https://www.youtube.com/watch?
v=YDUTOM66xrk
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John L. Stephens
La cancha se sitúa en el lateral oeste de la plaza norte. En dirección
longitudinal se encuentra orientado al igual que el Castillo de Chichén
Itzá: norte sur con una desviación de 17º este. Las dimensiones de la
cancha son de 168m de largo y 70m de ancho.
La estructura del conjunto se compone de cuatro construcciones que
dan forma al patio en forma de doble T. La explanada de juego se
compone de muros elevados y paralelos en cuyo centro se encuentra
fijados dos anillos de piedra junto con unas banquetas ornamentadas.
Los anillos se decoran con la imagen de Quetzacoált, es decir,
serpientes emplumadas. En cada extremo de la explanada se coloca
un templete o una tribuna para contemplar el juego. En el muro
oriental se sitúa el templo de los jaguares en el que se dibujan
representaciones de guerreros, animales, sacerdotes, fauna y flora.
Estos cuerpos están limitados por un muro de altura media. El templo
norte tiene menores dimensiones, pero mucha ornamentación, está
considerado como un templo para la celebración de ceremonias de
fertilidad.
En las caras superior e inferior de lado sur se encuentran dos grandes
templos: el templo de los jaguares, abierto hacia la cancha; y el templo
inferior, el de la serpiente emplumada en el que se encuentra un trono
jaguar, prueba de la época de esplendor del periodo clásico de
Chichén Itzá. En ambos existían pinturas murales que narraban
batallas o conquistas. En el lado este se encontraba también el
tzompantli, que era el lugar en que se depositaba la cabeza del
decapitado al final de la ceremonia.
Se han localizado más de 1500 canchas de pelota a lo largo de toda
mesoamérica, y es posible que existieran algunas más. Sahagún, a su
llegada a América describe así la cancha de juego: “…el juego de la
pelota se llamaba tlaxtli o tlachtli que eran dos paredes, que había entre la
una y la otra veinte o treinta pies, y serían de largo hasta cuarenta o
cincuenta pies; estaban muy encaladas las paredes y el suelo, y tendrían de
alto como estado y medio, y en medio del juego estaba una raya que hacía al
propósito del juego; y en el medio de las paredes, en la mitad del trecho del
juego, estaban dos piedras como muelas de molino agujereadas por medio,
frontera la una de la otra y tenían sendos agujeros tan anchos que podía
caber la pelota por cada uno de ello”.
por Christian y Sergio
Taladoire, investigó profundamente esta tipología constructiva,
describiendola así: “constituida por dos edificios paralelos, relativamente
estrechos, separados por un espacio plano, largo y también estrecho, que
forma la cancha propiamente dicha. Cada estructura lateral está compuesta
por un talud de inclinación variada, que culmina en su parte posterior en una
cornisa que puede alcanzar unos metros de alto. En su parte inferior, el talud
cae directamente sobre el piso de la cancha, o desemboca en una banqueta
baja con reborde vertical o fuertemente inclinado. En muchos casos los
extremos de la cancha están abiertos… otros dan al juego su forma conocida
de I o de doble T”.
por nhosko
Taladoire, realizó una recopilación publicada en el año 2000, sobre las
canchas de juego, su evolución y uso, en la que recogió hasta 13 tipos
diferentes de cancha. La canhca de Chichén Itzá que se considera
como la pricipal corresponde al tipo III. La de otras ciudades como la
de Tula, es tipo VI o VII, caracterizadas por una planta más cerrada.
La de Uxmal es de tipo I, más común entre los territorios mayas del
sur, con estructuras laterales en talud y una cancha semiabierta.
por Christian y Sergio
por Weiditz, en 1529
por vicguinda
por kjmatth
Juego de Pelota
prehispánico:
características del juego de
dioses
Pre-hispanic ball game: characteristic of the game of gods
Ldo. en Ciencias de la Actividad Física y el Deporte. Colegiado nº 9248
Director Instalación deportiva Paidesport Center (Petrer - Alicante)
Doctorando Dpto. Educación Física y Deportes, Universidad de Pedro Martínez Moya
Valencia. [email protected]
Profesor Ayudante Programa de Cooperación Interuniversitaria 2002, (España)
Querétaro, México
Resumen
La investigación histórica es una herramienta que nos ayuda a conocer mejor el origen de la actividad física
en el ser humano. Sin embargo, desde el campo de las Ciencias de la Actividad Física y el Deporte, el Juego de
Pelota Prehispánico, con más de 3.000 años de historia, ha sido una práctica tan llamativa como, por desgracia,
olvidada. El presente trabajo tiene la intención de rescatar del olvido este Juego de Dioses y aportar así ideas
que ayuden a futuras investigaciones que clarifiquen esta práctica ancestral. Se presentan las culturas
prehispánicas que han estado y, en algunos casos, siguen vinculadas al Juego de Pelota, las características del
juego, sus reglas, tipos de canchas y el sentido astral y guerrero como hipótesis en relación a su simbolismo
asociado.
