Churata en La Nación: 1955-1958
Churata en La Nación: 1955-1958
Gamaliel Churata
en el diario
LA NACIÓN
La Paz-Bolivia
1955/1958
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Investigación hemerográfica:
Arturo Vilchis y Aldo Medinaceli
Trascripción:
Wilmer Skepsis
Tacna–Perú
Julio 2020.
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Durante su largo periplo por Bolivia, Gamaliel Churata laboró
como periodista en múltiples diarios, periódicos y revistas. En el diario
LA NACIÓN publicó una columna de opinión sobre diversos temas,
desde abril hasta diciembre de 1955. Tres años después, retoma dicha
columna y le asigna un título: Los días en la escena. Esta segunda etapa
abarca de enero a marzo de 1958. El pseudónimo que usó es uno de los
muchos que se le conoce: El Hombre de la Calle.
Aquí están reunidas más de cien de esas columnas, que son casi
todas, las faltantes deben sumar seis o siete. La recopilación es obra de
Arturo Vilchis y de Aldo Medinaceli.
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VISIONES DEL MUNDO: CALLES LEGÍTIMAS E HIJOS ILEGÍTIMOS
Para los periodistas connaturalizados con su artesanía, bogar por el piélago del canje
extranjero suele ser una especie de deporte que se practica muchas veces con la mitad de la atención
si, como es natural, la atención toda ha de dedicarse al juego de las noticias relacionadas con los
acontecimientos que tienen relación inmediata con nuestro pueblo y, al último, con nosotros
mismos. Pero, ese deporte reserva sorpresas frecuentes y de generosa utilidad. Tal me ha ocurrido
con un hebdomadario chileno que, entre sus muchas informaciones de carácter estrictamente
chileno, permite destacar dos que son muy chilenas y, por serio, resultan universales. Se trata de un
abogado que se querella con las autoridades de tránsito por la inveterada costumbre de ceder
espacios de la vía pública a cambio de un impuesto o canon para el estacionamiento, con
exclusividad, de vehículos. Así, las embajadas, los ministerios, las entidades capitalistas, adquieren
ese derecho y delimitan el espacio destinado a sus autos, espacio que nadie puede ocupar por más
que no tenga donde hacerlo. El caso es que el referido abogado no se andó en quisquillas cuando
tuvo que detener su vehículo y comprobó que sólo podía hacerlo en el área reservada para no sé
qué Ministerio o Embajada, cosa que el agente de tránsito no pudo mirar con buenos ojos y
procedió a advertirle la festinación que implicaba su osadía. Pero, no quedaron allí los hechos
puesto que el agente, en cumplimiento de sus deberes, denunció el delito a los superiores de quienes
depende y éstos –me parece, al menos– sancionaron la falta con multa, arresto y amonestación de
primer grado; el último supongo que dejaría mal parado a cualquiera.
Ahora bien, el abogado –y por infeliz que sea el abogado siempre tiene recursos para
disputarle razón y derecho al lucero del alba–, el abogado digo, se lanzó al ataque con un
desplazamiento filosófico de encalabrinar a Tutankamon pues sostuvo ante las autoridades de
tránsito la tesis de que las calles son propiedad pública y que, por tanto, nadie podía alegar derecho
de propiedad sobre ellas, sino el público, esto es, los hombres que, como el abogado, forman parte
del grueso de la ciudadanía. Dijo algo más: que no era justificable, ni explicable siquiera, que las
municipalidades las convirtieran en medio comercial para la obtención de rentas como si las
municipalidades no fueran también entidades públicas.
Ya no sé en qué quedaría el pugilato, acaso las autoridades de tránsito se quedaron
boquiabiertas ante la casuística del ingenioso abogado, acaso le enviaron como candidato al
manicomio, acaso le palpearon los homóplatos y, con filosofía abogadil, le dijeron:
–¡Doctorcito, tiene usted la razón! ¡meterse a juristas con ustedes sí que es morderse la lengua!
¡Vaya con Dios, pero si una vez más aplica usted sus talentos e interpretaciones como la que nos ha
ingurgitado le daremos una sanción jurídica en nuestros calabozos que son tan abogadiles como
usted!
Y el abogado se marchó. ¿Qué problema, no es verdad? Echemos sobre la mesa estas cartas
y ustedes digan lo demás.
Pero, aquí tenemos otro caso de la misma índole, aunque de mayor significación patética. Un
señor (digo que el caso es, también, chileno de nacimiento), un señor se siente que va a morir, posee
un rancho de proporciones, cuya renta, a juzgar por el codicilo que autoriza, debe ser respetable,
pues habla de miles de pesos mensuales –creo que treinta mil–, debe aplicarse a sostener un
hospicio o cosa así, en donde se alberga a todos aquellos hijos fruto del pecado y a quienes califican
las leyes de hijos ilegítimos, esto es, resultado de bastardía y adulterio.
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Se conduele este bondadoso ciudadano por aquellos hijos que no tienen la fortuna de ser
amparados por un apellido y que combaten en la vida, huérfanos de todo apoyo, y hasta víctimas de
los prejuicios. No dice que entre ellos se contara él o acaso algunos frutos de sus juveniles
delincuencias, ya que bien puede que si no se considera ilegítimo se sepa engendrar de algunos
ilegítimos, por lo que antes de morir existiendo la mano protectora para restañar las heridas de
quienes “van por el mundo” sin un apellido y que “combaten huérfanos”.
Parecería que en Chile no se hubiese legislado sobre esta materia, ya trajinada en Bolivia, pues
nuestras leyes tienen establecido que los derechos del hijo, legítimo o ilegítimo, son los mismos por
lo que todo los protege y sustenta y nada los subalterniza, ni siquiera el remoquete de un apellido
legal. Todo apellido, desde que lo lleva un hombre, es legal siempre; lo ilegal es creer que el apellido
hace al hombre y no el hombre al apellido.
En fin, ustedes dirán qué ideas les sugiere estos dos casos de la gresca del mundo.
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ACTIVIDAD CULTURAL: LA EDITORIAL “JUVENTUD”
El señor Luis E. Heredia, de Potosí, con dedicatoria que me abruma, su libro “Grito de
piedra”, librito de cuentos mineros que tienen la virtud de reflejar sus entusiasmos de escritor y, por
sobre eso, escenas de la vida de los socavones, trasladadas con fidelidad realista, y aunque –como al
fin y al cabo toda obra de imaginación– a través de las preocupaciones literarias de su autor. Se trata
de un libro que desea llegar a la emotividad del lector minero, de aquel lector minero con
mentalidad revolucionaria, que experimenta en carne propia la tragedia de las desigualdades sociales
y es la víctima inmolada de la voracidad de ese, por fortuna, ya extirpado capitalismo inhumano que
durante tanto tiempo ha vivido de explotar nuestras riquezas y de aniquilar a nuestro pueblo. Acaso
desde el punto de vista literario “Grito de piedra” no sea una obra lograda, confesión de su
juventud, sus afanes estéticos, su lucha con el idioma, pero en lo sustantivo el ambiente social y la
personalidad dramática de sus héroes estás tratados con la ardentía del militante de una causa que,
por felicidad, tiene herejes en la Bolivia de hoy. Estoy seguro que este librito es leído –y debe serlo–
por todos los trabajadores de las minas que forman hoy la vanguardia de la insurgencia proletaria de
nuestra patria.
La Editorial “Juventud” de La Paz, ha tenido análoga gentileza con El Hombre de la Calle,
pues le ha entregado dos de los últimos libros que acaba de lanzar al mercado literario, ambos
reimpresiones. Se trata de “La novela en Bolivia”, de que es autor el fecundo, ágil y espontáneo
estilista que es Augusto Guzmán, y el otro, “Figura y carácter del indio boliviano”, impreso en
Madrid, bajo la responsabilidad de Gustavo Adolfo Otero, escritor abundante, versátil, a menudo
informado en fuentes inesperadas, siempre un documentados concienzudo de temas bolivianos.
La Editorial Juventud constituye un ensayo de trascendencia apreciable en nuestro medio, y
no hay exceso de elogio en decir que la suya es una actividad sin precedentes, pues define su
naturaleza, simplemente editorial, dentro de las características que estas actividades poseen en países
con tradición industrial de esta índole. Era ya tiempo.
En la actualidad está reimprimiendo la famosa novela de Carlos Medinaceli “La Chaskañawi”,
labor que deja librada a la competencia de la firma impresora “Burillo y Cía”, la que nos ha
acreditado la excelencia de sus elementos gráficos y la destreza de sus obreros. La primera edición
de esta novela –agotada a poco de ser puesta a la venta– fue realizada en Buenos Aires, en una de
las editoriales mejor organizadas de Latinoamérica: la Editorial López. Edición fue esta cuidada
personalmente por su autor y que satisface por su nitidez e impecable composición, que decir que
en ella falta la sacramental “fe de erratas”, es decir ya mucho en nuestra mestiza América. Pues bien,
me entero que la segunda edición de “La Chaskañawi” será no solamente tan buena como la
primera sino que editor e impresores se esmeran por hacer de ella algo que no desmerezca de la
primera; todo lo cual debemos celebrarlo como signos efectivos de un ascenso de la industria
editorial boliviana. “Juventud” ha lanzado ya varios libros: de Alipio Valencia Vega: “Fundamentos
de derecho público”; de Augusto Guzmán: “El kolla Mitrado” (segunda edición); prepara “La
Chaskañawi” a que acabo de referirme, y “Altiplano” del malogrado etnólogo don Rigoberto
Paredes.
“Figura y carácter del indio boliviano” de Gustavo Adolfo Otero, que tengo delante, es uno de
los ensayos antropológicos más orgánicos que sobre el tema se han escrito en Bolivia, y acaso en
América, y si bien desde este punto de vista no posee una originalidad destacada, importa la
interpretación del indio, no ya en los socorridos planos de la literatura romántica o demagógica, sino
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que la interpretación del habitante aborigen va de acuerdo con las disciplinas científicas de la
materia. El de Otero es un aporte tanto más valioso si se considera que su examen está en todo
momento servido por datos de primera fuente, obtenidos de observaciones directas y personales
experiencias.
En cuanto al libro de Augusto Guzmán: “La novela en Bolivia”, segunda edición, como tengo
anotado, posee un mérito mayor pues su autor ha refundido en ella la edición inicial,
enriqueciéndola con el examen de novelistas cuyos nombres no alcanzaron a figurar en la primera.
No es un análisis típico, más bien es un índice valorativo del fenómeno novelístico de Bolivia a
través de sus representativos.
La Editorial “Juventud” merece todo aplauso.
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FIGURAS DE LA REVOLUCIÓN: PAZ ESTENSSORO – SILES SUAZO – LECHÍN
Acaso, por razones que la ciencia sociológica no ha explicado aún, desde las arcaicas edades de
los Makuri y los Chipana, el territorio en que hoy se delimita la patria boliviana, fue teatro de una
lucha secular entre los que dominan y los que son dominados. La leyenda, único vestigio que de
ellas queda, permite descubrir que esa edad fue de una constante insurgencia y que el hombre vivió
bajo la ley de la guerra. La historia de la República es, asimismo, historia de levantamientos
populares, motines y revueltas por el predominio político, alimentado, si así puede decirse, en la
oposición de los de arriba y de los de abajo. Una vez la nobleza frente a la plebe; otra, la plutocracia
frente a los miserables. De hecho, la Revolución de Abril es una consecuencia, histórica y
socialmente considerada, de esa naturaleza dramática. Un día, “Los de abajo”, habían de lograr la
posesión de los elementos que les permitieran liquidar el predominio de los de arriba, no ya sólo en
la pugna de las armas ni en la reyerta electoral, sino en la hegemonía del Gobierno. Ese día fueron
exaltados al poder hombres como Víctor Paz Estenssoro, Hernán Siles Suazo y Juan Lechín
quienes, por el peso de su acción revolucionaria, encarnan los ideales de las clases mayoritarias que
sufrieran, en todo tiempo, las consecuencias de la política de castas, de roscas y del capitalismo
imperialista.
Su ascensión al poder importa, consecuentemente, la rectificación de la historia boliviana, y el
desenlace de la secular beligerancia.
El esquema de este hecho queda planteado a través de las tres figuras en cuanto son
representativas de las reivindicaciones del pueblo, no porque en ellas se vea lo que se conoce por
hombres providenciales sino porque su personalidad y su acción responden a los objetivos de la
Revolución Nacional.
Paz Estenssoro, el cerebro; Siles Suazo, la acción; Juan Lechín, la fuerza. En manos del
segundo quedó librado el destino del alzamiento popular, al tercero le allegó el peso de las masas; el
primero aporta la astucia, la claridad y firmeza revolucionarias, imprescindibles dadas las finalidades
constructivas sin las cuales el acontecimiento histórico carecería de trascendencia.
La trayectoria política de estas tres figuras posee la pureza y armonía necesarias para merecer
el respeto del pueblo boliviano.
Bastaría compulsar la acción parlamentaria de Paz Estenssoro para darse cuenta que el Jefe del
Estado deviene en líder de la Revolución después de haber debatido con profundidad y osadía
todos los problemas del país desde el ángulo específicamente socialista en el que hoy realiza su
gobierno. No hay desviación alguna en las líneas maestras de su ideología nacionalista y popular. No
cedió ni a la seducción vagarosa del izquierdismo, de moda todavía, y menos a la tentación de las
oligarquías; si combatió al izquierdismo teórico y fantasmagórico, fue el implacable demoledor de
los privilegios de quienes envilecieron al pueblo y esquilmaron su heredad. Como Jefe de un partido
de masas, todavía es más visible su irreductible lealtad a los principios que norman su acción,
secreto, acaso, de su marcha ascendente y la invariable firmeza de la misma.
Cupo a Siles Suazo la Suprema Jefatura en la batalla del 9 de Abril, batalla que, si bien fue
resultado de la acción del pueblo boliviano todo, constituye el aporte individual del pueblo paceño.
Siles Suazo representó en la gesta del espíritu del pueblo que se erigiera en “patria de libres y tumba
de tiranos”. Solamente midiendo las inestables y débiles posibilidades con que en esos momentos se
contaba para asegurar el éxito del levantamiento, se columbra todo el valor de la intervención del
joven conductor que fue capaz de convertir, por el peso de su prestigio, su heroísmo y serena
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capacidad de mando, tantos factores negativos, en la victoria de un pueblo sin armas frente a diez
regimientos dispuestos a pulverizar sus viviendas y diezmar a sus habitantes. Pero, es que Siles
Suazo, se perfiló desde las primeras manifestaciones de su acción política como un revolucionario
pleno de los atributos de la fe, el coraje y el espíritu de sacrificio. Ha sido por tales razones que el
levantamiento del 9 de Abril adquirió la magnitud de una epopeya.
Fuerza impulsora de la Revolución Nacional fue el proletariado minero, precisamente porque
sólo él consubstancia las condiciones sociales de la contradicción capitalista en Bolivia. Masacres,
salarios de hambre, esclavización, todos aquellos elementos en que se manifiesta la tiranía
plutocrática, fomentaron la resistencia popular, de la cual ha sido Juan Lechín, no sólo el verbo sino
el hombre de acción apostólica y, en los momentos de lucha, el primero de los combatientes. El
radio de su influencia sobrepasó los linderos de la mina, expandióse a las fábricas, llegó a los agros
semifeudales, y hubo momento que su nombre fue la bandera del pueblo. Con ese prestigio y su
decisión de luchador, consigue hacer del brote revolucionario circunscrito, el movimiento nacional
que caracteriza la Revolución de Abril.
En Paz Estenssoro, Siles Suazo y Juan Lechín, se realiza el triángulo que define la Revolución
y garantiza su destino.
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EDUCACIÓN DE MASAS: LA EDUCACIÓN FUNDAMENTAL
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tema, Céspedes deja consignado el valor ingente que para la Historia de la Educación en América,
tiene la acción de ambos sacerdotes, aquél franciscano y éste jesuita.
Céspedes puede –y debe ser– leído con alto aprovechamiento en nuestro país puesto que la
realidad pedagógica que analiza es analógica en ambos países. La Educación Fundamental parte de
este principio: sobre 2,378 millones del planea, hay 1,200 millones de analfabetos. Proyectar la
acción redentora de la Escuela sobre esa enorme población y hacerlo considerando los factores de
comunidad, de sentido político y de naturaleza histórica, es hacer de la Escuela el agente de la
superación social del hombre dentro de los valores tradicionales a que obedece y de que es fruto.
Estimo valioso el ensayo del profesor peruano Céspedes como una contribución de suma
validez en estos momentos en que Bolivia ha volcado toda su capacidad creadora en sus planes de
reivindicación de sus masas indígenas.
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TEMAS DE NUESTRA REALIDAD: LOS NIÑOS Y LA REVOLUCIÓN
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Justificadamente, el Ministerio de Trabajo concibió la noble iniciativa de detener por unas
horas el servicio de colectivos en la ciudad, suspender las labores del aula, y cargando con los
escolares llevarlos a gozar del paisaje de Calacoto, La Florida, Irpavi, Obrajes, donde habría de
darles la naturaleza con su maternal abrazo la certidumbre de que Bolivia está regida hoy por los
ideales de justicia para el pueblo y de mayor justicia para el niño boliviano.
Y todo esto equivale sólo a que el niño constituye para nosotros la más alta preocupación del
Estado y de la colectividad.
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ARTE COLECTIVO: EL ESPECTÁCULO CINEMATOGRÁFICO EN LA PAZ
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Bien por tan excelente amigo panameño que hizo de La Paz el refugio de sus años y de su
fatiga, él, que partió con el gerifalte del liberalismo ecuatoriano, el general Eloy Alfaro, las
cinematográficas aventuras en que fraguó la guerra implacable contra García Moreno y sus secuelas.
Y bien por nosotros, pues, tras su pantalla panorámica, Gerardo Lindo nos ofrecerá muy pronto el
cinematógrafo en relieve, que es la última palabra en el progreso del arte plástico y dinámico más
grande de nuestro tiempo.
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MORALIDAD REVOLUCIONARIA: LOS SUELDOS EN DÓLARES
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La moneda traduce la capacidad económica de un país y es la única medida con que se puede
apreciar la capacidad consumativa del pueblo; por manera que si la moneda se halla enferma –y
ninguna enfermedad de la moneda es más dolorosa que la hidrópica, esto es la inflación– la
economía individual tiene que resentirse de sus males. Entonces que, para rehuir sus consecuencias,
haya bolivianos que pretendan ganar en dólares, mientras los demás soportamos las consecuencias
que se derivan de una moneda depreciada, es algo inmoral, antipatriótico, y casi estúpido.
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POLÍTICA SOCIAL: LA LIBRETA FAMILIAR
Comencemos por decir que Bolivia ha desembocado al terreno de las soluciones sociales
sustantivas y que hoy, si confronta una situación financiera en extremo difícil, no tiene ya ningún
problema social que no se halle planteado en beneficio de su pueblo. Desde el advenimiento del
heroico y austero presidente Villarroel, la posición del Estado frente a los derechos elementales de
la colectividad, había cambiado radicalmente de sentido a causa de que representaba una superación
de los viejos métodos capitalistas y la adopción decidida y orgánica de los principios del socialismo
para la conducción de la política del Estado. Fue necesario que ese Gobierno –deficientemente
comprendido por el mismo pueblo– insurgiera en el seno del Parlamento para que una sensibilidad
social se instaurara en los ámbitos doctrinales de la colectividad. Huelgas, inflación, problema
agrario, problema de divisas, comercio exterior, en fin todos los aspectos del complejo
administrativo fueron acometidos por ese Gobierno con una visión clara y definida en favor de las
mayorías populares. En el poder del M.N.R. fue que el eje dinámico de ese régimen, y a la cabeza
del Gobierno el líder de entonces y de siempre, el eminente y diestro hacendista, compañero Víctor
Paz Estenssoro, no podía esperarse menos, y hoy vemos que si Villarroel había impulsado en forma
vigorosa y audaz la legislación obrera, planeando la política de diversificación económica, y realizó el
Primer Congreso de Indios; hoy todas las orientaciones iniciales de ese periodo se han acentuado y
alcanzan velocidad y profundización. Al codificarse la legislación obrera del régimen revolucionario
se ha de ver que no hay país del continente que haya avanzado tanto en la protección de la salud, el
hogar, la cultura, y la economía del trabajador. Pero, su acción social frente a los efectos perniciosos
de la inflación, acusa dos características igualmente valiosas: la primera, que la política del Estado
contempla, de manera primordial, la decisión de compadecer la capacidad adquisitiva del ciudadano
con la incapacidad de que la moneda se halla afectada; y, luego, que aún dentro de la caquexis
financiera, se organizan y estimulan, por cierto que con increíble vigor, las posibilidades productivas
de la Nación. En medio de este cuadro dantesco, que engrandece los esfuerzos del Gobierno de Paz
Estenssoro, se persigue la adopción de formas administrativas que hagan más fecundos los efectos
proteccionistas del Estado en favor del pueblo.
La libreta Familiar, que ha comenzado a implantarse en La Paz –y ya rige el sistema con gran
éxito en algunas ciudades de la República– persigue tales beneficios. Vano era que se invirtieran, de
las pocas, la mayor parte de divisas disponibles para la adquisición de artículos de primera necesidad
(e inclusive, estos provienen de la generosa ayuda del Gobierno norteamericano), si su distribución
no se hallaba sujeta a sistemas seguros que garantizaran el éxito de los objetivos a que de los
destinaba. Mientras los métodos de distribución fueron empíricos o, por naturaleza, defectuosos, los
abastecimientos provenientes, repetimos, de la ayuda norteamericana, o de las importaciones del
Ministerio de Economía, sólo en una mínima parte iban a poder de las mayorías populares; la mayor
caía en el dominio de contrabandistas y especuladores, burlando, sarcásticamente, el celo del
Gobierno, y los inalienables derechos de nuestro pueblo.
Con el sistema de la Libreta Familiar, no ocurrirá ya tal cosa, pues es ella personal e intrans-
ferible, y el único instrumento que da derecho para la adquisición de esos artículos de primera
necesidad que con tan penosos esfuerzos importa el Estado. Además, si la Libreta Familiar confiere
tal derecho al vecindario, también obliga a sus distribuidores a la consignación, al detalle, previa
identificación personal, de las entregas realizadas; de manera que los Jefes de Manzana (así se ha
llamado a los administradores zonales) tengan que dar cuenta hasta de las más ínfimas cantidades de
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los cupos. Los artículos de primera necesidad llegarán, pues, al pueblo, y el Estado podrá, al fin,
estar seguro de la eficacia de su acción y de los beneficios que, con ella, aporta a la colectividad.
Debe hacerse llegar al Supremo Gobierno Revolucionario y, muy singularmente, a la H.
Municipalidad, los parabienes por actividad tan acertadamente concebida.
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NUESTRA CULTURA: LIBROS BOLIVIANOS
Entre los numerosos y básicos problemas de orden social y económico que tiene planteados
frente a su política renovadora el Gobierno Revolucionario, hay uno que reviste particular
importancia. Es el relativo a la difusión del libro boliviano. Bolivia es el país que menos libros
publica en el continente. México posee una industria editorial no solamente pujante, sino que ha
logrado la perfección técnica de las editoriales norteamericanas y europeas. La Argentina –ya lo
sabemos– compite en los actuales momentos con la misma industria editorial de España, una de las
más viejas, y no la menos valiosa del continente europeo. Chile, Colombia, hasta Guatemala, más en
el primero, poseen actividad editorial por muchos títulos digna de admiración. Y esto quiere decir
que libros uruguayos, paraguayos, chilenos, guatemaltecos, brasileños, figurar en el mercado
editorial de nuestros países. Bolivia se halla ausente hoy, como ausente se mantuvo en todo tiempo.
La explicación huelga. En Bolivia no existe la percepción comercial de esta industria lucrativa como
pocas, que a otros países –Argentina principalmente– le reportan una cuantiosa actividad financiera.
Nuestro Gobierno consciente de sus deberes, tiene que mirar a las posibilidades de estimular toda
actividad editorial; puesto que libro boliviano que salta las fronteras, no es sino un poderoso agente
de nuestra cultura.
Sin embargo, tenemos que hacer una excepción, y hasta dos, en nuestro medio. El caso de las
editoriales Tejerina y Juventud constituyen la honrosa excepción. Aquella lleva publicados ya
muchos volúmenes, por cierto que en forma impecable; y esta ha tomado a cargo la editación de
libros representativos de la literatura boliviana, tanto como de fascículos de divulgación social y
política, con tanto entusiasmo y optimismo ambas, que nos obliga a reconocer sus méritos y a
tributarles la más cálida felicitación…
Precisamente tengo delante dos libros que me hace llegar el gerente de la Editorial Tejerina. Se
trata de un volumen en octavo mayor, que autoriza con su nombre un viejo diplomático, escritor y
poeta, don Eduardo Diez de Medina; y una “Gramática y Vocabulario de la Lengua Quechua”,
cuyos autores son dos sacerdotes jesuitas de la provincia de Cochabamba, los P. P. Urioste y
Herrero. Las ediciones son muy cuidadas, se las ve exentas de los vicios propios de todo libro
editado en imprentas embrionarias, sin experiencia en el dominio de la estética editorial, que hoy es
tan propio de quienes ejercitan esta industria. De su contenido nada hay que decir. El libro de don
Eduardo Diez de Medina, en la urdimbre de un relato autobiográfico, brinda visiones panorámicas
de la vida literaria, social y política de Bolivia; y el de los P.P. jesuitas es, seguramente, el intento más
serio llevado a cabo en Bolivia, después del que importa la concienzuda Gramática de Berríos, de
profundizar el idioma de los Inkas. Precédelo un ensayo sobre la fonética keshwa del filólogo
español José María de Oleza, en torno a la ortografía aconsejada por el tercer Congreso Intera-
mericano Indigenista…
Con la publicación de estos libros, la Editorial Tejerina ratifica los prestigios alcanzados por
los que anteriormente lanzara al mercado, y permite columbrar todo lo que Bolivia lograría si el
Estado protege y estimula tan loable actividad…
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EL PRESIDENTE PAZ ESTENSSORO Y SU PUEBLO
Cuando un régimen político nacido de la entraña de las masas mayoritarias de una Nación
acepta la responsabilidad del Gobierno, si circunscribe su celo a regiones determinadas del
territorio, si admite que la acción del Estado cultive preferencia s de orden político o inspiraciones
de campanario. Menos, desde luego, si viene a rectificar los sistemas oligárquicos que miraban los
intereses económicos del país a través de los intereses de las entidades capitalistas de que, en
realidad, procedía su mandato. Un régimen popular cancela los excesos del localismo –pérfida
herencia de la Colonia– y robustece por todos los medios el sentimiento de la unidad nacional.
Actuará en la sede del Gobierno, pero sus preocupaciones estarán lo mismo en el centro del país
que en su periferia. Entonces el Jefe del Estado no perderá oportunidad de visitarlo, seguro de que
otra forma de adquirir conocimiento realista de sus necesidades, por garantizada que se le ofrezca, le
brindará las aprehensiones objetivas que se adquieren mediante una observación directa y personal.
Además, cuando el Jefe del Estado, cuando visita una región del país no lo hará como
“personaje ilustre”, sino como servidor público que busca demostrar a su pueblo los frutos de la
honestidad y el trabajo en la administración estatal. De la reciente visita que el Dr. Paz Estenssoro
ha hecho a la ciudad de Cochabamba, obtenemos esta experiencia. Invitado por el Lloyd Aéreo
Boliviano, ha ido a inaugurar el servicio de nuevas naves de alta capacidad que confieren a la flota
de esa empresa una eficiencia de primer orden; pero, asimismo, ha querido valorizar con su
presencia la iniciación de otras actividades de profundo sentido creador, que viene a demostrar, a
propios y extraños, que la política del Estado Revolucionario ni es centralista, ni demagógica, ni
persigue otro resultado que vitalizar la economía nacional, organizando los medios técnicos que, a
no largo plazo, harán de Bolivia una nación autosuficiente, dueña de su riqueza, segura de su
porvenir.
Lo comprendió así el pueblo cochabambino y tributó al primer mandatario y a su comitiva
una recepción que de forma alguna fue protocolar y organizada por las autoridades. Una masa
ciudadana, en la que ya acaso es dable no diferenciar banderas políticas, se congregó para aclamar al
presidente en su sencillez de hombre con austeridad política y capacidad de conductor, más que al
Jefe del Gobierno. Es el hombre que en Bolivia ha puesto al día la rectificación de los crímenes del
pasado.
¡Qué gran lección la que el historiador habrá de anotar en el balance de las pasiones
psicológicas de nuestra contradictoria y, a veces, paupérrima política!
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TEMAS DE LA REVOLUCIÓN: SERVIR AL PUEBLO
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PROBLEMAS DEL PUEBLO: PRIMEROS EFECTOS DE LA LIBRETA FAMILIAR
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Decimos que la aparición escandalosa –no cabe calificarla de otra manera– de miles de
agencias que ofrecen hoy ese producto, como ayer lo hicieron desaparecer, no es sino la repercusión
inmediata del benéfico sistema a implantarse. Ya no más agencias ni abastos, las más de las veces
fraudulentos o quiméricos. Ya saben comerciantes y pueblo, que una vez en función los almacenes
de Manzano, provistos dichos almacenes de azúcar y demás artículos esenciales, en ellos se
ofrecerán, sin temor a filtraciones ni ocultamientos, diariamente, pero sobre todo con oportunidad
automática, en forma que ninguna familia lamente, como ahora ocurre, su falta.
Debemos, consecuentemente, reconocer que la reforma introducida en nuestras costumbres
por el celo, tan digno de aplauso por la H. Municipalidad, dará los frutos que todos esperamos, si,
como tenemos dicho, antes de funcionar los almacenes de la Libreta Familiar, ya han determinado
reacción tan saludable. Y es que se han herido los centros psicológicos del fenómeno de la especu-
lación en sus múltiples aspectos, y, determinadas por esa causa, se observan las manifestaciones del
arrepentimiento tardío que obliga al mal comerciante a dar ya innecesaria demostración de celo; algo
semejante al pecador que destruido por los morbos del pecado, cuando su organismo se halla
afligido, camino de la sepultura.
Buena seña, augurio feliz, que nos permite esperar que la Libreta Familiar acabe con las
angustias del pueblo.
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ARTESANÍA INTELECTUAL: EL CUMPLEAÑOS DEL PERIODISTA
Hemos celebrado hace dos días, uno más de nuestros onomásticos o, propiamente, el santo de
nuestro cumpleaños; cosa así, poco definible; pero día consagrado a recordar a los viandantes del
planeta que en esta ínclita ciudad de La Paz, y en el territorio de la República, los obreros de la
prensa, y precisamente los proletarios de ella, han sido objeto de homenaje mudo, y el
reconocimiento no menos mutable de la gente por la humilde y anónima labor que todos los días
cumplimos elaborando las viandas de noticias de que se nutre el cerebro del público. No recuerdo si
este día fue decretado por el Gobierno del General Busch, o lo fue por otro; lo efectivo es que hace
ya buenos años todos los periodistas se reúnen con ese objetivo y se festejan, o se dejan festejar por
sus admiradores, bailando a costilla de sus pobres centavos, y exaltando, pese a la pobreza de los
mismos, la fulgurante gloria que viene de un trabajo tan envidiable, aunque poco digno de envidia.
Bien. Los periodistas nos hemos abrazado hace dos días, en abrazo lleno de fraternidad y de
consentida resignación, puesto que el premio es de los más tristes y abandonados del universal
proletariado. Hacer de periodista en países como los de la feliz América no es, que se diga, nada del
otro mundo. Se profesa su sagrado ministerio, se lo cumple con tenacidad, con silencioso heroísmo,
y después…. nada. No hay explotado del mundo que más lo sea, si todas las glorias se le dan en la
medida que todas las miserias le corresponden; no hay trabajador peor remunerado, ni en
albañilería, ni en minería, ni en el oficio cultural; tampoco hay trabajo más obligado a los senti-
mientos generosos, a los sacrificios más ascéticos, a las penurias más risueñas. Y, sin embargo, no
hay periodista que se cambie por un rey. Él es la voz del pueblo, el plectro de la viola de Mefisto, el
freno del solípedo alado. De él parte el alimento del espíritu, el colirio de los ojos fatigados por el
insomnio, encandilados por las lágrimas de la orfandad popular. Él es, en suma, el gran paladín de
todas las causas nobles, pero por sobre todo, es el periodista el hombre que debe dar cuanto tiene:
salud, sueño, hambre, sed, a fin de que la masa del público sienta la vida como justicia, como belleza
o conciencia.
No es el periodista siquiera un intelectual, en el sentido en que lo es el poeta, el ensayista, el
filósofo, el teólogo, el economista; es un intelectual sometido al rigor de la disciplina del hábito.
Debe escribir no lo que piensa, sino lo que los lectores desean; debe percibir la comedia humana, no
como él desearía percibirla, sino como entiende que más le agrade percibir al público. Trabajando
todos los días, y siempre sobre los mismos temas manidos, ha llegado a automatizar su labor en
forma tan completa que será ilusorio pretender que en sus papeles diarios se filtre la luz o se
encaramen las sombras con un sentido de personal representación y beneficio. No. Todo lo que da
el periodista tiene el cuño de la vulgaridad loable, y es a este precio que el pueblo le mira, no le
compadece, mas pretende hacerle vivir en las esferas en donde guarda todos los mitos sociales,
almacenados en 40 mil años de vida civilizada, o sea, de vida que superó el neolítico y llega ya al
estrato atómico. No se espere que de la copiosa labor diaria del periodista, segregue mieles del
Himeto, ni siquiera el azúcar de la abeja; lo que el periodista produce es chato, vulgar, reiteración de
cuanto se dijo ayer y se dirá mañana…
Es el artesano, el simple menestral de la prensa, el servidor anónimo, silencioso, inmutable,
que chorrea entre los engranajes de esa muela voraz que es el capitalismo que lo explota como a
animal de pelo comercial. Nada de lo que se conquista con su acción se refleja en su beneficio; y así
pasa por la vida derramando –canéfora paradójica– las luces de su trabajo, alimentadas con el sudor
de su frente y la sangre de su corazón.
25
Rindámosle nuestro tributo y hagámosle llegar el pésame por su cruz, por su lanza de
Longino, por la esponja de vinagre con que todos los días lo banquetean los hombres.
La única compensación que espera, es morir viejo, reumático, famélico, y, así, saber que si
todos le halagan, solamente los gusanos de la tumba le brindarán una fraternidad sincera y
alimenticia.
–¡Ya has venido hermano –diránle– cuánto has tardado en desintegrarte! Duerme mientras yo
como…
Eso es el periodista, el cardumen de los tiburones. Pero su gloria, la gloria del gusano. Amén.
26
LA REVOLUCIÓN EN MARCHA: LA TIERRA PARA QUIENES LA AMAN
No hay que tener demasiada imaginación para darse cuenta que la Revolución Boliviana no
solamente no sofrena el ritmo de su desarrollo, sino que su marcha es, bien que cauta, segura y
ascendente. En días más, llegará hasta el centro de la República, la primera partida de acero chileno
que, de acuerdo con el convenio firmado entre nuestro país y el gobierno del Mapocho, se nos envía
a cambio de los aportes de petróleo boliviano; y esto, si quiere decir algo –es un caso aislado no,
sino característico– dice que Bolivia ha ingresado a la categoría de potencia exportadora de materias
industrializadas. Pero, no solamente eso, sino que el hierro del Mutún, y grandes yacimientos de
uranio entrarán muy pronto al torrente de los medios económicos que transforman revolu-
cionariamente las estructuras nacionales. A ello agreguemos que la Reforma Agraria sigue su
fatigosa y bien compleja organización, dota de tierras a los agricultores, habilita campos eriazos, y –
su objeto principal fue ese– distribuye entre los hombres sin tierras las grandes propiedades de
manos muertas, o latifundios semicoloniales improductivos. Todavía es posible hablar de las
actividades preparatorias que harán de la Reforma Educativa una palanca para la renovación de la
Naturaleza de aquello que los sociólogos materialistas llamaron las superestructuras sociales en sus
manifestaciones de letradura y alfabeto; esto es: cultura universitaria y capacidad de leer para todos
los ciudadanos y ciudadanas del país.
Si esto no es buena prueba de un ritmo ascendente en el proceso revolucionario, ignoramos
signo de qué fenómeno sería. Nada cuenta que mientras tanto se padezcan los efectos de la crisis
monetaria, y que, desvalorizado el billete, la vida adquiera condiciones penosas: es el precio que
paga el pueblo de Bolivia para el logro de sus anhelos de liberación económica y de autonomía
institucional.
Por otra parte, las informaciones periodísticas nos han revelado que el famoso fundo de Santa
Clara, de Cochabamba, que fuera motivo de tan largas pugnas entre sus colonos y la institución
monástica a que pertenecía, dejará ya de ser motivo de controversias, pues sus amplias y generosas
tierras pasarán a propiedad de lo menos setecientas familias, las mismas que –es de lógica
suponerlo– harán de ellas fuente de bienestar y producción en beneficio colectivo. No solamente
esto, si ya se nos ha informado que innumerables campesinos han recibido títulos de propiedad
sobre los terrazgos que les asigna la Reforma de Ocureña y que, de menestrales al servicio de los
viejos amos retardatarios e ineficaces (personaje supérstite de la Colonia), pasan a propietarios
pequeños con que se ratifica el sistema del minifundio como célula económica de la riqueza agraria
de la República. Bastaría este hecho para reconocer que la Revolución de Abril cumple una función
rectificadora en los destinos de Bolivia.
Pero, hay algo más; el reparto de tierras que los impugnadores de la revolución, sobre todo en
el extranjero, exhiben como prueba de los sistemas comunistas implantados por el gobierno de Paz
Estenssoro, nada tienen de comunistas si la parcelación de la gleba en esas condiciones no importa
sino la aplicación de principios del liberalismo clásico a la solución de los males que engendra el
latifundio, la gran propiedad que, si produce el tipo del agricultor envilecido por el servilismo, hace
de ella un organismo de productividad reducida o limitada a las ambiciones personales de sus
propietarios. Es que el liberalismo (se entiende que el auténtico) no conjugó nunca con la
coexistencia de la gran propiedad agraria y no por filantropía sino por una severa y cruda conciencia
de utilidad pública, ya que, desde los luengos periodos clásicos, el latifundio fue la verdadera
carcoma del progreso de los pueblos.
27
Dar la tierra a quienes la trabajan, y, en este caso, a los que la aman: el indio, es volver por la
causa de la tierra y de la nacionalidad, que sólo pueden ser fecundados por el espíritu patricio,
animación de un destino histórico.
Revolución en este caso es, pues, volver a las formas naturales y primigenias de la razón en la
ciencia de orientar la vitalidad nacional. Hay para felicitarse.
28
DINTELES DEL CONTINENTE: CRISTO EN LA GUERRA PERONISTA
La argentina peronista está confrontando una inquietud sin precedentes en su historia, sin
paralelo en la del continente. Por razones poco conocidas, la Iglesia Católica se halla frente al
Gobierno, y esto equivale a decir que la Iglesia se ha puesto frente al pueblo argentino. Pocas
naciones de América más católicas que esa; y católicas no sólo por tradición hogareña sino que el
catolicismo de los argentinos viene a ser como la quintaesencia del catolicismo europeo, puesto que
siendo, como ese país es, una formación demográfica, poderosamente europea, y la integran
polacos, eslavos y polacos semitas, italianos, españoles, sajones, en fin todas las razas de todos los
pueblos del mundo, sólo resta averiguar si la cantidad de masas de origen europeo corresponde a
grupos de católicos para deducir si la Argentina será o no un país católico. Lo es seguramente. El
católico europeo que viene a la América, trae consigo su acendrada fe y el propósito de enriquecerse
en la nacionalidad que adopta. No es extraño que la mayoría de los jerarcas de la Iglesia, por la raza
y el apellido, revelan ese origen; son europeos. La Argentina es, pues, una nación americana de
cultura y de demografía católicas. Quienes han vivido en Buenos Aires o en Córdoba saben que el
pueblo y la sociedad de esas capitales son tan entrañablemente católicos que, considerando el factor
población, puede decirse que en Bolivia, por ejemplo, hay más protestantes que en la Argentina.
