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La Construcción de La Identidad de Género Fundamentos Teoricos y Metodologicos

Este documento discute los fundamentos teóricos y metodológicos para comprender la identidad de género. Explica que la identidad de género es la experiencia interna de cada persona de su propio género, la cual puede o no corresponderse con su sexo asignado al nacer. Para definir la identidad de género teórica y metodológicamente, es necesario considerar la identidad individual y colectiva, la teoría feminista, la teoría queer y la teoría de las masculinidades. La identidad de g

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La Construcción de La Identidad de Género Fundamentos Teoricos y Metodologicos

Este documento discute los fundamentos teóricos y metodológicos para comprender la identidad de género. Explica que la identidad de género es la experiencia interna de cada persona de su propio género, la cual puede o no corresponderse con su sexo asignado al nacer. Para definir la identidad de género teórica y metodológicamente, es necesario considerar la identidad individual y colectiva, la teoría feminista, la teoría queer y la teoría de las masculinidades. La identidad de g

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Revista Sexología y Sociedad.

2017; 23(1) 27-37


ISSN 1682-0045
Versión electrónica

Artículo original

La construcción de la identidad de género:


fundamentos teóricos y metodológicos
The construction of gender identity: Methodological and theoretical bases

Lic. Yoslaine González Ramos


Licenciada en Filosofía Marxista Leninista, Universidad de La Habana. Diplomada en
Adolescencia y Juventud. Se encuentra cursando las maestrías de Desarrollo Social
(FLACSO-Cuba) y de Estudios Latinoamericanos (Universidad Nacional Autónoma de
México). Trabajó como investigadora el tema de las políticas públicas en el Centro de
Estudios sobre la Juventud y en el Centro Nacional de Educación Sexual.
Universidad Nacional Autónoma de México
[email protected]

RESUMEN
La identidad de género es la vivencia interna e individual del género tal como cada
persona la percibe, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al momento
del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo (que podría involucrar la
modificación de la apariencia o la función corporal) y otras expresiones de género, que
incluyen la vestimenta, el modo de hablar y los modales. Objetivos. Identificar algunos
fundamentos teórico-metodológicos imprescindibles para el abordaje de la identidad de
género. Métodos. La metodología utilizada fue de tipo descriptivo-cualitativa, pues se
llevó a cabo una revisión sistémica de investigaciones sobre la identidad de género.
Resultados. Para fundamentar teórica y metodológicamente la definición de identidad
de género, es necesario tomar en cuenta la identidad individual y colectiva, la teoría
del feminismo, la teoría queer y la teoría de las masculinidades. Conclusiones. La
identidad de género está íntimamente imbricada a la colectiva y grupal para explicar
los procesos de su conformación dinámica. El feminismo, la teoría queer y la escuela
de las masculinidades permiten dar cuenta de este vínculo dialéctico y desmontar
prejuicios, y mitos alrededor de qué significa ser mujer, ser hombre y ser persona
transgénero.
Palabras claves: construcción de la identidad de género, feminismo, teoría queer
ABSTRACT
Gender identity is the inner and individual experience of gender as perceived by each
person. This perception could match or not the assigned sex at birth, including body
personal experience (it could involve physical appearance modifications or body
function), and other gender expressions as the way of dressing, talking, and manners.
Aims. Identifying some necessary methodological and theoretical bases in order to
approach gender identity. Methods. Descriptive-qualitative methodology was used
because a systematic overview of researches on gender identity was made. Results. In
order to support the definition of gender identity, theoretical and methodologically, it is
necessary to focus on individual and collective identity, feminism theory, queer theory,

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and masculinities theory. Conclusions. Gender identity is intimately intermingled with


collective and group identity for explaining the processes of its dynamic conformation.
Feminism, queer theory and masculinities school allow to reaffirm this dialectic link and
to dissect prejudices and myths concerning what means to be a woman, a man and a
transgender person.
Key words: construction of gender identity, feminism, queer theory

