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El Contacto Intelectual Perelman

Este documento discute las condiciones previas necesarias para el contacto intelectual y la argumentación efectiva entre personas. En primer lugar, se requiere un lenguaje común para la comunicación. Sin embargo, también se necesitan normas sociales que establezcan cómo iniciar y mantener conversaciones. Además, es importante que las personas estén dispuestas a escuchar los puntos de vista de los demás y considerar cambiar sus propias opiniones. De lo contrario, el contacto intelectual no puede ser fructífero.
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El Contacto Intelectual Perelman

Este documento discute las condiciones previas necesarias para el contacto intelectual y la argumentación efectiva entre personas. En primer lugar, se requiere un lenguaje común para la comunicación. Sin embargo, también se necesitan normas sociales que establezcan cómo iniciar y mantener conversaciones. Además, es importante que las personas estén dispuestas a escuchar los puntos de vista de los demás y considerar cambiar sus propias opiniones. De lo contrario, el contacto intelectual no puede ser fructífero.
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5 2. El contacto inlelectuu!

49
-- . ~-

uno mismo se vea cuino si estuvielrl di~irlirloe11 d i iili~~loci~toies,


~ ~
por lo meiios, qiie p:uticipun en la dclibcraciiiii. Y , esta divi~ibii.
nada nos autoriza a considerarla necesaiia. l'arece qile cilii C O I I S ~ I -
tuida sobre el iiiodelo de la deliberación coii los dernái, por In que
es previsible que, en la deliberación curi tiosotros iiiiiiiios, vnlva-
mos a encontrarnos con la niayoría de los problenias relativi~sa
las condicioiies previas a la discusihn cori los dcniás. Muchas expre-
siones lo testimonian. Mencioiiemos shlo algunas Ióririulas, como
«No escuclies a tii inal genio)), «No discutas de nuevo este puiito»,
que aluden. respectivaniente, a las condiciaiies previas que afectan
a las personas y al objeto de la argutnentacion.

La formación de una corriunidad efectiva de personas exige iina


serie de condiciones.
Lo mas indispensable para la argumentación es, al parecer, la
existencia de un lznguaje común, de una iknica que permita la
comunicación. Esto no basta. Nadie lo niueslra mejor que el autor
de Alicia en el país de las moravillas. En efecto, los seres de ese
país comprenden mas o menos d lenguaje de Alicia. Pero. para
ella, el problema reside en entrar en contacto con ellos, en iniciar
una discusion; pues, en el mundo de las niaravillas no hay ningun
motivo para que las discusiones comiencen. No se sabe por qiii:
uno se dirige a otro. A veces, Alicia toma la iniciativa y urilira
simplemeritr el vocativo: «joh, r a t ó i i ! ~l . Considera un éxito el
haber podido intercambiar algunas palabras indiferentes coi] la du-
'.
quesa Eii cambio. al hablar con la oruga. pronto se Ilqa a un
punto muerto: «Creo que, primero, deberia decirme quién cs usted;

' I cuis Carrotl, Alice's Adwnrures tn W'ondcrlond, vas. 41.


[h., P E ~ .82.
- - i Y por que? p r e g u n t ó la oruga?» '.
En nueciro niuiidu jcrar-
quizado, ordciiado. existen generalinenie reglas que establecen co-
iiiu se puedr ciitüblar la coriversación, u11 acuerdo previo que pro-
cede de las ~iiisiiiasnormas de la vida social. Eniri Alicia y los
Iiabitarites del pais de las maravillas n o hay iii jerarquia, ni prcla-
cibii. iii fiiricioncs que hagan que uno deba responder aiilea que
otro. Iiicliiso las coiiversaciones, una vez iniciadas, a irienudo se
paran en seco, como la conversacion con el lorito, quien se vale
dc su edad:
Pero Alicia no quiso que siguiera Iiablando a i i i decir antes su
edad, y, como el lorito se negara a confesar su edad, no sc le permi-
tió decir nada inás '.

La unica condición previa que se cumple es el desw de Alicia


de iniciar la cunversación con los seres de este nuevo uiiiverso.
El conjunto de aquellos a quienes uno desea dirigirse es muy
variable. Esta lejos d e comprender, para cada uno, a todos los seres
humanos. En cambio, el universo al cual quicre dirigirse el niño
aumenta, eii la medida en que el mundo d e los adultos le esta cerra-
do, con la adjunción de los animales y d e todos los objetos inani-
iiiados a loa que corisidera sus inierlocuiores naturales ?.
Hay ser= con los cuales todo contacto puede parecer superfluo
o poco descable. Hay seres a los que no nos preocupamos por diri-
girles la palabra. Hay también seres con los que no queremos discu-
tir. sino que nos contentamos con ordenarles.
Para argumentar, es preciso, en efecto, atribuir un valor a la
adhesian del interlocutor, a su consentimiento, a su concurso men-
tal. Por tanto, una distinción apreciada a veces cs la de ser una
persona con la que se llega a discutir. El racionalisnio y el hurnanis-

' lb., pbg. 65.


