El Suicidio A Través de La Historia
El Suicidio A Través de La Historia
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA
HISTORIA Y LAS CULTURAS
Jesús E. Mesones Peral
INTRODUCCIÓN
La palabra suicidio proviene del latín sui, de sí mismo, y caedere, matar. Creada por
Pierre François Guyot Desfontaines (1685-1745), para designar “el acto mediante el
cual una persona se quita voluntariamente la vida”. Desde su incorporación conceptual
hasta hoy, los distintos autores le han concedido muy diversas interpretaciones y concep-
tos, y sigue siendo un asunto discutido, sobre todo en cuanto a la intencionalidad o no
del resultado de muerte. Más allá de todos estos conceptos, el más claro sigue siendo el
expresado por la propia etimología: “la muerte voluntaria de un individuo”, y que Men-
QLQJHUHQPiVGHWHUPLQDQWHGH¿QHFRPR³HODVHVLQDWRGHVtPLVPR´
El suicidio ha sido adjudicado por la sociedad en los últimos 200 años al ámbito mé-
dico. El componente psiquiátrico del suicida tiene cada vez más peso en su explicación
\MXVWL¿FDFLyQ3HURQRHVVRODPHQWHHVHDVSHFWR(VDVXQWRFRPSOHMRSXHVFRPRVHxDOD
Cohen, se trata de una “posición de la medicina que, en última instancia, se funda en un
argumento sin salida, circular: un suicidio es moralmente permisible si es racional. Pero,
como es causado por un trastorno psíquico, ningún suicidio es racional. En consecuen-
cia, si somos consistentes con esta posición, ningún suicidio es moralmente permisible”1.
“El suicidio es un fenómeno humano universal que ha estado presente en todas las
épocas históricas”2. Desde luego, los puntos de vista y las consideraciones hacia el suici-
dio, la aceptación de éste e incluso la forma de ser llevado a cabo varían enormemente a
ORODUJRGHOWLHPSR\GHOHVSDFLRGHSHQGLHQGRGHODLQÀXHQFLDGHORVIDFWRUHVFXOWXUDOHV
de cada sociedad. Pensemos también que la actitud de los hombres ante la muerte no ha
sido la misma a través de los tiempos; cuando un hombre de hoy habla de su muerte,
suele preferir una muerte súbita, sin dolor, o como un leve sueño. El hombre del Medievo
35
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
se sentiría aterrado ante esa posibilidad, porque, como expresa el padre de Hamlet en la
IDPRVDREUDGH6KDNHVSHDUHPRULUtD³HQODÀRUGHOSHFDGR´SRUHVRHOKRPEUHGHOD
Edad Media prefería un tiempo de arrepentimiento y de balance de sus deudas con Dios
y con los hombres; incluso en las oraciones medievales se rezaba: “líbranos Señor de la
muerte repentina”.
Grecia
La consideración del suicidio entre los antiguos griegos y romanos varía ampliamen-
te con respecto a la tolerancia y las restricciones legales.
Las actitudes primitivas de horror y condena del suicidio fueron reservadas para las
clases más bajas, pero las clases altas fueron más tolerantes. Cuatro motivos de toleran-
cia con el suicidio aparecen con mayor frecuencia: la preservación del honor, la evitación
del dolor excesivo, la desgracia o la pérdida, y el patriotismo.
En la Grecia clásica el suicidio estaba considerado como algo indigno y vergonzoso. De
hecho, en cierta manera, estaba perseguido. En Atenas, los cuerpos de las personas que se
habían suicidado no se enterraban en los cementerios pues se consideraban impuros. Pero
también, en otros momentos, en la misma Atenas, si una persona, antes de cometerlo, soli-
citaba a las autoridades permiso, exponiendo las razones que le hacían la vida intolerable, y
su demanda era atendida favorablemente, el suicidio era considerado como un acto legítimo.
)XHURQORVSHQVDGRUHV¿OyVRIRVORVTXHIRPHQWDURQHOFDPELRPHQWDO\FXOWXUDOSUR-
poniendo el suicidio como un problema de libertad humana. La idea fue formulada en
un primer momento por los estoicos y estuvo muy considerada por la escuela epicúrea
y por los cínicos.
(Q*UHFLDHOVXLFLGLRIXHXQKHFKRFRP~QHQWUHORV¿OyVRIRV$Vt$QD[iJRUDVVHVXL-
cidó tras ser encarcelado injustamente. Su discípulo Sócrates bebió la cicuta tras haber
sido condenado a muerte con perfecta serenidad. Como dirá Platón en su Apología de
36
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
Sócrates: “Temer a la muerte no es otra cosa que creer ser sabio sin serlo, pues es creer
saber lo que no se sabe”.
Sin embargo, otros pensadores se posicionaron en contra del suicidio, como por
ejemplo Platón y Aristóteles. Platón rechazaba el suicidio, pensaba que las personas
que se suicidaban cometían una ofensa grave contra la sociedad, aunque exculpaba
ciertos suicidios que estaban relacionados con acontecimientos muy graves. Aristó-
teles, en su Ética a Nicómaco, lo rechaza enérgicamente considerando a la persona
VXLFLGDFRPRXQDSHUVRQDFREDUGHTXHQRVDEHDIURQWDUODVGL¿FXOWDGHV\ODVWHVLWXUDV
de la vida.
/RV¿OyVRIRVHSLF~UHRV\ORVHVWRLFRVFRQVLGHUDQHOVXLFLGLRFRPRXQHVFDSHDGHFXD-
do a los sufrimientos de la enfermedad física y la frustración emocional. Para ellos, ni la
vida ni la muerte eran tan importantes como el derecho a decidir sobre ambos. La forma
de la muerte era importante, y el suicidio es a menudo una validación cuidadosamente
elegida de los principios por los que se había vivido. El estoicismo es la única concep-
FLyQ¿ORVy¿FDYHUGDGHUDPHQWHIDYRUDEOHDOVXLFLGLRDXQTXHHVFRQVLGHUDGRRGLRVR\YLO
cuando la familia del suicida o la sociedad vaya a sufrir por ello, o cuando el hombre
es transportado por una aversión irracional e inmoderada: la libidio moriendi, o “el loco
deseo de muerte”.
El pensamiento de los estoicos queda claro en Séneca, quien manifestó: “... el vivir
no es ningún bien si no se vive bien. Por lo tanto, el hombre sabio vive lo mejor que pue-
de, no lo más que puede (…). Siempre pensará sobre la vida en términos de calidad, no
de cantidad. Morir antes o después es irrelevante (…). La vida no es para comprarla sea
cual sea el precio”. “No se debe querer demasiado a la vida, ni odiarla demasiado, sino
EXVFDUXQWpUPLQRPHGLR\SRQHUOH¿QFXDQGRODUD]yQORDFRQVHMDQRVHWUDWDGHKXLUGH
la vida, sino saber dejarla”.
Roma
Los romanos formaron una sólida sociedad esencialmente práctica. Por ello el suici-
dio entre los romanos se convirtió en un asunto de importancia económica.
Durante el Imperio romano el suicidio era consentido o tolerado según ciertas ra-
]RQHVHVSHFt¿FDVFRPRSRUHMHPSORHOWUDVWRUQRPHQWDO$GHPiVHODFWRVXLFLGDSRGtD
llegar a ser un acto heroico, cuando el propio Séneca lo ensalzaba como el acto último
de una persona libre. Pero, en general, los romanos consideraban el suicidio como un
DFWRFRQGHQDEOHQHJDEDQODVHSXOWXUDGHVWUXtDQHOWHVWDPHQWR\FRQ¿VFDEDQORVELHQHV
GHDTXHOODVSHUVRQDVTXHVHVXLFLGDURQVLQXQPRWLYRMXVWL¿FDGR4. Cicerón, por ejemplo,
negaba todo acto suicida, exceptuando aquel que fuera cometido por un acto heroico o
por la defensa del honor.
