La Mujer Jaguar Lynn Andrews
La Mujer Jaguar Lynn Andrews
Lynn Andrews
Traducido y digitalizado por nuestra compañera Lejana y Musical
Esta es una historia verdadera. Sin embargo, algunos de los nombres que aparecen
en ella se han cambiado para proteger la intimidad de las personas implicadas.
PREFACIO
Desde 1973 he estado viajando a Manitoba, Canadá, para visitar a una chamán indígena Americana
llamada Agnes Whistling Elk. Al principio llegué hasta ella como una colectora de arte procedente de Los
Angeles, en busca de una canasta matrimonial sagrada. Lentamente, nuestra relación cambió y yo me
convertí en la aprendiza de esa mujer. Agnes me enseñó un sistema de creencias que anteriormente me
hubiese resultado estrafalario.
Agnes pone énfasis en la dignidad y el valor de la femineidad. Me ha dicho que en una profecía se
le anunció que yo iba a convertirme en una guerrera del arco iris de los pueblos negros, rojo, blanco y
amarillo, y que un día llegaría a ser un puente entre los dos mundos diferenciados de la memoria primordial
y de la conciencia blanca.
Durante el curso de mi aprendizaje me he visto obligada a reestructurar mis creencias respecto de
lo que soy y de lo que es el mundo. En un ambiente extraño, fui enfrentada a un hechicero experto llamado
Perro Rojo. En esta lucha peligrosa triunfé, para mi enorme sorpresa. Desde entonces, he pasado por
varias iniciaciones, culminando con la iniciación a una sociedad chamánica secreta de mujeres, conocida
como la Hermandad de los Escudos.
Agnes me pidió que escribiese sobre estás experiencias para “permitir volar al águila” y enseñar a la
gente, en un esfuerzo por curar a nuestra sagrada Madre Tierra.
Mujer Chamán fue mi primer intento por cumplir su petición, y El Vuelo de la Séptima Luna fue el
segundo, en una serie de libros acerca de las aventuras extraordinarias y las enseñanzas chamánicas que
he encontrado en mi camino. Estos libros exaltan los antiguos poderes de la mujer.
A través del tiempo, poderosas mujeres indígenas han memorizado y ensartado como cuentas este
antiguo conocimiento hasta convertirlo en historia, con el propósito de protegerlo y preservarlo para las
generaciones venideras en esta hermosa tierra.
Mujer Jaguar explora una serie de desplazamientos, en gran parte del mismo modo en que la
mariposa recorre este continente en su peregrinacion desde Canadá hasta México.
Este libro explora no solo un cambio físico de escena, sino también el proceso del movimiento
psíquico, intelectual y emocional desde un estado mental a otro, y el movimiento de un atributo de
percepción a otro.
Una de las grandes herramientas de la tradición indígena de América del Norte es la rueda
chamánica. Aparentemente, este sencillo paradigma existencial es un símbolo fecundo, complejo y sutil de
profundidad mística y filosófica. Aprendices diestros son instruidos en el uso de la rueda chamánica como si
fuese un mapa de su ser más recóndito.
Los cuatro rumbos de la rueda representan categorías de cualidades, tanto internas como externas;
el Sur, representa la confianza y la inocencia; el Oeste, es la morada del sueño sagrado, de la muerte y del
renacer; el Norte, simboliza la sabiduría y la fortaleza; y el Este, encarna el esclarecimiento. La clave para
utilizar la rueda chamánica es el movimiento, el modo en que una persona se traslada desde una dirección a
otra en el procesó de aprendizaje.
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Por ejemplo; una mujer que vive en la confianza y en la inocencia, en el sur de la rueda chamánica;
puede avanzar a través de una serie de experiencias vitales y alcanzar un estado de sabiduría y fortaleza en
el norte.
En este punto de la sabiduría, esa mujer ha evolucionado desde una vida de materialismo
representada en el norte hasta una representación del espíritu, representada en el sur. Una vez más, la
clave para seguír evolucionando es el movimiento. Puesto que la mujer ha ido desde el sur hasta el norte en
busca del espíritu, ahora debe desplazarse desde el norte mirando hacia el sur en busca de la sustancia
manifiesta. Después de alcanzar la sustancia manifiesta, debe volver a viajar hacia el norte hasta llegar al
espíritu manifiesto y asi sucesivamente.
Este libro describe mis lecciones de tránsito y mi encuentro con la hermandad de los escudos en
pos de conocimiento y aventura espiritual. Volví a viajar al norte para reunirme con mis maestras, Agnes
Whistling Elk y Ruby Plenty Chiefs en la región septentrional de Manitoba, Canadá. Mis experiencias me
llevaron hasta el centro de la espiral sagrada, con el objeto de recobrar mi naturaleza femenina original, la
mujer auténtica que hay dentro de mi.
“No hay excusas para todo – me dijo en una ocasión Agnes – uno cambia las cosas o no las
cambia. Las excusas le restan fuerzas y la inducen a la apatía. A veces veo a mujeres a las que se ha
despojado de su patrimonio espíritual, del mismo modo en que han sido desposeídas de sus mentes y de
sus cuerpos. Yo personalmente, lucho contra ese expolio”.
......Si una mujer hace algo inútil, nadie la reprueba; si realiza algo nocivo, pocos trataran de
prohibírselo; pero si intenta imitar a la diosa y alentar a las demás mujeres, todos los que detentan poder
legitimado la acusarán de corrupta. Por consiguiente, es más peligroso enseñar la verdad que arrimar una
antorcha ardiendo a un trozo de papel polvoriento.......
Tsiang Samdup
El Libro de los Proverbios
Kenneth Patchen
La aurora boreal iluminó con sus brillantes arcos el cielo sin nubes. Grandiosos destellos de verde y
púrpura palpitaron en figuras semejantes a espadas, en una celebración silenciosa de color en movimiento
encima de la tundra desierta y helada que se extendía interminablemente ante nosotras.
Los patines del trineo tirado por perros se deslizaban por la nieve produciendo un singular sonido
chirriante. Los diez perros esquimales que tiraban de nuestro trineo se deslizaban en una marcha silenciosa.
Habían ladrado y aullado alegremente a horas más tempranas del día, pero ahora estaban cansados.
Aunque había recorrido ese sendero muchas veces en meses anteriores de ese mismo año, si la aprendíz
de Ruby Plenty Chief, July, una joven cree, no hubiese estado conmigo en ese momento, me habría sentido
completamente perdida.
El viento azotaba desde el norte, dejándome el rostro helado y entumecido, cristales de nieve me
rozaban las mejillas. Traté de protegerme del persistente ventarrón. La nieve había formado un duro reborde
blanco sobre el ribete de piel de la capucha de mi parka. Incluso al agradable resplandor del mediodía, los
árboles adormecidos que se proyectaban en ángulo desde los montículos de nieve parecían grises y
desolados, y apenas arrojaban sombras.
Ocasionalmente, un tronco de árbol de mayor tamaño reflejaba el rojo del cielo, palpitando por un
momento en una danza espectral de vida oculta tomada prestada de otra estación, y luego se apresuraba a
sumirse de nuevo en el gris anonimato.
July y yo empujábamos el trineo con un pie, apoyando el otro sobre la cuchilla del patín. Para ella eso
era un modo de vida. Para mi suponía un esfuerzo tremendo. Cuando nos precipitamos hacia adelante
sobre la nieve, el trineo comenzó a sacudirse, avanzando con dificultad. Percibíendo el agotamiento de los
perros, July dio voces indicando a los animales que se detuviesen.
Nos agazapamos debajo de una elevación de terreno cubierta de nieve, acurrucándonos una contra
la otra para darnos calor. July sacó una lata de sterno y la encendió con un mechero. Nos restregamos las
manos enfundadas en mitones y las acercamos a la llama. Luego July cogió su puñal y comenzó a cortar
rodajas de un trozo de pescado congelado, entregándome una.
Era el primer alimento que tomaba en horas; agradecída por la comida y el descanso, pasé por alto la
textura y el extraño gusto del pescado.
July miró de soslayo al cielo a fin de determinar la posición en que nos hallábamos. Siniestras nubes
de tormenta estaban agrupándose en la distancia.
July se volvió hacia mi, con una sonrisa picara. Era una muchacha de unos veintitrés años, con un
bello rostro moreno.
- Escogíste un buen momento para viajar al norte – dijo, señalando las negras nubes que se
desplazaban en nuestra dirección – ¿Por qué no esperas hasta el deshielo de primavera?
Sentí que el rubor enrojecía mis mejillas. Sabía que había escogído una estación particularmente
inclemente para viajar a Canadá.
- Tengo que ir – respondí.
- Dime por qué - preguntó July, replegándose en el interior de su parka de piel de foca hasta que solo
quedaron visibles sus ojos y su nariz.
Los perros, aún jadeantes, se habían agrupado contra el hielo frio del montículo. Rachas de viento
entumecedor erizaban el pelaje gris y blanco de sus pescuezos.
Mi voz tuvo una extraña resonancia cuando hablé.
- Hace una semana me hallaba sentada en un jardín en Santa Bárbara tomando el té con una amiga
llamada Cyrena. Hacia tanto calor como en un dia de verano.
July abrió los ojos desmesuradamente.
- ¿Dejaste el tiempo caluroso para venir aquí?
- Tengo que ver a Agnes – mascullé.
July emitió una risita entrecortada.
- Creo que has estado viendo a demasiados indios.
Ambas soltamos una risa temblorosa.
- Escucha lo que me sucedió esa vez - le dije – cada vez que estiraba el brazo para coger mi taza de
té, una mariposa monarca se posaba en ella. Al principio me molestó, no la iba a dejar que se tomara mi té.
– ¿Y qué paso luego? - preguntó July.
- La mariposa siguió acosándome. Se posó en mi nariz y en mi frente. Cyrena se reía a carcajadas.
Yo la señalaba y la mariposa volvía a posarse en mi dedo. Estuvimos mirándonos fijamente una a la otra
durante un rato. Después la mariposa se alejó volando en dirección al norte y desapareció.
- No hay mariposas monarcas en invierno – observó July.
- Lo sé, y no creo que volase al norte en esta epoca del año; esa es precisamente la razón por la cual
tengo que indagar al respecto.
- ¿Crees que es un signo chamánico?
- Tengo la certeza de que lo es. No pensarías que he recorrido 4.000 kilómetros hasta estos confines
helados por algún otro motivo.
July se encogió de hombros, después se incorporó y llamó a los perros.
Al instante reanudamos nuestra marcha. Los perros habían recobrado fuerzas y corrían con diligencia
delante de nosotras. Nevaba de manera más sostenida debido a que el sol estaba poniéndose. Cuando el
sol se sumergió debajo del horizonte, el viento cesó de repente y una vasta inmóvilidad invadió la blanca
altiplanicie. Llegué a sentirme cada vez más ansiosa por el hecho de que el anochecer nos sorprendería
antes de llegar a la cabaña de Agnes. Estaba a punto de expresar mi preocupación cuando vimos un zarcillo
de humo a lo lejos, elevándose en el crepúsculo.
Nos dimos codazos mutuos, expresando nuestra alegría con gritos que salieron dificultosamente a
través de nuestros labios agrietados. Tenía las mejillas demasiado rígidas para sonreir. A medida que nos
acercabamos, la cabaña fue haciéndose más visible; se parecía a un gran montículo de nieve puntiagudo.
Pasamos la media hora siguiente espoleando a los perros hambrientos, alimentándoles en la semi-
oscuridad con trozos de carne de ante congelada. Al llegar a nuestra meta, guardamos el trineo y los
arneses, y atamos los perros para que pasasen a cubierto la noche glacial. Nosotras estábamos exhaustas
y apenas si podíamos articular sonidos.
Cuando entramos a la cabaña, sacudiéndonos la nieve de las botas heladas y de las parkas, advertí
que Agnes había dejado el fuego encendido en la estufa, pero ella no estaba en casa. Con dedos
entumecidos encendí un farol y luego me senté en una silla de madera delante de la estufa.
Todavía exhalaba vaho al respirar a causa del frio, y sentí mis mejillas húmedas cuando comenzaron
a deshielarse. Eché algo de leña en la estufa. En el interior de la cabaña las ventanas volvían sus ojos
ciegos al yermo oscuro del exterior. El viento aullaba y los troncos de la vieja cabaña crujían.
July se unió a mi. Permanecimos allí sentadas, ateridas, estirando las manos en busca del calor del
fuego. Ninguna de las dos habló. El calor era maravillosamente vivificador. Lancé un vistazo a las llamas a
través de la puerta de hierro abierta, clavando la mirada en el ombligo refulgente de la estufa. En ese
momento advertí una sombra perpendicular a mi derecha, contra la pared de troncos. Al avivarse las llamas,
la sombra se dilató y se estremecíó. Cuando descubrí la fuente de este curioso fenómeno, tuve un breve
momento de confusión.
- July - dije alarmada – ese es el bastón del Perro Rojo, ¿no es cierto?
- Si, lo es – contestó July con voz vacilante – no puedo mirarlo, me asusta.
- ¿Qué está haciendo aquí?
- Quien sabe - repuso July apartando la mirada; el miedo estremecía su cuerpo - no puedo evitarlo -
se disculpó - él debe de estar cerca.
Durante un momento pensé en Perro Rojo, el hechicero; un hombre que había puesto mi vida en
peligro en muchas ocasiones. Años atrás, había tratado de matarme con ese mismo bastón. Nos habíamos
ensarzado en una lucha a muerte por la cesta matrimonial robada. Debido a mi aprendizaje con Agnes y a la
diestra preparación que recibí de ella, yo había sido capaz de rondar la casa del hechicero, hasta dar con la
cesta matrimonial, que devolví a Agnes, su legítima propietaria.
Ahora, no pasaba un momento sin que temiese la súbita aparición de Perro Rojo nuevamente en mi
vida. Sabía que el no descansaría hasta verme despojada de mi poder.
- ¿Estás pensando en Perro Rojo, verdad? – preguntó July.
- Si.
July colocó sus manos sobre las mías.
- Está bien, July - dije – vamos a hacer una inspección más rigurosa. Cuando me acerqué al bastón
sentí que un escalofrío ascendía por mi columna vertebral.
Me di cuenta de que no se trataba del bastón del Perro Rojo, sino sólo de un trozo de madera de
leña. ¿Había sido una proyección de mis propios miedos? ¿O quizás Perro Rojo fuese el responsable de la
aparición engañosa? Tal vez él simplemente había querido recordarnos su presencia.
- Creo que el frío nos ha afectado – dije a July – no es más que leña.
Cogí la madera y se la alcancé a July. Ella la examinó y luego, de repente, la lanzó a las llamas y a
continuación se restregó las manos para sacarse el polvo.
- Eso es lo que haría con Perro Rojo – dijo.
Miré alrededor y noté lo acogedora y diferente que parecía la cabaña.
Había pasado tantas horas felices ahí acompañada de Agnes. Nunca había llegado sin que estuviese
ella ahí para darme la bienvenida.
Agnes siempre tenía una historia o anécdota interésante para retener mi interés y entretenernos en
las largas veladas. Yo no tenía manera de ponerme en contacto con Agnes. Pero de algún modo, ella
siempre sabía cuando yo estaba por llegar. Su ausencia me afectaba profundamente. La echaba de menos
y no sabía bien que debía hacer. Nunca me había aventurado hasta aquí en pleno invierno y comencé a
preguntarme si no había cometido un error. Había tenido un impulso tan fuerte de venir, pero era un invierno
riguroso, y todos, mi madre, mi hija, la familia de July, me advirtieron en contra del viaje.
- Lynn!! Aquí, mira – July había encontrado una nota escrita sobre una bolsa de papel marrón en el
fregadero. Con gran excitación sostuve la nota junto a la luz del farol. Decía – “Bienvenida” y notificaba que
Agnes se había visto obligada a marcharse hasta Churchill respondiendo a una llamada de emergencia.
- Churchill... ¡ Eso esta muy lejos de aquí! ¿Cuándo calculas que regresará?
Yo estaba alarmada.
- Mira si dice algo más – me aconsejó July
La nota seguía diciendo que Agnes estaba al corriente de mi llegada y que me había dejado un
precioso regalo en la dehesa del caballo.
“”Recuerda que el vuelo es para siempre. Disfrútalo. Yo regresaré en cuanto pueda. Agnes””
July y yo nos despertamos con las primeras horas del dia. Las ventanas estaban opacas de escarcha.
Hicimos un par de carreras hacia la estufa, cargándola con leña y luego rápidamente volvímos a meternos
dentro de nuestros sacos de dormir. Nos vestimos en el interior de ellos y permanecimos dentro hasta que
la cabaña se calentó. July salió a atender a los perros y yo comencé a fundir nieve para obtener agua,
manteniéndola al fuego.
Frente al té y al jerky estaba la nota que Agnes me había dejado; yo la leía y releía. La expectación
iba creciendo dentro de mi.
- Vamos, July, quiero ver qué es lo que Agnes me ha dejado en el árbol. Imagino por qué lo dejo allí.
Debe de ser algo grande.
July sonrió y se bebíó el té de un trago.
Comenzamos a avanzar trabajosamente por los bancos de nieve hasta llegar a la dehesa del caballo.
Nuestras pisadas dejaban grandes huellas en la nieve. Brillaba el sol y el resplandor de la nieve nos
encandilaba los ojos. Yo estaba asombrada por el aspecto tan distinto que presentaba la zona.
Lo que había sido un lozano campo de pastura, rebosante de insectos, pájaros y animales, ahora se
veía desierto. El terreno estaba blanco hasta donde alcanzaba la vista.
Habíamos caminado durante casi quince minutos cuando el árbol de las mariposas apareció por
primera vez ante nuestros ojos. Me impactó comprobar lo extraño y diferente que parecía ahora en
comparación con la última vez que lo había contemplado. En aquella ocasión yo iba caminando en
compañía de Agnes cuando de pronto interrumpí nuestra conversación. La vista del árbol me había dejado
atónita. Las ramas estaban completamente cubiertas de mariposas monarcas. Todo el árbol parecía
dilatarse y contraerse con sus movimientos centelleantes. Había tantas mariposas, que ocultaban de la vista
hasta las ramas de mayor tamaño. Era la primera vez en mi vida que veía ese fenómeno.
Quise permanecer ahí viendo las mariposas pero Agnes insistió en que nos fuéramos de inmediato.
Agnes había dicho que se trataba de un árbol embustero que quería robarme ciertas partes de mi cuerpo.
Cuando le dije que estaba tratando de asustarme, Agnes se enojó e insistió en que una de las ramas se
apoderaría de mi pierna en cualquier momento y que yo presentaría un aspecto bastante curioso al regresar
a la cabaña brincando sobre la única pierna que me quedaría.
Yo me reí de ella; pero cuando estaba haciéndolo experimenté una sensación de hormigueo en mi
pierna derecha. Agnes se había negado a volver a hablar del árbol de las mariposas. Pero primero me sacó
la promesa de que nunca miraría al árbol más de unos pocos minutos sin que ella estuviese presente.
Durante el resto de mi estadía logré evitar el árbol por completo.
Ahora, al contemplar el árbol, mientras July y yo avanzabamos por el campo nevado, resultaba
extraño que ese viejo gigante sin hojas me hubiese asustado tanto. Pero entonces sucedieron demásiadas
cosas extrañas en esta región del norte que desafíaban toda explicación.
Mi estómago comenzó a tensarse.
- July, no veo nada.
No había ningún objeto visible esperándome en las ramas del árbol. A tres metros de distancia del
árbol comencé a temblar y me puse en estado de alerta. Descubrí un agujero profundo en el tronco del
árbol, casi a la altura del hombro.
Dimos varias vueltas alrededor del árbol, golpeando la nieve con los pies ante la posibilidad de que el
regalo estuviese enterrado en el suelo.
- Quizás Agnes lo ocultó – dijo July – probablemente lo colocó en el interior del tronco.
- ¿Crees que debería mirar ahí? - le pregunté.
- ¿En qué otro lugar podría estar? - me dijo.
Ambas empezamos a amontonar nieve con los pies hasta formar un montículo que utilizaría como
pedestal; valiéndose de su bota a modo de pala, July hizo un hueco en la nieve. Estábamos jadeantes, pero
fuimos capaces de hacer un montículo de sesenta centímetros de alto.
- ¿Por qué Agnes pondría algo aquí afuera, en la dehesa? ¿Por qué mejor no lo dejó en la cabaña? -
pregunté.
– Quién sabe por qué Agnes hace lo que hace - dijo July.
Ambas retrocedimos y volvímos a examinar el árbol. La corteza estaba incrustrada con hielo y
captaba reflejos de colores irreales, que oscilaban a la luz del sol.
- Supongo que tienes razón, July. Debe de estar dentro del tronco, a menos que Agnes se olvidase de
traerlo aquí.
- Agnes nunca olvida nada – dijo July.
- Es verdad, mi regalo esta aquí, en alguna parte.
Tan elegantemente como pude, me subí al montículo de nieve y metí mi puño dentro del agujero del
tronco hasta que mi brazo desapareció más arriba del codo. El corazón me latía aceleradamente. Me sentía
como una osa en busca de miel. Con movimientos vacilantes, tantee dentro del agujero. El interior del árbol
se sentía rugoso y parecía descender en un ángulo irregular. Proseguí mi búsqueda a tientas. Solo y vacío
tronco de árbol. Nada. Miré a July y me encogí de hombros.
- Prueba con el otro brazo - dijo July. Volví a explorar el interior del tronco del árbol, con la misma
suerte que la primera vez.
- Vamos a amontónar más nieve a ver si puedes asomar la cabeza por el agujero y echar una mirada
al interior - sugirió July.
- Pienso que está demasiado oscuro para ver nada – alegué – ¿Qué supones que hay ahí adentro?
- No sé – rió entre dientes – Quizás un saco de oro.
- Con Agnes nunca puedes dar nada por seguro – dije mientras estuve a punto de resbalar al
descender del montículo- Vamos a hacer más alto este montículo, conseguiré ver ahí adentro.
Amontonamos más nieve hasta que el montículo llegó a la mitad del tronco, a la altura de las primeras
ramas. Ahora yo me mostraba reticente a volver a intentarlo. El estómago se me encogió aún más. Pero con
un movimiento de codos y unos pocos apoyos para los pies resbaladizos, escalé el montículo y enfoqué el
agujero desde esta nueva posición ventajosa. Al colocar mis manos enfundadas sobre ambos lados de la
cavidad para conseguír equilibrarme, advertí con sorpresa que en los bordes se veían lugares desgastados.
Aparté la nieve con las manos.
- Este árbol debe ser viejo ¿no, July?
- Muy viejo - respondió ella - Es un árbol bisabuelo. Debe tener muchos hijos.
Los lugares desgastados en los bordes parecían asideros, como si muchas manos hubiesen estado
ahí antes que las mías. Al tocarlos, me recordaron a los huesos viejos, como si la carne hubiese sido
desgarrada por el largo invierno, dejando sólo la osamenta esencial de su cuerpo.
- July, mira lo gastada que se ve esta madera.
July se subió al montículo conmigo. Ambas palpamos la madera gastada y pulida con nuestras
manos.
- Da la impresión de que este agujero ha sido utilizado para algo – dijo July, moviendo su cabeza para
expresar su asombró.
- Mira adentro – dije yo.
- Yo no – se negó – Mira tú.
July descendíó del montículo. Yo no sabía por qué estaba poniéndome tan nerviosa. No era más que
un viejo árbol con un gran agujero en el tronco. Me froté el rostro con la piel de mi capucha y me puse en
una posición más comoda. Lentamente, metí la cabeza dentro del agujero. La abertura estaba hecha de tal
manera, que apenas si pude pasar mi cabeza a través de ella. Cuando logré entrar en el espacio tuve que
empujar levemente, y mi collar de piel descanso sobre el borde del agujero. Se produjo una vibracion súbita
y tímida y el montículo de nieve sobre el que estaba parada pareció hundirse.
- ¿Qué hay ahí adentro, Lynn? ¿Qué es?
Estaba a punto de contestar, pero de repente me sentí agotada. Experimenté una sensación de
gravidez, como si mi cuerpo hubiese desaparecido. Una oscuridad vacía avanzaba hacia mi o yo estaba
siendo succionada hacia ella.
Entonces comencé a vislumbrar una lluvia de destellos que semejaban flores; se desprendían en
todas las direcciónes desde un punto central. Me di cuenta de que estaba siendo impulsada por alguna
fuerza interior hacia ese bello diseño concéntrico. Mis pensamientos parecían interferir este proceso, de
modo que dejé mi mente en blanco. Los destellos se convirtieron en un gran molinete giratorio, que
rápidamente me devoró.
Yo ya no era consciente ni de July, ni del árbol. Toda mi vida terrena parecía inexplicable. De golpe,
todo se había derrumbado, convirtiéndose en algo ténue e insustancial; algo unidimensional que yo estaba
luchando por romper para llegar más alla.
Oi una voz femenina hablando con suavidad.
- Esta es la casa del espíritu de las mariposas.
Las palabras parecieron envolverme y arrastrarme aún más lejos, como a un nadador sobre la ola. El
punto flameante se desvaneció. De pie en medio de una bruma turbulenta apareció la india más bella que
había visto en mi vida. La larga cabellera negra le caía hasta los mocasines. Llevaba un vestido de piel de
ante, adornado con cuentas y flecos, y sostenía en su mano izquierda un cristal de gran tamaño, semejante
a una espada.
- ¿Quién eres? - me oí preguntar.
- Soy la mujer mariposa. Tú estás en el umbral del lugar del cual proceden las mariposas.
- ¿Por queéme has traído hasta aquí?
- Te hemos atraído hasta aquí con nuestras canciones mágicas. Primero debes trepar al árbol de las
mariposas hasta el lugar en que yo vivo, y luego te recompensaré.
De repente la mujer desapareció y en su lugar quedó el árbol de las mariposas como lo había visto al
principio, con su tronco a mis pies y sus ramas ocultas por innumerables mariposas aleteando. Se elevaba
hacia el cielo.
--Trepa al árbol hasta el nido que está en la copa – ordenó su voz lánguida desde la distancia.
Yo estaba hipnotizada por la belleza que veía delante de mi. Levanté la mirada hasta las ramas del
árbol y avisté brevemente un ténue resplandor satinado de colores negro y naranja, diminutas hojas de un
rojo aterciopelado que seguidamente pasaban a ser de un verde azulado. El árbol había adoptado otra vida,
una entrega a su propio sueño exaltado, mientras su forma se alejaba llevada por las alas que revolóteaban.
Por un momento me sentí rebosante de alegría.
Mientras me esforzaba por trepar el tronco del árbol hasta la primera rama, mi ser parecía hallarse
abrumado por el peso de sacos de arena de cuarenta kilos.
Las mariposas no me prestaron atención. Yo sabía que no alcanzaría la copa del árbol. Estaba tan
extenuada cuando alcancé la rama más baja que me quedé colgada de ella, apoyándome contra el tronco;
en ese instante empecé a quedarme dormida. El sonido de un zumbido me sobresaltó despertándome y una
mariposa exactamente igual a la que había visto en Santa Barbara, voló delante de mis ojos, subíendo
luego hasta la rama contigua. La mariposa parecía desesperada, como un perro que necesita ayuda y me
apremiaba con su insistencia. Reuní toda la fuerza de voluntad que tenía y subí una rama más arriba, como
si estuviese siendo tirada por una cuerda invisible. Tenía la impresión de hallarme arrastrando una forma
espíritual de mi cuerpo físico. Lo sentía tan pesado, que me parecía estar tirando de un búfalo, rama a
rama.
En la cuarta rama las mariposas produjeron un sonido monótono, como si estuvieran tratando de
entorpecer mis sentidos y hacerme caer dormida. La mariposa pequeña volaba a mi alrededor,
provocándome, tratando de incitarme a continúar subíendo. Pero yo no podía moverme. Cuando empecé a
quedarme dormida estuve a punto de perder el equilibrio, y un gran estrépito resonó en mis oidos. Me
asustó tanto, que trepé hasta la rama siguiente y luego a otra y a otra. Cada rama tenía sus propios
demonios. De repente, las mariposas se transformaron en mounstruos inanimados y luego se convirtieron
en sementales blancos encabritados. Seguidamente, se transformaron en brujas y después en madres
devoradoras. A continuación, las mariposas exhibieron sus alas bruñidas como si fuesen muchisimos
espejos. Cuando fijé la mirada en ellos vi un reflejo grotesco, el lado oscuro de mi misma. Fue como si las
mariposas estuviesen tratando de aterrorizarme para hacerme perder el equilibrio.
La pequeña mariposa voló directo hacia la copa traspasando una barrera de llamas producidas por
las demás mariposas que frotaban sus diminutas patas, todas al mismo tiempo. Apareció por el lado
opuesto de la rama llameante; incólume y transformada por un momento en un semental blanco
encabritado. Si no hubiese sido por esa pequeña y valiente compañera, nunca me hubiese aventurado a
atravezar las llamas azuladas. Pero seguí y llegué a la copa del árbol, donde se posaba un enorme nido
hecho de barro y curiosos trozos de madera. Trepé hasta el borde del nido. Fue como estar en la cima del
mundo. Allí se hallaba la hermosa mujer mariposa junto a una pulida piedra de rio con un espacio cóncavo
en la parte superior.
--Las fuentes de los lugares de poder mágicos y húmedos se están secando – dijo – Ven a beber del
agua cristalina de esta fuente.
Un chorro de agua brotó de la piedra pulida, y yo ahuequé mis manos y bebí con agradecímiento. La
mariposa se posó sobre la cabeza de la mujer, y su larga cabellera negra se convirtió en una multitud
aleteante de mariposas de colores naranja y negro, con matices de un rojo aterciopelado. La mujer lucía tan
luminiscente y grandiosa, que me senté a sus pies.
- ¿Por qué fui enviada a este lugar?
- Has sido enviada aquí para que puedas morir por mi mano.
La mujer extendió sus dedos y yo experimenté la sensación de que tiraban de mi. Primero vi a mi
brazo izquierdo flotando en el espacio y luego el derecho.
--Estos huesos que están en tu cuerpo representan a las estrellas. Tu cabeza es la luna y tu corazón
es el sol.
La mujer fue desmembrando mi cuerpo, y cada una de las partes se desprendía de mi y flotaba, hasta
que solo quedó mi espíritu contemplando la escena. No sentía ni dolor ni miedo. De algún modo, sabía que
esto era lo que debía ser. Entonces, la mujer volvió a traer los trozos de mi cuerpo hacia abajo y cogió
cristales de la fuente que estaba junto a ella. Yo la observaba abrir espacios en mi cuerpo e insertar
cristales en mi corazón, en mi cabeza y en todo el resto.
Luego juntó y cosió todo mi cuerpo, y mis extremidades quedaron colgando como las de una muñeca
de trapo. La mujer cogió un par de tijeras y me cortó los cabellos como los de una muñeca china, rectos en
la base y con un flequillo también recto encima de las cejas.
- Este corte representa los cuatro ángulos – dijo – los poderes de las cuatro direcciónes. Deslizó sus
dedos con los mios por encima de los ángulos formados en el extremo y en la parte delantera de los
cabellos más largos a los lados.
– De ahora en adelante, tú serás vista con este corte de cabello en el mundo del espíritu. Tu cabello
es la prolongación de tu espíritu. Es tu tocado sagrado y habla de tu viaje chamánico con la Mujer Mariposa.
Ahora podemos conversar.
- Nosotras consideramos que hay dos modos de ver.
Yo la miraba con los ojos muy abiertos y las lágrimas rodando por mis mejillas.
- ¿Tengo que volver a descender de este árbol? Su belleza es engañadora...
- Así es, la belleza siempre tiene otro lado. Si miras algo detenidamente, como una mujer chamán,
también siempre serás capaz de ver el lado oscuro. No se puede existir sin el otro; no obstante, tu gente
elige no mirar nunca hacia las sombras. Temen al diablo. Al trepar por el árbol, ¿qué viste?
- Vi cosas horribles, monstruos y fuegos y llamas. Cuando miré en los espejos vi un reflejo horrible y
repugnante de mi misma. No era yo realmente, ¿no es cierto?
- Si, eras tú. Pero fuiste valiente. Miraste esa imagen de ti misma y decidiste pasar por encima de ella.
Más tarde comprenderás que gran lección fue esa para ti. En este momento basta con que entiendas que lo
que controla tu vida es lo que no elegiste acatar. Esa es la lección que has recibido aquí. ¿Me comprendes?
--Creo que si
--Si hubieses apartado la mirada de tu propio reflejo, no importa lo horrible que haya sido, te hubieras
caido del árbol de las mariposas para siempre. Hubieras vuelto a sumirte en un sueño interminable. Yo no
hubiese podido comúnicarme contigo aquí. Y eso hubiese sido una tragedia. Cuando los hombres y las
mujeres se apartan de su propia visión de la sacralidad, su cultura cae en el sueño con ellos. La visión
sagrada contiene el equilibrio de la luz y la oscuridad. Aquí ocurre eso.
La mujer cogió dos piedras magnéticas y las puso una junto a la otra, primero por dos extremos
positivos, luego por los dos extremos negativos, y observamos cómo se repelían entre si.
A continuación colocó el extremo positivo junto al negativo y ambos se mantuvieron unidos.
-- Lo positivo y lo negativo se necesitan mutuamente para la creación, para el torbellino que se
produce.
– ¿Qué es el torbellino?
– Es como un remolino de fuego, la fuente, la creación original.
Mientras hablaba, levantó las manos y una gran espiral flameante se elevó entre nosotras. La
observamos retorcerse durante varios minutos. La mujer se acercó a mi y puso sus manos sobre mis
sienes.
- Mira Lynn, ahora; mira a través de los cristales en tus ojos y contempla el torbellino.
Yo experimenté un cambió sutil en mi interior y comencé a observar la espiral flameante de un modo
diferente. Fui testigo de los elementos que urdieron el fuego. Parecían ser partículas de energías
masculinas y femeninas, positivas y negativas. Lo femenino ejecutaría una acción implosiva y lo masculino,
explotaría. Luego, lo masculino implosionaría y lo femenino explotaría, impulsando y extrayendo formas de
energía en una danza de agitados remolinos.
- Todo comienza con un círculo de movimiento. Sin polos negativos y positivos, no existiría ni siquiera
el movimiento, ni creación – dijo ella, apartando sus manos de mi cabeza.
-- Sin el lado oscuro, no existiría tu belleza. No temas mirar ambos lados. Los dos te resultan necesarios.
Debes respetar toda existencia como parte del Gran Espíritu.
La contemplé sentarse con serenidad, rodeada por mariposas, y entonces una profunda aflicción se
cirnió sobre mi.
- ¿Qué sucede? - preguntó ella.
- ¿Volvere a verla? Ha sido una prueba severa lograr llegar hasta aquí. Siento tanta paz en este lugar.
Me gustaría quedarme y aprender de usted.
Yo quería ponerme a llorar.
- Ya has muerto para quien eras. Todo es lo mismo y nada es lo mismo. Ahora ves de verdad. Mira
con el cristal en tu corazón. Sigue adelante, mírame y ve tu respuesta por ti misma.
De repente me vi a mi misma como a una muchachita rogándole a mi madre que no me abandonase.
Comencé a sollozar. En un instante reviví mi infancia y pude ver mi miedo a crecer.
--Piensa en tus escudos, Lynn. Piensa en los escudos de la mujer y del hombre, y luego en tus
escudos de niña. Piensa en lo que representan todas las identidades que hay dentro de ti.
Vi mis escudos dispuestos en círculo a mi alrededor. Me senté sobre mi escudo de niña, llorando en
el sur de la rueda chamánica. Dejé de llorar y me desplacé hacia el este hasta mi escudo de niño. De
inmediato me sentí como si estuviese sufriendo una rabieta ante mi incapacidad para controlar la situación.
Luego me sentí mejor.
– Ahora vamos a tu escudo mujer, en el oeste – ordenó ella.
Una confianza renovada se apoderó de mi, y comprendí el poder y la sabiduría que estaba
experimentando.
– Ahora vamos a tu escudo hombre, en el norte.
Fue allí donde vi mi problema. Mi sentido de responsabilidad titubeó. Yo quería culpar de ello a algún
otro, pero ni siquiera sabía de qué se trataba, o a quien culpar que no fuese yo misma.
Un atardecer, dos semanas después de que mi llegada con July, para nuestra gran alegría volvieron
Agnes y Ruby. Con ellas venían dos hombres inuit, un hombre cree y tres trineos. Después de una noche
de descanso, los hombres continuaron su viaje de regresó a sus aldeas en el Oeste dejándoles a Agnes y
Ruby un trineo cargado de carne para los perros.
Agnes y Ruby habían regresado a la cabaña varios días antes de lo que parecía conveniente para
hablar. Sus rostros se veían fatigados e impasibles y los cortos días se pasaron en la tarea de apartar con
palas la nieve de los caminos que conducían al cobertizo. Aprovechando los breves períodos de luz solar,
tratamos de prepararnos para soportar los fuertes temporales y el resto del largo invierno.
La oscuridad cayó en forma repentina y yo me encontré yéndome a dormir a una hora temprana y
teniendo sueños demasiado vívidos. No había hablado de mi experiencia.
En una ocasión Agnes estuvo dando vueltas a mi alrededor mientras yo me dedicaba a limpiar la
estufa y mi miró fijamente a los ojos. Movió la cabeza con un gesto afirmativo y sonrió de manera
intenciónada
– Veo que has encontrado el regalo que te dejé en el árbol de las mariposas.
Después de pronunciar estas palabras, se volvió abruptamente y se dirigió al exterior para recoger
más leña. Al cabo de cinco o seis días yo quería hablar con Agnes sobre la visión de la mariposa. Traté de
iniciar la conversación varias veces, pero nunca parecía ser el momento adecuado.
Después de una comida caliente en una noche ventosa, en vez de irnos a la cama, Agnes sugirió que
nos acomodaramos en torno a la estufa para escuchar lo que yo tenía que contar.
July, Agnes, Ruby y yo nos sentamos en las sillas alrededor del fuego, observando cómo las llamas
brincaban y bailaban en la estufa. Yo comencé a relatar mi difícil experiencia en el árbol de las mariposas.
Lentamente miré a mi alrededor; las profundas arrugas de los rostros de Agnes y Ruby se desvanecieron,
convirtiéndose en prolongaciónes de la negra oscuridad que nos circundaba. Los rostros de las viejas indias
y el de July brillaban con una luz interior que sólo había visto en los indios del norte lejano. Cada vez que
trataba de expresarme las palabras parecían tontas. Yo estaba sentada allí con cientos de imágenes que
clamaban en busca de expresión. Ruby lanzó un gran eructo. Agnes le dió un codazo y le dirigió una mirada
de fingida censura.
Ruby me lanzó una mirada centelleante.
- Bien, maldita sea, ¿la encontraste o no?
Fui sensible a la aspereza de sus modales. July nos observaba a todas.
– A quien? - preguntó.
- Si, la encontré - dije finalmente.
- Bueno, dinos como es – dijo Ruby.
Me aclaré la garganta y dije;
- cuando la vi por primera vez tenía una larga cabellera negra que le llegaba a los pies, iba ataviada
con un vestido de piel de ante adornado con cuentas. Sostenía un cristal en la mano izquierda. La próxima
vez que la vi, estaba de pie junto a una fuente que contenía cristales y su cabellera se había convertido en
un gran montón de mariposas. Tenía con ella una aliada, una mariposa igual a la que yo vi en Santa
Barbara y que me trajo hasta aquí. Actuaba como un perrito y .....
