el yalle de Tayrona j pues de estos veciIJos, aten-
diendo los unos tí la significacion de la palabra Tayrona, que es lo mismo que fragua, quie-
ren que su sitio sea en la cabeza del monte más alto, que se descubre el primero á los que
navegan por la Ciénega desde Rio Grande para Santa Marta, fundados en la tl'adicion y re-
laciones de algunos indios que dicen haber penetrado sn cumbre, y afirman haber eu ella
rastros de hornillas y otras señales de que allí fueron las fundiciones antiguas; y observa-
dores los otros de que fué valle y de que abundaba deirutos de la tierra, calidades que no
pueden hallarse en la eminencia. pedregosa de aquel monte frio, le asignan diferentes sitios,
sin más autoridad que la de su presuncion; y aun Herrera en su historia general de las
Indias, habiendo escrito con las mejores noticias, anduvo, al parecer de algunos, tan varío,
que eu el segundo tomo lo pone tÍ seis ó siete leguas de Santa Marta, y en el tomo tercero
lo pone á diez y ocho leguas de dicha ciudad, por la costa del mar la vuelta de la Hamada,
seis leguas la tierra adentro j lo cual tengo por más verosímil si pretendemos averiguar el
8

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FERNÁNDEZ PIEDl~ABf'l.'A. [LIB. nI.
solar primero y originario de los Tayronas, pues á la. distancia referida hay valle que corro
á una de las riberas del río que hoy lla.man Don Diego, con todas laA señales para que sea
el que pretendemos; lo cual no excluye que á distallcia de seis leguas más y méno,' p.. tu-
viesen otros valles de los Tayl'onas, ni el monte l'eferido lo fuese, pues, como lIevamof4.
dicho, por todas las montañas y valles de aquella dilatada sierra se extAndia esta nacion con
poblaciones muy crecidas, que no por nombrarse de Posigueyca, Monga.y, Aguaring¿Ia, 8i-
nanguey y Origneca, dejaban de ser de Tayronas, de que resultó hallar, e en las relaciones
de los primeros conquistadores los servicios de algunas entradas hechas á los valles y lugares.
de TaJl'onas que estaban á seis y siete leguas, y de otras hechas á 10F! que demoraban á diez y
ocho en el camino, qu~ entónces era de la Ramada, y que guiado Herrera por ellas yarias&
al parec(>.r en sus escritos sin faltal' á la verdad.
Esto sabido para inteligencia de la guerra que se lH'osignió con esta nacion, y apode-
rado García de Lerma de los sesenta mil castellanos qne apresó el sobrino, y no bastaron
para satisfacer aquellos buenos deseos oon que los Gobernadores de Indias salian por la
barra de Sanlucar; y por otra parte sentido de que el cabo y gente de otra escuadra qU&
entró á Mongay hubiesen vuelto con más puntas de flechas en los cuerpos que de oro en las
manaR, que llevaron en la cabeza., dispuso entrar personalmente á Posigueyca, cigdad po-
pulosa, como dijimos, con el campo más numeroso que le fué posible, para que, á vista de
la. ostentacion de su gente de armas, se aumentasen las cantidades que, con nombre d&
presente, tributaban los Tayronas en cañutillos de plumas llenos ue oro, de, de que temero-
sos ó amartelados del ,"alar y artes de Rodrigo Alvare~ Palomino, dieron principio & seme·'
jante costumbre, Pero llegado á Posigueyca (que lo recibió de paz) se detuvo tres dias con-
tra el parecer de los capitanes más antiguos de Santa ~Iarta, que le advirtieron no diese
ocasion deteniéndose, para que indios tan belico, os como los de aquel pai. , se alterasen con
alguna sospecha: máxima que obsen·6. Hodl'igo Alvarez para oonseguir con arte lo que no
pudiera con violencia; pero como los que gobiernan nilJgullos elogios oyon con más desa-
brimiento que lo~ que se dan a sus antecesores, despreciando Gar~ía de Lerma la adver-
tencia, respondió r . "e LC'ndia estarse de a iento en aquel itio pal'tlo desengañarlos de que sabría
salir con holP''\ lo~ ¡;eligros, que divirtió Palomino con maña; y en ejeollcion de 8U
intento hizo (:'0 le :'lI'lllac¡en su tienda con cama, mesa y aparador: pero deRcnbrielldo poco
después gl'ú ., . ~, ne)'n ue indios encaminados á su real, eligió tres sitios fuerte. para el
rechazo, poniendo en ellos á los CaviLan es Berrio, Ponce y Muñozj mas viendo e, te último
la furia COIl que los indios cargaban, desamparó el sitio el primero, con pretexto de que iba
al real p0r más gente, por cuya causa fué su compañía desbaratada y puesta en huida,
aconteciendo lo mi mo á Ponce y los suyos, en que no fllé más dichoso Berrio, aunque
despues de haber hecho rostro valerosamente ha ta que Olll] herido en una pierna, de que
quedó lisiado, se retiró sin 6rdeo, dando lugar á que los Tayrona¡;;, reconocida tan ilu~tre
victoria, cargasen con mús ímpetu sobre García de Lerma., que sintió Ú, eRpaldns vueltas el
desengaño de su mal capricho, sin dejar ~í. los nuestros otro remedio qne el do tratar de
salvarse como mejor pudie~en, y á los enemigos el despojo de su vajilla y tienda con los
demas aparatos que llevaba, mucha parte de su gente muerta y herida y los Tayrona. tan
soberbios, por la inconsiderada resolucion de este Capitan, como lo aoreditaron despues los
sucesos.
Atemorizados los españoles con esta rota, no 5e atrevieron á salir por la tierra en
muohos dias, en que solicitaban ocasiones de ausentllrse de la provincia con gran sentimiento
de Garda de Lel'ma, que para templarlo, de8pachó al sobrino á los valles de Upar y Cesáre
con los Capitanes Cnrdoso, Junn Ml1ñoz de Collántes, Carl'anz.a, Gaapal' Gallego y ~scobar,
y con órden de que corriesen la tierra por aquella banda. del río de la l\fagdalenn, como lo
hicieron hasta el rio que hoy se llama de Lebrija, como sesenta leguas del mar, 'Volviendo
despues de muchos trabajos por la Ramada á persuasion de los que allí tenian repartimien
tos de indios, de quienes sacaron de pasada hasta cuarenta mil castellanos de 01'0 y algunos
esclavos de indios de guerra, con 108 cuales llegaron á Santa Marta por los fines del año de
mil quinientos y veinte y nueve,. en que se erigió su iglesia en Catedral y se nombró por su
primer obispo á Fr, Tomas Ortiz, que, como dijimos, habia pasado por protector general d&
indios, y á quien (como refiere Quesada en su historia general del N uevo Reino) prendie-
ron 6m mismos frailes el año siguiente y remitieron preso á Castilla, donde, afligido de tra-
bajos, murió sin consagrarse.. . .

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CAP. n.] RI l'ORIA DEL NUEVO REINO.

Concluida. esta faccion de tan poco fruto para García de Lerma, y notioioso de la
)'iqueza de los pueblos sujetos á lo~ Ta.yrona. que habitaban entre la Ciénega y Posigueyca,
que fueron muchos, y de la grandes cantidades de oro que ponian én sus sepulcros, hizo
'salir nuevamente de Santa Marta á los mi:smos capitanes y gente á quienes agreg6 la com-
pañía de Juan de San ÑIartin y COI1 ellos á. Fr. Tomas Ortiz, que sin tener noticia de su
eleccion los acompañó en la jomad::!. con el fin de que la conquista no se redujese á las armas
I 'en caso que admitiesen la predicacion evangélica, cuya diligencia se malogró siempre, aun-
que en el ministerio era famoso y ejercitado: pues repitienilo segl!nda vez la entrada, fué
resistida con tanto esfuerzo por la. nacion de los Caraybes, que en la batalla qne dieron á
los españoles, mataron quincc de ellos y muchos caballo, siendo tantos los heridos, que si
bien quedaron superiores, necesitaron de dar la vuelta á IUlta Marta poco ménos que derro-
tados, en cnyo tiempo se encendió fuego en una de sus ca as ó por diligencia de los indios
enemigos Ó llegroH alzados que estaban retirado hácia la Ramada, como sospecharon algunos;
-ó en continuaciol1 de las de. gracias que suelen encadenar los accidentes para que acometan
juntas, coruo Jo dü;currieron mejor otros, pues avivado el incendio del soplo furioso con que ~V ¡.
allí vientan las hrisa , las abrasaron todas sin que se librase otra ,!ue la. del Gobernador, por
-ser de piedra y cal, donde Re amparó la gente de las invasiones que recelaba y salieron in-
ciertas aunque no las del hambre y desuudez, por no haber podido escapar bastimento ni
ropa para el remedio j desdicha que obligó ó. que se aventurasen los Capitanes Cardoso y
Céspedes á salir de la ciudad, e -te último para Gaira, de donde escapó de milagro con la vi..
da y dos fanegas de maiz de socorro, y Cardoso para Guacháca, cam ¡no de la Ramada, con
tres caballo~ y otros tantos infaontes, de donde (usando de algunas artes con los indios de
aquel tel'l'itorio) pndo volver con buena cantidad de maiz j annq ue mucho más no fuera
ba tante para templar la extrema necesidad en que se veían los veoinos de Santa Marta, si
piadosa di pOl:!icion de la Providencia Divina no hubierj\ conducido á su puerto un navio
isleño cargado de bastimentos.

CAPITULO 1I.

LOS OAPITANES DE LERMA ACOMETEN Á POSIGUEYCA y VUELVEN


DERROTADOS.-ENTRAEN PERSONA CO TRA EL VALLE DE COTO Y PIERDE
LA EMPRE A Y OTRAS Q E INTE T HASTA QUE MUERE.

oe
L A continuada-s desgracias de Garcí Lerrna le tenían tan congojado, que ni aun ca-
mino hallaba para desterrar de su gente aquel de~abrirniento en que le habian puesto
las con iclcl'acioncs del incendio de la ciudad, y rotas padecida' en los encuentros de los Ca-
raibes y Po~igueycas, y más cuando advertia señales de que algunos pretendian desamparar
la tierra, aunque se desvanecieron en parte con ver que aplicado todos lo vecinos á la ree-
difictlcion de la ciudad, lo cunsiguiel'ou brevornente por principios del año de mil quinientos
y treinta, y para no desmayar en semejante lance, ya que no ba taba la fuerza, volvió el
ánimo á solicitar paces con 10 indios vecino~ que se habían alzado en demostracion de que
todos se apal'tau de aq nellos que van de caida: consigui610 con pocos, que le dierou socorro
contra 10. Tayronas, coruo f~H! l'on el Cacique de Banda, que le auxilió con seiscientos fleche-
ros, y el de Durcino con ca. i otros tanto~, que agregados á su gente española cncaminó con-
tra Posigueyca, donde no atreviéndose á liubir al monte para sitiatla por el temor que reco-
noció en los indios auxiliares de semejante faccion, hubo de asentar su ejército en la tierra
llana, desde donde batió con los caballos las campañas vecina~ ; y habiendo talado los sem-
brados y maizales) y quemado un puehlo, dió vuelta ú Santa Marta admirado del temor que
su gente y los indios amigos habían cobrado á los Tayronas, y pensando en esto y en 108
medios que podria tener para recobrar reputacion con ollas, ordenó á los Capitanes Alonso
Martin, Hernando de la Feria y Escobar, que dando sobre Posigueyca al cuarto del alba)
procUl'asen q nemarla toda. -
Prevenido, pues, estos Capitane6 con trescientos hombres, salieron de Santa Marta
al cerrar de la noche, y al romper del dia se hallaron al pié de la sierra donde aquella

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50 FERNÁNDBZ pmDRhIÍTA. [LIB. lIT.

belicosa ciudad estaba fnn:1ada, corriendo con sus fábricas á la parte de nrriba. Dejaron en
la tierra llana al Capitan Juan Muñoz de OollÁntes con algunoR caballos que los espaldeasen
miéntras con la infante fía ganaban la. parte de la sierra que dominaba la cindad, 10 clIal no
pudo hacerse cumplidamente, así por haberse quedado medrosos ó cansados algunos infantes,
como por haber .ido sentidoR de los Tayronas ántes de ocupal' toda la frente de la pob lo cion
para darle fuego á un tíem po: y así, viendo que amanecía y no atl'eviéudose ó, pasar
ad~lante, pusieron fuego á las primeras casas, que derramándose por otraí!, abraRaron
muchas en que pereció gran cantidad de indios. Pero como la ciudad. era tan pópulosa,
fueron acudiendo al rebato los Tayronas de otros barrio~, que sin embargo de lo bien que
se empeñó el Capítan Escobar en ofenderles, y de las voces con que los nuestros cantaban
victoria, los fueron cargando yapretando con tanto 'c orajo (aunque de ellos morian más
que de los nuestros) que no solamente los hicieron cejar, sino bajar desord enadamente al
n;brigo de los caballoR, en que consistió el salvarse todos por lo bien que la cahallería y
Capitan Muñoz, en defensa de los suyos y daño de los enemigos, obraron aquel dia, pues
con su recbazo dieron lugar á que bien fatigados los nuestros volviegen lÍ anta Marta, dond e
el Capitan Feria murió de las heridas que sacó de la batalla, con ménos dicha que los Capi-
tanes Escobar y Alonso Martín, que sunaron de otras.
Con este mal suceso corrió' el desconsuelo en todos, y para di vcrtir]o dispuso García
ele Lerma que luego saliesen cien hombres al valle de Coto, que yace entre Posigueyca y
Santa Marta, y en él apresaron al señor de Cancequinque, á quien hizo poner en la cárcel con
6rden de que le hicie~en todo el buen tratamiento posible, con fin de ganar por su medio la
amistad de otros CaciqueR, como se juzgó de la prome a y concierto que luego hizo de que
remitiéndolo lt su pueblo con algunos españoles, ajustaria con muchos la paz tan deseada
del Gobernador, á quien corresponderia de m tls con un buen presente de 01'0. Creyólo así
Garcfa de Lel'ma, y enviólo con ciento y ci.ncuenta hombres á cargo del Capitnn Villalóbos,
que iba por cabo de los Capitanes Muñoz y CardoHo; pero llegauos á una legua elel rlleblo, y
recelosos de 10 que despues hallaron, hicieron alto hasta la. mañana, que h abiendo llegado á
otra poblacion metida ya en la sierra, á distanoia de média legua de donde hahían salido,
Be detuvieron con ocasion de que pretendian refl'escal' la gente, en cuyo ínterin uespacharon
dos hombre~ q'le reconocie~en la tierra y observasen las señaleR COIl qne los recibian los
indios, que salieron tan maJas oomo se colige de haber illnsrto el uuo luego qne llegó y
pretendido hacer ]0 mismo con el otro, que de milagro o~caró, arroj{mrloRe pOI' unos despe-
ñaderos, hasta qlle llegó al campo con el aviso, miéntl'as los enemigos, al cRtt'llcnno de sus
cornetas, convocaban toda la gente del valle, tomandn los pasos lí. todl~ prie a, aunque mayor
se la dieron los nue. tros en aborcar al Cacique pt'CS ,y r eti1'l\1'se (:ltln rjlle con ruucho traba j o
y peligl'o) á , antlt Marta, donde por aquol tiempo arl'ib(¡ el Capitan D. Fmnci. ca Pizarro,
que iba de Sevilla con gente para las conquistas del Perú, fJuo ya dej:lba capitnlnda, en Ol!ita.
Corte; y como ú. quien se halla en la última necesidad todo se le haoe lícito, C0010 mire So
su interas, no se:: de, deñó García de LCl'mn. de brindar ú. la gente de Pizarro con el honroso
empIco de la couqui ta en que se hallaba metido, disponiendo que otro~ ponderllsen en
cOl'rillos las fantástica~ empresas á. que los conducían, para q oe pereciesen miserablemente
en tierras que no producian más alimento que sabanclijas, y tanto se empoiíó en ello, que
logrando su pretension con algunoR, llegó á noticia de Pizarro, quien luego apresuró su viaje,
porque no se le quedase mfts gente, aunque en de quite de ella se llevó algunas per.onas de
coenta, como fueron los Oapitanes Juan de Escobar y Juan Mnñoz de Uollántes, que por
mala fortuna que encontrasen en el Perú, no la mirarian con el horror clue á. las adversas
que habían experimentado en Santa Marta,
Resonaban ya é tas por toda!> partes, y atcntos como siempro los vecinos de la!i Islas
y Costas de Tierra firme á calificar lOA crédito~ de loa Cabos por la reRuIta de los sucesos,
atribllifm los de García de Lerma IÍ la. mala disposicion con que gohernaba la guerra, aunque
para sanarlos y desmentir la opinion que C01T1a, resol vió pedir nnev08 socorros al Cacique
de Bonda, y con ellOR entrar 'personalmente al valle de Coto, disponiendo la faccion en c~ta.
forma: Que los CapitaneR Pedro de Lerma y Alonso Martin, con los flecheros de Booda,
con todo recato para no ser sentidos, caminasen de noche por la parte a1t::t de la sierra,
hasta que al amaneccr tuviesen ganadas las espaldas del valle, miéntrus él con la ccl.ballería,
gobernada por los Capitane.- ViI/alóbos, Cardo..'w y Céspedes, marchaba por 10 llano, hasta
tomar en el pié do la sierra algun -paso acomoq.ndo para socorrer la 1nfantcd cuando bajaso

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AP. n:] 111 TORTA DEL NUEVO REINO. 51
acometiendo al enemigo. Y si preguntáramos á Garcfa de Lerma por qué emprendía tantas
'veces á fuego y sangre esta guerra, quién duda que respondiese que por;a resistencia quo
hallaba en los indios para admiti.r la Ley Evangélica; siendo así que ni se les
predicaba ni se les habia predicado cnando cfituvieron de paz, y que la causa ünica
era no tributarle de dia y de noche cañutillos de oro, ó á falta de ellos dejarse cautivar para
ser vendie os por esclavcs en las Ish\s de Barlovento. Pero volviendo 11. sus Capitane~, ejecu-·
taron la. órdenes que les hahia dado, y llegado al puesto, ocupó el Gobemador un cerrillo
en que hizo poner la compañía de Céspedes y dos pedreros que habia conducido para
re..c;goardo suyo y del Capitan Cardoso, á quien ordenó ocupase otro paso más alto con
VilJa16bos y el re. to de la caballería, para que pudiese anticipadamente socorrer tÍ Pedro
de Lerma.
Fllélo ejecutando así Cardoso de noche y tan ú. tiempo, que al tomar el puesto desde
el cual se descnbrian todas las poblaciones del valle, pudo ver con la primcf.:a luz del dia el
buen órc1en con que Pedro de Lerm<~ y los Bondas bajaban poniendo fuego y abrasando
muchos pueblo!'!; pero como erán tantos y la gente del valle mncha y belicosa, fué hiriendo
y carga.ndo de suerte sobre la infantería. de indios y español~s, que 1", obligaTon á irse retra-
yendo más que de paso la CUGsta abajo con fin de ampararse de In caballer ia, que no podia
socorrerlos por la aspereza de la tierra y por no desamparar los pasos que habia tomado,
hasta que con daño mny considerable llegaron al sitio que ocupaba Cardoso, donde reco-
hriendo á la grupa los heridos y escoltando á los infantes con haoer ro. tro al euemigo, pudie-
ron retirarse hasta el cerrillo que ocupaba García ~ Lerma, y de allí á la ciudad, llevando
siempre los Tayronns á lns espaldas hasta que los lanzaron de todos sus térmiuos. .
Ni esto fué bastante para que Gal'cía de Lel'ma desistiese de nuevas empresas, como
si el bracear contra. la corriente de las de gracias no fuera medio m~ís proporcionado para
encontrar el naufragio que la segl1l'idad. rartió con su campo á la Ramada, que estaba da
paz, para dar algun refresco lí. ~u gente que andaba ron.l contenta; y dentro de pocos dias,
eligiendo 'reniente RUyO á Villnl6bos, lo despachó con el Capitan Cardoso al valle de U par
(donde le habia repartido indios á él Y á otro. catorce conquistadores) para que lo visit:tse yo
empadronase 108 pueblos y gente que en él hnbiese, con fin de reconooer si el apuntamiento
habia sido ju tificado. Pero entrados estos Capit!'l.nes al valle, hallaron todas sus poblaciones
quemadas desde el tránsito, que poco ántes con deteucion de diez meses habia hecho por él
la. gente de Coto con su Genel'al AmbroRio de Alongar, sin que la moviese n templar su rigor
la hermosura del valle y docilidad tIe su gente, por cuya callsa anda.ban fngitivos los natu-
rale!'!, y los nuestros fueron obligndos á COl'rel' la. cost.l. ahajo de Cesáro, entrándose en la
provincia. de los Alcoholado (llamados así por tei'íil'se con tinta negra los remate' de los pá.r-
pados) que de de la;; montaña. de Garupa!' se e. t-iende hasta confinar con los Chimilas y
gran ciénega de Zapatosn, donue sintieron mft"i el trabajo, porque estnndo tambien talada y
no hallúndoso maizales ni fl'\Ita~, eran forzaJos ft f\llstCI tarse con yenados que mataban y
lanzadas pOLo In gran copia que de ellos hay en aquella tierra.
De allí pasaron ha. ta. dar vista á unn. poblacion del señor de Tamalameque, fundada
entónces de la otra parte del rio Cesáre, en que juzgaron hallar descanso á. sus fatigas, vien-
do que los indios bien AlhajAdos de chagnalas los llamaban con ademanes que mOHtmban
señales de paz; mas era muy otra su intencion, puea las demostraciones que hncian más eran
para burlarse de sus mi erias ql!fl para aliviar10s de su trabajo, fiados en que no podrian
pa al' á su lJueblo re 'pecto de no haber canoa. en el rio en que poder hacerlo que no tuyiesen
recogida en su puerto y que los caballos no serian podero os á. vencer nadando la corriente
del río, como 108 de Alfingel' poco IÍntes lo habían Rido pnm pa~ar un brazo de la laguna y
llegar tÍ un islote de ella en que se habian recogido. Los e pañolea, persuadidos á que no podia
. caber ca.utela en el ofrecimiento dI} aquello! bárbaros, pedíanles embarCc'1.ciones; pero repa-
rando Cardoso en que la respuesta em decirles por señas que pasasen ó. nado con fin al pare-
cer de matarlos al tomar tierra y que con la falta de mantenimientoR !!e hallaban de suerte
apretados que ni volver atras podian, resolvió este valeroso portugues (arrebatado del aprieto
ó codicia) una accion digna de eSCl·ibil'se, y fué arrojarse armaJo en su caballo al rio, que
con asombro de los indios lo sacÓ á la pobladon de la otra ribera, donde hiriendo tí unos y
amenazando á. otro les obligó á dar y conducir canoas ou que In gente pasó y se alojó en
ella por estar abundante de víveres.
Recobrados Jos indios de su temor despues del suceso y comprada con mucho 01'0 poca

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2 l<'imN'ÁNnEZ l)IEDltAHÍT.A. [LIB. tIlo

segurida.d, les representaron á sus huéspedes el estado miserable en que se hallaba su Caci ..
Gue Tamalameque, á quien desJmes de haber tenido en prisiones otros e. pañoles qne allí
aportaron diez lnna ánto, habia cautivado y quebrado los ojos el señor de Zipuaza, puebl()
fundado muy cerca del rio grande de la Magdalena á orillas de la laguna de Zapato. a, Pedian
dem<Í. , que pue' ya eran amigos, los ayudasen á. recobrado y penerlo eu libertad, eu que
vinieron con volllntacllos uuestl'os, á quienes dieron ciento y cincuenta indio. que los guia-
oSen por tierra; y prevenidos ellos con nna vistosa armarla de tr'escierttas y cincuenta canoas
llenas de gente, dieron á. un tiempo por agua 'JI tierra los uno y otto 80bre Zipuaza con tau
buena fluerte, que recobraron á su Oacique, con quien ya los muchachos del lugar jugaban
por escarnio, que procurarou vengar robando cuanto halln.rou de preseas y joyas de que
<lieron buena parto tÍ los españoles, Pero conociendo éstos que aquella guerra les importaba
poco, trataron de amistar á los Tamalarneq ues y Zi puazas, ofreciéndoles por convenio la
¡'estituciOl1 de lo~ hijos y mujeres de los unos y otros, que agradó á todos, y ajLlstadas las
paces, volvieron á la poblaf'ion de que habian salido, á donde llegaron lllego al siguiente dia
cuatro indios quejándose fiugidamente de que llevando una buena. partida de 01'0 para los
'españolel:l, se la habian quitado en el camino los que iban con Arnbro~io de Alfinger, Sintié-
ronlo mucho los de Villalóbos, y tomando guias, partieron en RIl demanda, aUU(!lle brevemente
se desengañaron de haber sido canteh~ de los indio. para echal'log de sus tierras, pues al
reconocer las huellas parecieron de más tiempo que de treinta dia , Tiene muchas trnzas la
necesidad y es gran consejero de engaños el rieRgo. Experimcntólo.a í Villalóbosj peró ha-
llándose en el camino, acordó dar vuelta á la Ramada y de allí á Santa Marta, á. donde ya
era partido García de Lerma,
Era costnmbre de la gente que salia á semejantes entradas repartir entl'e sí el pillaje,
reservando su parte al Goberuadol') oomo lo hicicrvn é tos para no exponerse á las miserias
quo se padecian en la ciudad por falta de dinero, de que se aumentaba el desabrimiento en
la gente de guerra, viéndose fatigada y pobre, y habiendo entre ella hombres que en cual-
quiera parte podian servir con provecho y eatiflraccion de su Rey, y más en los Reinos del
Perú, donde con la noticias que se divulgaban de su riqueza, deseaban ir á probar ventura;
y así, aunque por parte del Gobernador se ganaban licencia y ponia todo cuidado en que
no se le fuesen, era. tanto ya el horror que mostraban á aquel país, que cnando pasaban
návÍos se arrojaban al mar para que los recogiesen, como lo consiguieron muchoR, y entre
ellos IOR Capitanes Ponce y ViIlaI6bOl''l, y otros hombres famollos que en el Perú dieron mues-
tra~ do su valor, aunque con malos fines, Para remediar o divertir e. te desórdeu, García de
Lermn, con parecer de algunos noticiosos de que caminando la tierra adentro al Sur se
hallarian grandes riq neza. , acordó' disponer una entrada por el río grande de la Magdalena, y
por Pebrero del año de mil quinieuto'l y treinta y uno envió por Cabo de la gente á uu clérigo,
qne uo h podido av riguar quién fue,'e ; pero sí el que vivían los que e hnllaban en Santa
1 rta, de suerte que no so hacia diHtincion de ellos tÍ los beculares para. la facciones. Por
J\1ae e de campo Ilombró Ú niñónefl, y por Capitanes á Cé. pe de 'y un Martin, que con
do cientos hombre salieron á la jornada, en que a lo, diez dial:! murió el clérigo, dejando en
su 1u/)'l\r tÍ lo Capitane!'! arriba dicho" que cou b gente pasaron elrio eu dos bergantines
que le remitió Sil Gobel'llador para el efecto.
Puestos así de la otra bnnda, dieron principio á su descubrimiento, marohando siem ..
pro ric arriba, miéntra. GarcÍa. de Lermn, con la ocasion de haber arriba.do Á. Santa Marta
con propio navío Gerónimo de Melo, caballero portugue, hermano de Antonio Yusarte, á.
quien habia dejado en anto Domingo, dispu o ue entra 'e á de. cubrir y sondal' el rio
grande de la Magdalena, hasta aquel tiempo temido para tal empresa por lo furia o de sus
}'audales, cosa que muchas veces pretendió García de Lerma, y ningun piloto se atrevió á.
ello. Poro con la buena di posicion que ha1l6 en Melo, dándole do~ navíos y á Liaño y
otro por pilotos, pudo conseguirlo; pues aunque llegados á la barra del río mostró gran
temor la gente de mar, amedrentada. con la amenaza que el Capitan les hizo de que mataria.
los pilotos y marineros si desmayaban, pasaron adelante y subieron treinta y cinco leguas,
rescatando siempre con los indios de una y otra ribera; en cuyo tiempo aportó á Santa.
Marta Antonio Yu arte en demanda del hermano, quien viendo que tardaba en volver, pidió
á García de LerruB le diese faculta.d para entrar Á. la Ramada, lo cual hizo con gusto, ~á~­
dale alguna gente con el Capitan Carranza, y órden para que la jornada fuese á la provlDOla
de Seturwa, doude llegado, yendo y volviendo de los pueblos á la mar oon poco recato, fué

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CAl'. n.] HISTORIA DEL NUEVO REl:(O. 53
muerto de los indios con ]08 pocos que 10 escoltaban, aunque se defendió valerosamente en
la refriegd. con un montante: f~taliJad que referida á Geróoiulo de Mela despnes de su
jOl'nada,en queretard6 tres me:=;e:=;, 1e ocasionó la muerte, siendo entrambas anuncio ~atal
de la de García de Lerma, que se siguió Á. los fiues del año sin la prevencion de sacramento
alguno, con qne se termillaron aC')uellos deReos del tercer Gobernador de Santa Marta, que
no pudie¡'on templar más de doscientos mil castellanos de oro que adquirió en difel'ente~
presas. Era este caballero uno de los tres criados del palacio del Emperador! qne en con-
curso de algunos soldados fueron preferidos pa¡'a diferentes I!onqlli~tas ; y ni don Pedro de
Mendoza en el rio de la Plat.a, ni Felipe Glltlérrez en Vet:aglll-l que fneron los otros dos,
pudieron desmentir con sus obras la imprudencia de elegir genios cortt¡lsanos para empleos
que piden espíritus guerroros.
No cON'ia con ménos inconvenientes la conquista de los alemanes, de ql:!e haremos
breve compendio pOI' haberla tl'atado con ef\pecial cnidado fray Pedro Simon en la segunda
noticia ne la primera parte de 'u historia de Tierra firme, para lo cual es de advertir que,
llegado Ambrosio de Alfinger con cuatrocientos hombre:1 y cincnenta oaballos á la ciudad de
Coto, qne desde el año de yeintisicte tenia fundada Juaft de Ampuez (y desamparo retirán-
dose á su isla de Curnzau luego que "ió lo despachos que llevaba AIBnger), continuó su
poblacion, y dejando en ella á su Teniente-general Bal'to10mó Sayllar, salió inmediatamente á
la pacificaciol1 de las tierras de Mn.raoaibo con la mitnJ de la gente por tierra y 1,1 demas por
agua en difereutes canoas que labn.'J, y una entre el1a~, que conducía setenta hombres y eía
caballos, y bajando su g1'an tagllDc\ hizo en lo miserables indios de sus riberas todas aquellas
hostilidades que podian esperarse de quien P.ra llevado de sa codicia y llamado de su patria
para enriquecerla {~costa de las vidas y caudares de lo~ que ni se defendían ni 10 habian
agraviado. Hasta que, llegado á ciel'ta ranohería dispue~ta por In gente que fué por agua.
despues que att-ave '6 la laguna, ahol'có y afrentó tÍ mllchos hombres de valor, sin que la
necesidad que de ello tenia 10 reporta e; pnra cuyo reparo y de otros muchos que di~l1s­
tados de semejante rigor lo desamp:1.l'aban, envió ó. Coto el pillaje de oro que habia adqtlil'ido,
con mucho número de indioR [1I'i8ione1'08, para que se vendiesen Á. mel'cadol'e~ que allí asistían
enriquecidos con este trato, y ptll'a que del uno y otro efedo le remitiesen gente y armas
para la jornada que pretendia hacer la tierra adentro, Ejecut6se agí, y sooorrido con algunos
infantes y caballoR, reformó su campo, qne constando ya de ciento y ochenta hombres útiles
(dejados los enfermos en la ranohería, de la cual nombl'Ó r:reniente al Capitan Vanégas),
Brdió de allí año de mil quinientoR y treinLa, y encnruinndo siempre al Poniente, ntn.\.Vo 6 lSi
sierra de los ILota, que corunnmente se llama del valle de par, hasta que djó en él, donde
sin reparo de qua pel'tenecia ti la Gobernaoion de J 'HU tu. Marta, lo conie) todo, matando y
robando á sus natl1ralc~1 y lo que fué mós lasLimo,o, quemando Sil. poblaciones y embra-
dos, de suerte 'lile en m}\s de ireinta legl1a~ da cierra que en él halló pobladas, nO enCOutL'6,
despues el Capitnu Cardoso ca a en pié en la entrada que hizo el año siguiellte.
Corrido así el valle de Upar por el Ce. árt) abajo, lIeg-ó á lna provincia Je 10s Poca-
. buzes y Alcoholados, haciendo lo mi mas e tragos, y de allí al'l'ibaudo á la del Tamalame-
que que receloso dol daño 'lue le amenazaba i. caía en manos de aquella gente (segun las.
noticias que de ella le habian dado sus confiuantes), Re retiró con SIL gonte y canoas :í. un
islote de los que poco di tan tes de tierra. tiene la lngnna de Zapatosa, pareciéndole que no
serian poderoR1'li'; las arte y fllerzns espaíioJa paTa llegar á ella' peyo M.lióle tan contrario
el discUl'so, que ardnas descubrieron de de Tierra firme los nne tras las chHgualas y ore-
jeras oon que 1m; indios andaban en la isla, cuando arrojándose al agua treinta. caballoe
pasaron {¡, ella, donde cogiénuolos con asombro del Flllce. o y pucsLos en flaca defensa, repi-
tieron en ellos la cruel cal'uicefÍa que acostumbraban, ~iendo otros muchos los que perecie-
ron lanzando 'e al ngna. Fué preso el Cacique, que se re'cató á fuerza ue oro, y de. pojados
y rescatados otros mnchos en más tiempo de diez me es que estuvo allí de asiento Ambrosio
de Alfingcr, hasta que arruinada ya la pl'ovincb con tantos incendios y muertes, y desus-
tanciada con m:'ls de cien mil castellal'os de oro que hnbo (y para. no lograrse heredaron el
contflgio de las diez mil libras Tolosanall, que robó Quinto Scipion del templo de Apolo)
que estaba en la Francia) la desampar6 tomando la vuelta del Le te, por donde a pesar de
Tiesgos y dificultades que padeció por la costa del rio grande, llegó basta el de Lebrija, y
de allí subiendo á las sierras y bajando.aespues, fué á salir al río del Oro, del cual (malo ...
grando el descubrimient0 que hizo de la provincia de Guane, pOl' no seguirlo y ser primer

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54 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍ'fJ\. [LIB. UI.

descubridor de la tierra. de los Mozcas) revolvió á. los p{~ramos de CerviM á la parte donde
diez años deHpues llegó Hernan Pél'ez de Quesada en demanda de la casa del Sol r y de allí
pOlo no seguir diez leguas má su derrota á. la parte del Sur. volvió ti anal' el mismo descu-
brimiento que guardaba. el cielo pam otro, y á. elegir deslumbrado la parte del Norte sin
advertir que era la ele Maraoaibo ; en cuyo rumbo, perdiendo muchos de los suyos en Jife-
rentes enouentros que tuvo con los indios de Hábicha, y no prt'diéndose contener en justiciar
otros por la oruel mano de Francisco del Castillo, su Maese de caro po, llegó á. penetrar el
valle de Chinácota, donde confiado de que lo resguardaba el temor que de él tenian conce-
bido los indios de aquel pais, y lo más cierto por no haber tirano que uo tenga en el cas-
tigo su término, Re descuidó, de suerte que acometiéndole de repente los indios á tiempo qua
separado de su gent~ consultaba algunos designios con Estévan Martin, hombre ajustado á su
genio, lo hirier0n de .. uerte que murió allí por el año de treinta. y dos, donde fué sepultado
dejando al valle su nombre por sobrenombre y padron perpetuo de sus atrocidades.

CAPITüLO nI.

GOBIERNA EL DOCTOR INFANTE Á SANTA MARTA POR MUERTE DE


GARCtA DE LERMA,Y EL ADELANTADO DON PEDRO DE HEREDIA DA
PRINCIPIO Á LAS CONQUISTAS DE CARTAGENA.

UERTO Gnl'cía. de Lcrma. y separado!i por esta causa los gobiernos político y militar,
M que no qui o admitll: Pedro de Lerma por pasarse al Perú, donde lo guiaba su mala.
estrella á ser ejemplo infeliz de la forma en que muere un hombre de valor á las manos de .
un cobarde, se comenzaron luego á sentir tantos desafueros en la administracion y trata-
miento de 10R indios, que estaban de paz, cuantos eran los pretendientes de mejorar fortuna
á costa de los miserables que batallaban con la más adversa, De que resnltó que los sucesos
que haRta all[ se habían tenido por poco dichosos, pasasen luego á infelices; pues con pi-
l'ando los Bondas y Jeribocas al desagravio de las estorsiones que cxpcl'imentaban como más
cercanos, dieron principio por este año dEl mil quinientos y tl'ainta y dos al designio que
tenian pren1F~ditado con algunas muerte de negros y españoles de los que en las huertas
cercanas á la ciudad hallaron desprevenidos. Ni esto era lo que más .debia temerse, sino el
desórden con que la gente de guerra, roto casi el freno de la obediencia y espoleada de la
necesidad, corría á maquinar su reparo con rieFlgo de las cabezas de la República y daño de
los yocinoS que habian adquirido algun caudnl en las conquistas: perjuicio el uOO r y otro
difícil de remecliarse aun en caso que no estuviese el gobierno militar en tantos cabos mal
avenidos, y el polítICO en un Alcalde á quien se lo dió el accidente de ser má antiguo. Todo
al fin era avenida de males, que cada hora crecian con la avilantés que los indios cobraban
dell'ecelo que los nucstros tenian, y duró hasta que por el mes Je Septiembre arribó á anta
Marta el doctor Infante, Oidor de la isla española, á quien sus compañeros en vacante gra-
duaron de Capitan general, para que por muerte de Garcíll. de Lerroa gobernase en el
ínterin qne le iba sucesor.
Por su Teniente general iba Antonio Bezos, hombre de valor y experiencia, y entre
otras personas llevó á Francisco de Figueredo, que despues subió al Reino, donde casó con
doña Eufrasia de Búrgos Autolinez, y á l!'l'ancisco Gutiérres de Murcia con tres hijos, de
los ouales al uno mataron allí los Tayrouas, el otro murió subiendo con Gonzalo Giméllez de
Quesada á la conquista del Nuevo Reino, yel tercero, que tenia el mismo nombre del
padre, casó en él con Luisa Venero: y reparando ú. pocos dias en el desabrimiento que
tenían, y corrillos <]ue continuaban hacer, así 10!i soldados que halló en la ciudad como los
de Céspedes y San ::Martin, que ya eran vueltos de la jornada del rio grande sin medra ni
noticia alguna despues de quince meses que gastaron en ella, y que de tales principios se
suelen recrecer motines no imaginados, dió parte de todo ú. su Tcniente general y al Ca-
pitan Cardoso, cuyo juicio tenia por aoertado en semejantes materias, y propuestos los fun,-
damentos de su 50~pecha les pidió le ud virtiesen lo que debía disponer para el l'e¡)aro, A

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CAl~. UI.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 55
que el Capitan Cardoso sucintamente le repre ent6 cuán justamente recolaba los monst):'Uosos
efectos que suele producir la extrema necesidad cuando cae sobre gente de guerra: que la.
falta ne un Gobernador temido no la tenia ménos relajada en pocos dias, que pudiera la
ociosidad en muchos años, y que finalmente, no hallaba remedio para un mal que habia de
resultar de la union de muchos, sino el de empeñarlos divididos en diferentes facciones del
pais donde el trabajo y la esperanza desvaneciesen aquella tempestad que amagaba; para lo
cual convendria mucho que partiese por mar el Capitan Rivera con cincuenta hombres á la.
Ramada, y que sin permitirles descanso ni tratar de averiguarles exceso alguno n. los Capi-
tanes Cé, pedes y San Martin, saliesen al castigo de los Bondas, pues de aquella nacion habia
recibido el mayor daño la ciudad en la vacante de García de Lerma.
Pareció1e bien al doctor In fante la propuesta y ejecutóse así, aunqne el Capitan
Rivera con mal suceso y poca presa de indios esclavos, que era el fin de aquellas entradas,
dió vuelta brevemente á Santa Marta; pero los Capitanes Céspedes y Sau Martin, aceptando
con gusto la empresa, sacaron sn gente á campaña, y dejando emboscados los caballos á
carO"o de los Capitanes Cardos o y Juan Tafur (que desabrido de las conquistas do Nombre
de Dios i Panamú, resolvió pasar tÍ Santa Marta por este tiempo), fueron marchando des-
cubiertamente húcia el pueblo principal de Bonda, que viRto por lo~ indios, salieron
al'l'ebatadamente al encuentro, empeñándose más en ofender:i nuestra infantería, miéntras
ella más cautamente se iba retrayendo hn.cia unas colinaR 6 mogotes rasos, que dominaban
laR cUlnpañas de Bonda: hasta que llevados tÍ. la emboscada fueron embestidos pcr un cos-
tado, y atropellados de los c'1.ballos, que aprovechñ.ndo e del buen terreno hicieron y mata-
ron muchos, y victoriosos con despojo considerable volvieron :i la ciudad, á. donde no por
este particular suceso se remedió el genern.l de contento que habia entre la gente de guerra,
{mtes trataban algunos llláR vivamente de auseutarse, y murmuraban desacatadamente y
sin reboso del doctor Infante.
Este arrojo manifestado sin motivo ni ocasion que les diese, lo ponia en temor
de que aquella gente desesperada se le atreviese ó desampara.c:¡e, de suerte que la ciudad fuese
perdida; pero como ya tenia experimentadas las buenas di"posioiones de Cardoso para el
reparo de semejantes peligros, consultóle de nuevo, y resolvióle con su parecer á continuar
la division de su gente en la misma empresa de la Ramada, y en la ontrada de los Caribes,
donde fué roto Pedro de Lerma i donde ni pudiesen coligarse ni valerse de la ociosidad
para los malos discnrsos y consultas que entre milicias mal pagadas suelen arrastrar peores
consocuencias. Cuya ejecucion remitida para el año siguiente, veremos despues de compen-
diar otras particularidades dignas de saberse paTa claridad y lw~tre de la historia, que
acaecieron el mismo aüo: pue!'! siendo el principal asunto de este libro referir lo. conquista
del uevo Haino de Grnnada, no es po iblo e cu al' las que precedieron de laH provincias
de anta Marta, Venezuela: Popayan y Cartagena, n.~í por e. tal' comprendidas en Sll círculo,
como por haber siun est.'\s cuatro las que recibieron aquellos primeros raudales de gente
española, quo guiados por diferente!'! conductos con poca antelacion de nno~ Í\ otros, inundaron
despues todos Jos espacios de aquel Reino; en cuya consideracion, habieudo entrado sucin-
tamente en los acaecimientos de la conquista de las dos provincias, necesitamos de pasar
ó. la de Cartagena, dejando para su tiempo la de Popayan, no ménos famosa.
Para el intento es de saber que habiendo llegado D. Pedro do IIel'edia {lo Santa
Marta por Teniente general de Pedro Badillo, y ejercitándose como dijimos en las
guerras de aquella provincin con créditos de buen Capitan, y reconocida la sustancia de
las tierras que están á sotavento de la ot.ra parte del rio grande de la Magdalena, tuvo
oca. ion, con la de haber cesado en su gobierno el dicho Pedro Badi1lo, para volver tÍ. estos
Reinos, donde en la conformidad que por aquel tiempo corrían las capitulaciones de los
dcscubrimientoR, la hizo con su majestad para el de la provincia do Calamari (que llamó
despues Nueva Andalucia) con todas las demas tierras de Urab¡l, compl'endida.'l entre los
daR poderosos rios de la Magdalona. y el Darien, que 5ert'm como ochenta leguas de costn la
tierra adentro, teniendo a la equinoccial por término, que hoy se hn reducido al de cien
leguas por la parte que rntls se dilata en ]11. jurisdiccion de Simltí, que viene á ser hasta. los
indios de Tablada, que habitan 80bre la barrancas del río grande. ada pues esta provin-
cia al Heredia en Ildel&.Dtamiento, con otras condiciones comune!'! y entre ellas la de que
pasase luego Íl deflcubrirla y conquistarla con 'doscientos y cincuenta hombres :'L RU costa,
facilitó brevemeute la Ilgregacion de los ciento y cincuenta; con que remitida la leva de los
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56 FERNL~EZ PIEDRAHÍT.A,. [LIB. IlI.

restantes al cuidado del Capitan Juan del Junco, natural del principado do Asturias, y
navío pal'a que los cond'\iese, parti6 de Sanlucar por este año de treinta y dos para la Isla
Española, donde socorrido de más gente y de víveres en la Villa de Azua en que estabA. ha-
cendado, di... puso su navegacion en dos navíos para la atravesía., de suerte que tom6 el
puerto de Calamari, que e tá. en once grados escasos de la linea, á los quince de Enero del año
de mil quinientos y treintc'\ y trc.'\, entrando por aquella parte que se lla.mó Boca grande,
hasta que cerrada. con las avcuidas de arena abrió el mar la entrada, que hoy aÍl've á las Ar-
madas, y se llama Boca chica.
Entre las personas de más lustre que D. Pedro de Heredia llevaba, lo fueron Sebas-
tian' de Rerema, primo suyo, los Capitanes Alonso de Montes, Alvaro de Mendoza y Hector
de B6.rros, portugues, con dos hijos y un sobrino; Nuño de Castro, natural de Búrgos, que
rlespues pasó al Perú, donde fué Capitan de arcabuceros de Baca de Castro ep. la batalla
de Chupas; Pedro de Croces, Sebastilln de Risa, V Mcongado, Juan Alonso Palomino,
Antonio Bermúdez, que despues subió al Reino; Gonzalo Ferná.ndez, Pedro de ,Alcázar,
sevillano, Pedro Martinez de Agramonte, Martín Yáñez Tafur y Juan de Viloria, éste
sobrino del Adela.ntado y el antecedente natural de Córdoba, que habiendo servido en
Paria con Diego de Ordaz y Sedeño, pasaron á Santo Domingo, y de allí á esta conquista.
y con ell08 otroS compañeros de las mismas fortunas, como son Sebastian Pórez, Diego
Maldonado, natural de Salamanca, Juan de Peñalver, J ulian de Villégas, Gonzalo Ceron,
Juan de Orita, Alonso López de Ayala, el Capitan Hurones, Baptista Zimbron, el Bachiller
Soria, Villafañe, Bartolomé de Pórras, Rivadeneira, Pinos, Montemayor y Alvarado, con
quienes así mismo iban de los que á Sebastian de Gabote se le quedaron en Santo
Domingo en el viaje de las Malucas, Francisco César, de nacion p0rtugue, los dos her-
manos Valdiviel os, los dos Hogacones, y otros buenos soldados de mar y tierra, como lo
fueron Gines Pinzon y Juan Gómez Cerezo, pilotos de las dos naos, sin que se haya
podido tener más noticia de los que faltan por nombrar, ó por no haber dejado descendencia,
6 por olvido que de ellos tuvieron los historiadores.
Ancladas, pues, en el puerto las naos y desembarcada la gente, trató luego D. Pedro
de Heredia de elegir sitio para poblarse, y pal'eciéndole el más a propósito el de CodeO'o, isla
pequeña inmediatamente puesta á. . barlovento de Bocagrande, á quien cerca el mar y costa
bra va por la parte del norte y por la de tierra un brazo del mismo mar, quo con flujos y
reflujos la ciñe y fosea desde el puerto hasta la ciénaga de Canopote, dió principio en ella á
los -veinte y uno del dicho mes á. la fundacion de una Villa, que llamó Cartagen8 por la seme-
janza que tiene su puerto con el de Cartagena de Levante, y con el tiempo gan6 título de
oiudad, cabeza de Obispado, y gobierno y asiento de uno de los tres Tribunales de inqui-
sicion que hay en las Indias, y ha llegado á ser una de las má.s hermosas y bien fortaleci-
das plazas que tiene la corona de Espafia; porque reconociendo su importancia para escala
de sus navegaciones á. lo Reinos de Tierra firme, respecto de que los vendabales no impiden
el viaje de Cartagena n Portobelo, ni las bt'iRaB imposibilitan el de Portobelo á Cartagena;
y siendo reputada por llave de las Indias, no solamento para lo referido sino para la guarda,
fél'Ías y comercio del Nuevo Ueino de Granada, pareció necesario fortificarla con el procinto
de valientes muros y torreones coronados de gruesa artillería y de trescientas plazas. Pero
no bastando el ámbito de sus murallas á comprender el creoimiento de la '\'ecindad, <li6
lugar á gran parte de ella para que pasase á poblar en otro iBleo, puesto entre dos brazos del
mar, que hoy se l1ama Jejemaní, y se comunica con la principal parte de la oiudad por un
puente levadizo y una poqueña calzada hecha á mano, donde surgen las canoas del trajin de
mar. De que resultó haberse de continuar otras fortificaciones, reductos y estacadas para
guarda de los costados de aquel burgo y la fuerza de la média luna, que comienza desde la
puerta de tierra y es una de las mas bien delineadas que sa.lieron de la idea y reglas que
observó en la escuela. de Flandes aquel famoso Maese de campo Francisco de Murga, que
terminó sus hazañas gobernando esta pla.za.
La guarda del puerto consiste principalmente en el famoso Castillo que á la entrada
de Bocachioa ostenta la grandeza. de su fábrica repartida en cuatro baluartes, que hacen
espaldas á otros dos Castillos y una plataforma., .que están dentro de la babía.; y por la parte
de tierra para el resguardo de una colina, que domina la ciudad, está. el Castillo de San
Lázaro, obras todas de excelente fábrica de piedra y cal, como tambien lo 80n la iglesia.
Catedral (que erigió el año siguiente N. M. S. P. Clemente VII). Conventos y casns de la

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OAP. IlI.] mSTORIA DEL NUE'VO REINO. 57
ciudad en que habrá hasta mil y doscientos vecinos, y entre ellos muchos de familias muy
calificadas y de crecidos caudales. Pues aunquo la provincia no tiene más frutos en abun-
dancia-que maiz, plátanos y pescado y estén exhaustos ya algunos minerales de oro que tuvo
en los asientos de Simití, San Lúcas y el Guamoc6, es tan poderoso el comercio continuado
en aquel puerto, que con poca inteligencia se adquiere la plata y oro, que al cebo de sus
férias y navegaciones derraman los forasteros.
Los naturales de la tierra, mal disciplinados en la pureza del idioma espafiol, lo
pronuncian generalmente con aquellos resabios que siempre participan de la gente de las
costas de Andalucía; y aunque lo excelente de los genios y habilidades que muestran, se
esmera en penetrar la sutileza de los contratos, con todo eso en la profesion de las armas y
letras lo aplican de suerte que trasplantados han servido de crédito lustroso á su patria, si
bien no excede la viveza y claridad de los muchos ingenios criados en el recinto de la
ciudad, ála que se ha experimentado en los criollos de las demas partes de la provincia, que
se compone de tres ciudades, que son la de Cartagena, San Antonio de Toro y la de Gua-
moc6, y de otras tres villas, que son la de Santa Cruz de Mompox, Santiago de Tolú y la
de María., de cuyas fundaciones trataremos en su lugar.
Fundada, pues, Cartagena, como dijimos, y asegurados en ella los enfermos con la.
guarda de treinta infantes, trató luego el Adelantado de salir á correr la tierra, y IÍ poca
distancia se puso á vista del pueblo de Calamari, que o por llamarse así los naturales, Ó ser
éste el nombre de su Cacique, se lo participaron á la provincia, donde, aun no bien
enterado de la grandeza de la poblacion, se ha1l6 acometido de sus vecinos con aquel
primer fmpetu que acostumbran en sus guazabara¡;: aunque rechazados valerosamente neoe-
sitaron de retiratse á su pueblo buscando el abrigo de la Iuerte palizada, ó cerca de árboles
gruesos y espinosús con que lo tenian ceñido, dando lugar á los nuestros para que con el
corto interes de algunos prisioneros pasasen á. Canopote, lugar más populoso, donde peleando
no ménos valerosamente las mujeres que los hombres, ellas con flechas envenenadas y ellos
con macanas tan fuertes, como probaron muchas rodelas despedazadas, se resistieron
hasta tanto que, oprimidos del espanto de los caballos, desa.mpararon el campo dejando cn
él á muchos que, de pue de muertos, fueron los mM vivos testigos de su valor; y á. otros
que, vivos, padocieron la muerte de prisioneros, con quienes dió vuelta el Adelantado á
Cartagena, cuinadoso de hallar noticias de las mejores ciudades de ]a provincia, pilra lo cual
no excusaba diligencia de agasajo ni de rigor de que no so valiese con los prisioneros.
Habia entre ellos uno que aun tenia presentes las memorias del mal suceso que en
la misroa provincia tuvo Alonso de Ojeda el año de mil quiniento y diez, cuando para.
reconocerla con trescientos hombres que echó en tierra, fué rechazado y herido. Y pare-
ciéndole quo siendo mencr el número de la gente de Hel'cdia, no podría tener mlla favora~
bIe f: rtuna, e ofreció á. llcvarlo dando bastantemente deja e satisfechos sus deseo. Con
esta noticia y por guia el mismo que la daba, salieron luego de Cartagena los nuestr s,
siguieudo el rumbo de la ciénega de Tesca, tan conocido por su abundancia de peces, hasta
que habiendo pasado de los términos de RU CÜ'culo, dieron en una montaña cerrada y ajena
al parecer de que por allí habita. en hombres, á no descubrir á trechos algunas sementeras
granJes de maíz; donde parándoso la guia y dando señales de que pretendía huir, empezó
ú lIo al', afirmando que todos serian allí muertos. Pero como el Adelantado era Roldado
prie"ico cn las guerras de anta Marta y tenia experimentadas semejantes demostraciones
en le indios que habia tratado, sin que lo alterasen sus lágrimas, le dobló las guardas para
que no se le ausentase, como lo intentó á un cuarto de legua del belicoso pueblo de Tur-
baco, célebre por sus aguas y grande por la vecindad que tenia, de cuya muchedumbre
flecLera, al oxtruendo de sus vocinas y cajas, se vieron luego embestidos los españoles.
Este acometimiento, dispuesto así animosamente por los Turbacos, en que flechando
cona mayor ventaja que podian, así hombres como mujeres, mostraron la destreza y coraje
de S:l nacion, pudiem haber sido muy perjudicial á. los nuestros, si contra la multitud de
los ~ue guerreaban no prevaleciesen las ballestas y arcabuces, y lo que fué más, los escaul-
pile ó ayos de armas en que las flechas quebrantaban su Iuria; y contra la disposicion y
ordEnanza de las manga~, que alternádamente entrando unas y saliendo otras, sustentaban
el p~so de la batalla, no se reconociese la ventaja de los oaballos y lanzas que, rompiendo por
sus ~ropas, las ponian en manifiesto desórden, en que acreditaban muy bien Alvaro de Men-
doZ2., Sebastian de IIeredia, Martin YáJics Tafur y Nuño de Oastro, la rn.zon que tuvo el

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58 FERNÁNDEZ PIEDRARíTA. [Ll13. nT.
Adelantado para fiar de sus obligaciones sf'mejante empresa. Pues cargando reciamente en
el mús grueso batallon de los indios, á que ayudaron mucho Juan de Viloria, Alonso de
Montes, Hector de BálTOS y Fra.ncisco Ce ar, desempeñando los nombres y apellidos con el
IJrecio de su s~ngre y de la enemiga, los obligaron á recogerse á Tnruaco, que fortalec.ído
con tres cercas de maderos gruesos, fué inexpugnable defensa á los q ne en ella se abrigaron,
en tanto que ocurriendo otra gran multitud de indios auxiliares al campo, pudieron cobrar
ánimo para salir segunda vez á renovar la batalla, que no rehusando el Adelantado, se mez-
cló en lo más recio de ella, animando con su ejemplo á los demas, que aunque fatigados del
primer encuentro, peleaban con tant0 más coraje cuanto era mayor el peligro en que pOl'
instantes los ponia el enemigo.
Quien más arriesgado se hallaba era D. Pedro de Heredia, porque dividido de su
gente y cercado de una muchedumbre inmensa de flecheros que lo tenian por blanco,
parecia un erizo, que librando sn defensa en la prueba del sayo de armas y último arresto
da la desesperacion, hacia maravillas: aunque todas quizá se hubieran marchitado si al
tiempo que embestido de dos gandu)es con los arcos recogidos para flecharlo en el rostro
ignoraba el peligro, no lo socorriera Sebastian Pérez, que cortando la cuerda del uno con
la espada y atravesando el cuerpo del otro, ayudó á. sacarlo de aquel.riesgo y á retirar los
de mas indios que le cercaban, de quienes el Adelantado se habia defendido de. de que se
empezó la segunda batalla; sin que se haga increíble semejante defensa de trescientos indios
en campaRa, á quien supo matar juntos en Madrid tres españoles en un desafío. Por otra.
parte, y al mismo tiempo que pasaba lo referido, se peleaba fieramente por los indios con el
resto de la gente española, no siendo ménos sangrientos 108 sucesos de los unos que de los
otros, puee derrama~a mucha sangre, proseguian todos con el mismo teson que empeza-
l'on; y aunque entre 101'1 nuestros se señalaban Diego Maldouado, J ulian de Villégas, Antonio
Bermúdez, Juan de Ori-tá, Sebástian de Ri. a, Valdivielso y los que sustentaron el peso do
la primera batalla, todas sus hazañas 110 br.staban á obscurecer las que de parte de los indios
se obraban, fAciles de pdrsuadir á los que haciendo recuerdo de la entrada do los españoles
de Ojeda en esta provincia saben quo en la primera batalla que dieron en este mismo pueblo
de Turbaco, una india de veinte años mató por BU mano ocho españoles, sin que en el costo
de tan grande h!lzaña gastase la mitad de las flechas de su aljfLba.
Así guerreaban, pues, los indios y españoles cuando el Adelantado, viéndose solo
con Sebastian Pérez y persuadido ó receloso de que toda su gente era muerta, la fuá a bus-
car á tiempo que, dejando heridos más de treinta de los nuestros y muertos algunos caballos,
se habian retirado 108 enemigos, más cautelosos que amedrentados, como se vió por In resulta,
pues reforzados con nueva multitud de bárbaros que por momentos les acudian de la. Tierra
adentro, l'enovaron tercera vez y COn m{u~ furia la batalla, en que mÍls que nnnca necesita-
ron los nuestros de fuerza y arte para. conseguir la victoria, tanto mns famosa 1 cuanto mas
fatigada se hallaba la gente española de batallar tantas veces con las tropas que de refresco
nuxiliaban el campo contrario de los Turbacos, que rotos finalmente y desbaratados dejaron
el pueblo en poder de los españoles, para que habiéndolo saqueado con presa de algun oro,
hamacas y bastimento, diesen vuelta á Oartagena 4 curar los heridos, que fueron muchos, y
de ellos no solamente murió Villafañe, como por mal informado refiere el cronista Herrera,
sino algunos otros, sin los que perecieron en las . tres batallas (segun la tradicion corriente
que hay de este suceso), que pasaron de veinte; á cuyo tiempo, oertificados los indios de la
retirada de los eRpañoles, volvieron IÍ Turbaco, y porque su poblacion no fuese mña cebo de
la codicia española, le pusieron fuego, entre cuyas llamas quedaron solamente las ceni~as de
BU memoria.
Miéntras así corrían las conquistas de Cartagcna, llegó á la Isla Española la Nao, en
que el Capitan Juan del Junco llevaba los cien hombres de socorro al Adelantado D. Pedro
de Heredia ; pero como las noticias de lo sucedido en Santa Marta tuviesen en cuidado á
los Oidores de aquella Audiencia, y mirasen al doctor Infante no solamente como á. hechura,
Bino como á. compañero en cuyos buenos sucesos afianzaban los aciertos de su gobierno, per-
suadieron tan eficazmente á Juan del Junco á que fuese con aquella gente de socorro á.
Santa Marta, que lo consiguieron, aunque no sin perjuicio del Adelantado Reredia, á. quien
por el tiempo que llegó á Santa Marta le hubiera aprovechado muoho a él, y allí solamente
sirvió de aumentar los recelos del doctor Infante, discurriendo oómo se libraría de las alte-
raciones que amenazaba.n cien hombres de más, en tierra falta de medios para sosegar á. los

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.cAP. lIt.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 59
que halló en ella. Pero agrad'ecido, sinembargo, á la fineza de Juan del Junco1 y gobernado
por el consejo del Capitan Car~oso, despachó luego por mar la mitad de la gente á la Rama'"
da en dos compañías que llevaron á su cargo los Capitanes Méndez y Juan de Rivera; y con
la ofi'a mitad dispuso que saliese el Capitan Cardoso por tierra, bajando gran parte de la
Ciénega de Santa Marta contra los indios Argollas, nombrados así por' las que usaban de oro
para ceñil"se los cuerpos. Aunque desembarcado el Capitan Rivera y remitido á la Española
el navío en que fué con la presa de indios que pudo hacer, y teniendo tÍ. su cargo toda la
gente, por haber muerto allí en la Ramada el Capitan Méndez y no violentamente, como dice
el crnnista Herrera, sino de achaque originado del mal temperamento, se hubo de pasar al
campo de Fedl'eman con Mateo Sánchez Rey, natural de Génova,y otros, no ménos obligado
de Sil trato afable que del impedimento que le pusieron las crecientes de los ríos para volver
á Santa Marta, como dir~mos de pues.
Suceso muy contrario fué el de Cardoso, pues habiendo marchado quince leguas por
el territorio de los Pepes hácia el rio grande y llegado á descubrir, sin que lo sintiesen, la be-
licosa ciudad de Posigueyca, dispuso una embosmda á sus moradores por la wemistad con-
naturalizada desde el principio de la conquista que con ellos tenia: y logróla como la pensó,
pues saliendo al amanecer para sus labores bien armados, dieron en la emboscada, donde
sobresaltados muriel'on muchos y los nue tras tuvieron lugar de irse retirando, aunque se-
guidos poco despues rabiosamente de los Tayronas por los muchos prisioneros que llevaba.
Cardos o, y entre ellos á uno de sus Caciques, cou fin de hallar medios de paz, que no pudo
conseguir ni con los Argollas, pero í con los :Mastes, que lo guiaron contra los Agrias, donde '
103 hombres son altos y hermosos y las mujeres pequeñas y feas, con quienes tuvo algunos
enCllcntl'OS, de que saliendo victorioso, volvió á los Mastes y atravesó las tierras de los Ca-
raybes sin detenerse con alguna de estas naciones derramada por las riberas y Ancones de
aquella gran ciénega que se extiende desde la boca que le libre el mar á siete leguas de San-
ta Marta hasta las espalUas de la villa de TeneriEe.
Pasa.da, pue~, la provincia de los Caray bes y tratando Cardoilo de revolver sobre
Santa Marta, necesitó de atravesar el paí ' de 108 Chimila. , nacion sujeta como las demas á
108 Tayrona$/, donde las mujeres son herma as tan generalmente, como lo~ hombres robustos
y bien dispuestos, de. preciadores de la paz y siempre cautelosos en la guerra: de que proce-
dia ell'ecato eOIl que el Capitan Cardoso siempre iba peleando) sin 80ltar al Cacique prisio-
nero, hasta que atravesada la tierra del Chimila le dijo que para que viese el poco caso que
hacia de la guerra de Po ígueyca se fuese luego libremente llevando á su hermano con, igo,
que tambien iba preso, y tratase de proseguir la guerra como pudiese, pues él iba re ueIto á
lo mismo) pero que con todo eso siempre que pidie. e paces vendría en ellas. El Capitan, vis-
ta semejante galautería y reconociendo de la generoilídc d del tLDimo que la obraba, cUt\n
léjo estaba de tener miedo quien así aumentaba la. fuerza del enemiITo, re, pondió cuerdo
que por lo tocante á él aceptaba y oÍl'ecia la paz, pero que no siendo rutis que un Cacique de
los muchos de Posigueyca y habiendo allí Otl'OS mayores, no se atrevia nofrecerla reneral-
mente, mas que los hablaria y procuraría por todos medios ajustarla: ni queria apartarse de
su campo haeta verse cercano ú. su patria.
Vino en ello Cardoso, y en descubriendo las caserías de Posigueyca, le dió un bonete
de grana y otras preseas de Castilla, con los prisioneros de su nacion, y lo despidió tan gus-
toso como Cardoso 10 podia quedar de haber obrado respectivamente lo que un Felipe María
supo hacer con un Rey de ápole y Aragon prisionero, para que siempre 10 aplaudiesen
los mismos que puestos en la ocasion no han sabido imitarlo; y puesto en buen ól'den fuá
montando la tierra sin q ne los indios (como tenian de costumbre) le molestasen, ántes bien
desde la cumbre de un montecillo lo estuvieron mirando á tiempo que otro hermano del Ca-
cique prisionero le salió al camino con algun refresco y asegur6 de que los Caciques de los
Tayronas se resolverian á hacer paces como se las guardasen bien de parte de los españoles;
para lo cual en la primera ocasion saldria él en nombre de todos á tratar de ellas más de
propósito. Con que Cardoso despedido amigablemente y entrado ya el mes de Marzo del año
de mil quinientos y treinta y cuatro, prosiguió hasta lIegar ti Santa Marta á gozar por alivio
de sus trabajos la reparticion de la presa que hizo entre toda la gente de guerra, aunque
nada bastaba á desterrar los reoelos con que vivía el doctor Infante, que aguardando por
!Juntos nuevo Gobernador y discurriendo que sería indecencia ajena de la Toga sujetarse á.
que lo residenoiase quien no la tuviese, determinó volver á Santo Domingo al ejercicio de

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60 FERNÁNDEZ PIEDRAlIfTA. LLIB. UI.

su plazl\ con el pretexto de que se hallaba enfermo, y ejecut610 por fines de Agosto de este
mismo año, dejando el gobierno á su Teniente general Antonio Bezos para que 10 adminis-
trase en el interin que le iba sucesor.

CAPITULO IV.

EL ADELANTADO HEREDIA PROSIGUE LA CONQUISTA DE CARTAGENA y


COMPÉNDIASE EL DESCUBRIMIENTO DE LOS ALEMANES HASTA QUE
FEDREMAN SALE DEL TOCUYO.

IFERENTES designios eran los que seguia por este tiempo D. Pedro de Heredia en
D Cartagena, pues apénas tom6 algun descanso su gente despues de la batalla de TUl'ba-
co, cuando la sacó otra vez á campaña, deseoso de encOntrarse con algnna empresa de porte,
y con esta mira, siguiendo la costa del mar á barlovento, llegó hasta k1.S riberas del rio gran-
de sin contraste alguno que le impidiese; ántes sí con el interes de algun oro, que fué resca-
tando de los Malambos y otras naciones confinantes, y no excusaban este género de comercio.
Pero reconocida la aspereza de la montañas y embarazo de las ciénegas que se encontraban
el rio arriba, revol vi6 á la boca del rio, y reconocido el rumbo que habia llevado desde la.
Sabaneta, que hoy llaman, sin apartarse de la costa del mar y llevando por guia á Morro
hermoso, atravesó otra vez por el valle de Zamba hasta Cartagena, donde halló el na.vío de
Juan del Junco con la mayor parte de la gente que habia llevado á Santa Marta, y mal con-
tenta del país consiguió del doctor Infante la dejase pasar á. Cartngena con diferente cabo y
dos indios y una india de sus costas, que para intérpretes le remitian sus correspondientes
desde la villa de Azua, donde los habian comprado.
Con este socorro, bastante ya á componer su campo de cien infantes y otros tantos
caballos, resolvió penetrar la provÍncia al oeste; y aunque con la fatiga de romper montes
inacce ibIes y ciénega~ espantosls en que ocupó muchos días, llegó {l descubrir el Zenú,
pueblo de gran vecindad, que lo desamparó al espanto de las armas españolas quo goberna-
ban Robresalientes Francisco Cesar y Cl'istób 1 Jáimez, caudillos famoso de e. tas conquistas,
donde se prendió un criado del Cacique, que temeroso de que lo matasen de cubri6 dos ca..
jones que llaman lIa.bas los indios, y tenian ocultos en la montaña, en que se hallaron más do
veinte mil castellanos de oro, sin diez y seis mil que habia manife. tado :'\ntes en Wl ocavon
ó bóveda que se formaba de treR n ves de btitud y más de cien pasos de largo, que los natura-
les en su idioma llamaban el Bohio ó ca~a del diablo, por estar en la mitad de su distancia una
~ama.ca bien tejida de labores, quo estando pendiente de un palo se sustentaba al parecer
sobro los hombros de cua.tro figura humanas, las do de hombre y las otras C\os de mujer,
en que decian los indios so acostaba el demonio y lo acreditaba el prisionero, que instado
pol' más 01'0 mostró una sepultura de donde sacaron otros diez mil castellanos, con que go-
zoso~ los nuestros pasaron hácin. la provincia de Urabó, aunque brevemente, amedrentados
de la aspereza de las serranías, volvieron á Cartagcna, á donde hallaron tÍ D. Fr. Tomas de
Toro, del Órden de Predicad~)l'CS y primel' Obispo de aquella ciudad, y tÍ pocos di as llegaron
trescientos hombreR que saliendo á descubrir el rio grande arriba, intentaron poblar en Mom-
pox y no lo oonsiguieron.
Bullía por este año la fama de las conquistas del Perú, y al ruido de las riquezas que
sonaba. en todas partes, era la gente tanta que ocurría IÍ Cal'tagena de las islas y otras pro-
vincias de Tierra firme para pasar ú. Panamá,que en el fnterin que lo conseguia, tenia bien en
que esooger el Adelantado para el fin de la empresa que tenia entre manos j y así, con la
ocasion de haber llegado Alonso de IIeredia su hermano (á quien llamó de las conquistas de
Guatemala para que lo ayudase en las de Cartagena como Capitan práctico en la guerra de
las Indias), dispuso que saliese luego en demauda de Urabá, donde se dacia haber montes de
oro, que era el norte principal de los descubrimientos j quien con el resguardo y ejército de
trescientos y cinouenta hombre, y los mejores Capitanes, atravesó la provincia, y en la que
llamaron culata de Urabá, por estc'1.r dentro de los términos de la Gobernacion de Cartagena,

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CAP. IV.] llrSTOlUA DEL NUEVO REINO. 61
reedific6 la oiudad de San Sebastian de Buena-vi ta, que fué lA. primera que se fundó en
Tierra firme por Alonso de Ojeda, y desampar6 D. Francisco Pizarro, á quien habia dejado
por su Teniente, aunque esta seguuda vez se le mud6 el sitio al de unas colinas rasa y
libres de montañas, en CllyOS contornos, especialmente en los de Zenú, se hallaron al abrigo
de un famoso templo de ícolos tantos sepulcros soberbios, y en ellos tanta cantidad de oro
ofrecida á los cuerpos muertos que colocaban en sus b6vedas, que de . u riqueza se levanta-
ron los primeros fundamentos de la máquina de persecuciones que despues cay6 sobre el
Adelantado, oon el motivo de que habia usurpado los quintos reales.
Las mujeres de esta provincia son de buen parecer; andan vestidas de telas de algo-
don curiosamente labradas: usan arracadas de oro y sartales de cuentas al cuello. Los hom-
bres se preoian de andar desnudos, y son por extremo inclinados á contratar con las propias
y extranjeras naciones; y así, no satisfecho el gtmeroso ánimo de AloDRO de Heredia con
sola la fundacion de San Sebastian, por la buena disposicion que teuia de gente, revolvi6 á
la costa del mar y á la ribera del rio Catárrapa, de la provincia q \le llamaron de las Balsillas
y pueblo del Cacique Tolú, seis leguas de la mar al sudoeste de Cartagena y doce de ella,
fundó la villa de Santiago de Tolú, de vecinos muy principale , por quienes hau pa. ado tan
adversas fortunas con las invasiones de los corsarios, que casi e tá destl'Uidu. De allí pa86 á.
otro sitio que demora treinta y dos leguas al sur de la ciudad de Cartagena, y en ciertas
sab:mas que allí hay medianamente fértiles para ganados mayores y plantajes de cacao,
fund6 asimismo la Villa de María y volvió á Cartagena. á d~r cuenta de todo al hermano:
donde 10 dejamos envuelto en disgustos hasta que convenga á la hiRtoria, despues que demos
l'azon de lo acaecido en las provincias de Venezuela y Santa Marta.
Muerto, pues, Ambrosio de Alfinger en el valle de Chinú.cota, de la provincia de lo B
Chital'eros, como dijimos en el fin del capítulo segundo de este libro, eligi6 su ejército por
cabo, que lo goberna'!e hasta Coro, al Capitan Juan de nn Martin, que luego levantó 01
Real siguiendo el mismo rumbo que llevaba Alfinger, yatrave ando la mc.mtaña que despue s
11an1aron de Arévalo, dieron en el valle de Cúcuta, cnya~ dehesas fértiles y abundantes de
orégano, médian entro la ciudad de Pamplona y San Cristóbal; y aunque mal saURS do
temple, muy á propósito para cria de mulas. De donde, con detencion de pocos días de
provincia on provincia, y con la guia de oierto e~pañol llamado Francisco Martín (que ha-
llaron casado con la hij del Cacique de uua oe ellas), l1eg:won hasta la ciudad de Coro el
año de treinta y dos, donde luego que se supo el fin de graciado de Alfinger y menoscabo
de su ejército, reconoci6 la ciudad por Gobernador a Juan Alemau Caballero, de su nacion,
y tan pacífico, que encerrado en ella no intentó jornada alguna. En cuyo tiempo Nicolas
'Fedrcmnn, otr caballero Tudesoo, que se hallaba en Coro cuando llegó Juan de . Martin,
ambi io::;o de mejorar fortuna con la noticia que h, bin. adquirido de los hostiales de perlas
del Cabo de la. Vela, y con el oro y joyas que hal,¡ia recogido n la pro\'iucia, y lo animaban
á que pretendiese aquel gobierno, pas6 á Castilla, donue tÍ pocas diligencias que interpuso
lo consiguió. Pero como In emulaciou sigue como orubm al cllerpo de los oficios honrosos,
bast6 la que manife. taron algunos que le eran poco afecto, , á desacreditarlo con los Belzares
do hombre arrogante, bullicioso y áspero de palabras, de tal Huerte que aun siendo eRtos
tres vicios de los que siempre estuvo más ajeno, bastaron (siendo supuestos) á conseguir se
le revocase el gobierno y e pro"veyase en J ol'ge Spira, aunque por no desabrir del todo 6-
Fedreman le nombraron por su Teniente general con facultad de hacer entradas s.eparadamen-
te al descubrimiento que le pareciese dentro de los términos de la gllsrnieion de Ve-
nezuela.
Con estos despachos y cuatrocientos hombres que leyaron en la Andalucia y Reino
de Murcia, y despues (por el accidente de do tormenta. que sobrevinieron á la Armada
()bligá.ndola á que arribase una y otra vez tí Sanlucar y á Cádiz) se redugeron á doscientos,
llegaron tÍ. las Canaria, donde reforzados de otros tantos de los mtl..s bastos y groseros de la
Isla, con que suplieron el número que sacaron de Castilla, determinal'on proseguir su viaje,
consiguiéndolo tan felizmente que sin mal suceso aportarou á Coro. Aquí trató luego Jorge
Spira de que se hiciesen dos entradas n. la provincia; la una ó. cargo suyo con doscientos
hombres la vuelta de los Llanos de Carora, que demoran al Le te de Coro, y la otra á cargo
de Fedreman, que para. oon eguirla habia de ir á Santo Domingo por más gente, armaR y
caballos, que le darían por cuenta de los Belzares, para que de vuelta, iucorpor{Lndolos con
la gente que dejaba en 1:1 ciudad, tomase derrota al Oeste por la otl:a parte de la sorranía de

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62 FERNÁNDEZ PIEDRAEfTA. LLIB. In.
CflTOra 6 Llanos de Venezuela, para que marchando unos por la una parte y los otros por la
()tra, penetrasen y desenvolvie en los valles mas secretos de toda In provincia.
Dispuesto a í, y despachada parte de la. gente de Spira con los Oapitanes Juan de
Cá.rdenas, Martín González y Miser Andrea, miéntl'as él ajustaba el cumplimiooto de las.
órdenes dadas con RU Teniente, salió despues con oohenta caballos y el resto de infantes,
que estaban alistados, y tomando la vuelta de la Burburata por la costa del mar, despues
de varios trabajos, hambres y refriegas acaecidas á. los Capitanes sobresalientes, en la.
provincia de Buraure, se encontró con ellos en el desembocadero de Bariqnizimeto, donde le
dejaremos por no ser muy de nuestro intento esta jornada de pira: baste saber qne habiendo
llegado á las provincias de los Chiscas y Laches, que hoy se llaman ~e Chita y del Cochul,
tuvo noticias del Nuevo Reino, bao tantes á empeñarlo en sn descn brimiento, con el trabajo
de c.:'\.minnr doce leguas, y por omif-lion del Capitan J nan de ViIlégas (que des pues fué
Gobernador de Venezuela) ó por temor de la sierra pedrego~a que habian de atravesar, y. lo.
más cierto, por disposicion de más alta providencia, que tenia reservada para otro aquella
eonquista, cometió á la luz de este relámpaO'o de buena fortuna el miRmo yerro que Alfinger
en los Páramos de Servitá y provincia. de Guane, pues empeñándolo ha~ta la de los Choques,
de quienes solamente recibió lanzadas, lo precisaron 6. volver á. Coro, deflbat'atado, por el año
de treinta y siete, en que concluido su gobierno y colocado en él el doctor Navarro, recono-
ció las fortunas de súbdito, y los de. engaños de mal quisto con su gente.
No ménos adverso pudo salir ~L Fedreman el rumbo que eligió pa.ra su descubrimiento,
pues despreciado el órden que tuvo de su General, luego que lo vió ausente, se lo dió al
Capitan Antonio de Chávez, para que con In. gente que tenia. alistada en Coro, tomase la
vuelta de Maracaibo, sin parar hasta el Cabo de la Vela, dondo le ag\U\l'dase hasta. volver de
la Isla. Española, para dondo se embarcó al mismo tiempo que el Ch{Lvez salió pam la costa
de la Laguna, donde halló al Capitan Alonso Martín, que por trato secreto que tenia hecho.
con Fedreman desde Coro (donde estaba. al tiempo que Jorge Spira llegó. de estOR Reinos),
se ha.bia retirado á. la Ranchería de Maracaibo, y para esta ocaflion le tenia prevenidos los
bergantines y canoa. grande, que labró Alfinger pRora bajar la. Laguna: con que flÍcilmente
so hallaron de la otra banda, en el pueblo de 1bracaibo, con determinacion <.to alojarse alU
de espacio, por el que habia de ga. tal' Fedreman en su vuelta.; aunque no pudieron lograrlo
por haber picado de suerte el hambre y enfermedades que le Ron con. iguientes, qUG
hicieron precisa la division de la. gente en tres tropas, para sUHtentarse como pndieRen,
con órden de que para el plazo de la vuelta do Fedreman se hallasen todas en el Cabo
de la Vela.
Ejocutóse así ntiempo que por el torcedor de semejante aprieto habia despachad()
otra. tropa de veinte hombre~ ciPMl ftl rio l\!1\C1omit 1 Capitan Juan de Rivera, que por
\)l'den del doctor Infante, que gobernaba en 'anta :Marta, como dijimofl, se ocupaba en la
conquista de la Ramada; de que re. ultó que tnMchando ésta h!ícia la Lngunn. de l\1aracnibo
en busG.'\ de Yívere~, y otra. de laR d Ch:h"ez, {, cargo del Capitall l\Iúrcia, hlÍcia el río de
l\facomite con la misma demanda, Re encontrasen de suerte en la. trocha que al m¡'sm()
tiempo iban abriendo ambas, que la de Rivera qnedó prisionera de 1\Iúrcia, que la sintió
primero, y esperó emboscada, de que dió parto luego n h{woz, quien persuadido de que
Rivera se hahiA. entrado en Sil jurisdiccion, juntó las tropas qne andaban desunidas y
marchando con ellas It Macomite, en cuyas barrancas estaba. alojado Rivera, hizo que de
grado ó por fuerza le siguiese con la gente sana que tenia, hasta el Cabo de la Vela, con fin
oculto de reducirla. lí RU campo; en cuya marcha tnvieron un recio encuentro con lo~
Guagil'os, que en CQmpo raso y ú manos cogieron !\ Gnzman do Avellaneda y lÍ otros seis
españoles, sin qne los demas pudieran socorrerlos por no perderse todo~. Tan sueltn y
arrestada nacion es aquélla, como lo ha mo trado hasta los tiempos presentes, aunque todol't
sus brios DO bastaron de~pues de alojado el campo en los Cocinas, para que Alonflo do
Olal1a Herrera, AloDRO Martin de QneRada y Diego Agudo, Rin más armas que sus espadas
y rodelas, dejasen do al'l'ie~gar:.¡e sobresalientes por la tierra más poblada, ft. prevenir los
enfermoR que habian quedado en 1\1acomite, para que se dispusiesen á I-\egnit· el campo eu los
caballos que iban en pos de elloR como lo consiguieron con aplauso de los mismos Guagiros,
que admiraron resolucion tan gallarda.
ARegurada la gente enferma, partieron al Cabo de 1a Vela, donde ya estaba Fet1reman
con ochenta hombres y buen número <le caballos; y annque so alegró de yel' su gente> no

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CAro IV.] HISTORIA DEL NUEVO RErNO. 63
dej6 de sentir 16 mucha que se le habia muerto. Diólc cuenta Chávez del suceso del Capitan
Rilera, que mostró sentir. mucho por ser Cabo del doctor Infante, de quien confesaba
haber recibido obras de padre; y aunque urbanamente pretendió reducirlo á que de volun-
tad le siguiese con su gente, viendo qlle no venia en ello por la obligacion que tenia. de
volver á dal' cuenta de todo tÍ su Gobernador, lo licenció con mucho agasajo y advertencia
de que no repitiese la entrada en los términos de su conquista, si bien tres soldados de los
de Santa Marta voluntariamente quisieron quedarse en el Cabo de la Vela, donde manifes-
tando luego Fedreman los designios que lo habian traido á Oastilla, y las noticias antiguas
que tenia adquiridas de los criaderos de perlaR de aquella costa; 6 porque así las participó
de sus naturales, ó porque al recoger el escándalo que cierto navío lanzó en los mares de
aquella costa, se habían reconocido algunas hostias sustraídas del fondo, descubrió así mismo
haber ido á Santo Domingo á disponer a.lgunos instrumentos al propósito de cierta traza
que tenia premeditada para la pe~qneríl\ de perlas; ó por ver si encontraba algun hombre
práctico en sacarlas con las experiencias hechas en Cubagua: pero ni halló al hombre, ni
logró su traza, pues aunque muchas veces arrojó á los criaderos ó manchas cierta manera de
rastro, jamas puño conseguir logro ele BU trabajo, ni otros muchos que lo intentaron despues
por el mismo camino, hasta que se halló por mejor el de buscarlas con indios y negros; pero
no puede negarse que á Fedreman se le debió este descubrimiento, y la primera ranchería del
Cabo de la Vela, que fué la hecha en esta ocasiono
Cansado pues de gastar el tiempo en balde, consnltó ti sus Capitanes sobra cuál
derrota debía elegir para nuevos descubrimientos" y reconociendo que los más se inclinaban
á que Riguiese la misma que Ambrosio de Alfinger llevó hasta donde se apartó del río
grande tomando la vuelta del LeRte, porqne las tierras que se descnbrian entónces el rio
arriba daban esperanzas de que en sus cabeceras habia. ricas provincias, de que se privó
Alfinger por mudar el rumbo y no seguirlo siempre al Sur, hubo de asentir á esta resolu-
cion, aunque contra el parecer de algnnoA de aquella entrada, que aun tenia n preAentes los
trabajos padecido en ella. De que no haciendo caso el Fedreman desamparó el Cabo de la.
Vela, saliendo con cnatrocientos hombres, encaminado al valle de Upar, sin que para llegar
á él pasa¡.::e la laguna de Maracaibo y valle del Tocuyo, como afirma Herrera, y le notó bien
Fr. Pedre) Simon, por la incompatibilidad que hay pam semejante jornada: en que apre-
tado de achaques qne sobrevinieron á. su ejéreito luego que dejó la costa, y entró en regio·.
nes tan cálidas, perdió gran parte de él, sin que el riesgo y recelo de perderlo todo le permi-
tiese sOCorrer los enfermos, que á cada paso se le quedaban por los caminos. Pero esta mala
fortuna se le templó con la de encontrarse otra vez con el Capitan Rivora, que despechado
de no haber podido arribar á Santa Marta, para donde tambien salió del Cabo de la. Vela,
por el impedimcnto que le pusieron las crecientcR de los rios al principio, y oposicion
que hallo tlClSpUeS en los Chill1ila. con ropetidos nsaltos y emboscadas en que le birieron
alguno oldados, neceoitó de re vol ver eu demandn. de Feureman, con prctension de com-
prarle algull navío, si lo tenia en la costa, para hacer su viaje por mar.
Con¡;iguiólo á pocas jornadas, y es 10 bueno que habiéndole notado Fr. Pedro Simon
á Herrera, como dijimos, la incompatibilidad de la jomada que refiere haber hecho Fedre-
man desde el Cabo de la Vela al valle de U par, atribuyendo su error n. que no habia pi ado
como él aquellos paises; en llegando {l referiL' en el mismo capítulo eKta jornada de Rivera,
dice que habiendo partido del C~bo de la Vela para Santa. Marta, siguiendo su viaje por la.
costa del mar, no le fué posible llegar tÍ la. ciudad, porque al pasar por los indios y pueblo
de Chimila, que está junto al mar, y no léjos de e]]a, le hirieron algunos soldados: cosa má.~
imposible de ajustm' que la jornad:'\. que le nota á Herrera; porque entre el Cabo de la Vela
y Santa Marta jamas tuvieron pueblo alguno los ChimiJas, cuya provincia demora de la otra
parte de la ciudad, á las espaldas de Teuerife y bien distante del mar. Pero siendo ambos
cronistas de tanto crédito, y ciertas las dos jornadas y el encuentro de los Chimilas, debe
advertirse que Herrera, equivocado con las relaciones que tuvo, confundió el primer viaje
de Fedreman al yalle de U par con el que hizo inmediatamente revolviendo desde el valle de
Coro, en que necesitó de atravesar la laguna. · Y el que Rivera hizo á Santa Marta no fué
por la oosta del mar, como dice Fr. Pedro Simon, por el embarazo que halló en las cre-
cientes de los rios, tlino por el valle y rodeo de la montaña de Garupar, en que forzosamente
se atraviesan tierras del Chimila para ir á Santa Marta, Y colígese haber sido este el rum-
bo que siguió llivera, de la. brevedad con que retirado del Chimila se encontró con Fedre-
10

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64 FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA. [LIB. III.

man, que ya estaba en el valle de Upar, cosa que en muchos dias no pudiera oonlteguir por
el camino de la costa.
En fin, encontrados Fedreman y Rivera, á pocos lances de agasajos cor teses quedó
éste reducido á seguir al otro, haciendo para ello escritura de que 10 hacia voluntariamente
y no temeroso de alg.una violeI?cia, que fué convenio de mucha estimacion para Fedreman
por la falta que tenia de gente, y de mucbo sentimiento para la más de Rivera, que mal
sufrida intentó a.lguna alteracion, que desvaneció presto el castigo de los dos más culpados y
la fuga de otros seis, que por los rodeos de diferentes caminos y riesgo de varias nacione ,
no pararon hasta Santa Marta, donde hallaron por Gobernador al Adelantado D. Pedro Fer-
nández de Lugo, á quien dada noticia de lo sucedido y del intento que llevaba Fedreman
de caminar siempre nI Sur, escribió una carta pidiéndole cortesanamt'nta no le hiciese mala
vecindad introduciéndose en la jurisdiccion de su gobierno; la cual, de mano en mano de
los indios amigos, llegó hasta las de Fedreman, que ya iba muy adelante, y advertido por
otras cartas que tuvo con ella de la pujanza de gente con que se hallaba el Adelantado,
determinó, vuelta la espalda al Sur, que habia llevado por norte, retroceder al valle de Upar,
donde guiado de superior impulso, empeñado siempre en barajar el descubrimiento del Rei-
no á estos alemanes, á quienes más arrastraba la codicia del oro que la converBion de las
almas, mudó el rumbo poniéndolo á Coro, donde las esperanzas de hallar despachos de aquel
Gobierno lo arrastraban. Para ello dividió su gente en dos tropas, que Con más facilidad
pudiesen socorrerle de víveres hasta la laguna, porque tenian agostada la tierra, de suerte
que cualquiera senda qne elijiesen unidas, habia de ser atajo para la muerte con que ame-
nazaba el verdugo del hambre; y así, tomando á su cargo la una, dejó la otra al de Pedro
de Limpias, que eligiendo el camino de la sierra que divide á Maracaibo del valle de Upar,
fué á dar á ciertas poblaciones de indios fundadas sobre algunos caños y esteros que hace
la la.guna y llflmltn los brazos de Herina, donde apresó buena cantidad de oro fundido en
joyas y en polvo del que lle~an las quebradas que por aquel territorio entran en ella, de
donde quedó la fama de los brazos de Herina, que hasta hoy se ha quedado en not.icias, pues
aunque despues se han hecho diferentes entradas en su busca, todas han rematado en malos
sucesos.
Con este pillaje, y observando el órden que tenia de Fedreman, llegó el Capitan Pe-
dro de Limpias á. la ranchería de Maracaibo, donde lo halló no ménos fatigado de trnbajos
pasados que afligido por los que le amenazaban futuros con la falta general que sentía de
víveres, bien merecida á los que tan impiamente habian despoblado con fiereza aquellos
contornos y quemado los bergantines al partir e de aquel sitio, pensando no necesitarian más
de ellos j de que se recreoia la desesperacion de poder pasar á la bandl\. de Coro. Pero como
á. la última miseria de los hombres (aunque indignos de remedio), muchas veces 10 provea
de oficio la Divina misericordia, dispuso que de las obras muertas de un de las embarca-
ciones que solamente se h.'\bia quemado hasta la lumbre del agua, pudiesen formar otra, qne
bastó á conducirlos á todos ó. la. otra banda, desde donde ordenó que luego 8.'\liese con los
más de ellos el Capitan Diego Mal'tínez, natural de Valladolid, la vuelta de la cordillera de
Carora hasta encontrarse con el valle de Tocarirrna, dohdo le aguardase miéntrns él, vuelto
á Coro con alguno~ Capitanes de su afecto, e noticiaba de la provision del gobierno que en
su partida le prometieron los agentes de los Belzares, y con más gente le seguia hasta jun-
tarse con él, y empeñarse en demanda de la!i riqnezas que corrian del famoso río Meta, cuyo-
claro origen reconoce deber á los sudores que corren de la elevada cabeza de Gachaneque,
páramo que demora á las espaldas de la ciudad de Tunja ; pues aUD:que su Gobernador,
Jorge Spira, habia llevado la misma derrota, la tierra por dilatada daria lugar para que
todos cupiesen sin embarazo.
Despedida con este órden la mayor parte de su gente, partió á Coro, y el Capitan
Mal'tínez á la serrauía marchando siempre por ella, aunque los víveres se hallaban tan es-
casos, cuanto los aprietos crecian; y aquí fué donde saliendo Hernando Montero en de-
manda de ellos con una tropa de infantes, se le murió de enfermedad que padecía, y no
daba á entender, Martin Tinajero, natural de Ezija de Andalucía, hombre que sin ofensa
culpable de amigos ni enemigos habia vivido entre los deRórdenes de gente tan relajada. En-
terráronlo sus compañeros en la concavidad que pareció haber hecho el agua detenida de
los inviernos en una de las ramblas por donde corria y corre hoy, y viene á ser la que se
halla únicamente en distancia de treinta. leguas; y con las pocas semillas que pudieron

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CAP. IV.] nI TORTA DEL ¡-UEVO REh'O. 65
hal1ar, yolvieron al campo, que por esperar á Fedreman se iba deteniendo en aquel pais.
Por esta causa, y pasados algunos días, necesitó Martínez segunda \Tez de remitir al mismo
efecto otra tropa con tres ó cuatro infantes de los que habian ido en la primera, que nece-
~itados de Ilegal' tÍ la encañada en que habian sepultado al Martin Tinajero, quisieron reco-
nocer si los indios lo habian sacado del hoyo en que lo habian puesto; pero á más de
cincuenta paso. del sitio se hallaron todos embegtidos de un olor tan peregrino y suave,
cual ninguno sabia explicar sino con el pasmo de haberse quedado mirando unos á otros,
como preguntándose l qué suayidad era aquella, que así los arrastraba? hasta que dilatán-
dose el sentido de la vista miéotras embelesado lo seguia el olfato, reconoció {L medio
descubrir el cuerpo de Martin Tinajero, de cuyo vaso muerto dimanaba aquella fragancia
viva, y de quien amarteladas muchas abejas de las que forman panales en los huecos de los
ñrboles de aquellos contornos, se habian apoderado, ó por elegir clausura de aromas á su
miel, ó para cousagrar cultos de oera á aquel cuerpo, que no osando tocar los compañeros
volvieron con la noticia del prodigio al campo, donde recorriendo todos la memoria de la.
vida y costumbres que habian observado en aquel hombre en quien jamas notaron accion ni
palabra indecente, confesaron á. YOGes haber sido siempre un gran siervo de Dios, descono-
cido ha ta entóuces por los disfraces de su silencio. Pero como los caudillos de aquellos
descubrimientos llevasen más puesta la mira en adquirir riquezas que en examinar prodigios,
no cargaron el juicio, de suerte que aun discurriesen forma para darle más decente se-
pulcro.
De allí paCló Martínez á la provincia de los Girahara , espanto que han sido siempre
de la gobernacion de Venezuela, quienes con la noticia que ya tenian de la gente extran-
jera que lleva'ba puesta la proa á sus tierras, previnieron sus armas, y convocados los
pueblos salieron luego á. los nuestro acometiéndolos cara á. oara, y sin las cavilaciones y
emboscadas que u an otras naciones. Fué el encuentro famoso, y en el que la vanguardia
española gobernada de J nan Gascon se vió tan apretada, que á no socorrerla con brevedad
los de la retaguardia, hubiera sido rot;¿~ ; pero con el socorro del Capitan Martinez desmayó
el enemigo, y vueltas las espaldas dojó por los nuestros el campo y mucha de su gente
muerta y mal herida, corno tambien 10 fué alguna española, y con ella García Calvete, que
habiéndo. e seiíalado mucho fué atrave ado con una flecha que entrándole por el lagrimal de
un ojo le salió al colodrillo, de que 110 solamente quedó sano sino con la vistn tan clara y
firme como la tenia de ántcs, de que fuero u testigos muchos veciuos del Reino, quo despues
lo conocieron Encomendero en jurisdiccion do la ciudad do Vélez, donde lo heredó Pedro
Oalvete, su hijo. Pero mal escarmentados los indioR, aunquo reconocida la ventaja que les
hacian los españoles, viendo cnnn de n iento e habian apoderado de uno de sus pueblos,
dispusieron Valel'. e de una traicion verdadera entre los agasajoR de una. paz fingida; pue9
acudiendo hasta cuatrocientos Gandules tÍ ofrecerla n Mart(ncz, lloyando ocultas algunas
armas que pu ioron en las mochila de víveres qne llevaban patentes, para va.lerse di3 ellas
cuando toda su gente (que dejaban emboscada) acometie 'c, fueron descubiertos por la di-
ligencia maliciosa do algunos indios que iban en el campo espnñ01 y por ellos de Martínez,
que haciendo tomar á. los uyos las nI' as con todo secreto, dió. obre ellos tan de repente,
que dejando mucl'to& los mús y pre os hasta ochenta, obligó Ú. los restantes ó. que tomasen
por buen partido ir con el aviso tÍ. los de la emboscada, que aunque acometieron desmayaron
brevemente hall~tndo á. los nuestros prevenido~, y á buen librar trata.ron de asentar paces de
vera, y rescatal' los prisioneros á precio de oro y vituallas.
Dejad~ esta. provincia, dice Fr. Pedro Simon en la tercera notioia hi torial de la
primera parte de las conquistas de Tierra firme, al capitulo dioz y nueve, que adela.ntá.ndose
el Capitan Martínez con veinte hombres, pasó á otra provincia de los confines de Cal'ora, de
gente belicosÍsima y práctioa en todo trance de encuentros, donde al primero que se ofreció
se vieron los nue tros en tanto aprieto, que necesitaron del amparo de una casa, en que ea
fortalecieron para defenderse de aquella muchedumbre que les picaba por todas partes: y
añade que para e capar las vidas trataron fingidamente de hacer paces con los indios, para
poder con emejante engaño ejecutar en ellos algun ejemplat· castigo. De que se infiere, si
fué así, cuá.n ajenos de mover guerras vivian aquellos naturales, pues aun ofreoiendo la paz
á más no poder los españoleB, la arrostraban ellos cuando m{~s ventajosos, como se vió en e~ta
ocasiono Pero habiendo entrado en la casa doscientos Gandules á tomar el asiento de paz
que se les proponía, prosigue este autor al número tercero, diciendo que todos fueron muer-

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FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA. [LITI. IU.

tos por Martfnez y seis compañeros que tuvo prevenidos para el efecto, en cuyo crédito pre-
tendo ántes quedarme neutral que asentir á la inverosimilitud de hazaña. tan fea. Al día
siguiente lleg6 el resto del campo, y con él puesto en órden, pasó .i\Iartínez al mismo sitio de
la provincia, donde despues el Capitan Salamanoa fundó ia ciudad de OarOl'a, y alli, con el
cebo de In abundancia de víveres de que habian carecido dosde que salieron del cabo de la
Vela, y del mucho número de indios afables y de aquella condicion liberal que agrada ~í los
españoles, se detuvieron dos meses, y despues de ellos, caminando siempre al Sur por dife-
rentes valles, llegaron á la provincia del Tocuyo en que de preferente está. fundada una ciu-
dad de su nombre, y reconociendo la dispúsicion de un sitio en que pocos dias ántes lo!; indios
Coyones de la sierra habian quemado una gran poblacion de los Tocuyos, sus capitales ene-
migos, alojaron los nuestros en él combinados, tanto de la hermosura del país como del aga-
sajo de los naturales.
Á pocos dias que allí estuvieron con aquel descuido, que engeudra la seguridad del
pais amigo, y sin pensamiento de que otros españoles pudiesen habel: penetrado tantas pro-
vincias como ellos, reconocieron habérseles entrado por SLt Hanchería los Capitanes Martin
Nieto y Ger6nimo de Alderete, con sesenta hombres de los qua habia llevado :l. sus descubri-
mientos Gerónimo de Hortal, Gobernador de Paria; de cuyas entrada y de las hechas pOLo
el Comendador Don Diego de Ordaz y Antonio Sedeño no he querido tratar cuidadosamente,
aunque pertenecian á eslla historia y lugar, así por haberlas escrito con. e. peciolidad Castellá-
nos y Fr. Pedro Siroon, donde podrá verlas el curioso, como por no mant;har la pluma
con tanta sangre humana como estos tre8 Gobernadores derramaron dentro y fuera de los
términos de sus conquistas: plles sin hacer pié para fundar ciudades en tierra alguna de
ta.ntas fértiles, ricas y pobladas de naturales como encontraron en Maracapana y otras pro-
vincias, dieron muestras de haber pasado solamente á ellas con fin de que la crueldad y co-
dicias que los domin6 á la manera de raudales de fuago las corriesen, destruyendo y abrasando
cuanta gente hallaron desde la Bllrbnrata ha ta las boca~ del ~Iaraüon, sin que lÍ tanto de-
sórden se pU8iese otro reparo por la Audiencia Real de Santo Domingo, sino el de remitir
por Jueces para el remedio al doctor Navarro y á. los licenoiado Frias y Oastañeda, que por
ambiciosos de gobernar y poco inteligentes en materias tan árduas, dejaron correr los culpa-
dos hasta pisar la última raya de la iniquidad, en que perecieron desastradamente, siendo
verdugos los unos de los otros.
En mucho cuidado puso á 1\1al'tíoez la intempestiva entrada de los sesenta españoleR,
y no fué monor el que llevaban ollos desde que reconocieron las hue llas del campo aleman,
recelando fuese gente de Cedeño la que encontraban; pero habi éndola reconocido y visto
ser de Venezuela, con quien no habian tellido embarazo ni dependencia alg nna, sosegaron la
mayor parte de sus temores, dejando en pié la sospecha de que l\fartínoz, movido Je la ven.
taja de gente con que se hallaba., trata, e ue obligarlos por fu erza á. q ne lo siguíe. en por más
agasajos que mo. traba en festejarlos, tambien sospechoso de que aquellos sesenta hombres
fuesen sobresalientes del ejéroito de Gerónimo de Hortal, que máH p oderoso marcharía en
pos de ellos. Por una. y otra causa alojaban separados, velándose los unos de los otros, en
cuyo tiempo informado l\Ial'tínez de la ingl'atitud con que aquellos Capitanes habian proce-
dido contra su Gobernador, haciéndose cabezas de la gente amotinada, que, ó. ejemplo de Ma-
chin de ñate, le alzÓ desacatadamente la obedieucia, y preso con su Teniente Alvaro de
Ordaz, tres caballos y diez infantes, lo remitió á. la Co¡.¡ta: y de la determínacion honrada
de otros treinta, que desampararon el campo de Aldereto y Nieto por seguir á su Goberna-
dor: y, finalmeute, de que en la derrota que habían tomado, se encontraron en un valle
vecino á su alojamiento con una casa de mujeres públicas que, en retretes separados y á. pro-
pósito pa.ra,su infame empleo, adquirian el sustento de BllS galanes y á vneltas del slgun
oro, de que hubieron buena parte los amotinados y de que ellas formaban dote para casarse
despues, que era el principal fin que las oonducia á tan obsceno retiro, para recuerdo de
aquéllas que en Chipre ó Cándia con semejante pretension en otra casa de placer fabricada.
en la Costa del mar, acreditaron ser aq1lella isla consagrada á. la Diosa de la deshonestidilod.
Determinó secretamente dar aviso de todo á Fedreman, que aun se estaba en Coro, y con la.
noticia que tuvo de cuatro infantes aventureros para el efecto, doblando jornadas de las se-
tenta leguas que hay de Coro al Tocuy(', partió luego con la mas gente que pudo agregar.
En el interin de esta jornada los indios Coyones que habitan la Rierra, y, como diji-
mos, habian quemado el pueblo en cuyo asiento alojaban los españoles, reconociendo ahora

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CAP. V] mS'TORIA DEL !~UEVO REINO. 67
por los humos que ellngar tenia gento, y pareciéndoles que los Tocl1yos en menospreoio soyo
lo babian vuelto á poblar, cuando su fin era no dejar ra~tro de sus poblaciones, resolvieron
juntas todas sus parcialidade. ba.jat' al castigo, y ejecntáronlo descchando los caminos reales
y abriendo otros por la fragosidad de una montaña ajena de la sospecha. de que por ella. pu-
diesen bajar, por aonde sin set' sentidos penetraron ha~ta encontrarse con los nue tras, 6.
quienes, aunque extrañaron, acometieron con tan gallardo brío que necesitó bien de los ~uyos
la. gente de ambtlS compañías ullida en un batallan para el rechazo de cuatro mil Gandulp.s
que tenia el campo enemigo: con que brevemente fueron desbaratados, quedando la victo-
l'ia por los españoles, en que tuvieron la mayor patte Martin de Oñate, Gerónimo de Alde-
rete, Juan de Rivera, IIortllño Ortiz, Cristóbal Gómez Kieto, Juan Fuerte y Crist6bal de
Zamora Torero, fuera del Capitnn Martínez, qne se portó en el encuentro con aquella repu-
tacion que le hizo digno de mayores puestos,
Concluida la faccion, llegó Nicolas de Fedreman gozoso de ver su gente, donde sahien-
do más por extenso los sucesos de los Capitanes Alderete y Nieto, les rogó y persuadió á que
le dejasen la gente que llevaban, con promesa de gmtificar sus servicios; y con eguido con
general a.plan. o de ella, aunque por quitar el recelo en que le podian poner aquellos dos Ca-
pitanes, resolvió COll su gll to remitirlos convoya(los del Capitan Beteta y algunos infantes
la. vuelta. de Coro y de allí li Santo Domingo sin que del fia del CtLpitan Martin Nieto se
haya tenido noticia; pero sí de Geróniroo de Alderete, que balanceando la fortuna llegó á
colocarlo en el puesto de Adelantado del Reino de Chil<" que no logró mnriendo en el camino
de sentimiento de que por descuido de una cuñada suya se qucmase la Capitana de seis ba-
jeles que llevó de España, en que perecieron ochocienta~ pel"o onas sin que librasen más que
él y su piloto, Y aunqne Jh', Pedro 'imon asiente más tÍ que los Capitanes Alderete y Nieto
y demas amotinados fueron desarmados por el Capitan l\lartínez flutes que llega e Fedl'eman,
y que preSOR y despojados uel oro que ballaron en la casa pública los remitió á Coro, tiene
tanta inverO!:;imilitud el suceso cuanta certeza 10 que va referido ilntes: pue ni á Mal'tínez lo
era fácil aventurarse por violencia contra sesenta hombres que tan cuidadosos se velaban,
ni puede creet' e que tan mal corre. pon(liese á los que poco ántes cogiéndolo de!\prevenido en
su alojamiento procedieron tan corte es y se determina e á re. oluciún tan áspera sin dnt' par-
te á su General, de cuyo genio blando no podia e 4 pel'ar apt'obacioll favorable, Ademas que
se compadece mal afirmar que á los mtls sedicio os remitió á Coro, cuando del roRS clllpado,
que fué Machin de Oñate, sabemos que entró en el Reillo: y ae,í pa~aremos á decir que vana-
glorioso Fedrcmall de ver tan eugro ado su campo 'Y afligido de hallarse falto de arma~ y
Otl'OS pertt'cchos precisos para la joma.da, propu o {t su gente la l1ece~idad en que estaba de
ellos, pidiéndoles por vía de préstamo el oro que habian adquirido en In. jornada para proveerse
de 10 necesario desde la ciudad de oro y con iguiólo con facilidad, como tambien la conduc-
cion de todo 10 que envi ó á comprar; con qne pOl' no pCl'der el tiempo de verano que le res-
taba del año de tl'eint:t y siete, sali6 con su campo para el valle de Bal'iquizimeto, donde lo
dejaremos ba tu. su tiem po.

CAPITULO V.

DÁSE EL GOBI • RNO DE SA TTA MARTA A D, PEDRO FERN" ÁNDEZ DE LUGO.


Pl~OSIGUE LA GUERRA CON LOS INDI DE L SIFlRRA SIN FRUTO.
PREVIENE EJÉRCITO Y ARMADA PARA NUEVOS DE CUBRIMIENTOS Á
CARGO DE SU TENIENTE ]ENERAL D. GONZALO JIl\IÉNEZ DE QUESADA.
DERRÓTASE LA. ARMADA CO MAL TIEMPO Y PREVIÉNESE OTRA, QUE
CONVOYA EL EJÉRCITO HASTA DESCUBRIR EL NUEVO REINO.

ABIDA en Castilla la muerte de García de Lerma por los agentes del Adelantado de Ca-
S naria, D. Pedro Fern:1ndez de Lugo, que retirado eula i. la de Tenerife trataba de tem-
plar los despechos que lo sacaron de la corte por baberle preferido el Emperador tÍ don Pedro
de Mendoza, su gentilhombre de casa, en la preteusion que los dos tuvieron á la conquista
del rio de la, Plata, le dieron luego aviso de la vacante del gobierno de Santa :Marta para que

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68 FER,¡:TÁNDEZ PIEDRAUÍTA. [LIB. IIJ.

lo pretendie e con esperanzas de que lo conseguiria por tener entendida el consejo la razon
que le asi. tia para el desabrimiento con que se hallaba. Era caballero rico, valeroso y de es-
píritu tan elevado, que concibiendo dentro de sí que le abria camino la fortuna. para igua-
lar SUR hazañas IÍ las que de Cortés· y Pizarra por aquel tiempo se aplaudíau, á que no poco
le animahan las relaciones que le hacía Francisco Lorenzo, soldado antiguo de Santa Marta,
que por accidentes del mar so hallaba porentónces en Tenerife, despachó á la corte á D. Alonso
Luis de Lugo, su hijo, para que en su nombre pidiese aquel gobierno y capitnlase con su
Majestad cesárea. segun y en conformidad de las instrucciones que llevaba. Llegado, pueR, á
la corte el D. Alooso Luis de Lugo por principios del año de mil quinientos y treinta y
cinco, corrió en su pretension con tan próspero viento que consignió el gobierno con nuevo
título de Adelantado de las provincias y l'e~nos que eonqni tase.
Entre las capitulaciones qne asentó en el Consejo de Indias fueron las principales:
Que llevase á su costa para la conqui ta de lo que descnbl'ie.se dentro de los términos que le
asignaron á Rodrigo Ba tidas, mil y quinientos hombres y doscientos caballos, sin los que de
esta especie se necesitasen para crias, con todo lo demas concerniente tÍ ello de viver.es, armas
y municiones. Que no Re entrometie~e ni mezclase en las jurisdicciones señaladas tÍ las ].)1'0-
"incias de Cartagena y Venezuela, concedidas al Adelantado D. Pedro de Ileredia y á 108
BelzarcR, y para quitar diferencias se entendiese que todo eIrio grande de la Magdalena se
decla.raba pertenecer á la gobernacion de Santa l\Iarta. Que de. pues de los días del Adelan-
tado D. Pedro Fernández de Lugo le sucediese su hijo D. Alonso Luis en la forma que su
padre 10 tenia capitulado con su Majestad. Que pudiese fabric:u dos fortalezas donde más
bien le pareciese, de cl1yo. tenencia se hacia merced con sesenta y cinco mil mal'avedises de
sueldo pagados en fmtos de la tierra que conquistase con jnten'encion de los oficiales reales.
Que. e le aplicaba la dozava parte de todos los provechos que el Rey tuviese en todas las tie-
rras que de nuevo descubriese y poblase en el interin que bien informatlo su Majestad de
lo que hubiese obrado, re olvia 10 más conveniente á la sati faccion de sus servicios. Que se
le señalaba de sueldo en el gobierno un cuento de maravedises paO'adoa en la misma forma
que se daba para el entero del sueldo que habia de tirar como Temiente de las fortalezas
'que fabricase. Que llevase consigo á Santa Marta las personas ecle. iásticas que el Rey le
.señalase para doctrinar á los inJios y aconsejarse con ellas sobre la ju tificacion de poderles
mover guerl'n., y pudiese llevar hasta cien negros e clavos, hombres y mujeres.
Con el asiento do estas capitul:tcioncs y otras que refiere el oronista Herrera, como
quien mó.. bien supo y fielmente escribe las cosas acaeoidas en e. tos Reinos de España, y con
un hl\bito de antiago de que el Rey hizo merced tí D. Alonso Luis de Lugo en atenciun de
su calidad y de lo. servicios hechos pOl' el padre en la conqnista de la isla de la Palma y
guerra mal'Ítima de moral:! en las co. tas de Afdca y Canaria, partió á. 'eville donde lo halló
al ticipado con la noticia del buen de. pncho:í di. poner l. ley a de la. gente que hahia de ne mI'
y hubo de dejar 6. cnrrro del hijo, yoh-iend á TeneriIe lÍ.ntes de concluirla; en cuyo tiempo,
cuiuadotio el Consejo de proveer de Prelado á 'anta Marta por habor muerto el año Ilntece-
<lente D. Fr. Tomas Ortiz, que lo era electo, como dijimo. , pl'egentó por Obispo de aquella
igleRia al Licenciado Tobes, famoso teólogo y colerrial mayor de . Bartolomé en Salamanca,
por cuya muertp., que lo n aItó ántes de pasar á Indias, aunque afirma Quesada que á pocos
dias dcapues de llegado tL su iglesia, que no asentimos sino ti lo primero quo dioe Herrera,
~utor más enterado de las cosas pertenecientes ti Indias y acaecidas en E pañn, como dijimos
poco tintes, rué presentado I\~imi.'mo el Maestro Fr. CriRtóbal Brochero, del Orden de Pre-
dicadores y Prior de Santa María de ViLlada, y por no habel' aceptádola pasó esta. dignidad
al Licen'ciado D. J uau Fernández de Angula, tÍ quien en comprobacion de lo que llevamos
dicho en la nota mUJ'ginnl del fin del capítulo cuarto del libro nono de su década quinta lo
llama Herrera primer Obispo de Santa l\Iarta, á donde llegó cúnsagl'ado por fines de Julio
del año siguiente, pocos dias lÍntes que muriese el Adelantado D. Pedro Fernnndez de Lugo,
como dijimos. ...
D. Alonso, sn hijo, que se hallaba en Sanlucar con la gente que pareció bastante, se
hizo á la vela y tomó puerto en Tenerife, donde halló á su padre recien viudo de Doña Ines
de Herrera, su mujer, por cuya causa se retardó In. Armada con mucho costo el tiempo
bastnnte para dar corte en las dependencias que Re le recrecieron; pero ajustadas y gozoso
de ballarse con mil y doscientos hombres escogidos, entre quienes iban muchos y moy ilustres
caballeros, y prevenido de las armas y cabanos contenidos en la capitulacion, aunque para

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CAr. v.] HISTOlUA DEL NUEVO REINO. 69
ello hizo tanto empeño que le duró á su casa por muchos años, nombr6 por su Tenienta
general al Licenciado D. Gonzalo Jiménez de Quesada, natural de la ciudad de Granada,
hijo legítimo del Licenciado Gonzalo Jiménez y de Isabel de"Que~ad:l, bien conocidos por
su nobleza: y porque se ba llegado {¡, opinar sin más fundamento que el de la prcsunoion de
algunos sobre la naturaleza, nombres de los padres que van referidos y oficio de Teniente
gelleral que obtuvo de de Tenerife, pondremos lo que refiere él mi!:!mo al primer capítulo
del compendio historial de sus conquistlls por estas palabras.
Llevaba el Gobernador por Teniente general de esta gente y de su gobernacion al
Licenciado Gonzalo .Jiménez de Quesada, natural de la ciudad de Granada, hij9 de honestos
padres, que f':teron asimismo otro Letl'auo llamado del mismo nombre y bien conocido en
su pl'ofesion (el Licenciado Jiméncz) y de Isabel de Quesada, su mnjer, que tod~s estas
particularidades se deben poner j y porque no pareciese demasiada afectacion (hipocl'esía
creo que dijera mejor) no va este pa o lleno de más humillacion. De cuyas razones mode tas
se reconooe la. calificada nobleza qlle heredó y represent6 desplles la ciudad de Granada nsu
Majestad para que lo titulase, y los nombres propios de sus padres y nllturalezt~ de aquella
ciudad, donde aun pudo nacer seis años ántes del dia en que nació, pnes teniendo los treinta
y siete de su edad fué elegido Teniente geueral, como llevamos dicho.
Por Maese de Campo general fué nombrado Antonio Ruiz de Orjuela, caballero
cordovés que se habia ocupado en ervicio del Rey en la!'! guerras de Nápoles, siendo Alférez
de una compañía cuando monsieuT de Lautrech perdió el ejército numeroso que pas6 de
Francia tÍ Italia. A e te caballero babia concedido licencia el Emperador para que pasase d:
Indias con cincuenta hombres armados á flU costa j y habiendo arribado tl Tenerife, dando
estaba el Adelantado, fué fácil convenirse timbos pal'a pa,'H,r juntos con el cargo de Maeso
de Campo de su Armada y gobierno, y mucha. estimacion que de su prudencia y valor hacian
todos. Por Oapitanes fueron nombrados D. Diego de Oardona, D. Pedro de Portugal, Diego
López de IIaro, Alonso de Gl1zman, Gonzalo Suárez Rondan, Diego de Urbiua, natural de
Orduña. y sobrino del famoso Juan de Urbinrl, de quiene era Sargento Mayor D. Diego de
Sandoval, y todaR ellas per.ouas calificadas de mucho In tl'e y valor, con quienes y mil y
dosoiento~ hombres de guerra reral't.ido~ en difel'ente~ navíos, se hizo fí la vela el Ade)rnnta-
do, llevando en su compañía al hijo D. Alonso Luis de Lugo, y con próspero viaje por Enero
del año de mil y quinientos y treinta y seis tomó puerto en Santa Marta, donde halló á
Antonio Bezos que, aco ado de los Tayronas y Bonda, apénas podia mantener la ciudad y
poca gente que en ella hauia, con el socorro de los indios amigos de Gayl'a y Taga1:ga y con
la corta pre¡.¡a de algums ontradillas que hacia en la sierra.
Luego que se vió en su gouierno el Adelantado D. Pedro Fel'Jlández de Lugo, reco-
noci6, como prudent~ apitan, que ]0, . old dos y ejr rcifo se conservan mejor cuando más
aventurad s, y qua ]as alteraciones de los animas inquietos nacen de los peligro,~ ocultos de
la ociosidad, siendo rie. gos todos, despues que evita la prudencia de quien los gobierna, y pre-
viene con arte: y así por no hallarse en oca ion de no podel' reparar algun repentino accidente,
trat6 de inquirir empleo en que poderlos tener disciplinados y obedientes. Para flllo, y re-
conocer la parte á. que babia de volver las armas, envió ú. ofl'ecer la paz {~los Bondas, Ge-
ribocas y Bodiguas que militaban coligados j y por no habcrlu. querido admitir diflpuso un
campo de quiniento~ hombres, los mil de ellos de los recÍen negauo~, con que salió en pel'~
sona, y habiendo 3nibado al pueblo de Honda, lo acometi de suerte que los indiof, tenien-
I

do ya puestos en cobro sns hijos y muj erefl, se defendim'on bien j aunquo mt18 apretndos de
la cólera española que de ]0. buena dispo icion del avance, desampararon el pueblo dejando
muertos treinta de los nuestros y muchos heridos con poco daño do los suyos = rovas que se
atribuyó siempre al mal 6rden con que se gobern6 aquel asalto por íalta de experiencia
militar en la. guerra de ]aa Indins. Pero ya. sucedido el fraCH!lO, mandó el Adelantado que
los Capitanes Urbina, Oo.rdoso, Tapia y Cardona siguiesen el campo enemigo, y si convidado
con la paz no la aceptase, Je hiciesen guerra. Obedecieron los Oabos, y reconocida la repul-
sa de los indios á su embajada, y que fortificados en lo :ispero de la Rierra se prevenian
para la defensa, dieron parte al Adelantado que, juntándose con ellofl, quem6 y arrasó mu-
chas de sus poblaciones, y en los pocos reencuentros que tuvo, fllé lastimada y herida gran
parte de su gente, pOl'q~e los Boudas en esta. ocasion y en todas las que no fueron llevados
por bien, se mostraron feroces.
Vuelto á Banda el Adelantado, const1ltó sus cabos t y como ninguno de los que llev6

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70 rERNÁNDEZ PIEDRAUÍ'l'A. l LIB. lIJ.

consigo era tan á prop6sito pam su intento como Antonio Diez CardOflO, Capitc1.n el más
práctico y de mejor fortuna que se baIlaba en aquel gobierno, como se ba visto en el dis-
curso de esta historia, hubo de llamarlo, y por su parecer, y con fin solo de entretener la
gente, dispuso que su hijo, D. lonso, saliese contra el 'valle de Tayrona, y con él su Maese
de campo, Orjuela, y fuera de los Capitnnes de la primera salida, Juan de San Martin y
Antonio de Lebrija, á quienes siguieron todos los más caballeros del ejército que por vana-
gloria qnis\eron militar debajo de tan buen Cabo, corno de pues lo recunoció la Europa.
Pero llegados á Tayrona se mo tral'on sus indios tan valerosos, que en diferentes ataques,
dejando muertos y heridos muchos de los españoles, ganaron aquella. fama de guerreros que
les dura. basta boy; y e. pecialmente Em la defensa de un paso estrecho de la sierra fué tal
su resistencia, que con señalarse tanto el Mae e de Campo Orjuela, Juan de Céspedes, Diego
de Urbina, llernan Venégas, Juan Dolmos, H~rnando de Prado, D. Diego de Cardona, y
Juan de la Peña, necesitaron de costear la victoria con las pelifTosas heridas que sacaron
Juan de San Martin y Alonso Martin.
Rotos y desbaratados lús Tayronas, corrieron los nuestros el valle sin encontrar flecha
en arco, gente ni bastimento~j pues aunque para buscarlos trastornó Cardoso el país de la
Ramada con pérdida de veinte. hombres que se le murieron de hambre, no pudo remediarla
D. Alonso Luis de Lngo, que tambien entró por la parte 8uperior del mismo paia hasta las
sierras nevada"; aunque en el encuentro que tuvo con los dos caciqueR rebeladoR Maróbaro
y Arógaro, hubo una presa de hasta tres m.il caRtellanos de oro, si bien no faltó quien 108
subiese (\ un número excesivo: sospe<.:ha muy ordinaria de la gente de guerra, no 8é si bien
ó mal fundada siempre contra sus Cabos Ruperiores; pero la cantidad cierta fué la que va
referida, pues á no serlo no la, espresara Quesada en su compendio'historial del Nuevo Reino
nI primer capítulo de él, y en tiempo que ya no corria bien con D. Alonso Luis de Lugo,
quien con tan corto fruto de SllS trabajos volvió á Santa Marta, donde hall6 á su padre, que
desconfiado de la eonqui~ta de 10R THyrona~, por la poca sll~tancia que descubriAn sua tierras,
tenia vuelta la mira iÍ proseguir el descubrimiento de las cabeceras del rio grande de la
Magdalena (llRmado así por haberse descubierto en su diA.) donde por noticias confusas se
esperaba hallar pouerosos Reinos y criaderos de oro, cuyas muestras habian encoutrado los
que de Santa Marta en algnnns entradas habían Imbido hasta el rio de Lebrija.
Con este pensamiento y la prevencion de vasos para despachar Armada por el rio,
que se fnese dando la mano con el ejército de tierra en los lan ces que les ofreciese el aprieto,
comunicó la dcterminllcion á SUR cabos, y oido el parecer de los más práctico!'! que ha1l6 en
Santa l\1artn, y que convenian en el poco provecho que se e pel'aba do allanar los indios de
toda la. sierra á que e llegaba la dificultnu de conseguirlo por la resi tencÍa de las naciones
que la ocupaban, amparadas icmpre de los 'J'ayronas, y en que era empleo más honroso
seguir una esperanza dudo El qnc una. desdIcha cvidente, nombr6 por Cabo del ejército de
tierra, que e componia de sei cientos y veinte in rantes y ochenta y cinco caballos (sin el
exce. ivo número ue mi erables indio que neo. tnmbrabnn llevar por cargneros á las con-
quistas) tÍ su Teniente general D. Gonzalo Jiménez de (~nesada, y por Capitanes de los
anticruos de, anta Marta á Juan do San Iartin, Juan dc Cé.·pedes, Juan del Junco y Juan
de Madrid, á Quien sucedió el '1'esorero Antonjo de Lebrija llatnral de Alclíntara y descen-
diento del otro célebre hi toriado!' y latino' y ele lo qne llevó consigo á. Gonzalo Suál'cZ
Rondan, L{lZftl'O Fonte y Pedro Fernández de Yalenznela: disponiendo que los caballos fne-
sen debajo del Estandarte Real quc llevaba Gonzalo García Zorro, natural de Guadalcanal:
y que de cinco bergnntines que e labraron C11 la Ca. ta para entra r en el rio grande, fuesen
Capitanes Diego de Urbina, Antonio iez Cardo. o, Juan Ohamorro y rduña, quienes lle-
vasen por General á D. Diego de Cardona y por Veedor de su Armada al famoso Hortun
Velásqnez de Velnzco, natural dA la. Villa de Cl1éllar, vecino que fné despues de la ciudad
de Pamplona y marido de Doña LuLa de Montal\'o.
Hechas, pues, toda las prevenciones necesarias, y pareciéndole al Adelantado Ber
conveniente al Ser icio de Su Majestad y n. la seguridad tle anta Marta, que qnedase en
ella su Maese de campo Orjueln, lo detuvo consigo, con calidad de que en todo lo que nue-
vamente se conqni. tase tuviese en la. reparticiones de las presas y tierras que 8e hiciesen
la. parte correspondiente al pue. to que ocupaba, y como t;l ejerciéndolo se hallase presente á
todas las facciones: tanto era el orédito y estima que el Adelantadó hacia. de su persona;
pero uo sé que las c~ndiciones se cumpliesen como se asentaron. Ya era entrado por este

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CAP. V.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 71
tiempo el afio de trcinta y seis,. como dijimos arriba, cuando, segan refiere Qaesada en el
fin del primer capítulo de su compendio historial, á los cinco de Abril del año refeddo
salió de anta Marta siguiendo su dérrota por el COl'azon y centro de la provincia del Chi-
milB basta. dar en las de Tamal,arneque y Tamalaizaque, desde donde se babia de arrimar tÍ
la ribera del 1'10 grande de la Magdalena; y aunque este rumbo se habia oontinuado hasta
allí por algunos Capitanes, fueron gravísimos los trabajos que en él se padecieron respecto
de la grosedad del ejército, falta. da víveres, mucho calor de la region, humedad de la tierra
y embarazos que se ofrecieron en la jornada de ciénegas y pantanos que por aquellas mon-
tañas se cllcontraban, donde los caballos más servian de aumentar el trabajo tÍ los infantes
que de aliviarles el cansancio y la fatiga.
No con ménos adversa fortuna se hizo la Armada á la vela con los cinco bergantines
y dos caravela , pues no pudiendo coger el rio por la borrasca que levantaron las brisas en
su boca y de ordinario se experimentan en aquel paraje, se derrotaron los tres de e1l0s y las
c:1.l'avelas, de las cualeR la una naufragó luego, salvándose la gente en un islote del do, y la
otra dió !-Iobre la punta de Morfo hermolio de la costa de Cartagena, poblada de indios
Caribes, á cuyas manos perecieron todos cuantos el mar arrojó vivos á tierra, Poco más
adelante, en el sitio de la Arboleda, chocó el bergantín de Juan de U l'bin'a en que iba Juan
Dolmos, do donde amparados de la noche y por su buena diligencia sacaron su gente á
salvo miéntras con mejor fortuna corrieron las embarcaciones del General y Antonio
Diez Cardoso, pues dando ésta. en el Ancon de Zamba y la otra en la punta de Icacos,
tierras pobladM de indios pacíficos, pudieron fácilmente llegar á Cartagena libres de aquel
peligro, de que más bien escaparon los dos bajeles restd.ntes, que por SOlTeros tuvieron
tiempo de nnclarle ántes de la borrasca en la boca del rio para que á veces se experimenteu
mayores aciertos producidos de la flema que de la cólera, puei4 con ella Consiguieron que
aplacndo el mar navegasen hasta l\1nlambo, habiendo recogido de paso la gente de la. Cara-
vola que quedó en el isloto, de8da donde sabido el naufragio de las otras embarcaoiones,
dieron aviso al Adelantado, {~quien llegó la nueva juntamente con Hortun Velásquez y
Antonio Diez Cardoso, que deRpues de correr fortuna y agregar agí al Capitan Luia da
Menjarrez, conquistador antiguo de Santa Marta, á quien hallaron con un buen navío en el
puert.o do Oartagena, volvieron á Santa Marta en dos de los bergantines derrotados, con
quienes asimismo fué Juan Dolmos, que habiéndose encontrado en Cartagena con quien
le die'> embarcc:'l.cion para que pasase nI Perú, no quiso hacerlo, sino revolvef con cinco ca-
maradas á Santa Marta, donde la fineza fué bien estimada del Adelantado, y mús cuando
supo que mudando C:lRaca el enoral y Diego de Urbina. con D, Diego de Sandoval y otros
remitian los dos bel'gal1tines d{mdole aviso del suceso y do su resolución, que fué de pasc.rse
con la aente voluntaria que los seguia á los Reinos del Pen't, donde bullia In fama de su ri-
queza y esperaban mejorar fortuna miéntras perdido el tiempo lo gastasen otros on seguir
108 de ignios del Adelantado.
abida, pues, en Santa Marta la pérdida de la Armada, y no desmayando por eso el
Gobernador de su primer intento, despachó luego al Capitan Luis de l\Ianjarrez á la isla
ollpafiola. para que le comprase otras cuatro embarcaciones, que no tuvo efecto, porque re-
creciéndosele al Manjarrez pleitos lJue allí lo detuvieron, y sucediendo poco deRpues la
muerte del Adelanta.do, no tuvo lugar de volver {L Santa Marta hasta que lo consiguió en
compnfiía de Gerónimo Labron ' mas no por eso falt6 el Gobernador en lo que tenia á su
cargo, pues dispuso que sí toda priesa labrasen algunos eciuos otros dos bergantines, que
juntos con los que habían escapado de la tormenta fuesen en socorro de su Teniente general,
sí quien di6 luego noticia del infortunio y de la nueva preteusion de vasos que hacia. En
cuya consideracion se fué muy despacio siguiendo la. derrota que habia elegido, y conti-
nuándose los trabajos de hambres, guerras, malos caminos, serpientes venenosas y enferme-
dades que la tierra y el ciclo granizaban sobre su gento, peco acostumbrada la más de ella
!J. semejantes hostilidades, en que procedi6 Quesada con tanta prudencia. y valor, que Hiendo
e~tos afanes los que han ocasionado motinel:! en compañías mÓll l)S numerosas d,e las que Re
hallaban en las indias, no dió persona alguna el menor indiciu de inobediencia aun en la
fuerza de 10.s calamidades que experimentaban.
Por otra parte, dispueRt1. ya la armada en Santa Marta p~r el mucho desvelo del
A elantado, y nombrauo General de ella en lugar de Cardona el Licenciado CalléO'os, que
tambien era profesor de leyes como Quesada, y ucspues de grandes servicios murió en la.
11

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72 FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA. [LIB. III.

batalla de Añaquito en favor del Virey Blasco Núñez Vela, y elegidos por Capitanes nuevos
Juan de Albarrazin y Gómez del Corral, se hioieron á la vela y con próspero viento entra-
ron en el rio grande, y juntándose en Malambo con 108 dos bergantines que allí estaban y
con hasta ciento y ochenta hombres repartidol:! en las embarcaciones, penetraron RUS ondas
contra el curso de sus raudales, hasta que despues de algunos meses de navegacion encon-
traron á don Gonzalo Jiménez de Quesada con su gente en el pueblo de Tamalameque,
desde donde se habia de seguir la derrota por la ribera del rio como la siguieron hasta
Sompallon, otra. provincia grande y fértil, que está á quince leguas y á setenta y cinco de la
. boca del rio. Y de aJIí, teniendo ya la gente de la Armada las órdenes del General Quesada
para la forma con que se habían de socorrer los unas y los otros, subieron otras quince
leguas más hasta otro pueblo, que era el último á que hl\bian llegado españoles en la en-
trada que hizo el Capitan Pedro de Lerma, desde donde se le doblaron los trabajos y pe-
ligros al ejército y Armada, pues si fueron grandes los padecidos, mayores se experimen-
taron. Oh, válgllme Dios 1 que bastrulen hombres de carne á romper doscientas leguas de
monte espesisimo con sus propias manos, siendo tal su fragosidad y cerrazon, que apénas
bastaban todos juntos á romper una Ó dos leguas en un dia con buenas herramientas!
¿ Cuántas enfermedades quehrantaron muchos cuerpos qua delic..'tdamente sé habian criado
en region más benévola? ¿ Cuántas fiebres pestilentes y otras enfermedades pusieron á otros
en estado de no poderse tener en pié, y con todo eRO siempre trabajando con las manos, de
que morian miserablemente los más? ¿ En qué género de muerte no tropezaron entónces
aquellos nobles españoles, muriendo unos comidos de tigres, otros de lagartos que sin temor
de las guardas se entraban los primeros en el alojamiento y se arrebataban el español ó indio
que les parecia, no ménos de dia que de noche 7 Otros de ham ore y sed procedida del ve-
nenoso contagio de las flechas de los bárbaros con quienes iban guerreando á cada paso;
pero para qué puede ya ser buena relacion de tantas fatigas i desventuras? Baste saber que
con ellas llegaron al pueblo de la Tora (llamado de las barrancas bermejas y de los brazos,
por cuatro que hace el rio en aquel paraje) despues de ocho meses de jornada en que cami-
naron solamente oiento y cincuenta leguas.
Era ya entrado el invierno y las muchas lluvias aumentaban de suerte el rio, que se
derramaban sus aguas por aquellas montañas ~in dejar senda á la eleccion que DO fuese
evidente riesgo de anegarse; y determináronse de comun acuerdo de los cabos á invernar en
aquel sitio, en tanto que el tiempo daba seguridad pata proseguir el viaje. Y porque los
soldados se entl'etu viesen con buenas esperanzas en el desconsuelo que ya se mostraba á
todos, le pareció al General Quesada medio conveniente que los bergantines subiesen rio
arriba á descubrir lo más que le fuese posible, en tanto que cesaban las aguas y los dolien-
tes mejoraban de 1M enfermedades que padecían. Ejecutado el órden, subieron 10b bergan-
tines veinte leguas má arriba con increíble trabajo, por baber de batallar continuadamente
con los raudales del río, en que la falta de viento se habia de suplir con la fuerza de lo~
brazos, valiéndose unas veces de firgaR y remos, y las más llevando á. remolco los vasos con
maromas que desde las barrancas y árboles tiraban los españoles expuestos al rie go de las
nguas y de los caimanes, hasta que, rendidos del trabajo y desesperados de hallal' noticias,
vol vieron sin ellas á los trece dias.
Mal sufridos entónces los soldados y persuadidos de que el fruto de aquella jornada
babia de redundar en la total ruina del campo, le proposieron al General Quesada los incon-
venientes que reconocían en proseguir empeño tan desgraciado, persuadiéndole á que desis-
tiese de la empresa y dieso la vuelta á. Santa Marta, donde podrian ocuparse en más seguros
empleos del servicio de su Majelitad. ; y bien considerado decian: Quién verá tan menoscabado
un e.ié-I'cito flO1'ido como el que 8ali6 de la c08ta sin haber penetrado más que ciento '!I cincuenta
leguas, q1.¿e no discu7'ra cuán vecina le amenaza la última pé-rdida? No on los indios enemi-
g08 los q~¿e acobanlan espíritu8 criados en las 1'egiones de España, sino el hamb1'e y enfe1'n~e­
dades, cont1'a quienes pueden poco los bríos para escapar de la m~¿e1'te. Ningun caudillo tan
constante ha sufrido los t1'aba/os como el que nos guia, y p01' lo mismo es tanto más sensible
que perezca donde ni dé se1'íales ni queden mem01'ias de 8'lt valor invencible. ¡fasta aq'ltí pudo
llegar el 81.¿frimiento de tantas mi8erias con la esperanza; pero pasando de estos términos sin
ella, converti~áse en desesperacion lafortaleza. Ver solamente montaña~ desiertas de gente po-
lítica y de alimentos y pobladas de animales feroces y n'e gos inevitables, no es dive1,timiento
para seguido ha~ta la m~wrte; y más c~,ando aun faltan noticia8 para que engañado el ánimo

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C.AP. v.] HISTORIA DEI. NUEVO REINO. 'l3
3e proponga siquiera fingido el de~can8o. No se gana la fama con la ob8ti-nacion empefLada en
pl'ecljJitar al dueFúJ donde faltan empresas que la disculpen, sino donde la espada pueda abrir-
se el camino á un fin glorioso. Yasí volviendo á la p,'esencia de nuestro Gobernador reconoce-
1'á PO?' las ,'uinas de tant08 muertos los afanes por donde han pasado l08 que llegaren vivos;
y será disculpa pam la emulacion más despierta saber q1te no pudo adelantarse más el esfuerzo
de un C01'azon no vencido,
Todas estas pláticas, que llegaron Á. noticills del General Quesada, representadas por
los soldados de más resolucion 6 por secretos avisos de sus más confidentes, las rechazaba su
prudencia con ánimo sosegado, respondiendo á las propuestas como si fueran consultas y no
dándose por entendido de los desahogos con que se hablaba en el campo. Habíale ,enseñado
en poco tiempo la prudencia, que en dándose la cabeza por entendida de la desobediencia de
los miembros, para no remediarla no hay miembro más ínfimo entre todos que la cabeza, Eu
la rebelion de uno es gran preservativo el cuchillo para conservar los otros; pero en el acha·
que de muchos juntos es la mejor medicina el disimulo para que no peligre la fábrica da
todo el cuerpo. Con una pica puesta á los ojos, que apart6 de ellos con risa, se burló el gran
Capitan de un motin general que se le entraba por la vista, y su prudencia enmendó con la
accion todo un ejército, para que obediente le allanase nn reino. De nada estaba tan ajeno
el Genentl Quesada como de volver paso atril s en 10 comenzado: era hombre de espera; quó
mncho tuviese gran corazon con ensanchas de sufrimiento? Ninguno como él camin6 por
los espacios del tiempo ha.c;ta el centro de la ocasion: sabia cuánto más habia obrado la cons-
tancia española que la cólera impetuosa de otras naciones; éstas esgrimiendo la. clava da
Hércules y aquélla la muleta del tiempo, Pero fingiéndose neutral en su parecer, oponia á la
ejecucion de la propuesta no ser tiempo de llegar á. las últimas resoluciones: que seria des-
crédito de tan valerosos soldados volver á los ojos de sus iguales sin dar noticia. siquiera del
origen de aquel rio, que no podia tenerlo muy retirado; que las mayores dichas se perdieron
por de. mayar el ánimo en las fatigas, siendo así que las más grandes son anuncios más cier-
tos de que e acaban; que si Francisco Pizarro y Fernando Cortés hubieran obrado por la
desconfillnza de sus soldados, ni hubieran ganado nombre de Oapitanes famosos ni BUS com-
pañeros llegaran á la posesion de tantas riquezas siendo dichoRos por fuerza: que no era
diferente la naturaleza de quien los animaba que la de aquelloa que desconfiaban. Ni en lag
afanes habia usado de privilegios que no fuesen comunes, y sin embargo esperaba de la re-
sulta un fin venturoso; pero si con brevedad no mejoraban de noticias, seria el primero que
á costa de su vida asegurase la de todos. y juntando ti iguales ra.zones muchos agasajos, á.
los mal contentos les fué dilatando la vuelta miéntras los Capitanes Cardoso y Albarrazin
hacian diligencias para desoubrir tierras diferentes do aquellas en que se hallaban. En fin,
tanto hicieron estos dos Capitanes trajinando varias veces aquel rio de una parte á otra, que
descubrieron otro quo bajaba de unas altas sierras, y Aubiendo por él en una canoa, que es
á manera de barco, encontraron á sus orillas una senda que blLjaba de la sierra hollada de
gente y capaz de cond uoir por ella los caballos, y habiéndola seguido dieron en una pequeña
casa donde hallaron sal de panes, y con ella y las noticias volvieron á dár. elas al ejército,
que cotejando la sal que llevaron los dos Capitanes con la que hasta allí habian visto del
mar y reconocida la diferencia y noticias de la sierra y camino tÍ ella, fué tanta la alegría.
que reoibió todo el campo, que olvidaron los trabajos y preteosion poco ántes intentada y
descubierta.
No rué menor el gozo que recibió el General QuestLda como el más interesado, y
para lograrlo más bien dispuso que el Capitan Juan de San Martín con veinte hombres su-
biesen en canoas por el rio que descubrió Cardoso todo cuanto pudiesen, reconociendo con
mús especialidad el rio y tierras que se divisaban por aquella parte, Partió el Capitan San
Martin y con trabajo bien considerable subi6 por el rio veinte 'y cinco leguas hasta encon-
trarse con una corta poblacion de indios, que la desampararon luego que vieron gentes
extrañas en sus tiorras, dejándose en las casa..c¡ alguna cantidad do bastimentos y sal que no
fuó de poco alivio para la gente: y considerada bien la tierra vieron que por la parte en que
se hallaban bajaba de la sierra un camino ancho que daba muestra por las huellas de ser
continuado de mucha gente: y así dejando señales de su navegacion di6 vuelta al pueblo de
Tora y hecha relacion á Quesada de todo lo sucedido, despues de animar á su gente (vistien-
do las verdades que referia con la facundia eJe voceR y buena gracia de que le dot6 el cielo)
~o determinó á Ü' en persona á recorrer los si t.ios y tierrlls de que le daban noticit\, llevando

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74 FERNÁNDBZ PIEDRAHfTA. [LIB. lIT.

en su compañía. hasta BeseD 11 hombres y entre ellos á llernan Pérez de Quesada, BU hermano,
á Fernan Venégas Carrillo Juan de Junco, Juan de Pineda, Balta~ar Maldonado, Jorge de
Olmedo, Martin Galiano, Gerónimo de lnza, Anton de 1alla, Bartolomé Camacho, Fran-
cisco Gómez de Feria, Gómez de Cifuéntes y otros soldauos de cuenta; y dejando la demas
gente á. cargo de los Capitanes San Martín y Suárez, Riguió la misma derrota que Juan de
San Mnrtin hasta el mismo pueblo donde este Capitan habia llegado, que se llamó de las
Barbacóas, y por haber asaltado en él una grave enfermedad á Quesada, mandó pasar
adelante con treinta hombres :í los Capitanes Juan de Céspedes y Antonio de Lebl'ija y al
Alférez Anton de 01alla, los cuales fueron en descubrimiento de lo que faltaba en aquellml
tierras: y el suceso fué que penetrando toda su aspereza (que en diversas parte~ es altísima),
hallaron un pueblo en cierto alle estéril y sombrío, y en él aprisionaron un indio que no
pudo huir con los demas, y de él supieron por señas que los nuestros le hacian para pre-
guntarle, que todo aquel país montuo~ se llamaba la sierra de Opon; y mostrándole alguna
sal de la que poco ántes habían hallado, díó á entender que la habian por contrato de
algunas tierras que estaban más adelante. A este indio, que llamaron Pericon, agregaron
así los españoles, para que les sirviese de intérprete y de guia. '
Qued6se en aquel pneblo el Capitan Lebrija y otros tan fatigados de los trabajos,
que no podian dar paso adelante, y prosiguiendo los demas despues de vencidas algunas
asperezas, dieron en otro pueblo pequefio en que tambien se quedaron algunos: con lo cual
el Capitan Céspedes, Anton de Olalla y otros pocos que se sentian más fuertes, subieron á
lo más elevado de aquella sierra, de donde descubrieron la tierra rasa, y en lo que podia.
alcanzar la vista muchas poblaciones grandes y pequeñas ó. legua, y ú ménos unas de otras;
y reconociendo que con lo hecho habian conseguido el fin de la jornada, dieron vuelta por
la misma senda. que habian llevado: más el Anton de Olalla se halló tan impedido para
seguir á Céspedes, que se atrevió á tom<'\,r una resolucion tan desesper~da, que aun habién-
dosela aconsejado la necesidad, siempre pareció temeraria, y fué que al fin de solas cuatl'o
leguas que habian caminado de vuelta, se queuó con otros cuatro en una Aldea que allí
habia, y en ella ~e detuvo casi tres me es, en cuyo tiempo, juntándose los bárbaros de todas
las demas Aldeas del contorno, le fueron tÍ quemar la casa; pel'o fué ta,nto el miedo que les
caus6 ver 6. los cinco españoles salir á sn defensa, que vueltas las espaldas recibieron
muchas heridas en pena de su cobardía, y Olalla con sus compañeros IIernando do Prado,
Miguel de Parteart'oyo, Pedro Rodríguez de Leon y Pedro úfiez de Cabrera, se aseguró en
aquel valle, que desdo ent61lces por este suceso se llamó del Alférez, por serlo Mayor de la
infantería que llevaba uesnda. Ma volvieudo á Céspedes, que no se hallaba tan desalen-
tado y tenia otros cinco que le imitasen, pas6 adelante basta comunicar todo lo que habia
visto, donde le dejaremos por fin del año de treinta y seis, miéntra nos llaman las conquis-
tas de Popayan y sucesos do C,u·t gana acaecidos en dicho ano, con que daremos principio
nI cuarto libro.

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LIBRO CUARTO.
~ntra Sebastian de Benalcázar en la provincia de Popayan 'despues de varios trabajos padecidos en la,
de Pasto. Descubre las cabeceras del rio grande de la Magdalena, y fundadas las ciudades de Popayan,
Cali y Timaná, pa a en demanda. del Nuevo Reino. El Oidor Juan de Badillo llega á Cartagena á.
residenciar al Adelantado D. Pedro de Reredia: préndelo, y vuelto el Capitan Francisco Cesar de las
montañas de Abide, forma ejército Badillo para seguir el mismo descubrimiento, que consigue con
mala fortuna. Pasa. Lorenzo de Alda.na á Popayan con 6rden de prender á Benalcázar, y funda las
Villa.s de Anserma y Pasto. El General Quesada vuelve por su gente á la Tora, y atravesada la sierra
de Opon llega á la provincia de Vélez: alista su gente, y esguazado el Zarabita, sale por Ubasá y Gua-
chetá, h/1Sta dar vista al valle de los Alcázares, de donde roto el ejéroito del Zipa pasa hasta inva.dir
su Corte de Bogotá. •

CAPITULO I.

BENALCÁZAR DESCUBRE Á POPAYAN, y FUNDA.DA LAS VILLAS DE


CALI y TIMAN A., PROSIGUE EN SU DESCUBRIMIENTO.-J.¡ORENZO DE
ALDANA BAJA DE LIMA Á PRE DERLO y SOCORRE Á POPAYAN EN LA
ESTREMADA MISERIA DE llAMBRE QUE PADEOIA.

OCO tuvieron siempre de meritorias las calamidades, que no pasaron por


el crisol de los trabajos hasta el eXlímen de In constaucia. Fúnda!:!e ésta
en la graudeza de un ánimo elevado á quien ni los pr6speros ni lOR bue-
nos sucesos iumutan. A muchos acreditó poderosos ell'ell\mpago do una
buena fortuna; pero finy pocos dejaron de llegar á la cumbL'o del premio,
habiendo encaminado los p<l o por la estrecha senda de la perseveran-
cia. Oh! c6mo es Jo ver un corazon magllinimo combatido del granizo y de la
borrasca sobre quien pR.l'ece pretendió el Ciclo caerse ú pedazos I Acreditase
diamante tí. quien falta fuerza que lo contraste y jurando de roca para los com-
bates, descubre en la tormenta de las adversidades que lo cri6 Dios para que la
naturaleza probase hasta dónde puede llegar el valor y la constancia. De la
reclusion de la Barleta sali6 el gran Cnpitan t~ coronar sus trabajos con la con-
quista de Nápoles, premio que le hubiera faltado si no lo costeara con el Rufl'imiento de un
año de mala fortuna; y de la estrechez de muchos peligros y montes veromos ahora salir
algunos héroes famoso::!, para que por el premio de mns constante reoonozca el lector al que
fué más benemérito.
Oonquistado ya, y puesto en sosiego el Reino de Quito por Sebastian de Benalcázar,
caudillo el más principal de D. Francisco Pizarro, deseaba emplear su nnimo guanero en
mayores empreRas, que se prometia descubriendo más la tierra hasta encontrarse con el mar
del Norte, y vÍnosele la ocasion á las manol:! con la que Luis Daza le llevó con un prisionero
habido en la Tacunga, de que por aquel rumbo premeditado demoraba el gran Rey de Cun-
dinamarca, que por haber perdido una gran bata.lla que tuvo con los Chizoas RUS confinan~es,
había ocurrido por medio de este prisionero Embajador ú que lo auxiliase el Rey de QUlto,
á que añadia ciertas notioias de una laguna en qne los moradores de aquel Rey ofrendadan
inmensas cantidades de oro de que se originó la fama del dorado; aunque se le representaba
por otra noticia, que una de sus tropas habia adquirido, de que ántes de llegar Cundina-
mru:ca estaba otra provincia fértil de mantenimientos y rica de minerales de oro, sujeta a los
dos hermanos P'Opayan y Calambas, Caciques poderosos que la heredaron, y los peligros y

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FERNÁNDEl PIEDRAHfTA. LLIB. IV.

-dificultades que habia de encontrar en la resistencia que Calambaz, hombre feroz, le habia
de hacer con su gente guerrera, nada bastó para impedir que por el año en que vamos do
mil quinientos y treinta y seis saliese de Quito con ciento y cincuenta caballos y otros tantos
infantes bien vestidos y armados, llevando por Cabos á Pedro de Puebles, con quien estaba
ya compuesto de algunas diferencias que los tuvieron divisos, á Juan de Cabrera, que hacia
oficio de Sargento Mayor, y á. los Capitanes Pedro de Añasco, Juan de Ampudia, Juan
l\Iuñoz de Collantes, Miguel López Muñoz y Francisco García de Tovar, todos ellos perso-
nas de lustre, como tambien lo fueron de los montados y arcabuceros Reman Sánchez Mori-
llo, Jorge Robledo, Martin de Amoroto, Rui Vanégas, Sancho Sáuchez de Avila, primo y
compañero en muerte de Juan de Cabrera en la batalla Añaquito, Francisco Sánchez, Luis
Daza, Pedro Bazan, Rernando Alva¡;ez de Saavedra, Cobos, Zepero y otros muchos que
pasaron despues al Nuevo Reino de Granada, de quienes darémos larga noticia; á todos los
cuales seguia excesivo número de vivanderos, que para semejantes entradas, como dijimos,
acostumbraban llevar los Capitanes de tierras ya conquistadas, y más de un Reino tan
poblaqo como el de Quito.
Habia conquistado y empleádose Benalcázar desde que pasó á la~ Indias, en gran
parte de la N neva España, allanados los poderosos Reinos del Cusco y de Quito, asombrado
las tropas y ejércitos del Rnminavi y Atagualpa hasta prenderlo, y contado esto lo vemos
empeñado con tan cortos medios en dos empresa.~ tan arregladas. Sujetas tenia Alejandro
Magno el Mrica y Europa y la mayor parte de Asia, y óyéndole decir á Anajarco que habia
otros mundos, se lamentó de no tener conquistado el uno. Aplaudir se oyó por el mejor
Capitan, el gran Duque de Alva, D. Fernando Alvarez de Toledo, y respondió que no mere-
cia tal renombre míéntras no se veía en campaña con el gran Turco. Estos fueron los efectos
de uno y otro corazon nu\gnánimo para no extrañar que á Benalcázar no le llenasen muchos
Imperios oyendo decir qlle habia otro: ni fué de admirar que despreciase el nombre de buen
Capitan hasta qne á vista de un ejército de Pijaos ·10 ganase de inmortal. Y as! con tan
corto aparato militar llegó sin contraste hasta Otávalo; pero apénas caminadas cincuenta
leguas de"de Quito, ee halló dentro de los términos del Cacique Popayan, cuando sus Ca-
pitanes de los Pastos y Patias, noticiosos anticipadamente de la entrada do los Españoles,
teniendo convocada y armada su gente, le salieron al encuentro; y sin que bastasen ruegos
ni diligencias para que diesen de mano á la guerra, la pusieron á las armas con tal valentía
(amparada <le la fra~osidad de las sierras y de la falta de víveres en que habian puesto el
pais), que fué bien preoiso el esfuerzo y sufrimiento de los nuestros yestimacion que tenian
hecha de su Cabo, para salir de los aprietos calamitosos en que se veian á cada paso: pues
no mediaba dia sin que tuviesen batalla ó encuentro, ya fuese con lQ grueso de algun ejér-
cito, ya con tropas separadas, que siempre guardaban los acontecimientos para los pasos es-
trQchos que en aquel dilatado camino interpuso la naturaleza; por lo cual convenia h'
siempre á punto de batalla, venciendo tanto la batería sorda del hambre, como la frago-
sidad de las sierras y pujanza de los enemigos, hasta verse en la cabeza de la. provincia,
como lo consiguieron despues de varios trabajos y de muchos dias.
Esta. provincia, que viene á ser una de las que se llaman equinocciales, por la inmedia-
cion que tiene á la línea, se dilata. Norte-Sur por espa.cio de cien leguas, y muchas más
corría de Leste Oeste ánte~ qne le desmembrasen las gobernaciones de Antioquia y de
Neiva. Es gran parte de ella tierra fértil y llana, como e reconoce de algunas vegas y
valles que la hermosean. Lo demas de la provincia es montuoso, rico de minerales y entónces
h..'\.bitado de más de seiscientos mil indios, cuyas principales naciones de Pijaos, Omaguas y
Paeces comprendian dentro de sí otras muchas, si bien toda.~ con cierta sujecion ó recono-
cimiento de protectores á los Pijaos, de quienes adema s de lo que tenemos dicho en el
capítulo segundo del primer libro, es de saber que se dilataban desde las montañas de
Ibagué por espacio de má.s de cien leguas por todos los llanos y Rerranías en q\le hoy se
incluyen las ciudades de Cartago, Buga, Toro, Cali, la Frontera de Popayan hasta Calocoto
y Salamanca, todo el valle de Neiva y Almaguer, Altagracia de Sumapaz, San Vicente de
Páez y hasta San Juan de los Llanos, porque en todas estas ciudades salieron despues,
inquietaron y mataron sus moradores, así españoles como indios; y es muy de notar que
habiéndose hallado al tiempo de esta entrada de Benalcázar hasta ciento y veinte mil indios
de esta belicosa nacion, no se encontró pueblo alguuo suyo, porque su habitacion era en
palmas copadas y otros semejantes árboles de aquellos sitios, á donde ó. manera de alarbes

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CAP. l.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 77
se mudaban por parcialidades def)pues de lograr las sementeras que hadan entre lo mÚf:f
fragoso de las montañas,
Llegado, pueA, Benalcázar á la Corte de Popayan, como dijimo::l, y habiéndose encon-
trado con la hermosura de un valle, que desde allí hasta uoa de las cabeceras del rio grande'
ee dilataba por espR.cio de catorce Iegua.~, abundante no ménos de arroyos y riol5 de. peñados.
de los Andes, que de vistosas campiñas y vegas en que la multitud de estancias y huertas-
estaban publicando la fertilidad del pais, determinó alojar en él, eligiendo el sitio de una
mesa alta puesta en dos grados y medio de la equinoccial de esta banda del Norte, cuyo
temple, huyendo las destemplanzas de Quito por frias y las de CartagellB por cálidas, es
medianero de sus oposiciones; y cuyo ciolo benigno, aunque lluvioso, y campos criados
para los m,e jores trigos que se experimentan, ha conseguido que se tenga ell l(ls IndiaR por
mejor cielo, suelo y pa.n el tIe Popayan. En e te asiento, pues, que eligió para dar un dila-
tádo refresco á su gente con la abundancia de maiz y carne que halló en sus contornos,
ni podia descansar por el continuo desasosiego en que lo ponian los indios, ni
reprimir los deseos con que se haL~ba de reconoper los confines y descubrir las más tierras·
que pudiese, para lo cual continuaba el despacho de muchas tropas que las trasegasen y ,
volviesen con ciertas noticias, y con la mús vitualla que les fuese posible, como 10 hicieron
hasta que por este medio descubrió la mayor parte del pais de Jamundí, el de los Timbas,.
rico de minerales de oro, y los de G\.lamba, Malbazá, Polindera, Palacé, Tembio y Colaza,
snjetos á Popayan, y todos de indios guerreros comedores de carne humana y ricos de oro,
aunque bajo, Pero estos descubrimientos no salieron tan poco costosos, que no perecieselli
algunos de los nuestros á manos de aquellas naciones bárbaras que, rabiosas por lanzar de'
BUS tierras tí. los extranjeros, no excu aban bo!:tilidad imaginable, ya levantando los basti-
mentas con maña 6 ya aventurándose tÍ la muerte con desespel'acion.
Descubierta así esta provincia y sus paises y reconocidas las veinte y dos leguas que
habia desde el alojamiento ha ta donde de pues se fundó la ciudad de OaU, quiso tambien
Sebastian de Benalcázar reconooer el nacimiento del rio grande que baña la provincia, y
segun conjeturas era el de la Magdaleua, que desagua en el mar del Norte, pal'ecióndole
que, tÍ la par de su ol'ígen, seria mús poblada la tierra, y 11n116 que por encima del aloja-
miento salia en dos brazos, el uuo l\ cinco leguae; y el otro á catorce, entre cuyos nacimientos..
Be tendían ciertos valles pobh1.do", de indios cocouucos, por los ctlales desde su primera fuen-
te corre con nombl'c de arroyo el Canea, que es uno de los brazos que el cronista Herrera
llama del rio grande, como en }I\ realidad lo e , aunque lo dej mos sin cuerpo, ha ta que,
extendido por el Buchnroso valle de Cali y Buga, y recogiendo todas las agua de la cordille-
ra, pasa tan caudaloso como el Tajo por Calntrabn. ú. guardar la. espaldas de Auserma y
recoger las partidas do oro qno¡ por el illteres de BU rieAgo, 16 tributan las provincias de
Antioquia y de Clícercs.
Uno de los mayores trabajos que por estos paises afligieron á Bconlcnzar, fué la
diferencia de idiomas que encontraba en cada uno por el forzoso apl'ieto en :rue le ponia. la.
necesidad de bURcar intérprete, cosa hien dificnltosu. de consegu ir, y muy para atormentar B
quien habiendo corrido más de quinientas leguas de tierra poblnda que bay desde el Cusco
hasta Pasto, siempre oyó bablar el mismo idioma. de Inca con poca diferencia, Pero acomo-
dándose con el tiempo y medios pro} orciooados pa.ra c1arRe n entender, y considerad,a la,
grandeza de la provincia y distancia que de ella habia hllstr\. la ciudad de Quito, que deJaba
poblada, aoordó fundar en su alojamiento una villa que llamó de Popayan, y deHpues ganó
titulo de ciudad en veinte y tres de Octubre del auo de cincuenta y ocho, pOl' 8er ya c:\qeza
de gobierno y de obispa.do erigido por Paulo III el año de cual'enta y siete, cuyos priDlcro~
fUQdadoreR fueron de lo mejor que llevaba en su campo, y cuyos principios prometieron
más veoindad de la que hasta el tiempo presente h~ tenido, pues jamas pasó de cuatrocien-
tos vecinos, aunque su nobleza y valor que ha mostrado en lar; ocasiones, pudiera suplir por
número muy crecido, y más cuando para lustre de sus edificios y poblacion la hermosean
fuera de la Catedral lo conventos de las cin'ca Religiones que esttln admitidas en el Perú, el
de la. Encarnacion de Religiosas Agufltinas y Colegio Seminario á cargo de la Compañía de
Jesus, donde tantos ingenios lncidos oomo produce aquél benévolo clima, adquieren lo pri 4

meros rudimentos ó para conseguir el nombre do sabio~ 6 para ilustrar el empleo de


militareR.
Poblada la villa por Sebastian de Benalcázar, aplicó el ~n.imo á pasar en demanda

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78 FEn~ÁNDEZ PIEDUAUÍTA. [LIB. l\'.

del mar del Norte ó Cnudinamnrca. Llevaba intencion de no volver tÍ Quito sin título real
que lo esentuase de vivir sujeto á D. Francisco Pizarro, porque experimE'ntaba el fiero
torcedor que es en un ánimo alt~ vo ver que el fruto de sus trRbajos haya de redundar en
aplausos ajeno~. Aun el mejor poeta latino no pudo disimular el corto premio que corres-
pondió á un dístico suyo. Ni el oro de Génova, como dijeron, fné el que retiró á monsieur
de la Diguera de sus murallas caRi rendidas, sino la consideracion de que hubiese de resultar
la empresa en aplau o del Duque de Saboya. Pero siuembargo, viendo Benalc}lzar aquella
hermosa campaña de veinte y dos leguas de longitud y quince de latitud, de tierras llanas
y alegres, se entró por ellas hasta encontrarse con los Estados de Calambaz, donde pobló
luego entro los indios Gorrones la Villa de autiago de Cali, pareciéndole que para el
aumento y conservacion de Popayan y RUS provincias era muy conveniente: y tanto más
despues que supo que de de allí hasta el puerto de Buenaventura del mar del I nr solamen-
te habia veinte y ocho leguas de camino, en que tuvo especial acierto, a;¡( por la facilidad
con que á él acuden los barcos de Panamá, distante ciento y cincuenta legur.s, como por caer
la Villa en el camino real, que subia entónces del N nevo Reino de Gl'anada al Perú; Ri
bien poco despueR, R cinco de Julio, la. mudó el Capttan Miguel L6pez Muüoz al sitio y tem-
peramento má~ cálido en que hoy persevera, con título de muy Noble y Leal ciudad, gana-
do en diez y siete de Junio del año de cincuenta y nueve, aunque siempre inquieta con las
alteraciones continuadaH de los Pijaos, que se dieron de paz, y tantas veces quebrantaron,
hasta el alzamiento general que por el año de noventa y dos tuvo principio, para. el fin y
ruina de muchas ciudadés y gente de aquel Nuevo Reino.
La tierra salió fa.mosa pn,ra. cria de ganados y de ceraa: abundaba de mantenimientos,
especialmente para los indios confinantes, porque eran muchos y se Rustentaban de carne
humana. Andaban desnudos y tenian 1M ternillas de las narices horadadas, en que ponian
por gala cailutos retorcidos de oro del grosor de un dedo. El cabello lo recogian y adorn$\.-
ban con cintillos de oro y chaquiras. No guardaban religion, ni ¡,fe halló que tuviesen templo
ni adoratorio. Casaban con obrinas y algunos de los señores con hermanas, y !::iempre here-
daba el hijo de la principal de sus mujeres. Tenían gran conocimiento de la virtud medici-
nal de las y~'rbas y mncho tmto con el enemigo coman. No le costó pequeños afaneR á Be-
Ilalc:í.zar esta fundacion, ni á la gente valerosa que dejó allí le faltara guerra continuada por
muchos añoC3, si la virtud con que el santo Ohí. ro F. Agustin do la Coruña templó la fie-
reza de los Pijaos, no 11'1, hubiera suspendido miéntras vivió.
Acabada la fUlldacion de Cali, volvió ítl.Jopayan Benalcázar, y dejando por Teniente
de Gobernador (~ FranciRco GorcÍa de Tovar, so fuó entrando por las provincias de Arma y
Anserma hasta llegar á Timnná, on cuyo viaje gl\Fitó m{ts de un afio: tanto!'; fueron los tra-
bajo~, hambres y gnerras que lo retardaron por ruú~ que el valor de sn gente práctica se
nbrio, d camino con la o!';pud:\. cnci¡) al fin . u con. tf\nCi3 y pareciéndole (d e. pue de He-
O',l!' ;'L 1 1" eiva) que fuera. bien haher poblado ell n luella provincia de Timano, distante cuarcm-
t:L leguas de ropuyan nI uue!';to, que tendria. ha!\ta veinte mil indios, dispuso que Pedro de
.\ ií u.'co volviese del camiuo con gente y fundase otra villa que llamase de Timanft, como lo
hizo en diez y ocho de Diciembre del afio dé treinta y ocho, eligiendo para ello sitio y
lJllesto en dos grados y treinta minuto. de oRta banda dol Norte, vecino n 1,0 Pneces á la eu-
trada de ITeiva, y veinte y cuatro leguas más abajo delllacimiento dclrio grande. Es muy
fértil la tierrn. y h villn. do temple sano aunque calidísimo: abunda de miel, coca y pita
delgaua, con que comercia.n sus moradores en Jos mercadoR, que hacen cada. semana: hay
muchas frutas de Caf;tilla y la tierra, especialmente almendrones de que hacen turron, que
puede competir con el de Alicante. En. ns términus está un cerro en que se halla la piedra
iman y los minerales famosos do amatigta.s, pantauras y espinelas, de que dimos noticia en
el capítulo primero del primer libro. Hecha la fnndacion por 6rden de Benaldznr, y dejan-
do en ella por Justicia mayor al Capitan Pedro de Añasco, pasó adelante llevando siempre 01
rio grande á la mano derecha, donde lo d<'jaremos. .
l\fiéntras Benalcó.zar se ocupaba en descubrir la provincia do Titnantí., D. Franoisco
Pizn,rro, sentido, á lo que daba á entender, de que no le hubiese socorrido en el sitio que pnso
al CUI:lCO, Mango, Inca., y lo que más cierto fué, sospechoso del aplanso con que la gente de
guerra lo segllia ell conqui¡.;taf;, que por dilatadas le causaban muchos recolo~, doterminó
cuviar con todo secreto al Capitan Lorenzo de Aldana para quo lo prendiese, con el. pretexto
de que habiéndolo dejado en Quito por su Tcnient3, dospues del oonvenio asentado por Al~

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OAP. l.] HISTORIA DEL NUEVO RElNO. 79
magro con D. Pedro de Alvarado, así en aquellas provincias como en otros descubrimientos
que habia hecho, dió lugar á muchos malos tratamientos y estorsiones padecidas por los natu-
l'ale~, permitiendo que los soldados viviesen relajadamente con algunas mujeres de las de
Quito y otras que habian sacado del Palacio, de Cajamarca, de que debia dar cuenta á Dios y
al Rey. De todo fO cual y de la prision que hizo á Pedro de Puelle~, reconocía haberle alzado
la obediencia, con pensamiento de conseguir el gobierno de aquellas provincias, fundado en
el amor que le mostraha la gente militar por la vida licenciosa que le habia permitido. Con
este color se lo di6 á los poderes amplios que habia de llevar Lorenzo de Aldana como su
Teniente general, para cuantos Casos se le recreciesen, con facult.'l.d de remover .T enientes y
de repartir las provincias en los que hubiesen servido en ellas; y especialmente para pren-
del' á Benalcázar, y que á buen recado lo remitieRc á la ciudad de los Reyes, como lo confiaba
de la prudencia y lealtnd con que siempre se habia ocupado en servicio del Rey. Dió, ele
tambien, cautelo!':amente, un despacho de Juez de comí ion, para las diferencias sucedidas
entre Puelles y Benalcázar, que habia de ser el que publicase para deslumbrar el principal
intento de Pizarro; y otro para que en caso que resistiese Benalcázal', los Capitanes Juan
de Ampudia, Pedro de Añasco y Puelles fuesen Gobernadores de las ciudades, y el deseo de
mandar 108 dividiese de Benalcázar,
Con estos poderes y comisiones secretas, y sin que se publicase otra que la que va
referida, partió Lorenzo de Aldana, y llegado á Tomebamba por fines del año de treinta y
siete, la manifestó y obedecieron j y para más bien disponer la prision de Benalcázar sin
alboroto ni escándalo, fué remitiendo los soldados que pasaban en su demanda, de diez en
diez y de veinte en veinte á la ciudad de Quito, para que el Regimiento no les permitiese
salir de ella: sobre que en dieha ciudad y en Tomebamba se habló con mucho desahogo y
desacato contra Pizarro y Aldana, necesitándolo (aunque <le natural apaeible) n. quitar el
cargo de Teniente á Diego de TÓl'res y poner en su lugar á Gonzalo Díaz de Pineda, yapre-
hender ti. Sandoval y ti. Cristóbal Daza, íntimos amigos de Benalcó.zar, por la diligencia que
ponían contra sus órdenes e(l solicitar gente que pasase ti. Popayan, y presos y remitidos ti la
ciudad de los Reyes, pasó I:Í. Quito, donde fué recibido de su Cabildo con admil'acion de que
para nn negocio de tan poca snstancia fuese un Capitan de tanta suposicion, si no es que
llevase otros despachos secretos; pero sin que de ellos se tu iese noticiA. salió de Quito con
cuarenta hombres, que bastaron con sn buona maña y valor, y el de Francisco llernández
Giron, á sosegar los Caciq ues de la comarca de Pa, to que andaban de guerra., y de allí cami-
nadas laR cuarenta y cinco leguas que hay hasta Popayan, llerró tÍ tiempo que padada la úl-
tima miseria del hambre, á causa de que los indios, con fin de lanzar los españoles de sus
tierras, no habian querido labrarlas, de que se originaba haber c;le buscar el maiz á treinta. y
á cuarenta leguas, y comer así españoles como indios In yerb s del campo, lagartos, culebras
y langostas, de que se hinchaban y adoleciau Jo muerto.
Á esta desventura sobre'vino, como es ordinario, una fiera peste que repentinamento
mataba los hombres; y acreccntábaso el daño con ver que los indios, repartidos en cuadrillas,
como salteadores, para. aprisionarse y comerse unos tÍ otro, ocupaban los montes y llanos;
y si reprelientada su barbaridad por los españoles, oian decir clue con sembrar los campos
saldrian de tantas calamidades, respondían que les era méno. penoso consumír e y sepul-
tarse unos cn otros, que vivir muriendo debajo del dominio español. Hornnn Sánchez
Morillo referia haber encontrado un indio que llevaba para comer siete manos de hombres
ntadas á un cordel. Estando diez ó doce muchachos, que no pasaban de nueve años, en un
maizal, dieron veinte indios en ellos, y despedazados se los comieron. Oh fiero m6nstruo del
hambre que así eneruelizas no méúos á los bárbaros que á muchos políticos! Otros sucesos
semejantes se vieron en esta ocasion, en que pal'\aron de cincuenta mil indio los comidrs,
y de cien millos que murieron de peste, sin que bastase remedio aplicado por el Teniente
Francisco García de Tovar para que se evitase la costumbre de comer carne humana, en
que tan cebados estaban, ni para templar aquel azote de la Divina justicia, que así
castigó la brutalidad de aquellas naciones, como el desafuero con que las trataban los
nuestros.
No se tuvo noticia en Popayan de la ida de Lorenz.o de Aldana hasta que dió aviso
de ella, dos leguas ántes de llegar á la villa, á donde 10 recibieron con tanto ap'lauso como
él tuvo sentimiento de ver aquella miserable gente tan desfigurada, triste y hambrient.'\.
No quiso prel:ientllr los despachos secretos que llevaba, porque no supiese de ellos ,Benalcázar,
12

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FE'BNÁNDEZ PIEDRAHITA. [LIB. IV.,

aunque faltaban noticias de la parte en que estaba;. y contentándose con manifestar el de-
Juez de comision, trató luego de remediar la ruina que amenazaba á los indios de la
provincia, para lo cual pidi6 consejo á los vecinos, que maravillados, como los de Quito, de-
que un hombre como él fuese con tan limitada coruision á lugar tan distante, y considerado
el celo con que tomaba lo perteneciente al bien de los indios, sospecharon que los poderes
que llevaba debían de ser mayores; pero detenido apénas quince- dias en Popayan, pas6 á.
Cali llevándose consigo á Jorge Robledo r que encontr6 en el camino, donde siendo recibido
al uso de su comision, lo primero que hizo fué remitir á Popayan víveres. convoyados de-
Francisco Hernández Giron, quien los condujo á tiempo que agradecidos BUS vecinos por
el socorro de Lorenzo de Aldana, lo aclamaban padre y restal!lrad01.T de aquellas provincias,.
y los indios de todas ellas se desengañaron de que los españoles na. sale1ri¡j)n de sus tierras, y
acordaron sembrar por no perecer.

CAPITULO 11.

EL LICENCIADO BADILLO RESIDENCIA Á D. PEDRO DE REREDIA EN


CARTAGENA: FORMA EJÉRCITO PARA EL DESCUBRIMIENTO DE LA&.
SIERRAS DE ABIDE, Y SALE DERROTADO Á POPAYAN.-LORENZO DE
ALDANA SE DECLARA GOBERNADOR Y FUNDA LAS VILLAS DE
ANSERMA y PASTO.

OR fines del año de treinta y cinco dejamos en Cartagena nI Adelantado D. Pedro de'
P Heredía envuelto- en algnnos disgustos ocasionados de lo mal que se llevaba con el
Obispo D. Fr. Tomas de Toro j porque como éste en el ajustamien de SU buena vida
parecia haber llegado á grado heróico de las virtudes, y el relajamiento de la gente de
guerra en Cartagena al ínfimo de los vicios, por el mal ejemplar que tenia en RUS Cabos, no,
era posible que se hallase convenio entre la luz y tinieblas, ni que el celo de la salvacion y
libertad de los indios, que ardia en el corazon del Obispo, pudiese templarse, á vista de los
desafueros con que los aprisionaban para vender por esclavos en las JalaR. Iba!ie cada dia
encendiendo más el encono de parte del Gobernador j y como la doctrina sarla de1 Obispo
se le oponia tanto cuanto aprovechaba á otros con ]a~ repreuRione continuad 8 quo daba á
]os conquistadores paTa que no usasen de violencia con lo indios, hubo de prender la centeUa
del escrúpulo desuerte en los vecino, que los necesitó á escribir mucha cartas al Rey con la.
noticia de que en las entradas hechas por el Adelantado y su hermano, especialmente en el
Zenú, se habian ocultado mucho oro, sin que de él se pao-ase el Real derecho de 10H quintos~
Que los indios eran maltratados, y en las ontradas que hacian les consumían los manteni-
mientos hasta hacerloR perecel' de hambre. Que el Adelantado tenia presos algunos
Caciques so color de que ocultaban los minerales de oro, Riendo así que los ignoraban, por
cuanto lo habian por rescate de tierras extrRñas. Que vendían los indios ú mercaderes,
sacándolos de su naturaleza y dándolos por esclavos, contra el derecho natural de las genteR.
Que los oficiales de la Real Hacienda cometian fraudes en ella por complacer al Adelantado;
pues Labiendo sacado de las sepulturas del Zeuú más de cien mil castellanos, le quintaron
solamente los veinte mil. Que se contrataba mucho en el puerto con oro ún marcar; y
cuando los Oficiales Reales recibían el quinto, lo pesaban largo, y al entero de la caja muy
ajustado, por aprovecharse de aquel hurto 6 demasía; y finalmente, que no se necesitaba de
entrar de guerra en la provincia de Urabá, que estaba en paz.
Esto3 excesos, afirmados de muchos, á que no se oponian 105 informes del Obispo
Toro, ántes reprE!'Sentaban algunos de ellos, movieron al Rey á que diese 6rden de proceder
á su averiguacion y castigo, despachando Juez de estos Reinos j por cuya moerte sucedida
en el mar se mand6 á la Audiencia española que con la misma comisíon remitiese luego al
Licenciado Juan de Badillo, uno de sus Oidores, para que la ejecutase con más autoridad,
eomo lo hizo, y con tanta, que- aun halla.ndo. culpado 8, D. Pedro de Heredia, pa.reci6 haber

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iCAr. n.J HISTORIA DEL N'UEVO REINO. 81
'excedido de los términos de justificado, pues lo primero que obró fué adjudioarse el gobier>-
no; efecto 6 inconveniente q~e se seguirá. aiempre que los Visitadores llevaren facultad para
subrogarse cu los oficios de los visitados, por má:A que se exprese que haya de :ser en caso
-que resulten notablemente culpados, sin que yo á lo ménos alcance razon conveniente para
que e deban dar semejantes despachos; yaun con todo esto, no contento Badillo, tuvo en
prision muoh.os dia á 108 dos hcrmllnos Heredias yal sobrino Alonso de Montes, dando oca·
13ion con repetidos desaires que les hizo, á que las quejas del Adelantado pasasen á. Castilla
apoyadas de otras muchas de diferentes per::lonas. Y ántes que prosigamos en lo demas que
obró en su gobierno, es de saber que por el año de treintl\ y seis, poco ántes que llegase con
sus comisiones á Cartagena, habia salido de ella -el Capitan Francisco Cesar, caudillo el más
:famoso de In provincia, para que con ochenta hombres y veinte caballos fuese descubriendo
desde la ciudad de an Beba tian la tierra adentro siempre al Sur j empre a en que gastó
casi diez meses respecto de la fragosidad de la tierra, grandeza de las montañas y falta de
vitualla, que siompre fué padeciendo su gente; pero gobernada ésta con el arte de la pru-
¿encia, no fué poderosa. la falta de herraje para los caballos, ni el rigor del hambre, que tan
débiles puso á los nuestros, para que no escalasen las altas sierras de Abide, cuya longitud
qua corre tÍ. Occidente se ignora., y cUyl\ latitnd se reconoce en partes de veinte leguas, yen
otras de más y ménos; siendo ellos los primeros que las atravesaron hasta llegar al valle de
Goaca, donde apénas se vieron cuando se hallaron acometidos de más de veinte mil fleche-
ros, que sin darle. tiempo á. tomar algun refresco atacaron con ellos una de las reoias bata-
llas que pudiera temor cjército más numeroso.
Dábanse las manos en Francisco Cesar la prudencia. y valor, y como 10 tenia siempre
dispuesto al amparo de su gente, habiéndole representado en pocas palabras el servicio de
Dios, honra y mérito que gl\nnrian para su Rey, cerró con los enemigos oon tal confianza de
la -victoria, que con ser ya solamente sesenta y tres hombres los que le habian quedado,
fa consiguió en ménos de tres horos, derrotando los indio~, que afirmaban, en comprobaoion
.(le los nuestro, haber visto en el aire una celestial viaion que peleaba por elloR, y certinca·
ron ser el glorioso Apó. tol Patron do los Reino de España. Conseguida la victoria y atgun
descamlO, se dieron á registrar el valle y n poca diligencia se encontraron con un templo 6
casa de ol'acion, y ccrca de ella con un sepulcro de donde acaron treinta mil ca telllJnos de
<>ro y grande e pemnzas do que en el mismo valle se hallariall otros semejantes n él. .Pero
-como Franci. co Oesar habia perdido en eu trabnjosa jornada más de sesenta hombres y los
caballos, de herrados ya en tierra tan á~pera, más le servian de embarazo que de provecho,
-determinó salva.r la. poca. gente que le restaba despues de la ba.talla, volviendo atras, á que
.ayudó mucho la mi. ericordia Divina, pues en diez y :::iete días se hallaron en San Sebastian,
caminando en ellos la. mi ma -dí. tancin, en que ga taron nueve meses.
La noticia. pasó luetro tÍ Cartagcna, á. donde ya el Licenciado Badillo por la residencia
tenia preHO á. D. Pedro de Hcredin, en cuyo lugar gobernaba, como dijimo , y pasados algu-
nos me e , .eve. tido dlj aqnel espíritu que á otros Oidores de I anto Domingo persuadi6 á
q e en las conquistab de las Indíru cambiaRen la ocupacion de Letrados por el cargo de Ca-
p -tanes, para que no acertasen á ser Capitanes ni Letrados; ó cebado, como dijeron otros,
del oro descubierto en el valle de Goaca; 6 por noticia que ya tenia de que el Rey enviaba
-eD su lugar al Licenciado Santa Cruz por lo mal que se habia portado e11 la residencia de
los Hercdias, y pretendía huir el cuerpo n las quejas sangrie11tas de los agraviados metién-
dose en los reinos del Perú, con la contingencia de hacer en el camino aIgun servicio grande
.á. su Rey, determin6 proseguir e. te descubrimiento de Francisco Cesar con esperanzas de
mejor suceso. Resuelta, pues, la jornada, despach6 por mar la gente y ca.ballos al golfo de
Urabá para qne lo aguardase en an Sebastian, á donde llegado despues y hallándose con
quinientos y doce caballos, tresoientos y cincuenta infantes, gran cantidad de indios y ne-
gros para cargueros, y los pertreohos correspondientes á ejército tan lucido en que gastaria
más de cien mil pesos, salió de San Seba~tian por Febrero del año de treinta y siete, llevan-
do por su Teniente general á Francisco Cesar, por Maese de Campo tí Juan de Viloria, Al-
férez Real á. don Alonso de Montemnyor, y por Capitanes D. Antonio de Rivera, natural de
Sória; Melchor Suer de Nava, de Toro; Alvaro de Mendoza, de D. Benito; y Alonsode
Saavedra, de Tordecillas; con otros muchos caballeros, de quienes no hallo más noticia
ue la de J nan Rodríguez de Sousa, Lorenzo Estopiñan de Figueroa, Martin Y áñez Tafur y
Gómez Arias l\Ialdonado; que despues p!\sa.ron al Nuevo Reino, Antonio Pimentel, Alonso

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82 FERNÁNDBZ PIBDRAIlfTA. LLIB. IV.

de Villacreces, de Sevilla j Baltasar de Ledesma: de Salama.nca ; y Pedre, Sies:l. de Leon, de


Llorena..
Con estos Capitanes y gente lucida que Fiacó el Licenciado Badillo, anduvo descu-
briendo por las provincias de Urab~\, Darien y parte del Chocó más de un año, en que pa-
deció incomportables trabajos, ha:nbres y otras des\·entura.~ ba tantes {l entibiarle el ardiente
deseo de conquistar, que 10 sacó de Cartagena, si la esperanza de riquezas imaginadas no lo
animaran tanto, pues habiendo arribado á. las sierras de Abide, nece itó tal vez para el
tránsito de los caballoR de fabricar andenes ó estacadas voladas en las laderas de un elevado
picacho, aunque sin embargo se de:peñaron muchos y algunos e rañoles, sin los que pere-
cieron, quedándose á má.'1 no poder en lo áspero de las montañas. Al fin descubierta gran
parte de la sierra poblada de indios sujetos á N utibara, Cacique poderoso, de lJuien se decia
caminar en andas de oro, y reconocido el valle de Buriticá, )'ico de minerales, cuya demar-
cacion cae al presente dentro de los términos de la gobernacion de Antioqllin, á más de
veinte leguas de distancia de su principal ciudad, y muertos noventa y dos hombres y cien-
to y diez ynueve caballos, sin la mayor parte de 108 vivanderos, hubo de arribar lo restante
del ejército á la villa de Cali, porque siempre fué la intencion del Licenciado Badillo ca-
minar al Sur, en que no eJ tuvo poco desgraciado, pues con declinar algo á mano izquierda
hubiera entrado el primero en Bogotá, donde sobradamente enriqueciera su gente sin tantos
afanes. Lorenzo de Aldana, que se hallaba en Cali, puso luego todo cnidado en refrescar
toda aquella gente necesitada; y aunqne con ella y la que tenia consigo podia declararse
luego por Gobernador, eligió proseguir con su di imulo por ver si podia hallarse lL las manos
con Benalcázar, que no parece fuera muy fácil aun en caso que lo encontrara.
Todo el provecho que resultó de la trabajosa jornada del Licenciado Bndillo, fueron
dos mil y seiscientos castollanos de oro que le hurtaron. de un fardillo en su misma tienda,
ocho leguas ántes de llegar á Cali ; y aunque sospechó su gente haberlos ocultado él mismo,
despues se hallaron en poder de otro y repartidos entre todos participarou á <:inco castellanos
y medio en de. qui~~ de los trabajos padecidos. Pero mnl e~carmentado Badillo, y viendo
que su gente e habia reformado en Cali. trató vivameute de remitir parte de ella á poblar
la provinoia de Buriticá, lo cual, entendido por Lorenzo de Aldana, y noticio o de cuán
alborotados dejaba los paises por donde habia pa ado, y lo que convendria no inquietarlos
más, le representó que habiendo gastado máe¡ de un año en el tránsito de doscientas leguas
que habria de Urabá á Cali, sin alojar tiempo alguno para reconocer los contorllos, ni haber
poblado en Buriticá, como se lo pidieron muchos, por ser tierra rica de oro y mantenimien-
tos, no parecia conveniente volver á ello, con manifiesto peligro de aquella gente cansada y
afligida; adema, que ya él y su ejército se hallaban en jUl'isdiccion ajena, por lo cual no
podia hacer despachos para poblar por tercera mano; pero que no ob. tante, como quío ie e ir
n per. Olla. con todo su campo: se lo permitiría. y daria las ayudas de que necc¡.;itase. Sentido
Badillo de la propuesta de Aldana, respondi6 como ministro, aunque no muy al intento,
que él era Oidor de la Audienoia de auto Domingo y u Gobernador de Cartngena, y no
habia destruido ninguna provincia, habiendo asolado tantas desde Chuqui. aca á ali la gente
de Pizarro, y a!sí se saldria por la costa del mar del sur para il· á. dar euenta al Rey de lo
que habia hecho y de lo que no le dejaron hacer; con lo cllal pasó luego á Popayan convo-
yado de una de sus tropa. y tambiell del Capitan Franci co Herná.ndez q.iron, con órden
de Aldana para DO permitir que aquella gente se desmandase en la. provincia, y para que
pasase luego á la ciudad de lo Reyes á. dar cuenta ti Pizarro de lo sucedido, y de la poca.
noticia que se tenia de Benalcázar.
Partido el Licenciado Juan de Badillo, ordenó Lorenzo de Aldana al Teniente
Francisco García de Tovar que, con alguna gente, atravellase la sierra de los Andes y pro-
cura e nuevas de Benalcázar. Ejecutólo así por el camino que hoy <le va de Popayan ó. Ti-
maná, y DO hallando más noticia. que la que allí daba el apitan Pedro de Añasco de que
por ól'den de Bonalcázar habia. vuelto desde el valle de Neiva á poblar aquella villa, mié n-
tras él proseguia en demanda del Dorado ó mar del Norte, dió vuelta con él para que más
bien informase ti Lorenzo de Aldana, quien, desconfiado ya de lograr la illtencion de Piza-
rro, presentó luego el título de Gobernador que llevaba, y siendo recibido en Quito, Cnli y
Popayan, empezó á gobernar con más libertad y deseo de acertar, como lo mostró procuran-
do la re tauracion de Popayan, que, con la!i calamidades anteriores, estaba casi destruida.
Fomentó mucho la conversion de los indioa, de que hasta ent6uces se habia hecho muy

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CAP. nJ ruSTORIA. DEL ~ TEVO REINO. 83
poco caso: tanta era la tibiesa con que á vista del oro se trataban las cosas espirituales: y
porque el premio es una de las do. pe as con que ~e mueve á obrar bien ell'eloj de la hu-
mana vida, confirmó 0n su cargo de Gobernador al Capitan Pedro do Aña~co, ordenándole
volviese á pro eguir en sn poblnciou de lJ.1imaná. Repartió las tierras desctl bierta. y las en-
comiendas de inciios entre los más beneméritos; y para los que no alcanzaron repartimien-
tos, dispuso que el Capitan Jorge Robledo saliese á poblar la provincia de Anserma, fiando
de su nollleza y valor que daria buena cuenta de todo. Ordenóte que llamase Santa Ana de
los Caballeros (por los que iban en su campo) á la villa que pobla e, que fué medio muy
acertado para ir derramando por la provincia la mucha gente que habia subido de Carta-
gena.
Partió Jorge Robledo con esto órden á la provinoia de Anserma y en el sitio de
Tumbía, que viene á ser una colina angosta, que apéuns da lugar para que se dilate una
sola calle, puesta en tres grados y treinta minutos de la equinoccial de esta handa del Norte,
fundó una villa que, olvidando el primer nombre que le díó Lorenzo de Aldana, conserva
el de Anserma, derivado por los españoles de la palabra Anser, que en el idioma de la tierra
significa la sal. Fueron sus primeros Alcaldes Ordinarios Melchor uer de Nava y Martin
de Amoroto, y Alguacil Mayor Rui Venégas. Cércanla muchas naciones diversas, oomo son
Tabuyas ú una legua, Guaticas á tl·es leguas, Quinchias á seis, Supias altos y bajos, y otras
mnchas que ya consumiendo el tiempo. Es toda ella de minerales de oro corrido y de vetas;
y son los mejores el de Tarria, de donde se sacan amatistas, y los de Mapura, Supía y
Moroga, que está en una ladera avolcanada sobre el rio Cauca, que le pasa por las espaldas
á la ciudad de Anserma, ó. siete leguas de distancia. Todos sus naturales comian carne hu-
mana, y en Quinchía, que era un famoso pueblo cuando por él pasó el Oidor Juan de Ba-
dillo, tenia su Cacique un fuerte y e 'pacioso cercado, todo él coronado de las cabezas de los
hombr6s que en él se mataban y comim: confina.ll con la. provincia de Cartama, por donde
pasa el río grande, y embarcados en el Cauca pudieran en veinte y ouatro horas hallarse los
que lo intentaran en Antioql11a, si el peligro de perder'o la cmbarcacion no fuera tan for-
midable por los acometimientos que en eUa hace la corriente del rio contra tres piedras que
llaman la Mamas y médian eu la di tancia que tiene el rio entre ámbaR ciudade.. Tiene á
Oriente otras muchas naciones que no adoran ídolos, y eu todo siguen la religion y costum-
bres de los Popayanes, méno en la que estos de Anserma teniau de no haoer estimacion de
que las mujeres fuesen doncellas para casarse.
En el interin quo esto pasaba en Anserrua, vuelto Lorenzo de AIJana á Popayan
desde Cali, donde dojó por su Teniente al Capit n Miguol López Muñoz, trn.tó luego do pa-
sar á Quito, dojando en su lugar al Capitan Juan de Amputlia que, recien llogado del N ue-
vo Reino de Granada con algnna gente de' la qllo llevó Benalcnzar, lo dió muy individuales
noticia. de su'! acaecimiento y de la intencion con que l dp.jabn labl'ando bergantines en
compañía de Que 'ada y Peuroman para bajar por el rio grande ti Cal'tagena, y de allí pasar
á Castilla. Por este tiempo, que ya era el año de treint.a y nueve, Gonzalo Díaz de Pineda,
Teniente de Quito, habia pedido comision á D. Francisco Pizarro para poblar una villa en
los Pasto, y consignióla sin que por ella se le derogasen los poderes dados á Lorenzo de
Aldana. Pero aunque se apre uró todo lo posible para oon eguir la fundacion referida, ya
Lorenzo de Aldana habia llegado al valle de Guacanquer, á donde, oon el trabajo de que-
brantar primero el orgullo de lo naturales, la fundó entónces, si bien poco despues se mudó
al valle de Thirz, con nombre de Villaviciosa, puesta en poco má de medio grado de la
línea al Norte, cuarenta y cinco leguas de Popayan como al Suroeste, y otras tantas de
Quito como al Nordeste.
Trabajó mucho en allanar esta provincia el Capitan Francisco Hernández Gir(.n, da
que se le originó aquel desvanecimiento que lo arrastró hasta perderse en los escollos de la
muerte y la deshonra. Es tierra fértil de forrajes, por cuya. ocasion la llamaron Pasto.
Confina con los Quilhsinga ,aunque en las costumbres se diferencian, porque los Pastos no
comian Ccc'\.rne humana: son mal agestados en extremo hombres y mujeres, simples y sucios;
y así está muy recibido en la provincia que habiendo conquistado el Inca Guaynacapac has-
ta el rio Anguasmayo que está dentro de ella, obligó 6. esta nacion á que en caela luna le
tributase cada uno de sus moradores un cañutillo de piojos, oon fin de que por este medio se
limpiasen. En la cumbre del más alto monte de Pastoco hay una laguna frigidísima, que
prolongada baja veinte y cuatro leguas y no oria pez alguno. Los pueblos de los Pastos y

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84 FERNÁNDEZ PIED'RAHÍ'l'A. [LIB. IV.

Patía!'! fneron muchOfl, y entre ellos Mallnma, Tncurres, Funes, Chapal, Papiales, Turca y
Cumba, que no sé si la primera guerra los acabó ó el mal temperamento de Patía ha consu-
mido los que le queJaron para resguardo de Villaviciosa, donde se hacen extrañas curiosida-
des de pinturas de humo y yerbas sobre calabacinoR, y maderas, qne llaman comunmente
de Mocoa, y donde Lorenzo de Aldana dejó por Gobernador á Rodrigo de OC'ampo, quien,
<!omo práctico en guerra y paz, fomentó la poblacion q'le dejaremos, con advertencia de que
hemos anticipado los sucesos de los años de treinta y ocho y treinta y nueve, acaecidos en
Cartagena y Popayan, por quitar el embarazo qne pudieran causar á la clal'idad del princi-
pal asunto á que vamos.

CAPITULO 111.

VUELVE EL GENERAL QUESADA POR SU EJÉROITO Á LA TORA, CONDUCE-


LO HASTA LOS UMBRALES DEL NUEVO REINO, HACE LISTA DE SU GENTE,
Y PREVrÉNELOS PARA LA CONQUISTA.

D EJAMOS al Capitan Juan de Céspedes en la sierra de Oppon, de vuelta para el pueblo


de las Bal'hacóas, y con;-iguiólo recogiendo de paso al Capitan Lebrija y á otros es-
pañoles, que fatigados del cansancio se habian quedado en el camino, de que recibió grande
alborozo el General Quesada, especialmente cuando oyó referir el descubrimiento que se
habia heoho, en que no e encontraba otro reparo sino el de la duda. que se ponia en que
pudiesen conducirse los caballos por aq uellas malezas. Pero dejando algo IÍ la suerte, a.cordó
volver á la Tora muy á la ligera por toda la gente que le re. taba, dejando la demas en
.guarda de aquel paso y pueblo de las Barbacóas á cargo de IIernan Pérez de Quesada, su
hermano y Alguacil mayor del ejército, oficio que segun estilo de los Moro? de Granada
corre. pondia al de Mae e de Campo j y así con solos seis españoles, y entre ellos el Capitau
Céspedes, que pareoia incansable, y como testigo de vista habia de acreditar el descubri-
miento hecho, partió luego hasta la ribera de aquel brazo ó río en que el agua podia sufrir
la na·¡egacion de las canoas, para cuyo efecto en caso que ce necesitase de ella, habia dejado
<oculta en el monte una en que embarcados navegaron hasta alir al río grande y bajando por
.sI en demanda de la Tora; en cuyo viaje sucedió un. accidente al parecer milagroso, si con-
sideramos cUtín cierta habia de ser la ruina de todo aqllel campo, dividido en tantas partes
<le la montaña y rio, en caso que el General que tan unido lo gobernaba murie e: y fué el
·<!aso que R. cuatro legllas de di tancia áutes de lleo-l\l' á la Torn., corno á las tres de la tarde,
y cuando todo esperaban ver tÍ sus compañeros dentro de do horas, mandó el General que
arribasen á tierrn., donde hizo noche sin que ellos imaginasen la causa ni él supiese darla
d.e p.ues de aquella re olllcion repentina, .calificada
. entónces por desatino, ha ta qu~ al dia
slgmente, llegados á la Tora, Rupieron que la tarde del antecedente hasta cerrar la noche,
.habían tenido sitiado el pueblo ha ta. cuatrooientas canoa~, combatiéndolo por tierra. yagua
con riesgo evidente de llevarse los bergantines, en cuya defensa se mostraron valerosos el
·General Gallegos, Juan de Albarracin y Gómez del Corral, de lo cual reconocieron que á no
.haberse determinado á lo que va referido, 01 General Quesada. hubiera perecido á manos de
..aquellos búrbaros, y verdaderamente no puede negarse lo bien afortunado de este caudillo,
no solamente en este lance, sino en que hubiese dejado el rio de Carare á mano derecha, en
'que consistió el buen suceso de la. conquista.
Halló muy menoscabado su ejército con la gran mortandad que habia. resultado del
hambre y trabajos, y fué tanta, que no bastando la tierra del pueblo para enterrar lo.:! muor-
.tos, arrojaban mnchos al agua j pero animados los vivos con la huena noticia. del descu-
brimiento, se alegraron verdaderamente aquellos que nacieron dotados de espíritu y valor,
porque los otros, aunque pocos, nada eRperaban de alivio sino la muerte del General, pare-
ciéndoles que con ella, ocasionada de repetidas fiebres que le habian herido luego que llegó,
se determinaría tan peligrosa jornada; mas aun~ue éstas le apretaron mucho, uingun riesgo
bastó á embarazarle la disposicion de que los muchos enfermos, que se hallaban imposibili-
.tados para viaje tan penoso, se embarcasen en los bergantines con órden de que el General
Gallegos esperase en aquel sitio hasta tener aviso de lo que habia de hacer; ni para que con

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OAP. IU.] HIST01UA DEL NUEVO REINO, 85
la demas gente sana que le re~taba y caballos que habia escapado, saliese de la Tora para
las sierras de Oppon en lo más recio de su achaque, y un dia despues de haberse purgado,
acclon. voluntarifl. en que se a ventajó á la que precisado del peligro hizo Fernando Cortés,.
cuando este se mostró más tamoso en no haber reRervado ero barcacion en que fundar la es-
peranza de retroceder de la empresa. Pero el General Gallegos, habiendo p.sperado muchos
dias y considerado el peligro de ochenta hombres enfermos coÍ1 que habia quedado y que se-
hallaba falto de noticias de Quesada, dió vuelta á Santa Marta tan rico de méritos y servi-
cios, como afligido de trabajos mal correspondidos de sus compañeros, pues en las reparti-
ciones de lo ganado, debiendo ser de los Dlás preferido, fué de los más olvidados.
Era ya entrado el año de mil quinientos y treinta y siete, cuando el General Quesa-
da, siguiendo siempre su derrota con gran fatiga causada de la corriente del rio pvr donde la.
guiaba, y desembarcada sn gente en el pueblo de las Barbacóas, fué caminando por las sie-
rras de Oppon (que tendrán más de cuarenta legua.'3 de travesía) con v¡.rios trabajos y muy
poco 80corro de víveres. No será. posible referir las adve:rsidades acaecidas á este valeroso
caudillo y su gente, porque fueron tan repetidas las particulares de cada cual en esta jorna-
da, que ninguna de las pasadas lo parecía en su comparacion; llega.ndo á estado que para
dormir se subian en los árboles, dejando los caballos metidos en aglla hasta las cinchas en
todas aquellas tierras anegadizas, y se tenia por suma felicida.d la del soldado que alcanzaba
un pedazo je carne de caballo de los que morian en la jomada, y aun llegaron 8 sustentarse-
con diez y ocho granos de maíz que daban de raeion, y á comerse los cueros de las adargas
despues de los perros y gatos que llevaban en el ejército. Pero al fin desbaratadas las som-
bras de lá infelicidad y recogidos los que habian quedado en la montaña, descubrió sus lu-
ces el sol que apetecian, en,~ontranilo con aquellas tíenas limpias que vieron Céspedes y
01a113, donde era Capitau el más señalado uno que llamaban Sacre, y en que descubrieron
grandes poblaciones en cornparacion de las que hasta allí se habían visto; pero todas ellas
no tenian Rey soberano, porque se gobernaban como Behetrias, y á manera de Cantones ser-
vian por el sueldo al Príncipe que más bien les pagaba; y en aquella oca ion se prevenían
en servicio del Rey de Tunja pura la guerra que le movía el Zipa de Bogotá. Y aunque es
así que los paises de aquella provincia son fértile y deleitosos, tanto más se le representa-
ron agradables, cuanto más presenta tenian la imáO'.en de aquellas m'Ontañas del rio dondo-
las inclemencias dol cielo habian hecho liga con las calamidadc. de la tierra; y aumentóse-
más el placer cuando reconocieron mantenimientos en tanta abundancia, que aseguraban re-
formarse de los infortunios pa ados y ahrigar los de. nudo cuerpos en fe de las e peranzas
que les daba la vista de tanta multitud de indios vestidos de telas de algodon, y que en el
aseo de los trajes dahan muestras de costumbres más políticas y honestas que las que habian
experimentado n el re t de la naciones que habitabnn la co. tao
e ·te gozo general de los soldados que de improviso introduce la vi ta de lo pre-
sente, se oponia la consideracion de lo futuro, pareciéndoles (lue tenian entre manoS con-
quistas que necesitaban de mayor fuerza que la de sus brazo ; y aun los que más se seña-
laban en e fuerzo y aliento, desmayahan abriendo puerta á la desconfianza do hallar logr<>
á sus trabajos, viéndose faltos de gente y caballos, y tan apartados del socorro de la costa,.
que lo juzgaban imposible de conseguir. Nunca se mostr0 tan l'isueña la fortuna que no re-
servase algun ceño en la frente, ni el cielo aseguró tan raso hL serenidad, que con rastros dO'
alguna nube no pusiese en duda la promeAa. Pero el animoso D. Gonzalo estaba tan ajeno de
aquellas cvnsideraciones que, con la poca gente fatigada que tenia, se aseguraba la conquista
de todo un mundo. Tenia grande el corazon, 'lue es el e.. tómago de la fortuua, que digiere-
con igual valor los extremos más grandes. Con solos cuatro compañeros rompió por ouatro-
cientas corazas Cirlos EmBnuel de Saboya, y acreditó en la universal admiracion que no hay
compañía en el mayor aprieto como la de un oorazon magnánimo. No pongo duda en que
este discurso repugnase á los prudentes que siempre se reconocieron en Quesada, pues á su
conocimiento no podia encubrírsele la. dificultad de conseguir empresa tan grande con los
flacos medios que podia aplicarle. Pero los efectos futuros señalan tan claramente las cau-
sas que los produjeron, que de los obrados por este canelillo se infieren impulsos secretos,
que arrebataron sn espíritu (sin discurrir los medios) tÍ facilitar los fines que tenia dispues-
tos la Providencia. Gobernado, pues, de tan suprema disposicion, hizo lista de la gente con
que se hallaba, y reconoció por ella constar su campo de ciento y sesenta y seis horobres,en
esta forma; los sesenta y dos jinetes, doce arcabuceros, quince ballesteros y los demas ro-

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86 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA • . [LIB. IV.

deleros (que los romanos llamaban esc'Udados) y aun de éstos el uno fl'enético, llamado Juan
Duarte, por babel' intentado en la jorT1J\da reparar el hambre rabiosa que padecia con la
carne de un sapo, que desde el punto que la comió perdió el juicio con lástima de todos.
A ese número se redujo el florido ejército de más de ochocieutos hombres que por
tierra yagua salió de Santa Marta, ménos los ochenta enfermos que volvieron con el Gene-
ral Gallegos; y e!'5ta corta compañía Rcrá la qne ponga Reyes soberanos á los piés del más
católico, aumente Reinos al Imperio de los heredados y admire con sus hazañas á las nacio-
nes extranjeras, dando nueva reputacion á la propia, sin más ayuda que la de sus brazos y
la de los Resenta y dos caballos, por haber muerto los demas en la jornada y aplicádose para
regalo de los enfermos y alimento de los sanos en los mayores aprietos de las hambres que
padecieron; y de esta pequeña tropn. de hombres heróicos, los que salieron con cargos de
la costa y se hallaron como Cabos y Oficiales de Quefláda en aquel paraje, fueron: Hernan
Pérez de Quesada, Alguacill\fayor del ejército; el argento Mayor Hernando de Salinas,
natural de Salinas ; Juan del J nnco, Capitan con futur a de General á falta de Quesada;
el Capitan Gonzalo Suárez Rondan, nombrado en tercer lu gar por falta de los dos, natural
de Málaga y marido que fué de doña Menda de Figueroa; el Capitan Juan de Céspedes,
de Almodobar del Campo, que cas6 con Isabel Romero; el Capi tan Juan de San Martin, y
los Capitanes Lázaro Fonte, natnral de Cádiz, que pasó á Quito, donde murió; Pedro Fer -
nández de Valenzuela, que volvió á Córdoba, su patria.; y Antonio de Lebrija, á quien dió
Quesada la compañía que sacó de Santa Marta Juan de Madrid, por haber muerto en el ca-
mino, como dijimos; Gonzalo García Sarro, que llevaba el Estandarte Real gobernando la
caballería, y casó de. pues con Francisca Pimentel; Gerónimo de loza, Capitan de Gasta-
dores; y de los que fueron Cabos de los bergantines, Antonio Diez Cardoso (cuyo parecer
en lo tocante á la gnerrn. preferia á todos), Gómez del Corral y Juan de Albarracin, de
quienes trataremos más inuividualmellte cuando lo pidiere la historia, como de los otros va-
rones ilustres que les obedecian, siendo muchos de iguales méritos á 108 primeros.
Fueron, pues, de éstos Anton de Olalla, Alférez de la compañía de infantería, que
llevaba el General Quesada, y natural de Bujalance; Hernan Venégas Carrillo, natural do
Córdoba, que casó despues con doña Juana Ponce de Leon; Martín Galeano, natural de Va-
lencia, Alférez de Lázaro Fonte y marido que fué de Isabel Juan de Meteller; Gómez de
Cifuéntes, natural de vila., que CMÓ con doña Isabel de Contréras; Antonio Bermúdez,
que casó con doña lada de Amaya; Juan Tafnr, natural de Córdoba y marido de doña
Antonia Manuel de nóyoR; Juan de Tórrcs, eaflado con Leonor Ruiz Herresuelo, y ambos
naturales de Córdoba; Gerónimo de Aguayo, de la misma ciudad; llernando de Prado, me-
dio hermano de Juan de Céspedes; Hernan Gómez Castillejo, Encomendero que fué de
Suesca; Juan G6mez Portillo, natural de Portillo, en jl1risdiccion de Toledo, y caflado en
Carmona con Catalina Martin Pacheco; el Contador Pedro de Colmenáre. , natural de l\1ñla-
ga y marido que fué de doña lada de avn.; Juan de Pineda, natura.l de evilla; Pedro
Bravo de Rivera; "'mlrez abal'ierro, hermano de Gonzalú Suárez Rondon; otro Juan da
Tórre!i, diferente del Juan de TÓl'l'es Contréras, que va nombrado y fué señor de Turmequé;
Crist6bal Arias de Monroy, de Almodobar del Oampo, que casó con doña Catalina Siliceo;
Cristóbal Ortiz Bernal, de alamanca, y marido de Ana de Castro; Cristóbal de Roa, Enoo-
mendero que fné de utaten~m; Juan de Montalvo, natural de Toledo, que cas6 con Elvira
Gutiérrez y fué el último conqniFltador que muri6 en Sautafé el año de noventn. y siete;
Pedro Núüez de Cabrera, Encomendero de Bonsa; Bu.ltasar l\Ialdonado, natural de Sala-
manca, que casó con doña Leonor de Carvajal, hija del eeñor de la Casa y R tado de Jodar;
Domingo de Aguirre, vasconcrado; Franci. co Gómez de Feria; el Licenciado Juan de Les-
cames, clérigo y natural de Moratilla, en el Reino de Murcia, y Fr. Domingo de las Cásas,
natural de Sevilla, hombre de buonas letras, del Orden de Predioadores, y ambos capellaues
del ejército; Juan de Quincoses de Llana, Encomendp-ro de Furaquira; Rernando de Esca-
lante; Hernantlo Navarro; Alonso Gómez Hiel y Se::¡uillo; Alonso de Aguilar, llntUl'al de
lnie ta; Alonso Gascon; Alonso Machado; Alonso Martin Coba; Alonso IIernánaez de Lc-
desma; Alonso Domínguez Beltran; Alonso Martin, Portugl1es; Anton Hodríguez Cazalla;
Antonio de Castro; Antonio Pél'ez; Balta al' Moratin; Bartolomé Carnacho Zambrana, ma-
rido (jue fué de I~abcl Pérez de Cuéllar; Benito Caro; Bartolomé Sánchez Suárez; Diego
de Parédes Calderon, marido que fué de doña Catalina Botello; Andres V ásqnez de Molina,
Encomendero de Ohocontá; Diego Romero; Diego l\IontK'tñez, que casó con Ana Roddgue~

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CAP. IIl.] HlS'l'ORIA DEL NUE \70 fiEl "'0. 87
de Lean; Diego de T6t'res, que se avecindeS en P:\mplona: Diego l\Iartin Iniesta; Diego
Sánchez Paniagua, natural de Italia; E tévan de Albarraoin; Diego de Segura; Francisco
Gómez de la Cruz, que casó con Oatalina de Qnintanillaj Francisco Gómez de Figuel'edo;
Francisco de Tordehumos, natural del lugar de II apellido y Encomendero que fué de Oota;
Francisco Salguero, Encomendero de 'l\fóngull, que ca Ó oon doña Juan Mf'lcías de Figueroa;
Francisco Rodríguez, Encomendero que flli de SoraclÍj Francisco Núüez Pedroso; Francisco
Hernández Ballestéros; Francisco de Sil va; Francisco Fernández, nacido en Pedroche y
casado ccn Isabel de RÓjll.Hi Francisco Lozano; 'anoiAco de Montoya; Gonzalo ~Iac[as, ma-
l'ido que fué de Juana :Mo1'eno de Figuel'oaj Gal'cía oal Hito; Gaspar Méudez, Encomendero
que fué de Teusacáj Gil López, soldado de ó. caballo y escribano del ejército; Gonzalo Fer-
nández Gil'onda; Juan de Olmos, natnral de Portillo, en el Oondado de Benavente, que casó
con doña :María Cerezo de Ortega; Juan de Ortega el Bueno, Encomendero que fué de Oi-
paquirá; Juan de Salamanca; Juan Rouríguez del Olmo; Jnan Rodrír;uez Parra, sin hijos
legítimos como el antecedente; Juan Sánchez de Toledo y Mela; Juan de Gnémez, casado
con JUllUa Flórez, que le sucedi en la Encomienda de Subachoque' Juan Gómez; Juan
Rodriguez Gil, nacido eo la villa de Alani de Sierramol'cna, que casó con doña Catalina
c,.Torge de Menésesj Jnan Gutiél'rcz de Valenzuela, que se aver,llldó en Vélezj Juan Valen-
ciano, que Re volviéJ á Oastilla; Juan Rodríguez de Benavíde. j Juan RamÍrez de Hinojosa,
que se avecindó en Tocaimaj Pedro Dazll de 'M adrid, hijo del Capitan Jl1an de Madrid;
Juan Alonso de la Torre; Juan Castellhno,, ; Jnan Gordo; Juan Banti ta Graso, que no tuvo
hijos; Juan Garda 1anchn.doj Juan de Prado, quo se avecindó en Vélezj Jorge de Olmeda;
Lázaro de la Torre; Gaspar de Santafé, que casó con Beatriz Alvarezj Luis GallegoRj Luis
Hermíndez, que se avecind6 en V~lez; Martín IIerntLndez de las lfilns, natural de Oanaria;
Martín Sállchez Ropero, que se avecindó en Tanjaj Martin Pujol; Mateo StÍnchez Cogolludo,
que casó con María Sáenz de Morále!-\j Má.reos Ferná.nuezj MiO'uel állchez, Encomendero
que fué de Onzagaj Miguel de Partearroyoj :Miguel Seco Moyana, natural de Cabeza de
Buey, que casó con Beatriz Osorio y rué Encomeodel"o de Agató. j MiO'uel de Otañez, que se
avecindó en Mariquita; Pedro Rodríguez de Carrion, en que mnde' el nombre propio que
tenia de Sanoho Rodríguez Mantilla; edro Rodríguez de Lean; Pedro Ruiz Herresuelo,
Encomendero dePanqueba; Podro de Asebo SoteJo, ' om"etario del Genera.l Quesadl\.; Peria-
ñez ó Pedro yúue7., que todo es uuo, portugues, casado en CanariR. con Constanoia Rodríguez
HcrlUoso; Pedro Gómez de OtOSCO, que se avecindó en Pamplona; Pedro García de las Ca-
ñasj Pedro de Salazar, que avecindó en Vélez; Pcdl'o ,Ruíz Oorredor, que se aveoindó en
Tunja; Pedro Bricoño, Te O1'er"o que fué de la Real III\CLcnda; Pedl' ¡ínchez de Velazco;
Pedro Gutiérrez de Aponte, marido quc fné de LrLÍsn. Vftsquez; Pedl'o IIernfÍ.ndez, que se
avecindó en Vélez; Rodrigo Yáfiozj Vill>llóbo. tÍ quien l1lntaron los itldios Pnnches; Crist6-
hal de Zeladn; Cristóbal Rni~ j Cr'istÓbnl Hodrlgué1., l'l'Lulel Ellcolll nuero que fué de SucseB;
Cagan"a, q1le se avecindó en Tunja, y otros do cuya. nobleza horedad , que fué mucha, y en
muchos de los que van referidos dará razon por e~tenso, pOl.' las lloticias que tiene adquiri-
das con mucho desvelo el ecretario D. Juan l!'lórcz de Ocal'Íz en lo~ Nobiliarios del u evo
Reino, que tione para imprimir, á que remito en oousidel'acion ele quo solo tengo á mi cargo
tratar de la nobleza adquirida por sus hazañas.
necha la li ta, pues, y reformados los oabnllog, es opinion recibida en todo el Reino,
que Gonzalo Jiménez de Quesada, considerando las gra.ndes conquistas que tenia, entra
manos, y que éstas se debian emprender á co, te'L de los manifiestos peligros que produce la
guerra, donde los m 108 sucesos nabian de atribuir {... su persona el juiciC' apasioundo de sus
émulos, y de las empresas felices se babia de llevar ia gloria el Adelantado D. Pedro Fer-
nández de Lugo, de quien corno Teniente suyo gohemaba el campo; y fiado en las espe-
rieDcias del amor y buen crédito que tenia entre us soldados (habiéndolos jnntado para el
intento) renunció artificiosamente el cargo que tenia por nombramiento del Adelantado,
diciendo no hallar, e capaz para gobernarlo, -en aquella ampre a que tan gloriosa babia <le
set" para todos; y pidióles que por eJeccion llel campo se nOmbl"aS~ un Capitan general á
quien todos obedeoiesen, pues !le hallaban en lance de poderlo hacer, sin falt.'Lr Ú. In obliga-
oion de fieles vasallos de Sll Majestad, y que él sel'Í:\ el primero que conformá.ndose con la
eleccion de todos, lo obedeciese como lL cabeza. suya, Riguiéndolo en la jornada hasta perder
la vida: y como hay palabras que pidiendo con eficacia per. uaden á 10 oontmrio de lo que
proponeIl, oídas por los suyos en ocasioll que ninguno podia suplir lf\ falta da tan bien
13

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88 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LID. IV.

quisto Cabo, á cuyas disposiciones ostaba acostumbrada su obediencm, comunicaron unos


con otros 10 que sentian, y en consecuencic\ de la propuesta fué nuevamente elegido y
aclamado Capitan general por todo el campo, sin dependencia del Gobernador de Santa
Marta: aclamacion que aceptó oon gusto dando las gracias de la buena voluntad que mos-
traban tenerle. Teníalos ganados con el agrado: qué mucho lo confesasen con el obsequio?
Es m{¡s firme sujecion la. voluntaria que la violenta, y consíguela siempl'e el trato afable de
lOR caudillos. En la batalla de Pavía atendió más un soldado 11 pedirle perdon al Marqués
do Pescara de no asistirle que al remedio de las herida~ de muerte con que se hallaba; y no
fué tan adversa la artillería del campo imperinl para el Hey Francisco, como el denuedo
con que los tercios de España pelearon por el amor que al Marqués tenían. No tiene un
Capitan gasto de ménos costa que el de la afabilidad, ni el soldado recibe paga de que haga
más estimacion; y así no fuera de extrañar la l'esolncion de la gente de Quesada en el caso
presente: pero que sucediese en la realidad Ó no, es punto en que podrá. cada uno sentir á
8U arbitrio. Aunqne Castellános ni llenera lo dicen, siendo el primero tan curioso obser-
vador de la verdad, más 10 que COnRta solo es (preceda ó nó la eleccion) que teniendo junto
su campo y puestos los ojos en los acaecimientos futuros, les habló de esta manera:
lláse llegado el tiempo, valerosos españoles y Oompa1íe1'o8 mios, en que rota la cadena
de los t1'abajo8 con que estuvísteis aprisionad08 en la cá,'cel de las montartas, veaís en l08
dilatados espacio8 de este país cercano el log1'o bien merecido de vuestros afanes; la multitua
de los naturale8, aseo y disposicion ele 8U8 persona8, dan éla1'a8 muestras de las benignas
injlwmcias qUI3 gozan; la tierra, mén08 cautelosa que sus dueñ08, descubre senale8 de l'icos
tesoros que depositan BUS entrartas al regazo de caudalos08 venel'OS en que cebw' la espemnza.
Tengo bien eXperimentado vuestro valor en la }J1'onta obediencia con que habeis ejectttado mis
6rdenes, venciendo abismos de dificultades; y en la ocasion qu,e nos llama quisiera no inter-
poner dilacione8, lnu8 la presteza en los acometimientos aumenta el temor en l08 c(¡ntra1'i08, (í
quienes habem08 de sqjuzga1' más con el espanto que con las arma.s; y éste sereí ta11to mayor
en BUS ánimos, cuanto lo 8intieren má8 apresurado de nuest1'a }Ja1'te. Preg'l.tntando ~1U1'co
Caton cómo había vencido ciC1,ta ciudad de E parta) respondió que caminando en dos dialJ
lo qUJe se andaba en cuat,'o, pOl'que si la prevencion e8 de t1'ueno, la ejecucion debe ser de ,'ayo.
De qué hab,'dn ap1'ovechado las calamidades si no conseguimos la glo1'l'a q'u,e la f01'tuna les
facilita? De q1.W haber librado las vicla8 cuando tantos buenos amigos han lM1'ecido, si no las
aventw'amos de suerte q1¿e nuestl'o nombre se etemice ó una honl'osa mue7'te nos disc~tlpe? No
cs la 1mdtitud de enemigos poderosa á contrasta1' la fortaleza que libe,'tó el Cielo de la escla-
vitud de tantas mise1'ias. Si el fin de ensalza'f' el nombre de Cristo e8 el que mira un valor
a1'restado, muy JJor BU cuenta corre sacarlo victorioso de mayores pelirJ1'08. N'linca fue1'on
pocos soldados l08 buenos, ni mu. ch08 enemig08 los q1te guerrean deso1'denado8. Las hazafl,alJ
que 08 espemn 110 se1'án may01'e8 por el rie8go de ob,'a1'las que las que taneis f!jeC'l.ttada8 en
tantos encuentros; y l08 que supieron alir tan airosos de las primeras poco deben 1'ecelal'
mal 8'lICCSO en las segundas. Los que de sí de conjian 80n pad1'one,s en f]1te 8e esculpen las
vict01'ias de l08 cont1'al'i08i y l08 que nada temen C'ltando la 81.tel'te está echada, son [Jalane8 de
lafortuna cí quiene ella cOl'teja con los mismo favol'cs que á Julio Cé aro Esto se entiende
8ie?ulo Im'zoso abrir el camino con las arma; pe1'o no iendo preciso el emperto, es desacuB1'do
que "cp,'ueba la p1"Mdenda ocasional' el combate pu..diendo conseguir el fin P01' medios más
6Uaves, De los maY01'es aciertos fui medianc1'a la paz y el agasajo, conveniencias entrambas
que aun 108 más bcÍ1,baros apetecen, Y 1JUCS tanto impo1'ta reconocer e tos indi08, .sano acuel'(Zo
sel,á intentado con halagos 8z'n llega?' á rompimiento ánte8 de hallam08 casionados. Si nos
conciben. hombres no exc~b8a1'án la com~tnicacion; y: sí con las obt'a.s desmentimos lo 1'acional,
perderán la vida en tan natw'al defensa, haciéndonos los Jwirneros males con la oc~¿ltacion de
sus propios bienes, De 81tel'te que lo má8 conveniente se7'á 8ie;mp,'e asegw'a7' la caza con m'te
y sujetar estas naciones con marta, ya qu,e la fm'tuna al pal'ece7' de quien la teme 1'mposibilita
conseguido P01' fue1'za: y si á los medios pacíficos c07'respondie1'en sencillos, no faltando á lo
pactado, nos ha1'emos superi01'es guardando palab1'a; pero si desestimaren nuestro agasajo, no
excu8a1" aventu7'a1'1ne hasta que lo vene1'en.

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CAPITüLO IV.

MARCHA QUESADA POR LA PROVINCIA DE VÉLEZ, PASA Á GUACHETÁ y


DE ALLí Á SUESCA EN DBMANDA DE BOGOTÁ, CON ASOMBRO GENERAL
DE LOS INDIOS.

CONFORMES todos con el parecer de su caudillo, prometieron seguirle obedientes; y


determinado á salir de aquel sitio el dia siguiente, pasaron la noohe en vela sin disp.a-
rar arcabuz ninguno, por el temor que podian cgncebir los indios, que esperaban de guerra
{L la falda de la sierra; remedio que tenian reservado para los últimos trances y que entón-
ces acaneara inconvenientes para la pretension que intentaban; y así habiendo amanecido
dispuesta y bien ordenada la infantería, dió principio á su marcha, y como dice el mismo
Quesada al capítulo cuarto del primer libro de su compendio historial, empezaron á bajar de
la cumbre más inmediata. á la tierra llana, á ]013 dos de Marzo del año en que vamos de
treinta y siete; lo cual se compadece mal con lo que afirman otros por discurso y presuu-
ciones, de que por Abril de rlicho año salió de Santa Marta el ejército, que ya reducido al
corto número que va referido, iba descubriendo á cada paso infinidad de naturales, que por
aquellos dilntados campos ocurrian en tropas, asombradas de ver hombres extraños en sus
tierras, y crecíales la. admiracion con ver la caballería, pareciéndoles que jinetes y caballos
etan animales formados de solo un cuerpo: y esta ruda opinion, que difundieron de la
monstruosidad que fingían, se fué recibiendo por toda la tierra, sin que pudiese persuadirles
lo contrario su discurso; ántes de ver correr los caballos afirmaban en comprobacion de lo
primero que volaban por el aire aquellos monstruos y por no verlos se dejaban caer en
tierra, cerrando los ojos de temor del riesgo, ó se quedaban absortos y pasmados como si
fueran estatuas de hielo y por la vista recibieran los últimos apremios de la muerte.
Los incansables españoles, miéntras esto pasaba con los indios, iban tan desfigurados,
pálidos y flacos por causa de las enfermedades padecidas y de que áun no estaban li~res, que
por ellas y el desaseo de sus personaR, con dificuldad plldieran ser conocidos de los que los
vieron salir de la costa, porque muchos tenian los trabajados cuerpos casi del todo desnudos;
otros, si llevaban calzas, earecian de j ubon ó si camisa. (de quienes habia.:.:muy pocos), no
tenian sayo y otra cosa alguna con que cubrir las carnes, y en fin, lo que se miraba en todos
era una desventura general casi imposible de redu cir á. la pluma; pero cosa. espantosa. y
digna. de referirse, que no quince dias cabales despuc.q de entrndos por aquellas tierras, y
sin la espera del curso de tiempos, que suele preceder para la convalecencia, se hallasen
todos sanos, blancos y rojos y con tal fortaleza de á.nimo y cnerpo como si no hubiera
pasado achaque alguno por ellos: efecto que así mismo se vi6 en los caballos para el recobro
de la lozanía que habian perdido en las montañas, tan faltas de forraje y dentro del mismo
t érmino quedasen todos vestidos y sin que les faltase cosa alguna para su adorno y abrigo,
-causado lo primero de Jos buenos aires, sanida.d de la tierra y abundancia de sus manteni-
mientos; y procedido lo segundo de la mucha cantidad de ropa que se encontraba á cada
paso, aunque toda de algodon, porque hasta entónces ni hasta deapues de algunos años se
vió lino ni lana en aquellos paises; pero las mantaf.! que de él se tejen Bon tan ricas y curioBas
en su género y de tan buenos colores (sin lo negr6 y blanco, que so tiene por lo más ordina-
rio), que pudieron suplir av~ntajadamente la falta. de arreo que los españoles llevaban.
Esto sabido para conocimiento de la tierra y volviendo á la primera entrada, de que
vamos tratando, fué bajando todo el campo junto lo mejor que se pudo, de la elevada cum-
bre, hasta poner los piés en el umbral de aquellas provincias, que despues conquistaron sus
manos; y aunque gran muchedumbre de indios se habia convocado á la defensa, estaba re-
tirada á uno de los costados del camino que dejaron libre por abrigarse de una poblacion
que tenian cercana, y fortalecerse, como lo estaban, con una quebrada profunda (que
11'\man Calas ó Caletas los españoles que militan en Afl'ica). Era dicha. quebrada difícil de
atravesar, por la aspereza y profundidad que tenian para la subida de la una y de la otra
banda; y así pareci6 ú Quesada parar sobre el la á vista de los enemigos qlle tenia de la otra

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90 ¡;'ERNÁ.."fDEZ PIEDRAUÍTA. [LIB. IV.

parte hasta reconocer la tierra. Y asentado su real, como :í las tres de la tarde dieron prin-
cipio los indios al rumor y guaza.baras que acostumbran, arrojando al campo español gran
cantidad de flechas; pero no dc pediduR con arco, . ino con aquel jaculillo que dijimos en el
capítulo segundo del primer libro y haciendo vaua osteutacion de lanzas y macanas, que
esgrimian deRde la. otra banda de la quebrada} continuando aquella grita, que no solamente
dur<S lo restante del dia, sino hasta la média noche, en que ce 6 totalmellse con admiracion
de Quesada y su gente, que se levantaron á rondar de nuevo y considerar el silencio que
habia sostituido en lngar de tan confusa vocería, y por ser la causa nacida de un acaeci-
miento digno de hi torja indiana, no será despreciable de la curiosa atencion de los lectores.
Fué pues el cnso que entre los caballos que en el real venian y andaban sueltos
por el campo para paHear ha 'ta el otro dia que se recogieron para marchar (estilo muy
diferente del que se practica en las guerras de Europa por la falta de forraje), habia dos á
quienes se les antojó retozar como lo acostumbran, 6 pelear instigados del celo que pudo
.causal'les la compañia de alguna:; yeguas que habia entre ellos, de que resultó que el uno
de ellos, reconociendo ventaja en su contrario, echase á huir por aquellos contornos, siguién-
dole el otro; y como semejantes risas las hacen con coces y relinchos y por librarse el que
iba de vencida bajase por la quebrada y subiese á la ribera de la otra banda siempre "cosado
de su enemigo, sucedió qne entrasen ambos, uno en pos de otro, por los cllarteles de los
indios, que ajenos de semejante espectáoulo como el que se lesrepre.entaba (á los rayos de
la ll1na que hacia entónces) de dos animales n su parecer tan feroces, sin aguardar á
discursos sueltan las armas, de amparan el puesto y ecban á huir por aquellos campos,
unos á una parte y otros á otra, sin que pareciese más iudio en toda aquella comarca de
cuanta multitud se habia visto.
Todo 10 cual se supo á la mañana con la certidumbre, porque pasando al alojamien-
to que tuvieron los indios, hallaron los caballos en aquella misma parte; lo cual, junto con
la noticia que dieron las gllardas del campo de la hora y tiempo en que los vieron pasar
relinchando, manifest-S la obHgacion en que les estaban los españoles por haberles excusado
la batalla del dia siguiente y quizá otras mucha : y coutemplando bien el uco o, no por él
se deben reputar los indios como cobardes, pues parece que lo mismo hicieran los nuestros,
y otros de cualquiera nacion que haya en el mundo, si no hubieran vi to semejantes brutos
ni otros iguales en la grandeza del cuerpo: y es cierto que viéndose de repente asaltados de
animales tan extraños, no vistos jamas por ellos, ni oidos por carecer de escl'itnra~ y de
contratacion con otra u;\t.iones de Reinos en que so criasen, 110 fué mucho que huyosen.
Al retozo de un cobete que entró por una ventana, se descompuso la maje tad de un Hey
de Francia. y la altivez de un Príncipe de Borgoña, sin que los efectos del sobresalto aman-
cillasen la. entereza de Luí el Onceno, ni á Charles quitasen ell'enombre de atrevido, Y si
el hn.ber cejado los rom. no.' á la vi 'ta, de lo. primcL'os elefautes que pll ieron pió en Italia,
no les quitó el crédito de los mús politicos y guerreros, justamente deben di culparse los
indios de Vélez, pues más debe su retirada atribuir t: á la admil'acion, hija de la ignorancia,
que á temor nacido de la pusilanimidad.
De este asiento se levantó el campo al otrQ dia, entrándose más por aquellas tierras,
y de esta suerte caminaron hasta Cllcolltrat con el rio Saravita, que por habor arrebatada-
mente llevádose un caballo del Capitan Gonzalo uúrez Rondon, que con industria y ayuda.
de sus amigos lo escapó del riesgo, llamaron rio de 'uárez, y e el que al presente corre con
furioso ímpetu, cercano n la oiudad de V élez; y por ser paso forzoso de aquella provincia.
para comunicarse con otras, ocasionó mucha de gracias de indios y españoles que se aho-
garon en sus oorrientes, hasta que el doctor Venero de Leiva., Presidente del Nuevo Reino,
y Juan López de Cepeda., qne aespues lo fué de Cbuquisaca, mandaron fabricar un puente de
madera sobre estribos firmes de oal 'y canto que se conserva en utilidad de aquellos paises.
El esguazo del rio era tan peligroso para los españolea, y los sitios del camino tan fuertes por
naturaleza, que ei en ellos hubieran aplicado los indios muy corta defensa, con facilidad se
hubiera impedido la entrada de aquellos primeros conquistadores de su provincia; pero es-
taban tan descaecidos los ánimos y brios de aquellos bárbaros con el e panto de tantas no-
vedades juntas, que aun aliento no tenian para mirarlos al rostro ; y así sobmente se
detuvo el campo aquel tiempo que le sirvió de embarazo la corriente del rio, hasta que,
vencida con industria y valor, llegaron á uu lugar medianamente poblauo que se decia
Ubazá, y solamente conserva hoy el nombre de una quebrada que pasa por sus contornos.

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GAP. IV.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 91
De esta poblacion se habian retirado los vecinos porque la fama que corría de lo~
extranjeros (como acaece en muchas partes y es comun estilo de bárbaros), se aumentaba
con nueva fábnb~ que añadian, afirmando ser mo.nstruos feroces y voraces, cuyo alient()
era de carne humana de los que su crueldad despedazaba. No era esta opinion la que pre-
tendian ganar los españoles, y hubiérales salido muy co ·tosa, si al temor con que se retiraban
los indios juntaran la industria de levantar los víveres; pero olvidados de esta hostilidad,
que sieudo la más grande, suele tener por autor al miedo, sc dejaron en Ubazá. ocho vena-
dos muertos, que fÍ los nuestros sirvieron de razonable alivio para sus fatigas, y les avivaron
las esperanzas de conservarle abastecidos con las muestras de que en el pais abundaba la
caza de venados, conejos, codornioes y otras aves tÍ que podia apelar su necesidad en los
roa yores rie. gos. Pasada la noche y entrado el iguiente dia, fueron marchando por las
grandes poblaciones de orocottÍ, desiertas ya todas de moradores oon la ocasion misma que
las primeras, aunque bien proveidM las ca. as de semilla. de maiz (bien conocido en Galicia
y Montañas), frijoles, turmas á ·papos blancas, moradas y amarillas, comun refugio y regalo
de aquellas regiones, y no mal visto de laR extrañas que lo expe rimentan. Considerado,
pues, el buen temple del sitio, abundancia de víveres, forraje y grano para los caballos,
acordó el General Quesada detenerse allI cuatro dias, que ~alieron bien co to os á sus sol-
dados, pues queriendo marchar al fin de ellos, se hallaron impedidos de los piés de tal suer-
te que no podían moverse, :i causa de que en aquellos itios se cria un género de pulgas algo
menores que estas de España, las cuales se entran en la carnes, especialmente en los dedos
de los píés por la parte que se juntan las uñas, donde crecen basta poner. e algunas tan
grandes como garbanzos pequeños, causando un dolor y escocimiento insufrible todo el tiem~
po que allí se detienen, de que se origina imposibilitar e los hombres de caminar hasta que
las saquen. Y como los dolientes ignoraban la plaga, DO supieron aplicar el remedio siendo
tan fácil, hasta que algunas mujeres bárbaras de la que cn aquellas poblaciones encontl'a-
ron, entendida su dolencia por seña, se comidieron ti acarln. con In!;; ]mutas de los topos,
no sin dolor graude de los mlí.!;; achacosos; pero la pena sirvió a ~uo cntóuces para entrar
en las casas cautelados y guarnecidos de calzado y médias, que defendiesen la entraua do
las nignas, y,uo así las llaman.
Re tituldos todos con el remedio ti su primer E'seado de sanidad, hicieron muchas di-
ligencias con templanza y recato, solicitando hallar tí. los ,'ecinos de aquellas ciudades; y
habiendo recogido ba ta cuatrocientos hombre y mujeres de diferentes edades, les dieron
á entender por señas y halagos que no era su entrada en aquella tierrn para hacerles daño,
sino para tenerlos por amifTo , y que así lo tuvic en sabido. Y dejando los mi en sus casas
y llovando algunos por cargueros (oficio á que ellos mismos se imponen desde pequeños)
pro. iguieron su marcha, dejando la.s campiñas de SOl'ocotlí, uombl'n.das del valle de 'an lYIar-
tiu, y bajando al pueblo de Turca, poco di.'t1\llt , á (luieu )ü~ln:tron Pueblo hondo, por estar
fundado en la profundidad que hacen uuos montes quo por toc1n. pal'toli lo cel'can, halla-
ron gran copia de telas y mantas ele algodon, algnu oro y lo que fué má , las noticias del po-
deroso Rey de Bogotá, principio que les pURO más viv cspnelfls para apreSlll'a.r los pusos
penetrando lo más secreto de aquello paises: y así, al dia siguiento salieron para Saqucn-
zipa, prinoipio por aquella parte del Reino del TUIJda, do doudo las guias maliciosa.mente
los desviaron, 6 por atender ú. 111 sal que les iban mostrando ptll'a que Jos guiasen donde la
hahia, los condujeron á Guachetá, ciudad populosa, á quien lIft,mArOn '8.n Grcgorio por ha-
berla entrado en su dia j de donde con la noticia anticipada que tuvieron SUg moradores,
se habían retirado y fortalecido en unflS altas peñas y riscos á vista de sus mismas casas y
de los españoles, sin dar señal alguna de hostilidad, IÍntes bien por la. relacion que les ha-
.... bian hecho del furor sangriento de los forasteros y monstruosida de los caballos, se hallaban
más dispuestos á la fuga que á la contienda. Pero viendo el o iego con que entraron en su
cindad, sin usar de aquellas dcstemplazas que tenian concebidas y suele producir el orgullo.
inconsiderado de la gen te de guerra, les pareció que las noticias lue tenian no eran confor-
mes á las obras que experimentaban.
Anim610s e te discurso á emprender su desengaño, y para no quedar dudosos entre
la sospecha y el error de que comían carne humana los fomstcros, diRpusieron que dos
indios llevasen otro anciano, y ti vista de 108 españoles 10 dejasen junto á una hoguera, que
para el intento encendiesen dando vuelta apresurada tÍ su retiro, como 1~ ejecutaron. Pero
los españoles, sospechosos de que la intencion era de que lo sacrmcaran 5' comiesen, fuel'on

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92 FERNÁNDEZ rnmRAllfTA. , l LIB. IV.

:í la parte on que estaba el miserable indio, y dándole un bonete de grann y n]gunas


cuentas, lo pusieron eu libertad, de que admirados los Guaohetacs y pensando que por viejo
no ha~ian querido oomerlo, arrojaron por la cuesta abajo dos Ó tres niños qu.itados de los
pechos de sns madres, permitiendo el cielo que ninguno muriese y que á las voces de
Per,icon el faraute se templase tan bruta resolnciou, reduciéndola por último á enviar
desde el lugar en que estaban un hombre y una mujer con las manos ligadas, y juntameute
1m venado para que por la eleccion que hiciesen del pre ente, conociesen ellos el apetito
que los gobernaba. Pero reconocido el intento por Jos españoles, que no]o pudieran pre-
venir más de su gusto, aceptaron el venado repartiéndolo entre todos; y poniendo en li-
bertad al indio y á la india, les dieron á entender por señas que volviesen á laR demas y
dijesen que ellos no comian hombres ni iban á ocasionarles daño algllno, sino á defenderlos
y ampararlos de los enemigos que tuviesen, y así podian con toda seguridad volver á sus
casas. Los Gunchetnes, que estaban á la mira y no perdian accíon de las que ejecutab~.n los
españoles, entendida la embajada desecharon el miedo, y desamparatldo los riscos admitie-
ron la paz que les ofrecinn, siendo é"tos los primeros que voluntariamonte la abrazaron en
el Nuevo Reino de Granada y la conservaron aun cuando más ocasionados se vieron de la
inquietud de otra..q nnciones ; y por muestra de ella hicieron al General un presente de al-
gunos tejos de 01'0 y ocho ó nueve esmeraldas buenas, aunque pequeñas, que fueron las
primeras que vieron los nuestros en aquel Reino, de que admirados se miraban unos á
otros, hasta que advertidos de su General por señas, remitieron al disimulo lo que pudiera
engen(har reparo en los indios. Al iguiente dia, por descuido de un vecino de aquella.
ciudad, se prendió fuego en RU Cc1.sa, y tintes que se dilatase la llama de suerte que el daño
creciese por la cercanía que las casas tenian unas con otras y estar cubiertas de paja, acu-
dieron los españoles al reparo, qne por su buena diligencia. tuvo efecto: beneficio que los
indios reconocieron con mue. 'tras de agradecimiento, y les dió crédito á. los españoles para
que la opinion que hasta. allí ha.bia oorrido de crueles parase en la de piadosos, divulgándose
por las ciudades de In comarca.
Dejada eu paz la do S. Gregario ó GIlI\Chetá, pa.qa.ron á. In. de Lenguazaque¡ cuyos
vocinos estaban tambien Rusentes y l'eti'a,idos on los monteR y riscos; pero habiendo tenido
noticia de todo lo acaecido en Guaohetá, les salieron de paz al cRmino COIl muchos presentes
de oro y esmeraldas, venados, cuyes, raíces y semillas de que se alimentan, y telAS de al-
godon de diversos colores que para el reparo del frio que ya sentian fnoron bien recibidas
de los españoles, quienes daban en recompensa de tal beneficio algunas demostraciones de
que sus dftdivas les eran gratas, y serian firmc~ en guardarles amistad perpetna. Y en la
misma forma fué prosiguiendo el campo por Cllr.unubá, siempre asentando paceR con 108
pueblos circunvecinos y recibiendo ~l mi mo género de presentes en más 6 menos cantidad,
segun la oalida.d de los Caoiques, ha ta llegar al aSIento de la grande y famosa. ciudad de
Suceca, emporio que fué de 108 E tados del Guatavita, donde fueron bien l'ecibidos y hos-
J)edados, y donde acndieron de varias partes de los confines muchos hombres y mujeres tÍ.
ver la gente nucva, y darles de las ca as más estimadas en sus tierras: y sucedió ó. uno de
los que iban con este intento, que yendo encaminado tí las casas en que estaba alojado
el campo, con dos mantas do algodou de presente, poco ánte de llegar ó. eUas encontr6 con
un soldado llamado Juan Gordo, hombre aunque humilde fuerte y valoroso para cualquier
trance: éste, pues, con intencion de aprovechnr la. carne de un caballo que habia. muerto
poco ántes de llegar á Sllesca, volvía á buscarle; y como el indio que llevaba las mantas
I:econoeiise que el español iba á encontrarso con él, púsolas en el oamino y desvióf!o de él
poca distancia.: corteRíA que vió por comedimiento hasta tanto que el español pasase; pero
Juan Gordo, persuadido á que In demostl'acion era. presente que le hacia de 1M mantas, no
siéndole posible sospeohar qne de aquella. accion pudiese resultarle dafio alguno, recogiólas
y fuése con ellas á ejecutltl' el inteuto que llevaba. En el interin, sentido el indio del des-
pojo de sus mantas, fuese al General Quesada, y dióle su queja representándole el robo quo
le babia hecho uno de sus soldados, que oida por él (lió órden á Villalóhos, su Alguacil Ó
Furriel de campo, pnra que pusiese en prision la persona que el indio señalase. Preso Juan
Gordo, dió sus descargos, refiriendo el suceso sin ficcion alguna, y con mnchos terceros que
se interpusieron á disculparlo, pero Sill fruto, porque lo condenó á. muerte, que luego fué
ejecutada con seutimiento general de todo!;, Debióse do persuadir el General Qucsada Ó.
que seria conveniencia para el intento <le ganar los indios y poner frello ú. su gente, la

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ell. v.] nrST nlA DEL NUEVO REINO. 93
ejecucion do un cllstlgo tan ejemplar: buen discurso si 10 apoya el dorecho, y debi610 de
fundar en él quien lo hizo, pues no ignoraba las leyes ni la faltn. que un soldado haria donde
todos oran tan pocos.
Ejecutada la muerte de Juan Gordo, que solo sirvió de lástima á los españoleR y de
borrar en los indios el concepto que habian fOl'mado de qne eran inmortales, marchó el
campo distancia de una legua hasta Nemocoo, pueblo que llamaban de la al por las fuentes
salobres que tiene, corno los de Cipaquid, Tau a y Gnachetó., y era la granjería de más io-
teres que tenian en sus comercios, por ser en aquellas partes 10 mercado,:í donde acudian
tÍ comprarla de todas las demas provincia y ser la mtÍs SlUwe que se halla en las ludias, y
se labra llenando del agua de aquellas fnentos ciertas va, ijas de barro grandes y medianas
que llaman múcuras y moyas, donde (puestas al fuego) so condensa el agua y cuaja en pa-
nes que pesan á dos y tres arrobas más 6 ménos, seg un la cap::LCidad de los va, os, que sola-
mente sirven una vez, porque unidos con la .lal es preciso romperlos para eividil'la. De,:de
que llegaron á Nemocon ya se de, cubrian los dilata.doR y floridos campos de Bogotá, eu quo
se velan populo~as ciuda.des de tan soberbios y vistosos edificios, y con tal maje¡:;tad fabri-
cados, que ue léjo representaban un bien ordenado número de palacios 6 castillos, por cuyo
respeto llamaron luego aquel país el valle de los Alcázares. Sobresalían, demas de lo l"~fe­
l'ido en muchas partes, mástiles gruesos, altos y derechos, embarniza.dos de vija y en la
parte superior gavias que fignraban las de Galeone , tan vivamente quP., mil'adas de léjos,
DO encontraban diferencia los ojos, y dentro de ella. gran cantida.d de oro qt4e, á entenderlo
ent6nccs Quesada, fuera mucha. la presa, aunque despues que llegó tÍ su noticia, fuá bien
considerable, y la causa de haber tantas y en la forma referida, diremos adelante.

CAPITULO V.

ENTRA DE ADA EN EL VALLE DE LOS ALCÁZARES, R.Ol\1PÉ EL EJRRCITO


DE LO UZAQUE, PASA A BOGOTA, ]TI AMPARADA D.EL ZIPA, SAQUÉ~t\.L \.
OON POOA PRESA, y DETE IDO EN I~LLA, L SITIAN LOS INDIOS HASTA
QUE POR ÓRDEN DE SU REY SE 1illGAN.

ON la far.ilidad que la ndmiracÍon se introduce por ]OS s('ntiuos oon b ocasion de repre~
C sentársele. co as extrañas, con la mismn. dcsech:t el ánimo osprmtoso, cuando la conti-
nuacion·de la vilitl\ las vn. calitlcllndo por comnne; y n Sl aCfuello. bArbaro!:), que tí Io¡.¡ prin-
cipios no osaban de amedrentados nbrir los OjOR para VOl' los espaíioles, en llegando por la.
comunicacion y trato tÍ desengnñarse de que el cubatlo y jinete el'an ujetos distintos, y do
que todos ello eran mortales, como se reconocía por el fiu violento do J ua TI Gordo y por las
señas de t1a(lueza y amarillez C011 que llegAron fÍ Vélcz, fucl'OU perdiendo los temorcs qua
tenian concebidos y divulgando que eran hombres puros tan sujetos como ellos sí los vicios
y miserias humaoltS, y que los caballos que r egían eran venados granueH llevados de otraa
partes para servir e de ellos en las ocasiones que se ha1Jal an fatigados; y volviendo en sí
de los pasados snstos y en confianza de su valor antigno, se d(·termillal'On muchos de 108
principales á probar hasta dónde llegaba el esfuerzo de a(luell". pocos peregrinos, que ya
marchaban cou poderoso bag~je y criados que les sitviesen. Presumióse despt:es que el ól'den
con que se movieron rué del ZiJ a Thysqucsuzha, por ser quien gobernó h batalla su Gene-
ral Saquezazippn., para sacar de la prueba la rcsollloion que debía tornar {lOtes de llegar tÍ su
corte el campo de Jos e, pañoles 6 para recibirlo con guerra abiert.'l 6 con engañoso trato.
Echada, pue , la suerte, los dejarOn pagar de los términos de Oipaqlliril (atravesado el
valle desde Tibitó) y nO atreviéndose á embestir cura á cara, salieron á romper con ell08 por
las espaldas más de cual'enta mil indios, y entre ellos quinientos Uiaques de los mús experi-
mentados y prevenidos para combates. Lle"aban por delante difel'entes cuerpos de hombres
muertos, enjutos y secos, que tt 10 que despucs se snpo debiúron de ser C1.1Lmdo vivos hom-
bres afortunados on batallas, como que en virtud de ellos e peraban alcanzar victoria en la
que tenia n pl'eRcnto; 6 para qne representándoles á ln vista las haz ñas que obraron, en gen...

