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Resumen Segundo Parcial Historia Argentina

El documento resume los eventos políticos y económicos en Argentina entre 1940-1949, incluyendo el ascenso del peronismo luego del golpe militar de 1943 que derrocó al presidente Castillo. Los militares promovieron la industrialización para fortalecer la independencia económica nacional y reducir la vulnerabilidad exterior. Juan Domingo Perón se posicionó como líder apoyando las políticas proteccionistas y de promoción industrial. La economía creció durante la guerra gracias a la sustitución de importaciones y nuevas exportaciones industriales, pero enf
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Resumen Segundo Parcial Historia Argentina

El documento resume los eventos políticos y económicos en Argentina entre 1940-1949, incluyendo el ascenso del peronismo luego del golpe militar de 1943 que derrocó al presidente Castillo. Los militares promovieron la industrialización para fortalecer la independencia económica nacional y reducir la vulnerabilidad exterior. Juan Domingo Perón se posicionó como líder apoyando las políticas proteccionistas y de promoción industrial. La economía creció durante la guerra gracias a la sustitución de importaciones y nuevas exportaciones industriales, pero enf
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Gerchunoff - Llach. Cap. IV, V, VI, VII, VIII.

Capítulo IV

Ascenso y apogeo Peronista (1940-1949). Militares al gobierno


La década del 30 vio crecer una esperanza de mayor democratización de la política Argentina. El
principal artífice de esa ilusión fue Ortiz, presidente de 1938. Con la muerte de Ortiz, la posibilidad de un
retorno a las costumbres democráticas se hizo más remota. El problema de la limpieza electoral no fue
el único que preocupó al presidente. Su sucesor fue Castillo (vicepresidente). Durante la SGM Argentina
mantuvo su posición neutral a pesar de la presión norteamericana para romper relaciones diplomáticas
con las potencias del Eje. El sentimiento nacionalista predominaba entre los militares. El candente
animo militar era notorio en medio de una situación política en que la oposición y el gobierno perdían
iniciativa. Las muertes de Ortiz, Alvear y Justo, entre 1942 y 1943, dejaban sin grandes figuras de la
opinión pública. El retorno despreocupado a prácticas fraudulentas terminó de distanciar a la debilitada
oposición de los partidos. El oficialismo tampoco contaba con el apoyo de los militares. El gobierno de
Castillo era visto como una administración débil, fundada en un sistema corrupto, e insuficientemente
nacionalista, más allá de su neutralidad. Dentro de esas FFAA tan politizadas tomó fuerza una logia que
sustentaba las premisas compartidas por muchos oficiales: Mantener con decisión la neutralidad,
impedir la penetración comunista y asegurar el peso de los militares como un elemento estabilizador.
Era el Grupo de Oficiales Unidos (GOU), grupo de coroneles y tenientes, querían cumplir a toda costa con
sus más ambiciosos objetivos. Ignorando las presiones militares, Castillo había designado a Costas como
candidato para las elecciones de 1944, pero la designación desagradó al GOU, que no consideraban a
Costas como un garante seguro de la neutralidad, y se establecieron contactos con sectores opositores al
gobierno, con la idea de dar un golpe en 1943. La revolución del 43 resultó bastante improvisada. La
única decisión tomada era la de derrocar al presidente. Esta vez apenas era claro quién reemplazaría a
Castillo en la presidencia. Ramírez accedió a la presidencia (Ramírez no era miembro del GOU pero
ayudó en el aspecto militar de la revolución), pero su gobierno fue dominado por los miembros del GOU
y sus amigos: el General Farrell y varios coroneles, entre los cuales se desatacaría Juan Domingo
Perón. La política entre 1943 y 1945 giró alrededor de dos temas: el ascenso político de Perón y la
posición internacional de la Argentina durante la guerra. Perón sumaba acumulación de cargos
(Ministro Guerra, Secretario de Trabajo y Vicepresidente). Desde la Secretaria de Trabajo, estrechó sus
relaciones con los gremios y se ganó el apoyo de algunos políticos. En cuanto a la guerra, las relaciones
con EEUU se hicieron cada vez más tensas. En 1944 se decidió la ruptura de relaciones con Alemania y
Japón (El Eje), lo que provocó la reacción de los militares más antinorteamericanos, la caída de Ramírez
por Farrell.

La economía Argentina ante un nuevo impacto exterior


Durante la SGM, la economía sintió el cambio más profundo. En la economía Argentina que entraba en
la década del 40 quedaban huellas indelebles de la crisis anterior: las instituciones creadas como
reacción al derrumbe económico (Banco Central, controles cambiarios) y la presencia más sólida de una
industria nacional favorecida por esas mismas instituciones. El impacto fundamental de la SGM estuvo
ligado, otra vez, a las mayores dificultades para el comercio internacional. La ola proteccionista
durante la SGM hacía imposible el retorno a las condiciones anteriores a la crisis. La expansión de la
producción argentina provino de la industria. Muchas actividades manufactureras lograron
intensificar la sustitución de importaciones que no llegaban como consecuencia de la guerra. Además,
hubo un fenómeno sin precedentes en la historia del comercio argentino: se exportaron productos
industriales en magnitudes importantes, especialmente a otros países de América Latina.
Durante la guerra, las dedicaciones de la economía norteamericana a la producción bélica permitió la
penetración de productos industriales argentinos en ese país. Su importancia creció del 12% al 23%,
pero el éxito de las exportaciones industriales acabó con la finalización de la guerra.
El efecto de la guerra sobre la industria parece haber sido
favorable. El mercado EEUU creció en importancia como
destino de los productos latinoamericanos. El estado de la
economía hacia 1945 no era óptimo. La agricultura se había
estancado en los años de la guerra, y la escasez de materias primas y bienes de capital en la industria
estaba impidiendo la satisfacción de la demanda por productos industriales. El país creció algo menos
que las otras economías importantes de América Latina y mucho menos que EEUU, donde la demanda
de bienes militares había estimulado la producción y el empleo. En 1946,
un periodista opinaba lo siguiente: Los cinco últimos años de la economía
argentina pueden describirse como años de frustración y de
oportunidades tristemente despreciadas.
En muchos sectores, la industria era vista como la garantía de un
desarrollo sostenido y autónomo. Si hasta ese momento la habían
beneficiado las particulares condiciones de la Depresión y la guerra, era
hora de consolidarla y darle mayor dinamismo a través de políticas
gubernamentales. La hora del industrialismo había llegado, después de
décadas de incubación.

El ejército militar-industrial
La idea de hacer de la Argentina una nación industrial a través de políticas estatales tenía
antecedentes que se remontaban al S.XIX. En la década del 30, la Unión Industrial Argentina había
resaltado los beneficios que acarreaba la sustitución de importaciones por producción manufacturera
local. Detrás de la moderada protección previa a la Depresión no hubo, en general, una política
consciente y coherente de fomento a la industria. Si a algún sector intento favorecer la política
económica de Justo fue a los productores rurales antes que a los industriales. Las cosas empezarían a
cambiar a partir de 1940, es decir, antes del peronismo. Se notaba la creencia de que la Argentina
estaba ante una oportunidad historia que no debía perder: la guerra estaba dando un impulso al
desarrollo industrial que debía ser consolidado desde el Estado, como no se había hecho tras la PGM.
Entre 1940 y 1943, la política de redescuentos del BCRA favoreció a la industria más que a la agricultura
y al comercio, se dictaron más de quince leyes de promoción industrial. A medida que el industrialismo
sumaba adherentes y medidas a su favor, el sector rural iba perdiendo el sitio de privilegio que había
ocupado por largas décadas. En 1943, el campo fue gravado con un impuesto al “excedentes de
beneficios”. Este tipo de medidas prefiguraba borrosamente la política económica del peronismo. El
apoyo estatal a la industria no estaba exenta de debates. No estaba claro qué industrias debían contar
con el apoyo oficial. Era tradicional en la discusión la distinción entre las industrias “naturales”
(aquellas para las que el país tenía más ventajas) y las “artificiales”.
El Plan Pinedo se inclinaba por un estímulo limitado a las actividades manufactureras “naturales”,
aquellas que usaban materias primas nacionales, destacándose los que elaboraban alimentos,
fabricación de cemento, cal, calzados y confecciones, papel y algunos productos químicos. Muchos
estaban en contra del poco estímulo a las “industrias artificiales” que según muchos, son los verdaderos
pioneros del trabajo nacional. Las industrias (naturales y artificiales) son la base de la liberación
económica y de la autonomía nacional. Los países exclusivamente agropecuarios están destinados a la
servidumbre. “Liberación económica”, “autonomía nacional”: Las consignas nacionalistas estaban en el
corazón del pensamiento proindustrial. Las FFAA, ahora el gran actor político, rápidamente hicieron
suyo ese discurso. Para algunos militares, la coincidencia industrial-nacionalista se limitaba a la
fabricación local de material bélico. La creación de la Dirección de Fabricaciones Militares en 1941 fue
una evidencia inequívoca del aspecto que había tomado el pensamiento del Ejército. Entre sus objetivos
figuraban los de completar fábricas militares en construcción, iniciar otras nuevas y fomentar la
producción de materias primas necesarias para esas actividades. Pero la simpatía militar por la
industria bélica no tardó mucho en extenderse también a la producción de manufacturas civiles.
Bastaba ampliar el sentido de la frase “defensa nacional” para incluir a todas (casi todas) las industrias
en el proyecto militar, ya que la diversificación productiva del país era una manera efectiva de reducir su
vulnerabilidad exterior. Así, la posición de las FFAA fue acercándose a la Unión Industrial. Perón
comenzó a ver con mejores ojos la posibilidad de intensificar la industrialización. Para Perón, la
industrialización no era solamente una consecuencia del nacionalismo. Se trataba de una concepción
más global de los problemas que debía enfrentar la economía argentina en la posguerra. Una de las
preocupaciones centrales era el nivel de empleo. El estímulo provocado
por el conflicto mundial había hecho crecer vigorosamente el empleo
industrial. El fin de la guerra, si significaba también el cese de las
actividades expandidas gracias a ella, redundaría en una caída del
empleo muy grande (140.000 personas). Para Perón, ese no era
solamente un problema económico sino también político: Su propio
éxito dependía, en gran medida, del apoyo de los trabajadores. Los
cientos de miles de migrantes que llegaban del campo a la ciudad para
sumar sus brazos a la industria todavía eran políticamente huérfanos,
y estaban allí disponibles para quien pudiera satisfacer sus demandas.

Perón al poder
La relación de Perón con los sindicatos se inició unos meses después de la revolución del 4 de Junio .
Cuando en octubre de 1943 Perón se hizo cargo del Departamento Nacional de Trabajo, ya era evidente
que la política de control y dominación que el gobierno estaba ejerciendo sobre los sindicatos no servía
ni siquiera para sus propios fines. Las posibilidades de éxito de una eventual penetración comunista
crecían si se acentuaba el antagonismo entre el gobierno y los gremios. Además, la situación de
enfrentamiento era particularmente peligrosa para un gobierno que carecía de una sólida base de
legitimidad. Estos argumentos convencieron a Perón de que era hora de pasar de una política de
control a una de concesiones. La nueva estrategia se veía facilitada por la creación de la Secretaría de
Trabajo y Previsión, a fines de 1943, encabezada por Perón. Los trabajadores de la Unión Ferroviaria
fueron los primeros beneficiarios del cambio de rumbo en las políticas laborales. Se aumentaron los
salarios y se otorgaron subsidios para prestaciones sociales.
Así conseguía Perón sus primeros adherentes, y antes de 1944 ya había sido bautizado como “el
primer trabajador argentino”. La acción del secretario de Trabajo y Previsión fue extendiéndose a otros
sectores. Se agregaron una serie de derechos favorables a los trabajadores, aumentos salariales por
decreto, el establecimiento de salarios mínimos para ciertas industrias y las extensiones del sistema
previsional social, entre otras muchas medidas. Los favores de Perón tenían una intencionalidad
política: no era tan generoso cuando consideraba que las concesiones no eran capaces de conquistar
el favor de algún gremio, y mantenía excluidos a los sectores socialistas. Perón fue hábil para obtener
lo máximo posible de las estructuras gremiales, potenciando las organizaciones que apoyaban su política
laboral y debilitando a las que mostraban mayor independencia. A partir de 1944, con Perón como
vicepresidente y como ministro de Guerra, los actos de apoyo al gobierno organizados por los sindicatos
se multiplicaron, mientras Perón no cedía en sus esfuerzos por captar la mayor cantidad posible de
gremios.

Ni capitalistas ni comunistas: Justicialistas”


Los trabajadores sindicalizados siempre recibieron mayor atención que los no afiliados a gremios, y,
de todos los sindicatos, los más beneficiados fueron lo que estaban asociados a la CGT. Perón se
esforzaba por diferenciarse del pensamiento de izquierda, y opuso al concepto de lucha de clases el de
armonía de clases. Perón decía “Buscamos superar la lucha de clases, suplantándola por un acuerdo
justo entre obreros y patrones”. La propaganda oficial difundía las bondades de esta visión conciliatoria
y la presentaba como una verdadera doctrina, que pronto se llamó justicialista . Perón se alejaba cuanto
podía de cualquier innovación que lo emparentaba con el marxismo, de manera de ganar confianza
con los empresarios temerosos.

Una nación políticamente soberana


El problema distributivo no fue el único en el que Perón buscó diferenciarse. También buscó diferenciarse
con el tema de las relaciones internacionales de la argentina, básicamente tener una actitud de
independencia ante el conflicto entre los EEUU y la URSS. La creencia de que las dificultades
comerciales de la inmediata posguerra se prolongarían y podrían agravarse con un nuevo conflicto
mundial justificaba la opción del gobierno por la autarquía (Sistema económico en el que un estado se
abastece con sus propios recursos, evitando en lo posible las importaciones) económica. La memoria
de la de Depresión y de la reciente guerra ya eran alertas importantes contra la participación activa de la
Argentina en el flujo internacional de mercaderías. Si a ello se agregaba el hecho de que la
competencia entre EEUU y la URSS podía convertirse en un nuevo conflicto abierto en cualquier
momento, había todavía más razones para desentenderse del comercio mundial e impulsar al
mercado interno como fuente de oferta y de demanda.
En 1948 se anunció el Plan Marshall. La Argentina fue excluida como proveedor de alimentos, lo que
representó una oportunidad perdida para un sector rural ya bastante castigado por las políticas
locales (fue excluida ya que no había aceptado el papel que se le había asignado en la reconstrucción de
la posguerra). La exclusión de la Argentina del Plan Marshall fue de los eventos diplomáticos con más
repercusiones económicas (la segunda). La primera fue la polémica y global negociación con GB para
arreglar las cuentas de guerra ya que, hacia fines de la guerra, GB debía al estado Argentino 112
millones de libras esterlinas. Técnicamente estas eran “libras bloqueadas”, ya que era imposible su
libre convertibilidad con el dólar. Solo podían utilizarse para compras en el área de la libra, es decir en
aquellos países que usaban la moneda británica como divisa comercial. La distinción no era sutil para
la Argentina, necesitada sobre todo de productos norteamericanos. Así, el problema de las libras
bloqueadas pasó a ser el punto de conflicto central en las relaciones con Inglaterra, que comenzó a
resolverse en 1946. La Argentina buscaba la convertibilidad del mayor porcentaje posible de libras .
Inglaterra, por su parte, pretendía ir cubriendo la sangría con una balanza comercial favorable
durante los años siguientes. Se acordó finalmente mantener la situación respecto a las libras ya
bloqueadas pero asegurar la convertibilidad de los futuros pagos ingleses por exportaciones argentinas.
También se garantizó a la carne argentina una cuota del mercado inglés. En cuanto a los ferrocarriles, se
previó la formación de una compañía mixta con participación del estado argentino. Las disposiciones
más importantes del Tratado cayeron pronto en el olvido, tras las dificultades en las negociaciones con
las compañías ferroviarias británicas y una nueva inconvertibilidad de la libra por parte de Inglaterra en
agosto de 1947. Finalmente, los dos problemas bilaterales más importantes (ferrocarriles y libras
bloqueadas) fueron resueltos conjuntamente. Se destinó la mayor parte del saldo argentino en el
Banco de Inglaterra a la compra de los ferrocarriles, monto que fue completado con un crédito
británico a pagar con los futuros superávits comerciales. Cuando el negocio de los ferrocarriles fue
concluido, se lo defendió alegando que permitía “una favorable reestructuración del pasivo del balance
de pagos argentino”, al eliminar de la cuenta de servicios financieros los pagos por utilidades de las
compañías ferroviarias. Se ha argumentado que, cuando se consideran las tierras a los costados de las
vías que fueron adquiridas junto con los trenes, fue la Argentina quien hizo un buen negocio. En
cualquier caso, la compra de los ferrocarriles es una muestra de que Perón pudo conciliar un discurso
fuertemente heterodoxo con un trato realista y adecuado para la época. La nacionalización de los
servicios públicos no era, en los años 40, una política que estuviera a contramano de la tendencia
mundial. En la Argentina y en el mundo, una nueva concepción de lo que debía hacer el Estado estaba
madurando.

El avance del Estado


La compra de los ferrocarriles británicos por parte del Estado argentino debe considerarse en su doble
aspecto de nacionalización y estatización. La adquisición de los ferrocarriles, como la de muchos otros
servicios públicos que le seguirían, era también un síntoma del crecimiento del Estado como productor
de bienes y servicios. Durante el gobierno peronista, la estatización tomó mayor vigor. A la
nacionalización de los ferrocarriles siguió la de los teléfonos. La estatización del servicio de gas se
completó con la creación del Gas del Estado. Perón se pronunció en contra de la estatización de los
frigoríficos.

La nacionalización no fue tan lejos, veamos lo que decía Antonio Cafiero, político peronista: “El
estatismo le es esencial al socialismo y no al justicialismo. Nuestro justicialismo, es verdad, carga una
buena dosis de estatismo. Pero tan sólo por el contexto que estaba viviendo el mundo. No porque lo
lleve en la sangre”. El avance del Estado era aceptado por la mayoría de las partes, en el resto del
mundo también se advertía una tendencia ampliatoria de las facultades estatales. Desde la crisis del
30, las crisis venían en aumento, y la inevitable participación en la economía de los sectores públicos
de diversos países durante la SGM había reforzado esa tendencia. En la Argentina, las cifras de gasto
público reflejan el crecimiento estatal. El aumento del gasto en inversión fue determinante para el
incremento global de los desembolsos de dinero estatales. Además hubo inversiones en
comunicaciones, energía y material ferroviario, y se dio impulso a la construcción de caminos. En
algunas áreas, el aumento del gasto venía a satisfacer las demandas de los sectores que sostenían al
peronismo en el poder: los militares y la clase trabajadora. En los años 1946 y 1947 el principal motor
de la inversión pública fue la defensa exterior, que llegó a representar el 60% de los gastos públicos de
capital. Creció también la importancia del gasto en salud, educación y vivienda. En todo el mundo, la
receta keynesiana de tonificar la demanda agregada con aumentos del gasto público estaba en su
momento de mayor apogeo.

Una nación socialmente justa


La declamada (hablar con pasión) opción por la justicia social tuvo su mayor expresión en la generosa
política de ingresos de los primeros tres años de gobierno peronista. El Primer Plan Quinquenal, está
asociado a una fase de expansión salarial sin precedentes. A pesar de las buenas relaciones entre el
gobierno y los gremios durante el período anterior de Perón, los salarios reales apenas habían
aumentado entre 1943 y 1945. A partir de ese año, los salarios reales crecieron a una tasa récord,
aumentando 60% entre 1945 y 1949. La mejora salarial fue más acentuada que la de la productividad .
El incremento de los salarios reales llevó a una distribución más
equitativa del ingreso nacional. Detrás de esta política había una
intención política de Perón. Perón decía: “Dele al pueblo,
especialmente a los trabajadores, todo lo que sea posible. Te van a
tratar de asustar con el espectro del colapso económico, pero eso es
mentira”. Esa manera de entender la economía estaba en línea con las medidas que se
implementaron. Cafiero decía: “…cuanto mayor es el poder adquisitivo del sector “trabajo”, que es el
sector fundamentalmente consumidor de la economía, más amplio se torna el mercado y la demanda y
por consiguiente más intensos resultan los estímulos a la producción y al desarrollo, configurándose una
verdadera cadena de prosperidad. Mas ingresos – Más demanda – Más producción – Más ingresos…”.
Esa cadena de prosperidad era palpable para el ciudadano común, en especial para los más pobres.

En los años 1946, 1947 y 1948 la clase trabajadora argentina experimentó el mayor aumento de
bienestar de toda su historia. Hubo una impresionante tasa de crecimiento de la producción (8,4%
anual en promedio). La mayor disponibilidad de bienes, fruto del aumento de producción industrial y
del creciente valor de las exportaciones, se volcó sobre todo a expandir el consumo, que en 1948 fue
casi un 50% mayor al de sólo tres años atrás. Esta vez el bienestar era de todo el pueblo argentino (no
de un grupo minoritario y sectorial), y no fue extraño que el peronismo obtuviera más de 2/3 de los votos
en las elecciones constituyentes de 1949. Perón decía “antes venían en alpargatas. Ahora, los veo con
camisas de seda y buenos trajes”. El control de los alquileres y el congelamiento de algunos precios de
bienes básicos se sumó a la generosa política salarial para difundir el bienestar a los sectores de más
bajos ingresos. Crecieron las ventas de electrodomésticos. La multiplicación de aparatos (radio y demás)
fue increíble. Había un “círculo de felicidad” en el que el consumo y la producción se alimentaban
mutuamente. La política salarial de Perón, con su doble objetivo de garantizar el pleno empleo y
redistribuir el ingreso hacia los sectores populares, fue uno de los elementos centrales de su política
económica hasta 1949.

Una nación económicamente libre: el impulso industrialista


El gobierno peronista actuó deliberadamente en favor de la industria sustitutiva de importaciones. No
fue el nacionalismo el único argumento en pro de la industrialización. Perón veía en el crecimiento
industrial la posibilidad de mantener un alto nivel de empleo y de consumo. Perón quería solucionar la
estabilidad social mediante el enriquecimiento de la producción por la industria; distribuyendo
equitativamente la riqueza y aumentando los estándares de vida de las poblaciones hambrientas. La
industrialización era una política de desarrollo a largo plazo. Los medios elegidos por el gobierno para
llevar a cabo este proyecto (industrialización) fueron básicamente dos: la restricción de las
importaciones y la generosa política crediticia. Se había mostrado la voluntad de proteger la
producción de manufacturas de “interés nacional”. se elevaban los aranceles para las importaciones
de los productos que competían con esas industrias y se establecía un sistema de preferencias para la
importación de materias primas y bienes de capital. Otra política muy decisiva fue la política de
crédito industrial. Entre 1946 y 1948, la industria se encontró con
fondos abundantes a su disposición, pagables en plazos largos y
con tasas de interés muy favorables. Los créditos tomados por el
sector industrial crecieron de un 2,6% del producto bruto en 1944
a 4,4% en 1948. Además, se invirtió bastante en la instrucción
para la industria. El Instituto Superior de la Escuela Otto Krause
entrenó a muchos de los futuros industriales, y en el mismo
sentido apuntó la expansión de las escuelas técnicas. Además, aumentó fuertemente el número de
graduados en carreras que habilitaban para trabajar en el sector industrial. Los altos precios mundiales
de los productos rurales estaban siendo aprovechados por el gobierno para financiar sus políticas
expansivas.

En el campo, las espinas


Las variaciones en los precios de los productos rurales determinaban en gran medida la situación
general del país. La marcada inestabilidad de la economía se debía bastante a la brusquedad de las
fluctuaciones en esos precios. Perón tuvo la suerte de asumir la presidencia con los términos de
intercambio más altos de todo el siglo. Durante el gobierno de Perón, la influencia del gobierno sobre
los precios agrícolas se intensificó, pero con signo
cambiado. El Instituto Argentino para la Promoción del
Intercambio (IAPI) monopolizó, desde 1946, la
comercialización de los cereales y oleaginosas. Entre 1946 y
1949, compró las cosechas a los agricultores para venderlas internamente y en el exterior, obteniendo
un margen muy amplio gracias a los favorables términos de intercambio externos. Había dos motivos
muy concretos para esta política discriminatoria hacia el sector rural. En primer lugar, las ganancias del
IAPI, aunque duraron poco, sirvieron por un tiempo para sostener el aumento en el gasto público.
Además, la intervención del IAPI desligó parcialmente la evolución de los precios internos de los
alimentos del aumento que se estaba verificando en el mercado internacional. De no haberse
esterilizado el aumento de los precios de los
alimentos, habría ocurrido: o bien los salarios reales
habrían disminuido por el encarecimiento de
algunos productos básicos de la canasta familiar, o
bien, se habría visto afectada la renta industrial. El
gobierno peronista tenía un triángulo de
redistribución sectorial de ingresos. En este triángulo redistributivo, los vértices eran el sector rural, el
sector urbano y el propio estado. El crecimiento salarial fomentado por el gobierno era compensado en
el sector industrial con una liberal política crediticia y el estancamiento de los precios de los alimentos. A
su vez, el gobierno financiaba parcialmente la expansión del gasto y empleo públicos con el margen que
obtenía el IAPI gracias a unas inmejorables condiciones internacionales. El mantenimiento de este
delicado equilibrio dependía de que esa especial situación se prolongara. La presión al sector agrícola
era reconocida, pero justificada, por el gobierno. Antonio Cafiero decía: “los planes de industrialización y
desarrollo económico previstos en el Primer Plan Quinquenal de Gobierno hicieron necesario que ese
mejoramiento transitorio de la capacidad adquisitiva de nuestros cereales y productos ganaderos, se
aprovechara en la consolidación de otras actividades económicas fundamentales”. Los aumentos
salariales en la industria habían repercutido en los costos de los productores, que debían aumentar los
salarios de los peones para evitar su emigración hacia las ciudades. El estatuto del Peón Rural, además,
había extendido beneficios sociales a los trabajadores del campo, lo que también impactaba sobre la
rentabilidad del agro. La agricultura, más golpeada que la ganadería por el encarecimiento de la mano
de obra, sufrió especialmente con el cambio en la reglas
de propiedad rural. Se dio al arrendatario el derecho a
renovar su contrato a los mismos valores que en el
período anterior, lo que perjudicaba al dueño de la
tierra debido a la erosión inflacionaria. El terrateniente
perdió el incentivo para arrendar sus campos. La
sujeción de la importación de maquinaria agrícola al tipo
de cambio no preferencial completaba la batería de
políticas adversas al sector rural. La drástica caída del área sembrada con los cultivos más importantes
fue una de las consecuencias de esas políticas.
No fue todo tan malo. Hubo, como contrapartida, una intensa sustitucion de cultivos en la pampa
húmeda. Creció la importancia de semillas nuevas, como el girasol, el maní y la cebada. La caída en la
producción de los cultivos tradicionales (maíz, trigo, lino y avena), de alrededor de 40%, fue
parcialmente compensada por un aumento de 75% de las nuevas variedades. La normalización de las
importaciones de bienes de capital, incluyendo la maquinaria agraria, ayudó a que la caída en la
producción no fuera mayor. Dentro del esquema económico peronista, el campo tenía el importantísimo
rol de proveer las divisas necesarias para la importación de insumos y maquinarias que la industria local
aún no producía. Quizás esa fue la causa de la timidez de los cambios en el régimen de tierras llevados
adelante por el peronismo.

Las complicadas cuentas externas


Argentina tenía un superávit comercial excesivo, pero no se trataba de un fenómeno derivado de una
gran performance exportadora, sino de las dificultades para conseguir importaciones. El problema
exterior era opuesto al que había imperado durante la Gran Depresión. Ya no se trataba de “comprar a
quien nos compra” sino, más bien, de “vender a quien nos vende”. Perón decía: “Barco que llegue vacío,
se irá también vacío”. El comercio del mundo se había vuelto bilateral, poco más que un trueque. Los
primeros años de la posguerra trajeron novedades al comercio exterior argentino: El precio promedio de
las exportaciones creció 108% entre 1945 y 1948. Pero las variaciones en los precios no podían esconder
un hecho decepcionante: el volumen exportado en 1946 era menor al de 1935, que a su vez había sido
inferior al de los mejores años de la década del 20. La tendencia descendente de las exportaciones
argentinas era en parte el resultado de condiciones externas menos favorables. La reducción en el
coeficiente de importaciones británico, por ejemplo, impedía colocar demasiadas exportaciones en ese
mercado. El hecho de que el crecimiento del ingreso per cápita provocara aumentos en el consumo de
bienes industriales, antes que de bienes agropecuarios, hacia inevitable que los países productores de
alimentos sufrieran una caída de sus términos de intercambio externos. De acuerdo con este
argumento, la favorable situación de los precios de
exportación argentinos en la inmediata posguerra no
podía ser vista sino como un hecho absolutamente
excepcional e irrepetible, con el que no se podía contar
en el futuro. Lo cierto es que esas circunstancias
fortuitas hicieron que la balanza comercial argentina
tuviera, entre 1945 y 1948, un signo positivo. Las
importaciones se recuperaron rápidamente de su deprimido nivel durante la guerra, empujadas por la
fuerte demanda interna. Además, hubo un cambio en su composición. El aumento en la demanda por
bienes de consumo era satisfecho con producción local, pero esta a su vez necesitaba cada vez más
insumos y bienes de capital. Estos rubros pasaron a representar el 90% de las importaciones totales. El
creciente nivel de importaciones comenzó a ser visto con preocupación cuando amenazó con cambiar el
signo de la balanza comercial argentina. En el caso de aparecer un déficit de comercio, este no podría
ser compensado con entradas de capitales, que estaban desalentadas por las políticas peronistas y
limitadas por las circunstancias internacionales. Así, era un signo de pregunta el futuro de las cuentas
externas argentinas. El desequilibrio exterior en 1949 coincidiría con la aparición de otro de los temas
llamados a dominar el debate económico en las décadas siguientes, la inflación de precios.
Crédito y descredito: nace la inflación
La Argentina mantuvo, a partir de la posguerra, una inflación consistentemente más alta que la de los
países más avanzados. A partir de fines de los años 40 los caminos de la inflación argentina y la EEUU se
separaron definitivamente. Recién iniciado el
gobierno peronista, el régimen monetario y
bancario argentino fue modificado
profundamente. En marzo de 1946 fue
nacionalizado el Banco Central y luego todo el
sistema bancario. Ambas disposiciones tenían
como fundamento la idea de que el Estado debía
reservarse para sí mismo el monopolio de la
emisión monetaria. Administrando el Banco
Central esa actividad (creación de dinero) se
conseguía un manejo más inmediato de la
cantidad de dinero. También se tomó esa decisión
para alcanzar y mantener el pleno empleo. Ahora, el objetivo del Banco Central era “promover, orientar
y realizar la política económica adecuada para mantener un alto grado de actividad que procure el
máximo empleo de los recursos humanos y materiales disponibles y la expansión ordenada de la
economía, con vistas a que el crecimiento de la riqueza nacional permita elevar el nivel de vida de los
habitantes de la Nación”. El Banco Central desplegó la generosa política de créditos que permitió a la
industria financiar inversiones y, sobre todo, pagar salarios cada vez más elevados. Estos créditos eran
en realidad un sustancial subsidio. Sin embargo, el
aumento en los créditos fue siempre mayor al crecimiento
de los depósitos, y eso no era ni más ni menos que una
expansión del dinero circulante, generando inflación.
Durante los primero años del peronismo, el gobierno tuvo
otras manera de cubrir sus gastos (la expansión crediticia
para la ayuda a la industria). Hubo en esos primeros
tiempos dos fuentes extraordinarias de recursos: Las
ganancias del IAPI y el superávit del recién nacido sistema de seguridad social. Ambas eran transitorias.
En cuanto los precios internacionales de los productos agrarios bajaran a niveles “normales” y a medida
que comenzaran a jubilarse trabajadores afiliados a las nuevas cajas de prevención, esas fuentes se
agotarían, lo que acabaría por avivar la inflación. ¿Cómo reaccionó la sociedad a las condiciones de
inflación? Lo esperable, hubo un creciente rechazo del público por el dinero. Cuanta más alta es la
inflación, más poder de compra está perdiendo quien mantiene billetes en su bolsillo y más rápido se va
a desprender de ellos. Durante el trienio peronista ocurrió al revés. Había una “ilusión monetaria”, la
gente no sentía la necesidad de desprenderse de las crecientes cantidades de dinero que recibía porque
no sentía que ese dinero estuviera perdiendo valor.
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Video 1
1940: Este capítulo cubre el final de los gobiernos conservadores. Desde el punto de vista económico
cubre la Segunda Guerra Mundial y también los primeros años del gobierno que surge de la
Revolución después del 4 de julio y parte de la primera presidencia de Perón.
En 1930 tenemos el golpe de estado que derroca a Hipólito Yrigoyen y a partir de ahí comienza un
período de 13 años, que es lo que se denomina Década Infame –va de 1930 a 1943- y que corresponde
a los gobiernos conservadores. Son justamente presidencias que se basan en el fraude electoral para
llegar al poder. Después del golpe de Uriburu gobernó Justo del 32 al 38. Del 38 al 40 lo sucedió Ortiz que
queda ciego y por eso tiene que renunciar a la presidencia y del 40 al 43 le corresponde al Vicepresidente
Castillo reemplazarlo a Ortiz. En 1943 se produce un golpe de Estado que derroca al presidente
fraudulento Castillo y se impone una dictadura que dura 3 años: De 1943 a 1946.
¿Qué había sucedido en los años 30? Está relacionado con el término infame: Deshonesto, vil. Lo que
ocurrió es, por un lado, desde la economía: la crisis y las medidas que toma el gobierno para enfrentar
esa crisis. Son gobiernos de personas vinculadas a la elite y sin embargo van a adoptar medidas de
intervención en la economía para poder enfrentar la crisis externa. Por eso van a por ejemplo imponer
el control de cambios: con tipo de cambio fijo inconvertible. Vimos también que durante esa década se
crean Juntas Reguladoras, por ejemplo, la Junta Reguladora de Granos: Esta Junta era un Organismo
Estatal que intervenía en el Mercado de Cereales, comprando cereales para que no baje mucho su
precio y los agricultores, y por carácter transitivo los terratenientes, no se vean perjudicados. Entonces
el Estado compra las cosechas a un precio más alto del que rige en el Mercado para subsidiar, para
ayudar a los agricultores y luego el Estado tiene que vender esa cosecha en el exterior con pérdidas.
Entonces la intención es beneficiar al sector terrateniente, pero lo que hay que destacar es que en este
momento el Estado empieza a intervenir en la economía como solución . Es una solución para atender
algún desequilibrio del Mercado. Inclusive estamos hablando sobre los sectores terratenientes.
También vimos todo el tema del control de cambios, que obligaba a los exportadores a que entreguen
las divisas y luego el importador, si quería realizar la importación por el Mercado Oficial, tenía que
recurrir al Estado para que le provea las divisas que justamente había capturado por la obligación que
le había generado a los exportadores. Entonces, el que quería importar, tenía que recurrir al Estado.
Ahí tenemos otra vez intervención Estatal.
En el año 35, se crea el Banco Central. Acá tenemos una intención por parte del Estado de intervenir
activamente en el Sistema Monetario para atender a las fluctuaciones y los problemas que trae la
Crisis. Vemos cómo el Estado interviene mucho más en la economía en los 30. Con un carácter de clase
favorable a los terratenientes. Hay una identificación entre las acciones del gobierno y el favorecer a las
clases terratenientes. De hecho, el Pacto Roca Runciman sería eso: consagrar los intereses de una
minoría, todo el peso que recae sobre la sociedad. Es decir, favorecer a una minoría y que toda la
sociedad cargue con el peso de seguir comprando mercaderías importadas en un proveedor que ya se
encontraba en decadencia, que ya fabricaba viejo, caro, obsoleto. O sea, tratar de resucitar el vínculo
inglés cuando ya ese vínculo estaba definitivamente muerto.
¿Qué pasaba con las actividades económicas? En los años 20, surge la industria, la industria motorizada
en muchos casos por los capitales estadounidenses. Esos capitales quedan en la Argentina para seguir
produciendo y en los años 30 se produce una nueva oleada de inversiones extranjeras que justamente
tienen como objetivo saltar el cerco cambiario impuesto por el gobierno para favorecer a Estados
Unidos.
O sea, si las empresas estadounidenses no pueden vender desde Estados Unidos, van a saltar el cerco
cambiario, van a instalarse en la Argentina y van a producir para el mercado argentino. Siempre con
tecnología de segunda mano, con aquello que desechan en las casas centrales, pero no deja de ser un
proceso de industrialización. Esta industrialización no planificada, no deliberada, también se ve
acompañada por muchos empresarios pequeños que van a aprovechar ciertas circunstancias: Primero
la crisis y después especialmente la guerra y las dificultades que traerá la guerra para comenzar a
producir acá en argentina, reemplazando productos de origen extranjero. Estos pequeños empresarios
surgen con muy poco capital, con muy poca tecnología por lo que emplean mucha mano de obra y no
van a fabricar de manera competitiva. Es decir que la industria argentina se va a constituir y va a tener
un rasgo, que aún en el día de hoy la acompaña. Es una industria que, por cuestión de escala, por
cuestión de tecnología, o por lo que fuera, no puede competir frente a los productos extranjeros. Es
una industria que tiene costos más elevados y una calidad inferior. Lo que pasa es que, en un contexto
de guerra, en un contexto donde escaseaban las divisas para importar, porque en este caso la
dificultad, no va a estar dada tanto por lo que se encarecen los seguros como había pasado en la
primera guerra sino con que han caído de manera muy abrupta las exportaciones durante los años 30 y
eso va a generar la necesidad de reemplazar aquello que antes se importaba, por productos
nacionales porque justamente no hay divisas suficientes como para realizar la importación. Entonces
es en ese contexto donde crecen las actividades industriales y crecen aún más durante la guerra.
Durante la guerra se acelera el proceso de sustitución de importaciones. La guerra abarca los años
1939-1945. Entonces acá vamos teniendo configurada una nueva realidad de una argentina industrial
en la que además trabajan ahora millones de obreros que provienen del interior de la argentina y se
van a instalar en el conurbano bonaerense y en el de Rosario. Se van formando los barrios que luego van
a ser quienes proporcionan la mano de obra que utilice esta industria. Esta industria que está muy
atrasada tecnológicamente pero que emplea mucha mano de obra y se va a transformar cada vez
más en un sector más importante. Todas estas transformaciones ocurren bajo la vigencia de los
gobiernos conservadores a los que sin tener un plan, sin haber pensado en una argentina industrial
pero sin oponerse a ella, ven como esta realidad se transforma y de hecho cuando se produzca el
golpe en ‘43, este proceso de industrialización precario y masivo ya se encuentra lanzado. Entonces
cuando tengamos que examinar al peronismo, este es un factor explicativo esencial. Esta
industrialización precaria pero que emplea a millones de argentinos.
POLITICA:
Desde el punto de vista política hablamos de los conservadores, como llegan al poder con fraude. En el
año 1943 hay un golpe de estado que no obedece a la presión de sectores de intereses claros si no que
en cierta forma está motorizado por fracciones del ejército que creen que es necesario dar un golpe de
estado para evitar que se produzca la misma conmoción que se había dado cuando finalizó la primera
guerra mundial. ¿Qué había pasado con la primera guerra mundial? Hubo un veranito industrialista,
muchas industrias que surgen pero que al abrirse nuevamente la economía en 1919, van a quebrar y
van a generar un gran descontento social y una situación de malestar cuasi revolucionaria o al menos
rebelde. Entonces, los sectores del ejército con el fin de evitar que venga el comunismo o que venga la
revolución social, creen necesario dar un golpe de estado, entre otras cosas, para poder preservar esas
industrias y de esa manera evitar la agitación social . Más allá de estas ideas que son en general
estatistas, no tienen un plan tan claro. Es un golpe de estado en el que tienen un papel decisivo un
grupo de oficiales del ejército que se denomina GOU y dentro del GOU que está integrado por oficiales
del ejército, descolla la figura de Perón, a pesar de que Perón era un Coronel. En el ejército es muy
importante la jerarquía y es obvio que un Coronel no puede mandar a un general.

