Por último, Shakespeare estaba también muy versado en mitología (conocía muy bien
las Metamorfosis de Ovidio) y en retórica, si bien su estilo unas veces rehúye conscientemente
las rígidas y mecánicas simetrías de esta última y otras se muestra demasiado jugador del
vocablo, como correspondía entonces a la moda conceptista del Eufuismo, difundido por John
Lyly y a su vez procedente del estilo de Antonio de Guevara, si bien Shakespeare se
pronunció contra los excesos de ese estilo.
Shakespeare reconoció ser un gran asimilador (el poder de síntesis caracteriza a grandes
poetas, como también por ejemplo a Dante Alighieri) y lo declaró en su Soneto LXXVI; pero
también afirmó en este soneto ser capaz de superar a sus modelos convirtiendo en nuevo
algo radicalmente viejo, insuflándole nueva vida. En vez de inventar o apelar a la originalidad,
tomaba historias preexistentes, como la de Hamlet, y les otorgaba cuanto les faltaba para la
eminencia. Sin embargo, y pese a todo, se mostró además completamente original
instalándose algunas veces deliberadamente al margen de toda tradición, como en
sus Sonetos, que invierten todos los cánones del petrarquismo elaborando
un cancionero destinado a un hombre y donde se exige, ni más ni menos, el abandono del
narcisismo del momento para engendrar la trascendencia de la eternidad por el amor, lo que
puede parecer bastante abstracto, pero es que son así de abstractos y enigmáticos estos
poemas, cada uno de los cuales encierra siempre un movimiento dramático, una invocación a
la acción
Su obra[editar]
Antecedentes: el teatro isabelino[editar]
Reconstrucción moderna del teatro The Globe (el original fue destruido por un incendio en 1613)
Cuando Shakespeare se inició en la actividad teatral, ésta se encontraba sufriendo los
cambios propios de una época de transición. En sus orígenes, el teatro en Inglaterra era un
espectáculo de tipo popular, asociado a otras diversiones extendidas en la época como
el bear baiting (pelea de un oso encadenado contra perros rabiosos). Sus raíces se
encuentran en la etapa tardomedieval, en una triple tradición dramática: los "milagros " o
"misterios" (mystery plays), de temática religiosa y destinados a solemnizar las festividades de
los diferentes gremios; las moralidades u "obras morales" (morality plays), de
carácter alegórico y representadas ya por actores profesionales: y los "interludios" cortesanos,
piezas destinadas al entretenimiento de la nobleza.
Los nobles más destacados patrocinaban grupos de actores que llevaban sus nombres. Así
surgieron, en la época isabelina, compañías como The Hundson Men (luego Lord
Chamberlain's Men), The Admiral's Men, y The Queen's Men, entre las más relevantes. En
ciertas ocasiones, estas compañías teatrales realizaban sus representaciones en el palacio de
sus protectores aristocráticos. The King's Men, por ejemplo, después del apadrinamiento de la
compañía por el rey Jacobo I, actuaban en la corte una vez al mes. 30 Contar con el respaldo
de un mecenas era fundamental para asegurar el éxito de la obra en el futuro.
Las obras se representaban al principio en los patios interiores de las posadas. Todavía en
época de Shakespeare algunos de estos lugares continuaban acogiendo representaciones
teatrales. Sin embargo, no resultaban muy adecuados para las representaciones, ya que a
veces la actividad de la posada llegaba a dificultar las representaciones. Además contaban
con la oposición de las autoridades, preocupados por los desórdenes y reyertas que allí se
originaban, así como por las «malvadas prácticas de incontinencia» que allí tenían lugar.
Estaba también en contra el factor de la higiene: la peste era muy frecuente y las reuniones
multitudinarias no fomentaban precisamente la salud.
Por esos motivos fue surgiendo paulatinamente una legislación que regulaba la actividad
teatral, y se fue haciendo más difícil conseguir licencias para realizar representaciones en las
posadas. Esto propició la construcción de teatros fijos, más salubres, en las afueras de la
ciudad, y la consolidación y profesionalización de la carrera de actor. El primer teatro,
denominado simplemente The Theatre, se construyó en 1576. Más adelante se construyeron
otros: The Curtain, The Rose, The Swan y The Globe. Este último, construido en 1599 y
ubicado, como el resto, fuera de la ciudad, para evitar problemas con el Ayuntamiento de
Londres, era el más famoso de todos, y fue el preferido de la compañía de la que formó parte
William Shakespeare.