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94 FERNÁNDEZ PIEDRAlIÍTA. lLIU. IV.
-draBe en ellos la emula.cion eRpíritus con que imitarlos; tila manera que en las cr6nicas de
España se refiere algo del cuerpo embalsamado del Cid Rui Díazj ó como de la pretension
vana de Otirlos de Gontaut refieren las historias francesas. Así, pues, con lo cadáveres por
delante y muchos idolillos de oro, que debian de ser sus dioses Penates, pendientes del cue-
llo, acometieron con gran brio á la retaguardia en que iban Céspedes, Venégas, Oolmenáreg,
Juan Tafur, Baltasar l\:Ialdonado y otros buenos jinetes é infantes, que visto el acometi-
miento y que los primeros avances los ponian en precisa necesidad de defender las vidas,
volvieron las caras al encuentro, chocando con aquella bárbara muchedumbre con tall'eso-
lucion, que ayudados de treinta caballos y del campo raso en que estaban, rompieron por di-
ferentes partes el ejército bien ordenado de los Bogotaes, atropellándolos con furia espantosllo
y haciendo cada jinete ancho camino por donde acometia, y todos juntos mortal estrago con
las lanzas, que libres de reparo no malograban golpe; con que en breve tiempo se vió perdí-
.do el valeroso eseuadron de los Uzaques y reconoció aquezazippa su pretension errada en la
desigualdad de los combatiente, pues atemorizado los suyos de perder las vidas y no cui-
dando de sacar de los recientes cuerpos muertos á los que llevaron por gnias, tocaron á reti-
rar, con que se halló obligado á seguirlos hasta valerse, del abrigo de algunas lagunas 6 chu-
cuas que hace el rio Funzft, y poco despues de una fortaleza puesta en Cajicá, que llamaban
Busongote, siguiéndolo. iem pl'e la caballería cebada en el alcance hasta poner cerco á la
fortaleza; pero reconociendo que fln una colina poco distante se descubria infinidad de gente,
se determinó á desamparar el puesto y recogerse ti paso largo á su ejército que marchaba
con avi o y bien ordenado; y por la imprudencia que tuvieron los jinetes en seguir mal re-
catados el lance, luego que alojaron los mandó poner en prision .,el General; mas como eran
los presos de 108 más principales soldados de quienes se fiaban las cosas árduas, y se inter-
pusieron 'otros caballeros aprobando haber sido conveniente seguir el alcance, su:;pendió
el órden.
PaRado el enojo y mús reportado Quesada en su presencia, les propuso con disimula-
cion cuerda los aprE'cios que h:::cia de sus personas y de 1M que calificaban su arrojo por
conveniente, pues no hacia demostracion que reportase en lo venidero las temeridades de
que suele originarse la pérdida <le todo un campo: que mirado el poco número de los que
componian el suyo, solo podia reducirlos IÍ méno. la. de. union en los combates: que los ene-
migos eran mucho aun citando amedrentados, y el peligro los tenia ya en estado de no divi-
dir 'e para poder unidos a<:egnrar In defensa: que no tantear y medir los riesgos era el primer
paso para caer en ellos; y la propia confianza y menoR precio del enemigo, dOR cuchillos con
que se priva de la seguridad el imprudento, pueR no puede ser militar di, ciplina la que no
ensena recato y avisos con pena de muerte; que para lo futuro tenia por medio eficaz de
la conservaciou de todos haced s notorio quo no <lispensaria en lo rignl'o o del castigo con
cualquiera que fa.lta e ti la le os d Ulilici" pue. uo
({uclmlllt h!e mm re.lIltnron siempre
daños comunes á los más obe<lientes: que aunque su e.' periencia militar no era la que pedia
d lme. to, con todo eso por lo que habia obMrvado en las acciones de los mi mos con qnienes
hablaba, tenia ya rell'las para gobernarloR COIl prudencia; siendo la primera el no obrar tan
pagado de su dictamcn, que despreciase IOR aoiertos que influyen las consultas: razone todas
que dejá.ndolos satisfechos y gu tosas, esculpieron en la memoria, para no di gustarle en lo
quc adelante se ofreciese.
Pasó el campo toda la noche en vela, éiendo el mismo General el primero que asís i6
ó ella para enseñar que las obras del 'uperior no deben andar reiiida.s con las palabras y nI
tiempo que el sol comenz!\ha n. rayar por aquello horizontes, levantó u] en.l eucaminándolo
á. la fortaleza de Cajicá, á <londe se habian retirado lOR indios qne acometioron In. r taguardia,
que todos cran de los eu que más fiaba su persona el Zipa, el eual so baIlaba {~ la Sflzon dentro
de la mi Ola fortaleza; y viendo que volvían destrozado. y vencidos por el campo español,
dispuso luego retirarse á. Bogotá, desampamndo aqnel fama o AlelÍzar de Bu ongote, fabrica-
do en el corazon del pueblo de nna cerca. de caña. entretejida y maderos gl'Uesos tan fuer-
tes, que solo porlian rendir e al fuego: su altura era de quince piés y tenia por la parte
snperior para defensa del sol y del agua un toldo de tela tupida de algodon de cinco varas
de ancho y de ta.nta longitud cuanta. era neceo aria pnrn. dar vuelta. á la cerca del edificio, que
seria como de dos mil varas. Dentro de la cerca se comprendian mucbas casas grandes, que
cntónecs estaban llenas de varias municiones y pertrechos de guerra, como son: macana., dar-
dos, hondo,s, tiraderas, maíz, frijoles, pa~as y cecinas, y otros preparamentos y bAgajes;

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CAP. V.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 95
porquo (como se dijo al fin del libro segundo) tenia el Zipa Thysquesuzha toda la preven-
cion hecha para la guerra de Tunja. y para la jornada que despues intentó por ver á Fura-
tena, al mismo tiempo que los Estandartes Católicos entraron victoriosos en su Reino.
Llegndo. á la fortaleza ó casa de armas los españoles, con facilidad se hicieron due-
fioe de ella y de ~uanto tenia dentro, donde se alojaron á su placer, así por la majestad de
10R edificios como por tener á discrecion los alimentos, cuya abundancia en pocas horas deses-
timaron, DO hallando señales de riquezas que conformasen con las noticias que llevaban de
las muchas que poseia el Rey de Bogotá. En tan breve tiempo descubre su instabilidad la
inclinacion humana, pues aquellos mismos que poco ántes dieran por un pedazo de pan todas
las riquezas del mundo, cuando se vieron con el ba.stimento á I"odo, mal contentos de su for-
tuna, la maldecían, teuiendo la fa.lta de riquezas por última de las infelicidades, dando á en-
tender bien claramente en su tristeza los motivos con que emprendieron conquista tan árdua,
6 (si éstos fueron taTl lícitos como debemos pensarlo), el ansia con que los hombres intentan
mezclar entre las ocupaciones de la virtud el interes de las conveniencias temporales. En-
contraron las andas del Zipa, pero advertidamente desnuda~ del oro y piedras con que estu-
vieron guarnecidas. La fuga impensada no le permitió caminar en ellas con la majestad que
solia; y el Monarca) que poco lÍotes no reconocia igual, ya caminando a pié, no se diferen-
ciaba de los más comuneR: reconoció como sagaz, por las acciones de los extranjero~ (ge
que tenia especiales noticias), que todo su anhelo era por la pInta y oro j y pareciéndole que
no encontrándolo en su Reino lo desampararian, puso en cobro sus tesoros, y debió do ser
en parte tan oculta, que haRta el dia de hoy no se ha. encontrado con ellos, ni entónces se ha-
lló quien diese de ellos noticia, de que se infiere haber muerto tÍ los esclavoR que los carga-
ron; remedio el más eficaz de que uflaban aquellos bárbaros para asegurar el secreto que les
convenia.
Los españoleR, empero, persuadidos á que el Alcú.zar en que estl\ban alojados, por
ser destillado para las armas, no quitaba las esperanzaR de hallar laR tesoros que buscaban y
que éfltns debian estar en el Palacio del Zipa que tenia en su Corte y cabeza del Reino,
alentaron !'In de~confiunza aguardando pl\r8 entónces el logro de SUR deseos. Allí Re detuvie-
l'o.n ocho dias asentando paces con muchos indios comarcanos, que ya persuadidos á que los
españoles verdaderamente eran hijos del sol y la luna, enviados del cielo para castigar sus
pecados, se {neron en proceRion tÍ. Busongote cargados de braseros, y poniéndolos delante del
General Quesada echaron en ello' cierta resina q ne llaman moqne, para incensarIo, cantando
al mismo tiempo himnos en que le pedian pel'don dol atrevimiento paRado, que fácilmente
se lcs concedió dánd01es algunas cuentas de vidrio y otra.'l cosas liviana!'! de Ca. tilla, que sir-
vieron de anzuelo para acudir á verlo Otl'ag mnchas veceR con preRentes de mantenimientos,
joyas de oro, esmeralllaR y telas de algodon aventajadas :í. todas lns demas que h~bian visto.
Luego siguieron su marcha. deRcubriendo por aquellas fértiles dehe as tantas ciudades, que
se leR representaban innumerables los edificios de ellas; porque á los de las poblaciones Re
afiadian lns casa de campo, quintas y retiroR que al contorno do los pueblos URan tener los
indioR más principales, Divirtiólos mucho el conRíderar la compasada fábrica de los grandOR
cercados que tenian 10Q Caciques ó GobernadOl'e puestos por el Zipa; pueR ademaR de la
curiosidad cou que se habian labrado, procedia de cada cnal de los cercados una carrera Ó
calle de cinco varaR de ancho y média legua mús, y ménos de longitud, tan nivelada y dere-
cha, que aunque RubieRe ó bajaRe por nlO'una colina ó monte, no discrepaba del compas de la
rectitud tlD solo punto; de las cuales hay ra tros hru ta nuestro tiempo" aunque ya no las
usan. y en el pueblo de Tenjo, en el sitio del Palmar, está una carrera bien derecha que
baja do lo alto del monte hasta el mismo lugar, 6n que habia dos palmas bien elevadas y co-
posas, de cuyas raices nacia una hermosa fuente, que por haberse tenido noticia del re peto
con que las veneraba la idolatría. de a.lgunos indios, fueron cortadas año de mil seiscientos y
treinta y seis ó siete, por órden de D. Francisco Cristóbal de Tórres, Arzobispo del Nuevo
Reino.
E tas carreras ó oalles eran entónces los teatroR en que celebraban sus fiestas ('on en-
tremeses, juegos y danzas al son de sus rústicos caramillos y zampoñaEl, ostentando cada cual
su riqueza en el aseo de plumas, pieles de animales y diademas de oro; y cuando ya llega-
ban al remate de la carrera hacian ofrendas á sus ídolo~, no sin gl'sn desperdicio de sangre
humana, pues para este fin ponian sobre las gavias de aquellos mástiles que referimos al ca-
pítulo antecedente, a1guno de sus esclavos vivo y ligado, á quien disparando los de la fiesta
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96 FERNÁHDEZ PIEDRAHíTA. lLIB. IV.

muchas tiraderas, lo maltrataban y herian hasta quitarle la. vida desangl'ándolo, con :fin de que
la sangre cayese sobt'e muchas vasijas que direrentell dueños ponian al pié del mástil, y con
la que recogian aquellos que tentan suerte de que en las suyas cayese, coronaban la ceremo-
nia de su sacrificio ofl'eciéndosela al demonio, y se volvian (con el mismo ól'den y formn. de
108 juegos y danzas que llevaron) á la casa y cercado del Cacique, de donde tenia principi<>
la carrera, el cual loa despedía oon muchos favores de palabra, alabando en algunos la gala,
en otros la destreza y en todos el buen celo.
Mas, volviendo á nuestros españoles, siguieron su derrota hasta entrar en el Princi-
padu de Chía, orígen fundamental del Reino de Bogotá segnn tradiciones antiguas de aque-
llos pueblos, y donde, como en patrimonio que gozaba desde pequ.eño, a~istía el Príncipe
heredero hasta que se llegase el tiempo de entrar en la posesion del H.einQ, estilo que aun
en los tiempos presentes permanece; doude se detuvieron pOt' la obliga.cion en que los puso-
el tiempo de Semana Santa y Pascua, que celebraron devotos, aunque por el poco agasaj Ü'
que hallaron en el Príncipe de Chía, q 118 se habia ausentado, y el mucho con que fueron
llamados de los Caciques confinantes, que vivían di~gustaaos del soberano dominio de Thys-
quesuzha, pasaron sin detenerse más á buscados. Estos fueron el de Suba y el de Tuna,.
que salieron á. recibir el campo español con todas las señales de un cortejo magnífico y de
una sincera voluntad, confirmando las demostmcione y sC3ñas con que se explicaban, con
muchas joyas de oro y esmeraldas que les dieron, alojándolos en sus casas con todo el regal<>
que se hallaba en sus tiernls : afecto que siempre tuvieron á lo~ españoles, sin dar mues-
tras de cauteloso trato. Ya en este tiempo eran muy repetidnslas embajadas que del Zipa al
General y del General al Zipa se continuaban por medio de Pericon, que bastantemente ha-
bia aprovechn.do en el idioma, pretendiendo cada cual engañar á su contrario; pues si de
parte de Quesada se pedia el asiento de una paz verdadera, para parecer en su presencia á
darle cuenta del fin de su entrada en aquel Reino, era con fin de asegurarlo paro. que no se
le fuese de las manos, como lo recelaba de lo temores en que 10 habia. puesto: y si de
parte del Zipa se respondía sin resolver fijamente á sus propuestas, era cou pretension de
que se Íuesen deteniendo los españoles con la. espere nza. de conseguir pacea, rniéntras él con
t4lda especialidad so informaba del número de la gente, de cutintos oran los caballos y perl'OSr
de las acciones que obraban uno, con otros y de otras particulal'idalles, que por ocultas quo
acaeciesen en el campo español, llegaban á su noticia por medio de las espías c¡ue tenia pa~'a
ello, de que 110 sabian librarse los nue tros, respecto de haber tenido arte para ir introducién-
dolas con ricos pre entes que llevaban en su nombre y tiempo que pedían para esperar las
órdenes de su Rey. Pero ni regalos ni agasajos pudieron detenerles el fl.pl'esuradCl curso que
los llevaba tÍ Bogotá.: tal era la fama. de la::; riqueza y te oros del Zipa, donde á su so.tis- •
facciou pensaban apagar la sed, que jn ca.nsarlos les faLig<ba. Y a.'í, el siguiente dia descu-
brieron los majestuosos AlcázareR ele la casa y cercado del Zipa, cuya grandeza en su género
de fábrica podia competir con los palacios más célebl'e y las particnlares casas de aquella
poblacion, Corte de Bogotá, excC3diau {lo lo demas edifioios de todo el Reillo' y a. í crecien-
do el ansia de ocuparlos, cuanto más los ojos se los figuraban al colmo de us ele eos, apresu-
raron el pa o con tanta. velocidad, que más pareci:\ ca.rrera que marcha.; y ontrando por lA.
ciudad sin detenerlos no.vedad alguna, tomaron las puertas del cercado de amparado de gente,
y en él {ué tan contrario el suce, o á la esperanz [~, que no hallal'on dentro seña ni rastro de
riqueza alguna: experiencia que presto tuvieron en las demas casa~ y templos, aunque eran
muchos 1m; Santuarios públicos y comunes que tenia la ciudad, sin los particulares que te-
nian en las casas Hcgun sus devociones j porque a.vu ado el Zi.pa del designio de los españo-
les, en penetrar el Helno hasta su Corte por codicia de su tesoro, y bien desengañado de
su valor por el encuentro de los Uzaques, se rctiI·6 á lo mús oculto de un bosque, desampa-
rando la COFta y sacando del cercado y templos cuantas rirluezas depositaban, para que igno-
rantes de ellas los españoles y per ua<.lidoR á que las tierras carecian de los ruetalesque tanto
apetecian, mudasen l'umbo á nuevas regiones dejando su Reino.
No pudo la codicia española encontrarse con tan infeliz suceso como el de hallar bur-
ladas sus espera~as en la parte que más las asegnraba; pero cesaudo en las diligencias, sa
mantenían en ellas á cautk1. de qne en 101) templos particulares hallaban alcancías ó cepos
destinados para ofrendas, y en los comunes (que <.le unos y otros era infinito el número que
habia, erigidos en montes y llanos, caminos y ciudades, para más exaltacion de su idolatría)
yen el más principal de todos se yeian dos géneros diferentes de gazofilacios de barro hue-

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CAP. V.] HISTORIA DEL _""uBVO REIl'(O. 97
co. Los unos que representaban per~onas de hombres, abiertos por 10 alto de la frente, por
donde se metia el oro en puntas ó joya!';, y la. rotura. cubierta con un bonete hecho del mis-
mo barro, en la forma que usan 108 indios ns tocados, unos redondo y otros con picos. Los
otros eran ciertas vasijas grandes ocnlta. debajo de la tierra, y descubierta la parte superior,
por donde se echaban la~ mismas of¡'eudas: y los unOR y otros copos estando ya llenos, des-
enterraban los Jeques y los mudaban á lugares secretos, poniendo otros nuevos en lugar de
lús primeros; de qne ha resultado muchas veces que snrcándose aquellas dehesas se hayan
encontrado con estas vasijas y cepos algunos hombres, que los ha.n tenido por principio de
mejor fortuna, cosa bien ordina.ria. en las Indias, donde no hay riqueza estable ni pobreea
heredada,
Estas demostraciones eran las que no desalentaban del todo los ánimos de los más ad-
vertido del campo, si bien los otros emn de sentir que toda la bondad de aquellos Reinos
se reducia á la sanidad del temple y fertilidad de las tierras que gozaban, sin persuadirse á
que dejasen de ser estériles de plata y oro ; y que las mlle!'ltras que hasta entónces habían
hallado <le estos metale , no fuesen habidas por via de rescateR Ó oomercios de regiones ex-
trañas en que se criahan : y así eran de parecer q ue a~istieRen en aquellas partes, miéntras
al regazo de sus apacibles paises se reformaba el campo, y pasadas las aguas del invierno te-
nian tiempo de llevar adelanto sus conquistas en demanda de provincias más ricas en que
poblarse. El motivo con qu~ alentaron estas empresas desde Castilla, fué la predicaoion del
Evangelio y conversion de aquella gentilidad á la verdadera fe: el concurso de infieles que
habian de participar tanto bien no podia ser más II umerOdO: los alimentos no consentian
mejora en cautidad y calidad, ni la tierra en el temperamento y los influjos; y, sin em-
bargo, en persuadiéndose 10R eRpañoles á que faltaba la plata y oro, los vemOd determinados
á mudar estelaje, y en hall:iúdo e apretados algunos de. pues por el rigor con que procedie-
ron en las conq u i ta.'l, nn dará n más disculpa en sus excesos que la de hacerlos precisos para
con. eguil' In. exaltacion de la fe.
Pero como los Bogotaes reparasen en que la aRistencia de los españoles era mns dila·
tada que imaginaron, por el espacioso tiempo con que trataban de estarse en sus tierras,
aplicaron por medios conveniontes para conReguil' la libertad, que imaginaban perdida,
cuantas hostilidades pudiesen hacerleR en fl'ecnentes a altos que les daban, y tan continua-
dos, que no les permitian IUeTa!' á. nn breve sosiego ni do dia ni de noche; si bien el riesgo
y peligro que resultaba n los españoles no era. de momento, re~pecto de que Jos acometi-
mielltos se ejeoutaban desde léj()¡:¡ con piedras, dardoR y tiraderas, á las cnales muchas veoes
aplicaban fuego cou intencion de quemar las ca!'l.l\S, qne por el mucho desvelo que pusieron
los e pañolc en su re g uardo, no pudo con eg1lÍr. e ni tampoco é tos hacer efecto de impor-
tancia en 10. indios; porque en las .. alidas que hacian los jinetes contra sus tropas, malo-
raban el trabajo por acogerse los contrarios á los pantano y lagunas de que está. cercada
Bogotá, cuyas fl.O'uns (re pecto de ser toda la tierra anegadiza) eran impedimento con8ide-
rabIe IÍ lo, caballo. , aunque no poca vece. sucedió hallarse muchos indio. burlados en la
retirada, por ser tan pre. ta la carrera de los caballos, que ántes de ganar laA ciénagas
quedaban atropellados ó muertos á sus orillas; pero los de mas indios, que cODReguian el
l'etiro de los jinetes, en hallándose asegurados con el reparo del agua, se valian del espeso
torbellino de saetas y dardos que di. paraban hasta retirarlos á sus cuarteles.
Con estas contin nadas baterías y desaso ¡ego general en que todos se hallaban, pa-
saron mns de treinta dias sin tener de una y otra parte más fruto que el de su constancia en
los incursoa. Pero considerando el Zipa gue la de los o pañolef; excedia mucho á sus gentes
acobardadas, dü~puso que muchos Cachues comarcanos le acudiesen de paz y con la mayor
partida de esmeraldas las má. finns que hasta ent6nces se habian visto, que juntas con el
oro y con gran cnenta y razon entraban en poder de los oficialeg reales. Tambiem se extre-
maban en llevar regalos y mantellimientofl, sin dar señales su disimulo de la pretension que
más eu deseo teniall: advertencia bieu reparada de In. astuoia del Zipa introducir amistades
para lograr perjuicios, pues la ofen a rara ve7- dejó de ser hija de los agasajos. Si bien 108
españoles poco cuidado manife taban tener de las máquinas del Zipa, pues no habiendo de
su parte descuido, ningun peligro imaginaban difícil de que hU valor lo contrastase; y m:\fII
cuando tenian tanteado el término ha. ta donde llegaba el brio de los indios, de quiene pre-
.ciaban más las dádivas en la paz que las muertes en la guerra, y así procuraban con todo
desvelo enterarse en aquel idioma extraño á. todrts las naciones, aunque elegante en la. colo-

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98 FEltNÁNDEZ PIEDlU.HÍ'fA. [LIH. IV.

cacion de las voces dificultosas, 8010 por haberse de pronunciar en lo interior de la garganta •
.Mas tanta fué su aplicacion tÍ percibir y aprender las voces, que llegaban ó, hacerles pre-
guntas que entendían los indios de lo que deseaban saber; y como las más eran en árden á
tener noticias de nuevas gentes, que en su idioma se explican con esta palabra lJfuisca, y
con ella respondiesen de ordinario, se originó llamar los españoles zndios mozcas á todos los
del Nuevo Reino de Granada; á porque en la muchedumbre les competian como sienten
otros ménos curiosos. Pero quienes más percibieron el idioma fueron Pericon y las indias
que se llevaron de la costa de Santa Marta y Río grande, que con facilidad la pronunciaban
y se comunicaban en él con los Bogotaes ; de que resultó irse acariciando tanto, que no se
extrañaban ya de asistir á los españoles y servid es ; porque como de su naturaleza son
todos amignísimos de novedades, y las mujeres de inc1inacion lasciva, en que no excedian {¡,
los españoles, con facilidad se amistaron unos y otros, de suerte que á todas horas tenian
numerosos c.oucursos de bárbaros que gustaban de ver los caballos y divertiau la tarde y
mañana en verles pasar la carrera, que los españoles no rehusaban, por tenerlos siempre ad-
mirados y temerosos de la ferocidad concebida de aquellos monstl'UOs.
De esta ccntin uacion de los indios en asistir á las carreras y torneos de los caballos,
resultó que algunos mancebos de los más sueltos y de gallarda disposicion, no solo se per-
suadieron á que su ligereza era igual sino ventajosa ú. la de los brutos, y dieron á entender
á los españoles que entre ellos se hallaban hombres tan ligeros, que no excuRarian correr de
apuesta con los jinetes, que no cansó poca admiracion á todos la resoluoion y confianza con
que lo proponian. Pero el Capitan Lázaro FOllte (que en el arte de hacer mal á caballo, aire
y destreza era hombre caval) resolvió aceptar el desafio á que le provocaban 108 indios, por
desengañarlos de la presuncion en que e. taban de poder competir en la carrera con los ca-
ballos, y habiéndose puesto en uno zaino de color caHtaño oscuro, que Ron los que mejor
prueban en aquellas partes, convocó la esouadra de mancebos que le provocaron, diciéndoles
que saliese á correr con él el que tuviese más ligereza, porq ne estimaria saber hasta dónde
llegaba. Que no fué bien pronunciada la propuesta, cuando se le puso delante un mancebo
de gentil disposicion, dándole á. entender estaba presto á obedecerle; y habiéndose puesto
señal hasta la parte donde habia de llegar la carrera, y dada la que pactaron para su prin-
cipio, partió el indio con tan acelel'ado curso, cuanto no lo habian experimentado igual los
españoles; pero Lázaro Fonte, ataoando la rienda y dando lugal' á. que se adelanta.se hasta la
mitad de la distancia señalada, can aplauso y voces de los indios, que tenian por ganada la
apuesta, soltó la rienda al caballo y batiéndole con WLllal'día los Lijares, apre uró la carl'l3f'.\
con tanta brevedad y destreza, que alcanzando al indio y encontl'tíndole de lado con iuduR-
tria para no matarlo, lo derribó maltt'atado del golpe, pasando de largo hasta el término
scñalado, de que maravillados los indicls, habiendo socorrido al caido en compañia de 108
e~pañoles, quedaron tan e cal'mentados, que Dunca más tmtal'on de formar competencia con
la ligereza de los caballos, eontentándose solo COn ir á verlos 1\ todas horas j y no solamente
los iudios vulgares sino los C.. ciques y Uzaquez, que indu trio. amente eran acariciados del
General Quesada, diciéndoles repetidamente que de su p!l.l'te viescn al Zipa. ThYRquesuzba,
y le persuadiefien la vuelta ó. su Ourte. donde gozaria de su Reino asentando paz con ellos,
que le seria guardada inviolablemente. A que re~poudian no poder obedecel'!e en lo que les
proponia, por no tener noticias da la parte donde el Zipa se habia retirado; ni otra. cosa se
sacara de ellos aunque los de: pedazaran á tOl'mentos, por cuanto en aquellos bárbaros no
habia más voluntad que la de su Rey, y ésta la tenia manifestada en que estuviese secreta
la. ooultacion de su persona.

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LIBRO QUINTO.
El Capitan Juan de Céspedes entra en la provincia de lo Panches y queda victorioso en una batalla.
Vuelve á Bogotá y marcha todo el campo á Somondoco. Descúbrense las minas y los Llanos de Saa
Juan, á donde va el Capitan Juan de San Martín con infeli z suceso. Múda e el campo á Ciénega, y San
Martin pretende segunda vez entrar en lo Llano: tiene notíoias del Cacique Tundama y descubre su
gente á Sogamoso. El Capitan Ven6glls halla en Bagañique noticias del Rey de Tunja: préndelo Que-
sada. y aquea su Corte: invadedespues á Sogamoso y determina la conquista de Neiva con mal suceso.
Pelea con Tundama con buena fortuna, pa.rte la presa entre su gente, va en demanda del Zipa, á quien
matan sin conocerlo. Levántase con el Reino Sacrezazicua. que declara. la. guerra: asienta. pacea despuea
y, unidas sus fuerzas con las de Quesada, guerrean á los Panches hasta sujetarlo.

CAPITULO 1.

ENTRA EL CAPITAN CÉSPEDES EN LA PROVINCIA DE LOS P ANCHES POR


TIBACUY : PLATICA CON EL CAPITAN DRL PHESIDIO DE LOS GUECRAS,
y ACOMETIDO DE LOS P ANOllES, QUEDA VICTORIOSO DESPUES DE UNA
PELIGRO A. BATALLA.

REVE soplo es la humana felicidad j apénas se descuella entre luceR,


cuando se de vllnece en sombras. Aun no la tiene colo~d2. en su cumbre,
cuando le diRpone precipicios la fortuna. Entretiénese é!Sta en levantar
imperios de las ruinas de los que parecían más seguros. Ensangriéntase
picada en despreciar majestade, arra¡;trar coronas y regular lit vida de
los Reyes por la suerte de los plebeyoR ; siendo los instrumentoR de que se vale
lo que ménos temió In. soberanía, para que más sobresalga su poder y mudanza.
Tre príucipes suce ivamente lloró la Francia muertos á manos de sus vasallos,
t n conforme en el nombre como en la desgracia: otros tres Inca del Perú
entre el dogal y el cuchillo: algunos Reyes ji] paña en los principios de su
lrnperio Godo; y muchos Monarcas Roma: desl.>ojos todos de una violencia
impensada, que parece dejó en vinculo á la Maj e tade¡.; IS1 infelicidad de Julio CéMr. y
ahora veremo.- la tranquilidad de un Imperio grande, turbaJa en lo. huracanes de h~ violen-
cia; mal fieguro el dominio en manos del temor y e pauto, y eutre las ruinas de su grandeza.
publicará.n dos Heiuos sujetos las variedades de lfi fortuna. No, sino veremos en las disposi-
ciones del Cielo el corto tl't~osito que algunos príncipe tienen del sitial ú la cadE'na, y otros
del trono al cuchillo; y cuán despreciúble es una Majestad que declina en mauos de una
codicia. poco atenta en guardar privilegios, que la mi ma uaturaleza escribe en las frentes
de los que nacieron Reyes.
Aliviados dejamos á los españoles con la disposicion que hallaron para reformarse en
los abundosos paises de Bogotá; y persuadidos (como se dij o) á que no podian esperar más
fruto de aquellas tierras que el que miraba desigual á. sus deseos, y en demanda de
mejorar fortana los veremos peregrinos de regiones no conocidas, tan desasosegados, qua
sin determinarse á. elegir asiento fijo se hallen en términos de perderlo todo: como sucediera
si las desgracias no los favorecieran tanto, que los hicieran dichosos por fuerza j si los
infortunios no hubieran sido los medios para contenerlos dentro de los confines del Nuevo
Reino, hasta abrirle!:! camino de satisfacer las ansias de unn. codicia que solo pudo terminarse
con la muerte. Pa2adas~ pues, las aguas del invierno, mandó el General Quesada al Capitan
J an de Céspedes que con cuarenta infantes y quince caballos saliese á. descubrir nuevas
tien-as, de las confinantes con Bogotá, por la parte que miraba al Occidente ó Septentrion,

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00 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LIB. V.

pidiendo tÍ. los Bogotacs guias para la empresa y cargueros para el bagaje, que ofrecieron
con demo traciones de buen~ voluntad, Y pareciéndoles tenian entre manos la ocasion de
desembarazar sus ticrrns del pesado yugo de los e~pañoles, entraron en consulta sobre elegir
la parte ti que 10R guiarian, de suerte cIue resultase toda la conveniencia en favor de sus
;nterese~, y resolviéronse á encaminarlo á la provincia de los Pan ches, nacion fiera y atre-
v'¡da en acometer á otra cualquiera, de cnya region seró' bien decir algo para claridad do
muchas cosas que se han de tratar en el di;-;curso de e ta historia,
Yace esta pt'ovincia nueve leguas distante de Santafé, á la parte que mira de frente'
que viene :í ser al Ocaso, por aquella. que se inclina la cordillera de las montañas al río
grande de la :Mngdalena, que por algunas partes le sirve de término, No es fácil de averi-
guar la longitud y latitud que goza, respecto de ser toda la provincia de tierras dobladas
y montuosas, con pocas partes escombradas y libl'~s de ásperos caminos y deRpeñaderos
grandes: tanta es la multitud que tiene de quebradas profundoR, arroyos y rios que la
cruzan con acelerado paso, El rio Funza, que tan manso camina por los campos de Bogot.á,
en demostracion de la docilidad de sus habitadores, Re inquieta. de manera desde que entra
precipitado en e ta provincia: que parece le participan su ferocidad los b{u,bal'os qlle la
habitan, Di"ide los Anapoimas y Calandaima de una misma nacion ; y ha.biendo en otros
tiempos asolado la antigua. y hermosa ciudad de Tocaima, pretende ahora. besar los cimien-
tos de qne nuevamente se ha fundado en parte más elevada, hasta que encontrándose con el
rio grande, pasa por la fortuna de más pequeño, perdiendo hastf\ el nombre. Pero aunque
sea dificultosa. su medida, tendrá Leste Oeste, poco más ó móno, de quince leguas, que
corren de~de los términos de Pacho hasta el pueblo de los Panches y , itio del Peñol, situa-
dos de esta parte del río Fllsag~Hmgá, que baja de los Sutagaos; y Norte Sur tendrá á diez
y doce leguas más ó ménOl~, segun forma sus vueltas el rio granJe de la Magda.lena, rio
Negro y otros, que le sirven de fa os y términos, que la dividen de otras provincias: éRta
10 es de temple cálido, mas y ménos férLil de maizales con dos cosechas al año, y otras do. de
Ufas de Castilla, aunque por la prohibicion que hay de hacer vino, no se tiene mucho cui-
dado en plantar y conservar las viñas: es tan abundante, que tiene la illp.jor di~posicion
para ingenios de miel y azúcar; y son muchísimos los que están poblados, por tenel' tan á.
mano la!:! provióiones de agua y leña,
En ella, pues, habitan los Pauches (como se ha dicho), no muchos en el número
respecto de las otras provincias, pero Caribes y feroces en la guerra y tí la vista por lo
extraño y fornido de la disposiciou y caras: eran tan poco amantes de la vida, que fundaban
su opinion y fama en meno preciar tanto las armas enemiga, que se eotraban por ellas,
como si no fueran los in trumentos que tiene más á mano el brazo de la muerte, No se
casaban, como dijimo en el cnpítulo egnndo del primer libro, con las illujereR de 811 mismo
pueblo, porque se tenían pOI' hormanos todos los que en él habitaban: adoraban Rolamellte
á la luna, y decían que ella .'lola baotaba eu el mundo sin que hubieHe al, y eu su falsa.
creencia no tenian Dlal gn 'to, segun es de ardiente aquella region, Y con ser tan pocos
re. per.to de la muchedumbre de Jos Mozca~, los temian é:tos como tí fieras indomables; y
así para resguardo suyo y de SUR tiel'l'as, por la parte que confinaban con los Panchel'l, tenia
el Zipa pro idios y guaruiciones en Tibaclly, 'ubio., Tena, Ciénega, Luchuta y Ching'\, oierta
I

infantería de indios llamadOR Guechas, hombres valientes y de~erminados, de hermosa y


grande diRposicion, ligereza y maña: é to no usaban melena, sino andaban tl'a quilados,
lns nariceJ y labios horadados, y por los agujeros atra.vesaban unos cañutillos de oro fino, y
tantos cuantos Panches habia muerto cada cual en la guerra,
Miraban, pues, á dos fines los Bogotaes, favorables entrambos á. sus designios, enca-
minando á los españoles á. aquella provincia. Ninguna nncion ha sido tan bnrbara que haya
ignorado la política de sus conveniencias, Si los fo,'a&tel'os vencen (decían en su consulta)
queda,'á qttebmntada la !ue1'za de los Panches, de quienes tenemos recibidos tantos agravio.,
11 con poca diligencia destj'uú'em08 esta nacíon ?Junca satisfecha de nuest1'a sang,'e, y espera-
remos dellJeneficio del tiempo ocasion 0p01'ltma para sacudir' el yugo de los extranjero8; y si
ellos fueren l08 vencidos, disminuidas las jtte1'zas con la pa1'te p,'incipal de sus gentes, t7'aba-
jaremos méno8 en acabal' con la guerra la restante.
Con esta l'esolucion enderezaron las guias á Tibacuy, Cacique sujeto al Zipa, de
nacion Mozca, que recibió á lvs eRpañoles con muestras de amor, proveyéndolos de todo lo
necesario, así para ellos como pa.ra los indios que llevaban de su servicio. Pero el Capitan:

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CAl:'. 1.J RIS'fORIA DEL NUEVO REINO. lor
Guecha, 6. cuyo cargo estaba la gnnrnicion, maravillado de ver la gente forastera y lastimado
del daño que amenazaba á los pocos que pretendían hacer entrada en las tierras de tan
feroces enemigos, habló {t Juan de CéspedeR por intérprete, que le dió ::í entender el peligro'
notorio en que lo empeñaban sus presunciones vana, y el ardid de qnien por ventura soli-
citaba su daño. Que aqueUilR gentes ni eran políticas ni afables, como las que hasta entónces
habia comunicado, sino bestiaR fieras que bebian sangre, comian carne humana y se ali-
mentaban con el furor y la rabia, y que, ó se terminaban entre las angustias de la desespe-
rada muerte qlle apetecían, ó se dilataban la vida asando al fuego la carne humana de sus
contrarios para engranoecer S\1S convites. Que cebados en esta brutalidad estaban tan léjos
de la razon, que la falta de vianda tan horrorosa la sllplian devorando sus propics hijos y
mujeres, de qne su eRtolidez ostentaba señales en las fachadas de las puertas de sus casas.
Que ignoraban el nombre de la paz, am::lb!e aun á los mi mos brutos; porque nacian y se
criaban por costumbre en los brazos de la guerra. Que todos ellos eran de nacion "il y
pobre, sin más caudal que lo que medraban pOtO sus asalto!'! y robos; y finalmente, que u, a-
ban para ruina de los mortales de flechas venenosas, con yerba tan perjudicial y mixtos de
serpientes brA.vas, que á quien levemente herian perdia la vida entre congojas de~esperadas:
en cuyf.\ consideracion se lastimaban del fin que amenazaba á su poca gente, do quien
tenia por infalible la cercanía de un estrAgo miserable.
Agt'adecido Re mostró el Capitan Juan de Cégpedes á las advertencias del Guecha,
pareciéndole ser nacida::! de bnen celo y sinceridaJ de ánimo; y dióle á entende!' qne aun-
que tenia por evidente el peligro que le rcp"esentabu, él era de nacion tan pundonorosa en
lo que uo<\ vez emprendia, qno fuera descrédito de su nombre volver la cara al peligro in
ver la de su enemigos y probar el valor de Sil brazo.. Que oon la experiencia determinaría
el suceso qnién merecia el primer lugSl.l' de valeroso. Que no Re persuadíe. e {L que fuesen
invencibles los Pauches, habiendo naci.Jo mortales; y que e timaba el aviso de que le harian
la guerra con el fin de beberle la sa.ngre, porque así la defendería má bien 9 costa de sus
contrarios . . Alegróse el Guecha de la respuesta de Cé:pedes, y retirados á. su alojamiento
los españoles, pasat'on la noche con la vigilia que nece¡;it· ban en el rie go qlle teninn preRen-
te, no menor cn~¡,e los Guechas, que á. vi. ta de los Panches: y apénas roro pió el día cuando
prosignieron su jornada encubertadoR 10f¡ caballos, y los infautes prevenidos de sayos de
armas colchudos que so hacen de dos lienzoR estofados de algodon; y porque las guias con
palabras y señas, y con la palidez de 10 rost.ros, daban muestras del temor grande que los
ocupuba, y de la vecindad en que se hallaban de lo Panches, camina.ban todos con las es-
padas desandas y embrazfl.dos los e cudos para cualquiel' asalto repentino que sintiesen en
sus tíenaa, en que ya habian entrado; y aunque en ellas encontraron algunos pueblos,
fueron tan desierto de moradores, que ninguno pareció on ellos; porque a vi ados por los
Guechns de la inva. ion de lo e¡;¡pañolcs, bien conocidos ya por el nomb,'o de Ochies 6 o:\gn-
goas, que quiere decir hijos del sol y de la luna, se habían retirado ú otro pueblo más e~­
tendido, donde se juntaron Calandaima y Anapoimas y otrns parcia.lidades, pa.ra salir unidas
á recibirlos COll las arma, cuando supieroll qua ya marchaban por su provincia.
Los e8pañoles, recelosos do alguna emboscada por la clisposieion que daba la tierra.
en los pasos angostos y aRpereza do los monte, seguian una loma rasa, que corre adelante
de Tibacuy, mirando á los ra.nches de¡:¡rle donde podian divi!'ml' in impedimento de monte
cualquiera escuadron CIue 10 busc:, e. Y e.. tu diligencia le~ fl¡é tan favorable para prevenir-
'le bien ordenndos á la pelea, que desechado el susto á breves pa~os vieron mover. e :.1 com-
pas de lús piés y del aire mult,itnd de penachos ele todos colores, que llovaban en las
cimeraR cinco mil Gandules embijados y di~puestos lí dar batalla con tan regulada dísciplin/\
y militar disposicioIl en la. fonna de los escuadrones, como si fuera la mlÍs bieu dificiplinada
bal}da de Tudescos, repartidos en esta manera. En los cllernos Jerechos do la vanguarrlia y
retaguardia, los honderos, y en el izquiel'do otros tantos Gandules con pave es y multitud
de dardoij á la mallO, que les suministra.ban sus mujeres en la ocasioD, mezclándose así
entre honderos, como darderos de vanguardia y ]'etaguardia, muchos illdios con oerbatanas
y jaculi110s envenenados que despedian con el tioplo. Las ala del ejército se componían de
los flecheros que tambien se mezclaban en el batallo n fOl'mado de picas de veinte y cinco pal-
mos, tostadas las puntas, y de mazas qlle llevaban pendientes do los hombros para cua.ndo
estrechasen.
Considel'ad:1 bien pOlo la gente española. 1& fiera hueste y órden militar que seguían

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10% FERxÁ2mEz PIEDRAHfTA. [LIn. V.

10A salvajes, hicieron alto en lo máR dill'ltado y limpio de la loma, y el Capitan Céspedes con
aquel brio que tanta!'\ veces dió seuales del corazou invencible qne lo gobernaba, volviéndoRe
tÍ lOA españoles con donaire ajeno dp. t or y prudencia singular para advertir el Feligro,
les dijo: Caballe1'os, cierto son l08 tor08: este es el tiempo en que será má8fo1'zo8o que nunca
apretm' las manos bien. P01' eleccion del campo fi''¿steilJ señaln.dos para este combate, que
8el'á, si tlO me engaño, el más fiel o de todos: i no juntais el tl'ofeo de estos bárlJaros á las
mat'avillas que teueis ob1'adas, de poco hab¡'án sel'vido tan peb'gl'OSOS ensayos. Este d¡'a pienso
que ha ele ser aciago pam estoA borrachos enseñados á t1'iurifa1' de nador/es cobal'des; lo que
conviene es bllen ó"den y mejor coraje cuando yo dé la seña de embestir sus eSCUad1'a8. Ya en
eRte tiempo los Panches, repartidos en dos mangas que ceñian la loma, distaban poco de los
españoles; y lo Bogotaes, asombrados, del Rusto se metian unos debajo de los cl'l.ballos para
nmpararse, y otros ántes de trabar!':e la batalla de8amparaban el sitio, sin detener e un punto
hasta ver e dentro de Bogotá, donde sin haber sido testigos del suce o certificaban haber
sido vencedores los Panohes y los católicofl despojo de su apetito: tanto era el concepto que
tenian de aquella naoion bárbara, que daban por infalible su presuncion.
Engnñ6los empero su temor, porque reconocida por el Capitan Céspedes oportunidad
para romper ]30 batalla, alz6 la voz diciendo: Santiago; á cuyo nombre, animados los jinetes,
baten los ijares de los caballos y rompen la vanguardia, donde los honderos y gandules,
cubiertos con pavese~, ostentaban su ferocidad para recibir el primer encuentro; porque
aunque intentaron resistir el furioso ímpetu de los caballo!'\, no acostumbrados n verlos, fué
tan vano su intento, que se hallaron atr'opellados y confusos donde ménos ]0 imaginaron, y
tan desordenado~, que con asombro se emhal'azaban en tropas, olvidados de las al'mns. Rota
así y descompuesta la vanguardia, tuvieron ocnsion oportuna los infautes para emplear á su
gusto las espadas, cortando brazos, piernas y cabezas de lOA desnudos cllerpos que por aque-
llos campos rodaban: todo era estrago, sangre y furor, no méno. acrecentado de los jinetes
que, unidos, no perdonaban vidas con las mortales heridas de las lanzas ensangrentadas, en
las que mñ, sobresalian. Pero e!':te impetn de lo~ caballos, que no pudo re. i. tir la vanguar-
dia de los Pan che , f.lostuvieron tan valerosamente en el batalloh ~e las picas animado de
RUS Cabof!, que dieron lugnr para que las hileras descompuestas se ordenasen y descargasen
á un tiempo multitud de flechaR, dardos y piedras sobre los españoles en tauto grado, que
cubrian el cielo; y de las cubierta de 101'1 caballo' y sayos de los infantes y jinetes hacian
erizos de flechaR de que, enojados, se mostraban más feroces que. ensangrentados toros,
cuando para irritarlos numerosa caterva de la plebe forma en sus espaldas confusa selva de
garrochas.
Así guerreaban valerosos los españolos, y recobrados 10R Pan ches, sin declinar Marte
por e ta ni por aquella parte, cuando el Capitan Juan de Snn Martin, que O'obernaba los
caballo, no ménoR valeroso que C ', pede. , advirtió que una copiosa. tropa de gandules iba
ganando lo más alto de la. loma, de tal uerte, que por donde subian podían coj er las espaldas
á los españoles, y acometidos á un tiempo perder la batalla y las vidas, y así, vuelto á Cés-
pedes, le dijo: Gran ,~atlH'va de indios t10,Y "odea y con buen fl1'did nos va pont'endo et1 aprie-
to: aquí imp01'ta que asista vuestro val01', miént1'as yo aClLdo á impedir el paso de aquellos
bá,·bm·os. Parecióle bien al Capitan Ué", pedes, y dejando á su eleccion que llevaRe la gente
que le pare cíe. e más ti propósi to, eligió ti. Juan de Albarracin, Martin Galeauo, Domingo de
Aguirre y Salguero, de Jos jinete!'t, y doce infantes de los mejores; con que oponiéndose al
encuentro del enemigo que marchaba á la cumbre ganoRo de probarse C(Jn los españoles, se
oomenzó una lid sangrienta con tanta obstinacion y coraje, que cnando mayores estragos
se hacian en aquellos búrbaros, con tanta más furia se entraban por las eRpadas y lanzas sin
temor de la muerte, y era tan espesn la lluvia de piedras y :flechas sobre los españole, que
ya con notable dificultad sustentaban el combate, falseados y rotos los e cndos de los botes
de las picas y dardos y atormentados los brazos y piernas de los golpes de piedras y mazas,
de suerte que ya el qnebranto de las fuerzas yel cansancio eran tan patentes, que reconocida
por el Capitan nn Martin la remision con que los suyos manejaban las armas, y d~\ndose
por perdido y desbaratado de aquella canalla infiel, encendido de aquelLa cólem española
con que siempre le vieron victorioso, y vuelto tí ellos los animaba, diciendo: ¿Qué
tibiesa es ésta, vn.lel'OSOS españole.'J, cuando en el esflleno consiste la más gl01'iosa victo-
?'ia? Cómo desmaya el ánimo enseñado á vencel' tantas batallas sang1'ientas? Si filé allí qu.ien
os dió alientos la pretension de conseguir fama, aquí ha ele ser quien facilite el vencim~'ento

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HISTORIA DEI. NUEVO REINO. 103
la obUgacion de defender las va'clas. Vt4elva cada uno l08 0}08 d las hazaflas que tiene oóradas
y desql¿Íte con (Jtms may01'es el descrédito que ya padece la sangre española.
Tanto valor infundieron á. los oompañeros estos recuerdos de sus pasadas viotoria~,
que como si del mayor descanso 10'8 sacaran á la. pelea, ap.{ la renovaron valientes, haoiendo
tal estrago en los bárbaros, que 8010 se miraban por el camino arroyos de sangre en que
nadaban los miembros palpitantes que fueron despojo de sus espadas. Pero señalábase entre
todos el Capitan San Martin, jugando la lanza con tanta destreza, que no erraba golpe de
cuantos tiraba, con menoscabo de sus contrarios; y porque entre todos sobresalía uno en
estatura, fiereza y brio, y en severa majestad, .con que se hacia respetar de todos, animando
con las reprensiones á los que se movian con tibiesa, y alentando con el ejemplo á los que
Re detenian con temor, pareciéndole al Capitan San Martin que segun las seña.les era el más
principal caudillo de todos, y que seria mny conveniente quitárselo de los ojos postrándole
el brio, esperaba coyuntura para no malograr el in tonto con el embarazo de la multitud, que
f>iempre Re le ponia. por delante, hasta que, dándole aIgun lugar las tropas enemigas, con
ocas ion de cogerle las espaldas, Roltó la rienda al caballo apresuraudo la carrera con tanta
destreza, que ántes de poder ponerse en seguro el Gandnl disforme, le di6 tan mortal golpe, que
entrando la lanza por el hombro y saliendo la cuchilla por el costado, le oblig6 ndar una grande
voz á tiompo que cayendo en tierra hizo la conmocion que pudiera un robusto tronco al postrer.
golpe de la cuchilla. Y fué de tanta importancia el fin violento de aquel salvaje, á quien
daban tributo como á Cacique y prestaban obediencia como á Cabo, que heridas del temor
las cscuañra que restaban, con el horror que les caus6 el último grito, se desordenaron, de
suerte que desmandadas volvieron las espaldas por aquella cuesta abajo, asombradas de ver
muerto á. quien juzgaban invencible, solicitando cada oual do los Panches escapar por la
parte que sus piés y buena fortuna lo encaminase, y dejando la victoria en manos de diez
y siete españoleA, que reconocieron debérsela únicamente á Dios, que las reparte segun los
fines tÍ que mira su Providencia. Y por mll.S que se jacte la vanidad de esta nacion vana-
gloriosa de aventajarse á todos, no podrá negar que de milagro quedaron dueños del campo
y libres de las manos de tan fieros enemigos, porque les dejó el cielo esculpido el beneficio
en el socorro de un acaecimiento favorable.
Confirmóse esta ayuda del cielo cuando al mismo tiempo vieron desbaratada la mayor
parte del ejército enemigo por el Capitan Juan de Céspedes, que dejarnos trabado en no mé-
nos peligrosos combnteR; en cuya derrota. hicieron prodigios en aquel dia los españoles con
ndmiracion grande de los Bogotnes, que recogic1oR en lugar más alto observaron las menoreR
circunstancias de la batalla y los her6icos hechOR de los extranjeros, cuyo valor no podrán
negar los que emulando los servicios de ]a AmériC:l. juzgan que no mereceu nombre do ha-
zañaR las que no se consiguen en Europa. Tal es la ceguedad de una pasion propia, que mos-
trando h. oxp riencia quo para quitar la vida á quinientos cordoros que huyen, se tiene por
preciso 01 cansancio y por digno de premio el trabajo de CURrenta hombres que lo consiguen;
no gradúa por mérito singula.r dar la muerte á más de quinientos GauduleR que perecieron
en la batalla, de cinco mil de e píritu tan alentado, que con arnlaR iguales guerrean vencien-
do, y estando desnudos no excusan entrar en campo con hombres armados. De los españoles
Dinguno quedó muerto, aunque doco mal heridos y entre ellos el Capitan Juan de San Mar-
tin y Juan de Montalvo, que ea mostr6 valeroso. De los dardos y 1lechas fuerQll lastimados
Beis caballos; y aSÍ, para ocurrir al rioRgo de los heridos, apénas so vieron dueños del campo,
cuando se retiraron á. uno de aquellos lugares que hallaron despoblados á. la entrada, para
valerse de lo~ ü<'tuterios del fuego (cruel medicina ~n las heridas de las flechas venenosas,
aunque apl'obada) y para dar aIglln alivio :í la fatiga. con que se hallaban de la pelea. Pero
aun allí no los dejaron cobrar sosiego los Pan ches, que saliendo do las cavernas y montañas
los molestaron toda la noche con rebatos y armas falsas, tan obstinadamente continuadas,
que los obligaron á. pasarla en pié, sin desnuda.rse las armas ni conceder algun dosahogo ó. los
caballos.
Trnbajados de esta suerte los nuestr()~ determinaron dejar aquel guerrero paia por
ateuder con ll1ll.S RORiego al reparo de los enferrllos, volviendo ti Bogotá, no por el camino que
llevaron n la entrada, sino por el más breve at,~jo de una sierra montuosa por donde los Bo-
got1ics ofrecieron guiarlos con fidelidad j pero apénas dieron principio á. In. subida cuando re-
pararon en que los iba siguiendo y dando voces un indio Pan che, de crecido cuerpo y horri-
ble uisposicioll, sin más armas que una macana en las manos: y persuadiuos los españoles á
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104 FERNÁNDEZ PlEDRAHíTA. LLIB. V.

quo debia de llevar embajada do eu nacion ofreciéndoles paz ó nuevo desafío para proseguir
In guerra, hicieron alto con intencion de conecer la que el Panche llevaba, la cual manifeetó
brevemente, pues eñe Intrando al primer español, que fué Juan de las Canoa, descargó sobre
él á dos manos ta.n fnerte golpe de macana, que aun habiéndose prevenido con tiempo de la.
rodela para el reparo, He la hizo pedazos por muchas partes, y con ser el dueño hombre ro-
busto, perdido el sentido y la fuerza á un tiempo, midió el campo desacordado, que visto
por los compañerofl 10 acometieron juntos por todas partes dando voces el Capitan Juan do
Céspedes para que no se empeñasen en matarlo, sino en tomarlo vivo, por saber el origen
de atrevimiento tan desesperado. Pero el soberbio Panche hizo tan dificultosa su prision, que
se pudo tener á dicha ejecutarla; porque jugando con gallardia y compas de piés la macana,
apartaba de sí las puntas y retiraba á sus contrarios, tan recatados del peligro en que los po-
nia la pujanza con que esgrimía el montante de madera, que se retiraban más que de paso,
hasta que Juan Rodríguez Gil Melgarejo, mancebo de grannes fuerzas y ligereza, hallando
ocasion á prop6sito, le ganó las espaldas de un salto y teniéndole los brazos por las arcas le
embarazó el uso de la macana, que con mucha dificultad le quitaron los compañeros de las
manos, ligá.ndoselas con cordeles y aprisionándolo con una gmesa cadena.
Deseaba el Capitan Oéspedes saber lo qne le habia obligado á emprender locura tan
grande como embestir á tantos un hombre solo, ó si la accion habia sido en confianza de
alguna emboscada que los indios le tenían dispuesta; l'azones que le obligaron á prenderlo
vivo, y que so las propuso por medio de intérprete de los de Bogotá.; á que el Panche satisfi-
zo diciendo que él era uno de 10R hombres de mayor fama de aquella provincia y vecino del
lugar de donde sali6 el ejército de los indios contra los españoles; y que habiendo hecho
ausencia de él por dos dias, volviendo el antecedente al oaer el sol, vi6 irse retirando cobar-
domente al pueblo alguna gente de su nacion, maravilla para él nunca viRta en su invencible
valor; y que habiendo investiga.do la causa de su fuga entre ellos, le dijeron haber sido rotos
y desbaratados en batalla por unos pocos forasteros, que peregrinando de tierra on tierra
habían aportado á la suya y muerto en ella los más principales y valientes soldados de sus
ejércitos, y entre cUns á un tio suyo, un hermano y un hijo; y por uua parte avergonzado
de la infamia de los Panchos, y por otra obligado del dolor de 1'\ pérdida, y pareciéndole que
bastaba él solo para quitar las vidas de los pocos forastero quo decian, sin convocar par-
ciales ni prevenir más arma que aquella macana, intentó su venganza en la forma que todos
habian visto. Por 1'\ muestra de aquel Gandul, ouando no llevaran tantas de que acordarse,
reconocieron bien los españoles la soberbia de aquella nacion y quisiera el Capitan Céspedes
llevarlo vivo ó. Bogotá, si no estuviera.n tan impacientes Juan de las Canoas y algunos ca-
maradas suyos por el pasado lanoe, que apénas se adelantó 01 Céspedes cuando le cortaren la
cabeza y se la entregaron á los MozcaA, que en señal de triunfo la llevaron á Bogotá.. Fué
delito cometido contra un indio y dispoI1'~ólo el rigor de la milicia con Juan de laB Canoas;
mas no por eso se libró la accion do fea, pues acreditó con ella su dueño no haber estado la
desgracia de rodar de parte de la fortuna.
Fueron atravesando con esto la sierra por saber Ri por ella se descubria sonda para
poder sacar los caballos ti tierra rasa, y despach6 el Capitan Céspedes á Juan dol Valle y tÍ
Juan Rodríguez Gil para quo fuesen sobresalientes distancia de média legua descubriendo
camino y esperasen IÍ que llegase todo el campo en lo más áspero de las montañas. Iban por
una senda angosta que hacin la maleza, y tal, que solo podian seguirse enhilados los infan-
tes y los caballos, siempre cuidadosos del recolo que llevaban de encontrarse con alguna
emboscada: cuando por la misma senda divisaron las guias delanteras veinte Gandules arma.
dos, que por las demostraciones manifestaban caminar con el mismo recato que los nue tros.
Mas éstos, persuadidos á que los Gandules eran enemigos, embrazadas las rodelas y cogiendo
en medio el camino, poniéndose uno en frente de otro, daban voces para que se acercasen los
indios; pero ellos, que conocieron bien á quien los llamaba, asentándose en el suelo mostra-
ron una. cruz y una carta á los españoles, por donde reconocieron ser amigos y despachados
desdo Bogotá con algun nuevo órden, con que hicieron alto esperando ti que llegase el cam-
po, que poco distante los seguia; y recibida la carta por el Capitan Céspedes, manifest6 ti
todos el cuidado con que se hallaba el General Quesada por la noticia que los Bogot!.\es le
habian dado de que los españoles habian sido vencidos de los Panches; y que persuadido ti
que el estrago no podia ser tan grande que el furor de la guerra no hubiese reservado algu-
nos, les ordenaba que luego fuesen á. juntarse con él, pospuesta cualquiera empresa, Con

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OAP. n.] mSTORIA DEL NUEVO REINO. 10.5
que alegres los sanos con el órdcn y animados los enfermos con la esperanza de remediar
brevemente sus infortunios, apresuraron el paso y dentro de tres días se hallaron en Bof,Jtá.,
donde encontraron no ménos gozosos á 10B compañeros, que admirados á 108 natUl'ales y siempre
perplejo al General Quesada sobre elegir la parte ti que encaminaría su descubrimiento ó
RObre reconocer si podría serIe de perjuicio desamparar la corte del Zipa, pasándose en estas
consultas el tiempo de que necesitaron los enfermos para su convalecenoia y en que se hi-
cieron otras dos ó tres entradas For diferentes Cabos acompañados de aquellos Caciques que
estaban en la frontera ó parte por donde se hacia la invasion, en que se gastaban unas veces
diez y otras doce dias, y siempre con buen suceRO, de que gustaban mucho los Bogotaes tÍ.
cuya instancia se hacia la guerra, hasta que una nueva noticia abrió camino tÍ ,que se fijase
la resolucion de emprender nuevo descubrimiento. .

CAPITULO II.

SALE QUESADA DE BOGOTÁ PARA SOMONDOCO EN DEMANDA DE LAS


MINAS DE ESMERALDAS QUE DESCUBRE, Y TAMBIEN LOS LLANOS DE SAN
JUAN, Á DONDE E:NVIA AL CAPITAN S. MARTIN, QUE CON MALOS SUCESOS
SE RETIRA.

IEMPO, cuidado y paciencia son los fiadores de buenas fortunas, y o.s1 no hay que
T desconfiar de las apariencias, por más infelicidades que anuncien, pues la o.presuracion
y desconfianza apartó de muchos la dicha que tuvieron entre manos, para ponerla en otras,
dejtíndolos en el miserahle estado que no imaginaban; cnmo hubiera sucedido al General
Quesada, si como BU ejército intentó dos veces bajar de la sierra de lo.s Llanos (sepulcro.
infausto de la nacion española), lo hubiera ejecutado faltando lL la prudencia do que lo dotó
el cielo: pero como. ésta le hubiese enseñado siempre por las muestras del oro y esmeraldas "
que hallaba entre los 1\1ozcas, que allí teninn su nacimiento y minerales, cuán falso era 01
concepto hecho de tenerlas aquel reino por vía de rescate de otros, como al principio se habia
imaginado, no excusó ocupar muchos dias 6, ROlDan Pérez, su hermano, en el descubrimionto
que se decia haber en la provincia de los 1\1uzos, aunque sin más fruto que el de haber visto
á Furatena, señora independiente de los Reyes de Tuoja y Bogotá, y primer fundamento da
la L'l.lsa. vo? que c01'l'ió de haber encontrado Amazonas. Ni así mismo dejaba Quesada la
costumbre que tenia hecha de preguntar {t cualquiera indio forastero. quo veía, por muohas
particulal'idades que deseaba saber; y como en cierta ocasion viese en BU alojamiento un
corro de mancebos de huen arte, quo por la disposicion reconoció no haberlos visto otra voz,
lea preguntó con disimulo en qué parte se hallaban aquellas piedras verdes quo los indios
solian prescntar á su gente, y manifestóles para que 10 entendiesen algunas do ellas: á qua
le respondió uno de los mancebos sin aquella. cautela y recato que profesan despreciar los
pocos años, que en el Somondoco las habia., sitio distante poco más de veinte leguas de In.
parte en que de presente se hallaban. No pudo Quesada oir por entónces palnbras que tanta
armonía le hicieson, y comunicadas con sus Capitanes, acordaron descubrir las minas que
tales picdras producian.
Determinados ya los españoles á seguir la demanda de las esmeraldas y no olvidados
do que 01 Cacique de Bojacá, poderoso en vas.'l.llos, Be habia excusado de visitarlos, habién-
dolo heoho todos los demas Oaciques de la Sabana, salieron de la Oorto de Bogotá y torcien-
do el viaje marcharon á. Bojacá, poco distante, y apénas lo supo sU,Cacique cuando puesto cn
huida dejó la ciudad y vasallos al arbitrio de las armas extranjeras; con que los españolos,
libres de oposioion y mal contentos de los moradores, dieron á saco la ciudad, encontrando en
ella grandes cantidades de mantas y túnicas de algodon, y tomando quinientos indios
para cargneros, continuaron su jornada volviendo {¡, seguirla dcrechamente por aquellas
grandes poblaciones de Engativá, Techo, Usaquen, Teusacá y Guasca, admirados de ver
donde quiera que llegaban infinita muchedumbre de naturales, cuyos Caciques y Goberna-
dores les salian do paz y rccibian con ceremonias extrañas de l'cspeto y urbanidad j - y cuanto

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10~ FERNÁNDEZ PIEDRABfTA. [LIB. V.

más penetraban la tierra, descubrian más poderosos pueblos que los referidos, como se reco-
noci6 más bien en el de Guatavita, donde se extremaron en recibirlos con dones y demostra-
ciones amigables; porque imaginan los que una. vez perdieron la libertad, que ó mudando
el dominio mejoran do fortuna ó cortejando diferente dueño vengan su primer agravio:
como si la opl'esion no creciera miéntras se multiplican nuevos administradores de la tiranía.
Juzgó nuestra España que agasajando á 10B romanos se desahogaba de los cartagineses, y do-
blóseles el yugo: recurri6 a los 'Vandalos y Godos y quedó para destrozo de muchas
naciones. Ejemplo infeliz y más moderno puede ser Guatavita, Corte ilustre poco ántes
de Príncipes, cuya grandeza no cedia á Bogotá, y en la entrada de los españoles ciudad
populosa, de gran fuerza de gentes guarnecida y habik'l.da; y al presente por la mudanza de
los dominios pueblo tan corto, que solo conserva las reliquias de lo que fué· en el nombre,
y poco más de ciento y cincuenta vecinos, que goza en feudo el Maese de Campo General
D. Francisco V énegas Ponce de Leon, hijo de D. Francisco V éI:legas, del lIábito de Calatrava,
y de Doña María de Mendoza Maldonado, y nieto del Mariscal Hernan Vénegas y Doña
Juana Ponce de Leon, rama ilustre de la Casa de Arcos, que habiendo casado con Doña
Maria Bravo de Tórres, goza por fruto de tan noble señora á D. Cristóbal V énegas, sucesor
en 108 repartimientos de Guatavita y Guachetú.
Poco se detuvo allí el campo español, pues al dia siguiente, habiendo sesteado en
Sesquilé, descubrieron á Chocontá, grande por su fábrica de casas y copioso número de ve-
cinos, y aumentada con presidios como frontcm de los Reinos del Zipa contra las invasiones
del Tunja: pusiéronle por nombre la ciudad del Espíritu Santo, por haber celebrado E'n
ella su pascua. Aquí sucedi6 un caso gracioso, aunque por lo extraño de mucho pesar para.
todos miéntl'as ignoraron la causa; y fué, que en uno de los dias que allí' se detuvieron
perdió improvisamente 01 juicio un Boldado llamado Cristóbal Rniz, con demostraciones tan
furiosas, que causó general compasion y que se convirtió luego on miedo y aRombro, viendo
que al cerrar de la noche experimentaban el mismo delirio en otros cuatro soldados. Tnrbó
este nuevo suceso grandemente el animo del General Quesada, y vacilando toda aquolla
noche on discurrir el motivo, la pasó desvelado, hasta que tÍ la mañana supo que más de
cuarenta soldados estaban tambien locos como los primeros: y aquí fué cuando, creciendo la
admiracion y el espanto, temió con los demas que fueso algun particular juicio de Dios en
castigar aquel pequeño ejército con tan e3:traordinario azote, y más, viendo que cada hora cre-
cía el aohaque en otros muchos; poro templóso 01 temor {L la noche yal dia siguiente, con ver
que iban tGdos cobrando el juicio, unos tintes y otros despuea, oonforme al tiempo en que
lo habian perdido. Refiérelo así el mismo General Quesada ~l capítulo séptimo de su primer
libro del compendio historial, donde añade estas palabras: Y quedaron más locos que hntes,
pues andaban entendiendo en hacer tan gran locura COID@ em arrebatar la.'3 haciendas que
no les pertenecian y despojando gentes que vivian ndos mil leguas de E paña, lo cual
pudieran justificar on mitad do la conquista, si quisieran tener paciencia para. 0110.
La oausa de la dolencia pasada se origin6 de que las indias que iban violentadas en
servicio de los españoles, ocharon en la comida cierta yerba llamada tetec, y vulgarmente
borrachera, que causa los efectos conformes al nombre que tiene, sin quo pase ó. más daño
que al referido; é hiciéronlo con el fin de podorse huir al tiempo que sus dueños estuviesen
fuera de sí, como en ofeoto lo consiguieron muchas. Pero libres ya los nue.c;tros del susto, y
pasada la festividad, prosiguieron su marcha, y entrando por los términos del Zaque ó Rey
de Tunja, llegaron 6. Turmequé, no ménos pobbdo y numeroso que Chocontá, porque poco
distanto de la Corte del Zaque y frontera suya contra 01 Zipa de Bogotá, se hallaba fortalo-
cido do crecidas guarniciones por las continuadas guerraa que tenian estos dos Príncipes, de
que estuvieron ignorantes muoho tiempo los españoles, sin que alguno oyeso nombrar al
Tunja ni supiese quién era, ni en qué parte residiese, aunque se detuvieron en Turmequé
algunos dias, donde su Cacique y vasallos les daban la veneracion y culto dedicado á. sus
Dioses, zahumándolos en comun y en particular con la misma resina dol Moque y hojas de
Hayo destinadas á los ídolos que adoraban en sus templos. Y aunque en diferentes ocasio-
nes preguntaron los ospañoles 6. los vecinos por algunas cosas y noticias de gentes y perso-
nas diverBas, jamas dieron razon de Sll Príncipe ni de la muoha riqueza que tenia; con que
desamparando :i TUl'maqué, á quien llamaron el pueblo de las Trompetas, por cuatro que
hicieron de las pailas que no servian, con intcncion de lograrlas en las guerras que se ofre-
ciesen, ó en dar autoridad á los banquetes que ya les sobraban, prosiguieron su jornada en

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CAP. n.] llISTOIUA DEL NUEVO REINO. 107
demanda de la provincia de Tenza, obligados de la reIacion que les hizo el Cnpitan Valen-
zuela, á quien desde Turmequé habia .despachado Quesada con cuarenta hombres 6. descu-
brir las miuas, como lo hizo, volviendo con muestras de ellas. Y víspera de S. Juan entra.ron
en el pueblo de Icabuco, algo más numeroso entónces que Turmequé (siendo así que éste
tendria hasta cuatro mil vecinos) y al presente trocada la suerte por la experiencia que hay
de que los repartimientos puestos en la Corona Real son los ménos trabajadoR y que más se
conservan, y sor Turmequé uno do los que gozan esta buena. fortuna, que lo hace rico y
grande, y dia del Santo, llegaron á Tenza, á. quien llamaron por sus muchos vecinos la ciu-
dad de S. Juan, en que fueron bien recibidos y acariciados.
De allí se encaminaron á Garagoa y Obeitá, donde hicieron alto, por ser la9 casas
que aUi babia capaces y bien proveidas de ba timentos, y porque Rupíeron estar ya muy
cercanos á las minas de las esmeraldas, mandó el General Quesada que los Capitanes Valen-
zuela y Cardoso fnesen otra vez con copia de soldados (entre elloR Parédes, Calderon y AI-
barl'acin~ de quienes Rolo hay noticia) á reconocerlas, y volviesen con certidumbro jurídica
del descubrimiento. LOR cuales, en cumplimiento del órden, llegaron á Somondoco y á las
altas sierraR donde se crian y sacan las preciosas piedras de que tan amantes se mostraban
los españoles y de cuyo descubrimiento justamente pudieron quedar vanagloriosos, pues
dieron á su Rey minerales que no se sabe haya otl'o que los tenga, ni en otras partes fuera.
de MuzQ y Somondoco: pues aunque en la segunda parte de los comentarios del Inca Gar-
cilazo se diga haberlos tenido el Perú en Puerto viejo, la experiencia afirma 10 contrario.
Verdad es que se hallaron en sus primeras conquistas algunas eRmeraldas entre los indios,
que fácilmente pudo conducir 01 rescate de unas nao iones en otras, pues en todas eran tan
estimadas, y los Reyes do Quito se correqpondian con los de Bogotá, de que pudo originarse
la falsa opinion de que se criaban en el Perú: y aunque tambien se dice que la nacion Por-
tuguesa en 01 Oriente las adquiere por l'm,cate del Reino de Narsinga, donde hay mine1'ales
do ellnR, con todo oso, ninguno de los extranjeros que alln oontratan dice haberlas visto, y
las que me han enseñado en esta Corto algunos mercaderes de Portugal, diciendo ser do
Oriente, siempre me han parecido de Muzo, y no de las mejores, en que pieuso no haberme
engañado, como quien tiene bastante conocimiento de ellaR; y á ser cierta su relacion, poca
necesidad tenian, así ellos como otros extranjeros, de comprarlas tan caras á los ca. tellanos
que las conducian de Muzo, con fin de venderlas por rescato al gran Mogor, que las oom-
praba por cualquier precio que les pnsiesen, para hermo ear l~ techumbre de un salon de su
Palacio, como lo vimos desde el año de mil seiscientos y cuarenta hasta el de cincuenta;
pues teniendo RU Imperio tan inmediato al de Nn.rsinga, se hubiera excusado tan crecidos
gastos como se roconocieron del precio excesivo á que por esta. ocaston subieron las esmo-
raldas en el Nuevo Reino. Y volviendo á su descubrimiento, e. de saber que desde la emi.
nencia de la sierra en que so crinn, vieron claramente los nuestros, por el abra que hacen
dos montes, alguna parte de los extondidos Llanos de S. Juan, que segun la distancia que RO
representaba ó. la vista, pareció ser breve la. jornada que "e gastaria. en llega.r á ellos, que
deaea.ron mucho, por la presuncion que tuvieron de ser aquellas c.'l.mpañas do mucha consi-
deracion, como gente que juzga de lo que no ha visto sLendo muy diferente lo que parece
de lo que es; como se experimentó en las infelices jornadas, que se perdieron muchos caudi-
llos valerOllOs, que fueron lástima á las edades, pues no se descubrió en ellos cosa que no
fueso cnlnmidad y miseria.
Hecho el descubrimiento por los dos Capitanes, vol vieron al campo llevando buena
muestra de laa esmeraldas y relncion de haber dado vista á ciertos campos ó llanos de extra-
fía grandeza: con que el J~neral Quesada, deseoso de saber qué calidad tenían las tierras
de aquelloal1anos, ordenó al Capitan Juan de San Martin que con treinta hombres fuese tÍ
reconocerlos y volviese con la. resulta dentro de quince días á lo más dilatado. Prevenidos
los infantes y caballos por eleccion que hizo de loa más arriscados para cualquier trance
que se le ofreciese, puso en cjecucion su partida pasando por Lengupá, término último
hasta donde corre la lengua Chibcha, y atravesaron las a8perezas inaccesibles de la proviucia
de los Teguas, diferentes en traje y Jengua de 108 MozcaR, donde encontraron un rio no
muy ancho pero de corriente tan rápida que para atravesarlo el mtís diestro na.dador perdió
la confianza de sus brios, á causa del movimiento impetuoso que lleva.ba por el despeño de
uuas rocas, y tal que aun el agua no se veia por la mucha espuula que de los golpes formaba.
Bajaron más abajo cinco soldados por ver si le hallaban esguazo, y {L poca distancia cncon-

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108 J'ERNÁNDEa PIEDRARfTA. [LIB. V.

trnron un indio descuidado de ver en sus tierras hombres de tal extrafiez en barba y color;
y sSl á las primeras vistas se ha116 con el susto que el caminante cuando ménos cauto se ve
Ralteado de repentina fiera, y viendo no ser posible asegurar la vida con lotl piés, remite á
mas no poder su defensa á las manos, haciéndolo valiente en el riesgo forzoso el mismo
peligro que lo acobardara en el empeño voluntario.
Así, pues, el bárbaro, viéndose rodeado de los cinco infantes, y hallándose con un
tronco nudoso en las manos, se les opuso tan feroz, que pudo cuJor lecciones de valiente al
mó,s arref:ltado montero; porque jugando el baston á todas partes, acometiendo unas veces y
retirándose otras, hizo tan dudoso el combate, que ya se hallaban lastimados los cuatro y
con dudas de poderlo rendir, por haber intentado desde los principios cogerlo vivo para
servirse de él como guia en la jornada, de que resultó defendérseles tanto tiempo. Pero
recobrados ó, su acostumbrado valor, se dieron tal maña que, sin herirlo, lo derribaron en
tierra, aunque era tan forzndo el bfÍl'baro" que se los llevaba arrastrando á todos cinco por
la cuesta que declinaba al rio, forcejando para precipitarlos con manos y piés, puñadas y
mordiscos que repartia con grave daño de los cinco soldados. Mas, estando ya rendido al
combate y amenazas de que le quitarian la vida, y tl'ocándolas en halagos y señas amigables,
le dieron á entender que solo pretendian les mostrase paso en aquel rio: con lo cual más
sosegado el bárbaro, los encaminó bien cerca de donde se hallaban, á un puente de bejucos
tejidos, pendiente de los árboles más altos, que se hallaban eu la una y otro banda del rio:
invencion y artificio que ninguno de los conquistadores más prácticos de la tropa habia
visto en las peregrinaoiones de tan diferentes climas como tenian corridos, y así no habia
cntre ellos quien se atrevieSe á pasar por ella; porque ademas de ser fábrica frágil, en forma
de zarzo, con las cañas ó malb,s muy largas, sospechaban ocultarse en ella algun engañoso
peligro ó trampa al'tificiosa en q ne pereciesen todos.
Iba en la tropa Juan Rodríguez Gil, de quien hemos tratado en otra ocasion, y por
mú's atrovido subió en el puente á reconocer las ligaduras; y pareciéndole que estaban bien
aseguradas las amarras, fu..é caminando por él y reconociéndolo poco á poco (aunque extra-
ñaba 108 vaivenes del columpio ordinario, que tienen Remejantes puentes cUf\ndo los pasan)
hasta que lleg6 á la otra parte del rio, y hecha la experiencia y a.qegurados de que no habia
fraude en el pasaje y de que para los caballos no descubrían donde conseguirlo, cuando lo
necesitaban tanto, determillaron aventurarlos por la parte que les pareció correr ménos vio-
lentas 1M aguas, mas habia de ser pasando alguno primero por aquella parte, nov~ndo una
soga que, doblada, alcanzase de la una :i la otra banda del río, para que aquel que tomase la
ribera tirase del un cabo de ]a soga con que habia de ntarle el caballo, y de la otra ribera
no faltaRe quien ]0 defendiese de la oorriente, recogiendo ó alargando la otra parte de III
soga sin soltarla de todo punto, ni de la una ni de la otra banda, hasta que el caballo cstu-
viese asegura.do de la corriente: traza muy ordinaria para csO"uazar semejantes ríos en las
Indias, {~ que llaman pasar por aladera. De este úuico remedio solo podia usarse en el estado
en que se hallaban; pero ninguno do los soldados habia que no temie o tentar 01 paso, si no
era Diego Gómez, de nacion pOl'tugues, hombre determinado y diestro nadador, que se
avonturó con fin de remediar el daño do todos; mas, apéna!i tocó en la corriente mañoso
cuando á pesar de su fuerza venció como superior la del rio, llevándoselo i golpeándolo do
una peña en otra, de 8u6rt,e que los compa.ñeros hacian ya muy poca. cuenta de su vida;
mas su valor y destreza pudo tanto en aquel riesgo, que sin soltar la- soga de las manos,
venci6 la. pujanza do las aguas, dejándose primero llovar do ellas (traza bien pensada para
seguida contra el curso de una mala fortuna) y tomó la. l'ibora contraria, :i donde, por el
6rden referido, lauzaron los caballos al agua, y animándolos con gritos los fueron pasando
de uno eu uno, siendo de Bolo Diego Gómez conducido~: y concluido el esguazo, no sin
pequeña fatiga de todos, dieron vuelta al puente parll pasar por él las sillas y bagaje que
llevaban para la jOI;J1ada.
En tan arrie. gada ocupacion pasaron aquel dia, y al siguiente se empeñaron á caminar
adelante por tierras Rsperísimas y faltas de gente y comida, siendo los mOl'adores que
hallaban raros y poblados tí largos trochos unos de otros. De esta Ruerte iban todos desconso-
lados, llevando pOl' delante dos infantes para que descubriesen senda por donde pudiesen
lo más cómodamente oonducir los caballos; y enoontrando éstos :i otros dos indios con ma-
canllS y queriendo cogerlos para guills, ellos, sin asombrarse de la gente nueva, de quien no
alcanzaban noticia por vista n.i fuma) previnieron su armas y del primer golpe que el UU()

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CAP. lII.J HISTORIA DEL NUEVO fiEINO.

do ellos di6 nI espaBol quo mós se le acercabn, le partió la rodela en dCJfJ padazos, como si
con alfanje la. hubieran cortado (tan poca es la diferenoia que le hace la macana.) Pero el
soldado, viéndose falto de una arma tan necesaria, dejó oorrer algo máB do lo que imaginaba
llA. mano de la espada, y de un reves lo abrió por los pccbO!~, cuya berida apénas' vió el
compañero, cuando volviendo las espaldas dió muestras de su asombro con la fuga; y des-
pues de haber llegado la demas gente, á pocos pasos dioron en Ulla casa donde cogieron
quince person~s, y entre ellas una india. que en cualquier parte del mundo pudiera señalar-
se en hermosura (tan pr6diga anduvo la naturaleza en la disposicion de perfec'Clones de
que dotó el sujeto.) Era de aspecto grave, achaque de que adolecen todas aquéllas quo
tienen confianza de su beldad y no la aplican á empeños ilícitos: ú. ésta la llamaron la Car-
defioRa, por el aire que daba su rostro al de otra dama que los españoles conooían en la costa
de Santa Marta.
Buscaron por allí mantenimientoR de que padecian mucha falta; pero no bastaron
sus diligencias para descubrir grano de maiz, aunque suplieron por él algunas tortas de cazabo
amasadas con hormigas, que solas y tORtadas es todo el sustento de cierta nacion que babita
aquel país, cuya brutalidad y dejamiento se contenta con ellas¡ y al tiempo de tostarlas para
este efecto, dan el mismo olor que los que')illos que se labran para comer asados. Asimismo
hallaron labranzas de maní, que vi€lne á ser nna mata, que de las raíces tiene pendiente
ciertas vainillas no mayores que las de los gn,rbanzos, y dentro de eUas tienen unos granos
que fuera de la c:l.scara parecen meollos de avellanas de las que propiamente son de buen
gusto, aunque comidos con exceso causan dolor de cabeza: es ya semilla muy usada en
confitura. y turron, á que no se aventaja el de piñones; y en los Llallos es increible In
abundancia que hay de esta semilla. Allí preguntaron ti los indios por el camino de los
Llanos, que ya se reconocían distintamente j y ellos en reRpuesta se tapaban los OjOFl, signi-
ficando con aquella accion que jamas habían llegado á ver aquellas tierras, ni sabían cami-
mo ni vereda por donde podedos guiar: mas no por eso de<istiol'on los nuestros de su
pl'etension, siguiéndola tÍ tino por aquella del'ecera, que los empeñó la fiuerte en montes
cerrados y profundos arroyos murados de peñas, imposibles de vencer, en que gastaron diez
días Íc'tltos de comida y sin rastro ni 8eñn.l que denotase haber habitaciou que no fueso do
fieras y animales bravos, hasta que dieron en otro rio mucho más impetuoso que el pa, ado
y de más difíoil trúnsito, por lo inaccesible do los peñascos pOlo donde corría; y viendo
que impedimento tan grande quitaba la esperanza de poder l)asal' adelante su gente,
determinó el Capitan San Martin volverla (ya mal contenta) por el mismo camino que abrie-
ron para la entrada., ouya dificultad creció con el hambre, 11aqueza y cansancio que padecian
todos, babiendo sido de tan poco fruto como se ha visto la jornaua en que ga!ltal'on cuarenta
dias de contiuuos trabajos, aunquQ la ménos infeliz de las que se han hecho tÍ los Llanos;
pero no delifallecido el ánimo español, llegaron vivos todos los soldados á Lcngupá.

CAPITULO 111.

EL CAPITAN SAN MARTIN TIENE NOTICIA DE TUNDAMA: DESCUBRE Á


SOGAMOSO y VUELVE EN BUSOADEL GE! ERAL QUE ADA, QUE, OTICIOSO
DEL REY DE TUNJA, SE ENCAMINA Á SU CORTE GUIADO DE UN INDIO QUE
APRISIONÓ lIERNAN VENÉGAS.

UESTOS yá en seguridad los treinta hombres quo salieron do 108 Llanos, se reformaron
P á gusto, por ser aquel terreno sano y ~buud3.nte, y remitieron al General Quesada.
entera relacion de sus fortunas y de la intencion oon que estaban de entrar otra vez por
diferentes rumbo á los Llanos, á quienes dirigían todos sus deseos desde el punto que los
divisaron, midiendo por las apariencias que demostraban 108 tesoros y poblaciones, que pin.
taban en su fantasía si llegaban á penetrarlos: yel Capitan San Martín, mús engañado que
todos, y conducido por guias ignorantes del camino, fué calando 6. bulto por aquella tierras
pobladas de indios Mozcn.s, descubriendo buenas poblaciones y cntre ellas la del valle do

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110 [LID. V.

Bnganique (despues l111mndo de Venégns, por lo quc Be dirá. adelante). Y habiendo gunado
la oumbre de un pá.ramo hasta In abra ó puerto qne bace la cordillera que llaman de Puerto
frio, fueron descendiendo con gran penalidad ha" ta. dar en la casería de Ciénega, encomien-
da que 8e consen'a hoy en los sucesores de Parédes CaIderon; pero los indios, alborotado~ da
ver la nueva gente, se opusieron armados al encuentro con vana prei'\uncion de que podrían
cogerlos á. manos para hacer de ellos víctimas horroro~as á sus ídolos; y tÍ causa de ser el
dia proceloso de lluvias y vientos, y los caminos deleznables y angostos, desfilaban tan
separados y dee,a.percibidos los nueRtroR, quo llevaban sin sillas los ca.ballos, guiando cada
cual el suyo, y las sillas en hombros de cargueros; con que embestidos los primeros qua
llegaron abajo, se vieron apretados de los bárbal'0s, hasta que vista por el Alférez Mar-
tín Galeano la osadía de los Mozcas, puesto á caballo, en un revcuton que hacia la
tierra y blandiendo la lanza, detuvo el primer ímpetu Je aquella nacion cobarde, aunque para
sosegar el acometimiento ménos obró con el esfuerzo que con el espanto que concibieron
los indios de ver aquel monstruo formado en su idea de hombre, caballo y lanza. Mas esta
accion dmó poco, porque luego que resonó la guazabara en los oídos de 108 compañeroR, 10
socorrieron tan presto que tuvieron los indios por máR seguro dejarles el lugar expuesto al
saco con la fuga, que perder las vidas miserablemente con la resistencia.
No fllé de tan pocal sustancia el despojo qne ruera de los bastimentos de que estaba
bien proveido y aun con la!'i vianJas dispuestas para comer, no encontrasen muy buenas
esme.1'aldas, cantidad de ropa, y á vueltas de ella quinientos pesos de buen oro: po re ion
que no habian visto junta en niDgun pueblo ni ciudaLl, por habel' sido en ellas reoibidos de
pa~ y haberse hecho pundonor de no quebrantarla; y porqne en las partes que no la.
habian admitido, so habían ocultado los biene~ :intes de saquearlas, y así remitieron toda la.
presa al General Quesada, cuya muestra no dió poco gusto ti su genie, persuadida ya á que
no dejarian de encontrar otras de mayor sustancia; reconociendo demas de esto por
10 quo tenian visto que la tierra de los Mozcas era mucho más dilatada de lo quo
habian ima.ginado, con que todo él campo determinó mudarse de Ubeitá á Ciénega, ele dondo
ya el Capitan Juan de San Martin, con el intento do entrar en los Llanos, habia partido
con su gonte y pasado on contínuacion de su demo.odfl. por SiachoC¡lle, OGabita y Toca, á
quien dieron nombre de Pueblo grande, porque lo merecia lo numeroso de sus casa" y
moradores, y atrave ando por la colina ó errezuela que cRti oercana tí Toca, fué á dar al
pueblo que llamaron do los Paveses, por los :mllohos con que salió una desordenada tropa
de indios á darle batalla, en que hubo poco que hacer por la fncilidau con quo fué deshecho
y ahuyentada por los españoles; pero Rin hacerles más daño pasaron al pueblo de Iza,
dondo teninn noticias que habitaban gentes que comerciaban con otras confinantes de
108 Llanos.
E. tando alojadoR ya, y pl'ocul'nndo hallar guias que los gobernaRon en su derrota,
advirtieron que se les acercaba presurosamente un indio nncin.oo, do buena presencia,
ensangrentada la túnica ó carni. eta, á causa de llovar cortarla la mano izquierda y la!" orejas,
q uo se manifestaban pondientes del cnbello, y se supo ir huyendo de Tuuuamn., por quien
vulgarmente so llamó Duitama la ciudad principal do donde era Caoique, y 01 más guerrero
de 10i! que se hallaron en la region fria; y ap nas el Gandul so vió delante de los españoles,
en cuya demanda iba, cua.ndo en alta voz les dijo estas palabras: Hi/os 8obe1'anos del 80l,
yo vengo de la C07'f8 de 'l'undama, donde vuestra opinion se ha extendido p01' ?'elaciones
verdadem.'l de [{l8 hecho8 hel'óic08 q"e ob1'ai.s con 108 que ?'e8i~ten á vue8i'ro podel', y de la
clemencia con que ampal'az's á l08 que solicitan vuestra amistad. Ofi'ecióse conSllltar la forma
de p,'ocede?· con vosOtl'OS, y halüíndome hombro de cana8, y no falto de las razone8 que acon-
seja una expet'iencia lfwga de las ml¿danzfts del Biglo, fuí de parecer que 08 despachasen
embajad01'es de pm'te de m.i Caciqne, con p1'esentes que Q8 aplacasen y palabra8 que 08
inclinasen á la amistad de mi patria. No fui tan aprobado mi consejo que le faltasen contra-
diccione8 de paftc de aquell08 quo por no haber visto la cam á la g1le'Ta desp"ecian la paz,
y con BU poca edad ab1'azan el peligro que ?IO ¡tan tenido á los ojos. Pero el que más agrade-
cido debía mostral'se, que era Tu-ndama, estuvo tan falto de razon '!J pr1ldencin, q/te descom-
poniendo la gravedad '!J modestia que los pl'íncipes deben tene?' PO?' ,'egla, puso en mi 1'Ost1'O
las manos, y corlándcmM una de las mías JI las ol'aja , me (b'jo: nállome tan obltf¡ado do ll~
celo, que te elijo pOl' embajado?' de los Ochies, '!J quiero que siendo tú el 'Presente qu.e le 7'emito,
le digas que de esta calidad son los tribut08 que !Jo pago á extranjeros; y que lo mismo que

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CAP. IlI.J mSTORIA DEL NUEVO REINO. 111
hago en tí, por cobarde, p"evengo hace,· en ellos citando lleguen á mis n'en'as, y que me pesa7'á
lo dilaten, 1mes pa1'a que no lo hagan podt'ás se?' tú la guia que más bien los encamine (y
prosiguió el Gandul en su queja). E,ta mi afrenta, gente vale1'osa, la tengo PO?' más vuestl'a
que mia,. y así porque ?ne hallo sin brios pa1'a el desagravio, será bien que vengtteis esta
injw'ia pa7'a el esca1'1niento.
Oidas lns quejas del indio, y movido de compasion el Capitan Cardoao, le curó las
heridas, en que tenia particular gracia, debida á la experiencia y necesidad en que se habia.
visto de hacerlo muchas vece,<¡ en laR guerras que se habia hallado. Y por otra parte, picado
el San l\1artiu de h arrogancia J atrevimiento del bárbaro Tllndama (e .. tícnulo el más
grave para irritar á la nacíon española m,ls qne á otra alguna), mandó aceleradamente que
fue"en diez infantes y siete cahallos, de quienes tenia confianza serian bastantes para
quebrantarle los brios, á. ejecutar el ca<;tigo de aquella ofensa: confiauza propia de quien
está. enseñado á vencer, y la gobierna por los encendimientos de su cólera. Pero habiendo
llegado á Firabitoba y examinado á sus moradores acel'ca de la pretension que llevaban,
supieron cuán bien apercibido e~taba el Tundama de gente de guerra bien disciplinada, y de
lo demns necesario, de armas y bagaje, que como sagaz había prevenido para defenderse
(como de pues lo mostró la experiencia, y diremos á su tiempo), por lo cual determinaron
dar vueltn al campo, algo más re, friH.do el cOI'aje, y bien considerada la dificultad de la
empresa que acometíau, y no meditó ántes el Oapitan San Martín, pues aun con fuerzas
dobladas fuera dudoeo el combate; á. qlle se añadía haber divisado desde Fi¡'abitoba cam-
pañas muy dilatadas y ameuas, que daban señales de pujante copia de indios, sobre que
hioieron diferentes pl'eguntas, aunque sin coger el fruto de noticias ciertas, por ser de
SogamoRo la~ tierras que se descubrian, tan venerndas do los naturales, que aun su nombre
ocultaban.
Vueltos á Iza, pues, los diez y siete españoles, y recibidos bien los motivos de su
resoluciou acertadR, mandó el Cn.pitau San Martin á la' guias los encaminasen al valle y
tierra de que los compañero daban noticia; pero ellas, guiando siempre á mauo derecha por
diferente parte de hl. que deseaban, los condujeron por los altos de Cuitiba y Guaquira, y
bajando la laguna de Tota, sin llegar á Sogamoso ni pa!l}ll' por el compas y término de SQ.
tierra, que tenian pOI.' santa, revolvieron sobre Toca y Bombazá, y entreteniéndolos ocho
dias eu vueltas y rodeos, cuando juzgaban ahr de la 6el'l'anín, se hallaron otra vez en Bnga-
nique con grave pe, al' del engaño, aunque de In pena resultó alegría, y del yerro qU'3
tnvieron el acierto que pudieran desear, que así usa <le sn coudiciou la inconstancia de 10
temporal; pues marchando por aquel valle de cubrieron mstro reciente de caballos, porquo
otros e. pañole de su campo) de quien era Cabo Feruan Vanégn Carrillo, habían hecho por
aquellos paü;e' alguna. surtidas y presas de consideracion. Pero reconociendo el Capitan 8[m
Martin cuú'n vecino se hallaba de Ciéuega, donde ha,lJia de estar el General Que ada con
el resto del campo, y cnmpliendo con u obligacion, di .. puso que lo infantes se auticipasen
ú. dar avi o de su vuelta y viaje: los cuales, corno llegasen cerca del pueblo y viesen humos
sin aquel ruido acostumbrado que la gente e pnñola tenia en su alojamiento, creyeron que
aun 110 había llegado ú Ciénega y se est.'l.ba en Ubeitá, uonde lo habian dejado al tiempo de
su partida: con ue temerO$08 de que si llegaban olos era muy verosímil que los indios de
Oiénega quisiesen vengar en ellos las ofensas que tenían recibidas de todos, se resolvieron
á ocultarse entre unas matas hasta que la oscllridad de la noche los amparaRe, para que
libres del riesgo pudiesen dar vuelta á llaganique. Cou esto miedo se hallaban ocultos,
cuando oyeron la voz de un asuo llamado Marubane, cuyo canto era bien conocido de todos,
y entónc~s les pareció más Ruave que do canario; porque, animados de su eco, de. ampara-
ron las matas y llegaron á. las casas, donde hallaron algunos españoles, que pl'egltntados por
la demas gente, respondieron haber ido en demanda de un Rey que llamaban de TtlDja, de
quien habia dado grandes noticias un indio que prendió Rerean Veoégas, mas que no sabian
el suceso en que habia parado la empresa, aunque no podía tardar razon de la resulta, por
estar poco distante la parte que el indio habia señalado.
Para más claridad de lo que vamos diciendo, es preciso advertir que al tiempo que
los españoles vacilaban sin determinacion fija en sus conquistas, aunque estaba más valido
el parecer de que las pasasen a los Llanos, en que baHaran su perd~c1on por no saber quiz{t
que los LatedeDlonioR no castigaban al soldado que en la guerra perdia la lanza, sino el
escudo, para dar á entender qu.e es mejor conservar que adquirir, reinaba en Tunja {Corto
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:112 FEnNÁNDEZ PIEDRAHÍTA, L.blB. v.,
de aquellas provincias, que dijimos en el ]ibr~segundo ser blanco á qua tiraba la ambician
de los Zipas), Quimuillchatecha, Príncipe anciano, de gruesa y descompasada est, tnra, feroZ"
en el aspecto, no ménos por la inclinacion del án imo que por la fealdad del rostro; pero
observantísimo en BU religion, Qagaz en las consultas, Ratuto en los medios y diligente n laS'
conveniencias en que lo empeñaba la disposicion de la guerra, 6 el político gobierno de la:
paz. Todas estas buenas prendas se deslucian á vi, ta de los sangrientos castigos que hacia
en los suyos, llevado de flU condicion áApera y crueldad del ánimo: vicios que, cuanto luás,
se extreman en sembrar temor en los súbditos, tanto más se malquistan reconciliando odios,
que son las basas mal seguras en que peligra la obediencia. De esta crueldad, que amaba,.
era efecto continuado tener poblada la Loma que cae á la parte del Occidente y dominaba
BU Corte, de muchos cuerpos muertos y pendientes de patíbulos. d~ferentes por cuya ocasion
los españoles la llamaroola Loma de los ahorcados, demas de otros muchos castigos que
tf.sabn; con que amedrentados sus vasallos tanto como él vivia receloso de la mala voluntad
que reconocia en ellos, no tenian de temor más voluntad que la suya;. y mucho más despuea.
que llegaron las primeras noticias de (]ue gentes extranjeras andaban por sus tierras y ha-
bian invadido algunas provincias del Zipa.
Esta reverencia en los vasallos y aquel recelo en Quimuinchatecha (ó má!! propia-
mente Quemnenchatoca), fueron cau9a de que los suyos, con fraude y Otlutela, se ocupasen
en desviar á los españoles de la ciuuad principal á. donde este Prí Bci pe tenia su asiento, y
era tan uni.forme el desyelo que en ello pOllian llts provincias, ({lle habiendo pMac10 muchf\$
veces los españoles por sus paises así de Toca como de Turmequé, y hecho apretadas dili-
gencias para alcanzar enteras noticias de la tierra con algunos indioR (entre qni~me, su'-
puesta la condicion del TLlnja, no faltarían muchos agraviados), no filé posible encontrar
quien falsease la llave del secreto con que Qnimninchatechn. 11l'etendia estar oculto. PerO'
como de los corazones lastimados con injurias siempre renacen memorias eo que esculpir
de nuevo el agra.vio, y la fidelidad en los indio:. sea hija del temor y SIL venganza duerma
8010 miéntras no hallan disposicion de ejecutarla, acontooió alir de Ubeitá Fernan Venégas
por Cabo de alguna gente, en demanda de alguna poblacion abaRtecida y cnpaz de que eu
ella se mudase el campo; y llegando íÍ. aquel valle de Bllganiqlle, on que dejaJDos al Capitan
San Martín, tuvo tan buen suceso, G),ue habiendo saqueado algunas casas despobladas, en-
contr6 un templo entre ellas, en que se hallaron seis mil castellanos de oro fino y otras 'pre-
seaa de estima.
Gobernaba aquel valle por el Rey de Tnnia nn indio noble, capital enemigo suyO'
por haberlo muerto á su padre; y éste, siendo dneño del templo, y viendo la forma con que-
los españoles lo despojaban de su hacienda, y hallánduse entre dos extremo de dulor ql1e 10'
2I.pretaban iÍ un tiempo, eligió la pérdida. de su tesoro, pOI' DO malograr la ocru'ion de su ven-
ganza, y para conseguirla salió al camino á los llue,~tl'O con rostro alcITre y pacífico, y O'xCll-
só.ndose de testigos de su nacÍon y fiando ~u sentimionto al int rp 'etc de Ilcrnan Vencgas,
le dijo estas palabras: Capt'tan, pues te llevas la poca hacienda qu,e tenia no se1'á bien que
pe,'sona tal como la tuya se contente con tan poca p1'e. a, ni dpje libre al rhteño que la po eia,
cuando puede servirle de mayor interes: II 'vame configo y te asistiré en la fr.wma que lo hacen
los demas criado8 que te acompañan en b'URn tmje, a'unq'ue de nacion ?J calidad diferente que
la mia. 8 7' t1¿ esclavo me basta ?J par'a no ,.el' conocido de los mio8, córtarne l08 cabellos ?J
desnúdame de la noble vestidura que me cub1'e, ?J te imp01'tm'á, tanto acepta?' esta oferta, que
te'1','ometo guia?' donde halles innumerables te 01'0 i Y si 80n de 01'0 J¡ plata los que estimas, yo
80Y quien única?J fielmente te encaminal'á cí la elic/La de con. ('.guido . 1Vinguno ot1'o te revelará
este sec1'eto, teme7'080 de los ó,'dene, y 1'igores del Zaque de 'Punja, q'ue, como Supremo Señm-
de todo. , lo tiene enca?'gado: y au,nque yo sea uno de los que han 1'ÜJido debajo de su potencia,
tambien soy uno de los que están ofendidos de 'IJ, 1'ueldad. O n tt¿ ampa1'0 deste?'ra1'é los m.iedos
!/ me anima1-é á log?'ar la ocasion de tan J~¿8ta venganza como la q'ue em¡J1'endo de este tirano
que quit6 á mi padl'e la vida en dilatadas p,·isiones. Lo que te a eguro es q1te, si fiado en mi
palabra, sigues tu, fm'tuna, tencl,'ás toda la ríq1.teza que baste á colmat' los deseos de tus com-
pañeros; 1'e7'o la condicion sea que el asalto de la c01'te y palacio se ejeC1¿te con buenas a1'1nas
para los qu-e intenta1'en opone1'se; '!J con 1','esteza, ]J01'q'lte no tenga luga1' el Zaque de ocultat·
sus tesoros con maña.
Oidas las razones del bárbaro, fué acariciado del Cabo y gente española, vistiéndolo
al uso de los indios de la Costa: cortóle el cabello, púsole un bonete de grana, in-signia que

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CAro IV.] liI TORrA DEL NUEVO REINO. 113
le pareció de grande estima, y dejando el valle de Venégas, llamado así despues en memoria
<le este suceso, dió la vuelta tÍ Ciénega, donde ya estaba el General Quesada, á quien comu-
nioó las noticia.'! participadas del indio, qtle repreguntado se afirmó en todo lo que tenia
¿icho; con que se determinó el General Q118sH.da á tomar por su cuenta la empresa, yendo
-en persona con toda la gente escogida de su cam po, méúos cuarenta hombres que dejó á car-
.go del Sargento Mayor Pedro de :Salinas, con órden de que al dia signiente lo siguiese con el
bagaje; y para no malograr la empreRa, comenzó luego su jornada por la parte que lo lle-
vaba la guia, cuya ansia al siguiente dia era de que acelerasen el paso por ir declinando ya
mucho el sol y haberles de ser gran inconveniente la oscuridad de la noche, si sobrevenia
ántes de llegar á la Corte de Tunja. Pero como su Rey tuviese por momentos avisos de 108
pasos que daba la gente española y la maroha apresurada que llevaba para entrar en ella,
mandó €lile saliese al encuentro gran parte de la gente p1cbeya con mucho bastimento y telas
de algrdon de presente, para. que, cebada 'la codicia en recibirlas, se detuviesen entre tanto
que él ponía en cobro la. mayor suma de sus tesoros, cuya cantidad de oro rué tan crecida
oomo podrá colegir¡;e de 10 que dijéremos al capítulo siguiente.
Toda su proten ion hubiera logrado Qllimuinchatecha, si ya cuando salieron los in-
dios con el pre 'ente no llegaran los e pañoles á los primeros burgos de la ciudad y estuvie-
1'(\,n á . . ·í ta de su cercado n. tiem~o q lle la luz del sol solamente aseguraba dos horas del día,
que fué <.le San Bernardo á vcinte de Agosto; y aunque desmayado el sol heria de fuerte
en l.as casas principales, que de sus puertas repcrcutian los resplandores de las láminas y
piezas de oro q ne tenian pendientes, y tan juntas, q ne siendo del aire acometidas y roztÍndose
lUlas en otras, formaban b. annonía más deleitosa para los españoles que, ya sin detenerse á.
mirar los presentes engañosos que les ofrecian, pasaron arl'ebatadamente, no sin gran turba-
oion y eobl'e. alto de aquella muohedumbre, ql1e hallaron congregada junto al cercado, cuya
gl'itn. y alboroto fué tau grande, quc todo era oonfusion y espanto, sin que de una ni de otra
parte se combatiese, aunque se hallaban los indios con las armas en las manos, así do dardos
y flechas corno de macana y piedras, mfl no para valerse de ellas, ~lntes i para servirles de
confuso embarazo al asomino que concibieron de ver los caballo y In soberbia de los ex-
tranjeros. Entónces Qui muinohatechll, halliudose ilU posibilitado do poder salvar la persona
por sus piés lli por lo ajeno, respecto de su mucha corpulencia y edad, que seria. de hasta
sesenta y seis afios, mnudó á sus guardas cercasen las puertas del Palacio, que se formaba de
dos cercaR fuertes y <.li. tan tes dooe pasos la. UM de la otra, teniendo ya eu la menor casa de
las que habia dentro recogida m lella cautil1ad de oro en petacas (que son á. manera de arcaS
pequeñas) lindas y dispuo. tas p. 1'u tra ponerlo en hombros de sus vasallos, y á esta causa.
súJumente tenia cada carga aquel peso qll6 bastaria llU hombre á llevar sobre sÍ. Mas vien-
do sus guaraas y criados el repentino avance de lo españole', fueron arrojando por la parte
su perior de In Cf;rca la. mayor parte Jo aq IlclIa cal'g., que reúogian los indios de nfuera, sin
advertirlo la gente e, /ll\ñoli\, por habor oUIl."riJo toda juuta á. ganar la puerta dol cerendo,
con fin de hacer e dueños de 10 interior, donde tenian la noticia de que e taba el tesoro que
buscaban: con que al mi roo tiempo cnidaba.n 10. indio que l'ociLian las petaca.s, do irlas
trasponiendo de unos en otroR, hasta donde DO se ha tenido más noticia de ellas; descuido
muy de nota.r en un caudillo que premeditó la empresa. y no supo asegurarla como
discurrÍl'la.

CAPíTULO IV.

ASALTA QUESADA EL PALAOIO DEL REY DE TUNJA, Á QUIEN PRENDE, Y


DESPUES DE UN BREVE COMBATE SAQUEA SU CORTE CON PRESA DE LOS
TESOR.oS QUE NO PUDO OOULTAR.

OS españoles trabajaban en romper 1.1S ligadura.., y amarras de la puerta principal en


L que estaban detenidos, sin d~rse maña á. conseguirlo, porque se embarazaban unos á
otros, hasta que el Alférez Anton de Olalla, sacando la espada, cortó de un golpe lazos y
vueltas tlln diestramente, que abrió paso por donde pudiesen cómodamente penetrar los iu-

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114 FERNÁNDEZ PIEDRArÍ'l'A. [LIB. v.
ia..ntes; que visto por el General Quesada, desmontó del caballo, y en compañía do OlaUa y
de otros diez compañeros, fueron los primeros que entraron dentro, siguiéndolo despues
toda la infantería con fin de hacerles espaldas; y como la eg unda cerca no tenia puerta~, y
entre ella y la primera mediaba un patio en que podian mny bien forro r esclltldron, cOn fa-
cilidad pasaron los doce hasta la casa, que les pareció más autorizada de todas, c¡ue tenia
otro patio semejante al primero, rompiendo por gran caterva de gellte, donde hallaron á
Quimuinchatecha asentado en un duho 6 silla baja, y puesto en pié en contorno del copioso
número de gentil-hombres de su casa y demas criado, que serian mús de mil, todos con pa-
tenaR de oro en los pechos, medias lunas en las frentes y debajo de ellas rosas de pluma, y
recogido el cabello dentro del círculo de una guirnnlda. de las mi mas plumas, las ve. tidu-
ras matizadas de diferentes colores; y, en fin, así ésto. como los demas que salieron á. reci-
bir á los nuestros y serian más de cincuenta mil Tunjan'os, iban tan ricamente adornados, que
no vieron semejante grandeza los españoles de pUEl.', ni la oyeron, aunque les cau. aba siempre
recelo verlos COI1 sus armas á. todos. Pero el Zaque, sin embargo de reconocer á los españoles
tan cerca de su persona y con tan sangrientas señales, se e tuvo inmóvil y severo, sin dar
muestra de sobl'es!l.lto ni de movimiento alguno fiado en la vana presullcion de que ninguno
seria tan osado que se atreviese 6. tocar su per. ona, profanando el re"peto debido á las ma-
jestades humanas.
Tanta era la confianza de este Príncipe, que se persuadía á que la veneracion misma
con que lo trataban los uyos, seria de obligacion forzo. a en los extraños. Y aun esto no es
de reparo respecto de la mentida divinidad que se apropian aquellos que por costumbre
tienen el dominio y por herencia el obsequio, sin atencion á his vueltas de la fortuna con
que humilla lo más elevado, y de las ruinas de un edificio de hecho fabrica la grandeza de
un monto desvauecido. Pe'ro apénas reconoció el General Quesada ser aquel bórbaro Rey el
que buscaban por las señas, cuando se le nc,ercó con fin de abrazarlo amorosamente: accion
tan mal recibidn de los Uzaques, qne, poniéndole las manos en el pecho, intentaron retirarlo
con tal vocería, que no era posiblo entender. e unos ni otros; mas con todo e:'lt.o, le instaba
Quesada por su intérprete en que hiciese callar su gente miéutras le hablaba de parte del
Vicario de Dio y del gran Hey de E 'paña, que no tUYO lugar por 108 g rit.os y confusion que
habia entre todo" con que so embarazaba el intérprete; y a. í, valiéndo e atropelladamente
de algunas protest<ls para que '10 reciLie e de paz, que tampoco fueron oidaR, SE; halló preci-
sado á lluevas resolueiones acometiéndole con Olalla., y éste (que era caballero de gran fuer-
za y valor) le echó mano para , acarlo del cercado, COil intento de n cgul'llr su persona en
prision y guarda do los e. pañoles, rün qne pueda dudar~e 1 1). valentía <1e1 arrojo, aunque le
quita.'en la gl0ria de , ingular los ejemplo. reci ell'tcs de Méjico y Cajnmarca. Accion fllé la
obrada que turbó do fuerte el úniruo de Quimuinchatccha que, desccmpuestn.la g ravedad del
semblnnto y llando YOCC.', repre. cntaba á HU gente el atrevimiento de los e.' tranjeros con un
Rey á quien privilp.giaba la o:1.tural zn do pa.'ar por las fortunas de la gente cornnn. Quién
ha l'i. to (decia) que se JJ1'ecipite tanto la soberbia de uno locos, q/le..,e a1'1'oje á ttll1'ajar la
J.}[aje tarl de los Re.1fe ? ó qué vasallos tan cobalYles ha ri 'to el mundo, que p el'mitan en el
centro del R eino y enmedio de tanto concw' o de gente cmnada, que sea ap7'l'sionado por d08
jm'asteros el efLOl' natural que obedecen? ea de q1u'te la violencia de 12.1test,'a par1e, contm la
que u an de la uya', pues ya tan grande agr'avio no tendr'á, mcts sati ifaccion que la mtw·te de
cstos at1'evid08.
Centellas fueron éstas que encendieron volcanes en su gente, plles luego dieron prin-
cipio á una confu. a grita y alarido, dentro y fucra del cercado, trabándose el combate por
todas parte, sin que diese lugar el alboroto para percibir el órden de los Cabos. Los in-
fantes, que dijimo haberse detenido en el primer patio (conooido el peligro) entraron luego
en el segundo en socorro de su General, que, !:lin perder de vista al Zaque, :i quien ya tenia
de nuevo asegurado el Capitan Cardoso en compañía de Olalla, se defendia valero. amente de
una escuadrn obstinada que lo cercaba; y los de á caballo estuvieron resueltos á lo mismo~
si el Capitan Gonzalo Suárez Rondon no los persuA:dier,i, á que desistiesen de semejante
error, repl'esentúndoles ser tanto el valor de los que estaban dentro, que con seguridad se
debian confiar de que erian ba tantes para salir bien del empeño; que la ciudad y campos
estaban llenos de gentes enemigas, y se necesitaba más de impedir le entrase ¡;ocorro al Tun-
ja, que a olar los que se hallaban dentro: que estando ellos de guarda á las puertas donde
forzosamente habían de cargar las tropas contrarias, conseguían que el mismo corcado fuese

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CAP. IV.] HISTORL<\ DEL Nl:EVO REINO. 116
relguardo {L los españoles para que no se les aumentase el peligro: que puestos á caballo
con facilidad resi tirian lo acolltecimiento~ externos, cuyo reparo y defensa consistia más
en la ferocidad de 108 caballos y temor que les teninn qne en la fuerza de los brazos espa-
ñoles, que forzosamente habian de ceder al can 'ancio y : la muchedumbre. Y, finalmente,
que de montando para SOCOITer á los de adentro, se desarmaban voluntariamente para ser
lastimosamente oprimidos de la fierez:~ bárbara.
Admitieron los jinetes el consejo, y el suce. o confirmó los di~cL1rsos del Capítan
Rondan, pues sin necesidad de entrar en el cercado fueron baRtantes los que ~e hallaron
dentro para re i~tir la constancia de los enemigos con que batallaban por quitarles de las
manos á su Rey preso. Mucha saugre co tó el combate, porqo~ eran los O1ttS nobles Tunja-
nos los que peleaban dentro de la cerca, y no hay sangre ilu ·tre que en el rie. go de su Prín-
cipe se pueda contener dentro de las vemts. La 1ior de la caballería. francesa. Re entregaba á.
la muerte quitadas las visera~ en la batalla de Pavía, parn. escribir con .'')angre que no hay
noble qr:.e estime la vida cuando 110 redime la afrenta de ver á su Rey prisionero; pero lo
que más reparo hace es q ne haya Heyes de tan itlfausta estrella que las acciones todas de su
vida, ó sean de felicidad ó de. grdcia, Riempl'e corran bañadas en . angre ele sus vasallos:
vióse en el de Tunja no ménos perjudicial á los HUyaS, cnanuo libre que cuando pre o,
cuando próspero que cllando mal afortunado, Por otra parte, la caballería obró tan vigilan-
te, que no cesando de escara.muzar en torno del cercado, impidió tÍ hmzadas los socorros de
más de cincuenta mil indios q ne oCllrrían al Palacio, y a. ombrados do los caballos ó escar-
mentados de los botes de lanza, se detll'vierou hasta que sobrevino la noche, con que cesó la
porfía, recatú'ndose unos y otros de tener las sombra' por enemigas j mas no por eso deja-
ron de trasladar á la lengua la venganza, que no pudiel'on tomar con las mano. Llamaban
á los nne ·tros vagamundo I in más ooupacion q l1e la ele robar haciendas ajenas y darse á la.
sensualidad, yen esto de la laqcivia decíanle tantas injnrias cuanto s cabian en 10H exce-
sos que de ellos relataban los indios del servicio dol caro po que e le. pa. aban caJa dia..
Añadían que eran hombres pet'didos, no hijos del sol ni de la luna, como al principio cre-
yeron, sino del demonio ó criatura peor si la habia, y pudiera tener esto más de sensible en
los 11uestl'Os para la enmienda, cnanto tema de verdadero para el oprobio,
l\1anifestóse, sinembargo, en esta ocasion la Providencia Divina en favor de los es-
pañoles, porque segun el número de la gente que habia ocul'1'ido, sobmba mucha para opri-
miuos á puñ<luos de tierra cllando no tuvieran arma',; ]>ero (Luiso Dios que la sobel'bia y
cruel ánimo de QUlmlliuchatecha confesase cn la esclavitud el de. ogrnuo con que los piado-
sos cLe·los miran la falta de clemencia eu IOR Príncipes, y que Sll fe santa prevalccie.'c con-
tra la idolatría, apoderada de aquella mayol' parte del mundo por tantas ed!Lde~, siendo fun-
damentos de tan alta fá \)(ica y Robol'ano edificio la ~ hazaüaR de e tos primeros expañole~, los
cuales, como reconocie.'en la moh.d a y coufll~a vocería. de lo. indio~, ya reducida á silencio
cuidn.doso, aplioarou centinelm.; p01' la. parte de afuera y di pnRi eron b gente de á caballo de
suerte que velase cou la. vig ilan cia qlle su 8cgnrid'ld requcria, lo cual ord enado, metiel'lln en
una do aquellas casus á Qllimllinchatechn, encargan o IÍ. fieles guarda sn CH todil1, COil 111 de
algunas de sus mujeres q ne aj!;tiellen {um orvicio, con la. venel'acion debida á ret'sona Real,
dándole buenas e!'peraozas de su libertad, miéntms los dema. que se halla.ban deutro, con el
de eo de hallar los te,Oros que manifestaban las mll e~tras c. tCl'iores de las pendientes lámi-
nas, andab.tn con IUll1 bres a verignlludo si correspondia lo oculto con lo aparente, y en una
petaquilIa de 113 que estlwierou dispuestas para retirar del Palacio y no pudieron, encontra-
ron ocho mil castellanos de oro y una urna 011 forma de lLnterna del mü,mo metal, que en-
cerraba los huesos de uu hombre muerto, y pe. 6 seis mil castellanos, sin una hermosa pM'ti-
da de esmeralda/) que estaba deutrt) de la misma urna, y en lo restante de In. ca. a, de lámi-
nas, chngualas, águilas y otra~ joyas que le servian de arreo, se recogieron cantidades tan
considerables como se verá de. pues.
Hallaron tambien tres thytua..~, que son cajas redondas, llenas de mantas y telas de
algodon, de las que tributan sus va~allos al Zaque; muchas sartas de piedras turquesas y de
otras verdosas y coloradas de grande e timacion para el ornato de los indios, y que han
llegado ft. ser de aprecio para los españole, por hallarse virtud medicinal en las verdes para
las ijadas y en las coloradas para restañar }a sangre. Cañutos de oro obtusos que en sus
fiestas solemnes servian de coronas ó rodetes á los más nobles, para ceñir. e las sienes, gar-
gantas y muñecas de las manos, Caracoles marinos guarnecidos de oro, que usaban por

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l1H }'ER~ÁNDEZ PIEDltAHÍTA. [LIll. ' V.

trompetas ó sordinas en sus regocijoR y en laR sangrientas lides, y que para este efecto se
llevaban de la cORta ele una en otra nacion, hasta que por via de rescate iban ó. parar á 108
Mozcas, que los tenían por preseas de buen gu too La priesa que .e daban los españoles al
SIlCO era tanta, quP. en sus diligentes pa os llevaban escrita su codicia, y en favor de ella
cuantas presas hallaban las trasladaban al patio, Uf¡tnOR del pillaje y tan alegres que cuantas
veces F:alian con alguna, vueltos á Quesada le repetían: Perú, Perú, señor General, que
otro Ca.jamarca hemos encontrarlo. Y á la verdad, i hubieran llegado con mús dias y copia
de gente, que á un mi 'mo tiempo cercase el Palacio y saquease otras casas y templos
principaleR, no desmintieran los efectos á la palabras y la suma hubiera. sido grandísima;
pero la poca gente ocupada en el cercado, falta ya de lo más su. tancial, y la oscuridad de
la noche, dieron lugar para que cada cual de los indios pudiesen escapar sus bienes de las
mano~ españolas,
Las c.'u'gas del oro y joyaR, que por todas partes se recogieron en el patio desde las
Fleis de la noche, fueron tantas, que ó. cosa de las nueve, en que se acabó el saco (con no
haber entrado en Tunja con r¡uince mil ca tE:llanos cabales) se hizo de ellas un monton tan
crecido, que puestos 10R infantes en torno de él, no se veían los que estaban de frente y los
que se hallaban á. caballo apénas se di visaban, como lo afil Ina, el mismo Quesada en el
capítulo nono del primer libro de sn compendio historial del uevo Reino, donde poco
ántes de lo referido pone estaR palabras: Era cosa de \'er ciertamente, ver sacar c.mrga de oro
á los cri. tianos en las espalda., llevando tambien la cristiandad á las espalda, poniendo las
cargas en mitad de aquel patio, Y ,lo mismo eu lo de las flsmeraldas que entre , las j0yas de
oro se hallaban. Y en el fin del mismo capítulo remata diciendo qne si los nue. tl'OS hubieran
guardado las mantas de algodon finas, y la infinidad de sartas de cuentas que hallaron, para
rescatar con ellas despueR entre los indios, es cierto que le!'\ hubiertl. valido más oro que
cuanto vieron junto en 01 monton del cercado, por el' aquellos dos géneros tan e timados
de los seuores l\lozcas para el arreo de BUS persona, que los tenian por su principal tesoro;
pero que ignorantes de ello ent6nces los españoles, lo repartieron todo despues entre los
indios amiO'o~, no excedió en fin la fama de la riquezas del Zaque de Tunja á lo que expe-
rimentaron los ojos aquella noche; y al dia igniente se hizo la diligf-lnci}L de examinar los
templos y ca as de SU Corte; pero fué de muy poca con ideracion el despojo, aunque las
cF:peranzas que tenian de satisfacer sus deseos con el re cate que imaginabau daria Qlllmuin-
chatecha por su per.ona, eran grandes; pOl'Clne la guia afirmaba que cuanto habian ha,llado
era la mínima parte de las riqueZAS de aquel PrírH.:ipe. Mns alluq \le se valieron do hdagos
y promesas mucLas ycees y otras mucha de amonazas, jama pudieron sacar de él cosa que
cOJiformase con ."us deseo; á,Jtes eRtuvo iempre tan ob tinado que rara vez respondia á lo
que le pregnntaban, menospreciando de una mi ma suerte los halagos que lo rigores,
aunque DO fué ba. tante eu contumacia para que maltratasen su per Olla, ni se le embarazaRen
las a, i. tencia. de criados y mujere., . in que e. pañol algm,o se ntre\'ie e Ii. levantar lo OjOR
pn.ra mirar algulla: porque el General n Hnd era cutero eu ejecutar sus órdene~, y tenia
D !mdado le guanla. eH el decoro uebiuo :'\ Príllcipe pl'i. ionero touo el tiempo que Iv tuvie en
eu guarda, y que lo mismo se observa e con los demas indios nobles que lo acompañaban
cn su fortuna.
No tiene duda sino que e8tufl prendas fueron muy di . . . nas de ~ timar en un caudillo
de pocos afios, qne se hallaba libre de otro lmís llperior que lo goberna ej y nunque en ello
f;O eSllleró tanto para ejemplo de su soldados, en lo que má" se s~ñaló para crédito uyo, fué
en oh. ervar las paces, que una vez asentaba tan con tnntemente, que ningnn cabo de 108 que
glorio, amente e emplearon en la conqui, ta de las Indias le hizo ventaja. Y fué mal infor-
mado quien depuso de él lo contrario, exceptuando lo· que obró con aquezazipa, como
despues veremo (de gracia comun fabricnda de la emnlacion cOntra loe biene~ qui tos), pues
si del sucesor de Quimulnchatecha se hizo justicia de. pues con raZOll 6 sin ella, que fué
lo cierto, poca culpa tuvo en la resohwion el General Quesada, que ú la sazon Be hallaba en
cstos Reinos de Europa, y la accion la ejecutó llernan Pérez de Quesada, su hermano, que
por aquel tiempo gobernaba el Nuevo Reino. Y aunque yo no califico circunstancias,
pondré las palabras con que Castellános mlÍ.. ha de ochenta años lo dijo en el sexto canto
del cuarto tomo de su Hi toria general de las ludias, que viene á ser el primero de la con-
qui ta del Nuevo Reino. Habla, pues, de la muerte del Zaque de TUllja, sucesor de Quimuin-
chatecha, y prosiguo:

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OM. v.] .EIIST RIA DEL NUEVO REINO. 117
llízola Fernan Pé1'8Z de Quesada,
hermane¡ suyo, no sin impnulencia,
!/ cstímnlo8 de malos conM'je1'o3
vellido8 del Perú, de <m,ya p01·ttJ
pandet1l1' omne malll1n, Dio8 qttisic1'a
que nunca gente de él en C8ta tie1'l'a
h.ubiera puesto pié..¡ á gobe1'1U11'la ;
hubié1'allse excll!lado pesadumbres,
lJ11cS todos ó los más que vienen, t1'ae1l
un olor y aun. sabor de chi1,úlOlas.

CAPÍTULO V.

:MARCHA QUESA.DA Á SOGAMOSO, SAQUEA LA CIUDAD Y QUÉMASE SU TE1\!-


PLO.-VUELVE J.( TUNJA, y DlGSAnIPAR...' NDOLA POR Il~ Á LA OONQUISTA
DE NEIV A, PELEA EN EL CA lINO CO~ TUND.A~IA y RÓ~lPELO EN UNA
BATALLA.

AS palabras sencillas de Castellános tle:cnhreo que lns experieocias con que las dijo
L siempre se acreditará.n má en los tiempo futuros; pero volvamos ó. Quesada, que
vi~ta la gran riqneza qu e de. cubria la tierra, y cwtn poco acertada resolucioo e1'l\ serruir por
entónces otra fortuna que la. que se les mostraba propicia, mandó que tres jinetes fuesen á
Ciénega. por la dema!i gente qne habia dejado en ella, y l'etardlmdo:o en seguirle contra el
órden que les babia dauo, Obedeciel'on, y cuando 11 garon á la mitad del camino baIlaron
de má al Capitan Jllan de San Martín, que, como dijimos, arribó perdido y engañado de
malas guias; y sabida por él la buena !'Iuerte que habia tenido su General, prosignicí en su.
demanda con el resto del campo que allí estaba, j untttndosc todos al quinto día en la ciudad
de Tunja, alegres de la prella y con presunciones de aumentarla, por cuanto el Gobernador
de Baganique, que le. dió la noticia del Rey de Tunja, la Jaba nuevamento de que Snga-
muxi, Cacique de la provincia de Iraca y Pontífice máximo de 108 l\1c.zcas, tenia riquí. imos
tesorOR en su cet'cado y en el templo mayo l' de aquel Reino. que era el do su Cor\.e, y que
por ser santa toda aqnella tierm, otro mucho Caciques tenian en ella particulares orato-
rios, en que aparto ofrecian cantidades de oro Regun la posibilidad de RUS dueño . Qne oído
por el General Que 'a,J:\, y e. carmentauo del malog ro del par:nclo lllnce por su poco acelenl-
miento, prevenidos vein te ca.ballos y buena infantería, caminó tan apre. m'ado, que abrevió
á un día de marcha ocho leguas que ha.y de, de Tunja. á Paipa; repartimiento que cupo en
las conquistas ú. G6mez de Uifuéntea, quien mereció por SUR . el'viclo8 que la. Majestad cató-
lica le permitiese poner SUR al'ffia.'i enfrenta de las Reale., COOlO se ve en la ca. a con torre
que labró en la pla;¡;a do Tunja, y goza hoy con el mismo repartimiento el Cflpitan D. Frnn-
eiaco de Ciflléntes Monsalve, digno ,'ucesor suyo, deRpues de RI1 tio Francisco de eí flléntes,
que lo heredó al conquistador u abu lo, y por DO tener hijos lo dejó al Robrino.
En P aipa tomaron n,lgnn descanso Ilquella. noche IOR españoles, y otl'O dia en segui-
miento de su jornada cutral'on por el territorio del 'lunelamn. que cavilOf;lamente les envió
al encuentro un regalo de mantas y 01'0, diciéndoles por su Embajador se detuviesen en
tanto qua perRonalmellte salia á presentarle. ocho cargaR de oro que se estaban aju~ tando
entl'e sus v3fiallos: y como ménos promesa sobraba para detenerloR, no quel"iendo perdE:1'
aquella oca ion de aumentar el caudal con partida tan considerable, hicieron alto aquel
tiempo que bastó paro. que el sol declinase del zenit más ardiente, en cuyo espacio se dió
Tundama tan buena maña con los S11yOS, que traspuso todo el oro de los templos y casas, y
guarneciendo de gente bien armada las colinas y partes altas, dando grita y voces tÍ los es-
pañoles, con grandes oprobios les decia se acercasen y llevarían sobre las cabezas el oro que
tenian para darles, porque á ménos costa no podrian ganarlo. Sintieron tanto los españoles
la burla, que se determinaron tÍ invadit· la ciudad, aunque salieron de ella Sitl fruto alguno
y maltratados de las piedras y flechas quc dcspedian de los altos que tenian tomndos, sin

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118 FER..:rÁ. DEZ PIEDRAnÍTA. [LIB. V.

que pudiesen lüs nuestros corresponderles por entónce. con las bnllestas y arcabuces, por
~erles furzoso excusar la contienda, á causa de ser ya tarde para nl'l'ibal' tL Iraca, á doude los
llevaba la guia, y distaba del sitio donde aconteció esto, poco más de dos leguas; y a í, por
más ¡.. rieRa que se dierou, llegaron á tiempo que iba entrando la noche.
Hay un campo raso y ameno :lntes de lleg:lr á Sogamoso, que anticipadamente dis-
puso la naturalezn para teatro en que e representa:e la tragedia de este suce o, En él re-
conocieron los españoles numero. as escuadras de indios que su ·Caciqne tenia prevenidns
para oponer e valiente, dejando á la suerte de uua batalla su buena ó mala fortuna; y así,
viéndolos cercanOR, dieron In gnazabara que aco. tumbraban en sus lides al atacar la. batalla,
que no excusó el campo e. pañol; porque convidado del buen terreno para los caballos, rom-
pieron por lo má' granado del ejército enemill'o, sembrando los campos de penachos y coro-
nas con daño de los dueñoH, aunque no muy considerable, Otras dos veces fneron acometi-
dos de ks veinte cabn1108 unidos, y fué tanto el espanto que concibieron acobardados ya de
las lanzas, que con facilidad fueron desbaratados y constreñidos á volver las E'spaldas con
vergonzosa. fuga, dejando libre la ciudad~ y .8ngamuxi su cercado; no méno~ magnífico que
el de Tunja en lo!; re~plandores con que lo adamaban las lá.minas y platos de oro puestos en
la fachada, que montaron cuarenta mil cn 'te llanos, y entre ellos hubo pieza que pes6 arriba
de mil, de buen oro; siendo la oscuridad tambien el amparo á cuya sombra sacaron los in-
dios mucha parte de las riquezas r¡ue tenian en us casas y adoratorios, aunque del templo
mayor (que ya, 6 porqu~ fuese religiosa. atencion, 6 por co a comun, y lo mi::; cierto porque
110 fué po. ible) no IJUdieron sacar la riqueza que bastara para el remedio de muchos, si
pudiera lograrse.
Buena parte de la noche habia corrido, cuando convidados de la ocasion se fueron
al templo Miguel Sállchez y Juan Rodríguez Parra, y para ver lo clue se contenja dentro
del suntuoso edificio, le rompieron las puertas, y con luz de pajas encendidas en un hacesi-
110 reconocieron Robrada riqueza. con qne Ratisfa.úcr Sllf.l deHeo~, y sobre muchas barbacoas
gran cantidad de cuerpos difuntos adornados de ropas y joyas que ma.nifestaban sel' de per-
sonas calificada~, El pa.vimeuto del templo e taba cubierto de espartillo seco y blando, segun
la costumbre qne se obeervaba allí y en la. demas provincias de aquel Reino, que participan
de region fria: objetos todos qne aumeutaron la codicia de e.tos dos oldados, para que sin
advertencia de lo que obraban pusiesen en el snelo la luz qne se cebaba en el hachon de
paja, miéntras ello ne ocupaban en recoger oro. Qué poco discune la codicia una vez em-
peñada! Qué ciega atiende al peligro embelesada solo en que la arra. tl'e el objeto 1 La llama
fné prendiendo lentamente por los espartillos hasta dnr en las paredes entapizada!'i de oarri-
zos curiosamente puestos y tmbado , donde se alimentó con tal fuerza, que cuando los dos
compañeros atendieron al daño que de su de 'cnido habia procedido, no les fué pO!'iible apa-
garla; y aune¡ tle intentaron diligencia para. ello, ninguna tan eficaz que les obligase á soltar
de la mano el oro que cada cnal tenia recolYido y a~í para no verse en conocido rie go de
perderlo todo, de. ampararon el tem plo dejando la. l'e:tante riqueza expuesta. á la furia del
incendio, que corrieudo hasta la techumbre daba tan crecido resplandor, que alumbraba
toda la C!iudad y enmpos, de tal nerte que Domingo de Aguirre y Pedro Bravo de Rivera
montaron á caballo y acudieron prcl'uro.·o .. al lugar del iucendio, pen ando haberse dis-
puesto ardilo!lamel1te por haber itlto que algnnos indios salieron huyendo elel templo,
De c. ta opinion fué iempre Miguel "'nnchez, afirmando no haber e. tado la desgracia
de parte de su descuido, . ino de la indu tria de los Jeque y Mohane, que debieron de
estar secretamente dentro del templo en guarda del inHigne .'antuario, y viendo tan ocupados
~í los dos españoles ó por quemarlos en venganza. de haberlo profana o, ó porque á la IDIl-
ñana no lo de poja.'en á sus ojos los dema. compañero., llevados del celo de su falsa l'eligion
le pusieron fuego; pero ningun "olean se moe;tró mú.. ardiente en el arrebatado curso de
sus llamas que este edificio avivado de los soplos del viento, siendo la timo o e. pectáculo de
aquellos tiempos, considera,da la. majestad de t1 lúbrica, la grandeza de sus tesoros y la cu-
riosidad de u arreos; y i á lo ojos de los bárbaros fué objeto de lágrimas por el violento
destrozo de lo más sagrado que yeneraha.n, no fné ménos lastimoso ú, los españoles por las
esperanzas que entrp. las ruinas del fraca 'o dejaron sepultada, l\íucho tiempo duró el in-
cendio, porque fué mucho lo que tuvo que ga~'tar la llama; no me atreveré á determina.rlo
por no peligrar entre malos creyentes, Y a.unque parece excesc (aun para ponderado) lo que
refiere Castellános, mucho lo defiende ú. su buen crédito, principalmente cl!ando otro nin.gun

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c.AP. v.] llrSTORIA DEL NUEVO REINO. 119
escpitor contradice sus palabras; pondrélas aquí, y el lector hará el juicio que le pareciere.
Dce; pues, en su historia general de las Indias:
El fuego de esta casa flté dnrable espacio de cinco años, sin que f¡¿ese inpierno parte
para consumirlo; y en este tiempo nunca faltó humo en el compas?J sitio donde e¡)taba: tanto
g7' sor tenia la cubierta, gordor y c01pulencia de los palos sob1'e que !ité la fiíb1'ica compuesta.
Las maderas para aquel suntuoso templo lle-varon de los Llanos á Sogamoso segun la
tr::dicion de los más ancianos de aquella provincia, con infinito número de gente que la
piedad hizo concnrrir de diversas partes para ocuparse en ministerio tan religioso; y no
p diera fabricarse de otra suerte respecto de no haberlas de su porte á ménos distancia que
la de los Llanos, ni hallarse de calidad tan durable en otro sitio, pues casi tiraban á inco-
rruptibles á la manera del henebro, de quien refieren las historias haber durado los edificios
que de él se hacian en España, mil y setecientos años sin corromperse, Y como la intencion
de estas naciones fuese hacer permanentes sus templos, es llano que siendo tantas las que
hu. itaban aquel Reino, las condujesen de términos tan dilatados; y aun se infiere por per-
aonas curiosas en descubrir antigüedades de aquella provincia, en que fué singular el Li-
cenciado Juan Vásquez, hijo de Pedro Vásquez de Loaysa, que al tiempo de afijar en la
tierra aquellos corpulentos maderos, los cimentaban sobre esclavos vivos, persuadiéndose á
que fundados sobre sangre humana se conservarian ilesos: engaño que reconocieron en el
asolamiento y destruccion que hizo de ellos el fnego reduoiéndolos á ceniza, sin que la
engañosa potestad de su Cacique acudiese al reparo con las llu'lias de que se jactaba ser
.dueño.
Éralo al tiempo que hubo este incendio, Sugamuxi, como dijimos, do quien tomó
nombre el pueblo principal y su provincia, el ctlRol, persuRodido de pueR y convencido de la
verdad de nuestra santa fe católica y bien instruido en ella, recibió el agua dol bautismo,
trocando el n.ombre de su gcntilidu.d en el de don Alom;o, á. quien dice Castel1ános haber
conooido algun tiempo y ser muy liberal y mañoso en ganar las voluntades de los Jueces; y
refiere de él, que e tando con una. mnjer viuda española y hablando con sentimiento de la
muerte de su marido, por remato del pésame, lo dijo estas palabras: Entiéncleme, señor'a, lo
que digo. Yo qui8e bien á tlt esposo, y en fe de esta amistaclle permití se sirviese de algnnos
vasallos mios,?J que de ellos cou1'ase los f1'iblttos. Estos vasallos están. ahora en in poder, y
agregados al 1'epartimiento qtte te dejó en Slt muer'te; y si tú procedieres con 1'eco11ocírniento ci
lo que te debes, no admitiendo compañía en tn lecho, de -mi parte te ofrezco el mismo se1vicio
ljue cuando lo tenias vivo " pe1'O si e1¡ esto faltares, no formes q/teja de que ,7}0 tambien falte al
agasajo que Mee á tn marido .1J mi amigo, p07'que no sel'á }usto q/Le mi hacienda' pase á ot¡'O
que sin haberlo trabajado quiel'a po,' in eleccion errada goza,' lo que no merece ni le costó
fatiga. y dlgotelo, p01'que acontece 7nucl¿as veces llega?' gente ociosa á. s/Lb,'ogar' en el mismo
lugar que tltvieron muchas canas lwn1'adas, y po,' el mal jnicio de las 1nu}el'cs malbaratan ,1J
juegan las posesiones y riquezas que no gana?'on, dandJ en COl'respo,ldencia de estos bilmes
mucho di 'gltstos ?J heridas á quien los hizo ([!leños de todo j de Sltel'te q¡,e lo 'lile cl(r¡ieron pal'a
g'usto, permite el cielo se les convie1'ta en. pesa,', y q/te en ellas se ajuste el aclf.tgio de quien tal
Mzo que tal pag e.
Refiérese tambien do este D. Alom¡o, quo habiendo ido en cierta ocasion á la ciudad
de Santafé, y estando en visita con un Oidor, ésto para acariciarlo más en 01 a.mor del .Hey
uestro Señor, le mostró un retrato suyo que tenia en la 81\1a. ; y habiénuose quedado el Ca-
cique algo suspenso mirándolo, le dijo el Oidor: Qué os parece, don Alonso, de nuestro Rey?
Á que respondió con sosiego: Muy bien, si tuyiem su Corte en Sogamoso, En que le dió á
entender eon prudencia lo que padecen los vasallos de las Indias, por tener el recurso del
Rey N ue tro Señúr tan dilatado, En otra ocasioll le dijeron q ne iba un Juez 6 Corregidor
muy justiciero á Sogamoso, y volviéndose á los indios los dijo fuesen al rio á ver oómo
corrian las aguas, y si no iban para arriba sino para abajo, no se persuadiesen á que aquel
Juez hu.bia de correr por diferente camino que los otros. Bien se reoonoce de lo que lle-
vamos dicho la capacidad de aquel indio, y se desmiente el falso concepto que formó de
todos D, Fr, Tomas Ortiz en el memorial suyo, que refiere tL la letra Fr, Pedro Simon, re-
ligioso Francisco, donde sin que se halle propo lcion universal quo sea verdadera, se encon-
t.rarán algunas tan duras (porque hablemos con modestia) como la en fJue afirma no .'er los
indios ca.paces de doctrina ni castigo, no pudiendo negar que, on hombre., y de las partes
que con toda verdad refiere D. Fr, Bartolomé de las Casas, Obi;;po lue fué de Chiapa, en
17

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120 F'ERNÁNDEZ PlBDRAHÍTA. LLIB.V.

el principio del informe que hizo al Emperador en crédito de los indios, como quien VlVla
Hin temor de que le aseasen el poco fl'llto que había hecho en ellos como misionero, y extor-
siones que hubiese permitido como pr(Jtcctor. y volviendo á D. Alonso se reconocerá por
lo que dijo á la viuda, el crecido candal que gozaba en aquellos tiempos; pero tÍ la Razon
que 103 españolel=l saquearún á Sogamosn hu,llal'on muy poco respecto de las grandes noticias
que llevahan, y ese recogido y bien asegnrado, dispu ieron volver n. Tunja ánLeR que lo per-
diesen necesitados de pelear con las gentes que todos lns Caciques comnrcanos iban reco-
gi~ndo l/ara socorrer á Sugamuxi ; y así brevemenLe ejecutaron su partida en demanda del
. campo español, que estaba en guarda de la presa hecha en Tunja, donde junl.as las fuerzas
consultaron la parte que seria más á propósito para. que en ella se pl'03iguiese la conquista.
Prevaleció entre todos el parecer de los que sentian ser la provincia de Noiva la de
más rica fama y nombre, de quien se decia tener el terreno pr' spero y abunda.nte, y que
en él habia una laguna depositaria del más rico adoratorio, qne fundó la antigüedad sobre
columuas de oro y en quien se cifraban innumerables riquezas de sus contoCO<1S; rumores
que esparcían 108 Mozcas con fin de que los nuestros desampn.rasen su t.ierra; y tí. la verdad
si dijeran que los rios y los arroyos que la. riegan son caidos do mineros de oro y que sus
Il.renai sobran para J1aber hecho á muchos hombres ricos y sirven de dep6sito en que con-
siste el c::J;udal do 108 belicosos Coyaimas que la, habit:ln, no excedieran en nada de olla ni
adelantaran la relaciun de lo que hoy se experim"'nttt. A esta buena noticia e añadi6 la
nueva qne tuvieron del bosque en que se ocultaba el Zipa ThysqueRuztt:t, ti. cuyo l'etiro
habia mudado la grandeza de los tesoros que solia tener en BogOlá: estimulos Íneron és~os
que compelieron al cam]lo españ01 á. salir de Tunja, dándole primer\) lib~rt('il {L I'U Rey
anciano; y ya que no pudieron úbligarle á que la consigniese por re~cate, qui '¡Aronle grau-
jear COD generosidad, dáudole á. entender quedaban satisfechos con que gutlrda~e amistad
con los espa.ñoles, pues si (tutes hubiera. salido II ellos de paz, hubiera excusá.dQ}~e de 10~ pasa-
dos lances, aunque ya podia seguramente gozar de su quietuJ. y R(~ino, en el cual seria.
fielmente defendido y nmparado. Pero como á un Jnimo Real no cOlllbaLe más la inj uria
del enemigo que el menosprecio de los propios vasallo y éstos c\,locasen lueg') en la. l-li11a á.
Qui.minzaque su sobrino, sin hacer más caso de él, bastó esto s'-Ilo ó. quitarle la vida privada.
que habia elegido, con más rigor que pudieran las armas espafiolas.
Despedidos, pues, de Quimuinchatech::. con agasajos cortase. y puestos en órd(?n con
más de doscientos Gandule!'t, que llevaban aLma \antnl'l carga o de OTO de la. '1ue S~ hl\bian cogido,
marcharon ú.Paipa, hasta donde se detuvieron el tiempo (lue diremos adelaUlíe j y aunrlU la ~ ,ira
del viaje ora á Bogot6. y Paipa esté tan extmviada, la ignora.ncia de l~)s l'amin03 qua habia
ont6nccs obligaba á seguir las jornadas por los mismos rodeoa que 11\$ ll:lhian hecho ú tino.
Tenia puesta la mira Quesada eu valerse de todos lo medios pacíficos par,'). l'f'ducir las pro-
vincias del Reino que le parecia tener ya en buen estauo ~i el Cn."ique do Duit.'l,tna no
ombarazan~ este buen progreso, no queriendo admhir la paz que le h:lbiao.crecido y Jasado
á. maltratade dos Embajadores que le habia enviado, C(,S/l. que por el mal ej~f'lplo no pare-
cia. conveniente se disimulase, y ma,c; habiendo sabido lo esperaba de gU'3naj y a í, por ver
si con el espanLo de algunas esca1'amu~:as ligerail 10 podia reducir tÍ. mejor medio, diApuso
que se trabasen algunas, que 8010 siJ"vieron de que Tun,lu.ma le enviase un Lromp ..,ta nI tercer
dia haciéndole saber que pues le habia esperado con LOda /:IU gente y no hahia (luerido ir,
él vendria á buscarlo al dia siguiente en su alojamiento de Paipaj y cumplí )10 tan puntual-
mente, que habiendo salido los nuestros al romper del 'dia, vieron á la pad.) de Oriente
bajar por la serl'anla más cercana sobre doce mil combatientes en bien ordcmr.dos e:,cuadro-
nes, y prevenidos de armas ofensiva. , como dardos, í1echas, hondas, picas y ti~ aderas, y de
paveses fuertes en que libral)an la defensa de las lanzas espauulas: hacía,n viSliOS',) alarde de
pluUlas y corona de oro en las cabezas, petos y brazaletes de lo mismo, que usauan los
indios más nobles, con otras joya':J que deslumbraban la vista d~ los españoles, ign0rantes
hasta enMnces de aquel ejército, que tan pujante se movia, y a1u( fut': donde lo, nuesLros
vieron las primeras banderas entre los Mo.zcas. Era Tuudama el General de todos los coli-
gadofl, que venian á Eer :lqucllos Caoique3 que le daban la obediencia y dominaban hasta
Ohicamocha ' tierras fértiles y abundantes de l:ls mejores de todo el N uovo Reino. Iban por
Cabos los mismos Oaciqnes, como eran Onzaga, Ceriuza, Sátiva, SlliIU, el valeroso SoaUt y
el fuerte Chitagoto, con otros Capitanes y oficiales que por impulso de Tundama máfch"ban
con airoso denuedo.

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CAP. V.] HISTOIllA DEL NUEVO REINO. 121
Descendian de lo alto de la sierra en demanda del campo espafiol, que bien ordenado
y dispuesto ú'la batalla esperaba á sus contrarios, ya más bien reconocidos en los fé~iles
campos de Bonza, pueblo que poseyó Pedro N úñez de Cabrera, uno de los que se hallaron
en esta ocasion, y hered6 despue!\ un hijf) suyo del mismo nombre, á quien su~ émulos per-
siguieron ~ín calL<3a, haciénuolo llnmar tÍ estos Reinos de Castilla. con el pretexto ordinario
de que lOR bien quistos en Indias tienen contra. sí la sospecha. de quo inteutan movimientos
indignos de su calidad: error que vive impreso en quien busca ocasiones leves para. deslucir
méritos de aquel nuevo mundo, sin atender IÍ que ser¡'m los que mejor conserven aquellos
Reinos lOd hijos de la lealtad, que supo ganarlos. En fin, en la parte más llana que se
avecina al rio Sogamoso esperaron los e~pañole'" abrigándose de sus aguas por un costf\do
contra el ejército enemigo, que viéndolo ya más cercano el General Quesada y que la
.ocasion era la más apretada en que le hahian puesto los Mozcas, vuelto á los 8UyO~, les dijo:
Fuertes compafMros '!nios, lafortmla nos #ene P¡U3stos e?~ lance, d3 qUe no es posi!Jle escapar
.JJin 1ma sangrienta bf7talZa. Verdad es qJ¿e el núme7'0 de los enemigoJ8' cs grande; pero tambien
lo es que la 7nuchedltmb1'(J ent1'e bárbaros 8iemp,'e engend1'(/¡ confusioo, y en ella 8e ha de fun-
dar la victoria, qne espero consegz¿ir por medio de tan valerosos españoles: y pues Tundama
nos provoca sin qU:J de nuestra pal'te se le haya hecho ofensa alynna, conozca este brírbaro en
'll esca"miento S'I¿ locura, y cada cual ae mis soldados combata eu defensa de la honm, pues
de ella pende su vida. Lo que conviene es dejarlos bajar ele la cumóre de las colinas /tasta que
Ueguen ti, tene?' bien cogido el llano, parqne puedan servir mejor los caballos JI (flterl'ea1' 108
-infantes sin fatiga, cuando yo diere la señal del avance.
Á e~te tiempo no distaba ya la mayor parta del ejército enemigo un tiro de ballesta
del campo espuñol, desembr[l.zando á un tiempo flechas y piedras l/dlS espesamente que
cuando las gruniz!l. la nube ó cun.ndo so,cuJan de sí enjambres de langostas los aires, con
notable enfado del ánimo colérico de 101:\ nuestros; que visto por su General, y la conve-
niencia. del sitio en que 8e halla.ba, apellidando Santia.go, dispuso que los infantes y caballos
de la vanguardia acometiesen de s ·t.1CJ't;) que el enemigo S6 rindiese más al espanto que 0,1
-destrozo. Iba tambien con el ej~rcito espllí101 un buen escuadro n do indios amigos y parcia-
les, así Bogotaes oomo Tunjanos, y etnJleñ:tronse en e~ta ocasion en auxiliar á los nuestros
y militar á las ó:denes del General QU0,.:o,da, tan voluut!lria y oautamente, que para dife-
rencill.J·'e de los contrario y ser conocí lus en la b!l.talla, se pusieron coron:lS verdes en las
cabezR.CI. Con esto, señR.l iba y sobrosalia peleando entre todos aquel Gobernador de Bagani-
que que dió noticias da Tunja y Sllgamoso; el cunl,' como viese entre los cuerpos que
bntllllaban con la muerte, atravesac10s de lns lanzas españolas, el de un hermoso mancebo
adornado de un ea.racete de visto, as plumas y coronas de oro, pareciéndole que semejante
prese[\¡ seria. despojo digno de estimacion que acreditase sus brios, quiMso la guirnalda verde
en que a egltfn.ba flU vida, y trocándola. con la corona de orO, so encontró con In. muerte;
porque en el confuso eNcuentro, donJe todo era. horror, sangre y espanto, viéndolo oon
insignia diferente de la que lleva.ban los dernns indios amigos, y reputándolo por p[l.rcial del
Tunda.ma, qued~ muerto entre 10"1 demas tÍ manos de los españoles. Quesada quiere que
haya sido á. las de un homb¡'e rú tico, que por interoesion de algunos consigui6 aquel dia
pal;ar de infante {L soldado de ó. caballo, sin merecerlo; pero no se le hará. extra.ño el suceso
de cualquier modo ']uo fuese ó. quien fiaba qrie la muerte del traidor corre por ouentc'\ de
quien recibe 01 beneficio de la desleo.ltad : lo extraño fuera no quedar este ejemplo mtÍ en
el mundo para convoncer delito que aun no goza in,lulto en los acasos. Esta desgracm
sucedill sin q uo Je ella. se tuviese sospecha, hasta qua puesto en huida el Tundo,tn3 (despues
do una breve b:1talla.), y recobrido el escuadron de los indios amigos, se halló ménos aquél,
con sentimiento goneral del campo, que á sus avisos se hallaba obligado y sati, fecho de la.
valentía con qua se habia porcado en 1a~ ocasiones; pero haciendo diligencia por In campaña
se encontró el cuerpo atravesado de un bJte de lanza, y por la caroua de la cabeza vinieron
en conocimieuto de la ca.usa. do su infelicidad.
En esta. ocasion fué cuando en tilla de las escaramuzas que precedieron ú.la bat:illa,
y no en la que dieron dc')pues á. Ihltasar M:l.ldonado, y llamau del pantano, estuvo muy á.
pique de ser muerto el General Quesada, porque empeñado en escaramuzar solo contra una
tropa de DuitamaH, y l::liJ'viéndole de embarazo el caballo al romperlos, porquo le hurtó el
cuerpo al tiempo de acudir al reparo de un macanazo que le dieron en tID mu lo, cay6 en
medio de sus contl'o,l'iosj y aunque Be defend:a con su acostumbra.do valor tÍ brazo partido

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122 FDlRNÁNDEZ PIEDRAHfTA • . lLIB. V.

con el Gandul, que lo derribó, hubiera importado poco para que no lo matasen los dema!!
Duitamas que ibnn cargando, á no ser socorrido de Baltasar Maldonado, que á lanzadas lo
sacó de todo el batallon, y con su ayuda recobró el caballo, para que juntos s!llie~en con
victoria de aquel empeño. En fin, conseguida ya sin daño alguno de los españoles, recogieron
los despojos de los muertos, que fueron muchos, y pasados tres días, que gastó el Oacique
de Paipa en ajustar las paces entre los españoles, Duitamas y Sogamosos, con que se soseg6
toda la tierra, se partieron en demanda de Neiva, donde los Mozcas afirmaban haber lo que
llevamos dicho de las columnas de oro y montones de él en las casas, á la manera "que ellos
los tenia n de maiz y frijoles. Llegaron t pues, á Suesen, distante doce leguas de Bogotá,
con el carruaje que va referido, donde haciendo alto el campo, pasó el General Quesada
muy á la ligera con aquellos infantes y caballos que le parecieron bastantes para la empresa,
dejando los demas á cargo de Bernan Pérez, su hOl'mano, yarribando con brevedad al
pueblo de Pasea, puesto á la entrada del monte que média para los Utagaos y tierra que
habia pisado otras veces, dejó en él para resguardo suyo al Capitan Albarracin, natural del
puerto de Santa María, con alguna gente, y siguiendo desde allí su derrota con buenas guias,
que lo llevfLron por regiones calidísimas y tierras despobladas, rué atravesando por los confi-
nes de los Utagaos (siempre peleando con ellos) y por las serranías de CUI:\day ha~ta llegar
a la provincia de Neiva, á quien pusieron el valle de la tristeza. Allí se les huyeron las
guias, dejándolos en grave desconsuelo, por ser aquel país poco poblado y sumamente calu-
roso, de que se originó que de la mayor parte de los vivanderos y de los españoles tres 6
cuatro muriesen al rigor del hambre y calenturas, sin que se hallase remedio contra daño
tan grave: si bien éste se debe atribuir más á. la falta de víveres que al mal temperamento;
pues aunque es así que la tierra es calidísima y que la baña. el do grande de la Magdalena
y otros muchos, la experiencia ha. enseñado que su temple es de los más sanos de las Indias.
Alojá.ronse, pues, los españoles á orillas de aquel rio, por haber hallado en ellas casas
pequeñas donde vivian algunos naturales de la provincia, que temerosos de la entrada de
gentes extrañas se habian pasado de la otra banda, desde donde (como es costumbre entre
ellos) los amenazaban en cada alborada con gritos y alaridos. En esta confosion se hallan un
dia, cuando reconocieron que de la otra banda del rio un mancebo de gallarda disposicion
so conducía nadando hácia ellos, puesta la proa de su intencion á la parte donde estaban
alojados los nuestros, y que despuea de ganada la ribera se lué para ellos sin recelo alguno,
y en llegando sac6 de un zurroncillo que llovaba, catorce corazones de oro fino, que pesaron
dos mil y setecientos castellanos, y los entregó al General Ouesada; de que así él como los
demas compañeros, aunque tristeR y a:fligidoR, se recobraron á. nuevos brios con aquella
muestra. que recibieron de su mano con buena voluutad, regalando y tratando al bárbaro
tributario con el agasajo que demostraron en la recompensa do algunos cuchillos, tijeras y
cuentas de vidrio que le dieron; de que bien atisfecho el mancebo, y habiéndose vuelto á
los suyos, asegundó al siguiente día con otra partida de oro tan grande como la primera,
que fué tambien satisfecha con cuentas de vidrio y un bonete colorado, rogándole continuase
las visitas con aquellos corazones; pero no volvió más, ni supieron 1:1 causa, aunque lo espe-
raron tres ó cuatro días.
Viendo, pues, el General cuán faltos de salud y mantenimientos 8e hallaban los suyos,
y reconocido el engaño con que lo habían tratado los l\lozcas, determinó volverse á gozar de
mejor temple; pero á. tiempo que para cargar el oro cada cual lo rehusaba como In. muerte:
tanta era la flaqueza que padecían, así los castellanos como los indios, que habian escapado
vivos, pues apéna podían sustentar los cansados ouerpos en bordones; de que resultó estar
determinados á enterrarlo en parte conocida y oculta hasta. tanto que más bien reformados
pudiesen conducirlo sin tanto peligro y trabajo.
Mas, pa.reciéndole ti Pedro de Salazar y á J uau del Valle quo no cumplian con su
obligacion aventurando la presa a.l riesgo de perderla, cuando los dos se hallaban con más
aliento que los compañeros, la repartieron entL'e sí llevándola á. cuestas hasta llegar á Pasca,
donde hallaron al Capitan Albarracin y ti la gente que quedó con 61, con buena prevencion
de víveres para que, refrescados todOl:, fuesen del'echamente a.l cercado del Zipa. de Bogotá,
dando los esperaba ya Rernan Pórez do Quesada con lo restante del campo; lo cual pnsieron
luego en ejecucion,' reconociendo en la mejoría que sintieron de sus dolencias, ser el asiento
de aquella Corte el m~ls á propósito para convalecer, Mí por el buen cielo do que goza, como
por la exce]encia de víveres de que abunda. '

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CAPITULO VI.

REPÁRTESE LA PRESA ENTRE LOS ESPAÑOLES: ASALTAN DESPUES EL


CERCADO DE UN BOSQUE DONDE MATAN Á THYSQUESUZHA SIN CONOCERLO.
USURPA EL REINO SACREZAZIPA, y DESPUES DE VARIOS REENCUENTROS
ASIENTA PACES SUJETÁNDOSE AL REY DE ESPAÑA.

UNTOS, p~es, toc1os en el palacio de Bogot}í, acord6 el General Quesada que se repar-
Jy tiese la presa, dando á cada cual1l.quella parte que le correspondiese segun su puesto
méritos, cuya tasacion habia de pender del arbitrio de tres J lleces que, para este efecto,
nombraron las partes: y fueron Juan de San Martín por los Cabos y Oficiales; llaltasar Maldo-
nado por la gente de á caballo; y J uau Valenciano, Caporal de rodeleros, por los infantes.
Hecho esto, se sac6 de toda la masa de oro y esmeraldas.la parte de quinto perteneciente á
BU Majestad, que llegó á más de cuarenta y seis mil castellanos y trescientas y sesenta es-
meraldas ; lo cual hecho, se separó de toda la gruesa restante otra cantidad muy conside-
rable para que, por votos del General y de los tres Jueces, 8e aplicase á los que más se
hubiesen señalado en la conqui ta: accion digna de ser imitada, y de que resultó salir
algunos con más interes de la mejora que de la reparticion general. De las esmeraldas so
hicieron cinco diferentes suertes, y sumado el número de ellas y de la gente, con toda la
cantidad de Ol'O que restaba, se hicieron las divisiones y tasacion á quinientos y doce caste-
llanos de oro fino cada division, con más ciento de oro bajo y cinco smel'alc1as, sa.cando una
de cada snerte: con que tautoando aquel número de divisiones, n(llicé\l'ou nueve al Adelan-
tado D. Pedro Fernández de LllgO, siete al General Quesada, cuatro á cada cual de los Ca-
pitanes, Sargento y Alguacil mayor, una á cada infante y duplicadamente á los oficiales y
caballos y algunas partes más considerables á muchos otro~ qne, segun el voto de los Jueces,
lo merecían por sus hazañas; pero no tan j llstificadamente segun el parecer de otros, que
no quedasen agraviados muchos bueuos soldadoS! viendo preferir con ventajas á los que mé-
nos lo habían trabajado: des6rden bien comun en las Indias, donde los malsines y plumarios
(como lameuta CMtellú,nos) suelen llevarse las mejores rentas; y lo que fueron y son co-
lumnas que sustentan el peso de aquella monarquía con su hazaílu., no salen de empeños
para tratarse con decencia, aunq ne ya he visto que todo el mundo es uno, y que el desvalido
en la reparticion de los premios, solo tiene razou de vivir quejo Q. l\Ia., digámoslo con la
sencillez de estilo en que se queja este croni t...'\ al canto. óptimo de la cuarta parte de su
HiEitoria Indiana, donde, despues de referir el desóruen que sio-nen los Jueces de laa Indias,
añade:
Aunque ya todo va tan c01Tompido,
que si en nomb,'e del Re,1j hacen mel'cedes,
la.s vende pa1'a sí qt¿t'en tiene mando,
á quien trae mayol' ganizobaco,
8in atenciones de merecimientos:
y es e te de8ahflgo tan u ado,
que ya parece ll'y establecida.

Los más agraviados en la reparticion que se hizo, lueron el :Maese de Campo Orjuela.
y el General Gallégos, porque ni aun pnra premiarlos como á soldados particulares hicieron
memoria de lo capitulado ni de sus méritos. En las esmeraldas se reconoció tambien mlÍs
fraude que en el oro, contra 108 que Rudaron en ganarla.s; pero como hombres de sana intencion,
fieles y obedientes á RUS Cabos, no formaron queja del agravio y obraron cuanto pudo
-enseñarles el arte del disimulo contra ofensm; de superiore~. Y aun el General Quesada,
hombre mañoso con suavidad, tuvo tales ardides, que so color de venir á Castilla á pretender
mercedes para todos, consiguió que cada cual de los soldados le diese buena parte de lo que
le habia cabido eu suerte. Violencia amorosa es ésta de quien manda, y con razon, pues so
descubre en ella que no desnuda más al hombre el humean deshecho, que con furia lo

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124 FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA. [LIB. v.
acomete, que el blando calor del Bol, que lentamertte le embiste. Y como ya á diligencia de
los tormentos ejecutados en algunos Bogotaes tuviesen guias ciertas que condujesen á
QueRada al bosque donde el Zipa Thysque:::uzha se ocultaba (cuya prision le prometia
riquezas que excediesen á IllS adquiridns), acordó acometer la fuerza en que estaba en la
oscuridad de la noche: empresa 'que facilit"\ba, pOI' ser el bosque unl) de lo~ que es~án á.
la vi ta de Fa.catattvtl., diRtante poco más de dos leguas de Bogoti. Y as!, bien apercibido de
infantes y caballos los mis escogidos del campo, cuando ya b noche descogia el manto de
sus oscuridades salió de la Corte; y cuando con silencio tenia ya en su regazo la ma.ypr
parte de los mortales, dió en el fuerte ;retirado y guarnecido de innumerables gentes, aunque
desprevenidas, para flne con turbacion desordenada se fuese tendiendo por aquellos campos
el confuso ~'uido y alboroto del repentino asalto.
VentajoRamente pelea quien vive armado de prevenciones, y vanamente batalla el
<¡ue empieza con sobre:'laltoa. E. tos fueron lo~ primeros enemigos que tuvieron para su
daño los indios j y aunque reconocieron la cautela de los espaiíoles, importO poco, porque la
discurrieron turbados. Vol ver q ui¡;¡ieroo en ~i la~ soño lientas e~cnadl'as, y en las demostra-
ciones solamente opu:)i~ron la fla'lueza de 101'1 reparos COIl que illtenÜ1.ban curar su inadver-
tencia j porque al'l'Ojando á los eRpañoles tizone .. erlcendídos, piedra:;, palos y otros instru-
1llentos ménos nocivoB, ¿de qué oposicion podían servir contra enemigo tan ventajosos
como ]os que apellidando Santiago para ahuyentar ]a muchedumbre, sembraron el campo de
cuerpos muertos tí los filo~ de las espadas y lanzas? Cuyo rigor ya.la¡'idos do los que perdían
la vida compelieron :'~ los demas á deRamparar la guarda de la fortaleza, bU!!Icando su tlegu-
rielad en el abrigo de aquellos montes, donde aSlJmbmdos del susto que no previnieron
cuando mhS intentaban elegir camino para salvarse, ninguno elegian con el temor que no
fuese atajo para perderse.
El infeliz Thysq~suzha, que vió sobre si la impensc:l.da tempestad de Marte, y tenia
discurrido que en la majestad de los Reyes es ménos sensible rendir el ánimo á la muerte
que el cuello á la sujecion, pretendió escaparse saliendo disfmzldo por uno de los po tigos
de la fortaleza COII algunos Caciques y muchoR de los Uzaques que le asigLian; pero en tan
desgraciada ocasion, que Alonso Domínguez, Oapoml de ballesteros, lo atravesó oon 01 pa-
sador de nna ballel'lta, como dice Quesada, á que se dehe estar, y no á que fué la he~ida de
estoque, como advierte mal informado Herrera; ni sfteta disparada tÍ bulto de 'us mismos
indios la que lo atravesó por las espaldas, como refiere CaRtellAnol'l, pues las arma::; espaiíolas
eran las que '~ elite tiempo prevalecian en los soldados que habian cogido las puerlias y no
las tiraderas, por haberse ya retirado temerosos y destrozados los indios. Mas como C!uiera
que ello fuese, mostró el acaso el rigor con que las desdichas se burIall de las Coronas, y los
cortos privilegios que gozan contra loe¡ info r ~unios y de51a. Lre'!, como JI que se le siguió á
eate Prínoipe, que heredero de la fatalidad y ceÍiro de Neméquene, y derribado á influjos de
fin mala estrella, midió la tierra en aquellos campos, dando la postrera señal de vida los lÜ-
timos paraSi::lmOB de su grandeza. Per,) los Uzaques que lo seguían, tom:J.ndo el cuerpo en
hombros ú. paso preRuroso, lo metieron por 11) m:í.s lÍspcro de la malez:t, donde, setiun el
aprieto de 108 tiempos, debieron de dar~e sepulcro; porque de pues Gaspar Méndoz, soldado
español, haciendo diligencia en ra crear sepulcros, dió en uno recien labrado y hall6 en él
un cuerpo muerto arreado de buenas joyas, que pesaron ocho mil castclJanos de oro ; mas
en cuanto á ser el cuerpo del Zipa, no vino el sentir de los indios ni españoles, por la falta
que hallaron de señales y reales aparatos que lo verificasen, y ser la canLidad de oro gasto
ordinario de ]a pompa fúnebre de señores de ménos calidad; ántes prevaleció la opiuion do
que era alguno de los UzaqueR hombre sflñalado, que debi6 de morir en el asalto y que 01
cuerpo del Zipa se ocult6 donde no se ha tenido más noticia de él.
Este fué el fin lastimoso de Thysquesuzha, por quien todos sus Reinos hicieron do-
loroso sentimiento. Tan agradable y bien quisto fué para sus vasallos; y como éstos no
tienen otro desahogo de sus trabajos sino la vista de un Príncipe bueno (pues aun entre
.bárbaros resplandecen las virtudes morales para ser amada ), nunca será novedad que su falta
la confiesen los ojos más enjutos con ]¿igrimas. Su persona no causó deslustre á la majesliad
que gozaba: su muerte sí pudo amancillar su corona, pues acabó con el descrédito de morir
huyendo quien vivió reinando. Los españoles ignoraban la desgracia, porque sus intentos
Lueron siempre de tenerlo prisionero para asegurar sus intereses, y sentian COUlO infelicidad
grande que se les hubiese escapado venciendo 8\lS a.rtes, aunque dejase en sus manos la for-

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CAP. Vr.] HI~TORIA DEL NUE O UEL'q'O. 125
taleza inerme. Saqueáronla, y aunque pocas, se baIlaron en la recámara del Zi pa algunas
preseas de oro; y en pa~,ticula.r un vaso ó totuml\ llena de tejillos del miRmo met.al, que pe-
sl\ron mil pe os, pncú ménos, y segnn pareció de p ues, se 10R h:lbia dado en tributo a(luella
misma noche de HU inf'll" u'1io uno de los C~eiq ues que le estabau sujetos. Hallárouse
muchas mantas y túnicas de algodon, y en la despensa real g"an cantidad de alimentos de
caza, y entre ellos cien venados r ecien muertos, Illle sus montel'OFl le habian llevado aquella
noche; pero todo Cu.u~ó ¡JOCU gusto á los e¡:;pañoles, viéndose faltos de aquel grande tesoro
que verdaderamente public¡~ba la fama, y aun de n( I ~ieia alguna que de tantos millares des ..
cuhriese la mínima par~e. Deseon. oladCls, pues, dieron la vuelt.a á Bogotá, donde supi.eron de
las mujer~s del Zipa su rollerLe violenta y la forma de su ejecucion, de que recibió má.s
fuerza el desabrimielJto que lleva.ban.
El General de su ejércitos, llamado propiamente Saquez'lzipa, aunque ~igniendo la
corrupcion del vocablo le ilomLnlrefHOS corno hasta aquí Sacrezazipa, caballero bien acre-
ditado enLre lús rnl.ÍR iht:-ILres de aquel Reino, varon ast uto y liLeral ea la guerra, bien quisto
en la paz, de agrad~ble prel:!encia y autoridad, á qllien obedecían generalmente las provin-
cias, ha.llándo~e con las IWaa¡; en las mano:'l á ¡.iempo que le Ilegal'on las nOl.icias de la
muerte del Zipa, maquin ll luego levantarsE' coa el Reino, á. que no tenia derecho hereditario,
aunque dotado <.le l:t fo:angro rc.'11 de LIs Zipas cnmo primo hermano que era de Thysque-
suzha. Y como en las roud;\Dzas de gohienlO siempre se inLr\Jdlljel'on novedades, y á éstas
jamas faltó parcialidad que las apuyase. convocó los hombres de arma., que son lns bases-
fundamentales en I~ue e~¡;rib:ln las tiraniaR: dioles á entender que su princip~l.l intento era
vengar la muerte del Zipa, m<3dio eficaz de que se .valió pura reconciliar los corazones de
aquello~ en que vivia it'lprec::a la injuria COlnun <]ue recibieron en]a mue' te de un Rey
amable. Deelar6se luego Guemigo de lo.; españoles, y pnLlic\)les guerra mosl.ní.udose formi-
dable en las campañas. Continuab¡~ los asalLos al campo e'lpaíinl, fOI'i.ificado en el palacio d(}
Bogot{t con tn.l mucltedwllbre de ge nl.e y obSí.inacion implacaLle, que ni de dia ni de noche
les permiáa dejar las arma de las maDOS, La. rnol'Wlnaad de :-u gent.e, annque poca, mos-
traba om n vE'majúsl\roe~te guerl'en.han los fora:stel'us, J·ues ninguno moria en el curl'1O de
asedio tan apl'et.a.no ; per.; ningull mnol suce.'o \'emplaba su ira, pues por cada muerto dG los
suyos parece que Lrotal,a hombres la tien'a: tanta fn,~ la conmociün que C:Jntre sus vfl.sa.llos
hizo la de. gracia del Zipa, ten¡éndo-.e I)'Ir más feliz el que primero moria por vengarla;
hasta que viéudose apreLado, los nuestl'()S del hambr y desc\>nfiados de hacer daño con. i-
derablc en los Mozt:a.s por el resguardo que halla'unn en l.)s pantanos yecinos para no ser
ofendidos do lo~ caba.llos y para continuar el asedio) se h~llnron p/'eci~~dos á desamparar Í\
Bogotá por OLt'\) lu gar que \'u~ e e roá!; finrie y des '!mbn.l'nzada la oampaña, y e.. te fué Bosa,
donde se pasó la guerra con mejures :::lUCeROS de nuestra pa~te.
G, :tnde mimero do dias (y n.lgunos de ellos del año de treinta y ocho, que ya. era.
entrado) ea j (', l\Iar~3 en ej ecutar HU enojo con peligrn.;os corobateR, f¡in que ya de todos
saca .. B esporanza, acrezn.zipa ¡Jara logra" la protcnsion de acabar con los e.'p ñolcs ó nece-
sitados ú. desa.m¡ ,n,Tar el Reino. {¡, qnienes (como a(l ~·r.oas do FlU valor fav()r( 'cia superior
a.ux.ilio) no ba, t¡¡,han diligencia" 1uwnnas para fendirlos, ni toda la multi Lud do mús de cien
mil indios para que ecLasen pié atras de FlUS c:uarteles: cona~ancia. <ligna de eto/'Oa fama,
pues aunque los j\ [ozca8 de BU naturaleza sean poco guerreros, Ilquf peleaban de: esporados,
diferenciándose elloA roi:lLJln~ de ¡.; í Inísmos cuando guerreaban por illtE'reses en qne tenian
por mayor el de In vida, y ouando entóncel'1 SG emp'·ñaLan por 3.11\Or en que miraban como
premi¡ la IUU0TLe. En iodo In dl"mas era Sa.crC'z:ltip:l. \'tll'CIU grande y de p:wtes tan cabales,
I

que niug'llno pocli:t juzgarlo inui"'no del cr.)'go y cetro que so habia pueRtr) en l~ man", en
cuya pO~' e¡:¡ion est:\.ba in f·l'Oducídv sin que algunú imagina8~ lIno fllese tiranía, reHpec\'o de
hallarse ausenLe y con pocos años el Príncipe Je Chia, y no hallal'Re descnnljenlO el Reino
con el Gobierno de pariente tan cercano Jel Zipa muerto, como 11) era. Sl1crezazipa, que
suele ser el reparo en que tropieza el discne o para. examina)' los derechos de quien manda;
pero como no hay felicidad humana sin emulacioo ooulta 6 de::\cuLierta., hab;ase apoderado
ésta de dos insigues caballet'os de la sangre real, (Iue alJiertameot.e coutradecian su timnia.
Llamábase el uno Cuxinimpaba y el otro Cuxinim(!gun., entrambos muy venerados no mé-
DOS por lo militar de sus acciones que por el esplendor de RU sangre.
De éstos vivía recelo~o Sacrezazipa, porque para la serruridad de su Reino no podia
tener otro «ontraste; y respecto de ser personas de tanto séquito, DO hallaba camillo de qui-

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126 FERNÁNDEZ PIEDRAIlíTA. lLlB. V.

tarlos de por medio sin causar movimiento en sus paroiales, que forzosamente habian de
poner en peligro su corona; y así determinó su p'ender la guerra con los españoles, y acep-
tando la paz que le ofrecian, valerse de ellos para afirmar su dominio, dándoles :i entend.er
ser legítimo sucesor de los Estados del Zipa difunto. Las artes suelen muchas veces templar
la fuerza y atropellar la justicia, principalmente cuando las pel':ficiona el oro; y así acom-
pañado de los má nobles Caciques y Uzaques del Reino y bien preveniuo de ropas preoio as,
joyas de oro y e. meraldas (habiendo precedido el salvo conduoto de su persona para tratar
de paces de que se alegró mucho el campo español), salió de su corte para Bosa, donde,
como dijimos (por mejorar de sitio para el manejo de los caballos), se habían mudado los
nuestros, ce los cuales salieron ft recibirle algunos Capitanes enviados por Que ada, de quien
fué recibido con el aplauso y atencion debida á Prínoipe aunque bárbaro, y con el gozo de
reconocer su liberalidad por el presente, y los buenos deseos que llevaba, por la buena
gracia y majestad de palabras con que se explicaba: de suerte que ninguno pudiera juzgar-
lo segun las apariencias por indigno de la grandeza que representaba.
Estando, pues, prevenidos SOliR y Pericon, que eran los dos indios intérpretes, que
ya bien industriados declaraban los idiomas, le propuso Sacrezazipa al General Quesada
cuán notoria le era la satísfaccion que habia pretendido tomar de la muerte de Thysquesuzha,
ejecutada en la sorpresa del cercado del monte, á que lo llamó la obligacion de :fiel vasallo
BUyO. Que no habiendo excusado medio alguno de conseguirla, le habian salido todos tan
fatales que ni sus bríos ni gentes habian ido poderosos á contrastar la buena fortuna que
ampn.raba las armas españolas, no solo en aquellas provinciaa sino en las demas regiones
pobladas de hombres guerreros y más feroces. Que la experiencia le obligaba á que venerase
por invencibles los corazones criados en España; y así cuanto habia crecido aquel odio con
que siempre miró sus armas, tanto mayor solicitaba que fuese el amor con que sencilla-
mente pretendia EU amistad. Que no habia industria para detener el eur o de las victorias á.
quien soplaba el viento de las felicidades; ni habia trabajo tan vanamonte perdido como el
que se gastaba en oponerse á los que favorecia el oielo con prodigios. Que, pues, la paz era
el centro de los mortales, y él como sucesor legítimo de los Reinos del Zipa su hermano,
estaba obligado á procurar el bien de RUS vasallos, la ofrecia de su parte y la pedia con tal
que en los aprietos y guerras que Re ofreciesen se alL'tiliu.sen recíprocamento contra 108
enemigos de cualquiera de las dos coronas.
Bien enterado el General Quesada de los intentos de Sacrezazipa, y pareciéndole la
mejor coyuntura para conseguir los suyos, le dió á entender el gozo que recibia en haberle
oido y reconocer la. prudencia con que se movió á semejante W'opuesta, pues descubría en
ella ser verdaderamente nacida del sucesor de aquella grandeza que representaron sus ma-
yores, la cual se acreditaba m:Í3 bien con su gencto':\ pr~ encía, en que leían 108 oj os la
sencillez del real ánimo con que lo dot> el cielo. ne, pues, era su intento asentar paccs
con el campo invencible de los españoles, debia ser firmo en los tratos, estando oierto de que
en 108 suyo no faltaria 1< debida cone pondencia; pero que para asegurare los españolea,
y que fuelie fijo el restablecimiento da las paces, habia de prestar obediencia. y vasallaje al
invicto Rey de las Españas, Ulonan..a único tÍ. quicn viven sujetas las naoiones más retiradas.
Que al dominio de sus leyes rendian la cerviz mllchos Príncipes tan poderosos como él y
contentos de tener por necesidad lo mismo que pudierau apetecer por eleccion. Quo ellos,
como vasallos suyos, habian sido enviados á descubrir y sujetar nuevos Imperios, y como
tales no podian hacer paces si no fuese con aquellos Reyes que le confesasen sober~nía de
Príncipe en sus Esta.dos. T, finalmente, que cumplida aquella condicion, podria gozar de su
Reino con seguridad, y ellos asistide con las armas en todo cuanto fuese conveniencia suya,
pues en ella libraba la exaltacion de la monarquía española.
Suspendióse algun tanto el bárbaro, y repre entada brevemente la diferencia de la
libertad y la sujeoion, y las di. tancías que hay de mandar á obedecer, no es dudable que
rehusara el partido, á no ser tiranizado su dominio. Faltábale el derecho legítimo, y conten-
tándose con cualquier interes seguro, respondió afable que su intencion no era de tener más
privilegios que otros Reyes del mundo, aunque no los conocia mayores; y que pues tantos
confesaban supremo señor al Rey de ERpaña, él queria tambien entrar en el número de sus
iguales; y midiendo siempre sus respuestas con las preguntas y condiciones puestas po l·
Quesada, frecuentaba el alojamiento de los españoles, a quienes trataba ya como amigo. ,
proveyéndolos de cuanto necesit.'\ban con tal magnificencia, que no habia soldado del campo

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CAP. VI!.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 127
h quien no fuese grata la persona de Sacreznzipa: colmo á que suele llegar 10 bien quisto,
para declinar á diligencias del odio. Cl>D este fin glorioso, en que todos, al parecer, asegura-
ban sus intereses, termin6 la guerra de los españole', infausta siempre para. los Reyes gentiles
oe aquel Nuevo Reino, por cuyo medio llegaron á. sujetarse á la corona de Castilla, formi ..
(lable tantas veces á los enemigos de la fe.

CAPITULO VII.

ACOMJi..iTEN LOS P ANCHES LAS FRONTERAS DE BOGOTÁ, Y ENTRAN


QUESADA Y EL ZIP A. AL CASTIGO CON MAL SUCESO EN EL PRIMER
ENCUENTRO-D SrONEN LOS NUESTROS UNA EMBOSCADA, Y LÓGRASE
OON ESTRAGO DE LOS ENEMIGOS.

POCOS dias despues de ajustarse las pace , acaeoió entrarse algunas tropas de Panches
por la frontera de Cipacon, causando á angre y fuego, en los 1\fozcas, todas aquellas
ostilidades que su bárbaro furor tenia por costumbre. Los estragos fueron muy con::;id e-
ables, y má.s en tiempos que tan calamitosos se mostraban á los Bogotaes por los encuentros
asados de los españoles, y pOl diez años continul\dos de guerra anterior con laR naciones
onfinantes, que tenian bn exh ustas de gente las provincias como fa.ltos de milicia los
residio de las fronteras del ZipJl, y ent6nces má.s que nunca con la presa grande de gente
que hioieron para cruel desperdicio de su!'! viandas. Sintióqe el rell ánimo de Sacrezazipa con
la lástima que le repre. entaron los suyos. Maquin', empero, la venganza á. c'Jsta nel menor
riesgo, y para ejecut rla le repre ent6 nI General QllC. da la invasion de lo. Panches con
enojo, y el deRtrozo de sus gente con ternura. Añadia ú. esto que la ofensa no tiraba ta.nto
tí. la nacion Mozca oomo á la Española. Que tÍ los Panches, s.lbedores de lo m' secreto, no
fle les oculbba que si los españole h:¡,llaban vivere ra en hs provi iones de Bogotá, fáciles
de retirar, á no pretender, lo~ unos y otros ~oligado , la ruiaa total de su nacion. Qno pro-
oedian sagf\ces en acometer primero á los MOZCJs, como á parte más flaca, para que uestrui-
dos éstos qnedasen 10R eRpañolos expuestos al rigor del hambre, contra. quien aprovechada
muy poco el valor. Que de los Bogotac no h'\bian recibido injuria alguna reoiente, y del
campo e pañolllomha. la dorrotl que 't' .cibieron sus arruas en los oonfines de Tibacuy, y
así bu caban pnra de pique de su afrent:" la muerte ue los que am ban á sus contra·io.
Pero que siendo ya tan a igo, debíau redbir aquella ofens1. por propia, pu':)s en men . precio
de su amparo acometinll á los que esto b~n á u sombra. Y finalmente, que pU8i era oondi-
cion de lns paces auxiliarse recíproc1ffiunto en las guerras, ya o habia llegauo el ca o en q1.'l8
los l\Iozcns necesitaban de la arm~'J e p ñ las p:m\ buscu In satiAfllccion de BllS agravio.
Representada SSl la pratension del Zipa con aquelh eficacia de voces que ensefia el
aprieto aun á los más bárbaro., y cou!'Iultada por Quvsadll c n sus Ca,bos, convinieron todoli
en que era justa la. demanda y debido el ~ocorro que poelia j pues adem1.s de estar oblig'\dos
é. ello á consecuencia de las p ces oapituladas, se intere aba ganar crédito entre aquello
infieles para que con ménos resistencia y más firme voluntld admitiesen la Ley Evangélicd.
y dominio eHpañol. Diéronsolo á entender á Slcrezazipa para que tambien de RU parta
previniese ejército, á que asistirian ellos, ofreciéndose hallar en la faccion el mismo General
en persona: oferta que agraneci6 c n demo traciones grandes j y así para no malograr la
buena ocasion que le ofrecia el tiempo y su fortuna, di~puso en pocos dias veinte mil comba-
tientes de sus tercios viejos, que. ujeto al General Qnesada, como supremo Cabo que los
gobernaba á. todos, entraron en po de los españoles por el montuoso territorio de Tocarema,
de la provincia de lo Panches, los ouales: desvelados e I su defensa, no perdian punto en las
entradas de la montaña, por donde no podia penetrar u 11 solo hombre sin que de él tuviesen
noticia. Y si como tenían experimentada la aspereza de las entradas, supieran aplic.lrle defen-
sa!ol, no le fuera posible al campo e'3pañol pisar sus provincias sin el riesgo notorio de su
pérdida, por la valentía reconocida en los contrarios.
Enterados, pues, los Panches de la entrada de los nuestros con tan lucido ejército da
18

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12 FERNL~DEZ PIEDRAHÍTA. [LIn. v.
Mozcas (aunque se recelaban poco de elIoR), y escarmentados de la derrot.'\ pa ada, en q HO
reconocieron las ventajas con que 10 caballos peleaban en la tierra llana y limpia, di pusie-
ron sustentar la guerra ocupando las asperezas más altas do 108 montes, donde ningun buen
efecto ejecutasen, y ellos pncliesen á su salvo ofenderlos. Gran parte de su nacion se hahia
convocado á la fama de la ~llerra, y era número crecidísimo el que se habia fortalecido en
los picachos, aunque no igualaba al de los Mozoas, nacion más dilatada; pero como la gento
española, deReosa de probar las manos, llegase á darles vÍRta á tiempo que iba faltando el
dia, hicieron señal de embe tir con las trompetas, á que correspondieron los Panches con Sll
bárbaro estruendo de booinas y gritos, en señal del rompimiento de la batalla, que luego
Íneron atacando los caballos, más con ventaja conocida de los Pan ches, por no poder aqué-
llos ganar las eminencias ni Rt!bir los peones maltratados de la flechería y piedras que despe-
dian de arriba, de donde se defendian y ofendian tau valerosamente, que tuvo á bien cejar
más que de paso el campo español, receloso de verse totalmente desbaratado.
Por otra parte, ánimando sus tropas Sacrezazipa cerr6 fieramente "con los enemigos,
que soberbios con el buen suceso de los españoles lo recibieron con tal coraje y ventaja, que
sin daño casi de los suyos hicieron formidable estrago en los primeros, y tanto, que ya el
ejército Mozca desconfiaba de tener más fortuna. que la de una lamentable ruina. A 108
muertos despedazaban los Pan ches, y en el calor de la pelea les bebian la sangre, de que su
apetito voraz se hallaba sediento. El combate se mantenia de parte de los nuestro!'!, más con
la muchedumbre que con la resistencia, y el daño de 10B Bogotaes fuera mú.s crecido lÍo nO ser
socorridos de una escuadra española, que en riesgo tan crecido hizo aquel dia proezas dignas
de eterna fama, tanto málS grandes cuant0 8<'\1ieron m1ís costosas, pues quedaron doce mal he-
l'idos, aunque tan firmes, que rechazaron la b{trbara furia y sostuvieron el peso de la bata-
lla. Señalóse mucho Anton de O1alla, atravesado el brazo izquierdo de un flechazo, IIernan-
do de Prado y J uau Ramírez de HinojoAA, que fueron tambien de los doce, hasta que cerran-
do la noche !le retrajo el ejército Pan che á. las cumbres mús fortificadas, y el de los Mozcas
6. la parte mas baja, en que se habian recogido los caballos. Allí se curaron los heridos y
por las partes más dispuestas para ser 8Raltados de los Pan ches se pusieron centinelas; aun-
que los españoles, no ménos recelosos de 10B contrarios que de los parciales, se velaban do
unos y otros, pmmndo lo mns de la noche en consultas obre el modo que tendri:m de aco-
meter al enemigo en su alojamiento, 6 sacarle á parte donde valiéndose de los caballos pu-
dicsp.n pelear todos más ngusto, en que prevaleció el parecer de que se les pusieso embosca-
da y con buenos ardides se procurase sacarlos de las fortificaciones ásperas que tenian.
Mediaba entre los dos campos un arroyo pobre, cuyas orillas estaban bien pobladas
de un m~pe o bosque, que á poco trecho remataba por las dos ba.ndas en tierra limpia y llana,
y aseguraba la mejor comodidad para los intentos del General Quesada, si el ardid e logra-
ba como lo tenia di puesto. En este bosque, pue, e ocultaron en lo mfÍs silencio o do b.
noche el mismo General, Bernan Pérez, su hermano, Gonzalo Su:'trez Rondon, Juan oel
Junco, Lázaro Fonte, Juan de Céspedes, Gonzalo Martin Zorro, Gómez del Corral, Pedro
Fernández de Valenzuela, Juan de an Martin, Antonio de Lebríja y {artin Galeano, todos
dignos por sus hechos y trabajos de mejor fortuna que aquella con que desengañados aca-
ba.ron sus dias. Allí pasaron lo restante de la nocho dejando en el campo las órdenes quo
so habian de ejecutar en rompiendo el dia; y aR{, luego que amaneci6, dieron 6rden para.
que acrezazipa (á quien todo se le habia comunicado), pal'ase de la otra parte del arToyo
con su ejército bien ordenado y acometiese á los Panches eu su mi mo alojamiento. El cual
bien industriado en lo que debia hacer, pasó sus escuadras, y puestas en la parte que para
el intento habia elegido, mand6 tocar sus fotutos y tambores avanzando sus tropas y dando
. principio tí subir á los altos en que los Panches estnban acuartelados, los cuales, como viesen
que los Mozcas solo se empeñaban en la iaccion arriesgada de asaltarlos, y descubriesen los
caballos retirados de la otra parte del arroyo, y el reRto del campo español dista.ute de ellos
en lo más alto de una colina, dondo industriosamente se mostraba como que su intento fuese
hallarse neutral en la batalla y verla dar solamente entre las dos nacione8, tuvieron por
afrenta suya que los Mozcas, gente cobarde en su opinion, tuviesen atrevimiento de acome-
terlos sin el nmparo y favor de los forasteros, y embravecidos como leones desampararon las
asperezas y bajando por lns laderas en confianza de que tenian segura la victoria, fueron
cargando inconsideradamente sobre los l\Iozcas, ~ue, recibiendo con tibic¡;:a h pl'imera carga
y fingiendo temor dol avance, se iban poco á poco retirando para empeñarlos más en su al-

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HISTORIA DEL NUEVO REINO. 129
cance; de tal súerte que, haciendo rostro unas veces con tiraderas y dardos que arrojaban,
y otros apresurando el paso, procedieron tan diestramente, que los sacaron á. la tierra llana,
como pudiera haberlo hecho el ejército más bien disoiplinado.
Apénas los Panches ocuparon la campaña cuando, visto por los españoles de la colina,
tocaron una trompeta, que fué la señal para que los doce de la emboscada acometiesen; y
así como rayos despedidos de pavorosa nube, salieron del bosque rompiendo por el numeros()
ejército de Caribes, poblando de sangre y espanto la campaña. Turbado entónces el bárbaro
gentío del repentino encuentro, en tiempo que más vanaglorioso iba en seguimiento de BUS
contrarios, aumentó su turbacion al estruendo de los crueles golpeR de las lanzas, que, fiera-
mente indignadas, no perdonaban cuerpo desnudo en que no ejeoutasen heridas mortales. A
este tiempo habían ya llegado los demas españoles que se mostraron en la colina y dieron la
señal de la trompeta, con que en breve tiempo se ejecutaba la venganza por todas partes á.
satisfaccion de los indios amigos, hallándose 108 Panches desbaratados y confusos, rodeados
de sus contrarios, sin que pudiesen volver los ojos á. parte que no encontrasen el temeroso
semb]a.nte de la muerte, y con esto los má.s libraban su seguridad en los piés, aunque pocos
la hallaron en la fuga, y los que escaparon se entraban por los bosques, donde aun en las ca-
vernas más retiradas no pensaban estar libres de la cruel furia de los }Iozcas, que, como na-
cion cobarde, ensangrentó más su venganza cuando ha.lló ocasion, aunque no se mostral'on
ménos valerosos que los españoles en la ba.talla: tanto puede la fuerza de la emulacion de
las naciones aunque caiga en las ménos guerreras; si no es que fuese la confianza que hi-
cieron de la Española, á cuya sombra pelearon; y así unos y otros, viéndO!;e dueños del
campo, volvieron á eu alojamiento ufanos y victoriosos, que celebraron á su modo los in-
dios con bailes y cantos que duraron la mayor parte de la noche; aunque la gente española
8e velaba de OllOR, no con ménos cuidado que 10 habia hooho de los vencidos.
NI dia siguiente, habiéndose juntado las reliquias del campo de los Panches y reco-
nocido el menoscabo y destruccion de sus gentes y Capitanes valerosos, entraron en consulta.
de lo que debian. ha.cer los Cabos y señores que habia.n escapado; y pareciéndoles que de
proseguir la guerra amenaza.ba la total ruina de RU nacion, determinaron pedil' paces á.
Quesada, y pnr3 el efecto eligieron embajadores ó. cuatro indios principales que fuesen ti
capitularlas, llevando un buen presente de guamas, aO'uacates y algun oro, que es el mejor
tercero de voluntades; y el bárbaro má..'3 antiguo de ellos} en lengua Chibcha, que hablaba.
bien, le dijo al General Que f\da cÓmo la nacion de 108 Pan ches, invencible hasta entónccs,
temida y. respetada con general espanto de todos los que habían osado penetrar su provincia,
juzgó, engañada de sus victorias, que no serian poderosos millones de enemigos á quebran-
tar us Lrios amedrentar su eorllzonc y oprimir BU libertad; pero que ya. vencida y holla-
da de las ar~as c. pañola.s, confesaba las ventajas quo hacian los castellanos tÍ los Pan ches y
las conveniencias que tendrían con su amistad, si dejando la guerra comenzada los admitían
debajo de su amparo con la condiciones que les fuesen má agradables. Bien admitida fué
la embajada del General, que se hallaba deseo o de poner fin á tan sangrienta guerra, da
que forzosamente habian de resultar los daños que produce una obstinada defensa.; y como
por el semblante les traslucia los buenos deseos con quo se inclinaban á la paz que })edian,
di61es á entender. cómo debian anto todas cosas dar la obediencia. y reconocer vasallaje al
Cc'ltólico Rey de las Españas.
Prometiólo el embajador en nombre de aquellos señores que lo acompañaban, y
níngun autor expresa, aunque seO"on la tradicio~ parece haber sido el Tocarema, el Síqui-
.roa, el Matiroa y Bulundaima su confinante; y porque el General Quesada les mandó pare-
cer delante de Sacrezazipa y que le rindiesen las armas con todas las ceremonias que usa-
ban los vencidos con los voncedores, dieron muestras de grave sentimiento, manifestando
bien POl' ellas que uno de log 'más sensibles golpes de una mala fortuna es que haya de
Fendir obsequios el que se aventajó siempre con su esfuerzo propio, á quien solo pudo pare-
cer más valiente con el amparo ajeno. Todos los demas tormentos caben ea el disimulo de
un ánimo cuerdo; éste no puede ocultarse en los retretes del pecho más cauto, porque no
hay arte para que los bríos y alientos se humillen donde no reconocieron ventajas. GrandeR
monarcas no rehusaron sujetar la cerviz á las altiveces de Roma porlJ.ue los venoieron BUS
armas; pero Ambal, fiin haber ceñido corona, tuvo por menor pena quitarse á si mismo la
vida que rendirae al arbitrio de quien tantas veces supo triunfar victorioso. Sin embargo,
.el aprieto hizo forzoso el rendimiento en los Panches, aunque despues de aquellas primer~

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130 FERNÁNDEZ PIEDRAnÍTA. lLIB. VI.

oeremonias entraron algunos Capitanes españoles de por medio y los redujeron á capitular
paces, de que ambas naciones quedaron agradecida. : yasí al dia siguiente se partieron los
Panches gusto os y los E'3pañoles y Mozcas dieron vuelta tÍ sus tierras con aquel placer que
llevan lo~ vellcedoreA despues de una victoria no imaginada. Llegaron á Bogotá, donde ha-
llaron innumerables gentes congregadas á fin de celebrar aquel triunfo y á darle aclamacio-
nés á S:lorezazipa de hazaña tan singular, que aplaudi~ron muchos dias con juegos y ban-
quetes, cuyo remate lastimoso dirá el teson COQ. que las dichas temporales terminan en
dolorosas tragedias.

LIBRO SEXTO.
Prende el General Quesada á Sacrezazipa y válese éste de algunas tru.zas para salir de la prisión, lIuo
no tienen efecto hasta que en ella pierde la viua atormentado. Funda Quesada. la ciudad de Santafé y
determina pasar á. Castilla. Altérase el campo por la sentenoia que da contra Lázaro Fonte y sosiégalo
con arte. Eutran á un tiempo en el Reino Nicolas Fedreman por los Llanos y Benalcázar por Neiva.
Conviénense los tres Genera.les y vienen juntos á. España. Funda el Capitan Galeano á. Vélez y Gonzalo
Suárez nondon á. Tunja. Gerónimo Lebron forma ojército para subir al Reino, pelea su armada. con la
de Mompox, saquea á. Tamalameque y vence la. batalla naval de Cesare con estrago y muerte de
Alonso Jeque.

C.iPITULO l.

PRENDE QUESADA Á SACREZAZIPA POR LOS TESOROS DEL ZIPA MUERTO


Y PROMÉTELOS CON ENGAÑO HASTA LOGRAR LA MUERTE DE SUS ÉMULOS:
VÁLESE DE NUEVAS TRAZAS PARA PONERSE EN LIBERTAD Y QUÍTANLE
LA VIDA Á TORMENTOS.

porque los hornbre!\ Re vean mejorado~ de fortuna a~eguren la oonser-


vacion de . u felicidad, pues ninguno de los engaños humanos tiene
ménoB con~iRten('il\ que ll\~ dicha~. Su movimiento es tan continuo, que
sin detenerlo crecen nceleranfl.mcnte Ó apresumda. descaeoen. El mejor
nforiRffio para no peru8l'Mc en ellaH es gozarlas con temor; porque al
echarlaB ménoR ten~a la prevencion mitirrado el dolor de que falten. En los
varone/ol cuerdofl poca~ nlÍnas hicioron laR baterías de su inconstaneia; pero en
quien se creyó de CplO tenian firmeza, Tl\raR veceR se halló valor para escapar
del sobresalto con que miran trncada en tormenta. la serenidad de SUR buenos
sucesos. Bastante de8engaño dará el último Zipa de Bogotá de esta turbacion
inconstante de vien~ofl con que navegaron sus dichas; pueR cuando voncedor de
los Panahes SUR enemigos y a.clamado por lo~ vasallos ne quienes lo hnhian hecho monarca,
introdnjo su:'! ardides con el ampal'o de lOR o!olpañoles; y cua.ndo entre banquetes festivos
pensaba tener clavada 11\ rueda. de PUl-! fOl'tnna~, mal sufrido Qnixinimpaba., émulo ~uyo, de
verlo en el trono y parcciémlo1e que sielldo él tambien de la sangre reRl do los Zipas, era
descrédito de su autoridad dn.l'lo (lhediencia. R quien era su igual, le dijo á Hernan Pérez de
Quesada que Sacrezazipa. no era señor naturA.I de aquel Reino, sino primo solamento de
Thysquesuzha, como hijo que era do un hermano de N eméquene y de hermana del Cacique
de Guatavita, Rln que por opte derechn le perteneciese la sucesion de BogotlÍ, sino á quien
fuese sohrino, hijo de hermana del Zipa, como lo ora. el príncipe de Chía., que andaba ocul-
to; y que si Sacr<.'zazipa se habia introducido en el Reino, era fundado en la tiranía, que
como más caut,eloso habia ejecutado coa maña y atrevimiento, teniendo en sus manos las

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CAP. 1.J HISTORIA DEL NUEVO REINO. 131
armas y apoderándose· de los tesoros del Rey difunto, con que habia conseguido con sobor-
nos lo que no habia podido por naturaleza, Lo cual entendido por Rernan Pérez y otros
no ménos codiciosos, y pareciéndoles que hallaban camino para la mayor riqueza, pidieron
por escrito ante el General Quesada, que atendiendo ti la relnclon y noticias que daba Quixi-
Dimpaba mandase prender aquel Zipa intruso, asegurando su persona en la cárcel que le
fuese señalada ha~ta tanto que manifestaRe las riquezas do Thysquesu;r,ha, que perdió por
haber sido rebelde no ~ujetándose al Rey de España (fiera propuesta de hombres, debiendo
saber el más bruto que no puede caber rebelion en quien no ha sido súbdito) y porque
segun leyes de milicia, despues de entregarle á su maje~tad su real quinto, pertenecía lo
restante á 108 Roldados del ejército. .
No busca más dorechos que éstos una pretension ciega, cuando de ~u parte tiene el
apoyo: y así preHentado este requerimiento y admitido por el General, que por ventura.
fué el autor de todo, como lo conuesa él mismo á folio cual'enta y treM del Epítome historial
que dejó manuscrito, dió mandamiento y fué preso Sacrezazipa, y asegurado con guardas
oon general escándalo y alboroto de RUS vasallos, que temerOSOR de no ver ejecutado otro
tanto en los Uzaques y Caciques, desampararon la corte, sin que de multítlld tan numerosa
alguno acompañase al Zipa: alivio que no sm~lc faltar á.un al m{,s desvalido; aunque los
españoleR le hacian urbano y amigable trato, sin qne RU prision se estrechase á. más que á la
continua asi. tencia de las guardas, y de la misma suerte 10 saoaron de Bogotá para llevarlo
.á Bosa, donde el campo español tenia su asiento, y donde Quesada le señaló oasa junto á In.
suya con doce ballesteros de guarda que lo trataba.n con respeto, á quienes él, como liberal,
oorrespondia con dádivas y preseas de laR que le llevaban sus criado¡ot, porque despues que
reconocieron que los españoles no pasaban tí darle mús disgll~to que el que podia causarle
la. detencion de su persona, iban {~ todaR horas con regalos y cosaR de precio, que luego re-
partía con las ballestero!' que le asistían y con los demas españoles que le visitaban,
Con ocasion de hacerle el mismo agasajo fué tambien el General Quesada, acompaña-
do de sus amigos, queriendo por este medio darle parte de las causas y motivos por qué la
tenia preso, y aconsejarle 10 que debia hacer para gozar de libertad y r~ino, y así, mediante
intérprete, le dijo: que no ignoraba los tl'atos y malos medíos oon que tiranizaba. aquel se-
ñorío ; pero aunque fue 'e así, no exonsaria. ~uardarle su real decoro como el suyo propio,
si excustí.nd le otras diligenciaR más apretadas, Re resolvia á entregarle todo el oro de Thys-
que uzha ql e paraba en u poder; pues siendo, COlDO eran, bienes de un vasallo rehelde,
no tenia duda pertenecel'lo á. su Rey por derecho, P01'que ha8 de saber (decia), que el Papa,
lIfonarca S be1'ano, que por el poder de Dios tiene 8up,'ema at¿t01'idad sobre todos los hombres
!I reinos de la tierra, tuvo por bien de dade al Re!J de Espafta cs'e nuevo mundo, pa1'a que en
.él sucediesen SU8 hereder08, con fin de que las gentes bárbara8 que lo habitan y tan cieJas viven
en SUB idolatrías, fue8en instruida8 y doctrinadas en nuest1'a 8anta fe católica, reconociendo
80lo un Dios Autor de todo lo criado, de cuyo poder pende el premio y ca tigo ete1'no¡ y así
por cumplil' las 61'denes de nu,estro R ey, que son en conf01'midad de la voluntad del Papa,
hemos venido descubriendo varia8 p,'ovincias, ofi'eciendo toda, amistad á sus morad01'es, aunque
108 efectos han sido m1¿Y diferentes con aquellos que no han querido admitir la paz, Por csta
cau8a, pues, cu,ando nos ponen en aprieto moviéndonos guerra, la hacemos tambien nosotros, no
con intento de ofendel' persona alguna, sino solamente p01' defender las vidas á que natural-
mente nos hallamos obligado8; y á estos que nos const1'ijf,en así á tomar las armas, los despo-
jamos, y á l s que de paz nos reciben, jamas les hemos hecho ofensa alguna, ántelJ libremente
los dejamos gozar de sus bienes y hacienda con toda quietud: de lo cual ninguno podrá ser
mejor testigo que tú lo el'e8 despues qu~ profesa8te amistad con mis gentes; ésta se procuró
..siempre con Thysque8uzha tu antecesor; pero como $U obstina,cion no quiso doblarse á l08 in-
tereses de la paz que se le prcpuJsieron, 1M causa 8U ,'ebeldía de que, con las arma8 en las
manos, muriese á las nuestras en la batalla dd cercado, como es notorio; por cuya razon tod08
BUS bienes y Estados nos pet·tenecen como despojos ganados en g·uerra lícita, Y así restituyeudo
tú los tesoro que él tenia, como es fusto que lo hagas, tendrás la libertad y reino que desea8
por toda tu 'f)ida, sin que de él seas desposeído pOt' causa alguna, y te cumpliré esta palabra,
no faltando t~t á tan justificada demanda: con advertencia de que 8i en ella procecliel'es con
~ngafi,o, tú m¡smo serás el autor principal de tu ruina,
Oidas por el Zipa estas razones, dichas por Quesada con toda la eficacia que pudo
aplicar á. su pretension, mostró risueño semblante á todas, y en pocas pala.hras respondió

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132 FEnNÁNDE~ PIEDBAHfTA. [LIB. VI.

que todo el tesoro del Rey su hermano (llamaban así los Mozcas al primo) que paraba en
su poder, podia tener por cierto lo pondría en sus mauos cou puntualidad, y que en fe de
sus buenos deseos podía asegurarse de ello como si lo tuviese ya presente; peru quo por
haber e partido entre sus gentes para que lo guardaaen di vidido, no era posible tecogerlo
con tauta brevedad como quisiora; y así le pedia de término cuarenta dias, en cuyo espacio
de tiempo se obligaba á llenar de oro y esmeraldas el bohío en que lo tenia preso, desde el
suelo hasta la mitad de él, que tÍ su parecer seria la ca.ntidad de que tenia noticias. Con
ménos liberal oferta se prometieran montes de riqueza los españoles; ¿ qué seria, pues, con
una tan excesiva? y así alegres todos, y más que otro alguno el Genera), le hicieron repe-
tidos obsequios y halagos, que el interes es gran conciliador de cariños, con iderclndose ya
cada cual dueño de Qtro rescate tan memorable como el que sonaba haber dado Atagualpa
por su persona.
Por los efectos se reconoci6 haber procedido Sacrezazipa con fraude para entretener
la codicia española y ver si el tiempo le daba alguna disposicion para escapar de sus ma-
nos j porque, en la realidad, poca noticia debia de tener de los tesoros del primo, en cuya
guarda tienen por costumbre matar aquellos mismos de quien los fian, por asegurar el secre-
to. Pero como el aprieto era grande y pensaba vencer su m'lla fortuna con trazas, llamó de
sus vasallos los más confidentes, y comunicado con ellos su pensamiento y el 6rden que pre-
tendía guardasen on conducir el tesoro prometido, dispuso que cada dia llevasen una carga
de joyas y láminas de las que él tenia suyas, envueltas en mantas; mas de tal manera que,
pasando por delante de los españoles, el movimiento del cuerpo de quien las cargaba forma-
se tal ruido que los asegurase de la promesn. y les diese la consonancia mlis dulce que apete-
cian. A cada cual de estas cH.rgas aoompañaban treinta y seis indios bien arreados de man-
tas y camisetas de algodon, y despues que llegaban ú la presenoia de Sacl'ezazipa, mandábalas
depositar en el retrete para. este n.n señalado, donde el carguero las dejaba cacr de los hom-
bros al suelo, para que el sonido asegurase más á los españoles, atentos siempre á la menor
de aqudlas accioneR, á quienes pedia el bárbaro que hasta que su promesa tuviese entero
cumplimiento no tratasen de ver el oro, por ser de suyo tan apetecido, y tal vez mcnoscabado
mm de los ojos de los más dormidos que lo manosean, do que podria resulta.r justamente de-
fecto Oll su Real palabra j y así, por no desabrido, venian en lo que les proponia con mucho
gusto.
Por otra parte, los indios que hu.bian acompañado la carga de oro la recogian I3n pie-
zas, y dividi6ndola8 entre todos en mochilas, que llevaban para 01 intento, volvian á sacarlas
con todo disimulo debajo de los mantas con que se cubrian, sin que se barruntasen los en-
gaños con que un dia y otro continu ban aquella traza, esperando octlsion de algun descuido
en las guardias para valer e de él acrezazipa y conseguir la libertad de eada. Pero era tanta
la vigilancia que tenian con él los baIle teros que le asistian de dia y de noche, que no le fné
posible ha.llar medio de facilitar sus intentoR, ó porque ya la fortuna le habia desamparado,
y cs tan dificulto o volver tÍ er feliz quien oa.yó de su gracia, que la diligenoias más pru-
dentes quo se hacen para conseguirlo solo sirven de apresura.r los pasos pat'a arruinarle; y
así, cumplidos ya los cuarenta dias del término señalado, .. e detormin6 Quesada y los demas
ú entrar á ver aquel candalo, o te~lOl'O, porque cada cual ideaba. en su fant:lsía E ,tados gran-
des de que se imaginaba señor en Castilla, á precio de la parte que en la division había de
tocarle, por corta que fnese. Con estas esperanzas entraron en el bohío, que hallaron pobre y
sin rastro ni señal del tesoro imaginado, quedándose todos con el suoeso tan pa mados, como
loa varones ricos que despertaron del sueño que durmieron, y con nada se hallaron en las
manos j y más que todos agraviado el general Quesada de burla tan sensible, mandó doblar
las prLiones á. Sacrezazipa, y destemplándose de su acostumbrada modestia con palabras y
frbras indignas de su sangre y oficio, tl'at6 mal de todas maneras á. aquel Rey, que aunque
bárba.ro y aprisionado, representaba la dignidad más venerable. Hacíale cargos de fementido,
inÍcuo y falso, y añadiendo á las obras amenazas más crueles, le preguntaba por el oro que le
habian llevado sus vasallos: quién 10 habia traspuesto de la. casa? qué se habia hecho?
pues él y los que le asistian eran testigos de habedo visto encerrar en su retrete; pero pues
no parecía, él era sin duda quien por artes del demonio lo habia desvanecido.
A todo esto, dándose el bárbaro por desentendido de injurias tales, y maquinando
m!\s cautelosamente nuevos engaños, le respondió: que 61 no podia saber dónde lo habian
pue~to los indios que lo llevaron, pues á todas sus acciones se habían hallado las guardas

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CAP. l.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 133
que le tenian puestas, y pues ellas 10 ignoraban, ménos razon pollin él dar de lo que se le
preguntaba; mas que si no era engaño do sus di!'!ClWIO!'l, sin dudn. todo lo sucedido se había
dispuesto por órden y trazas de Quixinimpaba y Qnixinimegua, sus contrarios, con fin de des-
acreditarlo con los españoles, y aprovecharse ellos y llS oonseje¡'ofl, y qne sin dnda habia
sido el engaño de ellos, y POl' verle muerto en las prisiones en que le tenian, se habian con-
certado con los indios que cargaban el oro para que, de pues de cumplir el órden de ence-
rrarlo en la casa señalada para aquel efecto, lo volviesen á sacar repartido entre t()do~ debajo
de las mantas, como él tenia imaginado y lo habia colegido de las acciones con que entraban
y salian los cargueros y los que los acompañaban j por lo cual no seria justo que maldad tan
grande se pasase sin castigo, pues era cierta su presuncion, y solamente de aqnella suerte po-
dian haber logrado sus malos deseos, hallándose libres los delincuentei y castigado quien les
habia sido amigo tan verdadero. .
Donde la codicia reina no se ejecuta accion que no vaya orrada; porque la primera
diligencia que hace es cegar el entendimiento para que el discurso falte, y tledordenado el
apetito repruebe cuanto la razon aconseja. Y así, teniendo el General Quesada por Rencillas
estas disculpas, que á poca luz descubrian BU mll.licia, convirtió 01 odio y enojo contra los dos
Uzaques inocentes que prendiéron al siguiente dia, y puestos en el tormento, despnes de al-
gunas preguntas á que no respondieron á gn. to, como quienes se hallaban ignorantes de las
máquinas del Zipa, y sin más prueba que la sospecha manifesta.da por él, determinó conde-
narlos á muerte, como con efecto lo hizo, mandaudo que fuesen nhorcados con general es-
cá.ndalo de los naturales y aun de flUR más confidentes, porque á un principio errado siempre
le siguen desaciertos muy considerables, como lo fué é~to, por parecerle á Quesada que fal-
tándole á. Sacre.21azipa aquellos dos enemigos, y viendo q1.le par aq uella parte aseguraba el
Reino, no excusaria entregarle el tesoro que le tenia prometido.
Bien manifiesta vió su venganza el bárbaro por mano de los que más debieran repri-
. mirla, mas no por e. o facilitó el cumplimiento de su palabra; ánteR con más a tucia pro-
puso no ser posible cnmplir BU promesa, á. cau a de no halhr e obedecido de sns vasallos,
que lo despreciaban viéndolo oprimido celn tan 6. peras pri iones y maltratado como escla. VO,
inconveniente que no podia repararso sino era poniéndolo en libertad para que lo obedecie-
sen y entónce e asegurase la entrega de las riquezas (tUO le pedian y tenia ofrecidas, Sobre
esta propuesta llamó á consulta. el General, y aunque de ella resultó que le qnitasen las pri-
sione , no se le ooncedió la libertad; ántes se pu o más desvelo en guarda.dn, recelando que
hicieRe fuga. Importunábanle por instantes á que cumpliese su palabra como Rey, pues con
Bolo mandarlo desde la pri ion en que estaba, sabian todos CIue seria obedecido do SUd va a-
11os, y con mayor respeto y obediencia que ántes solian mostrarle, por h ber faltado los ému-
los que tenia á su Oorona.
A todo c. to no daba. ya. Sacrezazipa. má~ re~pne8ta que su silencio; porque como
tenia el IÍ.nimo tan diferente de lo que hasta. eotónce había ffianifest.1.do el semblante, ven-
cía la natural obstinacion á. la afectada apariencia, convirtiendo aquella. dulzura y agrado
que solia mostra!' en sus respuesta!'! en de abrimieuto y señas que daban señales evidentes
do los odios y rencores que gu~rdaba repre ados en el corazon, por la pri ion y agravios qno
en ella habia recibido continuados por cinco meses. Por e. ta causa lo hallaban á todas horas
desabrido y melancólioo, sin querer dar respuesta :'\ ninguna pregnnta de cuanta. le hacian,
de que resultó hacer nuevas instancias Hernan Pérez de Qnésada al General su herm:\no
para que lo apremiase más, obligándolo con tormentos ó. que descubrie e el tesoro que no
habia querido manifestar con halagos: y era esto siendo defensor nombrado al Zipa en la
causa criminal que fulminaba contra él su hermano, quien debiera Rltbel', para no condenar-
lo 6. tortura, que por ningun delito, por enorme qne sea, como lo haya cometido ántes do
recibir volunta.riamente el bautismo, puede Rel' punido por semejante juez un gentil, y mÁ.s
siendo Príncipe, cuya infidelidad fué segun pura ncgacion, y que no impedia direotamente la
predicacion de la fe. Pero diéronle los tormentos y ejecutál'om;e con tanto rigor que en muy
poco tiempo le quitaron la vida, dejando Á. todos ya que no faltos de codicia á lo ménos de
la esperanza do haber n las manos aquella riqueza que tantos afanes habia costado á. los qq,e
la poseyeron y á los que la pretendian.
No expresa Quesada el género de tortura con que abreviaron la muerte dol Zipa;
pero en la informacion que hizo deapucR .el Gobernador Gel'ónimo Lebron de Qniñúnes
contra los Quesadas y primeros Capitanes del Nuevo Reino, que se guarda en el archho de

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134 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LIB. VI.

Si mancas, parece por las deposiciones de algunos testigos que despues de haberlo tenido
preso por más de seis meses y atormentá.dole con cordeles, le fueron dando fuego Ii. dos
herradura~ que le tenian pue ta~ en la~ plantas de los piés hasta que murió; y aunque la
informacion sea sospechos:\ por haberla dispuesto quien se hallaba sentido de que no lo
admitiesen al gobierno del Nuevo Reino, con todo e~o la comprueban mncho las palabras
de Quesada, que ~on ésti\~: Entónc~ lo~ españoles pedian muy ahincadamente que le torna-
sen de nuevo á reiterar los tormentos, pedido con tanta porfía que el Licenciado se lo en-
tregó y que allá ¡:;e lo hubie en; lo cual visto por e1103 le dieron buenos tormentos, sin los
dados por el Licenciado: y yo tia que debieron 'de ser buenos porque lo volvieron maltra-
tado al Real, donde de allí á dos meses, Regun la mns comun opinion, acabó de los tormen-
!tos. Hasta aquí es de Quesada, y lo ménos que Be debe admirar en este suceso es el valor
con que el Zipa sufrió tal género de mnerte, plles no se hallará que Rey alguno indio haya
dejado de obrar lo mism\) en las tragedias semejantes á ésta que se han representado en los
teatros de Méjic:o y el Perú. Y verdaderamente ~erá :aaca disculpa cualquiera que se alegare
p!\ra dar c010r á tan imprudente aecion, ni tendrá más cau~a haber'la ejecutado que la faci-
lidad con que la flaqueza humana inclina el ánimo más recataJo á obrar en abono de sus
apetitos rebeldes: sieudo muy raro el varon grande que por la p:\rte del iuteres no haya
aventurado los aplauf.los que le merecieron otras hel'óica~ vil,tudes, Y quien leyere este suce-
so en el Compendio historial que escribió el mismo Adelantado, tendrá bien que lastimarse
del sentimiento y dolor con que confiesa habel' cooperado á la injus!,icia con fin de compla-
cer á su gente, cle suerte que b obligase á informal' con tanto aplauso de sus hazañas, que
por ellas consiguie-te el gobierno pel'pelUO del Nnevo Reino.
Los má.Q cllha.do~, siu el Gene1'al, en ]a muerte del Zipa, fueron Hernan Pérez de
Quesada, Gonzalo Sllárp,z Rúndon y Gonzalo Martin Zorro, y los suoeSOR fULuros de todos
cuatro manife¡.¡tn.ron 811 culpa. Baste saber por ahora, po:' si no hubiere lugar de referirlo á
8U tiempo, que al Capitan ZOTI'O en un juego de cañas que se hizo en lA. plaza de Santafé lo
mató de un cañ~zo (a.tl't\v2!1ándole la a.darga y 1M siene~) don Diego Venégas, nieto por
parte de madre del Cacique de Gn:tUlvita, en cuya hermana hubo á. Sacrezazipa, aquel
hermano de Neméquen ~ que mnrió peleando (m el peñol de Ubaque, como dijimos en el
capítulo cua"rco del egundo libro; y al fin á e~t.e def.lgraciado Zipa le quitó la vida BU secre-
to ó su de. gracia y 10 má.Q cier to n t\l'~nía, á quien raras veces falta en esta vida el castigo,
y con su mnerte cayó de todo pnnto el imperio y ~l'audeza. de los Zipas, continuado por tan-
tos años hagta éste qne fué el último Rey de Bogotá: pues desde entóncea su. sucesores (que
aun todavÍrl. se conservan por sangre) no f'~tienrlen su dominio más que á los términos de
aquella pobl$1.cion, que todo. los indjo~ reconocen por oabeza del Reino. Pero como e18u-
premo gobierno con iRtJ en lo~ miniRtros de su majestad, y el inmediato se lo h an usurpado
los EncomenderoR, cada cual de los Caciques gobiern:\ muy limitauamente en su pueblo, y
el tiempo tiene olvidada aquella antigua veneracion y l'eapeto que se daba al Rey de Bogo-
tá, estr~hado ya á un señorío aparente y á pasar oon muy corto tributo y una debesa bien
limitada.

CAPITULO ll.

REPARTE QUESADA OTRA PRESA DE ORO Y ESMERALDAS: DA PRINCIPIO


Á LA FUNDACION DE SANTAFÉ: PRETENDE PASAR Á CASTILLA, Y
VUELTO DEL CAMINO, CONDENA Á MUERTE Á LÁZARO FONTE; ALTÉRASE
EL CAMPO, Y DESTIÉRRALO Á PAseA, DONDE UNA INDIA LO LIBRA DE
LA MUERTE.

ESCONFIADOS ya. los eflpañoles de lograr las esperanzas que fundaban en la prision
D de Sacrezazipa, repartieron entre sí veinte mil castellanos de oro y algunas esmeral-
das, que despue de las primel'as particiones se habían recogido; y de esta cantidad djó el
General porciones aventajadaR á. los dos capell:;¡.nes q1,le habia llevado consigo, que el uno
era Juan de Lescames, clérigo (como dijimos) y el otro Fr. Domingo de las Cásas, hombre

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CAP. n.J lIISTOlUA. DEL N UEVO REINO. 135
l'eputado por docto, aunq ue los autores llO dan razon de que 10 mostrase en predicar á los
indios, E!';te, pues, hallando buena ocaRíon, y queriendo lograrla áates que los soldados
dispusiesen del oro que les babia cabido en suerte, jugándolo á los dados Ó llaipes (achaque
de que adolecen todos los ejér0itos), le~ hizo una dilatada Ol'acion que en sustancia contenia
lo mal que parecia en hombres y caballeros tales que se mostrasen ingratos y olvidados de
tantos cOlllpañeros dignos de eterna fama, como los que habían muerto entre los peligros del
hambre y de la guerra en las montañas del rio grande, sin ver conseguido el premio de tan
iumensos trabajos, teniéndolo ya bion merecido por ellos, pues ninguno de los presentes
ignoraba que aquellos que habian sido lo primeros á las fatigas de allanar los caminos por
montes y ciéncgas, eran ya despojos de la mnerte, sin que ésta pudiese hacerlos incapaces
ni indignos de entrar ~ la p!lI'te ecu todos; y que para excusar nota que bastase' desdorar
flll~ hechos, seria ju. te que las almas de aquellos héroes fue en las heredoras de los trabajos
dol cuerpo, disponiel1do que fuesen soeorridos con sacrificios y buenas obras, fundando para
este fin una memoria perpétlla de misas, que segun la limosna que se les aplicase, sirviesen
dos oapellanes, cuya disposicion tomaría él á su cargo, dando cuenta y satisfaocion de todo
nI General y Capitanes, que pr~seutes se hallaban: obra que ademas de set' por sí misma
grande, lc. daria para con Dios muchos méritos, y aCl'ecental'ia gloriosa. fama para con los
hombres; siendo el ejemplo de 10 que ellos hiciesen con los amigus muertos, una ley invio.
labIe, para que otros obrasen lo mismo con ellos,
Aun en los más rebeldes ánimos hace batería la memoria de la mnerte, y motiva
~()mpasiones la. neceRidad que e representa. han de tener' de socorros ajenos los que faltos de
"ida no puoden valerse de propias obras: y así no fué mucho (1ne la propuesta hiciege
impresion eu aquella gente, pOI' ser toda de sana intencion y Fr, Domingo muy restJetado y
de grande autoridad y crédito para. con ella' á lo ménoR todo el tiempo que no tuvo ocasiou
de perderlo, que es 01 toque cn que se doscubren y aqu~latal) las buenas y malas incliuacio-
nes. y por esta l'azoo, cOIl~iderando todns la piedad de obm, tall anta, apoyaron su demanda
tun genel'o ' amente, que le c1iel'OU tres mil castellanos de buen oro, con poderos é instruccio-
nes del 6rdeo que debia guardar en la Iundaciun de la capellanía, :¡ue no tuvo efecto por
'Causas que ha1iendo primp.m corrido con desdoro de Fr, úmiugo de las C6.sas (respecto de
haber pn.sado (l Italia. y dejado cl hábito pl'ofesl\.ndo vida libre), se averiguó despueR no tener
'Úulpn en que no se fnndase la capellaníA, y haber sido autor de todo el General Que;ada,
-que la mandó fundar en su muerte, re tituyendo la cantidad asigna.da, como se dirá á. su
tiempo,
Viéndose ya ricos lor.,; referidoo capellanes y ulgunos Capitanes y hombres ilustres
del campo, pusieron la lllil'¡¡' JI:! bajar e ú 1'1 00 ta un
Cmt goua., para compra.r en ella nnvío
y pasar á e tos Reinos de Castilla con sn General Quesada, á.ntes que supiese de sn llegada
y sucesos el Ac1elaot.-ldo D, Pedro Fcrnánd ez de Lugo, con cuyo poder y dineros habia
descubierto el Nue\'o Reino; huyendo de ver e con él por no da,rIe la. parte y c1os<lYO los ue
quintoR gue le pert.cuecian en conformidad de las oapitltlacLones ::...,eotadas con su majest d
y de los poderes que dió á Que ada cuando lo nombró Oabo del ejército que salió de Santa
Marta: y COIIIO esta pl'etension se fundaba en mala corre pondencia, accmpañábnla de rece-
lOA, como ignoranto que e hallaba entónces de la muerte Jel Adelantauo, Pero ~intes de
hacet' el viAje, pareciéndole que no seria convc.niente desamparar lo descubierto ú precio y
costa de tantas fatiga, sin dejado asegurado en alguna forma, determinó buscar asiento en
que estuviese recogida la. gente que a~jaba para conservarlo, dando principio huna pobla-
ciun nueva de españoles, que tuviese comodidad para la defensa, agua y lefia á la mano, y
que en ella pudiesen permanecer hasta tanto que se les proveyese de nuevo socorro
de gente.
Para este fin nombró por caudillo á. PCUI'O FcrnlÍndez de Valenzuela, y no á Gómez
ael COl'l'al, como dico Castelló,nos; y habieudo tanteado por el valle de los Alcú~are;¡ lugar
á prop6Rito, á la parte de Oriente, hasta llegar al pié del monte que hace freute :í. Techo, en
que estaba fundado Tbybzaquillo, pueblo pequeño, y pareciéndole aquel terreno fertil y
dispuesto para plantas y legnmbres, jal'dines y huertlls, pOl'qu~ abunda de claras aguas, que
reparten dos arroyo: despeñados de la cordillera, y ser SUR cumbre ~ y fGldas montllo as,
teniendo por fL'ente y CORtados grand es y llanas dehel'las llenas de numerosas poblaciones,
que todas gozan la dicha de buen cie o y saludables aires, puso los p.'imeros cimientos á la
nneva villa que pretendian fuudar, llamándola Santafé, á contemplacion de la qne en
ID

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136 J'ERNÁNDEZ PlEDRAHÍT.A. [LIB. VI.

Granada fundaron los Reyes Cat6licos, aSl por la. disposioion y apRriencia del campo, que-
es muy parecido á. su vega, como por ser el General Qnesada natural de Granada (como<
dijimos), y en memoria de su patria, despues del nombre que dió á la llueva poblncion,
llamó todas las tienas y provincias descubiertM por su gente, el Nuevo Reino de Grauada r
que es el qué hoy tiene y con el que ha corrido este libro. Fué esta primera fllndacion que
hemos dicho, á. seis de Agosto del año en que vamos de mil quinientos y treinta y ocho r
rigiendo la Nave de San Pedro, en el cuarto año de su pontificado, Paulo lII, y teniendo el
Imperio y Reinos de España el invioto y máximo Cár)ós V.
Fabricáronle luego <loce casas cubiertas de paja, Remejantes á 1?~'3 que usaban los na-
turales, que pareció bastaban pOl' entónces para recogerse en ellas toda la gente, si~O(lo el
número á imitacion de las doce piedras que <lel rio Jordan fueron sacadas y puestas en Gal-
gala para memoria de les descendientes de los- I&I'aelitas y en señal de las grandes mara villas
que obró Dios por ellos, de que no estaban olvidados aCJuello~ eRpañoles por las muchas que
hábian experimentado de la podero a mano de Dios, dnnde pel'manece ha. ta los tiempos pre-
sentes la nueva ciudad, tan adelantada y engrandecida como se dirá ell su lugar. Y en ha-
'llándose ya el General Quesada con todo su campo, no r¡uiso hacer nombramiento de Hegi-
. dores, ni puso más Juez ni Superior que IÍ su herm:Hlo HI~l'nan Pé,'ez, eu quien Rustituyó su
cargo; y él con hasta treinta compañeros de los más nobles y ricos, caminó nI N,)l'te carga-
do de riquezas, en demanda del rio del oro, rOl' dond~ pensaba salir al río gl'ande de la
Magdalena en balsas (l canoas, que se podl'iall fab,'icar COIl las hel"!'l:l.ruicntas <¡ne llevaba,
Habiendo ~egl1ido su viaje tÍ pocos dias despues de S'l partida, ó parociéndole dificul-
toso el nspero rumbo, ó porqne alglln mal intencionado le dijo que el Clpit.an Liza.l'O Fonte
habia jurado que despues que llegaRen ála Costa habia dedennnciar de él, porque sabia que
llevaba ocultas esmeraldes en gran cantidad, sin haber pagado quintos Reales, l:Ie determinó<
á dar vuelta al valle de los Alcázares y llueva. pohla.cion donde habia dejado fHl o mpo, que
con su presencia tuvo mucho placer, porque el respeto con r¡ue miraban el cargo y valor de-
su persona, babia engendrado en todos amor y temor, que le tenian. Y aun fué en esto tan
singular que, hallándose despucs libres de All mando, y muchos de ellos autorizados oon hon-
ras y cargos, le tenían la mi~m'a reverencia que acostumbraban tenerle siendo cabeza j co-
rrespondiendo él tan fino, que si por accidentes ~e le or.'ccia á cualquier conqnista.dor algnn.
negocio que le importase, saliR. á él Y 10 defendia como propio, de que dió bastant~ expe-
riencias l:ln el tiempo de su vida,
Así habia procedido el Geneml Quesada, cuerdo y afable, qne se hallaba sobrada-
mente bien quisto; pero despues que derrotado, clió la vuelt." de la dema.nda, que llevaba
all'io del oro, mudó algo da su natural, faltando á la templauza que siempre hallal'on sus
gentes en él, pues muohas veces lo vieron desoompllesto, y demasiado oon el Cspitan Lúzaro-
Fonte, en que intervenian chi mes y malas intenciones de alguno~} entre los cuales cierto
soldado per.l1ad¡do del miRmo General, y por indnstria suya, denunció contra Lá.zat'o Fonte,
diciendo haberle visto rescatar un~ esmeralda de grau precio, despues 'lne por bando Re La-
bia prohihido con penas capitales que ninguno rescat.'lse do indios esmeralda., sin que fnese
presente dicho General ó la persona que nombrase, porqne DO fuese defraudada la Ronl ha-
cienda de sus quintos. Y fué lo peor qne sin estar convicto de la. ('nIpa, ni guardar en la cau-
sa los términos que disponen los derechos oyenclo al reo, aceleradamente ]e sentenció, conde-
nándole ti que le fuese cortada la cabeza: fiero rigor contra un héroe tan grande y Capitf\Jl
famoso, á quien debieran di:imularse mayores delitos en satisfaccion de sCr\-ricios tauto he-
ohos á. la Corona I Pero In. it'a e¡:¡ pMioü que no admite rienda, y con ella siempre se preci-
pitará todo Juez interesa.do en el daño ajeno ó mal acoDRejado del enojo. Lázaro Fonte
apeló de la sentencia para el Rey Nuestro Señor, y sin embargo mandó ejecutarla Qnesada ;.
y cuando elta por sí no fuera tan rigarosa, n~garle reourso tan naturnl bastaba para acredi-
tarla de injusta: mas este estilo es tan coniente en las Indias, y hállase tan apadrinada de
las distancias la. tiranía que envuelve, qne se castigan pOl' delitíOs las suplicas y parece ley la.
ejecuoion de la. sentencia de cualquier Jue~ inferior que arbitre sobre las vidas.
Mucho sentimiento causó en el oampo ver á su General determinado á ejecutar ae-
oion tan arrojada, y con deseo de templarle los Capitanes y caballeros del ejército, le roga-
ron con instancia admitiese la apelacion interpueAta por Lázaro Fonte, y no diese lugar .al
enojo que le tenia ofuscado, con desconsuelo grande de todos-; en cuyo nombre el Capitan
Gonzalo Suárez Rondon le propuso el descrédito que se le reoreceria á. su fama, preciándose

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CAP. lI.] HI "'l'onrA DEL NUE VO REINO.

más de severo que de piadoso. Que el intento de BU campo no era de ocasion!\rle disgusto
sino de tratarle con intencion . ana, poniéndole delante de 10R ojos el error con que suele
proceder In confianza humana miéutras la gobierna la pasion, de que se sigue no otorgar los
reClll'SOS que á los reos concedió la nutnraleza, cuando de admitirlos se reconoce que el Juez
no falta á la obJigacion de su oficio, aunq\le dcspues por Tribunal superio!' se falte á la jus..
ticin. Qne 1ft poca inteligencia de su gente por falta de Letl'auos que le die en á entender la
j \1Rtificncion de la sentencia y denegacion de la súplica, concebiria haber sido dictada del odiQ
:y pasion, pues en los motivos que habia tenido lo miraban más como á 'parte que como á.
Juez. Que hallándose cercados de tantas y tan bárbara::; naciones, necesitaban de hombres
'valerosos para su defensa, como lo era el Capitan Lázaro Fonte; y aquel era el caso donde
cuando tuviera cometidos muchos delitos, debia un General prudente disimularlos en con-
'veniencia del bien comun, y no desflaquecer el cuerpo de un ejército debilitado con más
daño que pudieran sus enemigos. Que bien le constaba ser Lázaro Fonte caballero muy co-
nocido y de pariente' tan ilustl'e~, que no rlisimnlarian la venganza de su mnerte sin preten-
der la satisfaccion por todos medios; y que .halJálldose no habet· sido j llstificada, seda mal
vista en el Heal pecho, donde ~olo tiene asiento la razono Que supiese vencerse á sí mismQ
quien tan glorio. amente habia triunfado de las más bárbaras naciones; y pues que sus
gentes le habian sido siempre tan obedientes, y en su gobierno las tenia bien experimenta-
das, les diese favorable respuesta en premio de sus trabajos, y esta. fuese de suerte que n0
los descon~olase en súplica tan piadosa.
Ningnno procede tan ciego en sus determinaciones, que de todo punto pierda la vista
para las propias conveniencias. Oyó el General Quesada las palabras ,d<::l Capitan Suárez
con dit:gllRto, por(!ue la pasion lo apremiaba; pero veía todo un campo convenido en un.
parecer, y allnque lo manifestaba con rendimiento, no ignoraba su sagacidad, qtle lo más
tiene hecho la de, obedieucia, cuando se conforman los súbditos en sentir mal de los Supe-
l'iores : qne ningun motin dió los primeros pasos con desacato, y que toda rebelion afectó
con humillaciones la causa, ántes que se determinase si dec1nrat· el intento. De estas consi-
deraciones combatido, estuvo por algun rato su. penso, meditando la pretension de su gente
y en las palabras del Capitan Sn:it'ez ; mas al fin, con rcportadns apariencias le dijo que bien
satisfecho se hallaba de que la sentencia que habia pronunciado era justa, y que así mismo
conociH. que el movimiento que veía en Sil gente ora con toda buena intenoion de no adelan-
tndo á más que haf:ta donde alcanzase el ruego: accion muy propia. de la nobleza, y que en
sn pecho tendria siempre la e timacion debida. Y aSÍ, para que Re desengañasen de que la
pnsion no bnllaba lugar en sn ánimo, y por darles gusto en lo que le pedian, aunque pudie-
ra justamente pasar al rigor de la ejecucion, le otorgaba la apelacion á Lázaro Fonte; mas
que habia de ser con el l'eq nil:li tú de Aalir del ejército de. tel'fado á la parte que le señalase,
sin atreverse á snlir de ella hasta que su causa fuese determinada.
Oyó su campo con placer la respuesta, y aunque la condicion podía templarIo, pen-
Raron que lograda la primera súplicH. consegnirian cualqniera que fuese segunda, despl~es
que mitigado el primer enojo diese lugar el tiempo nI d,iscurso para ver la luz de la razon y
permitiese á la voluntad ' ~e inclina e á los ruegos; y así, despues de agradecerle con el ren-
dimiento j listo el aga,ajo que ha bia hecho á stt gente, le preguntaron la parte que señalaba
1\ Lúzaro ~'oote para su retiro, juzgando seria alguna poblacion de las mÁ. cercanas de los
Mozca " gente ménos gucrrera que otra. alguna y más bien inclinada á. los españoles por la.
comunicacion continuada qne tenia con el!ct!. Pero deRpues que entendieron de su respnea-
ta haber de ser el destierro en la provincia de los Panches, nacion fiera y detestabble y que
no seria allí ménos cierta. su muerte que lo fuera en un cada.lso, volvieron á interponer
nuevas súplicas y por gran favor consiguieron que se mudase la prision y destierro al pue-
blo de Pasea, distante siete leguas de Santafé, donde aunque los naturales eran de la nao ion
Mozca, eran guerreros y er.tónoeR ca pita les enemigos de los españoles. A este sitio, pues,
llevaron al Capitan Lázaro Fonte, con órden del General Quesada para que allí lo dejasen
desarmado y en prisiones, y sin más compañía que la de una mujer natural de Bogotá que
le servia y habia cobrado amor, como se vi6 por los efectos, pues le aseguró la vida cuan-
.do más arriesgada. la tuvo. Llegados, pues, si 108 burgoR de Pasea los soldados que lo lleva-
ban aprisionado, y vist~ por los veoinos la tropa de caballos que entraba. en su tierra, se
retiraron cou todas sus familias á la. montaña que tienen vecina, dejando sus bienes al ar-
bitrio de 10R que imaginaron entrar en su pueblo de guerra, que fueron veinte y cinco

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138 t~HNÁNDEZ PIEDltA1fíTA. lLm. VI.

montados; pero éstos, como personas que no iban á otro fin que al de lleva.r :í. Láznro FOllte,
110 hicieron uaño alguno en el pueblo, ántes tra.taron luego de dar In. vuelta á Sautafé, no
SiD lágrimas do compasion que les caUHó ver {~ UD Capit[\'D de tl\nto valor expuesto á peligro
tan manifiegto de la vida, de quien 80 dcspitlicron teniendo pOI' oierto que no lo verian mó.~.
Puel'lto Lázaro Fonte en aquel sitio y con varonil ánimo -expuesto á los accidentes de
cualquiera fortuua, pasó aquella noche sin mn.R compañia que la de nquella india que se
quedó en Sl1 servicio y no quío o desampararlo, y teuiendo por inf;1.1ible su muerte, ,,'uelto tÍ
Dios, en quien Ú'nicamente libraba yn. su defensa, se disponía para. morir arrcpentido de SllS
culpas; pero apénas amaneció el día siguientc, cuando la india, compañera de sus trabnjosr
se vistió de la mayor gala que pudo, conforme al uso de aquella tierm y como pudiera la
más principal de ~us cacicasj y como era de hermoso rORtro, poca edad y mucho aire, dis-
posicion y gallardía, parecióle haber conseguido la traza Je que pretendia valer e para su
intento. Encaminóse, pues, a~í ~\ la entrada del pueblo por donde sospechaba volveria la
gente que se habia retirado á los montes, en cuya elecciou no Re engañó: pnes. apénas llegó.
al sitio cuando pareció un escuadron de gonte bion armada, que viendo fL la mujer forastera
en traje y disposicion de seüora. de las de Bogotá, S. que se Ilñadia la hermosura dol ro tro,
paró el escuadron, alterados y confuRos los indios cou la 8(¡specha de que todavía ocupaban
su pueblo algunas tropas de caballos españoles. Pero ella, conociendo la cau&'l. que los dete-
nia, en un razonamiento bien ordenado y cariñoso (porque la necesidad y el amor son los
retóricos más eficaces), le:'! dijo: Que llegasen sin recelo de er.contl'at' quien pudicse h.-'\cerles
daño en su~ tierras, ántea hallarian en ellas un hombro hijo del sol, que más deseaba defen-
der sus vidas de peligros y ampal'arlos en su libertad. Que allí lo vel'jan apl'iRioDado en la
casa más vecina (proseguia cautelosa) porque contradecia y se oponia al Unpitan General
de los españoles, que pretendia destruirlos, de que sentido habia dispuesto lo llevasen preso
h aquel sitio, diciendo qne quien tan amigo era de Pasea fuese n verlo y allí veria qne el
agradecimiento que hallaba en la canalla vil que defendia seria darle la muerte luego que
lo encontrasen, y que así lo habian llevado desarmado veinte y cinco caballos con designio
de saquear y quemar el pueblo de Pasea, á que el hijo dol sol no dió lugal' ni lo permitió,
aunque se hallaba sin armas y a.prisionado, porque !'In valor cra tan grande que aun eu
aquel infeliz estado lo rcspotaba.n, y que COn e. to h dlarian su.q cnSl\!'4 seg llr:\s y SIlS biene"
libres, como podrian certificarlo con In vista i y despuc!i de haberlo hecho con~idera~en s.i
beneficios tan grandes serian dignos de mal:\ corre. pondencia y hombl·e tal merecedor ne
que 10 HirvieRon y honrasen como á dcfen!'lor <.1e la patria y vida!'!. Que todo~ lo~ vicios .iun-
tos parece que no hacian ñ. un hombre malo, si no los acompaña.ba. con la ingratitud el mn~
detestable de todos. Qne no die!'len lngar ti que éRta les ocupase el corazon sino la clemencia
y:l.mi tad que nebían tenel' do ju. ticia. Qne entrascn á verlo seguros dc que estaba confia-
do de tencrlos por ;trnj e,o!'! y de que lo!'; dcma~ espaüoles no k'S hariAn tlaño alguno mién-
tt'a~ lo tuvieRen con. igo, por la venaracion que le tenían de que ella era el mI' fiel testigo,
pucs Riendo dé an misma naoion no habia de ser tan cl'uel que los trata~e con engaün,
Tarlto arte y buena gracia juntó la india tÍ sus palnbl'Bs, que sin Ro~peeha de que en
ellas pndiel-1e haber engaño, fné creid:\ de todos; y aqnel eñor, qne Re llamaba Pasca, con
10El Capitanes más priucipaleR de ~m Estado (que llaman Uta.R) entraron deElarrnadol\ en la
casa donde estaba el Capitan Lázaro Fonte, IÍ quien hallo.ron preRo, y a ombrac1o de verse
en ~djo de aquellos bárbaros tan inclinado~ rí. ejecutat' cualquiera orueldad en halla.ndo
ocasion de manifestar su natural cobarde. Pero el Pasea ( iendo intérprete fiel la india) le
dijo: Que no se alborotase, que bien sabia era Capitan de los más pri llcipales del cam pO'
español, y la causa por qué le habían tratado mallos de ~u misma nacion, y naí tuviese en-
tendido que cualquiera obra buena tenía corres!'l0ndencia si quien la recibía era noble y se
manifestaba tal con el agradecimiento: de que podia inferir cuán obligado le tenia á él, Y
que en fe de aquella verdad, todo el tiempo que asifltiese en su pueblo podia e¡:;tar ciert()
que le guardaria amistad y se haria su gusto en todos los demas pueblos de su seño1'Í", don-
I de seria obedecido como AU misma persona. Con este ofrecimiento salió Lázaro Fonte de la.
borra ca de sus recelos al puerto de seguridad, yagradecido lo manifestó por medio de la
india, á cuya industria debió su bnell suceso, que se continuó por espacio de treinta. dias que
duró el de8tierro y se alzó por la variedad de 108 accidentes que sobrevinieron.

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CAPITULO 111.

DÁNL E NOTICIA A QUESADA DE LAS ENTRADAS DE DEN ALCÁZAR Y DE


-FEDREi\IAN EN EL REINO: DESPACHA Á HERNAN PÉREZ Á RECONOOEI{
LA GENTE DEL PERÚ Y AL CAPITAN SUÁREZ LA. DE VENEZUELA; Y DÁSE
RAZON DEL ESTADO .t\.. QUE LLEGA.RON HASTA CONVENIRSE LOS TRES
GENERALES.