Palabras clave: Juego de pelota. Prehispánico. Características del juego. Simbología asociada.
http://www.efdeportes.com/ Revista Digital - Buenos Aires - Año 10 - N° 73 - Junio de 2004
1/1
1. Introducción
Ante la globalización, el mundo vuelve su mirada al pasado, al origen que
identifica y define las culturas. Frente a las desigualdades e injusticias
económicas y sociales que vienen asociadas a este movimiento de
globalización, surgen nuevas formas de ver el mundo y entenderlo. En el campo
de las Ciencias de la Actividad Física y el Deporte también afectan esta serie de
cambios, y es aquí donde debemos preguntarnos cómo podemos progresar en
nuestra área. La investigación histórica puede ayudarnos a conservar nuestras
señas de identidad, a rescatar las tradiciones de los pueblos para que perduren
en el tiempo como legado de la civilización.
El juego de pelota aparece como una actividad que mantiene vivas las
tradiciones asociadas a este deporte-ritual y, su estudio, puede ayudarnos a
comprender mejor una práctica llevada a cabo desde hace 3.000 años. Se ha
hablado mucho de las prácticas deportivas griegas o romanas, y no queremos
aquí quitarles importancia, sin embargo, ¿cómo no se ha estudiado apenas
desde nuestro área una práctica que actualmente cuenta con más de 1.500
canchas de juego registradas? No es pretensión de este trabajo clarificar todos
los aspectos que atañen al juego de pelota, esto nos llevaría la creación de un
libro (o varios), sino más bien la de aportar ideas para que puedan realizarse
futuros estudios históricos o contemporáneos sobre esta importante práctica
ancestral.
El trabajo trata de aproximar al lector al juego de pelota visto desde las
diferentes culturas que se asentaron en mesoamérica antes de la llegada de los
españoles y su colonización. Desde los Olmecas, que son los primeros
pobladores de los que se tiene conocimiento de su práctica de juego de pelota,
hasta los aztecas, analizamos la relación que tuvieron con esta actividad,
basándonos en fuentes y estudios documentados. Nos acercaremos, de manera
básica, a su reglamento, a sus jugadores y a las canchas, como legado visual y
arquitectónico más importante. Por último, el juego de pelota, como práctica
sagrada asociada a una simbología determinada: el sostenimiento del cosmos,
la fertilidad o la guerra. Dos direcciones encontramos finalmente, el juego de
pelota, como juego de dioses o como juego de hombres. Siendo el sentido
sagrado el más trascendente y por tanto motivo de análisis en el trabajo que
presentamos.
2. Culturas Prehispánicas relacionadas con el Juego de Pelota
En el continente americano y especialmente en México desde la llegada de
los primeros pobladores (hace más de 30.000 años) hubo importantes
progresos, aprendieron a cultivar la tierra, a trabajar el barro y la piedra así
como a domesticar animales. Con el paso del tiempo las aldeas se convirtieron
en ciudades. Se crearon las religiones, las leyes y formas propias de arte, se
avanzó en ciencias e inventaron sistemas de escritura y numeración. La zona
mas importante de este desarrollo cultural en México fue la llamada
Mesoamérica, su evolución fue larga y complicada y se conoce la presencia del
hombre en estos territorios con fecha de hace 21.000 a 14.000 años (Piña y
Laurencich, 1990).
Por la influencia del medio geográfico, las culturas que surgieron fueron de
muy diversos tipos: grupos recolectores, cazadores, sociedades tribunales y
complejas civilizaciones de gran esplendor, como la Olmeca, Teotihuacana,
Mayas, Zapotecas, Mixtecas, Toltecas, Tarascos y Aztecas. Sin embargo, para
los propósitos de este trabajo ofreceremos las características básicas de las
culturas que más importancia tuvieron para el desarrollo del juego de pelota.
