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T8 Las Guerras de Religíon en Francia

Las guerras de religión en Francia entre 1562 y 1598 surgieron de la división religiosa en el país entre la Iglesia católica y la protestante calvinista, lo que dio lugar a dos partidos enfrentados. Estos conflictos religiosos se vieron agravados por las implicaciones internacionales y los problemas dinásticos de la monarquía francesa. Las guerras culminaron con el Edicto de Nantes en 1598 que otorgó libertad de culto a los hugonotes protestantes.

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Las guerras de religión en Francia entre 1562 y 1598 surgieron de la división religiosa en el país entre la Iglesia católica y la protestante calvinista, lo que dio lugar a dos partidos enfrentados. Estos conflictos religiosos se vieron agravados por las implicaciones internacionales y los problemas dinásticos de la monarquía francesa. Las guerras culminaron con el Edicto de Nantes en 1598 que otorgó libertad de culto a los hugonotes protestantes.

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MÓDULO 5: LA INTOLERANCIA POLÍTICO-RELIGIOSA

Tema 8
LAS GUERRAS DE RELIGIÓN EN FRANCIA
(1562-1598)

------------------------------------------------------------------------------------------------------------------
T 8 – Las guerras de religión en Francia

Índice de contenidos

1. EUROPA DIVIDIDA EN CONFESIONES RELIGIOSAS. ................................................................. 3


2. LA DIVISIÓN QUE PROVOCA LAS “GUERRAS DE RELIGIÓN” EN FRANCIA ............................ 4
2.1. IGLESIAS Y PARTIDOS ENFRENTADOS ........................................................................................... 4
2.1.1. Dos Iglesias enfrentadas: ................................................................................................. 4
2.1.2. Dos “partidos” enfrentados y un tercero............................................................................ 6
2.2. IMPLICACIONES INTERNACIONALES DEL CONFLICTO ....................................................................... 7
3. LAS GUERRAS DE RELIGIÓN Y LOS PROBLEMAS DINÁSTICOS.............................................. 8
3.1. LOS INICIOS .............................................................................................................................. 8
3.2. LA MATANZA DE SAN BARTOLOMÉ (1572) .................................................................................... 9
3.3. LA GUERRA Y LA CRISIS SUCESORIA ............................................................................................. 9
3.3.1. Los comienzos del reinado de Enrique IV ........................................................................10
4. EL EDICTO DE NANTES (1598) ................................................................................................... 11
4.1. CONSECUENCIAS Y SIGNIFICACIÓN .............................................................................................12
BIBLIOGRAFÍA ................................................................................................................................ 13

2
T 8 – Las guerras de religión en Francia

1. EUROPA DIVIDIDA EN CONFESIONES RELIGIOSAS.


Señala Heinrich Lutz en su obra Reforma y Contrarreforma que a
partir de la Paz religiosa de Augsburgo (1555) se fijó, incluso más allá de los
límites del Imperio, una forma de existencia, novedosa tanto en la política
religiosa como en la sociología de la religión, que hoy denominamos
“confesionalismo” o “realidades confesionales”: la existencia de iglesias
parciales cada vez más diferenciadas en la doctrina, la liturgia y la
organización, que reclaman, unas contra otras, su representatividad
exclusiva de la verdad cristiana; pese a las diferencias, una característica
común es la imposición, desde su propio sistema, de formas de exclusión
frente al exterior y de una organización rígida e intolerante.
Hay que tener en cuenta que la paz religiosa de Augsburgo (1555)
sólo había colocado bajo el derecho imperial a los partidarios de la
Confesión de Augsburgo (1530). Sin embargo, la situación religiosa de
Europa no se puede definir como un “biconfesionalismo”, sino que se
caracteriza por la existencia de divisiones internas en el campo protestante,
las cuales no fueron superadas, sino definitivamente agudizadas por Calvino
y sus partidarios: una tercera confesión, la “calvinista”, acabó por
establecerse como una radicalización de la reforma luterana y haciendo
frente a una iglesia romana que se iba renovando internamente.
A Ginebra, centro del calvinismo, acudían refugiados religiosos
procedentes de Francia, Italia, los Países Bajos e Inglaterra (durante la
restauración católica de María Tudor entre 1553-58), lo cual modificó el
carácter de la población ginebrina. A su vez, los teólogos y ministros
formados en Ginebra y reenviados a sus países de origen extendieron la
propaganda calvinista por Europa: el protestantismo francés, el de Escocia,
el de los Países Bajos, incluso el de Hungría, se orientaron cada vez más
hacia el calvinismo. A partir de 1556, a causa de la creciente represión en
Francia, Ginebra se dedicó más intensamente a la propaganda en el centro y
este de Europa (Polonia y Hungría).
En el ámbito del protestantismo alemán, sólo una pequeña minoría,
sobre todo en el Palatinado, sería ganado para la causa calvinista, pues los
partidarios de Lutero, sobre todo desde el foco original de Sajonia,
reprimieron toda penetración calvinista, llegando a aplicar la pena de muerte
contra los “criptocalvinistas”.
En el ámbito alemán, hay que tener en cuenta que todo el proceso que
se ha vivido ha supuesto una grave disminución del poder político del
Imperio. Se consolida en el ámbito protestante el sistema de iglesias
territoriales, lo cual hizo adolecer a este ámbito de tendencias al
particularismo; aunque también hay que señalar que el luteranismo como
tal, y sobre todo a medida que tuvo que oponerse a la contrarreforma
católica, pudo adquirir una cierta uniformidad en cuanto a doctrina, liturgia
y formas organizativas, hasta llegar más tarde, en 1577, en el ámbito del
Imperio, a una Fórmula de concordia que permitió unificar las posiciones
luteranas. Aunque en el Palatinado, a causa de la influencia calvinista, se
impuso un Catecismo de Heidelberg que mantuvo esta peculiaridad
calvinista en este territorio. Por otra parte, el luteranismo se extendió
también territorialmente al saltarse la norma establecida del “reservado
eclesiástico”, que pedía que cuando una dignidad eclesiástica se pasase a
3
T 8 – Las guerras de religión en Francia