Desde el hogar a la escuela y de ésta a la Universidad, el argentino es católico como una
demostración de casta y hasta de nacionalidad. Los pensadores y católicos en esa nación, ni son
muchos ni los más calificados del Nuevo Mundo. En cambio, podemos asegurar sin lugar a dudas
que la plana mayor de la intelectualidad contemporánea está integrada por católicos, que no
solamente se muestran leales con las liturgias de su culto, sino que, como intelectuales, son
abanderados de la filosofía y praxis romanas. Revisar sus importantes revistas universitarias o de
simple representación intelectual, es llegar a la evidencia de que el pensamiento más calificado de
ese país –al menos desde hace unas dos décadas– es de acusada formación tomista, y de no velada
tesitura católica en el orden social. Entonces, en la Argentina hay una Iglesia no solamente
tradicional y castiza, sino espesos núcleos de conductores que, sacerdotes o no –y entre los
sacerdotes hay eminencias como el cardenal Copello, y figuras de la importancia del monseñor
Franceschetti, demás de poetas, filósofos y ensayistas– ejercitan una influencia decisiva en todos los
órdenes de la vida pública; mayormente en el orden social, mediante la Acción Católica Argentina,
cuya actividad y eficacia pueden ser tenidas como ejemplares si se considera la multitud de obras de
beneficio colectivo que sustentan o estimulan. No hay fábrica, oficina pública, entidades comer-
ciales, donde no actúe un grupo de católicos fervientes instruidos en la nueva táctica proselitista de
la Iglesia de que es cabeza el actual arzobispo de Milán, Monseñor Bonino. Son, seguramente, estos
equipos de actividades los que, en contacto con los trabajadores, reciben los impactos de la
resistencia socialista y los que administran aquellos que crean el resquemor que luego aflora en
disturbios públicos.
Desde luego, El Gobierno Argentino, regido por una doctrina nacionalista, desea que todos
los organismos que el Estado sustenta –y la Iglesia es uno de ellos, el más caro, acaso, para el
presupuesto de la Nación– si no responden a las directivas políticas del régimen, por lo menos no
constituyen factores negativos que entraben su eficacia. Y es esto último lo que ha ocurrido. La
poderosa Iglesia Católica Argentina se ha visto, en cierta medida, desplazada por el multitudinario
movimiento peronista, el cual, si no es ateo, no es confesional y menos fomenta el fanatismo
característico de los pueblos reciamente católicos; entonces, los jerarcas sacerdotales no pueden ver
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con simpatía la expansión, cada vez mayor, del peronismo; y, como responden de manera concreta a
los intereses y simpatías de las clases enriquecidas y aristocratizantes, el “plebeyismo” de los
“descamisados”, no es cosa que admitan, aunque lo hayan tolerado hasta hoy.
He aquí el origen de las discordias que salen a la calle pública y que amenazan con tornarse
refriegas; hasta hoy, por fortuna, solamente pugnas sin efusión de sangre. Pero, que la sangre
vendrá… Dios no lo quiera. Solamente un gobierno de tan recia contextura popular, seguro de sus
arraigos en las masas ciudadanas, podrá contender con la Iglesia. Y nacionalizar la Iglesia, o
separarla del Estado…
30
TÓPICOS DE LA CULTURA: EMBAJADA BOLIVIANA DEL ARTE
Bolivia concita en estos momentos la curiosidad de los pueblos de América, el interés de sus
estudiantes y la admiración de todos los hombres de buena voluntad. Es el teatro del fenómeno
revolucionario más original y práctico: se han removido los estratos de su estructura económica y
social; se proyectan las posibilidades de su superestructura intelectual y artística. El pensamiento
boliviano es hoy reclamado en todos los países cultos: conocer las características de su proceso
mental es cosa que se anhela en otros países, y que los bolivianos tenemos el deber de satisfacer en
cuanto sea posible. Los sociólogos del continente, los etnólogos, los artistas, los políticos, los
estadistas, quieren conocer la realidad boliviana, las causas que justifican su revolución, los
lineamientos que abarcan su lineamiento y su lucha. La figura de Paz Estenssoro, de Hernán Siles
Suazo, de Juan Lechín, provoca admiraciones. Este último ha cobrado las proporciones de un líder
obrero americano: Paz Estenssoro es considerado como una de las mentalidades políticas más
robustas y capaces del momento actual; y de Hernán Siles Suazo se sabe que es el líder de sustancia
revolucionaria más impoluta por la dignidad de su lucha y el heroísmo de sus intervenciones en
horas de decisión y de sangre. Es un anhelo, entonces, que al mismo tiempo que salvan las fronteras
nacionales la Revolución y los revolucionarios, hagan lo mismo los pensadores y los artistas y que el
mundo americano obtenga la satisfacción de su curiosidad y el justificativo de la cordial simpatía
con que mira al Altiplano, en el corazón del continente.
He aquí un pionero que, en cuanto le respecta, va a llevar un mensaje de la Nueva Bolivia a
todos los hermanos países americanos. Es el pintor y caricaturista René Noriega. Ya todos le
conocemos. Viene de las tibias y feraces tierras del Tunari; es hombre que une a la juventud los
arrebatos del apóstol; estuvo en Colombia, Ecuador, Chile, permaneció gozando de una beca del
Gobierno, durante varios años, en España; visitó Francia, Italia. Y, allí donde llevó su arte y
juventud, fue objeto de acogida simpática y del auspicio comprensivo y valorizador de la crítica.
Víctor Valdivia, el gran dibujante potosino, que fue en sus tiempos un extraordinario caricaturista, le
considera entre los primeros hombres de la nueva generación que dominan el arte fácil y difícil de la
deformación con finalidades expresivas. Es René Noriega quien se propone salir de Bolivia, muy
pronto, y llevar consigo una veintena de lienzos, algunas esculturas y toda su fe y patriotismo para
exhibir, desde los Estados unidos a la Argentina, las recientes manifestaciones pictóricas de Bolivia.
Llevará obras de Fausto Aoiz, Armando Pacheco, María Luisa de Pacheco, José Ostria, Mario
Vargas, Jorge de la Reza, Genaro Ibáñez, Antonio Mariaca, Enrique Arnal, Enrique Geus, Graciela
Rodo, Nora Beltrán, Alfredo la Plaza, Zoilo Linares, Antonio Espinoza, Lara, Benavente, Prada, a
más de sus propias acuarelas, sus caricaturas y sus óleos.
Habrá de detenerse en las principales capitales americanas y, tras de exhibir esta muestra,
ofrecerá conferencias, divulgando las normas que asume la nueva pintura boliviana, encareciendo a
sus representativos provocará interés hacia sus grandes figuras del pasado. Bolivia no es ya una
ínsula en el mundo artístico; ha producido figuras como la de Cecilio Guzmán de Rojas, no
solamente consagrado en Francia, España y los Estados Unidos; elogiado en Inglaterra, en la
Argentina, en Chile, en el Perú, en México. Fue la suya una pintura de significado denso y de una
maestría propia de esos viejos maestros del Renacimiento que elaboraban sus propias tintas y de
ellas hicieron un nuevo instrumento de expresión dinámica. Marina Núñez del Prado ha llevado en
embajadas, verdaderamente triunfales, sus granitos y ónix, sus tallas y sus arcillas, a las más refinadas
urbes artísticas del mundo; y en todas ellas ha sido considerada como acaso la primera escultora del
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continente americano. Pero, tanto Cecilio Guzmán de Rojas, como Marina Núñez del Prado, tienen
un mérito mayor: de ellos parte el movimiento nativista, aborigen, del arte boliviano, saturado hoy
de emoción demótica; y Marina Núñez, es, como escultora, mugrón de la escuela de Rojas, el
legítimo heredero de la escuela potosina de Pérez de Olguín.
En buena hora, pues, la audaz decisión de este caricaturista del Tunari, si ya era tiempo que los
pintores bolivianos diesen su batalla continental, y cobraran los lauros que a otros artistas les negó el
tiempo como a ese prodigioso Arturo Borda, con un pincel holandés, con alma de indio, y una
imaginación que sólo tiene parecido al abracadabrante Dalí.
Resta sólo que los poderes públicos, penetrados de las nobles finalidades del artista, le
concedan el apoyo que toda empresa de Quijotes requiere para no caer en los serones de Sancho.
32
KÁRDEX LITERARIO: BIOGRAFÍA DE BAUTISTA SAAVEDRA
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pues, si bien el manejo del instrumento expresivo es tan propio de él, siempre desenfadado y
valiente, observo que sus métodos de inspección son más agudos y, sobre todo, es ya dueño del
documento, y de él se sirve. Acá una acotación en dos palabras: el documento es el medio de que el
escritor se vale para hacer historia; pero si no sabe servirse de él, el documento lo domina, y su
labor resulta sin personalidad y sin dinámica. Porfirio Díaz Machicao, según entiendo, acabará por
acometer una gran biografía que hará famoso su nombre en las lindes continentales.
La edición del “Saavedra” de Díaz Machicao, ha corrido a cargo de la Editorial “Tejerina”, es,
consecuentemente, nítida, sobria… y no Fe de Erratas. Es decir, todo. La Editorial Tejerina va
camino de realizar en nuestro país un gran ideal: el libro nacional, el libro boliviano.
34
NUEVA INDUSTRIA: LA INDUSTRIA EDITORIAL EN BOLIVIA
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colección de poemas de Pancho Villarejos constituirá un éxito de librería. Y, así, por lo general.
Reedítese ese poemario tan valioso de Rosendo Villalobos: “Ocios Crueles”, una colección de don
Abel Alarcón, sin olvidar a Sixto Ballesteros. Muchos de estos poetas constituirían hoy una novedad
capaz de provocar el más vivo interés de nuestro público.
En suma, halaga intensamente el patriotismo comprobar que la industria editora boliviana es
ya algo más que un impulso esporádico, y que si las editoriales que hemos mencionado pueden
contar con cooperación oportuna por parte del Estado, su esfuerzo se magnificará, pues ya hemos
sido informados que conciben el laudable propósito de dar a su actividad una inyección interna-
cional.
Bolivia y su cultura ganarían con ello grandemente.
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LA ESCUELA BOLIVIANA: WARISATA EN LOS EE.UU.
El público de La Paz no ha debido olvidar que hace no mucho tiempo –dos meses, acaso-
estuvo entre nosotros un artista de color y de nacionalidad norteamericana, pintor eximio y, sobre
eso, brillante conferencista, espíritu generoso y comunicativo, que ofreció charlas de divulgación
artística en colegios y universidades de Bolivia, cautivando por la sencillez y emoción de su
desinteresado mensaje. Entre los varios puntos más importantes que visitó ese artista yanqui –su
nombre se me escurre en estos momentos– estuvo la Escuela de Warisata, donde realizó
observaciones cuidadosas que le han servido para formular importantes declaraciones en su país,
declaraciones que LA NACIÓN ha publicado con los honores que merecen. Dice, en suma, que esa
Escuela, regida hoy por el Servicio de Cooperación Educativa de los EE. UU., es una de las
organizaciones escolares de mayor significación en la América Latina, y puede ser mostrada, por sus
muchos aciertos, como modelo para todos los países que retienen aún fuertes poblaciones de
indios.
Así es, seguramente. Pero, las declaraciones del pintor y dibujante norteamericano, me sirven
ahora para hacer memoria del procesó que determinó la fundación de esa Escuela y alguna de las
características de su actividad y del rol que ha cumplido. De todos es sabido que la Escuela de
Warisata fue fundada por el profesor Elizardo Pérez el 02 de agosto de 1931, tras de un estudio, en
el terreno, que nos demuestra que este pedagogo había concebido en sus verdaderos lineamientos el
delicado problema de la escuela para indios, no de conformidad con los postulados generales de la
escolaridad urbana, sino como resultado de las condiciones típicas de la sociedad india recluida en
los campos. Su Escuela fue, pues, una Escuela de indios y para indios. Llevar a cabo este esfuerzo
constituyó para el señor Elizardo Pérez una lucha de proporciones extraordinarias, pues no
solamente tuvo que soportar la resistencia gamonalista, sino, la acaso mayor y más dañina, del
normalismo escolástico y libresco que, en buena cuenta, anuló su ingente voluntad. Pocos hombres
le comprendieron, y menos aún fueron los que le habrían de seguir. Empero, algunos hubo que
merecen ser recordados; y entre ellos Juvenal Mariaca y Alfredo Guillén Pinto, que, aunque en algo
diferían de la aprehensión del problema con el creador de Warisata, representaron una fuerza
positiva en favor de la causa. Este último, escritor y pedagogo, fundó a su vez la Escuela de
Caquiaviri, publicó libros y cumplió, como él entendía, una labor de méritos indudables.
Llevar adelante esta obra, no fue problema solamente de Elizardo Pérez; le cooperaron
hombres como Eufrasio Ibáñez, hechura de la función creadora de la Escuela y, hoy, según creo,
Director de ella. También capturó el interés de un maestro entonces joven, y brillante educador y
más efectivo luchador por la causa del magisterio, el pedagogo don Raúl Pérez, quien, abandonando
su distinguida ubicación en el profesorado urbano, fue a Warisata a asumir la dirección. Raúl Pérez,
ya fallecido, es hermano de Elizardo; y en el desempeño de su cargo cumplió una labor que no ha
sido valorizada aún en todo lo que merece, si, en ella, no se entregó solamente él, sino hasta sus
mismos hijos, como el caso de su hija mayor que se connaturalizó con las indiecitas de la Escuela y
contribuyó a infundirles el optimismo nacionalista que reintegra al indio a la unidad hogareña de los
bolivianos. Pero, esta Escuela es –bueno resulta no olvidarlo– casi una obra de la familia Pérez toda,
si hasta la dulce madre de Elizardo Pérez, la señora Marciana v. de Pérez, sus hermanos Arturo –
eminente educador formado en Ginebra– y Héctor, se entregaron a ella con un fervor que sólo
explica la pasión patriótica de esa noble familia y el espíritu luminoso de la heroica y gentil madre
que fue doña Marciana. Arturo Pérez, llegado no ha mucho de Europa, se constituyó en transpor-
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tista para el acarreo de materiales de construcción en esos momentos iniciales en que Elizardo
carecía de toda cooperación efectiva...
Hoy, la Escuela de Warisata, es mostrada –como tengo indicado– como una de las
realizaciones más efectivas y acertadas en este orden de escuelas de la América Latina. Pues bien, no
se olvida que ella fue resultado de sacrificios múltiples. Allí, a la entrada de ese soberbio edificio,
debiera erigirse un monumento al señor Cevallos, joven maestro que levantó paredes junto a Pérez,
y, al último, murió en el empeño, destrozado por el frío polar del Illampu y los cuatro mil metros
sobre el nivel del mar en que se alza esa basílica de la fe boliviana por la redención del indio.
Descubrámonos ante todos estos hombres que merecen el recuerdo y agradecimiento de la
patria.
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CULTURA BOLIVIANA: GALERÍA DE HISTORIADORES
Pocas naciones americanas –acaso Argentina, Chile, México, Brasil– han tenido la suerte de
poseer entre los cultores de la historia representantes tan eminentes como un Toribio Medina, un
Mitre, Oliverio Lima, etcétera; y menos aún aquellos cuyos gobiernos se preocuparan por la conser-
vación, ordenamiento y enriquecimiento de sus archivos; en la mayoría de nuestros países, reinan
sobre el descuido gubernativo en este orden, la mas, aunque explicable dañina irresponsabilidad de
los llamados historiadores. El fenómeno representado por un René Moreno, un Abecia, un
Monseñor Taborga, y nombremos a esos laboriosos y denodados trabajadores de nuestra historia
como don José María Camacho, don Luis Crespo, don Agustín Morales, don Jorge Kramer; Alcides
Argüedas, que construyó, según sus métodos el grandioso edificio de su Historia de Bolivia, ese
fenómeno, digo, no es sino el fenómeno de la pasión del trabajador heroico que hace el milagro de
documentarse en un maremágnum de archivos dispersos y sin ordenamiento alguno, y logra
resultados, por esa misma razón, asombrosos. Recién ahora y bajo la increíble laboriosidad de
Gunnar Mendoza, el archivo nacional de Sucre, presta servicios al investigador; pues no ha muchos
años era más que informe hacinamiento de legajos. Lo mismo cabe decir de los Archivos de la Casa
de Moneda de Potosí, que hasta tanto fueran entregados a la inteligente responsabilidad de
Armando Alba, no fueron más que farragosos amontonamientos de papeles amarillos y en vías de
desintegración. Sólo cuando el papel antiguo es tratado por el archivero con amor de paleógrafo y
de erudito cobra la importancia documental que le hace impagable.
Pues bien; en América y en países como Bolivia, la historia se ha escrito, la mayoría de las
veces, con tan escaso material de primera fuente que no extrañe si los historiadores hacen más que
copiarse unos a otros. Hay que ir a las parroquias de los pueblos viejos, meter baza en los archivos
curales, escudriñar en su empolvada estantería, hay que mover con azada los archivos notariales; no
olvidar conventos, monasterios; casas patricias, en fin hay que dar unidad a ese contingente informe
de documentación que el historiador con sentido y sensibilidad utilizará para trazar el cuadro de
nuestro pasado. Algo más: Hay que organizar las papeletas historiográficas, con intervención de
autoridades, donde se consignen y ordenen los memoriales de viejos bolivianos que saben de
Bolívar, Padilla, Blanco, Melgarejo, porque sus abuelos les hablaron de ellos, o porque conservan
cartas de valor, refundidas en las petacas heredadas de “los pasados”. Todo eso, constituye el
arsenal que suministre los vestigios que sigue el historiador para nutrir sus concepciones críticas o
invivir sus animaciones dramáticas en el pasado.
El gobierno de la revolución, tildado de “comunista”, acomete esta tarea que, en otros
tiempos, nadie entrevió. He ahí la función que se encomienda a hombres como Manuel Frontaura
Argandoña, Humberto Vásquez Machicado, Víctor Santa Cruz, etc.; y por cierto, la elección
constituye otro acierto, pues si el primero es un biógrafo bien documentado, Vásquez Machicado es
acaso la más aguda mentalidad de la historiografía boliviana de hoy, como Víctor Santa Cruz, un
cronista acucioso que ha dado buenas pruebas de su constancia y capacidad. Hay que documentar la
historia de Bolivia, nutrirla de fuentes, revelarla en sus auténticas manifestaciones; sólo así, y dentro
de algunos años, podremos esperar que se escriba la “Historia no escrita” de Bolivia, según la
certera expresión de Carlos Montenegro, que fue, dicho sea de paso, y a juicio de este modesto
comentarista, el más insólito fruto de verdadero historiador que ha dado Bolivia. Enrique Finot nos
ha dejado, como nos ha dejado Arguedas, con tanto esfuerzo, aunque no con el mismo acierto,
pruebas inequívocas de lo mucho que el historiador puede rendir en campo tan esporádicamente
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espigado y tan fecundo. Hay que dedicar, en esta oportunidad, un recuerdo al hermano de
Humberto Vásquez Machicado, prematuramente desaparecido, y que formaba con Humberto esa
pareja fecunda que en la poesía formaban los hermanos Machado.
Bien por todo. Pero al mismo tiempo que la Comisión a que me refiero cumple su arduo
deber; no le quedaría mal si inicia la organización de una Galería de Historiadores Bolivianos y –
tardío reconocimiento–, en un salón digno del homenaje, se ponen los retratos de todos los
escritores que dedicaron sus desvelos a reconstruir nuestro pasado, con un esfuerzo que nunca
contó con estímulo del Estado en forma alguna. Sería ese el mayor y más noble gesto de justicia con
que iniciara sus actividades.
La iniciativa queda en buenas manos.
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GRANDES PROBLEMAS NACIONALES: COMERCIO E INDUSTRIA BOLIVIANOS
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Que esto debe acabar, parece indiscutible; más la única manera de ponerle fin, es poner en
manos limpias la industria y el comercio. La célula “Aniceto Quiroga”, adquiere, con esta primera
manifestación de sus actividades, el solemne compromiso de enderezar los rumbos de la industria y
segar las garras de los diviseros del comercio de importación. Por lo mismo que el suyo es solo un
compromiso, es más digno de que en el empeño generoso y patriótico, les acompañe la cooperación
del Estado y la atenta observación del pueblo. Esto no se pierde de vista –difícil, que no imposible
por fortuna– que el camello pase por el ojo de la aguja; un capitalismo sin garras resulta, casi,
paradójico; mas no imposible, repito. Los nuevos comerciantes y los nuevos industriales, tienen,
pues, que responder al gran imperativo de suscitar actividades fecundas, sin objetivos utilitarios
inconfesables, ya que se hallan animados de una pasión política que los obligará a mantenerse en la
línea de la corrección y el patriotismo.
Tal la única forma de promover un comercio y una industria bolivianos.
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PERFILES DE NUESTRA CULTURA: ARMANDO ALBA, EDITOR
Muchas voces se han levantado para proclamar una verdad que debe causarnos la más
justificada satisfacción y hasta, diremos, orgullo. De uno, o de otro lado, de la opinión pública, surge
esa voz para decirnos:
–En Bolivia se lee!
Es decir: Bolivia lee... ¿Se mide la trascendencia de tamaña afirmación? Parece increíble, pero
debe dársele crédito ¡En Bolivia se lee! Y se publica con relación a sus habitantes no analfabetos,
más que en otros países con fuerte población alfabeta. Hace unos veinte años esto habría parecido
un cuento de Hadas. Dos editoriales paceñas se hallan en plena marcha ascendente; y estas edito-
riales introducen hábitos que eran, hace veinte años, gringos, absolutamente, en nuestro medio:
pagan derechos de autor.
¿Saben ustedes que hace veinte años el autor tenía que satisfacer derechos al librero? ¡Quiá!
No es nada. Para que un buen escritor consiguiera que se le publicara algo en los diarios tenía que
empezar por invitar el té al director; y, si mucho apretaba, hasta las salteñas y los picantes. Si no...
no había como ver estampado en el diario el engendro de los siglos.
Las cosas cambian. Y es justo. Hoy hasta los diarios comienzan a pagar por “colaboraciones
espontáneas”.
Volvemos a los libros. En el curso de los últimos meses hemos visto en las vitrinas de las
librerías, lo menos unos veinte libros bolivianos impresos en prensas bolivianas. E interesados en
conocer la suerte que corrían, supimos por boca de los libreros que todos ellos se vendían.
–¡Miren ustedes –nos dijeron–; hoy en Bolivia se vende cuanto libro se imprime en el país!
¡No pasa ya lo que en otros tiempos!
¡Estupendo! Pero, lo que más nos impresionó es que casi todos esos libros están editados en
forma irreprochable, con gusto y dominio de los menesteres del oficio. Figúrense! Ha desparecido la
“Fe de erratas”, y puestos a cazar gazapos, la verdad que los hemos encontrado en minoría. Todos
estos son signos de progreso, que deben alentarnos, y, repito, llenarnos de orgullo. ¡Bolivia va
adelante!
Aquí una afirmación rotunda: los libros mejor confeccionados, mejor compuestos, más estéti-
camente realizados (se entiende que desde el punto de vista bibliognóstico) con los que vienen de
Potosí, la gloriosa Villa Imperial de la Vicuñas que no de Carlos V (que de ese señor en Potosí ya
nadie guarda memoria). Por eso los laúdes que van luego se enderezan a exaltar a un hombre que es,
precisamente, don Armando Alba, escritor de fuste y editor casi increíble. Por acuerdo que merece
toda alabanza fue encargado de organizar y dirigir la “Editorial Potosí”, organismo dependiente del
Estado, y al que se le destina a una tarea fundamental: publicar la documentación de valor histórico
que atesoran los archivos de la Casa de la Moneda, amén de obras de diversa validez para la cultura
nacional.
Lleva publicados: las “Crónicas potosinas” del argentino Vicente Quesada; “Derecho penal”
del Doctor Medrano Oslo; “Guía de la provincia de Potosí” de Vicente Cañete; el “Anecdotario del
poeta Ricardo Jaimes Freyre”; “Fervor” de Mary Flores; “Grito de piedra” de Luis Heredia; y otras
muchas obras interesantes para la historia literaria y artística de Potosí. En el curso de este año
lanzará: “La historia de la Villa Imperial” de Martínez Vela; “Los últimos días coloniales” de René
Moreno (del que lleva publicado “Las matanzas de Yañez”) y en días más entregará a la circulación
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un nuevo libro de Carlos Medinaceli: “Páginas de vida”, esperado ya con ansiedad por los cada vez
más numerosos admiradores del gran escritor desaparecido.
Egregia labor realizada con talento selectivo y (de esto es que queremos ocuparnos en las
restantes líneas) con una destreza, perfección y gusto, que, repetimos, los libros de la “Editorial
“Potosí” son desde el punto de vista de la artesanía, lo más perfecto, depurado y estético que se
hizo nunca en Bolivia. ¡Decir que en ninguna editorial europea, en las mismas condiciones, se
habrían hecho libros mejores, es hacer el más cabal y justiciero elogio del libro potosino! Y todo
esto se debe a don Armando Alba, no sólo escritor atildado, a menudo elocuente, siempre intere-
sante, sino el Director de Editoriales único, acaso, en este momento. Deben llegarle las más cálidas
felicitaciones. Felicitaciones que no se quedarán en sus manos, si alcanzan a su pueblo, el gran solar
de las Vicuñas.
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LIBROS NACIONALES: HISTORIA LITERARIA DE BOLIVIA
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tiempo honraron las letras hispanoamericanas, ya a partir de Pazos Kanki, Brochs Gords, Vaca
Guzmán, hasta arribar a personalidades como Ricardo Jaimes Freyre y Gregorio Reynolds, que
adquieren significación continental, y caracterizan no ya solamente la importancia de la literatura
boliviana, sino que valorizan en sus más ricos aspectos la literatura americana. Y si del primero se ha
dicho mucho, con plena justicia; del segundo –triste es confesarlo– ni en Bolivia ni fuera de Bolivia
se ha dicho lo que algún día se dirá: que fue uno de los líricos de más pigmaliónica genialidad y de
poliédrica inspiración.
Tales los méritos de Enrique Finot, cuya segunda edición ha lanzado Gisbert & Cía., en forma
brillante, cuidadosa y digna de la obra y del prestigio de su autor, novelista, pedagogo, diplomático,
y, siempre, escritor correcto, diáfano y a menudo brillante.
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CONQUISTAS DEL PUEBLO: COMEREMOS, SEÑOR ALCALDE: ¡GRACIAS!
Dos colegas, por cierto que colegas de saneado crédito –“Última hora” y “El diario”– , se han
hecho eco de una frase feliz del oficial mayor de la H. Alcaldía Municipal, Sr. Egberto Ergueta
Quiroga, frase que es la cápsula de bronce de ese proyecto de vastos alcances: La libreta familiar. La
frase, por si ustedes no la conozcan o la hayan olvidado es ésta: “todos tenemos derecho a comer”.
Lo tiene tanto un monje, capuchino o no, un comunista rojo o anaranjado, un mahometano, tanto
como un católico, un falangista como un liberal o un rosquero; todos los hombres y mujeres que
han nacido en Bolivia, o viven con los bolivianos, en tanto son individuos productivos, esto es,
saben trabajar y ganan por su trabajo, a cambio de sus billetes, tienen derecho a comer...
Así es, en efecto: ¡Todos! Llenadas ciertas condiciones; buena dentadura, ningún trastorno
estomacal, y, luego, los billetes del caso, todos tienen derecho a alimentarse. Y esto quiere decir solo
otra cosa; que hasta hoy en Bolivia comían, cuando les dio cabida el espacio ventral, los ricos y los
poderosos. Los ricos porque podían pagar por la comida cuanto les cobraran, y los poderosos
porque para ellos eran todas las granjerías. Así, el pueblo deambulaba hambriento de tendeja en
tendeja, tras de un puñado de arroz, una libra de azúcar o un cacho de manteca. ¿Cómo acabar con
tan nefasta realidad? Este fue el gran problema; y ese gran problema halló solución cabal y oportuna
en la iniciativa del señor Alcalde de La Paz don Juan Luis Gutiérrez Granier, a quien su oficial
mayor ha interpretado brillantemente cuando en memorable asamblea de los jefes de manzana,
manifestó que la institución de la Libreta Familiar no tenía otro objeto que asegurar a todos los
habitantes y estantes de La Paz, el derecho a comer. Quienes, por amor de la buena suerte tenemos
el privilegio de conocer el pensamiento que animó a la primera autoridad municipal a instituir este
sistema, podemos declarar que el señor Ergueta Quiroga ha interpretado con fidelidad y, por cierto,
en forma apodística y rotunda, el verdadero motor de la iniciativa municipal...
Derecho a comer tenemos todos, y lo tienen desde las avecillas de los campos, hasta los lirios
de los jardines, sean jardines de gente rica o tristes mascotas de pobres de solemnidad. Mas, como
para comer hay que contar con billetes, el problema era asegurar la convertibilidad de los billetes, allí
donde se tuviera en cuenta su valor intrínseco en divisa nacional, y no el valor aleatorio y relativo
del billete a merced de contrabandistas y especuladores. Arrebatar de manos de éstos el comercio de
artículos de primera necesidad y entregarlos a los mismos hijos del pueblo, mediante un sistema
ingenioso y seguro (ya experimentado en otros países) era lo certero e inaplazable. La tarea de
organizar las condiciones para que la Libreta Familiar pudiese ser implantada con seguridad, no fue,
por eso, fácil. Su preparación técnica ha absorbido las atenciones de un vasto personal de expertos;
y el mismo empadronamiento de las familias está siendo objeto de laboriosas y complejas
actividades. Se debe calcular, en forma precisa, sobre los datos censísticos, qué cantidad de artículos
requerirá el normal y suficiente abastecimiento de las familias, considerado el número de hijos y el
salario, sueldo o renta del jefe de cada una de ellas. Y, entonces, hacer que esa cantidad llegue en
forma indubitable, y fija a manos de las madres, tutora o ama, sin permitir distracción alguna. Si,
realizada esta operación, la madre o tutora, revende el cupo con que fue beneficiada, ya ése será
problema suyo. Pero, el sistema asegura el suministro, con lo que el Estado ha cumplido su deber, y,
si después, la familia no come... pues será porque no tiene apetito...
Todos tenemos derecho a comer, y el Estado debe, partiendo de este principio bíblico, dar de
comer. Lo está haciendo hasta hoy en forma prodigiosa; y cuando los almacenes de la Libreta
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Familiar funcionen todos, todos comeremos por el valor de nuestros billetes, sin la pecaminosa
intervención del contrabandista o el especulador...
Estoy, pues, de completo acuerdo con el agudo y sardónico Sagitario de “Ultima hora”, en que
a los “teóricos” derechos del hombre y del ciudadano que la revolución francesa proclamó, y ha
sancionado y modernizado la Sociedad de las Naciones, les falta el principio cardinal: el derecho a
comer que tienen todos los hombres, hasta los bolivianos y sus huéspedes, visitas o alojados; y eso
se logra estupendamente con la Libreta Familiar a la cual le debemos encender una lámpara aceite
los devotos del buen yantar; al cual, si no me equivoco mucho, se llama Sancho Panza, según el
Caballero de la Triste Figura lo enseñó en las soledades famélicas de su Sierra Morena. Amén.
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JUSTICIA SOCIAL: RADIO, VACUNAS Y PAN PARA EL INDIO
¡Cien, doscientos mil receptores, distribuidos entre los cinco mil ayllus –o más– que forman el
conjunto social de nuestras indiadas! ¡Qué promesa para el porvenir de nuestra cultura! La radio es
el agente moderno más eficaz y seguro de divulgación cultural. La radio es el libro que puede leer
hasta el analfabeto, puesto que no requiere de letras, ya que basta obturar sus llaves y ese libro
habla... Alrededor de un receptor se reunirá la familia del indio, el vecino, el pariente, doscientas
personas. Y ello quiere decir que si se distribuyen convenientemente cien mil receptores, esos cien
mil receptores tendrán asegurados dos millones de radioyentes. La vida de la familia india habrá
experimentado una verdadera transformación. El indio se preocupará de los acontecimientos, en
primer lugar, de Bolivia, luego de la vida en los países vecinos y acabará por interesarse cuanto
ocurre en el mundo. Hoy día hay indiecitos centenarios que se van a la tumba ignorantes de lo que
pasa más allá de los ribazos de su sayaña; nada les interesa; y cuando se produce el estallido de una
revolución se muestran frente a los acontecimientos tan ajenos y desaprensivos que, realmente,
permite observar que no cultivan relaciones de clase alguna con el resto del país, y, lógicamente
impórtales muy poco pase lo que pase. Con la acción de la radio, poco a poco, irá creando un
sentimiento público, se interesarán por lo que pasa en su distrito, en su provincia, en su
departamento, en su país. Será pues el indio, ya un ser sacudido por estímulos generales. Además, si
esto pudiese ser un hecho –que será, no lo dudo- las estaciones radiales tendrán que ser conminadas
a preparar programas bilingües, especialmente concebidos y realizados con un criterio, si puedo
decir, pedagógico. Se brindarán consejos sobre higiene, sobre agricultura, sobre veterinaria, en fin,
se suministrarán noticias útiles, amén de que tendrán que elaborar informativos en dos o tres
idiomas: aymara, quechua, guaraní, con su correspondiente en español, y, lógicamente por este
medio se irá educando al niño indígena, al viejito que nunca deja su solar, a la abuelita. Y los indios
irán familiarizándose tanto con la acción de la Radio que acabarán por ver en ella su defensa y su
maestro. Su defensa, puesto que podrán escribir al Director de la estación, presentando sus quejas,
inquiriendo por conocimientos, ofreciendo iniciativas.
Solamente quien vea estas posibilidades con un estratificado escepticismo dudará de los
beneficios que con ella se puede lograr.
Han entendido tan perfectamente tan magno deber los representantes del Estado que en los
actuales momentos, el Ministerio de Economía, estudia la importación de las piezas que no pudieran
fabricarse en el país, que son pocas, a fin de entregar a una entidad industrial capaz de realizar
ventajosamente, y a no muy alto costo, la fabricación de receptores. Quiero decir que no solamente
nos dirigiremos a intensificar este capítulo de nuestros deberes nacionales, sino que nos
proponemos hacerlo con nuestros recursos propios, en cuanto esto es, o sea, posible. Yo no
conozco mucho, si poco, de terminología radial, pero las informaciones que he obtenido, me
permiten llegar a esta somera y consoladora conclusión: los cien o doscientos mil receptores de
radio que se piensa distribuir entre los indios de nuestros ayllus, serán trabajados, o poco menos, en
Bolivia, por mecánicos bolivianos y empleando en un noventa por ciento materiales bolivianos. Que
esto es posible, se descubre del entusiasmo con que se han entregado a su realización entidades
como la Subsecretaría de Prensa, Informaciones y Cultura, el Ministerio de Economía, entiendo que
el de Asuntos Indigenales; en suma: el Estado.
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¿No les parece que era tiempo? Por más que doremos la píldora, hay que tener la honradez de
declarar que el indio, hasta el 9 de abril, estuvo preterido de todos los beneficios de lo que llamamos
civilización occidental, la que si llegó hasta su triste choza fue sólo para magullarle la carne con el
látigo y entristecerle el corazón con el desprecio ruin y la explotación más inhumana. No basta, en
efecto, haberle dado tierras –como se ha hecho y sigue haciéndose– si con las tierras no se le da
herramienta mecánica moderna, no se le familiariza con el motor a explosión y, por tanto, no se le
induce a reemplazar la tracción de sangre por la tracción a petróleo, y si en la soledad de su vivencia
no se le lleva radio, cinematógrafos, cultura, en una palabra, entregarle la tierra es, casi, no haber
modificado en nada la realidad estacionaria de su existencia.
Las cosas, como se ve, son, ahora, diferentes; se las concibe de otra manera y se las realiza con
una sensibilidad revolucionaria que penetra en el meollo de la realidad nacional, la sacude y
modifica. ¡Ojalá tan bellos propósitos no confronten obstáculos insalvables!
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EDUCACIÓN NACIONAL: “OJOTAS” EN LA UNIVERSIDAD
Los universitarios de derecha creen que la intervención de la Central Obrera Boliviana en las
orientaciones del aula universitaria constituye una amenaza contra la autonomía que disfrutan y han
disfrutado sin atajo durante tantos años; o es que piensan que esa intervención vendría a establecer
una cierta tutela obrera a que, naturalmente, no se sienten muy dispuestos, si, para los universitarios
de linaje oligárquico los estudios superiores constituyen una especie de privilegio de casta.
Realmente, por lo que a mí se hace, no me creo muy inclinado a decidir si se trata de una o de la
otra cosa, pero como fuera, ya rechacen esa intervención por temor de que con ella quede liquidada
la autonomía, o sea que porque temen que bajo su amparo las aulas se llenen de indios y proletarios,
lo evidente es que nos hallamos ante una de las manifestaciones más claras y definidas de los
resabios colonialistas que constituyen, aun ahora, lo que podría llamarse el fundamento de la
sociedad criolla, adinerada y... de sangre azul. Digo que tenemos que echar mano de razones
comunes como ésta para explicarnos el fenómeno extraño que Bolivia toda contempla llena de
desconcierto y asombro, pues, si las versiones que se propalan por iniciativa de voceros
espontáneos y callejeros, los universitarios que propugnan la resistencia contra la Central Obrera
Boliviana, habrían argumentado que la pérdida de autonomía no significaría más que abrir las
universidades a una invasión de “ojotas” de indio, lo que, lógicamente, miran con explicable terror.
¡Cómo en las universidades los indios mugrientos, cuando las universidades fueron siempre pocilga
de niños elegantes! Hay que sofrenar los nervios para no explotar ante una actitud de ésta índole.
¿No son indios mugrientos el alma de la nacionalidad, no constituyen su mayoría demográfica, no
son ellos los representantes ancestrales de nuestra cultura, de nuestra vivencia en el cosmos?. Sí; la
ciencia sociológica –que seguramente los estudiantes de derecho estudian también– nos demuestra
que pese a minorías criollas o mestizas, la sociedad auténticamente americana –y la de Bolivia entre
ellas se cuenta– es la sociedad india, la cual bien puede hallarse en el limo del álveo lacustre, ignara y
despojada de toda ventaja superior, mas no por ella deja de ser la base angular de la nacionalidad.
Que las universidades se llenen de “ojotas” no sería algo consolador, sino la realización de un hecho
decisivo para nuestro progreso. Hay ideólogos que sustentan la extraña doctrina de que el indio
americano, no sabemos por cuales condiciones endocrinas, es el animal bípedo, implume y erecto,
que carece de capacidad mental para los estudios superiores. No piensan así los cafres y hoy, la ultra
cultísima Francia, se precia de haber suscitado verdaderos ingenios entre los “jetones” de las junglas
que dominan y explotan. Los universitarios de derecha y los ideólogos derechistas cultivan el
siniestro principio de que aun pudiendo el indio no debe macular el claustro con su piojo ni su
“ojota”. Y he ahí la razón para que admitan cualquier despotismo en la universidad, menos el
despotismo del indio o del bisunto de la máquina.
Confieso que no doy crédito –me resisto a darlo– a tales versiones que mostrarían a los
universitarios de derecha en un grado de infantilidad mental lindera de la imbecilidad. Por si lo
ignoren, sepan que lo más rico de la sangre del creador de la universidad paceña fue india; y él,
ciertamente, se preciaba de esa herencia. Indio fue el hombre que saludó a Bolívar en cláusulas
pentélicas cuando avanzaba a coronar su frente con el laurel de la gloria inmarcesible en la cumbre
del Potosí; indio ha sido el primer polemista boliviano que obtuvo renombre continental: Pazos
Kanki. Y si rastreamos la historia de nuestro devenir republicano, y en sus tristes episodios
históricos, veremos que ha sido sangre de indios en gran medida la sangre que festonó nuestra gloria
con laureles homéricos. Indio fue el hombre que suministró a Pedro Domingo Murillo los pesos de
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plata con que organizó la Revolución de julio. Y fue indio el único poeta original, con aliento
creador que dio Bolivia en su largo y ripioso ciclo académico romántico: Huallparrimachi...
