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La Comunicación, El Arte Que Crea Realidad-Mtro Marcelino Núñez T

Tanto el arte como el mito son expresiones sin tapujos que exponen al hombre, lo develan, por ser abiertas dejan en carne viva aquellas emociones, sentimientos e ideas más honestas y empáticas con las que el hombre dona sentido y carácter a sus relaciones en sociedad. Por esta originalidad, del mito y del arte, pueden ser aprovechadas para descubrir experiencia, acogerlas como consejos para no cometer errores a nivel personal y social,...

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La Comunicación, El Arte Que Crea Realidad-Mtro Marcelino Núñez T

Tanto el arte como el mito son expresiones sin tapujos que exponen al hombre, lo develan, por ser abiertas dejan en carne viva aquellas emociones, sentimientos e ideas más honestas y empáticas con las que el hombre dona sentido y carácter a sus relaciones en sociedad. Por esta originalidad, del mito y del arte, pueden ser aprovechadas para descubrir experiencia, acogerlas como consejos para no cometer errores a nivel personal y social,...

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Mtro.

Marcelino Núñez Trejo


Apunte para el libro: “El hombre, mercader de sí mismo”.

LA COMUNICACIÓN, EL ARTE QUE CREA REALIDAD.

Si el hombre tiene una expresión que justifique su ser simbólico es precisamente


el arte. El arte habla por él, análogamente como las expresiones míticas lo hacen
a través de la danza, el canto, las pinturas rupestres. Cada una a su manera
hablan del ser del hombre, de su ser en el mundo, desprendiendo de ello, al
mismo tiempo, que lo que es el hombre desde lo que dice, lo que manifiesta de
manera simbólica, indirecta, desde las venas de un mármol, fenómeno que
expone su dimensión ética. Tanto el arte como el mito son expresiones sin tapujos
que exponen al hombre, lo develan, lo delatan y dejan en carne viva aquellas
emociones, sentimientos e ideas más honestas y empáticas con las que el hombre
dona sentido y carácter a sus relaciones en sociedad . Por esta originalidad, del
mito y del arte, pueden ser aprovechadas para descubrir experiencia, acogerlas
como consejos para no cometer errores a nivel personal y social, pero también
suelen ser manipuladas para hacer elocuentes discursos que traten con lo que el
hombre quiere que el otro escuche y haga; Habermas habla entonces de la
comunicación como interés, de la comunicación que genera visiones del mundo,
que conscientemente o no, impone maneras de trabajar, de amar, de ir siendo a
futuro.

Queremos hablar, en esta parte, de la relación de significado de la


comunicación del arte con la comunicación mítica. Mientras la segunda es una
apertura al pasado del hombre, de sus emociones y de la constitución misma de
su sensibilidad espacio-temporal; el arte es una apertura al futuro, que de la
misma manera que el lenguaje mítico son expresiones simbólicas. De manera
desvirtuada y en detrimento de ambas, tanto el arte como el mito sufren el
contagio de la pragmática funcional convirtiéndose en medios para la técnica y la
manipulación de mensajes en los que ya el origen (mito) y el futuro del hombre
(arte) extravían su sentido, su pathos y su ethos, la experiencia de la vida que
necesariamente apunta a algo mejor.

Desde el arte primitivo, el hombre hizo de él el medio para perspectivar una


visión del futuro, de lo que le iba acontecer, una especie de magia para predecir el
futuro. En la actualidad se hace arte desde lo que se es o se tiene como
experiencia vital para vislumbrar otras ventanas al mundo de la existencia. El
cuestionamiento, también de hoy, es poder demostrar que el arte contemporáneo
obedece a este mismo patrón de anhelo de futuro, repito, de “ver el mañana”, no
en el sentido de hallarlo como “un hecho” que sólo espera la llegada del hombre,
sino en el sentido de ser una anunciación comunicativa –que no se aleja del
concepto de aspiración humana de cada época), que en el momento en que el
hombre hace arte en ese preciso momento se avizora el porvenir, se le está pro-
poniendo, es decir, haciendo en el mismo momento, común-fincar entre el pasado
de la experiencia presente con el futuro y se instaura en las formas, colores,
texturas y perspectivas.
En cuanto a representación, el arte es un lenguaje de imágenes encaminado a
expresar la realidad social, sus contradicciones y las propias del artista, con la
doble posibilidad de encubrirla o revelarla. El contenido de la obra de arte, en su
aspecto ideológico, hace referencia a intenciones religiosas, políticas, educativas,
etcétera; o sea que cumple una serie de funciones al servicio de los intereses del
grupo dominante...Como expresión imaginativa y creadora, el arte conjuga
aspectos conscientes e inconscientes: puede resultar una vía de conocimiento y,
en este aspecto, trascender sus propias limitaciones y los condicionamientos que
le impone su momento histórico. Aprender a captar el mundo con una visión
siempre renovada, profunda, no automatizada es, sin duda, una aportación al
conocimiento de lo real...