la reforma, no lo hiciera con él su cabildo (que había de elegir a otro obispo)


ni su territorio; dejando al margen este reservado, se perdieron varios
obispados, entre ellos el arzobispado de Magdeburgo, de modo que en el
norte de Alemania se impuso el protestantismo y sólo permanecieron
católicas las ciudades imperiales de Aquisgrán y Colonia.
Países como Hungría y Polonia fueron escenario de luchas políticas y
religiosas. En Hungría habían penetrado el luteranismo, el calvinismo y la
contrarreforma, y finalmente se llegó a un sistema de pluralismo
confesional para asegurar una unidad frente al peligro turco. Polonia partía
de una situación de pluralidad con presencia de católicos, ortodoxos y
judíos. En el s. XVI penetran las doctrinas luterana y calvinista; tras
diversas luchas, en 1573 se garantiza la libertad de práctica religiosa,
aunque los reyes, sobre todo Esteban Báthory (1575-86), favorecieron la
contrarreforma, que se trata aquí de una considerable penetración cultural
por la acción de los jesuitas y de las corrientes humanistas y barrocas del
sur de Europa, que influyeron decisivamente en la occidentalización de este
ámbito.

2. LA DIVISIÓN QUE PROVOCA LAS “GUERRAS DE


RELIGIÓN” EN FRANCIA
Francia va a sufrir, en la segunda mitad del s. XVI, las experiencias
más duras del enfrentamiento religioso: ocho guerras sucesivas, conocidas
como “guerras de religión”, va a ensangrentar el suelo francés entre 1562
y 1598. Sin embargo, aunque es fundamental el elemento religioso, se une
con otros intereses que hacen de este conflicto un complejo fenómeno.

2.1. IGLESIAS Y PARTIDOS ENFRENTADOS


Georges Livet1 ha afirmado que, detrás de los dos espíritus religiosos
enfrentados, las dos iglesias, católica y reformada, con sus comunidades,
teólogos y pastores, están también “partidos”, con sus estructuras políticas
y militares, entre los cuales ha de moverse la monarquía; y, a su vez, en el
seno de los partidos, se mezclan influencias diversas: dinastías familiares,
que arrastran sus clientelas, protagonismos urbanos y ambiciones
personales, en un contexto general de crisis económica y social; y, a su vez,
detrás de cada partido, se perfilan las naciones extranjeras, como conflicto
que no podía dejar de afectar al equilibrio europeo. El esquema se puede
concretar:

2.1.1. Dos Iglesias enfrentadas:


Constituyen la expresión del enfrentamiento religioso, que se pierde de
vista a veces por los aspectos políticos del conflicto:
 LA IGLESIA CATÓLICA: que vive los avatares del Concilio de Trento, en
este tiempo acaba de concluir el largo período de Interim (1552 - enero
1562) y comienza el tercer y último período del concilio (1562-63).
Por lo que se refiere a Francia, la Iglesia católica se hallaba necesitada
de renovación. Su vida institucional estaba marcada por el