Y el indio no debe inundar con sus “ojotas” los diamantines claustros de los señoritos de
sangre azul. No; me resisto a creer que esa versión sea verídica; en Bolivia no se han dado todavía
especímenes de esa fauna.
La Central Obrera Boliviana, ignoro si persiguiendo liquidar la autonomía universitaria –que es
autonomía de casta– o resuelta a acabar con el periodo colonialista de los estudios superiores en
Bolivia, hace bien en influir por su renovación ideológica, abriendo las puertas de la universidad y
brindándole oportunidades al obrero y al indio para llegar a ellas y munirse de preparación adecuada
a las funciones a que todo hombre o mujer con capacidad tiene derecho en una democracia. ¡Ojalá
las universidades se llenen de “ojotas” y de hombres de capacidad mental superior, como de desear
es que los campos agrarios se llenen de señoritos que mejor están de labradores de la simiente que
de labradores de los infortunios de esta patria! Cuando se revisa la historia de la intelectualidad
humana, se topa el más escéptico con esta verdad de roca: el noventa por ciento de hombres
superiores ha salido de la hez de las sociedades, de los campos y de sus ruines habitáculos. Y es por
esta causa, y no por otra, que la humanidad se acrecienta y supera, que el hombre de la gleba porta
en su sangre la salud de la tierra fecunda, libre.
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HERMANDAD AMERICANA: PUNO, CAPITAL DEL KOLLASUYO
Dos razones poderosas hay para que los bolivianos dirijamos el pensamiento al hermano
pueblo del Perú: celebra el 134 aniversario de su independencia y, luego, en los actuales momentos
el presidente de Bolivia, accediendo a una invitación del General Odría, mandatario de ese país, se
halla en Lima, compartiendo con el pueblo y gobierno peruanos las justificadas alegrías que provo-
can en todas las naciones americanas las efemérides que marcan el tránsito de la opresión colonia-
lista a la republicana libertad. Con este mismo sentido para celebrar el 6 de agosto, tendremos en
nuestro seno al General Ibáñez del Campo, presidente de Chile, quien, deferente con una invitación
de nuestro Gobierno, participará del júbilo boliviano por la efemérides, no de la independencia de
Bolivia, sino de su creación como entidad política soberana.
En verdad, nuestra independencia se consagró en tierras peruanas con la célebre batalla de
Ayacucho. La espada que rubricó esa victoria sublime fue la misma que rubricó nuestra constitución
como nación soberana. Tuvimos, entonces, como ahora, la certidumbre de que Bolivia, para erigirse
en país independiente, dejaba la fraternidad hogareña de la patria peruana. Hasta el glorioso Pedro
Domingo Murillo, cuando el 16 de julio de 1809, se alzó contra la corona española en La Paz, se
alzó en nombre de las esclavizadas tierras del Perú, como reza la Proclama de la Junta Tuitiva. Nada
nos separa; y la misma frontera del Titikaka, lejos de aislar a dos pueblos, los une en un abrazo de
leyenda y de belleza...
La vecindad con el Perú, es, sobre todo vecindad de paceños y puneños. Tanto la capital de
Puno, como sus provincias, están ligadas por intereses con La Paz y sus provincias, fuera de
hallarse, no digo ligadas, sino emulsionadas familiarmente. Precisamente por eso y porque el Perú
celebra su aniversario cívico, es que voy a dedicar algunos pensamientos a este departamento
peruano, el cual, como resultado de los convenios últimamente ajustados entre las cancillerías de La
Paz y de Lima, se unirá a nosotros con un ferrocarril, y se beneficiará, en la medida de los paceños,
con el aprovechamiento de las aguas del Titikaka, para el riego de las pampas del altiplano y para la
producción de energía destinada a fines en extremo beneficiosos.
Puno es un departamento de suma importancia en el Perú; su población, según los últimos
censos –ya en otra oportunidad me he referido a este aspecto– se acerca al millón de habitantes. Los
pueblos indios son aymaras y kheswas; es asiento de Juli, la gran capital colonial, desde la que los
jesuitas ejercitaban un verdadero dominio. Hatun Kolla, hoy una aldehuela sin importancia, fue el
asiento del Gobierno de la República Kolla, a la cual obedecían todos los pueblos de esta estirpe.
Además, sus famosos minerales argentíferos de Laykakota fueron tan importantes, o pocos menos,
que los de Potosí; si ya se estudiaba en España la creación de un Virreynato, entre el de Lima y El
Plata, cuya capital elegida era nada menos que Puno. Su importancia ha sido, pues, de mucha monta
en todo tiempo.
Su pueblo y su juventud son famosos por su radicalismo. Cuenten ustedes que ha sido en
Puno la única población donde en América vio producirse verdaderas guerras de carácter religioso,
antipapal. Leyenda confirmada por testimonios fehacientes es aquella de que los puneños atacaron a
sus adversarios católicos durante una procesión de viernes santo, y, para esto, empleaban balas de
plata. Sus hombres fueron en todo tiempo de mentalidad insurgente y, diré de paso, que se cuentan
entre los más ilustres de la intelectualidad peruana. Corre por esos trigos un axioma que dice: “No
hay cuzqueño cobarde, como no hay puneño bruto”. En los albores de la conquista llegó por allí
Hernando Pizarro; y refieren las crónicas que ya encontraron una aldehuela de indios levantiscos, y,
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asimismo, de indias hermosas, tanto que los pecheros españoles se daban de puñaladas por la
posesión de las más codiciadas. Si el mestizo mexicano Gutierrez de Santa Clara anota que se tuvo
que ahorcar a varias de estas inocentes por el delito de su hermosura… Cosas de la conquista y de
sus brutales novedades. ¿No les parece que lo justo habría sido ahorcar a los tenorios hispanos?
Cómo hacerlo: eran tan pocos que había que ahorcarlos como en esos tiempos se ahorraba la suela
para monturas y botas. De allí, del seno del Hatun Kolla, salieron durante la lucha por la
independencia, paladines del pueblo de una bravura increíble, como el paucarcoleño Pablo Monroy
que, hecho preso, y conducido ante las autoridades, se destrozó el cráneo en una roca antes de caer
en manos de las autoridades españolas: sangre aymara, con toda evidencia.
Sus intelectuales son de lo más interesante y valioso del Perú. Un gran orador ha dado el
parlamento limeño, y diré el más grande sociólogo hasta hoy, de América: Mariano H. Cornejo. Su
Sociología General es texto universitario en varias naciones europeas. Escritores de la talla de
Federico More, honran a Puno, maestros de prestigio continental como José Antonio Encinas;
músicos como Teodoro Valcárcel. Un poeta y escritor brillante de la escuela de González Prada:
Adrián Solórzano, es puneño. Gran polemista y talento de kilates fue José Manuel Armaza, de raíz
boliviana. El precursor del indigenismo constructivo del Perú ha nacido en Puno: Telésforo
Catacora. En Puno hasta los curas son de espíritu revolucionario y acaudillan indios y levantan la
bandera social: el cura Paniagua, aymara, como aquél. Semillero de mentalidades pujantes, Manuel
Quiroga, Eduardo Pineda Arce, Alberto Aguirre, Ernesto y Juan Jiménez. Manuel M. Morales, José
Cabrera, y muchos otros. Un puneño de corte clásico –el último tal vez–, don Manuel Montesinos.
Una gran figura de indio: Manuel Camacho, apóstol de lineamientos de epopeya. Un sacerdote de
gran mentalidad, doctor en Roma: Enrique Gallardo; un médico brillante: Francisco Paniagua,
muerto en La Paz. Figuras de hoy, con crédito en tres continentes: Emilio Romero, acaso el más
serio estudioso de la sociología peruana; histólogo de prestigio europeo: Enrique Encinas. Allí en
Puno, surgió el movimiento poético más notable del Perú: el del grupo Titikaka, que ha dado en
Alejandro Peralta un gran poeta lo mismo que a Luis Rodríguez, Aurelio Martínez, Dante Nava. En
fin...
Puno, finalmente, fue el refugio de los políticos bolivianos en la edad de Melgarejo, y su
sociedad está constituida por Aspiazús, Ballivianes, Buenos, Belzús, Quevedos. Es, en muchos
aspectos, un pedazo del corazón paceño.
¡Saludemos al gran pueblo hermano del Perú en el gran pueblo de Puno!
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FASTOS HISTÓRICOS: EL INDIO Y SUS HOMBRES
Muchos hombres cargaron con heroísmo y en la forma como entendieron su causa, la cruz del
indio boliviano. No puede olvidarse que el “tata” Belzu había conquistado el amor del indio, pues
fue el primer gobernante que como reacción histórica contra el colonialismo elegante y gamonalista,
enarboló una bandera pro-indígena. Es el primer luchador por la causa de los Katari de Ayo-Ayo y
Chayanta, habría de seguirle muchos, en la literatura, en el parlamento, en la escuela y en el campo
de las lucha sociales. En cierto modo Bautista Saavedra fue un indigenista; lo fue Corral (cito sin
orden cronológico alguno); Alcides Arguedas, escribe “Raza de bronce”, que si algo es, es el alegato
del indio y la denuncia de los crímenes de que fuera víctima. Muchas páginas de don Jaime
Mendoza se inspiraron en la defensa de sus fueros, y si la crítica europea le llamó un Gorki
americano fue precisamente porque en su literatura se encendía un espíritu de ardiente afiliación a
la causa del mitayo y el pongo. La producción arqueológica de Don Belisario Diez Romero es
sustantivamente –sin mermarle sus valores científicos– una soberbia apología del indio como fuerza
histórica de la bolivianidad. Pero, sirvieron en este terreno a su causa escritores como Alberto de
Villegas, Diaz Villamil, y la sirvieron pintores como Cecilio Guzmán de Rojas que instaura el
indigenismo plástico con trascendencia americana. Como luchador, escritor y pintor, Arturo Borda
es un paladín del indio. Toda la obra de don Rigoberto Paredes está inspirada en levantar el
monumento a la grandeza de ese pueblo; a esa causa sirvió esplendorosamente la arqueología del
profesor Posnansky, de grata memoria; sirvióla no menos el sabio trabajo de don Manuel Vicente
Ballivián; y cuantos para engrandecer nuestro pasado cincelaron en la roca de la tradición indígena,
como don Emeterio Villamil de Rada, contribuyeron a socavar la montaña de prejuicios neohis-
panistas que aplastaba a ese pueblo. Allí, un hombre, por su cualidad racial, por su fervor, realmente
estético, no puede ser opacado: el del profesor Felipe Pizarro, descendiente de indios nobles, y –
para mí, y en muchos aspectos– un sabio indigenista. Pero, ¿acaso fue menor el aporte de los
creadores de belleza musical? Cuando de la revolución indígena en Bolivia se habla no se puede
olvidar al maestro Eduardo Caba, que si algún valor tiene la música boliviana como expresión de
nacionalidad y raza, se debe a su paciente y heroica vida consagrada a ennoblecer la herencia lírica
de ese pueblo.
Y, como entre Bolivia y el Perú, la causa del indio no tiene frontera, hoy que las relaciones de
ambas Repúblicas alcanzan tan halagadores grados de cordialidad y comprensión quiero destacar la
figura de un gran indio: Manuel Camacho Allka, apóstol de proporciones verdaderamente
americanos. Mas, del Perú, y a partir del gran maestro González Prada, vino el mensaje fecundo de
José Carlos Mariátegui. Y nombres que deben ser conocidos en Bolivia son los de Telésforo
Catacora, pionero de esta causa y la de un sacerdote que por defender al indio sufrió vejaciones y
cárceles: El cura Paniagua ¡Buen ejemplo que nuestros curas debieran imitar!...
Pero, donde Bolivia es un teatro de extraordinario valor para la causa del indio, es el campo
escolar. Don Daniel Sánchez Bustamante –bien que con enfocamiento equivocado– fue el primer
ministro de Educación que comprendió la gravidez de las responsabilidades del Estado en cuanto a
la educación del indio, pues fue quien, prácticamente, inició esta acción con sentido fecundo. En
Potosí, tierra del tiempo y del poeta kheswa Huallparrimachi, fue un hijo del Poverello de Asís
quien inició la escuela de indios: El padre Zampa, espíritu de auténtico apostolismo cristiano, que
hizo de esta causa de su vida, y a quien se deben las famosas escuelitas de Cristo.
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Voy a hablar ahora de la escuela de Warisata; pero antes quiero dedicar al padre Beltrán,
orureño, un homenaje; fue un sacerdote que –acaso, me parece que único– dedicó sus afanes a los
estudios más concienzudos del kheswa; tareas impagables en las cuales no puede olvidarse el
nombre del Dr. Barrios, potosino; y el de ese sabio filólogo italiano que vivió para el indio boliviano
y le dejó monumentos como su Diccionario Sintético, su Gramática del kheswa y muchos sermo-
narios: El padre Domingo Mossi. Y aquí, descubrámonos ante la memoria excelsa de Ludovico
Bertonio, el sabio aymarista de Juli, que nos legó su Vocabulario. Este Vocabulario que completado
y analizado por don Rigoberto Paredes, es obra que, sencillamente, se halla inédita, y seguirá inédita,
si no hay alguna piadosa mano que lo extraiga de su empolvado refugio.
La escuela de Warisata se fundó el 02 de agosto de 1931. Lo fundó Elizardo pérez, el 02 de
agosto fue declarado por el gran presidente Busch, como reconocimiento de la trascendencia de esta
fundación, EL DIA DEL INDIO; Busch, puso, como él sabía hacerlo, su mano, franca y valiente,
al servicio de esta escuela. Y la apoyó con pasión. Con pasión razonada y justiciera la estimuló otro
gran Presidente, el Dr. Tejada Sórzano. Villarroel el 02 de agosto de 1945, inauguró el primer
congreso de indios; pero algo más hizo Paz Estenssoro, el 02 de agosto de 1953 firmó en Ucureña,
el Decreto Supremo de la Reforma Agraria, que liquidaba el régimen esclavista del latifundio y
devolvía las tierras usurpadas por el colonialismo al indio campesino. Un gran intérprete de este
fenómeno, por su calidad de gran escritor y sociólogo profundo: Carlos Montenegro, había
señalado, cuatro años antes las proyecciones revolucionarias de la causa del indio. Hoy, con toda
justicia, su nombre debe ser recordado; como debe recordarse el nombre de Pedro Domingo
Murillo, del cacique de Warisata, Andrés Rojas, que –como tengo tantas veces dicho– financió la
revolución de julio.
La creación de la Escuela de Warisata separa dos épocas de la lucha en favor del indio.
Elizardo Pérez fue combatido con saña, se atentó contra su vida; se le zahirió en la prensa; se le
marcó como agitador pernicioso. Se hizo todo lo posible por destruir la fundación del 02 de agosto.
La combatieron –¡sarcasmo sólo explicable en nuestra América!– hasta intelectuales de izquierda;
nada diremos del infecundo normalismo retórico que, entonces predominaba. Pero, la obra se
realizó. Sus proyecciones han sido desviadas; no obstante ello, constituye un hito de incalculables
posibilidades. A su sombra el profesor Guillén Pinto (Alfredo) fundó la Escuela de Caquiaviri,
ensayo respetable por muchos aspectos, pero que, en todo caso, importa el tributo de un hombre
lealmente interesado en la Educación del indio. Como escritor toda su obra está dedicada a este fin;
desde los primeros años de su actuación pública, fue un indigenista. Pero, hay otro hombre que no
debe ser olvidado: el fundador de la Escuela de Caiza: don Raúl Pérez, hermano menor de Elizardo,
pedagogo culto y austero, esa Escuela fue, a mi manera de ver, la más digna realización en este
orden, como resultado de la influencia de Warisata. Raúl Pérez dirigió también esta Escuela; y en
todo tiempo puso al servicio de la causa indígena su fervor, su clara inteligencia y la pureza de su
conducta ciudadana.
Salvar al indio, dentro del indio, sin negar al indio, sin negar su estructura ancestral, levantarlo
dentro de sí mismo, fue su gran orientación. Esa Escuela debió llamarse La Escuela de la dignidad
India; pues allí era el mismo indio quien tenía en sus manos el instrumento de su cultura y
superación. Las cosas han cambiado hoy, es una magnífica Escuela; pero no es la Escuela que se
fundó el 02 de agosto y que Busch tomó como símbolo, como bandera, de esta gran causa
boliviana. ¡Warisata es un hito de nuestra cultura y un monumento levantado a la grandeza del
pueblo indio!
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DINTELES DE LA ACTUALIDAD: CHILE
Desde hoy estará en territorio boliviano el Presidente de Chile. No hace muchos meses, el
nuestro, estuvo en jurisdicción chilena, y tuvo oportunidad de experimentar la naturaleza franca y
cordial de la amistad que hoy se cultiva por nuestra patria en la heroica tierra de Lautaro. Viene el
gran mandatario popular de ese pueblo a pagarnos la visita del Jefe y conductor de la revolución
Nacional y a pagárnosla en la moneda de más validez en pueblos libres: la moneda de la sinceridad
y la cooperación destinada a obtener mutuos beneficios, amistad digna y afecto honorable. El tema
chileno, aflora pues, a todos los labios, y se bordea en todas las plumas. Chile es un gran país –para
mí, y esto es fruto de un sincero y viejo convencimiento: un gran país, uno de los más grandes
países del continente americano–; y por ser grande y fuerte, uno de los que más graves responsa-
bilidades posee en la conducción de la política internacional sudamericana. La aproximación de
Argentina y Chile, de que tan elocuente muestra fueran las simultáneas visitas que sus mandatarios
se hicieron el año pasado, implica la cancelación de viejos resquemores fronterizos que, algunos
años atrás, estuvieron a punto de decidir una contienda bélica por las posesiones todavía un tanto
indivisas de la Patagonia. La visita que nos hace ahora el General Ibáñez no puede menos que
estimarse como un signo de la disposición amistosa y comprensiva que el Gobierno de la Moneda y
el pueblo chileno animan para concurrir a la intensificación de las relaciones de ambos gobiernos y a
sus naturales derivaciones de orden cultural y económico, en que la amistad, lealmente ejercitada se
traduce siempre en los países bien intencionados. De esta visita tenemos, por tanto, que esperar
fecundos resultados. Y por todo ello nos corresponde felicitarnos lealmente.
Nuestra amistad respecto a Chile es tanta que, realmente debiéramos conocernos bastante. Sin
embargo, no es así. En ningún país hispanoamericano se ha dado esa generosa producción de
historiadores en que fue fecundo para Chile el siglo XIX. La generación de los Toribio Medina, los
Amunátegui, los Errázuris, los Balmaceda, los Bulnes, puede ser tenida como algo ejemplar en la
América.
A su lado los estadistas teóricos y los estadistas de acción han sido muchos y de gran altura; en
pocos países americanos se ha mostrado tanta preferencia por los estudios serios, en todo orden,
hasta en el filosófico; su clero es, seguramente, uno de los más cultos, y ha producido figuras de
estatura americana. Novelistas chilenos han figurado bien pronto entre los más cotizados de habla
española. Allí, en la tierra chilena son caracterizables las tendencias románticas, las modernistas, en
forma, realmente, acentuada. Pero, si se tiene en cuenta que Vicente Huidobro nació en Chile,
puede seguirse que el fenómeno llamado vanguardista de tan vastas repercusiones en el mundo
civilizado, es casi, un fenómeno chileno. Pero, esa tendencia posee representativos como Pablo de
Rokha, poeta bíblico, de verbo ardiente e incendiario; el otro Pablo: Neruda, que es uno de los
poetas más difundidos en el mundo de hoy. Poetas de una exquisitez y nobleza como Humberto
Casanova. Escritores de tan universales registros como Juan Marín: médico, psiquiatra, poeta,
novelista de garra; Segueles, Azócar –gran novelista y extraño y firme poeta; en fin, de figuras de
calidad diversa, dentro de ese denominador, tan preciso, que hay momentos en que la literatura
insurgente de Chile es la primera de habla castellana. Y, en esa lujuriosa floración, anima a una
poetisa no valorizada en todos sus altos méritos todavía: Winet de Rokha, esposa del poeta marxista
y hebraico, cuya obra merece en tanto grado ser conocida y calibrada en sus extraordinarias
significaciones.
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Estos emisarios de la amistad de los pueblos llegan antes que los diplomáticos al corazón de
los pueblos. Es preciso que en Chile se conozca con mayor profundidad a Gregorio Reynolds, a
Carlos Medinaceli, a Carlos Montenegro, a Jaime Mendoza, a Chirveches, a Juan Capriles, en fin, a
todos los nobles espíritus que traducen y magnifican nuestra naturaleza de bolivianos en sus
trascendencias permanentes: las del espíritu.
Cuando el abrazo del intelecto une a los pueblos, ni la bayoneta suelen separarlos. Así sea.
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COSAS DE AMÉRICA: LA PAZ, UNA CIUDAD HISPANO AYMARA
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los huesos del osario patrio, para encontrar el despojo de quienes se sacrificaron inútilmente por
edificar un espíritu nacional.
El alcalde de la Paz, es un paceño de entraña emotiva, y siente los deberes de tal con imperio.
Aún antes de tener a su cargo la Alcaldía allá por los años de 1940, proyectó la captación de Tuni-
Condoriri, que hoy realiza con firmeza y visión clara de los grandes derechos de esta urbe llamada a
tan alto destino como representativo de la cultura andina.
Bien. Repetimos que las huellas hispanas de esta ciudad se conserven y se destaquen y lustren;
pero no se olvide en el cálculo de su porvenir que tan colonial debe ser la Paz como Tiwanakota.
Que algún edificio importante se alce en el corazón de la urbe exhiba las líneas someras del estilo
Tiwanakota, y que ese estilo arraigue en algún buen cerebro boliviano, entre los muchos y brillantes
arquitectos que tenemos, y pueden bolivianos y extranjeros, el símbolo de nuestro respeto por el
arte de nuestros mayores indígenas. Tengo entendido que sobre los pocos despojos que el tiempo
deja de su misteriosa y soberbia cultura, una imaginación creadora puede levantar una arquitectura,
al mismo tiempo que moderna, de tono y espíritu indios. No impunemente se ha nacido en la tierra
legendaria y no impunemente se vive bajo la sombra de la mole mítica, cuyas tres fastigias tremulan
en los amaneceres y crepúsculos, pues son las tres cabezas paceñas que primero besa el sol matinal y
los últimos que acarician los arreboles de la tarde.
Hagamos algo porque los ancestros no se crispen de espanto en sus tumbas al ver esta linajuda
tierra hollada por gente sin emoción telúrica, sin veneración histórica, sin orgullo heráldico.
Al alcalde que recoja este mensaje, le condecorará el Illimani con una medalla áurea, pero del
oro de los Inkas.
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LETRAS NACIONALES: EL “MEDINACELI” DE ALBA
De Carlos Medinaceli voy a charlar hoy, de ese gran espíritu fraterno, dormido en el dolor de
su llaga y despierto, por fortuna, para la gloria de su pueblo. A medida que pasan los días se
confirma la profecía de ese magro profeta: la gloria de Medinaceli crecerá como crece la sombra
cuando el Sol declina. Y el padre Bolívar me perdone si le quito la mejor metáfora castellana que se
inventó con lengua de indio y en tierra india: la del inmortal Choquehuanca. Observo con
justificado placer –justificado y explicable– que Bolivia se ha notificado, al fin, de la existencia de
este hijo humilde, humilde como todos sus grandes y humildes hijos que labraron con su humildad
y su tragedia, a veces nada humilde, su prestigio, su nombre, y, acaso, su alma. Entre las muchas
cosas que respecto del autor de “La Chaskañawi” he leído en los últimos tiempos, ha llamado más
poderosamente mi atención el ensayo que le dedica Armando Alba, elocuente líder del potosinismo
entrañable y el director ilustre de la Editorial “Potosí”. Ese ensayo ha aparecido en la edición
dominical de LA NACIÓN, por cierto en algo más de una página. Se trata, por tanto, de un estudio,
o esquema biográfico, trazado con pluma firme, brillante y, a menudo, consagratoria.
No tengo que decirles que Armando Alba es uno de los pocos escritores bolivianos de hoy
que puede hablar con mayor conocimiento de causa y más autoridad de un tema literario como el
que se propuso en su interesantísimo ensayo, pues fue con Alberto Saavedra Nogales, Enrique
Viaña, el malogrado poeta Rivas, Walter Dalence (que también nos dejó), los hermanos Subiera,
Armando Palmero, Guillermo Zuleta, el ausente e inolvidable Alurralde y tantos otros, de aquellos
talentosos y decididos que organizaron la más importante sociedad literaria de Potosí, allá por los
años 1919, sociedad que no sólo subsiste, sino que ha prolificado en filiales tanto en Oruro,
provincias de Potosí, La Paz, Cochabamba, Santa Cruz y hasta el Beni. Era, de los pocos que podían
hablar de Carlos Medinaceli que, no por la edad, ciertamente, sino por la personalidad cautivadora,
la cultura inquieta y dinámica, la figura de prócer, de Apóstol, ejercía el liderato indiscutible de su
grupo. En las columnas que dedica a narrar Armando Alba aspectos panorámicos de la vida de
Medinaceli, se deja establecido esto, que es muy valioso no perder de vista.
La de Carlos Medinaceli no fue la vida circunscripta a las tareas del escritor; el escritor
completaba, o era el instrumento, del hombre anheloso de influir en la formación de un espíritu
boliviano; generoso empeño que lo habría de llevar a una labor múltiple en el periodismo, siempre
inspirado en esa superior finalidad. Su estilo, cuando se disponía a la polémica, era de una eficacia
demoledora, si, a la siempre noble textura del idioma, unía al mismo tiempo que el dominio de la
ironía la facultad de la frase corrosiva y aplastante. En todo caso, en Medinaceli no habla el escritor
adocenado y academicista; muy al contrario, el autor de “La Chaskañawi” se particulariza por haber
buscado sus fuentes de inspiración literaria en el seno del pueblo, y su estilo, se impregnó del aire
castizo de la gleba cotagaiteña, a la cual la ennoblece en sus mejores páginas. La trayectoria de
Medinaceli, resulta, así, literaria y humanamente juzgada, arquetípica, digna, por tanto, de la atención
de todo hombre estudioso.
El ensayo que le ha dedicado Armando Alba, viene a aclarar aspectos de la valoración del
escritor, en momentos en que cierto cientificismo poco madurado trata de desviar su recta
apreciación. A todos los que admiran al escritor potosino, y a los que le critican, las páginas de Alba
no pueden menos de resultarle de una utilidad documental.
Desde luego, en este estudio, o boceto de estudio biográfico, Alba se confirma como el
analista agudo, el esteta y el erudito. Quien lo lea se dirá luego que es lamentable que su autor no
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hubiese acometido la publicación de su abundante labor literaria y sociológica. Alba es un escritor al
mismo tiempo enérgico, preciso, correcto, documentado y lógico. Un estilista en el sentido riguroso
del término. Y estilista es aquel que busca no sólo la claridad y exactitud del empleo del idioma, sino
que le infunde un aliento particular, propio, en el cual es dable admirar la gracia de la frase, su
musicalidad y colorido. No todos los escritores son estilistas, y muchos, aún siendo correctos, no
pasan de usar el idioma con manida propiedad. El estilista es, sobre todo, personalidad. Eso es
Armando Alba.
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ESQUICIOS: NADA ENTRE DOS PLATOS
Quienes degustan de las charlas que en este lugar les brinda, día por medio, el Hombre de la
Calle, le han cobrado tanto cariño y le usan con tanta familiaridad, que lo menos es tenerle ya como
al coco del cuento. Que si el inquilino malhirió al casero tímido: al Hombre de la Calle, que la
manteca se vendió a más de su precio, es decir, del precio que le señalaron las autoridades del
Control Municipal... a El Hombre de la Calle... Pero, si esto es nada (esto sí es nada), veces se han
dado de verse en aprietos para solucionar los pleitos de cónyuges ingenuos que se tiraron los platos,
por monadas; y había de ser El Hombre de la Calle quien decidiera del mejor derecho... cierto, que
la frecuencia y sencillez con que en él se cree, abona el aprecio en que se le tiene, como hombre de
experiencia y de un buen surtido meollo. Lo que en manera alguna justifica que se lo quiera poner
en todo plato, como (¡y que Dios se lo perdone!) cierto enamorado que pretendió que debiera ser él
quien convenciera a su doncella de los extraviados pasos en que, por voluntariosa o voluptuosa, se
perdía. Pero, ni eso es nada: lo más grave es que al mismo tiempo la callejera damisela pretendiera
que El Hombre de la Calle debía acudir, a cierta hora, y a cierta esquina de la ciudad, para confiarle
su problema...
Repito que todo esto dice mucho del aprecio en que se le tiene, aunque en forma alguna
justifique que se pretenda usarlo para todo uso, hasta los vedados por la sensatez y el buen gusto.
En mi vida –y ella ha corrido ya más del cincuenta por ciento de sus codos– he acudido a una
esquina ni a la puerta de calle de dama alguna, fuese bella o canija; y ahora que sobre mi pobre
espalda gravita el Atlas del escepticismo había de ir a “confesar” a una niña de patita ligera y de
imaginación no menos ligera, aunque sus contrapesos resultaran punibles, desde el punto de vista de
la física... A esos incentivos prefiero los otros; ese, por ejemplo, del amigo que de escribir hay que
escribir algo, y no de nada, como, según él, me ocurre. ¿Qué entenderá por nada este airado
enemigo? Repito que si a su juicio se debe escribir “de” algo, y yo escribo “de” nada, es lógico, y
fatal, que escribo de algo, y no de nada.
Pero, viejo ya para ergotismos, decido obedecer: y esta vez escribiré algo de nada. Así, él, y los
demás escépticos que me “cascan” el talón de Aquiles, habrán de percatarse que al menos soy
todavía un hombre cortés y deferente, aunque ya viejo y no poco apolillado.
En días más se va a iniciar la categorización de las salas de espectáculo de La Paz, de manera
que aquellas modernas, que cuentan con instalaciones valiosas, importan y exhiben películas de
categoría, brindan confort y belleza en su local, cobren no lo mismo que otras, pobres, que se sirven
de aparatos envejecidos, ofrecen películas retaceadas. De esa manera se hará justicia al empresario
que progresa y al público que tiene derecho de gozar de un espectáculo de jerarquía por lo menos
en relación a la jerarquía de los billetes que paga en boletería. Este es un progreso que alabo, para
los escépticos que me escriben y censuran eso de “nada”.
Digo que en las quintas de Obrajes cobran por un almuerzo ochocientos bolivianos, y no
sirven faisán ni riñones de pejerrey, reina allí el abuso irrestricto o el saqueo impune. Tampoco es
“nada” para mis enemigos.
Que el Ministro de Educación, cediendo a las exigencias de los universitarios, ha resuelto
mantener la Autonomía Universitaria, no obstante que es de simple razón comprender que esa
Autonomía es el verdadero almácigo de la reacción entre los jovenzuelos que se disponen a trepar al
árbol del éxito político, contrariando el sano y fecundo anhelo de los trabajadores de proletarizar las
aulas superiores; es “nada”, asimismo, para los que en todo ven “nada”.
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Que en los mercados se especula con las truchas del Titikaka, se las reserva para los pudientes
y no hay espina para los hijos del pueblo, es un escándalo que subleva el ánimo más tranquilo; pero,
para los escépticos, “nada”.
Que las varias oficinas de barrio que la Dirección de Correos ha instalado en puntos de
población densa como Villa Victoria o de Obrajes, reparten la correspondencia a los dos días de
llegada a la central, pervirtiendo el objeto para que se las creó, constituye una monstruosidad; pero,
es “nada”.
En fin, que si tuviera que anotar más “nadas”, habría satisfecho a mis gratuitos detractores,
quienes no respetan mi calva, nada sucia, ni mis ya numerosas canas, pues sobre nada he escrito
como siempre –o he hablado– y esas “nadas” han resultado con frecuencia el todo para el pueblo, al
que sirvo. Por tanto, amigos, la nada es nada sino es todo...
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ACTUALIDAD EDITORIAL: LITERATURA BOLIVIANA
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viene a resultar un himno heroico a los epónimos de la protohistoria incaica, los viejos y místicos
ayma-urus. De allí arranca su tesis de una literatura boliviana que, en fuerza del método sincero, le
resulta menos boliviana de lo que habría sido esperar si, el poeta, encarpetando sus alas de hélitro,
no se hubiera regido por los dictámenes de la observación realista. La literatura boliviana, así,
resulta, literatura hispánica de Bolivia; y no le pelea el centro a la verdad pues de ella sale una
amorosa adhesión al genio peninsular y a los gérmenes que su fecundidad dejó en nuestras tierras.
Historia es, e historia completa; tan completa que al mismo tiempo, contiene historia económica,
política y social de la República, en páginas de una vivacidad que subyugan por su densidad crítica y
la maestría con que son manipulados hechos, síntomas y documentos.
Puedo decir, pues, que la “Literatura boliviana” de Diez de Medina, es una de las mejores
historias de Bolivia. Enjuiciamiento vasto, brillante y, desde su punto de vista, definitivo.
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CRÓNICAS DE LA FRIVOLIDAD: MISAS VESPERALES
Los censos en parte alguna se llevan a cabo con facilidad. Una instintiva resistencia hace que el
habitante rehuya su concurso. Acaso, entre razones, se debía a cierto vago recuerdo del famoso
empadronamiento de Herodes, quien, para dar con el tierno Mesías, mandó a sus censistas a
trabucar en los hogares israelís, y dar con el prometido Rey de los judíos que habría de acabar con
su despotismo. No fue hallado el tierno Mesías, pero en cambio, fueron degollados todos los niños
de pecho. Cuando en países sudamericanos se lleve a cabo una tarea como esta, lo menos que se
piensa es que el Gobierno con ello persigue ubicar a sus enemigos para tenerlos a mano. Y,
lógicamente, quienes se sienten enemigos a un régimen político que gobierna, escapan en cuanto
pueden a la acción de los oficiales del Censo. De ahí que el censo de 1950 –y no por otra razón–
según opinión de expertos, no revela en lo menor la verdadera población de La Paz.
Hoy ha ocurrido todo lo contrario –digo, el domingo pasado–, pues no ha sido la brigada de
censadores quien debió exigir al pueblo a someterse a sus tareas sino que el pueblo la ha facilitado; y
consta a muchos que en los hogares eran esperados con ansiedad. Se explica. Esta vez el empadro-
namiento se traducirá en bienestar colectivo; en cambio, los censos casi siempre suelen inspirarse en
la necesidad de gravar las cargas impositivas, haciéndose, consecuentemente, enojosos y temibles.
Como esta vez no se trataba de degollar inocentes, ni de aumentar impuestos, el vecindario de La
Paz, ha franqueado todos los medios para los excelentes resultados obtenidos.
Ya a horas siete de la mañana del domingo 21, la ciudad daba esa impresión desértica, las
características del ambiente urbano durante toda operación censística. Ni un “alma” en las calles. La
soledad y silencio de una ciudad en esas condiciones no tiene semejante. No es la soledad y silencio
de la media noche, porque a esa hora cualquiera supone que todos duermen. Es un silencio y de
vacío parecidos al silencio y vacío de una piscina pública vaciada para el aseo, y que nadie vivita, y
quien visita obtiene cierta sensación de inmaterialidad. Unos cuantos carabineros que avanzan
haciendo sus pisadas que adquieren volumen extraño confieren a la ciudad abandonada no sé yo
qué misteriosa grandeza de cadáver o de templo vacío.
Los habitantes de La Paz se habían retraído a sus hogares. Nadie dejó el suyo. Los cines
cancelaron programas; las iglesias sus campanarios; tanto fue el espíritu de cooperación, que,
inclusive la sagrada misa fue diferida –y la del domingo es más que sagrada– de la mañana para
horas de la tarde. No se sabe entre nosotros si esto será permitido, porque –si la memoria no nos
engaña– en Bolivia sólo la catedral de Potosí tiene facultad de celebrar misas a más allá de las doce
del día. Debe hallarse dentro de las normas eclesiásticas; puesto que, devuelta la ciudad a su normal
ajetreo, quienes por necesidad husmeamos los acontecimientos de que se nutren radios y periódicos,
pudimos observar que a las cuatro de la tarde se encaminaban, compungidos, al templo, matri-
monios ejemplares por su juvenil belleza y hasta mozuelos nada ejemplares se hallaban rondando las
iglesias que no sería por elevar al cielo plegarias, cuanto por atisbar a las bellas damitas que
prometen. Lo efectivo es que las misas fueron vesperales, ya caído el día y con un crepúsculo un
tanto vacío (las lluvias ya barruntan)...
Todos, pues, han contribuido al éxito del empadronamiento, hasta los choferes, con sesenta
taxis, sin pago alguno, en que se movilizaron las brigadas. Pero –para mí; y con todo el respeto sea
dicho– quienes realmente contribuyeron con sacrificio personal a ese resultado fueron los santos
sacerdotes, ya que tuvieron que estarse en ayunas todo el día hasta cumplir con su sagrado
ministerio. El censo destinado a garantizar la alimentación del pueblo, trajo a los venerables clérigos,
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ayuno, y ayuno con una ciudad que parecía un cementerio. ¡Sólo quienes conocen los mordiscos del
hambre, pueden imaginar lo que es una calle a medio día, con silencio espantable, y su soledad no
menos espantable, mientras de las entornadas puertas sale un olorcillo a caras chamuscadas que
hace sentir la hiel de la ansiedad a los miserables! Estos, se explicarán la magnitud del sacrificio de
los médicos del alma.
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TEMAS DEL DÍA: EL EMPADRONAMIENTO
Yo, y todos los hombres que usan del micrófono o papel impreso para verter opiniones,
hemos hablado tanto de la Libreta Familiar, que, realmente, habrá alguno que podrá hacerlo
nuevamente sin repetirse. Todo se ha dicho ya de cuanto debió decirse. Faltaba sólo, quien
convirtiera las palabras en hechos; que ése es el hombre digno de todos los encomios. Fácil es
hablar, sobre todo mal; lo difícil es obrar, aunque sea mal. El hecho es lo sustantivo de toda actitud
humana, puesto que el hecho concreta en forma somera y terminante el valor de las palabras,
buenas o malas.
Teníamos delante un espectáculo doloroso, una realidad llena de pesadumbre. En momentos
de verdadera pobreza en cuanto a divisas, el Estado –que debe importarlo todo para subvenir a las
necesidades de la colectividad– hacía proezas para suministrar los artículos de primera necesidad, en
forma que nadie careciese de ellos. Y las cuantiosas importaciones, o venían a servir de medio de
especulación en el comercio o, venciendo fronteras, se iban a enriquecer a otros países; mientras el
pueblo se peleaba por un kilo de azúcar o un litro de aceite. A la sombra de las importaciones del
Estado, se ha levantado fortunas privadas realmente escandalosas. Terminar con tan grave y punible
realidad, era algo que pedía la más elemental noción de justicia. El alcalde de La Paz se decidió un
día a hacerse realizador de este deseo: y fue iniciativa suya la de implantar en La Paz el sistema de
distribución que se conoce por la Libreta Familiar establecido en Oruro, Cochabamba y países de
Europa con excelentes resultados. La tarea entre nosotros resultaba, como es natural, más compleja
que en los departamentos mencionados, y había que llevarla a cabo con una previa preparación, tan
cuidadosa como de naturaleza rigurosamente técnica. Durante un año, o cosa así, se ha empleado el
personal especializado de la H. Municipalidad en el estudio de los medios que permitirían la
introducción del sistema como en la organización de las oficinas capacitadas para afrontar la difícil
labor.
El domingo se ha llevado a cabo la última, y principal de esas labores previas, el
empadronamiento de las familias. Pero, empadronar a los habitantes de la ciudad no fue la única
misión u objetivo que se propuso la Alcaldía. La Alcaldía perseguía –y así ha declarado a LA
NACIÓN el señor Gutiérrez Granier– hacerse de un índice científico estadístico de la población,
que había de permitirle realizar una distribución metódica de los artículos de primera finalidad: pero,
sobre todo, le serviría para fundamentar en lo futuro la política municipal en orden urbanístico.
