Durante los tres primeros siglos de Roma, el derecho privado tenía su fuente
única en los usos que estaban en vigor entre los fundadores de la ciudad que
han pasado, por tradición, de las poblaciones primitivas a la nación nueva.
Estas son las costumbres de los antepasados.
Es cierto que el pueblo toma las decisiones en los comicios por curias y por
centurias, y desde entonces parece que las leyes han de ser votadas en estas
asambleas. Pero nada hay en este punto bajo la Monarquía; solamente se
encuentran, a partir de la República, leyes centuriadas relativas al derecho
público, en particular al derecho criminal. Sobre derecho privado no se puede
citar ninguna, o, por lo menos, no se posee ningún documento que tenga
suficiente carácter de autenticidad; sin embargo, el jurisconsulto Pomponio
refiere que Rómulo y sus sucesores hicieron votar leyes por las curias; que
bajo Tarquino el Soberbio, un cierto Papirio, personaje de los más importantes
de su tiempo, las publica en una colección llamada Jus civile papirianum; y,
finalmente, que estas leyes reales, leges regiae, cayeron en desuso después
de la expulsión de los reyes; sabemos de otra parte que en una fecha incierta,
acaso bajo Julio Cesar, Granio Flacco hizo un comentario del Jus papirianum.
Esta colección no ha llegado a nosotros; más la existencia de las leges regiae
no parece contestable, porque los antiguos historiadores y lo mismo las obras
de derecho hacen a ellas frecuente alusión; las disposiciones que traen tienen,
sobre todo, el carácter del derecho sagrado; sin embargo, algunas se refieren a
cuestiones que tienen conexión con el derecho privado, como las relaciones del
patrón con sus clientes, los derechos del jefe de familia; no obstante la
afirmación de Pomponio, la misma naturaleza de estas prescripciones ha
permitido a muchos autores negar que ellas hayan sido verdaderas leyes
curiadas, porque el derecho sagrado estaba en manos de los pontífices y el
pueblo no era apenas consultado sobre cuestiones de este género. ¿Es preciso
ver en ellas con preferencia la obra personal que rindieron los reyes en calidad
de jefes de la religión de las leyes inspiradas por los dioses, como la leyenda
ha dicho del rey Numa? ¿Es necesario considerarlas como una publicación
apócrifa de fin de la República, conteniendo en realidad antiguas reglas
consuetudinarias falsamente atribuidas a la autoridad real, esta última conjetura
parece la menor fundada, pero es difícil decir en dónde está la verdad. En
resumen; el derecho privado no tiene en este periodo más que una fuente
cierta: la costumbre; a falta de precisión de sus reglas favoreció el arbitrio de
los magistrados patricios encargados de la administración de justicia, no
solamente en orden del derecho privado, sino también para la represión de
crímenes y delitos, los tribunos fueron los interpretes de las justas
reclamaciones de la plebe, pidieron la redacción de una ley que rigiera
igualmente para todos los ciudadanos. Después de diez años de resistencia,
los patricios cedieron por último; el senado y los tribunos se pusieron de
acuerdo, y fue convenido que una ley aplicable a los dos órdenes seria
redactada y promulgada; esta ley fue la de las XII tablas.