IÉNTRAS pasaba en Pascn lo que va referido, llegaron á Santafé algunos indio~ del
M pf\lR de Tena con noticiaR de que por la provincia de Neiv& habían entrado otros
españoles con gran copia de lodioR cargueros, buenos vestidoR y famoRos caballos, y quo se
iban acercando á los términos de la tierra fria: de cuya novedad certificada la gente de
Snnta Ma.rta, ordenó el Geueral Quesada á Hernan Pérez, su hermano, que con diez caba-
1108 síguiel:Sc la derrota que los Mozcas y Panches amigos le señalasen, y procurase tomar
lengua de qué gentes fuesen aquéllas, qué intentos llevaban y el númerO de caballos é in-
fantes de que se componía su ejército; pllra lo (mal escribi() una carta al General, cualquie-
r:¡. que fuese, d,lodole noticia del estado de su conquiflta y remitiéndole un presente de
esmeraldas y piezas de oro, pues Raria cuerda. advel'teocia e 'tar apercibidos, pOl.' si acaso
intenta, en pretender por de otra gobcl'uacion aquel Reino, que estaba descubierto por la. de
Santa Marta; y que ki aquélla fnese la intencion, diese vuelta con brevedad para tener
tiempo de ponel' e en defensa, pues ya era cosa tan ordiuaria en las ludiaR romper las
aml:-1tH'\des y hacerse gucrra. por esta caURa los Capitane de su nacion. Lo cual succdiera de
la manera que lo discurrian, si el CRudillo que guiaba la gente del Perú, se moviera siempre
con el viento de algunos soldados inquietos que le fleguian.
No faltó con tudo e~to entre ellos quien le aconseja e deRpues, como veremos, quo
por armas ql1ital'eu á Jos de Santa Marta la tierra y las haciendas; como Ri los que laR
habían ganado fne en hombres de tan poco valor que no 8ul'ie::len defenderlas. Pero
SebflStian de Benalcáz81', á q11ion dejamos en el vallo de Neiva siguiendo II derrota al mar
del Norte por la otl'S banda del río O'rande, que em el Cabo quo 108 goberuabí\', caballero
sHgaz y l'.rndente y uno de 10l~ m~ls famo 08 y JcaIeR caudillos qne tnvo el Perú, templ6 en
8U1'l principioR aquellos malos consejos con reprensiones g-raves, dándoles ó. entender que
pnra el' grande Scipion ni amancilló la fama ni derrib6 la estatua de Alejaudro colocada
en Cádiz, ui para gana.r el renombre de ilm~tre necc:itaba de wmrpar ajeno' servicios, sino
de continuar heróicas hazañas, como laR que le habinu viflto hacer en las conquistas de todo
el Perú y NicaraO'un. Y á la. verdad ello era. así, y la cau~a de aportar al Nuevo Reino
cuando tenia descubiertos Jos de Quito y Popayao, no habia sido tanto por ambicion do
sujetar nuevas provillcill .. , como por desviarse con fines honestos de las il'as qne contra él
habia concebido el Marqués Piza;l'ro, pues con fio de_ prenderlo lo habin. seguido por su
órden el Cspitan Lorenzo de AlJ.ma basta CaU, como dijimos; de que BenalcRzar no se
baIlaba ignorante y pretendía des,,-anecer laF. trazas del Marqués) de cubriendo C!mbarcacion
por ~l mar del Norte para pasar íl Castilla y pedir remnnel'acion de sus servicios sin que
dependiese lllás de los Pizarroso
Esta era la pretension con que caminaba BenalclÍzar sin embarazarse en hacer guerra
iJ. 108 Pant:lgol'OR, por más que Jo pro\'ocaban en 811 provincia; y Reruan Pél'ez de Quesada,
entmdo ya el año de mil quinientos y treinta nueve, partió con los diez caballos y el órden
que tenia tan bien dirigido, que 4108 cinco dias dió vista al campo de Benalcázar, acuartela-
do en sus tiendas de la otra banda del rio grande de la Magdaleo3.j y habiéndose dado
)'ehenes, como e tilan algunos caudillos l'eclltal1us, lleg'cLl'on á verse todos Bin que faltasen
repiquetes, ni desgarros de parte de los Capitanes del Perú y de Céspedes y San 1\fartin de
los del Reiuo, que Bon las bizarrías de 101:1 soldados, y que finalmente remataron en comnni-
carse hidalgamente; porque Benalcázal' llevaba. gente muy ilustre y que se habia empleado
con gran crédito en todas las conquistas del Perú y aun aventajádose 6. los que despuas

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140 FE.RNÁNDR~ PIEDllAlIÍ1'A. [LI~. "l.
fueron más bien pl'emlauos: y aHí recibida y vista. la carta de Qnesadi\ con el presente que
l~ uió f,U hermano, Ii que corre6pondió Beualcázar con otro igual de bajillas de plata, lo
despiuió e~m la cortesana respuesta de que no trataba. de embarazade sus buenas fortunas,
de que le dnba el pambien deseo, o ue que lograse OOll premios crecidos los méritos de la.
conquista de Reillo tan poderm;o, plles solo trataba de la. prosecueion de Rn viaje y descu-
brimiento uel Dorado y Ca a del Sol y otl'ns cosas semejantes, Con lo cual y con las noticias
que adquirió Hernan Pérez ue aCluella gente. como fué la ue las competencias de Pizarra y
Almaglo que empezahan, y aUI\ despues no fenecieron con I'IllS muertes; la del rigor con
que el Licenoiado Badillo, Juez de residencia, procedió en Cartagena contra el Adelantado
D. Pedro de Hereclia, remitiéndolo preso á España con secuestro de bienes (qne son lag ,pri-
meras bizarrías por donde muchos Jueces Letrauos de Indias tiriln á ganar crédito en Cas-
tilla); y finalmente con la de la mllerte del Adelnntauo D. Pedl:o Fern¡tnuez de Lugo, dió
vuelta á Santafe, dOllue sabido 1:0 1.10, no se sospeehó ni pen ó más en ver aquellos hombres,
que tan esquivamente huian de la comunicacion de otros de su misma tierra.
Alln no habia sORegado dos dias despues de llegado Hernan Pértz, cuando suena. otl'o
l'ebato nadaD de que ciertos indiol'l del pneblo de Pasca habían iuo á. cuntinuar el comercio
que tenían con otras nacioneR clLle demoraban al Oriente, y habiendo vuelto de RU viaje le
dijeroll al Pasca y tÍ Lázaro Fonte qlle por el camino de los Llanos habian entrado otros
hombre, fora 'teros, con barbas <:omo 108 espR.ñoleR, y haLian subido lo más alto de la sierra,
de suerte que se hallaban tau cerclln Or;, q no no dil'itarian ya. siete leguas de sus tierras, y
<pIe caminaban bien proveidus de caballos y de perros (los pri meros <¡ IlO entraron cebados
en indios, pam destl'uccion del HeiDo J, novedad' que los pURO en mucha confusion. Pero
certificaJo Lázaro Fonte ue que todo lo (]ue referian era vcruallero, segun las l'eRpnestas
que dieron á las preguntas que les hizo la india ele Bogotá, det.ermin6 dar cuenta de lo que
sabia al General QueRada, remitiéndole un indio de Pusca. pOI' correo, con una piel dc venado
bien brnñiJa, donde con IJija, qlle e!ol :í manera de bermellon, le e cl'ibió la noticia que tenia
el Cacique, y como segun la relacion de 8US indios, estarian en su pueblo los nuevos españo-
les al dia siguiente, de cIue le avisaba para que Re pl'eviniese con tiempo, supuesto que no se
-sabia la intencion con que bnbian penetrado pOl' aquellas provincias.
Era el caudillo de aquella gente Nicolas Fcdremall, á quien dejamos marchando por
la provincia de Bariquizimeto, donde despues se pobló la ciudad de Segovía, que dista
'Ciento y veinte leguas de Santnfé, el cual habiendo R.l'1'ibado por el rumbo que eguia el rio
Apuri, cuyo nn.cimicnto • e forma de la!i quebrauas de Al'icllglla, que ll'l.man de Bravo, en la
provincia df;¡ Mél'ida, y teniendo allí noticia ue cuán cercano se hallaba Sil Gobernador
Jorge. 'pim (qne iba de tornavuelta retiráodose do lo' choques con quienes habia perdido
mncha gente) y recogiendo quiuce hombreR que deHdo Coro le llevaba el Capitan Juan Gu-
tiél'l'eZ de Aguillon, torció el camino á los Llanos, cargando &. mano iZfJuicruH, pOI' no encon-
trarse con su Goberllador y arrieRgal' e {l que le (luitaRe la gente; por cnya derrota,
.atrl1veRnndo 10R dos ríos <le Apul'Í y Zara re, y laR dilatadas cién egus de Arechona y Caocao,
huyendo Riempre de la cordillera, llegó ¡í la ribera de nn rio profundo en que 'e conservaban
las ruinas de muchos pueblos d estrllid()~ por una serpiente no
muchaR cabeza, qlle habitaba
-eu sus má.rgelles, seg nn reln.cion de IOR naturales y de alguuos españoles, que afirmaron
haber oido sus bramidos, desde donde paroeiéndole estar ya seguro de encontrarse con su
Gobernador, determinó volvel' á la cordillera para invernar en tierra alta, como lo hizo en
ciertas poblaciones abuudantes de víveres, que estaba u sobre el rio de Pauto; de las cuales
salió pa~ ado el invierno, y esguazado el río Meta eon bal~aR, llegó á la proyincia de Mal'ba-
chnl'e, ou que despues se fund ó la cilHlau de San Juan de los Llanos, en el pueblo mismo
que Fedreman llamó entónces de la E'ragua, por una ql1e en él armó su geute para reparar
las armas que iban maltratadas; y como allí tuviesen muy especiales noticias del Reino de
Bogctá, dadas por los indios Operiguas, de un pueblo que llamaron los nuestros Salsillas,
por la forma. en que estaba fortalecido, resolvió atl'a\'esar la cordillera por aquella parte,
ordenando á Pedro de Limpias que con dos guias de los Operignas, diez caballos y treiTJta
infantes, fuese delante allanando el camino al ejército, que lo iba signienuo, como lo hizo
venciendo el rigor de los páramos i deHpeiiaderos hasta llegn.r al pueblo de Fosca, y de allí
:á Pasca, por de engañarse de la noticia que le dabau los Foscas de que h:l.bia otros españoles
en la tierra; y habiendo hallado al Capitan Lázaro Fonte, esperó á Fedreman, que despues
.de tres años J medio de jornada, desde que salió del Cabo de la. Vela, por el mes de Junio

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CAP. IU.] HIsTomA DEL NUEVO UEINO. t41
oel año oe treinta y seis, con cuatrocientos hombreR, sin los que se le agregaron de Alderete
y Nieto, y los quince que le 11c\'6 el Cnpitan Aguillon, aportó al Reino con treinta caballos
y ciento y tl'einta y tres infantes, habiéndosele muerto los demas al rigor de las guerras
y enfermedades.
El indio que despachó Lázaro Fonte llegó' brevemente á Santafé con el despacho ;
y vista por el General Qt1esatl~ la noticia que Re le daba, y agradecido á la fineza de quien
]a escribía, mandó l¡revenir toda su gente, y dispuso que partiesen luego once caballoR á las
tierras de Pasca con Gonzalo Suárez, Juan del Junco, Pedro Fernández de Valenzuela, DiegO'
de Parédes Calderon y otros ~e quienes tenia confianza, para que reconociesen qué geutes
eran aquéllas y qué intentos llevaban, p<.niendÜ' primero en libertad al Capitan Lázaro
Fonte, á quien alzaba el de ·tierro, nrrepent.ido de lo CJlle h~bia obrado con él, y deseoso de
favorecerlo como merecia, en lo adelaute, que cumplió con demostraciones que dieron á
entender su amistad verdadera. Con este 6rden y el deseo de ponel' en libertad al compañe-
ro, llegaron á PaRca á tiempo qne pudieron reconocer la gente de quien llevaban noticias,
pues poco Ilntes habia llegado al mismo sitio el Capitan Pedro de Limpias, que habia ido
80bresaliente del campo de Fedreman, con la tropa de caballos é illfi-lotes que dijimo , y al
dia siguiente "Vieron el resto de la gente de aquel campo, que sin embargo de reconocer que-
otros españoles le habian gallado por la malla en aquellas conquilita!l, se alegró <.lespues que
vió ser gente de Santa Marta la que encontraba, y por'1ue pl'ef'Yumia hallar socorro en sus
malas ft>rtnnas, pues casi todos iban desnudoil y maltratados en tanto grado, que mnchos
de ellos se cubrian las carnes con pieles de venados, de que tambien iban calzados, tí
c:msn de haber paliado más de cuntro años, desde que salierou de Venezuela, como se
ha visto.
Por esta causa los soldndos de Quesada trataron luego de socorrerlo~, movidos tl
compasion. principalmente viendo en tan mísero efltado n. Ortnño Ol'tiz con otros compa-
ñero de los que conocian nntes, y fueron presos sobre el rio Macomite, siendo BU Capitan
Juan de Rivel'n, que tnmbicn iba en compañía de Fcdreman, y se quedó en el up.vo Reino,
donde di6 bastante muestras de su valor, con mÚR fortuna que Pedro de Limpia~, á cansa
de haberle vuelto á Coro, y continuado la mi. TJla jornada con Felipe de Utl'e, hallándose
despues de tantos trabajos en las revueltas y alevosías del Licenciado CarvH,jal, que deRpues-
pagó con la vida. Demas de los referidos iban en el campo de Fedreman IOH Capitanes
Diego Martínez y Juan de Avellaneda; Alonso de Olalll\ Herrera, uatural de la villa de
Agudo, y marido de Juana Miguel (le Mayorga í Cri. tóbal de :m Migtl~l, natural de la
villa de Lede.~rna, que casó con doña Francisca de Silva, y Encomendero que rilé de-
SogamOl"o; Alon o Ramírez de PoveJ/\ j Anures de Ayala, vecino qne fué de Tnnja ;
Cri. tóbnl Gómez ieto, nntllral de Villa! -buena!';, que casó con doña Leonor de Co-
llántes y Silva, y fné Encomendero de Tabio j Bartolomé Gonzálcz j llartolomé HernLÍnc1ez;
de Leon: '1ue e avecindó en Vélezj Diego RodríO'ucz de Valderas, Encomendero que filé-
de Ubaté y casado con doña Leonor _faldonado; llernabé l'rIéndez, que fué veoino de Tocai-
m!\j Diego Franco en Vélez; Domingo Ladron de Gueyara, natural de A1'I'ieta y marido de
doña Catalina de Figueroa; Francisco OI'ÜZ, 'vecino de Tocaimaj Diego de IIuete y Dieg()
Ol'tiz, en V élezj Diego de ERpinosa, en Mariquita j Francisco AlvHrez de Acuña, en Santafé;
FrancíRco de l\Ionsalve, natuml de Zamora y casado con doña Catalin&. de Pineda; Francisco
Dorado del Hiena, que C8l'\C') con Ana de Avila. y fué Encomendero en Si-lsaima y Bituima;
Hernl'.i.ndo Montero, que se avecindó en 'J1ocaima; el Bachi Iler J uall Berdejo, primer cura
que filé de SanUlfé; Juan Fuerte, Roldado que fué de Gerónimo de Harta.!, y en la batalla
que Alonso de Herrera hubo el año de tl'einta y cinco con los Caribes de Guayana, fué
herido con siete flechazos; Domingo Lozano, que ,'e halló (n el saco do Roma y fllndó en
el Reino ln.s ciudades de lluga y Sau Vicente de Páez; Juan de VilJanueva, ca . ado cou Mary
Sáenz de Morilles y Encomendero de Ocabita; Juan de Castro; Juan Quintero; Juan Martin
Hincapié, vecino que fué de Vélez. y en la sobrina del Cacique de Monquirá tUYO descen-
dencia, que Re conserva en Santa Marta; Juan Gascon, yeoino de Vélez; el Cnpitan Luis
Lanchero, natural de Simnncas, que cas6 con doña Francisca Ruiz Mansipc, hija del con-
ql1iRtador Pedro García Rniz, tambien do Simancas; Mateo Sáuchez Rey, de nacion Genovés,
que casó con Casilda de Salazal'j Fr. Vicente de Requejada, del Orden de Sa.n Agustin;
Melchor Ramirez de Figllel'edoj Miguel Holguin de Figllcroa, que se avecindó en Tllnja;
Miguel de la Puerta, en Tocai~; Pedro de Pórras, en Tunja; Pedro Sánchez Valenzllela,.

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1,12 FERNÁND!Z PIEDllAHÍ't'A. [LIB. vt.
en Ibagl1é¡ Pedro de Arandn, en Vélez¡ Pedro Rodríguez, de Salamanca, que dejó hijos
fuem de matrimonio; cba. tinn de PÓI'J'a!'\ vecino qlle fllé de Ibngué ; Ol'i~tóbal de Angula,
que lo fué de V élez; Ol'istób~l de Miranda, que fué Encomenclero en los PuncheR; Cri tóbal
de Zamora en Tooaimnj l\1ne~e Juan, qne ca~ó con Florentina de E. eohar en 8nntafé; Anton
Flamenco; Sebastian de Almarcha, que fué A cllIde mayol' de la. ciudad de S utafé; Antonio
Ruiz, Encomendero de Foscauzaqucj Juan .Aleman y otros de quienes no tenemos noticia.
En efcct.o, reconocida la gente y número de ella por los dos Capit.ane~ de Quei\ada,
dieron aviso de todo, remitiéndole para este fin á Pal'édes Calderon y :i uno de los soldados
de Fedreman, que lo fué Fernando Mootel'O, á quien recibió con ag"ado y le dió algunas
telas de algodon para vestir. e y un'i\. chaguala de oro que pesó máR de doscieotos castellanos:
aunque el Fedreman 110 t\cababa de resolverse en las propuestas que le hacia n los Capibncs
Suárez y J lIan del J uncu, pareciéndole algunns\"eces mlÍ~ acertado vohrer lÍ. C ro, receloso
de que se hiciese alguna extorsioll n su gen.te fatigada, y otras resol v iéndoc'e á no aven ta-
rarla por tan arriel'lgadas provincias, ofreciéndose alglln melio de ejecutarlo con reputacion.
Pero eRtando así la C0868, un nuevo accidente pudú alterar no sohmente el aju. te de que
se trataba, sino la paz de todo el Reino; porque perslll\dido Ó instigndo Bellalcáznr de algunos
de los suyos y olvidado por esto de Sil primera. reRolucion con la esperanzll. de apropiarse la
conquista que DO habia hecho, pa~ó el rio <.le la. Magdalena, tomando la. vuelta. de Santafé
por la provincia de lo Panohe., con t. nta celet'id;\d que casi IÍ un tiempo le llegó á Quesadll
la noticia de haber 6llguazado el rio y la de h ber entrado por 103 Llanos IÍ Bogotá, deseo!>o de>
coligarse con la otra. geote española. <] ne habia al'ribrtdo á Pa.~ca, segun la~ relacioue8 q ne
tambien tUYO de algullos indios Panchos. Extrauo dictámen el de abrazar pOI' lícita contm
otro la misma culpa. que despuos balló digna de muerte en el Mariscal Jorge Robledo
cuando la obró contra él.
Esta nuevh. por no esperada de Quesada, porque ]0 cogió ~in haber'Re oonvenido con
Fedreman, lo alteró tanto cuanto ~e le re[lI'eseutaba mayol' el riesgo de perderlo todo si la.
gente del Perú y Venezllela so ligabnn en perjnicio suyo; de que ya empezaba á tratar Be-
nalcázar acuartelado en Bosa, dos legnu de 8antafé, segun que tí cadf~ paso Re lo avisaban
con repetidOR correo' de~de Pa ca los Uapitanes .J unco y UltreZ, que estaban con Fedreman;
y así resuelto lí no permitir que lo echagen del Reino los dos caudillos para dividirlo eatre
sí á título de que ,oaia en los tél'minos de la gobernacíon de cada uno, que era el punto lóIobre
que se carteaban, juntó toda su gente española con más de veinte mil indios qne le acudie-
ron voluntal'ios, con determiuacion de pre elltar al uno de los dos campos In batulla ántes
que lo buscasen unidos; pOl'que el tiempo g atildo ~n justificar su po esion no fuese el ma-
yor enemigo que le. acase de l!lR manOl4 lu pl'{l ll; [ti .·i u[ gr u e
pitall no le dieran tiempo
para representar el dcrecho que tenia BU Rey á. la Bn ilicata en la particioo do NApole!i uo
lo hubiera pcr'dido todo monsicur de AubCni: y por muy <.ligno de reparo eu el lanoe pre-
sente, e de Raber que en cada cunl de los tl'e. CaOlPQg habia el miR010 número de comba-
tientes, ni uno más ni méllos, que fué tÍ ciento y se enta y tre8, uu clérigo y un l"cligioso,
con la diferencia de que el religioso del oampo de Quesadn. era de s· nto Domingo, el de
Fedremau Agustino y el de Beoalcázar de la Merced, y tnmbien lB que hacia la gente del
Perú abastecida de ~rma~, caballo.' y demas pertrechos ú la de Vonezueln, f/llta ca i de todo
y de salud, como salida de parte más remota: y e cierto que hnbiera logrado Sil preteusion
Que 'ada, sl los :'Iacerr1ote~, con iderado el deservioio que do semejante resolucion habia de
resultar al Rey y los graves dil.ños que de no aju tarse habían de seguir o á tOdo~1 no toma-
ran la mano para convenidos á tiempo que Fedreman y Benalcázar no di taban ollatro
leguas, y Mí iban y volvian de un campo n. otro proponiendo medios, y por último dijeron
á Quesada se ajul'ltarian lo. do~ caudillos contrariaR oon que del Reino se hiciesen tres par.
tes con jurisdiccion indivisa, hasta. que el Rey declarase en cuya gobernacion estaba com-
prendido.
Este partido era el qne más despreciaba Quesada, y abominaba que de él se' tratase
!Sobre un TIeino que tenia descubierto y conqui tuda; y con HO querer dar oicloR á semejanto
demanda, se temia por parte de los eclesiásticos qlle el negocio llegaria á rompimiento. Pero
los Capitanes que tenia Quesada en el campo do Fedreman . a dieroo tal maña, que lo:! con-
vinieron en qne se uniesen, con cargo de que le diesen al Aleman cuatro mil pesos de oro,
graoiosamente, y en qu~ dejándole vender sus caballaR y armas en 10 qúc pndiese, pondda RU
gente y persona á 11\ disposioioll del Genera.l Quesada y se vendria. oon él á Castilla: donde

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CAP. IU.] HISTORIA. DEL NUEV0 REINO. 143
su Majestad determinase si caia. 6 nó el Nuevo Reino en la gobernacion de Venezuela. Lo
eual firmado de ambos, tomó el campo de Fedreman 1'\ vuelta de Saneafe, donde habiendo-
sel~ recibido ostentosamente y héohosele alguna.~ dAdivaR, metió su gente debajo del Estan-
darte del Nuevo Reino: lance en que libró Qne!'1ada. su segnr,idad contra los del Perú, que,
sabido el ajuste de Fedremllu, despachaban las embajadas ménos soberbias que hasta. allí, y
acaeció que llevando nna de ellas el Oapitan Juan de Cabrera, pretendió de secreto (á 10 que
despues se dijo en público) que Fedreman convocase otra vez toda. su gente por los medios
que él propondría, para lanzar del Reino á Quesada: y aunque de parte de Benalcázar no
se presumió intervencion por lo que despues afeó la. propuesta, lo cierto sí fué que el Fe-
dreman como buen caballero la despreció: lo cual sabido por Quesada, y enterado de que
la embajada. de Cabrera se enderezaba á que die~e paso libre á la gente dpl Perll por el Rei-
no, como tierras que eran del Emperador, para proseguir en el descubrimiento del Dorado
y casa del Sol (de qne ya los del Reino tenian noticia), lo trató ásperamente, representándo-
le la. fealdad de proceder con cautelas, diciéudole por úl~imo que no hablase su Jeneral en
pasar por el Reino de guerra, pues en caso que porfiase en ello, se lo sabría impedir á. lan-
:zadas: á que no satisfizo mal el Oapita.n Cabrera, re pondiendo que cuando así fuese podia
estar seguro de que á su General ni lí. su gente se la~ darian por las espaldas; de que alte-
rado Quesada lo despidió ordenándole no vol viese wó. IÍ proponer medio alguno, Pero, sin
emba.rgo, de allí á dos dias, interviniendo en ello los dos religiosos Dominico y Mercenario,
oon poderes de los dos Generales, asentaron que Benalcázar dejase toda su gente debajo de
la jurisdiccion del Nuevo Reino y de quien lo gobernase, con calidad de que enviando por
eita el Marquéi Pizarro, el dicho Qllesada Ó sus Tenientes la dejasen s&co.1'; y al Capita.n
Juan de Oabrera se le diesen luego sesenta hombres de los suyos, po.ra que on la provincia
de Neiva, de la otra banda del rio gl'ando, tierra descubierta por él, fuudase un pueblo su·
jeto á la gobernacion del Pet'ú, como 10 hizo, aunque á pooos días se despobló, y el Juan de
Cabrera con su gente dió vuelta al Reino.
Demas de lo referido se convinieron en que se le permitiese á BenalclÍZar vender lo
que llevaba para hacor dineros y oon ellos pasar i Castilla con el mismo Quesada y Fedre-
man, á dar cuenta al Emperador de los servicios que le habia hocho, sin otra capitulacion
más que las referidas; pues aunque la primera que le propusieron fué darle otros ouatro
mil castellanos de oro, respondió como quien era, que no vendría jamas en ello, por no dar
motivo á que se dijese vendia la libertad de su gente entregándola por dinero á diferenta
caudillo: accien con. que justificaría el Marqués Pizarra el euojo que con él tenia; y á la
verdad, el Benalcn.zar obró en esto con la grandeza de IÍnimo de que lo dotó el cielo, y tanto
fué más aplaudido por ello, ouanto más deslució la contl'aria resolucion que tomó poco Antes ,
Fedreman; y así, concluso el convenio, se encaminó á Santafé con su gente, donde se lo
hizo tan plausible la entrada, como pedia el suceso. Y porque ha sido estilo de estRo historia.
nombrar aqnellos héroes primeros de quienes se ha podido adquirir noticia, siu que se pue-
da atribuir á cuidado el silencio con que paso los nombre~ de otros conquistadores famosos,
será. bien referir aquellos que nombran Castellá.no~, Herrera y Quesada, aunque tan limita-
damente, que ee reducen á veinte y cuatro, habiendo sido otros ciento y sesenta y tres entre
infantes y caballos los que llevaba Benalcázar, de quienes iba por Maese de Campo Malchor
de Valdés, que se avecindó en Ibagué, y por Capitanes Juan de Cabrera, que doPpues mu-
rió en la. batana de Añaquito siendo Maese de Campo del Virey Blasco Núñez Vela; Pedro
de Pu-elles, Teniente que fué de Quito, qne se halló en esta entrada, aunque mal informado
€l Inca Garoilaso en el capitulo segundo del tercer libro de la segunda. parte de sus Comen-
tarios, dice que Gonzalo Pizarro, en este año en que vamo~, dejó en Quito por su Lugar-
teniente á Pedro de Puelles miéntras pasaba á la conquista de la Canela; pues lo cierto es
haber estado por el mismo tiempo con Benalcá.zar en el N nevo Reino, de donde bajó á Oar-
tagena como veremos, y despues dió vuelta n.I Perú, y le estuviera mejor no haberla dado.
Otro de los Capitanes era Juan de Ampudia, que volvió fÍ. Popnyan, y con él Luis
Daza y Juan de Arévalo, Encomendero que fué de Tibacuya.q; y de los que e quedaron
en el Reino fueron llemando de R6jns, que se avecindó en Tunja, donde casó con Doña.
María de J\lontalvo, de quienes se conserva ilustre familia; Anton de Esquibel, natu-
ral de Sevilla y Encomendero de Fo:íca en Tnnja; Antonio Luján; Francisco Arias, En-
comendero de Sora; Juan de Avendaño, Alférez de á caba.llo, conquistador de Cubagua,
Quito y Popayan, y Encomendero que fué de Tinjncá; Franc·E\co de Céspedes, Encomen-
20

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144 'h'EUNÁNDEZ l'lEDRAHíTA. [LIB. VI.

dero que fu~ de Nemza y Tunjnque j Gonzalo de la Peña, que se avecindó en Tunjs; Juan
Díaz Hidalgo, Encomendero en Tocaima; Juan de Cuéllar j LuíR de Sanabria, que ~irvió
al Rey en la provincia de Cubágua, natnl'al de Palos de Moguer, que cas6 en Tunja con
Leonor Macías y fué Encomendero de Fil'abitoba; Jua.n Burgueño j Lope de Horosco, na-
tural de Córdoba, vecino q lle fué de Tocaima y Pamplona, y padre de D. Lope de Horosco,
Gobernador perpétuo de S.mta Marta; Martín Yá.ñez Tafur, natural de Oórdoba, Alcaide
que fué de la Fortaleza de P,íria, conquiRtador des pues de Cartagena y Popayan, de donde
palió al Nuevo Reino con Bena.lcázar y ca. ó con Doña Ines Jimeno de Bohórquez; Cristó-
bal Rodríguez; Juan Muñoz de Collántes, que de Santa Marta pasó al Perú yen esta oca-
sion al Reino, marido que fné de Doña Menzia de Silva, naturales ambos de la Alhambra y
ciudad de Granada, y que tuvieron dos hijas legítimas y el Juan Muñoz fuera de matri-
monio, y estando en el Cusco tuvo por hija en Doña Francisca Coya á. Doña Menzia de 00-
llántes, que oasó con el Capitan Alonso de Soto, natural de Valladolid, que se halló en la
batalla de Chupas en favor de Baca de Ca.stro, y acudió despues en favor del Virey Blasco
N úñez Vela, y por hallar caida con su pl'ision la parte del Rey, pasó huyendo de Gonzalo
Pizarro al Reino, donde casó con la dicha Doña Menzia, de quienes por línea materna des-
ciende el autor de esta historia; García Arias Maldonado, que entró en Santafé treinta dias
despues que Benalcázar, en cuyo socorro iba y fué Encomendero de Gámeza j Juan de
lIoro.qco; Pedro Vásquez de Loaysa, natural de Málaga, que uno y otro pasaron con García
Arias y otros, de cuya nobleza y más por estento tratará el Secretario D. JUBO Flórez de
Ocariz en los Nobiliarios que tiene para imprimir.

CAPITULO IV.

PERSUADE Á QUESADA BENALOÁZAR Á QUE FUNDE CIUDADES, Y'


REFIÉRESE EL ESTADO Y CRECIMIENTO Á QUE HA LLEGADO LA
CIUDAD DE SANTAFÉ.

L fin comunicadas bien las intenciones de todo!'! y con bastantes noticias pa.ra tratar de
A sus intereses, marcharon juntos, y entrando el mes de Febrero se vieron los tres
Oabos en Santafé, donde comuni nndoso tí amistosameuto habiéndo e divertido en fies-
tas y caZBCJ y en el continuo ejeroicio de hacer mal á. caballo, de que cada cual de los
caudillos llevaba excelentes y diestros hombre. , y en que fué el hombl'e más señalado Be-
nalcázar, como en su fidelidad y buen trato; bien oonsiderada por este Oapitan la esperan-
za y grandes intereses que aquel Reino prometía á la Monarquía Española, y tirando al fin
de que se le facilitase la embarcacion y viaje á Castilla por el mar del Norte, en que
libraba su quietud, es fama comun que estando juntos los hombres más señalados de 108
tres campoR, les habló de esta manera:
Bien conocido tengo, ilustres caballeros, por las experiencias que me han aado 1a6
conquistas en que me he ocupado y p01' otras de que tengo noticias claras, que no se hallarán
provincias tan ,'icas en las Ind'l'as, que ba ten á satisfacer despues de conseguidas las ansias
con que l08 espafíoles quisieran adelantar sus conveniencias más allá de las esperanza8.
Ayer vimos, para ejemplo de lo que digo, á D. Fmndsco Pizarro y á D. lJiego do Almagro
80b1'adamentc acomodados en una casa de un lllgar tan estéril como Panamá; y lwy v(Jmos
que no caben en setecientas leguas del impelio más ri,:o que hay en el ol'be. Y tambien es
cierto que emando tanta8 veces 3e vie10n los presentes con la mue1'te á l08 ojos en desiertos
que han pereg1'inado para tan dichosos fines, se contentaran con suerte ménos ventu1'osa que
la que miran; pero e8 achaque comtm de nnestm 1laturaleza no pagarse de bienes humanos,
por grandes que 8ean, porqtte en 8U desestimacion se conozca lo poco qtte montan las gran-
dezas del mundo ó se dC8cubra la más cie1'ta señal de nuestra instabilidad y m(ll contentadiza
inclinacion.
j),j as habiendo de correr corno todas las j07'tltnaS mudables de e8ta vida, sé deciros
91/C si .'/0 1mbiera sido el Capilan en cuya suerte ha caido Reino tan poderoso y (lpulento,

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CAP. IV.] HISTORIA DEL NUEVO REINO, 145
como l6 ea t.ste de Bogotá, yd, tu,v,'era fitndadas en él tres ó cuatl'o cÍ1tdar1e8 JI hecho lo. repar-'
timientos de los naturale8 con g1'aduacion legítima de los S81'vicios de tan valerol08 80ldados;
!I el señor Gobernad01' Nicolas Fedreman, por l() mucho que ha peregrinado, será el mejor
testigo y el que aji1me que si desamparais lo descubierto engañado8 de falsas esperanzas, no
8e1'á posible ni mej.or SU81'te ni f'ec16perar la péril¿*da.
Son las ciudadell que se fimdan la seguridad ele l08 Reinos adq/tiricl08, po,' 8e,' el
centro donde se recoge la fuerza para aplicarla á la pa1'te qne más necesitare de ella. Y
8iend() este Reino de tanta consecuencia, set'á en los ojos de SI& ~[ajestad set'vicio muy acepto
el conservarlo; '!l si acaso .el ti87npo diere n9ticias ciertas de mejores paises (c08a á mi ver
imposible), no sé qua haya ineonvem'ente algnno en la ejecucion de mi advertencia; ántes pienso
que erúónces halJrá sido el mejot· acnerdo dejar asegUl'ados los pasos y la retl'rada en caso
gue las conquistas no .sucedan con la felicidad que hasta altOra.
(Jonssrvat· los indtos red1¿cid(j8, lo tengo por 1f.120 ele 108 mayo,'es intereses, pues á la
floticia de que ,oís dueños de vasallos, 9 'que St¿.s tdbutos son tan c@nsidembles, os acudi'rán
pe1'tr'echos y caballas cún que ref01,zados podais acometer emp1'esas más a?'d-uaa; y es tanta
ver'dad, que á la codicia del comercio os b1l8car'án de todas partes, que muy brevemente vereis
en este Reino tantos españoles baldíos, que os embarace la sobm que hubie"e de ellos; pue8
aunque más retimdo sea Bste Reino como lo es de' la Eu,'opa, en c07"J'z'ehdo en ella la fama de
B1t descubrimiento, minerale8 de oro y esme,'aldas q'l.¿e en él se c7'ian, serán poco emba1'azo los
mares pam -que no S6 a,','ojen muchos tí, él con fin de gozar lo que no trabajaron, Y lo q1l,8
set'á más repa1'aole, que estando ya cada nombre de l08 Vlteat1'os sepultado en el olvido, á 80lo
el sonido de los apellidos os kallat'eis con tantos pa1'ie1l,tes, que 1/.0 baste el caudal de todos
pam contenta1' á cada 1tno.
De aquí set'á que -se acreditarán la8 ciudades con oomas y cQ1'tesan08, y con much08
que paBa"án á ellas fiados en to8 mé1'it08 de caballeros 'ti que sin manifcsta,·tos en loa trabajos,
conseguirán el p,'emio de se1' vucstros herede1'ol, entr'ándose en las haciendas cItando más dis-
puestas S6 ltallen. Llenaránse las provincias de mercader'es que pasando del cambio al
mando, fimdat'án mayo't'azgo8 y casas grandes; y de Letrados que empezando tÍ volar' con las
plttmas, se ltallarán brevemente con tOllos los premi<J8 debidos tÍ la espada, á que no podr'li
resistir la pt'ovidencia humana, pues no ha!! camina para que el mttndo pare en el CU1'SO de
81t1 'Vuelta8, y 80lo podrá oponér8ele el prudente ju.icio de aquellos que haciendo asiento en lo
ganado fundat'en haciendas fijas con qué ,'esistir las batería8 cont1,nUada8 que habrán de
ase8tarle8 de tantas pa1-tes.
Yo, sigua'endo este dictcímen y confiado en la liberal mano de 8'lt lffajutad (que ]Jioa
guarde) de quien eqJero remuneraciora condigna á mis -S81'vicioi, dejo fundadas las Villas de
Quito, Cali, Popayan, Past0'!l Timaná, donde presto concurrirán tantas gentes como tÍ este
Reino; y porque la dilacifm siempre me será dañosa, y de8de aquí hallo la comodidq,d que he
de8eado pa1'a pasar tÍ los Reino8 de España, elllban:ándome en la ma1' del Norte, he qne"ido
manife8tar to que yo hiciera, y dat' parte de mi8 designios, para fJue si algunos de los mz&-
chos caballeros be'lle71:ufrüos que se hallan p,'esentes quisieren hacer el mismo viaje, podamo8
hace1'lo .iuntos: y así dejo -tÍ la dispos'tCion del .,eñ01' General ]J. Gonzalo Jiménez de Quesada
el órden y elecc1,'on de la parte PO't donde pbiú'em08 baja,' con más segtwidad á la costa de
Carta,qena, attnq'l,e mi parecer 8S que teniendo tan ce1'~ano el ,'¡o de la Magdalena, será este
cam'ino el más 8eguro, por la disposicion que en él hallaremos para hacer be"gantines en qué
embarcal'nosj y porq,~e para este intento pudiera ser de embarazo el tocar forzosamente en laa
costas de Santa Harta, hoy 8e nos facilita todo por habet' tenido carta en que me avisaron de
la muerte del Adelantado D. Pedro FernáfUlez de Luga, que venia á ser el impedimento que
podia ,'eeeZa¡' nuestra p"etension; '!I así meditadas mis palabras, si fueren ajustadas á la razon,
poblad ciu.dades con dia, mes y año del a8iento, para que en España conste; y si algunos qui-
sieren acompañarme, determínense luego, pa,'a qlte sabido el número de los compañer08 se di8-
ponga la p,'evencion pat'a tos medios.
Esta fué la sustancia de lo que dijo Benalcázar viendo la tibiesa de los Capitanes y
soldados de Qnesada en lo que más leR convenia, y con sus palabras reconocieron el engaño
en que vivieron los primeros conquistadores de Santa. Marta, Venezuela y Cubagua, cuyas
populosrsimas provincias talaron, de. truyeron y arruinaron, dnndo los indios por esclavos
contra toda ley, y contentándose con el saco que hallaban {¡, mano, no reparando er;t la fer-
tilidad y abunda.ncia de las tierras, donde si se hubieran conservado se vieran ciudades muy

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146 FEnNÁNDEz PIEDRABÍTA. [LIB. VI.

famosas: des6rden que no pnede referirse sin lástima de los corazones, aer por el rigor 'y
crueldad con que acabaron tantas naciones, como por la imprudenoia con que á la Corona
de Castilla privaron de señoríos tan poderosos por la multitud de indios que en ellos habia.
y como hubiera sucedido en el Nuevo Reino de Granada si la advertencia cuerda de Be-
nalcázar no diera luz á sus conquistadores para asegurar sus propias conveniencias.
Considerado, pues, por el General Quesada cuánto le con venia poner en ejecucion
consejo tan saludable fundando ciudades que se perpetuasen con lustre en los siglos venide-
ros, y más despllcs de sabida la muerte del Gobernador de Santa Marta, Lugo, por cuyo fin
presumia sucederle en el puesto, y tanteadas bien las ciudades que podria fundar entre los
indios más belicosos ~cgun el número de su gente, y determinado á continuar con más fi-
neza la fundacion de la de Sautafé, dió traza á la disposicion de las calles y solares, iglesias
y plazas que parecian más convenientes á ciudad, que habia de ser cabeza de aquel Reino.
Hízose nombramiento de Regidores entrado el mes de Abril, de los cuales fueron Antonio
Bdrmúdez, Encomendero que fné de Choaohí y Oficial real de Cartagena; Rernando de
Rójas, que ya. nombramos, natural de Córdoba; Juan de San Martin, Lázaro Fonte, Juan
de Oéspedes y Antonio Diez Cardoso, marido de doña Felipa de Almeyda, de quienes fueron
herederos y sucesores Luis Cardoso y doña Fclipa de Almeyda, sus nietos, hijos de doña
Marquesa Cardoso y de Juan Suárez Home, ascendientes de muchas nobles familias del
Reino; Alguacil mayor fué Baltasar .l\Ialdouado, y por Alcaldes de aquellas primeras elec-
ciones salieron el Cspitan Gerónimo de Inza y Juan de Al'évalo, personas de mucho lustre,
y primer Escribano de Cabildo Juan Rodríguez de Benavídes. Nombrado pues Cabildo,
Justicia y Regimiento por los nuevos moradore!:! y vecinos, dieron principio á labrar casas
con más ostentacion que las primeras; y quien se adelantó á. fabricarla de tapias fué Alonso
de 0Ia11a, padre que fué de Francisco de OlaUa y del Capitan Juan López de Herrera,
doña Juana, doña Isabel, doña María y doña Ana de Olalla, ascendientes de muchos caba-
lleros que hoy viven. Yel que hizo la primera. casa de teja fué Pedro de Colmenares,
padre del Capitan Luis de Colmenares, sucesor suyo en las grandes poblaciones de Bosa y
Soacha, que de presente goza don Nicolas Osorio, su nieto. Por .cura beneficiado de aquella
primera iglesia fué elegido el Bachiller Juan Berdejo, que fué Capellan de la gente de Ve-
nezuela, siondo por algun tiempo su coadjutor Fr. Vicente de Requejads, del Ord~n de San
Agustin, por haberse determinado á venir:i. Castilla Fr. Domingo de las Casas, que tenia
mejor derecho.
y porque no sertí fuera de prop6sito ni do estilo referir aquí el crecimiento y estado
á que ha llegado esta villa, que ganó título de ciudad en veinte y siete de Julio de mil qui-
nientos y cuarenta, y con decirlo PO! é 'crito ae excusar~ll muchas preguntas que hacen los
que de esto~ Reinos pretenden paHar tÍ nquélIos, es de advertir que como Santafé de Bogotá
está ó. las faldas de dos montes por donde pendientemente extiende su poblacion, tiene de
longitud poco más de dos millas, y como una de latitud; sus calles son anchas, derechas y
empedradas de presente todas con tal disposicion, que ni en el invierno se ven lodos, ni fas-
tidian polvos en el verano: sus edificios altos y bajos son costosos y bien labrados á lo
moderno, de piedra, ladrillo, cal y teja, de suerte que no los exceden los do Castilla, no co-
rriendo la comparacion con los reales, ni de príncipes y ~eñores poderosos, que en su fábrica
prefieren generalmente ~í los que hay en las Indias: las oasas Flon tan dilatadas en los sitios,
que casi todas tienen espaciosos patios, jardines y huertas, sin mendigar loe frutos y flores
de las ajenas. Hermoséanla cuatro plazas y cinco puentes de arco sobre los dos rios que la
bañan, de San Francisco y San Agustin, para la comunicacion de unos barrios con otros, y
el de San Francisco es tan provechoso á la ciudad, que ademas del agua que reparte á
muchas fuentes particulares, forma una aceqaia con que dentro del círculo de la póblacion
muelen ocho molinos.
Los vecinos españoles que la habitan, y cada dia se aumentan, son más de tres mil
al presente, y hasta diez mil indios, poblados los más en lo elevado de la ciudad, que
llaman Puebloviejo, y en otro burgo que tiene al Norte, y llaman Pueblonuevo. Fueran
muchos más los vecinos españoles, si no fuera tan continuada la extraccion que de ellos se
hace para socorrer las plazas de Cartagena, Santa Marta, Mérida y la Guayana. "Repártanse
los que la habitan, así españoles como indios, en tres parroquias, y en 10 perteneciente á la
Catedral, que viene á ser lo má.c¡ granado y numeroso, y los que v u1garmente se llaman
criollos son de vivos ingenios: hablan el idioma español oon más pureza castellana que todos

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CAP. IV.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 147
108 demas de 188 Indias: inclinanae poco al estudio de las leyes y medicina, que sobresale en
Lima y Méjico; y mucho al de la Sagrada Teología, Filosofía y letras humanas: extrémanse
en la celebracion ostentosa del culto divino, y en agasajar forasteros: son generalmente fa-
mosos hombrea de á caballo, buenos toreadores y diestros en la esgrima y danza; y hacen
pundonor de ajustar EUS duelos en des~íos de uno á uno y dos á dos, sin inter'Vencion de
arma •. de fuego. Las mujeres son generalmente hermosas, con buen ait'e y discretas con
agudeza cortesana, especialmente las nobles, y exceden á los hombres en la puntualidad de
no faltar á sus palabras.
La fábrica do la Iglesia Catedral, que es hermosísima, tiene tres na.ves cuya techum-
bre carga sobre arcos y pilares gruesos de piedra blanca que dividen unas naves de otras, y
la Capilla mayor y Bauti terio Ron obras vistosas y labradas á lo mosaico. Sobre el Bautis-
terio se levanta una tOITe de piedra bastantemente elevada para darle hermosura, á que B9
Bube por un artificioso caracol, y para mayor majestad ele la fábrica forma por la parte que
la principal de sus puertas mira á Occidente, un altozano ó cem~nterio, que sin afear la
plaza mayor se extiende más de diez varas, con sus gmdas repartid m; en tres partes propor-
ciona.das para Rubir al templo. Este edi'ficio costearon los conquistadores de aquel Reino, y
quien lo sacó de cimientos i levantó fué D. Fr. Juan de los BánioR, su primer Arzobispo,
si bien por dejarlo cubierto de paja tUYO el Cabildo Eclesiústico el mérito de cubrirlo de
teja en Sede vacante. Dedicóse á. la Concepcion purísima de María Nuestra Señora; y por
estar en él la cabeza de Santa Isabel, Reina de Hungría, con que lo enriqueció D. Fr. Luis
Zapata de Cárdenas, segundo Arzobispo, es esta gloriosa Santa Patrona de todo el Heino,
por voto especial de las ciudades; y quien hizo el altozano y fortaleció los cimientos de la.
torre fué el doctor D. Bernardino de Almanza, séptimo Arzobispo, á quien imitó el celo del
Presidente D. Diego de Egues y Bueamont, que la perfeccionó y acabó.
El coro está fabricado en el cuerpo de la iglesia, á la manera que lo tienen las cate-
drales de España :es labrado de muy buena sillería de nogal con embutidos de amarillo y
blanco de nnas maderas. Tiene dos órganos españoles, y el trascóro está cubierto todo de
retablo dot'ado en que de buen pincel está piutada la vida de N uestl'a Señora, ajustada á los
blancos que dejan tres altares ó nichos curiosos de entierros particulares. Otras capilltls
tiene de costosa obra: la más antigua de todas, dedicada a Santiago, Patrono de España, la
hizo el Capitan Gonzalo Martin Zorro, dotándola de buenas rentas, de que al presente gozan
sus descendientes. De las modernas, la de San Pedro es obra \"'erdadel'atnentereal : tieue
bóveda. interior con muchos sepulcros de piedra repartidos por nicho!!, que sirven á. l~s di-
funtas ceniza.s de hermandad tan iluetre como la que hizo toda la costa. Hay otl'a capilla á
la mano derecha del altar mayor, dedicada á Santa Úrsula, por la devocion de D. Fernando
Arias de Ugarte, Auditor que fué del ejército de Aragon, que condujo D. Alonso de Vúr-
gas, y Oidor de Lima, despues Obi.po de Quito, Arzobispo de Santafé, Charcas y Lima,
donde murió lleno de años y de virtudes. Fué este Prelado natural de dicha ciudad de
Santafé, hijo de Hcrnando Arias Torero y de doña Juana Pérez, que fué hija de Mariana
del Postigo y de Rernan Pérez, uno de los primeros conquistadores de aquel Reino.
En lo interior de la sacristía mayor, que es fábrica bien hermosa, hay capilla consa-
grada á. Santa Catalina de Bana,con una memoria de misaR, que tiene de fundacion ochenta.
mil pesos de principal: strvela el Cabildo Eclesiástico, y dotóla. Simon de Sosa Soroa, natu-
ral de San Sebastian, en la provinoia de Guipúzcoa, Gobernador que fué de los Muzos y
Colimas. A la mano izquierda, como se sale de la iglesia por la puerta que mira al Medio-
día, se encuentra con una curiosa fábrica que sirve de urna á los huesos de todos los neles
que se han enterrado en aquol templo, y tiene una buena capilla que llaman Osario. Cos-
teólo todo la piedad del licenciado D. Cristóbal de Villa. y Arellano, natural de Valladolid,
Benn que fué de diaha Iglesia y varan singular en repartir en vida su hacienda en limosnas.
Por esta capilla se forma el tránsito de la Oatedral al Sagrllrio, templo que, aunque no está
acabado, será maravilloso. Las demas capillas, repartidas en propol'cion, no tienen particu-
lares fundadores, y entre todas es la más frecuentada de los fieles la de la imúgen de N ues-
tra Señora del Topo, hoy aolamada del Patrocinio, así por e1ipecial eleccion de Su Majestad,
como por ser el refugio que hallan milagl'osamente ]os hombres en sus necesidades. .
Es esta Iglesia la· Metropolitana de todo el Reino, sigue la ereccion de Sevilla y tiene
por sufragáneas las de Cartagena, Santa Marta y Popayan. Su Arzobispo tiene de jurisdic-
~ion1 con cargo de visitarla7 más de tresoientas leguas de caminos ásperos; y de renta en los

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148 FBRNÁNDE~ PIEDRAUÍTA. - lLrn. VI.

diezmos, una cantidad que no baja. de veinte mil pesos, ni pasa ~e veinte y dos, sin la cuarta'
obvenciona1, que llega á seis mil pe~os. La. renta oapitular, q&~ viene á ser la cuarta parte
de diezmos, como la arzobispal, se reparte en trece prebeudas que tiene de presente la
Iglesia, llevando el Dean á ra'lon de quince cllatl'o Dignidades ti · razon de trece, la lVIagis-
tt'al y Doctoral y cuatro Canongías con la suprimida, que se aplicó á la Inquisicion de Car-
tagena, á razon de diez, y dos Raciones á fazon de siete, sin las Capellanías y Manuales, que
son muy considerables. Tiene para el servicio de la Iglesia dos Epistolal'ios ó medios racio-
neros, Maestro de Capilla, Mayordomo de la Fábrica, Pertiguero, Contador y Tesorero de
las rentas decimaleR, con rentas señaladas de á. quinientos pesos: seis Capsllanes de Coro,
Apuntador y Mae tl'O de Ceremonias, de ó. doscientos y cincuenta, sin lo que se reparte en
músicos, organistas y otros MinistroR, que es mucho.
Demas de lo referido hay en la Catedral dos Curas Rectores, con renta muy corta.
en los diezmos, sin que haya alcanzarlo la razon para que oficios de tanta autoridad y tra-
bajo gocen de fruto tan limitado. Y segun se van aumentando las rentas, podrán acrecen-
tarse más Prebendns, hasta llenar el númet'o de diez Canongías, que son las que pide la.
erecclon, pues no !'Iieudo más crecidos los frutos de la Metropolitana de Méjico, las tiene.
Las parroquias (que como dijimos son tl'es) se reducen 6.11\ de Nuestra Señora de las Nié-
ves, cuyo templo fabricó de nuevo y cubrió de teja (habiéndose quemado el primero) Cris-
tóbal Ortiz Bernal, de quien hemos hecho memoria. La de Santa Bárbara y la de San Vic-
torino, que tiene inllleuinta ó. sí la casa de divorciadas y hospital de niños expósitos, con
renta en los diezmos. Ademas ite las iglesias parroquiales, tiene sobre la oumb're del monte
que domina la ciudad, por la parte de las Niéves, un .templo y convento dedicado á Nuestra.
Señora de Monserrate, donde algunos religiosos descalzos de San Agustin viven retirados.
y sobre la cumbre del ruonte que mira á la Catedral, otro templo de Nuestra Señora d
Guadalupe; yen la ladera que média entre é te y la cindad, hay una casa y ermita consa-
grada á Nuestra Señora de Egipto, donde la Religion de la Merced ha dado principio á. fun·
darse; y como los montes son limpios y tan a.ltos que tienen má.s de média legua de subida,
forman hermosa vista á los ojos, y son muy frecuentados de los devotos de Maria Santísima.
La l'eligion de Santo Domingo, que fué la primera que en aquel Reino promulgó el
Evangelio, está. fuodada en el corazon de la ciudad y principal de sus calles, con hermoso
templo y convento; tiene CRsa do recolecoion nuevamente erigida en la parroquia de las
Niéves, con advocacion de Nuestra eñora de las Aguas, cuya fábrica. y convenienoias quo
de ella resultan, se deben á la devocion del Licenciado Juan de Cotrinn, sacerdote ejemplar
y de mucha calidad, como el sitio del principal Convento al Capitan Juan de Penagos,
señor de la casa de Estaños en la 11lOntailus de Búrgos y de los primeros conquistadores
del Reino. La roligion de San Francisco e tá en la pat'roquia de las Niéves, á orillas del río
de su nombre, junto al principal de BUR puentes: la. ftibrica de su Convento es de dos
claustro, en que habitan de ordinarlo cien religiosos j su templo es antiguo, pero el adorno
interior el mejor de las Inqias. Tiene inoorporndo otro templo hermoso de la. Santa Vera cruz,
y diále sus cal~a8 y sitio para todo el Capitan Jua.n Muñoz de Collántesj y al éx:ito de la
ciudad por la palote que se va á Tunja, tiene otro Convento de Recoletos descalzos de San
Diego, donde viven l'etirades ilustres varones de aquella religion seráfica. La de los
ermitliños de San Agllstin se fundó en la. parroquia de Santa Bárbara, tiene acabado BU
templo, lo fabricado es de muy costOSft obra, con dos tol'feS muy buenas; los descalzos de
esta religion, que es provincia separada, están 'fundados tres cuadras más arriba de la.
Oatedral y en el Convento de Monsel'l'ate, como dijimos.
El Colegio de la Compañia. de Jeslls, d.onde á porfía florecen virtud y letras, haoe es-
quina con la plaza mayor : su fábrica de templo y casa es tan buena que no tengo noticia de
otra mejor de su religion, no solo en Indias, sino en Flándes, España y Francia (fuera del
de Jesus de Roma): venéranse allí cinco cuerpos enteros de los santos mártires l\{¡iUrO,
Fortunato, Dionisio, Euthimio y Ana. tasio. Tiene casa de Noviciado aparte en la calle
mayor de la parroquia de las Niéves, tí qnien el autor de este libro el año de mil seiscientos
y sesenta y dos donó el milagroso Crucifijo que tenia y con que murió San Francisco de
Borja. La religion de ~an Juan de Dios está fundada y tiene á su cargo el Hospital general
de San Pedro, incorporado en la misma cuadra que está la iglesia Catedral j y en los términos
de su feligresía hay cuatro Conventos de monjas, ilustrados con buenos templos y rentas,
EI'más antiguo Seminario de virtudes es el de la Conoepcion Purísima de María Señóra

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OAP. IV.] IlISTORIA DEL NUEVO REINO. 149
nuestra, que fllndó Luis L6pez Ortiz, varon virtllo~o y de muy conociJa piedad. El de
Santa Clara, fnndaciou que fué del doctor don Fernando Arias de UgC\.\'te, Arzobil'lp() de
dicha ciudad como dUimos. El de Carmelita~ descalza.'1, que uotó en sus principios dona
Elvira de Padilla y perficionó su Majestad, aunque le hizo nueva. iglesia y POl'teda la de-
vocion que tuvo á Santa Teresa Pedro de Arandia, hombt'e piadoRo y limosnero, El de
Santa Ines de Monte Policiano, que dotó y la.bró á. sus expensaR doña Antonia de Ohávez,
mujer que fué de Lope de Céspedes, hel'edel'o de la nobleza y servicios del Capitan Juan de
Céspedes, y cuyo hermoso templo ha fabricauo y enriq uecillo 11\ generosa humildad del
maestro D. Fr. Juan de Arguinao, Arzobi~po que hoyes de aquel Reino.
Hay tres Colegios en dicha ciudad, el principal de tollos es el 1\1- yor de Nuestt'a
Señora del Rosario, con los mismoFl privilegios que tiene el Mayor del Arzobi:ilJo de Sala-
manca: rund610 el fervoroso celo del maestro D. Fr, C¡'istóbal de Tórres, del Ol'den ne
Predicadores, natural de Búrgos.El Seminal'Ío de San Bartolomé, que en vil'tuJ del <.lecre-
to del Santo Concilio de Trento erigió el doctor D. Bartolomé Lobo Guerrero, natural de
Ronda. en Andalucía, Arzobispo que fllé de aquel Reino y de Lima,nundo murió; concedióle
su Maje tad cuatro becas reales, en que prefieren los hijofol de ministt'os. El Colegio de Slln~o
Tomas, de religiosos de Santo Domingo, cuyo patl'On y fundador fué el Licenciado Gaspar
Núñez, Cura beneficiado de la parroquia de San Victorino; y en todos etlos como en 108
conventos de religiosos, ffol'ecen ventajosamente las letras de Filosofía y Teología, que son
las oiencias á que mM se aplican los que nacen debajo de aquel clima, como dijimos: y
finalmente, hay dentro de la ciudad míÍs de doscientas ermitas, capillas y oratorios 1 qUe es
la prueba más clara del religioso afecto de sus moradores,
En lo temporal se gobierna aquel Reino por una Chancillel'Ía Real, que se compone
de cinco plazas de Oidores y Alcaldes de Corte, un Fiscal y Alguacil Mayor, Chanciller y
dos Relatores, dos Escribanos de Cámara y Mayorcs de Gobernacion y dos Porteros á donde
ocurren todos 108 negocios de justicia y de q u.ien es cabeza su Presidente, Gobernador y
eapitan general de a.quel Reino, con regalías y exenciones de Virey, E~ la primera Presi-
dencia de las Indias y la de más reputacion. Provee, en el ínterin que BU Majefitad nombra
en propiedad, los gobiernos de Oartagena, Popayan, Aotioquia, Mérida, Sa.nta Marta y la
Guayana y los dos Corregimientos de Tunja y Mal'equita, Demas de los l'eferido!i pro\'ee,
en propiedad, con cargo de ocurrir por confil'macion al Rey, los Gobiernos y Capitanías
generales de la ciudad de Neiva, que fundó Diego Martfnez de Ospina, hijo del Maese do
campo don Franoisco Martínez de Ospina, natural de la provincia de Alaba y de doña
María Cardoso: el de San Juan de los Llanos, que fundó J ulln de Avellaneda: el de la
ciudad de Caguau, que fundó Juan López de Herrera: el de las ándadcs de ailtingo de la
Atalaya y San José de Oravo, que fundaron el Capitan Pedro Daza. y Gobernador D. Adrian
de VArgas: el de San Agustín de Cácel'es, que fundó el Capiti\u Domingo Fernú.ndez de
Soto, natural de la Viíla del Cubo de la BUL'cba y abuelo del autor de este libro por linea
paterna: mudó esta ciudad el nombre antiguo en el de S!l.O Martín del Puerto, que hoy
tiene, por nueva fundacion que hizo el Gobernador Juan de Ztl rate: 01 gobierno de la. ciudad
de San Juan Giron, que fundó el Capitan Pedro Mantilla de los Rios; y el de San J ustino
, de la provincia de los Chinatos, que yace entre la ciudad de la. Grita y Villa de San Cris-
t6bal, que posee el Capitan Anton de los Rios,su primer fundador y uatural de la cindad de
Utrera.
Ademas de los Gobierno~ referidos, nombra el Pl'esiJente cinco Alcaldes Mayores,
que son: el de Salazar de las Palmns, el de los CoyaimM, 01 do las minas de esmeraldas de
Muzo y los de las minas de oro de las vetas de Pamploua y de plata. do las Lajas y Bocane-
me, que son los tres mejores y de mas provechos. Los oficios de Protector general de los
indios y de Administrador de Jos Mitayos.
Diez y ocho Correjimicntos, 108 ocho en j ul'Ísdiccion de Snntafé y los diez en la do
Tunja, sin otro que hay de los indios de Pamplona, de los cuales son los mejores por el
órden que van escritos: Los de Sogamoso, Turmeqllé, Cipaquirá, Guatavita, Ubaté, Sáchica,
Chita y los Panchos. Acreciéntase 3. esto la provision de las encomiendas q ne vacan y suelen
ser muchas, respecto de haber más de seteoientos pueblos de indios dentro de los términos
del Nuevo Reino, y los más tÍ provision de su Presidente y Capitan General, sin otros ,
cargos políticos y militares que da, y la. pl'esentacion de todús los curatos y oficios eclesiás-
ticos de su gobierno. Dása esta plaza por tiempo de ocho años, y tiene de sueldo seis mil

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150 FERNÁNDEZ PIEDRAUfTA. lLIB. VI.

pesos de ensayado, y á dos millos Oidores y Fiscal de la Audiencia. Comprende la juris-


diccion de ésta (fuera de las ciudadeR, villas y lugares de las gobernaciones de Cartagena,
Santa Marta, Mérida, Antioquia, Guayana y las demas que proveen de por yida los Presiden·
tes) Ls de AnsermA. y Arma, que fuudó ell\1ariscnl Jorge Robledo en la provincia de
Popayan, y otras once cindadeg y tres villas en la jurisdiccion de Santafé, que son Tunja,
V élez, Pamplona, M:l1Z0, La Palma, fundada en la provincia de Jos Colimas por D. Antonio
de Toledo j las tres ciudades de Marequita, Ibagué y Tocaima j Salazar de las Palmas, que
pobló Alonso R.'tngel; Altagracia, en la proyincia de los Sutagaos, que fundaron Pedro
Ordóñez Ceballos, * Juan López de Herrera y el Capitan Soleto: las villas de Nuestra
Señora de Leiva, San Cristóbal y las dos de San Bartolomé de Honda y de San Miguel,
fundadas la. primera en la provincia de los Marquetones y la segunda en la de 10 Panches.
El Tribunal inmediato á la Real Audiencia es el de Mayor de Cuentas, á que están
t:!ujetos todos los oficiales de la Real ~acienda, que se comprenden dentro de la jurisdiccion
de dioha Audieuoia y do la gobernacion de Popayan: compónese de tres Contadores de
cuentas, con los mismos honores y regalías que los Oidores: un Fiscal, que lo es de la.
Audiencia, y dos Contadores de re ulk'ts, tÍ quienes preside así mismo el Presidente del
Reino: el salario de los Contadores de cuentas es de á. mil y quinientos ducados, y el de los
ContadoreR de resultas de á setecientos. El Tribunal de la Sa.nta Cruzada oonsta de Comi-
sario general, que 10 es una Dignidad ó Canónigo, sin salario: el Oidm' más antiguo, el
Fiscal de la Audiencia y un Contador mayor, exento de cualesquier Jueces Reales, y
solamente sujeto al Comisario general, cou mil ducados de renta y a8ionto con los Oidores;
es el supremo del Reino y uno de los tres de las Indias. El de bienes de difnntos se compone
del Oidor, que nombra el Presidente, el Fiscal de la Audiencia y un Contador nombrado
por su majestad, con asiento como los de mas, facultad de nombrar él solo los J neces de
comision que despacba. su Tribunal, y mil y quinientos ducados de renta j tiene sala de .
Audiencia aparte. Hay tambien Tribunal de Jueces ofioiales q\te administran la Real
Hacienda, como son C,?ntador, Tesorero y Fator, oon trescientos mil maravedises de salario
cada. uno; y las ejecuciones oometen al Alguacil mayor, por haber su Majestad suprimido
el de la. Caja Real. Un Contador de Azogues y Corregimientos, á quienes únicamente
perteneoe admitir las fianzas de ellos, tomar cuentas y hacer ejecuciones en lo tocante á su
oficio, con sujecion al Tribunal mayor de cuentas: tiene asiento con los demas Contadores,
y de renta mil pesos. Y finalmente, goza la ciudad de Santafé del título de muy noble y
leal, por especial merced del Rey Felipe JI, en veinte y siete de Agosto de mil quinientos
y se enta y cinco, habiéndole dado ltntes por armas una águila negra en campo de oro,
coronada del mismo metal, y en las ganaR de cndf\ pié una granada roja asida del mástil, y
por orla algunos ramos de granadas de oro en campo azul.

OAPITULO V.

EL GENERAL QUESADA BAJA Á OARTAGENA CON BENALCÁZAR y


FEDREMAN, DEJANDO POR TENIENTE GENERAL DEL REINO Á HER AN
PÉREZ, SU IIERMANO.-EMBÁRCANSE PARA CASTILLA LOS TRES
GENERALES, Y LOS CAPITA ES MARTIN GALEANO y GONZALO SUÁREZ
FUNDAN LAS CIUDADES DE VÉLEZ y TUNJA.

F UNDADA la vil1a de Santafé, como dijimos, y puestas ya en órden todas las cosas
quo miraban ÍL su consen'acion en cuanto á repartir solares: tierraR y encomiendas,
segun la calidad y servicios de los veoinos, en que entraron los Capitanes y soldados de

>1< El que escribi6 la obra titulada.: "Historia y viaje del mundo: el clérigo agradecido." Lo
ordenó en Santafé el P. Zapata, y da razon de las novedades de esta c!udad en aquel tiempo.

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CAro v..J RISTOIlIA DEL NUEVO )tEINO. 151
Fedreman y Benalcázar, que eligieron quedarse á lograr méritos de conquistadores de
aquel Reino; determinaron que para premiar á los que no alcanzaron repartimiento en la
j urisdiccion de Santafé se fundasen otraR dos ciudades, una de ellas á la falda del monte
por donde entró Quesada en el Reino, de quien eran confinantes las naciones y provincias
de Chipatá, SorucottÍ, Ubazá, Saboyá, Guanes: y Muzos, a quien llamasen Vélez, para que
por :liquella parte, rompiendo la montaña de Opon por diferente derrota, se procurase abrir
camino aIrio grande de la Magdalena, porque para el trato y comercio de la costa parecía
aquel rumbo cl de menores inconvenientes, como lo es si se pusiera en práctica con el celo
de atender nI mayor alivio de los indios en. la navegacíon. La otra ciuda.d en la jUl'isdiccion
y tierras de Quiminzaque, por ser aquel Prínoipe muy poderoso y convenir el runer á raya
sus gentes, y que esta cindad se llamase Tunja, en memoria de Hunzahúa, que dió nombre
á la provincia, para cuyo fin fueron elegidos por Cabos dos caballeros cuerdos y sagaces,
que el uno fué el Alférez Martin Ga]eano, en quien el Gelleral Quesada deseaba hacer
111ucho por lo que €Btimaba el valor singular con que se había empleado en servicio del
Emperador, militando debajo de la mano del señor Antonio de Iteiva, y el otro el Capitan
Gonzalo Sunrez Rondan, que fué soldado del Capitan D. Luis de Avila cn la toma de Pavía
y sitio de Florencia, y uno de los españoles que elltónces vencieron en batalla á los italianos
que pretendian destruirlos, do donde vueltos laR dos á Castilla, y graduado el uno de Capitan
y el otro da Alférez, pasaron n Santo. Marta y de allí al Heino, donde se señalaron tanto en
su conquista.
Dispuestas así las fundaciones de Vélez y Tunja, y despachados por Quesada los
títulos como Teniente General que so nombra.en ellos del Adelantado don Pedro Fernández
de llugo (pOl." donde se desvanece el falso rumor que ha conido de que en la entrada del
Reino di puso cautelosamente que ]0 eligiesen por General por aclamacion del campo, sin
dependencia del Adelautado i como dijimo ... en el capítulo tercero del cuarto libro) trataron
luego Fedreman y Beual<.:;ízar de vender sus armas y caballos, como lo hicieron. de qJle
cada. uno hizo hasta treinta mil ca tellauos, por haberse pagado cada caballo tí dos mil y
algunos tÍ tres, y :i este respecto los demas géneros que llevaron: y luego apretó Qlle. ada en
ojeoutar su viaje á. Castilla, que habia dilatado en tanto que en el rio de la Mag<lalena se
labraban dos bergantines para. bajar á la costa y disponer cmbarcacion por el mar del
Norte; y a:j dispue tas todas lns preyenciones para su partida, y deseoso de qne las nue.vas
tierras y señoríos quedaRen con b forma de un bueu gobierno aseguradas, llamó los Capi-
tanes, caballeros y oldados que con él habían entrado, y les <lió cuenta de ella, aRegul'ándo-
les que su primer motivo era representade tÍ su Majestad los se.ílaladoR servicios que á. su
Real Corona ho.bi an heoho, con especinll'elu.cion de cada uno, pam que en ntencioll de ella
premiase sus méritos, como de su liberal mano debían esp~rar, di ' poniendo las CORas de
aquel Heino de , uerte quc IOR que en él quedasen tuviesen log ro de sus trabajos. Dilató 13
encargándole. la confo rmidad que debinn tener con laR soldados del Perú y Ven ezuela para.
estar eguros j y apartándose con los Alcaldes y Regidores empezó á di~ourrir sobro la eleo-
cion de per::,onn que como Teniente suyo le sostituyp.se en ausencia, míéntras el ney di 'po-
nía lo más conveniente.
Ventilada la propuesta por la junta, y reparando en que eran muchos los Clpitaues
y caballeros que se hallaban <liguas del puesto, y que de hacer eleccion de alguno en quien
no concurriese calidad singular que lo diferenoiase de todos, se daria ocasion á di -gustos y
enemLtades ; ó porque es muy fácil de penetrar la inclinacion del superior que propone,
acordaron qlle llombrnse al Capitan Hernan Pérez de Quesada, su Alguacil mayor, pues
ademas de tener partes para el oficio, se reconciliaba el respeto de todos por hermano suyo,
en cuya persona, representada la de su General, hallarian sobradas cllidades para obedecerlo
gustosos. Asentado esto, y como ya. sllpiese Quesada la muerte del Adelantado Lugo, aun-
que no constaba, pidió que le entregasen á él las partes que en las distribuciones le habían
aplicada, diciendo que si era difunto, podia libremente el ejército, en quieu recaía el derecho
á. ellas, darlas á q llien fuese su voluntad: y así conformes todos renunciat'on en él cualquiera.
que Á. ellas podiau tener, que no poco embarazo y disguatos le oca ionó en la Corte. Conse-
guida aquello. pretension, que fué de mucho interes pata sus intentos, se fué un día á caza
por disimular que nacia. ele él la accion que dejaba comunicada á su hermano y á otros
am.igos suyO!;, de que propusiesen y rogasen á los Capitanes y demas gente, que pues les era
notoria la poca codicia con que habia goberDo.do, y el aprieto del viaje á Castilla, le ayuda-
" 21

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152 J'ERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. LLIn. VI ..

I!len con algo de 10 que cnda cual tenia adquirido, que fué el ú.ltimo medio de que se valió.
para sus conveniencias: y fué tal el agrado que tenia ganado con su gente, que consiguió
una buena ayuda de costa, aunque no todos cumplieron la oferta que hicieron al ruego. Y
porque los Capitanes Juan de San \Iartin y Antonio de Lebrijn, que eran Oficiales de ]0.
Real hacienda, iban con Quesada á Castilla, habiendo nombrado otros en su lugar y recibido
fianzas, les entreg6 la caja, sacando primero de ella. once mil castellanos de oro y quinientas
y setenta y dos esmeraldas, algunas grandes y de mucho valor, de lo perteneciente ti los
quintos Reales, para que el Emperador viese la muestra de la riqueza. de aquel Reino.
No restándoles otra diligencia, partieron de In ciudad de Santafé-á doce de Mayo de
este año de treinta y nueve los tres Generales Quesada, Benalc:íznr y Fedreman, conformes
en pedir á su Majestad la. última resolucÍon en sus difereociaFl y pretension al gobierno del
Nuevo ReiDo, y con ellos otros Oficiales y soldados hasta el número de treinta, yentre ellos
Pedro de Puelles, Pedro de Limpia.~, Gerónimo de Aguayo y Pedro Blasco, y signiendo su
viaje por el monte de Tena y tierras de Anapoima y Tocaima, se fueron á embarcar t.
Guataquí, pueLlo de Panches, que yace á. orillas de aquella banda dell'io donde estaban á
punto los dos bergantines, el uno para Quesada y Fodreman, y el otro pa.ra Beno.lcáza,r, y
navegando hasta treinta leguas los hizo reparar el ruido de un raudal fUl·ioso (que al pre-
sente llaman el salto de Honda) y lo hace el rio acanalado por la angostura q uo le dej an
libre unas peñas. Pero arribando {mtes á tiena, y sacando la carga que condujeron por la
orilla hasta pasar el salto, naron los bergantines :.í. las aguaR y algnnos buenos nadadores
que los guiasen por el raudal: diligencia que se logró con mucho teabajo y poligro, aunque'
ya la experiencia de tan mal paso ha obligado :í tenol' el puerto más abajo del salto, enft·ente
deJa villa qne al presente hay fundada de S. Battolomé de Honda, COD más de tregcicutos
vecinos, dOlide se hace el comercio y con qne se excusa este riesgo lÍo 10R que navegan.
Libres ya los bergantines y vuelta ti su embarcacion la gente, fueron prosiguiendo su n1lV8-
gacion siempre con las armas en las manos, *
causa de qUQ los ' iudios de aquellas CORtaR no
cesaban de perseguir los bajeles con sus esnoas, obligando tÍ cada paso á. lo~ españoles {¡, po-
nerse en defensa para que no abordasen á los bajeles: si bien 108 bArbm·os, atemorizados de
las ballestas, se acercaban pooo, remitiendo toda Sll hO!'ltilidad á una grito. coufusa, y al PoC()
efecto ql.le cansaba la. flechería en los bergantines. Este trabajo lel!! duró doce días que gas-
taron en llegar á la boca del tio que deS8gua en el mal' del Norte; y quel'ienuo ir ti Santa
Mal'tn. (preteoRion que les estuviera mal haberla logrado), corrieron tan fuertes las brisas,
que los 11e aron á Cal'tagena, donde fueron bien recibidos del Licencindo Santa Cruz, que
allí era Juez de reRidencia contra el Adelantado don Pedro de Heredia, y contra el Licen-
ciado Juan de Badillo, primer Juez, que lo suspendió del gobierno y lo lemitió preso R
estos TIeinos.
En Cartagena marcaron todo el oro que llevaban, y se detuvieron esperando ocasion
de embarcarse en una nao que salió para Castilla á. los ocho de Julio. Por e te tiempo y
desde el año antecedente gobernaba en Santa Marta. Gel'ónimo Lebron de Quiñónc8, tÍ quien
la Audiencia de Santo Domingo proveyó por muerte del Adelantado D. Pedro Fernúudez
de Lugo, que babia dejado por su Lugar-teniente á Juan Rlliz de Orjueln., su Maese de
Campo, y no tuvo dicha de ver logradop. sus gastos con el descubrimiento del Nuevo Hcinoj
ántes persuadido él y todos 10l; de la Costa á que habia perecido Quesada y su ejército en la.
trabajosa jornada que emprendieron, pues en ta.n dilatado e pacio de tiempo no se había te-
nido noticia de ellos, y las que dió el Licenciado Galh;gos persuadian más tÍ esta so. pecha;
combatido de penas, pobreza y .melancolía, acabó SUR diaR mm'iendo como buen cristiano por
el mes de Agosto del año ele treinta y seis, con la opiniou de h&.ber gobernado con singular
crédito. Fué caballero digno de etema memoria, y á quien debe el uevo Reino de Granada
toda la gt·andeza que goza, no debiéndole él más que siete piés de tierra en la ciudad de Santa
Marta, yesos tan 9cultos á la noticia, que hasta hoy se ignora el sitio en que lo euterraron.
Era Gerónimo Lebron hombre capaz de tratar negocios de más peso, y gobernaba sin bus-
car ocasion de alterar el curso ordinario con que corrian las conquistas de Santa Marta, te-
niendo siempre á raya la audacia de los Tayronas y Bondas, sin pasar á más que á haber
ea
dispuesto corriese la tierra hasta el Cabo de la Vela el pitan Alonso Martin,y que des pues
el Capitan Luis de Manjarrés, con Antoll Pél'ez de Lara, Juan de Angulo, Rernando de
Santa Ana, Melchor de Loranca y otros, hasta cuarenta, fuese á descubrir, como lo hizo,
los valles de Pestegua y Guicagare ; y lo qu~ fué más, á. que abriese camino por tierra desde

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Ar. v.] nIS'fORIA DEL NUEVO REINO. 153
Santa. Marta á Cartagena, siguiéndolo por la. Costa del mar hasta. la Ciénaga, atra.vesando su
boca, y de allí .por la isla. del Caiman hasta esguazar la otra boca, que llaman de Salamanca,
desde donde por otl'a i. lel, mayor que hacen el mar y el río grande, venciendo tantas malezas
y atolladeros como encuentl'Of! tuvo con los indios isleños, consiguió baIlar camino hasta las
barrancas del rio gt'ande, que hacen frente al pueblo de Malambo de la provincia de Carta-
gena,' aunque poco despues se dejó de todo punto, por haber facilitado mns el mismo Cspitan
~faDjarrés 01 que hoy Re hace por la Ciénega en ·embarcaciones.
Habiendo llegado, empero, á Cartagena los tl'es Geuel'ales cargados de oro y esme-
raldlls, y vestidos de aquellas telas de algodon extrañas á las naciones de la Costa, y empe-
zádose á divulgar la fama de su riqueza con voces, que adelantaba la ponderacion á la ver-
dad, que decian los tres Generales, y siendo Gerónimo Lebron de los primeros que tuvieron
la noticia, y sabiEndo qlle el Nuevo Reino se habia descubierto por el Gobernador de Santa
Marta á quien habia sucedido (¡:;in disclll'rir que fué merced particular separada del Gobier-
uo, en "irtud de capitnladones), determin1 subir á él personalmente como tal Gobernador, á
quien pertenecia regirlo. Tanta era la ambicion, y t:ll es la ceguedad con que algunos Minis-
tros han procedido en las Indias. Sabidos por Quesada lo~ intentos de Gerónimo Lebron,
que milI pudieron ocultársele donde uo faltan hombres inclinados á cumplir con ambas par-
tes, por má.'i contrarias que ean, hizo luego las protestas y requerimientos que le parecieron
convenir, disponiendo con los parciales que tenia en Santa Marta, que se los notifica. en ó hi-
ciesen saber con cualquier arte al Gobern~dol', para que no iutentase subir al Reino ni so
moviese á ejecncinn tan peligro a con los fundamentos flacos que podia alegar para disculpa
de su desacierto; y pOl'que en el Nuevo Reino no habian de recibirle ni obedecerle, por ser
aquella. pl'ovinciaR di. tintas y separadas de la gobernacion de Santa Marta, como parecia de
los de pachos qne el mismo Lehl'on tenia, en los cUlllesle nombraban Gol.ernador,l'etringién-
dole el título tÍ. ~ola la jurisdiccion de Santa Marta, sin hacer 1'elacion de las provincias y
l~eino, (!ue de de allí, como escala de la tierra firme, se conquistasen; mas no haciendo ca. o
de su protestas Gerónimo Lebron, di¡;;puso con m¡t. veras su. jornada al Nnevo Reino, y
apremiado del tiempo Quesada con testimonios de la contradiccion y otraR diligencias hecha,
partió parA. Castilla. Btl!lte esto por ahora, miéntra volvemos á referir lo que pasaba en
Vélez y Tnnja..
Con el órdeYI que tenia el Capitan l\Iartiu Ga.leano del General Quesada, sali6 de la
ciudad de a.ntnfé luego il1med;.atnm€'nte, y eucn.minado al eptentrion, dentro de seis dias
dió vista á la gl'an poblacion de Tinjad, fundada á la orillas de la laguna de Sigua. inr.a, que
'Vnlgarmente llaman de Fúquene, de que hicimos melnoria en el primer libro: y porque
en toda~ las villas y lugares del contorno de Tinjacá Imbia primoro os artífices de vasos y
figuras de barro, fueron llamados de los e. paílole los pueblos de lo. Ol1er08, De allí, toma-
do algnll rafl'e CO, atrave. al'on por las pedrcgo. as j Ul'i diccione. de uta, orocotá. y Turca,
h'lta llegar ~l las barrancas nlta de la. quebrada honda, asiento conocido en 108 ter'minos do
UhaZlt de.'de la entraua de lOA primeros españole~ y sitio muy cercano al rio de SuÍtrez: y
habiendo ~legiJ() una campaña rasa, Cjue pareció la. mtÍR acomodada para poblarse, tra7.aron
la ciudad, que fué la. segnnua que se fundó por la gente de QueRada en tres de Junio del
año en que vamo de treinta y I1lte\'e, tÍ quien llamaron Vélez ncontemplacion de su Gene-
mI, con términos bien dilatados de mucha, provincias que en aquellos tiempos abnodaban
de infinidad de bárbaros, y pue!itos lo primeros fumlamentos trataron de dilatar la pobla-
don cuanto pudiesen, en :fe de que lru muestras y riqueza de la tierra daban esperaU7;a gran-
<les de aumentarse mas en lo venidero: y así, mirando á este fin, hicieron la eleccion del Regi-
miento en per onas calificadas, que fuet'on Ba1tasRl' MOl'atin, Diego de Huete, Antonio Pé-
rez, Mál'cos Fernó,ndez, J nan de Prado, Francisco FerntÍndez, y por Alguacil Mayor Miguel
Seco Moyano, y Escribano Pedro de Sa1azar, Nombrado Regimiento, procedieron á elegir
Alcaldes, y fueron los primeros Juan Gaseon y Juan Alonso de la Torre, pa.dre que fué de
Lorenzo Martín de Benavides, Cura Beneficiado de dicha ciudad de V élez. Pero duró poco
esta primera fundacion, porque roconociendo despues que más adelante, pa ado el río de
Suárez, muy cerca de la montaña, en la provincia de los Chipataes, treinta leguas al Norte
<lo Santafé, habia disp0sicion donde con más comodidades podian poblarse, de comun sentir
-de todos mudaron allí la ciudad ú. catoryc de Septiembre, yen el sitio señalado It la Iglesia
parroquial exaltaron la Cruz Santísima, por cuya causa permanece hasta hoy (>1 templo qne
~e dedicaron: repartieron solares por cuadras segu.n el número de los vecinos, y con ayuda

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154 FEUNÁNDRZ PIEDRAHÍ'fA.

de los indios cargueros y de los que se agregaron de paz, hicieron ca!'\as de p:lja en qué alo-
jarse, Eln tanto que disponia el tiempo que con propios vasallos las edificA en más AuntuoS8S.
Erigióse Hospital y fundáronse despues Conventos de Santo Domingo y an FrancI. co ; ma!i
esta ciudad, que tan buenas esperanzas dió de su crecimiento, por vario~ accidentes de for-
tuna y falta de naturalefl, apénas conserva hoy doscientos vecinos. Gobiérnala el Corregidor
de Tunja, que tambien lo es de los indios que llaman del rincon de V élez: y fú ndas~ flU
comercio en el trato de conservas y azúc.:al', de que es muy abundante, como en los demali
géneros que proceden del beneficio del algodon. -
Por otra parte, el Capitan Gonzalo Sllárez Rondon, á quien se le habia cometido la
fundacion de otrfl ciudad en las provincias de Tunja, tÍ. qlle le iustó con segundo despacho
Heman Pérez de Quesada, salió de Santafé treinta dias desplles que se fundó Vélez, y bien
prevenido de gente d~ la más granada de los tres campos, se condnjo tí la Corte de, Quimin-
zaque, de cuyo sitio y calidades dimos bastantes noticias en el capítulo sexto del segundo
libro; y pareciéndole el más á propósito ' pa.ra el intento, por la eleccion que de él tenian
hecha los naturales (aunque á siete leguas lo babia mejor en Bonza) lo eligió para. asiento
de la nueva ciudad que llamó Tunja, como le estaba ordenado: fnndóse á seiA de Arrosto, dia
de la Tran. fiO'uracion de Cri to Nuestro Señor, y de. tinauo para exaltacion de su antísimo
nombre y fe católica, por haberse puesto en él un año ántes los primeros fundamentos tÍ. la
ciudad de Santafé, ántes que Benalcázar entrtlra. en el Reino. Pl'ocedióse luego tí elegir
Hegidore., que lo flleron el Capitan Gómez del Corral, el Capitan Juan uel Junco, Reman
Venégas Carrillo, Juan de Salcedo, Diego de egura, Pedro de Colmenáreil, Fernando de
Escalante, Alguacill\fayor, Antonio Bermúdez y Francisco Rodríguez, y el Escribano de
Cabildo fué Domingo de .Aguil'l'e, de quienes salieron nombrado por pl-imeros Alcaldes
Jorge de Olmeda y el Capitan Juan de Pineda, hombres todos escogidos por el dictámen de
Gonzalo Suárez, Cabo de la gente, y cuyo niAt.o, Don Juan Suárez de Figueroa, vive de
presente, sin premio alguno que acuerele las hozañas del abuelo.
Hechas, pues, todas las diligenciaR en obediencin de los Reyes de Ca' tilla y trazada
la ciudad con buen órden, como las tierras slljetas á Quiminzaque mostraban gran ferti-
lida.d y el saco de Sl1 palaoio habia puesto á 101'1 españoles en granJes esperanzas de riqueza
de las provincias, n. que se añadia la multitud de indio. que las habitaban, se avecindaron en
ella muchos caballeros de los mús ilustre. que entraron en el Reino con Quesada, Fedrcman
y Benalcñzal', juzganuo que aquell nueva ciudad habia. de il' en tanto crecimiento lue
fuese el om porio del Nuevo Reino; y vista. In. faci lidno con qt1e la tierra ofreoia materia.les
para edificio, mal contento~ de las casas que hallaron y en que habitaban desde el principio
de la. fnndacion, lo dieron ú UUe\'fI fftbricnH tan costo. a y bien labrClclas, que son de las
mejores de India; y con aquella vauidad que obli!m ¡\ lo, homhre ó. eternizar. u fama en
la pos;tel'~dad, embral'on las portadas de costo 08 e clldos de armaR de <lue al prescnte se
ven muchos de las ilustre familias qne la habitan.
Pero esta ciudad que dió eñales de ~er la mayor del Reino, ya sea por la sequeuad y
frio, ya por la falta que padece de agua y leña, ó porquo los comercios e hacen con má.~
comodidad en nntaré y en las demas tierrafl vecinas al rio grande, quo e~ la garganta por
donde se comunican los frutos de aquel Reino y el de Quito II Castilla y lo~ de Castilla á.
aquellas partes de India, ha llegado á tal \1iminucion, qüe apénas se conservan en ella
quinientos vecino. Divídese en tres parroquias, la principal de Santiago su Patron, con
huen templo y de mejor portada; y las de anta B{rbara y Nuestra Señora de lus Niéves.
Tiene tres ermitas, la de San La.urian á la entrada de la ciudad, como se va de Santafé ; la
de Sllnta Lucía y Nuestra Señora de Chiqnin(lnirá, fundada en lo alto de la loma de los
ahorcados y pertenecientes á la parroquia de anta Búrbara. En la iglesia de Santiago hay
nna Capilla. de costosa. fábrica, rica de ornamentos y dotada de buenas renta,s para los Cape-
llanes y Patron, que fué fundacion de Pedro Ruiz García, Encomendero de Toca, padre de
Antonio Ruiz y abuelo de doña Isabel Ruiz Lanchero, que (~asó de primer matrimonio con
Franci co Suál'ez de Villena, Corregidor de Tunja y natural de Ocaña. en la Mancha; y de
segundo matrimonio con el General D. Fulgencio de Menéses, natural de Talavera de la
Reina, dejando de uno y otro matrimonio ilustres fa.milias en estOi! Reinos de Castilla.
Dijimos la fa.lta de agua. y leña que padece la. ciudad, inconveniente grande, que no
le ocurrió á 3-onzalo Su:írez siendo tan patente, que para tener leña es necesa.rio conducirla
de más de ocho leguas ele distancia, aunque la cantidad de indios que asisten á este minis-

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CAro .] HISTORIA DEL NUEVO RIUNO. 155
terio, disimula su falta. Pero en la del agua es mayor el trabajo, pues la más cercana que
goza se coge de dos fuentes que llaman la chicl'l. y la grande, bien apartadas de los bll1'gos
de la ciudad; y como ésta se fund6 en alto y las fuentes e~tán en lo mús bajo, on menester
caballos y asnos para conducirla, con daño geuel'al de la gente pobre, que es mncha. Y
aunque algunos años despues eL1 el de quinientos y ochenta, siendo Corregidor Juan de
Zárate Chacon, labró en la plaza mayor una fuente con agua encañada por la loma de los
ahorcados que habia dispuesto mucho ántes Juan Quiralte, soldado ingenioRo, sin haber
tenido logro de su trabajo, duró poco tiempo aquel beneficio comno por de cuido de los
Ministros Reales que le sucedieron: aunque me acuerdo haber visto correr la fuente por el
año de mil seiscientos y cuarenta y dOR, siendo Corregidor D. Antonio de Silva y Mendoza,
natural de Jerez de los caballeros, si bien duró poco tambien este alivio I.t, AUi-I 'vecinos, hasta
que de presente el Corregidor D. Juan Baptista de Valdés la ha .puesto corriente.
Está.n f!ludadas las re1igiones de Santo Domingo, San Francisco, San Agustín, la
Compañía de Jesus y San Juan de Dios con buenos templos; y el de la Cúmpañía con una
média llal'rmjn y crucero, :í imitaeion del Colegio Imperial de Madrid, aunque el cuerpo do
la jglesia cRtá por hacer. Hay dos Conventos de religiosas, el de la Concepcion de Nue. tra
I cñora, erigido el año de noveuta y nueve por el Arzobispo D. Bartolomé Lobo Gllerrero y

fundado por doña Deatl'iz y doña Catalina de los Rios y doña María su· obrinl'l.; y el antiguo
y real de Santa Clara, donde ordinariamente hay más de cien monjas do velo negro: y ya
sea porque las cortas haciendas de sus vecinos DO basten para dotar las hijas conforme ¡\ su
calidad, ya por la oposicion que tienen unas familias con otras, y lo más cierto por la incli-
nacion y devocÍon que se tiene á Seminario tan copioso de virtudes, SOn tantas las doncellas
ilustres dedicadas á él, que discurren algunos curiosos ser ésta. una de las enusas que dicho-
samente tiene la ciudad de 'l'unja para su declinacion. Fundóla el año de setentn. y tres
Francisco Salguero y Juana l\Ia.cías su mujer, que fué la primera monjn que profes6 en
manos de Fr. ebastian de Ocando, Guardian del Convento ue
San Francisco de aquella
ciudad, con su comt>uñera Juana de la Cruz, á quien siguieron cun.tro hermaol\s suyas, Ana,
Catalina, I:abol y Brigida, llamada, Como su madre, y todas cinco hijas de Gonzalo García,
vecino que rué <le Vélcz y daspues de Tnnja.
Tiene la ciudad buenas casas de Cabildo y gobiernase en lo temporal por un Corre-
gidor y Justicia Mayo l' nombrado por su .Maje. tad por cinco añ05l, con el salario de dos mil
pesos. Tiene sujetas á su gobierno las ciudades de Muzo, V élez y Pamplona y la Villa de
Leivtl., donde el regimiento de 'l'unja pone Alcaldes como en Chiquinquí'rá, poblado al pre-
Rente de indios y e. pañoles 8U los confines y fronteras de Saboytl. y Muzo, á cau~a do la.
frecuoncia con que a<.;ur}en altí de todaA las pnrtcs del P~rt't y 1 llevo Reino á visitar el
Templo <le]1\ laurc de Dios que en él bay, donde se venera un milagroso retrato suyo que
en un pf\jnr halle) maltratado de las injurias del tiempo Mary R~ímol'l, mujer virtuo. a y na-
tural de Guadalcanal, aunque milagrosamente ha vuelto á. u primer ser la pintura, sanán-
dosé 1a.s roturas del lienzo, que colocado en lugar más decente obm tantas maravillas, que
de ellas se podrán escribir libros enteros, no siendo el menor de . us prodigios haberse mu-
dado con su 89istencia el temperamento: de Sl.1erte que, siendo ántes lLga.r de ni~bla8, como
lo significa el nombre de Chíquinqnirá, y tan frio, que se tenia por inhabitable, al presente
goza del claro cielo y buen temple eH que so mira la suntuosidad de la ''¡íbl'icl\ del Templo
de esta Señora y la riqueza interior; pues adamas de los ornamentos, blandones y lámparas
que tiene de gran precio, todo él esti\ hecho una. ascua de oro, y á cnrgo de la reljgion de
Santo Domingo, que para asi:;tir tí. su culto ha. labrado claustro y Couvellto de igual
grandeza.
Debajo del altar mayor, en que está cdocada la imágeo,. hR.y un", pequeña bóveda en
que se ve una fuentecilla de agna milagrosa para todas dolencias, y ella, y la tierra que de
allf se saca, son tan obradoras de prodigioli por influjo de quien las secunda, que son infini-
tos los milagros que con ambas se experimentan; y en el qne má.c:¡ se repara es, que habién-
dose sacado de aquella bovedilla tanta tiel1:a, que fuera ba tante para levantar montes de
ella, apénas se halla la concavidad que' pudierlln dejar catorce 6 diez y seis arrobas. Fuera
de este milagroso santuario hay en la jnrisdiccion de la ciudau de V élez, l~ cargo de la
mi ma religion, el del Santo Ecce homo~ de quien se dice haberlo pintado San Lúcas: causa
temor afeotuoso el mirarle; llevólo al Reino Juan de Mayorga, uno de los qne se hallaron
en el saco de Roma, donde lo hubo. En los términos de Rnquil'a hay otro religios~ y antiguo

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156 FERNÁNDEZ PIEDRAUí'fA. lLIB. VI.

Convento de Agustinos descalzos, que con doctrina y ejemplo ha. criado singulares varones
<ledicados á la venel'acion de la milagrosa imájen de Nue.'tra Señora de la Candelaria, que
pintó Francisco del Puzo Milanés, á devocion de Domingo de Anaya y Francillco Rodríguez,
ermitaño de los que moraban en aquel Ritio ántcR qne se con. agmse en Convento. La
irllújen de N uestm Señora del pueblo de Mongllí. e venera tambien y frecuenta por 108 muchos
milagros que hace en la jl1.l'isdiccion de Tuoja: pintóla dc RU mano, segun la comun tradi-
-cion, lluestro máximo Em pera.dor CcÍrlo~ V, y pOL' sp.r aquel pueblo el primero que del
Reino se puso en su Real Corona., lo dotó de IJ,ll ríc:) ornamento y de aquella milagrosa pin-
tura tan .celebrada por sus proll igios.

CAPITULO VI.

GERÓNIMO LEBRON FORMA EJÉRCITO Y ARMADA; SALE DE SANTA MARTA


PARA EL RE1NO.-ALONSO MARTIN PELEA EN EL RrO CON LA ARMADA DE
MOMPüX, SAQUEA Á 'l'AMALAl\IEQUE y OCUPA UNA ISLA POR FUERZA DR
AUM:AS, DONDE HALLA CANTIDAD DE ORO BAJO.

E L Gobernador Gel'6nimo Lebron, halllindose firme en su propósito de subir al Nuevo


Reino, como tenia resuelto ántes de la partida de Qnesada á lOA Reinos de E_paña,
hacia toda. las prevenciones neceAarins para la entrada: di ponía arma" mnniciones y ví-
",eres para los soldados: solicitaba gente de todas partes y labrava bergantiues para la Ar-
macla, que por el rio grande babia de convoyar al ejército de tierra: y junto!! ya treacientos
soldados viejos, cien caballos y tres bestias de cal'ga, puso á punto sicte bajeles bien artilla-
dos, que siguieron el mif\mo rumbo (Iue llev6 la Armada del Liceuciado Gallegos: y porque
sabia que la gente del Reino carecia de villo y pan en tanto grado, que por faltf\. de aquellos
géneros no S'3 celebraba el I 'anto aCl'i[icio de la l\Ii .. a, car~ó los bergantines de buena canti-
dad de vino y harina y ropa de Ua. tilla: y fué tan curio 'o, qne dentro de hs sacos de ha-
¡'ina se previllo de trigo y otras semilb.~, que deS; IUf::S no extraiíaron las tierras de Santdé y
TUllja. Y porque el camino de tierra que hauia dc eguil' el ejército estaba. sujeto tí inva-
sione malos pasos y trabajos incomportables para la!'! IDujel'e., y el de lo bergantines por
agua "eria ménos mole. to ti . u flaqll ¡m, elllLarcú n ellos lUIi primeras efipanola que pa aron
de la co ta al Nue\'o 1 eino, ele qlliellc h:ly o'ene"o a de cendencia. y de cuyo nombres
ú\ltan noticias, aUIHjlle de ella fuoroll l:nLel 1 omero, casllda con Franci co Lorenzo, y
l\laría Homero, u hija, que rué mlljer de Lope Je H.ioja., y 1'01' haber muerto ] rancl -
co Lorellzo, casó de pues la 1. aLel Romero con el Ca.pitan Juan de Cé. pedo, , de quien ya
tenia por Lijo á Antonio de Céspede y de, pue ' tuvo á Lope que fSucedió ell el repartimien-
to de indio del padre. Tambien 'ubiú euL 'uce. CatnJilHl de Qllintanilln., mlljel' que fué de
Francí. co Gómez de Feria, h quien ncompañó Leonor Gómez, casada COn Alfunso Diaz, en-
comendero que fué de la 'erreznela.
Di plle tas, pues, toda!'! las co. a~ para la jornada, nombr6 Ger6nimo Lcbron por BU
Teniente general ~ HOl'tun V lá. qllez de elagco, caballcro ejercitado en bu; guerras de
Italia y de Alemania desde f'dad de ql1im:e años, donde e halló en la, de Viena contra el
rrmcn, on la del rio Albis contra el Dnqne de ' ,Ijonia, y en el infeliz saco de Roma ejecu-
tado contra la voluntad dol César por In tle:obeuieucia del Ejér~ ita imperial y mala E~trella
de Borbon: é 'te fué vecino desplles de la ciudad de Pamplona, y lle él debcienc1en los Ve-
lúsquez de Ve]asco que hay en oJla, y los alnzal'es, eñores de Achica en la Villa de Leiva.
Por Cabo de la Armada, q ne constaba de siete be\'g¡~ntines y tres canoas de indios amigos,
que confinaban con Malambo, fué nomhrado el Capitan Alonso JlIal'tin, uno de los caudillos
má e.'pel'irnentados en las guerras de ftuta Marta, ti, quien obedecian cien arcabuceros y
balle. tero que iban embarcadoR, y dos Caciques q ne gobernaban la, canoas, llamado el uno
de elIoA l\lalabú, de donde tornaron la denominacion los indios malabues; y el otro Melo,
que, aficionado al}?ortugues Gerónimo de Melo, que habia entrado .por aquel río, se puso
iiU apellido por nombre. Maese de Campo fué Gerónimo de Agllayo, que había vuelto lt. la.

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CAP. Vr.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 151
costa, y el primero que sembró trigo en el Nuevo Reino, y de la cosecha repa1'tió entre los.
vecinos, de que ha. resultado la abnndancia que se experimentl\: y el primero que fabricó
molino fllé el tesorero Pedro Bri¡;eño, Ca.pitau nntiguo y señalauo, de qne se sigui6 ser
Elvira. Gutiérrez mujer del Capit.n.n JIt:m de Montalvo, la primera mujcr que ama, ó pan.
Por Capitaues dcl ejército fueron elegi~los Lni::\ de .ManjalTé~, de cnyas h:l:tañaf.! diremos
algo, y cuya ilustre descendencia se conserva en la Gobern:teion de Santa l\f:trta; Gregorio
Slulrez de Deza, natural de Gnlicia y senor de la Villa de Teura, padre que fué del Capitan
Alvaro Sunrez, doña 151abel, doña Catalina y doña Leonor, qllc casó con J lUtn de Novoa
Sotelo; .] uan 1{uiz de Ol'j uela, de quiflu hemos tratado, y caF\ó desrnes en R:mtafé con Cata-
lina López, y tuvo en ella siete hijos V~L"ones, Estévan el mayol', .T UM, Pedl'o y Anches se-
culare , y 10R tres re~cantes Sucel'dotes, y de tan gallarda y robnsta dispo ic:ion como el
padre todo'l siete. Capitan de ffia. :heteros fné Pedro Millan, de lo~ nutiguos c:onquistadol'es
de Santa Marta, y por Cabo de e~clladl'a de Guzmanes Ot,I'O conqui!ltadoL' antigllo, que lo
fué Diego Parédes Calvo, y vivió tantos años, qne consumida la llatllraleza del cnrso del
mucho tiempo, muri6 sin otro accideute, que son los Oficiale,' de quienes he podido ac1qui-
l'ir noticlas.
y por seguir el estilo de hacer lista de las perRonn.s que en la~ primeras jornadas en-
traron al Nuevo Reillo, diré las que ocuJ'ren IÍ la memoria, y siguieron á. Gel'ónimo Lebl'on:
don Pedro García Matamoros, l\he!ltre "Escnela de Santa l\bt,ta y primor Provisor de San-
tafé ; Diego García NIatullIoro" su hermano ó primo hermano; l!'rancisco Melgnrejo, despues
casado con doña 1. abel de Legllízamo; IIel'Oando de Sant,a Afia y Antonio de I 'anta Ana,
Encomelldero de Chiqllinqniní y m:u·iJ.o de Catalina Gal'cía de Tdos; Jnan B :~ rt'el'o de
Cárdenas j Diego Riucon, homb,'c de méritos y c~perienr~in por habe]' acompañado al Ge-
neral Qne, ';tda irviéndole de glli1\ hasta el pueblo de la 'rora, de <lonJe volvió ,íla costa y
repitió la entrada en e~ta compañía, fué señor de Bn band y marido de c10ña Luisa de
P6l'1'as; Pedro Gal'cia Ruiz, vecino qne fué de la ciu!li'td de ~rnnja, de quien hiciUll), me-
moria en la fundacion de esta ciuuad ; Diego Gurcía. Paeheco, de los primel'o~ conqui, tadores
de Santa Marta, que cas6 con doña Fl'ancisca eJe Carvajal, y tuvo pOI' hijos tí. Pedro P:teheco
y Alonso de C' rvajal, qlle nos danll1 maLel'Ía sensible ú la hist.eria; ,Juan de Angulo, vecino
qne fllé de Vélez y marido de Isabel Jnnn de Uoyo, donde dejó noble desoendencia; Juan
Mal'tíl1cz de Angulo y Campo, natul'al de las montañas de BtÍl'gOS, que casó así mismo en la
ciudad de Vélez con l\hría. Cadera, con sucesion illH,tre; PeJl'o Niño, que de primer matri-
monio fl1é casado con doña Ana de Vclasco, y ele pues con doña Elvira Zambrana, hija del
Capitnn Bartolomé Carnacho, en quien tuvo por hijos al Capitan Pedro Niño, que le sucedió
en los pneblos de l\forcote y Boabifa, y á doña Elvira, mujer qne fné d~l Capitan D. Geró-
nimo Donato de Uójas, señor de Firabitoba y originario de Antequera, donde tenia lnayo-
l'azgo.
Demas de los referidos, iban con Ge1'6nimo Lcbl'on, Lorenzo Martin, aquel Capi-
tao y fa mORO poeta, que de pues pOI' fines del año de cuarenta y cuatl'o Ó por el de cuaronta.
y cinco, dió principio al primer asiento de la ciudad de Tarn:-tlameque; el Capitan Moní.n,
que desde el Reino pas6 á. Chile, donde con elegante estilo lo relebra O, Aton o de El'. ila
en su Araucaua; Anton Pél'CZ de Laro, y otro Anton Pórez, porLugues de nacion; Pedro
Téllez; Juan Jo 1\10 coso; Juan de Vivas; Francisco IuLioz j Alonso Pérez' PedJ'o Carra -
co; ancho Vizcaíno; Pedl'o Machetero j Gonzalo de Oyon, hel'm;ulo del tirano Alvaro de
Oyon, que He rebeló en la O'oberuac:ion de Popayan j Gonzalo de J..eoD~ natlll':tl de Badajoz,
EncoUlC'odel'o que fllé de Simijaca y marido de doñ. LnÍIi'\ Venero, viuda de Franci$:co Gu-
tiél'rez de Murcia, progenitorc, de muy nobles familias; IIIlI'Lndo; 'an l\lillan ; Peñaranda;
Alonso Vicente; Cristóbal Roldan, natural de Utrera: .Jnan de Tolosa, que Re avecind6 en
Vélez ; Juan Vicente en la misma ciudad; otro Alonso Martín, criado en Sant.a Mnrt.a, que
sp.l'via de intérpt'ete po,ra. los indios y españoles; Diego Hel'ffio"lo' Andres ¡Je Valenzuela ;
Pedro Estéve., vecino que fué de Vález ; Palomares; Pedro fateo~ y Pedro de Miranda en
Vélez; Andl'es Martín, que se avecilldó en Santalé ; Ambrosío del Campo y Antonio Por-
tillo en Tocaima; Rernando de Mora eu Ja misma ciudau ; Gu~pnl' Delgadi1lo; Juan de
Gambon, que :e avecindó en Vélez; Diego de Partearroyo y Fmucisco Alval'ez de Acevedo
y Francisco Hernández Hermoso en Tnnja; Francisco Lorenzo en Santafé j Franci co de
Chinchilla en Tunja ; Juan Alonso en Santafé : Lázaro L6pez de Salazar, Encomendero que
fué de Motavit.a ; Gaspar Roddguez, qúe habiendo eervido cuatro años eu el puerto de

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158 }'nt~NÁNDE~ PIEDRAHíTA. [L~. VI.

Nombre de Dio fl , volvió í~ Ca.. tilla y á la i!\la de Tencrife, de doode pasó á, Santa Marta con
el Adelantado don Ped ro ]~erná ndez de Ll1go, y de a11 í en esta ocusion lI. V élcz, donde casó
con Isabel Ga]eano ; Miguel de Oviedo, vecino que fué de Ibngué j Pedro de Ardiia y Lo-
renzo Martín de Benavídes en V élez con otros.
Uuo de los soldados del ejél'cito de tierra era P~dro Blasco Martin Labrador, basto
en el lenguaje pero vnleroso eo sus hechos, natural de Cabeza del Buey en el Maestrazgo de
Santiago, de quien da larga noticia Castellános, y refiere que era mediano de cuerpo, airoso,
de buen ro. tro y bien amasado de proporciones: fué caudillo di~stro y excelente, y de los
de Santa Marta. uno de ks mns antiguos y tal, que pocos ó ninguno se le adelantó en las
disposiciones de la guena, y en penetrar Jos engaños que so colol' de paz u aban los indios.
Era hombre singular en tanteat' y demarcar los siti.os, y en elegir sendas que lo condujesen
It. ellos, ya fuese por tierra llana, ya por montañas ásperas en tal grado, que no discrepaba
un solo paso en el rumbo que 'egllia en la demal'cacion que habia hecho y de los caminos
que otra vez habia visto, aunque hubiese intervenido lOncha distancia de tiempos. Aconte-
cióle acerca de esto, que oamina.ndo un dia por los confines de Tamalameque, que son de
tiel'ras abarsaladas, dijo: Diez año~, ántes más que méuo ,ha que corriendo por esta dere-
oera tras un venado, porque los hay buenos, se roe quebró la neion de una eS~l'ibel'a entre
estas matas, y se me cayó entre ellas. Y caminando algunos pasos más adelante, prosiguió:
y veisla. aquí, qué buen termeño tengo i que era la voz de que usaba para decir tino. Alzóla
del suelo, y estaba de suerte con el tiempo que no fué de provecho j pero sí de admiracion
para los circunstantes. •
Era tan diestro, mnñoso y vHliente con la espada, y con la lnnza, que ni los jinetes
ni los infantes le excedían. Sus hechos admirables en las guerras, si cayeran en persona de
más autoridad, fueran dignos de referirlos mejor pluma que la mili.: y si me detengo E\.n
ellos más de lo que acostumbro, es porque no me acuse la rllzon de que me pago más de la
nobleza heredada que de la virtud adquirida, aunque juzgo que ninguna. le faltó á este
caudillo: porque 8,i ba~t6 ser do los godos que conquistaron á ERpaña para ser nobles eUos
y sus descendienteR, por qué no bastad. para. ilustrarse ser do los pt'imeros conquistadores
de IodinR, sieudo é:tos del mismo ó mejor orfgen que los godos? Fué, domas jo lo referido,
Blasco Martin homhre tan dichoso en batallas y enouentros, qne habiendo sido muchísimos
en los que se halló, jamas salió herido y siempre "ictol'ioso, como se refiero del Coronel
Mondragon en la historia de Flándesj y señalóse en el que tuvieron mucho de. pues los
españoles con lo. Guauaos, nacion noble y belicosa. Era virtuoso, y do tan sana intencion y
humilde, que f;llfria sin airarse los menosprecios qne de su petaon hacian algunos soldados
imprudentes que pretendian excoderle por el e~plendol' (le In angro, cuando no lo igualaban
en la fOl'tuleza del ánimo: e ta es In condicion de los que quieren apropiar a sus vicios la
vcneracion y nobleza que se debió :l. 11 virtud de sus antepa adoso
Así procedia Blasco Martin, bien qnisto con ]os que no envidian nada; yen una
jOl'nada despues de é ta, que el Capitan Melgarejo iba convoyando unas vacas al Nuevo
Heino, donde servía do guia el Blnsco Mal,tío, sucedió que estando en su rancho quieto y
ocupado en hacet' unos alpargates (calzado do que u. an los más poderosos en los descubri-
miento!'), se llegó á él colérico Anton García, mancebo soberbio y acreditado con todos de
valiente, y Robre alguno chismea en que Blnsco Martin DO tenia culps, lo trat6 mal, de
palabra, sin re$peto á sus canas, que eran muchas; Fero él, cuel'damente, le dijo por dos 6
tl'es veces lo dejase y se fuese con Dios: tazones que en vez de mitigarlo encendieron más
á su contrario, pues no contonto de las i[Jjnrias dichas, pURO malla 6. la espada para maltra-
tarlo de obra, á que no pudo resistir ya la ira de Blasco Martín; y a í, dando un salto
afuera, con la ligereza que tuvo en RUS primel'os años, sac6 uu puñal, que siempre traía en
la cinta, y tan buena maña se supo dar con él, que ó. pocos lances del combate mató á Anton
García. Quisiérale prender el Cabo, mas él, ganando la montaña, se engolfo en ella, y sin
má socorro que el del Cielo y su iudu tria caminó mn de cien leguas hasta llegar al Nuevo
Reino: cosa que parece iropo ible, considerados lo peligros de malos pasos, indios de guerra,
hombres y animales feroces, qne son tales, que no hay memoria capaz de referirlos. Pero
al fin escapó de todos, y habiéndose presentado y seguido pleito en tola de jnicio, salió
libre de la. culpa del homicidio que le imputaban, y vuelto al Valle de Upar, donde por
sus servicios le habían dado un mediano repartimiento de indios, vivió muchos años, y
cargado de méritos dignos de mejor fortuna, murió como bueuo 1 católico cristiano.

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CA]). VI.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 150
Dispuesto, pues, el ejéroito en la forma que se ha dicho, salieron de Santa Marta, en
demanda del Nuevo Reino, Gerónimo Lebron por tierra, siguiendo los paSOR del General
Quesada, y Alonso Martin guiando su armada á. la 1-, ca del rio grande de la Magdalena.
Pero fueron tan recios los olajes del río que haco al romper IJ's aguas del Océano, que
necesitaron á. los bergantines á que so alijasen de muchas cosas pam escapar del riesgo, y
se hallaron forzados á no poder todos seguir una misma derrota, pues divididos con el
temporal subieron los unos por el rio y los otros vol vieron á la ciénega para entrar por ella
y la boca de Pestague al rio grande, por ser aquélla la parte por donde le comunica sus
aguas y cae en frente de las barrancas de Malamboj mas .de tanta estrechez y malos pasos
respecto de haberse de hacer por la angl1stura que forman los mUGhos manglares que allí
hay, y el riesgo que causan las raices y maderos que se ocultan en la canal ó cn.ño, que ll-
cada paRO encallaban los bergantines, y so perdieran sin eluda, si de esta dificultad y otras
no los sacara la. buena. maña. de cierto vizcaino llamado Sancho, tan diestro y atrevido buzo,
que s~n temor de los caimanes, que eran much05:l, se elltraba debajo del agua, cortaba y
apartaba los tropiezos, hasta que libres los bajeles salieron á la madre del rio.
Allí hallaron el resto de la armado. que los esperaba, y juntos dieron principio tÍ Stl
navegaoion, ayudados de velas y remos, y en laR partes ménos fondables de palancas, que
viene tÍ ser el instrumento de más provecho y mónos trabajo, ha ta que dieron vista al asiento
alto y bien oonocido, donde pocos días de pues el Licenciado Santa Cruz (pensando que por
aquella bnnda de Cartagena podría encontrar Reinos igunles á los que halló Quesada) dispuso
la tundacion de la villa de Mompox. Llegados á este sitio, recibieron la armada con buen
semblante tres Caciques principales de la tierra, que noticiosos ya de su navegacion tenian
prevonidos á. sus vasallos para que so color de una. firme paz acometiesen n. los españoles,
cuando mns divertidos se hallasen, como lo hn,bian heoho los seüores de la otra banda con la
armada del Licenciado Juan Gallegos. Acompañaban á los tres Caciques en el recibimiento
que hicieron tÍ Alonso Martin, cien Gandnles escogidos y armado') de flechas y macanas, con
órden de que al tiempo que la demas gente suya bajase por el rio en flU armada de canoaR,
para acometer tÍ los bergantines y tÍ los españoles, acudiesen tÍ defenderlos, ellos les acome-
tiesen por las espaldas para facilitar do todo punto la victoria. EJecutámse 01 ardid de los
bárbaros con mal suceso de los nuestros, si los rostros de los Caoiques, fieles intérpretes del
corazon, no descubrieJ'au la malicia interior por las señales externas: adema s que la guia
que llevaban los españoles coligió la maldad premeditada por algt!nas pn.labras inadvertidas
q uo oyó iÍ los indios, y apartando muy en seoreto á. Alonso Martin, le dijo:
Capitan, cuida de tí y advierte qUla estos Caciq'l¿es tienen diferente intencion de la que
piensa.'?, y sin duda se valen de tener Sl¿ gente embnscarla para ejecuta1' alguna fraict'on: yo no
la he visto, ma.g cá'U8ame fecelo el ver que indios q'l¿e se mt¿esfran de paz, parezcan al'mados y
con tal de8ahogo hablen, como si no estul'Íeran en tl¿ presencia: e:rjw'imentarlo ('1'e en e 't08
lance.~, con. icle,'a, pIte., lo que debes hace1', que yo con haberte declarado mis ospechas he cum-
plidQ. El Capitan, que de 8uyo era sagaz con recato, y no tenia ménos recelos que el intér-
prete, di imuladamento lué advirtiendo á cadn uno de lo~ suyos 10 mal que lo parecian aque-
llas señales y cuánto importaría el:tar prevenidos, para quo Ri viesen bajar' muchas canoas
por el rio, pusiesen todo cuidado en apri 'ionar aquellos Caciques y mn,tar los Gandules do
su gual'dn, que seria el principio de la viotoria que despues esperaba conseguir en el rio.
Apénas habia hecho esta prevencion cautelosa, cna,ndo lns centinelas vieron salir mon-
tando una. pnnta. delrio tan gran muchedumbre de canoas, que le ocupaban toda la travesía,
extendiéndmie de suerte que aun no se divigaban las aguas en buena. distancia, y en ellas
multitud de indios pintados y coronadOR de plumas, como acostumbran en la gnerra que en-
t6nces pretendían hacer con arcos y flechas venenosas, que son las arma.~ mús temidas de
aquellas riberas, y daban bien á entender la pl'etension de su armada con el estruendo de
voces y cornetas de que se valian para presentar la. bata.lla á. los espaíioleR: mas éstos, 01'-
den{mdose cop buena diligencia y no olvidados c1el61'd e que tenia.n de su Ca.pitan, acomo-
tieron aceleradamente á los de tierra, y Alonso :'1artin, Diego Rincon, Pedro Niño, Moscoso
y Pedro Téllez echaron mano á los Caci111e~, mié ntra~ los demas con buen denuedo y en
poco tiempo no dejaron Gandul que no pasasen por los filos de las espadas: y con la misma
presteza Re entraron en los bergantines con los tres Cacique!i prisioneros ¡'~ egpcl'al' puestos en
armas el bárbaro encuentro de aquella numerosa multitud de bajeles, Seriall las once del dia
cuanuo acercúndose la primera escuadra de canoJ.s [1 los berga.ntines, y "iéndola tí. buena.
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160 ¡"XHNÁNDEZ PIEDRAIÚTA. [Llll. VI.

distancia los espnfioles, dieron fuego á ciertos pedrcros que llovaban, y tal carga de arcabu-
ces que, destrozados en poco tiempo los pequeños bajeles y muertos los más valel'oRos indios
que se adelantaron al riesgo, tiñeron la aguas de sangre y coronaron las espumas do pena-
chos divididos de los cnerpo~ muertoil, que nadaban para pa to de los ca.imanes y horror de
los compañeros. Repitió~e la carga en las segundas escuadras con igual destrozo y grande
admiracion de las restantes, c¡ ue viendo espectáoulo tan horroroso como el qu.e se represen-
taba á los ojos en el teatro de las aguas, y que los tü'os no cesaban para su daño, ni los tres
Caciques desde tierra acndjan al socorro, sospechosos de mayor mal, volvieron las proas ríO'
arriba confusos y turbados, y convertida la gala en luto y la grita en llanto, de pacbaron j}
la. tarde cinco indios ancianos que de&1.rmados parecieron en presencia de Alonso Martin, y
lo ofrecieron paces y sencilla ami tad en lo futuro.
No era éfite el principal intento de los bárbaros, sino saber qué se habian hecho los
tres señores y la. demas gente que ~abja quedado en su guarda; aunque sin preguntado
consiguieron la pretension, "dendo con los ojos el destrozo de los más valientes de los suyos,
y á sus tres Caciques en el mísero estado de una prision rigurosa, con quienes hablaron y
supieron de ellos ser voluntad suya que dejasen las armas y por ningun modo moviesen
guerra tÍ los peregrinos, pues de su quietud pendia la seguridad de sus vidas, y de lo contra-
rio temían antioipada la muerte. Con este órden volvieron los ancianos á darlo tÍ sus pue-
blos, y los españoles de allí á tres dias salieron de Mompox en prosecucion de su viajo, que
10 llevaron pr6spero á causa de que continuamente salian al camino con vituallas de maiz,
aves y frutas los vasallos de aquellos tres señores; d~ los cnales cl uno, con deseo do con-
seguir libertad y acreditarse con Alonso :Martin, de quien pensaba que su viaje era con fin
de castigar la maldad ejeoutada con la gente dol General Gallegos, le dijo estas palabras :
Cap~'tan, no pienses, que en la t1'aicion cometz"da el afto pasado tuvimo8 parte ni concunimo8
los habitadores de esta banda del rio, 87,'no aquello8 de la otra Costa que viven sujetos á Alon-
80 Jeq'l¿e, autor único de las cautelas y daños que debajo de amistad y halagos fingidos cometió
8U alevosía; JI si acaso la p,'etension que llevas es de castiga1' SUB delito8, yo me ofrezco á ser-
'/JÍ1'te de guia PO?' csta misma derrota qUJJ s-if}'Ues, hasta ponerte en Tamalameque, que es la po-
hlacion en que habita, donde no solo pagarán 8¿¿ culpa l08 a!J"es01'es Y reconocerás no habedo
IJido 1w8otros, pel'o cobra,'ás todos l08 bienes y armas fJ11ie robar"on al tiempo que mata1"On á tU8
pa1'ientcs y amigos. Gustoso Alonso Martin de lanoe tan deseado como el que se le iba á las
manos, y satisfecho de las razones del bnrbaro, lo respondió: Qlle si cumplia 10 que le ase-
gUl'llba, no solamente olvidarío. el de~ito de haberle querido matar, pero le seria tan fiel
amigo como veria por loa efectos, dándole libortad cuando conviniese.
Asonta.do este trato, guió 01 Caoique 109 b 19autincs cou t· nto acierto, que dieron en
el pueblo de Tamalllmequo cuand mM de!icuidados estaban 8US mora lores de asalto tan re-
pontino: prendieron muohos hombl'e~ y mujores, y aunque el principal deseo era. de ha.ber
ll.las manos la persona de Alonso Jeque, él supo dn.rse tan buena maña. entre la confusion
de las armas, que con los más principales de stl gente se les escap6 por las corriente' del ri()
en algunos barcos que tenia surtos á las orillas : y aunque es muy verosímil que se llevasen
las preseas de más sustancia, con todo esto no faltó pillaje do considaracion y do gusto, por-
que hallaron cantidad de ropa y armas perdidas por los españoles en aquella infeliz batalla
que tuvieron el año antecedente :í la vuolta del General Gallegos, en que peleando esforza-
damente (aunque enfermos y acometidos á traicion por Alonso Jeque), coronaron gloriosa-
mente sus hazaiUlB con la muerte de máR de treinta de los Due tras: desdicha por donde
hubieran pasado los l'estantesá no ser tan bien socorridos de su General, que perdió un ojo-
del tiro de una flecha, cuyas espadas y arcabuces recobraron abara los nuestros con gran
cantidad de bel'l'amientas tt propósito para la empresa que seguian.
De 'allí salieron con buen tiempo, y á pocos dias de nnvegaciou dieron en una isla
poblada de inumerable copia de indios que, en su defensa, se mostraron constantes por más
de una hora, en que la resistencia bárbara resultó en daño de Juan Vivas, soldado brioso,.
ó. quien su osadía en el combate entregó en manos de la muerte: de que sentidos los espa-
ñoles, se convocaron de suerte á la venganza, que rompieron las tropas de indios que gue-
rreaban unidas, degollando los mns atrevidos, hasta que dejaron las casas al arbitrio de los
nuestros, y temerosos tomaron por resguardo las aguas del rio por escapar de los vencedores,.
que no cuidando de seguirlos más, se ocuparon en el saco, que no fué ele tan corta cantidad r
que no importase diez cargas do joyas y argollones de oro blljo de quineo 6 diez y seis qui-

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(lAP. VII.] RISTORIA DEL NUEVO REINO. l61
lates, procedido de los comercios y rescates que haoian por los rios de No.re y la Simitarra,
de que ninguno do los soldados hizo caso, pareciéndoles con la pooa experiencia que tenian
de este metal, ser cobre puro; y así, contentos con otras preseas, lo dejaron en la isla con
menospreoio, que no hubieran hecho en estos tiempos en que BU valor os tan conocido, que
la carga de mó's peso se hace lijara.

CAPITULO VIL

ALONSO MARTIN PRENDE EN EL RIO Á ALONSO JEQUE, Y OBLIGADO DE


UNA ARMADA ENEMIGA, VENCE LA BATALLA NAVAL DE CESARE.
TRÁTASE DE LO QUE OBRABA EL LICENCIADO SANTA CRUZ EN CARTAGENA
y JORGE ROBLEDO EN POPAYAN.

ARDÁBASE el ejército de tierra en llegar al sitio señalado para juntarse con la Ar-
T mada, porque las difioultades y trabajos del camino no permitian más priesa, y Alon~
so Martin, por no tener ociosa su gente (cuidado en que debe in tal' quien tratare de tenerla
Bujeta), se ocupaba en correr las oostas del rio, haciendo diferentes surtidas en los bárbaros
que las habitaban, unas veces entrando por ciénegas y oaños, y otras por esteros y brazos
del río; y en continuacion de este ejercicio dieron vista á Zompallon, uno de los sitios más
nItos y anchurosos de aquellas partes, y que yace en la Costa, dell'io de la. parte de Sa.nta
Marta, tan cercano á su ribera, quo bebe de sus aguas: y como el asiento es elevado y goza
de algunas sabanas y dehesas, no solamente fueron habitadas sus tierras de muchos indios
guerreros, sino que por los fines del afio de cuarenta el Capitan Rernando de Valdés, que de
la conquista del Nuevo Reino habia vuelto á Santa Marta, hizo alguna gente con órden quo
!)al'a ello tuvo de Gerónimo Lebron, y subiQndo el rio arriba por tierra pobló la. ciudad do
San Miguel de las Palmas y en esto sitio la de Santiago de Zompallon, en cuya jornada se
hallaron Alonso Juárez, Teniente nombrado de lo que se poblase; el Capitan Luis de Villa-
nueva, que despues casó en Cartagena con doña Ines de IIeredia; Juan Maldonado, que
oasó con doña María, bija de Hortun Velasco) y Alonso Díaz Portugues, de quien se ha
hecho memoria. Pero aquella nueva fundacion no pudo sustentarse mucho tiempo t\ causa
de la guerra continuada de lo indios y porque la despobló el Adelantado D. Alonso Luis de
Lugo: aunque despues por el año de noventa, reparando Fernando Alvarez de Acevedo (ol
primero que entró ganado vacuno en el Nuevo Reino por el rio, como Oristóbal Rodríguez,
vecino de Coro, que lo entró del Tocuyo por los Llanos) que aquel sitio, por causa de su
elevacion, era mónoa sujeto á inundaciones, y que las sabanas de que goza eran de toda
oonveniencia para crias de gana.do, mudó 6. él la ciudad do Tama1'l.IUeque, h quien de las re-
liquias de an Miguel y Zompallon habia dado principio el Capitan LOl'onzo Martín, Ior
fines dol año de cuarenta y cinco, como diremos, de q ne mo ha parocido anticipar esta breve
Dot,icia para claridad de la historia, con que volveremos é. la jornada de Lebron que lleva-
mos entre manos.
Habiéndose detenido Alonso Martín en Zompal1on los dias que bd8taron para qua
Alonso Jeque ruaquina..,e su venganza, como éste generalmento era obedecido en aquellas
costas, luego que se escap6 en SUB canoas despachó avisos á todos los indios de la COmal'ca en
diferentes barquetas que cada día pasaban á vista de nuestra armada, sin que los españoles
presumiesen la causa; pero sí los Caciques Malambú y Melo, que luego penetraron la trama
de Alonso Jeque y la liga general que hacia de los soñores de la costa y sus parciales contr~
los nuestros, y así manifestaron al, Capitan Alonso Martin las sospechas que habian conce-
bido de ver aquellas embarcaciones tan diligentes en subir y bajar el rio, advirtiéndole que
pam más seguridad de su armada convendría estar en vela y prevenir de suerte las tres ca-
noaa que llevaba, que pudiesen tomar alguna barqueta enemiga, de qr:.ien se tomaso noticia
de la preteusion de Alonso Jeque. No desagradó el consejo de los Caciques, fundado en tan
legítimos recelos j y así, viendo pasar tres canoas de indios armados, salieron las nuestras
con seis a,r'oabucero. cada una y buenos bogas de los indios amigos, que {~sombra de los es-

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162 FERNÁNDEZ PIEDRAHf'fA. [LIB. VI.

pañoles siguieron con tanto nliento el alcance, que se 10 dieron álltes de poder las contrarins
llegar á tierra, para donde pusieron las proas á boga arrancada; mas embarazados los nues-
tros en apresar las dos de ella , tuvo lugar la ot.ra de escapar huyendo,
Rendidas las dos canoas y asegurados los Gandules qntl iban en ellas, guiaron 6. don-
de esperaban los bergantines el suceso de Sil fortuna, que fué mucho mejor que pudieran
pintarla, porque apénas mudaron los prisioneros ú la embarcacion en que estaban los tres
Caciques de Mompox, cuando reconocieron y manifestaron ser uno de ellos Alonso Jeque,
que bajaba de convocar la tierra y prevenirla para que aquella misma noche, con la mayor
armada que se pudiese juntar, acometiesen los bergantines y pusiesen eu libertad los prisio-
neros, Así lo confesó él mismo y los Gandules, que separadamente fueron repreguntados,
conformando todos en que al romper del día cargarían todos los uajeles del río que habia
desde Zompallon á Cesare soure nuestra armada, y que la prision de Alonso Jeque no seria
parte para mudar la resolucion en que habian convenido todas las naciones de la una y de la
otra ribera, Alonso Martin, oon estas noticias, llam6 á. consulta sus Cabos sobre si conven-
dria más bajar á la boca de Cesare, donde tenia órden de esperar á su Gobernador, 6 con-
servar el puesto aguardando la armada enemiga para pelear con ella,
Eran los más de 108 suyos bisoños en la forma de guerrear en las Indias, y llevados
más del aliento que de la razon, decian: Que no convenia desampara1' el sitio en qUJe se ha-
llaba la at'mada, porque cuanta reputacion perdiese con la retirada, tanto má8 atrevimiento
cobrarian los enemigos para embestirla como báTba1'os, que sin discur1'ir por los dictámene6
de la prudencia, piensan q1¿e son efectos de la coba1'día cuantos no son a1'1'ojo s de la inconsi-
deracion, Que aquellas naciones ensefíadas á ser vencidas con el desprecio de SUB a1'mas,
perderian de sue1'te ya el miedo, oponiéndose á la navegacion del1'io tan p,'ecisa para las en-
tradas del Reino, q'l¿e imposibilztusen l08 comercios 6 forzasen may01'es Q1'madas á pelea,. cada
dia sin la ventaja del espanto que habian concebido del nomb1'e español, Que e1'a muy posible
que la Q1'mada enemiga se deshiciese por sí misma 6 1'etimse viendo descubiertos BUS designios,
y sabida la p,'ision de Alonso Jeque, de que ya le habría dado noticia la canoa que escap6
hU,1/endo: y no era bien que por excusa1' un daño contingente se cayese en un descrédito cie1'to.
Que cuando no B1wediese así y se hallasen obligados á pelear, era lance que debian apetecer,
pues lcs aseguraba una 1Jicto1'Ía cim'ta la 2:enta;'a que tenian asegu1'ada en la gmndeza de l08
bajeles, y la q1¿C iemp"e se ,'econocia habe1' hecho los espafloles á l08 indios, gente bárba1'a que
combate con vocería y confit,Sion, SItS armas ligeras y flacas, y BU8 cuerp08 desnud08 Ji siemp1'e'
expuest08 á los golpe8 Ji heridas, Yfinalmente, que aunqu~ se hallaban obligados á bajQ1' á la
boca de Ge8af'e pa1'a pasar el ejército de tien'a, no cm bien anticipar la ejecucion que podian
hacer con tiempo, y cuando dt-,ljJue J 'UiUl ¿'la ire l¡iel n'a pa1'eciesen con más glorioso rtmOm-
1n'e, donde su Gobernad01' pa1,tic:tpase de tan buena ¡m'tunas,
A í discurrían los de csto parecer, á que Re oponia vivamente Alonso Martín, preten-
diendo hacerles evidente su rie. go con las razones quo persuadian lo contrario, Decia: Que
pues 8e habían alar'gado tanto con la codicia de saquea1' l08 pueblos y necesitaban de bajar á
Cesate para pasar el ejército de tier1'a, seria má8 acertado ejecutarlo luego, en que 8e conse-
guian dos fine8 ámbos útile8 ; el uno de acudi1' á obligacion tan precise, como la de allanar el
paso al ejé1'cito ; y el otro de bw'la1' á SltS contral'ios cuando más unidos concu1'1'ian á, una
faccion tan meditada, Qlte los inte1'eses de que la gente de tie1Ta se aliviase con la asistencia
de la armada, debían p1'eferi1' á cnalqllie7'Q vict07'ía del enemigo, por grande que fltese, pues
de ella no podían esperar Ot1'O ¡ruto que heridas, ni se les aumentaba más glo1'ia que la ad-
quirida, Que el fin con que 8e lab1'ó la a1'mada había sido pam convoya,' el ejé,'cito y faci-
lita,' l08 pa80s de los estm'os y ,'ios, y éste Be malogmba ocupándola en glte1.,.ear con los indios,
no sz'endo en lance que 8e opusiesen á estos designios, Que las victorias qae se p,'ometian contra
la deS1Htdez de aquellos bá1'ba1'os no e$taban tan asegumdas de la fortuna que no se hubiesen
visto la,,; armas españolas sujeta8 á su va1'iedad algnnas veces, como se 1'econoció e71 el mal
Buceso de ?m Cabo tan e;'e1'citado como el General Gallego8, Que toda la defen~a de los ber-
gantines consistia en las a1mas de fuego, imposibilitadas de haCe?' buen efecto en la oSC1l1'idad
de la noche en que p,'etendian acomete1'lo ,P01' la incertidumb1'e con que se hacia.n los tú'os ; y
1'01' lo contrw'io, á la a'rmada enemiga siemp" e a?Jndcl7'ian las tiniebla8, y facilitarían bueno8
sucesos; p01'que sus bajeles, diestl'os en sali,' y ent1'a7' PO?' cualquiera pat'te, acometel'ian por
la q1,e el(qiesen: y siendo los españoles tan grandes, no jugarían SItS flechas con la ince1,tidum-
b"e de nuestras balas, Que aClldiendo p1'l'mel'O á la boca del GesQ7'e, ,1/ teniendo lJ1'e3o á Alonso

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CAP. Vlr.J llIflTORIA DEL NUEVO REINO. lG3
Jeque, autor único de aquellos movimientos, 8e templa1'ia tanto, que por 8í Bola 8e di.oll'ie8e
nquella mdqtdna dIfícil de 1mú'se segunda vez para nuestro rla'ño: y que en ca,~o que con la
ausencia de Alonso Jeque subsi8tiese la 1'esolucion de los bál'ba?'os, 'lO podían á la vuelta en-
contra?' más puJ(J~lte arm.ada de canoas f).'le la que amenazaba aquella noche. Que nna buena
retirada siempre fui segw'idad de una victoda, y nunca p~¿ede engendrar tem01' cuando el que
la ejecuta sabe que lo hace para disponel' más bien los medi08 de un tl'iunjn, Que con el 7'etú'o
que aject6 hacer .A.nlbal de dos C6nsules romanos, supo tl'iunJa,. de much,08 en la batalla de
Canas: y á no retira1'se el Ala1'qués de Pescam de los muros de AIw'sella, no hubiera conse-
guido los tn'unjos de Pavia. Que aq'uello em lo más conveniente á BU armada, y ejecutado de
noche seria lo más seg'w'o, ZJues cuando la siguiesen no 8en'a de s'/¿el'te que le diesen alcance
ántes de aclw'Q1' el día, en cuyas luces podían flal' la resulta de un buen suceso.
La autoridad del cargo de Alonso Martin y la experiencin. <]ue tenia en la guerra de
Indias, hicieroll prevaleciese su parecer contra el comun: y así sujetos los Cabos á sus ór-
denes, levaron la::! anclas en la oscuridad de la noche, y puestas las pl'oas al Ce, are, guiaron
los bergantines con el mayor secreto que les fué posible y con tan dilaiK'l.do viaje, que gas-
taron la noche navegando; pero abriendo el dia se hallaron en el ¡'araje n que so encami-
naban: y porque el mayor rie go que les amenazaba era el de aquella p2rte de Santa Marta,
surgieron y saltaron en tierra á. la banda de Cartagena, parto más limpia y escombrada para
alojarse y esperar cualquiera invasion de indios, en tanto que el ejército de tierra llegaba
por la costa de la otra banda á la boca del Cesare que tenían de frellte. Pasa este rio una
legua di tante de la ciudad de los Reyes del Valle de Upar, doude se junta con Guatapol'l,
que baja de las sierras nevadas, Llá.mase en el idioma de los naturales Pompatoo, que quiero
decir señor de todos los rios, Así discurren los que hablan do las cosas propias ó los que han
visto poco mundo, pues á tan corta distancia Jel rio graude ti~ne este nombre Cesare, aun-
que lo hacen caudalo, o muchos ríos que entran en él, como son Socniga, á quien dió su
apellido el Gobernador Pedro Badillo, y el que llaman rio de las Auyamas, que lo acompa-
fían hasta que extendido por la gran laguna de Zapatosa forrua los cuatro brazos que junta
on un cuerpo para entl'ar en el rio gl'Rnde, deQPues de haber oorrido setenta leguas al Po-
niente. Pero apénas dioron principio los nuestros á di. poner sus tiendas y barracas, cuando
vieron salir por la boca de Cesare má de quinientas canoas en que habria ha ta tres mil
indios de guerra bien armados, que persuadidos á que volvian los españoles derrotados de
la armada de Zompallon y faltos de armas de fuego, navegaban con muestras de acometer-
los; pero al mismo tiempo que Alonso Martin di8ponia sus bajeles para resistir á. las canoa. ,
divisaron las centinelas la poderosa. armada de Zompallon, que habiendo llegado al parajo
donde el dia antecodente estuvo afondada la nuestra, y echádola ménos, se determinó tÍ
seguirla rio abajo hastn. pelear con ella, Era innumerable la cantidad de canoas y barcos do
que se componia, y mirada al re pecto de otra~ en que habían contado los vasos, pa. arian
los de ésta de mil y quinientos, en que iban prevenidas de armas toda~ lu.s milicias do ámbas
1'iberas.
Iia armada de Cesare que se hallaba mas corcana y pretendia ganar la gloria de ser
la primera al combate, in esperar á. la otra ni consultar la forma de acometer, se fué alar-
gando á fuerza de remos en demanda de la nuestra, en que ya emharcados los españoles que
saltaron á tierra y cubiertos los bergantines do popn. 6. proa con toldos de mantas de algodon,
esperaban los unos en los blJl'dos con espadas y rodelas, y los otros con chuzos y BrIDas do
fuego prevenidas para su tiempo. Los iudios, pueR, yiéndose á distancia de poder juO'ar su
flechería, dieron tan espesa carga á los bergantines, que á no estar defendidos de las mantas,
en que se quedaban pendientes sin pasar adelante las flechas, fnora el daño muy considera-
ble en los nuestros: mas como el efecto fué ninguno y las canoa enemigas estában ya poco
distantes, dada la señal por .Alonso Martin, se disparó la Artillería y arcabuces tÍ tan buen
tiempo, que volcando muchas, haciendo pedazos otras y dejando algunas limpias de gente,
fué tal el estrago de la primera rociada que, turhados los indios, ya fuese del temor do los
arcabuces, ya del espanto de ver en tan breve tiempo muertos tantos de los suyos, buscaban
seguridad en lo mlÍs profundo del agua con la fuga que ejecutaron tan Bin órden, que no
bast6 para. detenerlos el socorro de Zompallon, que tenian vecino.
Así fué desbaratada esta. primera escuadra de bajeles brutos; pero como el escar-
miento no sea muy eficaz cuando no so e. tudin. en cabeza propia, no por ver el mal suceso
de los compañeros desmayaron los que iban do refresco; hntos má' atrevidos cntónccs y

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164 FBltNÁN'DEZ PIEDHAHíTÁ. lUB. VI.
pensando que la fortuna quo desamparaba h los do CCiare se guardaba para los de Zompa-
Hon, puestos en fon.na. de média luna cercaron y acometieron tan osadamente n los bergan-
tines, qne enc(¡)Utrn.ndo. e C011 las canoas que huian, volcando las primeras y animando las
]'ostantes á volvo1' á la hatalln, abordaron con ellos y tl'o.baron uno ele los más fieros com-
l>ates que se han representado en el teatl'O de aquel rio: porque los bárbaros, por entrar los
bajeles y los españoles por im pedir la entrada desde los bordos, no perdian instrumento de
guerra de que no se valiesen para salir con su intento; pero aomo los vasos contrarios eran
de mén08 porte y SllS armas tan fla.ca.., como su defensa, y por el contrario tan aventajadas
las nuestra."" hacian tal destrozo en los miserables indios, que el agua se representaba golfo
de confusiones y sangre. Por otra parte, vuelta á disparar la artillería y dando cargas
continuas .los arcabuces, eran tantas las canoas que rotas y desamparadas de gente se dejaban
llevar de las aguas entre los cuerpos muertoR, que reconociendo su total ruma los bárbaros
despues de hora y média que duró la batalla, desatracados de los bergantines se dieron ú
huir con pérdida do trescientas c.~Doafi y de ochocientos Gandules, siu qUé de los españoles
quedase alguno herido de riesgo.
Tanto vale en semejantes encuentros la prudencia de un Cll.pitan sagaz y valiento,
poes con la disposicion que le dictaron pus experiencias consigui6 una victoria que fuera
muy contingente perder, á dejarse llevar de los consejos pt'ecipitados de su gente. No sigui6
el alcance por no desabl'igarse de la. tierra ni desunir su armada; y porque el fin principal
ora sustentar el puesto para socorrer el ejér,cito de Lebron, y no seguir á quien iba destro~
zado y sin más apremio que el de BUS temores, le dejaba libre el paso para BUS de. ignios; y
porque uno de ellos era ya castigar los delitos de Alonso Jeque y las traiciones de los demas
Uaciqucs presos, no bast6 el buen suceso de la batalla para que Alonso Ma'rtin olvidase
aquéllos y pOl'donase éstas, pues lllego que se halló libre de enemigos hizo oabezll de proceso
contra ellos, y constando por SUB declaraciones y las de otros, ser ciertas las conj uraciones
presentes y las demas en que habían concurrido con daño de los nuestros y perjuicio de la
navegacioll del rio, 10B conden6 á muerto, que se ejecutó en aquel sitio, p;¡.gando Alonso Je-
que con una vida cuantas habia quitado, rompiendo la promesa quo hizo do ser fiel muchos
dias ántes al tiempo que reeibió el agua del bautismo. Y porque nos llaman las novedades
acaecidas por e to año en diferentes partes del Nuevo Reino, dojaremos á Alonso Martin con
su ~l'mada, eQperando tÍ. Lebron, miéntras damos noticias do ellas, tomando principio de las
que se originaron en Cartagena con la provision de nuevo Juez sobre la cau a. de los Ileredias.
Dejamos el año de treinta y ocho nI Licenciado Juan de Badillo con resolucion de
pasar tÍ. estos Reinos y on ellos al Adela.ntado D. Pedro de IIeredia, ó. quien habia remitido
susponso del gobierno de Cllrtugetltl.; poro habiendo 6ste representado iL su Iajestnd 108
agravios que de aquél tenia recibidos, y con idera.das en su Consojo de Iuclias las quejas que
daba el Obispo D. Juan FerntÍ.nde7. de Angulo dol rolajamiento con que algunos clérigos
vivian en la. provincia de Santa Marta, se le mandó al Licencia.do Alanis do Paz (Juoz nom-
brado contra el Adelltntado D. Pedro Femández de Lugo y D. Alonso su hijo, y contra los
Gobernadores Gerónimo de Hortal y Antonio Cedeño, Bobr ocultaciones de quintos Reales)
que exterminase de anta Marta todos los clérigos que el Obispo señalase: y se proveyó así
mismo, que el Licenciado Santa Cruz pasas,e á Cartagena, y si hallase que los ex COsos del Li-
cenciado ~adillo fuesen tales que por ollos mereciese que lo remitiese preso tí. estos Reinos,
lo ejecutase, y si no le permitie e pasar lt 'auto Domingo á servir In. plaza que alH tenia de
Oidor, bastando para ello que die!:l6 la residencia. por su apoderado: y si hallase así mismo
que los escesos de los Heredias y Alonso de Montes, su sobrino, fuesen de calidad que les
correspondiese pena ordinn.ria, los remitiese presos á esta Corte oon los autos conclusos qua
habia principiado el Licenciado Badillo, y si no fuesen tan oalificados los delitos como se
dada á entender por los informes del Obispo Toro y otros vecinos de Cartagena, los dejase
venir sobre fitmzas: y que para el mayor servicio de Dios, luego que llegase {L Cartagena,
fabricase junto á Sll Iglesia Catodral una Casa ó Colegio en que los hijos de los Caciques y
<1e otros indios principales fuesen instruidos en los misterio de nuestra. santa fe católica;
'que si tuvo efecto debió de dmar muy poco, como beneficio coronn para indios, quo resul-
taba. en perjuioio temporal de Encomenderos.
Con estos despachos llegó á Cal'tagena por el año de treinta y nueve el Licenciado
Santa Cruz, y sabiendo que su nntecoSOl' nadillo habia yas:-.lido de San Sebastian de Buena-
vi ta para la jornada de que tratamos en el capítulo scguudo del cuarto liuro, mandó luego

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CAP. VII.] HIST RIA DEL NUEVO HEINO. lG;)
hacer gente, y hahiendo levantado hasta cien infantes y cincuenta caballos, nombró por HU
Teniente á Jnan Greciano, con poderes amplios pa.ra que como Jnez de la gente que habia
conducido el Oidor Badillo, lo prenJiese y á buen recaudo lo remitiese á Cn.l'tagcllfl; pero
como el deseo de pasar de la eHcnela de LütraJo. á la de Conquistadores e tuvie e p()r n.c¡uel
siglo tan arraigado en las Togas, cometió el error de nombrar á Luis Bernal por Capitau de
aq uella gente, con faoultad de que pudiese mover guerra n. las naciones que encontl'ase,
pues el fin de RUS comisiones no era.guerrear á los inelios sino castigar los excesos que ha-
llase en el Oidor Badillo, Pero tomada la resolucion que va referiJa, salieron su Teniente y
Capitan de Cartagena, y llegados á Urabá comenzaron }\ marchar tan opuef1tos en los dictá-
menes, que á pocas jornadas se dividió aquel pequeño campo en do parcialidades, iguienoo
la una á Greciano y la otra á Bemal, sembrando di~corc1ia tan perjudicial en los miembros r
que los pusieron en ricsgo de perderse todo. Con todo esto, aunque mal avenidos, llegaron
ti las montañas de Abide, Que pasaron Qin mucho trn.bajo, pOl' habel' carg;\do la mayor parto
sobre el ejército de Badillo, que dejó abierto camino cuando pasó, sin Clue en ellas Huoediese
otra cosa que la de haber muerto algunos soldados una culebra, en cuyo vientre hallaron un
venado entero con sus ganchos: y, finalmente, despues con O'rando trabajos y diferencia!'!,
nrribaron á la pl'ovincia de Anserrua, donde refre::;cados de víveres aloja.ron algunos dias,
Bin que cesasen los encuentros, hasta que más eucendidos que nunca, y apellidada. por cada
cual la voz del Rey para prenderse el uno al otro, se pusieron todos en armas n tiempo que
sobre la colina de Umbia asomó con veinte caballos Rlly Vallégas, que por ól'den del Cllpi-
tan Jorge Robledo iba do. cubriendo tierra j con cuya vi8t<'l, apaciguados los de Cartagena y
gozosos los de Popayan, conviniol'On en que se diese nV'iso de todo tÍ Jorge Robledo, que á la
sazon estaba on Guarina, donde acudieron los cartagineses de nnn y otra paroialida.d á dorle
obediencia y los dos Cabos lt representar MUS quejas: sobre que resolvió desterrarlos del
campo, remitiéndolos con alguna escolta á. San Sebastian de Buenavista.
Reforzado de gente Robledo, iba sojuzga.ndo con mansedumbre algunos Caciques j y
pareciéndole que por aquel medio se encaminaba felizmente la pacifica,oion de las provin-
cias, mand6 al Capitan Suer de Nava que con cincuentA. infantes y caballo's reconociese la
de Caramu,nta y poLlaciones que en ella habia, volviendo lo mús breve que pudieso, con 1'0-
lacion especial do todas; en cuyo tiempo él personalmente rué tí Oüusca, y tanto per.:ma-
dió á su Cacique, que le sa!Íó Jo paz y acompañó voluntariamente algunos dial'l, aunque
despues se le desapareció de suerte que no lo pudo ver más: y vuelto 'ller de Nava con
relncion de habor pacificado la. provincia de Caramanta, resolvió sali~' n. visitc'l.r la que tenia.
descubierta, dejando en la. Villa de Auserma por su Lugar-teniente n Mal't~n de Amoroto ;.
pero npénas tuvo noticia el Cacique CURen. do quo Robl do habia deRamparado la Villa,
cuando con poderoso ejército determinó dRr sobre Amoroto, {l quien valió mucho el aviso
que una. india lo dió á Pedro de Ci a de Leon, pue. con él 8e provino de suerte con la poca
gente quo tenia, que Ocuscn, tnmbien noticioso de que no podia cogerlo desprevenido, hubo-
de retirar 8US tropas miéntras coligado con Umbruzn, otro principal Caciquo, las aumentaba
de manera quo por más prevenido que hallase al Teniento Amoroto, lograse el deseo de
de~ruil' la Villa de Anserma y lanzar de la tierra tÍ lo nuestrol:!; pero como por este tiem-
po Ruy Vanégas, con doce mil castellanos de oro que halló en un tl.dorntorio de Gl1arina, y
01 Capitan Nava con laR noticias de Caramanta, se lo hubiesen juntado {L 1 obledo en los sa-
rallones de Appiá, quo estaba paoificando, y allí tuvieRe nueva de la conj uracion de los Ca-
ciques Ocu ca y Umbruza, corrió al reparo tan diligent1:l, que bastó un Embajador que les
de pachó para que dejasen las al'ma~ y pagase de pUOR por todos un indio que le sali6 de paz
en el valle de Santa María, fingiendo ser U mbruzn, [1 quien engañ1.do aga 'ajó mucho, y des-
engañado bizo quemar por la cautela de que habia usado.
Sosegadas estas naciones y descoso de reconocer las tierms que habia. pn!>ada la cor-
dillera que yace al Norte de Anserma, orden6 al Capitan Górucz Fernández qne con cin-
Cl onta ballesteros y rodeleros descubriese la provincia de Chocó, no conocida elltémce5 como
ahora por la m:ís abundante de oro entre las equinocciales, y al C~pit..1.u Uny Van~O'as qua
partiese á la pacificacion de Pirsa y Soppiá j lo cual no fué tan f:í.cil, por haberse pue. to en
lumas 105 de Pirsa, valiéndose de hoyos y puas contra la 'Ventaja de log caballos, en que ca-
yeron algnnos j aunque conocido el ardid y ca:,;tigado el atrevimiento en algunos encuentros
quo precedicron, hubieron Je admitir fOl'zaebmente la paz, on quc no {lié tan dichoso GÓlne~
FcrnÍLndez, pucs llegado á. la aspereza de las mout.afias Je Sima albergue in~ulto tIc los md9

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166 l~EnNÁNDE:6 PIEnUAuÍTA. [UB. VI.

rústicos snlvajos quo se vicron entre I\quelln gentilirlad, dCHpuos do varIoS! trabajos Re encon-
tró con las corrientes y profundidades de un C<'ludalo. o rio, que por corrar nI mar del Norte
se reconoció Ror el Darien, e~ que no hallaban los nueRtl'OS mtÍ.'3 alimento que el de aquella
fruta que en otras provincias llaman OachipR.es y :;tllí Pisbaes, q ne les fué de gran socorro,
hasta que arribando ti ciertnA montañas Je tierl'a baja, dieron en una extraña poblacion <le
casas fabricadas sobre barbacoas (que, como dijimog, Ron Ó. manera de zarzos), puestas sobre
horcones de tirboles, donde luego que la gente espa.ñola fué sentida de lo~ Mrbaros que las
habitaban, tocaron al arma por diferentes partes con Sl.lS fOtutOR y tambores, y juntándo e nee-
leradamente cuantos habia en aquella region de sombras, iugando flU flechería y dardos con
tanta ventaja (pOl' el accidente de haber e roto tí 10R nuestro~ algllnas cuordas ds las blll1c<l.tns
y no dar lugar la maleza del monte al manejo de los crtballoR), qne á pocos lances se halln,ron
mal beridos Ber'robi y Santiago soldados b rioso!'! :i qnienes Inda Santí"ima libr6 de la ronerte
por haberln invocado en su fa vor, puei\ atropellados de la hárbam tropa, y sin ser vistos pas6
sobre ellos retirando á los nue tros, hasta q ne unidos hicieron tal resistencia en la retiradA,
que satisfechos los contrnrios con la gloria de haberlos lanzado de su pueblo, dieron vllelt::L tÍ
él, Y los nuestros, recogidos los heridos á la Villa de Anserma, donde el Cn,pitan J orgo Ro-
bledo, no solamente dando ejemplo á los mejores caudillos de Indias, sino á los que jllRta-
mente se emplean en la promulgacion del Evangelio, iba por medios suaves reduciendo todas
las provinciali de los contornos.
Así corrian los descubrimientos de laR provincia~ eqninoccil11es, miéntr·as el Teniente
Juan Greciano, vuelto á Cal'tagena, representaba sus quejas al Licenciado Santa Cruz, qno
mal escarmentado del infeliz suceso de la jornada, persistia en pretender gnnar el renombre
de conquista,dor, aunque la diversloo de semejante empleo se costca.qe con el perjuicio de
los interesados C!'n la residencia que tenia á su cargo. Con este fin ordenó al Capjtan AlonRo
<le lleredia que con ciento y cincuenta infantes y cincuenta caballos salie,e de Cartagena
para Malambo, y subiendo por aquella ba.nda sesenta leguns de costa el rio grande arriba,
fundase en el sitio de Mompox una villa que llamase de 'nnta. Cruz, por la conveniencia
que de Remejante poblacion se le seguiria á la comunicacion y comercio de ·la costa con las
provincias que recientemonte se habiA.n deFlcnbiert.o en el Reino de Bogotn.. Obe<.1eció rrero~
dia, y como Oapitan de reputacion que lo era en aquella provincia, levantó con fa,cili,Jad 10R
doscientos hombres, entro qnienes fuero n muchos buenos soldados y con ellos el Capitan
Cohol1os, el doctor Martín Rodríguez, Andres Zapata, 10. dOR Sedeños hermanos, AylIoo,
RQteA, Hantería, Juan Gómez, Alollso de Carvajnl, Junn Martin de Ul'ista, Villafañe, de
quien ha~ RucesioD, Cerezo y Cano, que son los qlle han llegado ft mi noticia, con los cuales
sali6 de Cartagena, y con vario trabajos ocasionados de la opa ir.ion q1lO halló en los indios
de Morro hermoso y otros de In. tierra adentro, que siempro se mostraban belicosos, acome-
tiéndole en aquellas parte!'! quo ménos plldicso aprovechar 1 s ca.ballos, arrib6 á. la boca. de
C:mca, que cf'gm,zó en balsflfl, y do allí á i\fompox por nneSl do este año de treinta y nueve.
No {né RU llega.<.1a tnn r pentilla, qne muchos días ántes DO la tuviesen provenida los
indiosj pero hallólos de uorte escarmentados del castio-o y destrozo que en ambas c .... ta8
habia hecho pOCOR días ántes la armada de Gcrónimo Lebron, que sin poner e en resistencia.
le salieron de paz lo:'> Caciques rralA.hirrnn, Tl\caloa, J\.Ienchiqucxo y Tacalazaluma, y con su
nyuda diá PlillCipio tÍ. 111 fnndacion d; lIua -villa. que llamó do Santa Cruz de Mompox, por
el órden que llevaba y ¡;;itio r¡no eligi6, y es el má.. alto de aquella ribera, aunque tambieu
sujeto á inundaclone;-; como In. que padeció por illnyo del afio de mil fleiflcientoo y Re~e lJta y
do. , en que nece itaron los vecinos de Aalirso en canoas rte la villa pOlO habel'la inundado el
río de la Magtlnlona. Distará de la cindad d,e CI~l'tng;ona Retenta lcguM al sudoeste : fueron
RlU! primcro~ AlcnJues Auures Zapata y 01 uoctor Martin Rodríguez, y repartidos entre los
pobladoreR lo. indios que demnrab:m aquella bandn., y las dos co.::;tas del rio Cauen. que tieno
la villa á 1M cl-lpalUas, fuó creciendo la pnb~acion de uarte que aunqne 1M lagunas y 1'iOR
estrechan mucho aquella parte má~ elevada, tiene d~ pre ente tres calles de longitud, con la
latitud de ca.Ri trcR cuaclrM, que soblo la ribera uel río correrán con bnenoR edificioR médiB
legua, en que babrú cnatrocientoR vecinoR. El templo es muy ~aluqable, nnuque ,umamellto
dtlido y húmedo: y pOI' razon del trnjiu de lo. mwegacion pat'n l OR ReinoR de llorrotá y
Quito, en que siernpre la villa c.c¡ interesaol1 cou la. escala J mansÍon que nllí haoen las ca-
noas, Re compone de vecino~ ufable~ y rico~, como lo ID"ne~tr':\ la fábrica de la iglesia parro-
quial y la de los templos de S3n Frn.uci~co y San Agustin y los principios del colegio de h
Compañía. <.10, J.esus, en que Re trabaja bien en doctrinar la juventud, .

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LIBRO SEPTIMO.
El C:Lpitan l\Iartin Galeano pacifica la provincia. de los Agataes y paso. desplles á la de Gaune: mueve
guerra en Chablá hasta vencer en ba.talla á Mataregua : pelea despnes con Guanentá y rinde otras
naci(')nes. Revélansele Thisquizoque y el SábQyá, y matan á Juan Gascon. Avisado Feman Pérez,
~ocorre la ciudad de Vélez, y vuelto Galeano de Guane, rompe la guerra con los rebeldes, con prósperos
y adversos sucesos. El Cacique Tandamaformaejército y se fortifica: va contra él BaltasarMaldonado,
y á fuerza de armas lo sujeta despues de nna porfiada. resi tencia. Llegan á Castilla los tres Generales
Quesada, Fedreman y Benalcázar, donde corren varias fortunas. Lopa 1\fontalvo de Lugo entra en
el Reino siguiendo á Fedreman, y el Capitan Luis Lanchero en la provincia de Muzo. Prosigue
Lebron hasta la casa. de la. Sal, y Jorge Robledo sus descubrimientos hasta flIndar Ut villa. de Cartago.

CAPITULO l.

'l'RÁTA.SE DE L . L\.
. ENTRADA QUE HIZO MARTIN GALEANO EN EL
TERRITORIO DE COCOMÉ y AGATÁ, Y DE LA QUE DE PU~S HIZO
JUAN ALONSO DE LA TORRE, A QUIEN ACOMETEN HASTA RETIRARLO
Á VÉLEZ.-VUELVE GALEANO AL CASTIGO, Y EJECÚTALO CON
ESPANTO DE LOS INDIOS.

~.~~4.~~NTASE la. obediencin de los súbditos del agasajo dol superior: y


como e la libertad Ix'\n amable á lo hombres, nunca el rendimiento erá
Reguro, ,i el arte no lo reduce á voluntario. Muchas veces con el temor ó
la conveniencia snelo admitirse el dominio; pero si éste elige por ministro
al rigor, no hay cordero que por sacudirlo de sí no se tra [ol'me en loon.
Un pueblo puesto 0n servidumbre es arco que se gobierna con la cuel'da templada
del poder pa¡'a clue aproveche al dueño; pero si ésta se e tiende lÍ. todo lo que alcanza.
el brazo, no hay cuerda que no peligro con resentimientos del arco. o pocas veoes
alegaron falsamente esta máxima los Pai. e Bajos para paliar su rebelclía: y cutÍnt:\s
se oyeron los estallidos del yugo romano ha¡¡ta que falsearon las coyundas? Por eso
fué tan fácil :l. muchos tiranos colocarse en el trono; y por eso tambien fné permi-
tido n pocos morir con el cetro. En un medio donde son extremo la vejacÍ<>n y la muerte,
aunque mús cobarde pal"eZC~L un espíritu, siempre elegirá la muerte apresurada donde la
libertad -es conting nte, lintes (lue la sujecion infame donde la muerte es dilatada. inguna
nacion pareció ménos guerrera que la Mozcaj us armas fueron u desnudez, y pOl" e'o los
temores fueron consejeros qne la redujeron con facilidad á dar obediencia tÍ los españoles,
despues que alguna defensa los acreditó racionales, intentando conservarse libres: mas en
l1egondo á desenfrenarse el dominio, veremos reLelado~ los más pacíficos de las provinoias
de Vél€z, Tunja y Santafé, los campos bañados en sangro por más de treinta afios, y la
obstinacion tan firme, que solamente pueda pOller fin á las guerras el asolamiento de las
provincias.
Fundada, pues, la ciudad de V élez por el Capitan Martín Galeano, determinó corror
la tierra y hacer el apuntamiento de las encomiendas á poco mús ó ménos, porque desdo
luego tuviesen los vecinos con qué sustentarse decentemente. Pero ántes de salir, n este
efecto dispuso dejar cubierto, y con la perfeccion que permitian aquellos tiempos, el nuevo
templo que había erigido: para lo cual, por ser Cacique comarcano el 'aboyá, se le di6
cargo de que lo pusiese por obra, lo cunl hizo con mucha presteza, acudiendo oon gran
número de gente á darle fin tÍ todo, y aun á la paz que falsamente habia admitido, como
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168 FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA.. [LID. VII ..

veremos: aunque en tanto que se declaraba en guerra abierta, y pensando lo dp.jaba pacifico,
salió el Capitan Galeano para. la provincia de Misaque y para las- encumbradas sierras de
Agatá, que en aquel siglo estaban pobladas de muchos naturales, á quienes dominaban dos-
Caciques, Cocomé y Agatá, y de quienes heredaron el nombre las sierras, que por la mayor
parte son limpias de montaña, pero de campiñas altas y bar ales estériles,:í. causa de no
tener agua y necesitar el verano sus moradores de las que deja rebalsadas el invierO'o, en
algunas partes: aunque vistas por las vertientes que hacen al Ocaso, se hallan caudalosos
rios, que nacen de la misma sierra, y corriendo pl'ecipitados Re encuentl'an en un valle
dilatado, montuoso y llano, que média. entre esta sierra y otra de grandes arboledas, donde.
se represan las aguas del invierno en diferentes lagos que abundan de peces, despues que
anegados los confines y montes, recibe el rio grande de la Magdalena sus de perdidos.
. Subidos, pues, ú la primera sierra, llamaron á sus moradores, que acudieron COO'
demostraciones de paz, mantenimientos y algunas piezas de buen oro; y teniendo presentes
á SUR Caciques Cocomé y Agatá, les dió á entender Galeano cómo debian reconocer señor
particular que los mandase, á quien habian de acudir á SllS tiempos con tributo, fuera de'
los servicios ordinarios: y aunque ee les hizo de mal trocar el señorío por el vl\sallaje, sin
embargo de ello, consulta.do y resuelto el negocio entre sí (quizá para paliar con ~l semblante
las últimas resoluciones del ánimo), dieron palabra de ser vasallos fieles del Rey de España,
y obedecer al dueño que en su real nombre les fueS'e dado. Con lo cual r satisfecho Martin
Ga.leano, dió vuelta á la ciudad de V élez, pareciéndole buen principio para. llevar adelante
BUS intentos, que eran de buscar minaR y Sacar oro con los indios repartidos tÍ los conquis-
tadores: y así, poco deRpues, con las noticias qne dieron algunos de haber ricos minerales á
las vertientes del rio grande de la Magdalena, acordó la justicia y regimiento q·ue aquella
entrada se le cometiese á J U8n Alonso de Ja Torre, con treinta españoles y doscientos
indios amigo&: el cual siguió el mismo camino que Martin Galeano hizo á los Agataefl)
donde fueron hospedados con mucho aga 'ajo; y porque en la subida, que tiene más de do~
leguas ásperas y pobladllS de pajonales, con la fuerza del sol pe recia la gente de sed, Ja
I'!ocorrieron con agua y chicha, que fué beneficio de mueha estimacion,·y con que se alivia-
ron y subieron los nuestros á verse con el Cacique Cocomé, que poseia aquella parte de-
sierras que está á la diestra del Poniente, porque Agntá las demoraba á la siniestra.
Cocomé les hizo un festivo recibimiento con que disfrazar las determinaciones der
ánimo ya resueltas á sacudir el yngo español: y siguiendo su jornada Juan Alonso, entr&
con su gente en el valle de Sappo, cuyoa caminos y veredas por entre peñas i riscos son muy
di':ficultosos de hollar con plantas humanas; pero siguiéndolos, dieron en llD paso de peña.
tajada. que tenia prolijo y peligroso el repecbo por el rie¡:go de caer en la profundidad del
duro suelo que habia de recibir al que desliznFic de tan arrie~gacla subida, pues aun para em-
prenderla los naturales se valian do escalas de bejucos asidaR 11. troncos de arboles que habia.
en la cumbre, á la manera que se ve en las ja.rcias de lo na\'íos. A la mano derecha de la
peña nace e11 lo mns elevaao una fuente caudalosa, que de de fiU origen, y sin tocar en otra.
piedra, se precipita. por el aire hastn la. profundidad de la tierra más yecina, donde la reciben
los troncos desatada en rooíos, respecto de ser tan dilatado el espacio del vionto por donde
corre. Al fin, valiéndose los españoles de In misma traza que lo iudios, subieron por las
escalas de bejuco de uno en uno, aventurando notoriamente las vidas: rie.go que no teme
la codicia cuando se atraviesa el interes; y de allí, bajando por otros despeñadero ca i igua-
les, dieron en aquel llano y montaña. que yace entre las dos sierras, donde se ve una quebra-
da guarnecida de peñas y coposos arboles en cuyas ramas se reconoció tanta multitud de
guacamayas que los atormentaban con sus graznidos anunciadores de tempestades, que por
eeta causa pusieron á la quebrada el rio de las gnacnmayaR, donde llegados sintieron luego
tal ruido de truenos y lluvias, quo temieron anegarse, consideradas bien Ia~ avenidas de
a.gua que de aquellas curo bres descendian á lo llano; pero pasó con brevedad y sin aaño
considerable de 108 españoles aquel tUl'bion proceloso, á causa de correr la parda nube á las
montañas. vecinas: y así aunque mojados los indies amigos, salieron n la quebrada, y traji-
nando las peñas pOI' donde habia couido el ímpetu de las aguas, hallaron buena cantidad de
peces con qué reparar el hambre.
Al Rlguiente dia, Luis Fernández, Gal'cía Calvete, Diego Ortiz, G(,nzalo de Vega,
Pedro de Salazar y Juan de Eslaba, yendo por una senda mal seguida, dieron en ciertos
maizales sazonados y en algunos indios descuidados del asalto y prision que padecieron; y

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}HSTORlA DEL NUEVO nEINO • 1~9

.tlallóse entre ellos una mujer de quien afirmaba Diego Ortíz, testigo de crédito, Ber tan her-
mosa y bien repartida en la disposicion y gallardía del cuerpo, que ninguna dama de las
que había visto la aventajaba, especialme[lte por haberla pri vilegiado el cielo en aqueUas
regiones con la blancura del rostro y rojo color de las mejillas: tenia ceñida la garganta. de
<:uentas y cañntillos de oro, arracadas del mismo metal en laR orejas, y otras joyas repartidas
.por el cuerpo que manifeshban ser principal señora de aquellos paises. Con esta presa vol-
vieron en demanda del Capitan para descubrir de los prisioneros alguna noticia de las
roinas que buscaban; pero preguntnd0s por los intérpretes, no supieron dar más respuesta.
.que decir no ser criado en aquellas tierras el oro que tenian, sino adquirido por rescate de
otras más retiradas. Despues de estos ¡;;ncesos, gastaron quince dias rompiendo por aquellas
malezas de monte que hay entre los dos rios de Horta y Carare t hasta llegar al de Mapóri-
cbe, que de la parte del Norte se del·riba, y despues de largos rodeos, junta, mezcla y con-
funde sus aguas con las del rio grande; pero fué trabajo perdido, por no descubrirse minas,
aunque de los pequeños lugares que se saqueaban reoogian nlguna porcion considerable de
oro labrado en joyas: y a~í, viéndose oprimidos de tantos afanes, y desesperados de conse··
.g uir el fin que los habia sacado de Vélez, determinaron dar la vuelta por aquel mismo ca-
lnino por dondo habiau hecho la entrada, por haHal'se ignorantes de otro alguno que fuese
ménos peligroso.
Determinado á retirarse de la empresa. el Capltan Juan .Alonso, y ejecutado el inten-
to, al tiempo que llegaron á )a sierra de Cocomé no hallaron vecino alguno, á causa de estar
todo el pais levantado y oculta la gente en cuevas y cavernas de las muchas y grandes que
hay por aquellos contornos, donde acostumbra meterse cuanJo toma las armas para guerras
declaradas, y donde como nacion dura y obstinada, por ser las asperezas de la tiena macce-
'Sibles, jamas guard:\ron perfectamente la paz, ni exousaron trance de ba.talla, hasta. que,
obligados á retirarse al abrigo del rio grande y de Unrare, desde donde interrumpieron la.
navegacion española. por muchos años con saltos y robos ejecutados en los navegantes, expe-
l'imentaron la última ruina j pues, fabricado el fuerte de On1'a1'e que hoy permanece, y guar-
necido de infantería para reCOrrer la tierra y elrio, y por otra p.~l'te acometidos de diferen-
tes Cabos, llegaron tÍ tal e. tremo en nuel'ltros tiempo", por diligencia y valor do los Capitanes
Perdigan y Juan BernnJ, que quedaron destrllida."I aun las últimas reliquias de aquellas
naciones obstinada. Alojóse la gente de Juan Alonso aquella noche e11 el pueblo desampa-
ra.do, COll el recato y centinelas necesarias, como quien tenia largas experiencias de aquellas
demoRtraciones, y cuanuo ya empezaba á. romper el dia dió principio á. su jornada encami-
nada á V élez, y prevenidos sus infantes de que He~'asen embrazados los escudos por el recelo
~n que (como tenemOA dicho) lo habia pUE' to el retiro de lo na.turales, señal oierta por
donde reconoció la necesidad que habían de tener todos de valerse de las manos; y no le
salió vana la Rospecha, pnes apéua.s habían caminado un cuarto de legua. bajando la cuesta
de Cocomé, cuando vieron cubiertas laR cumbreR y lomas de los belicosos Agataes, ostentan-
do su fiereza en la. vanidad de los penacho!!, los unos lne,enidos de arcos y alhajas y 108
otros de lanzas y ma.canlls~ y conilO la maldad y rebelion habia sido tan premeditada, comen-
zaron la. pl'imel;a hostilidad precipitando por las laderas grandes piedra que á trechos teniaR
¡'epal~tidas en las parteH máf; altas; cuyo estruendo y rumor de las cornetas y V'oces que re-
souaban1 fué tal, (lue el más valiente de los eapo.ñoles reconocia la difioultad da poder salir
sin daño notable de aquel pp.ligro.
Viendo, pues, Juan .Alonso que el riesgo era irreparable, haciendo alto y rostro al ene-
migo, alentaba á. los suyos persuadiéndolos á que gannsen la aspereza de una cuchilla. que
corria por la loma que tenian por delante; y fueron tan eficaOl3s sus palabras, que aun parece
tardó má.~ en pronunciarlas que su gente en repechar á. lo alto hastn afijar los piés en aquel
-sitio donde las piedras no pudiesen encontmrlos juntos sino divididos; pero el atrevimiento
de los Agatnes fué tal, que descendieron algunos escuadrones de ellos hasta medir las maoa p

nas con las espadas, especialmente con las de la retaguardia, donde filé neces&rio que los espa-
ñoles mostrasen el valor de sus personas haciendo Sllertes tan admirables oon las espadas, que
pasaron por milagt'osas: efecto que suele producir la última desesperaoion de hallar otro
¡'cmedio al peligro. Con la desigualdad, pues, de las armas (porque la ventaja de las piedras
habia eesado desde que se mezclaron los enemigos con los nueotros) y recobrados nuevamen-
te de valor los españoles, fueron tantos loa indios que mataron en el encuentro, que vista por
la bárbara hueste su desgracia y cuán infatigables ~e mostraban sus contrarios a.l manejo de

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170 FEn~L~DEZ l'IEDRAHÍT.-i. [LIB. VIT.

las armas con ventaja de. sus lanzas, se fueron retrayendo á laA cumbres de la sierra, y JO!
españoles ent6nces prosiguiendo su camino lo más aceleradamente que les fué pO!iible, así
por no caer en nuevos peligros, como porque muohos de 108 infantes estaban l'\stirna.doEf,
aunque no de heridas mortales.
Libre ya de estas tormenta~, en que Robresalieron en constancia y valor Alonso de
Leaesma y Alonso Góroez Hiel, llegaron ;Í la ciudad de Vélez, donde dieron cuenta de tod()
á su Cabildo: y conociendo el Capitan Martín Galeano no oonvenir dilatar el castigo de
aquella osadía, partió luego con gente desoansada. y algunos perros cebados en matar indios,
crueldad introducida en la tierra desde que la pisó la gente de Fedreman y Benalcázar, pueS'
ántes de su entrada no sabian de ella ni la habian usado los soldados de Quesada, aunque
despues llegó fÍ tal extremo el desórden y e,c;¡timacion qoe de los perros hacian todos,. que
Taro Ó ninguno de lOA vecinos del Reino habia que no los tuviese por grandez.a r y algunos con
tanto perjuicio, que pasaba de términos humanos, pups como gente ajena de piedad castigaba
las culpas de 10R miserables indios, ya fuesen Jeves, ya graves, con destrozos ejecutados por
la ferocidad de los perros: y de esta demasía tuvo tanta parte Martin Galeano, que con haber
sido en las dema.c;¡ acciones compueRto y digno ue estimaC'ion por 8U valor y prudencia, no le
resultaron pocos disgustos y gastos en su vejez por algnnos Jueces que le hicierou cargo de
aquellos excesos que tanto sentía el corazon piadoso del Rey N uestl'o Señ0r, C(lmo se vi6 por
las demostraciones que hi7.o para el remedio, Llegado, pues, con su gente á las poblaciones
de los Agatnefl sin que hubiesen sentido su entrada y valiéndose de la. oscuridad de la noche,
la dividió en dos tropas, reteniendo la una consigo y dando la otra IÍ Jnan Femández de
Valenzuela, con ól'den de que á un mismo tiempo diesen en dos pueblos, distanteA média
legua el nno del otro, donde segun las noticias que daban las guias estaba recogido buen
número de aquellos bthbarOA, confiados en que las uRperezas de aquellos Hitios eran insupe-
.rabIes: y como á eate juicio errado amparaban las sombrM, má~ confiadOfl que nunca desc:an-
saban con seguridad, á tiempo que diligentes los españoles, valiéndose de pié, y manos con
grave fatiga y rieRgo, y pue tos los e,cudos en las eRpaldas vencian aquollos repeeh08: accion
que oIamente pudo emprender nacion tan 'Valerosa como ésta hn mostrado sedo ~iempre, qu~
fuera de la propia l'egiou la han visto codiciosa de íamn y libre de resabios las murallas
extranjeras,
Vencida al fin la cumbre y tomad() algnu refresco l se partial'on 10 soldados por sus
cuarteles, bien cerca de los pueblos que habian de ser acometidos: y hechA s ñal cou nna
trompeta á lA. métlia nocbe invadieron lo~ dos lugares con t:ll estruendo de vooes y arcabu-
ces, que juzgando los indios sel' muchos má." lo~ invaRorcs, quedaron tan turbados del intem-
pestivo a nlto, que sin dewl'winacion fije, ocul'riendo lo~ uno la. arma!!, a\1nqll ~ tarde, y
los otros confusamente l\ laR puertas, reMando con la fuga escapa.r del fnfOY de la guerra,
encontraban á un mi. mo tiempo la. muerte en lo~ umbrale" ah'ave. ado Jel duro temple Je
los aceros españole. Crecia la lDol'tnndad y conflicto en la dos parte, con el e$tl'ago comun 1
siendo muy raros 108 que cutre la coufusion y tinieblas pudieron salvllr las vida, Trescien-
bs persona quedm'on prisionera entre los uuef;tros, llue fncron luego entregadas á otro&
más b¡¡rbar08, pues sirviendo de mioiAtros del rigor, les cortaron las narices y pl\lgares de
las manos, mandáudoles que con aquella seüa} fueRen por mensajeroR cÍo las naciones rebela-
das, ha.ciéndoles aabel' que su pertinacia babiA. de reducirlo. fÍ pasar por calamidad semejante.
Tiembla la pluma con el reeuerdo de estas acciones, y vuelta. la memoria á los siglos pa ados,
contempla cuántas veces exaltaron su nombre muchas naciones con el dominio y cuúntas lo
perdieron á la violenciA. de otras, pasando por el mismo rigor que usaron con ellas y tuV()
l'eservado la Providenoia Divina para e carmiento de todas.
Reducidos ya y bien castigados aquellos pueblos por Galeano y Valenz\lela, un dia
ele maüana de los que allí descansaban, descubrieron en los collados vecinos multitud de
bárbaros ostentando señales de regocijo con la indecencia de palabras que pronunciaban en
menosprecio de los espa.ñoles: y aunque ignorantes de la causal percibieron por las voces
poco distantes que oian, ser toda la fiesta por haber aprisionado á uno de los nuestros; pero
certifica.dos más bien por los intérpretes de' lo que aquellos bárbaros blasonaban, llamó Ga-
leano su gente y habiéndola reoonocido halló que faltaba JUR.n de Ouéllal', UllO de los soldado~
desvanecidos de BenalclÍzar: y averiguada la causa de aquella desgracia, se supo que habién-
dose apartado de los coro pañeros hácia una. parte oculta del monte, aunque no léjos del
cuartel, acaeció estal' tres ó cuatro Gandules 'puestos en atiechanza, los cuales por no perder

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CAP. 1,] nI TORTA DEL NUEVO ItErNO. 171
tA.n buen lance le acometieron de golpe y del primero de maCc;'\na que lo dieron en la cabeza
le hicieron saltar 108 ojos y los sesos; y como vf\nagloriosos de la presa cargaron con el cuerpo
llevándolo pOI' aquellas cumbres donde estaba. congregada la mayor copia de salvajes., que
}'ecibiéndolo con señales de descompue¡:¡tn alegría hicieron lastimosos desprecio con el difun -
to cadáver'. .
Compnsion grande causó en los compañeroli la desgracia de Juan de Cuéllar, y espe-
cial di gusto en Galeano, por ser el primer hombre que le ma.taba.n en aquella guerra: y así,
en compañía del Capitan Valenzuela, oorrió la tierra haciendo ejemplares castigus en aque-
llos indios, sin dejarlos descansar noche ni · dia, oon embo cada, , asaltos y sorpresas, hasta
I opligarlos á buscar por seguro lo más profun(lo de las cuevas y la eminencia de los mlÍs le-
vantados ti cos: con que visto que ya era imposible da.rles alcance por aquellas aspereza~,
á causa de las fatigas que padecia la gente e pañola con la trasnochadas, determinó dar
vuelta á lá ciudad de Vélez con la mayor cantidad de pri. laneros que pudo encadenar ;IDa.S·
viendo los indios obstinados IR. forma con que llevaban sus hijos y mujeres, y obligados de
aquel afecto natural que rompe con Jos inconvenientes del mn.yo!' peligro, bajaron de las
cumbres pl'ecipitndamente, y acometiendo valientes (aunque sin órden) al campo español,
que 110 pudo rechazar el primer avance, atravesaron por medio hasta echar mano de las co-
lleras en que iban los prisioneros: tanto valor comunica el deseo y ansia de poner en liber-
tad aquellas prenda en que se empeña el amor. Aquí recobrados del primer ataque los es-
pañole , encendieron de suerte el combate, que remat6 en nna ardiente batalla, llevando la
peor parte los indios, pues meno cabados al rigol' del acero y cediendo al encuentro de las
lanzas, no se acercaban despues tanto á la retaguardia, aunque contínuamente la inquieta-
ban con la batería de los arcos y hondas.
Para desembarazal'qe de esta fatiga con que marchaba el campo, ordenó el Capitan
Galeano que de los primeros que iban en la vanguardia se emboscasen en buena parte Diego
Franco, Bartalomé González, Alonso de Poveda, Pedro Gutiórrez, Francisco do Murcia.,
Alonso Gómez, Junn Mateo, Alonso Domíngucz, Pedro Fernández Bolcgan, Bartolomé
]'oroández de Lean, Fl'anci ca de Aranda, llel'reño y oroando Ga.ilegos, soldados buenos y
experimentados en la guerra de las Indias: y ejeoutado el ardid sin detenerse en SLl dis-
po icion la vanguardia, y dúndoRe mayor priesa la retagnardia amenazanuo 6. los prisioneros
para quo acelera 'cn el pu,')o, como que huio.n del peligro en que los incautos bárbaros los
ponian, dieron motivo á que creyesen ser verdaderas seuo.les de temor la, qne en la realidad
el'n.o engañosas tra~as de) arte; con que acelel'ado oonfusamente en el alcance de lo. nues-
tros, avanzaron tan ciegos qne cayeron en la embo'cada, de la cual salierou los trece infa.n-
tes que se habian ocultado, y dnda .. eÚal 10. embistieron por un costado a.l mismo tiempo
que re olviendo el campo obre la IDal ol'deuu.uu 1lluchedumbre, la pURiel'on en t 1 aprieto
con muertes y herida. , f}ue lOH más de los enemigos tenian ú. buena suerte poner las e pal-
dns por bJl\nco de u, contrarios, como si en ella!-l no so recibiemn Dllís flLcilmeute los golpes;
que -dno á l>cr al freuo y úoico reparo para que no se atrevie.·en á IDole~tar más el campo
e pañol, dej¡íudolo que victorioso marchase con el <le. pojo de los prisioneros.
Pue tos ya on la. ciudad de Vélez, licencial'on sin preceder ca tigo tí. muchos· tie los
prisioneros para que fuesen á su pueblos, habiéndolos persuadido ú. que admitiesen la paz
que les ofreciau, procurando reducir á. as parciales para que deba.jo de aquella fe puuiesen
ir seguramente ú la. ciudad á tratar de la libertad de su. hijo y parieutes, sin dar por ellos
ot~o rescate que el de \lna paz firme y senoilla., segun y en la forma. que la prometieron á los
pnncipios, á causa de que no admitiéudob seria. preci o qllC en las guerras futuras experi-
mentasen los daños que habian sentido en las pasadas. Indnstriados ' aSL los menllajeros y
llegados á sus tierras, hicieron notorias las promesas del Capitan Galeano, que fueron bien
admitidas de todos aquellos cn.ntanes, pues luego acudieron Ó. Vélez los Capitanes más prin-
cipales, donde se aju, tó la paz DO con tanta firmeza que faltusen muchos moyimientos y
alteraciones de pues del ajuste, hasta que las guerras y extracciones de gente dejal'on aque-
llas, pl'ovincias tan faltas de fuerza y habitadores (como dijimos) que al pI'escnte se miran
desiertas; pero en aquelloA tiempos no excusaban lance ni encuentro de guerra, poniendo
muchas veces en tal aprieto á los españole, que alguna de ellal> obligaron á Galeano á reti-
rarse más que de paso por socorro ú la ciudad de Tnnja, aunqne de pue!:! lo tuvo en Vélez
bien cumplido de la co ta, cuando a.portó á ella Gerónimo Lebron, de que trataremos á su
tiempo, pues ahora nos llaman nuevas cooq nistas de Guane, donde pasó el e truendo de las
armas deRpneR de ajustarse lns paces con los ~gataes.

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CAPITULO 11.

'SALE GALEANO Á LA CONQUISTA DE GUANE: MUEVE LA GUERRA EN


CHALALÁ, y SfGUELAUO~ )IATAREGUA HASTA VENCERLO EN BATALLA.
PELEA. CON GUANENTA: ROMPE LAS TROPAS DE BUTAREGUA y Á LA
FAMA DE SUS VICTORIAS SE LE RINDEN OTRAS NACIONES.

V E1NT E dias corriau del mes de Enero del año de mil quinientos y cuarenta, cuando
bien prevenido de armas y gente salió de la ciudad de Vélez el campo español, go-
bernado por el Capitf\.11 Martin Gateano, en demanda de Guane, de que tenian bastantes no-
ticias, Yace esta provincia á la parte del Oriente de dicha ciudad, con distancia de veinte
leguas.: tendrá de cil'cúito poco más de treinta y seis millas, aseguradas por la parte de
Oriente con la mmalla que labró la naturaleza de una peñl\ tajada que vulgarmente llaman
la Singla, y corre Norte Snr algo torcida y por más distancia de la que ocup~ la provincia:
por la pat'te que hacen frente los Guanes la divide el rápido CUl'SO del rio Sogamoso, que,
corriend0 arrebatn.damente por aquellos términos, se junta C011 el de SulÍrez y el de Chalalá,
hasta que mezclados se confunden con la grandeza del rio de la Magdalena: de suerte qne
por la parte baj¡~ de la Singla al Oeaso tienen su asiento los Guanes, y en lo alto de la peña
hay campbñas rasas, excepto la má.s cercana, que llaman la mesa de Jel'Íra, que sola ella
tendrá de circunvalacion veiote millas de tierra,s limpias, fél'tile , llanas y apacibles, que
son bien dilatadas dehesas y gozan de tan faVOrables influjos, que si allí hubieran poblado
los españoles conservando los naturales de la provincia, hubieran ejeclltado un acierto de
que resulta1'an grandes con veniencÍas.
Aunque la. mayor parte del país de Guane es pedregosa, todo 10 demas del suelo que
se habita (lS de admirable temperamento, ni calieote ni frio: está limpio de montañas y
come lo bañan vientos salndableR, nada contrarios á la fertilidad, se hallan en él todas las
frutas y flores d,e buen gnsto y olor y se conservall por las cuatro estaciones del año tras-
plantadas á huertas do riego que por acequias condl1cen sus moradores de los arroyos que Re
despeílan de aquellas cumbre~. Dánse con fa.cilidad las semilla y fmtas de Oastilla, y pro-
aujerancol1 abundancia las viñas si hubiera poblada ciudad de efipañolcs Ó los que lo habi-
tan foJe aplicaran á. tenerla., e pecialmouto eu Jerira, Coufinan con c. ta pro,>iocia las arenas
del rio d~l oro y lo veneros de las vetas de Pamplona: y así Guanoutú., Rey de aqnellas
tierra.~ á quien lo. demas Capitaneo y señores recouocian por el superior de todos, tenin RU
palacio en aquella mesa, por o-oz\r de mrt!'! apacible cielo que la parte inferior. Vestian los
natl1l'ales telas y lienzos de algodon de diferentes colores; y tienen dos calidades qne . ingu-
larmente los diferencian de las otras naciones del Nuevo Reino, La primera, exceder las
mujeres en hellezll, blancura y disposicioll á las dernas que se han visto: y la segunda,
-acomodarse con tanta facilidad al idioma español, que son 1<"" que más clara y perfectamente
10 liablan, en que las imitaban los varones entónees más diestros en manejar las armas de que
usaban, como son dardo!'!, lanzas, hondas y macanas.
Con estas no~icia!;, que los obligaron tÍ prevenirse de e cmIos, morriones y celadas,
-entraron en nquella provincia cincuenta e!'lpañoles, de los cuale eran 108 sois de á caballo, y
de~pnes de €!'!glluznr á Conatuba, rio rápido) Re encaminaron P.. In pnrte de arriba por un
valle que cOlTia hácia donde comenza.ba la poblacion de los Guane., con intento de sujetar
la corte do Guanentá la primera, para que con el ejomplo de la cabeza ó lo~ menores pueblos
se diesen de paz ó recelasen el eRtrago más grande donde la. resi tencia fuese más flaca:
siendo cualquiera de los dOR efectos medio segura para proseguir el allanamiento de la pro-
vincia dando vuelta hácia V élez y sujetando con ménos costo y fatiga las naciones que pre-
tendiesen ponerse en defensa. Las primeras ca as que descubrieron fueron las de Poazaque,
pueblo que gobernaba el Capitan Corbáraqnc, retimdo entónces á los monte~ con el temor
que engendraban en el paia la' noticias derramadas de la invasion de los extrnnjeros. Mas
diéronse tan buena maña éstos, que lo hubieroll tÍ las manos, y enterados de que era hombre
de valor y mucha fama entre aquellas nacioq,es, aAentaron paces con él, con promcsa de ser

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CAP. II.J BISTonu DEL NUEVO REINO. 173
guardadas fielmente por ambaR partes, con que el indio reconocie.'e vasaIlEtje al R'ey de Espa-
ña, militase- debajo de sus banderas y admitiese al español que le die~en por Encomendero,.
cuya obligacion era ampararlo en su real nombre: mas no euele conformar siempre el sonida
de .la proteccion con las obras del protector1 ántes de ordinario andan reñidos en los Enco~
menderos, como que no caben en un sujeto. Con el mismo trato y promesas fueron recibidos
en otro valle que confina con Poazaque; y ánres de él en Poima, que les <fi.ó telas bien
labradas de algodon y ricas joyas de 01'0. De allí pasaron á Chalalá, donde se detuvierou
ocho días á causa de mostrarse tnns animosos sus naturales en defensa de la libertad yen
resistir los tratados de la paz con las armas en las manos, obligando al campo e~pañol ó. que
en muchos reencuentros y alcances prendiese á muchos de 10R contrarios, especialmente
mujeres por todo extremo hermosas: y corrifHldo las riberas del rio Sogamoso pasó por
grandes lugares desamparados ya. de sus vecinos, porque el temor de la guerra los necesit6 8
dejar BUS casas al arbitrio de los españoles, en que hallaron mucha ropa de algodon y algu-
nas partidas de oro.
Así talaban los pueblos y sembrados, cuando revolviendo sobre el pais de Guane se
les dió noticia de Mataregua, Capitan belicoso y ricO', en cuya demanda partieron luego
inciertos de la paz y asegurados del saco y pillaje por la fama que corl'ia de RUS riquezas:
y porque los caballos no hallaban senda para ir derechamente por la parte mos baja que laR-
guias mostraban, á. ~al1sa de las grandes R!!pereZas, cuchillas y despeños que se descubrían,
fueron los infantes por 1quella parte con los Anaconas (que viene tí ser cierto géuero de
indios amigos y de servicio, que con el abrigo de los e~pañoles se muestrtln va.lerosos en la
guerra y con la codida de las presas la apetecen) y el Capitan Galeano, nevando siempre á
la vista. su infantería, hubo de marchar por lo alto de la cuchilla donde está formada una
loma limpia de ]?iedrns y montaña; pero cuando los infantes dieron vista :i la pobla.cion de
MatareglJa, fundada entre aquéllas peñas (donde no podian servir los caballos ni pudieron
bajar cllando los llamó la ocasion, por no encontmr senda que no fuese preoipicio), acame·
tiel'on con valor y destreza á tomar la puerta de la principal casa (que por flU grandeza
mostmba. ser el alclÍzar del Capitan) aunque ,no oon tanto silencio y dic;ha que no fuese el
asalto sentido: y así aunque sobresaltadns las guardas de l\1lltaregl1a que so hallaban dentro,
salieron Á. resistir la entrada con un bien dispuesto escuadron de picas, obligando con eUas
á. detener el pa.so ft. les nuestros y á. valerse de los escudos para reparo de los botes contl'a-
rios, no mén08 peligrosos que los del batallon más diestro de Suizaros. íbase encendiendo la
refriega cuanto se aumentaba m4s el coraje de 10R unos por la defensa propia. y el de lo~
otros por conservar la fama adqnil'ida; de que resultf\ba. batallar tan iguales, que si tal vez
ganaban pt1e~to los españoles, lueO'o 10 perdian obligados de laR pica, iendo por muchas
horas alternados los buenos y malos sucesos, hasta que Pedro VIÍ.'quoz, jóven acelerado y
valiente, deseoso de lograr ~I corte de su espada en uno de sus contrarios, se desunió de lo~
compañeros descuidado del abrigo de la rodela á tan mal tiempo, que el golpe de una tostada
pica regido del impul.io de lUataregua, le rompió las arterias y dió con su mnertc el último
desengaño de su fatalidad. Luego asieron los indios del cuerpo difunto, al'l'astrllndolo hasta
los umbrales de la puerta, donde enoendieron más vivamente el combate, y tal, que 108
nuestros no pudieron recobrar el cadáver, ano que estimulados de la honra acometicron dos
veces á. romper el escuadron de picas q!le otras tantas los rechazó con valentía.
Rebosaba la cólera eo los españoles con la Pl'ovocacion de la afrenta que pndcc1an
viendo los brios de ns contrarios, y resueltos á probar el último trance, determinaron,
puestosen ala, morir con gloria ó vencer con valor, á que demas de lo referido le obligaba
el reconocer q ne al ruido de la bat:\lla acudian nuevas tropas de bárbaros de los burgos
vecinos con lanzas, piedras y otras armas. que el aprieto les suministraba; y que si lh breve-
dad de la victoria no los sacaba de aquel peligro, habían de perecer con la dilacion oprimi-
dos de sus contrarios. Puesta, pues, la esperanza en Dios y en la fuerza de sos bra~o8, asi
cierran confiadOR que rompen por las picas con tal denuedo, que de los primeros encuentros
cayeron trece de lo~ enemiO'os que se mostraban más valoro. os, sin otros heridos: con que
desfiaquecidos 103 indios, y amortiguado aquel valor y constancia con que se mantenían
firme~, comenzaron' retirarse con órden, aunque embe tidos de nuevo acabaron huyendo
desordenados, de tal Sllerte, que nuestros españoles quedaron por dueños del pueblo y al-
cázar, y bien necesitados de alivio, y más Pedro de Salazar, que habiéndose señalado, sacó
dos lanzadas de que padeció muchos dias. Ya entónces Galeano, que miraba la batalla COll

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174 l<'BItNÁNDBZ PlEDRA Í'l'A. l LIl3. VlI.

envidia. yel aprieto de los suyos con dolor, habia encontrado senda para los caballos, im-
paciente de no haber podido bajar al tiempo que resonaba la. guazabara. de los indios y el
estruendo que percibía de las armas española) aunque en caso que lo hubiera conseguido
no fuera posible hacer efecto (como dijimos) por las peñas, que de cualquiera parte hacian
estorbo. Pero finalmente, pa. adn. la refriega llegaron á la parte donde vieron muerto al
desgraciado Pedro V:.l. quez, á quien dieron el sepulcro más decente que permiten las cam-
,pañas: y luego discurrieron por las casas dándolas á saco, aunque de muy poca considera-
cion, por haberse ya ocultado lo m:'ts susta.ncial con prevenciou anticipada; y así, desconso-
lados con la falta de pre~a y luz del dia, se alojaron en la cnsa de Matal'egua, dispuestos:i
resistir cualquiera inv3sion impensada á que los provocasen las centinelas.
Apénas comenzaroll á descansar lo fatigados cuerpos de los infantes cnando Martín
Galeano, que no paraba visitando las centinela. , considerando por una parte el sitio arries-
gadQ en que se hallaba su campo, y por otra el valor y disciplina que babia reconocido en
Mataregua, como quieu e taba bien ejercitado en aquellas lides, al tiempo de rendir el pri-
mer cuarto despertó sus Cabos, y en pocas palabras les dió á eutender la poca seguridad del
puesto que ocupaban, en caso que los indios se determinasen á acometerlos con el amparo
de la. noche: pues siendo, como era, el terreno que hollaban tan áspero y embarazado de
piedras, siempre ventajoso tÍ los contrario, enseñados 6. guerrear desnudos, y el que domi-
naba al pueblo en la parte más alta, páramo llauo y limpio, de más comodidad para manda r
los caballo., en que consistia la fuerza más principal, tenia por desatino notorio no desampa-
rar lo más presto que pudiesen el pueblo; porque si no lo engañaba el discurso, habian de
tener sobre sí aquel IJárbaro gentío al romper del alba, tiempo de que se valían aquellas na-
ciones para sus contiendafl, aun cuando no tenian tan favor~bles los sitios, y que así juzgaba
por lo más conveniente valer. e del descuido del enemigo y del amparo de las sombras para
ganar la 'Cumbre, donde allnq ne ocurriese la muchedumbre de bárbaros, asecrul'arian con la
resistencia las vidas. Conformes los soldados eotónces con el acuerdo de su Cabo, marcharon
con silencio hasta lo más elevado de ae¡ nella parte por donde bajaron los caballos, y en lo
raso del páramo se acuartelaron, deteniéndose por espacio de tl'es dias en reformar los caba-
llos, tÍ. ql1ienes por falta de ht:lrradul'as se las hicioron de oro bajo, porque sin ellas no era
posible caminar sin de peal'se en tan pedregosas sendas de aquella provincia ocupada de in-
numerable gentío, pues solamente en el ámbito do lo quo propiamente se llama Guane,
habia treinta mil casas habitada!' do á dos y tres vecinos, con mujeres y familia: de suerte
que aquella corta provincia parecia el manantial de 108 indios, y así, por el' número tan
corto el de los españoles y el terrena de la manora que va referido, y que por haberse des..l
unido Pedro Vá quez del Cllel'pO de 1;\ infant I'h. p rdie) la vida, tomaron la empresa. con
más recato, valiéndose de la pl'evencion po ible para cualquier accidente.
Firmes permanecian los cspañoles en su puesto, advirtiendo en que de todas partes
se mo traban ejércitos de indios armado. y se e cuchaba el estruendo de cornetas y tambo-
res, quo Rin cesar de dia ni de lloche (6. queañadian fiero y amenazas), tenian eI;l continuo
desvelo todo el campo:, mas, viendo Galeano que de parta de los bárbaros se e..cusaba el
rompimiento, y que tÍ la comodidad de .ou gente y crédito de lns armas espafiolas era perju-
dicial tanta detencion, resolvió salir en demanda de ellos con fin da reconocer sus poblacio-
nes, y la primern. en que dió fué la Corte de GuuneuU, mayor que las demas y donde, aun-
que era infinita. la gente que la habitaba, asombrada de ver la forastera, la desamparó con
vergonzosa fuga, como si fneran miembros de miÍs confianza los piés que los brazos; en
cuyo seguimiento los nne tros, sin má consejo que el que dictaba la codici, do los' despojos,
se partieron en dos tropa, la una de ocho infantes y dos cabll.llos y la otra del resto de la
gente que seguía á GaJeano, empeñado por diferente rumbo en seguir el alcance; pero los
<.liez que eligieron dividir e, dieron impon. adamente con una escuadra de Gandules, que
puestos en una colina. los aguardaban prevenidos de hondas y lanzas: y aunque pocos los
españoles, no por ver el cercano peligro detllVier('n el paso que llevaban; ántes bien, con
valeroso denuedo determinaron acometerlos en ElU puesto.
Con este fin llegaban ya cerca de sus contrarios, y ellos, con todo sosiegD, los mira-
ban, cuando de repente se hallaron sobre una quebrada imposibilitada de darles paso por la
profundidad que formaban sus banancos y por las muchas piedras que se mezclaban entre
el curso de las aguas: con que forzados del embarazo hicieron alto infantes y caba. llos, á
cuyo tiempo los Gandules de 1(\ otra banda, confiados en la seguridad que les ofrecia tan

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CAP. n.] HISTORIA. DEL NUEVO REINO. 175
bien dispuesto foso, valiéndose de las hondas disparaban tan espesa municion de piedras,
que, r conocido el intento por los diez españoles, dispusieron que los vivanderos que los
eguian con sus arcos se pusiesen en la ceja de la quebrada y frente de los enemigos para
que con las flechas se correspondiese á los tiros de las hondas, asistiéndoIes dos infantes que
los auima en miélltras los seis, arrastrando los cuerpos por la tierra, se des1izaban á la pro-
fundidad de In. quebrada, por la cual caminaron á la parte de aniba hasta hallarse bien
apartados del sitio de la refriega. L o Guanes, entónces, puesta toda la atencion en el com-
bate, nn sintieron el ardid de los españoles hasta que se vieron asaltados y heridos por las
espaldas de tan die tras enemigos, que no malograban golpe; de cuyo sobresalto así fueron
ocupados del temor, que no acertaban á valerse de las armas, y mucho ménos despues que
1m'! caballus pasaron por lugar acomodado; y hallándose en campo llano Alonso Fernández
y Gonzalo de Vega, padre de otro de su mismo nombre, que los regian, corrieron sin impe-
dimento poniéndolos en huida. y iglliéndolos con estrago de los que se mostraban más
animosos. ..
Logrado este lance, dieron vuelta con aIgun de~po.io en demanda del Capitan Galea-
no, cuyo suceso no fué ménos feliz, y más sangriento el alcance, sin que su gente padeciese
daño algullo; y a~í juntas y vanagloriosos de la buena. suerte, pasaron á Butaregua, pueblo
poco distante de la Singla, limpio y llano de asiento, y a.bundante de fl"lltas y mieses, porque
sus moradores tenian tal disposicion en la tierr.a, que se regaba toda con acequias antiguas,
con que se lograba bien el trabajo de la acrl'icnlÚlra. No tenia gente el pueblo, porque al
sonido de la guerra se habian retirado los indios á las cuevas que tiene la. Singla de altas y
dificultosas subidas, a.unque por el uno y otro lado tenian sendas soslayadas, que guiaban á
las puertaR y bocaf.l de las gruta., porque dereuhamente el'a impo. íble el repecho, yaun por
donde lo tenian parecía temeridad cmpl'enderlo, por tener mús de doscientaR estados de pre-
cipicio. Pero como los españoles recouociesen el rastro reciente da laR indios en las Rendas,
repartiéndose por amba partes los m,t atrevidos y re neItos, subieron advertidos de que
en caso qllO lo. acometie. en saliendo de las cneva 101-1 que estaban en el1aH, volvia en las es-
paldas como que huyesen, para que empeñado los búrbal'os en su alcance, pudiese la indus-
tria saca\·los á tierra llana: ardid que salió más favorahle de )0 qlle imaginal'on, porque
viendo lo' índioR qne subian los extranjero. con tioirno do oprimirlo. en la estrechez de las
grutas, las dejarou con aquella dese. peracion que suele producir el último aprieto, y opue -
tos á la invnsion arri e. gnd:l~ a.com etieron á lo nlle. tros, que, cambiando entónces los eseudos
á las espalda y retinindo. e ú. buen ¡mqo, baja¡'on ,t lo llano, y los indio, ignorantes de la es-
tratagema, en su alcance, qne visto por 10. españole qne ocupaban los mismos. ítios, carga-
ron s011'e ellos con el estrago acol-tnmbrado de la. ei'padas: y como al acometimiento se
repal'a.'en 10. illdios delantero, y los que iban en po. do ellos no pudiesen hacerlo por no
est.'l.r á Sil arbitrio la detencion, á cau. a do que el movimiento apresurado de los cuerpos era
de alto {~ bajo y pOI' fle ndnf.l e!\t¡'echas y limpia, naüdo de encnentro unos con otro', con-
fu os y revueltof(, y tal vez a~ido. de In. rlHlnos y pié'3, se despeñaron los mi"" dando con las-
timoso e~pectáculo quedaron hechos pedazos.
Los que escaparon de aquel peligro por no haber desamparado las cuevas, viendo la.
rota mi erable de la mejore'! tropas y lIiendo persuadidos do los intérpretes, se dieron de
paz, medio que eligieron para evadirse de las cdamidades de la guerra. Y como Ell uno y
otro suce o de GllanenU y Butaregua, señores los más poderosos de la tierra, se di vu)gó por
la provincia, tuvieron por bien los naturales rendit· su. armas á las ex.tranjeras, siendo de
10!i primeros l\Iataregua, cuyo espíritu belicoso Ae habia hecho re. petar de los indios y admi-
rar de lo españoles: Rienuo lo primero que hizo re titnir las armas del soldado que mató
en su alcázar, con un pre~ente de mantas y oro, que mitigase la ed de lo vencedores; y
puesto debajo del católico dominio e te Capitan, pasaron .los nuestros á Bocare y Gnajite,
do poblaciones ó ciudades que sin movimiento de arm:lS ni maquinar enga.ños, admitieron
el yugo de la ohed iencia y manifeRtaron su libenalidad con p-;esea de e~timn.; pero Cacher,
mal contento de sujetar el cuello con tributos, dejó de acudir al campo español aun sielldo
llamado. Conocido el dm,precio y arrogancia de este Capitan. di. cUl'rió Galeano que no le
convcnia paf;arIo en di:imulo, porque su ejemplo no turbase el b.uen progreso de sus armas:
y así despachó veinte infulltes y algunos caballoR al ca~ tigo de su atrevimiento: é .. tos en-
traron por su pueblo con semblante pacifico, como se les ha.bia ordenado, para tentar si podían
sin ~aDgre conseguir lo que se pretendía. ; pero en acercándofle a.l oercado de Cacher salieron
2-1:

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176 FEItNÁNDElZ l)IEDUaHÍTA.

cuarenta. Gandules con ba tones gruesos en las manos y determinacion bárbnrf\ de ma~rlof(
á palos: intencion que manifestaron en las acciones, pues apénas se ajustaron cuando em-
!,ezaron á valerse de los bastones contra los que no iban de (midados del reparo, y 'como mal
sufridos correspondieron con tales heridas y botes de lanza, que de los- cnarenta quedaron
rendidos los unos y muertos los otros;. y snjeto Cacher á los revo. es de- su mala fortuna,.
acompañó á los vivos en la. prision, con quienes dieron vuelta los nuestroo á Bocare, sin ser
parte la gente que acudió al socorro de su Capitan para quitarles la presa de las manos.
ni mudar el paso de la marcha, llevando en la retaguardia los caballos para reprimir la furia
de los que la inquietaban. .
( "1) Así llegaron á donde Martín Galeano los esperaba con e-l resto de su gente, que luego-
mandó soltarlos de la collera en que iban, tratándolos bien y advirtiéndoles la forma que
habían de guardar en lo venidero para gOZ:lr pn.cíficamente de sus casas y tierras- sin causar
novedades: y como entre lo afable de las palabras mezcló algunas amenazas fáciles de po-
ner en ejecucion, dada la obediencia que pretendió de los indios, los puso en libertad para
que vueltos á su pueblo sosegasen la gente de Cacher, qne por su pl'ision habia tomado las
armas. Esto ejecutado así, pasó Galeano con su gente á Sicotá, donde fué recibido con aplau-
so, cantidad de mantas y :llgun oro, sin repugnar la sujecion que les fué notificada: y des-
pedido de aquel pais, entró en Cotisco y Caraota, y paRando por el valle de Sancoteo y Usa-
mata (entónces bellas ciudades, no ménos fértiles que populo8c'ts)r asentaron la paz y dominio
co.tólico, sin que se necesitase de armaR, temidas ya de todas aquellas naciones. All í hizo Ga-
lenno el apuntamiento de todos los señores y Capitanes que t enia la provincia de Guane,
para hacer de ellos repartimiento entre 10~ conquistadores, en remuneracion de- tantos afanes
padecidos en servicio de su Rey, reservando la determinacion que se debia tomar para la
ciudad de Vélez, dond-e más bien considerado el apuntamiento saliese ménos sujeto {i quc-jas.
Dáhale prie a á su vuelta y á. ejecutarla con brevedad, el recelo que tenia de algunas
novedades ocasionadas con In ausencia de cuatro meseFl que había ocupado en aquellas
conquistas, y por esta causa no sosegaba, temeroso de algunoR movimientos que amenazaron-
en su partida, intentados por el furor bárbaro do los indios confinantes de V élez, que
habia dejado con Eucomenderos nombrado~, á quienes die en el tributo de las demoras r
carga insufrible para naciones criadas en libertad: ademas, q ne se- aCl'ecenta ban laR ocasio-
nes de alterarse con la infame E!€l'vídumbre en que los tenían sus dueños, faltando los
términos de la. templanza de parte de los cobradores, que ni tenian límite ni se ajuRtaban tb
tasa en lo que pedían; ántes con desafuero y extorsiones repetidas, sobre el tormento del
servicio personal cobraban mits de aquello que la razon permitía: y de a uí era que no
pudiendo sufrir tantos daños aquellos miserables, 6 desesperados se matab n, Ó desflaqueci-
d('s del trabajo morian. Con ql1 ,ª e. ~ últim miseritl1 qU6 66 hallaron l' l-llucido~, fné la
principal causa, en sus principioR, para que ayudados de In necesidad, y con el fin de rE:dimir
tantas vejaciones, sacudíe en el pe o de aquel yugo, obligando á los cobrado~es ú que paga en
con el tributo natural de la muerte el violento, de por vida, que les pedian , como aconteció á
los dos meses de la partida de Galeano pura la conqlli!:lta oe
Guane, que para referü's9 serh
necesario traer los sucesos desde su origen.
. ..
./ /
CAPITUJ.JO lII.

AGRAVIADO TIIISQUIZOQUE DE .LA TIRA ÍA DE JUAN GASeON, HACE


LIGA CON EL SABOyA, TOl\fA LAS ARMAS Y LE QUITA LA VIDA.-FERNAN
PÉREZ DE QUESADA SOCORRE Á VÉLEZ, l\UÉNTRAS VUELTO GALEAl~O
y AUXILIADO DE OÉSPEDES y RIVERA ROMPE LA GUERRA CON LOS
REBELDES.

A L tiempo que salió el Gapitan Martin Galeano con su gente para las emprosas que se
han referido, dejó por caudillo de la restante, para asegurar la nueva ciudad de
Vélez, al Capitan Juan Fernández de Valenzuela) persona tÍ propósito para. la guerra,

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~AP. llI.J In .trolUA DEL NuEVO m~L\"O. 177
aunque para excusar 'Ocasiones de encenderla, poco vigilante: pues en vez de castigarlos
disimulaba los dCFiaílleros de los dueuos de indiOf-l, que á título de defensores que se
apellidan, procuraban solamente sacar jugo de donde ni habia susta-qcia ni virtud para
satisfacer la. sed de u codicia. De e tos Encomenderos era uno Juan Gasean, aquel primer
Alcalde nombrado en la fuudacion de Vélez, y el que con más importunidad violentaba por
instantes á que le llevasen 'Oro los indio!:l que por suerte le habían caido, que fueron los d~
la Capitanía. de Thi quizoque, repartimiento entónces de consideracion, aunque para su mal.
Estos, pues, Riendo llamados por Gascon para que le dieRen más tributos sobre los dados,
que no habian sido pocos, acudieron con puntua1idad, y despues de presentarle Thisquizo-
que joyas tan buenas <I ne merecían corresponderle con mucho agasajo, no solamente no
consiguieron alguno sus dádiva, pel'o irritado Gascon más que otras .,.et.:es, y menosprecian-
do el tributo, le dijo al Capitau palabt'as tan injuriosas, que la más decente fué llamarle
infame, y que como tal daba los tributos sacados por alambique, y que se persuadiese á que
si no entregaba la guaca que tenia oculta, habia de quemarlo vivo. El eapitan, con rencor
disimulado y apariencia humilde, le reRpondi6 que lo que habia dado era cuanto podia haber
hecho por ent6nce.; pero que si pretendía que en lo fnturo fuesen más crecid05 los tributos,
seria muy conveniente que la paga no se hiciese en Vélez sino en su mismo pueblo, porque
10R vasallos en au.sencia del dueño siempre andarian cortos con las contribuciones: inconve-
niente -que 110 se hallaria teniéndolo á. la vista, pues influyendo respeto su presencia, aun en
los más parcos, y representado por él lo que debia darse, siempre seria considerable el dona-
tivo ó tribq.to, pues cada cual desenria seualal'se para ganar su agrado.
Alokre Juan Ga con de la respuesta, alagó ó. Thisquizoqnc con promesa. de serIe
amigo si GllOlpliese la suya. Píen nn los que mandan que con un agrado sobrepuesto borran
los agravios de murca que hacen en los súbdito" y juzga la codicia que no hay peligro
donde se propone el interes: y así, con aquel hidrópico anhelo que ahoga los corazones
humano51 y no les consiente avi. al' con latidos lo~ ríe. gos que nacen de la imprudente con-
fianza, pidió licencia al Capitan Valenznela, pareciéndole error conocido no aprovecharse de
a'luella ocafiiou que se le venia á las manos; y tantos fueron los ruegos que interpuso, que
lo úonsigllió, con advertencia de <! ne fuese con avi o y reclüo de la t¡;aicion, que tan de
ordinario se vi te de In. capa del aguo njo. Apercibido, pue, Gascon de sus armas y caballo,
y e" tiro Lllado de su codicia, salió de V élez con seis amigos suyo~, muy bueno soldados, con
e~pa(lns y rouela!l, de los cuale~ eran los dOR de Santa Marta, que fueron Benito Sarco y
Bartolomé • ánchez, y los cU!ltro de Venezuela, á quienes seguian algunos Anaconf\s con
gusto, y con el mi 010 llegaron á. la ca. (l de Thisquizot1ue, donde entro obsequios fingidos
les hizo ll1UCh08 regalos que sin'ie en de disfraz á 10H malos intentos que tenia ocultos: y
viénflolos alojados, se despidió diciendo que para. mñ. fe tejo suyo di ponia salir tÍ caza de
veuados con 10R monteros más die tro de aquel pais, donde ~e deleitarian mucho con ver el
gamo herido de la volante flecha ó priRionero de la enrrañosa red, y que concluido
aquel cortejo cumpliria la promc. a quo tenia hecha ordenando que sus va a110s les diesen
tanto oro, cluc'tod0s quedasen satisfechos de su liberalidad. Despidióse con esto á. ejecutar
el sangriento' cnojo Cine tenia esculpiuó en el cornzonj pero no de suerte que entre los
españoles faltase quieu tuviese el SllyO combatido de sospechas: y nsí, Benito Sarco, vueltu
á los demas compañeros, dijo que temia mucho aqnella caza de ciervos, que á su entender
habia de couvertin;e on In. de sus vida, pues tan ~in acnerdo se habian encerradC' al arbitrio
de unos Lát'baros quejoso, que era muy posible que todos los pasos estuviesen cogidos,
cuando elloR con tanto de cuido trataban de entregarse al sucño; y que pues ya no podia
discul'l'irse otro remedio, veJasen todos y al caballo no le quitasen la silla, ni se descuidasen
con un perro que llevaban de ayuda.
No pareció mala advertencia á los compañeros, y considerado más bien el riesgo en
que estaban, velaron toda la noche, y Thisquizoque, por su parte, no se desouid6 . en dar
aviso á los Capitanes y Caciques comarcanos, especialmente al Saboyá, que se hallaba. deseo-
eo de encontrar oca~ion semejante, y aun por ventura fué el principal autor de la. rebelion
y primer consultor del engaño. En fin, despues de amanecer, al tiempo que los españoles
estaban á la taira vacilando entre las ond~ de val'ios discursos, unaR veces de los que oca-
sionaba. el rie<go que corrian entre gente agraviada y bestial, con quien la !'azon ni el ruego
tienen cabida; y otras de lo: que proponia la esperanza de no ser ofendidos, por haberse
pasado la noche ¡¡in acometimiento enemigo, vieron bajar por una loma ra a. que tenia n de

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178 }I'El:~ ÁNDEZ I'IEDnAHÍT A.. [1.111. Vll.

frente mt\s de seiscientos indios bien armados de dardos, flechas y macanas, semhl'ada~ las
cabezas de plumas, uso comun que observan cnando salen á guerras, cazas y ej ercicios en
que concurren todos: causa porqué los e pañoles no podiau certificarse de h intencion que
los movia; pero egun la muestra y denuedo que llevaban, se inclinaron tÍ creer lo peor, y
fué lo cierto; y así bien apet'cibidos y montado á caballo Juan Gascou, salieron al encuentro
no mostrando nlteracion alguna, ántes bien fingiendo adelalltarEe á recibirlos hasta que
hicieron alto sosegados en sitio donde el caballo pudieRe obrar sin embarazos.
Desatóse brevemente la duda, pOlque llegando los indios á poca distancia de los
españole:5, resonaron sus cornetas y dieron la guazabara que acostumbrau en el rompimiento
de las batallas, disparando al mismo tiempo tan den~a nube de flecha~ euyenenadas, que no
dejaron en los escudos y escanlpiles lugar libre para repetir nuevos tiros, amenazando con
todos fin desastrado á los nuestros, de que sin particular socorro del cielo era imposible esca-
par: y así, viéndose Juan Gascon en el centro de aquellos peligros ú q tle su de templanza 10
habia arrastrado, con voz algo turbada pedia á sus compañeros le perdonasen haber sido la
causa de la perdicion de todos. Dijoles que pues sus desafueros habian dado el motivo justo
para vengarse aquellos bárbaros, se arrepentía vel'daderament~ de sus yerros y le pesaba de
hallarse en ooasion que para librarlo!'! no tuviese la seguridad en sus brazos 6 en su muerte
la esperanza de redimir las vidas de los que peligraban in culpa, que solo confiasen en el
poderoso brazo de Dios y se porta. en de suerte qne cum pliendo COIl la oblig cion de bllenos
españoles, no llegasen vivos á manos de aquellos infieles, Joude su fiereza. oon dilatados
tormentos les die e muchas muertes. El:lto dicho brevemente, mand6 soltar el perro, y dando
de espuelas al caballo y siguiéndole los seis camaradas, no e roo traron leones y tigl'es má~
feroce~ cutre corderos que aquellos siete españoles ent,e las e. cnadras de seiscientos enemi-
gos; porque desesperados de la vida á cau a de hallarse heridos de la:; v.en9U01'laS flechaR que
de todas partes di. pamba aquella. canalla embravecida, presumiendo cogedo vivo!'! en con-
fianza do su ligereza y fnerzns, cortaban cabezas, destrozaban cuerpo., y en 108 más abrían
puertas por dondo la. última l'espiracion los desampara Cj pero nada bao taba donde por un
contrario que maria sostituian ciento en su lugar. Encarnizado 01 perro, de. pedaznba. tantos
enemigos él solo como los siete españoles, y sobresalía Je fuerte Juan Ga .. con en desbaratar
tropas, que acreditó bien lo que en valor y armas se aventajaba á los compaíieros. Crecia
el alboroto, la sangre inundaba, la grita y la confusion cobrabau fuerzas y cuanto más RO
iba trabaudo el ardor de la pelea tanto más se encendian laR iras, indigoacione. y eBpanto;
porque los unos, ya que no pueden redimir las :vidas, quieren, vcndiéndolas caras, que com-
pren sus enemigos á toda co ta la. victoriaj y los otl'OS viendo tautas pét·Jidas, no desisten do
coger ú. mús precio el fruto de su @l1gUlltfi.
Hallábanse ya los Híete españolcs cercados por toda partes y no méno~ formidables
á la vista que fiera acosadas de garrochas; la , ed era i sufrilJle á caLU~a del trabajo y sol
ardiente que padecian, y el mayor remedio que e:peraban consistia en la certidumbre de la.
muerte que temían y llegaba por todas pa.rtes, pues eu todas encontraban lIuevos peligro en
qtte estrenar su valor desalel\tado. Tale::! e ballabn.n ya lo infelice~ O'llerreros, que 10 can-
sados brazos no correspondían al esfuerzo invencible del corazon; !lntes acreditados de
remisos daban señales de que los va os mOl·taleR roto. por diferentes partes caminaban ú
toda priesa á uua quiebra lastimosa. Atravesado el peno á flechazo!'!, h¡\bia muerto, yel
caballo, abiertos los ijares, fué despojo leal de un campo bruto, cayeudo á tiempo que J uao
Gascon, desamparando los estribos, hizo á pié con la lanza cnanto pudo admirarse en Alejan-
dro. Ma , para qué esfuerzo tan malogrado? Y de qué sirve barajar díligente quien tiene
contra sí echada la suerte de una mala fortllnll " Por todas partes peleaba combatido de
enemigos, hasta que el golpe de una macana le qnitó de la cabeza la celada borgoñona y de
otro rindió la vida, remate último de su codicia. La lanza quedó por despojo principal de
los indios, yel Capitan que la hubo en suerte la apreció en tanto, que siempre usó de ella.
en los encuentros que despnes se Riguieron á éste, como de presea que podía comunicarle
valor y fortaleza inven<;ible. Pero engañó e su presuncioll humana, pues guardó para. su
mal el instrumento, con que le atravesó el pecho el Capitan Juan de Rivera, á tiempo que
perdiendo su propia lanza se la quitó á este bárbaro con valentía y asegur6 su vida despues
en un fiero combate en que se baIló cercado de quince mil indios Muzos, oon 50108 dos
infante y el uno estropeado de una pierna, de cuyas hazañas trataremos á su tiempo; y
yol viendo al hilo de la. historia} fueron ml1.ertos en la. ha talla de Thisquiwq ue, demas de J llan

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CAro III.J HISTORIA DEL NUEVO REINO. 179
Gascon, los seis españoleR de su compañía, despues que valerosamente acreditaron su nacion
invencible, aunque se dijo que el uuo de ellos habia escapado con algunos Yallaconas y por
estar tomados los pasos solamente logró la diligencia en dilatar algo más su fin lastimoso;.
mas, 10 cierto fLIé que murieron todos, sin que de ellos llegase más de un indio úla ciudad de
Vélez, que reservó el cielo pnra correo del infortunio.
No causó la muerte de Juan Gascon y sus oompañeros pocn. turbacion en los vecinos
ue la ciudad de Vélez, á causa de hallarse con flaca d~fensa para la invasion que amenazaba.
el principio de tan mul suce. o y la avilantez que habian cobrado los indios rebeldes y par-
ciales de Thisquizogne, que forzoMmente renovarian los trabajos padecidos en vez de permi-
tirles descanso, necesitándolos á vol ver á la conquista con mayor rie,go y dificultades que á los
princi piOA, Sospechaban que las provincias todas habian de concurrir unidas á la. conspiracion,
pues á todas tocaba el interes de la libertad y á todns era odioso el nombre de los ~[Jcomen­
deros, introducidos más para su ruina que para u amparo: y para RRegural"se de este peli-
gro cercano, ocurrieron á Santafé á. pedir socorro de gente á. Fernan Pél'ez de Quesada, que-
por aquel tiempo O'obernaba el Nuevo Reino de Granada pOl' nombramiento de su h~rmano
D. Gonzalo, que ya habia partido para la Costa en compañía de Fedl'eman y I3enalcázar,
como dijimos, Enterado, pues, Fernando Pérez del riesgo en que se hallaba aquella ciudad,.
y discun'iendo (Ine un remedio acelerado, aunque pequeño, suele tal vez pl'eSel'Var de gran-
de enfermedadc~, que puede introducir la dilacion ó el dcscnido, mnndó salir con toda bre-
vedad cincuenta. infante::; y caballos gobel'lladoR por los Capitanes J llan de Céspede. y Juan
de Rivera, que apresurado e11 aso llegaron á Vélez un dia l\ntes que Martín Galeano arri-
base de GuanE\: con q ne asegurada la ci lldad, y re ..ol viendo con forme. CU{Ln aoertado seria
proce<ler lnego al ca~tigo, porque la remision no aumentase brios al atrevimiento do los in-
dios; apercibidos setenta infantes, de quienes fLIé Cabo Galeano, y nueve caballos solamente,
gobernados por Céspedes, Rivera y el Oapitan Zorro, por no ser ti propósito para la guerra
que emprendían en tierras tan á. peras, pues la noticia que ya tenian era de que el concurso
de las naciones rebeladas se habia eutrado á fortificar en lo~ montes de Orta y Cocomé, en
lo::; confi¡.}es de Agatá., donde pensaban defende/'se y aun dar batalla {t los españoles> in dejar
las armas ha 'ta lanzadOR <lo sus pl'Ovincia., detet'miuaron anticiparse en el acometimiento,
prevenidos de espadas, rodelas y ballestas,
Ya era e/ltrado el mes de Mayo cuando Martin Galen.no empezó á marchar por las
altas sierras de los Agataes, cuyas aldeas y lugare~ vieron desiertos, sin hallal' en ello COfia
de que poder echar mano, ni señal por donde purEe. en saber la parte en que estaban ocul-
tos. Pero como hien experimentados lo Capitaneo y algunos soldados en de cubrir las sendas
y retiros de los indio:, hicieron algunas uiligencia hasta dar en uua vereda mal bollada y
tan estrecha, que nUls parecia de fieras que de hombres; mas la perseverancia que tuvieron
en seguil'l}l, do cnurió que cuanto más se dilataba tanto mú..c:¡ se reconocía trillada, hasta dar
en Uu camino abierto, que mostró ser el que tenian los iudIos para rccogclse á la maleza de
los montes: y así 10 siguieron hasta encontrarse con la Ringla de unas peñas que se les puso
delante, desde doude descubrieron otra de 110 ménos elevacion y tan poco distante de la
primera, que alca.nzaban las flechas de nna singla á otra; porque puestos en la segunda
muchos escuadmnes de Gandules armados, y "iendo á. los que esperaban en aquel sitio ven-
tajoso, con la noticia que ya teniau do su entrada, tocaron Jo in 'trumentos roncos de StH!
cornetas y fotutos, y les dieron una gl'ita confusa de amenazas (ó por hablar en su idioma.)
la guazabara, que mezclan con el rompimiento, pues sucesivamente prosiguieron dando car-
gas densas de flechas envenenadas.
Sobresalia entre los bárbaros uno de gallarda disposicion, mostrándose en todas sus
acciones buen Capitan del ejército que gobernaba, y siendo el que en las palabras y tiros del
arco embebia la ofensa más sensible del campo español, pues habia herido un valiente
lebrel y muerto otro. Señalábase tambien entre los nuestros en el manejo de la ballesta
Alonso Martin, soldado viejo de los de Fedreman, que mal sufrido del valor de aquel indio,
PU&O un duro harpon en la cureña, y eligiéndolo por blanco de su destreza, le tiró de suerte
que atl'avesado por el costado izquierdo y muerto del golpe, que lo cogi6 en la. extremidad
de la peña, cayó precipitado por más de cien estados, hasta dar en el camino de abajo, por
donde babian de pasar los nuestros para ganar la. singla en que estaban los contrarios. Pero
viendo éstos la impensada. muerte de Agatá, Capitan el más prá9tico en las guerras ante-
riores, cuyo corazon obstinado ni guardaba fe ni excusaba peligro, y otras muchas que

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180 FEH TÁNDEZ I>IED'RARÍ'l'A. [LIll. VII.

demas de é.,ta hicieron lo~ ballesteros con sus jaras, y que la municion de su tlecherÍa fal-
taba, se fueron retrayendo :\ buen paso para ganm' otra, cnmbreg inaccesibles en que forti-
ficarse de nuevo. Mas conoe ida. la intencion por la. sagacidad de los nuestro, siguieron ace-
ler:ulamente el alcance, en que los pen'os eran la~ a.rm'\s más ofensivas, haciendo en laR
mi erables indios tan fiero e trago, que, obligados de aquella impía ho tilic1ad, se derramaban
por diferentes caminos sus c~uadra8, procurando cada. cual hallar abl'igo en la aspereza de
loe montes ó en la ~oledad de las grutail, para ampararse de su dureza contra la de 108 espa-
ñoles que, gozosos de le. . victoria y saqueando los alojamientos, hallaron no ménos abundan-
cia de víveres ({UC de otras pre eas de e timacion.
Lograda esta Ruerte, cn que el • :lboyn. rué el ménos perjudicado, de canearon dos ó
tres días y luego marcharon á Thisc¡nizoqne, donde habia di pnesto Galeano q ne lo espera-
sen los Capitaues Cé:pede y Ri vera C(ln lo. caballos, por 'el' aq uell tierra más dispuesta
para valer e de ellos. Pa a1'on por el pai. de P-opona., y habiéndose alojado en un pueblo
sujeto al Capitan Cappa, se les juntaron lo caballos y al siguiente dia sig'lÍel'on el camino
de Thisquizoque, di. tante poco más de una legua: y como fué forzoso ir marchando á mé-
dia ladera, y lo. indios esperaban aquella ocasion, dieron tal carga de flechería y piedras,
que pareció milagro no perecer todo el campo por no haber podido ganar la cuesta; con quo
parcciéndole á Galeano el medio má seguro para e capar su gente dividirla en tropas y que
apre. urnSE:n el paso, de que re \lltaria el menor daño, lo dispu'o así ; pero al tiempo que
llegaba.n al principflllllgar de ThiRr¡nizoque, se encontraron con un buen trozo de flecheros
que, haciendo o tentncion de los despojos de Juan Gascon y de lo., suyos, corno el'a11 la lanza.
y las e. padafl, trabaron la pelea: y aunque en ella hacian maravilla los nuestros, no fué
posible recobrar aquellas armas e. pañola', que por escarnio les m') ·traba.n, á cau a de irles
<.!argando nuevas tropas de enemigo., <¡ne no ménos soberbios que va.liente , rom pian el aire
á voces publicando su enojo con el . iibo marcial de los arcos, y mo tl'ÍLndo. e tan bmvos en
-el primer atarlue, que hubiera perecido el campo c:;;pafíol á no di. poner la fortuna. qne se
mejora. en de ¡meRto: pues como llegasen á verse en parte méno~ n'pera para. el manejo de
los nueve caballos, e dieron tt\U bllena maña en romper las tropas del enemigo, que, desor-
denada , dieron lugar tÍ recobrar:e del aprieto en que so hl1.11ab, n Il11C tras infantes.
Soiisdrlbanse en valor y de trezl\ Cé:pedes, HivOl'a y el Zorro, los mejores jinetes que
entnl'OU en las conquista dI:! 1 uevo R eino: ejecut'lb:m muerl e. y heridas en los contraríos
<"!ue mn. sobt'esaliuuj y amparada yn. de lo. caballos, ohrab:l la infantería e pañola. hazañas
ajenas de toda e. pemIlZ3., pr)rquc la quiebra de \lila. l'epntacion pertIida no puede oldal"e si
no es con lo. desq nites noble. d un cora7.on :wel'gonzado !lieudo uno de aquel l1úrnero
onzalo ". reía yccillo que fué de elez y de~puc,' de 'rllnja y padre oe ::)obastian García,
~Iue le HUC di() on los mérito~ y ('odo 1 remio del rep ~\rtimiellto que lo dieron. Lo. máFl ga-
llardo. enemigo fueron lOH primero. trofeo.' dPo la!'! arma.:; e 'p'\ñolas: a:i acaban siempro los
valeroso. ; y nf) .. é que ea mérito salir con, ida de lance en que los mejore~ perecen. Vién-
dose, pues, tan quebrantados los el:lcuadronc. de ThiHclUizo,¡ue, tocó tí. retirarse con órden ó.
partes tli;puclitas para defenderso con 1 abrigo que le hacian cierto:' hoyos utilrnente cu-
bierto,; de e~rartillo: ardid (lue 11 tUl para la caza de venados y otro auimales. Los de á.
caballo, en siutiendo la retirada, se empeiiaron en seguir el alcance, de que resnltó que uno
de los jinetes que remitió ]'ernan Pér z al . ocorro, caye e en uno do ellos: y vi to por 108
illdio , cargaron tanto. á CIuitarl la vida que fué necesario todo el valor de los españoles
para que no lo con iguieson. Allí e renovó fieramente la batalla. con dobladas muertes que
~n el primer encuentro; pero los ánimo cn:eñado. una vez á yol \'el' las e. paldas, casi siem-
pre peligrau en su primera infamia. ro llegaban los nuestros á cieuto y lo indios parecían
iunumerable~, sro que pueda ueg,ll' eles el e:píritu guerrero que habian cobrado en la. escue-
la militar del SaboytÍ. y Thisquizoque; y sin embargo oedió el número al valor: porque &
corazones enseñados á. vencer los maJo res números, sólo sirven de aumenta.r despojos glo-
riosamente.

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CAPITULO IV.

LOS TRES GENERALES PRETENDEN LA GOBERNAOIO DEL NüEVO REINO


y NINGUNO LA OONSIGUE.-BWNALCÁZAR CORRE EN LA CORTE CON
MEJOR FORTUNA QUE FEDREMAN Y QU:rnSADA.-LEBRON PROSIGUE SU
JORNADA POR TIERRA Y ALON O MARTIN POR AGUA HAS1A LA TORA,
Y DE ALLÍ JUNTOS HASTA LA CASA DE LA SAL.

s alma <le las histol'ias la vel'dan: y debe ser norte á qne mire la pluma S11 resplandor,
E porque como el cuerpo neceRita de e~píJ'itu para no padeoer los efectos de la mortali-
dad y el bajel de la estrella para. no salir de 108 rumbos qnc lo dirigen al puerto, S!'!l la
hi torja verdadera, aunque Re halle desnuda de las otras calidades que ndmlte, ~e conserva
inmortal y venerada; y la pluma que se guia por el norte que debe, arriba feliz al puerto,.
aunque se haya engolfado en las más extrañas tempestades del tiempo. A esta empresl\
anhelaron muchos escritores j pero empeñados algunos en los escollos del odio y goberna-
dOR oiros por la cegnedad del amol', dejaron sin alma. Hna obras y perdieron el1 el golfo de
8US efolcritos el norte. Parecióles quizá que si con los aplallso9 de la virtud qne celebraban
mezclaman los vicios, 6 con la l'elacion Jú elloR l'euordabn(l virt11l1eA, caerian en el defecto
de DO consiguieuteR, y dieron en el de apasionados: como Ri no fuerfl, valentía del pincel de
la pluma poner á los retratos de grandes héroes las. ombras de u defecto, y dar á la pin-
tura de los más formidables los léjos de . us vil'tudef'l. POCOR varones ilu. tres celebran los
mejores hü,toriadoreSl sin darnos bastante materia para el vituperio en algunas de su obras,
y sobrado asunto pam el aplauso en los más de sus hechos: y como no se libró de e ,tAs
alternadas acciones el General Quesada, y haya ne seguirse la pluma por el impulso de la
independencia, erá forzoso que cuando relata 10 heroico de Sl1S hazañas, no disimule la
fealdad de sus desacierto., para que cuanto más sus virtude5 animaren tÍ la imitacion, tanto
mlÍs se retire de la sombr/\. de sus defectos quien a. pirare á. las gloria de la virtud. Adema¡:¡,
que callando sus desacuel'dofl y viendo ndelaut:n e en lOl\ premios {J, Denalcnzlll', pudiera
pen~ar quien lo atendiera de favorecido de RU Principe despues de tantos servicios, ó que se
ha1l6 desigualdad ó pudo caber ingratitud en los espacios de aquel imperial ánimo, acosturo-
brndo á tia de.tener el curso de su liberalidad, si no fué cuando dentro de los términos do ]a
justicia lo l'epl'ef<ó la fuerza c:e la razono
Con pr6f:pero viaje tornaron puerto en Sanlucar de Bnrrameda los tres Generales
Quesada, Benalcázar y Fedremanj y como la mudanza de regiones suelo serlo tambicn do
fortuna 1 luego se dispusieron los medi08 de su inconstancia. Divnlgóse con su llegada á la
Corte el descubrimiento del "'uevo Reino de Granada, la riqueza de los tres Capitanes que
aspiraban á su gobierno y b. muerte del Adelantado D. Pedro Feroández de Lugo, á cuya
costa se hizo. Hallábase erL la Corte D. Alonso su hijo, en quien recaían los derechos del
padre, y con el favor que tenia por estar casado con doña Beatriz de oroña, hermana de
doña María de l\l[endoza, roujel' del Oomendador mayor de Lean, pidi6 al Rey el gobierno
en virtud de las capitulaciones hechas con su padre, y en atencion ó. los grandes ga tos y
servicios hechos ú. su corona: que reconooido todo por el Consejo, no fué difict,lltoso conce-
derle los cargos y títLllos del padre, con calidad que llevase á su costa doscientos hombres
al Reino; aunque no dejó de hacerle mucho contrapeso á lo!'; prinoipios la gran fama y
noticia que se habia derramado de D. Gonzalo Jiménez de Quesada, que desvaneció D .
.AJon ·o con el arto de adicionade las mejores acciones en materia de jntereses reales, que es
la ba tería más bien recibida en los Consejos, aunque de ella hayan resnltado tnntos desen-
gaños de que la juega la malicia contra los más ajustados, porque no la castigue el rigor de
los que administran justicia.
Sebastian de Benalcázar, que no reducía sus pretensiones ni su derecho á un solo
gobierno, luego que llegó á Castilla pasó Ó. la Corte en tiempo qu.e el Emperador estaba. de
partida para Flándes, atravesando la Francia. al rebato que le dieron los movimientos Je Gante;
y como los servicios de esteCapitan eran tan señalados, lo empezó luego a favorecer personaje

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182 FEnNÁ.NDE~ PIEDRAHf1'A. [LID. VII.