Video 2
Desde el punto de vista social: gran cantidad de trabajadores que se van a emplear en la industria y que
son invisibles para la mayoría de los partidos políticos pero que están y cuya presencia se había
percatado a Perón.
Desde el punto de vista económica: hay una tendencia estatista que va a ir creciendo. Uno de los
objetivos es evitar el caos social que se relaciona con el desempleo y este desempleo se relacionaba
con la quiebra de las industrias que habían surgido al calor de la crisis primero al calor de la guerra
después.
Pero Perón tiene un plan y ese plan es utilizar a los sectores populares para conseguir una base propia
de respaldo. Hasta ese momento, los trabajadores no eran tenidos en cuenta y a partir de ahí Perón
ejerce una influencia sobre ellos que mezcla mecanismos represivos con mecanismos de captación.
Desde el punto de vista represivo: lo que va a hacer es actuar sobre los sindicatos encarcelando a los
dirigentes opositores, encarcelando a los dirigentes que no quieren seguir la política peronista .
Desde el punto de vista de captación: va a empezar a entregar a los trabajadores muchos beneficios,
por ejemplo, interviniendo en los conflictos entre los empleadores y los empleados laudando a favor
de los sindicatos. O por ejemplo, introduciendo mejoras como el pago de los accidentes de trabajo, la
incorporación de las vacaciones pagas. En 1945 el pago de aguinaldo. Perón hizo esto y consiguió la
adhesión de millones de trabajadores.
Va consolidando su poder. En el año 46, se llama a elecciones y en estas elecciones se presenta por un
lado Perón y por el otro un conjunto de opositores liderado por los Radicales que se llamó la Unión
Democrática (formada por Radicales, Socialistas, Demócratas Socialistas, Comunistas y Conservadores).
Era una mezcla rara para vencer a Perón. Del otro lado estaba Perón con una serie de estructuras
partidarias nuevas. Se hacen las elecciones, gana Perón y va a tener mayoría en diputados y senadores.
El acceso de Perón se da mediante elecciones que fueron muy limpias. La discusión es cómo era el
proceso electoral ¿Era justo? Bueno, el gobierno beneficiaba a su candidato que era Perón, dándole
los mejores espacios en la radio y aislando a los opositores a espacios y horarios muy secundarios. No
hubo fraude. Ahora, ¿Son elecciones limpias y los opositores no se pueden reunir o se les complica?.
Ya desde el año 1943 comienzan a haber cambios en la economía que se consolidan desde el primer
gobierno de Perón que va desde 1946 hasta 1952. Después hay un segundo gobierno de Perón que va
desde el 52 al 55, cuando un Golpe de Estado lo derroca y comienza lo que se autodenominó la
Revolución Libertadora. Es decir que Perón va a estar 3 años como funcionario de la Dictadura y luego
va a estar 9 años como Presidente. Acá empieza lo que va a ser considerado como el Peronismo típico,
aunque vamos a ver que el Peronismo tiene ciertas fluctuaciones.
POLÍTICA ECONÓMICA PERONISTA:
Esta política tiene algunas fluctuaciones, pero tiene una raíz y algunas ideas que son principales y que
ustedes tienen que recordar siempre que hablamos de Peronismo. Esas ideas tienen que ver con el rol
del Estado en la economía.
Primera puntualización importante: EL PERONISMO ESTÁ A FAVOR DEL SISTEMA CAPITALISTA, es decir
que el Peronismo acepta las dos condiciones que definen un sistema capitalista. Un sistema capitalista
se define por:
1) Propiedad Privada de los medios de producción.
2) La existencia de relaciones salariales.
Si ustedes tienen esas dos características, ya estamos hablando de un sistema capitalista . Si no las tiene,
no es capitalismo.
El Peronismo es capitalista y quiere decir que está a favor de que existan empresas privadas con
empresarios privados que ganan su dinero. Eso está claro, no lo discute el peronismo. Perón le dice a
los empresarios: nuestra presencia va a evitar que venga el comunismo. Si ustedes no quieren que
venga el comunismo, tienen que dejar que el Estado intervenga en las relaciones económicas y medie
en el conflicto entre empresarios y trabajadores. Somos un freno para que venga el comunismo . Si
ustedes siguen intentando poner un freno, imponer ese capitalismo liberal que se opone a la
participación del Estado en la economía, lo que va a suceder es que va a existir una revolución social, va
a venir el comunismo y van a perder la propiedad, van a perder todo. No van a tener más empresas
porque todas las empresas van a pertenecer al Estado.
Entonces el Peronismo dice: Capitalismo y empresario privado, pero con una fuerte intervención
estatal porque el Peronismo no cree en el mercado, no cree que el mercado sea el mecanismo idóneo
para regular las relaciones económicas. Por ese motivo, el Estado tienen que intervenir. El mercado es
ciego, se equivoca, distribuye mal (con lo cual entramos en una cuestión vinculada con la justicia
social). Sino que el mercado va a llevar a la economía a colapsar porque naturalmente, según el
Peronismo, el mercado va a llevar a estrangulamiento y a problemas vinculados como, por ejemplo con
el subconsumo.
En el año 36 Keynes escribe sobre la necesidad de que el Estado intervenga en la economía. Acá
tendremos la discusión de si el Peronismo es keynesiano. Esta teoría Keynesiana ya se estaba dando en
todo el mundo y tenemos que pensar en el período post segunda guerra mundial: ¿Qué pasa en
Inglaterra? Se estatizan los ferrocarriles y minas de carbón. ¿Qué pasa en Francia? El Estado francés se
hace cargo de las empresas que brindan servicios públicos y empresas las automotrices. ¿Qué pasa en
Italia? En Italia van a surgir entes estatales que se ocupan reorganizar distintas actividades económicas.
Así que esto que hace el peronismo, que quizás lo va hacer de una manera extrema, esto de un
capitalismo con fuerte intervención estatal, es un proceso que se estaba dando contemporáneamente en
todas partes del mundo.

Video 3
El Estado se presentaba como el mediador en el conflicto entre los empresarios y los trabajadores y
creían que los trabajadores tenían que estar organizados en sindicatos. Que estos sindicatos tenían
que negociar con los empleadores a través de lo que se llamaban las Convenciones Colectivas. Cada
año se negociaban condiciones laborales, los salarios, etc. Estas resoluciones eran obligatorias. Los
trabajadores eran sindicalizados casi a la fuerza. Entre los beneficios tenemos que el Peronismo fue
quien impone el sistema jubilatorio en Argentina. En ese entonces muy pocos sectores se jubilaban (El
Peronismo recibe tanto apoyo gracias a medidas como estas).
Con estas concepciones y con esta desconfianza sobre el Mercado y con esta creencia de que el Estado
tiene que intervenir sobre el Mercado (por una cuestión de justicia y eficiencia para asignar los
recursos de manera sabía) va a implementarse distintas medidas que reflejen esta concepción .
Una de ellas es sobre las nacionalizaciones (mejor dicho, las estatizaciones de las empresas). Por
ejemplo, empresas de servicios públicos. Así se estatiza la provisión de gas, de agua, de servicio
telefónico. En todos los casos se estatizan pagándole a los dueños anteriores una indemnización (hay un
acuerdo en el sentido en que los expropiados van a recibir una compensación adecuada). Además de eso
va a crear nuevas empresas estatales por ejemplo Aerolíneas Argentinas. Va ampliar el proceso de
industrialización que lideran fabricaciones militares.

Un apartado especial merece los ferrocarriles (hay una gran carga ideológica porque se identificaba a
los ferrocarriles con el imperialismo). Frente a esta estatización lo van a vivir como la concreción de la
soberanía nacional enfrentando el imperialismo inglés. Es muy importante el proceso por el cual se
lleva a la compra de los ferrocarriles por parte del Estado argentino. Durante la SGM, Argentina vendió
en grandes cantidades a los ingleses. Durante la guerra, los ingleses vendían mucho menos (balanza
comercial muy favorable para la Argentina). Entonces, los ingleses pagaban estas obligaciones con
libras, pero eran libras inconvertibles, no se podían convertir con oro y que los estadounidenses no
aceptaban como pago para que los importadores argentinos le paguen a los estadounidenses por sus
compras. ¿Por qué? Eran inconvertibles porque justamente Inglaterra estaba imprimiendo mucho
para financiar el esfuerzo de guerra. Entonces los ingleses entregan esas libras esterlinas, le piden al
gobierno argentino que guarde esas libras esterlinas inconvertibles y promete que cuando finalice la
guerra todo va a volver a la normalidad y esas libras inconvertibles se van a trasformar en convertibles .
Finaliza la guerra, y Argentina estaba esperando que Inglaterra pague. En 1947, el gobierno argentino se
presenta frente al gobierno inglés y le dice “Bueno, ¿Cómo arreglamos esta deuda?”. Ahora, ¿Cómo hace
un país que tiene escasa influencia en el orden internacional, que es débil desde el punto de vista militar
para cobrarle la deuda a uno de los ganadores de la SGM? ¿Cómo presiona? Lo que se arregla es que el
Estado argentino, con ese saldo que le queda de libras inconvertibles, va a comprar los ferrocarriles.
Esto equivalía más o menos al 10% de lo que los ingleses debían. Es decir que le perdonan el 90% y acá
se presenta en la Argentina como un gran logro.

Video 4
Hasta ahora vimos cómo el Estado argentino cada vez más intervenía en la economía y cómo el
Peronismo creía que esta intervención era absolutamente necesaria para regular las actividades
económicas. Hablamos sobre el avance sobre las estatizaciones. Vamos a tener un Estado dueño de
empresas que fabrica bienes, que controla los servicios públicos pero que al mismo tiempo promueven
que existan empresarios privados con trabajadores que van a recibir la protección estatal.
¿Cómo se determinaba el valor de la moneda durante el Peronismo? ¿Qué va a pasar por ejemplo con
el dólar? Seguimos con tipo de cambio fijo inconvertible, sin ningún mercado libre y con tipo de cambio
fijo múltiple, es decir que hay múltiples valores del dólar, establecidos por el Estado e inconvertibles.
¿Qué va a pasar con el Comercio Exterior?
Acá aparece el IAPI. IAPI es un organismo del Estado que va a ser el encargado de realizar las
exportaciones argentinas de cereales, de carnes y muchos otros productos, que tienen que estar en
manos del IAPI.
Entonces, si un terrateniente quería exportar su trigo, no lo podía hacer. Tenía que vender ese trigo al
IAPI y el IAPI luego lo vende en el Mercado Internacional. Es decir que, ¿Qué recibía el terrateniente
que antes exportaba? Recibía el valor de lo que producía en pesos. ¿A qué precio le compraba el
Estado? Al precio que al Estado le parecía pertinente. Y ¿Qué pasaba si el terrateniente no estaba de
acuerdo con ese precio? No podía exportar. Entonces el Estado le impone al terrateniente la obligación
de que tiene que vender el producto para que luego, ese Estado, a través del IAPI, lo venda en el
Mercado Internacional. Cuando vende el producto en el Mercado Internacional, el Estado recibe dólares
que se los queda y al productor/terrateniente le va a pagar con pesos al valor que crea justo.
(En esos años, entre 1946 y 1948, hay una elevación muy importante de los precios internacionales de
los productos que la Argentina vende. Los productos que la Argentina vende, suben y suben mucho en
relación con los precios de los productos que Argentina importa y eso se refleja en una mejora de los
términos del intercambio). Es decir que hacen falta menos bienes exportados por la Argentina para
seguir comprando la misma cantidad de productos importados. Esta coyuntura favorable la vive el
Peronismo y de esta manera aprovecha para quedarse con ganancias de los terratenientes que
recibían un precio muy inferior al que percibía el IAPI en el Mercado Internacional.
El Estado interviene en las relaciones económicas y redistribuye el ingreso. ¿Cómo lo hace? Lo hace
con la diferencia que hay entre lo que cobra y lo que le paga a los terratenientes y lo va a fomentar a
través de los Bancos Estatales (por ejemplo: el Banco Industrial, Banco Nación, Banco Central a través
de los Bancos Privados) va a realizar una redistribución y ese dinero que es el excedente sobre lo que le
pagan a los terratenientes, es prestado por el Sistema Bancario, a los pequeños empresarios.
El criterio que se aplica con el Peronismo es: si se fabrica en la Argentina, no se puede importar. Hay
que comprar el producto argentino. Eso tiene ventajas y desventajas.
VENTAJAS CALRAS:
- Genera un aumento muy importante de las actividades industriales y de las personas empleadas
en la industria. El Peronismo va a estar siempre ahí bordeando el pleno empleo.
PARTE NEGATIVA:
- Que la Industria Argentina que ya empezó siendo poco competitiva, va a consolidar este perfil de ser
poco competitiva y atrasadas tecnológicamente porque no tienen competencia externa. Entonces,
al no tener competencia externa, no hay ningún incentivo como para introducir cambios
tecnológicos. Por lo tanto tenemos una población que consume productos industriales de calidad
inferior y caros.
Entonces el Estado que quiere favorecer a estos pequeños empresarios, les va a dar créditos a una
tasa negativa (es una tasa inferior a la inflación, es decir que les está dando un subsidio). (El Estado les
brinda a las empresas la posibilidad de endeudarse al 24% cuando la inflación prevista va a ser del 50%
anual). Eso es un subsidio que lo paga el Estado con los fondos que ha obtenido a través del IAPI,
capturándolo, restándolo a los sectores terratenientes. Esto genera un círculo virtuoso porque al
obtener el crédito, tanto para capital de trabajo como para incorporar nuevas maquinarias locales, hace
que las empresas contraten más trabajadores, por lo que los empleados pueden acceder a sueldos
superiores. Entonces vamos a tener más personas empleadas, que cobran más y al cobrar más pueden
comprar más productos industriales. Esto hace que los empresarios se vean impulsados a contratar
más trabajadores, que, al aumentar la demanda sobre ellos, aumentan los salarios, compran bienes
industriales y estamos en un círculo virtuoso.
Esa es la forma en la que interviene el Estado en relación con los agricultores y con el comercio
exterior. Del mismo modo, si querían importar un bien, tenían que recurrir al IAPI. Entonces, iban al
IAPI, decían lo que querían y el IAPI le tramitaba la importación. (Tenían que pagar con pesos).
Únicamente se importaban aquellos productos esenciales como, por ejemplo, el combustible. Pero
estaba prohibido importar productos que se fabricaran en Argentina.

Video 5
1935. Creación del Banco Central, tiene cierta independencia del Estado y se va a encargar de regular
la emisión de la moneda, actuar como agente financiero del Estado nacional, tener sus reservas,
controlar el sistema bancario, otorgar descuentos (dar préstamos a las entidades bancarias en
problemas). En un Sistema Bancario, existían entidades bancarias privadas, estas captaban el dinero de
sus ahorristas y le prometían un interés y luego prestaban ese dinero a particulares. La ganancia del
banco consistía en la brecha que hay entre lo que pagan para remunerar las colocaciones en los
depósitos, y por otro lado, el interés que cobran a los que necesitan dinero . Ese es el sistema bancario
argentino hasta que vino el Peronismo que hacia finales del 46 y comienzos del 47, hace una Reforma
Bancaria.
Lo que hace el Peronismo es hacer que todos los depósitos que se encuentran en el sistema bancario,
tanto de los Bancos privados como de los Bancos públicos, van a pasar a ser depósitos en el Banco
Central. Es la estatización completa del sistema bancario. Entonces, a partir de ahí, los bancos van a
actuar como si fueran agencias del Banco Central.
Entonces, ¿Qué tasa de interés van a pagar los bancos? Los Bancos van a pagar la misma tasa de
interés en todos los lugares, a todos los ahorristas que es la establecida por el Banco Central.
¿Qué tasa de interés van a cobrar los bancos? Los bancos van a cobrar la tasa de interés que les
indique el Banco Central y esta tasa de interés para prestar va a fluctuar según sean los sectores que
reciban esa tasa, pero el Banco Central le va a decir qué interés les cobra a los deudores, cuánto
presta, a qué plazo, a qué sectores, y es más, el Banco Central va a disponer en qué áreas del país se
debe prestar ese dinero. Entonces, los bancos, los bancos privados y bancos públicos ya no deciden.
Todas estas decisiones las toma el Banco Central de la República Argentina. Decide cuánto se le paga a
los ahorristas, cuánto se le cobra a los deudores, qué sectores reciben el dinero, cuánto dinero se les
presta, en qué lugar del país. Todo eso lo decide el Banco Central.
A partir de acá, surgen una serie de consecuencias: En primer lugar ¿De qué viven los bancos privados?
Siguen funcionando y van a recibir una comisión por su intermediación en las transacciones. Pero ya lo
que tiene que ver con el control de a quién se le presta el dinero no va existir porque en definitiva esa
plata no es del Banco, no le interesa, sino que va a prestar a quien le dice el Estado que tiene que prestar ,
que tiene que ver con ciertos sectores. LOS BANCOS NO VAN A QUEBRAR, PORQUE EN REALIDAD SI
QUIEBRA EL BANCO ES QUE QUEBRÓ EL ESTADO. No hay ningún banco que esté en problemas. Nunca,
porque en realidad todos los depósitos pertenecen al Banco Central de la República Argentina.
Entonces, los bancos viven de su rol de intermediación entre los ahorristas y los depositantes y por los
servicios que brindan.
La característica es que, durante estos años, la tasa que se paga a los ahorristas es muy inferior a la
inflación. Esto va generando que con el tiempo el ahorro disminuya. Si con el Peronismo tenemos una
inflación promedio del 20% anual, la tasa de interés que cobran los ahorristas está por el 3% y la tasa de
interés que el gobierno cobra a aquellos que reciben los créditos, normalmente a estas pequeñas
empresas, son del 5%, 6%. Son muy pero muy bajas, casi un subsidio, un regalo que el Estado hace a
estos empresarios con el objetivo de motorizar las actividades económicas internas que se fundan en la
industria, una industria volcada al mercado interno y que para financiarse en buena parte recurre a
capturar parte de la renta que obtienen los sectores del campo o si ustedes quieren, los terratenientes .
Por lo tanto, el sistema bancario es un sistema que no quiebra. Un sistema bancario que está
controlado por el Estado y que a partir de ahí puede regular, no sólo cuánto circulante hay quién
recibe el préstamo, en qué condiciones y cómo se maneja eso.
Entonces resumiendo: Tenemos una participación estatal muy fuerte: con esta intervención del IAPI que
ya se describió (quitándole dinero a los terratenientes para darle a los empresarios), con la estatización
del Banco Central, con salarios que están subiendo y con un gasto público que crece mucho: con
construcción de hospitales, de todo lo que tiene que ver con la infraestructura educativa con escuelas,
una gran inversión en educación y un gran gasto público que acompaña el momento de expansión.
¿El peronismo es keynesiano o no es keynesiano? ¿Qué es el keynesianismo?
1936. Keynes escribe su Tratado en el que explica que el Estado tiene que intervenir en la economía
porque la economía capitalista sufre desequilibrios cíclicos e inevitables y que ante esos desequilibrios es
necesaria la intervención estatal, que el liberalismo sólo conduce a crisis. La no intervención del Estado
en la economía sólo conduce a crisis sistémicas como la del año 29.
Keynes dice que el Estado tiene que intervenir yendo en contra de los ciclos económicos . “Los ciclos de
Tief” que decía que existían ciclos económicos de 50 años, divididos en dos semiciclos, cada uno de 25
años. Una fase ascendente que llamamos “A” y una fase descendente que llamamos “B” . Estos 50 años,
con un ciclo de 25 años de expansión y 25 años de baja, es decir, uno de expansión económica con
aumento del empleo, de las actividades productivas y otro de recesión, de baja en las actividades
económicas, de disminución del empleo. Keynes dice que el Estado tiene que actuar para moderar el
ciclo económico. Por ejemplo, cuando se da el ciclo económico alcista, que aumentan los precios, la
producción y el empleo, el Estado tiene que enfriar un poco la economía generando ahorro, por ejemplo,
subiendo los impuestos o limitando el gasto público para que la expansión se modere; para que en el
momento en el que se produzca el otro ciclo, se revierta y entremos en la fase recesiva, y en la fase
descendente, ahí el Estado intervenga en el sentido opuesto. Tiene que servir en el sentido opuesto,
tiene que emitir moneda sin respaldo, tiene que gastar más de lo que recauda para impulsar las
actividades económicas. Lo particular del Peronismo es que si bien coincide con el Keynesianismo en
que es necesario intervenir en la economía, no utiliza la concepción anticíclica. Entonces, en el
momento de alza, en el momento de mejor coyuntura de los precios internacionales, el Estado va a
intervenir exacerbando aún más el crecimiento mediante un aumento del gasto público. Por el
contrario, cuando entremos en la fase recesiva, el Peronismo enfría las actividades económicas también.
Fin Primer Capítulo
Gerchunoff - Llach. Cap. IV, V, VI, VII, VIII. Capítulo V

Del paraíso peronista a la crisis del desarrollo (1949-1958). La hegemonía cuestionada


1948. la economía todavía crecía con solidez, y el futuro era visto con optimismo, al menos por el mismo
Perón. La plata todavía sobraba y dominaba la sensación de que lo economía había dejado de ser un
problemas para la Argentina. Hubo una reforma constitucional en 1952 impulsada por Perón, ya que él
quería ser reelecto y esta reforma se lo permitiría. Entre otras cosas, esta reforma también consagraba
la monopolización del comercio exterior por parte del Estado, declaraba propiedad del Estado a los
servicios públicos y a las fuentes de energía. Perón no toleraba los cuestionamientos, y pronto dio a su
discurso un tono más combativo. Por ejemplo, Perón elimino de las FFAA a los militares que no le eran
leales, el encierro de la oposición se veía agravado por la política de comunicaciones del oficialismo.
Perón ganó las elecciones ya que la oposición corría con la importante desventaja de no poder acceder a
los medios de comunicación.

Síntomas de crisis
La etapa buena del peronismo abarcó un lapso de apenas dos años y medio y para fines de 1948 ya
había entrado en crisis. La intensa expansión del producto y del gasto durante ese trienio había sido
fomentada desde el gobierno, aprovechando la situación de posguerra caracterizada por una demanda
insatisfecha de alimentos, había colocado a los términos de intercambio externo en lo más alto del siglo.
El estado había podido apropiarse de esa bonanza gracias a la nacionalización del comercio exterior, y
había alimentado con gasto público la expansión económica. Al mismo tiempo, la natural restricción de
importaciones fruto de la SGM había sido prolongada y extendida, básicamente a través de una
protección arancelaria y de una mayor rigidez en los controles cambiarios. Los límites a las
importaciones y la expansión monetaria y crediticia especialmente dirigidas habían estimulado un veloz
crecimiento de la industria, que ya abastecía casi completamente el consumo nacional. El gasto interno
había crecido no solo por el impulso directo del Estado sino también por el rápido ascenso de los
salarios, que garantizaban el apoyo popular a las políticas de Perón. En 1949, el esquema distributivo
empezó a resquebrajarse: la balanza comercial y la inflación. El equipo económico creyó que iba a venir
una nueva guerra mundial que sostuviera la demanda por los productos agropecuarios argentinos. Esto
fue una ilusión ya que en 1949, los términos de intercambios estuvieron un 11% por debajo del año
anterior. A ello se sumaron las consecuencias de una política exterior algo orgullosa, que impidió la
participación argentina en el Plan Marshall (sabiendo que la Argentina era el mayor exportador de
productos alimenticios y que podía abastecer a una gran cantidad de países europeos para su
recuperación). La campaña agropecuaria de 1949/50 estuvo
signada por una fuerte sequía (que en el período 1951/52
azotaría más fuerte). La Argentina exportó en 1949 por un
valor de 950 millones de dólares, contra los 1600 del año
anterior. Esta diferencia de las divisas disponibles, combinada
con el aumento de los precios de los artículos que el país
obtenía del exterior, obligó a comprimir aún más las
importaciones, ya bastantes restringidas. En 1948, las
importaciones de bienes de consumo eran apenas un 30% de las compras externas argentinas. El
gobierno debió ser más selectivo en la asignación de divisas y, además, algunas importaciones pasaron a
estar directamente prohibidas. La industria sufrió con la intensificación de esos controles. Los
empresarios industriales se quejaban por las dificultades para importar maquinarias y materias primas.
Las importaciones para la industria caían al compás de los términos de intercambio.
Ya en 1948 se habían llevado a cabo un intento por apaciguar la inflación, que incluyó en restricciones
para la concesión de créditos y la elevación de la tasa de interés a la que el banco central prestaba
dinero a los bancos privados (para que estos a su vez diera créditos). Estas correcciones fueron
insuficientes para Perón y en 1949 asumió un nuevo equipo económico, encabezado por Alfredo Gómez
Morales. Más allá del cambio, en 1949 la inflación llegaría al 31% de precios al consumidor. Las
autoridades económicas no podían evitar que la insuficiencia de dólares se reflejara en su precio. Perón
aun no veía en la inflación un peligro incontrolable. A pesar de la inflación, en 1950 aún pudo alentarse
alguna esperanza de mantener el rumbo: el salario real aumentó levemente y los precios agropecuarios
recibieron un inesperado impulso. Así y todo, el gobierno tuvo que actuar en contra de sus principios,
tomando un prestamos al exterior de 125 millones de dólares. Pero en 1951 el panorama volvió a
empeorar. La inflación superó a la tasa de aumento salarial, mientras una terrible sequía reducía la
cosecha de los principales cultivos a la mitad de lo que había sido el año anterior. El modesto superávit
comercial de 1950 se transformaba en un gran déficit en 1951.
Reaparecieron las huelgas en 1950. La restricción del crédito
estaba golpeando sobre algunos sectores industriales, y hacia
inevitable el conflicto entre trabajadores y empresarios. Entre
1950/51 pararon los trabajadores de varias industrias. Pero el
mayor de los conflictos fue el de los ferrocarriles, con una huelga
que duró nueve meses. Es indudable que el deterioro de la
economía estaba jugando un importante papel.

La hora de la austeridad: el plan económico de 1952


Una serie de factores se conjugaron para que a principios de 1952 el gobierno lanzara un programa de
austeridad que contrastaba con las politicas de los primeros años. En primer lugar, Perón ya habia
conseguido su reeleccion, y tenía suficiente margen de maniobra como para tomar decisiones no del
todo populares. Los pronosticos para el año 1952 eran del todo desalentadores: la desastrosa cosecha
obligó a consumir un pan negro de calidad inferior, y a restringir nuevamente las importaciones, con el
consabido efecto sobre la producción industrial. La escacez de energia electrica obligó a racionar su
consumo, lo que tambien impactó sobre la producción industrial. El pan de estabilizacion económica de
1952 (también llamado “Plan Económico”) tenía el objetivo de bajar la inflación. Además, se intentaba
resolver el problema del deficit comercial externo, que ya se estaba tornando crónico. Tomaba fuerza la
idea del plan de austeridad. Llegó el mensaje de que había llegado la hora de moderar el desenfrenado
consumo de los primeros años, lo que descomprimiría la situación del comercio exterior y ayudaría a
calmar la inflación. El mismo Perón decía algo así como “durante 5 años le di la posibilidad de derrochar
ya que han estado sumergidos durante 50 años. Ahora comienza una etapa para no derrochar más”. La
inversión pública se redujo bastante a partir de 1952. El gasto del gobierno bajó entre 1950 y 1953 un
25%, y el déficit fiscal disminuyó considerablemente. La tasa de crecimiento de la cantidad de dinero
descendió abruptamente a partir de 1952. Los instrumentos monetarios no fueron los únicos con que se
intentó combatir la inflación. Hubo medidas más directas, como el retraso deliberado de las tarifas
públicas y el aumento de los subsidios a los bienes básicos, teniendo un gran costo fiscal de un 30% del
gasto público total entre 1952 y 1955. También se creó una Comisión Nacional de Precios y Salarios y se
instauró un sistema de negociaciones salariales bianuales (aguinaldo). Hubo, por otra parte, algunas
medidas que apuntaron al aumento de las exportaciones. Después de años de ser perjudicados por la
política del IAPI, los productores agropecuarios comenzaron a recibir precios más favorables, superiores
incluso a los vigentes en el exterior. También se intentó fomentar la exportación de otros artículos.
Con el plan de 1952, el gobierno desmontó el esquema que había estado vigente desde 1946: la
expansiva política salarial de 1946-50 dejó paso a un sistema de negociaciones bianuales, la liberal
política de crédito para la industria fue moderada en nombre de la estabilidad monetaria; y el impuesto
a la exportaciones agropecuarias que estaba implícito en la política del IAPI hasta 1948 no sólo
desapareció, sino que fue reemplazado por una deliberada política de aliento al sector rural. La alta
inflación hacía inviable el viejo esquema. El plan tuvo éxito: la inflación bajó hasta tocar un mínimo de
3% en 1954. Después de descender en 1951-52, los salarios reales comenzaron una firme recuperación,
aunque no volvieron al máximo que habían alcanzado en 1949. Entre 1952-55 aumentó la riqueza
privada. También se recuperó la producción interna. La balanza comercial pasó a ser superavitaria (solo
en 1953 y 54, ya que luego volvió a un déficit en 1955). La extraordinaria cosecha de 1952/53 fue
decisiva para este alivio. La época en que el IAPI era el gran enemigo de los productores agropecuarios
ya estaba definitivamente terminada, el sector rural pasó a contar nuevamente con el favor oficial.