Introducción
Cada día la temática de la identidad de género cobra más presencia en diferentes
espacios (académicos, laborales, estudiantiles, activistas,…) toda vez que reviste una
significación substancial para procesos como la construcción de la identidad, la
autoestima, la autoimagen, el mundo simbólico y los afectos…, pero también se
encuentra asida a problemáticas complejas más generales, como la inserción laboral,
la aceptación y reconocimiento social, las relaciones de poder y los imaginarios sociales
que tipifican los diferentes ámbitos en que se desempeña el individuo. Se transmiten
códigos y símbolos que, al ser asumidos, más que sugerir, exigen distinguir lo
«permitido» de lo «vedado» y actuar en consecuencia. Desde un poder absoluto y
duro, se objetiva la capacidad revolucionaria del sujeto tras un manto invisibilizador de
hábitos, tradiciones, estigmas, prejuicios,…
Por tanto, la más reciente puesta en crisis del género, de los códigos binarios, de lo
que se entiende por femenino y masculino, y del antiguo sistema sexo-género, se sale
de la lógica unidireccional, homogeneizadora y androcentrista, impuesta por una
sociedad abiertamente patriarcal, machista, falocéntrica,…
No obstante los avances, estudios recientes muestran que no se ha
logrado superar radicalmente esta herencia discriminatoria y que
continúan reproduciéndose situaciones de inequidad […] relacionadas
con las orientaciones sexuales […] y las identidades de género, que
constituyen todavía un problema por resolver [1].
De este modo, los procesos mediante los cuales se construye la identidad de género,
devienen terreno de necesarios estudios para las Ciencias Sociales. A partir de esta
línea se pueden trazar políticas que constituyan un intento de superar las
desigualdades y las inequidades sociales que se enquistan y que obligan a hablar de
fenómenos como la homofobia, la transfobia, la lesbofobia, los feminicidios,…
La discriminación por identidad de género puede considerarse un aspecto
constitutivo de los contextos de vulnerabilidad, […] promueve el
incremento de las desigualdades e impacta directamente en las
condiciones de vida de las personas, generando procesos de aislamiento,
incomprensión, deserción, falta de trabajo, migración, violencia y
marginalidad, entre otros [2].
Por consiguiente, no resulta ocioso continuar con la teorización que el tema de la
identidad de género aún demanda.
En un principio, para orientar la lectura se podría decir que identidad de género es:
La vivencia interna e individual del género tal como cada persona la
percibe, la cual podría corresponder o no con el sexo asignado al
momento del nacimiento, incluyendo la vivencia personal del cuerpo

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(que podría involucrar la modificación de la apariencia o la función