July, agobiada por el misterio de mi increible réplica - dijo con indignación
- Espera un momento! Ve más despacio, ¿qué mujer con cabellera de mariposas? ¿Qué aliada? ¿Te
afectó el frio o qué?
Agnes y Ruby rieron a carcajadas y se daban palmadas en las rodillas, July que había estado
contemplando la escena muy seria comenzó a soltar una risita entrecortada mientras me observaba. Ruby
se enjugó las lágrimas y le - dijo a July;
- no tienes que preocuparte por la salud mental de Lynn.
- Espera! - dijo Agnes con emoción, viendo la aflicción en mis ojos; dirigíéndose a July le - dijo;
- Lynn tuvo una confrontación con un ser supremo. Ese ser ha estado esperándola mucho tiempo en
ese árbol que esta ahí afuera. Escucha July. Y escucha con respeto. Está escrito en el viento que un dia te
encontrarás con ese espíritu del bosque, quizás muy pronto.
Se produjo un silencio largo y meditativo. Ruby hizo tamborilear las uñas de sus dedos sobre su silla y
refunfuño. July parecía avergonzada y se paró a echar más leña al fuego.
- ¿Qué es lo que te pasa Ruby? - preguntó Agnes
- No pienso que esté bien - resopló Ruby
Agnes se puso de pie empujando su silla hacia atrás y llevándose las manos a la cadera le - preguntó
– ¿Qué es lo que no esta bien?
-- Cómo logra tu aprendíz acaparar toda la conversación, habla demasiado.
-- Eso no es cierto - dijo Agnes
-- Si, lo es y no me parece correcto - respondió Ruby
Ruby volvió el rostro e hizo pucheros como una niña.
- Ruby, termina con esto. Lynn quiere contarnos sus experiencias, mientras pueda hacerlo.
- Pues yo no quiero oirla hablar – dijo Ruby
- Ve a dar un paseo entonces – le respondió Agnes – Se está preparando una linda tempestad alla
afuera.
– Muy gracioso, deberías haber sido payaso, Agnes.
-- Ya está bien, Ruby, me gustaría oir el relato del encuentro de Lynn – dijo July.
-- Vaya!! Ahora todas están contra mi. Hasta mi propia aprendíz. ¿Qué más ahora? Siempre que Lynn
aparece por aquí, hay problemas. Voy a silbar para expresar mi desaprobación
-- Adelante y silva entonces- dijo Agnes.
- Bien, supongo que me encontré frente a frente con mi propia fealdad – dije.
- ¿Y?
- Agnes, la preparación que recibí en Yucatán por parte de Zoila me ha servido. Por primera vez
comprendo el valor del aspecto devorador de mi misma.
- Bien - dijo Agnes, haciendo un saludo hacia arriba con su mano.
A continuación, me dio un rápido abrazo.
- En las alas bruñidas, había caballos encabritados, sementales.
Ruby, sin dejar de mirar el cielo raso, - preguntó – ¿De qué color?
- Blanco
Ruby se inclinó hacia delante para observarme. – Hmmm— dijo, frunciendo los labios dándoles la
apariencia de la delicada corteza de un pastel. – Blanco, si.
- ¿Qué piensas Ruby? - preguntó Agnes
- Podría ser........dijo
- Quizás - repuso Agnes - pienso que si.
Mi mirada impaciente iba de Agnes a Ruby.
- ¿Qué? ¿Qué?
- Chamanismo del soñador – dijo Agnes
- Más tarde, más tarde – dijo Ruby agitando una mano en el aire – ¿no es divertido ser excluido
verdad? Mastícalo y prueba el gusto que tiene.
Yo me enfadé.
- Ah, bueno – protesté - de todas maneras, no me interesa. Como estaba diciendo antes de que
Agnes me interrumpiese, lo siguiente y lo último en el árbol fue una rama de fuego. La mariposa voló directa
hacia la llama y yo la seguí, aterrorizada. Pero la seguí. El fuego era una pared enorme que se agitaba
convulsivamente en todas las direcciones. Todo estaba en llamas. Nuevamente fue mi miedo a la muerte,
¿no es cierto?
- Si, hija mia, algún dia ese miedo puede sobrecogerte. Mientras no conviertas a la muerte en tu
aliada, irás a tropezones y cometerás errores. Podrías paralizar tu existencia y volverte indefensa.
Ruby unió ruidosamente sus viejas manos. – ¿Asi que en la copa del árbol había un nido encantador?
- Si, era extraño y maravilloso. Ruby se puso de pie.
- Oh, realmente querida, ¿era simplemente maravilloso? - Ruby echó los hombros hacia atrás de una
manera extravagante y cojeando, se puso a dar vueltas alrededor de su silla diciendo “simplemente,
simplemente”. No pude evitar reirme de Ruby y sus bufonadas.
Ruby se dirigió hacia la cama, se acercó a July y le susurró algo al oido. July se agitó en sueños y
luego se irguió de golpe. Se restregó los ojos y dijo
- ¿Qué es lo que no entendí?
- Entendiste muy poco – le dijo Ruby.
- Vamos a tomar un poco de te – propuso Agnes.
Agnes se dirigió hacia la tetera y desmenuzó algunas hiervas en el agua hirviendo. Al cabo de unos
minutos, una vez que la infusión estuvo preparada, Agnes la vertió en cuatro tazas, colándola con un filtro
de calcetín limpio. Al sorber mi té, recordé las dificultades que se me presetaron para descender del árbol.
- Agnes, cuando estaba bajando del árbol, en la penúltima rama volví a sentirme somnolienta y
terriblemente pesada. La pequeña mariposa se puso muy nerviosa. Un hombre joven y guapo, como un
héroe, apareció delante de mi y me hizo señas. Era muy guapo. Nunca olvidaré su rostro.
Pronto me perdi en una fantasía, recordándolo. Me había enamorado del hombre joven al instante.
- ¿Qué? – preguntó July, con voz anhelante – ¿Encontraste a un hombre en el árbol? ¿Y dices que
era muy guapo?
- July, vuelve a dormirte - le indicó Agnes.
July aspiró profundamente, resignada a su perplejidad.
- Recuerdo que la rama que se hallaba debajo de mi estaba siendo mordisqueada por cientos de
mariposas. Me di cuenta de que si permanecía con él, mi oportunidad de encontrar seguridad habría
desaparecido para siempre. Vacilé y estuve a punto de no hacerlo, pero descendí antes de que la rama se
desprendiese del árbol – traté de no transmitir mis sentimientos en la mirada que le dirigí a Agnes – Le
amaba. ¿Por qué no podía permanecer con él?
-- Ello hubiese supuesto una muerte rápida y dolorosa, si es eso a lo que te refieres – suspiró Agnes.
- A mi me parece bien, ¿el hombre está todavía ahí?
- Uf – dijo Ruby expresando su desagrado.
– Tenía una sonrisa tan hermosa - proseguí – Todavía puedo verlo.
Agnes me señaló con su dedo pulgar – Mirénla – sacudió la cabeza – cuando las mujeres se
enamoran, quieren renunciar a su poder. Tuviste una opción, irte con él o conservar tu poder. ¿Qué piensas
que él quería hacerte?
-- Quería que me fuera con él – dije.
Ruby solto una risotada de desprecio – Falso!!
- Realmente falso – acotó Agnes – Mira Lynn, todas nosotras venimos a este sendero terrenal para
curar nuestra femineidad. Hombre o mujer, da igual. Las mujeres llegan a este orbe sabiendo una gran
verdad. Pero igual que la mayoría de las mujeres, tú no puedes definir que es lo que sabes. Algunas
mujeres se muestran indiferentes ante ese conocimiento. Tú querías entender ese conocimiento. Y eso es lo
que te trajo hasta aquí. Me buscaste para que te ayudase. Ahora bien, cuando los hombres llegan a este
orbe, ellos no saben; si tienen suerte, llegan a darse cuenta de que tienen que encontrar a una mujer que
les enseñe. Los hombres no saben cómo vivir. Pero aprenden de las mujeres. Pero en primer término las
mujeres tienen que adquirir su propio poder y curarse a ellas mismas. Imitan a los hombres como un
sinsonte imita a un cuervo. Una vez que hacen esto, todo se acabó. Todo esta mal. Pierden tanto los
hombres como las mujeres y se vuelven débiles. Si tú hubieses elegido a ese hombre, bello como es, y no
tu propio poder, él te hubiese destruido. A la larga te hubiera odiado ¿Por qué tú no eres la mujer bufalo
blanco que es de quien él debe aprender. Cuando tú seas una diosa, entonces y sólo entonces; podrás
desposarte venturosamente con tu dios.
-- Alto!!! - exclamó Ruby, palmeándonos a Agnes y a mi en la espalda – July aún no ha visto al pérfido
bastardo y está dispuesta a seguirlo hasta su muerte.
Yo me sentía tan aliviada por haber sido capaz de hablar de mi viaje que me quedé dormida al
instante siguiente.
Avanzada la tarde se descargó una tormenta terrible procedente de las lejanas altiplanicies del norte,
que filtró ráfagas de viento de un frio glacial a través de las hendiduras de los troncos de la cabaña. Por
momentos soplaba tan fuerte que los rollos de papel periódico que pusimos en las grietas chirriaban y salían
disparados volando por la estancia. Todas vestíamos con varias capas de ropa y comíamos siempre en
silencio, sintiendo cada una de nosotras la vulnerabilidad de la pequeña cabaña, como la seguridad y la
intimidad de nuestra amistad.
La proximidad de las cuatro obligaba a nuestros pensamientos a refugiarse en reinos diferentes, más
imaginarios. Comenzaba a entender que años de este tipo de tensión pudiesen conducir a visiones del
temido windigo, la visión que llega a obsesionar el espíritu de una persona, helándole el corazón e
incitándola a asesinar a poblaciones enteras. El windigo es esa parte interna de la persona que está loca y
puede inclinarla hacia el canibalismo de otro ser vivo o de sí mismo. Me estremecí al pensar en ese abismo
de dolor y me instalé cerca de la estufa, apoyando mis pies abrigados en el cajón de madera que en
primavera contenía las manzanas.
- ¿Qué tal si hablamos un poco de un clima más cálido? – sugirió Agnes
Yo podría decir que Agnes también estaba acusando el cansancio del frio incesante. En mi caso, aún
cuando hubiese querido marcharme no podría, no había manera de salir de ahí. Solo con los vuelos de mi
imaginación podía hacer frente a la claustrofobia que a veces me empezaba a invadir.
Observé a Ruby, tratando de entenderla, una vieja orgullosa que conservaba un poder tan grande en
su mente, pero sus ojos no veían nada. Ella siempre lo hacia todo bien; cada plato que lavaba, cada manta
que enrollaba, eran tareas realizadas a la perfección. Sus movimientos eran siempre calculados, sin duda
debido a su ceguera, pero también, percibía yo, debido a su gran respeto por la vida y el universo que la
rodeaba. Fue una gran lección para mi observar sus movimientos durante todo un dia. Me maravillé ante su
gracia, semejante a la de un coyote, y su aptitud para convertirse en el conocimiento que quería enseñarme.
Si yo fuese demasiado seria, ella me cogería desprevenida representando el papel de la vieja señora senil o
de la niña petulante. Nunca hasta entonces había tenido el honor de pasar tanto tiempo cerca de Ruby.
Estaba sorprendida de lo distanciada que se mantenía, siempre conservando su lugar. Y con todo, al mismo
tiempo sentía un profundo amor por ella.
Agnes arrastró una silla hasta colocarse frente a mi. July y Ruby hicieron lo mismo, instalándose a mi
izquierda y a mi derecha, respectivamente. Independientemente de lo bien que conociese a Ruby, su
presencia cercana siempre me hacia sentír un poco nerviosa. Nunca sabía que haría en el momento
siguiente. La observaba con el rabillo del ojo y pude verla sonriendo para si cuando recogió el mocasin en el
que había estado trabajando y lo frotó con sus manos.
-- Lynn, es momento para escuchar una buena historia – dijo Agnes. La anciana india tenía sobre su
regazo un platillo con cuentas de colores. Cogió algunas cuentas diminutas de color blanco, las ensartó en
una aguja y comenzó a trabajar en un zurrón pequeño.
- Estoy de acuerdo - dijo Ruby - una buena historia calienta el corazón.
July - dijo – quiero que hables más acerca del hombre hermoso que viste en el árbol.
- Yo dije una buena historia – gritó Ruby – Lynn va a hablarnos del tiempo que pasó en Yucatán,
donde hace calor y brilla el sol.
- Pues, hay mucho para contar, ¿dónde debería empezar? – pregunté.
- ¿Qué te parece si por el principio? - gritó Ruby soltando una carcajada.
July se rió entre dientes.
- De acuerdo, dije yo....recordando, estaba yo en mi casa; caía una lluvia purificadora y yo podía ver
las gotas como filamentos a través de la puerta-ventana que daba a la terraza cuando me senté en el salón.
Estaba leyendo el periódico y vi un anuncio de viajes; reparé en el vuelos baratos a Merida, Yucatán en
México. Agnes me había hablado muchisimo de una mujer que vivía allá, quien, me dijo, sabía muchisimo
de máscaras.
Yo le había preguntado a Agnes – ¿A qué se refiere? ¿A máscaras talladas?
Agnes había dicho que la mujer sabía acerca de las máscaras de poder, y que tenía información que
antecedía a la civilizacion maya. Agnes había aguijoneado mi interés, de modo que tomé nota del nombre
de la mujer, junto con una vaga descripción de la casa en la pequeña aldea en la que ella vivía. Agnes
nunca había vuelto a mencionar a la mujer, ni yo había pensado en la conversación hasta ese momento.
Llamé a la compañía aerea e hice una reservación. En el curso de las tres horas siguientes cancelé
mis compromisos para cenar, citas, y demás actividades. Desde una perspectiva racional, parecía algo
carente de sentido.
El vuelo se desarrolló sin novedades; alquilé un coche en el aeropuerto y con mapas en la mano,
conduje hasta las antiguas ruinas mayas de Uxmal, y desde allí hasta el pequeño pueblo de Llano; sus
calles eran polvorienteas y las casas eran de adobe. Con mi poco español, pedí a un muchacho que me
indicase el modo de llegar hasta la casa de Zoila Gutiérrez.
Después de mucho gesticular y señalar con el índice, descubrí que era una pequeña casa de adobe
instalada en las afueras del pueblo principal, junto a donde corría un arroyo. Agradecí al muchacho, que era
nieto de Zoila, y conduje hasta la casa. El patio era pequeño y bien cuidado. Un fetiche estaba clavado en el
centro dela vieja puerta de madera. Llamé a la puerta y casi me caigo de la sorpresa....la que me abrió la
puerta fue Agnes!!!
Estaba ahí parada, con una amplia sonrisa en el rostro.
- Estaba a punto de olvidarme de ti – me dijo Agnes – ya llevó cuatro días esperándote. ¿ Por qué no
llegaste antes?
Nos abrazamos. Yo estaba completamente atónita y contenta.
- Agnes!! – exclamé - hasta ayer por la tarde no sabía que iba a venir.
- Precisamente estaba hablando de ti con Zoila, ¿no te arden las orejas?
Me rei y dije; -- usted es la última persona que hubiera imaginado ver fuera de Canadá.
- Oh, ya sabes como es esto – dijo Agnes – a los Indios nos asalta la inquietud de andar siempre
husmeando. Seguimos a nuestras narices.
- Entra, estábamos haciendo lo que más te gusta; tomar el té.
La seguí a través de la casa, y entramos a un hermoso jardín rodeado por una valla de madera.
Sentada en un banco labrado a mano se hallaba una mujer anciana, vestida con una blusa holgada y una
falda azul con volantes. Calzaba unas sandalias de cuero, como la mayoría de las indias de Yucatán. Agnes
nos presentó.
- ¿No te dije que Lynn tocaría pronto a la puerta? - dijo Agnes.
- Si, eso decías – - dijo Zoila, con un leve acento en Inglés, mirandome – nos hemos conocido en el
norte, pero probablemente usted no me recuerda.
Sentí una inmediata afinidad con esa mujer notable.
- No, no recuerdo; ¿dónde?
- No tiene importancia – dijo ella.
- Traeré un poco de te para Lynn – dijo Agnes, sonriendo – y no le permitas que te fastidie con las
máscaras y la cultura maya.
Permanecí allí por un momento, en un silencio incómodo.
- Soy Maya – dijo la mujer; luego agregó: - pero algunas personas dicen que soy un lince.
Estaba a punto de preguntarle por las máscaras cuando regresó Agnes con una calabaza llena de un
té de hierbas ligeramente amargo. Las tres tomamos asiento. Ninguna dijo nada mientras sorbíamos el té.
Yo todavía me sentía aturdida por el encuentro con Agnes.
Por mi mente pasaron velozmente docenas de argumentos que podían explicar las razónes por las
cuales Agnes se encontraba sentada frente a mi.
Zoila me dirigió una sonrisa cálida. Sus ojos eran cariñosos y dulces, pero en las sombras pude ver
una serpiente de cascabel enroscada. Sabía que nunca debería volverme en contra de esa mujer. Sus ojos
recorrían mi rostro de arriba abajo, como si estuviera leyendo mis pensamientos.
Varios niños aparecieron corriendo desde el patio trasero y en voz alta una muchacha le - preguntó
algo en Maya a Zoila. Zoila respondió y los niños se dispusieron formando una ronda a nuestro alrededor.
Zoila explicó que los niños querían que Agnes les contase otra historia. Agnes habló a los niños en Maya.
Luego habló a la muchacha, la muchacha corrió al interior de la casa y regresó rápidamente con una tetera,
volviendo a llenar de té nuestras tazas.
- Esta es una de mis nietas – dijo Zoila
- Muy guapa, por cierto - comenté.
Agnes se excusó y se sentó en el suelo, cerca de nosotras. Los niños la rodearon en círculo riendo y
gritando con excitación, quedándose quietos en cuanto Agnes comenzó su relato.
Agnes iba adelante, subimos algunos escalónes hasta llegar a una habitación de gran tamaño en el
segundo piso. En la habitación había dos camas y una hilera de ventanas estrechas daba a un patio que
tenía una pequeña piscina rodeada de palmeras bajas y robustas. En la baranda unas pocas mujeres
sentadas en sillas de madera contemplaban la lluvia y sorbían con pajitas de unos vasos largos.
Dejé mis maletas en el suelo y abrí las persianas de madera. Quería un baño y una siesta. Agnes ya
se había tendido en su cama, volviendo la cara contra la almohada. Su respiración ritmica me indicó que se
había quedado dormida.
Después de darme un baño, con gran alivio me tendí sobre la cama, pequeña y dura, y observé el
ventilador que giraba lentamente encima de mi. Pero el agotamiento no impedía a mi corazón latir con
excitación y no pude pegar ojo. Me vestí sin hacer ruido y salí de la habitación.
Una vez afuera, en el pórtico me senté en una mecedora y me puse a contemplar las franjas
plateadas de lluvia que caían ininterrumpidamente. En la distancia, hacia el este, un rayo rasgó el cielo. Las
mujeres que había visto antes ya no estaban y no se encontraba ni una por los alrededores. Supuse que
todas estaban durmiendo la siesta.
Me adormecí y fui despertada por Agnes, que me sacudía cogiendome de un hombro. Zoila estaba
con ella, las dos vestidas con ropas alegres. La lluvia había cesado y se había hecho tarde. Luces de
colores iluminaban el patio y pude oir a las mujeres riendo en algún lugar más distante, sumido en sombras.
- Lynn siempre esta durmiendo, ¿verdad Agnes? – preguntó Zoila, enarcando una ceja oscura y
clavando su mirada en mi.
Si la pregunta no hubiese sido formulada por una mujer chamán, me habría parecido inocente. Pero
la sentí como un desafío, como algo que podría decir Ruby. Mi espalda se irguió y me obligué a
despertarme.
- Espero que tengas hambre – me dijo Agnes
- Si, mucha – respondí
Agnes me friccionó la espalda y me dirigió una risita entrecortada cuando descendimos por la
escalera. Me dió un codazo como si fuese una colegiala.
- Relájate – me susurró al oido – eres demasiado susceptible.
- ¿Qué lugar es este Agnes? ¿Es algo asi como un lugar de retiro?
- Yo creo que esto es un comedor; - dijo. Y lo era, un gran salón con once mesas y jóvenes mujeres
mayas ataviadas con vestidos floreados de fondo blanco que servían la cena. Todavía quedaban en las
mesas nueve mujeres comiendo o tomando café. Nosotras tres nos sentamos y una mujer joven nos sirvió
toda clase de ensaladas, pescado, arroz y platos con plátanos fritos y frutas tropicales.
Después de comer, Zoila me pidió que fuese a dar un paseo por el jardín con ella.
Agnes regresó al dormitorio. Zoila me tomó de la mano y caminamos en dirección a la escalinata. No -
dijo nada. Los sonidos de las voces femeninas parecieron desvanecerse, y los ruidos de la nche
comenzaron a ampliarse hasta amplificarse en un crescendo. Cuando me soltó la mano, volvió a
escucharse el parloteo, más alto que las voces de la noche.
- ¿Oye usted eso? - pregunté atónita
- ¿Qué? - dijo Zoila
- La noche......
- No, las hojas - me interrumpió
- ¿Las hojas?
- Si, ellas eran las que le hablaban – Zoila sostuvo en alto las palmas de sus manos en dirección a mi
– Yo trabajo con las plantas. Las uso para curar. Salgo por la noche en busca de varias hierbas sagradas
durante determinadas fases de la luna.
Volvió a cogerme la mano; la sentí caliente. La mujer apretó mi mano y luego la solto.
- Escuche - dijo – Cierre los ojos.
Yo pude oir un cambio en los sonidos, un gemido muy débil. Di un pequeño saltó y me giré apoyada
en un pie; en una danza breve. Estuve a punto de caer y entonces abrí los ojos. Los árboles de caucho se
inclinaban sobre mi y la tierra ondulaba en oleadas de calor. Me senté en el suelo y clavé los ojos en Zoila.
- No te asustes, dentro de todos nosotros existe un ser que debemos llegar a conocer. Ese espíritu
que hay dentro de ti habla a los espíritus de las plantas.
Me sentí mareada.
- ¿Nunca lo notaste? - preguntó Zoila
- Siempre me gustó el viento en los árboles - dije.
- Vuelve a cerrar los ojos y escucha con tu corazón
Hice lo que me indicó y oi un gemido suave, casi como el llanto de una mujer. Zoila me tocó un
hombro.
- ahora abre los ojos, ¿la oiste, no es cierto?
- Si, ¿quién es ella?
- Es Ashana. Yo la llamo la raiz de mono, en su lengua. Es una planta y te ofrece su protección. Tú la
necesitas.
- ¿Por qué la llama raiz de mono?
- Ella te está diciendo como eres, igual que suelen hacer los monos cuando imitan a las personas. Es
muy poderosa. Cuando vengas a quedarte conmigo saldremos y la buscaremos juntas.
Zoila me dirigió una sonrisa amplia, se volvió y desapareció en las sombras de la noche.
Tuve que reorientarme por mi misma. La hacienda parecía desierta. Subí rápidamente los escalónes
que conducían a la habitación y encontré a Agnes dormida. No lograba imaginar como podía dormirse con
tanta rapidez y facilidad en este lugar increible. Miré el reloj, Eran las dos de la mañana!. Había estado con
Zoila durante cinco horas, pero me habían parecido solo unos pocos minutos. A la mañana siguiente me
desperté sintiéndome cansada. Permanecí tendida en la cama escuchando el sonido de la lluvia y el
alboroto de pájaros e insectos en el denso follaje que rodeaba toda la hacienda. Agnes salió del cuarto de
baño.
- No consigo acostumbrarme a toda esta vida civilizada – señaló hacia el cuarto de baño – no está
bien.
Se acercó y se sentó en el borde mi cama.
– Agnes, yo tuve una experiencia increible con Zoila ayer por la noche.
Mi cansancio desaparecía a medida que hablaba.
- Cuéntame - dijo Agnes.
- Estábamos caminando por el jardín. Nos detuvimos para escuchar y yo oi que las hojas me
hablaban. También me habló una raiz llamada ashana. Emitía un sonido semejante al llanto de una mujer.
- ¿Ashana? Oi hablar de ella. Aleja los malos espíritus. Sé un poco de eso. Zoila será una buena
maestra, conoce las plantas sagradas de este círculo mejor que nadie.
- Me hizo vibrar oir los sonidos de las hojas. Zoila me ayudó. Los sonidos se apoderaron de mi y me
puse a bailar.
- En los viejos tiempos siempre enviabamos una aprendíz a otra persona chamán si ella necesitaba
aprender poderes que procedían de un sendero diferente. Zoila está muy informada sobre plantas, pero su
conocimiento procede de un sendero diferente. Yo la respeto, y te entregó con ella para que aprendas algo
de esa sabiduría.
– Me gusta Zoila – comenté, mientras bajabamos la escalera.
Agnes y yo tomamos el desayuno en el salón comedor pequeño y luego caminamos por las ruinas de
Uxmal. Deambulamos sin rumbo con deleite por la antigua ciudad. Uxmal tiene una cualidad femenina,
voluptuosa. Descubrimos los puntos magnéticos en el diseño arquitectónico; eran como puntos de
acupuntura sobre un cuerpo humano y nos paramos sobre ellos, absorbiendo la energía a través de las
plantas de nuestros pies. Por la tarde regresamos a la hacienda para dormir una siesta. Yo era muy
consciente de mi intenso amor y respeto por Agnes como mi amiga y maestra.
También era muy consciente de la similitud de la energía que existía en nosotras, cuyo reflejo nos
devolvía Yucatán. Juntas estuvimos descubriendo visiones, olores, sonidos y la cultura mágica de Uxmal.
Ambas éramos extranjeras en esa tierra y por primera vez estábamos en igualdad de condiciones,
disfrutando de la experiencia de algo nuevo. O al menos asi lo creia yo.
Agnes abandonó la habitación después de la siesta. Mientras me alistaba, un nieto de Zoila me
entregó una nota. La nota decía que Agnes no volvería para la cena y que yo esperase hasta que la luna
estuviese alta antes de seguir el mapa dibujado en ella.
LA ÚLTIMA MADRE
La selva se hallaba alborotada con los llamados nocturnos de aves y animales cuando abandoné la
hacienda. Seguí atentamente las instrucciones que me había enviado Zoila. Se estaba haciendo tarde. El
sendero conducía en linea recta a través de la selva, que olía a madera podrida y a tierra mojada. Mientras
caminaba, una bestia bramó e hizo que un escalofrío recorriese mi cuerpo.
De repente me hallé en las ruinas de una construcción maya, un templo bajo con altas serpientes de
piedra y terrazas a ambos lados. La luna llena resplandecía tenuamente sobre las ceibas despidiendo un
brillo insólito. Oi otro sonido y miré en esa dirección. Todo pareció quedarse inmóvil. Yo avancé siguiendo
las indicaciones del mapa y entré en un oscuro corredor abovedado.
De inmediato, más alla del arco de entrada, un recodo torcía a la izquierda. Al salir de las sombras me
encontré ante dos mujeres con aspecto de amazonas.
- ¿Quiénes son ustedes? - pregunté a los gritos, sorprendida.
- No se preocupe - dijo una de ellas - somos las guardianas designadas de este templo. Somos las
caminantes de la noche que la guiarémos hasta su destino. Este es un lugar sagrado y debe ponerse una
capucha.
La mujer no había terminado de decir eso cuando la otra ya estaba poniéndome una capucha.
- Vamos - dijo – sujétese a nuestros brazos.
Caminamos durante varios minutos. Podía oler el humo del copal. A través de la tela opaca que
cubría mi rostro podía vislumbrar un luz oscilante. Luego sentí que además de mis escoltas, había más
gente cerca de mi. Fui empujada suavemente hacia abajo hasta quedar sentada sobre un asiento frio y
duro, sin respaldo. Toqué la piedra pulida con las manos y palpé diseños tallados de forma circular en la
parte inferior y los costados. Luego me quitaron rápidamente la capucha y las guardianas desaparecieron en
las sombras.
Había tratado de no desorientarme y creí estar mirando hacia el este. Contuve la respiración. Estaba
sentada en una habitación con tres seres enmascarados. Se parecían a enormes muñecas mayas del
espíritu o katchinas. Uno de esos seres esta delante de mi, otro a mi derecha y el tercero a mi izquierda. Me
volví y comprobé que había un cuarto, exactamente detrás de mi. Cada uno era totalmente diferente a los
demás. Las criaturas que estaban enfrentadas eran de caracteristicas completamente opuestas. Todas eran
personajes femeninos y parecían estar centradas en mi.
Estábamos entronizadas en una habitación cuadrada, de piedras altas, con un cielorraso abovedado
y sin ventanas. El ambiente era antiguo, como si hubiesemos retrocedido miles de años en el tiempo. Varias
antorchas encendidas hacían aún más misteriosas a las criaturas enmascaradas y sus colores vibrantes.
Las llamas ondulaban, lamiendo las sombras.
La mujer que estaba frente a mi comenzó a moverse. Se veía hermosa a la débil lumbre, graciosa y
con apariencia de sílfide, llevaba un tocado realizado en oro intercalado con algo que se parecía a plumas
de guacamayo. En la corona se veía un colibrí. Oí música que procedía de algún lugar oculto y la mujer
comenzó a canturrear con voz de soprano. Un tambor inició un ritmo latente y trinó una flauta de arcilla. Se
les unieron otros instrumentos de persecución que no reconocí. La criatura enmascarada dió un saltó en el
aire y sus faldas remolinaron, crujieron y temblaron en torno a sus piernas.
Llevaba veinte o treinta hileras de hierba, todas pintadas con arco iris que brillaban tenuamente. Su
rostro estaba pintado exquisitamente con los colores del arco iris, y su larga cabellera plateada, como los
hilos de plata de navidad. Me hizo un gesto con la cabeza indicándome que la siguiese y me ofreció una
tablilla de jade cubierta con símbolos que reconocí como mayas.
Como yo no me moví, ella se acercó más, extendiendo la tablilla. Su cuerpo emanaba una luz
semejante a la escarcha cuando relumbra a la luz del sol. Avanzaba al compás de la música con pasos
imaginativos y estilizados, bailando alocada y expresivamente; luego se detuvo y se paró casi a horcajadas
como en una pantomima.
Sentí una energía oscura procedente de la criatura o monstruo que estaba detrás de mi. Dio un
alárido espeluznante.
- Mírame! - gritó.
Sin levantarme de mi asiento, me volví para enfrentarla. Ella se contorsionaba en espirales de humo y
su rostro era una calavera deforme. Sobre sus ojos vacíos tenía pintada una franja negra. Cuando su rostro
descarnado se acercó más al mio, pude ver sus dientes aserrados. Se parecía a la máscara de la muerte.
Era calva como el viento norte o un sol extinguido. Sus manos parecían garras de ave. La música se volvió
disonante y el ritmo se hizo más acelerado. Ella dió vueltas hasta caer sobre el suelo de piedra. De su
cinturón colgaban serpientes, pájaros e iguanas muertos, que ahora se desplegaban grotescamente a su
alrededor.
Un ataque de epilepsia o apoplejia pareció apoderarse de ella; era como si estuviese poseida por la
peor estirpe de demonios. Bramaba y rugia, echando espumarajos por la boca. Yo me levanté y me subí de
un saltó a mi asiento de piedra, temiendo que en su histeria pudiese hacerme daño.
Ella fue calmándose, se quedó en pie y rió con una fuerza maligna. Sus dientes negros y aserrados
resultaban amenazadores. Sacó una calavera de debajo de sus faldas cubiertas de espinas, en tanto
sontenía un cuchillo de piedra negra en la otra mano. Cantó con voz aguda y monotona, que resonaba con
furia.
Córtate la mano
Córtate el pie
Únete al suelo
Atate al árbol
Nunca me abandonarás
Cuando terminó su canción, arremetíó contra mi como un animal indómito. Yo me eché hacia atrás y
estuve a punto de caer del asiento al tambalear, me hallaba tan paralizada por el miedo que apenas si podía
moverme.
- Espera! Ella es mia – dijo la mujer que se encontraba a mi derecha. Me volví y ella bailó delante de
mi, entregándome las ofrendas de la abundancia; frutas, granos de cereal y maiz. Llevaba un vestido
brillante de barba de maiz que rielaba a la luz de la antorcha como lluvia de verano. Su seno derecho estaba
desnudo y parecía estar amamantando a un bebé de hojas de maiz atado a ella.
Depositó a mis pies una cesta con harina de maiz. Luego, canturreando una canción de cuna,
espolvoreó un poco de harina encima de mi cabeza.
Cubría su cabellera verde con plumas de alas de águila moteada. Siete serpientes rodeaban su
cintura. Su rostro estaba pintado de amarillo, con dos franjas rojas atravesando lateralmente sus mejillas y
su nariz. Era corpulenta e imponente y se movía con la fuerza de la madre tierra.
Se balanceaba a derecha e izquierda al ritmo del tambor y me indicó que la siguiese. Luego se
detuvo.
Detrás de mi escuché un sonido espantoso que sólo podía provenir del hocico de un cerdo. Me volví
para hacer frente a esta nueva mostruosidad.
Esta llevaba un brazalete de serpientes y grandes arañas peludas se arrastraban por sus vestiduras;
que estaban hechas con todo tipo de insectos muertos. Su rostro deforme parecía a un amasijo de raices
nudosas de rio. Era tan horrenda como hermosa era la otra. Lucía un vestido de alas de cuervo del que
colgaban garras de buitre. Su tocado estaba formado por serpientes de color negro y dorado. Cuando
bailaba, despedía sombras largas, trepidantes.
Era la personificacion de todo lo que es funesto, un espíritu malévolo. Se tiró al suelo, rugiendo y se
arrastró hacia mi. La repugnancia y el terror se apoderaron de mi. Soltó las serpientes a mis pies y levantó
la mirada, contemplándome con apagados ojos de reptil. Yo pegué un grito y salté hacia atrás desde el
asiento de piedra.
Todas las criaturas avanzaron en mi dirección tirando de mi y acariciándome. Logré deshacerme de
ellas, vi un pasillo y corrí hacia el. Ellas me persiguieron mientras yo corría. Estaba confusa y perdida y
rogaba por salir de alli. Probé varios pasillos, pero todos parecían conducir de regreso al punto de partida.
Entonces vi una luz en uno de los pasillos y me dirigí hacia ella. La luz de la luna me condujo hacia
una salida. Sin aliento y con lágrimas rebalando por mis mejillas, vi a Agnes y a Zoila esperándome fuera
del templo.
- Dios mio, ¿cómo pudo haberme hecho esto Zoila? – dije aterrada.
- Has experimentado una iniciación que es tan antigua como el tiempo. No lo sabes, pero has pasado
la prueba. Ahora sólo te queda entender tus experiencias.
Seguí a Agnes y a Zoila a través del sendero en la selva de regreso a la hacienda. Yo iba tiritando y
silenciosa. La hacienda parecía extrañamente desierta cuando llegamos. Me condujeron hasta una
habitación pequeña con muebles tallados a mano y nos sentamos.
- ¿Qué fue todo eso Zoila? - pregunté.
- ¿Tú que crees? - preguntó a su vez.
- Creo que usted me envió a una madriguera de monstruos.
- No. Monstruos no. Matriarcas.
- A mi no me parecieron matriarcas.
- ¿Quieres aprender? ¿O quieres discutir? - dijo Agnes – deja a un lado tus opiniónes.
- Cuéntenme – dije.
- No – repuso Zoila – Cuéntanos tú. Todo. No omitas nada.
Examiné cuidadosamente mis experiencias en el templo, contando todo lo que podía recordar.
Cuando formulaba una pregunta me decían que continuase con mi relato.
- Por favor, les pido que me expliquén estás cosas – dije cuando terminé - ¿Qué clase de iniciación
fue esa?
- La Última Madre. Cada una de esas mujeres representaban un aro de energía. En los tiempos
antiguos esta ceremonia era realizada por las grandes sacerdotizas por el bien de todas las mujeres
embarazadas e iniciadas. Después de su iniciación como la Última Madre, por primera vez sabían quienes
eran. Sabían por qué se comportaban de una manera determinada. Volvamos a repasar tus experiencias y
veamos si podemos desenmarañarlas.
- ¿Qué clase de aro de energía Zoila? , yo estaba fuera de mi debido al miedo que sentía.
- El poder de la Última Madre es aterrador sólo si se lo malinterpreta. La primer mujer que viste
directamente era la mujer del este. Vamos a llamarla La Madre del Arco Iris. Para mi gente es Xochiquetzul,
la diosa de la luna. La Madre del Arco Iris es la energía del poeta, del bailarin, del tejedor, del vidente. Es la
diosa de los matrimonios y de las prostitutas. Los artistas son amigos íntimos de ella; ella es su musa. Es
una diosa mal comprendida en la sociedad en la que tú vives, tu gente hasta puede intentar matarla o
encerrarla en un asilo de enfermos mentales.
Tu mundo no soporta a sus escritores y pensadores, por eso ella es considerada como una persona
inadaptada, una persona marginal. Si se casa, no alimenta a sus hijos, los inspira. La rutina la marchita.
Ella está sobre el extremo de una flecha.
En el extremo opuesto se halla la mujer del oeste, La Mujer Loca o Ilamatecuhtli, diosa de la muerte.
Imagínatela como el sol agonizante. Fue la segunda mujer que te tentó. Algunos la llaman la mujer caníbal.
- ¿Es como la medusa a quien se ve convertirse en piedra? - pregunté, explicando a Zoila el mito de
la medusa.
Zoila asintió con la cabeza.
- Si, ella te convertiría en piedra y te despojaría de toda su sacralidad. No desea matarte, sino mutilar
tus facultades y paralizar tu capacidad. Ya has oido hablar del poeta loco o del artista demente. Ello se debe
a la mujer loca. Ella siempre está hostigando su cordura y poniéndola a prueba. Trata de atraer hacia las
encrucijadas.
- ¿Dónde se halla eso?
- Donde estuviste sentada. Estuviste en el asiento del jaguar, en el lugar del olvido y del recuerdo.
Estuviste sentada en un lugar de gran poder, un lugar donde se enfrentan y desafían unas a otras cuatro
energías conflictivas. Si puedes situarte entre ellas y reconciliar sus fuerzas de atracción, tendrán gran
influencia en tu mundo. Pero como con todas las cosas grandes, existe un grave peligro. Si vacilas y no
respetas a la mujer loca, ella puede dominarte y destruirte.
- ¿Puedo hacerle una pregunta?
- Si
- ¿Está usted diciendo que La Madre del Arco Iris y la Mujer Loca representan aspectos de mi propia
naturaleza?
