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El Arte Latinoamericano Deja de Serlo

El artículo critica la noción simplificada de "Arte Latinoamericano" que se ha usado para describir el arte de América Latina, argumentando que esta etiqueta limita e homogeniza el arte de la región. Propone que el arte latinoamericano deje de definirse como tal y sea visto simplemente como "Arte desde Latinoamérica", reconociendo la diversidad de culturas, identidades e influencias que componen el arte de la región sin reducirlo a estereotipos.
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El artículo critica la noción simplificada de "Arte Latinoamericano" que se ha usado para describir el arte de América Latina, argumentando que esta etiqueta limita e homogeniza el arte de la región. Propone que el arte latinoamericano deje de definirse como tal y sea visto simplemente como "Arte desde Latinoamérica", reconociendo la diversidad de culturas, identidades e influencias que componen el arte de la región sin reducirlo a estereotipos.
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EL ARTE LATINOAMERICANO DEJA DE SERLO

GERARDO MOSQUERA
Por Daniela Galindo
 
 
 
Cuando el crítico y curador cubano, Gerardo Mosquera, publica en 1996 su artículo titulado “El Arte Latinoamericano

deja de serlo”, genera una conciencia sobre todas las implicaciones de una producción reducida a un término –

Latinoamericano–, y problematiza la percepción simplificada que se le ha dado al arte creado desde nuestro

continente.

Partimos de una concepción en la que el llamado “Arte Latinoamericano” se cimenta de un autoexotismo y una

romantización de las raíces y los valores nacionales (una obsesión identitaria proveniente del colonialismo, la llama

el autor). Sin embargo, más allá de que esto sirva para disfrazar problemáticas internas complejas –o en su defecto,

la victimización–, también limita y generaliza al arte hecho desde nuestro territorio, en términos conceptuales y

estéticos, dentro del campo artístico internacional.

Así, para problematizar el concepto de “Arte Latinoamericano”, el autor parte de las cuestiones sobre lo que implica

ser Latinoamericano. Preguntarse por los grupos indígenas integrados solo de manera parcial al hecho de ser latino,

por los inmigrantes y emigrantes, y por ese asentamiento temprano de ibéricos y africanos, significa encarar de

manera directa nuestras contradicciones como un hecho, sin negarlas bajo la idea de continente unificado con

elementos tomados del folclore y la historia.

Entonces, aunque sea usado en un afán de resistencia a los centros que son Europa y Estados Unidos, la pregunta

por quiénes somos no será respondida acuñando un término que limita su foco a obras que “manifiestan en explícito

la diferencia o que satisfacen expectativas de exotismo”.

Venimos de procesos de hibridación, transculturación, mestizaje, y sincretismo. Y aunque toda esa amalgama de

formas culturales parece impedir que terminemos por asumirnos tal cual somos –pues, o nos mimetizamos a la

fuerza con lo europeo, o nos glorificamos como indígenas o afrodescendientes–, es necesario superar ese limbo,

pensarse desde una metacultura sin complejos, y crear desde un imaginario propio que dialogue con esa
diversidad. Todo esto, para construir de manera activa un arte contemporáneo que se reconfigure en sí mismo, y

se nutra a partir de un lenguaje compuesto por sujetos provenientes de diversas extranjerías –cuidándose, claro,

de caer en un lenguaje “internacional” que en realidad homogenice y aplane las diferencias (a modo de “un inglés

del arte)–.

Quitarle el apellido Latinoamericano al arte hecho desde nuestro territorio, hace que la mirada que se le da a

nuestra plástica se amplíe, e incluya esa producción que no prescinde del nacionalismo. Dejar de ser Arte

Latinoamericano y pasar a ser Arte desde Latinoamérica, consolida nuestro arte dentro de una práctica general que

no necesita justificar su contexto (pero tampoco renunciar a él).

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