En Roma, en algunos momentos como en Grecia previamente, se instituyeron tri-
bunales que, tras escuchar las razones de los candidatos, autorizaban o no el suicidio, e
incluso existían lugares públicos destinados a la consumación de la muerte. El Corpus
Iuris CivilisGH-XVWLQLDQRFRQVLGHUDEDMXVWL¿FDGRHOVXLFLGLRFDXVDGRSRUtaedium vitae.
El Derecho Romano, no obstante, siguiendo la tradición platónica, reconocía la eximente
del suicidio insanus et uriosus, como resultado de un trastorno mental.
37
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
El derecho al suicidio fue negado a los esclavos porque se consideraba una pérdida
patrimonial para el dueño. Aunque prohibido, el suicidio entre los esclavos era frecuen-
te. Del mismo modo, se le niega a los soldados, ya que debilita la capacidad del ejército.
Por su parte, si un civil se suicida durante su detención, el estado se ve privado de los
impuestos, de manera que el castigo consiste en el decomiso de los bienes.
El suicidio entre las clases altas, sin embargo, era aceptable, en parte debido a que la
actitud hacia la muerte había llegado a ser tan casual y pública que la muerte en sí tenía
poco o ningún sentido. Nos quedan numerosos registros con nombres de personas nota-
bles en la historia romana que eligieron el suicidio para evitar el deshonor de la derrota
o del dolor, incluyendo el poeta Lucano (39-65 d.C.); Catón, general derrotado (95-46
a.C.); Petronio (66 d.C.), dramaturgo y poeta; Paulina, la esposa de Séneca (4 a.C.-65
d.C.), a quien se le permitió quitarse la vida cuando fue sentenciado a muerte por el em-
perador Nerón, quien también se suicidó (37-68 d.C.) y el jefe de su guardia, Tigelino
(69 d.C.), quien, cuando recibió noticias de que Otón le había condenado a morir, se
cortó la garganta.
En los pueblos bárbaros contemporáneos, el suicidio tampoco parece haber sido un
fenómeno extraño, entre los celtas era una conducta honorable, y los pobladores de la
península ibérica son a menudo descritos como despreciadores de la vida, dispuestos a
morir antes que dejarse capturar como ocurrió en Sagunto y en Numancia. Los suicidios
colectivos parecen haber sido un hecho no extraño a través de la historia. Plutarco ya
relata una “epidemia suicida” acaecida entre las jóvenes de Mileto y cómo se consiguió
acabar con ella al someter a los cadáveres a la vergüenza pública.
38
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
de Absalón contra el rey David (2 Samuel 17:23), y Judas Iscariote, simplemente, “fue
y se ahorcó”.
El rey Saúl había manifestado un comportamiento premórbido en su juventud y pos-
teriormente desarrolló una irritabilidad anormal caracterizada por una gran suspicacia
hacia David, así como impulsos incontrolables que lo llevaron al suicidio. Se ha conclui-
do que se encontraba afectado de una psicosis maniaco-depresiva.
El pueblo judío también tuvo suicidios en masa. En un primer ejemplo, Josefo, el
general judío que más tarde escribiera una historia de Roma, decidió rendirse a los roma-
nos cuando su ejército fue derrotado. 6XVVROGDGRVSUH¿ULHURQPDWDUVHDVtPLVPRV Otra
ocasión, aún más conocida, ocurrió en la fortaleza de Masada en el 74 d.C. Después de
tres años de asedio por tropas romanas, frente a su inevitable captura, 960 personas que
la defendían fueron persuadidas por su líder, Eleazar Ben Zair, de que la muerte por su
propia mano era mejor que la esclavitud que les esperaba.
Los primeros cristianos eran tolerantes con el acto suicida como caso extremo, ya
que se consideraba un acto digno para los mártires perseguidos durante el cristianismo
primero. Pensemos que continuaban en una sociedad tolerante con esa conducta. La vida
era difícil, y el objetivo en la vida era evitar el pecado y conseguir la entrada al cielo. El
martirio era una forma rápida de lograr esta salvación eterna. Se garantizaba la redención
de todos los pecados en que hubiera incurrido antes de la muerte y era una manera de
mantener a los miembros de la familia del mártir, pues serían atendidos por la iglesia,
por la congregación, durante el resto de sus vidas. Como resultado, el martirio fue muy
solicitado, y a menudo, buscado para provocar a las autoridades romanas.
Entrando en el siglo IV, la Iglesia cambia su postura respecto al acto suicida. Ya es la
UHOLJLyQR¿FLDOGHO,PSHULR\HOFRPSRUWDPLHQWRGHORV¿HOHVGHEHDFRPRGDUVHDODVQXHYDV
circunstancias. El sustento ideológico es aportado por el pensamiento de San Agustín de
Hipona (354-430) que plantea el acto suicida como contrario a la Ley Natural, considerando
el suicidio como un pecado equivalente al homicidio. San Agustín escribe en La Ciudad de
Dios que ninguna persona puede atribuirse el derecho de matar a nadie, incluida ella misma;
que el sufrimiento es enviado por Dios, debiendo ser soportado con fe y resignación; y que
el suicidio es el peor de los pecados, puesto que excluye cualquier posibilidad de absolución.
También San Jerónimo (340-420), en su Comentario a Juan, trata el tema del suicidio
relacionado con “el amor al martirio”. Indica que ciertas maneras de llegar al martirio, si
se busca o simplemente no se hace cuanto está al alcance para evitarlo, pueden implicar
un comportamiento pecaminoso.
7UDVHO&RQFLOLRGH$UOpVHQHODxROD,JOHVLDFRQGHQyHOVXLFLGLRR¿FLDOPHQWH\
en el posterior Concilio de Toledo, se decreta excomunión para los suicidas y se les niega
la aplicación de los rituales ordinarios de la Iglesia tras su muerte. Ésta fue la principal
actitud durante la Alta Edad Media.
39
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
Durante la Edad Media el suicidio fue rechazado. Las legislaciones medievales orde-
QDEDQODFRQ¿VFDFLyQGHWRGDVODVSURSLHGDGHVGHOVXLFLGDVHOHVQHJDEDODVHSXOWXUDHQ
tierra sagrada y el cadáver sufría todo tipo de humillaciones. En algunas zonas y épocas
de Europa, degradaban el cadáver arrastrándolo por las calles cabeza abajo con una es-
taca atravesando el corazón y una piedra en la cabeza para inmovilizar el cuerpo y que
HOHVStULWXQRUHJUHVDUDDGDxDUDORVYLYRVHODOPDGHOVXLFLGDHUDFRQGHQDGDDOLQ¿HUQR
por toda la eternidad.
Santo Tomás de Aquino (1224-1274) mantuvo las ideas de San Agustín, pensando
que el suicidio es un acto pecaminoso. El suicidio es el más grave de los pecados, pues
considera que el hombre no puede disponer libremente de sí mismo ya que no pertene-
ce a él, sino a Dios. Aun así, introduce una cierta moderación al añadir el concepto de
“irresponsabilidad”. Dice que hay una serie de enfermedades vesanias (histeria, epilep-
sia, etc.) que no tienen que ver con la posesión diabólica con que se relacionaba al suici-
dio en otras épocas. Con estas opiniones se empieza a crear la idea de dividir el mundo
religioso y la enfermedad mental.
“Es absolutamente ilícito suicidarse por tres razones: primera, porque todo ser se
ama naturalmente a sí mismo, y a esto se debe el que todo ser se conserve naturalmente
en la existencia y resista, cuanto sea capaz, a lo que podría destruirle. Por tal motivo, el
que alguien se dé muerte va contra la inclinación natural y contra la caridad por la que
uno debe amarse a sí mismo; de ahí que el suicidarse sea siempre pecado mortal por ir
contra la ley natural y contra la caridad. Segunda, porque cada parte, en cuanto tal, perte-
nece al todo; y un hombre cualquiera es parte de la comunidad, y, por tanto, todo lo que
él es pertenece a la sociedad. Por eso el que se suicida hace injuria a la comunidad, como
VHSRQHGHPDQL¿HVWRSRUHO)LOyVRIR>$ULVWyWHOHV@HQ Ética. Tercera, porque la vida es
un don divino dado al hombre y sujeto a su divina potestad, que da la muerte y la vida.