- Por supuesto. Existen dos tipos de energía femenina en la tierra, no sólo una. La tierra es femenina,
como estoy segura de que Agnes te ha enseñado. Una mujer traduce su energía en la forma de la Madre
del Arco Iris extática o de la Gran Madre que alimenta. Tú sentiste a la Gran Madre, la madre que alimenta,
en el norte –explicó Zoila-. La gran Chicomecoatl es conocida como la abuela de los dioses. Ella llevó
presentes de frutas y cereales, amamantó al bebé de perfollo de maiz y su cintura estaba rodeada por siete
serpientes. Las dos grandes matriarcas son emisarias de aros de energía muy reales. Ambas tienen su
polo contrario y opuesto. La mujer loca está en el oeste, al otro lado de la mujer del arco iris, que se halla en
el este. El opuesto es la madre muerte o Coatlicue, la diosa serpiente, en el sur. Ella puede ser un
instrumento de su muerte. Lleva víboras venenosas en sus brazos y su vestido esta hecho con serpientes
muertas. Si prefieres no mirar a estas nobles matriarcas la mujer loca o la mujer muerte, por respeto a su
poder; ellas pueden subyugarte con facilidad. Entonces serás consumida por la locura, la tristeza o incluso
la muerte.
- ¿Qué debo de hacer?
- Debes comprender a la última madre, debes comprender y llegar a ser consciente de quién eres tú.
Date cuenta de que perteneces a la madre del arco iris y únete a ella. El alma que ella tiene es el alma que
tienes tú. Para ti, ella es la última madre. Tú eres la creadora que baila con sueños y visiones. ¿No te has
sentido siempre como si no te pertenecieses?
- Siempre me he sentido fuera de sincronia – le dije.
- Si, tu camino es muy difícil, porque tu cultura no apoya a sus artistas. Tu cultura sólo acepta a la
gran matriarca que alimenta, el tipo de mujer que cultiva el maiz y cría a los niños. Esas mujeres aman la
rutina, se casan, crian a sus hijos y generalmente llevan una vida mucho más fácil que sus hermanas del
arco iris. Mientras que las madres del arco iris son frustradas, insatisfechas y tal vez alcohólicas debido a las
expectativas de los demás, las Grandes Madres son los pilares de la sociedad. Hasta que llegan a una edad
mediana, esto es asi. Entonces descubren que sus hijos han crecido y que ya no hay a quien criar. En ese
punto, su energía opuesta, la Madre Muerte se acerca y trata de llevárselas.
- Parece una etapa peligrosa – dije.
- Si, cuando las mujeres comprenden a su última madre, pueden levantar altares y fetiches de estos
poderes. Cuando sienten la influencia de la Mujer Loca o de la Madre Muerte en forma de depresiçon o
desaliento, pueden encender velas o quemar copal en honor de su gran poder, el lado oscuro. Ya ves, tu
propósito solo define tu bondad y belleza. Al rendir honores al lado oscuro, destruyes el poder que ella
ejerce sobre ti. Entonces ella ya no puede dominarte.
- ¿Cómo se relaciónan estas enseñanzas con los hombres?
- Este es un mundo femenino. Los hombres también posees estas energías, estos aros de poder. Se
hallan detrás de los hombres y dentro de las mujeres. También los hombres deben aprender a honrar el
lado oscuro. ¿De dónde procede el hombre loco sino de la Mujer Loca? Es lo mismo.
Fui a mi habitación y permanecí sentada en la cama durante un largo rato, reflexionando sobre esa
lección tan importante. Las imágenes de las cuatro madres sagradas parecían cernirse sobre mi.
Una corriente de viento frio sopló a través de la ventana abierta y me acarició. Me estremecí.
Diferentes pasajes de mi vida acudieron a mi mente vividamente. Vi imágenes de un paisaje de
invierno con nieve remolineando delante de mi. Yo estaba esquiando con mi marido, el invierno anterior a
nuestro divorcio. Si entonces al menos hubiese sabido lo que acababa de aprender acerca de las dos
diferencias indudables en la traslación de la energía femenina! Ahora me daba cuenta de que ninguno de
los dos tenía razón o estaba equivocado, aún cuando ambos parecíamos ser culpables a los ojos del otro.
No comprendíamos las necesidades del otro. Por supuesto, tuvimos tantos enfrentamientos, culpándonos
mutuamente, que finalmente el matrimonio se destruyó.
Sin decírselo a mi marido, yo había ido de tienda en tienda en busca de un surtido especial de
pinturas al óleo en tubos diminutos que entrasen en mi mochila junto con los lienzos enrrollados y un
pequeño encerado impermeable para sentarnos. Cuando nos detuvimos a descansar, esparcí sobre el
encerado los tubos de pintura y los pinceles para sorpresa de él, con la intención de que ambos los
utilizáramos y disfrutáramos.
- Estoy muerto de hambre - dijo el con furia – No puedo creer lo egoista que eres. Pensé que lo que
traias era el almuerzo.
Yo me disculpé.
Pero mira - dije – haciendo un gesto hacia el espectacular paisaje cubierto de nieve que esperaba ser
apresado por nuestros pinceles.
El se puso aún más rabioso y lívido.
– ¿Por qué no trajiste comida? –gritó.
Yo traté de calmarlo y de lisonjearlo para que se pusiese de mejor humor. Le expliqué que su espíritu
también necesitaba alimento. Pero pronto me di cuenta de que todo intento por pacificarlo sólo con palabras
sería inútil. Le di un poco de la comida que había preparado.
El enojo de mi marido duró varios días. Y ese cuadro se repitió una y otra vez, como algo típico de
nuestra relación. Si yo hubiese sabido que él era un tipo de hombre alimentador que, a su vez, necesita ser
alimentado, nunca hubiese mencionado la sugerencia de inspiración.
El no era el tipo de hombre que alimentaba sueños o se excitaba con ideas nuevas. Ni se interesaba
por la estética. El quería un bocadillo grande de carne de ternera con papas para poder seguir esquiando.
Yo hubiese podido morir felizmente de hambre mientras contemplaba la vastedad y la belleza de las
montañas.
Yo quise tocar ese lugar sagrado en él, pero no sabía cómo. Es casi imposible llegar a un hombre,
incluso a un esposo amante, cuyo aspecto intuitivo está bloqueado. Como muchos hombres en la sociedad
actual, mi marido creía erróneamente que la sensibilidad era debilidad. Le asustaba la idea de ser curado
¿Por qué no podía identificar su problema ni tampoco podía yo?. Para ambos no existía más que vacío y
confusión.
Agnes apareció por la puerta sorbiendo una bebida de color verde.
- Agnes -dije- ahora puedo ver que mi matrimonio nunca hubiese funcionado. Un marido que alimenta
y una esposa exaltada nunca pueden marchar bien.
- A veces de eso sale un buen matrimonio, si cada uno valora las necesidades del otro - me
respondió.
- No veo cómo.
- Funciona muy bien para ciertos hombres o mujeres del arco iris – dijo Agnes – Sus vidas están
sumidas en el caos porque siempre se hallan en estado de sueño. Si se casan con una persona del tipo
alimentador, la pareja que alimenta se siente satisfecha haciéndose cargo de la pareja arco iris. Esto
resulta maravilloso para ambos.
- Pero a la persona que alimenta, le gusta saber lo que su pareja está haciendo todo el tiempo, y que
estará en casa puntual para la cena. Ni siquiera puedo imaginar como se puede obligar a manifestar su
opinión a una persona arco iris. En mi matrimonio ello condujo a peleas constantes y estropeó la relación.
- De alguna manera estás minimizando a la madre que alimenta. Pero ella es la gran madre poderosa
de este mundo. Sin ella, no existirían las familias. No crecería el trigo. Sería el caos.
- Pero Agnes, la persona arco iris y la persona que alimenta nunca se comúnicarían. Y la persona
arco iris quiere comúnicarse con la persona que ama más que a nada en el mundo.
- Si se unen dos personas arco iris –dijo Agnes- pueden llegar a olvidarse de comer. Pueden llegar a
morir de hambre, perdidos en su propio caos. Para hacer que un matrimonio funcione tienen que llegar a ser
prácticos, si una persona arco iris esta profundamente entregada al trabajo y encuentra una pareja
alimentadora que cuide de ella, entonces es mejor que asi sea, en la medida en que la pareja alimentadora
no traté de controlar y clavar al suelo los pies de la pareja arco iris. Cada uno tiene que ver que son muy
diferentes en su concepción del mundo y entonces de ese modo la relación funcionará mucho mejor.
MUJER JAGUAR
Agnes bajo a cenar, pero me pidió que yo me quedara en la habitación. No iba a comer, la lluvia cesó
y la luna llena brillaba con todo su esplendor, siendo ocultada solo por las ramas altas de las ceibas. Todo
parecía diferente. El revoloteo nervioso de las aves se aquietó cuando la oscuridad envolvió las antiguas
ruinas de Uxmal.
Agnes y yo nos sentamos sobre nuestras mantas chamánicas, de colores rojo y negro, en el centro
de lo que, me dijo ella, fue el patio del convento de monjas en la parte posterior del templo de los magos.
Nuestras pipas sagradas chamánicas yacían entre nosotras cuando nos sentamos una frente a la otra. La
misteriosa ciudad de piedra y arcilla que se extendía a nuestro alrededor se aparecía como un gigante en
las sombras iluminado por la luz de la luna.
Mis dudas acerca de por qué estaba yo allí se habían esfumado como el humo de nuestras pipas.
En ese lugar había magia y yo sabía que un gran conocimiento se había perdido cuando los
sacerdotes y las sacerdotisas de esa ciudad fueron heridos. La magia de la tierra sobre la que estaba
sentada se elevó llegando a mi sangre y la tierra se apoderó de mi espíritu como si fuese suyo.
Ciertamente, este era un lugar donde se había acumulado y compartido sabiduría y poder.
Lentamente, como fantasmas en la noche, se nos unieron otras mujeres. No sabía quienes eran, y no
se pronunció ni una palabra. Permanecimos sentadas un largo rato, compartiendo el silencio. Agnes me dijo
que cerrase los ojos y despejase mi mente de pensamientos, para concentrarme en mi llama interior. Una
flauta sonó a lo lejos, después de un largo rato abrí los ojos.
Varias antorchas habían sido encendidas en los escalónes que conducían a un edificio bajo, en el
lado izquierdo del patio cuadrangular. En la puerta de entrada había una piedra horizontal sobre cuatro
soportes de piedra tallada que llegaban a la altura de la rodilla. Las mujeres se habían dispuesto en dos
lineas que se abrían en abanico descendiendo la escalinata de piedra. Una mujer estaba de pie delante de
la piedra elevada. Pude ver el humo de copal elevándose de la plataforma de piedra, sobre la que se habían
colocado toda clase de ofrendas y flores. El humo era tan denso, que tarde un momento en darme cuenta
de que la mujer estaba de espalda a nosotras. Llevaba puesto un vestido de piel de jaguar. Sus brazos y
sus manos como garras estaban tendidos en actitud de rezar, luego vertió agua sobre el altar y fumigó
incienso de copal sobre su cuerpo, para purificarse.
Se hallaba a una distancia de unos ocho metros de nosotras. Estaba pronunciando unas plegarias
hermosas y melódicas en maya, y el antiguo patio resonó con sus palabras. Con la oscuridad, la antigua
estructura de piedra parecía más cercana y de mayor tamaño a mi vista. El aire cálido de la noche nos
envolvía como un capullo aterciopelado, cubriéndonos con un manto de placer hipnótico.
La mujer que se hallaba ante el altar se volvió lentamente. Yo me quedé sin aliento, y Agnes poso un
instante su mano sobre mi rodilla para calmarme. Grandes ondes de humo de un gris blanquecino
resplandecieron en torno a la mujer y serpentearon a través de la noche. Como si fuese una figura
espectral, la mujer llevaba una máscara blanca de jaguar que parecía estar tallada en piedra. Los puntos
blancos de la piel de jaguar acentuaban las sombras. Con los brazos extendidos, la mujer pronunció mi
nombre. Yo recogí mi pipa y un manojo de ofrenda y subí la escalinata en dirección a ella. Agnes me siguió.
Me abrí paso a través de la nube de humo de copal y me senté frente a la mujer que había tomado asiento
en el lado opuesto del altar. Yo me senté sobre una esterilla de hierba y Agnes lo hizo a mi izquierda,
también sosteniendo su pipa.
Después, extendiendo su mano por encima del altar, Agnes entregó su pipa a la mujer, quien la
depositó sobre este. Repetí el gesto con mi pipa, mis ojos estaban clavados en la mujer, que ostentaba su
poder con tal majestad felina que me hacia sentír paralizada y horrorizada al mismo tiempo. Sabía que era
una mujer, pero en ciertos momentos de la ceremonia, cuando erguía los hombros o cogía algo con sus
manos fuertes o se ponía los guantes de jaguar hubiese podido jurar que era un hombre. Ella me miraba
fijamente. En un inglés con acento, ligeramente amortiguado por la máscara, dijo; me has demostrado que
puedes servir a las hermanas chamánes. Ahora sé que puedes servir al Espíritu.
Se quitó la máscara con destreza, dándola vuelta. Vertió en ella un líquido y bebió un trago. Su rostro
estaba pintado de negro y solo pude ver sus ojos, que brillaban como la luna. Me entregó la máscara, la
tome, sosteniéndole la mirada. La máscara pesaba como una piedra, pero su tacto era suave. Sorbí algo
que sabía como el vino y luego volví a dejar la máscara en sus manos pintadas. La mujer volvía a
ponérsela. Aunque no podía verla con claridad, y nunca lo logré, sabía que se trataba de una persona
conocida. Le entregué el manojo que había traído. Agnes me había indicado que trajese aguardiente, copal
blanco, tabaco, chocolate, incienso, velas y muchas flores. La mujer aceptó mi ofrenda, con bellas palabras
en maya la depositó sobre el altar.
Con su boca pulverizó un poco de aguardiente sobre el altar junto a varios objetos que se alzaban
más cerca de mi, detrás de velas encendidas.
Contemplé la bella colección de objetos sagrados que se hallaban encima del altar. Había flores por
todas partes, velas, piedras, varas con plumas, piedras ahuecadas con objetos en su interior, un manojo
envuelto, un crucifijo, hierbas y muchos objetos más oscurecidos por las sombras. Sentí un campo
energetico intangible que corría desde el altar hasta mi, atravesando el tronco de mi cuerpo como un
magnetismo finito.
- El conocimiento, es reconocimiento – dijo la mujer, observando como miraba yo su altar. ¿La
reconoces no es cierto? Ahora conoces tu poder; aún cuando no lo comprendas.
Sentada frente a mi, se acurrucó sobre mi petate como un gran felino e hizo un gesto de asentimiento
con la cabeza. Comenzó a hablar de un modo enérgico que de inmediato llegó al punto más sagrado dentro
de mi misma, mi lugar chamánico.
- Ponte de pie – me indicó.
Me colocó de manera que pudiese ver las dos hileras de mujeres que seguían paradas sobre los
escalónes de piedra. Parecían estar observando la escena con atención.
- Durante muchisimo tiempo – comenzó a explicar - nuestras hermanas han vivido sin asumir su
poder; tú tienes un gran enemigo, un hombre de pelo rojo que en este momento te anda rondando. Tú lo
acechaste una vez, pero eso hace ya mucho tiempo. Al margen de tus sentimientos de miedo y culpa, es
como has llegado a convertirte en su presa. El esta estropeando las luces que brillan en torno tuyo. El que
acecha debe ser acechado. Las que estamos aquí somos todas tus hermanas. Lo que te sucede a tí nos
sucede a nosotras. Extiende tus manos hacia delante.
Extendi mis manos hacia la mujer. Ella se quitó sus guantes semejantes a garras y los puso en mis
manos. Yo moví los dedos y de ellos surgieron unas garras afiladas. Por un momento, mi visión se nubló,
pero luego se volvió extremadamente aguda. La mujer jaguar se quitó el vestido y lo ajustó alrededor de mis
hombros. Las mujeres paradas en los escalónes se adelantaron silenciosamente y me rodearon formando
un semicírculo. Todas las mujeres me miraban fijamente y parecían estar centrando su atención en mi
ombligo. Detrás de mi, sentí a la mujer jaguar con los brazos alzados al cielo. Sentí su poder y el poder del
altar irradiándose hacia mi. Miré a Agnes en busca de seguridad.
Ella tenía la misma mirada atenta de las demás mujeres. Comencé a sentír calor, como si estuviese
afiebrada.
De repente, salí disparada hacia arriba fuera de mi cuerpo y estuve volando sobre las copas de los
árboles. Luego avancé por el suelo corriendo por la selva a una velocidad sorprendente, que parecía
entender notablemente bien. Me detuve y husmee, luego me giré avanzando en diagonal hacia el sur. En
ese instante tomé conciencia de que yo era el espíritu del jaguar y el rastro que estaba siguiendo pertenecía
al Perro Rojo.
Salté hacia una colina por encima de hierbas densamente encrespadas y luego disminuí la velocidad
de mi marcha hasta adoptar un paso regular, furtivo y silencioso. Ocultándome detrás de un árbol, vi a Perro
Rojo de espaldas a mi. Me agazapé, disponiéndome a saltar y justo en ese instante, él se volvió y me miró
con una mirada de terror en sus ojos. Yo gruñí y él golpeó el suelo con sus pies gritando, comenzó a dar
vueltas hasta que desapareció por completo en un embudo de viento que giraba a gran velocidad. Arremetí
contra ese remolino de viento pero este se mantuvo encima de mi. Quería saltar hasta çel y despedazarlo
con mis garras. Cuando perseguía a mi presa, sentí que mi cuerpo se disolvia.
Me desperté en mi cama de la hacienda para encontrarme con Agnes, quien me frotaba la frente y las
mejillas con hielo.
EL ENANO VERDE
Un gran rugido en la distancia interrumpió mi relato y una gran quietud cayó sobre la cabaña. Una
repentina corriente de aire tempestuoso apagó la lampara y nosotras permanecimos sentadas mirando a
nuestro alrededor, a la luz del fuego. Todas habíamos estado tan absortas en la persecución del Jaguar en
Yucatán, que tuvimos que parpadear para recordar donde nos encontrabamos.
Un lobo comenzó a aullar a lo lejos. Luego otro lobo le respondió a la distancia, hacia la derecha.
Detrás de nosotras, respondieron más lobos. Normalmente me encantaba oirlos, pero esa noche, en medio
de esa extraña quietud, sus aullidos me hicieron temblar.
- Va a nevar – dijo Ruby encendiendo su pipa.
- Esperemos no quedar bloqueadas por la nieve – dijo Agnes.
- ¿Qué quiere decir? – pregunté yo con nerviosismo.
- Escucha el silencio. Escucha y siente, cuanto más cálido es, ello significa que la nieve se acerca y
una nevada intensa puede llegar hasta el techo de la cabaña.
Agnes se puso de pie y volvió a encender la lampara. Esa noche, mientras caía la nieve, yo soñé con
el hombre hermoso del árbol de las mariposas. El hombre estaba de pie, cerca de mi, como había estado la
primera vez que lo vi. Había una delicadeza en él que resultaba irresistible.
Yo quería irme con el hombre, perderme en sus brazos. Otra vida flotaba en la distancia, donde no
había ni objetivos, ni destino, solo un goce sensual de la tierra y sus frutos. Una catedral se alzaba al fondo.
Era de noche y el hombre hermoso y yo queríamos entrar. Pero las puertas estaban cerradas. Las
mariposas se posaban en nosotros, que nos tendimos en el suelo con dulce placer. Era cierto; yo quería
permanecer con él, no deseaba regresar nunca a la vida tal como la conocía.
Me desperté con pocas ganas de hablar, todavía pensando en mi sueño del hçeroe joven del árbol de
las mariposas. Cuando finalmente hablçe, mi voz fue desagradablemente ronca. Tenía la garganta
inflamada e irritada y mis palabras se interrumpían a mitad de la silaba, acentuando la molestia.
Agnes parecía inusualmente preocupada.
Estas cosas pueden llegar a ser graves si no se las atiende – dijo, escudriñando el interior de mi
boca. Me llevó hacia un lado y me hizo sentar.
- De acuerdo, mama – dije, sintiéndome completamente en sus manos.
Agnes regresó con un manojo que había sacado de un cajón y lo desató encima de la mesa. A July y
a Ruby se les indicó que permaneciesen de pie a unos seis pasos detrás de mi y que concentrasen su
atención sobre mi región lumbar.
Agnes cogió detrás del hornillo una sartén conteniendo briznas de cedro humeantes y con ella dio
cuatro vueltas a mi alrededor. Dejó la sartén sobre una piedra a los pies de mi silla. Utilizando una pluma de
águila moteada, aventó el humo sobre mi cuerpo y luego me ahumó la cara.
- Cierra los ojos – me ordenó – Usa tu imaginación
Agnes comenzó a hablar con voz suave de lugares en los que habíamos estado. Yo vi imágenes de
montañas apacibles, praderas en flor y bellos paisajes conocidos que habíamos compartido y amado juntas.
Cai en un estado de relajación profunda.
Ahora –- dijo – vamos a soplar un poco de humo en tu cara. Es un humo con gran poder alucinógeno.
Mantén los ojos cerrados y no te resistas al humo.
Oi a Ruby decirle a July; “eso es demasiado fuerte para ella”
- Te dije que no te resistas al humo – ordenó Agnes con voz autoritaria.
- No lo estoy haciendo – dije con voz chillona.
Sentí el aliento de Agnes sobre mi rostro, oli el humo dulce y lo inhalé.
- Respira hondo – dijo Agnes.
Asi lo hice, tosí y después continué respirando el humo. Al cabo de varios minutos Agnes habló.
- Es suficiente. Ahora imagina que tu conciencia ha adoptado la forma de un hombrecito de color
verde. Asume por un rato que este hombrecito representa la parte más sagrada de ti misma y que es uno de
los espíritus más elevados de nuestra tradición. El es el espíritu guardián de las personas chamán. Parece
ser un enano y porta un arco y muchas flechas sagradas. Difunde una gran luz a tu alrededor que te permite
ver en lugares oscuros. ¿Lo ves?
- Si – dije con voz queda.
- Descríbemelo
Yo lo veía perfectamente, de hecho; no existía nadie más.
- Es muy pequeño, de unos sesenta centímetros; de complexión fuerte. Está totalmente vestido de
verde, como si su piel, su rostro, todo, estuviese teñido de ese color. Lleva una pluma de águila, también
verde, y tiene un carcaj con varias flechas. Está esperando. Percibo que es muy inteligente. Sus ojos, de un
verde esmeralda, relucen con vivacidad. Yo creo que tiene poderes extraordinarios, y pienso que es un
mensajero directo del Gran Espíritu.
- Bueno - dijo Agnes – Quiero que lo veas realizando un viaje a través del interior de tu cuerpo.
Aspira hondo el humo de cedro y relájate por completo. Ahora ve al hombrecito verde entrando con su
esclarecimiento por la coronilla de tu cabeza. El es tu conciencia, de modo que sigue junto a él. ¿Puedes
ver el interior de tu cabeza?
Al cabo de varios minutos lo logré.
- Si – le respondí.
Las palabras de Agnes habían funcionado como un conjuro mágico. Lo que estaba experimentando
era increible. A mi alrededor estaba mi cavidad cerebral, latiendo, rosada, sana.
Agnes preguntó: - ¿Ves algo inusual?
- Si, detrás de mis ojos veo un cristal perfecto, de gran tamaño, con una pirámide en su interior.
- Se más explícita, ¿dónde esta exactamente situado ese cristal?
- Esta detrás de lo que yo llamo mi tercer ojo y de lo que llamo mi ojo chamánico. Supongo que este
cristal fue colocado dentro de mi por la mujer mariposa.
El enano verde volvió a materializarse delante de mi y yo contuve el aliento. Con suavidad. Agnes me
pidió que continuase.
- El enano esta cogiendo el cristal y procede a examinarlo. El cristal tiene un brillo sumamente bello,
prismas de color, visiones, algunas personas procedentes de mi pasado, y otras que no reconozco. Todo se
ve desenfocado. Ahora el enano está tomando algo del brillo, de las visiones y de las personas y se las
guarda en el bolsillo. No le pertenecen!! Son mias!! – comencé a gritar sin entender ¿Por qué el enano hacia
eso.
- Preguntale ¿Por qué esta tomando algo de tu luz y ¿Por qué esta apoderándose de algunas de tus
visiones y personas. - dijo Agnes.
Le pregunté cómo era que yo me había convertido en una forma dentro de mi propia forma.
El enano clavó su mirada en mis ojos del espíritu y dijo;
- Cuando aprenda adecuadamente a través de este cristal, entonces te devolveré esta luz y estas
visiones y estas personas. De momento, son demasiado para ti. Todavía no estás preparada.
Y llevándose una mano a su bolsillo lleno de luz resplandeciente, prosiguió; estarán a salvo conmigo.
- Pídele que te enseñe a usar el cristal – me dijo Agnes.
Lo hice. El hombrecito colocó suavemente sus dedos verdes sobre mis ojos del espíritu. Luego sacó
una de sus flechas y dijo;
- Debo disparar esta flecha a través de tu frente para abrir paso a la luz. Algunas veces disparó
flechas de esclarecimiento y otras disparó flechas a personas que dicen cosas inapropiadas. Para ti, será
una flecha de esclarecimiento, ¿estás lista?
- Si, creo que si.
- Dame un pensamiento – me dijo el hombrecillo.
Le envíe un pensamiento de rayo.
- Dame una palabra – dijo el enano verde
- Rayo
- Los pensamientos y las palabras son como rayos en una tormenta. El rayo es un regalo de los
espíritus de las montañas y, como las palabras y los pensamientos, anuncian su presencia y protección a un
nuevo chamán. Es un shock electrico.
Al pronunciar la última palabra, disparó la flecha. La flecha atravéso mi frente como un rayo. En el
momento en que la flecha chocó contra mi frente despidió un fulgor deslumbrante. No me causó ningún
daño, pero ciertamente me hizo estremecer. El hombrecito cogió el cristal y lo sostuvo en alto. El cristal
resplandecía y emitía rayos de luz como arco iris comprimidos.
- Ahora mira atentamente y veme – dijo el enano.
Note un cambió sutil en el modo en que percibía las cosas. El hombrecito acercó más el cristal hacia
mi, a fin de que yo pudiese contemplar su interior más intensamente. Vi mi propio reflejo; tenía el pelo corto;
con flequillo. Luego, por un instante vi a la mujer mariposa. De repente se produjo una explosión de luz y vi
al enano verde como una concha. Estaba vacía y solo le daba vida una gran luminosidad. Me asustó,
porque me di cuenta de que todos somos conchas vacías, no somos nada.
- Alli - dijo el hombrecito sonriendo - Ahora ves que no somos nada y que somos todo. Alto!
El enano ejecutó una breve danza que me hizo reir. Movía torpemente los brazos y las piernas de un
lado para otro. De pronto se detuvo.
- Asi es como lo haces tú – sus ojos esmeralda centelleaban – creo que puedes estar preparada para
una de esas visiones que he tenido aquí. ¿Que opinas?
Asentí con la cabeza.
Muy lentamente, el hombrecillo tiró de un ángulo de luz cubierto con imágenes de farallónes áridos y
sacó de su bolsillo un pueblo antiguo. Me di cuenta de que las imágenes procedían de algún tiempo futuro.
Yo estaba con alguien, pero solo pude ver su espalda. Sabía que amaba profundamente a esa persona y
que a través de ella se me habían revelado un montón de cosas. La sensación era de éxtasis absoluto. Y
los ojos empezaron a llenarseme de lágrimas.
- Uf! Demasiado pronto – el enano volvió a guardarse la luz en el bolsillo, ocultándola de la vista.
- Espere, por favor – le dije – quiero ver.
- No, imposible – dijo el hombrecito con brusquedad - Mejor seguimos.
Oi a Agnes hablar y fue como si estuviese a una gran distancia de mi.
- Ahora desciende por tu garganta con el enano Lynn – sugirió Agnes.
Eso no requería mucho valor. Lo seguí en el descenso por mi garganta, deseando intensamente
convertirme en carterista y robarle la visión de su bolsillo. Pero no me atrevi.
- ¿Qué ves? – preguntó Agnes.
- Estoy mirando – dije – aquí hay una luz roja y rosa y todo se parece muchísimo a una garganta.
- ¿Hay algo inusual?
- No realmente.
- Con tus manos del espíritu toca las paredes de tu garganta y dime que sientes.
- Las siento secas y demasiado rígidas
- Vuelve a ejercer presion contra las paredes con más fuerza.
- Me ofrecen resistencia.
- ¿Dónde esta el enano? –preguntó Agnes.
- Está sentado junto a la pared encima de algo.
- ¿Sobre que está sentado?
- Se parece a un trozo de obsidiana
- Acercate más y mira atentamente.
- Ahora veo! No es obsidiana, está sentado sobre un gran cuervo.
- Pregúntale por qué está sentado sobre el cuervo.
Se lo pregunté y me respondió
– Con el propósito de que estés segura de ver al cuervo.
- Lo veo, ¿Por qué no se levanta para que pueda verlo mejor?
El enano se levantó encogiendose de hombros. – como guste.
El cuervo se pavoneó y ahuecó las plumas.
- Pregúntale al cuervo que esta haciendo en tu garganta – me dijo Agnes.
Cuando lo hice, el cuervo me respondió con un graznido similar al de mi propia voz momentos antes
esa misma mañana.
- Yo soy el custodio de las leyes terrenales – decía el cuervo – normalmente usted las expresa bien,
pero comienza a resultarle difícil hablar sobre las muchas cosas que ha estado aprendíendo.
- ¿Qué puedo hacer? - pregunté
- Puede dejarme salir de su garganta.
- Oh, con mucho gusto.
Agnes me insinuo – Pregúntale que más puede hacer.
Lo hice y el cuervo picoteó el revestimiento interior de mi garganta y dijo;
- Usted necesita recordar la importancia de decir lo que necesita expresar. Si retiene el poder en su
garganta, tendré que regresar y puedo hacerle mucho daño a su garganta.
Para dar énfasis a sus palabras, volvió a picotearme. Me produjo una sensación dolorosa. El cuervo
levantó la cabeza y clavó en mi un ojo centelleante.
- Agnes preguntó – ¿qué piensa el enano de todo eso?
- Bueno, entonces, ¿qué importa que fue? ¿Por qué coger un hueso que no tiene carne? En otras
palabras, tu pregunta es irrelevante. Lo que es relevante es que estabas enfermando; mucho más de lo que
te imaginas. Ahora estás bien y eso es lo que importa.
- ¿Puede hablarme sobre el manojo de garganta?
Ruby se acercó y puso dos tazas de té sobre la mesa. Sacudía la cabeza hacia un lado y otro.
- Cháchará, cháchará, a veces pienso que Lynn no es más que cháchará. Tanta cháchará me saca
de quicio.
- Será un placer hablarte de los manojos de garganta Lynn – dijo Agnes.
- Bah - dijo Ruby – algunos no agradecen que me preocupe tanto por ellos.
Comenzó a dar instrucciones a July, haciéndola ordenar la cabaña.
Agnes sonrió y continuó,
- un manojo de garganta es como cualquier otro manojo. Es parte de tu poder personal. Cuando los
arqueólogos descubren artefactos y manojos sagrados, dicen toda clase de estupideces. Los manojos
sagrados son sagrados; destruirlos va contra nuestras creencias. Dejémosles hacer sus propios manojos
sagrados y renunciarán a ocuparse de robar el de algún otro.
- Es la primer vez que escucho a una de ustedes decir algo que valga la pena desde que regresamos
– dijo Ruby con voz agitada. Estaba parada cerca de July, dándole instrucciones acerca de cómo barrer.
Agnes no prestaba la más mínima atención a ninguna de las dos.
- Lynn, escúchame atentamente si deseas tener conocimiento sobre los manojos de garganta.
Me disculpé y ella prosiguió.
- Lo que tú pusiste en tu manojo de garganta es el autoconocimiento de tus propias visiones
personales y es parte de tu verdad, y nada más. Al confecciónar un manojo personal, tú tomas de tu propio
interior algo intangible; un sentimiento, un sueño, incluso un problema, y lo manifiestas en el mundo físico
con el propósito de poder examinarlo y utilizarlo. Este proceso de transformación del espíritu en sustancia,
la capacita para curar a los demás, porque a través de su acción al hacerlo, se cura usted misma. El enano
verde le ha dado un gran discernimiento acerca del modo en que usted retiene su poder en su garganta.
Como a muchas personas, mujeres en particular, se nos ha dicho que sujetemos nuestra lengua.
- Buena idea – dijo Ruby.
- A los niños se les dice que hablen cuando se les habla. A nosotras, en tanto mujeres, se nos inculca
que hablar de nuestro poder supone ser rehuida por la mayoría de la sociedad. Cuando escuchas las voces
de muchos hombres y mujeres, escuchas un sonido estrangulado. Y ello no resulta sorprendente. A menudo
las voces necesitan ser abiertas y libres, a fin de que la energía pueda fluir a través del centro de la
garganta. Nosotras conservamos nuestro esclarecimiento allí. Si la energía es atrapada en la garganta, no
puede subir hasta la coronilla de la cabeza. Esa es la razón por la cual padecemos dolores de garganta e
incluso hasta cáncer de garganta. Cada vez que tengas un nudo de energía como ese, finalmente te
provocará una enfermedad.
- ¿Ocurre lo mismo en el resto del cuerpo? - pregunté.
- Si, por supuesto. Ahora ya debes reconocer que esta es la razón por la cual una persona chamán
comienza a trabajar con su cuerpo de aprendíz. Imagina a tu cuerpo como si fuese un mapa de carreteras.
Cuando llegas a verlo como si fuese un mapa de carreteras tu cuerpo te habla de su desarrollo espíritual,
emocional y psiquico. Cuando te miro, puedo ver donde están tus agujeros. Como sabes, yo veo donde
retienes tu energía y donde la dejas escapar. Cuando una persona retiene su energía en el corazón yo se
que esa persona tiene una lesión alli, teme abrirse y amar y puede desarrollar toda clase de problemas
cardiacos. No obstante, tu quizás eres demasiado abierta y confiada.
- ¿Por qué dice eso?
- Es obvio. Te preocupas demasiado y la gente puede herirte con demasiada facilidad. Ese es el
motivo por el cual estamos tratando de templarte. ¿Comprendes?
- De acuerdo.
- ¿Cómo sientes tu garganta?
- Parece estar normal.
- Entonces lo está y tú te has ocupado del problema. Nosotras somos las únicas que podemos
curarnos a nosotras mismas, a veces con ayudas, otras no. Confia en ti misma. Escucha tu propia voz
interior. Es profunda y abierta.
- Canta una canción para mi. – dijo de pronto Agnes.
Canté las estrofas de una canción popular. Realmente mi voz estaba mejor que nunca. Me incorporé
y vi que July y Ruby me miraban fijamente. Ambas retomaron el trabajo de inmediato.
- ¿Qué vas a hacer ahora? - dijo Agnes
- Prepararé mi manojo – respondí.
July estaba fregando el suelo. Ruby había llenado el mostrador de la cocina con cajas y platos de
comida. De repente, la cabaña se volvió insoportablemente diminuta. Me pregunté como podría encontrar
los materiales necesarios para preparar mi manojo de garganta. Parecía imposible.
Como si hubiese leido mis pensamientos, Agnes dijo;
- puedes hacerlo; todo lo que necesitas esta aquí. Las cosas que necesitas siempre están ahí; debes
ser lo suficientemente lista para encontrarlas.
Volvió a entregarse a su labor.
Busqué afanosamente durante un rato y luego me dirigí hasta la ventana de forma irregular. Al mirar
hacia fuera a través del cristal el parpadeo verde y amarillo de las luces del norte, me sentí desplazada.
Estaba en algún lugar que el tiempo había olvidado, en un tormentoso cuento de hadas.
Toqué el frio panel de vidrio y mi dedo dejó un punto, una mancha insignificante en el esquema de las
cosas. Sólo tengo un momento, pensé, para resolver todo esto. Cerré los ojos por un segundo y vi al enano
verde. Estaba observandome con mirada curiosa.
Me volví con rapidez y di vueltas en silencio por la cabaña, recogiendo trozos de cuero, porque asi es
como había sentido mi garganta, un cristal pequeño que reflejaba las luces, un diminuto esqueleto de
pájaro, una pluma de cuervo y un trozo de metal, verde y reluciente. Con seguridad, todo lo que necesitaba
estaba alli, tal como me lo había dicho Agnes.
Me sentía encantada y durante las horas siguientes quemé cedro, salvia y hierba fresca que extraje
de mi bolsa de pipa. Canté suavemente canciones de poder para el nacimiento de mi nuevo manojo de
garganta.
Me desperté a la mañana siguiente y percibí el olor de las gachas de avena al cocinarse. Después de
comer, Agnes se paró delante de mi y me observó atentamente. Me dijo que se advertía una tirantez
alrededor de mis ojos y de mi mandíbula. Me entregó una pala y me hizo quitar la nieve que bloqueaba la
puerta de la cabaña y que se acumulaba en torno a los cobertizos, tarea que me mantuvo ocupada hasta el
atardecer. Después, todas nos reunimos en torno a la estufa, July y Agnes ensartaban cuentas y Ruby se
dedicaba a arreglar a objetos de cuero.
Yo retomé el relato de mis viajes a Yucatán.
UN EQUILIBRIO DE PODER
Esa noche dormí en una hamaca en la casa de Zoila, al dia siguiente la ayudé en el jardín. Jugamos
con los niños y unos cachorritos.
Zoila me mostró como se hace una verdadera tortilla. Después de la cena, cuando el poblado estaba
en silencio y los niños dormían, Zoila me condujo hasta una piedra plana. Apoyando la espalda contra una
ceiba, la vieja sacó algo de sus manojos del altar y lo desató. Cantó canciones y quemó incienso mientras
trabajaba.
- He soñado contigo, te gustaría saber que es lo que veo? - preguntó.
- Si.
- Tienes que aprender muchisimo, pero pienso que eres sincera con tus libros. Estás ofreciendo a la
gente otro lugar al cual acudir. Cuando digo que te queda mucho por aprender, quiero decir que eres capaz
de aprenderlo. Tu camino te conducirá. Eres lo bastante fuerte para hacer lo que consideras correcto y
todavía eres joven en tu amor por la femeneidad. Yo no me refiero a lo femenino. El descubrimiento de la
madre original es una visión personal, que todo chamán protege bien. Tú quieres que todos lo sepan y yo
llamo a eso buena suerte.
Se quedó en silencio por un momento. La llama de la vela revoloteaba por su rostro, haciendo que
sus parpados pareciesen abiertos y luego semicerrados, en una actitud reconcentrada.
- Ponte de pie – me indicó – Tienes enemigos. Tres de ellos son rastreadores. Desviarán tu energía.
Están resentidos contigo y son celosos. Zoila levantó mis brazos, cogió un recipiente con copal humeante y
me fumigó con él debajo de las axilas. Cuando el sol no mira, este es el lugar por el cual tratan de entrar.
Volvimos a sentarnos.
- Su altar esta atrayéndome – dije yo, frotándome el corazón.
- Nosotras no llamamos a esto un altar, si bien eso es lo que es en su camino. Lo llamamos la
máscara o el rostro de la tierra. Te atrae a ti porque está hecha de mis sueños y mis visiones, y tú sientes mi
amistad con ella.
Permanecimos sentadas en silencio y luego le pregunté.
- ¿Mis enemigos representan un peligro serio?