Hasta hoy ni los servicios de agua potable y alcantarillado se implantaban sino a solicitud de
personas interesadas, sin considerar la densidad de los grupos urbanos. De ahí que se susciten
tantos conflictos por falta de tan básico elemento. De ahí que en adelante no pasará lo mismo, y es
teniendo en cuenta las conclusiones a que arribe el empadronamiento de la población, que se
encuadrarán todos los servicios municipales. Estima el señor alcalde que esta labor ha de ser en
extremo útil a la Oficina del Plan Regulador, el cual, ya desde hace dos años, viene estudiando los
medios para la solución de todos los problemas urbanísticos, tales como expansión de su área,
construcción de barrios populares, dotación de baños, espacios verdes, etc. Sin nociones precisas de
la demografía paceña, era poco menos que imposible concebir una política municipal de vastos
alcances.
Esa será otra de las grandes ventajas que traiga a los paceños la implantación de la Libreta
Familiar.
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Desde luego, debe tenerse en cuenta que así no solamente se habrá garantizado al pueblo,
porque éste tendrá a mano, en poder de los respectivos Jefes de Manzana, los artículos esenciales,
reducidos, por lo pronto, a cinco: azúcar, arroz, leche, aceite y manteca. Posteriormente, y así como
el sistema compruebe su eficacia, se procederá a ampliar el suministro con otros artículos o
productos, como té, fósforos, harina, cereales, etc. Finalmente –tal es el deseo del Alcalde–, en cada
Manzana, y en el domicilio del jefe respectivo, el vecindario tendrá cuanto requiera para la
satisfacción de sus necesidades.
La libreta familiar constituye, pues, una conquista en favor de la población, tanto para los
pobres de ella, como para los ricos. Todos debemos felicitarnos.
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TEMAS DEL TRÁGICO COTIDIANO: LOS JUECES Y LOS INQUILINOS
Un nuevo caso de violencia ejercitada con los inquilinos trae a flote este socorrido tema de “El
Hombre de la Calle”. Una señorita –creo que huérfana– posee un despacho de dulces, salteñas (ya
saben a qué salteñas me refiero), refrescos, cigarrillos, etc. y, como además de su afabilidad brinda a
sus parroquianos productos de calidad, ha logrado un envidiable prestigio; por lo que su tiendita se
halla concurrida siempre y, lógicamente, sus utilidades son apreciables. Nada habría acá de extraor-
dinario y yo ni comentarista alguno habría tenido que verse en el trance de revelar para el público la
intimidad sencilla de esta laboriosa y ejemplar muchacha. Les diré, antes de entrar a la cuestión, que
esta señorita, trabaja en la tenducha referida no sólo para tener de qué ocuparse sino para atender al
sostenimiento de sus hermanitos, tan huérfanos como ella, pero cerca de los cuales hace de madre.
Es, por tanto, digna de admiración, de cariño y de respeto.
En una de las tienditas de la Avenida 16 de julio (donde se halla establecido su negocio)
permanece ya, creo que algo así como un año; y su casera siempre se mostró satisfecha puesto que
la laboriosa joven es, primordialmente, una inquilina puntual en el pago de los alquileres y, sobre
todo, una vecina honorable. Nunca tuvo la referida casera quejas contra ella, ni motivo para pensar
en desalojarla.
Pero he aquí que un día las malas lenguas –que nunca faltan– hicieron advertir a la susodicha
dueña de la tienda, que esa niña se estaba enriqueciendo más de la cuenta, y todo debido, no a sus
buenas salteñas, los artículos nobles que ofrece al público, sino a la ubicación estratégica para los
negocios del establecimiento. Y allí comenzó la vía crucis para la pobre señorita; porque no fue
notificada con el aumento del canon de conducción, sino, perentoriamente con desahucio, mediante
el conocido papeleo de los tribunales...
Ahora bien, las disposiciones legales de la materia parece que no amparan al inquilino en estas
circunstancias, sino contra el recargo de alquileres; pero cuando el propietario desea echarlo, el
inquilino no tiene determinación alguna que le favorezca; y el desalojo se produce inevitablemente.
Parece que tal ha ocurrido en el presente caso; pues el Juez de Instrucción ha dado la razón al
casero, poniendo, al inquilino en media calle.
¿Qué debe hacer éste? Apelar al fallo del Juez, si éste le admite tal derecho, que debe admitirle,
pues se hace de lógica; y, además, está determinado por los preceptos codificados. Supongamos que
la autoridad inmediata ratifique la decisión del Juez. ¡La laboriosa muchacha, no tiene otro recurso
que someterse y salir a la calle! Un hogar, de niños huérfanos, quedará sin medios de subsistencia, ya
que es de presumir que otro local como el del que es echada esta ejemplar señorita, no es fácil de
hallarse en las actuales condiciones de escasez de viviendas y de tiendas de que tan ostensiblemente
se sufre en La Paz.
La ley se ha cumplido, fría, ciegamente; con frialdad tal que resulta amparando un atentado
contra los más elementales sentimientos de humanidad. Parece que un principio jurídico establece
que la rigidez de la letra en que se contiene la norma jurídica debe ser ablandada, si tal puede
decirse, por el criterio de justicia del Juez, y en casos como éste su aplicación ciega y fría, está
seriamente contraindicada. La casera debe ser advertida de estos acontecimientos o precedentes, que
no tienen por qué no pensar en la conciencia del Juez, y evitarse, de esa manera, el atropello y la
injusticia.
No ya sólo el inquilino de viviendas sino el trabajador humilde, con capital reducido, merecen
iguales consideraciones puesto que si es inhumano echar a una madre con tres hijos a la calle,
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validos de disposiciones iguales, no es menos inhumano arrojar de su local de trabajo a una niña que
lucha heroicamente por cumplir su deber.
La señorita que parece víctima ya de las maquinaciones de su casera es doña Mercedes
Aguirre, a quien “El Hombre de la Calle”, apenas si conoce. No sale a la vera pública en defensa de
sus amistades, que para él no cuentan cuando se trata de problemas de naturaleza social. Toma
partido en esta causa, no por encausado o causante, sino por el hecho en sí. Cree que toda persona
que trabaja en las condiciones de la señorita Aguirre, sobre merecer respeto de la sociedad, debe
merecer protección.
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EL INDIO AMERICANO: ÑUFLO DE CHÁVEZ ENTRE SCIRIS Y CHIBCHAS
Cuando el gobierno de una nación amiga invita al Jefe de Estado de un país a visitarle, y este
accede, entienden ambos que no se cumplirá con la visita solo una finalidad de cortesía, aunque de
cortesía internacional se trata; ambos entienden que la visita tiene finalidades de mayor alcance,
como el ajuste de convenios económicos, de cultura, arreglo de problemas limítrofes, en cuanto
conviene al beneficio de ambos países; y en las charlas que en privado, u oficialmente, sostienen, se
revisan problemas que abarcan latitudes continentales, en cuanto miran a sus concomitancias con
los suyos nacionales. Asimismo el Jefe de Estado que visita un país organiza su comitiva, en lo
mejor con una finalidad protocolar sólo, si, más bien, viene a resultar como un estado mayor en
miniatura, el cual debe al mismo tiempo entregarse a estudios y observaciones específicos. Si los
problemas que se revisarán son predominantemente hacendarios, acompañará al Jefe de Estado el
ministro de hacienda; si educativos, el ministro de educación pública; si comerciales, el ministro de
economía; si mineros, el de minas. Pero, además, integrarán la corte, intelectuales, jefes de
departamentos administrativos, delegados obreros, en fin, repito, un estado mayor en pequeño del
estado nacional. Así, en su última visita a Ecuador y Colombia, han acompañado al Dr. Paz
Estensoro, entre otros, los ministros de hacienda y de asuntos campesinos. Este último debía
enterarse de cuanto valioso realizan los gobiernos de esas naciones en orden a los medios que
emplean sus gobiernos para dar solución a dicho problema; porque, aunque parezca paradójico, la
cuestión del indio en los países americanos, de raíz y población indígena, sigue siendo, como para
los españoles de la colonia, un verdadero y mayúsculo problema, bien que no se debe solucionar ya
por los medios entonces empleados –aunque aún se los emplee– de acabar con los indios a látigo,
en los obrajes o a bala. Ecuador es un país tan semejante a Bolivia, en este orden, ya allí los indios
adquieren tal grado de vitalidad, que, ciertamente, no sabemos si influye más que en Bolivia en la
vida de la nación, en las orientaciones de su literatura y de su arte en general; lo que no se puede
decir de Colombia, donde por lo mismo que los indios no alcanzaron superiores estratos de cultura,
y fueron, asimismo, de población mucho menor, existe, apenas, un problema del mestizo de indio y
español, mas no un problema estrictamente indígena.
El Dr. Ñuflo de Chávez ha tenido, por tanto, oportunidad de observar mucho de cuanto
necesita para modificar las orientaciones de su cartera, si ello es necesario, o, de la comparación,
establecer los grados de superior acierto de nuestra política de estado en este orden. Desde luego,
aun siendo el Perú una nación –centro neurálgico de la herencia incásica– con lo menos siete
millones de indios durante la visita del presidente de Bolivia, el indio no se ha hecho presente en las
ceremonias que en su honor –suntuosas y cordiales por lo demás– preparó el gobierno del general
Odría. La cosa ha sido distinta en el Ecuador. Allí el indio ha estado en primer plano; y esto porque
el presidente del Ecuador, gran intelectual, comprendió que nada le sería más grato al presidente de
los bolivianos, y a su ministro de asuntos campesinos, que conocer al regnícola ecuatoriano, tan
inteligente, bravo, y progresista. Los indios le rodearon, le hicieron hablar, le pronunciaron
discursos efusivos, si, como es natural, saben que el Gobierno Revolucionario es, por esencia, un
gobierno pro-indígena.
El ministro de asuntos campesinos, ha encontrado un vasto panorama para sus actividades de
tal en el espectáculo del indio de Ecuador y Colombia. En ambos países ha tenido oportunidad de
hablar, como él sabe hacerlo, con torrencial elocuencia y esa impagable sinceridad que pone en la
exposición de sus convicciones político-sociales. Se ha caracterizado, tanto en uno como en otro
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país, como un gran orador. Pero, más que eso, ha demostrado que en la Bolivia de hoy no hay
cuestión primordial para las preocupaciones del estado mayor que el acometimiento decidido de las
soluciones radicales del problema social y político del indio. En Bolivia se ha hecho menos literatura
respecto de éste, que revolución en cuanto a sus intereses se refiere. Las tierras le han sido
devueltas; su dignidad reconocida, como hombre, sin mirar a su condición de analfabeto, de que él,
ciertamente, no es responsable; a las escuelas se les ha dado, por fin, un sentido fecundo, haciendo
de ellas el medio de coordinación y canalización de las reivindicaciones que la anheló siempre. Y,
comparando, se ha llegado a la conclusión de que la Revolución Nacional ha cumplido con el indio
revolucionario.
¿Qué ha hecho la Revolución Nacional por la mujer revolucionaria de los ayllus? Se me
pregunta desde la escuela de Warisata. Desde luego, puedo responder que, particularmente, nada; en
general, todo. Todo porque desde el momento que la Revolución Nacional ha cancelado el régimen
opresivo de la gran propiedad, y ha revertido la sayaña y la hata al indio, ha devuelto a la mujer la
propiedad de su hogar, y le ha garantizado la despensa. No es ya la mujer india la semanera, fácil
víctima de las lascivias del patrón; es una personalidad con propiedad en la tierra, con fruto en la
gleba, con escuela al alcance de sus medios, con dignidad de ciudadana, con la respetabilidad de
todo ser humano en un país humano y justicieramente organizado. Si se mira así, la Revolución
Nacional ha cumplido, ya, con el indio revolucionario. Y allí podía dar por finalizada mi respuesta.
Pero, debo, también, decir lo que la Revolución Nacional debe, aún, al indio revolucionario.
Precisamente ahora se ha dado comienzo a una verdadera cruzada para llevar cultura al hogar
del indio, donde, como es natural, la india es el amo. Entidades internacionales que cooperan con
nuestro gobierno aprovechando el concurso de expertos en la materia, durante noventa días irán en
misión, de ayllu en ayllu, y de hogar a hogar, llevando un haz de conocimientos prácticos que –lo
esperan, al menos– logren subvertir los ancestrales hábitos hogareños del habitante campesino.
Llevan cintas cinematográficas instructivas, botiquines, cartillas de difusión en profilaxia, en
dietética, pero, sobre todo, llevarán para mostrárselos, los medios prácticos para renovar sus
costumbres. Les enseñarán las ventajas de construir casas aireadas, habitaciones amplias, con anchos
ventanales, pisos enmaderados, o de cemento (no ya la amojada tierra que usa), en fin, tratarán de
imponer, sobre los hábitos de origen ancestral, los modernos hábitos que caracterizan al hombre
civilizado.
Habitaciones amplias, aireadas, ventanales anchos, puertas igualmente dignas de tal nombre...
Bueno, todo eso revela sólo que los expertos extranjeros ignoran la naturaleza de vivencia del indio.
El indio no construye habitaciones amplias ni requiere de ventanales anchos, sencillamente, porque
el indio no vive dentro de sus habitaciones, si sólo las ocupa para dormir, y esto, cuando no se le
brinda la oportunidad de dormir bajo el dombo universal en plena pampa. No es animal de galería o
de cueva, no es un encuevado como el hombre civilizado. El niño indígena, desde los tres años, con
su capa-pollerita, tan somera, saluda al sol de amanecer en plena pampa, batido por el relente
enérgico de los nevados o del Titikaka; la indiecita, servido su almuerzo, almuerzo matinal (un poco
a la inglesa) sale tras de su hato de corderuelos a la moya, y, bajo el sol, y bañada en el oxígeno
batido de la inmensidad, para el día, hasta que el día declina, y vuelve al otero, y reintegra al huyu a
sus animalejos ¿Para qué necesita habitaciones amplias, pisos de madera?. Para nada. Es un tipo
humano que crece, vive y muere, en el seno de la fecunda libertad de su naturaleza. No quiero con
esto sostener que esas misiones no sean buenas. Lo son, sobre todo por el ánimo fraternal y
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acucioso que revelan. Pero, ellas, nada lograrán si no parten, de un conocimiento menos general y
teorético de la realidad indígena.
Quienes hayan estudiado, no sólo con criterio arquitectónico, sino con criterio psicológico y
de vivencia hogareña, no de estilos o modos de la vivienda en países clásicos, tienen el mejor
derrotero para explicarse la morfología psicológica del hombre, en cuanto el hombre es hijo de las
condiciones ambientales de su hábitat. Las ruinas de Pompeya, tanto como las ruinas que han
dejado los viejos habitantes del Lacio o del Peloponeso nos permiten descubrir que esos ancestrales
tipos humanos, vivían, no dentro de la naturaleza, sino encuevados. Las casas griegas poseen la
disposición de quien dentro de la casa debe encontrar el sol, el aire, el agua; y es de esos vestigios
que la civilización de hoy, que tan encuevada es como la de aquellos, ha tomado las normas de su
arquitectura hogareña. No es de ésta índole la aprensión que se obtiene en las ruinas de Machu
Pichu, por ejemplo. En ellas, grandes habitaciones, de moles graníticas, carecen de ventanas, y, la
puerta es un paso tan estrecho que sólo parece abrir campo para que entre un hombre. Es que el
Inka no fue un “civilizado”, sino un hombre de cultura, y vivía en contacto con la naturaleza, a
pleno Sol, bajo el viento y la lluvia. Se cree que las Chullpas, cuadrangulares o circulares, fueron
habitaciones en donde el hombre dormía de cuclillas; y de cuclillas se encuentran las momias de sus
reyes.
Partir de estos conocimientos elementales es necesario para llegar a conclusiones sanas en toda
misión civilizadora en el seno de la sociedad india.
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PROBLEMAS NACIONALES: EL CAMPESINO Y LA POLÍTICA
La localidad de Aygachi, puerto sobre el lago sagrado de los Inkas, ha sido, el sábado 27 del
presente mes de agosto, teatro de un suceso, no raro, pero si extraordinario. Dos mil quinientos
indios, de los cuales mil quinientos se hallaban armados con fusiles auténticos y los mil restantes
llevaban “fusiles” labrados en tal forma (por ellos mismos)
Se constituyeron en nuevo regimiento revolucionario de agricultores, adoptando para ello el
nombre de un luchador joven, todo ardentía y sinceridad Egberto Ergueta Quiroga; al acto de este
bautizo cívico y revolucionario, asistieron el señor Ergueta, desde luego, y entre periodistas y el
Hombre de la Calle, el señor Jorge Smith, en representación del señor alcalde Juan Luis Gutierrez
Granier; no se trataba, ciertamente, de un suceso nuevo, si mas bien de un hecho frecuente hoy. El
campesino de la República se halla organizado en regimientos a lo largo del territorio nacional y ya
llevan el nombre del jefe de la Revolución, del doctor Siles Suazo o el de dirigentes movimentistas
que se han destacado por altos títulos, mereciendo el respeto del pueblo indio. Muchos de esos
regimientos enarbolan los nombres del presidente Villarroel, del mayor Eguino, de Roberto
Hinojosa, es decir, de los mártires de la causa revolucionaria. El de Kenakawa coloca en su
estandarte el de Roberto Ergueta Quiroga. Quienes conocemos en su intimidad al señor Ergueta
hemos encontrado justificado por muchos títulos tal reconocimiento a sus valores; Ergueta luchó,
bien joven por la causa nacionalista; perdió su carrera de abogado; perdió situaciones comerciales;
perdió la libertad, y estuvo a punto de perder la vida más de una vez por su lealtad a los principios
revolucionarios que se impusieron el 9 de abril. No hay que decir que conoce todos los calabozos,
las cárceles, los campos de concentración, el destierro, en fin se trata de uno de los soldados del
pueblo, más leal, más apasionado, más austero. El Hombre de la Calle le conoce desde niño, y sabe
en qué grado hay en él uno de los hombres dignos de confianza revolucionaria, por su constancia,
su pasión, su sentido heroico del deber; baste saber, que, establecido el gobierno de Paz Estenssoro,
su primer cuidado fue salir de Bolivia y viajar más allá de la cortina de hierro, no para hacerse
delegado de la política soviética, sino para comprobar en qué grado la Revolución de octubre,
constituía una realidad proletaria al lado de la Revolución de abril. Con experiencias, así asimiladas,
es hoy uno de los elementos dignos de mayor respeto por su eficiencia, su serenidad y energía.
Veinticinco mil personas se reunieron en una explanada de Aygachi el sábado 27 para asistir al
solemne bautismo de esta nueva unidad de indios que se adiestran en el empleo de las armas,
manera de hallarse aptos para asumir la defensa de las conquistas revolucionarias en el terreno de las
conquistas bélicas.
Al cambiarse discursos, uno de los indios que comanda esta unidad, dijo, entre otras cosas
aleccionadoras. Lo siguiente: “Los indios no somos políticos; pero ya estamos enterándonos qué
cosa es la política, para intervenir en ella”.
Bien, se me ocurre que esas palabras son algo así como el toque de clarín en medio de un
pueblo aletargado o poseído de terror: del terror mestizo, o digo, del látigo. El indio busca para
organizarse, más que el sindicato, la unidad militar; es ella la célula biológica dentro de la cual siente
que está su naturaleza ancestral. El Inca le educó para soldado, un soldado que tenga por cuartel su
Hata, su Ayllu, su Sayaña; el cultivo de las armas es algo que está en el secreto de su médula vital.
Un fusil para él implica una bendición del cielo; siente que es un pedazo de la Providencia. Es, pues,
militar, soldado, por ancestro; la guerra, su hogar placentero. Claro que cuando solo sabe qué debe
defender con la vida, y lo que el hombre defiende con su vida es su hogar, su terrazgo de panllevar,
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la carne de su libertad. Los sociólogos o psiquiatras, de la guerra del Chaco, nos han dicho, que el
indio fue una calamidad en esa campaña, pues si no se echó a correr, se dejó matar con estoicismo
bobo. ¡Cómo no! Nadie se hace matar alegremente por defender a su negrero, a su torturador. Y
allí, sabía bien que no defendía a Bolivia sino a los cuatro ricachos que han hecho en todo tiempo
estropajo de la heredad nacional; cuando el indio vuelva a sentir que ésta tierra es suya, ninguna
invasión extranjera logrará morder un centímetro de su polvo. Asimismo, cuando el indio sepa qué
cosa es eso de la política, es seguro que se habrá acabado la politiquería y se habrán hundido los
politiqueros.
Lo importante es eso, si no fuera algo más, de la Revolución: hacer revivir en él la conciencia,
el sentimiento de su dignidad de hombre y darle noción plena de sus derechos de ciudadano. Hay
que vivir la santidad política de la Ulaka, para comprender qué significa para el indio, o en el indio,
el sentido del derecho público. Su ejercicio para él no es una técnica, no una expresión de dignidad
social; es un culto de naturaleza mística, culto que se ejercita como un instinto: en tal grado no es ya
una idea colectiva, sino un sentido de colectividad. He ahí porqué en las expresiones del orador a
que me refiero, y de otros que le siguieron, es dable descubrir una preocupación en la que no
pensaron los intelectuales que estudian el fenómeno indio. Tras de la refriega social, surge en el
indio el combatiente político. Ascenderá los escaños del ágora, no debemos dudarlo; pero al
ascender impondrá el sello de su cultura, cultura india, americana, desinfectando las pústulas criollas
y mestizas, para hacer de la defunción política instrumento de progreso, de ratificación de valores
históricos, de gérmenes patricios. Y eso es todo lo que la Revolución tiene que perseguir ahora,
después de haber devuelto la tierra a sus dueños y a la patria, libres de sus cadenas, a sus verdaderos
hijos.
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PUBLICACIONES: BOLIVIA MADERERA
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maderas nacionales, y tanto los enchapes, cornizas, zócalos, como los muebles, con verdadero
derroche de riqueza decorativa, prueban en qué grado las maderas finas de nuestros bosques
merecen conquistar mercados internacionales.
Sería negar una evidencia, si no estableciéramos que el impulso que experimenta la industria
forestal, es resultado de la política dinámica del Gobierno, interesado consciente en suscitar mayor
empleo de capitales en ella, seguro del rol que cumplirá en sus planes de diversificación. A ese
propósito cooperan poderosamente, con trabajo aerotofogramétricos el Instituto Geográfico
Militar, como tan bien, se destaca en el artículo del Coronel Medina, a que ya he hecho referencia.
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TÓPICOS DEL LAUREL: LA INMORTALIDAD DEL POETA
Soy uno de los humildes, pero también de los más fervientes admiradores del poeta que es
don Franz Tamayo. Le juzgo o le creo –con fe de carbonero– una de las aristas más agudas y
elevadas de la lírica española en América; y española sólo porque está contenida en lengua hispana.
Sus libros, juzgados como acertijos de arcaicidad impenetrable, se me han ofrecido siempre de una
claridad, simple, si bien de una belleza arcana. Cualquier homenaje que se le tribute por sus
poemarios creo que sobra ser explicable, nos honra como bolivianos y como gentes de buen gusto.
Pero, que en vida a un hombre se imponga la inmortalidad, ya mediante la denominación de calles o
paseos públicos con las letras de su nombre y apelativos, o con monumentos, me ha parecido
siempre algo así como pretender favorecer a un vivo enterrándolo cuando tiene vida todavía. Sólo la
posteridad posee ese derecho y el por varias razones: la primera porque sólo cuando hemos
abandonado, en cuerpo, que no en alma, el teatro de la existencia, se juzga de nosotros sin prejuicio,
sin animosidades o sin tributos a la amistad personal y contingente. La inmortalidad del artista, del
pensador, del hombre de bien, requiere como condición previa que los favorecidos con los dones
superiores de la naturaleza, hayan muerto. Es sobre la tumba de uno que se levantan las verdaderas
alabanzas que merecemos por lo que fuimos o hicimos. Entre tanto, entrará siempre un poquito de
nuestras relaciones e intereses en los homenajes prematuros al trabajador del intelecto. Que a un
poeta que encarna la voz cívica de una nación, se le ofrezca en “pago” a sus sacrificios una casa, un
palacete, lo explico yo, y lo justifica cualquiera; pero que se le otorgue los grados perennes de la
inmortalidad, me parece no poco grotesco. La posteridad ha consagrado genios a muchos intelec-
tuales que deambularon cargados de harapos y del desprecio de sus contemporáneos, quienes, al
revés, endiosaban a mediocridades que no resistieron el primer soplo de la inmortalidad. Me
acuerdo mucho del homenaje que, en vida, se rindió a don Benito Pérez Galdós, levantándole un
monumento en la plaza madrileña de El Retiro. Por fortuna don Benito estaba completamente
ciego y no pudo, o no debió, soportar sobre las pupilas ese brutal impacto de la vanidad humana: a
los pocos días falleció y… allí está el monumento. ¡Monumento en vida a un escritor que, como
escritor, no llega al tobillo de Miguel Cervantes Saavedra, el genio de Don Quijote y las Novelas
Ejemplares, de los geniales. Entremeses, que para morir no tuvo sino la rodilla de su hija, preñada la
pobre y dolida con el embarazo de sus amores… Así es esa inmortalidad que los vivos pretenden
brindar a sus semejantes cuan aún laten en sus huesos y en ellos se quebrantan. No…
Yo, en el cuerpo del gran Tamayo, sinceramente, rechazaría esos improntus o efervescencias
del calambre mestizo. Esperad, les diría, a que pueda no saberlo, para que conmigo y con mi gloria
hagáis lo que os venga en gana…
Para crear el Día del Poeta, tomemos el nombre de algún poeta ilustre fallecido, de quien nos
queda, liquidada ya la cuenta de su productividad lírica. Ahí están Gregorio Reynolds, Ricardo
Jaimes Freyre, Juan Capriles, Rosendo Villalobos y cien que cargaron su don de poesía en la cruz de
sus íntimas y mudas tribulaciones. Creemos también el Día del Pintor, el Día del Músico, el Día del
Ensayista, del Novelista, y apliquémosles la advocación de nombres como el de Melchor Pérez de
Holguín, de Cecilio Guzmán de Rojas, de Crespo Gastelú, de Arturo Borda; para el Día del Músico
no olvidemos al maestro Caba, al maestro Roncal, al inspirado y beethoveniano (por el oído y el
corazón) que fue nuestro inolvidable “Chapi” Luna; y para los demás los nombres de Carlos
Medinaceli, de Armando Chirveches, de Alcides Arguedas; y así por los siglos de los siglos.
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No matemos, cuando aún quieren vivir, a quienes disfrutan todavía el don de la vida y el
derecho a equivocarse y a borrar con el codo lo que trazaron con la mano. Mientras el hombre vive
está vive está sujeto a rectificaciones y mutaciones que hacen de él nada más que un esquicio del
destino. Sólo cuando la muerte selló sus labios y paralizó el corazón, tenemos el derecho de levantar
el atuendo de nuestras admiraciones y cariños por los sembradores de luz que ambularon junto a
nosotros sin que nosotros les conociéramos en la magnitud de su gracia y de sus dones.
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CORREO PACEÑO: EL TORQUEMADISMO COMUNISTA
No soy el único de los viandantes de estas calles paceñas que alabe la iniciativa del Estado de
mantener bajo su control y con su apoyo una compañía de actores nacionales cuya única misión sea
la de brindar buen teatro, y a precios populares, donde el cinematógrafo, bueno o malo, lo ha
copado todo. He aquí que nuestro público puede con justicia sentirse satisfecho si puede ver, de
tiempo en tiempo, obras dramáticas selectas, algunas con validez en el mundo de la literatura, ya por
su contenido polémico o por su calidad artística. Tal es el caso de “Manos sucias” de Jean Paul
Sartre, el famoso y discutido filósofo del existencialismo, tan gran expositor de doctrinas filosóficas
como novelista, dramaturgo y poeta. No olvidemos que Sartre es, como Louis Aragon, el magnífico
Eluard, representativo de ese comunismo un poco escolástico que permitió a la alta guardia de la
nueva mentalidad francesa ponerse a la cabeza de un movimiento populista que si comenzó en
Francia con el poeta y dramaturgo Georges, bien asentados en las tierras de “Germinal” o “Naná”,
también dio el curioso espectáculo de la veleidad literaria ante los hechos concretos y ortodoxos que
se esperaban de ellos en Moscú. De tal manera Sartre, como Malraux y Gide, no menos, ya
estuvieron formando línea stalinista con Barbusse, como luego devinieron trotskistas, para al último
acabar antisoviéticos; todo resultado de la desilusión del esteta que desearía que las revoluciones
sociales e históricas poseyeran la estática normativa de un poema marmóreo. Todos ellos acabaron
en la derecha del Sena, muy vecinos del Danubio. Eran revolucionarios comunistas, como decía un
marxista criollo, de muy decentes familias. “Manos sucias” marca esa nueva fase del comunista
Sartre. Allí se pinta a lo vivo, con una técnica masiva, ese germinal espasmo político y proletarizante,
que antecedió, asistió y sucedió a la última guerra mundial. Su protagonista es un intelectual que se
proletariza por romanticismo, al menos más por romanticismo que por consciencia doctrinal o
afinidad obrera. Sobre él gravita lo que Berdaieff ha llamado el espíritu medieval de la revolución
rusa, pasión ciega, fanatismo incandescente, miras estrechas, moral savonarólica. Designado para
matar a un dirigente que llega a seducirlo con la sinceridad de su lucha y profundidad de su juicio
político, se arredra, y si mata es sobre el cuerpo palpitante de un adulterio. Es decir “Manos sucias”
es una versión francesa, parisina y decadente de la encrucijada de nuestro tiempo. Si faltara el
adulterio en la dramática francesa, realmente, tendríamos que convenir en que no es francesa ya.
Para sentir el conflicto humano el francés necesita del adulterio, como el diablo del pecado para ser
Diablo. No sé yo si, desde el punto de vista técnico, “Manos sucias” sea una gran obra, su fuego
pasional es vivo; mas no la modelación de los tipos; el dibujo en este aspecto carece de vigor y,
sobre todo, de humanidad. Dándome la impresión de figuras revestidas de una sastrería ampulosa y
hasta detonante pero que, en el fondo, contiene aserrín. Tratándose de un filósofo, acaso lo que
quiso Sartre era prefigurar ideas sin cuidarse del existencialismo de las mismas. Digo, que en el
orden estético, y no en el ideológico; porque si la finalidad fue para él revelar la corrupción que el
burocratismo revolucionario padece cuando se automatiza, ha cumplido su objeto.
Sin embargo, no habrá público que no se sacuda con la vivacidad y movimiento de los hechos
dramáticos. Y eso se magnifica cuando, como en este caso, tiene buenos intérpretes.
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PROBLEMAS LOCALES: SINDICATO DE INQUILINOS
Entre los pequeños grandes problemas de esta ilustre ciudad de La Paz, tenemos uno que nos
es particularmente grato traer a la atención del público. El problema de los inquilinos y de su lucha.
Confieso ante el tribunal de la justicia divina que soy el responsable de la organización de esos
sindicatos agrupados ya en una Federación combativa y dinámica, digna de todo encomio. Defender
al inquilino no es cosa de horchatas. Hay que pelear y pelear con una masa cristalizada de prejuicios
e intereses. Pues, –me digo yo– ¿quién no es propietario de algún zaquimzaqui, y lo dispone para
embutir arrenderos y sacarles el kilo? Muchos son. Esos muchos también son fuerza social, y pelean
–con todo su derecho– porque sus ganancias no mermen. Debo declarar que contra el propietario
que ampara su derecho nunca se enfilaron mis lanzas; combatí al casero desalmado, brutal, que
juzga de su inquilino como de un calandrajo digno de los cenizales. Ese que se allega a la puerta de
la habitación alquilada y suelta la sin hueso y vomita todos los horrores, solo porque o desea que el
arrendero se marche o porque busca sacarle mayores ganancias al arrendamiento. Contra el abuso
del casero es que prediqué durante un año, pidiendo a los inquilinos que se organizaran, o, en caso
contrario, se dispusiesen a llevar sus trastos a las márgenes del Choqueyapu. Que se me oyó, lo
compruebo. Los inquilinos están ya organizados y organizados en forma vigorosa, tanto que –según
advierto– los problemas vienen ahora del otro lado: ahora es el inquilino el que ajusta los clavijes al
casero, tanto que se pone en trance de mandarse a mudar a la calle. Lo que –con la mano en el
pecho– tampoco es justo. Si hemos salido de un abuso no será para caer en otro; que si malo es el
casero grosero y salvaje no menos malo es el inquilino grosero y salvaje. Los sindicatos de inquilinos
deben actuar con una elevada noción ética de su misión, y no porque se trate de amparar al
inquilino se lo ampare inclusive allí donde debiera ser abandonado. Esto es en el abuso, la tropella,
la maledicencia, el insulto y los palos. Sólo a ese precio los Sindicatos de inquilinos adquirirán
autoridad y, manteniendo el aprecio de las autoridades y de la colectividad toda, su acción será
fecunda. Ya que la Central Obrera Boliviana le haya dado su reconocimiento, le preste su apoyo e
inclusive intervenga en la fiscalía de sus actos, es un buen signo de su eficacia y oportunidad.
Por mí no cejaré en brindarles mi apoyo, pues como tengo dicho, me reconozco alguna
responsabilidad en su creación; mas sólo ha de ser en tanto se mantengan en un plano justo,
decoroso, y no se conviertan en instrumentos del abuso y de los excesos. Se está diciendo que los
Sindicatos se rebelan contra los fallos de la judiciatura, y, de hecho burlan sus determinaciones. No
sé yo hasta qué punto sea esto aceptable. No ignoro, y nadie ignora, que los caseros para obtener
esos fallos son capaces de coimear a las estrellas y que, por tanto, en buen número el pronun-
ciamiento de los jueces está lejos de ser justo. Pero, ¡es el juez! Y no queda otra actitud que
respetarle. Los Sindicatos deben actuar antes que los jueces se pronuncien, precisamente deben
actuar cerca de ellos para que su criterio de justicia tenga motivos en que apoyar el veredicto de la
ley. Una vez pronunciado el veredicto del juez no puede burlárselo sin agraviar a la majestad del
régimen jurídico dentro del cual vivimos.
Mas, al mismo tiempo, creo yo que los jueces deben tomar nota de la existencia de los
Sindicatos de Inquilinos, sabiendo que constituyen una fuerza social en defensa de sus compo-
nentes, y que en todo caso sus intervenciones deben merecer atención, si no fueran dignos de
crédito. Sólo de esta manera la institución será realmente útil, protegerá al inquilino y cooperará a la
recta otorgación de justicia. Han llegado a mi conocimiento algunos casos poco gratos por los
cuales se ve que los Sindicatos actúan en forma violenta, sin discriminación de motivos, y hacen
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recaer sobre los caseros sanciones en ningún caso aceptables. Repito que la validez de la conquista
solo podrá alcanzar el apoyo público si sabe mantenerse en un marco de corrección, y del más
elevado sentimiento de justicia.
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CONMEMORACIONES: EL PAN, CARA DE LA MISERIA
Hagamos el elogio del pan y de los panaderos. Nada más justo y congruente, puesto que de
pan vive el hombre y los panaderos de pan que consumen los hombres. No me cuento entre los que
suponen que no sólo de pan vive el hombre, sino de otras cositas más. Pueda que, por otras cositas
viva, pero de lo que vive es del pan. Por eso, quien inventó la frase famosa de que el pan es la cara
de Dios. ¿Se querrá decir que el pan alimenta a pobres y ricos como la cara de Dios consuela tanto
a ricos como pobres? Pero eso es negar a Dios, porque Dios no puede consolar lo mismo al que
tiene demás que aquél que solo tiene pan. Para que la frase fuese exacta tendríamos que decir el pan
es la cara de Dios para los ricos, pero es el único alimento de los pobres. Los panaderos no saben,
sin embargo, si el pan que elaboran irá a parar a manos del que tiene mucho o del que tiene poco. Y
en eso no el pan, sino los panaderos, parecen no el rostro, pero sí la mano de la providencia, que
reparte el pan sin fijarse a quien. No se juzgue ofensivo esto, pero la realidad demuestra que si la
mano del panadero tuviese alguna conciencia de la misión que cumple, el pan no faltaría a los
pobres, en la medida en que todos los días les falta. Pero, el pobre panadero no es un dios; es, mas
bien, un forzador de la masa depauperizada que vive de hambre de pan, aunque sea el amasador del
pan de cada día. Por eso son panaderos los primeros trabajadores que se han organizado sindical-
mente y los que mayores ventajas obtuvieron en todo momento. Hay que felicitarse y felicitarlos,
sobre todo estos días en que celebraron su santo o cumpleaños.
Pero... vamos a ver ¿Porqué es que tras de cualquier fiesta o celebración local o nacional, tras
de toda celebración religiosa de cierto bulto, ya no hay pan? Los lunes no se encuentra pan por
parte alguna. Y al Carnestolendas, por Carnestolendas; si la Exaltación por Exaltación; si viernes
santo por viernes santo... ¿Es que nuestros fraternales hermanos creen que porque están de fiesta
los pobres dejamos de buscar el pan de cada día? Les pasa lo mismo que a los fraternales hermanos
choferes. ¿Que son las trece del día? Bueno, hace parar usted un taxi; se detiene, pide que se le lleve
a donde le urge como no hay más. Pero... el fraternal hermano dice: “No puedo, estoy yendo a
almorzar”. ¡Zambomba! Que conste, esto pasa solamente en La Paz. En otras urbes como La Paz el
fraternal hermano chofer tiene la obligación de servir al público con almuerzo o sin él. Aquí nadie le
conmina. No ha mucho pasaba lo mismo con los colectivos que suspendían el servicio porque... el
chofer estaba sirviéndose las salteñas o el fricasé. Creo que se han superado estos pequeños vicios
de individualismo tan marcadamente hispano-castizo de nuestros países. A mí me han dicho que ni
los panaderos ni los choferes proceden así en Gran Bretaña; donde el que sirve al público, sea el
premier o el panadero, sabe que el público está antes que el fricasé o las salteñas.
Son males del aire; y contra el aire nadie que no esté loco se abre en quinta, como dicen
nuestros gualaychos.
Sin embargo concedería que dentro del uso irrestricto de su horario, los compañeros
panaderos adoptasen ciertas normas prudentes; y buscaran la forma de cumplir con las fiestas sin
dejar de cumplir con el pan de cada día. No sé yo cual sería esa norma, porque no estoy
interiorizado de las condiciones de acuerdo con las que se contratan; les corresponde estudiarlas a
los sindicatos; de manera que si unos se van a los toros no se vayan todos; y algunos queden
haciendo pan en beneficio de quienes sólo pan tenemos para aliviar las hambres crónicas de la
miseria. Y, luego que ése sea pan. Y no harina con un poco de agua. Y qué harina...
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Con la más profunda emoción me he ocupado de panaderías y panaderos, con emoción y
afecto, porque no soy de los que deteste a un gremio que en tanto grado cumple con el
mandamiento de la Providencia de dar pan a los que tienen hambre de justicia.
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TEMAS DEL DÍA: LA IGLESIA Y EL PUEBLO
El diario LA NACIÓN ha editorializado con motivo de las declaraciones que de labios del
Santo Padre Pío XII recogiera el Embajador de Bolivia ante el Vaticano Doctor Alfredo Galindo
Quiroga, y que se consignan en un reportaje que publica el prestigioso –son palabras de la Nación–
diario revolucionario “El pueblo” de Cochabamba; dicho sea, (aquí entre nosotros), periódico ágil,
nutrido de información, y muy importante por sus artículos de fondo. Las declaraciones que el
doctor Quiroga ha formulado para “El Pueblo” son concluyentes. El santo padre le manifestó que
veía con la mayor simpatía el curso de las trasformaciones que se operan en nuestro país en el orden
social y económico sobre todo por los métodos que se emplean para llevarlas a cabo, “basado en un
profundo sentido cristiano”, el editorial de “La Nación” por su parte aduce una serie de argumentos
que dan extrema validez a esas declaraciones del sumo pontífice, pues dice que la iglesia católica,
hoy por hoy, no se halla frente a los pueblos que escuchan y se esfuerzan por normas institucionales
de acuerdo con las necesidades de los pueblos, sino que, mas bien, ella por su parte toma en gran
medida a su cargo propugnar esas conquistas, haciendo que desaparezcan las injusticias que padecen
las mayorías populares a causa de los sistemas despóticos del capitalismo. Bueno, no son esas,
textualmente, las palabras que emplea LA NACIÓN, pero vienen a ser lo mismo. Esto es que la
Iglesia Católica Apostólica y Romana, no está en contra de los gobiernos que inspirándose en
sentimientos cristianos persiguen lograr mejores condiciones de vida para las clases humildes; y que
buena parte de sus efectivos eclesiásticos –si está bien que así lo diga– se desempeñan el terreno de
la lucha social al servicio de tan noble causa.
