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Bandidos El Retrato de Un Bandido

Este documento presenta el resumen de la vida de Weldegabriel Mesazgi, un bandido social eritreo del siglo XX. Nació en 1902 en Eritrea cuando era una colonia italiana. Sirvió en el ejército italiano y tras la derrota de Italia se convirtió en bandido para vengar la muerte de su padre. Luchó contra la administración colonial y apoyó la unión de Eritrea con Etiopía. Tras la federación fue exiliado a Etiopía, donde murió en 1964. Fue una fig

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Bandidos El Retrato de Un Bandido

Este documento presenta el resumen de la vida de Weldegabriel Mesazgi, un bandido social eritreo del siglo XX. Nació en 1902 en Eritrea cuando era una colonia italiana. Sirvió en el ejército italiano y tras la derrota de Italia se convirtió en bandido para vengar la muerte de su padre. Luchó contra la administración colonial y apoyó la unión de Eritrea con Etiopía. Tras la federación fue exiliado a Etiopía, donde murió en 1964. Fue una fig

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RETRATO DE UN BANDIDO

I .a mejor manera de abordar el complicado tema del «bandolerismo


nodal», que es el del presente libro, consiste en examinar la carrera
tle un bandido social. He aquí un caso. Lo compiló un estudiante
anónimo de la Universidad de Addis Abeba, Etiopía, y me lo facilitó
NU profesor. Cuando recibí esta monografía, que se basa en informa-
dores locales y fuentes periodísticas en inglés y tigriña, no me dieron
el nombre del autor, por razones relacionadas con la insegura situa-
ción política de Etiopía y Eritrea en aquel momento. Si por casuali-
dad el estudiante citado ve la presente edición y desea darse a cono-
ii'i, me encantaría reconocer la deuda que tengo contraída con él.
I le ¡iiiuí, pues, bastante resumida, la historia de Weldegabriel, el
muyoi ilc los hermanos Mesazgi (1902/1903-1964). Dejemos que ha-
ble por sí misma.

1 ín los tiempos en que Eritrea era una colonia italiana, el padre


de Weldegabriel, un campesino del poblado de Beraquit, en el distri-
to ilc Mercta Sebene, murió en la cárcel donde se encontraba por ser
uno de los representantes del poblado que se oponían el nombra-
miento de un nuevo gobernador del distrito que no había nacido en
el. I .¡i viuda echó la culpa al impopular gobernador y pidió venganza
de .sangre, pero sus hijos eran demasiado pequeños, la opinión de la
fíenle del lugar estaba dividida en lo que se refería a la culpa del go-
bernador y, en lodo caso, los italianos habían prohibido las venganzas
ile esle tipo. Sus cuatro hijos se hicieron hombres y se establecieron
imcílieumcntc como agricultores. Weldegabriel se alistó en las tropas
BANDIDOS