Una vuelta al campo


El área sembrada de maíz cayó 16%, trigo 6% y lino 15%. Pero hay una tendencia de diversificación
agrícola: el girasol, el maní y la cebada compensaron en parte la retracción de los cultivos tradicionales.
Además, la ganadería ocupó tierras que antes eran dedicadas a la explotación agrícola. Igual es cierto
que la producción agropecuaria global cayó entre 1947-50 alrededor de 5%. Esto pone en duda que la
política del IAPI haya provocado una grave crisis en el campo. Además de retribuir a los productores
rurales con precios superiores a los internacionales, el gobierno pasó
a tener en cuenta al sector agropecuario en la asignación de créditos.
Las opiniones de la Sociedad Rural reflejaron el cambio de humor de
la gente del campo a partir de los años 50. Al principio llovieron las
quejas por la política del IAPI, la ley de arrendamientos y la
expropiación de algunas tierras. El esfuerzo oficial por mantener vivo
el mercado inglés (ya que el IAPI aumentó el precio en dólares de la
carne y esto no le había gustado a los ingleses y luego se llegó a un
acuerdo con una fijación de precios. Igualmente los problemas
siguieron), combinado con el aumento de los precios a los que el IAPI
hacia sus compras, fue cálidamente acogido por los sectores rurales. El nuevo trato del gobierno de
Perón no se agotó en las políticas de crédito y subsidio, aunque estas fueron las más importantes. Hubo
intentos exitosos por aumentar la productividad y bajar los costos de la producción agropecuaria.
Fueron ampliadas también las instalaciones para almacenamiento de las cosechas, y se incentivó la
mecanización agraria. El replanteo de la política para el agro puede ser visto como un reconocimiento
que tenía la pretendida transformación de la economía.
Dilemas de una industrialización acelerada
Durante el peronismo, el impulso industrialista se intensificó, a través de políticas que buscaban
completar el proceso de sustitución de importaciones por producción nacional. Los dos instrumentos
clave de esa orientación fueron la política crediticia y la de protección a través de mecanismos
cambiarios y comerciales. El Banco Industrial, creado en 1944, y el Banco Central, nacionalizado en 1946,
fueron los encargados de llevar adelante un programa de créditos expansivo. En cuanto a la protección
respecto a la competencia externa, las dificultades que el importador encontraba para obtener divisas
se acentuaron en 1949. Bajo esas condiciones de protección, el grado de sustitución de importaciones
industriales que la Argentina había alcanzado hacia 1950 se encontraba entre los mayores del mundo.
Mientras que en 1929 se importaba el 45% de las manufacturas consumidas o invertidas en el país,
veinte años después la proporción era tan solo del 15%. Por eso podemos decir que en los años del
peronismo hubo un gran crecimiento industrial. El desarrollo de la industria durante la época de Perón
solo puede calificarse como un éxito parcial. En los
episodios de restricción crediticia que se dieron cada tanto
a partir de 1948, sólo se aconsejaba contraer los créditos a
las industrias productoras de bienes no esenciales. Es más
apropiado asociar la política del peronismo a la estrategia “diversificada” que a la versión “concentrada”
de la industrialización. Si bien la tasa de crecimiento de las distintas ramas industriales fue despareja,
ello no fue el resultado de las políticas, que intentaron favorecer al sector industrial en conjunto. El
resultado que se logró fue una producción manufacturera de alto costo y con pocas posibilidades de
exportación. Un estudio comparativo entre las industrias metalúrgicas argentina y EEUU ha estimado
diferencias de costos de hasta 300% en 1955. El proceso de expansión manufacturera también estuvo
complicado: Desde el punto de vista de los empresarios industriales, esta mejora en los salarios, sumada
a otros costos laborales derivado del Estado de Bienestar peronista, pronto se transformó en una
preocupación. El relativamente alto nivel salarial seguiría siendo una característica del mercado de
trabajo argentino, mientras que el empleo industrial avanzaría menos que en otros países. De hecho, a
partir de los años 50, casi toda la expansión de la
producción industrial surgiría de aumentos en el capital
instalado y de mejoras tecnológicas, con un tenue
crecimiento de la ocupación. (esto de los salarios altos se
daba porque la ganadería y la agricultura eran modernas
desde los comienzos de la industrialización, y por lo tanto
tenían productividad y salarios comparativamente altos.
No había un numeroso “ejército de reserva” capaz de
proveer las necesidades de mano de obra industrial). Está
claro que la demanda de bienes de capital y también los
bienes intermedios, seguían abasteciéndose con
importaciones en una proporción no insignificante.

¿Un defecto estructural?


Luego de dos años de un superávit comercial provocado por el plan de estabilización y por la gran
cosecha de 1952/53, en 1955 reapareció el déficit comercial, ya que las importaciones comenzaron a
recuperarse de su deprimido nivel de 1953/54. Como en 1946-48, el crecimiento del producto volvía a
traducirse en aumentos de la demanda por importaciones y consecuentes temores por la balanza de
pagos.

El problema no era que los mayores ingresos estimularan directamente la importación de bienes de
consumo. El mecanismo era más indirecto: la recuperación de la demanda por productos industriales
locales se traducía en mayores necesidades de insumos, de los cuales una buena parte era importada.
De los 1200 millones de dólares que se pagaron por importaciones en 1955, casi 800 se usaron para
comprar bienes de capital, productos de la siderurgia, productos químicos y petroleros. La situación
estaba agravada por el comportamiento de las exportaciones. En 1955, la Argentina estaba exportando
por un monto en dólares menor al de 1920. Pero teniendo en cuenta que un dólar en 1920 era mucho
más valioso que en 1955, la comparación es todavía peor: en moneda constante, la Argentina exportó
en el primer lustro de los años 50 apenas la mitad de los que había exportado en 1920. Parte de esta
debilidad exportadora se debía a las políticas internas, pero también influían las condiciones
internacionales. Los controles cambiarios o los préstamos exteriores eran solo una solución temporaria
al problema externo argentino. Para superar de manera permanente ese defecto tenía que llevarse
adelante una combinación de dos políticas: incentivar las exportaciones y alentar la producción local de
maquinarias e insumos industriales, sobre todo de combustibles. Con relación a lo primero, la CGE
ubicaba en primer lugar a los sectores industriales productores de artículos que reemplazan materiales
esenciales de importación.

Un intento de corrección: el Segundo Plan Quinquenal


El candidato para liderar la integracion de la industrialización argentina era el mismo Estado. Aplicado a
partir de 1953 (hasta 1957). Morales (presidente del Consejo Económico) decía que las inversiones
previstas y el desarrollo de las distintas actividades fueron reajustadas de modo que quedaba asegurada
una evolución armónica de los distintos sectores que componen la economía nacional. Esta “evolución
armónica” tenía que ver con las nuevas prioridades de inversión que contemplaba el plan. Un objetivo
era el de “solventar las necesidades básicas del país en lo que refiere a la producción de materias
primas, energía y transportes y bienes de capital”. Así es como la distribución de la inversión pública
entre 1952 y 1955 fue bastante distinta que en el quinquenio anterior, con aumentos en el porcentaje
correspondiente a transportes (27 a 29%), energía y comunicaciones (17 a 24%) y siderurgia (0,5 a 2%).
Como contrapartida caían las inversiones en defensa (23 a 9%) y las de “carácter social” (hospitales,
escuelas, etc, en las que cayeron de 18 a 12%). Ahora el peronismo dejaba paso a un esfuerzo por poner
en orden las bases productivas de la economía. La urgencia era ahora avanzar hacia un estadio superior
d la industrialización. El Primer Plan Quinquenal consolidó en el país la industria liviana y corresponde a
este Segundo Plan Quinquenal arraigar la industria pesada. La principal complicación del Segundo Plan
Quinquenal fue el problema fiscal que venía acarreando el peronismo. De hecho, la inversión pública fue
uno de los rubros sobre los que recayó el ajuste fiscal. La inversión pública total disminuyó entre 1948 y
1955 en alrededor de un 35% (que en algunos casos tuvieron consecuencias visibles, como los cortes de
luz). Era evidente que el esfuerzo estatal por sí solo no podía ser suficiente para solucionar los
problemas que aquejaban a la economía argentina. Ahora estamos en una instancia más preocupada en
los problemas de eficiencia y producción que requería también del esfuerzo del sector privado.
Una nueva bandera peronista: la productividad
Aumentar la cantidad de bienes a repartir, ahí estaba la clave del nuevo enfoque de la política
económica del peronismo. de alguna forma había que ingeniárselas para producir más. El gobierno tomó
conciencia de que sólo existiría un margen para aumentar los salarios y la utilidad de las empresas solo
si crecía la productividad.
Eso podía conseguirse con un aumento en inversión (que estaba siendo estimulada por el Segundo Plan
Quinquenal) como cambios de organización en las empresas, que apuntaran hacia una mayor eficiencia.
Con la intención de alentar esas innovaciones, en octubre de 1954 se convocó un Congreso de la
Productividad de Bienestar Social (CNP). Al gobierno le interesaba crear una conciencia nacional sobre el
problema de la productividad. Los debates de la CNP tuvieron más conflictos que acuerdos: los
empleadores reclamaban la imposición de medidas contra el ausentismo, la posibilidad de usar
incentivos para estimular el esfuerzo, un mayor margen de maniobra en el manejo del personal y la
limitación al poder de los gremios en las fábricas. Las prácticas laborales no eran la única manera por la
que se podía esperar una mejora en la capacidad de producción de la economía argentina. Era una
buena forma de aumentar sustancialmente el producto por hombre ocupado.

Atrayendo el capital
La inversión de origen interno, fuera pública o privada, era insuficiente para aumentar sensiblemente la
productividad y para reducir el peso de ciertas importaciones en su balanza de pagos. No era solo que
no se contara con el ahorro necesario; el problema principal era que faltaban las divisas para comprar
en el exterior los bienes de capital necesarios. Preso en esa encrucijada, el gobierno se decidió a tomar
el único camino viable: recurrir a la inversión extranjera. El ministro de economía decía “La Argentina
necesita y desea el ingreso de capitales extranjeros que se sumen a estos para colaborar en su
engrandecimiento”. También disminuyó el notorio estatismo de los primeros años, tanto que de Perón
pudo decirse que “a partir de 1949 era decididamente antiestatista”. El gobierno entendió que para
superar los problemas de la balanza de pagos no había otra salida más que invertir en algunos sectores
industriales y en el área petrolera (de manera de reducir las cargas de las importaciones), lo mismo que
en equipos que incrementaran la productividad agrícola (con lo que se conseguiría un aumento de los
saldos exportables). Era claro que mucho del equipamiento necesario para esa capitalización debía
importarse, para lo que se requería financiamiento externo. La forma más adecuada para obtenerlo era
la inversión directa de empresas extranjeras. En el Segundo Plan Quinquenal se declaró la importancia
de los capitales extranjeros, y se abrió la posibilidad de que participaran en servicios públicos. Una ley de
1953, relacionada a la inversión de capitales extranjeros, abundaban párrafos sobre los benéficos
efectos de la inversión externa; el fundamento principal de esta invitación al capital externo era la
necesidad de superar la escasez de divisas. “la actividad a la que se destine la inversión de capital
extranjero debe contribuir a la realización del desarrollo económico previsto en los planes del gobierno,
traduciéndose directa o indirectamente en la obtención o economía de divisas”. Las prioridades eran la
mecanización agrícola y la producción local de insumos que hasta entonces se importaban. En relación a
lo primero, la producción local de tractores por parte de empresas extranjeras fue un primer avance. El
Poder Ejecutivo aprobó la instalación de cuatro fábricas. Pero lo más innovador en materia de
inversiones externas se dio en el ámbito de la política petrolera. En abril de 1955, un funcionario del
gobierno argentino firmó con la California Argentina de Petróleo un contrato de explotación petrolera.
El convenio concedía a la California Argentina de Petróleo los derechos para explotar, por un término de
40 años, 50.000 kilómetros cuadrados de tierra santacruceña. En ese territorio, la empresa podría
construir y usar con exclusividad caminos, embarcaderos y aeropuertos durante la vigencia del contrato.
Es sorprendente que un gobierno que había volcado tantas energías en proclamar la independencia
económica y atacar al imperialismo firmara estas cláusulas. Pero eso no es sino una evidencia nítida de
que el problema de abastecimiento de combustibles, era un callejón que no tenía otras salidas. Por lo
tanto, podemos decir que Perón respondía a los desafíos con los instrumentos más aptos. Pero el
contrato fracasó.
La resistencia al proyecto de la California no era patrimonio exclusivo de los partidos opositores. En las
filas peronistas no se notaba el menor entusiasmo por una iniciativa que traicionaba el principio
justicialista de independencia económica. Había una escasez de expresiones de apoyo. También, está
claro que el Poder Ejecutivo tampoco puso todo su empeño para llevar adelante la iniciativa.

Videos YouTube 1-4

Video 1
Vamos a hablar de la segunda etapa de la economía peronista, con un giro que se da aproximadamente
entre 1949 y 1951 y se profundiza en 1952 con la segunda presidencia.
En los videos anteriores vimos cómo se implementó la política económica peronista. Esos rasgos definen
el peronismo como antiliberal y estatista. La ideología peronista descree de la sabiduría del mercado
como regulador económico y por el contrario creen necesario que el Estado intervenga
permanentemente, no sólo en el conflicto social, no sólo mediando entre las demandas de los
trabajadores y los empresarios – no sólo teniendo ese rol de árbitro- sino que también en muchos otros
aspectos de las actividades económicas. Un ejemplo de eso fue el IAPI que era el organismo estatal
encargado de la comercialización de los productos argentinos en el exterior. También el peronismo
realiza una política muy fuerte de estatizaciones de servicios públicos e incluso de empresas que no se
dedican únicamente a brindar servicios públicos, es decir que es un Estado que en buena parte será
empresario también. También, desde el punto de vista bancario, crea un esquema en el cual el Banco
Central controla todos los depósitos y regula no solo el circulante sino a quién deben prestarle los
bancos públicos y privados, cuánto prestan, qué interés cobran, qué interés pagan a sus ahorristas, es
decir, una intervención completa desde el punto de vista financiero.
Dentro de este esquema intervencionista, nosotros vamos a tener una política de gasto público muy
elevado, muy fuerte, que coincide con la etapa de expansión de la economía. Es decir que, en el mismo
momento en el cual las condiciones del mercado internacional eran favorables para los productos
argentinos y por lo tanto había un espacio en el cual el peronismo va a capturar parte de la renta de los
terratenientes para redistribuir y favorecer el crecimiento industrial, y además impulsar la suba del
salario real, en esa misma etapa en la que las condiciones estaban dadas, el peronismo va a exacerbar el
ciclo económico teniendo una política de gasto muy expansiva que se refleja no solo en el aumento del
empleo público y en las estatizaciones, sino también en las construcciones de escuelas, cuarteles de
infraestructura en general, caracterizan a esa primera etapa que va del 46 al 48. Eso quedó reflejado en
el imaginario colectivo como la política económica Peronista que de hecho cuando un peronista hoy
habla sobre un esquema económico y dice volver al primer peronismo, se está refiriendo a esta etapa.
Una etapa reducida en años y fue una etapa que no fue sostenible en el tiempo.
Hay algunas dificultades estructurales que tienen que ver con la política del IAPI y su efecto sobre la
economía. Pero más allá de eso, en principio lo que generó un comienzo de crisis fue una sequía. Eso
muestra lo endeble que era la política económica y en general lo endeble que es la política económica
Argentina porque, de hecho, otra sequía fue la que complicó en el año 2018 al gobierno de Macri que ya
venía mal y eso provocó una restricción externa, no ingresaban divisas y aumentaron las dificultades.
Podemos criticar al Peronismo por su falta de visión allá en 1949 pero si le aplicamos el juicio histórico, y
vemos lo que hicieron los gobiernos posteriores, tendríamos que ser más indulgentes con el primer
peronismo. Lo cierto es que una sequía en el año 49 marcó una primera señal de alerta sobre las
limitaciones que tenía el esquema expansivo peronista.
Ahí en ese momento, lo que hace Perón, es cambiar la administración económica, se va Miranda e
ingresa Gómez Morales quien implementa medidas muy tibias como para frenar los dos problemas que
estamos enfrentando en ese momento. ¿Cuáles son los dos problemas? Por un lado, la restricción de las
divisas, o sea entran menos dólares y cuando entran menos dólares, con independencia de si los captura
el estado como sucedía durante el Peronismo, o si los dispone libremente el mercado, se plantea una
dificultad objetiva que es que no se pueden mantener las mismas importaciones. O sea, si entran menos
dólares, no se pueden seguir importando lo mismo que antes, excepto que se pueda recurrir al
endeudamiento externo cosa que el Peronismo no consideraba una opción relevante. Ahí en el texto se
menciona un crédito que toman con el “Excing bank” de los Estados Unidos por una cantidad muy
mínima. Gerchunoff lo dicen para demostrar que es mentira que el Peronismo no se endeudó. Pero ese
endeudamiento fue mínimo, porque no es una política del Peronismo, por lo menos no de este
Peronismo.
Por lo tanto, si no se puede recurrir al endeudamiento externo y si entran menos dólares porque
disminuyen las exportaciones por una sequía, lo único que queda es restringir las importaciones. Esto se
puede hacer porque, el IAPI por un lado se encarga de canalizar buena parte de esas importaciones,
pero no todas, vamos a decir un 60%, pero buena parte es el IAPI el que autoriza o no la importación, y
también es el gobierno el que regula el flujo de las importaciones porque para importar era necesario
solicitar con anticipación las divisas, lo que se llama “Permiso Previo de Cambio”. Entonces, el
importador tenía que dirigirse al Estado y pedirle que le asigne las divisas y el Estado en función de sus
posibilidades y de sus prioridades se las asignaba o no. Y entonces, cuando faltan los dólares porque la
sequía una disminución muy importante en el volumen de la cosecha y por lo tanto de lo que se vende
en el exterior, lo que va a pasar es que el Estado va a restringir las importaciones dando menos permiso
de cambio y el IAPI realizando por cuenta de terceros menos importaciones. Igual, este es un problema
que tiene que ver con el tipo de cambio. Si ustedes tienen un valor del dólar muy barato, que es lo que
pasaba en el año 49, eso crea una tendencia del mercado irremediable hacia el aumento de las
importaciones, ya sea que esas importaciones se usen como bien de consumo final, lo que no sucedía en
el peronismo, ya sea que estas importaciones sean insumos de bienes industriales que luego se fabrican
en la Argentina. La baratura del insumo importado implica que la venta, en el mercado argentino de ese
producto, reelaborado o utilizado como insumo, es muy rentable. Entonces ustedes tienen que frenar
las importaciones no solo restringiendo y prohibiendo, porque en un momento dado, no alcanza. En un
momento dado tienen que actualizar el valor de la divisa extranjera En ese momento todavía estaba
fijado en relación con la libra esterlina. Es la última vez que esto sucede. Ya en los sucesivos, las
devaluaciones se van a hacer en relación con el dólar. Pero en este caso se devalúa el peso en relación
con la libra esterlina que a su vez se devaluó frente al dólar, un poco más tarde. Esto sucedió en 1949 y
fue la única devaluación que hubo entre el 46 y el 55 del gobierno peronista, digamos que de lo que fue
luego en perspectiva histórica, atrasando el valor del dólar frente al peso lo cual genera una dificultad
objetiva porque hay una gran presión de los importadores por conseguir ese dólar barato para realizar la
importación. Entonces, una alternativa es negar el Permiso de Cambio permanentemente pero siempre
se cuela y siempre está el negocio de conseguir algo por alguien que le pueda facilitar los dólares
baratos. En este momento estamos pasando una situación similar en relación con el dólar oficial, y por
eso el Gobierno de a poco, quizás no al ritmo que es necesario, pero Alberto Fernández va devaluando
el peso y de a poco se va corriendo. El dólar arrancó allá por 58 y ahora (Junio 2020) está por 70. Lo que
quiero decir es que no se puede dejar atrasar el valor del dólar permanentemente, aunque tiene
utilidades en el plazo inmediato.

Entonces, una medida tiene que ver con restringir estas importaciones y además devaluar el peso. La
otra tiene que ver con tratar de frenar la inflación que en el año 49 llegó al 31%. Y para eso va a subir la
tasa de interés. Es decir que el Banco Central va a ordenar a los Bancos Privados que prestan los pesos,
que suban el interés que cobran a aquellos que se endeudan con el Sistema Financiero. De todas
maneras, la suba es muy baja, muy poca, muy poco significativa por lo tanto no impacta sobre los
precios de modo alguno por lo que la situación es crítica por los dos costados. Por un lado, por el tema
de las importaciones que hay que restringirlas porque piensen además que las importaciones son
insumos o sea las importaciones de bienes de consumo prácticamente se prohíben – lo que se fabrica en
la Argentina no se importa-. Eso tiene consecuencias porque muchas veces el bien de consumo
fabricado en Argentina es un bien de muy mala calidad y es caro, pero eso de alguna manera se puede
llegar a subsanarse o perdonarse si se quiere. Pero, en cambio, cuando estamos hablando de que no se
pueden importar insumos, por ejemplo, no se puede importar combustibles, si no se importa
combustible, no se genera electricidad porque en esa época, la mayoría de las centrales eran
termoeléctricas que funcionaban quemando combustible, y si no podemos importar combustible, y no
generamos electricidad, en cierto momento la industria se para. Así que, la restricción de los dólares
necesarios para importar, es un problema fundamental que tiene que resolver el Peronismo que
empieza con estos cambios y que, en definitiva, no son suficientes ni para frenar la inflación, ni para
corregir el problema externo.
Vamos a ver cómo en el año 52 se intenta una propuesta más integral para resolver las dos cuestiones al
mismo tiempo.

Video 2
Las dificultades económicas comienzan en 1949, comienzan a solucionarlas de una manera tibia, y en
1951, la situación se agrava mucho más porque la sequía es aún peor y la restricción de las divisas es aún
peor y los problemas inflacionarios que se vienen acumulando son peores. Entonces lo que va a pasar es
que, en el año 1952, después de la elección que consagra el segundo Gobierno de Perón, se viene el
plan de estabilización que justamente lo que va a imponer es austeridad. La palabra de la época, los
términos que utilizaba Perón era austeridad. Habíamos tenido una primera etapa expansiva, donde los
obreros la habían pasado mucho mejor, habían podido darse los gustos y ahora hay que ahorrar y hay
que evitar el despilfarro. Entonces, para lograr el objetivo de frenar la inflación, porque este es el
objetivo del plan económico de 1952, el Peronismo va a recurrir a medidas ortodoxas (o sea que bien
podría asumirla un economista formado en la escuela clásica, por ejemplo, va a reducir la inversión
pública en términos reales). Es decir, si lo medimos en moneda constante, si “deflacionamos” lo que se
gastó por los precios, en términos reales se va a gastar menos. En términos nominales se gasta más
porque si ustedes tienen una inflación del 25% /30% y aumentan el gasto un 15%, en términos
nominales aumento en un 15%. En términos reales disminuyó un 10%, un 5%, un 8% según lo que
ustedes hayan calculado que es la inflación. Entonces tienen que distinguir el aumento del gasto
nominal que es lo que figura expresado en pesos y por otro lado lo que compran esos pesos. Para eso lo
que siempre se hace: al gasto se lo “deflaciona” por los precios, es decir, se calcula cuánto subieron los
precios por un lado y cuánto subió el gasto. Lo que quiero decir simplemente es que el gasto público
sube menos que los precios. Por lo tanto, en términos constantes baja.
Otra medida que se toma que tiene que ver con esto ortodoxo o clásico vinculado con la teoría
económica como se enseña en las universidades, tiene que ver con reducir el circulante. No es que
reduce el circulante, sino que la cantidad de dinero que circula, es menor a lo que aumentan los precios,
es menor a la inflación. Sube el circulante en términos nominales, pero baja en términos reales.
O sea, supongamos que el circulante la inflación del año 51 fue del 15% o del 20%. Si nosotros
quisiéramos acompañar esa inflación, tendríamos que aumentar el circulante 15%, 20% o sea
acompañar la cantidad de billetes que están circulando con lo que subieron los precios.
¿Qué hace el peronismo en este caso como una medida de austeridad, de tratar de frenar los precios?
Aumentan el circulante mucho menos de lo que habían aumentado los precios. De esa manera, al haber
comparativamente menos medios de pago, la inflación debería frenarse, detenerse. Esa es la idea básica
que tiene que ver con una manera muy elemental de entender lo que se estudia en las universidades.
Entonces al mismo tiempo se sigue utilizando para reducir el déficit un expediente que se había
empezado a utilizar antes que los fondos del sistema jubilatorio, para que el déficit no sea tan elevado.
Es decir que parte del gasto público se solventa con los fondos excedentes del sistema jubilatorio que en
un principio superaba en mucho el número de aportantes con el número de jubilados. Eso con el
tiempo, hay una tendencia histórica a que, por un lado, aumenten los jubilados porque el que se jubiló
no se muere al año siguiente y además hay otra tendencia histórica a que la gente vive cada vez más.
Entonces, si la gente vive cada vez más es necesario sostener el esfuerzo de mantener su jubilación
durante más años, por lo tanto, con el tiempo, la relación, la ratio entre los que aportan y los que se
jubilan van cambiando y cada vez son menos los que aportan en relación con los que están jubilados.
Eso ha hecho que en todo el mundo explote el sistema jubilatorio y el sistema argentino colapsó y
colapsará peor en el futuro.
En ese momento, en el plan del 52, se usan los fondos del sistema jubilatorio excedente para financiar el
déficit. Esto sería como la parte ortodoxa. Lo del sistema jubilatorio estaría en el medio, pero el resto
está dentro de la parte ortodoxa. ¿Qué elementos heterodoxos que no están en la teoría económica
clásica va a utilizar el Peronismo para frenar el alza de precios? Por un lado, va a aumentar los subsidios
a los bienes básicos como la harina. Es decir, el Estado va a subsidiar a los productores harineros para
que la harina sea más económica y de esa manera, el precio del pan baje. Ahora fíjense ustedes cuál es
el problema: que para hacer que el pan no suba o baje el precio, el Estado está gastando dinero. Así que,
por un lado, aumentamos la emisión y, por otro lado, hacemos que bajen los precios con esa medida.
Entonces es una medida complicada en la situación de que ustedes no tienen los recursos suficientes
para financiar todo el déficit. Pero el Peronismo lo hace. Subsidia a los productos básicos como la harina
para que no suban los alimentos. Esa sería la idea.
Otra decisión política complicada y una decisión política a la que todo gobierno se ve sometido y
especialmente los gobiernos argentinos que cuentan con todas las empresas estatales de servicios en
sus manos, es qué hace con las tarifas. Acá tenemos un problema importante: Si ustedes suben las
tarifas de las empresas de servicios públicos, lo que van a tener es que va a haber inflación porque ese
aumento de las tarifas de las empresas de servicios públicos va a generar un aumento de precios. Si
ustedes suben la electricidad que paga el industrial, el industrial carga la suba del aumento de la
electricidad en sus costos. Lo mismo sucede con el gas y con todo lo que ustedes aumenten. Entonces, si
ustedes suben las tarifas, van a generar un aumento de los precios. Ahora, qué pasa si no suben las
tarifas, si dicen bueno para que no se trasladen estos aumentos de costos a la economía, no los subo.
Bueno, lo que va a pasar es que esas empresas que son estatales y son financiadas por el Estado, al
recibir menos en términos reales- porque están subiendo todos los otros precios- por el servicio que
prestan, no van a tener recursos suficientes y van a necesitar el auxilio del estado para financiarse. Así
que, por un lado, si ustedes aumentan las tarifas, un poquito de manera exagerada sería lo que hizo el
gobierno de Macri que dijo “yo voy a subir las tarifas porque no quiero gastar en financiar a las
empresas estatales” y subió las tarifas de una manera muy fuerte. Si ustedes hacen eso, suben los
precios.
No hay forma de evitar que suban los precios. Y si ustedes no suben las tarifas, tienen que financiar con
recursos propios el gasto de esas empresas porque no tienen tarifas remunerativas. Quizás lo sensato
sería encontrar una ecuación ajustada del gasto de las empresas estatales y a partir de ahí actualizarlo
siguiendo los precios de una manera moderada. No es lo que se suele hacer en Argentina. Normalmente
en Argentina se ha optado alternativamente por atrasar las tarifas de las empresas de servicios públicos
y es lo que hace el Peronismo en el Plan de Estabilización de 1952, o después vienen otros gobiernos
que dicen estas tarifas se encuentran muy retrasadas, las empresas estatales dan déficit, actualicemos
las tarifas y ahí viene la inflación. Inflación por emisión, al ser las empresas deficitarias o inflación
porque suben las tarifas y eso sube los costos de las empresas. Por eso se dice que: si hacés una cosa,
tenés un problema y si hacés la contraria, tenés un problema. Es decir que son situaciones que no se
pueden solucionar de una manera más o menos lógica. Entonces lo que hacés eso, va a instaurar el
control de precios, es decir, va a fijar precios máximos y va a largar inspectores a las calles que recorran
los comercios para controlar que las empresas y que los comercios minoristas no vendan por encima de
los precios máximos y se clausuran los comercios que no cumplan con lo que indica el gobierno, con lo
cual cuando el precio máximo ya no es rentable, lo que vamos a tener es mercado negro o
desabastecimiento porque nadie vende perdiendo por más que se lo ordene el gobierno o lo persiga.
Otra medida para frenar las expectativas inflacionarias sería la de no negociar salarios por dos años. Por
dos años se suspenden las negociaciones colectivas y la negociación de salarios. De hecho, es un
congelamiento salarial. De esa manera lo que se hace es disminuir la demanda. Es una medida
intermedia entre ortodoxa y heterodoxa. Sería frenar los salarios para frenar la demanda y de esa
manera frenar la inflación. Es ortodoxa en la medida que se basa en la teoría económica y es heterodoxa
en la medida que estamos utilizando instrumentos de intervención estatal para intervenir en el
mercado.
Delineamos así el plan de 1952.
En el siguiente video vamos a ver ¿Qué pasó con las exportaciones y cómo el Peronismo intentó superar
ese problema que era muy desfavorable?