Quiero tomar el tema para hacer ver a quienes gustan conocer las opiniones de El Hombre de
la Calle, que, además del alto valor que poseen la palabras del gran papa que es Pío XII, en sus
declaraciones es dable encontrar sentido de una trascendencia particular. El régimen revolucionario
de Bolivia ha sido tildado de extremista, y por poco, respondiendo a consignas internacionales; a lo
que desmiente opiniones como la de Pío XII, quien no solamente ha recogido esa interesada
propaganda, sino que, mas bien, la niega con su inapelable autoridad. En Bolivia no hay foco alguno
de naturaleza roja, como se ha afirmado inclusive en un Congreso Internacional de Lucha contra el
Comunismo. Bolivia realiza transformaciones sociales, políticas y económicas con un elevado y bien
caracterizado espíritu cristiano, lo que no le impide constituir un baluarte radical a favor de los
derechos de sus trabajadores y de la Nación misma.
Esto es más importante si para nadie es un secreto que en algunos países de esta América, la
pugna de los revolucionarios ha sido de manera sustantiva, una pugna contra la iglesia católica,
lógicamente contra sus instituciones. En Bolivia, no. La revolución Boliviana no persigue amputar
sus viejas creencias al pueblo boliviano; lo que persigue es darle pan, habitación confortable, salario
suficiente, en fin, protegerlo. No persigue extirpar el catolicismo como instrumento oficial del culto,
le brinda, al contrario, todos los medios a su alcance para que cumpla su ministerio. Pero sí persigue
devolver soberanía al Estado, persigue romper los monopolios, persigue diversificar la economía;
persigue liquidar los caciquismos políticos y económicos. Entonces, esta revolución necesariamente
tiene que provocar la simpatía de entidades universalmente reconocidas, como es el Vaticano;
mediante la palabra infalible del Santo Padre.
Es necesario que lo entendamos así; porque –cualquier persona medianamente culta sabe hoy
que las luchas antirreligiosas son anacrónicas y estériles. La Iglesia puede cumplir un rol saludable si
se orienta, con su soberana autoridad, a secundar a cuantos hombres se esfuerzan y luchan por
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establecer regímenes de justicia a favor de los desheredados. Y, en cuanto al derecho de los
hombres a rendir culto a la deidad de sus convicciones y fervores, deja que el hombre disfrute de la
libertad que también necesita en el orden económico y político.
Esto es democracia; lo demás con la careta que se quiera darle, es autocracia o bandidismo.
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TEMAS DE LA PRIMAVERA: ELOGIO DE LA VIRGEN DESNUDA
¿Aún nos será lícito hablar de tus gracias, Primavera, doncella de tentadoras languideces, la
que amanece en flor y muere en perfume, la que no debiera faltarnos nunca, si cuando ella falta
hasta de ser nos sentimos cansados? Y no es que yo pretenda halagar a esta púdica niña; no. Le
hablo con la humilde ternura de quien sabe que ya no le podrá bendecir con sus sonrisas y pagarle
sus penas con un beso. Le hablo de rodillas porque es ella que nos ilumina en la cerrazón de las
diarias tinieblas; ella que nos pone un temblor de bértolas en la garganta, cuando, viejos ya,
queremos imitar a los pajarillos por no imitarnos a nosotros mismos y ponernos a recaudo de sus
tentaciones, llorando, acaso.
JUVENTUD,
DIVINO TESORO...
¡Divino tesoro! Tiene que ser divino para ser tesoro; porque los tesoros que atesoramos, acá
en la gleba sublunar, no son tesoros ni pecunia, de esa que los romanos usaban por no haber
descubierto el billete bancario. El tesoro es ella; porque ella es la luz y nosotros la sombra, ella la
agilidad y nosotros el reumatismo; ella la gracia en los labios y nosotros los labios en la hiel... sólo
ella es el tesoro, tesoro precisamente porque ya no tiene tesorero en nosotros, que estamos horros
como dejó horros las botijas de vino de la Venése amojamado primaveral que fue don Quijote,
desfacedor de tuertos y de primaveras, que si vivió con los flacos ojos prendidos del cielo de Castilla
en quien floreaba la gracia principesca de doña Dulcinea del Toboso, murió como un chusco
castellano arrepentido de su Primavera, enterrador de esperanzas y de sueños, loco descorazonado
que no llegó al cielo porque bajo su piel de penitente y domador de leones, ocultaba un
Torquemada capaz de quemar a Venus Cíteres sólo porque era la Primavera.
Ella la que nos pisa los talones, nos ahínca y nos tienta, y no con palabras ni con besos, sino
con su aire de flor; y eso no al pimpollo que despierta con ella pegado a la almohada, o con el
xaronzuelo a quien con uña felina araña en el riñón más tierno; ese aire de flor de esta novia
deslumbrante es sólo para nosotros, a los que dice: “Bueno, huele”; y olemos; y ella ya no está... De
aquí viene la vieja autoridad del dicho baturro de que camote de viejo es amargo... ¿Y qué es
primavera para el viejo sino un amor harinoso, secante, astringente, que con cada confite nos deja
escoriado el paladar? Yo no le deseo a ninguno de mis congéneres el amor de esta niña de veste rosa
y de ojos de un azul que tira a sangre; porque la delicada figulina cuando llega a abrazar la carne
momia de don Quijote no puede menos que incendiarla hasta la misma locura, o la mesma, les diré
en los modos de Sancho.
Fíjense los hermanos de Matusalén y nietos de Japeto; la Primavera tiene una virtud. Y es la
que por poco vestida que se ofrezca, cuando se ofrece se priva aun de sus ligeros tules y se muestra
en la gracia de cera tierna y palpitante que tiene la mujer cuando frisa en la edad de los tulipanes.
Desnuda tiene que venir ella, desnuda, como esa Primavera que dibujó Sandro, caballera de puntillas
en una concha de nácar rosa, y a quien el gordito de Eolo volcaba sus odres por ver si lograba
vestirla con su viento. Desnuda, como debe venir todo lo bello, sin tules, cachemiras y menos con
hipócritas holanes. Desnuda en esta diosa del primer día de la Creación. Desnuda la vio Júpiter, o
digo, Zeus, para ser más cabales; y como desnuda la viera y él nunca se vio en trapos menores,
saben ya las cosas que no hizo por ella; tornóse cisne, o ya urraca, o ya águila, o ya oro en lámina, o
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se metió en la giba de un toro con cuernos de conchaperla... Todo por hacerse grato a aquélla que
vence solamente cuanto se ofrece como el niño que sale de las vulvas de perla de la madre...
¡Desnuda! Desnuda es la Primavera, mas como viene desnuda, hijos de Matusalén, nietos de
Japeto, volved los ojos hacia adentro; que ella no viene por vosotros, sino por aquél que tiene la
edad del Sol todas las mañanas!
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ANTICIPOS DE TODOS SANTOS: ¿LOS MUERTOS ESTÁN EN NUESTRO
CORAZÓN?
¿No habrá un poco de hipocresía social en el culto a los muertos? La verdad es que pocas
personas conservan el recuerdo del que fue más allá de los consabidos ocho días y de la misa de
cuerpo presente. Por eso mismo, la fiesta de Todos Santos, es algo que conturba a quien observa
sus misteriosas significaciones. ¿Dejar sin flores el nicho del deudo? ¡Cómo! Qué dirán las gentes…
¿Y si las gentes nada dijeran, no sería una falta de lealtad olvidar al muerto querido? El amor suele
durar lo que la humedad de la tierra que se extrajo para sepultar el cadáver. Les referiré un cuento
chino, y cuento de filósofos. Los nombres no hacen al caso, que no los retengo. Pero el filósofo Mi-
Tal, de bastante edad, tenía una joven y hermosa mujer, la cual no perdía oportunidad de jurarle que
jamás le reemplazaría si muriese antes que ella, porque era de tal índole ardiente el amor que le
profesaba que la vida sin el filósofo no merecía vivirse. Mi-Tal, como buen filósofo, agradeció a su
bella esposa tales protestas de tierna pasión; mas le pidió que no hiciese sacrificio semejante, que al
fin era joven y hermosa y tenía derecho al amor de otro hombre. Eso sí, le dijo: no te cases antes
que seque la tierra de mi tumba… Mi-Tal, se murió: ¡era tan viejo! y, al día siguiente del sepelio, su
hermosa viuda se dirigió al panteón y con un amplio abanico de seda se dedicó a hacer viento en la
humedecida tierra de la tumba de su marido… para que secara y habilitarse así para un nuevo
matrimonio. Así la encontró el discípulo amado de Mi-Tal que no fue a secar la tierra de la tumba de
su maestro sino a humedecerla con sus lágrimas.
Ya ven ustedes, lo que dura el juramento de amor que se pronuncia sobre un cadáver. Ni
siquiera lo que la humedad de la tierra. En cambio, el discípulo que no había jurado amor eterno a
su maestro, le lloraba, y mantuvo húmeda la tierra, impidiendo que la casquivana mujer pudiese
casarse, sin violar su promesa. ¿Valen algo para un cadáver las flores de hembra de tal linaje? Digan
ustedes.
¿Pero, es, al último, rigurosamente necesario que cultivemos lealtad a los muertos? ¿Necesitan
ellos de nuestro recuerdo? Y si lo necesitan, ¿por qué tiene esa necesidad? Tendrían que no haber
muerto para tener necesidades. Entonces, acaso, el culto de los muertos para nosotros los vivos, no
es sino otro más de los cultos de nuestra vanidad. Porque, para que el culto tenga alguna validez es
preciso que sepamos a ciencia cierta que los muertos aprecian esas manifestaciones, y que con ellas
les vamos a llevar algún motivo de agrado, algo así como una piadosa gota de agua para sus
gargantas resecas, en alivio del abandono que viven. ¿Verdad? Pero, al menos por lo que se juzga
aparentemente, nadie puede garantizar que tal cosa ocurra. Las flores que se llevan a la tumba, si se
las lleva sin ostentación, en el silencio de las horas vacías, cuando en el Cementerio no se oye sino el
zumbido de las abejas o el doliente trino de las aves, constituyen un tributo de amor sin intereses
dedicado a quienes –según creemos– ni sienten ni oyen ni hablan… Pero, cuando se elige el día de
feria, y lo que perseguimos es que las gentes no censuren nuestro olvido, y por eso y no por otra
causa vamos por los muertos, la verdad es que –al menos a mí me parece eso– maldita la gracia que
tendrá el presente.
Convengamos que el muerto necesita de nosotros; entonces el problema es muy grave, porque
nosotros ignoramos lo forma cómo debemos cumplir con ellos: y los verdaderamente desgraciados
somos los vivos, pues sabemos que nuestra adorada madre sufre de sed y no le alcanzamos un vaso
de agua; tiene hambre y no le partimos nuestro pan; está de frío y le dejamos tiritar en la tumba.
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Pongamos el corazón junto a nuestros muertos, que acaso sea esta la única forma de que
logremos saber que somos vivos. Y digo el corazón, porque si ponemos la mente para llegar a ellos,
la respuesta será el silencio y el dolor que vienen sin saber de dónde…
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LIBROS BOLIVIANOS: MEDINACELI – GUEVARA – FELLMAN
Con un pulcritud en el amor que debe enternecer a cuantos admiraron el talento de Carlos
Medinaceli, su hermano Waldo –el menor de los que dejó y añoran– ha publicado el primer novelín
del gran escritor: “Adela”, que apareciera allá por el año 30 en las ágiles y sustantivas páginas
literarias de “El diario”, alimentadas con un sentimiento de belleza y de jerarquía no igualado por
otro gran muerto de las letras bolivianas: Francisco Villarejos, el popular “Pancho Villa”, humorista,
poeta, sensacional cronista de la guerra del Chaco, y todo eso tajado en un estuche de simplicidad
propia sólo de los espíritus de selección, “Adela” de Carlos Medinaceli, es lo que los indios aymaras
llaman la “Aynoka” de ese edificio que se perfila recién en la soledad y la inopia de nuestros
espíritus. El prosador geórgico de sus mejores páginas descriptivas, sean ya de “La Chaskañawi” o
de las acuarelas de “Páginas de vida”, el humorista en potencia, el erudito, todo cuanto después se
magnificaría en su obra, se halla en semilla en las páginas de “Adela”, allí Carlos Medinaceli tiene
veinte años, y los denuncia con primaveral ingenuidad. Por eso mismo, en cierto tono romántico
que no le habría de acompañar a lo largo de su análisis, en “Adela” hay cierta dulce propensión al
amor triste que hace amable su ingénito y noble modernismo. Pronto Armando Alba va a darnos las
páginas magistrales del pensador, del filósofo que rubricara estudios como el dedicado al dionisiaco
Federico Nietzsche.
Un documento de fundamental importancia para Bolivia ha sido lanzado en forma de libro
por el Departamento de Prensa Internacional y Publicaciones de la Cancillería, que hace llegar a mis
manos la librería Tejerina. Se trata del plan de política económica del gobierno nacionalista y del que
es autor el doctor Walter Guevara Arce, Ministro de relaciones exteriores; plan según adelanta el Dr.
Guevara, elaborado por indicación del Presidente de la República; se trata de un documento enorme
importancia, pues, además de ofrecer síntesis numérica del proceso económico de la República,
realiza un estudio serio de las condiciones a que obedece la crisis que decursamos, para señalar,
luego, los medios de resolverla favorablemente. Como otro anterior, a que se refiere el Dr. Guevara,
este Plan tiene por objeto primordial ilustrar al Gobierno de los Estados Unidos en cuanto requiere
para el conocimiento de la realidad boliviana, supuesto que es contando con su cooperación que el
Gobierno lleva a la práctica su política de diversificación. En cualquier punto del mundo civilizado a
donde llegue este valioso documento, con su atenta lectura se obtendrá la certidumbre de que
Bolivia, bajo el Gobierno de Paz Estenssoro y del M.N.R. se encamina a la superación de los
adversos factores con los cuales lucha en forma decidida y plena de éxitos.
No de esta índole, pero dirigiendo a finalidades revolucionarias también, José Fellman Velarde
ha publicado un interesante fascículo que titula: “Trabajos teóricos”, exposición doctrinal de un
nacionalismo beligerante, desde el punto de vista, claro está, del M.N.R. uno de cuyos líderes es.
Cumplirá ampliamente su misión cerca no sólo del militante de las bases sino del militante culto y
jerárquico, pues sus varios capítulos se nutren de elevada erudición, bien que expuesta en forma
sencilla y asequible a cualquier lector. Son datos, signos promisorios de la actividad editorial cada día
más intensa del país, si en todas las capitales de importancia se produce el mismo fenómeno que
tanta intensidad logra en La Paz. El folleto de José Fellman Velarde ha sido impreso por la editorial
“Juventud”.
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BIBLIOGRAFÍA: UNA NUEVA NOVELA BOLIVIANA
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inicia con “Prisioneros” nueva peripecia de su extraordinario decurso de escritor representativo y de
gran estilista...
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LIBROS BOLIVIANOS: DIAZ MACHICAO Y A. GUZMÁN
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de Batista es de una fuerza digna del gran repúblico y orador; la del obispo Cárdenas, en páginas
restallantes, constituye un compendio de fenómeno jesuítico de la América; pero, la de Belzú le está
reclamando con irrehuible insistencia. Es que Guzmán no es solamente uno de los escritores de
mayor personalidad y estilo de la América de hoy, es un animador prodigioso del drama humano, y
tanto en sus novelas como en sus relatos breves, denuncia la calidad insigne de talento.
Es para nosotros, los hombres del llano, o de la calle, algo que no sabremos cómo pagar en la
medida de su trascendencia, el servicio que las editoriales paceñas vienen prestando a la cultura
nacional, sí, al fin, el escritor boliviano, no es ya el taumaturgo cenobítico que madruga en la tiniebla
de su soledad para anochecer en la celebridad del anonimato que se viola, sólo, como una virginidad
tardía, en el secreto de la tumba.
97
TEMAS PACEÑOS: LA SEMANA DE LA CULTURA
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ACTIVIDAD EDITORIAL: UN LIBRO DE BAUTISTA SAAVEDRA
La Editorial Gisbert & Compañía, ha publicado uno de los libros más serios en materia
sociológica que se acometió en Bolivia: “El Ayllu”, del doctor Bautista Saavedra y Mallea, el notable
y recio político altiplánico que fue también uno de nuestros intelectuales de mayor nombradía.
Desde luego, se trata de la segunda edición de “El Ayllu”, pues la primera se hizo en París, si la
memoria no nos engaña. Lleva prólogo del maestro hispano don Rafael Altamira, tan diligente y
acucioso investigador de temas americanos; prólogo justo y laudatorio que nos confirma que el Dr.
Saavedra disfrutaba en la opinión autorizada del mundo hispanoparlante.
¡Cómo nuestros editores tuvieran el acierto de Gisbert & Cía! Ya nadie conoce hoy la obra
jerárquica de don Daniel Sánchez Bustamante; pocos, que no sea entre los eruditos, sabe ya nada de
don Belisario Díaz Romero; lo mismo pasa con la producción de repúblicos como Baptista,
Salamanca. Una selección de discursos de ambos hombres de estado, qué gran presente sería para
las generaciones de hoy. Pero, lo mismo tenemos que decir del Dr. Saavedra. No solamente fue un
estadista de perfiles tectónicos; fue un polemista de pluma ardiente; un parlamentario sobrio y
pungente. Ese aspecto de su personalidad debe ser valorizado en un grueso volumen que servirá
para explicar muchos aspectos de nuestra realidad política.
“El Ayllu”, leído ahora es un libro sorprendente. Poco tiene que enseñar en el plano de las
inspecciones objetivas; pero como síntesis de la materia sociológica prehistórica y discusión de
doctrinas es, acaso, y sin acaso, la obra más completa –pese a sus pocas páginas– escrita en Bolivia
en disciplina tan rica y de tan efectivo valor para el conocimiento de las morfologías de la patria
boliviana. Sólo hoy puede decirse que tal vez con menos minucia, la prehistoria de nuestras
instituciones ha merecido estudios de profundidad; hasta la aparición de “El Ayllu” no hay
hipérbole en sostener que tema tan importante fue apenas bosquejado en tratados de la materia. Y
no es que en América la juvenil ciencia de Comte no tuviese cultores. No. Pero… ¡Hay un sabio
epítome de Sociología General que mereció ser adoptado como texto oficial en las Universidades
francesas, donde, su autor –peruano y andino– dedica al estudio del ayllu (bueno: estudio, no) no
más de diez renglones. Ni en el gran Méjico tolteca en ese entonces la sociología de las instituciones
americanas había merecido la importancia que hoy se le confiere en grado estupendo. Por eso
mismo en Bolivia el libro del político paceño representó un síntoma augural, chafado –
lamentablemente es– por la arrolladora absorción política. Saavedra pudo dar en este camino una
obra sólida y luminosa, de no haber sido monopolizado por los deberes ciudadanos que le
arrastraban con la fuerza de un mandamiento cósmico.
Aún está el problema sobre el tapete. Saavedra estudia el ayllu –célula económica, política,
social de la nacionalidad Incásica– confutando su naturaleza con instituciones semejantes o análogas
de otros continentes y a través de las más reputadas autoridades. La bibliografía de que se vale es
tan completa que casi podemos decir que es totalizante. Le faltó no ya la tarea del erudito sino la del
paleontólogo, del arqueologista social, del hombre que se cuida menos de las teorías sustentadas y
busca la estructura, en la realidad viva, de esas instituciones. Eso no ha sido hecho, al menos en
Bolivia, todavía; y hay que acometer el estudio sistemático, técnico, sinóptico de las formas
subsistentes de este protón social, pues no hay otra manera de llegar a decidir si, realmente, él
constituye la supervivencia de estratos culturales remotos, generales a la humanidad, o el ayllu es –lo
que no pocos creen– una institución sui-generis, propia de la naturaleza política que devino ese gran
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Imperio, menos conocido que desteñido, como dijo Garcilazo, al cual los americanos debemos la
nacionalidad y la heráldica patricia: el Imperio de los Incas.
El libro del Dr. Saavedra, merecerá, estamos seguros, todo el interés de los lectores de hoy.
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FILOSOFÍA DEL CHULLPA-TULLU: ¿MUERE LA PATRIA EN LOS MUERTOS?
Habrá –no lo dudo– quienes tomen mi ardimiento como efectos naturales del cumplimiento
de un deber, por el cual se me retribuye. No. Yo he adquirido el compromiso de trazar estos
comentarios, pero no de sujetarme a un temario previamente dispuesto y acomodado. Mi juicio es
libre. Y así como me dirijo a los muertos, podría dirigirme a los agonizantes: y nadie tendría que
reprochármelo. Me he dirigido a los muertos, porque yo sé que los muertos, en bastantes casos,
entienden más que los vivos. Y, además, si estas noticias nos confortan y alegran, ¿por qué no
partiremos la satisfacción con los bolivianos que ya no están en el teatro de operaciones como
soldados, pero siguen el curso de las operaciones dentro de los soldados? Hasta la tierra de una
nación posee, al último, una parte del sentimiento de sus habitantes; y a ella le resultan tristes
nuestros descalabros, como le llenan de alegría nuestros triunfos. Imaginen ustedes si lo mismo no
pasara con los bolivianos que murieron en el Chaco, que murieron en Manuripe, que murieron en
San Francisco, en el Alto de la Alianza; imagínense si estas noticias no sacudirán de emoción a los
mineros que fueron masacrados en Catavi, en Potosí, los fabriles de Villa Victoria, los caídos del 9
de abril, en todas aquellas sesiones en que la voluntad de vivir de un pueblo exige víctimas y
ofrendaron su sangre y su existencia…
Esas noticias sólo pueden ser indiferentes a quienes no amaron su patria boliviana, y vivieron
de esquilmar sus riquezas y acogotar y expoliar a sus trabajadores.
A los vivos me dirijo ahora que hablo de los muertos. Pues bien se ve de cuanto llevo dicho
hasta acá que no hay problemas que angustien a los hijos vivos que no causen dolor a los padres
muertos. Nada hay más allá de la tumba. Todo está más acá de ella. Y es porque ya sabemos esto
que cuando todos se afanan por llenar de coronas y tarjetones enlutados los nichos del cementerio y
convertir esa Urbe del Silencio y Fermento en un paradisíaco retazo de la Primavera, retazo efímero,
si durara lo que las flores condenadas a marchitarse por falta de riego y raíces, es un deber nuestro
declarar, que mejor homenaje a los muertos es trabajar por la felicidad de los vivos, Hermosear
nuestras ciudades; acabar con la miseria de los pobres, hacer que nuestras gentes se traten mejor;
que en todo se vea que llevamos nuestra patria y su destino en marcha ascendente. Este es el mejor
homenaje que se puede rendir a los hombres que trabajan con los brazos, con la mente, con la
espada, con el corazón, por la grandeza de Bolivia. Y, también les digo a ustedes, que el único
castigo que cabe para quienes miraron a su propio egoísmo sin cuidar del gran egoísmo de la patria:
esos obtendrán el mejor castigo, al ver que la patria libre de cadenas y de castas explotadoras, se
redime por el trabajo de sus nobles y esforzados hijos…
En suma, es preciso que al prepararnos a rendir el anual tributo de recuerdo y lealtad a
nuestros muertos, hagamos por oír sus voces en el corazón, que ellos no esperan más que el
momento en que la gran tiniebla que ha ofuscado a la humanidad desde que es tal, caiga derribada, y
se sepa que el gran misterio de la muerte no es sino el gran misterio de la vida. Y que lo que se ama
no puede morir, si hasta lo que no se ama, no muere. Que enterrar un cadáver es acto piadoso,
necesario, que no puede menos de cumplirse. Pero que si hacemos del cadáver el final de la
existencia de los hombres estamos cometiendo el más horrendo delito que sólo se disculpa por
nuestra ignorancia: porque los muertos no se entierran si viven en nosotros, ¿Comprenden ustedes
ahora qué quiso decir el Cristo, el Cristo humano, cuando le instaron a concurrir al sepelio de los
restos de un amigo? Pues dijo a sus discípulos “dejar a los muertos”. Y con esto quiso decir que
sólo está muerto quien cree en la muerte y hace de ella el principio y fin de la tragedia humana. No.
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No hay muertos. Los muertos viven; viven en nosotros. Así lo he leído en un libro misterioso que
deseo llegue a las manos de todos ustedes.
102
TRAGICOMEDIAS: LOS MUERTOS Y LOS ESPECULADORES
¡Impetro el perdón de las personas que se interesan por más intervenciones en problemas que
atingen los intereses superiores del pueblo, si al tratar de los efectos deplorables del rebrote de la
especulación que, observa en el comercio, he tratado de hallarle comparaciones con el problema de
nuestros queridos difuntos!. Es que el asunto venía uno para el otro, como amaño espontáneo.
Dícese, realmente, que no hay especulación, que sostenerlo es querer hacer que un muerto se pare.
Pero la realidad es muy distinta. No es necesario que el cadáver de la especulación se ponga en pie
en media calle y, como un hombre sándwich de ésos que se emplean para alborotar con
propagandas las calles de Dios, se ponga a gritar: “¡Aquí estoy! ¡Estuve muerto, pero he resucitado
al tercer día!”. No, de ninguna manera. Los muertos se paran nó en las calles. El cadáver de la
especulación –ya lo dije. Está haciendo de las suyas en la bolsa del pobre. Allí está vivo ese
fantasma, como decían nuestros abuelos del siglo XVI. Entonces, corresponde que hombres como
don Egberto Ergueta Quiroga, todo ardimiento para el servicio de su pueblo, revolucionario de
frente osada y limpia, de pecho todo fuego y pasión nacionalista, salgan nuevamente y compulsen
en el terreno de sus depredaciones cuales son los hechos que vendrían a demostrarnos que por la
ciudad se ha lanzado un hato de raterillos que arañan en el hambre de este noble pueblo tan digno
de más justicia...
Por el noble pueblo boliviano, rompamos lanzas toda vez que la oportunidad nos permita ese
honor. Pero, no sólo por el que llora crucificado por especuladores y coimeros, sino por otro que
llora tras de la muralla negra y fría y cruel de los cementerios.
Nos faltan ya pocos días para que todos nos vayamos tras de la tumba de nuestros muertos
queridos, quizás unos a llorar; los más a pagar tributo anual a la vanidad de nuestros hábitos
sociales. Porque, si la especulación está muerta en los labios del especulador, está viva en las
entrañas de los miserables. Y, no es de hacer chistes baratos decir ahora que si los muertos están
muertos para los individuos que les tributan honores antes sociales que sentimentales; los muertos
están vivos en el corazón de los que los amaron de verdad, respetan su memoria y cultivan sus
afectos. No están, pues, en los cementerios, porque el cementerio en que se guardan de toda
profanación los huesos del ser querido, es el corazón del hombre recto y de la mujer pura.
Con el mismo celo, y con el conocimiento pleno del honor que con esto gano, yo hablo y
escribo por los pobres y por los muertos, porque son ellos los que sufren los efectos de la rapiña de
los ricos y el infierno de los ingratos y desleales. No están muertos los muertos; porque nada de lo
que la Naturaleza concibió y permitió germinara, puede morir. Los muertos viven, y esto sin
paradoja ni tropos literarios: viven, están con nosotros, en nuestro pensamiento, en nuestra sangre,
en nuestro germen; siguen el decurso de nuestra existencia, oyen cuanto decimos, ven cuanto
creemos secreto; nada hace al hombre que se llama vivo, que no se vea asistido por los muertos que
por él y para él vivieron y viven.
Aquí está la grandeza del amor. La madre que muere, no ha muerto, y si se fue ancianita,
florece en el corazón de sus hijos, con una juventud inmarcesible, en que toda ella tiembla de esa
corriente magnética de amor puro y santificado que fue el secreto y razón de su existencia.
Esto no debemos perderlo de vista, hoy que –repito– todos nos disponemos a cuidar de los
mausoleos, de los túmulos, las lápidas, las rejitas, de nuestros muertos. Sus huesos y su podre están,
ciertamente, en la tumba; pero ellos viven en nuestro corazón.
103
ACTUALIDADES MORTALES: LA ESPECULACIÓN SE LEVANTA DE LA TUMBA
Como ha sido puntualizado, el país todo se halla frente a una serie de hechos reveladores del
ritmo ascendente de las estructuras revolucionarias en el orden de la producción y reconstitución,
por tanto, de la economía boliviana. Obsérvese que si hasta Agosto pasado la producción de las
minas nacionalizadas acusaba, realmente, descensos poco tranquilizadores, tanto que el mismo
señor Presidente de la República, señaló se deplorable realidad, llamando a la conciencia sindical a
un reajuste de sus mecanismos sociales, los cuales influyen hoy en este fenómeno merced a la
intervención que se les ha dado y al Derecho al Veto que posee como arma definitiva: hoy se
comprueban otros que viene a convencernos que el llamado del Primer Mandatario no cayó en el
vacío. ¡La producción en las minas de estaño, oro, plomo, zinc, etc., ha repuntado en forma muy
digna de apreciarse! Si hasta Agosto se habían obtenido un millón y ochenta y tantos mil kilogramos
de mineral fino, en Septiembre se ha pasado de los dos millones!
Pues bien; la inflación que padecemos, o cuyos efectos gravitan en forma tan aguda en todos
los órdenes de la administración y las actividades privadas, no puede ser superada, en primer lugar,
si las minas no producen al máximo, y a costo bajo: si el mineral no es beneficiado en hornos
nacionales; si el petróleo no abarca, en cuanto sus posibilidades lo permitan, un radio comercial
mucho más vasto; si en el país no se produce azúcar, arroz, algodón, etc. Si no logramos al menor
plazo posible estructurar la diversificación económica, producimos lo que es esencial para la
subsistencia; no obligamos a los agricultores a triplicar la producción de papas, de quinua, de
ullukus, de okas, estamos condenados a la bancarrota, y a una bancarrota sin precedentes en la
historia. ¡Y esto no es hacer profecías catastróficas ni literatura patética, propia de vísperas de Todos
Santos! Eso, no tendrá precedentes ni subsecuentes…
Se llama la muerte. Afortunadamente la muerte no existe para los hombres, y menos para los
pueblos. Muchos nos dicen que el pueblo indio está muerto, que hoy nuestro pueblo es europeo. Y
yo les digo que no es así; si creen que el pueblo indio está muerto, y, realmente, está muerto, tienen
que probarnos antes que los muertos, realmente, están muertos!...
Pero, eso no es lo que vamos a tratar en seguida. Todos los elementos de la maquinaria
económica revolucionaria que ha organizado con sabiduría extraordinaria, con intuición profética, y
con capacidad técnica el Jefe de la Revolución, están en movimiento.
El fenómeno de la recuperación no se dejará esperar, si, como hacen los mineros, como
prometen los agricultores, el año 1956 sin duplicadas por lo menos las cosechas en tubérculos, si las
minas nacionalizadas siguen en el camino que les marca la gran victoria de este Septiembre…
Entonces, ¿sobre qué razones, o sobre qué realidades inesperadas se funda el derecho –dado que
derecho fuese- de los comerciantes a elevar los precios de los artículos que expenden? Se denuncia
que si antes se compraba un caramelo “Mary-Luz”, en veinte bolivianos, hoy, ese mismo caramelo
cuesta ¡treinta y cinco bolivianos!
“A ver, quién le pone cascabel al gato. Porque aquí hay gato encerrado. Ya no se trata de esto
solo. ¡También las galletas de agua, por paquete, tenían un valor de ciento treinta bolivianos; subió
de la noche a la mañana a ciento cincuenta. Pero, de un día para otro: ¡ciento ochenta bolivianos!
Yo me crispo de miedo, si mañana que acuda a comprar un paquetito de galletas de agua, me den
con agua fría en el rostro ¡trescientos bolivianos el paquete! ¿Y quién autoriza estos abusos? Porque,
104
lo he demostrado, no hay disposición legal, oficial, que lo justifique, ni ley económica que lo
explique…”
105
CRÓNICAS DE ULTRATUMBA: ¡MUERTOS: MUERTE A LA ESPECULACIÓN!
¡Los precios, otra vez por la nubes! Hay que ser no poco lunáticos para que así sea. Tanto
hemos hablado todos de la especulación, que ya ni los que especulan creen en ella; hasta nuestro
resignado pueblo cree en la proporción que antes en sus maléficos y efectivos efectos. Y es que acá
hay una cuestión que tenemos anotar, muy importante y hasta capital para explicar las formas
psicológicas que adopta tan anormal estado de cosas. La economía del pueblo no advierte los
efectos de la especulación, porque el previsor gobierno del doctor Paz Estensoro, previsor y
consciente, no ha permitido que todo inevitable aumento de precios por razones de orden
internacional relacionados con nuestra moneda y el desequilibrio del comercio de exportación se
produzca sin autorizar e imponer un reajuste de sueldos y salarios. Entonces el pueblo que tiene un
poco más de billetes para realizar sus adquisiciones advierte poco los efectos del encarecimiento.
Este es un fenómeno normal, y no debiera dar origen a otros de orden patológico, o morboso,
como son los que se conocen por la especulación. Sin embargo, como dicen algunos economistas,
cuando los salarios suben por la escalera del rascacielos, los precios del mercado lo hacen por
ascensor. Estos llegan primero, y allí su fiesta. ¡Nunca habrá un estado de cosas de ésta índole,
medio de evitar que el comerciante especule! Parece que ésa es una de las leyes que le impuso el
destino de su propia naturaleza. El comerciante gana sin límite, y ganar sin límite, es ya no ganar; es
algo que no me atrevo a decir por respeto a algunos comerciantes honestos que deben esperar con
simpatía estos comentarios. De ahí que cuando El hombre de la Calle se propone la dilucidación de
este tema su conciencia le dice luego: ¿Estás, acaso, loco? ¿O, ya eres un lunático?
En verdad hay que ser un poco lunático para insistir en hechos como éste que parecen de
aquellos que no tienen remedio.
¿Que no tienen remedio? Lo tienen. Todo tiene remedio en la vida, hasta la muerte. Me dirán
ustedes que eso es lo más lunático de cuanto he escrito hasta ahora. No, de ninguna manera. La
muerte tiene, también, un gran remedio: cancelarla. Es como la especulación, pues sus daños son
tan graves que parecen mortales, y, sin embargo bastaría con suprimirla para que sus efectos
desaparecieran. ¿No lo creen?. Lo afirmo en base de la sabiduría de un gran filósofo: el doctor Pero
Grullo. Hay que tener el valor de afirmar que con la especulación no cabe otro remedio que
suprimirla. Es algo así como lo que ocurre con la muerte, que nos hace bajas todos los días, sólo
porque no hay quien se atreva a darle el puntillazo final. Les digo yo a ustedes que si preguntáramos
a los muertos que si creen que podemos acabar con la muerte, serían de los primeros en afirmar que
sí. Claro; se explica. A nadie hieren más las ideas de la muerte que a los muertos; precisamente
porque no están muertos; pero como la idea de la muerte corre como pan del día, y no hay quien no
crea en ella, no los que viven, sino los muertos, son los paganos.
Ustedes pregúntense a sí mismos o pregunten a sus muertos, si están muertos. Ustedes y los
muertos responderán que no hay muertos. ¡Que no hay muertos! Hay un sueño por el cual el
hombre deja de respirar, pierde las facultades digestivas, de movimiento, y finalmente queda yerto
en un ataúd de cuatro planchas, como dijo el poeta bogotano. Pero, ¿eso es porque se está muerto?
No, de ninguna manera. Se está más vivo que nunca; porque se está vivo en el corazón, en los
oídos, en el paladar, en el hígado, en el cerebro, de las personas que, realmente, nos amaron. Sin
embargo, todos creemos que los muertos están muertos. No, señores; no están. Sino preguntémoslo
a los muertos...
106
Por eso mismo digo de la especulación, que no está muerta. Está viva en el bolsillo de los
pobres. ¿No lo creen?
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TEMAS DE TODOS SANTOS: ¡HORRIBLE! ¡HORRIBLE!
¡La muerte es horrible! Si nada hay más horrible. Refieren los Evangelios apócrifos (los que así
se llaman, y para mí son los verdaderamente auténticos) que cuando José, el padre de Jesús,
agonizaba, éste, que le asistía, y vio venir la muerte por su padre, la echó con las acaso (fuera, eso sí,
de los chasquidos de su azote en el vientre de los mercaderes del templo) únicas palabras coléricas
que brotaron de sus labios: ¡Vete! ¡Intruso!... Y el Cristo murió clavado en una cruz. Murió de sed, la
garganta seca como el desierto de que había venido a predicar a los hombres. ¡Sicio! Eso es morir...
Yo querría preguntar ahora al refinado Petronio, al cínico Petronio, que se abrió las venas y en
un recipiente con agua tibia dejó que se vaciaran. ¿Es elegante y dulce la muerte, Petronio?... La
muerte es horrible. Pero es horrible porque ignoramos lo que tras de ella venga. Si transpuesto el
cancel de la conciencia nos daremos de bruces con una fosa de ardiente azufre o nos ahogaremos en
un mar de agua perfumada.
Porque la muerte es la gran incógnita, los hombres han tratado de descorrer la incógnita con el
recurso del misterio. No siempre lo que se desconoce ha de ser misterioso: puede no ser y, de
hecho, no es. Porque lo que realmente no es misterioso, pero insondable, es la vida. Debiera dar
miedo vivir; y de lo que se tiene miedo es de perder la vida.
Si algún muerto se atreviese a volver a la conciencia de los hombres, y les dijese: “Bueno, a las
últimas, nos hemos chasqueado, hermanos: no hay muerte. Eso que allá llamamos muerte, puede
ser cualquier cosa, pero no es la muerte. La muerte –lo creímos así– es el paso de un estado del
hombre a otro estado; de la vida en el cuerpo a la vida en la sustancia divina; el triunfo del alma
sobre la carne; la transfiguración del individuo por la posesión de la divinidad. El paso sublime que
nos lleva al seno de Dios, a gozar de él, de su paternal misericordia, de sus delicias paradisíacas.
Pero, eso no es la muerte. Debe ser otra cosa que no conocemos. Los que allá, entre ustedes,
mueren, están vivos entre ustedes. Y si a alguno de los muertos se le preguntara: ¿Y, cómo es eso?
Respondería: no sé. Sólo sé lo que tú sabes”.
Bien, vivir es todo. Pero, saber, ya, que la muerte es un mito, no ha de quitarnos las ganas de
profundizar en lo que no es mito: la vida. Son ellos, los muertos, los que descorren el velo de
nuestras ignorancias, tristes o ridículas; y porque de ellos parte el conocimiento de que lo que
llamamos muerte es sólo una forma de la vida, nos corresponde el deber de vivir en plenitud de
gracia vital, amando esta carne traposa que nos trae niños y nos devuelve niños a la vida, amándola
y respetándola, aún en sus calvarios repugnantes o en sus charcas; porque ella es la materia en que
se electriza el hombre.
¡En verdad, eso es todo lo que los muertos, que no están muertos, saben de todos santos!
108
TEMAS DE TODOS SANTOS: YA LOS MUERTOS HABLAN
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que se fue, estén, siempre, en nuestro delante. Toda vez que se exalta la obra generosa de un
muerto, se le eleva a las esferas de la plenitud del gozo; pero toda vez que se castiga sus pecados y se
escarnece su sus faltas, se le hunde en los báratros de la vergüenza y de la angustia.
He referido un cuento de Todos Santos. Que no les haya indigestado, es mi deseo.
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NOVEDAD LITERARIA: LA BESTIA EMOCIONAL
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Y agrega:
“Ahora soy, simplemente, el que lleva flores, con vida, su propia tumba”.
