Creados para relacionarnos
La Biblia, en el libro del Génesis, habla de la creación por medio de un poema (Génesis 1,1-2,4a) y
de un relato (Génesis 2,4b-25).
El poema fue escrito en un momento muy difícil de la historia de Israel, cuando Jerusalén y el
templo fueron destruidos y el pueblo desterrado. Fue escrito para los que se preguntaban por qué
Dios los había abandonado. El relato, escrito en tiempos de David y Salomón, habla de la vida
cotidiana del pueblo de Israel.
La gran afirmación que surge de los relatos sobre la creación del ser humano es que somos
imagen y semejanza de Dios. Esto significa que toda persona, en todas sus dimensiones (corporal,
espiritual, afectiva, etc.) posee una semilla de lo que Dios es. ¡No somos la reproducción fotográfi
ca de Dios! Pero en cada uno de nosotros, Él está presente. Al utilizar las capacidades que vienen
de Dios, los seres humanos ponemos de manifiesto claramente que somos su imagen y semejanza.
Por eso, el ser humano es capaz de relacionarse con la naturaleza, con las demás personas y, sobre
todo, puede relacionarse con Dios. Esta es la gran diferencia del ser humano con el resto de la
creación: su relación con Dios hace del ser humano la cima de la creación.
Iguales en dignidad
La segunda gran afirmación sobre el ser humano, es que todos los hombres y las mujeres han
nacido del amor de Dios y, por tanto, todos somos iguales. Todos y cada uno de los seres humanos
que habitamos la Tierra somos imagen y semejanza de Dios, esa es nuestra grandeza y nuestra
dignidad. Cuando hablamos de ser humano nos referimos conjuntamente a la mujer y al varón.
Dios ha querido que existamos como hombres y como mujeres. En realidad, la pareja humana
manifiesta con su relación de amor que el ser humano es imagen y semejanza del Dios que crea
por amor.
Corresponsables con la creación
Al ser humano, hombre y mujer, se le entregó la responsabilidad de cuidar la creación. Esta
responsabilidad se debe ejercer para proteger la vida.
En relación con la naturaleza, debemos sentirnos integrados en el mundo natural
conservándolo como un regalo de Dios.
En relación con los demás seres humanos, debemos crear lazos y desarrollar todo lo que
permita el avance pleno de todas las personas.
En relación con Dios, debemos hacer brotar la imagen y semejanza de Dios que todos
llevamos dentro, hasta la definitiva unión con Él.