corporal) y otras expresiones de género, que incluyen la vestimenta, el
modo de hablar y los modales [3].
Métodos
La presente investigación se propuso identificar algunos fundamentos teórico-
metodológicos imprescindibles en el abordaje de la identidad de género. La
metodología utilizada fue de tipo descriptivo-cualitativa, pues se llevó a cabo una
revisión sistémica de investigaciones sobre el tópico en cuestión, tratando de localizar
miradas que aportaran a su mejor comprensión, como soporte y pivote de estudios
futuros. Los métodos teóricos manejados fueron el histórico/lógico, el de
análisis/síntesis, el abstracto/concreto y el dialéctico. En cuanto a los métodos
empíricos se utilizaron la recopilación y el análisis documental, y respecto a los
métodos científicos se pusieron en práctica el histórico, el crítico-racional y el
cualitativo. Se recurrió a literatura tanto pasiva como activa y se indagó en fuentes
nacionales y foráneas, para brevemente alcanzar una mirada lo más amplia posible,
aunque en este sentido se podrían aportar otras muchísimas corrientes y escuelas de
pensamiento.
Resultados
Identidad individual versus identidad colectiva o social1
Como ocurre en casi todas las ciencias, así como con las categorías y conceptos a
estas asociadas, las primeras pistas acerca del concepto de identidad remiten hasta los
siglos más incipientes del pensamiento filosófico. De modo que en la producción
espiritual más cercana al concepto de identidad, se pueden mencionar a Aristóteles
(384-322 a.n.e.), Gottfried Wilhelm Leibniz (1646-1716), John Locke (1632-1704) y
David Hume (1711-1776), entre otros.
No fue hasta los siglos XVIII y XIX que el concepto de identidad fue incorporado a la
sociología. En esta dirección están los aportes de Ernest Renán y Gustave Le Bon,
quienes asumieron la identidad como un elemento que permite caracterizar grupos
nacionales, tomando en consideración los distintos factores ambientales, étnicos,
lingüísticos, históricos, psicológicos y culturales. Es posible hablar hoy de la identidad
como sentimiento y conciencia de ser el mismo de manera permanente, a pesar de
que varíen las circunstancias exteriores (5).
Se explica como un sentimiento de unidad al interior del individuo, que se relaciona
con el concepto que se posee de sí mismo, con la autoestima y la autoimagen, desde
las características que lo hacen único. Se comienza a conformar desde la asignación de
un nombre y se transforma a lo largo de la vida, atendiendo además a los diferentes
grupos de socialización (escuela, familia, comunidad,...). Así, está íntimamente
relacionada con variables como raza, etnia, edad, género, clase e ideología (5). De
manera que se puede hablar de una identidad individual (vinculada al yo, la
personalidad, la autoconciencia, la autoimagen), así como de una identidad colectiva y
social (asociada a diferentes grupos sociales: la nación, la orientación sexual, la
religión, la raza, entre otras).
Al decir de la reconocida investigadora y etnóloga Ángela G. Alfarache Lorenzo, la
identidad de género es el núcleo primario de la construcción de la identidad y es
posible diferenciar entre la identidad socialmente asignada y la autoidentidad (6). Se
considera que en este campo ha sido menos abordado el reconocimiento social y

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cultural, y la categorización de identidades generalizadas por ello se hace un poco más


de referencia a ella en el presente artículo.
Un antecedente necesario para la comprensión de qué se entiende por identidad
colectiva o social, lo supone la psicología social de orientación sociológica
norteamericana. Dentro de sus exponentes destacan Charles H. Cooley (1864-1929),
el cual reconoció la importancia del grupo primario para la socialización del individuo, y
George H. Mead (1863-1931), figura principal del interaccionismo simbólico:
comprende el valor de las relaciones entre los individuos para la formación del yo,
tomando así como eje estructurador al self (5).
En cambio, en La construcción social de la realidad los sociólogos Berger y Luckmann
(1969) ponían énfasis en la identidad como fenómeno derivado de la dialéctica entre el
individuo, la sociedad y los sistemas sociales a través de las diferentes instituciones
que influyen en la conformación de las identidades colectivas (5).
Esta visión en la que el grupo de socialización primaria (el familiar) «educa» en
determinados rasgos y comportamientos, en maneras de hacer —y en los posteriores
grupos se continúan incorporando elementos que forman parte de la identidad
individual y social, comprendido como un proceso dialéctico sujeto-sociedad—, será un
basamento necesario para hablar de identidad de género. Permite vislumbrar
mecanismos que han sido adquiridos e incorporados a partir de los diferentes ámbitos
de socialización, matizando una vivencia del género particular.
En esta dirección Pierre-Félix Bourdieu (1930-2002) explicaba cómo intervienen en el
proceso de conformación de la identidad un complejo sistema de disposiciones y de
esquemas básicos de percepción, pensamiento y acción llamado habitus, el cual posee
una relación muy estrecha con su concepto de campo; es decir, con el espacio social
que se conforma a partir de las valoraciones de los hechos sociales tales como el arte,
la ciencia, la política y la religión. El habitus es determinado por la sociedad en la
medida en que las condiciones sociales se graban en el individuo y pasan a ser parte
de él (5).
Uno de los principales exponentes de la nueva psicología europea, Henry Tajfel, es
recordado como el creador de la teoría de la identidad social. Refiere que el hecho de
pertenecer a numerosos grupos contribuye de manera positiva o negativa a la imagen
que cada uno tiene de sí, pues el sujeto intenta comprender y explicarse el mundo
observando las acciones de los otros e indagando sobre su significado. A partir de este
proceso de comparación y atribuciones el individuo se formará una idea sobre su
identidad (7).
Aunque aquí debe tomarse en cuenta que el individuo no es un fiel reflejo de los
grupos a los cuales pertenece. Se trata de un elemento medular que da cuenta de
relaciones dinámicas, creativas, y no de simples momentos de pasividad o de copia,
sino que la identidad está en constante construcción y redefinición.
Estos tópicos se toman en cuenta en el estudio que se realiza además porque pueden
aportar el impulso para, desde la identidad de género, indagar en actividades que se
llevan a cabo, las dinámicas de los grupos y las maneras en que negocian las rutas de
acción que se asumirán. Son significativas estas formas de organización no solo en la
construcción de la identidad, sino también por el carácter de premisa y resultado que
pueden adquirir en la conformación de movimientos sociales, la reivindicación de los
derechos sexuales y humanos, asociados justamente al género y a la identidad de
género.