La cultura más antigua de la que se conocen sus manifestaciones es la
Olmeca (1500-200 a.C.). El nombre olmeca deriva de las palabras náhuatl olli,
goma, y mecatl, estirpe (Piña y Laurencich, 1990). Indudablemente, los
olmecas no se llamaban a sí mismos "el pueblo de la goma", pero el nombre
sirve para designar el área metropolitana olmeca: Tabasco septentrional y
Veracruz meridional, región mexicana de la goma, material utilizado para la
fabricación de la pelota. Los centros ceremoniales más importantes de esta
cultura fueron San Lorenzo, que fue abandonado hacia el 900 a.C.; Las Ventas,
último gran centro supremo de la cultura Olmeca (800-400 a.C.) y Tres Zapotes
(desde 400 a.C.) en el que los arqueólogos ya no hablan de una unidad cultural
entre los olmecas. En las dos primeras se encuentran canchas de tierra para la
práctica del juego de pelota, aunque sin construcciones especiales (Castro,
1973). El nacimiento del juego de pelota se sitúa en el desarrollo de estas
civilizaciones, aunque es en 1995 cuando, en el sitio de Paso de la Amada,
Chiapas, donde se localizó la que, hasta el momento, es la cancha más antigua
con fecha entre 1400 y 1250 a.C. (Taladoire, 2000). No está claro que en la
época Olmeca el juego terminara con un sacrificio humano, sin embargo es
posible que las cabezas colosales, maravillosos ejemplos de la escultura olmeca,
representen a jugadores de pelota decapitados (Castro, 1973; Ortíz, 1992;
Uriarte, 2000) (fig. 1).
Fig. 1. Cabeza Olmeca
Esta cultura fue asimilada por otros grupos y fue perdiendo sus señas de
identidad hasta la aparición de la cultura Teotihuacana (100 a.C.-600 d.C.). Por
el esplendor de su forma urbana, así como por su influencia reconocible en
todo el territorio de Mesoamérica, puede suponerse que su gran desarrollo no
sólo fue agrícola, sino también de producción e intercambio, en el que destacan
las relaciones con la cultura vecina de los Maya (Matos, 1990). Esta cultura está
relacionada con un periodo de disminución en la práctica y construcciones de
juego de pelota en toda Mesoamérica, influidos por la gran urbe de
Teotihuacán (Taladoire, 2000). En esta ciudad no encontramos ninguna cancha,
lo que significa que probablemente que no se practicaba el juego, aunque en
los frescos de Tepantitla (fig. 2), que nos pinta el paraíso del Dios Tlaloc (que
representa la fertilidad), vemos a varios jugadores jugando a la pelota. El tipo
de juego es distinto al de otras regiones; dentro de un campo delimitado por
dos marcadores de piedra, la pelota es empujada con bastones (Castro, 1973).
No puede ser coincidencia, tal y como señala Eric Taladoire (2000, p. 27), que
la caída de Teotihuacán ocurriera casi al mismo tiempo que el renacimiento y el
apogeo del juego, aunque no están claras las razones de este suceso.
Fig. 2. Mural de Tepantitla (Teotihuacán, Edo. de México)
Sobre las causas del desplome de esta gran cultura se barajan varias
hipótesis, aunque parece ser que el incendio político-religioso sufrido a
mediados del siglo VI d.C. por la ciudad, junto con las presiones de ciudades en
expansión como Tula, Xochicalco y el Tajín, son las versiones más plausibles de
esta descomposición de Teotihuacán que provocó el éxodo de los teotihuacanos
hacia regiones cercanas (León, 1983; Matos, 1990).
Contemporáneos a los teotihuacanos, pero con mayor proyección en el
tiempo, apareció la cultura Maya (200 a.C.-1200 d.C.). Éstos mantuvieron
vínculos de diversa índole con sociedades que habitaron Mesoamérica; lo
mismo se encuentran elementos teotihuacanos en grandes metrópolis mayas
como Tikal, y rasgos toltecas en lugares como Chichén Itzá, que aspectos
mayas en importantes ciudades mesoamericanas como Xochicalco, Cacaxtla o
Monte Albán (Bourbon y Poljak, 1999). Precisamente, Chichen Itzá recoge uno
de las canchas de juego de pelota (el pok'ta'pok, como era conocido por los
mayas) más famosas y mejor conservadas, en la que destacan sus altos muros
verticales (fig. 3) y su panel en relieve en el que se representa a jugadores de
pelota durante un sacrificio.