- Estoy adivinando lo probable, no lo futuro. Tus tres enemigos no son algo serio. Pero hay un hombre
que canta su canción del modo en que un amante canta para su futura esposa. El sigue tus huellas. Yo veo
a un coyote muerto. Ha intentado enviar un espíritu femenino malvado. Muy malvado. Este espíritu femenino
lleva sus negros cabellos cortos, como un hombre, y trata de trabar amistad con tus espíritus. Es como una
persona muerta, no unida a ti; pero te está persiguiendo.
- ¿Qué quiere decir con eso de una persona muerta? - pregunté sintiendo que el miedo erizaba mi
columna vertebral.
- Es una persona que no vive en el mundo físico, pero no está enterrada en forma adecuada, por lo
que necesita un cuerpo que le guste. Si lo encuentra, puede matar a esa persona y luego continuar con el
cuerpo siguiente.
- ¿No está enterrada en forma adecuada? - Esta vez pregunté realmente asustada.
- Tiene que ser enterrada en forma adecuada – dijo Zoila.
- ¿Cómo voy a enterrarla?
- No quiero decir que tengas que cavar un hoyo en términos reales. Tienes que pagar tus deudas. De
ese modo, esa persona puede ser aceptada en el más alla. No ha sido aceptada porque no fue bien
enterrada. Si tú eres capaz de pagar sus deudas, entonces puedes obtener su poder. Es un gran poder
chamánico. Luego ella continúa con el lado opuesto. Tú tienes que descubrír lo que ella necesita.
- Pero, ¿y cómo hago eso?
Zoila me entregó una bolsa pequeña de la que colgaba una lengüeta de cuero con cuentas en el
extremo.
- Con esto, pon un poquito del contenido de esta bolsa en una taza de agua antes de dormirte.
Quema un poco de copal. Sigue tus sueños, tú sabrás; ella hará que aprendas a luchar.
Yo sabía que el hombre que me seguía los pasos era Perro Rojo. Había pensado que yendo a
Yucatán lo despistaría por completo. Después de la ceremonia del jaguar supe que estaba equivocada.
- No te preocupes hija mia - me tranquilizó Zoila – Ahora estás aquí conmigo y yo estoy encantada,
pronto conocerás el rostro de la tierra.
Después de muchas plegarias, Zoila ató los objetos que se hallaban sobre el altar de piedra en
muchos manojos, y la ceremonia concluyó. Yo me marché y me dirigí nuevamente hasta la hacienda para
estar con Agnes. Entré a la habitación y me senté en la cama. Saqué la bolsita que me había dado Zoila y
vacié su contenido en mi mano.
- ¿Qué se supone que es esto? – Le pregunté a Agnes.
Agnes se acercó y con sus dos manos sujeto mi palma tendida hacia ella. Olió detenidamente las
minúsculas particulas de corteza y los trocitos de hojas blancas.
- Para mi, huele a hierbas – dijo, frunciendo los labios y alzando las cejas.
- Agnes, eso ya lo se. ¿Pero qué hierbas? ¿Van a hacerme enloquecer?
- ¿Hacerte enloquecer? Ja! Eso es imposible.
Agnes me miró como si yo ya estuviese loca y luego se rió.
La miré fijamente durante un largo rato y luego estallé;
- ¿cree que Perro Rojo sabe donde estamos?
- Es probable – respondió Agnes sin dejar de sonreir.
- ¿Por qué se rie? Esto no es divertido!
- Perro Rojo no es divertido, pero tú si.
- Si Perro Rojo está merodeando, entonces está al tanto de nuestras ceremonias.
- El no está al tanto de las ceremonias. Pero sabe que algo va a suceder.
- ¿Realmente está Perro Rojo aquí en Yucatán?
Me coloqué una almohada sobre el estómago y volví a poner las hierbas dentro de la bolsita.
- Siento que esta aquí. Tu lo viste en tu sueño del jaguar, ¿no es asi?
- Si, creo que si. No quiero morir en Yucatán – dije.
Agnes extendió un brazo y me quitó la bolsita. La deslizó hacia uno y otro lado sobre la palma de su
mano, pareciendo estar perdida en sus pensamientos. Yo observaba las lineas y arrugas de su rostro, que
pareció volverse más joven por unos instantes. Luego Agnes se apartó. Por último habló;
Esto es serio. Perro Rojo te necesita ahora. El piensa que estás en la pista de algo grande y sabe que
tú puedes conducirlo hacia ello. El espíritu que Zoila vió esta allí afuera, pero todavía no supone ningún
peligro y puede que nunca lo sea. Ese espíritu femenino está esperando a que él lo envíe.
- Pudo cambiar de idea. El espíritu esta acechando. Tienes que ser consciente de eso como lo eres
de tu propia muerte. De ese modo, ese espíritu femenino puede llegar a convertirse en una gran aliada.
Igual que tú, ella quiere vivir. Ella puede vivir fuera de ti, o puede ser enviada al lugar al que pertenece. Yo
quiero que sea tu elección. No eres ninguna víctima.
- ¿Cómo hago para enviarla al lugar al que pertenece?
- Si decides tomar tu poder, puedes hacerlo. Puedes enfrentarte a ella y aprender a enterrarla. Pero
para enterrarla, debes aprender a pelear. Hacerle frente al espíritu femenino supone comprometerse a
luchar contra tu propio lado tenebroso. Entiérrala, es el modo que emplea Zoila para decir que debes
guerrear con la mujer devoradora que hay dentro de ti. En este caso, otra palabra para guerra, es equilibrio.
Equilibrar tu lado tenebroso con tu belleza te lleva hacia el poder. Pero recuerda, estás luchando contra tu
propio reflejo.
- ¿No he aprendído a luchar? - Protesté.
Pensé en Manitoba, en la escena de un conflicto entre Perro Rojo y yo misma; yo había recuperado la
cesta matrimonial robándosela a Perro Rojo y pude devolvérsela a las soñadoras, el círculo sagrado de las
ancianas.
- En cierto modo – dijo Agnes.
Después de cenar Agnes regresó a la hacienda y yo me tendí de espaldas en una hamaca debajo del
voladizo de paja, deteniéndome a escuchar el sonido del viento y los ruidos parlanchines de la noche. No
tardé en dormirme. La canción gutural de Zoila hacia el cielo del este me despertó al alba.
Me sentía indolente e incapaz de esforzarme. El sol naciente arrojó nuevos rayos de luz sobre
nosotras y me hizo parpadear. Por un momento sentí como si estuviese viviendo en otro tiempo.
Aspire una bocanada profunda de aire puro y cálido. El olor de las tortillas contrastaba con el de la
fértil tierra del jardín. La hamaca se mecía con suavidad y comencé a adormecerme nuevamente.
Pronto estuve flotando sobre una cálida y suave ola de olvido cuando, sin ninguna advertencia, la
hamaca se balanceo de manera espectacular. Recobré el sentido al instante, logrando apenas apoyar los
pies en el suelo.
- Zoila! Usted me asusta.
- No, tú eres la que se asusta con facilidad.
La amplia sonrisa de Zoila exhibia dos hileras de bellos dientes blancos. Sentí la fuerza de sus ojos,
que no sonreían.
Es hora de seguír las huellas del sol, mi perezosa e indolente hija. Hoy tenemos que recorrer un largo
sendero. Manténgase alerta y con la inteligencia despierta. Salude al sol, el Gran Jefe, como su maestra
Agnes llama a esta estrella esencial. Alce sus brazos hacia Venus. Ella precede al sol y es llamada la
Barredora del Sendero.
Hice lo que me indicó, recé en dirección al horizonte del este, donde el sol era un óvalo de plata
líquida incrustado en un brumoso cielo purpura. Luego recé a Venus, la estrella de la mañana que aún
resplandecía en el cielo. Mientras permanecía parada en ese lugar me sobrecogió la belleza que se
extendía delante de mi. Zoila interrumpió mis pensamientos sublimes.
- Vaya a comer – dijo.
- ¿Usted ha comido Zoila? - pregunté.
Decididamente, Zoila presentaba un semblante diferente al de la noche anterior.
- Si, antes del amanecer. Coja algunas frutas de los árboles, adentro hay tortillas.
Cogí un aguacate y un mango y me dirigí al interior de la casa. Estaba silenciosa; no se oía ningún
sonido conocido de la vida familiar. Un viejo perro de pelo amarillento dormía en el escalón de la puerta.
Tropecé con el ángulo de una alfombra india que cubría el suelo polvoriento y atestado de objetos. Luego
me quemé un dedo con la sartén al intentar sacar una tortilla.
- Ay! - Aullé, lamiéndome y soplándome el dedo.
Zoila rio.
- Realmente te lo has ganado, ¿no es cierto?
La vieja dio golpecitos en el suelo con el bastón de bambú sin dejar de reir.
Yo le pregunté si podía examinar el bastón que ella sostenía en la mano izquierda.
- Si – dijo, entregándomelo – Es el distintivo del chamán o naturaleza chamánica.
Recorriendo con mi dedo índice las numerosas y largas muescas que surcaban la superficie del
bastón pregunté; ¿qué significan estás lineas?
- No es tan simple como parece. Las lineas de la parte superior representan las siete capas o facetas
celestiales. Las lineas de la parte inferior representan las siete capas del mundo inferior. De acuerdo con las
viejas enseñanzas, la deidad creadora vive en el cielo séptimo y contiene al sol. El sol no es una deidad. El
dios de la muerte habita en el quinto nivel de los infiernos.
Devolví el bastón a Zoila y reparé en el trabajo de artesanía que implicaba el tallado de los símbolos.
- Lo tallé yo – dijo Zoila – date prisa y come. Seguiremos hablando de este bastón más tarde. Ahora
debemos ir con el sol hasta la caldera, en el oeste.
- ¿Se refiere al cráter volcánico?
- Si, este es el cráter volcánico de la tierra madre.
Comí mis tortillas y, llevando los frutos en la mano, salí de la casa siguiendo a Zoila. Ella se encaminó
directamente hacia el oeste. Sus enérgicas zancadas me recordaron el modo en que caminaba Agnes. A mi
siempre me gusto caminar lentamente, de modo que debía esforzarme por mantener el ritmo de su marcha.
Seguimos un sendero a través del monte bajo y la densa maleza. Fue una caminata dura.
Zoila usaba su bastón como una tercera pierna, moviéndolo al unísono con su pierna derecha
mientras caminaba. Vestía un fino huipil blanco con una blusa tejida de color azul.
No hablaba ni se volvía a mirarme. A veces el sendero quedaba completamente cubierto por la
maleza y yo veía refulgir el machete de Zoila. El sol estaba alto en el cielo cuando comenzamos a ascender.
Yucatán parece tan plano y el follaje tan denso, que fácilmente perdí la perspectiva de las elevaciones. Oí el
sonido lejano de un torrente de agua. Los árboles se hicieron más altos y pronto estuvimos en medio de una
selva cerrada, oyendo el chillido de pájaros de color verde y amarillo y el fragor de los insectos. Los árboles
estaban cubiertos por plantas parásitas que ostentaban tallos con flores de colores. Largas enrredaderas en
flor colgaban de los árboles altos. A través de las ramas pude ver a la distancia las bajas colinas teñidas de
un rojo púrpura. Me dieron la impresión de acabar de nacer del suelo de la selva. Comenzaba a cansarme.
Todavía se oía el bullir del agua.
Zoila se detuvo y señaló un saliente rocoso delante de nosotras. Teníamos que ascender hasta una
altura considerable. Apuntando con su bastón Zoila dijo;
- Allí es donde encontramos al guardián de la Caldera, estamos sobre el borde este de la caldera. Se
lo llama el Lugar de la Aceptación o de la Primera Ceremonia. Ahora vamos a celebrar una ceremonia para
presentarla a Tlazolteatl, la Diosa de las mujeres chamán y de los hechiceros. Ella te mostrará la espiral
sagrada y muchos aspectos de usted misma. Vamos hacia alli. Yo la guiaré por el sendero.
Seguí a Zoila mientras subía por un lugar plano. La vieja apuntó abajo con su bastón. Contuve el
aliento. La selva debajo de nosotras formaba un enorme cráter, sobre cuyo borde estábamos paradas. El
cañón era tan profundo que no pude ver el fondo; estaba oculto por una capa de niebla. A mi derecha se
extendía un sendero dentado, un reborde diminuto tallado en la roca. Lo seguí con los ojos cuando describía
una curva perdiéndose de la vista. La senda estrecha daba vueltas en espiral en el interior de la caldera,
descendiendo hasta el centro. La ví y se me revolvió el estómago. Espantada, me cogí del brazo de Zoila.
- Zoila, no hay manera de poder descender por ese sendero. Yo no soy buena para las alturas. No
estoy segura de poder hacerlo.
Las lágrimas comenzaban a fluir a mis ojos.
- Pongámonos en marcha – dijo Zoila.
Rápidamente Zoila se escabulló y me dejó. Yo estaba consternada. Nunca aventuraría un pie en ese
precipicio traicionero. No me moví del lugar en que estaba.
- Maldita sea, Zoilaaa…. – grité - no me dejé aquí. ¿No se da cuenta de que estoy aterrorizada? No
puedo hacerlo. Sencillamente, no puedo.
- Agnes me dijo que usted tenía valor. Pero tal vez no lo tenga. Ahora nunca verás como es el fondo.
No tenía muchas opciones, Zoila estaba a punto de desaparecer de mi vista. Yo había ido hasta allí
para aprender algo de Zoila y me gustase o no, debía confiar en ella.
- Espere un momento – dije.
Puse mis pies calzados con sandalias uno delante del otro, apretándome contra el borde, y comencé
a avanzar. Sabía que debía lograr controlar mis pensamientos o, aún mejor, no pensar en absoluto. Si
pensaba en ello, el terror me paralizaría. Comencé a caminar detrás de Zoila.
Trozos de roca se desprendieron debajo de mis sandalias y rodaron cayendo por el borde hasta
desaparecer. Traté de no mirar hacia abajo. Las lágrimas nublaban mi vista. Tenía miedo y sabía que no era
lo bastante hábil escaladora para atravesar ese sendero estrecho. Estaba segura de que resbalaría y sufriria
una caída mortal.
La senda se hizo más estrecha aún, apenas del ancho de mi pie. Jadeante por la necesidad de aire,
recordé respirar y traté de relajarme. No me atrevía a moverme y obligué a mi voluntad a impulsar mi cuerpo
hacia delante. Di la vuelta al borde del farallón. Zoila estaba a la vista, caminando lenta y cuidadosamente,
como una cabra de las montañas rocosas. Avanzaba con más rapidez cuando la senda se lo permitía.
Debido a mi miedo a las alturas, mi mente no quería que mi cuerpo continuase. Pero algún anhelo
profundo hizo que me dispusiese a seguir a Zoila. Fue como si todos mis conceptos de identidad hubiesen
estallado en mi cabeza, dejándome solo con mi fuerza de voluntad para ayudarme a sobrevivir. Mi mente y
sus miedos resultaban inservibles en este sendero precario. Estaba luchando con mi concepción de quien
era yo y de lo que podía hacer. Sabiendo que no podía hacerlo, lo hice de todas maneras. Este proceso,
produjo un aturdimiento del pensamiento, por lo que mi miedo no me paralizó. Mientras rodeamos el cráter y
decendimos por la caldera, llegué a sentirme más segura de mi misma, liberándome de mi primer nivel de
terror. Cuando nos alejamos mas, logré aliviarme de otros niveles de terror más profundos, hasta que una
sensación de éxtasis inundó todo mi ser.
En el momento en que había alcanzado cierta confianza, llegamos hasta un farallón escarpado en el
que el sendero se había desmoronado, dejando una hondonada de algo más de un metro hasta el otro lado,
donde el camino volvía a comenzar. Zoila saltó hasta el otro lado con facilidad, con la falda ondulando en
torno a sus rodillas formando un bullón azul. La vieja avanzó unos pocos pasos y luego se volvió para
lanzarme una mirada.
- Vamos – dijo
- Por Dios, Zoila, no puedo hacerlo. Realmente, esta vez no puedo.
- Entonces, nos separamos – dijo - buena suerte en el ascenso de regreso. Está a punto de llover y el
sendero estará resbaladizo.
Había desden en su voz. Se volvió y comenzó a caminar. Yo le grité.
- Zoila, por favor! No me abandoné asi.
Volví a llorar con sollozos incontenibles. Permanecí de pie allí durante varios minutos, hasta que dejé
de llorar y me tranquilicé. Calculé la distancia y mi posición y salté hasta el otro lado. El pensamiento que
ocupaba mi mente era; si me caigo. Caigo.
Una vez que estuve en el otro lado, las rodillas comenzaron a temblarme, pero seguí avanzando, a
pesar de que el temblor no cesaba. Delante, Zoila se volvió hasta quedar frente a mi. Yo esperaba recibir
una palmadita y un elogio por mi valentía.
- Sigamos, eso fue patético. Me sorprende que no se haya caido haciéndose pedazos en algún lugar
alla abajo – dijo apuntando hacia el fondo.
Luego volvió al sendero y siguió la marcha.
Su actitud me hirió profundamente. Me di cuenta de la desesperación con que deseaba su
aprobación. Decidi que Zoila tenía razón, que yo era patética, pues volvía a romper a llorar.
Para acentuar mi desdicha, el sendero se hacia aún peor. Nos asimos de los matorrales y de trozos
de piedra dentada. A veces los dedos de mis pies se apoyaban sobre un risco que parecía hundirse, era
empinado, irregular y hacia que la marcha fuese sumamente lenta.
Llegamos a una pequeña gruta y nos sentamos. Yo me encontraba sin aliento y bañada en sudor.
Todavía estaba ofendida con Zoila y no dije nada. Ella parecía serena, tal vez un poco aburrida.
Sentada alli, tomé conciencia de la intensidad de mi malestar, y de los muchos pesares y sufrimientos que
padecí. Contemplé la vista fantástica que se distinguía al otro lado; el cielo estaba dorado. Podía ver el
estrecho camino que ascendía en espiral y me asombró haberlo dominado.
Cerca, un destello de sol atrajo mi atención. Me levanté y ahí, sobre un saliente en la roca, distinguí
una máscara maya de oro con incrustaciones de turquesa, esmeralda y jade. Las piedras estaban talladas
con exquisitos dibujos de serpiente y jaguar.
- Zoila, mire esas gemas y esa máscara. Con seguridad es de oro macizo, sabe ¿Por qué esta aquí?
Lo voz de Zoila tuvo un tono desapasionado:
- es una bella baratija. Agárrala. Es un regalo de los espíritus de la caldera.
Trepé por el saliente casi perpendicular y deslicé mis manos sobre la superficie reluciente de la
máscara, quitándole el polvo.
- Vale una fortuna – dije.
- Agárrala – dijo Zoila
- Pero no puedo agarrarla porque si Zoila, debe estar aquí por alguna razón.
- Claro que puedes, te la encontraste.
- Pero sencillamente, no puedo. No se por qué, pero no puedo.
Lancé una última mirada a la máscara espléndida que refulgía al sol. Las piedras brillantes
resplandecían de un modo fascinante. Me volví y bajé del saliente en la roca a rastras. De algún modo, el
hallazgo me había puesto melancólica.
- Zoila, tómela usted, yo no puedo.
- Jamás –dijo Zoila – Los tesoros pertenecen a quien los ve primero.
Yo sacudi la cabeza negativamente.
- Entonces, en marcha – dijo Zoila volviendo a desaparecer.
Yo la seguí, preguntandome por qué había dejado semejante tesoro detrás de mi. Pronto dejé de
pensar hasta en la máscara cuando comencé a deslizarme y resbalar, estando muy cerca de caer a la
saliente, y en el esfuerzo por no perder el equilibrio sufrí un esguince en la espalda. El dolor ascendió por mi
columna.
- Zoila, mi espalda. Me he hecho daño en la espalda.
Zoila se detuvo y me contempló en un silencio solemne.
- Da la impresión de que podrás sobrevivir – dijo con cinismo.
- Gracias – mascullé en voz baja.
La espalda me dolía como si tuviera clavada una daga en ella; pero tuve que seguir avanzando. En
ese momento los cuatro bordes del cañón se alzaban a nuestro alrededor. Llegó a ser más evidente que
estábamos en una gran depresión en el fondo de la selva, creada por siglos de cursos de agua.
La selva olía a pimienta malagueta y el viento levantaba de la tierra un polvillo oscuro. Una niebla baja
rodeaba la cascada en el fondo y ondulada a través de la copa de los árboles. Estábamos acercándonos al
nadir. El aire se volvió más húmedo y el sendero más resbaladizo. Caminamos con mucho cuidado y pronto
estuvimos envuetas por la bruma. Apenas si podía ver a Zoila delante de mi, y el sonido de la cascada era
bastante fuerte. Me detuve un momento para estornudar. Cuando abrí los ojos, la bruma empezó a formar
remolinos tomando la forma de un embudo, como si la ayudase alguna fuerza sobrenatural. Parecía estar
desvaneciéndose en medio de un vórtice enorme, que fue creado por un remolino en la superficie de un rio
en el fondo de una cascada.
Zoila me paso un brazo por los hombros para tranquilizarme.
- Zoila - le dije - hemos caminado hasta una espiral en el interior de la caldera, ¿no es asi?
- Si, asi es.
- ¿Cómo puede haber un rio aquí abajo, en el fondo de este cráter?
- Penetra en la tierra convirtiéndose en un rio subterráneo cerca del lugar en que iniciamos nuestro
descenso y vuelve a emerger aquí- explicó apuntando con su bastón.
- Y después, ¿hacia dónde se dirige?
- Se dirige hacia la pared del cañón allá arriba y es subterráneo a lo largo de varios kilómetros. El río
emerge de un corte de la tierra. Te llevaré hasta allí un día si quieres verlo.
Descendimos más y observamos con un temor reverente como restos de espuma flotaban en el aire,
mientras que los troncos arrastrados por la corriente del río eran atrapados por la fuerza del remolino,
sumergiéndose hasta desaparecer.
- De ahí es de donde procedemos – me dijo Zoila al oido.
Apunto con su bastón hacia el centro del remolino. Es a ese misterio que estamos tratando de
regresar.
Mis ojos no podían soportar seguir contemplando el remolino. Me incliné un poco sobre Zoila en
busca de apoyo, sintiéndome desmañada y torpe. Zoila se movía con mucha gracia. Ambas estábamos
bañadas en sudor a causa del calor y de la conjunción de la bruma y el rocío.
La vieja se volvió hacia mi y dijo;
- Observa el punto de fuga en el centro. Eso es el vacío, observa cómo se forma un camino por ondas
que salen del centro, en espiral. Tú naciste del vacío y esas ondas son como la materialidad de las cosas.
Esto es como nuestro sendero terrenal. En nuestra juventud e ignorancia nos alejamos más y más del
centro, hasta llegar a estar muy apartadas de nuestra naturaleza original. Asi es la vida. Esta es su norma.
La mayoría de nosotros vive a la salida del perimetro de la espiral; entonces, en algún punto de la vida, algo
especial sucede; un discernimiento, una muerte y uno comienza a preguntarse acerca de si mismo y a
formularse interrogantes. ¿Cual es el significado de la vida? ¿De donde vengo yo? No te ha sucedido
alguna vez esto?
- Si
- No te has preguntado ¿Por qué te resulta difícil descubrir tu verdadera naturaleza?
- Si, he tratado de encontrar el camino a mi lugar de origen.
- Vuelve entonces a la fuente. Observa el remolino. El universo se ha desarrollado desde tales
fuerzas motrices. Las fuerzas motrices del universo están dentro de ti. ¿Ves como todo es tragado hacia el
centro? Está mandado que todo entre allí. El universo se alimentará de si mismo, y todas las criaturas
grandes y pequeñas serán liberadas.
- Entonces ¿Por qué es tan difícil para nosotros Zoila?
- Debido a la ignorancia y a la falsa identidad. Ven, sígueme.
La seguí y pronto estuvimos paradas sobre el suelo del cañón en el fondo del sendero espiralado.
El terreno estaba húmedo y ondulado, y una zona pantanosa con el fondo hundido y succionador;
retrasaba nuestro avance. En todas las direcciónes abundaban altos cañaverales. Una amplia extensión de
agua emergía rugiendo desde la boca de la cueva, a la izquierda. Las hojas de un verde plateado de los
grandes árboles de tronco nudoso susurraban movidas por el viento, destacando austeramente contra el
telón de fondo de las oscuras paredes del cañón.
Haces dorados de luz solar tan brillantes como faros iluminaban el bosque.
Los farallones encima de nosotras estaban adornados con sombras oscuras, creando imágenes
enigmáticas y cambiantes. Yo estaba aturdida por el agotamiento y lo contemblaba todo con absoluto
deleite. El cañón era como un sueño primordial, y yo me hallaba embelesada con el espíritu del lugar.
Nos abrimos paso a través de unos cañaverales hasta el borde del lago que formaba el agua al pie de
la cascada. El ruido atronó en mis oidos. Estábamos casi a ocho metros del remolino. Observé ramas y un
árbol pequeño remolinear en el agua hasta desaparecer de la vista. Estar tan cerca me hizo estremecer.
- Observa con atención, Lynn – dijo Zoila a gritos – date cuenta de que esas ramas y este árbolito son
succionados hacia el centro sin el más mínimo esfuerzo. Tal vez es la identificación con los objetos y el
apego a las aficiones lo que te aleja de la fuente.
Asentí con la cabeza.
Después de unos pocos momentos observando el remolino, Zoila dijo;
- vamos a subir allá para acercarnos más a la cascada.
Dicho esto Zoila saltó desde la piedra sobre la cual estaba parada hasta otra roca y luego descendió.
Desapareció en un banco de bruma.
- Espere – grité.
Yo había dado casi cinco pasos siguiendo a Zoila cuando empecé a hundirme a más profundidad en
el lodo y la arena. La tierra se movía debajo de mi y pronto me llegó a la altura de las rodillas; me quedé
atascada.
Grité llamando a Zoila, pero el rugido de la cascada ahogó mi voz.
Traté de volver hacia atrás, pero ni siquiera pude hacer eso. Me esforcé por salir y me hundí hasta los
muslos, volví a gritar llamando a Zoila hasta que me tembló la voz. La situación parecía imposible. Es ese
momento sentí que Zoila era una mujer fria y diabolica. No tenía ninguna compasión. Todo estaba contra mi.
Todo lo que podía hacer era luchar contra las fuerzas que querían destruirme. Maldije mi suerte, a Agnes y
a Zoila. Seguramente no iba a morir aquí abajo en este cañón escondido donde nadie se daría cuenta jamás
de mi deceso.
Pero cuando más luchaba, con más fuerza era detenida.
- Bueno, pero miré nomás todo lo que ha hecho con tanta alharáca y forcejeo – dijo Zoila
apareciendo.
Traté de erguirme y parecer digna,
- Zoila, no estoy con ánimo para sermones.
- Quédate quieta entonces, y escúchame.
Zoila saltó sobre un tronco podrido y se posó sobre él como un loro con la cabeza enderezada a un
lado.
- Te quedaste atascada porque piensas demasiado. Piensas que tu conocimiento va a sacarte del lio
en el que te encuentras. Piensas que vas a dominar la situación con tu mente – se rio y después prosiguió –
déjame decirte a donde te conducirán tus ejercicios mentales. Te llevarán un metro y medio más abajo.
- Usted me dejó sola.
- Tú te dejaste a ti misma. No escuchas a tu voluntad y estás dominada por el miedo. Tus
pensamientos persistentes te han conducido hasta esta triste situación – replicó riendo con deleite - escucha
a tu totalidad. Lynn, escucha a tu yo total.
- Lo intento – dije.
Sentía que estaba intentándolo.
- Tenemos dificultades para encontrar nuestro camino de regresó al centro de la espiral porque
hemos entronizado a la mente. En la medida en que la mente es quien gobierna, te pasarás toda la vida
atascada en un pantano, asi como estás ahora. Estás llena de adicciones que te estrangularán así como lo
harán las arenas movedizas si dejas que te dominen. Asi sólo perderás tu forma luminosa y tu fuerza vital.
Cuando eso ocurra, todo habrá terminado.
- Se te ve débil – sentenció Zoila riendo.
- No creo que sea divertido – gruñí.
- Pero es divertido. La gracia está en que esas adicciones te apuntalan de un modo falso, del mismo
modo que esta apuntalandote el barro sin fondo. Las mismas arenas que están destruyéndote te hacen
sentir segura durante un rato. Luego comienzan a succionarte hasta sumirte en un sueño interminable. Te
sentiste muy segura cuando lograste llegar aquí abajo en el fondo del cañón. No advertiste que estabas
sobre cimientos peligrosos y que corrías el riesgo de hundirte. Ahora podrías morir. Considera pues esta
lección vital. Llegamos hasta aquí para regresar al lugar del cual procedemos. Pero nuestra mente nos dice
que necesitamos apuntalamientos para sobrevivir. Creemos en el rey que hemos entronizado. Le
obedecemos y elegimos soportes embriagadores, tales como el miedo al éxito, o al fracaso o a la muerte.
No creemos que valemos lo suficiente, asi te sentiste en la cumbre del cañón. Has tenido que ser empujada
más alla de los límites de tu rey para ver que tu autocomprension es solo una ilusión. Esa es la adiccion que
tienes y que te impide descender hacia tu propio misterio, tu esclarecimiento. Como sucedió en el sendero.
Si una adicción no funciona, siempre encontrarás una nueva. Tenías miedo de saltar sobre el abismo pero
finalmente lo hiciste. Y nuevamente superaste tus límites autoimpuestos. Cuando los espíritus de las
calderas te ofrecieron un tesoro no pudiste aprovecharlo.
- ¿Por qué no pude Zoila?
- Porque no te consideras merecedora de tales riquezas. ¿Y qué fue lo que te pasó después?
Resbalaste y te hiciste daño en la espalda. Sabes ¿Por qué?
- No
- Porque tienes miedo de tomar tu poder. Es algo digno de ver. Retrocediste alejándote del poder, de
tu propio poder. Parece sencillo. Perdiste tu fe en tu propia capacidad. Esta constricción de energía se
manifestó como un dolor punzante en la espalda – concluyó Zoila.
Me desespere y comencé a sollozar de manera incontenible. La humedad de la bruma, el rocío y el
calor se unieron a mis lágrimas y salpicaron el barro. Traté de echarme hacia delante, pero la parte superior
de mi cuerpo no respondió a mi impulso. Me balanceé hacia delante, sacudida por espasmos.
- Siento mucho no poder hacerlo mejor – dije llorando.
- ¿Y ahora vas a castigarte aún mas? Te sigue hablando el rey cerebro, habla sin parar. Eres
demasiado dura contigo misma. Esa es una gran adicción de muchísimas mujeres. Al rey cerebro le encanta
atormentarla; ¿no es cierto? Tu miedo a la deserción es uno de los grandes latigos del rey cerebro. Su
necesidad de aprobación. Todas esas adicciones permiten que el poder escape de ti y te hacen caer en un
pesado sopor.
- ¿Qué puedo hacer Zoila?
- Eres muy afortunada de haber experimentado todas estas ordalías, estas lecciones, pues está
preparándose una nueva sabiduría. Debes sentírte orgulla de ti y de lo que has logrado. Ahora interrumpe tu
lucha. Tú misma caiste en tu propia trampa. Pero una guia siempre resulta útil.
Zoila bajó la mirada hasta mi con absoluta calma.
- ¿Usted me guiara?
Clavando su bastón en el barro, se bajó de un salto del tronco podrido y avanzó hacia mi, sin hundirse
más de tres centímetros. Me pregunté cómo podía hacer semejante cosa.
- Zoila, digame, ¿Por qué usted no se hunde?
- Hay un truco para caminar por este lodo; pero no es algo que pueda expresarse con palabras. Solo
puede ser comprendido en el corazón y en el ser total.
Zoila extendió su mano y yo me aferré a ella.
- Ahora no luches contra mi. No pienses. Solamente apóyate suavemente en mi mano y déjate llevar
hacia arriba. El barro te soltará cuando tú lo sueltes a él.
Yo me esforcé y seguí su consejo lo mejor que pude. Pero no parecía suceder nada, ningún tipo de
victoria sobre las poderosas arenas movedizas.
Estaba a punto de rendirme, cuando miré la cara de Zoila. Vi una fuerza indescriptible en sus ojos. Se
produjo un sonido de succiçon y comencé a deslizarme libremente. Casi me asusté y me aferre al brazo de
Zoila con mi otra mano. Estaba afuera!
Salté por encima del tronco del árbol podrido y corrí de regreso hacia el agua y el terreno más firme.
Esta vez Zoila me siguió. Cuando llegué al borde del agua me senté. Estaba completamente agotada,
pero alegre, como si hubiese sido liberada del dominio de mis propias energías inferiores. Zoila se agachó
junto a mi. Yo todavía estaba jadeante, pero pronto logré recuperar mi respiración normal.
Permanecimos sentadas en silencio, contemplando el remolino.
Después de un rato, Zoila me cogió de la mano y me condujo hasta el rio. Entramos al agua en un
lugar donde era menos turbulenta. Islas de espuma y de follaje selvático flotaban junto a nosotras cuando
vadeamos el río con el agua hasta la cintura. La vieja dijo, señalando con su bastón.
- ¿Ves esa piedra de río en el fondo de la cascada?
- ¿Aquella?
- Si, esa piedra es la morada de Tlazolteatl. Con sus aguas lavaré el barro de tu cuerpo.
Lentamente, con gran cuidado, Zoila me quitó el barro de las piernas. Luego, juntando las manos y
elevándolas hacia el sol poniente, rezamos por la totalildad y la transformación en el agua de los hechiceros.
Agradecimos a la diosa y a los espíritus que nos habían asistido. Luego chapoteamos un rato. Subiendo por
encima de nuestras cinturas, pudimos sentir la fuerza de la corriente tirando de nuestras piernas hacia el
remolino en espiral.
El regresó al llano fue mucho menos precipitado. Una lluvia fina había comenzado a caer mientras
subíamos por una senda zigzagueante. No lo había notado antes. Después de alcanzar la cumbre de la
roca que bordeaba el cráter nos encaminamos derechas hacia la casa y llegamos justo cuando caía el
atardecer.
Me dirigí de inmediato a mi hamaca y a la mañana siguiente me desperté antes de que el sol
estuviese alto. Tenía la sensación de estar colmada de una clase de energía de lo más peculiar; el letargo
que había experimentado la mañana anterior había desaparecido.
Un nuevo nivel de gozo llenaba mi corazón y realmente me sentía transformada. Un extraordinario
espíritu vital latía dentro de mi y me sentía como vagando y bailando.
Me parecía hallarme en comúnión con los gatos, con el viejo perro de pelo amarillento y con los
pájaros que estaban volando en los árboles.
Me sentía parte del viento y de los olores. Di algunos pasos de danza y uno o dos giros. Me vi a mi
misma como una cazadora a lo largo de los ríos. Mi cabello, del color de la hierba amarillenta, estaba
flotando en el viento y mi nariz anidaba en la suave piel de mi compañero.
No sabía qué hacer con toda la energía contenida dentro de mi.
Me tumbé en la hamaca y golpee el suelo con un balance lento y ritmico.
Me pregunté que sucedería si lo dejase todo en Los Angeles y me quedase a vivir en Llano para
siempre. La vida parecía feliz y excitante aquí. Quizás podría limitarme a existir felizmente, simplemente ser.
Estaba dejándome arrastrar soñadoramente hacia esa nueva vida cuando oi una risa familiar.
- Nunca antes he visto a Lynn sonreir en sueños.
Las palabras me hicieron volver a la realidad.
- Hola, Agnes – dije – te he extrañado últimamente.
Zoila se acercó a Agnes y dijo riendo;
- es cierto; apostaria a que Lynn realmente ha deseado con ansia tu regreso. Ayer fuimos a la
caldera.
Agnes fingió sorpresa.
- ¿Y lo disfrutó?
Las dos mujeres se miraron fijamente hasta que finalmente atiné a balbucear.
- Bueno, aprendí muchísimo.
Todas nos reimos.
Me incorporé de la hamaca y observé resplandecer el sol en las gotas de rocío que bañaban las
lechugas del huerto de Zoila. Me sentía relajada y feliz con el logro de mi autorrealización en el sendero en
espiral. Les pregunté si iríamos a comer.
Nos sentamos a comer. Y después de un breve silencio pregunté;
- ¿Qué le ha sucedido a Hyemeyohsts Storm, Agnes?
- ¿Quién es Hyemeyohsts Storm? - preguntó Zoila levantando las cejas.
- Storm es un escritor; un chamán de raza que procede del norte – Agnes le explicó – Lynn, tu
disciplina es muy diferente de la que práctica Storm. Lo que has escrito sobre él ha sido simbólico. Eso es
bueno; él te ha enseñado el poder y el uso del simbolismo y eso ha enriquecido tu vida. Ya no hay
necesidad de esa experiencia. Te has convertido en una mujer con su propio poder.
Pensé en eso durante un largo rato, mientras Agnes me observaba. Finalmente dije;
- Pero lo extraño, a él y a su acostumbrado buen humor.
- Yo también – dijo Agnes en el momento en que ella y Zoila se levantaron.
Recogimos la mesa.
Zoila dijo: - pareces confundida Lynn. Tienes dificultades para distinguír los actos literales de los actos
simbólicos.
- Si, supongo que estoy tratando de entender.
- En la Biblia, Jesús alzó el pan y dijo; “Este es mi cuerpo, luego alzó una copa de vino y dijo, Esta es
mi sangre”. Esos fueron actos literales con significado simbólico. ¿Comprende? - preguntó Zoila.
- Si, gracias.
Zoila me estrechó en un gran abrazo.
LA SOMBRA DE UN HECHICERO
Al comenzar la tarde, Agnes anunció que iba a regresar a la hacienda. Yo me quedaría con Zoila.
- ¿Quiere que la acompañe Agnes?
- Prefiero ir sola
Y desapareció de repente.
En la casa se hallaban varios niños, riendo, peleando, alborotando.
No había pensado mucho en la vida hogareña de Zoila. Sabía que era abuela, pero no tenía idea de
cual era su edad. Como sucedía con Agnes y Ruby, a veces Zoila parecía una mujer de edad avanzada y
en otras ocasiones se le veía bastante joven. Parecía ser una cualidad natural de estes mujeres
extraordinarias. Su energía era inagotable; cosa comúnmente asociada con la juventud.
- ¿Todos esos niños son sus nietos Zoila?
- Esa es Rosita, es la hija de mi hija Marilia.
- ¿Cuántas hijas tiene?
Ignoro por qué no había imaginado a Zoila con hijos, si bien sabía que era abuela.
- Tengo siete hijos, cuatro mujeres y tres varones. Todos ellos tienen su propia familia.
Dormí mientras la lluvia de la tarde limpiaba el aire. Soñé con el remolino hasta que, sintiendo el
fuerte tirón que llevaba hacia su centro, me desperté.
Zoila no estaba en su hamaca, por lo que me levanté y miré a mi alrededor. Distinguí las siluetas de
dos personas recortadas contra el sol poniente, abrazándose en la puerta de entrada.
Era Zoila en compañía de un hombre. Se advertía gran ternura y calidez en sus gestos. Quise
ocultarme, sorprendida por el hecho de haberme sonrojado. Me escabullí dentro de la casa avergonzada
cuando Zoila me llamó.
- Lynn, venga, le voy a presentar a alguien.