Video 3
¿Cómo hizo el Peronismo para superar el otro gran problema que era la restricción que había en las
divisas? Es decir, las dificultades que generaba la caída en las exportaciones. Acá tenemos, por un lado,
aspectos circunstanciales como lo es una sequía que afectó en 1951 y otra cuestión que es muchísimo
más difícil de solucionar que los términos del intercambio que habían sido muy favorables entre el 46 y
el 48, de hecho, son los mejores términos del intercambio del siglo XX y tenemos que esperar al siglo XXI
y al gobierno de Cristina Kirchner para tener términos del intercambio tan excepcionales. Pero a partir
del 49, siguen siendo buenos términos del intercambio, pero descienden. Al descender esto, lo que va a
generar son dificultades. Al bajar los precios internacionales de aquello que Argentina exporta, o por lo
menos la bajar en relación con lo que sería el precio de las importaciones, lo que va a suceder es que
hay menos renta para capturar. Y además estaba pasando otra cuestión que la política del IAPI va
generando desaliento en los productores agropecuarios, especialmente en aquellos que se dedican a
cultivos que se exportan como el trigo, maíz, lino. Cuando digo productores agropecuarios, hay que
darle un componente social concreto que es el de terratenientes. Ustedes me pueden decir, bueno
había muchos productores agropecuarios, estaban por ejemplo los arrendatarios de esos campos que
arrendaban a los terratenientes. Pero con esos sectores la situación es más dual porque entre las
medidas que toma el Peronismo está el congelamiento del precio de los arrendamientos. Esta fue
medida que se adoptó ya en 1944 y que justamente congelaba los precios de los alquileres en la ciudad
y en el campo.
Esto significaba una reducción del costo de los arrendamientos porque mientras estos quedaban
congelados, seguían subiendo los precios internos. Entonces con una inflación que rondó los 20%
promedio, ustedes siguen pagando el mismo alquiler. Por lo tanto, los arrendatarios con respecto al
Peronismo tienen una posición si se quiere un poco más ambigua, los terratenientes en cambio odian al
Peronismo y a la política del IAPI porque estaba acompañada por el congelamiento del arrendamiento y
además porque se estableció el Estatuto del Peón Rural (1944) – es decir anterior a que asuma Perón-
por el cual se fijaban las condiciones laborales que debían cumplirse en el campo y esto los
terratenientes lo consideran una intromisión inadmisible del Estado en sus relaciones con los peones.
Entonces vimos con el IAPI, al principio, lo que hace es capturar parte de la renta de los terratenientes y
redistribuirla. Vimos también hacia donde iba ese dinero y cuáles eran sus consecuencias.
¿Qué va a pasar cuando esto se repita? Por un lado tenemos la situación de que se pueda dar una sequía
eso no se puede prever y es una catástrofe. Por el otro lado, la política del IAPI lo que va a hacer es
justamente no estimular o desalentar la producción porque la estrategia del gobierno es calcular la
renta que obtiene o debería obtener el terrateniente, y a partir de ahí, darle el precio. Es decir que
calcula la producción y calcula cuál es el precio que le resulta mínimamente remunerativo al
terrateniente desde la perspectiva del gobierno. Ustedes se dan cuenta que para el terrateniente
digamos lo que quería él era capturar el precio pleno de lo que se vende en el mercado internacional y
detesta que el gobierne se quede con parte de su renta. Entonces cuando pasa esto, lo que va a suceder
es que los terratenientes cada vez producen menos. Producen menos porque no es negocio producir
porque además cuando aumenta la producción en su conjunto, lo que hace el gobierno es disminuir el
precio y se queda con más renta.
¿Cuál es el estímulo entonces para aumentar la producción?
NINGUNO. Entonces, es decir que la política que implementó el IAPI en el primer gobierno, lo que hace
es que baje la producción o que por lo menos no crezca, pero vamos a suponer que baja, en realidad
baja levemente, baja la producción. Al bajar la producción- sin contar los factores externos, es decir el
precio- bajan también las exportaciones porque la producción del campo, porque todo lo que se exporta
son bienes primarios así que hay una identidad entre una cosa y la otra. Entonces, baja la producción,
baja la posibilidad del excedente exportable y al mismo tiempo bajan también las exportaciones porque
crece el consumo interno de alimentos. O sea, la población que recibe en estos años un aumento
importante del salario real, lo que va a hacer es aumentar es el consumo de alimentos. Y cuando digo el
consumo de alimentos estoy pensando en carne. La carne tiene una demanda elástica porque se
encuentra estrechamente ligada a un aumento del salario real. Es decir, cuando el obrero recibe un
aumento en el salario real, lo primero que hace es comprar carne. Primero compran asado y luego
comprar milanesa de bola de lomo o de nalga porque justamente lo permite el aumento salarial.
Entonces, crecen los salarios y eso presiona porque bajan las exportaciones, baja el excedente
exportable porque hay menos producción y porque hay más consumo interno. Esto significa que cada
vez hay una tendencia a que, si se prolonga en el tiempo, disminuirán las exportaciones y esto hace que
disminuya la entrada de dólares derivados de las exportaciones.
¿Qué va a pasar entonces del otro lado? ¿Qué pasa con la industria? ¿Qué pasa con la industria que está
siendo cebada, que está siendo alimentada con crédito barato? Crece porque el industrial recibe el
crédito barato, crece porque así contrata mano de obra, crece porque con eso compra los insumos,
crece porque ese subsidio es el crédito barato estimula las actividades industriales. Justamente, se
acuerdan el círculo:

Crecen las actividades industriales, hay más obreros empleados, esos obreros como hay demanda de
mano de obra van a recibir un salario superior, el gobierno respalda este aumento salarial y esto
retroalimenta el consumo de productos industriales y así entramos en ese círculo virtuoso, virtuoso,
pero de patas cortas. El problema es que las actividades industriales dependen mucho de los insumos
importados. Dos elementos claves: Se importaba el petróleo. El petróleo que es el combustible para
quemar en centrales térmicas. Se importaba el acero y el aluminio. Para citar 3 insumos nada
sofisticados- sin contar medicamentos, productos químicos especiales. Estamos hablando de cuestiones
básicas.
Cuando ustedes estimulan a la industria, como lo hizo el Peronismo en la primera presidencia, lo que va
a hacer es que haya una demanda muy importante de productos que se importan. Entonces si se
importan, ustedes necesitan más dólares para realizar esas importaciones y ¿qué pasó por el otro lado?
¿Qué había hecho el Peronismo en relación con las exportaciones? El Peronismo había frenado las
exportaciones. Por un lado, por este “ataque” o por capturar demasiada renta de los terratenientes, lo
cual frenó el crecimiento de la producción. Y, por otro lado, aumentar el consumo interno de alimentos,
lo cual restringe las exportaciones también. Entonces, va a llegar un momento que los dólares que
ingresan, no van a ser suficientes como para mantener las importaciones. Por supuesto que, si ustedes
tienen circunstancias como las que sucedieron en 1949, o peor, en el año 1951, ustedes no van a tener
muchas alternativas.
¿Qué va a hacer el Peronismo en la segunda etapa, en un giro que se profundiza a partir de 1951? El
Peronismo va a pasar de quedarse con una parte importante de las rentas de los terratenientes, a
subsidiarlos. Es decir que le va a pagar a los terratenientes más de lo que recibe en el mercado
internacional. Es decir que el precio que le paga a los terratenientes, mejora en relación con lo que
luego el gobierno percibe vendiendo en el mercado internacional, por lo cual de tener un ingreso va a
tener un déficit y esto va a tener un problema y por supuesto va a impactar y va a enfriar las actividades
económicas porque van a tener menos dinero como para prestar a las industrias y lo va a colocar en una
encerrona. Pero ante esta opción, el Peronismo claramente en la segunda presidencia pasa a subsidiar a
los terratenientes. Los terratenientes no interpretan este subsidio como que el gobierno se ha puesto
más amigable con ellos, sino que simplemente el gobierno está en sus manos, que ellos tienen el poder
porque pueden regular justamente la producción y van a prepararse con otros grupos sociales para dar
el Golpe de Estado de 1955. Piensen además que esto se da en el contexto en el que el Peronismo
obtiene triunfos abrumadores en las elecciones, sacando el 60% de los votos y esto justamente genera
la convicción en varios sectores, entre estos el terrateniente, que, si quieren que el Peronismo se vaya,
lo que tienen que hacer es dar un Golpe de Estado porque por la vía del voto no se va a ir.
Vemos cómo cambia la situación, cómo el Peronismo intenta solucionar revirtiendo su política
económica, lo que había hecho en la primera, para arreglar, por ejemplo, el problema de las
exportaciones que están cayendo y que limitan todo el crecimiento económico.
Vimos cómo en el Plan del 1952, también había recurrido a algunos elementos ortodoxos pero lo que
quiero que recuerden bien es que siempre es el Estado. Siempre es el Estado, no es que dicen “No,
vamos a privatizar”. Si alguno dice que el peronismo es liberal, da para ahorcarlo con las manos. No es
liberal, siempre es el Estado. Nunca cree que el mercado sea sabio. No es que la reforma que hace el
Peronismo es cambiar y decir: “A partir de ahora, lo que vamos a hacer es que los productores cobren y
ponemos un mercado libre de cambios”. De ninguna manera. El valor del dólar sigue fijándolo el
gobierno, y lo que va a hacer es el gobierno, “este dólar vos ni lo ves, yo lo que voy a hacer a vos, pago
en pesos de un importe superior al que recibo afuera. Pierdo plata, pero yo soy el Estado, yo soy el que
decido cuánto vas a ganar: cuando te beneficio y cuando te perjudico. En el próximo video vamos a ver qué
pasó con el capital extranjero.
Video 4
Otro cambio que hizo el Peronismo en esta segunda etapa.
Muchas veces esto está englobado bajo el término Quinquenal, Plan Quinquenal. Segundo Plan
Quinquenal. No se preocupen por Primer Plan Quinquenal, Segundo Plan Quinquenal, si no que piensen
Primer Gobierno (46-52), Segundo Gobierno (52-55). No se preocupen por los años, entiendan los
problemas que sucedieron en la Primer etapa y entender cómo se intentaron solucionar en la Segunda
etapa.
PROBLEMA: FALTAN DIVISAS
Faltan divisas porque el desarrollo industrial se está frenando porque no hay divisas suficientes y sin
ellas no hay posibilidad de importar cosas tan elementales como el combustible que alimenta las
centrales termoeléctricas.
SOLUCIÓN A LA FALTA DE DIVISAS
Todo lo que hizo con el IAPI: como el IAPI revirtió su política y pasó de capturar renta de los
terratenientes a subsidiarlos. Pero al mismo tiempo el Peronismo va a intentar ahorrar divisas, es decir
no necesitar realizar tantas importaciones mediante un cambio drástico en su política en relación al
capital extranjero. Frente al capital extranjero, el Peronismo tenía una política, un discurso nacionalista.
Un discurso en el cual el capital extranjero es visto como nocivo y el capital extranjero, especialmente el
inglés, era el que resultaba parasitario que sacaba la riqueza de las entrañas de la Argentina y que, por lo
tanto, había que combatir al capital extranjero. De hecho, el himno peronista dice aún más: “a la gran
masa del pueblo combatiendo al capital”.
El capital y el capital extranjero especialmente, era el enemigo de la patria. El capital vimos que tenemos
una situación un poco más matizada porque el Peronismo siempre defendió la propiedad privada, y esto
entonces pasa en la primera presidencia y se exhibe cuando se estatizan los ferrocarriles y se recorre la
Argentina con los obreros subidos a la locomotora embanderadas, diciendo que la Argentina era
soberana y se insultaban a los ingleses como imperialistas y explotadores.
Pero llegamos a la segunda presidencia y tenemos un problema: NO HAY DIVISAS SUFICIENTES como
para realizar las importaciones. No hay, y cuando no hay no se puede poner la bandera argentina, no se
puede hacer nada. No hay y no hay porque ya muchas importaciones estaban restringidas. Las de bienes
de consumo que se fabricaban en la Argentina, están restringidas. Las de bienes de lujo que no se
fabrican en la Argentina, también estaban restringidas y en muchos casos prohibidas. Entonces, ya se
pueden ir restringiendo los insumos, pero tenemos un punto de cómo hacemos para que exista industria
si no tiene electricidad. Cómo hacemos para que exista industria si no tenemos acero, si no tiene
aluminio.
Entonces, a partir del año 52, cambia esta política y en el año 53, el Congreso Peronista, sanciona una
Ley de capitales extranjeros de inversiones extranjeras por la cual se coloca a las empresas extranjeras
en igualdad con las empresas argentinas. Al mismo tiempo se intenta realizar contactos que en algún
caso resultan exitosos para que empresas extranjeras instalen fábricas en Argentina. Un buen ejemplo
es: fábrica de tractores. La idea es, si yo logro que empresas internacionales se instalen en la Argentina y
fabriquen tractores, no voy a necesitar gastar, por lo menos no en lo inmediato, dólares para importar
tractores y al mismo tiempo voy a aumentar la producción agrícola con lo cual genero un excedente
exportable que mejora mi posición de divisas.
La idea es convocar a capital extranjero para que, mediante acuerdos puntuales, porque no era que el
capital extranjero venía y se instalaba donde quería, sino que el capital extranjero negociaba con el
gobierno qué iba a producir, dónde se iba a instalar, y justamente esa idea está pensada para ahorrar
divisas. Recurrir al capital extranjero para ahorrar divisas.
Esto es en 1953 y cuando se da el Golpe en el 55, recién se estaba gestando. Hubo una radicación de
empresas extranjeras, pero no hubo posibilidad de ver el proceso en marcha. Pero sí es cierto que hubo
una ruptura por lo menos en el discurso con Peronismo, pero lo justificaba diciendo que era lo que había
que hacer. En definitiva, el crecimiento de la industria, estaba sustentado en la posibilidad que se
pudiera seguir realizando las importaciones o sustituyendo las importaciones. En este caso, sustituyendo
las importaciones a partir de la presencia del capital extranjero.
El mismo criterio se va a aplicar, y esto va a dar lugar a una gran polémica, en el tema petrolero. Es una
discusión muy antigua que arranca con el Yrigoyenismo y con YPF. Existía una posición muy fuerte
nacionalista, en el sentido de que la empresa estatal YPF era la única que debía encargarse de explotar
el petróleo, y de refinarlo y de luego venderlo. Entonces, el capital extranjero en el área petrolera, se lo
considera rapaz y depredador-pero es insustituible-. Había una convicción muy fuerte de que la
explotación del petróleo tenía que hacerla YPF y todo el discurso Peronista, desde que asumió al
gobierno hasta el año 55, se basa en eso. En que YPF tenía que realizar la explotación petrolera que
coincide con el Radicalismo Yrigoyenista, en este sentido de decir que el petróleo lo tiene que extraer
YPF y las empresas extranjeras son toleradas mínimamente y si puede hacerse que no existan las
empresas extranjeras mejor.
Sin embargo, en el año 1954, finalizando el año 54, el gobierno de Perón, firma un acuerdo con una
empresa de los Estados Unidos, que se llama Standard Oíl de California que justamente esta empresa
firma el acuerdo en el cual se le concede un área para que explore, para que explote el petróleo, para
que luego se lo venda al Estado argentino y al mismo tiempo se le dan muchas facilidades para que
construya puertos, construya caminos, exenciones impositivas. Es decir que, en concreto, una empresa
extranjera iba a explotar el petróleo argentino que se ubicaba en Santa Cruz, lo iba a sacar y se lo iba a
vender al Estado argentino. Eso está pensado, nuevamente, para ahorrar las divisas que se destinaban a
comprar el combustible que cada vez significaban un porcentaje más importante porque mientras crece
la industria, más combustible se necesita para alimentar la electricidad que sirve para que funcionen
esas empresas.
Entonces, firma ese acuerdo y después lo somete a la aprobación del Congreso. Los diputados y
senadores Peronistas, no solo eran gran mayoría en ambas cámaras, en diputados más de dos terceras
partes, casi tres cuartas partes de los diputados eran Peronistas y en senadores, todos los senadores
eran Peronistas. Y la posición frente a una iniciativa de Perón con ese liderazgo carismático y cómo
funcionaba el Peronismo, era la de no discutir. Si Perón enviaba una iniciativa, se tiraban al piso y todos
decían Perón Perón Perón y votaban lo que había enviado Perón porque si lo había enviado Perón, tenía
razón. Lo dijo Perón, lo apoyamos. Sin embargo, cuando viene el acuerdo con el Standard Oíl de
California, los diputados Peronistas no se lo van a aprobar. No es que le dicen que no a Perón, pero
empiezan a darle vueltas, no lo tratan, no lo tratan, no lo tratan y tanto es así que finalmente Perón
desiste de la iniciativa y le echa la culpa del acuerdo al Ministro Santos, como que había sido una idea de
Santos, no de él y lo que hace es crear una Comisión para que se estudie la medida. Perón dice “si
ustedes quieren que algo no salga, creen una Comisión para su estudio”. Es lo que hace Perón. El
acuerdo queda trunco y queda toda esta discusión sobre si el Peronismo se oponía al capital extranjero
o no. Desde lo discursivo lo único que se recuerda el Primer Peronismo- 46 al 49-.
Del mismo modo, en la segunda etapa, se menciona que, en el año 54, se hace un Congreso por la
productividad para ver cómo se podía hacer que los empresarios no tuvieran tantos problemas en sus
fábricas con los delegados y con las comisiones internas y cómo se podía negociar eso, pero tampoco en
ese sentido de limitar la actividad de los sindicatos en las fábricas tiene éxito. Pero en el 54 se había
intentado algo en ese sentido en el Congreso de la Productividad.
Fin Segundo Capítulo
Gerchunoff - Llach. Cap. IV, V, VI, VII, VIII. Capítulo VI

El impulso desarrollista (1958-1963). Un gobierno acosado


La llegada de Arturo Frondizi al poder en Mayo de 1958 no fue el resultado de un proceso democrático
normal. En primer lugar, los comicios que llevaron a Frondizi al poder habían sido convocados por un
gobierno militar, que había derrocado a Perón (las FFAA se autoasignaban guardianes de lo que ellas
consideraban un correcto funcionamiento republicano). Las FFAA le prohibieron participar en las
elecciones al peronismo. Perón le ordenó votar en blanco a sus seguidores; sin llegar a ser mayoría
absoluta, los votos en blanco habían superado a los de cualquier otro partido. Esto fue un aviso para los
candidatos a presidente, al mostrar que los votos peronistas eran absolutamente decisivos. En las
elecciones Frondizi había quedado tercero, pero se hicieron negociaciones con el exiliado expresidente y
se llegó al siguiente acuerdo: En febrero de 1958, empezaron a circular por todo el país copias de una
carta en la que Perón aconsejaba a sus partidarios votar a Frondizi. Frondizi llevaba adelante su
compaña sobre la base de una plataforma bastante aceptable para el electorado peronista, que incluía
una CGT unificada. Ese acercamiento al electorado peronista despertaba sospechas entre los militares,
quienes asumían como un deber patriótico impedir que asumiera el poder justicialista (Perón). Más allá
de todo, las elecciones se llevaron a cabo normalmente. A lo largo de su gobierno, el presidente Frondizi
tuvo un reducido margen de maniobra, limitado por presiones que se había generado por los
compromisos que había contraído para acceder a la presidencia. Desde un principio se notó que las
habilidades de Frondizi no eran suficientes para independizar sus movimientos de la tutela militar y de la
recelosa mirada peronista. Frondizi, durante su gobierno, tuvo que enfrentar varios planteos de índole
política (por ejemplo; Frondizi tuvo una entrevista con el Che y luego debió dar largas explicaciones y
más tarde fue presionado para modificar la actitud moderadamente tolerante de la Argentina hacia
Cuba). Marzo de 1962 se acercaban las elecciones. Frondizi por un lado tuvo las fuerzas de las FFAA para
no levantar la proscripción del peronismo; y por el otro lado estaba el peronismo que quería presentarse
en las elecciones. Frondizi permitió la participación electoral de candidatos justicialistas en los comicios
de 1962. El gobierno confiaba en una victoria propia, cosa que no era descabellada después de los
triunfos ucristas en las elecciones adelantadas en algunas provincias. Quizás fuera esta misma confianza
lo que convenció a Frondizi de acceder a un nuevo pedido militar: en conversaciones secretas, el
presidente se comprometió a no permitir el ascenso del peronismo al poder. El dirigente sindical
peronista Framini fue elegido gobernador de la PBA, lo que desató una serie de acontecimientos que
acabarían con el derrocamiento de Frondizi. La aceptable performance electoral del oficialismo (más allá
de la decisiva derrota en PBA)es en realidad sorprendente tratándose de un gobierno que había tenido
tantos condicionamientos y había estado presionado desde distintos ángulos. La estrategia había sido
mantenerse en el poder cueste lo que cueste y luego apostar todas las esperanzas en un programa
económico. Es que la economía había sido, desde los primeros días de la administración, el eje principal
del programa general del gobierno. Si Frondizi lograba encaminar al país en un sendero de progreso,
había logrado detener un estancamiento que ya venía prolongándose por casi tres décadas.

Los problemas de entonces


En 1959, la Comisión Económica para Latam publicó los resultados de la economía argentina. El primer
título del informe hablaba de una “crisis estructural de la economía argentina”. ¿En qué consistía esta
crisis? Según los autores:
El país carece actualmente de recursos exteriores para importar no solo los bienes de capital más
indispensables, sino también las materias primas y productos intermedios que con creciente amplitud
requiere el desenvolvimiento de su industria. Además, el estado de los transportes es precario y
considerable el déficit de energía eléctrica. En el fondo de este proceso de estrangulamiento de la
economía Argentina hay un fenómeno de insuficiente acumulación de capital. Es notoria en esos
servicios básicos y la industria y el petróleo. La producción no ha crecido como debiera haberlo hecho
por no haberse realizado las inversiones necesarias; asimismo, la producción agropecuaria ha declinado
por carecer de incentivos y recursos para corregir deficiencias de inversión que se venía arrastrando y
agravando desde la Gran Depresión mundial. La expresión más completa de la insuficiencia de divisas
para procurarse bienes importados era la balanza comercial. En siete de los diez años del período 1949-
58 la Argentina había tenido déficit comercial. Cada
vez que la economía argentina se expandía, las
importaciones aumentaban y se agudizaba el
problema de la balanza comercial. Ya que en ese
período el acceso al crédito externo estuvo
bastante restringido, la única manera de evitar una
caída en las reservas de divisas era conteniendo las
importaciones. El control de cambios, los elevados
aranceles aduaneros y los controles cuantitativos
eran los instrumentos habituales para evitar al
mismo tiempo el déficit comercial y la depreciación
cambiaria. Este “problema externo” de la economía argentina, y los instrumentos para enfrentarlo,
venían acentuándose desde la Gran Depresión. Para 1928, la Argentina importaba casi el 50% de su PBI y
para 1958 había pasado a importar menos del 10% de su PBI. La política de control de importaciones
había encontrado una racionalidad adicional a la de evitar una sangría comercial. Muchos productos
industriales que antes de la crisis del 30 se importaban habían sido reemplazados por bienes nacionales.
Esta expansión de la industria nacional a costa de importaciones (ISI) se había transformado en política
oficial, y había sido impulsada por el gobierno peronista. Pero a partir de los años 50 comenzó a hacerse
evidente que se trataba de un arma de doble filo. El ahorro de divisas brindado por la reducción de las
importaciones tenía su contracara: los requerimientos de moneda extranjera para comprarle al resto del
mundo los elementos necesarios para que la industria funcionara. Las dificultades para incorporar
bienes de capital importados detenían la inversión ya tentaban contra cualquier esperanza de
crecimiento económico sostenido. Durante la época peronista, a la hora de crear nuevas empresas, se
iban a encontrar con que el establecimiento de esas industrias requería a su vez ingentes cantidades de
bienes importados. ¿Cómo financiar esa masa crítica de inversiones que eliminara la presión constante
de los insumos industriales sobre la balanza de pagos del país? La única alternativa viable era atraer el
capital internacional, y el gobierno peronista intentó orientar su política en esa dirección. La sanción de
una ley que fomentara las inversiones externas fue el primer paso de ese golpe de timón. La firma en
1955 de un contrato de explotación con una petrolera norteamericana (Estándar Oíl de California)
despertó rechazo dentro del propio justicialismo. La resistencia parlamentaria a esa iniciativa fue un
símbolo del fracaso global del cambio de rumbo que intentó Perón. El gobierno de facto (Frondizi)
insistió en la misma línea de capital extranjero. Más allá de sus pobres logros, todos esos esfuerzos
prefiguraban lo que sería el intento desarrollista de Frondizi.

La propuesta desarrollista
Frondizi contaba con un elaborado plan de acción, que fue de máxima prioridad a lo largo de todo su
período presidencial. Este plan estaba basado en la tesis del desarrollismo. ¿Qué era el desarrollismo?
Su punto de partida era un diagnostico a todas las regiones que todavía no habían completado su
industrialización. Un primer postulado decía: la evolución desfavorable de los precios de los productos
agropecuarios y mineros hacia inevitable el estancamiento de los países que se dedicaran casi con
exclusividad a su producción. Según esta óptica, desarrollarse era desarrollar las manufacturas, hasta
transformarse en una economía enteramente industrializada. En la Argentina era obvio que parte del
camino ya estaba recorrido. Pero el carácter desbalanceado de su estructura industrial (concentrado en
las ramas livianas) hacía necesario un impulso que garantizara definitivamente el paso de una economía
agroexportadora a una economía industrial. La clave era la expansión “vertical”, es decir, el acople de las
actividad de producción de insumos y bienes de capital a las ramas ya más expandidas. Este empuje final
hacia una “economía industrial integrada” reconoció una serie de prioridades. En primer lugar, debía
multiplicarse la producción de petróleo y gas, lo que permitiría, en un plazo bastante corto, ahorrar
divisas para dedicarlas a la inversión en otros rubros. la importación de combustible representaba 1955
casi 1/5 del total de bienes adquiridos a otros países, lo que hacía aconsejable, según el diagnóstico
desarrollista, su sustitución por producción local. Se hablaba de la fórmula “Petróleo + carne = acero +
industria química”: la capacidad de conseguir el capital necesario para instalar las ramas químicas y de
acero estaba dada por las posibilidades de exportación de carne y la sustitución de importaciones
petroleras. En esta ecuación el petróleo jugaba un papel adicional, cheque además de ahorrar divisas
estimularía las industrias químicas y petroquímicas, consideradas clave. Segunda en la lista de
prioridades estaba la siderurgia, cuyo desarrollo requería además la explotación de los depósitos de
carbón y hierro. El desarrollismo planeaba también una solución permanente al problema de la
provisión de energía eléctrica. La lista también incluía a las industrias de cemento, del papel, y de
maquinaria y equipos industriales. La ausencia de las actividades agropecuarias en el conjunto de
prioridades del gobierno era notoria. Para el desarrollismo, la cuestión agropecuaria no podía desligarse
del problema general del atraso tecnológico de la Argentina. Era solo mediante un adecuado monto de
inversiones que podría retomarse un camino de crecimiento en el campo argentino. Una meta en que se
ponía especial énfasis era la construcción de una amplia red de rutas y autopistas. Se intentaría
estimular, al mismo tiempo, la producción nacional de autos y camiones. Además, el gobierno esperaba
construir o modernizar cuarenta aeropuertos a los largo del país. La intención era poner fin al grave
déficit de transportes. Se buscaba, por esa vía, integrar económicamente a las distintas regiones del país
y descentralizar las actividades económicas. El desarrollismo buscaba nuevos centros de producción y
consumo en el interior del país. Un mercado interno unificado proporcionaría una firme fuente de
demanda para los nuevos productos industriales. Dentro de este esquema de fomento a las regiones no
pampeanas, la Patagonia tenía un lugar privilegiado, asociado a su abundante dotación de minerales.
Para Frondizi, no solo era cuestión de alcanzar el amplio desarrollo industrial previsto en sus
prioridades; también tenía que conseguirse rápido y en todos los frentes al mismo tiempo. La idea de
que se necesitaba un impulso de inversión decisivo y simultáneo era una de las calves en el pensamiento
de los “teóricos del desarrollo”. En el modelo desarrollista se fomentaba la capacidad de ahorro e
inversión. se argumentaba que los países más pobres ahorraban una proporción menor de su ingreso
que las naciones más desarrolladas y como consecuencia de ese bajo ahorro invertían poco y por lo
tanto crecían lentamente, quedando condenados a la pobreza. Para poder despegarse de esa tendencia
al estancamiento se consideraba necesario un esfuerzo crítico mínimo de inversión.
Entonces ¿Cómo conseguir el capital necesario para extraer petróleo, levantar puentes, construir rutas,
multiplicar la producción de acero, establecer industrias químicas y celulosas, instalar aeropuertos y
obtener hierro y carbón, todo de una vez? Había que conseguir un masivo aporte de capital extranjero.
La atracción a las inversiones foráneas se convertía en la piedra angular del programa desarrollista, y no
se ahorrarían esfuerzos en el empeño. Argentina será una verdadera potencia se obtiene el
autoabastecimiento energético y promueve ampliamente su siderurgia y sus industrias básicas. Será, en
cambio, un país débil y atrasado, sometió la influencia de otras potencias y no modifica aceleradamente
su estructura. El arribo de inversiones desde el exterior dependía de las condiciones internas que lograra
generar el gobierno. La voluntad para crear esas condiciones se manifestó en la sanción de una ley de
inversiones extrajeras.

1958: ¿clima para la inversión?


Frondizi decía: La situación del país es dramática… Si mantuviéramos la política económica seguida hasta
este momento, el país se vería abocado a muy corto plazo a la cesación de pagos externos e internos.
Habiendo accedido a la presidencia gracias a votos que eran en buena parte peronistas, Frondizi se veía
obligado a evitar ciertas acciones. En cumplimiento de promesas preelectorales, el Poder Ejecutivo
decretó un aumento de 60% sobre los salarios básicos de convenio. El crecimiento de los salarios y de la
inversión pública provocó un déficit que rozó el 9% del PBI y fue financiado a través de emisión
monetaria. La economía reaccionó rápidamente a esas políticas expansivas. El incremento en la
demanda por bienes pronto se reflejó en un aumento de las compras al exterior y en una estampida
inflacionaria. Quizás como recaudo a esa presión sobre la balanza comercial, una de las primeras
medidas del gobierno fue la intensificación de los controles sobre las importaciones. La concesión de
permisos de importación quedaba limitada a determinados productos, esencialmente los necesarios
para llevar adelante el proyecto económico desarrollista. Aun así, las balanzas comercial y de pagos
fueron deficitarias en 1958, y continuó el drenaje de reservas del Banco Central. Las cosas hubiesen sido
peor si no se hubiese contraído un préstamo al FMI en 1957. La inflación, en tanto, comenzó a crecer
peligrosamente. Hacia fines de 1958, la inflación ya había erosionado el aumento de salarios de
mediados de año. A todo esto, al gobierno se le hizo evidente que las políticas expansivas habían
agotado cualquier encanto que pudieran haber generado inicialmente en la población, además de crear
un clima de inestabilidad que difícilmente atraería al capital extranjero. Como fuera, lo cierto es que a
fines de 1958 el gobierno estaba preparando un serio intento de estabilización. Entretanto, ya había
dado un primer gran paso en la dirección desarrollista, en el crucial terreno de la política petrolera.

La batalla del petróleo


Para el problema de la balanza de pagos se estaban implementando medidas más estructurales para
encarar su solución definitiva. Había llegado la hora de probar en los hechos la validez de las ideas
desarrollistas sobre los pagos externos. Se recordará, una de las principales era la convicción de que
había un margen amplio para sustituir las importaciones de petróleo por producción local. En julio de
1958 el gobierno firmó contratos de explotación con empresas petroleras extranjeras. Tal como había
ocurrido tres años atrás, en ocasión del acuerdo de Perón con la Estándar Oíl de California, las criticas
arrasaron desde casi todos los frentes, incluido el partido oficial. Frondizi no estaba dispuesto a cancelar
la operación que tenía la máxima prioridad dentro de su esquema económico. Algunos proponían otras
ideas, otros directamente estaban en contra y algunos otros lo apoyaban. En pocos años quedó
demostrado que, más allá de todo, el proyecto petrolero del gobierno había sido un éxito.
El autoabastecimiento, poco antes considerado un ideal lejano, se hizo realidad en poco tiempo.
Además, se multiplicó por cuatro la producción de gas. Cuando Frondizi asumió el poder, la importación
de petróleo era el 25% de las importaciones totales de la Argentina. Una sangría de 300 millones de
dólares anuales, que era mucho y que constituía un grave obstáculo para el desarrollo nacional.

El esfuerzo de estabilización
El 29 de diciembre de 1958, el gobierno anunció un plan integral de estabilización. Frondizi justificaba la
demora entre su asunción y la puesta en marcha de un programa coherente para el manejo económico
del corto y mediano plazo diciendo: “debían existir condiciones mínimas de estabilidad político-social.
Hemos eliminado toda la legislación represiva e iniciado el proceso de reorganización sindical, sobre
bases de absoluta igualdad”. “la estabilización económico-financiera sin un enérgico impulso de
desarrollo hubiera conducido a una economía de miseria y al desempleo”. “era imprescindible
restablecer el crédito argentino en el exterior e inspirar nuevamente confianza a los hombres del mundo
que tuvieran fe en el país y quisieran aportar sus capitales y su esfuerzo”. Según el diagnóstico
presidencial, la condición económica de la Argentina era dramática. Se insistía en que el principal
problema era el exceso de gastos sobre la producción nacional, lo que había conducido tanto a déficits
comerciales como a un bajo nivel de inversión. A finales de 1958 la deuda externa ya superaba en 1.100
millones de dólares a las reservas de oro y divisas con que contaba la Nación. “el país está al borde de
una cesación de pagos”. La pobre renovación de capital había generado “un crecimiento de la capacidad
productiva del país que no acompañó al de la población y su nivel social”, en tanto se mantenían
“niveles de consumo que excedían la real capacidad de producción del país”. Una de las fuentes de ese
exceso de gasto era el sector público, cuyo déficit había crecido tanto que “la mitad del gasto público
nacional se cubre con recursos provenientes de tasas, impuestos y otras contribuciones. El resto debe
ser cubierto con créditos o emisiones, o sea que la administración pública gasta el doble de lo que
recibe”. La financiación monetaria de los déficits explicaba, según el presidente, el hecho de que “el
costo de vida ascienda muchísimo”. El gobierno se mostraba decidido a tomar las riendas y acabar con
“una ficción económica cuyas consecuencias están claramente a la vista”. Pero si la mala salud de la
economía se debía a que el país estaba gastando por encima de las posibilidades, el restablecimiento
requeriría una dolorosa contención del consumo, público y privado. Se advertía entonces que “el nivel
de vida de los argentinos ha de descender durante los próximos 24 meses, por la sencilla razón de que
no podremos seguir consumiendo más de lo que producimos”. ¿Con qué decisiones concretas se
buscaba alcanzar los objetivos de contención de gastos y aumento de la capacidad productiva? Una de
las áreas donde más cambiaron las cosas fue el sector externo. De una sola vez, el gobierno puso fin a la
restricción al comercio exterior y al as transacciones de divisas. La gran depreciación que iba a
producirse como resultado de la liberación cambiaria, tendería a beneficiar a los exportadores,
encareciendo los cereales, carnes y otros bienes rurales. En cuanto a las importaciones, se abolieron
todos los controles y sistemas de permisos. Se establecieron recargos a las compras externas, que
variaban desde cero para insumos considerados esenciales hasta 300% para bienes de lujo y otros
productos fabricados localmente. El programa de estabilización contó con un importante apoyo externo.
Durante los últimos meses de 1958 fueron gestionados diversos prestamos del extranjero que en total
sumaron 330 millones de dólares, algo así como una cuarta parte del valor de las importaciones
argentinas en 1958. En parte, ese dinero se utilizaría para formar un fondo de estabilización, que
permitiría cierta intervención del Banco Central en el mercado de cambios. Los préstamos tenían
también otro objetivo: garantizar que el esfuerzo de estabilización y contención de gasto no condujera a
comprometer los objetivos del plan de desarrollo.
La restricción a las importaciones no debía extenderse hacia aquellos rubros que eran cruciales para la
instalación de las industrias que completarían la sustitución de importaciones. Del total de 330 millones
de dólares, al menos la mitad estaba atado a la concreción de proyectos de inversión e importaciones de
bienes de capital. Debía bajarse el déficit fiscal (condición del acuerdo con el FMI). La desaparición del
déficit implicaba la reducción de empleo estatal y recortes en obras públicas (entre otras muchas cosas).
La orientación del plan colmó la paciencia de los sindicatos. No podían aceptar que el oficialismo, a
quien le habían “prestado” sus votos peronistas, les hiciera estos recortes (alejando, de este modo, el
espíritu nacional y popular con que se autodefinía el anterior gobierno). El duro ambiente gremial
estalló en 1959. En los primeros meses del año se multiplicaron los conflictos laborales, particularmente
en el sector público. A lo largo de 1959, la cantidad de horas perdidas por huelgas fue récord. La
resistencia la boral se comprende al observar el
comportamiento de los salarios reales. La combinación
de devaluación, por un lado, y contención de los sueldos
marcó un punto de inflexión en la trayectoria de la
remuneración real de los trabajadores.