Fig. 3. Cancha de juego de pelota de Chichen Itzá (Edo. de Yucatán)
Diversos autores (Ruz, 1983; León, 1983 y Scott, 1996; entre otros) señalan
alrededor de la fecha 800 d.C. el comienzo de un fenómeno generalizado de
deterioro de la civilización maya, que representa una ruptura total con los
patrones sociales y culturales que habían prevalecido, llegando las Tierras Bajas
del Sur a ser abandonadas paulatinamente y quedar prácticamente
deshabitadas. Las causas que tratan de explicar este fenómeno, aún no han
sido resueltas satisfactoriamente, pero la sobreexplotación del medio y la
intrusión de grupos extranjeros con un bagaje cultural diferente, parecen ser
las responsables (Bello y Picardo, 1998). Esto provocó una serie de migraciones
hacia la península de Yucatán, en la que habitarían lugares como Uxmal,
Kabáh, Labná o Chichén Itzá, hasta que el arribo de grupos de filiación tolteca,
provenientes del Altiplano central de México, provocaron nuevas
transformaciones en las pautas culturales de la región (Bourbon y Poljak,
1999). Esta presencia tolteca es más evidente en Chichén Itzá; en este sitio
tiene lugar, entre los años 1000 a 1200 d.C., la fusión de dos de las grandes
tradiciones culturales mesoamericanas, la maya y la tolteca (Ruz, 1963; Bello y
Picardo, 1998).
La cultura Tolteca (950-1250 d.C.), tras la caída de teotihuacanos, y la
pérdida progresiva de poder de los mayas, trasladó los centros de organización
política y religiosa a Tula y Chichen Itzá (León, 1983). Florescano (1995) recoge
en su obra el personaje de Ce Acatl Topolitzin Quetzalcóatl, sacerdote, héroe
cultural y rey de Tula, que encarnaría la imagen del dios mítico Serpiente
Emplumada, cargado de gran simbolismo en el juego de pelota (fig. 4 y 5). Esta
tradición tolteca fue transmitida por los aztecas, que la propagaron en diversos
textos y cantos que se comenzaron a publicar en los años siguientes a la
conquista española (Bello y Picardo, 1998).
Fig. 4. Representación del dios Quetzalcoátl, Serpiente Emplumada
(Templo de Quetzalcoátl, Teotihuacán, Edo. de México)
Existen diversas opiniones sobre el abandono de Tula, entre ellas la que
asocia la salida del rey Quetzalcóatl hacia otras tierras, provocando así una ola
de migraciones hacia el sur que disolvieron el reino de Tula pero que sirvieron
para que se extendiera la cultura Tolteca (Bello y Picardo, 1998). Estas
migraciones abrieron la puerta a invasores del norte desde el sur de Texas
hasta entrar al Valle de México. Entre estos pueblos encontramos a los mexicas
que procedían, según parece, de un lugar llamado Aztatlan o Aztlán, "lugar de
garzas", por lo cual, se les conoce mejor bajo el nombre de aztatecas o aztecas,
aún cuando ellos preferían denominarse culhuas-mexicas (León, 1983; Yánez,
1996). Esta cultura tardó años en establecerse definitivamente debido a que las
tierras que pretendían siempre estaban ocupadas y tenían que ir a la guerra.
Fue en 1345 cuando, tras arduas luchas contra pueblos vecinos, vieron la señal
del águila devorando una serpiente sobre un nopal (imagen del l escudo de la
República Mexicana) y fundaron Tenochtitlán. Se dice que esta cultura
practicaba el juego de pelota (o tlachtli, como ellos lo llamaban) con una pasión
exacerbada (Yánez, 1996). Heredado de los tolteca también se fundamentan en
una conciencia cósmica del juego, se realizaba exactamente igual que
el Pok'ta'pok maya, con algunas ligeras diferencias, sobre todo en lo que
concierne a las medidas de los espacios y a su panteón divino (Avila, 2001).