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Manuel Castells Oliván (Hellín, España, 1942) coincide con las corrientes de
pensamiento que le preceden, ya que un individuo o actor colectivo puede poseer
pluralidades de identidades. Expone justamente la relevancia que conservan la
identidad cultural, la nacional y la religiosa como fuentes de significado para el
individuo y las implicaciones que encierran para el desarrollo de los movimientos
sociales. Pueden originarse en las instituciones dominantes, de ahí la importancia de
diferenciar identidad de roles y conjunto de roles, pero solo coagulan como tal si los
actores sociales las interiorizan y construyen su sentido alrededor de esta
interiorización (5).
Todo este tema abordado es valorado por la investigadora cubana y doctora en
Ciencias Psicológicas Carolina de la Torre Molina como sumamente pertinente y
necesario. Sentenciaba que la identidad es una necesidad cognitiva, práctica y
existencial, tanto en lo que se refiere a poder ser, conocerse y hacerse a sí mismo
(poder construir y expresar la identidad individual, que es social) como en lo vinculado
a las afiliaciones y pertenencias propias (poder participar con otros en la asimilación
creativa, desarrollo y construcción de identidades colectivas, que son también
personales). Se poseen entonces múltiples identidades que sufren procesos de
«hibridación», complejos y heterogéneos (4).
De este modo, el concepto de identidad grupal permite hablar de la construcción de la
identidad de género desde una mirada que no parte del individuo como un ente
apartado de la sociedad, sino atravesado por complejos procesos sociales que irán
definiendo su manera de vivenciar el género. Por lo general, cuando se habla de
identidad de género se suele partir del individuo como centro y único referente de
estos procesos, dando cabida a pensar en causalidades biológicas, genéticas,… La
forma en que se vive el vínculo con el cuerpo, la manera de hablar, de expresarse, de
conducirse, estarán permeadas por toda la impronta de su inserción en distintos
grupos y la construcción que aquí realice de su identidad social.
Feminismo
Los movimientos feministas se han acercado de forma profunda al estudio del género,
la identidad de género, las diferencias de sexo y la diferencia sexual. El feminismo
como movimiento político y cultural, si bien tiene sus orígenes a finales del siglo XVIII,
a principios del XIX empieza a tomar formas organizativas y colectivas, y a mediados
del XX alcanza su más amplio desarrollo. De manera general se propuso como eje
básico las luchas políticas por la igualdad. Hasta mediados del siglo XX se enmarcaron
sobre todo en la adquisición de derechos civiles que permitieran el acceso de las
mujeres a la educación, al voto y a condiciones equitativas de trabajo (8).
En este terreno destacaron varias concepciones, puesto que las reflexiones que inciden
en el campo de la problemática feminista, surgen en la modernidad con dos
significativas publicaciones. El segundo sexo de Simone de Beauvoir (1949), cuya idea
medular es que «no se nace mujer sino que se vuelve mujer»: la principal tarea es
reconquistar la identidad desde los criterios propios. Años después, en 1963 Betty
Friedam publica La mística de la feminidad en los Estados Unidos, que dinamiza el
movimiento feminista norteamericano. Para la segunda mitad de la década de los
sesenta se articula el llamado nuevo movimiento feminista y surge la teoría feminista
radical. Kate Millet se convierte en su máxima exponente con la publicación en 1970 de
Política sexual. En esta explica la organización social desde la categoría patriarcado
(como insuficiente para explicar la desigualdad de género) del sociólogo alemán Max
Weber (8).