coloniales en calidad de áscari y, con dos de sus hermanos, sirvió a los


italianos en Libia durante la guerra italo-etíope de 1935-1936 y en la
ocupación de Etiopía (1936-1941). Después de la victoria británica,
volvieron a casa con un poco de dinero ahorrado, nociones de italia-
no y un buen conocimiento de las armas y las habilidades militares, y
siguieron dedicándose a la agricultura. Weldegabriel fue un buen sol-
dado y se ganó un ascenso a suboficial.
El orden colonial italiano se había desmoronado y los ingleses ad-
ministraban provisionalmente el territorio. En las turbulentas cir-
cunstancias de la posguerra floreció el bandolerismo y los numerosos
áscaris desmovilizados constituían una reserva natural de bandidos
en potencia. Los puestos de trabajo escaseaban y los eritreos conti-
nuaban sufriendo discriminación frente a los italianos. Los inmigran-
tes etíopes tenían aún menos oportunidades. En las tierras altas, los
grupos étnicos se atacaban mutuamente y se disputaban la tierra y el
ganado. Resucitaron las vengazas de sangre, toda vez que el cumpli-
miento de este deber sagrado ya no chocaba con el obstáculo de la
administración italiana. Además, en semejantes circunstancias el ban-
dolerismo parecía proporcionar perspectivas razonables de hacer ca-
rrera, al menos durante un tiempo. Los hermanos Mesazgi entraron
en él a través de su antigua disputa de familia, aunque es posible que
las privaciones de la vida civil les empujaran a ello.
Dio la casualidad de que el gobernador del distrito, hijo del hom-
bre al que se hubiera podido considerar responsable de la muerte del
padre de los hermanos Mesazgi, también se hizo impopular por ra-
zones muy parecidas al nombrar para un cargo a un miembro de un
clan minoritario instalado en el poblado de Beraquit pero nacido en
otro lugar. Weldegabriel fue encarcelado por oponerse a él en nom-
bre del poblado y, puesto en libertad al cabo de un año, fue objeto de
más amenazas. Los hermanos decidieron matar al nuevo gobernador,
lo cual era legítimo según las leyes de la venganza, y se divorciaron
de sus esposas para que la policía no pudiera castigarlas, con lo que
de paso recuperaron la movilidad sin la cual no pueden actuar los
fuera de la ley. Después de matarlo a tiros, se refugiaron en un bos-
que cercano, donde dependían de los amigos y la familia para su sus-
tento. La mayoría de los habitantes del poblado les apoyaba como
RETRATO DE UN BANDIDO 15

defensores de los derechos del mismo, pero en ningún caso hubieran


podido ofender a sus antiguos vecinos robándoles.
Como es natural, el clan minoritario y los parientes del goberna-
dor se opusieron a ellos y ayudaron a las autoridades británicas. Los
Mesazgi se abstuvieron de matarlos, pero intentaron, con bastante
éxito, hacerles la vida imposible en el lugar. La mayoría de ellos se
marchó y la popularidad de los hermanos aumentó porque la tierra
de los que se fueron quedó a disposición de los otros habitantes del
poblado. Sin embargo, a ojos del resto del distrito eran simples ban-
didos porque había dudas sobre la legitimidad de la venganza de san-
gre. Se les toleraba porque ponían cuidado en no hacer daño a la gen-
te local que les dejaba en paz.
Debido a que necesitaban más apoyo, entre otros motivos para
hostigar a la familia del gobernador, los hermanos empezaron a ir de
un poblado a otro e instaban a los campesinos a no trabajar en las
parcelas asignadas al gobernador y repartírselas entre ellos. Valién-
dose de una mezcla de persuasión y de mano dura administrada jui-
ciosamente, convencieron a varios poblados para que denunciasen
aquellos derechos semifeudales y poner fin así al derecho de los se-
ñores a disponer de tierra y mano de obra gratis en el distrito de Me-
reta Sebene. A partir de este momento se les consideró bandidos «es-
peciales» o sociales en lugar de simples bandidos. Gracias a ello,
gozaban de protección contra la policía que las autoridades manda-
ron a la región para combatirlos, a expensas de los habitantes de los
poblados.
Al aislarlos la policía de sus fuentes de abastecimiento, los her-
manos tuvieron que dedicarse a robar en la carretera principal de la
región. Otros bandidos se unieron a ellos. Pero como robar a compa-
triotas eritreos podía dar origen a nuevas luchas, preferían robar a los
italianos. Uno de los hermanos resultó muerto y, para vengarse, los
otros dos empezaron a matar a todos los italianos que encontraban,
con lo cual adquirieron fama de ser adalides de los eritreos. Aunque
probablemente no mataron a más de once, la opinión local exageró
sus hazañas y, como es frecuente en estos casos, les atribuyó las cua-
lidades heroicas y, la invulnerabilidad del bandido social. En torno a
ellos se formó un mito. Es más, como las carreteras se volvieron peli-
BANDIDOS