Para ejemplificar la importancia de esta actividad entre el pueblo méxica,
hemos de señalar que la cancha de juego de pelota se hallaba ubicada en el
terreno sagrado, frente a los astilleros de cráneos de los que habían sido
sacrificados en el templo principal; al lado, limitaba con el templo dedicado a
los Caballeros Águila. A la llegada de los españoles, éstos quedaron fascinados,
lo cuál se demuestra en las múltiples referencias que se han encontrado en
escritos de misioneros como Fray Bartolomé de las Casas o Fray Bernardino de
Sahagún. Incluso Cortés, en 1528, llevó a España algunos jugadores para hacer
una demostración frente al Rey Carlos V, momento que fue plasmado por el
artista alemán Cristoph Weiditz en 1529, como podemos observar en la figura
5.
Fig. 5. Dibujo de Weiditz, 1529.
El juego de pelota prehispánico, como hemos podido ver en este primer
acercamiento desde las diferentes culturas mesoamericanas, además de ser
una práctica ancestral milenaria, tuvo un papel ritual, político y posiblemente
económico que lo ubica dentro de la esfera del poder y de la historia de las
culturas mesoamericanas. Esta actividad demuestra sus profundas raíces ya
que logró sobrevivir a la Inquisición y a Torquemada, quién vio al diablo en
cada cancha donde se jugaba, proclamó su prohibición y propugnó su
destrucción, que se realizó durante la Colonia.
3. Características del juego de pelota mesoamericano
En este apartado esbozaremos las reglas básicas que regían este juego, con
especial atención al tanteo y a los jugadores, y analizaremos también algunos
de los diferentes tipos de canchas que se dieron en las culturas
mesoamericanas.
Reglas
Fray Bernardino de Sahagún (1999), en el Capítulo X, De los pasatiempos y
recreaciones de los señores, de la obra escrita en el siglo XVI, Historia General
de las cosas de la Nueva España, describía así el juego de pelota o tlachtli:
'... y el que metía la pelota por allí ganaba el juego; no jugaban con las manos
sino con las nalgas herían a la pelota; traían para jugar unos guantes en las
manos, y una cincha de cuero en las nalgas, para herir a la pelota' (p. 459-
460).
Una descripción más completa es ofrecida por diversos autores basándose
en amplios estudios. Estas reglas además variaban según la región y la cultura
que jugaba, pero básicamente, con prudencia como señala Taladoire (2000),
podemos afirmar que estaba formado por dos equipos de uno a siete
jugadores, con un juez, que se enfrentan en una cancha larga, dividida en dos,
lanzándose directamente, o haciendo pases, una pelota de hule no vulcanizado
de unos tres kilos. Ésta debe ser tocada por alguna parte del cuerpo o
implemento que estuviera permitido (mazo, guante, cadera, mano,
antebrazo,...), lo que tal vez correspondía a variantes locales y/o cronológicas.
Los tantos se obtenían cuando la pelota se recogía o golpeaba con una parte
del cuerpo no autorizada; cuando la pelota era muerta o perdida. Cuando se
comete una falta (patear la pelota) con el pie, el equipo contrario lograba
obtener de 1 a 4 rayas (tantos que eran convenidos previamente) y la posesión
de la pelota (M.C.D. Guatemala, 2001). Como era excepcional pasar la pelota
por el aro, cuando esto se lograba se ganaba el juego y el jugador que lo
conseguía era agasajado con premios y honores (Bello y Picardo, 1998; De La
Garza, 2000).
En palabras de Taladoire (2000), en la actualidad este aspecto tan complejo
del tanteo en el juego prehispánico queda todavía muy poco claro.
Sahagún describe también algunas características de los jugadores (fig. 8)
en cuanto a su vestimenta, pero datos recientes indican que los jugadores
utilizaban para protegerse de los golpes de la pelota una faldilla hecha de cuero
de venado, algodón, cestería o madera, que era sujetada por un fajado que
servia para dar macicez a las caderas, sobre el fajado se amarra un cincho de
cuero, los codos y las rodillas se protegían con rodilleras, los pies general
mente iban desnudos o con tobilleras para evitar alguna desgarre o luxación
(Castro, 1973; M.C.D. Guatemala, 2001). Según relatos de cronistas y de
diversas figurillas de barro, estelas y relieves, en algunas regiones como en
Tula se utilizaban, además de todo lo anterior, penachos de bellas plumas y sus
mejores vestidos para la ocasión (Benítez, 1994).