1
G. LIVET, Las guerras de religión (1559-1598), Oikos–Tau, (Col. Que sais-je?), Barcelona 1971,5-6.
4
T 8 – Las guerras de religión en Francia

concordato de 1516, que confería al rey el derecho de elección de


obispos, abades y dignidades, de modo que la Santa Sede se limitaba
a consagrar a los nombrados. Este sistema sólo será contrarrestado
después del Concilio de Trento, por la actuación de los nuncios
cerca del rey. Pero ello hacía que la Iglesia estuviese realmente en
manos del rey y que el clero se viese afectado por las faltas de
residencia, la acumulación de beneficios, y los males clásicos de
ignorancia y abandono en los estratos inferiores del mismo. Una de las
fuerzas importantes de la Iglesia católica en esta época va a ser la
Compañía de Jesús, que se establece en París en 1540 y poco a poco
va fundando colegios, pero que no dejará de tener dificultades, sobre
todo cuando manifieste su desconfianza respecto a la conversión del
rey Enrique IV (el primer monarca de la dinastía Borbón). Elemento
fundamental de este tiempo y de participación de la Iglesia en el
conflicto fue la predicación. Sólo en 1615, en una Asamblea del Clero
francés, se proclamó, ante la falta de recepción por parte del Estado
de los decretos tridentinos, que “la Iglesia de Francia tiene el concilio
por bueno y publicado y se conformará con sus decretos.”2
 LA IGLESIA REFORMADA: a finales de los años 50 del s. XVI habían
surgido en Francia multitud de iglesias protestantes, de confesión
calvinista (= iglesia reformada), -sobre todo en el oeste y sur de Francia
y en la región de París- cuyos miembros alcanzaban el millón de
personas. En los tiempos de las guerras de religión fueron conocidos
como “hugonotes”, término cuya etimología se desconoce. En estos
años se enfrentaban al reto de dotarse de una organización que les
diese unidad; ésta fue la tarea de su primer sínodo nacional de París
(1559), donde se adoptaría una confesión de fe calvinista, conocida
como Confesión Galicana o Confesión de La Rochelle (porque fue
ratificada posteriormente en esta ciudad, en 1571); se dota también de
una disciplina (sobre todo en torno a los consistorios y los sínodos). De
este modo, a partir de 1559, la iglesia reformada aparece como una
iglesia “mayor de edad e independiente” que “se yergue frente a la
Iglesia católica” y que “exige al poder político un reconocimiento
oficial”.3

Intolerancia religiosa: Hay que señalar que en las dos iglesias


predomina la intolerancia religiosa: enfrentadas, están de acuerdo en la
necesidad de combatir a los herejes, y ambas lo hacían creyendo defender
así el honor de Dios y la salvación de las almas. Así, el papa Pío V anima al
rigor por parte del rey contra los herejes y, entre los calvinistas, Teodoro de
Beza, que ejerce el liderazgo tras la muerte de Calvino en 1564, admite
también el derecho de coacción contra los herejes y el derecho a castigarles
con la pena de muerte. Al recibir el Edicto de Nantes, el papa Clemente VIII
entiende que éste permite la libertad de conciencia, que es, según él, “la peor
cosa del mundo”, mientras que Teodoro de Beza, años antes, en 1570, la
había calificado como “dogma simplemente diabólico”. La idea de tolerancia
religiosa aparece sólo en algunos intelectuales (como Sébastien

2
Ibid. 32.
3
Ibid. 8.
5
T 8 – Las guerras de religión en Francia

Castellion), herederos de Erasmo, pero su aportación queda bastante


ahogada por el éxito de la literatura de controversia en este tiempo.