811perior, sin que ba!'lta~en las contradiciones comenzadas por Hernnndo Pizarra en nombre del
Marqués RU hermano, en que hubo de cedel' ::11 favor que tenia BenalcAzar, de que necesitaba
para negocio!'! de miÍs peso; y d.í.ndose el Emperado!' por bien. crvido, y con fin de moderar
la. juri.'diccion del1\Iarqllés Pizarro y dar medio en las pretensiones del Nuevo ReÍno, le dió
en gobern!\cion todo lo de Popnyan y provincias que llamaron equinocciales hastl\ los tér-
minos de Quito, con titulo de Adelantado; porque á la verdad todo aquello y mucho má~
habia de. cllbierto : con que quedó contento hnllándo. e sin depender de otro qne del Rey y
Audiencia de PanamtÍ., y voldó al año. iguiente de cuarenta y nno con órden para que
Gon.zalo Pizarro no entrase en i"ll gobernacion aunque llevase poderes del hermano: y por-
que Pa cual de Andagoya habia conseguido por muerte del Licenciado Espinosa, poblador
que fué de Panamá, el gobierno del rio de San Juan, que empezaba desde los tél'n1Ínos de
la gobel'l18cion de Tierra fil'o1e, corrieudo hl. eostn. del mar del Rur hasta incluir el dicho rio
de San Juao, que es muy nombrado (aunque se tuvo despues por supuesto), y Re decia que
estaba en Panl\m}" donde era Veinticuatl'o, haciendo gente para iotl'od ucirse en la goberua-
cion de Cali, AnRerma y Popaylln, con pretexto de que aquellas provincias se comprendían
en 1::1. del rio de Sau Jnan, se ordenó á la Audiencia de Panamá que en caso que hubiese
entrado en ella. lo lanzase, dejándosela libre á Benalcázar, donde lo buscaremos al tiempo de
proseguir con flUS conquistas.
Nicolas Fedreman se pasó á Fl{lDde~, ya. fuese con fin de seguir al Emperador, ya con
el de pasal' á. la patria; pero J'emitiéroni'le despachos del Consejo para embargarle gran suma
de dinero que se publicaba haber remitido á Ambel's: y no falta qUÍen afirme (y fué lo
cierto) que vuelto de¡:¡pues á la corte de esto~ Reinos, murió pretendiendo en ella y cargado
de pleitos con los BelzareR. Así acabó e. te Capitnn y a í mueren de ordiuario lo. grandes
caudillos, Fué (como dijimos) natural de Alemania: de su patria faltan noticial-J, aunque no
de su much:t noblezA.. PMÓ á las India!'l con lOA primeros e~rt:\ñoles y alemanes que siguieron
las derrotas de Venezuela por asiento de 108 Belzares. Cobró mncha fama en POCOg años que
se ejercitó en laR guerraA de aquello. bárbaros con valero as hazañM; pero como, n éstas
siguiese siempre In. ernulacion ocnlta, di f't'azóse con~ra él entre SllR más allegados. Ji la ge-
nero idad del ánimo llamaron soberbia; ála inclinacion de las armaR, bullicio; y pintúl'onlo
de suerte á los Belzul'es, que JeAconfiando de BUS pramc. al'! le quitaron el gobierno y se lo
dieron á Jorge Spira, en r¡nien Uf!cntnran mejor lo~ i/lformeR, como se ha visto, Debió. e á
su actividad el dei"cubl'imiento de las Guilla. de perla del rio de lA. -lIachaj y hubiera foIido
el primero en la entr'adn. del Nuevo Reino, si DO hubiera reservado la ProyideDcin Divina
nquella gloria para D. Gonzalo Jiménez de Qncflada., Filé de herma a presencia, de pelo rojo
y muy blanco de rostro, afable con liberalidad y tan apn.cible con su ente, que se refiere de
él que habiendo llegado á un pucbl de los Llnnos donde le ,alicl'C'lu ue gllena sus morado-
res, dit) ónlen á su gente pura que sigui eso el alcanoe in diverti1'8o con la codicia. del saco:
y porrllle vencida In. batalla, encontnj alauno, infanteli ,aqueando las rasns, dijo: Ob, qué
soldados de t,'m poca vergüenza! on cnya memoria llamaron al pueblo el de la Poca ver-
giíenza, por no haberle oido jamas palabra eruejante ni otra fllguna de enfado: de que se
reoonoce la ma1ioia con q\l~ sus falso amigos lo desacrcdi a1'on y la fuerza que tiene un
informe secreto, lloutH{u.e sea tan ainie tr como el .qne do e. te Ca ~)itan se hizo para em bara.-
zal'le SI] medrlls; ma. no i'liempre ",o jnntan valor y dicha, y ánda¡;o la de grncla. porfía con
la emulacion sobre ahogar méritos do quien tuvo tantos como los de este famoso aleman.
D. Gonzalo Jiménez de Quosadll, viendo perdiuas las esperanzas del gobierno, qne lo
condujeron á Castilla, pasó en eguimiento de su Rey á la corte de Fláudes;. y como su
ardor juvenil y mucha riqueza lo iuclinaban á la vanidad de ",oñala t'se en el mundo valién-
dose de tI·ajeR ménol'l decentes á. los m.é ritos que debia repre. cnt.tl' un caudillo de tauto
nombre, entró ve~tido de grana en ]n corte ti tiempo que estaba enlutada por la mnerte de
la Emperatriz 1 abel, y aun se dijo que en el mi mo traje pareció á besar 111 real mano:
accion que 10 de.acreditó mucho con su majestad y oausa para qne se hiciese por entónces
ménos estimacion de su persona de la que merecian sus hechos; con que de..c;pechado de sus
malos sucesos se pasó t1. Francia con fin de ver su::! grandezas, que fué añadir celoq sobl'e los
reparos que se habian hecho de su imprudencia, porque la Princesa doña Juan1., qut' gober-
naba entónces á España, y el Consejo de India" hicieron g randes dHigeneias para prenderlo
dentro de Francia, encareciendo que llevaba. muchos tesoros y habia oometido mayores de-
litos, ti que no ayudaba poco la emulacion del Adelantado D. Alonso Luis de Lugo y los fal30s

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CAP. IV.] HISTOllIA DEL NUEVO REINO. 183
rumores de otros envidiosos; y á la verdad (dice el cronista Herrera para BU mayor aplauso)
que tenía el Consejo por cosa perjudicial ver aquel hombre tan señalado en Reinos extraños.
Vuelto en sí D. Gonzalo Jiménez con 10s avisos que sus agentes le dieron desde la
corte, dej6 las delicias de Francia, donde, y á. Italia, los deseos de ver mundo y su poca edad
lo habian llevado: volvió á estos Reinos y en su corte tuvo pleitos bien litigados con el
Adelantado Lugo, porque éste alegaba que todos los intereses habidos en la conquista del
Nuevo Reino le pertenecian como á heredero del padre, que fué Gobernador de Santa Ma.r-
ta, y á su costa habia hecho Quesada el descubrimiento como Teniente suyo: á que replicaba
éste, instando en que las provincias del Nuevo Reino debian separarse de Santa Marta, para
donde Lugo estaba proveido, y dárselas tÍ él en gobierno como Reino aparte que tÍ costa de
su sangre y valor habia sujetado á la Corona de Castilla; pero medióse todo por el Consejo,
pareciendo disimular con Quesada las demandas que Lugo le ponia y declarando en favor de
éste ser anexas las nuevas conquistas ála gobernacion de Santa Marta, que pareci6 ent6nce&
parte de satisfaccion al derecho representado contra Quesada. Él, viendo el descrédito y poca
estimacion en que lo ha bian puesto en la corte sus émulos y profanidad de los tl'aj es (mate-
ria entónces de mucho reparo en Castilla) y corriendo varias provincias de Aragon, Navarra
y Portugal, se di6 á juegos, galanteos y profanidades, que son las espinas primeras que arroja
la imprudencia en el árbol de nuestra fragilidad, en que desperdici6 tanta hacienda, que
ningun señor de Castilla le excedía en gastos; y sucedióle en Lisboa, que habiéndolo preso
porque lo vieron con vestidos recamados de oro, que allí no se permitian, y mandado soltar
despues por las noticias que tuvieron los J neces de quién era, le pidió la mujer del aloaide
ciertos maravedises del carcelaje, y correspondiendo Quesada á la demanda, le di6 cien dnca-
dos de plata, con que viéndose rica la mujer, le prometió no asistir más en aquel oficio ni Bel
-carcelera de otro en memoria de su libetalidad.
Jngaba otro dia á los naipes en cierta casa de conversacion con Hernando Pizarro,
D. Pedro Armildes y otro poderoso indiano, que se hallaban con dependencias' en el Con-
sejo, y acertó á pasar por junto á la mesa del juego una criada de la casa, ti tiempo que
Pizarra ganó una gran mano y di61e una corona de oro de barato, y Armildes y el otro que
no perdian, acudieron cada cual con la suya; pero D. Gonzalo Jiménez, de muchas que tenía
delante, tom6 con ambas manos cuantas pudo y dió elas á la criada, diciendo: No he ganado
mano con estos generosos caballeros, y ahol'll hago cuenta que la gano con poder imitar su
bizarría. Y aunque es verdad qUe estas acciones fueron hijas del deaperdicio, es de estimar
que en los desaciertos de Quesada snpiepe elegir entre los vicios de la avaricia y prodigali-
dad éste por ménos malo; pue. cuando el pródio-o no se libra de vicioso, por lo ménos re-
sulta su vicio en beneficio comun, y ningnno podrá negar que para. serlo se llega á. la virtud
de la liberalidad, aunque se pase de ella: dicha tÍ que no llega el avaro, pues con ninguna
virtud encuentra para serlo. De esta genero idades hizo tantas, que lleg6 lt tiempo de no
poderlas hacer muy limitadas un hombre tan poderoso como él entró en Castilla, donde para
proseguir con Lebron, lo dejaremos primoro entregado á divertimientos, como otro Aníbal
entre las delicias de Cápua, y dcspues pobre y desestimado hasta el año de cuarenta y seis,
en que la fuerza de su virtud militar y grandes servioios, sobre la enmienda de sus desba-
ratos, venciendo á la emulacion de sus hazaña, le restituycl'On á la gracia de su Príncipe y
le abrieron puerta para los premios primeros.
l\fiéntras algunos de estos acaecimientos pasaban en Castilla, no se reconocian ménos
reparables otros en las India, pues siete dias despues de la. batalla de Cesare lleg6 tÍ su boca
Gerónimo Lebron por tierra con todo su campo: y habiéndose recibido unos y otro con
aplauso por los buenos sucesos de la jornada, pasaron en los bergantines de una ribera á
otra los infa.ntes, caballos y bagaje: diligencia quo se fué haciendo en los más rios y este-
ros que encontraban; y caminando los unos por tierra y los otros por agua, oomunicándose
muy do ordinario, pues las más noches eran comunes los alojamientos, llegaron á. pasar el
rio de Lcbrija que, perdiendo el nombre de aquel buen Capitan, que se lo puso con su ape-
llido, se llama de presente rio del Oro: y des pues el de Serrano, cuya profundidad es más
peliqrosa por los caimanes que abriga que por las agu<l:-l qne lleva; y de la mi!:ima suerte
prmngnieron por los demas pasos hasta 01 pueblo de la Tora, y como se dificultaba el esguazo
de los brazos que allí hace el rio de la Magdalena, se adelantaron lm~ bergantines tÍ esperar-
los en aqucl sitio, y por no estar ociosos algun tiempo se ocupaban en correr las caml?añ~s
de su coutorno, haciendo algllnJS prcsas de consideracion, y entre ellas fué In de un mdlO
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184 FBRNÁ.... DEZ PlEDRAUÍTA. LLIB. VII.

que aprisionaron, y prometió guiarlos II una grande ciénega que hallarían poblada de multi-
tud de gente en sus orillas; pero que auvil'tiegen era la entrada angosta, y tanto, que seria
imposible pasar pOl' ella los bergant~lles: con que determinado Alonso Martin á. la empresa
y conformándose con el parecer de la guia, previno las tres canoas con bogas de los indios
amigos y veinte y cuatro infante: , ue quienes fué Cabo Anton Pél'ez de Lara.
La. guia encamin6 las cano el. poco más arriba de la Tora, á la banda de Santa Marta,
y hallaron la canal de que dió noti cias j y aunque muy profunda, tan estrecha, que por la
mayor latitud tenia dos brazas y por algunas mucho ménos; pero la longitud era tanta,
que ocuparon noche y dia sin tomar descanso las bogas para salir 6. la ciénega, porque, ade-
mas de ir por ella contra la corriente del agua, que descarga en el rio, eran tantos los cai-
manes, que se embarazaba con ellos el paso ~l. las canoas; mas al romper la luz del día
siguiente se hallaron qentro de la ciénega, donJe fueron da suerte los humos que descubrían
por toda su riberSl, q ne crcyeron (como era cierto) ser más el número de los indios que ha bia
que el de las noticias que llevaban, Sin dis,cul'ril' mucho sobre esto, pusieron las proas á la.
parte que por los humos parecit\ estar ménos poblada, y con tan prolijo viaje por la grande-
za de la ciénega, que gastaron la tercera parte del día en poder arribar á tielTa, yendo siem-
pre los nuestros tendidos en el plan de las ,canoas y descubiel'tas las bogas, porque no se pu-
siesen los naturales del pais en defen~a, si reconocían ser las cauoas de gente e pañola. De
esta suerte tomaron puerto á la orilla, y 60segados los bárbaros, procoraban saber qué gente
er!l, aquélla, cuando viendo saltar en tierra hombres vestidos, trocaron la quietud en alboroto
y en confusion la curiosidad, pues difnndida por todos los vecinos con la turbacion que cau-
san sucesos no previstos en los que miran presentes en ello!'! los peligros de que mlÍ.s huyen,
y caen en las manos ejecutoras del mayor daño que temen, ni supieron tomar consejo ni
re~olucion hasta que nuestros españole se fuero~ acercando á. sus casas; pero como la
defen8c:'\ de la propia vida y hacienda sea la que ha obrado las mayores hazañas del mundo,
vueltos en sí y recobrados de ánimo, tomaron las armas y aceleradamente salieron á encon-
tral' á los nuestros, con fin de detenerlos, en tauto que los hijos y mujeres se retiraban del
pueblo.
. Unidos entónees los españoles, dieron una carga cerrada de arcabucería á los indios,
con el efecto ordinario que suele causa.r en la ffillchodumbre; maa no por esto desmayaron
ellos, áutes correspondiel'oncon otra de Hechas, aunque sin daño de los nuestros, por estar
bien prevenidos ue escaulpiles y rodeleros. Con esto se iban estreohando los escuadrones
para llegar á las manos, ouando Francisco l\Iuñoz, habiendo visto una mujer de hermosura
extraña entre las demas que huian, y codicioso de haberla ú las manos, se apartó de 109
suyos, y rompiendo por 1 s Oil mit10 11ªg0 ubtHle b L{Ll'hal'a estaba, á q uíen a i6 apénas de
los cabellos, cnando ella dand{ voces y su marido tlclluiel1do al eco con ]u fnda que c..'1..U. a
Jolor tR.n sensible, fué todo uuo, y vieudo al español embarazado con la mujer y por ello
mal defendido do la rodela, disputó sobre él la. flecha oon tal pujanza que, atrllve 'ándole el
sayo de armas, lo hh'ió en el hombro c n la punta. del mortal veneno que en breves dias le
quitó la vida, cuando se pensó estar ya fuero. del riesgo; aunque cst se aLribuyó más (~ su
poca dieta de pescado, alimento con que reverdece y so aumenta la fuerza de la yerba vene-
nosa. Bien quisiera el bárbaro lograr su \euganza con segundo tiro en Pedro Niño, quo
acudió ~ la defensa de Muñoz; pero ésto,más cauteloso, se amp!lt'6 de sucrte con la rodela qUI)
no recibió daño, y con toda ligereza, líntes de poder el b ~Íl'baro valerse otru voz de sus ar-
mas, le tiró tan buen golpe con 13. espada, que le llevó ít cercen el arco y un dedo de la
mano. No bastó hallarse desnrmado y herido el indio para que no intentase de nuevo
quedar victorioso de su contrario eh confianza ue la robustez con que lo dotó la. naturaleza;
y así abrazá.ndose con Pedl' Niño, hombre tambien de gran fuerza y aliento, trabaron una
lucha tan porfiada, que no hubo t raza ni arte de que cada cual do los dos combatientes no
se valiese para triunfar de su enemigo; el caDRancio crecia cua.nto el valor de uno y otro
era más grande; y tan igualmente luchaban, que ft buen rato cayeron juntos al pié de una
palma en que so anidaba un enjambre de las avispas mÚI:i bravas de aquella tierra. La
mujer dol bárbaro, que habia estado presente 6. todo, ayud aba al marido en cuanto podia ;
mús las avispa, que cargaron sobre los dos ouerpos desnudos, f ueron tan de parte de Pedro
Niño, que saliendo victorioso del combate, aprision6 la mujer y mariuo sin que le valiese
el brío que mostró en la contienda, En el interin, no ménos guerreros Anton de Lara y los
suyos, pusieron en huida los demas indios, que solamente sustentaron el enouentro el tiem-

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CAP. IV.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 185
po que bast6 para escapar sus familias, dejando las casas á voluntad de los nuestros, que
luego entraron en ellas, y habiendo recogipo el despojo, dieron vuelta á las canoas ántes
que las demas poblaciones se convocasen y con los dos prisioneros de Pedro Niño (que
deRpues fueron de mucho alivio en el viaje), tomaron la vuelta de la armada, alegres todos
del buen suceso.
Habíase gobernado Gerónimo Lebron por Diego de Parédes y Diego Rincou, que le
sirvieron de guias como soldados que fueron del General Quesada y habian vuelto á la
Costa con el Licenciado Gallegos; pero como el conocimiento que tenian de la tierra y del
río solamente se extendia hasta el pueblo de la. Tora, y para prosecruil' adelante habian de
bajar forzosamente ell'io grande y cargar á mano izquierda, entrando por un brazuelo que
desagua en él y navegar aquel espacio que pudiesen los bergantines, dejándolos allí para
seguir u1).idús el camino de tierra, hallábase confuso el Gobernador consultando sus dudas
con los Capitanes, y oido el sentir de todos, resolvió que el C!l.pitau Luis de Manjarrés,
luego que desembarcase de lo bergantines, se entrase por la montaña con una tl'opa de'
veinte infantes, siguiendo los rastros del General Quesada por aquella parte que viese las
señales y cortaduras viejas que hizo en su jornada; y que para allanar los paSOR del monta
fuese con el Capitan San Millan (que lo era de macheteros) talando los árboles y haciendo
puentes para que el ejéroito pudiese marohar con ménos fatiga. Dada esta órden y no
reservando diligencia qtle hacer por hallar noticias del camino que buscauan, preguntaron
algunos soldados :i laR indios prisioneros que llevaban, si habria entre ellos quien supiese
guiarlog por aquellos montes hasta dar en las tie1'1'a8 limpias, donde estaban poblados otros
hombres blancos como ellos. A que respondió el Gandul que tuvo la contienda con Pedro
Niño, que él y su mujer tenian mucho conocimiento del camino, por haber ido diferentes
veces al contrato de la sal que habia en aquellas pl'ovinoiaR; y que aunque las señaleR que
podian darles de aquella verdad más fuesen para desanimarlos que para infundirles aliento,
no excusarian referirlas para que viesen que uo los trataban con engaño: y así llevasen sabido
quo los Cc1.minos eran montuosos y dilatados, en que hallarían muchoR pantanos y tremeda-
les, quebradas y rios furiosos que los detuviesen con mucho rie go; que ha.bia montes frios
y sierras alta que se habian de pasar con inmenso trabajo, á cau a de estar faltas de casas
en que alojarse y vituallas con que alimontarse; que la. lluvia eran tan recias y continuas
en el discurso de todo el año, que aun la convenienoia limitada. de sacar lumbre impedían;
maR, que no obst.ante estos inconveniente, si ellos estaban determinados á prosegnir la.
jornada, él y u mujer se ofrecian á gniarlo con fidelidad.
Auuque las dificultades que representaba. el indio eran tantas, le oyeron todos con
agrado, resuehos á no volver paso atras: y 3.C01 taua In. ofGl'tn con más Masajo que le habian
hecho hasta entónces, di6 Lebron órden para que guardando el apitan Manjarrél'l el que
tenia de :intes, llevase el indio y la india en su compañía; con que ya ménos confusos y con
buenas eaperanzns de conseguir la pretension de llegar al llevo Reino, entraron por el pe-
queño rio de la ma.no izquierda hasta donde pudieron los bergantines, donde dieron fondo y
los descargaron eu la parte que hallaron rastro reciente del Capitan Manjarrés que iba á de-
lante. Allí aguardaron á que llegase el ejército de tierra, y habiéndose juntado uno y otro,
dieron forma para llevar las cargas de ropa, vino y víveres, que se hacia con mucho trabajo,
aunque muchas se alijaban con la penuria que 8e padecia. por aquello de iertos. Determi-
n6se a ¡mismo dejar aHí los bergantines sin guardas, como se hizo: y {mtes de partirso el
Gobemador licenció á los dos Caciques Malabú y Melo, para que volviesen con su gente á
sus pueblos; maR ellos, ó con deseos de ver las nuevas provincias conquistadas ó medrosos
de navegar el 1'io sin el convoy de los españoles, y con el riesgo de sus enemigos, dijeron
estar determinados á seguirles en la jornada sirviéndoles en cuanto pudiesen: y así lo ejecu-
taron, sin que les estuviese tin mal que no volviesen muy bien aprovechados, como veremos.
Luis de Manjarrés, que e habia. adelantado cuatro ó cinco jorna.das, seguia las guins
que 10 encaminaban á aquella casa donde los Capitanes Cardoso y Albarracin hallaron los
panes de sal que tanto alentaron á Quesada; y como iba su gente socalando el monte con
machetes vizcaínos, que llaman de rozar, n.caeció que un soldado, sin saber lo que se hacia,
desjarretó con uno de ellos á Alonso Pérez, uno de los mejores que iban en la escuadra, de
que se recibió notable pena, así por su desgracia como por no tener disposicion para dejarlo
sin riesgo evidente de la vida, á causa de habe)'se adelantado tanto del ejército; pero como
buenos oompañeros lo llevaron en hombros muchos dias hastn. llegar al rio, que cone legua

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186 FERNÁNDEZ PIEDRAHíTA. LLIB. VII.
y média Antes de negar á la casa de la sal, en cuya demanda iban, que hasta aquel sitio
gastaron veinte y siete dias desde que salieron de la Tora. Tan espesa era la montaña y
tales los pantanos y ciénegas que encontraban, á que se juntaba la falta de vitualla, á cuyo
reparo era forzoso acudir buscándola por aquellos contornos habitados de raros vecinos y
cultivados de ml1y cortas semeuteras: mas sucedi61es que cuando iban más confiarlos en
ha1larla, se encontraron con el río que dijimos, cuyo precipitado curso, poderoso con las
crecientes del invierno, les cort6 los pasos y las esperanzas que llevaban de hallar socorro
en la casa de la sal.
Cuanto crecia la detencion, tanto más se aumentaba el hambre; pero como la necesi.
dad no es ménos ingeniosa que atrevida, les dió traza pura hacer una maroma de bejucos de
tanta longitud que pudiesen ligarla de la una y la otra parte del rio, y habiéndolo consegui-
do, y pasado de la otra parte á nado Sancho el vizcaíuo y otro de su nacion, llamado
Gamboa, famosos hombres para el efecto, y llevando el cabo de una soga delgada á que
estaba asido otro de la maroma, tiraron de ella, y afijada ya de ambas riberas á buenos y
seguros troncos de árboles, :fueron pasando aquellos invencibles españoles, uno á uno, asidos
con las manos de la maroma, y alternando los movimientos de las manos, ganando soga,
desnudos los cuerpos, y los vestidos de vil anjeo puestos en la oabeza, con la espada ó arca-
buz en medio de ellos. El primero de todos fué el Capitan Morán, ejercitado tantas veces en
estas oonquistas, como lo fué des pues en las de Chile: el segundo Pedro Carrasco, el tercero
el Capitan Manjarrés, el cuarto Juan Vizcaíno, el quinto un manceho de diez y seis años,
llamado Pedro Machetero, á quien siguieron Gonzalo de Hoyon, Álvaro Vicente, Crist6bal
Roldan y Juan de Tolosa. Á este tiempo llegó tan grande avenida, que rompi6 la maroma,
dejando con grande pesar divididos los once españoles que habian pasado, de los que estaban
de la otra banda. con los mismos intentos: por cuya causa. llamaron á este rio el de) bejuco,
siendo su nombre propio Tucura, en el idioma de la tierra.
Luis de Manjarrés, viendo el poco remedio que tenia para pasa.r su gente, por irse
aumentando las avenidas del rio, y que el hambre no sufria dilaciones, determinó pasar oon
los diez compañeros adelante, siguiendo una senda que se encaminaba á la parte de arriba,
y á poco más de nna legua dió en la casa en cuya demanda. iba, donde ha111 buena cantidad
de panes de sal, por ser allí el almacen en que se depositaba para los comercios de los
moradores del rio grande: y por no hallar persona alguna en su guarda, siguió otra senda
más hollada, y á poca. distancia enoontró ciertos caceríos poblados de alguna gente, que con
facilidad fué desbaratada, á causa del descuido con que estaba de ver gentes extrañas en BU
tierra, y porque la mayor parte de los veoinos asistian en las lalJOres á las cosechas del maíz,
que no lograron, pues así el que tauiall ro Cogido como lo demas que hallaron 108 nuestros en
el campo, aseguró Manjarrés en una de la8 casa de la aldea, con intencion de no desampa-
rarlo, por ser de tanta importancia para socorro del ejército: y asl, por no dejar la presa,
ni dividirse unos de otros los spañoles, siendo ta.n pocos, estuvieron dos dias sin dar aviso
á los que esperaban en el rio del bejuco, padeciendo tan gran penuria de vitualla, que en
espacio de catorce días no tuvieron más alimento para conservar las vidas, que tallos de
bilbao, que son unas plantas á manera de phítanos en las hojas, aunque más pequeñas.
Llegó á tal extremo el aprieto del hambre, que hallándose sin remedio un caballero
de 108 que iban en la compañIa, llamado Anw'es de Valen zuela, hizo juramento de matar la
india que llevaban por guia y comerse los hígados asados: y estando ya dispuesto para.
ejecutar aquella. atrooidad tan agena del valor y nobleza de que debía preciarse por su
sangre, se le opuso, con el color demudado, íñigo L6pez de Mendoza, vecino que fué de
Santa Marta, y Encomendero de Gaira, y díjole se reportase y abstuviese de ejecutar una
accion tan fea delante de hombres cristianos, tan buenos y valerosos como él, y que si el
aprieto era tal que le obligaba á ejecucion. tan sangrienta, él tenia resorvado entre su ropa
un pedazo de queso que le daria, y cnanto más tuviese, porque no deslustrase su buena
opinion oon inhumanidad tan atroz: admitió el ofrecimiento Valen zuela, y report6se, no sin
confusion y vergüenza de sus malos inte.ntos; y Luis de Manjarré~, viendo el error que
cometia en dilatar el aviso á los compañeros, les despachó dos infantes, que fueron Pedro
Machetero y Gonzalo de Hoyon, con algnna cantidad de maíz, ordenándoles que subiesen una
legua más arriba de la parte en que los habia dejado, donde hallal'ian forma para esguazarlo,
por ir las aguas más extendidas y ménos hondables.
Con este órden partieron luego, pero ántes que llegasen al río se habian aventurado

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CAP. V.] llrSTORIA DEL NUEVO REINO. 187
ya siete inmntes á pasarlo á nado por aquella travesía en que se hallaban, teniendo por
ménos peligroso exponerse a la furia de las aguas que pel'ecer á rigores del hambre. De
ésto fueron los primeros Pedro Niño, Juan Gui llen y Antou Pérez de La.ra, que obligados
de la impetuosa corriente salieron muy abajo, en diferentes partes, y los dos últimos con
pérdida de les vestidos y espadas, Tras ellos se arrojó Alonso Martín, el que servia de intér-
prete, y viéndolo ir desmayado y con mortal tnrbacion, lo animó Pedro N~ño oon voces,
para que se asiese al ramo de un árbol que caía sobre el rio, como lo hizo, y viéndose
cercano á tierra fué asiéndose de otros, y al fin salió con el favor divino y su buena
inteligencia, aun,!ue perdió la espada y el vestido, como los otros dos, para cuyo remedio
los que habian escapado su ropa hubieroo de partir con los desnudos, y pórque no fuesen
tan desarmados cortaron algunas varas, que bien labradas de puntas, sirviesen de picas en
caso que se necesitase de ellas, Oon e. ta prevencion caminaban los peregrinos sin haberse
desayunado sino fué con el agua del 1'io que bebieron en el pasaje, cU:l.udo se encontraron
con Pedro Machetero y Gonzalo de lloyon, que los consolaron y ocorrieron de maíz tan ó.
tiempo, que sin esperar á que lo sazonase el fuego se lo comian crudo con más gusto que
pudieran mostrar en lo espléndido de un convite.
Hecho esto, se acercaron al rio, y habi2ndo advertido á. los de la otra banda el esguazo
que teniall pOI' más arriba, los esperaron en uuen sitio ha ta que pn.saron con buen suoeso,
y juntos tomaron la vuelta de la aldea en que los esperaba Manjarrés, donde los que se
hallaban desnudos Ílleron reparados de ropa, tí causa de que ya todos los morndores de aquella
comarca la usaban de telas de algodon, y porque pareció acertado dar noticia de todo al
Gobernador, volvieron lloyon y Machetero en demanda de ejército, que no con ménos fati-
gas y trabajos (á,otes mayores, cuanto era más crecido 01 número de gente) iba marchando
tan falto de vituallas, que lo. soldados comenzaban cautelosamente á. matar caballos, siendo
tan importantes para la jornada, por juzgar que viéndolo. muertos sus dueños, ó los repar-
tirian entre la gente enferma, ó los venderian tí pedazo por el interes del oro, de que todos
llevaban buena parte de 10 que saquearon en los pueblos y lugares que habian invadido: y es
cierto que de aquella suerte les valieran mús a,1l1 muertos que en Santafé vivos.
Pedro Ruiz Garda experimentó el primero esta prueba en un buen caballo de rega-
lo que tenia; pero considerando los inoonvenientes que resultarían de que 10 viesen repartir
entre la gente del campo los mismos que lo habían muerto, mandó á los negros que llevaba
de servicio, lo arrojasen al rio para alimento de caimanes, aunque la necesidad que su fa-
milia y él padecian no era ménos apretada que la de los d IllftS compa.ñero . El Gobernador,
cntónces, viendo la malicia con que procedian alg unos del ejército, echó bando, prohibiendo
con pena de muerte que ninguna persona dol ampo, aunqu@fue 13 el mismo dueño, matase
perro ni caballo; con que moderado el atrevimiento, y.llegado el aviso de que esperaba
Manjarrés con vitualla, caminó con más alientos, haciendo u ejéroito las jornadas con el
valor que le infundía la certidumbre del socorro, hasta llegar ó. la aldea donde alojó algunos
dias, en cuyo 8 , pacio fué tan eficaz remedio el de la dieta que tuvo Alonso Pérez, que re-
cobró aanidad basta caminar con el mismo aliento que tenia ántos que lo desjarretasen; y
porque los sucesos que ocurrieron por este tiempo fueron má.'l que en otro algullo, y no será.
bien atrasarlos, dejaremos aquí á Labron, en tauto que nos deserpbarazamos de este año de
cuarenta.

CAPITULO V.

FOR~1:A EJÉRCITO TUNDAMA y FORTIFiCASE CONTR. BALTASAR MALDO-


NADO: ASÁLTALO ESTE EN SU ALOJAMIENTO, DONDE LO RECHAZAN.
VUELVE SEGUNDA VEZ AL ASALTO Y VENCE LA BATALLA DEL PANTANO
DE LA GUERRA.

IENTRAS Quesada corre con mala fortuna en Castilla, y los Capitanes :Martín Ga-
M lenno y Jorge R obledo guerrean en las provincias de Vélez y Popayan, 108 nuevos
pobladores de la ciudad de Tunja1 ocupados en adelantar sus fábricas, padecían descomodi..

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188 FE'RNÁNDEZ PIEDRAHfTA. LLIB. VII.

dades, á camm de no estar hecho el repa.rtimiento de indios, hasta. que FarDan Pérez de
QueHada, considerado el apuntamiento de los Caciques, dió lalo! encomiendas, no tan justifica-
damente que faltasen quejas bien fundadas, y no resultasen agravios manifiestos. Pel'sua-
díanse todos á que e:-;ta desigualdad en distribuir los premios, y los de aciertos que tenia en
Sil gobierno, nacian de regirse por la dil'eccion de los soldados de BenalctÍzar que sabian
usar bien del arte de la lisonja y de otros que inventa la adulacion en perj uicio de los que
mandan, aunque entre ellos habia muy honrados caballeros: y como Farnan Pérez estaba
. no ménos apoderado de la vanidad que de la lascivia, vicios que de ordinario siguen á la
juventud y á la prosperidad; reconocida esta brecha por la sagacidad de algunos del Perú,
y con fin de ser preferidos en el repartimiento, usaban del obsequio y del aplauso, dándose-
lo á los empleos de la sensualidad que tenia con algunas de las mujeres que habian llevado
del Reino de Quito, pues habia hombre entre ellos que introdnjo en la l.ierra ciento y cin-
cuenta piezas de servicio, hombres y mujeres de amores, con quienes vivian desenfrenada y
escandalosamente. Fué tan grande la cantidad de indios del Perú de que vamos tratando,
que obligó despues á que por buen gobierno se poblasen en lugares y flitios conjuntos á los
pueblos de los indiofl Mozcas: y así, muy cerca de Fusagasugá se pobló una pa.rcialidad que
se llamó de los Chacha. ; y aunque se conflervó algunos años, hoy no se halla otra señal de
ellos que el nombre del sitio. Otra parcialidad estuvo poblada en la sabana de Bogotá, muy
cerca de la punta de Ohita:;ugá: llamóse el pueblo Cajamalca, y hoy se miran allí los came-
llones ó surcos de los sembrados que hacian á mano. De estas mujeres, pue!'!, se decia que
los soldados del Perú elegian las más hermosas con fin de lograr sus pretensiones, y con el
conocimiento que tenian do la fláqueza de Fernan Pérez, se las enviaban á. su casa con el
primer prete.~to que se les ofrecia, ya fuese de algun mensaje, ya de llevar alguna vianda.
de regalo á que so daban con demasía, para que puesto en ocltsion tan pr6xima diese rienda
á su apetito, de quien se valian como medianero de sus conveniencias: horrible delito! y
que parece no haberlo acreditado tanto la verdad del hecho como la emulacion de los que
despues se apellidaron Caqucciosj pero de cualquiera suerte que fuese, servirá de aviso á
los que gobiernan, para que procuren evitul' tropiezo tan perjudicial Á. su fama: pues las
cabezas cortadas de muchos varones ilufltres, no acreditaron tanto de cruel al Rey D. Pedro
de Castilla, como las que dejó de cortar de aquellos que por subir á primeros en su agrado,
bajaron tÍ terccros de su apetito. ,
De estOR ilícitos medios vivian muy ajenos los soldados de Santa Marta y Venezue-
la, como gente que se mostró siempre sencilla y sin doblez de intenciones ocultas, ántes
enseñada ú. los: tl'abajos de la guerra y á las fatigas de la sed y hambre, pasaban con un poco
de maiz lag más dura' adver..idsU Ué 1 fOl' LUl1fl, y no hacían reparo en que las empre~aB
más ardnas y peligrosas se las cometiese Fernan Pérez, cuando á los otros adelantaba en las
conveniencias; pero como el poco sentimiento 6 disimulo no corre igual cuando se reparte
el agravio entro muchos, manifestaba SUR quejas en público Baltasar Maldonado, hombre
intrépido y de valor, como lo habia 010 trado en los lances más arriesgados de la conqui ta;
y llegando ti noticia de :B'ernan Pérez, que no podia negar la. razon que tenia para darlas,
quiso aü<'\llarlo, ocupándolo en sujetar :\ Sugamuxi, con quien so mostr6 mucho más riguro-
BO que templado, pasando en el destrozo de la provincia, de los términos de la modestia á
dejarfle.llevar de su nntural colérico, aunque so disoulpaba diciendo haber procedido en
aquella forma por atemorizar á lo. caciques vecinos, especialmente á Tundama, nuevamente
encomendado .'L el por premio de su. Rervicios: y aunquo la suerte era de las mejores elel
Reino, se dificultaba que la con ¡guiese, á causa de ser aquel señor hombre belicoRo y atre-
vido, de quien se tenian buenas e.-pel'iencins y se sabia que, fiado en sus armas, no trataba
de reconocer vasallaje á Baltasar Maldonado, determinado á defender su libertad del victú-
1'i060 campo de los españoles, que corl'ia las tierras de Sogamoso.
Con esta resolucion que tenia Tundama llamó los tercios de los señores de Soatá,
Chitagoto, Serinza y Tobnsia, y formó campo de más de veinte mil hombres de guerra
ejercitados en los pasados encuentros y bien" prevenidos de flechas, macanas, hondas y
víveres para muchos días, se acuarteló en un campo llano y espacioso, rodeado por la mayor
parte de tierra anegadiza y pantanosa que impo. ibilita9a el paso á los infantes y caballos,
aunque lo intent!lran con manifiesto riesgo de perderse; y reconociendo que de otro ignal
impedimento que pusiese á la invasion de los caballo~ pendía la principal defensa ~e su
campe, tÍ causa de tener el sitio, por la parte que mira tÍ la sierra, libre la entrada por

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CAP. V.] HlS'l' mA DEL NUEVO REINO. 189
tierra firme, labró Je la una punta á la otra dfll pantano, que 10 ceñia en forma de média
luna, un fo~o profundo y ancho, por el cual se comunicaban sus aguas, y por el bordo inte-
rior del foso levantó trinchera, y paredones de tierra y céspedes trabados, de suerte que,
formando troneras para, la fleche da, pudiesen á uu mismo tiempo servirle para ofenner á sus
contrarios y re,'guardarse de ello. A esta fOl'tificacion (capaz de conservarse en ella, si
.supieran aprovecharla, no solamente contra número tan corto de españole~, sino contra el
ejército más astuto de Flandes) añadió su industria de que en contorno de los cuarteles se
.sembrasen agudas puntas de macana, que estando ocultas en partes las más dispuestas á.
poder asaltar los españoles, les fuesen de tal embarazo, que Hin valerse de otras armas que-
dasen rechazados de la ind llstria.
No pudo ocultarse á los nuestros la fama de ta.n pública prevencion de guerra, y así
Maldonado, Cabo nombrado para la empresa, y á quien más le competia allanarla por la
resulta de los intere es propios, llevó luego cuarenta. caballos y sesenta infante, escogillos, y
con el tercio de lOR YanaconaA, que pasaba de dos mil indios prácticos, marchó en husca de
Tundama, y así que dió vista á su ejército, reconoció el sitio y acuarteló el suyo donde
no pudiese dañarlo la batería continuada de las flechaR, que por instantes disparaba el
campo contrario con grande vocería y ruido de tambores y cornetas, en que mezclaban
amenazas y vituperios contra el nue~tro español, que puesto en lugar abierto, y extendién-
dose cuanto le fué posible, sin qne fuese de suerte que se impidiese á poder <;o11cn1'rir unido
en cualq~(ier aprieto, trató de a, ediar de tal manera al enemigo, que lo privaRe de nuevos
socorros de gente y víveres, á lo méno miéntras hallase oportunidad para asaltarlo dentro de
susfortificaciones, Ó hasta que la penuria que habia de ser consiguiente lo precisase á que de, am-
parando el sitio, saliese á. pelear con el campo español, m{¡s perseverante en su alojamiento, á.
cansa de tener abiertos los pa os para las vituallas y ocorros de Tunja; y embarazados los
de Tundama con la diligencia de los caballos que corrian el pais y estrechez del sitio á
que se habian reducido SUR escuadrones. No era difícil de penetrar que la intencion do
Tundama, inclinado á las armas y fortificado tan de antemano, era de no sujetnr la cerviz
sin probar primero todos los medios desesperados de una snngrienta batalla; pero el Capitan
Maldonado, deseoso de soldar las quiebras de crédito que padecia por lo obrado en la pro-
vincia do Sogamoso, y queriendo ju tificar la guerra con mover todos los medios que con-
ducen á la paz, acompañado de algunos caballos bien armados se acercó á poca distancia del
foso, y hecha señal de que pedia plática, por medio de un bnen intérprete, húbló en
esta forma:
Valeroso T'ltlulama: de paz deseo verte, y fuera de la fortificacion de ese pantano y
Joso que has elegido para 1'llina tU!Ja // de lit eHn,:ilo: pues huM ndo labrado el sl'pul '1'0 de
tus gente.'; donde imaginas hallm' defensa, 1'ecorwcel'á que no hay jil(;rza en tus a1'l/ides para
cont7'a tal' el poda 1/ fortaleza de los c1'i tianos. Y auuque 7/0 se compadece dat, consejo á SIt
cont1'a1'ios qwen tiene empuñarla las anna pam ofendel'los, e tanta la inclinacion que me
a1'1'astra á e timal' t1¿ b1'io, que me obliga á decide que si p,'etendcs fortalecer tus Estado.'f y
conse7-va1' 81¿ dominio, Bolo podrás c011seguirlo con el inexpugnable muro de la paz y ami8tad (t
que te convido, y no con el,'ie 1]0 fatal ct que te expone . Con la paz te llamo, y con tal con-
veniencia de t1¿8 intel'eses, que s1/jetándote al poderoso Re,1J de las E ~Jañas y cí mí, que en u
nombre e 'fu,y elegido para ampam1't , hallm'ás en su 1'eal sombm todo cuanto pudieras di rJ)O-
nel' pam gozw' quietamente lu, grandeza de tu E fado, No es é. fe el tiempo de acon8~ja7'te con
t1t e .píritu gue1'rero ni con la poctJ, e,rpcriencia de los Cabos que te asisten; ni pensa?' que nace
de cobardía en mí lo q1le no mira mcí fin que el de t1¿ q~/ietlld! ,1J el de 'e,1:CU at' el 1101'1'01' de la
sangre que ha de den'ama1' t1¿ gente sin logro de Sl¿ oúligacion. Vuelve los ojo' ri las demas
provincias de estos Reinos, y halla1'd,. tantos ejemplos que te ase,?w'en de sano mi consejo, que
sin d.esc1'édito de imita?' á lo mayol'e/~ P1'Í1Icipes, 1'indas el cuello á quien ellos como 1'asClllos
doblan la l'odzlla. lVing1tnO igualó al Zipa de Bogotá, y con ?mtel'te de Tysq'lfle, uzha y desa~­
tre de Sac1'ezazipa, obedece /fU Reino á nuestro .J.1Ionm'ca: ?na!J01' señ01' qUt> tú, lo que va de
Rey á Cacique es el Zaque de l'zmja, y se confie a vasallo; ,1J aunque iemp,'e sen¿n naciones
vale1'osCl las de los Panches y Uuzos, '!la publican, desba1'atadas en 7:a1'ios encuentl'o , que no
bastan á 1'esistú' el esfuerzo de nue 'tl'as al'ma .
A todo cunnto dijo l\1aldol1ado estuvo aquella fiora multitud atenta, y Tllndama más
que todo, si bien consultada la rcspuesta con la celeridad do su espíritu ardicnte, respon-
dió así:

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190 ~'ERNÁNDEZ PlmDRAnfTA. [LIB. VII.

No soy tma bá1'ba1'O, famoso españnl, que "gno,'e que la paz sea el centro á que tiran la!
líneas de la cÍ7'Cll11!e1'encia de este mltndo; pe,'o tampoco quie1'o qlte vivas persuadido ci que se
me encub,'e que las palab1'as blandas con que la p,'opones desdicen mucho de las obras áspe1'as
que ejecutas. Dulce tes01'O es la 2,az con que me convidas ¿ quién pod1'á dlLda,'lo sino los que
saben qne la mezclas con los tributos úLjust08 que cob,'as de los q1te te creen? y,yo ,'esisto
como enseñndo á cob1'arlos. lVo pO?' esto se me hiciera intolemble la 81tjecion al gran Re,lJ de
las Españns, ántes me fitel'a de mlte7w ag1'ado da1,le oúedienC'Ía y t1'ibltto como á seño1' supremo
que reconocen y veneran tantos monarcas; pet'O ¿ quién di1'á qtte Tundama dé al vasallo l08
tributos que por g,'andeza se deben á BU Rey? E.'~ta sill1'azon es la que no 81~f"Í1-é cobal'de, y
por ella me halla1'ás siemp,'e a1'maclu en la campaña, sin q'"e pe1"lnita mi h01lD?' que yo si,'va á
qUl'en tan mal sÍ1've á su Rey; 1'1'es de tus mismas 1'elaciones, y de las qu,e hacen tltS CO?/~pa­
ñet'os de su clemencia ?f justicia, no es de c?'eer ql¿e te enviase d que nos mates ,y ?'obes, sino
co~ OtfO motivo más lícito, que teJUZ,·ia su real ánimo; pero tú, mnyencontl'ado á Stl.S órdenes,
1/ más bá,'baro que los Panches !/ .J.lfuzo8, bañas con nnestt'Q sangre las bocas de tltS alanos,
pues ellos la beben pa1'a apagar su hambl'e y sed, y tú la den'amas para inhl¿mana ostentacion
de tu cl'lleldad. Despojas sac1'zlegamente los templos de nuestros dioses y saqueas Zas casas ele
los hombres que no te han ofendido ni dado oCl.lsion pam que las arruines; ¿ quien, pues,
elegirá á pa¡;al' po,' estas afrentas, 8i no es insensible? ¿ Ó qll.ien dqjar'á de 1'edimÍ1'se de veja·
ciones tales á costa de la p,'opia vida? Blen s(lbe:; (proseguia el bárba.ro) qne no fueron cria-
da8 mis gentel~ con mino8 p,-¡'vilegio8 de la natlf.raleza que las tlLyas. Ya tenemos experimen-
tado que no son inm01'tales ni hijas del Sol; y pue8 ellas no admiten 8ob~'e sí lGB t,'ibltto8
inventados de la tit'anía, no se te ltm'á extraño que las mias los 1'e7wsen con la determinacion
que miras. Déjate de 1'econvenÍ1'me con tos ejemplos de los Zipas mue7'tos, con más verdad por
las asechanza8 de los tuyos y disposicion e1"'ada de s16 mal gobie1'no, Ó pOl'que no gue1'l'eal'Orl
con tan lícitas causas como las que tengo, qu,e por el val<Jr de que blasonas; y prevente con.
108 vivos que te espe1'an, pa1'a deaengáña"te con este 8uceso de la dicha con q/te siempre salea
victo1'Í08o.
La última palabra acompañó con el tiro de una flecha que sirvió de señal para que
sucesivamente sus gentes descargasen tan densa lluvia de saetas sobre Mnldonado y los que
le acompañaban, que le obligaron á. retirarse ti paso largo hasta. donde no pudiesen recibir
daño de los tiros, Vuelto, pues, ú su alojamiento, cerró la noche y disueltas las pláticas de
la paz, cada cual de los campos cuidó de BUS centinelas, temeroso de alguna surtida amparada.
de las tinieblas. Pero el Ca.pitan Ma.ldonado, mal "sufrido de la vanidad de Tundama. y
deseoso de alguna faccion con que amedrentarlo, despues de varios discul' 'os y consultas do
sus Cabos, re olvió probar fortuna al dia. siguiente dtíudole uu a Ita por la parte del foso
que le parecia. !Iléuos arriesgada; y as(, apénas se habia mostrado la luz cuando di puesta. ]a
iufante.da con SfLyOS de armas, espadas y rodelas y los jinetes en caballos encubertados con
petos y celada.~ y con aqllel brío qlle heredaron en las regiones de España., se fueron acer-
cando tÍ las fortificaciones, donde no ménos resuelto el Tllndama, esperaba con los suyos, quo
oodiciosos do honra se mostraban cubiertos de penachos y diadema de oro, petos, brazaletes
y otras joyas de que se alTeaban los señores y gente noble, haciendo ti los rayos del sol tau
vistoso alarde, como apetecid0 de los asalta.dores.
Las tropas de los señores de Chitagoto y Soatá, ménos ejercitadM en tierra pa.ntanosa,
por ser criadas entl'e peñas y montes, ocupaban el sitio que mira fÍo la sierrn. por danGO corría
el foso, y como éste escogieron los españoles para asaltar las trincheras, por ser de mejor
disposicion para. el gobierno de los caba.llos, y con ese fiu llevaban azadones y otros instl'U-
mentos para abrir paso, apénas conocieron su intento los indios, cuando se opu8ieron valien-
t~s, jugando diestramente SUB armas. Pero como éstas hallaban tanta uefcn, a en sus enemigos
y las ballestas e 'pañolas hacian fiero estrago en ellos por más que se valian del re guardo de
la:; trincheras, con pOCc:'l. costa hnbiera aprovechado la indu~tria y valor de los suyos, si poco
cauteloso no hubiera elegido la parte más profnuda del foso para el avanoe; sienno así que no
era ignal eH todas partes y que pudiera haber tenido la advertencia de sondado .s.ute~, ó si
Tnncl.ama, viendo el destrozo de los suyos, no cargara con la~ compañías de picas y la mayor
parte de su gente á tan buen tiempo que los defensores so mantuvieron en el puesto, que
casi tenían perdido. Caian muertos muchos de los bárbaros, y Maldonado con obstinacion
grande reforzaba el asalto, durando la mayal" parte del dia; mas dibanse ta,n buena maña
los indios á jugar las picas y dardos, que viendo á muchos de los suyos heridos, hubo de

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CAro v.] RIS1'OnrA DEL NUEVO REINO. 191
retirarse sin cODseguir ningan buen efecto: fué uno uo los heridos Miguel Stinchez (de quien
hemos hecho memoria en otras partes) éL quien atravesó la rodela y la mano el tiro de una
flecha, que no quitó hasta despueg de acabarse el combate: otro fué Juan de Tórres Con-
tréras, que atravesada la rodilla. con un dardo, de que toda su vida. qued6 1iciado, peleó tan
valerosamente como lo hizo en cuantas ocasiones tuvo de cumplir con sn sangre.
Retirado Baltasar Maldonado Jon los suyos, consideraba la dificultad de la empresa y
que cada dia creoia más á. causa del ánimo qne oobraba Tuudama; pues aunque imaginó al
principio que con las correrías del campo se adelantaria el asedio al ejército enemigo, ya
reconocia cuán imposible le era cerrar el paso á las vituallas, pOl'qüe lo!'! Sogamosos y Paipas,
enemigos ocultos de los españoles, enseñados á trajinar aq llellos pantn.uos, las metian de
noche sin que pudiese impedírseles, y los Duitamas, oriad08 por su naturaleza con muy
poco alimento, tenian cualquier socorro por sobrado para no dejar el puesto. Combatido de
estas consideraciones y del tiempo IIuO lU1.1ograba en ella~, consultaba á lo:, suyos por ins-
tantes, sin que algun consejo le abrieflo camino á SllS designios: porque en el que convenían
todos de que pidiese socorro á las ciudades de Santafé y Tunja le :pul'ecia ser en descrédito
suyo; pues habiéndose ganado aquel H.eLuo y vencido tantas batallas con treinta caballos y
poco mlÍS de ciento y treinta infantes, se diría que él no podin. vencer nu Cacique particular
con cien españoles y más de dos mil Yanaconas, que no se mostraban 'ménos valientes
que ellos.
Por otra parte, se mostraba no ménos cuidadoso <le la. ruina de Tnndamn. aqnel indio
de quien tratamos en el capítulo tercero uel quinto libro, á quien lo habia cortado la mano
y las orejas porque le aconsejó solicitase la paz con los extranjeros, y con e te fin andaba en
el campo español esperando la ocasioll do su veuganza: y como los que se pl'ecían de alcanzar
y prevenir los du.ños futuros son 10R primeros que solicitan el cumplimiento de sus pronós-
ticos, cuando no Ron creidos <le los que mandan, teniendo por mónos sensible el daño que
resultare quo la falibilidad de lo que proponen, y este indio alcanzase qne la total ruina del
Tundama cons.iatia en que los caballos baIlasen paso para acometerle deutw de su aloja-
miento, !lO perdia diligencia en órdeu á esto fin, y entré las que hizo fué comunicarse con
algunos parientes suyos, que mal satisfechoR de Tundama le asistian violentados; y con la
reIaoion que le hicieron de sus armas y fortificaciones, en q 110 penetró lo que mílS deseaba,
se fué á Maldonado y le dijo no tnvíeRe recelo de acometer al enemigo por la palote del foso,
porque era muy diferente la profundidad que tenia eu otras paltes ue aquella que experi-
mentó en el asalto antecedente; pues aunquo el engaño que C<:1.usabnn las nguM de que estaba
lleno daba á entender ser igualmente profundo, uo era así en la. l'CtLlidad, siuo tan al oontra-
rio que por las ~ús partes no tenia una vara. de alto y la latitud que mo traba más cea do
comodidad que de embarazo: que probase seguuda vez tÍ dar otro avance a\"entul'aqdo los
caballos por la parte que él señalase y hallaría que la noticia qne le habian dado de todo DO
era fingida y el suc.eso próspero que esperaba seria verdadero.
Persuadido, pues, Maldoon.do {l que las noticias del inuio emn ciortas, y avergonzado
de no haber reconocido luego que llegó con su campo h profuodiuad del foso, accion reser-
vada 6. la providencia del Cabo, y que en vez de ejccutarla ge habia gobornado por la rola-
cían de otroS indios sospechosos que le afirmaron ser todo él de do. estados, PMÓ la nocho con
aquel deRvelo que acompaña. :í los que aspiran con las ncciones fuLurn.s tí. intel'oses crecidos
6 fama gloriosa.: y al día siguiente, hn.bieodo prevonido su campo y rlispllcsto qne 10. infn,n-
taria llevase azadones por si necc!'\itasc de ello', se fué accrcan<lo al foso puesto en batalla, y
con doterminacion fija do nsaltal' las tTinchcra~ on In forma. quo la vez pasada; ma.<i los in-
dios, que no perdían accion de los cflpañoles, lllego <ine vieron. m verso coronaron las tri n-
cheras de las mílS va.lientes uaciones u~l c.jército, librando Sll uefeusa. on el númel'o de las
to tadas picas, que por experiellcia recouocia.n Rer 01 ann:l. m{\s á propósito para rechazar la
osadía del campo eflpnñol, (Iue habiendo llega.do (t corta c1i!'!taucia los motivó á dar la. gna7.a-
bara acompa.ñada del oonfuso eRtrnenclo de cornetas y cn.racolcR marinos ~ne usaban en la
guerra. Puestos, pues, los dos CfLmpos en tan estt-ccho lance y re. uelto l\1:~Ic1onaJo en reco-
nocer el foso, malldó quP so adelanta e la in fan t.e ría al asalto y el primero quo se arroje, al
fO$o fué Pedro Ruiz Corredor, que cagó uespues con Elvira Pére~, en quien tuvo por hijos
:í. :Jliguel Pél'ez Corredor y it dolía Muría, ro lljel' que fué uo Alonso Sánchez l\In.rchan: si-
guióle Alonso do Aguilar, marido de doña Catalina de Róblos y padl'e do doña María, que
curo con D. Félix dol Castillo, y do dona Ana, que casó con Patiño de ~ro. ~o rué méuos
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192 . FERNÁNDEZ PIEDRAHÍ'l'A. LLID. VII.

diligente Diego Montañés, tintes se mostró tan valeroso, que mereció por su sangre y haza-
ñas casar con doña Catalina, y Diego Montañés, su hijo, con doña Isabel, hijas de D. Juan
de Várgas y hermanas de doña María de Tordoya, mujer que rué de Francisco Yáñez, hijo
de Pedro Yáñez, que en esta guerra de Duitama se portó valiente: y aunque Miguel Sán.
chez estaba mal herido, mostró el aliento que siempre, embrazando la ro~ela con la mano
herida y llevando en la otra una espada que hubo de Francisco de Saldaña, Secretario de
Benalcázar, en preoio de mil ducados, y dejó á sus hijos, que lo fijeron Fernando Matec.s y
Juan Sánchez de la Parra, Regidor de Tunja.
Resistian los indios valerosamente el asalto, sin que los españoles pudie.~en ganar
puesto en las trincheras, ántes cansados del combate, que sustentaban con el agua á la cin-
tura, estaban á pique de ser muertos, cuando en S11 ayuda se arrojaron otros soldados no
ménos valientes, como fueron Parédes y Calderon, padre del Capitan Juan de la Fuente,
llamado así por ser hijo de doña Leonor de la Fuente, que, desengañada de las vanidades
del siglo, donde era muy rica, y con. eguida licencia del marido, tomó des pues el hábito de
Santa Clara, donde acabó ejemplarmente. Y como ya Maldonado habia descubierto la pro-
fundidad del foso, mandó avanzar los caballos en socorro de los infantes, siendo los prime-
ros Gómez de Cjfuéntes y Pedro N úñez de Cabrera, marido que fué de doña Isabel Maldo-
nado; y el Capita,n Bartolomé Camacho, que muchos dias despues casó con Isabel Pérez, y
tuvo por hijas á. Elvira Anastasia y 6. lsauel Zambrano; y Juan de San Miguel, padre do
Juan de Silva Collántes, que los acompn.ñ6 en el avance y se hahia señalado en las conquis-
tas de Sogamoso, á quienes siguieron los inrantes con ánimo de no desistir del combate
hasta ocupar las trincheras.
Aquí se encendi6 uno de los encuentros más sangrientos que vieron aquellas edades,
y los españoleR manifestaron bien lo quo puede su valor cuando hace reputaeion de las em-
presas: porque cargando todas las compañías de Tundama á la defensa, y constantes los
españoles dentro del roso, parecian rocas á. los combates de las picas, dardos y piedras que
cargaban sobre ellos. Pretendia cada cual de los indios señalarse á riesgo de la vida, porque
Tundama con sus Cabos recorriendo los puestos, animaba á su gente con voces, ya prome-
tiendo premios á los que se mostraban valientes, ya rigurosos castigos á los que cedian co-
bardes. Ninguna diligencia de buen Oapitan dejó de obrar, empeñando su persona en la
parte que le parecia más arriesgada; pero como el ardimiento de SUB contrarios era tal, que
con la multitud enemiga crecia, todo cuanto obraban los suyos no era bastante para que de-
sistiesen dd combate los nuestros. La inf~nterín., como más dispuesta para subir á las trin-
cheras, lo intentó muchas veces; pero eran tales los golpes de las picas y piedras que reci-
bian en los escudos, que, rechazado, caían al foso, auuque á cota. de mucha, muertes de
BUS contrarios: ni hacian ménos e trago de montados los jinete, en los que intentaban
medir las picas indianas con las lanzas españolas; mas eran tantos los vivos que á porfía
ocupaban el lugar de los mnertos, que sin reconocerse la falta. en el ejército entero que ba-
tallaba, solo se descubria la mortandad en el horror con que se mostraban sangrientas las
aguas del foso, donde los cuerpo muertos caian.
Todo era confllsion de voces el uno y el otro ejército, y todo teatro do la~timosas
tragedias el campo, cuando Jorge de Olmeda, que, lleno de. ndo1' y s8ngl'e peleaba de los
primero, montando en su caballo y dándole de espuelas por la parte que le pareció más es-
treoha, le obligó !Í poner de un ~a1to las mauos sobre lo alto del fo o; y fué tan poderoso
el resuello del bruto, ocasionado de la fatiga, que, apal'tándo e algo medrosos los más cer-
canos, tuvo lugar desembarazado para que, animándolo segunda vez, subie, e arriba: y como
la tierra era firme y llana, aprett1.ndole las piernas corrió por ella atropellando tí cuantos se
le ponian delante y por buena suerte libraban del choque de la, lanza. Por la misma parte
Re aventuró Maldonado con buena fortuna, y en PO!;! de él Mateo Sánchez Oogolludo, padre
de !\hría Sanz, que cas6 con el Capitan Juan de Villanueva. Tal tnrbacion causaron los
tres caballos en los indios, que hasta aquel punto habian resisti.do el asalto, que, conocida
por los espafíoles del foso la tibiesa con que se defendían, determinaron hacer b última
prueba, y con este D.n, puastos en ala, acometieron de manera á los indios que, rota la trin-
~hera, entraron en sus cua.rteles, donde creci6 la mortandad, cuanto la ventaja del sitio daba
lugar pnra valerse de las armas españolas. Tundama, entónces, que se habia ha,llado en lo
más peligroso de la batalla peleando por su misma persona, viendo roto su ejército y aque-
la bárbara muchcuumbre amedrentada, puesto delante de los que huian los detenía para

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<lAPo v.J HISTORIA DEL NUEVO REmO. 103
qt:e volvieBe~ á la batalla, donde muriesen con honra; pero importaba ya tan poco su res-
peto, que solo trataban de salvarse entre la confudion del estrago y la sangre, por las partes
mM ocultas del pantano, dejando por señores de la fortaleza y del campo á los nuestrOli. Es
fama comun que murieron en esta batalla y en la antecedente más de cuatro mil indios,
siendo otros tantos casi los heridos; pONue los Yanaconas no hicieron ménos muertes que
]os nuestros. Llámase generalmente la batalla del Pantano de la guerra, nombre que le han
dado al sitio para padron de los tiempos: y sucedió á quince dias de Diciembre de mil qui-
nientos y treinta y nueve años.
Aunque fué de los últimos en retirarse Tundamt), se portó tan gallardo en defenderse
con sus guardas y algunos señores que le asistian, que sin soltar el arco de la mano y
haciendo muchas veces rostro al campo victorioso, se retiró con ól'den á vista de los
nuestros. Estos, ganada la victoria, se dieron Á. saquear los alojamientos, donde el despojo
fué crecidísimo de mautas, joyas y cautivos, con quienes se mostraron no poco rigurosos 10H
venceuores. Mas Tundama, sin perderse de ánimo, porque las adversidadei no predominan
en los varones grandes, recogió con toda celeridacl las reliquias de su ejército en Duitama,
y pasando á Serinza cou nuevos socorros que le dieron los Caciques comarcanos de Gámeza
y Bu banzá, revolvió á mostrarse más feroz en la campáña; pero como rara vez acontece
hallar desquite el que pierde en los juegos de la fortuna, annque intentó mejorarla en otras
tres ó cuatro ocasiones bien reñidas, en todas quedó vencido y tan destrozado, que eligió al
año siguiente eu que vamos, doblar la cerviz á un perpetuo vasallaje: pnes uo pudiendo
huir la suerte á que lo teniau destinado sus malos sucesos, envió á Maldonado embajadores
con ricos presentes, y entendida la pretension del dueño, tuvieron grato acogimiento, llevando
el seguro que pedian para volver con Tundama, que luego partió al campo espa.ñol, donde
fué bien recibido de Maldonado, dándole algunas preseas de Castilla para obligarlo más á su
obediencia, en que lo halló puntual el poco tiempo que vivió, por haber sucedido deapues
que llevándole en cierta ocasion los tributos que le tenia repartidos, y se pagaban en oro
labrado, los ·recibió l\1aldonado, y teniendo de costumbre remachar las joyas con un martillo
pam fundirlas y labrar tejos de ellas, le dijo á Tnndama que por qué no llevaba junta la
cantidad de oro que fuese ba tante para cumplir la demora; como si pudiera tener tasa lo
que entónces se cobraba sin término; {t que el Cacique respondió con algun desabrimiento,
y ménos sufrido Maldonado de lo que debiera, le dió con el martillo en la cabeza y lo mató.
Lástima bion considerable y caso en que se experimenta que la reconciliacion entre dos
enemigos es fuego disimulado en las cenizas de dos cor::\7.ones, que con cualquier soplo do
ira descubren los incendios con que se abrasan. Este fin tuvo Tunda.roa., varan constante,
que pasó por todos los esta.do~ de fortuna, desdo un nf\cimionto feliz hasta una muerte
desastrada, y desde el dominio del baston y del solio ha8ta la. sujecion del tributo y la.
oÍl'enta.
Bien arrepentido ::M:aldonado despuos del suceso, so quejaba siempre do su cólera y
poca prudencia; mas despues que llegó Miguel Diez de Armendariz á. gobernar aquel Reino,
le hizo cargo por este delito y otros castigos ejecutados con exceso y lo privó do 108 reparti-
mientos que tenia; pero él, dá.ndose por agraviado y apelando al Licenoiado Pedro de la.
Gasea, que por aquel tiempo gobernaba los Reinos del Perú, pareció ante él y supo darse
tal maña en el Tribunal superior que tenia, qne lo dió por libre y restituido á sus Enco-
miendas; y sin embargo ni falta, quien alabe á Gasea. de justiciero ni faltó quien lo acusase
de omiso. Tan vaTio es el sentir de los hombres y tan diversas las resoluciones á que obli-
gan las circunstancias que concurren en los negocios. Vuelto Mallollado al Reino, porque
lo digamos de una vez, vivi6 lo restante de Sil vida como cl'Ístümo y honrado caballero; y
de~pl1es de él Alonso ,Maldonado de Carvajal, su hijo, que le sucedi6 en la Encomienda"
aunque p~r su temprana muerte faltó suce8ion legítima, y Duitama se incorporó en la coro-
na real des pues que sus naturales ganaron el renombre de los más valerosos de tierra fria,.
Sncedióle á Tundama en el cacicazgo, reducido ya á ménos soberanía y más cortos términos,
un sobrino snyo á quien bautizó don Fr. Juan .de los Bárrios, primer Arzobispo de Santafé,
y 10 llamó don Juan, cuya muerte no fcé mónos lastimosa que la del tio, por culpa del doc-
tor Luis de Meza, uno de los Oidor'es de Santa.fé, como refiere Castellános, pues con fin de que
le descubriese la parte donde tenia oculto su tesoro, lo trató con tal rigor, que despojá.ndole
de sus vestid mas, ligadas las- manos atras y con una soga al cuello, lo hizo pasear pública-
mente á vista de sus vasallos por las calles ue su misma corte: afrenta que sintió tanto que

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194 FEnNÁNDEZ PIEDRAIlÍTA. [Lm. VII.
se ahorcó él mismo, sin que lo viese alguno de sus criados; si bien como entónces no faltaba
cuchillo para semejantes Jueces, no se le disimuló ti Meza este delito con otros, como di-
remos d~spués.

CAPITULO VI.

MONTAL VO DE L uao ENTRA EN EL REINO POR LOS LLANOS, Y EL CAPITAN


LANCIillRO Á LA CONQUISTA DE MUZO, DE DONDE SALE DERROTADO POR
LOS PANOHES, y GALEANO PROSIGUE LA GUERRA CON EL SABOYÁ CON
MALA FORTUNA.

UANDO salió de Coro el General Nicolas Fedrcman en demanda de su gente, que le


C esperaba en el Tocuyo á cargo del Capitan Diego :Martínez, dejó en aquella oiudad al
Capitan Lopa 1\Iontalvo do Lugo, caballero natural de Salamanca, grande amigo suyo, que
prometió seguirle en la jornada que emprendia con la más gente que pudiese juntar en
aquella gobernacion. Apl'emiftbale su palabra al cumplimiento de la promesa, y habiendo
levantado una compañía de hasta cuarenta hombres, siguió los pasos de Fedreman en
demanda del rio Meta, que era el blanco de todas las entradas que se hacia n de Coro y Ma-
racapana. Llegó COIl su gente á Barequizimeto al mismo tiempo que el Capitan Pedro de Rei-
noso volvía derrotado al propio sitio con una tropa de soldados, habiéndose dividido de
otra que llevaba n. su cargo el Capitan Diego de Lozada, que In. una y otra eran reliquias do
la última entradn que hizo el Gobernador Antonio Sedeño. Alojáronse los dos Capitanes en
Barequizimeto, muy vecinos el uno del otro, y tratáron e al principio con mucha amistad;
pero habiendo entendido Lopo l\1ontalvo que la gente que llevaba; ReinoRo era sin órden del
Rey, y lo demas sucedido en la jornada. de Sedeño, prendió al Capitan Reinoso, y envián-
dole preso á Coro, y de alU á Santo Domingo, le quit6 la gente con que reform6 su campo,
y siguiendo las mismas pisadas de Fedreman con varios trabajos y encuentrOS de los indios,
llegó despues de algunos meses h Fosca con ochenta hombres, y de allí ó. la ciudad de San-
tafé, que fué por los fines del año de treinta y nneve, 6 principios del de cuarenta, donde
rué muy bien recibido, así por el socorro que metia de gente en el nemo ó. tan buena co-
yuntura, como por la calidad do la. pe1'f;ona, de quien ya se tenian buenas no1.Ícias.
Gobernaba cnlónccs el Ueino (e !UO dijimo.) Hernan Pél'ez de Quesada, deseoso de
emplearse n nlguuM facciones de l'eputacion, y halláLasc con él Luis Lanchero, hombre
noble y Capitnn que habia sido de la guarda del Emperador, sir"iéndole en diferentes em-
presas, y sido uno de los que se hallaron en el aco de Roma: y aunque RUS servicios pu-
dieran detenerlo en España con bieu fur..dadas e. peranzas de sus medl~as, corrian en la
Europa. tan vivas las noticias de la mucha riqueza de las Indias, que, olvidado de sus pre-
tensiones, PMÓ á. ellas por 10R fines del año de treinta y cuatro, siendo uno de los soldados
m{I..c~ principales del GoLernador :rerónimo Hortal, á quien so habia concedido el gobierno
de Tierra firme (como dijimos) desde las bocas del rio Marañon hasta la ensenada del
puerto de la BurbUlratn, que era término del gobierno de los alemanes. Pero como en lle-
gando Hortal h la fortaleza de Pi1ria nombrase por su Teniente general á. Alonso de llerrera
01&1Ia, Oabo del presidio, fué tan grande el sentimiento que hicieron Luis Lanchero y Juan
de Castro de no ser preferidos en aquel cargo, que le dieron sus quejas con má.s libertad y
arrojo que permite el respeto militar debido á los superiores. Con esta ocasion la tuvo el
Gobernador para ponerlos pres0s en la forta.leza, miéntras diRponia lo necesario para la COI1-
quista de aquellas provincias: y siéndole preciso tomar la vuelta de Cubagua, se resolvió á
Heyarlos aprisionados en el mismo navío, pareci6ndole que si los dejaba en la fortaleza, y
siendo, como eran, hombres de mucho espíritu, les daba ocasion para que on ausencia suya
moviesen alguna ulteracion en el campo con sus parciales. Habíanle puesto á Luis Lanchero
unas esposas para más seguridad de su persona, y :1. poca distancia del puerto dijo le lasti-
maban, y pidió se las quitasen para reconocer la parte de donde le venia el daño: y en
quitándo:;elas las arrojó al mar, de que fle mostró ta.n sentido el Gobernador, que mand6 lo
atasenj pero él bizo tal resistencia, que alborotó el navío, y llegarall-á más rompimiento, si

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CAP. VI.J lIlf1TORIA DEL NUEVO REINO. 195
Rodrigo de Niebla, valido de lIortal, no tomara sobre su palabra. presentarlo en la cárcel de
Cu agua, como 10 hizo con él y Juan de Castro, aunque tÍ pocos días de prision rompieron
la cárcel, y ganando una iglesia (aunqlle los sit.iaron) se defendieron tan valerosamente que
se eSCc'\pn.on, y corriendo varias fortunas arribaron R Marac::.ibo {¡ tiempo que pudieron en-
tra:- tÍ la conquista del Nuevo Reino con Fedreman, dando siempre en las ocasiones de más
riesgo señales del yalor con que toda su vida eufrieron las adversidades civiles y militat'es.
Con este conocimiento q.ue t.enia Fernan Pérez, y la conveuiencia que hallaban sus
ali dos de quitarle de la vista un hombre de tanta resolucion y entereza, dispusieron Re le
dicse alguna conquista en que apartándole de sí emplease sus brios, Era la más ú. propósito
,para estos designios la de los Muzos y Colimas, de quienes corria fama de buellOS guerreros
y de que habitaban una de las provincias más {l!~peras del Nuevo Reino. Dió:ela Fernan
Pé ez, con facultad de 11e"'8r consigo toda la gente que quisiese Reg111rlo, No 10 paroció en-
tÓüces n. Lanchero empre a de tantas difioultades como representaba la fama, y se encon-
traron después; y así, pareciéndole que con cuarenta infalltes y algnnos oaballoR podrin. en
pow tiempo allanar la tierra, dispuso esta compañía, y con uuen suceso, habiendo penetra-
do en la provincia de Ebaté, en que,muohos de sus unturaleR estaban de guerra, arribó por
la parte de Turtul' ú. los umbraleR de Muzo. Yace estn. provincia de 10fl Muzos 6 Muuzna,
tan celebrada en el mundo por la riqueza de las esmeraldas que cria, veinte y cuatt'O leguas al
Nt,roeste de la ciudad de Santafé, y tiene su principal poblacion en siete grados de latitud
al Norte, Es toda ella de tierra montuosa, caliente y húmeda, mny esté,'il para crias de ga-
nados y semillas de E paña, y no muy abulldante de las naturales, Desde todas lns sierras
que tiene se desoubren laR guardas del Norte y del Slll', qne CA una cruz formada de cuatro
eRtrella : y por fines de agosto y quince de Marzo no hnce ~sombra el sol de medio dia por
ninguna pa.rtc, Sus moradores eran muchísimos y tlm bnrbaros, que afirmaban que n.l prin-
cipio del mundo hubo de la otra banda del rio grande de la l\1agd:dena una somhra de hom-
bre que siempre estaba reoostada, á quien llaman en Sll idioma Are; y que esta sombra.
labró en madera los rostro de algunos hombrea y mnjereR, y echándolos en el agua, se le-
"antaron vivo, y los casó y dividió de .. pue para que culti vasen la tierra, y luego Re des-
apareci6, elejílndolos por primeros padres de todoR los iudios.
En los mús de sus ritos conformaban con las demas naciones del Reino, ménoa en los
que aquí expresaremos, como fueron, no tener por DioHe" ni adorarlos por tales, al sol ni á
la luna, porque decían que estos planetas se hicieron despues que los Muzos fueron criados;
aunque para más prueba de su barbaridad llamaban al sol padre y madre A la luna. Ouando
moria el marido de muerte natural, entraba el hermano del difunto heredando la mujer;
pero ouando ella era la causa ele la muerte, noo taba obligado el hermano á recibir la mu-
jer en herencia: y aunque esto es muy raro en las Indias, una de las costumbt'e¡: máR sin-
gulares do aquella uacion era la qnc observaban en el matrimonio; porque en teniendo la
hija diez y sois años, algo más 6 mónos, concertaban los parientes el ·casamiento sin darle
pnrte á ella: y ajustado el trato, iba e1 de posado {L ver 1\ la novia. y la asistia tres dtas
continuos halagándola, n. que ella correspondia todo aquel tiempo dándole de palos y puña-
das; mas habiendo pasado los tres dias, se aplacaba y le guisaba la comida envi{'ndosela con
su madre Ó parienta m{ls cercana, A esto se añadia que miélltras duraba aquella luna ell
que acaecía esto, dormian juntos sin que se consnmase el matrimonio, pena de que la ten-
drían por mala. mujer, y él asistia n la labor de una sementora para la desposada, acompa-
ñ~do de la sueO"I'I\, á quien entregaba las donas, que eran unas faldillas con ciertos caracoli-
llos pendientes, que llaman suches, y suenan juntos {t, la mauera de casü<'\beles roncos.
Si tal vez la mujer oometia adulterio, sucedia flechnl'se el mm'ido y matarse con el
enojo de su agravio, y si no queria exponerse ó. e, te daño, se daba por satisfecho con qnebrar
cuantaR ollas y vasijas de barro y madera tenia, y se iba. al monte má cerrado, donde se
estaba un mes, basta que la. mujer tenia la. casa proveida de otras vasijas, y lo iba á buscar,
pero en hallándolo lo arrastraba de los cabello~ y le daba ele coces, hasta que desca.nsados
volvían conformes á su casa: y si acaso el marido que Re flechó moria. se lo ponian muerto
los pariente sobre las rodillas á la. mujer, y lo habia. de llorar treE! di as, sin comer ni beber
más de una poca de chicha: y pasados los tres dias In. echaban de casa, tostaban el marido
al fuego, y tostado ]0 ponian sobre una barbacoa, que le sel'via de túmulo, armado eon sus
flechas, macana y capacete, y 10 enterraban al fin df'l año, ti qne no nsistia la mujer, porque
todo aquel tiempo andaba vagando, sin que algnno le diese de comer, por 10 cual se retiraba

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196 ll'EltN..\NDEZ PIEDU.AHíTA. lLIB • .VII.

Bola n cultivar la tierra pa.ra sustentarse, hasta quo fenecido el entierro iban sus parientés y
los de su marido, muy conformes, y la llevaban con honra, y como á talla casn.ban segunda
vez. Fueron antiguamente, y en diferentes tiempos, sujetos los 11uzos á. los Nanras, gente
feroz, y á los Mozcas, que los oprimieron más con la muchedumbre que con el brío; pero
mostráronse despues tan valerosos, que lanzaron de su provincia los Mozcas á los términos
de Simijaca, Saboyá y Vél~z, y á los Nauras á la estrechez del paia que média entre los dos
l'ios de Carare y la Magdalena. Sus principales armas eran flechas en'\"enenadas, á que da
muchos materiales la tierra, abundante de culebras, yerbas ponzoño~as y escorpiones. Son
más ardidosos que todos los demas indios del Reino en valerse de hoyos disimulados, trampas
_ ocultas, puas euvenenadas, fortificaciones y forma de acometer y retirarse; con que habien-
do causado infinitos daños de!<pues en las fronteras y en las entradas que hicieron algunos
Capitanes, llegaron á poner su conqlli. ta en términos do imposible, si el descubrimiento de
las esmeraldas, de que t,rataremos despues, no hubiera facilitado la empresa á la obstinacion
da la codicia española. A esta provincia, pues, llegó el Capitan Luis Lanchero, como dijimos,
tÍ los últimos del año de treinta y nueve; pero con tan mal suceso por estar avisados los
Muzos de los indios de V élez, que lo salieron á recibir {l la entrada del monte con la.~ arma s
en las manos: y aunque peleó tan valerosamente que obligó á los indios á que se retirasen
dejándole libre el paso de sus provincias, fué tan gl'ande el brio y destreza con que le aco-
metieron, que le mataron de aquel encuentro seis espa~oles y le hirieron ocho.
No por esto desmayaron los Muzos en convocar nuevos tropas para su defensa,
resueltos á morir {lOtes que sujetarse á los nuestros: ni á Lanchero le pareció convenia á su
reputacion desistir tan á los principios de la empresa, aunque reconocia ya por las primeras
experiencias quo aquella conr¡nista necesitaba de más fuerzas que las suyas, aunque fuesen
dobladas: y así, aliviada su gente y más prevenido de armas defensivas, penetl'ó la tienfl.
(que es de las más ásperas de todas las Indias, y tal que en ella solo sirven de embarazo los
caballo ), dejándole los Muzos con buen ardi<.l de guerra entL'::l.r en el COl'azon de la provincia,
que sobre ser e téril tenia l'etil'lldas las vitun.l1as: y cuando vieron el campo español tan
falto de alimentos que necesit6 de comerse los pocos caballos que llevaba y de sustentarse
con raíces de árboles y cachipaes 6 pisbaes (de que ya hemos tratado y abunda aquella
provincia.) , dieron tan repentinamente sobre Lanchero, que le mataron doce hombres y lo
hirieron otros; más fué tanto lo que aquel ditL y los tres siguieútes obró el Capitan y los
suyos, para no ser de todo punto deshechos, que se retrajeron los indios como asombrados
de que en tan p090S hombres se baIlase tanto valor: siendo lo más cierto haber tenido de
BU parte socorro particular del Cielo, pues de otra suerte no fnera posible sostener el
impetn de más de diez mil indios tan valerosos como podinn serlo los más famosos del
mundo.
Con estos malos sucesos detormin6 Lanchero, mal herido de un flechazo en 108
pechos, salirse de la provincia, dejando para otro tiempo la conquista: discurria, empero,
que siguiendo la derrota por la mi ma parte que habia entrado, se exponía á. que forzosa-
mente lo rompiesen los indios en la retü'ada: y cuando sucediese dejúrsela libre, ba¡¡taria la
penuria de víveres que padecía flU gento para consumirla on tan peligrosos caminos. Por
otra parte lo tenia confuso la falta de noticias de otro alguno que lo sacase de tanto abismG
de riesgos, aunque segun las que le daban algunos prisioneros y el tanteo de la demarca-
cion que hacia, se hallaba muy cerca de los Panchos, nacion tan feroz y atrevida como In.
de los Muzos, aunque ménos temida de Lanchero, por parecerle que la cogia descuidada de
estos desiO'nios: y así, pensando más en su consiueracion el riesgo notorio de penetrar otra
vez. la provincia de los Muzo!'!, que el contingente de hallar oposicíon en los Panches, 1'e801-
vió aventurarse por su pais, y con el mayor recato que pudo, levantó su campo y gaiólo por
aquella derecera, más no tan secretamente .que avisados los l\1uzos por las espías que tenina
n. la mira, no .siguiesen inquietándolo continuamente hasta que lo lanzaron de su provin-
.cía y entró en la de los P::mches, que por no estar prevenidos le dieron lugar para que 6.
largas jornadas, y dejándose muertos los más de los heridos, por falta. de cnra y actividad del
veneno, saliese denotado por los dos Valles de Chinga al de los Alcázares, y de allí á Santafé,
.donde lo dejaremos para proseguir con los sucesos militarE:s de GaleRno, y hasta que la gue-
rra de Muzo dé materia más sensible á la pluma,
Dejamos á. Galeano victorioso del Saboyá y Thisquizoque, oblig{mdolos segunda vez
.á qlle se retrajeeen acobardadas sus tropas, pOreple Ú Sl1 despecho vieron saoar libre del hoyo

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CAP. VI.] HI~TORIA DEL NUEVO REINO. 197
nI español quo habia caido en él: por 10 cual, no teniéndose por seguraR en los mn!'l fuerte~
sitios que habia previsto la destreza del Saboyá para su retirada, y sin bastar su f\l1Loridad y
la de Thisquizoque para detenerlas, dieron principio ú desmandarse por diferentes partes,
pareciéndoles que flolo tendrían seguridad en la fuga los que no tuvieron dicha en el encuen-
tro. Así lo aconseja el miedo cuando tiene \"oto en los acuerdos arcanos del corazon, y nsí
lo ejecutaron 108 indios; pero no tan ciega::nente que no eligiesen por seudas para huir las
que se hallaban libres del daño prevenido para último arresto de su venganza: y pata cla-
ridad de lo que escribo, es de advertir que estas naciones mataron mnchas veces más espa-
ñoles con la disposicion de una india vieja que con todas la.-s armas que usaban; porque á
ésta la enviaban prevenida de puas envenenadas y sutiles para ponedas en los camillOS y
pasos forzoRos por donde habian de pasar los españoles, y ella, bien instruida de su mala
inclinaeion, las sembraba tan fijas y ocultas, y con tal órden, que raras veces se reconocian,
hasta que con la herida avisaban del peligro. De esta traza, pues, e habian valido en la oca-
sion que refiero, yasí muchos de los infantes y penos se la timaron, sin que se hallnse reme-
dio para escapar de una muerte rabiosa, sino fué en Diego Ol'tiz, que se COI'tó la parte herida'
y la cauterizó oon fuego. La necesidad de acudir á este peligro les dió traza á los infantes
para escapar de él, usaudo de antiparas flstofadas de algodon por las plantas, cuando cami-
naban por luO'ares sospechosos, y era remedio tan á propósito, que si tal vez encontraban las
puntas delicadas, se rompían en el colohado sin llegar á lastimar la carne : aunque Bucedi6
que cierto soldado, natural de Portugal, llamado Antonio Pérez, e 'tando bien confiado del
reparo que le había dado la piel gruesa de una danta contra el rigor de las poas, y no repa-
rando que con el rocío del agua qne habian recogido las yerbas, se le habia ablandado el
calzado que hizo de la piel, se lo atravefió una de aquellas puas envenenadas, y con haberle
picado ap~nas en el pié, murió al día séptimo, sin que le aprovechase remedio, con lástima
de todos y bascas furiosas del paciente: tan fieros y nocivos eran los IDh'\:toS ne aquella oon-
feccion venenosa.
Apremiado Galeano más de este peligro que de las armas enemigas, desamparó aque-
llas poblaciones y pasó IÍ la provincia de Chebere (una de las que permanecieron más obsti-
nadM en la rebelion del aboyá y sus coligados), ó dc,nde se detuvo COIl varios encuentros y
batallas que, por ser todas de una calidad con las que tenemos escritas, sin detener la plum::t.
bastará decir que fneron tan reñidas, que en una sola de ellas, entre otro. muchos herido!J,
sacó atravesado un brazo con el golpo de un dardo y laR timada la pierna de una pua Juan
Fernández de Valenzuela, que en todas OCc:'l iones e habia mostrado valeroso soldado y cau-
dillo, en cuya desgracia 10 imitó Prancisco de Murcia, padre qne fué de otro de BU mismo
nombre y apelliuo, quo dojado el estado del iglo eligió el del sacerdocio j aunqlle e, tos dos
por buena diligencia que se pu. o en onrarlos, vivim'on muchos a s deapnes, suerte quo no
tuvieron Diego .Martíncz y Francisco Fernández do Ezija, excelentes soldados quo murieron
de las heridas, con otros cuatro compañeros cuyos nombres tiene sepultados el tiempo. Daño
fué éste bien considerable, y no se tuvo por menor el <le dos valientes lebreles y una yegua
del Capitan Alon o de Poveda, que murieron tambien en la batalla, tocados de la yerba.
ponzoñosa que usaban los enemigos: de suerte que ya la guerra de V élez era formidable, y
si en los encuentros acaecian muertes ue los espailoles, no les eran tan penosas como la cru-
da hostilidad que padecian sin ver la cara al enemigo, pues en ella perecia lo mejor del ejér-
cito; mas no por su falta malogró algunas buenas ocasiones que tuvo de vengarse de los
daños recibidos, aunquG no Íueron eqnivalentes en la caliuad, excediendo tanto e11 la canti-
dad de los bárbaros muertos, y castigados con el rigor de cortar tÍ unos las manos y las nari-
ces á otros.
Cansado Galeano de tan prolija gnerra (pues ya lo que vamos relatnndo pertenece al
año de cuarenta y uno) en que ha.bia, perdido gran parte de su gente, vacilaba en la resolu-
cion que debía tomar para hacerse temer de aquellas provincias, siempre más pertinaces en
flU rebeldía.. Parecíale que si retiraba su campo de la empresa, hasta reformarlo de geute y
fuerzas consumidas en el trabajo de tantos dias, daba ocasion al enemigo para que estiman-
do su potencia en más, mantuviese la conspiracion, confiado en el ejercicio que ya tenia en
las armas, yen la flaqueza de los nuestros, obligados á manifestarla con su retirada. A este
inconveniente, siempre dañoso, se le oponía otro no ménos perjudicial si queria evitarlo,
pues determinándose á proseguir la guerra en tiempo que se hallaba tan m0noscabado de
infantería, y sin esperanza de alguna recluta on que pudiera consistir la mayor s~guridad,

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108 FBItNÁSDEZ PIEDRAUÍ'l'A. [LIB. VII.

porque los cabanos servian de muy poco entre las asperezas de la tierra, se exponi~ (~ pade-
cer alguna rota de que resultase la pérdida de Vélez y la l'eputacion de las armas española,Q I
en que se fundaba la seguridad de todo el Reino. Puesto, pues, entre estos dos inconvenien-
tes, se los representaba rna ores el recelo de que los Muzos, de nacion belicosa y confinaute
con sus enemigos y la más lDteresada en los buenos sucesos q ne tnviesen, hacian liga oon el
Saboyá. y Thisquizoque, con protesta firmQ de DO soltar las armas hasta. lanzar de la tierra
á los españoles, union de que podia esperar roncho daño y peores consecuencias; y fundábase
en que habiendo entrado en a,quclla provincia por fines de este añc> de Cllat'ellta el Capitau
Lnis Lanchero con órdeu de Hernan Pórez de Quesada, le habian obligado 10R ~Iuzoo con la.
resistencia y vldor que mostraron á q ne salie 'e derrotado pOl' tierras de los PancheR, no
atreviéndose IÍ su:tentar la guerra con cincuenta hom1:-res que meti6 á la conquist3., de quie-
nes habia perdido la mayor parte: y así) cuidauosos los Muzos de RUR interese. y con fin de
oponerse ú doscientos hombres que He prevenian contra. ellos, era. muy veroslmil (y 10 acre-
ditó la experiencia por cierto) que hacian confederacion con el Saboyá y Thisq uizoq ne, para
dividir las fuerzas españolas y auxiliarse en cualquiera. ocasion de aprieto que se viesen
acometidos.
No se ha.bian hallado ménos cuida.dosas del suceso de Gn,leano las ciudades de Santa-
fé y Tunja, conociendo que las guerras de la rnuias no son ni fueron cuando ú la entrada
de los primeros españoles se rindieron los natnrales más al espanto de los caballos que á las
armas; sino cuan/lo de engañados de que no eran inmortales sino hombres sujetos á las
pasione~ comunes, t(.maron la' armas acreditándose guerreros eu las rebeliones: y así, pre-
venido buen socorro de infantes y cabaIlcm, lo encaminnron fÍ. V élcz y de allí pasó en deman-
da del campo e pañol, llegando á tan buen tiempo tÍ Cheuel'e, que sacó {, Galeano de las
dudas en que se hallaba, con qno animoso pasó Íl Tnrinngá, donde encontraron famosas ciu-
dades abastecidaH do cuantt\ vitnalla bít!:ltó para proseguir la guerra. Estaban fOl't:ficados sus
naturales con hoyos y puas, traza cOlUun de que ya se valian aquellaR naciones para uetener
la furia de los caballo:, y para no ser cogidos sin prevencion tenian ocupados los pasos del
pais con gente de guerrA., Pero los españoles, escnrmentaclos en los pasados bnces, marcharon
con el recato necesario, descubl'iendo los engaños provenidos; mas 110 tan favorablemente que
no fuese con pérdida muy sensible, pues murieron heridos de las puns Baltas¡n' Momtiu y
Pedro do Alvarado; y tanto fué mlÍs grave el daño cuanto se dilató la vengnnza, pues al
tiempo que se comenzaba la. guerra en Tunungll. y al en que los dos campos se hallabnu
necesitndos de romper en batalla, lIcgú al español un aviso de V élez en que le daban cuenta
de cI)mo Rubia al Reino O'ente de la costa, segun ,'e colegia de la 1'elacion de lo: indios; y que
si fueso verdad (que DO la. dudaban) era cierto ir con lla Dllev Gobernauor proveido por
la Andiencia e pañola, q ell aquellos tiempo:'! tenia bien uilatada juri diccion. Con esta
nueva. le pareció ú. Galeano y dellla~ Cabos suspeuder la. "Ilerra para mejor ocasiou, como si
aquélla uo lo fuora, pareciéndoles quo 1 s interefles aHegnrndo, que toninu en la: tres ciuda-
des se debían preferir n los conting~ntes: y así lo ejecutll.fon volviondo caua cual ó. la ciudad
ele donde era vecino, aunque por alrrun fiu particlllar, y lo mús cierto por versO con el nuovo
Gobernador, s~ quedó en la de V qez el Capítan Juan de Rivora, que ya era por fines del año
do cuarenta ó principios del sigllietlte, miélltras Hoberbio el. aboyá, con asaltos y correrías in-
quietaba, auxiliado tlo los Muzos, la.s provincias pacíficas con muertes y robos de los indios
l\Iozcas.

CAPITULO VII.

ESGUAZADO EL CAUCA, PU IGUT~ J RGE ROBLED SUS DE. 'CUBRIMIEN-


TOS IIA. TA FUND_\.R LA CIUDAD DE CARTAGO.

D EJAMOS el nño pa..<!ado en la villa. de Allscrma al Gapitan Jorge Robledo de vuelta de


algunos descubl'imientos logrndo~ más con arte que fnerzn, y entrado el año de cua-
renta, so hallaba deseo~o ue pro, eguirlos por la. otra banda del Canea, empresa {t que ~e
resolvió aun con todas las dificultadOR que representaba el esg uazo de tan caudalo. o rio y la.
noticia de las nacioncs guerrcms á quo se cUlldueia, por ser do corazon ambicio~o de fama y

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CAP. VII.] HISTORIA DEL NUEVO UEINO. 19D
hallarse aaistido de la gente prlÍ.ctica que subió do Cartagcna. Para este fin acordó depositar
los repartimientos de indios eu los que pretendian quedar por vecinos, y dejando en su lugar
al Capitan Huy Vanégas, salió de Anserma con cien infantes y treinta caballos, llevando por
Maese de campo al Comendador Hernan Rodríguez de Sousa y cuatro Capitane~, que lo
fueron Alvaro de l\fendoza., Martin de Amoroto, Gómez Fernnndez y el Capitan Vallejo,
con muchos buenos soldados, de quienes falta noticia, aunque no de todos, pues se hallan
memorias en diferentes escritores de haber seguido esta mccion Antonio Pimentel , Alonso
<le Villacreces, Berl'obi y Santiago, que habían mejorado de las heridas que recibieron en el
Daríen, Diego de Mendoza, Pedro de Ciesa de Leon, que escribió esta conquista de Popayan
y la del Reino de Quito; Francisco de Avendaño, Martin de Arriaga, Giraldo Gil, Juan de
Frades, Pedro de Velasco, Juan de Tórres, Francisco Pérez Zambrana, Pedro López Patiño,
Gerónímo de Tejelo, Pedro de Bárrios, Juan Rubio, Alonso de Hóyos, Pedro Cobo, Pedro
Solano de Quiñónes, Antonio nedondo, Márcos Márquez y Francisco de Frias, que iba por
capellan del ejército: que llegado al pueblo de Itra, ]Jor donde se angosta. algo más que en
otras partes el Cauca, fabricó ]a necesidad ciertas balsas de guaduas en que pasar los caba-
llos y el corto bagaje que llevaban y permitian las nuevas conquistas, bastando para condu-
cirlas tÍ la otra ribera que dos indios nadadores fuesen delante tirando dos bejucos que iban
atados de las balsas y otros dos indios á la popa, que sirviéndole8 de timoneros gobernaban
flquel mal compuesto bajel de cañas. Los infantes atravesaron el rio de uno en uno puestos
entre dos guauuas unidas por los extremos con dos barrotes ligados, á quienes gobemaban 10R
indios nadando en la misma forma que á las balsa.s mayores, sin que llasU\ aquol tiempo se
hubieso visto semejante. traza de esguazar rios aun ménos peligrosos, cuyas dificultados y
trabajos dan clara muestra de la grandeza de ánimos y robustez de cuerpos quo por entónces
se criaban en estos Reinos de España.
Esguazado el Cauca, despachó embajadores Jorge Robledo á los señores de la provin-
cia de Carmpa ofreciéndoles RU amistad; y considerando ellos que sobre la guerra que tenian
con Picara, provincia enemiga, no les podia estar tÍ. cuento la do los forasteros, la admitieron
con gusto y con el mi mo los tuvieron alojados en su pais cuarenta dia~, socorriéndolos con
víveres y presentes de joyas de oro, y lo que fué más, con la noticia do que atravesada la
cordillera. de los Andes hallarían la rica y deleitosa provincia do Arbi, y ántes de atravesarla
las de Picara, Paucura y Pozo, abundantes do oro y pobladas de tanto gentío, como se reco-
nocería do las guerras que su tentaban unas con otras. Con esto aviso determinó Jorge Ro-
bledo pasar á ellas pidiéndoles gente de guerra que lo anxiliase en la que pretendia. hacer á
los que no lo admitieseu de paz. Los de Canapa lo tllvi~ron á bien, mús atentos á la ven-
ganza de sus agravios antiguoR qne á la obligacion de la reciente amistad, y diéronlo cuatro
mil Gandules con que pasó á. Picara, provincia algo mayor y tan rica como la suya, dondo
sus moradores habian tomado las armas; si bien despues del eetruendo militar, que terminó
todo en ameUfLzas, huyeron con infc.mia, dando lugar á que los Carrapas en su alcance mata-
Sén algunos y aprisionasen otros, que muertos despues tÍ sangre fria, se comieron en señal do
su trofeo. Con semeja.nte suceso tuvo ocasion el Capitan Robledo de enviarles embajador
()frecién<loles de n nevo la paz, y admitiéronla temerosos de los perros y caballos, ocurriendo
á dar la obediencia al Rey con la demostracion de un rico preseuto de joyas. En todo lo
cual se detuvo veinte días, pasando al fin de ellos n la provincia de Pozo, donde los Caoiques
tenian ti los umbrales de sus palacios grandes fortalezas fabricadas con paredones do guaduas
más gruesas que el muslo, sobre quienos cargaban barbacoas de las mismas cañas á manera.
de azoteas, en que so hacia n los sacrifici.os de carne humana y desde donde las vigías atala-
yaban la campaña.
Corre esta provinoia desde los confines de lo!) Carrapas, Picaras y Paucures, quo la
ciñen por la una parte, hasta llegar con SU'i poblaciones á beber las aguas del Cauca. Sus
indios, en opinion de algunos, competian en valol' con los Pijaos: jamas soltaban las armas,
aun cuando labraban los campos: todos los mártes sacrificaban dos hombres á un ídolo que
tenian de madera, tan grande como un hombre de perfecta estatura, COIl los brazos abiertos
y puesto ell'ostro al nacimiento del sol. A los que aprisionaba.n en la guerra tenian <mce-
rrados en casas destinadas para ello, donde los regalaban hasta que engordasen, yentónces
los conducian ó. las plazas en sus mayore~ fiestas, y haciéndolos poner de rodillas los obligaban
n que inclinasen las cabezas para matarlos, dándoles en ellas con gruesas macn.nas; lo cual
obedooian los miserables cautivos tan sin mostrar flaqueza, que más parecia voluntaria que
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~oo ,,(f'EHNÁNDEZ PIEDRARí'fA. [LIB. 'U...

violenta su desgracia. Pl'eciábanse de traer su origen y derivar su nobleza de la provincia·


de Arma, á. quien imitan en el idioma y costumbres, y era Capitan general de' todos ellos su
Cacique Pimaraque, formidable tÍ sns enemigos por las victorias conseguidas de los Carrapns
y Paucures, y tan despreciador de los nuestl'Os, que uespues de celebrar grandes sacriticioR
tie carne humana, alistó seis mil de ellos determinado á defender el paso de la sierra, dondO'
sa acuarteló' hrioso.
Los españoles marohaban n este tiempo nn rio abajo entre las amenidades de frescas
nrboledas, y bien descuidados de encontrarse con enemigo tan fiero en cam paño. tan hermosa;
pero atentos á la co!;tumbre, iban sobresalientes los Capitanes Jorge Hobledo y Alvaro 00
l\lendoza, Antonio Pimentel, Suer de Nava, Giraldo Gil, el Capellan Francisco de Frias y
un trompeta, cuando oyendo el rumor sordo que formaban los bárbaros, lla.maron al Maese-
de campo, que acudió luego con Pedro de Ciesa, Pedro de Velasco y otr0i3 infantes y caba-
llos que, juntos y ordenados, comenzaron á repechar la cuesta, persuadrdos á que no podrian
hallar campo alguno que resistiese sn primer encuentro; aunque los tercios de ocho mil Ca-
rrapas y Picaras que los iban: auxiliando, mostraban temor de-llegar, á batana con los Pozos,.
cuanto ellos mlls atrevimiento, llamando á los españoles mujeres, y diciéndoles otL'as seme-
jantes injurias, hasta que ganada la cumbre por Jorge l~obledo, y avanzando con los caba-
llos que le seguian, apellidando á Santiago, rompió por el escuadron contrario sin recibir
daño alguno de la multitnd de dardos <fUe le arrojaban; pero como advirtiese que su trom-
peta peleaba sin rodela y temiese más el ajeno que el propio peligro, dióle Sll adarga, y
habiendo muerto cuatro indios con la ballesta, tomó- otra vez la lanza;, y peleando con ella,
eonvidábalos á voces con la paz, tÍ tiempo que el tiro de un datrdo le atravesó la mano de-
recha, obligándolo tÍ desmontar del caballo por no perder ta lanza, aunque con peor suceso,.
pues al poner el pié en tierra le arrojaron otro dardo que le entró un palmo P9r la -espal-
dilla; en cuyo tiempo, apretado ~l enemigo de los españoles, que ya tenian ganada la cumbro,
huyó tan desordenado, que en su aleance tuvieron bien que cenar y en que- despicar su
enojo los indios auxiliares.
Los nuestros, que ya se haUaban victoriosos, viendo herido á S~l Capitan, bramaban
do coraje juramentados de no levantar la mano de Pozo hast<'l. vengarse, que brevemente-
consiguieron, pues poco más adelanto del sitio de Ia batalla tuvo el Maese do campo noticia
de que hasta mil Gandules con sus familias se habían fortificado en un pellol vecino, y on-
eaminúndose prestamente :i él lo sitió pOl" la parte baja con 108 indios amigos y ganada la
cumbre con sus infantes, y cchando por deIante los perros, que á dos boca.dos abrían aque-
llos miserables cuerpos hasta las entrañas, los atemorizó, do suerto que, huyendo de aquol
destrozo, elegian el despoño dejlÍDdo. o caer do los riRcoB, ó qucdalmu ni al bitrio de los
Picaras y Carrapas qne, como enemigos mortales suyos, no dejaban lUdio grande ni pOCJ.ueño
que no matasen para comérselos crudos en el fervor del combate, de que resultó volver al
Real oon doscientas cargas de carne huma.na que les sobraron para remitir de presente á sus
tierras, cuyo estrago, difundido por la provincia, neoe itú á lOH POZOfi tÍ <t uc admitieson la
paz, aoudiendo al aju to de ella con ¡:'cos pre. entes de oro que hiciet'on tí. Jorge Roblodo;
quien hallándose mejor de las heriuas, despidió los Picara., y Carrapa , y con las tropas do
Pozo pasó á Paucum, donde gobernaba Pimaná, onemigo suyo, y tan cauteloso, que prove-
nido do víveres para los españoles, y aceptada la pa.z, derramó V 0'1; de quc los indios de
Pozo ha.bían muerto algun ganado do cerda del que los nuestros dejaban rezagado, de que
senLiuo Robledo y quojoso de que ItO se le guardase ami tad, mandó ú Suer de Nava que
con cincuenta hombres fnese !í castigar el atrevimiento, tan en gracin. de los Paucures que,
convocados hasta tres mil de ellos, siguieron tÍ los nuestro, por no perder la ocasion de
éll'rtúnar á sus contrarios, y entrados los unos y otrQs en 01 pais do Pozo, sin más avcrigua-
cion del delito, so dieron tÍ saquearlo y destruirlo, biendo lo más honoroso de 1'1t hostilidad
llevarse los de Paucura do'Scieuto~ hombres en cuartoR, para comérselos con fiere7.a. tan re-
cibida entre ellos, que por sustent[(rse de carno humana no habia seguridad de padres á
hijos; pero habiendo parecido el ganado despues del rompimiento, que debiera excusarse, se
nsentó de nuevo la pa.z. -
No teniendo más que hacer en Paucura, se encaminó Robledo á la. parto occid~ntaI
en demanda de la provincia do Arma, :1 qtúen sin razon llama el cronista Herrera la. mn.yor
del Perú, así por no caer dentro de su demarcacion, como por no hacer cabeza entre las
e(luinocciales, si no es que imagiuase comprenderlas todas dentro de ella el que le dió la

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C·Al'. YII.J Iusrr01UA DEL NUEVO UEINO. Wl
floticia; pero 10 ·cierto 08 que 10. provincia es buena, llana y fértil de semilla.s '1 rai-ce8, y
-s obro todo rica de minerales do oro. Sus moradores habitabun en los altos y laderas de las
Isetl'~\Días que .tiene, en casas redondas y capaces de quince y yeinte familias. Hallábanse
medrosos con la fama que entre ellos oorria de que los espa.ñoles partían el cuerpo de un
hombre de un golpe de espada y de un bote de lanza lo atravesaban, y lo que má.s les ponia
horror ero. ~ ponderacion que se hacia de la. furia con que la jara. salia de la ballesta y
velocidad que llevaba, á que comparaban la ptesteza y ferocidad de Jos caballos y perros.
Pero sin embargo de todo esto, y celebrados los sacrificios so'hr~ si les estaria mejor
la guerra que la paz, se resolvieron á poner en cobro sus familias (señal evidente de flaqueza
de 'ánimo) y hacerse fuertes en la cumbre Qe una loma por donde habian de pasar los nues-
tros, Pa.ra este fin llamaron sus tropas, que acudieron reconociendo cada cual su bandera,
que siendo muchas, todas ellas estaban sembradas de estrellas'y otras figuras de oro finísi.
mas. Los Cabos, con ~istosas plumas sobre los círoulos de las coronas de oro con que ceñian
las caBezas, ostentaban hermosura en la. misma fiereza: las patenas y otras muchas joyas de
·BU arreo causaban admiracion, y la mayor fué, como despues se vió, hanar muchos de
aquellos bárbaros armados de pié.'1 á. cabeza con chapas de oro batido, causa para. que á su
provincia llamooen de los Armados, y Arma á la ciudad que despues se fundó en ella; en
cuyo encuentro pudiera muy bien hallar fundamentos para. el crédito de su fábula, el que
derramó la voz mentida del Dorado. Pero toda esta bizarrÍa y prevencion militar que 89
mostraba en la Rierra al estruendo de sus bocinas, "ino á parar en que despues de arrojadas
muchas piedras la cuesta abajo contra los nuestros, que á su pesar subian, se resolviesen IÍ
!Volver las espaldas, en cuyo alcance perdieron gl'l.ill parte de la. riqueza que ostentaron.
Con este buen suceso prosiguió Robledo adelante ti tiempo que las reliquias del-cam-
'Po desbaratado, aumentadas de soconos, le tenian tomado el paso de otra sierra mlÍs áspera
y dificultosa de subir' 6 los caballos: para cuyo remedio y justificacion de cualquiera mccioa
que emprendiese, los despaohó embajadores, ofreciéndoles su amistad y haoiéndoles, por
medio de intérpretes y dos escribanos que llevaba, algunas protestas y requerimientos parA
que soltasen la armas, de que se burlaban ellos respondiéndoles que para qué iban á roba!.·
10 njeuo, que volví sen {l sus (ieN'as, pues ello se estaban pncificos eu las suyas, y le-van-
tanda el grito arrojaban piedras y dardos á los nuestros. Pero Jorge Robledo, al tiempo que
rayaba el sol más ardiente, auimando á sus infantes, lee ordenó qne avanzasen oon rodelas,
hallestas y penos, corno lo hicieron, miélltl'as los cnballos, probando diferentes sendas, la
hallaron para ganar la eminencia IÍ tiempo que los de á pié combatian esforzadamente con
los indios. Mn.s 'stos, viondo sobre sí los caballos y no atreviéndose ft. esperar el choque de
h~ lanzas, desampararon el sitio que ocupaban (y por esta cnnsa se llama desde cntónces el
l)uerto de los caballos), dando tiempo tí q11e lOR nuestros en su alcance hubiesen gran presa.
de joyas, que e acrecentó con la.q que despues llevaron los señores de la tierra á Robledo;
~ol'que ueseugnñados de la '\'entnja. que les tenian los españoles, y no queriendo aventurarse
rollS contra ellos, ocurrieron á pedirle paces, cargados de preE\entes de oro en cestillas de
palma, sin las joyas que separadamente daban tÍ los soldados, J las que al tiempo de beber
10R caballos les ponian dentro del agua, como que tambien necesitaban de ellas para apagar
la sed ó la cólera; y pOl'que de la otra parte de la sierra tenia su Estado Maitama, el mb
poderoso Cacique de la provincia, partió contra él el Maese de campo Sansa con cincuenta
hombres, y aunque al romper del alba encontró algunos indios en una colina con pretension
.de derender la entrada, desbarat610s fácilmente., y al siguiente día se alojó en el cercado de
Maitama, quien, enterado de lo que habian obrado.los demas señores, pidió tambien la paz,
remitiendo para el efecto ,iguale~ presentes pueRtos en algunas varas que llevaban en hom-
bros sus vasallos de dos en dos, de que pendían patenas, coronas, brazaletes y otras diversas
figuras de oro.
Pacificada con esto la provincia, y pareciéndole á Robledo que en ella podria pobla.r,
acordó enviar tí su Maese de Campo.á descubrir el Cauea abajo, donde se encontró con una
famosa poblacion en que resolvió detenerse á la fiesta de la Resurreccion, con cuyo motivo
la llam6 el pueblo de la Pascua, de donde pasó á Pueblo Blanco y al de Zemifara, y co-
rriendo In. provincia de la Loma llegó hasta el pueblo de 108 Pobres, que hace frente á Btll'i-
tioá, dp.I oual revolvió á tiem po que se iban -conspirando todas lns naciones de la provincia
de Arma contra los nuestros, como se reconocia de haber levantado las provisiones, muerto
lo~ indio. y negros amirros que hallaban separados del ejército, y pretendido acometerlo en

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~

~ 202 ' FERNÁNDEZ !>IEDRAHÍTA. [LIll. VII.

'J '-v / su mismo alojamiento, de que receloso Jorge Robledo resolvió dej al' la pl'ovincin tnn do
11 guerra como la halló ft. la entrada; y aunque al retirarse se descubrieron en las coliuas y
1~ montes muchos indios armados, solamente sirvieron de que llamados do Robledo, y llevados
r de la curiosidad y oonfianza de que podrian volver sin daño alguno, acudieron ft. saber lo
( j
~
que pretendía, que fué meterlos en ciertas casal'! que habia allí cerca y hacerles cortar las
manos tÍ unos, y las orejas y narices á otros, para que como correos de su desgracia. mani-
festasen tÍ los Caciques el sentimiento 811yO, miéntras, prodiguiendo su marcha por los paises
de los Pozos, Picaras y Carrapas, se conducia á la provincia de Quimbaya.
Esta provincia se comprende en la demarcacion ó confines de los Pantagoros, de que
tratamos en el capítulo segundo del primer libro, y yace entre las ciudades de Ibagné y
Santa Ana do Anserma, puesta en tres grados de esta banda del Norte al Oeste de Santafé,
y veinte y cinco leguas al Nordeste de Popayan: tendrá cuarenta y cinco millas de longitud y
treinta de latitud, que corren entre lOA términos que le da el río Cauea, hasta las sienas
nevadas de los Andes, toda ella de tierra montuosa, y donde se producen mús guad uas que
en otra pal'te de Indias. Su temperamento ni es frio ni cálido; pero tan favorable ó. los es-
pañoles, que con él se conservan muchos años libres de enfermedades. Hay en ella un vol-
i. can de humo que respira en la gran sierra, bien conocida por sus laderas nombradas de
Toche, en que por una barandilla de piedra, que los españoles han labrado 011 ellas, se baca
<j trúusito de Ibagué á Qnimbaya: de esta sierra bajan muchos arroyos que riegan y fertilizan
~ rp la provinoia, y por los más de ollos hay fabricados puentes de gaaduas que facilitan el poso,
{, aunque asustan con los columpios. Los naturales, así hombres como mujeres, son de buen
parecor. No comian carne humana si no era en alguna gran fiesta: fundian joyas de oro pOl'
la idea de cuantas cosas veían: sus armas eran las comnnos de los Pantagoros, lauzas, dar-
dos y tiradoras. Cuando se congregaban y el vino habia hecho la operacioll que suele en
ellos, se dividían las mujeres en dos escuadrones y los hombres en otros dos, á cuya imita-
I
cion hacían lo mismo los de tierna edad, y al comp~s de cierto són que formaban sus inR-
,~ trumentos roncos, se arrojaban varaR y tiralleras, y acometian, de suerto que el juego rema-
taba en muortes y heridas, f\buso qne hasta hoy permaneco. En sus bailes guiaba uno de
ellos cantando al Rún de dos tamboretes quo llevaba en las ma.nos, y re~pondiau todos cuantos
le seguian, llevando el V:1S0 de vino en la ma.no, de suerte que bailando bebían y cantDban
los trabajos presentes y acaecimientos pasados. Reconocian que el hombre tenia. algo (IUC no
era mortal; pero no sabian distinguir el alma del cuerpo, y lo más singular de ellos era, no
tener ídolos.
A esta provincia, pues, do Quimbaya, de quo iba llotieioso, arrib6 Jorge Robledo
descoso de poblar en ella alguna ciudad; 1 ero la gente, mal contenta de lo que RO le repre-
J, sentaba. Ú. primeras vistas, lo di6 á entender cuánto mejor lo hubiera sido fundarla en alguno
de los paises quo habían desamparado, pues el de Quimbaya mostraba Bel' todo él de caña-
verales, y que, pues ell las prósperas y adversas fortunas tenia experimentado el amor con
que lo habían seguido, tuviese atencion ti sus trabajos, y á que no 108 malograsen por alguna
resolucion incon iderada. Inc1inárase con facilidad á esta propuesta. el Oapitan Jorge Roble-
do, siempre atento tÍ no desabrir á su gente, si otros más cautos en hacer juicio de las provin-
cias de las Indias no le advirtieson el poco caso que se debe hacer de las apariencias, miéntras
experimentl\do el pais no descubre las calidades y secretos que oculta, y lo que convendria
que ántes de elegir otro se reconociese aquel terreno por alguno de los Oabos del ejército.
Prevaleci6 este parecer, y diósele órden al Capitan Suer de Nava para que con una tropa do
infantes y a1gunos caballos penetrase hasta el centro de la provincia, examinando los defec-
tos 6 conveniencias de ella. Hizolo así fi tiempo que todos los Oaciques eran ya sabedores de
BU entrada; pero como hombres más dndol:! al vicio y regalo que al trabajo y la guerra, cui-
daron poco de ponerse en defensa, juzgando quo aquella avenida de forasteros pasaria sin
hacer pié en la provincia. De este parecer fué Tacurumbi, Cacique poderoso entre ellos,
que ambicioso de ganar nombre con los forasteros, Ó atento á no recibir daño de las armas
españolae, sali6 á. Jorge Robledo y le dió un vaso de oro que pesaba muy poco IDónos de
ochocientos castellanos, sin otros menores en que sin tasa ostentó las señales de su
riqueza. '
No experimentó menores demostraciones el Capitan Suer de Nava, pues desoubrien-
do muchas populosas ciudades por la provincÍi\, hasta dar en los términos del gran vallo do
Cali, y rcvolvieu9.0 por diforento camino hasta inCOo.trarse con UobleJo, recogió gran suma

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CAr. l. J HISTOltIA DEL NUE ' O REl ro. 208
de oro con que todos los Hañores de la tierra le acudilln, y él aplicaba pura sí, por no faltar
á la costumbre con que los Oapitanes de Indias las conquistaban por aquellos tiempos. En-
teradn, pues, la gente de Robledo con la reIacion que dió Suer de Nava de las buena!:! cali-
dades que habia reconocido en la. provincia para los intereses ~ que miraban, resolvieron
fundar una Villa en la parte llana que média entre los dOR rios Otun y Quindiu que, sepa-
rados tÍ poca distancia, corren á fertilizar la provincia, y llamáronla Cartago, en memoria de
haberse intitulado cartaginenses BUS pobladores, por haber subido los má.s que iban en el
campo, desde la ciudad de Cartagena, con el lioenciado Juan de Badillo y Capitau Luis
Bernal. Fueron sus primeros Alcaldes Pedro López Patiño y Martin de Aniaga, y dejando
Robledo en RU lugar al Capitan Suer de Nava, con la mitad de la gente trató de pasar á
Cali ó Anserna, donde se decia haber llegado el Adelantado Pascual de Andagoya con la
propiedad del gobierno, de que no se di~gustaba Robledo, por libral'se de los temores con
que se hallaba de Sebastian de Benalc:'tzar; y tan empeñado se veia y6. con la ambicion y
esperanza de conseguir para sí el gobierno de todo lo que habia descubierto, que no acer-
taba. á tenel' resolucion fija en la elccoion del Cabo á quien habia de obedecer.

LIBRO OCTAVO.
El Adelantado D. Alonso Luis de Lugo sale do Espaila para el Nuevo Reino: y arribo. al Cabo do la
Vela. Los Yalcones y Paozes toman laa armas y matan ti. los Capitanea Añasco, Osorio y Ampudia.
Pasoua! de Andagoya se apodera del gobierno de POI ayan, donde Benalclizar lo prende. Reb61anse los
Sutaa y Simijacas, y fortifíoallilc en dos peñoles. Reman Pórcz de Quesada mueve guerra á 108
l?anches, con arios sucesos. Gerónirno Lebron prosigue su jorna.da hasta la ciudn.tl de Vélez, donde lo
reciben. Altéraso lIernan Pórez con la noticia, y Lebron se previene, hasta que romitidllS lna diferen-
cias del gobierno á. los Cabildos <lo Sant:lf6 y Tunja, que no lo reciben, vuelve á. S::mta Marta, sentido
de la. repulsa: fulmina causa contra los conquistadores del Reino, y remite presos con ella á. loa
Capitanea C::u-doso y Juan del Junco.

CAPITULO l.

CON LA NOTICIA DE QUE SE PREVIE E ARMADA EN FRANCIA PARA


LASINDIAS,l\I.ANDANALADELANTADOLUG QUE VAYA Á SU GOBIEU O;
HÁCESE Á LA VELA, Y TOCA DO EN LA CA AlllAS y EN LA ESPAÑOLA,
DA FONDO EN EL CABO DE LA VELA, DONDE COBRA CON VIOLENCIA EL
DOSAVO DEL QUINTO DE PERLAS.

S tan vária la condicion de los hombres, que no encuentra el discurso


estado en que tengan quietud BUS deseos: posee npénas el bien que
apeteció, cuando la posesion le es tormento del que le falta; yapénaslo
espera cuando en la esperanza halla la fatiga de no poseer el que deja.
Todo lo yerra. la humana inconstancia, si se agrada más de lo que se espera que de
lo que Re goza, porque su apetito desestima siempre las mayores conveniencias qua
tiene; y si aplica la. inclinacion á las. comodidades de poseer, ta~biell lo yerra,
porque su ligereza hace más aprecIo de los mllles que se consiguen que de 101".
bienes que para su daño le faltan. Oh insmbilidad de los hombres, y qui6u podrá
negar tus movilidades I ..Anhelaba Duarte Pacheco ó. la gloria de gran Capitall,
consfguela cou aplauso de todas las naciones de Oriente, y mal contento do lo que
goza pasa t'L la Emopa y cambia. sus felicidades por los ultrajes con que lo trata Lishoa.
Gob~rnaba un mundo Eemando Cortés, porque supo ganarlo el valor de su brnzo, y ambicio~

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Ji'ERNÁNDEZ I'IEDHAIlÍ'l'A. LUD. VIII.

SO dQ más fama, p(u;a al Áf¡'ica y d~sconfíal1 de que ga.ne la pInza de Argel quien supo sujetar
tantoRReinoB. Cuánto más gloriosamente hubiera acabado Bolcstain en las convenienoias de
flU retiro que muriendo á violencias del acero por salir de la sujecion de vasallo? No hay
hora en ]08 tiempo en-que no hayan dejado ejemplares de esta verdad las historias; y en
~sta veremos al Ad-elantado Don Alonso Luis de Lugo trocar la veneracion y riqueza que
gozaba como Gobernador,en el Nuevo Reino, por los trabajos y desaires que experimentó
como reo en esta corte. A Gerónimo Lebron, que por no contentar. e de su gobierno, donde
le obedecían eon respeto, pasó despues de varios, peligros por el desaire de verse ajado
donde fundaba los intereses de su dominio. A muchos Caciques sujetos ó. una muel·te
horroro&,a por no haberse contentado de UUIi. sujecion tolerable. Y finalmente veremos
correr av·enidas de incendios, sangre y enemistades, por no contenerse el corazon humano,
ni -dentro de los ceñidos términos de la. posesion ni de los dilatados espacios de la esperanza.
La fama de las riquezas que gozaba por este tiempo la nacion española ' en las Indias
habia hecho tal conmocion en las extru.njeras, q ne incrédulas tÍntes de sus hazañas, y emu-
ladoras ya de su buena fortuna, intentaron de la parte de Inglaterra y Francia inquietar 108
mares y costas de aquellas partes, haciendo presas y robos en contravencion de las paoes capi-
tuladas entre sus Príncipes y el nuestro, porque siempre el ioteres sea el escollo en que se
rompen las palabras de aquellos Reye~ . Confiaban en que por aquellos medios no se hallarian
ménos adornadas sus coronas, que lo estaba la de nuestro Emperador Cárlos V, como si la
legitimidad del dominio no fuese quien da todo su lw:~tre á la majestad. Estas noticias
llegaron á 1<>s oidos de nuestro Monarca, y relacion de los vasos que so aprestaban en la
NOl'mandía para impedir los pasos y n3.vegacion de castellanos y portugueses, n que se
juntó la nueva de una escuadra de doce navíos que tenia tÍ punto el General Roberto Baal
para continual' los robos de la América. Y aunque de parte de los Embajadores de Castilla
y Portugal se ]e representaron al Rey Frandsco estos daños que amenazaban, respondió qua
no tenia ménos derecho la corona de Francia que las otras de la cri ,tiandad para navegar
los mares y asentar paces y buena correspondencia con los Reyes de las Indias. Pesaba
mns en su pecho el ausia de desquitar su mala fortuna rompiendo las treguas, que la obli-
gacion del empOllO en que estaba, y así brotaron los labios los designios que represaba 8U
disimulo: con que se trató vivamente de impedir la empresa de Roberto Baal, qoe so facili-
taba por la mala disposicion de sus embarcaciones y poca exporiencia de los pilotos pa.ra. 11\
navegacion que intentaba.
Para este efecto se despacharon por el Consejo diferentes órdenes para la guarda de
las costllS de Indias, y porque 01 Adelantado D. Alonso Luis de Lugo tenia ya todos 108
despachos para pa~ar á su gobierno del Nuovo Reino y S,mt Marta, y se retardaba en su
partida m{IS tiempo uel que quisieran los señores del Consejo, ya fuese por la violencia con
que se deja laoorte, que deleita COn tormentos, que suaviza la ambicion, ya por 01 embara.-
zo de llevar las compañías de gente que babia capitulado conducir consigo, se le mand que
luogo saliese de eRtos Heinos y no se detuviese en las Canarias m¡l,s tiempo de treinta días,
con pena de diez mil ducados. Y por cuanto en la gobernaciol1 de Santa Marta se habia
introducido el abuso de hacer esclavos los indio., se le ordenó asimismo que so graves penas
lo prohibiese y pusiese on liberta.d {~ los que no la tu viesen, aunque fuesen habidos en
guerra justa. Con estos órdenes tan apretados apresuró su jornada el Adelantado, y con pooa
diligencia que puso en llevar gente de Andalucía., halló cuanta. habia menester y mucha más
qoo pl'eten~iera llevar se la facilita.ra 01 ansia que habia. en la provinoia de enriquecer en
las Indias: y de los españoles quo le siguieron fueron muchos hijosdalgo y personas de
lustre, qt;¡,e con la espera.nza de acrecentar su caudal eu tierras nuevas gastaron en galas y
plumas In. mayor parte que tenian de presente: y para que se viese cuinto pretendia seña-
larse el Adelantado en la obediencia de su Rey, despachó delante á Juan Ben ítez Percira, su
Teniente general, con 6rden de que sin detenerse en la costa pa ase luego al Nuevo Reino
á gobernar en el ínterin que llegaba, que no se consiguió por haber enfermado el PereirG
en el camino y haber muerto en el pueblo del Cacique Melo cuando subia por el rio grande.
y por no perder el estilo de hacer lista. de las personas que ocurrieren ála memoria y fueron
con el Adelantado, nombraremos algunas con el sentimiento ordinario de no tener noticia
de todas.
Era. el Adelantado cuñado de Juan Pérez de Cabrera, ca.ballero bien conocido, á quien
nombró por su Maese de campo y por Capitanes IÍ Rodrigo de Anaya, su hermano, Fernando

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CAP. l.] llls'rORIA DEr. NU}WO UEIN"O. iO,)

de Montoro, {L Figneroa y Lorenzo Mejía, quienes llevaban en sus compal ías {L Francisco
Manrique de Velandia, natural de Najera, que fué vecino de la ciudad de 'l'nllja, donde callÓ
t'.on doña María Herrezuelo, n. Fernando Suárez de Villalóbos, hljO elel Fiscal del Consejo
de Indias, de su mismo pombre; á los tres hermanos, naturales de Ronda, don Pedro, don
Cristóbal y don Gntierre de Ovalle, que despnes de varios n.ccidente~ fué vecino de la ciudad
de la Palma y cabeza de una familia noble, que de presente se conserva en el Nuevo Reino
y en quien siempre se han hallado personas de valor para el empleo de las armaSj Juan
de Requelé 6 Riquelme, llemando de Velasco y Angulo, qne cas6 con doña Ca-
talina de Bohórquezj Juan de Lescano, Francisco Gutié¡'rez de Murcia, Julian Rol-
dan, natural de Utrera j Martin de Vergara, excelente músico y vecino que fué dO'
V élez, donde oasó oon doña María del Castillo j Diego de &ílas, que volvió::í. estos
Reinos; Juan de Pe nágos, señor de la casa de ERtaño" en jurisdiocion de las cuatro
Villas; Gómez de Castro, qne se avecindó en Tocaima; Juan de la Peña Montoya r
Juan de Chávez, marido que fué de doña Eufrasia AntolÍne de Búrgos; Juan de Carvajal;
Francisco de llenao; Pedro Gallego y Franoisco de Trejo, que se avecindaron en Tocaima y
(lespues en Ibagué; Diego Sinchez FarEan; Antonio Mal't(nez, Encomendero que fué do
Chilagua; Valderrama; Alonso Ruiz de Alvaro Martín, veoino que fué de Ibagué; MelchoF'
Alvarez, de nacion portllgues; ,Juan de Yec1a; FranciRco Franco; Juan Antero; Miguel do
Mor~íles; Francisco de la ierra, que se avecindó en Tunjaj Mejía, vecino que fué de To-
caima; Juan ne Berrío; Antonio Fel'nández, que casó en Tunja i fué padre de tloña Beatriz
de Hcrrera.; Jj'rancisco de BSll'aja , cUfoS servicios rneron muchos y el premio ningun<>, en
que fué aun más desgraoiado Antonio Cabrora do Sosa, pues habiéndoso ejeroitado en aque-
llas guen'as más de cuarenta y tres años con excesivo valor y trabajos, no consigui6 mudan-
za en su oorta fortuna y mucha pobreza, porque on aquellos tiempos log que gobernabnn la
tierra mns atendian en las "Vncantes 6. prel'oiar las lisonjas de hombro!'! malsines que méritos
de los que servían dei'linteresados. Pero cu{mdo no lamentaron las edades esta desigualdad
de los que gobiernan con ambicion y codicia?
Con la mlls de esta gente sali6 el Adelantado Lugo del puerto de C6.diz, y con buen
suceso lo tomó en las Canarias, donde, por el oonocimiento que se tenia de su persona y las
notioias de las nuevas provincias que se comprendían debajo de su gobierno, so le agregaron
algunos do los soldados de más porte do las i las y persona de mucha o_rperiencia quo alH
habia, como fué Juan do Mayorga, antiguo conquistador de Cubagua y vocino que fué des-
pues en la ciudad do Vélez con daño. Muría de Casalla, !lU mujer, en quien tuvo por suoesor
de su Enoomienda un hijo de su propio nombre, y siete hijas, Con es~a provencion, buena
copia de caballos y otrofl ganados, acomo(ló t1 gente y demn pertl'echos en lo~ tres navíos
I

que sac6 uo E paña y en otros dos que nlH fletó para' este efecto, y siguicndo la. derrota que
pareció mlÍ segura por entónces tooó en la isla española. Allí tnvo noticias el Auelantado uo
que Juan Pórez de Cubrera, hodrigo ó Fernando de unya y los ·tre LerIDanos valles se
habian ligado con juranlento para que en cualquier acoidente que se les ofreoiese estuviesen
tan recÍprooamente unidos :1. la defensa, que cnda cual muriese por los demas y todos por
oual(luícra ue ellos; do qno no sintió bien el Adeln.ntado, pareciéndole que de llevar10s en
su companía podria resultar algun gravo inconvenicnte oontra su autoridad j 6 porquo las
mat~rias del dominio son tan celosas do suyo, que aun de sombras menoros forman ouerpos
de delitos, y así determinó dejarlos en aquella ish, como 10 hizo, y oon la demas gente que
presumió no ser de tan levantados espíritus, prosiguió su viaje, y con buen tiempo
arribó al Cabo do la Vela, primer escalon de su gobierno, don do había entónces
un pueblo fundado, C0mo dijimos, pOl' aquellas personas que trataban en la pesque-
ría dp. perL'1.s, cu que asistian tres oficiales reales para el oobro do los quintos; un
Contauor, que 10 era Pedro Díaz de Castro; Tesorero, Franci. co de Castellános, y
Alonso Díaz de Gibraleon, Factor. Y habiendo en él tomado tierra la gente de la armada,
despues de setenta dia. de navegacion, fué recibido el Adelantado con todas las demostra-
ciones debidas tÍ su persona, y al oficio de Gobernador do aquellas provincias y oon vitualla
suficiente, que no fué de poco alivio despues de tan dilatado viaje, y~ en partes tan estériles.
Era mole. tado por estos tiempog 01 Cabo de la Veh do los indios GU:lOobncanes y
Cozinas, que demoran en RUS confines, por ser dueños de los Jagueyes, de donde se proveian
do agua los e pa.ñoles, no habiendo on otra parte pozo ni fllente cn que poderlo hacer, y de
(lue rcsultaha mucho perjuit:io á causa de las muertes quo sncodian on los encuentros COl1-

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206 ¡"ERNÁNDEZ PIEDllARfTA. lLID. VIII.

tinuos que se tenian con los indios, dispuestos siempre á impedir las aguas. Y por aliviarlos
de trabajo tan com'\idel'able, mandó el Adelantado 11. MélrtinLópez y á Juan ue Mayorga, caudillos
do experiencia, saliesen por diferentes partes y pusiesen freno á ?quellas naciones, lo oual se
ejecutó con buen suceso; y hc'l.biendo tenido suerte feliz en algunas surtidas, amedrentaron
de suerte á los indios, q~e desde aquel tiempo en adelante bebieron sin susto el agua que
ántes compraban fí precio de mucha sangre. Y en tanto que este castigo se ejecutaba, pare-
ciéndole al Adelantado que en conformidad de las capitulaciones hechas con Su Majestad,
se le debia el dozavo del quinto de las perlas que sacaban, mandó que los Oficiales reales
cumpliesen enteramente con el tenor de aquella capitulacion; pero oomo éstc'l. no debia de
hablar tan especialmente qne comprendiese con claridad lo que demandaba, ó faltase algun~
condicion de las que se expresaban en la Real Cédula., lo contradijo el TeRorero Francisco
de Castelhínos, aunque los dos compañeros vinieron llanamente en lo que pretendia el
Adelantado. Y aunque sobre este punto hubo diferentes alegaciones, demandas y respues-
tas, todo vino á parar en qua, mal 5uft'ido el Adelantado de la resistencia que hada el Te-
SOl'ero á los ruegos y amenazas de que se habia valido, le echó mano públicamente un dia
que altercaban sobre esto mismo en la Aduana, y quitflndole violentamente la llave de Ia
Caja real, llamó la Justicia y Regimiento y en su presencia sacó la parte de la.. perlas 'que
deCID pertenecerle por capitulaciones y merced de Su Ma.jestad, dejando los recibos y los
demas instrumentos y diligencias que le parocieron convenÍt' para su resguardo, de que
sentido el Tesorero, dió quejas en el Real Consejo, haciendo relacion de la violencia que se
le habia heoho para quitarle las llaves, principio de los descréditos y malos sucesos quo so
lo recrccierQn al Adelantado.

CAPITULO 11.

LOS YALCONES y PAECES TOMAN LAS ARMAS Y MATAN Á LOS CAPITA-


NES AÑASCO Y OSORIO. y DESPUES Á JUAN DE AMPUDIA.-BENALCÁZAR
VUELVE Á SU GOBIERNO Y PRENDE AL ADELANTADOANDAGOYA, QUE SE
HABlA ENTRADO EN ÉL CON ENGAÑO.

ejamos en Timaná y Popayan á 108 Capitanes Pedro do Añasco y J nan de Ampudia,


D confirmado el primero por Gobernador, y nombrado el segundo por Lorenzo de Alda-
na, uespues que di6 vuelta á Quito, en conformidad de las órdenes que tenia de D. Fran-
cisco Pizarro; y como ya estaba. abierto el camino de las provincias Equinocciales al Nuovo
Reino de Granada, beneficio que se debió á la activida.d del Adelantado Benalcázar, era tan
grande la fama que corría de las riquezas do Bogotá y tesoros quo le quitaron al Tunja,
que todos los coDquist.'l.dores de Popayan y del Reino de Quito trataban de trasportar á él
las mercaderías y ganados con que "e hallaban, soñándose poderosos con los intereses del
cambio. Uno de éstos fué Pedro L6pez, merc~der poderoso, que convoyado del Capitan
Osorio y de diez y seis hombres, salió de Popayan la vuelta del Reino, con gran cantidad
do ropa, caballos, yeguas, negros, plata labrada y diferentes armas, que eran los géneros de
más estimacion en aquellos tiempos, y esto tan sin recelo de los indios que ocupaban las
p.rovincias que habian de atra.vesar, por haberse dado de paz, que sin prevencion de más
escolta llegaron hasta la quebrada de Apirmá de la provincia de 108 Yalcones, hombres
guerreros y de fau fiera re. olucion en los peligros m:l!:! lÍrduo¡::, como lo mostró la oxperiencia
en la guerra que llamaron de los Pijaos, pues teniendo por lamentable principio el quo se
nos ofrece relatar, fué la primera muestra de las insolencias y rebeliones quo obraron
despues las naciones de los Pantagoros. Casi por el mismo tiempo h~bia salido de la Villa.
de Timaná el Capitan Pedro de Aüasco, la vuelta do Pop:tyan; á comprar armas y caballos,
con el mismo fin de comerciar en el Reino, llevando en su compañta dos hombres de n
caballo, hasta doce infantes y algunos iudios amigos, con qno marchando tÍ la ligera llegó á
alojar en el vallo de Aquirga, de los mismos Yaleones.
La ocas10n, pues, de estas dos presas que so les iban á las manos, y la soherbia de los
indios que, avergonzados de la servidumbre on que ostaban sin haber hocho ántes la. última

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CAP. n.] In. 'l'ORIA DEL NUEVO REINO. 207
prueba del esfuerzo, los tenia coligados con 108 Paeces, log empeñó .en que trataRen luego de
no perder tiempo acometiendo á los dos Capitanes ántes que llegasen á unirse. Con este fin,
pues, y para di~poner más bien su hecho, le salieron de paz algunos YalcG>nes al Capitan Osorio,
y otros al Capitan Añasco; pero por más que éstos desmentian su traicion con rendimientos,
la tl'aslució por las afectaciones un indio principal de los amigos, y diósela fl. entender al
Capitan Añasco, aconsejándole que pues no tenia mús que dos caballos, se ,,"oIviese á Ti-
maná; ruas él, despreciando touo lo que pudiese oler á cobard ia, siguió su viaje hasta llegar
algo tarde tí un tambo distante poco mas de dos leguas de Apirmá, donde los presentes que
recibió de dOR indios que allí le esperaban, fueron un leoncillo muerto de tres dias y cuntro
mazorcas de maíz tierno, que admitió por último desengaño de la cónspiracion de la tierra;
y aunque uno de los de á caballo le decia volviesen á ganar el nbrigo de una montaña
vecina qne dejaban atl'as, estuvo tan léjos de hacerlo que, prevenidas las armas, se quedó
en el tambo satisfecho con poner centinelas en los caminos, Pero como éstas fnesen muer-
tas por los Ya1cones al romper del dia, y Añasco despertase al ruido, montó luego en su
caballo, y con Baltasar del Rio y el otro compañero, salió al encuentro al escuadron de
bárbaros que lo buscaba, y cerrando con él los tres caballos, aunque bastó el rechazo de las
picas contrarias para que en ellaR quedasen muertos los dos que lo acompañaban, no fué
poderoso á detener el choque del Capitan Añasco, pues aunque mal herido y falto de riendas
para gobernAr su caballo, rompió por todos con su lanza, y tan colérico, que atravesado el
escuadron volvió segunda vez sobre él, pero con tan mala suerte, que matándole el caballo
y cayendo entre las tropas enemigas, quedó prisiónero para mayor desgracia.
Los infantes y los indios amigos, á fuer de españoles, hacian maravillas en su defen-
sa; pero siendo las lanzas contrarias tan ventajosas en número, prevalecieron contm las pocas
espadas matando rL casi todos sus dueñoR, y siendo tan sumamente infelices los que aprisio-
naban vivos, que á unos sacaban los ojos, {L otros empalaban y á muchos desollaban para
despique de su venganza y gula, do suerte que pudieran contarse por dichosos los que re-
cibiendo tantas lanzadas que apénas. dejaron blanco para otras, murieron luego. De todos
ellos, así españoles como jndioR, despuec; de haber peleado valerosamente, apénas pudieron
~scapar Cornejo y Mideros, que librhndose de la multitud de los bárbaros llegaron tí. la Vill¡~
de Timaná, elo donde por haberse adelantado confusamente la noticia del suceso, habia
salido Pedro de Guzman Herrera con tres caballos Á. correr el pais y certificarse de lo que
so decia; pero como una noche diesen sobre él los indios á tiempo que tenia el caballo con
l!1aneotas y no pudiese aprovecharle, fué tambien muerto: de gracia que no pasó á. los com-
pañeros, pues mM bien prevenidos tuvieron lugar de volveL' á Timaná con la cet'teza. de la
fatalidad, aunque no de toda ella, porque ignoraban que muerta la gente del Capitan Añ~sco
habian pasado los Yalcoues á. la quebrada de Apirmá, donde cercando al Capitan Osorio y tÍ
sus diez y seis infantes, dieron sobre ellos con tal coraje, que por má.<J que hicieron en su
defeDl:!a los mataron, ménos á Son'ano, que salvó la Providencia. para que lleva e la nueva á.
Popayan, miéntrns los bárbaros (deRpues de comerse los cuerpos muertos y robado 108
bienes de Pedro L6pez, que traspusieron en una gran cueva que hay en uno de aquellos
montes, que hasta hoy no se ha encontrado) couducian al Capita.n Pedro de Añasco por
todas las plazas y mercados de la provincia, y cortándolo un dia un brazo y otro dia otro,
y asi todos ]0 demas miembros del cuerpo, lo iban atormentando, hasta que, probados todos
los accidentes del susto, paoó por toda la sustancia del riesgo el que fué uno de los más fa-
mosos conquistadores del Perú.
Ejecut.'tdas estas atrocidades por los Yalcones y Paece , se derramaron por SUR pue-
blos á la celebracion de grandes fiest.1.S y banquetes que hicieron por la victoria, juraulenta-
dOR de defenderse hasta morir de cuantos españoles saliesen de Timaná y Popayan á la
Yenganza: para lo cual se prevenian do armas, diRponin.n trincheras y fosos, cortaban los
caminos de que mén08 se aseguraban, y ponian impedimento. en otros para detener la mar-
cha de los nuestros y pelear ventajosos contra los caballofl,. Llegado Serrano tÍ Popayan, dió
la nueva de lo sucedido al Capitan Juan de Ampudia, que gobernaba la tierra, y éste, irri-
tado del atrevimiento, determinó salir al castigo con sesonta infantes y caballos y algunos
perros bravos, que eran las armas que más Pl'evalecian contra los indios. Con esta disposi-
cion y mucho recato llegó á la provincia, y reconocida la que' rada de Apirmá, donde fué la
muerte del Capitan Osorio, hizo apretadas diligencias poI' saber la parte donde babia cargado
el mayor número de los indios; pero el1o~1 qlle anticipadamente tuvieron noticia de su en-
2S3

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208 }'EnNÁ~DE~ PIEDnAHÍ1'A. [LIB. TIlI.

trada, tenían ganadas las cumbres de la sierras, y en ellas prevenidas muchas emboscadas,
esperando oc~sion de lograrlas con daño de los españoles, de que se descubrieron brevemen-
te señales, pues habiendo parecido dOR espias del enemigo en una ladera, y despachando el
Capitan doce hombres á cojerlas para adquirir noticias de 10 que pretendia saber, se hallaron
embestidos del enemigo, qt~e ocupaba un.l de las emboscadas, por lo cual les convino reti-
rarse haciéndoles l'ostro annque les cargaron tanto, que mataron á Parédes, que por valien-
te, y pretender él solo sufrir toda la carga del enemigo, pereció en la demanda.
Juan de hmpudia, que estaba á la mira y no sufria en su ánimo ver el peligro de
los suyos sin aventurar e el primero, salió con su gente al socorro, y de tal manera fué
apretando al enemigo con las lanzas y ballestas, y lo que importó más, con la ferocidad de
los perros, que de la matanza que hizo en sus tropas junto á un arroyo en que se dió la
batalla, corrieron us aguas por largo espacio tintas en sangre: de que amedrentados los
pocos que libraron del encuentro, volvieron las espaldas, dejando pri. ionero un Cacique de
los Paeces, que a.¡ó aviso al Capitan Ampudía de las emboscadas, fortificaciones y dcmas
defensas que los indios tenian dispuestas para sustentar la guerra; y como se le ofreciese
perdon de la vida si guiaba á lo~ nuestros por caminos seguros, y el Cacique 10 prometiese,
fué siguiéndolo el campo con fin de ganar la eminencia de una loma en que podia temerse
mucho embarazo; pero cuatro mil indios que pudieron convocarse la tenian ya ocupada es-
perando en ella á los nuestros armados de lanzas, hondas, dardos y macanas, y dábanles
grandes voces al subir, preguntando si iban gordos, porque los espera ban para la ostcntaciOll
de un famoso convite. A ningnna de estaf\ cosas respondían los infante que iban delante-
ros gobernados de Francisco GarcJa de Tovar, hasta que ganada la cumbre, y llegados los
caballos en que sobre alian Juan de Ampudia, Luis Bernal y llernan Sánchez Morillo,
todos á un tiempo: y apellidando á. su patron Santiago, cerraron con los enemigos, y ellos
con nuestros españoles, con tanto coraje de nmbas partes, que por más de una hora estuvo
neutral la fortuna, hasta que esforznndose más los nuestros á pesar del mal terreno en que
combatian los caballo y viendo los enemigos los muchos muertos y heridos que caían de
los suyos, dejaron el campo forzados.
Los nuestros quedaron victoriosos, sin más daño que el de un español muerto y al-
gunos heridos; pero tan fatigados todos, que apénas podian tenerse en pié, y por esta causa,
necesitados de quedar e en el mi IDO sitio de la batalla, aunque poco favorable á. su seguri-
dad, pues conociéndolo ssí el enemigo al siguiQnte dia con la gente que le acudió de todas
partes, determin6 l'evolver sobre ellos ántes que, desamparada la loma, pudiesen mejorarse
de puesto, como lo hubiera conseguido, si atento el Capitan Tovar al designio, no le saliera
al encuentro con cuarenta baIle teros y r daleros qu acometiendo sin temor á la vanguar-
dia en el repecho, á poco rato se halló cercado por todas parte del numeroso ejército de los
contrarios, que con temerosa. grita cargaron tÍ un tiempo; pero fué tanto el esfuerzo del Ca-
pitan Tovar y los nuestros, y tan militar di posicion la que guardaban los ballesteros en
con ervarse unidos y ojear las picas con sus jaras, que habiendo muerto y herido más do
quinientos, pllsieron en huida tÍ los restantes, siendo esta segunda victoria de las más fa-
mosas que se ganaron á esta nacion, así por haberla conseguido sin cabano~, como por la
desigualdad del número de los combatiente, aunque los perros, que ayudaron como siem-
pre, fueron gran parte Fara alcanzarla, y para que el Capitan Juan de Ampudia, sin encon-
. trar lanza enemiga, fuese marchando miéntras los Yalc0nes y Paeces, alistada la lIiús gento
que pudieron de sus pueblos, volvieron á mostrarse más formidables que ántes: tanta em
eu ferocidad y copia de gente, y tan poco el escarmiento que habian sacado de las rotas
pasadas.
Con esta disposicion de armas y en fe de la resolncion que habian tomado de no
sujetarse más á los españoles, le enviaron á decir al Capitan Juan de Ampudia con un pri-
sionero indio, que se saliese luego de la provincia 6 se dispusiese á pa ar por la misma for-
tuna quo habían corrido los Capitanes Añasco y Osorio, en que manife taron bien 10 poco
que habian aprovechado nuestras armas para quebrantat: su altivez: y el Capítan Ampudia
reconocia que para contrastarla necesitaba de mucha más gente que la que tenia, por lo cual
acordó volverse á Popayan castigando de paso tÍ los Paeces ; pero ellos y los Yalcones estaban
ya tan prevenidos cuanto pudieran estarlo las naciones más bien disciplinadas en guerras,
pues habiendo observado en las batallas anteriores el cansancio con que los nuestros quedaban
despues del combate por sustentarlo siempre armados, y que no pasando de uno en cada dia

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CAP. n.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. - 2D9
lo mismo era para los españoles tenerlo contra mil que contra diez mil indios, dispusieron
dividirse en dos batallones que peleaRen uno en pos de otro en caso que el primero fueRe
desbaratado, y que para este fin tuviesen ocupados do& pasos principales y poco distantes
del camino que iba á Popayan, para donde presumian haria brevemente su "retirada el
Capitan Juan de Ampudia. Son los esoarmientos ]0S más sabios preceptores de la milicia, y
por las premisas de sus malof; sucesos discurrieron eRte designio los Yalcones y lográronlo
bien, pues determinado ya Juan de Ampudia, como dijimos, á volver R. Popayan, en que
con venia su gente, y estando para partir le instó mucho el Capitan Tovar en que se apresu-
rase á ganar la cumbre de la primera sierra que tenian delante, por ser puesto muy ventR.-
joso para el primero que le ocupase, y porque tenia por mala señal no haber visto ea todo
aquel dia alguno de los enemigos 'que tenían cercanos.
Parecióle bien al Cspitan Ampudiael consejo; pero por más que Tovar solicitaba
se apresurasen á la faccion, lo ejecutaban tan detenidos los nuestros, que á pocos pasos
oyeron el rumor del enemigo, que con más diligente cuidado habia ganado la eminencia.,
donde se divisaban sus numerosas ef;cnadras, y para rechazar á los nu.estros despedian tantas
piedras la cuesta. nbajo, que los precisó á dividirse en cuatro tropas para escapar dell'iesgo,
lt cuyo tiempo, lograda la pretension de los indios, bajaron con e~pantosa vocería y rompie-
ron la batalla, eu que, con el favor divino, hicieron los nuestros hazauas increibles y me-
morables, prosiguiéndolas con tal teson, que :i pesar de laR que obraban sus contrarios, los
desbarataron C0n gran mortandad de los más valerosos, aunque Francisco de Tovar quedó
con tres heridas y Juan de Ampudia con diez: pero no terminó aquí su desgracia, pues
pasando adelante se encontraron con el Regundo escuadron, que se componia de más gente
que el primero, donde conveni~ pelear con el mismo valor que á.ntes para no perderse; pero
como tenian las fuerzas tan quebrantadas y la sed rabiosa los afligia, no hacia n pooo en
detener ellmpetu rabioso con que eran acometidos de tanta infinidad de bó.rbaros. Muchas
veces probaron {~ romper pOI' medio de las lanzas, y otrn.s tantas conocieron la imposibilidad
de dar paso adelanta, aunque fue e para la muerte, con que re ueltos á retirarse en deman-
da dol abrigo de los caballos de que no se pudieron aprovechar en el sitio que guerreaban,
lo fueron ejecutando con el meior órden que podian; pero como el Capitan Juan de A mpudia
era hombre O'rueso y sobre quien cargaba el peso de las heridas, no pudo ÓBminar de suerte
que el enemigo no alcnnzase á matarlo á lanzadas y pretendiese llevarso el cuerpo, que no
pudo conseguir, pues aJlnque heridos y tan fatiO'ados los españ.oles, revol vieron tan unidos y
coléricos tÍ. la defensa, que con silClncio y valor lo recobraron, y porque no se 10 comisiesen
lo lanzaron en un rio. Era el Capitan Arupudia natural de Jerez de la Frontera, de buen
entendimiento, muy pdctico n lA. g uerra. de Indias y que sirvió con crédito en. las conquis-
tas del Perú y Nuevo Reino de Granada, en cnyoR términos murió dejando tan extendida
lama de BU crueldados entl'o los indios de Cali y Timaná, como lastimo a memoria do su
muerte entre los españoles del Nuevo Reino y del Perú, que sentida entónces mucho mt'ts
de los RUyO , y vueltos al itio de la primem b~tall a, acordaron dejar aquella noche los
toldos arma dos y atados nlgunos perros que ladrasen, y Rilenciosamente p:l.l'tir e á. Popayan,
• como lo consiguieron caminando con tanta priesa y recato, que cuando 10H M,l'baros los
hecharon ménos ya estaban cerca de la ciudad, dondo se hizu especial sentimiento por la.
muerte de su gobernador.
Ya por e te tiempo el Adelantado Pascual de Andagoya, olvidado de la órden que
tenia del Rey para no entrar en lo que estuviese descubierto por el Marqué~ Pizarro y sus
CapitaneR: se habia dado tanta priesa en Panamá para salir á. la conquista del río de San
J unn, que con una buena armada habia arribado por el mar del Sur tÍ una ensenada. en
que entran muchos rioR que bajan de la sierra muy cerea del puerto de Buenaventura,
donde reconocido por la demarcacion de la tierra tener cercana la provincia de Cali, tomó
tierra, y marchando al tino por los caminos más (lspel'OS que al parecer pueden hallarse en
todo el mundo, con pérdida de los caballos y fatigas intolerables de su gente llegó á la Villa
de Cali, á donde fué bien recibido, y presentados sus despachos, admitido al gobierno de la
provincia, sin que se reparase en que en toda ella no habia tal rio de San Juan. Desde allí,
con la no~icia de los desoubrimientos en que anda.ba. el Capitan Jorge Robledo y de que tenia
p ' blada la Villa de Santa Ana de Anserma, despachó al Capitan Miguel Muñoz t\ que to-
ffilse poses ion de ella en su nombre y la llam:H.:e de San Juan de Anserma, y consiguiente-
mente despachó á Popayari, donde así mismo 11) recibieron Ó. tiempo que vuelto Robledo de

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210 FEUNÁNDEZ PIEDRAHfTA. LLIB. VIII.

IiIUB descubrimientos, pas6 de Anserma á Cali, y pensando escapar de los recelos que tenia
de Benalcázar, dió la obediencia á ,Pascual de Andagoya y con ménos prudente acuerdo le
presentó cuatro mil castellanos de oro de los que habia adquirido en sus conquistas, y de-
jando sus cosas al parecer aseguradas, volvió lÍo Cartago, de donde, sosegados algunos pue-
blos que ha1l6 alterados, despachó al Capitan Alvaro de l\1endoza á descubrir noticias de lo
que habia de la otra parte de la cordillera nevada, que viene á ser la en que de presente
está el Páramo que llaman de RUlz, desde cuya cumbre vieron algunos caminos que atra-
vesaban al rio grande de la Magdalena y valle de Neiva¡ y páreciéndoles que no era cordu-
ra pasar adelante sin caballos, volvieron á. Cart.'\go á haJlarse en el repartimiento que hacia
Robledo de los indios de la provincia.
Dispuestas así estas cosas, y cuando más empeñado eptaba el Adelantado Andagoya
en procesar contra Benalcázar, á que asistian los vecinos de Cali y Popayan, por trampear
los delitos, que el nuevo Gobernador ignoraba y Benalcázar sabia, arrib6 éste al puerto de
Buenaventura sin haberse detenido en Panamá, y de allí prestamente sali6 para Cali, donde
ya corria la noticia de su ida, y ésta habia pues~o tÍ. Pascual de Andagoya en tanto cuidado
que no excusaba diligencia que hacer buscando auxilios para resistirle; pero como su dere-
cho fuese tan fiaco y entre hombres sea tan connatural la inconstancia, ya deseaban los más
que llegase Benalcázar y le repetian cartas al camino haciéndole los ofrecimientos que en
semejantes lances hacen todos aquellos que se sienten culpados, de los cuales prendi6 Anda-
gaya algunos, empeñado en despachar gente de guerra, para que en el estrecho paso del mon-
te impidiese la entrada á Benalcázar: y como en tales debates civiles todo se dice y nada se
hace, lleg6 en el interin á Cali, donde los paroiales de los dos Adelantados estuvieran muy
cerca de llega.r tÍ las manos, si algunos religiosos que se interpusieron no ajustaran que Be-
nalcbar presentase sus provisiones en Cabildo, y que si en él pareciese admitirlo, quedaso en
la gobernacion, y si no, permaneciese en ella Pascual de Andagoya, .en que vino con gusto
Benalcázar, pues aunque su justicia era clara y la porclon principal de la gente de Cali
estaba ya de su parte, RU pretonsion era tomar la rosesion del gobierno sin ruido de armas,
como lo consiguió luego que el Cabildo reconoci6 la j ustificacion de sus despachos, de que
resultó prender al Adelantado Pasr.ual de Andagoya y llevarlo á Popayan por usurpador de
ajena jurisdiccion, donde lo tuvo preso hasta el año siguiente de cuarenta y uno, en que á
instancia de D. Juan de Andagoya, su hijo, lo puso en libertad el Licenciado Baca de Cas-
tro. Desde alli orden6 á Pedro de Ayala que partiese á intimar las mismas provisiones á
Jorge Robledo, y con 6rden de que á la villa de Anserma no la nombrasen de S. Juan sino
de Santa Ana, como se llamaba tÍntes. Mas Jorge Hobledo, que con ansias de mandar des-
luoia mochaR buenas prendas qu 00 él so hnllubnn, pasánuo e de Cartago á Anserma, escl'Í-
bi6 á. Benalcázar recibiéndolo por Gobernador y pidiéndole no diese crédito á so émulos,
en tanto que lo dosengaña.ba de su buen oelo y partiéndose luego con cien hombres á esgua-
zar el Cauea por el paso de 1r1'8, en contiD ~acion de sus conquistas, di¿ motivo á que desde
entónces se dijese que iba alzado.

CAPITULO 111.

REBÉLANSE LOS SUTAS y SIMIJACAS, FORTIFÍCANSE EN UNOS PEÑOLES,


VA CONTRA ELLOS EL CAPITAN JUAN DE CÉSPEDES, Y DESPUES DE
MUCHOS COMBATES CED EN CON LASTIMOSO ESTHAGO AL VALOR DE LOS
ESPAÑOLES.

No puedo entrar en este capítulo sin quebranto de la poca curiosidad de los primeros
escritores de esta conquista, que tan de paso tocaron este suceso, siendo una de laR
empresas mns dificultosas que se ofrecieron en el Nuevo Reino, la. de allanar las naciones
que por este tiempo se rebelaron; donde proceden tan omisos en lo principal que·apénas re-
fieren el Cabo que debel6 las fortificaciones de los Sutas y Simijacas, sin hacer casi memoria
de las personas que se ocuparon en aquella guerra, sino refiriéndolas confusamente debajo
del nombre genérico de españoles, OSCt r,ecen los méritos de los que tan tÍ. costa y rieRgo de

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CAP. Ill.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 211
SUS vidas la emprendieron y concluyeron gloriosamente j pero h~bremos de pasar por este
olvido como se pudiere y referir solamente aquellos pocos Roldados de que tenemos notioia,
como fueron Al varo Suárez de peza, Alonso de Olalla Renera, J m~n Gómez Portillo, Pedro
Galeano, Nicolas Gutiérrez, Juan de Angulo y Pedro Barranco, siendo así que pasaron de
-cieuto 108 infantes que siguieron á Juan de Céspedes en esta faccion. Esto supuesto, es de
advertir que ántes y despues de la guerra del rrundama intentaron algunaR provincias rele-
varse del pesado yugo de la servidumbre, á porque naturalmente sea amable la libertad, ó
porque el dominio ue aquellos primeros conquistadores fué tan intolerable á lo!! indio~, que
en ]08 más pusilánimes introdujo bríos para armar su propia flaqueza de un valor extraño y
p~ra tener por ménoR mal perdel' la 'dda en el sangriento furor de la guerra, que sujetarse á
-extorsiones tantas como experimentabau eu la hostilidad casera de la paz.
De éstos fueron los Sutas y Taus!is, Aituados (1 la entrada de la provincia de Ebaté,
que determinado~ Rrecobrar sn libertad con las armas (último remedio en la desespel'acion
'que se hallaban), ocuparon el peñon de Tau~a, inexpugnable al parecer, porque próbida la
naturalez:\ lo ciñó de peña ta.jada, dejando en sn cumbre,sitio c~paciow y capaz para má.s de
'Cinco mil indios de estas dos naciones vecinas, que se fortificaron en él con todas sus fami-
lias, víveres y pertrechos para muohos dias, fiados en que el sitio inaccesible de suyo los
defendel'ia de cualquiera iuvasion enemiga, y que para la entrada, que era una sola y peli-
grosa, bastarían RUS fnerza~, pues aplicando los tiros de sus armas y muchas piedras que
previnieron, no intentariat' los españoles empresa tan arriesgada y en qne tenian por infali-
ble su perdicion. Con esta noticia y la de que n BU imitacion se iban altera.ndo otras nacio-
neR, mandó Rernan Pérez de Quesada, Cabo que pOl' entónoes gobernaba el Reino, que
fuese el Oapitan Juan de Céspedes con dos compañías de infantes al castigo de los Slltas y
tambien de los Simijacas, que con el mal ejemplo Re habiau fortificado eu otro peñol no
ménos 6.c:;pero. Con este órden llegaron los esp(\:íloles á Tausa, y habiendo reconocido el peñol
por diferentes parte., solamente descubrían unn. entrada, pero tan derecha y de subida tan
dilatada. que no les pareció posible la empreRa, auuque á la defensa se halla!3on cua.tro indios
solos, respecto de ser Ja senda tan angosta, que solamente podia ir un hombre por ella. con
el riesgo de que deslizándosele Rlgun pié habia de volar muohos estados y hacerHe menudas
piezas: peligros todos que puestos en con ideracion amedt'entaran el ánimo más l'U"rojado
para desistir del intento; mas en nuestl'os españoles hizo tan poca impresion, que todo!:! los
dias intentaban la subida en diferentes oCc'l.siones, aunque por la defensa que aplicaban los
indios con Ilrmas y piedras que arrojaban, desisliian del empeño tantas veces corno 10 em-
prendían: y aun hnbo día que salieron tres ó cuatro heridos, de que otro escarmentaron
para retirarse muchos pasos.
Con tan poco fruto se Jes pasaron oomo éste mu . . hos dias, porque ni hallaban medio
para la empresa en que no encontra/i!en riesgos notorios, ni con venia á la reputacion española.
de8istir del intento hasta allanar el peñol: pues de no ejecutarlo así, seria ejemplo para
que las demas naciones perseverasen en los sitios fuertes quo habian ocupado. y los indios
pacíficos tratasen de imitarlas en la rebelion, que empezaba á cobrar fuerzas en todo el
Reino: y de allanar el peñol, que tenían sitiado, neceCJariamente habian de ílaq near las
esperanzas de 108 demas rebeldes, temiendo ver sobre sí el castigo que se ejecutase contra
los Tau~as. Forzados, pues, de este inoonveniente, y haciendo pundonor de que no se les
imposibilitase empresa alguna tÍ su esfuerzo, detel'lninaron proseguir la guerra y asaltar el
peñol con más cordura que la que hasta allí habían mostrado, pues no tenia otro modio que
el de subir por la senda. que dijimos, y así, poniéndose por delante un. rodelero, y en pos
de él una ballesta, y con este árden enhilados lo~ demas combatientes, y lIon los cuerpos
inclinados á la tierra todo lo posible, por el riesgo de las piedras, diel'On no día principio al
avance, á que los auimaba mucho Pedro Barranco, mancebo de poca edad y mucho valor,
que siendo la primer guia de todos caminaba con tanto brio, que no fueron parte los tiros
de piedras, flechas y (lardos para que se detuvieRe un solo punto ni suspendiese el paso que
l1ev~ba desde los principios; porque lOA ballesteros, diestros en aquel ejercicio, hacian en los
contrarios daño bastante á desfláqneCel' algun tanto la oposicion: con lo cual procedía tan
entero Padro Barranco, que ya se hallaba casi. en parte donde sus manos pudieran ayudar
mucho para una ilustre victoria. Mas, como no hay fortuna constante aun en las dichas
más cor'tas, acaeció que una gran piedra de las que caian de la cumbre lo encontrase tan de
lleno, que despeñándolo ha Ata ]0 más profundo del peñollo hiciese pedazos con lástima de
105.compañeros, porque HU valor descubria esperanzas de mayores hazañas.

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212 FERNÁNDEZ PIEDRAIlÍTA. l LID. VIII.

Sin que esta desgrn~il\ llegase á engendrar temor en sus nllimoFl generosos, los irritó
mlts ó. emprender la. venganza, y aun quizá porque ayudaba mucho al intento' hallarse en
·estado que la vuelta les babia. de salir más peligrosa que la subida: por lo cual, sin desfa-
llecer un punto, siguieron el camino comenzado, expuesto á cada pa~o á un fin la timoso,
por la dificultad de la senda, de que no les oon venia apartar los ojo, como por la cantidad
de tiros y piedras que sobre elloR disparaba el fogoso ardimiento de los Mozcas, que unidos
en su defensa se embarazaban con la multitnd que concul'1'ia para el efecto, siendo su voce-
ría tanto más importuna y crecida, cuanto más los nuestros se les iban acercando, pues
Rocorridos de las ballestn.s con buenas suertes pudieron llegar á. parte mÍls anchura a, donde
haciendo alto, y apartándose unos de otros, hallaron la ocasion de venir á las manos. Aquí
s~ empezó á desembarazar el valor de los españoles, mostrando cuán ventajosamente
proceden las e:::lpadas de pocos contra las maca.nas y dardos de muchos: y este primer
encuentro, á. que ocurrió la mayor parte de los enemigos, fué causa de q ne hallando mén08
oposicion, la infantería de la retagnardia pudiese por nn lado ganar la eminencia, y acaudi-
llada de Juan Gómez Portillo y Pedro Galeano, llegase en dOd tropas a tan buena. ocasion,
que rompiendo á un tiempo por la multitud de indio::!, aunque en su defensa hicieron cuanto
estilaba la disciplina milita)· de su costumbre bárbara, fué tan grande el estrago de las espa-
das en los desnudos cuerpos, y el miedo 1ue yl1. les habia ocupado los áuimos cortos, que en
breve tiempo perdieron aquel muro inexpugnable de la naturaleza, que habian elegido con-
tra el destino de BU mala fortuna.
Como ya el temor no cansen tia discurrir á los Mozcas, que con la obediencia. podian
salvar las vidas y con el rendimiento evitar el peligro, fueron muchos los que pensando
librar por los piés, se de. peñaron de aquellos riscos: tan poderosa es la turbacion en pechos
cobardes, pues cuando tiene presentes los riesgos, prefiere á. los discursos los desatinos.
Espectáculo tan lastimoso fué éste, que pueHto á los ojos de los que so conRervn.ban vivos,
pudo enfrenados para no imitar ti los muertos y para que eligiesen por ménos mal sujotarse
ó. los que yIJ. tenian por invencibles contra todas las máquinas del arte y de la naturaleza;
y así, dejándolos pacíficos en sus poblaciones, y asegurados para lo futuro, resolvieron pasar
la guerra á Simijaca, encomienda que gozó despues Gonzalo de Leon, cuyo. servicios en
Tierra firme fueron muchos, y por ellos mereció este premio, en que le sucedió un hijo de
su mismo nombre, y des ue su nieto D. Gonzalo do Leon Venero, de cuya ilustl-e prosapia,
unida ti la de los Guzmanes de Carmona, so conserva ilustre descendencia. Y aunquo de
las informaciones q ne Gerónimo Lebronhizo despues contra. los conquistadores del N llevo
Unino, consta. que los Caciques de 8nta y Tausa, engañados de las promesas y seguridades
del Capitan J nan de Cé pedes, le dioron lugar paro. que con su gente llega e tÍ In. cumbre, y
quo In. correspondencia fué coger los paROS del peñol y pasar á filo do espada la mayor pa.rte
de indios que 10 ocupaban, no conteniéndose Rolamente con semeja.nte estrago, sino pasando
á despeñar nubadas de á quiniontos indios juntos, tengo por más veoosímilla relacion que
hemos seguido de Castolláno¡;, en la parto que refiere este suceso, y por muy sospecho a la
do quien sentido de que no lo admitiesen al gobierno del Nuevo Heino, thó ú despicarse
apasionado de lo que no pudo conseguir ambicioso.
Allanados los Tausas y Slltas, como se ha dicho, pasó el campo c. pañol al peñol de
Simijaca, distante mús de catorce leguas, donde así mismo se habian fortalecido los natura-
les, por ser el ~itio no ménos olevado y á.spero que el de Tau a: y en confianza de que no
podria prevalecer su rebelion con la defensa anticipada, prevenidos ya de toda la vitnalla.
que necesitaban sus tropas, eRperal'On el asedio de sus contmrios, a eguradoR de la victoria '
por la noticia que tuvieron de quo la poca opo icion qno hicieron los Tausa.~ en la senda.
que tenia el peñol, fué la causa de su ruina: de que in ferian que no siendo lllénos estrecha
y dificultosa la que tenia el fuerte que habian ocupado, les era empresa muy fácil no
permitit· que los españoles hiciesen pié en ella ni ganasen la cumbre de la suerte que habían
ocupado la otra.
Así á lo ménos lo dictaba toda buena razon, si no militaran contra aquellas disposi-
ciones humanas las fuerzas divinas, que decla.radamente auxiliaban a los españoles, porque
era llegado el tiempo de que por este medio que eligió la Providencia, se sembrase en aque-
llas tierras la semilla del Evangelio para coger copiosa cosecha do predestinados. Por .otra
parte, di. currian los nuestros hallar medio para facilitar aquella faccion, y ninguno se les
ofrecia de mejor calidad que el que habian logrado en 01 peñol de Tausa, porquo este de

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CAP. IIl.] IIISTOlUA DEJ~ J: EVO REINO. 213
Simi jaca ni era ménos .1 pero ni tenian más camino que el que habian hallado los Mozcmr
de aq oel paíE! para fortificarse en él, sIendo lo restante de peña cortada dOllde solamente se
reconocia la Jiferencia de estar el primero en tierra limpia. y e'1combrada, y levantnrse éste
entre un bosque espeso, tan privilegiado elltónces de lit violencia que encadenánd()~e sus
árboles unos con otros por medio de UUIt cantidad inmen~a de oejllCOi) cnyos sarmiento~
correosos ligaban las ramas, lo hacían casi impenetrable ti los rayos del sol y le daban di/:!-
posioion ba tante para el suceso dichoso que diremos.
Los nue~tros, pues, recelando e. tos inconvenientes, pn~ieron sus tiendas á poca dis-
tancia de In ceja del monteoillo, y :intes de romper la guerra quisieran por buenos medios
excusar los daño!" que forzosamente habian de seguir~e :i la obstinaciou de los Simijacas, y
así les dieron á entender que su intencion era de admitirlos de paz, asgur:indoJes que serin.
firme, y se pondría reparo á laR qnejas que justificasen tener de sns Encomenderos, pues
aquélla era la intencion del Rey JneRtro Señor, y qne de no hacerlo a~í, Rupiesen que la
cau::la de laR calamidades en que habian de verse Reria la repulsa que die¡.;en 6. 101'1 bnenos
partidos que les ofrecian, pne aunque más confiasen del Ritio fnerte que tetúan, no lo era.
más qUf' el de los Tan a~, ni eran más valerosos que aquéllos, y los que tenian de 'Pre~nte
por eneuligm¡ eran los miRmos que tantas veces habían triunfado de sus armaR; recuerdo el
meÍ formidable, y que obra con más eficacia en hombres cobardes y acoAtumbradoA á malas
fortunas. Pero ¿ de qué sirve esta prevencion, ni otras, en quien antepone la libertad á la
muerte, porque sabe que no es "ida la que respira al arbitrio de ajena vol\lntad? Despre-
ciaron, pues, los imijacas todos los partidos propuestos, e. carmentados quizá en la quiobra
do los primeros con que se dieron de paz; y confiados vanamente en sns armas, no sola-
mente excusaban tratos con los nuostros, pero daban hVI respuestas con tiros en vueltos en
amenazas, de que mal snfridos los españoles y desconfiados de que por buenos medios podria
allanar. e aquella nacion irritada, determinaron apretarla de suerte que la obligasen á recibir
por fuerza los partidos que con tanta obstinacion despreciaban.
Seis ó siete dias de pues de esta resoluc10n ga taron in fruto, probando lí ganar la
cumbre con asaltos continuos, qUA no hacian efecto, porque era tanto el desvelo que los indios
tenian de noche y de día en defenderse, que sin perder punto en el manejo de las armas,
mostraban q ne la pérdida de los Tan a. más les habia servido de estímulo para animarse
que de aviso para reQdirse. El torbellino de piedras y flechas que descendia do la cumbre
por instantes, era de suerte que al español mn!; brioso hacia sacar píés, y áun pasarll á mtl.s
si no fiara del escudo cuanto perdía del ánimo; mas, con~idera.ndo que todas las veces que
acometian al fuerte provooaban Á. lo Mozcas á que repitiesen los tiros de piedras y fleohas,
y que de la contiullncion habia de resultar que se btLll en iu mUllic:ion cuando el 8~'l.lto
fuese de '\'oras, de!-'ilTnio ó cautela que podio. fiarse do la incauta barbaridad del enemigo,
mostraban á cada hora semblante de combatir el fuerte, y conRignientemente los indios apli-
caban su defensa con más brio, reconociendo que luego se retiraban sus oontrarios, y sin
discurrir qne la que imaginaban cobardia era traza en que habia do consistir su ruina,
como lo mostró brevemente el suceso, pueR luego que sintieron los nuestros no bajn.r las
rociadas de piedra tan eRpesas como ó. los principios, y que algo debia fiarse á la contingen-
cia, bien armados todos de eRcalllpiles, espadas y balles.ta~1 con rodeleros que les hacian
espaldas, en la misma forma que acometieron tÍ los Tansa~, dieron principio Ú. la empresa
por la sendn angosta que rayaba en los peñascos.
Guiaba e¡.;te avance el Capitan Alonso de Ola11o. IIerrcl'a, de quien ya dimos noticias,
hombre resuelto y valeroso, sin que fue. en bastantes los tiros que recibia en el escudo ni
para que de ignalnse los pasos con qne subia ni para retirarle del firme prop6sito que lleva-
ba de ganar la cumbre· pero poco lLnies de llegar á. donde pudiese aprovecharse de la ospada,
se le opu o una tropa de Gandules, (lue con picas tosta(laR le resistieron, de suerte tlue al
tiempo de mejorarse, tí. rnerza de botes que le dieron, y perdido el puesto en que no pudo
sustentarse, fuó precipitado deRdo lo más alto del risco; mas, con tan feliz suceso, afianza.do
en el favor divino, que como las copas más levantadas de los árbole.' del bosque que ceruan
la peña estaban engazadas de bejucos, lo recibieron en su densa trama, deteniéndolo para que no
cayese sobre las piedras que lo esperaban en lo más bajo. Y aunque del golpe quedó Hciado
de una pierna, en reouerdo del beueficio del ciclo, e 'oapó la vida, (Jne gozó de. plles muchos
añ ,deja.ndo para. memoria de sUCeso tan prodigioso el nombre del salto d~ Olalla, que se
COllilCl'Varlt siempre en aquella. provincia.

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214 F1l:llMÁNDEZ PIEDUAHÍTA. LLIn. VUI.
rJOS cuatro compañeros que sucesivamente le soguían, de quienes eran Alvaro>
Suárez de Deza y Nicolas Gutiérrez, viendo á los Simijacas tan embaraz¡~dos con Olalla y nQl
perdiéndose de ánimo con el mal suceso, se valian de la jaras confiando en contrastar la
resistencia qucdes hacian, hasta que tÍ pesar. uyo gJ.naron puesto, donde unidos pudieron
usar de las eflpadas embarazando á los enemigos en tauto que llegab¡\ CJSpedeFl con sus in-
fante~, que ménos impedidos de la opo, icion á cau a que los delantero~ recibian toda la
carga de los contrarios, los liocol'l'ieron en tan buena sazon, que tÍ tardar e m¡ís, q uedal,'an
deshechos; porque viendo los imlios que aqnellos cuatw españoles teniau casi ganada, la
cumbre, y que en el rechazo cousi~tia su libertad ó su muerte, cargó toda la multitud en
confuso tropel con macanas, pil!as, piedras y bastones, y con furia obstinada avanzó, do
suerte que aunque los nuestros se hallaban uecesitados de algun descanso contra. el afan de
la subida, hubieron de atender á lo mús precillo; y así, habiéndose mejol'a o en cuanto- pud()
su diligencia, rompieron por el escuadl'on de los contmrio!'l, bañando las piedras de la I:;au-
gro de ar¡nellos miserables, hasta que ganaron la eminencia del peñol. Entónces, de, espera-
dos los Siruijacas de hallar piedad en 10R nuestros, y viéndose perdidos donde se juzgaban
invencibles, despreciando las vidas que por todas partes veian arriesgada3, pues tenia n por
mayor tormento la sujecion que la muerte (ú digamos que fué temol' el (lue los movia r por
que se agrade más la vanidad de los vencedore) se precipitó la mayor partc de ellos doude
con su sangre dejó eRcrita. entre los ex tranjcro, la impiedad de los españoles , y entre los
nuestros el fin la timoso de su obstinacion, y la provincia qued(} tan sujeta, que en SllS
paisos no se han visto más seilalcs de altcracion.

CAPITULO IV.

ROMPEN LOS PANCUES POR LAS FRONTERAS DE LOS MOZCAS : ENTRA EN


SU PROVINCIA HERNAN PÉREZ DB QUE ADA, Y AUNQUE LE MUEVE
GUERRA CON BUENOS SUCESOS, OQUEDAN SUJETOS.

ERDERSE tal vez en brazos de la desgracia, lance fué por donde pasaron las naciones
P más belicosas. Los godoR y eRpañoles, cuando se diferenciaban, alternaron estos reve-
ses; pero rendirse do suerte á una. uesJicha, que uo a pire el l\nimo á probar el desquite,
cobardía es, que la naturaleza esculpió por afl'on t.'\ <le peohos afeminados . Ann el valor
gobernado por la prudencia se arrie ga {t la segunda fortuna á peRal' de un accidente contra-
lio. Gaspar de Coliñi, desampal'ado do la dicha, se levantó más formidable siempre que las
Licea de Francia lo vieron caido: y si Julio César en la guerra de 1 ompeyo guiara sus re-
soluciones por la re ulta del primer encuentro, no lo aclamaran victorioso en la segunda
batalla: y si éste Ruele ser dicttlmon de un Cabo pl'Udente, cuanto más vivamente lo abra-
zará el brio, que :mIto de consideraciones no tiene más consejero '1ue Sil arrojo, ni más fin
que su venganza? A é8ta aspiraban lo Panche, nncion belicosa (como dijimos nI principio)
despues que Gonzalo Jiménez de Quesa.da quebrantó su ferocidad con las armas española!'!,
obligándolos tÍ que doblasen la rodilla ú. acrezazipa, Rey de Bogotá, golpe que no cabia en
el disimulo de sus espíritus guerreros. Tuuas las demas desgracia.'i abraza sin dese, peracion
la tolerancia de los hombres; poro acloral' en el trono {t quien vieron los ojos en el deRpre-
cio, tormento es que no cabe en toua la capaoidad del sufrimiento, R eventó al fin la mina
de sus bárbaros designios contl'é\ los Mozcas, viéndolos faltos de caudillo real que los coli-
gase para su defensa, como si de la ruina de aquella Monarquía UO se hubiese levantado
otra, que si venció tL los Mozca como á enemigos, los habia de defender como á vasallos.
Habia entre los Panches algunos pueblos qlle asentaron paces con Gonzalo Jiménez
de Quesada, prestando fidelidad tÍ nue tro católiéo Rey; y no atreviéndose é. tos :í. declarar-
se como los otros, solamente dieron con~entimie nto Ú. la empres:1, prometiendo no desampa-
rarlos en lo sem'eto, no tanto por sospecha del castiga que lmdieran temer, como por el eIU-
peño de la palabra dada ú que lIO debían faltal', como qne la. vergüenza de romperla pesase
m¡lS que la llotoricdad de Jo. ve:Jganza á (lue aspÍrabau. De é~ tos eran los SÚluimas, Tocar€:-

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11lSTORIA DEL J: UEVO HEINO. 215
ma.'i y Calandaimnsj pero las domas naciones de Ambalemas, Sasahnas, Aoapoimas, Guata-
quios y otras muchas que habitaban aquellos terrenos fragosos, descubiertamente coligadas
y eligiendo como caudillo superior al Bituima, pidieron paso á los Tocaremas, y por esta.
parte y la de Calandaima entraron en 108 confines de Bogotá y Sutagaos, y abrazando 108
maizales y demas sembrado.s, oprimieron de suerte los pueblos de Tibacuy, Subia, Tena,
Cipacon y Bojacá, que despues de cautivar mucha gente para alimento de su voracidad,
pasaron á cuchillo á cuantos, desconnados do sí mismos ó desprevenidos para la fuga,
dieron en sus manos. Oh 1 qué de infortunios se conjuraron en aquellos tiempos contra los
Mozcas! ni al abrigo de los españoles que obedecian Meguraban la vida: ni en la oposicion
de los Pan ches, que siempre aborrecieron, excusaban la muerte! Pero cuándo las declina-
ciones y ruinas de una Monarquía dejaron carnina segurú al que cayó con ella!
Al mismo tiempo que las tropas de los Panches arribaron á los confines de los Moz-
cas, los Tocarcmas, por aseglll'MSe y desmentir toda sospecha, despachat'on correo que
diese cuenta en la ciudad de Santafé de la intempestiva invasion de 108 suyos, disculpando
la entrada por sus tierras con decir que más habia. sido efecto de la violencia que de su con-
sentimiento, pues se hallaban dispuestos ó, obedecer las órdenes que se les enviasen en des-
quite de atrevimiento ta.n grande, y en conformidad de las paces que tenian juradas,
pareciéndoles que con este aviso sanaban la traicion en que eran los primeros cómplices, y con
darlo ti tiempo que los Pan ches hubiesen pasado la montaña, lograrian la pretension de no
impedir el buen suce o que esperaban, pues por mns diligentes que procediesen lOA españo-
les á la defensa, no podian llegar á tiempo que desvaneciesen la celeridad de los suyos en
ejecutar los designios violentos de su fiereza, Casi ó, un mismo tiempo entraron en la ciudad
de Santafé el correo de los Tocaremas y muchos MozClIs de los que salvaron la vidn en los
piés, con el aviso de los estragos y muertes que habia padeoido su nacíon: y como ésta do
suyo es medrosa, y cuando no lo fuera, las ndvereidades que en tan breves di as habia pade-
cido, bastaran 6. acobardarla; viéndose en esta ocasion todos los puoblos de la sabana. des-
6rmados para enemigos tan podel'osoR, y faltos de Rey natural para el reCUrso, desamparadas
BUS casas S6 entraban en tropas á. reguardars6 en la ciudad, como si ya tuviesen sobre ellas
las armas de los Panches, siempro fatales para sus vidas.
En gran cuidado puso á IIernan Pérez de Quesada la nueva. alterncion de los Pan ches,
así porque la tenia por nacíon do las más belicosas del Reino, como porquo sujetarla por
armas, respecto de ser toda su provincia tan áspera, siempre habia pl\recido á su hermano
difícil, y por esta cansa habia dicho varias veces que aquelln fiereza m{IS necesitaba. de hala-
gos para domarla, que de violencias para. oprimirla. Pero como el disimulo en los agravios
disminuye la buena opinion con los amigos que ignoran los motivos, y aumenta el atrevi-
miento en los contrarios, que atienden al semblanto con quo se reoiben, á quo se juntaban
108 clumores do los bogotaes, afirmando desampararian las tierras si uo so castigaba con
tiompo aquella insolencia, llamó á. consejo á sus Capitanes para resolver lo C!ue debía hacer
en aquel aprieto; y aunque algunos de los de Benalcázar hacian poco aprecio de la propues~
ta, inclinados más á que no se entibiase la conquista del Dorado á que tenia persuadido á
IIernan Pél'ez, y decian que cincuenta hombres sobraban para el castigo de cualquiera na-
cion do indios, per belicosa que fueso, y que las empresas más árduas 110 debian posponerse
tÍ. las do ménos consecuencia, como erA. la de los Panchos, pues de perderse ésta solamente so
dilataba el señorlo de una provincia pobre, y de faltar á la otra so aventuraba el acrecentar
á la Monarquía española la porcion más considerable do las Indias; con todo eso los Capi-
tanes de Fedreman y Quesada (que no estaban enseñados á guerre;ar con las naciones de
Quito, Cajamarca y el Cusco, ménos hábile~ para las armas que los l\fozcas, como so experi-
menta hoy dentro de las mismas provincias del Perú, sino con los Tail'onas, Goagiros y
Muzos, y con otras naciones valerosas dell'io grande y Llanos de San Juan, que no exceden
á los Pan ches) fueron de parecer que pospuesta otr:t cualquiera faccion fíe procediese al cas-
tigo de éstos. Decian: Qlte la, 8eguridad de aquel Reino no consistia en lo obrado hasta entón.
ces, 3ino en deSa1'1naf' á los Pan ches enemigos, que puestos en la f1'ontera siempre habian as-
pirado á su dominio. Que si estando unidas las fuerzas espafwlas co1'7'ian las campañas de
Bogotá tan at1'evidos, .quién bastaría despues de divididas pa1'a que no intentasen dar la
nueva ciudad al Baca y al incendio? Que las lJ1'oV¡'ncias del Dorado, más tenian de "l'JJ1'esen-
taciones varias de la idea que de noticias vel'dadcms para desvanecer discurso8 tan cuctdolt.
Que :Ji era cierta e¡ta máquina qw~ apoyaba la codicia, ya 8e habian encontmdo con eUa, pues
2!)

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216 FERNÁNDEZ PIDDRAHfTÁ. [LlB. VIII.,

todas la3 3eñas del JJorado 3e hallaban en lOli espaca"o3 de aquel Nuevo Reino. Y finalmente,
que 8e debían inclinal' p,'imero á e~ta empresa, que pedian los Mozeas, para que tl'ocaseu en
amor á los e8pañoles el odio con que lns mi,'aban como á opres01'es de Slt libel'tad.
Siguióse este parecer como el más sano; y aunque en el número <.le la gente que
habia de entrar al castigo disentian los del Perú, porqne enseñadoR á pelear fÍ. caballo abo-
rrecian la empresa en que si ,e excusaban perdian crédito y si la admitian se obligllban á
marchar á pié por la aspereza del terreno á que no est.aban acol'ltumbrado : Rinembargo de
cuantas razones alegaban, convinieron con el sentir de loe míl, , en que eran precisos dos-
cientos infantes, treinta caballoR y cuatro mil Mozca de las milicias veteranns de Sacreza-
zipa, todos á cargo del mismo Rernan Pérez, porque no se leV31lta en competencias sobre
cargo tan principal. Con esta resolncion empezaron apresuradameute las levas á cargo de
los Capitanes y oficiales, de que la mayor parte era del Perú, por la inclin:lcion con que
Bernan Pérez los miraba; si bien no pudo excusar de aquella li. ta tÍ los Capitaues Céspedes
Anton de Olalla y el Zorro, hombres que tenian bien.. conocido el ánimo y tierra de los Pan-
ches: y aunque ninguno de todos ellos ignoraba el trato doble de los Tocaremas, parecién-
doles dilatar el castigo para tiempo más oportuno, <.lisimularon con el correo, y cargado do
promesas y agradecimientos lo despacharon con órden de que los pueblos pacíficos no se
moviesen hasta tener avi. o de lo que determinaba Hernan Pérez, Lo. primero que dispu-
sieron su ejército fueron laR Mozcas, en que se hallaba un buen tercio de Guechas de lo
que solían guarnecer los pre idios de las fronteras: y uingun movimiento de éstos ignora-
ban los Pan ches, porque los bogotaes, mén08 cautelosos que los e8pañoles, y persuadidos'
que los Tocaremas y Calandaimas procedian sin doblez, no recelaban darles parte de las
prevenciones que se hacian en Santafé: y como no hay disposicion ui traza que participada
al enemigo no se deRvanezca, porque en tanto bon acertadas las resoluciones de lo. guerra en
cuanto las apoya el secreto, luego empezaron IÍ discurrir los Panches que no eran poderosa~
sus fuerzas para oponerse ti 108 españoles, ni para que, divididas en muchas partes, se con-
servasen.
Decia el Bituima (hombre de madura edad, y que entre los suyos tenia ganada mu-
cha reputaoion): Que la ventaja de los caball08 no tenia equivalente 1'epa1'o, como lo habia
mostmdo ya la ezpen'encia en dos ocasiones. Que la constancia en el combati,' de la infantería
espoJ¿ola era tanta, que siempr'e contrasta1'2a cualquier batallon de Pan ches en que no concu-
r1'Íesen unidas cuatl'o pal'tes más que la del ejército cristiano, pue8 aunque los Mozcas e1'an
poco guelTel'os, al ab1'igo de los españoles adquÍ1'ian el val01' qt¿e les habia negado la natw'a-
leza. Que cuando no hiciesen más que acometer á tiempo y reiú'a1'se con órden militar, basta-
ria para lJonerl08 en confllln:on: ademas, que lo Gueeha, bien di ciplinados en la8 gu.erras,
pasadas, 8iempre habian sido g1'a71des pal'a enemigos de los Panches, Qu.e é tos se habian
n to dos 'l.'eees hollados de la soberbia e pafl,ola, y nece itabun primero de }Je7'der el temor
concebido, que de aventw'a1'se á la contmgencia de una batalla, p01'que l08 que han sido ven-
cidos pelean con solo 'lm corazon y los rencedores con do , 'ltnO q'll.e deben al valor 7w'edado y
otro á la fama odquÍ1'ida. Que las l'esolucione del C07'azon no salen siempre tan acel'tada
como las del disCl¿7' o, ni lo más 7wn7'oSO debe seguú'se todas 'lieCeS por' mej01', sino lo má
conveniente; y así tenia P01' mejor medio elegir un ¡tío fue1'te donde cong1'egada toda la n
cíon se defendía e, sin que la necesidad los pusie e en obligacion de dar batalla á sus contra-
1'io ,pue8 levantados con facilidad los bastimentos de la )J1'ovincia, f01'z()samente habian de
"retirar'se dent,'o de poco dias, ó perece?' al desabrigo ele país tan estéril y montuoso.
Este parecer fué bien recibido de los Cabos que se habian hallado en 105
pasados enotJ.entros; y aunque algunos bizoños quisieran la resolucion ménos tem-
plada para su juventud, pareciéndoles debía fiarse de sus brios y de la multitud
de sus escuadras (dictámen que ne ordinario enamora 6. lOH que DO han vi to otra
vez el ro tro al enemigo), hubo de prevalecer el con ejo de Bituima y acertaron
donde Jcrjes hubiera acertado tambien, si como oyó á Demal'ato Lacedemonio lo poco qU&
debia fiar del poder qne llevaba en la guerra que emprendia, no se dejara lisonjear de la
arrogancia de la muchedumbre, para sentir despues de vencido más la pérdida del consejo
que la ruina de su ejército, Tanto como esto importan las advertencias de un buen discurso:
y los Pan ches, que veneraban á Bituima por oráculo de la guerra, recogidos víveres para
muchos di~, Y taladas las sementeras, trataron con más desvelo de su defensa por la vecindad
con que ya campeaba el ejército español. Tendíase l~ poblacion del Bituima por unas lomas

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CA.P. lV~J HI TORJA DEL NUE O REINO. 217
altaR y vecinas á. otras eminencias que formó la naturaleza, de tierra. avolcanada en que se
mezchtl algunos pedazos de tierra viva con que se impide la ubida y el trtÍnQito de unas ti
'Otras, si uo es por sendas muy I\ngoRtas y peligl'oRas áun faltando enemigos; porque corrien-
QO con torcido curso un arroyo <]ue nnce de las montauas de Síquirua y otros que se les jun-
tan por diferentes parte~, preciRa. á. que por todas sean los caminos tÍ média ladera, y por
consiguiente derrumbaderos ó pasos voladores que miran á la profundidad por donde corre
€1 8rroyo, tan ampat'ado de las peñas, que descubre muy pocas entradas para el esguazo y
ninguna en tielllpo de lluvias. En una, pues, de aquellas 10mafJ que miran de frente á. Bi-
tuima y forma uua cuchilla bien dilatada, se fortifi.:aron los Punches bien proveidos de
arrua, picdms y vitualla para RU ~efensa: y porque laR naciones de los Nimaimas, Ambale-
mns, Guataquíes y otras cc.locadas á la. parte del Rio Negro, no podian fácilmente concurrir
con sus familias, fueron avisadas para. que, eligiendo los sitios más ventajosoR, solo tratasen
de una. guerra defensiva para. que, fatigado el ejército español con el trabajo, ó se dividiese
abriéndoles ca mino para algunas surtiJaH,6 entero diese vuelta á Santafé, repasando la mon-
taña ~n que libraban las esperanza~ de mejor suceso sin llegar á la. batalla.
Por otra parte, el ejército de españoles i Mozcas, gobernado por Rernan Pérez (sin
tener cierta noticia de 11\ parte en que se alojaba el enemigo, por el engaño con que procedian
los confidentes en los avisos), entró á. la provincia por la montaña de Jaque, pareciéndole
q~e las demlls entradas hallaria con el embarazo de la prevencion de los Pan ches expuestos
á la defensa, siendo a í q ne eHtaban libres y que en e. te reparo jamas discurrió aquella
lIacion C}ue cegó Dius pam su conveniencia; pues es cierto que si cnyeran en que la oposicion
de sus armaR habia de Rer en lo caminos y entradas de la montaña, se dificultara muchísimo
la conquista por la facilidad con que pudieran rechazar cualquiera tropa, que forzosameute
habia de marchar, in ól'den por aquellas angosturas y malezas. Miraba á dos fines Hel'nan
Pérez en e.ta res01ucion, y eran pa 'al' sn ejército sin peligro de la otra parte del monte, y
entrado en la .pro\·incia correrla toda y salit' por Tena ó 'fibacuy, donde estaban más ba-
queanos los eEpl1ño)es y no nece"itllban de guias para la marcha. El primer fin se logró con
facilidad por no haber encon trado en toda la montaña enemigos que le inquietasen. Y para
el seguodo h'llló tan de:provcida la tierra y tan de amparados los pueblos, que apénas hubo
quien le die e noticia en que fuudar alg,una. determinaciou ; pero imagiunndo que la conmo-
cían de lo Panches era general, y que 1 s demo tracione. debian ser ásperas respecto de 108
<1clitos y daños h sta allí hecho, mandó que como fuesen eucontl'aodo las poblaciones que-
masen las ca as y abrasasen los campos sin perdunar ni aun los árboles frutales quo tenian
101:1 indios para u recreo.
Así lo ejecntaba su campo, aunque tmbnja.tlo Con ,el {¡[IlU iuLolerable do los caminos:
y habiendo llegado á. imnima, des<Lmparaua de sus vecinos, hallaron una mujer enferma,
que les di6 noticia del sitio ó. que se habían retirado, con determinaclon :fija do defender la
libertad hasta el último trance: quemaron el pueblo, que encendi\S más la ira del enemigo, y
envifllldo delante una tropa do treinta. inrantes y doce caballos {¡ cargo del Capitan Cardoso,
fué siguiéndolo todo el ejército al paso más largo que pudo, y no habri~ caminado una. legua
cuando de cubrió en \tna colina no muy le\'antad:L, aunque bien 'pedregosa, el campo de laR
NimniOlas que, con alaridos y voces, preten\liall manifestarse, y BUu pal'eció convidaban ó.
llega!' á las mano" en quo llO fueron perezosoR los nuestros, pue!i avanzando á toda priesa
tle trabó un bien reñido combate, en que si hacian mal'avilhs 10H e~pañole" 110 excedian á
los Panche que, como fiera acosada.s, so entl'l.ban por las lanzas y espadas sin temor de la
muerte. Iba Cardoso á caballo, y como He empeñó el primero y el sitio pedrego o le desayu-
<1a ba, fué mucho no quedar Inuerto Ó pri 'ionero, pOt'q ue asaltauo de los Gandules, pretendían
cojerlo á manoo, en que no ha.11aba poco embarazo el jinete; pero dando de espuelas al
~ab¡¡llo y jugando el pié con el estribo dió con él tan grun golpe en el rostro de uno de us
contra.rios, q \le derribá.ndole los dientes lo pri vó de sentido, y arrastra.n1o al otro, que se le
habia asido de aquél, tuvo lugar para sacar l>~ espada y darle tan buena herida en ~l brazo,
que se halló libre para socorrer tÍ los suyos á tiempo que mezcladOR con los enernigos en la.
pelea necesitaban bien de su valor, y la victoria e taba tan dudosa que la perdieran si
recelosos los indios de que se les acercaba todo el cuerpo del ejél'cito español no hubieran
desi tido de la. contienda, retirándo e con gentil denuedo y pa. ádose de la otra parte del
rio que tenian vecino, con que aseguraron las vidas por la dificultad del etlguazo para infan-
tes y ca.ballofl; y a.unque los muertos no pa8~l'On de setenta y de los nUQstl'OS salvaron heri-

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218 FEUN1\.r DEZ PIEDRAUf'rA. [LIll. VIII,

dos diez o doce, los Nimaimas se derramaron pOl' las nsperezas de la provinoia, dejando ' 01
campo á los nuestros, en que se aventajaron mucho Gómez Nieto y Romero de Aguilar.
Librel:. yá los nuestros del primer encuentro del enemigo, y habiendo tenido otros
dos semejantes á él, muy cerca <lel Río Negro, en la loma que al prese~te se llama de Enri-
que Vélez, en que dieron mueatra~ de su valor los sóldados de .BenalcRzar, manifestando
que las obras no ' desdecían de las palabras (aunque desengañados del concepto errado que
habían hecho de los Pan ches), pasaron en demanda de Bituima por la relac10n que ya
tenian de algunos prisioneros, de que en aquella parte estaba fOl'tificado .el mayor concurRO de
la nacion. Iba fatigado el campo con la penuí'ia del bastimento y con el continuo trabajo de
más de treinta dias que habia gastado desde que salió de Santafé; per<? pera'uadidos los
infantes ne Hernap Pérez á que el último lance que restaba para sujecionar la provincia,
era el presente á que se encaminaban, marcharon con buen 6rden, y al segundo dia: ea
hallaron á vi",ta del enemigo, que con fuegos y voces daba á entender el poco aprecio que
hacia de los nuestros, Deseoso entónces Hernau Pél'ez de justificar más sus acciones, les
despachó un indio de Bojacá, bien entendido en el idioma de los Panches, á que de su parte .
los convidase con la paz, que es el mejor fruto de la guerra: y que de no admitirla, ni las
condiciones que pareciesen justas, les protestase que todos los daños y hostilidades cauRados
en aquella guerra no serian tanto por los estragos padeoidos en BogotÁ. y Sutagaos, como
por su obstinacion bárbara. Pero como ya ésta los tuviese sordos para toda conveniencia
que no fuese do su entera libertad, reRpondieron: Qlte se hallaban cansados del trato caviloso
de los españoles. Que no ignoraban que contm el der'eclto natu7'a.l de las gentes habian dellpo-
jado tÍ los Reyes de Bogotá y héchol08 ?no?·i,' sin ?'espeto á las paces que haMan asentado con
ellos, Que bien 1'cconocia la grandeza del Rey de España por los envíos de gente que había
hecho á tien'as tan 1'emotas como las suyas, ,?j que se per'suadian d que gobm'1laba con justicia;
}JC1'O que lJ1'estaba poco sujeta?'se tÍ su imperio, PO?'q1{e la dittancia hacia. que 1'gn01"aSe las
tú'anías que S1.lS ministros usaban con los vasallos más 1'etú'ados. Que no soltan'an las a?mas
de las manos sin haber defendido BUS hijos y provincia de la esclavitud i7~/'ume que padecian
las demas naciones. Y finalmente, qne tenían PO?' el medio más conveniente 17a?'a todos, que
l08 españoles dejasen la tierra, y cada mal gozase el dominio en que lo lw.bia constituido ln.
nutll1'uleza; y que si éste no les pm'eciese el mejo,', llegasen á las manos y se desengañarían de
la cosa que les tenia el no gobema1'se por tan saludable consejo.
Con esta respuesta se a.ccrcaron los nuestros á la cuchilla del monte en que los
Punches so descubrían, y ocupando algunos puestos eminenteR, los más vecinos, en qu
asegurarse de las piedras, y donde pudiesen upr0veehal' laR ballest:u:¡, pusieroll sus tiondas
en frente de sus contrarios, y nlojados oouparon los dos primeros dias en corresponder con
jaras h cuantos tiros rocibían de 11cchns, no siendo 01 daño tan conHidernble como el ruido
de los l\1ozcas y Panches, que p~\l'ece habian rcducic.1o la guerra á VOCCH, Mas, en este
tiempo, reconocido el terreno y consideradas todns la partes por dondo podia asalta,r ni
enemigo, no se ha,llab3 alguna que estuviese libre ele mucho riesgo ni que uiese lugar 1\
valerso de los caballos, miembro elmá principal del cuerpo de aquel ejército; pero tenien-
do por lorzosa la empresa en cualquiera forma que Re aventurase, pusieron en 6rdeu los
• nuestros al ejército de los Mozcas con cincuenta infantes de escolta, para. que provocando lt
los Panches los sacase do los puestos aventajados que ocupaban: mas, ellos, escal'mentados
en la rota pasada de los Tocaremas y Síquimas, so cRtuvieron fijos, sin dar seña.l del menor
movimiento. Los Mozcns entónces, presumiendo que esta cautela, tan fácil de penetrar, nacia
del temor concebido de los Panches á eus armas, cobraron tal brio) que imprudentemente Be
fueron av~nzando ti la cuchilla con intencion de acometerlos en sus fortificaciones; pero en
breve término se desengañaron de que no eran ellos sino los españoles los que l'eprimian el
coraje de 108 Pan ches, porque habiendo cargado con desórden ó. las sendas angostas que dab~n
paso n la cuchilla, fueron l'ecibidos con tal carga de flechas y piedras, que muerLos más de
sotenta de ellos y heridoH mns de oiento, volvieron las espaldas tan confusos, que no bastaron
los infantes de escolta para d€.tenerlos aun en parte segura del alcance que temian,
Mucho sintió lleman Pérez de QueSc:'\da este l'eves por el brío quo los contrarios
habian de cobrar con suerte tan favorable, y para ell'eparo mandó que por diferentes partes
acometiesen los españoles, enhilados unos en pos de otros y bien resguardados de rodeleros
pa1'a que i!iyel'tida la fnerza del enemigo, ó gastase la mayor parte do sus municiones de
piedra, qne erau laR mn s temidaR, ó dispnsiese lance algullo de llf'gar tí batallo, Ejecutóso el

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CAP. IV.] ni 'TOInA DEL NUEYO HEINO. 219
designio con valerosa const.ancia de los españoles y Guechas, en que nmrieron diez ó doca
d~ éstos y cinco de los nuestros, si bien Re desquitó el daño con el que hicieron las ballestas
.matando más de oiento de la parte contraria; maR fueron tantas las piedras que bajaban
por todas las partes que acomiltinn 101'1 españoleR, que los precisó Ó, desistir de la empresa y
retirarse con el mejor órden que les fué posible, despues de seis horas que dud la porfía y
la resistencia d,e los Pa~ches en tel~eno cálido y cuando el sol heria con la mayor actividad
de sus rayos. Aquella poche, p::reciéndoles la mejor coyuntura á los Panched para el intento, '
enviaron quinientoscGandules para. que emboscados en la concavidad de una de l~s quebra-
das que allí habia, diesen al rornj)er del dia en los cuarteles de 108 Mozcas, que alojaban
algo s.partados de~ campo español, yejecutáronlo tan diestloamente, que aunque fueron
sentidos, no por eso dejaron de hacer gran daño en los 1\1ozcas, en tanto qtie algunas compa-
I ñias española~ llegaron al socorro. Riñóse con porfia má de uua hora., y advertido Reman
Pérez de que la fortuna le ofrecia la mejor ocasÍon de llegar ti batalla, mandó á los Capita-
nes Céspedes, Nieto y Montalvo de Lugo que ocupasen el camino por donde forzo~amente
habían de retirarse los quinientos Gandules ó los que ocupahan la cuchilla del monte habian
do pasar para socorrerlos.
Cumpli6se con puntualidad este órden, y por otra parte, trabada la batalla entre 109
quinientos Gandules y las compañías de Oialla.. y el Zorro, n cuya sombra pcleab:m ya los
Mozcas con más coraje, :fueron apretando á los Pan ches, que guerreaban con igual fortuna;
pero como el número y la. dicha estaba de parte de los nuestros, y los Guechas compitieron
este dia en disciplina y valor con los más aventajados, empezó tÍ prevalecer el campo esrafiol
y desmayar el oontrario, retirándose tí tiempo que le pareció poder asegurar e en la cuchilla,
y apénas lo ejecutaba cuando se halló cortado en la ocusion que más necesitaba do unirse ó.
sus parciales. Aquí, viendo su perdicion los quinientos Gandules, y confiados en que todas
las fucrzas de su nacion cargarian en su ayuda, hicieron rostro n. laa dOR tropas que los
cercaban, y á'treinta perros que no habian podido aprovechar hllSta cntónceR, y pelearon
tan desesperadamente, que sin tenor socorro de los suyo, por consejo del Bítuima, que
reconoció su ruina en la asistencia de un empeño tan incon iderado, sustenta,ron la batalla
mús de dos horas, siendo acometidos do tanto número de contrarios, ha tu qne rotos de todo
punto y muertos mús de trescientos, sin lo heridos, esca.paron los pocos que restaban, por
aquellas laderas y quebradas, sin que los Mozcas ni espafioleo Figuiesen el alcance, ó porquo
lo fiaron de los perros, ó por temor de que los contrarios quo e. 'taban á la vista los cogiesen
dCRordenadoR. Murieron en oRta batalla mús de cien indios MOZCflS, sin los heridos, qua
fueron muchos, los más on 1'1 primera urtidn, y de los espauoles quedaron :llechados mlis de
treinta, a.unque ninguno herido de mu rt .
Animado IIernan Péroz con ste buen RuceRO, ordeu6 que al día signientc se conti~
nuasen los acometimientos en la forma quo {mtes, si bieu con daño de los suyos, que 1\0
ganaban palmo de tierra por rollo nliento que cobraban con el pa~!lLdo suceso. Pero aunque
todas esta {accione oalian poco favorables á los nuestro, consideranc1o los l>anches que lat:¡
piedras, en quo más asegurada tenían su defensa, iban fnltando, y que reconocido pOlo los
españoles, los apretarian do suerte quo se hallasen obligado. tÍ dar batalla ó perder e dentro de
sus miamos alojamientos, por la estrechez que tenia en ollos el número orecido dcau gente, resol-
vieron ejecutar un ardid con que, perdidas las e perauzas de los nuo tros, desamparasen la
provincia 6 dicsen principio á otra igual empresa (más difícil entónccs, porque empezaban
las lluvias, siempre rigurosas en aquel pais desabrigado). Para este designio dispusieron qU&
cincuenta Gandules diesen un alarma falso á. média noche en los cuarteles de 10R Mozcas, para
que desvelado el español en su defensa, tuviesen tiempo de pasar sus familias de ll1 otra parto
del arroyo á sitio no ménos ventajoso y más proveido de piedras que el que dejaban, y en
que no tenian poca parte los Tocatemas y Anolaimas, que do secreto los favorecian. Los
.cincuenta Gandules ejeoutaron el !trdíd tan diestramente, que habiendo hallado dormidns las
centinelas y muerto m{ts de treinta iudios Mozcas {~ golpe de mac:ma, pusieron el campo en
tanta confusion, que los Cabos no sabian dónde acudir, ignorando con la 08Curidad y las
voces el número de los enemigos y la parte cierta dondo cargaban sus tropas; hasta. que al
1'omper del dia, y cuando ya se habiau retirado libres los cillcuenta Ganuules: vieron desam-
parada la cuchilla, y reconocida de los nue tros, hallaron ejecutado con buen suceso 01 ardid
ue lo Panchell, que fortificadOR ya de la otra parte, uabun grita IÍ. los CSjxluoles. En seme-
jnlt~ lance, prorumpiú FranciRco de Carvajal en quejo,5 y admiraciones de que la jtwontud

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220 TER¡JÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LIB. ·vnI.
~el General Centeno hubiese librado las reliquias del ejército real del Perú de las astucias de
quien habia militado con Fabricio Colona. en Italia; yen esta ocasion ponderaban los Oabos el
bien dispuesto estratagema, y cuiÍ.nto 'lO habia de dificultar aquella conquista respecto del arto
militar con que se iba doctrinando,aquella nacion belicoRa.
Di!\currieron, pUDs, lo que debian hacer en este caRO, y considerada la falta de
víveres y el l'igol' con que iban entrando las aguas, donde la. guerra de las inclemenciM del
ciclo 110 halla resistellcia en los corazones de polvo, resolvieron dar la vuelta ó. Sanr..'l.fé,
re ervándose para ocasiou más oportuna. Pero lÍotes ele ejecutarlo acordó llaman Pérez que
el Oapitan Venégas con cincllenta infantes y diez caballos fueRe á quemar la poblacion de
Bituima, y de allí pasase á obrar 10 mi'3IDo hasta Anapoima, deRde donde s.i guiendo las orillas
del rio Bogotá, marchase ha,ta nnil'Re con el ejército, que habiendo de pasar por Tocnrema
le saldria tÍ eRperar en Tena. Partió luego Reman Venégas con 1I gente, sin qne el ejél'cito
se moviese ha~ta ver ejecutado el árden, por no dar aliento 6. los Panche, para que obrasen
alguna surtida de esperada, viendo á RUS ojos arder sus CfiHaR y asolar sus hueltosj pero ¿qué
habian de obrar, amedrentadoR ya de las al'mas superiores que miraban, !)¡uo Rufrir aquel
de8aire por no pa. ar por una ~ervidumbre? Abrasó el incendio las caRas, y miéntras Vené-
gas marchnba la vuelta de Anapoima, empezó Reman Pél'ez tÍ levantar su cH.mpo 'encami-
nado á Tocarema, suceso el máR feliz para los Panche., cnando ya median la porfía de 108
extraños por la obstinacion de los propios. Y aunqne no faltó entre {,lIos q 111en aconsejase
seguir el campo español, procurando hacerles todo el daño posible en la cRtrechez de los
pa~o~, ellos estaban tan escarmelltados de las cautela!; contral'ias que, juzgando sel' éste
nuevo ardid para sacados ó. batalla, no se movieron hasta tener aviso de que habían llegado
á Tocal'ema.
En esta. poblacion justició Rernan Pél'ez dos Capitanes los más culpadoR, y otro de
Anolaima, y di. imulando con los demas cómplices en la altcmcion de los Panche., paRó tÍ
Tena, máR proveído de vitualla~, para eApel'ar á Hernnn Venégnf., que habiendo con celeridad
asolado algunos pueblos, y líltima.mente el de Anapoima, de. amparado de los vecinos con
ocasioo de la gnel'rll, nunqne a.pl'isionó algunl1s mujel'es y famili:tR que se hallaron en laR oaS88
de campo que habia en las caidas del rio y en La Mesa alta, qne hoy se llama de Junn Uiaz,
llegó el dia siguiente á Tena, donde junto el ejército de los nuestros, tomó la vuelta de
Santnfé, no muy gustoso; pues annque fllé así que causó espa.nto general en toJa la. provin-
cia y signió la em presa con todo arresto, no pOto esto Hnjetó ni redujo tÍ paz otras poblaciones
fuer'a de aquellas poca que se dieron 6. Gonzalo Jiménez de Qlle. ada, y el daño que obl'ó en
el país no pesó méno qnc los qtle se pxperimentaron en el campo español; per conteut6se
con lo hecho por haber sido contl'a nacion tan belicosa y de amparó por 6ntónc~ la. empraSe'!.,
qn6 tenía re ervada. el cielo á las fortunas de los Capitanes Reman Veoégas y Antou de
Olalla, como se dirá. en su lugar.

CAPITULO v.
PROSIGUE SU JOHNADA GERÓ IMO LEBRON, CON VARIOS SUCESOS, HASTA
EL VALLE DE OPPON.-MUESTRA GRANDE VALOR UN INDIO EN DEFEN-
DERLE EL PASO, Y FINALMENTE LLEGA Á LA CIUDAD DE VÉLEZ.

P or desembarazarnos de diferentes acaecimientos que concurrieron en e te año de cua-


renta, dejamos á Gel'ónimo Lebron con su ejército bien fatiO'ado en la casa de la sal, si
bien con más ciertas Reñales de mejorar terreno, por las que descubría en lOR moradores do
aquel pa18, i porque la. dilucion era lima. sorda (:ontra !'iU gente, pues con ella crecia ma la.
necesidad de vitualla, dispuso que el Capitan Luis de Manjarrés, sin perder tiempo, Re addm-
tase con su compañía talando la serranía dilatada que se habían encontl'ado (tanto más alta.
cuan t.> más la subían), ha!!lta dar vista al pa.so volador, que llamal'on estos soldados el de
Manjal'l'é , porque dosde que ganaron la cumbre reconooieron ser la bajada tan peli~rosa,
que cualquiera que lá intentase habia de volar muchos estados, respeoto de se l' la. singla, pro-
longada por donde iban de peña tajada i de profundidad gl'andísima. Fnél'onla reconociendo

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OAP. v.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 221
algunas leguRs, hasta que dieron en una. quiebra que hacia, no tun derecha oomo lo restante-
de la cordillera, ni tan dispuesta para dar paso por ella que no m01-1trase peligro y dificultad
para de~cendel' á un valle que tenia delante, cercado todo él de eminencias peñascosas y más.
altas que las que hollaban; mas, I'~pa.rando en que no se descubría tránsito más segu,o que
el de e 'te puerto, 'v aliéndose de piés y manos para asegura.rse, bajaron gustosos por la buena
, fortuna de babel' escapado ilesos.
De allí {\ tre~ dia negó todo el campo al mi!'\mo sitio, reconocido por las seña.R qne
habian dejado llls delnnterof'., donde hizo alto, confllso en 1l'l. l'esolnoion de avcntnrarM por
él, á causa de que no parecia po~ible bajar lo caballos sin dAspeñar e. Pet'O el Uapitan Mi.
nan con los azadoneros que llevaba, fué lahrando escalone y gradaR en la" partes que per-
mitia la peña, y en la más baja de todas gran cantidad de ramas de helecho y otras plantas
de ql1e formó una. cama de dos efitrt(los de alto, pal'a que en caso que deslizase a]gnn caballo
de los que tan fatigados ihan, lo recibiet\e en Sil blanda fajina y uo peligrase tanto como si
diera. en el duro suelo; con que aseguró el descenso de uerte que ya parecia ménos dificul-
tGso el conseguirlo. Gastóse en e tf\ obra todo el dia, aunque los que se ocuparon' en ella
fueron rull~hosj y al siguiente, quitadas las, illas y frenos, fueron gu.iando 108 caballos de-
uno en uno, y animándolos con vooes por la arrie~O'ada I'jendnj y ellos con el tiento que en
tales ca~os enseña el natural instinto, bajaron sin de~gl'acia, ménos In que se experimentó en
dos yegua!'!, que sin poder tenerse fueron rodando hasta dar en la fajina de helecho, que les·
'aprovechó poco, pues quedaron de suerte estropeadas, que solo sirvieron de alimento á la
gente necesitnGa del Ejército, que la tuvo por Rocorro bien considerable.
LuiR de Manjarré., que se habia adelantado como legui\. y média del paso volador,.
dió sobre ciertas ca. as veoinn¡.; ó. la sierra de Atun, doqde halló algnn bastimento, y desd&
una colina vieron los suyos ft distanclf\. de média legua otras casas de mio:¡ coo~ideracion: y
recelúndo, e de que nI sentirlos l'etira¡.;eu la vitualla sus moradores, se Ildelantal'on siete sol-
dados, que fueron Moran, Juan ele Cnencn, Anton P6rez de Lara, Anton Pérez de Portu-
gues, Pedro Machetero, POdl'O Carra. co y otro que llamaban aoto Domingo. R'Itos, con
toda lijereza, repecharon In cl1est(~, y 10 desarmados iuJios, que impen adamente recono-
cieron In gente estraña en sus tierras, desampara.das laR casas huyerou turbados: y oomo IÍ
este tiempo de. mayaba el dia, y la noche entraba tempe,.tuosa. de agua, r¡,lámpagos y true-
nos, habiendo hallado fnzúnnble cena, re olviel'on quedarse en Ulla de l;~ dos ca a ,sin el
cuidado de podel'les obrevenir aociJellte contrario. Ma , los indios que lruyeron, couvocan-
do pl'estamente mucha gente feroz de la qne habitaba la siem'l de Atun lÍntes quo cntl'as&
el dia tenian cercada la on i\. en q1le dorroian lo. n uostroR, ajenoR de fletl'lejnnte Ruceso; y
}loniél1o'ole fuego por difel'cntcR parto con mncha grit:, nviRnl'un A IOli qllo esti\.uan dentro
del l'ies!T() en que los tenifl. pUel-toR n cotlfiauza. Pero ellos, rccoooeielldo su peligro, acuden
recobrados del u' to ft. las nrmaR y Ú. la puel·tll: rompell por el de orden:ldo e:c1l8111'on de
bárbaro, : llenan la tierra de sflngre y (' panto: repiteu los golpe!; de Jns espadas, para ame-
drentar á los que miran cargados de flechllR y lanza.!:!: crece la gl'ita y albDrote) haRta. pene-
trar los oidos do los compañero ql1e alojl'\ban más bajoR: y despacha Ianjarrés á Valenzue-
la con doce arca buceros parn el Rocorro, lÍntes que In. inuudacion de bÚl'bar05 ahogue en su
muchedumure Á. los t:.iel,e combatientes.
Parte V~l]enzucla aceleradamente, y en tanto que llega (porque era bien penosa la,
subida) crece el rigor de la pelea. con lo, 'ieto, con haz1.ñas dignas de etel'OB. memoria, si lo-
que obró el va..lor y la fOl'tnleza. de cada uno se hubiera participado con la plumJt á nlleRtl'aS
edade . Anton Per'ez de Lari\., derribnndo cabeza.s por la cue.'ta abajo, He señala mncho,
baHta que, resbala¡ldo los piés con la. lluvia y angre, cae eutre sus mtÍ. fieros enemigos, que
luego lo cercan. 'alta con Huma lijel'ezn sobre él un Gandnl de pre. el1Cill¡ agigantada, que
ny dado JE\ otros ql1e le asi. ten, se lo lleva sin tocar al suelo ni poder v lerse de sus brioR:-
no le queda más recur 'o (lile el de la lengua, y Ii grandes voces llama á foran pf\.ra <¡Ile lo
ampare eu aquel peligro, Hiere la voz en 1011 oidos del amigo tÍ. pesal' del estruendo marcial
que resnena, y acrecentndo de ira oon el dolor que la enciende, se arroja en el mayor con-
Ctll"i30 de los contrarios, por socorrer á quien ]0 llama. afligido. Abre camino por las contra-
ria puntas, y poniendo los ojos en el monstruoso salvaje, le a.bre cou el acero las entrañas,.
por donde de pide la vida con una voz tan descompasada, que al grito se acobardan sus
tropas de tal suerte, que dejan á Lal'a ileso y con armas, porque ni prisionero las suelta, ni
los indios tratan de quitá.rselas con la codicia de llevárselo vivo; ó porque caer, a~irlo y 80-

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222 FERN.ANDEZ PIED llAIlÍT A. [LIB. IV.

correrlo fué tan prestamente, que no dió lugar ti ejecutar mns acciou en lOR contrarios que
]a de retraerse de la furia de Moran. Y no S<S que tenga Roma máA oausas pum celebrar II
su Oraclo, que lns que tiene España para aplaudir varon tan ilustre; porque si los aplausos
se miden por las obms, nunca podrá. competir el vencimiento de tres Curacios con el tl'iunfo
de mil enemigos. IDn fin, libre ya Lara de la tragedia infeliz que le esperaba, llega Valen-
zuela con su compañ ía, disparando los arcabuces eu socorro de los siete, que se alientan de
nuevc" cuanto los indios, quebrantados ya, so desaniman con los traquidos de las armas que
ignoran, y retirándose á 10 más fragoso de la encumbrada sierra, dejan.1a victoria en manos
de los siete, que si bien todos hel'ido!3, ninguno de suerte que peligrase.
Este accidente puso en cuidado tÍ Luis- de Ma,l1jmrés, y consideraudo que en los con-
tornos de aquel paraje habio. mfls poblaoiones, y que seria fácil ti los indios volver con más
crecidas fuerzas y causal' a,lgun daño on su gente al tiempo de repechar la sierra, mandó que
veinte y cinco al'oabuceros, con municion suficiente para la empresa, procurasen en la si-
guiente noche 'ocupar la cumbre para asegnrur la subida: ruciéronlo así, caminando con la.
oscuridad, tan diligentes, que á.utes de rayar el dia eran dueños de la mayor eminencia, y
{ué tan acertado el órden, que tÍ muy breve rato de llegados desoubrieron muchos escuadro-
nes de birbaros, que al són de sus fotutos y entre la vanidad de BUS médins lunas, camina-
ban en demnnda de ellos, y á v8ngal' la muerte do su Cacique, que lo fué aquel Gandul t\
quien le quitó la vida 1\1oran. Aquí se descubrieron las dos huestes, la una de veinte y cinco
infantes y la otra de innumerable multitud de infieles, que en aquel campo raso, dilatá.ndose
á los primeros rayos del sol en forma de média luna, Jos fueron ciñendo y estrechando á que
hiciesen rostro por todas partes, pues en todas era igual el ceño de los contrarios; pero bien
proveidos de balas y postas, dieron las cargas de la arcabucería sucesivas, y con estampido
tan estraño para los indios. que con el asombro y daño que sentían, sin penetral' la causa de
que so originaba, se les fué resfriando aquella primera cólera que llevaban, y convirtiendo
en un pasmo que no les permitia dar paso adelante.
Faltábnlc yft¡ municion á. uno de los infantes con la continuaoion do las cargas, y
acudió li un barril de pólvora que estaba dispuesto pura la provision, y como la priesa que
tenia era mucha, se descnidó tanto con la ,cuerda encendida que llevaba en la mano, quo
prendió en la pólvora que tenia M.cad~ y le abrasó el rostro, barba y cejas; y aun no paró
aquí su desgracia, !lino que do las centellas que se habian levantado, dieron alguuas en el
barril, que estaba sin cubierta, y prendiendo en él con el estruendo que a.caece en tale~ in-
fortunios, levantó al miserable en alto, esparciéndolo en pedazos, de cuyo espectáculo infeliz,
atónitos los indios, y pensando que ero. llegado el fin del Universo, volvieron confusamente
]o.s espaldaR, siguiendo los nuestroS el alcance hasta entrarse por las poblaciones do Atun
(entónces grandes, ahora ni aun pequeñas), y viendo sus moradores que la gente extranjera
iba con determinaciou de apoderarse de ella " 6 pal'a última. señal de su descspcracion, 6 pl\ra
detener el paso tÍ. los nuestros, y oorrespondiéndose unOR tl. otros, no quedó en ménos de dos
horas pueblo ni caserío en todos aquello.. collados, valles y laderas, que no publicaso su
barbaridad entre las cenizas, negando tLlbergue tÍ. ]os nuestros en qué poder ampararse do
las inclemencias del tiempo, que {ué muy "ensible, por ser tan frecuente en aquel pais la
molestia de las agnas. Pero consolados con haber hallado en 108 campos cantidad de maíz,
la recogieron en unos pajizos albergues que fabricaron, esperando en ellos á l\Ianjarrés, que
llegó luego, habiendo dejado á Ge.r6nimo LebroQ en las primeras casas vecinas á la sierra de
Atun (de que ya dimos noticia), donde se detuvo muy poco tiempo, por no ser bastante la
vitualln. que habia en ellas para b, gente que llevaba, y babia de esperada do la diligencia
quo bn.cian los que iban adelante, uo porquo toda corrieso por cueutn. dol Capitan Manjarrés,
~ino de Blnsco Martin y de Pedro Téllez, caudillos que tambien salian del campo á correr
los C{lutorno~ del camino que llcvn,ban.
Oon estas fatigas, qne so divierten con esperanzas de mejor fortuna, negaron todos á.
Terse juntos en las sierras de Atnn, donde alojaron algunos días para que se aliviase la.
gente, y éstos fueron aquellos solamente que duró la vitualla: y ponsandC) hallarla más.
adelante, se levantó el campo siguiendo su derrota con trabajos ta,n grandes, que aun siendo
el eapitan Luis de Manjarrés hombro infatign,ble, y que en los infortunios más sensibles
divertia su peutl y la de todos COll douail'oR, mostmndo siempN el rostro soreno on las ad-
versidades, y 50coniendo con lo (11.10 tenia ú los mús desconsolados, para fIna se armasen de
sufrimiento; en esta oCRsion, rendido al trabajo y miseria humana., se quedó enfermo en el

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CAP., V.J nrRl'ORIA DEL NUEVO REINO. 223
campo, y en su lugar fuá nombrado Diego Parédes Calvo (que despues vivió larga edad en
la ciudad de Tunja) para que con treinta iufantes so adelantase hJlsta Oppon, valle que
<lista de la sierra de Atun catorce leguas, de camino!'J cenogosos, de montaña!'J ásperas, tristes
y ajenas totalmente de alivio, porque In inundacion de las aguas se continuc'l,ba. á todas
horos. A éstos, pues, seguia todo el campo con suma debilidad, cstremQ' á que lo habia re-
.ducido el hambre y las enfermedades que le son consignientes, y más cuando para susten-
tarse no reparaba en comer culebras ni escarabajos y otros animales asquerosos y contrarioR
á. la salud, como se experimentó brevemente, pues murieron más de setenta s01dados en el
espacio corto de aquella montaña, donde sucedió qua habiéndose encontrado Pedro Niño
con siete ratones que loa ihdios del pais tenian guisados en una olla con raices do biháo,
tuvo tales asco!'J, que no se atrevió ú probarlos nunque su hambre era mucha; ma.~ otro sol-
dado ménos escrupuloso, le dió por ellos sesenta. y cuatro castellanos de oro fino en dos
chagualas, y se los comió con m{LS gusto que si fueran gazapos.
Ya dijimos cómo Gerónimo Lebron había prohibido, con pena de la vida, que nin-
guno mataoo caballo ni otro animal doméstico de servicio; pero como la necesidad no res-
peta leyes, amanecian los mús dias muertas algunas mulas ó cortc1.dos los labios, para que la
fealdad obligase á s~s dueños á matn.rlas y venderlas en aquel aprieto. Y aunque sobre este
desórden se hacia diligente pesquiza, nunca pudo saberse más de la causa que aquello que
por los efecto~ se manifestaba, de que se inferia que en el delito concurdan los más del
ejército, y sirvió al fin de poder mantenerse hasta Opon, de donde pa.'lados estos lances
&1.1ió Pedro Téllez con la gente que se hallaba ménos débil hácia el nacimiento del rio de
aquel valle, en demanda de víveres, y á. pOCOR días dió con ciertas casas proveidas de algun
maíz, yuca y otras raices de qne toml\rOll á. placer: y al tiempo que volvian con la carga
y llegaban al rio que forzosamente habían de repasar, se hallaron asaltados de algunos indios
con tal osadía, que les ccnvino soltar las cargas y aprovecharse de las espadas; pero como
los indios esgrimían las macanR!'J con '\entaja, fueron forzados á desamparar el puesto no
pudiendo resistirles: tanta. fué la. determinacion y valor con que acometieron los bárbaros,
y tnl su preAteza, que sin aprovechar á los nuestro!'J espad;ls y rodelas, fueron ciuco de ellos
heridos con fieros golpes, y de tre!'J muy crueles que dif>,ron á Carrasco, murió aqnella misma
noche; y de tod9s fuera lo mismo si en la ocasion no los socorriera el cielo, pnes nI mismo
tiempo ihan en seguimiento suyo seis soldados que llegados al río, y viendo el aprieto gr-an-
de de lo compañeros, trataron lnego de ponerse en su ayuda. De éstos era Alonso Pérez,
nquel do quien dijimos haber sido desjarretado y haber e capado del riesgo para mayor
deRgracia suya, pues no sufriendo dilacion en las obras se arrojó al rio por socorrer á los
amigos, donde combatido del agua fu é hlanco de sus contrarios, para que, atravesadas las
entrañas con una flecha, acabase la vida entre las ondas.
Otro soldado, cuyo nombre se ignora, fué tarnbien muerto con Carrasco, despues de
haber hecho el uno y otro las diligencias qua permitió la priesa y el sitío para morir como
oristianos; pero los cinco corupaiíeros de Alonso P órez, tomiendo el rie. go del rio, no
quisieron aventurarse á esguazado, si bien lastimados do la porfía con que los bnrbaro~
apretaban á 10R nuestros, uno do ellos, qne fué Valenzuola, sacó lumbre con muoha bl'uvedad
y tan buena maña se fué dando con el arcabuz, que obligó {L los indios á retirarse de la
ribera, dando lugar á los quo habian quedado sanos para que reparasen ó. los heridos, aun-
que todos más cargados de !Jalos que de bru timentos, no siendo 01 más bien librad" Pedro
Téllez, pues afrentado del suceso, y habiendo descansado cuatro dias, con m!\!'J copia do
infantes y mús bien apercibido de armas, siguió el rumbo que llevaron los enemigos qua 10
hn,bian retirado, velándose ya como debia para no !'Jel' asaltado de repente hasta pasar la
sierra: mas, habiendo descnbierto á la banda de Guane crecidas poblaciones, y satisféchose
de ]a.~ pn ~ad:1s injurias en a1gunos lugares que h111ó mús tÍ mano, aunquo le mataron un
soldado, tUYO por buen c'lcuerdo no empeñarse más en la tierra, y con e'1ta rosolucion dió
vuelta al campo para dar cuenta á IlU Gobernador (~,) 10 que babia descubierto.
AleI.ltadoll todos con el aviso de Pedro Télll 7. ~ Y viéndose m~ls reformado el Capitau
Manjarr6s, se dispuso rÍo seguir la misma derrota cn!1 cinCllentn. infantes, dejando el ejército
en el V nlle de Opon hasta quo volviese con mtís ci~rtas notioias de In tierra y poblaciones
que se habian visto. Y continuando 1m jornada, sncedió que en el r~pecho do una Rierra.
por donde Re encaminaban ,'ieron lOH suyos algunas labores y casas que denotaban la. corte-
dad de ~us moradores, y determi nados á saquearlas, reconocieron que forzosamente habia.
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224 FERNÁNDEZ PIEDRAlIfTA. LLIB. VIII.

de ser subiendo por una senda que no daba más lugar que el suficiente para ir unos en pos
de otros, por la estrechez que de ambos lados formaba la densidad de los cañaverales. Mas,
no reparando en este inconveniente, por haberse hallado en otros iguales, acometieron la
empresa, y cnando más empeñados estuvieron en la subida, divisaron en uno de los reven-
tones que hacia la cuesta, un Gandul de hermosa disposicion y grandeza, que confiado en el
esfuerzo de sus brazos y en el baston que tenia en las manos, correspondiente á la estatura
del cuerpo, mostraba que puesto en la senda bastaria él solo para defender el paso á los
nuestros, Pero como esto fuese do poco cuidado para los de la vanguardia, se fueron para
él, como les cabía por suerte, poniendo delante las rodelas para recibir los golpes y lograr
las tretas: á que el Gandul, que en fuerza y brios no parecia tener quien le igualase,
corre~pondió de suerte, y se dió tal maña y priesa en jugar el baston, que en breve tiempo
los obligó, á. golpes, á que volviesen cayendo unos sobre otros, por la cuesta abajo, con tanta
facilidad como fué la confianza que tuvieron los nuestros.
En ninguna de las naciones tiene tanta cabida la presuncion de no parecer ménos
como en la española, motivo con que siempre se ha hecho famosa, y ahora que se hallaban
hombres de tanto crédito ajados de un indio solo, visto es que la reputacion adquirida
encenderia su enojo para volver cada cual á repetir el combate con ~s cólera, como con
efecto sucedió: mas, como ya la fortuna habia echado la snerte contra ellos, y el Gandul
tenia cogida la cuesta y las piedras, por más que intentaron su venganza no solamente éstos
sino otros de los que no habian entrado en el primer lance, rodaron despedazados los escudos
y afrentados de no poder sustentar el combnte con un hombre solo, que con desahogo y
marcial despejo se desembarazaba de ellos y aun le sobraba fuerza para acciones mayores,
pues con la repeticion del baston, que jugaba á dos manos, habia. destrozado y arrasado las
más robustas cañas que habia por la una y por la otra parte de la senda, Fué éste uno de
los desengaños que dió el cielo lL nuestra nacion en diversa¡;¡ partes de las Indias, para que
• reconociese que la sujecion y conquista de Reinos tan dilatados, no se debia á su valor,
porque excediese á la fuerza y número inmenso de aquellos infielrs, sino porque obraba
asistida de causa suprema, para alumbrar por este medio aquella gentilidad que por tautos
siglos vivió en las sombras del engaño. Y volviendo á. la contienda en que dejamos al Gan-
dul, fué tan porfiada, que en el tiempo que se ga tó en ella lo tuvo la retaguardia para
llegar tintes de acabarse; y viendo Diego Rincon, uno de los iban en ella, que era un solo
enemigo el que embarazaba el paso á más de veinte hombres, dijo arrebatado de c6lera á los
demas compañeros: Cómo es posible que 1m indio sea pode1'oso tÍ det~ner tan valerosos solda-
dos, cuando cada ttnO de los que me oye,. está acostumb,'ado á vence1' numerOBOS ejércitos de
esta nacíon cobarde? 1'énganme por uno de ella, 8i dándome lugar, no juese yo solo quien lo
haga de ampara,' el puesto con la muerte,
Eran más cuerdos los que oian, y sin darle satisfaccion á su arrojo, le dijo Diego
Parédes Calvo: Señor Rincon, allí, teneia la breña y el mantened01', ,'emitid á las manos la
ejecltcion de l08 ,.etos, que todc8 quedaremos Q;¡radecido8 de que n08 dei8 libre el paso matando
ese Gandul, de quien os podem08 asegurQ1' que da ba1'ata la leña con el baston que esgrime, .1/
88 da tal maña con lt, que pienso, aunque lo rnirais embotado, ltabeis de confesar brevemente
que ¿¡'ene filo pa1'a cualquiera que 8e le most1'ase bravo, Luego Diego Rincon, prevenido lo
más bien que pudo de espada y rodela, comenzó tÍ subir la cuesta, como mancebo que era,
suelto, robusto y animoso, y apénas se vió cerca. del Gandul, cuando le dió la rodela con ánimo
de recibir el golpe en ella y entrarle luego con la. espada; pero saliólo muy contrario el suceso
01 discurso, porque el golpe que recibió en el escudo fué de manera que siu poder resistirse á
él, lo obligó á que desatinado volviese rodando la cuesta abajo, con tal risa de los compañe-
ros, que pudieron celebrar el suceRO como desquite de la afrenta en que los habia. puesto el
Gandul. Diego Rincon, más encendido en cólera entónces, y persuadido ya á que era el em-
peño de mlÍB consideracion, volvió en demanda de su enemigo, á quien halló firme en el puesto,
y no ménos confiado en sus manos que al principio, aunque algo más fatigado con el cansancio
en que lo habia puesto el combate de tantos, y al tiempo que lo vió dispuesto para ofenderle,
se le entró prestamente á donde el alcance del baston fuese por los últimos tercios, y cu-
bierto de la rodela, con la rodilla puestn. en. tierra, repar6 el golpe ménos fuerte que lo habia
sido el primero, y tendiendo el brazo al mismo tiempo, hirió con el estoque al bárbaro en el
muslo izquierdo, el cual, luego que se vió herido y fatigado, volvió las espaldas ó. Rincoll, que
lueero partió en su alcance, con tan acelerado curso de ambos contrarios que flunque lo~

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CAl'. V.J 1IISTOIUA DEL N EVO UEINO.

demas compafíeros subieron prestamente, no pudieron divisarlos con la "ista ni socorrer al


amigo, por no saber la senda que habian tomado por aquellas malezas; pero á breve rato lo
tu vieron de vuelta, con el estoque bañado en sangre y tan vano de la victoria, que blaso·
naba no ser poderosos ejércitos de gigantes para embarazarle el paso, y que todo lo visto en
la primera. contienda fué sombra de lo que pasó en la segunda, donde solamente su brio
pudiera haber triunfado de Gandul tan valiente, que acometiéndole con desesperacion y
rabia nunca vista, confesó muerto á sus plantas la ventaja de su brazo con el estruendo que
hizo el membrudo cuerpo cayendo en tierra.
Manjarrés, que tenia valor para no envidiar otro alguno y entendimiento para diver-
tir aquella plática de que podian despertarse picazones en los suyos, dijo con pretlteza, redu-
ciéndolo todo tÍ. donaire: Es tan cierto lo que dice el señor Diego Rincon, que yo oí el golpe
que dió el cuerpo del Gandul, por señas que al movimiento temb16 la tierra, y aun ahora do
oir la relacion estamos todos temblando; y añadió que podia blasonar con seguridad de quo
tenia brazo tan fuerte, que valiendo por ciento, se dejaba atras los diez i ocho de los nueve
de la fama. Esto dicho oon gracia natural, de que era dotado (á lo que ayudaba mucho ser
balbuciente), sosegó el ánimo de todos, reduciendo á. pasatiempo lo que en realidad fué
hazaña digna de un corazon español, y que siempre la acompañó con otras iguales que lo
hicieron famoso. Más divertidos con estas burlas, llegaron á las casas y sembrado que
habian visto, y no hallaron gente, de que se conoció haber sido la intencion del Gandul
impedir la subida tÍ los nuestros en tanto que su famili~ tuviese lugar de sal varse: como lo
demostró el suceso. Allí descansaron aquella noche, y al siguiente dia prosiguieron en su
trabajosa jornada hasta llegar al valle que llamaron d~ Alférez los primel'os de~cubridores
de Quesada. Este valle dista quince leguas de la sierra de Opon, donde habian dejado á su
General, tÍ quien dieron luego noticia de todo lo acac<;ido para que marohase en su segui-
miento, pues ya se descubria más vitualla por aqucllns provincias que pisaban, habiendo
muerto de hambre más de ochenta hombres desde que se apartaron del rio grande; y por
que en ninguna parte faltase nueva desgracia, se ahogó Diego Hermoso en el esguazo del rio
de este valle del Alférez, sin que diese tiempo ó. socorrerlo el arrebatado ourso de las aguas.
Viéndose ya incorporado todo el ejército en este !litio, y con más socorro de víveres,
pas6 adelante el Capitan Manjanés hasta entrar en otro valle que llamaron de la Grita,
porque á todas horas de la noohe y dia la daban sus naturales tÍ los nuestros con acometi-
mientos y surtidas que disponían con arte y valor en los pasos más estrechos, poniéndolos en
mucho desvelo, aunque éste no fué poderoso para preservar de la muerte tÍ un soldado lla-
mado Palomares, tÍ quien se llevaron vivo en uno de los reencuentros que se tuvieron, con
justo sentimiento de su desgracia. Pero apuntándola en el númet'o de tantas oomo se han
referido, salieron del remate de las montañas caminando ya con mil alivio por descubiertas
serranías, aunque tan altas y estériles de agua, que se vieron en grandes aprietos por no
haberse prevenido de vasos en qué llevarla, que es el único remedio de lo que caminan por
tierras secas y de la calidad de aquella en que se hallaba Manjarrés, que fué uno de los que
más á pique se vieron de morir de sed; y como ya se les hubiese muerto la guia que saoa-
ron del rio grande, y no hallasen noticia ni señal de la tierra que buscaban, eligieron por
medio para conseguirla, preguntar por señas á los iodios que aprisionaban en os encuen-
tros, en qué parte de aquéllas hallarían á otros hombres blancos y con barbaR como ellos:
y habiendo entendido los bárbaros la. pregunta, respondieron tambien por señas, que distaban
de allí dos soles, q e son dos dias de camino, señalando con la. mano á la parte de la ciudad
de V élez, nueva que les dió tal ánimo y esfuerzo para. caminar aquello poco que restaba
despues de tan dilatados trabajos, que al siguiente dia. dieron vista á la ciudad sin que sus
moradores lo previniesen, aunque se hallaban con la confusion de algunas noticias que hl).-
bian dado los indios de paz, por aviso de otros que no lo eran, de que iban españoles nuevos
con General que los gobernaba, á que unos no daban crédito y otros dudaban fuese a]gun
Gobernador nombrado por la Audiencia de Santo Domingo, y aun éstos presumian que el
viaje habia de ser más dilatado en caso que saliese oierto lo que se decia; con que todos se
hallaban por ent6nces bien descuidados de los nuevos huéspedes, hasta que éstos, entrando
por las calles y haciendo salva con los arcabuces, alteraron la ciudad, concurriendo luego
todos SUB vecinos al estruendo: mas viendo que lo causaba gente de la costa, y con ella
muchos amigos y compañeros de sus antigua:-; fortunas, fueron recibidos con los brazos
abiertos, agasajados y hospedados con gran carii1o: y porque supieron del Capioon Manja-

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226 FEHNÁNDE~ l)IEDHAlIfTA. " LLID. VIll.

rrós el estado en que dejó ó. Gerónimo Lebron con su gente, despacharon el mismo dia á
algunos de los ,-ecinos, que le salieron al encuentro con buen refresco que llevaron los
indios amigos, y fué tan bien recibido, como se puede inferir de la necesidad que tenia. de
él; con que reforzando de ánimo hasta los más d.ébiles, prosiguió sin detenerse un punto, y
con buen suceso entró en la ciudad de V élez,

CAPITULO VI.

QUESADA Y LEBRON COMPITEN SOBRE EL GOBIERNO CON RIESGO DE


ROMPER EN BATALLA: REMITEN SUS DIFERRNCIAS Á LOS CABILDOS, Y
CON LA RE ULTA DA VUELTA LEBRON A SAl.~TA MARTA.

UEGO que se vi6 Gerónimo Lebron en la ciudad da Vélez, y advirtiese que en la. ce-
L leridad consistia el buen fin de su pretension, dispuso que los Regidores se juntasen
Ó. Oabildo, y ante ellos y el Alcalde ordinario (que lo era ent6nces el Capitan Alonso de
Poveda) presentó laR provisiones de la Audiencia. de Santo Domingo, que fueron llanamen-
te obedecidas de todos, y en su confoJlUidad despacharon aviso á las ciudades de 'runja y
Santafé, daudo noticia de la ent.rada del nuevo Gobernador, que para Hernan Pérez fué
nueva de gran disgusto, y mucho más dospues que supo haberlo recibido los de V élez sin
contl'adiccion alguna, cuando habia tan tas razones para no hacerlo; y como aun de solas
apariencias suelen valerse 10R que se acostumbran al gobierno, para qne air\'an de impedi-
mentos y excusas que los mantenga en la dulzura del dominio, se resolvió con parecer de
los que mús lo asistian, á que no fuese recibido en el Reino, aunque sobre ello se aventurase
la quietud en que estaba. Y porque no se presumiese que de su parte faltaba al ajuste que
ofrecian los medios más suaves, eligió dos caballeros de autoridad para que en su nombre
fuesen ó. representarle ti Ger6nimo Lebron lo que habia resuelto: detel'minaoion que ó. mu-
chos pareció arrojada ántes de examinar las provisiones de la Audiencia; pero es golpe muy
sensible dejar el mando aquellos que lo fundaron con la espada. Ninguno gobernó con más
crédito ni ménos interes que Francisco de Almeida, y ninguno rehusó tanto poner en
manos de Alonso de Alburquerque, que le sucedia, el baston que habia. exaltado sobre la.
India. oriental. Los elegidos para esta funcíon fueron Guzman de Avellaneda y el Capitan
Anton de Olnlla, de quien hemos tratado on otra parte, y marido que fué de doña. María. do
Orrogo, ascendientes de los señore de Bogotá y de otras familias nobles que hay on aquel
Reino.
Llegados á Vélez estos dos caballeros, y habiéndose visto con GeróllÍmo Lebron, de
quien fueron bien recibidos, el Anton do OIalla, bien instruido en que se encaminasen
las materias con prudencia y deseoso que se debieso {L su disposicion la pretension que
llevaba, le ~ropuso el gusto que todo el Reino 1110, traba de que 1Je7'sona de tales ]J1'enda3
como las 8uya8 fuese á goberna1"Zos '!J pone,.zoB bajo su amparo; '!J que siendo lleman Pérez de
Quesada, en cuyo nomb,'e iban, el que se hallaba con más deseos de que todo se encaminase á
satisfaccion suya, le pedía que ántes de aCerCa1"Se má8 á la ciudad de Turtja le diese rwticia
especial de los despach08 '!J nomb,"amiento que llevaba, para no erra1" en la resolucioll que
debía toma1"Se en materia tan a1'd'lta; pm"que si en el título se expresaba que gobemase el
Nuevo Reino, estaba presto á obcdecer pecho pOI' tierra las 6rdenes de la Audiencia, como era
obl(r¡ado : mas si no iba en csta fm'ma el despacho, cstaba con 1'esolucion de proseguÍ1' en el
gobiemo, como teniente que era de Gonzalo Jiménez, su hermano, hasta que filese nuevo ó1'den
de la Audiencia 6 Gobernador nombrado po?" el Re!;. Que esta determinacion no solamente
era suya como interesado en el mando, sino tan general en las pe,.sonas de más pm'te q'lle
había cn el Reino, que cualulo él quisie1'a cedc1'le el baston, no lo cO?lsintíC1'a?1 ellas, estando
ya ,"epa1"tidos los indios 'Y la tier1'Q, como de gobcmacion separada de Santa .Varta, . sobre
que tenian despachados poderes y ClinC1"OS á Castilla. Que aquélla era la 8'ustancia de lo que
iba á P1"opo1zerle, sin que por ello se pretendiese faltar al,"espeto debido á su persona: ade-
mas, qtte siendo la d~ferencia ent1"e caballe,"os '!J de una misma nacíon, serz'a fácil remitIrla á

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'OA1). VI. J HISTomA DEL NUEVO nEINO. 227
Su Majestad, eligiendo en el ínterin algun medio justo que e8tuviese bien d entre ambas
partes.
Ger6nimo Lebron, que era hombre entendido y miraba ya el fin á que tiraba esta
embajada, respondi6 á Olalla: Que no extra11,aba en su estilo la razon q~¿e todos tenian para
alabado, pues las palab,'as eran siempre los mejores inté'pretes de la nobleza y de los p"O-
cedimientos; pero que reparaba mucho en que siendo la intencion suya tan sana como se la
aseguraban 108 mismos, la vistiese de las razonea frívolas y apar'entes que alegaba IIernan
Pérez para no recibirlo en el gobierno, matel'ia tan delicada, q'ue á pocos lance.s desc'l.lht'ia se-
1'íales de inobediencia á l08 mandatos reales. Que su título no solo compt'endia la gobernacion
de Santa Marta, sino todo aquello que estuviese por descubl'í1' y descubiet'to. Q~¿e afi1war
Hernan Pil'ez g/ue aquel Nuevo Reino estaba separado de la Costa, el'a tan incierto como lo
sabia y lo dijem el mismo Hernan Pél'ez, si no prstendie"a sustentarse en el gobierno contra
Justicia. Que desmemb,'a1'lo de Santa Mal'ta, no tocaba al,arbitl'io de los vasallos, aunque lo
ganasen, sino á la sl¿prema autoridad del Príncipe, cuya ,'esolucion se debia guardar pal'a
obedecet'la, i :en el interin no int,'oducÍ1' divisiones en términos que cor?'ian tan unidos. Que no
era materia ménos en'ada hab81'se l'epartido las tie?'l'aS y los indios á tít'ulo de gobiemo sepa-
rado de su cabeza, que lo e1'a Santa }¡[a1'ta, a1.¿nquA3 en aquel punto no llevaba 2'ntencion de
innova?' en lo hecho PO?' no desabrÍ?' las vol~entades de los que tan merecido tenían el premio.
Q'ue los t?'abajos q'l¿e habia padecido sigw'endo las pisadas de Gonzalo Jiménez, le habian
dado los mej01'es in/olmes de los mé1'itos de los }J1'imer08 descub,'idores, pa1'a aplaudú' en vez
de ?'evocal' el galardon debido a sus haza11,as, Que la gente que llevaba con él, no iba fiada en
la "'uina de Ot1'OS para Ste conveniencia; p01'que tocla el'a de espíl'it~ts tales, que no admitiría
premio ninguno que prime1'o no se debiese al valor de BUS lanzas en las dilatadas provincias
qtte se clescub1'l'esen ele n1¿evo: pues aunqM el'a así que por su pal'te deseaba verlos acomodados"
este afecto no era de inconveniente para q~¿e los que ya estaban en el Reino no se lwejil'iesen
como los más antiguos en el 8el'vicio de la cOl'ona; y que p~¿e8 era así, que BU título compren-
día aquellas p,'ovincias, 8in qtte sobre llo se pudiese oponer duda que no dictase la malicia,
y q~¿e s'u 2'ntencion e7'a sencilla ?/ trt'n conforme tÍ, lo que podia apetectw la gente del Reino,
siemp,'e seria culpado ¡teman Pérez en elegir los medios de la in obediencia, pudiendo acre-
centar'se de méritos con la rmldanza de pal'eCe?' tan descaminado, pue de 710 hacerlo así, '!J
estar fijo en s,u p?'Únel'u, ,'esoú¿cion, tuviese entendido q1¿e él no habia de consentir en que 8e
abajase la auto1'idad de la ..Audiencia q//e lo había nomb,'ado.
Anton de Olal1a, que le habia estado atento, 6 porque reconooió fuerza en sus razo·
nes,6 porque su comision no so extendia á más gua lo obrado 110 replicó {¡, cosa de cuantas
Lcbl'on le dijo; pero Juan dc:Avellaneua, en quien tenia más lugar la c6lera que la pruden-
cia, con más alteracion de la. que debiera, poniéndose en pié y IDal reportado en las acoio-
nes, le dijo con mucho brío: Ql.I/e v. md. venga con de 'pachos más que tuficientes y todo lo
de más que representa, impol'ta mUy)Joco, si el título 110 e,1J)Jl'csa este Nuevo Reino, y a8í lo
que le po(b,á e8tat' mejo?', es no mOllerse de esta ciudad ni dar ¡JUSO adelante, porque tengo
sabído de b1.¿ena pal'te que cuantas diligencias z'ntentare para C012seguú' el gobiel"'1W, le han de
sel' de muy poco j'uto. Eso será (replicó Lebron) si ¿'os y ot1'OS de semejante Q9pricTw jue1YJn
los consejeros de Hernan P érez : id con Di08 y 1.'álga s el privilegio del mensaje10, que ni yo
tengo de ap,'esurat' el paso pOI' lo que digo, ni 8'uspenderlo p01' lo que decís, sino J)1'ocedel' de
suerte que sin pe1Juicio del puesto tiente todos 108 medios templado8 ántes de poner esta dlfe-
, rencia en las a,.mas.
Con esta respuesta se salieron de la sala, Avellaneda con des.."tbrimiento y Olalla muy
en gracia. de Lebron por su prudencia. Tomaron po, taR, y llegados en dos dias á Santafé,
dieron cuenta de la intencion de Lebron, de la gente que llevaba y cómo de, cubría en las
palabras ser hombre de valor y de cabeza, por lo cual debia IIernRn Pérez gobernar aquella
materia con más arte del que hasta allí habia usado, Oon esta advertencia pareció enviar le
otros dos caballeros sagaces que más árduamente maneja, en el negocio á. que iban: éstos
fueron Juan de Cabrera, cuya prudencia y valentía era notoria; y Baltasar Maldonado, de
quien hemos tratado largamente y de quien fueron hijos doña :María y doña Ana 1\Ialdona-
do, que estuvo casada con el Capitan Francisco de Avendaño, Encomendero de Tinjacn, y
la otra con el Tesorero Gabriel de Limpias, por concierto y diligencia del Presidente
Antonio Gouzález, que tom6 á. su cargo ampararlos en la orfandad que padecían con la.
muerte del padre y del hermano.

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228 FEUNÁNDE~ PIEDRAUf'fA. [LIll. YIlI.