¡Estupendo! ¡Estupendo!
Más de dos años ya vengo cantando este ritornelo: los muertos no han muerto; viven. Viven
en nosotros, en el corazón, en la sangre. Y hablan, como este libro de Porfirio revela en la soledad,
con quienes son capaces de escucharles. ¡Gran libro el de Díaz Machicao!...
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FASTOS NACIONALES: POTOSÍ, VALES UN POTOSÍ
113
Y es lo que da a la amistad la tibieza de un poncho de vicuña que abriga el alma y entibia la soledad.
Un refugio tenían entonces los hombres: el corazón del Mecenas del chocolate y al té con té, hijo, al
mismo tiempo, de Clío. Putativo de Melpómene, y a quien por darle un nombre medieval, le dieron
nombre burgués, pero que era la flor y nata de la amistad comprensiva. Cálida como sus chocolates,
y abundantes como sus historiografías. ¡España ha tenido un solo vástago en América: Potosí!.
Potosí, un solo memorialista de la lírica y de la cosa que para sobre la cutis de esa historia con sabor
y besos apolillados y crinolidras. Ése tácito mérito vive y a la inmortalidad de quienes le recuerdan
con afecto. Le llamará siempre Macedonio Araujo. Q.D.D.G.
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VALORACIONES: DICCIONARIO BOLIVIANO DEL ESPAÑOL
Hace cerca de treinta años que me honro con la invariable amistad del escritor paceño don
Fernando Diez de Medina; para conocerle me sirvió de introductor de embajadores ese embajador
severo, sabio y eurítmico, de las letras bolivianas que fue don Carlos Medinaceli. ¡Treinta años!. El
notable escritor y crítico potosino (bien que, como a Homero, se pelean su cuna siete ciudades) ya
no está con nosotros en cuerpo, pero sí en alma. Su obra luminosa no amengua sus valores con el
paso del tiempo; al contrario cada vez fulge con brillos más acusados y diamantinos. Fue una noche
de invierno. Fernando Diez de Medina era muy joven aún –no pasa de los cuarenta y ocho por los
días que van, y eso me parece mucho; quiere decir que cuando le conocí era en tesitura humana un
adolescente; en la otra ya un escritor con nombre y credenciales abonadas. Pero, escritor en cuanto
poeta, llevaba publicado dos o tres cuadernos de una poesía límpida poco romántica; más esteticista
a la manera de los poetas franceses de esos tiempos en quienes se desnudaba el pobre Verlaine de
sus andrajos para mostrar para mostrar la anatomía pánica y caprina. En él no había –digo en Diez
de Medina– ningún atisbo vernáculo. Paréceme que vivía enamorado de las celosías coloniales y de
los lueñes miriñaques de las linajudas abuelas hispanas. Yo desconozco esa castiza emotividad, si mi
abuela era una india. Pero, en Diez de Medina, en ese entonces, ya descubrí una cosa que es para mí
como el salvoconducto del verdadero y auténtico valor en el intelectual: la honradez, la simplicidad,
y no diré la humildad, pero algo que da al hombre que vale un cierto tono franciscano como el albor
de sus méritos internos.
Pasaron los meses, y he aquí que lanzó un libro que no era ya de poesía, sino de crítica, a la
manera de Enrique Rodó, crítica literaria, filosófica en cuanto estética e histórica. Las garras del
mito vulturino se hacían manifiestas. Libro bello y tempranero en que se anuncia el burilador de
prosas artísticas, domador de encabritamientos verbales, siempre inspirado en el maestro de
Montevideo, ese inaudito Rodó de vertazón árabe, fecundado en las estratificaciones del carbonato
de Pharos. Su éxito no se dejó esperar cuando ya estuvo en la palestra otro libro, dedicado éste a un
xilografista maravilloso, tan artesano como un benedictino, como genial, como un Durero: el belga
Víctor Delhez. Allí se acusa un crítico, un erudito, un polemista, y bien que sin denunciarlo, se
entretenía en sus páginas al escritor que deleita con la frase rítmica en que prende el pensamiento a
menudo profundo. Díez de Medina no era, pues, un poeta únicamente. Era poeta siempre, pero un
poeta con profundidades mentales y habilidad analítica. Y he aquí que, tras de este libro, que a mí
me gustó ciertamente, aunque no más, vino otro. Este si había de constituir (para mí) la revelación
de un escritor de fuste. Se trata de “El hechicero del Ande”, biografía fantástica por él llamada. El
biografiado reaccionó en forma volcánica ¿Por qué? Hasta este momento lo ignoró. Es un libro
como un incensario en el altar del mago del Ande: todo en él es amor, admiración y
deslumbramiento. Y en el libro se exaltaba en el Hechicero del Ande al genio de la raza. En fin, el
Hechicero descargó sobre su panegirista los rayos de Zeus, ciertamente en una prosa que tiene el
valor del oro líquido.
Tras de este libro vino lo demás, “Nayjama”, “Thunupa”, “Sariri”, y no recuerdo ya qué otros;
y en el intermezzo, la jacobina oratoria popular al lado del indio, del trabajador, del empleado. La
figura del escritor alcanzó proporciones nacionales. Pero, el esteta puro había derivado al puro
indianista. Su crédito de tal saltó la frontera y se expandió en medio mundo. Hoy, Fernando Diez de
Medina, no es solamente uno de los ejemplares y paradigmáticos escritores de Bolivia, es uno de los
brillantes prosistas del continente hispano parlante. Desde luego, el poeta no volvió a tañer la lira.
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El ensayista, el hombre del juicio, de la crítica, de la exaltación, del enjuiciamiento, se acentuó, y al
dar a la estampa su Literatura Boliviana se reveló un historiador brillante, diestro y sustantivo.
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VALORACIONES: EL ROMANTICISMO MÁGICO EN DIEZ DE MEDINA
Fernando Diez de Medina, después de su libro de versos, que ya tienen edad civil, no había
incidido en la materia poética, hasta publicar su “Libro de los misterios”, que la crítica –valgan
verdades– del extranjero (entre nosotros no hay críticos según se ve) consideraron una desviación, si
bien propia de la versatilidad del verdadero escritor, pero favorable al prestigio que había ganado
para su nombre su producción de ensayista. “El libro de los misterios”, que he leído hace pocas
semanas, está tachonado de bellezas y de exploraciones anímicas muy lejos de la trivialidad. No fue
comprendido, no se le apreció, nada agregó al gradito del publicista, tanto que no pocos creyeron
que aquel crucero por las zonas del inconsciente no habría de repetirse. Pero, a poco salió de las
vitrinas de las librerías otro libro de análoga naturaleza: “La enmascarada”. No sabemos aun lo que
la crítica extranjera diga de él; pero la crítica local ya se ha apresurado a aplicarle la receta que de
más allá de las fronteras vino para “El libro de los misterios”, es un libro que no favorece al escritor
filósofo, serio, analista, que parece disfrutar de ganadas preferencias.
Repito que ignoramos lo que de allende las fronteras bolivianas se diga de la “Enmascarada”,
que, acaso, merezca mejor acogida que el otro, en cuyo caso nuestros críticos se van a poner en
apuros para acomodar sus juicios a los que reglan y norman, siempre, los nuestros.
Ninguna de las opiniones que descalifican a “La Enmascarada” se ve que se fundamenta en
razones de peso, en análisis valorativo ni en conocimiento de la materia, todos se reducen a repetir
el dicho: libro de imaginación que nada agrega a la autoridad del escritor ya famoso. Posee un estilo
deslumbrante, cabrilleante, milagrero, y, fino; es una más de las caídas de Fernando Diez de Medina
en la cuesta del Calvario, que lleva a la inmortalidad de la Cruz.
Pero, ¿Es así, realmente? Yo no lo creo, y no lo creo porque me creo con autoridad para tales
creencias, sino porque he sentido que en sus páginas cursa un nuevo aliento, todavía no de perfiles
acusados, que tanto podría verse como respondiendo a lo que se llama el realismo mágico,
surrealismo, existencialismo, como a la literatura mística ejercitada y cometida por laicos. La vida no
es sólo formas aparenciales, dinámica y cinematismo; detrás de esas manifestaciones objetivas se
produce el drama trascendental, que es tan realista como nuestros dramas policiales. Entonces
cuando el escritor penetra en tales zonas y produce composiciones ligeramente juzgadas como
elaboraciones de la fantasía, está, realmente, hiriendo, no zonas fantásticas de la personalidad
humana, de la dialéctica del hombre como colectividad, familia, paternidad y juego, está hiriendo las
bases fundamentales de la biología del espíritu.
Há mas de un año, un oscuro escritor extranjero que entre nosotros vive, puso en manos de
Fernando Diez de Medina un palimpsesto perpetrado con mucha anterioridad, y en el que,
precisamente, se descubre para la literatura esas zonas no teológicas ni sobrenaturales, sino las zonas
mágicas de la vida, donde ésta adquiere una realidad trascendente de la vida. Y aquello no es
literatura de ficción, como no es de ficción la literatura de “La Enmascarada” si, mas bien, literatura
de un romanticismo vital y trágico, trágico en el buen sentido de la palabra.
Los cuadros de ficción de “La Enmascarada” se me antojan exploraciones en la realidad
interna de la tragedia humana, y son animaciones simbólicas, no fantásticas, de las formas cómo esa
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realidad se manifiesta o se expresa. Si a su calidad sinfónica miramos y responde a la influencia de
los rumores vitales que se agitan en las zonas subyacentes de la conciencia. Y es bueno se sepa ya
que en las zonas subyacentes de la conciencia, es donde está la vida y la personalidad facetada del
hombre.
118
VALORACIONES: DIEZ DE MEDINA, NOVELISTA
Los críticos que juzgan “La Enmascarada” en las zonas de la literatura de ficción, están
marcando, ciertamente, en la ficción de la crítica; son animales ante-freudanos, psicólogos que no le
han tomado el pulso a las leyes de significación cada vez más profunda y general, de los reflejos
condicionados de Pavlov. Y no ven que la palingénesis de la creación estética viene no de la fantasía
sino de los fenómenos endocrinos que es donde está el hombre en el teatro de su realidad.
Ni espacio tengo acá, ni autoridad en mi espacio para analizar “La Enmascarada” en este
terreno. Tal labor queda de hecho a cargo, y obligación, de los críticos. Pero no puedo menos de
recoger otros aspectos de los juicios negativos que ha suscitado este libro bello, deslumbrante por
muchos conceptos, y, sobre todo, derrotero inequívoco de que en su autor no hay solo una
mentalidad profunda sino un auténtico psicólogo y, por tanto, un novelista de calidad. Ya en el
“Arte nocturno de Víctor Delhez”, como en el “Hechicero del Ande”, se barruntaba la destreza del
dueño de los secretos internos del relato. El libro dedicado a Tamayo es tanto una novela como una
biografía; pero en “La Enmascarada”, el novelador muestra sus armas con claridad invelable. En sus
mismos relatos “fantásticos”, se observan dos condiciones sustantivas: La capacidad para
profundizar en el hilo del drama y, luego, la de sostener su seducción dentro del juego de los
temperamentos y las personalidades relacionados con el ámbito dramático y sus valoraciones
interna. Esto quiere decir que cuando quiera Fernando Diez de Medina dará una gran novela
boliviana, plena de los más altos atributos, si el instrumento verbal alcanza en él la fecunda
versatilidad que es característica y el jugo genésico del creador autentico, del escritor de raza, para
decirlo en forma comprensible y, luego, su poder de captación de los fenómenos anímicos le pone
en extraordinarias para hacer no solamente novela de figuras cinemáticas, esto es, de personajes que
discurren, sino de aquello que Adriano describió con su anímula, vágula, blandula, El drama del
hombre interno que sobrenada como la verdadera realidad del hombre cinemático. Novela de
espacio, que, como todo espacio, es al mismo tiempo sidéreo que abisal y geológico. Novela de
profundidades, para decirlo de una vez, que sin derivar a la tesis, incursiona en la profundidad de la
vida con el sentido realista del que anda en el espacio y no en la fantasía. No tengo que decir que la
obra estética así juzgada no repele siquiera el folklore, el costumbrismo, lo que repele es el
preconcepto, la intención académica e intelectualista, la tesis. Se trata de un realismo vital o de un
romanticismo mágico.
Pues bien, Fernando Diez de Medina al inducir la proa de su bajel por estos espacios de la
creación literaria, no ha burlado a nadie, ni ha complotado contra su fama de escritor. Ha
demostrado, mas bien, que en él se da el caso del escritor integral, del escritor por activitate, de
aquél que sabe, y eso que sabe, que posee la propiedad de sentir el fenómeno humano y expresarlo,
lo mismo en el ensayo que en el verso o en la novela. De esos escritores hemos tenido algunos en la
América: Leopoldo Lugones, pero al Lugones pensador, erudito, polemista, fantaseador, poeta
siempre, nadie le dijo que por haber escrito panfletos nazifascistas, o haber “fantaseado” en las
mesas espiritistas, había vulnerado su alcurnia estética, su jerarquía intelectual. Lugones, como
espiritista, como sociólogo, como poeta, como filólogo, fue, siempre, un escritor inquietante,
caudaloso, original –hasta donde la bestia humana pueda ser original– y sobre todo, poeta, poeta,
poeta...
Es, que, mirado bien el asunto, el escritor es, siempre poeta, si posee la versatilidad del céfiro,
sin perder su gusto u oquedad montañera ni su gracia de flor. Los otros, los escritores especia-
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lizados infranqueables dentro del pergamino titular, bueno, podrán tener talento, habilidad, dominio
dialéctico, autoridad, pero escritores, como asertores, fibras sensibles de la realidad humana, no son.
El escritor es éste, el que vuela de flor en flor, pero con alas propias, incambiable si su destino es
alimentarse de los ovarios floridos de la vida.
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ATARDECERES MELANCÓLICOS: ESENCIAS VOLATILIZADAS
Del nombre de una anciana a quien pretenden heredar en vida herederos que ningún vínculo
sanguíneo con ella tienen nada sabemos, pero, para el caso, con nombre, o sin él, de todas maneras
el hecho produce repugnancia. Llegar a las linda de los ochenta años, con la razón enturbiada, el
corazón desfalleciente, los músculos trémulos, y no tener cerca un pariente, un amigo de verdad,
que no solamente vale por ese crepúsculo doloroso que convierte al adulto en una criatura de
pechos, pues necesita de quien le socorra en sus más elementales necesidades, debe ser algo de lo
más pavoroso que cabe en el destino de las personas. Ese es el caso de esa anciana que habiendo
sido extremadamente rica, llega a tal postración con poco ya, pero ese poco siempre se eleva sobre
los sesenta o cien millones de bolivianos. Dícenme personas que la conocen, que es tal su estado de
infantilidad, que si alguien se le allega para pedirle que firme un documento, un escrito –que bien
puede ser la transferencia de su fortuna- la anciana no vacila, y lo hace con alegre responsabilidad.
Se trata, pues, de aquel estado en que las personas, cumplida la curva de existencia consciente, llegan
a la dulce inconsciencia de la infancia, y aún a una mayor, porque el niño pueda bien que carezca de
medios para servirse a sí mismo, no quiere decir ello que se halle en estado de inconsciencia, si es
una naturaleza en vibración acelerada de vida y de crecimiento. La ancianidad es algo peor: es la
caída radical de las energías y el ingreso automático a la materia sin gobierno y sin juicio.
No sé si llegue a hacerme comprender; pero el tema es tan importante que bien daría para
largas disquisiciones psicológicas, propias de quienes saben más que yo.
He aquí que a esa pobre anciana se le allegan dos sujetos que llamamos todos capitanes de
industria, industriosos de la maquinación, y por artes no muy complejas, acaban haciéndola firmar
documentos por los cuales aparece haber recibido crecidas sumas de dinero, en pago de las cuales
pretenden, o pensaron, cerrar con los últimos inmuebles de la infortunada. No faltaron personas
honorables y compasivas que denunciaron el hecho a las autoridades, y estas, de conformidad con
las leyes de la materia, han procedido a aplicarle el patronato –o cosa así que no soy legista- y
toman, en nombre del estado, la posesión de ellos, aunque dejando, hasta sus días, a la anciana, el
derecho de usufructo. Como no tiene herederos, cuando la llama de la velita se haya consumido,
porque se consumió el sebo o espelma, esos bienes quedarán consolidados a favor del estado y a
disposición de alguna obra de bien social.
De todas maneras, la pobre ha tenido que legar en vida, en vida, digo, por decir, porque quien
llega a esa edad, y en las condiciones de la anciana, vive por no caerse muerta.
¡Triste espectáculo! Triste espectáculo que sólo al hombre le está reservado, no hay árbol que
sufra ese destino, porque el árbol antes de morir, se ha reproducido en millares de árboles, y ya
puede caer si persiste en pie en su enorme y saludable proliferación. Esta anciana no tiene un hijo,
una nieta, un bisnieto. Nadie que continúe en la vida en nombre de su sangre. Eso sería morir de
verdad. Afortunadamente cuando el organismo se funde como en este caso, hay dentro de él alguien
que sufre la ruina, a esperar de renacer en una naturaleza acaso menos infecunda. Tengo para mí
que esa inconciencia que acomete a ciertos ancianos –pues muchos hay que llegan a los cien años en
uso de sus facultades– es más que ese estado. El estado de la chispa vital que tremula por escapar
atraída por el calor de otra existencia. Entonces lo que anda en la anciana es un compuesto de
huesos más infértil que el cadáver tirado en la sepultura.
Diría yo, por esto, que ninguna mujer debe temer perder la belleza como temer perder el
derecho a la maternidad.
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Sólo cuando se tiene un hijo, la muerte nada puede contra la vida, pues en él volveremos a
vivir...
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TRAGEDIAS DEL ANTRO: EL HARAPO AMOROSO
Antes una confidencia: Hace de lo que voy a referir la no nada de diez y ocho o veinte años.
Entonces era yo un periodista militante y tenía a mi cargo la jefatura de redacción de uno de los
periódicos más pugnaces y asépticos que ha tenido la Paz, y acaso, Bolivia. Cierto día se me hizo
saber que eso de Conde Huyo (entre paréntesis: Conde de los Hoyos, en nobiliaria hispana) era un
foco de infecciones amorosas. Me entienden ustedes. Y, lejos de encomendar a algunos de mis
colegas de esas faenas, me constituí, y no una noche, sino muchas, al teatro de operaciones, para
verle la cara satánica al pudridero amoroso. Pues bien, si de él habla desde entonces no es como
algunos hablan del infierno, que no han visto en su vida; hablo de Conde Huyo, como quien conoce
sus dantescas atracciones. Conde Huyo es la calle del pecado barato, del Ormachea de etiqueta
verde (no sé si ahora me comprenden): de la caricia un poco maloliente; del tálamo harapiento, de
la vela de sebo, de la intimidad sórdida... y luego... y luego, entonces no se conocían los antibióticos,
y aquél que fue víctima de las caricias de la miseria en brazos de una miserable, hambrienta y
enferma, tenía que cargar los vestigios de sus zarpas por meses, por años, y, a veces, hasta la tumba.
Entonces tomé amistad con el Dr. Mendoza Catacora, el gran urólogo, bajo cuya responsabilidad
corría el pabellón de venéreas del nosocomio de Miraflores, por tanto más de una vez me vi en ese
Bizancio del fermento amoroso. El Dr. Mendoza Catacora ya no tenía dónde recibir pacientes,
tanto que, en llegando muchos de ellos y, particularmente, de las chiquillas harapientas de Conde
Huyo, arrebatadas por la policía en las noche, tras de un examen olfativo, que más, era necesario,
eran devueltas al satánico camino. Y en la noche... nuevamente la vela de sebo, el tálamo harapiento,
las caricias baratas y, al último, más y más glotones lanzados a.. Bueno. Entonces no se conocía la
penicilina, la aureomicina, la terramicina, etc. Cuando el buen médico y biólogo inglés que descubrió
las micinas, hongos con poderes sobrenaturales, en eso de comerse a microcuerpos infecciosos, nos
dio la penicilina, yo tuve la sensación de que se había descargado un amazonas depurador en las
venas de los habitantes de Conde Huyo, y picado del mal de las comprobaciones estrafalarias, me
fui al antiguo pabellón del Dr. Mendoza Catacora, que ya no estaba allí, ni había para qué, y me
encontré con cuatro gatos enfermos del corazón, creo que enamorados de sí mismos.
Para mis dentros me dije que de la misma manera debió ser barrido el pintoresco, o más bien
pintoresco, pese a su olor característico, barrio de Conde Huyo. Pero he aquí que ayer me informa
“La Nación”, que la súper población de Conde Huyo está exigiendo de las autoridades policiales
una y varias redadas nocturnas para arrancar de los antros a las pobres mujeres que allí siguen
alumbrándose con velitas de sebo y siguen revolcándose en sus harapos. El mal, pues, existe, y si
existe es preciso buscarle las causas. Si cuando no había penicilina, ir a Conde Huyo era como tomar
boleto turístico a la ciudad de Pérgamo... aquello arde sin arder. Ya no se trata de un peligro
venéreo, cuanto de un peligro material. Esos antros están atiborrados de muchachas miserables, que
no saben comer con las manos y se agencian el sustento dando de comer el Diablo juvenil... si
nuestra moral, y sus predicadores, valieran algo, esos adolescentes que concurren a Conde Huyo,
sabrían que el pecado no es el pecado en sí, sino el miserable destino que dan a los sentimientos
vitales que se expresan en el amor y el ardor juveniles. Y correrían de esos ejercicios como de su
misma muerte. Pero ni la moral, ni los fundamentos económicos de la sociedad, entienden estos
problemas. La pobre mujer que comercie en Conde Huyo, no con las manos, es sólo una víctima de
la miseria, de la ignorancia, del vicio que aferran su naturaleza. Generalmente son mujeres que
123
comen día por medio. Tienen hambre: démosles pan. Y, a los otros, mostrémosles el camino del
amor que crea y redime. Sin penicilinas. Así sea.
124
EDUCACIÓN: LITERATURA DIDÁCTICA
Los escritores didácticos en Bolivia, tomada cuenta de la leyes de la relatividad, son muy pocos
en caso alguno. Todo lo contrario. Hace unos cuarenta años en Bolivia se publicaban textos
escolares con profusión que superaba –relativamente a su población– a muchos países del
continente. Pero… de pronto los escritores didácticos colgaron la péñola, como es fama la colgó
Cide Hamete Benangeli tras de sepultar los huesos de don Quijote de la Mancha. ¿Qué había
pasado? No lo sé. Debió ser cosa dura; si para proveer de textos a las escuelas se echó mano de
cierta prestidigitación por la cual textos argentinos resultaban publicados para Bolivia, y
bolivianizados, con nombres de autores bolivianos, que, lógicamente, estuvieron lejos de
escribirlos. Signo fue ése de una declinación en la dignidad del maestro y de la flatulencia en los
escritores.
Y no se diga que en Bolivia no hay magníficos libros en este orden. Para mí, que los hay y
superiores, por muchos conceptos. No solamente están muy bien escritos –salvo retales que no
faltan en el mundo, y en todo orden de cosas– sino que poseen doctrina pedagógica, densidad
preceptiva, en fin, acusan madurez en quienes los llevaron a cabo. Supongo que esta literatura es
suficiente, si el libro escolar se lo adquiere, no por simpatía sino por obligación. Consecuentemente,
quien publica un buen libro escolar, se asegura buena renta de por vida, y aún la deja en beneficio de
sus herederos. Todo lo que tendría que hacerse es que se imponga cierta norma que evite la
reiteración, pues observo que el escritor didáctico acomete un libro sin tener en cuenta si hay otra
de la índole y de calidad probada, que haría el suyo innecesario. Esto es, la concurrencia comercial
en este caso daña al escritor, que de otra manera vería mejor remunerados sus esfuerzos. Todo esto
sólo confluye a un fin: servir con eficiencia al escolar y pagar dignamente a quien le educa e instruye.
¡Eso del poeta melenudo y del maestro famélico, como condiciones lacerantes de la belleza y la
mayéutica, son cosas, que afortunadamente, han pasado a la historia: El maestro debe ser pagado
con exceso, antes que con avaricia. Sólo así tendremos escuelas y hombres!
Y otra cosa. No solamente todo libro, pero especialmente el libro pedagógico, deben tener
nacionalidad, como el hombre para ser tal debe acreditar que posee sexo. Y perdone el lector lo
rudo de las metáforas. En libro el estudiante absorbe los fundamentos de su concepción de la vida:
son esos conceptos adquiridos en la edad maleable por excelencia, los que reglarán sus actitudes y
sus ideas. Entonces el libro, además de no ser chauvinista, sino nacionalista, en el noble sentido de
la palabra, debe ser ecuménico, poseer la inquietud informativa que es necesaria para educar al
hombre como ser dinámico y actuante, no pastiche, o clisé de estados cristalizados. Quiere ello decir
que en el libro de lectura el niño debe encontrar dosificados por las reglas de la posología pedagó-
gica, a su edad mental. Todas las formas en que se manifiesta el mundo de las ideas y la dinámica de
los pueblos. Veo yo que en los libros de hoy se reflejan estériles modalidades de los felices tiempos
que ya nadie conoce de Mari Castaña. Como si educar al hombre consistiera en el arte de hacerlo
vivir en la inmovilidad de la estatua. No, el libro, si es algo, es el inquietador del espíritu, el tábano,
de que hablara Sócrates, que impide a las bestias detenerse cuando el destino de la bestia es avanzar.
Se comprenderá así que a escritores didácticos no pueden dedicarse todos los didactas. Sino
aquellos que poseen la simpatía de la comunicación y viven en el plano de las inquietudes fecundas.
Debe ser de artistas, más que de sabios, la tarea del libro escolar, sabiendo que el niño ama lo bello
porque siente en naturaleza que lo bello nutre y eleva. Libro pedagógico sin seducción estética, es
125
un bodoque condenado a envenenar la mentalidad infantil en su forma más cruel: el de la
imbecilidad sacramentada.
126
Textos publicados
en el diario LA NACIÓN
de La Paz – Bolivia.
De enero a marzo de 1958.
Columna: Los días en la escena.
Firma: El Hombre de la Calle.
127
LA DEMOCRACIA DE SILES SUAZO
En cuanto hace a problema personal, lo anoto con agrado. Ni mantengo vínculos mayores
con los hombres del actual Gobierno, ni, por muchas razones, los mantengo con las fuerzas
políticas que actúan en plano dinámico en los actuales momentos. Es la mía, impresión personal,
exenta de intereses, directos ni indirectos. Y conviene anotarlo, porque debe presumirse que alabar
a un Gobierno es algo así como prepararle a admitir demandas o beneficiarse con sus anticipadas
aquiescencias. Nada de eso.
Ha funcionado hasta hace pocas horas –creo que seguirá funcionando– un ágape universitario
en cuanto a doctrinas económicas. En honor al espíritu democrático del presidente de la República,
y de su magnífico ministro de Gobierno, el señor Cuadros Quiroga, no voy a referirme a las
doctrinas, o aprehensiones, que fueron expuestas en la tribuna ésa; puesto que ni cabría hacerlo en
cuatro líneas, y acaso tampoco quepa en el radio de nuestra competencia. Me atrae considerar el
caso específico.
Cuando en una tribuna universitaria los hombres pueden exponer sus ideas sin limitación,
orientarlas a la crítica acerba del Gobierno, es porque en el país donde tal fenómeno es posible,
existe democracia efectiva, y, –lo que tampoco es subalternizable– hay confianza de parte de ese
Gobierno en la firmeza de sus bases de sustentamiento. Sólo el hombre débil teme la vecindad de
los hombres fuertes, ya que se presume víctima de su fortaleza en el menor desliz de las relaciones
de Colindez…
Halaga que así sea. Se va propalando por el extranjero, debido a qué agencias, no lo sé, la
versión de que el Gobierno Siles es de opresión, de tiranía, contrariamente a las tradiciones de
serenidad y bonhomía que todos lo reconocieron siempre. Y el hecho que acabo de señalar
demuestra bien a las claras todo lo contrario.
Para mí, en la tribuna del debate político a que me refiero se ha oído a hombres de indudable
preparación universitaria; más también se ha podido observar la existencia de divorcio, tácito, o
preconcebido, entre la realidad y beneficios de planteamientos políticamente teorizantes. Los
verdaderos hombres de ciencia no esquematizan sus conclusiones para que ellas terminen en la
especulación intelectual, sino para que se truequen en fórmulas simples capaces de beneficiar al más
ignaro de los hombres. Los teóricos que hemos oído no están inspirados en este principio de
honestidad. Mientras ellos discutían, el que esto escribe porfiaba con el panadero por cuestión de
calidad, y entonces le oyó decir que “los panaderos no saben nada de nada, sino que haya pan, y que
habiendo pan es seguro que las naciones, serían, por lo menos buenas panaderías”. Supuesto no
sólo de pan vive el hombre, ya no será supuesto que puede vivir con solamente pan, a falta de
pastelillos.
Las críticas a la economía del Estado deben desembocar a la dialéctica del hombre que no le
siente a la vida sino gusto a pan, papas, trigo. Lo demás son bisuterías sofísticas, que, por más que
no lo parezcan, acaban nunca en sopas de fideo, o sea en trigo. La crítica vuélvase trigo, y deje un
poco los nelumbos de la metafísica académica, que no hizo hasta hoy más que matar de hambre al
género humano. Amén.
128
LOS COLORES POLÍTICOS DEL RÉGIMEN
129
EL ARCHIVO DE VÁSQUEZ MACHICAO
Colega diligente y acucioso ha llamado la atención de los poderes públicos sobre el valor que
para la historiografía boliviana tiene el archivo que deja como único legado a los suyos el noble
espíritu de ese gran escritor que fue Humberto Vásquez Machicao. En crónica que hemos leído con
sumo agrado, hace advertir, que, entre muchos documentos importantes que reunía en sus archivos
el notable historiólogo, quedan papeles inéditos de Rene G. Moreno, que Vásquez Machicao
conservaba en su poder con el religioso respeto de quien fue con toda evidencia, heredero del
notable polígrafo cruceño, no sólo por la acucia de su espíritu de auténtico investigador, sino por la
nobleza intelectual, tanto que si el nombre de Moreno festona el más justísimo escudo heráldico de
la cultura oriental, el de Humberto Vásquez Machicao viene a conferirle nuevos brillos y prestancia.
Ciertamente, el Estado se halla constreñido por irrecusable deber de hacerse del Archivo del
Señor Vásquez Machicao, con él, de los papeles de Moreno, destinándolos a la conservación de
alguna universidad o biblioteca nacional, donde, además, de permanecer seguros servirán para que
nuevos investigadores, les estudien y aprovechen, si, como es de todos sabido, los escritores
bolivianos se hallan en el deber de completar la obra histórica de René G. Moreno, de Enrique
Finot, de Vásquez Machicao, tres justísimas glorias bolivianas y cruceñas, iniciando estudios
concienzudos del pasado de la República y proyectarlos en el enjuiciamiento historiológico.
Es bien triste que tras la falacia de la muerte se borren las huellas de los hombres productivos,
y que, sucedido el deceso, al tiempo de alzarse una lápida votiva, se alce junto al hombre la muralla
de la prieta tiniebla del olvido. No. Es ya preciso darse cuenta que los muertos se hallan menos
muertos de lo que los vivos se imaginan; ellos prosiguen con la mirada anhelante proyectada sobre
las huellas de su obra. Es entonces que tras la ausencia corporal de uno de estos hombres que
vivieron para hacer más viva la vida de los hombres, estos cultiven su recuerdo en el respeto de sus
obras. Y no hay mejor manera de respetar la obra de un hombre útil que prolongar su utilidad en las
nuevas generaciones.
Estamos seguros que el Señor ministro de Educación, con es apresta y generosa diligencia que
le caracteriza, tomará conocimiento de la iniciativa que le ha sido presentada por el periodista
colega, y procederá a instruir la gestión encaminada a salvar el Archivo de Vásquez Machicao, del
olvido, y, acaso, del desorden y la destrucción, resultados inevitables del tiempo sobre el que se
tiene los hilos de araña de la soledad sin memoria.
130
LA POLÍTICA DE LA MORALIDAD
El discurso con que el Señor Ministro de Gobierno ha inaugurado el año judicial de 1958, es
en varios de sus aspectos, fundamental para la percepción de la realidad ideológica que vive Bolivia.
El avezado periodista se ve allí ejercitando el don del enjuiciamiento con la experiencia de quien ha
vivido en contacto diario con los hechos. La política, cuyas expresiones son, ya económicas, como
superestructurales, esto es, miran a las morfologías del espíritu, debe poseer una base de
sustentamiento suficientemente sólida como para que sus edificaciones adquieran reciedumbre y
aptitud de duración. ¿Cuál esa base, esa piedra fundamental, de la política? La moralidad. Sin la
moralidad no hay posibilidades de economía sana, de jurisprudencia recta, de ideologías saludables.
Es preciso que el hombre parta de este pivote para que su decurso responda a sus derechos y
deberes. La moralidad enseña al hombre, como enseña a los pueblos, que allí donde comienza la
libertad individual, comienza también el derecho a la libertad colectiva. Pero, que la libertad
colectiva no es posible sin limitaciones estrictas de la libertad individual; de tal suerte que podemos
ser libres sólo en cuanto podemos ceder una parte de nuestra libertad en beneficio de la libertad de
los otros. Así se verá que si no se tiene un sentido moral del derecho del individuo no se puede
lograr un margen apreciable de derecho colectivo.
En el fondo, el magistral discurso del Ministro Cuadros Quiroga –y todo él– está dirigido a
establecer esta coordenada. Pero, si ella se aplica a todos los órdenes del mecanismo estadual, se lo
debe aplicar de manera más severa en cuanto mira a la trascendental función de impartir justicia y,
mediante ese hecho, cautelar los límites del derecho que hace de los hombres individuos de una
colectividad regulada por la Ley.
Más severo resulta el acento del Ministro de Gobierno, si recientemente se ha producido
hechos que pretenderían demostrar que es moralidad, precisamente, lo que falta en los tribunales.
La moralidad, el alto sentido de moralidad, del juez, lo impone al cumplimiento de sus funciones sin
mirar a sus intereses. Ciertamente, los jueces no obtienen estipendios suficientes, menos dignos de
su jerarquía. Pero, no por eso, los jueces habrán de ser fácil estropajo de los coimeadotes. Ir por
esos pasillos, que tienen la feroz inquina del Averno, con el alma desnuda a impetrar justicia, y
descubrir que el juez responderá al sobajeo del “platudo”, debe ser para sentir que el aire se ha
hecho ácido nítrico y que de allí se puede sino salir oliendo a cadáveres. ..
Eso lo que previene el austero de Ministro de Gobierno en uno de los discursos funda-
mentales que se han dicho en este periodo de gobierno del M.N.R.
131
BOLÍVAR ABANDONA TIERRAS BOLIVIANAS
El calendario en su rotación anual tráenos al presente un hecho que para los bolivianos debe
poseer significación emotiva, sino poseyese otra de índole más grávida. El 10 de enero de 1826, el
libertador Simón Bolívar abandona Chuquisaca para retornar al Perú, para luego, de ahí partir a
Venezuela, donde le esperaban la incomprensión y la muerte. Bolivia le había tributado el más
grande que cupo a un hombre de América: adoptar su nombre para denominarse, así el paladín que
no dio tregua a su brazo y cuya espada cortó de tajo las cadenas coloniales de cinco repúblicas,
consolidando la libertad del Continente, pudo dejar tierras bolivianas sabiendo que en ellas con su
nombre quedaba para siempre su espíritu. No por otra causa llamó a la nueva democracia su hija
predilecta. Bolívar habría de emular con esta hazaña a los grandes capitanes de la Historia, ya que si
dio a Bolivia su nombre, con su nombre soberanía, también habría de concebir ese documento que
le acredita como genio polifacético: su Constitución.
Bolívar fue todo en un puño magro: escritor admirable, orador electrizante, administrador,
perspicaz constitucionalista, gran Capitán y hombre de mundo, digno de aparearse a los Sforza
Florentinos, por la magnificencia y los sentidos estéticos de su naturaleza. Había permanecido en
Bolivia tiempo suficiente que le permitió concebir plan que transformaba las estructuras de la
educación pública, la organización de justicia, la administración nacional, su régimen municipal, y,
todo, con ese genio impaciente y nervioso que eran como obedeciendo a corrientes cósmicas.
Es cosa averiguada que los últimos momentos del gran americano, amargos, cargados de
desilusión y tristeza, se aliviaron con el recuerdo de la lejana República de su nombre, y que, al
sentirse agarrotado por la muerte, se apresuró a legarle su espada y devolverle la condecoración que
el pueblo boliviano le brindara, y la cual es hoy la insignia heráldica que portan los presidentes de la
República.
Días eran aquellos que no había otro medio de transporte que el de las caballerías. El 10 de
enero de ese lejano año, salió el General Bolívar, de la hidalga y linajuda Chuquisaca en ferrado
tropel de vistosos Bucéfalos, emporio de la hidalguía ampulosa de la Colonia, seguro de haberla
conquistado, pues si cuando llegó no faltaron damas linajudas que le miraron con rencor y hasta
con displicencia, cuando dejó el historiado solar, había conquistado el corazón de las damas y la
voluntad de los caballeros.
Bolívar fue un conquistador de simpatías por lo mismo que venía a libertar a los conquistados.
132
¿QUÉ ES UNA REVOLUCIÓN AL ÚLTIMO?
133
¿QUIÉN ES UN REVOLUCIONARIO?
134
UNIDAD EN LA BATALLA
El valor que tenga el sentimiento de unidad de una fuerza combatiente frente al enemigo, es,
con toda evidencia, uno de los factores indispensables para la unidad de la acción bélica y
posibilidades de su triunfo. No sabemos de estratega alguno que haya podido obtener resultados
favorables si en los cuadros que le obedecen no existe infracturable sentimiento de unidad y si ese
sentimiento no se inspira en ciego y apasionado sentimiento de patria. El que combate siente que lo
hace menos que por él, por su madre, por su hijo, sus hermanos, sus amigos, por todos cuantos
quedaron en retaguardia, y que si ofrenda su vida es para que los suyos disfruten después de libertad
y confianza. Así la vida de un hombre para él vale menos que la vida de su tierra, de su patria, de sus
afectos. No traicionará esa causa, ni se dará a la zambra de la anarquía, si sabe que toda debilidad en
tales momentos está dirigida a tonificar la acción del enemigo que, frente a él, le amenaza, a la
espera del primer resquicio por donde filtrarse y destruirlo.
No hay comparación más cabal que la del Arte Bélico y el Arte de la Política. Los cuadros de
una fuerza política combaten en ciertos momentos con toda la responsabilidad y peligro de un
batallón en el campo de batalla, pues frente a su acción se halla otra fuerza dispuesta a copar la suya
y anularle. En tales momentos será suicida si se presentan disensiones internas, si ambicionzuelas
llegan a sembrar la anarquía en los cuadros de su Partido. El enemigo lo sabrá valorizar y se
dispondría a mover sus cuadros de conformidad con esos hechos para él favorables, de manera que
en cierto momento copará las líneas de defensa, aplastando irremediablemente.
No hará EL HOMBRE DE LA CALLE de un Pablo el Ermitaño; mas tampoco hará el bobo
si de los anteriores planteamientos no obtiene moraleja de aplicación inmediata en favor de la causa
de quienes estiman que la Revolución Boliviana debe ser mantenida en sus planos congruentes, y
ser tan honesta, productiva, como vivaz y vigilante. Observo que las fuerzas que sustentan esta
causa han perdido noción clara de esa realidad bélica. Una lucha política en nada se diferencia de
una lucha en el campo de batalla. Y el gran político, es, necesariamente, un eficaz estratega, como,
en el fondo, el buen estratega no resulta manco para concebir la política. Napoleón fue estratega; no
sabremos nunca si por gran político, o fue político por gran estratega.
Cuando las balas silban es necio ponerse a patear en la trinchera, y entre hermanos, citados
para el gran duelo de la muerte. La guerra tiene un fin: matar o… morir.
No hay sino que escoger entre ambos extremos.
