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encuentran recíprocamente involucrados en actividades competitivas, cuyas metas solo
pueden alcanzarse a expensas del otro grupo, propiciándose la emergencia de hostilidad
casi inmediata, así como los estereotipos negativos en relación con el grupo contrario.
Existe además, de acuerdo con este grupo de teorías, la tendencia a ver a las minorías
como anormales, lo que obstaculiza la cohesión (ideal en las sociedades), resistiéndose
ante deseos individuales o de grupos pequeños de pertenecer al grupo dominante.
Dentro de las teorías realistas, Taylor y Mckerman (1984, en Yagcioglu, 1996), indican
que en sociedades que permiten la movilidad, los sujetos que la logran han desarrollado
estrategias individuales para ellos mismos y sus familias, no tratándose de estrategias
grupales. Al inicio son aceptados dentro de dichas sociedades porque están altamente
calificados, permaneciendo los demás del grupo de pertenencia a la expectativa pacífica
de alcanzar un mayor estatus por medio de su propio esfuerzo, pero no siempre sucede
así, dándose discriminación por parte del grupo dominante por razones de orgullo y
etnocentrismo, pudiendo iniciar los grupos de menor estatus una lucha contra la
injusticia social.
Las teorías psicodinámica y psicoanalítica aplican los principios del desarrollo de la
personalidad a las dinámicas grupales, indicando que los grupos requieren de la
existencia de grupos de enemigos que les servirán como blanco para proyectar sus
imaginarios negativos y como reservorios de los propios sentimientos negativos. Esto
quiere decir que todos como individuos o como grupos requerimos, para preservar
nuestra identidad, de “enemigos” con quienes nos comparamos y quienes suelen ser
blancos hacia quienes dirigimos nuestra agresividad, autoprotegiéndonos. Entonces,
quienes pretenden insertarse en un grupo ya consolidado, como en el caso de los sujetos