Atravesé el porche y sali al patio.
- Este es José, mi marido – dijo Zoila.
- Pero yo pensaba......bueno, no se que fue lo que pensaba. más bien supongo que no pensé.
- Buenas tardes -dijo José.
Nos estrechamos las manos y él retuvo la mía con un cálido apretón. Las palmas y los dedos de sus
manos eran fuertes y ásperos debido al trabajo. Iba vestido con pantalones y camisa blancos y holgados,
calzaba sus anchos pies con unas sandalias de cuero. Su presencia me encantó.
Miré al hombre fijamente a la cara. Su cabello entrecano estaba prolijamente peinado y realzaba su
piel oscura y bronceada por el sol.
- Su marido es muy guapo – dije.
Zoila me codeó riendo entre dientes.
- ¿Qué le sucede Lynn, parece muy asombrada, no sabía que tenía un marido?
- No, no lo sabía, discúlpeme. Estoy encantada de conocerlo José.
Entramos a la casa. José depositó sobre el mostrador de la cocina varios manojos envueltos en papel
de periódico y seguidamente me entregó un manojo pequeño.
Yo me sorprendí – ¿para mi?
El asintió con un movimiento de cabeza.
Zoila y José me observaban atentamente mientras yo desataba la cuerda blanca y apartaba el papel
de periódico. Dentro del paquete había un pequeño colibrí de yeso con las alas extendidas.
- ¡Qué belleza de forma y colorido! – exclamé.
Se veía un agujero en el pico afilado y otro agujero en la cola del pájaro. José señaló las plumas de la
cola de yeso y frunció los labios.
- Sople por ese agujero – dijo.
Me llevé el pajarillo a los labios y soplé. Un sonido muy dulce salió de él, estremeciéndome de
emoción. Se lo entregué a Zoila para que probase ella. Zoila se lo llevó a los labios y sopló varias notas
sucesivas. Volvió a entregármelo.
- Los colibrís parecen venir hacia ti – dijo
- El colibrí es el hermano pequeño de Lynn – dijo José – y su hermano es un gran guerrero. El puede
conducirla hasta el alimento que ella necesita para vivir. Obsérvelo bien y estudie su comportamiento.
Su inglés tenía un acento muy marcado, pero pude entenderlo con facilidad. Una característica
serena pero enérgica en su voz hizo que de inmediato me pusiese en estado de alerta. Levantando la
cabeza, lo miré abiertamente a los ojos de modo escrutador. Un escalofrío recorrió mi cuerpo, como nos
sucede al ver el océano por primera vez. Había un intenso poder en sus ojos y una ferocidad como de
pantera. Sentí un lazo entre nosotros, el tipo de vínculo que trasciende a la nacionalidad, la sangre o la
familia, una ligazon de magos de la misma especie.
- Bienvenida a nuestra familia – dijo él simplemente.
El hombre me despeinó los cabellos de la coronilla mientras sus ojos cambiaban de la profundidad de
las pleyades hasta un suave centelleo.
A continuación se volvió para ayudar a Zoila con los paquetes que había traído. Guiñándome un ojo
dio a su mujer una afectuosa palmadita en las nalgas. El rostro de José se iluminó con una gran sonrisa y
todos nos reimos y ayudamos a preparar chiles rellenos para la cena.
Cuando tomabamos café después de la cena comencé a darme cuenta de que José y Zoila eran
como jóvenes amantes. Con todo, se demostraban el respetuo mutuo que solo le logra al convivir durante
largos períodos de tiempo. José parecía más joven que Zoila y se mostraba muy atento y protector a las
necesidades de ella. La tierna consideracion hacia ella lo diferenciaba de la mayoría de los demás hombres
hispanos e indios que había conocido. Me sentía fascinada y consideraba un privilegio encontrarme en su
compañía.
Mis pensamientos deben haberse leido en mi rostro porque Zoila me dijo
– cuando conocí a José cuarenta años atrás, él pensaba que quería ser mecánico de automóviles. Yo
ya era una curandera, porque mi abuela fue la mejor y más eficiente curandera, ella era de Solola,
Guatemala. Ella me crió y me enseñó todo lo que sabía sobre espíritus y plantas de las montañas. Conocía
los designios ocultos de la naturaleza y los fuegos eternos que hay dentro de todas las cosas. Sabía
muchas cosas y me ayudó a avanzar hacia la totalidad. Mi abuela compartió conmigo su belleza y su paz.
José y yo nos enamoramos el dia de la festividad de San Jeronimo, pero su familia me tenía miedo.
José era diez años más joven que yo y yo era una curandera. Su madre era seria y enérgica y armó
un terrible escándalo. José no quería ofender a su madre, por lo que se marchó a Merida Yucatán a trabajar
como camionero.
Yo quedé muy dolida y me casé con otro cualquiera. Ese hombre resultó un borracho y una mala
persona, yo lo eché de la casa después del nacimiento de nuestro primer hijo. Podía arreglarmelas sola.
Entonces tuve noticias de que José se encontraba muy enfermo con hepatitis y fiebres y que estaba
muriéndose. Había perdido las ganas de vivir.
- ¿Después que pasó? - pregunté.
El padre y la madre de José lo trajeron hasta mi para que lo curara. Su madre quería saber cuanto
costaría la cura. Ese dia, después de haber preparado las hierbas y bebedizos para José hablé con ella un
largo rato. Le hice ver que el preocuparse de su propio prestigio había destruido a su hijo. Su codicia y su
vanidad le habían impedido desear la felicidad de su hijo. Le expliqué que esa era la razón por la cual
quizás José no viviese. La mujer se enfureció y no quiso creerme, pero luego dijo algo extraño. Dijo que
preferia que su hijo se muriera antes de que se lo robase otra mujer. Pero a continuación se quedó tan
impactada por sus propias palabras, que rompio a llorar.
Yo la consolé. La mujer finalmente dio su consentimiento y José y yo pudimos casarnos. Al cabo de
un tiempo, la madre de José y yo nos hicimos buenas amigas.
Sacudi lentamente la cabeza y empecé a comentar la historia de Zoila, José levantó una mano y dijo
- Pero eso fue solo el comienzo. Yo estuve en estado de coma y casi me muero. El estar vivo hoy se
debe a las notables dotes de Zoila. Yo tenía muchos sueños extraños y ella me ayudó con las hierbas a
cruzar al otro lado del misterio. Ahora sé que se trataba de la enfermedad del chamán y ella me curó
entonces. Zoila me ha enseñado muchas cosas.
- ¿Como que cosas? - le pregunté.
Jose sonrió - Me ha enseñado a estar vivo-.
- ¿Durante su enfermedad? Pero usted estaba casi muerto.
- Exactamente, y en más aspectos de los que puedas imaginar. Me enamoré de Zoila desde el
momento en que la vi, pero en mi familia eran católicos estrictos y yo temía su desaprobación. Tuve que
estar a las puertas de la muerte para encontrar mi camino de regreso a mi yo verdadero y a Zoila. Siempre
he sido capaz de ver a las personas y darme cuenta de lo que las perturba. Yo quería ser un curandero,
pero mi familia consideraba que eso estaba muy mal. Además no había nadie que pudiese instruirme.
José sonrió a Zoila.
Zoila sirvió café y luego dijo – Mi abuela siempre nos dijo que era mucho mejor para las mujeres
casarse con hombres más jóvenes, porque los hombres tienden a morir de doce a dieciseis años antes que
las mujeres. En México, las mujeres a veces se casan apenas llegando a la adolescencia y eso les hace
más difícil la vida. Sería bueno si algunas costumbres pudiesen cambiarse. Tengo muchas amigas que
pasan los últimos años de su vida sin un marido con quien compartir su vejez. Eso es una tragedia. Es en
esos años cuando se puede disfrutar especialmente de la compañía de un marido.
EL ROSTRO DE LA TIERRA
Por la mañana temprano Agnes y yo emprendimos nuestro camino descendiendo por la carretera
desierta que pasaba detrás de la hacienda. A esa hora temprana del dia, el sol era de un blanco cremoso y
aún brillaba bajo el horizonte. Mientras caminábamos, yo bebía sorbos de té de una pequeña calabaza
ahuecada que sostenía cuidadosamente con ambas manos. Era un largo tramo de carretera y yo me sentía
inmensamente feliz. Todo parecía maravilloso.
El sol se elevó más en el horizonte, derramándose abundantemente sobre mis hombros y
comenzando a calentar la tierra bien apisonada de la carretera. Como de costumbre, una lluvia ligera había
caido durante la noche. Los charcos de agua barrosa estaban empezando a secarse.
- Sienta ese sol – dije – ¿no resulta vivificante?
- La luz que estás sintiendo ahora es vida que murió para su madre algún tiempo atrás. Cuando te
rompes un diente o te cortas el cabello, esos trozos de ti misma se mueren para siempre. Parece cambiar el
sol, ¿no sientes alguna diferencia cuando tu cabello termina por caerse al ser cortado?
- No.
- El otro dia me pediste que te hablase de la muerte y este es un momento tan bueno como cualquier
otro para hacerlo. Cuanto el espíritu abandona el cuerpo, sucede lo mismo, es la entrega final. El espíritu
continúa emanando luz y fuerza como el sol, pero entonces elige un modo diferente para ser visto. Ya ves,
la muerte no es más que eso.
- Entiendo Agnes.
- No, no entiendes, de lo contrario no le tendrías tanto miedo a la muerte.
- Bueno, espero haber entendido – dije.
Agnes se volvió y rio – Si entendieras tu muerte estarías feliz, feliz con todos y con todo lo que
aparece delante de ti. Ves a los bellos pájaros volando y eso te hace sentirte feliz. ¿Pero que pasaria si
fueran aviones dejando caer la muerte del cielo? No te gustarían, para nada. Te lo digo con sinceridad, si
viésemos aviones enviados para destruirnos, yo sería tan feliz como lo eres tú mirando a los pájaros.
- Agnes, eso es demencial.
- No, tú eres la que actúa como demente aferrándote siempre a todo, especialmente a tu miedo. Si
entendieses la vida, entonces cuando la pierdas tal vez no te resulte tan malo. Si perdieses a tu padre, o a
tu perro, absolutamente todo, todas tus ataduras. Tampoco lo entenderías. Pero date cuenta de una vez que
tus hijos, tu perro, tu coche, tus joyas, tu ropa, todo eso no son más que pelos caidos, uñas cortadas. La
vida y el amor esencial nunca pueden abandonarte porque tú eres toda amor y vida.
En ese momento, los pájaros estaban volando directamente encima de nuestras cabezas; a menos
de tres metros del suelo; parloteando y emitiendo gorjeos. Aún cuando no podía entender la aptitud confiada
de Agnes para mostrarme jubilosa ante el olvido repentino, ee sentía especialmente en armonía con la
tierra.
La carretera polvorienta sobre la que avanzabamos comenzó a serpentear con indolencia a través del
valle. Una junto a la otra, codo con codo, caminamos trabajosamente durante media hora, hasta que Agnes
sugirió que nos detuviesemos a descansar.
Ambas nos tendimos de espalda a un lado de la carretera, sobre matas de hierba crecida que
formaban una especie de nido provisional. Agnes me dió a beber agua de una cantimplora, cuando se la
devolví después de tomar varios tragos una mariposa color amarillo se posó sobre mi dedo, no levantó
vuelo cuando Agnes tomó la cantimplora; levanté lentamente la mano para poder observarla, intenté darle
un beso pero ahí se alejo volando. La observé danzar y meterse en los arbustos. Por alguna razón, esa
mariposa evocó en mi mente imágenes del movimiento ondulante del mar, que seguedamente se
convirtieron en caballos galopando por el campo.
Agnes estudiaba mi rostro. Mantuvo su mirada clavada en mi durante varios segundos y dijo – hoy es
un dia muy especial para ti -.
- ¿Especial? ¿En qué sentido?
- Podrías aprender algo hoy. ¿Quién sabe?
- Trato de aprender cada dia – replique con un leve tono de indignación.
Agnes rio.
- ¿Cómo no? Lo hago – insistí.
Esto la hizo reir aún mas, hasta que las lágrimas resbalaban por sus mejillas, mientras decía;
- Basta Lynn! Eres demasiado susceptible. Aprender algo no es tan importante como crees.
Se enjugó las lágrimas que bañaban sus ojos y se sentó. Ahora su rostro lucía una amplia sonrisa,
pero no tardó en volver a estallar en carcajadas. Cuando se calmó, prosiguió:
- Lo que importa, es saber.
- No veo cómo se puede saber algo sin haberlo aprendído primero – dije.
- Una buena observación – señaló Agnes.
No sabía cómo lo había logrado, pero Agnes había malogrado por completo mi estado de ánimo.
Traté de prestar atención al escenario que nos rodeaba, pero lo contemplé con ojos diferentes.
- Enséñame algo – dijo Agnes – Trato de aprender algo cada dia, sin tener en cuenta con quien estoy.
Hablo en serio Lynn, enséñame algo.
Lo dijo de una manera tan sincera que le creí.
- Bien, ¿qué te gustaría que te enseñe, Agnes?
- Algo que tú sepas.
Hacia bastante tiempo que Agnes no ponía en práctica conmigo ese juego del gato y el ratón, y por
una vez estaba decidida a aprovecharme de ella. Me estrujé el cerebro tratando de pensar algo que Agnes
no supiese. No podía recordar nada. Sabía como preparar un martini extra seco, pero eso resultaría
demasiado estúpido. Era una jinete experta, pero Agnes me haría sentir como una presuntuosa, había
tenido oportunidad de verla hacer las cosas mas increibles con caballos, cosas que yo nunca seria capaz de
imitar.
- Estoy esperando – dijo Agnes.
- Aún estoy pensando....
- No pienses tanto, a veces es una perdida de tiempo. Te lo diré yo, en el curso de las próximas
semanas, tú serás la maestra y yo seré tu aprendíz.
- No sé si me gustaría hacer eso Agnes.
- No seas tonta. Yo soy la aprendíza que espera recibir algún consejo sabio de mi gran maestra Lynn.
Espero cualquier migaja que puedas arrojar a un intelecto hambriento.
- ¿Estás segura de que quieres ser mi aprendíz, Agnes?
- Absolutamente.
- ¿No te enojarás y te desquitarás de mi después?
- Me conoces lo suficiente como para saber que no lo haría.
- Podría resultar divertido. Vamos a intentarlo.
Zoila advirtió el recelo y el asombro escritos en mi rostro. Me reí más fuerte que nadie cuando José
piso una brasa de copal ardiente y se puso a dar saltos por la habitación con un solo pie, agarrándose el
otro y gritando como buho.
En voz muy queda Zoila me dijo;
- Tome conciencia de los ritmos que hay en esta habitación. Es importante que todos se rían. No
comenzaremos esta enseñanza hasta que todos estén felices.
José atrajo la mirada de Zoila y le hizo gestos obscenos. Zoila comenzó a reir con risas
entrecortadas. José era muy gracioso, y ahora yo no podía dejar de reirme. Me pregunté que clase de
reunión podía ser esta. Era evidente que se trataba de una reunión sagrada, puesto que Zoila había traído
sus manojos más sagrados, como había hecho yo.
Observando las payasadas de José, pensé en lo desesperadamente seria que llega a ser a menudo
la búsqueda de la verdad, y en el arrobamiento complaciente que se veía en los rostros estudiadamente
solemnes de los devotos de tantas disciplinas.
- Estas personas son aprendices y de uno u otro modo están involucradas en nuestro trabajo – me
explicó Zoila – De modo que las he reunido para que celebren esta ceremonia y proporcionen su poder a la
mesa, a la máscara, al rostro de la tierra, lo que ustedes llaman un altar. De la tierra crecerá un árbol con
muchas ramas. Creo que en el habrá algo para usted, simpre que usted lo quiera.
Zoila dijo algo en Maya y todos rieron.
- ¿Qué? - dijo Zoila
Ella se volvió hacia mi, sonriendo – dije que quería que vieran lo estúpido que puede llegar a ser un
gringo.
Yo me rei y no lo tomé como una frase descortés. Me acomodé en el petate hasta sentirme comoda.
Zoila trazo un rectángulo sobre el suelo polvoriento con un bastón puntiagudo. Dentro del rectángulo
dibujó una cruz que dividió en cuatro pirámides cuyos vértices se encontraban en el centro. Zoila habló
primero en Maya y luego en Inglés.
- Esta es la forma que representan muchos altares. Normalmente, son utilizados por nuestras
hermanas en el sur y en el sureste. Con mayor frecuencia, sobre el lado izquierdo esta la muerte. Sobre el
lado derecho se haya la vida. La muerte y la vida pueden ser interpretadas como lo negativo y lo positivo o
como el mal y el bien. Todos los altares son similares y sin embargo, diferentes, porque cada chamán es
diferente. Todos tenemos nuestra individualidad.
Zoila señaló con su bastón – sobre la parte de arriba de esta mesa, o sobre la parte de arriba del
triángulo, esta la pirámide segadora que reçune. Esencialmente, encierra poder en su interior y lo conserva.
Debido a esto, allí se colocan objetos como antenas, velas, bejucos, varas, plumas, bastoies de plegaria,
cualquier cosa que tome energía del universo y la traslade a sus plegarias.
-- El triángulo de la parte inferior es la entrega personal de poder hacia el centro, donde convergen y
se encuentran las pirámides. Sus cristales punzantes van hacia aquí, asi como sus flechas personales. Los
principales dadores de poder van a este lugar.
Zoila hizo un movimiento de cabeza en dirección al centro. – En el centro de toda mesa se halla su
traductor. Este es su poder representativo, hermafrodita o andrógino. Este objeto no es ni bueno ni malo, ni
positivo ni negativo.
Zoila levantó la mirada y yo volví a desconcentrarme.
José había recomenzado sus payasadas. Se había puesto rápidamente uno de los vestidos de Zoila y
estaba cortejando a varios miembros del grupo, incluyendo a Zoila! Trató de besar a uno de los hombres
jóvenes. Todos aullaron con sus bufonadas. De repente José se quedó absolutamente inmóvil. Cuando el
silencio fue total, Zoila dijo: - Como ocurre ahora con José, ¿se trata de un hombre o de una mujer?
Clavé la mirada en el a través del humo ondulante de copal. Estuve a punto de reir, cuando por el
rabillo del ojo vi a Agnes levantarse detrás de mi. Utilizando ambas manos, me cogió la cabeza y la colocó
de manera que yo pudiese mirar fijamente sólo a José. Ignoraba lo que se proponía con esto, pero mientras
observaba a José fijamente, este adoptó una mirada suavizada. Su forma comenzó a volverse borrosa y
después volvió a quedar nitida. Sus rasgos parecían desprenderse de si mismos. Su boca se volvió
femenina, con unos labios carnosos y sensuales y su cuerpo se hizo curvilineo, como si tuviese senos y
cintura estrecha. Traté de recuperar mi sentido de la perspectiva pero fue en vano.
Agnes me tranquilizó. Podría tomar a José por una mujer si nunca hubiese visto una de verdad; José
flirteaba de manera extravagante con uno de los hombres jóvenes, parpadeando coquetamente y
lanzándole miradas seductoras. El hombre joven lo observaba con adoración. La escena era tan
convincente, que pensé que ambos podrían desaparecer juntos en dirección a los matorrales.
Todos estaban compartiendo una botella de licor y algunos fumaban. Zoila esperó a que hubiera
silencio.
- El hermafrodita en el centro del altar es el corazón. Es utilizado para trabajar con situaciones
positivas o negativas cuando estas surgen. Ayuda a traducir todo tipo de energía en algo útil. Es el punto
focal. Representa lo que uno es en la parte más sagrada de si mismo.
Uno de los hombres jóvenes formuló una pregunta, quería mas detalles sobre el centro del
hermafrodita. Zoila habló durante varios minutos y se volvió a mi – si fuese católica, probablemente su
centro seria un crucifijo. Para usted Lynn, podría ser su pipa o un cristal procedente de su montaña sagrada,
una montaña que le da fuerza vital. Su hermafrodita debe ser algo capaz de concentrar sus aptitudes
sagradas. En cierto sentido, es todo lo que usted es.
- No entiendo cómo un crucifijo puede ser utilizado tanto en situaciónes positivas como negativas –
intervine.
- Si una persona llega a usted – dijo Zoila – y cree que sobre ella pesa un conjuro maléfico, usted
trabajaría con su crucifijo para centrar su atención y su poder sobre el lado negativo o mortal de su altar.
- ¿Cómo?
- Su crucifijo la ayudaría a encontrar el objeto y existen muchos más que la auxiliarían. Podría utilizar
una piedra nefrítica y mediante su energía reveladora sería capaz de encontrar la piedra que ha sido puesta
dentro de esa persona por, digamos, una bruja o un enemigo. Entonces, usted le sacaría la piedra del
cuerpo, si ese fuese su método. Pero ese no es su método. Usted se dedica a curar la mente y el corazón.
Usted socorrería a una persona antes o después de una curación, a fin de que no elija volver a tener una
piedra o un problema similar. Por consiguiente, lo que reuniría para su altar serían cosas que tienen que ver
con una visión mas clara, trozos de cometas, cristales, objetos de poder procedentes de otros chamánes y
asi sucesivamente.
Con un movimiento de cabeza di a entender que al menos había comprendído parcialmente.
De repente, José se aferró a mi hombro. Al principio comencé a forcejear para zafarme de él, pero
luego dejé de resistirme. José seguía llevando el vestido de Zoila y estaba mordisqueando y lamiendo mi
hombro. Todos comenzaron a lanzar exclamaciones y vítores. Después sentí que algo se dejaba arrastrar
debajo de mi piel en el punto en que José estaba succionándome el hombro. José se incorporó, con las
mejillas hinchadas. Escupió dentro de un diminuto recipiente de arcilla que sostenía en sus manos.
Presumiblemente, lo que José escupió había estado dentro de mi.
- Me alegro de habérselo sacado antes de que el veneno se le filtrase – dijo José enjugándose el
rostro – ¿cómo se siente ahora?
José volcó el recipiente, dejando caer en su mano una sustancia de un color gris oscuro y musitó: -
muy malo.
Ese hombro había estado doliéndome durante varios días. Me sentía aliviada. Moví el hombro hacia
arriba y hacia abajo. José se sentó, se cruzó de piernas y simuló estarse limando las uñas. Un gran alboroto
de risas recorrió la casa.
Zoila sonrió y miró a José quien estaba entregado al sofisticado ritual de pintarse los labios con
carmín. No daba credito a mis ojos. José se veía tan melindroso. Yo sabía que simplemente estaba
divirtiendose a costa mia, ¿o no? Sus ojos esquivaron los mios, pero luego me miró directamente. Durante
una fracción de segundos permanecí paralizada. Fue como el encuentro de un tigre y un lobo, y después la
imagen se desvaneció al instante.
Zoila me habló pero mi atención se hallaba lejos de ahí. Podía sentir un calor confortante en mi
hombro. Con suavidad, Zoila posó su mano sobre la mia, y yo tomé conciencia de que estaba temblando.
Ella me ofreció un sorbo de jugo de un recipiente de calabaza.
- Mejor, ¿no? – preguntó.
Había estado esperando volver a sentir el dolor en el hombro, pero no fue asi.
- Mucho mejor – respondi, haciendo un gesto afirmativo con la cabeza.
Zoila escrutó mi rostro – Yo trabajo para curar la mente y el corazón, tal como hace usted – dijo.
- Mientras yo trabajo con usted, José observa. El puede ver los lugares oscuros, donde su fuerza vital
esta inmóvil. El puede ver lo que han inyectado dentro de usted y lo que ha sido colocado allí por personas
malvadas. El localizó ese recipiente de arcilla en su hombro y se limitó a succionarlo. Con el tiempo, el
veneno se hubiese escurrido y usted se hubiese convertido en una mujer muy enferma. Ahora no tiene nada
que temer.
- ¿De dónde procedía el veneno?
- De una enemiga femenina. Realmente ella pudo haber sido su enemiga buena. Con ojos listos usted
hubiese sido capaz de descubrirla y habría podido protegerse.
Se produjo una oleada de risas. José estaba balanceando el recipiente de arcilla sobre su nariz, luego
lo arrojó hacia arriba, como si fuese una foca jugando con una pelota, a una altura de unos treinta
centímetros en el aire y lo atajó con su lengua. A continuación repitió el acto de destreza, volviendo a
sostener el recipiente sobre su nariz.
- ¿Cómo puede ser alguien un enemigo bueno? ¿Quién me hizo esto?
- Su enemiga es una persona que resopla y tiene por aliado a un viento siniestro. Debe ser alguien
con una lengua afilada pero pequeña, porque el recipiente es muy pequeño.
- ¿Eso me ayuda a entender esto?
- Seguro, quizás pueda reconocerla la próxima vez.
- Puede ser alguien a quien usted considera como una amiga, pero en realidad se trata de una
persona que engaña a sus ojos. Algunos enemigos son buenos, porque nos hacen daño cuando menos lo
espéramos y en el punto en que somos mas débiles. Para usted, es su sensibilidad, sus sentimientos.
Necesita hacerse más fuerte y un buen enemigo la endurece. La hace bruñir sus escudos.
Cuando Zoila término de hablar, advertí la luz que brillaba en sus serenos ojos castaños. Sin lugar a
dudas, eran unos ojos afectuosos, pero su mirada resultaba dura. Me pregunté si era esta la cualidad que
Zoila estaba tratando de definir. Estaba comenzando a cansarme de que me dijesen que tenía que hacerme
mas fuerte. Pero la alternativa a ello parecía ser resultar herida una y otra vez, y de eso estaba aún más
harta.
- ¿Entonces que debo hacer Zoila?
- Mantenga a su enemiga buena hasta que ella cambie o bien hasta que usted llegue a ser mas
fuerte.
- Oh, estupendo – dije con voz suave.
José se puso a dar vueltas y me arrojó el recipiente de arcilla desde la punta de su nariz. Yo lo cogí y
me quedé asombrada al descubrir que estaba tan frio como un cubo de hielo. Comenzaba a entumecerme
la mano y lo deposité en el suelo. Agnes me susurró al oido indicándome que lo observase con
detenimiento. Lo observé fundirse rápidamente, disolviéndose en el suelo polvoriento hasta desaparecer por
completo. Me quedé atónita.
- José lo ha derretido con su humor - dijo Zoila.
La habitación estalló en aplausos y se llenó con el bullicio de conversaciones excitadas.
Volví a sentarme en mi petate, con los ojos aún desmesuradamente abiertos por el asombro. José me
entregó entonces un pequeño zurrón de tela.
- Aquí – dijo señalando el suelo - donde el recipiente se derritió, coja la tierra y póngala dentro del
zurrón. Yo escarbé la tierra y con gran cuidado la vertí dentro del zurrón que seguidamente até con dos
trozos de cuerda. Coloqué el zurrón junto a mis cosas.
Zoila se levantó rápidamente y se puso a perseguir a una gallina blanca que se paseaba por la
habitación. Cuando consiguió ahuyentar a la gallina, regresó a toda prisa y se sentó. Levantó el zurrón en la
palma de su mano y dijo:
- ponga ese zurrón sobre el lado negativo de su altar. Cuando acuda a usted alguien que tenga una
suegra mentirosa o que ha sido víctima de un chismorreo, trabaje con ese barro. El le dara poder y
entendimiento para saber el mejor modo de curar a la persona que acudió a usted.
Agnes y José distribuyeron recipientes con frutos secos y semillas de girasol. José encendió un
cigarro y arrojó bocanadas de un humo acre sobre cada uno de los presentes. Zoila llenó con vino unas
tazas y las entregó a los ahí reunidos. Uno de los hombres jóvenes comenzó a tocar una tonada celestial en
su flauta de arcilla. Con las palmas de las manos, el otro hombre joven empezó a hacer batir un tambor
hecho con un tronco corto. El sonido retumbaba profundamente. Una y otra vez José que estaba atendiendo
las necesidades de los presentes, golpeó un tambor plano y redondo que colgaba de un cabio. Lo golpeaba
con un bastón corto, haciendo un bello contrapunto al otro tambor. Las mujeres comenzaron a cantar. La
música era extraña y deliciosa.
Yo mordía un durazno seco y examinaba un tambor con forma de madero que yacía tendido en el
suelo. En uno de sus extremos tenía tallada una serpiente y en el otro un águila. José, advirtiendo mi
interés, se acuclilló junto a mi.
Este es un tambor dual – dijo – un teponaztli. Las dos figuras talladas representan el matrimonio de la
tierra y el cielo. El mundo ha olvidado los sonidos de nuestra cultura maya. Se han perdido muchísimos de
los instrumentos antiguos. Mi amigo Pazatl hace que estas viejas canciones cobren vida. Se dice que
necesitamos humildad para oir las voces de la naturaleza. Escuche lo simple que es esta música. La
naturaleza solo necesita tres instrumentos para componer una tormenta; el rayo, el trueno y la lluvia.
Al decir esto; José se incorporó y colocó junto a mi oido un trozo largo de caña de bambú.
- Cierre los ojos – me indicó. La música se detuvo, excepto las suaves notas de la flauta y el
ocasional toque apagado de tambor. La caña de bambú que estaba junto a mi oido produjo un sonido
semejante al de un torrente de agua, suave al principio, mas fuerte luego y yo me pregunté si a continuación
no sería engullida por una marejada; abrí los ojos y me di cuenta de que la caña de bambú tenía ambos
extremos obturados y que el sonido lo producían unos guijarros contenidos en su interior.
- Toda esta bella música despierta a los espíritus –musitó Zoila-- los espíritus duermen y esperan a
que vengamos nosotros a halagarlos para despertarlos. Esa es la razón por la cual yo canto y y digo cosas
bellas a mis espíritus, del mismo modo que digo cosas bellas a José para agradarle.
Miré a José, que se había cambiado de ropas, recuperando su garbosa identidad masculina. Volvía a
centrar mi mirada en Zoila.
- Los espíritus necesitan reconocerla, Lynn – prosiguió Zoila – usted tiene un nombre, de modo que
ellos pueden llamarla desde su mundo. La mayoría de los espíritus viven en las ceibas, el agua y las
montañas. Ese es el motivo por el cual acostumbro trabajar al aire libre. Creo que la hemos ayudado
considerablemente. Ahora necesita aprender el paisaje o el rostro de la tierra, que es como una batería
eléctrica.
- ¿Una batería eléctrica?
- Si, desarrolla y mantiene la fuerza vital, dependiendo de lo poderosos que sean sus manojos y de lo
bien que usted pueda centrarse en su poder. Mi rostro de la tierra, mi altar, es diferente a este altar.
Zoila avanzó en dirección al dibujo que había hecho y lo borró con la palma de la mano.
Seguidamente dibujó otro rectángulo, este casi cuadrado. Luego trazó un círculo en torno al rectángulo y
escribió las palabras Norte, Sur, Este y Oeste alrededor de la parte externa del círculo. Dibujó una gran X
dentro del cuadrángulo y un pequeño recuadro sobre cada uno de los cuatro brazos de la X.
- Estos brazos marcan los solsticios de primavera, verano, otoño e invierno – explicó colocando un
círculo pequeño en el norte del altar.
- Este es el viento del norte, es un viento mezquino, obcecado, malvado, el más fuerte de todos. Este
es el viento del Sur, es un viento de guerrero. Es un viento bueno.
Con trazo grueso, dibujó un círculo en el centro.
- Este es el cenit. Este es el lugar del hombre que se sitúa en el medio. Es un hermafrodita. Es un
viento alocado y fuerte. Para la sabia, una mujer de gran conocimiento, el hermafrodita es también la Mujer
Loca. Nosotros nos movemos alrededor de la tierra en el sentido de las agujas del reloj, junto con el sol. La
mujer loca tiene el equilibrio perfecto del hermafrodita. Posee el poder y el discernimiento del ometeotl, la
dualidad divina. Recuerde que en centroamerica las mujeres son dueñas del agua. El cielo es masculino y la
tierra es femenina. El sur, el oeste y el norte son secos y femeninos. El norte y el este son húmedos y
masculinos. Esto puede parecer contradictorio y extraño, pero es asi. La luna vive en el océano, y el sol vive
en el océano y aparece por encima de la montaña. El sol es el hijo, esposo y padre de la luna. Debe
entender el movimiento del sol y de la luna, el tiempo de los solsticios y el movimiento de las estrellas. Verá,
en el mundo chamánico todo se basa en el cenit, y esto es particularmente cierto en el caso del altar y las
pirámides.
- Me cuesta seguirla Zoila. Por favor espere un minuto, porque estoy confundida.
Zoila se movió ligeramente en su petate. Miró a José quien asintió con la cabeza, y luego se despidió
de todos. Cada uno de los asistentes le dió las gracias antes de abandonar la habitación.
Una vez hecho esto, José y Agnes miraron fijamente por encima del hombro de Zoila para ver lo que
estaba sucediendo. La luz del sol filtrándose por una ventana en lo alto iluminaba el trozo de suelo
polvoriento en el que estábamos trabajando. Yo intenté volver a comenzar desde el principio, señalando el
círculo. Zoila leyó mi pensamiento.
- No, ese es el solsticio de verano – dijo
– Entonces, este debe ser el invierno – dije.
- Correcto.
Seguimos repasando todo una vez más, señalando e indicando en dirección al diagrama. Hacia el
final de la recapitulación esmerada que me hizo Zoila, estaba empezando a tener la sensación del
movimiento de las estaciones y de su mundo, el mundo de la Sabia, una mujer de gran conocimiento. El
cenit y la idea del hermafrodita fue lo que mas me fascinó.
- Esto es lo más insólito, Zoila – dije – Lo más distinto a todo lo que me ha sido revelado en mi vida.
Creo que lo que más me gusta es el concepto de la dualidad divina.
- Este no es un concepto. Usted tiene tendencia a considerar las ideas como conceptos. En la medida
en que continúe actúando de ese modo, solo percibirá las apariencias y no reconocerá las usanzas
prácticas. El hermafrodita representa el equilibrio de todo lo que es, como el punto de apoyo en la palanca.
Pero recuerde que además está loco y esta es la razón por la cual puede configurar el mundo de modos
diferentes.
- Le daré otro ejemplo – siguió Zoila – En el método maya existen trece árboles sagrados, pero el
árbol del centro es el más débil. Es una paradoja que también sea el más poderoso. El más estúpido es el
más sabio, dice el hombre sabio. ¿O es el más estúpido? Agnes me ha hablado de su método, el método
del contrario o del payaso sagrado. La locura de un payaso puede ser obscena o probar cualquiera de las
estructuras e ideas existentes para comprobar si son verdaderas y reales y se escapa con ellas. Ella misma
es débil, pero su propia débilidad es su poder.
- ¿Es como el payaso sagrado que retrocede en la batalla con una lanza rota y torcida? - le pregunté -
presenta una conexión muy estrecha con el Gran Espíritu que tiene una confianza absoluta en que resultará
ileso.
- Desde un punto de vista irracional es un tonto.
- Nunca oi hablar de eso antes, pero parece muy similar. Quizás resulte comprensible si utilizo el
ejemplo de la última hija, pues ella es la última luna. Ella no encaja porque es rara o anormal, pero sin
embargo lo sabe todo. El señor de la tierra estremecida, o Señor de los terremotos en su idioma, es un
último hijo. Es un idiota y camina encorvado, pero es el más poderoso.
Zoila me miró con una expresión curiosa que no pude interpretar. José y Agnes también tenían la
mirada clavada en mi. Entonces me di cuenta de que ellos querían saber si yo entendía.
- Creo que entiendo – dije finalmente.
Zoila intervino: – pienso que por hoy ya ha recibido bastante información sobre el altar. Mañana
volveremos a comenzar. Le mostraré cómo exhibir su máscara de la tierra y entonces le resultará más claro.
Este conocimiento es tan escurridizo como un pez y es difícil de captar. Esta noche todavía le quedan más
lecciones por aprender. De momento, vamos a regresar a mi casa.
Cogimos todo lo que Zoila quería llevarse y luego caminamos a través de la selva hasta mi coche.
Conduje a todos a casa de Zoila. Comimos sin prisas. Agnes y José salieron juntos a dar un paseo
dejandonos solas a Zoila y a mi.
- Es importante, que esta noche establezca una conección con su propia estrella. Mañana necesitará
es experiencia – me indicó Zoila levantándose de la mesa, se dirigió a la habitación contigua y regresó con
un manojo. Lo desenvolvió, escogió una piedra pequeña y lisa y la frotó sobre mi hombro una y otra vez. El
hombro volvía a dolerme, y también el cuello. Pensé que se debía al hecho de haber conducido. Zoila habló
conteniendo la respiración y se llevó la piedra a la frente.
- Ah! – exclamó finalmente – telefonos absurdos.
- ¿Qué? ¿Qué teléfonos?
- El teléfono es una de las razónes de que tenga dolor en el cuello y en el hombro. Deje de utilizar el
teléfono.
- Tiene razón Zoila, siempre doblo el cuello cuando hablo por teléfono. ¿Cómo lo sabe?
- Uso esta herramienta. Es mi piedra del sol. La coloco sobre su enfermedad y examino su cuerpo.
Luego miro dentro de mi piedra para ver lo que anda mal en usted. Quiero que salga afuera, al campo y
encuentre su propio objeto del sol, una piedra que le hable, una con la que usted sienta que puede trabajar.
Esa piedra simbolizará su estrella, su propia luz solar.
Hizo un ademan y se incorporó. Vi que Agnes y José habían estado detrás de mi todo el tiempo.
- Ahora vamos – dijo Agnes – mientras aún brilla un rayo de sol; oi a una piedra llamarte.
Abandoné la casa al instante. El viejo perro de pelo amarillento de Zoila me siguió perezosamente por
los campos en dirección al arroyo cubierto de cañas. Atravesé una colina de oro y verde. En mi mente
remolineaban las enseñanzas del dia. Con cada paso que daba sobre el terreno pedregoso me sentía como
si estuviese pisando una máscara de la tierra. La tierra se aplanó y me encontré a una distancia de la casa
de por lo menos trescientos metros. Me detuve y miré hacia arriba a través de los fragmentos de un verde
frondoso; el sol me cegó por un momento. Después, salí al campo. El cielo era azul y el aire resultaba
cálido. En el oeste llameaban un ocaso naranja y púrpura. Me senté cerca de una acequia y pensé por un
momento en las antiguas enseñanzas del cenit.
Efectué algunas respiraciones profundas y traté de entrar en armonía con los movimientos de las
estrellas. De repente, me asombró lo que parecía ser el llanto débil de un niño, el sonido se hizo mas fuerte
y se convirtió en un gemido. El viejo perro de pelo amarillento estaba excavando con furia, me acerqué al
lugar, el perro ahora estaba muy atento, con el hocico metido dentro de un agujero. El animal hundió un
poco mas el hocico en el agujero y luego sujeto algo entre sus dientes. Agitaba la cola con energía. Trató de
alejarse corriendo sin dejarme ver lo que había encontrado.
- Ven aquí – le grité – vamos a ver lo que has encontrado.
El perro se detuvo y con reticencia se acercó a mi. Supuse que había hallado un hueso que llevaba
mucho tiempo enterrado. Con gran cuidado, haciendo un movimiento preciso y gracioso con la cabeza, el
perro levantó el hocico hacia el sol poniente y luego depositó un objeto pequeño en mi mano extendida. El
animal se sentó y se puso a ladrar. Me incliné, lo abracé y le acaricié las orejas, sintiendo todo el tiempo el
objeto que asía fuertemente con mi mano izquierda; parecía extraño. Finalmente me aparté del perro para
mirarlo.
