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La Virtud

Este documento explora conceptos como la sabiduría, la virtud y la dignidad y cómo estas se relacionan con vivir bien y alcanzar la felicidad. Discute que la sabiduría se obtiene a través de experiencias de vida y que la virtud y la dignidad son importantes para cultivar buenas relaciones y vivir de manera armoniosa. También examina la subjetividad de la verdad y la realidad.

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La Virtud

Este documento explora conceptos como la sabiduría, la virtud y la dignidad y cómo estas se relacionan con vivir bien y alcanzar la felicidad. Discute que la sabiduría se obtiene a través de experiencias de vida y que la virtud y la dignidad son importantes para cultivar buenas relaciones y vivir de manera armoniosa. También examina la subjetividad de la verdad y la realidad.

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La virtud, la sabiduría y la dignidad

Entendemos a la sabiduría como las experiencias y las prácticas que recogemos a


lo largo de la vida, pues ellas nos ayudan a ampliar nuestro saber y pensar por sí
mismo, así con todos esos saberes y pensares reunidos es que aprendemos a
vivir nuestra propia vida. Pero, ¿ya no sería demasiado tarde para saber vivirla?
Puesto que, para entonces ya no tendremos exactamente mucho tiempo, lo
habremos ocupado todo en busca de la sabiduría, por ello, debemos recurrir a la
filosofía, ella es el camino para nuestra meta. Sin embargo, aún con todo esto,
¿Qué implica saber vivir nuestra propia vida? Es aprovechar todo cuanto
podemos, tener la facultad de cambiar lo que para nosotros no está bien, siempre
y cuando esté en nuestras manos. Kant nos fórmula: “Sapere aude, incipe:
¡Atrévete a saber, atrévete a ser sabio, empieza!” (Sapere aude, incipe es una
locución latina que significa «atrévete a saber, empieza»). ¿Por qué esperar más?
¿Por qué aplazar la felicidad? Nunca es demasiado pronto ni demasiado tarde
para filosofar, venía a decir Epicuro; debido a esto, se nos concreta la misión que
pasa desapercibida por los ojos que ven nuestro día a día, hay que reconocer el
camino y la manera en cómo lo cruzaremos, en la de medida de lo posible, siendo
ellas las más ideales y acopladas a nosotros.
Aquí es donde entra la dignidad, pues, es el valor que tenemos por el hecho de
existir, claro si sostenemos la visión ontológica de ella; aunque debemos tener en
cuenta que, el valor del ser humano deriva de sus capacidades, aunque estas se
manifiestan de distintas formas en cada persona e incluso, no lo hacen. Pero,
¿Esto qué implica? Para ser conscientes de nuestra propia dignidad, debemos
captar nuestra vulnerabilidad (ella no puede constituir el fundamento de la
dignidad), siendo ambas imprescindibles en nosotros. Cuando conservamos esto
presente, se nos genera un instinto por evitar dicho peligro, de modo que, estamos
buscando en todo momento nuestro bien propio.
Afortunadamente, al día de hoy, este sentimiento es en su mayoría colectivo,
gracias a la ética pública, también entendida como ética social por Aranguren y
como ética civil por Rousseau. Pues ella nos ayudó a dimensionar que los otros
individuos también son dignos, de esta manera, llegaban pensamientos en el
sentido de “¡Oh! Así que ellos no son tan diferentes de mi” y se da una especie de
trabajo en equipo para poder contra restar a esa vulnerabilidad colectiva con un
margen de acción en el espacio público, entonces, cada individuo por su parte,
desarrolla un porcentaje del sentido de pertenencia.
Pese a que existen otro tipo de vulnerabilidades, por ahora vamos a mencionar
solo la que corresponde al factor social, basada en cómo se nos ve afectados
fácilmente por pasar un mal rato con una amistad, un familiar o siquiera un
desconocido; en consecuencia, el ser humano se adapta para sobrevivir en
sociedad, asimismo como ha podido con el ambiente y el entorno en sí.
Cambiamos nuestra forma de vestir, hablar, reír, expresarnos, hasta nuestros
propios hábitos[...] Los dejamos atrás y creamos unos nuevos a la medida para