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Otra corriente del nuevo feminismo trató de rescatar la visibilidad de las mujeres en la
historia, y de hacer notar sus aportes en la esfera pública. Desde la segunda mitad de
la década de los setenta, ya se hace presente el denominado feminismo de la
diferencia. Este es un llamado a la idea de que las mujeres son realmente diferentes a
los hombres, y para ello se basan en las características «naturalmeneninas», en las
maneras más armónicas, naturales y menos dominadoras presentes en ellas. Dentro
de sus exponentes más sobresalientes, en los Estados Unidos se encuentran Francia
Karen Harvey, Annie Leclere y Luce Irigaray. Hacia la década de los ochenta se
despliega un debate entre diferentes sectores del feminismo de la igualdad y el de la
diferencia. A partir de cómo se apreciaba con anterioridad la concepción del concepto
de género como construcción social, comienza a aparecer la necesidad de estudiar el
funcionamiento de las sociedades concretas, para comprender los frentes de lucha que
el feminismo debía librar (8).
En las últimas décadas numerosas corrientes feministas se han desarrollado. Estas
contemplan las relaciones de género y la condición femenina desde posicionamientos
dicotomizantes y simplificadores: género y clase social, género y orientación sexual,
género y etnia… Sin embargo, no llegan a poner en total crisis las relaciones de
dominación sobre las mujeres.
No obstante, se debe reconocer que poco a poco, desde los movimientos feministas y
sus demandas, se ha logrado un avance significativo en la concienciación de los
resortes que movilizan y perpetúan conceptos como el patriarcado, el machismo y el
androcentrismo. A partir de este feminismo es posible concienciar e identificar estos
resortes sociales que, desde relaciones de poder, condicionan las visiones que se
poseen de lo femenino y lo masculino, de cómo debe pensar o comportarse alguien
que se denomina mujer o se denomina hombre; en pocas palabras: el feminismo
constituye una herramienta de valor heurístico para explicar la identidad de género.
Aquí no solo se ha avanzado en el orden teórico-metodológico de categorías como
género, identidad de género y diferencia sexual, sino también en el terreno del
activismo social, de las luchas políticas, jurídicas, ciudadanas…
Teoría queer
La teoría queer puede pensarse como la elaboración teórica de la disidencia sexual y la
deconstrucción de las identidades estigmatizadas, que a través de la resignificación
consigue reafirmar que la opción sexual distinta es un derecho humano. Deviene así
una especie de contrapartida a todo lo repasado hasta aquí, a colocar en crisis el
propio concepto de identidad. Por esta razón se toma como un referente que puede
aportar contrasentidos en los estudios de identidad de género, más aun si se parte de
las máximas marxistas de la superación de posicionamientos desde la contradicción.
Además, en sentido general, aporta elementos que desmontan los cimientos de
muchas estructuras de jerarquización y discriminación. La teoría queer ofrece un
marco conceptual y práctico frente al heterocentrismo, frente a la defensa a ultranza
de la total correspondencia sexo biológico-identidad sexual (9).
Desde el activismo y la academia, los exponentes de esta teoría han brindado
herramientas de análisis y comprensión alrededor del género, la identidad de género,
la orientación sexual, las prácticas entendidas como «normales» en materia de
sexualidad, las relaciones de poder que determinan toda la configuración del sexo, su
administración y férrea vigilancia.