Todos estos teatros fueron construidos siguiendo el modelo de los patios de las posadas.
Ninguno se conserva en su estado primitivo, pero existe la posibilidad de conocer con cierta
aproximación su forma, gracias a algunas referencias de la época. Eran recintos de
forma hexagonal u octogonal (hay excepciones) con un escenario medianamente cubierto que
se internaba un poco hacia el centro de un arenal al aire libre circundado por dos o tres pisos
de galerías. La plataforma constaba de dos niveles, uno a poco más de un metro respecto a la
arena, techado y sujeto por columnas, y otro un poco más alto con un tejado en el que se
ocultaba el aparato necesario para manejar la tramoya y maniobrar la puesta en escena.
Podía llevar una bandera e incluso simular una torre.
Estos teatros tenían un aforo muy respetable. Se ha calculado, por ejemplo, que The Globe
podía acoger a alrededor de 2000 espectadores. 31
En un principio, la condición social de los cómicos, en especial de la de los más humildes, no
se distinguía fácilmente de la de un vagabundo o un mendigo. Con el tiempo, sin embargo,
gracias a la apertura de los nuevos teatros, los actores de época isabelina fueron alcanzando
mayor consideración social.
La rudimentaria escenografía hacía al intérprete cargar con la responsabilidad mayor de la
obra, por lo cual su técnica tendía a la sobreinterpretación en lenguaje, gesticulación y
llamativa vestimenta. Como las mujeres tenían prohibido subir al escenario, los papeles
femeninos se encomendaban a niños o adolescentes, lo cual se prestaba al juego cómico de
la ambigüedad erótica. La palabra era muy importante, y el hecho de que el escenario se
adelantara algo en el patio acotaba ese lugar para frecuentes monólogos. La ausencia de
fondos pintados hacía frecuente que el actor invocase la imaginación del público y el escritor
recurriera a la hipotiposis. El público era abigarrado y heterogéneo, y en consecuencia se
mezclaban desde las alusiones groseras y los chistes procaces y chocarreros a la más culta y
refinada galantería amorosa y la más retorcida pedantería eufuista.
La audiencia acudía al teatro pagando un precio variable según la comodidad del puesto
ofrecido. La entrada más barata exigía estar a pie y expuesto a los cambios meteorológicos;
las menos asequibles favorecían a la nobleza y a la gente pudiente, que podía tomar asiento a
cubierto y a salvo del sol.
El oficio de autor dramático no estaba bien remunerado y todos los derechos sobre las obras
pasaban a poder de las empresas que las representaban; por ello las obras sufrían con
frecuencia múltiples refundiciones y adaptaciones por parte de varias plumas, no siempre
diestras ni respetuosas, por no hablar de los cortes que sufrían a merced del capricho de los
actores. El nombre del autor solo se mencionaba (y frecuentemente con inexactitud) dos o tres
años más tarde, por lo que los escritores no disfrutaban del fruto de su trabajo, a menos que
poseyeran acciones en la compañía, como era el caso de Shakespeare y otros dramaturgos
que trabajaban conjuntamente y se repartían las ganancias.
Una de las características más importantes del teatro isabelino, y del de Shakespeare en
particular, es la multitud de niveles en las que giran sus tramas. Lo trágico, lo cómico, lo
poético, lo terreno y lo sobrenatural, lo real y lo fantástico se entremezclan en mayor o menor
medida en estas obras. Las transiciones entre lo melancólico y lo activo son rápidas y,
frecuentemente, se manifiestan a través de duelos y peleas en escena que debían de
constituir una animada coreografía muy del gusto de la época.
El bufón (en inglés, fool) es un personaje importante para la obra shakespeariana, ya que le
da libertad de expresión y soltura. Se reconocía en él una insuficiencia mental o carencia
física que le permitía decir cosas u opinar sobre cuestiones polémicas que habrían sido
prohibidas en boca de personajes de mayor fuste. Sin duda esta estratagema era ideal para el
autor inglés, puesto que cualquier crítica a la realeza podría ser justificada adjudicándosela a
un personaje que no piensa como la generalidad de las otras personas dadas las
insuficiencias que padece.
Procesión de personajes de las obras de Shakespeare, pintura de artista desconocido
El teatro de Shakespeare[editar]
El First folio[editar]
Artículo principal: First Folio
Portada del First Folio, 1623. Retrato de Shakespeare grabado por Martin Droeshout.
