Prefacio a Mito y Tragedia en la antigua Grecia, de J.P.Vernant.
Mito y tragedia, .que entendemos exactamente con esos dos términos. Por supuesto, las
tragedias no son mitos. Pero puede sostenerse, por otro lado, que el género trágico hace su aparición a
finales del siglo vi, cuando el lenguaje del mito deja de estar en conexión con la realidad política de la
ciudad. El universo trágico se sitúa entre dos mundos y es esta doble referencia al mito por una parte —
concebido en adelante como perteneciente a un tiempo remoto, pero aun presente en las conciencias— y
por otra a los nuevos valores —desarrollados con tanta rapidez por la ciudad de Pisistrato, de Clistenes,
de Temistocles, de Pendes— lo que constituye una de sus originalidades y el resorte mismo de su acción.
En cl conflicto trágico, cl héroe, cl rey o el tirano aparecen insertos aun en la tradición heroica y mítica,
pero la solución del drama se les escapa: no es nunca el resultado de la acción, sino siempre la expresión
del triunfo de los valores colectivos impuestos por la nueva ciudad democrática. La descodificación de
un mito sigue, ante todo, las articulaciones de! discurso —oral o escrito—, pero su objetivo, quizá
fundamental, es fraccionar el relato mítico para detectar en él, los elementos primarios, que a su vez
deberán ser confrontados con los que ofrecen las demás versiones del mismo mito o conjuntos
legendarios diferentes.
El relato primordial, lejos de encerrarse sobre sí mismo para constituir en su totalidad una obra
única, se abre, por el contrario, en cada una de sus secuencias a todos los demás textos que ponen en
práctica el mismo código, cuyas claves debemos descubrir. Todos los mitos, ricos o pobres, se sitúan en
el mismo plano para el mitólogo y, desde el punto de vista turístico, tienen el mismo valor.
Las tragedias griegas constituyen un objeto totalmente distinto. Obras escritas, de
producciones literarias individualizadas en el tiempo y en el espacio, que no tienen, hablando con
exactitud, paralelo alguno. El Edipo Rey de Sófocles no es una versión más del mito de Edipo. La
investigación no puede llegar a buen término, a no ser que tome en consideración, desde el primer
momento y principalmente, el sentido y la intención del drama que se representó en Atenas hacia el año
420 a. de C Sentido e intención. La intención de la que hablamos se expresa a través de la obra en sus
estructuras, en su organización interna, y no tenemos medio alguno de remontamos desde la obra al
autor. Por conscientes que seamos del carácter profundamente histórico de las tragedias griegas, no
tratamos de explorar el trasfondo histórico, en el sentido estricto de la palabra, de cada pieza. Es lícito
pensar que la epidemia descrita al principio del Edipo Rey debe ό a la peste de Atenas del 430, pero
siempre podrá argüirse que Sófocles había leído la litada, que contiene también la evocación de una
amenazante epidemia para toda una comunidad.
Nuestros análisis operan, en realidad, en dos planos muy diferentes. Partimos a la vez de la
sociología de la literatura y de lo que podría denominarse una antropología histórica. Nos esforzamos
por aprehenderla en todas sus dimensiones, como fenómeno indisolublemente social, estético y
psicológico. Comprender como se articulan y combinan los diferentes elementos para constituir un
hecho humano único, una misma invención que aparece en la historia bajo tres caras: como realidad
social, con la institución de los concursos trágicos; como creación mítica, con el advenimiento de un
nuevo género literario; como mutación psicológica, con el surgimiento de una conciencia y de un
hombre. Tres caras que definen un mismo objeto y que se deben a un mismo orden de explicaciones.
Nuestras investigaciones suponen una constante confrontación entre nuestros conceptos
modernos y las categorías establecidas en las tragedias antiguas. Puede el Edipo Rey ser aclarado por el
psicoanálisis .Como se elaboran en la tragedia el sentido de la responsabilidad, del compromiso del
agente con sus actos, lo que hoy llamamos la función psicológica de la voluntad. Por la misma razón que
cualquier obra literaria, las tragedias griegas están plagadas de pre juicios, de pre-supuestos que forman
algo así como el marco de la vida cotidiana de la civilización de la que constituyen una de sus
expresiones. La oposición entre caza y sacrificio, por ejemplo, de la que hemos creído poder sacar
partido para un análisis de la Orcstiada, no es un rasgo especifico de la tragedia: podemos encontrar sus
huellas con numerosísimos textos a través de varios siglos de la historia griega; para ser correctamente
interpretada, exige que nos interroguemos sobre la naturaleza misma del sacrificio como rito central de
la religión griega y sobre el papel que ocupaba la caza tanto en la vida de las ciudades como en el
pensamiento mítico. No se trata aquí de una oposición entre la caza y el sacrificio en sí mismos, sino del
modo en que esta oposición informa una obra específicamente literaria.