135
EN EL FIEL DE LA BALANZA
136
¿DEFENSA DEL SEÑOR ALCALDE?
137
MECANIZACIÓN Y ELECTRIFICACIÓN DE LA CHAKHARA
Si se toma en cuenta que Bolivia tiene tres millones de habitantes o poco más que menos; que
seiscientos maestros de Educación Fundamental se hayan tecnificado en el manejo de maquinaria
agrícola para, consecuentemente, dar a este ramo de la Educación Pública, tendencia verticalmente
agrológica, no puede tenerse otra impresión que la de que el problema de conversión del
monocultivo minero a la diversificación industrial se sustentará en bases sólidas. Todo fenómeno
industrial comienza por la conquista de la tierra en todas las latitudes de su productividad. Y es que
la tierra suministra las bases alimentarias, que dijera el profesor Escudero, y cuando un pueblo sabe
garantizárselas ese pueblo alcanza la autosuficiencia a poco abarque otros aspectos del trabajo
industrializado.
Se tiene que partir de la convicción de que, aun sin dirigirse a las feraces tierras del Oriente, el
Ande con sus pampas y valles puede producir cuanto requieran esos tres millones de habitantes a
condición de cuidar la modernización de los sistemas de trabajo y de hacer de la Escuela foco de
irradiación técnica, formando trabajadores expertos y ambiciosos de modernidad y de mejores
salarios. Y se tiene que partir asimismo, de un conocimiento objetivo de esta realidad para conceder
el verdadero valor del hecho que motiva estas líneas. Nunca se habían lanzado seiscientos
tractoristas a las campiñas andinas; nunca seiscientos profesores estuvieron pertrechados para
suscitar una educación con miras a fecundar la economía de la tierra… Los resultados, por
modestos que resulten, tendrán que ser beneficiosos, ya que el joven preparado por tales medios, en
primer lugar sentiráse atado al terrazgo, buscará trabajarlos con ciencia y conciencia, para
beneficiarse como productor y beneficiar la economía nacional como efectivo consumidor.
Electrificar los Andes, establecer red de caminos agrícolas de penetración, intercambio y
salida, y suministrar maquinaria automotorizada al chacarero, constituirá el más sensato y patriótico
programa para todo gobierno realista y patriota.
Por lo que vemos, ese lo comprendido por el actual Gobierno, y es origen de tan alentadoras
decisiones como la de acabar con el profesor que alfabetiza a secas, suministrando al otro, que
alfabetiza sobre la base de que el alfabeto hará del regnícola un agricultor moderno a compás de los
agricultores de los países progresistas del crucial momento que vivimos.
138
LA CRUZ ROJA Y LOS DERECHOS DEL NIÑO
139
JUSTICIA TRAS LA CRUZ
Martha Mendoza, la recia hija de don Jaime Mendoza, escritora y maestra, ha lanzado
iniciativa que nos apresuramos a celebrar. Es aquella por la que se instaría al señor Ministro de
Educación para que dé el nombre, de la recientemente fallecida maestra señorita Candelaria Pérez, a
una de las escuelas que son creación de su ciclo administrativo. En efecto, Martha Mendoza
establece que la señorita Pérez no fue solamente maestra que cumplió su deber con disciplina,
devoción y resultados apreciables, fue en el ejercicio de su ministerio, elemento de renovación y de
gesta. Ella habría dado origen al Servicio, hoy nacional, del Desayuno Escolar; tras esto, instaurado
el Almuerzo para el niño proletario. A lo que agregaremos que, inclusive, se cuidó de proveer de
vestido a sus pequeñuelos, todos ellos hijos de la gleba humilde del humillado pueblo. Los títulos
que posee para el homenaje que sugiere la notable escritora son, pues, saneados y sobre ellos no
cabe discusión.
Lo que no anota Martha Mendoza, y que ya colega de la prensa vespertina lo ha hecho, es que
esta actitud de la señorita Pérez posee todos los valores de una revolución social en materia escolar.
No sabemos de punto alguno de la tierra donde la Escuela tienda a hacerse el hogar del niño
desvalido, y que alrededor de ella funciona consejo de padres de familia, salidos de esas desvalidas
capas sociales para, al tiempo de suministrar letra, también suministre pan… Dominamos poco de
estas cosas o ese hecho posee significación que es deber del Estado metodizar, generalizar y
nacionalizar.
La señorita Pérez no sólo merece el homenaje que se persigue, merece otro mayor. Que al
tipo de escuela que siga a la concepción de la noble maestra se la denomine –como se ha sugerido
ya– con su nombre, sin que esto sea óbice para que no se haga la misma, como desea la señorita
Mendoza, y con tanta justicia, a una escuela de las de reciente creación.
Es de conocimiento nacional que la abnegada y silenciosa labor de más de treinta años de la
señorita Pérez, que habría de devenir tipo de escuela tan original y conveniente para las condiciones
de pauperismo de las clases humildes, sea valorizado en toda su magnitud; hoy precisamente, que el
silencio ha descendido a cutrir su recuerdo y aquietados los ánimos se siente que esta mujer
excepcional, de tan noble sensibilidad cristiana, pasó cumpliendo su deber con la gracia con que los
santos padecen sus espinas y las convierten en flores…
Así, tras la cruz del deber habrá llegado para ella la Justicia del pueblo, que es la Justicia del
Cielo.
140
EL ASESINATO, ARMA POLÍTICA
Proyecto estas líneas a amigos del exterior que se interesan con acucia americanista por todos
los hechos que tipifican el fenómeno boliviano en los actuales momentos. Las agencias informativas
tienen que haber propalado la versión de un conato de crimen político que habría elegido a persona
del presidente Siles como víctima propiciatoria. No sé yo a ciencia cierta de qué sector seguro ha
partido la concepción siniestra; mas lo evidente es que un sargento de guardia en casa del referido
mandatario fue señalado como poseedor del secreto y sus telazones.
Al ser sometido a investigación confiesa que un pariente suyo, militar de graduación (policía
más bien), le indució a comprometerse con el asesinato, en vista de las facilidades que, para ello,
todo Sargento de Guardia posee.
El Sargento negó rotundamente prestarse al sangriento complot. Por parte del gobierno,
ninguna sanción ni RAZZIA policial; todo se redujo a investigación que la prudencia aconseja. Pero
¿Por qué sería victimar al Dr. Siles, si el Dr. Siles extrema sentimientos de comprensión y
humanidad en el juego de las pasiones políticas? Por lo que se advierte la concepción criminal
habría provenido de sectores conservadores? Y a causa de qué si el presidente Siles es atacado por
extremas izquierdas en razón de los sentidos, no melioristas, realistas de su política? Realmente, el
hecho no ha sido –hasta donde yo sepa– esclarecido, y lo merece, así no sea por más que obtener
experiencia saludable.
Lo que deseo destacar en este hecho es algo que viene a demostrar que en la Bolivia
revolucionaria no hay acción policial inquisitorial, sangrienta, deshumana. El señor ministro de
gobierno, Dr. José Cuadros Quiroga, con este motivo, llamó a periodistas de todos los órganos
diarios y tras informarles, pidió –obteniéndolo– que aquellos que representan al sector oposicionista
le acompañasen a visitar las prisiones políticas de esta ciudad; comprobando que no se hallan como
se sostiene, atestadas de ciudadanos de la oposición que fue cuidado suyo, como político y como
periodista, de que en este aspecto la acción represiva se circunscribiera a los indispensable,
atenuando los procedimientos por sentimientos de justicia que debe imperar aún en negocios como
éstos tan proclives a pasión y al encono.
Si las cosas pueden ser así se comprenderá que se calumnia en el extranjero a este régimen que
se desenvuelve frente a una oposición sañuda de parte de las derechas, y a otra no menos enconada
de las izquierdas; todo lo cual sólo lleva a la conclusión de que combatido por dos fuerzas, en nada
despreciables, tiene que sustentar su posición centrista merced sólo al apoyo masivo de la
ciudadanía que trabaja y produce.
141
MURILLO EN LA PICOTA
142
MELGAREJO MÁS ALLÁ DE LA TUMBA
El elenco de artistas del “Teatro Maravillas”, a cuya cabeza se halla Carlos Cervantes, heredero
de don Wenceslao Monroy en la jefatura del arte teatral boliviano, ha resuelto llevar a escena en ese
palco popular la celebrada comedia “Melgarejo” del gran dramaturgo paceño Alberto Saavedra
Pérez, destinando el monto de los ingresos en taquilla a beneficio de la hija del patriarca don
Wenceslao que, en circunstancias penosas, se halla enferma y requiere de la cooperación de sus
hermanos, los actores bolivianos. Noble actitud ésta, que puede menos de alabarse.
He aquí cómo, de más allá de la tumba, se hace presente el espíritu del creador de “Melgarejo”
para contribuir a este tributo de amistad y humano compañerismo de los artistas con una actriz, que
no solamente merece afecto por ser hija de quien disfrutó de tantos afectos en vida y hoy vive del
tributo perenne del recuerdo y la admiración de todos los paceños, sino que es un trabajador del
arte que cae desguarnecido, como caen siempre los turpiales, y merece acucioso interés de la
sociedad paceña.
No podemos menos que adherirnos a los objetivos de la reposición una vez más de
“Melgarejo”, tampoco por solamente la finalidad con que se lo hace, sino porque así se mantiene
vivo el recuerdo de quien tanto hizo por el arte escénico boliviano y tan poco recibió en vida de los
bolivianos…
Extraordinaria vitalidad la del espíritu del creador… Ya inhibido de la presencia de los vivos,
sigue, desde ultratumba, sirviendo a los nobles sentimientos de solidaridad y puede considerar que
su obra, por más que él no sea ya visible, le mantiene presente en el corazón de las nuevas
generaciones.
Por eso se han organizado sociedades de artistas, porque éstas, cuando los deudos directos del
creador han, también, desaparecido, pueden administrar las rentas que las obras legadas a la
posterior crean todavía. Entendemos que en este caso son los hijos de Alberto Saavedra Pérez,
quienes mantienen ese control, o su hermano; pues siempre será justo que mientras haya quienes,
con derecho, se digan herederos de la obra del creador fallecido, se beneficien también, máxime si
se trata de hijos o de hijas.
En fin, sólo deseamos destacar el sentido magnánimo que posee este hecho, pues él nos
consuela de algo que debe ser lo más horrible de la muerte. Que la obra que legó el creador sea
preterida al olvido, cuando, como en este caso, puede aún conmover al público y llegar como llega
la mano generosa al techo del hermano enfermo, necesitado de consuelo y solidaridad..
143
EXENCIONADOS DE CUARTEL Y MATRIMONIO
Puede menos de alabarse la decisión del Supremo Gobierno de sujetar a impuesto todo
incumplimiento en que, por razones equis, incurra el ciudadano en edad de prestar el Servicio
Militar Obligatorio. Así ese impuesto de 20 llega a 50 mil bolivianos. Hasta hoy el incumplimiento
de tal prescripción constitucional estaba sancionada por otros medios: la pérdida del derecho de
ciudadanía, la imposibilidad de tomar caución judicial, intervenir legalmente en contratos. Mas, todo
eso en realidad resultaba inoperante pues, de una o de otra manera, la sanción legal era burlada y el
infractor usaba derechos comunes sin atajo alguno.
Hoy no. Establecida la deserción –que eso es en el fondo– no queda otro recurso para el
infractor que someterse al rigor del impuesto, al menos de tal manera sabrá el Estado que ha
sancionado al ciudadano que se hizo punible de tal delito.
Tiénese también establecido que todo hombre que por razones equis quiera pertenecer soltero
deberá pagar tributo al Estado, porque para los beneficios del bien público tanto vale desertar del
cuartel como desertar de los deberes germinales de la naturaleza.
Ojalá se entienda que así como al ciudadano que no se dispone para emplear las armas en
defensa de la heredad común no es, en manera alguna, ciudadano, el ciudadano que no se
reproduce, formando un hogar, le suministra cuando requiera, tampoco posee las condiciones
sustantivas que hacen del hombre elemento útil a sus semejantes y, lógicamente, sirve a la
perennidad de la patria. Sólo porque el hombre puede ser padre de hijos en el hogar es que el
concepto de patria y continuidad nacional es posible. Una misma ilación ata esos deberes para el
sano beneficio de la ciudadanía. Y es que la ciudadanía es un complejo de deberes, antes que de
derechos. El derecho lo da la vida haciendo que hoy seamos nosotros y que mañana sean nuestros
hijos, los deberes de padres a que ellos se eduquen a ese deber imprescriptible por el cual estamos
dispuestos y somos capaces de matar y morir, pues si se nos dio el legado de una patria, es con el
sentido con que se nos dio el legado de la vida, el sentido de convertirlos en el numen de las
generaciones para el despliegue en el seno de sus raíces.
Merece, pues, alto aprecio la determinación que el Decreto Supremo a que nos referimos
establece, pues a menos constituirá advertencia seria para quienes creen que se puede ser hijo de un
país sin hallarse en condiciones de cautelar sus fueros e integridad en el hogar y en las fronteras.
144
RAÍCES DEL ALMA BOLIVIANA
Hay que convenir que la misión del Ministerio de Asuntos Campesinos es de orden superior;
bien notorio se hace el fruto de su celo, y se mire en los aportes con que concurre a la renovación
de medios sociales o al estudio de los elementos constitutivos del grupo, o grupos aborígenes que
forman el demos campesino. Recientes informaciones que en ese sentido se han divulgado,
demuestran que, cumpliendo recomendaciones del IV Congreso Indigenista Interamericano,
reunido en La Paz, ha destacado equipos de investigadores en materias lingüísticas, tanto a zonas
selváticas como andinas, equipos que vienen rindiendo frutos óptimos.
En efecto, no se reducen a las tareas de investigación específica, sino que al mismo tiempo
portan medios adecuados que permiten influir en el progreso de dichos grupos, habiendo hasta hoy
logrado resultados muy dignos de aprecio.
Lo importante sin embargo, es que por primera vez –hasta donde de esto sabemos– se lleva a
cabo tarea de investigación filológica tan metódicamente concebida como puntualmente realizada.
¿Qué se persigue con esto? Desde luego, entendemos que, en primer lugar, penetrar en la psicología
de los estamentos arcaicos del demos boliviano mediante el estudio de sus fonemas, y, luego, sobre
esta base, el de la naturaleza de sus estratos mentales. Este conocimiento es básico para el educador,
puesto que en la América el educador no solamente debe aplicar planes de enseñanza, sino que
debe aplicarlos con previo conocimiento del individuo social sobre el que gravitará esa acción. Este
hecho suscita inmediatamente la idea del bilingüismo en la enseñanza del indio boliviano, ya que
todo nacimiento se transmite en palabras y las palabras cobran naturaleza sólo cuando resultan
connaturalizadas con quien las habla, o las lee. ¿Descubrir el alma del indio no es una forma de
descubrir el alma del boliviano? Talvez estemos equivocados, pero algo nos dice que el alma de los
pueblos es tan nativa de ellos, como es nativa de su naturaleza la montaña. No hay manera de
penetrar en los meandros del alma de un pueblo, que penetrar en los meandros de su idioma. Eso lo
que lleva a cabo ahora con decisión por lo que se ve ejemplar el Ministerio de Asuntos Campesinos.
A él le corresponde ahora decidir si la enseñanza en los predios del aborigen debe transmitirse
cruda y radicalmente en español, o se lo debe hacer en español e indio.
En sus gestas iniciales la Escuela de Warisata practicaba ese sistema con resultados
extraordinarios, pues allí a poco se vinieron a dar floraciones líricas de estremecedor significado. Es
que el indio se sabía en un medio lingüístico suyo y presto se movieron sus sedimentaciones
anímicas buscando manifestarse en lírica…
Experiencia –hoy por infortunio abandonada– plena de grávidas posibilidades.
145
EL COLPORTAJE DE LA CULTURA
He aquí una actividad original, sin precedentes, si se mira al objetivo que persigue. Sabemos
que jóvenes de empresa organizan agencia para la venta de libros a domicilio, al modo que suelen
hacerlo propagandistas religiosos. Se trata de un colportaje de la cultura. Llegar a la oficina pública,
al hogar, con haz de libros nacionales, o extranjeros, y dejar en cada oficina uno o tres libros, no
para exigir pago inmediato, sino, mas bien, a plazos, es dar una oportunidad a la madre de familia, al
empleado, al trabajador, pues también incursionarán a la fábrica y el taller, y hasta al retén de
guardia de los cuarteles y policías, es poner los medios de cultivo intelectual al alcance de todos los
bolsillos e incitar al hombre a nutrir su mente. Si esto se considera desde el punto de vista nacional,
su importancia es todavía mayor, puesto que si bien se publican hoy no pocos libros bolivianos, es
necesario darse cuenta que esos libros tienen muy reducida salida, y sólo los buscan quienes poseen
personal interés. No pasaría en el caso que nos ocupa lo mismo. El libro llega a todos, se ofrece, y
se ofrece en forma cómoda, constituyendo el hecho verdadera incitación a la lectura.
Que ganaría el público lector, y el escritor, y el editor, no cabe dudarlo. Si hoy se venden mil
ejemplares de un libro en las librerías, con este sistema se venderían cinco mil. Y cinco mil libros
bolivianos en manos del público implica sencillamente un éxito para el país y su cultura. Desde
luego, esta labor no se circunscribirá a la ciudad de La Paz. La Organización, conforme de ella se
nos informa, abarcará a toda la República. Y esto quiere decir que dos millones de bolivianos lo
menos contarán si llega a consolidarse la iniciativa, con el libro barato, fácil, de adquisición
asequible.
Las autoridades deben estimular esta tarea. Sabemos que en tal sentido se dirigen, o se han
dirigido, al señor Alcalde, para recabar su autorización y obtener –lo presumimos– facilidades que
permitan dar comienzo al trabajo sin tropiezos y taxativas.
Que el sistema tiene éxito, no cabe dudarlo, bástenos observar lo que de él obtienen los
propagandistas evangélicos. Llegan a una casa de gente a veces refractaria a toda emoción
confesional; y a causa de la facilidad con que se les brinda, leen un voluminoso libro, casi siempre
magníficamente presentado, y tras leer uno, y pagarlo cómodamente, reciben otro, y, así, acaban
muchas veces engrosando las filas los creyentes de esa confesión. El colportor que llegue no a
búsqueda de catecúmenos, sino de lectores que deseen ampliar el radio de sus conocimientos, ha de
ser seguramente recibido con júbilo, pues cumple una labor de evangelismo bolivianista que mira
sólo a las manifestaciones del espíritu nacional…
Merecen, ciertamente, aplauso y apoyo.
146
LIBRE EMPRESA Y ESTADO INDUSTRIAL
Las declaraciones que el señor embajador de los Estados Unidos ha entregado a la prensa, y
que LA NACIÓN insertó en su edición de ayer, han sido, con toda evidencia, las más importantes
que suscribiera hasta hoy el representante del Gobierno de la Unión en Bolivia. Poseen destacable
significación los parágrafos que dedica a enjuiciar el proceso de Estabilización Monetaria, el acierto
con que se emplea la contribución norteamericana para el incremento de la economía nacional, el
ritmo de ascenso que se observa en forma tan optimista en sus Yacimientos Petrolíferos Fiscales
Bolivianos… Pero, lo más importante de esas declaraciones se concentra en el juicio que le merece
el régimen de la libre empresa frente a los deberes industriales que tienen los gobiernos en países
obligados a realizar planes de efectos inmediatos.
Según el Embajador Bonsal, la libre empresa, que es el eje de la política económica
democrática, y sustentan los Estados Unidos como cuestión doctrinal frente a la economía dirigida,
no excluye las funciones del Estado como industrial y empresario. Hay tareas que el inversionista
individual no podrá acometer, a causa de su magnitud, y esto se ha observado en la potencia del
Norte, donde, cuando fue necesario, el Gobierno acometió programas industriales, como una forma
de impulsar la economía general. No hay, pues, divorcio entre una industria minera (es un caso)
estatizada frente a las actividades de la libre empresa minera.
Si se considera que fue éste el nudo gordiano de la discrepancia entre derechas e izquierdas
políticas, el planteamiento merece ser anotado. Para quienes ahondan en las manifestaciones del
proceso capitalista norteamericano, este hecho nada tiene de sorprendente, pues allí, desde hace ya
buenos años, existe un sector de opinión que persigue cierta forma de capitalismo atenuado en
proporciones casi socialistas. El principio clásico liberal de que el Estado es un pésimo
administrador ha sido, prácticamente, superado; no solamente no es un pésimo administrador, sino
que debe ser el administrador ideal, puesto que el capital empleado en actividades industriales por el
Estado posee la virtud de reglar el término justo de los intereses colectivos frente a los intereses
individuales. El señor Bonsal invoca casos de la realidad norteamericana que lo demuestran.
Por lo demás, el documento todo merece la más seria consideración, si, como expresión de
confianza en las posibilidades de Bolivia para vencer sus limitaciones de hoy, de su Gobierno, viene
a demostrar que todo pesimismo es no solamente injustificado, sino que puede alimentarse en
sentimientos poco patrióticos, para no decir más.
147
EL MARISCAL SUCRE Y EL ILLIMANI
Las crónicas de la conquista refieren que el capitán Alonso de Mendoza, fundador histórico de
la ciudad de La Paz, no había conocido La Paz, sino tiempos después de haberse establecido el
grupo hispano colonizador; pero que se detuvo cuando se dirigía a Sorata, en la ceja de El Alto,
desde donde pudo menos de admirar la belleza y soberbia majestad del Illimani. Cierto es, por otra
parte, que esta ciudad fue fundada no sólo en memoria de la pacificación de los rencillosos
conquistadores, sino a causa de la fama de sus pepas de oro que habían navegado hasta llegar a
España. Fue el oro la atracción de la conquista y por el oro los caballeros treparon montañas,
alcanzaron altitudes reservadas al guanaco o al cóndor, y por él se vertieron en entraña aborigen
dando punto de partida a la “raza” mestiza, que es su legado, o su compensación por el oro extraído
de las entrañas americanas.
Para muchos, triste y hasta grotesca compensación.
El mariscal Sucre vino a La Paz atraído por la fama de altivez y reciedumbre de los hijos de la
hoyada del Illimani, fue la grandeza de esta mole mosaica el verdadero halago que acicateaba su
anhelo. Es así que, triunfantes las fuerzas patrióticas en la batalla de Ayacucho, por disposición de
Bolívar, avanzó con parte de ellas hacia los predios del Illimani, a donde llegó el 8 de febrero de
1825.
He aquí que en día como ayer se rompió el silencio de una gran aldea de la lustre ciudad, y su
pueblo, en frenético estallido, salió a los caminos de El Alto, hasta dar con el ilustre americano, que
en plena juventud había inmortalizado su espada, de paladín sin mácula ni tacha. Sucre se detuvo en
el punto en que lo hiciera el conquistador hispano, y enmudecido por la grandeza mística,
contempló la crestería de diamante del vigía telúrico de los aymaras: El Illimani.
Se habían puesto frente a frente dos colosos: La montaña nevada en cuyos senos arde la
pasión de patria como cristaliza el oro y el juvenil libertador que con su espada y su magnanimidad
canceló el destino de la España peninsular en el Nuevo Mundo y selló la libertad de la España
americana, en cuyo nombre y con cuyos fueros combatió desde el Caribe hasta las altipampas
bolivianas.
La espada de Sucre, así, seccionó las cadenas hispanas y trazó los linderos de la patria que
habría que habría de inmortalizar el nombre de su maestro y jefe: Bolívar. Sólo por esto para los
americanos los linderos de Bolivia debieron ser sagrados. Y no lo han sido.
148
EL MAL GOBIERNO
Sí, el mal gobierno suele ser el mejor gobierno precisamente porque gobierna contra los malos
en favor de los buenos, que son muchos. He aquí que, no obstante haber sido congelados los
alquileres por Decreto Supremo, en el actual momento hay casero que no haya decuplicado los
cánones congelados. Lo efectivo es que los salarios y sueldos no se descongelan mientras que los
precios suben en ebullición volcánica.
–Este, éste el peor gobierno…
… Decíale a su inquilino el casero sátrapa a tiempo que le cortaba el resuello y le estrangulaba,
pues le imponía pagar el doble del alquiler que había pagado el mes finado, alquiler que ya fuera
quintuplicado en anteriores meses.
No; el Gobierno no es el malo. El Gobierno es bueno porque mira por los más, que son los
inquilinos sin, por eso darán de todo a los menos, que son los caseros, a quienes concede ganancias
prudentes, con las cuales sin embargo, no se hallan sino en franco desacuerdo, ya que el casero
desea no deducir utilidad honesta sino sacar del ojo del inquilino el jugo lacrimal y la sangre.
Así, pues, esto se halla sometido a la ley de la más humana relatividad. Es bonísimo este
gobierno porque se esfuerza por proteger a los numerosos, los pobres, y para ellos cabe ya otro.
Malo es para quien no solamente desea ganar sino secar caldo hepático del pobre.
No se me diga que estoy hablando por la herida. Mis heridas no tienen importancia, para
nadie, ni para mí: si a ellas estoy habituado. Lo que interesa aquí son las heridas de los pobres.
Vanamente se empeña el Estado en llevar al país a la estabilización, que debe determinar el declive
de los volúmenes hidrópicos de la inflación, cuando el casero, o capitalista ignora (contra sus
propios intereses), violenta la medida y se infla con la miseria de los necesitados. Este no el mal
gobierno, el mal tácito de todos los gobiernos y que viene a justificar en cierto modo el arma ciega
de la desesperación para los pueblos.
No es que yo desee sahumar al Gobierno del doctor Siles; pero creo justo invitar a las
personas que sean aun capaces de reflexión a meditar en qué posibilidades se fundaría cualquier
otro gobierno que viniese por los caseros contra los inquilinos. Cuando los inquilinos se sientan
desamparados de toda protección, hipotética, o simplemente verbal, no tomarán el camino de la
disputa verbal, tomarán el camino de los hechos. Y eso apareja las masacres, el incendio y el caos.
No es el Gobierno en este caso quien está creando condiciones catastróficas al Porvenir de
Bolivia, son los mal gobernados con poder económico que, ciegos y torpes, no advierten que con su
resistencia ignara está abriendo su propia sepultura, si, como es de lógica, si un gobierno
transigente, sereno, realista, es depuesto, no subirá otro capaz de gobernar con cinco regimientos de
soldados atómicos; subirá el Soviet. Entonces…
Que la pasen bien.
149
EL TEATRO COMO ESCUELA
Dos palabras, aunque el tema, sumariamente desarrollado, requiérase más de dos mil. Y es
para decir que a iniciativa del señor Ministro de Educación don Fernando Diez de Medina de
estatuir no ya como intento esporádico una escuela de teatro para los niños, sino planificar y
sustentarla con perennidad y sistema, merece todo elogio. No será, ciertamente, porque esa escuela
acabe en almácigo de actores. De ella saldrán algunos relievantes, y habremos de festejarlos, pero su
finalidad no es esa. La finalidad es comunicar al niño el sentimiento de la representación, puesto
que el actor es sólo aquél que, por otros, representa vidas. Y eso tiene que llevar a considerar al
hombre que se es hombre sólo en tanto se vive con otros, y se los interpreta y se los siente. El
teatro brinda a la sociedad y al infante síntesis seductoras y normativas de la experiencia anímica o
social mientras se realizan en y por naturalezas humanas.
De aquí proviene la suma sutileza que debe poseer el profesor de escuela de tal índole.
Buscará no sólo entretener al niño con el fantaseo de los cuentos imaginarios, de Hadas y de
trasgos; buscará escenificar, simplificándolos, los grandes tipos dramáticos que animaron genios
como el viejo Calderón de la Barca, Shakespeare, Goethe, Lope, Racine, Sófocles, Esquilo, sin
descuidar su primordial deber de escenificar las grandes y permanentes creaciones dramáticas de los
ingenios bolivianos como Nataniel Aguirre, Medinaceli, etc. Hace ya muchos años pedí yo a grupo
de actores bolivianos que estudiaran “La Prometheida” de Tamayo para radiodramatizarla… No me
entendieron; inclusive cargaron con los romances potosinos de Aguirre sin fruto alguno.
Esta escuela debiera concebir su tarea por esos caminos.
Afortunadamente, se halla frente a la delicada empresa una mujer dilecta: Rosa de Carrasco,
tan femenina mujer (así esto suene a salvajismo) como femenina lírida. Requeríase de tempera-
mento tal para entregar función tan llena de dificultades y de responsabilidad tanta. Cuando esa
empresa haya fructificado tendremos revelaciones enternecedoras, pues el acto de representar que
haga naturaleza en el niño le dará el sentido de la representación y por allí descubrirá que su mundo
anímico es tan vario y fértil que de él puede extraer riquezas incalculables. Sobre todo le enseñará
que el niño es niño sólo en cuanto procesa como organismo, pues su raíz vital posee la antigüedad
de la naturaleza. Que se es niño en cierto modo, más, no por niño, se deja de ser personalidad que
fue y deviene ser.
Mídase la enorme trascendencia de la tarea del maestro en esta apercepción de la realidad, y
por ese camino se comprenderá que educar, como quería Sócrates, es sólo partear.
Hagamos deposición de nuestro humilde aplauso al Ministro Diez de Medina por tan
inquietante iniciativa, formulando votos porque sea llevada a efecto con puntualidad y frutos
óptimos.
150
EL CARNAVAL DEL SETENTA Y NUEVE
El 20 de febrero de 1879 llegó a La Paz la noticia de que Antofagasta había sido militarmente
ocupada por fuerzas chilenas cuando –esto es tan conocido de todos– el Presidente de la República
Gral. Hilarión Daza se encontraba sibaríticamente entregado a festejar el Carnaval. Sólo transcu-
rridos tres días, tiempo que durara la remolienda presidencial, reveló el secreto, habiendo
permanecido por tanto con él, INPECTORI, con inalterable humor. ¡Quién, de los que le
acompañaban, iba a suponer que el magistrado de la Nación fuese capaz de conservar el tono y
ritmo de la francachela cuando semejante hecho se había producido, señalando el comienzo de una
guerra inevitable!... De Daza sus biografistas sostienen que bien pudo llevar en las venas sangre
francesa, que no americana; más lo que sí habrá de admitirse sin inventario, y a todo bulto, es que la
suya fue conciencia sin conciencia, o sus tendones eran de acero.
Pronto lanzó el grito de ¡guerra! y los hombres se aprestaron a rendir tributo de la vida para ir
en contra del invasor. A la cabeza de los ardientes bayardos bolivianos se puso él, el General del
Carnaval del Setenta y nueve. Todo lo demás se lo sabe tanto que no vale la pena recordar…
Los historiadores no han usado hasta hoy –que sepamos– métodos de investigación
psicológica que permitan esclarecer las condiciones endógenas que determinan la inverosímil
personalidad de Daza; a lo más se redujeron a clavarle banderillas de fuego. Y lo interesante es
descubrir para semejante capacidad sibarítica. No hay paralelo –hasta donde nos da la ciencia– en la
extensión del planeta. Nerón hizo incendiar Roma, según Suetonio, para brindarse espectáculo
capaz de herir las fibras de su inspiración, pues Nerón era un poeta, según él, si bien para mal y
terror de su maestro el pobre Séneca. Daza fue, según parece, sólo un cuequeador de rompe y rasga;
que si algo del genio apolíneo de Nerón hubiera de descubrírsele –y para eso es tan necesario
someterle al examen por los métodos psicológicos– pudo verse en su actitud el degusto del poeta
épico que persigue arrebatos sibilinos y heroicos por la contraposición de luces y de sombras.
Nada hay de esto. Buscar la razón de tan extraña conducta será encontrar la clave –acaso- de
una de las fases trágicas de la psicología hispanoamericana, o galo-hispana.
151
LA ESTABILIZACIÓN Y EL CARNAVAL
Esta ha sido la prueba de fuego para el Programa de Estabilización Monetaria. ¿Los tres días
de Carnaval han demostrado que el pueblo está pobre, que el valor adquisitivo del signo monetario
ha sufrido rudas velocidades? ¿Hubo menos serpentinas en las calles; menos chisguetes; menos
polvos de arroz; menos bombas de agua; menos mistura? Por más que un hombre posea vieja
experiencia en la observación de los fenómenos sociales, nunca podrá abarcar la totalidad del
panorama de una ciudad con más de trescientos mil habitantes, que sufre o se alegra. Cuando más
puede referirse a lo que ha visto, a lo que sus ojos ubicaron, o enfocaron, de las visiones
relampagueantes y caleidoscópicas del acontecer. Y eso lo que pasa con quien traza estas líneas. Ha
visto el Carnaval sólo con un objetivo, el de comprobar si, realmente, hubo pobreza durante estos
tres días, o si, al contrario, se dieron muestras de capacidad monetaria…
La verdad, que espero me sea comprobada por la aserción de otros observadores, es que no
hubo pobreza. Muy por el contrario. Los individuos parecían moverse con mayor confianza y
desenfado. Pagaban mucho por artículos que aparentemente no tenían mucho valor, pero lo hacían
satisfechos, hasta el extremo de dar la impresión de que gastaban por más allá de sus posibilidades.
Sin embargo, mejor enfocado el hecho, pudo advertirse que si un hombre pagaba tres veces; ya no
volvía hacerlo, por manera que las ventas en cantinas, salones de baile, y en los mismos mercados,
no resultaban tan satisfactorias para el empresario. Y en momento de esos los precios de artículos y
productos, comenzaron a bajar de precio, con lo que la frecuencia de las compras volvía a
intensificarse, para estimular al empresario que, luego, volvía a encarecerlos.
Estupendo fenómeno en mínimo de la gran ley de la concurrencia, que observada con cierta
agudeza, viene a demostrar que dentro del régimen del comercio libre, si el vendedor posee una
estrategia, el comprador debe también tener la suya. Lo malo es que el vendedor es uno y los
compradores muchos, y éstos no pueden ponerse de acuerdo para ejercitar la acción niveladora,
mientras aquél procede con la uniformidad de sus intereses.
Pero, no es de esto que deseo ocuparme ahora. Lo que ha llamado mi atención de manera
enérgica es lo que puntualizo al iniciar mi notícula. Los tres días de Carnaval que han pasado no
mostraron pobreza en el pueblo ni en el comercio. Los almacenes como nunca se vieron pletóricos
y las masas de gentes que buscan comprar eran densas y afanosas. Todo ello indica solamente que la
Estabilización va entrando por sus cauces naturales y que la economía colectiva comienza a
funcionar satisfactoriamente bajo su régimen. Y eso si algo quiere decir, es que el país se siente
cómodo dentro del nuevo estado de cosas y que desea seguir por ese camino…
Llevaremos nuestra observación ahora a los días postreros, cuando el holgorio haya declinado
y se encare nuevamente la monótona economía del hogar. Si entonces se observan signos de
equilibrio –sé yo poco de estas cosas– podráse concluir que la Estabilización Monetaria ha logrado
ya equilibrar la economía de la colectividad..
152
LA MUJER POR LA CAUSA DE LA MUJER
Estadígrafos que no ceden ante sus cada vez más complejas tareas, han establecido que el siglo
venidero será el siglo de la mujer. La mujer habrá invadido todas las áreas de la actividad social; ya,
hoy mismo, están en proporción mucho más elevada que los hombres en los Estados Unidos, en
cuanto empleadas comerciales y oficinistas. El número de profesionales es cada vez mayor, y en
todos los ramos: ingeniería, medicina, abogacía, pedagogía, flebotomía. Y esto acusa capacidad
intelectual sorprendente, si se considera que no há un siglo los filósofos estimaban que la
inferioridad mental era su característica. No. La mujer puede pensar tan bien, o con más perfección
que el hombre, tanto que si entre ellas se han dado pintoras, músicas, científicas, técnicas, hasta este
momento no hay un ser humano con polleras que se atreviera a firmar un tratado de Metafísica. La
mujer es orgánicamente incapaz de metafisiquear, usando el término del poeta. ¿Por qué? Vaya
usted a investigarlo. ¿Por qué “piensa” más que el hombre acaso?
Pues bien, en La Paz las mujeres profesionales se hallan reunidas en una entidad societaria,
respetabilísima y cordial, aquella fundada por la simpatiquísima doctora Panoso y que hoy preside la
doctora Elsa Paredes de Salazar, odontóloga, también. Desde luego, las doctoras se reúnen no
solamente para charlar; están sometidas a competencias intelectuales, discusiones técnicas y,
finalmente, se proponen una misión por más allá de sus curvas intelectuales. En este caso la
Asociación de Mujeres Universitarias, se ha lanzado a organizar servicios gratuitos en los ramos
médico y jurídico, en favor de sus hermanas pobres. Mientras se agencian local aparente, tienen
asilo en las oficinas del colega decano, y allí, cuanta mujer se haya munido de tarjeta, que la
Asociaciones encarga de franquear, obtendrá asistencia de médico o abogado. Pero, médico ni
abogado serán del sexo fuerte, o feo, sino del bello y tierno. Serán mujeres. Esto quiere decir que la
mujer sale, al fin, por la mujer, todo lo contrario de cuanto antes ocurría: que el mal abogado para la
mujer era la mujer misma.
Mucho tendremos que equivocarnos o son estos signos de un cambio de frente en los
sentidos de la vida, cambio radical, que bien podría considerársele como la inversión de la
naturaleza cerebral de la humanidad. Esto es, que al aproximarnos al siglo XXI, la mujer vuelve a
tomar asiento en el gobierno de los pueblos, como, según se afirma, ocurrió en lejanísimas edades
que el sociólogo llama del Matriarcado. Esto es, del gobierno de las madres…
153
LOS INDIOS PATEAN A LOS INDIOS
No hay animal más ofensivo para el indio que el indio refinado… He aquí axioma que tiene la
antigüedad del descubrimiento y conquista de América; pues esto lo que sostenían conquistadores
de almas. Somos de los que alcanzaron a ver, y en esta misma ciudad de La Paz, espectáculos como
ese del soldadito que hacía su servicio militar y a quien su oficial mandaba a llevar la olla de comida
por las calles, y el soldadito agarraba al primer indio que en la calle topaba, obligándole, a las buenas
y a los pies, a llevarla él…Espectáculos tristes de la realidad de nuestra cristiana sociedad, tributo
obligado a la Civilización que nos trajo la Cruz y el lábaro del Rey.
Ya no hemos vuelto a presenciar cuadros así, es también de justicia reconocerlo… Pero, no há
días publicó LA NACIÓN caso de un grupo de campesinos a quienes los dirigentes cooperativistas
les habían sometido a trato vil, golpeándolos sin asco, hasta echarlos poco menos que convertidos
en Ecce Homos. Se tuvo el magnífico acierto de fotografiar a esas víctimas del cooperativismo y
exhibir así una de las expresiones del absurdo que estos –los nuestros- tiempos no justifican por
manera alguna.
Que el indio hubiese sido objeto de trato inhumano y bestial bajo regímenes pluto-
aristocráticos, bien o explicable; pero que hoy, que gobierna el doctor Siles Suazo en nombre de las
mayorías nacionales, y esas mayorías están formadas por indios, se permita que los dirigentes
cooperativistas hagan de gamonales con sus propios hermanos de raza, de patria y de infortunio,
rebasa todas las posibilidades de lógica.
Cuando un indio que adquiere autoridad y preeminencia hace eso con otro, es buena señal de
que ese indio no es indio; es un gamonal que se mimetiza tras el cuerpo del hijo abatido de la
Bolivia terrígena. Y, en ese caso, el deber de las autoridades es echarlo del seno de la sociedad
indígena y prohibirle contacto alguno con ella, pues nunca será sino elemento de corrupción.
Mayormente si, como también LA NACIÓN ha denunciado, en plena Oficina del Ministerio
de Asuntos Campesinos, un diputado o funcionario de no sabemos que jerarquía se ha permitido
abofetear a indefensos bolivianos cobrizos de la campaña. A ese diputado, o lo que sea, se le debe
echar también de las áreas de la naturaleza social indígena, pues sobre ser un absurdo que
desprestigia al régimen, constituye espectáculo repugnante que envilece a la Revolución y a todos
los americanos honorables que en Bolivia viven, ejercen en su causa reivindicatoria, y la viven
directa o indirectamente.