Ante la falta de manuscritos hológrafos y de fechas precisas de composición, se hace muy
difícil el establecer una cronología bibliográfica shakespeariana. El First Folio, que reagrupa la
mayor parte de su producción literaria, fue publicado por dos actores de su compañía, John
Heminges y Henry Condell, en 1623, ocho años después de la muerte del autor. Este libro
dividía su producción dramática en Historias, Comedias y Tragedias, y de él se hicieron 750
copias, de las que han llegado a nuestros días la tercera parte, en su mayoría incompletas.
Gracias a esta obra se conservó la mitad de la obra dramática del autor, que no había sido
impresa, pues Shakespeare no se preocupó en pasar a la historia como autor dramático.
El First Folio recoge exclusivamente obras dramáticas (no se encuentra en la edición ninguno
de sus poemas líricos), en número de 36: 11 tragedias, 15 comedias y 10 obras históricas. No
incluye algunas obras tradicionalmente atribuidas a Shakespeare, como las
comedias Pericles y Los dos nobles parientes, ni la obra histórica Eduardo III. Mientras que en
el caso de Pericles, parece bastante segura la participación de Shakespeare, no ocurre lo
mismo con las otras dos obras, por lo que el número de títulos incluidos en el canon
shakesperiano oscila, según las versiones, entre las 37 y las 39.
Tragedias[editar]
Al igual que muchas tragedias occidentales, la de Shakespeare suele describir a un
protagonista que cae desde el páramo de la gracia y termina muriendo, junto a una ajustada
proporción del resto del cuerpo protagónico. Se ha sugerido que el giro que el dramaturgo
hace del género, es el polo opuesto al de la comedia; ejemplifica el sentido de que los seres
humanos son inevitablemente desdichados a causa de sus propios errores o, incluso, el
ejercicio irónicamente trágico de sus virtudes, o a través de la naturaleza del destino, o de la
condición del hombre para sufrir, caer, y morir... En otras palabras, es una representación con
un final necesariamente infeliz.
Shakespeare compuso tragedias desde el mismo inicio de su trayectoria: una de las más
tempranas fue la tragedia romana de Tito Andrónico, siguiendo unos años después Romeo y
Julieta. Sin embargo, las más aclamadas fueron escritas en un período de siete años entre
1601 y 1608: Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth (las cuatro principales), y Antonio y
Cleopatra, junto a las menos conocidas Timón de Atenas y Troilo y Crésida.
Muchos han destacado en estas obras al concepto aristotélico de la tragedia: que el
protagonista debe ser un personaje admirable pero imperfecto, con un público capacitado para
comprender y simpatizar con él. Ciertamente, cada uno de los personajes trágicos de
Shakespeare es capaz de ejercer el bien y el mal. La representación siempre insiste en el
concepto del libre albedrío; el (anti) héroe puede degradarse o retroceder y redimirse por sus
actos. El autor, en cambio, los termina conduciendo a su inevitable perdición.
A continuación se listan las tragedias completas de Shakespeare, ordenadas según la fecha
aproximada de su composición:
Tito Andrónico (1594)
Romeo y Julieta (1595)
Julio César (1599)
Hamlet (1601)
Troilo y Crésida (1602)
Otelo (1603-1604)
El rey Lear (1605-1606)
Macbeth (1606)
Antonio y Cleopatra (1606)
Coriolano (1608)
Timón de Atenas (1608)
Comedias[editar]
Entre las características esenciales de la comedia shakesperiana encontramos la vis cómica,
la dialéctica de un lenguaje lleno de juegos de palabras, el contraste entre caracteres
opuestos por clase social, sexo, género o poder (un ejemplo representativo sería La fierecilla
domada, también traducida a veces como La doma de la bravía); las alusiones y
connotaciones eróticas, los disfraces y la tendencia a la dispersión caótica y la confusión
hasta que el argumento de la historia desemboca en la recuperación de lo perdido y la
correspondiente restauración en el marco de lo natural. El panorama de la comedia supone
además la exploración de una sociedad donde todos sus integrantes son estudiados por igual
de forma muy distinta a como es vista la sociedad en sus obras históricas, montadas sobre la
persecución maquiavélica del poder («una escalera de arena», a causa de su vaciedad de
contenido) y el trastorno del orden cósmico divino que el rey representa en la tierra. Como
galería de tipos sociales la comedia es, pues, un espacio más amplio en Shakespeare que el
trágico y el histórico y refleja mejor la sociedad de su tiempo, si bien también resalta en este
campo el talento del autor para crear personajes especialmente individualizados, como en el
caso de Falstaff.