2.1.2. Dos “partidos” enfrentados y un tercero


“Partidos” o bandos que cuentan con sus organizaciones y sus jefes,
distintos de los de las iglesias, pero que comprometen a éstas. A su vez,
dentro de estos partidos, hay que señalar las dinastías familiares con sus
respectivas clientelas políticas; estas figuras políticas y grandes linajes
familiares son las que generan la dinámica de “partido”, al defender sus
intereses políticos manteniendo al mismo tiempo su confesión religiosa:
 EL PARTIDO PROTESTANTE: procede de la difusión de la doctrina
protestante, primero en las clases populares, pero luego, abriéndose
hacia arriba, también entre los nobles, los aristócratas y los grandes
burgueses del Midi. A la estructura religiosa se va superponiendo otra
estructura, en principio militar, que dispone de soldados y de dinero,
y que busca permanecer dentro de la legalidad, la cual sólo concibe
de forma monárquica. Esta posibilidad la encuentra en un príncipe
de sangre real: Luis de Borbón, príncipe de Condé; junto a él
destacará también como líder del partido Gaspar de Coligny,
almirante de Francia. A partir de 1562 este partido va a contar con
sus “asambleas políticas”, distintas de las reuniones eclesiásticas,
que les van a servir para organizarse en la defensa de las
persecuciones y para adquirir poco a poco unos mecanismos propios
de carácter financiero, militar, incluso territorial (dividiéndose en
provincias). En una de estas asambleas políticas, la asamblea de
Montauban de 1573, se concretan sus reivindicaciones: libertad de
conciencia, libertad de culto en todo el reino, acceso a todos los cargos
públicos, creación de cámaras bilaterales (en los parlamentos) y cesión
de plazas de seguridad (ciudades fuertes). Estas reivindicaciones están
en la base del edicto de Nantes de 1598.
 EL PARTIDO CATÓLICO: cuya idea central es la defensa de la monarquía
católica, con el lema: “una fe, una ley, un rey”. En principio parece
que puede contar con el apoyo de la monarquía, y a veces parece que
se confunde con ella, pero según la política de ésta, hay también sus
alejamientos. Desde 1568 se organizan en “ligas regionales”, con
fuerzas militares dispuestas, hasta constituirse en una única LIGA, la
primera efímera, en 1576, la segunda más estable, en 1585, a partir
de la cual el partido católico se suele identificar como la Liga.
También aquí aparece el liderazgo de una familia con aspiraciones
dinásticas: los Lorena – Guisa, destacando Francisco, duque de
Guisa y su hermano Carlos, cardenal de Lorena. Cuando este
elemento nobiliario no encontró apoyo en la monarquía (que buscaba
salvar su papel por encima de las confesiones religiosas), se inclinó por
el restablecimiento de las libertades antiguas de los estados del
reino, es decir, una defensa de los privilegios de la nobleza (con
cierto tono feudal) que disgregaba la unidad territorial lograda bajo la
corona y hacía de los estados nobiliarios casi principados. Junto a
esto, hubo un indudable elemento popular, que es dirigido y
aglutinado por los sacerdotes (párrocos y predicadores), mercaderes,

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T 8 – Las guerras de religión en Francia

gente de la burguesía media, que actuaba en las ciudades. Cuando se


plantee el conflicto sucesorio, este partido sacrificaría los derechos de
la dinastía legítima por la profesión católica del que fuera a acceder al
trono.
 Un tercer partido, agrupado como “de LOS POLÍTICOS”: católico, pero
que estima ante todo el peligro de las luchas y que busca soluciones
de paz, con acercamiento a los protestantes y buscando una
unidad no religiosa sino de todos en la monarquía, pues perciben
como lo que está en riesgo la unidad nacional. Está formado por
personalidades aisladas: eclesiásticos, diplomáticos, nobles,
profesores y legistas, figuras como Montaigne y Jean Bodin. Sobre
todo después de la matanza de San Bartolomé, se acercarán a los
hugonotes, y finalmente su idea de tolerancia es la que se impone bajo
la unidad de la monarquía de Enrique IV.