Fig. 6. Diferentes representaciones del jugador de pelota (Museo Nacional Antropología, México D.F.).
La pelota, elemento clave del juego, era fabricada de la siguiente manera
(Tarkanian y Hosler, 2000): el látex recogido del árbol Castilla elástica era
mezclado con la planta del guamol, y esta mezcla se transformaba en hule para
formar las pesadas bolas que tanto impresionaron a los españoles como se
recoge en esta cita de Fray Bartolomé de las Casas, escrita en el siglo XVI:
'...y con una goma que llaman ulli, que sale de un árbol que se cría en tierra
callente, al cual punzándolo salen unas gotas blancas, y después se torna como
pez negra, de que hacen las pelotas con que juegan, que saltan seis veces más
que las nuestras de viento y no paran de bullir saltando como si estuviesen
llenas de azogue...' (1992, p. 98).
La pelota reviste una gran importancia debido no solo a su necesario uso,
sino a que los pueblos mesoamericanos se adelantaron 3.500 años al
descubrimiento del uso del hule con látex para la fabricación de la goma que
tan utilizadas es actualmente.
Canchas para la práctica del juego de pelota
Actualmente se han encontrado más de 1500 canchas, y es esta instalación
la que más lugares registra si se compara con las griegas y romanas. El
número, que continuamente es aumentado con los recientes descubrimientos,
es bastante significativo de la importancia que tuvo este lugar tanto para la
práctica deportiva como religiosa o ritual, en el contexto mesoamericano
Retomando la descripción realizada por Sahagún, éste describía así la cancha
de juego de pelota de la capital mexica:
'...el juego de la pelota se llamaba tlaxtli o tlachtli que eran dos paredes, que
había entre la una y la otra veinte o treinta pies, y serían de largo hasta
cuarenta o cincuenta pies; estaban muy encaladas las paredes y el suelo, y
tendrían de alto como estado y medio, y en medio del juego estaba una raya
que hacía al propósito del juego; y en el medio de las paredes, en la mitad del
trecho del juego, estaban dos piedras como muelas de molino agujereadas por
medio, frontera la una de la otra y tenían sendos agujeros tan anchos que
podía caber la pelota por cada uno de ellos' (p. 459, cursiva en el original).
Como observó Taladoire (2000), el juego no tiene por qué estar siempre
ligado al marco arquitectónico, el ejemplo más claro lo podemos observar
actualmente en la vida diaria, ¿cuántos niños y jóvenes juegan al fútbol -por
poner un ejemplo- todos los días sin un campo de fútbol, sin césped, sin
equipamiento y sin porterías? En numerosas inscripciones, relieves de paneles y
escritos se identifica el juego de pelota aún cuando en algunas de esas
ciudades mesoamericanas no existía cancha para la práctica. En algunos casos
sólo se han encontrado restos de marcadores (generalmente con aspecto
zoomórfico), que servían para delimitar las diferentes zonas del campo de juego
(fig. 7). Los anillos, que aparecen mucho después (900 d.C. según Castro,
1973), constituyen un nuevo tipo de marcadores, empotrados en las paredes
del patio central del juego de pelota y representando en sus relieves águilas,
serpientes o personajes decapitados. Éstos revisten una mayor importancia, ya
que, como hemos comentado antes, el punto más valioso del juego se lograba
al hacer pasar la pelota a través del anillo.
Fig. 7. Marcador cabeza de guacamayo de Xochicalco y anillo de Tula.
(Museo Nacional de Antropología, México D.F.)
Siguiendo a Taladoire (2000), éste nos define la cancha como '...constituida
por dos edificios paralelos, relativamente estrechos, separados por un espacio
plano, largo y también estrecho, que forma la cancha propiamente dicha. Cada
estructura lateral está compuesta por un talud de inclinación variada, que
culmina en su parte posterior en una cornisa que puede alcanzar unos metros
de alto. En su parte inferior, el talud cae directamente sobre el piso de la
cancha, o desemboca en una banqueta baja con reborde vertical o fuertemente
inclinado. En muchos casos los extremos de la cancha están abiertos... otros
dan al juego su forma conocida de I o de doble T, ...' (p. 24). Este mismo autor
recoge la evolución de la planta y el perfil de las canchas del juego de pelota en
mesoamérica, que como se puede observar son diferentes según la zona y la
cronología.