Por último, Shakespeare estaba también muy versado en mitología (conocía muy bien
las Metamorfosis de Ovidio) y en retórica, si bien su estilo unas veces rehúye conscientemente
las rígidas y mecánicas simetrías de esta última y otras se muestra demasiado jugador del
vocablo, como correspondía entonces a la moda conceptista del Eufuismo, difundido por John
Lyly y a su vez procedente del estilo de Antonio de Guevara, si bien Shakespeare se
pronunció contra los excesos de ese estilo.
Shakespeare reconoció ser un gran asimilador (el poder de síntesis caracteriza a grandes
poetas, como también por ejemplo a Dante Alighieri) y lo declaró en su Soneto LXXVI; pero
también afirmó en este soneto ser capaz de superar a sus modelos convirtiendo en nuevo
algo radicalmente viejo, insuflándole nueva vida. En vez de inventar o apelar a la originalidad,
tomaba historias preexistentes, como la de Hamlet, y les otorgaba cuanto les faltaba para la
eminencia. Sin embargo, y pese a todo, se mostró además completamente original
instalándose algunas veces deliberadamente al margen de toda tradición, como en
sus Sonetos, que invierten todos los cánones del petrarquismo elaborando
un cancionero destinado a un hombre y donde se exige, ni más ni menos, el abandono del
narcisismo del momento para engendrar la trascendencia de la eternidad por el amor, lo que
puede parecer bastante abstracto, pero es que son así de abstractos y enigmáticos estos
poemas, cada uno de los cuales encierra siempre un movimiento dramático, una invocación a
la acción
Su obra[editar]
Antecedentes: el teatro isabelino[editar]
Reconstrucción moderna del teatro The Globe (el original fue destruido por un incendio en 1613)
Cuando Shakespeare se inició en la actividad teatral, ésta se encontraba sufriendo los
cambios propios de una época de transición. En sus orígenes, el teatro en Inglaterra era un
espectáculo de tipo popular, asociado a otras diversiones extendidas en la época como
el bear baiting (pelea de un oso encadenado contra perros rabiosos). Sus raíces se
encuentran en la etapa tardomedieval, en una triple tradición dramática: los "milagros " o
"misterios" (mystery plays), de temática religiosa y destinados a solemnizar las festividades de
los diferentes gremios; las moralidades u "obras morales" (morality plays), de
carácter alegórico y representadas ya por actores profesionales: y los "interludios" cortesanos,
piezas destinadas al entretenimiento de la nobleza.
Los nobles más destacados patrocinaban grupos de actores que llevaban sus nombres. Así
surgieron, en la época isabelina, compañías como The Hundson Men (luego Lord
Chamberlain's Men), The Admiral's Men, y The Queen's Men, entre las más relevantes. En
ciertas ocasiones, estas compañías teatrales realizaban sus representaciones en el palacio de
sus protectores aristocráticos. The King's Men, por ejemplo, después del apadrinamiento de la
compañía por el rey Jacobo I, actuaban en la corte una vez al mes. 30 Contar con el respaldo
de un mecenas era fundamental para asegurar el éxito de la obra en el futuro.
Las obras se representaban al principio en los patios interiores de las posadas. Todavía en
época de Shakespeare algunos de estos lugares continuaban acogiendo representaciones
teatrales. Sin embargo, no resultaban muy adecuados para las representaciones, ya que a
veces la actividad de la posada llegaba a dificultar las representaciones. Además contaban
con la oposición de las autoridades, preocupados por los desórdenes y reyertas que allí se
originaban, así como por las «malvadas prácticas de incontinencia» que allí tenían lugar.
Estaba también en contra el factor de la higiene: la peste era muy frecuente y las reuniones
multitudinarias no fomentaban precisamente la salud.
Por esos motivos fue surgiendo paulatinamente una legislación que regulaba la actividad
teatral, y se fue haciendo más difícil conseguir licencias para realizar representaciones en las
posadas. Esto propició la construcción de teatros fijos, más salubres, en las afueras de la
ciudad, y la consolidación y profesionalización de la carrera de actor. El primer teatro,
denominado simplemente The Theatre, se construyó en 1576. Más adelante se construyeron
otros: The Curtain, The Rose, The Swan y The Globe. Este último, construido en 1599 y
ubicado, como el resto, fuera de la ciudad, para evitar problemas con el Ayuntamiento de
Londres, era el más famoso de todos, y fue el preferido de la compañía de la que formó parte
William Shakespeare.
Todos estos teatros fueron construidos siguiendo el modelo de los patios de las posadas.