Como vínculo entre productor y consumidor, el arte es un vehículo de


participación, de comunicación, que permite enriquecer la experiencia
perceptiva y emocional del espectador. Pero su acción no se agota con
ello, ya que el arte debe actuar también como expresión liberadora: el
espectador se convierte en un participante activo y luego en un
creador. Esta situación sólo se dará en la medida en que el arte se
integre a la vida productiva del hombre como arte socializado, pero es
imposible que se desligue del proceso colectivo de liberación. 1

Lo que queremos subrayar es que el arte --entendiéndolo como la capacidad


humana de dialogar simbólicamente con el entorno a partir de su interpretación
desnuda, ateórica, intuitiva, y su resignificación de la realidad social a través de la
creación de una obra--, arroja propuestas de nuevos y mejores caminos al prójimo
para hacer la vida, es la mejor manera de poner en comunicación las formas
sociales de convivencia, de producción, de moralidad, de ética, de creencias, con
la idea sublime y nada clara de una humanidad futura instaurada como paradigma.
En las formas, en los colores, en las relaciones sociales, en los comportamientos
políticos, se muestra una estética y una belleza, una justicia y una maldad, una

1Reyes Palma, Francisco, “El arte en la vida social”, Trillas, México, 1984, pp. 8-9. Vid. Fischer, Ernst “La
necesidad del arte”, Península, Barcelona, 2011.
profundidad poética y una superficialidad lúgubre y mortuoriamente insoportable
para la vida, etcétera. El artista encuentra el campo fértil para, a través de su alma
altamente sensible, percibir y conmocionar la experiencia humana que él, por
elección o fatal destino, ha decidido poseer y reproducir, por lo que siente su alma
presionada durante toda su vida para expresar en una obra lo que ve, lo que
pronostica o lo que desea destruir con toda la pasión humana de la época de la
que es representante. El artista es el alma sensible del pueblo, diría Marx, tiene el
compromiso vital de espiar al hombre en sus momentos de blasfemia social y
convertirse en el medio que digiera la información de los símbolos de la cultura
para transmitirlos al pueblo como “los presagios”.

La tarea del artista consistía en explicar el significado profundo de los


acontecimientos a los demás hombres, en hacerles comprender el
proceso, la necesidad y las reglas del desarrollo social e histórico, el
resolver para ellos el enigma de las relaciones esenciales entre el
hombre y la naturaleza (mito), entre el hombre y la sociedad. 2

La aporía surge cuando la realidad es producto del hombre de los discursos, del
poder y de la comunicación como diseño, que es la “forma social” que el artista
recibe como “propuesta de vida” que algunos grupos diseñan para el hombre. El
artista necesariamente está involucrado, inmerso entonces, en ese discurso de
ruido, de propuestas confusas de vida, de futuros ad hoc. Siente el artista, el alma
artística del hombre que todos poseemos, la necesidad de purificarse de
blasfemia, de narrativas si referente humnao-social: resignificar o dejar esas
formas como están, si su alma sensible, su obra (oleo o lenguaje) le “dice” que
todo está bien, que el futuro es bueno.

El artista ve lo que nadie más ve, por eso educa su alma en todos los avatares,
en el pathos y en el ethos, en todos los discursos, entre los símbolos de la cultura
el artista duerme, come y labora. Si el artista muere en las sociedades, la

2 Fischer, Ernst, “La necesidad del arte”, Península, Barcelona, 1978, p. 48.
blasfemia hace de las suyas, se construyen narrativas por diseño, se apapacha la
vida con aquello que nada tiene que ver con las cosas y los actos originarios del
hombre (mito y arte) que preludian verdadero futuro y, que en su momento con-
pro-metido justifica todo lenguaje político. Por eso el arte necesariamente es
social, porque es una lámpara vigilante de objetos y sujetos que la forman, es la
conciencia de los pueblos. El arte es el reflejo más fiel de la realidad a la que
debe, por ello, vigilar3, porque de ella vive. Sin embargo el arte no ha dejado de
sufrir fuertes embates, épocas donde se vuelve un menesteroso de la religión, de
la ideología política, de la moralidad; empero, dice Herbert Read:

...pero las intuiciones más profundas de la mente, que no son


racionales ni económicas, pero que, sin embargo, ejercen una
influencia inmutable y perpetua sobre las sucesivas generaciones de
los hombres, sólo son accesibles al místico y al artista, y sólo este
último puede darles una representación objetiva. 4

No puede haber arte donde hay ocultamiento, mentira. Si las formas sociales
son ocultadas, el arte muere al no tener de dónde alimentar su sensibilidad, que
es una sensibilidad productiva, productora de vida, que en el sentido que se está
hablando, es la misma posibilidad de la comunicación, i.e.,, decir verdad de algo a
alguien.