Y, por tanto, el que se priva a sí mismo de la vida peca contra Dios, como el que mata a
un siervo ajeno peca contra el señor de quien es siervo; o como peca el que se arroga la
facultad de juzgar una cosa que no le está encomendada, pues sólo a Dios pertenece el
juicio de la muerte y de la vida, según el texto de Dt 32,39: Yo quitaré la vida y yo haré
vivir” 6.
Los registros medievales de suicidio lo describen como un acto privado, que sus
autores se esforzaron por ocultar, por los problemas sociales que podrían acarrear a sus
deudos. A menudo era difícil de probar, y por lo general es tema de alusión discreta a
través de eufemismos, metáforas y circunloquios. El suicidio se consideró en general
como demasiado horrible para hablar de él, y aunque la palabra suicida fue acuñada ya
en 1178, no fue aceptada en el uso general, y parece haber desaparecido hasta mucho
GHVSXpVGHO¿QDOGHOD(GDG0HGLD
Los estudios de Murray, aunque limitados en tiempo y espacio, son representati-
vos del estado del comportamiento suicida durante el Medievo europeo. Las razones
para el suicidio más frecuentemente mencionadas en las fuentes jurídicas inglesas
son la locura, la enfermedad y la privación de libertad o ser objeto de alguna acu-
sación. Estos motivos también aparecen en las fuentes literarias (crónicas, vidas
de santos, etc.), pero entre una gama mucho más amplia de motivos, incluyendo la
desesperación o tristitia, el amor o el duelo, la culpa y la vergüenza. El ahorcamien-
to fue el método más utilizado, seguido por el ahogamiento. Según las fuentes, los
40
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
meses del año en los que los suicidios eran más frecuentes fueron diciembre, julio y
abril, en ese orden7. Diciembre y abril aparecen también como meses peligrosos en
un conjunto mucho más reducido de casos registrados en las fuentes jurídicas fran-
cesas. El pico de abril puede haber sido debido a la creciente escasez de alimentos a
¿QDOHVGHOLQYLHUQR\HOGHMXOLRH[FOXVLYDPHQWHPDVFXOLQRSRUHOWUDEDMRGHFDPSR
excepcionalmente fuerte en esa época del año.
Fue ya en la Baja Edad Media cuando se empezó a suavizar el tremendo rechazo al
VXLFLGLR6HÀH[LELOL]DURQDOJXQDVOH\HVSHQDOHV\DSDUHFLyFLHUWDFRPSUHQVLyQKDFLDORV
suicidios cometidos por ciertos colectivos como los niños o los enfermos mentales.
Todas estas líneas de evidencia apuntan hacia la conclusión de que el horror medieval
al suicidio y los malos tratos a los suicidas representan un crudo pero abrumador temor
a la contaminación susceptible de manifestarse en cualquier lugar o momento. La con-
taminación se caracteriza “por su adhesión a un material inconfundible tangible, incluso
sin tener en cuenta el estado mental involucrado, y por su función de apoyo a las normas
que protegen a la comunidad”7.
El séptimo círculo del ,Q¿HUQR (1308) de la Divina Comedia de Dante está reservado
para los violentos. Los suicidas, como violentos contra sí mismos, se encuentran en el
segundo anillo, transformados en árboles constantemente desgarrados y picoteados por
harpías. Cuando llegue la resurrección de la carne, estas almas no recuperarán sus cuer-
pos puesto que renunciaron a ellos voluntariamente. En lugar de eso, los cuerpos serán
colgados en las ramas de los árboles, obligando a cada alma a ver y sentir constantemen-
WHODIRUPDKXPDQDTXHUHFKD]DURQHQYLGD5HÀHMDODFRQFHSFLyQPHGLHYDOFDWyOLFDGHO
suicida como pecador horrible a Dios, pero parece anticipar la mirada antropocentrista
del Renacimiento.
Durante el Renacimiento, la condena social hacia el suicidio se reduce enormemente,
Se suele atribuir a las nuevas ideas de los intelectuales que parten del impulso racio-
nalista de la lectura de los clásicos griegos y romanos traducidos por los musulmanes
españoles y los traídos de Bizancio tras su caída en 1453 en manos turcas. Se empieza a
PDQWHQHUXQDDFWLWXGPiVFRPSDVLYDKDFLDHODFWRVXLFLGDUHÀHMDGDHQODVSHQDOL]DFLR-
nes legales que ya no son tan severas como lo fueron en la Edad Media. Los pensadores
de la época mantenían un cierto doble rasero respecto al acto suicida, por ejemplo, Eras-
mo considera el suicidio como “una forma de manejar el cansancio de la vida, aunque
considerándolo un acto enfermizo”3.
Durante la época de la Reforma y la Contrarreforma de los siglos XVI y XVII se
produjo un marcado cambio en las actitudes hacia el suicidio. Los valores que busca-
ba Martín Lutero (1483-1546) incidieron en planteamientos de indagación personal y
responsabilidad, y se formularon preguntas acerca del absolutismo y la obediencia que
exige la Iglesia. Estos comportamientos no fueron constantes ni uniformes en todos los
países. Por ejemplo, en la Inglaterra de las reformas anglicana y protestante, las medidas
legislativas acerca del suicidio fueron muy duras, alegando que el diablo era el inspira-
dor de dicha conducta.
Síntomas del cambio de actitud son obras como la del poeta inglés John Donne (1572-
1631), que expone en su obra Biothanatos (1647) la primera defensa del suicidio en len-
gua inglesa. Shakespeare (1564-1616) incorporó catorce suicidios en sus ocho tragedias
\XQDD¿UPDFLyQWDMDQWH“To be or not to be, that is the question”.
41
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
42
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
deja de ser un bien social, un aporte, mas no un daño. Sostiene que debe existir una rela-
FLyQGHLQWHUFDPELREHQp¿FDWDQWRSDUDODVRFLHGDGFRPRSDUDHOLQGLYLGXR\QRHVWDUtD
obligado entonces a soportar una larga condena padeciendo un gran mal personal por
conseguir sólo un pequeño bien común.
+XPHHQVtQWHVLVLQYLWDDUHSHQVDUHOVXLFLGLR\GH¿HQGHODWHVLVGHTXHpVWHSXHGH
ser un acto racional y legítimo, no necesariamente ligado a la locura, tal como comienzan
DVRVWHQHUYDULRVSHQVDGRUHV\¿OyVRIRVPRGHUQRV
43
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
Por otra parte y como señala Berrios10, fue Lisle quien redujo al absurdo la idea de
que todo suicidio es una forma de locura, aplicando el mismo razonamiento al homi-
cidio. Acusó a los representantes de la posición psiquiátrica de usar el razonamiento
inductivo sin hacer uso de la evidencia empírica al respecto y negó la existencia de una
“monomanía suicida”.
+DFLD¿QDOHVGHOVLJOR;,;SDUHFHKDEHUXQFODURSUHGRPLQLRGHODSRVLFLyQPRGHUD-
da y se produce un consenso entre la mayoría de los alienistas europeos en los siguientes
conceptos:
a) /DLPSRVLELOLGDGGHGH¿QLUHOVXLFLGLRFRPRXQDHQWLGDGSDWROyJLFDHQVtPLVPD
b) La constatación de que el suicidio aparece en distintos estados mentales que
incluso pueden ser opuestos.
c) Puede darse incluso en sujetos que gozan de un perfecto estado de salud mental12.
