José Fernando Ulloa Rodríguez
1102721175De
UN CLAMOR NO ESCUCHADO
En el poco tiempo que llevo estudiando esta loable carrera, me convenzo cada día
más que el Derecho es una alternativa para dar solución a toda clase de
conflictos, enmarcados muchos de ellos por la violencia, la misma violencia que
ha transcurrido en nuestros país durante muchos años y que personajes, muchos
de ellos mártires, han dejado sus vidas, su último aliento por alcanzar la paz, la
convivencia pacífica y tratar de dar solución a conflictos de una manera justa,
buscando proteger nuestros derechos. En un estado social de Derecho, donde
debe imperar la protección y ante todo la vida humana como el derecho
fundamental más importante, el derecho sobre derechos, lo que está contemplado
en nuestra constitución política y que tanto se profesa para un bienestar general,
es entonces en dónde me llegan muchas preguntas y muchas de ellas tal vez sin
la respuesta adecuada, preguntas aquellas que quedan en el aire al encontrarse
hombres de la patria, suplicando por ese derecho que tenemos todos, es así como
quiero dedicar estas pocas líneas para resaltar y exaltar la última voluntad, el
último deseo, el último aliento, su última lucha perdida para él y para muchos que
en esos momentos infortunados, vieron escapar sus vidas, pero que para hoy ese
clamor no escuchado, rechazado, burlado, vulnerado, nos demuestra y nos
enseña el valor grandioso del que lo da todo por mostrar que sí es posible
conseguir la paz, que si vale la pena luchar por nuestros derechos, que ante tanta
indiferencia, tenemos una tarea grande de extender nuestra voces en un clamor
interminable por
El clamor de un hombre llamado Alfonso Reyes Echandía, quien dejó huella con
su actitud valerosa y quien mostraba que ante cualquier situación, poder,
Institución, debía impera la vida humana, un hombre catedrático que dedicó su
vida a enseñar sobre Derecho y quien hasta en sus últimos momentos seguía
enseñando y dejando un legado de paz. Este hombre quien perdió su vida en
manos de un grupo guerrillero, desprotegido y abandonado a su suerte por el
Estado, por sus amigos, por la indiferencia de un poder quien demostraba lo
mezquino que podía llegar a ser, aquel mismo gobierno que estaba regido por un
ordenamiento jurídico que contemplaba al ser humano como el bien existente más
preciado. Una vulneración a esa Constitución, una burla a todos aquellos que
profesan paz y reconciliación, un desacato a un llamado de un dirigente nuestro a
quien como autoridad no reconocieron. Un infortunado suceso de sangre, dolor,
humillación, desesperanza, decepción, que poco a poco a medida que transcurría
las horas del fatídico hecho, las súplicas se hacían cada vez más intensas
buscando preservar la vida de personas que como él estaban siendo devastadas
por tan tremendo horror, pero nada fue suficiente para convencer al entonces
presidente de la República sobre el tan recordado clamor “ cese al fuego”, cese
que nunca llegó, o sí, llegó después de una arremetida violenta ordenada por el
mandatario, quien ignorando aquella súplica, prefirió la protección a Instituciones
que de nada tiene valor ellas sin su principal motor “la vida humana”, vulnerando
totalmente los Derechos y quien como garante no cumplió, pero cabe preguntas.
No es acaso lo más importante la vida humana lo más importante para el Estado?.
No prima sobre todo el preservar la vida?. Por supuesto que sí, sí es lo más
importante y quien como Jurista, defensor de los Derechos nos mostró que el
camino es la paz, la conciliación, la fuerza interna que mueve a hombres justos
con ansias de hacer un mundo mejor, un legado que nos dejó a los estudiantes de
Derecho, que ante todo debemos defender con integridad, valor, dignidad,
compromiso y responsabilidad nuestros derechos y los de otros, quien nos enseñó
que no hay egoísmo y que con convicción debemos interceder en defensa de otro
y que con su actuar hacía honor a la frase grabada en la entrada del Palacio de
Justicia, la cual evocaba la paz, la honra de la virtud, la conservación de los
Derechos, el aborrecer la maldad y el castigo a los delitos, todas estas palabras
recogen todo por lo que debemos defender; es entonces como hoy llega a mis
pensamientos el que habría ocurrido si tan solo hubiesen acatado el clamor de un
hombre que sentía su país, que buscaba proteger vidas y que evocaba a la paz.
No se puede decir hoy por hoy que esa súplica no fue escuchada, no fue oída,
porque aunque solo una persona como en mi caso hubiésemos entendido el valor
de defender los derechos y la vida, con ello es más que suficiente para decir que
de una u otra forma el clamor ha sido escuchado.
El clamor que retumbará siempre en los pensamientos y corazón de los
verdaderos Juristas, de los verdaderos defensores de Derechos, del que no es
ajeno al dolor de un tercero, al que ha entendido que por sobre todas las cosas, el
ser humano, su vida, su honra, su dignidad predomina, solo queda dar gracias a
este gran Jurista por la enseñanza y las ganas de luchar para que no haya
impunidad, por la Justicia, por la búsqueda de la verdad, entendiendo que la
solución de conflictos se da a través de la conciliación. Hoy solo queda seguir en
la búsqueda de la verdad que aconteció ese Noviembre de 1.985, para que en
algo se haga Justicia por tanto dolor e incertidumbre de aquellas víctimas a las
que les fueron arrebatadas sus seres queridos, responder a un país quien reclama
que nada quede impune y por aquellos mártires, hombres valientes que perdieron
lo más preciado “la vida”. Estas líneas dedicadas a ellos, a los estudiantes de
Derecho, a los Juristas, a los defensores de la Justicia y sobre todo a aquellos
niños quienes son el futuro de nuestro país y a quienes hay que formar en verdad,
en rectitud y sobre todo en DERECHOS.
Alfonso Reyes Echandía, gran hombre, íntegro, amigo de la paz y del Derecho, de
amor por el otro, con templanza, coraje, con sentido de responsabilidad y Justicia
social, valores estos de un verdadero Jurista.
“lo único que necesita el mal para triunfar, es que los hombres buenos no hagan nada”
(Edmund Burke)