154
NACE LA CORONELA
155
EL BILINGÜISMO EN LA ENSEÑANZA
156
SUSTANCIAS INDIAS
Cuatro son, y no más, los países que pueden ser considerados como representativos
demográficamente de una América vernácula: México, Perú, Ecuador, Guatemala, a los cuales debe
agregarse en lugar eminente a Bolivia, si es Bolivia aquél en donde la proporción de habitantes
indios alcanza índice mayor. Ninguno de los países que indicamos tiene mayor cantidad de
aborígenes que la patria de Tupaj Katari. Y –es algo ilógico, por no decir nada más grave– que sea
Bolivia el país donde se halle proscrita –como hemos en repetidas oportunidades señalado– la
enseñanza bilingüe y donde se carezca de publicación alguna que acredite para la opinión del
continente que se cultiva el sentimiento ancestral de una patria aborigen. No ha mucho tiempo se
editaba una revista, modesta en su forma, mas vivamente dinámica: “Karka”, cuya orientación era
franca y radicalmente indigenista. Allí colaboraban juristas, sociólogos, literatos, todos con definida
orientación castiza.
“Karka” ya no se publica más. Y es lástima. Bolivia tiene que poseer una revista de esta índole
aunque más no fuera que para exhibir muestra de esta realidad. De los pueblos que hemos
mencionado llegan publicaciones de esa índole, todas ellas de viva característica, que las hace
inconfundibles, pero que se dirigen a finalidad maestra: la de vivificar los elementos de una
personalidad terrígena, histórica, por tanto, arrancando de los fundamentos telúricos de su
demografía.
Hubo un momento que Bolivia estuvo a la cabeza de las naciones americanas en este orden:
fue cuando se erigía la Escuela de Warisata, y su obra de irradiación sobrevolaba las fronteras
proyectándose inclusive a Europa y el Asia. Estamos seguros de que entonces se perseguía imitar
los métodos de esa escuela y que estudiosos anglosajones, latinos y asiáticos llegaron atraídos por su
originalidad y vigor.
Debemos aceptar honradamente que hoy esa importancia ha sido liquidada. Algo más, si el
Congreso Interamericano Indigenista, concebido y organizado en Warisata, pasó a creación ya tan
ceñidamente mexicana, hoy estamos impelidos por la necesidad, no a proyectar enseñanzas sino a
recogerlas del exterior.
No sabemos a quién se deba instar sobre el particular; pero que Bolivia, como país con dos o
más millones de indios, requiere de una publicación indigenista de categoría, es cuestión que no se
puede poner en duda. Acaso hoy corresponda la tarea al Ministerio de Asuntos Campesinos, puesto
que su misma acción reflejada en sus páginas importaría para Bolivia ejecutoria de lealtad con sus
principios revolucionarios.
157
NOS ESCRIBE YOLANDA DE BOLIVIA
Así bautizó a Yolanda Bedregal ese Primado de la Iglesia Católica de las Letras que fue el
perenne don Carlos Medinaceli. Pero, muerta Gabriela Mistral, abscóndita Juana de Ibarborou,
difuminándose en las albas líricas Delmira Agustini, desprendida en vaporosa teoría de las
fiebrecillas del sepulcro Winnet de Rokha, el estro de Yolanda es puntero matinal de la poesía
femenina del franciscano telius, que si reza a Jesucristo canta en primoroso castellano de Indias y en
indio.
He aquí lo que esa ilustre mujer, honrando mi oscura y trémula labor desde esta columna de
LA NACIÓN, me dice:
“Generoso escritor: Parece increíble que en una ciudad tan pequeña como la nuestra nadie
hubiera podido decirme su nombre personal. Pero así ocurre tantas veces en la vida. Recibimos los
dones anónimamente, como anónimos quedan los verdaderos héroes de la vida; aquellos que no
mueren pomposamente o aquellos que viven en continuo entregarse sin cuartel. Esos son
precisamente a los que admiro y también en ellos anónimamente pongo mi fe y mi gratitud. Ese es
“El Hombre de la Calle”
Cuando, estando fuera del país, recibí el recorte de un pequeño y muy generoso artículo
comentando la aparición de “Del mar y la ceniza” –y fue lo primero escrito sobre el libro– me sentí
alegre y, le confieso, un poco avergonzada”
Hasta allí Yolanda.
Me permití, con mi irremediable oscuridad, expresar que en la inspiración y maestría del poeta
de ese libro maravilloso resucitaban los modos y joyeles de Gregorio Reynolds, y que, idos Jaimes
Freyre, el florentino de la nidada de Wallparrimachi, Tamayo, el Hila-harawik, venido del
Palesponto, la gloria de la lira boliviana había pasado a manos de una mujer: Yolanda Bedregal,
concepto en que me ratifico y que me gustaría sostener en justa ajustada.
Yolanda agrega:
“Muy lejos de ellos y de los grandes y los que le siguen me mido a mí misma con mi vara de
cáctus o mi silvestre “ramo”. Don Gregorio, en el homenaje de “Gesta Bárbara”, me dijo: “Tu
musa va descalza”.”
158
EL HAMBRE DE LOS NIÑOS
Como era natural el simposio de profesionales americanos en pediatría, que se lleva a cabo en
esta ciudad de La Paz, ha tenido que conocer informes objetivos y severamente científicos de la
morbilidad infantil en Bolivia y de sus causas. En efecto, en alguna de sus asambleas se han hecho
conocer datos estadísticos, que si bien se circunscriben a un nosocomio, permiten comprender la
efectiva gravedad del problema. Ha correspondido al prestigioso pediatra, el doctor Sotelo, brindar
ese informe. Por él se viene a cuenta que la desnutrición del niño mestizo es una realidad pavorosa.
Y del niño mestizo, esto es, de los barrios pobres de La Paz. Afirma ese profesional que no ocurre
tal cosa con el niño indígena neto, neto en cuanto a las características somáticas.
Sin embargo, bastan esas consideraciones para establecer que es en las ciudades donde el
problema de alimentación infantil requiere de ajustes inmediatos. Nuestras humildes madres de las
áreas plebeyas ignoran en forma terminante en qué debe consistir una dieta suficiente para el hijo; y
todo lo que hacen es suministrarle aquello que su trabajo o agencia pone a disposición. Inclusive se
afirma que los matrimonios del pueblo en tales zonas carecen del más rudimentario conocimiento
respecto de las funciones sexuales durante la lactancia del niño; y así los fenómenos de caquexia
suelen originarse porque la madre ha sido fertilizada cuando todavía daba de lactar.
Muchas son las sugerencias que ese valioso informe brinda y considerarlas no caben en estos
comentarios brevísimos. Sí podemos, empero, decir –y esto por milésima vez– que si algo debe
constituir preocupación angustiosa por parte de los poderes del Estado es renovar el ambiente, las
ideas, la economía vegetativa, de los hogares populares, mestizos. Verdad es que se ha progresado
de acá a hace treinta años. Cuando, como periodistas rompíamos lanzas por este problema hacia
1932, investigaciones bastante sistemáticas nos llevaron a calcular que de la producción de leche en
La Paz, apenas correspondía una gota diaria por niño. Hoy no puede decirse eso; acaso mas bien el
volumen de leche que se consume es el que mayor incremento haya logrado.
Sin embargo, el niño no vive de solamente leche. Como el doctor Sotelo afirma, la dieta
infantil popular es tan arbitraria, que nunca considera los elementos nutritivos básicos que debe: de
donde la desnutrición acaba en flagelo inmisericorde y pavoroso.
Algo que se debe instituir, y de inmediato, y en la forma más orgánica, práctica y positiva, es la
instrucción de la madre en los rudimentos de la economía alimenticia, esto es, en bromatología
elemental.
159
LA PRAXIS DEL SEGURO SOCIAL
No es que desee meter carta en la contención que se suscita entre organismos sindicales por el
reconocimiento de sus derechos a poseer –así parece- cada uno de ellos una caja de Seguro Social
propia que funcione, claro es, sin concomitancia con la Caja Nacional. Las razones en que
fundamentan ese derecho deben ser de peso, cuando merecen la atención que les confieren los
poderes del Estado. Me es plenamente respetable tal hecho, y cuando trato el tema quiero en lo
menor formar en la beligerancia que sostienen…
Estas líneas tienen otro objeto que formular pregunta sobre el destino que cupo a aquel
proyecto para la concentración de las Cajas de Seguro Social de la República en un solo cuerpo cuya
capacidad financiera importaría, o habría importado, factor de inesperado peso en la economía de la
Nación. El proyecto es, o fue, dado que no existe más, de don Miguel Angel Céspedes, quien para
hacerlo del conocimiento de la prensa y del gobierno, allá por el año de 1934, realizó estudios serios
que producían el convencimiento de que otra forma de consolidar el Seguro Social en Bolivia podía
ser más ventajoso.
En el fondo dicho proyecto establecía que lejos de permitir la proliferación de tantas cajas de
seguro cuantas ramas de trabajadores privados o del Estado hubiesen, debía organizarse una que
emulsionase a todas. Ese organismo –es lógico– a poco de organizado, habría dispuesto recursos de
tal magnitud que habría podido hacer frente con holgura a cualquier eventualidad, como, por
ejemplo, la de sustentar la marcha tremulante, tan vecina a la inhibición, de la Caja de jubilaciones
del Magisterio. Además dentro del plan Céspedes esa caja conducía programas de finalidad
reproductiva, de suerte que en poco tiempo pudo enriquecer a sus asociados, constituir factor
vigoroso de progreso y consolidar, si así está bien dicho, las finalidades del Seguro…
Para quienes, como meros reporteros, conocimos el Plan Céspedes, era el esfuerzo más
sistemático, técnico e inteligente que pudo concebirse para objetivo social tan importante; por lo
que al considerar la realidad de hoy, con la Caja Nacional de Seguro revelando no pocos síntomas
de debilidad y la inquietud los sindicatos –justificable por otros conceptos– nos decimos por qué no
se le pone en el tapete y se le discute, si acaso son él la solución de conflictos que acabarán en
debacle con perjuicio de trabajadores y empleados…
160
RÉGIMEN ANTIAMERICANO DE ADUANAS
Los estudios económicos que realiza la CEPAL han tenido recientemente expresión expletiva.
Esos estudios demuestran que el único medio de lograr el ascenso industrial y por tanto económico
de la América Latina, o que habla en español, es el mercado común, por tanto la supresión de
barreras aduaneras entre sus veinte y tantas unidades…
El planteamiento merece ser reducido a síntesis canónicas. Así, la miseria que soportan
muchos países del continente y por eso se les denominaba insuficientemente desarrollados, se debe
a que cada uno de esos países se dirige a convertirse en organismo autosuficiente. Esto es, que debe
hacerse manufacturero, y en industrias múltiples, aunque para esto deba alimentar sus fábricas con
materia prima importada. Tal realidad determina dos resultados igualmente perniciosos: esos países
no logran autoabastecerse y el continente no alcanza a organizar industria pesada, base de todo
fenómeno industrial.
Este el callejón sin salida, o círculo vicioso. Cuando esos países se convenzan que no todos
pueden ser fabriles, sino, al contrario, unos alcanzan su plenitud como países agrícolas, y se acaba
con las barreas aduaneras que hacen de los países americanos vecinos suspicaces y hasta egoístas, y
lo que producen los países fabriles, como lo que producen los agrícolas, pueden entrar y salir de
país a país sin taxativas, los ciento millones de habitantes que cubren sus millones de kilómetros
cuadrados de territorio habitable constituirán el óptimo mercado que es básico a toda industria. Y el
continente –como unidad– habrá asumido rol de gran potencia mundial autosuficiente. Ese el fin
del colonialismo que occidente mantiene aún en el nuevo mundo.
Si bien se medita, solución drástica como esta, fue preocupación de todo tiempo, a partir del
sueño bolivariano de la anfictionía americana, que el libertador planteara con estremecimientos
heráldicos en el entonces itsmo de Panamá. Ese el sueño de mexicanos, bolivianos… Si hasta el
elementalismo melgarejiano entendió, o adivinó, que solamente la unidad de América puede derivar
a la potencialidad americana. Y cuando el continente se estremecía con estos platónicos ensueños,
se apresuró a lanzar Decreto-Ley por el cual se concedía a todos los americanos que llegasen a
Bolivia la ciudadanía boliviana sin limitación alguna.
Acaso el planteamiento del mercado común constituya la fórmula práctica para dar realidad al
sueño. Lo efectivo es que mientras los americanos no comprendan que unidos pueden mucho, la
realidad les mostrará que desunidos nada valen… Seguirán colonias, como hasta hoy.
161
FRENAR A LA BESTIA ENLOQUECIDA
Los expertos en hipismo y los meros caballistas saben que la caballería que revela ciertas
tendencias a desbocarse constituye amenaza para el caballero; y entonces si es prudente tendrá que
irse con cuidado y dedicarse a investigar las causas a que obedece ese estado de morbilidad. Muchas
veces sufre la bestia el mal del heno y, conforme a la doctrina homeopática, sabe que sólo el heno
podrá curarle. Se trata seguramente de la mala calidad del forraje, por manera que atenderá a darle
otro de condiciones distintas. Si no se dedica en serio a atender a su curación, el animal, así
dispuesto, un día desobedecerá al freno y lanzándose enloquecido partirá hacia la muerte,
estampillando a su desprevenido jinete.
Ciertamente, no estoy apologizando hechos de la actualidad política; me refiero a hechos
exclusivamente relacionados a la hípica en sí. Y esto porque advierto que el hipismo viene
adquiriendo la acritud del hipo, esa enfermedad casi grotesca que suele acabar con el resuello de sus
víctimas.
Tendría que decir que cuando hay brotes en la colectividad que son signo de comienzos
morbosos como ese de las caballerías, el político prudente atenderá a buscar las razones que se
fundamentan, y luego, con decisión radical procederá a retirar las causas, seguro de que los efectos
así habrán de escindirse. Es siempre lastimoso ver que un ser querido se halle copado por
enfermedad cuya meta es el sepulcro, y no poder allegarle alivio y menos la medicación adecuada y
salvadora. Si a tiempo se descubren los síntomas, no será sensato quien no le aplique a tiempo los
remedios. Las enfermedades hay que frenarlas; primero mediante tizanas que favorezcan las
reacciones progresivas y determinen por lo menos mejores condiciones orgánicas para la aplicación
de tratamiento enérgico. Pero, cuando el mal se muestra irrumpiente y amenaza la vida de su
víctima ¿cuál el alópata que exige la presencia del cirujano? En verdad, hay momento en que resta
otro recurso que el bisturí, a menos se admita la “conveniencia” de la muerte del enfermo.
Frenar a la bestia que se desboca en forma total es siempre mejor que dejarle el camino al
estado de ofuscación que acabe con la muerte del caballero y caballería.
No se quiera ver en estas sugerencias el propósito de inducir a pensar que los males políticos
cuando asumen caracteres letales, tengan otra medicación que el patíbulo, la masacre o la horca. No.
Sólo los gobiernos sin fuerza de arraigo en las masas populares cuentan para sustentarse con los
recursos desesperados o criminosos de la sangre estúpidamente derramada. Hay otros medios,
tizanas, que procurarán las condiciones para acometer formas más eficaces de lucha contra los
males que amenazan de muerte al organismo nacional.
162
EN DEFENSA DE LA REFORMA AGRARIA
Parece ocioso anotar que si algo despierta el interés y la curiosidad de los países americanos
respecto de la Revolución Boliviana, es el proceso de la Reforma Agraria. No hay nación con
problema “indígena”, en que no se digan qué rumbos toma, qué éxitos obtiene, cuáles sus mayores
obstáculos. Y si hay quienes tratan de atribuirle levadura comunista, los más se inclinan al
desconcierto. Sea ésta oportunidad para hacer entender que la Reforma Agraria no tiene de
comunista nada; si se dirige sólo a realizar el afán del Libertador de hacer de los indios pequeños
terratenientes. Es, pues, una revolución tan de tipo liberal como fue la de Inglaterra; fue la de
Bélgica. No tiene concomitancias ni con la reforma Rusa, húngara, checoeslovaca, donde se
perseguía colectivizar en granjas las pequeñas propiedades; mientras en Bolivia se hace de las
grandes propiedades, parcelación de tipo individual. Por eso el cooperativismo es un instrumento
económico y el cooperativismo no es Institución comunista a menos estemos en la luna de
Valencia.
Es a causa de que la Reforma Agraria importa esta transmutación de la grande en pequeña
propiedad que ha surgido un sindicalismo poco congruente, que asume características y al adquirir
preeminencia en cierto modo acapara el ejercicio de la autoridad. En la práctica son estas entidades
quienes influyen en la elección de aquella. El método es bueno más puede ser también malo. Llegan
hasta nosotros versiones que nos merecen toda “fe”, en el sentido de que las “autoridades” que
surgen del nuevo estado de cosas, generalmente ejercidas por mestizos o indígenas evolucionados,
váse trocando en azote más impiadoso que el azote del gamonalismo clásico.
No es valerse de groseras aserciones cuando decimos que acá, en la redacción de LA
NACION, ha venido un indio de Warisata a decirnos:
“¡Ojalá regresaran los gamonales: con ellos no éramos tan miserables que con las autoridades
indias que ahora tenemos! Las multas se imponen sin piedad, y pasan de treinta mil bolivianos, los
servicios personales gratuitos se prestan ahora con mayor rigor a los nuevos amos…!”
No vacilamos en acoger la demanda dolorosa; porque es preciso que las autoridades
superiores comprendan que apañar brotes de tal índole es labrar la tumba de una causa histórica que
debe merecer celoso respecto de todos los bolivianos. El señor Ministro de Asuntos Campesinos
está en el deber de ordenar investigaciones responsables y severas que aclaren la realidad tremenda
que revelan esas declaraciones provenientes de campesinos respetables por muchísimos conceptos.
163
NECESIDAD DE UNA POLÍTICA PECUARIA
En días más se va a realizar un Congreso boliviano de ganaderos y ya, en ese sentido, la prensa
se adelanta a consignar agendas y a concederle la importancia que, en la realidad de los hechos
nacionales, posee. No cabe dudar que Bolivia no requiere sólo de cooperar con sus ganaderos,
requiere de una orgánica política pecuaria.
Por eso mismo, entidades como la que organiza esa asamblea debieron con toda anticipación
elaborar demostraciones estadísticas de las cosas en este orden. Todos sabemos que la ganadería del
Beni, a Santa Cruz, bien conducida daría no sólo para cubrir las necesidades de los mercados del
área andina de Bolivia, si podría inclusive derivar a la exportación legal (hoy se practica la
clandestina). Más, ¿qué es lo que pasa en Bolivia que la carne de consumo escasea en forma tan
clamorosa? ¿es que la población boliviana se ha quintuplicado? No. He aquí lo que se tiene que
comenzar por establecer. La población de Bolivia hoy no es inmensamente mayor a la población de
Bolivia hace treinta años. Y, sin embargo, hace treinta años los bolivianos no requerían de importar
carne, cubriendo sus necesidades ampliamente con la producción interna. ¿Qué es lo que pasa,
pues? ¿Se han agotado los pastos andinos? ¿Han variado las condiciones metereológicas y ya el
territorio nacional no permite la proliferación de vacunos?
Sin este conocimiento básico en el plano de las planificaciones ganaderas se partirá siempre de
supuestos.
No quiere decir esto que se cohoneste oposición alguna a ese cónclave de ganaderos
bolivianos. No. La ganadería nacional requiere de que se le garantice mercados internos seguros y
fructíferos, se le brinde crédito bancario oportuno y apreciable; se le dote de recursos sanitarios
contra el flagelo de las epizootias; se corte en forma drástica la carcoma del abigeato, que es el
fantasma del ganadero, sobre todo al humilde y de reducidos recursos; se le dé caminos, aéreos o
terrestres, comercialmente convenientes y seguros.
Pero, el país asimismo requiere que los ganaderos le garanticen contra el contrabando que es
la válvula de la usura de no pocos de ellos, si él –el contrabando- con las vastas fronteras del país
está bajo el régimen de sus casi consustanciales intereses. Y mientras el contrabando subsista, y a él
se preste el ganadero, el Gobierno podrá, y acaso no debe, extremar su celo por definir de una vez
para siempre la implantación de la política pecuaria de gran estilo que requieren las fecundas zonas
ganaderas del territorio boliviano.
164
LA ALCALDÍA PACEÑA Y LA BOLIVIANIDAD
Hemos tenido ocasión de revisar el archivo del Departamento Municipal de Cultura, y allí
encontramos testimonios que abonan la eficacia de esa dependencia municipal en forma, que no
solamente honra a la Alcaldía que tiene el gran acierto de impulsar su acción, sino que honra a la
cultura boliviana. Leemos –y vamos a comentarla en día venidero- una carta que firma el sabio y
universalmente famoso escritorio don Gregorio Marañón, expresando congratulaciones a la
Alcaldía, que tienen que halagarle no sólo por venir de quien vienen, sino por la bizarría con que se
expresan. Todo lo que se saca en limpio es que el Departamento, o Dirección Municipal de Cultura,
cumple un rol de significación y beneficios nacionales, y que merece la más franca cooperación y
sincerísimo aplauso.
Asimismo, vemos carta del Presidente de la Sociedad Folklórica de México, Lic. Vicente T.
Mendoza, quien prodiga aplausos por la ejemplar misión de americanismo bien entendido de la
Alcaldía Municipal. Le habían enviado un ejemplar del libro de Antonio Avila Jiménez, el notable
poeta de “Poemas”; y el señor Mendoza dice a la letra:
“En las poesías de este bardo hallo una exquisita sensibilidad al par que una visión objetiva del
ambiente en que brotan barcos, chimeneas, humo, molinos de viento, campanas, todo ello vestido
de embrujo poético… Posee musicalidad latente que le impulsa a transmutar en palabras “El
cuarteto de Dusseldorf”, “El quinteto de Schumann”, todo lo que permite sentir palpitaciones de la
vida.”
El Lic. Mendoza tributa elogio merecidísimo a la labor del señor Efraín Valdez Olave,
Director General de Cultura, y no vacila en señalar el valor fecundo de ese servicio de difusión
cultural boliviano, que prestó a todos cuantos en el mundo de la inteligencia se interesan por la
historiada tierra de Tiwanaku y Murillo.
Es, realmente, digno de anotarse, como por nuestra parte en toda oportunidad lo hacemos,
este sentido misional bolivianista que realiza la H. Alcaldía de La Paz, sin escatimar sacrificios de sus
escasos recursos, consciente como se halla de que todo libro, revista, fascículo, que salga con ese
objetivo de generosa propaganda, importa sólo semilla que va a fructificar en simpatía, curiosidad, y
a veces admiración por la tierra altiplánica y su gloriosa trayectoria en la historia de América.
165
BRACERO FANTASMAGÓRICO DEL ILLIMANI
166
NATURALEZA DE LA PROPIEDAD MINERA
167
PEQUEÑOS GRANDES PROBLEMAS
Pídenos lectores de LA NACIÓN, de esos que leen apenas, mas buscan en el diario popular
los medios de satisfacer sus pequeñas, grandes necesidades, que para una ciudad de la magnitud –
relativa– de La Paz, con su cerca de medio millón de habitantes, sus calles empinadas y fragosas,
dos boticas de turno no son solamente deficientes, sino que son incongruentes, si, como ocurre,
para determinarlas se eligen cuasi siempre barrios cercanos. A veces esas boticas son la “Oriental”,
de la calle Genaro Sanjinez y “La Española” de la plaza Murillo. Por lo que los vecinos de San Jorge
o de Chijini, o de Sopocachi, deben atravesar, de punta a rabo, la ciudad toda, con sus empinadas
calles, a hípido fragoroso, para proveer sus necesidades; y correr todavía el riesgo de que en
llegando el boticario les diga que “eso no hay”… se requieren por lo menos cuatro.
También lectores del llano nos hacen advertir que las estaciones radiales no se proponen
ningún plan de verdadero servicio público. Muy pocas son las que ofrecen –y de allá en cuando– la
nómina de las boticas de turno; y casi todas carecen de la sensibilidad del servicio en algo tan
elemental y básico como es el de suministrar la hora a sus oyentes, que hay que presumir no de
llevar un reloj en el bolsillo o la pulsera. Las estaciones radiales debieran tener como función
obligatoria dar la hora cada cinco minutos o diez; y en cuanto a brindar direcciones, hacerlo
frecuentemente con las de la Asistencia Pública, teléfonos; movimiento de trenes, aviones, boticas
de turno, en fin, ofrecer a quienes les escuchan, si bien por sus programas musicales, porque la
radio es hoy algo tan esencial para la vida como fue el periódico impreso hasta hace ha poco: el
VADEMECUM popular.
Asimismo de Obrajes nos llega la sugerencia de que la Botica “Franco-Boliviana” que se ha
trasladado a la aristocrática barriada, prestándole innegable servicio (que merece agradecer y
aplaudir), comprenda que es deber inevitable mantener abierto su despacho por lo menos las
mañanas de los domingos y, luego, estudiar –acaso con la cooperación de la Alcaldía– la manera de
hacer turnos nocturnos. Los sábados en la tarde, y los domingos, los vecinos de Obrajes –que no
todos son aristócratas– cuando requieren de un papelón de bicarbonato o de dos cafiaspirinas
tienen que trepar la cuesta fragosa y pedalear hasta la ceja del Alto…
Son pequeños problemas que, como se ve, involucran gran cuestión: la de conjugar el derecho
del público con los derechos del servidor público.
168
LA MUERTE Y LA SERPIENTE DE AGUA
El derecho obrero –que hoy hasta los capitalistas invocan– ha sido conquistado con sangre y
cadáveres. No han pasado todavía dos siglos que el trabajador atrapado por las dentadas ruedas de
la máquina naciente, su cuerpo triturado, tenía otro destino que la fosa común y sus hijos y mujer el
luto y el ayuno. Ha sido preciso que los trabajadores fuesen comprendiendo que si el hombre muere
atrapado por la máquina, el dueño de la máquina está en el deber de reparar –en lo que esto es
reparable– los daños que origina. Tuvo que alzarse el obrero en masa rugiente y temeraria para que,
en lucha campal de años y décadas, se codificaran deberes y derechos de ese hombre que trabaja
con la muerte que le ronda a todo momento.
Hoy estamos con el corazón en un puño quienes por el obrero sentimos la afección del
hermano, cuando informaciones llegadas de Tipuani nos hacen saber que siete trabajadores fueron,
inesperadamente, arrollados por avenida del río, que se les engulló como una boa de plata, o de
agua de plata. Cuando se pretendió ir en su socorro, la serpiente chicoteaba y enarcaba el serpentino
cuerpo descendiendo camino a la jungla. Fue imposible salvarles. Los siete pagaron tributo a la
deidad implacable de la naturaleza y a la implacable ley del valor monetario; porque es el oro el
punto de partida del valor de toda moneda moderna, y es para hacer de ella un valor saneado que
los hombres deben osar en las entrañas de la tierra hasta arrancárselo en el estado más puro y
virginal.
Afortunadamente, esos trabajadores respondían a los intereses de una Cooperativa de
Trabajadores; por lo que suponemos que sus dirigentes harán algo más que transmitir pésames a los
deudos; tendrán que indemnizarles de alguna manera más justa que en este caso harían los “amos”
capitalistas.
Estamos en presencia de los primeros héroes de la Estabilización de la Moneda. Bolivia
requiere acrecentar en tal proporción su acopio de oro, que puede con demasía, hasta dotar al
Estado de fuente de respaldo bancario para el billete sin cobertura que hoy se desfuerza por
dejarnos vivir. Esos siete compañeros trabajadores mineros han cumplido su deber y fueron
víctimas de la Anaconda voraz que saliendo de las entrañas del bosque irrumpió como fauce
implacable sorbiéndolos en sus entrañas hambrientas. Se llevaron en sus ojos la visión del áureo
metal coruscando entre las encolerizadas aguas, cuando ya habían perdido la vida. Se haga, algo,
además de mirar en serio por los hijos, mujeres que dejan. Dése su nombre a una plaza; a un
Hospital; a una escuela, que recuerden en los tiempos el tributo que rindieron por el triunfo
revolucionario en el orden económico de su patria.
Una plaza que se llame: “Plaza de los siete devorados”, les recordaría dignamente.
169
LA MEDICINA DEL INDIO
La doctora doña Josefa Saavedra ha dictado, o dictará, conferencia académica del tema del
rubro. Entendemos que será pieza erudita y brillante, como todo lo que produce la preclara
intelectual paceña. Nos ha tentado como sugerencia. ¿Es que todavía puédese hablar de una
“medicina” del indio? Sí, desde luego, desde puntos de vista etnológicos. Como aborda el tema la
doctora Saavedra es cosa que sabremos cuando la Universidad dé a la estampa –como debe- tan
tentadora disertación.
El indio tiene –y tuvo– una medicina; y esa medicina en un gran porcentaje es lo que
llamamos la medicina popular en los países indocoloniales de raíz hispánica. Su medicina es mágica,
y decir mágica, es decir vegetal, herbolaria. El gran médico de la raza es el KHOLLIRI; y hay
especie de santón de ella: el KHAMILI, de la zona fuertemente palúdica de Muñecas. Llamábasele
en la América, el “KOLLA”; y es que este médico indio no sólo había transfundido su ciencia a los
burgos del radio altiplánico del Tawantinsuyu, esto es, a Bolivia y Perú, sino que invadió países
limítrofes como Chile, Argentina, Brasil. Y es fama que “Khamilis” bolivianos se ven mercar por la
Vía Appia.
Es una especie de Judío Errante de la medicina mágica. Aplica sus menjurges con método y
ciencia ancestrales, mas siempre bajo la inspiración de la coca. En realidad esta medicina es como
una proyección de lo que los etnógrafos –algunos– llaman la COCAROMANCIA.
Que los americanos tenemos el deber de por lo menos anotar y estudiar sus ingenuos
procedimientos curativos, parece que podrá nadie discutirlo. Como ciencia, la ciencia está obligada a
darle la importancia que se da a toda raíz etnológica en materias médicas. No es peyorativo decir
que de esa medicina salvaje y de brujos, han obtenido los farmácopos modernos algunas de las
drogas más extraordinarias para el tratamiento de enfermedades crueles y reacias. Comenzando por
la Quina, que los indios del Amazonas usaban para su CHUKCHUCHUKCHU, ya es de todos
sabido que la ciencia de hoy ha obtenido el acaso único tratamiento seguro del paludismo. Y así, por
el estilo, numerables pócimas del salvaje americano son hoy preciosas posologías de la medicina.
Merece todo encomio la acucia con que la doctora Saavedra lleva a la cátedra tema tan
importante; si bien, suponemos, que tratándose de intelectual dedicada al Derecho, habrá de juzgar
el fenómeno médico del indio desde los puntos de vista del delito o su clandestinidad. Es un
suponer. Cuando los profesionales, filósofos, ensayistas, hagan como ella, muchas fases de la
personalidad auténticamente americana habrán de ser reveladas con resultados insólitos.
170
FECHAS DE PUBLICACIÓN
1955
171
Correo paceño: El torquemadismo comunista – Domingo 11 de setiembre, 1955.
Problemas locales: Sindicatos de inquilinos – Sábado 17 de septiembre, 1955.
Conmemoraciones: El pan, cara de la miseria – Lunes 19 de septiembre, 1955.
Temas del día: La iglesia y el pueblo – Jueves 22 de setiembre, 1955.
Temas de la primavera: Elogio de la virgen desnuda – Domingo 25 de setiembre, 1955.
Anticipos de todos santos: ¿Los muertos están en nuestro corazón? – Miércoles 28 de
septiembre, 1955.
Libros bolivianos: Medinaceli-Guevara-Fellman – Sábado 1 de octubre, 1955.
Bibliografía: Una nueva novela boliviana – Domingo 2 de octubre, 1955.
Libros bolivianos: Díaz Machicao y A. Guzmán – Viernes 7 de octubre, 1955.
Temas paceños: La semana de la cultura – Martes 11 de octubre, 1955.
Actividad editorial: Un libro de Bautista Saavedra – Viernes 14 de octubre, 1955.
Filosofía del CHULLPA-TULLU: ¿Muere la patria en los muertos? – Sábado 22 de octubre,
1955.
Tragicomedias: Los muertos y los especuladores – Domingo 23 de octubre, 1955.
Actualidades mortales: La especulación se levanta de la tumba – Lunes 24 de octubre, 1955.
Crónicas de ultratumba: ¡Muertos: muerte a la especulación! – Martes 25 de octubre, 1955.
Temas de todos santos: ¡Horrible! ¡Horrible! – Lunes 31 de octubre, 1955.
Temas de todos santos: Ya los muertos hablan – Martes 1 de noviembre, 1955.
Fastos nacionales. Potosí vales un Potosí – Miércoles 2 de noviembre, 1955.
Novedad literaria: La bestia emocional – Domingo 6 de noviembre, 1955.
Valoraciones: Diccionario boliviano del español – Miércoles 23 de noviembre, 1955.
Valoraciones: El romanticismo mágico de Diez de Medina – Martes 29 de noviembre, 1955.
Valoraciones: Diez de Medina, novelista – Jueves 1 de diciembre, 1955.
Atardeceres melancólicos: Esencias volatilizadas – Sábado 3 de diciembre, 1955.
Tragedias del antro: El harapo amoroso – Domingo 4 de diciembre, 1955.
Educación: Literatura didáctica – Martes 6 de diciembre, 1955.
1958
172
El asesinato arma política – Miércoles 29 de enero, 1958.
Murillo en la picota – Jueves 30 de enero, 1958.
Melgarejo más allá de la tumba – Viernes 31 de enero, 1958.
Exencionados de cuartel y matrimonio – Sábado 1 de febrero, 1958.
Raíces del alma boliviana – Domingo 2 de febrero, 1958.
El colportaje de la cultura – Jueves 6 de febrero, 1958.
Libre empresa y estado industrial – Viernes 7 de febrero, 1958.
Revolución por la técnica – Sábado, 8 de febrero, 1958.
El mariscal Sucre y el Illimani – Domingo 9 de febrero, 1958.
El mensaje del presidente Siles – Martes 11 de febrero, 1958.
El mal gobierno – Miércoles 12 de febrero, 1958.
El teatro como escuela – Viernes 14 de febrero, 1958.
El carnaval del setenta y nueve – Domingo 16 de febrero, 1958.
La estabilización y el carnaval – Viernes 21 de febrero, 1958.
La mujer por la causa de la mujer – Sábado 22 de febrero, 1958.
Los indios patean a los indios – Martes 25 de febrero, 1958.
Nace la coronela – Miércoles 26 de febrero, 1958.
El bilingüismo en la enseñanza – Viernes 28 de febrero, 1958.
Sustancias indias – Domingo 2 de marzo, 1958.
Nos escribe Yolanda de Bolivia – Martes 4 de marzo, 1958.
El hambre de los niños – Miércoles 5 de marzo, 1958.
La praxis del seguro social – Jueves 6 de marzo, 1958.
Régimen antiamericano de aduanas – Sábado 8 de marzo, 1958.
Frenar a la bestia enloquecida – Domingo 9 de marzo, 1958.
En defensa de la reforma agraria – Viernes 14 de marzo, 1958.
Necesidad de una política pecuaria – Sábado 15 de marzo, 1958.
La alcaldía paceña y la bolivianidad – Viernes 21 de marzo, 1958.
Bracero fantasmagórico del Illimani – Domingo 23 de marzo, 1958.
Naturaleza de la propiedad minera – Lunes 24 de marzo, 1958.
Pequeños grandes problemas – Martes 25 de marzo, 1958.
La muerte y la serpiente de agua – Miércoles 26 de marzo, 1958.
La medicina del indio – Domingo 30 de marzo, 1958.
173
The cultural and literary movements in Bolivia, despite challenges such as intellectual resistance and underappreciation, especially from leftist intelligentsia, led to significant outcomes like the strengthening of national identity and the promotion of indigenous narratives. These movements faced criticism for diverging from dominant literary norms, as seen in the reaction to Warisata and books by figures like Fernando Díez de Medina. Nonetheless, they succeeded in elevating indigenous issues and diversifying the national cultural expression, ultimately contributing to a more inclusive and reflective societal narrative .
The document reflects underlying tensions between preserving traditional educational practices and modernizing reforms aimed at inclusivity and empowerment of indigenous populations. For instance, traditional education systems faced criticism for their exclusionary and rhetorical nature that did not cater to indigenous needs, as evidenced by resistance to initiatives like Warisata. Despite these tensions, reformers like Elizardo Pérez pushed against the status quo, fostering progressive yet contentious innovations that aimed to reframe education as an instrument of social equity and cultural expression .
Elements of socialism manifested in Bolivia's governance and community welfare strategies through its emphasis on collective rights and equitable resource distribution. Policies like the Libreta Familiar system sought to regulate essential goods to ensure access for all citizens, reflecting socialist principles of state intervention to balance economic disparities. Additionally, these approaches highlighted prioritization of the majority's welfare over elite interests, reinforcing community well-being and promoting a collective approach to national challenges .
The founding of the Warisata School represented a pivotal moment in Bolivian educational reform, marking an effort to extend education to indigenous communities and integrate their cultural context into the learning process. This initiative underscored a shift from exclusionary practices to more inclusive policies that sought to uplift indigenous populations through education. It symbolized a movement towards recognizing and rectifying historical injustices, fostering pride and agency among indigenous peoples, and was celebrated by leaders like President Busch who institutionalized the Day of the Indian in recognition of such efforts .
Bolivian leadership figures leveraged historical narratives by connecting current policies to rectification of past injustices and embracing a rhetoric of cultural and economic sovereignty. Leaders like Dr. Paz Estenssoro used these narratives to galvanize public support, portraying reforms as necessary steps in reclaiming national dignity and ensuring equitable development. This strategic alignment with history helped to frame contemporary changes as extensions of long-standing struggles for justice and empowerment, thus legitimizing their policy decisions .
The perception and critique of Diez de Medina's works by foreign audiences significantly influenced their reception within Bolivia. His book 'Literatura Boliviana' received acclaim beyond Bolivian borders, enhancing his reputation as a distinguished writer. Such international recognition often sets a benchmark for local critics and can validate or challenge local perspectives on a writer's work. Despite local critiques sometimes being slower to acknowledge his contributions, the positive foreign appraisal underscored his literary prowess and importance, compelling local critics to reassess and perhaps elevate his works' status within Bolivian literary discourse .
Dr. Paz Estenssoro's visit to Cochabamba illustrates key aspects of effective leadership, including the importance of direct engagement with diverse regions of a country. This visit demonstrated that transformational leadership involves understanding and addressing the needs of both central and peripheral areas. Paz Estenssoro's approach of presenting himself not as a distant government figure but as a servant of the public who demonstrates honesty and hard work not only garners public support but also strengthens national unity. His actions reflect a leadership style that prioritizes national interests over regional biases, emphasizing national cohesion and realistic assessments of local needs through personal observation .
August 2nd holds deep significance in Bolivia as it is recognized as 'El Dia del Indio,' a tribute to the establishment of the Warisata School. This date symbolizes the country’s commitment to recognizing and rectifying historical injustices against indigenous populations. Events such as the signing of the Supreme Decree on Agrarian Reform by Paz Estenssoro on this date emphasize returning land and rights to indigenous people, breaking away from oppressive colonial legacies. It represents a national acknowledgment of indigenous contributions and a marked effort towards inclusivity and equality within Bolivian society .
The concept of servicing the populace aligns with the revolutionary regime's objectives by stressing the importance of addressing the people's needs, thus fulfilling the true essence of democracy where the population is acknowledged as the sovereign entity. The regime emphasized that focusing on the majority's rights, especially basic necessities, serves not only the public but the Republic itself. It rejected the practice of favoring elite groups and aimed at a fair distribution of resources, echoing the principles of equity and justice in governance .
The Libreta Familiar system was introduced as a measure to combat the inefficiencies and inequities in the distribution of essential goods amidst economic struggles, primarily caused by deteriorating foreign mineral markets. This system aimed to ensure equitable access to basic necessities by bypassing exploitative intermediaries and directly supplying homes at subsidized prices. It served as a tool to mitigate the impact of external economic pressures by prioritizing the population's fundamental needs, thereby reinforcing social equity and economic resilience .