Era un objeto pequeño, de forma oblonga, con costras de barro. Lo froté para sacarle la suciedad y,
para mi sorpresa sobre mi mano apareció la figura de una diosa de piedra perfectamente tallada, que según
me pareció, procedía del período olmeca. La figura estaba tallada en una piedra blanca y refulgía a la luz del
sol. La froté un poco mas y la examiné con minuciosidad. Era exquisitamente bella. Mi propio trozo de luz
solar – dije gozosa – mi propia piedra solar.
Lo levanté hacia el ocaso y agradecí a los poderes por haber hecho que nos encontrásemos. Exploré
a mi alrededor en busca de más antiguedades, pero no descubrí nada mas. Cogí un poco de tabaco de mi
bolsillo, lo esparci en un círculo en torno al agujero y luego lo cubrí, pronunciando una plegaria.
Corrí todo el camino de regreso a la casa. El perro me seguía pegado a mis talones, ladrando con
excitación. Yo estaba radiante de júbilo.
Esa noche el perro durmió conmigo debajo de un mosquitero. Yo estaba tendida boca arriba, con la
cabeza apoyada sobre una almohada y podía contemplar encima de mi las profundidades del cielo
nocturno. Apreté la figura de la diosa contra mi pecho. Zoila me había dicho que era mi estrella terrenal, asi
como mi piedra solar y que rezase y me mantuviese en contacto con ella antes de dormirme, a fin de poder
tenerla presenté en mis sueños. Teniendo en cuenta la cálida sonrisa de Zoila cuando volvió a entregarme
la figura, pude decir que estaba muy complacida. Vi una sombra avanzando hacia mi en la oscuridad.
- No se asuste, Lynn, soy José.
Lo saludé y se sentó cerca del mosquitero. Charlamos durante un rato. Yo le hablé de la alegría que
suponía para mi estar en compañía de él y de Zoila, calentándome a la lumbre de su relación.
- La relación que hay entre ustedes dos es tan agradable – dije, advirtiendo el centelleo anaranjado
de una estrella encima del contorno oscuro de su cabeza.
- Pienso que eso se debe a mi – dijo José – siempre he sido una persona plácida. Zoila es más
malhumorada que yo.
o el halcón blanco, o el cabo de una hoja, pero no existe forma o cuerpo, pues esta hecho de viento sólido.
En el interior hay una llanura abierta, donde yo presento ofrendas.
Una refulgente luz blanca brilló alrededor de Zoila y crei que ella estaba en trance. No todas sus
palabras tenían sentido para mi, ni estaban enlazadas de manera coherente. Había visto a Agnes en estado
similar algunas veces pero esta era la primer vez que veía a Zoila de este modo. Su explicación era tan
bella que el sentimiento que emanaba de sus palabras hacía que todo fuese sensible para mi. Se produjo un
silencio prolongado cuando Zoila pareció estar mirando en otro mundo. Zoila continuó:
- Antes de que hacer algo, después de haber situado su altar adecuadamente, debe colocar sus
guardias, sus soldados, o montañas, en los cuatro ángulos. Esto se hace para impedir que entre algo malo.
Después debe coger su incienso, copal y su hombre principal, el hermafrodita y colocar los suministradores
de paz y los guerreros. Las mujeres son los guerreros más fuertes. Coloqué hojas de obsidiana allí para
ellas en los cuatro ángulos. Sirven de ayuda. Luego bese, sople, esparza incienso con su mano. Es como
lluvia. Hacer llover es sexual. Para los muy viejos y los muy jóvenes no existe la lluvia. Recuerde que su
hombre principal es hecho poderoso por lo que lo rodea. Después viene todo lo demás. El hombre-mujer es
delicado como el corazón y se sienta en una silla o trono hacia el centro superior del altar. A la derecha de
ella-él, tiene que poner su corte de deidades femeninas sobre tronos de piedra ahuecadas. Estas deidades
beben de estas piedras. Es a estas deidades y el hermafrodita que usted entrega sus primeros manojos
envueltos. Estas son ofrendas de manojos. Son como bebés, ofrendas bellas; los manojos son como
simientes. Ponga las hermosas envolturas exteriores o vainas, luego desenvuélvalas para exponer el
germen, la simiente o placenta de alimento o agua que hay en el interior. Abralas y ofrézcaselas a las
deidades, sóplelas y coloquélas delante de los tronos. Son mi cortejo hacia los otros mundos.
En cada fase de sus actos, advertí la manera exquisita en que Zoila los ejecutaba. Colocó velas a lo
largo del ángulo superior del altar y las encendió con cuidado. Después, con gran esmero, puso tabaco,
azúcar, flores, cigarros e incienso para cada deidad. Después colocó todos los manojos de la necesidad de
las influencias positivas y negativas. Zoila pareció extenderse en este punto, porque el equilibrio de los
objetos positivos y negativos genera poder. Por último, colocó un manojo envuelto en el ángulo a mano
derecha.
- Nadie ve nunca lo que hay en este manojo – dijo – ni siquiera José.
- Es mi animal chamánico, conocido solo por mi. Es mi gran aliada. Lo que viene a continuación es
fuerza. Zoila barrió el altar con su mano y continuó hablando. – Rece por una palabra, por entrar en contacto
con su propia estrella personal. Aprenderá a animar su altar, su máscara de la tierra con poder, y a hacer
que se levante.
Zoila examinó mis manojos y me mostró cómo colocarlos sobre el altar teniendo en cuenta la
oscuridad y la luz, lo femenino y lo masculino.
- Esta es una representacion de cada parte de mi sacrilidad, de mi psiquis, de mi ser mental y de mi
ser físico. ¿No es asi? - pregunté
- Si, lo es. El altar capacita a La Sabia para hacer salir de si misma lo que es intangible y colocarlo
tangiblemente en una posición sagrada con el sol, la luna y las estrellas, a fin de poder trabajar con ello para
curarse a si misma y a los demás. El altar la capacita para extraer poder de la mente y colocarlo en las
manos de las deidades de la tierra y del cielo.
- ¿Utiliza con frecuencia el altar para la adivinacion?
- Si – respondió - cuando quiero ser científica y no cometer errores. Uno puede emplear métodos
diferentes para adivinar lo probable, pero no el futuro.
- ¿Qué método utiliza para adivinar lo probable?
- Lo llamamos sangre del rayo o crispamiento espasmódico. Es el más poderoso. Cuando el rayo
alcanza a su objetivo, se estremece. Cuando usted se contorsiona, cuando su cuerpo se crispa, sabe que
es bueno. Le hablaré del modo típico en que trabajo; en nuestro propio poblado, cuando alguien acude a mi
para que lo cure, habla a una dama que tiene un mal en sus entrañas, la mujer habla a mi gente primero y
lleva una ofrenda de alimentos para mis parientes políticos. Ello los ablanda. Si una chamán come también
el alimento, no puede rechazar al paciente. Más tarde la mujer regresa con un séquito y se sienta. El séquito
es para atestiguar y comprobar si soy una buena chamán, y ayuda al paciente a recordar, en caso de que
resulte necesario. Hablamos durante un rato hasta que ella finalmente dice lo que piensa que anda mal.
Después yo le pido media pinta de licor de caña, tres cigarros, tres velas blancas y copal blanco, y ellos lo
consiguen y me lo llevan envuelto en una tela como si fuese un bebé. Yo lo acepto y lo deposito sobre mi
altar, como si fuese un bebe tendido de espaldas, y lo desenvuelvo a fin de que las deidades puedan
reconocer la ofrenda. Las deidades se sientan sobre petates. Ajpop es el señor del petate, y yo entrego
grandes ofrendas de plegarias ach que comprenden palabras y pongo estas palabras en mi humo como
cohetes, a manera de una introducción al nombre. Si no hay nombre, no puede haber reconocimiento. No
hay rostro.
- ¿Normalmente qué es lo que sucede?
- La curo y todos se van a casa
- ¿Se utilizan inciensos diferentes para las diversas ceremonias?
- Antes que nada, cada incienso tiene una deidad. Nosotros usamos copal blanco para los altares de
la montaña, para las más importantes ceremonias del mundo. El copal es resina procedente del árbol del
copal que crece en Yucatán. El copal pronto se utiliza y se deja en el interior. El copal de corteza es mejor
para desembarazarse de los enemigos y del miedo. Se puede añadir sal y chile al incienso para purificarse
uno mismo o una casa.
Permanecí en silencio durante varios minutos. Agnes se había unido a nosotras y se situó a mi
izquierda. Ambas inspecciónamos el altar, cubierto ahora con docenas de trozos de cristal procedentes de
varios chamanes o puntos de poder, trozos de huesos, piedras de todos los colores, formas y tamaños,
hebras de cabellos, tabaco, flores, piel, telas, perfume, un crucifijo, imágenes de diversos santos, hierbas de
todas las descripciones posibles, tallas en plata, tejidos, figuras recortadas en papel, flechas, plumas,
bastones, piedras preciosas y muchos objetos no identificables.
- En un lugar hermoso y sagrado – dijo Agnes.
Asentí con la cabeza, expresando mi maravillada aprobación. Dijimos plegarias juntas. Agnes
sostenía su pipa encima de la cara de la tierra y rezamos en nuestras lenguas diferentes al Gran Espíritu,
que era capaz de entenderlo todo. Oramos pidiendo salud y vida continuada sobre esta gran Madre Tierra.
Esa noche Agnes y yo nos fuimos en mi coche de regresó a la hacienda y dormimos durante unas buenas
doce horas.
Al mediodía me dirigí a almorzar con Zoila. Realmente estaba muy hambrienta y engullí la comida.
Zoila comía lentamente.
- Veo que le gustan las tortillas – comentó
No pude responder porque tenía la boca llena, pero asentí con un movimiento de cabeza. Zoila dio
un mordisco a su fruta.
- Mi abuela me enseño que existen muchas bocas de las cuales no somos conscientes - dijo Zoila.
- ¿Qué bocas son esas?- pregunté.
- Las bocas de personas y animales son las manifiestas. Pero menos manifiestas son las bocas de
los árboles y los espíritus. Todo ser viviente tiene una gran boca, o de lo contrario no podría existir. ¿Alguna
vez se ha encontrado con un ser vivo que no tenga boca?
- No
- Todo lo que sobrevive al nacimiento se dedica a cazar en busca de alimento para llenar su boca.
Me rei.
- Su mismo cuerpo es una gran boca. Necesita toda clase de nutrientes para mantenerse alimentado;
aire, agua, arroz, luz solar, amor, comprensión, entre otros. En el interior de su cuerpo existen otros
universos y todos ellos necesitan comer. Una boca muy importante es la que vive entre los dos ciclos de
intención que usted llama su mente consciente y su mente incosciente. Esta boca, como cualquier boca,
necesita alimento. En el mundo del chamanismo, encontrar el alimento adecuado es todo. Encontrar el
alimento adecuado para, digamos, un espíritu; hará que este se mantenga vivo. Si se trata de un espíritu
malo, uno querrá encontrar y llevarle su alimento adecuado, a fin de que el espíritu se traslade pronto. Esto
es muy elemental, pero es una cuestión crucial.
Yo había dejado de comer.
- ¿Puede definir el alimento para mi, Zoila? ¿Qué es lo que quiere decir exactamente?
- Me refiero a la sustancia, esa que sustenta una forma vital. Podría ser una zanahoria en algunos
casos. Podrían ser alimentos los pensamientos buenos o malos, el idioma o la verdad. En otras palabras,
energía en todas las formas necesarias.
- ¿Puede darme un ejemplo?
- Piense por un minuto en Agnes. La ha visto convertirse en otra forma vital, como osa gris,
precisamente delante de usted.
- Si
- ¿No se ha preguntado cómo lo hace?
- Creo que lo sé.
- No es exactamente un suceso común. ¿Cómo cree que Agnes adopta esas formas animales?
- Agnes debe centrar su intención en llegar a ser lo que desea, una osa gris.
- ¿Centrarse? ¿No se da cuenta de que no esta diciendo nada sustancial? Lo que usted dice es
verdad, ¿pero cómo lo utiliza? Agnes realiza esa tarea tan difícil dando a luz un fruto de totalidad. Piense en
eso y en todo lo que implica. Por totalidad, quiero decir que Agnes comprende la atención y el ser. Cuando
esto sucede, vemos maravillas. La vida se parece bastante a una pelicula. Todo lo que se ve es una forma
del pensamiento. Imagine que una forma es un círculo que es mantenido unido al sonido. Una forma de
pensamiento es exactamente eso. Cuando aprende el sonido de una forma, entonces ha descubierto una
parte de su dieta, de su alimento. ¿Por qué los chamánes van de un sitio a otro cantando todo el tiempo y
haciendo ruidos sobrenaturales?
- No se, ¿Por qué?
- Esos sonidos son parte de una forma. Si usted quiere desaparecer, se vuelve invisible, extrae el
sonido de una forma del pensamiento y puf! Si quiere seducir a un espíritu y hacerlo suyo, una de las cosas
que hace es cantarle. Las palabras, los sonidos, los tonos, todo es parte integrante de lo que mantiene
unida nuestra realidad. Nunca existe una forma vital sin sonido. Agnes piensa ‘’osa’’ con atención total y no
erradica a la ‘’osa’’ de su ser, y ella es una osa. Cuando usted piensa ‘’osa’’ puede ver la imagen de una osa
en su ojo de la mente, pero es muy frágil.
- ¿Cómo debo hacer para que mis pensamientos tomen la forma que quiero, a fin de poder
manifestarlos?
- Agnes primero ve a una osa en su mente, tal como lo hace usted. Luego traslada esa visión a su
plexo solar y la deja que se convierta en su atención total. Encuentra el sonido que es alimento para su boca
e integra su forma con la de su ser total. Agnes le confiere vida por el simple hecho de que puede querer
que usted la vea.
- Ahora estoy confundida, ¿qué significa eso de que ella quiere que yo la vea?
- Ella también conoce el alimento de usted. Ve a su boca del espíritu y lo alimenta. Sabe que
canciones necesita usted para ser capaz de ver y sabe que existe solo porque usted lo consiente. Usted
esta de acuerdo en que Agnes se transforme en la imagen de una osa, y esa osa es real.
- ¿Quiere decir que es una osa real y al mismo tiempo es un truco?
- Es un ardid solo en la medida en que todo lo que usted ve es un truco similar al artificio de una
película cinematográfica.
- Agnes me ha dicho a menudo que lo que vemos es como un reflejo.
Zoila colocó su mano sobre mi brazo.
- Por ejemplo, vamos a considerar la boca que existe entre sus dos mentes –dijo – todo tiene una
boca. Este universo tiene una boca. La mente es un universo y cada una de sus dos mentes tiene una boca.
¿Está de acuerdo en lo que usted llama su mente inconsciente es un almacén para todo el conocimiento
que posee?
- Estoy de acuerdo.
- ¿Está de acuerdo en que su mente consciente es una importante herramienta vital y que tiene poco
acceso a su inconsciente y a toda su gran sabiduría?
- Supongo que si.
Existe mucha confusión acerca de cómo trabaja la mente. ¿Es usted consciente de que todos
nosotros somos masculinos y femeninos a la vez?
- Bueno, los psicologos occidentales tienen teorías acerca del animus, que es la parte masculina de la
personalidad femenina y el anima que representa los aspectos femeninos de la personalidad masculina.
- Me resulta difícil explicarme en inglés, pero entre lo que llamaríamos las islas de su conciencia y de
su inconsciencia hay una gran boca. Su mente inconsciente come casi todo. Su mente consciente solo
come lo que necesita para permanecer estable y racional. Estas dos bocas comen el proceso de traducción.
- ¿Traduccion?
- Si, traducción del idioma de una isla al idioma de la otra isla. Dos corredores o mensajeros viajan
entre las islas. Ellos son los únicos que pueden entrar y salir de la boca. Para todos los demás, la boca está
cerrada. Los mensajeros son llamados sus gemelos sagrados. Ellos y solo ellos, son los traductores. Ellos
luchan como un guerrero y una guerrera para mantener el equilibrio de su conciencia.
- Sigo sin saber que quiere decir con la palabra traducción.
- Es un hecho que usted tiene la sabiduría de todos los antiguos pueblos de la Madre Tierra
almacenada en su isla de inconsciente, y nunca la conocerá, simplemente porque no está en ningún sitio de
su isla de lo consciente. Por consiguiente, esa sabiduría permanecerá desconocida para usted. Esta
responsabilidad recae en sus gemelos sagrados. Ellos llevarán ese conocimiento de una isla a otra.
- ¿Cómo?
- Desde tiempos remotos esto ha sido llevado a cabo por los sueños y las visiones. ¿Por qué Agnes
le dijo que se diese prisa y pasase a la búsqueda de visiones? Ello se debe a que sabe que para que los
gemelos sagrados sean capaces de llegar hasta usted y traducir los mensajes, tienen que eliminarse todos
los bloqueos a este proceso. Los sueños y las visiones son la esencia de la sacralidad. Usted debe
permanecer inmóvil para allanar el camino a sus gemelos sagrados. Muchos psicólogos realizan un trabajo
increible en el campo de la interpretación de los sueños. Eso es muy difícil. Y es más complicado aún
cuando se interpretan los sueños de otra persona.
- ¿Por que?
- Porque los sueños pertenecen a cada uno, son privados. Somos seres imperfectos que buscan la
perfección. No vemos con claridad. Por consiguiente, ¿cómo podemos interpretar los sueños con claridad?
¿Sobre todo si son invenciones de otras personas? Los mensajes son crípticos y embrollados y resultan
difíciles de entender. En muchos casos solo podemos establecer suposiciones.
- Eso no parece comprometedor- dije.
- Esa es la razón por la cual debe tomar contacto directo con sus gemelos sagrados. Ellos pueden
llevar los mensajes directamente desde la isla de lo inconsciente y pueden hablarle en un idioma claro que
usted pueda entender. Usted no tendrá que interpretar nada.
Mis ojos se iluminaron – ¿Usted está en contacto con sus gemelos sagrados? - pregunté
- Lo estoy.
- ¿Cómo puedo yo encontrar a los mios?
- Quizás pueda inducirlos a que salgan para usted. Pero primero debe pedirme que le enseñe cómo.
- Zoila, por favor, enséñeme. Por favor, traté de presentarme a los gemelos sagrados.
- Bueno - dijo Zoila – para enseñarle, en primer lugar debo recibir el pedido de hacerlo. Yo haré todo
lo posible.
Despejamos la mesa. La luz del sol inundó la cocina cuando estábamos lavando los platos. En esos
momentos no había ningún niño en casa de Zoila ni en todo el poblado de Llano. Todos se habían ido al
pueblo vecino para ver un espectáculo de marionetas que se representaba en una de las escuelas. Había
mucho silencio. Cuando terminamos de limpiar la cocina Zoila dijo: - venga.
Entramos a la habitación pequeña con dos ventanas. Yo advertí un agujerito en el suelo polvoriento
en el centro del cuarto que no había notado antes. Cerca de la pared este Zoila colocó su altar de mesa, de
forma rectangular, sobre el altar había cosas distintas a las que vi el otro dia, o bien estaban dispersas de
un modo diferente. Se veían velas, diminutas jarras que tenían pintadas flores de colores, un cazo de
calabaza, manojos envueltos, pequeños potes de arcilla, un viejo libro descuadernado de páginas
amarillentas, una piel de serpiente. Zoila encendió las velas. Me vió contemplando la mesa y dijo
– Recuerde, este es mi altar domestico. Lo uso muy raramente. Para la mayor parte de mi trabajo me
gusta usar mis altares de piedra al aire libre, debajo de las ceibas. Este es mas personal y muy pocos lo han
visto. Es mi altar de refuerzo. Desenrrolló un petate y lo puso sobre el suelo colocando un extremo debajo
de la mesa del altar. Allí – me indicó – por favor, tiéndase sobre este petate con la cabeza aquí, debajo de
este punto de la mesa mientras yo preparo nuestro camino.
Me puse cómoda, sintiendo que resultaba algo tonto eso de estar mirando hacia arriba desde debajo
de la mesa del altar.
- Puede dormirse se lo desea – dijo Zoila – Tardaré un rato.
El humo de copal comenzó a inundar la habitación. Me sentía cansada, pero no somnolienta. Zoila
comenzó a cantar y hablar en maya de una manera cadenciosa y uniforme, como un sonsonete.
Cerré los ojos y la escuché, relajando mi cuerpo y mi mente, lo cual parecía generar pensamientos
carentes de sentido. Mis pensamientos se interrumpieron al sentir unas gotas frias sobre la frente y los
brazos. El líquido tenía un olor dulce, mentolado. abrí los ojos cuando Zoila se arrodillo y colocó sobre mi
pecho algunas flores amarillas y blancas. Sonreí pensando que debía parecerme a un cadaver.
- Levántese – dijo Zoila – ha estado durmiendo.
- No, no me dormí – me apresuré a replicarle – mi mente solo estaba vagando.
- Bueno, igual levantése. Tenemos que salir de viaje.
- ¿Adónde? - pregunté. Mi voz sonó impaciente – No sabía que tuviesemos que ir a ninguna parte.
Me incorporé y le entregué las flores. Zoila las colocó en un jarrón de arcilla sobre su altar. Me incliné
y oli los capullos. Me sentí irritada al comprobar que no tenían un aroma perfumado.
- Salgamos – dijo Zoila – tiene una cita importante y no quiero que falte a ella.
- ¿Cita? ¿Qué clase de cita?
- Abra la puerta y salgamos, yo la seguiré – dijo Zoila.
- ¿La puerta? No recuerdo que hubiese ninguna puerta aquí. Solo recuerdo una pared de adobe y
ladrillos.
- Abrala – insistió Zoila.
La puerta era vieja, de madera antigua labrada a mano y se sostenía sobre unas bisagras de hierro
oxidado. Chirrió ruidosamente cuando la empujé para abrirla. Salimos y avanzamos unos pocos metros por
el sendero.
- Voy detrás de usted – dijo Zoila – siga avanzando.
Sentí su respiración detrás de mi. Había caminado trabajosamente durante unos diez minutos
cuando Zoila exclamó:
- Oh, no.
Me giré a toda velocidad – ¿Qué pasa Zoila?
- No se alarme. Simplemente perdi mis globos oculares, me sucede a menudo, ¿los ve por alguna
parte?
Con estupefacción, examiné el terreno pero no vi ningún globo ocular. Estaba demasiado asombrada
para asustarme.
- Lynn, estça bien. Estoy segura de que puedo encontrarlos más tarde. ¿Le molesta que me agarre
de su brazo? Usted puede guiarme. Después de todo, no querría que malogre una cita importante.
Zoila se cogió de mi brazo.
- ¿Está segura de que se siente bien asi? - pregunté
- Limítese a seguír el camino, estoy segura de que todo irá bien. No nos perderemos. Si hay algo que
no puedo soportar es perderme.
- No me perderé – le aseguré.
Pero estaba equivocada. Me encontraba totalmente desorientada. No reconocía nada. Nos
hallabamos en unas colinas onduladas con chimisa y matorrales en todas direcciones.
- No recuerdo haber visto nada de esto antes.
- ¿Nada de que? - preguntó Zoila – dígame, recuerde que he perdido mis ojos.
- Parece que estamos en un desierto, Zoila. Esto no se parece a Yucatán, esto se parece a un lugar
que conozco cerca de Palm Springs en California.
- Oh, no se preocupe, seguramente está viendo la selva desde una perspectiva diferente - dijo Zoila.
- Si usted lo dice – contesté.
Seguí avanzando por el camino, con Zoila cogida a mi brazo. No sé que hubiese hecho sin su
presencia tranquilizadora. Me sentía muy insegura y quería llorar, pero me daba vergüenza hacerlo. Al
menos yo tenía mis ojos. Traté de concentrarme. No veía el sol por ningún lado, eso me hubiera ayudado a
orientarme. En cambio, lo que vi fue una especie de crepúsculo desnudo, y no tenía idea de donde procedía
la luz. Me encontraba en un lugar distinto a cuantos había estado antes. Como si la situación no fuese ya
suficientemente adversa, con la pérdida conduciendo a la ciega, mis propios ojos comenzaron a jugarme
malas pasadas. Las plantas empezaron a parecerse a animales. Me pareció ver a una artemisa saltar de un
lugar a otro, como si fuese un gato montés. Pensé que las plantas tenían espíritus de animal. Pero cuando
las miraba mas de cerca, volvían a convertirse en plantas.
- Zoila, usted no lo creería, pero pienso que las plantas son animales.
- ¿Por qué lo dice?
- Bueno, una de ellas tiene un hocico. Creo que están tratando de tomarme el pelo. Saltan de un lado
a otro, pero cuando las miro se quedan inmóviles como postes. No sé que crédito puedo dar a lo que veo.
- Si al menos tuviese un ojo....pero no lo tengo. Si usted dice que las plantas son animales, no tengo
otra alternativa más que creerle.
- ¿Por qué camino seguimos Zoila? – pregunté, sintiéndome incomoda – esto comienza a ponerme
nerviosa. Mientras yo hablaba Zoila apretó su mano sobre mi brazo. Yo estaba completamente azorada.
- No se olvide de guiarme – dijo Zoila – no quiero tropezar y caerme.
Zoila me dió un suave codazo. Delante de mi no había más que arena, que presentaba un singular
brillo iridiscente. Caminamos sobre la arena y a medida que avanzabamos la tierra fue convirtiéndose en
una planicie de arcilla dura. Se veía reseca y resquebrajada en innumerables grietas sedientas. Describí el
terreno a Zoila y ella dijo que creía que estábamos exactamente en nuestro rumbo. ¿Qué rumbo? me
pregunté.
Vi algo que subía y bajaba con sacudidas rápidas y me di cuenta de que se trataba de un hombre que
venía en dirección a nosotras. Me sentí consternada, porque tal vez no pareciese adecuado que dos
mujeres anduviesen por allí solas y mucho menos si una de ellas estaba ciega.
- Zoila, hay un hombre que viene hacia nosotras. ¿Lo conoce?
- No me sorprende – dijo Zoila – teniendo en cuenta el modo en que han estado sucediendo las
cosas. ¿Qué está haciendo el hombre?
La voz de Zoila sonó como si estuviese hablando en una tinaja.-- Siga avanzando.
- No, espere un minuto. Se ha detenido. Es como si estuviese esperándonos. Parece amenazador.
- Siga caminando hasta hallarse lo bastante cerca de el como para hablarle.
Cuando estuvimos mas cerca vi que el hombre era un indio. parecía muy resuelto, un tipo agresivo,
no muy distinto a Jerónimo. Tenía los brazos cruzados y por la mirada que brillaba en sus ojos sentí que
estaba desafiándome. Casi a un metro de distancia de él me detuve.
- Descríbame al hombre – me indicó Zoila – ¿es indio?
- Si
- ¿De dónde proviene?
Se lo pregunté al hombre, y él me lo dijo.
- Dice que procede de la meseta, dondequiera que esté, y que es apache.
- ¿Cuál es su nombre?
- ¿Cómo se llama?
- Puede llamarme Sam simplemente – respondió el hombre – no sería capaz de pronunciar mi
nombre, ahora digame, ¿a quién le está hablando?
- ¿Por qué lo pregunta? Estoy hablando con Zoila, por supuesto.
- ¿Con quién? Yo no veo a nadie.—dijo el hombre.
- Zoila, el hombre dice que no la ve. Debe ser ciego.
- Sígale la corriente – dijo Zoila – simule que es una broma pesada. Yo soy invisible y también
inaudible para el hombre. Usted tiene que contármelo todo. Realmente lamento haber perdido mis ojos.
También estoy volviéndome un poco sorda. Me pregunto si no terminaré perdiendo todas mis facultades.
- ¿A quién le esta hablando? – preguntó el hombre con aspereza.
- Oh, a nadie – dije – hablo para mi. Es una costumbre que adquirí cuando era niña.
Tuve el impulso de decir a Zoila que estaba actuando con descortesía y que me demandaba
demasiado, después de todo, yo tenía mi propia mente y la capacidad de decidir lo que debería preguntar.
Pero todo era tan extraño, que no planteé la cuestión. Hace tan sólo unas horas yo estaba.... ¿dónde
estaba? Oh, bueno, no importa.
- ¿Qué? - dijo Zoila
- Dije que le pregunte cómo podrá escucharlo mejor cuando usted se halle en un estado normal.
Le pregunté eso al apache.
- Dice que cuando yo esté sentada con papel y pluma por la noche antes de irme a dormir él vendrá y
me ayudará a escribir. No quiero que venga a mi casa Zoila, la gente ya de por si piensa que soy bastante
rara.
- Nosotras le ayudaremos a entrar a escondidas – dijo Zoila – nadie lo sabrá.
- Bueno, en ese caso, probablemente esté bien. Con todo, el hombre tendrá que dormir en el cuarto
de huéspedes.
- Estoy segura de que no le preocupa el lugar en el que dormira. Agradézcale su regalo y su
ofrecimiento de ayuda. Digale que vamos a proseguir nuestro viaje, pero que regresaremos y que lo
veremos más tarde.
- Dice que nos esperará sin importar el tiempo que tardemos en regresar.
- Bueno – dijo Zoila – ahora vçamonos. Sigamos el camino por el que veníamos. Es mejor que nos
demos prisa. Podríamos no llegar a encontrarlo.
Diciendo esto, me empujó con firmeza.
Comencé a caminar velozmente sin dejar de guiar a Zoila. Zoila parecía tener tanta prisa por llegar a
un lugar indeterminado, que caminamos una al lado de la otra lo mas rápido que pudimos. El desierto tenía
una superficie de arena azul y verde que parecía estar resplandeciendo. El camino se hallaba despejado
pero yo no podía ver ninguna huella. Eso me pareció peculiar. Ahora nos encontrabamos en un valle y
comenzamos a deambular de un lado a otro por encima de unas piedras imponentes. Entonces me quedé
impactada al comprobar que las piedras eran joyas, esmeraldas, diamantes, rubíes, zafiros y granates. Me
costaba creerlo. Eran más hermosas que las joyas corrientes y estaban acumuladas formando varios pisos
de altura. Llegamos a un lugar donde el sendero se birfurcaba y yo pregunté a Zoila cual era el mejor modo
de proceder.
- Doble a la izquierda – dijo Zoila.
- ¿Usted ha estado aquí antes alguna vez? - le pregunté.
- No aquí, pero conozco como la palma de mi mano un lugar semejante a este.
Su explicación me satisfizo. La superficie de la tierra era ahora de un blanco puro, un poco demasiado
encandiladora y parecía como si estuviese ascendiendo ligeramente, ganando elevación. Era algo distinto a
todo cuanto yo había visto, aún más blanco que la nieve. Acepté este paisaje absolutamente sorprendente
como algo común. Luego comencé a escuchar música, una música diferente, se oian unos coros y cada
tanto irrumpía el estampido de un trueno. Resultaba bello, pero no parecía oportuno para la ocasión.
- Zoila, usted no va a creerlo.
- ¿Qué?
- Hay una bailarina danzando por encima de nuestras cabezas, es tan buena que resulta cautivante.
- Vaya hacia ella – me ordenó Zoila – Y recuerde que ella no puede verme ni oirme. Por consiguiente,
tendrá que contarme todo lo que suceda y todo lo que se diga.
Prometi que lo haría y con gran excitación me acerqué a la bailarina, la bailarina daba vueltas parada
sobre la punta de sus pies. Se detuvo al ver que yo me acercaba, era alta y esbelta parecía como si
acabase de salir del escenario de Bolshoi. Llevaba el cabello recogido en lo alto de la cabeza y exhibía toda
una fortuna en joyas. Tenía unos soberbios dedos largos y ahuesados. Nos saludamos y después le
formulé muchas preguntas. Sus respuestás fueron muy complejas.
- Cuénteme lo que dice – me pidió Zoila.
- Su nombre es Lala y dice que es una prima ballerina rusa. Es muy hermosa y culta. Prácticamente,
me contó toda su vida, ¿le gustaría oirla?
- Olvídelo por ahora. ¿Cuántos años tiene la bailarina?
- Es mayor que yo, de unos cuarenta y cinco, supongo.
- ¿Qué piensa la bailarina de la vida que usted lleva?
- Dice que piensa que he escogido un modo muy interesante para expresarme a mi misma. No mucha
gente está dispuesta a compartir la magia. Dice que el ballet y el movimiento son dos cosas que me
vendrían bien para saber más acerca de lo mágico. También dice que si uno cuida su cuerpo, nunca se es
demasiado viejo para bailar. Con todo, parece estar encantada conmigo.
- ¿Está feliz de encontrarse con usted?
- Oh, si. Dice que esta encantada. Dice que lleva mucho tiempo queriendo encontrarse conmigo y que
desea volver a verme pronto. Me preguntó si vendría a los Angeles para hacerme alguna visita.
- Pregúntele cuando la visitara.
- Me dió la misma respuesta que Sam. Dice que todas las noches antes de dormirme llegará hasta mi.
Voy a tener una casa llena de acompañantes. No sé dónde voy a ponerla a ella si Sam ocupa el cuarto de
huéspedes...
- Pregúntele si quiere darle algo – me interrumpió Zoila.
- ¿No piensa que sería una especie de grosería, Zoila? Acabo de conocerla.
- Aquí las costumbres son distintas, las cosas se hacen de este modo.
- No lo comprendo.
Rápidamente pregunté a Lala qué era lo que quería darme, en caso de que quisiera darme algo. Con
mucha gracia, Lala avanzó unos pocos pasos, tomó algo que resplandecía y me lo entregó.
- ¿Por qué brillan tanto Lala?
- Muchisimas gracias Zoila, Lala me ha dado un par de pendientes de oro.
- Dele algo a cambió, entreguéle su anillo.
- Con cierta vacilacion, deslicé el anillo de opalo de mi dedo y se lo entregué a Lala.
De inmediato, Lala se lo puso en su dedo. El anillo casi no se notaba con todas las demás joyas que
Lala llevaba puestas, sin embargo Lala me dijo – lo guardaré como un tesoro.
- Ahora preguntéle si nos acompañará en nuestro viaje de regreso para encontrarnos con Sam – me
indicó Zoila.
Se lo pregunté, y Lala estuvo de acuerdo. Nos pusimos en marcha las tres, Zoila aferrada a mi brazo
y Lala bailando alegremente a nuestro alrededor. Volvimos a cruzar el valle de las imponentes piedras
preciosas, hasta que llegamos a la bifurcación de la carretera. Era una zona de encantos singulares. Las
tres nos reiamos como una pandilla de colegialas. Yo no tenía muchas ganas de volver a ver a Sam tan
pronto después de haberlo dejado pero parecía ser importante para Zoila.
Cuando finalmente llegamos hasta Sam, lo encontramos sentado sobre la arena, con las piernas
cruzadas. Nos contempló con ojos penetrantes mientras nos acercábamos. Cuando estábamos a unos diez
pasos de él, nos detuvimos.
- Sam – le dije – le hemos traído un poco más de compañía.
Lala había cesado sus piruetas y parecía un poco perpleja por el aspecto de Sam.
- Sam, me gustaría presentarle a Lala.
- ¿Qué esta pasando ahora? - preguntó Zoila.
La bella y la bestia se encuentran por primera vez. Sam se levantó y permanece de pie, erguido como
una tabla y Lala parece atenta pero desconcertada. Pienso que está impactada por la vestimenta de Sam.
Parece que a él tampoco le gusta el tutú de ella.
- ¿Qué está haciendo ahora Sam?
- Se cruza de brazos y hace un gesto orgulloso levantando la nariz al aire. Está gruñendo a Lala. Ella
le pregunta si él puede hablar. El dice que hablará si ella se cambia esas ropas ridiculas.
- ¿Qué dice Lala?
- Le lanza una mirada asesina. Espere. Ahora ella se ríe y le dice a Sam que tiene mucha razón: Lala
comienza a dar vueltas, más vueltas más y más rápido. Hace que comience a sentirme mareada. Bueno,
Lala dejó de dar vueltas y ahora viste un traje largo de satin rojo. Parece muy aristocrática. Sam mueve la
cabeza expresando su aprobación.
- ¿Piensa que pueden ser amigos?
- Pienso que si, pero es obvio que son muy diferentes. Creo que les llevará cierto tiempo. Lala dice
que disfrutará tratando de cambiar sus malos hábitos. Sam dice que él no tiene ningún mal hábito. Lala dice
que aparentemente él es bastante incivilizado, pero más apetecible como amigo que muchos de los
mequetrefes que ella ha conocido. Sin embargo, puede resultar demasiado duro pasar mucho tiempo con él.
Sam está diciendo que ella se parece a alguien que baila en el escaparate de una tienda y que le
desagradan las mujeres que son más listas que él. Lala está tomándole el pelo.
- ¿Puede lograr que lleguen a abrazarse?
- No. Lala dice que no lo abrazará hasta que él se de un baño. Sam está diciendo que a él solo le
gustan los sudores sagrados y que de todas maneras eso no es asunto de ella.
- Hemos logrado mucho. Es hora de regresar. Deles las gracias por haberlos encontrado y dígales
que a partir de ahora los esperará cada noche antes de dormirse. Aún cuando aparezcan solo por un
momento.
Se los dije y ellos parecieron tristes por mi partida.
Comprendemos – dijo Lala
- Gracias por la pluma de guacamayo – dijo Sam
- Y gracias por el anillo – añadió Lala.
- Adiós – dije a ambos.
Yo también estaba un poco triste, Zoila preguntó.
- ¿Le importa si regresamos por otro camino? Conozco un atajo.
- No, no me importa.
- Bueno – dijo – confíe en mi.
Tiró con fuerza de mi brazo, arrastrándome. De repente comenzamos a subir en vez de descender.
Estábamos yendo hacia atrás a una velocidad increible, como en una película cuando las imágenes se
mueven en sentido inverso. Yo entré por la puerta trasera y me encontré oliendo las flores.
- ¿Cómo entramos por esa puerta trasera? - le pregunté.
- ¿Qué puerta?
- ¿Por qué me lo pregunta? Esa puerta que esta ahí
- Yo no veo ninguna puerta. Debe estar imaginando cosas.
Examiné los ladrillos de barro empujándolos. Zoila estaba de pie junto a mi divertida.
- Bueno, estaba exactamente aquí, lo juro. ¿Qué le hizo a la puerta Zoila?
- Quizás por ahora está cerrada – dijo.
Di vueltas a mi alrededor.
- Recuerde Zoila, ¿no se acuerda?
- Por supuesto que recuerdo, pero ahora no es momento para hablar de ello. Es mejor que haga
algunas respiraciones profundas, se le ve un poco pálida.
Respiré profundamente varias veces. Me temblaba todo el cuerpo. El estómago me ardía y estaba
bastante mareada. Sentí la mano de Zoila rodearme la cintura para sostenerme. Me llevó a la cocina y metió
mi cabeza en un balde de agua. El contacto con el agua me revivió al instante. Zoila me dió una toalla, me
sequé el cabello y comencé a despertarme. Después me tomé un te caliente.
- Todavía no, Lynn, no retome sus hábitos. Quédese por completo en el mundo físico.