poder “encajar”. ¿Será realmente ese nuevo yo, el verdadero o solo imaginación?
Tal vez, nuestro verdadero yo se ha vuelto falso, ilusión. Afortunadamente,
hallamos la guía de Fernando Pessoa que nos dice: "Tenemos, quienes vivimos,
una vida que es vivida y otra vida que es pensada, y la única en que existimos es
la que está dividida entre la cierta y la errada." 42 poemas (1998).
De modo que, nos encontramos con aún más incógnitas, nos dejamos caer en la
palabra “verdad”, gozamos de una cantidad exasperante de posibilidades para
abarcar dicho término, no obstante, de momento, será la subjetividad del mismo,
ya que, si de decir la verdad se trata, la realidad cuenta. ¿Es mi realidad igual a la
de otros? y si no, entonces ¿Estaré mintiendo?
Por último, nos encontramos a la virtud, siendo entendida como el enfoque en
actuar bien o adecuadamente, Platón decía que un ser virtuoso era “vivir en
armonía con el universo”; sin embargo, ¿Cómo podemos saber que estamos
haciendo el bien? o ¿Si todo es relativo, nuestro concepto de bien, será
interpretado de la misma manera por otros? Para responder estas preguntas,
tenemos una excelente ayuda de las virtudes, siendo ellas habilidades o
cualidades éticas y psicológicas que no solo nos proveen un impacto positivo, sino
también con las otras personas, de forma que, conseguimos mejores relaciones
interpersonales.
En lo personal, la gratitud es la que más me llama la atención, siendo ella la más
agradable dentro de todas las virtudes y las más virtuosa de los placeres, cómo no
si “… es el placer de recibir y la alegría de estar alegre” [ CITATION Com13 \l 2058 ];
ella no nos quita nada, en cambio, es un don que se da a cambio de otro, pero sin
pérdida. Se dice que solo se puede ser grato hacía las personas, no obstante,
pienso que es un sentimiento que también va hacía la vida, estar agradecidos con
ella, con nosotros mismos, por ser quien somos. Deepak Chopra nos recuerda
que: “la gratitud es una fuerza inmensamente poderosa que podemos usar para
expandir nuestra felicidad, crear relaciones de amor e, incluso, mejorar nuestra
salud”. No por nada es considerada la mejor de las virtudes, inclusive es tomada
como filosofía de vida. Por el contrario, ingratitud es la madre de todos los males,
también considerada el peor sentimiento que podríamos alcanzar en la vida; sin
embargo, no todo de ella es malo, gracias a ser testigos de un acto ingrato,
despertamos un poco, puesto que el mundo no es del todo bueno, por ello, no está
mal tener un poco de precaución con las amenazas.
Todo esto nos deja caer en: la felicidad, el objetivo de la filosofía; pero, para poder
alcanzarlo debemos de explorarnos a nosotros mismos para descubrir, qué es lo
que verdaderamente nos hace feliz, la mayoría de personas encuentra que dicha
felicidad tiene una correlación con las relaciones interpersonales, eso se debe a
que los seres humanos, al tener un instinto social, procuran desempeñarse de
maravilla en ese ámbito de sus vidas. Aunque, Montaigne nos dice: “No se trata de
pensar qué me hace feliz, sino lo que me parece verdadero a condición de que
trate de encontrar, ante esa verdad, por muy triste o angustiosa que sea, el
máximo de felicidad posible.”
Finalmente, obtenemos una idea más clara, “Es que, la felicidad es el objetivo; la
verdad es la norma”, Sin embargo, nos entra una cuestión en este texto, ¿Y si
recogemos todos los conceptos que tratamos en el escrito? Las virtudes son el
camino para llegar a la felicidad, pero para poder encontrar ese camino, hay que
tener en cuenta a la dignidad; hasta que, alcanzamos una sabiduría mínima, y con
ella, la meta. Cabe resaltar que André Comte-Sponville, afirmó: “la sabiduría es el
máximo de felicidad en el máximo de lucidez”. Puede que sea sencillo o puede
que no, puede que nos tome toda la vida o puede que nos tome unos minutos.
Creo que vale la pena intentar alcanzarla.
“…¿Gozar? Sin duda. ¿Alegrarse? Tanto como se pueda. Pero no de cualquier
forma. Pero no a cualquier precio.” Nos dijo Comte-Sponville en La felicidad,
desesperadamente.

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