La industria se enfrenta a una crisis de


supervivencia, ya que sus recursos financieros
son insuficientes para cubrir los aumentos de
los costos. Esto hará imposible el retiro de
mercaderías de la aduana. En consecuencia, la
producción será menor por la falta de materias
primas, y las empresas se verán obligadas a
reducir el empleo. En efecto, las importaciones

cayeron abruptamente y el PBI de 1959 fue un 6,5%


menor al del año anterior. El deterioro del salario real, resultado habitual de las devaluaciones, debilitó
el consumo como fuente de demanda. La inflación llegó al 130%. Parte de la continuada expansión
monetaria, relacionada con obligaciones en el mercado cambiario ya contraídas, fue inevitable. Además,
la gente se deshacía de sus billetes para no tener que cargar con la depreciación, y al deshacerse de él
acentuaba el aumento de los precios. En otras palabras, la inflación comienza a generar más inflación. El
desolado cuadro macroeconómico contribuía a aumentar el déficit: mientras la caída en el nivel de
actividad aminoraba la recaudación impositiva, la inflación la deterioraba aún más al erosionar el valor
real de los impuestos y de las tarifas públicas. También, por esta vía, la inflación se alimentaba a sí
misma. Mientras tanto, no era demasiado lo que se hacía para reducir el empleo público, que en muchas
áreas era redundante. La situación del gobierno a mediados del año 1959 era desesperante. Al
descalabro económico deben agregarse los insistentes rumores de un golpe de Estado. Frigerio tuvo que
alejarse de su cargo de asesor presidencial. Pero las demandas de las FFAA no acababan allí: se pedía la
renuncia de funcionarios considerados peronista, una política gremial más represiva y la investigación
del pacto entre Frondizi y Perón.
El invierno pasó
Las turbulencias macroeconómicas de mediados de 1959 se fueron calmando. El dólar, que había
alcanzado un pico de 100 pesos en mayo, en agosto retrocedió a 80, gracias a una mayor confianza y a
crecientes entradas de capitales. La inflación descendió al compás del tipo de cambio. Las políticas del
gobierno influyeron en esta evolución favorable. El aumento de los encajes se puso en práctica, lo que
contuvo la expansión monetaria. Las empresas públicas y la administración central tomaron prestamos
en los mercados de créditos externo e interno, y en ocasiones se retrasó el pago a los empleados
públicos. Mientras tanto, la recaudación tributaria se veía favorecida por la reversión de la erosión
inflacionaria que había operado hasta mediados de 1959 y por el aumento del nivel de actividad
registrado a partir de entonces. En 1960/61 la economía creció a un promedio de más de 8% anual. Pero
así como en la posguerra el motor de la recuperación
había sido el consumo, con Frondizi fue la inversión el
factor dinamizador: una escalada sin precedentes llevó a
la inversión bruta a un nivel 66% mayor que el de 1959. El
boom inversor daba un importante respaldo a la
estrategia económica oficial. El boom inversor daba un
importante respaldo a la estrategia económica oficial. El
capital internacional estaba respondiendo masivamente a
las oportunidades que brindaba la actitud abierta a la
inversión extranjera y el ahora más calmo clima
macroeconómico. Las inversiones extranjeras en 1960 fueron estimadas en 320 millones de dólares,
algo así como el 30% de las exportaciones argentinas. La entrada de capitales extranjeros, tanto en la
forma de inversión directa como de préstamos públicos y privados, permitió alejar por un tiempo el
fantasma de una crisis de balanza de pagos. A pesar de tener una balanza comercial deficitaria (en 1960)
el Banco Central pudo acumular 317 millones de dólares de reservas. Hubo una serie de reducciones
impositivas que alcanzaron tanto a empresas nacionales como a extranjeras (hacia finales de 1960 se
eliminaron algunos recargos a la importaciones de varias líneas de maquinarias. También se anunciaron
mayores facilidades para la financiación externa de importaciones de equipo industrial). En 1960 la
recuperación de la actividad económica se trasmitió hacia los salarios industriales, que en términos
reales aumentaron un 12%. Gracias a la estabilidad social, las huelgas pasaron del 6 al 2%. El único tema
“raro” fue la decepcionante performance en materia de creación de empleos. A pesar de las altas tasas
de crecimiento del producto en 1960/61, el empleo total no aumentó, sino que registró una leve
disminución. La industria fue el sector que más contribuyó en la caída, con una destrucción de 150mil
puestos de trabajo entre 1959 y 1961, casi el 7% de la ocupación industrial de 1959. Esta baja en los
puestos de trabajo se debió a un cambio en la estructura de la producción industrial argentina. La
reducción en el costo del equipamiento, provocada tanto por las rebajas arancelarias a los bienes de
inversión como por las mayores facilidades de financiamiento externo, estaban favoreciendo a las
actividades más intensivas en el uso de capital.

Luces y sombras de la nueva industria


El desarrollo industrial argentino pronto asumió la dirección esperada por el gobierno de Frondizi. La
contribución de las industrias señaladas como prioritarias a la inversión global y al crecimiento del
producto manufacturero fue fundamental: 84% de las inversiones extranjeras directas autorizadas por la
ley y 95% del aumento del valor agregado industrial fue proporcionado por esas actividades.

En el área energética, lo más destacado fue el incremento de


la producción petrolera. La creación de SEGBA fue el punto
de partida para superar el crónico déficit de energía eléctrica
en Buenos Aires. Tan impresionante como el desarrollo
petrolero fue el crecimiento de la siderurgia. La petroquímica
fue otro de los niños mimados del desarrollismo, se destacó
como una de las actividades que recibió más inversión
extranjera. El aumento de las construcciones que acompañó
al incremento de la inversiones en general determinó un
crecimiento importante en la producción de cemento (el programa de expansión de caminos y
autopistas, rubro en el que el Estado quintuplicó su inversión). La industria automovilística tuvo un
boom impresionante. La fabricación de automóviles fue un imán para la inversión extranjera. Durante
este período hubieron muchas inversiones, pero hubo un gran problema. El sesgo anti exportador de la
industria argentina no era una construcción del gobierno de Frondizi. Ya hacía años que el mercado
interno era considerado el destino natural de los productos manufactureros. La argentina en 1960
exportaba bienes no agropecuarios por un valor de apenas 43 millones de dólares, algo así como el
0,35% de su producto bruto. Era evidente que la tibieza exportadora de la industria ponía en riesgo todo
el programa: no ayudaba a obtener divisas, cuya escasez estaba llegando a su punto crítico. Cada vez
que la economía comenzaba a expandirse, crecían las importaciones de insumos para la industria y con
ellas la amenaza de una crisis de balanza de pagos. Una estrategia eficaz de sustitución de importaciones
seria aquella que resultara en una demanda menor de esos insumos. No pasó tal cosa en los años de
Frondizi. Algunas de esas ramas que más se expandieron durante esa época, notablemente la
automotriz, eran bastante intensivas en insumos importados. Al Banco Central le llamaba la atención, ya
que los pagos al exterior efecto de la industria automotriz ascendían en ese año a más de 300 millones
de dólares. Es decir que esa sola industria ya agotaba el ahorro de divisas que se había conseguido
gracias a la política petrolera. Las consecuencias sobre la balanza de pagos no se agotaban en el
aumento en la importación de insumos demandado por el aparato industrial desarrollista en su etapa de
funcionamiento.
Un diagnóstico para el sector rural
Las actividades agropecuarias no eran vistas por el desarrollismo como candidatas para liderar el
crecimiento sostenido. Al contrario, en la raíz del pensamiento desarrollista estaba la idea de que
concentrar fuerzas en la producción primaria había sido, para América Latina, condenarse al fracaso.
Antes que ser el sector rural el generador del crecimiento, sería la modernización global del país la que
terminaría repercutiendo también en la producción agropecuaria. Frondizi decía “la crisis agraria es solo
un capítulo en la crisis del subdesarrollo argentino. La meta económica inicial es la construcción de la
industria pesada y la integración de un dinámico mercado interno que abarque todo el ámbito territorial
mediante la fluida intercomunicación de las regiones y la promoción industrial del interior”. En relación
a la mecanización, el impulso a las actividades y el auge de las inversiones en el sector rural deben
anotarse como las mejores noticias para el agro argentino en tiempos del desarrollismo. Aunque
hubieron unos pequeños inconvenientes. La tecnificación quedó demasiado sujeta a las posibilidades de
producción local de maquinarias, ya que el acceso a tecnología extranjera estaba limitado por las
barreras aduaneras. En este punto, los objetivos de desarrollo industrial y expansión agropecuaria
chocaban entre sí. El gobierno optó según sus prioridades: mantuvo altos los aranceles a los bienes de
capital para el campo.

“En estos momentos hay una gran cantidad de maquinarias agrícolas que no se venden, y sencillamente
no es que no hagan falta ni falte interés en su compra, sino que no se pueden adquirir, dado lo
prohibitivo de sus precios y la falta de capital por parte de los productores”. Del total de la inversión
agropecuaria en maquinaria y equipos, tan sólo un 6% se importaba en 1959-61, contra 53% en el
período 1950-52. Con una política más abierta a la incorporación de tecnología rural importada, las
mayores exportaciones agropecuarias habrían contrapesado el costo en divisas de importar máquinas.
La incapacidad para aumentar sustancialmente el producto rural impidió que las ventas externas
argentinas aumentaran, ya que, con algunas excepciones, la industria sólo proveía al mercado interno.
Las exportaciones seguían siendo así una de las mayores incógnitas del futuro económico argentino,
estancadas con un valor similar al de 1929.

Racionalizando el Estado
Lo mismo que la ausencia de cierto dinamismo exportador, el crecimiento secular de las actividades del
Estado era una tendencia que el gobierno de Frondizi heredaba al asumir. El desarrollismo no era
partidario de un sector público tan involucrado en la producción de bienes. Según Frondizi “Si el Estado
asume funciones empresariales, que no puede cumplir, no defiende la soberanía, sino todo lo contrario:
debilita el aparato productivo”. El desarrollismo tampoco era un liberalismo. Frigerio decía “si la
Iniciativa privada se desenvuelve espontáneamente, sin una dirección política que la oriente hacia el
cambio de la estructura productiva, no va a aumentar la riqueza social ni la de los propios empresarios”.
El esquema de prioridades para ciertas actividades implementado por el gobierno fue un reflejo de esta
actitud más favorable a un Estado paternalista en lo económico. El manejo del Estado durante la
presidencia de Frondizi no fue tan distinto del que se esperaría de un gobierno liberal. Fuera de haber
impulsado ciertas actividades “preferidas”, lo que ciertamente no es liberal, las preocupaciones
presupuestarias de corto plazo obligaron al gobierno a una política fiscal conservadora (la inversión
pública descendió levemente entre 1959-61, y en 1962 representó el mismo porcentaje del PBI que en
1957). Durante la presidencia de Frondizi se han privatizado ciertas entidades (el DINIE y el sistema de
transporte colectivo de CABA, entre otros). Con respecto a los ferrocarriles también hubieron conflictos.
También, el empleo excedente en los ferrocarriles, estimados entre un 20-40%, no era la causa menos
importante del déficit fiscal. Sin embargo, los planes del gobierno para los ferrocarriles fueron resistidos.
En conjunto, las restrictivas políticas presupuestarias mejoraron la situación fiscal. Ello contribuyó al
aumento de la actividad económica, la caída en la inflación y la imposición de retenciones a las
exportaciones.

Fin de un programa, fin de un gobierno


Dentro del gobierno de Frondizi estaban convencidos de que un cambio de hombres podía dar a la
administración un tinte más nítidamente desarrollista (Alsogaray fue reemplazado por Alemann en el
Ministerio de Economía). Alemann no sólo no despertó dudas entre los inversores externos, sino que
consiguió una masa crítica de financiamiento que parecía garantizar la continuidad del programa. Pero
tuvo grandes problemas que enfrentar. Ya a comienzos de 1961 el índice de precios mayoristas comenzó
a amenazar con una tendencia ascendente. La situación externa era holgada sólo porque existía
financiamiento; pero el déficit comercial venia creciendo desde el comienzo de la reactivación, y un
aumento sustancial de las exportaciones era todavía posibilidad bastante remota. Con el correr de los
meses, el panorama fue agravándose. Es cierto que la actividad económica siguió en ascenso.
Frondizi tenía mucha presión como para soportar por mucho tiempo más el bajo nivel de salarios reales
que había seguido a la estabilización. Es posible que el aumento de los salarios obtenidos por los
gremios no haya sido más que una justa el crecimiento de los precios, pero parece más probable que la
causalidad haya sido inversa: los empresarios, que todavía enfrentaban una demanda bastante firme,
aumentan sus precios como respuesta a los mayores salarios que se veían obligados a pagar. No es fácil
encontrar una explicación distinta para el resurgir inflacionario de 1961 que este “empuje de costos”
originado en la presión gremial. A finales de 1960, se había elaborado un plan bastante ambicioso de
reestructuración que incluía, entre otras cosas, el despido de 40.000 trabajadores y la venta de material
y propiedades no indispensables para el funcionamiento de los trenes. En 1961 el presidente reafirmó la
necesidad imperiosa de reducir aún más el déficit fiscal como forma de garantizar la estabilidad
monetaria, poniendo énfasis en la cuestión ferroviaria. Frondizi declaró la “batalla del transporte”, con
el mismo argumento fiscalista. A partir de ahí hubieron huelgas pero Frondizi llegó a su cometido de
recorte, pero a un coste alto ya que tuvo que pagar altísimas indemnizaciones y otorgar aumentos
salariales a los que quedaron, lo que en el corto plazo significó un incremento en las necesidades de
financiamiento del gobierno. Frente a esta situación, no le estaba quedando más remedio que optar por
una política de emisión monetaria, pero ellos sabían bien que era lapidario para el programa de
estabilización que se había llevado a cabo. A esto le podemos agregar que la balanza comercial por
efecto de las pobre cosechas de 1960/61 fue deficitaria. Mucho más grave era el hecho de que el capital
externo privado, que había relajado por un par de años la restricción externa de la Argentina, detuviera
justo su flujo de divisas. También, hay que saber que en Argentina hay un tipo de cambio fijo, en donde
la cantidad de dinero está determinada por el resultado de la balanza de pagos. Cuando esta se hace
negativa (como comenzó a suceder a partir de finales de 1961) las divisas del Banco Central tienen que
cubrir la diferencia. Si se quiere mantener inalterada la tasa de cambio, la autoridad monetaria está
obligada a entregar dólares a cambio de pesos, que son retirados así de circulación. Desde fin de año la
caída fue incontenible. Las cosas empeoraron luego de la renuncia de Alemann. Ya en 1962 se hablaba
de un “peligro de colapso”. A continuación se tomaron algunas medidas de emergencia para detener el
déficit externo: reimposición de aranceles, eliminación de retenciones y restricciones a las
importaciones del Estado.
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¿Cómo llega Frondizi a la presidencia? Alguna circunstancia política muy puntual. Lo que se relaciona
con la política económica y sobre qué es la ideología desarrollista y cómo se aplicó durante los gobiernos
de Frondizi.

Si recapitulamos, vamos al año 1955, año en el que se da un Golpe de Estado contra Perón, donde es
derrocado el General Perón. De este golpe de estado participaron además de los militares, los grupos
terratenientes que habían sufrido durante la primera presidencia de Perón la política del IAPI y en la
segunda, si bien se había revertido la política del IAPI que los perjudicaba, no era suficiente como para
que ellos dejaran de recelar sobre lo que el gobierno pensaba en relación con la renta agraria. Después
estaban los sectores medios que iban a apoyar el golpe por el autoritarismo que tiene el peronismo y
por su simpatía con el partido radical y los grandes industriales que están disconformes por el avance
que tienen las comisiones internas en el control de la fábrica. Entonces esos son básicamente los
sectores que van a respaldar el golpe de estado del 55 y van a respaldar el gobierno de lo que se conoció
como dictadura Revolución Libertadora que duró desde 1955 hasta 1958. Cuando llegan los dictadores
en 1955, el propósito es terminar con el autoritarismo y el golpe se da con el nombre de la Democracia.
A pesar de que todos los instrumentos que usaron en cuanto censura y represión no fueron
democráticos. Por lo tanto, se van a apresurar a llamar a elecciones y en 1958, llaman a elecciones en las
que el peronismo está prohibido, es decir hacer elecciones en las cuales el 40% de la población no va a
poder expresar su opinión libremente. El peronismo está prohibido, por supuesto Perón está exiliado,
no puede volver a la argentina y el peronismo no va a participar en las elecciones hasta 1973. Tenemos
un período que van entre el 55 y el 73, en donde se alternan dictaduras con gobiernos civiles que surgen
de elecciones con participación restringida, es decir, de elecciones donde el peronismo tiene vedado
intervenir.

Cuando se llaman a elecciones en 1958, uno de los candidatos radicales que conforma la UCRI- Unión
Cívica Radical Intransigente- que es Frondizi va a decidirse y hacer un acuerdo con Perón. Perón está
exiliado en Caracas en ese momento. Frondizi manda a un comisario, a Frigerio que es su principal
colaborador ideólogo del desarrollismo y se hace un acuerdo entre Perón y Frondizi. Acuerdo que se va
a discutir, luego se va a negar, que va a decir que no se firmó, que la firma no era de él. Vamos a entrar
en discusiones técnicas y como casi siempre en la Argentina, todo queda en un pantano. Entonces, se
hace este acuerdo. Perón se compromete a ordenar a sus seguidores para que voten a Frondizi, es decir,
el compromiso de Perón es respaldar a Frondizi en las elecciones y a cambio, Frondizi, se compromete a
una serie de cuestiones: algunas tienen que ver con el plano personal que consiste en darle dinero a
Perón para que pueda vivir en el exilio, eso se va a concretar. Después tenemos la cuestión vinculada
con que el gobierno se compromete a devolver la CGT a los sindicatos peronistas, es decir que, va a
proceder a la normalización del movimiento sindical peronista que había sido intervenido y el gobierno
va a llevar a elecciones y se suponen que esas elecciones volverán a ganar los sindicalistas peronistas-
esta es otra de las promesas que hace Frondizi- y finalmente una promesa que tiene que ver con la
política económica tiene que ver con que se compromete a dar un aumento de sueldo del 60%. Los
sueldos estaban congelados desde hacía un tiempo bastante prolongado y por eso se decide dar este
aumento del 60% que como veremos, es una cuestión que no va a ayudar para nada a lograr la
estabilidad del crecimiento económico. Pero se acuerda ese compromiso, se hacen las elecciones y
triunfa Frondizi con el apoyo de los votos peronistas y obviamente ante esta situación, los militares
recelan porque los militares creen que el peronismo es el gran mal que tuvo la Argentina que tenía la
Argentina en ese momento y que era necesario impedir por todos los medios la participación de Perón
aunque sea de manera indirecta y de los peronistas. Por eso las prohibiciones, las persecuciones. De
todas maneras, no con mucho éxito. Como veremos ahora, pese a las prohibiciones, Frondizi gana las
elecciones y tiene que cumplir con dos frentes que son contradictorios que son: por un lado el
peronismo, que le va a exigir el cumplimiento de las condiciones pactadas con Perón y por otro lados los
militares que van a tratar por todos los medios que no cumpla con esas condiciones y que no permita
que el peronismo siga teniendo gravitación en la Argentina.

Este es el contexto en el que sube, esta situación y este enfrentamiento que tiene Frondizi con los
militares, va a agravarse cuando en 1959 se produzca la Revolución Cubana, surja un régimen comunista
en América Latina y a partir de ahí, los Estados Unidos y los militares en toda América Latina van a
empezar a sentir el fantasma del comunismo. La posibilidad de que el Comunismo, o un régimen
comunista se imponga en la Argentina y que termine con el modo capitalista de producción, lo que
significa terminar con la propiedad privada y todo lo que eso trae aparejado.

A Frondizi se lo va a acusar y especialmente a su colaborador Frigerio de tener lazos muy estrechos con
el comunísimo internacional, de ser agentes soviéticos, y ese tipo de cuestiones que en perspectiva
histórica resultan bastante ridículas. Frondizi y Frigerio habían tenido alguna cercanía al comunísimo en
sus épocas juveniles y Frigerio tenía buena relación con los dirigentes comunistas y en el entorno de
Frigerio habían algunos que tenían un pasado más comunista que el que tenía Frigerio, pero de ninguna
manera en la política, en las medidas que adopta Frondizi podemos llegar a vislumbrar nada cercano al
comunísimo. Diríamos que lo contrario. Por ejemplo, Frondizi favoreció la iglesia católica dándole a las
universidades privadas católicas. Todas las universidades privadas en ese momento eran cercanas a la
iglesia católica, la posibilidad de extender títulos universitarios con la misma validez que los títulos
expedidos por las universidades nacionales. Así cuando empiezan a examinar en la relación con el capital
extranjero y todo lo demás, no es posible vislumbrar algo soviético ni si quiera mínimamente. Pero lo
cierto es que los militares creían eso. Creían que Frondizi estaba en relación directa con el Peronismo y
también creían que era un agente Soviético. Esa era la creencia y Frondizi vivió hackeado entre estas dos
fuerzas durante los cuatro años que duró milagrosamente su gobierno. Recuerden que el período
pactado era de seis años en esa época y Frondizi dura cuatro años.

La ideología desarrollista lo que propone es un cambio abrupto y acelerado de las estructuras


económicas. Este es un punto principal, una discusión en las economías del desarrollo sobre sí es
necesario provocar un shock de inversión que sería la propuesta de Frigerio y Frondizi que se basa en el
concepto de gran empuje de un economista creo que es austríaco Reseinstein Roda en 1943: para que
una economía cambie, necesitan una inyección masiva de capital. NO la reinversión paulatina del
ahorro, si no masiva. Tiene que cambiar todo rápidamente. Ese es un punto.

También están los que dicen que puede ser con el ahorro gradual, como puede ser lo que pregonaba
Presbich con la comisión económica para América Latina.

La otra cuestión es que este cambio estructural, para el desarrollismo argentino se tiene que realizar a
través del capital extranjero, el capital extranjero es el que tiene que cambiar estas estructuras porque
el ahorro interno es insuficiente, porque el Estado no lo puede hacer y por eso es necesario recurrir a
capitales extranjeros: de cualquier tipo, ya sea estatal o privado. Va a ser principalmente privado.

En un sector donde se va a utilizar esta estrategia y va a tener pronto resultado, es el sector petrolero
donde se firman contratos, a poco de asumir, con empresas petroleras de los EEUU y esas empresas
petroleras van a explotar distintas zonas que antes estaban en manos de YPF, con el compromiso de
después vender el crudo al jefe. Una estrategia similar a la que había intentado Perón con la Standard
Oíl pero que había fracasado por resistencia de sus propios militantes.

Entonces, Frondizi lo va a hacer. Van a eludir las restricciones que les da el Congreso y a partir de ahí,
vamos a tener un cambio muy importante en la protección petrolera, lo que va a generar que hacía
finalizar el gobierno de Frondizi se llegue al autoabastecimiento petrolero, por lo tanto, se da el ahorro
en las divisas que era tan importante y es tan necesario porque tenemos que recordar que el rubro
combustible consumía aproximadamente un tercio o una cuarta parte de todo lo que se importaba en
Argentina.

Pero acá tenemos capital extranjero, áreas estratégicas, industrias pesadas, es decir, aquella industria
que reúne dos condiciones: industria pesada es la industria que requiere grandes inversiones y a su vez
se llama industria pesada a aquella que es industria de industria. Por ejemplo, la industria petrolera que,
a partir del petróleo, luego lo utiliza la petroquímica y fabrica plásticos o se lo utiliza en la generación de
la energía que luego requieren las industrias para su funcionamiento. Por lo tanto, las dos condiciones
son que requieren grandes inversiones y que es industria de industria. Del mismo modo la siderurgia
que después con ese acero se fabrica chapa y con esa chapa se fabrican automóviles. Entonces, esos son
los sectores. El Estado tiene que participar activamente porque es inversión extranjera por eso no puede
decirse que es liberal la estrategia de los desarrollistas. Esa industria tiene que instalarse con capital
extranjero, en los lugares que se arregle con el gobierno. El gobierno le va a fijar ciertas pautas relativas
a la producción. También se van a arreglar condiciones impositivas especiales. Es el gobierno el que
siempre está diciendo vas para acá, vas para allá: ningún liberalismo. Además, y esto sí que es nada
liberal, si ustedes quieren es antiliberal se va a prohibir, cuando por ejemplo se fabriquen automóviles
en la Argentina por cuenta de una empresa extranjera, se va a prohibir la importación de vehículos
similares a los que está fabricando esa empresa. Es decir que lo que se ofrece como una cuestión
adicional, es el mercado interno.

En el próximo video se examinarán los distintos planes económicos que tuvo el desarrollismo.

Video 2

Habla sobre la política económica del gobierno de Frondizi. Hay una parte del capítulo que es la que
corresponde al gobierno de Guido- no examinaremos-.

En el video anterior se habló sobre la ideología y la política desarrollista, quiero decir, ideología porque
sería aquello que se cree y que se va a aplicar la política desarrollista.

Algo que es importante recordar es que el desarrollismo, si bien tiene una teoría económica alrededor,
es una teoría económica que no incluye los adelantos más modernos, más técnicos que había brindado
la ciencia económica del siglo XX. Ni si quiera a finales del siglo XIX- marginalismo o análisis
microeconómico o keynesianismo quedaban excluido de lo que era el diario desarrollista, que fue
creado por Frigerio y como el mismo Frigerio decía, reconocía tres influencias: Adam Smith, Ricardo y
Marx.

El desarrollismo creía que las cuestiones monetarias era un fenómeno que se derivaba de las cuestiones
productivas y que no había que prestarle mucha atención. Es decir que, el desarrollismo es compatible
regímenes de expansión de circulante y con regímenes que lo restrinjan porque lo que hay que cambiar
son estas estructuras, por eso hay que recurrir a la inversión extranjera, por eso tiene que ser rápido, lo
que se intenta finalmente que cambie la producción de bienes. Todo lo otro serían instrumentos que se
pueden utilizar o no pero que no resultan necesariamente compatibles o incompatibles con el
desarrollismo. Vamos a tener algunos puntos en conflicto por ejemplo, cuando ya esté instalado
Alsogaray que va a llevar un plan que él denomina liberal y quiera restringir el gasto estatal, se va a
enfrentar con Frigerio que cree que el Estado tiene que gastar, emprender y terminar grandes proyectos
como el que se está pensando para la Patagonia y la generación de energía en el Chocón. Ahí vamos a
tener un conflicto.

Desde el punto de vista teórico, no es que es una ideología que tenga que ver con ciertas estrategias si
no que está vinculado con lo productivo y básicamente con la teoría del valor tanto de Ricardo como de
Marx. Ustedes saben que Marx la tomó de Ricardo y justamente lo que determina el precio de las cosas,
lo que importa es cuánto trabajo tiene contenido una mercadería. Entonces es importante que
entiendan esto para que también entiendan cómo fue fluctuando esta política económica a lo largo de
los años en que le tocó gobernar a Frondizi.

En este video vamos a intentar examinar los dos primeros planes. El primero que sería casi un no plan
por el inventario, lo tosco y las patas cortas que tiene todo este programa. El segundo, en cambio, es un
plan económico de estabilización con todo lo de la ley, con todo lo bonito y lo malo que tienen los
planes de estabilización en Argentina.

Entonces, en 1958 asume Frondizi. Se van implementando todos estos cambios, desarrollistas, invitar a
las empresas extranjeras que se instalen en el país, vienen las empresas petroleras, se va a fundar el
sector automotriz en la Argentina, que es un sector que en realidad para lo que sería el fundamento
desarrollista, tiene un impacto contradictorio. Si la idea es sustituir importaciones de insumos
principales como el petróleo o como el acero para equilibrar la balanza de pagos y favorecer el
desarrollo permanente de la Argentina porque no va a tener el freno, no va a tener lo que luego
veremos como stop and go , esta parada y avance que caracteriza a la historia económica argentina
vinculada con el estrangulamiento que tienen porque la industria demanda dólares, la tendencia
automotriz es una industria que siempre demandó mucho insumo importado. En definitiva, estaba
creando una oferta nueva y una demanda de bienes nuevos que van a requerir de importaciones.
Entonces, en definitiva, no formaría parte del mismo combo o el mismo concepto que tiene la industria
petrolera que efectivamente ahorra dólares. Pero esto está planteado así e incluso hay mucha discusión
sobre la forma en que se implementó la llegada de las empresas extranjeras para trabajar en la industria
automotriz porque por ejemplo, fueron muchas empresas o varias empresas y eso les impidió tener una
escala suficiente para producir autos a precios económicos. De hecho, el consumidor argentino,
normalmente tenía y aún sigue teniendo la desdicha de que paga los automóviles muchos más caros
que lo que se paga en el resto del mundo y que también disfruta de un cierto atraso tecnológico que es
propio de la Argentina. Este sería el concepto de lo que es la Industria Argentina: atraso tecnológico en
general, demanda de dólares pero al mismo tiempo generación de empleo y mejores condiciones de
vida para los que trabajan en la industria y para la población en general. Tenemos esta doble
circunstancia, que siempre lo que plantea un problema y tiene que reflexionarse sobre esa situación.

Regresamos a Frondizi, asume en 1958. Cumple con la promesa que había hecho con Perón de dar un
aumento general de salarios que comprende no solo a los empleados estatales sino a los empleados
privados. Un aumento del 60% que es un aumento que a todas luces aparece como descabellado, se da
ese aumento. Imagínense qué felicidad tendría cada uno de los argentinos que vio a fin de mes que su
salario había aumentado un 60%. Esto genera una “detonación” muy fuerte de los empresarios privados
porque más allá de que el Estado se despreocupara por el modo de en qué manera va a realizar este
pago- lo va a hacer con emisión monetaria- pero los empresarios privados que no pueden emitir
solicitan auxilio al Estado y el Estado comprendiendo esta situación, va a darle créditos a tasas
subsidiadas para que paguen el aumento salarial. Es decir, va a regalar plata. Va a prestar plata al 5, al 10
y la inflación estamos en el 40, 50. Eso es un instrumento en los que los bancos estatales prestan dinero
a tasa subsidiada y esto hay que considerarlo un gasto. Un gasto porque evidentemente significa eso
porque esto se tiene que solventar con más emisión para pagar el sueldo de los empleados estatales,
emisión para darle crédito a las empresas privadas para que estas empresas paguen a sus propios
empleados. Todo esto va a generar una expansión de la economía inicialmente y previsiblemente una
suba de precios. Siempre se puede discutir en qué medida la emisión monetaria genera inflación pero si
ustedes tienen este combo de aumento salarial extraordinaria, emisión muy elevada y crédito blando, lo
que van a tener es inflación como fue lo que se aceleró en el año 1958.

Tal es la situación que cuando finaliza 1958, el 29 de diciembre de 1958, el gobierno aprovechando los
batidos etílicos que se producen en Argentina entre noche buena y año nuevo, va a largar un plan de
estabilización. Un plan de estabilización completo sofisticado y que va a contar con apoyos importantes.
En principio, hay un acuerdo con el Fondo Monetario Internacional a través del cual el gobierno se
establece a cumplir con ciertas pautas y el Fondo Monetario respalda económicamente, es decir, va a
enviar dinero para el plan. Es importante destacar que este acuerdo se firma en Diciembre y que recién
el dinero va a venir avanzado el año 59. Esto es un dato importante para tener. Al mismo tiempo, se
consiguen créditos de Bancos Privados Estadounidenses y del propio tesoro de los EEUU. Es decir, el
gobierno de los Estados Unidos va a apoyar el plan. Recuerden que Frondizi tiene una relación excelente
con los Estados Unidos a pesar de que tiene alguna alternativa, ida y vuelta de que entrevista al Che
Guevara y eso genera una cierta rispidez, lo cierto es que Frondizi es el presidente argentino que más
viaja a los Estados Unidos, y va a tener una relación muy buena con los Estados Unidos.

Entonces, en ese marco tenemos el respaldo financiero y ahí comenzamos con las medidas. Las medidas
que tienen que analizar siempre en cada plan. Por ejemplo, qué pasa con la emisión monetaria: se
compromete el Estado a emitir, a subir la base monetaria un 2% mensual lo cual era nada comparado
con lo que se venía emitiendo en los años anteriores. También se compromete a que los Bancos
Estatales van a dejar de seguir prestando con estas tasas subsidiadas. También, se va a realizar la
unificación del tipo de cambio. Vamos a estar por unos meses con flotación libre, es decir que, el valor
del dólar lo va a fijar el mercado en la negociación entre los agentes económicos. Esto significa en la
práctica una depreciación muy significativa del peso que venía teniendo en el mercado oficial un valor
de unos $18.Antes, la libertadora había puesto en vigencia un sistema muy parecido al que había
aplicado los conservadores en el 33. Ese sistema de un mercado oficial y otro mercado libre, mercado
oficial con tipo de cambio fijo, el mercado libre muy reducido para las transacciones extranjeras y
algunas exportaciones de origen industrial y era el que se abastecía aquellos que no conseguían dólares
para importar en el mercado oficial. Este doble sistema que fue el mismo que se había aplicado en el 33,
lo vuelven a poner la libertadora y es el que recibe Frondizi.

En el mercado oficial que es por el que se tranzan la mayoría de las importaciones, el valor era de $18.
Entonces, se va a unificar, no va a haber más oficial y libre. Todo en un solo mercado. Los agentes
económicos discuten entre sí cuál es el valor que debe tener el dólar y el dólar va a volar. No sólo va a
llegar a los 40 o a los 72 que era el que tenía el financiero al momento en que se larga el plan, si no que
va a llegar hasta los 100. Esto inevitablemente va a impactar en los precios. Es inevitable ya que si
ustedes tienen que el dólar está en 18 y luego pasa a 100, van a tener una gran inflación porque
inevitablemente, aquellas industrias que tienen insumos importados van a tener una suba muy grande
de sus costos, y al mismo tiempo los exportadores van a tener un precio de referencia internacional más
elevado por lo cual les conviene más exportar o si lo van a vender a la Argentina, tienen que subir el
precio de la mercadería que ellos venden acá. Entonces, esta sería la medida que en principio resulta
una medida necesaria porque estamos en una situación de estrangulamiento en la balanza de pagos- no
había dólares como para continuar haciendo las importaciones más elementales, problema que ya había
visto Perón-. Frente a esta circunstancia, lo que se resuelve es una depreciación importante del valor del
peso. Al mismo tiempo se decide subir la tarifa de los servicios público para disminuir su déficit. La idea
sería que, en vez de financiarse con emisión monetaria, las tarifas se van a financiar con el pago que
hacen los usuarios de ella – volvemos a la polémica entre Cristina y Macri sobre cuánto tiene que salir el
servicio eléctrico y el servicio de gas en la Argentina y de agua.

Video 3

Plan de estabilización que se lanza en diciembre del 58. Les mencioné un acuerdo inicial con los
Organismos Internacionales de crédito, con el Gobierno de los EEUU, y con Bancos Privados
Estadounidenses para conseguir financiamiento. También les estaba diciendo de la unificación del valor
del dólar lo que va a implicar en la práctica un aumento muy importante de su precio y esto va a tener
un impacto inflacionario en la Argentina. Al mismo tiempo, les expliqué que siguiendo la lógica de
disminuir el déficit del Estado, se aumentan las tarifas de los servicios públicos lo cual como saben va a
tener un impacto inflacionario porque esto significa un aumento de los costos que tienen las industrias
por ejemplo.

Formando parte del plan, y esto tiene que ver con el acuerdo con el Fondo, se va a cambiar todo el
sistema de importaciones. No va a tener un impacto inmediato justamente porque está la depreciación
del peso y ciertas cuestiones pero quiero que entiendan cuál es el sentido. El Fondo que quería que la
Argentina tuviera un sistema aduanero más permisivo en las importaciones, le va a exigir y el gobierno
le va a conceder la eliminación de prohibiciones y controles cuantitativos a las importaciones. Es decir
que se van a sacar esos controles, esas prohibiciones lisas y llanas que había impuesto el peronismo y
que la Libertadora había mantenido y se va a permitir que ingresen los productos importados, pero con
aranceles muy elevados. Lo que, en la práctica, si a esto le sumamos la depreciación del peso, no
significa que vamos a tener una avalancha importadora ni mucho menos. Tampoco se va a producir esa
avalancha importadora porque todos aquellos que quieran traer productos desde el exterior, se van a
ver obligados previamente a realizar un depósito previo cancelando antes de que se produzca el acto
comercial, o si ustedes quieren la llegada del producto al Puerto de Buenos Aires, van a tener que hacer
el pago de parte de lo que sale la importación. Esas serían formas para mitigar, pero se supone que
Argentina estaba emprendiendo un camino hacia la liberalización de las importaciones. Esto queda en la
nada, esto se hace para conseguir el dinero del Fondo Monetario y va a servir básicamente para eso
porque la Argentina va a seguir siendo un país absolutamente cerrado al comercio exterior y esta
situación no se modifica hasta la llegada de la Dictadura en 1976, así que seguimos con una economía
cerrada, con esquemas distintos pero cerrada.