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No obstante todas sus bondades, la teoría queer debe resolver ciertas paradojas
internas, como es el hecho de reivindicar una identidad propia, a la vez que critica las
diferentes clasificaciones que pueden conllevar a estigmatizaciones —renuncia a todas
las identidades (lesbiana, gay, travesti, transexual, incluso heterosexual), así como a
las clasificaciones por género, práctica sexual o estado serológico—, o resulta
igualmente contradictorio que se deconstruya una categoría opresiva para construir
otra que puede percibirse en cierta medida asfixiante (9).
El texto que se suele situar como el iniciador de esta teoría, es El género en disputa,
obra de Judith Butler (1999). Ella emplea el concepto matriz heterosexual, entendida
como un conjunto de discursos y prácticas culturales relacionados con la diferenciación
entre los sexos, y encaminados a producir la heterosexualidad. A partir de este
pensamiento, trata de romper con todo tipo de binarismo hombre/mujer,
femenino/masculino y heterosexual/homosexual, de manera que llega a concebir el
género como un gender performance (esta es la repetición que imita constantemente
la fantasía que constituye las significaciones de manera encarnada), el cual no es
universal, sino un constructo sociocultural que no existe de forma per se, en el que la
identidad está igualmente en constante movimiento y es representativa e imitativa
(10). Por lo tanto, para ella los roles de género no son más que una representación
teatral en la que cada sexo asume papeles creados con anterioridad, imitándolos y
reproduciéndolos constantemente.
Bajo su mirada las categorías de identidad (incluida la de género) tienden a ser
instrumentos de regímenes regularizadores, tanto si obran como categorías
normalizadoras de estructuras opresoras como si funcionan de encuentro para una
oposición liberadora.
En definitiva, emplea y lega una concepción de sujeto en coalición, revolucionario de
las normas del género, trasgresor de las fronteras convencionales de la identidad, pues
performa identidades variadas: sexuales, étnicas, culturales,... Por lo tanto, para
Butler ya no puede seguirse hablando en los códigos del feminismo, pues no es una
teoría única ni prioritaria, sino que ha de aliarse con las causas de las lesbianas, gays,
transexuales e intersexuales: con todas las formas de sexualidad alternativas. El
feminismo deviene así postfeminismo que se articula como teoría y política queer.
Deben confluir entonces las miradas y los objetivos del feminismo, de las teorías de las
masculinidades, de la teoría queer, de las luchas por la diversidad sexual… Al seguir
ese hilo lógico, aquí se hace una aproximación a estos fundamentos teóricos y
metodológicos a tomarse en consideración para poder hablar de identidad de género.
Así, lo queer no busca eliminar las categorías que cuestiona, sino que se propone
construir otras o defender el derecho a no tener que encasillarse en ninguna.
Masculinidades
Para comprender mejor y concebir una definición de identidad de género más completa
y acabada es preciso recurrir, como ya se adelantaba, a la mirada propuesta por las
teorías o estudios de las masculinidades.
Uno de sus más destacados exponentes fue Bandinter (1993), quien critica el hecho de
que, cuando se habla de hombres, se piensa exclusivamente en el modelo de hombre
patriarcal, en masculinades hegemónicas, y de lo que se trata es de reivindicar la
existencia de diversas masculinidades, diferentes maneras de hacerse hombre de