2.2. IMPLICACIONES INTERNACIONALES DEL CONFLICTO


LAS “NACIONES EXTRANJERAS”: en cuya participación se mezclan la
división religiosa, los intereses políticos y económicos, y que, con mayor o
menor intensidad según las circunstancias, colaboran con dinero,
participación militar directa con ejércitos de refuerzo, o diplomacia. El
panorama que se perfila es el siguiente:
 De lado católico: el apoyo más importante a la Liga es el de la España
de Felipe II, el cual había contraído matrimonio con Isabel de Valois y
que, fallecida ésta, pretendió el trono francés para la hija de ambos,
Isabel Clara Eugenia. En varias ocasiones proporciona apoyo militar
desde los Países Bajos. Los papas también tienen su participación en
el conflicto, sobre todo a partir de la batalla de Lepanto (1571) en que
decae la cruzada contra el Islam y se vuelve de nuevo la atención hacia
la división religiosa de occidente; en este sentido, una de las
responsabilidades es haber aprobado Gregorio XIII la matanza de San
Bartolomé: los historiadores protestantes subrayan que felicitó a
Catalina de Médicis, mientras que los católicos indican que actuó
movido por una información tendenciosa de que se había tratado de
una frustrar un atentado contra el rey y constituía una victoria sobre
los hugonotes; es cierto que no tuvo parte alguna en el crimen, pero,
bajo una información errónea o cierta, celebró un tedeum. A Clemente
VIII le corresponderá más tarde dar la absolución al nuevo rey de
Francia, Enrique IV, protestante convertido al catolicismo, y aceptar –
aunque no formalmente- el Edicto de Nantes de 1598, impulsando a
partir de entonces la reforma tridentina en Francia.
 De lado protestante: Con dinero y soldados participó la Inglaterra de
Isabel I, aunque su compromiso fue fluctuante y su atención se fue
poco a poco alejando del continente para centrarse en el dominio de
los mares, donde choca con Felipe II (guerra del corso con Hawkins y
Drake, Armada Invencible, 1588). Con desiguales compromisos
participaron también los príncipes protestantes alemanes y los
protestantes de los Países Bajos (provincias del Norte que a su vez
luchaban por la independencia frente a España). Pero estos socorros,
sobre todo los alemanes, no fueron gratuitos, y además estaban

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T 8 – Las guerras de religión en Francia

afectados por las divisiones confesionales entre los protestantes,


siendo el Palatinado, de confesión calvinista, el más favorable.

3. LAS GUERRAS DE RELIGIÓN Y LOS PROBLEMAS


DINÁSTICOS
3.1. LOS INICIOS
En 1559 se llega la Paz de Cateau-Cambrésis entre España y
Francia: Francia renuncia a sus pretensiones sobre el Milanesado y Nápoles
y se sellaría esta reconciliación con el matrimonio entre Felipe II e Isabel
de Valois, la primogénita del rey Enrique II de Francia. Pero a los tres meses
de la paz, Enrique II murió (10 julio 1559), dejando como viuda a Catalina
de Médicis, y como sucesor al mayor de sus hijos Francisco II, de 15 años
y mala salud, de modo que el gobierno quedó prácticamente en manos de los
Guisa, que habían emparentado con el monarca.
Durante el reinado de Francisco II (1559-60), los Guisa practicaron
una política de represión del protestantismo. Poco a poco en las
comunidades protestantes se fue abriendo paso la idea de una resistencia
violenta.
En 1560 muere Francisco II y le sucede su hermano Carlos IX, menor
de edad, de modo que asume la regencia Catalina de Médicis, la reina
madre, que tendrá un papel clave en la primera etapa de las guerras de
religión. Al principio pretendió solucionar el conflicto religioso por medios
pacíficos, para evitar el debilitamiento de la monarquía, pues situaba los
intereses de la corona por encima de las confesiones religiosas; se apoyó en
su canciller, Michel de l’Hôpital y en el partido de “los políticos”, lo cual
suponía la pérdida de influencia de los Guisa. La expresión más clara de la
política de acercamiento entre católicos y protestantes que propugna
Catalina en estos momentos es la convocatoria por su parte del coloquio
religioso de Poissy (septiembre de 1561), entre teólogos católicos y
protestantes, que fracasó en su intento de conseguir un acuerdo.
LA 1ª GUERRA DE RELIGIÓN estalla en 1562, cuando se produce la
matanza de Vassy: matanza realizada por el duque de Guisa y sus
seguidores de una treintena de hugonotes en una celebración religiosa ilegal
en Vassy (marzo 1562), que a su vez desencadena la movilización calvinista
(dejando de lado la oposición de Calvino a la resistencia armada).
Las primeras guerras se caracterizan por una alternancia de estallido
de la violencia, operaciones militares localizadas, y paces inciertas, que son
en realidad treguas durante las cuales los dos contendientes se preparan
para un nuevo enfrentamiento.
En 1563 Carlos IX llega a la mayoría de edad. La causa hugonote
sobrevivió y progresó, gracias a la habilidad del almirante Coligny, que
consiguió, por la paz de Saint-Germain de 1570, la libertad de conciencia
y de culto para los protestantes, junto con cuatro plazas de seguridad
(La Rochelle, Montauban, la Charité y Cognac), en las que se autorizaba el
establecimiento de guarniciones protestantes. Además, Coligny se fue
ganando la confianza de Carlos IX, pero ello desplazó a su madre Catalina de
Médicis.