Si es necesario dar crédito al relato de ciertos historiadores, los romanos
quisieron primeramente ilustrarse por el estudio de una legislación celebre
entonces; la del Grecia. Hacia el año 301, tres patricios fueron enviados a las
ciudades griegas de la Italia meridional, donde las leyes de Solón y de Licurgo
estaban en vigor y lo que es mucho más dudoso, hasta Atenas, regresaron al
cabo de un año trayendo las leyes griegas. Hermodoro desterrado de Éfeso,
los auxilia en su misión y toma una parte importante en la confección de la ley
de las XII tablas, tanto que los romanos le elevaron una estatua que Plinio dice
existir todavía en su tiempo, la veracidad de esta tradición ha sido debatida por
la crítica moderna; pero nos parece apoyada sobre testimonios demasiado
precisos para no ser aceptada, y por otra parte, muchas disposiciones de la ley
de las XII tablas están manifiestamente inspiradas por las leyes griegas. En
303, año que sigue al regreso de la legación, las magistraturas ordinarias
fueron suspendidas de común acuerdo, y todos los poderes fueron confiados a
diez magistrados patricios, elegidos en los comicios por centurias, los
decenviros, que fueron encargados de hacer la ley; al cabo de un año
publicaron sus trabajos, escritos sobre diez tablas, que recibieron la
consagración de un voto de los comicios por centurias, pero esta legislación
pareció insuficiente, y en 304, se eligen otros decenviro~, que redactaron dos
nuevas tablas, complemento de las diez primeras, después, habiendo querido
mantenerse ilegalmente en el poder, fueron derribados; entonces se
restablecen los cónsules, lo tribunos, y todas las antiguas magistraturas.
La ley decenviral, grabada sobre tablas de bronce o de roble, fue expuesta en
el foro; cualquiera que haya sido la suerte de estas tablas, el texto era todavía
familiar a los jurisconsultos de fin de la República y de los primeros siglos del
Imperio; varios hicieron de ellas comentarios, pero el contenido auténtico de las
XII tablas no ha Llegado a nosotros, y no poseemos más que los fragmentos
conservados por los tratados de los jurisconsultos que han comentado la ley de
las XII tablas, sobre todo por el de Gayo, del cual han sido insertados 18 ex-
tractos en el Digesto de Justiniano, y también por las obras de los antiguos
autores que se han ocupado de explicar ciertas expresiones de la vieja lengua
latina empleada por los decenviros; tomando lo necesario de estas diferentes
fuentes, se ha intentado, desde el siglo XVII, reconstruir la Ley de las XII tablas,
y se ha llegado a restablecer una gran parte, si no en el texto primitivo, al
menos en su significación general; también se ha probado a colocar estos
fragmentos por orden, y hallar cuál había sido el objeto de cada tabla, más
excepto raras indicaciones suministradas por algunos autores, este trabajo no
descansa sobre ninguna base seria, pues no está de ningún modo probado que
cada tabla haya formado un todo completo y que el contenido haya sido
determinado de otro modo que por el azar de la escritura; con arreglo a lo que
nos queda, se ha podido comprobar que la ley decenviral tiene un carácter
esencialmente romano, y que ella no es de ningún modo, como a veces se ha
pretendido, una simple copia de las leyes griegas; si las prestaciones de esta
Legislación son indiscutibles, la mayor parte de la ley de las XII tablas parece
ser, o la obra personal de los decenviros, o más bien la consagración de
antiguas costumbres, a las cuales de este modo se las concedió una nueva
fuerza. La ley de las XII tablas reglamentó a la vez el derecho público y el
derecho privado; los romanos la consideraron como la fuente propia de su
derecho, es la ley, por excelencia, y todo lo que de ella deriva es calificado de
legitimum, además, las leyes posteriores no han hecho frecuentemente más
que desenvolver el derecho de las XII tablas, y jamás, hasta Justiniano,
ninguna de sus disposiciones ha sido objeto de una revocación expresa. Los
antiguos autores alabaron con una admiración un poco exagerada su concisión
y su sencillez; mas es necesario reconocer que ciertas reglas tienen huellas de
un rigor excesivo, y el mismo Cicerón se considera obligado a moderar el
elogio, reconociendo que las dos últimas tablas contenían leyes inicuas. Tal
legislación estaba lejos, en efecto, de dar entera satisfacción a la legítima
ambición de los plebeyos y de otorgarles la igualdad que reclamaban.; ellos
quedaban excluidos de todas las magistraturas y les estaba prohibido contraer
un matrimonio legítimo con los patricios; mas por grandes que fuesen las
imperfecciones de la ley de las XII tablas, realizo un verdadero progreso; en lo
sucesivo, había una ley publica, aplicable a todos, y, si es cierto una nación
está constituida cuando tiene una legislación que rige a todos los ciudadanos,
puede decirse que la ley de las XII tablas muestra realmente la fundación de la
ciudad romana.