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acuerdo con el momento histórico y el lugar (David Gilmore); incluso en una misma
sociedad varían según edad, raza, posición de clase,… (11).
Desde los freudianos y posfreudianos, el hacerse hombres se ve como un proceso de
individuación más complejo que hacerse mujer, por todo lo que implica separarse de la
madre y construir su identidad de manera independiente… Por otro lado, han resultado
una fuente de información muy recurrente los estudios de comunidades indígenas
(Margaret Mead), que han contribuido a la formación de nuevas visones de lo
masculino, que desde los cánones del mundo occidental resultan muy alejados (11).
Amén de Robert W. Connell, se suele valorar que no se ha generado un corpus teórico-
conceptual propio y no se ha conseguido hacer importantes contribuciones teóricas de
aplicación general en el campo de las masculinidades. Pueden resumirse los men’s
studies diciendo que continúan oscilando entre los posicionamientos esencialistas —
defienden el dualismo entre los géneros, porque, según mantienen, las diferencias
biológicas y/o psíquicas entre los sexos constituyen la razón última de sus destinos y
de sus mutuas relaciones— y los constructivistas (resultado del contexto histórico, de
los problemas sociales,…). En definitiva puede asegurarse junto a Joceles que:
…el estudio de la masculinidad implica ir más allá del estudio de los
hombres y de la introducción de la variable sexo en los análisis. La
masculinidad es un concepto que articula aspectos socio-estructurales y
socio-simbólicos, por lo cual exige que se investigue tanto el acceso
diferencial a los recursos (físicos, económicos, políticos, etc.) como las
concepciones del mundo, las conductas, el proceso de individuación y la
construcción de identidades [12].
Sin dudas, el tema de las masculinidades aporta una visión que trascienden sexismos y
biologicismos, y apunta a horizontes sistémicos, a modos de ser y hacer en sociedad.
Funge como un replanteo teórico, pero también de llamado a las formas de
organización, a la concepción de movimientos sociales y alternativas de sedición.
Denuncian entonces lo imprescindible de salirse de un constructo castrante,
deshumanizador, que les hace estar pendientes en todo momento de no traspasar los
patrones androcentristas y que, en suma, les hace perder oportunidades de realización
personal y colectiva: miradas que a la vez brindan un perfil crítico a la identidad de
género y la explica desde la construcción que se suele hacer de lo masculino, de lo
masculino en vínculo intrínseco con lo femenino.
Se trata de denunciar los prejuicios que supone que el hombre no puede llorar, no
puede expresar sus sentimientos, no puede ayudar en la casa…, pues
automáticamente se le identifica con una mujer, se le desvaloriza y deja de reconocer
como tal, lo que se conoce para los estudios de masculinidades como supremacía de
los códigos negativos sobre los positivos. Ello hace más frágiles las identidades
masculinas, poniendo en crisis el concepto ante simples divergencias. Así, se puede
hablar de masculinidad hegemónica como imposición de estos estigmas, prejuicios…, al
igual que de una feminidad hegemónica. La feminidad y la masculinidad hegemónicas
son mantenidas y definidas constantemente, pues son frágiles e inseguras, no todas
triunfan y en oposición a estas se crean otras feminidades y masculinidades, de
manera que aquellos que se desvían del ideal hegemónico «pueden incurrir en costes
emocionales y sociales, siendo calificados de “marginados” o “subordinados”» (13).
Sin dudas el proceso de construcción de identidad de género es bien complejo y
contradictorio. Después del acomodo, victimización y objetivación que funcionó y