Ninguno se conserva en su estado primitivo, pero existe la posibilidad de conocer con cierta
aproximación su forma, gracias a algunas referencias de la época. Eran recintos de
forma hexagonal u octogonal (hay excepciones) con un escenario medianamente cubierto que
se internaba un poco hacia el centro de un arenal al aire libre circundado por dos o tres pisos
de galerías. La plataforma constaba de dos niveles, uno a poco más de un metro respecto a la
arena, techado y sujeto por columnas, y otro un poco más alto con un tejado en el que se
ocultaba el aparato necesario para manejar la tramoya y maniobrar la puesta en escena.
Podía llevar una bandera e incluso simular una torre.
Estos teatros tenían un aforo muy respetable. Se ha calculado, por ejemplo, que The Globe
podía acoger a alrededor de 2000 espectadores. 31
En un principio, la condición social de los cómicos, en especial de la de los más humildes, no
se distinguía fácilmente de la de un vagabundo o un mendigo. Con el tiempo, sin embargo,
gracias a la apertura de los nuevos teatros, los actores de época isabelina fueron alcanzando
mayor consideración social.
La rudimentaria escenografía hacía al intérprete cargar con la responsabilidad mayor de la
obra, por lo cual su técnica tendía a la sobreinterpretación en lenguaje, gesticulación y
llamativa vestimenta. Como las mujeres tenían prohibido subir al escenario, los papeles
femeninos se encomendaban a niños o adolescentes, lo cual se prestaba al juego cómico de
la ambigüedad erótica. La palabra era muy importante, y el hecho de que el escenario se
adelantara algo en el patio acotaba ese lugar para frecuentes monólogos. La ausencia de
fondos pintados hacía frecuente que el actor invocase la imaginación del público y el escritor
recurriera a la hipotiposis. El público era abigarrado y heterogéneo, y en consecuencia se
mezclaban desde las alusiones groseras y los chistes procaces y chocarreros a la más culta y
refinada galantería amorosa y la más retorcida pedantería eufuista.
La audiencia acudía al teatro pagando un precio variable según la comodidad del puesto
ofrecido. La entrada más barata exigía estar a pie y expuesto a los cambios meteorológicos;
las menos asequibles favorecían a la nobleza y a la gente pudiente, que podía tomar asiento a
cubierto y a salvo del sol.
El oficio de autor dramático no estaba bien remunerado y todos los derechos sobre las obras
pasaban a poder de las empresas que las representaban; por ello las obras sufrían con
frecuencia múltiples refundiciones y adaptaciones por parte de varias plumas, no siempre
diestras ni respetuosas, por no hablar de los cortes que sufrían a merced del capricho de los
actores. El nombre del autor solo se mencionaba (y frecuentemente con inexactitud) dos o tres
años más tarde, por lo que los escritores no disfrutaban del fruto de su trabajo, a menos que
poseyeran acciones en la compañía, como era el caso de Shakespeare y otros dramaturgos
que trabajaban conjuntamente y se repartían las ganancias.
Una de las características más importantes del teatro isabelino, y del de Shakespeare en
particular, es la multitud de niveles en las que giran sus tramas. Lo trágico, lo cómico, lo
poético, lo terreno y lo sobrenatural, lo real y lo fantástico se entremezclan en mayor o menor
medida en estas obras. Las transiciones entre lo melancólico y lo activo son rápidas y,
frecuentemente, se manifiestan a través de duelos y peleas en escena que debían de
constituir una animada coreografía muy del gusto de la época.
El bufón (en inglés, fool) es un personaje importante para la obra shakespeariana, ya que le
da libertad de expresión y soltura. Se reconocía en él una insuficiencia mental o carencia
física que le permitía decir cosas u opinar sobre cuestiones polémicas que habrían sido
prohibidas en boca de personajes de mayor fuste. Sin duda esta estratagema era ideal para el
autor inglés, puesto que cualquier crítica a la realeza podría ser justificada adjudicándosela a
un personaje que no piensa como la generalidad de las otras personas dadas las
insuficiencias que padece.
Procesión de personajes de las obras de Shakespeare, pintura de artista desconocido
El teatro de Shakespeare[editar]
El First folio[editar]
Artículo principal: First Folio
Portada del First Folio, 1623. Retrato de Shakespeare grabado por Martin Droeshout.