Fig. 8, 9, 10 y 11. Imágenes (arriba) de las canchas de Chichén-Itzá y Tula,
(abajo) Uxmal y Xochicalco.
Tomando como referencia el trabajo de Taladoire (2000), en el que recoge
hasta 13 tipos diferentes de cancha y sus variantes, podemos apreciar en la
figura 8, correspondiente a la cancha de Chichén-Itzá, como se representa la
cancha Tipo III, con altos muros verticales sobre pequeñas banquetas. Tula
correspondería a un Tipo VI, VII u VIII, caracterizado por su planta cerrada, al
igual que la figura 11, Xochicalco. En la figura 10, Uxmal representa el Tipo I,
muy común en las Tierras Bajas Mayas, con estructuras laterales en talud y
cancha semicerrada.
A pesar de las diferencias encontradas en las diferentes canchas, se puede
decir que todas siguen un modelo básico homogéneo. Hemos de tener en
cuenta que mesoamérica estuvo poblada por multitud de culturas a lo largo de
muchos siglos, en las que los conocimientos en algunos casos se pasaron de
una a otra y en otras fueron destruidos. Todo esto hizo que se desarrollaran
varios focos independientes con sus diferentes canchas y reglas, pero todas
estaban dedicadas al mismo tipo de juego.
4. El sentido astral y guerrero del juego de pelota
A pesar de esa unidad que podemos observar en cuanto a la configuración
de las canchas y los reglamentos para la práctica, la diversidad que observamos
en el actual juego de pelota también nos da datos para pensar que antes de la
llegada de los españoles también existía esta diversidad y que además, ésta, se
extendía a la simbología asociada al juego.
Varias hipótesis son las que se manejan en relación con el simbolismo del
juego, entre ellas, rito para la fertilidad de la tierra, ceremonial guerrero y
significado astral. Éste último parece ser el que más se repite en los diferentes
legados que dejaron los precolombinos y es el más comentado por los autores
que han estudiado la simbología del juego de pelota (Scott, 1996; Bourbon y
Poljak, 1999; Taladoire, 2000; Uriarte, 2000; De La Garza, 2000; Avila, 2001).
Como todo juego deportivo, es indudable que existe una lucha de contrarios,
que, en el vínculo entre el juego y astronomía es claro. La relación astronómica
más clara es con Venus (Uriarte, 2000) en el que aparecen opuestos su
representación matutina, en la figura de Tlahuizcalpantecuhtli-Quetzalcóatl, y
su representación vespertina, en la figura de Xólotz. Esta lucha de opuestos,
entre la luz y la oscuridad, entre el Sol, símbolo de la racionalidad y lo
masculino, contra la Luna y las estrellas, lo irracional y femenino, es
representada en el mito mexica (De La Garza, 2000). La cancha es, por tanto,
el cielo nocturno donde se desarrolla esta pugna en la que el Sol siempre
vencía para que se pudiera mantener el orden cósmico (Uriarte, 2000). En
última instancia, el sacrificio humano era el que permitía este orden asociado a
su vez con la fertilidad de la tierra, ya que la sangre, derramada sobre la
cancha propiciaba la germinación de las plantas y la prosperidad en los cultivos
para alimentar a la población. Es de suponer, después de lo dicho, que el juego
de pelota con las ofrendas de sangre, así como las guerras, se practicaría
durante la época seca para propiciar las lluvias y la fertilidad de la tierra. Esta
idea, fundamental en la cosmovisión de los pueblos prehispánicos, refleja la
importancia del juego de pelota dentro de su vida cotidiana.
Por el contrario, De La Garza (2000), nos señala como en el mito maya, esta
lucha de opuestos no es entre el Sol y la Luna, sino que se da entre los seres
luminosos y vitales, contra los seres del inframundo que simbolizan la oscuridad
y la muerte. Esta oposición quedó grabada en el Popol Vuh, en el que, según
Gerard W. van Bussel (1991, en Uriarte, 2000), la cancha del juego de pelota
es una alegoría del acceso al inframundo. Por otra parte, los anillos o
marcadores de piedra, representarían los sitios de salida y puesta de los astros
en el horizonte; la pelota el astro mismo, y el acto de juego, su movimiento
(Krickeberg, 1988). Según el mito maya de Hunahpú e Ixbalanqué, estos
personajes, después de bajar al inframundo a jugar a pelota con los dioses de
la muerte y derrotarlos, se transforman en el Sol y la Luna de la época actual.