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T 8 – Las guerras de religión en Francia

3.2. LA MATANZA DE SAN BARTOLOMÉ (1572)


Durante el reinado de Carlos IX tiene lugar el acontecimiento que
marca un hito en las guerras de religión: la matanza de la noche de San
Bartolomé (23-24 agosto 1572): aprovechando la ocasión de la
concentración de líderes hugonotes en París con motivo de la boda entre
Margarita de Valois (hija de Catalina de Médicis y hermana del rey) y
Enrique de Navarra, protestante hijo de Antonio de Borbón y Juana de
Navarra, se produjo una salvaje matanza, en la que fueron asesinados el
almirante Coligny y otros líderes hugonotes y alrededor de unos 4000
protestantes, matanza que se extendió después a las principales ciudades
de Francia, con unas 10.000 víctimas.
Los acontecimientos son contradictorios, pues el matrimonio entre
una católica y un protestante suponía un intento de la corona por una
conciliación entre ambas confesiones. El asesinato de Coligny no está
esclarecido, aunque es posible que los Guisa estuvieran implicados. Los
asesinatos masivos se produjeron después de esta muerte y es tradicional la
interpretación que responsabiliza a la reina madre, Catalina de Médicis, de
la matanza (en contradicción con su política anterior), quizá por sentirse
amenazada por una posible venganza hugonote del asesinato de Coligny. Se
suele calificar esta matanza como un “crimen de estado”, al tiempo que es
una verdadera explosión sangrienta de ira popular.
Pero, contra las intenciones de sus instigadores, las consecuencias de
la noche de San Bartolomé se tradujeron en un fortalecimiento de la causa
calvinista:
 Por el elemento religioso de clamor por los mártires.
 Porque el movimiento hugonote, al sufrir el abandono de bastantes
nobles que huyeron o volvieron al catolicismo, recuperó sus orígenes
más populares y democráticos.
 Porque se perfiló su doctrina política: si hasta entonces los
hugonotes, buscando la legalidad, habían mantenido la ficción de que
luchaban por el rey frente a la influencia de los Guisa, ahora era
innegable el enfrentamiento con la monarquía; formularon entonces la
doctrina de la resistencia: existía un contrato formal entre el rey y el
pueblo, y por ello era legítima la resistencia contra el gobernante que
actuaba como un tirano.
Finalmente, los hugonotes reforzaron su organización y, a partir de
entonces, se constituyeron casi como un estado hugonote en el Midi (sur
de Francia), donde eran más numerosos, teniendo al protestante Enrique de
Navarra como protector de la iglesia reformada.

3.3. LA GUERRA Y LA CRISIS SUCESORIA


El rey Carlos IX murió en 1574, a los 24 años. Le sucedió entonces
ENRIQUE III (1574-98), el último rey de la dinastía de los Valois (y el tercer
hijo de Enrique II y Catalina de Médicis que subía al trono). El nuevo rey
tuvo que aceptar las exigencias de los hugonotes, que, por la paz de
Monsieur4 (1576) conseguían: una amplia libertad de culto “en todas las