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funciona como justificación para continuar bajo la manta del patriarcado, se demuestra
la intención de una construcción del sujeto hombre tan emancipadora y dignificante
como la que se propone el feminismo.
Hablar de luchas del feminismo, de género e identidad de género y pasar por alto al
hombre en este proceso relacional, supone igualmente reducir el problema de manera
unidireccional hasta dejarlo sin substancia. Por consiguiente, muchos teóricos y
activistas proponen comprender el género y la identidad de género, sin dejar de lado
esta mirada de la masculinidad, o de las masculinidades.
Discusión
Entrados los primeros años del siglo XXI en Cuba,2 se alcanza profundidad en el tema
de la identidad social, así como una amplia diversidad de sus aristas de estudio: «Un
acercamiento al estudio de la identidad social en jóvenes universitarios» (2008) de
Rabassa y «Con el catalejo al revés: grupos e identidades de grupos de la estructura
social cubana» (2011) de Torralbas y Rodríguez (14), entre otros.
Por su parte, los estudios sobre orientación sexual, identidad de género,… han estado
liderados por el Centro Nacional de Educación Sexual (CENESEX) desde su creación. No
obstante, dentro de las organizaciones o comunidad de lesbianas, gays, bisexuales,
transgéneros e intersexuales (LGBTI) quizás los grupos más estudiados sean los de los
gays.
En la revista Sexología y Sociedad, publicación anual especializada del CENESEX que
funge como espacio de socialización de investigaciones científicas nacionales e
internacionales, se publicó un artículo que trataba sobre la visualización en la revista
de los estudios de género. Se evidenciaba que el sector más representado son los
gays. Además, los enfoques empleados se centran muchas veces en problemáticas
propias que afectan a la población, vinculadas a su salud sexual, a las infecciones de
transmisión sexual y el VIH/sida, o con las situaciones de discriminación o incluso de
violencia que vivencian sobre todo las mujeres (15), todos elementos esenciales en la
construcción de una identidad de género, pero que demandan perspectivas más
variadas y más sistémicas del tema.
La tesis «Transexuales, travestis y transformistas: estudio de un grupo de identidad
social en Cuba» de Janet Mesa Peña (16) posee una mirada que abarca a estos tres
grupos, así como sus maneras de concebirse a sí mismos desde una identidad
específica. Una dirección muy similar pero abordada desde la inserción social, sigue la
tesis de doctorado de Mariela Castro Espín (1), en la que se propone una estrategia de
integración social para las personas transexuales.
La tesis de diploma «Identidad y marginación en homosexuales» de Anabell Suástegui
(17) es un referente importante, ya que se trata de un esfuerzo por caracterizar la
relación entre la percepción de marginación y la identidad de un grupo de personas
homosexuales. Quizás fuese deseable buscar respuestas más abarcadoras sobre las
relaciones de poder y sus efectos, las bondades y limitaciones que aporta la
pertenencia a un grupo,...
En sentido general, en Cuba la producción espiritual contemporánea abocada al tema
de la identidad de género deviene materia con varios pendientes.

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Conclusiones
La construcción de la identidad del individuo constituye un proceso complejo en el que
variadas identidades se amalgaman orgánicamente conformando un yo en constante
construcción y reorganización (no exenta de contradicciones) a partir de los influjos de
los contextos y relaciones del sujeto. Para hacer referencia a la identidad de género,
muchas veces se trata el tema de la identidad individual (no comprensible sin la
grupal) y se recurre a miradas genético-fisológicas, biologicistas, dejando de lado toda
la carga social que implica construirse como hombre, como mujer, como persona
transgénero. Por lo tanto, se hace imprescindible tomar atentamente los avances que
en cuanto a identidad social o grupal se han venido dando, a partir del vínculo estrecho
y dialéctico que albergan.
El feminismo, la teoría queer y los estudios de las masculinidades pueden constituir de
cierto modo ejemplos de espacios o corrientes que tributan a una identidad colectiva o
grupal y que a la vez brindan muchas luces teóricas y metodológicas para la
comprensión de la identidad de género. Apuntan a miradas que cuestionan qué es ser
mujer, qué es ser hombre, qué es ser una persona que no ajusta en estos códigos
binarios socialmente impuestos a riesgo de «castigo/s». Demandan la expansión de
estos límites que empobrecen la comprensión de la identidad de género en toda la
riqueza de sus matices, condenando a circunstancias de discriminación,
estigmatización, desvalorización, deshumanización y cosificación.

Notas
1
Estos conceptos serán empleados sin distinciones entre ellos, tal y como lo conciben
las investigadoras De la Torre (4) y Romero (5).
2
El resto del artículo brinda una perspectiva del acercamiento que se hace al tema de
manera más internacional.

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Fecha de recepción de original 8 de mayo de 2017


Fecha de aprobación para su publicación 8 de junio de 2017

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