ADRIANO (P.
ELIO), emperador romano (historia y biografía)
ADRIANO (P. ELIO)
Historia y Biografías. Emperador romano, hijo de españoles y natural de Roma donde nació el año 76. Su
padre era primo de Trajano; su madre fue Domicia Paulina, nacida en Cádiz. Trajano le adoptó y procuró
que le sucediera en el trono, como así se verificó, después de haber desempeñado los cargos de Tribuno de
las legiones, Cuestor, Cónsul, Tribuno del pueblo, Pretor, Arconte de Atenas y Gobernador de Siria. Fue
proclamado emperador por el ejército en Antioquía el día 11 de agosto del 117; entró en Roma al siguiente
año, y habiéndosele decretado los honores del triunfo, los rehusó para él y colocó en el carro triunfal la
estatua de Trajano. No puso gran empeño en conservar las conquistas de Trajano; antes al contrario, retiró
las tropas de la Armenia, de la Mesopotamia y del África, dejó que los armenios eligiesen rey, consintió que
los partos llamaran al destronado Cosroes y señaló como límite oriental del imperio el río Eufrates.
Conservó los territorios conquistados en la Dacia, donde se habían establecido muchos romanos, e hizo
romper el puente de Trajano sobre el Danubio para impedir el paso de los bárbaros. Mantuvo buenas
relaciones con Farasmanes, rey de la Iberia Asiática, que se presentó en Roma para solicitar la protección
de Adriano contra Vologeso, rey de Armenia, trayendo consigo espléndidos regalos que el emperador pagó
con otros mayores. Decía Adriano que un buen monarca debe ver todos los países que gobierna, y por esto
pasó gran parte de su vida visitando las provincias sujetas al imperio. En España reconstruyó templos y
edificios públicos y celebró una asamblea general en Tarragona a donde convocó a los representantes de las
principales ciudades, habiendo acudido todos menos los de Itálica, patria de Trajano y del padre de
Adriano, por lo que el emperador, ofendido, no quiso visitar a dicha ciudad cuando pasó a la Bética. En
aquella asamblea pidió a los españoles soldados, petición a que no accedieron, lo que no impidió que
mostraran gran respeto y veneración al emperador, obsequiándole con grandes festejos. Se cuenta que
estando en dicha ciudad de Tarragona corrió peligro su vida, porque un esclavo arremetió contra él espada
en mano con intento de matarle; dieron por supuesto que estaba loco y no se le impuso pena. Adriano hizo
nueva división de España en seis provincias, que eran: Bética, Lusitania, Cartaginense, Tarraconense,
Galecia, y Mauritania Tingitana, siendo gobernadas las dos primeras por Legados consulares, y las otras
cuatro por Presidentes; renovó con su propio peculio veinte millas del camino que iba de Sigila y Munda a
Cartima, y perdonó a los pueblos de España una deuda de 1.900.000 sestercios. En la inscripción de
algunas monedas acuñadas en España se le da el título de Padre de la Patria. Durante su reinado ocurrió la
gran sublevación de los judíos a las ordenes de Barchocebas, el hijo de la Estrella, que decía ser el Mesías;
la insurrección fue espantosa, mataron los judíos a millares de personas; mas por fin pudieron dominarla las
aguerridas legiones de Roma, y el país quedó arruinado y despoblado.
Fue Adriano un emperador en el que aparecen en confusa mezcla grandes virtudes y grandes vicios. Su
inteligencia debía ser poderosa; le bastaba leer una sola vez un libro para saberlo de memoria, dictaba a un
tiempo varias cartas, conocía como el que más la gramática, la filosofía, las matemáticas, era músico y
pintor, compuso obras en prosa y verso tales como el poema Alejandriada y algunos discursos sobre la
gramática y el arte de la guerra. Pero no fue hombre modesto; le irritaba sobremanera que se pusiera en tela
de juicio su superioridad; Apolodoro, el arquitecto de Trajano, se permitió censurar irónicamente algunas
pinturas del emperador, y su atrevimiento le costó la vida. Dio su nombre, Elia, a muchas ciudades y
colonias, porque la idea que de sí mismo tenía le llevaba a perpetuar su memoria en todas partes. También
era por demás receloso y daba oídos a los infames delatores; separó de sus cargos a los que podían
ambicionar el imperio, trató con gran crueldad a su esposa Julia Sabina, y aun se cree que la hizo
envenenar; y por último, debió ser libertino muy corrompido a juzgar por los versos que prodigó en
obsequio de sus bardales. Amó con torpe pasión a Antínoo, pero habiéndole revelado las artes mágicas que
para prolongar sus días necesitaba la sangre voluntaria de un hombre, no encontró otro tan generoso que le
diese la suya, y consintió que aquél le sacrificase su juventud, su belleza y su vida. En su época ocurrió la
cuarta persecución de los cristianos. Las innovaciones que introdujo en el gobierno y administración son de
alguna importancia; prescindió de las formas republicanas que aun conservaba el imperio, para lo que
separó los oficios de su palacio y de su persona de los del Estado y del ejército; concedió los de la corte a
los caballeros; creó cuatro cancillerías; dividió la prefectura pretorial en dos, una civil y otra militar, y
convirtió el consejo privado en consejo público del que formaban parte los senadores más respetables y los
jurisconsultos más distinguidos. A Prisco, Celso y Salvio Juliano dio el encargo de reunir en el llamado
Edicto perpétuo las mejores leyes o edictos de los pretores, con lo que quitó a éstos la facultad que tenían
de fijar los principios legales con arreglo a los que administraban justicia, obligándolos a atenerse al nuevo
edicto. Dictó otras leyes, ordenando que se dejase a los hijos de los proscriptos la duodécima parte de los
bienes paternos: que fuese único dueño de un tesoro el que lo encontrase en heredad propia, y sólo de la
mitad en heredad ajena, y que los disipadores o pródigos sufrieran pena de azotes en el anfiteatro y además
destierro. Prohibió los sacrificios humanos y que los amos matasen a los esclavos, y mandó cerrar los
ergástulos, excepto los que pertenecían al emperador o al Estado.
Eligió para sucesor a Lucio Cómodo Vero, y habiendo muerto éste a su regreso de la Panonia, adoptó a Tito
Antonino, con la condición de que también éste adoptase a los hijos del difunto. Después se retiró el
emperador a Tíbur donde se entregó a grandes excesos que minaban su ya quebrantada salud; buscó
remedio a sus dolencias en las artes mágicas, y desesperado al ver que ni éstas ni los mejores médicos
conseguían curarle, prescindió de todo régimen, y de este modo aceleró su muerte ocurrida el 18 de julio
del año 138, cuando tenía sesenta y dos de edad; había reinado muy cerca de veintiuno.
En las lápidas y monedas se lee Imp (erator) Caesar Trajanus Hadrianus Aug (ustus) (Emperador Cesar
Trajano Adriano Augusto). Ya fue conocido como Padre de la Patria (Pater Patriæ) antes del año 128. La
epigrafía griega (Corpus inscriptionum Græcarum, números 1072, 1822, 2021, 6786) ofrece los siguientes
calificativos Νεος Διονυσιος: Ζευς Δωδωναϊος: ΠύΘιος: Πανελλήνίος Ολυμπίος Ζεύς Ολύμπιος y
Ολυμπίος solo.
La epigrafía latina del Asia Menor le llama Jupiter Olympicus o solamente Olympius.