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LITURGIA Y PASTORAL DE LOS ENFERMOS EN LA ACTUALIDAD
1. La Unción de los enfermos en la renovación teológica y pastoral de la
iglesia.
La renovación del sacramento de la unción de los enfermos va en el contexto general de
la renovación teológica, litúrgica y pastoral de los sacramentos, que tiene su referencia
central en el concilio vaticano II; pero obedece al mismo tiempo a razones que afectan
especialmente a este sacramento. La primera de ella es la constatación de que la
“Extrema unción”, que no respondía a las diversas finalidades del sacramento. Las
formas de adminístralo, las condiciones físicas y morales del enfermo a quien
ordinariamente se dirigía, las actitudes de la comunidad cristiana en ocasiones impedían
o dificultaban grandemente el que este sacramento fuera verdaderamente eficiente y
provechoso para el enfermo y la comunidad que le acompañaba.
Algunas de las causas que determinaban esta situación estaba relacionada con la misma
concepción del sacramento, en cuanto iba destinado al moribundo y suscitaba
necesariamente en el enfermo y familiares actitudes de miedos o reserva, aunque solo
fuera por una natural resistencia a reconocer que había llegado en momento de partir de
este mundo. No era tanta la idea que podía evocar el nombre de extrema unción, todavía
hoy una mentalidad difícil de superar.
El hecho de que administración estuviera muy relacionada con los otros sacramentos.
Como la confesión y el viático, que tiene un significado especial cuando se le
administra el enfermo en peligro inminente de muerte, contribuía igualmente a diluir y
oscurecer el valor propio de la unción en el conjunto de los corrientemente llamados
“últimos sacramentos”. En la mentalidad del creyente común. Al igual que en la
teología y en la misma valoración práctica de la pastoral eclesiástica, la unción se
considera un sacramento menor, menos necesario, si se le compara con la confesión y la
Eucaristía.
Esta situación generalizada en la pastoral universal de la iglesia, ha puesto de manifiesto
que la unción no es inferior a los otros sacramentos, lo cual precisó una profunda
revisión. La renovación ha sido favorecida en un principio por una mayor atención y
sensibilidad pastoral católica hacia la problemática del enfermo en el nuevo entorno de
la sociedad actual. Al rededor de los años cincuenta se percibe un esfuerzo especial por
acercar el sacramento de la unción a la sensibilidad del enfermo. Las peregrinaciones a
los santuarios Marianos de todo el mundo. Viene a impulsar en la Iglesia una pastoral
del enfermo que no se limita a los últimos auxilios, sino que tiene en cuenta la compleja
y permanente realidad de los enfermos necesitados de una constante atención humana y
espiritual que llene sus vidas y alimente sus esperanzas.
La organización hospitalaria contribuyó a crear en la sociedad una mayor familiaridad
con el hecho de que la enfermedad reclame, de parte de la asistencia religiosa, un mayor
esfuerzo en orden a ofrecer una respuesta a la exigencias humanas, morales y
espirituales del enfermo que cuenta con unos derechos reconocidos por la sociedad.
La enfermedad no puede contemplarse como una situación genérica limite, ya que
constituye una realidad humana que puede subsistir de forma muy prolongada.
Otro fenómeno que se ha hecho especialmente activo, dentro de los movimientos
cristianos carismáticos es el de las curaciones atribuidas a la influencia de la fe. Con él
se demuestra que el hombre moderno sigue creyendo y sigue esperando un auxilio de
una creencia religiosa que le ofrece la salud en un sentido superior y más seguro, más
entero y pleno.
La renovación del sacramento de la unción procede también de la teología, que intenta
analizar los datos de la Escritura, de la Tradición del magisterio de la Iglesia con una
hermenéutica crítica y rigurosa, que permite descubrir el hilo de la condición que enlaza
la obra de Cristo con la acción del Espíritu Santo en el seno de la Iglesia. La
sacramentalidad de la unción de los enfermos se edifica sobre la estructura sacramental
de la misma Iglesia, que prolonga en el tiempo la presencia de Cristo y se acerca a los
hombres como instrumento del Espíritu.
Los temas del tratado de la unción de los enfermos: su institución, los elementos que
constituyen, su significado y sus ministros, las condiciones requeridas para su
celebración de parte del ministro y del sujeto del sacramento; han de verse desde la fe y
la praxis de la Iglesia, que atreves de los diversos signos intentan revelar y comunicar a
los creyentes la abundancia de la gracia de Jesucristo. El origen de los sacramentos no
se deduce solamente de un texto bíblico, sino de la fe y de la práctica de la Iglesia, que,
guiada por el espíritu santo, se mantiene fiel a la voluntad de Jesucristo y de los
apóstoles.
Lo esencial en la práctica de la unción de los enfermos está en la ayuda de Cristo al
enfermo, ayuda que se instrumentaliza atreves de la oración y de la acción de aquellos
que son sus enviados. Así la Iglesia sigue el ejemplo de Cristo y manifiesta su amor y su
gracia hacia quienes son objetos de su compasión y de su acción salvadora. La Iglesia
ofrece al enfermo lo que Cristo puede darle.
En la rápida alusión que el Concilio Vaticano II hace al sacramento de la unción de los
enfermos, se tiene ya en cuenta algunos de los aspectos sobre lo que la pastoral de este
sacramento venia proponiendo. La Constitución sobre la Sagrada Escritura muestra,
discretamente su perfección por el nombre de Unción de los enfermos (En lugar de
extremaunción), y suaviza el concepto de peligro de muerte, anteponiendo a esta
expresión el verbo íncipit (inicio de peligro de muerte) y relacionado con la enfermedad
o vejez.