Es así que encontramos ya en Schopenhauer, en pleno siglo XIX, una visión ética
crítica sobre la condenación social del suicidio y una legitimación del mismo como una
UHVSXHVWDSODXVLEOHDOSUREOHPDGHODWUDJHGLDGHOVXIULPLHQWRHQODYLGD$¿UPDTXHOD
creencia popular de que el suicidio es una cobardía, es un sinsentido que no se hace cargo
seriamente de la radicalidad de la experiencia del dolor humano. Por otra parte, sostuvo
el original argumento de que el suicida, con su acto, está negando las condiciones en que
se le presenta la vida y no la vida misma. De esta forma, el suicida no es condenable ni
DFW~DLQPRUDOPHQWHSRUUHDOL]DUXQDFWRHQHOTXHSDUDGyMLFDPHQWHD¿UPDVXGHVHRGH
vida13. Como nota, deslizar que el padre de Schopenhauer presumiblemente se suicidó
FXDQGRHO¿OyVRIRWHQtDDxRV
(QHOPLVPRVLJORHO¿OyVRIRDOHPiQ)ULHGULFK1LHW]VFKHGHVDUUROODXQDLQWHUHVDQWH
distinción respecto a los posibles tipos de suicidas y los juicios éticos respecto de ellos.
3RU XQD SDUWH HO VXLFLGLR QR HUD MXVWL¿FDEOH FXDQGR VH WUDWDED GH XQ DFWR LUUDFLRQDO
donde (en sus términos) el ser domina al yo. Se refería a estas personas como “los de-
tractores del cuerpo”. Señala al respecto: “Dice el propio ser al yo: ¡Siente aquí dolor! y
entonces el yo sufre y trata de buscar una manera de poner término a su sufrimiento. Y
SUHFLVDPHQWHSDUDWDO¿QGHEHSHQVDU>@6XSURSLRVHUTXLHUHSHUHFHU£\SRUHVROHVKD
convertido en detractores del cuerpo!, pues ya no son capaces de superarlos creando”.
Claramente para Nietzsche este tipo de suicida está directamente emparentado con la
enfermedad mental.
Sin embargo, distingue otro tipo de suicida haciendo alusión a la idea de muerte sobera-
na. En El crepúsculo de los ídolos, escribe Nietzsche: “Morir con orgullo cuando ya no es
posible vivir con orgullo. La muerte elegida libremente, la muerte realizada a tiempo con
lucidez y alegría, entre hijos y testigos: de modo que aún resulte posible una despedida real,
DODTXHDVLVWDWRGDYtDDTXHOTXHVHGHVSLGH´(QHVWHVHQWLGRHO¿OyVRIRTXHSLGHDWHQFLyQ
a la vida, está de acuerdo con la muerte elegida: una muerte digna, aquella muerte que no
constituya una objeción contra la vida. Y esto es por amor a la vida y no a la muerte.
En este sentido estaría habilitando el suicidio como una forma más bien de eu-
tanasia: “No está en nuestras manos impedir haber nacido: pero este error —pues a
veces es un error— podemos enmendarlo. Cuando uno se suprime a sí mismo hace la
cosa más estimable que existe: con ello casi merece vivir…”. Se trata el suicidio de
44
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
una defensa de la vida a ultranza, hasta donde ésta vale la pena ser vivida, esto es a
ORTXHVHUH¿HUH=DUDWXVWUDFXDQGRKDEODGHPRULUDWLHPSR³0XFKRVPXHUHQGHPD-
siado tarde, y algunos mueren demasiado pronto. Todavía suena extraña esta doctrina:
“¡Muere a tiempo!”. De esta forma el suicidio podía llegar a ser una expresión de la
autonomía y libertad del sujeto, quien se rebelaba contra la prohibición social del
suicidio:”Tenemos derecho a quitarle la vida a un hombre, pero no a quitarle la muer-
te: esto es pura crueldad”.
El cambio más importante en el siglo XIX fue la asociación de la palabra vergüen-
za, un valor social, con el suicidio. Los sobrevivientes se sintieron humillados y la situa-
ción de la familia en la comunidad se hundió. Como el suicidio fue asociado cada vez
más con la enfermedad mental, fue más a menudo ocultado, sobre todo entre las clases
DOWDV /D IDPLOLD WHPtD OD LGHQWL¿FDFLyQ GH VX VXLFLGD TXHULGR \DVHD FRQ XQ SHFDGRU
débil o un lunático perturbado. Los debates sobre las responsabilidades sociales frente
a los derechos individuales y la relación entre la civilización y la enfermedad mental se
hicieron comunes.
Los estudios se establecieron en dos grandes campos, el de la estadística (social) y
el de las ciencias médicas: al principio neurobiológico, y psicológico después. Las rela-
ciones entre el suicidio y los factores epidemiológicos, como la edad, sexo, estado civil,
nivel socioeconómico, la ocupación y el clima, se investigaron. Algunos estudios de sui-
FLGLRVH[SORUDQORVSRVLEOHVYtQFXORVGHORVIDFWRUHVVRFLDOHVFRQVtQWRPDV¿VLROyJLFRV
(por ejemplo, enfermedades pulmonares, cáncer), otros vinculados a los factores sociales
con factores de comportamiento y de relación (por ejemplo, problemas en casa, intensa
preocupación, la pobreza, la miseria, el alcoholismo).
El médico italiano Enrico Morselli, autor del Il Suicidio: Saggio di statistica morale
comparata (1879), sostuvo que el suicidio era principalmente el resultado de la lucha por
la vida y el proceso evolutivo de la naturaleza. Se concluyó que la tasa de suicidio podría
ser disminuida sólo mediante la reducción del número de personas, y que podría llevarse
a cabo sólo a través del control de la natalidad. Morselli culpó al protestantismo, la libre
discusión y el individualismo del creciente número de suicidios en su tiempo.
El médico francés Jean-Étienne Esquirol, autor de Maladies mentales (1838), sostu-
vo que el suicidio era casi siempre un síntoma de locura, pero no era una enfermedad per
se. Él es uno de los iniciadores de la tesis psiquiátrica de la conducta suicida, que, ya en
1821, planteó que el suicidio presentaba todas las características de la alienación mental,
\TXHHUDXQVtQWRPDGHpVWD5H¿HUHWDPELpQTXHHOVXLFLGLRSXHGHHVWDUUHODFLRQDGRFRQ
todo tipo de situaciones clínicas, siendo frecuentemente secundario al delírium agudo y
a los estados delirantes crónicos.
Empieza aquí un debate que no termina entre el suicidio normal y el suicidio patoló-
gico. Esquirol divide a los suicidas en tres categorías: el provocado por las pasiones, el
producido por una enfermedad mental y el provocado por el tedio de vivir.
Esquirol escribió que el suicidio es un fenómeno complejo que puede observarse en
las más variadas circunstancias, y enumeró las formas en que puede presentarse: desde el
morir por causas elevadas, a los delirios sociales, por emoción impulsiva, y delírium or-
JiQLFRHQWUHRWUDV3RUODIDOWDGHHWLRORJtDFODUD\GH¿QLGD\ODLPSRVLELOLGDGGHGLVFHU-
nir una unidad taxonómica coherente, concluyó que el suicidio: “no puede considerarse
como una enfermedad” y que “la experiencia ha demostrado que las conclusiones a las
45
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
que se llegó por considerar el suicidio como una enfermedad sui generis eran erróneas”.
Aunque con el tiempo Esquirol parece haber acotado más su postura, acercándose así
a la tesis psiquiátrica, siempre dejó abierta la posibilidad de que el suicidio se presente
en casos donde no se encuentran presentes monomanías10, e incluso llegó a considerar el
papel de los factores sociales respecto al suicidio.
(QGH¿QLWLYDVHDEUHGHVGHDKRUDXQDSXHUWDDTXHODPHGLFLQDGHEDDWHQGHUDORV
suicidios catalogados de patológicos y se muestra una clara dualidad entre los ámbitos
religioso y médico.
SIGLO XX
$¿QDOHVGHOVLJOR;,;\VREUHWRGRHQHOVLJOR;;HOHVWXGLRVREUHHOVXLFLGLRVH
hace más activo, debido al aumento del índice de suicidios que se produce a nivel mun-
dial. El psicoanálisis, la sociología, el existencialismo y la biología se muestran cada vez
más atraídos por este fenómeno y dedican una gran parte de sus esfuerzos a analizar las
causas y las consecuencias, así como la prevención, de la conducta suicida.