Por lo tanto este episodio representa la aparición del Sol y la Luna del Popol
Vuh, vinculado al juego de pelota (Uriarte, 2000, p. 51).
En ambos mitos encontramos una pugna, una lucha, existe por tanto, una
relación simbólica con la guerra, ya que se da una confrontación antagónica
entre fuerzas, motivo de que podamos ver con frecuencia en los relieves a los
jugadores de pelota con atavíos guerreros practicando sacrificios humanos por
decapitación. Desde tiempos muy remotos el cráneo fue considerado reliquia o
trofeo; todas las culturas lo integran a su arte y ritos y el cortar cabeza fue una
pena de muerte bastante común hasta épocas relativamente recientes. Entre
los olmecas, la decapitación o representación de la cabeza fue tema de
esculturas o bajorrelieves que reproducían ceremonias asociadas a la fertilidad.
Las colosales cabezas olmecas, fechadas alrededor del año 1000 a.C., han sido
interpretadas como cabezas decapitadas asociadas al ritual del juego como
hemos podido ver anteriormente. Continuando con los mayas, éstos vincularon
el rito del sacrificio astral con el juego de pelota, que se convirtió en el
escenario del sacrificio ritual. La muerte del sacrificio era necesaria en el
inframundo nocturno y permitía la regeneración de la vida terrestre y cósmica,
formando una cadena en la cual muerte y regeneración se sucedían
insalvablemente y nutrían el flujo continuo de la vida. También hay indicios de
que era una manera muy peculiar, entre los mayas, de retar a los reyes
cautivos en la cancha donde eran sacrificados. Por tanto, el juego de pelota en
esta época no era un deporte, era algo muy serio en el que se involucraba la
perpetuación del Estado y la comunicación con el otro mundo (Velázquez,
2000).
Sin embargo, prevalece la discusión de si se sacrificaba a algún jugador de
pelota, e incluso si era el que ganaba o el que perdía, o si la cancha se utilizaba
para ceremonias asociadas a la guerra, como la muerte de prisioneros (De La
Garza, 2000). Lo que sí está claro es la relación del juego con ese orden
cósmico, el sentido astral, que comentábamos anteriormente, en el que el
sacrificio es determinante para poder permitir la victoria del Sol sobre las
tinieblas y con ella las lluvias, la vegetación y la fertilidad.
5. Conclusiones
El estudiar la práctica del juego de pelota entre las diferentes culturas
prehispánicas nos ha ayudado a comprender la importancia de esta práctica a
lo largo de siglos. Es tal la importancia que tuvo que, ni la llegada de los
españoles (recordemos que fue prohibido por Torquemada en la época colonial)
ni las continuas guerras y correspondientes independencias de otros países,
han logrado hacer desaparecer una actividad tan arraigada que es practicada
actualmente a lo largo de toda la República de México y su zona de influencia
en Sudamérica.
Las características del juego de pelota aquí presentadas son sólo un esbozo
de toda la riqueza que posee. Sus reglas, las características de las canchas
repartidas por todo el territorio y la peculiaridad de la vestimenta y costumbres
de sus jugadores son sólo una parte de todo lo que nos puede aportar el
conocimiento de esta práctica ancestral.
Nos hemos acercado al juego de pelota desde el punto de vista más sagrado
para los antiguos habitantes de mesoamérica, en él, hemos podido comprobar
el rico simbolismo asociado a sus deidades, la cosmología y la guerra. Todas las
culturas mesoamericanas reflejan la importancia que atribuían al conocimiento
astronómico, el juego de pelota, parece haber sido clave como rito para
propiciar el movimiento de los astros en el cielo y, por tanto, la continuación de
la existencia del cosmos y de la vida. Sin embargo, aparte de este profundo
carácter sagrado que tenía el juego, las fuentes históricas mencionan la
incorporación de nuevos elementos como la desacralización mediante las
apuestas, la profesionalización de los jugadores,... en definitiva, la
transformación que sufrió esta práctica poco antes de la colonización española
entre el pueblo azteca de los méxica, la transformación del juego de dioses al
juego de hombres. Esta peculiaridad en su evolución no ha sido tratada en este
trabajo, pero, podemos decir que, existe un terreno fértil para la investigación
histórica que arroje nuevas aportaciones al estudio del juego de pelota en toda
su globalidad.
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