Zoila me entregó una hacha pequeña y me hizo cortar leña de una pila enorme de madera, insistió en
que trabajase durante horas. Cuando terminé de cortar leña, me acerqué cautelosamente a la taza de té,
pero Zoila me regañó y me ordenó que continuara trabajando. Me dió una larga lista de cosas para hacer,
limpiar las ventanas, lavar ropa, recoger frutas y verduras, cortar maleza....habría tardado dos días en
completar la lista.
Yo tenía tendencia a ...soñar despierta. Cada vez que lo hacía, Zoila me gritaba con enojo, parecía
pescarme siempre. Una vez incluso llegó a empujarme contra la pared junto a la cual yo me hallaba parada
como una esponja humeda, restregando los cristales de una ventana que ya estaban perfectamente limpios.
Me quedé tan sorprendida, que me quejé en voz alta por el tratamiento que estaba recibíendo. Zoila volvió a
empujarme.
- Enójese! Permítase enojarse – insistió Zoila.
Eso era el colmo. ¿Cómo podía permitirme enojarme cuando ella me daba su autorizacion? No podía
enojarme en absoluto y al pensar en ello tuve que reirme.
Zoila me insultó en varios idiomas diferentes, recriminándome por ser tan estúpida y harágana.
- Se cree que es demasiado importante para limpiar mi casa! – dijo - se hace la condescendíente y
simula que esta trabajando solo porque quiere obtener algo de mi.
Sus palabras me hirieron. Monté en colera y le arrojé la esponja. Ella se apartó de un saltó y esquivó
la esponja. Había arrojado la esponja con tanta fuerza, que sentí un tirón en un músculo del hombro.
Comencé a perseguirla, pero antes de que pudiese darle alcance Zoila se esfumo. Recorrí la casa aullando
de frustración, clamando venganza. Luego rompí a llorar. Cuando me senté en el jardín para secar mis
lágrimas Zoila reapareció.
- Ahora podemos tomar un té juntas – me dijo.
- Lo siento Zoila – le dije – ¿puede perdonarme por haber perdido los estribos?
- ¿Perdonarla? Trabajé duro para lograr enfurecerla de ese modo. Tenía que hacer que regresase
aquí y ahora mismo. Es muy importante. He visto a personas que han experimentado lo mismo que usted y
que no han regresado casi por un año. Pero pienso que ahora usted se encuentra bien.
- Pues me siento como casi siempre que estoy aqui – dije – Sabe, me cuesta creer lo que acaba de
suceder. A propósito, ¿qué sucedió?
- Encontró a sus gemelos sagrados.
- ¿Sam y Lala?
- Si. Y para sacarla de allí tuve que utilizar un viejo ardid maya. Por supuesto, usted no fue a ninguna
parte, excepto dentro de usted misma.
- ¿Nada de eso fue real?
- Fue completamente real.
- ¿Fue usted conmigo?
- No exactamente. Yo estaba parada detrás de usted mientras olía las flores. Esa fue mi realidad. La
engañé para que creyese que iba con usted. Ese es el motivo por el cual le dije que yo era ciega y sorda, a
fin de que me explicara todo. Actué como una especie de guía. Aún cuando no estuve con usted, conozco el
territorio. Es casi el mismo para todos. Pero para poder hacerle compañía, hubiese tenido que cambiar y
entrar en la misma conciencia con usted.
- ¿Está diciendo que todo lo que me sucedió sólo tuvo lugar en mi mente?
- Si, por supuesto. Lo que le sucede a usted siempre sucede en su mente.
- ¿Pero eso entonces no fue real?
- Absolutamente.
La conversación resultaba misteriosa. Cuando me encontré a mi misma en esos mundos extraños las
experiencias fueron incuestionablemente reales. Fue como si solo entonces mi experiencia del mundo
cobrase vida; todas las demás experiencias parecian superficiales. Pero Zoila dijo que yo también estuve de
pie en la habitación de su altar oliendo las flores. ¿Eran reales o no los gemelos sagrados? ¿Fue todo un
sueño? ¿Y cómo lo había logrado Zoila?
- Por hoy ya son suficientes lecciones – dijo Zoila, interrumpiendo cualquier pregunta que pudiera
hacerle – entremos.
Yo la seguí. En la cocina me entregó los pendientes de oro y un trozo de piel de mofeta.
- No pierda esto Lynn.
La miré con gran asombro.
A la mañana siguiente después de realizar en silencio las diversas tareas que tenía asignadas y luego
de un desayuno de reflexión durante el cual ni Agnes ni yo hablamos, finalmente expuse algunos de mis
pensamientos inquietantes y traté de estructurarlos en construcciones lógicas.
- Agnes – dije - mi mente se halla sobresaltada con todo lo que ha sucedido. Todavía me cuesta creer
que estemos aquí juntas. Y no obstante, estamos aquí sentadas.
- Has dicho muchas veces que crees en el proverbio que afirma que la verdad es más extraña que la
ficción – respuso Agnes con un alegre destello en sus intensos ojos marrones. - Y tienes razón.
- Me alegra que al menos por una vez estés de acuerdo conmigo – comenté en tono de broma –
¿cuándo llegaste a semejante conclusión?
- Estuve viendo la televisión mientras te esperaba el otro dia.
- ¿Qué televisión?
Agnes señaló con su mano – al otro lado de ese pasillo. Tienen un plato que capta a los satélites. El
programa se llamaba Star Trek Ahí existe un hombre que procede de otro planeta, tiene unas curiosas
orejas puntiagudas.
Yo la miraba fijamente.
- ¿Viste ese programa Agnes?
- Lo hice.
- Agnes, a veces me asombras.
Agnes hizo un guiño de inteligencia por encima de su jarra de arcilla, llena de leche caliente y café
cargado. – Si, ese programa era maravilloso, y resultó interesante que los guionistas prevean un complot
militar para nuestros futuros viajes al espacio. Ciertamente, yo creo lo mismo, pero tengo un concepto
diferente del propósito marcial. La historia me resultó muy entretenida. Seguramente, habría que ser un
guerrero valiente para plantarse delante de criaturas con poderes omnímodos.
- Parecidos a los tuyos, ¿no es cierto? - Agnes frunció el entrecejo.
- Bueno Agnes – dije – hoy no estoy con ánimos para nada que se salga de lo corriente. No creo que
pueda metabolizar una ceremonia más o cualquier otra cosa fuera de lo normal. Me volvería loca.
El rostro de Agnes pareció ensombrecerse, pero yo proseguí: - por lo tanto, ¿qué te parece si vamos
de compras a Llano? Quizás puedas comprarte una blusa nueva.
- Nanay.
- ¿Qué quieres decir con eso de nanay?
- Quiero decir nanay. Quiero ver mas tele – me respondió, alargando las vocales de la palabra tele.
- ¿Televisión? ¿Tú, Agnes? Debes de estar bromeando, tal vez podamos almorzar juntas como gente
civilizada.
- Nanay
- ¿Sólo nanay?
- En su estilo fantástico, Phoebe nos dijo que primero fuésemos a pedírselo a Perro Rojo. Pienso que
a esa mujer deberían encerrarla en el manicomio. Dijo que Perro Rojo había venido a Yucatán con doce
aprendices nuevos y poderosos.
- ¿A Yucatán? Exclamé con voz quejumbrosa, fingiendo no ser consciente de la presencia de Perro
Rojo en las inmediaciones.
- Si, y ¿a que no sabes a quién a descubierto por aquí?
- ¿A quién?
- A ti, por supuesto.
Los ojos de Drum fueron amenazadores por un momento.
- ¿Por qué a mi? Yo no soy nadie! – protesté – ¿te parece que un hombre tan poderoso como Perro
Rojo no tiene cosas mejores en qué ocupar su tiempo?
- Nunca nadie ha rivalizado con él por el poder y tú lo derrotaste. Estos hechiceros no se toman las
cosas como lo hace una persona normal. Perro Rojo tine que ajustar contigo viejas cuentas pendientes. Tú
lo sabes. No te hagas la inocente. Tú recuperaste la cesta matrimonial y él no descansara nunca hasta
ajustar las cuentas pendientes contigo.
- Bien, lo creas o no, sólo estoy aquí de vacaciones.
- Lynn, deja de mentir.
Drum hablaba con irritación, entre bocado y bocado. Pude ver como la salsa resbalaba por su
barbilla. – No soy tonto, puedo oler el poder acechando a tu alrededor. Te diré la verdad, he descubierto a
Perro Rojo.
Yo me puse en guardia. – Ah, ¿de veras? – dije con tanta indiferencia como pude.
- Si, Perro Rojo dijo que yo tendría que probarme a mi mismo para que él me aceptase nuevamente.
Dijo que ya no confiaba en mi y que quizás Ruby me había enviado aquí para espiarlo. Comenzó a tratarme
como si fuese una especie de condenado instructor militar y yo un modesto recluta. Tú no puedes luchar
con él. Él siempre domina la situación, y se apoderó de mi. El consigue meterse dentro de ti y no tienes mas
opción que obedecerle. Con todo, esta vez Perro Rojo ha emprendido un auténtico viaje de poder.
- Perro Rojo sigue pareciendome lo mismo, Drum
- Con Ruby aprendí muchísimas cosas acerca de mi aspecto femenino. Tal vez no me creas, pero no
quiero regresar y servir al gran Perro Rojo. Pienso que es malvado. Todo lo que quiero, todo lo que quise
siempre, es llegar a ser un gran chamán, no un hechicero. Aprendí un montón de normas y cosas por el
estilo, no esa basura de brujería espantosa. La mitad de las veces Perro Rojo me provoca un miedo de
muerte. Necesito tu ayuda Lynn, por favor.
- ¿Qué quieres que haga, Drum?
En forma inesperada, Drum extendió su brazo y colocó en mi mano su bolsa de tabaco. Su rostro
reflejaba sinceridad.
- Encuentrame una maestra, una a la que pueda respetar y que no me traté como a un esclavo.
- No estoy en condiciones de garantizarte eso. Pero supongo que estoy obligada a hacer lo que
pueda — dije, inclinando la cabeza en dirección a la bolsa de tabaco que había colocado sobre la mesa
junto a mi plato.
Esa fue la señal que Drum esperaba. Empezó a comer con voracidad y yo me pregunté cuánto hacía
que no probaba bocado.
- ¿Qué pasó con Ben? - le pregunté- ¿Vino hasta aquí contigo?
- No, nos separamos en Wyoming; dijo que no iba a permitir que Perro Rojo utilizase su cerebro para
un campo de deportes. Quería probar algo nuevo. Iba a ver a ese chamán llamado David Carson.
- David Carson. Hemos hablado de él antes. ¿Dónde está establecido ahora?
- En algún lugar en el sureste de Oklahoma, un pueblecito llamado Tuskahoma.
- ¿No es allí donde terminaba el sendero de las lágrimas?
- Creo que si, en todo caso, lo es para la tribu Chactaw. Ben piensa que este Carson va a aceptarlo
como aprendíz y le enseñará como dar de patadas en el trasero a Perro Rojo, lo cual parece ser en este
momento el objetivo de su vida. Todavía esta bastante furioso porque Perro Rojo se haya deshecho de él y
piensa que este Carson es su solución.
- ¿Y tú que piensas?
- He oído algunas historias muy extrañas sobre los poderes de este Carson. Me produjeron un miedo
tremendo. No voy a meterme con él.
- Bueno, le deseo lo mejor a Ben.
Nos mantuvimos en silencio el resto de la comida, a pesar de que la boca de Drum se movía mientras
comía. Cuando terminamos de comer le dije – Ven conmigo Drum.
Pagué, nos dirigimos hasta mi coche y conduje hasta la casa de Zoila.
- Espérame aquí en el coche, Drum.
- Si, sé como van estás cosas. Estoy preparado para lo peor.
- No seas tan optimista.
Avancé hasta la puerta principal y llamé. José abrió y me hizo entrar, escrutando mi rostro mientras
me conducía al salón principal.
La estancia se hundió en un silencio que sólo interrumpía el sonido de la lluvia golpeando el techo. En
ese momento, las tres mujeres estaban sentadas sobre petates frente a las demás, entonces Zoila se
levantó.
- La máscara del Jaguar ha sido robada – informó.
Durante varios minutos se vivió una conmoción enfurecida. Después las mujeres se calmaron y el
clamor se desvaneció. El humo de copal era tan denso, que hacía que las caras de varias mujeres entraran
y salieran de los bullones de humo como rostros espectrales en un sueño. Una onda de energía
desconocida recorrió mi cuerpo. Sentí una intensa presión en los oidos y por un instante tuve la impresión
de abandonar mi cuerpo físico y flotar encima de él. Me oi diciendo.
- ¿Sabe quién robo la máscara?
Mi voz sonó lejana.
- La robó Perro Rojo con la ayuda de sus doce aprendices.
- ¿Está segura?
- El nos lo hizo saber.
La Mujer Jaguar se puso de pie.
- Venga, Lynn – me indicó – siéntese en ese petate, más cerca de mi.
Me deslicé entre las mujeres, encontré el petate y me senté junto a ella. La Mujer Jaguar estaba
ligeramente inclinada hacia delante. Me miraba fijamente sin dejar traslucir la más mínima emoción.
- Robar la máscara de una chamán – dijo – es robarle el rostro, el modo de rezar y de realizar las
ceremonia, es robarle la vida.
Los ojos de la Mujer Jaguar se clavaron en los mios.
- Recientemente usted adquirió conocimientos sobre altar, el rostro de la tierra, la máscara,
descubriendo cómo unirse al poder. Usted ha sido iniciada en los misterios y en el método de una mujer
chamán. Un dia, también recibira su rostro, su propia máscara de poder y entenderá lo que significa. La
máscara del Jaguar antecede a la Hermandad de los Escudos e incluso a las pirámides. Si la máscara del
Jaguar permanece en manos de un hechicero malvado podría dar lugar a un daño indecible. Hasta podría
significar el fin de la hermandad. Es el rostro principal de la hermandad y debe ser recuperada.
Una luz comenzó a brillar en el cuarto. No estaba segura de cómo había sucedido esto y me pregunté
si mi mente no comenzaba a tenderme trampas. Tal vez estaba proyectando en realidad externa lo que
sentía en mi interior. Me erguí como una flecha y sentí un inmenso calor dentro de mi. En mis manos
descansaba un tambor; inclinándome hacia atrás, comencé a golpearlo. Me sentía asombrosamente bien y
parecía tamborilear al latido de todas las presentes. Las voces se unieron en un canto. Zoila cantó en Maya
antiguo. La canción cobró poder, como un derviche girando violentamente, y terminó abruptamente. La
extraña luz era de un brillo fuera de lo común, y percibí una gran irritación entre las mujeres.
- Le han dicho que utilice su ira de un modo constructivo y que no permita que se transforme en
miedo – dijo la mujer jaguar mirándome atentamente.
De repente, el perro de pelo amarillento comenzó a gruñir yendo de un lado a otro delante de la
puerta. Vi un destello de dientes blancos. El animal emitía sonidos extraños, sobrenaturales. Se estremecío
expectante y luego ladró varias veces, husmeando a lo largo de la parte inferior de la puerta.
- Tranquilícenlo – indicó la mujer jaguar – no lo dejen salir.
Varias mujeres comenzaron a acariciarlo. Finalmente el animal se volvió docil y se tendió delante de
la puerta. Todas regresaron a sus petates y nuestra atención volvió a centrarse en el otro extremo de la
habitación.
- Usted ayudó a la hermandad en una ocasión – continuó la mujer jaguar – y ahora, sin saberlo,
volverá a ayudarnos.
Me sonrojé y me sentí cohibida. Traté de superar mi inquietud y mantenerme serena, sin llegar a
lograrlo. Empecé a experimentar una sensación de opresión en la garganta y eso me exasperó. La mujer
jaguar avanzó. Se arrodilló dente de mi y sostuvo levantada su mano izquierda para que yo la viese. Mis
ojos miraban con fijeza un gran capullo de mariposa anidando en la palma de su mano. Cogió el capullo con
su mano derecha, que estaba pintada de rojo. Lo sacudió y algo cayó en mi mano izquierda. Alguien
empezó a tocar una canción melodiosa en una flauta.
- Este es un regalo de sus hermanas para reforzar el poder que usted aún no es consciente de
poseer.
- Gracias – dije.
Señalando a las demás mujeres añadi.
- A todas.
- Usted es la más joven aquí – dijo la mujer jaguar – su inocencia nos ha traído la vida una vez más,
del mismo modo que una mariposa nace de un capullo.
El objeto que descansaba en mi mano era diminuto, pero demasiado pesado en relación con su
tamaño. Agnes trajo una vela encendida y la sostuvo junto a mi. Ahora pude ver que en mi mano sostenía
una figura en oro de la diosa con alas de mariposa ribeteadas de obsidiana negra.
- Es hermosa – dije – gracias nuevamente.
- No es necesario dar las gracias. Es necesario entender. Usted sostiene en su mano a Itzpopolotl, la
diosa mariposa de obsidiana. Ella es la diosa de la caza. Ella es la figura primordial del culto de la obsidiana
del arma mágica. También es una diosa de muerte. Hace mucho tiempo atrás en nuestra historia también
llegó a ser la diosa maya del cactus del melón y la diosa de la abundancia de la tierra. La obsidiana se
relaciona con el maíz y con la producción de alimento, pero también está emparentada con la muerte, la
noche y el sacrificio del corazón. El sacrificio del corazón siempre fue ejecutado con una hoja de obsidiana.
Este es el lado oscuro de la mariposa de obsidiana. Ella es nuestra guardiana y llevará la muerte y la
destrucción a todos los que roben el rostro de la hermandad.
Escudriñé el interior del regalo. Traté de imaginar las antiguas maravillas y horrores que debía haber
presenciado esta diosa.
- ¿Cómo debería ayudarlas? - pregunté.
Esta noche comenzará a comprender, en el templo de la selva consagrado al jaguar. La hermandad
celebrará una ceremonia destinada a invocar poder para la cacería. Lleve a Itzpopolotl colgando de su
cuello dentro de una faltriquera como si fuese un capullo. La necesitará. Comeremos hongos de poder, a fin
de lograr ver al intruso que quiere destruirnos. Prepárese. No hable ni coma. Nos reuniremos con usted
cuando la luna esté alta.
La mujer jaguar retrocedió hacia las sombras. Agnes nos indicó que era hora de irnos.
Agnes y yo cruzamos la selva y fuimos directamente hasta mi coche. Minutos más tarde estábamos
recorriendo el sendero trillado de la selva en dirección a la hacienda. Yo pensaba en lo que acababa de
suceder. Me sentía insegura y tenía miedo. Esa reunión de la hermandad me recordaba a mis sueños más
intensos en lo que tenía de incomprensible para mi. Era como si yo hubiese sido atraida hacia ahí por
cuerdas poderosas, aunque invisibles. Quería interrogar a Agnes, pero la mujer jaguar me había ordenado
no hablar. El corazón me latía con fuerza. El poder y la fuerza dignificadas de esas mujeres casi superaban
lo que yo podía soportar. Curiosas imágenes seguían entrando furtivamente en mi mente, imágenes de un
sacrificio sangriento sobre un altar de piedra. Vi un cuchillo de obsidiana hundirse en el pecho del Perro
Rojo.
Me estremecí. No era que él no lo mereciera, pero si él moría, ¿quién sería mi enemigo bueno? ¿En
qué estaba pensando? Traté de alejar de mi mente esos pensamientos demenciales. Me volví para mirar a
Agnes, su rostro era más inescrutable y oscuro que la noche a nuestro alrededor. Pase mis dedos por
Itzpopolotl a través de su capullo.
Cuando estuvimos en nuestra habitación en la hacienda, Agnes se sentó en la cama, volviendo hacia
la pared en sombras su rostro, semejante al de un halcón. No nos dijimos nada. No comimos nada.
A las once en punto subimos al coche y volvimos a adentrarnos por la carretera de la selva, traté de
relajarme mientras conducía, pero me resultó imposible, mi aprensión iba en aumento. Viajamos durante
más de una hora hasta que Agnes se inclinó hacia mi y susurró –estacione aquí -.
Eso fue todo. Me alegró muchísimo que Agnes supiese donde nos hallábamos. Descendimos por un
camino iluminado solo por la luna que refulgía entre las enredaderas y los altísimos árboles. Nunca me
había adentrado tanto en la selva. Los sonidos de la noche eran intensos. Las cigarras y los pájaros
chillaban, y mi garganta estaba más seca que nunca. Me sentía casi aterrorizada, preguntándome qué
suerte era la que me esperaba.
El perfume intenso del jazmin de noche inundaba el aire. La figura indistinta de Agnes avanzaba en
silencio delante de mi, bajo la luz de la luna. No podía oir el ruido de mis pisadas sobre el camino, pero los
imaginaba en mi cabeza. Ahora iba con más cuidado para no chocar con el mar de vegetación que nos
envolvía. Prestaba mucha atención, no obstante, me preguntaba en qué iba a meterme esta vez.
De pronto, el sendero siguió una curva abrupta. Agnes vaciló por un momento y miró hacia arriba. Yo
seguí su ejemplo. Allí, delante de nosotras apareció un enorme templo sin excavar, cubierto con helechos,
en tanto las enredaderas se anillaban alrededor de árboles inclinados.
El edificio se alzaba hacia el cielo a una altura de varios metros. Se parecía al puño de un gigante que
se levantaba de la tierra para apartar la luna. Entonces escuché que sonaban los tambores, muy
lentamente, dejando oir un golpe cada cinco segundos. Agnes siguió avanzando. La seguí y juntas
rodeamos el lado izquierdo del templo. Yo no dejaba de lanzar miradas hacia arriba mientras caminábamos
junto a los límites externos. Pronto me di cuenta de que el templo había sido excavado en uno de sus lados,
pero no en el otro. Llegamos a un puente construído con piedras de gran tamaño, donde dos mujeres nos
cerraron el paso. Creí reconocerlas, por haberlas visto antes en la ceremonia de La Última Madre. Llevaban
máscaras mayas hechas de un brillante metal dorado, que parecía muy delgado.
- Estamos aquí para custodiar las máscaras – nos susurró una de las mujeres.
La mujer tendió a Agnes una máscara emplumada de aspecto extraño. Agnes se la puso. Después a
mi también me entregó una máscara. No tuve tiempo de examinarla, porque la depositaron en mis manos y
me dieron a entender que debía ponermela de inmediato. Asi lo hice.
En la oscuridad, todo lo que podía sentir era unas plumas largas y finas que descendían por detrás de
mi cabeza, unas ranuras como ojos y una boca abierta. Mi mano se deslizó sobre un relieve contorneado de
serpientes que bordeaban la coronilla. Parte de la máscara era de metal y parte era de tela. Debido a su
color oscuro, sentí como si se fundiese con las sombras. Las plumas, de tacto agradable, cayeron sobre mi
cuello y espalda.
Seguí a Agnes dejando atrás a las dos guardianas hasta llegar a una terraza revestida de piedra.
Agnes me hizo un gesto indicándome que me pusiese a su lado. Cuando estuve junto a ella, me susurró al
oido: -- busque a la Mujer Jaguar y haga lo que ella le diga.
Antes de que yo pudiese decir nada, Agnes se esfumó a la vuelta del ángulo de una alta pared de
piedra. No sabía qué hacer, de modo que la seguí. Al doblar la esquina llegué a un cuadrángulo cubierto de
hierbas perfectamente excavado, un poco mas pequeño que un campo de futbol.
Sobre los cuatro lados del cuadrángulo unas pirámides empinadas asomaban en forma vaga,
elevándose varios metros hacia el cielo nocturno. En distintos puntos del perímetro del cuadrángulo habían
sido colocadas antorchas llameantes.
Trompetas mayas zumbaron procedentes de algún lugar, y los tambores comenzaron a batir a un
ritmo mas acelerado. De tanto en tanto podía oirse una flauta vibrante, a cuyo sonido se unió el ronroneo de
un instrumento de cuerda, y su música se esparció en el aire llevada por los vientos de la noche húmeda.
Mientras sonaba la música, yo pasé debajo de un arco en la pared de piedra y di la vuelta a la parte
delantera de la pirámide central. Lo que vi me dejo sin aliento.
Cientos de velas zigzagueaban ascendiendo los escalones y rodeando el cuadrángulo, iluminando la
noche. El efecto visual era semejante al de una enorme serpiente de fuego enjoyada moviendose
sinuosamente sobre la tierra y la piedra.
Esperando sobre el lado opuesto del cuadrángulo, una multitud de mujeres enmascaradas se había
alineado formando una media luna delante de la gran pirámide. La mayoría llevaba sencillos vestidos
blancos embellecidos con adornos. Todas las máscaras y tocados eran distintos, formando un conjunto
asombroso, algunos ornados y típicamente mayas y otros simples en diseño y color.
Me uni a la fila de mujeres e imite lo que hacían ellas. De tanto en tanto nos movíamos sutilmente al
ritmo de la música, mientras yo contemplaba los jeroglíficos y las tallas cercanas a la cresta de la pirámide.
Era como si me hubiese deslizado a través de una puerta secreta y estuviese errando en una celebración en
otro planeta.
La música comenzó a sonar a mayor velocidad y yo estaba comenzando a olvidarme por completo de
mi misma cuando de repente se oyó un estruendo de címbalos, un gemido de hoptas y flautas a la vez que
surgía un resplandor de llamas lamedoras procedente de una boca de fuego en la cumbre del templo.
Muchas mujeres enmascaradas llevando pequeñas antorchas se alineaban a ambos lados de la escalinata
del templo. Las máscaras de guerreras que adornaban a estas mujeres eran grotescas y espeluznantes,
con una cierta belleza maliciosa. Las máscaras relucían a la luz del fuego y la luna brillaba directamente
encima de nosotras.
Las mujeres se alinearon en una sola fila, con el alto plumaje de sus tocados resplandeciendo al ser
iluminado por las llamas. Yo sentí que esas mujeres formaban la Hermandad de Los Escudos.
La Mujer Jaguar apareció en la escalinata del templo y todo el cuadrángulo quedó en silencio.
Vistiendo ropas de jaguar, levantó sus manos o garras; aún desde la distancia a la que me hallaba parada
podía distinguir las zarpas afiladas. En su mano izquierda sostenía un bastón intrincadamente tallado. Su
rostro volvía a estar pintado de negro y rojo y resultaba doloroso presenciar la ausencia de su máscara.
Pero incluso sin la máscara del jaguar, la mujer transmitía un notable esplendor felino. Sentí las luchas
antiguas de una tradición tan vieja como el tiempo, una tradición que era parte de mi herencia como mujer
en esta tierra.
Al ver a la mujer jaguar mi corazón desbordaba de emoción sobrecogedora. Vi gran parte de mi
propia vida. Yo nací mujer y debido a ello fui dejada de lado, entregada a las hondonadas y a la periferia de
la vida, donde continuaban residiendo tantas de mis hermanas. ¿Era simplemente un accidente histórico?
Traté de ver a través del espejo de las barreras sociales que obnubilaban los ojos de las mujeres del mundo
entero. Ni siquiera nos reconocemos entre nosotras. Es como si durante siglos hubiésemos actuado como
mutaciones cromosómicas aisladas de los estanques geneticos de lo originalmente sagrado, de la
naturaleza femenina primordial que nos ha sido robada, del estanque del mundo, como si nunca hubiese
existido.
Estaba de pie con los ojos fijos en las capas plateadas del humo de copal que inundaba el aire. Un
fuego lento, humeante y sin llamas, ascendía de las vasijas oscilantes sostenidas por varias de las mujeres.
Sonó el latido de un tambor. Latía con violencia a través de la noche selvática, al unísono con la afluencia
de sangre a mis oidos. Las filas de mujeres enmascaradas comenzaron a balancearse. Entonces el batir
persistente de los tambores se aceleró. Elevamos alabanzas, cantamos y bailamos, entrando y saliendo del
humo que emanaba del copal y ascendía reuníendose en haces, formando una gigantesca nube
serpenteante. Las filas de mujeres continuaron moviéndose. Cada una de nosotras se confundía en la
multitud. Estábamos extasiadas, como si el batir de los tambores fuese la totalidad y nosotras
constituyésemos una parte del sonido. Los tambores no dejaban de latir hasta que en un momento dado sus
sonidos cesaron abruptamente.
Una explosión de luz de color naranja emergió con fuerza del pozo de humo. Levantamos la vista y
vimos que la mujer jaguar estaba señalando hacia el otro lado del cuadrángulo, donde trece figuras
masculinas oscuras que sostenían trece antorchas flameantes, se hallaban de pie formando una linea en la
cumbre de la pirámide que se hallaba en el lado opuesto. Incluso a través del aire inundado de humo pude
ver que Perro Rojo se hallaba entre esos hombres. Me sentí desfallecer. Recordé la extraordinaria visión
que había tenido una vez años atrás. En esa visión, encima de un altar en un lugar semejante a este, yo me
había apareado con Perro Rojo que se presentaba como el Kokopelli, una irresistible figura india semejante
a una muñeca. Un escalofrío helado ascendió por mi columna vertebral. La visión no sólo había equilibrado
mi naturaleza masculina con mi naturaleza femenina, sino que se convirtió en el primer reconocimiento y
aceptación de mi propio lado oscuro. Tal vez, había sido una premonición de esta misma noche.
Aferré a la diosa mariposa a través del capullo que colgaba de mi cuello y traté de expulsar de mi
mente la imagen en que una hoja de obsidiana se hundía en el pecho del Perro Rojo y le arrancaba el
corazón, que a continuación era levantado en el aire y ofrecido al sol. La escena me resultaba insoportable.
Perro Rojo llevaba puesta la máscara de jaguar y tenía la cabeza echada hacia atrás, con un gesto
majestuoso. Todos sus aprendices exhibían una elegancia altanera e iban vestidos con escasas ropas.
- De modo que te atreves a venir aquí llevando mi rostro! Di tu nombre – la Mujer Jaguar gritaba a
Perro Rojo por encima de nuestras cabezas, con un tono de voz sorprendentemente suave. Su voz llegaba
perfectamente al otro lado del cuadrángulo.
- Mujer del Oeste, óyeme – dijo en voz alta Perro Rojo – me pides nombres, los nombres carecen de
importancia. Yo soy un hombre de poder y vengo aquí desde el norte.
- ¿Por qué has venido aquí?
- He venido a tomar tu poder – dijo Perro Rojo en forma amenazadora – he venido para tu buena
muerte y para robar tus sueños. Yo asumiré el poder de tu rostro.
- Estás usando mi rostro –dijo la Mujer Jaguar – asume su poder.
- Lo intento – replicó Perro Rojo.
Mis piernas parecían tener raices en la tierra mientras contemplaba este intercambio de palabras
entre el hechicero y la mujer jaguar. Las máscara del jaguar que Perro Rojo llevaba puest,a descansaba en
la cumbre de su cuerpo músculoso y refulgía como un espejo insidioso a la cristalina luz de la luna.
- Devuélveme mi rostro – le ordenó la Mujer Jaguar – a ti no te servirá de nada.
- No! Abriré las cerraduras de su poder con las llaves de tu conocimiento, este rostro es ahora mio.
- Y ¿Por qué tendría que enseñártelo a ti? Un bandido, un ladrón de la noche.
- Porque tuve valor de apoderarme de él y tú eres débil.
Perro Rojo agitó en el aire su brazo desnudo en un gesto amenazador y prosiguió:
- No eres merecedora de semejante poder. Toda tú eres indigna. Deberías cejar en tu tontería y
marcharte a tu casa.
El humo plateado del copal ocultó brevemente a Perro Rojo de mi vista. Mi cuerpo se encogía,
crispado por el terror y en la semioscuridad vi que el rostro de la mujer que se hallaba de pie junto a mi .
También reflejaba su miedo.
- Hombre que viene del norte – gritó la mujer jaguar – Lo que dices es verdad. Tú tienes poderes
terribles y has hecho algo pavoroso. Esta misma noche tomaremos hongos juntos, si estás dispuesto. Por
supuesto, si eres un cobarde, no mereces el poder. Yo te enseñaré algunas cosas sobre la máscara de
jaguar y verás que tiene incluso más poder del que has imaginado. Dentro del sueño sagrado podremos
encontrar las respuestas que ambos estamos buscando.
- ¿No te das cuenta de que yo soy un hombre? No soy un cobarde, ya verás que soy digno del poder.
Estoy de acuerdo con la prueba. Acepto.
- Entonces desciende de las pirámides, nos encontraremos en el cuadrángulo.
Con Perro Rojo a la cabeza, los hombres se adelantaron bajando las escalinatas. La hermandad de
los escudos también comenzó a avanzar en dirección al centro del cuadrángulo. La hilera de mujeres había
comenzado a abrirse paso, apartándose de la procesión, cuando la Mujer Jaguar caminó directamente hacia
mi y me entregó un recipiente, grande y profundo, que llevaba la imagen de una tortuga en la parte inferior.
Yo sabía que se trataba del llamado recipiente del águila.
- Tome este recipiente y sígame – me indicó la mujer jaguar - observe atentamente lo que suceda,
esta noche usted es la mujer del agua. No ingiera ningún hongo.
Aferré el recipiente contra mi estómago. Sabía que era un antiguo recipiente ritual para recoger la
sangre de las miles de víctimas sacrificadas en el transcurso del tiempo. Me coloqué en fila detrás de la
hermandad y todas seguimos a la mujer jaguar. Había comenzado a oirse el latir disperso de los tambores y
el trino de las flautas. Yo temía por la existencia misma de la hermandad. ¿Cómo podía este grupo de
mujeres espirituales comer hongos junto con un hechicero declarado en guerra y sus terribles aprendices?
Me horrorizaba el pensar a que podía conducir eso. Resultaba extraño que la mujer jaguar sugiriese
comer este alimento de los dioses en compañía de enemigos confesos. Había oido referencias a los hongos
mágicos como carne que alimenta a los dioses. Agnes me había contado que muchas de las antiguas
ceremonias y rituales curativos mayas habían incluido la utilización de plantas y hongos de poder, pero
nunca los había empleado en mi aprendizaje.
Me pregunté cuáles serían las conseuencias que se producirían y comencé a tener la sospecha de
que estaba a punto de suceder algo fantástico.
Más flautas estridentes y cuerdas de mandolina se unieron a la música, que fue en crescendo al estilo
de las canciones que ejecutaban en las cordilleras suramericanas. Pude ver a algunas de las mujeres que
ejecutaban la música, paradas en hilera sobre los escalones de la pirámide, mientras tocaban sus
instrumentos saltaban, bailaban y se balanceaban al compás del ritmo y la melodía.
Habíamos llegado al centro del cuadrángulo, una vez ahí, nos detuvimos. En ese punto se alzaba una
ceiba solitaria y la mujer jaguar se puso de pie y esperó delante del árbol mientras Perro Rojo avanzaba
hasta ella. Los aprendices del Perro Rojo se habían dispuesto en abanico a ambos lados de él, como una
cuadrilla invasora de indios de las llanuras preparándose para atacar. Estos hombres vestían una especie
de maillot de diseños variados. Sus rostros estaban pintados artificiosametne y en sus largos cabellos
llevaban sujetas las plumas tradicionales.
Perro Rojo parecía haber ganado una enorme cantidad de poder desde la última vez que lo había
visto. Se acercó a la mujer jaguar caminando erguido y altanero. Yo lo respetaba en muchos aspectos.
Aunque la luz de la luna era ocultada por nubes y las antorchas eran sostenidas altas, parecía como si
Perro Rojo hubiese recuperado el original color rojizo de sus cabellos. En los últimos años había
encanecido. Su cuerpo enjuto parecía contener una energía comprimida, como los resortes de una espiral.
Sus aprendices también eran enjutos, musculosos y de aspecto agresivo, algunos vestían perneras de
cuero, pero la mayoría solo llevaba un taparrabos encima del maillot y calzaban mocasines de cuero
adornados con cuentas, no hablaban, no sonreían, no movían la cabeza.
La máscara del jaguar robada nos escudriñaba a todas.
Los aprendices se habían detenido a varios metros de distancia, pero Perro Rojo se hallaba tan
cerca, que su proximidad resultaba perturbadora. De un modo imponderable, la máscara lo transformaba en
un ser monstruoso. Sobre el rostro de la Mujer Jaguar la máscara ofrecía una apariencia casi masculina. No
obstante, en Perro Rojo resultaba femenina, perversamente femenina, como si estuviese ocultando a una
Madre de la Muerte que esperaba pacientemente para devorarnos a todas.
La Mujer Jaguar dijo:
- Traigan los hongos y pónganlos sobre los petates en medio de nosotros.
Dos mujeres trajinaban de un lado a otro delante de nosotras. Desenrrollaron petates y colocaron
sobre ellos varios recipientes con hongos y una vasija con agua. Encendieron velas y quemaron incienso de
copal. Eso fue una señal para que muchas de las hermanas se adelantasen y depositaran manojos de
ofrenda sobre los petates. Se trataba de un presente ofrecido al espíritu de los hongos, pidiéndole un buen
viaje.
Un viento fuerte alborotó mis cabellos. Entonces, de pronto, todas las mujeres se pusieron a cantar,
encabezadas por la Mujer Jaguar. Las que ejecutaban la música comenzaron a descender los escalones de
la pirámide y cruzaron el cuadrángulo en dirección a nosotras.
Podía ver sus formas recortadas contra los remolinos de luz que provenían de las velas flameantes.
El viento volvió a soplar con fuerza y un espeso manto de humo de copal nos envolvió. La Mujer Jaguar me
indicó que le llevase los primeros hongos. Así lo hice, acercándome nerviosamente a los petates y
regresando con varios hongos en mi recipiente ritual para recoger la sangre. La Mujer Jaguar cogió los
primeros hongos y comenzó a masticarlos. Seguidamente se oyeron unos pocos rasgueos suaves sobre las
cuerdas de algún instrumento desconocido y, ténuemente, las flautas comenzaron a hacerles compañía.
Entonces las trece mujeres, incluyendo a la mujer jaguar, Agnes y Zoila, se adelantaron para
sentarse en hilera cerca de los petates, a una distancia no mayor de tres metros de Perro Rojo. Mediante
gestos, la Mujer Jaguar indicó a Perro Rojo y sus aprendices que se sentasen frente a ellas. Los hombres
siguieron las indicaciones. Los hongos fueron circulando por las hileras de hombres y mujeres. Todos
tomaban varios hongos y se los comieron.
La Mujer jaguar estaba sentada directamente delante de Perro Rojo y según lo que pude apreciar
cuando llevé el agua en el recipiente de la sangre, nunca apartó sus ojos de los de él, del mismo modo que
las demás mujeres no desviaron la mirada de los hombres que tenían frente a ellas. Con frecuencia, un
hombre dejaba caer la cabeza y daba la impresión de estar durmiendo, y luego volvía a levantarla. Las
mujeres parecían dominarse perfectamente.
Transcurrieron unos veinte minutos de silencio, hasta que en un momento, la Mujer Jaguar pronunció
dos plegarias. Vi que las cabezas de varios hombres se inclinaban hacia delante y luego se sacudían
violentamente, cayendo hacia atrás.
Perro Rojo les ordenó en un murmullo – Disciplina!
La Mujer Jaguar comenzó a cantar con un tono de voz más exótico y suave.
Yo soy la madre del payaso. Soy la madre del Jaguar.
Repitió la segunda estrofa varias veces.