(O¿QGHODUHSUHVLyQGHOVXLFLGLRFRLQFLGHFRQODDSDULFLyQGHODVFLHQFLDVVRFLDOHV
que nacen con el capitalismo y la sociedad industrial: se empieza a considerar como un
problema social junto con la pobreza, el alcoholismo, etc. El enfrentamiento del hombre
con sus instituciones que se verán como represivas y alienantes, lleva a un concepto de
rebelión o de pesimismo. El hombre vivirá como rebelde o como sometido.
En el siglo XX, los existencialistas van a tener una conciencia de desgracia que sigue
DORSWLPLVPREXUJXpVDQWHULRUHOH[LVWHQFLDOLVPRHVXQD¿ORVRItDGHFULVLVTXHQRVKDEOD
de riesgos inevitables, pero bajo todos ellos intenta desvelar los grandes problemas hu-
manos, como la personalidad del hombre singular, el sentido de la vida y de la muerte.
El sentimiento de la futilidad universal, las sensaciones de aburrimiento y de deses-
peración, con el deseo complementario de hallarse “en algún lugar fuera de este mundo”,
o por lo menos fuera del lugar en el que uno está en ese preciso momento, han dado
inspiración a la poesía y a la novela por más de un siglo.
Hacia la segunda mitad del siglo XX, el pensador y ensayista Aldous Huxley llamó
acediaDODDÀLFFLyQSULQFLSDOGHVXHGDG\VXIXQHVWDLQÀXHQFLDD~QGHWHULRUDQXHVWUD
relación con la sociedad, la política y con nuestras familias. La acedia (desde el griego
ܻțȘįȓĮ, negligencia) es esencialmente una huida del mundo que lleva a no preocupar-
VH(VXQDIRUPDVXSUHPDGHODLQGLIHUHQFLDXQDHVSHFLHGHPRU¿QDHVSLULWXDOFRQRFH
que el dolor está ahí, pero no puede despertarse a sí mismo ni para dar una maldición.
“El fracaso de la Revolución Francesa y la aún más espectacular caída de Napoleón
plantaron la acedia en el corazón de todos los jóvenes de la generación romántica —no
sólo en Francia sino en toda Europa—, quienes creían devotamente en la libertad o
cuya temprana juventud se intoxicó con las ideas de gloria y genio. Luego vino el pro-
greso industrial con su pródiga multiplicación de inmundicias, miserias y riquezas mal
habidas; la profanación de la naturaleza bajo la industria moderna bastó de por sí para
apesadumbrar a muchas mentes sensibles. El descubrimiento de que la emancipación
política, por la que tanto y tan obstinadamente se había luchado, resultaba ser simple
fruslería y vanidad, mientras que la servidumbre industrial se enseñoreaba, fue otra de
las terribles desilusiones del siglo. La máxima expresión de esto es una desesperación
46
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
ŵŝůĞƵƌŬŚĞŝŵ;ϭϴϱϴͲϭϵϭϳͿ
Su visión del suicidio es marcadamente sociológica. Para él, si bien los suicidios son
fenómenos individuales, están provocados por causas esencialmente sociales. En conse-
cuencia, las tendencias suicidógenas no parten del individuo, sino de la sociedad a la que
pertenece. Precursor del modelo de vulnerabilidad o de diátesis-estrés que surgiría con
posterioridad a él, admite la existencia de una predisposición individual, probablemente
de naturaleza biológica, que le hace psicológicamente más vulnerable a los aconteci-
PLHQWRV\FRQGLFLRQHVH[WHUQDV3HUR¿QDOPHQWHVRQODVVRFLHGDGHVHQODVTXHVHPXH-
ven los individuos las que crean las condiciones para que aparezcan o no estas conductas.
Es por eso por lo que existen tantas diferencias estadísticas en los suicidios entre unas
sociedades y culturas y otras, y los factores de riesgo y protección hay que buscarlos en
ellas, y no en los individuos.
Todas sus aseveraciones se basaban en las estadísticas que, sobre el suicidio, empe-
zaron a existir en algunos países europeos durante la segunda mitad del siglo XIX. En
ellas, se constataban las grandes diferencias de unos países a otros, de manera que, por
ejemplo, sociedades con culturas católicas se suicidaban menos que las protestantes,
y las judías menos que las católicas. Es más, encontraba diferencias en el número de
VXLFLGLRVGHQWURGHXQPLVPRSDtVFRQFOX\HQGRTXHHVWDVÀXFWXDFLRQHVVHGHEHQDORV
acontecimientos y etapas por las que esta sociedad atraviesa en cada momento. Así,
VLWXDFLRQHVGHFULVLVFRPRODVJXHUUDVSURYRFDEDQXQDÀXFWXDFLyQGHORVVXLFLGLRV(Q
este sentido se interesó sobre todo en los ciclos económicos, extremo este tan de actuali-
dad a día de hoy (y que se aborda en el capítulo correspondiente de este manual). No está
de más recordar, por tanto, que situaciones que ahora consideramos novedosas respecto
a la conducta suicida ya habían llamado la atención por parte de su primer estudioso.
Durkheim fue el primer pensador e investigador moderno del suicidio y creemos que
tal vez el más certero de todos, en tanto en cuanto su premisa básica es casi irrefutable. En
síntesis, su axioma fundamental sería que si el suicidio se debiese a cuestiones individua-
les, este fenómeno se produciría de manera similar entre las diferentes sociedades y cultu-
ras, y en los diferentes momentos en una misma sociedad. Al no ser así, el suicidio es pre-
cisamente la respuesta individual (según la vulnerabilidad de cada cual) de las diferencias
entre sociedades o ciclos más o menos suicidógenos. No obstante, sus aportaciones socio-
lógicas no tendrían mayor repercusión en el futuro ya que durante el siglo XX dominaría
la concepción psicopatológica del suicidio y su abordaje, por tanto, desde lo individual.
En su profuso estudio del suicidio15'XUNKHLPLGHQWL¿FyFXDWURWLSRVGHVXLFLGLR(VWD
SLRQHUD FODVL¿FDFLyQ SDUWtD GH OD FRQVLGHUDFLyQ GH ODV UHODFLRQHV HQWUH HO LQGLYLGXR \
la sociedad, según aquél estuviese o no integrada en ésta o según si ésta poseyese una
mayor o menor regulación social. De esta manera, encontró cuatro tipos de suicidio:
47
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
- 6XLFLGLRDOWUXLVWD6HUtDHOTXHVHUHDOL]DHQEHQH¿FLRGHRWURVIXQGDPHQWDOPHQWHHO
resto de miembros de la comunidad a la que pertenece el suicida. Los intereses de
la comunidad se anteponen a los del propio individuo, que acepta como propio el
EHQH¿FLRFRP~Q(OPHMRUHMHPSORHVHOTXHVHKDGDGRDORODUJRGHODKLVWRULDHQ
diferentes culturas entre las personas mayores que se quitan la vida, con la creencia
compartida de que la muerte favorece el mantenimiento de la comunidad.
- Suicidio egoísta: Suicidio propio de culturas individualistas, como la protestante.
(QpOHOLQGLYLGXRQRSRVHHVX¿FLHQWHVOD]RVGHXQLyQFRQXQDVRFLHGDGTXHWDPSR-
co es estricta con la regulación de los actos de sus miembros. La decisión individual
no tiene en cuenta, por tanto, su repercusión en lo social.
- Suicidio anómico: Es el que se da en sociedades en situación de desintegración,
crisis o cambio de valores, que repercuten directamente en la integración en ella
de sus individuos y que pueden dar lugar al suicidio entre sus miembros más vul-
nerables.
- Suicidio fatalista: Una excesiva regulación social puede llevar a la inadaptación
de sus miembros, que no son capaces de soportar sus férreos controles e intensas
presiones.