Bien instruidos estos dos Capitanes en 10 que habian de obrar, llegaron á la ciudad
de V élez, donde fueron bien recibidos de Lebron por la noticia que ya tenia de sus perso-
nas: y habiendo con ferido porfiadamente y á solas el negooio á que iban, no fué posible
convenirse, porque Lebron cerró la puerta á cua.lquiera medio que no Re encaminase tÍ re-
cibirlo luego por Gobernador; y ellos, que tan diferente órden llevaban, se de8pidieron
con poco gusto. Y aunque no faltó vecino de Vélez que aconsejase á Lebron prendiese á
Cabrera, por ser quien gobernaba el Cabildo de Tuuja, respondió: Que no era accion
digna de quien él era, obrar de esa suerte contra quien solamente interponia ruegos y Sú-
pJicas, ni era de prudentes médicos aplicar el fuego ántes que la herida pidiese cauterio .
Que doce horas tiene el dia y no habia que desconfiar de que se mudasen en ménos tiempo
los corazones del Reino, cuando la ~azon podia enseñarles el engaño con que discurrían cie-
gos. Con esta respuesta á los suyos, dió lugar para que Maldonado y Cabrera lo tuvies'3n de
volver á Santafé con la misma 1'esolucion que llevaron 0la11a y Avellaneda, que oida y con-
sultada por IIernan Pé1'ez, escribió á Labron una carta cuya sustancia era: Que los Cabil-
dos de Santafé y Tunja deseaban conferir en sus acuerdos laR causas y razones que habia
para ser o nó admitido al gobierno; y que como esta diligencia no podia 1031'8rse sin que-
primero se viesen los despachos que tenia, Je:suplicaban se fuese á la ciudad de Tunja, donde-
pre entándolos como era obligado y vistos por los Capitnlal'es, se daria el órden mns conve-
niente en servicio del Rey, pues para el mismo efecto quedaba ya él de camino para dicha
ciudad, donde con los damas vecinos de aquel Reino le servida con tod0 rendimiento, mé-
nos en aquella parte que interviniese alguna dete1'minacion justificada de los Cabildos de las
ciuda<les.
Recibió la carta Gerónimo Lebron, y reconociendo que su infantería y caballos se
habian reformado y hallaban con disposicion para cualquier empre a á que lo animaban los
más vecinos de V éJez, agregados voluntariamente á sus compañía, con promesa de asistirle
en cualquier trance de paz ó guerra, salió de la ciudad con doscientos infantes, )08 más de-
ellos arcabuceros, y más de cien caballos, que formaban una buena compañía do lanzas: y
como ya todos representasen en sus fantasías que aquellas diferencias no daban señales de
ajuste sino evidencias de algun rompimiento, iban con todas laa prevenoiones que suelen
llevar hombres prácticos y que recelan consiguiente la guerra por causas que anteceden~
Descubriase la sospecha por el órden con que marchabr'n bien proveidos de pólvora. y balas,.
y con los caballos armados no ménos para la defensa. que para la ofensa; siendo así que la.
tierra cstaba de paz y sabian los vecinos de V élez que en toda ella no habia lUllS riesgo que
el que pudieran concebir de la gente española. de Tunja. y Santafé. De todo esto no falte)
entre los mismos quien diese avu:o á IIernan Perez, por ser la plaga comutl de que no pue-
den librarse las guerras oiviles, y así, fingiéndose ignorante de la. noticia y con pretexto do
recibir magníficamente tÍ Lebron, salió de Santafé con otros doscientos infantes y más dO'
cien lanzas de aquellos que más afectos se le mostraban ~ y todos hombres de tanto valor y
ejercicio en la. guerra, que podia fiát, eles empeño de más consideracion que el que amena-
zaba: y porque sabia que el Capitnn Antonio Diez Cardoso era amigo de Gerónimo Lebron
y hombre de tanto ánimo y séquito que pudiera hacer algun movimiento en u ayuda, quiso
ántes de partir aeegurarse de aquella sospecha, y llamándolo de su pueblo de Suba, distante
dos leguas de Santaié, con el pretexto de que necciitaba de 1m peraoa"" para defensa de
aquella. oiudad, le ordenó que no salieQe de ella.
Era ya entrado el año de cuarenta y uno, y casi á un mismo tiempo partieron Lebron
uesde Vélez y Quesada de Santafé, aunque éste sin órden militar, porque no se pensase
que el ~negocio que lo llevaba á la. ciudad de Tunj3. se habia de determinar con la armas y
DO por medios de paz, si no fuese en caso que para justificar su aociones tuviese la disoul-
pa de ser provocado. Y en una. quebrada pedregosa, que n un no dista cuarto de legua de la
ciuda.d de Tunja, se dieron vista los dos campos á tiro de musquete· y l'eparando allí Ge-
rónimó Lebron Em la multitud de indios que ocupaban las colinas y laderas del contorno
sin haber sido convocados, y que aquéllos eran los anuncios más ciertos de que en aquel
sitio amenazaba algun encuentro de batalla tÍ que pretendian asistir para ver el remate de
ella, hizo alto, y exhortando su gente á la propia defensa y de su Gobernador, la ordenó en
forma, con ánimb de llevar el negocio á todo trance, Esta diligencia, que tan patente fué á
Hernan Pérez y tÍ los suyos, los irritó de suerte que les fué preciso hacer Jo mismo, espe-
nndo cada cual de los dos Cabos á que su contrario so moviese primero, para no ser cnlpado

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CAro VI.] nI T nIA DEL NUEV0 REIN • 220
en Rccion tan descaminada: y porque mas so justificase la razon de cnda 1:IDO, 111:\n y vol-
vian á un mismo tiempo los escribanos de uno y otro ejército, haciendo las pnote::-!tas y re-
querimientos que parecian convenir á sus Generales, para que los daño, y pelrjUlicios qua
resultasen en deservicio del Rey, fnesen por cuenta de quien pretendia dete¡'mlinar con las
armas los derechos y acoiones que consistian en papele!l, Estas diligencias jndiiciades da ban
lugar para. que se mezclasen 10R ruegos y súplicas de algunos sacerdotes que intu3r enian ex-
hortando los dos campos á que dejadas las armas ajustasen sus diferencias lJor medios que
no provocasen la indignacion real, que siempre se mostraria severa en castigar á quien fuese
causa de aquel rompimiento.
Entre los que ménos bien sentían de aquellas alteraciones y deseaban lm:!s conveni~
á los dos Ca.bos, era el Capitan Gonzalo Suárez Rondon, hombre re uelto, y del quien podia
fiarse el reparo de aquellos males que amenazaban, y con esta buena intencion y la certeza
que tenia. del fin en que habia de parar la desunion de los españoles, tomó tinn á pechos
reducirlos tÍ no llevar el negocio por armas, que habiendo sosegado á Quesa\da, se fué al
campo de Lebron, y fiado en su buen celo, le habló en esta forma: Bien Cl'eo, selior, de las
noticias que os haúrán dado de mi pet'sona l08 mismos que os p1'ovocan á ejecut((tr un an'ojo
que os hallareis en obligacion de pensa?' que t,-ato solamente de p1'efe1'i,' el aervj¡cio del Rey á
mis conveniencias y á las ql¿e os 1'ept'esentan algunos lisonj'e,'os que piensan mectlrar entre las
borm. cas de una glle1'1'a civil, de que pretenden haceros cabeza, De mis palabmts pasat'eis al
conocima'ento de mi intencion, pue.<; sois tan advertido: y si en ellas e viere dobZ e~, n(l quiero
que valgan pOl' despet'tadora8 de vuestm p'''ltdencia y obUgaci01les. El negolcio que os ha
tmido a este Reyno, no está de p"'e3ente tan desespemdo que necesite del fuego y del hie¡'l'o,
para que os d't'sculpe de habe1' despreciado los medios suaves con el scddito vllestr'Ci, Si tendeia
la va'sta por esas campañas, las ve1'eis cubiertas de enemigos simlllados, entre qlldelles v¡'vimos
con las armas en las manos y el1'iesgo á Zosojos, Qué pensais que los an'(Jstm de 8mB casa8, 8i1W
la novedad de nuest1'a division, esperando de ella la libertad cí que a p¡"an? Si venceis, como
aseguran los que 08 engañan, bien se ve que no será tan sin daño Vlle8t1'o, que 'nO pet'ezca la
mayol' parte de Vllest1'08 ejlh'cito pam con8eguir victoria tal& dudo a. De aquí so'careis que la
mltchedumb¡'e de estos bá",ba1'os solamente espe"a el 1'emate de la batalla pa,'a t7'iunfar á Slt
salvo de lú8 que qlleda1'en perdidos con la misma vict01,ia que ganaren, Decidm¡e, pue8, 7uién
podrá entónce8 1'eft'ena1' la osadía de tantas nacione8? Qut':n libra" las cilld~deR del saco
y del itlcendio? Quién reduci1' otra vez las pl'ovinc'ias sujetas á nue t1'O Rey y perda'cla8 por
nuest7'a culpa? Y si 1mido8 todos aun no estamos lib,'es de p bfJ1'o, bál/tenas el c}8t'cicio C'uo-
tidiano de la guerra en que ~108 vemos, sin moverla ent1'e n080tros mismos, para que ,'esldte en
favor de nuestros mayOl'e8 contrm'ios.
Pe¡'o pasem08 (prosiguió) p01'que no sea ,'nfamia de la nacíon t8pañola matarte ami-
g08 con amigos y hermanos con hermanos, Demos que sea lícito seguir el e}e'fIlpl.o Clfrentoao de
la8 pa,'cialidade8 recientes del Pe1'ú, ent1'e Almagl'08 y Pizar1'o8 por el gobieNM, y qye tatos
bárbaros, á vista de ntttstro de8t"ozO, no intenten movimientos en 81t conveniencia jI que á vos OB
8uceda todo como os lo pintan los q1,e 08 despeñan: qué gloria pensai.'J añadi?' (¿ vuestra ca8a
con la v,'ctoria? Sabed que ninguna, pues no la ganais contm enemigos de Vlt~stro Rei,8l'no
contra vasallos BU,yOS y tan fieles, que en 81¿ real nombre y á costa 8uya le ¡¿¡p.n panado este
Reino; JI n/mca podrei8 librar08 del castzgo cOlTespondiente á la culpa de hobelrle imr¡u-ietad()
ó perdido las tierra8, que le eBtabún suJetas. Yo confieso que pM'a desmembr'a1' C'/talqldera
p,'ovincia de Zas unidas á Santa Jl1 aTta, es nccesa"io 8iemp"e <lecl'eto del Pdllcij pe; pel'O éste,
que po,' su naturaleza es Impe1'io sepamdo de aquella costa, bien se ve q1le por 8í mismo está
desunido, sin que necesite <le "eal declamcÍ(m pam ello, si 110 fuet'e en caso que sm volnntad sea
de agregarlo á Santa Marta, nó de dividú'lo. Y 8in embargo sobre e te lmnto te,nemos presen-
tados pode?'e8 en el Real Consejo, donde se 1'esolverá lo que pa1'eciere mús concemiente, y en el
ínterin, siendo V08 sel'vido, poi/¡/'eis presentar el título que traes en loa Cabildos" ertcaminand(}
el negocio con maña, pues oyendo V'llest1'o derecho pienso que no faltarctn en In p/Osíble a 8el'vi-
1'08. y si os pa1'eciere dlt1'a la propuesta, l'epa1'ad en que no es ménos dUf'o moule?' inquietudes
en que a buen l~'brar nos pe,'dam08 todos: y que cedel' en este caso á la pl"lltdemcia pOf' no
albm'ota1' la tiet'ra, 08 podrá s81'vir de mérito el más gmnde pam los premios que delheis espera,-
de la l'eal mano de n'uestro mona1'ca.
Hallúronsc prescntes tí esta propucsta los Capitanes IIortun Velnsco y LlUis de Manja-
rré, , que no disentían del parecer uc Gonzalo Suárez; y csfol'z{~udolo cuauto hes fué posible

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230 FEn~ÁNDEZ l'IEDRAHíTA. lLIn. VlII.

con ruegos, templaron de suerte {L Gerónimo Lebron, que roducido ya t\ seguir llquel medio,
respondió: Que importaria mucho, fintes de resolverse, que Rernan Pérez y él se hablasen
flol08 y á pié en medio de los dos campos, pOl'que la~ materias se ajustasen con más tem-
planza. y Recreto. Pareclóle buen principio éste tí Gonzalo Suárez, y tomando á su cargo
ajustar las pláticas, habló á Hernan Pérez que no deseaba otra cosa para asegurar su pretell-
sion Hin alborotos; y así luego que se dió la forma de verse, fr,¡é al sitio señalado con los
Capitanes Juan de Céspedes, Gonzalo García Zorro, Gonzalo Su:l.rez Rondon y Juan de
Cabrera, sin más armas que laR espadas en cinta, y de la misma suerte concurrió Gerónimo
Lebron acompañado de Luis de 1\Ianjarrés, Hortun Velasco, San Millan y Ger6nirno de
Aguayo. Allí, habiéndose saludado cortesmente Lebron y Qnesada, se apartaron de 10R demas:
y habiendo conferido con mucha reportacion sobro el negocio, en que no faltaron promesas
grandes de parte de Lebron para ganar la voluntad de Quesada, como primer móvil que era
de In gente de aquel Reino, no consiguió más que la ordinaria respue ta de que la determi-
nacíon de lo que pedia tocaba :l. lo~ Cabildos y que siendo acuerdo suyo el recibirlo, él estaba.
presto á darle obediencia primero que otro alguno, por más afecto que se le mostrase: con
que resueltos ya todoo á !'leguir aquel dictámen, montal'on á caballo con muestra y apariencias
de amistad; y habiendo llegado á. la ciudad de Tunja, fué aplaudido Lebran con tan tas de
mostracione~, que no ech6 ménos las que se le debieran hacer estando colocado en la silla de
gobierno. Allí Re valió de todas los medios y trazas que pudo prevenir un hombre tan
sagaz como él era, para encaminar su pretension al fin deseado: y pareciénuole que ya no
le restaba diligencia que obrar, presentó sus provisiones en Cabildo, que vist.:'\s y confcridas~
se dieron por no bastantes para admitirlo al oficio de Gobernador, no sé si fundados en
razones ménos jurídicas que voluntariaR.
Restábale á Lebron Rabel' la voluntad del Cabildo de Santafé, que era la cabeza del
Reino, no Laciendo caso de la determinacion favorable de Vélez, ni de la contraria de
Tunja, y fundaba alguna esperanza en los recelos que tenia Hernan Yérez del Capitan Car-
doso, que á la sazon era Regidor y dejaba de ser Alcalde ordinario (que pareco lo más
cierto y nó lo que dice llerrera al capítulo primero del libro nono de la década Rexta).
Propúflolo así, porque no podia IIernan Pérez resistirse á. esta última diligencia, en
conformidad del asiento que se habia tomado, y hubo de venir en que luego saliesen para
Santafé, de cuyo Cabildo se esperaba la. conclusion de aquellas diferencias. HiciéronIo nsí
todos, ya in aquel estruendo de cajas y-forma militar que se habia observado desdo Vélez.
hasta Tuoja, y puestos en Santafé, presentó Lebron sus despachos en Cabildo, á. los cuales so
mostr() tan opuesto el Contador Pedro de Colmenúre , que como si la determinacion de no reci-
l)irlo pudiese peligrar, hablaba por instantes iÍ cada cual de los Regidores en secreto: pedía
seguridad ele los votos y ponderaba de suerte el servicio que se haria al Rey no admitiendo
las provisioneR, que bien ,claramente mostraba la intencion de asistir con fineza á Hernan
J>érez en cuanto pudiese. A ninguno persuadia tan eficazmente como al Capitan Cardoso,
siendo así que no mostraba éste disentir de 10R demas, ó persuadido tÍ que era. injusta la.
pretension de Lebron, 6 porque receloso corno todos los demas interesados en el reparti-
miento que se habia hecho de 10B indios, no queria exponerse al arbitrio de un Gobernador
nuevo, qne sentía no haberse podido hacer; pero fuese por algunas de estas causas, ó 10 más
cierto por la instancia do Colmenáres, él se mostró contrario á las pretensiones de Gerónimo
Lebron, y con vino con todos en que no se admitiese al gobierno ni se le permitiese hacer
pié en aquellas provincias.
1\16nos sintió Labron hallarse sin el gobierno que sin el apoyo de Cardoso, y deposi-
tando uno y otro en el oorazon, Ruplicó de la determinacion, y acordóse que no habia lugar,
por cuanto los despachos que presentaoo. no comprendian con especialidad aflnel Reino, ni
convenia que las parcialidades y alborotos que empezaban á introducirse en la, tierra, se
avivaRen con tal no'\cdad, de que no podia seguin,e ningun servicio!Í. Dios ni al Rey. Y
aunque no de istió de hacer nuevos requerimientos, no por eso mejorc) su cansa, .ínteR obligó
á q le Hernan Pérez le ordenase con graves penas que DO hablase más en aquella materia,
ní alborota e la tierra. Con esta repulsa propuso que pues era notorio el trabajo y gafltos
que habia tenido en aquella jornada. y el número de gente y caballos que habia entrado en
ell emo, se le permitie e ir en demanda, de nue\'as conquistas con In. gente que habi::t ido
con él, ó por lo ménos con aquella que voluntariamente quisiosc seguirle: pretension que
parecia bien fundada., si no fueran perdidas las .yoces que se dan ti la. fortuna cua.ndo ya

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CAP. VI.] IIlS1'OH!A DEL NUEVO UEINO. ~81

una vez tiene vueltas las espaldas. Mas, esto no se le permitió, ó porque los conquistadores
estaban léjos de repartir con otros el fruto que eRperaban, Ó porque Lebron, viéndose
desairado y con gente, podia causar nuevos recelos en Quesada, ó renovar en el Reino las
inquietudes que le habían atajado con arte: y así, por no dejarlo del todo disgustado, dieron
órden de que se vol viese á la Costa, y para ello se le comprasen los esclavos, armas, caballos
y 'mas géneros de ropa que habia llevado, por precios excesivos que se aj ustaron por la
yoluntad de los dueños; con que bien proveidos de oro y plata Lebron y algunos de los
suyos que le siguieron, y entre ellos los Capitanes Cardoso y Juan del Junco, á quienes
persuadió se fuesen con él, pues estaban de partida para Castilla, empeñando su palabra de
no mostrarse ofendido con ellos por lo obrado en Santafe, bajó por Tocaima al rio de la
Magdalena, donde le estaban dispuestas embarcaciones, llevando un buen trozo de gente de
la de Quesada, para que lo escoltase en la provincia de los Panches.
Serian hasta veinte y cinco personas las que siguieron á Lebron, sin los Caciques Melo
y Malebú, que sin apartal'se de él, y bien aprovechados del caudal, dieron yuelta á sus pue-
blos en el bergantin de Lebron, que pró8peramente tomó puerto en la Costa de Santa Marta,
de donde pasaron á la ciudad, y en su puerto hallaron avío para Castilla, en que dispusieron
BU embarque Cardoso y Juan del Junco. Mas, parecíéndole á Lebron que la mejor traza de
justificar BUS acciones ante el Rey seria hacer criminal la resolncion do los Cabildos del
Heino, {uminó causa oontra sus conquistadores, y especialmente contra los Quesadas, Cardo-
RO, Alonso Martin, Júnco, Maldonado y Céspedes, sob1'e los desafueros, crueldades, muertes
y tiranías ejecutadas con los indios, cuyo proceso pó,l'a en el archivo de Simancas, y de cuya
relacion npasionada tanto se vale el Obispo de Chiapa en la que hizo de la de truccion de las
Indias. Y con esta prevencion prendió á los dos Capitanes, diciendo que no pretendia impe-
dirles el viaje, pero con venia que fuesen presos con los autos que remitía al Consejo, en quo
por traidores habia sentenciado á penn de muerte y confiscacion de bienes á. todos los del
Nuevo Reino: siendo éste el medio más oomun que los Ministros de Indias eligen para.
entrampar (digámoslo así) los desafueros que ejecutan cuando los fieles vasallos del Rey,
para más servicio suyo, se oponen ó, los exce os que obran, fiados en la autoridad de los
puestos que ocupan. No habia dado mnlas muestras (Jerónimo Lebron, ni su pretension
habia sido tan fuera de los términos del derecho que no tuviese muchos visos de justificada;
y sin embargo, por la resolucion última que tomó 01 Consejo en esta materia, dicQ Herrera
en el fin del capítulo que citamos, que era tanta la hinchazon de los Gobernadores y Minis-
tros de las Indias por aquel tiempo, que cnanto presuponian ó imaginaban les parecia lícito
y justo: palabras bien dignas de notar, y que si hablaran de presente solamente, dejaran
campo para repetirlas de nuevo.
Eran los dos Capitanes CardoBo y Junco de los que no se amedrentan con amenazas,
y supieron representarlo con tanta resolucion el trllto doblo que habia. usado con ellos, quo
al fin, despues de muchas réplica, vino Lebron en que fuesen á España haciendo pleito
homenaje de presentarse en el Real Consejo de las Indias, donde habiendo llegado (á tiempo
que la. Corte estaba en Valladolid), se recibió tan mal la resolucion do los Cabildos y proce-
dimientos do Cardoso por querella que di6 el Fiscal, que fué luego preso y confiscados sus
bienes, remitiendo sobro ello despachos á Santafé, donde viendo cuán favorecida era la
causa de Lebron, muchos de lo que lo habian sido contrarios mudaron de opinion, y entra
todos se señaló cl Contador Pedro de ColmenAres, así apoyando las quojas de Lebron, como
culpando las acciones de Cardoso, y aun tuvo arte para que e le agregasen en administracion
las oucomiendas de Suba y Tuna. Pero el Capitan ardoaD se defendió tan bien, quo des-
pues de varios lances, hacienda y tiempo que gastó en el pleito, fué dado por libre, y aunque
portugues do nacion, declarado por fiel vaHullo do tl ~Iajestad y restituido en sus bienes y
enoomiendas, sobre que se le dieron despachos y céll1l1as muy honoríficas, con que volvió
pobro y victorioso de RUS émulos al llevo Heino, donde tambien tnvo pleito largo sobre la
restituoion de 108 tributoR de sus encomiendas, qne habian entrado en poder de Pedro uo
ColmeulÍ.l'os, y alegaba ser SUYOR, causa de que siempre quodasen enemistados.
Mas volviendo á. Lebron, luego que el na.vío s.trió de Santa Marta para Castilla, trató
de irse tí auto Domingo huyeuJo de que lo hallase allí el Adelantado Lul'ro, <lo qnieu ya
tenia. noticiaR quc había llegado al C~~bo de la Veb. Con esta dctcrminlLcioll, dejando el
gobierno al bispo Angulo, partió para la Española bien acrecentado de caudal y libre de
los y[lg¡o~ en que lo ... Goueruallorcs peligran con el mando y la codicia, donulo! pasó lo re8-
iH

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232 FEHNÁNDEZ rIEDUAnÍTA. [LIB. IX.

tan te do su vida con quietud y conocimiento <le lo bien que le hahia estado la ropulsa qu
de su persona hicieron los del ' Nuevo Reino, pues con ella pudo librarse ue las calumnia.
que siguen los puestos; dicha que no tuvo el Obispo Angulo, pues con el pretexto de que
el Cabo de la Vela se comprendia en la jurisdiocíon de Santa Marta, fué allá despnes de la
\ partida de Lugo y sin que bastasen los requerimientos que sobre ello le hicieron los Oficiales
reales, abrió 01 arca y sacú de ella mil y quinientos pesos que dijo debérsele de suplementos
de su Obispado; aecion mn.l vista en el Consejo de Indias. Con lo cual y otras diferencias
que habia entre los Gobernadores de Santa Marta, Venezuela y Cartagena, se experimenta-
ban grandes inquietudes en Tierra firme y ponian en cuidado al Consejo para el reparo: si
bien no era esto lo que más instaba sino las armadas de corsarios que por aquellos tiempos
corrian los m!lres haciendo algunas presas y habían saqueado la Burburata, pueblo que
tEsta sesenta leguas de la ciudad de Coro, sobre que el.Rey envió á Francia el año antece-
uente á Diego de Fnenmayor, su criado, para que con la asistencia de su Embaja<,lor, que lo I

era un caballero borgoñon, procurase que se recogiesen los corsarios: á que respondió el
cristianí~imo Uoy ] ranoLco lo que dijimos arriba, con que se trató (ademas de los reparos
que se habían diHpuesto) de formar en Sevilla una nrmada de Averías que cortaso aquellos
designios y asegurase las CO::itas de Indias.

LIBRO NOVENO.
Ejecúhanse variÓB castigos en el Cacique de Tunja. y otros selloros. Jorge Robledo prosigue SUB descu·
brimientos hasta fundar la. ciutlad de Antioquia. llarnan Pérez do Quesada entra ú. la conquista. del
Doratlo con mo.lsuceso. aerónimo do Aguayo funda, la ciudad de Má.Jaga. El Ocabita y Lupachoque so
rebelan y fortifican, y despucs de difercntes asedios se rinden al Capitan Rondon. El Adelantado Lugo
60 previene po.ra subir al Reino, manda fundar el Barbudo y encaminando su ejército por el valle de
Upar, lo conduce haBto.la ciudad de Vélez. Jorge Robledo salo p¡¡,ra. Cll8tilla., préndelo el Adolantado
Hcrodia , compito con Benrucázar sobre la ciudad de Antioquia con poca fortuna, on cuyo intermedio
• so funda 130 ciud3.d de Arma, y los franceses saquean ú. Santa. Marta y Cn.rtagena.

CAPITULO l.

CON LA SOSPECHA DE QUE E REBELA LA PROVINCIA DE TUNJA, PRENDN


IIERNAN rÉREZ A AQUIl\IINZAQUE y Á. OTROS CACIQUES, QUE rOl~ SU
ÓRDEN MUEREN JUSTICIADOS.

OR más l1c ochocientos ailos lloraron muobos ojos los estragos con que los
moros del Africa en ménos de tres mescs inundaron con e:angrl) las dOIJ
EspañaR, para que se acreditase que es fiora. tempestad la de las desgracias
cuando el cúwulo de los vicios de un Reino ha llegado {L irritar el sufri-
miento Divino. Y en algunos meses más veremos en este libro tan couju-
radas las calamidades contra todos 108 indios del Nuevo Heino por la misma causa,
que ni les corra tiempo en que no restalle el 'viento de la persccucion que los
asuste ni tengan provincia en que no sople el humcan de las adversidades que los
oprima; que ni armados encuentran libertad que los conserve, ni rendidos suje-
cion quo los asegure: para cuya re]acion infausta es de adyertir que con la muerte
de Quimuinchatecha, último Hey de Tunja, que fué pooos dias despues que pasó
del trono :i la pl'ision (accidente el más gl'ave d~ que adolecen los Reyes) se hallaban las
provincias de su señorío tan fatigadas, que ni esperanzas descubrían de verse libres de una
esclavitud pcrpétlla. á que los destinaua el COllcépto qne habian hecho de la buena fortuna:

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OAP. l.] HISTORIA DEI. NliEVO REINO. 233
(le los nuestros. Y aunque luego, mna á instancia do ellas quo suya, colocaron nI sobrino
Aquiminzaque en la silla del tio, ora ya tan limitado el dominio, que podiR prometerso por
d que habian introducido los españoles, que má~ era fantástica la dignidad que v~rdadel'a,
pues aunque bárbaro reconocia que cuantos agasajo~ experimentaba no tenian mus fin quo
el de obligarle á descubrir algun tesoro de los que imaginaban heredada con el Cetro. Esto
conocimiento y el pesar que le oausaba la opresion de sus gentes -en todas partes por la co-
<licia de algunos españoles, á que so juntaba el dolor de ver quebrantados y rotos los pactos
hechos con el tio, y de hallarse falto de fuerza Rumana para 01 reparo de tantos males, lo
acongojaban de suerte que moohas veces determinó retirarse donde las consideraciones de su
pena no despertasen al ruido de las noticias de su desgracia; y hubiéralo ejecutado así ft no
estorbárselo algunos vasallos que vivamente de. eaban conservar aquellas reliquias últimas
de sus antiguos Reyes: como si ú.las coronas que tanto pesan y han empezado tÍ caer, no
fnero. connatural el precipicio hasta 01 último centro de la desdicha. Rara ambicion la del
COl'azon humano! En la más col'ta fortuna confi:.l., y en el infortunio más crecido no desespera.
Con esta mira trataron de casarlo conforme á nuestra ley, con hija del Elector de
Gámeza, uno de los más grandes señores que eutónces habia en la tierra: y ajustados los
conciertos (que en~ ellos corren con muy poCIlS condiciones) concurrieron ú. la ciudad de
Tunja todos los Caciques sujetos y algunos de los que no lo estaban, para celebrar las bodas
conforme á. su e tilo, que m(ls consiste eu la muchedumbre que se junLa á los banquetes, que
en otra dcmostracion particular que so halle . .Pero como el dominio adquirido m(ls con In.
espada. que cou la raZOD, siempro engendre celos en quien se teme de verlo deshecho por los
mismos medios que se introdujo, puso en cuidado á IIornn.n éroz e.. te concurso universal
de que no tenia experiencias, y habiéndolo comunicado tí RU gente, que ya 80 componía,
como se ha visto, de los que entraron con su hermano Gommlo Jiméncz, con -llenalcúzar y
Fedreman, fueron varios los discursoR que sobre 01 caso e hici ron, si bien todos miraban Ó.
la total ruina de Aquiroinznque, sin más exámen que el indiferonte que les orrecia la. vista..
Los vecinos, que ya eran de Tunja (donde por desgracia fatal de RU clima es costnmbr~
formar gigantes de las sombras que se conciben) ponderaban á. Hernan Pérez el peligro quo
amenaza.ba la. vecindad de aquella muchedumbre que habia concurrido junta. Fingian
tratos imaginarios de unos con otros en perjuicio de loa cspaíioles, sin más avel'iguncion que
la que habia. hocho su antojo; y reducidos los más de elloR Ií. que habian oido decir que
todas eran prevenciones anticipadas para rebelarse, csforzaban sus discursos ponderando por
cauteloeaR algunas acciones y circtmstancias, que gobern6 el accidente.
A qué propó ito (decian) conCltr,.ie1·on tantas escuad1'as de bárba'l'os poco ha al tiempo
que se dieron vista los ejércitos de Lcb"on 1) lleman P¿rez? Pudo ten e" Ot7'O que el de hacerse
dueñ08 de todo en caso que reduje en á las manos las diferencias del gobierno? Qttién pltcde,
dudar que pl'ev:8to el estrago que habian de padecer lo. eJpo.iLoles 1tnos de ott·os en tan civiles
discordias, concurrirían tÍ ser árbitros de todos, fab,'icando de nuestra ruina su libe,·tad? Si
esta esperanza no les facilitara la empresa que lwy se teme, ¿ quién 11Ier(, ba tante á que pa-
reciesen delante de ejércitos armados l08 que se retiran de pocos españoles de nudos? Si el
odio á nuestra nacíon lo traen sobrescrito en los semblantes, qué más prueba para saber que
la ven.ganza la tienen esculpida en l08 corazones? Verdad es que los han vencido nuestras
armas; pe7'o si no los tiene lÍ raya el castigo, solo servirá la victoria dc 1'eclw'do á Bit enojo
para que ensang,'ienten más BU crueldad cuando hallaren la ocasíon en nllest7'o dcscuido. Y
cuando todos estos indicios no descubriesen Slt cnlpa, qué más clara noticia puedIJ Csf01'zaí'l08
que la que n.os tiene dada uno de sn mi ma nacíon, de que proceile infielmente .A.quiminzaque y
corren peligro nuest1'a8 vidas miéntras no se aseguran con su muerte? Esto fundaban en la
deposicion de UD. indio que por gozar una de las mujeres que tenia el Cacique en su genti-
lidad, discurrió que no podia hallar entrada su apetito miéntras 'Viviese aquel hombre, que
lo enfrenaba con el respeto. Por otra parte, los Capitanes del Perú, acostumbrado á ver
Monarcas más grandes sujetos al dogal y al cuchillo, y á teñir las espadas en sangre real,
sin mns rnzon que faltar á ella, esforza.ban este parecer cargando poco el juicio on 01 modo
de elegir más cuerda resolucion que la de hacer un castigo general en 108 cabezas do las
provincias, siendo la primera. que pasase por esta de dicha, la de Aquiminzaque, como único
móvil que ero. de todas. No discurren de otra suerte los que apreuden los primeros rl1.dimen-
tos en la escuela de la injusticia; y cs tan podero o el ejemplo de los superiores que obran
mal, que aun no deja ú los súbditos el camino dudoso de proceder bien.

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234 ~'EnNÁNDEZ PIEOltAHíTA. lLIB. IX.

Los demas CabclR, que no miraban tan apasionadamente la causa de los miserables
Tunjanos, si bien se inclinaban ó In conveniencia comun de los suyos, no juzgaban tan de-
sesperados 108 remedioR que no pudiesen hallarse sin ensangrentar la espada al impulso
engaílow de una Rospecha. No tiene duda que éste fuese el más generoso y acertado dic-
támen; pero manifestábanlo con tanta tibiesa, que 8010 pareció ser de los Capitanea Olalla y
Venégas, que se mostraron totalmente opuestos al sentir de los primeros: ¿ Qué peligro
puede se1' éste (decian) á qu,e deba ceder la piedad, que no sea minos que l08 que tiene vencidos
nuestro valor? ¿ A qué jin se han de ensangl'entar las manos en los 1'endidos, cuando 8upie1'on
templarse las ú'as en las batallas? Si éstos, que son ya ménos, no caUSa1'on recelo á nuest1'a
nacion cuando fueron más, cómo -pueden obligarnos c-l¿ando somos muchos á obmr lo mismo
que despreciam08 al tiempo que fuimos pocos? Si empresa tal como la de haber ganado este
Reino fui gloria, quién no teme q~¿e indignidad como la de 1'ompel' la fe prometida al Zaq~¿e
será nuestra infamia? Si pretende, como se dice, recobra?' su Imperio perdido y su libertad
oprimida, eso podrá obligarnos á la defensa de la8 )J1'opia8 vidas, más no al estmgo de las
ajenas. Si no es tmid()r el q1¿e aspira al1'ecob1'o de su estado en tiempo hábil, a1¿nque pre-
cedan rendimient08 á que le obl(q6 la violencia, ¿ qué derecho puede alega1'se que no condene
de injusta la m1¿erfe de este Cacique p01' los medios que propone la conveniencia? No todo lo
que conviene es lícito: rnenestm' es que se midan la justicia y la cOn2:eniencia, que si ésta sobm,
impo1'ta poco, c1¿ando aquilla falta. Si ya nos vié1'am08 cercados de sus esc~¿ad1'a8: si la evi-
dencia nos desengañara de n~stro peUg1'o, aun lJase que aspú'ásemos á 8U 11¿Ína en el fe1'V01'
de una batalla; pe1'o porque asisti6 d01l(Ze lo llev6 la curiosidad de ver c6mo los nuest1'oS pe-
leaban entre sí, p01'q~¿e celeb1'a sus despos01'i08 con tan crecido concurso, costumb,'e que suele
8er del país: p01' qué un indio depone lo que puilo dictarle la enemistad 6 el engano: p01'que se
imagine que pretende rebelarse y que 1J1cede ser, ha de condenarse 'un Príncipe que tiene del'eclw
á que le defendam08 la vida? Eso no, que se mancha1'á nuestra fama con la sang1'e que de-
1'ramaren Sl¿S venas: eso no, q1¿e da1'emos ocasion á las naciones ext1'anje1'a8 pam que llamen
til'ánico un dominio asentado con tan j~¿sto tít~do como tiene nuest1'o Rey en las Indias: '!J
8ob1'e la 1'esol'l.lcion apasionada q'lle se tomó con acrezazipa, nunca podrá sel' disculpa á BU
clemencia la 1'epeticion de un e1'1'01' continuado.
Bien claro desengaño manifestaban estns palabras, si la atencion de quien las oia no
se divirtiera. en sus intereses: mas hicieron tan poco efecto en sus ánimos, que los más vi-
nieron en que IIernan Pérez ejecutc1.se aquello que pareciese más conveniente, guardando el
órden judicial en la causa. Y éste, que pudiera ser el reparo mayor de tantos inocentes, fué
el que más facilitó su desgra.cia: pues como se hallasen mal contentos algunos vecinos do
Tunjn, ó porque los CAciques de sus repartimientos rosistían mÁs con razon qua con armas
el señorío despótico que empezaba á. introducir; 6 porque no dándoles todas aquellas canti-
dades de oro que quisieran, presumian sacarla~ de los nuevos sucesores que entrasen en los
Cacicazgos, apoyaron de suerte el riguroso dictámen de 108 del Porú, que deponiendo de
oídas y presunciones mal fl1ndadas contra el Caciquo ó Capitan de cuya ruina presumian
pcrecentar su caudal, dieron motivo á llornan Pérez para que tomase una 1'esolucion tan
sangrienta, que pasara en Rilenclo con mncho gusto, á no haber sido la venganza que tomó
el cielo tan manifiesta, que me fuerza 4 repetir el suceso para que si otros conquistc'ldores so
inclinaren á seguir los pasos precipitados de los primeros, se encuentren con 108 oastigos
que hasta el dia de hoy lloran sus descendientes; y sepan que si las historias deben relatar
las glorias de sus hazañas para la imitacion, no por eso deben callar la fealdad de sus malas
obras para la enmienda. Fué, pues, la resolucion de Rernan Pérez, que luego y con toda
prevencion fuese aprisionado Aquiminzaque y los Caciques de Toca, Motabita, Samacá,
Turmequé, Boyacá y Suta, y otros algunos señores y Capitanes que más afectos se les
mostraban, para que en todos se ejecutase el decreto cruel que le dictó la sinrazon de sus
consejeros. Pero é, qué fin prevenciones de tantas armas contra sujetos inermes, cuando
para más copiosos ejércitos, y puestos en defensa, sobraron pocos dias nntes veinte españo-
les, que rompieron sus tropas y aprisionaron en su mismo Alcázar á otro Cacique más po-
derJso? si nó para emleñarnos que donde la razon milita, pocos hombres cuerdos so
aseguran la victoria: y donde la injusticia gobierna, mnchos Ca.pitanes arrojados dificultan
la empresa, porque la conciencia mala les pinta en b. seguridad que buscan el riesgo
que temen.
Prevenidns, pues, las compañías conforme al órdon que tenian de Bernan Pél'ez,

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CAP. I.J HISTORIA DEL NlJEV REINO. 235
cercaron las casas ue Aquiminzaque (y llamo las eaSIlA, porque aun el nombre de Palacio~
se ahoga en la borrascn de infortunios que padecen los Reyes) y con espanto de aquellaR
naciones amedrentadas echaron mano de él y de 108 demas que llamaban cómplices en el
movimiento general que amenazaba la tierra. Y como en !lucesos de esta calidad sea el
axioma comun decir que en la presteza consiste el reparo, sin valerse de m{ls forma judi-
cial que haber escrito la~ deposiciones que dijimoR haber hecho algunos Encomenderos mal
contentos de sus tributarios, en que los del Perú fundaban la justificacion del hecho, fué
condenado Aquiminzaque á que en In plaza públioa le fuese cortada la cabeza por traidor,
y qne los demas Caciques y Capitanes pasasen por la misma pena de muerte, aunque con
diferentes géneros de suplicio. Estn sentencia se les notificó luego, dándosela lÍ. enteuder
por medio de sus fm'antes, y éste fué el traslado que les dieron de la acusacion de los quo
mús auorrecimiento les tenian, causando en los presos el sentimiento qt.:e se debe conside-
rar en quienes pocos dias ántes Re vieron absolutos legi ladores, y en tan breve tiempo
habian de poner las cabezas en el teatro de un cadalso al arbitrio de un verdugo como reos.
Quien ménos acongojado se mostróiué Aquiminzaql1e, respondiendo con entereza de ánimo
al escribano: Decidle al Capitan may01', que de más á más le debo este beneficio que hoy me
hace de quitarme de una vez la vida que de tantas me quitaba; y q'l.le pues me hizo cristiano
cuando me (j'l.titó este Reino temporal, '120 me aln'esw'e tanto la muerte, que por U culpa pie7Yla
el ete7'1'/.O. Quien supo así explicar la convenieucia de lo que esperaba y el desprecio de lo
que poseia, grandes prendas tuvo para Rey, ningunos selitos tuviera para reo. Acudió luego
ellioenciado Juan de Lezcumes, y dispuesto 10 mejor que pudo en aquel dia, al siguiente,
habiendo tomado las bocas de las calles la gente de á. caballo, salió de la prision Aquiminza-
que en una mula. enlutada y asistido de la infantería española que lo conducia {L la muerto,
en vez de la guarda numerosa que solia asegurarle la vida; y habiendo llegado al cadalso
provenido desde el dia antecedento, le fué cortada la cabeza: pena que recibió con tanto
ánimo, que pareció diligencia de su cuidado.
No causó este acto ménos admil'acion en los l'luestros que lástima y sentimiento en
los vasallos que asistieron lÍ. gn muerte pa~mados de aquel asom uro nunca visto en sus pro-
vincias: y maniíestóse más esta verdad viendo que á golpe tan sensible como el que pade-
ciall, no se oyó rumor ni queja en la plaza que publicase aquel dolor por coroun con los
demas, que lK'\n continuadamente habian experimeütado. Hay allYunos sentimientos de pri-
mera magnitud, que se rocatan de los labio , porque solamente caben en los dilatados es-
pacios del corazon, donde así entorpecen los conductos que dan paso al dolor, que ni respi ..
ran para la queja, ni se alientan para el sollozo. Allí, pues, sepultaron los indio su congoja
sin dar má señal de que les faltaba yn la únÍCIt e pcranz qu teniAn, que la de retirarse
inmediatamente á sus casa, donde el ilencio de cada uno fné la voz que publicó la desgracia
de todo. Estelln tuvo el último Zaque de Tunja, yen la realidad dicho o, potque murió bien
instruido en nuestra fe, y como buen católico dijo en los últimos términos de la vida: que
partía gustoso y agradecido: gustoso, porque el reino que esperaba de la misericordia divina,
no estaba sujeto á violencias ni mudanzas; y agradecido, por haberle abierto camino sus
émulos para pasar de las sOII\bras del engaño en que habia. vivido, al centro de la mi~a
verdad que habia ignorado. Seria este Príncipe de hasta veinte y dos años de edad, de
mediana estatura, buen ro. tro y di1~posicion, y de tan claras mue tras de ingenio que, cul-
tivadas con la enseñanza española, fuera de mucha conveniencia vivo. Al dia siguiente
imitaron su fortuna 10R demas Caciques presos, y á otros Cabos y Capitanes se les dió garrote
en diferentes partes, sin que apénas librase pueblo alguno de aquellas provincia, que no
sintiese los efectos de tan sangrienta determinacion. La timoso espectáculo! donde más se
necesitaba de halagos para imponer el yugo suave del Evangelio, que de rigores para que
por tantos años se haya dudado si fué verdadera la conversion de aquellas almas.

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CAPITULO 11.

VUELVE Á SUS DE CUBRUUENTOS EL CAPITAN JORGE ROBLEDO Y CON


VARIAS FORTUNAS LLEGA HASTA LA FROVI CIA DE IIED:ÉJIC , DO.!: DE
FUNDA LA VILLA DE SA TTAFE DE ANTIOQUIA.

EJAMOS á Jorge Robledo esguazando el Cauca por el paso de Trrn con ochenta
D infantes y veinte caballos para proseguir SUR conquistas, porque fi In. verdad era el
Capitan que por entónccs más gloriosamente se ocupaba en ellas: y tambien dejamos al
Adelantado Benaldtzar tan cuidadoso del estado en que podia tenerlas, como al miRmo
Robledo de saber la respuesta que de Popayan le habían vuelto los mensajeros que despachó
con el Capitan Pedro de Aya,la, para lo cual po. él ó. Picara, donde recogió los tributoR per-
tenecientes á los Encomenderos que tenian en dep<Ísito aquellos indios; y desde Paucnra
(enviados á Cal'tago los Capitanes Vallejo y Alonso de Villacrcces á tomar noticia. de la.
rCRpuestn de Bcnalcnzar), di puso que }aliese un Cabo con cunrenta inCa.ntes y caballoR, y
a.traveSada la Sierra Nevada reconociese si habia camino para el famoso valle de Arhi. EstoH,
despues de muchos djas quo ocuparon en examinar pn.ises desiertos do la. cordillera, volvie-
ron diciendo haber encontrado una aldea del valle, quo sorprendieron al cuarto del alba y
tomados algunos prisioneros hubieron de retirarse por los muchos fleoheroR que les iban
cargando en ocasion que ni tenian caballos ni forma de conducirlos por la ÍL'llgol!iuad de l~
sierra: y Vallejo y Víllacreces dieron vuelta. asimismo con la re puesta de Benalcúznr en
que le ofrecia socorro de gente cada vez que necesitaso de ella para us conqui~tc'lR. Con esto
buen despacho y aquella noticia de las difioultades que tenia la flierra para tl'allsitllr por ella,
a fué costeando hasta la provincia de Armo., donde le salieron solamente dOR Caciques,
aunque los llamó á todos; el uno anciano con barba dilatada y blanca, cosa bien extraña.
entónces; y el otro mancebo, de buen arte, con el ro tro pintado de azul, am!Lrillo y ncgl'O,
y el cuerpo embijado segun su costumbre para deronderse del sol con la frialdad de la bija
y calidad que tiene de comprimir las carnes. El anciano le presontó una olla de oro yel
mancebo una vara larga de que pendian muchos platillos del mismo metal; y p r ser lB
tierra en que acaeció esto muy aspera, se despeñaron dos caballo. y los indio!'! alzarlo hide-
ron presa de algunos indios vivanderos del campo e pañol, que se comieron luego.
Salido do Arma Jorge Robledo, se encaminó al pueblo de la Po. cua. y de allí {~Pueblo
Blanco, donde osegó la alteracion en quo estaban sus moradores j y visto quo tampoco
podía at . esar la Slerra por aquella parte, march6 quince leguas mtLS por un pais despo-
blad dar en Zcmifúra, provincia que halló levantada, y aunque se le tomú algun oro
y os prisioneros, con haberlos acariciado y pue to en libertad se di6 de paz, y desdo
al ' despachó á Juan de Frades con veinte hombres á que otra vez descubriese el Cauca paro.
emarcar los terrenos. Este encontró ciertos pueblos CUyOR moradores, en sintiendo:í. los
. nuestros, se lanzaron al rio y pusieron do la otra ribera, dejando algunos prieionoros y can-
tidad de algodon con quo volvió brevemente Juan de Frades, de que se alegró la infantería
por la necesidad que tenia de aquel género para escaulpiles. Con esto pas6 el campo al pue-
blo de las Peras, donde iambien halló de guerra IÍ sus vecinos y porque no admitían la paz
fué contra elloR el Capitan Alvaro de l\fendoza., que ya. servia el cargo de Alférez geneml
desde que salió de Cartago; y oomo la aspereza del terreno no permitía oaballos, llev6 inran-
tes que saqueasen 01 lugar, y al dar la vuelta se encontraron con hasta cuatro mil Gandules
sin mns armas que cordeles, ollas y pedreñales; pero comunicados por iutérprete se dieron
de paz y manifestaron ser los cordeles para atar lí los nuestros, los pedreñales para despeda-
zarlos, y las ollas para cocerlos. Esta diligencia, que lograba siempre Robledo con su buena
gracia y el riesgo en que se ponia tí cada paso emprendiendo conqui tas de hombres feroces
con tan poca gente, atribuyeron siempre sus émulos á una ambicion desordenada, afirmando
haberla. manife;,tado despues, pareciéndole que con semejantes arrojos obligaba al Rey á
que lo Mcase de la sujecion de otro, que fué el tema. en que di6 hasta encontrar con su
pcrdicioD.

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CAP. 1I.] HISTORIA DEL TUEVO REINO. 237
Diél'onle estos bt\l'bnros noticia de otros pueblo!o1 poco diRtantes, ti lIoude envió á Jnan
de Frades para que descubriese el 'camino, y tí pocas legnas halló un lugar en que alterados
poco más de mil Gandules que lo habitaban, salieron IÍ él á. tiempo que so habia fortificado
en lo más elevado de una peña, desdo la cual hablándoles por intérprete lo dejó maravillados
de la extrañez de gente forastera, por no haberla visto hasta entónces, y así dejadas las armas
se llegó á él un indio con una corona de paja sutilmente labrada, de quien salian visto!'los pena-
chos, y habiendo perdido parte del temor concebido, despues de hablar con el intérprete! lla-
mó á otros de10s suyos y dispuso llevasen {t los nuestros socorro de víveres, y al siguiente dia.
fueron juntos donde estaba Robledo, que informado de todo, fllé luego á su pueblo, que
llamaron de la Sal, por la mucha que hallaron labrada en pilones, y sosegado el pais, despachó
á Gerónimo Luis '.l.'ejelo para que con veinte infantes y doce caballo!o1 ntravesa::¡e la cOl'di-
llera de las sierras nevadas por una abra que se diyisaba en ella, lo cllal ejeoutó puntual-
mente, y dando un dia al romper del alba en el'primer pueblo que tenia por aquella p~uta
la entrada de un famoso valle, fué descubierto, y salieron á él tocando arma mús de mil
indios, que pelearon oon los nuestros hasta herir seis infantes; pero ellos, tall asombrados
de su traje y valentía, que finalmente huyeron dejando el pueblo á su al'bitrio. De todo el
RUCOSO dió aviso Tejelo ú. Robledo, en cuyo tiempo volvieron }'efo1'í:ados de gente los indios,
y con dardos de palma, hondas y flechas, que se tiran de pedidas de un palo de dos palmos
de largo, que llaman estolica, pelearon hasta hora y média con tmiOn admirable; pero mal-
tratados por los nuestros con daño considerable, hnyeron tan e, carment.1.dos, que no volvie-
ron más, y Robledo pudo llegar sin embarazo {¡ la noticia ela la abundancia de semillaR,
perros mudos, conejos y frutas que habia en el pais; y á éste, que aunque angosto tiene
todas las calidades para eer bueno, y RUS naturales llamaban de Aburrá, llamaron los espa-
ñoles el valle de San Bartolomé, donde la riqueza de sus sepulcros ha sido grande, y su
feltilidad y temperamento ha obligado Á. que de presente se baya fundado una buena villa.
Ahorcúronse algunos de los naturales en este val1e con RUS propias mantas en la
entrada de Tejelo, y en los alojamientos da Robledo, dcspues que llegó á él, estando casi
ahcgados otros dos de los prisioneros, fué preciso cortar las mantas para librarlos, y pre-
guntada la causa impulsiva de someja,nte atrooidad, fué muy de Dotar haber respondido que
lo hacian espantados de ver los ge tos, barbas y traje de los españoles, que fué el motivo
que les propuso el demonio para que, il uso , die. en en brazos de la desesperacion. Con esta
abundancia de víveres, tuvo lugar Jorge Hoblodo eu más de veinte dillR para despachar
diíel'entes tropas de infante y caballos por distintas partes á descubrir tierras, y siempro
en demanda de Arbij pero viendo que todas le salian despobladas, desamparó el valle de
Aburró, á los veinto ycuntro da gosto, y repa. ando la cordillera, despuea de marchar seis días
por paises desierto, di ' sobre el Canea, en cuyo de censo dificil encontró un pueblo en que
ha1l6 pilones de sal tan alto oomo In estatura de un hombre perfecto, y bajando do aquél
lt otro, é1.plCs6 gran cllntidaJ. ele ropa de algodon t\3jida y pincelada con -varios colo;"ea de quo
se vistió su gente, y supo de su Cacique que m{ts adelante hallaría tierras muy ricas de oro
en sepulcros y tan pobladas de gente como yerbas tenia el G.:'\mpo, para donde le daridtBogu-
ros conductores que aceptó Robledo, y con ellos y cuarenta infantes y caballos despachó al
Capitan Vallejo para que descubriese algo do lo que re feria aquel Cacique, 10 oual ejecutó
prontamente, caminando ocho dias por sierras tan frias qnc temieron perecer en elIaR, hasta
(Iue dieron on un rio de tal profundidad, (lile ~pénas desde lo. peñascos de su ribera podian
divisarle la aguaR, que corriendo por eutre otros iguales con temero!:!o estruendo, ponian
espanto á los nuestros.
Tenia e to do por puento un árbol de ochenta piés de largo, del grosor de seis
hombres jllntos, que carganuo sobre una peña que mediaba eutro las dos riberas, daba dis-
posicion para que dosde su e,· tl'emiuad se hubie. e formado lo re ·tante del pnente de bejucos
entretejidos de tl'e palmos de ancho la trama, con barandillas de que pudiesen asir con las
manos para' asegurarse de los columpio. , por donde no pudiendo pasn.r los caballos, hubieron
de dejarlos y pasar lo num;tros siguiendo una. senda que, terminada á dos leguas en otra
yuelta dell'io, los obligó á pasar otro puente de bejucos, y ó. otras dos leguas los condujo
otra senda :1. uno' bohios, donde la poca gente que lo habitaba se puso en defensa, aunque
resistió poco, daude lugar á Jos nuestros á que ga.nada l~ cumbre de una colina, descubrie-
sen dcsde ella grandes valles y poblaciones de (lue da.bnn cvideutes muestras los humos; pero
:1 pocas horas do deteucioll oyeron tal ruiJo de bo ci~!ls y tumbores, y tan conflU::o estruendo

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238 1.'ERNÁNDEZ PIEDHAUÍ1'A. [LIB. 1X.

(fe guerra. entro numerosas escuadras de indios que se iban incorporando y avanzando 1\ la
colina, que acordaron retirarse al puente, aunque con mucho riesgo de quo se anticipasen los
iudios á cortarlo, pues para el efecto llevaban hachas de piedra; y aun con todo, por verse
apretados los nnestro , cargaron de manera sobre él, que como por lo angosto solamente daba.
lugar á transitado de uno en nno, se les qued6 un español entre los indios, en cuyo favor
revolvió ,Ju.an de T6rres, que ya estaba en salvo, y de puro valiente murió á manos de eUos,
pues tiraudo á terrero al paso del puente, no solamente hicieron la muerte de este español,
sino que hirieron los más de ellos; y no habiendo hecho poco en librar aSL _del primer peli-
gro, llegando nI otl'O puente murieron otros dos de los heridos, confesá.ndose con sus compa-
ñeros, á falta de sacerdote, porque en semejantes lanoes sigue muchas veoes el temor los
consejos del aprieto. Por esta causa resolyieron despachar luego aviso de lo sucedido al
Capitan Jorge Robledo, pidiéndole Jlegros que cargA.sen los herido. y víveres, porque de otra
suerte no era posillle pasar de aquel sitio, en que á no h¡:¡.berse aprovechado ele los caballos,
hubieran perecido.
Los indios se hallaban tan maltrAta,dos del encuentro, que tambien tu vieron por
conveniencia no seguir R los nuestros y darles tiempo para que con el socorro de vitualla y
negros que les remitió Robledo, pudiesen pasar n incorporarse con él y RcntÍl' la fatalidad do
los muertos, por quienes hizo decir muchas misa~, manifestando en la piedad que tllvo con
ellos y en la templanza y desioteres con que usaba del mando y de las victorias, ser temeroso
de Dios y digno de mejor fortuna que la que tnvoj y fué ca.so bien singular que al tiempo
que se ccleuraban las exéquias, segun la disposicíon que permitian aquellos montes, llegase
el español que se habia quedado entre los; indios en el tránsito del primel' puente, con espan-
to de cuantos lo veían, por haber certificado la gente de Tcjelo que quedaba de suerte que
no era posible escapar; y fué el caso que al tiempo de caer Juan de Tórres del puente. se
embelesaron tanto los indios en verlo, y los enngen6 de suerte el gozo que tuvieron de ello,
manifestado con saltos y visajes, que el español tuvo lugar de irse á una peüa en que pro-
tendi6 ocultarse; pero como no era posible respecto do que lo cubria tan mal que los muchos
indios que por allí andaban lo habian de ver forzosamente, enoomendóse de coraZQn á María
Santisima, invocándola en su imágen de Guadalupe, y dej6se caer por la peña abajo, y como-
á esta Soñora todo le es f(lcil, y n uestl'OS a.prietos sean para. con su piedad los más efioaoes
intercesores, libr61e la vida de aquel peligl'o, en que, para recuerdo dol beneficio, perdió la
espada y rodela, y hallóse tal de puro gozo, que sin saber lo que se hacia, se empeñó en
l"epeohar la eminencia de una siarra muy alta, y encontr6se en ella con el cn.mino que" iguie-
ron los compañeros, y llegando desalentado do hambro á donde se habian despeñado Jos
caballos, daba saltos de placer y gracias 6. :María Santísima. de que estando ya. en salvo le
hubiese reservado el pié de uno de ellos, en que royendo hall6 sustento para llegar al aloja-
miento de su campo,
Jorge Robledo, que no deseaba otra. cosa sino emplearse donde 10 arrastraba su espí-
ritu, con la. relacion que se lo habia hocho, trató luego de cnLrar en aquella provincia con
toda su gente, de que, o alteraron mucho los Cabos, diciendo era conducirlos lí una muerte
infalible j pero él, representándoles la honra que ganarían en seguido y la infamia que
debia esperarse de volver atras; el interes que tenian á la vista y la desventura en que vi-
virian siempre por no aventurar algo, suma infelicidad para los que nacieron con honra, les
dijo finalmente: Que pues él teniendo con qué pa al' p.n su casa, por sola la con vClllencia.
de su gente so exponia el primero al riesgo, no haria ella mucho en que por derrota que pa.-
rcciese ménos fragosa, pasase adelante, pues no hallándc.la. á propósito, él tambien so con-
formaria con lo que pareciese á todos. Sin resolver sobre la propuesta se acordó que Alvaro
de Mendoza fuese á descubrir camino, que no pudo sino tierra mlly ¡'tspera y despoblada,
ménos algtmas casas solitarias en que se halló maiz y algunas campiñafl de albahaca con la.
hoja más pe<J.ueña que la de Castilla. Oon esta mala. noticia y los peligros que o represen-
taban en caso que se abrazase el parecer de su Capitan, le requiri6 su gente dejase la empre-
sa, pues nece.'iitaba para ella de cuatrocientos hombres por lo m611os, y no el'a prudente
acuerdo que para dar en brazos de un infm:tunio, se fuesen todos por la send(~ de llua te-
meridad, como ello era cierto, y tanto, que obligó 6. Robledo á eonformarse con sn sentir,
para lo cual determinó atraves:l.r otra vez el Cn.uca en bals,\s de guauual:i, ocupaciou que se
le embarazó ocbo días por tener RolalUeut.e doco nadaLlol"os de que necesitaba eOil precision
}Jal'a 01 efecto de conducirlas, respect de (!llC los que no s~Lbiall nu,uar se hablan do metel"

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(JA!". n. ] HISTORIA DEL NU~VO REINO.

de tr'eR en tres ó cuatro en cuatro, entre dos gundua.t grneso,-A, atadas por las 'coatro puntas,
llevando para guiar1as nn nadador por delante y otro por detras: traza COIl que Re facilitó
.el trángito del rio, aunque sí~mpre se tuvo PC')!' temeraria, y Robledo com'ligui6 Ralir del oui-
dAdo en que lo tenin haber metido su gente en parte de tanto riesgo y dificil retirada.
Atravesado el río y no pudiendo hallnr derrota por 811 ribera, repecharon algunas
sierr s 6.~peras en que Re despeñaron otroR do~ caballos que dieron carne para algunos dias,
hasta. que deRde lo alto de uno. de ellas deRcubrieron una provincia 6 valle, cnyos naturales
~e pusieron luego en armas auxiliadof; de la fragosidad de Ja tierra; pero Robledo, enseñado
á vencer dificulta.des al impulso de Sll 8..trevimí.ento, entró en el valle á pesar de la resisten-
da que hall& en los pn~os más estrechos, haciendo n\riaR protestas para que lo recibiesen de
paz : mas viendo que los Curumenes no hacian Ct"lSO de ella, diciendo no dejarian las armas
hasta comerRe á los forasteros, re!'l01vi6 dejar los caballaR por no dar lugar el teneno para
valerse de ellOfl, y con sola su infantería di() tan fieramente sobre la muchedumbre divisa en
dos batallones, que mat6 y aprisionó :í muchos, y por los intérpretes supo de ellos que ade-
lante habia grandcs.provincim:, que con ellaR tenian guerras para comerse unos á otroR (úl-
tima ñu tI qua aspirnba la estolic1E:'z de aquellas naciones), y habiéndoleR dado 6. entender la
brutalidad de semejante Rccion, y lo que les convendria tenel' conocimiento del verdadero
Dios y -cosaR semejantes dichaR de paso, los licenció y pidió fuesen amigos ó les haria más
cruel glH31Ta que la que habian experimentado, y aseguntnuo ellos la paz prometieron vol-
\Ver con toCios los señores del pai~ ; pero viendo que en muchos días no cumpliet'on la pro-
mesa, despachó al Capitan Vallejo :'t pl'endct, la gente que hallqse para tomar noticia de 10
sucedido, y logrólo aprisionando algnnos de los que habían sido sueltos de quienes snpo que
Ja causa de no volver había sido pot'ql1e el ~eñor más poderoso de toda la tierra. no queria
amistad con los españoles. Con eEltn noticia y reconocida. por Jorge Robledo la falta que tenia
de herraje para. pa!'lII.1' á. donde preoiRnmente habla de neoesitar de los caballos, dispuso for-
mar .unoli fuelles de los borceguíes que so hallaron entre su gente, uniéndolos y plegándolo~
con sus arquilloR y parada", que hicieron de alguDoR tablones en (Iue se asentaban los indios
y de unos árboles blandos por la parte interior, se cortaron cuat.ro partes acanalada.s que,
juntas y apretadas Re calafetearon con algodon, para perficional' los !nelles, en que pusieron
los cañones que habían de entrar en el fuego, hochos de una olln de cobre. L it tobera for-
jaron de una. pala de hiena, y cuando te'lllfm todos que el trabnjo gastado en este instru-
mepto Raldria infructuoAo por falta do maestro, dispuso la Providencia quo los fuelles sopla-
sen tfm l-ien, qne de algunas cndeonFl y oRtriboA que RO hallaron do hierro, labl'o,so muy
huenoR herrajeR uno de lOR infnntes que entendía del arte, y otro que habia sido puñalero,
IOR clavoR en que pnrech haberRo de hallar más dificultad,
. Con eRte Jl,Qcorrn, cIne tuyieron por ~rande, Flalió Robledo con cuarenta infantes y
caballos del valle de Curl1mé, dejando en él con veinte y tres á sn Alférez mayor Alvaro do
Mondoza, y á. dOR dinR de marcha. arribó tí, 1:1 provincia de TIebéjico, ó. donde los naturalos,
noticioso de Rll ontrarla, habi:m dejarlo S1lS casos derramúndose en tropas armadas por los
campm~. LlamóloR Robledo y obedooi6 ~;olamente uno, aunque temblando de la vista de los
nuestros, hasta que aseg'lrado con palabras y obras pudo volver á. los suyos. Al dia siguien-
te parecieron otros afectando amistad, y cautelosamente persuadian ó. los nuestros á que
prosiguiesen. u marcha para lograr los víveres que su nacion les tenia dispuestos;. pero el
Capitan Hobleoo prO'cedió con recato hasta la entrada elel valle de Arbi, en que al abrigo
de grandes poblacionos lo esperaba un escuadron de hnsta cuatro mil Gandules, puestos en
batallll, sin otros mucho~ que ocnpando las cumbres Jo contundiau todo con el estruendo de
tambores y o'!'itas desordenadas, :í tiempo que acel'cados los nnestroR al escuaul'on que OC11-
paba la mayor pa.rtl:' de un llano, procmuban por medio de intérpretes persuadirlo n que
Rdmitiese la paz, l\{aq viendo Robledo que ninguna diligencia pre~taba, y quo del campo
enemigo procuraban dos Gandules acreditar. e Jc valerosos, burlándose de los nuestros con
diferentes salidnfl que hacían, ncomp:\üándolas de ,'if;;ajes y demostraciones en señal do me-
nosprecio, mandó á Pedro de Bá1'l'oS que montado en Sl1 caballo con un protal de cascabeles
y un alano de tl'ahiUn, fuese ti. espantar aquellos búrbal'os, como lo consiguió, pues aS01nbra-
dos de lo que veían huyeron, y no solamonte ellos, sino otros que desde la eminencia de un
peñasco hacían el mi~mo desclen de los españolaR, por cau. a de que ncercúnc10se Bárros y
soltando el perro, que luego despedazó uno do lOH m:u:¡ atrevidoR, puso :í los demas en, tnntll
temor que, de allí en adelante, procodieron con :l.flUm rCRpeto qllO aprenden a tener 10fl co-
Lardes con la cRcueIa do lo'" peligroR. 32

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FE'RNÁNDEZ PIEDRAHÍ'I' B.. [Ll13. IX ..

No por eRto desistia Robledo de cODvidarlos con la paz, ánrea p~ll:a éonseguiJ']a des-
pachó á Pedro de Matamoros con diez caballoR, á que aprisionase algunos de 10!i contrarioR,
como ]0 hizo volviendo con ocho, tí quienes asimismo ofreció amiRtad, qne no admitieron
por decir que BUS Caciques uo querian pllZ sino guerra; pero sin embargo 10R licenció con--
tentándose con poner una grande oruz en lo máR alto de una loma, y pasar á otro vallo
v~cino en que tambien SUR moradores andaban de guerra, porque la pretension del eRpíritn
ambulAtivo de Robledo era, uo dejar parte alguna por descubrir. Mas viendo la dificultad
que hallaba en vencer el paso de una sierra, di6 vuelta en demanda de- otro rumbo, y en
una quebrada se eDCoBtró CQn aJgunos indios, que intrépidamente le salieron al paso, y pre-
guntaxoIl' lo qtre-pretendi:\ en a!cI'uellas provincias. Y habiendo re pondido que su pretension
era quedarse en ellas y poblarlap., porque todas eran del Rey de Castilla, le replioavon: Que
si el Rey, que nombraban, ni ellos, habían hecho las casas en que lOA natu-rales vivian, ni
plantado los árboles quo tenian en sus- huenas, cómo se atl'evian á decir que toda la tierra
era; de aquel Rey no. con0cido? Que-luego se fuesen de ella, ó se los comerían- en caso que-
DO lo hiciesen. Robledo, ent6nces,. despreciando sns amenazas con otras, les dijo; por último,
que obedeciesen al Rey de Castilla y pllsiesen la c;:ruz en la. miRroa loma de donde la habian
quitado, porque de DO hacerlo así los habla ea matar á to.dos; de que resultó parecer la
cruZ" al dia siguiente puesta en la parte que estuvo de ántes, y Hobledo, sin hacer pié en tan
famoso. pais, detel'minó volver k Corumé con designio de nuevos descubrimientos {¡, que el
des6rden de 8U ambicion lo lIevaba._
El hambre, que tantas veces ha dado. aliento.s para' matal' !l lo.s mismo.s que no 10ft
tienen para vivir, puso en tal aprieto á; Jos que- habian quedado' con Alvaro de Meudoza,
que despreciada la consideracio.n de ser tan pocos" 108 obligó' á salir la vuelta del Cauea en
demanda de víver~s, y encontráro.nse á las primeras jornadas un pueblo amparado del po-
deroso escuadron de tanto.s indios, qne 10R oblig6 á pelear basta qll'Eldar t:n1Il herida la mayOlr
parte de los nuestros; y aun pasara ÉL má el daño, si cuntro ballesteros que iban con ellos
DO hubieran hecho. destrozo tan considerable en )08 enemigos, qlle res quebrantasen el or-
gullo, de suerte que aun al encarar Aolaroente lns espadns, ó semejante instrumento, cejaban
cobardemente: auuque curiosos de reconocer el origen de su temor, en ~oltando In jara
n.eudian á registrarla siguiéndola por el rastro como perros de muestra; y finalmente desam-
pararon el puesto dejando en manos de los e~pnñoleA Alguna vitua.lla,.. que recogieron oon la
pórdida de ut! infante que so despeñó por estar la poblacion en la. cumbre de un repecho>
muy resbalo.so. Por el miRmo t.iempo el Capitan Robledo., atl'avesada la sierra, entr6 en el
valle de Penco, donde con el fLviso que tuvieron anticipadamente de laR indios de Cnrumé,.
no habia quedado hombre con hombre en toda la. tierra, le que result6 precisarlo á pELaR!" al
descubrimiento. de Pnrruto y Gual'am í, co.n peligro. de perder todos los caballos en la frago-
sidad de una sierra, de donde lo volvi6 su inco.nstancia á llebéjico., qne hall6 pn€sto ~m
arma y con resolucion de darle batalla; pero él, tomando puesto ventajoso y fortifioándose
lo mejo.r que pudo, mand6 que al romper del dia siguiente, los Capitanes Vnllejo. y Pimentel
diesen en lo.s escuadrones contrarios, como 10 ejecutal'ou co.n muerteR do muchos de ellos y
ningun daño de lo.s nuestros.
Oon este buen suceso pasaron luego con Robledo á la roma de la Cruz, donde estu-
vieron eeroados tres dias por tenerles tomados 10R pasos el enemigo, á quien vienoo numen·
tado de fuerzas croda dia, y dificultando el tránsito de non. montaña que tenia delante con
peligros tan notorio.s, Jo.s precisó la necesidad á que lo emprendiesen de no.che con el mayor
Recreto qlJe les rué posible, y oonsiguiéronlo tan felizmente, que cnando llegaron á la. cum-
bre bast6 la maravilla de verlos SIlS contrarioR donde lea p:trecla imposible, para qno se
pusiesen en huida más de dos mil que allí cstaban de guardia, dejando el paso liore á Ro-
bledo para juntarse con .Al varo de Mendoza deApues de veinte dias que ocupó en los descu-
brimientos que van referido.. Unido.R, pues, to.dos en Hobéjico, y pareciéndole al eapitan
Jorge Robledo que para 108 fines que tenia preme~itados bastaban 10.8 descubrimientos
hechos, propuso á RU gente la conveniencia que 8e los seguiría de que poblasen allí una
ciudad. y abrazáronlo con gusto, viéndose ya tan fatigados de trabajos y guerras continuas,
para lo eualso l'ecogió gran parte de víverel:l de que alimentarse en el interin que fructifi-
caban las sementeras que displ1sieron luego, aunque en ello hubo no pocas dificultades, pues
nada se conseguia que no fuese á lanzadas. Fund6se empero una Villa, que se llamó Santa-
fé de Antiaquia, y tomada poses ion de ella en nombre del Rey y del Adelantado Sebastian.

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CAl. IlI.] Hl TGlltIA DEL NUEVO RRIM'O. 241
do BtenalcRzar, lueron electoR RegidoreR el Capitan Juan Vallejo, Francisco de Avendaño,
Juan del Busto y FranciRoo P~l'ez Zambrana, que nombraron por primeros Alcaldes ordi-
naríols al Alférez general Alvaro de l\1endoza y á Diego de Mendoza.
Hecha la funuacion en la forma que se ha. dicho y repartidos liolares y tierms tÍ los
pobladores, viendo que lo¡.; indios, despucs de sesenta días en que repetidamente se les habia
ofre ido la pAZ, se mostraban más couturuaces en seguir la guerra hasta acometer algunas
vece á. la villa, dispuso Robledo que el Capitan Pimentel con bliten golpe de gente fueee
contra el valle de Péqu~ y el Capitan Vallejo con treinta infantes .contra el pueblo de las
Guamas, abundante de riquezns y de gente guerrera.; y ambcs Capitanes obraron de suerte
que Pimentel, con el castigQ qu.e hizo en los de Péqui, y se debió todo á. la ferocidad de los
perr s, muy á. propósito para las hostilidades que usaban los nuestros en la fragosidad de
aquellas tierra, Jos dejó tan sujetaR ql1e no intentaron nuevas alteracionee; y'el Capitan
Vallejo, dando en el pueblo de las Guamas al último cuarto de la noche y peleando esforza-
damente Ó. l~ luz de unos hachones de paja con que 10 recihieron los enemigos hasta matar
tÍ Sil Cacique ZubulTuco, en cuyo valor tenían toda su connanzn, desbarató sus tropas y sor-
prendió el lugar con gran pre. a de oro, ropa de aJgodon y tuuchos prisioneros, aunque obli-
gado á retirar 'e brovem~mte por las tropas reforv.adas de gente, que cargaban de nuevo, á
<¡nienes dió á entender Robledo qne todaR aquellas ha tilidndes les haoia porque no admitían
la paz que tan biel? les c, taba: á. que reFlpondian que sus Oa.ciques no la querían, y ellos sí
desde t¡ ue llegaron á NOl'i y BUI'iticá, los cartagine .. es que condujo el Licenciado Badillo;
'Pero asegurando nuevamente Robledo que no l'ecibirian mal de Sll gente, y soltando los pri-
sioneros, Re pacificó la }Jl'ovincia, de que 80 dieron gracias á Dios y en reconocimiento de taQ
gran beneficio -se cantó una misa aolemne en la cruz de la loma.

'CAPITULO IIL

VUELTO EL CAPITA .,. MALDO DO DE LA JORNADA DE LOS PALENQUES,


SALE HEHNA :r PÉREZ DE QUE ADA AL DESCUBRIMIENTO DEL DORADO
e ~ MAL SUCESO, Y EL C~PITAN AGUAYO PUNDA LA CIUDAD DE Ml\LAGA.

T" S nI pal'ecer de algunos las CaSaR del


OOl\IPUE uevo Reino con la muerte de
Aqlliminzaqlle, Oaci<lue de 'runja, j' el castigo general de BUS provincias, como 1aa
inclinaciolle huntuuas 110 S6 contengall dentro de los términos de la po esion, pOl' feliz que
sea, y mal e carmentado Hernau P' I'CZ de la trabajo a jornada que el año antecedente hizo
á. la ca¡.¡a 6 Templo del 01, cn que le ofrecian oro todas las naciones del R~ino, y en que
perdió tiempo y gente. in más fruto qua haber dada vi ta á. la provincia de los Chitareros,
en que de, p1l6l:\ se fundó )a ciudad de Pamploua., trató luego de aarir nuevo e mino á su.
fortuna, arl'ojá.ndose á la oonqui ta y de~cubrimieuto del Dorado., cuya ialRa noticia. y ape-
tecido nombre ha tlido tantas 'cces l'uiua de la nacion e pañola ~n el dilatado espacio de los
Llanos de an Juan. Y porque sepamos el motivo con que se ha.n empeñado tantas ansias
de la ambicion y codicia, es de advertir que al tiempo que Sebastian de Benalcázar j' 811
gente conquistaron la gran ciudad de Quito, hallaron en ella un indio natnral dA Bogotá,
que les dió noticia de todo aquello que dejamo dicho en el primer capítulo del cuarto libro
Llcerca. dell{eillo de CUllclinnmarca, con cuya relacion y las señas que les dió el indio de la
.parte poI' donde habian de guiar su jornaua, salió Benalcázar del Reino de Quito en de-
manda del Dorado, que fué el nombre que di6 á. la nneva conquista, y sin detenerse en las
provincias Equinocciales má tiempo que el preciso para fundar las ciudades de Popayan y
Cali, pasó acelerada.mente por las asperezas de las montañas y extendidos campos de Neiva
hasta llegar al Reino de Bogotá, donde (C01110 ya vimol:!) halló á Quesada y á. Fedl'eman
apoderados de todo él ; mas no ocultando él ni su gente la. noticias que los habían guiado á.
aquellas partes, con las cuales se conformaban otras que habian movido á Fedreman y á 108
suyos, añadiendo que en las provincias del Dorado p.ran tan poderosos y ricos los hombres,
que salian á. campaña quinientos mil combatientes, todos con armas de oro así ofensivas

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242 FERNÁNDEZ PIEDHAUÍ'rA. [LIB. 1 r_

como defensivas, se 10 recrecieron tales deseos tt Iferunu Pórcz da COlHW~uil' tVjucl dc~cnbri­
miento, que, partido el hermano y los otros dos Generales, tra,tó vivameute de disponerse
para la empresa con la mayor prcvencion que la fuese posibl~.
oPara este fin le fué muy conveniente la arribada do Lo/Jo ~IotR.lvo do Lugo al ReinO'
con ochenta hombres prácticos en las entradas de los Llanos., corno dijimos, y la vuelta que
por este tiempo dió Baltasar lUahlonado del descubrill''Úento de los Palenques y Sierra Ne-
vada, con otros cuarenta infante::t ejercitados en aquella faccion, que fué de la~ mó,s peli-
grosas que se ofrecieron; y para referirla es de saber 4ue habieudo los primerus conquis-
tadores hecho repa.ro muchas veces en que desde algunos mootes de tierra Ít'ifL y otros de la
caliente, que habitaban los Panches r tirada una linea vism~l qll{} desde Sautafé corrieRe sobrCll'
los valles de Síquima y Bituima, se ,livisaba hácia la provincia de los Pantagoros una Kie-
na elevadísirna, que en ]os dias claros y despejados de vapore:; manifestaba <1- larga dis-
tancia estar toda ella cubierta de nieve, entraron en curiosidad de avoriguar los ~ecretos
que 80 podian ocultnr en tierra tan sci'íalada; y como pal'~ Aemejl1ntes empres-cls siempre
estuviese pronto el Capitan Baltasar Maldouu,do, caballero de los más afectos é los Quesn-
das, con facilidad se prefirió {~otros muchos que se ofrecian al descubrimiento, y con setenta
hombres que llevó lo más breve que pudo, salió tI. la empresa, y atravesaJa. la provincia de
los Pan ches, e8guazado el rio grande coo canoas y penetrado el pais de los Pantugoros, de-
clinando á mano derecha del valle ele las Lanzas, en que des pues se fundó la ciudad de
Ibagué, comenzó á repechar fragosidades noticioso quizá de que la Heooa que abrió AníbaJ
sobre la nieve, do los Alpes, no so1'\mente fué tránsito para Italia sino camino que dejó tI la
posteridad para que lo siguiese con la imitacinn, el valor y la constancia:. y así, vencidas-
muchas sierras inaccesibles y encuentros <le gento feroz que las habita, aportó finalmente-
despnea de caminadas más de Resenta leguas á la!) faldas de dicha l:iierra, que hoy corre con
el noro bre de Púramo de Ruiz, tan armado de fríos, CIlle aun paI'a 01 trúnsito de Santare ó;
las ciuJados de Antioquia y Anserrna, no ha permitido el rigor do sus hielos la conLinuacioD
del camino que por ellos abrió poco uespues la industria.
Descubierta, pues, la sierra nevada, y reconocioa por tierra inhabitable, si no es pnr~
dnntas y ciervos, do que abunda con exce.'o, pa Ó Ialdonúuo ;í,ilHPlirir la sustancia de 10ft
pueblos confinantes (que ~on aquellos mismos á lJue dió vista. Alvaro de Mendoza, despa-
ohado por 01 Capitan Robledo á reconocer esta mü,ma sierra. nevaua) y ha.lló que entre los-
Pantélguros y dicua sierra I;C fOl'lm~ba una provincia, lue sin extenderse mucho ni estrecharse
poco, se hacia respetar de todas las naciones vecina!!, con HOl' de las maR belicoHas de InuinH;'
porque ademas ud valor y destreza de sus natul'Ulcs, con que liabiun oluuder Ií. sus enemigos,.
tenian para su Jcfensa cercauos todos sus pueblo' uo e t.ra,la9 encubiertas ó palizadas tau
fuertes, que para ganarles la provincia era pre<.:il:!(J il1vátlirlo~ de uno el uno, y para cada
uno so necesitaba d.o aseJio lUUy dilatado, por la de::l.re¿:a eOIl que &'l.l;>ian aprovecharse de-
aquollas fortificaciones, por cuya causa la Hum ' 1\IalJooauo la provincia do lOl:i Palanques,.
bieu uistintos de los que tenian en su coutorno las sierra!,) nenujaH Je Méridu 1 motivo que
algunos han tenido pura confundir esta jornada, que con tanta claridad expresa 1 Adelan-
tado Qllcs:tda en su Compendio hi. toria!. Pero no obstante que por Maldonado !lO reconocie-
se la fuerza uo los Palenques, la poca stl'itancia de la provincia y el valor de sus naturales,
llevado de aquella costumbre de salir siempre vicLorio80~ trabó guerra con e11081" preten.
dienuo allanarlos por armal:i, de que se le originaron grandes peligroll I cada paso, pues
malogrados muchos asaltos en que las lanzas contrarias y flechas vonenosa8 jugadas por la
parte interior de los Palen{{ues le mataba.n alguna gente, y empeñado cada día más en
combatü' sus fortiñcacioncs, llegó á trance qne embestido (á tiempo que asaltaba uno de
aquellos pueblos) de una fiera tempestad de lanzas, que de otros salieron para el intento,
le mataron veinte y dos hombres en la gnazabara, dejándole heridos ó. Gómez Nieto y B otro!:!,
aunque de parte de los nuestros se hicieron maravillas hasta retirar al enemigo, en que
obró mucho el esfuerzo cou que en la ocasion se portó el Capitan Juan de Angulo;, y así,
viéndose libres de la batulla y casi derrotado, de ampararon la. conquista, y vencidas otras
muchas dificultades y encuentros, uieron vuelta tí Santafé á tiempo que, como llevamos dicho,
pudo aprovecharse Hernan Pércz do este trozo de gonte tan valerosa.
CCJmponiase su campo de dosciontos y setenta hombres, en quo se contaban doscien-
tos caballos, númerpsobrado para cualquiera. conquista de aquellas partes, á no haberse guiadO'
por Otan vauo rUlllor . como el qtl~ habian introducido unos con otros los españoles. Dlt

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OAll. lIT.] lIlST01UA ])EL KUEVO REINO.

gente de servicio y v.ivandcros llevaba el ejército mUA do cinco mil illJios Muzca., sacrifica-
dos al cuchillo del hambre y del trabajo, y todos aquellos pertrecho!:! de rruelTa y vívereft
que parecieron suficientes para la emprega. Y como cllieruan Pérez usnba. do aquellas
artes que fácilmente concilian los llnirno', y el cebo del interes sea tan poderoso para pren-
der los corazones humanos, le seguian con gusto loa más soldados y Capitanes, que ya por
Jos trahajos antecedentes y descanso en que se hallaban, pudieran jubilar e de nuevas
fatigas. Por Teniente general de IIernan Pérez iba Lope l\1ontalvo de Lugo, y por Capita-
nes de caballo. , Baltasar Maldonado, J uau de Céspedes, Pedro Galeano y J lIau l\Iuñoz de
Collántes: y de iufantería :Martin Yáñez Tafur y Diego Ma.rtíuez, que como Cabol:! princi-
palea llevaban en sus compañías tl Juan dEj 8, Miguel, Guzman de AvellaneJa, Pedro García.
Ruiz, Cri tóbal de Monroy, Nicolas Gutiérrez, Alonso de Alvarado, Juan Rodríguez Gil r
Diego Suárez Montañez, Francisco Rodríguez, Lope de Salcedo, Francisco oel Hierro
Maldonado, Machio de Oñate, Maese J uall, Juan Fuerte, Barajas y otros de que no hQ
hallado noticias. Por Cabo de la gente qne quedaba en el Reino, y para que la gobernase
en ausencia de Heroan Pérez, nombró á Gonzl1.lo SulÍrez RouJon, de quien se hallaba bien
satisfecho. Y aju tadas todas las cosas que miraban tÍ. su conquista, empezó ti marchar ó.
primero de Septiembre de este año en que vamos de cuarenta y uno: y como casi todas las
noticias reciontes que daban 108 indios conformaban en que el Dorado e -taba ti las espaldas
de Santafé, en los dilatados llanos de San Juan, para seguir aquel rumbo le fué preciso
ntra.vesar nI principio hasta ciucuent~t leguas de cordillera muy fria, que média entre los
Llano:! y el Heino, y bien conocida en a(!uella regíon con el nombre de Púraruo de Fosca,
si bien por otras partes 10 recibo de diferentes poblaciones que más se le avecinan, siendo en
todas tan :tsperos sus caminos respecto de las ciénagas, tremedal es, montes y frio que en él S6
padece, que habiendo gastado muchos días con pérJida de veinte y cinco caballos y alglIDn
gente de sorvioio, lleg6 el ejército al pueLlo de Nuestra Señora, aunque ya nece itado de
vivero!'!, y habiéndo e allí proveido do algunos, siguió la. cordillera cillcueutil leguas al Sur 7
camino que tintes habian llevado los alemanes con Jorge Spira, por evitar los afancs do
marchar por las tierras anegadizas de los Llanos.
Habitan en aquella parte los indios Maco. , que si bien ocupan corta pobln.cion, fUfr
la. mayor que hasta allí habian encontrado los nuestros en la jornada: y porque desde el
pueblo de Nuestra eñora no habíall visto vitualla, alguna, detenidos ocho dín.a recogierou
todn. In. que hubo en sus término , dispue~tos á penetro\' lus montaña!'! quo allí se interpo-
nían, siguiendo la qiena, al Pouionte, Oon esta dcternliuac;on <:lO pocu.~ jOl'nadas l1~garou al
rio Papameoe, donde se encontraron con otr9 nacion do indios Guaipis, de quienes llevaban
noticiaH de qne tenian comuuicacion y trato con los del Dorado: y fueron tan á su deseo
ot!" s muchas que de ellos recibieron, que animauos nuevamento lo::; nuestroH, determinaron
proseguir 8U marcha, sin escarmiento do los trabajos padecidos ni temor de los futuros quo
amenazaba el empeño. E.-perilllentóse aquí, como siempl'e, el eúlYafio conti!luado quo usan
los inuios para desviar de sí IÍ. lo. e. pañoles, a egurándoles más adelanto todo aquello que
inquieren como dudoso, y lo poco de que necesita nuestra ambicion para en. al1char los
términos de la esperanza; pero como cualquiera que mire á biene~ temporales se desvanezca
Jo ordinario entro desgraciados sucesos, despues de muchos afanes aportaron á las tierras
de los indios Choque., nacion gnerrem y que se alimenta do carne humana ~ y habiendo
tenido con ellos varios encuentros on las nueve jomadas quo se gastaron en atl'avesar lo
úspero de Sil proviucia, llegaron al rio Bermejo, término último hasta donde penetró la
lLudacia de Jorge pira, que distará fluinientas legnas del mar del Norte. Pasado este rio,
so halló llcrnan Pérez falto de gnias, porcina las qno tuvo hasta aquel paraje uijeron no
conocian aquello!:! climas: mas siu que este azar lo divirtiese, ni la aspereza de la tierra quo
tenia prescnto le obliga::;e tí mudar dictúmen, despachó dos Cabos, cada ,cual con veinta
hombres, para que el uno procurase descubrir la parte baja y el otro la sierra; y aunque
laij diligencias que hicieron fueron muchas, no pudiendo hallar salida de aquellas montañas,
volvieron in e~peraDza ni en qué fundarla, sino fué en seguir el camino que subia ú la
diena de Yagueza, que venia :1 ser la misma que siempre les habia servido ele norte.
Con estos afanes prosiguieron treinta leguas más de jornada por la. aRporeza. de aquo-
llos montes; pero considerando cluO la falta de víveres crocia más cada. hora, y pcrocia
mucha gente del hambl'e y enfermeda.deH ocasionadas del trubajo y Dl~I temperamento de
la tierra 1 resolvieron dar vuelta á los Paises bajos, por donde anduvieron muchos dias SiD

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241 1i'EnNÁND:E~ PlEDUAH['l'A~ [LIB. IX.

mtls alimento ~ue el de algunas ¡raices con que entretenian ]n debilidad de los ouerpos faltos
-de fuerza cuando mi'! la neceRitaban para abril' los caminos á. valentía de brazo.', y cuando
era trabajo tan continuado el de todos, que hubo algllno~ dias en que hicieron diez y doce
puentes pr.ra vencer 10!i impedimentos del agua, que con los dema elementos parecía estar
coujurada para su ruina. Estas f,ttiga pues, que 108 condujeron á lo sumo de la miseria,
Q
,

fueron causa de q ne las enfermeJades e extendie en por todo el ejército, mmiendo algu nos
Boldados y la mayor parte de los indios vi vandel'os y de servicio, sin que se viese humano
semblante entre todos que no prono ticase desgracias á caJa uno. Raro sufrimiento y cons-
tancia ~iuglllar 1 no abrir la boca para la queja el que milita, ni volver paso atras para el
reparo el que perecel De esta manera llegaron IÍ. un corto lugar, que llamarou del Sacra-
mento, donde vieron algunas muestras de la canela de 108 Quijo, que sale por el Reino do
Quito.; y cuando peusaron ser aquella señal de algun alivio, despues del continuado clilrso
de tragedias po.sadas, fué desde allí el principio de las mayores desdichas y trabajos con que
la fortuna pudo examinat' la fortaleza española.; porq He las tierras donde se cria aquella
especie I(e. una cascarilla. formada á la maltera de un fiombl'erillo del mismo color y gusto
que la canela de Oriente) uo es ponderable cuán inha.bit<lble~ !"lean por las ciénegag, rios y
.tremedales de que 'lbundan, y obre todo ta.n estériles de fruta, raices, aves y peces, que en
.todas ellas apénas se hallal'a género alguno de alimento; y como la distancia que ocupan
estos tirboles de oanela se prolongue por m{u:I de cuarellta leguaH, y fuege forzoso caminadas
toda, murió en ellas roncha gente de hambre, y otros á las manOE! de ciertos indios que ha-
bitau en una sierra pue ta dentro del término Je las cuarenta leguas, á quicne!! llamaron de
los Palenques, por tenerlos hechos para su deEen. a. y por ser, auuque pocos, muy belicosos,
:J haber de pelear cou ellos forzosameute para salir de aquellas miserias.
Vencidas e 'tas dificultades á costa de muchas vidas, y libres ya de aquel pais estéril,
dieron en una mediana poblacion, qne llal.lll\l'on Je la Fragua., donde pasaron grandes peli-
gros en el e guazo de dOil podero~os rio>i; y de.'puei! de haber teuido diferentes encuentroS
con los indios, cousiderando que la. gente iba fatigada y se habia encontrado algu na vitualla,
resolvió lIernan Pérez detenel·se allí dos meses, en cuyo tiempo, haciendo las dili gancias po-
sibles para. descubrir camino qne lo condujese á mejor terreno, y visto que no se hallaba
y que habian de perecer aprisionados en aquello~ montes si continuaban la. dibcion en
buscar remedio sus Gabos, determinó por último dllr la vuelta á uno de 108 dOf¡ ríos qne se
]¡abian e gUbzado; pero como con las muchas ngua habian creciJo entrambos, y toda la tierrA.
que habian caminado úntes e,tuviese inuudada, hubieron do empeñarse liS gentes en abrir
nuevas sendas para el intento, que e eousigui¿ con mllch trabajo, ha. tn. que llegado el
.ejército al rio, y bigltiendo Sil mthje.lll hAcia. la parte del nacirnieuto que tiene, dió en un
Valle que eorre dentro de las Hienas, Á. <Juien lo· uatur, Ic~ llama.ron Mocoa, y e8 el mismo
de Joude Illieron despnes las prirnerüs pinturas lIombraJa de Moccl3., quc vienen de Indias
eu t.ubaquero , cofreeillos y difer~ute8 vasos do madera., bien e:tiroad~ls en e tas partes de
Europa por el primor con que Ae labran ya en la villa de Pa8to, douue se ha pasa.do el
.comercio de e 'te géuero tan apeteciuo de los h ombres do buen gnsto. Allí aprisionaron
algunos indios que por señas Jieron buenas noticimi de la tierra <lue habia más ndelante, y
despachando alguna. gente á qne la descubriese, la fué iguiendo llaman Pérez con toJo su
.ejército; mas, encontrándose en el camino con alguuas naciones que, fiadü, en qne los
españoles 110 podiau valer. e de lo. caballo)ol, los haci¡\ll diferentes acometimiento en todofl
los pasos estrechos, que no son p co, se preeisaron los Ullcstro:! á ir continuamente subro
aviso y peleando por instlnte , siu detener e alg1ln dia, p r la grande noticia que les habian
dado en Mocoa de ulla tierra que llamaba u Archibiohi; pero entl'ados en ella. de~pnes de
tau dilatados trabajos, se ha.llarun en el Vallo de Cubundoy, que es ell el ténn¡uo de la villa
~e Pasto, perteneciente al gobierno de Büouldzar.
Este :fin desgraciado, que DO tu\'o suce o ménos malo sino fué el no haber pere- ne
cido todos, fué el de In ruidotia conquista del Dorado que emprendió IIe,rnan Pérez de
Quesada, habiendo caminado desde la entrada de la provincia de los Macos hasta Cubundoy
.QoscientaH leguas de montaña, tierra áspera, estéril y anegadiza, en cuyo espacio t;e l'eta.rció
un año y cuatro me es, y murieron ochenta españoles, más de cuatro mil indios y ciento y
diez caballos, Raliendo los demas Capitanes, infantes é indios, tan débiles y enfermos, que
pareció milagro llegar vivos despues de tantos riefigos y trabajos padecidos. El rumbo que
~iguicron fué por la Dierra que corre al Sur, desde la e~trada. de las montañas hasta Cubun-

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CAl'. lII.] HISTORIA. DEL NUEVO nErNO. 2'45
doy, de la otra parte de la sierra, y atravesada pasaron á la otra, dond'e de presente estfll1'
laR poblaciones y ciudades de Gnacazillo, Popaynn y Pasto, deRde donde el Capitan Hernan
Pérez, habiéndose encontrado con Francisco de Quesada, hermano f;llyO, menor, y de los
primeros que paRaron á la conquif\ta de Cbile con Diego de Almagro, donde dió á un tiempo-
muestras de sobrado valor y de inquieto natural, dió vuelta al Nuevo Reino por la
provincia de Neiva, dejando solamente á la. posteridad la admiracion que debe causar en'
tan larga y peligrosa jornada el sufrimiento invencible de aquellos doscientos e pañoles, por
cuya falta pudiera exclamar Alejandro Magno con m~ls razon que por los diez mil griegos
que echaba. ménol'f para las conquistas del A<¡Íaj y que la diRcipina militar en r¡ue f.O habian-
criado rUeRe tanta r que jamas Imaginasen motin ni faltasen á los órdenes de ,11 Geneml r
aunque se hnbiese de ejecutar á costa de los mayoreR riesgos; y p()l'Iple e, t;\ vuelta al Reino
fué por el año de cuarenta y treR, y 101'1 ~uceS08 del qlle lleva mOR piden referirse en su lugal'r
concluiremos este capítulo con referir la rundacion de Málaga.
Luego que Heroan Pérez salió en demanda del Dorado y Gonzalo SntÍrcz Rondon se
vió con el supremo dominio del Nuevo Reino de Granada, en CJue lo habian puc. t.o sus mé-
ritos, no pudiendo resistÍrse nI de~eo ambicioso con que los hombres aspiran tÍ eternizar sus
memorias con el recuerdo de nuevas poblacíones, (lO que tal vez los apellidos ó nombres oe
la patria dicen quiéneR fueron sus primeros funoadore!", trató vivamente de fnndar ouna
ciudad á quien llamasen Málaga, en demostl'acion de qae conservaba en el pecho el dulce
nmor de la que tenia por madl'e; y como en In jornada de la ca l\ del Sol hubiese reconocido
que sobre 1M quebradaS" de Tequia r¡ne !;,e comprenoen dentro del pais de lo~ Chitnreros,
ofrecia el terreno disposiciorr para lograr su intento, eligi6 por C:lbo su.perior á Gerónimo de
Agua yo, caballero cordoveR, de quien podian fiarse empeño de mas conRecueucia., y ordenó-
le qne con "einte caballos y cincuenta inf,1.nteR tOIDfl.'\e aqnella emprcRa á su c:\rgo, l'e~pectO'
de que los MozcaR estaban ya tan quebrantadoR con la. contillnacion do la guerra. 'fue no osa-
rían impedirle el pnRO, y )0, Cbitarel'os apénns verian lo caballos sobre sus pueblos onandÜ'
octll'1'irian á reRguardar:re en lOR último, término de AH Pl·ovillcin. Con este ól'den sali6 Ge-
rónimo r:le AO'llayo de la. ciudad de 'runja y lIevanuo consigo muchcR buenos soldados, entre
q1.lielleS iban Jnan Vejarano, Salvador Martin, Juan de 'rrujillo, Pedro García ele Cañafl,
Juan Gascon, Fernando de Gnribay, Gonzalo García, Pedro Blasco Martín, Diego arda,
Pedro de egovia, Lope l\Iéndcz, Pe("lro Gutiérrez, Juan de la Cueva y Petlro Rodríguez, rué
I

entrándose por laR naciones ele los Tundamas, SerinzaR, Sátivfl.s y Chitagotos, sin más peli-
gro que el que ocasionaba.n los su to que podia causar tanta muchedllmbre de gente ofendí-
da como encontraban á cada paso.
Habiendo, pues, arribado al rio ngamoRo por la parte que llaman de Chicamochn, y
es por donele más acanalndo entre peñas corre rurio. o ÍL allcontrarse con IaR aguas del grande
de la Magdalena, y reconoeidll la dificultad de pasar los caballos, re pecto de que el ímpetlt
de 10R l'alldal<>s y encuentro de la piedras no dan lugar al esguazo, y que para el trán. ita
de los naturale se valían de uTla maroma que afijada sobre dOR grande::! troncos de la una y
de la otra bandA, suministraba forma para que pue, to en ella un carCTador de fajas pendiente
ue una tarabilla que corriese por toda la maroma a1ándola con s()ga~, pudicsen ligados los
cuerpo!'! en el cm'gaool' condllcir~a (le III mm ti la otra part , huhieron de conrormar, o con
la costumbre del paíR, y aventurarlo, primero por agna cinco arcabucero. elo los más fllerte~
y dio, trOs para que de la otra ri,bera asegurasen el trán ito de lo re tanto del campo (por no-
llevar ~l ¡'io tanta agua qne les pudiese impedir el esgnazarlo tÍ píé reRistiendo la furia de
su randal), lo ejecutaron con dicha y consiguientemente la di posicion ele la maroma. y trán-
Hito por ella de la mitad de la gento para qne ayuda e al de los caballoR, que a i mismo se
conHignió con aladeras y Rin desgracia, y últimamente el de todo el ca.mpo: cosa hien Ringu-
lar y no vistn. haRta entónces por los Due tras, por no haber Reguldo aquel rumbo Hernan
Pérez cuando fué en demanda de la casa del Sol, ,ino el de la otra banda del rio, ef;gna-
zlÍndolo pOlo el vado do Sacha: y aRt, vencido éste, que pareció el mayor embarazo para la
faccion, con facilidad se atropelló el segundo, que fué un numeroso escnadron de indios,
que al abrigo del primer vado de la quebrada de Tequia, se presentó en órdell de guerra,
y al prime\' ímpetu de los caba.llos y carga. de arcabuceros se desapareció entre las quiebras
y amagamientoR de aquel {tspero pais, dando lugar á que Gerónimo de Aguayo, en sitio al
parecer conveniente, rundase la ciudad de Málaga, cuyos primeros Alcaldes fueron Pedro-
Rodríguez y Pedro de Segovia; si bien la experiencia de su mal terreno y ningun comercio

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246 FEUNÁNDEZ PIEDUAnfTA. LLlD. IX.
Oc.'lRionú In pocn, pe1'manencin, que c1e.qpue~ tnvo, y aumentó la vecindad de Pamplona fun-
dada ocho años después, com9 veremos en su lugar. '

CAPITULO IV.

EL OCABITA y LUPACROQUE SE FORTIFICAN EN DO '" PE-OLES: RÍNDESE


LUPACIIOQUE rOR ARMAS AL CAPITAN PINEDA y EL OCADITA, Á
PERSUASIONES DE ALONSO MARTIN, DJ~SPUES DE DIFERENTES ASEDIOS.

L mal ejemplo elel Suta y Simijaca, por el año antecedente, como dijimo~, fué incentivo
E de la rebelion de otro~ Cacir¡ueR poderosos; poro el castigo qne en 10R primeros hizo
el ejército español, nA fllé parte para enfrenar la ferocidad del Ocabit.a y Lup:¡,choque, de
Rucrte que abandonasen la gucl'l'u c¡ue una vez abrazaron, mntando á FiU Encomp.ndcro
Mateo Sánchez Oogolludo, por ver si encontraban la liberta.d entre la!'; onaas de sus peliO'roR.
o eran seüores tan poderoRos que !'lO pudiese recelar que en algun tiempo camp~aRen
'vencedoras sus armaR; mas oran dueños de tan fuertes sitios, que se dificnlta1.>a mucho hallar
forma de poder sujet,arlo!';. Habia, pueR, esto. diferencia entre lns fortalozaA d~ uno y otro
Cacique, reeíprocarn~nte unidoR para auxiliarRc: y era que Lupachoql1e, si bien ocupaba un
elovado peñol bARtante t.. resistir con arte ú 10R nuestros, era tan corto de sítio qne no so
ha.llaba capacidad en su eminencia para el abrigo de toda su gente, ni abundaba tanto do
piedraR que pudio, e dar municion equivalente {, la forma. con que se gnerreabn. por entónces,
y mús cuando laA Rendas que guiaban á ln, cumbre, si bien peligrosas, no del todo imposibi-
litaban dar paso Ít los uuestros. Mas, la de Ocabita era tan capaz en lo alto, que desahoga-
damente alojaba. á todos sus parciales, y eran tantas las piedra de que abundaba, que no
parcela }lORible agotarse en el Medio de muchos años; y como si éste 10 tnvicse presento, se
habia proveido de vitualla suficieute pat'l\ no rendirse por hambre 1 disciplinando al mismo
tiompQ su geute, pnrn. no quodar vencido por fuerza: dificultades que reconocían hiell 10R
nueatros para temerlas, pero como se recrecian mayorefl de que so les pas¡~se su atrevimionto
con disimulo, prevaleció el prtrecer de que se allanasen aqnello8 CaciqueA por :umaR cuando
no ba.c;tase la seg nridn.c1 del buen trato que se les ofreciese para que admitief)en la paz.
Pal'a ejecutn,r eRte medio Hernan Pórez, en cnyo tiempo y ántes quo Ralieso nI
descubrimiento dol Dorarlo slIcedió lo referido, eligió á lo principios perRona que le diese
á. entender cómo Re pondria enmienda en lo paRado, y las conveuiencia, qua hallarian flUS
gente!:; en de~iAtir de In g uerra, á que los 10via la re~olucion de su desesperado aliento. MaR
tan léjOR se hallaban de ajm,ta.l'~o á !'m dictlímen lo~ do!'! Caciql1e~, qlle ningnna cOFIa leR
agr:wió tAnto como oír la propuesta, en (¡U e si bien Re les aseguraba la paz no e prometia
nlzar 10R tributos, punto plÍncipnl que movió toda In. mllquina de su l'ebelion. Y como
preRumian incontrt1stableR IOR Ritio!'l en que RO hnhian fOl'tifir.ndo, respondieron que pues los
españoles mezchhan la paz que ofreeian con 10H tributoR que repugnaban ollos, He resolvian
Ji paO'arloSl con bs puntaR de AUS dardos, para qne los cobrasen con má. atencion de que
nacieron librcH. 'on esta respnesta. fné pl'eci~o npreRl1rUl' el remedio, ltnte que la omision
clesperta, e nuevos inconvenicnteR, y m:íR cnanuo las alteracioncR de U11 pueblo oprimido con
tributos Ron ínel'teR ejemplo. , quo rompi endo el yugo de b violencin. nlTaRtran los dernas,
que e t:'m á la. mira, para que corran ill citados al centro de b libertad; y porque la empresa
necesitaba. do Caho c. "jlcl'imentado que la gobernase, pareció en una conRulta de todos los
Capitana/'{ del Reino Re cometiese n. ,J U [In de Cl~ Flpedes y Gonza.10 Gal'cfa. Zono, euyas hazaña.s
los tenian bien acreditadoR en aquel Nnovo l\fundo, y dícelo Castellúuos en su historia ge-
neral do IndiaR con estaR palabras:
y 7J07"que cO?l1'enia b7'erenu11te
Allan m'se fambien aquella 1'OC(( ,
[>u('.'~ á qucdm" ill' (t 8C aC1'eciu un
Otras (l itan ionc~· f lu:josas

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llrSTOlUA DEL NUEVO HEmO. 247
Entraron en consulta, y acordat'on
De comun voto da?' aquella empresa
.A. Cé 1Jedes y a Z01'ro, Capitanes
Antiguos y cursado8 en dar 6rden,
Como con poco riesgo se venciesen
Estas d,'jicultades semejantes,
L08 cuales aceptaron aquel carg(l
y fueron en demanda de Oca bita
y del que se llamaba Lupachoque.
y así provenidos de balas y p61vora, que se empezó tÍ. labrar entóncas en la ciudad
de Tunja, partieron á. su conquista con cien hombrea arcabuceros y ballesteros, número que
pareci6 conveniente para vencer las dificultades que se habian de encontrar en el manejo de
la guerra. Conducidos, pues, los dos Capitanes al peñol de Lupachoque, en que se hallaba
recogida su gente, gastaron los primeroR días en reconocer por todaR las partes de su recinto
la que seria más á prop6sito para emprender la subida, en que forzosamente habia de con-
sistir el dichoso remate de la empresa; pero como por ninguna se descubria senda que no
estuviese pronosticando desgracias con los riesgos que representaba á. la vista, plantaron sus
tiendas y alojaron disgustados de haber admitido faccion tan dificultosa por armas. Mas
como)a nacion española tiene por descrédito de sus pasadas victorias todo lo que no es pro-
seguirlas, aunque se representen imposibles y sea tanta la ambicion con que aspira Á. ganar
fama, qUG se la promete más grande miéntras los peligros se le ofl'ecen mayore , al siguiento
dia se dispusieron á. dar asalto al peñol, aunque en la ejecucíon encontrasen la muerte. Y
porque el estilo que guard~ron siempre fué couvidar con la paz nntes de romper la guerra,
despacharon persona que la asegul'ase 6. Lupachoque; pero él, que de nada se recelaba tanto
como del trato español, sin dar oidos al mensajero, di6 la respuesta con las puntas de una
tempestad de flechas encaminadas á. quitarle la vida.
Irritóse tanto la c6lera española de la desatencion del Cacique, qtle sin el reparo que
le debia dictar la. prudencia. para tan tu'duo empeño, so arrojó á contraHtar la inexpugnable
eminencia, comenzando n subirla los nue tl'o~, unos en pos de otros, por las sendas que ménos
arriesgadas so representaban; y aunque preveuidos de fuertes escudos concibieron esperanzas
de buen suceso en la expugnacion, fué tanta la cantidad de piedras que cay6 de lo alto á
embarazarles el paso, y tan espantoso el ruido quc de peñadas formaban, que asombrados
los nuestros de su avenida, se retiraron desordenado donde la distancia los asegurase de
peligro tan grande. Y aunque por muchos dias probaron por diferentes partes el asalto,
ninguna traza ni e fuerzo ba. t6 para que no de espera en do lo. victoria rniéntras Lupaoho-
que 80 vaHe e de aquella artillería, que próvida la natura.leza labr6 parn que se defendiese:
por lo cual resolvieron dar vuelta á Tunja sin mns fruto do la jornada quo la. admiracion de
que la hubiesen perdido, de que resultó suspenderEe la empresa, hasta que partido llernan
Pérez á su descubl'imiento, y poblada la ciudad de Iálaga, tuvieron lugar los Caciques re-
beldes de repetir nuevos insultos; ma coro) Gonza.lo 'utÍl'ez y sus Capitanes discurriesen
que de allanarse aquel movimiento resultaria la paz y quietud de la tierra, y con la. dilaoion
podria crecer la oentella. de la rebelion hasta encender todo el Reino, determinaron elegir
nuevamente á. Juan de Pineda, Capitan de yalor, para que prevenido de gente e cogida no
desistiese de la opugnacion hasta reducir á Lupachoque á que por hambre ó por fuerza
sujetase la c~rviz á la obediencia jurada: y salióles tan buena esta eleccion, que habiendo
llegado ::..1 peñol con otros cien hombres, se supo dar tal maña, que repitiendo cada vez con
más coraje los asaltos en que se señalaba siempre Diego Romero de Aguilar, y menoscabado
Lupachoqlle deQde los principios de gente y. piedras, en ménos de tres dins, con lamentablo
destrozo de los defensores, consigui6 la victoria, que ántes pal'eci6 imposible á. dos Capitanes
de mayor fama.
Divulgado el suceso entre los l\Iozcas con aclamacion y espanto general de las na-
ciones, le pareci6 tÍ Pineda que consiguientemente se le rendiria Ocabita, en quien la fama
del vencedor haria la primera batería para facilitar el rendimiento. Pero corno la obstina-
cion no se gobierne por las reglas elel discurQo, produjeron tan contr~rios efectos la coufianza
de Pineda y la resolucion de cabita, que ésta. fué de re i tirso á los españoles ha ta. morir,
y aquélla so de engañó,brevomente de llegar {, vencer; porque habiendo practicado todos los
medios SllaT'es para reducir su robeldía, los despreció de suerte con p:llabras y obras, que
33

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248 FERNÁJ.'iDEZ :(>IEDRAUfTA. [LIB. IX.

resuelto Pineda nprobar fortuna, esperándola no ménos favorable que en la empresa da


Lupachoque, dispuso que su gente asa.ltase al Ocabita en su misma fortificaciono Pero com()
las sendas para el avance eran más estrechaR y peligrosas que aquéllas, y la provision que
tenia de piedras era inagotable, porque abundaba de ellas la cumbre en que se alojaba su
gente, salió tan desgraciado el primer asalto de 108 nuestros, que aun no habían dado los
primeros pasos resguardados con las rodelas, cuando carg6 de suerte la estruendoRB multitud
de piedras, que asombrados del riesgo de~istieron del intento, por no perecer entre las in-
consideraciones de su arrojo. Y aunque picados del mal suceso intentaron otras muchas
veces enmendar la primera retirada, todas cuantas lo pretendieron se encontraron con ma-
yores dificultade8 de conseguirlo; porque ni sobresale esfuerzo donde el arte y la naturaleza
se ligan para mostrarse contrarios, ni prevalece el ingenio donde los medios se imposibilitan
para desvanecer los discursos: yasí tuvieron por más cuerda resoluciou la de volver á
Tunja, donde se recibi6 con templanza la victoria de Lupachoque, por la resistencia gallar-
da del Ocabita.
Pero apénas levantaron el sitio los nuestros, cuando valiéndose éste de la ocasion y
más insolente con la victoria, corrió la tierra llenándola toda de fuego y sangre con asombro
de los indios pacíficos, que por no cooperar en los designios de que el levantamiento fuese
general, eran los primeros que perecian ó. los filos de sus macanas. Robó los pueblos y Raqueó
las casas, talando los campos con daño comun de todo el pais, hasta que rico de despojos y
vituallas volvió á resguardarse en su peñol. Y como no eran de tan poca consideracion estos
inconvenientes, qne no se le representasen mayores á Gonzalo Suárez, se hall6 forzado al
empeño de smjetar aquel soberbio Cacique, gue desvanecido con la prosperidad de SUR armas
violentaba con hostilidades tÍ los indios vecinos para que lo siguiesen en la rebelion que
mantenía tÍ pesar de los españoles; y como en todos los encuentros de aquellos bárbaros ha-
bian salido victoriosos, y en éste del Ocabita se descubrian señales de que podria trocarse la
suerte y el ejercicio de las armaR hacer guerreros tÍ los que nacieron ociosos, se determin6 tÍ
ir personalmente tÍ la conquista con todas las fuerzas del Reino, que ya parecian :forzosas
para la conclusion de tan difícil emploesa. lUse de aventurar alguna vez todo el cuerpo por
la defensa de un miembro, pues tÍ no despoblar nuestro Filipo el Grande á todo Aragon por
engrosar el sitio de Barcelona, no la de amparara el frances ignorante de que aquella mu-
chedumbre podia originarse de aquel desamparo. Para el efecto, pues, que va referido, llamó
los Capitanes y personas de más crédito militar y entre ellos aquel famo o Alonso Martin,
de quien hemos dicho que sabia con perfeccion el idioma de. los indios. Las palabras de
Castell:\nos con que empieza á referir lo que vamos diciendo, son éstas:
Jias Gonzalo Suárez que regia
En aquella sazon la türm nueva,
Con8iderando l08 inconveniente8
Que se le ofrecían 8i quedase
Aquel indio 8obel'bio con su honra,
Determinó venir petOsonalments
Sob1'e éZ Zuego con toda la pujanza
Que de buenos 8oldados en la tien'a
De esta gobernacion tenian nombtOe, g.c.
De que se reconoce que las noticias de e8tas empresas no han estado t.'l¡n sepultadas
que se puedan atribuir á. otros Cabos que no sean los que van referidos; y volviendo ú. Ron-
don, marchó luego que tuvo juntas SUR fuerzas al asedio de Ocabita: y porque el peñol for-
maba por la parte inferior ciertas concavidades que se resguardaban con alguuos peñascos
que le servian de cubiel'tás para los que en ellas se entrasen, llevó en su campo mucha can-
tidad de escalas, barras y azadones que facilitasen la Ifaccion de ocuparlas, respecto de ser
tan ventajosas para los nuestros, que puestos en ellas no podian ser ofendidos del enemig()
con piedras y tenian sobrada comodidad pl.ra poderlos herir con los arcabuces. Pero habien-
do llegado con todo el campo á vista de Ocabita (que bien fortificado y vanaglorioso del mal
suceso de Pineda, esperaba igual fortuna en esta segunda opugnacion), ántes de ceñir el
peñol le pareci6 á Gonzalo Suárez l~sar de la más precisa diligencia en semejantes lances,
haciéndole saber el deseo que tenia de conservarlo en paz, así á él como tÍ sus vasallos, en
caso que depuestas las armas observasen In. fe prometida al Rey do España, de que se les se-
guirian todas las convenienoias que pudiesen desear.

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CAP. IV.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 249
Encarg6se de csta embajada el Capitan Alonso Martín, diestro en el idioma y trato
<le los indios y dotado de aquella sagacidad de que siempre supo aprovecharse en semejantes
oca8iones, Desnudo, pues, de todas armas fué 8~biendo por una de las sendas que tenia el
peñol, trabando conversacion con aquellos indios qne se descubrian los primeros en la cum-
bre, y le daban respuestas encontradas del todo á sus intentos; pero como éstos se encami-
naban á. pacificar á Ocabita, instaba tan diestramente con la suavidad y frases del idioma en
que se lo llamasen para tratar con él cierto negocio á que le importaba. dar oidos, que ven-
cido el Cacique del donaire y rendimiento con que lo llamaba, se le mostró entre su gente en
parte que pudiel:le percibir sus palabras: con que má.c3 confiado el Alonso Martín llO cesaba
de ir ganando la cumbre y usando de todas aquellas lisonjas bastantes á templar el á.nimo
más guerrero, las l'epetía á cada paso que continuaba sin parar. Unas veces le templaba el
ánimo con ruegos y súplicas y otras le inclinaba la, voluntad con los elogios que de su noble-
za y persona le decia; y como el corazon humano de nada se pague tanto como de los propios
apláusos, suspendieron de suerte al Ocabita las glorias de verse lisonjeado por hijo del sol y
de la luna y los ofrecimientos de paz y buenos partidos que se le proponian de parte de los
españoles, á. quienes tenia por invencibles, que sin atender á. lo que más recelaban sus gentes,
se halló con Alonso Martin en la cumbre, si bien desarmado, como dijimos, para. persuadirlo
m{tS bien á. que su trato no era fingido, como se lo manifestaba de nuevo con más corteses
rendimientos despues (lue llegó á su presencia, de que el Ocabita no se sen tia disgustado.
A este tiempo Gómez de Cifnéntes, Pal'édes Calderon, Juan de Tolosa., Diego Rincon,
Francisco de Mojica y Pedro Niño, reconociendo el peligro en que l:Ie había puesto Alonso
I Martin y la oca.sion que se les iba á. las manos con el divertimiento en que estaban los indios,
subieron apresuradamente sin que fuesen sentidos hasta llegar á lo más alto del peñol, donde
vieron al Ocabita, que hablando con Alonso Martín en respuesta de su embajada., le decia:
Capitan español, bieTl Cl'eo habrás l'econocido que á no 8e,' con gnsto mio no kubie1'as llegado á
este sitio, JJues á ~¿na multitud como la que mim8 amlada, poca oposicion pudiera hacel' un
ltombl'c solo; peto háme pel'suadido de suel'te el denuedo con que te has expuesto al pelig"o de
vel'te ,'odeado de mis a1'7nas, que las he sl¿sperulido pOl' no malquistal'me con la inclinacion que
me violenta á. escucharte. Y aunque pueda dltda1'8e si lo que has ob,'ado nace de valOl' 6 teme-
'J'idad, yo más me inclino á que ha sido ef ecto de la confianza que has hecho de mi nobleza, y
de la que tienes en la dist:recion con qIte sabes in'oponer tltS intentos, que califico PO?' buenos,
pues Bola 1tna buena intencion sabe encontl'a7' segw'idades entre los mayores ,';esgos como entre
l08 enemigos aplausos, y supuesto que tú has fiado la vida de Ocabita en fe de que Slta tmtos
no bastardearán de 81t sang,'e, justo se1'á que él tambienfie Slt libertad y la de 8ft gente de t{, pue8
et'es uno de aquellos qtte ha puesto el sol por árbitros y dueños de tantas motla1'quías, la paz á
que me convidas acepto, y de la glte7'1'a enojosa en que me habia empeñado desisto, 1JUes no hay
destreza en el valol', como ee ve á la cOr1'iente de una f Ol't/tna deshecha que se apresura en fa-
vor de los contrarios; mas persuádete á que así como yo y mi gente se flan solamente de tu pala-
bl'a, así queda1'emos si faltas á ella 8ttpel'io1'es á los t1lyos en la Jama, plles mal POdl'á ésta ocul-
tal' en la p08teridad, cuando publiquen nuestms desgmcias, qlLe mi nacion procedió más nobl8
a~tnque no tan diohosa.
La respuesta de Alonso Martin fllé echa.rle al cuello los brazos y ratificarle con sus
compañeros las promesas anteriores, con que alegres todos dieron a.viso al campo de los es-
pfl.ñole~,
que, gozosos del buen suceso, subieron al peñol y con iguales correspondencias
regraciaron al Ocabíta, viendo que por un medio tan impensado se había conseguido una
empresa de que pendía la quietud de todo el Reino, y que tan fácilmente se terminase la
guerra, á cuya mira estaban tantas na.ciones suspensas, con fin de unirse á la parte que salie-
se victoriosa. Decia Pirro que le habia conquistado más provincias la retórica de Cinéas
que la fuerza de sus ejércit08 : y tanto más debió, el N nevo Reino 6. la persuasiva de Alonso
Martin que á las hazañas de tantos héroes famosos, cuanto excede la gloria de conservar lL
la dicha de adquirir, Dióle Gonzalo Suárez las gracias de todo, atribuyendo justamente á. su
valor y destreza el buen fin de tantas prevenciones: y confirma.das las paces y capitulacio-
nes que asentaron con el Ocabita de no hablar más en la muerte del Encomendero, y darle
otro que se contenta,c;e con un moderado tributo para aliviar su gente, la condujeron tí sus
pueblos, donde permanecen hasta boy leales y obedientes al Rey, y á su ejemplo quedaron
tambien desde entónces sosegadas todas las ptovinciaR de Tunja, donde la fé católica se fné
extendiendo, ye1 Culto Divino ha crecido hasta el grado que hoy se experimenta en los
magníficoE templos que se han levantado,

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CAPITULO V.

EL ADELANTADO LUGO SE PREVIENE PARA SUBIR Á SANTAFÉ: FÚNDASE


POR SU ÓRDEN EL BARBUDO, Y SALIENDO DEL CABO DE LA VELA
ENCAMINA SU EJÉRCITO POR EL VALLE DE UPAR, CON VARIOS SUOESOS.

IÉNTRAS corrian 10R acaecimientos que se han referido en el Nuevo Reino, se ocu-
M paba D. Alonso Luis de Lugo en poner y quitar Ministros de justicia á sn volun-
tad en toda la gobernacion de Santa. Marta, desde el Cabo de la Vela, donde se hallaba; y
queriendo dar principio á sus deHignios con mejor acuerdo que sus antecesores, dispuso una
junta de los Capitanes y soldados más experimentados que con él se hallaban, para elegir
camino que no tuviese los embarazos que se habian encontrado en las jornadas de Quesada
y de Lebron. Y habiéndose conferido largamente sobre la propuesta, resolvieron de comun
acuerdo que la derrota se debia seguir por el Valle de Upar y sus llanos hasta Sompallon,
pueblo (como dijimos) fundado sobre los márgenes del l'io grande á la banda de Santa
Marta: y así, por ser este rumbo el que parecia más á propósito y para que no se le retar-
dase el viaje, determinó excusar su entrada en Santa.Marta, que distará del cabo de la Vela
como sesenta leguas de costa, contentándose solamente con remitir órdenes á la ciudad para
que de allí acudiesen á su campo algunas personas que habían vuelto con Lebron, y otras
que bajaron á la Costa despues que Rernan Pél'ez parti6 al descubrimiento del Dorado, por
no hallarse bien con el gobierno de Gonzalo Suárez Rondon: de los cuales fueron el Maese
de Campo Juan Ruiz de Orjuela, el Capitan Gerónimo do lnza, Mateo Sánchez Rey,. Her-
nando de Mora, J uau de Castellános, Pedro de Acebo, Pedro Martin, Agustin de Oastellá-
nos, vecino que fué de Tunja, el Capitan Alonso Martin, l'ecien llegado del Reino, y otros
buenos caudillos que, por aquel tiempo, que ya era principio de Marzo del año de cuarenta
y dos, estaban en Santa Marta: y como sobre la novedad del gobierno, que siempre arrastra
mucho, eran los órdenes muy apretados, le acudieron todos con buena prevencion de armas
y caballos, por estar ya 108 más tan mejorados de caudal, que no necesitaban do socorros
ajenos. Mas, animado con esto el AdelaBtado, y teniendo á punto cinco bergantines on el
puerto de Santa Marta, en que puso cantidad de mercanoías, pólvora y pertrechos de guerra
para la dafen a de los indios dell'io, que pOlo aquel tiempo eran muchos y guerreros, embnr.
có un buen trozo de soldados, nombrándoles por Cabo de los bajeles y de ocho canoas que
habian de ir en su convoy, al Maese de Campo Juan RuÍz de Orjuela, de cuyo valor y ca-
pacidad para la administracion de cargos mayores tenia el Adelantado sobrado conocimiento,
y ordenóle que si la Armada llegase á Sompallon ántes que el ojército da tierra, lo esperase
allí para disponer unidos 10 más conveniente á la. jornada.
Dispuesto así esto ántes de partirse de aquella gobernacion el Adelantado, y discu-
rriendo que para navegar aquel rio seria de gran conveniencia fundar algun pueblo de es-
pañoles en la provincia de los Malebuyes (que descubrió el Licenciado Santa Cruz al tiempo
que gobernaba en Cartagena), para que de~de allí se refrenasen las correrías continuas de
los indios, mandó al Capitan Gonzalo Pérez, Justicia mayor de Santa Marta, lo ejecutase por
los -medios más breves que le fuesen posibles: y como este Capitan fuese hombre de mu-
cha actividad, dió luego gente y todos los despachos necesarios para el efecto á Francisco
HenrilJuez, soldado de confianza, el cual, sin perder tiempo en 10 que se le ordenaba, fundó
dentro de pocos meses una razonable poblacion cercana á otra de indios, que tenia el nombre
de la. provincia, aunque los españoles, despreciando el antiguo, 10 llamaron el pueblo del Bar-
budo, por cuanto el Cacique que en él hallal'on tenia barbas como los españoles: cosa bien
extraña y que pocas veces se ha visto en aquellas Costas, donde los que las habitan son ge-
neralmente 1am piños; si no es ya en el tiempo de la ancianida.d, en que les nacen pocos pelos,
y éstos muy separados.
No encontró pocas dificultades Francisco IIenriquez en la fundacion de este pueblo,
por la valerosa resistencia que halló en sus naturales, que son belicosos, y habia de contras-
tarlos con la opugnacion de solos cincuenta españoles que llevó consigo; pero obrando éstos

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CAP. V.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 251
aun más de 10 que pareció posible) y valiéndose de la industria de halagar y acariciar los
indios, presentándoles hachas, sal y cuentas de vidrio, preseas las más estimadas de ellos,
consiguió la pretension que llevó, mas tan mal asegurada, que no servian los iodios sino era
en aquellos ministerios que les parecia ser de su propia comodidad; y los españoleR, sin
adelantar á. más el dominio, se entretenian con la esperanza que fundaban en algunas mues·
tras de oro que se descubl'ian en la comarca; y aun con todo esto no fuera posible que
perseverase el pueblo, si despues no aoudiera con más fuerza de gente desde Santa Marta el
eapitan Luis do Manjarrés, que de vera~ sujetó y obligó á que obedeciefle á 103 nuestros
aquella nacion, aunque de suyo fiera e intratable. Y á ]0 que p~rece de las noticias más
claras que se han podido adquirir, fué la causa de esta segunda invasion de Manjarrés,
haber sido tan cauteloso el trato primero de aquellos indios que, sabiendo estar Francisco
Henriquez dispuesto á poblarse de asiento con su casa y familia en Tamalameque, por serIe
de muoho interes el repartimiento que allí le habia cabido, maquinaron traza para salir de
aquel yugo intolerable, que ellos decian tener sobre sí.
Esta consiguieron más bien dispuesta que la imaginaron, porque, ajeno el Henri-
quez de aquel riesgo que le amenazaba, arrojó al agua un bergantin de buen porte, y sin
más defensa de la que podian hacer Lope Henriquez, su hermano~ y Francisco Nieto, su
ouñado) con veinte negros desarmados que servían al remo, embaroó á su mujer y las
preseas que tenia de más valor, que fueron muchas, por ser hombre de los poderosos de
aquella gobernaoiollj y orGlenándoles que fuesen delante, se detuvo en Santa Marta á con-
cluir la fábrica. de otro bergantín en que habia. de embarcarse él; y corno en aquel tiempo
estaban de paz todos los indios de la una yotra ribera del rio hasta Sompallon, salió el
primer bergantin olvidado de aquellos baj íos que la fortuna dispone contra la seguridad más
feliz, y como su propio descuido era el piloto, que lo conducía. á las manos del enemigo, por
la. confianza con que inadvertidamente se aventuró á una desdicha, la encontró á pocas
jornadas en la crueldad de aquella pérfida. canalla, quo estando sobre aviRo para el asalto,
y ensangrentada más miéntl'as la resistenoia era ménos, acometió tan fieramente al bergan-
tín, que á los primeros encuentros no dejó en él persona con vida, sino fué a(luella infeliz
dama, que vivió entónces para que desestimase la vida despues, y reservó de la muerte su
desgracia para que muchas veces IDUl'iese, pues aun á las noticias se ocultó de suerte su
fin lastimoso, que jamas pudo saberse la parte en que padeció aprisionada, si bien es do
pensar que su esclavitud seria de tan pocos dias como ella contaba de años, porque si la
necesidad es cuchillo de la vida, si el atrevimiento escollo en que peligra la honra, y sLla
villanía superior la más cruel arma contra la nobleza ultrajada ¿ cómo podio. vivir mucho
tiempo entre bál'baros, villanos y atrevidos quien labró su desdicha. con la pr lldas do
noble, entendida y honrada, para dejar este lastimoso ejemplo de infelicidad á nuestras
noticias? pues aunque el sentimiento del esposo fué tal que no excusó.diligencia para saber
de ella, yen el castigo general que Manjarrés hizo en toda aquella band¡\ de Tamalamequo
se repitieron muchas para lo mismo, ninguna fué bastante para que la protervidad ue aque··
110s infieles manifestase el fin que tuvo aquella dama, que yo calificara siempre pOlo el más
cruel golpe para Francisco Henriquez, pues no expresando cuál fuese, siempre concebiria
todos los trágicos que pueden caber en los espacios de una hermosura infeliz. Y si la plnma
hubiera de empeñarse en otros sucesos iguales ti éste, acaecidos en el mismo rio, faltara
tiempo para lo principal de la historia, pues aun de prescnte las pocas reliquias que perma-
necen retiÍadas de las naciones de V élez, tienen bien lastimados con sus asaltos algunos
ojos, que se han visto en el Nuevo Reino acreditados de muy sensibles con la continuacion
de sus lágl·imas.
Partida, pues, como dijimos ya, la armada de lo~ bergantines, que iba á cargo del
Maes,e de campo Orjuela, salió ti su jornada el Adelantado D. Alonso Luis de r . ugo, con
trescle~t~s españ~les y (1~scientos caballos, algunas bestias de carga, mucho número de gente
de serVICIO, y tremta y CInco vacas con sus toros, que fueron las primeras que se 'Vieron en
el N';levo Reino, y se v:endieron en precio excesivo al Capitan Melcher de Valdés, valeroso
caudIllo de aquel tiempo y vecino que fué de la ciudad de lbagué, de quien trataremos
cuando ~legue el caso de hacer mencion de su fundacion; y como el rumbo que se eligió
para la Jornada fué tan diferente del que llevaron Quesada y Lebron, fué sigr¡¡iendo su
derrota desde el Cabo de la Vela al Sur, encaminándose al Valle de Dupar, por la tierra que
llaman de Herrera, que atravesó por el romate que se nombra del Jaguei, y dorada se en-

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252 FEUNÁNDEZ PIEDlM.rrfTA. [LIn. IX.
<cuentra la quebrada de Aguas claJ'as, basta llegar á dos ojos de agua clara, aunque no
delgada, que forma la tierra, y dispuso allí la Providencia, para los que andan este camino,
.que desde entónces se llama del Adelantado, y de cuyo sitio se descubre la sierra en que
habitaban los indios Coronados, en cuyas faldas están ciertas acequias de que se valian
aquellas naciones confinantes, y un áspero monte, que despues eligieron para fortificarse y
formar palenque muchos negros fugitivos de aquella gonel'nacion y de la de Venezuela.
DeRde este desembocadero de la sierra tienen principio los llanos espaciosos del gran
Valle de Dupar; y como las dos cordilleras que lo ciñen estuviesen pobladas de diversas
,naciones de indios belicosos, al mismo tiempo que el ejército marchaba por lo llano se ocu-
paba en la conquista de ámbas cordilleras, así de la de mano derecha, en que habitan los
Aruacos, como de la otra, en que moran los !tocos, Babures, Tupes y Guanaos, con quienes
tuvo diferentes encuentros, aunque no de tanta consideracion como deseaban los nuestros,
por el recato con que los indios hacian los asaltos y surtidas, si bien hubo algunas en que
los Guanaos se llevaron dos soldados, que retuvieron vivos con fin de cambiarlos por cierta
india, señora poderosa entre aquellas naciones, que los nuestros habian aprisionado, y por
su libertad, que se consiguió brevemente, los volvieron libres de daño alguno, suceso que
rara ó ninguna vez se ha visto practicado en el dejamiento y desatencion de aquellos infieles.
Pero desembarazados ya los nuestros de aquella guerra continuada, llegaron á Sompallon,
lugar asignado para incorporarse con los que habian partido por el rio grande, que se retar-
daron ó. causa de la cruel guerra que les movieron de todas partes los moradores de SUB
costas, gobernados por un indio que se dió bien á conocer con las obras y nombl'e temido
do Francisquillo.
Este se crió desde muy pequeño en Santa Marta, en la casa de Francisco de Murcia,
Escribano de Cabildo; pero atraido de su pa.tria ó guiado de su mala inclinacion, aun no
babia cu~p1ido diez y seis años cuando ausentándose de quien lo habia criado olvidó la fe
en que lo habian instruido, y retirado á aquellas montañas del rio, supo di poner con tal
arte su fortuna entre los indioR, que siendo de la corta edad que va referida, se apropió tal
imperio sobre todo los pueblos, que obedeciéndole conformes como l..~ey soberano, se
hacian por sn disposicion todas aquellas hostilidades que podia ojecutar su . '1301 ánimo contra
los españoles, de quienes fué acérrimo enemigo, y lo manifestó con asaltos y encuentros
peligrosos que tuvo con ellos, en que perecieron algunos, heridos do las flechas envenenadas
que usaban los indios cuando los designios de Francisqnillo se ponian por obra; de los cuales
el más particular era que saliesen los suyos ú. todas las partes del rio donde llegase la
armada de los bergantines, con señales de paz y copia de vituallas, que era el cebo para que
arriba en 108 nuestros, por la falta de víveres con que on aquellos tiempos se hacia tan
peligrosa navegacion; y que habiendo comido á. gu to, y concluidas las cortesías últimas con
muestras de amor, e porta en de suerte que al tiempo de levantarse los vasos, les hiciesen
la salva con nna rociada de flechas y jaculillos, rompiendo en guerra abierta, sin dejar arte
ni camino de ofenderlos como á enemigos que afirmaba ser de la libertad indiana.
De estOR indios aprisionaron los españoles algunos, y preguntada la causa que tenian
para socorrerlos oon vitualla tan generosamente, si aquellos beneficios habian de rematar
siompre en guerras tan declaradas, respondieron quo Francisquillo les decia que hacer la.
guerra á los contrarios con hambre, era traza ejecutada por ánimos viles, porque los espíritus
grandes nunca empleaban sus fuerzas en los que las teuian postmdas á la I!ecesidad, y que
así debian los suyo dar á los españoles touo el bastimento que les pidiesen, para que no se
dijese de ellos que peleaban con enemigos débiles, sino con españoles, cuando no tuviesen dis-
culpa de ser vencidos. De esta suerte, asaltada á cada paso, siguió la armada su derrota. hasta
Sompallon, donde ya esperaba el Adelantado con su ejét'cito, y cuanto Re complació con su
vista, tanto se ape 'aró despnes de Rabel' que habian muerto en Tamalameque dos Capitanes
famosos, que fueron Juan Núüez y Alonso Martin, teniendo este último por humilde losa
para el recuerdo de sus hazañas, la misma ribera. en que sus enemigos tantas veces lo acla-
maron victorioso en la jornada antecedente de Lebron. E tos dos capitanes lo eran de
bergantines propios en que llevaban género de Castilla, que valdrian más de cien mil
ducados de plata eu el Reino; y aunque la disposicion de RUS testamentos íué ajustada, el
cumplimiento no le correspondió, porque el Adelantado, al tiempo que se hicieron las almo-
nedas y la de su Teniente general, Juan Benitez Pereu'a, en el miRmo lugar de Sompallon,
dispuso que uuo de sus criados hiciese las posturas y so le rematasen las más prescas y

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CAP, V.J lilSTOnlA Dl~L NLEVO REL.'(O.

géneros en precios tan bajos, que los que valian más de mil y quiuiellt0 ~ pef'os de buen oro,
sacaba por ménos de cincuenta. Notable desahogo de Gobernador 1 y bien reparable, n no
haber pasado á costumbre en tanta.s partes de laR Indias. Pero est.1,S conveniencias que tuvo
en estos bienes, no cQnsiguió con los del Capitun Ger6nimo de lnza, por haber muerto ántes
de salir de Santa Marta, donde su hacienda, que fué mny considerable, se distribuyó por su
órden en obra/! pías, dejando claro nombre de sI, no ménos por las disposiciones de su muerte
que por los empleos heróicos de su vida.
Rematados, pues, así los bieneR de los Capitanes difuntos, y bien aprovechado Lugo
en los días que ocupó hasta el ocho de Mayo, tra.tó luego de pro egnir su jornada desde alli
por el mismo rumbo que los ejércitos de Quesada y Lebron habiaD llevauo. Pero son tan
iguales los trabajos y miserias de todos, que tengo por mejor no repetirlas, cuando basta
para reconocerlas el saber que despues de cuatro me. es de jorDada faltaban ya del ejército
más de cien hombres y de los caballos más de ciento y sesenta, y á este TeRpecto tle la
gente de servioio y ga.nados que llevaban; siendo las fatigas del camino y las enfermedades
tantas, que muchas veces desconfió el Adelantado de poder llegar al Reino, segun le ocurrian
los embarazos: pensamiento con que afligido muchas veces, se entristecía de snerte que
recataba lo viesen; y aun estuvo tal vez determinado á dar vuelta al pnerto en qne habia
dejado 108 bergantines, y de allí tÍ Santa Marta, dese1-lpel'ado de una empresa en que tantas
dificultades se le ponian delante, Pero reoonocido este desconf'311elo por .Juan de Castellános,
.le ofreció que dándole veinte y cinco hombres que ]0 acom!1aña en, se adelantaría ó.la ciudad
do V élez, para disponer que de alli fuese socorrido el campo: empresa que facilitaba su
ánimo y la experiencia que tenia de los caminos, rOl' habel' Rido uno de los soldados que
subieron al Reino con Gonzalo Jiménez de Quesada, on eRta oferta, bien admitida de Lugo
por la esperanza que abría á sus primeros dE:signios, y dejada á la voluntad de Ca tellános
la eleccion de los compañeros, se previnieron de buenas armas, y pal,tidos del ejército sin
más alimento que algunas raíces de bihao que les ofrecia el monte, siguieron su difícil
empresa por espacio de ocho días, tiempo en que llegaron á la sierra de Atun tan dobilitados
del hambro, que aun aliento para sufrir el peso de las armas no tenianj pero reconocido este
aprieto por un esclavo negl'o, que iba con ellos, á (luíon llamaban Mangalonga, y desooso de
bu~carles algun Rocorro, como quien Re hallaba entre todo. con más vigor para sufrir los
trabajo, se apartó de ellos, y siguiendo una senda que encontró sea o, se halló á, poco
trecho en UD pueblo en que á la suzon habian concurrido tantos indios! que receloso de
morir á. sus manos. y sin darle tiempo el temor para otra cosa, volvió huyendo á los suyos,
y dando arma, poz'que alterados los bárbaros con su vista, lo seguian húcia la parte por
donde iban lo españoles, por 108 cuales pasó 1\1angalongl\ .'in detener flj m, s ello, viendo
las temorosas derno traciones con que iba, y cogidos tambien del elipanto, huyeron tan
des0rdenadamente, que dejándose atras :í Juan de Carvajal, un buon olelado que por 8U
flaqueza. no pudo correr tanto como ellog, fueron caUSI\ UO quo cayeso on Fodor de los indios,
que inhumanamente cargaron sobre él 6. despicar sn fiereza, dáudose pOl' contentos dol
prisionero, sin pasar más adelante en alCánce de los veinte y cuatro restantes, (lue fué su total
remedio, aunlJuo comprado ó. precio de 18, vida de Carvajal, que luego la perdió á sus tnanos
con diferentes géneros de muerte.
El snsto que padecieron los que hnlR.n fué tanto, qu e sin dar lugar á unirse aportll-
ron por aquellos montes á. las partes que el temor los conducía ; pero Francisco de Barajas
y Otalo, que acertaron 6. correr jnntos hácia un rio cuya corriente iha sig uiendo el campo IÍ
la. parte de su nacimiento, viéndose faltos de vigor para caminar por tierra, hicieron una.
balsa de maderos livianos, en la cual, faltos de sustento y fiados en la Providencia divina, se
entregaron á las aguas; mas ella, que no falta á los que tan de coz'azon como éstos dos sol-
elados invocaban á María Santísima (como confesarou muchas veces) los proveyó de cierta
fruta no conocida hasta entónces de lo nuestros, á quien llamaron nisperos, nlás por la se-
mejanza del sabor que de la apariencia, y determináronse á comer de ella viendo qne así lo
hacian los micos y monos de que abundan aquellos montes, por tener y a experiencia de
que esta especie de animales no come fruta alguna que sea nociva á los h.ombres. Con este
socorro, encontrado tan :i tiempo, y por no privarse de él, les fné preciso Haltar en tierra y
caminar por ella algunos dias, bien temerosos do algun nn desastrado qu..e les hubiera sido
forzoso, á, no encontrarse cuando ménos pensrloban con M.~tco únchez Re,15', ne con algunos
gastadores iba por un cañaveral abriendo camino para qne pusase el ejércit o, tlue distaba una

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254 LLID. IX.

jornada; y como las dichas no previstnR más se extrañan que alegran á los infelices, fué ce-
lehrada ésta con lágrimas (demostracion fúnebre en que tal vez rebosan los gozos de una
buena fortuna) correspondiendo á ellas el piadoso genoves viéndolos tan débiles, que más
parecian cuerpos difuntos que españoles vivol1: y como las acciones generosas sean hijas de
la nobleza, para acreditarlo así, los socorrió luego con cecina ne caballos que morian, y al-
gunos granos de maiz tostado, alimento que tenia reservado para sí, y el regalo de más esti-
maoion que por entónces podia encontrarse.
Anima.dos con el socorro Barajas y Otelo, le dieron cuenta. de su desgracia y del su-
ceso de los compañeros, y Mateo Sánchez avis6 luego al Adelantado, para que Re reparase
aquel daño, como lo hizo disponiendo que el Capitan Lorenzo Martin, con doce infantes los
ménos impedidos, partiese al socorro, encaminándose á la parte donde los dos españoles di-
jesen haberse dividido los demas de su compañía, y procurase atL"\.'iJ.iarlos á todos siendo pe-
aible, Ó hallar algunos de los que se habian ocultado en los montes .. Y para que más bien se
considere el1?isel'able estado á que llegó el ejército del Adelantado, socorri6 á cada uno de
los doce con un ouarteron de queso de Canaria y dos velas de sebo de racion: sustento
débil y asqueroso, y que les habia de servir todo el tiempo que se ocupasen en la jornada.
Pero ya los aprietos del hambre eran tales, que Fernando Suárez, uno de los que iban á la.
faocion, se comió una de las vela~ en presencia del Adelantadu, saboreándose con ella como
pudiera con el diacitron más regalado, y aun recorriendo los pabilos por no dejar de a]gun
modo quejosa la extrema necesidad que padecia. Con este socorro, pues, partió Lorenzo
Martin con los dooe compañeros sufridores de trabajos y fatigas las más grandes, pues las
que padecieron pudieran causar asombro á aquellos invenoibles españoles que rompieron laH
nieves y rocas de los Alpes, para que á pesar de los elementos opne tos triunfase el mejor
africano de toda la po~encia romana. Mas habiendo llegado al sitio que les mostró Barajas
ser el mismo en que fué rota la gente dé Juan de Castellános, dispararon algunos tiros de
arcabtlz, á ouyos golpes repetidos acudieron luego Castellános, Valderrama, Mangalonga y
Francisco de Hellao con otros doce compañeros, aunque tan desfigurados de los traba.jos
padecidos, que solamente descubrian las pieles y huesos como en trofeo de su paciencia, no
habiendo sido ésta bastante para que los demas, que se despartieron por los montes, dejasen
de perecer al aprieto del rigor y del hambre.
Este socorro impeI.1Bado, cuando tenian por infalible la muerte, les fué de tanto alivio.
que alegres de su dicha se abrazaban ú un til:lmpo derramando lágrimas on festivas señales
de su gozo; y 10 más cierto, porque no causaban ménos lástima los unos que 108 otros: mas
como Lorenzo 1\fnrLin tuviese muchas experiencias de semejantes lances en que se habia.
hallado, y supieRO que divertidos los maJes atormentan ménos, y él fuese dotado de buena
gracia. y facilidad en la poc.<Jía, que pcrmitii1 8U profosion militar y 01 estilo do aquellos
tiempo, procuraba divertirlos unas vece COll donaires y otras con versos que les decia, y lo
consiguió de suerte que, olvidados do ]a necesidad pre. ente, parecia no haber pasado por
ellos los trs.\bajos referidos j con que animados así los lnO y otro, y visto 01 estado en que
se hallaban, resolvieron por ménos peligroso acometer al pueblo descubierto por lV[angalon-
ga, asaltflDdolo al romper del dia, por ver si encontraban a1guna vitualla; pero salió tan
contrario este designio, que cuando lo ejecutaron estaba ya. el pueblo reducido á. cenizas, y
todos sus vecinos retirados {t diferente sitio, como es costumbre entre aquellas naciones
cuando saben que lfll~ extranjeras tienen ya noticia de los lugares en que habitan. Y fué de
suerte, que los nuestros no tuvieron allí méooa peligroso alojamiento que el pasado, lJ.ue
les tuvieron prevenido laR montaña; ma, el hambre, solicita investigadora de los secretos
más arcanos de la avaricia, no dejó por todo el oontorno cueva ni lugar oculto que no escu-
driñase, hasta que en algunos de los más rotirl1.cloR halló una razonable cantidad do maíz y
raíces con que se reformaron de fncl'za y salud hasta que lleg6 lo restante del campo, qua
fué dentro de muy pocos dias.

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CAPITULO VI.

rASA ROBLEDO PRESO Á ESTOS REINOS: HEREDIA Y BENALCÁZAR SE


APODEI AN ALTERNADAME TE DE ANTIOQUIA DESPUES QUE SE FUNDÓ
LA CIUDAD DE ARMA, Y LUGO PROSIGUE SU JORNA.DA HASTA LA CIUDAD
DE VÉLEZ,

OBLADAS laR villas de Anserma, C rlRgO y Antioqnia por el Capitan Jorge Robledo,
P y p~reciéndole qne 10R méritos adquiridos en suS! deRcubrimientoR y c{)nquistas btlsta-
ban para 1a pretension de alguna merced real, con que pudiese continuar BUS servicios Ain
el re entimiento de hallarse ~njeto i\ cabo superior, á. que lo encendia honrosamente la envi-
dia de los premiOR conseguidos por Benalcílznr y otros qlle no tenia por más beneméritos que
á flí, dijo á su gente: Que resolvía volver á Caftago, para lo cul1,1 convendría le diesen trein-
ta hombres que lo e coltasenj de cuya artificiosn prolmesta se valió para lograr los ocultos
designioR con que se gobernó siempre, pues habiéndole respondido que seria de ménos
inconveniente paMl' con doce hombl'es .í Cartngena y de allí n Cartago, que lIeva.l'le~ los
treinta que pedia, cuando nece!litaban de mucho~ m!... para el resguardo de tantos enemigos
-como habia en la provincia, aceptó la ofertfl. y salió para Cartagena á ocho de Enero de eRte
año de cuarenta y do~, y atrave. ados loiól f\.lleR de NOl'i y Guaca., a 'ribó en dos dias á la.
flierra de Abide, de donde Qalió con gran trn.bajo, por cstur ya cenados los caminos que el
Liceneiado Badillo y LuiA Bemat abri.eron, Pero camill:mao "iempre á poniente llegó a un
río de los muchos que entran en el grande del D:trien, fiegnn la l'ela~on de un negro que ibll
en 1a tropa y decía conocedo; y nunque la. falta de vitualla obligó á los que 10 escoltaban ú
proponerle matase los cah>alloA para comel' y se arrojaRen en balsas por el rio en demanda
del mar del norte, Robledo no vino en ello, pareciéndole oo~a muy arriesgada ponerse en
lance de ser entido de ]08 indio, de sus riberas, y má.~ cuando de puro desmontar tenian tan
boto~ los filos de las espadaR r machete~ de que podian valerse, como aguzados lo de la
hambre, con quien valerse no podin,n, y a, i prosiguió en su rumbo, contontándose con matar
un caballo para el sustento de Jos indios de servicio que por falta de rnl1,lZ perocian, ha~tl\
que dieron en un pedazo de tierra que lelil parecÍó rozn, donde con poca diligencia descu-
brieron scnabr'ados treR grano de ají ó pimiento de que recibieron grande nlegría, por pa.-
recel'les que estaban ~ cerC'Ul O:-; á alg una poblacioo.
A poco~ pasoR que dieron Rali ó cierta la sospecha, plleR preoed' ndo algunos gritos de
papag:\yo~ y aplicando la vi, t n. la parte en ('{ue los daball, descubrieron una roza en Razon
<le haRta cien !aueiTa de mai:c, que fu é para ellos el único remedio de la vida, por ir ya tl\n
desfallecido, y con las bocas tan llaga hs de la acti vidad de las yerbas no co ocidna que
comian, que á no tener este ellCllentr'o tuvieran el de la muerte, A aRta dicha se llegó la de
encontrarse ocho días despues con un indio que estaba pescando, y á las preguntas que lo
hacían respondía solamente: San Sebastian, San Sebastian, palabl'fl en que los nuestros en-
tendieron lo mi mo que él pretendía explicar, pue~ juntamente señalaba oon 1;\ mano á 11\
ciudad, que distaba de allí quince leg uas y había fundado en In. culalff'l. de U rabtl el Adela.n-
tado Beredia, como dijimos, A 1m" voce~ acudieron luego otros indios con su arcos y flechaR,
y conocient.1o t\ Juan de Fl'adel'l, qllc habia militado en aquellos paiRe~, ~e lanzaron á abrazarlo
llamó,ndolo por Sl1 nombre y proveyendo á todos de ave" maiz y frutas, los encaminaron a
San Sebnstian de Buenftvjsta, tí donde llegando destl'ozados hallaron en el gobierno de la.
ciudad al Capitan Alonso de Hercdia, .A quien la maravilla de que tan poco españoles hu-
bie. en ntravesado con tanto valor por aqnella¡:¡ tierras ásperas y pobladas de indios guerreros
no bastó para que el buen tratamiento (¡ne debía hacerles de compasíon no lo trocase por el
rigor de prenderlos y desbalijal'los de cuanto oro llevaban, por codicia infame; á que acu-
djendo luego el Adelantado su hel'mano, fulminó cau a contra Robledo, con el pretexto do
que estando la villa de Antioqnia dentro de la jurisdiccion de Cartagena, se la habia usurpa-
do poblándola; y preso con los autos lo l'emitió á estos Reinos con justo pesar de Robledo,
pues aunque el viaje era conforme á su pretension, no quisiera hacel'lo con nombre de reo,
34

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En viéndoso preso y reconocida la intencion do D. Pedro uo Uel'edia, que era Ul!'
enttarse á. ocupar todo cuanto en las provincias de IIebéjico y Arbi habia descubierto y
pacificado, cosa que no podia estar bien tÍ los propios intereses que lo traian tÍ Castilla, orde-
nó á. Pedro de Ciesa de Leon, que era. uno de los doce que lo habían escoltado, fu oso luego It
dar cuenta á la Audiencia de PanamÁ. de los intentos de Heredia, con el color de que RO'
~xcnsaso el rompimiento ó. que podía llegar por ello con el Adelantado Sebastian de Benal-
cázar: el cual, pOLO este tiempC",. sentia tan mal del Capitan Jorje Robledo, por haber desam-
parado sin su 6rden la conquista de aquellas provincias y la nueva poblacion de Antioquia,
aunque fuese con 1& intencion de volver h Cartago, que lo deolaró por desertor de su oficio y
de todo lo demas que tenia á. RU cargo; en cuyo tiempo llegó Pedro Ciesa á Panamn, y ce
cUJIlplida su comision, pasó a Popayan, doude halló con el sentimiento referido á Benaleázar,
que aumentó con la sospecha de l'Os designios que lo. podian traer tÍ Castilla, de que rmmltó
hacer nuevos procesos y cúmulo de deolaraciones contra él, pareciéndole bastarian ti inhabi-
litado de cualquiera merced quo le pudiesen hacer en perjuicio suyo.
Don Pedro de IIeredia, por otra parte, resuelto ti emprender lo mismo que tonia sos-
pechado Robledo clespues que lo remitió fI. estos Reinos, salió de San Sebastian lL los diez y
seis de Marzo, y atravesando con buen golpe de gente y caballos 108 mismos paises que de-
presente tiene por imposibles de conquistar el deja?liento de los indiano, y llegado á la
villa de Antioquia, fué requerido pOl' Antonio Pimentel (que á la sazon era Alcalde) ú qua
pucs en aquella villa vivian con la quietud en que la hahían fundado y era su Gobernador
el Adelantado Benaicázar, no tratase do inquietarlos sino de volverse á su gobierno: pero la
reRpuesta fllé prender al A'caldc y Hegidores y declararse Gobernaaor do la provincia,
alegando que ademas do Sel.· lo que obraba tan oonveniente al servicio del Rey, lo perte-
necia la dicha. provincia, como comprendida on los títulos y tél'minos de su gobernaoion:--
á que no asintiendo Alvaro de Moodoza ni otroR vecinos do la villa, 60 salieron de ella, y ti
pocas jornadas se encontraron con el Capitau Juan de Cabrera, Lugar-teniente ue Benal-
cázal', que de órden suya iba h apFehender ti Jorge Robledo por los motivos que habia ~a­
cado de la reIncion do Pedro de Ciesa, como se ha dicho. Noticioso pues de todo el Cabrera,
80 dió cuanta priesa pudo y llegó á Antioquia ti tiempo que el Adelantado Heredia habia
despachado parte de Rt\ geute á. la paeificaoion de un lugar vecino qUQ andaba alterado; por
cuy/\ causa, annquQ rOHuelto ~í resistir á Cabrera, hizo cuanto pudo á fuer do -soldado: el
otro 80 hubo tan: valerosamente, que entró por fuerza de armaB la villa, y prendió nI Ade-
lantndo, de cuyo encuentro salieron algunos hm;ido}j y porq~ue al Ca.brera le pareció no cstar
hien fundada entre la nspereza de tantas bl'euaa, la mudú al valle de NOl'i, donde peJimaneco
dos leguas distante del Callca á. las mArgenes del rio Tonusco, abundante de los mejoroy,
patnloes <Iue se crian en las Indias, y n euya~ aguas atribuyen las Cididades dolloto cuantos
1M rcconocén por ¡man do fOl'asteros.
Yace cata ciudad al Nordeste do Popayan, poco- más do cien leguas distatit , on la
provincia de Hobéjico, tan famosa por la l'iqueza ue SH cerro do 13uriticá, como por Otl'Oi
muchos minerales que tiene de oro, jacintos, granntes y cristal do roca con tal abundancirl
de todo, que aSL por los que concurren á comercial' en elln. estos géneros como por la ferti-
lidad que tieuo para socorrerla de viveres el alle de Abmra, en que tantos hall mejorado
do vida con las chagl1alas que hallaron en sepulcros y guacas, na llegado tÍ Ber lugar do
quinientos vecinos, los más de ellos de grueso caudal, y entro quienQs apénas 80 hallará al-
guno que no se sirva con vajilla do plata. Bien orr.cido número para ciudad que estando
tan retirada de las primeras de Indias y en rcgion tan eúliua, no goza do las c<mveniencias
do puerto. Fortaleeióla próvidamento la naturaleza de tunos y espinos que la amurallau
contra las invasiClnes de indios guerreros, pues en ollos ha librado la derensa do mnchos
años contra sus cuerpos desnudos. Goza de tal anidad su temperamento, aunque calidísimo,
que no admite serenos, oomo se experimenta dejando en las calles ó patios alguu pliógo de
papel para reconocer la certidmnhre con que se dico que lo hallan tan seco tL la mañana,
como 10 pusieron la noche antecedente. iósele títuh do ciuda<l en primero de Abril del
afio de mil quinientoB y cuarenta y cuatro. Es oabeza de gobierno y compréndenBe on él
las ciudades de Zaragoza, Cáceres, el GUI\UlOC<Í, Arma y Cal'umanta, con la villa de A burra~
Su moneda usual para el comercio eR elo oro en polvo. En lo espiritual está s11jeta su
igle ia parroquial ó.la Catedral de Popayan. No tiene religion alguna fundada; y á pocas
leguas en una poblacion tIc indios se veneru la milagrosa iD1ágcn de Nuestra Señora de So

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OAP.Vr.J mSTOHIA DEL N TEVO nIiJlNO.

petmn, cuyo prodigio repetido do rebosar la manteca. do su lámpara, es anuncio seguro de


maravillas mayores, y dobióso eRto tesoro ÍL la fervorosa d~vocion del Oidor D. Francisco
de Herrera Campuzano, natural de la villa de Hita, y nI trasporto que de él hizo desde San-
tafé el Capitan AguRtin Antolínez de Búrgos, natural de Valladolid.
De sus primeros conquistndoI68 se consernn algunas reliquiaR, aunque las ménos
'V(merndas, como Imcede en todas laR demas partes de Indias, con quienes mezcladaR algunas
caRas forasteraR han producido mnchaR nobleR familias, que cada dia 80 van ilustrando más;
pueR si para ello bastan laR armas, SUR natma.les flan los que mejor cuenta han dado de sí
en lns guerras del Chocó. Si se requieren letras, podrán testificar las escuelas del Nuevo
Reino y Quito, que los criollos de Antioquia, CúcereR y Zaragoza acreditan siempre habel'
sido criados eH. minerales de oro; y si este metal es el qne realza l)l'endas tan relevantes, á.
muy pocos ha deRampara<1o la. fortuna en esta parte. Hecha, pues, la nueva rundacion de
Antioquia por Juan de Cabrera, y dejando en ella por Gobernad0r á Isidro de Tapia, na-
tural de Madrid, dió vuelta á Cali, y con la noticia de que el Adelantado Benaloázar habia
pa~ado Á. Cartago-, filé en su demanda {~ uade cuonta de la prision do D. Pedro de Heredia, á,
quien sin vedo remitió con guardaR por el mar del Sur Ó. la Audiencia de Panamá, para que
le castigase el excoso do haber Ulmrpado ajena jmisdiccion, miéntras él, ocupado en allanar
la provinoia. de Arma, no logt'abn medio de Cijalltos prob6 su industria para pacilicarla: tan
obstinada fné siempre como esto la ferocidad de nqnell03 blÍrbaros. Pero viendo que no
podia ya de otr:.1. manera Rojuzgarlos, reRolvió fundar allí una ciudad que llamó Santiago do
Arma, distante diez y seiR leguas de Anscrma y cincuenta de Popnyan al Nordeste: pob161a
01 Capitan Miguel Muiloz, y aunque abundante de minaR de oro, ya Rea' por el mal terl'eno,
yn por falta. de naturalefl, proccdiJa de haberlos tenido tan crueles que Be comian padres á.
hijos, y hermnnos tÍ. hermanoR, ha llegado do pl'e~ento á tal dilllinucion, que apénas cntre
rtlgnnos vecinoa consen,a el nomhl'e qua In ha hecho famosa, con haber sido sus términos
lonLro do la lastimosa tragedia del Mari~cal Jorge Robledo,
El Adelantado IIer (lin, u el intcrin, habin negociado bien en Panamá, y vuelto á.
CarLagena con re, olllcion de tamAl' vonganza del desaire padecido en 6n prision (y llamaba
desairc DO haber permitido Benalclízar que á él Re le hiciese otro mayor), trató luego de ir
otra vez sobt'o Antioquia con cien infa.nte~, sin perder tiempo en otras prevenciones que
pudiese Ruplir el valor; y fuese ya por no haberle podiuo resistir Iflidro de Tapia, que so ho.-
llaba con ménos gente, ó por jUO siondo úmbo nattll'ale~ eJe Madt'id y nmigoR antiguo, Re
conformnron en perjuicio de HelHl.lcilzar, como disc1U'l'ieron nlgunos, el Heredin Re apoderó
:.:; gunda vez do Ant ioquin, y r partida In tierra entre RUS pnrciA.le" salió en demanda de la
jllota dol CallCI\ y rio l'rando, y pL\~m,da la. puente de Bramico, di6 en unos senaníns áspera~
en que c1espucs RO fundó la clulhul d . ~ .111 Ju< 1\ ,lo R do., , y do donde 80 yolvib por la falt3.
CJlle tenio. do caballos p:1.1'a prL!olnl' aclebntc, En este ti mpo el Adelantado Benalcá.znr habia
onviado por Gobornador do AnLioqnia al Bachiller Madl'ofiero, hombro de maüa y clifllerzo
pnra todo, y quo hallándola con nlgulla falta de.> loE' pnrciales de] [eredia., lanzó Je ella. loa
qne tenia. dentro, y l'cparlÍó In Liena cntl'o los fluyOR, gohern<todo ha.sta tanto que necosit6
uo volver t\ Cali á dar Hatilif.'lccion ft llenalcázar uo algunas r¡uejf\s qlle contra él le habian
escrito; con cuya nURencia He diú tiempo para qne vnelto Hel'edia de Rll oeRcubl'imiento
recobrase la ciudad de HIlFi contrarios, de qnieneA prendió alguno::! y repartió ct\arta. \'CZ la.
tierra; de suerto qne primero la repartiú Robledo, luego HereJia, dcspueR Madroüero y
esta última que roferimos otra vo?: lIeredin: y eh'jando 1'01' su J.ll1gi\r-teniente al Licencio.do
Gnllégos, que uC!iue In. l'eLiJ'lLlla del río grande se ocupaha 0/1 la eonquista de 1M provlDciaR
Je arriba., l'csolvi6 parecer peri'loon.lmentc {l la. defensa de un J Hez de residencia, que contra
él habia Begado {L Cartllgeno., M~tdroíi ro clltónces, noticioso do Jo. partida del Adelantado
IIeredia., l'evolvió con l)oca genLe sobre la, cinrlad, y apoderándose de ella entro los embara-
zos que pudo ocasionar ú lill~ coutrarios eou el Robl'esalto intempestivo de la invasion, apri-
sionó al Licenciado Gallégos y con otrO:4 lo remitiú {¡ la cúrcel de Cali, de donde lo sacaron
los aprietos ell fjtle Re halJaoa el Virey Bln~co Núñez Vela, para que despnes de laR varias
fortnnas que tuvo en la guel'l'a 101' todo el cunlO le au vida, expnl'imontase la mejor mu-
rionJo gloriosamente en la batalla do 1 íial¡uito, de que me ha parecido do.r cueuta autici-
pada, por conclllit, con la infeliz jomada del Ade1alltado D, Alonso Lui, de LlIgo.
l'etirn o tan pI' sto 01 somola.nt.c dé las hllmlmns feliciJadcR, qUA ap6naH (como diji-
1lI0$ ¡ 1 e, p ítlllo antecedente) /:'(' alegrarou Itl ' , olelarlo!' de T..Jl1 g 0 virudoc:¡e lluido , t'wln(lo l'P -

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258 lLIP., L •

conocieron su mayor peligt,o hallándose juntog; por una parte consiJ rab:.m en la falta de
vitualla su riesgo, y por otra en el rigor de las enfermedades u rlliué.\: ni para evitar é1'lta
discurria medio útil la consulttl de alguno, ni para detene¡' aquélla eucontl'ab.a ocorro b
diligencia. de todos, Pero como entre los iuconveniente~ el nde Re embfnaza el mAs atento
desvelo, es prudente can~ejo abrazar el pl'imero que facilitare la lJecesidad, y és a le propo-
nia. al Adelantado, para el reparo de su gente, el Rocorro de las vaca.' que llBvaba en el
campo, con esperanza de que el beneficio del tiempo abriria alguu ca.mino á mej rar fortu-
na, comenzó á repartir de algunas que hizo matar, racione~ tan limitada ', que sO'lamente
sirviesen de entretener la "Vida de aquellos que pOI' horas esperaba.n la muert : mas da
éste, que pareció remedio eficaz para el aprieto, resultó mayor daño para los suyos; porque,
acostumbrados á la debilidau de mantenimientos de yel'bas y raices que producia.n los mon-
tes, solamente sirvi6 el socorro de la carne de que se introdujese en su ejército otro nuevo
acha.que de que perecian muchos y peligraban toclos: infeliz Gstado aquel en que el ali-
mento ejecut..'l. la misma pena á que condenaba el hambre 1 Viéndose, pues, D, Alonso en
éste que pareció último dcsGng&ño para desconfia¡' de la. empre a, trataba ya en públicO' de
volverse á Santa Marta, como quien pretendia reservar las reliquias de su ejél'GÍto en las
resoluciones de su arrepentimiento j pero llegando el ta detCl millacion tí la n ticia do un
negro llamado Gaspar, que iba en el campo, se prelientó intrépiuo en la pre'lencia. del Ade-
lantado, y le a egur6 que en el término de quince días daria noti<.;ia en el Heino del e tado<
en que se hallaba, para. que lo socorriesen, si á él se le aseguraba la libertad que apetecia ;
pues aunque el rie. go era grande, confiaba salir de él, como quien otra VGZ habi traj inado
aquello~ camino&con el dueño á quien servia, cuando Lebron subi6 al Reino,
No pudo la promesa ser iniÍ conformo al deReo del Adelantado, pues aUIltlue asogu-
rada por tan humilde sujeto, conrlaba se movería con él toda la máquina de 8US designi(.,~r
siendo para "U pl'eten5ion el mú.s á propó. ito; y así, habiéndole prometido la libertad que
pedía, cumpliendo primero lo que tenia ofrecido, y Sl no lo cumplía amenazlLndolo con la
pena de quitarle las narices y las oreja (palabras de que se valen de ordinario lo~ españolea-
para que obedezcan pronta.monte los de esta nacioll), 1(;1 dijO' por último que se partie. e lue-
go: y como acaso se hallasen presentes á lo referido AntoniO' de Berrío, natural de Grana-
da, y otros ocho mancebos animosos que lo imitaban ea la poca eJ~\d y mucho valor, el
Berrío entónoes, terciaudo por el negl'o Ó por ha.bérsele enceoflido el ánimo con la eOlula-
cion, 6 porque debió de ~er echado do ellos para tenel' ooafliou ll~ logt'ar :;.u in en tú, le dijO'
al Adolant.:1.do: Que pues el negro no ternia l()~ pcligl'oli qlle se puuian en~ontrar en la
empresa, no lo amedrentase _11 aüoría repl'esentámlu:;elos ruayorcH; y para. que todos se
al'legurasen do CJ ue el negro cumpliria su palabra, él y I ~ ocho infante qua e t:\.batl eu . tl
compañía se ofreci:m á e. c ltado ha~ta cll'elno, COIl (irm~ e pel'anza. de quo por fl'Luel medio
habia. de ~ocorr L' 'e el jército, do suerte qlle llegoHe ellte¡'O, No puuo excn' r agradeci-
mientos debidos el Adelautado a tan noble oferta, cualldo aun solamente con la hecha por
el negro Gaspar se prometia dichO!m término á tantos trabajos; y así, r Olitiondo tÍ mejor
fortuna el premio de aquel servicio, hizo que de Sil despeo dieson ó. cadn cual de los nueve
un cuarteron de queso, y á tre~ ó cuatro cabezas de ajoR, (1 ue fué todo el socorro que pudO'
caber en lo términos del aprieto en que se hallaban,
De esta suerte proveidos (porque eu la.~ Indias no hay mn ayudas de CORta para ser-
vir con fidelidad en las guerras), dieron prinoipio al empeño, entregándose voluntariamente
á los accidentes peligrosos de aquellajoruada, siguiendo las pi alas del negro, que die8tra-
mente los guiaba por aquellos moutes á peros y ombríos de la.s sierras de Opon, que tantas
vece fueron lastimoso sepulcro de españoles, miéotrus no se halló camino que con riesgos
menores se frecuenta e para entral' en el Nuevo Roino, Pero como esta entrada de los nueve
españole~ no pudiese ocultarse á los bárbaros que habitan aquellos contornos, se supo des-
pues que los del valle del Alférez dieron noticia ú los que ya estaban sujeto á Vélez, y és-
tos á sus Encomenderos, de cómo iban por la monk\ña otros muchos e. pañoles; que DC)
teniéndola por cierta y con de eo de saber la verdad, despacharon por la derrota que seña-
laban los indios pacíficos diez hombres, de los cuale fueron los cuatro Dip.go GÓlllez, Gabriel
Fernández, Pedro Gutiérrez y Martin }'ernánuez de la Isla, que, con riesgos y trabajos
tale , que de cada cual pudieran referir e hazañas her6icas en venoerlo, partidos de V élez
siguieron su derrota con órden de que se certifica en de todo y volviesen con la nueva de
laa noticias tIue hallasen de la entrada de los españoles, para que de Vélez saliese más gente

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OAP. VI.J HISTORIA DEL NUEYO REINO. 259
al encuentro con socorro de víveres, como quienes sabian la penuria qnc s.e padecía de e11of+
por aquellos montes.
Bien lit experiment6 Berrío y SllS compañeros1 aunque su paciencia y valor habian
sufrido jas hostilidades del harubl'e, de suerte que ú. su pesar habían ya contrastado con la.
aspel'eza. de la montaña, al tiempo que los que iban de Vélez con muchos indíos Yaconas S9
hallaban cercanos á ella. Mas, no habian los de Berrío descuuiel'to bien la tierra limpia,
cuando vieron á los otl'OS bajando por una colina raza; y como seguian el mismo rumbo
que ellos llevaban y no pudieron hacer distinclon de las per onas, juzgando que serian algu-
nos indios de los que contrataban con las na.ciones de Vélez, se emboscaron eutre las matas
que ciñen las entradas del bosque, con pretension de asaltarlos de repente y aprovechard6
de la vitualla que llevasen; mas, como fuesen llegando los de Vélez al !!itio en que Berrío los
esperaba, recouocieron los suyos por el tl'aje y el idioma en que iban pl~ticando ser todos
españoles; y así, arrebatados de aquel ge)ZO con que de repente suele uua. favorable fortuna
asaltar-los descuidos de una continuada de~gl'acia, salieron de tropel de la emboscada, y
saludando cortesmen te cí. los de V élez que, recobrados del SU8tO, COl'res pondieron con demos-
traciones iguales ni gozo de haber encontrado tan brevemente á los mi!imos de quiene8
llevaban noticia, Rupiel'on el estado mi arable de los demas, y cómo D. Alons0 Luis de
Lngo iba COll el gobierno de Santa Marta y Nuevo Reino; y por qué Martín de las Islas y
otros cuatro que lo conocían desde que e 'tuvo en Santa Marta con el Adelant~do ilU padre,
determinaron pasa l' adelante hasta encontrarlo, y que los seis compañeros diesen vuelta á
Vélez, con BerrÍo y los suyos, para avisar de todo al Oapitan Rondon, que gobernaba eutón-
ces el Reino por ausencia de Hernan Pél'ezj y como éste recibieso cal't~ en la ciudad de
Tunja en que el Cabildo de V élez le hacia relacion de cuanto habia sabido, llam6 luego á
Garci Arias Maldonado, al Capitan Pineda, á Fernan Ven6gas, Pedro de Colmenát'l3s y á
otros caballeros de 8U séquito, con los cualeR, lo más bien proveido que le fué posible, sali6
de Tuuja en demanda del nuevo Gobernador, llevando por delante grande número de indios
con abundancia de víveres, dispuestos en la ciudad de V élez, y para q ne fabl'icasen casas y
ramauas en todas las partes que alojase el ejército deslle qu saliese á hl. tierra limpia;
socono que le pareció forzoso, segun el aprieto que concibió padecería eutónces, pues eran
pasados ya treinta días desde que Antonio de Berrio e aparvó de él.
lDll el tiempo que se pr'acticaban estas prevoncioneR so hallaba. el Adelantado tan
ajeno de semejante dicha, que era lo que ménos pl'esumia.su desconfianza, y aun se persuadia
á que el suceso de Borrio habría iJo muy contru.rio á sus deseos, qne vieue á. ser la. balanza
eu que ordinariamente oargan el juil!io los desgl'a.ciados; y a í, reconociendo cada dia. mús
el peligro con la tardanza <.le Antonio de Berrío, de quien so pechaba algun fin desastrado,
determinó al dia siguiente del en que se hallaba (que rué ¡.'lne ) recoger las reliquias de su
gente y con ellas dar vuelta tÍ la co 'ta de Santa Marta. H lIánuose COIl elite pensamiento no
poco aHigido, aquel mi mo dia sobre tarJe entró por el campo Martin Fernúndez de las Islas
con sus compañeros, y como de los má antiguos do la costal11CRen cOllooidos, corrieron á gran
priesa á la tienda del .Adelantado, pidiéndole albricias del socorro y dichl~ que se prometian,
y, auu no bien enterado, pren-uutabala causa de su alborozo, cuanuo se le puso delante
Martín Feroández pidiéndole la roano, ú que el Adelantado correspondió con 8emblante
risueño, diciéndole: Martín, en esta siena, de quien ~e esquiva siempre IrL claridad del cielo,
claro e~tá que habia de ser hombre de mi patria el mensajero de la luz y de la esperanza, y
así cuantos peligraR amenazaron nuestras vidas, se conmLltan ya en seguridades que nO:4
promete tan diligente guia. De aq ui pa ó á preguntarle el e tado de las provincias y de sus
moradores, enderezando siempre las palabras á descubrit' caminos de su conveniencia. Pocas
horas ántes liO pensaba en más intere que el de la vida, y ya pal'ece que no apetece la. viua
sino para pensar en sus intereses. E ,te es elluna.r con que la codicia afea tal vez los más
primorosos esmeros de la naturaleza. Tenia el Adelanta.do ilustres pt'endas' de sangre y
valor para ser bien quisto, y nada parecia que tenia teniendo codicia.. Desmiéntense todos loa
vicios á la sombra de un corazon liberal, yahóganse las vil'tudes má grandes entre la sed
de un espíritu codicioso. Para estos dos extremos previno la fama todo el caudal de los
pueblos: desprecios para la codicia, téngala quien la tuviere, y aplausos para la generosidad,
aunque se administre por los más viciosos.
Bien satísfecho, pues, Lugo de
la relacion de Martín Fernández, dispuso salir <le
aquel sitio al siguiente día en demanda del Nuevo Reino; y como los de Vélez estuviesen

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ll'lmNÁND~Z PI~ ltAIIÍTA. LLIB. l. ' ,

tan cursndoR en 'el conocimiento do aquellos caminoR, se les fuó hnciendo II lm~ del ejéroito
desde ontónces méuoR moleRta la marcha, aunquo de lo~ enfermoR DO fueron pocos 10R que
quedaron mnert08 ánte~ de salir de la monta.ña. Pero cuando ya se hallaron libre~ dfl fHl
aspereza, fueron recibidoR con aplauso increíble del Oapitan Rondon y demas caballeros
de su comitiva, quo p1'6vidamente tenian dispuestas por el camino casas y chozas en que
hospedadoR eon la decencia debida á quien los gobernaba. Hallaban laR meRas abastecidas
de 10R mejoféR alimentos de la tierra, eomo fueron venados, conejos, t6rtolns y perdice!'!,
grande abundancia de pan de maiz, yuca y batata para los soldados, y razonable copia de
bizcocno para el Adelantado y gente lustrosa, tÍ quienes agradó mucho hallar jamones tan
buenos como los de Rute, hechos en el Reino desde que estuvo en él el Adelantado Benal-
cázar, que fué el primero que entró en sus provincias ganado de cerda y gallinas, aunque
éstas las habia de ántes, por haberlas introducido Fedreman desde Venezuela, de cuya abun -
dancia gozaron todos hast."\. la ciudad de Vélez, donde llegó el Adelantado ti tres de mayo del
año de mil quinientos.y cuarenta y tres., por haber terminado yaol de cual'enta y dos sin otra
novedad para ílquelIos Reinos que la de haber presentado Sn Majestad por Obispo de Carta-
gona {\ Fray Francisco de llenavídct, hijo de 10R Marqueses de Fromesta, religioso geróni-
mo, y por primero del Nuevo Reino y Santa Marta á Fray Martin de Calatayud, del mismo
Ól'den, que Rucedi6 al doctor D, Juan Ferotmdez de Angulo, fallecido el miROlo año al comba-
to de meln.ncolíaH y disgustos que so le ocasionaron ejerciendo el Gobiemo de nquella provincia.
Arrib6, pueR, Lugo tan fatigado de los males pa.~ados, qu~ do trescientos hombres que snc6do
la Costa, Rolamonte le quedaron los. etenta y cinco, y de doscientos caballos, los tre:nta; por
uonde so reconoco qué tal íué In. aspereza de los caminos, y culÍntos al3,banzutI RO deban á la
conRt.nncia do Gonzalo Jiménez do Quesada, pues solamonto pnclo vencer con ella dificul·
bdos que, aun allanadas por dOR él tres vece~, le paredel'on incont.'[\stnbles IÍ Lago.

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LIBRO DÉCIMO.
Saquean Jos fl'anc("ses A Santa ~Iarta y Cartagena. Principios de Lugo en 8U gobierno con nlgllD~,
prisiones. Anula los repartimientos hech08 por los Quesadas~ Prende á. los Ollciales Realt'8 por 01
dosavn, y quebranta~as ]as prisiones, huyen con otros á la Española y Vomingo de Aguine ñ Castilla ..
Vuel'ven ]os dos Quesadas de la jornada del Dol'lldo, préndelos tu.go. y aju!lticia al Encomen,lero do
S'cbica. Felipe de Utre sale de Coro, y entrado en 108 Llan06, llega basta ~Iacatoa con. la noticia de-
los Omeguas. PromúlgaBse las nuevas ley('s, á pedimento del Obis?o de Chiapa, y ordénnsele á. Miguel>
Diez de Armendariz pase á ,.jecutal'las i visiLar las provincirul del Nuevo Reino. Destierra Lugo á ]08
Quesadas. El Cr-pitan Venégasdescubr6 minas de 01'0 y funda la ciudad de Tocaima. El Copitan Vald6s
entra en Muzo y pierde In bataBa de Zarbe. Felipe de Utre descubre los Olli~guas, reUrase por falta de
gente yeértanle la eabeza alevosa.mente. Lugo salo del Reino pam Castilla, y embargado eu el Cabo-
de la Vela, llega" Al'menUariz á Cartagena. Lope MOlltalvo trat.'\ de convenirse con Juan de Cabrera.
llenllleázar mueve guerra á los Picaras, y d6jala llamado pOl' el Virt>y. lllasco Núiiez Vela. Armendnri;r,
despacha por Teniente del Reino á Pedro de 'Jrsúu, y de Al1ti(lquia f¡, Robledo. Mata un rayo á 108 d08-
Quesadas. Martínez ent.J:a en Muzo y snle dcsbul'uLado. Lugo Ill'qll á. 1/\ Corte, y dOHplles de varios
pleitos slglte la gut>rra en Europa 11asLa su lDuerLo. Pedro de Ursón <,ntra en el Reino y prende á Lnn ..
cher(} y á. otros de-l~s Oaquecios, y fúndase la ciudad del· Rio. de la Hachn.

CAPITULO 1.

LA ARMADA FRANCESA DE ROBERTO BAAL SORPRENDE A SANTA MAR'rA


y CARTAGENA; y EL ADELANTAD LUGO PRENDE AL CAPITAN RONDON y
Á OTROS: ANULA LO REPAHTI1\IIENTOS HECHOS POR LOS QUESADAS,
APLÍCASE' LOS TRIBUTOS.

AS emulacionoR que 80 teninn las dos coronas do Francia y España no orau


dQ t!\l calidad que pudiesen por mucho tiempo contenerso deutro do lo~
términos de una buena corrcspondencia; y así, rotos por este año do
cuarenta y tres 10R conciertoA d o In paz, despertaron tan vivamente el
fuego do la guerra. on las entrañas de In Enropa, quo a.rdian las fronteras de Flau-
des COn la invasion do las armas francesas por la. parto de Sanquintin, y no ménm.l
trabajadas se veían las costas do Italia cou la llrmada elo Barbarroja, que llamado
del Rey Franci co y unido con el Príncipe de Anguiano, ncometiú {lo isa (deRpuoa.
do a.rruinado Rijoles en el faro de MezinB)'Y si bien entró la ciudad con lastimoso
estrago, no pudo rendir el castillo eu muchos quo lo tuvo Ritiauo, hasta que temo -
l'(!)RO de la buena fortuna do Andrea Doria, c¡uo n:wegnb:\ nI SOCOl'l'O, levantó el sitio parn.~
illfostar C011 mónos riesgo los puortos do Nápole. No so contentó el 1 ey do Francia COI\
Bolos estos acometimientos, sin que arrastmdo de su coraje di s~usieso que de incendio tauo
general prendiese tambien alguDa centena en las Indias; y como para este efecto tuvieso.
di. pue tos navío!'! en la Rochela, hizo quo esto año navegasen ú aqneDas partes, ó para mos-
trar quo su poder bastaba {L inquietar toda la monarquía española, ú vara divertir sus armas.
miéntras corrian los precipitados deseos que siempre tuvo do fijar el pié en Italia.
Bastant€s órdenes so habian despachado ú las Indias contra. las provenciones quo
amenazabnn de la parto do Francia; y aunque ésta rué In. causa que tuvo el Consejo pam
CJ uo Lllgo aceleraso más !:IU viajo, ó porquo la inoonoion de ésto fuese entrar podoroso en el
hein para wsfl'utarlo, ó porquo no el' JI) que los frnuecse~ sin L:onocimicnto de la llavegn.

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262 FEUNÁXDEZ IJJEDn.\HÍT A. [LID. X.

clon, se ~vcntnl'l\rian á tan peligrosa empresa, no solamente Re de¡.¡cuid¿ de asegurar el


puerto de Santa Marta, pero debilitó de suel·te RUS fuerz!\1l . acando 1/\ má:-1 lucida gente para.
llevarla COD!\igo, que lo dejó expue to á cualquiera inval ion de enemigo!!, En este estado,
pue~, se hallaba la ciudad. en que por ausencia. de Lugo gvbernaba Luis de Manjarl'és,
cuando fl. los diez y Riete de Julio parecieron sobre eJla ouatro naos d~ guerra y 1m patache
11: cargo de Roberto Baal, que entrándose de flecha en el puerto y gritando España, España,
tuvieron por algun tiempo suspenso q á los vecino~, hasta que saltando en los bateles cnatro-
cientos hombre!\ armados y avanzando á la cit1d~td reconocieron ser francese' y ellos no
bastantes á la defensa. Pero aunque <?l acometimiento fué repentino, no tanto que no les
diese tiempo de retirarse todos con hijos y mujel'e!\ á la montaña vecina, que hace espaldas
á la ciudad, y de escapar la. mayor parte de oroy plata que tenian consigo: de que se Riguió
que la entrasen sin dificultad alguna los enemigos, y en ocho dias (lue allí se detuvieron la
robaron lt. su placer, pues aunque el despojo no correspondió á sus deseos, les bastó para
~.mtretener la codicia con que salieron de Francia.
La primera diligencia que hicieron al entrar en el puerto fué apreRar y echar á
fondo toduR laR canoas y barcos qne habia en él para que no diesen aviso de eU llegada en las
demas partes de la costa; y asegurados así despues del saco, pusieron bandera de paz para.
tentar si por comercio ó contrato podian a egl1l'ar aquellas rifJ.uezas que se habían escapado
en la montaña. Con este Reglll'o salió l\1anjarrés á. rescatar algunas pipas de harina para su
gente y con esta oCflsion le propn. ieron reMen tase tambien la ciudad para que no quedase
IH!oladaj erecto que fIe !'!eguiria no componiéndose luego en la ca.ntidad que Re le señalase.
Mas como el Manjarrés no diese oido: tÍ esta propuesta, Ó porque no habia el dinero qne le
pedinn ó porque le pareció accion indigna de españole, ruó tanto el enojo de los franoeses
que le pusieron fuego y nrt'asnron toda, hasta. los cimientos, sin que de ello recibiesen mucho
pesar los vecinos, porque siendo laR más cal'las de madera, de que abunda grandemente la
tierra, no tuvieron por consielerable la pél'dida, . olamente la reconocieron grande cuando
vieron que ~e llevaban CllA.tro piezas de bl'once, y que para desfogar mM la cólerf\ francesa,
talaban y de. trllian cunnt~s p.uerta. , á¡'boleR y casas tenian para recreo: y lo peor fué que
no terminando en aRto solamente la. deRgracia de los vecinos de I anta Marta, He hallaron
impem\aclamente rodeados do nuevos peligro I porque viendo los indios pacíficos que con la
invflsion dal ft'ance~ se hallaban de:onlenado y faltos de aquella derensa que les da~an los
edificios, le. pareció quc habian llegado:i la cuyuntura de sacudir el yugo español, que
aborrecian. Y así, danao parte á ]0. Tail'onas, lOCO distante, y so'COrridml de ello~, tomaron
las armaR, y con buen animo acometieron :í los nuestro por tres ó cuatro veces; mas, como
ya habian partido los fran ce. e , y ellos perdieron la oca ion, cuando en el monte se hall ban
los nueRtl'OR atem ori zados, no fué dificil hacerles una valiente r eA istencia, porque Manjarrés,
valiéndo e de alglll a!i arma!'! r¡ue habinn eSCc'l.parlo los vecinoR, y nnimánc1olo con su ejem-
plo, no solo surriu lo. primero encuentro, ino que pa ando á roll., los embi. tió en sus
alojamientog con t. n buen:\ fortuna, qlle les obligó {t. que los de ampara en y á que aprove-
ch{mdoke de ln. oCí\~ iou lo' Riguie. e hiriendo y matando hasta que pareciéndole 80brado el
cn Rtigo, He retiró tÍ la ciuc1ad, donde vueltos al Ri g uiente dia todos los Ca.ciques que h~l.bian
eRtado úntes de paz, y culpando á. los Taironn, consiguieron el pel'don con promesa de no
tomar otra vez laR armas.
• l\1iéntras Re comhatia así en anta Marta, habian corrido la Costa las naos francesas
hasta ponerse á vista de Cartagena, donde penRaban mejorarse de presa, y suoedi61es tan
bien, r¡ue lleO'ando de noche al puerto de Boca grande, r¡ue estaba Ií. dos tiros de baIle. ta de
la cindad, y al p\'e~ ente , 0 ha cerrado de arcna, Rllrjier II en él, sin que fuesen sentidas, y
espemndo tÍ que rompiese el I\.lba. de los veinte y siete de Julio, arrojaron tI. tierra la gcnte,
-que guiada de nn coro o r¡ue babia e tadú otra vez en la cindad, In entró por armaR, sin que
halla e mú defenRa que 11\ fiaca de algunos vecinos que luego fueroll prORaS, porque lo
demaR, con la noticia confnila de ~ue habian surgido algunos ,'asos la noche ánte , se retira-
ron al monte, Con eRte buen suceRO ele 10R franceses se repartieron en d08 tropa', y encami-
lIada la una á las ca as del Obispo D. Fr. Francisco de anta María y Benavídez religioso
aerónimo, que poco {tutes hahia llegatlo, le prendi y robó los bienes; y pa ando la otra ó.
I

las del Gobernador D. Pedro de IIeredía, la acometió con daño de alO'nnoR negros que acudie-
ron á defenderla, viendo que el Hél'edia, con unl\. pica eu la mano, y D. Antonio, su hijo,
con la espada, los animaban á combatir con los enemigos; pero sintiéndose herido el hijo en

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CAro I.J HISTORlA DEL NUEV0 REINO. 263
un brazo, del tiro de un arcabuz, y reconociendo el padre la temeridad de oponerse ti tantos,
saltaron por una ventana, y retirados al monte con los demas, y atentos al peligro que podio.
correr Portobelo, despacharon en una barqueta á. Juan de Reinaltes para que diese aviso
de todo.
Luego que el Gobernador desamparó su casa, la ocuparon los franceses deseosos de
encontrar en ella tesoros muy considerables, y no se engañaron mncho, porque cayó en sus
manos gran parte de lo mucho que malamente habia adquirido el Heredia en el curso de sus
conquistas. De allí pasaron á saquear toda la ciudad, donde hallaron ba.~tante riqueza que
se les aumentó más con haber encontrado en las arcas reales cuarenta y cinco míl pesos de
oro, que pudieran pasar por descuento del rescate del Rey Francisco, á no haber pasado
primero por la~ manos de tan cosarios ministros. Con este buen suceso les pareció no dete-
nerse má.s que los ocho ó nueve dias que se gastaron en tales robos y en el de muchas
preseas de estimacion que habia en la ciudad j y determinados á seguir su derrota hasta la
Habana, donde pensaban terminar sus empresas, pusieron en libel'tad al Obispo y á los
pocos 'vecinos que habian aprisionado, y sin pasar á los estragos que habían ejecutado en
Santa Marta, se hicieron á. la vela poniendo las proas á la Habana, donde apénas llegados
arrojaron á tierra la gente, por la parte que hoy llaman la Punta, ouando heridos de la
artillería y acometidos de los nuestros, fueron rechazados con tal ardimiento, que muertos
treinta de los más señalados, y puestos en des6rden los demas con el espanto y miedo q ne
concibieron, trataron de embarcarse con tal confusion, que á seguirlos nuestra gente con la
misma. osadía. que los habia. rebatido, no quedara frances á vida. Pero malograda esta.
ocasion, la tuvieron para desemboca1' y "oIver con pr6spero viaje á Francia, donde creciendo
mál'l la fama de las dquel!as de Indias y el rumor de esta presa, dispuso nuevamente los áni-
mos de aquella nacion para. continuar el viaje, si bien los sucesos siguientes no correspondie-
ron al primero, como veremos de!!pues.
Casi por el mismo tiempo que corrinn estas adversidades en la Costa, se disponian
otras iguales en el Reino, ocasionadas del absoluto dominio con que Lngo dió principio ti su
gobierno: pareció siempre que vivirla violento, miént ras no fuese en la Corte de España,
donde participando del aura favorable que gozaba Francisco de los Cobos, Comendador
mayor de Lean y Secretario del despacho uuiversal, que era cuñado suyo, podría conseguir
nuevas mercedes para aumento de RU casa; y oomo pa.ra e te fin tenia por medio el más
eficaz dar vuelta. brevemente á Castilla COIl la mayor rirruozn. que le fuese posible, y no sea
fácil pasar un ministro en pocos dias desde el extremo de la miseria al de la prosperidad sin
que la tiranía y disolucion dispongan los medios que tan violentas mudanzas requieren;
descubrió luego designios tan encontrados á. la justicia y paz Que se gozaba en el Reino,
que veremos presto en él t urbada. aquella tranquilidad quo corria en su.q provincias, y tau
partida en bandos su corta colonia do españoles, que solamente reinen en ella odios y ene-
mistades que aumentándose más cada dia con el fomento de Lugo, levanton olas tan perju-
di<;iales de obstinacion, que no puedan sosegarse en largo tiempo, hasta que la propia
ruina los desengañe de que la codioia de Lugo fué el instrumento prinoipal de su futura
miseria.
El primer traje de que vistió el semblanto para encaminar sus pretensiones luego
que le recibieron en V élez, fué de una soberanía tan opue ta á la llaneza que usaba su padre
con los mismos conquistadores, que extrañándola éstos, se lastimaban entre í de no ser
tratados c.on la veneracion debida á su calidad y servioios, pues en lugar de mostrárseles
grato por tan ilustres hazañas oomo habian hecho en el Reiuo, para que él fuese de los
primeros que cogian el fruto, se les mostraba severo, majestuoso y tan altivo, que no le
faltaba sillo mandar que de la adoracion lo hiciesen obsequio, para que afianzada Sil inten-
cion sobro rendimientos serviles, pudiese lograr 108 intereses tÍ que aspiraba, sin la contl'adic-
cion que temia. No era este modo de portarse connatural ti su inclinacion afablo, sino
artificio de que pareció valerso para que los pretextos del buen tratamiento de los indios, con
que pensa.ba introducir sus máquinas, parecioEsn efectos de un colo criBtiano, determinado
:i romper con 108 abuso!, y no trazas de un ánimo codicioso, atento á cebarse con el sudor
y sust..'\nc·a de 108 primeros que derramaron su sangro en In. conql1i. tao Y porque entre las
noticias que le habian dado de todo, no faltó quien le ponderase que Gonz:;¡,lo Suárez Rondan
era la persona de más caudal que se hallaba eu el Reino, hahiéndolo adquirido con la parte
que le cup o en la l'eparticion general de la presl1f) y con los tributos que le daban los
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264 FERNÁNDEZ PIEDRAlIí'fA.. [LIB. x.
'numerosos pueblos de Jeacnbuco y TUl'mequé, y que así mi8mo úrll la persona en quien se
hallaba. autoridad bastante para oponerse, en caso que pretendiese alterar el gobierno que
habian dejado entablado los Quesadas; determinó dar principio al suyo, aprisionándolo con
cadenas y guardas, y dando á. entender no se moviera á tan fuerte resolucion si no fuera
movido por la justicia, que le dictaba castigase el mal trato que habia hecho á los indios en
Jos asedios de Lupaoboque y Ocabita, y el poco ajustamiento con que se habia portado en la.
observacion de los órdene¡; reales que tenia en esta materia, y ejecutólo así con sentimiento
general de cuantos conocian sus prendas.
Preso Gonzalo Suárez, fueron tambien consiguientes las prisiones de todos sus parcia-
les, y así pasaron por la misma fortuna. muchos de los vecinos más nobles, eutre quienes
fueron Garci Arias Maldonado, Fernando de Rójas, Fernando Beteta, Juan G6mez, Cristó-
bal de Miranda, Pedro Enciso, Juan de Salamanca y Pedro Vásquez de Loaysn, cuñado de
Suárez, por haber casado con doña Catalina Suárez, su hermana: y para que se concibiese
temor de que la entereza de Lugo miraba á la reforma de los desórdenes cometidos hasta
allí, empezó inmediatamente á fulminar procesos contra ellos, atribuyéndoles culpas tan
graves, que disculpasen su resolucion arrojada, como si ya todos no le hubiesen tra lucido
la intencion, así por sus palabras encaminadas al propio interes, como por ver que los
instrumentos de que se valia para mover la máquina de sus conveniencias, eran Francisc()
Alvarez y Antonio Lujan, personas de inquieto natural y hábiles para conduoirla hasta el
fin, aunque se aventurase con sus medios la inquietud de todos. Y aun era público que en
cuanto á fomentar enemistades era el Franéisco Arias tan diestro, que habia sido en el Perú
el que sembró las discordias entre Pizarro y Almagro, de que se originaron tau civiles
encuentros, que por muchos años inundaron con sangre española las campañas de aquellos
Reinos: delitos que castigó la justicia divina brevemente, pues considerando el Arias que
eran tales que lo tenian mal quieto en todas las Indias, y que solamente podria asegurar la
vida pasando á Castilla, se embarcó en el rio grande con toda su hacienda, que pereció con él
cerca de Santa Marta, en un repentino naufragio ocasionado de las brisas que se levantan
ordinariamente en aquellas partes. Pero volviendo á lo que deciamos, como ésto era gran
papelista, y en esto no excediese á Lujan, juntlLbanse los dos, y eran los comejeros por cuyo
arbitrio gobernaba Lugo las más acciones que se reputaron por indignas de su persona, pues
en realidad, fuera de la oodicia que dominaba en él, no se le reparó en el Reino otro vicio
alguno que sobresaliese para descrédito suyo.
El segundo arbitrio de que usó para abrir camino más ancho á. sus intereses, fué
proponer á los Cabildos de las cuatro ciudades que halló fundadas, la nulidad que padecía
el repartimiento hecho por los Qucsadas, como personas que no habian tenido jurisdiccion
en materia de tanta importancia, y que privativamente tocaba al Gobernador de Santa
Marta, y para sanar este yerro convendría que representándoselo á él jurídicamente
declarase por vacas todas las encomiendas que se habían proveido; y porque no pensasen
que su intencion era de pl'ivar á los conquistadores de lo que tan justamente habian
merecido, les daba palabra de no innovar en las provisiones si no fuese para mejorarlos,
porque su ánimo era solamente de usar del derecho que le pertenecia en cuanto á esto
punto, yen lo demas asegurarlos y confirmar sus posesiones para que no fuesen revocadas
por el Consejo. Bien claramente se descubría en la propuesta el fin á que tiraba el Adelan-
tado; pero como las prisiones y molestias qne ya se experimentaban fuesen muchas y los
pareceres de los hombres sean tan diferentes entre sí, no faltaron vecinos que, por lison-
je&.rle el gusto á. pesar del sentimiento interior cIue ocultaban, aprollasen su dictamen; si
bien otros de corazones más desahogados se lo contradijeron públicamente~ y en V élez,
donde fueron los primeros pasos que dió en esta m/;l.teria, no quedó gustoso de la entereza
con que se le opusieron Alonso de Poveda, Gonzalo de Vega y Alonso Fernández de
Hiniesta, Regidores de aquella ciudad. Mas como el Adelantado se habia reve tido de
autoridad tan despótica que no la. sujetaba á:leyes de la razou; ni bastaron estas contradic-
ciones ni la!'! que hicieron con resentimiento de la propuesta IaA ciudadeR de Sautafé,
Tunja y Málaga para corregir sus intentos; ántes empeñándolos más dió luego por vacas
todas las encomiendas proveidas hasta. entónces, y sin tratar de repartirlas de nuevo, como
habia prometido, empezó á cobrar para sí todos aquellos tributos que pagaban los indios ti
sus encomenderos. Y Como esta forma corrió por más de catorce moses, vino ÍL ser tan
considera.ble suma la que recogió, que 108 que más la moderan afirman pasar de doscientos

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CAP. l.] UISTORIA DEL NUEVO REiNO. 265
mil pesos de oro; verdad es que los indios, ya fuese por consejo de 10H encomendero~, ya por
su industria y propia malicia, no le dieron el oro con aquellos quilates que debía tener, ni
el Adelantado conoció el fl'aude, engañado con la apariencia y color del metal, hasta que
haciéndose en España. los ensayes, se halló con el artificio menoscaba.do el caudal que asegu-
raba el peso.
Ni con solo este medio se contentó el am:¡ia de su codicia, ántes se valió de otroR
muchos para enriquecer con la ruina de todos. Rara polilla de un Reino la de un Goberna-
dor codicioso! y Monarca infeliz el que pasa entre las sombras del disimulo una culpa tan
clara I La primera señal de impotencia para reinar que dió Enrique el Cuarto de Castilla,
fué la permision que di6 siendo Príncipe á Pedro Sarmiento para que sacase doscientas
acémilas cargadas de los robos que, como Gobernador, habia hecho en Toledo. Y volviendo
á Lugo, recibia con agasajo el oro y esmeraldas que le daban muchos do los vecinos para.
tenerlo propicio y engañábanse de suerte que los que más cabida juzgaban tener con él por
este medio, eran los que más expuestos quedaban á que los despojase de todo; porque
reconociendo por las dádiv~s el jugo que imaginaba en los dueños, les pedia prestadas
cantidades gruesas que despues no tenian más paga que en 'vestidos y g:\.las que habia es-
trenado en la Oorte tÍ título de ser suyas, y en aquellas tierras faltas de comercio le salian
vendidas por veinte y treinta veces más de lo que le habian costado. A esto se añadió la
forma que tuvo en la venta de los caballos que sacó de la montaña y le valieron una grande
suma, porque habiéndolos dejado por algun tiempo pastar en las mejores dehesas, luego que
los vió lozanos y briosos, dispuso que algunos picadores en diferentes dias los paseasen en
aquellas partes donde más ordinariamente asistian los vecinos á verlos pasar la carrera, á
que se hallaba presente, y luego preguntaba con disimulo á la persona que le pareoia de
caudal suficiente para pagárselo, qué le parecia del caballo: y como la lisonja sea tan con-
nntural á quien depende más con deseo de seguirle el gusto que de explicar el propio sen-
timiento, le respondia que era digno de que la persona real montase en él, y que no so
pagaba tan pedecto animal oon mil pesos de oro, y otros pasaban á. dos; y aunque al decirlo
no habia cosa de que estuviese más léjos que de comprarlo, con todo esto se hallaba á la
noche con él en su casa y con un criado que de parte de Lugo le representaba el afecto con
que miraba sus prendas, y que, para muestra de su buena voluntad, le remitía aquel caballo
por el mismo precío que él le habia puesto. Qué habia de hacer, pues, el que dependia. de
'BU arbitrio i miraba tan distante el recurso contra la violencia, sino exhibir el dinero y pagar
con él la pena de su adulaoion?
J unta ya de esta suerte gran suma de riquezas en poco más de un afio, le pareció
tiempo de repartir la tierra, y no como habia prometido á los principios, sino como le acon-
sej6 despues su conveniencia, acomodando parciales y amigos en los repartimientos que ha-
bian poseido los de Quesada, de que se originó t.an gravo sentimiento entre todos, que ya no
murmuraban de Lugo en seoreto, como á los principios hacían, sino en público y con tal
desahogo, que maldecían á voces su gobierno como injusto y tirano: no so oian por las
calles dr. V élez, Tunja y Santafé sino quejas y amenazas que produce la desosperacion, Ain
<lue bastase ti reprimirla ni el con ejo de los más cuerdos ui el sufrimiento de los más lasti-
mados: onl paban su poca fortuna, viendo que despoes de tanta sangL'e derramada en ser-
vicio de su Rey, quodaban expuestos á mendigar corno pobres y 6. ser mofados en la paz los
que más habian trabajado en la guerra. De estas quejas llegaban los ecos á IAUgO, y quiz6.
más sangrientos que las mismas voces, con quo reoeloso de algun movimiento ponia más la
mira. en oprimir la parte de los Quesadas y fomento'l.r á los Oaquecios (así llamaban á los que
militaron con Fedreman y Lope Iontalvo, por haber pasado por los pueblos de los Caque-
cios, indios que demoran en los Llanos y confinan con los Ibuyes): y aunque á los princi-
pios fué e. te nombre de desprecio, de pues corri' tan generalmente, que no se disgustn.ban
de él los intesesados, ántes lo tenian por seña para reconocer los que enn de su faccion, 6.
la manera que pasaba entre Chilenos y Pizarristas, y se vi6 entre GueHos y Gibelinos, sien-
do infernal abuKo que necesita mucho de remedio en todas partes y más en las Indias;
porque éste es ordinariamente el orígen de las parcialidades y la basa en que ha oargado el
peso de tantas guerras civiles, en que los hombres que han perecido han igualado al núme-
ro de los desafueros que se han ejecutado, porq le entre españoles principalmente toman las
armas los pueblos sin mág causa para destruirs con ellas, que la de inclinarse tÍ. los apelli-
dos á linajes, preceda 6 no agravio que los discl1lpe.

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266 FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA. [LIB. · X.

Estas fueron las primeras zanjas de enemistad que se abrieron en el Reino, y por
muchos años no pudieron cegarse sin que pl'ecediesen efectos muy perjudiciales, y así em-
pezó Lugo :1 intl'oducÍl' aquellos odios en que SllS vecinos expusieron la quietud y las ha-
ciendas al arbitrio de muchos jueces : pero porque ya se recollocia que la codicia de Lugo
ti la manera de un raudal furioso corría á destruir las provincias, y que seria bien detener
aquel ímpetu que á ninguna advertencia se corregía, le pareci6 á Gonzalo Suárez, con pare-
cer de otros, que habia llegado el tiempo de valerse de a)gua medio bastante á detenerlo,
aunque en la ejecuoion aventnrase la vida : y asi, dispuso que los Cabildos requiriesen ó.
Lngo con una Real Cédula del Emperador ganada por el General Quesada, y remitida al
Suárez con el mismo Lugo, sin que hubiese tenido notioia de ella, en que ordenaba que
Dinguno de los Gobernadores que pasasen á Indias despojase á sus conquistadores de 108
repartimientos que tuviesen hechos, sin que preoediese determinacion de su Consejo, ó.
donde debian remitirse las causas para que tomase resolucion en ellas, por pertenecerle pri-
vativamente su conocimiento. Y áunque bastó esta diligencia para que Lugo diese muchos
pasos atras en 10 oomenzado y para que entrase en alguna consideracion de sus malol!! proce-
dimientos, con todo esto no bastó á reprimirlo del todo, pues aunque dejó algunos conquis-
tadores en posesion de los repartimientos que les habian hecho los Quesadas, á otros muchos
despojó de lo que tenian, por aplicarse así lari Encomiendas más gruesas de Santafé y Tunja,
y por acomodar á muchos de los que llevó consigo y de 108 Caquecios parciales suyos, como
dependientes y amigos que se mostraban de Lope Moatalvo, su dendo, aunque entónces se
hallaba. con Fernan Pérez en la jornada del Dorado, y en aquella ocaaion fllé cuando se en-
-comendaron los primeros indios á. GerótLÍmo de Aguayo, Pedro Niño, Francisco de Manri-
que de Velandia, J uat;l de Sandoval, J nan l\Iayorga y otros que habían ido con Lugo.
Tampoco bastaron las quejas y amenazas de muchos á divertirlo de aquel teson oon
que proseguia en bus0ar pretextos para destruir todos 108 hombres ricos que fing;.a oulpa-
dos con el apoyo de algunos de mala intencion: y como el principal á que habia tirado
siempre era Gonzalo SUlÍl'CZ, y éste en vez de templarlo con dádivas le babia irritado más
con la inhibicion de la Cédula, hizo tanto~ aprietos y diligencias para. descubrirle bienes,
que, faltando á los t6rminos legales, pURO IÍ cuestion de tormento á Pedro V lÍsquez de
Loaysa, sin más causa que ser cuñado de Gonzalo Suárez, y parecerle que seria parte en In.
ocultacion de bienes que hn.bia hecho i y como en la realidad fuese así, y este género de
vejaciones sea la raya baHta donde puedo llegar la amistad en materias de interes, deolaró
Loaysa tan conforme á su gusto, que desoubrió el sitio donde el cuñado habia ocultado el
caudal y de que le habia hecho sabedor, de donde le sacÓ Lugo para quedarse con él, del
jando de tal suerte aniquilado á Gonzalo Suárez, que aun para el sustento no tenia de qu-
valerse, habiendo Rido poco ántes uno de los caballeros más poderosos del Reino. Y comé
pruébase con ha.ber montado las ca.ntiJades que le quitó Lugo á más de oincuenta mil peso-
de oro, plata y esmeraldas, y entre QlIas una del tamaño de un pomo de espada de aquellos
tiempos, y de limpieza. y color oxcelente, para que se vca cuán ciegamente procede un mas
Juez en las Indias, que por considerar tan distante el reourRO para el agravio, obra como
quien no tiene superior que lo O<.'l.stigue, y roba como quien confía en lo mismo que roba.
y porque supiesen que no oran dclitos ino riquezas de Gonzalo Suárez las que desvelaban
á Lugo, apénas las rió en su poder cuando mostrándose compasivo 10 puso en libertad J
mandó que le alzasen las guarda8 despues de nueve meses, en que á treinta pesos de oro
por dia, le llevaron una suma sin ejemplar, y que aun pareciera grande en delitos muy
calificados.

CAPITULO 11.
FELIPE DE UTRE SALE DE CORO Á NUEVOS DESCUBRIMIENTOS, PENETRA
LOS LLANOS HASTA LA PUNTA DE LOS P ARDAOS, y CON LA NOTICIA DE
LOS OlVIEGUAS VUELVE EN DEMANDA DE LA CmnAD DE MACATOA.

D ESPUES que MontalYo de Lugo salió de Coro en demanda de Fedreman, y acaecida la


muerte de Jorge Spira, como dijimo" fué tÍ gobernar aquella provincia de Venezuela el

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'CAP. Il.J llISTORIA DEL NUEVO UEINO. 267
doctor Infante, que mnl contento de ella la uosampnró brevemente, dej{mdola al arbitrio
perjudicial de los Alcaldes: pl'Oveyó en el gobierno la Audiencia española al Obispo D.
Rodrigo Bastidas, quien, olvidado de SU principal oficio, despachó al Capitan Pedro de Lim·
pias (que ya era vuelto del Nuevo Reino) R sorprender los pueblos de la gran laguna de
Maracaibo, para que con el precio de los indios que se aprisionasen pudiese él tambien aspi-
rar al renombre de conquistador. Pedro de Limpias lo ejecutó de suerte que cogidas qui-
nientas piezas se vendieron en Coro; con que animado el Obispo con lo que más debia
amedrentarlo, nombró por su Teniente general á Felipe de Utre, caballero aleman, deudo
de los Belzares y uno de los que siguieron n Jorge Spira en su infeliz jornada: por Maese
de campo á Pedro de Limpias, el máB práctico de aquellas provincias; y por Capitanes á
Bartolomé Belzar, hijo de Antonio Belzar, mancebo de grandes esperanzas; á Sebastian de
Amezcua y Pedro de Artiaga, dignos todos tres de los puestos que ocuparon; para que con
la gente del pais y buena copia que habia llegado de la isla española, de que se formaron
tres compañías, las dos de á cincuenta iufantes y la otra de tl'einta caballos, saliese dicho
Felipe de Utre á nuevos descubrimientos, llevando presente, para no seguirlo, el error que
cometió Jorge Spira en su entnda.
Ya era el mes de Junio del año de cuarenta y uno, cuando bien prevenido de armas
y víveres salió de Coro por la costa del mar, caminando las cincuenta leguas que ha.y hasta
la Burburata, y desde allí al desembocadero de Barilluizimeto, siguiendo siempre los pasos
que llevó Fedreman, y tRI vez las pisadas de Jorge Spira, aunque con más trabajos por
haberse remontado los naturales del pais amedrentados de los españoles, de que se les siguió
á éstos gran penuria de bastimentos, hasta que finalmente, gastado casi tanto tiempo como
sus antecesores, arribó al pueblo que Jorge Spira llamó de N. Señora y Fedreman de la
Fragua, en que poco despues se fundó la ciudad de San Juan de los Llanos, donde Felipe de
Utl'e se alojó de espacio para invemar y de, cubrir más claras noticias de la tierra., entre las
cuales tuvo la de haber pasado por allí poco IÍntes IIerm\.U Pérez de Quesada con más do
doscientos y cincuenta hombreR y doscientos caballos; ésta le ocasion6 tan confusos pensa-
mientos que no se resolvia IÍ elegiL' rumbo que le agradase, porque en segoir á Hel'Dan Pérez
consideraba que habiéndosele adelantado con tan superior número de gente en caso que se
encontrase con algon poderoso Reino, habia de ser preferida su gente en los intereses y
quedar mal premiada la suya; y en el de buscar nueva derrota á sus aventurM, se oponia el
disourso de que no era posible que á qnienes la dicha habia introducido por tan dilatados y
trabajosos caminos en las riquezas y prosperidados del Nuevo Reino, los desamparase en
tan bl'eve tiempo, sino favorecerlos hasta hacerlos dueños de provincias aventajadas y más
prósperas que las que dejaban á. las espaldas, en que podrian acomodarse todos; pero fué su
discurso tan vano como so yió en la infeliz jornada de Rernan Pérez.
Vencido al fin de los aprietos do este último di80ur o y oonformados con él algunos
de 108 BUyOS, que sentianlo mismo, Ic'Vantó el C.'tDlpO y dispucsto á seguir tÍ Quesada march6
mas apresuradamente de lo qua permitía la debilidad do alguna de su gente, y atropellados
muchos de los inconveniente::! que á. cada paso se le ponian delante, entró en la provinoia de
Papamana, que empieza á correr de las espaldas de Timlina, por tener de ellas BU origen el
gra.n río que la riega y toma el nombre de la provincia. Alojado allí en UDa aldea para in-
formarse mas bien dell'umbo que seguía, halló entre sus yecinos un indio prinoipa.l que
parecia tener dominio sobre algunos pueblos, como lo mostraba el señorío y seriedad de la
persona, de quien informándose Felipe de Utl'e muy por extenso y pidiéndole consejo sobre si
podria con seguridad seguir la derrota de Quesada,respondió no convenirle pasar adelante, por
ser todos aquellofl paises despoblados y tener por cierto que los españoles que habían pasado
habúan padecido muchas muertes y enfermedades por la falta de víveres y destemplanza do
la tierra, como lo habian sa.bido de algunos indios confinantes; pero que si resolvia volver
atras, hallaria los reinos que deseaba, abundantes de plata y 01'0 Y él seria su guia hasta in-
troducirlo en ellos, y que para ir dereohamente desde aquel sitio habian de caminar siempre
el rostro al nacimiento del sol en demanda de la cilldad de Macatoa, fundada sobre las márge-
nes que tiene de la otra bl nda el famoso rio Guaynare, para cuyo crédito manifestó á. 109
nuestros ciertas manzanas de oro y plata que dijo haber traído un hermano suyo de aquellos
Reinos.
No fué bastante una reIacioll ta11 llena de buenas esperanzas, ni la experiencia de que
jamas hubiese variado el indio Í1. las jlreguntas y repreguntas que le hicieron para sacar á.

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2G8 FERNÁNDEZ rIEDnArrÍTA. [LIB. X.

Felipe de Utre del inflexible propósito de seguir á llernan Pércz, perouadido á que la inten-
cion se enderczabll á sacarlo de sus tierras y divertir la ejeeucion de su intento por esta.r
adelante alguna rica provincia de indios amigos del que lo aconsejaba y pretender por aquel
artificioso medio relevarlo de la entrada de tantos españoles; y así, 'despreciando la propuesta y
el par~cer de muchos de los flUyaS, que se oonformaban COIl seguir al indio, desalojó el campo
y empezó á marchar por el rastro quo dejó llernan Pérez, llevando consigo al indio con pro-
mesa de que en dando vista á las primeras provincias que encontrase, tomaria la vuelta para
aquella de que le habia dado noticia. Hízolo el indio con gusto por tiempo de ocho dias; pero
viendo la obstinacion que llevaba el Cabo en seguir AU dictámen, aun con haber experimen-
tado innumerables fatigas de montañas, rios y tremedales, sin querer jamas atender á los
recuerdos que le hacia de ]0 que le habia prometido, dejó descuidar la gente una noche y
volvióse á su aldea. Con la falta del indio y las dolencias que ya padecia en ocho dias, reco-
noció la gente el error que habia cometido en despreciar su consejo y ponderábanlo ya tan
~n público, qne llegaba á oídos del General, aunque nada bastó para. dejar el teson de lo.
marcha en seguimiento de Que ada, hasta que viendo ya casi toda su gente desalentada y
<luplicados los trabajos á cada paso, en que ya sobresalian mús las quejas y murmuraciones
<le los suyos, tuvo por bien doelinaL' rumbo á. mano izquierda, dejando á la derecha el cami·
no que iba siguiendo, cuando á pocas jornadas al Sueste deseubrió una punta de sierra alta,
ramo do la cordillet'(1. grande que se entraba por larga distancia en los Llanos, á quien lla-
maron la Punta de los Pardaos.
Á primeras vistas concibieron todos ser distinta cordillera, y animólos 1'IU codicia {~
que entrasen m6.s en camino hasta encontrarla, por ser una de las noticias que habia de las
provincias del Dorado, afirmar que estaban en distinta cordillera de la que todos habian
seguido al Sur. Con este dulce engaño se le acercaron, y desengañados de que era ramo do
la que habian llevado desde el desembocadero de Bariquizimeto, marchitaron aquellns espe-
ranzas que tan verdes alientos habian producido, especialmente viéndose ya con el invierno
á cuestas y atajados los pasos para volver atras, con que forzados hubieron de repechar la
punta de los Pardaos hasta que las aguas terminasen: y pasáronlo tan mal por los pocos
1labitadoresque habia en su contorno, que el mayor regalo que adquirian era ta.l vezun bollo de
'lllaiz, que puesto á las bocas de los hormigueros hasta que se cubria de hormigas y amasado
.repetidas veces hasta. que tuviese más de hormigas que de masa, lo tenian no solamente por
dulce alimento, sino por único remedio de la vida. OtL'OS, apretado's de la hambre, no deja-
ban asquerosa sabandija de las que produce la tierra que no comiesen, de que resultó
hincharse algunos, caél'soles á otros los cabello, barbas y cejas, y"que finalmente acome-
tidos todos de postillas y pestífera sarna, adoleciesen de manera que desconfia. en do reme-
dio; y 10 peor fué que los caballos, heridos del mismo contagio, se hinchaban hasta que no
abia.n en la piel y se caían muertos.
Con estas adversidades y otras que por mucho que se ponderen siempre serán ciertas,
pasaron aquel invierno en la ptlnta de los Pardaos; pero apénas amagó el verano, cuando
desamparado el sitio revolvió Felipe de Utre por diferente camino del que habia llevado, en
demanda del pueblo de Nuestra Señora, que servia como de plaza. de armas para las entra-
das do los Llanos, sin que fuesen ménoS' sensibles los tl'o.bajos que padeció en esta vuelta. con
la mucha gente que llevaba enferma. Y al fin con pérdida de algunos infantes y cabtlllos
que habían muerto, llegó al pueblo casi un año de pues que salió de él en seguimiento de
Quesada; pero aunque fatigado, resuelto siempre ú. emprender el descubrimiento á quo 10
había incitado el indio de Papamene, luego que se reformase su gente, para 10 cual empezó
luego á. inquirir en los pueblos confinantes si habia otros indios que formasen con la misma
noticia. Hallólos con facilidad, y considerando que la reIncion que lo hacian de aquellas
provincias, que los de Papamene llamaban de los Omeguas y los que tenia presentes de los
Ditaguas, correspondia á 11. primera que habi}~ tenido ya dando ocasion la entrada del verano
y dejando escoltados los enfermos con alguna imanteda &'\n'1, tomó otra vez la vuelta de los
Pardaos y llevando consigo cuarenta hombres solamente, eligió entro ollos á Pedro de Limpias,
que adomas de ser práctico y mañoso en aprender con facilidad el idioma de los indioE!1 era
-venturoso en las empresas: calidad que Re debe atender mucho en la eleccion do los Cabos,
pues hay hombres por quienes los presagios mús fatales para una desgracia se convierten en
felices anuncios de una victoria; como por el gran Capitan el incendio de la pólvora en ]a
Chirinola y la caída del caballo sobre el Garellano; y otros ue
tan mala estrella que con las

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CAP. n.] mSTOUIA DEL NUEVO llEINO. 2G!)
disposicione más regulares de la milicia aseguran las fatalidades de un mal sn~é'SO, como lo
apoyarán las fortunas de Felipe de Utl'e, que luego comenzó con la!! guías á seguir la derrota
que el indio de Papamene le habia mostr'ado; yaunque pasaba por tierras de rarísimas
poblaciones, no encontraba indio de los que se le ib:ln á las manos, de quien no procurase
tomar noticias de ]a ciudad de Macatoa.
Respondíanle á todo conforme á su deseo, anim{mdolo á la empresa de los Omeguas,
por discurrir en BU conveniencia, aunque bárbaros, que logrando el fin de encontrarlos, no
experimentarian más sobre sí enemigos semejantes, pues siendo tan acreditada la valentía de
aquellos indios, tomarian bastante satisfaccion de las inj ul'ias que los comarcanos tenian
recibidas de los nuestros, cuya mala opinion estaba difnndida pOlO todos los Llanos de unas
naciones en otras, y asf los guiaban con gusto por el rumbo más dereoho, para que cuanto
ántes saliesen de sus tierras y pereciesen á manos de Jos Omeguas: traza que estuvo bien á
los españoles, pues por salir con su pretension las guías los llevaron por cnminos tan altos y
enjutos, cuales no ha encontra.do otro algun Cabo de los que ha.u hollado aquellas provincias,
hasta que sin contraste de con~ideraoion se vieron sobre el caudaloso Guayure, cuyas pro-
fundas corrientes no dan 1ugar!Í esguazarlo, sino en oanoas 6 á nado y siempre con la difi-
cultad de batallar con sus aguas. Alojál'onse sobre sus márgenes, y como ignorantes de la
parte á que de la otra banda estaba Macatoa, despacharon algunos indios y e pañoles rio
abajo y á. otros rio arriba, por si acafolO encontraban vado ó algun indio de quien tomar len-
gua 6 canoas en que faoilitar su tránsito.
Para lo primero salió vana la diligenoia y para lo segundo aprisionaron sobresaltado
en la playa nn indio, que estaba mari. cando sólo, al cual (de ..pues de sosegado con blandas
palabrae do la oólera en que lo encendió la desgracia de caer en poder de gentes peregrinas)
le dieron ú. entendel' que no trataban de hacerle mal, sino solamente de saber á qué parte -de
la otra banda estaba ]a ciudad de Macatoa. Era el prisionero de una aldea vecina ó. ella y
con mejor semblante les dijo por señas, que }í poca di tancia el rio arriba; pero qne necesi-
taban de canoas para subir á ella y no las habia. Entónccs Felipe de Utre, aprovechándose
de la docilidad que ya mO,.traba el indio y aventurando algo á la suerte, le dió algunos res~
cates y pidióle fu ése á la ciudad y de su parte dijese al eñor de ella, que con aquellos solda-
dos iba en demanda de ciertas provincias y que para entrar en E\l1as t.uviese á bion su amis-
tad, quo observada perpetuamente sin consentir quo en sus tierras ni de sus va allos se
hiciese hostilidad alguna, ántes procuraria que sus obras pareciesen de padre en cuyo luO'ar
iba á ampararlos y defenderlos en caso que necesitasen de ayuda, como lo manifestaria la
experiencia. '
Dió muestras el indio de aceptar con gusto ]a embajada, y entrándose en una mala
barquetilla, en que apénns cnbin., tomó la ]engna del agua rio arriba, y llegado á. facatoa,
supo hacer su oficio tan cumplidamente, y hablar de suerte en f VOl' de los españoles, que
al dia iguiente bajaron cinco canoas con noventa Gandules, y entre ellos un hijo del Caci-
que de Macatoa; y aunque hallaron IÍ los nuestros á. punto de gnel'm: sin recibir ellos susto,
tomaron tierra con demostraciones pacíficas, y preguntando el hijo del Cacique por el Cabo
do 10R españoles, y enterado de flue lo era Felipe de Utre, que le salió al encuentro con Pedro
de Limpia~ y otros, se fué para él, y habiéndolo abrazado el Capitan, y el mancebo recono-
cido las demostraciones de paz, le dijo estas palabras:
Con uno de los m01'arl01' s da stas ,'ibefa8 envidstcis ayer' á saludar á mi pac!7'c, que e8
el señor de j1[acatoa, haciéncwle sabed01' de 1:uest1'a 'venida a e· lo paises, y ofreciéndole vuestra
amistall.1J pac(fico t,'atamiento, in daño suyo ni de sus vasallo, ?I dándole á entende,' no el'
ot1'OS V'ltest,'os intento8 que l08 de informa1'os de las naciones ('omal'canas, especialmente de
aqMllas que habitan á la pa1'te de cie,.ta se1'1'anía que demo1'a (Í, razonable distancia de este
sitio, el,'io abajo, en CU?Ja demanda venís de climas 1'emotísimos, á nuestra noticia; con ¡n'o-
mesa de sede ag1'adecidos con buena c01'1'espondencia, en caso que os encamine tÍ las tier1'a8
q'lte buscai8. Por todo lo cual se halla mi padre más deud01' ntCst1'0 que yo sabré significat·os,
corno quien 1'econoce por Vue8tras palab,'as ser m1.¿Y diferentes las ob1'as de lo que algunos
señores confinantes le habian dado á entender', afirmando que erades homb,'es feroce /J c1'lteles,
enemi,(jos ae toda paz, movedores de f}1le1'1'a y den'amadore de sangre humana, moneda en que
pagábades á l08 misel'ables indio el ¡LO ipedaje que 08 hacian.1J otro que os daban. Enl íame,
pues, cí da1'O da su paTte la biem enida, JI el deGÍTOS gusta de (tc ~ptar l'uest,'a ami:stad, .1J ¡¿ace1'
no solarn nte el informe que le }Jpdís, sino tambien scrril'o con t()do lo necescu'io en vu.estra

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270 li'EHNÁNDE:6 rIEDl~AIIÍ'l'.A. LLlll. X.

jo'-nada, dándoos segums {J·uias que os encaminen á los Omeguas. Ruéga08 tamb¡'en paseis rJ
aloja7'os en su ciudad, donde más bien pueda comunicaros y 1'egmcia1' la amistad que le of7'e-
eeis, para lo c~¿al 1'emite estas canoas y vasallos q~te os tm ~J01'ten á BU Cm'te, donde aun en
caso q1.¿e os p01'teis ing7'ato (cosa que no imagina), quiere avent'l.¿1'a1,lo todo p01'q~ no Be
piense que 'I.tn hombre de BU sang1'c pudo degene1'a1' de humano, aun á vista de 1'epetid08 ejem-
plares de jie1'eza.
Respondióle agradecido y prudente Felipe de Utre, sirviendo ya de razonable intér-
prete Pedro de Limpias, y com;ultado entre los Cahos sobre admitir ó nó los ofrecimientos
del Cacique, resolvicl'on, temerosos de algnn trato doble, no pasar el rio aquella tarde en
tan pocas canoas, y decirle tÍ su hijo volviese con ellas n su padre y le representase el
verdadero afecto con que deseaban verlo, para lo cual se sirviese de remitirles otro dia las
embarcaciones que bastasen para conseguirlo todos juntos y lograr los favores y hospedaje
que les pl'omet~a, No vino en ello la generosidad del mancebo, pues entendida la respucsta,
despachó luego una barqueta, que brevemente volvió con otras tantas canoas, obligando á
los nuestros con la accion á que, libres ya de sOl=lpechas, Ó recelosos de que se atribuyese á
tamor su repugnancia, hubie,'en de embarcarse llevando á nado los caballos, que con aladeras
guiaban desde los bordos. Pero atravesado el rio, y no pareciéndoles ya hora para marchar
á la cindad, se alojaron en sus barrancas, despidiendo hasta la mañana al mancebo, bien
apesarado de que no pasasen luego á Macatoa, donde, participada á su padre la noticia de lo
sucedido, despachó á lo~ nuestros, al romper del (lia siguiente, cincuenta indios cargados de
carne de venado, pescado, maiz y cazabe, para que tomasen un refresco ántes que de~alojasen.
Hiciéronlo aSl 10H nuestros, y marchando á la ciudad la hallaron desocupada de sus vecinos,
que por hospedar mú" á gURto á los forasteros se habian retirado de ella como un tiro do
arcabuz, sobre las mismas orillas del rio.
Era la poblacion como de ochocientos vecinos, de vistosas cadas, bien tiradas calles y
plazas anchurosas, siendo lo que más la hermoseaba la limpieza con que la tenian, pues no
era fácil de hallar en su recinto alguna piedrecilla en que tl'opezase la vista, ni la menor
yerba en que se reparase. Tenlanla bien proveida de toda suerte de víveres de los que per-
mite la tierra, y con disposicion tan bien ordenada, que maravillados los nuestrO de ver
aquellas urbanidades y policías tan extrañas que experimentaban, preguntaron al C:\ciquo la
causa de ellas, y especialmente la de haber desocupado toda la ciudad, cuando liobL'aban
cuatro casas para alojados, á que satisfizo el Cacique diciendo: Que considerada. por los
suyos la ventaja que les hacian los españoles en valentía, personas, palabras y modvs políti-
cos de vivir y tratar, hallaban no solamente quo debian preferirlos en sus casas, pero quo
ellos no merecian acompañarlos en las viviendas, sino servidos, como lo habian hocho y
harían. Era este Cacique de mediana estatura, bien repartido de miembros, de rostr aguile-
lio, liso y alegl'e, noble y generoso do condicion, y de hasta cuarenta años de edad. y sobro
todo de excelente discurso á estar doctrina Jo. 'u vasallos generalmente eran de más
robusta y levantada estatUl'a, llamábanse Guaipis ó GuayupeA en su idioUla: á los cinco dias
que se detu vo Felipe ue Utre, y fueron de los últimoli del año de cuarenta y tres, trat6
luego de proseguir su jornada; yaunque de parto del Cacique so le represento que su
consejo no era. que pasa. o á los Omeguas con tan poca gente, pues por valerosa que fuese
habia de ceder á la valentía y numerosos ejércitos de los contra1'ios, con responderle Felipe
de Utre que con eso so alentaba mns á la empresa, y estaba resucIto 6. no echar paso atras t
si llevaba indios para guias, se sosegó el Cacique y lo Hocorri6 cumplidamente de cuanto
necesitaba para nuovo dias que ga"taria en llegar n. otra ciudad en que e!>taba por señor un
coliga.do suyo, lÍ quien ]0 recomendó de manera. que no ~olamente lo salió á recibir de paz,
sino que aficionado á los nuestros por la relaoion del amigo y valor que traslucía en ello,
los proveyó espléndidamente, si bien no dejaba de admirar aquella gente extraña, vestida
y barbada, y que montaba sobro caballos do cnya terrible y feroz vista. no quedab-l ménos
maravillado.

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CAPITULO 111.

PRENDE !JUGO Á LOS OFIOIALES DEL REY Y Á LOS QUESADAS: JUSTICIA


AL RNCOMENDERO DE SÁCHICA: NÓMBRANSE MINISTROS QUE EJECUTEN
LAS NUEVAS LEYES, Y ORDÉNASELE Á MIGUEL DIEZ DE ARMENDARIZ
PASE LUEGO Á SU VISITA.

P UESTO ya en mísera libertad Gonzalo Suárez, como dijimos arriba, asestó tugo todos
los tiros contra Pedro Briceño y Juan Ortiz de Zárate, Tesorero el uno y Factor el otro
de la Real Hacienda, con fin de reducirlos ó. gue de los quintos pertenecientes al Rey le
diesen el dozavo que alegaba debérsela, en Conformidad de las capitulaciones hechas con su
padre. Y porque éstos 10 resistian dioiendo que todo el real haber que paraba en las arcas
era. procedido de lo conquistado por Gonzalo Jiménez de Quesada, cuando ya no era Tenien..
te de su padre, ni suyo, pues á ese tiempo habia muerto don Pedro y él se hallaba en la
Corte, Bin que fuese Gobernador de Santa. Marta ni de otra parte alguna de las Indias, por
cuya razon no debian asentír á su propuesta sin particular órden del Rey, fué tal su indig...
nacion, que viendo no tener derecho para justificar la demanda, ni para apremiar á quien se
la contradecia, se valió de la traza comun de fulminar procosos contra ellos acumulándoles
como culpas muchas acciones de las paRadas y presenteR, en que fué fácil hallarlog com-
prendidos ; y .con aquel color bastante á. su entender para encubrir la causa. y disculpar su
resolucion, los puso en prisiones bien apretadas y tambien á Diego de Aguirre, de quien se .
recelaba mucho por su entereza, y porque de la prision de éstos y de las vejaciones que
habia. hecho á otros conocia que no se le mostraban afoctos todos aquellos que por sangre
6 dependencia eran parciales de los ~raviados, prosiguió en pI'ocesar contra ellos con el
pretexto del mal tratamiento de los naturales, de que uaan oasi siempre los Gobernadores de
Indias, aunque esto no lo hacia. Lugo para seguir las causas ni para Rsntenciarlas, sino para
valerse de ellas en caso que alguno se le mostraso enemigo, ó pidiese en el Consejo el dine-
ro que le había quitado.
No se hallaban muy ajenos de segnir este camino los que se veian aprisionados, pues
considerando que miéntras se dejasen estar á la disposicion de Lugo, siempre m'acerian loa
agravios, se determinaron á buscar el remedio donde pudiesen, y así, una. noche destinada
para dar principio ó. su resoludon, quebrantaron la ctÍt'oel y rotas las prisiones salieron do
la ciudad siguiendo el oamino de la Costa j pero no tan secretamente que no llegase á noti·
cia de Lugo la derrota que llevaban: de que alterado por el castigo futuro, que recelaba si
llegasen á los oidos del Rey sus procedimientos divulgados entre las quejas de tantos como
habian desamparado el Reino para representarlos en el Consejo, ordenó a uno de aquellos
que se le mostraban más obsequiosos, que prevenido de veinte hombres armados los siguiese
hasta prenderlos 6 matarlos en caso que se resistieson, Pero como ya el odio universal que
le tenian había atropellado con la obedienoia que le debian tener, y nn superior mal quisto
no sepa discernir entre amigos y enemigos, ni aun esta diligencia tan ó. tiempo le sali6 favo-
rable, pues a.unque brevemente alcanzaron á los que huian, no fué para prenderlos sino
para animarlos más con su ayuda, diciéndoles que su intencion era seguirlos en cU'l.lquiera
fortuna. Y como para resguardo de la promesa les entregaron los despachos de Lugo, y par-
tieron de las armas y vitualla que llevaban, fué t.'\nOO el gozo de todos, que ya se prometían
fin diohoso á sus trabajos: y allí llegados al rio grande, en ql\e fabricaron balsas y canoas,
bajaron tl la Costa, desde donde pasaron lo~ m~\s de ellos á b isla española á representar
sus agravios en aquella Audiencia, y solamente Domingo do Agoirre se embarcó para Cas-
tilla, donde con algunas noticias que sabia se tenían de Lugo, y con la prudente relacion
quo pensaba hacer de la forma de su gobierno, esperaba COUS.!gllÍl' el remedio de que pen-
dian los amigos que dejaba en el Rein!'.
Bien conoció Lugo do estas premisas el mal suceso que le amenazaba, y cunn peli-
groso le seria dilatarse m{ts en la,s Indias j y así maquimmdo por una parto dejar burlados ú.
sus ollemigos con parecer en la Corte ántcs qno 10 forzasen á 0110, Y J:>or otra disponer qua
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27! FERr-Á.'DBZ PIJ!.DILHIÍT.A.• LLIB. x.
en BU ausencia se hallasen fuem del Reino touas aquellas personas de cuenta que recelaba
se le mostrasen contrarias en caRO q ne HO ueHpachase por el Consejo aIgun Juez ú. residon-
ciado, tomando casion de la necesiuad que tenia Santa Marta de uu buen ca.bo que la
reedificase y socorriese coutra 108 ludios alzatlos, nombró en ella por Teniente suyo al Capi-
tan Juan de Céspedes, para tened() retirado de Santafé con aquel pretexto honroso, por ¡)er
uno (le los que más cuidado le dahlu. Y como 101' este tiempo llegasen á Tunja los dos
hermanos Quesadas y Lope l\Iontal vo de Lugo con las demas reliquias del ejército que en-
tró f, la infeliz conquista del Dorado, y Fernan Pérez fuese la persona de más autoridad IÍ
quien todos debian ocurrir con sus qt.ejas, á. que se llegaba ser el n..ás agraviado de Lugo,
pues no solamente le habia quiLado las encomiendas para sÍ, sino revocado tambien los ro-
pa rtimientos que habia hecho entre los conquistadores, por cuya causa quizá. apresul'ó su
viaje con el hermano, sin atender á los partitlos honrosos que le hacia Baca de Ca tro para
que se quedase en el Perú; determinó Lugo no pe del' ocasíon de asegllral'se de ellos, y as!
aunque los recibió la primera vez con urbanidad, en las demus ocasiones daba {t entender
no estar satisfecho de sus procedimicntos, y aun los puso en prision si bien los soltó luego.
Todas estas trazas llProvecha.ban poco pa.ra que Fernan Pél'ez no tuviese sobre los
pueblos aquel séquito y autoridad que le habia granjeado el arte apacible de su gobierno.
Llegábase tÍ esto ser de suyo tan liberal, que no tenia bienes que uo lo fuesen . por ser comu-
nicados á cu~ ntos soldados pobres necesitaban de ello, con que la beuevolenoia popular que
habia ganado crecia al paso que lo tratabau, y así andaba. todos los días asistido de gran oon-
curso del pueblo y cortejado en su caS3 con la. entrada. continua de muohos nobles. Con
estas dcmostracioneR, siempre sellsibles para quien manda, se al eró el Adelantado, de suerte
que para resguardo de sus temores maquinó al punto la. ruina de los Quesadas. No hay es-
collo on q~e tanto se rompa el disimulo de los superiores, como el de lo. celos y envidia.
que les oansa ver repartida con otros la ndoraoion que tienen por Ruya : ni hay vacio en
quc mnto peligren los súbditos como el de un aplauso extraordinario en que todo!\ reparan.
lHaguánimo sufrió Enrique III la rebelion de toda Francia por la muerte del Duque de
Guisa: y el sentimiento ele las aclamaciones con que lo vió úntes entrar en París, no cupo
en su disimulo. Conoció 01 Rey católico que la seguridad de Nlípoles, dORpue de la batalla
de Rabena, consi:;tia en que el ~ran Caritan pasa e otra Vf'Z á Italia, y ordenóselo así; pero
en sabiendo el concurso de llobles que lo Heguia, suspendió el órden con acelel'acion, porque
pudieron más los celos que su conveniencia; y por no ver un vasallo con tanto t\plauso,
eligió aventurar todo un Heino al estrago. No hay que bu 'cal' otros ejemplos en esta mato-
ria, ni hay más que deoü', pues en llegando á este la.nce se olvidaron de la pruden ·ia estos
dos Monarcas, con haber sido el uno tan gran maestro en fingir como el otro en disimular.
Para ejecutar, pues, 01 Adelantado Lugo los designios que le dictaba la envidia y su
recelo, so le vino ti las manos la octlsion por la melena; y fué que viendo los Quesadas la
opresion que padecia el Reino por tan extraños medio , y deseando se apresurasen los repa-
ros para tanta dolencia., di pusieron se escribiese al Emperador dándole cuenta del misera-
ble estado en que se hallaban, y peligro que amenazaba en lo do adelante continuando
el Adelantado en el gobierno do aquellas provincias. Y porque les pareció que para más
crédito de la carta que remitieseu, seria conveniente autori¿;arla con las firmas de muchas
personas de las más nobles, cometieron esta diligencia á Bartolomé Súnchez, escribano y
Encomendero de Sáchica, de quien habian sacado difereutes testimonios algunos yecinos do
Tnnja para justifioar RUS quejas en el Consejo: pero como acciones semejantes no pueda.n
oculta.rse en lugares cortos, y más cuando resultan en perjuicio de los que mandall, DO pudo
correr tan ccreto el neg,)cio que no llegase ó. la noticia de Lugo, y quizá por alguno de los
que tenia n más prenda en él. Con e ta. ocasion, pues, la tuvo cierto dia para preveuirse ue
algunos hombres al'mados, que eligió de lo. Caquecios y de los que habia conducido de Ca-
naria; y ocultándolos en las casas de Gonzalo Suál'ez, en que él moraba, mandó le llama-
sen á los Quesauas, como que fuese para cierta consulta que fingi6 tener con ellos: y ha-
biendo llegado ó. su presencia, los desarmó el mi mo Adelantado y orden6 los pusiesen en la
cárcel pública con buenas prisiones de grillos y cadenas, y'con veinte guardas que no los
perdiesen de vista.
A esta prision tan acelerada se siguió luego la de Bartolome Sánchez, manifestando
con ella que la causa de haber hecho las antecedentes era In. oonjuracion en que deoia haber
cooperado touos los d<l aquella Inccion; y ora lo bueno que llamaba motin y alboroto {L la

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CAP. III.J llLSTOnIA DEL NUEVO REINO. 273
()bligacion que tienen los vasallos de escribir á su Rey dnndole cuenta de lo que necesita
saber. Pero cuándo no se califican así en las Indias aun acciones más licitas, ¡ó para fomen-
tar sus odios algunos ministros, ó para que lleguen desacreditadas al Consejo las noticiaA de.
sus delitos. Ver:íse mucho de esto en los años siguientes, y llegará tiempo en que, á vista
de los desafueros de otros, se tenga en. el Nuevo Reino por más que feliz el gobierno de
Lugo, que, asegurado ya:en su sentir por este camino, y para que no se presumiese le movía
pasion en la causa, la remitió á Diego Sánchez de Santa Ana, Alcalde ordinario, que ti la
sazon era hombre basto y de tan mal juicio, que esperaba de él algun desacierto, para que,
sin que se le atribuyese, lo llegase á dejar despicado. Como lo discurrió Lugo lo ejecutó el
Santa Ana, si bien tan aceleradamente, que aun desagradó á los eaquccios la ejecucion ;
porque persuadido á que lo que se intitulaba motín 10 era en realidad, y á que se le habia
remitido la causa para que ejecutase castigo y no para que averiguase culpas, dió garrote
aquella misma noche en la cárcel á Bartolomé Sánchez; y si no lo iutentó con los Quesa-
das, fué porque la costumbre de respetarloR le detuvo la mano para ofenderlos.
Divulgóse luego el caso, y aun dejó atónito al mismo Adelantado que lo tenia pre-
visto, porque naturalmente era piadoso, y rara vez tiene cabida la crueldad en corazones de
tanto valor y nobleza como lo fué el suyo. De aquí recelaron todos que era manifiesto el
riesgo en que se hallaban los Quesadas, y aun e los, sospechándolo muy vecino, lo manifes-
tm.·on á algunos caballeros de los que los visitaban en la cárcel estando pre¡:;entes las guar-
das; y como de ninguno tenian más respuesta á sus preguntas que las que forma el temor
entre la admiracian y el silencio, y sabían que Cabrera de SORa era uno de los más intro-
ducidos con Lugo y no persona mal intencionada, le pidió IIernan Pérez, en cierta ocasion
que lo fué á ver, le diese consejo sobre lo que debía disponer de s(, supuesto que oomo par-
ticipante de las interioridades del Adelantado, y amigo de quien tan jllS~1.mente se fiaba,
tendria noticia del estado en que se hallaba su camm, y si el fin de ella babia ele corr ~ spon­
der al que tuvo Bartolomé SÍLncbez. Y aunque Sosa lo representó 0'1 inconveniente de mani-
festar lo que le habían comunicado en secreto, con. todo esto tuvo arte para que, sin descu-
brirse, le asegurase que no se fulminaba. la causa suya y de su hermano para sentenciados
<ln pena de muerte, sino á lo que presumia, en caso que resultasen culpados para. ejccutat:
algun destierro en que se terminase el enojo del Adelantado, quo no les fuó de poco
consuelo.
Miéntras en el Reino pasaban las cosas que se han referido en los capítulos antece-
dentes, no se hallaba en Castilla ménos embarazado el Emperador en elegir medios para el
reparo de tantos desafueros oomo corrían en las Indias; porquo habiendo llegado á España.
por el año de cuarenta y uno algunos Religiosos del Orden de Santo Domingo, y represen-
tádole los daños y perjuicios que ca.usaba á los indios el mal gobierno de 108 eRpañoles y
abusos que habían introducido para AUS con enienclas, sin que por ellos fuesen cURtig-ndos ni
roprendidos de los superiores que dehian hacedo, en que so dilataron con especialidad, lo
que bastó para. enternecer el cornzon piadoso del Emperador, fuó tanto lo que se alter6 de
aquellas particularidades que le repetían en las Audiencias Fr. Juan de T órres, Fr. Matías
de Paz, Fr. Pedro de AnO'ulo y Fr. llartolomé de las Cúsa!'l, Obispo que fué despnes do
Ohiapa (si bion este último con m4s ardiente celo, aunqne vestido do mucha imprudencia,
de que re ultaron despues graves inconveBientes), que orden6 luego al doctor Figueroa, de
su Consejo ele Cámara (que adelante fué Presidente de Castilla) visitase 01 de Indias por un
modo extraño y poco practicado en estos tiempos, que fué teniendo suspensos de sus pla7.a!l
tÍ los Consejeros todo el tiempo de la visita, y así faltó por muchos dias este Tribunal, y Fr.
Bartolomé tuvo ocasion de multiplicar memoriales ante el Figuel'oa, pidiendo el remedio de
lOR indios y ann mezclando tal vez algunas noticias que se pudieran excusar, aunque la
santa intencion que lo gobernaba era bien manifiesta. Poro como quiera que haya sido, de
la visita l'esultó quitar la plaza al doctor Beltran, que estaba bien hallado en ella, y man-
darle á D. Juan Suárez de Carvajal se fuese á residir en su Obispado de Lugo, y aun so
sospechó que por la autoridad del Cardenal Loaysa no fuá removido de la Presidencia en-
t6nce , mas quedó sin aquella mano absoluta que solia tener en CORas de Indias, y dentro
de dos años se confirmó la sospecha viéndolo mudado á direrente Presidencia, y puesto en
la suya el Marqu6s de Mondejar, que con el doctor Bernal, despues Obispo de Calahorra, y
Gutiérrez de Volásquez, Consejeros de los antiguos, y con Gregorio L6pez, Oidor de Valla-
dolid, y Salmeron, que lo habia sido de Méjico, y ntraron de nuevo, dió principio á la re- '

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274 FERNÁNDEZ PIEDRAUfTA. [LIB. x.
forma de las Indias (despucs de varias consult..'ls que precodieron de hombres doctos)
haciendo treinta y nueve leyes, que se llamaron nuevas, y habían de observarse para el
buen gobierno de aquel,los Reinos: y aunque las má.s de ellas no parecian haber Rido hechas
. por hombres sino por Angeles, habia otl'as que arl'astmban t~n forzosos inconvenientes y
perjuicios que no era posible ejecutarse,
Demas de lo referido se tom6 resolucion en que se fundase Audiencia en Lima, y
por cabeza de ella Blasco Núñez Vela, Veedor de las guardas de Castilla; pero de condicion
tan resuelta, que era más propia para aquel oficio que para el de Virey del Perú en que 10
nombraron: si bien el valor y fidelidad de que habia dado bastantes muestras en servicio
del Emperador, le hacian digno de mayores puestos, como no fuesen de administrar justicia,
y más donde se necesitaba tanto de arte y blandura para que se digiriesen aquellas nuevas
leyes en ~'tn relajado est6mago como el del Perú, cuya ejecucion le cometieron, y en qn e
pareció haber errado el Consejo; pues siendo algunas tan duras de admitir, y el Virey tan
resuelto y caprichoso en seguir su dictAmen, fueron consiguientes los alborotos y guerras
civiles, qu~ inquietaron aquel imperio por muchos años. Y como estas leyes se habian hecho
á pedimento de Fr. Bartolomé de las Casas, decia entánces discretamente un ministro de los
primeros de la Corte, que seria especttÍoulo digno de verse, sí para acabar con las Indias
enviasen á ellas juntos en un navío á esto religioso y á. Blasco Núñez, que de puerto en
puerto y de provincia en provincia, fuese el uno haciendo leyes y el otro ejecutándolas
Para Méjico y que visitase su Audiencia, se nombró á Tello de Sandoval, Can6nigo de Se-
villa, que á la sazon era Inquisidor de Toledo, 6 como dice Herrera, del Consejo de Indias:
y fué acierto grande el que se tuvo en la eleccion do este sujeto para que ejecutase las
nuevas leyes, como en la que se habia hecho ántes para Virey en D. Antonio de Mendoza,
pues bast6 la prudencia de ámbos para tener en paz aquel Reino, sin que se faltase á la ad-
ministracion de justicia, Á Santo Domingo y demas islas para el mismo erecto, enviaron
por Presidente al Licenciado Cerrato, Abogn.do en Granada, y que tuvo poco embarazo en
10 que llevó á su cargo, respecto de los pocos indios que ya tenian las islas. Y para el Nuevo
Reino (que es á lo que vamos) se eligi6 á Miguel Diez de Armendariz, natural de Navarra
y colegial mayor de S. Bal'tolomé en Salamanca, á quien Re le di6 comieíon para que vi~i­
tase los gobiernos de Cartagena, Santa Marta, Popayan y rio de San Juan, pensando que allí
estarían ya fundada.q algunas ciudades.
Diéronselo instrucciones muy buenas para que se gobernase en la visita que habia
de hacer primero en Cartagena, luego en Santa Marta y deapues en el Reino, residenciando
tÍ todos 108 que habían gobernado desde el General Quesada hasta el Adelantado Lugo. Or-
denósele que conoluso esto, pasase n Popayan y río de San Juan en la costa del mar del
Sur, i terminada allí la visita volviese all{eino, donde asistiese como Juez de apelaciones
de aquellos gobiernos, miéntras allí se fundab~ otrn Audiencia. Que constn.ndo quo alguno
de los Gobernadorefl habia ejercid!;> fielmente RU oficio, 10 deja e en posesion de él; y si no,
lo remitiese á. España ó hiciese parecer en la Corte por Procurador, segun fuese la calidad
de las culpas, Que no permitiese que ó. los indioFl se les cobrasen tributos excesivos, sino los
contenidos en las tasas que conform,e á. leyes se debian hacer. Que para. enterar más á los
indios de que la Real voluntad era do que viviesen en libertad cristiana, llamase á. los Ca.-
ciqueR y Uzaques, y en lugar público, por medio de intórpretes, se lo declarase, y como iba
tÍ ejecutarlo así, y tuviesen por cierto que habian de ser tratados como vasallos libres y
oidos en justicia. los que efltuvie en agraviados. Que atendiese con particular cuidado á. que
en todos los pueblos de españoles se enseñase la doctrina cristiana á los indios, habiendo para
ello personas, hora. y lugar señalados. Que pidiese á los Caciques enviasen ti la doctrina á.
BUS hijos y súbditos, favoreciendo ó, los eclesiásticos que la enseñasen, y fomentando la fá.-
brica de templos y monasterios. Que para obviar que entre los indios se introdujesen erro-
res y doctrinas perjudiciales, recogiese 108 libros profanos y de mal ejemplo, pues por esta
causa, y mirando á esto fin, se habia dado la prohibicion de pasar libros ti Indias. Que to-
mase noticias del fruto qae habian hecho 10R religioRos enviados á. Santa Marta y Cartagena
en la reduccion de los indios y edificaclon de los templos, y diese cuenta. Que se informase
de la vida y honestidad de los clérigos, y si con viniese dar cuenta de alguna falta, la diese
á sus Obispos. Qlle viese en qué lugar de la provincia de Popayan convendl'ia erigir Cate-
dral, pues la de Quito estaba tan diRtantc, y remitieRe su parecer. Qne oyeso y determinase
las diferenoias qlle tenian Benalcázar y Andagoya sobre los términos de sus gobiernos, Que

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CAP. UI.] ITISTORIA DEL NuEVO RE1NO. 275
reside~ciasc 6. Jorge Robledo, á. quien Be le habla hecho merced del título do Mariscal, y
habia de ir con él, y no hallándolo notahlemente culpado en los cargos qua habia tenido y
en las poblaciones que habia hecho de Anserm:l, Cartago y Antioquia en términos de Po-
payan, lo pusiese por Teniente de ellas, y diese cnentr\ al Consejo con su parecel' sobre Ri
convendria 6 no que fuei'e gobierno separado del que tenia Benalcázar, para que se le remi-
tiese título 6 proveyese otra cosa.
Todas estas resoluciones estaban asf tomadas por el Consejo; pero como las noveda-
des qne ocurrian á la Corte de las otras partes del mundo fuer-¡ell muchas, y las Armadas
para pasar á Indias tengan espacios tan dilatados para aprestarse, ya estaban algo adorme-
cidas las materias, cuando por el presente año de cuarenta. y tres llegaron á Castilla dife-
rentes perRonas de Indias, y entre ellas Domingo de Aguirre, que bien in~truido en lo quo
traía tÍ su cargo, y presentando las cartas y dema.'1'in. trumentos que le habian dado, inform6
primero tÍ cada consejero en particular, y despues h todos jnntof:, de los ¡Jrocedimientos de
Lugo. Represent61es cómo errando la!~ acciones desde que fijó el pié en las IndiaR, habia
despojado las Arcas Reales en el Cabo de la Vela, y ajado á los ministros de :Sn Majestad
11 título de que le pertenecía el dozavo de los quint.os de las perlas. Que por atender á par-
ticulares conveniencias, que juzg6 tener entrando armado en el Nuevo Reino, sac6 la gente
mnB lucida de las ciudades de Santa Marta y Santiago de Sompallon, dejándolas expuestas
I nI saco y al incendio de los franceses y de los indios, en contravencic,n del principal motivo
que tuvo el Rey para mandarle partiese luego á su gobierno.
Que contra el parecer de hombres prácticos eligi6 nuevos caminos para subir nI Reino
de~de el Cabo de la Vela, en que perecieron los m¡í.s do su ejército, sin que á vista del horror
de la muerte, que tenia vecino, apagase la sed insaciable de su codicia, pues hallAndose en las
mayores miserias que se pudieron imaginar, tuvo arte para enriquecer con las haciendas que
dejaban los que morían por su Ofl.usa. Que luego que llegó al Reino, va,có todos los repartimien-
tos que habían hecho los Quesadas, cobrando para sí los tributos de todos los indios por más
tiempo de un año. Que requerido con una Real Cédula para que no innovase en estas mate-
rias., despreció el órden y apropiándose las mejores encomienda~, distribuy6 las demas entre
amigos y parciales BUyOS, quitárrdolas á los beneméritos que las hRbian comprado con su
sangl·c. Que perseguia con vejaciones y malos tratamientoli á todos los hombres de posicion, 6
con fin de quitarles las haciendas, como lo habia heoho con algunos, 6 con mira de que no
quedasen con alas para oponél'sole, como lo hacia con muchos. Que temerosos los vecinos do
algun daño irreparable, desamparaban el Reino, guiados á. la part/3 que los arrojaso la fortuna.
y teniendo cualquiera por ménos mala que la. que experimentaban debajo de su dominio.
Que con el mismo Aguirre y los otros ministros sus compañeros, habia usado aun de mayo-
res apremios que con los del Cabo de la Vela, porque no le permitieron despoja. e lo quin-
tos reales del dozavo que pretendia. Y finalmente, que todo 10 que obraba. su espíritu
codicioso en el Reino, unas veces con maña y otras con fuerza, era de tal calidad, que no
aplicándole presto remedio so despobllarian todas a,quellas provincias, que con tan duros
afanes se habian sujetado á la Corona.
RepresentadoR así estos excesos .y divulgados despues con mucha ponderacion, en
que no tenia poca parte el General Quesada, que se hallaba. 011 Fra.ncia, 6 porque se presu-
mia el más interesa.do en la ruina. de Lugo, 6 porque en la. realidad era el que més lastimado
RO hallaba de los filos de su corlicia, hicieron tanta impr.esion en el Consejo, que despertando
de aquel olvido en que habia puesto las resoluciones poco :íntes tomadas con particular es-
tudio, y pareciéndole que cua~to representaba Domingo de Aguirro, y lo dernas que pudicso
acaecer en Indias, estaban prevenidos ya los reparos mÍls cficaces, mand6 que luego se previ-
niese Armada en que los Visitadores, Virey del Perú y Presidente de Santo Domingo, y
Don Fr, Martín de Calatayud, electo de Santa Marta, p!.trtiesen sin poner más dilaoion en
Sevilla que la que bastase para que á s6n de cajas se publicasen las nuevas leyes: diligen-
cia que solo sirvió de aviso para que comunicando anticipadamente la noticia á los del Perú,
lo.s tuviese prevenidos y coligados para no obedecerlas. Pero ejecutado .el 6rden se detuvie-
ron en Sanlucnr miéntras en la isla española instaban tambien Zárate, Briceño y otros veci-
nos que habian huido del Reino, para que se les diese Juez contra Lugo y los asegurase de
poder volver á sus casas: que considerado por aquella Audiencia y presumiendo de la.
sagacidad de Lugo, que habia de poner todo cuidado en huir el cuerpo á que lo cogi.ese en
lndias la residencia de tantos e~cesos y agravios como habia hecho y que por consiguiente

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2i6 [LID. X•

. habia do intentar partirse ft Castilla lo má..CJ presto y oculto que pudiese, nespachó una prp-
vision t\ todos los puertos en que podia tocar para que las justicias de ellos lo embargasen, y
detuviesen remitieudo pl,ra despues el nombramiento de Juez, en que debian proceder con
mucha prudencia púr la importancia de no errar la alecciono

CAPíTULO IV.
DESTIERHA LUGO A LOS QUESADAS.-EL CAPITAN VENÉGAS DESCUBRE
LAS PRIMERAS MINAS DE ORO, Y FUNDA LA CIUDAD DE TOCAIMA. V AJJ-
DÉS ENTRA EN LOS MUZOS, Y PIERDE LA BATALLA DE SARBE.