Una mujer sopló las velas y las antorchas de los hombres se extinguieron. Mientras la mujer jaguar
cantaba, los hombres y las mujeres parecian ser formas de un azul fosforescente a la luz de la luna. La
Mujer Jaguar seguía cantando;
Repitió esos versos varias veces y añadió algunas variaciones. El canto duró algún tiempo con más
variacion de los cantos anteriores. Yo nunca había visto una ceremonia semejante, de modo que no tenía la
menor idea acerca de lo que podía esperar. El canto tenía una vibración inusual y parecía moverse en un
vaivén acompasado, reverberando en la penumbra, naciendo y renaciendo cuando la música de
acompañamiento alcanzaba un tono elevado. Era tan vigoroso que en ciertos momentos me causaba terror
y en otros me sosegaba, haciéndome caer en un estado hipnótico.
Perro Rojo y sus hombres estaban decididamente bajo su hechizo. Escuchaban y observaban, su
concentracion era total. Sus cuerpos pintados resplandecían a la luz del fuego. Un hombre con los ojos
semicerrardos extendió un brazo hacia la mujer que tenía frente a él. La mujer permaneció perfectamente
inmóvil. Yo estaba inquieta, pero el hombre finalmente dejó caer el brazo.
La voz de la Mujer Jaguar se volvió delicada y adquirió un tono cálido y seductor. Su perfil se
balanceaba al compás de la música. Pude ver a las demás mujeres al resplandor amarillento de haces de
luz lunar. Estaban arrodilladas, arqueando sus cuerpos como si fuesen olas, balanceándose
voluptuosamente. Todas se movían con flexibilidad, como si fuesen mujeres muy gráciles y jóvenes.
Uno de los hombres escupió. Otro hizo un gesto imperativo a una de las mujeres indicándole que se
acercase a él. Esto no era una ceremonia en absoluto. No sabía que estaba sucediendo exactamente.
Quería quitarme la máscara y frotarme los ojos. Tres de los hombres se pusieron de pie, haciendo cimbrar
de un modo errático sus piernas musculosas. Perro Rojo también se puso de pie. Otra vez el mismo hombre
de la vez anterior extendió su brazo hacia la mujer que se hallaba frente a él, atrayéndola.
La música adquiría un timbre cálido, aterciopelado. El aire era denso, debido a la tensión sexual y al
humo del copal que flotaban en él. Tuve la impresión de estar participando en un sacrilegio, todo iba
avanzando hacia lo prohibido. Me costaba permanecer sentada, inmóvil.
En medio de los cánticos, algunas de las mujeres se veían desfallecientes. La voz de la Mujer
Jaguar era ahora bronca e incluso amenazante, como nunca la había oido. En medio de las frases gorjeaba
como un ruiseñor. El tono de su canto surgía como olas bañando la costa del océano.
Yo percibía todo en silencio, pero estaba temblando, sobrecogida por los sonidos seductores de la
noche. Traté de comprender el giro sorprendente de los acontecimientos. Sentí un impulso casi irresistible
de huir, pero no lo hice. Ahora todos los hombres estaban de pie.
De pronto, Perro Rojo saltó sobre los petates y abrazó a la Mujer Jaguar, la atrajo hacia él
apretándola contra su pecho. Vi sus cuerpos fundidos en uno solo, bañados por el fuego de la luz de la
antorcha. Sonidos animales brotaron de la garganta de Perro Rojo.
Los demás aprendices seguían una especie de coreografia con las mujeres. Los cuerpos estaban
desnudos y todos bailaban, desvaneciéndose y cayendo sobre la hierba; era como si hubieran desatado
todos los impulsos ocultos hasta entonces. Cerré los ojos y canté, pensando que verdaderamente me había
vuelto loca. Mientras estaba luchando con mi entendimiento, que se hallaba a punto de estallar sentí que
depositaban en mis manos un objeto frio y redondo.
Bajé la mirada. Comencé a temblar, porque en mis manos sostenía la máscara del Jaguar.
Antes de abandonar el lugar, tuve el impulso de mirar por última vez a Perro Rojo y sus aprendices.
Estaban desnudos a la luz de la luna y del fuego rojizo y dorado de las antorchas. Se movían con
vehemencia, rítmicamente, con sus almas sumidas en la mayor decepción. Las ejecutantes de la música
permanecían detrás de ellos y no dejaban de tocar. Reprimí el impulso de reir a carcajadas.
La Hermandad se reunió en una gran habitación de la hacienda. Aún no había amanecido y estaban
encendidas algunas velas. En el exterior podía oirse el suave susurro del viento, que hacía oscilar la llama
de las velas que iluminaban la estancia. Yo seguía apretando la máscara de Jaguar contra mi piel. Sintiendo
que su contacto me colmaba. Fijé la mirada reluctantemente en esas hermosas hermanas, pues tuve la
sensación de que pronto abandonaria las selvas de Yucatán.
Se formó un círculo, las sombras de las mujeres se proyectaban sobre las paredes adquiriendo
formas fantásticas.
- ¿Tiene la máscara? - preguntó la Mujer Jaguar.
- Si – respondí.
Sacando la máscara de debajo de mi blusa, se la entregué a la Mujer Jaguar. Creí ver huellas de
lágrimas en su rostro a la débil luz de las velas. A continuación, retrocedí nuevamente y las sombras
volvieron a agitarse como espectros, amorfas figuras animadas de alguna manera indescriptible por el
mismo espíritu que estaba dentro de mi. Contemplé mi propia sombra fundirse con las demás.
La Mujer Jaguar levantó la máscara a fin de que todas pudiésemos verla. Era como un huevo flotando
por encima de nosotras. Dió la vuelta al círculo, comenzando con Agnes y cada una de las mujeres la tocó
por un momento. Yo me sentía honrada por haber sido capaz de llevarla conmigo, aunque fuese por unas
pocas horas. Fui la última en colocar mis manos sobre la máscara del jaguar antes de que su dueña volviera
a recuperarla. Ahora la veía como un globo radiante, refulgente, que otorgaba protección.
La Mujer Jaguar se puso la máscara lentamente, volviéndose para que todas pudiésemos verla. Una
gran alegría, un inmenso regocijo recorrió el círculo de mujeres.
- El rostro ha sido recuperado – dijo la Mujer Jaguar – La gran hermandad es restituída y recreada.
Hubo una tremenda excitación. Una luz, un tremendo resplandor, comenzó a manar de estas
mujeres. Me pregunto si acaso mis ojos habían sido demasiado civilizados, o si ahora estaba viendo algo
que debería haber sido capaz de ver siempre.
Volví a avanzar hacia el círculo de mujeres. La Mujer Jaguar se unió a las demás. Todas, incluída ella
se sacaron sus máscaras y las depositaron en el suelo, de modo que ahora había un círculo de rostros que
me miraban fijamente desde un ángulo extraño. Se acentuó la oscuridad de la estancia. Los rostros que
descansaban en el suelo parecían detentar un poder siniestro.
Una mujer comenzó a cantar una canción lastimera. A ella se unieron las flautas de arcilla, que
combinaron perfectamente con su voz. Los versos del canto estaban dichos en un lenguaje desconocido
para mi. Todas las mujeres empezaron a acercarse más, empujándome para unirme mientras se
aproximaban más y más en una danza lenta, las máscaras se deslizaban cuando nos acercabamos a ellas.
La música sonó con más fuerza y las máscaras parecieron adoptar formas animales. Las mujeres eran
discos luminosos semejantes a huevos que se elevaban del suelo, al menos asi me lo pareció.
Experimenté una implosion de energía y un estado de fusión con la unidad del universo. Lo siguiente
que supe era que estaba sentada en el suelo, las máscaras se hallaban a medio camino entre mi cuerpo y
el de las mujeres, que también se encontraban ahora sentadas en el suelo. Ahora pude ver sus rostros
pintados iluminados por una luz ténue.
- Esa fue una canción de gratitud – dijo la Mujer Jaguar con su voz profunda.
Silencio, tratare de explicarlo:
- Al margen de la oscuridad, la intolerancia, el prejuicio y el desequilibrio, estamos trabajando para
revelar el poder y la sacralidad en todas las mujeres. Muchas otras de nuestro sexo están comenzando a
recordar quiénes son. Lynn, has hecho una gran acción y eso ha proporcionado poder a la hermandad.
- Pero, ¿cómo fue que proporcioné poder a la hermandad?
- ¿Recuerda que cuando fue a la cabaña el perro de pelo amarillento, nuestro guardián, comenzó a
gruñir y quería salir afuera?
- Si, lo recuerdo.
- El perro le estaba ladrando a un intruso que se encontraba espiándonos.
- ¿Quién? ¿Por qué no permitió que el perro saliera a agarrarlo?
- Porque quería que él oyese lo que estábamos hablando.
- ¿Por qué?
- Porque de otro modo Perro Rojo nunca hubiese venido a nosotras; y la máscara que había caido en
sus manos habría permanecído en ellas.
- No entiendo.
- Trajiste a Drum hacia nosotras, Drum te siguió a ti y el Perro Rojo siguió a Drum.
- ¿Drum?
- Si, él nunca se encontró con José. Fue un truco.
- ¿Por qué hizo eso Drum?
- Tenía que probarse a si mismo frente a Perro Rojo antes de que PerroRojo volviese a tomarlo como
aprendíz.
- ¿Y usted cómo lo sabe?
- Porque José nos mando un mensaje de inmediato.
- ¿Drum condujo a Perro Rojo a la pirámide del Jaguar? - pregunté
- Si, y eso fue bueno. Perro Rojo cayó víctima de su propia trampa. Perro Rojo y sus aprendices han
recibido una lección que se tenían bien merecida. Han caído en su propio espejismo inevitable y tardarán en
recobrarse.
Oi risitas entrecortadas y miré el círculo reunido a nuestro alrededor. Los ánimos estaban todavía muy
exaltados, asi que me rei yo también.
- Ilumine su tejido o no se siente en el telar – dijo la Mujer Jaguar.
- ¿Pensó que estaba presenciando una orgía, no es cierto? - preguntó.
- Bueno si, supongo que pensé que lo era.
- No existió nada en la realidad, sólo en sus mentes.
- Pero, yo creo haberla visto a usted. ¿Fue como un holograma?
- Escúcheme. Cuando el espíritu del hongo entra en el interior del cuerpo de una mujer chamán, esta
puede adoptar cualquier forma. Puede convertirse en joven guerrero. Puede invocar a los escudos
voladores o convertirse en una vieja, del mismo modo que yo parezco joven y seductoramente bella.
Cuando esos hombres nos contemplaron, vieron lo que ellos querían ver. Fueron seducidos por su propia
lujuria. Nosotras prestamos nuestra visión a su visión y evocamos imágenes que los atrajeron. Lo curioso es
que un hechicero tan malvado siempre resulte seducido por su propia visión hecha de ansiedad y de
codicia. El único modo de hacer que un hechizero cambie sus procedimentos es hacerle empezar a ver que
finalmente ese poder se volverá en su contra. Cuando esos hombres despierten de su arrobamiento sensual
y descubran su insensatez no habrá manera de que puedan eludir la verdad. Conjurar al no iniciado es
simple. Conjurar a un hechicero experto es una cosa totalmente diferente. No se dejan embaucar tan
fácilmente. Nunca entre en territorio enemigo y utilice sus armas sin conocer al espíritu que las anima, o
ellas la destruirán primero a usted.
Sentí un influjo de energía proveniente de las hermosas mujeres. Los colores de sus rostros se
mezclaban con las primeras luces matinales y se movían armoniosamente, como el reflejo de un arco iris en
las aguas. La tristeza me había abandonado y ahora mi corazón estaba rebosante de alegría.
- Esta máscara del nacimiento es para usted – dijo la Mujer Jaguar mientras me alargaba un objeto
oval, de color blanco. Sentí que me pesaba mucho cuando lo sostuve en mis manos y me parecía similar a
la máscara del jaguar. Mantuve la máscara hacia arriba, recibiendo la luz del amanecer.
Las mujeres se hallaban silenciosas. A mis ojos asomaron lágrimas de emoción mientras la Mujer
Jaguar me pasó un brazo por los hombros.
Aprete la máscara contra mi cuerpo y luego volví a apartarla para poder contemplarla; la piedra había
sido tallada en forma de máscara, pero no tenía rasgos discernibles.
- Esta máscara es una hermana de la máscara del jaguar – dijo la Mujer Jaguar – ha sido guardada
durante siglos en anticipación del tiempo en que la serpiente aparece en las aguas quebradas por la luna.
Se ha iniciado un tiempo de cambio. Habrá un nuevo rostro entre nosotras que pronto nacerá. A usted le
toca elegir si debe haber un nuevo rostro en la Hermandad de los Escudos.
LA MARIPOSA DE OBSIDIANA
Varios días mas tarde, una mañana luminosa, Agnes, Zoila y yo nos hallábamos sentadas tomando el
desayuno en el salón comedor de la hacienda. Habíamos estado hablando acerca de los poderes de varios
objetos antiguos. Agnes y Zoila habían explicado que algunos de ellos eran benevolentes, en tanto que
otros resultaban muy peligrosos.
- Estos objetos antiguos, tienen que ser sahumados – explicó Agnes.
- ¿Cómo se hace eso? –pregunté.
- Los objetos deben ser colocados en territorio neutral con un círculo de tabaco a su alrededor. Luego
debe invocarse al poder para que responda a la llamada y se explique. Si el objeto tiene poder bueno, uno
puede conservarlo y utilizarlo. Si tiene poder malo, deberá ser quemado o enterrado.
Zoila dijo que su método de sahumar objetos de poder era muy similar.
- Recuerdo que una vez encontré un garrote de piedra destructivo, que tenía mas de mil años de
antigüedad. Había pertenecido a un brujo y podía ser utilizado para destruir a cualquiera. Cuando lo
desperté, trató de matarme, pero afortunadamente mi marido estaba conmigo. José arrojó un gran trozo de
piedra volcánica rojiza sobre la parte superior del garrote y dejó atrapado su poder maligno. Lo llevamos
hasta la cima del volcán y lo arrojamos en su interior. Era el lugar al que pertenecía. Esas antiguas
herramientas de brujería no son para andar jugando con ellas.
- Me alegro de que me lo hayan dicho – dije - estaba a punto de ir a explorar por alguno de esos
yacimientos antiguos y tratar de encontrar algunas cosas que me sirvieran para mis manojos.
- Seria un asunto muy arriesgado – dijo Zoila – Usted es una mujer armonizada esperitualmente y
estaría exponiéndose al peligro innecesariamente. Se halla en un punto precario en su proceso de
aprendizaje. Toda clase de influencias peligrosas pueden hacerla entrar en acción y usted carece todavía
del conocimiento requerido para autoprotegerse. Hasta que no posea ese conocimiento, debe seguir
estando protegida por nosotras en sus acciones.
- Los turistas raramente encuentran ese tipo de objetos – dijo Agnes – pero tú probablemente
tropezarías con varios de ellos.
- En este preciso momento, usted es como un magneto –dijo Zoila riendo entre dientes – alguien que
atrae indiscriminadamente, puede atraer cualquier cosa, lo horrendo asi como lo placentero.
- Esa es la razón por la cual es hora de que te vayas alistando para volver a casa – dijo Agnes.
- Agnes, no quiero irme todavía. He venido aquí para tomarme unas vacaciones. Quiero divertirme un
poco.
- Pues vuelve a tu casa y diviertete ahí – dijo Agnes – lo que tenía que suceder ya ha sucedido. Fuiste
presentada a los altares, al rostro de la tierra, a las madres, te has reencontrado con tus hermanas. Ahora
ha llegado el momento de que te marches – Agnes levantó los ojos mirándome con una expresión inflexible.
Me volví hacia Zoila pero su expresión era de impasibilidad. Sentí que el rubor encendia mis mejillas.
- Bueno, supongo que de todas maneras tendría que regresar a casa a trabajar. Haré reservaciones
con la compañía aérea.... – las miré inquisitivamente.
- Esta noche – dijeron las dos al unísono.
- Bien, por lo menos tengo tiempo de terminar mi té – les dije.
- Ve y reserva tu pasaje ahora! – me ordenó Agnes enfáticamente.
Me levanté ofendida, crucé el salón y me dirigí al vestíbulo en donde estaba el teléfono. La hacienda
estaba en silencio. No se veía a nadie. El lugar daba la impresión de un vacío peculiar, resonante. Llamé a
la compañía aerea e hice una reservación. Tenía poco más de ocho horas para conducir de vuelta a Mérida
y llegar al aeropuerto. Tiempo suficiente. Unos pocos minutos más tarde, Agnes, Zoila y yo nos hallábamos
en la planta alta de la casa preparando las maletas.
Agnes envolvió sus escasas pertenencias en una manta que ató con una cuerda, en cuyo extremo
formó una especie de agarradero que le permitía colgarse el bulto del hombro.
volante. Después de comprobar la hora en mi reloj, descubrí que había estado manejando en círculos
durante dos horas!
Ahora calmate Lynn, me dije. Has cometido un simple error, eso es todo. Apresúrate a regresar a
casa de Zoila asi no pierdes también tu avión. Quizás Agnes, Zoila y José podrán acompañarte y ayudarte a
encontrar la hacienda.
Me produjo una gran alegría volver a ver Llano. Si bien el poblado parecía haber cambiado un poco,
aunque no sabría precisar con exactitud en qué se había operado el cambio. Cuando me acerqué a la casa
de Zoila un miedo intenso y desgarrante se afianzó en mi vientre.
La casa estaba en ruinas!!!
Llevé el coche hasta un lugar en el que pude estacionarlo y con mirada atónita contemplé la
estructura de la casa. El techo se había derrumbado y las vigas yacían inclinadas sobre un montón de
adobe cubierto de hierba. Parecía como si el lugar no hubiese estado habitado en muchos años. En el
interior comenzaban a crecer árboles jóvenes. Una pequeña cabra blanca asomó la cabeza desde el ángulo
del rincón en que había estado la cocina.
La cocina donde yo había dejado a Agnes, Zoila y a José menos de tres horas antes!
Estaba aterrorizada. Comencé a aspirar grandes bocanadas de aire, jadeando. Me puse a sollozar de
manera incontrolable. Finalmente lo conseguí, había perdido la razón. Alcancé a ver mi reloj a través de mis
lágrimas, se había detenido. El cansancio pareció abatirse sobre mi. Vi a una vieja acercándose por la
carretera. Iba envuelta en una manta, corrí hacia ella y le pregunté si conocía a Zoila y José Gutiérrez. Yo
señalaba con desesperación hacia la casa en ruinas. La vieja no hablaba Inglés. Otra vieja vestida del
mismo modo, se apresuró a unirse a nosotras.
- ¿En qué le podemos ayudar? - preguntó.
Le pregunté si conocía a Zoila y José Gutiérrez.
- Ah, si – respondió – vivían en esta casa, pero hace mucho tiempo.
- ¿Cuánto tiempo?
- Unos cuarenta años, creo.
Un estremecímiento recorrió todo mi cuerpo, y la vieja me sujetó cogiéndome del brazo para
mantenerme en pie.
- ¿Puedo hacer algo por usted? - preguntó
- No, quiero decir, si. ¿De quién es esa casa ahora?
- De nosotras. Zoila y José nos la vendieron cuando éramos jóvenes. Ahora la utilizamos para
nuestras cabras porque no la hemos podido reconstruir todavía.
- Para cabras – repetí para mi misma, mas que para las dos mujeres. Ellas me miraban fijamente
como si yo estuviese loca – No! – Grité - ¿Qué es lo que me está sucediendo?
Traté de contenerme, pero no pude evitar salir corriendo en dirección a la casa derrumbada. Me
detuvo una valla de alambre de puas. Intenté arrastrarme para pasar al otro lado, pero al hacerlo me
produce un largo rasguño en la pierna. La falda se me desgarró y el rasguño comenzó a sangrar.
- Mire lo que le pasó señora, ¿qué le pasa? – la vieja estaba arrodillada junto a mi. Sus ojos me
miraban con amabilidad. La otra vieja me limpiaba con un pañuelo la herida.
- Yo conocía a esa gente – traté de explicar.
- ¿Qué gente?
- Los Gutiérrez – logré decir.
- Me cuesta creer que sea posible. Los Gutiérrez abandonaron este lugar hace cuarenta años – dijo
con suavidad.
- ¿Adónde se fueron?
- No lo sé. Algunos cuentan que se fueron al norte. A Canadá.
- Canadá! Les tengo mucho cariño – dije - No puede ser. ¿Conoce usted una gran hacienda que se
halla carretera abajo? - pregunté señalando con una mano, mientras con la otra me enjugaba las lágrimas
que resbalaban por mis mejillas.
- ¿Hacienda?
- Si, una hacienda grande, a unos quince minutos de aquí, doblando a la derecha.
- Hija – dijo la mujer – he oido historias sobre una hacienda como esa, pero la selva se la tragó antes
de que usted naciera. Ninguno de los de este pueblo se acerca a ese lugar. Dicen que hay fantasmas y
cazadores nocturnos al acecho, hasta el mismo diablo reside ahí. Pero hoy no existe nada en ese lugar,
sólo selva y campos de henequén en una extensión que cubre casi ochenta kilometros.
Por asombroso que fuese, estaba llegando a resultarme evidente que, de algún modo, se había
abierto una brecha en el tiempo. Muchas cosas extraordinarias me habían sucedido desde que me había
convertido en aprendíz de Agnes Whistling Elk, pero esta era la mas extraña de todas.
Procuré tranquilizarme, a pesar de todo. Traté de calmar los fuertes latidos de mi corazón y detener la
avalancha de interrogantes que se apretujaban en mi mente. Pregunté mecanicamente:
- ¿Cuál es el camino para Mérida? ¿Existe todavía?
- Claro que existe, esta por ahí.
EL ETERNO RETORNO
El bramido del viento frio que soplaba en el exterior dejaba sentir su furia al estrellarse contra las
paredes de la cabaña. Las ventanas se hallaban completamente heladas. Los troncos en el interior de la
estufa habían ardido hasta quedar convertidos en brasas y un frio intenso nos había invadido a todas. July
arrojó más leña dentro de la estufa y lo atizó con una varilla de hierro hasta que las llamas se elevaron.
Todas nos acurrucamos más cerca del fuego, acercando nuestras sillas para aprovechar mejor su calor.
Relatar mis experiencias me había hecho llorar. Me soné la nariz enrojecida. Todas parecíamos
hipnotizadas por el fuego vivo que crepitaba y lanzaba chispas. Las llamas despedían el recamado de una
danzarina luz anaranjada que se esparcía por toda la habitación.
Podía percibír la impaciencia de Ruby. Durante muchos y largos minutos permanecimos sentadas en
silencio, cada una ocupada en sus pensamientos íntimos.
- Lo siento – comenzó a hablar July – No puedo entender todavía qué pasó con Zoila y José.
- Bueno, sólo estoy contándote lo que me sucedió a mi. No sé que les sucedió a ellos. Todo lo que sé
es que ellos habían retrocedido casi cuarenta años en el tiempo.
- ¿Y qué paso con la hacienda? – dijo July – ¿a dónde dijiste que se fue?
- Nosotros tratamos de advertírselo – dijo Agnes – Involuntariamente, Lynn abandonó la armonía con
nuestros dobles. Si no hubiese perdido el Itzpopolotl viéndose obligada a volver a marchar, hubiese estado
en armonía con nosotros y todo hubiese salido de maravillas.
- ¿Qué es el doble? - preguntó tímidamente July.
- Buena pregunta – dijo Agnes – Para darle respuesta debemos explicar primero el tiempo. El tiempo
nació de lo que ustedes llaman el ego y de lo que nosotros llamamos morada del yo. El ego es la ilusion de
la forma. Para permanecer siendo una forma uno debe tener un concepto del tiempo, debido a la similitud
que existe entre ambas cosas. El tiempo es una construcción de la mente, porque la mente es el ego. Se
aferra desesperadamente al tiempo y lo sujeta como un tirano, orque quiere sobrevivir. Una vez que uno
salta los límites del tiempo y avanza hacia la eternidad, logra llegar hasta la rueda sagrada del sueño, donde
el ego ya no resulta necesario. El ego es una identidad que lucha por sobrevivir y teme la pérdida de la
forma porque sabe que entonces morirá.
- Veo que estás en muy buena forma esta noche, Agnes – comentó Ruby.
- Continúe por favor, Agnes – supliqué.
- Lynn, a menudo hablas del karma. Si una gran maestra elige permanecer en esta tierra para
enseñar, puede asumir un karma con el objeto de permanecer en estado de forma. Una vez que uno libera
la mente del karma, hay que tener la capacidad de salir del tiempo y entrar en la amorfia o ausencia de
forma. Esa es la ley del doble. El proceso de volver a reflejarse desde una a otra esfera. Al lanzarse sobre el
karma, uno es capaz de estar en más de un lugar a la vez. El mundo no ha cambiado. Lo que ha cambiado
es la morada del yo. ¿Por qué supones que ves a hombres y mujeres de gran conocimiento que tienen
adicciones?
- No sé, no puedo imaginarmelo.
- Porque las adicciones son karma y ellas los mantienen clavados en este plano terrenal. Ellas les
mantienen la forma.
- Palabras! – dijo Ruby – Si me preguntase a mi, le diría que son naderías.
Agnes extendió una mano para tomar la lampara de keroseno cuya luz se había desvanecido y la
sacó de su sitio encima del suelo. Accionó la bomba y sostuvo la lampara brillando incandescente por
encima de su cabeza.
- Las palabras son naderías – dijo Agnes mirando a Ruby – Pero existe la iluminacion de un
conocimiento más elevado. La respuesta verdadera, que nos ilumina, está dentro. Ella ilumina siempre de
un modo renovado, incluso lo que se ve con claridad.
- Aparta esa lámpara de mi, Agnes – dijo Ruby con irritación . Me hace daño a los ojos.
- Bien, creo en cierto modo que me sali del tiempo – dije.
- ¿Esperas que una mujer inteligente como yo crea estas historias absurdas que nos contaste? –
interrumpió Ruby – pienso mas bien que tú y Agnes están tomandome el pelo. De Lynn no me extraña. Pero
de ti Agnes! Es como tratar de aprovecharte de una vieja bruja ciega e intentar despojarla.
- No se enoje, Ruby – imploré – estoy diciéndole la verdad. Asi fue como sucedió todo.
- Estoy furiosa y voy a seguir estándolo – grito Ruby – Vas por el mundo con los ojos cerrados, eso es
todo.
- No, no es asi.
- Admítelo, Lynn. Estabas perdida, no sabías ni lo que estaba sucediendo. Los blancos no tienen
ningún sentido de la orientación – dijo Ruby con su acostumbrada crudeza – Los indios siempre nos
subimos a una colina, a un árbol, a un techo o algo por el estilo, a fin de saber dónde nos encontramos.
Fuera, el viento murmuraba y soplaba con furia. No estaba dispuesta a discutir con Ruby. Sabía todo
lo que me había sucedido. July seguía todo con los ojos asombrados y una expresión de perplejidad en su
rostro. Agnes permanecío en silencio, paciente. Empujé mi silla para atrás y comencé a revolver entre mis
cosas. Encontré mi máscara de nacimiento y se la alcancé a Ruby.
- Sabe que soy ciega. ¿Qué ha conseguído ahí? - preguntó – seguidamente me arranco la máscara
de las manos y la examinó al tacto – Parece una piedra vieja.
- Ruby, esa es la máscara de nacimiento de la que estaba hablando.
Ruby volvió su rostro hacia el mio y yo clavé mis ojos en los suyos, luminosos y aterradores.
- Tonterias! Me muestra un trozo de piedra y trata de que me trague sus historias – Ruby parecía
desairada y volvió a darme la máscara. – Apartese de mi! – dijo.
Ruby se puso de pie, se apretó la manta sobre los hombros y comenzó a caminar de un lado a otro.
Tenía el ceño fruncido y hacía tanto frio en la cabaña que de su nariz salían zarcillos de vapor. Una ráfaga
de viento helado cargado de nieve azotó la cabaña. Las paredes crujieron. Yo era angustiosamente
consciente del frio y empecé a sentirme cansada. Estoicamente me levanté para disponerme a ir a la cama.
- Supongo que ahora se irá a dormir – refunfuñó Ruby.
Me volví hacia ella, recién caía en la cuenta de que Ruby estaba tramando algo.
- Venga acá, Lynn – me dijo Ruby.
Avancé hasta ella, Ruby se llevó una mano a un bosillo y se puso a revolver dentro de él,
demorandose mucho rato. El bolsillo no era tan grande. Finalmente, Ruby extendió su mano hacia mi y dejó
caer en mi palma una bolsita de cuero.
- ¿Para mi? – le pregunté sorprendida.
- Abrala – dijo Ruby.
Desate la cuerda que cerraba la bolsita, la di vuelta y la sacudí para vaciar su contenido. De su
interior cayó un capullo de mariposa. Mis ojos la contemplaron estupefacta, desmesuradamente abiertos.
Abrí el capullo y levanté a Itzpopolotl. Acercándola a la luz de la lámpara, toqué las alas de obsidiana.
- ¡No puedo creerlo Ruby! – atine a balbucear.
- ¿No era esto lo que estaba buscando? – me guiño un ojo y sonrió por primera vez en días.
- Ahora vaya a dormir tranquila, Lynn. – me indicó Ruby.
Esa noche estuve intranquila. Sentía mucho frio y me levantaba de tanto en tanto para echar mas
leña al fuego, que apenas parecía calentar un poco la cabaña. Mis pensamientos iban de Ruby al regalo
que me había dado. Nunca sabía qué esperar de ella. Hasta me preguntaba si no habrá sido Ruby la Mujer
Jaguar, la misma altura, el mismo porte orgulloso, los mismos rasgos básicos. Pero luego me dije que eso
era imposible.
Al alba, calzando las botas de nieve y vestidas de la manera más abrigada que pudimos, caminamos
hasta un pequeño lago a unos tres kilometros de distancia. Pasamos horas excavando un hoyo en el hielo.
Metimos en el agujero nuestras cañas de pescar con el debido señuelo y un pez mordió enloquecido. Pronto
tuvimos tantos peces como podíamos transportar entre las cuatro. Trajinamos dificultosamente de regreso a
la cabaña sobre la tundra helaba cubierta de nieve.
Casi a mitad del camino nos detuvimos para descansar y comer algo de nuestra captura. Era un
alimento bien merecido, y todas comimos hasta hartarnos.
- Este es un buen dia – dijo Agnes recorriendo con sus ojos negros el helado paisaje. – el frío pronto
cederá.
- ¿Cómo lo sabe, Agnes? – pregunté.
- Puedo sentirlo dentro de mi cuerpo. Las tempestades de nieve han terminado. Es algo que se sabe
cuando uno lleva viviendo aquí muchos inviernos.
Ruby arrojó un resto de pescado a la pila de espinas. Se limpió la boca con el dorso de su mano. July
estaba sentada con las piernas estiradas delante de ella y con un cuchillo levantaba nieve que metía en un
diminuto recipiente de latón. Sacó de su bolso una lata de Sterno y encendió con ella un mechero. Luego
sostuvo la lata de Sterno con su mano enfundada en un guante, con el objeto de fundir la nieve para
preparar el té. Finalmente, entregó a cada una de nosotras la lata de mayor tamaño, llena ahora con té de
aguja de pino. Sorbí el té y me supo maravilloso.
- ¿Tiene contigo tu Itzpopolotl, Lynn? – preguntó Ruby.
- Por supuesto – dije – colocando mi mano sobre mi parka, no creo que vuelva a perderlo.
July y Ruby me dedicaron unas sonrisas radiantes. Terminamos de beber el té y regresamos a la
cabaña. Era un camino escarpado y dejábamos largas huellas a nuestro paso. El viento cambió de dirección
y se llevó la nieve superficial en una danza alocada, dispersándola impetuosamente. Agnes se detuvo al pie
de la ladera resbaladiza de una colina.
- Ruby, tú y July sigan, quiero que Lynn venga conmigo – dijo.
Estábamos a unos ochocientos metros de la cabaña. Nos apiñamos todas brevemente, riendo y
haciendo payasadas y luego Ruby y July se fueron. Yo las contemplé marcharse, viendo resaltar sus
siluetas contra la nieve.
- Vamos – dijo Agnes.
- ¿A dónde vamos? - le pregunté.
- Hasta el árbol – respondió ella.
- ¿Hasta el árbol de las mariposas?
- Si, quiero presentarle mis respetos.
Me puse a caminar junto a ella. Agnes avanzaba con mucha destreza, calzada con sus botas de
nieve, mientras que yo lo hacía torpemente. El horizonte era ahora una amenazadora extensión color rojo.
Llegamos al término de un claro en el bosque y luego descendimos hacia una planicie blanca. El árbol de
las mariposas estaba a la vista. Agnes insistió en que nos acercásemos desde el este.
Ambas dimos un fuerte abrazo al tronco. La corteza del árbol cubierta de nieve se veía amarillenta y
deforme. Por el modo en que Agnes estaba comportandose era como si estuviera saludando a un amigo
que hace mucho tiempo que uno no ve. Le pregunté por qué actuaba asi. Agnes se sentó sobre el suelo y
dio unas palmaditas en la nieve indicándome que me sentase a su lado.
- Es un amigo que estuvo perdido hace mucho tiempo, Lynn – dijo Agnes.
- ¿Cómo es eso?
- Los antiguos han hablado sabiamente del árbol sagrado. Casi todos los pueblos conocen algún tipo
de árbol del mundo.
- ¿Cómo el árbol del bien y del mal que mencionan en la Biblia?
- Si, el árbol es un camino a la vida. Existen muchos árboles, Lynn, y muchos mitos y leyendas
concernientes a ellos. En este momento me gustaría hablarte de otros de estos mitos. Siempre busque la
verdad mas alla de las palabras. La Hermandad de los Escudos nos habla del árbol original, también
llamado Árbol de la Vida, o Árbol del Cielo o simplemente, el Árbol de las Mariposas. Este es el árbol de
todos los antepasados, es de donde proceden el primer hombre y la primera mujer. La Madre Árbol los
amamantó. Las hermanas dicen que sobre las ramas de este árbol hay billones y billones de hojas. En estas
hojas está escrito el destino de cada persona que viene al mundo. Por consiguiente, cuando una persona
nace, cae una hoja del árbol de las mariposas. La luz del espíritu desciende de una de estas hojas y
envuelve al huevo en la concepción.
Está en el destino de una persona, comprender que somos uno con el árbol sagrado. No somos tan
sólo una hoja. Somos luz y somos la luz del árbol de las mariposas. Todo pertenece al árbol de las
mariposas y todo regresará a él. Todo sufrimiento es resultado de la pérdida de conocimiento de nuestros
orígenes. Cuando nos damos cuenta de que somos el gran árbol, nuestro estado es de felicidad. Todas sus
ilusiones cambian de rumbo debido a la falta de recuerdo del árbol central.
- Pero Agnes, ¿se trata de un árbol o de muchos árboles?
- No se trata de ningún árbol en absoluto. Es un modo de explicar la verdad.
- ¿Y que hay de mis experiencias en el árbol de las mariposas?
- Yo hablé de la verdad que hay detrás de las palabras. Tú has muerto la muerte de un chamán.
Cuando entramos al vacío, este no se parece a ningún lugar en el que hayamos estado antes. Eso es un
problema. Nuestro lenguaje es inadecuado para expresar las verdades mas elevadas con que regresamos.
Algunas personas ven angeles; otras ven guerreros. Algunos llaman a estos seres dioses o diosas. Otros
los llaman espíritus. La mente humana es incapaz de captar estas experiencias. Eso no quiere decir que se
trate de un engaño de los sentidos. En realidad, estamos escapando de nuestras decepciones. Existen otros
modos de ver. Toda la vida es una senda que conduce al Gran Árbol o al Gran Espíritu. Todo está en ese
sendero. Por el momento, algunos están perdidos. Algunos están descansando. Algunos comprenden la
verdad, pero no pueden llegar mas lejos. De repente, aparece un gran maestro. Los grandes maestros son
los que hacen comprender.
Ellos son los nobles jefes y líderes que han conquistado toda la ilusión, todo lo maya. Han trepado el
árbol y han alcanzado la libertad. Han resuelto el enigma de la paradoja y la dualidad. Ellos sólo pueden
decir la verdad. Pero incluso ellos tienen dificultad para tratar de explicar las cosas en un modo que los
demás entiendan. Algunos maestros enloquecen y utilizan poderes sobrenaturales en todas partes,
pensando que esto puede ayudar. Otros se materializan para dar muestras de su gran amor y tolerancia.
Algunos maestros no hacen nada en absoluto y dejan que todo siga como está. Los maestros pueden estar
ocultos en una cueva o montaña sagrada o pueden ser el vecino de la puerta de al lado.
- ¿Y qué representa una mariposa, Agnes?
Agnes escrutó mi rostro con ojos bondadosos.
- Recuerdo que cuando era joven, una muchachita, algunos viejos me contaron una historia que creo
hasta el dia de hoy. Ellos decían que el Gran Espíritu había hecho a las mariposas para enseñarnos como
vivir.
- ¿Y cómo nos pueden enseñar eso?
- La vida de la oruga se transforma en otra vida. La bella mariposa. Ella nos enseña que todo en la
vida es transitorio. La mariposa está iluminada. Otro regalo del Gran Espíritu. Existen los espíritus de los
ancestros y ellos han regresado al árbol de las mariposas. Antes de que abandonen el mundo en que
vivimos, el Gran Espíritu permite a estos seres que regresen por última vez a los lugares de las ceremonias,
a los sitios sagrados, donde como humanos han encontrado gran alegría. Esa parte del árbol sobre la que
se agrupan las mariposas es uno de los sitios donde antiguamente se ejecutaban los rituales y ceremonias,
son lugares de celebración.
- ¿Las mariposas han vuelto para celebrar la vida?
- Toda vez que contemples a una mariposa, deberías sentir alegría en tu corazón. Si, las migraciones
de las mariposas son espíritus antiguos que regresan a los asentamientos de las que en un tiempo fueron
grandes culturas y que actualmente han desaparecido de la tierra. El Gran Espíritu otorga al mundo un árbol
de las mariposas al fin de que la gente pueda aprender de él y encontrar gozo en su belleza. El árbol fue
colmado de colores y esos colores formaron el arcoiris que se extiende de un campo al otro y de un
universo al otro. La gente estaba unida porque veía los mismos colores. De este arco iris pendían las
estrellas, la luna, el sol, las siete hermanas y el movimiento de todos los cuerpos celestes.
- ¿Y usted cree en eso?
- Por completo.
- Yo también lo creo – afirmé.
Nos sentamos muy juntas al pie del árbol, debajo de las desnudas ramas oscuras. Me sentí
extrañamente feliz, contenta, simplemente con estar sentada junto a mi maestra.
Me di cuenta de que el intenso frío me hacia estremecer. Agnes se levantó y me ayudó a incorporarme, y
ambas nos encaminamos hacia la cabaña.
- Me acordaré de ser feliz la próxima vez que vea una mariposa – dije.
Agnes soltó mi brazo. Sus ojos recorrieron el vasto paisaje nevado, con las luces del norte dibujando
una cortina ondulante de amarillo, rojo y púrpura a través del suelo. Volvió a mirarme.
- Las mariposas volverán a estar aquí pronto. Y la vida volverá a comenzar.