También, se va a intentar restringir el circulante, no solo mediante la prohibición o la limitación de los


créditos que otorgan en el Banco Hipotecario y los Bancos Estatales en general, sino también porque se
van a subir los encajes bancarios, es decir la cantidad de dinero que los Bancos tienen que guardar como
reserva, la cantidad que no prestan y que sirve como garantía de todos los depósitos. Van a subir esos
encajes teóricamente para que existan menos préstamos, que el préstamo sea más caro y por lo cual
sea más difícil dedicarlos al consumo. Esto hará que el agente económico no vea tan facilitado la compra
de un bien. Por lo menos no se le va dar crédito para eso. Esta suba de encajes, según dicen los autores,
se ve frustrada por una huelga de empleados bancarios.

Por lo tanto, subieron las tarifas, se unificó el tipo de cambio en las importaciones, restricción del
circulante. ¿Qué efecto tuvo esto sobre la economía? ¿Se logró frenar a la inflación? En principio
ustedes saben que no pensaban las autoridades económicas que se iba a lograr frenar la inflación. Lo
que estaban pensando era en un movimiento ascendente de los precios inicial que tiene que ver con la
implementación de estas medidas: la depreciación, que suben las tarifas. Eso implica que van a subir los
precios. Pero se supone que como al mismo tiempo se hace un congelamiento salarial, hay un aumento
mínimo y luego se congelan los salarios, la idea era que los precios subieran y que luego se estabilizaran
e inclusive bajaran. Esto tiene que ver con la demanda. Si los salarios no suben acompañando todas
estas alzas, lo lógico es que los precios no suban como efectivamente subieron. Pero esto no sucede así
y lo que vamos a tener es un plan económico que para Gerchunoff e Illach es considerado un fracaso.

En estas circunstancias y con una presión política muy importante por parte de los militares, en junio del
59 cambian las autoridades económicas y asume como Ministro el Capitán Ingeniero Álvaro Alsogaray
que tiene mucho respaldo del ejército- su hermano era un oficial de alto rango del Ejército y tiene
mucho respaldo- y va a implementar un plan que Alsogaray llama liberal y que en muchos aspectos
podríamos decir que es liberal, pero siempre tenemos que poner lo que significa liberal en la Historia
Económica Argentina. Es decir, liberal y en ese año en el que Alsogaray está en el Ministerio- 1960- por
ejemplo, se realiza la estatización de la compañía CADE de electricidad y la creación de la empresa
estatal CEGBA para brindar servicio eléctrico. Todo ese andamiaje de empresas públicas, esa cantidad de
empresas públicas siguen perteneciendo al estado argentino.

Si hay planes que tienen que ver con la racionalización, o sea, el despido de empleados públicos y el
cierre de áreas de empleo público, pero todo eso queda frenado, queda en la nada, es muy difícil como
para implementar, y si hay algunos instrumentos que podríamos llegar a identificar con el liberalismo.
Por ejemplo, la cuestión de la contención del gasto. Quizás la contención del gasto no fue tan efectiva,
no fue tan fácil pero lo que sí se llevó a la práctica, en relación con el modo en que se financia el estado
hay un cambio muy importante porque en vez de emisión monetaria, el gobierno va a obligar que las
empresas estatales se financien, el mercado interno y el mercado externo mediante préstamos. Es decir,
va a obligar a estas empresas que si tienen déficit se financien con endeudamiento externo. Si ese es un
instrumento liberal o no, es una gran discusión. De hecho, en la Argentina se va a repetir con Martínez
de Hoz, con el menemismo y se va a repetir con el macrismo. Se va a repetir este tema de no emitimos,
emitimos menos porque parte del déficit o todo el déficit se financia con endeudamiento externo. Esto
tiene patas cortas, pero se supone que funciona porque va a haber menos circulante, porque va a haber
menos emisión. Acompañando esto, la prometida suba de encajes que había encarado el plan de
estabilización de 1958, no se llevó a cabo y que no se había llevado a cabo, se va a llevar a la práctica con
Alsogaray. Así que ahí tenemos otra forma de contener el circulante. Al mismo tiempo, con los
empleados públicos que tenían el sueldo congelado se les va a disminuir en términos reales su haber, su
cobro porque van a extender los plazos de pagos del haber mensual, es decir, un mes se lo paga el 29, al
mes siguiente se lo paga el 5, al siguiente el 10, después se lo paga el 15 y así les van sacando días y le
están pagando por su salario menos de lo que correspondería por mes con este artilugio quizás un poco
toso y propio de un gobierno que tiene como Ministro a un representante de las fuerzas armadas, es
decir, vamos a hacer esta solución: no les bajamos el sueldo, se los pagamos un poquito más espaciado.

Entonces, tenemos eso y lo que es importante, es que se va a implementar el sistema de flotación sucia
con los fondos que en principio iban a servir para intervenir en el mercado pero que el gobierno no tuvo
hasta mediados del 59, con esos recursos, con esos préstamos el gobierno empieza a intervenir en el
mercado de cambios, implementando una flotación sucia, es decir que va a intervenir comprando y
vendiendo dólares para tener el precio a donde el gobierno lo quiere. En un principio al asumir como
habían mejorado las expectativas, descendió de 100 a 83 y alrededor de 83 el gobierno se va a mover
cómodo t va a tratar que el dólar quede justamente en ese precio. Si hay presiones para la suba, el
gobierno interviene en el mercado vendiendo dólares para que su precio baje y si está bajando porque
por ejemplo vienen muchas inversiones externas para la industria petrolera o para la industria
automotriz, en ese momento el gobierno interviene comprando dólares para que su precio suba.

Este plan que tiene Alsogaray va a dar resultados. Gerchunoff e Illach lo muestran como un plan distinto,
como un plan efectivo, mientras el otro no fue efectivo. En mi criterio, en realidad hay una continuidad
entre el plan de diciembre del 58 y el de mediados del 59.

Entonces, se aplica el plan, se logra la estabilización de la economía lo que tiene beneficios muy
importantes. Gerchunoff e Illach a lo largo de todo el libro van a repetir dos ideas muy importantes en
relación con el plan de estabilización: la primera es que los únicos planes de estabilización que pueden
tener éxitos son los planes de estabilización de shock o sea aquellos que anuncian todos los cambios al
mismo tiempo. Es decir, aquellos que dicen “A partir de hoy pasa esto, esto, esto, esto, esto y esto” y se
cambia todo. Esos planes pueden, no necesariamente, triunfar. Pero pueden tener posibilidades de
triunfo. El gradualismo en Argentina no sirve porque el plan de shock tiene una ventaja de que cambian
las expectativas. Cambian las expectativas y como los agentes económicos se mueven por expectativas,
tenemos todas unas cuestiones que se relacionan con la emisión de la moneda, con las importaciones,
con el rol que tiene el Banco Central, con los impuestos, con el valor de los salarios. Todo esto por
supuesto es el nudo de un plan. Pero además de eso, es muy importante que recuerden que los agentes
económicos se mueven por expectativas y así lo dicen Gerchunoff e Illach. La otra cuestión tiene que ver
con que los planes de estabilización son brevemente recesivos muy poco tiempo y después son
reactivantes, es decir que, cuando se estabilizan los precios en la economía, vamos a tener un
crecimiento importante de las actividades económicas porque va a volver el crédito, también hay una
tendencia a la monetización, a que los agentes económicos se queden con los pesos, entonces dice la
inflación llama a la inflación. Cuando nos encontramos en un proceso inflacionario, los agentes
económicos pensamos cómo resguardarnos, tirar los precios y comprar bienes- si estamos pensando en
los años 59, 60-. Hoy diríamos comprar bienes o dólares. La otra cuestión es que, cuando se produce lo
contrario, cuando los precios se estabilizan, los agentes económicos tienden a retener la moneda. Este
es el plan de estabilización de Álvaro Alsogaray junio del 59. Para los autores, exitoso.
Gerchunoff - Llach. Cap. IV, V, VI, VII, VIII. Capítulo VII

Una primavera económica (1963-1973). Otra democracia a medias


Illia accedo a la presidencia en 1963. La prohibición del peronismo en 1963 allanó el camino a un
radicalismo bien distinto del que había gobernado con Frondizi. El peronismo, a través de su poder en
los sindicatos, dejaron en claro a su tiempo que consideraban ilegitima la autoridad del presidente.
Entonces, el problema básico de Illia fue el mismo que el de Frondizi: no había manera posible de
gobernar que contentara a unos y a otros. En algunas ocasiones se ponían del lado de las FFAA y en
otras del lado más peronista.

¿La última recesión?


La administración de Illia no comenzó con viento a favor. No sólo debió el gobierno enfrentar la
amenaza sindical y manejar la presión militar. También tuvo que iniciar su período con la economía
atascada en una recesión que ya llevaba un año y medio. La recesión de 1962/63 golpeó a los sectores
populares con más intensidad. El problema no era solamente la caída de los salarios reales; también se
extendió el desempleo, hasta alcanzar un índice de 9% de la población económicamente activa. Entre los
más castigados estaban los empleados públicos: recibieron parte de sus salarios en bonos que llegaron a
cotizarse a un valor de 40% por debajo de su valor nominal. Los problemas de financiamiento que
golpearon a las empresas eran una de las causas inmediatas de la recesión. En parte, la restricción del
crédito se originaba en la vuelta de los flujos de capital desde el exterior. No era fácil para los
empresarios argentinos obtener créditos en el extranjero, y cuando los conseguían era a tasas de interés
bastante altas, infladas por las expectativas de depreciación del peso. Los hombres que Illia eligió para
llevar adelante la política económica: desde un primer momento fue claro que el gobierno de la UCR
tendría como prioridad la reactivación de la economía, el equilibrio fiscal y la estabilidad de precios.
Entre 1958 y 1963 el producto per cápita de la Argentina había aumentado apenas 4%, una performance
decepcionante frente al promedio mundial de alrededor de 50%. Estos resultados tienen que ver con las
características de desarrollo que había adoptado la
Argentina a partir de la Gran Depresión. Desde hacía
un tiempo, el aislamiento respecto a las corrientes
internacionales de comercio venía trayendo como
resultado una extrema vulnerabilidad exterior. Al
comienzo de la década del 60, la sustitución de bienes
importados por producción nacional, orientada al
mercado interno, se había completado para la mayor
parte de las ramas industriales. Seguía dependiendo
del exterior la provisión de algunos insumos, sobre
todo maquinarias y equipo para inversión. esos
rubros representaban más del 90% del total de las
compras al exterior. Las posibilidades de producción quedaban fuertemente determinadas por la
capacidad para importar, pero el monto de importaciones estaba a su vez limitado por lo que el país
pudiera exportar. A pesar de las políticas económicas generadas, desde la década del 50 que las
exportaciones permanecían estancadas. La escasez de divisas en la recesión de 1962/63 había hecho
inevitable una restricción a las importaciones, y una consecuente caída de la actividad económica
interna.
Go and go
Illia fue moderado y gradualista. El problema principal era sacar a la economía de la recesión que se
había iniciado junto con el gobierno provisional de Guido. La conducción de Blanco (primero de los
ministros de economía durante el gobierno) apeló a los instrumentos de la política económica
keynesiana. Expansión fiscal a través de aumentos en las compras del Estado más estímulo al crédito vía
emisión monetaria (esa era la receta conocida para tratar con economías que estaban lejos del pleno
empleo). Así se hizo en 1964. Ese año, el gasto del Estado aumentó nada menos que un 25% en términos
reales. Las medidas crediticias aumentaron la base monetaria de manera récord: alrededor de 40% en
un solo año, la marca más alta de todo el siglo. El incentivo financiero se administró con un ojo puesto
en el índice de desempleo. No era casualidad que, a la hora de decidir a qué industrias conceder
créditos, se optara por aquellas más propensas a crear puestos de trabajo. También se dieron facilidades
crediticias para cancelar pagos con el Estado. Las tarifas de las empresas públicas quedaron congeladas,
de manera de no comprimir por esa vía el ingreso real de las familias. Desde el gobierno se hizo bastante
para beneficiar a los trabajadores (ley de salario mínimo, vital y móvil (anhelada por la CGT). Crecieron
los salarios). Illia heredaba la carga de una deuda bastante abultada. En 1964 hubo que girar al exterior
una cifra tan voluminosa que no podía no preocupar al gobierno. En 1965 se pactó con los países
acreedores y se consiguieron importante refinanciaciones. Pero no era sólo cuestión de tapar agujeros
abiertos en el pasado. había que restringir el nuevo endeudamiento al nivel que fuera estrictamente
indispensable, y exportar más de lo que se importaba, de manera de pagar cuentas pendientes.
También, se premiaban a las industrias que utilizaban pocos insumos importados con un mayor volumen
de crédito, al tiempo que se restringía el uso de componentes no nacionales en la industria automotriz.
Un arma más potente contra el déficit externo fue la política cambiaria. A lo largo del gobierno de Illia el
peso fue devaluado nueve veces, pero no se trató de cambios bruscos de valor; al contrario, fueron
depreciaciones relativamente suaves que ajustaban el precio de las divisas a la inflación interna. La
sensata política cambiaria coincidió con el tan esperado crecimiento de las exportaciones. El
estancamiento de las ventas externas llegó al punto
de que en 1961 se habían exportado menos dólares
que en 1928. Con Perón ya se habían intentado
diversas formas de estímulo a la producción a
agropecuaria para la exportación. Fue recién durante
el gobierno de Illia cuando se quebró, de una vez y
para siempre, esa marca del aislamiento económico
argentino. En 1964/65 los precios de los productos
argentinos se mantuvieron en niveles
comparativamente altos. La Argentina pudo exportar
más bienes agropecuarios en esos años porque
sencillamente produjo más. Es notable que durante
los años de Illia aumentara la participación de las actividades primarias en el producto global. Buenas
condiciones climáticas y la esperada respuesta de los productores a los mejores precios se combinaron
para que la producción agropecuaria en 1964/65 fuera alta en comparación al promedio histórico. En los
cereales el aumento entre 1963-65 llegó al 60%, mientras que el ganado vacuno tocaban nuevos récords
(20% más que en el pico anterior de 1960). Illia decidió la anulación de los polémicos contratos
petroleros con empresas extranjeras que habían sido firmados en tiempos de Frondizi, esto implicaba
también un daño a la credibilidad argentina en su trato con inversores extranjeros.
Más grave que eso, “la anulación” interrumpió bruscamente el crecimiento del sector petrolero
argentino, acaso el logro más importante de la era de Frondizi. La producción de petróleo, que se había
triplicado entre 1957 y 1962, apenas mantuvo su nivel en la época de Illia. Se perdía así una oportunidad
de complementar el aumento de exportaciones con otra fuente de ahorro de divisas; como
consecuencia de la recesión petrolera, las importaciones de combustibles de 1965 doblaron a las de
1963. la apuesta global del Gobierno era que una reactivación estimulada por las políticas monetaria y
fiscal, sumada a un manejo adecuado de las cuentas externas, mira capaz de librar a la economía de la
trampa del stop and go y conducirla un camino de alto crecimiento. Se razonaba que el impulso al
consumo interno dado por la política fiscal y crediticia inevitablemente restaría recursos a la inversión,
con lo cual la posibilidad de crecer aprisa pasaba a ser remota. Los dos años de administración radical
(1964/65) registraron una recuperación económica con pocos antecedentes en todo el siglo,
promediando cerca de un 10% de aumento anual del PBI. La participación de la inversión en el producto
bruto se mantuvo cerca del 20%. La reactivación impactó sobre el nivel de empleo, y llevó a la tasa de
desocupación de 8,8% en 1963 a apenas 4,6% en 1965. Y no había síntomas de complicaciones en el
frente externo. El auge exportador permitió acumular saldos comerciales favorables por valor de 1400
millones de dólares en 1963-66, una cifra equivalente a un año de exportaciones. A comienzos de 1966,
se difundía que la economía marchaba a una
nueva recesión y que se avecinaba un nuevo
golpe de Estado. El factor que ha influido en
los ciclos depresivos de la economía argentina
es la crisis del balance de pagos. Dos veces en
los últimos 8 años, la evolución desfavorable
del balance de pagos inició una inmediata
recesión económica (en 1959 y 1962). Aunque
parecía que se avecinaba una nueva en 1966,
la verdad es que no se trató de una verdadera
recesión: ni el PBI cayó ni hubo crisis de balanza de pagos.
La modernizacion del agro
De la actividad agropecuaria argentina en los años 60 se ha dicho: Por un lado “la evolución de la
producción agropecuaria puede juzgarse como modesta, y muy por debajo de los niveles que pueden
alcanzarse dada la calidad de los recursos naturales, las posibilidades tecnológicas y la capacidad
empresarial exsitentes en Argentina”. Por el otro se dice “lo más notable fue el crecimiento del sector
agropecuario pampeano”. Hay una cita pesimista y otra optimista. Sí es cierto que las actividades
primarias en Argentina fueron menos dinámicas que la economía en conjunto. el aumento de la
producción de bienes primarios a lo largo de los 10 años anteriores a 1973 fue del 30%, alrededor de
2,4% anual. comparada con la tasa de crecimiento global de la economía en la misma época (6%) la
performance del sector rural parece bastante pobre. Pero tambien es cierto que, luego de tres décadas
de estancamiento, las pampas argentinas volvieron a dar fruto abundante. El renacimiento de las
pampas fue un logro muy importante. Entre los quinquenios 1960-64 y 1970-74, la producción de lo que
más tarde serían los cinco principales cultivos pampeanos (trigo, maíz, soja, sorgo, girasol) pasó de 12 a
20 millones de toneladas anuales, un aumento del 5% anual. La clave de la recuperación pampeana fue
tecnológica. La “revolución mecánica” en el agro por fin se había concretado a gran escala. El parque de
tractores estuvo cerca de duplicarse en el curso de
diez años. Además, como la fuerza motriz de las
nuevas máquinas era mayor que la de las más
antiguas, la potencia total creció en mayor
proporción que la cantidad de tractores. También, a
partir de los años 60 llegaron beneficios al campo a
través de la difusión de semillas mejoradas. De
todas formas, a pesar de la revolución tecnológica,
era claro que a pensar de los avances faltaba
mucho para equiparar la productividad del agro
argentina con la de países más avanzados. En 1963-
73, el tipo de cambio y los impuestos a las exportación (“retenciones”) se combinaron en general de una
forma que impidió oscilaciones bruscas en la rentabilidad de los bienes rurales, sobre todo en la
rentabilidad de la agricultura. Las sucesivas administraciones se cuidaron de no castigar en exceso al
sector agropecuario. Otro tema recurrente en el debate de políticas hacia el sector rural fue el impuesto
a la tierra libre de mejoras. El propósito de la iniciativa era gravar los lotes por su productividad
potencial, de manera que los tributos al sector rural no desalentaran la eficacia. Quince años de
dificultades serias en la balanza de pagos habían enseñado a los gobiernos a respetar ciertos límites en
el trato al sector rural. Las administraciones de 1963-73 mostraron que habían aprendido esa lección.

El alivio externo
La recuperación de la agricultura se reflejó en un mayor volumen de las exportaciones. Eso permitió
modificar la tendencia estructural al déficit de comercio que había sido característica de la Argentina en
la década anterior. Diez de los once años del período 1963-73 cerraron con superávit comercial. Ello
permitió que, a pesar del déficit, la cuenta corriente
fuera positiva seis veces, y negativa cinco, en 1963-
73.
El excedente de comercio se explica por el
crecimiento significativo de las exportaciones, que
fue acompañado por un aumento más lento de las importaciones. Tomando un índice 100 para el
período de 1950-62, el volumen de ventas al exterior pasó a 179 en 1963-73, en tanto las compras de
productos extranjeros aumentaron solo a 129. Cuando se toma el valor en dólares en lugar del volumen
la diferencia es todavía mayor. En 1973 los términos de intercambio argentino tocaron su punto máximo
desde 1951, gracias a un aumento mundial de alimentos provocada por la aceleración del crecimiento
previa a la crisis de principios del 70. Poco a poco se fueron perfilando otras tendencias tanto o más
interesantes. De los años 60 datan los primeros acercamientos a los países socialistas como destino de
los productos argentinos; esto se convertiría en un objetivo intencional del gobierno peronista a partir
de 1973. Era una buena oportunidad ya que Europa había comenzado a aplicar su “política agrícola y
ganadera común” que en otras palabras era un proteccionismo. Fue en esta época cuando las
exportaciones no tradicionales (básicamente industriales) se instalaron definitivamente como un rubro
significativo de ingreso de divisas, pasando del 10 al 20% del total exportado entre 1962 y 1972. Esa
noticia tenía que ver con la evolución por la que atravesaban la industrialización argentina y las ideas y
políticas asociadas a ella.

En busca de una industria madura


Cada vez más, se coincidía en la necesidad de exportar productos industriales. Con ello se dejaría de
depender del sector agropecuario para obtener divisas, y al mismo tiempo se estimularía la
competitividad internacional de la industria argentina. En 1964, el Plan Nacional de Desarrollo del
gobierno radical (Illia) decía: “es necesario revitalizar la presente situación estática, programando una
reducción gradual de impuestos y sobrecargas, de manera de modificar la estructura de costos,
restablecer un mercado competitivo y permitir que la industria compita en los mercados de
exportación”. “el proceso de reestructuración de las exportaciones es vital, fundamentalmente por la
tendencia del comercio internacional a interesarse principalmente en la línea de productos
manufacturados, y solo en menor medida en materias primas y alimentos, cualquiera sea su grado de
elaboración”. “Las necesidades de la economía en general son tales que, en orden de asegurar
crecimiento estale en el largo plazo, la industria debe ser competitiva en los fretes externo e interno”.
“En un mercado cerrado, el precio tiene a estar determinado por el costo de la unidad de producción
menos eficiente, lo que no estimula ninguna mejora en las condiciones de producción. Es imposible
considerar la eliminación de todos los tipos de protección, ya que hay necesidad de conservar las
fuentes de trabajo y de respetar ciertos intereses”. La política económica argentina siguió la corriente de
Brasil, en la que estaban pasando de una etapa de sustitución de importaciones a otra de expansión
exportadora. Mientras que las exportaciones tradicionales estuvieron sujetas a retenciones durante la
mayor parte del período, las no tradicionales fueron estimuladas con reembolsos de los impuestos
internos, acceso a un sistemas que compensaba a los exportadores por los aranceles que habían pagado
por sus insumos, deducciones en el impuesto a los ingresos y crédito subsidiado.

En 1967, se implementaron simultáneamente una devaluación, una reducción de aranceles y un


aumento de las retenciones a las exportaciones, cuyo efecto conjunto debía ser la mejora de la
competitividad industrial (esto duró poco porque la inflación fue deteriorando poco a poco los
beneficios, pero de todos modos era otra señal de que una conciencia industrial-exportadora estaba en
ascenso). Estas políticas incidieron en el crecimiento de las exportaciones industriales. Con el tiempo, las
voces en favor de un cambio de estrategia hacia un esquema más decididamente industrial-exportador
comenzaron a oírse con frecuencia, hasta hacerse dominantes. Esto se decía: “en lugar de una
dispersión del esfuerzo, lo que es más conveniente es la concentración del esfuerzo en un menor
número de actividades industriales y en un menor número de firmas por industrias desarrolladas en
cambio a una escala mucho mayor (…) Para llevar el aprovechamiento de las economías de escala su
plenitud, obviando el problema de la escasa dimensión del mercado nacional, debería sin duda
encararse la exportación de manufacturas (…) Resulta deseable elegir actividades que usen los factores
en la proporción y calidad en la que los tenemos o podemos tener a corto plazo. Así, parecería
conveniente seleccionar actividades que no usan demasiado capital, relativamente, y que usen mano de
obra del tipo que tenemos o podemos desarrollar durante el periodo de vida de la inversión”. Más allá
de sus aspectos cualitativos, la evolución de la industria en la década que siguió a la recesión de 1962/63
fue francamente alentadora. El ritmo de crecimiento industrial se aceleró, lo que explica buena parte del
rápido incremento del producto global en esos años. Las fuertes inversiones de la época de Frondizi
contribuyeron a esta expansión, porque habían ampliada la capacidad instalada. El crecimiento
industrial, que en 1951-58 había sido del 5,3% anual, y en 1958-64 del 3,8%, entre 1964 y 1971 llegó al
7%. Además, la industria generó muchos empleos. Dos tercios de los puestos de trabajo industriales
creados entre 1951 y 1970 correspondieron al período iniciado en 1965. La diferencia no se explica
solamente por la aceleración general del crecimiento; también ayudó la recuperación relativa de las
industrias más intensivas en trabajo, que en los años anteriores habían quedado muy rezagadas en
relación a las actividades que utilizan capital en una mayor proporción. El aumento del empleo se
combinó con un crecimiento de los salarios reales, de nodo que la participación de los asalariados en el
ingreso nacional se recuperó a lo largo de la década.

Vivir con inflación


Al final de los años 60, la Argentina ya se perfilaba como candidata seria al récord mundial de inflación
sostenida en el S.XX. La ONU la ubicaba entre los ocho países con más inflación del mundo. La inflación
es muy dañina; entre sus perjuicios se enumeraba alguna
combinación de estos: la incertidumbre respecto a los precios
futuros, que desalentaba los planes de largo plazo, la
intensificación de las múltiples pujas distributivas derivada de la
necesidad de redefinir los precios continuamente, el deterioro
de las cuentas públicas al quedar rezagado el valor de
impuestos y tarifas, el desaliento al crédito en moneda local, su
carácter discriminatorio contra quienes menos acceso tienen a
mecanismos de defensa como el mercado de cambios, los
costos asociados al menor uso del dinero, del que la gente se
desprende más rápido cuando los precios están aumentando. Más allá de todo, es difícil medir la
gravedad. El desacuerdo sobre el daño que provocaba la inflación seguramente influyó para que los
distintos gobiernos dieran distinta prioridad a las políticas de estabilización de precios. Tomando el
decenio 1963-73 tuvo altibajos por donde se lo mire, pasando por años con 25% de inflación, 60 y
menor a un dígito.
Más problemático y también más polémico que el debate en
torno a los efectos de la inflación era el desacuerdo respecto
a sus causas. La explicación tradicional de la inflación era la
monetarista. Nutrida en la teoría cuantitativa del dinero,
señalaba a la rápida expansión de la cantidad de dinero como causa única de la inflación. Además de la
cuestión monetaria, también nos encontramos con otros factores que habían entrado en juego (la
incertidumbre política había provocado una huida del dinero que aceleró los precios, y la recesión era
ante todo un estadio más del ciclo de stop and go). Desde la óptica estructuralista, la inflación no era el
resultado de políticas monetarias equivocadas sino un síntoma inevitable de defectos arraigados en la
organización económica. Las autoridades se veían forzadas a convalidar la inflación a través de
expansiones en la cantidad de dinero, porque de otro modo se caería en la recesión. En esencia, la
inflación estructural no era otra cosa que la cara monetaria del stop and go. A medida en que la
Argentina fue librándose de esa traba (gracias a las mejoras en la productividad agropecuaria y a cierto
despertare de las exportaciones industriales) la visión estructuralista fue perdiendo terreno, como lo
había perdido la monetarista.

Un plan novedoso
Entre 1966 y 1967, dos cambios en la conducción económica prenunciaron la puesta en marcha de un
ambicioso programa antiinflacionario: La renuncia de Tami y el reemplazo por Krieger Vasena. El 13 de
marzo de 1967 se anunció un Plan de Estabilización y Desarrollo. Incluía “la medida de fijar una nueva
paridad del peso argentino igual a 350 por dólar, que asegura que no habrá más devaluaciones”. Se
trataba de una devaluación compensada, porque al mismo tiempo bajaban los aranceles de importación
y se establecían impuestos de entre 15 y 25% a las exportaciones tradicionales, con lo que se
amortiguaba el impacto sobre los precios internos de la valorización del dólar. Con el congelamiento del
tipo de cambio y los salarios, se pretendía debilitar las expectativas de inflación. La percepción de que
los precios sólo aumentarían moderadamente llevaría a la gente a mantener más dinero, revirtiendo la
práctica de deshacerse rápido de los pesos para no verse castigada por la inflación. El plan consiguió
reducir significativamente la tasa de incremento de precios. Entre diciembre de 1967 y 1968, la inflación
fue de 9,6 y 6,7% en los doce meses siguientes. La actividad económica se vio estimulada por un acceso
más fácil al crédito y un clima de mayor confianza para la inversión. El producto bruto comenzó su
recuperación en 1967 (3,6%) y 1969 (9,6%). Se elevaron las tarifas, de modo de reducir el desequilibrio
de las empresas públicas, fue aumentando el impuesto a las ventas, se crearon algunos tributos nuevos
y comenzaron a cobrarse los impuestos de exportaciones. Todo eso permitió mejorar sustancialmente la
recaudación, tanto que a pesar de un leve aumento del gasto público, el déficit se redujo a menos de la
mitad (pasó de 4,2 a 1,8% del PBI). La inversión pública en términos reales creció cerca de un 55% entre
1966 y 1970. También hubieron inversiones. La cara más visible de esta nueva ola de inversiones del
exterior era la compra de empresas argentinas. Los sectores bancarios, automotor y de cigarrillos eran
los preferidos por el capital extranjero. Más allá del efecto sobre la inversión, la entrada de fondos
desde el exterior era importante para alejar los fantasmas de crisis de balanza de pagos. El Banco
Central acumuló más reservas que en cualquier año previo. Un gesto del gobierno ayudó a recomponer
la confianza exterior en la Argentina: la sanción de una ley de hidrocarburos, que revertía la tan
cuestionada política petrolera de la administración Illia. El año 1969 cerró con un crecimiento del
producto bruto (9,6%) mayor a la tasa de inflación (7,6%), algo que no se daba desde 1954.

Sin rumbo
El año 1970 marcó el paso a lo que puede considerarse una tercera fase en el ciclo de política
económica. Después de una primera etapa de preparativos (junio de 1966-1967) y una segunda de
estabilización (1967-1970) se ingresaba al período de declinación, que se prolongaría hasta 1973. Carlos
Llenera, se anticipó a las expectativas de devaluación, llevando el dólar a 400$, y compensando el efecto
sobre los precios con nuevas retenciones y reducciones de aranceles. Como en tiempos de Illia, la
prioridad volvía a ser el desarrollo económico, y no tanto la estabilidad de precios. Aldo Ferrer, ministro
en 1970, tomó una serie de medidas favorables a las empresas argentinas, fundadas en la idea de que
“el sistema productivo y financiero argentino revela un alarmante grado de extranjerización. Esta
situación debe rectificarse”. Con la ley de “compre nacional”, se obligó a todas las dependencias
estatales a adquirir bienes y servicios a firmas del país. También se orientó la política crediticia hacia las
empresas nacionales. La política de gastos se hizo más expansiva. Para 1971 se anunciaba un aumento
de 30% en la inversión pública, que formaría parte de un nuevo Plan de Desarrollo. Se proyectaba para
el quinquenio 1971-1975 una progresiva aceleración de la actividad económica, hasta alcanzar un
crecimiento de 8%. Para finales de 1970, la inflación había vuelto a un valor superior al 20% anual. Hubo
un cambio de moneda. El nuevo peso, rápidamente fue perdiendo posiciones frente al dólar. Entre 1970
y 1971 se duplicó la cotización paralela. Entretanto, las cuentas públicas iban perdiendo poco a poco la
solidez de los años previos. El déficit de las empresas del Estado se duplicó entre 1969 y 1971. Después
del alejamiento de Ferrer, el ministerio de economía fue abolido y se dio rango ministerial a cuatro
secretarias. La administración perdía así la poca capacidad que le quedaba para controlar las presiones
sectoriales y evitar los desbordes inflacionarios. El panorama económico se deterioró año a año entre
1970 y 1972, y fueron desdibujándose las cifras de crecimiento y superávit comercial que se habían
conseguido los años anteriores. El déficit público y la inflación se triplicaron largamente en ese período.
Con un aumento de precios del 60%, el año 1972 pasó a ocupar el segundo lugar en el ranking del siglo.
Lo que en 1972 era una tendencia alcista de los precios de exportación de los productos argentinos
adquirió el año siguiente las características de un boom; pero la posibilidad del peronismo por crecer sin
marchas y contramarchas no sería la herencia más duradera del período que acaba en 1973. La inflación
seguía en ascenso, como cifra de una inestabilidad que parecía imposible de purgar y como
preocupación central del debate económico.
Videos YouTube 1-5

Video 1
Abarca el período 1963-1973 y se denomina una primavera económica. El mismo título del capítulo nos
da la idea de que los autores tienen una visión positiva sobre lo que sucedió en esos años y yo voy a dar
una referencia en general sobre lo que estaba pasando en Argentina y lo que sucedía en el mundo. Una
visión para que podamos encuadrar y entender luego las distintas políticas económicas llevados a cabo
por los gobiernos de Illia y Onganía respectivamente que son los que más nos interesan.

¿Qué estaba pasando en el mundo en esos años 60?

Se hablaba de los plateados años 50 y de los dorados años 60. Esos años 60 son años en los que toda la
economía mundial y especialmente en occidente- Europa occidental, EEUU- y también, aunque no es
occidente, Japón, van a manifestar un crecimiento económico notable, en la misma medida en que se
expandían las funciones del Estado de Bienestar. Ahora sí en los 60 estamos con el paradigma
keynesiano consolidado y ya no se discute que es necesaria la intervención del Estado en la economía y
también que es necesario que amplíe sus funciones el Estado y que se ocupe de cuestiones que antes
compartía o dejaba en manos de la iniciativa privada. Ahora sí la educación, no solo la inicial y
obligatoria sino la media y también la universitaria se considera que tiene que ser una función del
Estado. También se considera que el Estado tienen que mediar en el conflicto social, actuando como
árbitro entre los conflictos que se entablan entre los empleadores y los empleados. También que el
Estado tiene que fomentar distintas actividades en distintas regiones, que tiene que dar subsidios, que
tiene que extender el sistema jubilatorio. Todo aquello que ya se había insinuado al terminar la Segunda
Guerra Mundial, que nosotros vimos nuestro correlato, nuestro Estado de Bienestar tan peculiar que es
el Peronismo que es mucho más pintoresco, mucho más divertido, mucho más extremo en algunas
cuestiones que lo que es el Estado de Bienestar en Europa. Todo eso ya para los años 60 se encuentra
consolidado y lo que se encuentra en discusión es el otro paradigma que tiene que ver con el
liberalismo.