ON estos acaecimientos habia terminado ya el año de cuarenta. y tres, y entrado el de


C cuarenta y cuatro, memorable por haber padecido el sol un eclipse, que le duró todo el
día á. los veinte y cuatro de Enero; y aj usta.dos ya los procesos contra lo!:! Quesadas y
conociendo el Adelantado que los primeros cargos que les habia. hecho para pren -
derlos, no eran de tanta consideracion que justificase por ellos la resoluclon que preten-
dia tomar,cal'gó todo el juicio de la causa sobt'e la culpa que cometió IIernan Pérez hacien-
do cortar la cabez:.!. al Cacique de Tunja, Aquiminzaque; y pareciéndole que e to era sufi-
ciente para. gn.nar la aprobacion del Confiejo, condenó á los dos hel'manos en destierro perpe-
tuo de las Indias, sin reparar eu que no habiendo conourrido Francisco de Quesada en el
delito, que ponderaba, habia de ser la igualdad del castigo una clara probanza de que su
mira no había ido ú 1:1 satisfacoion do la justicia, sino al desahogo de sus pasiones. Pero
como quien recela mucho de SUB delitos discurre en los ajenos con imprudencia: ninguna
consídel'acion le fué á la ma.no de cuantaR pudieron ocurrirle al entendimiento, para que no
les notificase la sentencia de que apelaron los Quesadas para la Audiencia de Santo Domin-
go: y otorgado el recurso de la apelacion fueron en seguimiento de elln, con quebranto aun
de sus mayores émulo, viendo salir pobre y de terrado del Reino al mismo que lo habia ga-
nado con valor y gobernado con aplauso, de que se le originó el desastre lastimoso que dire-
mos después.
Libro ya Lugo de estos émulos, que recelaba dejar á las espaldas, aplicó el ánimo n
generosns empresas que 10 acreditasen ó á 10 ménos sirviesen de velo á sns desaciertos: y
como una de las cosas que mHs cuidado le daban era el haber sacado mucha 'r ente (cuando
pa ~ó nI Reino) ItRi de •'anta .M arta como de antiago de ompallon, pueblo que habia funda-
do 01 Capitan Valdés, por órden de Gerónimo Lebron, de que so habia seguido que no
pudiendo re. lstir á 101'1 inuios lo pocos vecinos que habían quedado, se pasasen algunos!Í
l\Iompox y los otros diesen vuelta. á anta Marta, nombró al Capitan Lorenzo Martín para
que fuese al castigo y poblase de nuevo con las personas que lo quisieseu . eguir, y á Fran-
cí. co Salguero dió gente y armas para que al mismo tiempo allanase lns naciones que habi-
taban el gran Valle do U par, y procurase fundar en él alguna ciudad con que asegurase el
dominio. de aquella tierra: y si bien ambas empresRR no salieron como se pretendia, con todo
sirvieron de freno pa.ra que los indios no corriesen la provincia con aquella libertad que
solian, hasta que con el tiempo los fué acabando la guerra y sujetando el temor. Pero no
era éste eJ negocio de más consideracion que 8e le oEl'eeia. Ó. Lugo, sino 01 descubrimiento de
millas de 01'0, como baSe.,. que habia de ser eu que se fundase la dnracion del Nuevo Reino;
y así, habiendo de elegir Oabo en quien concurriesen prudencia y valor para guerrear con
las naciones belicosas de lo Panches y PantaO"oro. , que habitan de la. una y otra parte del
rio gl'aDde, en cuyas provincias se decia est.'\ban las minas, eligi6 á Hernan Venégas Carri-
llo, de quien hemos dado bastante noticia, aunque no era de los Caquecios sus parcialeR,
porque atendió más en esta elecoion nI acierto de la empresa que al disgusto de su
parcialidad.
Nombrado Cabo de tanto crédito, fué mncha la gente noble que lo siguió, entre
quienes se contaba Martin Yáñez Taful', natural de Córdoba, que se habia ompleado con
Diego de Ordaz y Antonio Sedeño en las conquistas de Pária y despues en la de Cartagena,
y militado con el Licenciado Badillo hasta que salió á. Popnyan, y de allí pasó al Reino; LuiR-

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CAl'. IV.] IlISTORIA DEL J:TUEVO REINO. 271
Bernal, natnral de Salamanca, como dijimos; lIernnnclo dc ,dina, , Frnlleisco de Montoya,
Juan Ramírez de Hinojosa, Francisco Ortiz, Gómez de Castro, Antonio Portillo, Lopc de
Velasco, Anton Martin de Melo Sampayo, Francisco de Alcozer, Gaspal' ~ravel'a, Juan do
Salinas, ]\,¡jguel de Gamboa, Alollso de Olalla fIel'rera; Lope de Saleedo, Cristóbal Górnez
Nieto, Juan de Chávez, Francisco de Figueredo, Oristóbal de Zamora Torero, Gaspar de
Santa Fe, que casó con Beatriz Alvarez; Juan Ortiz Saavedra, Juan de PórraR, Juan Díaz
Jaramillo, Miguel de MOl'áles y tambien Hinestrosa y l\lontero; con los ouales y otros muchos
corrió en breve tiempo, con ~elicidad, las provincias más guerreras, siendo el primero 4ue
descubrió las de Ibagué, Santa .Agueda, la Victol'ia y Mariquita, y por cumplir como debil\
los 6rdenes del Adelantado, descubrió así mismo las minas de oro do la Sabandija y del
Venadillo, nombrada ésta así por un cervatillo manso que tenian los indios en aquel sitio; y
la otra porque tiene su asiento en el rio Cuamo, llamado ya de la Sabandija pOl' haber
encontrado alli una muy venenosa, :l. la manera de avü¡pa benneja, aunque do este género so-
ven pocas. Y como despues de conseguir esto tenia Venégas órden de poblar una ciudad en
la provincia de los Pan ches, que reprimiese la ferocidad de su~ arma, repas6 el río grande,.
y llenando toda su costa de aquel temor y espanto bastante á reducir los Guataquíes y
Ambalemas, marchó contra los Bituimas, que fortificados en una peña, se pu~iel'on en defensa,
esperando aun mejor fortuna que la que tuvieron con Heman Pérez.
No fundaban mal Rll esperanza; más, como fuese tan feroz asalto el que le dieron los
nuestros, que en ménos de dos hOl'as quedase roto el ejército de los contl'll,rios, y el ClltnpO
seguro, dió vuelta prestamente en demanda del rio Pl\tí, que es el mi¡.¡mo de Bogotá, y
discurr'e.ndo con sus Capitanes en que el Valle Je TOC<'l.ima seria el más á propóaito para
poblar en él, por estar en el centro de la provincia y bañarlo el rio, eligió un llano que está
á su márgen, quince leguas de Santafé, nI Poniente, y en él, por el IDes do Abril de este año
de Cl 'enta y cuatro, fundó la ciudad de Tocaima con tan buenos principio, que mereció
tener por sus pl'imcros pobladores á muchos vecinos de los m{l, calificados del Reino. Y así,
nombrados los Regidores, qtUI lo fneron Miguel de Gamboa, Juan Ortiz, Juan de Pórras y
Miguel de Oviedo, y Escribano Miguel de MoráJeR, eligieron por primeros Alcaldes á llines-
trosa y á Juan de Salinas, y consiguientemente dieron pl'icci pio los demaR vecinoFi á costosas
fábricas de piedra, ladrillo y teja, y ntre l311as levantaron despueFl una iglesia parroquial de
buon porte; y otra de anto Domingo con hermoso clauFltro para los religiosos, aunque en la
rcalidad se erró esta fundacion, asi porque se hizo muy dentro de la- jurisdiccion de antaié,
á quien se le e. trech3ron los términos, y de que se originaron algllnos pleitos, como porque
con el tiempo se fué entrando el rio en la. poblacion, hasta asolar sus edificios cuando más
hermosos crecia.n: daños que se hubieran reparado eligiendo para asiento otro de los que
hay en la co, tOo del rio grande, que dista seis leguas de la ciudad, y con que se hubieran
excusado otras poblaciones que se han hecho para la admini tracion de lal'! mina, pues aunque
dcspues se fundó la ciudad á la parte alta, en que hoy se con el'van sus l'cliqui:.>.s, siempro
ha ido ~ ménos, por más que sus templos conviden á que la habiten.
Dióse á esta ciuda.d por jurisdiccicn toda la que hoy tienen las de Ibagué y Mariqui-
ta; y a.unque de prcsente le falta, es bastante la que le queda para ser la que mús dilatados
términos goza en el Reino, El temple es calidísimo, si bien sano por la benignidad de los
aires y sequedad del terreno, en que hay para 01 sustento de la. vida todo el regalo que puedo
apeteoer el deseo; terneras, corderos, cabritos y conejos en abundancia; frutas de las mejores
que e ven en las Im1iaFi, como son granadas, melones, piñas, anones y uvas, de que bay dos y
tres cosechas al año. Las demas frutas comunes se hallan sin número, y los dátiles que se siem-
bran dan frn o álos dos afios cuando más: cosa bien rara y que se experimenta desde que Anto-
nioPortillo sembró el primer hue o en su huel'ta. Las aves son excelentes t.odas, y las hay tan
regaladas yde varias especies como los peces que se cogen en elrio gmnde y en el Patí para el
sustento de la ciudad, Solamente se experimentan malas aguas, de que se criau hinchazones ó
cotos en las gargantas: y e~ la cansa que dos leguas más arriba se mezdan con el rio de que
se bebe, los raudales de otro menor que pasa por minas de piedra azufre: si bien este daño
es para la gente pobre, que por falta de medios no coge el agua de parte más alta. Túvose
{¡, l<·s principios de esta fundacion alguna esperanza de que había de ser una de las mayores
de Indias, respecto de las cercanías de las minas, abundancia de naturales y fertilidad del
país, y así fué por algnnos años de las más apluudidas y habitadas del Ucino, crecieudo los
edificios al laso que b esperanza, trtnto, que des pues de haberse funclado Audiencia Ueal en

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278 FERN..t~m FlZ PIED ltAUf'l'A. LLIn. ~' ,
Santafé, so consu1t{, sobre muuarla {L Tocaimn, donde hubo mucllos vecInos poueroBos y
ricos, de 108 cu'ales fuó el uno Jllan Díaz Jaramillo, que habiendo eucontmdo una mina de
oro por modo extraño, ~acó de ella tanta cautid.ad, que lo media por fanegas j y deseando
eternizarse en la posteridad, labró una casa que pudiera !Servir decentemente de Alcázar,
porque ademas de las maderas y otros ricos materiales que halló en el Reino para 8U fabri-
cacion, llevó de Castilla tantos azulejos, vidrieras, rejería y artesones dorados, que despllea
de asolada con las inundaciones y crecientes del Pati, han sido bastantes las ruinas para
hermosear las iglesias parroquial y de Santo Domingo, que 8e han labrado en la nueva cüt ...
dad, y lo que es más, para. el magnífico templo de la Limpia Concepcion de Sa n tafé , que es
uno de los ilustres y aseados de !aH Indias, sin que de toda aquella riqueza y majestad hoya
dejado el tiempo otras señales, pues en el mio he conocido muchos de sus descendientes en
suma pobreza.
No habia puesto en menor cJúdado á. Lugo la nacion de los Muzos, porque desva-
necida con la valiente resistencia que hicieron al Capitan Lanchero, ha:;ta obligarle á ~alir
del pais con el destrozo quo padecieron BUS gentes, corrian laf! fronteras de los Mozcas
cebánd(,se en carne humana y confederados con el Saboyá maquinaban rebeliQnes y guerras
que encendiesen todo el reino. De c~tos daños que padecian los pueblos del Simijnca y do
otros mayores que amenazaban, cOf1'ian las quejas lastimosamente en Santafé, y éstas
fueron las que obligaron á Lugo á que mandaRe al Gapitan Melchor de Valclés levantase
cien hombres y algunos caballos, con que {¡. largas jornada, caminase al castigo y conquistll
de los Muzof!. Era Valdés buen solrlado y presto en sus resoluciones, y así en pocos dias dió
principio á la empresa; pero tan desgraciadamente que apénas tocó en tierra de euemigos
cuando acometida su gente por los costados de cuatro mil Gandules flechero~, la pusieron
toda en confusion, porque siendo los caminos tan estrechos que apénas permi tian marchar
de dos en dos los inrantes, y habiendo Aido tan impensado 01 acometimiento, necesitaba cada
cual de los o.uestroB de pelear él solo con toda una muchedumbre de enemigos. Por otra
parte, los caballo::! servían más de embarazo que de defensa, porque no pudiondo l'Omper
por los despeñaderos y estando el camino sembrado todo él de hoyos y pllas de que se habia.
valido la industria de los MUZOR, Ó ya cayendo en ellos, ó ya quedando inmobles y desar-
mados en el aprieto, servian de blanco á una tempestad de flechas que descargaban sobro
ellos j mas venciendo la constancia. de los nuestros á la ventaja del enemigo, re istieroll tan
I valerosamente los impetus del encuentro, que matando muchos de los contrarios y jugando
por instantes con más ferocidad los arcabuces, pudieron asegurarse, si bien con pérdida de
los caballos y parte del bagaje que iba en la retaguardia, y fué donde más cargó el peso
de la batalla.
PetiradoR con este suceso los Muzos, y sin perderse de ánimo por el buen principio
que habian dado á la. guerra, convocaban todos los pueblos del pais bnjo para que unidos
eu un cuerpo hiciesen más fuerte 1.. resistencia j y porquo el mayor aprieto en que podia.n
poner al campo español era el de la hambre, talaron y recogieron todos los bastimentas y
"emillas de lo:; contornos por donde ma.I'cbaban los nuestros, rompian 108 caminos, renovaban
la traza de los boyos y puns y ponian tales estol'bo~ do arboleR y troncos atl'avc.'ados qua
bastasen tÍ retardarles In. marcha; ardides todos y máquinas que les enseñó la neceRidad y
que hicieron no ménos dilatada que sangrienta para los nuestros la conqui tao Por otm
l)arte, Valdés, reconociendo la dificultad de la empresa pOl' la poca comodidad que hallaba
para campear en el país, y por Ja astucia y valor que experimentaba en los Muzo. , deseaba
encontrar sitio donde con el desquite de Jos suyos los dejase escarmentados; y así recogida
su gente y más prevenida que ántes para los repentinos a altos, marchaba con huen ól'deu;
pero con tantas dificultades y detenciones, que habia dia en que por los impedimentos qne
le tenian puestos apénas podio. caminar média legua, de que se empéz6 luego á sentir en su
campo falta de vívere!'l y por consiguiente dieron algunos en dec;mandarse para buscarlos,
cayendo en manos del enemicroj pues aunque Valdés aplicaba todo el fÍ nimo para el remedio,
era más podéroso el rigor de la hambre que la amenaza de los bandos, y así en poco tiempo
perecieron muchos de 108 indios cargueros y diez ó doce españoles. Pero no si ndo todo
esto bastante á que diesen paso atras de la empresa, penetraron y vencieron toda la cuesta
de Toro, tan conocida en el Reiuo por su aspereza, hasta bajar al rio Sarbe, doude los
Muzos los csperabau con determiuucion de probar scgL1nda vez fortuna; porque reforzados
con la gente mús guel'l'cl'I.t ue
la provincia, y conociendo por los que se desmanuaban dtll

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CAP. I -.] nISTOlUA DEL NUEVO REINO. 279
campo español la penuria que padecia y cuán debilitado se hallaba, no quisieron dilatarse
más en acometerlo.
Corre el Sarbe con rápidos y crecidos raudales por entre algunas piedras, si bien
permite en el vorano que puedan vadear6e sus aguas; y aunque todo su curso lo sigue por
tierras ásperas y muy dobladas, y é ta á. que llegaron los nue tras no )0 sea tanto, con todo
esto tiene algunas arboledas de la una y de la otra ribera.s forma sobre sus costas algunas
concavidades que se ocultan entre los pedazos de tierra escombrada que descubre la vista.
Aq ni, pues, tenian su ej ército los Muzos de la otra parte del rio, más con tal di!'lposicion
puesto en celada, que in sospecharlo los nuestros, dieron principio á esguazarlo, sin atender
á que debían esperar á los últimos para que se hallasen juntos en caso que fuesen acometi-
dos; y como esta oeaaion era la que deseaba el enemigo, apénas vi6 que las primeras hileras
se alargaban sin esperar la retaguardia que se prevenia para seguirlas, cuando saliendo de
las emboscadas di viJidos en dos batallones, el uno para impedir el paso del rio, y el otro
para acometer á los que Jo habían e."lguazado, que seriau hasta sesenta españolea, los acometió
con tal ardimiento, que á no haberlo con gente tan práctica la hubiera roto del primer en-
cuentro. Pero como éste fuese rechazado con valor, y los Mu~os no desconfiasen de la vic-
toria miéntras tuviesen divididos á los nuestl·os, se trabó aquí uno de los más porfiados
combates que se vieron en aquellas conquistas. Snstentaban todo el peso los de la vanguardia,
confiados en que serian presto socorridos de los compañeros; y éstos, deseosos de llegar á
tiempo, se arrojaban al Sarbe entre la oscura tempestad de flechas que les disparaban para
impedirles el paso, donde naufragaron algunos entre las olas de la sangre y dol agua. La
grita y ,,"oces que los indios acostumbran en sus peleas, lo llenaba todo de oonfusion. El
oesórden de los nuestros los tenia en estado de que supliese la temeridad lo que pudiera
haber hecho la di~ciplina. Caian por todM partes muchos de aquellos bárbaros, porque, como
eran tantos, no daban carga los nuestros que no fuese estrago fatal para SUB tropas, aunque
aprovechaba poco respecto de la muchedumbre, que crecia por instantes. Dificultábase á 108
nueatros el 80cono de uno á otros, y empeñado el enemigo en que no lo consiguiesen, no
ponia ménos cnidado en defender el trán ito del Sarbe que en apretar IÍ los que habian pa-
sado, que aunque He mantenían valientes, no parecio. posible perseverasen mns tiempo sin el
socorro. Mas reconociendo V uldés que el peligro en que se hallaba su campo no consi tia
tanto en el valor do los contrarios como en la precipitacion de los suyos, arrojándose al rio
con la espada en la malla, detuvo ti los que porfiaban en e~guazarlo, y volviendo con ellos á
la ribera, dispuso que desde allí hiciesen e palda con la arcabucería á los que peleaban de la
otra banda, para que repasasen sin rie. go sus aguas. Dado este ól'den, tocó tí recoger, y eje-
cutáudolo ellos se fueron l°ctrayendo ha ta 01 río, iampre cargados del enemigo; pero como
los arcabuces de la otra ribera so dispara en tan ú tiempo qne le hiciesen daños muy consi-
derables, advertido el peligro, so retir6la distancia bastante para que los nuestro tuviesen
lugar de ponerse en 8ah.. o.
Este fué el suceso de Ja batalla de Sarbe, en que murieron más de treinta españoles,
y otros muchos quedaron heridos. De los :Muzos pareció haber llegado 01 número de los
muertos á más de quinientos, y aquí fné donde perdieron de suerte el temor á nuestras
arma, que so acreditaron de los más guerreros, como veremos despues en la constancia y
valor con que su tentaron la guerra. Mas considerando Valdés la gente que habia perdido,
y que la falta de víveres tenia en miserablo estado la poca que le restaba, y que tanto más
habia de Cloecer la hambre cuanto más penetrase la aspereza de aquel pais estéril, donde]a
conquista de los Muzo necesitaba de más fuerzas que las que le habian quedado; re..c¡olvió
ceder al aprieto en que se halla1:>a, y volviendo á Santafé, representar las dificultades de
aquella guerra, para que exammadas COIl atencion se proveyese de más eficace medios para
emprenderla. Con esta reso]uoioo levant6 su campo, y Higuiendo el mismo rumbo que habia
Hevado, empezó á marchar con aq uel órden y prevencion que se requeria para refrenar la
audacia del enemigo, que apénas conoció el designio, cuando dispuesto á molestarle 10 siguió
seis leguas, procurando en la estrechez de los pasos, y con la oscuridad de la noche, lograr
alguna ocasion en que romperle: mas halló ~iempre tan vigilante á Valdés, y- tan reforzada
de arcabuce la retaguardia, que bien escarmentado de algunos acometimientos que hizo, y
del daño que recibió en ellos, desistió de la empresa, y Valdés tuvo tiempo de salir á refor-
mar su gente á Sirnijaca, donde lo esperaban victorioso, y con el mal suceso que tuvo se
concibió un temor tan grande, que llenó de espanto los pueblos confinantes.
37

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CAPITULO V.

DESCUBRE FELIPE DE UTRE LOS OMEGUAS, y VÉNCELOS EN UNA BA


TALLA: RETiRASE POR MÁS GENTE Á CORO, Y MUERTO ALEVOSAMENTE
POR FRANCISCO DE CARVAJAL EN EL CAMINO, SE PIERDEN LAS NOTICIAS.

OR el mismo tiempo qUEt el Adelantado se ocupaba en el Reino en apremiar á loe mi-


P nistros Reales y procesar contra los Quesadas, se ballaba Fali pe de U ~re reforzando II
gente, agasajado de la benevolencia que dentro de su pueblo le manifelStaba. el Cacique
parcial del señor de MacatoB¡ y esta aficion que cobrÓ' á lo~ nuestros, le hacia temer las
desdichas que habian de encontrar, si pOlfiaban en pa~8r al Heino de los Omeguas, por
saber la muchedumbre de gente belicosa que tenia, criada toda su vida en marciales en-
cuentros, no solamente con los extraños Bino consigo mismos, destruyéndo 'e en guerras
civiles: polilla incurable de los paises que abundan de prosperidades, POI' eatas considera-
ciones procuraba disuadirloR del empeño, representándoles el rie go de llegar á las manos
con enemigos tan prácticoe, y vestidos como ellos iban, no como los otros, de~nudos, de que
habian triunfado hasta entónces con el espanto: ademas, que tenia.n en aue tierras animales
casi tan grandes como 109 caballos, en que podían tambien montar para re:iistíl' á los poco~
que llevaban (que segun la." noticias qua siempre se han tenido de este ) eino, Ron carneros
del Perú, y no camellos, como algunos afirman). Poro á todo esto añadia el Cacique, quO'
tenian suma riqueza de plata y oro, y muchos géneros de pavos y gallinas do papadas co-
loradas. De todos estos inconvenientes se burlaban los nuestros, no siendo máli tie cuarenta,
animados con el aviso do la plata. y oro, y grandes poblacione., que aTa el fin de sus ansias;
y así reformados ya en el pueblo, pidieron al Cacique guias de confianza que 108 metiese en
la tierra, y ofreciólas luego, vista su determinacion, y por lo que gustaba de su compañía,
determinó ir en pertlona con oien Gandules ha~ta la primera poblacion de los OmeguaR, Con
tan uuena guia, marcharon por anchos y abiertos caminos, aunque: faltos de gente, por es-
pacio de cinco dias, hasta. que al último, bien de mañana, so hallaron sobre una aldea de
ha ta cincuenta casa, y preguntando al Cacique quiénes eru.n sus moradores, ro._pondió ser
las guardas de las sementeras de los Omeguns, quo e11 aqllella alden. se recogian, cuando les
permitia lugar la ocnpacion de su ejercicio: pero eu bintiendo las vigias repartiua3 por el
C.1mpo la gente forastera quo entraba pur sl;1~ tierrus, se pusierou en huida para sus casas,
con fin al pal'ecer de ampara.rse en ellas.
Desde el sitio en que so hallaban los nuestros, por ser algo elevado, descubrieron 1M
corta distancia una poblacion de tan extraña gmnd~za, qlle aunque e taba.u bien C(>l'ca no
pudieron divisar el extremo de la. otra parte, Tenia las calles derecha, las casas muy Juntas
y sobresalia entre todas una, que estaba en medio, de tan elevada. y anohurosa fábrica, que
preguntaron al Cacique guia (lné casa señalada era. aquélla? i <pole respondió ser la. del
Cacique Cuarica, señor de aquella ciudad, que le ¡;ervin de morada, y templo para muchos
ídolos que tenia de oro macizo de la e tatura. <le niiio:i do á cincuenta. luna, entre los cuales.
estaba el de una diosa de estatllra de una mujel' pel"fecta, y otras graudes riquezas suya8 y
de sus vasallos, que allí se depositabau: Y má,~ adelante (dijo) hay otrOs pueblo! y Ct,ciql¿es
principales, que exceden á este inc(¡mpan.:.blemente ell vasall08, riquezas!J. ganados, y tÍ e8te
paso se van acrecentando hasta l08 filies de aquestos di{(dad08 Reinos: ]J01' lo cual ya no hay
necesidad de que yo os gltie, porqlle si á la e1ltrada sflbeis defender bien vltcs6ms pe7lS0nas,
podeis seguramente correr de unas pa1'tes á otras por donde 08 pareciere; pe1'o para el mayor
acierto os doy por último conSf'jo, que p,'oclLreis haber á las manos alguna de aqnellas guardas
que se han ,'etmido á la aldea, de quien podais in/o1'maros y me dareis licencia pm'a volver á
mi casa,
Hallá.banse á caballo en esta sazon Felipe de Utre y todos los demas que los teniau,
y aplioadas las espuelas á. un tiempo, corrieron en demanda de la aldea. con pretension de
lograr el consejo, si bien salió azarosa. la suerte, pues ninguno pudieron aprisionar; solamen-
te Felipe de Utre, dueño de caballo más ligero, dió alcance á un Gandul, que con su lanza.

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,
CAP. V.l RI~TORIA DXL NUEVÓ mUND. 281
en la mano trataba de escaparse; pero viendo éste su perdicion tan Tecina, volvió haciendo
cara, y de~pidió con tal pujanza y de!'ltreza la. lanza, que atravesando el BAyO do armas de
Utre lo hirió peligrosamente entre las costillas que caen debajo del brazo derecho, y corrien-
do arrebatadamente se entró en su pueblo, conmoviéudolo ñ. voces, miéutras el General, he-
rido y vuelta las rienuas al caballo, se iucorporaba con los dema. , que discurriendo no haber
encuentro más perjllr1icial qne el primero, si es desgraciado, vaoilaban perplejoF! en ]a deter-
minaclon que tomal'ian, l'Ii de avanzar al pueblo temerat'ios ó retirarse por entóncefl pruden-
tes. No ocupaban ménos confusiones al Oll.cique amigo qne habia estado á la mira, pareci6n-
do le que ya toda la Nacion de los Omeguas iria. cargando sobre ellos, por la cólera en que
10!~ habian metido los guardas qne huyeron; y parecíale suerte bien merecida en los espa-
ñoles por haber de~Freciado el consejo de que no so trabasen con gentes tan belicosas. En
esto se discurrin. cuando en confirmacion de ello se comenzaron á oir estrnendoF! de grandí-
simos tamborefo! (que los teuían, segun afirmaba. el Cacique, de cinco y seil:> vara~ de largo.)
Resonaban fotutos y caracoles entre alaridos de toda :merte de gentes, que parecia. haberse
conjurado el mundo contra los nnestros, como era la verdad, y la hubieran experimentado
aquel dia, "i no torciara la noche para que los enemigos detuviesen el paso, y los españoles
I dispusiesen que los indios amigos, llevando en una. ham:\ca tÍ Felipe de Utre, diesen la
vuelta caminando toda la noche á pafio t~n largo, que á la :;;iguiente encontraron con él en el
pueblo de su Cacir¡ue, escoltado siempre del campo, donde luego se trató de su cura, tomán-
dola á su cargo Diego de Mo~te!'\, natural de Madri.d, no porque fuese médico ni cirujano,
sino por no hallarse otro que supiese tanto.
El modo que discurrió para cmarlo fué bien singlllar, porque como la herida fuese
entre laR co~tiUafl y no hubiese tienta para reconocer si estaba Ruperior á las telas del corazon,
Ó las h 11bieseu lr.l'Itimado, dispuRo, con beneplácito del Cacique, quo montase á caballo un indio
el más anciano del pueblo, que debla de ser esclavo, y poniéndole el sayo Ó escnulpil, hizo que
otro por la mi~mn rotnra lo hiriese con otl'a lanza semejante á las que II an los OmeguaF! :
prueba que le costó al viejo la :vida, pueR desmontándolo y haciendo la anatomía de que
neceSitaba para la cura, halló que caia la herida sobre la~ telas, y con¡;iguientemente rom-
piendo más la abertura lo hizo oiertoR labatorio!'l, b staute~ tÍ. qne meciéndolo de una parto á
otra limpiasen el lastimado cuerpo do mucha !'IAngre cuajada, que ya estaba en ellas dej{m-
dolo en disposicion de que brevemente !lanase, y al Cacique y (~ su gente asombrados de la
entereza con que el herido habia Rnfriclo aquella cruel carnicería, y tanto qno á una voz;
decían, que si entro ]01; cuarenta e. p'añoles que tenlau presentes habia muchos de tan va-
liente á.nimo, podian entrar segnros li la conquista de 108 OmcguaF!: pero ésto!!, aunque no-
ticio~08 de la retirada <.lo los nucotros con la oscuridad do la noche, no por eso apa.rtaron el
nni 1) de la. intencion do seguirlos, como lo hicieron, pnc~ pasa.do el primer cuarto de la
noch~, en qne flC ¡'eformaron de gente hasta en cantidad de quince mil combatientes, fueron
on SI alcance, !'in que nlgunos de los españole~ ni de los indios amigos lo sintiesd, hasta que
se p aleron á dOR legua del pueblo.
Dióle el Ca.cique el aviso del riesgo nI General Felipe de Utro, el cual, como no estu-
viese para montar á caballo, ordenó nI Capitan Pedro de Limpias que gobernase la guerra. Era
este Capitan práctico y venturoso, como hemos dioho, y así dispuesto todo con el acierto y
brevedad que el aprieto pedia, salió al encuentro 1\ 109 Omeguas, que ya iban acercándose
por 1m dihtado campo, divididoR en escoadrones bien formadofl, con altos penachos, rodelas
y lamzas de puntas tostadas, que eran SUR armas. Nuestros caba.llos entónces bien cerrados,
llunque pocos, dieron principio n la batalla, que hacia mtÍ.s sangrienta el escuadron de los
infarntes que 10B seguin. gobernados por Bartolomé 13elzl\l', mancebo brioso, que competidor
de Limpias hacia maravillas; y auuque al primer ímpetu de los nuestros se opusieron los
índitos con resistencia de buenos guerreros, revolviendo prestamente Pedro de Limpias, los
aconnetió con tanto coraje y uestreza, que I'\e vió aquella bárbara multitud atropellada y rota
de tlfeinta. y nueve españoles, cuando se prometia en las manos la victoria. Perdido entón-
ces el ánimo de los Omeguas, dieron principio á retirn.rse guardando el ól'den de la milicia
en tHales Aprietos, como eran los que encontraban en la ferocidad de los caballos y corte de
las espadas. Pero viendo ya que el mncho guerre.ar, en vez de quebrantar el ánimo de los e8-
pañeoles, les daba alientos para mostrarse invencibles, ya no retirándose sino huyendo tÍ. es-
paldlas vueltas, desamparaban la campaña dejando muchos ele los suyos muertoA y mal
heritoos, sin que de los nuestros peligrase otro que el Capitan ArtiRg'a, que sanó con dificlll-
tad del golpe qne recibió de una lanza.

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282 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. [LIn. x.
Con tan milagrosa victoria, y algunos dia¡:l que baRtaron para convalecer los heridos
resolTieron todos tomar la vuelta de Maoatoa, y deAde allí la del pueblo de Nuestra Señora,
donde consultarian lo que más importase para renovar la conquista de los Omeguas. Dis-
puesta a6Í la partida, de qne no le pesó poco al Cacique amigo, por el amor que babia
cobrado á loa nuestros, y por la intencion de tenerlos consigo para ir observando !:!us ardides
de guerra y políticos modos de vivir, á que grandemente se habia inclinado, quisiera dete-
nerlos más tiempo; pero vista SI1 resolucion, dióles todo lo necesario para la jor nada, con
viváuderos y guias que los condujesen á Macatoa, sin tropezar en el inconve[lieu~e do
encontrarse con los Caribes, que habi tan el rio abajo; mas, vueltas las guias al mejor tiempo,
precisaron á los nuestros á que marchasen al tino, en confianza de que no podian errar el
Guaivare, que los encaminaría ú. Macatoa, llevando siempre el rostro al Poniente, como
sucedi6 arribando á él por parte superior á la ciudad, tÍ. donde, reconocido el paraje, despachó
el General Utre á Pedro de Limpias, con una tropa de doce infantes, para que hiciese subir
cono~, lo cual conseguido, al dia siguiente, con abundancia de víveres que les dió el señor
de Macatoa, repasaron el Guaivare, y, sin accidente adverso que los retardase, llegaron al
pueblo de Nuestra Señora, donde habían dejado los enfermos, despues de tres meses que
gastaron en este descubrimiento.
No es ponderable el gozo que se habia engendrado en Felipe de Utre y su gente, con
haber salndado los umhralcs del ReiDo de los Omeguas, pareciéndoles haberse encontrado
con las provincia.s del Dorado, en cuya demanda habian salido de Coro; y si les pl'eg un tá-
ramos en qué se fundaban, se hallarian sin duda ajenos de sacar tÍ. luz alguna razon que 10
persuadíe e, especialmente habiendo sirlo tanta su inadvertencia, que no hubiesen ti 1a3
manos algunos indios de quienes poder informnrse de las calidades de la tierra, riquezas y
minerales, disposicion de los paises, número de habitadores, trato y otra.s co. as comunes al
vivir de los hombres, y especialmente. i sobre todaR las provincias dominaba algun señor,
Soberano, Rey ó Monarca; si no es que las señas que van referidas y la primera gua7.abara
bastase á persuadirles lo que más (leseaban, cal1~áud oleR el des vaneeimielltn de haber llegado
á pa.rte que ningunos otros habían podido, aunque lo habian intent.ado. Y porque podrá.
convenir en algun tiempo examinar jun tufI todas las noticias qne se han ndqllirido para lB
certidumbre de e tal'! provinciaR, no serú. fuera de propó ito sucintar'las on este capitnlo,
advirtiendo que de las cuatro que hemos hallado en diferentes autore, es la l'Iegllnda ésta
que va referida, pues la pl'imera tuvo el Capitan Francisco de Orellana por el año de
cuarenta y uno, cuando deRpachado por Gon7.alo Pizarro (que se ocupaba en el descubri-
miento de la canela), navegadas quinientas y ochen ta lcguns hnsta la provincia de MMhifaro,
que yace sobre el gran rio de las Amazonas, que llamaron entó nces de Orellan( y d sp ue3
oel Marañon, tuvo noticia de un gran. eñor confinante, la tierra adentro, ú man o 1zclui erdn,
llama.do AomngnB; y tí. pocaR legun.'3 del rio abajo, desjJue. de enoolJ t rarge con otro mayor
que el que iba. navegando, y ti su hoca tenia kes islas, dió en una aldea de hermosa vista,
. con cierta casa de placer, en que halló alglln oro y plata, y gran catltidad de loza vidriada,
con excelentes dibujos, que dijeron los aldeano' cl)nducirse de 11\ tierra adentro, en que
habia. muchos de aquellos metales. Confirmóse esta noticia con descubrir dos caminos reales,
á mano izquierda, por donde anduvo Orel1ana como dos millas, h~sta quo viendo que so
ensanchaban m{¡,8 á. cada paso, volvió Ít la alden, y embarcada su gellt~, navegada¿¡ otra!:! cien
leguas, se encontro con el Cacique Pagu~ma, en cuyo país halló carneros del Perú, sin qua
bastase alguna cosa de éstas á. mudar la pl'etension con que iba de salir al mar del Norte.
La tercera noticia derramaron en 108 Reinos del Perll, por el año de míl quinientos y
cincuenta y siete, ciertos indios BrasileA, que habiendo salido de sus tierras hasta. en número
de doce mil, diez años ánte!'!, con á.nimo de buscar provincias en que ensancharse, por no ca.ber
en las suyas, despues de muchos encuentros de guerra que tn vieron en la jornada (atrave-
sados los Llanos y el Marañon, con dOR portugueses por guias ó cabos), dieron en un famoso
rio, por el cual snbiendo arribaron á la pl'oviucia de los Motilones, afirmando haber encon-
trado muchas provincias, y especialmente la de los Omeguas, poderosos en gente y riqueza,
que luego soñaron algnnos ser las del Dorado, si bien otros más cuerdos las tuvieren por ha
misrnas que habia descubierto Felipe de Utre, de que se originaron los aparatos con que
Pedro de Ursua, por ól'den del Virey, Marqués de Cañete, se dispuso para su desgraciada
conquista, llevando algunos Brasiles por guias; y para que -Lope de Aguirre adquiriese la
cuarta noticia, por el año de sesenta. y uno, en que navegadas más de setecientas leguas

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CAP. V.] BUlTORIA. DEL NUEVO ltJHNO. 283
desde que se embarc6 en el rio de los Motilones hasta. uno de los pueblos de la provincia do
Machifaro, en que traidoramente maquinó y ~jecutó la rebe1ion á su Rey y muerte de su
General, y costeada toda. la provincia, hasta el pueblo de la . 1ilt nza, en que repitió inhu-
manos estragos, descubrió á pocas leguas del rio abajo alguna~ tierras elevadas y limpias,
de la. una y otra parte de1 rio, en que de dia divisaban innumerables humos y de nochQ
lumbres, señale, manifiestas de grandeR pob1aciones, y que la guias Brasiles afirmaban ser
de los Omegua::!, hasta que viendo cuánto se retiraba de ellas Lope <.le Aguirre, se au cntaron
una noche en demanda del Brasil, de cuya cercanía divisaban ya bastantes señales, como má.s
individualmente lo refiere Fr. Pedro Sirnon en su historia de Tierra firme.
De suerte que las cuatro noticias que se han tenido en diversos tiempos, y entradas
de distantÍsimas partes, convienen en la certeza de que hay estas provincias, por la poca
diferencia qne hay en la pronunciacion de Aomaguas, Omaguas, Omeguas y DitaguaR, y en
que son tierras altas y limpias, abundantes de gente, oí'o y plata, y carneros semejantes á
los del Perú, y en que dichas provincias están la tierra dentro, á. poca distancia del rio
Marañon, más hajas que la de Machifaro, con quien confinan á mano derecha, subiendo el rio
arriba, y á la izquierda, bajando: pues aunque la gente de Aguirre referia estar á mano
derecha, yotras tierras semejantes tÍ la izquierda, es muy verosímil que por alguna gran
vuelta del río padeciese engaño la vista; por lo cual se podrá infarir si se gozaban con
fundamento los soldados de Felipe de Utre, que dejamos en el pueblo de Nuestra Señora,
ufanos con la." novedades que participaron tÍ los que ha.bian dejado enfermos, pues animados
con ellas se alentaba.n á formar ideas de señoríos que habian de adquirir en aquellos Reinos:
quimera todas que terminaron brevemente con la, timosas tragedias y noticias ciertas, que
.borró con sangre el odio y la ambicion, para qne hasta hoy no se hayan vuelto ti rastrear
Il.q llellas primeras huellas de estos infelices descubridores; siendo gran parte de las discor-
diru fnturas, las ordinarras que corrian entre los Capitanes ' Pedro de Limpias y Bartolomé
Belzar, sobre disponer las facciones del oampo, pues siendo el nno montañés y el otro
aleman, de que jamas se hará buena mezcla, y pretendiendo éste oon rea.lidades de valero o
y humos de favorecido del General, desvanecer aquella gloria á. que ensalzaba á su émulo
el renombre de ventlll'OSO y guerrero, tenian banderizado el campo continuamente, por más
que trabajaba Felipe de Utre en concordados, aunque siempre inclinado á la preferencia.
de su deudo.
Por flsta cau a (habiéndose conferido y resuelto que para volver á los Omega~ se
necesitaba de conducir más gentp. ue Venezuela) tnvo ocasion Pedro de Limpias de lograr
la traza que muchos dia ánte. habia premeditado, para deja.r la compañía de Utra y
vengar. e de Bartolomé Belzar, pue cautelo' mente para el fin de engro al' el ejército se
ofrecí ú. volvel' á Coro con la seguridad de quc juntaria bastante copia de gente, armaR y
caballo, y volverin. con la celaridn.<.l po. ible á. socorrerlo para la empresa.. Pareci6lc bien {~
Felipe de Uere la oft!rta de llevar veinte infante' de escolta, y conseO'uida, salió tan apresu-
radamente, que sin detener e, por la misma senda que llevó tÍ la ida, llegó á. las provincias
del Tocuyo y Bariquizimeto, donde halló alojado á FranciRco de Carvajal; pues aunque lo
llama Juan el croni ta nerrera, seguimos en e tilo parte á Fr. Pedro Simon, que e c.·ibió con
mejores noticias: era, pues, H.elator de la Audiencia de anto Domingo y que con falso
título de ella se habia apoderado del gobierno de Venezuela. A éste Pl'ocuró Limpias ganar
la gracia, á que le ayudó Juan de VilIéga , hasta. que conseguíc a tuvo entrada para afear
las acciones de Felipe de Utrc y mal gobierno con l}ue se portó en la. jornada por seguir los
pasos de Hernan Pérez y haberse retirado al mejor tIempo de la conqui ta de los Omeguas,
á que incitaba al Carvajal, pues se hallaba con suficiente ejército para la empresa; coea que
no le disonaba, por ser la propuesta tan conforme al natural inquieto y ambicioso que iem-
pre tuvo y que le facilitó la de gt'acia de los alemanes, pues arrepentidos brevemente de
haberse fiado de Pedro de Limpias y receloso del mal tercio que habia de hacerles en Coro,
por 108 sentimientos que le habian tl'aslucido de los encuentros pasados, 1evanta.ron !'IU campo
con gran presteza del pueblo de N. eñora, pensando que á. paso largo podrian darle alcance.
No tuvo efecto el de ignio, porque retardándo. e lo alemanes con el embarazo de los
enfermos, llegaron á Bariquizimeto mucho de pue que Pedro de Limpias estaba en el Toca-
yo con Carvajal, de lo cual, noticiosos éstos, y a visados los alemanefl, procedian recatados los .
unos y los otros cautelosos, hasta que acariciado el COl'azon sencillo y valiente de Felipe de
Utre cou las astucias del espíritu cobarde y mañoso de Carvajal, se hubieron de juntar y

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284 FERNÁNDEl PIBDR.LUIÍTA. LLI~. x.
concurrir! comer juntos en un convite, donde animado Carvajal de !UA trazaR, la tuvo par
descubrir la preten ion que tenia do quedar superior. De que sentido el aleman y aun favo-
recido de muchos de quienes confiaba su coutrario, apellidando la voz del Rey, quedó tnn
ventajoso que no Rolamente hizo gracia de la vi<.1a á C.lrvajal pOtO dos vece; pero desbali-
jaudo de armaR y ca hallas á los que ~e le mostraban afectos, ¡:asó adelante distancia de cuatro
legua hasta alojarile en el valle de Qnibor, para donde in pel'dAr~e de ánimo Carvajal y
ma(!túnando nuevns cautela~, despachó á. , u capellan con J unn de Vi lIégas y l\Ielchor Gruzel,
bieu in. tt'Uidos del modo cou que habían de portarse con Felipe de Utre, pnes supieron a e-
gurar su sencillez con tnlec; promesa¡¡ y rendimientos, que njn. tallaR ciertas capitulaciones
flOte escribano, consiguieron la restitucion de las armas y cab'dlos que leR habia tomado y
que pa ase á Coro con los POCOR que quisieron acompañarlo. Pet'o apéuas se vió Carvajal con
armas J gente máR numerosa qne la. de su contrat'io, cuando emp~z6 IÍ marchar en sus alcan-
ces cou tanta celeridad que á pocas jomada!S lo descubrió alojado sobre la barranca de una
de las quebradas que corren por las montañas de Coro,
No se alteró Felipe de Utre de la llegr.da de Carvajal, porque con el disimulo de éste
Re persuadia fiU confianza. á. que In amistad capitulada. era cierta; pero duró fingida en tanto
qua RU enemigo Re vió con las ventajas conocidas de la gente que ya llevaba, y a í luego
aprisionó á los dos alemanes, á Paleucia y Romero; y como no hay tiranía que no se alimenta
con sangre ni alevoHo que no lo sea por el temor de encontrarse con Otl'O, Rín dar más térmi-
nos Il la tl'agedia. de los pre os que los que permite un corazon pusilánime, mandó á un negro
que les liga. e las manos y consiguieutemeute rUeRe cortando las cabezas de aquellos cuel'pos
inermes. 'fonia el in, trumento de que se valió el negro para el erecto embotados los filo., y
debiendo méllos tormentos á. los golpeg qne al corte, ,altaron á la repeticion de tan prolon-
gado martirio las cabezas de do cabAlleros dignos P(ll' sn vl\lor de fiu más dich('l~o, sin que
aquE'l fiero món 'truo de la crueldad inRinuaHe alter3cion la má~ leve en 11\ ejecucion de
aquella villana insolencia; vanagloria í de igualarse en lo astuto y tirano con el otro Fran-
.cisco de Carvajal, que por el mismo tiempo,Hublevando el Perú, fabricaba Robre sangre ver-
tida otro dominio fantá tico para que notase aquella edad haber~e ",i. to en ella dos prodigios
tAn extraños como lo fueron dos Fa'anoiscos crueleH y dos Carvajales traidor s, Con tan
lastimoso suceso quedaron .. ep 111tada II;tR noticia.q má. claras del Reino los Om<,gullR, fene- ua
oido el a iento y gobierno de los alemanes en Cor0 y amancillado de suerte el crédito del
Capitan Pedt·o de Limpia., que todo el cúmulo de sus hazaña~ y bnena rortuna no ha basta-
do á borrarle el renombre de vengativo y alevoso.
Quitado el embarazo que tanto temió lJarvajal, soltó luego In. rienua 6. sus cruelda-
des, para que corriendo por la po ta al de. peño, lo procipitasen cuanclo méno pan~aba.
Par e, te fin dió vuelta á. la rancherín. del rrücuyo, y ordena.ndo que la rOZMen en <,ontorno
ain dejar árbol ni planta, re ea'vó ile&'\ una ceiba de prodigio. a estatura, in nll'l preten ion
que la de tener lL su ojos el patíbulo en que poner á todoli los qne so declara. en afectos á.
Utre, y á todos los dema que sin darle oca ion ql1i ieRe matar, para que AO dc~~hoga e con
'angre aquol corazou sediento de atrocidade ,hasta que, piadoso el cielo, diRpuso entl'a e
por Gobernador de aqnella provincil\!J el Licenciado Juan Pérez de Tolosa, quien, irritndo
de las tiranías que 8e ponderab~n en COl'O, tomada In gento que para el castigo tenia nlistnda
el Licenoiado Fría, su antecesor, y otra mncha qne .de~garitada del campo de Carvnjal (por
no estar al riesgo y la obediencia de tau mal hombre) bU!~caba (púen la ampIHa!!e, partió tan
acelerada y secretamente, que ilntes de ser sentido Re halló sobre la ranchería del Toouyo,
donde luego prendió al tirano, y suc;tanciad/\ la causa por los mns breves términos que per-
mite el derecho, lo condenó á pedimento de la parte Fiscal á que despnes de arrastrarlo por
IOR mÚR públicos lugares de la ranchería, fuese justiciado con muerte de horca en la misma
ceiba que reservó para otros, para que no so extrañase en todoA siglos el ver Amanes quo
di~pongan el patíbulo para su malicia, en el mi mo instrumento quo previenen contra la
inocencia j y aunque de parte del reo se apeló y alegaron alguna~ leyes del Reino, para que
ningllu Gobernador pueda ser condenado á mllel'te, si no es por el Supremo Con, ejo, el
Tolo"a e, tm'o tan firme en Sil prop6sito, que ejecutó la sentencia, y Carvnjal dió fi IÍ sus
dias: y aunque l'\in el ca~tigo condigno á sus culpas, pagó con una vida que perdió con
justicia cuantas habia quitado sin ella j siendo muy de notar qne desde el punto que mu-
rió en la ceiba, dió principio ella á secarse en tan breves dias, que los mismos qne vieron la.
pompa de sus hojas admira.ron la ruina de SU8 cenizas: y aunque las muertes de los Ale-

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eA}". VI.J 1lISTOltI.A DEL KUEVO RETro. 285
manes acaecieron por Diciembre del año de cnarenta y cinco Ó Enero de cuarenta y seiR, y
JIOCO despues la de Carvajal, nos pare<,1.ó que para no desabrir al lector sel'ia bien recopilar
anticipadamente el suceso de este descubrirnieuto hasta su fin.

CA.PITULO VI.

L UGO SALE DEL REINO PARA CASTILLA, Y ARl\1ENDARIZ ENTRA E ... CAR-
TAGENA.-MUEREN LOS DOS QUESADAS: ENTRA EL OAPITAN MARTÍNEZ
EN MUZO Y SALE DERROTADO; Y JUAN DE CABRERA TRATA DE
CONVENIRSE CON LOPE MONTALVO.

N llls capitulaciones que se ajustaron entre el General Quegada y Benalcázar al tiempO'


E que concurrieron con Fedreman en Santafé por el año de treinta y nueve, fué una de
ellas que dejada en el Reino la más gente del Perú, se le permitiese al Capitan Juan de Ca-
brera que con sesenta hombres fueHe á la provincia de Neiva, que habia descubierto Benal-
c6.zar, y pudie e poblar en ella alguna ciudad que estllvie8e sujeta á su Gobierno. Yaunque
ejecutado así, no permaneció la poblncion por decreto del pais, y el Cllbrel'a dió vuelta con
BU gente al Reino por no caer en manos de Lope de Aldana, que gobernaba ya en Papaya n
por el Marqués Pizarra j con todo esto, vuelto Benalcázar ue Cailtilla con el Adelantamieu-
to, y no querielldo perder aquel derecho que tenia adquirido, lIam6 ó. Cab¡'era. su Lugar-
teniente, y entrándose otra vez en la provincia de Neiva por este año de cuarenta y cuatro,
buscaba luga.r en que hacer aquella poblacion que habia intentauo. La noticia de esta en-
trada de Benalcázar llegó en pocos dias á Lugo, y causóle dos efectos muy pel'j udiciales. El
uno fué que muchos de los mal contentos dejaban en tropas el Reino buscando amparo en
Benalcázar: y el otro, que, receloso del cargo que le haria el ConHejo si permitia que otro
poblase en su gobernacion, recibi~ notable pesar de que se le ofreciese tan npretudo lance
que pudie.e retardar el viaje que pretendia hacer á Castilla. Pero determinado tÍ. no empe-
ñarse, de !:merta que llegase á. rompimiento, ni con tal omision que le pudiesen atribuir
alguna culpa, despavhó al Capitan Baltasar Maldonado para que, en su nombre, requiriese
á. Benalcázar no prosiguiese en la funuacion que intentaba, supuesto qne la provincia de
NE.:iva, como de,'cubiel'ta primero por Gonzalo Jiménez de Quesada, se comprendía dentro de
la jUl'i diccion del Nuevo Reino. Algunos penetraron que la intencion de Lugo, di pue¡:;ta
siempre á sacar alguna conveniencia. de cualquier accidente contl'ario, cnidó mns de lanzar
del Reino á Maldonado qne de contradecir á Benalcnzar sus pretensiones. Y á la verda.d,
no era tan mal fundada la sospecha que no se le pudiese dar crédito, porque su conciencia,
fecunda de temores, lo traillo con aquello. inquietud qne las culpas engendran en uu corazou
delincuente, y no habia hombre de las calidades que concurrian en Mnldonado qua no le
fuese formidable para la residencia que temía; ademas qne em el mas ínt.imo de los Que-
sadas, y uno de los que á Hernan Pérez acomJ.>añó siempre en SU!l conqnistaA.
Lo que resultó de la embajada fué que, noticioso Beoalcázi\r de los excesos que co-
metia Lugo, y compadecido de los que se acogían á él, le respondió por escrito con aquella
libertad y desahogo que hablan lo qne reconocen en su!'! contrarios la bIta de limpieza de-
manos con que ellos proceden, y aun corrió voz de que deseaba ocasion de llegar lÍ rompi-
miento con Lugo: lance que él no eXCUAara, porque tenia tanto valor como podia tener Be-
naIcázar; pero como se hallaba tan resuelto en pasar á E. paña, remitió el despique de RU
enojo á los renglones de otra carta, y acelerando su partida 1 porque ya tenia labrados ber-
gantines en G.uataquí para la navegacion del rio, lIombró por su Teniente general al Capi-
tan Lope Montalvo de Lugo, su deudo, para que gobel'Lluse el Reino en su ausencia, pare-
ciéndole seria bastante sujeto para desvanecer las quejas de sus contrarios j y porque le
habia de ir escol.tando hasta el rio grande, sn brogó en su lugar al Capitan Anton de 01a11a,
con 6rden espreso de que prendiese á Cristóbal Gómez Nieto, á Pedro Negro, á Pedro Cor-
nejo, á Domingo de Aguirre y á los demas que andaban fugitivos, y á. -Juana, india de Bo-
gotá, con quien estnba mal amistado el Oapitan Juan Tafur. Hecho esto, convocó muoha

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286 FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA. LLIu. x.
gente de ambas faccione!! para que le acompañase en guarda del tesoro real y suyo, con
órden de que hasta vE\inte y cinco hombres pasa en hasta el mar del Norte, y entre ellos Juan
de Céspedes, que habia de queclar en Santa Marta, como dijimos: Lorenzo Martín en Ta-
malameque, y Martin Galeano, por lo que le importaba no asistiese en el Reino; y los
otros que fuesen convoyando el tesoro hasta Tocaima, debajo de la conducta de Gonzalo
Suárez Rondon, con promesa de licenciarlo desde allí, para que volviese á Tunja con 108
demas vecinos de aquella ciudad. Mas era muy contl'aria la resolucíon que llevaba dentro
de s1, porque llegados al puerto del rio grande, aprisionó otra vez á Gonzalo Suárez , y me-
tiéndolo en el bergantín en que él iba, determinó pa,sarlo á. España, no porque ~desease ni le
fuese conveniencia el conseguirlo, sino por si acaso la estrechez y mal tl'ato de la prísion lo
acabase, y con su muerte saliese Lugo de los recelos en que se hallaba.
Con estas prevenciones llegó:i Santa Marta, entrado ya el afio de cuarenta y cinco,
donde1 como persona tan rica y que tenia el gobierno, compró un buen navío, y em-
barcado en él con Gonzalo Suárez, fué costeando hasta el Oabo de la Vela, donde afondó
apénas, cuando el Alcalde Bartolomé Carreño y el Alguacil mayor Pedro de Cales, bien
prevenidos de gente armada, se entraron en el navío, y sin aquella reverencia que le tuvie-
ron al principio, sacaron los marineros y quitadas las velas y timan, pusieron en libertad ti
Gonzalo Suárez, pareciéndoles que aunque el Adelantado era su Gobernador, estaban sus
excesos tan manifiestos, que el Rey aprobaría la accion, en que tambien conourría. el parecer
del Obispo Calatayud, que se hallaba presente, por haberlo dejado allí la armada que pasó
con Armendal'iz á Cartagenaj y hospedó al Suárez con generosidad. Ejecutado esto, se le
notificaron ciertas provisiones de la Audiencia española, para que restituyese á las arcas
reales enteramente cuanto habia sacado de ellas con violencia á título que le pertenecia por
la capitulacion del dozavo. Obedeció Lugo y en su cumplimiento desembolsó la cantidad con
más mode tia que la que usó en el despojo, y valiéndose de aquella suavidad de palabras de
que entre muchas prendas <le gala y entendimieuto lo dotó el cielo, pidió le volviesen la
gente de Dlar y demas instrumentos que le habian quitado, para pasar á Oastilla, donde daria
bastante satí faceion de sus procedimientos, y los que se mostraban quejosos debian repre,·
sentar sus agravios. Hiciéronlo así, y atravesado aquel pedazo de mar que cot're entre el
Cabo de la Vala y la Ha bana" hizo escala en su puerto y allí el Licenciado Juan de A vi la,
que gobernaba la isla, le embargó la parsona y bienes por órden que asimismo tenia de la
Audiencia española; pero deshízoAe presto toda aquella tempestad con cuatro mil pesos que
le dió Lngo y le cobró despues probándole el cohecho en Castilla.
Casi por el mismo tiempo llegó Armendariz tÍ. Cartagena, donde publicó sus nuevas
leyes con poco sentimiento de los vecinos, por la cortedad de las Encomienda~ de aquella
provincia y remitiólas con real cédula al Adelantado ebn .. tian de Benalcázar, para que las
hiciese publicar en su gobernacion, donde, con la noticia que ya se tenia de lo que pasaba en
el Perú, sobre admitirlas ó no, vivia.n sus vecinos con el recelo de que tambien habia de cael'
sobre ellos el rayo de aquel despacho, prorumpiendo en lá.stimas y desesperacione en sabien-
do que ya estaba en poder de Benalcázar, hombre temido y re. petado. Poro como ste con-
siderase lo que importa atajar las alteraciones ántes que lo parezcan, llamó á todos los
v.ecinos de Popayan, donde residia de vuelta de Neiva, y propúsoles la impo ibilidad que
hallaba en faltar á la publicacion de aquella~ leye~, pueR no habiéndolo hecho jamas en cOsa
perteneciente al servicio del Rey, ménos pen. aba hacerlo en aquella ocaslon ni sospechar
que algunos de los presentes lo ha.rían. Que si esta obligacion era tan precisa de rasallo n
prínoipe, no tuvie en por ménos pr'Jpia la de su Rey á. vasallos en cuanto á oir sus quejas y
remediarlas siempre que repres~ntascn la oausa con la Teneracion debida sí. Su Majestad, y
más cuando para dar lugal' ¡'t ello suspenderia la ejeouciou y permitiria fuesen á Ca. tilla los
Procuradores que nombrasen, por ser éste el camino más llano para un acierto. QUtl retro-
cediesen 11\ vista á las edades pretéritas y vel'ian que ningunos de los vasallos que echaron
por el atajo de los medios ilícitos, dejaron de caer en los desengaños de su ruina. Que la
reciente sangre con que inundaron á. Castilla las comuniclades les fuese recuerdo de 10 que
debe temerse nn príncipe de obedecido aunque se halle distante. Y que pues tenian ganada
la gloria de haber dado aquellas provincias ñ su Rey, no la aventura en entre los deshonore51
de una ciega resolucion, arrastrando infamia perpetua á su posteridad. Oida la propuesta
de su Gobernador, se sosegaron luego, animando sus esperanzas difuntas con la facultad de
elegir Procuradores; y consiguientemente se publicaron con toda solemnidad las nuevas leyes:

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CAP. VI.J 1IIS'rORIA DEL NUEVO REINO. • 287
y elegido Francisco de Ródas para que viniese á. Oastilla, interpusieron la suplicacion de
ellas que les fué admitida, y sin qua se oyesen nUQVOR rumores sobre aquella materia, se dió
parte de todo á At'mendariz, quien, ejecutada la diligencia de haber hecho este despacho,
trató luego de la residencia del Adelantado don Pedro de Heredia, que finalmente vino á
parar (como todas las mús que toman Lotl'adol:l á. Gobernadores de lndi/ls) en quedarse , con
el gobierno el visitador y remitir preso á E paña. al visitado, de donde pocos días ántes habia
vuelto de la antecedente que le tomó el Oidor Juan de Badillo.
En esta ocupacion se hallaba Armendariz cuando la flota que habia salido de España
y seguido el viaje que se hacia entónces, tocó en Santo Domingo y de ella supieron los de la
Audiencia, cómo poco ántes habia pasado I~ Cartagena: oon que atentos tÍ. desembarazarse de
Ü<1.usas tan árduas, le remitieron todas las qne tocaban al Nuevo Reino: y con esta ocasion
los dos hermanos Quesadas, que ya estaban libres de la sentencia ele Lugo y pretendian, con
los miq intel'e~ados que allí habia, ir á representar sus agravios de nuevo ante Armendariz,
aportaron al Cabo de la Vela en que residía el Obispo y estaba Gonzalo Suárez; y detenién-
dose algunos días miéntras hacia tiempo para lla.vegar, aca.eció que. turbá.ndose de repento el
aire cayó un rayo en la nao Oapitana en que iban y mató al General Archuleta,. natural de
VizC<'l.ya, á los dos hermanos Quesadas y á dO!i marineros; y aunque libraron del estrago el
Obispo y Gonzalo Suárez, que habian conclU'rielo á la nao, éste quedó por muchos años lisiado
de un brazo y el-otro de una pierna: desgracia iropen ada y que lastim6 generalmente á todos
108 qua iban en la flota y á los que se hallaron en el Cabo de la Vela, donde correspondiendo
las demostraciones al dolor, dieron sepulcro bomoso á sus ceni7.as, .Este fué el fin lam.enta-
ble del Ca-pitan Hcrnan Pérez de Quesada, y así terminó infelizmente sus días aquel de
quien temblaron infinitas naoione!:!!: murió en lo mejor de su edad y cortóle una fatalidad
las esperanzas cuando más caminaban á una elevRda fortuna.
Era hombre do buena y robusta presencia, agradable sobro encarecimiento á. cuantos
lo trataban; tem pIado en las cosas prósperas y su frido en las adversas; de oostumbres po-
pulares p(~ra. gobernar hombres, y de notablo destl'eza en regir un caballo; pngábaso do la
lisonja, y aun compl'ábala, porque su inclinacion lo arrastraba al aplauso; su liberalidad pa-
reció mita de Príncipo que de particular. Bu ménos de dos años y medio que gobernó por
su hermano, derram6 entre forastel'os y soldados má.s de oiento y cinouenta. mil pesos de oro:
Ruma espnntol:la! y que haciéndolo bien quieto, le fabricó los primeros tropiezos para BU
caida. eñalóse entro los conquistadores del Reino siempre que concurrió con ollos en al-
guna fncoion. Fué el primero que entrando en la provincia de Muzo a.brió camino á la
mayor riqueza de esmeraldas que admira el orbe, Pag6se de Sll valor Furatena, señora de
aquellos paises, y pretendiólo para esposo, porque sus prendas fueron amables aun para los
bárbaros. Con desgracia intentó el descubrimiento de la casa del 01; con ga oto y trabajos
e,'cosivos la conquista. del Dorado: y como anuncios el uno y otro do un mal suoeso, lo cou-
dujeron otl'a vez al Reino para. que la emulacion lo arrojase n. dond~ un rayo so HCl'edit6 de
que siempre obra en lo más Iuerte. Pero no uejn.ron estas pr(?ndas de mezclarse con a.lgunos
defectos de la. fragilida.d humana: notál'onsole ronchas flaq nozas en
que ol'dinariamente tro-
pieza la juventud. La vanagloria. y ambicion, tan poderosa.'! on el temperameuto de 8U
genio, pusieron á todo el Reino en lance de perderse en la entrada. do Lebron, ~ no valerse
HU propia deaconfianza de las artes de sus amigos. La sencillez do ánimo y facilidad que
tuvo en dar crédito, ignoró el blanco á que tiraban los informes afectados que lo hacian: por
eso abraz6 con imprudencia el error de COl'tar la cabeza al Caciquo de Tuuja. Codició los
biones ajenos con ceguedad, pasion que reiul'\ en los que derraman 108 propios con desól'dcn,
y así fué gran parte en la injusta JV.uerte del Rey do Bogotá, y ann quiz~\ la más culpada,
pues elegido para su defensor, no solamente faltó al oficio, más tl'ocándol al de FisCc'tl, dojó
correr la injusticia hasta el precipicio de tan gran desacierto. I

No pasaban con mejol' fortuna la~ cosas del Reino, porque partido el Adelantado
Lugo, y dejado todo el gobierno fL Lope :Jlontalvo, hombro a,paciblo y de coudicion atenta. á
no di.qgustar los vecinos, corrian 101'1 odios que habian produoido las parcialidades de Quesa-
das y Caquecios, sin aquel género de respeto que deben tener al brazo do la jnsticia: de que
l'esulta.ba que los unos, atentos á conservar las mercedes que les ha.bia hecho el Adelantado,
y los otros á no permitirlo con ruina de tantal:i familias, disponian nueV8R trnza.~ con qué
dañarse. Todo amenaza.ba una oruel nvoniua. de males, y cada cual de las facciones pensába.
quedar superior ganando al Juez ó Gobcl'nador que les ruese; y!:ii alguna COSi;t, detenia un
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288 ~'EItNÁNDE~ PIEDnmÍTA. lLm. X.

general rompimiento en que peligrase todo el cuerpo d~l Reino, era el tomor que tenia cad.
cual de las parcialidade.c¡ de que le cargasen la culpa. A este tiempo habia crecido tanto 1
audacia. de los Muzos, que saliendo á la tierra fria, en que pretendían introducir la guerra, n
se contentaban ya con oct~par los camino!\ para saltear, sino con invadir los pueblos y des
truirlos con ejércitos formadoR, en que no tenia poca parte el Saboyá, siempre infiel á lo
españoles, y atento á vulerse de cualquiet· accidente que lo pudiese mejorar de fortuna: ni
Gerónimo de Aguayo, que gobernaba en V élez, era bastante á. reprimir el ímpetu de aquella
nacion, aunqlle lo habia intentado con su riesgo alguna vez por aquella parte; ni por la de
Simijaca, donde eran máR crecidos los daños, se atrevía toda la nacion de los Mozcas á. salir
á campafia para defender sus provinciaR. Y así Lope Montalvo, que en el gobierno militar
era más vigilante que en el político, ordenó al Capitan Diego Martínez que con ciento y
sesenta hombres entraso al castigo y conquista de 10& Muzos, pareciéndole que número tan
erecido de gente y oaudillo de tantas experiencias bastarían para todo; pero tenia ya esta
nacion tan perdido el temor á los españoles, y estaba tan ejercitada en las guerras pasadas,
que con la noticia que le dieron los Mozcas de Saboyá y Lupachoque, se previno luego para
la defensa, fiada en que la aspereza del terreno y disposicion que le daba para ejecntar sus
ardides, había de ser el todo para conseguir una grande victoria.
Deseaba Martínez conseguir eRta empresa, porque se habia hecho la de mayor repu-
tacion en el Reino; y considerando que la. entrada que hizo Valdés por Simijaca se habia
errado, por la ventaja de sitios en que halló siempre al enemigo, determinó hacer la suya
por las Furatenas, que soa dos montes levantados en forma piramidal, el uno algo mayor
que el otro, y que se miran de frente Robre las riberas del rio Zarbique, llamados así con
todo el pais, por contemplacion de la primera Cacica que vieron allí los españoles; ó porquQ
fingiendo los indios que fueron dos gigautes, marido y mujer, que se convirtieron en mon-
tes, llaman al uno rura, que en su idioma quiore decir hembra, yal otro tena, que quiero
decir varon. Por aquí pue.~ se resolvió Martínez á principiar la conquista, pareciéndole que
las defensas no podian estar prevenidas; pero eogañn.ronlo de suerte sus discursQs, que desde
que rué entrando en la provincia, se vió á cada paso asaltado del campo contrario, y sin
tener disposicion para que marchase el suyo con órden, no habia hora del día on que no lo
acometiesen los indios, y siempre con daño de los nuestros; pues aunque como tan prácticos
en la milicia sufrian con valor, las surtidas eran por tantas partes y con tal ventaja de los
Muzos, por el conocimiento que tenian del país, que no podian excusar muchos malos su-
cesos. Pero como los españoles porfian, aun cuando contra sus armas se conjuren los ele-
mentos, llegó su esfuerzo á penetrar sei~ leguas de la provincia: hazafia que se tuvo por
aingular en tan nera contradiccion como hallaban; yentónces fué cuando descubrioron las
primeras minas de esmeraldf\S en aquella parte, encontrándose con Ull!1. de ellas Juan do
Penngós, con la ocasion de haberso apartado á. saoar una guaca, si bien las que pudieron
adquirir no igualaban n las que se habian visto en Somondoco, hasta que el tiempo mRni-
festó 10 contrario. Tambien hallaron gallinas do las que se habian lIoYado do España, y lo
que se pensó fué que las adquirían por rescate, ó las habían robado de los indios Mozcas.
Puestos allí los españoles, consultaban el modo de proseguir la guerra, cuando todas
las tropas de los Muzos se descubrieron de frente con señales de provocar á batalla; y
como de parte de los nuestros no la rehusasen, pareciéndoles que en vencerla con~istía la
conclusion de la guerra, luego so previnieron para el combate, y en viéndose á tiro de ar-
cabuz, se encontraron de suerte unos y otros, que por mucho tiempo no se vieron sjno
muertes y destrozos, que el furOl' de lo. guerra ejecutaba para ruina. de los hombres. Com-
petian de suerte los aroos indianos con los arcabuces españoles, que si éstos haoian el
estrago ordinario en los cuerpos desnudos, aquéllos despedian tan violentamente sus flechas,
que no habia sayo de armas que las resistiese, hasta que, introducido el veneno por las he-
ridas, pedia apresurado remedio en el hierro y el fuego. Lastimoso estado aquél en que sirv&
de alivio el tormento más grande I Las lanzas españolas, sobre ser pocas, no podían haoer
el efecto que otras veces, .porqne la maleza. del sitio no permitia que so valiesen de los caba- '
11os, ni los perros soltados do frente hacian más daños que recibian. Más de quinientos
habian muerto de los contrarios, y manteníanse los demas con el mismo teson que empe-
zaron. Señaló.banse entre los nuestros Poveda, Oñate, Rivera y Martínez, empeñados con
sus caballos en que. no padeciese una rota miserable su ejército; pero viendo que el daño
crccia con los heridos y m:á.s de ü'einta que habían' muerto en la batalla, se fueron retirando

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CAP. VI.] llISTORIA DEI. m1F.VO REmo. 289
para mejorar de fortuna con la ventaja de sitio más llano. Ent6nces Itoc6, General del cam-
po enemigo, animando sus tropas, las provocaba de nuevo al combate: Ahora es tiempo
(decia) de que asegurem08 la libertad, por quien tantas veces hemos tomado las a1'mas. Mirad
el desó1'den con que se retiran Vuest1'OS cont1'arios: pelead por la patria y he1'id e'f/; 108 que ,
tratan de robaros la hacienda: yo id delante y 08 ab,·ú·é el camino para una gloriosa victo-
ria, y si no lo manifesta1'en mis ob1'as, no c1'eais más en mis palab,·as. Con esto cargaron con
furia. los Muzos, y resistíalos valerosamente Martin de Oñate¡ que, des pues de ilustres haza-
ñas, se quedó el último para sufrir toda la carga del enemigo: mas de tres mil indios lo
cercaron por todas partes, hasta que, bañado en sudor y sangre, perdió el caballo y las ar-
mas entre la bárbara muchedumbre; mas nun así, no desmayó su corazon valiente: el
mismo coraje experimentaron los Muzos despues de ca ido ; con una espuela gineta hirió y
mató más de se~enta ántes de perder glorios:\ooente la vida. Suceso espantoso I 'y que no ~e
atreveria á escribirlo, á no haberlo hecho nntes el ~ronista Herrera y estar verificado con la
universal tradicion de los indios. Era este caballero natural de Vizcaya, y uno de los que
militaron con Gerónimo Hortal y entraron en el Reino con Fedreman, digno por cierto de
inmortal fama para lustre de su nacion.
Con la muerte de Oñate se aseguró todo el campo, porqUE, asombrados los indios de
quo así batallase un solo español dasarmado, y temiendo irritar de nuevo á los demas, die-
ron vuelta á sus arojamientos, donde mezclaron el gusto de la victoria con el sentimiento
de ver tan menoscabada la flor de su ejército. Los nuestros, asegurados en mejor puesto, pa-
saron la noche y el dia siguiente en curar los herido~, y comú eran muchos y por el encuen-
tro pasado reconocia MartÍnez con cuánto riesgo habia de proseguir la conquista, determinó
dejarla. con parecer de sus Capitanes, que no tenían por cuerda resolucion aventurar su gente
fatigada oontra un campo victorioso y que por instantes se reforzaba. Y no pareció que lo
acertasen, porque en la verdad fué tanto el estrago que padecieron los Muzos entónces, que
hubiera sido poca su resistencia despues, nser más resuelta la determinacion de los nuestros:
preva eció, empero, lo más dañoso, y dió vuelta por V élez, desbaratado, para que otros co-
giesen el fruto de sus trabajos y librasen de tan cruel enemigo á los Mozcas: si bien por
este tiempo no les era ménos formidable la paz de 105 españoles que la guerra de los Muzos;
pues como la noticia del nuevo descubrimiento hubiese pasado á España y divulgádose por
otras partes de Indias con ponderaciones grandes de su l'iqueza,eran tantos los que ocutrian
á gozar de ella en cambio de muchos géneros de Castilla que subian de la Costa, que parn
asegur ar el comercio por la parte del rio grande, abrieron caminos los vecinos de V élez
hasta la boca de Carare, y para conducir las cargas se vallan de récuas do indios pacíficos,
que los Encomenderos alquilaban como si fueran brutos. La ley de Partida ordena que en
los ejé rcitos no cansen la bestias con las carg s, porque mueren Ó tle dañan, que es cosa que
se tor a en gran menoscabo de la hueste; y siendo racionalo.~ los indios y declaradoa por
libres no bastó 18: ley- para abstener á. los Encomenderos de semejante inhumanidad, y que
so continuó por muchos días con perjuicio notable de aquella nacion y mayor descrédito de
la nue:stra, hasta que, publicadas las nuevas leyes, y reconocido el celo piadoso con que el
Real nimo lile aplicaba á castigar este ex ceso, se abstuvieron de él y trataron de criar mu-
las, con cuyo arbitrio, creciendo el trato, creció Vélez, y se aumentara mucho más en gente
y riqueza, á no haberse mudado despuos el puerto del rio.
La noticia de que Armendariz cstaba ya en Cartagena se habia divulgado en el
Rein!), de que no se hallaba gustoso Lope Montalvo, por saber se habia despaohado á ins-
tancia¡, de los enemigos de Lugo, y porque de toda aquella. tempestad que amenazaba contra
su mal gobierno,· recelaba que no le habia de alcanzar poca parte. La misma so¡.¡pecha tenia
Juan de Cabrera, que á la sazon se hallaba en Timaná, pareciéndole que habia de ser com-
prendlido en la visita por las dependencias de Benalcázar. Para ex.cusar este lance quisiera
hallar medio, aunque fuera encontrándose en lo más interior de los Llanos; y para conse-
guiri despac ó á Santafé al Capitan Maldonado y á Diego D(az de Herrera que le pidiesen
permñsion á Montalvo para levar gente en el Reino y entrar tÍ la conquista del Dorado, en
que le pl·ome.ia buena hermandad y compañia. Rehusólo Montalvo á los principios, pare-
ciénd(ole que Cabrera tiraba á entrársele mañosamente en su jurisdiccion y poblar en ella;
pero .en sabie:ldo el rigor con que procedia Armendariz, determinó eguir á Cabrera para
libraIrse de todo. Por esto representaba á muchos las muertes y robos en que se habian
mezcnado, y cuá.ntos daños excusarian si juntándose con él y Cabrera, que se halla.ba ya en

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290 FEUNÁNDE:¿ PIEnHAIIf'fA. [LIB, x.
Neiva con cien hombreR, ontraban al Dorado, miéntras que llegado Lugo ñ Castilla le con
seguia en propiedad el gobierno. A RUS persuasiones se inquietaron los hnimos de todos
aqnellos que deseaban nuevas conquist.aR; y aun corrió tanto el empeño de Montalvo, que
avi 'ó á Cabrera para que entraRe con gente (m el Reino, donde se le j nntaria él oon la suya:
mas el otro, que tenia ya noticia de cuánto habia rehusado ántes lo mismo que ent6ncas lo
ofrecia, no quiso moverse ligeramenie ni aun verse con él, como le pedia, por haber entrad
en recelo de que l\1ontalvo procedia con cautela y era hombre doblado, como dice lIcfl'era ;
pero lo cierto no fué sino porquo sabiendo que el Virey Blasco Núñez Vela se habia reti-
rado de Tllmbez, y el estado eH que se baIlaba, se le envió 6. ofrecer, pareciéndole que se-
guir aquella parte que haLia de tener 1n. apl'obacion Real, era el verdadero camino para
dorar muchos yerros y 111111 para alcanzar grandes premios, como le hubiera sucedido n no
haber muerto en la infeliz batalla de Añaquito.

CAPITULO VII.

ARMEN"DARIZ KOMBRA POR SU TENIENTE Á PEDRO DE URSUA EN EL


REINO Y Á ROBLEDO EN ANTIOQUIA.-ENTRAN ENLA COnTE LUGO y QUE-
SADA. BENALCÁZAR MUEVE GUERRA Á LOS PICARAS, Y LLAMADO DEL
VIREY VA EN RU SOCORRO.

ESVANECIDA así la pretenRion de Lope Montalvo, y terminada la desgracia de Jos


D dos hermanos Quesadas en el Cabo de la Vola, proRiguieron su viaje á. Cartagena las
damas porsonas dC'l Heino, como fueron Gonzalo Sná.rez, Briceño, ZlÍrate y otros, donde ha-
llaron ti. Miguel Diez de Armendariz con tan pocas señales de abreviar su partida, que les
fué de notablo disgusto, y tí él de no poco desorédito en Castilla. Instábanle apretadamento
por el remedio de RUS miserias, que consistía. en fmbir luego al Reino n usar de RUS comi-
siones, y atender al desagravio qnA Domingo de Aguirre habia pedido en el Consejo. Y
aunque procuraba entretenerlos con buenas esperanzas para dar tiempo tí BUS resolucioneR,
fué tanto el aprieto de los interesndos, que le obligó á desengañarlos de quo no podia salir
en muchos dias de Cartagena. Cnn csta repulsa eligieron otro medio, y fué pedirle que,
pues no tenia lugar la súplica que le habian hecho, nombrase por su Teniento general en
antafé á Pedro de Ursua, caballero Navarro y sobrino suyo, para. que á. su sombra pudie-
sen ellos y otros muchos que vivian desterrados, volver Á. BUS ca as y asegura.rse de Lope
Montalvo y 10R domaR Caquecios que gobernfl,ban la tierra, y como parciales de Lugo, era
consiguiente que Be les mostrasen r.ontrarios. Relmsábalo al princi rio Armendariz, pare-
ciéndole que la poca odad y experiencia del Robrino eran de mucho inconveniente para el
manejo de negocios tan arduos; pero obligóle de suerte con sus instancias Gonzalo Snárcz,
quo les concedi6 lo que pedian, en que cometi6 nn yerro notable, pues no podia tomar pose-
sion del gobierno sin haberse presentado ántes en él : y aunque a í 10 oonocieron todos, no
por esto lo despreciaron, viendo cuán despacio caminaba 10 de Cartagena, y que Pedro de
Ursua habia de ser recibido en el Reino por el odio general con que se miraban laFl depen.
dencias do Ltlgo, y porque los Cabildo~ de lag ciudades se dSl,ian por satiHfechos con cual-
quiera sombra en que apoyasen esta resolucion.
Persuadidos, poeR, tÍ que todo habia de suceder como lo disourrían, recibidos los des-
pachos, partieron para el Reino, dejando en C<lrtagena 6. Armcndariz, que, por darle compa-
ñero al primer yerro (annque IR eleccion fuá acertada, porque el U rsua salió uno de los
mejores Capitanes y ministros que ha tenido el Rey en las Indias), dispuso tambien que el
Mariscal Jorge Robledo pasase á Cartago por Gobernador de todo aquello que habia pobla-
do, nombrándole Oficiales de la Real hacienda, qne vino á ser todo cuanto podia obrar en
favor de Robledo, despues de tomal'lf! residencia conforme tÍ la.':l instrucciones q oe tenia del
Consejo. Y aunque parece hllberlo hecho por lihl'al'RC de lo aprietos qno le hacia. el Ma-
riscal, y en atencíon n los g:¡,stos que se le recrecían con la mucha gente que llevaba., y por
la obliga.oion de h~hcr de tr!ltar eOIl toda decencia á su mujer, como hijlt quo era de Juan

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CAl). VIl.] HIS'l'OHU DEL NUEVO UEINO. 2D1
de Carvaja.l, caballero principal de Ubeda y señor de la casa de Jodar: con todo esto nin-
glln color bastó para que pareciese bien al Consejo, y solo sirvió de que S6 le apresurase al
Mariscal la muerte y al dicho Visitador su descrédito.
Casi por los mismos tiempos que Ursua y Robledo salian de Cartagena, llegaron ñ In
Corte el Adelantauo Lugo y Gonzalo Jiménez de Quesada : éste de las peregrinaciones que
hizo por la l!'rancia, en que disipó más de sesenta mil pesos; y aquél de su gobierno de
Santa Marta, en que n.dquirió mús de cuatrocientos mil: y como e~ las Cortes se repara.
todo, por más que algunos ponderen que nada se sabe, no dejil.ba de not.ll'se con ILtima el
grande fausto que Lugo ostentaba con las riquezas mal adquiridas en el Reino y la miseria
en que se hallaba Qnesada, siendo quien lo habia ~onquistado COIl tantos afanes. Pero son
juegos de fortuna en que no se extraña correr trocadas las suertes, y la de Quesada le habia
salido tan mala en Castilla, que al paso que tenia méritos se le dificultaban los premios; y
na! dejada la pretension del gobierno que lo habia sacado de ludias, trat6 de la gratificacion
de sus servicios: punto más arduo que los de mas, porque, como los Príncipes gustan do
que todos dependan de su liberalidad, derraman con repugnancia sus beneficios en aquellos
que piden como acreedores, y así, luego ces6 la demanda al ruido de cierta acusacion que le
puso el Fiscal (fundada en el proceso qne contra él hizo Gerónimo Lebron y habia remitido
al Consejo), en que lo acusaba de algunos excesos cometidos al tiempo que 8e hizo el descu-
brimiento, y de la injusta muerte que dió con tormento:. al último Zipa de Bogotá, delito de
grande escándalo para el Consejo: pues aunque pareció habel'se hecho la causa por un
homhre apasionado, sin embargo cortó por ent6nces los pasos á la. pretension de Quesada,
hasta que llegase la l'esidencia de Armendariz, de quien se esperaba más cierta ayeriguacion
de aquellos eargos, y por lo mismo se dilataba tomar expeuiente en los aprietos que hacia
Lugo para que se le enterase el dozavo Je los quintos Reales que se le debia de todo lo ad-
quirido en la conquista, segun y como se habia capitulado con D. Pedro, su padre. Mas,
llegada que fué la residencia, tomaron diferente color los negocios, pues aunque resultó cnl-
pado Quesada en la muerte del Zipa, COlDO los demas cargo eran ue poca sustancia, sola-
mente pareció al Consejo condenarlo en mil ducados, en destierro de las Indias por un año, y
en suspension de los cargos de Juez y Capitan por otros cinco: pena bien moderada en el
l5entir de todos; pero hacia tal contrapeso la atendon que se debía tener á BUS servicios,
que no solamente se halló obligado el Consejo tÍ proceder con esta templauza, mas tRmbien
á. alzarle despues la 8uspension de los cinco años.
De esta benignidad se hallaba muy desconfiado Lugo en su residencia, pues ademas
que le resultaban cargo!:! gravísimos en la Recreta, en lo público fueron tantas las demandas
que le pusieron de haciendas que habia. quitado, que no fneron bastantes los brazos que lo
defendian para que no Raliese condenado en las más de ellru!; si bien en otras se compuso
con las partes, y especialmento con la de Gonzalo SulÍrez, que abrazó por medio méuos
costoso el de una composicion moderada que el de una buena senten c j~. COil estos cargos,
pues, que se vieron en juicio abierto, se atrasó tanto Lugo en el crédito, que despechado del
ceño que siempre hallaba en 108 Jueces, no quiso ó no pudo disponer que se viese su resi-
dencia, como pensaron algunos; pero lo cierto fué, porqno hallándose apretado el Fisca-l con
el derecho qae tenia el Adelantado al dozavo de los quintos, alegó que {mtes de resolver en
este punto se viese si por la residencia general le resultaban algunos cargos tan graves que
1)01' ellos perdiese cualesquiera mercedes que por la capitulacion se le hubiesen concedido á.
su padre; y como este golpo era el más sensible para. Lugo, y do quien t~mia algun dañó
notable, tuvo por ~ano acuerdo no tratar más de su residencia ni de la pretension del dozavo,
y vneltas la espaldas á. empleos militares de Indias, no le faltaron otros muy dignos de
quien era, pues aunque habia muerto ya el Secretario Cobos, alcauzó cou poca diligencia
que el Emperador le nombrase Coronel de tres mil infantes, con que por el año de cincuenta
y tres pasó á servil' 6. Córcega, en tiempo que la infestaban tUl'COS y fl'anceses; de dondo
poco despues fué con el mismo cargo á Nápoles, y sirvió el año de cincuenta y cinco en la
guerra de Sena, que hacia el Marqués de l\1:ariñal1o, en que dió sobradas muestras de su
yalor; y para continuarlas, acabada la guen8 i dejada la gente en Italia, pasó á Flúndea
en demauda del Emperador, donde murió en lo mejor de su edad y cuando ya el cúmulo
de sus méri·08 le aseguraba gl'andes fortunas. Compitiéronse en él la bizarría del cuerpo
con la valentía del ingenio y la grandeza del ánimo. La suavidad y discrecion de sus
palabl'as fueron gran parte para que muchas veces no pareciesen tirlÍnicas sus acciones.

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292 FERNÁNDEZ PIEDRAUfTA. [LIB. X.

Atropelló todos los vicios con enterez:\, ménos la codicia, en que no supo corregirse mllgná-
nimo. Fué hijo de D. Pedro Fernández de Lugo y nieto de Alonso de Lugo, el que en
tiempo de los Reyes católicos conquistó las islas de Palma y Tenerife, por donde mereció el
título de Adelantado de Canaria para sí y sus sucesores. Casó, conforme á su sangt'e, como
dijimos, con Doña Beatriz de Noroña, mas como le faltó desoendencia, pasó el Adelanta-
miento á los Príncipes de Asculi, en cuya casa estuvo hasta el año de mil seiscientos y
cincuenta y nueve, en que habiendo muerto D. Antonio de Leiva en Santander, de vuelta.
de Indias, quedó sin competencia en el Marqués de Fuéntes, rBOla ilustre de la casa de
Medina Sidonia, que al presente lo goza.
Al tiempo que Lugo llegó á la Corte (porque volvamos al hilo de nuestra historia)
se hallaban en calma los del Nuevo Reino, esperando la resolucion primera que tomaba
Armendariz en Cartagena, y Pedro de Ursua proseguia su viaje sin aqnellos contrastes que
enoontraron los primeros descubridores, porque el curso de la guerra. tenia consumida
mucha parte de los indios del rio grande, hasta que vencida BU corriente y la aspereza de
las sierras de Opon, llegó á la ciudad de Vélez con los que le seguian, donde se presontó
con los poderes del tío; y habiéndolo recibido sin coutradicion el Teniente Gerónimo de
Aguayo y demas Capitulares, pasó tan apresuradamente, que ántes de llegar la noticia de
que hubiese aportado á Vélez, ya estaba en la. plaza de la ciudad de Tunja, donde siendo
tan conocida la comitiva que llevaba, y sabiendo los vecinos quién era yel cargo en que
iba nombrado, se juntaron luego á. Cabildo y con el mismo rendimiento que se experimentó
en Vélez, fué admitido al uso y auministracion de &U oficio; con que deteniéndose en Tunja.
dos dias solamente, y acompañado de los mismos que subieron con él de la Costa y de otros
nobles, partió luego para Santafé, donde, como en cabeza del Reino, tenia. Lope Montalvo su
asistencia y trataba vivamente de volver otra vez al desoubrimiento del Dorado. Todo lo
cual supo Ursna por noticia que le dió el Capitan Pedroso, á quien encontró en el oamino
con Pedro Vásquez de Loaysa, cuñado de Gonzalo Suárez, que iba en la tropa; y como en
la detenoion de Lope Montalvo tenian sus émulos librado el despique de verlo residenciado,
y Ursua la conveniencia de que lo quedase libre aquella conquista, á que se inclinaba mucho
desde quo tuvo las primeras notioias en Cartagena, ordenó á Pedroso que adelantándose de
la tropa partiese ft antafé y averiguase si era cierta la noticia que le daba, de que Lope
Montalvo iba á. ver e con Oabrera en las Lomas de la Yuca, para asentar compañia en la
jornada, y siendo cierto lo detuviese.
Con este órden partió Pedroso, y habiendo llegado dos días :intes que Ursna, aunque
sospeoharon algunos que seria negooio grave el que lo volvia, ninguno alcanzó ounl fnel:!c,
porque él no lo dijo, y Montalvo excusó la oca ion de que se descubriese; nnte~ lQ hospe-
dó en su casa, porque en fe de amigo suyo el Pedroso se lo entró por sus puertas, parecién-
dole seria. mejor traza. para cumplir su comision con prudencia, sino es quo fuese por no
faltar al estilo de halagar con la voz el que mús sangrienta. dispone la horida con el ánimo.
Pero llogado el dia de la Ascension de Cristo SeBor Nuestro entró Uraua en la ciudad, y
como la gente que lo.seguia, así de Vélez como de Tunja, era mucha y él entrase por la callo
principal á tiempo quo estaban en la plaza mayor los Capitanes Lanchero y Gonzalo Garcta.
Zorro, fué tanto el alboroto que les ca usó la novedad, que concurrieron todos á saber quiénes
eran á las gradas de la iglesia, donde desmontaron para oral' en ella: si bien como ~ntre
los de la tropa conociese Lanohero {~Gonzalo 'u{Ll'eZ y á Domingo de Agull'l'e, luego dió en
lo que podia ser, y comunicándoRelo al Capitan Zorro, esperó á la puerta, dudando solamen-
te que aquel mancebo tan seBaJado entre todos fuese elegido para Juez de negocios tan
graves; mas, desengañóse presto, porque habiendo sido la. oracion más breve que devota,
volvió n salir Ursua, y en llegando á la parte donde estaban los Alcaldes, que lo eran dichos
Capitanes Zorro y Lanchero, dijo: Cuál de v. mds. es el seBor eapitan Luis Lanchero? á
que respondió él: Así me llamo, si manda v. md. en qué le sirva. Entónces Ursua, que
iba determinado á quitar aquel tropiezo ántes de representar su título, se lo llegó di.3imula-
damente y le quitó la vara de la mano, con tal modo, que llinguno sospechó fuese con ma-
licia, hasta que, reparando Lancher9 en la accion, dijo: Caballero, por quién ó con qué
autoridad me quita.is la vara? á que replicó Ursua. : Con la. que vereis despues, señor Lan-
chero; y montando ú caballo con los domas, se encamin6 á las casas do Cabildo para que lo
recibiesen.
El motivo que tuvo Uraua para ejecutar una accion tan arriesrrada, y de que pudie-

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CAP. VII.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. i93
ran resultar muchos iuconvenientes, fué el informe que repetidamente le hrtcian los par-
ciales de QueRada, de cómo IJanohero era de los Caquecios, y principal caudillo que mantenia
la faccion de los Lugos, siendo hombre de tanto valor y constancia en defender á. los suyos,
que ningun peligro lo apartaria de aquel empeño, y así convendria disponer anticipadamente
que no se hallase en Cabildo á tiempo que se presentasen las comisioues de Armendal'iz: y
aunque era así que la intimidad que tenia. con Lope Montalvo era grande, y que habia dado
siempre muestras de valor en las guerras que emprendia, y de con. tancia en 1800, amistades
que profesaba, con todo eso pareció el informa apasionado, y á Ul'sun. no le granjeó crédito
de Juez independiente, porque Lanchero en materias del servicio del Rey era muy puntual,
y aunque de natural arriscado, lo templaba su buena oapacidad con las obligaciones que
tenia de caballero, y ninguno obedeoiera con m{¡s rendimiento los órdenes que llevaba Ursua.
Pero como él ignoraba estas buenas prendas, y sea tan oorriente en las lucHa!'! ponerse el
Juez de parte de aquellos que lo pidieron, ejeoutó con arrojo lo que va referido, y presen-
tándose en Cabildo, aunque con alguna contradiccion, finalmente fué admitido al gobierno"
en que tuvo gran parte la buena gracia con que dió á entender que su á.nimo eea de con-
servar en paz la República sin agravio de alguno ni afecto que lo arrastrase á la una ni {t
la otra parcialidad, Que la intencion de Armendariz era la misma que él pl'oponia en bene-
ficio del Reino y conveniencia de sus pobladores, Que bien sabia que la omision de sus
antecesores on la administracion de justicia el'a la raiz de aquel fuego de enemistades COllo
que se abrasaban interiormente 10R bandos, y que el remedio consi~tia en que él procediese
tan igualmente con todos, que ningnno hallase apoyo para fomentar sus p'lsiones, ue no
ignoraba que para negocio tan grande, como el de reconciliar voluntades y admini trat' jus-
ticia entre hombres que más a piraban á la venganza que á la razon, se necesitaba de-
persona de mns edad y experiencias que en él habia; pero que una. buena inteucion suple
por muchos años, y la suya era de entrar en las materias con la onda del mejor consejo en
la mano, para no peligrar en los bajíos de las parcialidades, como se veria siempre que sin
doblés 10 aconsejasen, hasta que ingeniado en las artes del gobierno pudiese resolver por sí
Bolo lo que más fuese en servicio de Dios y beneficio del Reino.
Concluso el razonamiento con los del Cabildo, de quienes presumi6 quedar satisfecho .
salió aoompañado con aplauso hasta las casas dol Capitan Venégas, donde ~e hospedó aquell~
noche miéntras llegaban á ejecucion las primeras resoluciones que tenia toroo.das, Al si-
guiente dia fueron aprisionados por su órden en cárceles diferentes, Lope Montalvo de Lul'/'()o
y Luis Lanchero, y bien asegurados, se mndó Ursua á las casas de Lapa Montalvo, reci~n
fabricadas y buena.':l, aunque oubiertas de paja, por no haberse ompezado aún á labrar teja;
y ent re el rumor de los motivos de la prision y algunas diligencias judiciales que corrieron
aquellos primero dias, acaeció pOl' de. cuido do lo criados prender fuel'/'o en las casas ("
deshoras de la noche, de tal suerte que apénas Ursua y los suyos pudieron librar las per-
sona : principio que lo fué de nuevas inquietude!'!, y de que so engendraron sospechas en
Pedro de Uraua contra los parciales do los Lugos; porque como Bea co a ordinaria inclinarse
los Jueces {t la parte de quien los pide, hizo éste lo que acostumbran los más, y cargando la
cuIpn á los Caquecios, prendió algunos mítS de los indiciados, como fueron Pedro Rodríguez
de lamanca, Francisco Manriq llO de Velandia, Martín de Vergara y Francisco Palomo.
Pero haciendo reparo en que por el conocimiento de propia causa no lo concibiesen Juez
apasÍ.onado, remitió el Rustanciarla (lo u tio, para cuando subiese do Cartagena; y por cum-
plir c on el principal negocio á que lo había despachado al Reino, hizo publicar las nuevas
leyes con mucho quebranto de los conquistn,dores, en que conclll'l'ieron ámbas parcialidades,.
en d-emostracioll de que el daño comun sabe conciliar para la queja los ánimos má distantes
para. el cariño; si bien no pa aron á mM diligencia que á la do interponor súplica para el
Con ejo, que no admitió el Pedro de Ursua, por di pODerlo flsí las instrucciones del tio,
aunque recollociendo lo rigoroso de ellas disimulaba en su ejecucion, en cu&.nto le parecia.
no p,eligrar su crédito, y aun fomentó que nombrasen Procurador general para la Corte al
Capitan IIernan Venégas Carrillo, quien partió luego á su comisioll! como uno de 108 más
intClresados en que se revoca en las nuevas leyes,
Al tiempo que pasaba lo referido en el Nuevo Reino, yardian los del Perú en el
fuego de una guerra civil, el Adelantado Bcnalcázar, atonto al progre~o de sus conquistas
Cll l:as provincias rebeladas á Jorge Robledo, se ocupaba en reducir ó. Yrrúa, Cacique beli-
coso de Carmpa, quien no solamente, desl'rcciada la paz, habia levantado la nacioQ de los

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294 I!'Emr.l~~DEZ ¡>IEDl~AlIi'1·A. LLlU. x.
Picaras, pero Intentaba h COl' lo mismo con la do los Pozo~, y hnbiért 10 consegnido si lla-
mados éstos primero en , ocorro de Benalc;i7.ar con el partido de quo los priMionel'os y
despojos que se tomasen en la gnerra fnesen 8nyos, no hubieran nbandonado las ofertc'l.s de
y rrún, y marchado en favor de los nuestro~, que ya entl'ados en In. provincia de Picara
hallaron fl. sus contrarios en campniln., y tan soberbios, qne sin temor de caballos y perros y
nrcabuces y lanzn~, deRafin.ban .1. BennlcázRr a que en campo abiert.o midie~e RUS armas con
las suyas. No Re le~ dilató mncho el deseo, pues al dia siguiente, baj:tnuo nuestro ejército
por una ladera, dieron los enemigo tan reciamente en la retaguardia, que so hubieran
llevado el bagaje Á. no cargar pre, tamente al socorro los Pozos, que como más prác-
ticos en aqnel género de guerra, no solamente lo defendieron, sino aprisionaron
cincuenta Picaras, que luego fueron degullados y comidos con la fiereza que le~
permitia Benalcázar, por no h'l.lbr otro mauio para. vencer In. obstinacion con que
touas aqnellas naciones despreciaban la paz, para lo cual no necesitaba ménos de
que los snyos juntasen el valo! y ejeroicio militar :í las ventajosas armas que tenian,
que de las :mxilinres de los Pozos, tanta!'! veces experimentadas {t nuest ra costa, Y porque la
emlllacion ue las naciones qne con curren nnidas {t las empre as, muchas veces prouuco
efecto~ maravillo. o~, acaeció r¡ue Diego Gonz.í.Iez y Pedro de Siesa, ma ncebos briosos, como
picauos del bucn suceso de los Pozos, y mucho más irr'itados de la grita qne sus contrarios
daban :í 10R nuestros desde una colina. en quo estaban como mil y quinie ntos ue ellos, &'l.liesen
firmados y solos en su demanda, y tomando nna. senda secreta les acometiesen tan repentina
y fieramente, que acobardados de su temeridad y del estrago de los SllyOf!, se precisaron con
el espanto :í volver 1M espaldas.
No bastó 10 sucedido para ceclel' n. Rtl mala. fortuna los Picnl'a~, lintes mns obstinados
Re mostraban tnn feroce~, qne Benalcázal' hubo ele licenciar (t los POZOR para quo leR hiciesen
la guel'l'a¡ y ruó tan bárbara y cruel, que uo reAervaban hombt'e ni m jer, niño ni viejo de
los contrarios que daban en s n~ manoC!, que no fuese despique <lel be,. tial apetito que mos-
traban de carne h nmana. Los Picaras entónces, reconocida su total perdicion y la falta qna
padecian de víveres, repetian bárbaros Q:\cl'iGcios n SUq dio83s, y Hal ahan en su ayuda :í
los Paucures y Ot1'Ml nacione!'l "ocinnq, sin dejar laR tll'mos de las manos, miéntras Benalcúznr,
mudado alojamiento, requeria á tOllos Io~ Caciques do la provinci~ de Arma le diesen
obediencil\: lo cual .'. bido en la vilh, y queriendo alguno!'! pobladores manife tar en obras
la amistad que tenian al Adelantado, pidieron licencin á Antonio Pimentcl, qne 1\ la sazon
em AlcalJe, para ir en su favor, y consig uiéronla Frimci!'!co Moyano) Antonio Qnintoro y
otro~, que llegados :í. la loma <10 Pozo, sin con. idcrar que el pais estabn de guerra, dieron
principio IÍ bajarla al medio dia, y fin á Qnintcro. lo!'! iolios qua estr\bnn de asecho, eon
cuya muerto, y la. de una ycrrna en fIne iba entrdrniclo Ql r.¡1f~mj n, tnviel'on lugar los
compañeros para salvar lag vida!!. No ménos ohstinaua 1\ lo~ l'oc[11etimientos ue Denalctízn.T.
8C mostraba Piman:l, Reñor d Pau 'n1' , <¡ne retirado {t 10 montos lo hacin rOHtro n tiempo
lue mal contento do 10R cortos progre OR do la guerra, so hallaba no mé noi'! dCRabriuo con la
noticia de la. residencin que 1 tomaba Armenllnriz en Cartagena, y con In de que Jorge H.o-
bleuo hubiese conseguido título de Mari 'cal de Antioqnia.
Para 10 primero, conRiderado el peligro en que estaba la villa de Arma, bloqueada de
tan belicosas naciones, trat de mndarla, y con pareeer do su Oabildo lo ejecutó tÍ cinco
legnaR de ui~tnncia, y una y méclia del Cauc:\, y :'mteR de cargar el juicio sobre el reparo do
lo dema , Re halló con nn despacho ~el Virey BlaRco Núñez V la, qne desamparado de la
fortuna, ó por IDO. trar m:i~ cnternzn en mandar do la que perm itian los tiempos, ó por no
haber encontrado en loi'! conquí tadoreFl del Perú la que debier:m taner en sujetarse {L los
(¡ruenes del11ey, se hallaha. ya en Popayan, acosado de 10R Capita.ne!'l de Pizarro, qne desde
Quito lo habian seguido hasta Pa~to. g~te despacho lo llevó el Capitan Uodrigo úñcz do
Bonilla, que Rali() en compaíiia del Uapitan Niet, que pasó ÍL ,nntafé con otro semejante,
para. que lo ¡¡ocolTiesen con armas y gente; y entendido por Benalcnzal' el aprieto del Viroy,
so resolvió luego tÍ. ir en fin favor, lla.mando para el efeoto al Ca.pitan Rodl'i tYo de oria, qua
por sn órden habia pa~a.do al descubrimiento do entre los dos rios, Y sin e~pel'arlo se puso
on camino donue recibió un pliego de cartafl que Gonza.lo Pizarro le ren itia con un mancebo
llamado Cabrera, en que lo pedía. mata. e al Virey, y ganaria eterno renombre con la milicia
castellana do Indias: poro él, que Rabia cuúnto más glorioso 10 conserru-l'ia con las de E. pa-
ña haciendo lo contrario, remitió las cartas con el correo maniatauoOn[ Virey, para (ille las

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CAro VIl.J HISTORIA DEL NUEVO REINO. 295
viese y castigase al nuncio de tan cruel emba.jada, como se ejecutó quitándole la vida,
miéntras Benalcázar con su gente y la que llevó Diego Gutiél'rez de los Rios, arribó á
Popayan, donde el VÍI'cy le dió las gracias de hallarse con tan buen esfuerzo de gente:
nyuda que le faltó de Sa,ntafé y Cartagena, pues por omision de Armendariz y parcialidades
que corrían en el Reino, se faltó de ¡merte á. obligacion tan precisa, que el Capitan Nieto
volvió solamente con Alonso Díaz, Gaspar Tavera, Francisco de Figueredo, Juan de
Chávez, Alonso de Hóyos y otros pocos aventurero que pa"aron con el Virey tí Quito,
donde lo dejaremos ir, remitiendo á los historiadores del Perú la relacion de su infeliz suceso.
Con semejantes fortuilas se pasaba por este tiempo en la costas de Santa Marta,
'(laude llegado desde el año antecedente el Capitan Juan de Céspedes, como Teniente general
del Adelantado D, Alonso Luis de Lugo, con órden de que reparase los estragos que en ella
habían hecho los franceses de Roberto Baal, y castigase el alzamiento intentado por los
indio. sujetos, trató luego d~ la reedificacion de la Catedral y casas de los vecinos, con aquel
buen arte y maña de que lo dotó el cielo para gobernar gente de guerra; y habiéndolo conse-
guido en la forma má.s decente que se pudo por ent6nces, y dilSimulado con lo indios pacíficos
lo que habian obrado, €n fe de la promesas que de nuevo hicieron al Capitan Manjarré.,
volvió el pensamiento á sujetar los 'raironas, pareciéndole que miéntras aquella nacion no
doblase la cerviz, jamas faltanan inquietudes y peligros en toda la tierra que corre desde
laR sierras nevadas de los Amacos hasta el centro de Urabá., en que prevalecian sus armas.
l>ero COlno las riquezas del Perú y Nuevo Reino no uejaban hacer pié en la Costa á ningun
Lumbre de los que pasaban de España, y de los antiguos habian arrastrado la mayor parte,
no sabia -qué medio elegir para a egurar la ciudad. ue los riesgos que por tantas partes la
nmenAzaban, y lo tenia n como aprifliollado en 3U recinto desde que llegó á ella, teniendo á
suma felicidad la de mantenerse al oalor de un/\ guerra defensivu.
Para. mayor aprieto de estas fatigas acaeció que cinco naos y un patache de
'CorsrLTios franceses pasasen á las IndiaR á .repetir aqueUal!l hostilidades que produce
la guerra entre naciones tan opuestaii como se mostraban por entónceii la francesa
y la e pañola. Estas, pues, corriendo la costa ue Tierra firme, llegaron al Cabo de
Ja Veln, donde luego apresaron otras cinco naoa y nna carabela que habían pasado
<le Andalucía cargadas de ropa, y llevadas de la codicia del rescate de perlas de
nquella costa, estaban anclada en Ít'anquia; con que ya dueños de doce embarcacione, lo
fueron tambien de aquellos O1nres: y como esto sucedió casi de noche y para poner en cobro
el real haber y hacienda de alguno particulares, se ausentasen muchos de la. Hanchería ó
villa que allí e t<'l.ba fundada, fueron poco~ los vecino que quedaron á la defensa, como la
intentaron al dia • iguiente, cuando el enemigo trató ue echar gente en tierra, aunque vi ndo
la dcterminacion de lo nue~tros se retiró tÍ. su nao y pu o bandera. de paz, á que e re. pon-
dió con otra, y llegado el Patache tÍ. tiena pidió reheues para. tratar de ella, lo cu( I conferido
entre lo~ de la Rauchcría y considerado el corto número de gente con que se hallaban para
.defenderla, y lo que le ' convenia eliC par má~ de cuarenta mil poso qU(; tenían de géneros
de Ca tllla, hubieron de 8 entir á. la propoe ta y entregadOR el Alclllde Pedro Can·eño y el
Algullcil mayor Pedro de Cnliz, vino todo á parar en eompl'ar de los franoeses hasta se~~nta
'n egro que llevaban.
Ajustado el trato y detenidos solnment.e seis dias, salieron del Cabo de la Vela para
Santa l\1arta, donde á no esta!" avisado Céspede hubi eran tomado de la Arcas Re 10' mús de
cien mil pesos que habiA.n bajado de Santafé, aunque no les faltó pillaje entre las miserables
}'uinas de la ciudad, porque lo daba mayor en aquel tiempo el lugar tnénos poblado do Indias
que algnna de las ciudaues que ganal'On los españoles en Picardía y acreccntóseleg al saco má
.de mil pesos en que l'vIanjarrés ajustó el rescate do la ciudad, que ~reteudian quemar: de qua
re. uItó que lo del Cabo de la Vela, escarmentados del suceso que amenazaba otros más
lastimosos, y descontentos del sitio por la falta de agua y leña que padocian, resolvie en
desampararlo, y tomado su acoenlo eligie en mudnr e á otro sobre 11\ misma costa uel mar,
treinta leguas á Sotavento, junto á la boca dell,io de b Hacha, a í llamado por haber dado
una de hierro al guajiro que se lo de cubrió Á. los nue!:>tl'o en oca!úon qne por aquellos are-
nales caminaban sedientos. Allí, pues, fundaron la. ciudad de . I 'euora de los Remedio, que
perse vera hoy casi arruinada de las repetidas in \'asiones ue los corsario, con el no ro bre del
río de la. Hacha, y dOR conventos de San Francisco y Santo Doming~, habiendo sido el ol'ígen
y colmo de los mayores caudales que se han visto en la costa y la más rica no por los criade-
s:)

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296 :rERNÁNDE~ PIED1\AUÍ'TA. tLID. :X:~.
1'06do perlas que la ciñen sino por depositArse en ella unn milagrosa imagen do bnlto de Mnri
Santísima, que tantas veces sin mirar tÍ la ingratitud de sus vecinos h1\ vuelto deRde BU nich
públicamente 1'\ espalda al pueblo y la cara nI monte eu oca8ionc.9 que ha pretenditIo sor-
prendedll el enemigo, mDstrándoleR con la nacion la parte tÍ que hllu de ocurrir pat'a escapa
las haciendas y viLlas. Poco tiempo despues se fundó á once leguas de distancia mas á Sota-
vento y treinta de Santa MArta Robre la misma costa del mal' y ribera~ del rio de la Enea,
otra ciudad que llamaron de SalatnJ\nca,.. de quien hoy permanece despoblado ~n asiento con
el nombro de la Ramada,. que tuvo en 108 prim.er08 descubrimientos y con la memoria de
haber sido sus v:ecino8 tan potIeroso8, recogedores da perlas q,uo las median pOD mnegas.

LIBRO UNDÉCIMO ..
Concurren Gasca y Armendanz en Santa Marta.-EI Obispo Calatayud sube á consagrorse á Lima..
Muere justiciado ell1ariscal Robledo.-Annendariz procede contrA Lanchero.-Cnstiga Ursua la rebe-
lion de los Guanes.-EI Capitnn Tolosa sale ú. descubrir las .IiÍerra.8 nevadaade )leriua.-Vuelve de CBsti~
lla el Capitan Venégas y pasa al socorro,de Ga.sc:, contra Piznrro.-Los Capitanes Pedroso y Cepeda se
encuentran en el valle de Carpus Christi.-Échanse 108 indi08 álas minas.-Tolosa signe sin fortuna Stl
descubrimiento.-Pr08igue Armendariz en su· gobierno,y residéncialo.el Licenciad~ Alonso-de Zurita
Conquista. UrsUA 109 Chltareros y funda- á Pamplona.- Funda.nse las religiones de Santo Domingo y
Sa.n !t'rancisco en el Reino, y las ciudades de Ibagué y Neiva en los Ptmtagoros.-Vuelve ell\'lariscal
Quesada á Santafé.-Descúbrese el Páramo rico.-Fúndansc las ciudades do la Plata y Mariquita. --En-·
tra. Ursua en los Muzos y puebla á. Tudela.-Residencia Briceño á Benalcázar, remitelo preso á Castilla.
y mJlere en Cartagena..-Fúndase Almaguer, la. ci upad de Leon y 1a Villeta; y Ursuo. rampe á, los Taironas
en la. batall2' de 108 Pasos de Rodrigo.

CAPITULO l.

OONCURREN LOS VISITAD HES GAf3CA ~ ARl\IENDARIZ EN ANTA MARTA


EL OBISPO CALAT YUD SUBE Á Al·TAFÉ Y Á LIl\L\.j Y ~IUERE JU TICJADO
RODLEDO.

INGUN arte encontró la c\mbioion con m:\. dificnltmleR para la. prlÍ.ctica
que el de gobernar hombres. Este h:1. sido siempre el escollo en que pe-
ligrnron la mayoreR capacidn<.les. De Cl'vio Galha dijo Tácito que ú no
buber sido Emperauol', todos lo juzgaran capaz del Imperio: y fué su mOR
política disorccion, pueR c<'\si cuantas vece" aclamó el nplal1so h muchoR
sujetos por beneméritos para los pue. tos que no tenian, otras tanta~ 10R despreci ó
la experiencil\ por indignos de los cargoR que ya tU'lZicl'on. A Dingun Rey cali-
ficó más la Franeia por digno de su corona qno á Henrico tercero ánteli que la
heredase, y de ninguno se mostró m:lg Jescontenta que del mismo Henrico dcs-
pues de conseguirla. Fué su hermano el oe Alanzon, t.'\n apetecido para Gober-
nador de los Paises Bajos, cuando rebeldes, como 10 fué el primer D. Juan de
Au tr'ia cuando alterados; y ni á éste perdonó el odio lIi nI otro el desprecio, con haber sido
tanta la diferencia en regirlos como fué la.contrariedau do los genios. Deben tIe necesitar, Rin
duda, los. que han de gobernar hombres, de regular SltS acciones por las que aplican para.
gobernar brutos, pues aunque de unos tÍ otros sea tanta la diferencia, lo que resulta de unas
y otras acciones parece lo mismo. Bien podrá er qnc se extrañe la similitutl entre el arte
de gobernar una República y el de regir un caballo; pero quien cotejare el ajustamiento que
ambas artes requieren, no es posible la extrañe; pueR Ó. 11\ manera. que se desacredita el jine-

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CAl'. l.J 297
te <q{\C llevando en pl'oporcion los miembros restantes, no lleva ajustado. la mano 6 poniendo
todo el pesvelo en el ajuste de la vara y la rienda, se desaira con el descuido de componer
otra parte alguna del cuerpo; asimismo le importará muy poco al que gobierna hompres 01
cúmulo de muchas virtud e de las que debe tener si se falt!l al ajusta..miento de alguna de
las q1:le debe observar, Y si al descuido de la menor accion que al jinete le previno el nrt~
J.o descompoue un bruto, tambien al reparo de cualquier vicio con que se afea un J ue.z, lo
desacredita un pueblo. Vi \'OS ejemplares pudieran afianzar esbe discurso en el tiempo presen-
te, si no tuviét'amos el empeño de referir en este libro algunos de los pasados. En él hallare-
mos, entre varios acaecimientos de invasiones, parci~tiidades, incendi~ y tragedias que pro-
dujo la conquista del Nllevo Reino de Granada en el siglo Rnteriol', la uniformidad oon que
se malquistó tanto Miguel Diez de Armendari:t por la falta de una virtud que le notaban,
: !l~d>iendo sido en lag demas ajustado; como se desacreditó 8U anteoesor D, Alonso Luis de
Lugu por fiU codicia, habiendo sujetado l"s demas vicios ó. que pudieran arra~trarlo el verdor
de la edad y despotiquez del dominio,
Partido, pnes, Pedro de Ursna pal'a Santafé, como dijimos en el libro antecedente,
trató :Miguel Diez de Al'mendariz de desembarazarse de los negooios de Cal'tagena, más pOi'
ln:8 iustancias que le hacian desde la oorte, que por inclinacion que lÍ. ello tuviese, olvidado
de que siendo las visitas de suyo aborrecibles, tanto ménos lo serlÍn los jueces cuanta más
priesa se dieren eu abl'eviarlas, y al fin uo teniendo y~ más co10l'es quo darle á su detencion,
y habielldo remitido preso á estos Ueinos al Adelantado D. Pedro de Heredia, dificultades
que fácilment.e se venci-e~:on, pasó á Santa. Marta á residenciar lo. ministros de Lugo, En cuyo
tiempo, ó por manife t..'u' aquella Roberanía que corno carlÍoter se imprime en los Visitadores
d tomar tiena en las ludias, ó porqne en lugares pequeños tienen por despojo que se les
hace el de aquella venet'Hcion que los vecinos rinden tÍ la dignidad episcopal; ó haya sido
por otra causa que los resiJenciados movieseu para no peligrar en tanto que las cabeZa!
el)tuvie~en encontradas, pues ninguna. expr san los historiadores, tuvo algunos <lL'gllstos con
01 Obispo Culat:\yud ó 108 ha.bia tenido desde Cál'tagcna, como dicen otros, y fueron tales,
que ohligaron á ésto n Falir ele ~u obispado, y con el pretexto de il'se á consagrar llegú tÍ.
:-)anwfé· ¡i los dos de Mayo, y de. de allí uo paró hasta Quito, donde entró ya POl' el ano de
cuarenta. y seis y halló ú. Gonza.lo Piza.rra envuelto en aquellas aclamacionos de restaurador
de la libertad que los del Perú le bacian por ha.bor poco ánte veucido y mucrto en batalla al
rjl'ey BlltRCO T úüez Vola, cllyo l:l.'t.imoso a.ccidente dClsquitó 01 ciclo con la victoria que
consiguió ('1 Cé.lU' d 1 Palatiuo reb lJo, y con la. muerte de los Reyos de Francia é Inglaterra,
lhanci co 1 y IIcllrieo VIII, sucedidas el mismo año, Fué, pues, el Obispo Calata.yud bien
recibid, y acariciado de Piz:\l'ro, pal'eciéntlúlo Rer de conveniencia ú. sus dosignios ganar un
pl'cIildo má8 que lo apoyase; pero el Obi .. po, disimulando aquello. sentimientos que le dicta-
ban sus obligaciones, viéndose en parte que yo. llece~itaba de lo que más abol'l'ecid, hubo de
acompañar.á, Piza.rro hasta Lima, dondo lo consagró el Arzobispo D, Ger6uimo de LoayRa
cou tanto aplallso, como }Iuede imaginarse de la generosidad de Gonzalo Pizano) que lo
&padt'Ín' en su con agro.oion.
Aquí los dos prelados debieron de conferir sobl'e ell'iesgo en que sC3 hallaban á "lsta
u-e la tiranío. coo quo Me gobemabu. el Perú; y habiéndolo propue, to á. Gonzalo Pizarro oon
gt'án suavidad las peligrosas endas por donde lo habian guiado los mal contentos de las
nuevas leyes y cuánto peligraria el crédito de la lealtad en los oidOR de su Rey natural ouando
llegasen los informes de lo suoedido en vuelto en el rumor de los tumultoR y muertes l:Ii no
anticipaso las disculpas su obeJiencia para que los mél'Ítos suyo y de SUR hermanos 10 gran-
jeasen el perdon de lo que se hubiese errado: y habiéndolo inclinado tÍ convenir en toda la.
propuesta, como no lo l'i~movie eu del gobierno, que fué tema que lo despeñó, y no otro algu-
110, por más quo Calancha pretcnda pCl'suadir que haya sido lo contl:ario de lo que fné, en
descrédito de autor tan grave como el Comendador D. Juan Antonio de Vera y Zúñiga, se
ofrecieron elllno y otro tÍ pasar á la corte al ajustamiento do todo: ya fuese porque atentos
á su agasajo y lastimados de su ruina desoasen verlo restituido á. la gl·acia de su príncipe, Ó
ya porque en la. oferta (fuese Ó no cumplimiento) libraban la salida de aquellos Reinos tan
estragados; pero de cualquier suerte que ello fuese, aceptó Pizarro deseoso de satisfa.cer al
Consejo y obligado del recelo en que ya. lo tenia puesto la. lloticia de haber llegado á Porto-
belo juez que conociese de las alteraciones del Perú.
Poco tiempo ántes ha.bia tomado puesto en Santa Marta el Juez, que lo cra el

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298 FBRNÁNDEZ PIEDRAHfTA. LLIB. X!.

Licenciado Pedro de la Gasca, acompañado de íñigo de Rentería y Andres de Sínnca,


Oidores nombrados para Lima, y del Mariscal Alonso de Albarado, y Adelantado Pa 'cnal
de Andagoya y otro~ caballeros 1 y como estu\Tiese allí el Licenciado Miguel Diez de Armen-
dariz, y les diese noticia de la rota y muerte del Virey Blasco Núñez, que fué ~ los diez y
nueve de Enero, y del suceso de Portcbelo, ocupado por Melchor Verdugo, Re alter6 tanto
viendo que ]as cosas estaban en peor estado del que se habia pre~umido, que casi estuvo
resuelto á seguir la derrota de Nueva España, y encaminado por el mar del Sur, pasar
privadamente á tratar con Gonzalo Pizarro, y aconsejarle se redujese al servicio del Rey.
Por otra parte 10 detenía la consideracion de que seria empeño de más orédito no extra-
~arse de Panamá, donde seria bien hacer primero experiencia de la ]eal~d de las pen~onas
y Cabos que allí estaban. Para lo primero encontraba la dificnltad con que se humilla un
Capitan á quien ha lisonjeado la fortuna con algunas victorias, y el de~den con que ~e
escucharian los consejos de un hombre de quien se sabia llevar título de Pre ideute, y
algun08 Oidores para reintegrar la Real Audiencia, materia la más aborrecida en el Perú;
y para lo segundo se hallaba con la duda de que 11) recibie'en los Capitanes de la armada
de Pizarro, que estaban en Panamá, y en caso que no 10 hiciesen, el riesgo de que ajaRen
la autoridad de su puesto, á que habia de ser consiguiente cerrarle absolutamente el camino
de tratar de medios.
En esta perplejidad, habiendo oido ~ Miguel Diez y cornullicado á los minil'tros que
le aRistian, reRolvió ir á Portobelo y ordenar tÍ 1\1elchor Verdugo suspendiese la leva mandada
hacer en Cartagena, y que se retirase á Nicaragua hasta que l~ die, e nueva órd~n. Yen este
lance no se le puede negar que mostró el conocimiento gl'ande que tenia de su nacion, con
quien es más poderosa la autoridad del'armada de BU Rey que la prevencion militar, por
más pujante que amenace: principio de que resultaron los aciertos con que se allanaron las
alteraciones del Perú, si bien se hubieran allanado con más facilidad, á , el' ménos la emula-
cion con que Pedro l!'ernández Paniagua trató con Gonzalo Pizarro, su paí ano de aju tes, (¡
que lo despachó Pedro de Gasca, desde Panamá, como se reconoce del informe que hizo de
}'eslllta, y he visto original en esta Corte. Y habiendo comunicado otras algunas materias
con Armendariz, y héchole AAber la 6rden que llevaba para que no residenciase al Adolan-
tado Benalcázal', le dijo no trntase de ello, porque no convenía desabrir á un Cabo tan
práctico y poderoso en las Indias, y que tan leal se habia mostrado siempre por la parte
del Rey, favoreciendo á su Lugar-teniente, BlascQ Núñez Vela, ha,c;ta. el último trance.
y concluidas e tas cosas partió para Portobelo, y de allí á I'an::tmá, donde en el iuteri n quo
tomaba asiento con los Capitanes de la armada del 'ur,)' disponia u tnlD ito {\ Lima,
llegaron el A.'zohi po Loaysa y el Obispo Calatayud, favorecido, por Gonzalo PizArro con
dineros y embarcacion, por haber aceptauo la oferta de que pasarian á e tos Reinos á
informal' al Emper dor de que convendria continuarlo en el gúbieruo del Perú, y de vanecer
18.'3 s08pechas que se tenian de su fidelidad; pero recibidos de Gasca, á quien ya obed~ciu In
a.rmada, les aconsejó volvíe en tÍ residir en sus igle8iaa, y e apartasen de aquellas negocia-
ciones tan ajenas de su dignidad: con que I.Joaysa hubo de egllir al Presidente, y Calntll.yud
pasó IÍ Santa Marta, donde el:!tando prevenido para. kubir otra vez á Santafé, murió. Ern,
natural de la. ciudad de Calatayuu, en 01 Reino de Aragon, y en ,n tiempo de los más
aplaudidos predicadore.q de e, ta Corte, algo dado á divertimientos y regociJOS, que llaman
lícitos, si es que para un Obispo los haya. N6tale el Adelantado Que ada de mny tibio
defeDi!Or de los indios, y que mo, traba d.ir ele muy poco ele que fuesen 6 no relevados del
servicio personal: feo lunar para Pastores de la Iglesia, y tan feo, que alguno por no
tenerlo han pasado primero por el cllchillo del veneno y de la calumnia. Gastó generosa-
mente sus rentas, como quien nació para Principe, yen su plática y condicion di6 nlUeitra
de muy virtuoso; y aunque su llegada á Panamá y mllt'l't~ en Santa Marta fué por el
año de cuarenta, y llUeVe, hn parecido ponerla aquí, por no entretejerla en los acaecimion-
tos futuros.
Con los despachos que el Mariscal Robledo sac6 de Miguel Diez de Armendariz para
gobernar las villas de Anserma, Cartago y Antioquia, salió de la ciudad de Cartagena con
alguna gente de guerra, llevando en su compañía á doña María de Carvajal, su roujC'r, y
demas familia, que por marchar Á. la. lijera, y con fin de conducirla por el mal' del Sur, la
dejó en San Sebastian de Bnenavista, y caminando aceleradamente arrib6 á la ciudad de
Antioquia, eon tal disposioioll que prendió al Baohiller Madroñero, que la gobernaba por

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CAP. l.] nlS'fORIA DEL NUEVO REINO. 299
Bena1c. zar, y habiéndolo remitido con gnarda1i ó. Cartagena, tomó la vueltn. de Arma eOIl
sesenta hombres, entre quienes iban Feman Gutiérrez Altamirano, Alférez mayor del
campo, el Comendadol' Fernan Rodríguez de Sousa y otros poco afectos á Bena1cózal', y que
1)0 perdían ocaslon de malquistarlo con Robledo, deseoRos de lanzarlo de toda la gobernacion
en caso, como ellos deciau, que se necesitase de las armas, si no quisiese obedecer los
despachos de Al'mendariz: de que no disentia mucho Robledo, arrebatado de aquel espíritu,
que lo inclinaba á mandar sin reconocimiento á cabeza superior, Llegado, pues, con esta
determinacion n la villa de Arma, y presentado su nombl'amiento, que no quiso admitir el
Cabildo, por decir no conocia pOI' Juez it Miguel DiflZ, respecto de no haber presentado
cédula del Emperador en que se le expre!lase facultad para privar ó. su legítimo Gobernador,
que lo era Benalcázal', y que por más diligencias que interpu~o, ninguna bastó para tener de
su parte más de un Alcalde y un Regidor, se re.olvió á proceder con violencia, y usando de
ella le quebró la vara al Teniente Sória, y poniéndolo con ' lOR demas Regidores en ásperas
prisiones, hizo tomar los caminos p, ra que no diesen aviso á Benalcázar, que no pudo
conseguir por haber esca.pado Sebastian de AyaJa, y pa. ado á Cali con las noticias, miéntras
Robledo, reforzado de más gente que quiso seguirlo, pasó tÍ Cartago con la misma resolucion
de ha.cerse obedecer de grado o por fuerza.
Luego que el Adelantado Benalcázar tnvo el informe de todo lo que va referido, es-
pecialmente de que Robledo sin despachos legítimos entraba por su gobernacion quebrando
varas y aprisionando los Regimientos, envió á ll~mar á Francisco IIernández Giran, á quien
habia hecho su Teniente general á pedimento de Gonzalo Pizarra, y lo tenia. ocupado en la
pacificacion de aJgnnos ludios alterados, y para noticiarse de lo demas que iba obrando Ro-
bledo, despachó á. Santa Ana de An. erma á los Capitanes Maldonn.do y Miguel Muñoz, con
fin de re olver lo que debia ejecutar con más atenta consideracion y cODflUlta de su parcia-
les. Por otra parte, el Mariscal Robledo, preRo. los Regidores y a egul'fl.da la Villa. de Arma
á cargo del Capitan Alvaro de Mendoza, salió para Cartago á punto de guerra; y entrado
en ella, annqne agasajado de los vecinos y de Pedro López Patiño, Teniente de Benalcázar,
no fué admitido al gobierno como pretendia, annque presentó en Cabildo us de~pachos, por
no constar oc ellos la facultad qne Miguel Diez se apropiaba para subrogar el gobierno de
aquellas provincia. en otro; si bien no pudieron excusar el recibirlo por fuerza, con reser-
va del del'echo de su Gobernador Benalcázar: ejemplo que así miRilla . iguió la. Villa de
Anserma., á donde pasó luego con pretension de remitir desde allí, como lo hizo, al Capitan
Gómez Hernandez, á Pedro de Velasco y al Bachiller Diego López con los despachos y una
carta de Armendal'iz, para que l'eqniriesen al Adelantado no aliese de Cali hasta q lIe lle-
gase Á. residenciado, Pero como é. tos FlC encontrasen con Muüoz y Maldonado, que iban ti
Anscrma tÍ tomar noticia de lo que fucRe obrando Robledo, volvieron pl'estamente con la
de haber ocupauo la Villa; y ll egando despue lo.' otro. en seguimiento suyo, hallaron al
Adelantado tan sentido de lo que se habia obrado en las Villas de su gobiel'no, que desa-
hogó. u cólera afeanuo á~per<Lmenl.e lo mal que Re habia portn.do G'moz lIcrn{tndez, aun(lue
él se di. culpaba cou hl falta de prevencion que tuvo para resi tir á quien entraba de gue-
rra, y con la oferta de prender al Mariscal si le daba treinta arcabuceros para el efecto.
Con estos malos princi pios se fué de cubriendo mucha. neutralidad entre lo vecinos
de aquellas provincias, siempre atentos á seguir la parte que quedase superior; y discurrien-
do Robledo por la deteucion de ómez HernÁ.ndp.z, que el Adelantado iba contra él, e tuvo
determinado á representar ñ Armendariz su riesgo y enviar á pedirle entrase luego en la go-
bernacion, y á retirarse Á, ]a Villa de Antioquia en el interin que llegase y se tuviesen noti-
cias del extremo á que llegaban la' alteraciones del Perú, de cllya re. \llta podia. e perar se
mejorase SIl partido, Pero como llingun defecto lo dominaba tanto oomo su incon8t:\ncia, se
resolvi6 á labrar picaR y otras muchas armas de que poder~e valer en ocasion del aprieto que
tenia. vecino: con méno/ll pica~ y máR razon pudiera asegurarse más y temer ménoR, Por
otra parte, más reportado Benalclzar, licenció dentro de pocos dias á Gómez HernÍlndez, y
sin mostrar nueva señal de disgu. to, mandó le dije e al Mariscal se salieHe luego de su go-
bernacion ó se pel'Fllladiese Á. que de no hacerlo a. í, mal podria excmlal'se tÍ la defenf?a de su
derecho, Por esta. causa el Mari. cal procuró lnego port~u'se con má prevencioD que de
!tnteR, á que ayudaba mucho la diligencia qne interponia :sU gente, para que fuese á. encon-
trar o con el Adelantado, tÍ quien para el mi mo efecto encendian en il'a los suyos, puesta.
la mira solamente en los intere~es de venganza y,conveniencia que sE'lrian consiguientes, y son

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los que mfis facill'tan el despeño de los superiore!\, pues á no ser así, quizá hubiera tomado
méuos sangrienta. l'esolucion el Adelantad(\, cuandv pudo templarla con una victol'la.
Salió, pues, de Cali eu demanda del l\1aril)cal, y éste, receloso del rie go que le ame-
nazaba, abrió las Arcas Heale' á pesar de las contradicciones de uno de los Oficiales, que
por no con. enti·r en ello se le allsentó, y sacando tres mil castellanos que en ellas habia, or..
denó que 01 bagaje, escoltado de algunos de los IlUyos, plsase á la Villa de At·ma, donde lo
esperasen, miéntra ' él pas:1.ba IÍ. Cal'tago á observar los movimientos del Adelantado, para
<{ue, en caso que fue eu contra él, pudiese retirarse á Antioquia. : y porque en todos tiempos
1lretendia dar á enteuder que por su parte Re exclls:.\.t"ia cualquier rompimiento, despachó
desde Anserma á D. Diego Gutiérrez de 10~ Rio:'!, caballero cordo"és, y desde Cartago nI
Tesorero Sebastian de Magaña, para que cada cllal pt"otestase al Adelantado los daños y per-
juicios que, de pasar adelante y no obedecer al Juez de Su Majest¡,d, se le siguiesen á su
Real servicio . .A que el Adelantado, correspoudiendo con iguales protestas, le requirió se-
gunda \'ez salieRe de su gobierno y restituyese:t las Arcas Reales el oro de que violenta-
mente las tenia despojadas: golpe que, despertando á Robledo de los errores que 10 tenian
adormecido, le oblig6 ú. despachar nuevamente á Pedro de Velasco y Sebastian de Ayala,
con poderes para que lo conviniesen con el Adelantado, á quien ofreciesen para el ajuste que
sus hijo~ casasen con hermana y sobrina de doña. Mada de Carvajal, su mujer.
Tan léjos estaba. el Adelantado de a.dmitir semejante convenio, que á largas jorna-
das marchaba en demanda del Mariscal, y encontrándose primero con Patiño, que le dió
119ticia de la. tirada que habia hecho á la. Villa de Arma, y despues con Ayala y Velasco, que
le propusieron les medios de \legal· á concierto, les dió una carta en respuesta y con pala-
bras generales y blandas, de que deseaba la concordia, los despachó al l\fariscl\l, á quien
.persuadian unos se retirase luego tÍ la Villa de Antioquia y no fiase ue la carta simulada de
Benalcázar, cuque no hallaria tantos renglones como cautelas; y otros con Ayala y Ve-
Ja co se oponían á. este sentir, a egurando por sana la ioteocioo de Benalcázar, en cuyas
palabras y trato habian descubierto seÍlales manifiestas de á.nimo agradecido: de que resul -
taba hallar o Robledo como siempre, ine oluto en lo que debia elegir. Y aunque refiriendo
c. te lance, dice Herrera haber sido é.. tc efecto de la embajada, y que el Adelantado salió á
encontrar e con el :Mari call1ev::mdo poco más de sesenta hombres infante y caballos, que,
a mi entender, es lo que pudo adquirir de la rel. cion hecha por el mismo Adelantado, á
quien so mue 'tra tan afecto, como contrario á Robledo; con todo, me ha parecido poner aq uí
las mismus palabras con que el Adelantndo Quesada refiere el mismo suceso, mirado de más
cerca, para que el lector haga el juicio que ie pareciere, y son como siguen. El J3enalc6.-
zar, vi. to que el otro le entraba. eu los pueblol1 de Hll gobernacion y q ne p nía las j u. ticias
Jo su mallO, y que el poder qlte traia de Miguel Diez era contra lo que habia proveido el
Consejo, hizo gente de guerra para ir en su busca, y ttlVO harta en que poder e coger, por-
que acababa eutónces de dan,e la batalla eutl'e Pizarro y el VirE.y Bla8co úñcz, donde éRte
íué muerto, y con geute de est:\ traza, avez3.da. ya. de años atras á la tiranía, tomó cieuto y
cincuenta hombres de ellos y villo en demanda. de Jorge Robledo, el cual tenia ttlmbien u
cierta gente de guerra, y trataron áutes cierLos medíos entre él y el otro, y se concluyeron al
fin, y asentada la paz, &c.
De aqní se rccouoce la diferencia con que estos dos historiadores refieren el suoeso,
discordando, no -solamente en el número doblado de gente que lle\'aba el Adelantado, sino
en la forma dE:l ajuste que tuvieron, pues uo parece lo mismo haber asentado pa.cea por
terceros do tanta calidad como refiere Quesada, á haber parado el ajuste en palab,·as gene-
rales, como dice Herrera; pero de cuahluier suerte que ello fue e, el Mariscal !'le incliuó á
lo que le aconsejaban Ayala y V clasco, ya fue e sobre esperanias de aju te, ya sobre la segu-
ridad del que ecltaba hecho, y de:ipachó á. los Capitanes Alvaro de l\fendoza y Huy Vanégas
n que lo ratifica. en de nuevo ó de cubriesen si habia. doblés en el trato, para lo cual habia
de acompañados su Maese de campo, el Comendador Sousa, cou re OlllCioll de que no vol-
viendo dentro de doce díliS, tomaria otra, la que más bien le estuvie. e, y él !.le pasó con la
gente que le quedaba. á la Loma. de Pozo, sitio á pero y fuerte, como dijimos, donde podia
esperar al Adelantado, fue e de paz ó de guerra. Los enviados, á pocas jornadas, descu-
hrieron desde una colian. el campo contrario, que, puesto en órden, iba marchando la vuelta.
de Carrapa, de que sospecharon mal, y 1mbiéranse v uelto, si, por otras consideraciones de
4uelo no se hallaran precisados á pasar' adelante, hasta encontra.rse con Benalcázar, que

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CAP. 1..J nIHTOl'UA DEL NUEVO' RE1 '0. 301
hallaron alojado ya, y lOA mandó desarmar luego que entraron en su tieJ\da, y burlandO'
mucho del negocio á. q'le iban, los cargó de prisiones y puso en gttanla á cargo del CapitJan
Bazan; en cuyo inte11lledio, viendo el Mariscal pa~ado el término de los doce dias, Ralió con
sus ca.ballos lÍo reconocer la campaña, diligencia que si hllbiera repetido le' importara la "ida.;
pero no lml1ando rastro de lo que recelaba, se :recogió tan conñadO' ~~ la Lomar que se olvidó
de la. primera obligacion que corre á los buenos caudillos.
Por otra parte, el Adelantado, teniendo presos ó. los mejores Cabos del Mariscal,
comunicó el negocio con su :Maese de campo, y de un parecer acordaron marchar todo el
primer dia de Octllbl'e y al romper la luz del siguiente dar so1)re ~l campo. contrl'lrio,
para. cuyo efecto, habiendo caminado hasta Carrapa, salieron de alH al ponerse el sol, y
llegados de noche al rio de Pozo y pnestos en órden, venoieron á lfl lumbre de- fas Cnel'daH
la dificultad de repechar la cne8tA, en cuyas e lIrecheces ásperAS sobraban veinte nombreR
para rechazar á doscientos; y si la variedad de J{obledo no hubiem dispuesto su mala fortu-
na con su confianza ó de~cuido, pues en peligro tan cercano D'O libraba los avi'sos ni su;
seguridad en mas CEl'ntinela." que la gnardas ordinarias, hubiera lÍo poca costa excll~ado un lastf-
moso ejemplo á las edades futurAS. Pero las vigíétR, ofnscadas con la densidad d~ una niebla
que trabó al amanecer Stl desgracia, no descubrieron al Adelantado ni á su gente, hailtaque tÍ tiro
de arcabuz lasintió V~zga, queá ~oces dijo: Ah! señol" Marisca.l , levántese que ya el AdeJantado
fstá 80bre nosotros. El entónces, dejando apresuradamente el looho, vestida una -cota y blan-
rliendo una pica, exhortaba t\ Jos 81.1YO$ á que 10 siguie en; pel'o pensando e llaR', como era.
verdad, que 10R enemigos eran muchos, y "iendo el l\[ariRca1 que solamente se halla·h a con
Medina y Altamil'llDo, que ani~nosos lo incitaban á que cerrase con los contrnrio~, ni los
suyos se movieron, ui al Mariscal, ccroatlo do tantas armaR de fuego, le pareció tiempo de'
hacer otra aocion qr e la de ahatir .la. pica y oamillar en demanda del Adelantado, que reci-
biéndolo con bllenas palahras lo hizo desarmar y prender con Juan Hl:llz de Noroüa, Giralda.
Gil. AntonIO Pimentel ERtl'opiñan y otros, y ejecutado esto así y pueRtos en libertad los
Regidores. de Arma, public6 bando pala que se desarmase toda la gen~e d'e Robleclo" como
se ejecut&.
El croni¡;ta Herrora en el capítulo diez 1: siete, t1{ue cité arriba, refiera que en un
baúl del Mariscal se hallaron cartas para Armendariz en que decia que Bena.lcnzar y Cllan-
tOR 10 seguian eran traidores, amigos de Piz::n'l'O y otras palabrns de ultraje, cosn que no
tIa]amente á la verdad SirIO tt la verosimilitud di. nena mucho i pOl!que si no hahía quien
ignorase que por desafecto á los Pizarl'os se h.'1bia ido retirando BenalcÁznr €leade Quito
hasta el Nuevo Roino, y que aun no tenia bien cerradas las heridas que habia recibido en
la batalla de Añaquito contra Gonzalo Pizarra ¿cómo había de aventUl'arRe tí persuadi¡' á Armen-
dariz lo oontrario de lo mismo que le era notorio? Lo cierto fué que, caído en ]1\ desventum do
prisionero, no fué mueho caer en la de que pQ.l.' todos caminos lo pretendiesen hacer culpado.
A..pénas ell\-L'1.l'ql1es de iete Iglegias se encartó en la categoría de los infelices, cayendo en
la estrechez de una pri ion, cuando ~obTo un pequeño delito le ncnml1laron atrocida{lcf! de-
primera magnitud. Semejantes voces Ron las que derrama . icmpl'e la paF;ion, hasta CJue á
beneficios del tiempo las apura el desengaño en los ori oles d la verdad. prisionado, pues,
el MariRcal, llnmó ó. Con ejo Benalcázllr á 811S Cabos Rohre la resolucion que debia tomar:
unos dijeron que se contentaRe con ha berlo preso y del\hecho In" gente, pues los excesos de
qne lo acusaban l'ecaian directamen te sobre 10R dj;!sflciel'tos de Armendll.riz, y que bAstaria
lanzarlo de la gobel'on.cion para q uo sintiese sobrado el oastigo; pero otros, con Francisco
Hernández Giron, que á ninguua cosa ~e inclinaba más que 6. derramar Rangre, le instaban
en que le cortase la. cabeza. Si no lo haceis, dccian,. apercibíos para una guerro. en que será
gran dicha poderla sUl;tentnf a.lgun tiempo con esperanzas do no perecer en ella; porquo
.Al'mendariz, empeñado en m.antener su hechura, ha de intentarlo con dcsel'éc1ito vl1ostro r
y es muoha sombra la de un Visitador Real para que 6. ella se acojan no solamente los
parciales de Robledo, que son muchos, ' ino tambien los neutrales y envidiosos de vuestra
fama, que 60n más.
Inclinóse á este sentir el Adelantarlo, y no lo hiciera a saber que es propia valentia
de hél'oes, cuando sobra el valor, faltar á la venga.nza, pues no es bizarrín de á.nimo inven-
cible castigar propios ngravios; pero al fin inclinóse al peor consejo, y ha.biendo prevenido.
anticipadamento al Mariscal para la muerte que le o peraba, dispuso éste St1 teRtamento, y
arrepentido do sns culpaR las confesó. como buen católico: luego, retirada su gente y pues~

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302 FlmNÁ.:NDJt.:z l'IEDRAIIÍ1'A. LLIU. XI.

en órden la de Benalcázllr, ]e fuó dado garrote ú los cinco de Octubre, y de pues sacado HU
cuerpo con pregon que publicaba las culpas de albomtadol' del Reino, usurpador y opresor
de la Real justicia, fué puesto sobre un re po. tero, donde le fué cortada la. cabeza. Este fué
el término á que por las sendas de la ambicion coudujeron á este caballero 10R espíritus de
gobernar iudependiente. Murió eu la mi ma loma en que pocos años ántes, herido de dos
lanzadas, obr6 maravillas, y en la misma provincia en que arl'ebatndo de la cólera, y no de
la razon, castigó á sus naturales con demasía, para que se viese que hay sitios fatales para
dichosos por aútipatía irracional de su terreno, y que no hl\y crueldad, por única que haya
sido, que no publique el escarmiento á. vista de los que extrañaron el desafuero. Ninguno
<le los héroes d() aqu~l siglo procedi6 con ménos codicia de oro en la.q conquista. Ninguno
se le aventajó en valor para los descubrimientos. CumpEa firme las paces que una vez
asentaba. Templo e casi siempre en derramar sangre en·lo!'! encuentros, y á. no intervenir la
imprudencia de Armendariz, hubieran llegado sus hazañas á. mel'ecer fin más dichoso. Fué
-casado cou doña María de Carvajal, que con la primera noticia de su muerte pas6 luego tÍ
Santafé á que la amparasc Armendariz, donde casó Acgunda vez con el '1'esorero Pedro
Briceño, y la tercera con el Oidor Francisco Briceño, que pa ó 6. Pre. idente de Guatemala.
Concluida la tragedia del Mari cal Robledo, pasaron por la misma el Comendador Fernan
Rodríguez de SOUga, Baltasar de Lede. ma y Juan l\Iál'quez de Senabria, vecino de Quito, á
quien despues declaró el Licenciado Gasca por cómplice en el delito que imputaban á. Gon-
2alo Pizarro.

CAPITULO 11.

PROCEDE ARMENDARIZ CONTRA EL CAPITAN LANCHERO y OTHOS CON_


QUI TADORES--PEDRO DE URSUA CASTIGA EL REBELION DE LOS GUANES,
y EL CAPITAN TOLOSA SALE DEL TOCUYO Á DESCUBRIR LAS SIERRA S
NEVADAS, Y LLEGA HASTA TARIBA.

UEGO que el Presidente Gasca Rali6 do Santa Marta para el Perú, trat6 Miguel Diez de
L Armendariz de salir para. el N nevo Reino, dondo 10 lla~aba lo más árduo de su. comi-
siones, y poniéndolo en ejecucion partió de la costa, tan cargado de hombres como de mu-
jere , qUé las llevaban sus maridos para ayccindal'se en el Reino, entre quienes iba Alonso
Martin Carrillo y Beatriz de Ouéllar, que lo siguieron desJe el Valle de Upar, en cuyas
conquistas habia servido el Alonso Martin con crédito de buen soldado; si bien de la. com-
pañía de tantas mujeres se le siguió mucho descrédito al Miguel Diez, qne e le continuó,
como e dirá adelante, ha ta el fin de su gobierno. Y habiendo llegado {lo antafé con aquella
máxima. que ob ervan todos los Gobernadores de Indin., de mo. tl'al'se formidables en SUR
primeras clltra.da~, tom6 la pORo'ion de sus oficios en diez y aiete de Enero del año de mil
qninientos y cuarenta y eiete. Y hallando dispuesta. materia en la muerte de Tundamll para
proceder contrI\. el Capitan Baltasar faldonado, lo conden6 á privacion perpetua de su En-
comienda, de que apeló para el Licenciado Pedro de lo. Gasca, y en su seguimieuto partió
para el Perú, donde por esta causa y no por otra, 'e halló en la pri. ion de HOllzalo Pizarro,
y consiguió restitucion de u repartimiento, como Jijimos; y pasando :l. la causa tlel incen-
dio que le tenia remitida el sobrino Pedro de U raua, couden6 á tortura á Francisco Palomo,
Que no solamente confesó eu ella haber cooperado al delito sin haberlo hecho, pero condenó
~ los demas que estaban presos, á quieues tambien, sin que les valiese la calidad de sus
per.onas, que era mucha, y la de sus sel'vicioli que la igualaba, atormentaron rigorosamente,
ulluque llegaron siempre, y solamente sirvi6 aquella demostracion extraña ue granjearse
cuatro enemigos poderosos, que jamas se olvidaron de solicitar su desagravio.
De aquí resultó condenar ú. muerte de horca á Fmncisco Palomo, quien estando en
ella dijo públicamente moria sin culpa, y haberse condenado á sí mismo y {~ los demas que
estaban presos, por temor del tol'Q.lento, y que leR pedia perdon de la falsa declaracion que
como flaco l?abia. hecho contra ello.. Pero ni bastó paro. librarse uel suplicio, ni para que
Armcndariz soltase de la prísion al Capitan Luí. Lanchero ni ú los dema., que. corrian igual

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CA.P. n.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 803
fortuna con él: por lo cual, reconocida. la pnsion con que se procedia contra ellos, de que
no podian esperar buen suceso, rompieron 1m: prisiones y cárcel una noche, y acompañados
de otros que ya eran odiosos al Miguel Diez, ganaron la montaña de los Pan ches, y de ellos
bajaron algunos 6. la costa, y de allí pasaron á. la isla española n. dar sus quejas en la Au-
diencia, como fué Lope Montalvo, que con ser cab:\llero tan modesto, y de quien no hubo
sentimiento alguno en los pocos días que gobernó, anduvo inquieto muchos años sin más
causa que la de haber nacido pariente del Adelantado don Alonso Luis de Lugo.
Por este mismo tiempo llegaron n. Santafé noticias de nuevas conspií'uciones de los
indios de V élez, que principiadas por el año de cuarenta y adormecidas con el castigo que
en ellos ejecutó el Capitan Ga}eano, y des pues Valenzuela en Guane, despertaron Megunda.
vez al estruendo de los tributos excesivos y mal tratamiento de los Encomenderos á sus
indios, y en la ocasion presente sl1cedió el caso en esta forma. Entre los repartimientos de
que D. Alom~o Luis de Lugo privó á. muchos de los conquistadores que entraron con Que-
eada, fueron los comprendidos en la provincia de Guane, y para encomendarlos de nuevo
puso en la ciudad de Vélez por su Teniente á Alonso Suárez, para que en compañía del
Capitan Martin Galeano, que los habia sujetado y repartido la primera vez, lo ejecutase
segun la instruccion que para este efecto le dió. En cuya conformidad cupo el repartimiento
del Capitan Chanchon ti Gerónimo de Aguayo, caballero cordovez, como dijimos, y de los
más deseosos de volver rico á su patria con más priesa que la que habia gastado en llegar al
Reino. Estaba Ohanchon acostumbrado á que los tributos que daba de tíntes, no excediesen
de voluntarios; y Aguayo, no satisfecho de cantidad alguna, por crecida que fuese, como lo
mostró instando siempre por diferentes Encomiendas que lo enriqueciesen de golpe, llegó
premeditando las violencias de qne habia de usat' en el nuevo repartimiento para conse~
guirlo. Para este efecto apénas entró en V éle7" cuando valiéndose de Francisco de Segovia,
Pedro de Trnjillo y Juan del Valle, mancebos ménos cuerdos qpe valientes, los despachó
con ól'den de que le cobrasen á Chanchon tan exorbitante cantidad de oro, que manifes-
tasen la gran confianza que de ellos hacia.
No necesitaban de tanto aprieto los que librahau su mayor aprovechamiento en
cuanto más grandes fuesen los tributos que sacasen de los indios, y así llegados {L verse con
Chanchon, 10 importunaron de suerte IÍ que les diese tanto oro, que bastase n. dejarlos con-
tentos, que se resolvió á no permitir lns extorsiones de que se valían y recelaba tener en ]0
venidero: para ello, convocada su gente y las armas auxiliares de los Cantones vecinos, con
tedo f3ecreto dió al romper del dia sobre los tres cobradores, que aunque fueran ciento no
hicieran poco en resi tir las tropas enfurecidas de más de tres mil indios que los cercaban;
aunque RO mostraron tan españoles, que do sol á. ~ol sustentaron el combate, defendiendo
valeroRamonte sns vidaR, en que obresalió tanto FranciHco de Segovia, que habiendo queda.-
do solo hizo maravillas tales con la espada, que l'eferian los indio, como lo nota Castellános,
haber mUCl'to más de cien Gandules 6.ntes que l'indie e la vida 6. los filos de sus macanas.
De todo reRultó levanta.r la ~uj ecion á. sus Encomendcres toda la provincia de Guana,
amparada de Chanchon, 8 quien eligieron por General de sus armas, Doticia.<J que luego
llegaron á Vélez por medio de algunos Yanaconas que iban con los tres cobradores y e ca-
paron del combate; y aunque luego dcspachó la ciudad con buen golpe de gente al Capitan
Jnan de Rivera, que con valor hizo bien l'igorosa la guerra, nada bastó para sujetar á
Chanchon, que, vanaglorioso de haberee resistido :í tan buen Ca.bo, prosiguió RU rebelion con
tantas muertep, incendios y robos de indios amigos y españoles, haRta el tiempo en que vamos,
que puso todo el Reino en cuidado y {lo Miguel Di(>¿ de Armendariz en la obligacion de salir
nI remedio, despachando para ello ochenta iLlfantc~ y .. einte caballos y por Cabo ó. Pedro
de Ursua, su sobrino, que como hombre do levantados espíritus uo anhelaba á más premio
<1ue al de ganar fama y emplear sus brios en ncciones dignas de su sangre, á quien, entre
otros soldados famo. o~, acompañaban Cristóbal de Miranda y Francisco del Hierro.
Vió¡;e por los efectos, pnes siendo é. ta la primera cmpresa militar que tomó á 8U
cargo, partió luego para V élez, y dejándose caer con treinta hombres más sobre la provin-
cia de Guane en demanda de Chanchon, no tuvo mncho que hacer en buscarlo, 9.ntes sí
teniendo la suerte de que le noticiasen de cómo iba el indio á encontrarlo con lo más florido
de su ej ército, pudo prevenirse de sitio tao á propósito para numdar los caballoR, que apénas
:;;c le pllSO á. tiro de arcabuz la. vanguardia oel campo contrario, cuando Rtacando l.l batalla.
<.:on los caballos, qnc gobernaba el mi!)m(l U l'sua, y siguiéndole su infantería, la trabó tan
40

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304 FERNÁNDE~ PIEDRAIlfTA. [LIn. XI.

vent<'ljosamente, que nunque los indios, que excedían de cuatro mil, hicieron cuanto pudo
caber en la ilnqueza de RUS arma8, 109 españoles obraron de suerte que despues de una hora
en que se peleó bien por la una y otra parte, con pocos heridos de 103 nuestros, rompieron
infantes y caballus por los miserables indios, haciendo el estrago qnepuede imginarse, y más
con los perros de que ya se vallan en todas las facciones, siendo ésta, como dijimos, la pri-
mera ocasion en que se halló Pedro de Ul'sua acompañado de Francisco Diez de ArIes, su
pariente cercano, que le seguia desde Navarra, y en la que di6 claras señales de babel'
naoido para buen Capitan, como se experimentó despues. Son fianzas de la opinion los
aventajados prinoipios: má.s fama ganó el Conde de Fuentes con haberse estrenado,. en el
asedio de Cambray que adquirió Borbon terminando vida. con el saco de Roma. A esta
batalla se siguieron otrás tres ó cuatro que en diferentes sitios le presentó Chanchon, pro-
curando siempre el desquite de sus pérdida~, á pesar de la fortuna que se le mo~traha
contraria, hasta que cayendo en una emboscada quedó prisionero, y concluida la gnerra de
Guanes, Ohnnchones y Chalalaes con el corte de algunas cabezas principales, y Ursun
cansado de los trasiegos de aquella provincin., trató de volverse á Santafé, y annque siente
Quesada haber excedido mucho en el rigor del castigo con que la allau6, Em!lpezó á cobrar
tanto crédito de buen caudillo entre los mejol'es r que trató el tio vivamente de
ocuparlo en conquistas de más consecuencia, y vuelta la ateucion tÍ los negocios que }o
habian llevado al Roino, que no eran pocos ni de corto intel'es, comenzó á dar cspeJiente- á
tres géneros de ellos, bien peligrosos y que lo tuvieron perplejo muchos dias.
Era el primero disponer que se observasen lafi nuevas leyes, tan odiosas pnra las-
India:J y que ya estaban publicada ' por Urslla, y fuera. mejor no- haberlo hecho, pues táci-
tamente se da licencia á los súbditos para que pierdan el respeto al que se manda cuando se
intiman leyos y se publican baudos que no se ejecutan. El otro era residenciar á todos
cuantos habian gobernado el Nuevo Reino, desde Gonzalo Jiménez de Quesada, que fué el
primero, hasta MontalvodeLugo, quefné el último, en que sehallabau tantos tropiezos cuantos
eran los amigos y enemigos de los residenciados que se comprendian debajo de ambas par-
cialidades. Pero el tercero era de mayor dificultad en la entrada y de 110 poco riesgo on
la salida, y que por más atent.'l que caminase la jurisprudencia habia de encontrar más
peligros que seguridades, y era éste oir en justicia ,a todos aquellos á quienes el Adelantado
Lugo habia quitado los iudios y despojado de las encomiendas que poseian, de los cuales
algunos habían pasado á la Isla Española por el }'emodio, como dijimos, y no habiéndolo
hallado, habian ocurrido á Armendal'iz para que r puesto en ~u gobierno, lE:S hiciese vol ver
aquellos repartimientos que con dispendio de su sangre habian eosteado cuando descubl'ieron
y conquistaron In tierra.
Oponíase tí la justificacion de esta súplica el ver que los que poseron los indio& (que
todos eran de los Caquecios 6 pariente. y oriados de Lugo) estaban persuadidos á q-ue les
asegurase su posesion, tal cual fuese, el no haber jurisdicoion en el Reino para quitó,rse1a,
respecto de que una de las lluevas leyes que se preCTonaron di ponia que de ninguna manera
se conociese en 1M India~ de pleitos de e ta clase, y que si alguno se ofreciese, ocurriesen
las partes por la determioacion á estos Heinos, donde el Consejo rCQolveria lo que conviniese;
aunque como esta lei pareció siempre dura, se hizo de ella una declaracion, y con el trascur-
so del tiempo otras de que nI presente se usa en las Reales Audiencia~, De Sllerte que, ase-
gurados así los CaquecioA con aquella ley que so estaba en su Íuerza,parecíales no haber poder
bastanto en el Reino que pudiese lanzarlos de los repartimientos que ¡eoian, de que se ori-
ginaba notable desabrimiento en los de pojados y mucha compasion en MiguelX>iez de
Armendariz, que habiJndolo bien con ¡derado y conocido que no era puesto en razan que
así públicamente se queda en algunos hombres con las haciendas de otros, fiados en el diÍí cil
recurso al Consejo; y reparanclo en que el despojo se habia hecho ántes que se hioiese la
ley, y ésta tenia su ft:erza y debia entenderse para 108 act<,s subsecuentes {" su promul-
gacion y no para lOA que antecedieron; ademas, que no determinando este negocio, se abria
puerta para. que los que más pudiesen se entrasen en los repartimientos de 10M ménos pode-
1'0808, fiados en que, segun aquella ley, no podían ser lanzados de ellos, so resolvi6 (á mi
entender) valerosamente íl. conocer de aquellos despojos, y conoció de eUos volviendo los
iudios á cuyos eran de nntes, y que tan injustamente les habian qnitado,
Accion fué ésta que á todos los par(;iales de Lugo pareció tao violenta, que se per-
suadieron {~ que bastaría ella sola para remover del puc::to ti. Armcnduriz j pero no rué tan

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CAP. n.] HISTORIA DEI, NUEVO REINO. 805
mal vi. ta como eltoA pen~ron, nntes sí muy alabada de algunos bnenoR Letrados de eRtos
ReinoR, annque no f~dtaron de la contraria opinion. Pero como quiera que ello fuese, él res-
tituyó á los propios dueños en sus repartimientos, y la resolncion siempre parecerá. loable
aunque de ella se originaron muchos pleitos entre los intel'esadús. Y 110 por hallarse Ar-
meudariz con el ahogo de los negocios que van expresados, dejó de trabajar en el ajuste de
las residenciaR que habia principiado desde la costa, y ántcs de subir de ella tenia publicadas
en el Nuevo Reino, de las cuales, aunque la de Gonzalo Jiménez de Quesada pudiera. ser
muy ruidosa, no lo fué tanto respecto de que las mis culpas <¡ne se le pudieran hacer, esta-
ban ya en esta Corte deducidas en juicio que contra él se habia seguido por la parte fiscal,
y porque el auceRor en el gobierno habiá obrado de suerte que aunque 109 procedimientos
de Quesada hubiesen sido, como parecia do las informaciones remitidas por Gel'ónimo Le-
bron, dejaran de parecer malos careadOR con los de Lugo. Pero conclusas todas y llega-
das al Consejo por el año siguiente, resultó de ellas lo que dijimos al capítulo 7.° del libro
10 con que pasarémos á referir las empresas en que por este año se ocupaba. el Gobcl'Dadol'
de Venezuela.
Sosegada la gente que habia seguido á Carvajfl.l con haberse hallado ó. su tragedia,
sin que se necesitase de castigar ti otro y deseo~a de hltcer asiento en aquel sitio, por estar
en el centro de tan buenos paises, como lo fué mo~tranJo la experiencia, aunq ne falto de
minerales pidió al Gobernador Tolosa que diese ti la Ra.nchería. título de ciudad, pues tenia
facultad para ello y le señalase vecinos con repartimiento de solares y tierras. Vino en ello
el Gobernador, pareciéndole que cuanto ménos so conformasen sus disposiciones con las de
los alemanes, tanto mós bien miradas serian en el Consejo y así tomó posesion en nombre
del Rey. Y para que allí mi roo se fuesen levantando las fábricas con título de la ciudad
del Tocuyo que no quiso mudarle, repartió solares y tiorl'as, y algunos pl1eblos cercanos que
estaban medio pacíficos, sin que se le señalasen términos por entónces, por no haber otra.
ciudad con quien pudiera partirlos; hizo eleccion de Regidores y Alcaldes, dá.ndole~ juris-
diccion para la administraciou de la justicia ordinaria, y distará esta ciudad ochenta leguas
de Coro y ciento y cincuenta de Santaf~, las ciento de tierra llana y de gran fertilidad, y
las cincuenta restantes de paises doblados y montuosos; pero siendo tantos los españoles y
las comodidades tan pocas, á instancia de algunos mandó que Alonso Pérez de Tolosa, rm
hermano, saliese con cien hombres al descubrimiento de las sierrns Nevadas, Á. cuya fnlda se
pobló poco despues la ciudad de l\1érida; la8 cuales por su mucha eminencia eran divi. adas tí
mano izqnierda de todos los que pasaban á. los Llanos en busca del Dorado. No falta quien
afirme que el fin de esta salida fué á. busoar oamino pat'a pasar ganados desde el Toouyo al
Nuevo Reino, arbitrio bien proveohoso para todos y qlle lo dió Cristóbal Rodríguez, quo co-
mo persona que habia entrado COIl Fedremn.n, sabia la necesidad que allí e padecia do este
género, y aun fué el primero que por los Llanos de Venezuela lo introdujo en a.ntafé:
pero fuese p0r lo uno ó lo otro, el Alon o Pérez snlió del Tocuyo con los cien hombres,
llevando consigo al Capitan Pedro de Limpia.s, obligado de los aga~~jos del Gobernador, y
por su Maese de Campo á Diego de L08ada, persona noble y cuyo parecer se habia de seguir
en la guerr$l., por las muchas expel'iencias que tenia de ella.
Gastados algunos dias en subir el Tocuyo a.rriba, que dejaron á mano izquierda, y
atravesarla la. serranía. y divisados los e.' tendidos Llanos, dieron en el rio Guanaguanare qU9
por aquella parte cone con el nombre de Zazaribacoa, por cuyos mn.rgenes aca.baron de ba-
jar á los Llano y por ellos siguieron Sil derrota .hasta la falda do las sierras Nevadas, desde
donde intentaron los Capitanes atravesar luego á las provincias de la otra parte do aquellas
cumbres, qne con la fa.ma de SU8 riquezas e ha.cian buscar j si bien no faltaron contrarias
opiniones tí ésta, do los que llevaban pnes1ia la mira en irse acercando al Nuevo Reino, y
descubrir camino ó tránsito más tratables para introducir ganadoEl por él. Y prevaleciendo
el parecer de éstos, pasó el campo sin detenerse hasta las riberas de Apnre, dondo alojaron
a]glll1os días ~ en cuyo tiempo, reconociendo los naturales la poca gente que iba respecto do
la que en ot¡'as entradas habian visto paliar, y cuán ne propósito tomaban el hacer asiento en
Rn" tierras, intentar'on (lo que jamas habian hecho) prohar sus arma. con las forasteras, con-
vocando para. ello toda h. tierra, que pue~t:J. en ra.zonable órden de guerra, dió Illlll ID'l.ñana al
romper del dia sobre los nuestros, bien descuidados de semejante peligro j poro como expe-
rimentados, y sin que turbacion alguna los ocup~8e, ganaron los caballos, en que conslRte el
nervio principal de nuestras fuerzas ell bs partes que pueden aprovechar á HUS dueños, y

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806 . 1!'ERNÁNDEZ PIEDllA1IÍTA. [LIB. XI •

con facilidad rompieron las tropas contrarias con muerte de muchos de ellos, y uno de los
nuestros con algunos heridos: de lo cual quedaron tan acobardados los indios, que no @,o'-
lamente dejaron de acometerlos m{ts, pero ni aun tuvieron ánimo para darles grita desde las
cumbres de las colinaB Ó montos, cosa tan usaJa entre ellos.
Oon poCc:'1. detencion en Apure para la cura de los heridos, partió Alonso Pérez de
Tolosa á. proseguir su descubrimiento, metiéndose en la sierra por el mismo rio arriba, hasta
que apretado de la necesidad de víveres, despachó á bu.'icarlos al Capitan Romero con cua-
renta hombres, que :1 poco espacio de tierra Jieron con una mediana poblacion, cuyos veci-
nos estaban ya puestoH en arma y haciendo rostro á los nuestros; por cuya causa, detellÍdos
en la entrada y necesitados de llegar ó. las manos para conseguirla, hubieron de hacerlo
hasta retirarlos á sus casas, desde las cuales, procurando defenderlas, aunque flacas, les
dieron tanto en Cjué entender, que pudieron sustentar los avances por buen espacio de
tiempo, en que salieron mal heridos el Capitan y otros ouatro Boldados; pero al fin los apre-
taron de suerte que los prendieron á casi todos. Robaron y mataron á su antojo, y obraron
otras muchas insolencia~ de las que se practicaban por aquellos tiempos, y con la presa de
indios, maiz, mantas y raices, siguiendo el mismo rio, dieron á pocas leguas en otra razona-
ble aldea de los Tororos, poblada á u mitrgen, que U\mbien se pusieron en defensa de ella,
haciendo ostentacion de sus armas débiles sobre las barrancas contrarias. Pero en viendo
el denuedo con que en su demanda iban pa ando los caballos, desampararon el puesto, de-
jando la aldea expuesta al arbitrio de los españoles, de los cuales, no contentándose 108 dos
de ellos con la parte que les habia ca.bido del saco, tle salieron del campo á. exóusas del Cabo,
y pensando hallar en la montaña algunas cosas de las que suelen ocultarse por los venoidos
en semejantes aprietos, cayeron en las manos de los indios, que tambien estaban de asecho,
y quitando luego cruelmente la vida al uno de ellos en pena de su atrevimiento, hubieran
hecho lo mismo del otro, si por valiente ó suelto no hubiera escapauo y conoido con el susto .
hasta ampararse de su campo, donde fué necesaria toda la interceRion de los domas compa-
ñeros para que Alonso Pérez no le diera. garrote, y se contentase con permutarle la pena
en otras equivalentes.
Desde los Tororos, por el mismo rio Apure (qlle, como dijimos, nace tÍ espaldas de las
sierra8 Nevadas de Mérida) pasó el campo hast:l. llegar á las juntas de otro, que le entra no
ménos caudaloso, y bajA. del valle de Santiago, donde despues se fundó la villa de San
Cristóbal: y dejando el Apure, y caminando por éste hasta pisar los umbrales de dicho
valle, con la noticia que de su entrada teninn ya sus naturales, convocándoc,e todos los
salieron á recibir de guerra una jomada del rio abajo, en la angostura que hace entre dos
elevados cerros. Pero apéeas divisaron el campo español, cuando admirados de ver la traza.
de los forasteros, perros y caballos, se pasmaron de suerte que ni aun acertaban á moverse
de una parte á otra para huir, hasta que embestidos por los nuestt'OS (hazaña que pudiera
excusarse), muertos unos y heridos otrú , hubieron de hacerlo, dejando sus cnsas ó. la. dispo.
sicion de los nuestros, que luego saquearon, y de allí pasaron á otro pueblo que estaba tÍ
mano derecha de la entrada del valle, tan ajeno de la. breveda.,J con que habia de tener
sobre sí los forasteros, d& quiones ya tenia las bastantes noticias para no descuidarse, que
aunque intentó algun~ defensa., fué tan flaca, quo hubo de pasar por la misma fortuna que
los primeroR; con que alojados los españoles {¡ su placer aquel dio., tuvieron al siguiente
noticias de que mns arriba, en el mismo valle, hnbia una dilatada poblacion (por el año de
cincuenta la. llamaron el pueblo de las Auyamas los que poblaron la villa. de San Cristóbal,
por las muchas que habia en él), y aquella noche para no ser sontido, camin6 el Capitan
Tolosa con su geute ha!'tta uar al romper del dia sobre ella, donde 103 miserables indioa que
no pudieron ganar la montaña, perecieron á. manos de la crueldad.
Recogidos los pillajes de esta poblacion~ y atravesado un pequeño l'io, que hoy
llaman de San Cristóbal, fuerou á dar á otra de la opuesta ribera, fundada en el mismo
sitio ó muy cerca de donde al prescnte está el celebrado templo 6 ermita de N. Señora de
Tariba, consuelo general de todas las provincias confinante, por los continuados prodigios
que obra en beneficio de los hombres y reparo de SllS miserias. (Esta milagrosa imágen, que
es pintada en lienzo, tendrá méJia vara de lQngituJ, y cuadrada en proporciou). Ya 108
indios de este pueblo, cuando llegaron los españoles, lo habian desamparado con el temor,
l·etirándose con Sll corto menaje y familias á unas casas que tenían hechas para el intento en
las cumbres de unos montes fragosos, á donde tomando ~l rastro los nuestros por las guias

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mSTomA' DEL NUEVO REINO. 307
que llevaban, veneieron. la dilicultad de la 6ubida hasta dar con ellos, que ya puestos en
defensa por consejo de su ap¡'ieto, los e~peraban animosos y con tanta ,resolucion, que li-
brando en ella su defensa, hicieron bien co .. to. o el vencimiento á. los nuestros, pues no fué
tan mal reñido este encuentro en la aspereza Je su retiro, que no saliesen de él haritIos el
Capitan Toloaa y algunos Roldados con seis cabu.l1os, que murieron de IOR flechazos, y sir-
vieron do aviso para no p~ner a.quellas naciones cobardes en lllnnos de la última desQ~pera­
-cion, que suele formar murallas del polvo más débil.

CAPíTULO ITI.

HACEN MARISCAL DEL REINO Á GONZALO JIl\IÉNEZ DE QUESADA.-


VUELVE DE CASTILLA EL CAPITAN VENÉGAS, y CON CIEN CABALLOS
SALE Á SOCORRER A PEDRO DE LA GASCA.-EL CAPITAN PEDRO SO DES-
CUBRE EL VALLE DE CORPUS CHRISTI, DONDE LO PRENDE EL CAPITAN
CEPEDA.

IÉNDOSE ya el General D. Gonzalo Jiménez de Qnesada desembarazado de todas


V aquellas causas criminales e11 que lo enlpeñ6 Sll juventud ambiciosa de aplau~os, y
que tanto ha.bian ponderado sus émulos para desvallecer el premio debido á sus. hnzañas,
volvió los ojos, animado de algunos ministros, á pedir gratifica.cion de los servicios que tenia
hechos á la Real Corona, descubriendo y conqui¡;tando un Reino tan poderoso, que si no
igualaba ú los del Perú, Nueva España, merecía el tercer lugar entre los descubiertos.
Decia que pues á Fernando Corté. , que conquistó á Méjico, 8e le habia dado título de
Marqués del valle, y veinte y tres mil vasa.llos con jUl'isdiccion civil y criminal, y más de
setentn. mil dUÜ<'1.dos de l'entaj y á D. Francisco Pizarro, que descubrió el Perú, se le había
así mismo recompensado con título de Marqués, y el gobierno por dos vidas, con promesa
de igualarlo á. Cortés en renta, seria puesto en razon que á su respeoto se le gratificase á él
como convenía á. Príncipe tan agradecido ti los que fielmente le servían, como el que tenia
por Rey. Alegaba aquellos peligros en que tantas veces so vió mús arriesgado entre su
gente que entre millares de indios, por no volver paso atras en sus descubrimientos. Pon-
deraba In. poea fortuna con que habian corrido sus dependencia~, pues ningunos cooc!uista-
dores habían sido residenciados tan rigorogamemto como él y D. Pedro de Heredia,
compañero sUJo en la desgracia, y el miserable estado en que lo tenia la pobreza á ojos de
su Príncipe, y cuán fiero torcedor suele ser éste en espíritu genel'osos para prorumpir en
quejas: medio que bahia. despreciado siempre, porque no se presumieso que demandaba.
como acreedor quien era vasallo.
Oidas en el Oonsejo todas estas razones, sin aquella ojeriza que de n.ntes mostraba ó.
.sus propuestas, tuvo resuelto el dnrle en repartimiento una cantida.d bien considerable de
indios, no por vasallos ni con jurisdiecíon Robre ellos, sino para que en él, con la obligacion
de los demas few!atarios, entrasen perpétuamente sus hijos y nietos. Pero tanta suele ser la
desdicha q n8 recarga. sobre algunos negocios y tan variable los pareCCl'eli humanos, que,
hallándose ya en este e tado, ocunieron de todas las. Indias Pl'ocnradores representando
(porque entónoes e 'taba en su fuerza la alteracion de Gonzalo Pizarro) que todas aquellas
. inquietudes eran causadas de DO determinarse el Em perador ú. dar en perpetuidad los repar-
timientos de indios á los conqnistadores, por muchas caus R en que fundaban la convenien-
cia de que debia. hacerse así j y obró tanto esta propuesta en los oidos Reales y de su Con-
.sejo, que se inclinaron á convenir en ella, y entónees fué cllando este punto de la perpetui-
.dad llegó casi á. resolverse, aunque otras muchas veces se habia. consuléado y nunca resuelto.
Para este fin se despachó luego provisiou á las A udieDcías de Indias, con eX{Jreso árden de
que se hiciesen y remitiesen al Oonsejo descripciones generales de la. cantidad de indios de
cada provincia y de cada repartimiento) y de los méritos de cada cllal de los conquistadorea,
con otras ñ'lUchas advertencias que se contenian en dicha provision, y todas pertenecientes
al buen expediente de aquella ma.teria.

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308 FEnNJ.tNDEZ PIEDHAUí'fA. [LIB. XI.

De aquí re~o!tó '1no, embarazado el Consejo sobre e;¡te pnnto ele la perpetuidad ge-
llera!, se embarazaHe ta,mbien el de!'\pac,1lO de lo que He hahia re¡;¡nelto en la j>articular de
Qlle!>ada y sus succsore~, y qne vneltos lo~ ministro." á. otra buena cou idera~ion de que,
pue!'l se hacia general la perpetni(lad de Encomielubs quc . e había resuelto ántes solamente
para Quesada, Reda bieu Re aguardase á que el n.puntarniento vinic~e del Roino, y reconoci-
do el número de los indios y repal'timient s q ae en él h:\bia, se lt hiciese la gratificacion
conforme fi sus mérito!l, y en el interin se le dielle alglln entretenimiento con que pudiese
pasar con decencia, y para. ello acordaron darle título de Mal'iscal del N nevo Reino, como se
lo dieron, con facultad de levantar una fortaleza donde le pareciese con venir, de- la. cual
fuese Alcaide perpétno con renta, privilegio para elegir armas ruera de las que él !le tenia,
un hegimiento en la ciudad de S[\ntafé y do mil dltcados de l'enta en las Arcflos Refloles del
Reino cuando volviese á él, que en 10 de adelante pasaron IÍ sel' tres mil en siete pueblos de
indios, que rentn.n cuatro mil ducn.dos muy poco méno~, Rechas estaR mercedes, que al sen-
tir de toua la Corte y de los que en ella. concurrieron de India.~, fueron muy cortas, aunquo
de fachada pomposa, pareció al Consejo haberse descargado de un. acreerlor qlle tanto dere-
cho t~nia i ejecutado por mayor tieuda, y dió ocasion á Castelláno. para. que dijese de Que-
sada en el canto 21 de la. cuarta pa.rte de su historia indiana, que, por no haber podido
coger peje grande, se hnbo de contentar con ma.risco, acepta.ndo la M¡J,ri~calía. del Reino.
Quién volverá, empero, los ojos á las dependencias de este caballero, desde quo
pasó IÍ estos Reinos, Y'1litigando al principio con D, Alonso Luis de Lugo, cuñado del Se-
Ql'etario Cóbos ¡ ya con el mismo yuelto de Indias y poderoso en ri'1neza (calidades nna y
otra. que faltaban al Mariscal ¡) ya con desbaratos en Reinos extraños, irritando á RU Prln-
cipe, y mfls con los despeñoR de Sll incontinencia, de que tuvo mny especiales noticias, que
no disculpe al cl'onish Ilel'fora. en la Década. octava, cuando al fin elel capitulo 22 dice:
Que al cabo de RUS t,'abajos fué premiado el Lioenciado Gonzalo Jiménez de Quesada : si
bien él fundflo su poca suerte como quien lo tocó m:t.'4 do cerca, en que habiendo salido de
estoB Reinos para las Indias con profesion y hábito de Letrado, cuando volvió á ellos pode-
roso eu riquezas, tomó capa y espada, cou quo cortó el vuelo :í sus fortunas, pues nunca fal-
taron Letrados (yen aquella ocasion mú'.'I que en otras) á quienes les fuese fa tidiosa la. dife-
rencia del traje, teniendo por ignominia que otro cual(luiera se prefiera al suyo, y cuando el
juicio de 18s culpas 6 méritos ha de pasar precisamente por los de aquella profesion, siem-
pre será calificada imprudencia uo vestirse á. su gusto, ni lisonjearlos con el aprecio del hú.-
bito de Sil eleccion,
Ya d~sde el año antecedente era llegado á esta Corte el Capitan IIernan Venégas Ca-
rrillo, Procurador nombrado por los Cabildos del Nuevo Reino para qne representase J08
inconvenientes que tenian embebidos la ejecucion de las nuevas leyes, que se apoyaba con
las instancia que para el mismo efecto hacían los Procuradores de los otros Reinos, que á
imitadon del de el Nuevo de Gra.nada habi:ln deRpreciado el camino que fliguieron los del
Perú y elegido el de la suplicacion tÍ su Príncipe, con aquel rendimiento que le es debido
por todos derechos. Y como sobre e, ta materia hubiesen precedido muchas consultas, y úl-
timamente se habia despachado al LicenciA.do Gasea con las resoluciones más favorableA
para el r~:ú, fué materia fácil dar expediente á los negocios que diligenciaba el Capitan
Venégas, á quien dieron carta acordada de la. sucesion de laR Encomiendas en 108 hijos y
mujeres de los seudatarim;, de que al presente se usa. ¡ y todo aquol despacho que pidió en
conformidad del que se ha.bia dado á. Pedro de la Gasea, especialmente en ouanto á la revo-
.cacion de la nueva. ley que hablaba de los repartimientos, de que se habían originaoo laR
:alteraciones del Perú y desabrimientos de Nueva España: á qne se añadió una Real Cédula.
de repreusion á Miguel Diez de Armendariz, afeándole el nombramiento que hizo en el Ma-
riscal Jorge Robledo de Teniente general suyo en Anserma., Cartago y Antioqnia, y decla-
rando que esta última ciudad, eomo las demas, se comprendia dentro de los términos de la
gobernacion de Popayan ; con que cegÓ la pretenRion que tenia ó. ella el Gobernador de Car-
tage.na, cuyas competencias habia sosegado la prudencia del Capitan Martin Galeano, á quien
Miguel Diez de Armendllriz habia despachado para. el efecto.
A. este buen despacho que sacoS el Capitan Venégas, agregó los que se habian dado
en favol' del Mari cal Quesada, y con todos ellos volvió á Santafé, donde unos gratulándose
de que las pretensiones de su General fnesen mejorando de fortuna, y todos gustOROS con la
revoc<'\,cion de aquella nneva ley tan odiosa, y asegurados de que para lo futuro dejaban

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CAro IU.J HISTORIA DEL NlJEVO REINO. 30D
rcmetliados sus hijo!! y nllljeres con lo que S6 habia resuelto sobre la flllCesion do 101-1 f('llIloR,
lo recibieron con tanto aplauso cual nunca se esperaba en aquel Reino, Y el1\ligncl Die?:,
reprendido y sabedor de algunas cosas que habían escl'ito contru él desde Cartagena y Santa
Marta muchos oc los mal contentos de su gobierno, comenz' á recelar cuerdamente la tniJa
que amenazaba. á su crédito, si con arte y aoeleracion no salia al reparo ; y como en Paua-
mil hubiese reconocido Pedro de la Gasea por lo que le aseguraban las personas qlle bajaban
del Perú, que nunca vendría Pizarro por bien en los medioR que le proponía, si no los diri-
giese por el camino qne le allanasen las armaR, y movido de ~stas noticias huhiese e!llCl'ito
desde la bahía de San Mateo á Benalcó.zar y al ViRitador Al'mendariz, lo Aocorriesen con la
más gente que les fue, e posiLle, nunqne la distancia de seiscientas leguas que hay deHde
Santnfé Á. Limn lo dificultaRe, se resolvió Armendariz 6. socorrerlo, y para no errar los prín-
ci pios que consisten en la eleccioll del Cabo, pURO los ojo~ en el Capitan Velléga., rocien
llegado de estos Reino!{, en quien ademas de la claridad de HU sangre cuucurrían lns pUl'teF> de
bieu quisto y res!Jetallo, Y tÍ quien el contiuuado ejercicio tle la guerra y victorias q nc habia
tenido, señalaban por Cabo el más á propósit.o para el intento. •
A éste, pueR, mandó levar cipn caballos para la empresa j y parque en la ejecnc10n
oncontró alguna tibiesa en los que debieran estar más pl'outos, y el Armendariz fuc."e el1
BUS determinaciones acelerado, y áun más de lo que debiera, no siendo Visitador, con poco
motivo que para ello tnvo, y sin la averigu!Lcion bastante, afrentó públicamente á dos 6 tres
personas nobles, y con elloF>, camó m{ls lá:itima, tÍ. uno de los cunquistadores, achacáudo-
les (uo se supo ~i con vp.rdad ó sin ellA) que se habian ocultado por no ir {t la guerra coutra
llizal'ro; pero como quiera que ello fue 'e, el ca. tigo se ejecutó en ellos! dejándolos con
aquella iufamia perpétna, Son los agravioR que se ha.ceu á la plebe letras que se escriben
sobre la arena, que cualquier agasajo airoso las bOlTa; pero los que á la lIobleza, carac-
té res que se esculpen sobre diamf\.lItes y al recuerdo más leve se eteruizan, Agraviado el
Conde D, Julian, fraguú en Espllña la ruina dl'1 Imperio Godo, y en la of,msa que á Pelayo
Lizo un Gobernador de Tarife desde Giron, comenzó la caida de otro Imperio Africano.
¿ Qué fin, pues, podrá ya cl'perar Armendariz teniendo agraviadoR 6. tantos nobles? Pero
dejándolo para su tiempo, el Capitan Rernan Venégns COIl la recluta de cien montados aveu-
tureros, en1,l'o quienes iban Juan Gómez Portillo, AlolJso Martin Canillo, Pedro Hniz Co-
rredor, .lhancisco de Figueredo: Gonzalo Serrano Cortés, Juan de Chivez, ~"francisco del
Hierro, Cristóbal de Miranda, Pedro de Uraua y otros, marchó mas de ciento y oinouenta
leguas, rompiendo por muchos peligros, aunque tan desgmc1adamente en que no 8e lograsen
sus deseos, que hubo de dar vuelta al Reino por el año p.iguieote, por ól'den del Presidente
Gasea, que le remitió con Martin de Aguirre, para que no pasase adelante, en con ideracion
de haber mejorado la parte del ReYi y aunque la mismll fe le despachó tÍ I3enalcázar, que
COn tresciento hombl'cs estaba. ya cercauo nI valle de Jauja, dejando atras su gente se ade-
lantó tanto, que se halló en el ejército real á tiempo que todo el de Pizarro, sin que se dis-
parase arcabuz, se rindió al trueno de la voz del Rey, pasándose ú. Gascn f ~mllque no faltan
escritores que á. esta voluntaria entrega llamen la hatalla de Jaquisaguana.
Partido pues el Cupitan VeoégAos n la guerra del Perú, y receloso Armendariz de quo
en la ocio,'idad de la mucha gente militar que tenia en el Heino, y á la fama de sus riquezM
habia ocurrido de e.tofl Reinos y de los demas de la~ Indias, DO prendiese alguna centelk'lo de
fuego que abrasara las provincias de arriba, uo solamente velaba OH darse á temer con la
ejecucion de diferentes castigos en los que le parecian culpados, sino en di poner algunas
empresas en que la ocupnoion honrosa de la3 conquistas los enajena8e de In noticia de aque~
llas alteraciones, que con tanto esc.lndalo corrian por mas de seiscientas legua8; y para este
efecto, habiendo elegido por Ca.bo de cincuenta hombres al Capitan Francisco N t'lñez Pe-
droso, que con crédito de soldado a. istia en Santafé, dispuso que hiciese eutl'ada por h pro~
yjncia de los PautagoroB en demanda de nuevos descubrimientos. Ilízolo Mí, y habiendo
atravesado por Toc.-'\ima elrio grande'de b. Magdalena, y despues toda la provincia y cabeceras
del Guarinó i rio de la liel con varios trabajo, descubrió un valle, qne llamó de Curpus
Christi, y otras tielTas comarcanas á él, con mús muestr;¡s de minera.le~ de oro que de otra
cosa alguna que indicru.e fertilidad del pai., á tiempo que pOI' diferente ruru bo, y con ól'deu
del Adelantado Benalcázar, aportó allí con 01 mismo fin y máR gente el Capitan llemando
de Cepeda, (1 ne llevaba consigo ú. Pedro de Bolívar, famoso Mldado de Fland<,s, (lo ÜunJe
trasplautado á Popuyan seguía COil su compañía estos dcsoubl'imicutos, t.Í.lltos de: <l\'t:lcimlul'í::ic

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310 1'EHNÁ.NDEZ l)IEDHAlIf'fA. LUD. XI.

en Santafé: y como el Gobernador no quiel'a compl~ñía, y la provincia dieRe bastan teR Raña..
1eg de no admitir dOR Cabos iguales en superioridad, pretendió lllego el Cepeda que el Capi-
tan Pedroao Raliese del va.lle, por decir comprenderse aquel descubrimiento en las demar-
caciones de Popayan y Antioql1ia, sobre que no faltaron protestas y requreimientoR de
ambas partes, con rie~go de llegar a las manOR, si no on rompimiento formado en deRafio, sí
particular de perRona :1, perRona, que por último vino á parar cm que Cepeda, má..q ventajoso
en el número de soldados, preudió :í Pedroso y le quitó IR. gente que llevaba, aunque obró
poco despues con ella y la RUJa, y solamente sirvió el arrojo de que Re origin~sen de él otra"
diferencias mnchas, que finalmente fueron ó, porar y fenecerse en la ciudad ue Santaf6,
cuando ya e11 ella estaba funda~a Real Audiencia.

CAPITULO IV.

ÉCIIANSE LOS INDIOS Á LAS MINAS: TRÁTASE EN EL CONSEJO DE


FUNDAR AUDIENCIA EN SANTAFÉ, y ALONSO PÉREZ DE TOLOSA SIGUE
SU DESCUBRIMIENTO HASTA LA PROVINCIA DE LOS CARATES, DE DONDE
VUELVE ,SIN FRUTO AL TOCUYO.

I en el descubrimiento de las nuevas tierras eran muchos 108 que ambicioso~ de fama
S pretendian em plearse en el de las minas de oro, eran tantos los Eocomenderos que
tiraban á satisfa.cer la sed de su codicia, que rotaR ya por algunos las leyes de la razon,
diel'ou principio este año do mil quinientos y cuarenta y ocho, á que hemos llegado, tÍ la
violenta ejecl1oion de echar indios Ó. las minas, con quebranto de los que mii'aban aquellas
resoluciones como c,o ntrarias al fin de la conquista y á la intenoion real. Afeaban ell'ompi-
miento de las capitulaciones hechas poco tÍntes con el Zipa y deroas Oaciques, y la opresion
de nquellas naciones libres, vituperada en todos tiempos de la uacion ospaiíola, y miraban
con justa razon á los mineros como:í. illClll'SOS en la bula de la cena, por efractores de la
libertad natural; poro como lo más principal del sustento y comercio de aquel Reino
dependa de la saC9. de oro y pl¡\ta, y el suErimiento con que los iodios pn8an por las vejacio-
nes que reciben de quien los manda, sea el motivo que má,~ los inclina á ejoout:lrla~, nada
de esto bn~tó para que 10S Encomeudel'oR desistiesen del intento, aunque si para que
Armenoariz no lo apoyaRe en público, respecto de que en aquellas nuevas leyes habia una
que lo prohibia, si bien glmmda por alguno de los interesados con decir que no hablaba de la
!'ac:\' del oro ni platn, sino de las perlas, sentiau deberse restringir por osadia, como Ri la
ocupacioll de aquellas minas fuera de ménos trabajo que la de la pesquería. de perlas, 6 como
,'li DO fuera má conforme {~ razon que aquelln. mtev:\, ley se ampliase á comprender toJo géne-
ro de minas, por favorable á l~ libertad de los iodios.
Así lo discurrían los unos y otros; pero como quiera quo ello debiese ser, el Armen-
uariz ooncurrió al primer n.buBo de los Encomenderos con simulacion, y los demas sucesores
con publicidad, en que ni de unn. ni de otra. manera quisieron mancharse los romanos con
las nacione libres, como Plinio 10 refiere en t"es partes de RUS obra~, y Snctonio en una:
antes prohibieron semejante e~ceso, como e prueba por el derecho qne condenaba al metal
ó. los que cometian grnví imos delitoRj y si no falta quien diga que tal prohibicion de los
romanos fué para su provincia de Italin, y no para las otras, fácilmente vendriamos en ello,
como no se niegue quo el trabajar ó no en ]a. minas de oro se dejaba á la voluntad de las
naciones Hujetas, sin que el apremio pasase del tél'mino de los delincnentes. Pero entera-
dos los historia.dores de lo que filé obrado en el Heino, y DO de ló qne se debió hacer, sola-
mente refieren fine la primera vez que I'!e echaron indios á las minas, fué ésta, y no á su
volunta.d s~no tí. la. de los Encomenderos, aunque oon alguna moderaoion, que duró poco
tiempo: y como de nuestra hi .. torÍa solamente sea referir los acaecimientos, sin dm' voto en
las materias de calidad tan celosa, lo que deRpues se hizo para relevar fÍ los naturales de
trabajo tan pernicioso, fué permitir la entrada de negros en las J ndias pa.ra el efecto de sacar
oro y plata, que algunos han roputado por mayor daño, por ser la nacio.n mús opuesta á los
indios y de quien reci en perjuicios más granues.

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CAl.). IV.] HISTORIA DEL NUE\'O UEINO. 311
Bn esta parte no se les puede negar el conocimiento de 10 q e pasa á los que af;{ 10
afirmaban; pero si atendieran á la constancia con que los negros redben y defienden la. fe
que profesan en bautismo, y á que no admitiéndolos en las Illdia, 8e hubiera perdido b.
cosecha espiritual de alma, que se ha logrado, nunca les pareciera mayor el perjuicio que
la -eonycni Dcia; e peci.almente si se velara en que solamente entrasen negros gentiles, y no
pervertidos con varias sectas. Mas, no fué bastante esta permision de que entrasen negrOR,
parn q \le los naturales se relevasen del todo: tan pouerosa fué la ilusion de que se destruiria
el Heiuo, i cllos no lo conservasen con la saca de la plata y oro; pero como haya casos para
que al. trabajos semejantes Re pueda compeler pOI' el bien público y destierro de la ociosidad,
bien que tÍ. los principios los Jueces y Gobernadores entraban en la materia, prohibiéndola
por cumplimiento, y buscando trazas pa.ra que se obrase lo contrario de lo que se prohibía,
pareció despues que quitadas elitas simulaciones, se compeliese á laR indios á ir á. las minas
con la moderaeion de que en cada pueblo se sorteasen por año, sacando para el efecto de
ca.da siete indio~ uno, como de presente se hace. Del mi. mo parecer flleron D. Fr. Geróni-
roo de Loay a, primer Arzobispo de Lima, y Fr. Miguel de Agia, religi080 franciseo, en el
que dieron á D. Francisco de Toledo para que compelit'se 105 indios á. laA mitas de minas, y
en el artículo de la muerte se retractó el A.rzobispo de tal parecer, pidiendo por cláusula
de su testamento se le representase así al Rey, y el religioso mudó el suyo en vida, despues
que reconoció por vista de ojos el quebrantamiento de la libertad natural y otros inconve-
nientes jamas creidos,
Si en la forma de la l'eparticion qlle va dicha funden loo Corregidores de indios
buena. parte de aumento ti SU!-l clludales, será fácil de entender, pues como los naturaleS'
vayan tan violentos lt la mita de minas, sia dificultad sabl'á.n disponer que la suerte vaya
cayendo sobre l0s que reconocen más rieo" para que por medio del dinero se releven de
nquel trabajo, y fácilmente podrán enmendado volviendo á sortcarlos á su arbitrio, hasta
que la mita termine en 1015 más pobl'e~, que viene IÍ ser la forma que Re practica, y con la
que se pro\'een las minas de plata de Frias, Lajas y Bocaneme, y las de 01'0 de las vetas de
Pamplona y Montuo. a alta. y baja, y un" de las causns de la diminucion de 108 indios del
Nuevo Reino, que se va experimentando, porque éstes, por huir la vejacion que en tan
penmm ocupacion recibeLl, si de milagro escapan las vidas, se ausentan en tropas al Reino de
Quito 6 prO\,iuciai\ de la Costa, donde tienen por ménos daño el ser tratados oomo foraste-
ros. y aunque algunos sientan que é 'ta es la causa única de la destruc9ion de los indios,
eon todo eso, los qne tenemos ml¡S exreriencias, bien qu~ reconozcamos ésta por una de las
grandes qne hay para sem€jante diminucion, tambien hallamos que el trabajo personal
introducido en la!'! pl'ovincia!'! de Cartagena, Ehnta Marta, Mél'ida, Muzo y la mayor parte de
ticrra caliente, y el de la hoga en los riOR de la Magdalena, Zlllia y Orinoco, no es ménos
perjudicial que la que va referida: nunqne la principal, y que sobresale entro todas, nace
del desenfrenamiento con que los españoles, mestizos y negros) se han mezclado con las
inllia.? ~acándolaR mnchas yeces de RUS pllcblo~, de que 'e sigue y ha s.egnido la muchedum-
brc de me8tizo~, zambos y oholos que }lH,yj y como ésto se enumeren en el gremio de los
españoles) y por no mezclarse las india con su iguales hayan deja.do de parir tantos indios
como de esos otros géneros de hombreR hnn producido j de aquí viene tí. ser el origen princi-
1)0.1 de In. diminucion de indio!'! apumdoR, que so lamenta, Y ¡ü de doscientas mil personas
que tenia Granada cuando. e rindió nI Rey Católico, apénas se hallaron quinientos hijos y
nietos apurados do moros, ¿ qué podrá esperarse brevemente sino la total destl'\lCClOll de lo.,
indios puro, en quienes carga todo el peso de los tributos?
De acciones tan diferentes como las que van referidas, se le l'ecl'ecian á Miguel Diez
de Al'mendariz cada dia mits émulos que obligados; y como los que bajaron huyendo á la
co. ta, los unos pasasen á .Santo Domingo á. l'epref;eutar sus quejaR en la Real Audiencia, y
todos j.untos escribiesen al Consejo contr~ él, uo solamente en lo que tocaba Á. sus particula-
res agravios, sino dando noticias de la ineontinencia escandalosa con que se decia habel' pro-
cedido cuando subió de Santa .Marta cargado de mujeres, y de la que se le reconoció en Car-
tagena, y continuaba en el Reino sin atender como debia, pa.ra refrenarla, á la obligacion en
que lo tenia puesto el oficio superior que administraba, y á (lue Juez que descarta purezas
en vez de créditos, ganará escoria, pues sujetarse á la inmundicia, qnien debe 8er limpio
como la plata., no es de Juez que manda con Real imperio, sino de reo que obedece á la pa-
sion más obscena, De aquí fué el derramarse una '70Z general contra el crédito de Armen ..
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312 FEHNiNDE~ l'nm:nAHÍTA. [LIll •. XI~,

oariz en cuanto á este defecto, no solamoote en las Indias sino en e::;ta aorte; ei Con veroad'
ó mentira quién podrlÍ. asegurarlo?, Herrera á lo ménos lo palia en silencio y Ca telJúnos,
tefltigo <le vista, la tuvo por falsa.. A la verdad muchas veces los reos apasionados publican
por cie1'tas las culpas que no pasan de sospechadas, pensando hallar su despique en el des-
crédito de los Jueces más recto!i; pero de cualquiera manem que é tas lo fuesen en Armen-
dariz, considerada la tragedia acontecida al Mariscal Jorge Robledo, en que tuvo la mayor
parte reconocida la imprudente eleccion. de su Teniente general del Nuevo Reino en elsobri-
no Pedro de Ursua, y finalmente repetidoR los avisos de la culpahle detencion que habia
hecho en Cartagena, olvidado de los aprietos en que se ha.11a.ba el Virey del Perú cuando
más le instaba por socorros) entibiaron los ánimos de los que lo favol'ecian de suerte que de'
nada cuidaban ya ménos que de ampararlo, pnesta la mira en buscar forma para que extin-
guidas las parcialidades y bandos df3 aquell\eino se gobernase en quietud.
Ya desde el año antecedente se tratc'1.b" d& fnnuar en él una Audiencia Real, por la
propuesta que para ello habia hecho Armendariz, asegurado quizá de que hallándose él
más inmediato con la ocupacion que tenia, seria preferido para 1" Presidencia: cosu bien fá-
cil, si al cuerpo que habia ideado en sus- pretensiones, no le faltaran ya ms espaldas. Tratóse-
pues en el Consejo más vivamente de esta materia. en que instaban mucho los nuevos. infor-
mes, que se repetían por la Audiencia Española cou la oea ion de las quejas que habia dad()·
el Capitan Lui~ Lanchero pidiendo Juez para !!IU del3agravio y el de sus parciale , y C(ln deseo
de relevarse de la carga de provincias tlln retiradas como las del Nuevo Reino: y en tanto
que se tomaba la última resolueion sobre todo,. se le despacharon algunas órdenes bien cou-
sideradas para el gobierno. Que los que llevasen mujeres. de CagtiUa; á las Indin!'J-, diesen
informacion de cómo eran casados y velados con ellas, y que de otra manera no pasasen .
Que ménos se consintiese el tránsito de gente alguna de· las Canariag, sin expresa licencia.
Que ninguna persona se sirviese de los indios que estabarl puestos en la C\.nona Real, porqno
so entendia que habia abuso en ello, y el Emperador queria que fllesen tratados como su-
yos: ley tan ajustada y favorable á los indios, que en la ob en"ancia de ella ha consistido
la conservacion y aumento de estos pueblos, cnando en los <lem:LS se experimenta lo contra-
rio. Que Ae ejecutasen las leyes del Reino en caS08 de ad 11lterio contra mestizas casadali
con españoles, como y de la manera que se haco en Castilla. Y porque se tuvo noticia en el
Consejo de que los Gobernadores de Indias no Jejab:m salir de su gobieruos ú. las personas
que se habian avecindado en ellos, y querian pasar á otr08, se mandó clue como á per.onas
que tenian libertad para ello, los dejasen mudar á las parte!; que quisiesen, <le que 1'e. ultó la,
enmienda de muchas extorsiones que se padecian en aquellos tiempos. Y finalmente, se or-
denó quo toda~ las Audiencias, Chancillerías y Gobernadore8, tuviesen cuidado en procu-
rar que trabajasen los indios porque no ~e die~en al ocio, enemigo de toda virtud.
Y :l. la verdad por o. ta razon y por el bien que re 'ulta á lal'! provincia, nunca los
hombres prudentes abrazaron bien la prohibicion total, que de8plle!\ se hizo de las hilanza8
y ocupaciones semej ntes: lo que !ir desagradó y de agradará siempre, fué que los Enco-
menderos y despues tambien los Corregidores, no ati ficiesen aquel trabajo con paga equiva-
lente; porque si conforme tÍ la ordenanza que despnes so hizo eu aquel Reino, gana el indio
un real por el trabajo de cada dia y el mns <liestro en hilat· ocupa ocho diag eu una libra de
algodon, y ouatro en la ele lana, mal podria excu~arse de ti rúnica la costumbre que siguieron
<le pagar nn real 6 dos, que Sf3 acrecieron despuea por cada. libra. Y si el indio concertado
por la ocupacion de todo el año en lúbrar el campo sin la obligacion ele poner herramientas,
debe ganar, conforme tÍ la. tasa) trece pesos de pla.ta corriente, ocho fanegns de maíz, manta,
sombrero y calzado, que todo ello importa mús de treinta pesos,. ¿ qué se podria pensur en
la gobernacIOnes de Santa. Marta, Cartagena, Merida y Muzos, viendo que el tributo de
doce pesos, que sin razon se cargaba en cada un indio (cuando en Santafé y Tunja no pasa
de seis, siendo más rica la tierra) lo reducian á que á su costa le diese á. u Encomendero
sembrados, beneficiados y cogidos dos almudes de maiz) que le importaban á razon de cien
pesos por año? Exorbitancia. descomunal! en que tropezaban ti cada. paso los Gobernado-
res y Visitadores j y aunq,ue lo veian, nunca. lo miraban, y aunque lo oian, jamas lo escu-
chaban, ó porque la pcrmision la tenia disminuida en la aparieucia, ó porque el intercslo apo-
yaba en la realidad, dando color de tributo, y demora á lo que era servicio personal y extol' ion
digna de que para. ell'emedio se leyese muchas veces la Cédula del señor Rey Felipe IV, d&
diez de Octubre del año de mil seiscientos y sesonta y dos, de cuyas palabras, dignas toda&

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CAl'. IV.] HISTontA DEL NUEVItl HEINO. 313
de estar impresas en lag memorias de ~U8 miniloltroS' y prelados eclesiásticog) A quienes Ele
dirigen en favor de los miserable!'! indio~, repetiré las siguiente~. He t6nido por de mi obli-
gacion volverles á encargar de nuevo, como lo hago, el cuidado que deben poner en pro-
curar el alivio de estos vasallos, que tan fielmente me han merecido el desear que sean tra-
tados como hijos. En cuyo contexto rebosa tanto el celo santo de este Catolicísimo Monar-
ca, corno en su contl'avencion la malicia de quien permitiere se falte á su cumplimiento, si
aun pen~evera el desórden.
Míéntras el Consejo despachaba 10~ órdenes que van referidos, y consultaba la
forma de funuar Audiencia en el Nuevo Reino, Re baIlaba en el pueblo de Tariba, como
dijimos, -el Capitan Alonso Pérez de Tolosa, mal contento de no hallar en alguno de los
paises de su desel! brimiento oro ni plata ni otra CORA. alguna de precio que pudiese poner á su
..gente en codicia de fundar en ellos, y así con la esperan:ta de mejorar fortuna levantó RU
campo, y aballdonado el valle de Santiago, atl'aVeRÓ laR lomas que llaman del Viento, y por
Ja poblacion ue Capacho fué á saludar la entrada del gran valle de Cúcuta, criadero el
mejor de las mulas del Nuevo Reino, donde la naturaleza para el sustento les previno todo
el fO-l'raje de Orégano, por haber tanto, que apénas se hallará otro de que poder valerse,
entre enyos barzalea se encuentran á cada paso venados bermejol'l, y en ellos piedras bezares
muy finas, por la abundancia que hay de culebras que los piquen, y díctamo real con que
se curen. Es este valle bien dilatado y caliente, y aunque de mal temperamento, tiene de
presente fundados en él muchos plantajes y baciendaR de campo pertenecientes á los vecinoR
de Pamplona y villa de . Cristóbal; pero apéna~ le dió viRta el Capitan Te.losa, cuando lOA
indios de la primera poblncion que encontraron, Re fueron recogiendo con SUB familias á
una casa fnerte, que para RU defensa en lal'l guerras qne traian unos con otros, habian fa-
bricado C011 troneras á trechos por donde jugaban su flechería, como 10 hicieron con los
nueRtros desde qne se pn leron á tiro, yeRto con tal denuedo y deslreza, que sin recibir
daño pudieron vanaglol'iarse de haberlos rechazado con muerte de algunos tres 6 cuatro
infantes y caballos heridoe, hURta obligarlos mal de Sll grado á reconocer lo que importa el
abrigo de la más débil trinchera.
Con esto mal Ruce. o y peores señales de coger algun bnen fruto del vencimiento de
aqnellos bárbaros, prosiguieron. u marcha hasta dar en el río ue Zulia, que llamaron en-
Mnces de las Bu.tnt:lA, por las que hallaron en sus riberas, dCSlde donde ha1;liéndolo esgu!l7.ado
y . alido á la parte elel Poniente fL CplO miraba RU marcha desue que atrave aron la scrranÍa.
y valle de Santiflgo, fueron EH:tl'líndose entre la nncion de 101'1 Motilones (son éstos indioFl lOR
(lile infe tan la Ilavegacion ue aquel rio, y hasta el tiempo pre. ente no e tRn conquistados)
J flin ten!:!r encuolltro con ellO!: penetraron la serranía en que habitan los Carares, que d 010-
l'ItU ft las eRpaldaFl de la ciudad de caüa á la banda del Norte, y toma.n el nombre dclrio
principrll, quo corro nl'l'ebatadamento por dicha serranía á. servir de origen al Zulia: y
adema de FIel' e. te rumbo I{lle tomaron de tierra!!. mny á. peras y despobladas, los apretó
t:~t1t() el rigor uel hnmbre, que caminadas ya siete jornadas por ellas, RO vieron precisauo!'! á
vol ver en tI' . al "aIle de ClÍcutn, donue reforzadoR con el descanso de algunos dias de dc-
teocion, reRolvieron tomar nueva derrotn. el valle abajo la vueltp. de IR. laguna de Maracaibo,
por dondo arriLaron á la jnntaR, que llaman de treB ríos, que corren á desembocar junto IÍ
la misma laguna, por cllyo bojeo á In. parte de Lc~to marcharon algun tiempo con vados
encuentros que tenian con 10B belicosos moradores do sus orillas; y aunque do poca con ide-
racion, no lo rué así el último y bien reñido, en que murieron algunoR de los nuestros, y
esoaparon heridos otros: si bien no perdiendo jama.c; el ánimo, ~alieron á los llanos nombra-
dos de In. Laguna en que e!!.tá el puerto de San Pedro, y se prolongan hasta donde se ha
fundado la ciudad de Gibraltar.
Al principio de (3stos llanos se encontraron con los indioR BabureR, gente blanda y
m~nos belicosa, pues toda la prevencion de sus armas consistia en unas cerbatanas por
donde disparaban con el soplo unas flechillas envueltas en pluma. por los extremos y tocadas
con cierta yerba, que si la timaban era muy poco; pero de Ruerte que al punto que herian
al contrario 10 hacian caer en tierra sin entido por dos ó tres horas, que era el término de
que ellos necesitaban para. huir tIel combate, y pasadas, se levantaba el herido sin otl'll daño.
y como éstos no pretendieron impedir la marcha á los españole, ni ellos estaban ya para
empresas de tan poca consideracion, prosiguieron bajando siempre la laguna con fin de
vohrerse al Tocuyo, desp,sperndos ya. de hallar lo que buscaban; pero dieron de repente en

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314 FERNÁNDEZ PIEDRAHÍT A. [LIB. XI.

un estero, que se ceba de la laguna y corre hasta la. serranía con média legua de latitud, que
les cortó el paso á infantes y caballos, y pOI' más diligencias que hicieren bnAcnndole vado
por diferentes partes, DO lo hallaron para el esguazo, ni con la detencion de sei!'; 1I1e efol pu-
dieron conseguir que minora, en SllR agu ~, 6 leH suministrase la indllstria tr:'ll1Ait{ para dar
vista á 108 llanos que tenian delante, con que hubo de rCl'Iolverse el Capitan Tolo.'a Ú, seg uir
las mismas huellas que habia llevado hasta volver á Cúcuta, por no perecer (lOn su gente de
hambre ~n la e8t~rilidad de aquellos melancólicos paises.
Antes de ejecutarlo despachó desde aquel sitio ~l Capitan Peuro de Limpias con
veinte y cuatro hombres, para q ne á largas jornadas fuese á dar noticia al Gobernadol' su
hermano de la desgracia de aquélla, y de cómo volvian necesitados de vestidos, aballos y
víveres; y aqnque á la tercera jornada de las que hizo Limpias, ciertos indios gucrreros le
mataron algunos infantes, no por eso dejó de proseguir con increibles trabajo, hasta llegar
al Tocuyo, y Tolosa sin detenerse pasó en su segaimiento, aUllque con ménos aceleraciotl.
pOlO lo. gente enferma que llevaba y penuria de víveres que sen tia, y fué creciendo tanto,
que los obligó á. dejar el camino que habían llevado, y marchar tÍ. mano izquierda por
tierras ásperaR y no holladas de otl'OS españoles, donde pretendiendo aliviar el ham-
bre en una aldegllela hasta de seiA casas, se pu::!ieron SUfl moradores en defensa, aunq ne
pocos, y lo hicieron tan valerosamente, que á los nuestros no fué po, ible go.narlafl, por la
flaqueza con que iban, y precipados á ceder ~n el combate, dejaron la porfia Je ganar las
casas, y acometieron á otra algo apartada" que debia de SOl' almacen de la aldea, segun la
provision de maiz, carne asada y raices que habia en ella, en que cebados algunos españoles
que se habian deslizado de la pelea que sustentaban los indios en su seg uimiento, porque
para el hambre no hay órden que no se rompa, dieron ocnsion para que animados 108 contra-
rios con el buen suceso que habían tenido y el desórden de los nuestros, cargasen tan
reciamente sobro los que se habían adelantado al saqneo Jel almacen, que del primer
encuentro mataron do c é hirieron otros, y hubiera crecido el daño si no volvieran en sí los
l'estantes, y con el recuerdo de su peligro y de (1 ue eran españoles, no hubieran sacado
fuerzas de su flaqueza, y re. istídole¡:;, incorporándose juntos de tal suerte, que no solamente
se defendieron, pero les obligaron á volver las espalJ as, y tÍ que sin hacer pi é en la primeo,
ras casas que habian defendido, las dejasen en au~ manOR, con lo cual rep:l.l'ados jlrosiguieron
sn camino hasta eutrar en el valle de Cúcuta tercera vez, dejando á la begunJa jornada
veinte y cuatro españoles ffillertos de hambre y muchos indio vivfl.nderos.
Algo reparados en Cúcuta de los infortunios pasados, tomaron otra vez In. vuelta <le
las IJomas del Viento ha ta el vallo do antingo, y desde allí, entrándose por la misma nll-
gostmn de Sil rio, llegaron nI de Apure, y venoidas alg unas dificultades ha~ta poner e entro
él y el Zarare ít la ribera de otro pequeño que llaman Horo, se alojaron con el e pacio que
pedia la. nece ,itlaJ en que 01 trabajo de tan larga pcregl'inaoiol1 los habia pueRto, J!jn este
sitio, treinta de 10R soldados del campo, mal contentoR do la provincia. de Vouezucla, y poco
deReo os de volver al ~rOCl1yo, pidieron licencia al Cl:Itpitan '1'010, a para. tomar la. vuelta. del
nevo Reino, en que vino, por hallar e ya en varaje libre do ríe, go, , y Rer ha tanteo los
que pedian hcencia, para atropellar los que se <.{reciesen ha.qta con. eguil' su intento; y así,
habiéndoles nombrado por Cabo á Pedro Alonso de los Hoyos, se apartaron de Tolosa y
faldeando la cordillera hasta enoontrar e con el Cal'lanal'e, que de, ciende Je las espalda de
la provincia de 108 Laohes" Chita ó Cocuyes, y no de~amparaudo su ribera, hallaron algnnoR
panes de Aal y mantas que bajan del Reino, que les sirvieron de guias hasta dar en las
poblacioncs de los Lache., pert.enecientes á la provincia de Tuuja, con que se consiguió la.
pretension de hallar camino pa.ra el Tocuyo, por donde se metió eu el 1 llevo Reino gran
eantidad ue ganados mayores y menores, do 10R que abuudaba la provincia de Venezuela,
hnsta que de Jos multiplicos que de ellos resultaron en la fertilidad de us dehesa::!, se ha.n ido
abasteciendo otros puiseR más retirados.
Por otra parte, levantado el Capitan Tolosa de las riberas del Horo, fué oontinuando
su derrota el Apure abajo, y repasando ya por los LlanoEl, con ayuda de 108 lJa(lueoios, que
le salieron de paz, pasó los rios que llaman de Barinas, que son los de las sierras nevaJas
de Mérida, hlÍcia cuyas cabeceras (obligado de la falta de víveres) despach6 al Capitan
Lozada con cuarenta hombres, que entrando juntos en la serran ía, y apartados los siete de
ellos para saquear una casa grande, que divisaron, en que habia oa.ntidad de maíz y alguna.
sal, de fIue nevabau gran falta, sucedió que apéuas eutrarou cu ella Cl1é~ndo se vieron

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CAP. v.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 315
acometido~ de numeroso eAcuadron de indios, que debía. de eetar en aseoho, el cnal toma~do
las treR pnertas que tenia la casa, y poniéndole fuego por los cuatro Angulos, hubiera acaba-
do con ellos, á no estar humedecida la paja, y á no mostrarse tan valerosos los siete a vista
del ríe. go, que rompiendo por una de las puertas (aunque oercados por todas partes de
bárbaros), ooraron con tan poca. tUl'bacion (presagio el máH cierto de vencer), que muertos
108 más atrevidos de sus contrarios, pusieron á los demas en huida, y cargaron de víveres á
Sil placer, que metieron en el Real, donde 10H. esperaba Toloaa con ménos socorro, que les
duró hasta entrar en la ciudad del Tocuyo, donde hallaron la .noticia de haber muerto el
Gobernador Tolosa, si bien permanecia por Teniente el Capitan Juan de Villégasj y aunque
esta larga jornada duró dos añolr y medio, y la vuelta de Alonso Pérez desde la laguna de
Mal'acaibo fué por el año siguiente, pues fué su entrada en el Tocuyo por Enero del año
de cincuenta, con todo eso ha. parecido no separar los sucesos de ida y vuelta, para inteli-
gencia de la jornada.

CAPITULO V.
I
PROSIGUE ARMENDARIZ EN SU GOBIERNO: PÓNESE REAL CHANCILLERÍA
EN SANTAFÉ: PEDRO DE URSU A ENTRA EN LOS CHITAREROS y FUNDA
LA CIUDAD DE PAMPLONA, Y EL LICENCIADO ZURITA RESIDENCIA Á
AR)IENDARIZ.

D E EMBARAZADO ya Miguel Diez do Armendariz de aquellos negocioR que m{Le


cuidado le daban, y amortiguados los recelos que habia concebido de, u ca ida, cou la
dulce lisonja. del mando, proseguía en su gobierno por el uño de mil qniniento~ y cuarenta
y nuevo, sin conocimiento alguno de lo bien ó mal que obraba: cegnoc1ad qne se Jifunde
desde los Príncipes soberanos á. los mlls inferiores ministro~j porqne como éstos no puedan
. haoer juicio de . u gobieruo, que no sea por laR exterioridades que atienden, y IOR súbditos
Roan hombres en quiones con faoilidad miente la malicia semblantes de agradeci:los, aun
cuando se hallan l.l'IÚS de. contentos, de aquL es qne alguuos no cOl'l'igieron HU yerros porque
. e 10 doró la adulu.ci(\n, y otros se hallan turbad09 cuando fenecido el e rgo, se de engañan
de que fué aborrecimiento lo que juzgaron bene,rolenciaj pel'o como los jnicioR de 108
hombres sean tan diversos como las pero Ollas, rara vez se hallará Gobemador en quien
a]gunns no apoyen con veras por acertado lo que otros vituperan por malo, y mlí. en los
pueblo y Reinos donde prevalecen parcialidades, como en e te de que vamos tratando, y por
esta cau. a fu é reputado el gobierno de Al'mendariz por bueno y justo por los Que. ada M, y
aborrecido como tiránico por los Caquecios, fundados uno. y otros on la noticia de las
virtudes y vicios que le traslucieron, cosa bien fácil en las Inclia~, dondo corren al descu-
bierto la acciones de 10B que gobiernan, muy al cO!ltrario de ]0 llue pasa en Europa.
La causa de la publicidad ref~rida, es porque en estos Heinos de E::.paña. ó en otl·o
cualquiera de e tn parte del mundo, el Conegidol' de un partido o obemador de una
provincia, por mncho tiempo que se conserve en el cargo, no trata ni comunica de ordinario
sino es con doce ó veinte personaR, que son las de su calia, escribanos y ministros do jus-
ticia, y cuando á ·é. tos se agregueu los litigantes, que solamente hablan en su dependencia,
tambien son muy pocos respecto de los muchos sujetos que se incluyen en sn gobierno, y
así corren tan ocultos sus procedimientos, que para descubrirlos son lorzosas grandes pes-
({\liza. ; pues cuaudo los que van referidos alcauc&n algo de lo que obran, toclas las demas
per onas lo ignof1m y no saben de él ni de sus acciones, ni hablan en si es bueno ó malo, ni
en qué yerra ó acierta, ni le asechan los pasos, y finalmente 101'1 más no lo conocieran, si no
lo vieran con In vara en la manoi pero en la.q.Jndias el desdichado ministro, sea el que
fuere, ecleRiástico ó secular, trata necesariamento coa todos aquellos que Re hallan en Sll
jmisdiccion, de sne1'te que no se hallará súbdito alguno COIl quien no comunique, ó él con
su superior aunque no qUiera: y la causa es, porque sin dependencia de pleitos ni do
negocio que los obligue, acuden por costumbre á la casa del que gobierna, ó con el pretexto
de acompañarlo, ó con el fin de que los vea presentes para tenerlo grato en lo que se les

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E16 l LIB. XI.

ofreciere, habhíndolo y comunidmdolo en la~ materias que más gusta, sin que alguno por
modeRtia ó vergüenza. se retire de esto género de cortejo que llaman; porque como en In.
América no hay mitad de oficios entre e~pañoleR, y el tal retiro pareciera cosa de ménos
valer, y má.s cuando el oro y plata de sus provincias Re deja galantear sin excepcion de per-
sonas, todos procuran correr con igualdad en el trato con 108 que gobiernan, y stlfreselefl
todo porque en laR poblaciones de las ludias no hay tanta gente española como en las de
estos Reinos, plles hay mnchas ciudades y ann cabezas de gobierno que no tienen treinta
vecinos, y así viven todos noticiosos del Gobernador, de sus divertimientos y ocupaciones, y
de cuanto hace eu juicio y fuera de él, no solamente en el lugar de 8U residencia, sino en
todos los de su gohernaóon, porque de todos acuden al principal del asiento á. sus negocios
,y prewnsi0nes, y raras veces platicarán unos vecinos con otros en que no mezclen lo que
cada cual ha entendido de los procedimientos del superior, y los califique de buenos ó malos,
conforme al capricho ó resulta de las dependencias que tiene.
Verdad e que Armendariz, aunque tuvo prendas dignas de estimacion, fué culpado
no solamente por los Caqueciol', sino generalmente por tOdOR los españoles del Reino, en
dejarse gobernar por el arbitrio de un AloDso TélJez, Escribano que era de gobernacioll, en
cuyas manos p~so los negocios más ú,rduos qt!e se le ofrecieron, dá.ndosela para que todos
corriesen por su dictámen. El afltl'ólogo Alcabis notó que hay astrol'! que nos miran favora-
bles, y que el no producir sus efectos es por tener vecinaH algunas malignas estrellaR que
alteran sus dulces influencias. Pero Á. qué fin extrañaban esto en Armendariz los que sabían
que apénas se hallará Gobernador, Alcalde ni Corregidor en India/'! ni en Castilla, que no se
gobierne por Escribauos ó por alguno otro de la tal profesioo, y que es plaga que ha oun ·
dido más adelante, si se atiende á que no hay caballero ni señor de vasallos que no pase
por el mismo gobierno? ¿ Y para qué será bueno disimular lo que es más, si los Príncipes,
HeJes y Monarca., hacen 10 mj~mo, guiánélose en todo y por todo, y poniendo todo lo sus-
tancial de los negocios más graveR reRpectivamente en este género de ministros, el Goberna-
dor en su E cribauo, el señor en su escribiente y el Príncipe en su primer Secretario?
Cosa bien digna de consideracion, haber llegado la pluma á tal extremo de estimacion, que
olvidada de ::¡u primer origen se alieute n oponerse á todo el mundo, y lo que es más, vuele
á competir con la lanZA y el mosquete, que tan estimados fueron en todo siglos como de-
feusores únicos de la libertad y de las Repúblicas, y que tanto de precio haga de ellos,
fliendo tanta. su pequeñez y tanta la gl·andeza de sus contrarios: de órden, si lo es, que
fácilmente se remediara con que 108 Secretarios y Escribanos s01amente fi rma en las re. o-
luciones y slmtencias de 10R Príncipes y Jueces, y no que éstos autorizasen con Ims firmas
las determinaciones de aquéllos.
Pero volviendo ó. 10 que decinmo~ poco ántes, flIé cierto que el Armeodariz so dejó
gobernar siempre de las disposiciones de Alonso T él1ez, á quien para comprobar In. sindica-
cion ó queja de los Caquecios, lo pasó de un salto deRue el oficio de Escribano al de Enco-
mendero, proveyéndole uno de los mejores repartimientos del Reino, un Rtlgimiento y
otros oficios de mucho intere ; con que dejando correr el Alonso Téllez la culpa ble acele-
racion del natural precipitado de Armendariz, si.n detenerlo tal vez con la rienda de la
advertencia, fué mncha parte para que ejeclitase algunos castigos con más rigor que con-
yenia, como dijimos, aunque templaba 108 odios que de semejante acciones se le recrecian
con la liberalidad y limpieza de manos en que fué extremado; y si biell con algnnos medios
que entóuces no parecian ilícitos por el poco perjuicio que de ellOR resultaba, adquirió gran
caudal, que pudiera conducir á estos Reinos, no se halló al tiempo de su residencia con diez
mil castellanos de oro cabales, y de ellos perdió lo~ !;eis mil, habiéndolos fiado de un Tomé
de la isla, piloto de los más acreditados de la carrera de Indias, para que se los trasportase á
-estos HeiDos; porque llegado á Sanlucar se alzó con ellos ó quebró, corno purece más vero-
símil, pueRto que algunos dias despues, con fin de pagarle (quizá en oraciones) se entró
religioso en uno de JO¡;¡ Conventos de Granada.
Por este tiempo eran tan repetidas las quejas que de Armendariz se oían en el Con-
sejo, representadas por los agentes del Capitan Luis Lanchero y los demas que salieron
huyendo de Sant<'l.fé y habian pasado á la isla e~pañola, y tales las noticias que los de su
Audiencia habian dado de la forma del gobierno de Armeudariz, que a1lDque á intercesion
de los que lo favorecian se habia retardado todo 10 posible mandarlo residenciar, ya
no pudiendo disimular con las quejas, y en consideracion de que cesaban las comisiones

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CAP. V.J llIHTOltIA. DEL }¡lJEVO nEINO~ 317
que l~ habían daCto para la gobernncion del mar del Sur, pues era constante que no lo
recibiria Benalcázar nI uso de ellas, como Re ]ó' habia escl'it~ al mismo Almendariz, y
representado al Consejo despues que justici6 al Mariscal Jorge Robledo, BU Teniente, y que
con poderes suyos habia hecho 10 que hizo, se determinaron aquellos señores, por este año-
de cuarenta y nueve, á poner Chancillería en dos salas renIe:;, en la ciudad de S'antafé, para
el mejor expediente de 10R negocios que á ella ocurriesen de todo el Reino, de cuyo crecí-
míéuto en riquezas y poblaciones se tenian bastantes noticias, como tambien de la dificultad;
que Qe reconocia en todas las. gobernaciones que en él se contienell t para ocnrril' á la i 1a.
española: razon que por sí sola bastara, cuandl) faltaran otras, para tomar la resolucion
referida j y así, en el ínterin que con mejor aCHerdo elegil\n Presidente, Gobernador y Capi-
tan General, nombraron luego por primeros Oidores al Licenciado Gutiérrez de Mercado,
natural de Madr~gal, que á la sazon era J lIez de Tesidencia en Valladolid, á qnien ¡;e dió la
antigüedad para que presidiese;. á Melchor Bravo de Saravia, el Licenciado Miere~, Pedro
do Saavedra y á Juan López de Jalarza, sobrino del doctor Galarza, ue asistia en la
Cámara de Castilla, y á Beltran de GÓ'ngora r natural de Na,\"arra, y por Fis al al Licenciado
Bolaños y Alguacil mayor á Juan Mendoza de Al'teaga; y para que residenciase á Miguel
Diez de Armendariz se nombró al Licenciado Alonso de Zurita, Oidor que á la /Sfizon era de
Sant0 Domingo, y poco des pues se despachó á Francisco Briceño, natural del Corral de-
Almaguer, con plaza de Oidol' 013 Santafé, y comision para residenciar- á Benalcázar, y con
6rden de que si tomada convinie8e quedár por Goberna.dor <10 Poparan y Antioquia para
allanar las _inq.uietudes de aq nell~:5 provincias; lo hicie::m, y deRpues pasase al ejercicio de-
su plaza,
Por estos tiempo~ habin vuelto ó. revivÍt' en el N llevO' Reino la noticia ruidosa de la.
cnsa del Sol, que en los principios de la conquista habia arrastrado el ambicioso espíritu de-
Rernan Pérez de Quesada á la provincia de lo~ Chitareros,. de donde volvió COD el poco-
fruto que vimos en el capítulo 3 del libro 9, y aunque á los mns cuerdos los parecia que
estoEl nombres pomposos de la casa del Sol y Dorado eran impuestos para. incitar á n.uevos
tlescubrimientos, no por eso tenian la provincia por tan estéril que no diese esperanzas de
alguna gran convenienoia á quien l~ trajinase los seCt'etos más escondidos, por babel' afir-
mado Reman Pérez y sn gente, ser muchas las poblaciones que habi8in hallado dentro de AU
círculo. Llevado, pueR, de esta voz Armendariz, y con deseo de apagar la. mala. que oorria de
sus prooedimientos, con la buena en q no lo podi¡~ poner alguna conquista de crédito, tenia
elegido desde el año antecedente al Ca.pitall Pedro de Ursua, su sobrino, para que como
Cabo superior la. tomase {t SLl cargo, y poblase una villa en la parte que parecicRa i propó ito,
en que procedió con acierto, pues tenia conciliadas de suerte las voluntades de la gente de
guerra el Ursua, que á. ninguno siguiera con más afecto, aun cuando el ánsia de lisonjear al
tio no alistam á porfia lo lDás granado del Reino; y porque en lo que se habia visto de la
provincia, daba muestras de ser muy dilatada y numerosa de gente, le ordenó llevase {t la.
empresa cien infantes en dos compañías, y treinta y seis caballos, número que pareció-
suficiente para conseguirla, aunque los indios no fu csen del espíritu afeminado que mos-
traron desplles,
Pór Maese de Campo de todos nombr6 á Hortun Velúsqllez de Velazco, que siendo<
Veodor del Mariscal Quesada, se derrotó en la tormenta del río grande, y vuelto á Santa
Marta, subi6 despues con Geróniroo LebroD; y por Capitanes á Alonso de Olalla Herrera,.
Cristóbal Hodríg uez Juarez y á Cri ,tóbal Jaimez, que lo era de caballos, en cuyas compañía~
iban Francisco Díaz de Arlés, pariente de Unma, y á quien deKpues cortó la cabe7.a. en la
jornada del Marañon, Juan Priet.o Maldonado, Pedro G6moz de Horosco, Juan Ra.mírez de
Anuraue, Juan del Rincou, Andres de Acevedo, Nicolas de Palencia, que militó con Jorge
Spira, Juan PuelleH E:pel'an7.a, Alonso de Escobar, Alonso Martin Carrillo, Pedro Alonso
de 108 Hoyos, Juan Lorenzo, Juan Vásquez, Francisco Hernández de ContréraR, natural de-
Pedroche-, y marido que fué de Isabel de Rójas, natural de Cuenca, Diego de Tórres, Pedro·
García de las Cañas, Juan de Albear, Remando de Mezcua, Luis Jurado, J llan de Tolosa,
Sancho de Villanueva, Juan Andres, Pedro Alonso, Frauci co de Trujillo Sálas, natural de
Jerez de la Frontera, Juan de Tórres, Beltran de Unzueta Vascongado, Diego Páez de
Sotomryyor, Francisco Rodríguez, Diego de Colmenáres, natural de Villa ParédeR de Nava,
Juan Alvarez de Zamora, Anton Estévan Rangel, Felipe de Agüero,. Francisco de Figueredo,
Gonzalo Serrano Cortés, á (luícn despu~s mataron de un Hechazo los indios de las Arboledas,

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318 FEn rÁNDEZ !'IEDnAnÍTA. LLIlI. XI.

y otros famoRos héroes, hasta el número de los ciento treinta y sei¡:;, en que Be incluian dos
sobrinos del Licenciado Pedro de Velazco, que iba por capelbu del ejército.
Con la mayor parte de esta gente pasó el espitan Pedro d~ Ursua. des]e la ciudad de
SantaEé á la de Tunja, donde con el favor de] tio se proveyó de arru.as aventajadas,
abundancia de víveres y de indics Mozcas que los condujesen segun el e tilo que ya corría
generalmente en las Indias; y con tan buenas prevenciones partió desde Tnnja., por este año
de cuarenta y nueve, rednciendo á ocho dias de marcha la. di~tancía que desde aquella
ciudad h~y hasta Cbicamocha, transitando por los pai es de Paipafi, Dl.I.itamas, Cerinzas,
Sátivas y Chitagoto. I donde habiendo arribado al valiente rio ogamo o, que con rápido
cur o se arroja por las augo turas de muchos peñascos, que desde la salid~ del Valle de
Socotá se levantan para eHtrecharlo por muchas leguas, se detuvo hasta otro diez dias en
disponer trán ito á. sus corrientes, ya con maromas y tarabillas para la gente y víveres, en
que 10 industriaron los moradores de sus riberas, ya con aladeras para el más seguro eRgnazo
de los caballos, y on tau buen éxito, que no acaeció desgraoia en la ejecucion de lo que
8010 otra vez se habia practicado. Desde allí, reconocidos los umbrales de la provincia de Jos
Chitarero~, que corre entre las de Tunja y Mél'ida, por cuarenta leguas de longitud, con
poca diferencia, mar<iliaron hasta la ciudad de Miílaga, que estaba Bobre las quebradas de
Tequia, desde donde faldearon la sierra, hasta reconocer .los rigores de un pár'amo, sin que
hall afie n poblacion de importancia, dieron eu las de Servitá, rcotó. y Oocotá, bien populosas
entónces, cuyos moradores, de~amparándolas con temor, dieron lugar IÍ que 108 nue tro~,
. alojados sin el reoelo ~11e causa 11\ gnerra, pudiesen rerre carse con los despojos que hallaron
en las ca¡:;as, en que para no resfriar aquellos buenos deseos oon que saliel'ou de Santafé,
se hallaron algunas muestras del oro que prometia la provincia, y cumplió despues con la
abundancia que todos experimentaron.
Iba sobresaliente al ejército IIortun Velazco con diez caballos y treinta infantes,y
á pocas leguas dió oon un hermoso llano ceñido de sierras, que llamó del Espil'itu Santo, por
haberlo descubierto la víspera de Pentecostés; y aunque poblado de innumerables int:lios, y
que se le presentarou de guerra, fné tanta la debilidad de sus armas y cortedad de los
ánimos, que al primer encuentro quisieron mlÍs padeoer la infamia de cobardes que el dolor
de atropellados, pues volviendo las é, paldas al peligro dejaron la poblacion al arbitrio do
los vencedores, que sin más demostl'acÍon que la referida, dominaron 011 pocos dia todo 01
territorio de Chopo, Theguaraguache, Arcoguali, y sus confinantes, dando lugar á que
llegado el ejército y dividido en tropas á cargo do Pedl'o de Ursua y sus Capitanes, corriese
10 más sustancial de la provincia, hasta los arataes, Cachiras, Cachegnas, UchomaR, Rabi-
chns, Camias, Bocalema~, Chebas y Ogamoras, amedrentar las fl'ontera~ de Cúcnta, y
vencidas las Lomas del Viento, penetrar hasta el valle de SantiaO'o, de donde vueltas y
juntaR en un cuerpo las tropas, revolvieron por voto del Maese de Campo á poblar en el
llano del Espíritu anto, sitio el mlÍ. deleitoso nI parecer y que desde él, como de centro,
podian repartir e { la provincia lns influencias (el gobierno militar y político, Para 10 cual
habiendo Pedro de Ur. ua asentado primero ulla paz firme con 10 pueblos más iumediatos á
que ellos dieron el primer pa o aconsejado.s oe su pusilanimidad, dió principio á la íuudacioll
de una villa, quo Halló Pamplona, tÍ eontamplacion suya y del tio, que así lo t1ispuso en
recuerdo de su patria, á la cual He le dió título de ciudad por el afio de mil quinientos y
cincuenta y cinco, y demora sesenta leouas al Nordeste de S~mtafé y casi al Ul' de Mara-
caibo, en cinco grados y cinéuenta minuto de esta banda al Norte,
Fueron luego nombrado. por Regidore Andres de Acevcuo, Juan de lbear, ROI'-
nando de Mezcua, Juan de Tolosa, ancho de Villanuova, J unn A ndr('s, J ua.n Rodríguez,
Pedro Alonso, Juan de Tórres y Beltran de nZl1eta, qne inmediatamente eligieron 1 al'
prjmel'os Alca.ldes á Alonso de Escobar y á Juan Vásquez, y repartieron solares segnn los
vecinos que habüm de quedar en ella, de los cuales sepl\l'6 sesenta de ellos el Pedro de
Ursua., á quienes egun el apuntamiento ({ue hizo, encomendó despues Armendariz otros
tant·os repartimiento que se aju tarou de lo indioR desclloiel'tos, dejaudo á los dema. COil
In esperanza de que adelantando In conquista seria.n gratificado segun la calidad do sus
servicios, como se com;;jrruió de pue penetrando la provincia, en que incluyendo diferentes
nacionet! se han descubierto para más aprecio de till terl'tmo las ricas minas de oro y plata
de las Vetas, y de laR dos montuosas alta J baja que han salido permanentes, adema de lo
mucho quo la provincia participa por rescates dell'io del Oro, que la fosea y de los intore-

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CAP. V.] HISTORIA DEL NUEVO BEINO. 819
ses que producen las turquesas, que se hallan en su distrito, minas de cobre, ingenios de
azúcar, ganadoR mayores y menores, excelente pan en Chopo y Suratá, lienzos de lino y
algodon y otros géneros que la enriquecen por el éxito que tienen de ellos en las ciudades
de Santafé y Cartageua.
Luego que se funJó esta ciudad, se dió principio á.lab!'arle Iglesia parroquial, de quien
fué primer cura el Licenciado Pedro Velasco, y con el tiempo y limosnas que se juntaron,
ha llegado á ser uno de los hermosos templos de aquel Nuevo Reino, en que está fundada
la. hermand:td de ti:l.'.l PCtlro de mayores renta~ quC' se cunoce en Indias. Sus vecinos de pre-
sente llegarán a tre<;cicnto. , con general incliuacion R la virtud y letras: en c¡ue se han señala-
do sujetos famosos nat:idos en su rejnto yen! re todos Fr. Autonio de Vibar, Religioso Fran-
cisco, que supo juma)', cual otro Escoto, el ingenio con el estudio y virtud y que aun malo-
gradQ vivió larga. edad, porque fué babio desde muy poe03 años. Están fundadas en esta ciudad
las religiones de S::mto Domingo, San Prancisco J' :::b.n Agustin y un Colegio de la Compañía
de JeSli8, que se ocupa en habilitar la juvenhld para los e':ltlldios mayoreR: tamuien hay
en e1la un religioso Conveuto de Monjas des(~alza" de 3n.nt:1. Clara, sujeto al Ordinario, que
fundó eu quinr.e de Agosto del año de mil quinieutoél y ochenta y cuatro la piedad de doña
~fagdalena de Velas(:o, mujer que fné de Rodrigo de Cifuf!ntes, hija legítima del Maese
de Campo Hortun Vel{¡squez de Velasco, y de uoña Luisa de Mona:.lvo, eligiendo á su padre
por Patron para que nombrase una ue Iaq Religiosas ('on medio dote, y que sucediese en el
Patronato doña :Uaría de Velasco y despues tI uan V cl:1~q uez de Vela5co, RUS hel'm:tnos y
de8cendientesj y IUlDque para ell'epato tIe la ruina que hizo de la fábá.'a de este Convento
un terremoto que ac:ieci6 el año de mil sei~cientos y cuarenta y t:u3.Lro, se (',onsumieron
algunos dotes, ningun atraso temporal ha entibiado el celo rervoroso con que ha conservado
Seminario ejemplar de virtudes hasta el tiempo presente.
Miéntras el Capitan Pedro de Urfiua asenbba las cosa~ de Pamplona y cogia en
aplausos el fruto de ~us victorias,corrielldo ya el año de mil quinientos y cincuenta, arribaron
Íl Cartagena tres de los OiJores nombrados p~ll·.L rnnda.r en S,1.ntafé la Real Chancilleda, que
tanto tiempo ántes tenia premedit~~da el Cousejo de Indias, por h~~berse embarazado el pasa-
je de los dema~ ministros elegidos. Y si como el Jespacho fué de Oidorec;, sin Presidente,
Gobernador y Capitan gelleral, hHbiera l:iido de PC'rsi\.teute :>in Oidol'ec;, eXl,us:ira.;;e la mayor
parte de la destrnccion de tI,ciuel Reino, (lno continu:ub. por catO\'ce años con la influencia da
un gobierno acéhlo, fue! de gr:tude perjuit:io para. su crecimiento. Luego lJ.\~e llegaron á
Cartagena pasaron ti Mompox, donde ruurió el Lic..endado Mercado, (ille llevaba la antigüe-
dad no sin Ro">pe.:has de veneno, que un m6dil:o lla.mado Vera le suministró en la purg:t, como
advierte Ca!;j,ellá.nos; y pn~ando Galnrza y GóllgOl'l, qne fneron ION compañeros, entraron
en Santaré por Jines de l\fa¡'zo, donde pl'e<.;enti\uo', uc; desrncho~ Íunuaron b Real Audiencia
~n sLete de Abril: para lo cual, 30bel'Utíndo~e por la. ill<¡tl'ul'oion qua 10:) dió el Consejo,
salieron nI ú\t,Lmo burgo de la ciud,ul, en que ele p:e~eu¡je e. do fundado el Convento de S.
Diego, y desde allí elJ lln~ 11,\rallCa Lbnc'(\ auorn:ula de gualdrapa, cojín y re, ta. ue tercio-
pelo e l'me í, (1',e llevaba. ua Regidor de h 'ieilda, pu<,iel'on uu curioso cofrecillo
iba el Sello Real, cuya l'er 'esenu\cion maje tnos,\ cubrirla '::ou un rico palio los dema.s Re-
que ,n
giuol'6s, (l"e vestH.los de )'op~. de clmmelo"e ll~vaLall las varas. Los dos bdos del l::lello ocu-
pa.ban los Oido es puestos á eab\llo, y á é.. uüs I)or 1'10 pu·te de afuera acompa.ñaban los dos
Alcaldes ordinarios Gonzalo Garcí? ZO!J'o y .Tuan de Avelbneda.; {r, quieues, precediendo
tOtlo el CODCurSO de ver;Íno~, condujeron hasta la. ca!:la que se ha.bia prevenido para el efeoto,
en que se plUiO el Sello Real "'011 la gnard:\ que ronveuifl.
Eran los d08 Oidores óngora y G,üarza de poca edad y de mucha gallardía en la
dispo. icion, y t:tn virtuosos y de sana inteacion quc Lasta el dia de hoy, siempre que en
aquel Reino f3e hace mellloria de ellos, t!S con el renombre de buenos y santos Oidorea. Pero
juntamente se l'econoció HU grave inconvenieute eu quo fue. en los fundadores de aquella
Audiencia; porque como su juventud no habi::l. da.do lugar para que saliesen de pasantes,
cuando fueron e1e:sidos, :talLábales h~ práctica de negocios por no haber administrado cargoR
de justicia, ni habian visto lo mismo que fundaban no solamente en cuanto á. la forma de
proceder en las c:tusas, "pero aun en la casa. material de algun:. Audiencia pareció 120 haber
entrado jamas, para saber la disposicion de su Tribunal y Salas, y la que observaba en to-
mar asientos para juzgar los de aquel oficio: y así ignorantes de la ateucion debida á la
arcauidad secreta de los Acuerdos, y de las ceremonias decorosas que ha introducido el te-
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320 !l'EltNÁNDEZ PIEDUAIIÍTA. LLID. XI.

mal' de 108 reos, 6 la soberanía do los Príllcipes para la veneracion de Tribunal tan supre-
mo, cometían tantos yerros como di:;posicíones en la forma de gobernarse y gobernar aque-
lla quimera practicada, que ordenaron en sus principios: C011 una parte de Cha.ncillerj~
Real, otra de Juzgado de Alcnlucf; ó Corregidores y otra de Audiencia eclesiástica; para
cuyo reparo fué de grande perjui(;io la detencion del Licenciado Francisco Bl'iceño, colegial
que habia sido de la Magdalella en ::>alamanca, que como persona que habia asistido al Obispo
de Cuenca aiendo Presidente de la Chancillería de Valladolid, y ha.bia sido Corregldor de al-
gunos lugares del Estado de Mcdiutl Sidonia, hubiera fundado la Real Audiencia sin aque-
llas imperfecciones que entónc;es tenia, aunque con el tiempo y suce:;ion de tJ ueces se pur-
garon de suerte que recobró cuantas disposiciones le fuel'On debidas.
Asentada pues la Audiencia y siguiéndose en lo demas por la di.reecion de Miguel
Diez de Armendariz, nombraron luego por Fiscal á Francisco Escudero, por escribano da
Cámar¡;l. y mayor de Gobernacion á Alouso Téllez, por Chanciller regi.stro tÍ Juan Martínez l
Relator á Juan Baptista Sardela, Recetar á Lope de Rioja y Portero á Mateo Calderon, ir.
quien sucedió Gonzalo Velásquez de Pórras, y Alguacil mayor de Corte lo fué Juan de
Mendoza Arteaga, que poco despues llegó nombrado por el Oonsejo. Con estos ministros
comenzaron los dos primeros Oidores á despachar algunos negocios con el glorioso nombre
de D. Cárlos; si bien como eran de naturales tan apacibles y genios opuestos á litigios, 10!-}
más reducian á composicion empeñando su autoridad en conseguirla; de que result6 }It
benevolencia general que se conciliaron, aunque entre faccionarios tenga más estimacion el
mal que se hace á. sus contrarios, que el bien que se les hace tÍ sí mismos; pero es la virtud
tan amable que aun 108 más opuestos convienen para. aplaudirla. Por esta causa mostraron
siempre mucha tibiesa en la ejecucion de las lluevas leyes, y aun en la observancia de otraS'
ordenanzas más antiguas en favor de los indios, que iban entreteniendo con dificultades,. que
su falta de experiencia encontraba~ y con disponer luego algunas conquistas y entradas
contra 10 ordenado en una de aquellas leyeR, que lo prohibia hasta que despues la Majestad
<le Felipe II las permitió en la forma que ahora se hace. De estas entradas, que fueron dos,.
se encargó la primera á Anclres López de Galarza, hermano de uno de 108 Oidores, quien
habia de hacerla en el valle de las Lanzas de la provincia de los Pantagoros, con el pretex~
to de que sus moradores no acudian al servicio de los vecinos de Tocaima; y la segunda á,.
Juan Alonso, para que en el'valle de Neiva fundase alguna villa, parcciéndolea que allí
seria de mucha conveniencia para. el comercio del Perú y Nuevo Reino.
Dispuestas las primeras aociones en esta forma, les fué- sin pensar luego á los nuevos
Oidores la causa y origen de su total perdicion con la llegada del Licenciado Alonso de Zu-
rita, que, como dijimos, llevaba tÍ su cargo residenciar á Armendariz, cuyo empeño ninguno-
dudaba que habia de ser muy ruidoso, moviemlo la una parte personas de tanto lustre co-
mo Lope Montalvo, Luis Lanchero y consiguientemento todos los Caquecios amigos y pa-
rientes del Adelantado Lugo, que habían de agravar la residencia todo lo posible, y favore-
ciéndola de la otra parte la contraria de los Quesé\da .. y los Oidore. , que no debieran haberse
mezcljdo en ella con tantas verar;: pero como el Góngora era Navarro, yel Galarza tan
fino amigo suyo por simpatía de las edades y costumbres, ninguna. cODsideracÍon bastó para.
que deja e de ser empeño lo que debiera ser neutralidad; y aunque sobre la 8sil:!tencia de'
Lope l\Iontalvo en Santafé en esta oca ion, hallo encontrados ti Quesada y á Castellánosr
afirmando é te que no siguió al Licenciado Zorita, sino se qued6 en Santo Domingo cansado
de pleito. , de doude ya libre de ellos pasó tÍ elitos Reínos á gozar de un mayorazgo que
tenia en Salamauva; y dicicuuo el otro era uno de los que capitulaban ú. Al'mendariz en
Santafé, de donde huyó á la cOlSta por la opo. ioion que hallaban los Caquecios en los Oido-
res: con todo me ha parecido convenir solamente en que Lope Montalvo pareció en Santaf6
por su apoderado, sobre que el lector discurrirá lo que le pareciere, advirtiendo que Caste-
llános estaba en el rio de Hacha al tiempo que allí tomó puerto el Licenciado Zurita,
acompañado, como él dico, de Lois Lanchero, LtÍzaro López de Salazar, Francisco Arias
Jiménez, Diego Díaz y otrOl:! quejosos de Armendariz, y Quesada uo habia aportado á Inq.ias
cuando Zurita salió de Santafé, y pudo padecer engaño en lo que oy6 despues.
Pero de cualquiera suerte que ello fuese, la residencia se comenz6 con graves cargos
y acusaciones puestas por los Ca(lueci(ls: mas como los contrarios tenían cogidos los puertos
con el favor de los Oidores,que juzgaban más durable, prcvalecia su parcialidad, y no halla-
ba el Licenciado Zuritt\ camino libre para que 10ft agraviados probasen lo mismo que lo cons-

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CAP. V.J lUSTOltIA DEL NUEVO REINO. 321
taba ser cierto, de quo resultó cargarse de alguna p'lsion en procedor contra Armen<1ariz,
que no cesaba de repetir quejas de que los Oidores no lo amparaba.n como debian, fundado,
á mi ver, en que lo conterráneo en paises di.qtantes debe correr con calidades de parentesco;
y á la verdad, no habia en el juicio de la residenc~a aquella libertad que Re requería para
que las partes siguiesen su justioia, con los embarazos que á su administracion ponian los
Oidores, hasta empeñarse en oir á. Armendariz Robre los agravios que decia hacerle el Li-
cenciado Zurita y pro'nunciar autos en aquella razon, cosa bien extraña en derecho, á que el
Zurita correspondia con otros dictadOR de más experiencia y de ménos arrojos; y viendo que
se le acababa el término de los sesenta dias sin que pudiese concluir su residencia, andaba
como hombre ajeno de sí mismo y de lo que debía bacer en casos tan irreg1llares, á qne no
ayudó poco la avilantez que algunos se tomaron para publicar que no tenia la jurisdiccion
que manifestaba tener por sus edictoR.
Con estos embarazos que asimismo tenian reconocidos Luis Lanchero, Lázaro Pérez
y otros, se desaparecieron una noche, y por caminos ocultos hasta el rio grande bajaron en
una canoa á l\Iompox, y de allí en bajel de más porte, saliendo por la boca del rio navegaron
hasta arribar á Cartagena, donde habiendo fletado navío pasaron á estos Reinos á represen-
tar todo lo acaecido en perjuicio suyo, en tanto que el Licenciado Zurita, viendo acabar el
término de HU comision, citaba, como lo hizo, al Licenciado Armendariz pa.ra las ciudades de
Cartagena y Santa Marta, donde debia parecer personalmente á ser tambien residenciado de
cuanto en ellas hubiese hecho; y suspendiendo el progreso de lo obrado en Santafé, se vol-
vió á la. costa bien di. gustado del ajamiento que se le habia hecho en el Reino; y el Armen-
dariz, como si ya no le quedase mlÍs que purgar, trató de venirse á España, si bien reconocía
que le tenia tomados 108 pasos el Licenoiado Zurita, con estarlo residenciando en ausencia
en la ciudad de Cartage11a y tener prevencion en Santa Marta para embargarle el cuerpo y
proceder contra él sin la sombra de los Oidores que lo amparaban. Para ouyo reparo resol-
vieron, con parecer del mismo Armendal'iz, que Beltral1 de Góngora, C011 el pretexto de vi-
sitar la costa de Santa Marta (porque Cartagena aún no era de la. jurisdiccion de la Audien-
cia de Santafé), bajase á ella y lo embarcase con In mayor seguridad que pudiese: todo lo
cual se ejecutó á la letra, y cntónces fué cuando hizo la confianza de Tomé de la isla 01
Armendariz, y miéntras hurtando el cuerpo :i lo~ poligros fué á pasar ó.la isla española y RO
detuvo esperando ocasion de venir á Castilla, Re volvió el Góngora al ejeroicio de su plaza,
porque enlla realidad la:visita habia sido supuesta y ent6nces no habia la cédula que despues
se despach6 para que se pudiese visitar el distrito, aunque por la fealdad quo tenia esta
imprudente accion en sí misma, pareció tan mal en elOon ejo como despues veremos.