ĚǁŝŶ^ŚŶĞŝĚŵĂŶ;ϭϵϭϴͲϮϬϬϵͿ
6L'XUNKHLPIXHHOSLRQHUR(GZLQ6KQHLGPDQIXHHOPiVSUROt¿FRHLQQRYDGRU%DV-
te la enumeración de algunos de sus logros para valorar la enorme aportación que haría
al estudio y la prevención del suicidio:
- En 1958 crea el Centro de Prevención del Suicidio en Los Ángeles, que se conver-
tiría posteriormente en el Centro Nacional de Investigación del Suicidio.
- Crea la autopsia psicológica como método de investigación forense a raíz de la
petición a su centro del análisis de la causa de muerte de Marilyn Monroe en 1962.
- Funda la Asociación Americana de Suicidología.
- Funda la revista Suicide and Life-Threatening Behavior.
- Crea la primera línea de ayuda telefónica para la intervención en crisis suicidas.
Tales han sido las aportaciones de Shneidman al estudio y prevención del suicidio
48
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
1. El propósito común del suicidio es la búsqueda de una solución: una persona sui-
cida busca una solución a un problema que está generando un intenso sufrimiento
dentro de ella.
2. El objetivo común del suicidio es la cesación de la conciencia: la mente angus-
WLDGD GH XQD SHUVRQD VXLFLGD LQWHUSUHWD HO ¿QDO GH OD FRQFLHQFLD FRPR OD ~QLFD
PDQHUDGHSRQHU¿QDOVXIULPLHQWR
3. (OHVWtPXORFRP~QGHOVXLFLGLRHVHOGRORUSVLFROyJLFR3DUDLGHQWL¿FDUHVWH
dolor, Shneidman creará el neologismo “psychache”, equivalente a la emo-
ción, dolor y angustia insoportables. Esta psychache es tan necesaria e indi-
sociable del suicidio que no podrá darse el suicidio sin psychache ni habrá
psychache sin suicidio.
4. El estresor común en el suicidio son las necesidades psicológicas frustradas: una
persona suicida se siente empujada hacia la autodestrucción por las necesidades
psicológicas que no son cumplidas.
5. La emoción común en el suicidio es la desesperanza-desamparo: una persona sui-
cida se siente abatida, sin posibilidad de recuperación.
6. El estado cognitivo común del suicidio es la ambivalencia: las personas suicidas
desean morir y, al mismo tiempo, a ser rescatados.
7. El estado de percepción común en el suicidio es la constricción: la mente de una
persona suicida está restringida en su capacidad de percibir opciones, y, de hecho,
ve erróneamente sólo dos opciones: seguir sufriendo o morir.
8. La acción común en el suicidio es escapar: Shneidman lo llamará “la última sa-
lida”.
9. El acto interpersonal común en el suicidio es la comunicación de la intención:
“Muchos individuos decididos a suicidarse emiten mensajes sobre ello, señales
de socorro, quejas o peticiones de ayuda”.
10. El patrón común en el suicidio es coherente con estilos de afrontamiento a lo largo
de la vida: la tendencia en el pasado hacia el pensamiento dicotómico, la evitación
o la capitulación podrían servir como indicios sobre cómo afrontará situaciones
de crisis en el futuro.
(YLGHQWHPHQWHHVWDWDUHDGHLGHQWL¿FDFLyQHVLQDERUGDEOHFLHQWt¿FDPHQWHDGHPiV
de seguramente quimérica, por lo que sus conclusiones sólo pueden establecerse desde
un ejercicio intelectual y ensayístico. Es este esfuerzo intelectual constante el que pro-
porcionó a Shneidman sus aportaciones al estudio del suicidio, pero donde tal vez más
energía y entusiasmo puso fue en su prevención e intervención, algo por lo que la Huma-
nidad le deberá estar siempre en deuda.
49
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
^ŝŐŵƵŶĚ&ƌĞƵĚ;ϭϴϱϲͲϭϵϯϵͿ
50
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
pótesis de que existen tres elementos en constante cambio de los patrones de todas las
personas de conducta autodestructiva: el deseo de matar, el deseo de ser muerto y el
deseo de morir.
Menninger describe dos formas de suicidio: “suicidios crónicos” (alcoholismo, in-
validez, martirio, psicosis, etc.) y “suicidios localizados” (automutilaciones, accidentes
intencionados, policirugía, impotencia, frigidez).
Otros psicoanalistas formulan teorías consistentes con sus propios conceptos de los
elementos importantes en el desarrollo de la personalidad.
51
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
XQDFRPSUHQVLyQpWLFDGHOVXLFLGLRDOD¿UPDUTXHFDGDYH]TXHHOHJLPRVDOJRORKDFH-
mos bajo el supuesto implícito de que eso elegido no sólo es bueno para mí sino para la
humanidad entera: “lo que elegimos es el bien, y nada puede ser bueno para nosotros sin
serlo para todos, [...] eligiéndome, elijo al hombre”19. La consecuencia natural de esta
tesis consiste en que si deseamos nuestra propia aniquilación, en el fondo, propiciamos
la aniquilación de la humanidad, situación que contradice la propuesta sartreana de ser
creador de mi propia vida por medio de mis actos concretos.
Finalmente, podemos destacar la tesis sobre el suicidio de Karl Jaspers (1883-1969),
SVLTXLDWUD\¿OyVRIRTXLHQSLHQVDHQpOFRPRXQDVDOLGDMXVWDDQWHSUREOHPiWLFDVYLWDOHV
VLJQL¿FDWLYDV³(QHOKHFKRGHTXHHOKRPEUHVyORHOKRPEUHSXHGDTXLWDUVHODYLGDFRQ
XQDGHFLVLyQFODUDSXUDVLQHQWXUEDPLHQWRSRUORVDIHFWRVVLQRPiVELHQVLHQGR¿HODVt
mismo, en este hecho reside su dignidad. Todos los despotismos, todas las iglesias, toda
violencia que salió del hombre y pasó por el hombre, han rechazado con horror el suici-
dio: aquí se atestigua la libertad del individuo particular, del hombre en tanto que hom-
bre, el cual se sustrae a la opresión y al sufrimiento aniquilador. La disposición al suici-
dio hace libre. El suicida ha traspasado la frontera ante la que nos hacemos preguntas,
SHURDQWHODTXHDO¿QDOQRVTXHGDPRVSDUDGRVHQVLOHQFLR\FRQSURIXQGRUHVSHWR´20.
Visión contemporánea
52
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
KdZ^/s/>//KE^zh>dhZ^
En Oriente, la variación de la consideración y las tradiciones sobre el suicidio es
enorme. El suicidio ha sido considerado durante mucho tiempo como una práctica elo-
giable que respetaba la tradición y que regulaba la vida social, puesto que ciertos actos
VXLFLGDV HUDQ FRQVLGHUDGRV FRPR XQD VDQFLyQ DXWRLQÀLJLGD SRU KDEHU TXHEUDQWDGR HO
orden social.
Islam
India
(QOD,QGLD\EDMRODLQÀXHQFLDGHOEUDKPDQLVPRORVVDELRVVHVXLFLGDEDQIUHFXHQWH-
PHQWHHQHOWUDQVFXUVRGH¿HVWDVUHOLJLRVDV(QHOEUDKPDQLVPRLQFOXVRODFUHDFLyQGHO
XQLYHUVRHVDWULEXLGDDODXWRVDFUL¿FLRGH3UDMmSDWL
El hinduismo lo rechaza, pero se muestra más tolerante que otros credos pues acepta
ciertos casos de suicidios, como aquellos practicados en rituales o los cometidos por
mujeres viudas para expiar los pecados del marido y ganar el honor para sus hijos. El
KLQGXLVPRDFHSWDGHXQKRPEUHHOGHUHFKRDSRQHU¿QDODSURSLDYLGDDWUDYpVGHOD
práctica no violenta del ayuno hasta la muerte, denominada prayopavesa. Pero la prayo-
53
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
pavesa está estrictamente restringida a las personas sin responsabilidades en esta vida. El
jainismo tiene una práctica similar llamada santhara.