4
Monsieur es el duque de Alençon.
9
T 8 – Las guerras de religión en Francia

ciudades y lugares del reino”, la admisión a los cargos públicos y ocho


plazas de seguridad.
Este éxito hugonote provocó la inmediata reacción católica: se
distanció de la monarquía, a la que veía como incapaz de asegurar la unidad
religiosa, y se organizó como un partido católico: la Liga católica, que
tenía precedentes en ligas provinciales desde los años sesenta, pero que
ahora tuvo dimensión nacional bajo la dirección de Enrique, duque de
Guisa. Al pretender limitar los poderes de la monarquía, adquirió un cierto
tono revolucionario llegando a defender una monarquía electiva, aunque sus
bases eran la nobleza militar católica y la clientela de los Guisa. Entonces, el
rey Enrique III restringió las concesiones a los protestantes (por el edicto
de Poitiers de 1577).
Poco más adelante se plantea EL PROBLEMA DE LA SUCESIÓN A LA CORONA,
al morir en 1584 el menor de los Valois: Francisco, y al no tener hijos el rey
Enrique III; la ley sálica excluía a las mujeres del trono, y se perfila como
heredero el esposo de Margarita, el protestante Enrique de Navarra.
Resurge entonces la Liga católica y su jefe Enrique de Guisa, que
consigue de Enrique III la vuelta a la política de represión.
La guerra de religión adquiere entonces el aspecto de cuestión
dinástica. Es conocida como “LA GUERRA DE LOS TRES ENRIQUES” (1585-89, el
rey Enrique III, Enrique de Guisa, jefe de la Liga, y Enrique de Navarra,
jefe del partido protestante).
En su primera fase esta guerra se centra en la lucha por París, que (a
partir del “día de las barricadas” 12 de mayo de 1588) estará en poder de los
Guisa. El rey Enrique III, sometido a la Liga y a los Guisa, decide entonces
a recurrir al crimen y manda asesinar a sus rivales: a Enrique, duque de
Guisa, y a su hermano Luis, cardenal de Guisa, cosa que tuvo lugar en
diciembre de 1588. La reacción de París y de muchas provincias fue un
levantamiento popular; la Sorbona liberó a los franceses de la fidelidad al rey
y les autorizó a tomar las armas contra él como tirano: la doctrina de la
resistencia, elaborada inicialmente por los hugonotes, fue utilizada
ahora por los católicos.
Se produce entonces un acercamiento entre el rey y el protestante
Enrique de Navarra. Los ejércitos de ambos asedian París en 1589 y es
entonces cuando un dominico exaltado (Jacques Clément) hiere
mortalmente al rey Enrique III: antes de morir reconoció como sucesor a
Enrique de Navarra, con la condición de que se convirtiera al
catolicismo, mientras que la Liga proclama rey al cardenal de Borbón, tío
de Enrique de Navarra, con el título de Carlos X.
3.3.1. Los comienzos del reinado de Enrique IV
El reinado de Enrique IV (1589-1610) comienza, pues, con el
conflicto sin resolver de la cuestión dinástica. Es el primer rey Borbón,
dotado de habilidad política, pero que había abjurado por dos veces del
catolicismo, con lo que sus reiterados cambios de religión despertaban
desconfianza. Actuó con prudencia y en su declaración inicial, sin renunciar
a su fe calvinista, prometió defender la fe católica y la independencia de la
Iglesia francesa respecto a las injerencias de Roma. Con ello trataba de
atraerse a los católicos moderados.

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T 8 – Las guerras de religión en Francia

En esta última etapa de las guerras de religión, una característica será


la intervención de España: Felipe II de España va a defender entonces la
candidatura al trono francés de su hija, Isabel Clara Eugenia (sobrina del
difunto rey Enrique III, como hija de Isabel de Valois). Pero esto produjo la
división en el partido católico, la Liga, que había contado con el apoyo
efectivo español.
Por fin, en 1593 Enrique abjura del calvinismo (“París bien vale
una misa”): la iglesia francesa permitió su coronación en Chartres, pudo
entrar en París, la Sorbona le reconoció como rey legítimo de Francia.
Enrique IV negoció con Roma su absolución, y puesto que la Compañía de
Jesús desconfiaba de la sinceridad de su conversión y se abstenía de la
plegaria pública por el rey mientras no lograse la absolución de Roma, fue
expulsada del reino (en 1594, hasta que Roma consiguió su regreso en
1603). El papa Clemente VIII concede la absolución al rey de Francia en
1595.

4. EL EDICTO DE NANTES (1598)


Es entonces cuando se produce el paso que supone el triunfo del
ideario de “los políticos” y el establecimiento de un marco de tolerancia
para los calvinistas, aun reconociendo el catolicismo como la religión
principal cuyo culto es restablecido en toda Francia. Se trata del EDICTO DE
NANTES de 1598:
 Se concede a los calvinistas plena libertad de conciencia y culto
público en una serie de localidades: es autorizado, pues, con
ciertas restricciones, entre las que destaca la prohibición del culto
protestante en París y en un radio de cinco leguas alrededor de la
capital; se permite en dos ciudades por cada distrito (bailía) y en
lugares donde anteriormente era autorizado.
 Se les concede el mantenimiento de más de cien plazas de
seguridad con guarniciones propias.
 Se les garantiza la admisión a los cargos públicos, a las
universidades y protección legal.
Se pretendía que católicos y protestantes pudieran “vivir
pacíficamente juntos como hermanos, amigos y conciudadanos” (art.2).
Pero era el reconocimiento de una posición de inferioridad del ámbito
protestante frente al catolicismo. No satisfizo a los más radicales de
ambas confesiones.
Por parte de la Santa Sede, Clemente VIII rechazaba por principio
toda concesión a los herejes, pero finalmente tuvo que resignarse: sin
aprobar positivamente el edicto, toleró la aplicación.
El edito de Nantes abrió una época de paz, aunque los conflictos
religiosos subsistían al abrigo de la política internacional, al tomar Enrique
IV partido en ella contra los Habsburgo y a favor de los protestantes
alemanes. Ello provocaría de nuevo el malestar de los católicos
intransigentes, al cual responde el asesinato del rey Enrique IV por uno de
ellos, Ravaillac, el 14 de Mayo de 1610 en París.