CAPITULO VI.

FÍJ~DANSE LAS RELIGIO rns DE SANTO DOMI TGO y ¡ N FRANCI CO EN


EL NUEVO REINO, Y LAS CIUDADES DE IBAG É Y EIVA EN LA PROVINCIA
DE LOS P ANTAGOROS.

L tiempo que el Emperador mandó se :fundase real cancillería en Santafé, dispuso asimis-
A mo que con los primeros Oidores pasasen algunos religiosos de las Ordenes de Santo Do-
mi.ngo y San FranoiElco, cuya mision miraba principalmente f.t dila.tar en el uevo Reino la
semilla del Eva.ngelio entre la infinidad de almas que en él habia y for falta de obreros que
las guiasen, no acertaban á salir de las sombras del gentilismo y tÍ ilustrar sus provincias
con religiosos conventos, que á expensas de la devocion se plantasen para semina.rios de
letras y de virtudes; pues aunque se sabia que así de estas religiones como de las de San
Agustin y la Merced, habia algunos sujetCls en aquel Reino, tambien se decia que por falta
de prelados que obedeciesen bastardeaban en el sagrado empleo de su instituto. Para este
fin, pues, elegidos bastantes SUl etos de am has familias y Dom brado por Superior de la de
Santo Domingo á Fr. José do Róbles y por Custodio de los Franciscos á Fr. Francisco Víc-
toria, pasaron de Sanlucar á Cartagena por e te año de cincuenta, dOl1de embarazado el Fr.

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322 F~nNÁNDE~ PIEDRAlrfTA. LUD. XI.

José con laocupacion de fundar allí convento, subieron al Reino el Fr. Francisco Victoria y
Fr. Gerónimo de S. ~Iiguel, que le l'!llcedió en bl. custodia, y Fr. Fmnci"lco de In. Resul'l'ec-
cion, á quien eligió el Fr. José de Róblel:! para que le sustituyese en Santafé, donde llegados,
aunque sobre el recibimiento de ambas religiones hubo diversos sentimientos en el Cabildo,
fueron finalmente ndmitido~, y la d(3 Santo Domingo fundó en la plazuela de mercado de la
parroquia que hoy lbman de las Ni ~.eR, y In. de S. Francisco :11go múa á fuera al norte: si
bien por el inconveniente ue que ambos conventos estuviesen ue la una parte sola de IR.
ciudad, displlRO el Cabildo que el de S. Francisco se muda!'le este mismo año ft la banda del
sur, en el mismo Ritio en que de preRente estn, fundada la religion de S. Agustin, si bien ni
el uno ni el otro permanecieron, como veremos despues.
Hecbas esta. dos fundaciones y otr::ls a13unas en las principales ciudades del Reino,
aunque arrehatadamonte, vinieron á pm::tr los do'l Superiore!'! en que el Fr. JORé de Róbles,
mal contento de residir en las Indias, porque debió de regular la grandeza que no veia por
las miserias que experimentv en sus costas, se volvió 11 Castilla y de allí pasó nRoma á
pretclIsiones que no son de esta historia. Y el Fr. Gcrónimo de S. :Migllel, aunque buen
predicador y mejor teólogo, afeaba de suerte 'iUS letras con la hilFrndenria de que las vestia,
quo guiado de algunos :1fl'OjOS que lo ha.bian malCJ.uistado, Re empeñ6 finahoonte en el de
ajar á. la justi<:ia real de obm y de palabra en cierta oca~ion quo los Oidores la. tuvieron para
)'emitirlo á. estos Reinos con el ploceso (le~(le la cá.rcel p{¡blic.'\ en que lo habian puesto:
aocion que pudiera excusarse y tan mal parecida en el CODsejo, que acreditó Je méno8
imprudente 01 dCf¡ac:no ~ue acriminaha.n. De flqui 1'esultú f)ue faltando las dos ca-
bezas que teni:m los · Teligiosos de ambas faruilia~, proc:ediesen luego ~: nue":1S elec-
ciones, no solamente de Vicarios y Custodios, sino de Provinciales, especialmente desde
que en las siguientes flotas fUI': continuando el Consejo las misiones de más Religiosos:
verdad sea que las tales elecciones, así de Prancis\.:os como de 1)olllinicos, se hrtcian siempre
con grave e~c:'lndalo y cont.radiccion de los Provinciales del Pert'l, qu~ alegrtudo tener supe-
rioridad en ambas familias del Nuevo Reino, deRpachaban ,'isitadol'es tÍ. él, pal a la reforma
de sus Conventos y castigo de los Religiosos que han~en culpados; pero ninguno de ellos
fué jamás recibido, hasta que cesó la preLension por lo~ añOR de sesenta y tres y setenta
y uno, en que se criaron provincias separadas de las del Nuevo Reino.
De este des6rden que se expet'imentaba en el gobirrno de las dos Religiones, result..1.-
bAo que los míl8 sujetos que iba.n al Reino, sin fijar el pié de asient.o en sus provincias, las
desamparaban brevemente, volviéndose algunos á la co~t:l, y pasí'mdose otros Á. los Ueinos
del Perú; de cuya l:i tima, sel.ltiJo el Mari~cal Qucsaua en el capítulo nono del libro terce-
ro de SU Compendio historial, que hizo por el año de mil quinientos y setenta y cuatro,
prorumpi6 en efltas palabras: No es cosa de bsf·im~ y de compnsiou juntamente con ella,
que haya pagado Su Majestad de::sde los primeros Fr. Joseph de &bles, y Fr. Gerónimo de
S. Miguel, mtis de doscientos y cincuenta frailes de cnda Orden en diversas ArmadaR, para
que vengan :Ío esta tierro, y no haya ahora ochenta en c:1da provincia. de las dos? rero entre
estas turbnciones, que de lo ecle. ilí.stico muchas voces pasn.n i.l lo secular, no puede negarso
que hnbo entre ellos person:t~ doctas y ejemplares de nmuas familias, y que trabajaron mu-
cho en la COllVOl -ion de los indiús fi pesar del mn.l tercio que les hacian 1ós Dncomenderos, y
en ilustlar las provincias con Dla"'níii~os Conventos que labraron en las ciuJades de Santa-
fé, Cartageua, Santa l\Iartn., Tunjn y '.rocnima, entre (luieues se sefíalaron mucho Fr. 1\1artin
de los Angeles y Fr. Juan Méndrz, del Orden de PredicadoreRj si bien el primero, con
otros muchos de sn familia, ~alió huyendo de In provincia por el favor que la neal Audien-
cia daba á uno de lo, Visitadores del Pertí, combate cÍ. que resistió con m:'1s sufrimiento el
Fr. Juan Méndez en emejantes lances, y otros en qne le ponian sus compañeros, por no
desamparar las nllevas plantas que habia sembJ ado su Religion.
Aunque fué mucho lo que obraron, as! estos dos Religiosos como otros que se em-
plearon en la exaltacion de la fe, doctrinando en ella Á. los natnrales del Nuevo Reino, 80-
bresnlieron oomo soles en desterrar las sombras de la infidelidad, y en reducir pecadores á
verdadera penitencia, San Luis Beltran y el venemble compañero suyo, Fr. Luis Vero, de
nacion valencianos, que habiendo pasado á Indias por el año de sesenta y dos, se ocuparon
en la predicacion del Evangelio, asl en la provincia de Cartagena como en la de
Santa Marta, donde corriendo en mision toda su sierra entre las naciones de Taironas,
Aruacos, Itotos, Chimilas y Pintados, obraron muchas de las maravillas que se refieren en

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CAP. V.] RISTOIUA DEL NUEVO REINO. 323
la vida de S. Luis Beltran, de que se hallan muchas noticias, señales y ra..,tros por aquellas
'serranía~, y aun el altar de piedra en que celebraba mii:;n" hasta que siendo electo Prior de
Santn.fé (despues que administró el Curato de la Villa tIc Tenerife, donde se guarda en el
83grario de su parroquial la casulla con que decia misa) hubo de volver tÍ estos Reinos
por el año de sesenta y nueve, con licencia que pura ello tuvo de su General. En esta 'vuelta
no pudo seguirle su compañero, por haberse quedado en el ministerio de Apóstol de las na-
ciones que habitaban el Valle de U par, donde murió por el año de ochenta y uno, y fué
sepultado en su Convento de la ciudad de los Reyes, al pié del altar de N. Señora del Ro-
sario: y auoque los portentos y heróico grado de virtudes :í que llegó este gran varon,
bastasen á. calificar la opiuion que corre de su santidad, con todo eso, para claro testimonio
de la alteza á. que llegó, baste saber que ha.biéndole pedido á S. Luis 13eltran un devoto suyo
que le encomendase á. Dio. cierto negocio que tenia eutre manos, le respondió: Encomién-
delo, hijo, á mi compañero Fr. Luis, que Lieue con su Divina Majestad más cabida que yo;
en que se reconoce Cllltnlia seria la perfeccion de este siervo ~el Señor.
Hace ocultado su cuerpo hasta el tiempo presente á los ojos humanos j y aunque la
vulgaridad de muchos lo atribuye á que se han perdido las noticias de la pa;·te en que fué
sepultado, por la mudallza que ha padeciJo la fundacion del Convento en diferentes sitios
de la ciudad, no parece verosímil que en el término de ochenta años se pueda ignorar de
todos ~ lo que parecf' impo ible se deje de fnber de muchos, y más cuando reconocidas las dos
partes en que estuvo de lÍntes faul'icn.do el Convento y movido. toda la tierra de sus ámbitos,
no se han descubierto señales de ~nn rico te..:oroj y así me inclino á referir lo que me han
<licho contextes algunos vecinos ancianos de aquella ciudad, y es, que estando para morir
pocos años despues una persona secuhl' devota do este veneraule varon, pidió al Prior de
BU Convento la entenase en su mismo sepulcro, como lo conRiguió descubriendo para ello
su cuerpo esta primera y última vez, Hin que semejantR. acciou Re extra,ñase de alguno por
entónces: con lo cua.l tuvo oc:u.ion otro devoto secular para pedir lo mismo y el Prior para
inclina.rse á su rllego; pero COIl tal Wlsengaño de la po ,a veneracion que le habia debido,
que abierto el sepulcro, solamente se hallaron en él los huI", 08 del primer devoto que allí
lué entel'rado, sin que m:' s haya pareciuo el de aquel apost61ico varon, por más diligencias
que ha hecho su religion pura de8cubrirlo, instado del propio interes y de los nprietos de
muchos devotos suyos. Y aunque todo lo más que se ha relatado acerca de los primeros lle-
ligiosos que pa, aron al Reino, aC3eció desde el año de cincuenta en que vamos, hasta el de
sesenta y tres y setenta y uno, ha parecido compendiarlo ántes de entrar en la ereccion de
sus dos provincias, con que pasaremos tÍ diferentes conqui tas y poblaciones que se hicieron
.este mismo año.
Al tiempo que Miguel Diez de Armendariz estuvo en Santa Marta, tuvo tales noti-
.cias del famoso Valle de Upar, y de be; mnohas naciones que lo habitaban, in que hubiese
bastado á menoscabarbc~ la porfiada ho, tilidad de alemanes y españoles que tantas veces
hollaron su terreno fél,til; que considerada la utilidad que podria segui,'se á la Real Coro-
na, de quo allí se fundase alguna ciudad, ordenó á. su propartida, que fué por el año de
.cuarenta. y seis, (lue el JustiC'ia Mayor de Santa Marta, que 10 em el Capit:m Juan de
.Céspedes, llevase aquellos infantes y caballos que pareciesen bnstanteR para amedrentar ]08
indios del valle, y fundar en él una ciudad, desde donde pudie. e allanarlos la maña 6 la
fuerza, elirriendo para Cabo de la fn.ccion la persona que le pareciese mtlB á prop6 ito. Eralo
mucho el Capit.1.n Sant.a Ana, que ejercía la vara de Alcalde ordinario, á quien eligió Cabo,
J quien pasados cuatro años, y ali tnda 1:1. gente voluntaria que de anta. Marta y Tamala-
meque Ee le ofreció á. la empresa, partió á ella, y sojnzgaJo el valle con poca resistencia,
fundó sobre las corrientes frias del Guatapuri una l'ázonable poblacion de españoles, que de
presente permanece con el nombre de la Ciudad de los Reyes, sin que de BU~ pobladores
haya tenido IDIí.S noticia que la de N. Gutiérrez de Mendoza, Lorenzo Jiménez y Francisco
de Ospina, natural de la provincia de Alaba, que por aquellos tiempos se ejercitaba como
Capitan y Maese de Oampo en las guerras de Gllanaos, Tupes y Cariachiles. Del temple de
e!'ta ciudad, calidades del valle y costumbres de los indio, dice lo bastante el cronista
Herrera en su Década octava, á. que añadiremos que su vecindad pasa de cien vecinos, con
buena Iglesia parroquial, razonablos casas cubiel'tas de teja y un Convento del glorioso
Patriarca Sa.nto Domingo, con muy cortos medios aun para el sustento de dos religiosos.
Ya dijimos en el capítulo antecedente las dos fundaciones de oiudades que los

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324 FERNÁNDEZ PlEDRAHíTA. [LID. XI.

nuevos Oidol'e~ determinaron hacer en la provincia de los PantRgoro~, cometienuo su eje-


cucjon tÍ diferentes Cabos; y como la una estuviese n cargo del Capitan Juan Alonso,
hombre práctico en la guerra, y la otra corriese por la disposicion de Andres López de
Galarza, á. quien los vecinos del Reino miraban con aquella inclinacion debida á las buenas
prendas del hermano: ¡)iguiéronle muchos hombres de cuenta, y aunque no todo'3 concu-
rrieron en la primera entrada que hizo á. la conquiRta, por haber necesitado de nuevos
socorros parA. concluirla, pondré de unos y otros nquell08 de quienes he adquirido noticia,
como son los Capitanes Gaspar de Tavera, ',Miguel de Oviedo, Domingo Coello, Cristóbal
Gómez Nieto, Juan del Olmo, IJope de Salcedo, Rernando del Campo y JUDn de Mendoza
Arteaga, á quien sacó del pueRto de Algnacil mayor de Corte la inclinacion de ejercitarse
en la guerra. Demas de los referidos, parece haberse hallado en la misma faccion Francisoo
Treja, Diego López Vela, Juan Breton, Pedro Gallégos, Diego López, Bartolomé Talabe-
rano, Pedro de Salcedo, Múrcos García, Antonio de Róaas, Pedro Sánchez Valenzuela,
Alonso Raiz de Alvar-o Martin, Miguel de Espinosa, Francisco Iñiguez, Lapa de Velazco,
Francisco de Figueredo, Franci.c;co Bermúdez, Juan de Chávez y otros muchos, con que dió
prinoipio á su marcha hasta la ciudad de Tocaima, desde donde esguazauo el Pati, y despues
.el grande de la Magdalena en canoas, tomó la derrota por la provincia de los Pantagoros,
-Gue hoy llaman de Nei va, haRta saludar el valle de las Lanzas, nombrado así por las
muchas que los Capitanes de Beooloázar descubrieron por armas de 108 indios guerreros que
.allí habitaban.
Extiéndese la pravincia de Neiva por dilatados ep.paci08 de tierra llana, abrazando
toda la que hay desde los confines de las ciudades de Tocaima y Mariquita hasta los de la
Plata, que flerán como ochenta leguas de lougitud, Norte Sur por la una y otra banda del
rio de la Magdalena, que la divide de alto á bajo, recibiendo mnchos caudalosos l'Íos que
descienden de las dos cordillera!; que la amurallan, la una á la parte de los espaciosos llanos
de S. Juan, y la otra á la de las provincias equinocciales, apartadas como veinte leguas más
.ó ménos, segun las entradas ó retiros que haoe de la tierra llana el torcido asieuto de los
montes. Por la parte pues de la segunda cordillera se levanta un cerro con el nombre de
Amoyá; y las entrañas de bronce, por el mucho que enoierran 8US minas, y por una senda
vecina ó. él, dasplles de muchos encuentros que nuestros españoles tuvieron con los belicosos
Coyaimas y Natllgaimas, se condujeron al valle de las Lanzas, á quien riegan los dos famo-
flOS rios de Combeima, y el que llamaron de S. Juan, que bajan separadoR de los páramos
de Quindío, hasta que en 10 más llano de la provincia se junta para correr con el nombre
que les puso la desgracia del Capitan Ca ello, hasta que lo pierden entrando en el de la
Magdalena; pero apénas los Pijaos, que habitaban aquellas fértiles fragosidades, sintieron
.en ellas á los forasteros, cuando alistadOR á la obediencia de Titamo, Cacique principal de
8U nacion, se les opusieron con tanto coraje, que á. no haberles excedido los españoles en la
disoiplina militar, hubieran' triunfado sus lanzas de nuestros arcabuceij y ballestas.
No fué la victoria tan barata que no Re costease oon el sentimiento de haber perdido
a.lgunos infantes y caballos, y hallarso herida la mayor parte de los que quedaron vi vos:
iat.a.lidad que los puso en la neoesidad de fortificar e con estacada, miéntras se curaban de
las heridas y de Santafé les iba ElOCOl'l'O, que consiguieron despues del aguante de repetidos
-avances de aquella desesperada nacion, que ni de dia ni de noche 108 dejaba pasar con so-
siego, ha ta que reparados de laR heridas y habiéndole muerto ó. Titamo la flor de BU gente,
le obligaron á que retirlÍndose á pedir socorro á Quicuyma, Cacique confinante, tuviesen
lugar los lluestroFl de correr todo el valle y reconocer una mesa llana de poco más de una
legua, que circunvalada de montañas levantó la naturaleza sobre el río de S. Juan, donde
por voto de todo el campo se trató luego de fundar una villa con el nombre de Ibagué,
que tenia el asiento elegido, como se consiguió á los catot'ce de Octubre, repartiendo solares
y Encomiendas de indios que pagaban el tributo á lanzadas. Fueron los primeros Alcaldes
el Capitan Juan Breton y Francisco Treja; Alguacil mayor, Pedro Callegoj Regidores,
Juan de Mendoza Arte:lga, Pedro de Salcedo, Domingo Coello, Gaspar de Tavera y Miguel
de O viedo; y dióse la escribanía de Cabildo á Francisco Iñiguez. Pero como las ciudades
fundadas en Indias jamas tuvieron consistenoia, sino fué cuando las poblaron sobre las
Beguridades de indios pacíficos ó sobre la de algun sitio que pudiese mantenerlas contra las
invasiones de los que no estuviesen sujetos, y á esta de Ibagué le faltó lo uno y otro, pues
loa indi~ estaban de guerra, y el asiento de la ciudad oon las montañas que 10 ceñian, se

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CAl). ,n.] HISTORIA DEL NUEVO nElNO. 325
hallaba. incapaz de defensa, por sel" el más á propósito pnra las emboscndl'l9 de los Pijaos, 011
qne son primorosos; luego empezaron los nuestros á reconocer su peligro, y mÍlf4 cuando
Titamo, auxiliado de las tropas de Quicuyrna, los acometió tantas veces en !HUI cuarteles cuau ..
tas imagin6 hallar descuido en las centinelas; y aunque en Remejantes acomctiuas no fué
muy conRiderable el daño de los nuestros, seguíase el que experimentaban caaa oia, per-
diendo á cuantos en demanda de bastimeutoR Ó leña se aventuraban al rie. go de las embos-
cadas sin el resguardo de a]gun buen trozo de gente.
Con mejor fortuna corria por el mismo tiempo la empresa de Neiva, pues no siendo
aquel país tan poblado de gente como los demas de la pl"Ovincia, puuo el Capitun .I uan Alon-
so con poca gente y méoos peligros disponer la fuodacion de otra villn que llamó de Neiva,
por conserva,· el nombl'e del sitio en que se pobló, y es el que média entre las ciudades de
Tocaima y Timaná, siguiendo el camino que hay del Nllevo Reino al de Quitc) y hoy llamau
la Villa-vieja; y aunque entónces pareció á muchos hallar conveniencia eu la tal fundacion,
experimeutóse muy poca por los pocos indios que ha.bia en los contornm¡, y así corrió esta.
Villa con poco útil y vecindad, hasta que por el año de sesenta y nueve la destl'uyeron y
asolaron los Pijao~, y por el de mil seisoientos y doce la reedificó el Gobernador Diego de
Ospina, como veremos en la segunda parte cuando se trate de la sangrienta guerra de aques-
tos iodios, que, como decíamos, tenian eu grande aprieto la nueva Villa de Ibagllé, hasta que
reconocidos por Ga]arza los inconvenientes que van referido~, por cuatro meses c0ntilluados
de malas fortunas, y habiendo descubierto que la cordillera hacia uu abra ó puerto que salia
ó. la tierra llana, en cuya entrada se podria mantener la Villa sin el asedio pertinaz de la::J
emboscadas, dió parte ele todo á la Renl Audieucia de Santafé, que considerado el peligro
cometió el socorro de un buen trozo de gente al Capitan Melchor de Valdés, que partió con
él hasta Ibagué, donde incorporado con la gente de Galarza, tuvieron tan Yenturoso encuen-
tro con los dos Caciques, que los dejaron escarmentados pal'a muchos días, y con este buen
suceso, desamparado el sitio y caminadas siete legua/:! por el abra, mudaron la Villa ó. ten·e-
llo limpio sobre el rio de Chipalo á los siete de l!'ebrero del siguiente año do cincuentn y uno r
conservándole el mismo nombre de Ibagué: y aunque en vez de crecer su veciudad ha ido
siempre á ménos con ser cabeza de Gobi¡rno y gozar del mejor temple y frutas del ReinOr
con todo ha sido muy conveniente, así para plaza de armas de la dilatada guerra de 10lt
Pijaos, como para el mejor tránsito del Heino ó. la provincia de Popayan y ci udades do
Cartago y Anserma, por excusar este camino el que de ántes se hacia por las sendas intrata-
bles de rocios púramos, y porque en su distrito se han reconocido miuas do piedra imall y
do azogue, y las vetas que ha.y do oro sobre las riberas del Combeima.

CAPITULO Vil.

BNTRA EL MARISC L QUESADA EN SANTAFÉ : DESCÚnRESE EL PÁRAMO


IUCO DE P Al\1PLO A, y LO
OAPITANES QUINTERO y PEDRO 'O FONDA ]ji
LOS P ANTAGOROS LAS CIUDADE DE SAN SEBASTIAN DE LA PLATA Y
MARIQUITA.

ON estas razonables' empresas iba terminando el año de cinCtlCntaf cuando con aplauso
C general de todo el Reino entraron en Sautafé, cou muy poca diferencia. Je tiempo, el
Oidor Beltrau de J.óngora de vuelta de Santa Marta, donde lo ha.bia llevado el empeño de
librar la persona de Armendariz de las amenazas del Licenciado Zurita, y ell\Ial'iscal Que·
sada de la Corte del Emperador, donde bien' purgados los de aciel'tos de su moceJad, 'alieron·
más bien correspondidos sus servicios con el escarmiento que llevaba, que con los corto;)
premios cIue le dieron. Eran generalmente bien quiatos ambos á dos, el Mariscal por los
beneficios que le debía todo el Reino, y el G6ngora por los agravios que no le debia, y así
correspondió el aplauso de su recibimiento al amor y respeto con que los veneraba, don do
terciando con igualdad el Licenciado Galarza por simpatía de genios, comenzó tÍ e trecharso
tauto con el Mariscal cuauto lo estaba con G6ngora, en cuyo amigablo catndo se hallabau,.

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326 FEHNÁNDEZ PIEDUAHfTA, 'IX lLIB.
cnando, para premiar lo que su herma.no Andre~ López habia servido en la fundacion de
Ibagué, lo nombraron por Justicia Mayor de Santa Ma.rta, principiado ya el año de cincuenta
y uno, y para. lust¡'e decol'ogo del Reino se descubrieron en términos de la nueva cilldad de
Pamplona las miuas más ricas de 01'0, que, {~ mi entender, se han hallado en las Indias, no
atendiendo a la duracion que tuvieron, sino á la cantidad que miéntras se labraron relldian.
He visto lo que el Mariscal Qucsarla refiere aoerca de este descubrimiento, y dícelo
con más generalidad que la que he adquirdo de algunas personas ancianas de aquella ciudad,
que especificando el suceso afirmaban que habiendo sll.lido tÍ caza de venados, en uua ocasion
de las muchas que ocupaba en este ejercicio el Maese de Campo Hortun Velaseo, en com-
pañía de otros caballeros que le segnian, y elegido para EU divertimiento las campiñas de un
páramo alto, que llam.an el Rico, lograron gustosamente la caza, hasta que los ardores del
801 de medio dia los obligó á que, juntándose, bajasen á sestear al abrigo de un nrroyuelo
de los muchos que cruzll.n aquel terreno estéril, donde entre las personas del concurso
extrañaron la de un forastero, recien llegado de estos Reinos, que con sus alforjillas y á
pié lo~ habia seguido desde que salieron de la ciudad, Queriendo, pues, divel,tir el sosteo,
le preguntaron de dónde era y á qué hahia pasado á las Indias, á que respondió que era de
la Estremadura, donde tenia hijos y mujer muy pobres, y habia pasado á Indias, donde se
decia haber tanta cantidad de oro, que con brevedad vol veria con el bastante para remediar
las necesidades que padecian, y pensando que tantoH caballeros como salian de la cindad iba.n
por oro, los habia seguido con fin de saber dónde lo sacaban, Vista por uno de ellos la
sencillez de las palabras de aquel hombre, le dijo dil5imuladament.e y con nplauso de los
compañeros, que no habia sido su trabajo de balde, y señalando con la mano, pl'osiguió:
Vaya v. md. á la cumbre de aq uella colina rasa, y á raíz de la piedra grande que se descu-
bre, cave la tierra con la mano, y sacará todo el oro que viene á buscar.
Obedeció al punto el estremeño, y miéntras los cazadores burlaban sesteando de ver
cuán diligente caminaba lÍ la colina, llegó á ella, y repechando hasta la piedra que le habían
mostrado, arrancó de las yerbas que tenia al pié, y reconociendo algunas punta'3 de oro que
saltaron con las raices, se fué ayudando de las manos, cavando cuanto podia, y continuando
la accion con otras matas de yerba, qne le correspondian de la misma suerte, ha ta que
satisfecho con el peso del oro que habia. depositado en las alEorjillas, y le parecía el bastante
para remediar su casa, trató de volver, como lo hizo, á regraciar ' el beneficio qne habia
recibido de quien le mostró la piedra. Los ca.balleros que lo veian ir para ellos con paso
acelerado, congmtul.íbanse de la burla que habia hecho la malicia humana á quien favoreciR.
la. Providencia DiviOl\; pero en oyéndole la explicacion de su verdadero agradecimiento, y
reconocido las alforjillas, se mirabaq como paRmados los unos á los otros, aLl'ibuyendo á la
~onfianza y candidez del estremeño d suceso milagroso que admiraban. Pero como para el
exámen de propios intereses siempre se halle pronta la curiosidad, hasta que la. desesperon
las últimas diligencias, corrieron junto á la colina á saber si el milagro era de participau..
tes; y desengañados de que si el descubrimient<> era milagroso, el oro tambien lo era sobre
fiel' pal'to de la naturaleza, sacó cadll cual lo que pudo para dar vuelta á la ciudad con tan
gustosa. noticia, donde registrada la mina y repart.ida entre los vecinos, dieron parte á la.
Real Audiencia para que pudiesen labrada con indios, que aunque se les denegó por no
eontravenil' á la ley que lo prohibia, se lo permitió el disimulo, por no haber entónces negros
con qoe poder trabajarla.
Toda la colina que va referida, en la distancia de uo palmo de profundidad, tenia
derramadas las puntas de oro que formaban aquel pl'Odigioso tesoro, sin que á más profunda
distancia se hallase alguna, por más socavoneR que dió la codicia; y aunque la labor por esta
eausa y por la priesa que se dieron los mineros con innumerable cantidad de indios, duró
solamente por tiempo de un año, algo más ó méno~, fllé tan grande la Ruma de 01'0 que se
sacó, que por la riqueza que adquirieron los vecinos de Pamplona en aquel corto tiempo,
y los crecidos gastos y vanidades en que la consumieron en 108 años siguientes, qued6 la
ciudad con el renombre de Pamplonilla la loca. Y porque el suceso tenga toda la credulidad
que merece, citaré dos autores de crédito que lo teslifiquen, poniendo sus palabras á la letra,
y sean las primeras de Quesada, donde dice: Sucedió que en la nueva ciudad de Pamplona
se descubrieron las más soberbias minas de oro que jamas en este Ueíno se han visto:
descubriél'onse éstas en un páramo alto y de!:!ierto, donde el tiempo que duraron, que fué á
mi parecer como un año, poco más ó mél1os, se sacó con los naturales (permitiéndolo los

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CAP. VII.J IIIS'!ORIA DEL N EVO H.EIXO. 327
Oidores, que entónces no habia otros negros en esta tierra) una suma do oro casi innumera-
ble, porque fué la CORa más gruesa que creo yo en India!'! se haya visto, y hubo dia que solo
un indio sacó mil pesos, que son mil y doscientos ducados, sino que, como he dicho, duró
poco tiempo.
Sean las Regundas palabras las de Fr, Benito de Peiialosa, en la quinta excelencia del
español, al capítulo primero, donde hablando de Pamplona, por estos tiempos, dice asi: Y
fué tan buena. la experiencia, que por haherles predicado y pedido me ayudasen para una
corona que hacia á la .Madre de Dios de Monserrate, con sola la limosna qne me ofrecieron,
y con la de las misas y sermones, la hice de tanta majestad y riqueza, que tenia doce libraH
de oro de veinte y dos quilates, y dos 'mil y quinientas esmeraldas finísimas, de mucho
valor, y algunas muy grandes, la cual se labró en el Nuevo Reino de Granada, en la ciudad
de Pamplona, y duró un año en fabricarse, trabajando todos los dias seis oficialfls (que los
hay muy primos en aquellos Reinos), y 'alió tan insigne la obra, que es la mn.s bella y
perfecta de aquel género, y despues algunos grande. artífices hau apreciado e~ta rica corona
el cincuenta mil ducados, Hasta aquí Fr. Benito, Y pues es a"entado que son excesivamente
mayores los gastos <] ue costea el vicio en profanidades q ne los que aplican los poderosos á
limosnas, bien podrá inferirse por ésta la suma de oro que aquella rica miua participaria á
los vecinos de Pamplona que la dü,frutaron; con que pas::tl'emos tÍ dar vista á los acaecimien-
tos de la. provincia de Venezuela,
Hallábase en el Tocuyo el Teniente Villégas con la gente que habia vuelto de la
infeliz jornada del Capitan Francisco Ruiz de Tolosa; y pareciéndole que incorporada con
la suya le disponia medios razonables para emprendet' alglln de 'cubrimiento de minas de
oro, que aliviase la suma pobreza que padecian todos, trató de ponerlo en ejecucion, eligien ..
do al Capitan Damian del Barrio para que con una buena tropa de soldados prá,cticos
saliese á. la empresa, entt'ándose para conseguirla por la provinoia de Nirva, yue demora al
Leste del Tocuyo, más adelante del Valle de Bariquizimeto: hízolo así el Cabo, y aunque á
los principios malogró las diferentes catas que dió con indios y negros, que llevaba para el
efecto, últimamente encontró con un razonable mineral de oro, de que <lió luego noticia á
Villégas, con muestras de la mina, cosa que celebró mucho y le obligó ú partir personal-
mente á reconoceda, como lo hizo; y pareciéndole uo seria bien despreciarla miéntras no
sc halla 'en otras mejore., y que entre ellas y la ciudad habia copia de indios bastante á
mantener un pueblo de españoles, lo fundó por este año sobre las corrientes del lluria,
con el nombre de la Nueva Segovia, 6. que ha preferido el de Bariqnizimeto, repartiendo
solares y eligienc10 Alcaldes y demns oficios pertenecientes á República; pero como en esta.
fundacion mús se atendió ú tener ~recina la labor de las minas que ott'a, conveniencia alguna,
y se experimentase despues su mal temperamento, se mudi) en tiempo del Gobernadol' Villa-
zindn, á otro a. iento, diRtante dos leguas del TOCllyo, donde lo halló el traidor Lope de
Aguirre, y donde 10 mataron, y no en el Tocuyo, como con malos informe, afirma el cronista.
Herrera. Y aun allí no permaneció, como ni en el itio n cillC lo mudó Pablo Collado, entro
los dos ríos Claro y Turbio, sino en unas sabana~ altas y limpins, más cercanas al Tocuyo,
donde lo puso el Gobernador l\fanzanedo, y ha permanecido fértil de todas las frutas de
Castilla, y de muy buen trigo, que Re siembra en el valle de Quibor, donde no de~vanece las
cosechaj:l el mucho calor de la tierra, por el refresco que le dan los vecinos, de noche, con el
riego de una quebrada que baja de la serranía.
Fundado, poes, Bariquizimeto, y viendo sus púbJadores que no eran de tan corto
interes las minas que con ellas no hubiesen adcluirido 0audales, metieroll en ellafi más' do
ochenta negros con mineros asalariados que los asistie:en y toma.. en cuenta : de que resul-
tó que uno de Pedro de Bárrios, pretendiendo castigar con justa causa tÍ uno de los negros
llamado Miguel, mandase atarle las manos para azotarlo; pero como el negro no era ménos
diestro en la lengua castellana que resabido en todo género de maldades, apartóse del ries-
go, y tomando una espada que halló á mano para defenderse del minero, ocasionó tal ruido,
que entre la confusion del suceso tuvo luga.r para ganar el monte, de donde salia de Hoche,
y hablanuo con los indios y negro.' del .a iento, los persuadía á que lo siguie~en pa.ra gozar
do la libertad que tu:ánicamente les usurpaba In. nacion española. De esta suerte redujo
hasta veinte de ellos, que se le agrerral'on con algunas armas que pudieron coger al tiempo
de su fuga, con que se metieron en lo más interior de la . montaña, desue donde {t pocos
días volvieron Ulla noche sobre las lllinas, mat::tl'on a.lguDos mineros en el furor del avance,
.J.J

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328 FERNÁNDEZ I"U)DltARÍTA. '[LIn. XI..
y á los demas aprisionaron, de los cuales, aquellos de quienes ha.bian recibido Q7.otes, fuero'Ql
muertos con rigorosos tormentos, y á los restantes licenció Miguel, ,para que fuesen á refe-
rir lo sucedido á. llariquizimeto y dije en ti 108 cspañohas que se quedaba apre~tando par~
pasar á destruirlo, y les avisaba de ello para que fuese m{18 gloriosa la victoria que
esperaba.
Hecho esto, y retirado con las armas española.'! que halló en el pil1aje, y más pujan-
te de gente con la que nuevamente le srgllió, la dividió en dos trozos, y de~pachó algunos
negros {L que procurasen persuadir 6 los que traba.jaban en otl'OS asientos, lo siguiesen en
sus fortunaS' ha~ta conseguir entera libertad: Hacíanse las mismas diligencias con los indios-
Indinos, y como estribaban sobre la e::;peranza de verse libres, no salieron tan ba.ldras, que
por el siguiente afio de ciucuenta y dos no se hn,llase con ml1.s de ciento y ochenta hombres,
de quienes era tad respetado y temido, que determinó aclamarse Rey, como lo hizo, obligan-
do así mismo á que llamasen la Reina Guiomar a la negra de este nombre, con quien estaba
mal amistado, y á que jUfaf:lcn Príncipe á un hijo que tenia en ella. Ménos firmeza teuia en,
la. Corona. el moro de Córdoba, que por ceñírRela un dia no rehu'Saba que lo matasen al si-
guiente; y no dejaron pocos ejemplos de aRte desordenado apetito de reinar los últimos Em-
peradores romanos y Reyes Godos de España, que admitian el cetro ambiciosos, para ceder-
lo al estoque infelices. Coronado, pues, Migllel con aplauso de su gente, formó casa real
que le siguiese criando todos aquellos oficialeR y ministros de quienes tenia noticia servirse
los Reyes, y para que en lo espiritual 110 se le sindicase descuido, nombr' por Obispo á uno
tile los ne¡zros que le parecí6- el más hábil; Ydif;poniendo se levautase luego igleRia, persuadía,
al negro Prelado IÍ que congregase y predicase en ella tÍ sus perdidas ovejas todos aquellos
aeeatinos que pueden pI'esumirse de un esclavo mal doctrinado.
Para todo este aparato, en que Miguel penRaba conservarse, eligió un. sitio á propósito
en que labrando casas fuertes tÍ la traza de las que habia visto en Guinea,..18~ ciñó cou pali-
zada, y prevenido de arcos y flechas para los indios y de lanzas que labró de almooafres y
almádenas para 10B negros, con algunas espn.das consigui6 en breve tiempo ver armada toda
su gente, ó. quien teniéndola á pUlitO de guel'l'a en un llano á que la habia cOllducido, ani-
maba diciendo: Que pues la causa de 'h aberse retirado á. los montes era. por manuener la
libertad en que Dios los habia criado, pod'n.n seguramente- prometerse su amparo oontl'a
los que así atropellaban sus estatutos di V i1'l0Eh. Que no siendo de mejor condicion los indios
que los negros, no hallaba razon para que ]os españoles negaRen el mismo privilegio tí 108'
unos, qUE\ tantas veces confesaban hallarse en 103 otros. Y finalmente, que pues ninguna
otra nacion osaba tratarlos como á esclavos, tambien lo conseguirian de la espailola, como-
supiesen pelear con aquel brio y fortaleza que e8peraba lo harían, y que pues Bariquizime<-
to se hallada confiado de que ellos no tendrían valor para acometerlo, aquella era la ocnsion
más segura para que,. en cumplimiento de su palabra, consiguiese una victoria tan ilW:ltre,.
que otras muchas le fuesen consiguientes.
Encendida, pues, en coraje la miserable canalla con la persuasiva del r1\zonamiento-
de su Rey Miguel, se ofreció pronta á la empresa, y prometiéndose ]os fines corr pondien-
tes al dichoso pl'incipio que habia tenido, marchó desordenadamente al pueblo, sin otro
ardid militar que el de fiarse al secreto de la noche, como lo consiguió dividida. en dos tro-
pas mezcladas de indios y negros í y aunque á la entrada le pusieron fuego por diferentes-
partes, quemaFon la iglesia y mataron un sacerdote y algunos vecinos C!ue con el descuido
DO, pudieron defenderse, fueron brevemente sentidos de los españoles, de los cuales, juntán-
dose hasta cuarenta sÍu turbacion alguna, dieron en los enemigos tan' valerosamente, que hi-
lIiendo y matando en ellos, los obligaron á volver las espaldas y ganar un cercano monto,
donde ]08 nuestros Re recataron de la entrada por no aventurar la victoria. JJucgo, Á. la. ma-
:fiana, dieron aviso de todo al 'rocuyo, de donde con algun socorro partió para Bal'iquizimeto el
Capitan Diego de Loza.da, Ca.bo nombrado por ambos Cabildos, y con cincuenta hombre máS'
que se le agregaron, siguió aceleradamente el rastro de los negros con tan buena.~ guias, que
lo pusieron sobre su palizada con más brevedad que Miguel habia imaginado. Acometido,.
pues, por los nuestros, no se perdieron de ánimo los contrarios, pues siguiendo á BU Rey,
que los animaba con ]a voz y el ejemplo, se pusieron ú. defender la entrada, en que, á pesar
de su resistencia, los fueron retirando los españoles a la corta distanoia de un sitio, donde
estrechado Miguel con BU gente hizo cuanto pudo caber en un Rey valoroso, hasta que,
rendido á los golpes repetidos de dos estocadas,. desmay6 con su muorte el ánimo de los l'es-

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!CAr. VII.] lIISTonu nEI, }..,mvo REINO.
tan tes, y los españoles, hiriendo y matando en ellos, tuvieron ocasion de lograr su despique
.Y de apt'isionar á Guiomar y á su hijo, para que vueltos á la esclavitud primera terminasen
aquellos Reyes de farsa, de quienes más e5pecialmente trata Fr. Pedro Simon en los capítu-
los veinte y veinte y uno de la quinta noticia de la conquista de ~:J..1ie1'ra fil'me, donde podrá.
verlo el curioso, miéntrtlS yo vuelvo á las nuevas poblaciunes que se consiguieron por esto
:año de cincuenta y uno.
Por el mismo tiempo que ell'v!ariscal y Góngora entraron en S,lllta.fé, y el d cubri-
,m iento del Páramo rico levantal-a los únimos al empeño de otros, conou1'l'ie1'on diferentes
noticias que pedian breve expediente. La primera, de que en el valle de Oambis, de la pro-
vincia de los Jalcones, se habian hallado algunas vetas de plata. La segnnda, de que las
.descubiertas por el Capitan Venégas en los Marquetones se iban mejorando con muestrn.s
,d e los más ricos met'ales de plata y oro, Y la tercera, de que los Muzos, desvanecidos con la
rota que dieron al Capitan Martínez y desengañados de que no era comun á los españoles
el valor que habían experimentado en Machín de Oñate, se entraban por las fronteras de
los Mozcas .ejecutando todas aquellas hostilidades que debieron temerse de nna nacion bár-
bara y victoriosa. Ex.aminada la primera, eligieron los Oidores al Capitan Sebastian Quin-
tero, hombre de valor, para que con cincuenta hombres levados en Santafé, y los más que pu-
diese sacar de l'ocaima y Neiva, fnese á fundar un pueblo de españoles (aunque había ley
que lo prohibia) que asegurase la saca de la plata, y refrenase la. osadía de los Jalcoues :
l'esolucion en que se vió, como siempre, haber sido más poJerosa la noticia de las minas para
conmover los ánimos de los nuestros al vil interes de la plata, que lo debieron. ser las muer-
.tes alevosas de los Capitanes Añasco y Ampudia para solicitar uua honrosa venganza lÍ se-
mejante insolencia.
La segunda empresa, que solamente miraba á descubrimientos y labores de minas y
no a fundacion de algun pueblo, se cometi6 al Capitan Francisco Núñez Pedroso, que pOCOlf
.dias ántes habia vuelto do la infl'Uctuosa jornada que hizo al valle de Corpus Christi, en
.que fué pres@ por la gente de Benalcázat' : y pl.Lra In. tercera, de los Muzos, con muc1a.u acier-
to, aunque sin j urisdiccion parA. ella, eligieron al Capitan Pedro de Uraua, q Ite sin acom.pañar
al tio, por no faltar á la eOlíl.tinuacion de aquellos empleos á que lo incitaba la actividad de
.su espíritu, se hahia quedado en el Reino, doude la, ostimaciou que hacia de su persona el
Oidor Góngora por la. afinida.d de la patria, lo detuvo con violencia muy amorosa. Tomadas
pues estas resoluciones y adelant¡índose Quintero con sesenta hombres, penetró pOL' la pro-
vincia de Nei\"a hasta ponerse á siete leguas di~tal1te de la villa de Timaná., donue coa poca
resistencia. de los Jalcoues, que temeroso de su repentina invasion trocarou en rendimientos
sus cavilaciones, fundó en el valle de Cambia, donde estaba el mineral de que llevó la noti-
.cia, un villa, que llamó de S. Bartolomé y hoy permanece con el nombre de S. Sobastian de
la Plata, la cual salió tan poco afortunada como vel'emos en los asolamientos que on pOCol'!
años pasaron por ella, y en la corta vecindad que mantiene, por más que eu su crecimiento
trabajan los Gobernadores de Neiva.
No ménos diligente se mostró para la empresa que tenia {L su cargo 01 Capib.n Pe-
<1roso, pues recogido un buen trozo de gente prúotica y alguna de la mucha. que al reclamo
.del oro y las esmeraldas habia pasado de estos Reinos y 108 del Perú, pudo cuanto ántes
aventurarso á la provincia de los Pantagoros, tomando así miRnlO la derrota pOto Tocaima,
que era. la únioa puerta por donde entónees se entraba 11. aquellos paises guerreros: y como
fuesen muchas las diligencias que bizo en el descubrimiento de nuevas minas, y de todas
sacase alguo fruto de RUS trab'ljos, pareció le consultar á su gente si convendria en fundar
alguna villa á cuya sombra tuviesen seguridad las cuadrillas de los mineros que se agrega-
sen. Compon(aso su campo de mucha gente ilustre, entl'e quiene. so halla.ban Baltasar Mal-
donado, Alonso de Olalla Herrera, Cristóbal Gómez Nieto, Pedro de Salcedo, Gonzalo Díaz,
Lope de Snlcetlo, Alonso de Vera, Melchor de Soto mayor, IIeruando de Alcocer, Juan L6-
pez Delgado, Martin Alvarez, Don Antonio de Toledo, Pedro de Bárrios, Antonio de Silva,
Francisco de Figueredo, Antonio L6pez de Vibar, Francisco de Carvajeda y Miguel Otaiíez,
con quienes y otros muchos hecha la consulta, resolvió sin más facultad que la que se quiso
tomar, fundar una villa qlle lla.masen de San Seb'lstian de Mariquita, sobre las corrientes
frias Jel Gualí en el centro, que para. los mi['eral(·~ formó la naturaleza eu la provincia de
los l\farquetones, y poniéndolo en ejecucion repartieron solares y nombrados por Hegidores
Pedro de Salcedo, Antonio de Silva, Melchor de 0' ,tomayor, Don Antonio de Toledo y Pe-
dro de Bárrios, eligieron por Alcaldes á Gonzalo D íaz y Antonio de Vera.

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330 [LIB. XI.

Esta poblncion sa]irí de tan mal tempera monto por. la ronchn. humedad y falta do
vientos que templa. en el excesivo calor de Sil terreno, que precisó á PedroRo á mudarla pot
Enero del año de cincncutn. y tI' s al !'¡itio on que hoy permanece, treinta lcO'u!'\:s al . ueste
de Santafé y treo dell'io grande, en el remate de un llano que corre uesde las ribera.s doude
Be mezcll\ con el Gualí, husta encontrari'le con una serranía en cuya falda, compuesta de co-
posas arboleda~ y sobre el mi:;D1o Gualí, tiene sn aSlento con el nombre solamente de la
ciudad de M~l'iqnita, tan aclamada por la calidad de su plata, como el Poto. í por su canti-
dad. Ciñéndola por la una parte lo famosos minerales de Santa Ana, las Lajas y Frias, y
por la otra lo. de n\)camene y an Juan de Córdobli, que confinan con los de Herbé y Mal-
paso. Hállase en ca. i todos mezclado el oro más fillo con la plata más acendrnda, en cuya
separacion hall dlHlndo 1014 illgenios extranjeros hasta conseguirla, fuer¿¡. mezcla de más
c,recido deleite, i las aguas qu e se beben no Re mezclaran con algullos manantiales nocivos.
A los principios de esta fundacion, como pronosticando Tocaima que le habia de llevar la
mayor parte de 6U nobleza, la contradijo con empeño, yen In defensa de sus términos
porfió por muchos ~ños con teson. Tendrá de presente como doscientos vecinos, cntre
quienes se compite ellu::;tre de la nobleza que horedan con elrel.\lce nati vo de los ingenios
que cultivan: en lo' uno y en lo otro puede competir su corta poblacion con la mús popu-
]0 a, y en la docilidad de los ingenios excederla. Consél'van e en ella las religiones de Sa.nto
Domingo y S. Francisco y la hospit¡,lidad de Siln Jnan de Dios' y si en algo es infeliz, es
en haber sido sus minerales sepulcro lastimoso de los indios del Heino.

CAPrrULO VIII.
,
ESTRA URSUA EN MUZO Y PUEBLA A TUDELA: UELVE I SANTAFÉ y
BAJA POR JU TICIA MAYOR DE SA TA l\IARTA.-FÚNDASB LA VILLA DE
S. MIGUEL.-EL OIl OR El ICE: O RE IDEI erA A BENALC ..\.ZAR, QUE MUERE
EN CARTAGEr A; Y FGEN~l YOR FUNDA A ALMAGUER POR RDE DE
BRICI.!J"T O .

P ARA la conquista de los Muzos, como dijimos, estaba elegido por Cabo el Capitan
Pedro de UroUH, y como el buen éxito de la. empresa. habia de el' de tantas conse-
cuencias útiles para. el Reino, no sati~fechos los nuevos Oidores de que bastaria solamente
la preferencia de su peroODa. en la eleccion para empeñarle vivamente en. ujet:n la pro-
vincia, le aseguraron que concluida la guerra y fundado alITun pueblo que reprimiese la.
audacia de los indios para nuevas altern.cioncs, le darian la. conquist1 del Dorado: blanco á
que tiraba Ursua de. de que los eco. de a.quella fingida voz hirieron sus oido al tiempo de
tomar tierra en Ca.rtagena. Que fuese o no falo o él envite, ¿ quién podrÁ. averiguarlo? So·.
lamente podremos nfirmar que los Oidore no ~gllora.bR.n la Real Cédula que les habia
llega.do, para que esta conquista no se r.onpiutiese hacer ni se diese IÍ persona alguna que
110 fueso elegida por el Con ejo; y tambien les con. trlba la l~y que prohibia nueva funda-
cione , y en la contl'A.vencion fundaban su observancia. Pero que hubiese sido falso ó
, verdadero el em-ite, solamente sirvió la promesa de qne la conquista de Muzo quedase im-
perfecta, por ganar tiempo el U rsua para lograr las únsias de buscar el Dorado, que
últimamente por 10R peligros en que lo puso el poco reoato de su incontinencia y la mucha.
confiauza de su valor, lo condujeron á su mayor desventura.
Tenia ya este caballero ga,nado tanto crédito en el Reino, que á los primeros movi-
mientos que Lizo para su jornada, se alistaron á. servir debajo de su mano muchos hombres
nobles de las tres principales ciudades, y entre e11ol:1 algunos de igual graduacion en la
guerra, entre quienes podemos contar al Capitan Juan de Avellaneda, Franci co Diez de
Arles Alonso de Alvarado Alonso Raruirez Ga co Antonio Bermúdez, Alonso de Benaví-
des, Benito de Poveda, Alyal'o 'u{trez de Deza, Rodrigo de Quiroga, Pedro Rodríguez de
Aponte, don Lope de ro. co, Juan Jirnénez, Diego TIomero de Aguilar, Francisco del
Hierro, Nicolas Gutiérrez, Diego López Vela, Antonio de Neiva, lleman García Patiño,

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CA)'. VIÍI.] nISTOlUA D~t ,,- 'EVO REL.~O. 831
Cristóbal Riafio de Llerana, IIernan González Hermoso, Jmm Rubio, Andres Rubio y otros
haHta el número de ciento y cuarenta iufantes y veinte caballos, bien pl'eveuidoR de lan%as,
al'mUH de fuego y penos, en que consistia la fuerza q L1C mús atemoriza.ha á lo~ indios, Con
eAta buena disposicion y otras asi. tencias en que anduviel'on providos los idore, tomó
Ur 'un la vuelta de la ciuoad de Yélez, no querieu<.lo avellturar su gente pOl' las fl'Onteras
de Saboyá y Simijaea, noticioso de las defellsas de hoyos, pnaA, troncos y despeñaderos con
que los enemigos reRgu8rdaban las estrecheces de lafi entradas de Futatena, TLll'tur y el
'roro: y fué tau acertada. la re801ucion y tanto el crédito que ganó con ella entre aquellas
naciones btlrbal'as, sobre el que ya le habian dado <.le buen guerrero los rebeldes de Guane,
que olvidados los Muzos de aquel e.fuerzo con que rechazaron á tan valientes Cabos, como
La nchero, l\Iartínez y Valdés, y viéndose acoD1€::tidos POl' donde ménos recelaron, no bastó
la coligncion hecha con los Nauras y ,'u.boyaes, para que sus Generales Quiramúca y Atabi
no cediesen al primer ímpetu del ataqne de la batalla con que fuerou acometidos de Ursua,
dejan(lo en sus manOR el arbitrio de dominar In. IJrovint:ia, con ha.ber salido Ú HU defensa
más de cinco mil Gandules de los mas ejorcitados en las gllerl'aS pasadas: tenían muy pre-
sentes las felicidades de UrtlUa, y negáu<.lose al combate, ya que no la reputacion, salvaron
sus tropas.
Rara fortuna y feliz la de Pedro de Ursua, doucle tantos la tnvieron adversa; pero
ejecuta más un Yl'I.ron de éRtos con el amago, qne otros con todas Rt¡S diligencias: tenia n sin
duda sus manOR l'I.lgun secreto vigor, que recababa más por simpatía que por violencia. Re-
conocen la"! demas fieras alleon en pre. ajio de u naturaleza., y sin haberle examinado el
valor le previenen zalemtls. Apénas las demas aves rogi~tran la sombra del :íguila., cup..ndo
sin poner la atencion en las garras, confiesan su inferioridad con el susto. A la noticia de
que nue tro Emperador Cá.r108 V llamaba desarmado:í. las puertas de Gante, le rinde la
cerviz entre pasmo. Y 6. la celeridad . C0n que Luis xrrr se arroja Rolo al Principado de
Bearue, se desarml'l.ron asustadas las ciuda.de!) más rebeldes. Así privilegia la fortuna algu-
nOR corazones magnánimos; y así {~ los héroe8 como Url-lua ndehmtaban rendimientos las
naciones más belicosas, sin aguardor tÍ. que la tentativa del valor los previniese. No pudo
pues é~te facilitar empresa mils t:onforme :í SllS designios, y por no perder el tiempo que le
presentaba la dicha, trate) luego de fundar una villa que rerrenase la ferocidad de lo~
Muzos, y ti paso lento la tl'Ocase en man edumbl·e. No se detuvo en examinarle las conve-
niencias al sitio ni en debilitar la fuerza de los enemigos, que aunque atemoriza.da so
quedaba entera, de que resultó el malogro de RUS trabajos. Fundó pues una villa, y por
darle otro recuerdo al Reino en que nació, la llamó Tndela· y aunqne jur.gó permaneceria
firme, erró con el deseo, puel'! vuelto ú Santafé, apéuas pudo lllantcnerse cual'euta dius; el
temperamento, siempre nocivo, empeoró experimenta.do. lUultiplicúl'On e los Muzos porque
volvieron del susto, y ~in que los nuevos pobladores hallasen ioteres que los animase {~
tantns peligro , se vieron tan combatidos de la esli<:lrilidad del terreno y tan apretadOR de
los Muzos y Nauras, que les tenian bloqueada la villa, que eligieron por el más sano
acuerdo el desamparar con lástima lo mismo que con~iguieron con vanagloria.
En esta retirada mmió mucha gente española ó. mano. del ene.:nigo y un religioso
que cayó en las de lo!) auras, y se lo comieron luego, de que resulto no comer despues
mús carne humana, . como n ta Herrero. en su Década octava, por temor del achaque de
(Iue se contagiaron 108 agresores, cOl1signiendo e.'te sacerdote con su cuerpo muerto desterrar
ue e ta nacion un vido que con gran <.lificll1t~d Jo con iguiera vivo. Fné la noticia, de la
victoria relá.mpago que alegró la ciudades de aotnfé, Tuojn y Vélez, hasta que el trueno de
las conspiraciones y el rayo del asolamiento de 'l'udela, lo de~engañú de la brevedad con que
en el umbral de la~ dichas suelen encontrarse las fatalidadeli: con las nne.'traf.l los Muzos so
apr~~taban para mayores in olencias, y deshecho por sí mi mo el torbellino de la guerra.,
bla onaba Quiramáca de haber sido el autor oe las serenidades. Los Oidores en el interin
vacilaban ~obre dar la conquista del Dorado ¡L Pedro de Ursua, en qne por nna parte los
l'eprimia ll'l. prohihicion, y por otra los ejecutaba la promesa; pero viendo ya desvanecida la
condicion con que la hicieron y á Ursua algo inclinado á la oonquista de Tairona, acallaron
su pretent-;ion con el nombramiento de Justicia Mayor de Santa Marta en lugar de Andres
LÓl ez de Galarza, á quien, con pretextos honroRos, llamaron n. Santafé, en cuyos términos,
de pedimc:uto de los Pan ches, ya más sujetos al valor de Anton de Ola11a y de Orjuela, fun-
daron en fiU provincia, tÍ. doce leguas de Salltafé al KOl'te, una pequeña villa que llamal'On

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332 FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA. [LIB. XI.

de San Miguel, donde aqt1clh nacion comerciase con los españoles para evitar el peligro que
~e experimenta.ba de enfermar en temple frio, cuando salían á. feriar los géneros de RU pro-
viucia en antafé; aunqne de pre~ente solo se conserva el sitio con el nombre de Villeta, si
bie.\ lo ,t ienen mejorado cuatro leO'uas mtís al Norte en el de las Gn<Í.dua , donde un religioso
convento de Recoletos Franciscos y bastante vecindad de e&lpañoles que allí habitan, pue-
den ganar ju tamente el título de villa.
Cou eRtas a1ternadas fortunas de buenos y malos sucesos pas~ban los del Nuevo
Reino olvidados de las centellas que la mnnsedumbre ue los Oidores y el rigor de Benal-
,(:,lzar habian encendido en los sentimientos del Licenciado Zurita, y de Ja ca~a. de Joda r por
los impedimentos puestos 6. la residencia de Armendariz y desagravios de los Caquecios, y
por la muerte del Marisc:l.l Robledo; y habiendo sido ésta la que primero prendió en el
Cons~jo, de:,pacharou (como dijimos al capítulo quinto de este libro) al Licenciado Fran-
cisco Briceño para que residenciase á Benalcázar, Y' fenecidas RUS comisiones pasase tÍ servir
la plaza de Oidor de Santafé, en cuya. ejecuoion entró en Popayan por principios de este
año de cincuenta y uno j y como las muertes del l\'Iariscal y sus compañeros cstaban tan
recientes para Id. lástima, como el gobierno de Bcnalcázn.r aborrecido C011 la perpetuidad, no
.b astaron los empeños de sus parciales para detener el ímpetu con que los dependientes de
Uobledo y los que e habian mostrado neutrales ocurrieron á fiscalizarle, no solamente las
.acciones sobresaliente, que por erradas debia calificar la modestia, siuo aun las cualidades
,que por comunes pudiera babel' sepultado el olvido; y aunqu~ todas rueran de la calidad de
.estas últimas, era muy difícil empresa la de reducir á infructuosa la cláusula ordinaria quo
llevaba Bricefio en sus comi~ioHes, para tomar en sí el gobiemo en caso que á Benalcú.zar lo
hallase notablerueute culpaOO.
Con estas baterías, asestadas por tantas partes, n'o fué mucho que á breves dias lo
viesen caido sus étilulos del gobierno que habia merecido, y en la prision que no habia ima-
ginado : sintió lo sin faltar al sufrimiento, y aunque Sil ánitllO rué siempre invencible, CB':Ó
mucho para contrastarlo el recuerdo de sus serviciaR continuados al resplandor de su fideh-
.and, y la estim8cion con que en otros tiempos los habia mirado el Consejo para relevarlo do
la. residencias con que eran trabajados otros Gobernadores y Capitanes famosos. La ingra-
titud de muchos que habían militado debajo de su mano, no fué pequeño tol'codor al estado
en q.u~ se hallaba, porque no llegó á di~currir quo á. la falta de la depondencia terminan .las
.BumHuoneR. A muchos cargos que le hicieron pudo satisfacer con la generalidad de haber SIdo
culpas originales en todos los conquistadores; pero en la muerte de Robledo y de sus Capi-
tanes conoció, aunque tarde, que aquella de.c;templada rc~olucion no podia parar en ménos,
ni de la confianza que hizo de un mal consejero podia salir su persona sin lastos crecidos del
~rédito que habia tenido. Oido!'\ finalmente los descargos que pudo dar en su abono, fué re-
mitido preso á Cartagena para q ne de allí pMalie á oir la sentencia en e ta Corto ; pero como
á limaa sordas del sentimiento no hay diamante que no desf811e~ca, pudo tant con Benal-
~ó.zar la consiueracion de la fortuna en que se hallaba., que á. pocos dia do llegado [l Carta-
gena lo puso en el teatro de un lecho, donde sirviéndole de verdugo y cuchillo el pesal', rin-
dió la vida con lástima grande de los que por vista y fama lo conocian.
Este fué el paradero de las fortunas de Benalcúzal', siempro dichoso en todas lns em-
presas que intentó en las Indias; ningun conquistador como él, de primera. magnitud,
couió más Reinos, ni tantos ni con más felicidi:1.d, pne en los de la neva E~pa.ña lo acla-
maron vietorioso, eu los del Pel'li formidable j y si alguna vez dejó da parecer invencible,
DO se consiguió á ventajas de valor sirlQ á las excesivas de gente española, gobernada por un
Gonzalo Pizarro. A los balico 'os Pijaos no les pareció que tenia brios, para probados dos
veces. El Nuevo Reino de Granada debe gran parte de su lustre al prudente consejo que
dió para que' lo poblasen : en él antepuso cuerdo los créditos de su fama ó. los iotcrese.c; del
.oro, porque é ,tos casi siempre desaparecen úntes que el dueño falte, y aquéllos labrl\u me-
morias en ht posteridad COil el buril de las plumas. Con poca fortuna y ménos plata que
otros, entró el General Centeno en la categoría de los conquistadores del Perú, y miéutras
mtts caido, se levantó sobre todos en las guerras civiles de aquel Imperio, porque atendió
más al crédito de leal que á la conveniencia de rico, mús al pundonor de va. aUo que á ,la
neutralidad de vividor, como si hubiera practicado en las máximas dol Marqués de Pescara,
euanto más plausible le fué besar el pié al César como vasallo quejoso, que competirle como
Roy avergonzado: camino _real fué éste que siguió siempre Bcnalcázar; pero notáronle

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CAP. VIII.] flISTORIA DEL NUJ~VO REINO; 333
algunos, y entre ellos Quesada, que jamas huyó en las conquistas !'ti no rué de tener Cabo
8uperior, y de nada. fué tan impaciente como de encontrar con otl'O qne le igll:\lase, Por
eso destempló su prudencia. para juzgar de Robledo cuandO" lo mire) como igWLt, lo cl)ntrario
de lo que aplaudió en él cuando lo tenia inferior. L ,\ m'ueldad detestable d~ pa..qal':í ctl'Ohi-
110 todas las mujores y niños de Quioche en el Reino de Quito, y el rigol' inhurMllo de' en-
t.errar vivolt m{ls de trescientos indio~ en RioJbamba, amancilló de suerte su nombre, que'
dió fundamentos para que se atribuyeRe ú parto del odio y no á ceio de la jll ticil\. la mnerte
de Habledo, En el Castillo de Benalcázar tuvo sn prodig10so nacimiento, sienclo ID..Jlizo de
otros dos hermanos y dejado el apellido heredado de ~loyano, corri() con el de Benalcrízar
por toda3 las Indias y puestos de la milicia, hasta con. eguil' el de Adebntado y Goberna-
dor de Popayan, doude dejó hijos tan herederos de sus hazaíhs como 10 acreditó el Mayor
D, Sebastian de Benalcázar en ]a sangrienta guerra de los Pijao~, de que despues tra-
taremos,
De embarazado ya el Licenciado Briceño de IR. residencia del padre, y tOll'l'l\do en si
el gobierno, trató luego de tener lugar en la lista de los conClllistadoreR de Indias, que pOr'
aquel tiempo era la pretension más viva de las Garnachas; y como para entrar en ella lo'
animasen mucho las noticia~ q uc corrian de ricos minerales en el valle de Guachicono, q ne'
média entre Popayan y la villa de Pasto, y la gente de gnen'a que estaba dermmada por-
las provincias equinoccia.les de resulta de la.s guerras civile del Perú, lo tuvierou en el
continuado estudio de librarse de ella, trató luego de levar la sufÍciente para ~llauar el valle
y fundar pueblo de españoles, que, con la utilidad que fl'uctl1a~e, no solamente le adquicies6
méritos lt su persona para representarlo en el Consejo, sino medios pa.ra acallar la. quejas
de muchos soldados que, por falta de oomodidades, bramahan al recllerdo de su pobreza ..
Con estos motivos eligi6 por Cabo al Capit!\n Alonso de Fllsnmayor, hombre' de mucho cré-
dito entre políticos y militares, quien, tomando la empre~m á su cuidado, partió con la gente
alistada tÍ. dar cumplimiento á las órdenes de Briceño; y aunque pasaban de setenta los in-
fd.ntes y cbballos, libraba todo el buen suceso de la faccion en llevar por Capitanes á Vicente
Tllmayo y á Va. co de Guzman, personas de tanto valor cOmo lo mostraron las ocasiones en
que los empeñó la obligacion de caballeros,
Al segundo dia de marcha entraron por Guachicono, que corre con algunas caidas
por la cordillera grande, yen loa ciuco siguientes, habiéndolo trasegado todo pOl' amedren-
tar los indioR que lo habitaban y hallar sitio en qué poblarse, eligieron por el mejor para la
labor de las minas y resguardo del mal temperamento q e causa la vecindS\d de la equi-
noccial, el de una sabaua limpia, con que se corona en la misma cordillera una colina ele-
vada á poco m{18 de iete legnas al Sur de Popayan, que hace cara al valle de Patía y Rirve
de tráu ito para la villa. de 1'8 to {l los que, atentos tÍ. evitar el peligro de toca,r en Patía,
eligen tomar a.lgo torcida la derrota. por este asiento. En él,. pues, fundaron una buena villa
que llamaron de Almaguer, en que, labradas casas y repartidos lo indios del oontoruo, diú
esperanza~ de mucho crecimiento con buenos principios de oro, que últimamente han voni...
do tÍ. parar en descubrir muestras de plata, que por falta de- medioR no se reconocen como
debiera, yen que RU terreno haya salido li propósito para cosechS\s de buen trigo, de lerrum-
brea y frutas de Castilla, especialmente do granadas: de que sati!:lfecho por entÓ'noes Eri-
ceuo y afeando laR acciones de su antece"Ol', como aooRtumbl'an todos Jos que entran {l go-
bernar en IndiaA, puso la mira. en desterrar aquellos abusos con que Benalcázar habia dejado
correr !u gobierno; pero ya, la permision 108 habia vuelto de tal suerte en costumbres, que
á poca diligencia de Briceño falteS la impaoiencia de los conqui ·tadores, y á la .m lts cOrta de~
mo~tl'acion de AnR quejas se encojió tanto el poco espíritu ele Briceilo, ql1e :íntes de terminal'
el año siguiente trató apresuradamente de ir á servir la plaza de Oidor de Sa.ntafé, cúmo lo
hizo, dejando por RU Teniente general al Capitan Diego Delgado, que en mnchas conquista~
de aquella gobel'll:l.cion y del Nuevo Reino habia servido á sati~faccion de Sll~ Cauos, donde-
lo dejaremos hasta el año de cincuenta 'y cuatro, en que acreditó la buena eleccion de
llriceño.

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CAPITULO IX.

ROMPE URSUA EL EJÉRCITO DE LOS TAInONAS EN LA DAT ..1LLA DE LOS


PASOS DE llODRIGO,-DESPACliA EL CO~SEJO VI ITADOR A. I A~TAF ti: y
OBISPO A SANTA MARTA, Y PU~~BLASE LA CIUDAD DE LEON EN LA "
PROVINCIA DE GUANE.

ESDE que el Capitan Pedro de Ursna tOill(') la posesion de tTu~ticia Mayor do Santa
D Marta, qnE: fué por fines del año de cincuenta y uno, comenzó nmaqniuar los medios
de que ~e podia. valer para la COlllltÚRta de los Taironns, oe quienes tenia la noticia de ~er
UlJa de las trés más belicoflaH nacione~ que habían HobresaliJo en las IndiaR, y en cuyo valle
e, taban lo!'! minerales de oro y platería en que se fundian las primorosas joyas de filigrana
en varias fignras de ágnilRs, sapos, culebras, orejeras, cha g ualaH, medias lnnas y cañutillos,
de que tan vistoRa y ricamente se arreaban todas las lIaciones q ne corren desde el Cabo de
la Vela hasta la culata de Urabá, y la suma cua.ntiosa de 01'0 en puntas y polvo que depo-
sitn.ban los sepnlcros, que eu la misma distanr.ia se encontraban ú cada paso y aun de pre-
sente no faltan; cuya~ noticias, bastantes fÍo deHpertar el espíritu más dormido, habian des-
velado mucho tiempo ántes el magnánimo de Pedro de Ul'RUa, no tanto por adquirir riquezas
para sI, de qne siempre se mostró poco ambicioso, cuanto por conseguir la glol'ia de que por
su medio las participase sn Principe, y dominase aquella nacion que se mostraba indomable
y parecía tener á su nrbitrio las vidas de los vecinos de Santa Marta.
Para este fin (entrado ya el añ.o de mil quinientos y cincuenta y dos) comenzó viva-
mente tÍ tratar de las prevenciones necesarias para la guerra, en caso que pacíficamente no
se le sujetase Tairona: labró escaulpiles, compró armas de fuego, limpió lanzas, que la
ociosidad en vez de sangre enemiga tenia cubiertas de he1'l'umbl'e, y depoRitados bastimen-
tos }Jara tres mese, puso tanto calor en alentar :í la em presa, que en breves dias pudo contar
para ella hasta doce caballos y cuarenta infantes, qne, siu hacel' falta en la ciudad, pudieRen
seguirle; pero toda esta prevenoion, de q ne á Stl entender estaban muy ajenos los Taironas,
les ora tan manifiest~L cualJto más repetidos avisos les iban oada dia de los movimientos me-
Dores que bacia. Ursua para su daño; porque los inJio sujetos, qne por naturaleza del cli-
ma querían mús tí. los Taironas que los perseguinn que ú. los e pañ.oles qne los acariciaban
en sus casas, eran espías domésticas, que, Je uno, en otl'os, da.ban parte de cuanto pElEaba.
en Santa. Marta: aclHtque de que siempre aJoleció aquella. oiudad para desHn.quecer sus
fuerzas y no haber levantado cabeza aun contm los caviloso 'himilns; y á bucn eguro
qne Ri do éfita y semejantes experienci9.R, reconocidas en estos Reinos de Castilla, se hubieran
sacado esoarmientos, nunca. la nacion Lusitana atribuyera á debilidad de las armas del ma-
yor Monarca, lo que ha. debido á las noticias anticipRdas de lo m{ls ceroano de sus Con::;ejos
de estado y guerra.
Reoelosos, pues, los Taironas, mlÍs de b fama de Ursua que del número de su gente,
y no siendo ménos prestos en prevenirse para la defensa que los de Santa Marta para su
daño, convocaron con la primera noticia todas aquellas naciones de Giribocas, Dodiguas,
Zacas y Bondas, cuya ruina ó conscrvacion pendin. de la suya; y tratando de aproYochal'so
más de la prudencia que del arrojo, porque ca,si siempre prevalece la detencioll de la ílema
contra la intrepidez de la cólera, resolvieron dejar á Uraua recorrer la 8ie1"1'I\, huyéndole
siempre el cuerpo al acciJente de nna batalla, valiénrlose para oonseguirlo del arto de una
fingida. paz que lo divil'tiese, ha:. ta que fatigado de las aspel'ezas de aquellos monte, , ó
persuadido á. que la falta de valor de . UH enemigos le dojase libre el paRO en los mús peli-
grosos, les preHentase ocas ion de 'llegar íl laR manos con la ventaja que podian pl'ometel'se de
la fatiga ó descuido de los españoles: Si luego qu.e pi. e los 'umbrales de n'uestl'(J. tiel'l'Ct (decian
los mús ancianos), hacemos oposicion con la debilidad de nuest/'os cuerpos de.'InlUlo8 rí la
fe1'ociclcul de sus caballo a1'1nados' si nuest1'OS arcos vestidos de plllmas intentan medirse con
sus a1'cabuce preiíados de ji/elJo' i n·¡¿e 'i,'as macanas sin jilos, cc", sus lanzCls acicalada;} :
ni ma!Jor llmcltedwnb" e que la, 1.u,e habita estas ¡sierras pod/'á mantel/c1'fsc, ni elz:alol' de l'ail'o-

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CAP. IX.] HISTORIA D'EL J?UEVO REINO. 335
na dejará de pasa1' pO?' l08 mismos ult1'ajes en qu,e tantaB veces le puso Cal'doBo. Vel'dad es
1ue ent1'e l(ls 1. ecin08 de Santa Ma1'ta apénas habt'á diez que puedan igualarn08 en pisa1' estos
f'ÜJC08: tambie'n lo es que todos l08 demas no tienen acostumbrados l08 cuerp08 al t1'abajo, ni
el sufrimiento á los 1'zg01'e8 del calor '!I de la sed; pe1'o todos sabemos que ningurlVs muestran
con más valentía aqu,el vig01' con que salie1'on de España, miént1·ag el cansancio no los desen-
gana de que pueden pe1'derlo;" y si á la piedra que des-pide la honda es tan dificultoso resistzHa
en lDS primet'os ímpetus, como fácil en los últimos, quién no tendrá po l' lo más convenz'ente
q~te Bonda vuelva á mantene1'se en la paz fingida que tiene jU1'ada, '!I que Tairona, haciéndose
desentendido de la ent1'ada de UrSlta, salga á recibirlo amistoso al p1'ime1' pueblo que acome-
tie1'e, pat'a que dando lugar á que los españ()les queb1'anten los brios, 8e tome la resolucion que
pareciere más conveniente para acabados.
Pareci6les tan acertado el consejo, que luego deRhicieron la junta para ejecutarlo, y
mll.CI cuando supieron que ya el Capitan Ursua habia salido de Santa Marta y esguazado el
Gaira, tomaba la vuelta do Posigueica" famosa plaza de armas de los Tail'onas: ent6nces su
Cacique, tan cauto en rendimientos, como quien habia de Mear de ellos el fruto de sus
traiciones, ]e despach6 embajadores con un rico presente de cañoncillos de pavas, llenos de
oro en polvo, pidiéndole que si gustaba de entrar en su poblacion, lo tendria á suma felici-
dad, y si trataba de hacer alguna jornada, le serviria con buena amistad en cuanto se le
o:t.'eciese. No le pareció al U rsua despreciar la oferta, y puesto en órden de guerra marchó
tÍ /'IU ciudad, por no caer en. alguno do los peligros que suele arrastrar la conD.anza. Recibiólo
d Cacique con todas aquellas urbanidades que á los más bárbaros sabe enseñar la cautola;
y pareciéndole á Ursua reconocer toda la sierra, sin dar ti entender su designio, la fué re pe-
citando hasta que reconocido el orígen delrio de,Cañas, revolvió hácia la sierra nevada de los
Araucos, en demanda del valle de Tairona. En todas las poblaciones de la serranía fué
recibido con el mismo rendimiento que en Posigueica, si bien en ninguna ha.lló la mitad de
los vecinos que In, habitaban: el agasajo sí de los cañoncilloft, que menudeaban,' divertia
gran parte do las fatigas que ocasionaba la cargo. de a.rmaH y "sayos; pero la mudanza de
temperamentos y continuacion de marcha á pié, desflaqueció de suerte á los nuestros, que
nI reconocer las cabeceras delrio de Piedras, no se halla.ban veinte con alientos para prose-
guir adelante, siendo lo m:is sensible para Ursna vorse aoometido de una cuartana que le
impedia llegar á conseguir el fin de su jornada, y apretólo de suerte que resolvió dar vuelta
11 Santa Marta, siguiendo el curso del rio do Piedras, hasta encontrar el camino que condu-
ce á Giriboca.
Apénas los indios cargueros reconocieron la pretension de Ul'sua, cuando deslizándose
algunos, dieron parte ñ laR espíaa, que siempre le iban pisando las huellas; y noticiados ya
todos los de la junta de rosigueica, resolvieron tomarle la estrechez de los pasos de Origuo,
que por corrupcion dol vocablo llaman de Rodligo, 6 por haberlos pisado 6 descubierto el
l)rimer Gobernador do Santa Marta, Rodrigo de Bastidas; pero haya sido por esta ó la otra
cnusa, estos pasos cRtlÍn siete leguas de la ciudad, en la angostura ó balcon de una peña
eSC<o'\broRa, que por la una parte haco un paredon de peñasoo irrepechable, y por la otra un
derrumbadero profundo á la quebrada. quo le corre por el pié, y con tanto riesgo del qne la
ha de pasar por aquel sitio angosto, qne para animar á que lo emprenda, se necesita de
ponerle barandillas que Jo esperancen. Para este sitio, pues, se previnieron mil Gandules
los más arriscados, y dos mil se ocultaron en el monte con las tropas de Bondas y Bodiguafl,
para cogerlo tÍ Ursua las espaldaR al tiempo quo alojase en una coJiniIIa limpia, quo poco
ñntos de llegar tÍ los pasos de Rodrigo rlit:!puRo la naturaleza, para desdo allí hacer jornada lÍ
Santa Marta, por la comodidarl del forrajo, ó la Providencia previno para teatro en que
Ursua }'epl'esentase las mayore hazañas de su valor.
Q

Llegado, pUCR, á. olla, y sin doblar las centinelas, como debiera, alojó confiado de
Imllarse ya fuera de peligro fl , y acuartelada con mal 6rden 2U gento, di6 lugar á. que los
enemigos se le acercasen para lograr el designio de acometerle descuidado al romper el alba
del dia siguiente. Llegó, pues, éste al mismo tiempo qno desvelado Ursua con el rigor de la
fiebre, oyó el primero el clamor de la gllazabara que resonaba por todos aquellos contornos.
La confusion de las yoce y estruendo de los caracoles rompi6 el nombro al campo dormido.
Yn muchos de 10R vivanderos y algunos de los españoles m6nos prevenidos nadaban en
sangre al golpe do la macana y al tiro voncnoso de los arC06 vecinos: salta cntónces Ursua
del catre en que su toldo ]0 abriga, como leon de t.'\n diferente especie, que la cuartana
44:

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336 Ji'EllNÁNDEZ PIEDHAlIÍ'l'A. [LID. XI..

misma que al otro descoyunta, tÍ éste lo fortalece; con el un pié calZn<IO y el otro desnudO',
ni olvida el arcabuz nsustado, ni deja la espada remiso. Comienza ó. dar aliento á BU gente
animoso; pero ó. tiempo que turbada y herida pudo tener á milagro que no le desamparase;
pero á. dóude habia de encaminar los pasos, si por todas partes amenaza fatalidades la muer-
te? Reconoce entónces Ursua el terreno y su riesgo, y aunque tan corto el número de S\l
gente, se alienta más miéntras lo mira más corto.
\Vuelve lm~ ojos atras, y halla más de tres mil Gandules quo lo aprietan por las es-
paldas, que le tienen cogidas: si mira adelante, contempla la cumbre presidiada do flechas,
hondas y macanas, repartidas en los más valientes guerreros que acaudilla Tairona y lo
atajan el paRo; pero oomo ya le tenia tomado el pulso á su fortuna, érnle 8U conocimiento 01
mej.or consejero para salir de pcligros: habíala experimentado madre, ¿ qué mncho no la,
recelase madrastra? Por eso Julio César animaba. al })arquero á que no temiese los vientos
contrarios donde ancoraba su dicha; y por eso nuestro Cárlos V aseguraba en Argel que
entre balas ~o peligraban los Césares. Viendo pues UFsua la victoria cierta por los Tai-
ronas, sIlos esperaba detenido, trató dA ponerla en duda buscúndolos neoositado, como
quien sabia alambicar impulsos para resoluciones prudentes de los desórdenes de una de-
sesperacion desreglada; porque suele muchas veces ganar la osadia cuanto neva perdida la
inferioridad: ademas, que ya se aventaja en armas. ó. su enemigo quioo se refuerza con de-
mostraciones de que no lo teme.
Con estos discursos atropellados trata Ursua de abrirse el camino por medio de lBS
tropas de sus contrarios. Al susto de un rebato nocturno lo consiguió el varon do; Dona,
puesto ó. caballo, por el centro de las tropas de Guisa, pero ú la claridad de mayor peligro,
solamente sabrlt oonseguirlo á pié un Pedro de Drsua. Comienza pues con doce compañe-
ros, que Rolamente le siguen, á repechar la cuesta para ganar la cabeza dcl monte:. descien-
den piedras de la cumbre para sepultarlo al pié de la sierra: vence finalmente Ursua, p&rque-
su espíritu ardiente lo anastra ó. lo más elevado. Allí so vale del al'ca-buz sin embarazar
tretas de la espada: allí sus doce compañeros, adiestrados oon lo que admiran, si no lo ex-
ceden lo imitan. Tres veces la envenenada saeta le dió recuerdos á, su corazon generoso de
que era mortal, y otras tantas penetr6 por las tropas de Tairona, para d~jar su nombre á la
inm.ol'talidad. A pretender salvar su persona, en poco el:lpacio hubiera terminado el trance
oe la batalla; pero como cada vez que rompia los batallones lo yolvia á repasar para abri-
gar fi. los suyos, fué tan porfiado el encuentro, que por mós de dos horas ni el sudor, ni la·
sangre, ni la fatiga fueron poderosos para detoner aquel ímpetu arrebatado con que su es-
pada corria por las enemigas gargantas. Dióse por perdido Tairona á vista de teRo n tan
rebelde y valor tan peregrino; y como los Cabos iuferiores rlescubl'en por el rostro de su
GeneralloB afectos, conocido el temor por 108 1'0 igucictls, que ya. 1laqueaban, desmayaron
de suerte que ni alientos para levantar los arcos t9nian. Unma. cnt6uoel!, diestro en penetrar
corazon€s en semejantes lides, oargó tan pujante sobre ellos, como si el enouentro empe-
zara; })oro bastóle el amago para quedn.1' viotorioso, y huyó le Tairona dojando el monte·
sembrado de escarmientos y de penachos.
El suceso de a.rriba cortó los únimofi de lo ' indios que guerreaban abajo y tenían
bien apreffldos ~í los españoles, qne mantenian su alojamiento. Valióles {L todos la reso]ucion.
de su Cabo, pues cuantas hazañas hizo en la. cumbre, fueron defenAus con que sacó de
J)eligl'o hasta los más retirados. Libre ya el paso por la retirada del enemigo, recogió U raua.
su campo sin perder hombre, {\lera de los que murieron en el asalto primero, y marchando
con órden y á. pió las siete leguas que le re. taba!), entró en 'ant.n Martu: mejor fuera en
Roma, {~ que otro Valerio Mnximo celebraRo el ramo de aquella ilustre casa, por quien
ántes de la venida de Cristo contondieron 10R dos primos Corbis y Ursua. Este fué el
feliz suceso do la batalla de los Pasos de Rodrigo, donde para muohos años quedó asombra-
do Tairona de ver á un español que enfermo, descalzo y ayuno con 8010s doce comba-
tientes, habia atropellado los tercios más ejercitados de su naoíon. Los que salieron heridos>
de los nuestros fueron casi todos, aunque no peligraron, por el remedio experimentado qU&
contra el yeneno usaban los do ~ anta Marta; pero no puede negarse que sufrieron mlÍs en
la curacion que en la batalla. De los Goce que siguieron á Ul'sua, está tan perdida la not~ia.
de quiénes fueron los sei!!, que siempre seró. lástima pam las edades futuras.
El nverigulll' 108 nombres de los restantes no ha sido trabajo de poca monta: éstos
ea
fuoron 01 pitan Lllis de Mrmjlll'l'éR, Bartolomé Dalhll, Francisco Diez de ArIes, Lorenzo

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OAP. IX.J llISTOUIA DEL NUEVO REIN • 337
Jiménez, Juan de CllRtelhíoos y el Tesorero Pedro Bt'iceño, que pocos días despues mu~ó
en Santa Marta, y pudo ser de resulta de alguna herida. Los indios muertos pasaron de
quinientos, y quien supiere pesar el valor de esta hazaña por otras de ménos monta que
se han llevado los aplausos de Europa, reconocerá la diferencia. que hay de obrar allí ó eje-
cutarlas en Indias, donde le cayó la. suerte á. Pedro de UI'aua, que ya mejorado trató de
volver tÍ Santafé, disgustado de los cortos medios que hallaba para conquistar á Tairona, y
anhelando por la empresa de buscar el Dorado, á que lo arrastraba su maligna estrella.
Ejecutólo así en este mismo año, y para sostituirle bajó luego Luis de Villanuevn, nom-
brado por 10R mismos Oidores Justicia Mayor de Santa Marta.
Al tiempo que el Capitan Pedrú de Ursua emprendia la conquista de que hemos
tratado, se hallaba tan disgustado el Consejo de Indias de las noticias que le repetian de la
imprudencia con que la Audiencia de Santafé habia embarazado la residencia de Armenda-
riz, y dado oC'lsion para que más Justificadamente instasen con dobladas quejas los Caque-
cios, que resolvió despachar ViRitador á reconocer del exoeso obrado por Góngora y Galaraa
con el Licenciado Alonso de Zurita, y á residenoiar nuevamente á Armendariz, y Presi-
dente que contuviese el desórden con que suelen procedel' las Audiencias á. quienes falta
cabeza.. Para lo primero eligieron al Licenciado Juan de Montaño, Relator que á la aazon
era de In Chancillería Real de Valladolid, n quien le tenia dada plaza de Oidor de Santafé,
y por el recelo en que los puso la noticia que tuvieron de alguna.~ acciones de este sujeto,
nombraron sucesivamente pñ.ra la Presidencia al Licenciado Bribiesca, que servia plaza de
Consejero de ludias, quo para desdicha del Nuevo Reino, despues de tenerla aceptada y
prevenido el costo del viaje, fué absuelto de ella á instancia y súplica del Licenciado MIl-
ñatones, su hermano) que lo consiguió del César en la Oorte de Alemania, donde residía
entre los do u Consejo, Habíase tambien dado el Obispado de la Asuncion del rio ?e la
Plata á don Fr. J nan de los Bárrios y Toledo, l'cligioso Francisco, que consagrado asistt~ en
Arandn de Duero, y pareció así mismo promoverlo á Santa Marta, donde en una IIilSn1/l
Armada llegó ti su pu~rto, y el Licenciado Montaño á Cartagena, donde los dejaremos
miéntras referimos los últimos acaecimientos del Reino en este año de cincuenta y dos.
Gustosos los nuevos Oidores de Santafé con las notioias de las villas y ciudades que
en su tiempo so iban fundando, resolvieron se poblase otra en la provincia de Guane, y así
por las esperanzas que daba el terreno como por asegurar en sujecion á la Real Corona 108
muchos naturales que habitaban los cantones de aquel pais y de quienes so hallaban recelÜ'4
sos los vecinos do la ciudad de V élez, desde q ne, alterados, ocasionaron el rigoroso castigo
que hizo en ellos el Capitan Pedro de Ursua, dieron la empresa á Bartolomé Hernández da
L eon, natural de In. ciudad de Leon do eRto Reinosj y siendo el interes tan comun á. 109
vecinos y especialmente pl\ra los que se hallaban desacomodados, halló con facilidad la gen-
to bastante para cVJ1Reguir 10 que se le ordenaba, Con ella, pnes, entr& en la provincia, y
reconociéndola primero toda para oleO'ir sitio, tuvo por el mtls á propósito el que ofreció el
valle quo hoy llaman de la Paz, donde por Ootubre de este año en que vamos, ejecuta.das
todas las diligencias que deben preceder en tales casos, ménos la autoridad de Juez que
pudiese darla, fundó una. ciudad que en memoria de su patria. y apellido llamó d~ Leon.
De sus primeros po~adores fueron Martín de Olarte, Francisco Franco, Bartolomé Hernán-
dez, Diego Morene, Juan Vizcaino, Pedro Diaz y Juan de Angulo, que fué nombrado por
Justicia Mayor, aunque le duró pocos años la vara; porque si la otra ciudad de Leon fué
muchas veoes asolada con haber!:!e resguardado de finos lienzos de muralla, mal podia ésta
mantenerse sin otro arrimo que el de lienzos bastos de algodonj y aunque pooos años despues
volvieron ó. reedificarla las vana esperanzas del Capitan Benito Franco, no corrió términos
mna dilatados en la reforma que en su formaoiQu, pOLO no tener la provincia aquellas con-
veniencias de que más necesita la nacÍon esp~ñola en sus poblaciones.

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LIBRO DUODÉCIMO.
El Licenciado Montaño pasa por Visitador de la Audiencia de Santaf6. El Obispo D. Fray Juan do
los Bárrios sube de Santa Marta y se halla en la visita de los Oidores y residencia de Armendariz.-
Rebélaae el vane de las Lanzas, parte al caBtigo Hemando de Salinas y funda la ciudad de Victoria.-
Puéblanse las villa.s de Nirúa y NUeva Valencia, en la provincia de Venezuela.-Montaño, enemist:l.do
con Briceño, procede tiránicamente en su visita y discorda en la sentencia de los Oidores que ocurren
á Castilla por su desagravio: enriquece á SU& hermanos, ajusticia á. Pedro de Salcedo y á otros. -
Rebóla.ae Alva.ro de Hoyon en la ciudad de La Plata, saquea. algunas ciudades y muere desb:l.rutado en
Popayan á tiempo que de Sant.'lié partia Baltasar Maldonado á encontrarlo.-Montaño pasa á gober-
nar la provincia. de Popayan, donde procede injustamente: vuelve á Santafé y remite pl'eso al Licen-
ciado Armendariz á Cartagena, y baja á rcsidenciarlo.-Disgústase con el doctor Maldollado, que
gobernaba allí por el Adelantado Heredia.-Naufraga éste y los Oidores G6ngora y Galarza en la costa
de Znhara.-Fúndase la ciudad. de los Llanos.-El Capitan Ursua pasa á Panamá y por 6rden del Mar-
qués de Cañete, Virey del Perú, allana los palenques de negros de aquella provincia y prende á su Rey
Bayano.-Montaño remite preso á estos Reinos á Armendariz y pasa á Santa Marta. y Rio de la nacha
aceleradamente, do donde vuelve á Santaf6.-Saquean los franceses á Santa Ma.rta; p~osíguese la con-
quista de Venezuela, y el Capitan Diego Garcia de Parédes funda la ciudad de Trujillo.-Molltaño
prosigue en SUB desaciertos.-Celébrase el primer Sinodo de Santafó.-El Mariscal Quesaua baja á
gobernar á Cartagena y á residenciar al doctor Maldonado: .vuel ve al Reino, donde llegan despues el
doctor Maldonado y Tomas L6pez, Oidorcs nombrados para Santafé.- Desp6chase Montaño con la poca
mano qne tenia en la Audiencia, y sus hermanos tratan de o.lterar la tierrn..-Tomaa López suspende á
Montaño, llega Briceño á residenciarlo y rcmitelo preso con una cadena á Valladolid, donde le cortan
la cabeza.-El Capitan Lanchero allana la. provincia de los Muzos.-Francisco Martínez de Ospino.
funda, la. ciudad de los Remedios y Cristóbal Rodríguez Juárez la de Mérida.- -Muere Gru:cía ue Paré-
dos: trátase dol Obispo Fr. Agustin de la Coruüa, de la fundacion de San Vicente do Paz y villa do
los Angeles, y de lo acaecido en el Reino hasta la entrada del prünor Presidente.

OAPíTULO PRIMERO.
,
ENTRA. EN SANTAFÉ BL LICENCIADO JUAN DE MONTAÑa e N LA VISITA
DE LA.AUDIENOIA y RESIDE CIA DE ARMENDARIZ.--REFIÉRENSE LOS
PIUNCIPI DE SU VISITA, IIASTA QUE LLEGA l!JL OBISPO D. FR. JUAN DE
LOS BÁRIHOS.

OSEGADAS ya por algun tiempo las conquistas del Nuevo Reino de Gra-
nada, habia de Ber consiguiente entrarse confiada la pluma en las acciones
políticas de los ministros elegidos para mantenerlo en justicia. Pero su-
cede tan al contrario, quo no habiéndose atemoriza.do al estruendo do los
des6rdenes militares de tantos Cabos guerrero., son podorosas las civili-
dades de un solo ministro para que se recele cobarde. Mas qué mucho, si habien-
do de correr por las líneas de la verdad, es preciso engolfarse en odios, injusti-
aiaR, crueldades y desaciertos, que por mis do seis años corrieron sin freno al
impulso de un genio tan peligroso, que llegó ú contagiar tÍ. cuantos concurrieron
con él, ya fuese con disimulo ú sus desatinos, 6 ya COIl oposicioll al ímpetu de
aquella inmoderada :insia de castigar y vengarse, que para descrédito s~yo forjó
la ira en la fragua de sus mal fundados discursos. Bien sé la venerncion que so debe á los

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CAP. 1.J IUBTORIA ])F.L ,N "EV< nEINO. 339
Ministl'oS togauos en la forma de calificar y roferir 8U~ procedimientos; pero bien es que
sepau que no se privilegian los malos Jo que la pluma lo~ presento I'l los ojos de la. posteri-
dad, para que al recuerdo de la fealdad de los que así procedieron, se contengan los su~esorcs
de exceder los límites de aquella autoridad eu que los constituyen los puestos: plles Ó. ha-
berse acordado nuestro Rey D. Pedro de los cortes que tienen las plumas, hnlJiera quizá
embotado los tilos que tenia su espada.
No es mi intencion controvertir, si os licito ó ilícito, útil ó nocivo el juicio irregular
de las visitas generales que se despachan á las Audiencias y ciudades de las Indias, pUGa
siendo estilo del Consejo que las gobierna, solo me toca cautivar elontendimiento en obse-
quio de las resoluciones de Tribunal tan Supremo. A lo que sí me hallo precisado es n
poner á su inspeccion las acciones que el Licenciado J mm de Montaño obró como Visitador
del Nuevo Reino de Granada, para que, investigando la poca diferencia con que se han por-
tado los más de los Visitadores, que despues han pasado á Indias, se tenga presente la pre-
cisa obligacion de pesquisar (ántes de elegir semejantos ministros) no solamente las inclina-
ciones quo por los conduotos de padres ú. hijos se heredan, sino los resabios quo por falta
de buena educacion se traslucen, ó en el manejo de los negocios quo 80 les han cometido
descubren; pues con la indicacion de los menores en que bastardearen, será muy fácil venir
en conocimiento de los mayores en que han de perderse, para que mirado esto así, no consiga
alguno por gracia un puesto que auu parece incomportable conferiuo en justicia.
Exámen es éste que sin llegar á tan exactaS diligencias, podrá correr en las elec-
ciones de Visitadores que obran dentro de los términos de estos Reinos de España, donde el
presto remedio apénas tione encendidos los perjuicios, cuando los,tiene apagados. Tambien
pudiera no extrañarse en las de Presidentes y Gobernadores quo pasan á Indias, pues aunque
unos y otros tengan mucha jurisdiccion en las manos, es parte do grande alivio para los
quejosos saber que tienen limitados los cargos por mal que los administren, y la de haber
Audiencias que lo!:! amparen; ni para los ministroi de éstas débieran aplicarse mayores es-
crúpulos, pues cuando tal vez no falten algnnos que se apasionen, casi siempre se hallan
compañeros que los contengan, ó Presidentes que los repriman. Pero en los Visitadores go-
nerales que se despachan á Indias, como llevan la jUl'isdiccion tan privativa y sin límite, y
tí partes tan retimdns del Príncipe, es tan preciso que anteoeda el exámen de su génio y
costumbres, que si éste so omite y las costumbres desdicen de h,s obligaoioues del puesto,
en vez de remitir un Juez que medioine, irá un tirauo que aposte, pues no templando el
pulso alterado de los quejosos con el castigo de los culpados, irritan el de toda una Repú-
blica con generales incendios, de que rosultando la destl'l1ccion de 103 vecinos oon h~s par-
cialidades que se introducen, no logran mis iuteres la Arcas Reales que el do oostear 108
salarios que no so deben: y at)l paroce fuel'1l do méuos incouvenieute dejar el gobierno en
los Oidores, aunque no fuesen buenos, quo pon orlo en un Visitador con resabios de malo.
Profnndicemos mlt la razon de esta ad vertoncia. L!lo m:í.<$ SILO o, política enseña que
el gobierno de mucho. no es Un l)Ueno como el de pocos, y que el gobierno de uno es mejor
que el de pocos y Ulul.:hos; porque sl el mejor gobierno 80 ondereza tL conRervar la union y
paz do la muchedumbre ue súbditos, co a cierta e que esta uuion. la podrá fundar mejor el
que fuero solo uno que los que fueren pocos 6 mucho8, donue cabo disconformidad, que os
la. que mM aparta del fin de b unidad tÍ. cIlle debe mirar el gobierno. Pero slgueso :de aquí
mismo que, siendo malo el gobierno, será méuos perjudicial el de muchos que el de pocos:
y por con iguiente, soní peor el de uno solo <lue el de muchos y pocos; porque si la demo-
cracia. so opone ú la policía, por ser ambos gobiemos que so ejercitan por much03, y 1 a
aristocracia ó. la oligarquía, porque uno y otro gobierno o:; de pooos, do fuerza S6 habr{l.n
do oponer el régio y tiráuico, porque son entrambos de UIlO; y pues ya so hn. mostrado que
el buen gobierno de uuo es el mejor, y ninguno ignora que lo más opuesto ú. lo mejor es lo
peor, bien claro se deduce que el mal gobierno de uno es más nooivo que 01 de pocos y
muchos: pues así como es má~l útil que la fuerza que obra sea uua, y no dividida pam ser
más poderosa, así será siempre más dañoso el poder que obra mal, si fuere de uno.
Domas do esto, si el gobierno croce ó. mús injusto, cua.nto más se apa.rta dol bien co-
lllUl.l de muchos (que es la seguuda. pa.rte dellin á que debia mirar) y busca el partioular de
quien lo administra; y en la oligarquía y democra.oia so aparta lllénos quo en el tiránico,
porque en éste se procura el biell de uno solo y en los dos primeros el do algunos ó muchos,
y en cunlquiera generalidml se halhn siempre mús propincuos los muchos quo los pocos y

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340 F'EllNÁNDE~ l>IEDRAUÍ'l'A. LLUl. XII.

los pocos quo uno solo, bien se roconooe que el mal gobierno de uno es el peor do toclos,
y cuanto méuos peljndicial Rera. que gobiernen ma.l po COl'! Ó muchos OiJore, que poner el
Juicio Je Ulla visita en Rlljeto qne no dejare nfianzn.da la seguridad de obrar bien con el en-
tero e.~ámen de sus costumbres. Ademas que, para comprobacian de lo que va referido,
cuando no basten las inquietudes y altel'aciones aClLeciuas en otros Reinos y provincias en el
progreso de muchas visitaSl, tenemos entre manos lOH procedimientos del Li<;enoiado Juan
de Montaño en la suya, para que haga, palpables tantos inconvenieutes representados y lo
mucho que se aventuró ell la apresun¡.da eleccion de tan violento miúistro, pues aunque por
aooidente se le dió conjuez para que obrase acompaüado, en las ejecuciones veremos que
obró oomo Bolo.
LibTEls ya los dos Oidores Góngora y Gn.brzn. del embarazo en que los puso el empe~
ño de favorecer á. Miguel Diez de Arlllendal'iz en la resiuencia que le tomaba ,el Licenciado
Zurita, y ,estrechado!1 cada dia más con el Mariscal Quesada, daban rienda al buen natural
de que los habia dot.ado el cielo con tao. orecido interes de benevolencia, que la que no les
granjeaban los beneficios por singulares les conseguía la oortesía por general. Jamas les
oyeron los reos pa.labra que desdijese del puesto, ni se empeñaron como Jueces entL'e partes,
sin que intentasen primel'o ser am~ables componedores; de que resultaha la quietud de
las provincias, buell progreso de las conquistas, ricas minaFl de oro y razonable cosecha. de
esmeraldas, con que gustosos los vecinos del Reino vi vian olvidados del encono de sus par-
oialidades y de las futuras desgracias q ne anunciaban aquellas dichas presentes: si bien
para el reparo) siempre atenta la. Providencia Divina, inspiró Á. los Consejeros de Indias
atajasen aquel riesgo que amenazaba al Reino oon la visita d,e Montaño, dándole por con-
juez en las comisiones qne llevaba al Licenciado Francisco Bl'iceño, en caso que lo hallas&
en el ejercicio de su plaza de Oidor, paceciéndoles qne, templado el ardimiento del uno con
las detenidas resoluciones del otro, habría lugar para que, Rín el en'Ol" de nueva eleccioll,
hallasen sujeto que ocupaudo la silla de Presidente de aquella Audiencia, ajustase las de-
pendencias del Reino.
Con estos despachos habia salido Montaño de la Corte y tomado pnerto en Cartagena,.
como dijimos, y sin que tuviese de ellos noticia, habia. salido de Popayan el Licenciado
Briceño) y corriendo ya el año Je mil quinientos y cincuenta y tt'Cf:I, entró en Sautafé por
el mes (lo Febrero, oon aplauso general de sus veeinos, pOl' lns noticias anticipadas do< que
la. docilidad de su genio no de decia de la turquesa en que so habian labrado los de sus com-
pañeros; aonde á los cuatro mORe. de recibido, que fué por 01 me~ de .J unio, llegó tambien
el Licenciado Juan de Montaño, 6 Juan Lavado, como se llamó en sus primeros a.ños por
Alcuñn" que así mismo heredaba. Era naturn.l de Ayamonte, con orígcn dell\1aestrazgo de
antiago en Lean, porquo de un leon y de un monte no se extrañase haber nacido una fiera;
pero con tal providencia dol cielo, que, para templar mucha parte de SllS arrojos, le dió por
COUSOl'to tÍ dofia Catalina de Somonte, mujer de rara. virtud y prudencia, y ú cuyos diotáme-
nes pudiera oorregir el suyo . i, como otro de. atento Nab 1, no dospreciara los cOUROjoS do
tan prudento Abigail. Llevaba tn.mbieu en su compañía cuatro herma.nos suyos llamados-
Pedro Escudero, Rodrigo Montaño, SebnstiR.n IIerrezuelo . y Cristóbal Montn.uo el menor,.
una prima. de su mujer y muchos criados, que n.l reclamo de.la vlsita. habian partido ansio-
80S de conveniencias y prontos tÍ inclinarle tl cualquiera precipicio.
lIa.bíase ocupn.do eó estos Reinos de Oastilla en algll.nas comisiones y residencias de
que hubiera dado tan mala cuenta como do la de S ntafé~ si el remedio que 8e tiene tan ti
In. mano no deslllmbl'ura manchas que en la tela de semejantes Jueces se hallan á oada paso,
con que tuvo arte ó fortuna para acomodarse en una Relatoria ue Valladolid, de donde lo
sacaron para In. visita de que vamos tratando, nunque COIl algunas notioias de sus procedi- '
mientoR, de que se dió parte al Consejo despne. de tenerlo proveido en el cargo de las co-
misiones que llevaba. Era la una para visitar ú 1m! Oidores, y en caso de no halla.rlos-
notablemente culpados, darle {~ JtlA.n López de Galarzll el título que con ella le dieron de
Oidor de Guatemala en lugar de Tomas Lopez, que había de pasm' ó. Santafé ; y ó. Beltmn
de GÓngora. otro para Santo Domingo, en la plaza ue
Alonso de Zorita, que tambien iba.
promovido á Guatemala. La otra oomisiou era parll. residoncial' nuevamente 6. Miguel Diez
de Armondariz, ti quien se le ordenaba saliese de la i:ala. espnüola en 'lne se hallaba en aque-
lla ooa~ion, y pnl'CCieRO per.onn,lmente en Sn,ntafó fi sor rosidenciado; poro en las dOR comi-
~iones ha.bía cl:íu ula, como dijimos, de 'lne ell caso qllC el Licenciado Bricefio cs~nvicse eu

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CAP. 1.J HISTORIA DEL NtJEVO REINO. 341
el servicio de su plaza, no procediese solo Montaña, sino ncompafiado con él ; que aunque no
sirvi6 para todo el efecto que pudo esperarse, fué en algunlls ocasiones levo medicamento
que templó genio tan escabroso como el de su compañero.
Con estas comj~iones y muchas esperanzas de propias con veniencias, Rali6 de estos
Reinos y subió al Nuevo de Granada, desde la Costa, tan persuadido á que Briceño no' se
habria desembarazado de los negocios y gebierno de PopA.y'ln, que toda:3 las' ideas que fo,-
maba en la navegacion del rio Re enderezaban á que únicamente habia de visitar el Reino
y gobernar la Audiencia á. su arbitrio, que venia á ser el blanco á que tiraba la desordenada
ambician de mandar y aprovechar á los soyos, Pero entt'ado en Santafé, ha1l6 al Licenciado
Briceño, que no le fué poco semáble; y aunque á primeras vistas no desagradó la persona,
depositábase en ella una alma tan fea, que ñ dos oo1'a8 de conversacion que tuv-ieron el
primer día de su llegada, cenando juntos, le decoró Briceño cuantos caractéres arrebesadoEt
le tenia esculpidos la imprudencia en el COl'azon; ó porque lo tenia en los labios, 6 porque
])enetrando la intencion de sus palabras, reconoció el fuego de crueldad y codicia :que
humeaba venganzas al bramadel'o de la boca, y así, volviendo á su casa, lo dijo á un amigO'
que le acompañaba: Oh desdichado Reino 1 Sabed que ha venido, no de España sino del
infierno, un hombre que lo destruya y 10 aniquile. Notaron los filósofos que los truenos qU;&
se forman al amanecer sou los más peligrosos; y así debió nDta.r Briceño que los vicios que
descubria Montaña en la primera entrada del puesto, habian de ser rayos tan perjudiciales
para el Reino, que le obligarían á levantar la voz como trueno:;y para que no saliese vano el
discurso, tomada la posesion de su plaza comenzó á brotar en espinas todos aqu~no!; vicios
y Rilliestra~ incliuaciones que desde sus tiernos años habia oultivado en el campo estéril d0'
~u mal natural, de quienes era la zarza el descaro con que los ejecutaba, para ~ngeniar8o en
demostraciones de Juez formidable.
Era tanto el deseo que tenía de parecerlo y causar temor en todos, que para conse-
guirlo despues de principiada la vi ita, y mal contento de que no sindicasen ñ- Góngora y
Galarza, como él quisiera, gastaba todos sus primeros cuidados (asIstiendo personalmente en
las herrerías) en forj[\l' esposas, disponer grillos y labrar cadena!;, y entre enas una de tan
desmedida grandeza y pesados eslabones, que puso todo el conato en concluir sn fábrica,
como si no hubiera. de ser el Pel'ilo que In estrenase, dejándola por este suceso con el renom-
bre de Montaña: siendo el fin de todos estos indecentes afanes dar á entender á los pueblos
que los reos de sus comisiones habian de ser tantos, que no ba,stn.sen para. oprimirlos las
prisiones quo tenian las cárceles; 6 que habia de ser tan crecido el número de 10/3' que
remitiese ó. estos Heinos, que tie nocesitase de cuantas labraba para el resguardo. Para 10
cual, y quo no fundasen alguna esperanza en Briceño, publicaba así mismo tener comisio-
nes especiales, comotidas tí él solamente, para proceder contra conquistadores, con cuyo
gónero de gente tenia la mú doclarada antipatía; de que procedía dorrarm.l'so un temor
tan servil entre las personas de más lustrd del !teino, que cuanto mús valerosas se habian
mostrado en la guerra, tanto mlls acobardadas yiviau de un Jue.z que tan sin escrÍlpulo
tiraba li quitrn' haciendas y vidas, y más en un hoeino en quo ¡' la más templada voz de un
ministro real se encogen las n. 1aH de los rnllS olevados espíritus. llaro dict:í.men de algunos 1
pensar que ha de intereR3rJofl mt'lfl 01 rigor que el agn~ajo, ~in que baste yer lo poco que
pueden para quitar una capa las violenciaR del viento, y la facilidad oon que se suelta. (1 los
templados cariños del sol; y haber visto que át toda la artille da dol magnánimo Alfonso se
re:;Ístió Gaeta. rebelde, y n la humanidad que mostr6 con un villano dol pais, se lo rindió
voluntaria.
No era de inferior motivo para tc::merle el odio, qne ya declaradamente brotaba con-
tra l,ps visitares, como si no fu oran de la misma profesion y trajo que el suyo: circunstancia
(IUO suele aprovechar mucho, aun entre las naciones opue taso Poro si en el juicio de la visita,
en vez de sindicaciones escuchaba alabanza, l quién duda que babia de mirar aquellos elogios
como acusaciones de su injusto dominio? porque los tiranos m{1.8 se temen de los buenos
que do los malos, pues tanto más e 'puntosas )eR son la.c; ajenas virtudes, cuanto mús grata~
mente acarician la parcialidad de los "iciofl. A ninguno pareció tan formidable Boecio com~
ú Theodol'ico, cuando tirano; y as! no cra posible en l\1outaño disimular el des6rden Cal
{Iue su ambician miraba {¡ los 'Ú itado., no oomo íl reos de culpa., sino como á uCl'eedores
del lJUel:ito que indignamente obtenía, y d todos los demas que pretendia ocupur, Por esta
causa no dcsdeñaba ll1edio ilicito de que valerHe para (Iue resultascn CUlPldos; inteuciou qu~

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34:2 }1'EHNÁNDEZ PIEUHAUfTA. LLIll. XII.

desvanecía el crédito Montado do 10R Oic1oreR, y el sano proccuot' de Bl'iceño, de qua resultó
encenderse tanto on ira oll\[olltafío contra él y todo género do gentes, que por sí solo hizo
prender á muchas personas houradaA, condenó algunos {t muerto de horca por causas leves, y
ejecutó las sentenoi:tR sin m(¡s título ni facultad que decir que pues el Consejo había respon-
dido á los Caquecios, cuando se quejaron de que los amigos de Armend riz trataban mal á
los indios de sus encomiendas, que allá. iba Montaño y haria justicia, era indubitable que él
solamente era Juez privativo de aquel género de reos, pues aunque Sil compañero era Oidor,
como él, se debia entender en el juicio ordinario y no en el delegado, ménos en la visita y
residencia ae Armendariz, en que iba expresado.
No fué, empel'o, ésta la crueldad más sensible que ejecutó con tan falso pretexto,
f;ino que irritado de que se le afeasen tales injusticias, pasó (como dice Quesada) á la de
afrentar con infamia de azotes á uno de los descubridores y conquistadores del Reino, por-
que lo recus6 sin aquel estilo do voces que u~'\n lo~ lejistas y no prl:J.ctican los militares;
nunqu,e yo bien mepersuadiern tÍ que lo mismo obrara la recusaoion por sí sola, por modesta
que fuese, pues las que en estos Reinos de España son de derecho natural plua la pr~pin
defensa, en las Indias se miran pOI' laR ministros superiores como delito!; obrados contra
el derecho de la Divinidad, ql1e RO arrogan, Pero sea como fuero, él ejecntó cuanto quiso
como Juez y parte, cometiendo semejante indolencia; pues aunc¡ue dospues restituyeron al
agraviado en la honra que ántes gozaba, quedó al fin como Imele quedar aunque se restitu-
ya: y como para el reparo de taleR resoluciones no tenían lo. miserables reos otras defensas
que las que nplicaba como Letrado el Mariscal Ques.1.da por Rns escritos, revolvió Montaño
ü~n apasionadamente oontra él, que lo obJigó tÍ. recusade tambien: golpe que sintió tanto,
que puso al Mariscal en tales peligros y lancea, que á no ponet' de su parte el sufrimiento,
y reconocer Montaño de la suya la mucha nutoridad que teni.a en cl Reino, hubiera inten-
tado algun nrrojo de aquellos en que suelen prorumpir los Jueces iracundo!'!, Ech6se ménos
en cierto ejército uno de dos infantes que habian salido jnntos IÍ correr el campo: dieron
parte de ello al Auditor, sospeohando 10 .había muerto el compañero, Contra quien estaba el
indicio, dominaba la ira en el Juez, y sin más probanza que lo. sospecha, condenólo {t muer-
te. Conducíab el Centurion al Ruplicio á tiempo que se enoontró con el infante que habia
faltado. Qué habia de ha~er con tal desengaño? Volvió con el reo fl. daT parte al Juez del
suceso; y encendido má.s en ira que nunca, prorumpi6 en este docreto tan parecido á los de
Montaño: Mando que muera el reo, porque ya estaba condenado; y que así mismo muera
el que ha. parecido, por habor sido causa de la muerte del camarada; y juntamente condeno
al suplicio al Centul'ion, porque dejó de ejecutar mí sentencia, Estos son los efectos de un
JUez iracundo, pllOS cuando ménos so pien&'\, quita como puñal de tres cortes, de un golpo
tres vidas, pareciéndole que cunnto lo dicta el furor es conforme IÍ justicia.
No satisfeoho Montaño 10 quo semejantes acciones lo darían bastantemonte á temer,
elogia unas veces el desatino de tocar cnjaR, hacer alardes y prevenir armas, como que se
recelaba ele rebeliones y tumulw§, y d@ (ll 1tla CUÓl'Jo n.Ita1 otlO tic form r juntas
de rcligiofios, en que sus pl'Op1lcstas se componían de cosaR tan sin funda.mento, que no
descubrían mas Rllst::mcla que ln. do tener atemoriz..'l.dos 1 ~ pueblo y traerlos en la ooutínua
perplejidad de no comprendor los fines ne a<1'le11a8 imprudentes l'cflolucionefi. si pregun-
tamos qué hacia en estos lances el Licenciado Dl'icoño coa la l11ifuna j 111'isdiccion y con b.
residencia de Oidol' mt~ nntiguo, bl111nl'emos <[no ninguno nUls temeroso vaciln.ba confuso.
porque como !'labia. f]ne niugnn Juez })uode obmr m6s qne lo que lícitamente se puede, y lo
que obraba el comp:üiel'o excedía Lauto do los límites de 1& razon, ni Rabia qué hacerse, ni
en flU natural encoO'imiento hallaba dispo~icion para repeler con violencia. la que usaba con
todos Montaño, pues por habarle ndvertido en aIgnnns ocasionoA el peligroso camillo que
segnia, se le habia declarado tan ñero enemigo, que públiCAmente mostl'abo, serlo con médíos
tn.n cRcandalosos como el de redncir n "OC s todas las conferencias n que concurrían, aUD-
r¡ue fuese en Eatrad08, y el de ir n la Audicncia , iomprc cel'cado de.gente armada, que para
la timidez do Briceño tl'a el má.c¡ fiero torcedor, y p9.1'a los veoinos del Reino una accion tan
cxtrllña, quo los tonia atónitos, y con el recelo de que aquel hombre intentaba la ruina
(le todos.
En este estado se ha.llaban los principios de ]a visita, cuando casi por un mismo
tiempo cntraron en Snntafé el (bispo D, FI-, J nn.n ue los Búrrios y Miguel Diez de Armen-
darjz; ést<" en cumplimiento dele) rlUC le n'den: lJ:l 01 Consej • y el hispo con rctension

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CAl'. II.] llISTOllli\ DEL NUEVO nE1NO. 343
de trasladar la Catedral de Santa. Marta. á. aquella ciudad, que vivamente 10 deseaba para BU
lustre. Iban con Armendariz a]gunoR de los Caquecios que habian pasado á ]a isla española,
á que se le notificase el 6rden del Consejo para comparecer en el Reino; y el primero que
lo acompañaba era. el Capitan Luis Lanchero, que siempre le habia ido pisando las huellas;
pero con tal respeto Ó. su persona, que en la baja fortuna de reo jamas alter6 las veneracio-
nes con que lo miró siendo su Gohernadon clara demostracion de su buena sangre, saber
-corregir el desgarro militar en que Re habia criado, al impulso de las obligaciones con que
habia nacido. Yen la comitiva del Obispo sobresalían el Licenciado D. Francisoo Adama,
Dean de Santa Marta y natural de la Villa de la Serena; D. Pedro García Matamoros y dos
Canónigos, que lo fueron Alonso Ruiz y el Bachiller Franoisco Mariño, todos con el
mismo deseo de permutar los peligros y soledades de Santa Martá por las deHcias y conve-
niencias de Santafé. Este prelado habia sido de los primeros religiosos Francisco' que pa-
saron. al Perú. á ocuparse en la conversion de los indios; y como en él se acompañaba la.
autoridad episcopal con la virtud y letras que lo habian colocado en el puesto, irvió su
presencia, si no de atajar la.~ sinrazones que obraba Montaño, por 10 ménos de suspenderlas
por algunos dias, en que cebado con haber puesto en prisiones las per.onas de Armendariz y
de Alonso Téllez, maq uinaba trazas para. derramar entre nuevas inquietudes el veneno de
sus iras.

CAPÍTULO TI.

REBELASE EL VALLE DE LAS LANZAS, VA HERNANDO DE SALINAS AL


CASTIGO, FUNDA LA CIUDAD DE VICTORIA, Y E.!. VENEZUELA SE PUEBLA
LA VILLA DE NIRÚA.-PRO IGUE l\iONTAÑO EN SU ENEMI TAD CON BRICE-
ÑO, ACOMODA Á SUS HERMANOS Y MALTRATA SIN RAZON Á LOS INDIOS.

A dejA.mos la. villa de Ibagué mudada á mejor sitio con la rota que Andres L6pez de
Y Galarza y -el Capitan l\{elchor de Valdés dieron 6. los Caciques 'ritamo y Quicnyma.;
pero como la nacion de los Pijaos sea de tan levantados espíritus, sintió de suerte aquel
corto dominio que tonian sobre ella los españoles con haberle ocupado parte de su pais, que
por el año pa ado de cincuentR. y dos tomaron las armas todos los Caciques del valle de la8
Lanza~ auxiliados de los Coyaimas que habita,ban la tierra llana, y & un mismo tiempo aco-
metieron la villa, pensando que al u to de una inva. ion acelerada quedarian libres de
.aquella servidumbre en que se hallaban. Pero ya prevenido Domingo Lozano, que la go-
bernaba, con las noticias de algunas muertes que habian ejecutado en los que estaban de-
irramados por el campo, hizo con los vecinos tan honro a re ¡.'teneia, que defendió la villa
y tuvo tiempo para dar aviso á Tocaima, y de allí á Santafé, donde la noticia hizo
tal oonmooion, que decluó bastantemente el conooimiento que todos tenian de
aquella. belioo~a nacion, desde que la primera vez experimentaron su armas. Por
esto ~os dos Oidores Góngora y Galarza, que gobernaban ent6nces, aplicaron tal diligen-
da en repara.r aquel riesgo, que (;on el primer aviso llamaron todas las fuerzas del Reino para
oponerlas 1\ tan evidente peligro, ordenando tÍ. los vecinos acudiesen luego con sus armas 6
contribuyesen para levantar la gente de guerra que fuese necesaria: medio que abrazaron
por mús favorable y tan liberalmente, que en muy pocos dias estuvieron llenas tres compa-
ñías, de quienes nombraron por Cabo al Sargento Mayor Hernando de alinas, que 10 ha.hia.
sido del Mariscal Quesada cuando entró en el Reino, y despues quedó avecindado en Tocai-
ma, á quieu mandaron que con aquella gente y con la más que agregase de Tocaima y Mari-
quita, partiese á. la defensa de Ibagué, ántes que los Pijaos la pusiesen en mayores aprietos.
Con este 6rden y ciento y cincuenta infantes y veinte caballos, parti6 Salinas de
Santafé, y á los nueve dias, con alO'una gente mis que sacó do Tocaima y le acudió' de Ma-
riquita, entró en Ibagué á tiempo que se necesitaba mucho de quien le abriese el paRO á. la
conduccion de víveres, de que padecían falta, por hallar. e el elle migo señor do la. campaña.
PBro refrescada la villa con los que llevó Salinas, y habiéndola puesto en la mejor defensa
(¡ne pudo, salió en demanda de Titamo y SUB coligados, que, deseosos tambien de reducir al
45

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344 FEltNÁNDEZ PIEDRAllÍ'1'A. LLIB. xtr.
tranco de una. batalla el punto sobre que contendinn, se la preElentaron ~1 repecho de-una ca..
lina, donde despues de dos horas, en que por ambas partes se hicieran hazañas dignas de
memoria, ~e retiraron los campaR, desengañado el español de que á SU! caballos y armas de
fuego no reconocian ventaja las galgas y lanzas de laR Pijaos, y persuadidos éstos á. CJue la
desol' denarla muchedumbre de su gente no podía prevalecer contra la militu disciplina de
ciento y noveuta españoles: y he puesto advertidamente BU corto número, para que se repare
que si aquí se mantienen ménos de doscientos españoles contra más de dos mil indios Pi....
jaos, reparemós tambien en que por los años de seiscientos y quince na prevalecerán algunas
veces ejércitos de más 'de mil e~pañoles contra la pequeña tropa de doscientos Pijaos. l\lucho
es lo que aprieta la vejacion para que se adelanten los brios y mlws lo que vicia la ociosidad
para que decline el valor. Instigados los Helvecios de la braveza del Duque CárI~, ejerci-
taron las armas hasta representar el primer papel en los teatros de las más sangrientas bat;n...
llas; y menospreciada la sencillez Holandesa de qnien debia ampararla, troc6 la caña en
mosquete y las bllrquilIa.'! en ureas, hasta. pe!'\caf la libertad á muy pocos lanceRo Qué mucho,
pues, sucediese en la América 10 mi¡.¡mo que Re practicaba en Enropa, si el deleite fué apa·
gando en los españoles el coraje que el mal tratamiento iba encendiendo en los indios Z
De los que se hallaron en esta batalla de la colina quedaron muertas y heridos mtL.<J
de doscientos, y de los nuestros no llegaron fí quince; con que más deseosos unos y otros de
que la fortuna se declarase parcial y no indiferente, se valían de trazas distintas para incli-
narla lÍ su bando. Los españoles provocltndolos á salir á tierra limpia en que aprovechar 109
caballos, y IOR Pijaos deRcubriéndose en tropas para que, siguiéndolas, cayesen en las em-
boscadas que tenia n en los pasos estrechos y tránsito de las quebrada~, y á ventajas de la
indu~tria se fuese minorando el número de lO! nuestro~, de que I!e originaba dílatarse la gue ..
rra, reduciéndola {t desafíos, encuentros y surtidas de poca monta, en que los efectos Ralian
de menOl' consecuencia por más que el valor se ejercitase ~ con que desesperado el Hermm-
do de Salinas de sacar el entero fruto de sus trabajos, y pareciéndole quedar bastantemente
atem0rizados los indios para no intentar nueva!'! alteraciones, re retir6 á la villa y dió parto
de todo á los Oidores para que saliesen del recelo en que habían quedado.
Al tiempo que se nombr6 este Cabo con fin de que aceptase la empresa, se le dió fa-
cultad para que conqluida la guerra de Ibagué pudiese hacer entrada con la misma gente
que le quedase en la provincia que le pareciese, y poblar en eUa, como fuese á propósito y
de aquellas que ya estuviesen descubiertas y holladas de los españoles (en cuyo caso no pa-
rece hablaba la prohibicion de nuevas conquistas), y ésta fué la principal causa de haber
dejado en peor estado la villa de Ibagué, como sus vecinos 10 lamentaban despues ; y asf,
luego que despach6 la noticia de haber oumplido con lo que se le habia ordenado, recogida su
gento, en cuyo número se contaban Francisco Martínez do Ospina, qnc ya habia subido del
Valle de Upar, García Valero, Cristóbal de Mercado, Diego Asencio de Salinas, don Diego de
Carvajal, Juan Zapata, Lope de Salcedo, Antonio de Berrío, Diego López Veta, Juan de la
Peña, Montoya y otros, íué atravesando gran parte de las sierras de Gualí, siempre gue·
rreando con sus moradores que, armados del veneno incurable de sus flechas, trataban de
impedirle el pabo haRta caer en Mariquita" y desde aquella ciudad, metiéndose por ]0' mas
fragoso de sus montañas vecinas, hasta las. cabeceras del rio de la Miel, que estarán l\ onee
leguas de la misma ciudad de Mariquita: y entre aquel rio y el Guariño, reconocida la nu-
merosa cantidad de indios que lo habitaba, eligió por mejor sitio el sombrío de una montaña,
donde Rernando de Salinas, como Cabo priucipal. y no Diego Asencio, que solamente fu~
poblador, fundó la ciudad que llamó Victorin, si bien mudada á UDIlS Rabanas altas y rasas
des pues, ó por los bandos de OspinaR y Salcedos que en ella se introdujeron, 6 por las pocas.
conveniencias que ofrecía el pais desde que faltó la labor de las minas, la que se habia con-
servado algunos años con vecindad muy ilu~tre, se despobló como otras, para que de sus po-
bladores se acrecentase la de Mariquita, donde los minerales de plata y oro han ido siempte
en aumento.
Por este mismo año se hallaban los vecinos de Bariquizimeto en mús apretados lan-
ceR que aquellos en que los puso el negro Miguel, pues no teniendo otro recurso para man-
tenerse que el de las minas de Nirúa, fué de tan nooivo ejemplar su alzamiento que, n :ro
imitacion, los indiofi Nirúas y Gil'ahara~ tomaron tan á su cargo impedir su labor, que con-
vocándose armados les acometian con tan repetidos asaltos, r¡ue no había minero que se
atreviese á cotlseryar el sitio por la poca gento que se podia juntar para la dofeDsa; con

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CAl", n.J llISTOlUA DEL NUEVO nEINO. 345
que faltos de oro y de indios para el servicio, pasaban temporales bien trabajosos, cuando
en su mayor desconsuelo tomó tierra en Coro el Licenciado Villasinda, Gobernador nombra-
do por el Rey para la provincia de Venezuela, en cuyo puerto se detuvo muy poco, por ser
su poblacion de ménos importancia que-las de Tocuyo y Bariquizimeto, para donde se enca-
minó luego, y llegado IÍ. ésta le noticiaron sus vecinos de todo lo acaecido con el nElgro Miguel
y del presente peligro en que se hallaban con el alzamiento general de los indios, cuya hos-
tilidad habia imposibilitado la labor de 1st) minas de S. Pedro, para cuyo reparo, en junta
general de las personas de más porte, se habia resuelto que respecto de distar las minas más
de catorce leguas de la ciudad, y ser por esta razon muy difícil poderla sooorrer en las inva-
siones que intentasen los indios, y no tener otro medio para poder mantenerse que el do la
saca ue oro, se fundase en 'ellas un lugar de españoles á quienes se diesen en feudo los indios
encomendados que habia en el contorno, de que para el efecto hacian dejacion los dueños
propietarios.
El nuevo Gobernador, inclinado como sagaz á dar gusto á los vecinos en la primera
pretension que mostraban, vino en ella, y eligiendo por Cabo para que ]a oonsiguiesen á
Diego de Montes, hombre famoso en aquella gobel'nacion, así por la práctica que tenia en
la guerra de los indios, como por el conocimiento de yerbas para curacion de las heridas de
flecha~ venenosas t y de quien hemos tratado otra vez en la que hizo al General Felipe de
Utre en la entrada d~ los Omaguas, le dió cuarenta infantes españoles, con que razonable-
mente apercibido salió de Bariquizimeto la vuelta de las minas de S. Pedro, haciendo
diferentes castigos de muerte en algunos de los indios que se habian mostrado rebeldes, en
que llevaba por dos fines principales, el de tomar satisfaccion de las que habían ejecutado
en muchos españoles y el de atemorizar el pais, para · que en lo futuro se ab8tuvie~on sus
naturales d0 proseguir en semejantes acoione . Pero examinado el pais y hecho tanteo del
sitio más c1IDodo pat'a pobla.rse, parecióle ser la l,ibera de un rio, que muy cercauo tÍ las
roinlUl corre por el centro de un hermoso palmar y en él fundó una villa que llamó de las
Palmas, y habiéndole nombrado Justicia y Regimiento que la gobernase, y l'epartido la
tierra entre sus pobladores, persuadido á que ya escarmentados los indios con el castigo, no
intentarian má.s novedades, dió vuelta IÍ Bariquizimeto, á quien fueron inmediatamente
siguieudo otros, que no quisieron cambiar la vecindad de aquella ciudad pOl' la. asistencia
de la villa, con que siendo tan pocos los que quedaron en ella no tenían ánimo para" salir de
BUS casas, y por consiguiente lo cobraron los indios para iutentar acometerlos de nuevo; pero
teniendo 108 vecinos anticipada noticia de la. borrasca que S6 levanta.ba contra su villa de
las Palmas, y no atroviéndose tí. esperarla, la. desampararon á tiempo que pudieron salvar
las "iuns en Bariquizimeto, .
No por esto perdieron los vecinos el tÍnimo de que se volviesen á labrar la~ minas á
pesar de inconvenientes y dificultades, por encontrarlas ma.yores en haber de vivir con
pobreza, que no tenia otro camino de poder remediarse; y así, por el año de cincuentn, y
cinco eligieron por Capitan ó. Diego de Parada, natural del Almendralejo en Estl'emadura,
que con veinte y oinco hpmbres escogidos corrió pl'imero el pais como lo habia hecho Diego
de Montes; haciendo iguales castigos en los irúas y Girabaras, haRta quo pers'l1adido como
él á que no intentarian de nuevo tomar las armas contl'a los españoles, pobló segunda vez la
villa, á quien llamó Nirúa, por haberla mudado sobre el rio de este nombl'e, donde los pobla-
dores no tuvieron m{LS consistencia que lo. que permitió el verano, pues entrando el invierno
fuel'On tan continuados los acometimientos que los indios hicieron sí la miserable villa, que
segunda vez obligaron ti lo. nuestros á que la desampara.~en, volviendo ti Bariquizimeto,
donde de las ciudades de Coro y del Tocuyo juntó el Gobernador una razonable compañía. uc
españoles, y con las noticias que le habian dndo de la. muchedumbre de naturales que habi-
taban la provincia cercana á la gran laguna de Tacarihu8: y otra que demoraba la tierra
dentro, al Leste de la primera poblacion que se hizo dAl Tocuyo, la despachó á su descubri-
miento, donde luego que los nuestros la. pisaron tuvieron mnchas ocaRiones en que manifes-
tar su valentía española, en trances bien arriesgados, por ser belicosos los naturales ; y
pareciéndole al Capitan ser la tierra á propósito paro. poblar en ella y hacer plaza de armas
para empr'ender la conquista de los Carácas, con la 6rden que llevaba de VilIal:!inda, fnnd cí
una ciudad por el año de cincuenta y seis, que lla mó la Nueva Valeucia, sesenta legna.'1 al
Sueste de Coro, y siete de la Burburata, en cuyo tiempo murió Villasinda dejando el gobierno
en el ordinario de los Cabildos.

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346 FERNÁNDEZ PIEDRAHfTA. [LIB. XIJ.

El de Bariquizimeto, sentido más cada dia de la falta qtl~ le hacian sus minas de S.
Pedro, nombró otro Capitan, llamado Diego Romero, para que con otros cuarenta hombres
volviese al castigo de los Nirúas, y ejecutado con la mayor demo tracion que pudiese, pobla. e
otra vez la villa, de que pendía el remedio de todos. Hízolo así Romero, y dejando alojada
en el campo su gente, volvió á. Bariquizimeto á dar cuenta de 10 sucedido, para que con la
noticia dispusiese su Cabildo lo más útil para In fundaoion de la villá; pero habiéndose
encontrado con Gutierre de la Peña, que de la isla española habia pasado por Gobernador
en lugar de Villasinda, y enterádole de lo que habia obrado, tuvo' órden suya para volver á
poblar donde le pareciese, con cuyo despaoho vuelto á Nirúa, halló su gente libre de haber
experimentado alguna desgracia de las que pudierau temerse. Pero como ya entraba el
invierno, y por esta razon no podia trasegar la provincia para bu car sitio más cómodo, se
hubo de resolver n poblar en la misma ranchería de las minas, con el nombre de Villa Rica 1
en cuya ocupaoion estaba cuando llegó á Bariquizimeto Pablo Collado: Gobernador despa-
chado por el Rey, quien informado de las incomodidades que se padecian en la nueva
poblacion, mandó al Capitan Romero la mudase ti otro sitio que fuese más favorable, llamán ...
dola Nirúa del Collado, por cuyo recuerdo parece haber motivado la cuaTta transmigracion
que se hizo, fundándola sobre el mismo rio Nirúa, en que la. puso Diego de Parada, aunque
en diferente asiento, donde tampoco permaneció cuatro años cabales, por haber sido tan con ..
tinuada la guerra de los indios, y el fruto de las minas tan corto, por :falta de negros, que no
pudo mantenerse más tiempo, ni vuelta á reedificar por el Licenciado Bernardes mndó
fortuna; y aunque todos estos sucesos acaecieron desde el año en que vamos de cincuenta y
tres hasta el de cincuenta y siete, ha parecido reducirlos á este capitulo para desembarazar
los siguientes.
Con la entrada del Obispo D. Fr. Juan de los Bárrios dejamos en San taré algo
apaciguada la furia con que el Licenciado Montaño se portaba en su visita; pero como
aquelhl suspension era violentada en la. inquietud de su natural, rompió brevemente su
c61era con los diques del respeto que la tenían rept'esada: y si de nntes era. grande el odio
que mostraba á Briceño, de allí adelante lo ensangrent6 de suerte que por todos caminos le
solicitaba descréditos. Y como la autoridad en el Juez sea la causa principal para que le
tengan respeto, y la desgracia del reo sea el moti vo que más provoque á desprecios, unas
veces libraba provisiones por sí solo en el despacho ordinario, para dar á entender faltaba
en su compañero la autoridad que en él residia; y otraR veces contra. el mismo Briceño,
dá.ndole algunas comisiones 6 visitas de diferentes gobiernos (subsistia entónces la nueva. ley
que lo permitia, y despues Re revocó), todo con mira de apartarlo de sí para q ne no le em-
barazase la ruina del Reino; pero viendo lo poco que conseguia por este camino, libró
provision en que le mandaba volviese á r,esidir en su gobierno de Popayn.n, para que imagi-
nándolo reo ó súbdito suyo, no se hiciese de él la cstimacion debida tí. su puesto; para lo
cual, y que lo capitulasen, se estrechaba en amistad oon los émulos quo la residencia d~
Benalcázar le habia criado: á que hacia tan poca contradicoion el Briceño, que admiraba
flU dejamiento, si bien teniéndolo por entereza Montaño, variaba en las resoluciones que
habia tomado.
Esta paciencia en Bricoño se oxtrañaba de suerte entre los veoinos de Santa:fé, que
aun los mna politicos la atribuian á temor grande que habia cobrado al compañero, pues no
es fácil de encartar entre los actos prudenciales el tolerado ajamiento de la autoridad del
oficio. Dejábase tratar en 108 Acuerdos y públicas Audiencias con voces muy ba.jas, apodos
y nombres injuriosos, y que en la realidad quitada aquella culpable sujecion de Briceño,
no cabian en su persona; y aunque tí loa principios do su enemistad acoatumbraban salir de
108 estrados riñendo públicamente, despues vinieron á terminar las contiendas en quedar el
Montaño absoluto dueño de todo, dillponieodo y ejecutando á su arbitrio cuantos despachos
de justicia y gobierno se ofrecian, haciendo por remate que los firmase de fuorza. ó grado
Brioeño : accion que parece increible en quíen despues mereció otras plazas de que dió
buena cuenta has1K'l. ocupar la de Presidente del Reino en propiedad j pero h~y prudencias
de primera magnitud que n.o se dejan percibir de escl"Utinios vulgares. La luna parece á.
éstos el mejor astro del cielo, porque no miden las cantidades por las distancias; y en la
realidad es menor que una estrella, porque la retirada magnitud de éstas solamente se deja
alcanzar de ojos que penetran esferas. .Á. fatuidad de Mateo Viceoomite atribuían sUs
émulos la ocupacion de pescar ranas en un estanque, y en este dejamiento ocultó ~ pruden-

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CAro !I.] HlSTOlUA. DEL NUEVO REINO. 34i
CiR con que despues oprimió la libertad de Jos milaneses. Al fin Briceño, de cuerdo ó
temeroso, obedecía de tal suerte á Montaña, que ad vertido en cierta ocas ion del Mariscal
Quesada, al tiempo de entrar en acuerdo, de que en él se habia de tratar un negocio de
notable perjuicio- á los conq nistadoreR, como 10 era dar Montaña un buen repartimienro
.que habia vacado, á Pedro Escudero, su hermano, dijo delante de mnchos que lo tuviesen
por el Bachillerejo de ménos cuenta. que de España hubiese salido, R1 tal provision firmase,
pero como en semejante!'! lances no fnltan lisonjeros que hagan á dOR manos, fué luego uno de
.ellos y dióle parte de todo á Montaña, al ~alir de su casa para el mismo Acuerdo, y levantando
la voz dijo: Pues téngunme á mí por el más vil Lioenciadillo del mundo, si él no lo firmare
.esta .ta.rde~
Asi, pues, cumplió su promesa, y Briceño faltó á la snya firmando aquella misma
11iarde 'l a provision que habia dicho no firmaria, con qlle Pedro Escudero quedó con la enco ...
mienda del Cocn], que cl',e:utaba, tres mil pe~os de ensayado, sin los aprovechamientos, y
.abrió la puerta pa.ra acomodar á 10i hermauos restantes, pued luego se dispuso la convenien-
.cia de Rodrig0 de Montaña por uu arte bien raro, y fué hacer que cada cual de los Enco~
meuderos de los Marequetones le salta e dos casas de las que se les habian dado en
l'epartimieoto, con que llegó á tener el mayor de todos, y tal, que si no se le hubiera quitadu,
le rentara en cada un año de cinco á seis mil pesos de ensayado: y á Cristóbal Montaña
ncomodó en otro de menor ,cantidad, en la misma. provincia de Mariquita ó Victoria; y
aunque Briceño hacia cada dia firmes propósitos de 110 consentir en , semejantes mercedes,
eran tantos lo~ temores 'en que lo ponian algunos, sobre el que él se tenia. de tintes, que
tambien firmó ógtas, y llegó á verse tan ajado de Montañ0 1 que no pudiendo ya pasar por
los ultrajes que e:s:perimentaba, hizo un auto por el cual se desistía del ejercicio de su plaza
hasta que su Majestad mandase otra cosa, dejándolo firmado en ellibl'o de Acuerdo; y
aunque era cierto que no lo podia hacer, por ser aquella l'osolucion perteneciente al Prínci~
pe, al Montaña le fué tan agradable, y al Briceño despues tan sensible, que para que lo
volviesen á admitir al oficio necesitó de hacerle más rendimientos que de pntes, aunque
parece no podian pasar á. mayores: si bien para todas esta.s indecencias se disculpaba con
decir teni<t bechas exclamaciones para. cuando fuese Juez á remediarlo¡ que no ocafiionaba
poca risa eLl los que consideraban que siendo Presidente de Sala y VÜiitadOl', como el compa-
ñero, no se ,t enm pOL' Juez para cosa alguna.
De la. persecucion de Briceño y de los visitados pas6 Montaña á la de los indios,
porque no se r.€. ervasen chicos ni grandes, y di púsoles su calamida.d á los mi erables en esta
"manera: lIallábanse opl'imidos con la tiranía de que usaban 101:1 Encomenderos para cobrar-
les tributo, al tiempo que llegó Montaña, deseoso de arruinar á éstos, como lo manifestó
con palabra, y con esta mira les daba á entender que el fin de su trtÍ.nsito 6. Indias no
habia sido otro qne el de sacarlos de la opresion en que los tenian los conquistadores; y
como el agasajo fingido que les mostraba, y ellos tenían por verdadero, jamas lo habían
visto en Juez alguno, y habiéndose de gobernar por las apariencias, no hallaban autoridad
en Briceño para buscarle, porque todo el cortejo de lo' vecinos acudia m{ls donde los
.compulsaba el temor que donde los persuadi!\ la obligacioo, dieron en recurrir á Montaño
~on sus quejas, que las admitia con gu. to, miéntl'as valiéndo e de ellas logró lances en que
satisfizo parto de su crp.eldad y codicia; pero como se continuasen las quejaR, y los indios de
suyo :iean molosto , tanto como lo son los agravios que cada dia reciben de los que intentan
,sacar de sus trabajos pl'ovechG, dióle brevemente en rostro esta molestia á Montaña, y parfl
librarse de ella tomó por expediente, ó 10 tomaron sus hermanos (que se habian levantado á.
mayore. ), que los criados que e.~tuviesen de gua.rda maltrata en de suerte á' los indios que 10
fuesen con quejas, que volviesen escarmentados para no repetirlas. Hacíanlo, pueR, así, y en
llegando lastimados á buscar el remedio de su injuria, dábanles sobre ellas muchas ooces, y
algunas veces las trocaban en palos y otras tantas, y más iban á los mercados y les quitabaIl
géneros gue vendian, con el pretexto de que erau para la casa de] Visitador, pagando á los
miserables en la misma moneda de palos, si cobraban en otra: estafa 6 crueldad tan soez,
.que si no la. .ignoraba y omitia el castigo, pasaba de infamia.
Todas e~tas acciones las miraba doña Catalina. de Somonte con los ojos de su pru-
dente consideracio.n, y amante verdadera del marido, le instaba en que se abstuviese da se-
mejantes procedimientos, que tarde 6 temprano habian de llegar á noticia del Emperador y
su Conseja, donde habia. de poder más la relaeion de todo un Reino que la suya. Persua-

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348 FEnNÁNDE~ PIEDUAIIíTA. LLID. XII • .

dfale tÍ que se compadeciese do Armendariz, pues cuando á ello no 10 moviesen los privilo-
gdos de &u nobleza, bastaba haber sido su antecesor para que, amparándolo contra sus ému-
los, no tuviesen otros avilantez para obrar lo mismo con él : que ninguno deshace el espejo
en que debe mirarse, si no teme se le descubran fealdades á los rayos de su limpieza: que
pues era tanto el amor con que eran venerados los Oidores que visitaba, obrase él tambien
como todOR, pues ni por culpas que les atribuyese habia de calificarse de que no las tenia, ni
de la ruina de aquellos cabnlleros habia de sncar más intereses que odioR: y finalmente, que
no abusase de la bondad de Briceño, plIes en la escuela que seguian ambos, más crédito ga-
naban los sufrimientos que los arrojos y más con quien los habia puesto en aquellas plazas,
no para ejercital' las armaR sino la J ul'isprudencia, espeoialmente con los miserables indios,
para quien el menor despego es crueldad y la má.c:¡ leve ofensa. tiranía; para lo cual reparase
cuán lastimado tenian el COl"a7.on de su Rey con las vejaciones que reoibian, cuyo remedio
babia puesto en sus manos. Pero todos estos consejos, que dehiera atribuir á inspiraciones
del cielo, los convertia en sospechas de que le tenian ganada la voluntad á la mujer, para
que le embarazase los créditos, que fundaba en ser Juez de campanada, quiero decir de
.aquellos que viven persuadidos á que sin lo ruidoso de los castigos (oaigan ó no sobre cul-
pas), no pueden dispouer sns nscenROS : torpeza incurable pretender con acciones do brutos
.aquellos puestos qu~ .destinó lA razon para los muy racionales.

CAPITULO III.

PROSIGUE MONTAÑO EN SU VISITA; AJUSTICIA Á PEDIlO DE SALCEDO Y


Á OTROS.-ALVARODE HOYON SE REBELA Y SA QUEA ALGUNAS CIUDADES;
MUERE DESBARATADO ' EN POPAYAN, y REFIÉRENSE LAS PREVENCIONES
DE SANTAFÉ CONTRA EL TIRANO.

ESÓRDENES tan públicos como los que van referidos, mal podian ocultarse al Obispo
D D. Fr. Juan de 108 Bárrios, en parte dondo para consuelo de los agraviados no habia
otro Tribunal en que representar sus quejas; y aunque en lances tau peligro~os procurab~
desde que llegó al Reino desviar de sí cualquiera dependenoia que pudiese provocar tÍ Mon-
taño, en la del mal tratamiento que de su casa recibian los innios, uo era materia fácil escu-
sar el empeño sin detrimento del crédito que habia de fundar en el :cumplimiento de su
obligacion pastoral. Por esta causa (entl'ado ya el año de mil quinientos y cincuenta y cua-
tro) tal vez en las plá.ticas privadas y algunas en el púlpito, afeó con discrecion crueldad
semejante, y aun la representó ÍL Montaño, juzgando sacar de su~ paternales avisos el frnto
de la. enmienda. Pero él, dándose por desentondido de cuanto el Obispo le decia para su
bien, y abrazaudo como verdades las melltiras con que muchos malsiues lo inclinaban al
mal, fué continuando en el mismo modo de postrarse con que habia. empezado, y para quo
el Obispo no se queda.se sin 01 premio de iU buena intencion, com~nzó 6. dar tras él con
aquellas sinrazones y falta de respeto que tenia de propia cosecha, de que se originaron gran -
des encuentros así con el Obispo como con 8US Prebendados, que sentiau las sinrazones
obradas contra su Prelado, contra. quieues dispuso se librase provision de la Real Audien-
cia, para que no se les acudie~e con sus rentas por la falt~ de aBistoncia tÍ la Catedral de
Santa Marta, que no tuvo efecto por haber ocurrido ellos con la queja á la Princesa Go-
bernadora) que mandó lo contrario por Cédula. de diez y ocho de Diciembre de mil qui-
nientos y cincuenta y seis años; que si bien estas diferencias causaban escáudalo, sirvieron
de divertir los golpe/:! que temian algunos de los amenazados. Pero lo más ponderable era
que teniendo al Obi po y á Briceño por enemigos, á tantos nobles y plebeyos quejoRos y
CQsi ó. todos mal contentos, no bastase la sindicacion que de unos y otrOs debia temer, ni
para que enfrenase la ira, ni para desistir de mancha.rse con el tizne de los cohechos, en que
estaba enviciado.
Manifestó lo primero con la arrebatada sentencia de muerte que dió contra Pedro de
Salccdo1 Ó Saueedo, como lo apellida Castellá.nos, h:lciéudole cortar la cabeza, !iin el reparo

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CAP. lIl.J lIIS1'OnIA. DEL NUEVO UEINO. 34-9

de ser un caballero ue
tantos servicios, como se hl111 viRto en el diRctlrso de JM conquistas, y
Ain que yo haya podido averiguar la caUSll, sino solamente inferir la injll!'ticia, por lo que
eRte mismo autor al canto veint.e y uno de la cu:u'ta parte de su hi~toria indiana t dioe, ha-
blanuo de la muerto de Montaño, con estas palabl'as :

Con pena capital fui ca tigado,


y e8 el p'l'ime1'o q'lte de los Jueces
de e8tas pades de Indias Ite sabido
se1' en públü;a plaza degollado
dentro de E paña, donde los j1m'ientes
de Pedro de Saucedo, que él habia
en Saniafé c01'tado la cabeza,
por causa ménos g1'ave, q'ue de muerte,
fue1'on no poca parte de la suya. t

Sobre cuyo texto diremoR c1espues la dificultad que pac1e'ce ~ y en dtial1to IL cob'echorf~
(;i'a 10 O'U'IS reparable, que ndemas de ser este género de culpas de Jos qlle ~e explican r.on é'}
Sambenito de falta de limpieza, pl'acticábalo Montaño por el m*R extraño camino que pudo
inventar la malicia, pues siendo 01 e ,tilo corriente del que admite regalos empeñarse en
que el cohechador consiga el fin que pretende, por cumplir el contrato, aUl1que torpe, ql10
implícita ó explfoit.:'l.mellte se celebró entre ambos: este miL1istro f 6 por afoctar singulsrida...
des hasta en los delitos, ó por el fin de ocultarlos con los medio~ que debiera elegir para
sacadoR ti plaZa, aunque alguna!! vecea cumplia lo que pRct:tba, lo más Ql'dinario era dispo ..
ner que saltesen con las manos on la cabeza los mi. mOR que le ponian el cohecho en las
manos; y aunque los encuentros con el Obispo inquietaban l¡¡ República, el clamor de los
indioA 11a injusta muel'te de Salcedo lastimaban á. muchos; los públicos cohechos llega.ban
IÍ los oidos de Briceño y le daban eu rostro, y todos le iustaban·pot el remedio; nada bastabá-
para animarlo, ántes se afirmaba de nuevo en que no queria qne el Reino se alborotase,.
porque su compafiero no deseaba otra cosa: y aunque se le replicaba con fuertes razones
ouán poca. parte seria Montaño para ello, DO había forma de sacarlo de su dictlÍmeuj y l\ la
verdad lo que parecia eutónces e1'», que el Montaño, viéndoso gl'avado con tantos exce.'os, y
que 13, noticia do ellos corria por todas las Indias, y hahia pa R.UO 11 esta Corte, deseaba que
BU compañero, él y el Obü;po llegnsen- tÍ tales términos, (lue de ellos resultase algnn grande
alboroto, en cuya tempestad se confundiesen los delitos del uno con la impntdcncia de los
contrarios.
A este estado habian llcgádo lOA progtesos de la ViRita cnanoo amagando alguna luz
de consuelo se supo haber desembarcndo en CSl'tageua el doctor J lIan Maldonado, natural
de Sevilla, proveido á la plaza de fiscal de Santafé¡ pero apagóse oon la segunda uoticia de
haber llevado comision para residenciar ouarta vez al Adelantado D. Pedro de IIeredia, que
poco ántcs habia vuelto libre á. su gobierno; de la que Armendariz le habia tomndo, con cuya
ocasion este Fiscal se detuvo mú,s de oos años en aquella ciudad, y en Santafé la tuvieron
Montaña y Briceño, para que sustanciando la visita de los Oidores, el uno con grandisimll
pasion y el otro con blandmB y equidnd la. cenaselI; pero como a.l que juzga cou amor el
cuervo le parezca blanco, yal qne mira con odio el cisne le parezca n~gro. y é~to!;! dos ex~
tremos de odio y amor sean loe polos en que estriba la buena ó mala fortuna de 108 reos,
fueron muy diferentes laR r,entencias 'lúe se dieron eo e113 t porque el Montaño condenó ti.
los Oidoree en privacion de oficios y otras penas pecuniarias, y el Briceño tan templada.
mente, como debió hacerlo en justicia: mas como ambM sentencias habían de venir á esta
Corte, hiciéral'le poco apr~cio de In de Montaña si no tuviera en su poder los títulos de las
nuevas plazas tí. que estaban proveidos, que no quiso entregar-les, teniéndoloA por malos
jueces; con que trataron de pasar Á. estOR Reinos en seguimiento de su apelacion, bajando
para el efecto tÍ la costa, de que se siguió la muerte de. graoiada de estos dos cnballeros, como
veremOR despuee.
¡Jon este inhumano estilo de proceder contra Gúngora y Galal'7~a, cayó tal desconsuelo
en toda la tierra, que de amedrentada ó conru. a, DO osaban los hombres habla.r unos con
otrO$: tanto era el terror que aquel hombre ponia con sns desafueros, en cuyo tiempo se )0
dispuso la caída en uno de )08 nU'5 reos delitos que eu mi sentir pudo caher en un ministro

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350 );<'EltNÁNDEZ PIEDnAHÍTA. l LIB. xn.
de su graduacion, pues aunque sean grandes, afrentar y quitar las vidn¡:; de muchos: sin
culpas que lo justifiquen, pálianse eRtos excesos con la falsa presuncion de que se obra en
justioia. Fué, pues, .el caso, que teni!!. preso, como dijimos, y pue to en un calabozo á aquel
Alonso Téllez de quien hemos tratado, á quien por haber sido Escribano de Gobernacion, y
despues de la Auoiencia, y el más íntimo amigo de Armendariz, así !!lismo residenciaba:
y como en la realidad algunos cargos de los que le hacian eran de graves culpas, hallábaso
temeroso del IDal éxito que habia de tener de ellos; pero siendo oe vivo ingenio, maquinó
una traza para librarse, y tal, que cuando en vez de lograrla se perdiese con ella, tambien
se llevase de enouentro á. Montaño, su mayor enemigo. Tenia, pues, ésté en su casa una.
prima de su mujer, que habia llevado de estos Reinos para caS'í\rla en aquéllos, como suelen
haoerlo otros Jueces, que con semejantes cal'gas admiten los cargos; y tomando de este
principio el fundamento para la trrssdia de ambos, envióle á decir el Téllez á Montaño el
deseo grande qlle tenia de casar coT( aquella su prima, como el de posorio pudiese estar en
secreto hasta que lo ab~olviese ó condenase en la pena que ruese jnsticia. Montañ.o entónces,
más atento al cebo del interes que al anzuelo qu,e en él se ooultaba, consultó á sus hermanos
luego la forma de abrazar aquel partido que tan bien les estaba, pues para el seCl'eto no
~olTia en aquel tiempo en los desposorios la disposicion con que despues mandó celebrarlos
el Concilio de Trento; y para la conveniencia era el Téllez de mediana calidad, muy rico,
y sobre todo Encomendero de Boza, uno de 108 mejores repartimientos del Reino.
Con estas favorables consideraciones, y en fe del secreto que lp, pedian, admitió Mon-
taña tan ciegamente la oferta, que DO miró la maldad que se le ponia á 108 ojos; pero el
Téllez, que los tenia más despiel'toR, hacia de cada CDsa que le pasaba en lietnejante contra-
to, una exc!amacion ante otro Rscribano confidente suyo, expresando quo cuanto obraba era
para librarse de las injutiticia de aquel hombre tirano; y finalmente, despues de otras
mnchas cautelas de cada cual de las partes, el casamiento quedé, ajustado, y para efectuarlo
llamó montaño al Alcaide, de quien forzo amente babia de confiarse, y le mandó que á la
media noche sacase á Téllez Jc las pri.siones en que lo tenia puesto, que no eran pocas, y lo
nevase á su casa. Hízolo así, y entrado el reo en la casa, donde la espe a lo estaba esperan-
do con el acompañamiento de toda la familia, el mismo Montaño les tomó las manos en señal
'<le ami!ltad y reconciliacion, que ambas partes pactaron, y acabado el infeliz despoRorio, por
no faltar á las demas condicioneR del ajuste, volvieron á Téllez á. la. cárcel y 10 cargaron de
las mismas prisiones que ántes tenia, De allí ndelanto, la noche que fingidamente trataba de
,'er á Fin esposa (habiendo hecho primero para cada visita su exclamacion), 10 daba á enten-
der á Montaña, y éste mandabf\ al Alcaide le franquease la cárcel para el efecto, y ent6nceA
iba, y estábase en pláticas con él, y poco tiempo con la mujer (lIamémosla así), y volvíase f1
sus prisiones antes que rompieRe el díaj de que resultó que poco á poco se le fuesen allvian-
do, hasta quedar libre de ellas y suelto en fiado. Con eestas cautelaR e hallaba ya Montaña
metido en un lazo, de que no era fácil escapar sin mucho peligro; y el TéUez, puesto en
libertad y apodorado de la voluntad de su mayor enemigo, no esperaba otra ca a con sus
cxclamacione y t1'87.8J:! ~ino h llar ocasion para huir secretamente, y dar en esta Corte con
111. noticia de la maldad q 11e con él habia. usado, y de las otras muchas que por instantes
aquel J oez cometia.
Este era el estado en que se hallaba oua.ndo la fortuna, para dar tiempo tÍ u preten-
flion, dispuso que entrase en Santafé la noticia del alznmiento de Alvaro de Hoyon, natural
de Sevilla, quo sucedió en esta forma: Era este hombre uno de lo... primeros pobladores de
la. villa de San Sebastiau de . la. Plata, ti cuyo efecto habia ido con el Capitan Sebastian
Quintero: tenia por hermano IÍ Gonzalo de Hoyon, persona cuerda. y á quien en serta se
parecía muy poco; con que persuadido de su mal uatural, 6 instigado de la mala constelacion
que corría en las provincias de arriba, do donde Aalia fuego baRtante para encender las im-
prudentes inclinaoiones de Hayan, se 1'6/ olvió por fines del año antecedente de cincuenta y
tres á tiraniz8r la. miRma villa de la Plata con Aotenta hombres perdidos que, doctl'Ínados en
la escuela de muchas mnldades, prometieron seguirle. Mató, pues, 10& Alcaldes y ó. todos
aquellos que prefirieron su lealtad á las vidas, entre quienes pereci6 un sobrino del Mariscal
Quesada. Oon este inrame principio, y alentado con pocas fuerzas y muchos delitoe, pasó
luego á la villa de Timaoá, distante siete leguas de San Seba8tinu de la. Plata, donde eotrán-
dOt5e sin resistenoia que 10 embarazase, tuvo ocasiou de sorprenderla y de ejecutar muchas
muertes en los que asimismo se mo:)trlll'on leales.

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CAP. IlL] IlISTOIUA DEL NUEVO REINO. 351
En este lugar se lo agregnron con Gonzalo do Zúñiga otros treinta hombres 10R ue
muchos que del Perú se desgaritaban á cada paso á oontagiar otros Reinos. Con ellos, pues,
J con los que ya Re tenia, revolvió contra la villa de Neiva, donde Juan Alonso, sin hacerle
oposicion, por la poca gente con que se hallaba, hubo de ceder tÍ su mala fortuna, aunque
(Jan tanto peligro como si lo Tecibiera de guerra, pues la gente de Hoyon, cebada en cruel-
dades, obró lo mismo que en Timaná y en la Plata, siendo el mayor delito de los que allí
murieron haberla recibido con las varas del Rey en las manos. Considerando, pues, aquí
Al varo de Hoyon que para empeñarse más en introducir la guerra contra las oiudades
vecinas tÍ Santafé, eran cortas sus fuerzas y vana la esperanza de hallar mas parciales,
resolvió aceleradamente ir contra la. gobernacion de Popayan, por ver si podia conseguir la
entrada en aquella ciudad ántea que la noticia de su alzamiento llegase.
Gobernábala entónces el Capitan Diego Delgado, á quien el Oidor Briceño habia
¿ejado en su lugar. Era este caballero natural de Alcardete en la Mancha, y muy práctico
En la guerra de Indias, donde habia militado tiempo de doce años; y como anticipadamente
le llegase aviso de lo sucedido en las villas de la Plata y Timaná., prevínose como soldado
tÍntes que el enemigo le atajase las disposiciones, siendo una de ellas noticiar á las ciudadeFl
de su gobernacion para que le dieseR socorro en caso que el enemigo tomase la vuelta de
Popnyan: si bien solamente de Cali le aeudió el Cspitan Vicente Tamayo, marido que fué
<1e María Renjifo, nieta del rnga Guaynncapac, con mny pocos que tuvieron ánimo para
seguirle hasta aquella ciudad. Ya el Capitan Delgado, con haber barreado el lugar y proveí-
·dolo de arma~, tenia eRÍorzada su gente para cualquier encuentro de guerra en que la aven-
turase, como en efecto se le ofreció brevemente. Alvaro de Hoyon, doblando jornadas con
fin de llegar ántes que supiesen su ida, Re puso á tres legnas de la ciudad, parn d ' . sobre
el.la al romper del día siguiente, con cien hombl'es que le seguian resueltoS! :l morir ó vencer
á ~u lado; pero reconocido ya por las centinelas que batian los caminoR, y notioioso Delga-
<.lo del número de la gente que llevaba, resolvi6 salirle al encuentro para. que, trabando con
.él alguna eRCaramUg<~, pudiese reconocer hasta dónde llegaba el valor del campo contrario.
Con e te designio, Cf}rcn de la média Roohe sali6 con otros cien hombres; pero á brevo
distancia, encontrttndo!ie Jos batidores de los dOH campos, tocaron al arma, y comenzóse á pe- _
lear por ámbas partes con el recelo de que la pal'da noche á ninguno seria favorable; pero
unbiemlo amanecido Re fué trabando tan fiera e. caramuza entre leales y traidores, que, ju-
gándoRe en ella lances de todo arresto y destreza, duró indiferente hasta las diez del dia, en
que se declaró la victoria por el Capit.'\n Delgado, y rota de todo punto la gente de Hoyon,
que, herido it manOR do Rodrigo Téllez de L1.s Peñas, natural de Ubeda, fué luego preso con
touos los demaR parcil\le.· suyos que quedaron vivos; de lOH cnaleR algunos siguieron ó. Sll
Oapitan en la forma de morir, dando la cabeza ó. los filos de un cuchillo en pena de Rll locu-
ra: tÍ otros acabó el cordel y 101'1 ménos culpados lastaron el empeño de sus malos juicios en
destierros y galefaR. De ](¡li nuostros mataron á un Regidor de Popayan, cuyo nombre no be
podido descubrir. Con mé no~ garbo, aunque por semejante empeño, murió en Avila otro
Regidor {t manos de Comunero. y haRta el dia de hoy dejó méritos que premiar en sus deR- '"
cendientes. ~ alieron herido muchos de los leales, y entre ellos. de una bala sobre la ceja,
Vicellte Tamayo, que Re :cñaló mñA que todos en la escaramuza, como despues en las priaio-
Del'; de Mateo de Za.z y Pedro de Mendoza, que condujo á Cali, donde 108 ajusticiaron por
t raidores.
Así terminó el intcmpe tivo arrojo de Alvaro de Hoyon, que tan parecido fué al del
negro Miguol; pero con la diferencia de haber muerto é$te peleando por no dejarse e. ca1'-
necer do su enemigos, que eR linaje de muerte más fiera. La nueva de esta victoria se
<lespachó luego á Sant:lfé, donde miéntras llega, y la primera corre, todo era discurrir el
remeuio y tratar de ali tar gente para el reparo, porque á. la verdad se hizo más caso de este
desatino de Hoyon que el que debiera hacerse, á no tener la experiencia de los incendios
que menores oentell:v; habian levantado en I)tras partes; y como el Licenciado Montaño
hacia el primer papel para las disposioiones, bastaba esto solo para hacer la materia ruidosa:
íué pues, la pl'imera formar junta de guerra, en que entraban Briceño, el Obispo y algunos
Cabos de los primeros conquistadores del Reino; pero no el Mariscal Quesada ni Pedro de
Ursua, ciendo el uno Capitan general del Nuevo Reino y el otro el Cabo de más crédito que
en él habia. De Junta más decorosa fué excluido ~"ernando Cortés sobre Argel, mas DO por
eso df'jó de alzarse en justicia con el renombre del mayor Capitan de In nacion españoln: y
4(i

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352 LLlB. XII.
aunquo por part.e del Obispo y dcmas personaR do la J uota se le represoutá'La á l\'fontniio 10
que se extl'aüaria en el OOtlRejo semejante exclu ¡va, nada bastaba para que no prefiriese la
enemistacl que con ellos tenia, y adcmas recelábaso de q ne entrando el l\Iari cal en la Junta.
se habia de embarazar cuanto pretendia ambicioso; pero no obstante su contradiccion, el
vu 19o, que en semejantes elecciones Buele ser el mejor voto en justicia, dió motivo para que
el Oidor Briceño eligieso al Mariscal para que fuese contra el ti rano por el va.lle de N ei va
con la gente de armas del Reino: voto admirable si hubiera salido de aljnba más firme.
En lo mismo hubieran venido todos, si el Montaño no 10B tuviera o.medrentados de-
Imerte que no se atrevian á darle disgusto; y aSÍ, consultado el negocio otra vez y vuelto-
Briceño n la disculpa do que no queria que por su causa se perdiese el Reino, continu6, co-
mo todos, en que el Licenciado Montaño fuese luego sin gente de guerra. á la gobernacion
de Popayan, entrando en ella. por Ibagué, desdo dondo el Capitnn Melchor de Val<1éR, que
ya era Justicia Mayor da la villa, habia. nbierto camino hasta Cartllgo para que, puesto en
a.quella ciudad 6 en la de Cali, juntase toda la má.s gente de armas que pudiese para deren-
del' la provincia, y que al mismo tiempo saliese de Santafé el Cap.itan Baltasar Mnldonado
con las fum'zas del Reino á encontrarse con Alvaro de Hoyon, tomando para ello la vuelta
€le Timaná que había de llevar Quesada. Concluidos eRtoR acuerdos 1 dj6 principio Montaño
á la empresa, recogiendo (aunque le estaba prohibido) la más gente que pudo, no para bus-
car al tirano sino para convoyar sns temores; y porqne no se ocultasen las armas que lle-
vaba para la guerra, compr6 cuanto~ damascos, tafetanes y raROS habia en la ciudad, con la
noticio. do que no se hallaban eu la gobol'l1acion, y así provenido, sali6 para Ibagué cinco
dias tÍ.nte.<! que Maldonado para la villa de Neiva.
A este Capito.n, que lo era de los más valerosos y bien afortunados, aegui3. gnstosa
la gente más granada del Reino en vistosas compañlas de iufantes y caballos; pero con tal
suceso, que al primer día. de marcha entr6 en Santafá el aviso de la muerte do Hoyon y des-
trozo de su gente, con quo hubo de volverse con su ejército tan entero á Santn.fé como dos
días Antes lo habia aacado; pero Montaño, quo nuu no tenia la. noticia, habia llegado h la
ciudad de Tocaima, donde sin facultad quo pat'a ello tuviese, porque su eomision so enten-
dia. solamente para Popayan, ajustici6 privadamente ó. un vecino de n(!llella ciudad, con pre-
texto do que era espía. que Alvaro de Hoyou tenia en el Reino (que así lo cm, como lo habi:\
sido Brieeño); y aunque el Mariscal Quesada refiere csta lU uarte sin expresar el nombre
del ajusticiado, puédese presumir haberlo sido Pedro de Saucedo, do quien habla CnstcUiÍ.
n08, como vimos arribn.: y muévemo á pensarlo así, ha.ber sido este ca,ballero vecino de
Tocaima., y ser cosa fácil en CastelM.nos, quo escribió en/runja, poner por teatro de su tra-
gedia á San taJé, habiendo sido una ciudad tan veoina como la. d Tocaima. Persuádemo
tambien el reparo de que un caso tan especial y ruidoso, siendo distinto del qne vamOR tra-
tando, no lo rofiera Quesada en otra parte, cuando de menores acaecimientos baco repot,idus
memorias. Ademas, que iempre he tenido por ascntado en el Reino, que el primer hombre-
Ó. quien se le corro la cabeza en Santafé fué á. Francisco de Bolívar algunos años despuas ;
pero huya sido 6 no uno mismo el suceso, esta cabeza. más derrib6 ell'igor de Montaño: y
si de Neron decia. éneca que por muchos años que matase, DO ]e seria. posible matar n.
quien le había de suceder en el Imperio, podrian los testigos de crueldad semojante repe-
tirle 6. Montaño, que por más cabezM quo cortase, nunca llegada á. quitar la de aquol que
por castigo 10 h.'l.bia de cortar la suya.
Ejecutada esta injusticia., pasó Il la villa ell} Ibagu , donde ú un mismo tiempo tuvo
aviso de lo sucedido en Popayan, y uoa Real pl'ovision d,espacbado. por Briccño, para quc
volviese al ejercicio de su plaza, pues la guerra era acabada y muchos los negocios que l,en-
dian de la Audiencia, 6. que él Bolo no padia dar espedien le. Ilizo lan poco cuso de ella que,
sin dudar en lo que dobia hacer, pasó hast.:'1. Oal.i, dondo con hcstaR públicas habjan celebra-
do los vecinos la victoria conseguida del tirano. No 10 oran para éste ,si no las repetian de
suerte que sus damascos y tafetanes las apt'obnson: pudo, pues, tanto, que las fiestas fnoron
dobles, porque no doblasen por ellos. Consegnido cElie fin, pas6 á las damas ciudades de la
gobel'oacion, obrando en cada cual alguna dc las gentilczaK que estilaba. Fué una de ella~
matar con recios tormentos al Oapítan Crnzate, por algunos delitos que sin prueba le impu-
taban, y sobro pretender que o.sí este caballero, como otras personas de ruónoa cuenta; oncar-
tasen ú. los veoinos de ülli, Ansermn. y Cnrtago eu el ahamiento de Alvaro do Hoyon, para
en&'lugl'entar bien las manos, accion que justificó con dar á un criado suyo 01 repartimiento

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CAro IB.J HISTonIA DEL NUEV nEL.:fo. 353
de iüdio~ qllO tenia el Cl'llznte. A este tono fuoron otros much s desatinos, que no se refie-
ren; haHta que teniendo ya dostruida b provincia en pocos mesc.':I, fué tomando l~\ vuelta
para el Reino, y aquí fné la. con[usion de todo él con 01 aviRo, pues n la m'louera que se in-
quietan 1m; hombl'CH al tiümpo de solt.1.l' :l.lgllna fiera en In. plaza, qllc uuos disponen la capa
para librar la vid~\ soltándosela, y otros pL'evionen los piós para. no soltarla o(ll'1'iondo j así,
oada cual de las personas de más sllposicion procuraba guarida en que hallarse segura.
Era una do ollas Alonso Téllez, que, fiado en los accidentes del tiempo, y no c. pe-
mndo ver otra vez ti Montaño, habia dilatado su fuga; pero viendo ya tan cl)rcano el rie go,
echóse rio abajo tÍ Cartagena pura esperar oonsion de venir á Castilla en la flota que acababa
de surgir n su puerto. En una de sus naos habia salido de Sanlucar García del Busto, na-
tural do Ocaña, (~ quien el Emperador, por muerte del Adelantado Benaleázar, habia dado el
Gobieruo dc Popnyan. Llevaba este caballero consigo á su mujer, cinco hijas, un hermano
y numerosa familüt do criados: pero Como eu ttln arrieggadas navegaciones gobieman de
continuo las ca~llalidades de todos cuatro elcmeutns, prendió fuego una noche en el navío,
por descuido que tuvo el Contra-piloto, y abrasándolo todo, pereció la. mis gente que en él
iba, y con ella GarcÍa del Busto con toda RU familia, ménos Pedl'o Fernández del Busto, su
hermano, que, aventurado ú. un batel, tuvo la dicha de que lo recogiese otra nao que lo
lIev' tÍ Cartagena : de allí pas6 á S<lntafé, donde causó geuoml compasion In. noticia de seme""'
jante infortunio, y lastimado más que todos Briceño, despues de 80correrlo generosamente,
lo proveyó en interin en el mismo gobierno de Popnyan, que llevaba el hermano; acoion bien
parccida, porque en In realidad era digno del cargo, por las buenas prendas que se le des-
cuhl'ian, como se vió en la rebolion de Francisco IIernández Giron, contra quien fué la. gonte
de Popnylln, y en los demas goqiel'nos que obtuvo en la misma provincia y la do Cal'tagena,
uespuef; que casó con forme :1 su calidad en el N nevo Heino, donde quedó por vecino.
Pat,tido osto caballero á 811 gobierno, entró en Santafé algunos dias deRpues, ya por
el aiío de mil quinientos y cincuenta y cinco el Licenciado Moutañ0 1 con su condicion tan
eotera como [¡t llevó; poro cunndo supo que Antonio Téllcz habia huido á la Costa, y con él
el Conta.dor dol Reino y Jua.n Martínez Gayoso, oLro ecretal'io de la Audiencia, que iba á
'llwjar6e t como quien no dice nada) de que lo llamó uu dia á. su cámara, y ponién¿jole nn
puuaI en los pechos, le hnbia hecho autorizar por {uel'za dO:i escl'ÍturM f¡lIsas, luego oonoci6
su perdieion, porque uuemas de lo (lue con los tres habia usado, recelaba con muoho funda-
luenLo 108 iustrumentos y papele~ fIne contra él llevaban. Ninguno el'a ya meuesLer, porque
en estos Reinos estaban ya, muy derramadas las noticias ue los procodimientos de Montnllo,
y npénas el COllsc'jo lo habia nombrado pOl' Vi. itadol', cuando estuvo arrepentido, como Re vió
OH la provisioo que luego hizo de Presidente en el Licenciado Bribiesca, comó dijimos, allllqlle
por las caU8:\S <Iue van referida /je dilató hacerla de nucvo, hasta qnu con las nuevas noticia.
(lLLe se repitieron, y cousider.Ldn. la nece~idad <lucIa. Audiencia de ,mtafé tenia do porson:l, que
rüÍl'CnnHe los desaIueros de Ioutnño, eligieron la del doctor Arbiso, Regente que habia biJo
de Navarra, y colegial mayol' de H.l.nLa Cruz de Vallauolid.
A e, te caballoro tan decorado dieron comision para que residencia e lL Montaño, 1
con In. resulLa de autos lo remitie e preso tÍ estos Reinos: mandúl'onle así mismo, que sia
detcner~e en evilln pnsaso á 'anlucar, donde elit bn. la Hota aprestándose para pasar á Indias
C01} el Marqué. de Cañ~tc, Viroy del Perú, con quiou iba D. Luis de Guzmau por goberna-
do1' propielario de la. provincias de Popayan y Antioquia, y se embarcase en ella. :b:jecutólo
Dsi por Octnbro, pero con tanta infelicidad para el Hoino como para sí mismo, pues el navío
en qua iba zozobró, sin quo m:t!i parecieRe, en nnn gran tormenta que lo di6 sobre las Cana-
rias. 'úpolo brevemente .Montaño por medio de los correspondiontes quo tenia en la Costa,
y aunque pOl' 8ecretas advertoncias do flU mujer y algunos dependientes suyos se le repre-
sentaron los términos que Dios le collcedia hasta qua se volviese á consultar la Presidencia,
para que 80 reconciliase con 108 enemigos q lle tenia y reformase el injusto estilo de precedel'
contra, tantos como tenia quejosos, para no quedal' arruinado del todo, ningun consejo
bastaba. para eomendarlo, pues llunque doscuul'ia bue,noB deseos de seguirlo, y con algullas
demostraciones lo acreditaba, eran retoños de tronco onvejecido en sequedades, que Hi al
riego continuado de las amonestaciones l'evel'decian, al pl'imer' iuflujo del estio de . n fogosa
inclioacion se marchitahan: tan dificultosa es de vencer una mala costumbre de vicios, i con
otra contraria do virtndcs 110 se ]e hace la guerra.

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CAPITULO IV.

ARMENDARIZ BAJA PRESO A CARTAGENA PARA QUE ALLí LE I~E IDENUIE


MONTAÑO.-EL CAPITAN AVELLANEDA FUNDA LA CIUDAD DE S. JUAN
DE LOS LLANOS.-EL ADELANTADO IIEREDIA Y LOS OIDORES GÓNGORA
y GALARZA SE AIIOGAN E~ ARENAS GORDAS.-PASA MONTAÑO Á SANrfA
MARTA, PÓNESE LA PRIMERA. TASA TRIBUTO DE LOS INDIOS, Y AL
URSUA PASA Á PANAMÁ, DONDE ROMPE EL PALENQUE DE LOS NEGROS.

IÉNDOSE Montaño combatido de tantos recelos cnantoR le causaban sus enemigos,


V puso la mira en sentenciar con Briceño la residencia ue Miguel Diez de Armendarjz,
qne puesto en prision esperaba el fin de sns infortunios con más paciencia que la que mostró
tener con Alonso de Znrita, con quien por mal que le fuese hubiera tenido mejor éxito
que el que le amenazaba. Oidos, pnes, los cargos y acusaciones puestas por los Caquecios,
que se daban por los más agraviados, !Satisfizo eu la f'Orma que puede un desvalido á. quien
los más íntimos se retiran ó declaran neutrales. Lastimábale á Briceñ<> ver aquel hombre,
de quien habian temblado tantas provincias, en tn.u miserable fortuna, y más habiendo siuo
recto administrador de la justicia y ejemplo singnllll' de J ueceR el} limpieza de manol'!,
aunque por deslices de la frogilidad hl1mana y artes de Alonso 'Téllez, hubiese caido en
algunos errores culpables que le oponían. Contrarios efecto!-l cauHn.han e.'ta considera.cione~
en Montaña, para inclinarlo ó. diferente dictámen; ¿ pero cWlodo el tigro no se enf urece con
lo mismo que se desonoja olleoD, para que Bea mllncha eu el uno lo que es corona en el
otro? y a, i, pudiendo mús la crueluad do Montaño que la compllsioll do llriceño, convillie-
ron e11 &entenciarlo rigorosamente, y en que lo bajasúlI á Cartagella, dOllue tambieu lo babia
de residenciar el mismo Montaño Je los excesos que le illlputa.bc Il haLer cometido en el
ejercicio de las comi. iones que tuvo en :,vluella cÍuuau.
Pronunciada la scntencia, aeudicl'oll luego 10B JUíuilitr)s inferiores á la cárcel á CObl'Ul'
sus derechos de Armendariz, pum; aunque de ella había interpuesto apeb.cion pam 01 Conse-
jo, eran exequibles las costas: ú que respondió no tenel' m{H; hienes que los ve"tidos CO)..l que
se cubria; y siendo tan notoria venlad, anduvo tan dl'¡.;comelliuo el &cribano, que le quitó
la sobl'cropa de los hombros, dejándolo en jubou ti vista ue los que se hallaba.n presentes, y
ojalá. fuese á la de cnantoR rinucn doraciones inuiguas por cOllHeg nir tale. cargo. ~reu ia :í.
las e paldas al Capitan Lui... Lanchero, el mlÍs agraviadll de Al'l11endariz, y quien 10 h.lbia
eguido con más te on en la. re idencia¡ pero ieud 01 u~ ' a cato del tc:~crjban , la.:.t imúle tIo
suerte que quitáudo, o uua capa de graua qne llevaba. pu :.ta, cubrió cou ella 11U oln.rncutc
su d suudez, sino las crueles prisiones en que lo t ' uiall. Volviú cutónce ' cll'ostro Armeu-
dariz para reconocer á. quien habia usado con él de compasion tan hidalga, y díjole entóncos
Lanchero: Pues ,efior, no hay ning uno Je los L'l.vorecidos en otro t iempo que asista lL V. .
en el presente? A que respondió Armendariz: No, porquo ell 1 tiempo de gnnn.r amigos,
elegí lo peor, señol' Lanohero. Bien .claro ejemplo el uno y el otro de la templn.uza con que
los nobles deben portarse cm} los caidos, por euemigos que t=;eal1, y del extremo do infelicidau
tÍ que suele llegar quien mlÍl:! afortunado se n5\egnra en el puesto.
No solamente mauifestó su nobleza Lanchero con lo que va referido, pero pagó tam-
bien tod s las costas y costos de que necesitaba A1'meuda.riz para bajar decentemente á Oa1'-
tagena, por la priesa que le daba. Montn.ño, con fin de 11a11ar8O ,en aquolla ciudad imtes qlle
se partiese la Armada y do tener lugar para componerse con Alonso Téllcz, que era quien
I):uÍs cuidado lo daba: y por no hacerlo sin que alguna crueldad lo malquistase de nuevo,
di6 en persuadir á Bl'iceño á que revocase el nombramiento de Gobernador de Popayau, que
habia hecho~ell Pedro Fel'Dández del Busto, ú porque le daba en rostro las acciones piado-
sas, Ó porquE' no habiendo sido suyo el acierto, queria tener parte eu la injusticÍtl que todos
tendrían por sl1ya. Uesistióse ú lo); principios Briceño; pero crecierou de suerte las instan-
cias de pa.rte del compañero euvucltuR en amenazas y Yaces, que hubo tIe ceder con la. Ol'di-

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CAP. lV.J llISTORIA DEL NUEV REINO. 355
nn.rin disculpa de que no queri¡l ser caURa de la perdicion del Reino j si bien fué muy poco
el tiempo que dejó de gobernal' Pedro Fern:l.ndez del Busto, miéntras llegó el suoesor pro-
pietario. Con la ejcc\lcion de esta galn.nterüt, tan propia de Montaüo, salió para Cilrtagena,.
llevándose por delante ó. Miguel Diez de Al'mendariz, y por las espalda1i al Capitan Pedro de
Ursua, que con Francisco Diez de ArIes, Martín Diez de Armendariz y otros cinco ó seis
cama¡;adas, lo seguia coo fin de asistir al tío en su residencia y solicitar forma de huir el
cuerpo á la pasion con que hombre tan malo miraba sus dependencias.
Apénas salió Montaño de Santafé, cuando Briceño, inclinado á la pretension que mn-
chos diA.s ántes tenia el Capitan Juan de Avellaneda de salir á nuevas conquistas, con fin d<t
, }'etirarse de los riesgos en que los de su parcialidad estaban metidos con b. borrasca de aque-
lla visita, trat6 de ocopado en parte, donde sin contmvenir á. la prohibicion que subsistia,
diese claras muestras de la nneza con que debia emplearse en servicio del Rey. Habia este
caballero, como uno de los que entraron con Fedreman, considerado de cuánta reputacion
seria la conquista y poblacion de alguna parte de los Llanos de S. Juan, por la muchedum-
bi'e de indios que en ellos habia, y por el mucho útil que de conseguirla podria aumentarse
íÍ la Corona de España, respecto de las esperanzas que prometian sus dilatadas provincias,
donde no pocas veoes encontraron muestras de oro finísimo y admirables sitios para nuevas
ciuda.des, de que forzosameute habia de necesitar d Nuevo Reino, no solamente para los 00-
mercios, sino para que sirvieson de escalas á la conquista. espiritual de Obreros Evangélicos
que pretendiesen trabajar en la reduccion de ob'as muchas proviucias y Reinos confinantes
que habia en el COl'fl.zon de los Llanos, ouyas noticias arrastraron tantas veces tí los Cabos
alemanes para que experimentasen su corta fortuna; y así, llevado de estas consideracio-
nes, que forzosamente hubo de oomunicar á Briceño, á. quien y allVIariscal Quesada no des-
:1g¡'3d~n'on, se redujo á quedar satisfecho con que se le concediese esta empresa, como la
consiguió, disponiendo hacer su entl'ada por el mismo camino que abrió Fedreman para el
Heino.
Et'au muchos los que pretendían seguir á este Oapitan en la faccion que emprcndia ;
pero experimentado él en el número de geDt~ que bastaría para conseguirla, lo redujo (l se-
tenta infantes, los más de ellos de los Caquecios, entro quienes iban Domingo Ladron de
Guevara, señor que fué de Facatativá, Nicolas Gutiérrez, que lo era de Usme, Alonso do
Aponte, Francisco de Aguilar, Diego de Vergara, Diego L6pez Vela, Peralta y otros, con
quienes Sigllió I:IU derrota, extrn.viándola desde }'osca. por los confines de los Buchipas, indios
de poco ánimo y mucha cautela, con qUIenes tuvo algunos encuentros de poco. con '¡derncion,
ha ta que dcapues de caminadas más de noventa leguas POi" pnramos, derrumbaderos y mon-
tañas, en que perdió lo pocos caballos que llevaba, hubo de vencer las fragosidades de In.
cordillera grande, que atraviesa todas las ludias, hasta que al co:¡to de su per everancia y
fatiga. , arribó á los Llanos por la parte que hace frente al Reioo de BOgotlí la nacion de los
Guaybéls.
&tns Lluno~, t1 quienes impropiamente da nombre de Valle D, Bernardo de V.irgns
eu ~1l Je ·crípcion de 1M India., correo Norte Sur desde el rio de la Canela y falda!) <.le III
cordillora, <lue algu.no, llam~l.ll Jel Domdo, por mús de 80iHcienta leglla~, hasta eocontrarso
cun la· aguas del mar del Norte por aquella::; partes en que d~e1Uboca el río de lus Ama
zouus, rolla1la ú Ma.rañon. Tiene de latitud, segun los tn.nteoH dj fereute::! (lue hicieron <1e
ellos pUl' di¡:¡tilltos rumbos, á doscientas y tÍ tl'eSCielltas leguas, Riégtmlos alguno de los míÍs
cauuu.lo 0/:1 rios que hay en las ludias, como son el Metu, (iue perdiendo el pro}lio nombre
por juutarse con el rinoeo (que nnce como él de la cordillera grande tÍ. la eSl'Il1das de
antalé) de.':Iemboca enfrente de la isla de la Trinidad. El Isc;¡.nce, el Pap;¡.mene, el Guay-
bare y otros con él, que por 80C01'1'01' con crecidos raudales al Marañon, (ltte sirve de foso á
los Llanos por la parte del Brasil, confundeo de uerte la. certeza de su origen, que apénas
podpmos asegurar que sea tÍ las espaldas de la gran ciudad del Cusco. Lo m6.~ singular que
se ha visto en esta dilatada y espaciosa grandeza de tierra llana, aunque montuosa., son dos
peces singulares de más del tremelga, de que ya hemos dado noticia; el uno que se cria
en ('1 poderoso rio Iscance, que entra en el Marañan (sobre quien se fHndó despues la cindad
de Simancas en veinte y seis de Junio del año de m.il quinientos y ochenta y tres), y sigue
l!ls Canoa.', dnudo fieros bramido", ji. quien 101-1 naturalef! llamau Perro de agua: y el otro en
río VerJe, ue cuorpo muy pequeño, que arrlU1ti.odose ¡'t las embul'cacionc. las detiene, sin quo
hnya fuerza humana. que las pueda muver, hasta CIllC con la mano 10 quitan, rnra crédito DO

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356 :FElt~ÁNDEZ l'IEDlUuí L'A. LLlll. XII.

Holo.meuto de que hay rémoras, Hino que tambien 8e crian en río!'! la!'! que so h. n dudado
t$\nOO e11 el mar, IHdlanse tambien en las montañas de esto!'! ríos aves del tamaiio de ga.lli-
nas, qne tienen toda la. carne atrave ado. de oRpinas, como si fuera peje, cosa no méllos mR-
r:nrillosa. que las pasadas, y que afirma escritor de tanto orédito como el que allan6 aquellas
provincias.
Estaba, pues, la nacion de 10R Guuybas, á. que dijimos haber arribado Avellaneda, do
la otra parte de una vega de dos legnas de travesía y más de treinta de longitud, que hace
el celebrado rio Je Guapa, dividido c<\si siempre en mlLs de veinte brazos qlle facilil;:Ul su
eRguazo; y como los inuios de sn llatural fue en poco guerreros, y la continuacion de las
entradas de alemanes y españoleR los tnviese amedrentados, sin dificultad quedaron sujetos,
y los nuestros dueños de la provincia. Era este sitio que ya ocupaban y á. quien Fedreman
llamó de la Fragua, muy conforme á los designios (le Ayellaneda, mlÍ por 01 buen tempera-
mento como por la dispol'icion que ofrecia para cria de ganados y nemillas, íundamento úni-
co de la conservacion de las provincias; y porque tÍ poca distancia RO descubrian lUuestras
del oro más fino que hasta entónces se habia hallado en una quebrada qne llamaban de Auza,
tí que se llegaba la muchedumbre de yarias naciones que la rodeahan y ne que necesitaba
el beneficio de las minas y labor de IllS tierras; motivos todos quo le obligaron á fundar
sobre un arroyo nombrado Cunimia, en dos grad08 y medio de latit.ud de e ta bandl~ del
Norte, una ciudad á quien de su nombro puso el de San Juan de los Llanos, eligiendo en
ella. Alcaldes y Regidores que la goberuasen, y descle donde corrió la tierra con t:lD buena
fod una, que habiendo sujetado en pocos me es tÍ distancia de siete leguas las na.cionos do
los Maguancs, CUl'abanes, Camajnguas, OperiguaR y Guamenes, y otras muchas que dió en
repartimiento á .los pobladores; y habiendo descubierto los Sarayes y Bayanonzas á distallcia
de veinte leguas, dió vuelta á Snutaré á dar cuenta do su conquista y de la (lilldau que 'de-
jaba funuada, y ha Ralido oe ménos útil que se imaginó n los prinr;ipio¡~, pues aunque se
erigió por cabeza de gobierno) y en él se continuó COIl perpetuiuau y por sucp.. ion en la cana
del Oapitan Alonso de Olalla Herrera, y los caballeros de esta familia dilatat'on su. gobierno
hasta la. ciudad de Caguau, que por órden de Juan López do llerrera fundó Gn par Gómez
despues, señalándoso siempre en la. guCfl'~) como tambien Antonio do 01alla., Sil hermano, á
quieo vimos sujetar con teson invencible la nacion feroz ue 10!~ B. yanonzas, en que no tu-
vieron poca parte las arma~ auxiliares de los Coyaimas, todo ello no ha bastado para que el
gobierno y la ciudad no hayan declinado, ni para qlle familia tan benemérita tenga promio
que a.cuerde los servicios do sus pasados.
Ya por el tiempo que Avellaneda \.mtraba en los Llanos, habia el I,icenciado Monta-
ño nnibado á Curtagena, donde gobernnbl~ ellloctor Maldonaélo por haber sll~poDdido lÍ Don
Pedro de lIeredia, su Adelantado, que en scguÍmiont.o de su Cc'l.usn trataba de volver á esta
Corte; y como las noticias de Montaño estuviesen tan derramadas en la C) tc'\, Y la COIllU-
llicacion con G6ngora y Galarza no solamente hubie~e de, cubierto SUR prendas amables, fliuo
uercditado de peor la mala opinion que del otrCl corria; ni en l'\1ald01l<ldo tuvo el apoyo
cIlle se iueaba su desvfinecimieuto, ni ell los vecillo!;; el con'ejo á quo estaba eDA 'ñado¡ P0l'-
(P1C como aquella ciudad no e. taba sujeta á la Amlieucia de ,,\ ntafé, y lUti umi. iones sean
hijas de la dependencia, dú.llnRclos mny poco do la sohenmía con que pretendia cntablar Rllfl
cOll1isionos, y ponian todo 01 conato en fe -tejar 1l1os dos Oidorel-:, que ofendidoH de la sen-
tencia que les habia jado, y m~~ de la retencion de BUS tltuloR, no llacian caso do su a.ltivez,
llÍ lo saludaban aumIue He encontrasen con éL Alonso 'réllez, pOl' consiguiente, aunque soli-
citado por terceras persona) 110 quiso amistarse ni "eree con él, y estábase n el uavío 10
más del tiempo que gaMtaba Montaño en penmadil'lo, que no fné de pocos diaa, haRta que
desesperado volvió la proa coutra Arrnenuariz, {s quien favOl'ecia e.n todo lo posible el doctor
l\1aldonado, no para embara.zar el progreso de la l'esidcncw, porqne no le aconteciese lo que
tÍ Góngora y á Galal'za, sino cn el tratamiento de Sil persona; lo cual Fodia muy bien hacer
por tener la. cÚl'cel á BU disro~icion, donde aunquo el uno le agravase las prisiones con rigor,
el otro se las aliviase con piedad.
~u este iutermeuio salió de Cartagena la Armada á cargo del General Co~me Hodr,Í-
guez Farfan, y en ella venian el Adelantado D. Pedro de Ilel'edia, los dos Oi<1ore8 Góngom
y Gnlarza, el Contador del ReiDo Juan Mal'tíllez Ol1yoso y Alonso Téllcz, y nó Pedro ele
Ufsua, que escapó de la fatalidad cIlle padec;ó esta Armaua cn el Océano, para perecer en
otm, q lW por disposieiou aHl!'! alta 60 le prcyouia on el Morañon. La cansa de su detcndon.

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'Al'. IV.] HISl'OmA DEL NUEVO REINO. 351
rué por yel' el paradero do aquella Regunda residencia, que por mns que la ngllijoneaba l\Ion~
taño daba muy poco de Rí; 6 porque gerleralmento se miraba con ojeriza la mala intencion
que se tl'a lucia en Montafio; ó porque lastimados de Armendariz, los mú!'I quejosos se daban
por satisfechos con lo que voia.n: verdad que acreditó el 6.nimo generoso del Capitan N nITo
de Castro, el mayor enemigo que le habia granjeado sus comisiones; pues dúndole tí enten-
dor Armendari7. el misorable estado en que !'le Lallaba, no solamonte se compadeció para de-
sistir de capitularle, pero so extremó de suerte en socorrer sus neceBidadeR, que advertido
de cuanto se extrañaba yedo obrar tan piadoso con quien habia mmdo con él de tant:l~ sin-
ra{olles, respondi6 como quien era, que si por ley Divina era obligado !Í. hacer bien á quien
le habia hecho mal, por leyes del mundo Re hallaba en preciso empeño de proceder con
aquella fineza con Al'mendariz, pnes valiéndose de él cOl1feAAhn el honroso concepto qua
tenia hecho de su persona. (Jon este ejemplal' obraban los demas vecinos tan hidalgamente,
que más se extremaban en servirle que en molestarle.
Nada do todo esto aprovech6 para. qno Montaño, con culpa ó sin olla, dejase de darla
sentencia bien parecida n la Frimera, sobre que le agravó las prisiones, y tratando de pasar
{lo Santa Marta, hizo muchos requerimientos al doctor {aldonado para que en la primera
OCc'1.sion lo remitiese sí estos Reinos; pero éste, que sí nada 80 inclinaba ménos que ~í darlo
gusto ú. Montaño, le qnitó luego las prisiones, y señaláudole por cárcel la ciudad, lo dejó
andar libre hasta el año siguiente, en que lo remitió eu In Armada, y lleg' á Sanlucar, dondo
¡mpo la mala cuenta que Tomé do la Isla habia dejado del oro que le dió en confianza: duro
golpe para quien habia do litigar como reo, dondo ni so piensa que vuelvo pobro Goberna-
do!' alguno do Indias, ni se presume que hn.y en ellas Jnez que sea limpio de manOA. Al fin,
como pudo lleO'ó ó. Valladolitl ~í bnscar amparo en los mismos que lo favorecieron al tiempo
de SUB pretensiones; pero las queja~ que se habian dado de sus uesórdenes los tenian tau
trocados, que lo fiscalizaban en vez de favorecerlo: tanta Ruele ser In. impresion qua hacen
los primeros informes aun en los mús supremos consejos. Su modestia, empero, acompañada
de lo esclfll'ecido de su sangro y la consideracion de su dcsinteres en la administmcion do
justicia, concluyeron con crédito sus dependencias, dejándolo escarmentado Je habel' pre-
tendido para las Indias, y así pueRta la mira ft más seguro estado para salvarse, eligió 01
eclesitu tico, y conseguida con facilidad una Canongía de Siguenza, acabó on ella ]oablemen-
te la vida, sin cecrúpulo de restitucion que lo inlJuietase en la muerte, cuya noticia ho anti-
cipado aunque aoaecida algunos años deRpues, por si no tuviere lugar do referirla á su
tiempo.
Do acciones tan encontrada::! como las que obraron el Oidor y el Fiscal Maldonado
con Al'mendariz, quedaron tan enemigos oomo lo dijeron despnes los efectos, aunque de
presente el uno se daba por contento con ver sentido al otro do las atencionefl con que habia
tratado {~ Armendadz, á quien él perseguia ; y Montaño libraba su de/'!pique en amenazaR
para cuando se viesen en ntafé, donde esperaba vengarse. Con estos buenos propó itos' y
el sentimiento de no tener inferiores en que romper su cólera, tomó la vuolta do • anta Mar-
ta, á qnien gobernab~\ Lnis do Villanueva, manteniendo la paz a entada con los TaironaH,
da pues de la bntn,lla de lo!'l pasos de OriO'ua, A éste, pues, ó por los daños que en la costrl
habiaº, Lecho algunos corK<~rios, Ó por no dejar hombro de mérito sin que lo tiznase su plu-
ma, investigó delitos que imputarlo pam suspenderlo, y tomarse el gobierno miéntras do
Santafé llombraban Justicia Mayor do a(luella provincia; pero como ella o, taba tan pobro
por la poca seguridad con que los vecinos podian e. 'tenderse á. labrar minas y cultivar la
sierra poblada de Tairona, se hubo d c(·ntentar con buenos deseos, y determin6 pasar,
como lo hizo, ú 'alamanca y rio de la. Hachn, donde se sacaban las IICl'las sin ca.usa que lo
honCl-;tase, por no Rer aquellas ciudades do la jurisdiccion de la Audiencia de Santnfé ; pero
habiendo tornado tal rcsolucion, claro 80 está que no seria con el fin del otro Emperador,
ue pa, ó á los fineR del Océano á coger solamente por triunfo do las conchillas que anoja :l
las playas.
De esta ausencia de Montaño, que todo lo embarazaba, queriendo aprovecharse el
Ohispo, propuso !Í. Briceño lo mucho que convendria dar medio para que se reformaso la.
exorbitancia de los tributos que de los indios cobraban sus Encomenderos, pueR siendo ar-
bitl'ariofl, como lo habian sido hasta ollt6ncos, ni tenían cauuales para contribuir á su antojo ,
ni cra. paso aquel para mantenerse en las Indias, quo úlLiroamente baLia de Rer con 01 tra-
bajo do sus naturales, cllya cOllservacion pendía de tnntenrlo do suerte que no faltando á un

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35 l<'EUNÁNDEZ l'IEDUAHÍTA. lLlD. XII.

lnodcl'ado tributo, pudi0S0 fructnarlefi tambien para el !'Itlatento ele sos familias. Fuéle grata
ú Briceño la propuesta, por lo que interesaba su crédito del buen éxito de elh; y así,
ncompañúndose con el Obispo y Marisca.l Quesada, hizo tasa de los tributos que debian pa-
garss; qne si bien rué crecida, por no desabrir del todo n los interesados, fué digna de ala-
banza, por babel' sido la primera en que á los conquistadoreH se les privó de cobrarla á. su
mbltrio. Signióse á eUn. hl entrada de Montaña en Santafé, siempre celoso de que la menor
cosa del Reino se resolvieRe sin el influjo de su dictn.men : por esta caOf~a di6 luego en afear-
la, y más la eleccion de Avellaneda para la poblaoiou de S. J ual1' de los Llanos, con cuyos
motivos se fné mostrando más incompol'table que 10 había sido de ántes, y empezando por
el apoyo que pretendía se le die e á RUS intempestivas resoluciones, consigui6 de Briceño quo
nombraseu juntos por Justicia Mayor de Santa Marta al Capitan Luil:l de Manjarrés, en
que únicamente obró con justicia en todo el proo-reRO de su gobierno, aunque baRtó haber
tenido parte -en esta eleccion, para que á este caballero lo tomasen por su cuenta. las desgra-
CiM, como 10 mostró el suceso.
Por este año, pues, tan memornble por la renunciaoion que en él hizo el César, así
del Imperio Romano como de toda la MODn.rquía que dominaba, se proseguía la guerra entre
las dos Coronas de Francia y España, con más porfía que nunca, pues no bastando paraapa-
garla las frias cenizas de IQs dos mayores émulos que la principiaron, tenia puestos ñ. los su-
cesores de BU ardimiento en lances de comenzllrla de nuevo. Por eE.ta l'azon nadaban en
::!angre muchas campañafi de Italia; y algunos de los 00 arios francese., no satil'lfecbos con
clinteres que producen los mares de Europa, pasaron tÍ examinar 10R de IndiaR, tooando
arma en todas flua costas y embarazand(} el comercio de unas con otrlls. Señalábaso en'tra
ollos por aquel tiempo Pedro Braquez, que con cinco embnrcaciones tenia puestaR en temor
b,s plazas de más consecuencia; pero como el que tenian loi'! españoles no quitase el que Re
acompaña con 10R franceses, gastaba 10ID:ás del tiempo en reseñas del pode¡' que llevaba y en
presas de poca consideracion., hasta que poI' éste en que vamos ~cometió á Santa Marta, au-
xiliado de una brisa deshecha, que lo introdujo en su puerto. Dien quisiera Luis de Manja-
rl'és aoudir luego al rechazo del desembarque; pero aquellos vecinos, acostumbrados á. las
repetidas hostilidades del saco y vejaciones de los pirata~, vi vian tan ajenoR de tomar c61em
por los agravios que recibian, que libraban las prevonciones de su defensa. en el corto me-
naje de una hamaca, dos ve tidos y cuatro sillas, para nO tener embarazo en retirarse con
tiempo j y así, por más que trabajó RU Capitan en que se a.nimasen, aprovech6 lo que siem-
pre; con que viéndose tan solo que apénas le segnian seis hombres, hubo de retirarse al
monte á tratar del amparo de lal'! mujeres quo en él se abrigaban, ffiléntras 108 cosarios, apo-
derados ele la ciudad, sa'1ueaban las casa!'!, que era el fin de la empresa: y si bien por esta
~ausa lo condujeron preso Ó. eRtoR Reinos, donde faltaban noticias de la forma con que se
pOl't.'tban aquello vccinof.\, pero en deAengafilí.ndoso de que los mismos que huyeron fueron
los pr'Ítneros qne lo capitularon, con facilidad fué dado por libro, y se tuvo on memoria para
premiarlo de. pues.
Con estas malafl fortunas corrian lOR de Santa Martn., cuando el Capitan Pedro de
Ursnn. y el Fiscal Maldonndo, yiéodose libreA del cnidaclo en que los habia pl~e!;to Armcn-
dariz, corricndo ya el año de mil quiniento. y cincuenta y seis, tl'ataron Ú 111\ mi mo tiempo
de sr.lir de Cnrt.:'l.gella; el primero para el Perú, donde se prometia Rervil' con más benévola
Qstrella; y el Fjscal para. antaEé dejando por su Lugar-teniente lL Jorge de Quintanilln, :í
qne lo in. taba el peligro de hallarse en aquella plaza n vista de tanto:; co. arios franceses ;
pe'ro cuánta!'! veceR contradicen los sucosos á los di~ctl1'sos I Cn:íl do ellos podrá rlosvanecer
los efectos de providencia más alta? alió al fin Maldonndo . pam Santafé, donde hnyendo
de un rieRgo 90 encontré> con mnchos peligros; y Pedro de Ursna, para ombre de Dios,
desde donde por el derrotero de los.aplausos, ]0 arrastró la. fuorza de su destino n. que los
terminaso un fin la timoso. Puesto en Panamtí, sin máR intercesor que su nombre, tUYO
cuanta cabida pudo desear con el Marqués de Cañete, tí qllien halló on aquella ciudad espe-
rando tiempo para pasar al Perú. Habíanle dado desde que llegó IÍ Onrtagena diferentes no-
tioias de lo que Montaña obraba en el Reino; y como l3. relacion de Pedro de Uraua subie"e
e tu. materia de puoto, y la muerte del PrcRidente Arbiso, que iba con él, lo fllese notoria,
determin()se :'t remediar semejantes rle:ól'denes, nombrando por Presidente ue Santafé al Ar-
..:obispo de Lima, dou Gerónimo de Loay~il, f(uo tambien establ\ en Panamá con fin de vcoit,
·í CaFltilln.

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CAP. IV. IIIl:lTORIA DEL NUEVO REINO. 359
No era comprendido el Nneyo Reino en la jnri!'ldiccion del Virey; pero el celo de que
no fle perdiefle por laH tiranías de Montaño,]e obligó ft valerRe de una Real Cédula que 11e-
valla, para que proveyese 10 convElniente en cualquiera tierra por donde pasase: flaco fun-
damento para resolncion tan notable como la de nombrar Presidente con 6rden de prender
Á Montaño y remitirlo nesto~ Reinos; pero tal cual era, tuviérase por suficiente en el Reino,
como aquel hombre fuese rerpovido del cargo, y por entónc,cs ba:;;tó pa.ra que el Arzobispo
Ar.eptase, aUI~que despues deshizo el ajuste, porque 10:;; partidos <]Ile para ello le hacian no
le agradaron. Padecíam:¡e por aquel mismo tiempo grandeR trabajos en Panamá, por los que
ocaRionab:\ Bayano, negro belicoso que reti~'ado á los PalenqueR de eRclavos fugitivos que
habia en los monteR, qne corren desde el Playoll ú. Pacora, . e habia hecho jurar Rey de
aquellas montañas y más de ReiRcientos negros gue obedeciéndole corrian la tierra, cerrando
el paso de Panamá á Nombre de Dios, con las muerteR, roboR y desafueros que ejecutaban
en los caminos y ventas, Rin que hum:\na diligencia baRtase para librar las 'ciudades de hos-
tilidad tan penosa.
Pal'ecióle al Virey no peruer la ocasion de valerse de Pedro de UrRua para el reme-
oio: propu!lo á la ciudad ]a conveniencia de nombrarlo por Cabo para allanar 108 Palenques,
hízolo con la esperanza de lo que obraria en guorra, que tanto cuidado]e daba, un eapitan
de opinion tan plausible. Diéronle doscientoE hombres que le parecieron bastc'\ntes para l~
flmpreRn., y con ellos, bien proveidoR de armas y vívereR, desde Nombre de Dios penetró la
mOl1taña en husca de Bayano, qne noticioso de laR prevenciones de quien iba contra él, se
retiró {t las cabeceras del famoRo rio qne baja por Chepo y Terable, con fin de fatignr en ]as
marchaJ! al campo español y de no excusar la ocasion de cncontrarRe con él. Sllcedióle como
lo pens' dentro de muy pocos dins; pero con la mala fortuna de guerrear oon hombre tan
práctico, que le dORvanecieRe ouant.as emboscadas le facilitaban los rios y pasos estrechos.
Fueron mny repetidos los encuentros que tuvieron ospañoles y negrml, y dignos de relataras
uno por uno á correr por mi cuenta: baste Rabel' qu~ en lm~ más de ellos se llegaban á me-
dir lanza~ con lanzas y eRpadM con machetes, ejecutando lOA unOR arrestos de gente desespe-
rarla, y tretas los otroR de militar diRciplinft, hasta que la continuacion de dos años de guerra
con el !teson que eRtihtba Pedro de U rRua, cOnRumió grnn parte de los enemigo8, y amedren-
tados los otros con haber caído BayaDo en el lazo de una embo. cada, pidieron paces á Ursua
con aqoel1as condiciones que pndieran proponer habiendo vencido.
Con esta ocaslon la tuvo para parlamentar con algunos negros ladioos, y á pocos
lances !se convinieron en que Bayano pftSafle preso á. PanAmá, de donde lo remitieron á E8-
pafia, cdejando RU mismo nombre el famoso río en que fot,tificó sus Palenques: que los q,J.le
hnbie.c¡on nacido en elloR quedasen libre. , y !Í las demas entregasen para volver á sus due-
ños: y finalmente qneda~en obligado"l los Palenques :l no permitir en ellos nogros fugitivos
en lo venidero. Cou estas condiciones, asentada unR firme paz que dur6 muchos años, volvió
á. Pana.má "ictorioso Pedro de Ursu:l, y de allí pasó á. la ciudad de Lima, donde su Virey,
Mllrqulés de Cañete, de eoso de limpiar 1M provincias del Perú de las reliquias de gento
baldía que habia concurrido á laR alzamientos de Don eba. tian de Castilla, Vasco Godines
y Fran,cisoo Hernó.ndez Giron, y de ooupar ó. Pedro de Ursul\ en alguna conquista de repu-
tacion, como lo eran las provincias de qne habían dado notioia los indios Brasiles que Aalie-
ron á l:a de los Motilones, y que. o presumia habia descubierto el Capitan Ore118ona, lo
nombn' por Gobernador de cuantas por aquel rumbo descubriese y conquistase, orden:indole
llevase cuanta gente pareciese baR tan te para el efecto, como luego ]0 hizo, pareciendo á las
prudernteR com~ ideraciones del Virey, 001' aqnel medio el mejor para sangrar el cuerpo del
grande! Imperio que tenia á su cargo, de lo malos hnmores que lo inficionaban, oomo lo
dijo la e. periencia, aunquo costeada con la muerte Rlevosa que algu'nos amotinados dieron 6.
Pedro de Ursna cuando má.s vanaglorioso a.nhelaba á la conquista del Dorado, para que allí
termima. e uno de los hombres más valeroRos con que puede homarse ]a Oeltiberia, y que {j,
haber oambiado los empleos militares de Indias por los de Europa, le hubieran igualado
muy pIOCOR. En los principios de RU jornada y fata.lidad de su muerte, ocupa die~ capítulos
de la lBexta noticia de la conquista de Tierra firme el padre Fr. Pedro Simon, donde el cu-
rioso hecto!' po~lrá verla escrita con toda legalidad.

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CAPITULO V.

EL CAPITAN DIEGO GARCtA DE PAREDES FUNDA LA CIUDAD DE TRUJI..


LLO.-PROSIGUE MONTAÑO EN SUS DESAFUEROS, CONSULTA BRICEÑO
PREND:b:H Á MONTAÑü, y EL MARISCAL NO VIENE EN ELLÜ'.-LA PERDIDA
DE LA FLOTA DEL GENERAL FARB'AN SE LAMENTA EN EL REINO.-CELÉ-
BRASE SÍNODO EN SANTAFÉ, y BAJA EL MARISCAL Á GOBEUNAR Á
CARTAGENA.

L poniente d'el Tocuya, corriendo NOl'te~Sur desde las sierras de Mérida, que llaman
A páramos de Serrada, para la ciudad de Coro, se prolonga por más de treinta leguas da
tierra doblada una provincia que ~e' divide en dos numerORRS naciones ó parcialidades d~
Cuicas y Timotes. Estos últimos indomables, desabridos y guerreros; 10R primeros pacificolJ
y apaciblefl y en lo geaera.lltUeltos y papa mucho trabajo. Sus armaR, Ianza~·, dardos y 1nBl-
canas, y des~e que sintieron en su país las primems pisadas de los españoles, eligieron (como
los que tenian bien en qué escoger) las más á!ltperas y elevada.~ cnchillas de los monte",.
donde cortándolaR por la parte que se facilitaba el ascenso, se fortificaron y ciñeron con 6S'-
tacadas hermosas, que llamaron palenquel!l 10ft nuestros, por ser tan parecidos R los que Bal.
tasar 'Maldonado encontró en la provincia de los Pantagoro. , á: cuyo recinto Iuaecesible sé-
recogian todos en sabiendo que alguna tropa española tocaba en los confines de su: trierra,.
de que resultó despues el crecido trabajo de los que los conquistaron. Son toclo~ ellos de
gentil disposicion y buen parecer, y con especialidad las mQjel'e3. No reconocen Rey n.i ca-
cique que los domine sino cuando más nlgunos capitaneJos que por familias los gobiel'naIl'
en tiempo de guerra. Abunda su provincia de aIgodon, semillas y frutaR, y riégala el Mota-
tan: río que nace de la misma cumbre de l~s I:'áramos de Serrada, y crnzando el valle de-
Corpus Chtisti del pais de los Timotes, cone á perderse en la gmn laguna de Maracaibo.
En observancia de BU falsa religion, son inolinadiaimoll á ídolos de barro y madera, que guar-
dan en sus templos, sacrificándoles ovillos de hilo, piedras verdes tan buenaR como las de
Sa.nta Marta pa!a mal de ijada, cuentas de muchos colores de piedras y huesos teñidos1
mantas pequeñas de algodon, y sobre todo la mauteca de cacao- requemado que sacan del
chorote, y es la ofrenda de más estimaoion.
De semejantes sacrifiC'ios era la cantidnJ tan crecida r que en las entradas que hicieron
108 españoles afirmaban haber hallado cubiertas de ellos la paredes- de todos los templos, y
Ber innuroerableR los Jeques, Mohanes ó hechiceros que haLlaba.n con el demonio, tÍ quien
por eleccion suya ofrecian la manteca del cacao quemada en braserillos de barro. Y en C8t~
provincia, despues de conquit;tada, fué donde refiere Fr. Pedro Simon haber acaecido el
caso siguiente: llabía en ella un español dueño de estancÍa 6 plantaje, que tenia en su fler;.
vicio á uno de estos Mohanes, con quien envió á llamar {, otro indio que tenia su habitacion
algo retirada, dándole por seña para que 10 creyese, 01 pedacillo de hoja de un MiRal roto·
puesto en una caña hendida. Fllése el Moban con su embajada, y teniendo pactado con el
demonio hablarle aque~ noche en su adoratorio, detúvose en él á cumplir el concierto,. po-
niendo la caña en uno de los huecos de la pared por la parte de afuera, y entróse en lo in-
terior tÍ esperar al demonio, á quien oy6 á la ora señalada que le hablaba de afuera: cxtra-
ñólo el Mohan, y di~iéndole que porqué no entraba adentro, como siempre lo haoia, respon-
dióle que estaba muy enojado con él, porque le tenia puesto en la puerta á su enemigo: y
preguntado quién era, pues no babia en ella persona alguna, le dijo por último que aquel
pedazo d~ papel que le habia dado el español; y fu ése sin decir más palabra. El indio eu-
tónces, discurriendo el poco poder que tendria para librarlo de las lanzas españ{)lur quien
tanto temor tenia de aquel papelillo puesto en la caña, pasó al amanecer á llamar al indio, y
vuelto á la estancia refirió al dueño cuanto le habia pasado aquella noche con el demonio.
Este, admirándose del suce.'o, l..,yó el papel, que contenia pnrte del Eyangelio ae San Juan:
In p,.incliJi'O C1'at Vel'bum. y depuso su admiracion y el indio su cegu~dad, en sahiendQ

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IIISTOnIA DEIJ NUEVO nEINO. 361
A.mboF! que el retazo de pnpel era centella ele la hoja en cuyos filos se han quebrado Jos
Q¡ceros de los Heresiarcas mayores.
De e!-lta provincia, pueR, tenia bastantes noticias el Cabildo de Tocuyo, desde que el
Contador Va.lIejo, por órden del Gobernador rrolosa, de!'lcubrió los Cuicas por el año de mil
quinientos y cuarenta y nueve; y como aquella ciudad h:\bia tenido por granjería la labor
del algodun, de que tanto abunda su país, resolvió en la vacante de Villasinda aplicar tod08
les medios para sujetarla; y siendo el priucipal oonseguir Cabo tí propóHito para la faccion,
ttlVO á dicha singular la de hallarse con el Capitan Diego García de Parédes, hijo natural
del que admiró con sus arrestos la Itnlia, que retirándose al Nuevo Reino de las inquietudes
en que miraba envuelto á. Gonzalo Pizarro, qniso negarse al amor de paisano y al premio de
lo que habia servido en el Perú, por no poner en duda la lealtad que le rebosaba en el pecho.
A éste, pues, imitador siempre de las hazañas del paure, eligió para la empresa, y en su eje-
-eucion, llevados h 'lsta sesenta infantes y diez Ó doce caballos, coa bastante número de
indios Yannconas, tomó la vnelta de los Cuicas, y entrándose por su valle y atravesá.ndolo
f¡oiempre al Poniente, en demanda de sitió á propósito para poblarse, anib6 (sin que la
docilidad de los naturales le moviese guerra) ú. lo. dilatada poblacion de E~cuque, que puesta
en Jugal' eminente á las vertientes del Mot:ltan, persuadia con la vista á que la convidasen
par Colonia eRpañolnj y así, habiendo antecedido las diligencias precisas para. el intento,
fund6 una ciudad, que en recuerdo de su patria la llamó Trujillo: y repartida la tierra y
pueblos vecinos en feudo á sus primeros pobladores, y nombrado Cabildo que la gobernase,
'Volvi6 al Tocuyo á dar cuenta de lo que por su órden dejaba ya hecho.
Entre los primeros vecinos de esta nueva ciudad había algunos mancebos que faltos
de superior que respetasen y arrastrados de la imprudencia de sns pocos años, dieron en
abusar de la pacífica condicion de los naturales, corriendo sin freno al arbitrio de sus tOl'pes
inclinaciones: y como de parte de la justicia no se aplicase remedio, ó todos se inclinasen la.
un mismo dcsól'den, comenzaron á deRmandarse, de suerte que siendo lo ménos el robo con-
tinuado de las pocas alhajas de los miserables indios, pasaron á la obscenidad de aprovecharse
-de sus hijas y mujeres tan descaradamente, que 1.10 se recataban de cometer tan feas accioneR
dentro de las mismas ca as de los maridos y padre!'!, aunque fuese á su vista: de que result6
trocarse aquella natural mansedumbre en fiereza tan brava, que irritados más cada dia con
los agravios, tomaron las armas, y muertos en una tarde todos aquellos mozuEllos que anda-
ban derramados nI cebo de su apetito, convocaron sucesivamente tropas innumerables de la
provincia, cou que puesto sitio á la ciudad que estaba ceñida de fuerte palenque, le dieron
tan repetidos asaltos, que pusieron á RUS vecinos en conocido aprieto de perderse: y tí no
haber acudido ¡\ tiempo y con buen socorro el mismo Diego GarcÍa de Parédes, ú quien se
dió noticia desde el principio elel alzamiento, sin duda hubieran salido laR Cuica.'3 con el in-
tento de no dejar vivo español de cuantos teuian cerclldo~, para que se viese en la posteridad
.que tambien saben los indios celebrar vísperas Sicilianas, cuando los españoles no se aver-
g iieuzan de imita!' ú los france'les.
Llegado, en fin, el Capitan Parédes con la gente que le seguiR, derrot6 brevemente
las tropUH contrarias, no por falta de coraje c¡ue en ellos sintiese, sino de ejercioio militar, á
que DO e.~taban aoostumbl'ados; pues sin que la pérdida de muchos indios, que tí. cada paso
morian, apagase el odio que habian cohrado á. los nue~tros, se aumentaban de suerte, y tan
desesperados acometian, qua ya falto Pnrédes de nueve 6 diez infantes y algunos indios y
<.:aballos, y reconociendo que al impulso del agt'avio se han levantado hombres más valeroso8
que á la conveniencia del premio, y que tÍ los que guerrean obstina.dos es ménos dificultoso
acabarlos que reducirlos, tuvo por imposible poder mantenerse, y más cuando no proponía
medio de paz que no fuese insentivo para nuevos renoores; y así, reservando la pacificacion
'de aquella provincia para cuando se hallase con más fnerza tie gente, abandon6 de todo
punto la nueva ciudad, valiéndcw3 para la retirada del Recreto de la média noche y de la
traza de dejar en ella muchas lumbros encendidas que desvelasen tÍ los contrarios, porque
todo pareció necesario para poder librar con las vidas: tant~ era ya la ventaja con que preva.-
lecia la razon de unos indios inocentes contra las armas de unos españoles culpados; donde
los dejaremos miéntras damos una vista á lo que obraba por entónces Montaño en Santafé, y
se proveía en Valladolid.
. Desvanecida la pretension que tuvo el Virey, Marqués de Cañete, de poner Pr~siden-
te en el Reino, como vimos poco ántes, y recibido el doctor Maldol1ado, en tl'eR de Marzo, tÍ

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362 FEH rÁNDEZ PIJJ:DI\.AHÍTA. [LIU. XI.

su plaza de Fiscal de la Audiencia, del año en que vamos, comenzó á desengañar'se de que
no era lo mismo mirar á Montaño como inferior en el puesto, que haberlo mirarlo como
Gobernador de C~utagena: tanta era la indecencia con cIlle s~ veia tratado de aquel hombre
en quien el tiempo y las esperas que le concedia el cielo duplicaban obstinaciones en vez dé
Ilacarla arrepentimientos. Sin má~ delitos que la piedad de favorece,' á. IOl:! conquistadores e11
las causas que á Cc-'\da paso les fulminaba, mandó t;aliese el Mariscal de Santafé y de seis
leguas en contorno, aunque bre-remente le alzó el ueHti~lTo, porque niuguuo se lo pedia, y
Be reoelaba de ~us mismas crueldades en viendo que liO se la contradecian; y como un
abismo de culpas llame otro de insolencias, y á una. imprudencia tolerada sean consiguientefi
muchos desatinos, continuábalos eÍ\te Juez por camino extraños. De un hombre honrado
que le dió una carta C011 la nema maltratada, so::!peohó haberla. abierto, sin más proba nza
que la idea de su ca!Jricho, mandó á voces á ::IUS criad s que lo desnudasen para darle cíen
azotes, y hubiéransele dado á no haber parecitio luego el, que le dió la carta pr.ra que la
diese al Oidor, y averiguado con él la inooencia del reo. A otro vecino de esfera más alta,
que habia ido á informarle de cierto negocio que se trataba. en justicia, porque le vió el
crecimiento de la barba que en aquel tiempo se usaba, y llamaban marquesota, mandó á un
criado que con un maohete se la cortase á raiz de la misma carne, á que mal pudiera resil:l-
tirse cercado de sus hermanos y criados que le a:)laudian, si el paciente, pu.;,::!to de rodillas,
no hubiera. alcanzado con el ruego se abstuviese de hacerle injuria tan grande: y tí este tono
'sucedían lance/:! á cada paso, de que se avergüenza la pluma; pero quiéu se podrá persuadir ó.
que semejantes accioneR se hayan intentado por miuí~tro elegido de un Rey ca.tólico? Y
quién no ee persuadirá á que vasallos que toleran semejantos ministros 8011 las piedras mús
finas para los engaetes de su corona?
Con esta nueva persecucion de Montaño contra los más vecinos del Reino, excedían
los agravios las ensanchas del sufrimiento, para que Illuchas veces prorurupiesen en quejas,
ocurriendo ú. Briceño con ellas, por ver si á golpes de la porfia abria puerta alguna para el
l'emedio (Asi, e batalla y no de otra sllerte, por los mlÍ.s vulerosos, cuanuo es el ataque con
ministros del Rey). Defenuíase, empero, Briccño COIl la misma disculpa que tantas veces
habia dado, no pareciendo ser ac¡uélht la causa, sino el temor que habia cobmdo ó sujeciou
en que lo tenia puesto el compaílero. Verdad sea que, como en otra ocasion se ha apuntado,
los más se persuadían ú. que ell\Ioutaño no deseaba otra cosa que metel' su mal pleito á
vooes, á. la meno!' coutrauicciou que 10 hiciesen, para dal' color á quo !teino estaba alborota-
do, y debajo de atiuel pretexto eusan~rentar bien la~ manO:-l, hu!:\ta quedar 8atislecho; pero
no ba ta.ndo laq di8oulpuf:I ue Briceño, lueron !;¡Hl re potiu:l~ la:-l instancias ue la muchedumbro
de agraviados y (lo algul10H UO 10:-1 pl"ÍrueroH cal allel'ú!:I uel Reinu, ,obre que uo perruitie¡;e ::m
dcstruccion, que prometió hacer causa, tÍ Montaño, preuderlo y remitirlo á estos Reinos c<-u
los autos, coruo el Obi 'po D. Fr. Juau de los Bárrios, el Fi.~cal Mu.luouado y el MariNeal
Gonzalo Jiménez ue (¿ue. ada le dieseu firma.do en un papel, que convenin hacerlo asI, por
no hallarse otro medio para t!ue el Heino liO se perdietle del todo.
Con facilidad a intierou Jos dOH primero::! á, la propuosta, y para fortnlecer el moti vo'
ponderaban: Que ya la pacienciu de lo vecinos del ¡Vuevo Reino habia llegado hustu l08
términos del valO?' y la con 'tancia, que habian ignorado la8 jJ,'ovinúa de arriba; pues á la
contin'uaciun ele vejaciones tan sensibles, uun 80licitaban halla1' cam.ino "eal pa1'a elt'epa1'0,
por 9W eclw1', como ellas, }JO l' el atajo para el despeno. Que en los vacíos de un sufrimiento
agotado se iut1'od'lljel'on siemp"e l08 llen08 de una inobediencia infle.cible; y no hay "azon pU"a
gue al Príncipe le deje p erder BUS Estados quien puede aplica7' el remeúio ántes que llegu,en
108 últimos tl·ances. Q,t¿e si la falta de jU1'isdiccion debe contenel' al más arriscado en la
esfera de súbdito, taJ1tbien debe se,· pmcticable q1¿e la ext1'ema necesidacl del1'emeelio lo ÍJ¡tro-
.duzca en legisladot' de W~ timno. Que si pa1'a conveniencias de minos porte hay epiqueyas
jJa1'a no espera7' del Pdncipe las l'esol'ucione8 que tiene en sí "eservadas; en ninguna ocasion
como en aquélla justificat'ia B1'icefLo, con la ]Jrision de ,Montafto, haber hecho lo mismo que 8'U
P"í71cllJe hicie1'a estando p,·esente. Y finalmente, que si el Perú había t1¿m'ultuado á la entereza
ele un Vú-ey que no excedia de que se obse1'vasen las leyes, qué podria esperar e de un Reúw
tan lastimado pOl' todas pades de un hombre qu.e, atropellando las leyes, fundaba en lu ú'a y
codt'cia las Í1Tegularidades de su mal jlticio.
A ningulll.\ de eolta::l consideracioues inclinaba el suyo el Mariscal Quesada, siempre
firme, ell qlle sin expre::;,\ autoridaJ pura ello, no debia seguir::;\.} ~euu ..\ tall peligrosa para su

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CAP. V.] III TORIA DEL NUEVO REINO. 363
crédito. Verdad eS (decia) que el Reino Be halla en todo el ap,'ieto que Be l'epl'eBenta; pero
ta1nbien lo es que en obediencia del R ey, p,'i1nel'o debem,(Js poner al cuchillo las cabeza8 que á la
,'esistencia la mano. A~¿n no se l'etal'da el1'emedio, p1¿es todav!a vivimos esperando que llegue;
y c'uando hasta la e pel'anza nus falte, qué vida más gloriosa que sac1'ificada en ams de la obe-
diencia! qwf muerte tan infame como la ,'euimida al p,'ecio de deslealtades! Que Be 1'eparase
(prO!-leguia) en que hay alegaciones en los consejos }Jara lJersuadú' á que no es de tanto incon-
veniente el que un Reino se pierda, como el de faltal' á La obediencia de un Ministl'o superior,
por malo q'ue sea. Que Clilt1~ no habia cincuenta af'Los que p0l' demost1'acion más leve con un
Alcalde de Corte, no habiú reparado en los gast08 de movel' un eJél'cito contra la Andalu-
cíú, toda la pal'simonia de don Fernando el Cútólico. Ni le habían ap,'ovechado al Mal'qué8
de p,'iego lbs servicios de don Alonso de Aguila1', su padl'e, ni del f/l'an Capitan, su tia, para
que en jlfontilla no viese w'1'asada 8t¿ f01'taleza y derribadas en Córdoba la8 casa8 de don
Alonso de Cw'camo y Bel'nal'dino de Bocaneg1'a. Que los Príncipes gusta1~ de que SU8 comi-
siones se€¿n como los rios, que, saliendo delllw1' de su grandeza, con'an sin embarazo hasta
volvel' al centro de donde salie7'01~; p01'que no hay razon para que las sinrazones de un Juez
comisa1'io den lastos cont1'a la ley natu1'ql, con desacatos á su legítimo Rey: y se califican por
cl'bnenes de .Jltlajestad lesa los castigos q'ue contra Supl'emos lIJinistl'08 no dimanan inmediata-
mente el brazo de su Ji¿sticia; y que, }JO?' último, aunque lIIontaño C01'tase todas las cabezas
del Reino, y la primera la suya, y á vueltas de tanta infelicidad se pm'diese todo, jamas asen-
ti1'ia á que Juez Supel'io1' se p,'encliese sin ó1'den expresa del Re!J ó pe1'S01w, á quien diese fa-
cultad pam ello. '
No puede negúrsele al Mariscal Quesada la política profundidad con que discurrió
tan celosa lllateria, y (lue á no haberse malogrado la impresion de su Compendio historial,
se hubieran atajado cun la. noticia. de ejemplat' tan dit)creto bs malas fortunas que á los no-
venta y sei~ años tle pues corrieron pOl' el Marqués <.le Santiago, Hin qlLe le valiese para el'
reintegro de su Pre~iJencia, ni la claridad de su sangre, ni la bueua inteucion con que detu-
vo los arrojos d~ otro Visitador imprudente, rniéutrás daLa cnenta al Consejo. 'rauto es el
desden con <tue so miran semejautes resoluciones; y así, feuecida..la llamarada de brio que
mostraba Briceíio al soplv dB la contraria opiuioo, cOl'l'ia el golJierno de Montaño al arbitrio
de gentes baldías que lo auulabau para uespe.ñarlo, y siempre tenaz eu tener por blanco de
I:lUS ira: al miserable Fiscal Maldonado, sin que le valiese represar en silencio cuantas dve-
nidas l'ecibill. de agravius; cuando para inquietar U1l1s Jos áuimoH llegó lÍo Sa11tafé el aviso de
Cart~ge11a 0011 despacho, pura que aquel gobiel'Uo se l;omprendieso deotro de la jurisuiccion
de la Audiencia; y cou otro pum (lue el Mal'i¡;cal Quesada, e pusiese don, y así 10 llamasen:
merced de graudít:!imo aprecio ha~ta u(luellol:l tiempo¡;, ponl uo en el decreto de tres letras se
declaraba la suma de muchos wéritos, COtilO se viú en la primera (lue se le hizo 6. Fernllndo
Corté~ uespues do suj etar un 1m perio, y (1 ue si eu la preseo te éra no se practica, es porque
ya no hallan los Reyes sujeto t!e:3erubal'uzado eu <¡uieo puedan hacerla.
Con estos despachos llegó tambion la noticia de haberse perdido casi toda la flot:l del
cargo de Cosme llouriguez Farfun, en Al'eu/\ goruas, sobre la COl:lta de Zahara: fatalidad
la'-ltimosa (lue ocasionó la tormenta continuad,\ que corrió desde las Terceras, con las trági-
cas circunsta.noia:; q no refiere el Licenciado Castellános ell la tercera partt> de su historia.
Indiana, sioudo una de ellas haberse ahogado Alomo Téllez, Juan Martíoez Gayoso, Beltran
de Gúogol'a, Audres López de Galarzu y el Aelolautado don Pedro de HereJia, qne naufragó
eu el G.l,leon de CosmB Euitron, eu que pa aba tí. esto~ Reinos, pouieudú t3rmiuo con Bl\
llluerte 11. la borra ca ue l'e~ideocias en que siempre 1;0 halló engulfado. Ftlé uno de 108 ca-
ballero~ mú:s bien dil:!puestos y valerosos (Iue han pasado á las Indias, y ú no ha.berso cegado
COI,l 108 resplandorefl del oro) hubiera pasado la can'em de su gobierno sin t¡~ntas caidas como
le ocasionó la ceguera. De los sepulcrus del Zemi sucó Wá8 te orvs (lue oosengaños, y de las
entradas qUB hizo ¡i la provincia ele Antio(luia. vol vió cou más escarmientos que oro, y á no
haberle descuLierto brecha sus enemigos pOl' la ocultaciou de los <}uiutos, ni el ma.l trata-
miento ue los naturales, ni los el1CUentl'OH con do, Obispos, hubieran ¡;i~o parte para conti-
nnar la batería Je tres residencias que dejaron lí. don Autonio y don Juan, sus hijos, con
mús limitada herencia <¡ne la cOJ'l'espondiente :i sus relevantes servicios.
Si rué grallde eu Cartagena el sentimiento do la muerte de su Adclantf\do, mucho
lHayor fué en Sll.otafé, y más #!eneral el que e tuvo por la de los dos Oidorel:! 3óngom y
Galal'za.: alllábanlos como ~t hijol'! todas las ciudadc8 del Hcino, y l!or¡\b~n su ucsgracia

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364 [LIll. XII.

como las madres; más i,t"tol'csnda.q. Reconocían lo~ vecinos llrl,berlo~ v~ner<Ido siempre como á
padres, y lamentaban pérdida tan sensible con la fineza de hijos, Ha.bian experimentado en
el tiem po de su gobiernQ segura!) la!> honras y laH haciend;ts, y premiados los méritos, y pro-
rumpían en maldiciones coutra quien habia sido la CIlU.'n. de tan inEelice des·l.stre, Nunca
estuvo el Reino más fuera de 'sí, ni Montaño má.q aventul'ado ó. las temol'iJ1\des de un vulgo
sentido: y pudo atribuirse á milagl'O habel'se refl'eu:\do al respeto de la gento noble que lo
persuadía, aun cuando la noticia de h!l.berip. ahog:ldo Téllez y G.\yoso los desesper~b:l. de
q?e habia de tener término su mal gobierno, por haberse perdido los papeles que justifica-
ban SUR tiranías. Verdad sea que no era tan falto de esperanza. el aviso, que no se afirmase
haber escapado el Contador del Reino, que iba en diferente navío, y con mejor fortuna habia.
llegado á salvamento en uno de los puertos de Portugal; pero todos estos acaecimientos,
que debian reducir á Montaño á la consideracion de lo mucho que debia á hs esperas del
.mfrimient0 Di vino, las aplicaba tan mal, que el naufragio del Presidente Arbiso, la dejacion
del Licencin.do Brihiescfl., la rota de Hoyon ántes de aventurar e con él en carnp( ~ña el es-
cape de la invasion de Pedro Braquez en Sauta l\.f:lrta, el naufragio de los dos Oidore~ y
las muertes de 1'éllez y Gayoso, que habian de labrar remordimieutos en su mala concien-
cia, las atribuía á providencia especi,d con qne Dio~ aprobaba la forma de su gobierno y
disponia su satisfaccion en castigos de los que se le mostraban contrarios; pero por más
nieve que caiga del cielo no ueja.rá de sudar el que estll m'3tido en el baño, de que resultaba.
pagar en moneda de obstinaciones cuanto recibia en partidas de beneficios, Y en esta oca-
sion, y no ántes de llegar eRte a ViRO, como parece de la relacion de Quesada, me persuado {L
qne Briceño se alentó á apreheonerlo con la aprobacion del Obispo y Fiscal y del mismo
Que¡¡;ada, pues en otra ninguna liegó á tantas demostracioneH el despecho de lOH agraviados.
Con la novedad de la Rgregacion de Cartagen~ á la Audiencia del Nuevo Reino, y
con ~l pesar de la muerte de su padre, se re.olvió don Antonio de lIeredia á. subir ti
Santafé, donde qucjándo e del doctor Maldonado J su Teniente Qnintanilla, pndiese tomar
sat.isfaccion alguna de perjuioio tan lamentable para su CaRa. Llevaba en su compañía al
Escribano de Cabildo de C~rtagena con F!emejante demanda, fundados el uno y otro en las
enemistades (~ue cOl'rian entre el Fiscal y Montaño, de que tenian noticia; y tÍ la verdad no
se eng.1Í1Bl'on, pues sin que bastase haber dejado el Fi oal el gobiemo IÍ Quintanilla en con-
formidad de las órdeue!'! que para poderlo haoer tenia del Con ejo, fueron bien oidas las
quejas, porquo el mÍRmo Montaño las fo:ncntaba, EL'J. la pl'etensiou de los quejosos que S6
les despachase residencia en que fuesen oidos todos los agl'l\viados, y para ello so proveyese
de nuevo Gouel"Dadol', porque corriese con más libertad el juicio; y como entónces no es-
taba derogada la facultad de quo las Audiencias pudie. en con cau a re idenciar á 1m; Gober-
nadores, halló Montaña cuanto pudo desear para desunir á su. enemigos, encontL'ándolos
unos con otl'OS COta el pretexto de hacer Lien á todo. : y para consegnirlo puso luego la mira
en que se nombraRe por Gobernador de Cartagena al Mariscal Quesada, íntimo confidente
de Briceño y Maldonado, pareciéndole que llevando la re idencia de e te último, quedaRe
Briceño solo y falto del calm' que le dahan, para que le contradijese cuanto intentaba, y Juez
y residenoiado quebra en de snorte que no 108 coligase otra vez la convenienoia de serIe
contrarios.
Son los mal intencionados de fntilísimos ingenios, siempre qne pretenden aplicar los
discursos al perjuicio de hacer mallÍ otros; y fundaba el suyo l\1 'mtaño en que el :Maris-
cnl, en quien dominaba. (\1 concepto de la. propia onterez~ con que obraba. en justicia, y el
Fiscal de condiciou tan delicada, que se había de mostrar impaciente á los golpes de la. resi.·
dencia, por blandos que fuesen, no era posible so conservasen puesto. en Jance forzoso de
que alguno de los do. hubiese de faltar 1), las operaciones que le arrastrase su genio. Con
e ta mala intencion arrojó en el Acuerdo el pomo de la discordia en la propuesta, cautelando
los fines con la representacion de qne se repal't\se en la candidez de su celo, pues á sus ma-
yores enemigos, 00010 lo eran Quesada y Maldonado, correspondia con demostraciones ta.n
desapasionadas, que al uno le daba el gobierno de Cartagena y para el otro elegia tÍ su ma-
yor amigo por Juez de la re. idencia; y aunque al principio de 1)\ propuesta se exasperó
algo Briceño, maliciando que debajo de la capa de aquel beneficio se ocultaba alguo daño,
.coul'id<::rando despues la calidad de la persona elegida para el gobierno, tuvo por preci::;o el
venir en ella1 remitiendo a.l mil'mo Montaño habla. e all\1ariscal en aquella razon, como lo
hizo, valiéndoi'e de la persuasiva eficaz con que facilitaba cllalqniera medio enC'.aminndo á

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CAP. V.J HISTORIA I1l!L NUEVO RE!!\'"). 3¡)ú
'vengarse: para 10 cual, entre blandas palabrnR, le ofrecía firme amistau' en lo venidero sí
aceptaba el cargo; pero el Marilical, que lo tenia bien cOllocido, rasilitíaso valerosamente,.
considerando de cuánto descrédito le seria admitirlo de (lnieu tautos males habia hecho al
Reino que habia ganado; y aunque le dió t.iempo para peusar en ello, estábase firme en la
repulsa, hasta que las persuasiones y rendimientos de Montaño fueron taleR, que hubo de
rendirse á su ruego, con desapoyo de cuantos lo conocian, culpando con mucha l'azon la fla-
queza Ó temor que habia mostrado con dejarMe obligar de qnien tan mal lo miraba, y haber-
Ae de ausentar de Santafé, desamparando á los que perseguidos no tenian más defensa que
la que Rolia interponer con su pluma.
Hecho este nombralll}ento por la Real Audiencia, en quien residia el gobierno, y IÍn-
tes que el Mariscal Raliese para Cartagena, trató el Obispo don FI'. Juan de' los Bárrios dS'
reformar los desórdenes con que los doctl'inantes de 108 indios, así eclesiásticos como secula-
res, pervertian lo!:! medios con que se habia de plantar en ellos la fe; pues eomo ya diji-
mos, los religiosos que habian pasado en misiones al Reino, ni obedeciau 6. sus Superiores ni
desterraban de sí las ansias de vagar de unas provincias en otras, de que se originaba no'
hacer fruto en alguna de tantas como necesitaban de obreros: y si algunos (que fueron muy
pocos) Re ajustaban tÍ su sagrado in tituto, aplicábanse á la asistencia de las ciudades, con el
fin de fabricar conventos y hospicios, dejando tÍ 108 otroo y tÍ ros Encomenderos el manejo
de las doctrinas de los indioR, donde puesta la mira en sus intereses y no eu In cou\ersion d&
aquellas almas, que casi siempre recibian el Santo Bautismo, sill pensar que la ceremonia.
pasaba de ser labatorio de las cabezaR, reducinn la educacion de los pequeños tÍ que sirvién-
doles creciesen á vista de sus relajnciones, y la enseñanza de los mayores IÍ sacar frutos ore-
cidos de sn trabajo, sin aprender oe su idioma más cláusulas que las precio as para pedirles
oro y demas géneros que tenian, cuando no ;bastaba haberlos pedido por señas. Bien sé que
el Arzobispo Gonzaga afirma en. su crónica quc los religiosos Franciscos convirtieron en este
Reino, desde que entraron en él, á más de doscientos mil indios; y más abajo prosigue
dando la causa: Porque apénas se hallará (dice) fraile en aquellas partes, que el que méuos
no hnya bautizndo por su mano cuatro y cinco mil indios. A que añada el Padre Daza en
su Crónica general, parte cuarta, libro primero, capítulo trece: Que de todos estos números
de bautizados se hizo minuta y catálogo el año de mil quinientos y ochenta y do ; pero
todos ellos, y los demas que aumentaron los clérigos y dcmRs religiosos, débense contar como
frutos desde e. te año hasta el de ochenta y dos, en que tanto fomentaron l(1s Pre ¡dentes y
Arzobispos la coover ion verdadera de los indioR j con que se compone lo que '-amos di,..
ciendo co~ Quesada, con 10 que afirmaron escritores tan graves.
Hallá.banse tambien algunos clérigos de quienes pretendió valer e el Obispo Calata-
yud y 10 continuaba el sucesor, haciéndoleli cuantos partidos lícitos pudieran pintar pam. su~
conveniencias; pero habíansc ejercitado los más en las conquistas, f>irviendo ménos de cape-
llanes que de Roldaao , y reuucisn la pl'edicacion evangélica á. puñadas y azotes. Con cUtiu-
ta lástima escribo las mi erias de aquel siglo I Con cuánta admiracion he leido la relacion
de alguno que fingieron brutalidad en los indios, por no confel:lar las omisionea en que fue-
ron culpados 1 Al fin, viendo el Obispo Bárrios que des pues de diez y OcllO años que el
Reino se habia conquistado, los españoles no dejaban los bandos, los sacel'd(ltes, en vez de
apagarlos, los encendian, y quc entre los indios apé118S se hallaba quieD fuese instruiJo en
los primeros rndimentos de la fe, pudiendo ya ser catedráticos en las sutilezas de la codicia
española, promulgó Sínodo Provincial para la refol'macion de tantos abusos. Fué el primero
que se celebr6 en aquel Reino; y aunque no con el concurso de letras que pedia funcion
tan sagrada, halláronse en él los dos Oidores y Fiscal de la Audiencia, el 1ariscal don Gon-
zalo Jiménez de Quesada, el Denn, Chantre y Canónigos que habian subido IÍ !lntafé con el
Obispo, y algunos clérigos y religiosos que parecieron precisos. He visto algunas veces las
acciones de este Sínodo, y verdaderamente se dispusieron en él cosas muy j llStc'lS (no debi6
de ser poca parte para ello IR oposicion que Montaño mostmba. á los concluÍstauores, por lo
que result6 en favor de los indios j) pero descaeció brevemente su observancia por slgun
dejamiento del Obispo, ocasionado quizá de que los encuentros de los Oidores embarazaban
los utilí imos efectos que pudieran sacarse: sin embargo de todo, tuvo algun reparo con las
censuras la de~enfrenada codicia de los Encomenderos, y reconocieron los curas que tenia
ca~tigos la Iglesia pal'<l lo. deslices con I'jue administraban ~u oficio; Y COil la creecíon que
luego se hizo de doscientas y más igle. ias en pueblos le indio. á. costa de sus BlIcnllleudc-
ros, se dió Illgun prioncipio ú solicitar con más veras los aumentos del robaño de Cristo.

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366 i"ERN.\.NDEZ PIEDRAlIÍTA. LLIB. XII.
Concluido el Sínodo, pidió don Antonio ele Hereuía so le mnndase al Fiscal Maldn-
nado pareciese persollr\lmentc n Rer re~ídenciado en CHl'tagena.: pretension gobernada por
Montaño, y en que vino Bl'iceño contra el parecer de cuantol'> bien intenciOllados le aconse-
jaban lo contrario, para desvanecer el de crédito en que lo tenian pueRto RUS facilidade!J,
~unque se disculpaba con la prudente atencion de tener di vididos al Fiscal y á. Montaño,
por la enemistad que tenian, y ~or tan poeo el sufrimiento de a)llbos, que recelaba. llegaRen
á lances de algan rompimiento escandaloso hallándose jnntos. Y así, no pudiendo el Fiscal
negarse tÍ lo que se le ordenaba, ni el Mari cal Á. la administracion del oficio que tenia acep-
tado, fueron con esta cautel~, echados de Santafé; y bajando uno en pos de otro á. Carta-
gena., Re di6 principio á la reRidencia, que no fué poco rnido~a, porque en llegando tÍ hacerle
algunos cargos á Maldonado, allí empezaron las quejas y voces en que suelen prorumpir
los hombres vidrioso, eRpecíalmente aquellos que jUí:gan debér, eles por algnn respeto el
buen éxito de SUB dependencias, aunqne Aea obrando contra jUl'ltioia: y como era uno de
éstos Maldonado, no bastaban dü¡oulpas secl'ctas para persuadirle al conocimiento de la blan-
dura con que el Mariscal procedia; de suerte que Jos discursos de Montaño no habían sido
tan mal fundados que no Re vieRen cumplidos á la letra. RUS anuncios.
Lo cierto fué que ni el FiHcal hubiera procedido ta.n imprudente, ni el Mariscal tan
templado, si ya no corriera en la ciudad por cartas que se hnbian recibido de estos Reinos,
que all'eo lo habian promovido ó.la plaza de Oidor, co. El que el mismo Mariscal habia de-
seado mucho; y a,;:í, teniendo el uno y el otro sobradas causas para vol ver Ó. flU antigua
amistad, y atendiendo á que muchos de los interesadoR en la residencia pretendian que Re re-
mitiese al COMejo en él estado en que estaba, por el recelo que ya teni~n de que el Maris-
cal favorecia á Maldonado, sobre que se hA.bian interpue~to nlgnnaR recusaciones que todo 10
eml-arazn.ban, hubieron de convenir amboR en qne así Re hicieRe, por 10 poco que se debia
temer de lo escrito, y r'~ Maldonado Re ]e die!';e licencia prt1'a voh'er á Santafé á esperar 10R
'despachos de su nuevA. plaza; donde en el intel'in de eRta ausencia, hallándose Montaño
con Briceño ti solas, babia ejecutado, con m{ts desahngo qne áutes, otras muchM de laR in-
justicias y sil,lra,zones de quo se alimentaba su ira; pero cuando vió tÍ Maldonado en el .Rei-
no, luego conoció lo poco que le habian aprovechado sns trazns, y volvi6 con mús fuerza ti
tratarlo oon el miRmo imperio y lengl1aje que de tintes, afeando lo mal que habia procedido
el Mari cal en la residencia que llevó á Sil cargo.
Ya por e~te tiempo habia lleO'ac1o á la Corte la. noticia del naufragio de la Armadl\ de
Indias, y de la muerte de los dos Oidores y ERcribanos de Cítmam, y con la relacion que
sobre lo sucedido hizo al ConRejo el Contador del Reino, de las continuadas injusticias que
en él obraba el Licenciado Montaña, se habia. consultado cuanto convendría aplicar luego el
reparo para tanto. inconvenientes, y resuelto elegir la persona del Licenciado Alonso de
Grageda, idor que habia sido de la iElla española, y lÍ la sazon estaba en la Corte, para que,
llevando plaza do OidOl' de antafé, con la antigüedad correRponil·cnte al tiempo que lo
habia sido en :lnt Doming, re. idenciase {l Montaña y lo remitiese Ó. estos Reino. (de quo
ya se tenil\ aviso en los de Iod1as por cartas que por vio. de llilas habian pasado á Gartagena)
de que se le dioron por el ConRejo Jos de. pachoR ordinario. ; y aun fué tanta 11\ providencia
que tuvo en este negocio, que lihró otra comision Recret.a al Licenciado TomaH López, Oidor
de Guatemala, que cstaba proveido en lugar de Galn.l'z:t, como dijimos, parl\ que esta.ndo
en el ejercicio de Rn plazo. la publica e, suspendiese luego á Montaño y procedieRe /, tomarle
residencia: aunque se le advertia por iostl'uccion que solamente lo ejecutase en caso que
Grageda muriese en el camino, oomo le hahia sucedido al Presidento Arbi!So. Pero como el
título de su promocion debió de ir juntamente, y debajo de una cubierta con el que Mon-
taño llovó para entregar á Gall\l'za en caRO que no lo hallase notablemente culpado para que
en Guatemala Re lo entregase, y l\lontauo ]0 retu'vo, como Re ha dicho, jamas lleg6 este des-
pacho á nquella ciudad, aunque In promocion de 'l'omaR L<'>pez era pública en ella por 10
que parecia de las Gacetas y relacion del Secretario de IndiaR: con que él se estuvo en el
servicio de aquella pInzA. más de tres año!'!, hasta. r¡no el Licenciado Quesa.da, que fllé por
llresidente de aquella Audiencia, lo mandó salir pa.ra I 'antafé, donde t::in duda. ha.llaria el
deRpncho del ]{fl. , ., atenderi¡\ al reparo de] malcf'l que "11 él corrian.