grosas para los conductores italianos, los eritreos fueron autorizados


a conducir, cosa que antes había prohibido la administración italiana
o la británica. La medida fue bien acogida porque representaba un
aumento de categoría y por los puestos de trabajo que ahora estaban
a su alcance. Mucha gente decía: «¡Vivan los hijos de Mesazgi! Gra-
cias a ellos ahora podemos conducir coches». Los hermanos habían
entrado en política.
A la sazón (1948) la incertidumbre ante el porvenir de la ex colo-
nia complicaba la política en Eritrea. Los paladines de la unidad con
Etiopía se oponían a los partidarios de varias fórmulas para una fu-
tura independencia de Eritrea. Destacados unionistas buscaron el
apoyo de los bandidos y casi todos los cristianos lo aceptaron porque
les daba un sentimiento de identidad y seguridad contra los partida-
rios de la independencia, entre los que predominaban los musulma-
nes. Sin embargo, aunque apoyaban la unión, los hermanos eran
hombres sensatos y no mataban a eritreos por motivos políticos por
lo que de esta manera evitaban los pleitos de sangre, y Weldegabriel
tampoco incendiaba casas ni cosechas. Etiopía proporcionaba a los
bandidos no sólo armas y dinero sino también refugio al otro lado de
la frontera. Con todo, aunque Weldegabriel contribuyó a aterrorizar
a Eritrea para que se federase con Etiopía y luchó contra los musul-
manes, puso cuidado en no involucrarse ni involucrar su distrito na-
tal, Mereta Sebena, en luchas que no le afectaran directamente.
Después de que la ONU votara finalmente a favor de la federa-
ción, los bandidos perdieron el apoyo de los unionistas y del gobier-
no etíope. La mayoría de ellos fue amnistiada en 1951, pero Welde-
gabriel resistió hasta 1952 y fue uno de los catorce bandidos a los que
los ingleses consideraron demasiado infames para permitirles que-
darse en Eritrea. Así pues, los ingleses dispusieron que se les diera
asilo en Etiopía, donde recibieron del emperador un poco de tierra
en la provincia de Tigre y un estipendio mensual. Por desgracia, aho-
ra eran ellos los forasteros y los campesinos del lugar se mostraron
hostiles. El emperador les prometió tierras en un lugar más tranqui-
lo, un estipendio mejor y educación gratis para sus hijos, pero su pro-
mesa nunca se hizo realidad. Poco a poco, todos los bandidos excep-
to Weldegabriel volvieron a Eritrea. Weldegabriel hubiera podido
RETRATO DE UN BANDIDO 17

regresar a Beraquit, ya que era un miembro respetado de la comuni-


dad después de abandonar el bandolerismo. Había vuelto a casarse
con su esposa, toda vez que ella ya no corría ningún riesgo y él, por
su parte, ya no tenía que llevar una vida errante. Los parientes del go-
bernador muerto, sus enemigos, todavía eran poderosos en Mereta
Sebene, y Weldegabriel y su familia aún tenían una «deuda de san-
gre» con ellos. Así que prefirió pasar el resto de sus días en Tigre.
Murió a la edad de sesenta y un años en un hospital de Addis Abe-
ba. En Beraquit se celebró un funeral por él. Según informó un pe-
riódico eritreo, asistieron muchos notables eritreos y los cantos fúne-
bres alabaron sus logros. Los patriotas eritreos no saben a qué carta
quedarse en lo que se refiere a Weldegabriel: un bandido del pueblo,
pero un bandido que contribuyó a hacer que su país formase parte de
Etiopía. Pero sus ideas políticas no eran las del siglo xx. Eran las an-
tiguas ideas políticas de Robín de los bosques enfrentado al sheriffde
Nottingham.

Puede que a los lectores occidentales, en el tercer milenio de su


cronología, la carrera de hombres como los hijos de Mesazgi le pa-
rezca extraña y difícil de comprender. Espero que los capítulos que
siguen a éste contribuyan a explicarla.

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