SIGNIFICADO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
El signo sacramental de la unción de los enfermos es su relación con la enfermedad
corporal. En ningún otro sacramento encontramos esta referencia explicita a la
integridad corporal del cristiano que, podría considerarse a prioritariamente fuera de la
intención y del contenido de la salvación cristiana.
Cuando hablamos de enfermedad, lo hacemos en un sentido general y real, en cuanto
enfermedad constituye un impedimento corporal serio y peligro para la vida del hombre.
Si la salud es una condición necesaria para la norma desenvolvimiento de la vida del
hombre.
Consiguientemente, la enfermedad afecta también al compromiso cristiano y es una
prueba difícil para el creyente que se ha comprometido seriamente en la obra de Dios y
de su Reino.
La acción de Cristo y de la Iglesia para con los enfermos va situada fundamentalmente
en el plano de la fe. Significa en primer lugar que la gracia de Cristo quiere venir en
ayuda del enfermo, capta su necesidad radical responde al reclamo de quien se
encuentra enfrentado a la flaqueza de su Naturaleza. El sacramento de la unción indica
en primer lugar, que la gracia de cristo se acerca el enfermo, reconoce y compadece su
situación, percibe y manifiesta que el enfermo se encuentra en un momento clave de su
existencia y en esa circunstancia se ofrece su ayuda.
La ayuda que Cristo ofrece al enfermo va dirigida al fondo mismo de su ser. No se
dirige directamente a su dolencia física ni tampoco directamente a la dolencia espiritual
que el enfermo pueda sentir en su propia alma, sino a aquello que está detrás de ambas
dolencias y que pueda verse afectado por ella, que es la estructura intima de la persona,
destinada a la salvación en la integridad de todo su ser.
La gracia de la Unción no puede equipararse al remedio medicinal en los que se refiere
a suprimir el dolor o curar la enfermedad. Pero ofrece mucho mas que una medicina a la
que se refiere a la superación de la enfermedad.
La unción con el óleo consagrado es el signo de la presencia de la Iglesia entera,
representada por los presbíteros en comunión con el Obispo, al lado del enfermo; el
signo de la acción del Espíritu que pone sobre el miembro sufriente de la Iglesia, sobre
su cuerpo y su espíritu, sobre la integridad de su persona: el amor y el poder de la gracia
de Jesucristo.
Si todos los sacramentos tienen una dimensión escatológica, en la unción de los
enfermos esta dimensión aparece especialmente subrayada, ya que la enfermedad es
signo de la caducidad del cuerpo mortal, cuya corrupción es semilla de incorrupción y
de la inmortalidad. La unción con el óleo consagrado evoca la unción de Cristo en
Betania poco antes de su muerte y es según la simbología bíblica, signo de la acción del
Espíritu. El significado de la acción del Espíritu en la unción de los enfermos, a tenor de
las fórmulas litúrgicas dichas para su bendición y en el rito de la unción, va relacionada
con la debilidad del hombre enfermo, necesitada de la ayuda del Espíritu en su lucha
contra las fuerzas tanto física como espirituales del mal.
En cuanto acción sacramental de Cristo, la unción prolonga en la iglesia la misericordia
de Cristo sobre los enfermos y manifiesta su bondad, poder y voluntad de destruir las
fuerzas del mal en el hombre (tanto el pecado como la enfermedad y la muerte).
RITO DE LA UNCIÓN DE LOS ENFERMOS
El OUI presenta un rito ordinario de unción de los enfermos que puede celebrarse en la
casa del enfermo, en el sanatorio o en la misma Iglesia. Se busca el lugar conveniente
según la condición del enfermo.
El ministro del sacramento es el sacerdote (presbítero u obispo), correspondiendo al
párroco y sus colaboradores ejercerlo de forma ordinaria; pueden participar varios
sacerdotes en la administración del sacramento, lo cual contribuye a destacar la
colegialidad del presbiterado y la importancia que la Iglesia da a su oración en favor del
enfermo.
El esquema es el mismo que ha propuesto el Concilio para el conjunto de los
sacramentos. Después de un saludo a los presentes y una invitación a participar en el
acto litúrgico, se hace un acto penitencial (salvo que el penitente se haya confesado
antes), al que se sigue la liturgia de la palabra. Esta primera parte de la liturgia puede
terminar con una letanía u oración de los fieles que podría también hacer en otro
momento del rito, y con el rito de imposición de manos que el sacerdote hace en
silencio y que pueden hacer a la vez los sacerdotes que lo acompañan. Después de la
liturgia de los sacramentos, el rito concluye con el rezo de la oración dominical y la
bendición a los presentes.
El momento central del rito se compone de estos actos: la bendición del óleo, en el caso
que sea preciso hacerlo, o de forma ordinaria, una oración de acción de gracias sobre el
oleo bendecido; la unción que se hace al enfermo en la frente y en las manos (en caso de
necesidad basta con una sola unción en la frente o en otra parte del cuerpo)
pronunciando una sola vez la palabra que acompaña la unción, que admite diversas
fórmulas según las circunstancias, pidiendo por la salud espiritual y corporal del
enfermo.
La bendición de los óleos de los enfermos, que se hace normalmente en la misa crismal
que celebra el Obispo en el día del jueves santo, es de una antigüedad excepcional en la
liturgia cristiana y tiene suma importancia en la práctica de la unción de los enfermos.
El actual OUI quiere atenerse a la Tradición Latina de usar ordinariamente el óleo
consagrado por el Obispo o por quien a él se lo equipara en el derecho. Pero permite
que, en caso de necesidad, pueda ser el propio ministro del sacramento de la unión
quien bendiga el óleo.