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CAPITULO VI.

VtJEtVE ll1L MARISCAL Á SANTAFÉ CON LA PROVISION DE NUEVOS OIDO ..


RES.-EL LICENCIADO TOMAS LOPEZ ENTRA EN LA AUDIENCIA.-DESPÉ-
CRASE MONTAÑO DE NO TENER MANO EN EL GOBIERNO, Y PEDRO ESCU-
DEnO y SUS I:tERMANOS MAQUINAN TIRANIZAR EL REINO.-PRENDEN Á
MONTAÑO y REMÍTENLO l'RESO Á V ALLADOLtD, DONDE LE CORTAN LA
CABEZA.-EL CAPITAN LANCHERO REPITE LA ENTRADA EN LOS MUZOS Y
ALLANA LA PROVINCIA.

RA ya entrado el año de mil quinientos y cincuenta y siete, tan f,rvorable á. la Corona


E de E~paña por la toma de San Quintin, cuanto infausto á la de Francia por haber
quedado preso, y no muerto, el Almil'ante Gaspar de Collini, que lo defendia y habia de
ser el reclamo de SUE! calamidades; y hallábase el Mariscal D. Gonzalo Jiménez de Quesada
con el mal tratamiento que le hacian los arenales ardientes de Cartagena, deseoso por una
parte de volver á las amenidades de Santafé, y receloso por otra de intentarlo, sin que hu-
biese nuevo Oidor que embara~ase los arrojos de Montaño; pero como al que pretende con
ánsia, el mós leve motivo lo empeña en sus conveniencia, acaeció que en dos navíos de
Castilla, qne surgieron en el puerto, fuesen dos pliegos del Rey que le entregaron como á
Gobernador para que los encaminaee I el uno para el fiscal Maldonado, con su título de
Oidor, segun se colegia del sobrescrito, y el otro para el Licenciado Tomas Lópet con
duplicado que le remitian del suyo (por hnberse tenido noticia en la Secretaría de Indias de
que se perdi6 el primero) con la comision de que hemos tratado en el capítulo antecedente,
como se supo despues, Bi bien por ent6nces lo ignoraban todos. 'Con la oC3eion, pnes, de
haber recibido estos pliegos, la tuvo el Marisoal para tratar de subir luego á Santafé, pre-
textando la resolucion con la necesidad en que se hallaba de mejorar de temple para reparar
la salud que habia perdido en Cartagenaj y 8S(, nombrando á Juan de Oastro por Teniente,..
que le sostituyese, y no atreviéndose á. dejar el plieg9 de Tomas López en aquella ciudad,
por si acaso hubiese tomado In. derrota. de E!U viaje por el mar del Sur y puerto de Buena-
ventura, salió para Santafé con toda la aceleracion que le fué posiblo.
Estaba en &lta ocasion aquella ciudad en tanto aprieto con los desafueros continua-
dos de Montaño, que apénas supieron los vecinos haber pisado el Mariscal los umbrales de
la sabana de Bogotá., cuando {¡, tropas le salian al camino deseosoR de saber si era cierta la.
proviaion que llevaba de nuevo Oidor para el reparo de sus calamidades, pues sin ella no
podían persuadirse á que un hombre tan cuerdo se entrase por los mismos peligros de que
habia escapado; y éraIes noticia de todo agrado la que les daba del pliego que llevaba al
fiscal Maldonado. Hasta que puesto en Santafé, y entregado el do Tomas L6pez al Licen.
ciado Briceño, y el otro á quien iba, fué recibido luego en cuatro de Junio el Oidor Maldo-
nado con el mayor aplau~o que se vi6 ántes y despues en otro ministro, y desde aquel dia
comenzaron nuevas inquietudes, no como de ántes, con vejaciones y daños á 108 vecinos,
con encuentros sí escandalosos entre los dos Oidores Montaño y Maldonado, procurando éste
desquitar con ajamientos del otro cuantos habia sufrido en el tiempo de su fiscalía ' pero
con tan imprudentes demostraciones, que no reparaba en que con ellas se atropellase la au-
toridad de la. Audiencia, ni la que debia mantener en el cargo que administraba. Llegó á
tal extremo la bajeza de estilo con que lo trataba, no solamente en coloquios privados sino
en concurrencia de Estrados y otros actos públicos, que para difamarlo oon palabras de toda
injuria, so miraban ya aquellos decorosos lugares como los m:lS indecentes cantillos, y tanto,
que muchas veces el Montaño se levantaba de ello!:! y se iba á su casa, no teniendo ánimo
para sufrir en tanta publicidad los mismos ultrajes que habia querido le sufriese l\faldouado
siendo fiscal: de que ya resultaba no haber para él dias má~ trabajosos que los que no fue-
flen festivos, por el tormento á que 10 condenaba en ellos la obligacion de asistir á su oficio:
así alterna sus acaecimientos mfortuna, mejor diremos, así dispone la Providencia Divina.
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368 F ERNÁ~lJ)EZ PIEDRAnÍTA. [LIB. XII.

que se hiera por 108 mismos :6.10.CJ del menosprecio, quien se fió para. usarlos de que habia
firmeza en la superioridad de los puestos.
Verdad es que ayudaba mucho á este misterioflo retiro el ver que ya ni en las pro-
visiones de gobierno ni en las causas de justicia. obraba á su antojo; porque como ya no
estaban uno á uno, oomó de antes, para quedarse cada cual con su voto, sino con el numero
bastante para la determinacion de IOR negocios, y para. que desagraviasen los dos al que hu-
biese agraviado el tercero con prisionc~ y semejantes molestias de que habia usado el Mon-
taño infinitas, pe.sábale de la falta. de fl'luella despotiquez con que áutes obraba: y aunque
en las exterioridades no reconocia falta de respeto á su persona, sino era en su oompetidor,
no ignoraba que para lo demas era en la re!alidad un ídolo hecho pedazos y caido por tierra,
en quien el poco caso que de él se hacia, recordaba las adoraciones que le habian dado; per()
sobre todo sentia los ultrajes y desprecios con que lo trataba el compañero, y de' que no dis-
gustaban sus más declarados enemigos, que e3 nuevo género de tormento para un ánimO'
altivo: y entónces fué cuando algunos hombres de buen jnicio pensaron haber consentido ó
maquinado en la maldad, que brevemente diremos; y juzgó-se no haberla ejecutado, porque
con la noticia. que en aquella coyuntura llegó de que el Oidor Tomas L6pez, por el oamin()
del desaguadero, habia. arribado á Cartagena y subia á Santafé en demanda del título de su
plaza que llevó el Marisoal, ee persuadió á q ne sin llegar á tales extremo!! bastarían las
trazas del buen ingenio que ereia tener, para ganar al nuevo Oidor; y vuelta la determina-
cion de los negocios á competencia igual de votos, recobrar aquella mano qne habia perdidO'
para inquietarlo todo y vengar sus pasiones .
.Así lo discurria Montaño en sentir de algunos; pero llegado Tomas López y puest()
en el ejercicio de su plaza en treinta de Agosto, ni él, ni su competidor, ni Briceño, que
habia sido el yunque de ambos, pudieron descubrir las sendas por doode -encaminaba. sus
ocultos dictámenes, ni el blanco á que tiraba su inclinacionj porque neutralizado en las mate-
rias que se ofrecian, no se le hallaba pnnto fijo á sus determinaciones, no por falta de letras,
pues era insigne jurista, sino porque entregado tÍ la virtud y al recogimiento, lo arrastrabaIl
interiores impulsos á estudio más decoroso y sagrado que el ,le la Jurisprudencia: y así,
aunque segun SUB leyes discurria siempre lo más acertado, negábase tÍ. la práctica de ello,.
de que se originaba decir con disorecion el Mariscal Quesada que uo habia Ministro mejor
para disponer leyes en favor de los indios ni peor parn ejecutarlas: ocasionado todo, como
se vió despues, del afecto con que se inclinaba á mejorar de hábito y estado; por ouya
razon, sin faltar á la. administracion de justicia. en las demas causa.~, disponía el ingreso &
las criminales con tal arte, que siempre lo dejasen fuera los compañerO!. Con estas neutra-
lidades y retiro de Tomas López, halló Montaño burladas cuantas esperanzas habia fundad()
en tenerlo á su disposiclon con empeños de parcial; y como la ambicion no sepa contenerse
dentro de los t6rminos del disimulo, ni esperal' á quG' las c(l.'SUalidades abran la puerta que'
cerraron las prevenciones, impacientóse de suerte que dispuso los medios de su perdicion,
por donde pen 6 lograr sin perjuicio propio los de su premeditada venganza; y pOTque no
flerá justo exceder en materia tan delicada. de lo que afirman 6 dudan los mi8mo~ aut-ores
que ooncurrieron tÍ cuanto se obró en Santafé y Tunja, sobre averiguar la verdad, relataré lo-
sucedido sin pasar de los límites do quien traslada y no discurre ..
Lo cierto es que por aqnel tiempo estaban derramados por todas las ciudades del
Reino muchos do los soldados del Perú, que temiendo por fama la. entereza del Marqués-
de Cañete,habian anticipado su fuga, siempre dispuestos tÍ nuevas inquietudes donde hallasen
sombra, por ser la rebelion un vicio de calidad tan nociva, que contraido una vez en el
ánimo se conserva con resabios de signo indeleble, pues casi siempre vemos que arroja
desesperado la vaina. el que con su Rey ha sacado imprudente la espada. TaOlbien es cierto
que la. desesperacion de no hallar forma para volver á recobrar el absoluto dominio con que
habían gobernado el Oidor Montaño y sus hermanos, los tenia tan fuera de sí, que en lo-
exterior prorumpian en amenazas contra los que se le8 mostraban opuestos, yen lo interior
recelaban el castigo que de necesidad habia de caer sobre los desafueros que habian ejecutado,.
y más en tiempo de un Principe tan justiciero como lo era Felipe IIi y como para cometerloS'
más á su salvo habían tomado por medio andar rodeados de gente armada, siempre tuvieron
los del Perú buen cuartel y acogida en la caRa del Oidor Montaño, y mejor en la de PedrO'
Escudero, su hermano, que ,asistía en la oiudad de Tunja, donde habia. cargado la mayol"
parte de esta gente baldía. Sobre estos fundamentos se comenzó á levantar una. voz de que

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CAP. VI • nISTORIA DEL NUEVO REINO. 369
.el Oidor Juan de Montaño y sus paroiales trataban de tiranizar la tierra; y si mucbas
veces á la ingratitud de los soberanos han sonado bien semejantes imposturas, con fin de
alzarse con la deuda de los que más han servido, tÍ. la verdad muchas mM veces se ha valido
el odio de los súbditos á. los que gobiernan, de la misma traza para derribarlos de los puestos
..que ocupan, no contentándose con atribuirles culpas comunes, si no pasan á enormidades,
por ser el arma que con ménod municion hace más batería en el tribunal de los Reyes.
Al fin, ó fuese porque la gente del Perú los incitase á la sublevacion, y con sus
prevenciones dIese á entender que no habia sido desechado el envite, ó porque en la realidad
-se admitiese, túvose por infalible que BUS hermanos lo habian solicitado, eligiendo á. Pedro
Escudero el mayor por cabeza de la conspiracion: pues aunque muchos afirmaban serlo el
Oidor Montaño, reconocióse despues por lo que daba ú. entender, que si tuvo parte en ella,
fué con sola intencion de vengarse de algunos de sus enemigos, como 10 eran Briceño, el
Marisoal Quesada, Pedro Fernández del Busto, y sobre todos el Oidor Maldonado, con quien
era el rencor más crecido, teniendo ordenado en secreto, que habiéndolos muerto, tratase
tambien fingidamente el mismo Pedro Escudero de matarlo á. él, hasta que ti instancia de
algunos rogadores lo dejnse vivo y preso, 10 ech'lse rio abajo á la costa, para que pudiese
.pasar á estos Reinos, dando á entender que por no haber cooperado en la tiranía de los her-
manos, se habia visto con el cuchillo á la garganta, y que tÜ ellos habian caido .eu delito tan
feo, habia sido por culpa de los enemigos que los perseguían y tenian dispuesto arruinarlos.
Pero esto quedóse en conjetura de los que piadosamente discurrian en favor de Montaño,
y la conspitacion llegó á Rer ere ida fijamente de los damas Oidores., por informes secretos
que les hicieron personas de crédito, y porque ya no habia oaballero de autoridad que osase
asistir solo en su casa de noche, Rino en la..~ más fuertes de la ciudad, donde se congregaban
para estar mds prontos á la defensa, sin que se les ofreciese medio para apagar sin escánda-
lo semejante alboroto, sino el de valerse 'l'omas López de la comision que tenia (de que
habia dado noticia á sus compañeros y á otros confidentes BUyOS en algnnas conferencias
secretas que se habian tenido sobre e. te negocio), no para. re idenciarlo, sino para suspen-
derlo de la plaza de Oidor hasta que el Licenciado Grageda llegase: y púdose tener á mila-
gro, y más en guerras civiles, que tÍ Montaño se le ocultase la noticia de esta comision es-
tando repartida entre tantosj pero cegábalo la ju ticia divina, determinada ya á caRtigllr sus
maldades, y Tomail L6pez, que, en avivtÍ.ndose los indicios y la voz del alzamiento, mostraba
voluntad de usar de la comision, euspendiendo del cargo á Montaño, entibíabase brevemente
con el r~celo de contravenir á la secret:l. instruccion que tenia, hasta que, pa.reciéndole que
ya llegaba el agua á la garganta, tomó reso1uc10n de atajar aquellos inconvenientes que
tanto apretaban.
Bien ajeno de todo esto se hallaba Montaño, puesta la atencion á. la Flota en que se
decia venir el Licenciado Grageda., de quien esperaba el golpe, cuando en el dia que ménos
pensaba le fué notificada en Acuerdo la comision de su residencia, y salió sin vara y man-
do al retiro de su casa con general gozo de lo vecino, que, como libertados de algun cauti-
verio, se daban loa parabienes unos á otro : de eOS08 de dar principio á la satisfaocion de
sus agravios; pero habiase hecho la notificacion con calidad de que empezaso tÍ oorrer la re-
sidencia desde el diSl qne el Juez señalalíle, todo con fin de que la tomase GrRgeda., porque
el Tomas López no la tomara por cuanto tenía. el mando: lo cual fué tanta verdad, que por
haber reparado despues en el descaecimiento de la voz deL alzamiento, por el temor 6 susto
que habia ocupado á los parciales de Montaño, estuvo resuelto á dar por nula
la notificacion que le habia hecho, y restituirlo en su plaza, que fuera lo mismo que qllitarle
á todo el Reino la vida de un golpe, hasta que sus compañeros por una parte, y por otra el
Marisoal Quesada, á quien ya tenian nombrado por Capitan general, le representaron viva-
mente inconvenientes tan graves, que conocido su error desistió del intento, y má& con la.
vista de lo que resultaba de cierta.s informaciones que en la ciudad de Tunja, por órden de
su Justicia Mayor Gonzalo Rodríguez de Ledesma, habian hecho sobre la misma materia. el
Capitan Gregorio Suárez de Deza y Pedro García RUlz, Alcalde~ Ordinarios, por ante Diego
de R6bles, Escribano, y remitido á la Real Audiencia con fin de que se at!l.jasen los daños
que se temian de tanta gente del Perú agregada á Pedro Escudero, y de calidades tan perni-
ciosas como se reconocian de sus co tumbres.
Con estos instrumentos y los indicios que bastaron para suspender á Mo~taño, se
procedió luego por la Real Audiencia ti asegurar su persona y la de sus cuatro hermanos, COD

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370 FEnNÁNDEZ PIEDHAnÍTA. lLIB. XII..

prisiones y guardas, en que se vi6 uno de los desengaños que no bastan para abrirnos los
ojos, como fué estrenar Montaña, cercado de temore:i, la misma. cadena que habia labrado
para que lo temiesen, y en continuacion de esta diligenoia se procedi6 por escrito á la averi-
guacion del alzamiento, que se tenia por cierto; pues, como dice Quesada, algunos de los
que atestiguaron en ello fueron hombres de gran sustancia y de grandísima edad y reputa-
cion, y alguno de ellos descubridor y conquistador de este Reino, y el mús viejo y más
antiguo hombre que hay hoy en todas estas partes de India~, y sobre todo m~y hijodalgo; y
dos plana~ más adelante, atribuyendo á este delito la tragedia que pasó por este trabajoso
Juez, prosigue: Porque hubo testigos de vista, soldados del Perú, especialmento un Fran-
cisco Morcillo, (~quien Montafio se descubri6, y así lo dijo y declar6 en su dicho, esto sin
las probanzas y presl1nciones que de esta maldad habia. De que resultó salir luego el Oidor
Briceño pa.ra la ciudad de Tunja, donde con más plena informacion prendió muchos de
aquellos hombres perdidos, diligencia que se hizo al mismo tiempo en Santafé y otras ciuda-
des, desterrando á muchos de ellos y embaroando á otros para Castilla, fuera de los máB
sospechosos, que detenidos en las prisiones fueron despues atormentados; con que brevemente
se desvaneció aquella borrasca en qne tantos temian perderse, y comenzó á serenarse el ánimo
de cuantos lo tenian turbado.
Al tiempo que estas diligencias se principiaron, aport6 á Cartagena la armada, en que
iba por Gobernador propietario de aquella. provincia, en lugar del Adelantado Heredia, Juan
de Bústos Villégas, que luego tomó posesion de su plaza, y en su compañía los Licenoiados
García de Balvel'de, con la de Fisoal de Santafé, y Alonso de Grageda, que adelantándose 1\
la ligera por las noticias que corrían de 10 que pasaba en el Reino, llegó á él, Y recibido en
tres de Diciembre, dió principio á la residenoia de Montaña, contra quien, siéndole contraria
toda la tierra, resultaron culpas gravísirnas, de que le hizo cargo, habiendo ya llegado Gar-
cía de Balverde y tomado posesion de RU plaza eu ocho de Enero del año de mil quinientos
y cincuenta y ocho, que ya corria; pero como no hubo descargos bastantes IÍ deslumbrar la
verdad, y los delitos fuesen de tanta consideracion, obligaron Á. Grageda á remitir á Montaño
á estOR Reinos, con guardas y prisiones muy ásperas; y aun hay quien diga que asegurado
con la mitad de la cadena Montaña, que habia mandado hacer, cosa que parece inverosímil,
considerada la longitud que tiene la que se conserva en Santafé; pero de la una ó la otra
manera, llegado este infeliz ministro á Valladolid, y puesto en su cúroel de Corte, fué vista
su causa por el Consejo de IndiaH, y acriminada de cuantos dependientes tenian los Oidores
Góngora y Galarza y domas agraviados que bf\bian perecido por culpa suya; y aunque se
cree que en su defensa haria todo lo posible, pareoiéndole que ninguna bastaria para librarlo
del oastigo que lo amenazaba, dispuso huir de la prision, con tan ma.l suceso, que fué descu-
bierto al tiempo mismo de ejeoutarlo.
Ni esta desgracia bastó para reducirlo IÍ solicitar medios más lícitos y méno8 ruid08os,
sino para librar el cuerpo, para no aventurar el alma, pues eligió el de lIamarso á la Corona ~
pareciéndole bastaria para embarazar la sentencia que ~emia. Oh! qué mal discurre el que
picnsa. que hd. de haber traza para ~capar la vida de aquellos lazos que le tiene pue, tos la
divina justicia! Cuánto mM bien le estuviera á. Montaña, viéndose en estado tan abatido,
cotejar la prision en que estaba con la soltura que habia tenido, y acol'dar"le de las mnchas
esperas que el oielo le habia hecho en tiempo hábil, para que temiendo semejante.c:¡ calamida-
des trocase en mansedumbres de humano las nerezlU! de bruto: de tantas ocasiones que malo-
gró para ser dichoso, y que voluntaria y culpablemente escogió el vivir aborrecido! Cuánto
le importara más traer á la memoria las veces que doña Catalina de Somonte, su esposa, y
otras per onas cuerdas, le amOl1e taran que refrena e la ira y mtlda~e costumbres que lo
malquistaban, y de nada hizo caso, por seguir sus pasiones, para que al sentimiento de estos
recuerdos, haciendo voluntario el castigo, pudiese restaurar en un dia lo que habia perdido
en tantos años I Pero sordo á tantos despertadores, solamente cuidaba de lo que el Juez
ealeaiástico (a.nto quien habia ocurrido por su procurador) obraba en su causa, que fué des-
paohar inhibitoria al Consejo, el cual, teniendo por ejemplal' extrañísimo abrir puerta para
que los Jueces, por semejante medio, se librasen de las penas correspondientes á 108 delito~
que constasen por ~us residencias, declar6 auto de legos, oomo . parece de Real Cédula
de catorce de Julio de mil quinientos y sesenta. y un años, que está. con las ordenanzas del
Consejo.
Con este expediente, considera.das las culpas que del proceso de BU residencia consta-

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(lAP. VI.J HISTORIA DEL NUEVO REINO. 371
ban contra. Montallo, y queriendo poner freno tí semejantes recursos, fué condenado por
sentencia de vista y revista,.á muerte na.tural, que se ejecutó en la plaza de Valladolid,
donde le lué cortada la cabeza eon pregon harto infame, en cuyo ejemplo deben mirarse
cuantos ministros oon igual jurisdiecion pasan á Inclias, para no peligrar ni en las culpas ni
en el castigo que dispusieron esta tragedia q.ue tan irregular ha parecido en 108 tiempo~
presentes, por haberse nerrado aquel camino que entónceB hollaba la justicia, para caminar
con mayores aciertos. No fneron ménos deilgraciados los fines de lOR tres hermauos del Oidor
Montaño, porque remitido Pedro Escudero cou los autos de BU rebelion á estos Reinos, mu-
rió tao. arrebatadameute en el camino, que aeord6 la muerte que tuvo el Oidor Cepeda, el
de Lima, estando en la cárcel. Restaban Rodrigo MouLaño y Sebastian Herrezuelo; pero
asombrados de su delito ó temerosos dell'iesgo. pagaron fugitivos, de suerte que el ptimero
acabó desastradamente en la Costa, y el otro falleció deirl'emediable contagio eu el Reino.
De qué les. aprovech6 su riqueza? Sus encomiendas y tributos crecidos, cuán poco duraronI
Solamente Cristóbal de Montaña ni se ausentó, ni tUYO quien ruallo mirase, porque en la
caudidez de sus procedimientos ninguno se atrevió Ó. maliciar indicio de haber concurrido á
culpa tan fea, y así, con mucha estimacion, fué siempre lrecino del Reino.
Quién no presumiera que desembarazada y!l. la Real Audiencia del Licenciado Mon-
,tafia, gvbemaria con más quietud que de ántes? pero entl'l.rbiada una vez el nglla, tarde
recobra la hermosura de su diafanidad: y 0.0 hay que asegurarse de incendios amortiguadoR
miéntras en alguu tizon se couserva la llama. Teniala el doctor Maldonac1o en la ambicion
de gobernarlo todo BU natural colérico, y empezó luego Á. mostrar el fuego de 11\ enemistad
con el Licenciado Gl'ageda, que por antiguo presidia, y esto siempre que no sugataba el go-
bierno ó. las layes de su dictámen, y aun cuantas veces los demas compañeros seguían el de
su Presidente, otra.s tantas se exponian IÍ lances muy pesados con Ma.ldonado. Expel'imen-
tóS8 esto en las eleociones que hicieron del Capitan Alvaro SlllÍrez de Daza. para Jnsticia
Mayor de Sauta Marta., y en continuar á Pedro Fernández del Busto en Tocaima y Mari-
quita, con quinientos pe SOR de 01'0 de veinte y dos quilatos y medio de salario en cada un
afio, gajes que no tuvieron Martin Yúñez Tafur, que le antecedi6 el año de ciueuenta y
cinco, y Asencio de Salinas el de cinouenta y seis. Sentíase mncho de Brieeño, y mofaba
ta.nto de las irresoluciolle" de Tomas L6pez, que )e obligó á. aceptar la. visita de Popayan, en
que gastó un año por buscar quietud y dar tiempo á que le llegase la licencia que habia pe-
dido al Consejo, como despues veremos.
Tenian los vecinos del Nuevo Reino por aquel tiempo vuelta la atencion al reparo
que debian poner tÍ la intrepidez con que los indios Muzos, acaudillados de su General Qui-
rimaca, ejecutaban tales arrojos en sus fronteras, que todo lo corrian coo muertes yasom-
bro de los Mozcaa. De la entt'ada. que en eUos hizo el General Pedro de Uraua. por el año
de cincueuta y uno, se hallaban tan poco atemorizados, que en vez de contenerse deutro de
los términos de su proviucia, aspiraban tÍ sugetar la de Ubaté, vanagloriosos de haber arrui.
nado tÍ Tudela y satisfecho pllrte ele su sed ell 11\ Rangre vertida de SU!! poblauora . Era uno
de 108 más interesa.dos en que se refrenase su Auda.cia, el Capitan Luis Lanchero, de quien
hemos tratado varias veces, as! por haberle cabido el repartimiento de Susa, poblacion de la8
mayores y más fertiles de ' la provincia de Ubaté, ü. quieu la armas enemigas tenian por
blanco de RUS iras, como por el sentimiento que le picaba de haberlo denotado y herido en
la entrada que les hizo el año de treinta y nueve; y bien consideranos los motivos que lo
euceudian para encargarse de su conquista, 8e ofreoió tÍ la Roal Audiencia, que no podía
imaginar en el estado presente cosa ql1e más bien le est.uviese al Reino, tanto por el buen
éxito que tendría la empresa gobernada por sus experienciM, cuanto por darle gusto á un
caballero que con tanta modestia se habia portado con Miguel Diez de A.rmendariz, siendo
la persona que má~ le habia ofendido.
Hechas, pues, las capitulaoiones y habiendo nombrado por su Teniente General á.
Frauoisco Morcillo, soldado de valor y que había militado en las guerras civiles del Perú,
compró perros, levó·a.lguna gente, y prevenido el Capitan Juan de Rivera, con quieu tenia
antiglla amistad, para que lo siguiese con alguna más de sooorro, partió para la. ciudad de
V élez, por donde teuia determinado hacer la entrada, y donde abastecido de armas, víveres
J algunos caba.llos, pasó muestra, y se ha116 con trescientos Yanaconas y sesenta españoles de
su satisfaccion, entre quienes se contaban D. Lope de HoroRco, Alonso de Alvarado, Juan
,1\far~olejo, Franoisoo de Poveda, Má.rcoa de Soria, Antonio Bermú.dez, los Capitanes AloIlSQ

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372 FERNÁNDEZ PIEDRAníTA. lLtn. Xli.

de Benavídes, y Benito de Po veda, Alonso Gómez, Rodrigo de Quiroga á quien despues


mataron sus indios de Cauipa, Alouso González, Gerónimo de Esnabe, Juan de Morálee,
Francisco Pérez, Alvaro de Villavel'de, Antonio de Neila, Sebastian de Saavedra, Francisco
de Velazco Angulo, Cristóbal de Llerena y Fr. Juan de Santa María, del Orden de Predica-
dores, que iba por Capellan de los referidos, y otros de quienes falta noticia con gran sen-
timiento mio, por haber sido ésta una de las empresas en que con más valor se portó la
gente española en las conquistas del Nuevo Reino de Granadl\, y de que debieran estar muy
presentes las memorias, para. recordar sus hazañas con el premio debido á sus descendientes.
Con este cort~ número de gente, partida en dos tropal4 gobernadas por el mismo Luis
Lanc~ero v su Teniente, y con las experiencias que tenia adquiridas en su primera entrada
de la forma de guerrear los Muzos, pisó 108 umbrales de su provincia á tiempo que ya el
General Quirimaca, noticiado por el Saboyá de la guerra que le movian, tenia convocados á
todos los Caciques del país, para que cada cual con sus tercios acudiese á la defenstl comun,
que libraba en su valor y en el del Cacique Nayman, con quien unido, y por no dar ánimo
á los nuestros con BU tardanza, salió con poco ménos de cuatro mil arcos á encontrarse con
Lanchero, que socorrido de su Teniente General Francisco Morcillo en puesto ventajoso al
enemigo, se portó tan valerosamente, que puesto en fuga Nayman, y qnebrantada la altivez
de Quirim~ca con haber desvanecido cuantos ardides tenia dispuestos, derroMndole su gente
con daño muy considerable, y sin otro de los nuestros que el de veinte heridos y tres muer-
tos, consiguieron el fin de tenerse por victoriosos, con el buen suceso de que los concibiesen
formidables. Al espanto de ver holladas las mur'alIas de Dura que asaltaron los primel'os es-
pañoles que vió en sus paises, se rindió toda la Germanía al ejército imperial de Cárlos V;
Y éflta es aquella dicha que tiene reservada la Providencia para los héroe:!, y en conseguirla-
al principiar las facciones, consiste la facilidad con que se llega á los fines, como se verá en
el pre ente suceso por la. noticia que luego se derramó en la provincia: pues siendo esta
I
nacion la que se ha visto, y habiendo conclll'rido á esta guerra todas las fuerzas que tenia
en más de veinte mil arcos de pelea, en otra ninguna ocasion se vieron más abatidas sus
armas.
Conseguida esta viotoria y fortificado Lanchero para refrescar su gente y proseguir
la conquista por el año de mil quinieutos y cincuenta y nueve, que ya era principiado, tuvo
noticia de q ne se iba aceroando el Capitan Juan de Rivera con treinta y cinco infantes y oa-
ballos, socorro que habia sacado de Tunja y Vélez, y á. buen paso le seguia; y aSÍ, dejando
el primer intento, se resol vió á esperarlo para empefiarse con má.s segnridad en la entrada,
.que ya las espías imposibilitaban, por haber reoonociclo estar bloqueados de diez mil indios
Muzos, Nauras y Saboyanos que habian ocurrido á la defensa del pais: aviso que puso en
más cuidado á Lanchero por el rie go del Capitan Rivera que por el que á su gente amena-
zaba; y á. la verdad de todo, debia recelarse mucho, pues al cual'to día de su detencion S9
halló aoometido en su euartel del mismo Caoique Naiman, que, reforzado con cinco teroios
de IÍ mil indios y sentido de la antecedente desO"racia, se aventuró á la contingencia de me-
jorar fortuua; pero bay tan poco que fiar de la que se ha declarado por enemiga, y son tan
poco seguros los eorazoues que alguna vez han mirado el peligl'o por las espaldas, que ni el
arrojo de Naiman les daba aliento para manifestarse firmef¡, ni al trueno de u voces acer-
taban á oomponerse guerreros. Mucho trabajarou los nUe¡;troB en r echazal· lo desesperado
de los avances; pero por muchos trahajaba Lanchero con la presteza y alegría del rostro
en los mayores peligros, hasta que, herido Naiman y reconocirlo el peligro por su gente, die-
ron lugar con BU retirada. á que 108 perros con su voracidad hiciesen más lamentable la.
derrota.
Casi al mismo tiempo que Naiman acometió á Lanohero, se encontraron con el Cspi-
tan Rivera á distancia. de una legua más de cuatro mil indios que, gohernados por el Cacique
Quirimaca, le desordenaron la gente al primer acometimiento, pOl' haberla cogido en ma.rcha
y ser una. de la mayores dificultades que ocurren en paises tan montuosos la de poderse do-
blar un escuadron para recibir el avance; pero acelerando algunos el paso hasta el Real de
Lanchero, donde tuvieron parte en la derrota de Naiman, y puestQs en órden los restantes,
.sufrieron tan repetidas cargas de flechería" y correspondieron tan puntuales con las armas
de fuego y ballestas, que, sin reconocer ventaja de la una ni .de la otra parte, se mostró por
dos horas neutral la fortuna. Señalábanse entre los Muzos Chichipe, Trinaca Note y Vatabí,
y otros muchos Caciques criados en la guerra que habían sustentado tantos años, y entre

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CAP. vr.] nl:sTORIA DEL NUEVO REINO. 373
tod08 sobresalia Quirimaca, á quien su valor y disciplina militar habian exaltado al Genera-
lato de toda la provincia, y en esta ocasion aspiraba á oonseguir á fuerza de brazos el despi-
que del mal uceso antecedente á. que le instaba BU coraje.
No ménos guerreros y más bien ordenado! los pocos españoles de Rivera, se mostra-
ban tan formidables en su defensa, qUI3 á todo el campo enamigo llenaban de espanto. Y si
de hazañas particulares hubieran hecho el aprecio que debian, no fuera fácil compendiar lo
que allí obraron Alvaro de Cepeda Ayala, Juan Patiño de Haro, Crist6bal Riaño de Llere-
na, Diego Romero de Aguilar, Bernan García Patiño, Juan Lorenzo, Juan Jiménez, el Ba"'"
chiller Francisco Venero, Francisco de Cáceres, que despues fué Gobernador de la Grita,
Lorenzo Benitez, Rernando de Mayorga t Juan Vicente, Gonzalo de Leon, natural de Bada~
joz, Francisco Gutiérrez de Murcia, Nicolas de Nápoles Cotrullo, Juan 1!"'1andíño, Juan de
Pórras, el viejo y el mozo, y otros que sin negarse á cada paso a combatir cuerpo á cuerpo,
hacian rostr á nubadas de flechas envenenadas que llovian sobre ellos. El eapitan J nan de
Rivera, que animaba ~u gente puesto ti caballo, y no se asustaba con el coraje de la muche-
dumbre embravecida, acudia á todas las partes donde el riesgo de su gente lo llamaba, hasta
que mal sufrido del teson con que guerreaban los Muzos, rompi6 por el escuadron má~ ce-
rrado de los que tenian delante, y donde habiendo roto su lanza en cuerpos enemigos, divisó
otra semejante en las manos de un fiero Gandul ti quien acometió ligero, y quitándo ela de
encuentro, revolvió el caballo tan prestamente, que lo atravesó con e.lla por los pechos, para
que pagase con la vida la de Juan Gascon, por haber sido este indio aquel Capitan de Tis-
quisoque que se apoderó de ella. en su muerte, y la empuñaba siempre por trofeo de su
alevosía.
Con este feliz suceso, que puso algun temor á los indios, y con la muerte de Tomaca,
uno de los C. ciques más valerosos que tenian, y con la gente de socorro que del campo <le
Lanchero iba cargando, por la noticia que le habian dado los infantes que se adelantaron,
toc6 Quiricama ti recoger, y al són de los caraooles y tamboretes fué emboscando su gente
por 10 más á, pero de la montañB, esperando ocasion de probar otra vez la fortuna, pues aun-
que los muertOs y heridos:pasaban de quinientos, no lo reputaba por daño considerable en tan
pujante ejército como el que podia juntar el mismo dia: y así fuera en realidad, si á la re-
tirada no le hubieran soltado los perros que llevaban los españoles de Rivera, que luegO'
pusieron en confusion y des6rden á los indios, ouya pérdida acrecentaron oon otros trescien·-
tos y más que quedaron heridos y despedazados, dando lugar para que nuestras dos tropas so
incorporasen, y en los cuarteles de Lanchero pudiesen tomar refresco, curar los herid{)s y
enterrar cinco do ellos y más de cuarenta indios Yanaconas quo perecieron en la batalla,
por más que se amparaban á la sombra de los troncos y árboles, y de los escaulpiles y rodelas
de los españ les.
Aquí con ultaron la forma de proseguir la guerra, y determinado que marchase
unido el ejér ito hasta entrar en el corazon de la prcvincia, de alojaron aunque tarde de
aquel sitio, y venciendo á fuerza de perseverancia las dificultades de la entrada, por encon-
tI'arse ti cada paRO con árboles derribados, que cerraban los caminos en lofol tránsito ~1ás e tre-
chos, oon hoyas ocultas sembraclns de puas envenenadas, y lo que más c.q, con la frago; idad
del país y la batería del hambre, má poderosa para rendirlos que la do la má.c¡ bien a. eRtada
artillería, penetraron com() seis leguas, y hallándose precisados á buscar vível'e~, dieron
órden al Teniente Morcillo para que con veint~ infantes tomase la vanguardia, y adelantán-
dose lo bastante para poder ser á tiempo socorrido, en C880 que lo necesitase, volviese con
algun socorro para el ejército que, á paso más detenido, le seguía con las armas en la mano,.
por llls que oontiullsdamente le tocaba el enemigo en la retaguardia, más con fin de ir jun-
tando todas sus fuerzas, que para de acomodar tÍ los nuestros en la maroha. Experiment6s6
brevemente, pues habiendo partido Morcillo á ejecutar el ól'den que se le habia dado, y ca-
minando el campo con sumo trabajo, obligó al Capitan Juan de Rivera á quedarse de los
últimos, para recoger y asegurar la gente que se le resagase, sin más compañía qlle la de dos
infa.ntes de la suya, de los cuales el uno estaba estropeado de tina pierna.
Distaba el cuerpo del ejército como un cuarto de legua de Juan de Rivera, y
reconocido por las espías del enemigo, que todo lo notaban, diéronle parte, y para no perdel'"
la ocasion de conseguir algun desquite, aunque pequeño, fué saliendo de la montaña en su
alcance cargándole con sus tropas, y Rivera caminando á buen paso hasta que su fortuna lo
sac6 á la mé¿ia ladera de una colina rasa, donde haciendo alto por ser á propósito el sitio

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374 }'ERNÁ..,{DEZ PIEDRAHÍTA. LLIB. XII,

para. valerse (le1 caballo en que iba, ésperó al enemigo con aquel mismo valor que sabia.
portarfl~ en semejantes aprietos. Y esta fué la ooasion y el sitio en que el cronistl\ Herrera
refiere haber peleado y defendidoRe con 108 dos oompañeros de quince mil indios que 10
cercaron y diferentes veoes le acometieron: hazaña que debió tÍ 8US brazos y n. la lanza del
Capitan Juan Gasean, con que hacia cruel carnict\rJa eu sus contrarios, á. que los 'dos infan-
tes correspondieron tan iguales con sus espadas y rodelas que, pasmada la atencion del ene-
migo, no discurria en la facilidad con que pudiera atropellarlos su muehedumbre. Gran
lástima 1 haber e ooultado á la noticia los nombres de tales héroes, por descuido ó emula-
cion de los que debieran haberlos dejado grabados en bronce.
Ya entó~ces,' enterado Lapchero del peligro del Capitan Rivera porla guazabara que
resonaba ce los mdlOs y por el estruendo de los tamboretes que la acompañaban, habia re-
vuelto con el grueso de su gente tan bien ordenada, que á la primera carga que dió al atacar
la batalla, puso en tal coniusion sus tropas, que á. no verse alentadas de la voz de Quirimaca
y del ardimiento de los demas Caciques, se hubieran puesto en huida j pero cobl'ando ánimo
con el número ventajoso de sus escuadras, cerraron ta.n resueltos á vencer ó morir, que á ser
más firme su determinacion, hubiera quedado impenetrable aquella provincia, donde la
riqueza de RUS verdes esmeraldas se ha costeado con el valor de tantos sangrientos rubíes.
Ea invencibles Muzos (decia Quil'imaca) no es esta la p,'imera vez que medis vuestraB maca-
nas con las lanzas éspa1iolaB, acordaos de cucíntas veces os han vuelto las espaldaB, y de que
ltOy es día en que habeis de asegumf una glO1'iosa libertad ó rendú'os á una infame esclavitud.
Pero como el sitio de la média..ladera nos era tan favorable para infa.ntes y caballoH, y la
segunda y tercera <A'1rga de los arcabuces y ballestas no destlijeron de la primera, y estre-
chados á 108 golpetl de las espadas y macanas le aventajaban tanto lmi! nuestros, no pudo
Quirimnca mantenerRe en la batalla más de tres horas, en Que viendo mllertos á Note y Va-
tabí y la flor de su ejército, con más de dos mil Gandules que tendidos en el catopo impre-
sionaban su fatalidad en otros tantos heridos, volvió las espaldas tan desesperado, que sin
atender á las reliquias del campo que le seguia, no pensaba sino en cómo salvaria su libertad
del dominio español, desamparando el pais y entrándose en el de Carare.
En prosecucion de esta feliz derrota de los Muzos, soltaron los españolo s en su alcan-
ce cuantos perros atrahillados tenian, que, despedazando aquellos miserables cuerpos, pusie-
ron en tal estado la belicosa nacion de los Muzos que, sujetando unos la cerviz al yugo
español y huyendo otros á la provincia de Carat'e, que está en las riberas del rio grande de
la Magdalena, y coligándose con otros forajidos de la provinoia de V élez y con la nacion de
los Jariguies, causaron lastimosas tragedias en los que navegaban el rio, como diremos en su
lugar. Debióse todo el buen éxito de esta conquista á los perros de que usaban los españo-
les, á quienes los Mnzos preferian á las armas de fuego y caballos; y á la vel'dad, como no
se suelten al atacar las batallas, Bon de grande conveniencia en las guerras de Indias, porque
acometiendo cara á cara peligran los mns á los tiros de las flecha, y valiéndose de ellos al
tiempo que los innios huyen ó ~e retiran, hacE;n tal estrago, q11e los dejan aoobardados para
los encuentros futuros y aun para turbarlos con BU vista: y para. comprobaoion de esta
verdad, acaeció en la misma provincia de Muzo, algunos añoli deapues de conquistada, que
hallándose á. doce leguas de la. ciudad un soldado llamado Luis Rodríguez, !:lin mns armas l{US
BU espada y rodela, y un perro de ayuda llamado Capitan, á quien ató con un tramojo en un
rancho que habia en el itio, por acudir sin embarazo los dia que se ocupa en en cierta
pesquería que hacian más de cien indios que lo ha.bian convidado á ella con fin de matarlo;
y estando en oierta oCBsion deMarmado cerca de la orilla del rio en que se pescaba, por haber
dejado tambien en el rancho su espada y rodela, confiado en la paz de los indios, Re le fue-
ron acercando algunos con muestras fingidas de amistad, y estando á. su salvo le descargó
uno de ellos un maoanazo que 10 dejó cllsi privado de sentido.
Al golpe acudieron los compañeras, y asiéndole de brazos y piernas para lanzarlo en
el rio, sucndió volver algo en si Luis Rodríguez al tiempo que 10 iban an8strando, y comen-
zó á. forcejar con e1\08 y á. datO vooes, que luego penetraron los oidos del perro, y tal opera-
cion hicieron en él, que haciendo fncrza sobre las manos rompió el cordel á que e taba asido
el tramojo, y acometiendo al escuadron de indios, los desbarató de tal suerte, mordiendo ú;
unos y derribando á otroR, qne, aSU!:ltados del repentino asalto, no sabian qué 8enda tomar
para escapar de la muerte, por hallarse desarmados los mtlS con la seguridad de que el pen'()
estaba atado. Raro instinto de animal, conocer á. su amo en el trabajo, cuando tantos racio-

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CAl'. Vl.] ríL'rOmA. DEL NUEVO nEmo. 375
nl\les 8010 aciertan i't couocerlo en la feliciuad! Ent6nce, Luis Rodríguoz, reparando en el
'socorro impensado de su perro, se levantó auimoso, y corriendo al rancho tom6 su espada y
rodela, y vuelto á los indios, qne ya arma.dos de macanas le hacian cara, trabó nueva pelea
'€u compañía de su perro, y n. breve rato los puso en huida, dejándole el campo por suyo;
con que tomado el camino para la primera e 'ta.neia de españoles, llegó lí tiempo q ne ,lo tenian
por muer'to, segnn la noticio. que les habia dlldo un indiezl1elo Iozca, paje suyo, que huyó al
tiempo de vedo caido. Refiere el Sllceso don Bernardo do Vát,gas en SLt libro de la Milicia
lndiana, que, aunque pequeño, encierra documentos gl'!l.l1l1cs y verdaueros sacados de sus
muchas ex.periencias, y ninguna e Ilql1ista se habia de emprenuer sin llevarlo por guia sus
lCabo&: y de semejantes perros. e debe hacer la estimacion que uel máfi fiel compañero,
"aunque para la guerra de indios los haya. tan justamento prohibido la. piedad de nuestros
·ca.tólicos Reyes.
A pocos dias despnes de esta vict01'ia, que se gastarou en CUl'at' heridos y enterrar
,diez ce ellos y muchos Yannconas Cllle mmieron de la actividad del veneno, volvió el Te-
niente Morcillo con algun socono di} raiceR, y Pisb;¡es ó Cholltn.duros, como allí se llaman,
'que bastó para. entretener el hnmbre miéntras ha lhtbnn mayor cantidad, y para su consect'l-
cion le ordenó Luis Lanchero volvic"c otra vez COll la mi ma. gente tÍ. penetrar la provincia.
en demanda del rio Zal'be, por la parte que mira ti la provincia de Ubaté, recogiendo cuan-
tos víveres encontrase y eligiendo sitio acolll()(lado, i lo hallase, en que fundar otra. llueva
'ciudad de que tanto necesitaba el país para refrenar h\ auuacia de los indios, y seguir las
minas de esmelTsldas, que en algunas partes estaban descubiertas, Obedeció Moroillo, y mar-
chando á buen paso con daño do algunos indios que aun porfiaban en defenderse con las
.ánsias de su última pérdidfl, siguió su derrota, hasta que ha.cicnuo alto y ranchería sobre
\l.as ruinn.s de Tudela, egperó (t Luis Lnnchero, que 6. paso lonto lo seguía, sustentando su
.gente con la came de algnnos caballos de los que lIova.ba; y' habiendo llegado y descansado
pOl' muchos dias, desampar6 el sitio mal contento de su clima y esterilidad, y pareciéndole
más tÍ proposito el de UlU\ caldera en que hoy se conservo, fundó lloa villa quo llamó de la
'Santísima Trinidad de los ¡Uuzo : y porquo no he hallado cosa fija en el tiempo de esta
d:undacioo, poniéndola unos en este año, 'y otros en veinte do Febrero del siguiente do se-
senta, importará. poco dejarlo en ullda, sabiendo de cierto que la conquistn. se hizo por los
a.ños que van referido¡:¡, y su retardacion, y la mudanza qne tuvo de sitios la nuev.a villa,
puede habCT dn.uo fundamento para. (lue todos tengan razono
Fueron 10ri primeros Alcaltlcs quo 80 eligieron en ella, el Capitan .Alonso Ram(rez
Gaseo y Alonso GonzlÍ.lez; y de. pues de u!!istirla alg unos meses el eapitan Luis Lanchero
repartiendo solal'c!'I, encomendó los indios en los más beneméritos, y di. poniendo ]0 más
(útil para su crecimiento, re olviú dejar el gobierno tí su 'renicnte General Francisco l\forci~
'110, y con veinte hombres volvcL' ti. la ciudad de V éIez, y ue allí lt Tunja, como 10 hizo fati-
gado de algunos acha(ll1e~ penosos de que uespues murió; y aouérdomo de baber oído á Don
Alonso i 'uárez La nc1HJro, caballero del Ol'ucn ue antiago, biznieto suyo, que en esta entra-
'ua se lo había revOl'uecido la. herida q 110 recibió eu los pechos el año do treinta. y nueve en
la derrota que le uiemn lO!i . Iuzo , por Cl1Jo accidente sali6 á. curarse {L la ciudad do Tunja,
'Y vuelto tÍ Muzo con alguna mejoría, 1,)01' el año uo sesenta y dos le repitió el achaque y
mUl'i6 de él: caso bien extraño 1 sol.lparse la malicia del veneno por veiuta años, para des-
'Cubril'se en volviendo al mismo clima en que ruó orilldo I Fué este caballero, como dijimoa,
natural de Simancas, y por quien pasaron varias fortunas, mostrlÍndose tan modesto en las
pr6speras como animobo en las adversas. Fl1é verdaderamente magnánimo, pues ademas de
]n. generosidad con que despl'eció el oro y la plata, supo refrenar los ímpetus de la venganza
Riempre que pudo lograrla sin rietlgo: no sabré decil' si rué más valeroso que compasivo,
porque tÍ lo uno y á 10 otro lo arrastraba su genio, y para todo le dió ocasiones el tiempo.
De Doño Isabel Huiz Lanohero, su hija única, le qucd6 descendencia bien dilatada por los
'dos maridos que tuvo, Pedro Suát'ez de Villena y D, Fulgencio de Meneses, que en lo villa
,d e Ocaña ha extinguido la muerte, y en la de Talabcl'a do la Reina se conserva con gran
lustre, yen la do Santnfé del Nucyo Reino permanece on D. Pedro Suárez Lanchero.

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CAPITULO VII. ,

EL CAPITAN CRISTÓBAL RODRíGUEZ JUAREZ FUNDA LA CIUDAD DE MÉ'-


RIDA.-.DIEGO GAllCtA DE PARÉDES REEDIFICA LA DE TRUJILLO.-FRAN-
CISCOMARTÍNEZ DE OSPINA FUNDA LA DE LOS REMEDIO S.-CORREN LOS:
ENCUENTROS DE LOS OIDORES, Y D. ANTONIO DE TOLEnO FUNDA LA CIU-
DAD DE LA PALMA.

UANDO se dió principio á la conquista de Muzo gobernaba en la ciudad de Pamplona,


O como Justioia Mayor, el Maese de campo Hortun de Velaseo, siempre deseoso de en-
Mncha.r los términos de su jurisdiccionj y aunque desde el año de cuarenta y dos corría la
prohibicion de nuevas poblaciones en tierJ'a~ que no hubiesen sido ántes descubiertas y ho ...
lIadas por los españoles, habia ganado el Cabildo de la ciudad un despaaho de la Real Au-
diencia. en que se le permitia poder enviar gente ~ descubrir minasde oro, y con el pretexte}
de baber descaecido mucho la saca. del Páramo rico, trataron sus Capitulares de elegir un
'Cabo que penetrase la tierra hasta encontrar con la~ 8ierras Nevadas por la parte que miran
¿ la gobernacion de Santa Marta, donde la prGsuncwn de grandes. riquezas y muchedumbre
de naturales habia siempre inquietado 108 ánimos de los primeros descubridores. Hallábause
, la sazon en Pamplona dQS Capitanes de crédito, ambos pretendientes de la faccion, y oada
cual do ellos muy IÍ proposito para mayores empresas. El uno era Juan Maldonado y el
otro Cristóbal Rodríguez. Jual'ez~ que por tener el apoyo de Justicia Mayor, se prefitió en la
eleccion, y aun pareció bien tÍ algunos de los que le negaron el voto.
Con esta repulsa de Juan Maldonado y nombramiento de Cristóbal Rcdríguez, trat6
éste luego de le'Var gente pam la empresa, y aquél y sus parciales de embarazada por anti-
guas emulaciones quo se tenian, dando cuenta ó. la Real Audiencia de gue el fin principal
era de nuevas conquistas, pretextántlolo con el descubrimiento de minas en que se contrave-
nía ti la Real Cédula qne lo vedaba, de que resultaron los inconvenientes que hasta el tiem-
po presente se experimentan. El Cristóbal Rodríguez, eo 01 iutcrio que los correos iban á
Santafé y se toma expediente sobre la materia, prevenido de Yauaconas y víveres para la
jornada, se halló con catorco caballos, de quienes iba por Capitan Pedro GarüÍa de Gaviria,
diestro en gobernarlos, y con sesenta infantes á. cargo de los Capitanes Pedro Bravo de Mo-
lina y Pedro G6mez de Or08co, eutre quienes iban FJ.'anoisco de Triana, IIernan González
Hermoso, Alonso Blasquez, Miguel de Trejo, Pedro E té van, J UIl.1t de Chá ves, N. Castre-
lIon, Vasco Pérez, Juan Gutiérrez de Morá1es, Andres do Pernia y otros buenos y experi-
mentados conquistadores hasta el número de sesenta y cuatro, que van referidos, con lolio
oualos, tomada la vuelta de Cúcuta, Lomas del viento y valle de Santiago, pas6 tan acelera-
damente hasta saludar los confines de las Hierras, que no dió lugar :í los Cúcutns y Capucho~
para valerse de la llechería disparadn por las troneras de sus ca!:ms, ni á lo, Bailadoros y
otros que ocupaban la provincia de la Grita., para repetir SU3 guazabaras desdo las cumbres
do los montes.
Es esta provincia de Mérida la última. de las que se conti.enen en la medula y parte
principal del Nuevo Reino que, como JijimoR al priucipio de esta. historia, correrá Leste
Oeste más de ochenta leguas medidas por el aire, y tenian las Sien'aH Nevadas entónces
dentro de los términos que hoy pertenecen á su gobierno, tan guarnocidas sus faldas por la
banda del Sur y del Norte de naciones tan diferentes, que no es fá.c'l reducirla.'3 á número,
y todas 'gobernadas por otros tantos Caciques, como eran las de Jaricaguas, Mucunches,
Escagueyes, Miyuses, Tdcaguas, Tapanos, Mocobos, Mombunes, Mucuchies, Iquinos,
Tostos y la de los r:eimotos, que daban nombre á la provincia por mús numerosa, que corre
por la otra banda del Norte hasta encontrarse con los Cuieas, que pertenecen á la goberna-
cion de Venezuela; y si todas fueran ásperas y guerreras como (), ta nacion de los Timotos,
ó todas tuvieran supremo Rey que las gobernase, 6 supieran coligarse para la comun defensa
del pais, en que no interesaban mónoa que la preservacion do la tirano. servidumbre on qu
hoy viveu los pocos indios que permauecen, no les hubiera salido tan poco costoso á lOfí

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CAP. VII.] llISTOIÚA DEL NUEVO REIrTO. 377
c.qpafioles dominar en pocos dins la provincia; pero siendo 108 naturnles de lBparte del Sur
poco aplicados n las armas, y no sabiendo unirse p:l.ra h oposicion, fué tan flaca la que
intentaron derramados en tropas desol'denada~, que turbados á vista de los caballos y
temel'OSO~ de lns armas de fuego, mostraron en los pOCOR encuentros que con ellos tuvo
Cristóbal Horlríguez, haber nacido más para el trabajo de los que viven cautivos, que para.
la guerra de los que ambiciosos la solicitan.
Con esta favorable fortuna, costeada con la falta de cinco hombrea, y reconocida
brevemente la fertilidad del pa.ís por la multitud del gentío, eligió sitio ameno á once leguas
de di. taneia de la sierra y cnarel.lta al Norte de la ciudad de Pamplona, y entrado ya el afio
de mil quinientos y cincuent:l. y nueve, tan lastimoso para la Cristiandad por haber termi-
nado con la muerte de nue tl'O invicto Emperador Cárlos V, fnndó sobre el rio de las
Acequias una villa con el nombre de Santiago 'de lOA caballeros de Mérida, en ob.sequio de
su patria, cabeza de Extremadura y de los primeros conquistadores que la poblaban, y en
que hubiera conseguido el descanso y premio debido á sns trabajos -y méritos, que fueron
muchos, si más alta providencia DO diera permisiou para que sobre su desgraciada Mérida
llovieran las ca.lamidades que se originaron de las noticias que dIÓ Juan Maldonado á la
Real Audiencia de Santafé, donde siendo el Oidor Maldonado quien mayor mano tenia, y
hallá.ndose interesado en que el Capitan Juan Maldonado reconooiese tener con él el deudo
que le habia negado la naturaleza, agravó tanto el delito del Capitan Juarez, y se dió tan
buena maña en la negociacion, que aun 110 tenia éste poblada su villa, cuando estaba despa-
chada Real provision cometida al mismo Juan Maldonado, para que con gente lo siguiese,
Re apoderase de la que habia llevado y lo remitiese pre~o á Santafé, quedándose con el go-
bierno de lo que hallase poblado.
y sin que nos detengamoR en discurrir sobre la justificacioD de tan acelerado despo-
jo y de una prision cometida ..11 acn ador y mayor euemigo del reo, baste saber quo apénas
negaron los de~pachoR á Pamplona, cuando el Capitan Juan Maldonado, prevenido de
firmas, vh'eres y gente, y de doscientoR YanaconaR, salió en seguimiento del Cllpitan Juarez
sin detenerse mús tiempo en el camino que el preciso para rechazar y romper algunas tro-
pas de Cúcuta. y llailadore de la Grita, que se le ponian delante. Llevaba treinta cllballo-
gobernados por él y por el Capitan Hernando Serrada., y de cincuenta infantes el'a Capitan
Pedro Carnacho, con quien y en las compañías do caballos iban hombres de muoho lu tre,
como emn Vasco Péroz de Figueroa, Diego de la Pefia Isarra, Sántos de Vergllra, Martin
de RójaA, Pedro Rodríguez Gordillo, Gonzalo Sánchez ORorio, Nicolas de Palenoia, el tuerto,
Jua.n de OlmOl~, el mo7.o, Bernnrdino Fernáudez do Tolosa, Gonzalo Serrano Cotés, Jnan de
Pnclle Esperanza, l!'rancisco de Pastralla Cazorla, Pedro de Anguieta y otros hombres de
valor y nobleza, de que me falta noticia, y que al cebo de nuevos descubrimientos se aven-
turaban ó. perder lo adquirido.
Con esta pre\'~cion y las armas en las manos llegó 11.1 nuevo asiento de Mérida, en
que ya receloso de sn antiO'ua emulacion, 10 espemba en la miRma forma el Capitan Juarez;
pero en viendo la Real pl'ovision que lo hizo notificar Ialdonatlo, obedeció como buen
español, y rendidas las armas, las entregó t\ RU enemigo, quien apoderándose luego de toda
su gente, 10 remitió con escolta á la ciudad de Santafé, dondo pnesto en prision, y hacién-
dole el cargo quo va referido y otros generales y comunes á todos los conquistadores, se
agravaron tánto por el Oidor Maldonado, quO asintiondo á su dictámeu Briceño y Grageda,
en quion tambien cooperaba el Fiscal García. de Valverde, poco versado en la generalidad
do aq uelloA cargos, pusieron al reo en tal desconfianza de lo~ J ueceR y en tales sospechaR
do un mal suceso, que espaltIeado de algunos amigos que 10 asistían, tuvo diAposicion para
huir de la c:\rce1 y paSe"r por la posta en buenos caballos haRta la ciudad de Pamplona; pero
teniendo allí notioia de quo en ausencia lo habían condenado los Oidore.~ {\ muérte, flnlió de
ella aceleradamente, elio-iendo pasar por caminos áRperos y peligrosoR á la provil'lcia de
Venezuela á qne lo amparaHe el Capitan Diego García de Parédes, á quien hall6 por este
mismo año en la provincia de los CuicaR poblando su llueva Trujillo sobre el rio Bocono,
y desde donde echada. la suerte para llevarlo de mal en peor, DO dejó de seguirlo, hasta que
empeñándolo en la guerra, que allí andaba muy viva, perdió la vida ú manos de indios de
a'luella pro~incia.
En tanto que la. primer::. parte de e~tfl. trage ia. se re pro. elltaba. en Santafé y Pam-
plonn, babia ol Capitan Juan MalUol1!\clo intrn lucido. , 11 gente en la mleva Vill~'t diApO-

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S78 l!'E1tNÁNDE~ pmDIIAHíTA. [im. XlI.

niendo que con mndarla tí COl'ta distancia tuviesen tmnbien los suyos derecho Á los gajes y
conveniencias de primeros pobladoreR, para lo cnal hi7.o en unos y Otl'O, el Jepartimiento
de los indios de la comarca, que si bien desplles 10 t.uvieron mny bien merecido con lo que
sinieron en allanar los 'rirnotos y dilatar el dominio de la ciuuad, por entónces fué la semilla
para el fomento de dos parcialidndes que lucgo se declararon; la una en fa\'or del CILpitao
Juarez y la otra de Maldonado: ésta eOIl oluombre de I·crrada.s y aquélla de aviria, tan obs-
tinadas en snellemistad )lor la imprudencia COIl Cju<, los Oidores les lIombl'abal1 Corregi-dores,
ya del uno, ya del otro bando, que muchos sn-cesos ln!'\timo5;os de muertes y de haciendas
consumidas en pleitos, no han b:l. tano á Racarlo. de ~n ceguedad, y han atrasado el creci-
miento fA que pudiera. babel' llegado aquella ciudad, por la abundancia qne tiene en sns
términos, de 01'0, tabaco, cacao y algodon. Sin embargo, es c:l.bez~ de gobiel'llo y tendrá.
poco más de doscientos vecinos, y Robre la nobleza que bOl'edan los más snjetos que en ella
nacen, son valientes y pundonorosos, á que los anilIlll. mucho 11 emnlncion de la parte contra-
ria: y los crecidos caudales que adquieren con el comercio de Castilla y Nueva España, pOl'
la laguna de 1\-1 aracaibo. Los que se aplicnn nI estudio son de clnros ingenios y constantes.
en segnir la virtud. Tieue la ciudad en 8n recinto :fLludados com'entos de Santo Domingo,
San Francisco, San Agustin, de monjas de S.1nta. Clara, y col.egio de la Compañía de J ,esus,
que es el estado que hoy tiene; y por no descncaelen'\1' los su-ce80S, pas.'l.remos:í lo que por
el tiempo que se fundó acaecia en la gobernacioll de Venezuela.
Dejamos al Capitan Diego García de Pa.rédes, el año de cincuenta y siete, de vuelta
á. la ciudad del Tocuyo, con las reliquiaR que los Cnica..'l lo habian dejado de su nueva Ti'u-
jillo, que :fundó en el sitio eminente de ESC1Hlue, ó. las vertientes del río Motatan, y entrado,
en la. ciudad, halló al Capitan Gonzalo Gutiél'rcz de la Peña con el gobierno de la provincia,
que le habia dado la neal Audiencia de S· nto Domingo por mu.erte del Licenciado Villa-
einda. Y siendo este caballero poco ufecto nI Pal'éde. , por eocnentros que de IÍntes h~bian.
tenido, tratá.ndose por los vecinos de que reedificase la, ciadad de Tl'ujillo, y no queriendo
volviese á la íacaion, la dió. al Cupitan Fl'anci .. co Hui?, yecino dE' la, mi. ma ciudad del '.ru-
cuyo, el cual agregando hasta cincuenta infantes y caballos, y entre elloH algnnos de los que
habian asi tido á la prim.el'a poblacion tomó In vuelta. de los Cnic1.s, por fines del año de
cincuonta y ocho, hasta cntrar al Poniente del Valle de Bocono, donde se aloj6 con fill de
reformar su gento, limpiar Ins armaR y labrar egcatllpil~, pOI' h:\ber reconocido la inquietud
que SIL entrada habia causado en 10H illdios, y la. soberbia con quo se hallabnn de haber
despoblado tÍ Trujillo, ti pesar de sn Capitan Diego G '\I'cía de P,tréJcs, do que Re vanagloria-
bnn mucho en sus juntas, dispuestos 6. no con entir m/ts españoles ell su, tierras.
Por este tiempo, que ya era elltrado el nfío de eincnenta y nueve, h1.,bia salido do la
ciudad de MériJa, recien poulnda, con otros cincnenta. infante. y caballoH, el C:tpitan. J UilO
l\1aldonado 6. descubrir las mi'mms provinciuR de Cuicn.~ y 'fim tos; y atravesada las sierras
nevadas con sumo trabajo, h1.uiend esg uazado el rio 11010 y penetrado el p, i. h:\sta el últi-
mo valle quo ocupaban los rl\motoR (con quiencs Re portó 1'olero l.mento en los ataques, y
muy puntual en los tratados de paz), acuarteló flU gente, y dojándola en el sitio pa.s6 mtl.s
adelante con veinfe hombre, á ver RI por 110a y otra parte qne corren al Norte, descubria
algunas poblaoiones en terreno mlt..'i apacible: en cuya oCl1pacion, divertido, vino tÍ dar en el
Valle de llocono; y como descubríe. e el alojamiento del Capitan Francisco Ruiz, y
encontrase á pooos pasos con dos oldados suyos ejl.le RC entretonÍan monteando, y e informa-
He de qué gente eran y de dónde habiall salidCl, ln'\ndóles que dijeson á su Cnpitan levantase
el real y buscase otra. provincia on que poblar, puc~ aquélla pertenccin 6. su conquista.
Despedidos los dos illbntes con la embajada, Re l'ecoO'ió Maldonado con sus veinte compa-
fleros á un sitio acomodado pam defenderse, parociéndolo que el Francisco Ruiz intentaría
buscarlo; pero alteró, e poco el otro con la pl'OpUC ta, y correspondí()le con otra embajada
semejanfe ú la suya, do que sc {ue¡'on picando basta de afiarse C011 palabras mayores, si bien
lJO llegó á efecto el desafio, por mth, cuerdas con ideraciones que pnm ello tuvieron.
Lo que sí tuvo efecto fué la. determinacion de poblarse Francisco Ruiz en el mismo
sitio de Escuque, en que b'luin. poblado García de ParédeR, cosa que ha. ta ollt6aces no se le
IUl.bia pasado por el p~nsamiento, y a¡;¡í aquella misma noche de pachó alguna gente á dispo-
ner la poblacion, y M¡;¡.ldonado se retiró al cuartel en que había dejado la suya. Los dos dias
siguientes se estuvo lhancisco Ruiz sin hacer movimiel.lto de sn ranchería de Bocono, y
é8toS pasarlos, siguió la vanguardia qua habia pl ado á Escnque: donde comenzó á reedificar

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lII!::iTORL: DEL ..'r -EV ltE1N(}. 319
la ciuñad, quo no qui o llamar de Trujino sino de Mirabel. Jombró Alcaldes y Regimiento,
y repartido, los indios en h comarca, volvieron á renoval'~e los l'Cpiqlletes de los dos Capita-
nes, en que terciando algunos de los más cthlrdos do la una y otra. parte, vino á parar toda
la humareda que había loyantado la cólera, en que el Capitan ]:vraldonade se volvió á Mérida,
coo toda su gente, nsentalluo por términos de su conqui, ta IOf! Jel pala de los Timotos, ya
medio pacíficos; y el Francisco Raiz se quedó en M!l'abcl, tomando dentl'o de la suya las.
tierras de 108 Caicas, de que tuvo principio la separacion de los términos de las dos UeaIes.
Audiencias, de Santafé á 11. parte del Sur, y de Santo Domingo á la del Norte. De todo 10'.
cual di 6-, cuenta lÍo su Gobernador Gntierre de la Peüa, quien de~eoso de emprender alguna
entrada de reputaciou, agregó algnn~L gente de ,\,¡llor, y con ella dió principio ú la conquista.
de la provincia de Carllcas, cometiéndola á los dos hermano Fajardos, que por su mucho-
valor y ser hijos de Juan Fa.jardo, veciuo princip~1 del Tocuyo, y de una india Cllcica, de-
las principales de aquella proviocia, tenian ga.nado el n.plauso de la gente de guerra.
Ejecnt~do esto en el poco tiempo que le <ll1l'Ó el gvbierno á. Gutierl'e de la. Peña, y
estándose el Capit!l.n Francisoo Huiz muy descuidado en sn M:imbel, arribó' a.l Tocuyo el
Licenciado Pedro Collado, proveido por el Consejo en el g¡ biemo de Veneznela el mismo-
año de cincuenta y llueve; y habiéndose informado del On.pitan ParéJe' del ngt'avio que se-·
le habia h-ccho en quita,de la conquista de los Cnic·ts, en que habia traba.jado tanto y'
émpezlldo á. poblar, revocó la conducta hecba por Sll nutece 01' en Francisco Ruiz y se la
dió á Parédes para que volviese ó, la misma provincin, se n.p :Jerase de toua h~ gente espa.-
ñola que halla e en ella, y reedificR.se de nuevo en h p:lI'to que lo parecie~e, ha.ciendo
lmeva eIeccion de Justicia y Regimiento. C n este ds., pacho yalgunos soldados de su.
fllccion, partió Diego Gal'cía de Pa.rédcs, y llega.do á Mirabel manifestó su comi!'ion, que fué,
admitidn al punto, y remitido Franci~co l{uiz al Tocayo, ejecutó toua la instruccion que
llevaba, siendo ]0 primero re .. titull' (Í la po hlacion su antiguo nombre ele Trujillo. Estuvo..
en ella los días que bastaron para. experimentar laH incoDlodidade de lluvias continuadas,.
humedad, truenol'! y rayos, tan perjudiciales á la vida humana, con que ganada licencia de
su Gobernador con fin do mejorar de sitio, trn.. plaut6 la I1ne"n. ciuclad Ú, 1 s oabeceras de·
uno de los valles que corren ú. las riberas dell'io Bo cooo, por parecerle estaba en el centro
de los Cuieas, y por esta razon mú,,, CÓIll do para pacifi0:l1'1os, Y en e, te sitio fué donde ]0,
halló el Capitan Cristóhal Rodrío'1l8z Suú.rez cuando (coro dijim s poco álltes) paRó desde'
Pamplona huyendo de la Real Audiencia de Santafé, á cuyos términos ,'olveremos oon la..
rclacion do lo que por este mismo n,ño de cincuenta y nu eve (en que era Justioia Mayor ds
anta farh 01 Capitan Juan de O t.l.lom, y de Iblgné y J\1ariqnit.'l. Pedro Fernnndez del
Busto) aoaecía en la. provincia de los Pantagoros.
Casi con los mismos p"lncipios, aunque no con los fi lies de }\férida, se fundó la cindacr
de los Remedios, porque hallándm¡e el Cabildo ue
la ciudad de Victoria con permiRo de la
Heal Audiencia para de cubrir milla', y la proltibicioll del ConRcjo parE\. DO emprender
nuevas conquista, Rin licencia suya; y pareciéndole al be~e de Campo ,!!'rancisco .l\Iartínez
de Olipina, uno de us principales vecinos y pobladores, que con el pretexto de lo permitido.
Me podria entl'ar en lo vodado, por conocer que de otra suerte se c8treohab:l. el espíritu que lo
arrastl'aba 6. solicitar empresas dig nas de su valor, ó fn61') con el fin permitido de buscar
minas para enriquecer más ú. Victoria, él ganó licencia de Sll Ca,bilc1o, y levantado un buen
trOzo de gente, se halló con ochenta infantes y ningunos cab'lllos, por no permitidos la
t;erra. Seguíanle muchos hombres de lustre y confJ.llistadorcs antiguos por la prudencia,
valo!' y generosidad con que Rahia g,)bernar la gente de guerra.; y de los que he tenid()
noticia fueron García Valero, Cristóbal Arias de Mouroy, Alonso de Llú,nos Valdés, Juan
Zapata, Diego Ortiz, ROdrigo Pardo, Vasco Pét'ez de SJtoTJ'l.'l.yor, Franci, co Beltran de Cai-
cedo, Pedro de Velasco, FrancÍ1'lco de Alcalá Villalóbos, Juan de Oli\-areR, Alonso Martín,
Ppdro 1\1aldonado, Guillel'mo de ierra, 1ignel B3.qnen\ J aan Romero de Acosta, Andres
do Soda, Juan Valero, Vicente Corren, Jnan de P-'draza, Francisco de rrJ'inun y otros mu-
chos ]Jl'ácticos en In tierra, que habinn ontrado con 01 C'lpit.an Pedroso, La ta el número refe-
rido de ochenta, y llevaban por C¡tpitanes á G, I'cía Valcl'o y {t VcVICO Pél'ez ue. Sotomayor.
Con estOR infantes y bltena prevenciol1 ele armas y "lveres y gmll copia de indios.
carguero!', puesta la delTotl al Norte, empez6 tÍ penetrar la fragusidad de aquellos desapaci-
bles paisos ele Gnas()l1Í!\, 1 Gll:lrinQcs y otras bárbaras na,ciones, on 'lile hnllándoRe íL cada
paso con el encuentro {le peligrosos despeñJl.deros, ríos calld 'llo'\os y 1'.í.pid Vi quebmdas en que


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38 I"EltNÁt\DEZ PIEDTIAUíTA. LLID. XII.

los pocos naturales de oquol terreno por donde transitaba 10 hacian ¡fiera. oposicion, no con-
seguill poco en. ir ganando ó. palmos la tierra sin pérdida consiclerable de su gente, aunque
sí de los YanaconaH, hasta que vencidas grandes difioultc'l.des arribó al valle de C6rpUf~ Christi,
que habian descubierto los Capitanes Pedroso y Cepeda, donde atemorizados con poca difi-
cultad SUR moradores, y rendidoR al espanto de las armas de fuego sus . Caciques Pnchina y
Motambe, fundó por el mes de Diciembre de e. te año una villa qne llamó de llestra Señol'a,
de los RemedioR, á treint.a leguas de Victoria, en q no fueron sus primeroR Alcaldes Juan de
Oliváres y Miguel Baquero; y porqne trajinando el pa.ü; con diferentes catas, se recouoció
estar todo él lastrado de minas y lavaderoR de oro, fle fueron animando sus conquistadores á
tomar de vera:"! la Iundacion de R~ nueva villa, y hub-iemn conseguido su crecimiento apli-
cándose á conservar los pocos indios que hallaron, para seguir con templanza la labor de los
minerales. Pero como el ansia do enriquecer de golpe se aumentaba cada dia más, apurá-
ronlos tanto, que con !';u diminncion y otros acaecimientos ha deseneoido mucho la poblacion,
aunque ya mudada de sitio más cercano á. Victoria, qno apénas conserva algunas cuadrillas
de negrOR. '
La noticia de esta jornada del Maese de Campo Ospina lleg6 algunos diaR deapues
do principiada á la ciudad de Santafé, y luego los OiJores dieron por contravenido el Real
órden que prohibía nuevas conquiRtas; y, ea por 110 haberles dado parte ántes de comen-
zarla, ó porque los encendiese el informe de alguna emulacion oculta, t dos convinieron en
despachar contra él un J llez q na, hnlltmdolo ya poblado, se volvi6 más gustoso de lo que
habia partido, y de la misma manem otro y otros, que cousiguientemente despacharon, de
que no perdia poco la nueva poblacion, pues todo el fl'llto qne daba se convertia en acallar
comisiones: hasta qne, por último, corriendo ya. el año de mil quinientos y sesenta, remi-
tieron al Cspitan Lope de 'alcedo, vecino de la ciudad de Tocaima, quien, mostrándose
entero en RU comision y en la administracion del cargo que tenia, Francisco Martínez de
Ospioa le obligó ú ocurrir ó. la Real Audi.encia á defenderse de las culpas que le imputaban,
siendo éste el orígen y raiz de los bandos que Re iutrodujeron en Victoria y los Remedios,
de Ospinas y Salcedo', para qne el fruto de sus enemistaues haya sido In. total ruina de la
primera ciudad, y casi de la segunda, y aun para haber inficionado la de Mal'iL[uita, donde
el tiempo ha extinguido oRtas faccione., más por la pmdencia de sus descendientes para tem-
plarse? que por falta de altivez y medios para mantenerlas.
No ménoa nocivas y más escandalosas eran las enemistades que habian eohado raices
entre los Oidoro. , siendo eL doctor 1nldonado el máR ardiente en ellas y el que se bandcri-
zaba á cada paso contra el compañero que no asen tia á su voto. Era el Licenciado Briceño
el Ministro oon quien ménos mal habia corrido hasta cntónceR; poro ya fuese pOl'i.ue no so
había declarado contra Grageda y contra el Licenciado Melchor Pérez de Artiaga, recien
venido de la visita que habia ido á h1.cet' tÍ. la provincia de Cartagena (q oe ,e le dió el año
antecedente, poco despues que lo recilJiaron en la. Audioncia por uno de ua Oidores) que Re
mOQtraban de, fecto al Capitan l\1a.ldonado, ó por no haberle dado parto en e te año do se-
senta de laR elecciones hechas do Justicia Mayor para l\lérida en Pedro Bravo de Molina, y
parn Ibagué y Mariquitll en Francisco Núñez Pedro o, crecieron las pasiones hasta dársela por
ueclarado enemigo. Tenia el Licenciauo Grageda comision secreta para residenciar á Briceño en
caso que le pareciese convenir: y como semejantes despachos RO revelan ó traslucen, por uno
de los dos caminos llegaron tÍ la noticia do Maldonado, que llevado de su natural instaba á.
voces en los Acuerdos sobre la ejecucion, y aun acusaba en las conversaciones privadns n Gra-
geda de que no quería \lEal' de aquella comision por tener un voto más para los neg')cios de sn
conveniencia. Dábasele á Grageda poco de todo aquello, porque siendo de natural entero,
trataba da llevar adelante su resolucion, y hubiérale sido más plausible si fllera más cons-
tante en el propósito; pero do pues de lances im]ecentísimos que pasaron entre los dos y
cnando ya sus competencias estaban bien sabidas en el Consejo, con descrédito grande de
Maldonado, sobro que se le despacharon ~í..c¡peras reprensiones, 11e0'6 á temer Grageda ú Mal-
donado, y 110 fué inucho temiese á quien supo acobardar á Montaño.
Concebido el temor, Iué consiO'nionte la coa.dunaciou oontra. Bl'iceño, y pnblicóse
luego la residenci~ con gran deseo de hallarle notablemente culpado, Mí de parte del juez
'que la tomaba como de l\1aldonado, qnc lo encenrlia debajo de la fingidn. amistad r¡lle ha.bia
pactado. Poro teniendo Briceii.o de 13 11 parte al Mal'¡scal con toda la nobleza dol neino em-
peñada en sacarlo bieu ele todo por h limpiez1. y docilida.d con quo los habia gobernado, y

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CAro Vil.J llISTORIA DEL ~UEV0 REINO'. SS!
no habiendo BentiLlo bien de b. conjul'acion 1m:! dotn'ls ministros do la A'Hlicucia, no fué,
posible sacarle cargo má:; gmve quo el de los consentimiento:i ticitOH y exprosos con que'
habia dejudo correr muchos de 10B desaciertos de l\{out.c'l,ño, en que no bastanuo la defensa
que interpuso, fué compulsado á. comparecer en el Consejo, y su partida. del Reino fué llora-
da de todml , y sucedió en ella lo que debian tener rony á la vista para su imitacion todos los
ministros de su puesto; y fné que el dia que por este año saliÓ' de Santafé, al tiempo que lo
más noble de la ciuaad le asistía pa.rn acompañarle, hizo manifestc1.cion pública de todo el oro
que llevaba, que seria hasta quince mi.l castellaaos, diciendo que aqLlello era ouanto habia
sisado de sus ~alarios, y no se hallarin. otra pfl.rtida más, y si: se le averiguase aupiescll que
era hurtada. Y al fin pasó Ó. Oastilla, donde los cargos solicitados por su enemigo fueron los
medios con que brevemente se le dispuso la buena fortuna oon que corrió hasta la. muerte,
siendo el primer paso su provisiou á Guatemala. con la ViAit~1. de aquella Audiencia, el segun-
do tmsladarla á Panamá y el tercero volver ú gobernat' á Guatem:lia, donde lo dejaremos'
hnsta que sus méritos lo coloquen en la presidenoia del Heino.
Miéntras corria la residencia del Oidor Briceño, no paraban las dependencias de la.
fundaciou de los Remedios; y el haber ocurrido Franci co Mart(llez de Ospiua á sus defcn-
Has, no fuera bastante para dejal' de tener en su. CBll.S3. tal mal éxito como el del Cd.pitan
J uarez, si no le hubiera favorecido la dHaclon del tiempo con tres circun~tancias que ba.sta-
ron 6. facilitar su pl'etension. La primera fué haber llegtldo poco ántes Oédula Real de Feli-
pe II para que se pudiesen hacer y capitulál' nuevas poblaciones y conquist<'\i!, en cuya
virtud habia capitulado el Mariscal la conquista. del Doradoj pues aunque por ella no sO'
aprobaban las ya heohas, se templaba á. lo ménos con el despacho el rigor con que debi~
procederse contra los que en a(Iuol punto se hallasen culpados. La segunda, que se le rocre-
ció 6. la primera, fué convertir Maldonado en sangrienta opor;icion oon Gl'agec1a y los demas
compafieros la fingido. amistad que le habia tenido miéutt,a.s re~idencillba ú. Bl'iceño, porque
en semejante encueutros, hasta los reO:3 se hacen necesario!') para dal' eueepo tÍ 1308 parciali-
dades, y la autoridad que tenia. Ospina en el Heino era muy para solicitada de ambas. Y la.
últim(\, en que consistió su buena fortuna, fué haber hallado por uno ,de los Oidores de la
Real Audiencia al Licenciado Melchor Pérez de Artiaga, paisano snyo Alabés, y con quien
tenia amistad desJe su patria, que siendo uno de los contrarios de Maltlonado por íntimo
de Briceño y Grageda, le favoreció de suerte que obraron muy poco los informes de Lopo
de Salcedo para embarazarle la vuelta ngozar parte de In riqueza con qu.e correspondían los
minerales de los Remedio: y en fin, las misma!:! acusaciones que pusieron al Capitan Juarez
en la ultima desventura, en este caballero hicioron tan poca batería, como se ha visto, por-
que no influyen los ejemplares donde varian las circunstanpias, y más como la de ha.llar Ó no
fa VOl' en tre 10,,-, j neces.
En las correrías que ell\Iaeso de campo Juan Ruiz do Orjuela y los Capitanes Anton
de OlalIa y Antonio de Olalla Herrera habiml hecho para castigar algunas altel'acioner; de los
Panches y para encontrar camino mús tratable que el do Vélcz para bajnr do antafé al rio
grande de la Magdalena, se habia reconocido á. quince 1eguos al noroesto do Bogotá otra
nacion confinante tÍ 108 mismos Panches y á. 108 Muzos, quo l:ii bien no era de indios tan
belioosos como ellos, mostraba. ser numerosa y ocupar terreno do muclla consideracion; ésta
era. la de los Culimas, extendida por un fértil país que riega el rio Negro, y otros en que l:i9'
habia conservado, tÍ pesar de 1 s invasiones que en ellos habían l'epetido en tiempos atrasa-
dos los Muzos y Pan ches) si bien estos últimos no con fin de oonparle. In. provinci~ para
dilatar la suya, sino de cebar su voracidad en la sangre de los que mnriesen á sus manos.
Esta notioia, derramada por todo el Reino y la Real Cédula que habia llegado para permitir
nuevas conquistas, puso en pretension de esta dejos Culimas á D. Antonio de Toledo, veci-
no de la ciudad de Mariquita, cuya calidad y servicios facilitaron que por esto año saliese á
ella dcsde la villeta de S. Miguel con ochenta hombres, perros y caballos y los vivanderoK
que parecieron bastantes para conducir Jos viveres; pues aunque el terreno representaba.
dificultades, asegnrúbase el buen suceso en la. noticia que ya los Culimas tenían de haber
sujetado nuestras armas las naciones vecinas, do quienes casi siempro so vieron oprimidos.
Entro los que seguian ó. D, Antonio de Toledo ib:1Il mnchos nobles, y al.lnqtlo algunos
con florida juventud, tan hllbiles para la guerra como de8pucI:i lo mostraron, siendo do los
Cnbo~ más Aeiíalados del Reino; y aunque no pueda hacer memuria do todos, no serIÍ justo
omitit· la de IQs... Capitanes D. Lope tlc Uorosco, Juan (le OttUum y IIcl'nando Vcla.sco y ue

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382 LLlll . . It.

.Angulo, cuyos relevantes servidos son bien notorios, fuera ue los que on esta conquiflta
hicieron acompañauos do U,idos de l\Iolilla, yerno del General D. Antonio de Toledo, de
Luis Ef;tévan de Feria, li1arido que lLlé de doña Catalina de Taboada, de Pedro Jiménez de
Bohórc¡uez, Bartolomé de Saldaña, natural do O una y uno de los primeros conquit:ltadores,
.Juan Félix de Fonseca, Alon~o <le Isla, Nicolas Gutiérrez Prieto, Jnan Félix de Bon' rquez,
Fernando Pulgarin Barragan, J u,nn de Pórras, Pedro ánchez de Velasco, Rodl'igo Pardo,
que cnsó con doña Ana ele Fonseca, Franoisoo Martínez, Bartolomé de Masmela, Diego Pérez
Broohero, Franci co de Triana, Mateo Sánchez Rey y de otrOH cuyos descendientes entre la.
diversidad de apellidos con que de presente corren, repre.':ientan muy al vivo con BU8 loables
procedimientos los méritos que adC],uirieron en aquella y otras mnchas conquistas en que se
hallaron.
Luego que se tocó en los umbrales do b provincia de 10R Gulimas, se fué adclantan-
,do el Capitan D, Lopo de IIorosco COI1 sus caballos, todo aquello que hastó para poner en
..arma el país al susto de la invasion; pero como á la defensa que Therama, Cacique prin-
-cipal, pretendió hacerle en lo raso de un1. colina, vol viese roto y escarmentado al choque
<.le los cn.ballo~ y temol' de los perro', quedó tan des:tnim:tda la naciou Cnlima, que sin
bastar los bríus que mostraba pa,ra hacernos oposician su G neral l\Iurca, ni los consejos
-de Parripari, oráculo alilciano de SUH errores, se negaron ó. la l'esolucion do hacel' CUOl'pO do
ejército para impedir la conqui ta, y solameute mostraron desear la. libertad con la couti-
nuacion de algun:1s embosca.clas que, on los paso.) más estrechos ó td,n 'it de los rios y arro-
yos, disponil'411 á sn sal vo: y á perm 'mecer eu ellafi más tiempo del q \li::; 10:-; nueHtl'os tenian
para descubrirlos, hubíer~ salido costoda la conquistn., por sel' 01 veneno de que usaban en
sn flechería de los m6.s activos que se habian experimentado en Indias, Con todo, en la
gente vivandera y en algunos infantes fué cnnsidel'n.ble el daño q Lle recibió nuestro campo,
por no ser CORa fácil cubrirse con los escaulpiles y rodelas, de suerte que las Hechas no
hirieran algnna parte del cuerpo, especialmonte cogieJldo en descuido In. marcha de la gente
española, y estando en asecho los indios, si bien sobraban dos pelTos sueltos á tiempo parl\
-el desquite de lo (lile hacían en muchas fUl'tidas,
No siendo necesario más eucuentro que los que van referidos, para que toda la pro-
vincia Re lo sujetase tÍ D. Antonio de Toledo, acarieió sus Caciques, y habiendo reconocido
su fertilidl\d y estnnuo tan vivas las esperanzas de hallar en ella minerales semejantes á los
que en otras partes He dúSCllbl'ian, se determinó :í. fnndar una villa que la asegurase, como
lo puso por ejecllcion en sitio <plO pareci6 á propósito, llamándola .c , Señora de la Palma,
y elegidos Alcaldes y Regimiento, lOl-puntó y repartió por casas todos los indios del pais,
segun los méritos de los que se aplicaron á quedar por vecinos, Esta villa, que brevemente
ganó privilegio de ciudad, la trasladó el Capitan D, Gutiél'rez de OvalIe, siendo su Justicia
Mayor, el auo de sesenta y tl'es, al sitio en qne hoy permancce, 1Iamá.ndola de N. Señora de
la Palma de Ronda., en ob.'equio de su patria en la alta Andalucía, En toda su comarca no
so hall hallado otras miuru' qne de cobro y plomo: es muy nbundante de algodon y á prop6-
sito para. ingenioR de azúcar; pero señrllase nu't on lo;) gnmd.:ls ingonios y mejores genios de
los que nat:on en su clima: y es muy de l'Cp:Lrar que o. tando tan inmediata á la ciudad de
Muzo, en que, e crian las eRmeraldas, ésta vaya siempre tí. ménos, en vez de que sus mine-
rales la lleven ú. U1t'l~, y la Palma. 1l0rezcll. en oaudales cuantiosos, que fructúa el trato do
lionzos y conserva., En é ta descanse In. paz y on aquélla se engelldren los ploitos, y sobre
todo es favorecida la Palma de tan benigno influjo, que con sabeL' que !llguno ha nacido on
ella, bastfuá para acreditarlo de virtnoso, de CiUC pudiera hacer lista. muy dilatada, si no te-
miera agraviar la modestia de lOR que viveu,
Miéntraa se obraba lo referido en la provincia de los Culimas, tomaban cacla. dia más
fuerza los encuentros que so notaban en la Real Audiencia entre los Oidores Grageda, Al'-
tiaga y Maldonado, sienuo é te poderoso no solameute para. tenerlos en continuo desasosiego,
s1no tnmbien al Licenciado Tomas López, que vuelto de su visita do Popayan volvió tí ser
blanco de SUR irrisiones, sin merecerlo sus buenas letras y mansedumbre; y aunque. por
este tiempo pasaron á banderi"al' la Auc1tencia en dos Salas, protendiendo l\Ialdonado for ..
mar por sí solo In. una., corriera mucho mús In. demostmciou á no atajarse el escándalo con
la entraua en Santafé oel Doctor D, Juan do SimancaR, Obispo electo ele Cartagcna, que iba
<Í que lo cansagrase D, Fray Juan ti loe; B:í.rrios, que lo era del Reino y Santa :Marta, Era
este caballero elecLo natnrul de la ciudau (le Córdobu, hermano del Obü;po D, Diego do

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'CAP. VIl.J nISTORIA DnL NUll1VO nEINO. 383
Simancas que lo era. de Zamora, y habia sido colegia.! de San Clemente en la Universidad
de Boloniaj y como en él concurrían todas las partes que lo ascendieron dignamente á la
Mitra, tomó la mano en componer aquello!! di. gustos, con el fin de que le asistiesen confor-
me á tan santa fundoll: y aunque no pudo su persua.siva de. truir las raíces del odio, con-
'Biguiólo en la. exterioridad, con que acalladaRlas enemistade!'! y cortejado de la Real Audiencia.
y primeros caballeros del Reino, entre quienes hnlló runchos ilustre!'! paiRanos, recibió la
Consngracion con la majestad que pedia la primera que se hacia en aquella Catedral, y á
pocos días despnes bajó á . u Obispado, donde mal CO:lteuto d~J clima, Ó por superior impulso
que lo movia, se embarcó otra vez para Castilla" dejando de vivil' muriendo en BU Obispa-
do, por morir vi \tiendo en su patria,
Fenecido este año con el buen progreRo de las conqnistas del Nuevo Reino, entró el
de mil quinientos y sesenta y uno, en que trocadas al parecer todas aquellas felicidades, se
pusieron en arma todos sus habitadore:, por la. general que les 'i;ocó por la pt'ovincia de
Venezuela la intempestiva. entrada del tirano Lope de Aguil'l'e: y porque no setá Lien sacar
los acaecimientos de Su.lllgar, y convendrá saber el estado que tenii:\ el Reino al tiempo que
se movió esta guerra, es de advertir que aLento el Real Consejo de Indias á poneL' el repa-
ro couveuiente en 1M compei;encin.~ de 10-; Oidol'ei; de Sl\ntafé, por las quejas y perjuicios
que resultab:.Lu de ella.q, resolvió desde el año antecedeute couceder á Tomas López la li-
cencia. eu <lue iu:taba, para que le admi tiesen la dejaciou ele su plaza y volver á Castilla,
i
cometiendo Hll residenoia al Licenciauo Grageda, 110mhrando en su lugar á Diego de A.n..
gulo Ca tejon) y por comr añero"! Imyo~ t\ Diego <le Villafañe en lugar de Maldonado, con
orden de que con los nutos de F;11 re¡;idencia fuese remitido al Oonsejo, y á J nan L6pez de
Cepeda, ' Oidor más antiguo de la e'l{)año 1ft, para q lte COIl la autigliedad de sn plaza sucediese
al Licenciado Grageda, quien reRideucb.do habia de volver á residir y ooupar la plaza que
él habia dejado, para que removidos así todol:! los Oidores y puestos otros de nuevo, S6 ter-
minasen lns acu<;aciolles que hacian unos de otros.
El primer erecto de esta resoluciou fné llegar á. S,1.ntafé los despachos de Tomas
López con la noticia. de todo, y de los nuevos Oidore¡; q ne habían desembaroado en Cartage ..
na, que fué lo mismo que haber' entrado el mont'~nte, que todo lo puso en paz; y no que·
riendo Tomas López retar'da\' la ej ecucion do sus Luemos propósitos, instó luego en q ne se le
tomase la residencia, y húbolo de h3.cer el Licenoiado Grageda, sill que contra el visitado
resultase cargo do consideraoion , pOI'que, Ó. la verdad, él el'a hombre ajustado, oomo se reoo-
nació en laR muchas prueba.s que Jnal1 de Montañó y el doctor Maldonado hicieron de Sil
vil'tttd; y n. í, dado por:' libL'e, p :'lSÓ á O\stiLla, doude, auinl'ldo de sus buenos deseos, se dió
en Alcalá á una vida ejen1plar y ,'ecogida, y e tllcliadas muy de Miento las artes y Sa~a.da
Teología, tomó despuea los hábitos eclesi:ísticos y recibió los Si\grados Ordenes oon aqualla
decencia que pudo poner de su parte, yen qne persever ejemplarmente todo el tiempo
quo tuvo de más vida, escarmentado de los riesgos de u sa.lvacion en que lo habia puesto la
plaza que pretendió de Oi<lor, y en que tambien lo pusiera atril cualq l1iera. dignidad eolesh\s..
tica si pusiora medios para con eguirla. .
Poco despues de residenciar á Tomas L' pez entraron en Snntafé, uno en pos dp. otro,
los Licenciados Diego de Angulo c.\stejon y Diego de Villafaña, y tomada la po!Sesion de sus
plaz:~s, trató luego é~te de la. l'esidencia de Ma.ld uado, que no teniendo el buen éxito de la.
antecedente) por haber aiuo tan contral'Íos los procedimientos, fné preciso cumplir con el
ól'den de remitirlo Á. Castilla, donde bien mortificado de sus arroj0s por algunos años, pasó
de pues á Méjico con plaza de Alca.lde de Corte: y volviendo al Angula, que pretendía.
ocupacion en que descontar laR empeños del via.je, consiguió pocos dias des¡pues de su llegada.
salir á. vi 'itar las provinoias de Tunja y Pamplona, donde habiendo hecho]a. primera ta a
de los triblltos que los Encomenderos habian de cohrar de IOR indios de sus repartimientos,
moderando la que á. su arbitrio cobraban, y dejado 6rden al Capit:ill Juan Ma.ldonado, que
se e taba ocioso en l\iérida t por haberle dado el oargo de Justicia Ma.yor á Pedro Bravo de
Molina) para que hiciese una pob1acion de espa.ñoles en el valle de Sa.ntiago, que facilitase
el paso ele Pa.mplona. á Mérida., por mediar el sitio entre estas dos cindades y podel' servir
de plaza de armas para allanar la. tierra, dió vuelta á Santafé, doude halló á los Oidores Ár-
tiagay Villafañe ménos corrientes ue lo que debieran estal' al ejemplo de lo que se babia
obrado con sus antecesores, pues tal vez remitían al .imperio de las manos lo 4ue debieran
á la. fuerza do las leyes, aunque siempre por culpa, del Villafañe, á quien las buenas prendas
de su émulo irritaban, 50

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384 FEUNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. LLIB. XII.

Con este 6rden que tuvo el Capitan J onn Maldonado, SIlCÓ luego veinte infantes y
clballos de Mérida, y sin accidente que lo embarazase, atravesa::tos lo~ valles de S. Barto"-
lomé y los Bailadores, en cuyos términos ~e fundó despues la ciudad de la Gt·ita, arribó al
vaUe de Santiago, llamado eutóncas de)os Tararas, donde los indios del país, aunque much08
para el corto número de españoles que entrapa en él, escarmentados de los encuentros que
habian tenido con el Capitan Tolosa, y temerosos de los perros y caballos, de quienes expe-
rimentaban el mayor daño, dejando libre el terreno, les dieron paso hasta el pueblo de la~
Ahuyamas, que estaba el último y más inmediato á las Lomas del viento, d01lde pareciendo
el más á propósito para lugar de españoles, fundó sobre las riberas mismas del rio pequeño
que la baña, una villa que llamó de S. Cristóbal, aunque no falta autor de mucha fe que la
da poblada por el mis,mo Juan Maldonado desde el año de cincuenta y nueve, al tiempo de
pasar á la ciudad de Mérida; y ~\.Unque 11\ pretension habia sido de que sirviese de plaza de
armas para refrenar los asaltos de los Cúcut.as, Bailadores, Motilones y Chinatos, que em-
barazaban la comunicaoion de Mérida y Pamplona, á quien hahia de estar sujet.a, nada bastó
para que, repartidos solares, dejase de encomendar los indios del mismo yalle : los Ca.puchos
que estaban de la otra parte de las Lomas del viento, y los Tararas ffituados sobre el Apura
que baja de las sierras Nevadas de Mérida, en los primeros pobladores que le R<?ompañ·abau,
de quienes fueron Vasco Pérez de Figueroa., Francisco de Pastraua, Gonzalo Sánchez Osorio~
Pedro de Anguiet.a, Antonio Díaz, Francisco de Triana. y otros, qne brevemente la eximie-
ron de aquella. jurisdiccion, ganándola Reparadamente para su villa y extendiéndola hasta
comprender las Lomas del viento, oriaoero de famosas mulas. y hasta la provincia de los
Chinatos y gran parte del valle de Cúcuta, fértil como se ha. drcho para ganados. Inayore8', y
en qne so han hecho hermosos plantajes de caña.

CAPITULO VIII.

PREVIÉNESE EL NUEVO REINO PARA RESISTIR AL TIRANO LOPE DE


AGUIRRE.-COMPÉNDIASE LO QUE OBRÓ EN LA JORNADA DEL MARA:&ON,
HASTA QUE TOMÓ PUERTO EN LA BURBURATA.-SAQUEA EL LUGAR Y LA
NUEVA VALENCIA. - EJECUTA NUEVAS TIRANÍAS HASTA LLEGAR Á
BARIQUIZIMETO, DONDE LO DE BARATA LA GENTE DE VENEZUELA Y
MÉRIDA, Y MUERE DESDICHADAME1~TE.

EFORMADA, como dijimos, la Real Audienoia, y habiendo corrido el año de B'csentBl


R y uno hasta los fines de Agosto, que fué poco ántes que se poblase la villa de S.
Cristóbal, entró por Septiembre en antafé un correo con carta del Capitan Pedro Bravo de
Molillc , Justicia Mayor de l\Iérida, y con ella otra inclusa, escrita á él por el Licenciado
Pablo Collado, Gobernador de Venezuela, en que le decia habel' llegado al puerto de la
Burburata Fr. Francisco Monte inos, del órdell de predicadores, con un buen navío en que-
asistia como llperior á las misiones de Maracapana, y con la noticia de haber arribado á la
Margarita ~lO Capitan Vizcaíno llamado Lope de Aguirre, que, desembocando por el Mara-'
ñon en dos bergantines y algunas piraguas con el ejército que del Perú habia sacado el
Capitan Pedro de Ursua para el descubrimiento '1 conquista de los Omeg.ua:s, por órden del
Virey :Ma.rqués de Cañete, se habia apoderado titánicamente de la Isla, saqueado la cÍudad
y la!'! Arcas Reales de gran cantidad de perlas que eH ella habia, '1 aprisionado al Goberna-
dor, Justicias y demas vecinos, ejecutando en ellos no ménos crueldades que entre los suyos,.
por haber negado no solamente la obediencia al Rey, sino el temor y respeto {x Dios. Era su
designio dar la vuelta al Perú, donde pretendia revivir el fuego de las alteracíones en que
se habia criado, y que por hallarse mns inmediato ti aquel puerto de Tierra firme, sospecha-
ba intentaría abrir paso por el Nuevo Reino para el desatino en que habia dado.
Esta noticia, ponderada de 10R recelos de Pablo Collado, y las consecuencia.s que infe-
ria do que entrase un tirano tan pnjante en nn Reino donde no faltarían quejosos de mnl

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HISTORIA DEL NUEVO REINO. 385
Pl'emiados, lo alborotó de suerte que todas BUS villas y ciudades se pusieron en arma, espe-
cialmente la de Santafé, que como cabeza de todas ellas debia influirles lo más conveniente
para su conservacion. Tenia el gobierno superior, como dijimos, la Real Audiencia, que se
componia de los Oidores Grageda, Artiaga, Angulo y Villafañe, que si bien poco experimen-
tados en la guerra, dotados si de la prudencia necesaria para elegir Cabos, formar juntas y
sacar de ellas la.'il resoluciones que más conviniesen al servicio del Rey, como se vió por el
efecto, pues formada la primera de tantos famosos caudillos como en la ciudad había, y
representada. por Grageda la sustancia de las cartas y la noticia contusa que en ellas se daba
de la gente y armas de Aguine, para prevenir las que pareciesen bastantes para resistirle,
en caso que pretendiese abril'se el paso por el Reino: el poco crédito que se debia dar á. la
sospecha de que un hombre tan práctico de las Indias como lo era aquel tirano, intentase
hallar tránsito para el Perú por tan larga distancia de Reinos, como habia de encontrar
poblados de fieles vasallos de su Rey; y sobre todo, la poca certiduq¡bre de su entrada por
la provincia de Venezuela, solamente fundada en los discursos y temores de su Gobernador,
y en la cercanía de la Burburata á la Margarita, dió lugar á. que de contrario discurriesen
conformes los de la junta.
Que el Gobernador de Venezuela recelaba justamente lo que sucediera en el efecto,
pues no pudiéndosele ocultal' á Lope de Aguirre la diligencia que el religioRo ponia en dar
aviso en todos los pnertos de la Costa, y que de ellos le resultaria la imposibilidad de hallar
paso por Nombre de Dios, habia de ocurrir forzosamente á la Burbllrata, puerto abierto de
Tierra firme, desde el cual, no pudiendo pasar al Perú, le Reria fácil fortificarse en alguna
provincia rica de las de Mérida ó Pamplona, para mantener su tiranía, ganando cada dia
hombres perdidos que le siguiesen. Que la incertidumbre del número de geute y armas que
llevaba debia Bor el más fuerte motivo para aplicar á la oposicion todas las fuerzas del Reino,
como no se faltase á las que debian quedar en las ciudades y villas para mantenerse seguras,
pues las del tirano debian presumirse muy crecidas, respecto de haberlas sacado de Reino
tan abastecido de armaR y gente para la conquista de Imperio tan podel'oso como el de los
Omeguas: y en todo caso seria mejor que se ponderase la ventaja con que lo vencian, que
llorar la imprudencia de no haberse prevenido para la contingencia de encontrarlo ventajoso;
y finalmente, que la presuncion de que no intentaria pasar al Perú por tan dilatadas provin-
cias y Reinos, pudiera. tener lugar en caso que Lope de Aguirre hallase paso más libre por
otra parte; pero no cuando necesitado de medios lo habia de arrojar su desesperacion á la
provincia que tuviese más tÍ. mano.
Firmes en este parecer todos los de la junta, se resolvió despachar avisos á. los Gober-
nadores de Cartagena, anta Marta y Popayan, para que se hallasen prevenidos en caso que
Lopa de Aguirre intentase la entrada. por alguna de sus provinoias. Despacháronse provisio-
nes á Pedro Bravo de Molina, en que dándose el ey por bien servido del oelo que mostraba.
en servicio suyo, le ordenaba no desamparase la ciudad de Mérida, ta.n recien poblada, por
aventurarse á. perderlo todo, por la poca gente con que podia socorrer al Gpbernadol' de
Venezuela, y diese con tiempo aviso de los más que tuviese del enemigo. A las demas
ciudades y villas del Reino se dieron órdenes para que dejando la gente bastante para defen-
derlas de jas invasiones que pudiesen intentar los indios, tuviesen pronta con sus Cabos la
restante, para acudir á. la parte que los llamasen, remitiendo .cuanto úntes listas del número,
para disponer con tiempo el ejéroito, que segun pareció d€spues, habia de formarse de dos-
cientos caballaR, cuatrocientas picas, doscientos y cincuenta arcabuceroR y los demas rodele-
ros hasta el número de mil y quinientos hombres, bastantes tÍ resistir tÍ Lope de Aguirre,
por más pujante que fuese, y aun otro ejército dos veces mayor, por la ventaja que 1>ara
derrotarlo daban los pasos estrechos por donde forzosamento habia de pasar.
Reconocido el número de la gente, se trató luego de elegir Capitan general que. la
gobernase, en que por voto comun de jURtioia fué nombrado el Mariscal D. Gonzalo Jiménez
de Quesada., y por su Maese de Campo Bernan Venégas Carrillo, título que hasta. hoy se ha
continuado en sus descendientes: Capitanes de infantería' lo fueron el Maese de Campo Juan
Ruiz de Orjuela y Anton de 0Ia11a, y de caballos de 'antafé y Tunja, Juan de Cé pédes y
Gonzalo Suárez Rondon j y de la guarda del Sello Real, Gonzalo Rodríguez de Ledcslllll, con
órden todos de que estuviesen apercibidoR para el aviso que a.c;egundase. Nombrados los
Cabos, se empezó luego tÍ disputar sobre el sitio en que Re habia de esperar al tirano y darle
batalla, defendiendo unos que el Valle de Cerillz:l, á doce legnas de la ciuJad de TUDja, era

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386 lt'ERNÁNDEZ PIEDUAHÍT.A. lLIB. XII.

el más acomodado para el efecto, por las campañas limpias que tiene para valerne de los
caballos; otros, más deseosos de encontrarse cuanto ántes con el tirano, instaban en que
debia pasar el ejército hasta el Valle de Cúcl1ta, donde siendo el terreno igoal al de Cerinza,
y cogiéndolo quebrantado de la marcha por camillos tan ásperos como habia de seguir, seria
roto con facilidad; y aunque la defensa de estas dos opiniones comenzó por conferenciaR
amistosas, llegó tÍ encender tanto á I5US derensores, que pasando á desafíos precisó al General
Quesada á publicar bando con pena de muerte, para que sobre aquel punto no se hablase,
hasta que con el segnndo aviso se resolviese 10 más conveniente.
Fenecidas con esto las competencia~ y honro. amente inquietos los ánimos C0n la oca-
sion de verse en cam I'añá, se trató luego de acuartelar las compañía , siendo tanto 10 que se
desperdició en galas, armas y caballos, que tnvieron bien que lastar por muchos dias 108
vecinos de Santnfé. y porque so presnmia que en diferentes lugares del Reino estaban
derramados mucho oe los mal contentoR de las provinoias de arriba, se despacharon por la
Real Audiencia otras provisiones bien apretadas para prender á cuantos soldados se hallasen
de los desgaritados de las alteraciones de] Perú y de los que hubiesen militado con Alvaro
de Royon cm HU alzamiento; sin que se le pneda negar ú este Reiuo que anduvo singular en
tres cosas. Lo. primera, en los crecidos gastos que tuvo esta pl'evencion de arruas y gente
hasta la pascua de Navidad, en que le llegó el aviso á Santafé de la rota y muerte de Lope de
Aguirre, sin que se le hiciese un real de costo á su Majestad. La segunda, en las diligencias
tan efectivas que hizo pal'a limpiarse de gente perdida, que pudiera viciar sus tl'opas, ba~ta
lanzarla de sus términos. Y la tercera, en que no tuviese hombre que se inclinase ni pasase
á la parte de Agnil'1'e, cuando en el Perú le seguían en tropas y en 1'1. cortedad de la Marga-
l·ita pasaron de doce. Pero pasémonos á la provincia de Venezuela y veamos qué ejército
poderoso era el suyo, qué número de gen te y de qué calidades la que llevaba y cuáles de-
mostraciones de fuer ce caudillo, como se intitulaba, fueron la qne hizo en la poca tierra
inerme quo pisó hasta Bariquizimeto, quien pretendia abril' paso con las armas por el Nuevo
Reino para ganar el Perú.
Para referirlo tengo por ocioso dilatarme en los acaecimientos del Marañon, que
hallará el curioso en los treinta y nneve capitulos de la sexta noticia historial de las conquis-
tas de Tierra firme, que sacó á luz his\,ol'iador tan grande como Fr. Pedro Simon. Yasl
asentado que uno de los principales motivos que tuvo el Virey del Perú para encargo.r la.
conquista de los Omegu3ti al Capitan Pedro de Ursua, fll é sangrar el cnerpo de aquel gl'and':!
imperio de la sangre corrompida de muchos hombres baldíos, que entre las venas de sus
provincias habian queda.do como l'eliquias de los malos humores de Gonza.lo Pizarro, Fran-
cisco Hel'uAndez Giron y don Ferul'\.udo de CaRt illa.
Que con di.ferente pretexto form ó Ul'sua su armada en elrio de los Motilones, en que
embarcados cuatrocientoH hombres, pOCOfl ménos, con lucidaH nrm::ts <1e fnego, gmn cantidad
de indios y cnarentfL caballos, salió del st illero por fines do Septiembre del año de mil
quinientos y se. enta.
Que Hiendo gran parte de la gen te que llovabr.. de R.CJuella miRma do que el Virey se
habia recelado, y eutre quienes Robres lian Lorenzo de 'alduondo, Lope de Aguirl'e, Juan
Alon o de la Balldel'll, Ori"V)bal de Cháves, Alon o de Villena y Alon so de Montoya, bas-
tantes tÍ. inquietar lOdo tul ReiLlo, fn é com:lirruiente malquj¡.¡tar al General Ursua de suerte
que á su oampo Re le hiciese fOl'mida1.>le la fOlma de su gobierno.
Que asentada. esta 1.>n, a y llav gadas por el la r'alíon más de setecientas leguas desde
el astillero hasto. un l,uebleznelo de la provincia de Machifaro, y commltada la conjuracion
con D. Fernando de GlIzm:m, con la promesa. de snceder en 01 gobierno á Pedro de Uraua,
lo mataron alevosament e y :i RU Teniente gcuero.l D. Jnn.n Je Vál'gas,
Que elegido D. Fernando por General del ejél'cil0, Lope de Agnirre por Maese de
campo y repanidas las compañ ías entre lOfi demas amotinados, f'ué la primera acciou del
General disponer cierta infol'macion pura jmtificar las muertes, y la primera de Aguirre,
persuadidos á que uegasen la obe<1iellcia á su Rey natural, con la. demostl'acion de firmar la.
informacion con el nombre de Lope de Aguirre el traidor, y á que volviesen á levantarse
con los Reinos del Perú, asegul'ados con la .esperanza de lito ¡uucha gente que se juntaria á
su ejército.
Que navegadas otras doce leguas del rio abajo, dispuso labrar bergantines para salir
al mar del norte, y ejecuta.das las muertes de Juan Alonso de la. Ba.ndera y otros parcia.les

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CAP. VilI.] HISTORIA DEL NUEVO REINO, 887
fmyos, consiguió que todo el campo aclamaRe y jurase por príncipe soberano del Perú á don
Fernando de Guzman, siendo el primero qne se desnatlu'n.lizó de los Reinos de España.
Que aceptada por D. Fernando esta fantá .. tica maje. tad con vanas ostentaciones de
su mal jnicio y navegadas otras seseuta leguas de rio ha ta la poblacion de una isla, á. pesar
suyo hizo matar Lope de Aguirre en su pre. encía á Lorenzo de Salduendo, ó. doña Ines
de Atienza, Alonso de Montora, al Almirante Miguel Bodebo, n Gonzalo Duurt~, tÍ Miguel
Sermno, ·6. Baltasar Cortés Cano y sacríleganlGnte al Licenciado Alonso de Henao, capellan
del ejército, terminando por aquel dia la s~d in aoiable de sangre humana con la atrocísima
muerte que ejecutó Rl! malicin en su prínci~) e D. Fornando, de pues da tres meses y medio
que representó ser príncipe de farsa en el teatro de laR vanidades de eSlte mundo,
Que tomado en si el gobierno de aquel ejército con el título de fllerte caudillo, par-
tió en dos bergn.ntines y muchas tauoas y piraguas de aquel pueblo, qlle llamó de la Matanza,
y despues de ejecutad~s otras mucun.. mnertes, y entre ella 1a del Comendador Juan da
Guevara, dejaudo des:l.mparados, mller~os y ahogados algunos inL'mtes y los máH de los indios
Yanaconas en las más de. iertaR j. las de las dos mi 1 q ue hay en las bocas del Marañon, salió
con furioso temporal de olajes al mar del norte por principios de Jllpio de este año d~
sesenta y uno.
Que habiendo reconocido las aguas del mar OC0:\110 y puesto la prolt á la Margarita.
tomó tierra engañosamente con dosciento arcabu ceros que le habian quedado de toda la
ge.nte de la armada que salió del Pel·ú, y aprisionados el Gobernador de la isla l D. Juan de
Vlllfmdrnndo y demas vecinos qU& rueron á corteja.rle en el puerto, despues que hizo matar
á. Diego Alvarez y á los Capitanes Gonzalo Guiral de Fuéntc y Sancho Pizarro, pasó tÍ. la.
omdaJ, donde concluido el saco y robadas laR Arcas reale. , manifest' n. su gente qne para.
con ervacion de las India. , como la más necesaria, llevaba intencion de ejecutar atrocÍsimas
muertes en todos los Obispos, Vireye~, Pre id entes, Gobernadores y Oidores qua pudiese
haber á. las mn.nos, y de pasar á cuchillo á cuantos religiosOFl encontraRe, fuera. de los Merce-
narios, por ser los primero, y no é.'tos, los que impedin.n las libertades de la gente de guerra
., tenian pervel-tido el buen gobierno de las Indias. .
Que habiendo hecho n1atar al Capitnn J uanes de Hurriaga despues de malograda la
traza que dió parA. coger el navío de Fr. Francisco Montesinos, por habérsele pasa.do á la
parte del Rey el Capitan :!?edro de Mouguin. con la gente qlle llevaba á la faccion, cuya pér-
¿ida suplió con tt·ece hombres que se le agregaron de la i. la, se alteró de suerte que asegn-
rando todoA los pri:-.ioneroA en el fllerte de la Mnrgn.rítn., hizo que inhumanamente le diesen
garrote al Gobernador Villanurnndo, tÍ Manuel Rodriguez, Alcalde ordinario, y á tres Regido-
res, en que cebó la cólera. que lo habia sacado de sí y acreditó que en su tiempo siempre seria
lealtad la traicion y los peores los más honrados.
Que habiendo perdido la oca8ion de llegar ~í. lns m~mos con lB gente ele Fr. Francisco
Monte ind , que estaba con ~u nav ío eu Pllnta de Piedras, volvió á la oiudad con ochenta
arcabucero , y habiendo hecb.o matar tÍ estocada ' á ~u 1\fae e de Campo Martin Pérez y lt.
Martin Diez de Armendari~, primo hermano del Gobernador P edro de r na, resolvió salir
de la. Margarita en dos barcos que se habían labrado p!~rn. el efecto, e$cribiendo poco nntes
tIna carta como . IlJa á Fr. Francisco, y recibiendo otra en respuestn. como de un Provincial
de S uto Domingo.
Que determillado ya por la Providencia Divina ~l fin que se a~ercaba á las tiranías
de Lope de Aguirre, y Riendo los movimiem naturales más tuertes en los fines que en 108
principio. , fueron tales los que la natu.ral crueldad de eAte monstruo de iras tu va á.ntes que
desaml arase la I la, que habiendo hecho treH banderaa de tafetan uegro, sembradas de espa-
das cruzadaR y rojas en Sleñal de la. sed insaciable que tenia de sangre humana, echó el resto
de sus crueldades, empezándolo con hacer matar !Í dos soldados suyos y á Ana de Rójas, en
cuya caRa alojalan, por pre~mmir habian sido cómplices en la fuga de otro soldado, y prosi-
guiendo con ejecutar lo mismo en el marido de la mi ma Ana de Rójas y en un Religioso
..de Santo Domingo, qua le asistia en una casa de campo, soltó la rienda á sus maldndes, ha-
ciendo que á otro Religioso ejemplar <le la misma Orden, con quien por cumplimiento se
habia confeEado el tirano, le diesen garrote por la boca, quizá, y sin quizá, por haberle asea-
do la rotura de sn vida como buen Ministro de Dios.
Que habiendo acrecentado estas atrocidades con las muertes de Simon de Somorostro,
,hombre anciano de la isla, y con la de María de Cháves, ó. quienes por pasatiempo hizo ahor-.

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388 l<'EItNÁNDEZ PIEDnAHÍ'l'A. [LIB. XII.

c:\r en el r01Io de 11\ plaza, fué embarcando su gente, asistiéndola en la. pluya, donde sin la
disculpa de Mahometes, que por el interes de dos pepinos mataba los pajes má~ queridos; él
mismo á cuchilladas, y á pel'suasion snya otros ministros semejantes á. él, hicieron pedazos
á HU mlÍl:i amigo el Almirante Alonso Rodríguez, porque le advirti6 nO::le mojase los piée al
tiempo que estaba embriagado de cólera por tenel' á la vista. á Francisco Fajardo, que con
.algunos españoles y buen número de indios y flecheros habia saltado en la Isla con ánimo
de acometerle teniendo ocasiono Y asentado, finalmente, que embarcada toda su gente se
hizo á la vela, y despues de gastados ocho días en la travesía, tomó puerto en la Bnrburata
con ciento y cincuenta hombres biElO 31rmados de petos y morriones, cuatro piecezuelas de
artillería, seis tiros de fruslero. que sacó del fuerte de la Marga.rita, y tres caballos y un mulo,
que fué todo el tren, armas y ejército con que pretendía conquistar las India~, y para cuya
oposicion se prevenian todas las fuerzas del Reino, se acuarteló en la playa con gran desvelo
en que no se le apartase alguno de sus Marañones, me será preciso, que teniendo ya á. Agui- .
l'1'e en pais del Nuevo Reino, que pertenece á nuestra historia, detenga la pluma en referir
wdas las operaciones que obró como últimas llamal'adas de su al'diente natural, por más que
la Divina bondad, sin irritarse de sus maldades, le daba esperas, para que la buscase en los
cincuenta días más qne le duró la vida; en que seguiré fielmente lo qua prosigue Fr. Pedro
Simon en la sexta noticia historial desde el capítulo 40, Pizarro en sus Varones ilustres de
Indisli, donde trata de Diego García de Pal'édes, y Castellános on sus Elegías de varones
ilustres.
Los vecinos de la Burburata, que al descubrir las embarcaciones de Aguirre habian
puesto las familias en cobro, luego que lo vieron en tierra dieron aviso tí su Gobernador,
.que lo esperaba en el Tocuyo, y éste inmediatamente á la ciud<.\d de Médda, pidiendo 8000-
no á Pedro Bravo de Molinh, y rogándole á Diego García de Parédes (que por ciertos dis-
gustos que con él habia tenido, e8taba allí retirado) que pospuesto cualquier sentimiento, {L
que satisfaria. cumplidamente, no le faltase en ocasion de tanto aprieto; lo uno y otro fué
fftcil de conseguir, pues estando á la mira el Capitan Parédes desde el primer aviso, salió
lnego con la gente que le acompañaba para la ciudad de Trujillo; y el Cnpitan Bravo de
Molina, discurriendo contra la órden que tenia de la Real Audiencia, no deber estar a su
cumplimiento reconocido ya el número del campo contrario, ni ser conveniente á 8U crédito
faltar en la primera ocasion que se le ofrecia de probar las arma.c;, ademas qne en la guerra.
los buenos ó malos sucesos son los que aprneban ó no laR re'3oluciones, nombró veinte y
.cinco hombres de su elcccion de la una y otm parcialidad de Gaviriu.s y Serradas, que para
servil' tí !iU Rey se le ofreciel'on unidas, y con ellos á paso largo fné en seguimiento de Pa.-
rédes, sin remitir aviso de ello á Santufé, por no parecerle preciso, y porque la escolta con
que habia. de pasar hasta la villa de S. Cristóbal haria gran falta en la ciudad de Mérida.
Lope de .A.guirre, que habia pasado la noche acuartelado en la playa, con esperanzas
.de que al siguiente dia se le pasarían algunos mal contentos de la provincia, 6 lo veoinos
,de la Burburata serian tan poco cautos como los de la Margarita, viendo que ni de lo uno
ni de lo otro se descubrían señaleli, hizo matar tÍ. un portuglles, Antonio Faria, por babel'
preguntado al tomar tierra, F!i era de Isla 6 tierra firme, y ejecutada, despachó al pueblo una
tropa defiua más confidenteli para. que tomasen lengua de la inteucion con que e taban sus
vecinos; y aunque tÍ ninguno encontraron, contentlÍronse con baber hallado á Francisco
Martín, soldado de los que con el Capitan Monguin. se habian pa.olado á }\ parte del Rey, que
se les presentó delante por haberlo arrastrado más la costumbre de la vida viciosa. que la se-
guridad de la propia. vida, de que gustoso Aguirre por la fineza de que volviese {¡, buscnrlo
J noticia que le d~ba de haber OtlOS Marañones en la tierra, cuanto irritado de la. relacion
que le hizo de lo que había obrado Monguia, le dió un buen vestido y una carta llena de
aquellas cláus.ula,g amistosas que solia gastar con la gente de su ralea, para que la diese ti los
que andaban descarriados de su ejército, ti quienes habia de buscar con todo cuidado y Ile-
vtÍ.rl:ielos; pero import61e poeo su traza y ménos la diligeneia de Francisco Martín, por
haberles ya influido el clima de la tierra, calidades muy eontra.rías á las quo Aguirre busca-
ba en su gente, y halló en Francisco Martin, que tuvo el pago do 8US finezas dentro do
pocos días.
Malogrado este lance~ despach6 otras dos tropas á. que le buscasen bestias en qué
llevar el carruaje y algunas mujeres que le s·eguian desde el Perú, por el embarazo que le
.cansarían en la marcha de tierra: y si bien recogieron a.lgunos caballos y yegnas con'eras,

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c~. VIlT.J llISTORlA DEL NUEVO REL"O. 380
fmUes tan costoRO el condllcirlas, que muchos de los soldados se h~tim:\ron en la~ pllas enve..
nellada!'! de que log indios amigos hal:>ian sembrado a,lguua.c; Rendal'! por \írden de lo!:¡ españo-
leR, de que irritado el tirano prorumpió en bla~femias contra Dios y sn~ Silntos, como ]0
acostumbraba en oca8ione~ de ménos monta, Lue~o inmediatnmente hizo pregonar por todM
las calles de la BUl'burata (donde ya estaba) la guerra qne pretendia hacer IÍ fllego y Rangro
contra el Rey de Castilla y RUS vasallo~, mandando con pena de muel'te Re la dieRen :i cuanto"
encontrasen, ménos á aqnellos que voluntariamente qnisiesen seguirle. Y cierto que cuando
lleg6 ti este deflatíno, 110 halló acreditado de verdadero en laR plnmaf! de muchos ~CT'Ítoreg.
y en la tradicion asentada en el Reino, y me consta que este hombre nació en la v-i!la de
ñate, de donde ya mancebo pasó al Perú, en cuyo tránsito no pnd o ignorar 10 qlle era un
Rey de España por aquel tiempo y cu:íntos sus vMallos, no halló otra !t~lida ,t semejantes
resoluciones, que dar crédito tÍ. la noticia de que en el Perú el'a conocido por el nombre de
Aguirre el Loco, ó encojer los hombros, temeroso de lo~ despeños ti que se precipita un
hombre dejado de la mano de Dios,
Estando en este pueblo le llevaron preso á un mercatlel' que dejando en él la mayor
parte del vino que habia llevado, se retiró al monte con algnnaf! alhaja.q, y entre ellas una
botija de aceitunas, en que habia ocultado la cantidad de oro que teni;t adquirido; y porque
á instancias de que le dijese la opinion en que lo tenian los de la provincia, le r~pond ió
forzado, con toda sencillez, que lo tenian todos por gran Luterano, se ffÍntió tanto, que qui-
tándose la celada para tirál'sela, prorumpió en alguna!i injuriaf! cont,'a el misel'able, yaunquA
no se la tiró, fué tan desgraciado r¡ne, por haber dicho que nn Roldado le habia robado el
oro de la botija, y pedido se lo volviese, Re introdujo n tan recto Juez el AguilTe, que por
haberlo negado el reo y no probarlo el mercader, lo hizo matar luego, dando 11 entender
cuánto miraba por el buen crédito de los suyos, que en señal de gozo glti~llbnn las comidas
con vino en vez de agua, yen él se bañaban hasta los cueq>ol'! como pudierau en agnl\ rosa-
da: tanta fué la cantidad que hallaron, y tanto es el desperdicio de la gente de guerrn en
lIemejantes ocasiones, por más que amenace la falta para. los diaR siguientes. Desórden fué
éste de que re:;;ultó la mnerte de .Juan Pérez, Roldado de Aguirre, que se In. hizo dar en h
horca, poniéndole un rótulo que decia haberse ejecutado por ser hombre inútil y desapro-
vechado, y de que así mi mo resultó la ruga qne hicieron al campo del Rey Pedro Arias de
Almesta y Diego <10 Alarcon, poco satisfechos de la seguridad quo podian prometerse de las
insolencias de Aguirre.
Habian preso las tropas á Benito de Ch{wes, Alcalde del pueblo, que con su mujer y
una hija casada con don J ulian de l\1endoza hallaron en el retiro de un monte, y con esta
ocaaion hizo que llevaRen lns mujeres que habian dejado en el sitio, y ejecutado, despachó al
Alcalde en demanda de 108 dos soldados que se le habian ido, para que se los volviese sin
falta, pues conocía bien la. tierra, y de no hl\cerlo así se quedaría !Ül1 hijn ni mujer, y luego
inmediatamente levantó BU campo marchando la vuelta de la Nueva Valencia, que dista casi
ocho leguas al e te: comenzó tÍ repechar una pequeün. colilla, desde la onal avisM una
piragua que con algunos españoles navegaba para el puerto, V dando prie~a nsu gente ha ta
trasmontarJa porque no fuese vista desde la mar, hizo alto, y dejándola á cargo de Francisco df'
Aguirre, natural de Navarra y gran confidente suyo, tomó veinte y cinco arcabuceros, y con
ellos volvió en persona á la BurbUl'ata, que solo sirvió de empeñarse el Onpit.:1.D y soldados,
sin tasa en el vino que encontraron, de uerte que lo pudieran matar 10R mismos que le brin-
daban, á estar para ello, ménos Rosále, costa y Jorge de HódaR, que, aprovechúndose del
tlesórden con que Aguirre á. la média noche llamaba. á. vocc~ á la gente de la Piragl1a, se pu-
sieron en salvo sin que los echa e méno , hasta que, digerido el vino, volvió tÍ ocultarse en
el pueblo por si no hubie.~en tomado puorto los de la Piragua.
En su campo tampoco faltaha que hR.cer, pues habiéndose alargado por la montaña
algnnoR indios y negros en demanda de los miserables veoinoR que por aquellas malezas se
habían retirado, encontraron mny acaso los indios una capa que luego conocioron todos los
del ejército Rer de Rodrigo Gntiérrez, uno de los que oon el Capitan Mongnía abandonaron
la parte de Aguirre, pasándose al nl\vío de Fr. Francisco Monte inos. Tenia la Cc-1.pa nna
capilla para el reparo de las aguas, y estaba en ella cierta iufot'macion en favor de su dueño,
Riendo uno de los testigos y el que más lo defondia y cnlpaba. ó. Lope de Agnil're, aquel
Frnncisco .Martín, que )0 fué á hnRcar luego que saltó en tiorra, y estaba allí preso en com-
pañía de Anton García; de que irritado Francisco Jo Agnirre, y parcciénllole que en ello

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390 J:.'EBNÁNDEZ PIEDBAllfTA. (LIll. XII.

lisonjeaba {~ su General, RO fué para él, y dándole de puñalac1as; obligó t'~ que otros 10 acaba ..
!Sen de matar á balazos, entre quienes un Fulano de Arana, de hecho pensado ó por acci.
dente, mató con la pelota al Anton Garcia, qlle atribuyéndolo él á. desgl'acia y los camaradas
del muerto lÍ malicia, e fuerou trab ndo de palabra en palabra, y aunque el Arana pretendi6
~osegarl08 con decir á. voce, que de i,ndustria lo habia muerto, por haber querido hacer fuga
aquella noche, lo cual tendria por bien hecho su General, nada ba t6 para que lo del bando
contrario cediesen i cOU que ,'iendo el Arana que el encono habia de parar eu las al'mas, en
que sin duda llevaria lo peOI', tuvo por mejor partido tornar con brevedad la vuelta de la
Burburatr., donde comunicado el suceso con Lope de Aguirre, volvi6 á toda prie. a á su
~ampo, donde los muertos se quedaron muertos "1 Arana y sus contrarios se hioieron amigos.
Al siguiente dia pl'o~iguió el campo RU den'ota con tantos trabajos por la a8pereza de
los caminos, que ni la~ yeguas poco enseñ'l.das á las cargas podian con ellas, ni en lOR reven-
tones de las cuestas se libraban los i ttfantes de cal'g,~r com ellas, con el ejemplo que les
'daba su General, echando siempre mano de las mtÍs pe adas; j aunque se de balijó ue algu-
nos tiros de fruslera, nada bastó para que, rendida la gente á tanto peso como el que llevaba,
fuera de las armas y mochila, , pud iese ga, tA.l' méno. de seis dias en la ocho legnM q UP. habia
de la. BUl'bumta á la Nueva Valencia, ni para que L pe de Aguirre, herido de lo ardimien ·
tos del sol y de su oólera sobre los afanes con que marchaba, dej a e de enfermar de peligro,
y aun de tal ~l1erte que, impacienta.do el mismo dia que enkó en Valenoiél, desde la hamac:lo
en qUé lo llevaban loS' iudios, pedia Á. cada. p so á sus M\rañones que lo acabaRen de matar:
cosa que no les hubiera tenido mn.la cnenta á los que pOl' no haberlo hecho Re h'\llaron sin
descargo en el último ajuste que se les hizo poco de, pues, L ~)s vecinos de la ciudad se ha-
bian pasado en canoas :í. las lslas que tiene la laglma de Tarigua, sin que la geute de Agui-
rre pudiese dar caza, sino fué á sus ganados de que abunda el país, miéntras él, agravado de
la enfermedad, llegó á notable aprieto, de que mejoró lnego, y en agradecimiento del bene-
ficio prorumpi6 en grandes injurias contl'Uo los de Valenoia, afi.l'mando de ellos ser los más
bajos y viles del mundo, pues ue t~nto c mo había en el contorno, no se le habia pasado
indio ni español tÍ seguir el noble ejercicio de la glle,'ru, practicado de~de elorígen del mundo
entre los cuntro elementos y entre los primeros hombres que hubo en la tierra, y lo que má!'i
era, en el mismo cielo entre los ál1gele~ bllenos y maloR, y esto con ta.l génoro de locuciones,
·q ue atormentaba los oidos de hombres tales oomo los que le seguían.
No habiendo hallado Aguirt'e lo que se prometia., se dió á. deRtruir 10 ganadOR, y pOl'
no perder la buena costumbre en qne se habia ejCl'citauo, hizo matar tÍ un soldado suyo,
porque sin malicia se habia apartado . 010 de la poblacion como un.tiro de arcabuz j y porque
esta crueldad no fuese sin compañera, tuvo oca 'ion de dál' ela, con h-aberle llevado D n J u-
lian de Mendoza en cambio de su mujer y suegl'a, los dos infantes Padro Aria, y Diego de
Alarcon, que l4e le h!l.bian huido y n.pl'i~;ionó el Alcalde Chávesj de que gustoso el tirano
hizo que al punto arraRtrn.Ren por las calles al Diego de Alarcon, con pregon, qne decia que
nquella jll. ticin. mandaba hacer Lope de Agnirre, fuerto caudillo, eu aqnel hombre, por leal
6ervidor del R ey do Castilla., Dé. plle lo mandó ahorcar y hacer cuartos, y plle ·ta.la cabeza
on el rollo, la miraba y decia como por donail'c: Ahí e. tai~ buen ami go ~ b.l'con? Cómo no
viene el Rey de ·E paña :í resucitaros? Lo qne m:'lS se ex trañó fné que al otro lo perdona.se
habiendo re, i ,ticlo que lo llevasen; pero vaJióle tener buena plum'Lpara vcretal'Ío de Agni-
trc, como dice Fl', Pedro imon, ó aprovech61e tener por juez á quien jamas obró con jus-
ticia! lance ft que no qui'lo aventurarse Rodrigo Gutiérrez, el dueño de la informacion en
que habia declal'ado Franciltco l\Ia.rtin, que tambien habia. caido en manos del Alcalde Beni-
to de CMves, y tuvo a.rte para. romper las prisiones en que lo tenia, miéotras Lope do
Aguirre enviaba por él j porque á la verdad el Chúve.', cebado en ser esbirro de tan cruol
tirano, intentaba no solamento regra.ciarle por e te camino sino con darle noticia de las pre-
venciones de guerra que en el Tocuyo se hacían y de los socorros que se habian pedido á
Iérida y ::tu tafé.
Con estas noticias, que no le CR.URarOn pocos recelos, licenció á Pedro de Contréras,
cura de la Margarita, á quien habia forzado á que se embarcase con él, para que volvieRe á
su casa: gracia que habia re iKtiuo conceder a.ll'uego de Sllli mayores amigos desJe que saltó
en tierra; pero en esta ocasion, compeliuo de algun furor diabólico, vino en ello con tal que
hiciese juramento de remitir al Rey Felipo II la cRrta qne le entregaba, que foIi bien lo resis-
tió el buen clérigo á los principios, hubo de venir a.l fin en ello por salir de las manos de

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c~w. VH!.] HISTORIA DEL NUEVO 1 EL;TO. 391
nquclla fiera. Lo que conteuia la carta se ignora, aunque algunos dan razon de su principio
desatinado: pero de uu hombre alocado y del basto lenguaje con que trataba á su príncipe
D. Fernando de Guzman, se infiere qu~ entre sus cláusulas pondría aquellas de que usaba
á cada paso, como eran, que le m.ostrase el Rey de Castilla el te tamento de Adan en que lo
dejaba por heredero de las Indias, que el cielo lo habia hecho Dios para quien lo mereciese
y la tierra para quien la ganase; y de este jaez otros dosatinos propios de un domador de
mulaH que se chocan'ea con otro; y al fin pretendió acreditn.r que siendo su genio de la cate-
goría del que lo aplicó á quemar el Templo de Diana, tiraba á. que po l' insolente quedase
escrito su nombre en la posteridad.
Escrita la carta y asolado el país y la ciudad de Valencia, trató luego de pasllr á Ba-
riquizimeto, que distaba "einte y cinco leguas, y de allí al Toouyo, por dominar la provincia
ántes que con los socorros del Nuevo Reino pudiese el Gobernador oponerse á sus designios,
y para dar el príncivio que acostumbraba á. sus empresa, hizo dar garrote ántes de ponerse
en marcha á Benito D íaz, por haber dicho que tenia un pariente en el Reino, y &. Cegarra y
tí Francisr.o de Lora por presumir qne aUllaban tibios e!l el ejercicio de la guerra: éste era
aquel infeliz estado tÍ que llegaron los romanos con Tiberio, en que tenia igual cas~igo el
hablar y el callar, pues al que callaba moria por maquinador, el que hablaba bien por cau-
teloso y el que mal por declarado enemigo; y luego con noventa cabalgaduras y toda su
gento tomó su derrota por el camino qne corta la serranía del Nirúa, yapénas tocó en sus
asperezas cuando una de las centinelas que allí tenia el Gobernador partió con el aviso á
Bariquizimeto, y diez de sus marañones, sin que uno supiese ue otro, tu vieron ocasion de
irse emboscando en las malezas por l:i'1.lil' de tan peligl'osa compañia.: buda que sintió el tira-
no sobre manera, pondern.ndo á. voces la. infamia de sus marañones y la que se le seguiria á
un caudillo como él, muriendo desamparado, como él decia, ó. manos de tan vil canalla como
lA de Venezuela.
En el t,iempo de estos acaecimientos habia nombrado el Gobernador Pablo Collado
por General de la guena que le amenazaba á Gutierre de la Peña., con. quien tenia dispuesto
se fuesen retirando los ganados y víveres del camino que llevaba el tirano, y que por todos
ellos se pu ie eu cédulas de perdon á todos los marañones que lo dega¡mparasen por acudir á
la parte del Rey, juzgando conseguir con las trazas del entendimiento lo que no se atrevia á.
fiar de la cortedad de su áni.mo; y en estas disposiciones estaba. discurriendo cuando le llegó
el aviso de la centinela que habia entrado tocando arma en Bariquizimeto, para donde partió
luego Gutierre de la Peña con la gente que se hallaba, dejanuo á su Gobernador en el To-
cuyo con el aehaque ordinario que padecía de espantos, y que brevemente alivió en parte el
Capitan Diego García de Parédes, que con catorce compaueros que sacó de Mérida y otros
veinte de Trujillo, se le entró por su puertas: fineza (lue pa.gó con pedirle perdon de los
disgustos que le habia oca ionado y rogarle admitiese el pue to de [aese de cam.po, por ha-
berle pue.·t.o la oca ion de la guerra en el aprieto de nombrar por General á Gutiel're de !'\
Peña, eleccion que no hubiera hecho ti tenerlo presente. Aceptólo Paréue , que llevab;lo
puo ta la mira eo. el servicio Llel Rey y no en los r pn. l"o~ que corren en esto tiempo, y a~í
partió luego con el Gobernador á juntar. e con la demas gente en Bariquizime~o, donde se
habia de esperar al tirano y donde 01 Paréues fué recibirlo de Gutierre de la Peña con 10~
brazos abiertos pOl' acredit.ar que los peligro. conciliall lo ánimo, que no puede la razon y
que donde interviene la conveniencia rel\l deben ceder todos los intereses particulares.
Aguirre marchaba entre tanto con gravísima incomodidades que le ocasionaban las
lluvias del cielo y aspereza de los caminos, .donde impaciente miraba tal vez al ciclo con
&lña, diciendo: Pien a Dios que porque llueva no tengo de ir al Perú y !ll'1'ninar el mun-
do? pues muy engañado está; y paRando de estas blasfemias á pronosticar su fin desastrado,
proseguia hablando con el Capitan de Sil. guarda, Susaya, y con su gran confidente, Francis-
()() de Aguirre: que si en aquella Gobernacion no se le agregaban cuarenta ó cinouenta
hombres, temia del mal ánimo con que veia á sus marañones, que no habian de llegar al
Nuevo Reino; otras veoes decia que estaba cierto de que no se había de salvar, y que es-
tando vivo ardia en el infieIno, y que pues ya no podia er más negro el cuer o que ]as alas,
habia de ejecutar tales crueldades, que su nombro se oyese en toda la redondez de la tierra.;
otras, aconsejaba á los que iban marchando, que por temor del infierno no dejasen de hacer
ouanto el apetito les pidiese, pues con 8(110 creer en Dios les bastaba para Rubir al cielo.
Con estas pláticas envueltas en muchas perplegidades, llegó á una ranchería de minaB, y
51

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lt:gUNÁNDEZ }'IEDRó.1lÍTA. [LlB. XII.

aunque ha116 en ella calltidad de maíz con que aliviar la penuria de su campo, más hubiera
estimado hallar los negros que habían retirado los dueño', para juntarlos con otrot:l veinte,
que con Capitan que los gobernaba, tenia en su campo, y con el ejemplo qU6 tenian ti la
vista hacían más desafueros que los miamos mal'añones. Detúvose allt un dia, y al siguien-
te prosigui6 con los mi¡;}mos afanes hasta eirio de Aracui, que C01'1'6 all'emate de nna co-
lina, desde la cual se avista el valle de las Damas, en cuyati riberas S6 deto vD el dia c¡ ue
gaRtal.'on las centinelas de Bariquizimeto en dal' la noticia tÍ. Gutierre de la Peña.
Miéntras al siguiente dia marchaba el tirano con mtÍ.c;¡ recelo de que lo desamp:H'llse
su gente, que temor de la nuestra, y en consultas sobre si derrama.da la Rangre de otros
cuarenta de los suyos habia pasado el antecedente, y miéntras coa la noticia individual de
las fuerzas que llevaba, animaba. el campo del Rey Pedro Alonso Galeas, doldn.do de Agui-
rre, que desde la Margarita 8e le habia pasado al Capitan Fajardo, y eu canoa que le di6 Ú
tierra firme, y de allí á Bariquizimeto, afirmando que en ciento y cincuenta hombres q us
llevaba, no habia cincuenta que de voluntad le siguiesen, y lo que oonyendria no aventurar
el campo Real al trance de una batalla, resolvió el Mael:le de Oampo Parédes salir á recono~
cerIo con quince caballoR, sin otra pl'evencion que la de uuas lanzas moriscaH y ciertas oela-
das de manta. de algodon colchada, ~e que se vallau en el pais contra. la flecheria de los
indios. De esta suerte, pues, gastado un día en la jornada, comenzó Parédes de la parte de
Bariquizimeto, y Aguirre del Aracui, tÍ entl'ar en un pedazo dú montaña espesísimo que hay
en el valle de las Damas por una senda. aD~o!Sta, que la corta sin dejar mlí,8 latitud quo 11,
suficiente para oaminar enhilados uno en pos de otro, y cuando más falto::! de noticia se' ha-
llaban de la una y otra parte, Re dieron vista tan de repente, que oejando 10H de cum'idoreR
igualmente, oblig6 el susto de los nuestros'y la ramazon de los árboles, á. dejarse una <> dos
lanzas y otras tantas celadas ó caperuzas, qae puestas deapues en las manos de Aguirre,
fueron motivo para que mofando, como siempre, representf\8e á los SUyOR que por aquellas
o.lhajas reconocerian 10 mucho que medraba.n los que 8ervian a.l Hey de Oastilla, y prosignió
su marcha sin dar tiempo ni ocasion á Parédes para que lograse alguna embOticada, respeeto
de aprovechar toda la noche siguiéndolo, hasta que lo obligó á retirarse á Bariquizimeto ,
donde estaba el General Peña con seAenta hombres tan mal armadog como los que van refe-
ridos, de que se compon ia todo el Ejército.Real, con quien consnltando lo que 86 debia hacer,
determinaron desamparar la ciudad por la falta que tenían de armas de fllego, y con~istir en
caballería toda su fuerza.
Oon el mismo órden que salió de la moutaña pl'osiguió Aguirre ha tR los veinte y dos
de Octubre, que entró en la ciudad y se alojó eu las oasas de Dl:ullian del Barrio T r¡ ne esta-
ban cercadas y almenadas de tapia y adobes, sin otro aoaecimiento que el de haberse avis-
tado ambos campos y Jado 6rden Aguirl'o para que cualquier infante pudiese tn.'l.tar al
compañero que l:!O le apartase tres pasos, y la novedad de haber puesto eil la vanguar<lia á,
sus más coufidentes CIl el ingreso de la ciudad, y habel' desplegado cuatro bandel'as y uu
estandarte, haCiClldo salva á /:iUS contrarios oon una carga cerrada. sin bala, y habel' dispuesto
que previniesen otril. con dos balas em-amadas en oada arcabuz, por si la gente del Hey, que
por la parte Oplleste. de In ciudad entraba al mil:!DlO tiempo hasta ponerse {l tiro de mosquete
le acometiese, Pero discurri6lo mejor Gutiel'l'e ue la Peña COll volverse t, retirar sobre las
barrancas del rio en que al Oeste remataba la sabana. en qne alojados pretendían mantenerse
flUS ochenta caballos, porque á hO haber elegido este medio r hubieran lo~ marañones vendi-
do bien sus vidas, desesperados de ballar inuulto á SUd culpas, ú cuyo 8ci~rto corl"espondi6
el que tuvo Garoía de Paréde1:t, que oon ocho ca.ba,ll08, tomando una vuelta por donde el
tirano no pudo verlo, di6 en su retaguardia y le tomó cuatro bestias cargadas de alguna
l'opa, p6lvol'a y municiones de que teuian falta loa nuestros, aunque las armas do fuego no
pasaban de cuatro, Ret.irado el campo Real, á la tarde del día siguiente licenci6 Aguirre á.
los suyos para que saqueasen la ciudad, en que solamente hallaron las cédulas de perdon
que el Gobernador Pablo Collado habia hecho en nombre del Rey á 1Ot:i que abandonasen al
tirano, y una carta para él en que lo exhortaba á que volviese al servioio de BU Majestad,
COD quien le seria buen tercero, remitiéndolo á sus piadosas plantas; y en caso de no venir
en ello, librasen todo el dereoho de las armas en batallar los dos cuerpo á cuerpo, porque la
victoria fuese con ménOH sap,gre.
Estos papelea habia dejado Gutierre de la Peña en parte quo todos los viesen, como
10 c,2Dsiguió, do que se nlter6 A~uirre, de suerte que perdonara 01 saco, por rico que fuese,

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OAl', VlI!.] RI"TOlUA DEL ~UEYO REINO. 393
porque uo IOR hubieran encontrado; pero disimulando cuanto pudo, procuró dar {. entender
01 veneno qne llevaban aquellM dorada~ píldoraR, para 10R que Re creyesen de lijero. Que ee
nCl)rdaRen, decia, de que AUR maldade.q, robos y muertes habian excedido en el número y en
la mRlicíl\ á cuantas en Españn y en laR ludias se hf\bian cometido, y era mui ftdida fianza
la de un Gobet'mtdor de caperuzaR, parn el seguro de lo que el mismo Rey no podía perdo-
nar. Que 1051 parientes y amigo" de 10R muertos los habían de perseguir hasta. beberles la.
Rangl'e, aun cuando el Rey, faltando á. la equidad, los amparase: ademas, que no habria
hombre ni mujer, por roRR vil que fueRe, que oon el nombre de traidores no los afrentase á.
todas horaR y en t<?da.~ partes, Que tarde <'> temprano habian de pasar por el mismo castigo
que vieron Robre RIlR cabezaFl Jnan de Piedmhita y Tomas Vásquez, n quienes se la.q derribó
un Ba.chillerejo, sin haber hecho caso de sus muchos servicios á la corona, ni de los perdones
que tenian ganadoR del Rey.
Dicho eRto, mandó quemar algunas caR~S que le podian servir de padrastros, ,. 6.
vueltas de ellaA, por accidente ó malicia, Re quemó tambien la iglc8ia, de donde mandó Aacar
1a8 imájenes, por dar alguna Reñal de haber nacido en Vizcayll, y de que Rcntidos los del
campo real pURieron fuego aqnella noche á las deml\.c; caRas, sin que se librase otra. que la en
que eRtaba alojado el tirano. Ya por aquel tiempo habia arribado al Tocuyo el Capitan Pe-
dro Bravo de Molina con los veinte caballos que acó de Mél'ida y los que se le agregaron
de In N ue\ra Trujíllo, de qne agradecido el Gobernador, lo nombró por su Teniente general,
que aceptó contra el parecer de los suyos, pidiéndole, en. recompeusa, se animaRe á ir con él
á Bariql1izimeto ,í dar oalor al ejército, en cuya propueRta hubo de venir más de fuerza que
de voluntad, y con más de RElRenta hombres, que ya le habiAn acudido de toda la Goberna-
CiOD t al oalor de los de Mérida ¡:talió aquel mismo dia, robretarde, y caminAndo toda la noche,
deRcubri6 al amanecer un correo que llevaba Utl1\ carta de Aguirre, en re puesta de la que
habia dejado suya en Bariquiúrneto, y refiere á la letl'a Fr. Pedro Simon, en In cual usando
de aqnel F!U OJ'dinario e tilo, le dice cuán enterado se h'\lla de 8U~ letras y de la altura hasta
<londe puede llegar su valimiento con el Rey, para las bnena¡.¡ tal'cerias qlle promete hacerle
en fin Corte. Qne ~e quite de preámbuloR y no trate de qno l~egl1en lOR campo!1 á tentarse
las COraZI\R, p.a,biendo lo poco f{ue puede gallar en ello, y que si ell{ey de Ca~tilla hubiera de
pasar por lA. lid de cuerpo n cuerpo, que le propone de memoria, admitiera el deRafío y le
diera aventaja.da~ laR armA.~, puas la guerra de que entiende eR la que haoe IL los vecinos oon
Rns dos nominntivoR, avcrigul\ndo cómo gan:won IR tiona, para quitadeR el dinero ganado
con su tl'abajo, Que Sil intento es pasar al Perú, Raliendo de aquella tierra, dondo por la
tnlleRtrl\ de ciertnR caperuzaR que ba. cogido de ~m gente, mue~trn el poco jngo qne puode
tener, Quo la pretenflion Ruya es de que lo bm¡tirneute por su dinero, ó se proviRionadl. por
fllerza y de balde. Que Ri lo bURcare, lo hallnríÍ con muy buenBR pelota!!t y las manos en la
maSR. Y últimamente, qne no eA ir contrn. el Rey pretender sus m~rañones hacer lo que sU!J
nntepa,sndofl hicieron: a.demas, que habiéndoRe desnaturalizado de los Reinos de E"pai'ía, no
había sobre q\lé im ponerle8 la nota de desleales.
Otra.<! c1áulilUlas méno~ decent SI qne 1M t'efel'idaR contenill la oarb, quo en vez de
encender fuego en el Gobernador, le fincaron re~iguacionef:, diciendo con muchaR lí\grirn3R
que ojnlá hnbiera ACoptado el de.qafío, por la. confianz~ que tenia. de la victoria; pero que
Riendo aquélla la voluntad de Dio~, se resiQ'rll~ba en 1M dispogiciones de FlU providencia, ya
que permitia llegAsen hasta allí 1M centellas del Perú, y lo pn!'lieRen en Rquellos nprietoll,
que no sirvió de otra cosa sino de motivar risa en flU cmupo, y deapueR pag~ron 108 de Veno·
zuela en lo poco qne le duró el gobierno, aunque no quedaron Rin desquitf\ en la re~idelleia.
El mismo día que Pablo Collado salió del Tocuyo, que iué el antecedente á. éste, resolvió el
MaeRo de Campo Parédes desasogegar al tirano al cUlnto del alba, y salien.do con algunos
caballos y oinco arcabuces, que ya tenia en el campo del Rey, Ae pUAO lÍ cortl\ dÜltancia del
fuertezuelo, y lOR hizo disparar jllR veces que dieron tiempo, á que Rin haberlo /oIentido le
echase el onemigo cuarenta. aroabuces, que pueRtos Á. tiro le dieron una carga tan perdida,
que sin alborotAl'se 10~ DuestroR, la recihieron sin descomponerse del órden que tenían,
supliendo la debilidad de IISS arma!'! con la robustez de lo~ á.nimos empeñado.q en perderge
por el crédito de su Rp.y: de q~e amedrentados lo de Agnirre, 6 por conooer que aquellos
corazones se aventajaban al número de su gente, ó porque la jUl;ticia e8tab~ de sn pfl.rte, no
qniRiet'on adelantarse á más empeño, que atribuy6 Aguirre á traicion de 10~ RUyOR, y más
cuando nI siguiente dia se le entró en el fuerte un negro fngitivo, con la notioil\ de haber

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394 l"'EnN.Á.NDJ~Z l>IEDnAUÍTA. LLIn. XII.

llegado el Gobernador con Pedro Bravo de Malina y 'doscientfs hombres del Reino, bien
prevenidos de atmlls y caballos, que él babia visto, do que mostró Aguirre no hacer caso,
aunque puso más aprieto en que ninguno saliese del fnerte; y tÍ la. verdad fundó bien su
recelo, pues los más propusieron no perder ooasion de pasarse al campo del Hey.
Los primel'os que abrieron el paso á esta transmigracion, én que consistió la dicha de
vencer sin sangre, fueron J nan Rangal y Francisco Guerrero, que al tercer dia de su llegada,
saliendo secretamente con sus armas, llegaron tÍ los nuestros, aseguiáudoles que sin otra
diligencia que la de estarse á la mira, destruirían al tirano, por no haber en su campo cin-
cuenta hombres que lo siguiesen con gusto, y tratar los demas de abandonar su partido,
especialmente Juan Gerónimo de Espinola y HernanJo Conteno, y otros diez ó doce camara-
das que tenian provenidos para efectuarlo. Este mismo dia quiso el Capitan Bravo de Malina
darle una vista al enemigo, y así, con el Maese de CampO' Parédes, con los Capita.nes Her-
nando Cerrada, Peuro de Gaviria, FranciscO' Ruiz, Gal'cÍa Valoro, y hasta cuarenta caballos
más, entre quienes iban los marañones que se habian pasado á la parte del Rsy, tomó la
vuelta de la ciudad, hasta ponerse sobre la barranca del río, en parte que pudiesen oír los
del fuertezuolo á 108 suyos, que llamaban á voces, asegurándDles el perdon prometido, si
desemparasen al tirano ~O'n tiempO', pues habiendo llegado 01 Oapitan Bravo con doscientos "
caballos, nO' les quedaba otrO' mediD para asegurar hs "Vidas despueR: y comO' al tiempo 1ue
esto decían reparasen en que algunas indias del servicio de lDS marañones estaban. lavando
rO'pa en ell'io, se fuerDn deslizandO' el Capitan Paré des y Bravo, y Dtros diez 6 uoce compa-
ñeros, y sin que fllesen vistos del bando contrario, por tener puesta la atencion oc los demas
que les hablaban, bajaron al rio y Re llevaron á la grnpa toda la rDpa y gente de servicio.
De este atrevimiento coligió Aguirre el mal sucesO' que le amenazaba, y cDnsultandO'
á sus más parciales, ml'l.ildó que los Capitanes Rusaya y Cristóbal Garcin, CDn sesent..'\ arca-
buceros, echando voz de que sallan pDr víveres, (liesen aquella noche sobre el campo del
Rey, y ejecutado el dañO' que pudiesen, tomasen la retirada al romper uel dia, tiempO' en que
saldria él CDn el resto de la gente tÍ, recibidoR; pero todo ello no tuvo efectO', porque ni sus
Capitanes atinaron COll los cuarteles de 10's nuestl'os, ni la cnsualida(l de sentirloR el Capitan r
RomerO' (que con su gente de Nil'úa cnminaba aqnella noche al soool'ro de su GobernadDr)
le podia ser fa.vDraole con 01 arma que entró uanuD á los nuestrD~, de que re. ultó cogerloS
el cuarto del alba formadQs en batallan, Los de Aguil'l'e, que ningnn rumOr sentian, bicie~
ron altO' para descansar ha ta la mañana, en que viendo ir sabl'e ellos las tropas de la caba-
llerÍa, e pusierDn en órdeo, y á O\1On paso marcharon haflta un barznl o¡:¡pesD, de quien
podían fiar lus espaldas al choqno do los caballDs, y despachada la noticia á su General, hi-
oieron 1'0Rtl'D al campO' del Rey, qne mal podia acometerlos C011 el embarazo de las barrancas
y abrigO' de los matorrales, y así, puestos los unDS y Dtros á buena distancia, se eRtuvieron
ñrmes.
LDpe de Aguirl'e, CDn la noticia de los SUyOR, puesto 1ue70 en un caballO' morcillo,
CDn la bandera negra de su guarda tendida y el restO' de pu gente, ll(>gó al SDcorro haciendO'
muestra de acometer á uue tl'O campo, que se componia ya de ciento y c,onta caballos y de
cincO' 6 seis nrcabucesj perO' viendo Gutiefl'c de la PElí1a Cine nO' sacándolo de aquel sitio
~tVenturaba la victoria que todos le a. aguraban, comenzó tí rctirarl3e, y empeñado Aguirre
en seguirlo, dió lugAr á que una tropa de ca.ballería le ocupa~o el . itiD de los matorrales;
mas no por eso de'mayó Aguil're, tmtes doblando su gente se puso en batalla, CDn la preven-
cion de cincuenta arcahuceros do reserva, con balas enramadas para el mayor aprietO', y fuó
dandO' algunas cargas, Dcasionando á los nuestros ó. que le acometiesen por verlOl'l, que á dos-
cientos IJasos de su escuadt"on so andaban escaramuzando; siendo mny de notar que oon
til'ar los de Aguirre de mampostería con ta.n buenaR armaA de fuego, hiciesen tan poco daño
suS' balas, como 18s de la artillería de FranciscO' Heruández GirDn, pues granizando desde Pu-
cura sobre el campo Real, parecieron pelota.s de viento, como éstas lo pnrecieron de cera,
pues aplanadas sDbre la. piel de los caballo y nO' ca.usando susto algunO' las otras, dierDn
Q,

muestras evidentes de haberse declarado el ciclO' contra un mismo género de traidores.


RecouocióRe p:1l~R la eviJencia en que uo sieudo más de cinco ó seis arcabuces los
que habia. en el campo del Rey, le mataron con ellos el caballO' al tirano y tÍ dos soldados le
hirioron, y en que slendo el mús intimo confidente suyo Diego TiradO', que CDmo Capitan de
caballDs andabn. tambien escaramuzando en una yegua. dehnte de su escuadron, so pasó ti sus
ojDS nI campo del Rey, aconsejando nI GDbel'UadDl' excusase por todos caminos la batalla, en

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CAP. VIII.) J!ISTOrtlA DEL NUEVO REINO. 895
que tenia Agtlirre la ventaja de los cincuenta arcabnceros reservadoR con balas enramadas;
ántes bien esparcidos le quitasen la ocasion de que lograse algnn tiro, y diesen lug:.r para
que los demas marañones se le fuesen pasando, como lo intentó Francisco Caballero, y lo
hubiera conseguido, á no haberse atascado In yegua y tenido tiempo Aguil're para recogerlo
y perdonarlo despues, como diremos: tambien acaeció que otro soldado de los del ReY1
l1amado Ledesma, se fué ~mpeñando en la escaramuza hasta ponerse á cuarenta pasos del
escuadron de Aguirre, quien decia á. voces no le tirasen, porque se iba á ellos; pero fué tan
contrario el suceso, que apénas 10 tuvo por suyo, cuando vuelta la grupa á los marañones, y
diciendo viva el Rey, partió á su campo con ta.l lijereza, que por más tiros con que le hi-
cieron salva en la par tiJa, consiguió el logro de su atrevimiento.
Bramaba el tirano con estos sucesos, y más viendo que los suyos COIl armaR tan
aventajadas no hacian efecto en ::¡us contrarios, y colérico les decia se avergonzasen de que
unos vaqueros, con zamarros de ovejas y rodelas de vaca, le hubiesen muerto el caballo y
herido 81,1 gente, sin que ellos derribasen alguno; y decia esto, porque el URO de la provincia.
es de andar á caballo con capotillos de dos haldas de pieles de leon, para defensa del sol, y
porque recelaba dd sus marañ0t:'es que hacian la puntería tÍ las esttellas en vez de tirar á
los enemigos, que todo era la señal más cierta de desampararle. Por esta causa los fué luego
l'evll'ando casi á emlJellones tÍ su fuertezuelo, en cuya entrada pretendió Gaspar Díaz, portu-
gues, mostrarse tan fino amigo de Aguirre, qne diciendo muera. el traidor, le tiró un golpe de
partesana á Franci co Caballero, el que pretendió pasarse al oampo del Rey, y aunque lo
hirió malamente, acudió Aguirre á su defensa, y lo mandó curar, por no hallarse ya en eHta-
do de perder un hombre tal cual fuese, y volviendo á zaherir á los fluyos con 10 poco que
habian hecho, puso gnardas en las puertas, y variando de intento estuvo resuelto á dar ga-
rrote muy poco degpues á más de cincuenta enfermos, y de los que hallaba tibios en su ser-
vicio, y hubiéralo ejecutado, si consultando á los suyos no le rep1'6'leutaran que podio. ser
matase á los más amigos, pensando que no lo eran, pues habia experimentado que teniendo
al Capitan Tirado por el más Íntimo, le habia salido el mús de leal, y así pouría ser que en
llegando la oca. iOH e tuviesen mlÍf! ardientes en morir en su defensa algunos de los que
imaginaba mw tibios en asistirlo,
El consejo bastó para darles vida, ma no para que no los desanuase, y pareciéndole
que ya en el camino que habia elegido pala 01 Perú, halllllm mIL, oposicion de lo. que habia
imaginado, aoordó tomar otra vez la vnclta de la Blll'burata y embarcar e como y 6. donde
pudiese: designio que ya tenian sospechado lo. del campo del Rey, por 10 cual siempro
tenian sobre el fuerte cuarenta C~ba.1I0R para de acomoda,r los vÍvere y recoger él los que lo
abandonasen. Con e te apremio creció el hambre hasta valerse de lo::¡ perros y cnballos que
habia on el fuerte, y tÍ pe al' de In., guardas se les ihan muchos ue uno en uno y do dos en
dos al campo dcll{ey, y para mostrar .ci guirre que no temía la fortaleza de 10 nue tros sino
la incon tancia do los lSUyOS, mandó salir veinte arcabuceros, que diesen en el Capitan Bra-
vo y el Maese de <Jampo, de uorte (lue no llama en tÍ sus maranone tan de cerca como lo
hacían: salieron los veinte, y amparados de una ermita que les hacia espaldas contra la
caballería, comenzaron de una y otra parte los que jamas se habían experimentado en la
guerra, á decirse muchos oprobios, que el Oapitan Bravo de Urbina atajaba en los snyofl,
especialmcnte en el de llamar traidores á los de Aguirre, diciéndoles no ser de gante nuble
é injuriar con palabras 6. los enomigos, y más 6iendo todos espalioles tÍ quienes con buenos
términos trataba él de reducir al servicio del Rey, pues ya veian que sentidos de la afrenta
se estaban firmes y pretendían á balazos hallar el despique.
Diciendo estaba semejantes palabras ti éstas, cuando un soldado de Aguirre, mestizo,
llamado Juan de Lescano, reparando en que era el Capitan Bravo el que mús sobresalía entre
todos en la desestimacion que hacia de las balas y prontitud tÍ los encuentros, haciendo en
él la mejor puntería que pudo, le dió en tan buena parte al caballo, que lo derribó en tierra,
con el susto de que los compañol'os tuviesen por muerto al jinete, de que los marañones
levantaron grande grita, por no haberles sucedido hasta entónces lance semejante j pero
socorrido el espitan Bravo con otm caballo, se retiró algo más COll su gente, por no perder
el fuerte de vista, con la última noticia que tuvo de que Aguirre jntentaba tomar la vuelta.
uel mar, para lo cual habia Jesal'mado los más sORpechosos, diciendo no convenia llevasen
ll\s armas con que despucs le hiciesen la gucl'I'a, y rué tan cierto el aviso, que teniéndolas ya
Hobre las cabalgadllrns y todo di~puesto parn la partida, habiendo m:mdndo marchar tí los

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396 l LIB. XII.

(tc!'!91'mados, le replicaron que aquello era llcvnrlos al matl\dero~ y lo que pudieran desear
10R contrarios para pasarlos á, cuchillo á todos; ademas, que seria gl'ande afrenta volver atraR
por falta de valor parn. paRar adelante; y decínnle esto con tales brios, que temiéndose
Aguirre de que fueRe motin, tuvo á buen partido vol verles las armas y pedirles perdon de su
yerro, por ser el primero que habia cometido en la jornada: y reparando en que algunos no
las 'querian por sentirse afrentados, llegó la vileza de su cobarde altivez á que él mismo en
perRona les fuese rogando las recibiesen.
Mi~ntras estas alteraciones corl'il\n, y entre ellas trataba el til'ano de matar al Capibn
Juan Gerónimo de Espinola, por ser el que mó.~ arrojado le hablaba, y por no haber yo.
quien obedeciese al tirano como de ánte , que no pudo tener erecto; el Uapitan Bravo de
Molina y Maese de Campo Paredes, con dos buenas tropas de caballería, se pusieron sobre el
fuerte como otras veces, por la noticia que ya tenian que la partida de Aguirre quedaba
¿iapuesta, y en l'epetidns voceR decian á 101:1 marañones que mirasen pOI' sí, porque los llevaba
~ngañadol:l, y no les quedaba ni en la mal' ni en la tierra otro recurso que volver á la obe-
diencia del Rey. En estA. ocupacion estaban cuando viel'on en ell'io, como en la otra ocasion,
algunos indios que andaban cercanos al fuel'te, y para lograr el lance bajaron con hasta
quince c..'l.ballOF!, dejando órden p,ara que Raliendo alguna gente contra ellos, les hiciesen la
~eña con unA. espada desnuda, A pocos paROS que dieron se les hizo la seña, pOI'que descu-
biertos de Aguirre, mandó al Capitan Espinola que con quince arcabuceros bajase á. defen-
-der la presa de los indios; más no por e!'lo dejaron de proseguir 108 nuestroR hasta descubrir
al Capitan Espinola, de quien lnego Re fueron retirando, por el daño que les podian hacer
las armas de fuego; pero reparando el Capitan Bravo en que SlpreRuraban 01 paso diciendo
viva el Rey, hizo alto y los esperó, y tomándolo!'! á. la. grupa subió la cuesta, y con ellos pasó
á noticiar á su Gobernador del suceso, dejando al Espinola con los demas que estaban á la
mira. del fuerte.
E tao fatulidad fué la total perdicion de Agnirre, pues viendo los que eRtaban fuera
del fuerte baleando Ií. las centinelas del Rey que RU ruina era cierta, pues con el ejemplo de
Espinola harian todos lo mi~mo, trataron de no ser 10R últimos, y á la vista de Aguirre, que
juzgaba ir en su favor, se paRaron á IOR nuestroR, diciéndoleR viva el Rey, que á servirlo
venimos. Recibiólos con alegria el MaeRe de Campo, y con la misma le dijeron acometiese
al fuerte, pues los que estaban dentro Re le entregarian, pOI' Bel' aquelloA de quienes Aguirre
se recelaba, Miéntras eRto araecin., trató Agnirre, el n:\varro, con sus camaradaR, de dar muer-
te al tirano, para ganar el perdon con In fineza, roa'! no hallando ocasiou y viendo bajar al
11aese de Campo, salió á ofrecerle sus personas en servicio del Rey, y no habiendo quedado
en el fuerte más que estos últimos, porque los demas habian hecho fugl\ p()r un portillo de la
corca, miéntras Aguirre miraba el encuentro que lo RUyos tenían con el Ma.ese de Campo Pa-
réde~, 'se halló ,el tirano sin más compañía que In de Anton Llamoso, que hahia jurado sel' su
amigo en vida y en muerte, y García de Paréde~, viendo la victoria. entre manos, deRpachó un
C<1.ballo con el aviso á. su Gobernador, que luego partió de su alojamiento á coger el fruto de
sus trabajOH.
Aguirre entónces, viéndoRe desamparado de todo!'!, vuelto á Llamoso, Capitan de su
municion, le dijo que por qué no iba il. goz'\r de los perdone., del Rey, á que respondió lo
mismo que te!lia jurado, y no diciéndole otra palabra, se entl'ó en el aposento en que tenia
á su hija en compañía de una. mujer natural ne Molina de Aragon, á quien llamaban la To-
rralba, que habia bajado del Perú con Pedro de Unma., y poniéndole el demonio en el pen-
samiento que cerrase el proceso de RUS crueldades con la más inaudit<,\ q ne pudo caber en 11\
estolidez de una fiera, matando á su miflm!l hija cuando no tenia valor para morir peleando.
~e fué para ella con el arcabuz encarado, diciendo fle encomendaso á. Dios porque la queria
matar, y preguntando su hija la causa, le respondió que porque no se viese afrentada con
llamarla hija de un tramor. La Torralba, entónces asida del arcabuz, pretendió con ruegos
disuadirlo de aquel intento; pero él, que era inflexible en sus resolnciones, dejándole el
arcabuz en las manos, sacó la daga y mató la hija R. PllñaladaA: salióse inme liatamente del
aposento, mt\~ viendo que ya entraba la. gente del Rey, ~oltó las arm s, y volviéndose á reti-
rar, trató de valerse de los piés de una barbacoa, en señal de que le fa.ltaban ma.nos para
vender bien su vida, Ma.q en sí estuvo para morir con valor el negro Rey Miguel, en
sn defensa, que el que fuera de Sl gastó su mnlí\ vidn. on ofeusa de su propio Rey. Ent6nces
Ledesrnn., nn espadero del Tocuyo, que hllbia entl'a.do el primero, vuelto al Maese de Cl\mpo,

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CAP. vnr.J lUS'rOUIA DEL NUEVO nED'O. 3~7

le dijo: Aquí LelJgo, sefior, rendido al tirano; á que respondió él: no me rindo yo á tan
grandes bellacos como vos. La respuesta dictó su mala costumbre, no valor que para ella
tuviese, pues con voz desmayada. dijo á Parédes: señor M~ese de Campo, pues es caballero, dé
lugar para. oirme, porque tengo negocios de importancia que comunicarle de servicio del Rey.
Pro~etió hr.cerlo Paré des ; pero instándole los marañones en lo que convenia matarlo
ántes que llegase el Gobernador, di6 permiso p"l.ra ello, y ent6nces uno de ellos le dispal'ó el
arcabuz y le atravesó un brazo, diciendo Aguirl.'e al mismo tiempo: mal tiro; y disparándole
otro uno de los compañeros, que lo hirió en el pecho, murió diciendo: éste sí. Fr. Pedro Simún
no dice quiénes fueron 10. dos que lo mataron j pero el cronista Herrera en la década octava
dice haber sido Juan de Ch:ives y Cristóbal Galiado, recelosos de que Aguirre descubries&
cuauto habia pasado en la jornada. Sa.ltó luego sobre el cuerpo otro marañon, llamado Cus-
todio Hernández. y cortada la cabeza, la tomó de la meleua, que tenia bien larga, y coo ella.
fué á recibir al Gobernador, miéntras el Maese de CalOpo hacia tremolar las banderas del
despojo sobre las almenas del fucrtecillo al Gobernado!', que se le acercaba; y aunque sen-
tido de que hubiesen muerto al tirano sin órden suya. hubo de pasar por lo hecho y mandar
que la hija fuese enterrada en la. iglesia y al padre hiciesen cuartos, llevando la cabeza. al
Tocuyo, donde permanece la calavera en una jaula de hierro, y se conserva la basquiña y
corpiño de la hija con las señales de las heridas. Las banderas se pusieron en el templo y
las dos manos del tirano se remitieron á las ciudades de Mérida y de Valencia: de los des-
pojos de perla.., de la Margarita, oro y plata que allí robaron, no hay autor que dé noticia;.
pero no faltan de que algunos marañones quedaron ricos con ellas.
Este fué el desastrado fin de Lope de Aguírre, y lo que en él so extrañll es no ha-
bérsele anticipado á los viles empleos que tuvo hasta. pasar de cincuenta años: fué hombro,
de noble saqgre heredada y de mucha infamia. adquirida, natural de la villa ~e Oñate de la
provincia de Guipuzcoa, donde el pa.dron que se ve fuera de la villa, en la casa que tu vo,
recuerda el lunar que puso IÍ tan esclarecida nacion. No hubo alzamieuto en el Perú donde
no se hallase de la una ó la otra parte, y siempre obrando de suerte que á. ninguna agl'adase.
Estando solo, ninguno fué tan cobarde, y ninguno más arrojado cuando estúba. en cuadrilla.
El as pe oto de su persona fué despreciable: bajo de cuerpo y de poca. cames, li siado en una
pierna de la herida que recibió en uno de los encuentros que tuvo con la gente de FranciscO'
Hernández Giron. A la inquietud que tenia en los ojos corre pondía la de su mal ánimo-.
Fué incansable en los trabajos de la guerra, sirviendo á pié 6 tÍ caballo. Siempre anduvo
armado, y tan apercibido, que nunoa estuvo sil! dos cotaR ó con una, su espada y daga, arca-
buz y lanza. Abonecia á los soldados que rezaban el Rosa,rio 6 devocion semejante, diciendo-
que no los queria tan cristianos, sino tales que, si fuese menester, jugasen las almas á los
dados con el demonio. No hubo tirano en el Perú de quien no tomase a.lgun resabio, que
adelantó su malicia.. De Fraucisco Carvajal pretendió imitar la jocosidad, y convirti6la en
chocarrería. En las crueldades rué gran discípulo de Vasco Godinez y á tonerlo Francisco
Hernánde:t por jere, 110 hubiera hecho caso de Alonso GonzlUez ; y si en algo no tuvo ejem-
plar, fué en la desvergüenza con que blasfemaba de Bios y se preciaba de que lo tuviesen
por traidor á su Rey.
Fenecida la guorra, observó puntualmente el Gobernador cuanto habia prometido en
nombre del Rey á la gente de Lope de Aguirre, y licenció para que pudiese pasar donde qui-
siese. Mús cuerda resolucion hubiera parecido la de no preferir el cumplimiento de su pala-
brá á la conveniencia general que interesaba el Heino en que no lo infestase tan infame
Hemilla, Faltando el Gran Oapitan á la seguridad que le tenia dada al Duque Valentin,
acreditó en las escuelas de la prudenoia que no debió temer el descrédito de faltar tÍ su pro-
mes..'\ por apagar el tizon que oca ionaba Jos incendios de Italia.: y si en el salvo-conducto
que dió tÍ. Lutero nuestro Emperador Cárlos V, hubiera atendido á este ejemplar de tan cucl'do
vasallo, ni hubiera padecido tantas persecuciones la Iglesia, ni tan grande Monarca necesitara
de ocurrir á los tribunales de la vanidaa para encontrar la disculpa. Satisfecho, en fin, el
Gobernador de lo que por su dictámen obraba, deshizo el ejército, y despachada la noticia de
todo lo sucedido á Castilla con el Maese de Campo Diego García de ParédeR, que quiso ir en
per/:)Olla á representar /:)us muchos servicios, tomó la vuelta de Mérida el Capitan Pedro
Bravo de l\lolina, aplaudido como merecia del Gobernador Pablo Collado y vanaglorioso de
108 buenos efectos que habían resultado de aventurase en persona al encuentro de Lope de
Aguirre, nntes quo él lo Luscase en su casa.

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39~ ltERNÁNDEZ PIEDRAHÍ'l'A. LLID. XU.

Habiendo partiuo así la gente de l\férida, y sentido el Gobernador Collado de las


mortificaciones que le habían hecho padecer los vecinos de a'luella provincia en las disposi-
cioneR de la guerra. y mal concepto qlle hicieron de flU persona para semejn.ntes empresas, y
con el sentimiento que mostraban tener de la reparticion del despojo de las arma:s, en que
cada cual se tenia por 01 más agraviado, se oomenzó á. destemplar en el gobierno, tratándolos
con diferente estilo del que ántes usaba; de que resultaron algunas quejAS que, representa-
das en la Audiencia ue Santo Domingo, oca. ianaron la resolucion de enviarle por Juez á la
averiguacion de ellas á. un Jurista llamado el Licenciado Bernardez, con la comisioll ordina-
ria de que hallándolo culpado se quedase en el gobierno y remitiese al reo, como lo hizo á.
tiempo que ya el Pablo Oollado aspiro.ba a nueVM conquistas con los buenos sucesos que los
dos hermanos Fajardos habian tenido P01' pl'incipi03 de este año de sesenta y uno, poblando
dos lugares de espaiioles: el uno de N nescra Señora de Cal'aballeda 80b['e la costa. del ma.r,
dos leguas al E te (Jel puerto de la Guaira: yel otl'O de S. ~"rancisco la tierra adelltt'o, que,
alterados por este tiempo con la ausencia que hizo el Cltpit~n Francisco Fajardo á la Mar-
garita, dieron ooasion t\ algunas desgracias, y abrieron pnet'ta á la conquista de la provincia
de los Carácas, de que tl'atal'emO!:l en su lugar, miélltras damos una vista á lo que pasaba en
las otras del Nuevo Reino,

CAPrrULO IX.

FÚNDASE LA CIUDAD DE S, VICENTE DE P ÁEZ,-MÚDASE LA DE TRUJILLO.


:&fUERE GARetA DE P ARÉDES y TRÁTASE DE TODO LO ACAECIDO EN LAS
PROVINCIAS DEL NUEVO REINO, HASTA LA ENTRADA DEL PRIMER
PRESIDENTE VENERO DE LEIVA.

ABIENDO llega.do á Mérida el Capitan Pedro Bravo de Molina, hizo luego despaoho
H tÍ la 1 enl .Audiencia de Santafé, con la noticia de todo lo sucedido en la muerte de
Lope de Aguinc, que 8e recibió por fines de Diciembre, con que dejadas las armas y entrado
ya el año do mil quiuientos y seRentn. y dos, famoso por el cerCo que Luis de Borbon puso á
Paria, y mn glorioso por el miserable e. tado en quo derrotado y preso lo pusieron los mos-
quetes españoles acaudillados del gran Duque de Guisa., se trató luego de atender al mejor
expediente del gobiel'Uo, para mantener la. paz en que se hallaha el Reino; y como conclui-
da la guerra so volviese á de~cubrir el fuego de las enemistades que por algunos mescs
habían escondido entre las cenizas de su temor los Oidores Artiaga y Villafañe, resolvi6
cuerdamente la .Audiencia que el Licencin.do Artiaga, más dócil y ménos culpado en 108 en-
cuentros, baja e á visitar á Santa Marta, como so le habia ordenado desde el año antece-
dente, y maniíestóse la buena eleccion on la OC<l...,iones de guerra en que lo puso la intrepi~
dez de los Taironas y Bondas, mostrándose en todas tan diestro en las armas como prudente
en la nplicacion de sus letras. No especifica el Licenciado Juan de CastelltÍ.nos enouentro
alguno que pueda yo trn.sladar tÍ la pluma; pero illfiérense algunos de gran crédito, por lo
que dice hablando de este ministro á los fines del canto veinte y uno, en que prosigue:

y aunque en ¡el'vol' de j¡wentlld flo?iiJa,


ca&al, diligentí8imo, bastq.nte
pa1'a cualquier negocio de 81¿stancia,
y no méno8 b"7'080 pa¡'u, gue1'1'a,
segtm manifesta1'on los efectos
en muchas ocasiones de la costa,
estando visitando las pl'ovincia8
del 7nlU" de Santa ."Marta y Oartagena,
donde Mzose1'vicios señalados.

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CAP. IX.] HISTORIA DEI, NUE VO HEINO. 399
En esta ocasion bajó en su compañía á la Coata Juan Martin Hincapié, mancebo de
yeinte años, natural de la ciudad de V élez, hijo de otro de su mismo nombre, que pusimos
en la lista de los primeros conquistadores de Nicolas Fedreman y de doña Isabel, india prin-
cipal y sobrina del Cacique de l\foniquirá, quien habiendo a,qistido en todas las ocasiones de
riesgo al Oidor Melchor Pérez de Artiaga, ganó mucho crédito y dió claras señales de lo
mucho C!ue obró despues en la. gllerra continuada de los Taironas y rebelion general de la
provincia, llegando á .ejercer los cargos de Capitan, Sargento Mayor y Teniente General,
aunque lo notaron siempre de cruel en los castigos, como se dirá á su tiempo, cuando trate-
mOl! de sus hazañas y de las del Sargento Mayor Gaspar de Soto, mulato libre y natural de
la ciudad de Santafé. Pero al Lioenciado Artiaga ninguna buena prenda de las que tuvo lo
libró despues que vino á Castilla, para que al reclamo de algunas quejas de los vecinos de
Cartagena, no se d~paohase Juez á residenciarlo de nuevo, de que salió con crédito y desen-
gaño8 para dejar aquel camino peligroso que habia segnido, y así, trocada Ir.. toga por los
hábitos eclefliásticos, consiguió la Abadía de V ulgosondo, donde murió con buena fama; lo
cual hemos querido anticipar, por no saber si la historia nos .dará ocasion para esta noticia,
que habrán d'3seado algunos interesados.
Partido de Santafé el Oidor Artinga, y continuundo la Audiencia en dar expediente
al gobierno qne administraba, y atenta á. lo que convenia la conservacion de las dos ciudades
de Muzo y Palma, tan recien pobladas, proveyó por Justicia Mayor de la Palma al Capitan
D. Gutierre de Ovalle, de cuya noticia y servicios hemos hecho memoria en otra parte, y
quien con más conocimiento del terreno de la provincia de lo!'; Culimas, mudó la oiudad al
ofliento en que hoy permanece; y á la de Muzo, en que se recelaba alzamiento general de
10.'3 indios, ordenó partiese luego el Capitas Luis Lanchero, que ya mejorado de slilud con la
mudanza de temple, afianzaba la. seguridad de cuanto se te:nia luego que los Muzos lo sin-
tiesen dentro de su pais. Pero sabiendo que á pocos dias despues de llegado habia mnerto
en la forma que dijimos en el capítulo séptimo de este libro, dispusieron volviese otra vez
el Capitan Juan de Olmos á continuar el oficio de Justicia Mayor, en que dió bastante 8a-
tisÍaccion de la confianza que de su valor se hizo, y de la igualdad con que lo habia mo~
trado en cuantas ocasionel:! le pusieron las dificultades de la conquista, desde que subió de
la cesta de Santa Marta con el Mariscal Quesada.
Miéntras en Santafé se atendia á. estas provisiones, y en Cartagena continuaba su go-
bierno Juan de BlÍsto Villégas, que lo tenia en propiedad, como dijimos, y en la de Mérida
el cargo de Justicia Mayor el Capitan Pedro Bravo de Molina, en la cmdad de Tunja Gon-
zalo Rodríguez de Ledesma, en la de Pamplona Hortlln Velásquez de Velasco, yen las de
Mariquita, Ibagué y Tocaimf~ Francisco Núñez Pedroso, din acaeoimiento especial político
ni militar de que deba dar noticia, llegó á. Cartagena la flota en que pasó don Pedro de
Agreda, Gobernador nombrado en propiedad de la provincia de Popuyan para que sucediese
á Luis de Guzmnn, que tambien 10 habia sido por el Rey, y con la resolucion que hahía to.
mado en lo tocante ti la noticia que se le habia dado de lo acaecido con Lope de Aguirre,
que se rednjo á despacharle título de arisoal de la provincia de Venezuela á Gutierre de
la Peña, premiándolo demas de esto c larga mano, así á él como al Capitan Pedro Bravo
de Molina, por la fineza y valor con que se habian señalado en su servicio; y no pareciendo
conveniente aprobar el perdon que en su Real nombre habia dado á los Marañones el Go-
bernador Pablo Collado, cuyos buenos de. eos quedaron olvidado., so despacharon cédulas
muy apretadas á todos los Reinos de las Indias, para que con diligente cuidado se buscasen
las reliquias de aquel ejército, y aprisionados cuantos soldados hubiesen militado. con el tira-
no, se retiraRen á Castilla.
Con este órden, que luego se divulgó por todas las provincias del Nuevo Reino, S9'
dió principio á la. diligencia. de buscarlos, y ellos á la de ocultarse de suerte que no los ha-
llasen, si bien no se logró en todos, pues en la ciudad de Mérida fuó preso y heoho cuartos
Pedro Sánchez Paniagua, Barrachel de campaña de Lope de Aguirre y uno de los más cul-
pados en su tiranía, y en la ciudad de Pamplona puso tal cuidado el Justicia Mayor Hortun
Velasco, que hubo á las ma.nos aquel Anton Llamoso, fiel amigo del tirano, que no lo desam-
paró hasta la muerte, y el que degenemndo de racional por satisfacerle de que no habia.
cooperado con Martin Pérez, su MaeRe de Campo, á. quien le mostraron muerto, no asqueó
beberle la sangre por las heridas de la cabeza despedazada. A Francisco de Santiago, caba-
llero del hábito de Cristo, se le despaohó pl'ovisioll por la Real Audiencia de Santafé para el
52

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400 FEllNÁNDEZ PIEDRAHÍTA. LLID. XII.

mismo efecto, y 10gr6se su celo prendiendo á Francisco de Canion, alguacil mayor del tira-
no, á 8U gran confidente Francisco de Aguirre, ¡\ Roherto de Susaya, su Capitan de la guar-
dia, al Capitan Diego Tirado, á García de Chávez, á Diega Sánchez de Balboa y á un portu-
guas, que de camarada se iban al Perú, y los castigaron de suerte que Di ellos ni otros que
por BU diligencia escaparon de caer en poder de la justioia, osaron pareoer má.s en público,
ni usar de los-nombres que de ántes tenían.
En la misma flota que llevó estos despachos, pasaron tambion al Nuevo Reino de
Granada. aquellos dos apostólicos misioneros S. Luis Beltran y Fr. Luis Vero, de quienes
hemos heoho breve insinuaeion en el capítulo sexto del libro antecedente, y trataremos más
latamente en su lugar, dejándolos por ahora en la ciudad de Cartagena, manifestando las
primeras luces de su doctrina, miéntl'as nos llaman las de otro insigne varon, que para el
colmo de las felicidades que pOor aquellos tiempos gozaban las Indi$s, pasó en la mL'5ma
ocasion por Obispo de Popayan. Este fué D. Fr. Agustin de la Coruña, á quien generalmen-
te llaman el Obispo Santo, siendo innumerables Jos elogios que de este vaso esoogido de Dios
para que llevase su nombre á los mayore!:! tres ReinoR de aquellos Occidentales, escriben los
cronistas de Indias; y podráse rastrear algo de lo mucho que en él depositó la gracia,. en 1M
cortas cláusulas del maestro Gil GODzález d,e Ávila, pues llegando á proponer tres prelados
de los mejores que han tenido las Indias, para que sirvan de vivos ejemplares á los que les
sucedieren, ocupa éste, de quien hablamos, el primer lugar en la graduacion que de él bace
con el Santo D. Toribio Alfonso Malgrobejo y con el doctor D. Fernando Áriaa de Ugarte,
para que por las virtudes de 108 segundos se conozca In santidad del primero.
Los maestros Grijalba y Calancha, en sus Crónicas de Méjico y del Perú, por más
que se dilatan, quedan cortos en su alabanza, á juicio de los que gozaron má.s inmediatamente
la noticia de las virtudes que aquel insigne prelado manifestó en las últimas llamaradas que
dió su corazon ardiente entre los incendios del amor divino. Algunas bien singulares, de
que no tuvieron notioia estos dos historiadores, se refieren en el libro que de RU viaje del
mundo compuso el Licenciado Pedro de Cebállos Ol'dóñez, Gobernador que fué de Popayan,
pocos dias despues de su muerte; y f!in dilatar la pluma sobre el escrito, compendiaré sola-
mente en esta primera parte lo que obró desde su nacimiento hasta. el año de sesenta. y cua-
tro, d~jllndo para la segunda 108 empleos restantes de su vida en el Nuevo Reino de Granada
y en Tos del Perú, donde mostraré la última carrera de espinas y trabajos por donde corrió'
á ganar la corona del primitivo Padre de la Iglesia, sin que su mansedumbre bastal~e ti sere-
nar la borrasca de pel'secuciones que con ajamiento de su dignida<il movió contra su persona
el celo imprudente de los primeros ministros de la Real Audiencia de Quito.
Nació, pues, en la villa de la Ooruña del Condc r hijo legítimo de Remando de
Coruña y de Catalina de Velasco, y lla.móse en sus primeros añol'! Agustín de Gormáz, tan
inc1inado á. buscar el camino del cielo, que tomó el hábito de la religion del gran Padre S.
Agustin el año de mil quinientos y veinte y cinco, y al sjguiellte pro:tJe¡;ó en manos de Santo
Tomas de Villanueva, anunoio claro de sus virtudes futuras; y en 10 nños que con'Íeron
hasta el de treinta y tres aprovechó tanto on los e tudios y disciplina regular t que mereció
por lo uno y otro ser elegido por uno de los, iete compañeros del venerable Padre Fr. Fran-
cisoo de la Cruz, á quien se le encargó, por lo tocante {L su órden, la promulgacion del
Evangelio en el dilatado Imperio de Méjico. Y auuque no falta escritor que diga haber
pa~do la primera vez tÍ Indias por el año de mil quinientos y cincuenta y cuatro, no se
compadece con la verdad tan asentarla de haberse ocupado en su mision más de veinte y
cinco años, ni contesta con las Cl'{,nicns de los maestros Grijalba y ealancha, q:ue má.s
enterados del tiempo, ponen su tránsito á Indias el año de treinta y tres, de que se infiere
haber sido yerro de la imprenta del libro, donde por número y no por letra está puesto el
año, y por el número 34 pusierou 54.
Habiendo, pue., llegado á Méjico Fr. Agustín de la Coruña, dió luego señales de su.
espíritu y letras, en el primer sermon que le bicieron predicar en ell'eligiosísimo convento
de su órden de aquella ciudad, y queriendo sus prelados aprovechar la ocasion que tenían en
las manos, miéntras se disponía la de Easar :i la mision, le ocuparon en una de las cátedras
de Teologja, donde leyó las materias ae fe, espel'anza y caridad; y lo que parece de todas
las aociones de su vida, es no haber oursado en otras, segun lo que aprovechó á cuantos se
alimentaron de su doctrina, y se aprovechó á sí mismo con estas virtudes: pues juzgo piado-
samente qu'e en la de caridad prosigue con los ardientes afectos que se practican en aquella

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OAl). IX.] lIlS'l:ORIA DEL NUEVO Rl!lL'W. 401
universidad, donde no tienen cabida las de la fe y esperanza. Luego que acabó de leer estas
materias, que fué por fines del mismo año que entró ea Méjico, se partió h la conquista.
espiritual de las provincia.s de llapa y Chilapa, que le cayeron ea suerte, donde en pocos
dias aprendió el idioma mejicano, siendo el primer obrero qua lo supo hablar con perfeccion:
á cuya novedad concurrian tropas de indios, unos llevados de vana curiosidad, y otros del
atractivo de la celestial doctrina que les predicaba; pero el demonio, mal sufrido de caer del
imperio que por tantos siglos había ejercido sobre aq1lellos bárbaros, conmovió á los más
principales Caciques á que promulgasen un edicto general condenando á muerte á cuantos
par noveleros y quebrantadores de sus antiguos rito:! oyesen predicar á tan prodigioso varon.
Con el temor de incurrir en la pena calmó el auditorio, y pasáronse más de tres meses
sin que indio alguuo lo buscaee, ni buscado lo quisiese hospedar ni oir, dejándolo por e,qta
medio á las inclemencias del tiempo, sin otro reparo para los frios en que se helaba, que el
de su ardiente caridad, que más lo encendia. Hallóse tambien en estos dias tan falto de
alimento, aSl él como su oompañero Fr. Gerónimo de S. Estévan, que aplicándose éste á.
conducir agua, y nuestro Fr. Agustin á cargar leña, y ambos juntos ~i coger de los sembra...
dos algunas mazorcas de maiz, representadoras de aquellas espigas que desgranaban 108
Apóstoles para mantener las vidas, pasaron con serenidad de á.nimo la fuerza de aquel contra-
tiempo, aunque tal vez confusos con el recelo de que sus culpas fuesen la causa de que los
tuviesen por lobos aquellas simples ovejas; pero seren6se la tempestad al fin de los tres
meses. Rayó el sol despues de los nublados, y saliendo los indios de sus ocnltos retiros, eran
ya numerosísimos los concursos que asistian á sus sermones. Regalaban á sus maestros, y á
voces pedian el bautismo. Oh portento de la misericordia divina que así imprimes las cali-
dades de la cera en las que ayer fueron rebeldías del bronce! que hoy truecas en sementera
de trigo candial el que ayer fué campo horroroso de espinas! Pero donde la gracia es la
que si<'lUbra, y quien cultiva la perseverancia, qué otras cosechas podian prometerse
los deseos?
Con este blando Fa vonio fué arraigando la fe en aquellas provincias. Creció la cría-
tianJad, y fué nue tro Fr. Agustin de la Coruña dilatando la conversion de los gentiles,
hasta encontrarse los pal:los hermosos de su evangélico celo con lali aguas del mar del Sur.
y para comprender lo que trabajó en e ta conquisfH'l, baste saber que para la tierra que
redujo al gremio de la iglesia, hoy que falta más de la mitad de los indios que hahia en-
tónces, se neoesita de veinte religiosos de su Orden en diferentes doctrinas, de cuatro del
Orden de predicadores y de doce clérigos, que administran otros tantos beneficios curados.
Acaecióle un dia el primero de la Pascua de avidad, decir la primera misa en Chilapa, la
segunda en Athlistaca, qlle dista seis leguas, y la torcera en llapa, qne dista nueve de
Athlistaca. Predicó en todas tres misas y administró sacramentos, y la última tenia ya
didla á las doce del dia, de pues ele caminadas á pié quinoe leguas desde quo acabó la pri-
mera, y esto por sendas y caminos tan ásperos y peligrosos, que quien los anda hoy en tres
dia , reconoce no haber hecho poco, y besa. la tierra en señal de haber escapado de la bo-
rrasca de aquellos peligros. Y e cosa oierta que de Cl:!tas joruadas hizo muohas, no sola-
mente en aquellas provincia. Rino en la de Popayan, visitándola como su Obispo; y refiél'olo
para qne se vea ([ue por estos pasos ascienden á las Mitras los que han apacentado rebaños
en la Indias, y que si en la Europa para la VL'3ita de tierra. llana hay carrozas y litera.~
que facilitan las jornadas, en la América para las de ciento y do oicntas leguas de riscos y
montañas, todo el avio para que la Mitra camine consiste las más veces en que el báoulo le
sirva de báculo á la mús anciana.
Fueron tambien muchas laH batallas que en el discurso de sus misiones tuvo con el
demonio disfrazado en ídolos de aquella gentilidad, y de toda¡; salió victorioso, pues el dos.
pojo de muchas almas quo tenia prisioneraR siempre, quedó para Dios: de que se originaba
el buen Qlor de sus virtudes, que ya trascendia por todos los Reinos de la Nueva Es¡mfis,
hasta que gastados veinte y cinco años en la conversion de más de setenta mil almas, se
halló precisada la provincia de Méjico á elegirlo por su Provincial, sin que en so elecciou
concurriese voto que no fuesc de justicia. Reformó la disciplina regular, que había enfer-
mado de resfrios, y determinóse tÍ pasar tÍ cstos Reinos con otros dos. Provinciales, para
tomar asiento en las dificultades que sobre la. administracion de las doctrinas se habian ofre-
cido entre los Obispos y Regulares, no por tener los Obispos peligroso celo de tener mús
almas á su cargo, quitando las doctrinas á los religiosos; ni por deseo de tener mM que

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402 ll'EItNÁNDEZ PLEDRAlIfTA. LLID. XII.

mandar dándoselas á los clérigos, como le pareció al Maestro Cnlllnch!1, pues debia saber que
no están más á cargo de los Obispos las almas que apacientan los unos que los otros; ni la
administracion de los curatos puesta en 108 Regulare.q disminuye un ápice de jurisdiccion
sobre Párrocos y feligreses á. los Obispos.
Parti6 al fin Fr. Agustin de la Coruña para estos Reinos de España, y en llegando á
Sevilla por mayo de sesenta y uno) tuvo noticia de que el Rey lo tenia presentado n. su San-
tidad para Obispo de Popayan. Tanto era el crédito que con aquel prudente Monarca le
habia dado la fama de su virtud y letras, y por la sencillez de la verdad con que le comu·
nic6 las materias de Indias, le traslució el alma y la intencion que lo habían acreditado
varon Apost6lico: como tal rehusó la dignidad Episcopal en llegando los despaohos de Roma;
pero compulc¡ado de la instancia de su Rey, no pudo excusarse. Halláb/l8e por entónces cui-
dadoso de dar leyes municipales ti los Reinos de Perú, donde por la' muoha distancia que
hay de aquellas costas á la Corte, no pOldian los Consejeros de Indias resolver á tiempo
sobre los negocios que se ofrecian: flemas que habian relajado los estómagos ménos colé-
ricos de los conquistadores: ademas, que la falta del conocimiento de los terrenol'! y de 108
que habitaban aquellas pl'ovincias, así españoles como indios, les cansaba el continuado
temor de encontrarse á cada paso con grandes inconvenientes.
Tenia el Rey elegido por su Virey de aquel Imperio á. D. Francisco de Toledo, hijo
segundo del Conde de Oropcsa, con la mira de fiar á. su inteligencia y rectirod materia de
tanto peso, y afianzaba el acierto en que le asistiesen pel'sonas que con dasintores y expe-
rien~ia lo encaminasen en los puntos más dificultosos de reducir ft ordenanzas: y como en
las pocas veces que habló nuestro Obispo, reconociese el prudente Rey la gran comprension
que tenia de todo y la facilidad con que Rabia combinar el servicio de Dios y el suyo, man-
dóle que en sabiendo haber llegado D. Francisco de Toledo al Perú, saliese de su Obispado
para la ciudad de Lima, y en ella le aconsejase con enterezA. en cunntl'ls materias le comu-
nicase pal'a el buen gobierno de aquellos ReilJos, asistiéndole así mismo en la visita genera)
que habia de hacer de todos ellos, para hallarse más enterado en las convenienoias ó incon-
venientes que pudiesen resultar de lo que obrase. Y]o que importó esta eleccion acertada.
veremos en la sezunda parte, si las mismas ordenamms en que influyó como primer móvil n()
bastaren á acreditarlo.
Con est.1- advertencia sali6 este Apostólico varon para su iglesia, habiéndose consa-
grado poco á.nte~, porque esta funcion reservada para lndiaR no retardase el gozo de que
su esposa lo recibiese cuanto ánte¡;¡, y así con la apresul'l\cion que S8 ha dicho, tom6 puerto
en Cartagena, y en este año de sesenta y dos entró en Popayan, donde la fama que tantos
años ántea le tenia acreditado, se desempeñó con las dichll.s qne ~u llegada. causó en aque~ll\
'p rovincia y la de Antioquia, en desquite de la orfandad que habian padecido por falta de
pastor que las apacentase, pues en él veían uno de los primitivos de la iglesia, y que apé~8
era llegado, cuando sus acoiones lo empeñaron on que Re mostrase limosnero ántes qne
Prelado, cortés y cariñoso ántes que incomunicable y severo: con lo primero se caza la bene-
volenoias la. severidad siempre fué reclamo para el recelo.
Angel de Dios llamaba á cualquier sacordote con quien ha.blase, porque 10 debían
parecor en todo 6 porq11e su candidez y humildad todo lo que debia ser lo daba por hecho.
Al Maestro de Capilla de su iglesia de Popayan (que en la primera misa que asistió, le
dimidió el Credo dejando el canto en el Homo factU3 est) le dijo, más con palabras de
ruego que de imperio: Ángel de Dios, no hagais eso otra vez, pues no es bien n08 priveia
del recuerdo de la. muerte y resurrecoiOn de Oristo Señor nuestro y de 108 demas misteri08
que se contienen en la mitau del Credo. Confe.CJaba de ordinario á BUS súbditos en silla, que
tenia destinada en la iglesia para el efecto, y deleitábase mucho en catequizar por su misma
persona á. los indios; porque, como él decia, no era jnsto que lIiendo él el pAstor, fiase laa
ovejas de su rebaño á cuidado ageno. De esta. ocupacion cariñosa, en que le experimentaron
siempre 108 indios, nació aquel respeto amoroso con que 108 Pijaos contuvieron su ferocidad
todo el tiempo que vivi6, por no disgustarlo.
A estos principios de su gobierno se siguieron los del año de mil y quinientos y se-
senta y tres, tan celebrado en la cristiandad por haberse concluido en él el Santo Concilio
de Trento, y acaecióle en él al propósito de lo que vamos tratando, un caso bien particull!!r en
que mostró con prudencia santa. el imperio que tiene la mansedumbré de 108 prelados para
remediar lo que pudiera imposibilitar el rigor. Díjole un clérigo relajado que una india da

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CAP. IX.] HI ~'tORIA DEL NlJEVO HEINO. 403
mal vivir (de las qlle en nqucllas provincia~ Ron bien conocidas por el nombre de mnmas)
habia hechizado á un hombre secular que la tenia encerJ'adll en fAU casa viviendo en mal
eRtado con ella: no siendo en la realidad celo de la honra de Dios el que le apremiaba á. la
denunciacion, sino impulso de celos bastardos que 1.0 atormentaban, por haberlo dejado tl él
por el secular. Sinti6 la cnlpa de la india el buen Prelado como propia, agradeci6le al clé-
rigo la noticia que le daba y mandóle á un ministro llevase la india á. su presencia. Ella,
aunque llorosa, hubo de comparecer forzada: tenia el Obispo bajos los ojos, J Rin levantarlos
para verla, comenz6 á afearle su culpa, diciéndole: que si la cometia por necesidad, él, de
su renta, le daria lo nece.ario, porque no ofendieRe más á 8U Criador, y si era de vicio, te-
miese mucho su condenacion, y más cuando para mayor desdicha suya se valía de hechizos
y de tener pacto con el demonio de que debia afrentarse mucho, siendo redimida con la
sangre de Jesucristo.
Lo. india aumentaba sus lágrimas al paso que la reprension crecía, y bajando el
manto de la cabeza (que en RU idioma se llama Anaco) respondió humilde: que ella. no
sabia qué cosa fuesen hechizos: que si usaba de ellos, dijese aquel sacerdote que estaba
presente y la habia acusado, dónde los tenia, pues para afirmarlo se gobernaba por el enojo
que tenia con ella por haberse apartado de Sil amistad. Levantó los ojos ent6nces el Obispo
para mirarla, y reparando en la extremada hermosUl'a de la india y en la tnrbacion del sa-
cerdote, á quien volvió á mirar degpacio, díjole esr.andecido : Cómo es esto, ángel de Dios,
que á su mismo Obispo quiere hacer alcahuete? El hechizo de la cara se lo di6 el cielo á
esta. india, y quiebra el COl'azon que los sacerdotee busquen semejantes hechizos. Llor6 la
mujer enternecida, y 1101'6 mucho, porque la miró Dios como Padre en su Pastor: y turbóse
mucho más el sacerdote porque lo miraba Dios como Juez en la severidad de su Obispo, y
cogiéndolo entre manos lo enmend6 á fuerza de lágrimas. A la india la deposit6 en casa
segura, y socorrida con liberal mano la. sac6 de la obsoenidad de sus vicios, confesando todo
el tiempo que vivi6 que á las limosnas y penitencias de aquel santo Prelado debia la refor-
macion de su vida.
Prosiguieudo en semejante!'! acoiones, crecia mas cada dio. el conocimiento de SUR
virtudes; y como el ejercicio de ellas se lo debia á la. religion en que se habia criado, co-
menz6 á idenr en la grandeza de su Ánimo las fundaciones de dos Conventos de su Orden, el
uno de religiosos calzados y el otro de roligiosas oon la advocacion de an Nicolas, para
tener tÍ la vista los aciertos de su sagrado instituto, que son los que do presente se conservan
en la ciudad de Popayan, y consiguió fundar algunos años despues, porque laR rentas del
Obispado por aquel siglo no solamente pudieron facilitar estas obras piadosas, sino otras
muchM que, sin perjuicio de los pobres do su obligacion, ganaron aplauso de her6icas, como
diremos á su tiempo, cuando l'ie trate de su vuelta de LiIIH\ y Cuaco á Popayan por el año
de sesenta y cuatro hasta el de noventa, en que murió dicho o, acabando perseguido y con
tal tllrbacion de su Obispado, que á la falta de su persona tLlse6 la sujecion de los indios
Pijaos, asegurada ha.qta ent6nces en el re peto que le toutan, en cuya alteracion veremos
empeñadas las fuerzas de todo el Nuevo Heino por m{~s de veinte años, para el reparo de
muchas cindades que del incendio no cscaparon más quo el nombre, y para el castigo de una
nacion que no hubiera pasano por sn. última ruina, á no tomar las armas contra sí misma;
con que pasaremos á fenecer 108 acaeoimientos de este año.
Por difcrente rumbo del que sigui6 la Flota y por el mes de Enero de este año,
nrribó ti uno de los puertos de la costa de Caráoas, cercano al lugar de Oaraballeda, el Maese
de campo Diego García de Parédes, que iba de estos Reinos por Gobernador de Popayan,
merced que le habia hecho el Rey en parte de satisfaccion de sus servicios y en prémio del
arte militar que tuvo en portarse con Lope de Aguirre hasta triunfar de su tiranía, sin el
costo de perder hombre alguno de su campo. Y como llegase tan ignorante de la sublevacion
de los indios Carácas, cuanto deseoso de ver al OapitA.n Luis de Narváez, íntimo amigo sayo
de quien le habían escrito asistia en uno de los pueblos de Caraballeda ó San Francisco,
apénas moj6 el ancla, cuando reconocido por algunos indios ladinos que llegaron ti bordo y
lo habían tratado en las ocasiones que habia. estado en BU provincia, maquinaron la traza de
-quitarle la vida, diciéndole la seguridad con que POdlB tomar tierra en tanto que llevasen la
noticia de RU llegada al Capitan Na.rváez que estaba la tierra adentro, á quien 80 la darian
brev<llIlen te.
García. de Pal'édes, que no deseaba otra cosa, saltó en tierra con a.lgunos caballeros

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404 F RNÁNDEZ PIEDUAI1Í'rA. [LIB. XlI.

Estremeños que lo acompañaban, y los indios, por ejecutar más tÍ su salvo lo. tt'aicion, ofre-
-ciéron le algun refresco en una casa q uc estaba. á la vista. algo distante de la playa; á que los
ardores del sol y la fuerza del cortesano ruego, los condujo in más prevencion para su de-
fensa que la que podian librar en la espadas. Pero qué podian prestar é. tas contra. más de
quinientos arcos que previnieron su emboscada, de de que para lograr su designio los con-
vidaron al desembarque? No hay quien méno recatos obscrve q~le el valor, ni quien mienta
más agasajos que un alevoso: mM traiciones ha dispuesto la cobardía q 1lP. el agro. vio;
y á más héroes ha muerto la propia confianza que la valentía ajena. A venturóse, pues,
García de Parédes apresurado, y encontróse con los peligros de poco cauto: apénas tomó
asiento con sus camaradas para el convite, cuando por todas partes se hallaron acometidos
de la bárbara multitud que estaba de asecho en la montaña. No descubren arco en que no
encuentren un riesgo, ni se e~gl'iUle macana sin que amenace una muerte: mas, qué harán
los que no pueden fundar e peranza que no sea eu la deseRpel'aoion? Válense de las
~padas cuando ya lastimados de la flechería por su descuido, necesitan de librar su reparo
en los arrojos.
Excedia en valor y destreza Garoía de Parédes á sus compañeros, y como era el
primero en los peligros, hallúbase más herido que todos; cuantas veces bañado en sangre
rompió por sus contrarios, otra~ tantas hizo recueruo de la hazañas del padre. Muchas
fueron las que obró éste sobre el puente de Garellauo contra quinientos fl'anceses; pero á.
mayores se alzan las que ejecutó el hijo, por la mónos favorable fortuna con que corrieron.
Allí no acertó bala del enemigo con toda.ln. grandeza del p~dre, y aquí no se dispara flecha
que no lastime los alientu~ del hijo. A no empeñarse tanto en la defensa de los amigos,
pudiera muy bien c.<.;capar la vida retirándOf~e hasta la plll,yaj pero eligiendo la gloria de
ampararlos hastá la muerte, des pues que la dió á ochenta de sus contrarios, enoontró con la
suya, tan cubierto de tlechas por todas par teR, que s.obre ellas se mantuvo el cuerpo por mu-
chos dias sin tocar en la tierra.
Este fin lastimoso fué el que tuvo el Gobernador Diego García de Parédes, referido
por un solo marinero que escapó de la refriega, y por los mismos imliofl, que despues de
pacificados lo contestaban. Fué, como dijimos, hijo natural de aquel famoso Capitan de su
mismo nombre, á quien italianos y franceses respetaron á podía. Compitiéro,\se ambos en la
valentía, aunque no en los aplausos, porque los tentros en q uc la representaron fneron muy
desiguales. Excedió el padre al hijo en la fuerza, cuanto se adelantó el hijo al padre en la
prudenoia. Deslustróse la fama do aquél con los ímpetus del despecho, y atento éste á las
obligaciones de vasallo, revivió aquc:lla fama que amancilló la impaciencia. Al primero em-
peñaba la cólera que dominaba en la prudencia, y nI segundo lo desempeñó siempre la
prudencia con que animaba su valentía. Pasó á laR Indias con los Pizarros en demanda de
aquel grande Imperio que D. Francisco dejaba de~cubiel'to, porque el amor de paisano 10
arrastró á ejecutar ardimientos de bnen e. tl'cmeño. Ha1l6 e en los nlás al'rie> gado encuentros
de la conquista, y siempre en la catogoría de los más señalados; y aunque en el repartimiento
de las conveniencias del Perú siempre hubiera tenido la. parte de los má. preferidos, recono-
ció tan vivamente las primeras centelle que 'altaron del enCllcutro de Pizarro y Almagro,
que previsto el fuego que amenazaban, so determinó tí. hurtar el cuerpo ú 108 incendios que
pudieran tiznar con el humo su fidelidad. Por eso se negó á. las conveniencias en que
peligraron tantos, y pasó al N nevo Reino :'t buscar premios más moderados que lo aseguras~n
de sospechoso. Eu el libro de varones ilu tres de las ludias hallrtrá. el curioso un compendIO
de sos hazllñas, por ser uno de los que dieron a unto á obra t n eruuita y bien trabajada.
Di6 principio á. su fortuna con el gobierlH d~ Popayao, yen lance que se le atajó el ejercicio
del cargo, no me atrevo tí resolver si obró más la ventura (lue la desgracia.
En el capítulo cuarto de ci-Ite libl'O dijimos cómo por culpas que imputaron al Capitan
Luis de Manjarrés, que ejercia el oficio de Justicia Mayor de Santa Marta, sobre la invasion
que el corsario Pedl'O Braques hizo en la ciudad, por fines del año de mil quiniento~ y
cincuenta y cinco, le obligó el Consejo á que compareciese en cstos Reinos, donde bIen
examinada su causn, y reconocido el agravio que se le habia hecho, resolvió des~graviarlo
no solamente dándolo por libre de los cargos, sino haciéndolo presente para premlarlo ~ su
tiempo. Con este despacho y otros favores conseguido de la benovolencia de su PrínClpe,
salió de In. Corto para las Indias: si bien tengo por más verosímil haberse detenido en ella
hasta el año de s~senta y tres, en que fué proveido por Gobernador propietario de la misma

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CAP. IX.] HISTORIA DEL NUEVO REINO. 405
provincia, en que parece no haberRc atendido tanto á darle satisfaccion decorosa, como á
que en ella encontrasen el castigo de su temor los mismos que injustamente le habian calum-
niado. Pero haya sido en este ó aquel tif-mpo, el ManjarréR pasó á Sevilla, donde halló á
doña Ines de Godoy, mujer del eapitan Alvaro SulÍrez de Figueroa, natural de Badajoz, que
asistia en la provincia de Santa Marta como uno de los segundos pobladores de ella.
Era doña Ines de Godoy nieta de doña Isabel Manjarrés, madre qne fué del Ade-
lantado D. Pedro de Ludeña y de D. Antonio de Lndeña, y por esta parte deudos muy
cercanos del Gobernador Luis de Manjarrés; y con órden que para ello tenia del Capitan
Álvaro Suárez, se llevó á la doña Ines y á doña Mencia de Figueroa, su hija, que de8pues
casó en Tunja con el Capitan Gonzalo Suárez Rondan: y tomada tierra en Santa MartA. por
este mismo año, y luego inmediatamente la posesion de su gobierno, prosiguió en él con
general aceptacion de los españoles y temor de los indios, hasta lag fines del siguiente de
sesent.a y cuatro, en. que murió, dejando claro testimonio de sus méritos heredados- y adquiri-
dos. Fué caballero de grande entendimiento y de genio docilísimo, prudente en las resoIu-
ciones de paz y guerra, incansable en los trabajos, y en las empresas muy diligente. CasÓ'
conforme á su calidad, y en sus sucesores se ha reconocido siempre el dictámen de mantener
SU nobleza en la igualdad de los casamiento!'! que han hecho hasta los tiempos presentes.
Pc,r este medio se hallan unidaf'l en ella la de los Carrillos, Careamos y Oroscos de Córdoba,
Moscasos y Rivadeneiras de Galicia, sin que en las provincias de Santa Marta y Rio de la
Hacha, donde hay casas muy ilustres, haya alguna que con razon se desdeñe de reconocerla
por la primera.. Consérvase en la posesion de las encomiendas de la Ciénega y el Dulcino, con
especial Cédula del Rey, para que en la vacante de los últimos poseedores no se provean sin
dar primero noticia al Consejo; y Dnalmente dejó este famoso caudillo vinculada la cortesía
y generosidad á sus descendientes, para que de tan seguras finoaR jamas le~ faltasen réditos
de estimacion.
Pasaron tambien en la misma flota que condujo á Luis de Manjarrés, el Maese de
Campo Anton de Avalas y Luna, en quien recayó el cargo de Gobernador y eapitan general
de la provincia de Cartagena, que ejerció con gran crédito: y el título de Justicia Mayor de
los Muzos y Culimas se le despachó al Capitan D. Lope de Horosco, cuyos servicios, repre-
sentados por la Real Audiencia de Santafé sobre los méritos de su sangre, le consiguieron
ser el primero que obtuviese este cargo en propiedad, en el cual y otros mayores que admi-
nistró en el discurso de su vida, mostr6 las ventajas con que Sil valor sabia obrar indepen-
diente de ajenos órdenes, aunque no le faltó parte do la mala fortuna que está vinculada á
los Gobernadores de Santa Marta. Y para que la reso1ucion que habia tomado el Rey de su-
brogar nuevo mini. tros en la Audiencia de Santafé, tuviese entero cumplimiento, arrib6
felizmente á Cartagena el Licenciado Juan López de Cepeda, Oidor más antiguo de la Espa-
ñola, que con la misma antigüedad estaba nombrado en lugar del Licenciado Grageda,.
quien saliendo libre de su residencia, babia de volver á ocupar la misma plaza que dejaba el
Cepeda.
Era este ca.ballero casado con doña Isabel de Rivera, y con ella entró en Santafé, y
fué recibido al ejeroicio de su plaza en diez y seis de Jnnio de este año en que vamos, y
arrastrábalo su buen natural al deseo de que el Licenciado Grageda salieRe de la residencia,.
Que le habia de tomar in cargo quo retardase su ida á la Ec;pañola ; y como con su intencion
cooperaban los buenos prooedimientos que favorecían la parte del reo, y de la de los vecino&
del Nuevo Reino estaba tan vivo el reconocimiento del beneficio que les habia hecho con la¡
remision del Licenciado Montaño á Gastilla, en que habia consistido la paz que gozaban, no-
fué precisa diligencia alguna de parte del Juez para que la re idencia corriese sin embarazo;
pues aunque el Oidor Villafañe era bastante á pervertir cualquiera operacion que la facilita-
se, como todo su encono lo tenia vuelto al Licenciado Artiaga, y el Grageda, anteviendo la
ocasion que le esperaba, le tenia templado el incendio con la poca resistencia que mostraba tt.
sus dictámenes, y reducido á imitar la independencia con que se portaba el Oidor Angula,
dejaba OO1'l'er los encue-ntro.q de- Jos compañeros sin que se inclinase á parcialidad alguna de
las que tenian introducidas en los vecinos, que por dependencia necesitaban de alguno de
ellos, salió bien de todo, y con el despacho que le entregó el Cepeda, volvió á ejercer la mis-
ma plaza do qua lo habian sacado seis años ántes para la de Santafé.
De de el antecedente de sesenta y tres tuvieron los Oidores discul'ridM las con ve-
cionclas que tendria el fundar algunos lugares de españoles en la provincia: do los Pantago-

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400 ll'EHNÁNDEZ PIEDItAIIf'l'A. LLUI. XII.

ros, que facilitasen el tránsito por difereutelJ caminos á la de Pop6.yan, y pudie!'len refrenar
el orgullo que mostraban sus naoione. confinantes; y en su conformidad habian resuelto
que el Capitan Domingo Lozano, con la gente y caballos que bastasen para la empresa, par-
tie¡:¡e luego á fuudal' dos villas en los !'litios que más favorables pareciesen para el intento.
Era mempresa de reputaciou, no por las muestra que los terrenos habían dado entónces de
minerales de plata y 01'0, sino por haberse de ejecutaL' con el riesgo de pele&.l' con los Paezes
y Yalcones, que estaban ligados con los Pijaos; pero no bastando cualquier peligro que ame-
nazase á quien ~e habia criado ent¡'e ellos, como Domingo Lozano partió de Santafé oon más
de ciento y treinta hombre::; pOI' fines de Diciembre, y cRguazados el Pati, Fusagasugá y Ca-
brera, arribó al valle de Abirama, de la p¡'ovincia de los Paczes, en términos de Púpayan, y
á sesentalegu8s de S. Juau de los Llano:,;, y reconocido el pais y muchos indios que lo oCQ-
pabau, y no tra.taron de resistirle, fundó una villa, que llamó de S. Vioente de Páez, en treoe
de Enero de est~ año de sesenta y tres, en que dejando nombrados Alcaldes y Regidores y
vecindad bastante á defenderla y á sugctar los indios para que se los encomendasen, revol-
vió aoeleradamente al valle de Neivf\, y á. nueve leguas de la villa que hoy se conserva con
este nombre, y á veinte de la ciudad de Tocaima, fundó otra que llamó de los Angeles,
ejecutando las mismas diligencias que en la. primera; aunque la una y otra, siendo las más
inmediatas á recibir los primeros ímpetus de los indios Pijaos en el alzamiento general que
hicieron el año de se enta y dos, quedaron totalmente asoladas con lastimoso estr'ago de sus
moradores, que al golpe de la macana y lanza confel:luroll la imprudencia de abaudonar lo
cierto por lo dudoso,
Así variaban los acaecimientos, gobernando con felicidad y aciertos el Licenciado
Juan López de Oepeda, cuando por fines de este año de sesenta y tres tomó puerto en Oar-
tagena el doctor Andres Diez Venero de Leiva, que iba proveido en la plaza de Presidente,
Gobernador y Cspitau general del Nuevo Reino de Granada., con la admiuistracion del Real
Patronato y regalías de Virey, siendo el primero que tomó posesion da aquella dignidad en
catorce años despueR de fundada la Real Audiencia: y como llevaba á BU cargo el ajuste de
algunas quejas, que fomentadas del Oidor Vil1afañe ha.bian dado en el Consejo 108 vecinos
de aquella ciudad contra el Licenoiado Artiaga, por agravios que decian haberles heoho en
la visita, detúvose en oirlos todo el tierl1po que bastó á retardar su eutrada en Santafé, hasta
el mes de febrero del año siguiente de sesenta y cuatro, donde lo dejaremos, tomando desde
el dia de su entrada el principio de la segunda parte de esta historia, con el oonsuelo de haber
flfllido de la resultas de un gobierno acéfalo tan continuado, de que resultó la variedad de
inconvenientes que se han referido. .
y porque son dignas de mucho reparo algunas singularidades de las que contiene
esta primera parte, y no será. ocioso representarlas tÍ los que miran con dcsestimacion las ope-
raciones de lo!:! lJrirueros españoles que pasaron Á. Indias, la concluiré advirtiéndoles primera-
mente que las conquistas quo on ella hicieron contra iudios de nudos, oomo pondel'nn, no
fueron á tan pooa costa que en los treinta y ocho años primero de que he tratado, no mu-
riesen en solo el Nuevo Reino, en jornadas, batallas y enouentros con los indios, dos mil
ochocientos y cuarenta españolef! de los muchos que ~ntraron tÍ conquistarlo; porque al valor
de muchas naciones que lo habitaban, fué de poco etnb~l'azo el mayor alcance de las armas
de fuego: y en la segunda parto se verá haber excedido el número de los españoles muertos,
al paso que ore cía la diFlciplína militar de lo!:! indios desnudos. Y si el Inca Garcilaso eu sus
comentarios nota con ingenuidad el rigor con que se mataron uno~ á otros los ptimeros con-
quistadores del Perú, y ouán difícilmente se contaran pocos más de cuatro que acabasen de
su muerte natural, como en castigo de la cociicia ó tiranía con que obraron en sus conquis-
tas, pudiendo acrecental' el número con D'ernando Pizarra, Diogo Oenteno, Diego de Alvara-
do y D. Pedro Niño; por lo contrado se hallará que en las dol Nuevo Reino no pasan de
ooho los que de sus primeros y segundos desoubridores murieron violentamente tÍ ml\nos de
otros de su misma naoion, como se podrá ver en el fin que tuvieron el Gobernador Rodrigo
Bastidas, su Teniente general J l1an de Villafuerte, Pedro de Pórras, Auton García, el Oapi-
tan Gonzalo Garcia Sorro, Pedro de Saucedo, Juan Gordo y Bartolomé Pérez: pues aunque
tambien fueron de ellos el Licenciado Gallegos, el Gobernador Pedro de Ursua, el Oapitan
Juan de Cabrera, Pedro de Lerma, el Mariscal Jorge Robledo, el Comendador Sousa, Pedro
de Puelles, Baltasar de Ledeamn y Alvaro de Hayan; estos más pereoieron á las influencias
malignas de la Estrella del Sur, que á los tomplados aspectos de la del Norte.

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CAro Ix.J JII TomA DEL NUEV0 REI' • 407
La tercera y última singularidad sea, por más que la atribuya la razon ti la mucha
altivez de sus conquistadores, que habiendo en ,el Nuevo Reino tantas mujeres, nobles, hijas
y hermanas de Reyes, Caoiques y Uzaques, que sin menoscabo de su lustre pudieran recibir
por esposas los más nobles que pasaron á su conquista, como se practicó en las demas par-
tes de la América, no se hallará que alguno de todos ellos casase con india, por más califica-
da que fuese; y no, á mi entender, porque notasen desigualdad en la sangre, sino porque
mirándolas gentiles y en la sujecion de prisioneras, se desdeñó el pundonor castellano de
recibir en consorcio á quien no asintiese á él con libertad de señora y educacion de católica,
de que resultó ocurrir á Castilla los casados por sus mujeres y los que no lo eran á elegir de
RU misma nacíon á las hijas ó parientas de aquéllos, ó á las que por otro accidente decoroso
habian paSl\do á Indias, de quieneR se fundaron las muchas casas de caballeros que ilustran
el Nuevo Reino de Granada, cuya historia ménos oculta á las ,noticias, proseguiremos des-
pues hasta el año de mil seiscientos y treinta.

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.I NDICE.

Pá.g. Pág.
PRÓLOGO •••••••••••••••.••••••••••••.•••••••••••.•••.•• 111 Ten.iente General en un motin. Sucédele
NOTICIA biográ.fica del Dr. Fernández Pie- Garcia de Lerma, que sigue la. guerra. de
dra.hita ................................... ............. VII los Taironas con mala fortuna.,............ 44
DEDICATORIA Yaprobaciones de la obra. I.X á XVII CAP. n. Los Capitanes de Lerma acometen á
Posigueica. y vuelven desbaratados. En-
LIBRO I. tra él contra el valle de Coto, y pierde la.
empresa y otras que intenta, hasta que
CAP. l. Del sitio y calidades del Nuevo muere ............................................... 49
Reino de Granada .............................. 1 CAP. nI. Gobierna el doctor Infante á. Santa.
CAP. II. En que se da noticia de sus provin- Marta., y el Adelantado D. Pedro de
cias y primeros habitadores.................. 6 Reredia da principio á las conquistas de
CAP. IIl. De las costumbres, ritos y ceremo- Cartagena.. ................ ........ ........... . ... Ó.¡
nias que usaban los Mozcas en su genti- CAP. IV. El Adelantado Reredia prosigue la
lidad................................................ 12 conqui ta de Cartagena, y compéndia.se
CAP. IV. De otras ceremonias y costumbres el descubrimiento de los Alemanes en
que teniau los Mozcas, y de las procesio- Venezuela., hasta que Fedreman sale del
nes quehacian......... ................. .......... 1G Tocuyo ............................................. 60
CAP. V. Del sitio y Corte de Bogotá, majes- CAP. V. Dá.se el Gobierno de Santa. Marta al
tad de sus Reyes, condiciones y forma de Adelantado D. Pedro Fernández de Lugo:
sucederse ... __ .................................... 18 pro igue la guerra sin fruto: previene
ejército y armada para nuevos descubri-
LI.i3RO lI. mien.to á cargo de su Tenionte general
Quesada. Derrótiase la armada, y dispo-
CAP. r.Saguanmachica conquista los Fu- ne otra que convoya el ejér<.:ito hasta
sagasugaes, rompe la guerl'a con el Guata- descubrir el Nuevo Reino de Granada.... 67
vita, que se ampara del Rey de Tunja,
con quien y el Cacique de Ubaque prosi-
gue la guerra ha ta que muere ............ .. 21 LIBRO IV.
CAP. n. llereda el Zipa Neméquene, y cas-
tigada la rebelion de Fusagasugá., sujeta
lo acique de Zipaquirá y Nemza ........ 21 CAP. l. SebaBtian de Benalcázar descubre 6-
CAP. lIT. Asalta el Zipala Corte del Guata- Popayan. Fúndanse las villas de Cali y
vita revuelve contra el Ubaque, y su- Timaná, y Lorenzo de Aldana baja de Li-
jétalo .............................................. . 26 ma á aprehenderlo, y socorre á. Popayan
OAP. IV. ujeta el Zipalaprovincia de Eba.- en la extremado. hambre que po.decia..... 75
té, nombra en ella al hermano por su CAP. Il. El Licenciado Badillo residenoia 6-
Lugar-teniente, á. quien mata el Ubaque. 28 D. Pedro de Reredia en Ca.rta.gena. For-
CAP. V. Da leyes el Zipa en su Reino, y pre- ma. ejército para descubrir las sierras de
viénese de todo para. la guerra de 1'unja.. 32 Abide, y sale derrotado á Popayan, donde
CAP. VI. Refiérense los sitios y estado de las Aldana se declara Gobernador y funda
provincias de 'ranja. y Sogamoso, y hacen las villas de Anserma y Pasto .............. 80
liga sus Príncipes contra Nem(lquene., ... 34 CAP. lII. Vuelve el General Quesada por su
CAP. VII. En que se prosigue la materia del ejército á. la. Tora, condúcelo haBta los
antecedente ...................................... . 37 umbrales del 1\ uevo Reino, ha.ce lista de
CAP. VIII. Dánse vi ta los ejércitos del Zipa su gente y previénela para la conquista.• 84
y el Tunja, y platican ántes de la bata- CAP. IV. Marcha Quesad:.. para la. provincia.
lla .................................................. . 39 de Vélez, pasa á Guachetá. y de alli 6-
CAP. IX. Dáse la batalla, y casi vencida por SueBca en demanda de Bogotá, con asom-
Neméquene, muere en ella: herédale bro general de los indios ..................... 89
Thysq uesuzha, y prosigue la guerra...... . 40 CAP. V. Entra. Que OOa en el aUe de los Al-
cázares, rompe el ejército de los Uzaque ,
LIBRO IIl. pasa á Bogotá, desamparada del Zipa, sa-
quéala con poca. presa, y detenido allí, lo
CAP. I. Fdndase la. ciudad de Santa Marta sitian los- indios, hasta que por 6rden de
por Rodrigo Bastidas, á quien mata Sl' Thysquesuzhn. se sosiegan ...... ......... . ..... 93

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4'10 í DICE.

LIBROV. , . Pá.g.
Pág. CAP. VI. Geromffio Lebron con ej6rcito y
CAP..1. ~ntra el Capitan Cé/lpedes en la. pro- o.r~ada sale de San.ta Marta para el
v.mCla de los P~ches por Ti baouy, pla- Remo. Alonso Martm pelea en el rio
/ tica. con el Capltan del Presidio de los grande con la armada. de Mompox: sa-
Guechas, y acometido de los Panches quea {., Tamalameque y ocupa por fuerza
queda victorioso en la batalla... ............ !)!) de armas una Isla, donde halla co.ntidad
CAP. n. Sale Quesada de Bogotá para So· de oro bajo ..................................... 156
mondoco en demanda de las minas de las CAP. v.n. Alonso Martin aprisiona en el rio
esmeraldas que descubre, y tambien los á Alonso Jeque, y obligado de la armada
Llanos de S. Juan, á donde enviaal Capi- enemiga vence la batalla. de Cesare. Tri-
tan Juan de S. Martin, que con malos tase de lo que obraba el Licenciado Santa
sucesos se retira ................................ 105 Cruz en CartagelLa y Jorge Robledo en
CAP. III. El Capitan S. Martín tIene noticia Popayan......................... '" ...... '" ... .... 161
de 'rundama, descubre á Sogamoso y
~elve en busca de Quesada, que, noti- LIBRO VII.
CIOSO del Rey de Tunja, se encamina á su CAP. 1. Entra Martín Galeano en Cocomé y
Corte, guiado de un indio que aprisionó Agatá, y despues Juan Alonso de la To-
Rernan Venégas .. .... . ..... .... ................ 109 rre, á quien acometen hasta retirarlo á
CAP. IV. ' Asalta Quesada el Palacio del Rey Vélez. Vuelve Galeano al castigo, y eje-
de Tunja, á quien apl·isiona. Saquea su cútalo con espanto de los indios ............ 167
Corte con presa de los tesoros, que no CAP. n. Sale Galeano á la conquista de Gua·
pudo ocultar ...................................... 113 ne : mueve guerra en Charalá, y síguela
CAP. V. Marcha Quesada á Sogamoso, saquéa- con Mataregua hasta vencedo en la ba-
lo yquémase su templo. Vuelve á Tunja, ~:111a: rompe las ~ropa~ de Mataregua, y
y ~esampárala por ir á la conquista de a la fama de sus vlctonas se rinden otras
N elVa. Pelea en el camino con Tundama uaciones ............................................ 172
y rómpelo en batalla ........................... 117 (1 ~P. IlI. AgraViado 1'hisquizoque de la tira-
OAP:. VI. Hepártese la presa entre los espa· nía de J uao Ga con, hace liga con el
noles : , a, alt.:1.n despues el cercado y Saboyá, toma las armas y le quita la vida.
matan a ~hysquesuzha. Usurpa el Reino Fernan Pérez socorre á Vélez, miéntras
Zaquezazlpa y despues de varios encuen· vuelto Galeano y au. iliadode Céspedes y
tros asienta paces....................... ........ 123 Rivern" rompe la guerra con los rebeldes. 17G
CAP. VII. Acometen los Panches las fronte· CAP. IV. Los tI'es Genernles pretenden el Go-
r~ de Bog?tá, y entran Quesada yel
bierno del Nuevo Reino, y ninguno lo
z/ Zlpa al ca tlgO con.mal sucelSo en el pri-
!p.er encuentro. DIsponen los españoles
una emboscada, y lógranla con estrago
de los Pan ches............................. ...•.. 127
yonsigue. Benalcázar corre en la Corte
con mejor fortuna que Fedreman y Que-
sada.. Lebron prosiguo su j omada por
tierra y Alonso Martin por agua. hasta la
Tora, y de allí juntos hastl1 la casa de la.
LIBRO VI. 'Sal" ................................................. 181
CAP. V. For111 A. cjórcito Tundama, y fortifíco.-
OAP. 1. Prende Quesada á Zaquezazipa por- se contra Baltasar l\1a.Wonado. Asáltalo
que descubra el tesoro de su antecesor' éste en su alojamienlO, doude lo recha·
prométclo con eugaño ha ta lograr l~ zan. Vuel\'e al a alto, y vence la batalla
muerte de sus émulos, y ále 'c de nuevas del Pantano de la g·uerra.. ................... 187
trazas para poner e en libertad, y muere OAP. VI. MOlltalvo de Lugo ontra en el
de los tormento ............ ......... ........ 130 R ino por lo Llanol'i, y el Capitan Lan-
CAP. n. Repart Que ada otra pr a. de o~¿ V chero 5. la conqui ta. tle lo ~Iuzo , de
y. esmera.lda· : da. principio á la funda- donde sale derrotado por lo Panches.
c;on de t;antafé: pretende pa ar á o'. - Gateano pro igue la guerra con el Sabo·
til!!\, Y vuelve del camino: condena á y6., con mala. fortuna. .............. :............ ] !14
muerte á Lázaro Fonte, altérase 8U gente CAP. VII. Esguaza(lo el Cauca, pro ~igue Jor·
y de tiérralo á Pa eo.......... ........... 131 ge Robledo sus descubrimientos hasta
CAP. III. Dáule noticia á Quesada ele las"~~~ fundar la ciudad ue Curtago................ 198
tra~as de Denalcázn.r y Fedremn.n n el
RelDo : de pacha á Reman Pérez á. r 0CO·
nocer la geute eJel Perú, y al 'apitan LIBRO VIII.
Suárez la de Venezuela, y dáse rnzon del CAP. r. Con la nolicia de que se previene
atado á que llegaron lo tres Gellf~ralC8.. I :J!\ armada en Frnncia, se le manda al .Ade·
CAP. IV. Renalc~zar perAuade 5. Que a rlo. n, lantado Don Alonso Luis de Lugo pase
que funde ciudades, y refi ~I,'t:se Elll' tado á su gobierno. ITácese á la vela y tocando
y crecimiento ú. que ha llegad u la de en Canarias y la Española, da fondo en el
San tafé ............. , ................... '" ........ 144 Cabo de la Vela, donde con violencia co·
CAP. V. Baja Quesada á artao-ena con Be- bra el dozavo de las perlas, ..... " 1 ..... 203
nalcázar y Ji'edreman dej~do lor Te- CAP. IL Los Ynlcones y Paeccs toman lns
niente general del Reino á Reman Pérez. arrn~s y ~atan á los Capitanes Ar.asco y
su hermano. Em bárcansfI para C}.' tilla 0 1'101'10, Y a Juan de Ampnr'\ia. Benalcá·
los tres Generales. :flIartin Galeano y Gon- zar vuelve á lt gobierno y pl'E'nde al Ade·
zalo, uár z f·undan las ciudades de Vélez lau~o Anda~oya, que se había entrado
J TUlJja ...... .... ......... .. .... , ............... 1.30 eJl el con eng:l.llO,,, .............................. ~ú

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Pág. Pág.
CAP. IIl. Rebélanse los Sums y Simijacas, y CAP. IV. Destierra Lugo á. lo Que ados: el
fortificanse en unos peñoles: va contra Capitan' Ven6gas descubre la primeras
ellos el Capi tan Cé pedes, y de pues de minas de oro, y funda la ciudad de Tocai-
muchos combates ceden con lastimoso es- ma. El Capitan Valdés entra en Muzo, y
trago al valor de los españoles.............. 210 pierde la batalla de Zarbe.................... 27&
CAP. IV. Rompen los Pannhes por las fron- CAP. V. Utre descubre los Omeguas, y vén-
teras de los Mozcas: entra en su provin- celos en una batalla: retira e por más
, . Reman Pérez de Quesada, y aunque gente á Coro, y muerto alevosamente por
les mueve guerra con buenQs sucesos, no Franci co de Carvajal, se pierden las no-
quedan sujetos ................................... 214 ticias.. . .... .................. , .. , ....... " ,.. .... 2S()
CAP, V. Prosigue su jornada Gerónimo Le- CAP. VI, Sale Lugo del Reino para Castilla, y
, bron hasta. el Valle de Opon. Mue tra Armendariz entra en Cartagena. Mueren
grande valor un indio en defender el paso, lo dos Quesada~. Entra el Capitan Mar-
y finalmente llega á la ciudad de V01ez ... 220 tínez en Muzo, y sale derrotado. Juan de
CAP. VI. Quesada y Lebron compiten sobre el Cabrera trata de con venirse con Lope
gobierno con riesgo de romper en batalla. Montalvo .......................................... 28&
Remiten sus diferencias á los CabHdos, y CAP. VII. Armendariz nombra por u Tenien-
con la re ruta da vuelta á Santa Marta... 226 te á Pedro de Ursua en el Reino y á ROJ
bledo en Antioquia. Entran en la Corte
LIBRO IX. Lugo y Gonzalo Jiménez de Quesada. Be-
naloázar mueve guerra á lo Picaras, y
llamado del Virey va en su socorro ....... 2ú()
042. 1. Con la sospecha de que se rebela la
provincia de 1.'unja, prende Reman Pérez
á Aquimenzaque y á otros Cacique que LIB O XI.
por su órden mueren ajusticiado .......... 232
AP. n. Vuelve á sus descubrimiento Jorge CAP. r. oneurren los Visitadores Gasea y
Robledo. y con varias fortuna llega ha ta .Armcndariz en Santa :Marta: el Obi po
la provincia de Hevéjico, donde funda la alatayud sube á antafé y á Lima, y
villa de antafé de Antioquia............... 236 Robledo muere aju ticiado .................. 296
AP. IIl. Vuelto el Capitan Maldonado de la CAP. n. Procede Armendariz contra el api-
jornada de lo Palenques, ale Rernan Pé- tan Lanchero y otros conqui ·tadores.
rez al descubrimiento del Dorado con Peru'o de Ur ua ca tiga el rebolion de
mal sue so, y el Capitan Aguayo funda Guane; y el Capitan Tolo 'a sale del To-
la ciudad de ·M álaga ............................ 241 cuyo ú. descu brir las sierras nevadas, y
AP. IV. El Oeabita y Lupachoque se forti- llega hasta Tariba.................... .......... 302
fican en dos peuoles. Riude 'e Lupachoque CAP. 11I. Hacen Mru:i cal del Reino á Quesa-
por armas al Capitan Pineda: y lOcabi- du.. u lve de ru;tilla el Capita.n Veué-
ta á per uru;iones de Alonso Martin des- ga ' y con cien caballo pa a ti. socorrer
pues de diferente a edio ... ......... : ..... 216 á P dro d.e la Ga ca. El Uapitan 1 euroso
AP. V,. El delantado Lngo se previene para de>'cubre el vallt> ue Corpus Chri!:lti, don-
subIr á ant:tfé. FúndMe por u óru n el <le lo pr ,n de el Capitan (J peda ............ 307
Barbudo, y !:latiendo del Cabo de la Vela CAP. IV. Bchanse los indios á. las minas
encami~a u ejército por el Yalle de Upar, Trátns8 n el Con ejo de fundnr Audien-
con vano suce os............................... 250 cia en tiantafé. El (JalJitan Tolo a !:ligue
AP. V.L P ti. Robledo preso á Castilla: He- 1m descuurimiento hasta. la. provincia de
redla y Beualcázar se apoderan alternada- lo arate", de donde vu lve t'in fruto al
me~te de Autioquia, de pU{'f:I que Re fundó Tocuyo ................................... ·· .... ·· .. · 310
~n CIudad de Arma, y Lugo pro igue BU CAP. V. Prosigue Armcndariz en HU gobier-1
Jornada hasta la. ciudad de Vélez........... 255 DO : pón f-; Real Atllliencia. n 'u.ntap:
Pedro de Ur 'ua entra. en lo 'hita.rerol:l y
funda la ciudad de Pamplona, y el Li-
LIBRO X. cenciado Zurita re idencia á Armendariz. 315
CAP. V!. :F únrlanse las R ligiones de Santo
'APo I. La armada france a de Rob rLo Baal Domingo y 'an lPrancisco en el Nuevo
sorprende á. anta. :! lfarta y Cartag na. El Ueino y la ciudad de Ibo.gué y villa de
A!ielantado Lugo prende al Capitan Ron- ei va en lA. provincia de 108 Pantagoros. 321
uon y á otro: anula lo repurtimientos CAP. VII. Bntra. ell\fllri~' ,al Que8atla n Han-
heohos por los Quesadas. y aplica.se 108 tafó: desctlbresl" ell>áramo rico de Pum-
tributo ............................................ 261 plou¡¡.: funda Villégru á. Bariquizimcto,
'AP. Ir. Felipe de Utre sale (le Coro (1, nue- y rebélase 01 negro llligud. y lo (Japita-
vos de cubrimientos penetra lo Llano n Quintero y Pedrotio fundan las ciu-
has~. la punta de lo Pardao', y con la dades de S. Seba tian deJa rlata y de
notICIa de lo Omeguas vuelve en deman- Mariquita ......................................... 32~
da rle lu ciudad de Macatoa........ ...... .... 266 CAP. VIII. Entra Ursua en :Muzo y puebla á
CAP. nI. Prende Lngo 10 oficiales reale, y Tudela: vuelve á antafé, y bllja por
á )os Quesada : aju ticiaal Encomendero J u ticia Mayor de • anta. Mw:ta. Fúmla-
de S:íchica: nómbranse mini tro que eje· se la villa de an Miguel. El Oidor Bri-
cuten las nuevas 1 yes, y oI'dénase á 1m· ceño residencia. á Benalcó.zar, que mucre
g~~l Diez de Armendariz pase luego á su en 8..l'taO'ena. Fuenmayor funda á Al-
VUllta ............ ; .................................. 271 maguer por órden de Br~9~ño .............. , 3no

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CAP. IX. Rompe Urana el ejéroito de los CAP. V. El Capitan Diego García de Parédes
Truronas. Despacha. el Consejo vi ita al. funda la \.,iudad de Trujillo. Prosigue
Santafé y Obispo á Santa Marta, y fún- Montaño en sus desafueros. Consulta
dase la ciudad de Leon, en la provincia Briceño prender á. Montaño, y el Maris-
de Guane.......................................... 834 cal no viene en ello. La pérdida. de la
flota del General Farfan se lamenta en
el Reino. Celébrase sínodo en Santafé, y
baja el Mariscal á Carta.gena ............. ~. 860
LIBRO XII. CAP. VI. Vuelve el Mariscal á Santa.f& El
Licenciado Tomas López entra en la Au-
diencia. Despéchase Montañode no tener
CAP. l. Entra. en Santafé el Oidor Montaño mano en el gobierno. Pedro Escudero "-
con la visita de la Audiencia y residen- sus hermanos maquinan tiranizar el Rel=-
cia de Armendariz. Refiérense los prin- no. Prenden á. Montaño y remitenlo'
cipios de su visita hasta que llega el Valladolid, donde le cortan la cabeza. El
Obispo D. Fr. Juan de los Bárrios ......... 338 Capitan Lanchero repite la. entrada á los
CAP. n. Rebélase el valle de las Lanzas, va Muzos y allana la provincia.................. 866
Hernando de Salinas al castigo, y funda CAP. VII. El CapitanJuarezfundala ciudad
la ciudad de Victoria.. En Venezuela se de Mérida. El Capitan Parédes reedifica.
puebla la villa. de Nirua. Prosigue Mon- la de Trujillo\ Francisco Martinez de 08-
taño en su enemistad con Briceño, aco- pina funda la de los Remedios. Corren
moda á. sus hermanos, y maltrata sin los encuentros de los Oidores, y D. Anto-
razon á los indios ............... __ ............ 343 nio de Toledo funda la ciudad de la.
CAP. IlL Prosigue Montaño en su visita, Palma .............................................. 376
ajusticia á Pedro de Salcedo y á otro. CAP. VIII. Previénese el Reino para resistir
Alvaro de Hoyon se rebela y saquea al- al tirano Lope de Aguirre. CompéndillSe
gunas ciudades, muere desbaratado en lo que obró en la jornada. del Marañon,
Popayan y refiérense las prevenciones hasta que tomó puerto en la Burburata.
de Santafé contn el tirano.................. 348 Saquea el lugar y la nueva Valencia:
CAP. IV. Armendariz baja preso á Cartage- ejecuta nuevas tiranías hasta llegar á
na. para que allí lo re idencie Montaño. Bariquizimeto, donde muere desdichada-
El Capitan Avellaneda funda. la ciudad mente .............................................. 884
de San Juan de lo Llanos. El Adelanta- CAP. IX. Fúnda e la ciudad de an Vicente
do IIeredia, Góngora y Galarza se aho- de Páez. Múdase la de Trujillo. Muere
gan en Arenas gorda'. Pasa Montaño á Garéla de ParMe j y trátase de todo lo
Santa Marta, pónese tasa á los tributos acaecido en las provincias del Nuevo
1:1 primera. vez, y Ursua pasa al. Panamá, Reino, hllSta la entrada del primer Pre-
donde sujeta. los palenques de negroa... 35,1 sidente ..... ...... .................................. 898

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