Ya no se cree, o al menos no por el momento porque todo vuelve, en economía hay modas también, en
los años 60 no se creían que los mecanismos de mercado eran los más aptos para regular las actividades
económicas y tampoco se creía que la mano invisible era la más apta para que la economía creciera.
Entonces, no se discute que el Estado tiene que intervenir en la economía y se apela a distintos
mecanismos. Por supuesto que no estamos hablando ni de Comunismo, ni de nada que se le parezca
porque saben que el Comunismo es un régimen en el cual no existe la propiedad privada y el Estado es
el dueño de los medios de producción. En este caso estamos hablando de economías capitalistas con
una fuerte intervención estatal. Lo que dije antes sobre el Peronismo, lo podemos aplicar aún con más
justeza para el Estado de Bienestar Occidental.

Entonces, los años 60 son años en los que crece la economía, crece el empleo, crecen las funciones
sociales del Estado y se pensaba que íbamos a tener siempre un crecimiento sostenido y, de hecho,
hasta finales de la década del 60 no se vislumbra ningún tipo de inquietud ni de quiebre que pueda
hacer pensar que hay una crisis esperando. Esa crisis va a estallar a partir del año 73, el Estado de
Bienestar entra en crisis en todo el mundo y luego se articula mediante otras formas que van a llevar al
Estado neoliberal. Entonces, en esta época de expansión mundial tenemos que volver a la Argentina.
En Argentina habían sucedido varias cosas: sucedió el Peronismo, con todo lo que significa la herencia
Peronista- el paquete que deja el Peronismo que le resto no lo desarma o porque no quiere o porque no
puede, porque le parece bien o porque coincide ideológicamente con algunas cuestiones que había
asumido el Peronismo. Por ejemplo, todo el aparato de empresas públicas estatales, de empresas de
servicios públicos estatales permanece casi sin modificación durante estos años que vamos a ver. Es
decir que, a pesar de que algún Ministro pueda ser tildado de liberal como Alsogaray cuando fue
Ministro de Arturo Frondizi, eso no pasa más allá de la caracterización de la época. Quizás se podría
decir que Alsogaray quería ser liberal, pero en la práctica no lo pudo ser, fue limitado. Entonces, ese
aparato de empresas estatales que había creado el Peronismo se mantiene sin modificaciones. Incluso
Frondizi que se supone que no es tan estatista como Perón, por todo ese discurso relativo a la inversión
extranjera en el sector petrolero, Frondizi que tiene un discurso más privatista, sin embargo es el que
crea la empresa CEGBA que se encarga de la provisión de los servicios eléctricos en la Ciudad de Buenos
Aires y en el Conurbano por parte del Estado y siguen existiendo los ferrocarriles gestionados por el
Estado, gas del Estado, Entel, Obras Sanitarias, todas empresas del Estado Argentino así como también
Aerolíneas Argentinas. Todo eso sigue existiendo. Además podemos agregar otra creación que consagra
a Frondizi que es la de SOMISA iniciada por el Peronismo y concluida recién en 1960 bajo el gobierno de
Frondizi. Entonces tenemos diferentes herencias:

- El estado
- Otra herencia tiene que ver con la cuestión del tipo de cambio. Si bien durante Frondizi se había
liberado en diciembre del 58 el tipo de cambio y con la gestión de Alsogaray se había implementado
una flotación sucia – mal dicho por Gerchunoff e Illach como paridad fija de facto-. Lo cierto es que
vamos a tener por lo menos desde el año 63 tipo de cambio fijo. Tipo de cambio fijo, control de
cambios y se van a volver a los permisos previos para la importación y se va a volver a la regulación
del mercado. Si lo vemos en una dimensión un poco más amplia, el Peronismo prohibía que
ingresaran los productos importados, Frondizi permitía su entrada pero los aranceles eran tan
elevados ya además existían cuotas que fijaban qué cantidades se podían importar, además no todo
el mundo lo podía hacer sino por ejemplo, solo las automotrices para para armar sus automóviles, o
sea es una economía que frente a los bienes de consumo final sigue cerrada para que el consumidor
comprara los productos fabricado en Argentina. Eso va a suceder con el Peronismo, con Frondizi con
Illia, con Onganía y va a seguir siendo una economía que tiene una industria que no compite con el
exterior. Si tiene que importar y ese es un problema que lo vamos a ver reiteradas veces, tiene que
importar productos importados como insumos porque muchos insumos siguen siendo importados.
Yo les había mencionado la cuestión del aluminio y recién en 1973 se empieza a producir aluminio en
la Argentina. Entonces hay rasgos que han quedado del Peronismo. Las limitaciones que tiene la
industria, la necesidad de importar muchos insumos, el aparato estatal, el aumento del empleo
público que es una constante, es decir que, cada gobierno accede agrega una nueva capa geológica
de empleados públicos y eso es muy difícil que se revierta, inclusive Frondizi revirtió parcialmente y
después se vuelve nuevamente al incremento de los empleados públicos porque además pensemos
que es un estado que como en Europa pensaba que tenía que extender sus funciones.
- Otra herencia es la tasa regulada, o sea el sistema bancario no sigue siendo esa cosa extraña que
había creado el Peronismo en los años 40, pero sí quedó la tasa regulada y si quedó esa tendencia a
que la tasa de los préstamos fuera negativa en relación con la inflación. Esto significaba un beneficio
para los deudores y un perjuicio para los que depositaban su plata en el Banco.
- Por eso, los únicos Bancos que prestaban iban a ser los Bancos Oficiales porque los Bancos Privados
no prestan a pérdidas y se ocupan de otros negocios como, por ejemplo, prestar al Estado o actuarle
como agente de recepción de los tributos y de esas cuestiones menores. Entonces, tenemos un
sistema financiero que sigue manteniendo algunos rasgos que había heredado del Peronismo,
algunas cuestiones que tienen que ver con el control de cambios, con la limitación de las
importaciones. Todo ese esquema no va a cambiar demasiado y ya la industria es la rama más
dinámica. No la más eficiente, en la que además genera la necesidad de conseguir dólares para
continuar con las importaciones, pero si es la que más personas emplea y la que es más importante
desde esa perspectiva.

Ustedes vieron, en la experiencia Frondizista que es muy rica, que tiene muchos vaivenes, tiene muchas
cuestiones referidas a los planes económicos, y mucha sutileza, pero la novedad que trae el Frondizismo
es una nueva instalación de capitales extranjeros en la Argentina. Eso se vio claramente en el sector
petrolero, pero también lo vamos a ver en la industria automotriz que nace con Frondizi y es en ese
momento cuando se instalan las empresas de automóviles en la Argentina. Del cierre que se había
prácticamente establecido con el Peronismo, que había intentado revertirlo al final pero que no lo había
podido hacer, vamos a tener una apertura con Frondizi que se interrumpe con Illia, que luego se
continúa con Onganía esas empresas extranjeras se quedan en la Argentina. Cuando uno habla de un
gobierno como el de Perón, que tiene una postura contraria a la del capital extranjero, eso no significó
que las empresas industriales que se habían instalado en la Argentina en los años 20 y en los años 30 se
fueron del país. Siguieron trabajando en el país adaptándose, inclusive con buenos resultados
económicos, y ahí permanecieron. Las que vengan con Frondizi, muchas van a quedarse después. Y
cuando vengan gobiernos como el de Illia que son hostiles en general al capital extranjero, van a seguir
actuando. Eso es importante de recordar para entender la tendencia de mediano y largo plazo que
existe en Argentina.

En el próximo video vamos a partir del año 1963 donde asume Illia y a partir de ahí se van a producir
cambios y también continuidades en relación con la experiencia Frondizista que lo precedió.

Video 2

Cuando asume Illia en el año 1963, como resultado de elecciones en las que el Peronismo no pudo
participar. Por eso el gobierno surge con una debilidad en la legitimidad. Eso en términos económicos
nos va a servir para explicar su poca duración o la dificultad que tuvo para implementar algunas
medidas.

El gobierno de Illia que es antiperonista y de hecho va a bloquear el regreso del General Perón en 1964 a
la Argentina, al mismo tiempo genera un clima de amplia libertad y de debate. Si no fuera por este
detalle relacionado con la proscripción de la fuerza más importante desde el punto de vista de la
política, es un gobierno que no tiene similitud en la Argentina en esos años cuando por un motivo o por
el otro, las libertades se encontraban muy limitadas.

Desde el punto de vista económico, lo que encuentra el gobierno de Illia en el año 63, es un panorama
de recesión fuerte en ese año, y también hay un aumento importante del desempleo. Para los valores
que tiene la Argentina históricamente en esos años, el valor del 8%, del 8,8% que es el que registraba en
1963, es un valor elevadísimo porque la media durante el Peronismo y después con Illia, con Onganía,
siempre va a estar en el 4%, 5% , a veces llega al 3% que es menos de lo que se denomina desempleo
friccional. Por lo tanto, la situación económica del año 63 se percibe como complicada, hay una
recesión- baja del producto bruto del 1%, del 1,5%. Para los valores que tenemos ahora o que hemos
tenido después por ejemplo en el 2002, caída del producto bruto del 11, 12% anual, esto es una recesión
leve, suave.

Pero en la época se lo percibía como un grave problema. Entonces problema de la recesión y del
desempleo. A partir de ahí empieza el accionar del gobierno radical utilizando instrumentos
keynesianos. No tenemos debate de si son contracíclicos o anticíclicos. Como hay recesión, van a ser
anticíclico y va a consistir en la típica receta keynesiana de estimular la demanda, apelando a los
mecanismos que nosotros conocemos, por ejemplo, apelamos a la emisión monetaria.

En el año 1964, la base monetaria crece un 40% lo cual, por supuesto es inflacionario, pero en ese
momento no es un problema para el gobierno la inflación. La inflación va a ser algo que se va a
solucionar con el tiempo en la medida en que se vaya expandiendo la economía. No se está pensando en
ningún tipo de restricción en la demanda. Por ese motivo, por ejemplo, se aumenta la emisión. Por ese
motivo, desde el Estado se dan préstamos a tasas subsidiadas a la industria, especialmente a las que
empleen más mano de obra porque el objetivo es disminuir el desempleo. Este es un mecanismo eficaz.
Le dan dinero a aquellas empresas que emplean más mano de obra para que justamente caiga el
desempleo. Esto tiene como siempre dos caras: hace que la gente tenga trabajo y que viva del trabajo
cosas que son importantes por lo que tienen de articulador y dignificante del trabajo pero al mismo
tiempo premia a aquellas industrias menos eficientes que son las que demandan más mano de obra.
Pero fue la decisión que se asumió. Para estimular la demanda también, se congelan las tarifas de las
empresas de servicios públicos con el objetivo de que esto represente un aumento de la capacidad de
compra de los sectores populares, sectores en los cuales las tarifas implican un costo muy importante y
también al congelar las tarifas se brindó un susidio a la industria porque implica que mientras suben
todos los precios, mientras suben los precios de los bienes que fabrica la industria, mientras suben los
salarios, suben todo, la tarifa queda en el mismo nivel y eso facilita claramente la expansión

Estamos viendo cómo con distintos instrumentos se estimula la demanda. Les dije que aumenta la
emisión, que se congelan las tarifas y también hay un aumento del gasto público. El gasto público en
términos reales, en un año, por ejemplo, aumentan 25%. Lo cual, es una expansión notable del gasto
público y que persigue lo mismo. Mediante subsidio, mediante el aumento del empleo público,
mediante un aumento del gasto, se busca estimular la demanda para que pueda reactivarse la economía
nacional. Esa es la idea. Tiene similitudes con el Peronismo y es cierto que era parecida en ciertas
medidas. Pero en otras no, por ejemplo, no tenemos nada parecido con respecto al IAPI. Pero sí vamos a
tener la cuestión del tipo de cambio fijo, es decir determinado por el Estado. El Estado va a decir cuánto
vale el dólar para las exportaciones y cuánto para las importaciones. Las operaciones en el mercado libre
no existen porque no existen ningún mercado donde se puedan tranzar libremente las divisas. Eso
siempre está muy controlado como había estado con el Peronismo. Ahí volvemos a tener medidas que
habían implementado durante el Peronismo en versiones más moderadas. También para las
importaciones hace falta solicitar permiso previo ya que sigue existiendo el control de cambios.

Estos instrumentos de estimular a la industria, de darle crédito a tasas subsidiadas, que además el
gobierno de Illia lo que hace es impulsar la suba del salario real. Durante el gobierno de Illia, se celebran
los convenios colectivos de trabajo y normalmente esos convenios colectivos tienen resultados, tienen
acuerdos que superan a los valores de la inflación. Es decir que, por ejemplo, en el año 64 el salario real
aumenta más del 10% en un solo año. Así que hay un aumento en la capacidad de compra que tienen los
trabajadores y eso estimulan las actividades industriales y esto se parece al primer Peronismo, a pesar
de que Illia odia a Perón y no permitió que volviera a la Argentina y a pesar de que el Peronismo estaba
prohibido y no podía participar en las elecciones, por lo menos no podía participar con su nombre real y
diciendo claramente que sus candidatos adherían al General Perón.

¿Qué va a pasar con el crecimiento económico?

Se va a dar, va a haber un crecimiento económico importante en el año 64, 65. Un crecimiento


económico que realmente llama la atención. Otra vez volvemos a un 10% anual, suba de salarios,
aumento de las actividades industriales, baja el desempleo. Todos los indicadores funcionan de manera
favorable y acá vamos a la cuestión importante que es el nudo de todo lo que vemos en esta segunda
parte.

¿Cuál es el problema que atraviesa la economía argentina cuando crecen las actividades industriales y
crece la capacidad adquisitiva del salario? ¿Dónde está el cuello de botella?

El cuello de botella que lo sufrió el Peronismo y que lo van a sufrir muchos, se encuentra en la
restricción externa. ¿Cuál esa restricción? Que las actividades industriales son altamente demandantes
de insumos importados. Entonces, cuando aumentan las actividades industriales dirigidas al mercado
interno, lo que va a suceder es que hay un problema, una crisis que se genera en el sector externo
porque no hay divisas suficientes como para continuar realizando esas importaciones. El Estado siempre
se mete, siempre intenta colocar regulaciones, controles y pedir pero en un momento dado tiene que
haber divisas suficientes como para que pueda continuar el proceso de expansión de la industria.

¿Qué va a pasar en este contexto que abarca el período 63-73?

Argentina logra superar momentáneamente la restricción externa. Por eso en el texto se habla del go
and go, es decir que no es que se frena y avanza, se frena y avanza si no que avanza y avanza y avanza
porque no existe la restricción externa. ¿Por qué no existe? Por un lado, porque hay un cambio en el
paradigma tecnológico y ya los años 60 se caracterizan por cambios muy importantes, tanto es de
importante el cambio que se da en los años 60 que se habla de Revolución Verde. Esto es en todo el
mundo y tiene que ver con la introducción masiva, no sólo de los tractores que hacía mucho tiempo que
no sólo mejora la maquinaria agrícola sino fundamentalmente por el lado de los fertilizantes, de los
herbicidas y ya aparecen las semillas híbridas, es decir, semillas que son generadas en un laboratorio y
que tienen mejores condiciones que le van a permitir a la planta resistir la sequía, o resistir la presencia
de plagas o resistir al pesticida que mata a la plaga. Entonces, con estos cambios tecnológicos que son
muy importantes, van a dar un aumento muy importante del rendimiento por hectárea, de la
productividad. Esto se da en los años 60 en la Argentina.

Otra cuestión tiene que ver con coyunturas. Los años del gobierno de Illia son años en los cuales los
precios internacionales son muy buenos y eso no tiene nada que ver con los gobiernos argentinos,
dependen de contextos mundiales, en este caso de un contexto mundial de la economía expansiva lo
que hacía que aumentara el consumo de alimentos en todo el mundo. De esa coyuntura se pudo
aprovechar y superar la restricción de externa. Además, una parte muy importante del aumento
permanente de la producción durante los años de Illia y con posterioridad a él, tienen que ver con
generar un valor del dólar que asegure al productor rural una ganancia moderada en el largo plazo. Acá
tenemos dos palabras importantes: moderada y largo plazo. Moderada porque no se trata de que el
productor rural luego de una devaluación como por ejemplo la que sucedió a principios del año 59
reciba una súper renta en cantidad porque cuando el dólar aumento su precio o cuando el peso se
devalúa como se ha hecho en Argentina con insistencia desde tiempo inmemorial, eso genera una renta
en el plazo inmediato. Cuando se devalúa el precio, el productor, el terrateniente o como quieran
llamarlo, recibe una gran cantidad de renta que ni siquiera se relaciona con algo que haya esperado.
Pero normalmente lo que pasaba era que esa devaluación mayúscula, le seguía un período de
congelamiento del valor del dólar.

Mientras se congelaba el dólar y aumentaban los precios internos. Aumentaban los salarios,
aumentaban los precios industriales, los impuestos, aumentaba todo, pero lo que justamente no
aumentaba es el valor del dólar y eso hacía que el productor perdiera. Así como ganaba rápidamente en
la devaluación, perdía en el momento en que se frenaba esa devaluación.

Video 3

En el video anterior se intentó explicar por qué habían crecido las exportaciones y por qué se había
podido superar el cuello de botella que había sufrido y sufrirá luego la Argentina en relación con la
restricción externa en cómo se había podido hacer que crecieran las actividades industriales sin
agotarlas con la falta de dólares. Una de las causales tiene que ver con que en esos años, son los años de
la Revolución Verde que trajo cambios tecnológicos que favorecieron el crecimiento de la agricultura
especialmente. También, que mucha de la expansión para los autores tiene que ver con la existencia de
precios rentables para el productor, moderadamente rentables y sostenidas en el largo plazo. Porque lo
que había sucedido en la Argentina, lo que sucedía en la Argentina era que durante mucho tiempo el
dólar quedaba congelado mientras los precios internos subían por lo tanto, la capacidad de compra que
tiene el exportador es menor en términos reales y a esto se seguía una brusca devaluación que
perseguía recomponer y aumentar los ingresos de los terratenientes para que creciera la producción y
eso dura un tiempo, le genera gran capacidad adquisitiva a los terratenientes pero luego, se volvía a
congelar el dólar, subían los precios internos y volvemos a tener una situación en la que productores ven
amenazada su rentabilidad.

Si hacemos una especie de gráfica, sería suben con la devaluación, bajan cuando no se devalúa y el peso
queda congelado y ahí nuevamente se devalúa y baja. Es un serrucho.

Lo que dicen los autores es que los productores necesitan previsibilidad y en vez de tener tanta ganancia
que dura un tiempo y luego sufrir pérdida, lo importante es que tengan ganancias moderadas, es decir
que tengan un valor del dólar que sea rentable pero que no sea ultra rentable. Que sean rentable, que
puedan ganar su dinero y que esto se prolongue en el tiempo y que le den un horizonte de
previsibilidad. ¿Cómo hizo Illia para asegurarles previsibilidad a los productores rurales, a los
terratenientes? Lo hizo mediante un sistema cambiario que se denomina Crawling Peg o tipo de cambio
reptante. ¿Por qué tipo de cambio reptante? Bueno, porque tipo de cambio fijo, lo que hacía el Estado
era cada cierto número de meses, 2, 3, 4 meses, reacomodar el valor del dólar, lo mismo que habían
subido los precios internos, lo mismo que la inflación. Es decir que, si la inflación en los últimos meses
había redondeado el 5%, 6%, -estamos hablando de inflaciones anuales del 25%, 30% con Illia. Entonces
en un trimestre aumentó 5,5, 6%. Entonces, lo que hacían las autoridades era aumentar el valor del
dólar ese 5,5% o 6%. Aumentarlo en la medida en que subían los precios. Ni más ni menos. Eso lo que
permitía era que el productor rural pudiera prever cuál era el valor concreto que tenía su producción,
qué bienes se podían comprar en la Argentina con el producido con sus ventas. No imaginar y decir
bueno esto dura así, pero se va a atrasar y voy a perder y cuando se devalúe tengo que aprovechar y ahí
voy a producir porque las actividades económicas requieren de inversiones fijas y esas inversiones fijas
se tienen que hacer pensando en un esquema, en un panorama de años. Si yo pienso que esto dura 3
meses, que el dólar se atrasará, no voy a invertir, voy a tratar de sembrar como pueda, de cosechar lo
que pueda, de vender lo que pueda rápido y después veo qué hago. En cambio, si yo pienso que estos
precios remunerativos, no escandalosamente remunerativos pero este dólar remunerativo se va a
mantener constantemente en el tiempo porque va a aumentar lo mismo que aumentan los precios
internos, y eso se va a actualizar cada 2 o 3 meses, yo puedo pensar en hacer una inversión, inversión en
herbicidas, inversión en comprar semillas híbridas, inversión en un tractor más moderno. Pensar en eso
porque el negocio es rentable en el largo plazo.

La clave entonces es, la existencia de un dólar rentable, de una rentabilidad moderada y con previsión
en el largo plazo. Esto es lo que explicaría para los autores que haya sido un gobierno el de Illia y el que
le sigue que es el de Onganía con otros instrumentos, ambos gobiernos hayan sido especialmente aptos
para impulsar la expansión del agro.

De esta manera, como las exportaciones crecen en volumen, crecen en precios vamos a tener una
cantidad de dólares suficientes como para que se pueda sostener el crecimiento de las actividades
industriales. Por el momento hace que la expansión siga y cuando ustedes miran los valores que tiene el
PBI o que aumenta el PBI entre el 63 y el 73, vamos a tener que no tenemos recesiones, o a lo sumo
tendremos un año del 0,5 o 1 % de aumento pero que tenemos una expansión muy sostenida, de las
más importantes que tuvimos en el siglo XX. Eso tiene que ver con que se pudo superar la restricción
externa con instrumentos muy vinculados al paradigma estatista. Siempre es el Estado, con tipo de
cambio fijo el que cambia el valor del dólar. Acá tenemos un equívoco y el equívoco no me pertenece a
mí si no que es obra de los economistas. ¿Qué quiero decir? Si el tipo de cambio es fijo ¿Cambia? O sea
dice el profesor que cada 3 meses cambiaban, entonces no es fijo. Entonces ahí el profesor dice “fíjense
que yo les había dado al empezar el año, un PowerPoint que decía formas de establecer el valor de la
moneda nacional”. Bueno, cuando el Estado dice cuánto vale la moneda, se lo llama tipo de cambio fijo.
Eso lo llaman los economistas por qué lo hicieron no sé. Cuando lo establece el Estado es fijo y si
cambia, sigue siendo fijo.

Cuando el Estado cambia el valor de la moneda, que tiene tipo de cambio fijo, se lo llama devaluación.
Cuando, como sucedió en diciembre del año 58, con el plan de estabilización de Frondizi se deja que
flote libremente el dólar, el dólar vuela, eso se llama depreciación. Cuando lo hace el Estado:
devaluación, cuando lo hace el mercado: depreciación. Entonces con un tipo de cambio fijo
inconvertible –olvídense de la convertibilidad, no hay convertibilidad- el Estado va haciendo que el valor
del dólar siga el ritmo de la evolución de los precios internos. El famoso Crawling Peg que se lo pone
como una de las grandes cuestiones que realizó el gobierno de Illia.

Desde el punto de vista de lo que serían cuestiones poco más permanentes, el gobierno de Illia logra la
sanción de la ley que establece el Salario Mínimo Vital y Móvil. Mínimo porque es lo mínimo que puede
ganar un trabajador en el Estado argentino, que vive en Argentina, Vital porque se supone que tiene que
servir para que esa persona viva y Móvil porque se supone que se tiene que reajustar siguiendo los
valores de la inflación- que hoy en día tengamos un valor ridículo, no invalida cuál haya sido su intención
inicial y siempre se lo considera como el piso de lo que puede ganar una persona y eso afecta a todos los
convenios colectivos. Otra cuestión que le costó muchos enemigos a Illia, fue la intervención en el
mercado de medicamentos porque intentó impulsar la ley de genérico que recién se impulsó allá por el
año 2002 que establece que los médicos tienen que recetar no el remedio por su marca sino por la
droga genérica. Eso le va a ocasionar una gran oposición de laboratorios internacionales.

Como dice en el texto, Illia tuvo una política gradualista porque no imponía todas las medidas juntas,
sino que lo hacía en forma paulatina y en general, moderada. A pesar de que estamos hablando de un
clima estatista, que en perspectiva histórica uno puede pensar que es muy exagerado, lo cierto es que,
en la moderación, en anunciar las medidas en forma paulatina, es la característica. Con respecto al
capital extranjero, si bien se oponía. La única acción que tuvo de enfrentamiento con el capital
extranjero fuerte, fue la de la anulación de los contratos petroleros que había celebrado Frondizi. A
partir de ahí el gobierno de Illia responde que la explotación petrolera la tiene que realizar YPF y va a
intentar revertir los contratos y que YPF se quede a cargo de toda la explotación petrolera. En la
práctica, las dos concesiones más importantes fueron controladas e intervenidas por el Estado. Por un
tiempo el Estado va a regular esas actividades, pero va a continuar existiendo la empresa privada de los
EEUU y finalmente, cuando caiga el gobierno de Illia y vuelve hasta Onganía y esas empresas continúan
la explotación sin ningún tipo de contratiempo. Todas las empresas extranjeras que se habían instalado,
siguieron trabajando. Por ejemplo, las automotrices que vinieron con Frondizi, siguieron trabajando con
Illia vendiendo automóviles acá en Argentina.

Entonces, con esto creo que he redondeado el gobierno de Illia, su política económica y vamos a
empezar a ver en el capítulo siguiente qué pasó durante el gobierno de Onganía.

Video 4

En el año 1966, se va a producir el Golpe de Estado contra Illia que va a dar lugar a una dictadura que se
presumía prolongada y que se soñaba con una duración de unos 30, 40 años siguiendo el esquema de
Franco en España, que se denominó Revolución Argentina.

A Illia se lo acusaba de muchas cuestiones, principalmente de falta de dinamismo en lo económico y que


no estaba desarrollando todo lo que podía hacerse en la Argentina. Como vimos, los números no
coinciden con el diagnóstico porque las tasas de crecimiento de la economía argentina fueron muy
elevadas con Illia y si examinamos otros criterios que tienen que ver con el empleo, el salario, su
capacidad de compra, con la evolución que tenía el sector externo, inclusive la agricultura, los números
son muy buenos. Sin embargo, se va a producir el Golpe de Estado por cuestiones que no hacen a la
materia o por lo menos a lo que yo creo que tengo que enseñarles a ustedes, futuros profesionales en
ciencias económicas.

Viene un Golpe de Estado y como en tantos Golpes de Estado, algunas cosas se tienen claras, por
ejemplo, que van a limitar las libertades, van a cerrar el Congreso, que van a cambiar la Corte Suprema,
que van a ejercer la censura en los diarios, que no van a haber elecciones. Ese tipo de cuestiones
estaban claras en cada dictadura que ya había vivido la Argentina y que ya eran muchas y esta no será la
última.

Desde el punto de vista económico no estaba tan claro que es lo que había que hacer. Básicamente
tenemos dos tendencias que existen dentro de lo que sería el equipo que acompaña al Golpe de Estado
que se presentaba como eficiente, como integrado por los técnicos, no por los políticos porque los
políticos no saben administrar la economía según su criterio y ellos se presentaban como técnicos que
habían estudiado en los Estados Unidos, que tenían Posgrados en los Estados Unidos y que sabían cómo
se tenía que hacer toda esta cuestión del desarrollo. A partir de ahí, de un criterio de eficiencia, lo que
va a generarse es el crecimiento de la Argentina. Ese era el discurso dominante, pero después cuando
vamos a las cuestiones prácticas no estaba tan claro de qué es lo que se quería hacer y de hecho los
primeros 6 o 7 meses se encuentran signados por la incertidumbre económica. Un poco la política
anterior sigue con un empresario llamado Salimei pero no tenemos un rumbo claro y recién Onganía
empieza con un plan sistemático en el año 1967 cuando asume Adalbert Krieger Vasena- es una persona
muy vinculada con los centros financieros internacionales- va a implementar un plan de lucha contra la
inflación que a su vez es reactivante. En esto vamos a ir a un tópico que muchas veces lo vemos cuando
estudiamos con Gerchunoff y Llach. Esa cuestión de que los planes de estabilización primero generan
una recesión breve y luego son reactivantes. O sea, en la Argentina, frenar los precios significa preparar
las condiciones para el crecimiento económico. Por eso en el año 67 se hace un plan de lucha contra la
inflación, un plan de estabilización que sucederá a tantos otros planes. Ya tenemos, recuerden el del año
52, el del año 58 de diciembre del 58 y el plan de Alsogaray del 59 y ahora tenemos el del 67. De todos
esos planes hay que fijarse qué estrategias se implementaron para luchar contra la inflación.

Entonces, ¿cómo se instrumenta el plan?

Tenemos que pensar que se trata de una Dictadura, si bien no muy sangrienta, muy represiva. Por
ejemplo, va a suspender el derecho de huelga y cuando les cuente las medidas van a entender cómo se
vincula una cosa con la otra. Entonces, cómo se hace para implementar el plan:

-En primer lugar, lo que se hace es devaluar el peso y luego congelar el alza del dólar. Es decir que no se
hace como Illia que iba reacomodando el valor del dólar siguiendo la inflación, el famoso Crawling
Peg. Sino que acá lo que se hace es una devaluación inicial fuerte del 40% y luego se congela y
además se promete, no va a ser la última vez, que nunca más en la vida el valor del dólar va a
cambiar, que dice que el valor del dólar que va a llegar a un precio razonable que se sostiene en el
tiempo. Entonces tenemos devaluación.
-Acompañando la devaluación para que no suban tanto los precios internos, lo que se va a hacer es
aumentar las retenciones, especialmente las retenciones de los productos que son consumidos en la
Argentina para que el precio interno de la carne y de los granos no suba un 40% sino que suba
menos. Para que no suba tanto, se le cobra al exportador más retenciones, entre un 15% y un 25%
para que justamente no suban tanto los precios internos acompañando a los precios externos. Es
decir que, en términos reales lo que recibe el exportador es un aumento entre el 15%, 20% 22%, 18%
en su capacidad de compra si los medimos en pesos. Entonces es una devaluación compensada
porque al mismo tiempo aumentan las retenciones. Para que no se encarezcan tanto los productos
importados que son insumos para la industria, al mismo tiempo, lo que se hace es una disminución
de los aranceles de importación de los productos que se importan como insumo para la industria.
Entonces, se hace una rebaja de esos aranceles para que no tengan una suba de los costos
industriales porque sube el precio del producto importado siguiendo la devaluación.
Entonces, devaluación compensada con suba de retenciones, baja de impuestos a las importaciones.
Al mismo tiempo se hace un acuerdo con las grandes empresas para que no suban los precios. A
cambio, lo que el Estado le brinda es la posibilidad de que aquellos consumidores que quieran
comprar productos de esa empresa, puedan recibir un préstamo de Bancos Oficiales para comprar.
Van a financiar las compras de los productos de las grandes empresas que adhieran al acuerdo de
precios mediante crédito barato de Bancos Oficiales. Esa sería la compensación si cumplen con el
acuerdo de precios.
Por otro lado, se congelan los salarios por 2 años, otra vez por 2 años. Ya lo había hecho Perón. Por 2
años se suspenden las Convenciones Colectivas de Trabajo, por lo tanto, no van a haber aumento
salarial. Eso significa un freno desde el punto de vista de la demanda. Así que acá estamos enfriando
un poquito porque congelamos los salarios, devaluamos por lo cual puede haber algún aumento de
precio pero que luego frenará porque además se establece el ancla. El ancla importante, es decir, el
dólar vale esto. No se mueve, quédense tranquilos que de acá no se mueve. Hagan sus costos, hagan
sus previsiones. Fíjense que hay un acuerdo de precio por el cual no van a subir los precios. Por otro
lado, hay un aumento del dólar, pero luego el dólar queda congelado. Así que en el futuro no va a
haber más aumentos. Por otro lado, se congelan los salarios. Así que la expectativa es estabilizar y
esto cambia la cabeza del agente económico y favorece un fenómeno que es notable que es el de
retener la moneda, buscar la moneda, atesorar la moneda. Cuando la inflación es grande, uno con los
pesos qué hace: yo con estos pesos tengo que hacer algo. Por ejemplo, si tenés 200 mil pesos en el
cajón o en el Banco sin cobrar ningún interés, lo que uno hace de forma desesperada es intentar
comprar dólares, comprar bienes, cualquier cosa, pero no guardarlos porque ese peso cada vez
compra menos. El sentido común lo que dice es que hay que desprenderse de los pesos. Ahora, qué
pasa si nosotros vemos que el panorama cambia. Ahora ya nosotros hemos sufrido tantos cambios,
nos han mentido tantas veces, dura tan poco la estabilidad que no lo creemos muchos, pero
supongamos en una población un poco más crédula a la que no le habían mentido tanto todavía.
Mentido tanto tantas veces.
Bueno uno puede pensar que se puede quedar con esos pesos y no gastarlos, ahorrarlos. Si la
inflación anual va a ser del 6%, la verdad es que no hay ninguna cuestión que nos obligue a ir a
desprendernos de los pesos. Entonces uno en general tiende a recibirlos y atesorarlos. Esto explica
por qué durante Onganía, la emisión de la moneda siguió en niveles muy elevados del 27% anual,
30% anual y a pesar de que se emitía esa cantidad, no iba a los precios. No generaba inflación porque
justamente la moderación en las expectativas, hacía que los agentes económicos que antes se
desprendían de los pesos como el diablo, lo que van a hacer es atesorarlos. Entonces, guardan esos
pesos porque suponen que por un tiempo no va a haber aumentos importantes de precios y eso hace
que uno pueda aceptar de buen grado. Piensen en el fenómeno opuesto. Si tenemos alta inflación, lo
primero que se hace es escapar del precio y tratar de dárselo a alguien a cambio de un bien. Es decir
que, el cambio de las expectativas va a ser algo fundamental en todos los planes de estabilización
exitoso. Y los autores consideran que este plan es exitoso.
En el video que sigue vamos a ver las consecuencias, cómo afectó el PBI y cómo terminó las
aventuras de Onganía.

Video 5

En el video anterior les estaba comentando qué se estaba produciendo en la Argentina en relación con
el plan de estabilización de Krieger Vasena realizado bajo la dictadura de Onganía. Entonces les
mencioné sus aspectos principales y les estaba comentando de esta paradoja que a pesar de que la
emisión seguía estando en niveles relativamente elevados, no se iba a los precios porque el cambio de
expectativas hacía que los agentes económicos, que la población decidiera atesorar esos pesos y no
hacer un gasto inmediato de los mismo. No es la única heterodoxia que encontramos en el plan porque
si bien es cierto que desde el punto de vista del empleo público este congelamiento lo que generó es
una baja en términos reales de lo que sería el gasto público en relación con el empleo, si es cierto que el
gobierno de Onganía llevó acabo un ambicioso plan de obras públicas. Hizo muchas obras públicas, muy
importantes con una gran inversión y en términos reales el gasto sube. Vamos a tener entonces un plan
económico de lucha contra la inflación que combina elementos ortodoxos con elementos heterodoxos.
Por ejemplo, entre los heterodoxos, un plan en el que el gasto público en términos reales sube. Eso es
heterodoxia. Un plan en el que se emite moneda de manera muy superior a la inflación, inclusive a la
inflación esperada.