En la India antigua existían dos tipos de suicidios rituales. Uno era jauhar, una es-
pecie de suicidio colectivo de mujeres de una comunidad cuando sus hombres eran de-
rrotados en la batalla, y el otro era sati+DVWD¿QDOHVGHOVLJOR;,;VHOOHYDEDDFDEROD
sati, que consistía en que la viuda del fallecido debía inhumarse en la pira funeraria de
su marido. Era práctica muy antigua en la zona oeste de la India y ya la mencionan los
cronistas griegos que acompañaron a Alejandro Magno, en torno al 330 a.C. Los empe-
radores mongoles de la India intentaron acabar con esta tradición, sin éxito. También la
prohibieron los portugueses asentados en Goa ya en 1515. “Por los años 1500, las repre-
sentaciones de sati [...] eran convencionales, casi de rigor, en el cuaderno de viaje de la
India”23. Aunque no generalizada (de hecho, era prácticamente desconocida en algunas
regiones de la India), la costumbre se utiliza con frecuencia como una forma abreviada
de representar el supuesto atraso de Asia del Sur en comparación con Occidente. La
sati pasó de “la práctica ampliamente tolerada en 1830”, a estar prohibida en todos los
Estados principescos en 1860. A. Mayor demuestra la formación de actitudes cada vez
más intervencionistas entre los funcionarios coloniales a mediados del s. XIX, y cómo
éstas se vieron afectadas a su vez por las ideas indias con respecto a la práctica de sati.
Una indicación de los números implicados se encuentra en los registros llevados por
la Presidencia de Bengala de la Compañía Británica de las Indias Orientales. La cifra
total de sati conocidas para el período de 1813 a 1828 es 8.135; otra fuente da un número
comparable de 7.941 entre 1815 y 1828, dando así un promedio de alrededor de 507 a
567 incidentes documentados por año en ese período23.
Pero la sati nunca ha sido abolida por completo. Fue comentada la notoria sati de 18
años de edad, Roop Kanwar, en Rajastán en 1987, y la batalla que suscitó en los medios
de comunicación entre los comentaristas liberales y los conservadores, sobre si aquellos
que habían participado o apoyado la sati debían ser procesados o no, y lo que esa práctica
VLJQL¿FDSDUDODFXOWXUD\ODVRFLHGDGGHOD,QGLDD¿QDOHVGHOVLJOR;;
Después de las protestas, el gobierno indio ha aprobado nuevas medidas contra la
práctica, que ahora hacen efectivamente ilegal ser espectador en una sati. Ahora, la ley
india no hace distinción entre observadores pasivos y los activos promotores del evento,
todos son igualmente culpables. Otras medidas incluyen esfuerzos para detener la “glo-
UL¿FDFLyQ´GHODVPXMHUHVPXHUWDV(VWRLQFOX\HODSURKLELFLyQGHHULJLUVDQWXDULRVDORV
muertos, ningún fomento de las peregrinaciones al lugar de la pira, y la derivación de los
ingresos procedentes de los peregrinos a tales lugares.
Bangladesh es otro de los pocos países donde la tasa femenina de suicidio es más alta
que la de los varones.
El budismo no reconoce un alma independiente, sino un alma-cuerpo interdepen-
diente. Todo se rige por la ley del karma y, por lo tanto, todo es consecuencia del karma
pasado. El objetivo es alcanzar el nirvana o estado mental de paz completa. El budismo
rechaza el suicidio puesto que el tiempo de sufrimiento en la tierra no debe ser modi-
¿FDGR\DTXHHVFRQVHFXHQFLDGHORVDFWRVPDOLJQRVFRPHWLGRVHQXQDYLGDDQWHULRU$
pesar de esto, varios monjes budistas se suicidaron prendiéndose fuego en lugar público
(quemándose “a lo bonzo”) para protestar por la guerra de Vietnam.
En general, las religiones consideran la vida como algo sagrado y el suicidio suele
54
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
estar considerado como un acto indeseable, por ello, generalmente, las personas reli-
giosas presentan una menor tasa de suicidio frente a las personas que se consideran no
religiosas.
China
55
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
En la China antigua, un hombre que cometía suicidio por deshonra era algo más
egoísta (tal como el fracaso en los exámenes imperiales) y podía ser condenado por no
ser buen hijo si era el hijo mayor o el hijo único. Primero, porque había sido incapaz de
asistir a sus padres durante la vejez. Segundo, porque no había sido capaz de hacer ofren-
das a sus espíritus después de sus muertes y sostener a sus propios hijos para continuar
con el ritual de los ancestros. Dejar atrás a la esposa y a los niños es una gran carga para
los chinos. Los hombres rutinariamente mataban a sus esposas e hijos antes de matarse
ellos mismos.
También en China el suicidio fue (y es) una herramienta para la protesta. Cuando
alguien se consideraba víctima de la injusticia y sin otra salida, debía cometer suicidio
para protestar contra el cielo. En la práctica, esto causa una fuerte conmoción en la opi-
nión pública y haría que la gente simpatizara con el suicida. Tal práctica se mantiene así,
mentalmente, en China. Recientemente trabajadores de una factoría china de componen-
tes electrónicos amenazaron con el suicidio colectivo si no mejoraban sus condiciones
laborales24.
Japón
7UDGLFLRQDOPHQWHHQ-DSyQODYHUJHQ]DRHOGHVKRQRUHUDQPRWLYRVPiVTXHVX¿-
cientes para quitarse la vida. El sentimiento de culpabilidad que invadía a un nipón cuan-
do no había cumplido con sus deberes morales con la sociedad era tan grande y profundo
que prefería morir a vivir con dicho pesar. El sentimiento de culpa no es lo mismo que
la vergüenza. Sentimos culpa cuando de alguna forma sentimos que nos hemos fallado
a nosotros mismos, mientras que sentimos vergüenza cuando nos damos cuenta de que
fallamos a los demás. Este dato es muy importante sobre todo de cara a las psicopatías,
aunque claro está también de cara al que es psicópata consigo mismo.
Morir Isagi Yoku es uno de los pensamientos más queridos por el corazón japonés.
Isagi Yoku puede traducirse como “sin dejar de pensar”, “con clara conciencia”, (...) “no
con disgusto”, “en plena posesión de la mente” y otros sentidos análogos. El japonés
odia encontrarse con la muerte de manera indecisa y lenta25.
El seppuku o harakiri es el método de suicidio ritual japonés por desentrañamiento.
El ritual de seppuku era habitual entre los samuráis, que consideraban la muerte honrosa
HO¿QSHUIHFWRGHODYLGD3RUHVRDQWHVGHYHUVHGHVKRQUDGRVVHSURFXUDEDQPXHUWHFRQ
este método. Formaba parte del bushido, el código de los guerreros samurái.
El acto podía ser voluntario, para evitar caer en manos del enemigo o para expiar un
fallo al código del honor, u obligatorio, por mandato del señor feudal, o por un tribunal
56
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
En el doble suicidio, siempre que intervinieran un hombre y una mujer, debía ser
primero la mujer la que se quitara la vida. En el caso de dos hombres, éste debía ser
simultáneo.
Las niñas, una vez llegaban a la pubertad, con la menarquía, recibían también un
KaikenSXxDOGHEROVLOORGHGREOH¿ORTXHOHVVHUYLUtDSDUDGHIHQGHUVH\VXLFLGDUVHHQ
su caso. Esta arma la debían llevar siempre en su pecho y saberla utilizar cortándose la
DUWHULDFDUyWLGDFRQXQPRYLPLHQWR¿UPH'HEtDQDWDUVHODVSLHUQDVFRQXQFLQWXUyQSDUD
no padecer la deshonra de morir con las piernas abiertas al caer.