' lb., p*g. 44.
ti. Cii,sircr,< r l e langagc el la conrtrurtion du monde des objeisu. en J. de
1911, X X X . 1pág. 39.
PsY<-liiilr>gi<~.
8 2. El co~itacloinrelectual 51
- -

nlo de los ultiinos siglos hacen que parczczi exliana I;i idea de que
sea una cualidad el ser alguien cuya opiiii6ii ciiciii~,y , eii niiil'lias
sociedades, n o se le dirige la palabra a cu:ilquicr:t, igiial qiic IICI
se batían en duelo con cualqiiiera. Adciiiáb, cabe seilalar i~iieel
querer convencer a alguien sienipic iiiiplicd cierta iiiodciiia pon [var-
te de la persona que argumenta: lo que dice iio ~ ~ o ~ ~ s l i u11
r i i y«dog-
e
ma d e fe,,, no dispone d c la autoridad que liace que lo qiie se dice
sea indiscutible y lleve inniediaidmeiiie a la conviccidn. El oradur
admite que debe persuadir al interlocutor, pensar eii los argunien-
los que pueden influir en él. preocuparse por el. iiiteresarse por
su estado de Animo.
Los s e r a que quieren que los demás, adultos o niílos, los tengan
en cuentan, desean que no se les ordene ii~ás,que se Ics razone,
que se presle atención a sus reacciones, que se los considere mieiii-
bros de una sociedad mas o menos igualitaria. A quien le iniporle'
poco un contacto semejante con los demás. se le tachar& de altivo,
antipático, al contrario de los que, fuere crial fuerc la relevancia
de sus funciones, no dudan en mostrar, a través d e los discursos
al público, el valor que atribuyeii a su apreciación.
Repetidas veces. sin embargo, se ha indicado que no siempre
es loable querer persuadir a alguien: en efecto, pueden parecer poco
honorables las condiciones eii las cuales se efectúa el contacto inte-
lectual. Conocida es la célebre anécdota de Aristipo, a quien se
le reprochaba que se había rebajado ante el tirano Dionisio, hasta
el punto de poiierse a sus pies para que lo oyera. Arislipo se defcn-
di6 diciendo que no era culpa suya, sino de Dionisio por tener los
oidos en los pies. ¿Era, pues, indiferente el lugar en que se encon-
traban los oídos? 6.
Para Aristóteles, el peligro de discutir con ciertas personas estA
en que con ello se pierde la calidad de la propia argumsniaciún:
[...] iio hay que discutir con tudo el mundo, ni hay que ejercitarse
frente a un individuo cualquiera. Pues, Irrnie a algunos, lo, acgu-

' Bacon, Of Ihr odvuncrrnenl o/ leor,ninb. pbp. 25


iiirritur se toriiaii ircesariaeiriiie viciados: en rfecto, contra CI que
iiiiciii;i liot todo, los iiicdios parccer qiic cuila el ~iicueiitro.es jiislu
i1iicni;tr pur iodos los medios prubar algo por razonaniientu. peiu
,ir> c\ cleyaiitc '.

No basta curi hablar iii escribir, también es preciso que escuchen


sus palabras, que Irüri sus textos. De nada sirve que le oigan. que
ienga niucha audiencia, que lo inviten a tomar la palabra eii ciertas
circuristaiicias, e11 ciertas asambleas, en ciertos medios; pues, no
olvidemos que escuchar a alguien es mostrarse dispuesto a admitir
eventualmente su punto de vista. Cuando Churchill les prohibió a
los diplomáticos ingleses incluso que escucharan las proposiciones
de paz que pudieran hacerles los emisarios alemanes, o cuando un
partido polilico comuiiica que está dispuesto a oír las proposicioiies
que pudiera presentarle la persona encargada de formar gobierno,
estamos ante dos actitudes significativas, porque impiden el eslable-
cimiento o reconocen la existencia de las condiciones previas a una
argumentación eventual.
Formar parte de un mismo medio, tratarse. mantener relaciones
sociales, todo esto facilita la realización de las condiciones previas
al contacto intelectual. Las discusiones frívolas y sin interés aparen-
te no siempre carecen de importancia, dado que contribuyen al buen
funcionamiento de iin mecanismo social indispensable.

5 3. EL O W O R Y SU AUDITORIO

Con frecuencia, los autores de comunicaciones o de memorias


cieniilicas pieiisan que es auliciente Con relatar cierlas experiencias.
mencionar ciertos hechos, enunciar cierto número de verdades para
suscitar infaliblemetite el interts de los posibles oyentes o lectores.

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