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4.1. CONSECUENCIAS Y SIGNIFICACIÓN


Las guerras de religión demostraron la imposibilidad de mantener –y
menos por la fuerza- la unidad religiosa de Francia, de modo que si la nación
quería subsistir, la única salida era la coexistencia de las dos religiones, la
cual debía ser reglamentada.
Consecuencia directa de la guerra fue la crisis económica y social en
que se sumió el país, aunque en tal crisis influyeron, además de la guerra,
otros factores, como las crisis de subsistencia y las epidemias, los
desórdenes sociales con levantamientos campesinos del estilo de las
conmociones populares del antiguo régimen o fenómenos de bandolerismo,
junto a las alzas de precios, cambios en las estructuras económicas,
enriquecimiento de los burgueses que aprovechaban la coyuntura, etc.
Todo ello se produce, además, cuando el Estado se va orientando
hacia la monarquía absoluta, y en una época en que se acentúan las
diferencias sociales: junto a grandes masas de empobrecidos, lujo y
ostentación en las clases privilegiadas.
Respecto a la VALORACIÓN DEL EDICTO DE NANTES hay que señalar que
éste sufriría muchos avatares a lo largo del s. XVII, pero que marca un hito
en la historia de los conflictos religiosos por lo siguiente:
Señala Georges Livet que a partir de él se va estableciendo la
distinción entre el derecho civil y el religioso, es decir, se camina hacia
una delimitación de los derechos del Estado y los de la conciencia.
Como prolongación de ello, se encuentra en el Edicto también una
cierta idea de secularización del Estado, en cuanto que el príncipe reúne
bajo su cetro cultos diferentes; manteniendo la preponderancia católica, el
Estado retribuye desde el presupuesto de la nación a los ministros del otro
culto, cuyos fieles, a su vez, pagan el diezmo al clero católico.
La libertad de conciencia, que va ganando terreno muy despacio, no
se puede considerar que sea acogida en cuanto doctrina, pero poco a poco
avanza en el terreno práctico.
La valoración de Heinrich Lutz es más precavida en este último
punto. Según él, no se puede hablar de un principio de tolerancia
individual, puesto que se atiende fundamentalmente a las confesiones,
y se trata del resultado de una lucha por el estatuto de cada una de ellas en
el reino. Este autor subraya también que se establece en Francia una
solución distinta a la que se produjo en el Imperio con la paz religiosa
(Augsburgo 1555): la Reforma Alemana encontró su base en el Estado
territorial (en el que tampoco se puede hablar de tolerancia individual, pues
se tendió a una iglesia coercitiva y orientada contra la decisión del
individuo), mientras que en Francia la solución de Nantes significa una
fórmula de biconfesionalidad, por el reconocimiento de una segunda iglesia
estatal, aunque menos privilegiada que la católica. Por otra parte, la propia
iglesia católica salió beneficiada de su aplicación. No sólo se terminaba con
casi 40 años de guerra civil, sino que antes del Edicto, donde dominaban los
hugonotes se había suprimido el ejercicio público del culto católico; después
del Edicto, fue restablecido el culto católico incluso en ciudades de fuerte
identidad protestante, como La Rochelle.

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BIBLIOGRAFÍA
ELLIOT, J.H. La Europa dividida, 1559-1598. Siglo XXI, Madrid 1981.
FLORISTÁN, A. (Coord.) Historia Moderna Universal, Ariel, Barcelona 2002.
GARRISSON, J. Guerre civile et compromis, 1559-1598, Ed. du Seuil, Paris 1991.
JOXE, P. L’édit de Nantes. Réflexions pour un pluralisme religieux, Hachette, Paris
1998.
LIVET, G. Las guerras de religión, (col. ¿qué sé? 34), Oikos-tau, Barcelona 1971.
LUTZ, H. Reforma y Contrarreforma. Alianza, Madrid 2001.

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