Para meditar en silencio
Ser pan (Rafael Prieto)
Puede queue sea bonito; pero
desde luego no es nada fácil
hacerse pan.
Significa que ya no puedes vivir para ti, sino para los demás. Significa
que ya no puedes poseer nada, ni cosas, ni tiempo, ni talentos, ni libertad, ni
salud: todo lo tuyo ya no es tuyo, es de y para los demás.
Significa que tienes que estar enteramente disponible, a tiempo completo.
Ya no puedes protestar si te exigen mucho, si te molestan mucho, si te llaman
a cualquier hora y para cualquier cosa.
Significa que debes tener paciencia y mansedumbre,
mbre, como el pan, que se
deja amasar, cocer y partir. Significa que debes ser humilde, como el pan,
que no figura en la lista de los platos exquisitos; está ahí, siempre para
acompañar.
Significa que debes cultivar la ternura y la bondad, porque así es el pan,
tierno y bueno; y, por lo tanto, debes anular todo sentimiento de violencia o
de rencor que tanto daño podrían hacer a los niños.
Significa que debes estar dispuesto siempre al sacrificio, como el pan que
se deja triturar. Significa que debes vivir siempre
iempre en el amor más grande,
capaz de morir para dar vida.
San Ignacio de Antioquía quería ser triturado por los dientes de las fieras
para llegar a ser pan de Cristo. Tú no hace falta que busques a los leones para
que trituren. Déjate triturar por esos cachorrillos que son los hermanos.
Déjate amasar por las contrariedades, los trabajos y los servicios a favor de
los hermanos. Déjate cocer por el fuego del amor y del Espíritu. Después ya
podrás ofrecerte a los que tengan algún hambre.
“Haced esto en memoria mía”- dijo Jesús.
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¡Ayúdame, Señor, a hacer silencio para poder escucharte!! Dame tranquilidad,
calma, interioridad, deseos de saber lo que quieres de mí en cada momento y
decisión para hacerte un hueco en mi horario de cada día.
¡Habla, Señor!! Acaba con mi sordera; destruye en mí toda barrera que aún se
resista a tu Voz. Abre mis ojos para descubrir tu paso en medio de mis quehaceres
cotidianos, en mi ajetreo diario. ¡Háblame, Señor, que tuu Palabra es el mejor
GPS!
Acto de adoración ante el Santísimo expuesto
COMUNIÓN ESPIRITUAL
«Creo, Jesús mío, que estás real y verdaderamente en el
cielo y en el Santísimo Sacramento del Altar.
Te amo sobre todas las cosas y deseo vivamente
recibirte dentro de mi alma, pero no
pudiendo hacerlo ahora sacramentalmente,
ven al menos espiritualmente a mi corazón.
Y como si ya te hubiese recibido, te abrazo y
me uno del todo a Ti.
Señor, no permitas que jamás me aparte de
Ti. Amén. »
PRECES LITÁNICAS
+ Avivemos nuestra fe en la presencia de Jesús Eucaristía,
repitiendo las palabras del Apóstol Santo Tomás:
Tomás
- ¡Señor mío y Dios mío!
+ Confesemos la divinidad de Jesucristo con las palabras
de San Pedro en Cesarea de Filipo:
- ¡Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios vivo!
+ Digámosle con el apóstol Bartolomé:
- Tú eres el Hijo de Dios, tú eres el Rey de Israel.
+ Respondamos como Marta, la hermana de Lázaro, cuando
Jesús le dijo «Yo
Yo soy la Resurrección y la Vida; el que
cree en mí, aunque hubiera muerto, vivirá, y todo el que
vive y cree en mí no morirá eternamente. ¿Crees esto?»:
esto?
- Sí, Señor, yo creo, que tú eres Cristo, el Hijo de Dios
vivo que has venido a este mundo.
+ Pero digamos también humildemente con los Apóstoles:
- Señor, aumenta nuestra fe.
+ O con el padre de aquel muchacho trastornado:
trastornado
- Creo, Señor, pero ayuda tú mi incredulidad.
