INSTITUCIÓN EDUCATIVA PRIVADA
“SIGLO XXI”
El enigma de Fermat: Capítulo VI- La prueba
Alumno: Giovanni Paulo Deseno Miguel
Grado: 4to de secundaria
Curso: Raz. Matemático
Profesor: Jairo Guevara Silva
28 de septiembre de 2020
ÍNDICE
La
prueba………………………………
……………….5
El niño que quiso demostrar el
teorema de
Fermat………………………………
……………6-7
Contando
infinitos…………………………….8
Flach, Katz y la luz al final del
túnel…………………………………
……………9-10
Un e-mail de madrugada……………..
…11
Sigo sin entenderlo, Andrew……….
……6
INTRODUCCIÓN
Acá vamos a observar los arduos y extensos
años de trabajo de Andrew Wiles (7 años), en
donde nos dan una casi detallada información
sobre como Andrew hizo para sacar la solución
al famoso “Enigma de Fermat”.
La prueba
Era una tarde de verano de 1986, y Andrew
Wiles se encontraba tomando té en casa de un
amigo. En un momento de la conversación, su
interlocutor dejó caer que Ribet había probado
la “conjetura de épsilon”. Esta información
había causado una tormenta de emociones en
Wiles. En sus propias palabras, << en ese
momento supe que mi vida había cambiado.
Porque sí era cierto, significaba que para
probar el último teorema sólo tenía que probar
la conjetura de Taniyama-Shimura. En ese
preciso instante supe que debía trabajar>>.
Entonces Wiles pospuso otros planes que tenía,
y se puso a trabajar 7 años en aislamiento.
El niño que quiso demostrar
el teorema de Fermat
Una de las anécdotas más contadas o más
repetidas de Wiles es su temprana fascinación
el último teorema, la historia del cual conoció
con apenas diez años, tras leer sobre ella de
forma casual en un libro de matemática popular.
La imagen perdida, tan evocadora, reminiscente
de tantas historias acerca de tesoros ocultos en
playas lejanas y oscuras cavernas subterráneas,
fascinó al Wiles niño, que abordó la solución
del problema con la aritmética escolar como
única herramienta.
Aunque nacido en Cambridge en 1953, Andrew
John Wiles se graduó en Matemáticas en
Oxford, donde su padre, Maurice Frank Wiles,
había sido catedrático de Teología. EL
doctorado lo cursó en Cambridge, bajo la tutela
del australiano John Coates. La tesis doctoral de
Wiles versó la aritmética de las curvas elípticas
según los métodos de la llamada <<Teoría de
Iwasawa>>.
A principio de los ochenta aceptó un puesto de
profesor en la Universidad estadounidense de
Princeton. Como confesaría él más adelante,
<<no es que me haya olvidado de él>>. En
donde se dio cuenta que de que las técnicas de
que se disponía para abordarlo llevaban ahí más
de cien años, y no parecían de que fueran
capaces ni de llegar a la raíz del problema. Sea
como fuere, en 1986 Ribet demostró la
conjetura de épsilon, y que Wiles se sintió de
inmediato arrebatado por su añeja fascinación.
Contando infinitos
Durante los 7 años siguientes, Wiles trabajó de
forma obsesiva en la demostración del teorema.
Los dos primeros años los empeñó para analizar
y buscar una estrategia de ataque que pudiera
funcionar (a este aspecto, el británico John
Edensor Littlewood dijo en una ocasión, que un
matemático debía conocer un problema
<<como conoce uno su propia lengua al
recorrer el interior de la boca>>).
En un en un principio, Wiles valoró la
posibilidad de <<contar>> cada una de las
funciones elípticas (cuyo número recordemos
que es infinito), por un lado; por otro, las
funciones elípticas modulares (también
infinitas), y demostrar que dicho conteo era uno
y el mismo en ambos casos. Pero esto fue
ineficaz, sin embargo, se dio cuenta de que ya
no tenía que demostrar la conjetura Taniyama-
Shimura para todas las curvas elípticas, sino
solo para las curvas semiestables.
En este punto, Wiles acudió en busca de
inspiración a la teoría de Galois.
Flach, Katz y la luz al final
del túnel
Sin embargo, y para decepción de Wiles, la
teoría de Iwasawa no se demostró tan útil como
se hubiera esperado.
Tras 5 años de aislamiento, Wiles decidió
airearse y retomar contacto con algunos
colegas, entre ellos su antiguo mentor, John
Coates. En donde este le habló sobre uno de los
trabajos de uno de sus estudiantes, Matthias
Flach, sobre el trabajo previo del ruso Victor
Kolyvagin. En donde Wiles con motivación
regresó a seguir buscando la resolución. En
donde poco a poco empezó a dar frutos, pero
hubo una parte en donde se estancó y decidió
abandonar el secretismo y hacer de su lucha
individual en una –modesta- conspiración.
En donde Wiles en enero de 1993 le confió su
proyecto a Nick Katz, en donde ellos discuten y
Wiles dice que abran un nuevo curso de
doctorado titulado <<Cálculos en curvas
Elípticas>>, abierto para alumnos y profesores
en donde esto salió un resultado fallido porque
eran cálculos demasiado avanzados. <<Es
imposible seguir trabajando a este nivel si no
sabes de que va. Ya es difícil hacerlo si lo
sabes… En pocas semanas, era el único
asistente que quedaba>>, recuerda Katz. En el
amor, la guerra y la ciencia…
Este procedimiento se volvió fructífero, y no
solo eso, sino que Katz no supo ver ningún paso
en falso en el trabajo de Wiles.
Donde Wiles estaba convencido de que tenía la
solución en sus manos, y que su supervisor,
John Coates, iba a organizar allí una
conferencia a los pocos días.
La conferencia de Cambridge iba a tener lugar a
los pocos días, entre el 21 y 23 de junio, y
Wiles trabajó a destajo para ordenar el fruto de
sus últimos 7 años de trabajo. En su versión
final, el manuscrito alcanzó las 200 páginas y
estuvo listo justo a tiempo de tomar el avión a
Reino Unido.
Un e-mail de madrugada
El británico John Horton Conway era, en el año
de 1993, la estrella más refulgente del
departamento de matemáticas de la Universidad
de Princeton.
El 23 de junio, Conway, madrugador
impenitente, había sido el primero en abrir las
puertas del departamento.
Como había escuchado que Wiles iba a dar una
Conferencia en Cambridge, con las primeras
luces del alba, iluminando los montones de
papeles y libros que había en su despacho,
encendió su ordenador y consultó los mensajes
de correo electrónico recibidos durante la noche
anterior. Y el último en descargarse, escrito a
las 5 y 53 minutos como asunto una frase
escueta: <<Wiles prueba el último teorema de
Fermat>>.
<<Sigo sin entenderlo,
Andrew>>
Katz estaba revisando aproximadamente los 2/3
del capítulo asignado, y encontró dificultades
para entenderlo en argumento concreto, cuya
validez requería el establecimiento y aplicación
de una abstrusa herramienta matemática
denominada <<Sistema de Euler>>,
precisamente uno de los elementos más
importados de los métodos de Flach-Kolyvagin
que tanto Katz como Wiles habían revisado