Sobre las cartas del que va a morir, ya nos encontramos en el período Kamakura
EDMRODLQÀXHQFLDGHOzen y sus seguidores, la costumbre de dejar un poema
de despedida, conocido como “el poema que se va con la vida”. Se trata de poemas no
PX\FRQWHPSODGRVREMHWLYDPHQWHSHURTXHUHÀHMDQODDFWLWXGGHOSXHEORMDSRQpVIUHQWHD
la muerte, el asunto más serio al que uno debe enfrentarse y al que se le debe prestar toda
la atención. Algunos de estos poemas han sido escritos incluso en medio de actividades
bélicas y quienes carecen de esta sensibilidad son considerados en el país nipón como
seres incultos e incapaces.
Como una evolución del bushido del guerrero ha sido interpretado el hecho de que,
durante la II Guerra Mundial, los pilotos kamikaze japoneses consideraban como un
gran acto de honor llevar a cabo misiones suicidas de bombardeo estrellando sus aviones
contra el objetivo enemigo.
57
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
Los pactos para cometer suicidio en compañía han aumentado en Japón, según re-
gistran las autoridades26. Estos pactos se producen después de que la gente se encuentre
en los sitios web o foros de suicidio, comparten información acerca de cómo morir por
suicidio, y luego deciden morir juntos. La policía está tomando medidas mediante la ob-
tención de información de los proveedores de servicios de Internet con los que evitar los
planes de suicidio y, a continuación, tratar de prevenir los suicidios de cualquier manera
posible.
Un lugar famoso para los suicidas japoneses es el bosque de Aokigahara, en las lade-
ras del Monte Fuyi. Otro lugar utilizado era el Monte Mihara, un volcán activo que tiene
un lugar desde el que se puede dar el salto directo a la lava. En la década de 1930, varios
casos de suicidio, sobre todo de parejas lesbianas, ocurrieron en el volcán cada semana
y más de novecientas personas saltaron en 1936.
Indígenas americanos
(QWUH ORV SXHEORV LQGtJHQDV PHVRDPHULFDQRV ORV PD\DV VHJ~Q UH¿HUH OD KLVWRULD
veneraban a Ixtab, diosa del suicidio, esposa del dios de la muerte, Chamer. También era
Ixtab la divinidad de la horca. Se la relacionaba con la vida futura en el paraíso, y los
suicidas por ahorcamiento recibían su protección. En la tradición maya, se consideraba
el suicidio como una manera extremadamente honorable de morir, a un nivel similar al
GHODVYtFWLPDVKXPDQDVGHVDFUL¿FLRVJXHUUHURVFDtGRVHQEDWDOODRPXMHUHVPXHUWDVD
resultas de un parto.
En la actualidad, tres causas aparecen como principales para las conductas suicidas
en las comunidades indígenas de América: la reducción de su espacio vital o territorio,
los cambios sociales, culturales y económicos impuestos y la intervención del gobierno,
los misioneros y los terratenientes en sus vidas.
En ciertos casos, se ha propuesto el suicidio colectivo como medio de presión
ante la injerencia en sus territorios: en 1996 los uwa colombianos amenazaron a
ODVDXWRULGDGHVFRQODUHDOL]DFLyQGHXQVXLFLGLRFROHFWLYRSXHVWRTXHSUH¿HUHQHVWD
muerte “digna” a la invasión de sus territorios sagrados, el exterminio de los recur-
sos naturales, la desintegración de sus comunidades y la pérdida progresiva de sus
valores ancestrales.
La tasa de suicidios entre los indígenas americanos entre 15 y 29 años era casi el
doble de la tasa nacional en el período 2006-2007, según las últimas cifras disponibles
de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos27.
En sus hogares y comunidades, muchos jóvenes indígenas se enfrentan a la pobreza
extrema, el hambre, el alcoholismo, la drogadicción y la violencia familiar. Las tasas de
diabetes están por las nubes, y las enfermedades mentales no tratadas, como la depre-
sión, son comunes. El desempleo supera el 80% de sus reservas, por lo que hay pocos
puestos de trabajo.
58
EL SUICIDIO A LO LARGO DE LA HISTORIA Y LAS CULTURAS
BIBLIOGRAFÍA
1. Cohen CB. Perspectivas cristianas sobre el suicidio y la eutanasia asistida: La Tradición Anglicana.
The Journal of Law, Medicine & Ethics. 1996;24(4):369-379.
2. Jiménez Treviño L. Breve aproximación a las conductas autolíticas. ReNEPCA (Red Nacional
para el Estudio y Prevención de Conductas Autolíticas); 2003.
3. Vega-Piñero M, et al. El suicidio. Salud Global. 2002;2(4):1-15.
4. López-García MB, Hinojal-Fonseca R, Bobes-García J. El suicidio: aspectos conceptuales, doctri-
nales, epidemiológicos y jurídicos. Revista de Derecho Penal y Criminología. 1993;(3):309-411.
5. Pérez Barrero SA, Peláez S. La conducta suicida en las Sagradas Escrituras. Revista Internacional
de Tanatología y Suicidio. 2002;2(1):7-9.
6. Aquino T. Suma teológica. España: Biblioteca de Autores Cristianos; 1960.
7. Murray A. The suicide in the Middle Age. Volume I: The violent against themselves. Oxford: Ox-
ford University Press; 1998.
8. Rodríguez Pulido F, et al. Suicidio en las Islas Canarias. Acta Psyquiatrica Scand.
1991;84(6):6:520-523.
9. Colt GH. The enigma of suicide. Nueva York: Summit; 1991.
10. Berrios G. La autoagresión. En Berrios G. Historia de los síntomas de los trastornos mentales. La
psicopatología descriptiva desde el siglo XIX. México: Fondo de Cultura Económica; 2008.
11. Lanteri-Laura G, Del Pistoia L. Structural analysis of suicidal behavior. Social Research.
1970;37(1):324-347.
12. Étoc-Demazy GE. Sur la folie fans la production du suicide. Annales Mèdico-Psychologiques.
1846;7:338-362.
13. Schopenhauer A. El mundo como voluntad y representación (1859). Madrid: Fondo de Cultura
Económica; 2000.
14. Huxley A. On the margin. Londres; 1948.
15. Durkheim E. El suicidio. Madrid: Akal; 1982.
16. Shneidman E. Suicide and Suicidology: A brief etymological note. Suicide Life-Threatening Be-
havior. 1971;1:260-264.
6KQHLGPDQ()LQDOWKRXJKWVDQGUHÀHFWLRQV7KHVXLFLGDOPLQG1HZ<RUN2[IRUG8QLYHUVLW\
Press; 1996.
18. Camus A. Carnet. Madrid: Alianza Editorial; 1985.
19. Sartre JP. El existencialismo es un humanismo. Madrid: Edhasa; 2009.
20. Jaspers K. Cifras de la trascendencia. Madrid: Alianza Editorial; 1993.
21. Harris EC, Barraclough B. Suicide as an outcome for mental disorders. A meta-analysis. Br J Psy-
chiatry. 1997;170:205-28.
22. Ros S, Arranz F. Conducta suicida. En: Vallejo J. Introducción a la Psicopatología y la Psiquiatría.
Barcelona: Masson; 2006.
23. Mayor A. Sovereignty and Social Reform in India: British colonialism and the campaign against
Sati. Abingdon: Routledge; 2010.
24. http://es.globalvoicesonline.org/2013/05/09/china-mas-suicidios-en-la-fabrica-foxconn/
25. Oshima H. La vida del samurái. Madrid: Esfera; 2007.
26. http://internacional.elpais.com/internacional/2005/02/17/actualidad/1108594801_850215.html
27. Corpas Nogales JM. Aproximación social y cultural al fenómeno del suicidio. Comunidades
amerindias. Gazeta de Antropología. 2011;27(2).
59
SUICIDIOS. MANUAL DE PREVENCIÓN, INTERVENCIÓN Y POSTVENCIÓN DE LA CONDUCTA SUICIDA
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
SIGLO XX
Émile Durkheim
Edwin Shneidman
Sigmund Freud
Camus, Sartre, existencialistas
Visión contemporánea
KdZ^/s/>//KE^zh>dhZ^
Islam
India
China
Japón
Indígenas americanos
BIBLIOGRAFÍA
60