+ Aclamemos a Jesús Eucaristía como los ángeles a Dios hecho hombre
en la noche de Navidad:
- ¡Gloria a Dios en el cielo y en la tierra paz a los hombres que
ama el Señor!
+ Como la buena mujer de la muchedumbre:
- ¡Dichoso el vientre que te llevó y los pechos que te alimentaron!
+ O como las gentes sencillas por las calles de Jerusalén el domingo
de Ramos:
- ¡Hosanna al Hijo de David! ¡Bendito el que viene en nombre del
Señor! ¡Hosanna en las alturas!
+ Proclamemos nuestro gozo al saber que lo tenemos con nosotros:
- Dichosos los ojos que ven lo que nosotros vemos y los oídos que
oyen lo que nosotros oímos; porque muchos patriarcas y
profetas quisieron verlo y no lo vieron, oírlo y no lo oyeron.
+ Reconozcamos que no lo merecemos, diciéndole humildemente con
el centurión:
- Señor, no soy digno de que entres en mi casa; pero una palabra
tuya bastará para sanarme.
+ Y al sentimos privilegiados cerca de su presencia real en la
Eucaristía, digámosle con San Pedro en el Tabor:
- Señor, ¡qué bien estamos aquí!
+ Y forcémosle a que no se vaya, rogándole con los discípulos de Emaús:
- Quédate con nosotros, Señor.
!·
+ Acuérdate, Señor, que nos dijiste «Pedid y recibiréis, buscad y
encontraréis, llamad y se os abrirá». Hoy te pedimos, Señor, con la
fe y con las palabras de todos los necesitados del Evangelio, por
todas nuestras necesidades espirituales y materiales:
- Jesús, Hijo de David, ten compasión de nosotros.
+ Todos estamos manchados. Por eso te decimos con el leproso:
- Señor, si tú quieres, puedes limpiarme.
+ Todos andamos a tientas para ver tu verdad. Por ello, como los
ciegos del Evangelio, te rogamos:
- Señor, que se abran nuestros ojos y veamos.
+ A menudo nos cuesta trabajo entender tu mensaje de renuncia y
sacrificio. Te pedimos, entonces, con los Apóstoles:
- Explícanos, Señor, esta parábola.
+ Conocemos a muchos enfermos de cuerpo y alma, y pensando en
ellos, como Marta y María refiriéndose a su hermano Lázaro, te
recordamos:
- Señor, el que amas, está enfermo.
+ Necesitamos el alimento espiritual que eres tú mismo. Aleccionados
por tu palabra, te pedimos, como las gentes de Cafarnaúm, pero
con mayor conocimiento de causa:
- Señor, danos siempre ese pan.
+ O con la samaritana junto al pozo de Jacob:
- Señor, danos siempre de ese agua, para que no volvamos a tener sed.
+ Y porque no sabemos lo demás que deberíamos pedir, te decimos:
- Enséñanos a orar.
Todos: “Padre nuestro, que estás en el cielo….”
!·
ORACIÓN FINAL
Danos tu gracia, Señor, para que respondamos ahora y siempre a su
llamada con la prontitud de los Magos, y con la generosidad del discípulo
que se ofrecía a seguirte: “Señor, yo te seguiré a donde quiera que vayas”.
Ayúdanos a aceptar tu voluntad, aun cuando no nos guste, como María:
“Hágase en mí según tu palabra.” Aunque el mundo tira de nosotros, Señor,
por caminos más fáciles que el tuyo, haz que no logre destruir nuestra
fe. Como Pedro te decimos: “¿A quién iremos? Tú tienes palabras de vida
eterna. Y nosotros hemos creído y conocido que Tú eres el santo de Dios.”
Señor, tú sabes todo. Sabes que queremos amarte. No permitas que nada ni
nadie nos separe de Ti. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas con Dios Padre
en la unidad del Espíritu Santo y eres Dios por los siglos de los siglos.
Todos: Amén.
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