Después tenemos otros elementos más vinculados con la teoría económica clásica como, por ejemplo,
congelar salarios si bien esa cuestión de congelar salarios y hacerlo en una dictadura prohibiendo el
derecho de huelga no es muy liberal que digamos.

Lo cierto es que tenemos una combinación de ambos instrumentos, y esa combinación dio muy buenos
resultados. Desde el punto de vista de la inflación que va bajar un 6%, 7% en el último año, que para la
Argentina es un valor notable, para el mundo es un escándalo un 7%, no necesario, pero ahora sí lo
sería, pero para la Argentina es un valor 6%, 7%, 10%. Moriríamos por un 15% hoy de inflación anual. En
perspectiva histórica es relativamente bajo y además esta baja de la inflación es acompañada por una
suba del PBI que en 1969 estuvo cercano al 9%.

Quiere decir que, desde el punto de vista económico, todo esto acompañado por una extranjerización
de la Industria Argentina que en cierta forma es la continuación de lo que había empezado Frondizi. En
estos años se instalan otras fábricas, por ejemplo, IDM, se instala Coca Cola en la Argentina. Se instalan
muchas empresas extranjeras para vender dentro de lo que es el Estado nacional. La situación
económica, si bien hay una restricción salarial, cuando la inflación se frena, ustedes saben que eso
genera un aumento en el salario real, en la capacidad de compra que tiene el salario porque no está
sufriendo el impuesto inflacionario. Sin embargo, en 1969, se produce un estallido social conocido con el
nombre de Cordobazo. Este estallido social va a generar que Onganía quede en una situación muy débil
y que finalmente en 1970 deba renunciar. Lo interesante del Cordobazo es que fue protagonizado por
los estudiantes universitarios cordobeses y por los obreros industriales de Córdoba en el lugar donde
estaba instalada la industria más próspera que existía en la Argentina que era la automotriz y la industria
en la que los obreros ganaban sueldos más elevados. Esos obreros que tienen plena ocupación y que
ganan sueldos muy elevados son los que realizan este movimiento, rebelde si ustedes quieren, que va a
conseguir la renuncia de Onganía y la liquidación del sueño de la dictadura argentina.

Entonces, es importante que retengan todos estos elementos. Además, lo que el gobierno hace es subir
las tarifas de las empresas de los servicios públicos. Cuando ustedes vayan completando qué
instrumentos se utilizó en cada plan, tienen que averiguar qué pasó con el dólar, cómo se hace con la
emisión monetaria, las tarifas, el gasto público: si aumenta, si se reduce. Todo eso tenemos que ver en
los planes que pasaron del 52,58 ,59, 67 y en los que vendrán que tendremos 73 Martínez de Hoz y 85 el
Austral. Tenemos mucho para divertirnos.

Fin Tercer Capítulo


Gerchunoff - Llach. Cap. IV, V, VI, VII, VIII. Capítulo VIII

Vértigo económico en tiempos violentos (1973-1983). Retorno y derrumbe del peronismo


La vuelta del expresidente en el exilio no era solo un reclamo voceado por la juventud peronista;
también era una exigencia respaldada por las armas de los “soldados de Perón”. También tenía el apoyo
de los sindicatos. Desde la derrota del plan Krieger Vasena, la inflación venía subiendo año a año. En
1971/72/73 había superado el 30% anual. Con mayor o menor énfasis, se coincidía en que cierta
limitación de las demandas salariales de los sindicatos era una condición necesaria para cualquier
intento de estabilización. Ese control podía conseguirse por la fuerza, pero tenía más probabilidades de
éxito si estaba asentado sobre la colaboración voluntaria de los gremios (ya que esto último era
prácticamente imposible para un gobierno no peronista). El Perón de 1973 no era muy distinto al de
1946; todavía pensaba en los términos corporativos con que había conquistado al sindicalismo. Su idea
de armonía de clases unificada bajo su liderazgo seguía en pie. Perón seguía confiando en la negociación
entre los distintos componentes de la “comunidad organizada” quedó demostrado con la firma de un
Pacto Social entre empresarios, trabajadores y gobierno, en julio de 1973. Un cambio en los modos y en
el trato a los adversarios, una insistencia en la unidad nacional y un ánimo pacificador eran rasgos
nuevos de Perón, que eran bienvenidos por buena parte de la sociedad que estaba harta de conflictos.
Durante su mandato (octubre de 1973 a julio de 1974), el líder del justicialismo debió soportar el peso
de la inmensa expectativa que había creado (aumento de los salarios, programa económico nacionalista,
etc). Si al propio Perón le había sido difícil gobernar un país dividido, a la cabeza de un partido dividido,
mucho más habría de costarle a Isabelita, de escasas condiciones para conducir a una Argentina
convulsionada. Ni el orden económico ni el orden político pudieron restablecerse.

¿Revolución y reformismo?
Perón siempre tuvo la misma respuesta frente a las urgencias, que fue sentar a empresarios y sindicatos
en una mesa de negociaciones para acordar políticas (esto sucedió en 1973, pero también lo hizo en
1955). La idea era una puesta en marcha de reformas de fondo y el lanzamiento de un plan concertado
de estabilización. La orientación general de Perón en su vuelta al poder había sido descripta como
“fuertemente intervencionista, moderadamente nacionalista y distribucionista”. Es que, en todos los
campos, las propuestas de gobierno eran una variante moderna del primer peronismo. El tono del
programa era acorde a la alianza de clases que había sido la base del primer justicialismo. Para quienes
habían apoyado al peronismo esperando cambios estructurales profundos, el plan de Gelbard (ministro
de economía) era una desilusión, tanto que afirmaban que “… las pocas medidas de “largo plazo” que
vamos conociendo adolecen de las mismas limitaciones y debilidades del plan de corto plazo (…) parece
posible prever que este “Plan de Reconstrucción y Liberación” terminará unánimemente repudiado por
la clase obrera y el pueblo”. Perón decía “el capital extranjero debe tomarse como un complemento y
no como factor determinante e irreemplazable del desarrollo”. Una ley de inversiones extranjeras
dictada en 1973 por el Congreso argentino procuraba limitar el peso del capital externo, que venía en
aumento desde hacía dos décadas. Se especulaba que la letra de la ley era más una concesión a los
reclamos nacionalistas que una convicción del gobierno. Una diferencia sustantiva con la primera época
de Perón se reflejó en el énfasis puesto en las exportaciones industriales. La industrialización peronista
de los años 40 y 50 había estado fuertemente inclinada hacia el mercado interno. El impulso a las
exportaciones manufacturadas argentinas había llegado recién a fines de los años 60 y a comienzos de
los 70 (se adoptaron políticas industrial-exportadoras).
En Argentina, la participación de las exportaciones manufacturadas llegaría por lo menos a un quinto del
total de las ventas externas en 1980. La contribución peronista a ese impulso fue la “Ley de protección al
trabajo y la producción nacional”. Además de ser “extremadamente proteccionista”, en el nombre y en
el contenido, introducía una serie de incentivos para la comercialización en el exterior de productos
industriales. Se anunció además un generoso apoyo crediticio y técnico a las pymes, confiando en su
potencial exportador. Una vez más, el peronismo cambiaba su estrategia de impulso a la demanda
agregada: si al principio (1946-51) había sido el consumo y después (1952-55) la inversión, ahora parecía
llegar el turno de fomentar las exportaciones. Este impulso exportador, desde hacía algún tiempo
reclamado para superar lo que durante años había sido una tendencia al déficit en la balanza de pagos,
aparecía justo cuando las cuentas externas argentinas estaban prácticamente en el mejor momento del
siglo. El año 1973 cerró con un superávit de comercio de mil millones de dólares, récord histórico que
duplicaba en términos nominales al registro máximo anterior, en 1946. Esta gran masa de exportaciones
se lograron gracias a la creciente tendencia de los precios de exportación. Es que el colapso del sistema
monetario internacional de Bretton Woods, había permitido una mayor soltura en las políticas
monetarias de los países desarrollados, generando la expansión que provocó el así llamado “boom de
las materias primas”.
El alto nivel de los precios de exportación no
solo era importante para garantizar la salud de
las cuentas externas, sino también para intentar
una repetición de las transferencias
intersectoriales de ingresos típicas del primer
peronismo. El gobierno justicialista nacionalizó
otra vez el comercio exterior, algo que en los
años posteriores a la SGM le había permitido
socializar las ganancias derivadas de los altos
precios de exportación de los productos del agro
a través de la intermediación del IAPI. Dos leyes
de 1973 ampliaron las facultades de las juntas nacionales de granos y de carnes, que pasaron a
monopolizar la exportación de esos bienes. Se quería centralizar el comercio para tener cierto poder en
los mercados internacionales. En la práctica, la ausencia de una estructura administrativa adecuada para
esas funciones hizo que la comercialización no fuese muy distinta de la de régimen comercial del primer
peronismo. Se sancionó una norma que contaba con mucho mayor consenso político y técnico: la del
impuesto a la renta potencial de la tierra; el viejo ideal de gravar sobre la producción posible antes que
sobre la efectiva, de modo de alentar la productividad. En 1973 el monto de impuestos pagados se
independizó del valor de lo producido. Se introducía así un
incentivo a producir más. También, Gelbard firmó varios
acuerdos comerciales con países socialistas, inaugurando
un acercamiento que se prolongaría durante el resto del
gobierno justicialista. En un lapso de cuatro años a partir
de 1972, la participación de los países socialistas en el
comercio de exportación argentino pasó del 3 al 11%.
El peronismo de 1973 también rescató de su primera época otros elementos, como el de la organización
monetaria. Lo que ocurrió fue, como en 1946, una virtual monopolización del sistema bancario.
Los bancos pasaron a tomar depósitos en nombre del Banco Central, y a conceder créditos de acuerdo
con el monto que éste les asignara. De este modo, el gobierno controlaba la cantidad de dinero de una
manera más directa que con el sistema de reservas fraccionarias. También influía el Banco Central sobre
la elección de los destinatarios finales del crédito, ya que podía asignar montos mayores a los bancos
que prestaran a actividades consideradas valiosas. Limitaciones al capital extranjero, estatización del
comercio exterior, términos de intercambio altos, resistencia del sector rural, centralización de la
actividad bancaria: ¿peronismo de la primera o de la segunda época? Los dos coincidieron en esos
puntos y se diferenciaron en otros: el peronismo de los 70 incorporó los nuevos datos de la realidad
económica Argentina, que recomendaban entre otras cosas ese énfasis en la exportación que se intentó
dar con los acuerdos comerciales y las medidas de promoción.

Pacto Social, armonías y discordias


El diagnóstico sobre el que se basó la política antiinflacionaria de Gelbard era acorde a una concepción
estructural de la inflación. El aumento sostenido de los precios no era tanto producto de las expansiones
monetarias a las que conducía el déficit fiscal, sino más bien el síntoma de una debilidad más profunda:
la incapacidad de la economía para alcanzar un equilibrio mutuamente aceptado entre los ingresos del
trabajo y los del capital. De acuerdo con esa óptica, frenar el aumento de precios no era exclusivamente
un problema monetario o financiero, aunque lo incluyera. Quebrar las presiones inflacionarias requería
como condición previa una limitación de las demandas sectoriales, que sólo podría tener un éxito
duradero si era aceptada por las partes. El líder del justicialismo tenía una interpretación casi
matemática de la armonía buscada entre inflación y conflictos de clases: “En 1955 el trabajador recibía
un 48% del producido neto; las empresas recibían el resto. En este momento es un 33% / 67%. Eso
tenemos que nivelarlo sin provocar una destrucción de valores. Lo constructivo es el dialogo y el
acuerdo; con la lucha y el enfrentamiento destructivo no se gana nada. Ese equilibrio que está
actualmente roto, lo impondremos de a poco, hasta llegar nuevamente a lo que el Justicialismo aprecia
que debe ser: un 50% del producto para cada una de las partes. La política redistributiva y estabilizadora
se articuló a partir el Pacto Social firmado apenas iniciado el período de Cámpora (Cámpora es el sucesor
de Lanusse. Posterior a Cámpora vino Perón). Se acordó una configuración de precios y salarios, con la
expectativa de que se mantuviese en el tiempo. Los sueldos fueron aumentados en un monto fijo, que
para los trabajadores de menores ingresos representó cerca del 20% de mejora. Se estableció un
congelamiento de precios, de acuerdo con una lista oficial que para algunos productos preveía una
reducción en los valores nominales. La realidad del Pacto Social era que ni los unos ni los otros estaban
del todo conformes con lo que habían conseguido: Para muchos gremialistas, el Pacto Social significaba
un recorte de poder, porque por un plazo fijo desaparecería por completo su capacidad negociadora.
Por otra parte, la recomposición salarial no estaba a la altura de lo que esperaban de un gobierno
identificado con los trabajadores. El propio ministro de Trabajo había estimado que el nuevo salario
mínimo se establecería en un nivel 100% superior al valor vigente hasta entonces. Obligado Cámpora a
renunciar y llegado Perón a la presidencia, creyeron que las cosas iban a cambiar, pero no ya que Perón
ratificó el acuerdo y lo firmó como la principal arma para el manejo económico de corto plazo. Los
empresarios tampoco podían estar del todo satisfechos con un programa que tenía como propósito
reducir la proporción del ingreso nacional recibida por el capital. Aun así, tanto la Unión Industrial
Argentina como la Sociedad Rural y la Cámara de Comercio avalaron el pacto social impulsado por
Perón. La propiedad de las empresas quedaba intacta y las firmas transnacionales conservaban su lugar.
Los empresarios conseguían un valioso compromiso de limitación salarial.

Los números con los que cerró el año 1973 fueron francamente alentadores. El PBI creció 4,5% en el
año, mejorando el 3% de 1972. El desempleo del GBA disminuyó del 6 al 4% de la fuerza laboral.
También, la balanza comercial mejoró: la mayor demanda de importaciones pesó menos que el aluvión
de divisas conseguido gracias a los altos niveles de precios internacionales y producción de los bienes
exportables. Además, nos encontramos con que la inflación en el segundo semestre había sido nula.
Para fin de año, la consigna de “inflación cero” ya era un logro (y un instrumento de propaganda) del
gobierno justicialista. El tema de la inflación por emisión monetaria es un tema delicado: Desde luego,
para frenar la inflación permanentemente es indispensable que la emisión de dinero sea moderada.
Cuando se considera el caso de unos pocos meses, sin embargo, tanto más importante que la política
monetaria son las expectativas de la gente acerca de la marcha futura de los precios. Si, de algún modo,
se logra instalar la creencia de que los precios se mantendrán estables, la gente estará dispuesta a
mantener en sus bolsillos más dinero del que guardaba en la época de alta inflación. Aunque la emisión
siga siendo importante, el efecto sobre los precios será mínimo, ya que no habrá desesperación por
deshacerse del dinero que es típica de la inflación alta. Los controles de precios puede provocar ese
estado de “estabilidad psicológica”, cosa que sin dudas ocurrió durante los primeros meses de Gelbard.
La cantidad de dinero sigue expandiéndose, pero el aumento no se transmitió a los precios porque la
gente prefirió incrementar sus tenencias de efectivo y depósitos, que entre principios y finales de 1973
había aumentado en una gran cantidad. Pero no todo es color de rosas; el fin del acuerdo de Bretton
Woods y el primer shock petrolero de octubre de 1973 habían dado un impulso a la inflación mundial.
Aquella bendición de los términos del intercambio favorables con que se había ilusionado Perón en un
comienzo se convirtió en maldición muy rápidamente. El aumento de los precios de los insumos
provenientes del exterior impactaba en los costos de las empresas, que reclamaron cierta libertad para
trasladar esos incrementos a los precios. Después de algunas marchas y contramarchas Perón tuvo que
concluir, decidiendo la importación a precios subsidiados por el Estado de los insumos en cuestión. Era
un lujo que el gobierno podía darse gracias a las cuantiosas reservas acumuladas durante el año, pero no
dejaba de ser síntoma de nuevas dificultades. La trama para un deterioro definitivo del Pacto Social ya
era indisimulable a principios de 1974. Todo jugaba a favor de una aceleración de la crisis latente. El
gobierno estudiaba un aumento de tarifas para contener el déficit fiscal, y de los combustibles para
trasladar al mercado interno la suba en el precio internacional del petróleo. Al mismo tiempo, comenzó
a hacerse evidente el desabastecimiento en ciertos productos. La explicación del gobierno era cada vez
menos creíble a medida que se comprobaban maniobras de acaparamiento y que crecía el mercado
negro. La mayor presión para una corrección de políticas provenía de los gremios que en este sentido
desafiaban el poder de Perón. El conformismo de los primeros tiempos del pacto dejaba paso a un
descontento creciente a medida que la inflación iba erosionando el salario real. Se convocó a una “gran
paritaria nacional”, que en marzo de 1974 determinó un aumento de sueldos, tarifas públicas y
combustibles y autorizó ciertas revisiones de precios. A partir de entonces, la economía argentina pasó a
una típica etapa de recalentamiento. Los índices de actividad fueron excepcionales en 1974 (7% de
crecimiento de PBI y 2,5% de desempleo) pero empeoraron la inflación (40%) y las cuentas externas
(balanza comercial deficitaria en el segundo semestre). Más allá de todo, la muerte de Perón significó la
desaparición de un factor equilibrante y coordinador, clave en el esquema acuerdista vigente. Las
expectativas cambiaban de signo y se revertía el efecto estabilizador que habían tenido en los primeros
meses. Para peor, en julio de 1974, la Comunidad Económica Europea impuso una prohibición sobre las
compras de carne, complicación que se sumaba a la recesión internacional y al aumento persistente de
los precios de importación argentinos. En septiembre de 1974, después de la tregua impuesta por la
muerte de Perón, Gelbard fue remplazado por Morales (que ya había aparecido en la estabilización de
52).

Política económica de un gobierno disgregado


El número de ministros ha sido en la Argentina un buen indicador del grado de estabilidad de la
economía y de las políticas económicas. En los veinte meses que duró la presidencia de la viuda de
Perón, pasaron seis ministros. El problema más urgente era la delicada situación de las cuentas externas,
que no mostró signos de recuperación después de una
devaluación moderada. Luego de Morales vino Rodrigo.
Rodrigo anunció un paquete de medidas que incluía una
devaluación de 100%, incrementos de las tarifas públicas
en una proporción similar o mayor y la liberalización de
casi todos los precios. Era el Rodrigazo. Para los sindicatos,
que por ese entonces acababan de negociar en las
convenciones colectivas correcciones salariales de 38%, el
nuevo plan equivalía a una declaración de guerra. El país
se paralizó. La movilización gremial forzó la renuncia de
Rodrigo, dando lugar a una nueva etapa de predominio
sindical en el gobierno y a la consecuente renegociación de los salarios pactados. A esta altura
(mediados de 1975) la economía ya estaba pasando de la expansión a la recesión. La situación de pagos
se tornó desesperante, y el nuevo equipo económico tuvo que recurrir a un acuerdo con el FMI y
mantener un alto precio del dólar. Detener la inflación era imposible, siendo más razonable una política
para los salarios, el tipo de cambio y la deuda pública, de manera de evitar reajustes violentos. Luego de
tantos cambios, la credibilidad en la política económica era nula. El ministro declaraba que no tenía un
plan, sino tan sólo “medidas”, y la presidenta parecía ante todo preocupada por mantener cierta imagen
de dignidad frente al final que se avecinaba. El déficit fiscal ya estaba fuera de control, habiendo llegado
a lo largo de 1975 a la inédita cifra de 13% del PBI. En marzo, el incremento de precios alcanzó un ritmo
técnicamente inflacionario: por primera vez en la historia, los precios mayoristas aumentaron más del
50% en un solo mes.

Diez años después, una nueva solución final


En medio de ese descalabro político y económico que era la Argentina de principios de 1976, no fue
extraño que el golpe de marzo fuera recibido con alivio por una parte de la sociedad argentina. Hasta el
propio gobierno parecía ansioso por librarse de una responsabilidad que ya lo excedía largamente. La
reacción de la dirigencia política fue de resignación antes que de resistencia. Los integrantes de la Junta
Militar del 76 hablaban de la necesidad de erradicar ciertos males básicos que eran incompatibles con
un funcionamiento ordenado de la economía y de la sociedad. Había que evitar a toda costa la tentación
corporativa y estatista, percibida como el verdadero nudo de los problemas de las naciones. El proyecto
de largo plazo vislumbraba una sociedad despolitizada y con un Estado menos poderoso. Suspendida
toda actividad política desde 1976, la lucha por el poder tenía lugar entre los militares. Durante el
gobierno militar hubo un desgaste creciente que estaba corroyendo al régimen debajo de la superficie:
sin resultados económicos respetables que exhibir, el gobierno había perdido toda iniciativa. A medida
que el proceso se marchitaba, reverdecía lentamente la actividad de los partidos. Hacia mediados de
1981 se formó la Multipartidaria, a partir de las agrupaciones que más votos obtendrían en 1983.

El ocaso de Lord Keynes


En el área económica estuvo a cargo el ministro Martínez de Hoz (ministro de Economía durante 1976 y
1981). En su mensaje inaugural, no sólo se anunciaban una serie de medidas dirigidas a manejar la
situación de corto plazo, sino que además se sugería una orientación general. Martínez de hoz afirmaba
“la economía argentina no tiene ningún mal irreparable” y que “la Argentina no es un país
subdesarrollado”. El suscribía un diagnostico según el cual la inflación (el problema dominante por
entonces) obedecía a falencias profundas en la organización económica. La reivindicación de la iniciativa
privada y la eliminación del déficit fiscal por la vía de un ordenamiento del Estado eran presentado como
objetivos deseables y como condiciones necesarias para el tránsito hacia la estabilidad de precios. Por
otra parte, se entreveía una revalorización del comercio internacional (llamada a tener una importancia
fundamental en su política siguiente) y se criticaban las medidas de desaliento a las exportaciones,
especialmente las agropecuarias.

Política financiera: de la reforma a la crisis


Martínez de Hoz planteó una lista de prioridades acorde a la coyuntura de marzo de 1976, caracterizada
por una naciente hiperinflación y una dramática situación de pagos externos. Los tres objetivos
principales de su política económica seria, en orden decreciente de importancia, la estabilidad de
precios, el crecimiento económico y una distribución del ingreso “razonable”. Se decía que la esencia de
la nueva política seria el paso “de una economía de especulación a una de producción”. Pero en realidad
esta historia nunca pudo acercarse a los fines que se había propuesto. La política del equipo económico
se inició aplicando una estrategia antiinflacionaria gradualista. La memoria del Rodrigazo estaba
demasiado viva como para intentar algo por el estilo. En lugar de recurrir a una devaluación, se liberaron
los precios y se fue ajustando el tipo de cambio a la inflación, en tanto los salarios fueron congelados por
un tiempo para sólo después evolucionar de acuerdo con los aumentos de precios. El resultado fue el
buscado: el salario real cayó bruscamente (cerca de un tercio de su valor en marzo). Se había
conseguido lo que tantas otras veces: contraer el gasto a través de la caída de salarios, de manera de
obtener un superávit comercial por la disminución del consumo de bienes exportables y de las
importaciones. También, un crédito del Fondo Monetario ayudaba a cumplir con las obligaciones más
urgentes. La economía había recuperado al menos cierto orden y previsibilidad. La combinación de
políticas cambiaria, salarial y arancelaria, ayudadas por las devaluaciones que se habían heredado del
momento final del peronismo, logró generar un superávit comercial a lo largo de 1976. El déficit fiscal
estaba declinando. Y en materia de inflación ya se había superado el descontrol. El comienzo había sido
particularmente alentador: en junio de 1976 se había llegado a un registro de solo 2,7% mensual. Pero
fue un episodio fugaz, empujado por la
recuperación de la demanda de dinero, que se
alejaba así de su piso de marzo. La evolución a
partir de allí no fue tan brillante: a principios de
1977, el índice se había estabilizado en alrededor
de 7% por mes, el gobierno parecía no tener claro qué hacer con la inflación. Mientras se buscaba la
manera de doblar la inflación, el equipo económico introdujo uno de los cambios más drásticos del
período: la reforma financiera. En argentina, el sistema bancario, tuvo etapas de libertad y épocas de
mayor regulación, las últimas asociadas a los gobiernos peronistas.
La diferencia entre las dos formas de organización era el poder de los bancos en la distribución del
crédito. La reforma financiera de 1977 implicaba un cambio sustancial en el mercado de capitales
argentinos. Las medidas principales eran la liberación de las tasas de interés y la “desnacionalización”
(más correcto sería hablar de “descentralización”) de los depósitos, de modo que la capacidad prestable
de los bancos quedaba atada a su habilidad para captar depósitos. Todo esto se debió dado que la
tendencia de la inflación fue creciente y que las tasas reguladas no aumentaban en la misma medida
que la inflación, la Argentina tuvo tasas de interés reales negativas desde la posguerra hasta 1977.
Probablemente, el sistema bancario formal había colapsado de no haberse introducido una reforma en
esa línea. No tenía sentido prestar a tasas reales de interés que en 1976 eran de -60% anual, es decir,
tasas que para el prestamista significaba una pérdida de más de la mitad de su capital en un año. Se
suponía que la aparición de tasas de interés reales positivas estimularían el ahorro. Además, la
existencia de un costo real de los créditos haría que operaciones improductivas dejaran de ser rentables,
con lo cual el ahorro se canalizaría a las inversiones de alta productividad real. El número de bancos
aumento de 120 a 220 entre mayo de 1977 y mayo de 1980. Las tasas reales tuvieron un
comportamiento muy volátil. Pasó a ser frecuente que los ahorristas obtuvieran rendimientos reales
positivos, y fue en respuesta a ello que los depósitos a plazos pasaron del 6% del PBI en 1976 a 16% en
1980. La expansión financiera que siguió se inició de modo bastante improvisado y acabó en un
verdadero caos.

Política de estabilización: del monetarismo a la tablita


En el área de la estabilización de precios, la política de Martínez de Hoz fue, más que gradualista,
errática. En un principio, no hubo una clara estrategia contra la inflación, salvo la reducción de los
salarios reales. En 1977 se exploraron alternativas heterodoxas: la tregua de precios y las primeras
reducciones arancelarias con propósito antinflacionarios. Pero la inflación no cedía, y hacia mediados de
ese año se ubicaba en el inaceptable nivel de 140% anual. Se decidió que los desequilibrios del Estado y
de las empresas públicas se financiaran en el mercado de crédito, además de que los números fiscales
eran mucho más robustos que en 1976. De ese modo, podía reducirse el ritmo de creación de dinero.
Así fue: entre junio y noviembre del 77, luego de la puesta en marcha de la reforma financiera, la oferta
monetaria aumento a razón del 2,5% mensual. Pero el fracaso en materia antiinflacionaria fue
mayúsculo, ya que en el mismo período los precios aumentaron a una tasa de casi 10% mensual. Para
peor, esa política cortó la recuperación en el nivel de actividad económica, que ya llevaba un año. Una
recesión breve pero violenta redujo la producción en alrededor de 5% en los doce meses posteriores a
junio de 1977. Las tasas de interés se dispararon. Martínez de Hoz decía “la actual situación financiera es
típica de un ajuste transitorio debido, en gran medida, a la sobreestimación por parte de los
empresarios de la tasa de inflación.” La coherencia monetarista exigía insistir con la moderación en la
creación de dinero hasta que las expectativas se adecuaran a la política de desinflación. Hacia mayo de
1978, pareció que la decisión final del gobierno era determinar la cantidad de dinero y renunciar a la
política cambiaria. El Banco Central dejó de intervenir activamente en el mercado de divisas (aunque
compraba dólares), permitiendo que el tipo de cambio alcanzara “su propio equilibrio”. La inflación se
mantenía alta en un nivel que poco tenía de equilibrio: entre 6 y 9% por mes. ¿Qué sentido tenía para el
gobierno persistir en una política que nada le hacía a la inflación y a la que se consideraba responsable
del estancamiento de la economía? A fin de año se decidió otro golpe de timón. Si no funcionaba como
método antiinflacionario el control monetario, era mejor manejar el tipo de cambio de modo de poner
una cota a los precios nacionales. Por eso, se anunció un cronograma especificando el valor del dólar
durante 8 meses a partir del principio de 1979.
Se preveía una reducción gradual en la tasa de aumento del tipo de cambio, de 5% mensual en enero a
3,5% en agosto. Otras pautas completaban la dase de “profundización y ajuste” del programa de
Martínez de Hoz. Las tarifas públicas, los salarios mínimos y el redito interno tenían sus propios
cronogramas. El propósito de todas esas pautas era disciplinar la inflación llevándola a un nivel
compatible con el que se hacía explicito en esos cronogramas. Se confiaba en que la suave trayectoria
anunciada para tarifas y salarios actuaria sobre los costos de las empresas moderando la inflación. Pero
la mayor apuesta estaba en la evolución del dólar. En otras palabras, la tasa de inflación iba a estar
determinada por la suma de la inflación internacional más el ritmo de la devaluación. Otra resolución
reaseguraba este mecanismo: había recortes especiales de aranceles a la importación para aquellos
productos cuya inflación fuera mayor a la internacional más la tasa de depreciación. A primera vista, el
esquema tenía sus ventajas. En primer lugar estaba la declinación prevista de la tasa de inflación. Al
hacerse previsible el ritmo devaluatorio, el atractivo para prestar en pesos aumentaba
considerablemente. Una operación de ese tipo es mucho menos riesgosa (y, por lo tanto, se cobra
menos por ella) cuando se sabe a ciencia cierta cuánto va a valer el dólar en el momento de recuperar el
préstamo. El efecto inicial del cronograma tuvo una doble cara. Por un lado, hubo en 1979 una
expansión de la actividad económica, en parte porque la demanda agregada se recuperó al compás del
descenso en las tasas reales de interés, que durante varios meses fueron negativas. Por el otro lado, la
persistencia de una inflación alta, que hizo que las tasas reales estuviera por debajo de las nominales. Es
que el plan antiinflacionario falló en su cometido especifico. Durante el primer año del cronograma
(1979), no podía haber sido más desalentador lo que pasó con la inflación, a saber: nada. Entre 1978 y
1979, la inflación minorista apenas había disminuido, del 170% a 160%, y la mayorista no sólo no había
caído sino que había aumentado levemente, de 146 a 150%. El aumento de precio del dólar iba
acumulando un atraso cambiario que, al abaratar las importaciones y hacer menos rentable la
exportación en general, tendía a deteriorar la balanza comercial. El gran interrogante era qué estaba
pasando con la inflación. Se
atribuía la excesiva inflación al
dinamismo de la de la demanda,
empujado por el alto nivel de
gasto público o privado. A lo
largo de 1980 la confianza se fue
deteriorando. La crisis bancaria
fue la primera señal, que obligó
al Banco Central a desprenderse
de una proporción de las
reservas que había acumulado
los años anteriores. Propuestas
para afianzar la credibilidad se había desechado. Se fue ensanchando la cuña entre las tasas de interés
en pesos y en dólares, una medida de la desconfianza. A mediados de año, un informe sobre los
distintos sectores productivos de bienes era poco menos que apocalíptico: Nadie estaba contento. En
julio de 1980 se había anunciado una nueva “profundización” del plan de estabilización, que incluía,
además de medidas para reducir el déficit público, el levantamiento de las últimas trabas para tomar
créditos en el exterior. La credibilidad ya parecía estar irreversiblemente minada. Se esperaba con
ansiedad la renovación presidencial de marzo de 1981.

Política comercial: de la apertura exportadora a la avalancha importadora


Al cabo de menos de un año del golpe militar, las
retenciones a las exportaciones tradicionales habían
sido recortadas sustancialmente, y a fines de 1978
todos los impuestos a la venta exterior habían
desaparecido, para no reaparecer hasta después de
la caída de Martínez de Hoz. En el rubro de las
exportaciones no tradicionales, no hubo una
estrategia sistemática, prefiriéndose a cambio una
consideración caso por caso. La producción de bienes
exportables (y el valor de las exportaciones) aumentó
significativamente con Martínez de Hoz. Contando
los cinco cultivos principales, entre los cuales la soja ganaba rápidamente posiciones, la producción
había alcanzado cientos de toneladas extras. La producción agrícola de exportación también se vio
favorecida por un evento externo. La Unión Soviética se consolidaría como cliente importante de los
productos argentinos, coronando con éxito una de las pocas iniciativas con efectos duraderos del
gobierno peronista. En cuanto a las importaciones, se trató de un programa de reducciones arancelarias
graduales que a su vez fue dado a conocer de manera gradual. Para contener la inflación se dispuso un
recorte de aranceles a aquellos productos cuyo precio aumentara más de lo que era compatible con el
cronograma, y para fomentar la inversión se aceleró la reducción de tarifas a la importación de bienes
de capital. Por otra parte, dos factores contribuyeron a moderar la apertura comercial importadora. De
un lado, los frecuentes desvíos a la vocación librecambista. Un régimen especial para la industria
automotriz, una ley de promoción industrial que protegería a actividades nuevas y la supervivencia de
casi todos los cupos de importación existentes fueron los ejemplos más importantes. Al amparo de esos
desvíos crecía y se consolidaba un empresariado nacional (los “capitanes de la industria”) cuya
importancia económica se extendería hasta fines de siglo. También, debe sumarse el hecho de que el
efecto económico de la caída de aranceles era prácticamente nulo. Eso ocurría cuando la protección
resultante de las reducciones todavía era bastante alta como para que el precio del bien de importación
en el mercado internacional se mantuviera por encima del precio de venta en el mercado local.
Estimaciones para principios de 1977 ubicaban este margen de protección excedente en un 60% del
precio internacional. La pregunta que surge es ¿Por
qué una estrategia de apertura como la descripta
(gradualista) desembocó en un aluvión masivo de
importaciones y en un creciente desequilibrio
comercial? La reducción de impuestos al comercio
exterior favorecía a los exportables respecto a los
importables, mientras que la política de estabilización,
en tanto provocaba una apreciación del peso,
mejoraba la relación de precios de los bienes no comerciables respecto a los comerciables. Los
productos de exportación ganaban por un lado y perdían por otro. Pero el sector más perjudicado era el
industrial. Las importaciones, estimuladas por el retraso del dólar y por la apertura, representaron una
competencia que para muchas ramas manufactureras resultó perjudicial, y además provocaron un
fuerte déficit en el comercio.
En 1980 esas tendencias se acentuarían,
hasta hacerse insostenibles, por la
continuada apreciación cambiaria y el
inicio de la recesión.
No es fácil determinar con exactitu
cuánto de la expansión importadora se
debia a la apertura y cuánto al atraso
cambiario, pero está claro que la
apreciacion monetaria fue un factor
crucial.

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