Así, pues, la obra de arte ha de reflejar en conexión justa y justamente


proporcional todas las determinaciones objetivas esenciales que
delimitan la porción de vida por ella plasmada... Esta representación de
una vida más rica y más vigorosamente articulada y ordenada a la vez
de lo que suelen ser en general las experiencias de la vida del individuo
se relaciona de la manera más íntima con la función social activa, con

3 Michel Foucault habla de que en esencia las palabras permiten o prohíben actos: discursos de poder. Cfr.
Foucault, M., “Historia de la sexualidad”, Siglo XXI, México, T.I., pp. 102 ss.
4 Read, Herbert, “Arte y sociedad”, Península, Barcelona, 1977, p.145.
la eficacia propagandística de las verdaderas obras de arte. Más que
5
nada por esto los artistas son “ingenieros del alma…

Si el arte debe contener de manera justa las relaciones y las cosas de los
hombres según Luckács, es porque se piensa que el artista tiene un alma justa
que común-fincará un “modelo” de vida a perseguir. Cuando un artista trabaja
arroja al mundo símbolos que la demás gente tomará como “ideales” de la vida de
la época. Los artistas, desde siempre, han sido los traductores de la sensibilidad
dolorida y deseosa de todos los hombres de la época, son el discurso por
antonomasia. Cuando se mira una catedral como Notre Dame, una pintura como
La Mona Lisa, una novela como Cien Años de Soledad, o una escultura como El
Beso, las emociones se conmocionan porque tienen enfrente la experiencia misma
del pathos y el ethos del alma; las emociones se revuelven y tratan de ubicarse,
de hallar lugar en un tipo de sensibilidad social que pueda servir de base para
sentir a profundidad lo que la obra esconde de vida social de los seres humanos.
Por esto el arte es reclamado por los pueblos, comenzando por luchar por su
reconocimiento como expresión, como comunicación originaria, como común-
fincar una forma de ver, valorar, actuar en el mundo y, segundo, que le sea
reconocido como la forma más fiel para exclamar los anhelos que desean
satisfacerse en la vida. El arte es el medio del que se vale el alma del hombre, el
alma de los pueblos, para expresar lo que son y lo que desean ser. Esto lleva a
considerar que el arte, por ninguna razón, debe confundirse con un trabajo
panfletario. El arte no está al servicio de nadie, sólo se deja inspirar por el placer
de ver un futuro más lleno de riquezas espirituales para el hombre.

Escribía Samuel Ramos6 que el arte no consiste en una contemplación


estéril, sino en una contemplación práctica, cuyo placer estético no estriba en el
hedonismo, sino en la acción de encaminar al espíritu, de arrojar sensibilidad para
la construcción de la vida. Si el artista se convierte en un técnico panfletario, por lo
que se ha dicho, la sociedad corre el peligro de no tener futuro, de estancarse en
5 Luckács, George, “Estética y sobrevivencia”, Folleto Nueva Luz, México, 1964, pp. 95-96.
6 Vis. Ramos Samuel, “Filosofía de la vida artística”, Espasa-Calpe, Colecc. Austral, México, 1984.
el esnobismo como forma de vida. La “comunicación del arte” se reduciría a la
repetición de modelos, a la cultura del accesorio “bañado en oro o pintado de mil
colores”, en demagogia de formas y sonidos mostrando el fondo decadente de la
sociedad.

Lo que el artista o el arte comunica no es tanto una personalidad, ya que


por el sólo hecho de haber elegido ser artista está al servicio del sentido de la
vida, mismo que se esconde en las expresiones de la cultura social de cada
época. Dice Michael Ragon que:

He aquí para qué sirve el artista, lo mismo que todo investigador: para
descubrir lo real más allá de las apariencias engañosas de lo social
congelado. Pero la visión del artista “descubridor” jamás es aquella que
es común al conjunto de la sociedad de la que es contemporáneo. 7

El artista es, por antonomasia, el comunicador por excelencia. El hombre no


justifica de mejor manera la virtud que tiene de comunicarse, de simbolizar cuando
“toca”, más que ex-presando, arrojando la visión del mundo por donde el hombre
persista en ser feliz y vivir en libertad.

Cuando en la sociedad algún grupo (con ese conocimiento de interés del que
habla Habermas), una ideología, tienen como fin preponderar sobre la visión o
aceptación de ciertos valores indispensables para la vida, entonces se genera una
especie de psicosis, de inconformidad social, que el artista, por ser una alma más
sensible que cualquier otra, recoge y recrea en expresiones de la misma, es decir,
simboliza, en forma de desahogo, una tensión del padecimiento vital social. Es el
momento en que surgen novelas, pinturas, arquitecturas, música, cine, teatro,
discursos, lenguajes, que reflejan esa desazón de la sociedad, esa alma sin lugar
del pueblo. Vaya función comunicativa la del arte: captar el malestar del pueblo,
asumirlo y manifestarlo a través de una obra, un lenguaje, que por su naturaleza

7 Ragon, Michel, “El arte ¿para qué?”, Extemporáneos, México, 1977, p. 135.
necesariamente subversiva augure una perspectiva de salida. Como se ve, no hay
más honesta función simbólica de la comunicación que el lenguaje del arte y del
mito. El peligro está latente y ha provocado al surgimiento de inconformes, de
heterodoxos del lenguaje, desde Pascal hasta Cioran, pasando por Sade,
Nietszche, Barthes; está tembloroso el habla humana porque se presiente su
debilidad, su anemia al convertir el arte de la expresión (comunicación) en un
trabajo de ventas, para vender irrealidades. El arte del decir debe ofrecer caminos
de libertad.

Archivo ASOMEH.

DF, México, 1996

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