Fusión de los dos ordenes
Durante este periodo, los plebeyos, por un progreso lento pero continuado,
obtienen por fin lo que habían esperado inútilmente de la ley de los decenviros:
la igualdad con los patricios, tanto en el derecho público como en el derecho
privado; al final del siglo V es una conquista definitivamente acabada. Después
del año 300, el tribuno Canuleyo obtiene, tras largos debates, el voto de la ley
Canuleia, que permite el legítimo matrimonio entre patricios y plebeyos; esta
fue una de las victorias más importante; ella sola debía traer al cabo dc cierto
tiempo la mezcla completa de razas y la fusión de los dos órdenes; hacia la
misma época, los patricios comprenden que no podían impedir por más largo
tiempo todavía a los plebeyos el acceso a la más alta magistratura: el
consulado, por este motivo, y también porque los cónsules retenidos con
demasiada frecuencia a la cabeza del ejército, no tenían lugar de emplear el
tiempo en sus funciones administrativas, ciertas atribuciones son
sucesivamente separadas del poder consular y erigidas en dignidades distintas,
que quedan largo tiempo todavía reservadas a los patricios; así es como, en
307, se crean dos cuestores, a los que se le confía la gestión del Tesoro
público; en 311, dos censores, encargados de las operaciones del censo,
guardianes de las costumbres públicas y privadas; en 387, el pretor, a quien
pertenece en lo sucesivo la administración de justicia y el mismo año, los ediles
curules, encargados de la alta política de la ciudad; desde el año 333, los
plebeyos pueden ser cuestores, y el número de estos magistrados fue elevado
a cuatro, pero en el mismo año de la creación del pretor fue cuando, merced a
los esfuerzos de los dos tribunos Licinio Stolo y Lucio Sexto, los plebeyos
llegaron al consulado; desde entonces, las demás magistraturas no tardaron en
ser abiertas para ellos, y llegan a la dictadura en 398, a la censura en 403, a la
pretura en 417, por último, en 454 los plebeyos se colocan entre los pontífices y
los augures, y en 500, uno de ellos, Tiberio Coruncanio, es elevado a la
dignidad de gran pontífice, por consecuencia de estos cambios, la composición
del senado fue modificada; según una ley Ovinia, cuya fecha es incierta, los
censores tenían el derecho de nombrar los senadores y debían escogerlos
desde luego entre los antiguos magistrados; resulta, que los plebeyos, el día en
que tuvieron acceso a las magistratura, llegaron al senado y no tardaron en
figurar en él con mayoría. En otra parte en 468, la ley Hortensia había dado
fuerza legal a los plebiscitos votados por los plebeyos en los concilia plebis,
decidiendo que en lo sucesivo serian obligatorios para todos los ciudadanos;
antes otras dos leyes, la Ley Valeria Horatia, en 305, y una ley Publilia, en 415,
son consideradas como realizadoras del mismo progreso; por lo menos, los
historiadores refieren su objetivo y contenido en términos idénticos; pero es
difícil creer que desde el año 305 en una época en que el tribunado es la sola
magistratura plebeya, y en que la lucha es ferviente entre los dos órdenes, la
plebe haya obtenido una ventaja tan importante. Sin duda, estas tres leyes, que
se han sucedido en largos intervalos, presentan entre ellas diferencias
importantes. Después de la ley Hortensia, los plebiscitos tiene definitivamente
fuerza de ley sin ser sometidos a la auctoritas patrum; la misma resolución
debe aplicarse con más razón a las leyes votadas por el pueblo en los
comicios por tribus.