Ante la falta de manuscritos hológrafos y de fechas precisas de composición, se hace muy
difícil el establecer una cronología bibliográfica shakespeariana. El First Folio, que reagrupa la
mayor parte de su producción literaria, fue publicado por dos actores de su compañía, John
Heminges y Henry Condell, en 1623, ocho años después de la muerte del autor. Este libro
dividía su producción dramática en Historias, Comedias y Tragedias, y de él se hicieron 750
copias, de las que han llegado a nuestros días la tercera parte, en su mayoría incompletas.
Gracias a esta obra se conservó la mitad de la obra dramática del autor, que no había sido
impresa, pues Shakespeare no se preocupó en pasar a la historia como autor dramático.
El First Folio recoge exclusivamente obras dramáticas (no se encuentra en la edición ninguno
de sus poemas líricos), en número de 36: 11 tragedias, 15 comedias y 10 obras históricas. No
incluye algunas obras tradicionalmente atribuidas a Shakespeare, como las
comedias Pericles y Los dos nobles parientes, ni la obra histórica Eduardo III. Mientras que en
el caso de Pericles, parece bastante segura la participación de Shakespeare, no ocurre lo
mismo con las otras dos obras, por lo que el número de títulos incluidos en el canon
shakesperiano oscila, según las versiones, entre las 37 y las 39.
Tragedias[editar]
Al igual que muchas tragedias occidentales, la de Shakespeare suele describir a un
protagonista que cae desde el páramo de la gracia y termina muriendo, junto a una ajustada
proporción del resto del cuerpo protagónico. Se ha sugerido que el giro que el dramaturgo
hace del género, es el polo opuesto al de la comedia; ejemplifica el sentido de que los seres
humanos son inevitablemente desdichados a causa de sus propios errores o, incluso, el
ejercicio irónicamente trágico de sus virtudes, o a través de la naturaleza del destino, o de la
condición del hombre para sufrir, caer, y morir... En otras palabras, es una representación con
un final necesariamente infeliz.
Shakespeare compuso tragedias desde el mismo inicio de su trayectoria: una de las más
tempranas fue la tragedia romana de Tito Andrónico, siguiendo unos años después Romeo y
Julieta. Sin embargo, las más aclamadas fueron escritas en un período de siete años entre
1601 y 1608: Hamlet, Otelo, El rey Lear, Macbeth (las cuatro principales), y Antonio y
Cleopatra, junto a las menos conocidas Timón de Atenas y Troilo y Crésida.
Muchos han destacado en estas obras al concepto aristotélico de la tragedia: que el
protagonista debe ser un personaje admirable pero imperfecto, con un público capacitado para
comprender y simpatizar con él. Ciertamente, cada uno de los personajes trágicos de
Shakespeare es capaz de ejercer el bien y el mal. La representación siempre insiste en el
concepto del libre albedrío; el (anti) héroe puede degradarse o retroceder y redimirse por sus
actos. El autor, en cambio, los termina conduciendo a su inevitable perdición.
A continuación se listan las tragedias completas de Shakespeare, ordenadas según la fecha
aproximada de su composición:
Tito Andrónico (1594)
Romeo y Julieta (1595)
Julio César (1599)
Hamlet (1601)
Troilo y Crésida (1602)
Otelo (1603-1604)
El rey Lear (1605-1606)
Macbeth (1606)
Antonio y Cleopatra (1606)
Coriolano (1608)
Timón de Atenas (1608)
Comedias[editar]
Entre las características esenciales de la comedia shakesperiana encontramos la vis cómica,
la dialéctica de un lenguaje lleno de juegos de palabras, el contraste entre caracteres
opuestos por clase social, sexo, género o poder (un ejemplo representativo sería La fierecilla
domada, también traducida a veces como La doma de la bravía); las alusiones y
connotaciones eróticas, los disfraces y la tendencia a la dispersión caótica y la confusión
hasta que el argumento de la historia desemboca en la recuperación de lo perdido y la
correspondiente restauración en el marco de lo natural. El panorama de la comedia supone
además la exploración de una sociedad donde todos sus integrantes son estudiados por igual
de forma muy distinta a como es vista la sociedad en sus obras históricas, montadas sobre la
persecución maquiavélica del poder («una escalera de arena», a causa de su vaciedad de
contenido) y el trastorno del orden cósmico divino que el rey representa en la tierra. Como
galería de tipos sociales la comedia es, pues, un espacio más amplio en Shakespeare que el
trágico y el histórico y refleja mejor la sociedad de su tiempo, si bien también resalta en este
campo el talento del autor para crear personajes especialmente individualizados, como en el
caso de Falstaff.