Miguel Ángel Cortés Muñoz
Reseña crítica de sesión #12 – Milton Santos
Hacia una geografía crítica: una reestructuración del espacio
Santos, M. (1978). Por una geografía nueva. (P. B. (1985), Trad.) Barcelona: Espasa, Calpe.
Santos, M. (1997). La naturaleza del espacio. (M. S. (2000), Trad.) Barcelona: Ariel.
Milton Santos (1926-2001), célebre geógrafo latinoamericano –nacido en Bahía, Brasil-
quien pese al estallido político de su país por la década de 1960 fue obligado a
expatriarse por Europa y África convirtiéndose así en un autor destacado para la
geografía contemporánea a través de su crítica social y fundante en la labor de la ciencia
social, obviamente recalcando el papel en decadencia de la geografía. Gracias a su
bagaje mundial su reconocimiento se hizo aún mayor por albergar una amplia gama de
experiencia lo que le integraría una perspectiva humanística al respecto de la crisis social
y científica que lo aquejaba. Hay que considerar, que su popularidad no se debe al origen
de su vida ni de sus ideas sino que fue el espíritu crítico lo que lo llevó a replegar su
movimiento desarrollista, y en especial, aquella defensa en torno a la búsqueda del
espacio imprescindible como objeto del análisis humano y geográfico.
En el primer texto a tratar sobre los capítulos: VIII (La alternativa de la crisis: la geografía,
viuda del espacio); XIII (El espacio como instancia social) y; XVIII (La noción del tiempo
en los estudios geográficos), capítulos que cierran las tres partes cruciales de la obra; por
cierto una obra cumbre la cual realiza una revisión crítica de la evolución de la geografía
(1978, pág. 22), se puede catalogar un pensamiento revolucionario del espacio y tiempo
propio de un Santos maduro que entrelazó estos puntos en su visión decadente de la
geografía a partir de la posguerra. Por lo tanto, más que un libro ilustrativo de la
problemática científica en la era contemporánea es un aporte desde la ciencia social de la
revitalización del análisis espacial en favor de la justicia social que contrapone las
relaciones de poder en su distribución del espacio y la conformación de la historia.
Con lo anterior, Santos abre camino hacia lo que plantea como una reproducción del
saber (1978, pág. 100), lo cual atañe la ciencia en general como la vieja replantación del
paradigma impuesto que se defiende aún sin comprender su vigencia temporal. Es aquí
donde se postula el primer identificador de la tesis crítica del autor: el tiempo no es total y
su división confirma la existencia de múltiples realidades de acuerdo a los espacios en
que se conecta la experiencia humana y social. Es a partir de la explicación de la crisis en
la geografía que viene aludiendo el autor durante su formación que prepara un campo a
intervenir dadas las exigencias imperialistas en favor de la organización política y
científica a su vez validada por el saber geográfico. Es decir, que la mala costumbre que
la revolución cuantitativa había ejercido durante esta etapa había relegado el papel de la
geografía hacia una insignificancia gracias también a que sus exponentes no colaboraban
en la especificidad como sí lo hacían las demás ciencias sociales con sus objetos, sino
que por el contrario, se refutaba constantemente el objeto de estudio lo que llevó a la
pérdida de la importancia espacial, quedando así viuda en su propio campo.
De esta forma, se encaminaba el componente espacial como un simple agregado a la
estructura social que implantaba la carga económica y marxista del período (décadas
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1960-1970). Dentro de esta fuerza teórica como la economía se podía descubrir un
egocentrismo a partir de la estructura socio-económica lo que no solo subordinaría las
demás estructuras –definiéndolas como “epifenómenas” (pág. 162 n. 3)- sino que dejaría
a un lado la dimensión espacial como referente en el campo de la sociedad. Justo aquí,
es donde Santos recalca la crítica a los autores que enmarañaban la estructura social con
instancias categóricas que no incluían lo espacial. Y pese, a como se venía diciendo, que
la geografía fue participe de esta exclusión se presenta una reivindicación por parte de los
analistas espaciales de conceptualizar al espacio como un hecho social, un plano innato a
la sociedad que le es dado al individuo, y en el caso del contexto urbanístico es menester
incluir la especificidad que juega el espacio dentro de la estructura como un factor clave
en la configuración de la misma, así como las demás instancias se interrelacionan (págs.
160, 163-164). Además, no solo es factor sino un sostén que mantiene el espacio como
objeto y sujeto conformador de la historia y representación del porvenir lo que le otorga un
carácter dinámico activo (págs. 165-166).
Con lo visto, hemos procedido del empirismo abstracto y la supremacía totalizadora como
los inconvenientes del estudio espacial y social que no permiten el progreso de la ciencia.
Ahora, el método de innovación difusora es duramente cuestionado por Santos quien no
concierne la uniformidad en la estructura social dado a que se suma la dimensión
temporal apoyada en la relatividad de esta en las experiencias espaciales. Así, se recrea
la sociedad en base a los espacios categóricos y a la suma de los constantes períodos
temporales (pág. 222). También, se prevalece la noción del tiempo espacial en la medida
de que cada lugar es único por su originalidad en el espacio y tiempo. No hay forma de
comprender la realidad social sin analizar su situación en el tiempo y esto es aplicable
para todo estudio espacial. Por lo tanto, Santos en una concepción materialista dialéctica
invita a partir de la desigualdad histórica de los lugares –como el producto de la acción
temporal en el espacio (pág. 227)- a continuar la base existente de dichos lugares
rompiendo las preconcepciones sistemáticas capitalistas que simulan la difusión
globalizadora. Esta idea la veremos más desarrollada en el siguiente texto.
Si bien esta siguiente obra es el epílogo de su realización profesional, este capítulo -15
(Orden local, orden universal: resumen y conclusión)- al igual que la totalidad del texto es
el trabajo de todo su proyecto (1997, págs. 10, 15) ilustrándonos la emancipación de la
geografía dadas las circunstancias neopositivistas, en la que se transformaría la teoría y
la metodología propiamente del análisis espacio-temporal. Precisamente, se continúa con
el pensamiento de la continuidad histórica-dialéctica del lugar como respuesta a un orden
estructurado planteado por un mundo (1997, págs. 283-4).
Sin embargo, aquí el transcurso histórico ha alimentado la construcción de Santos. Ahora,
bajo una lógica política el concepto del espacio en estrecha unión con el tiempo elaborado
anteriormente, se ha integrado con el régimen de la relación de poder influyente en el
orden estructural de la sociedad. Una nueva estructura amparada en los gobiernos
decisionales del territorio. Justamente, el territorio se añade a esta amplia gama espacial
la cual suma un contenido netamente social debido a que el componente humano es
necesario en la producción del entorno político (págs. 284-285). En tanto al espacio
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transformado, hace referencia en la racionalidad globalizadora que los órdenes
denominados en un sistema mundo intentan homogenizar a través de redes
gubernamentales (págs. 285-287). En definitiva, el método a incursionar propuesto por el
autor se basa en la complementariedad de los órdenes locales y universales que tienen
una analogía del trabajo solidario ideográfico con los modelos nomotéticos. Por tal motivo,
Santos se ha convertido en una figura totalmente emancipadora dado que propone un
cambio en la espacialidad combinada con la temporalidad en la lucha de globalizaciones
sistemáticas y se encuentra muy bien expresado en estas dos obras.