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Representacion Social Del Loco

El documento analiza las representaciones sociales de la salud mental y la locura. Explora el retorno del debate sobre el lugar de las personas con enfermedades mentales en la sociedad y cómo esto enfrenta cultura, mitos, poder e ideologías. También examina iniciativas para reemplazar el encierro en instituciones psiquiátricas y la integración social de las personas con enfermedades mentales.

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Representacion Social Del Loco

El documento analiza las representaciones sociales de la salud mental y la locura. Explora el retorno del debate sobre el lugar de las personas con enfermedades mentales en la sociedad y cómo esto enfrenta cultura, mitos, poder e ideologías. También examina iniciativas para reemplazar el encierro en instituciones psiquiátricas y la integración social de las personas con enfermedades mentales.

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10e CONFERENCE INTERNATIONALE SUR LES REPRESENTATIONS SOCIALES

« REPRESENTATIONS, TRANSMISSION DES SAVOIRS ET TRANSFORMATIONS SOCIALES »


05-08 juillet 2010 - Tunis (Gammarth), Tunisie

REPRESENTATIONS SOCIALES DANS LE DOMAINE DE LA SANTE ET DE LA MALADIE


Symposium
« TENSIONS, TRANSFORMATIONS ET REPRESENTATIONS SOCIALES EN SANTE MENTALE »
Coordonnatrice : Dr. María Cristina Chardon (UNQ. UBA. Argentine)
Conférenciers : Dr. Denise Jodelet (E.H.E.S.S. France); Dr. Noemí Graciela Murekian (UBA. Argentine);
Dr. Héctor Scaglia (UBA. Argentine); Dr. María Cristina Chardon (UNQ. UBA. Argentine)

“REPRESENTACIONES SOCIALES EN SALUD MENTAL. RUPTURAS, RETORNOS


Y FUGAS EN LA CONSTRUCCIÓN SIMBÓLICA E INSTITUCIONAL DEL “LUGAR”
DEL “LOCO” EN LA COMUNIDAD”
Noemí Graciela Murekian
Universidad de Buenos Aires, Argentina

El objetivo es analizar, desde el enfoque de las representaciones sociales, el retorno de


la problemática del “lugar" del "loco” en la sociedad actual. Retorno en el que se confrontan la
cultura, los mitos, el poder y las ideologías. La localización simbólica y concreta de la locura
pareciera comportarse como thêmata (Moscovici, Vigneaux, 1994) en la inacabada discusión
acerca de las alternativas al enclaustramiento y marginación del enfermo mental.
Benedetto Saraceno, director del Departamento de Salud Mental de la OMS, expresó sin
eufemismos: "¡Abajo los muros de los manicomios!" (Bianchi, 2008). En efecto, ya se trate de
países desarrollados o no, las políticas de inclusión social siguen generando resistencias
sectoriales y comunitarias. Los antecedentes cuentan tanto a nivel investigativo, como en los
discursos cotidianos de los medios de comunicación que persisten en resaltar la peligrosidad del
enfermo mental evocando miedos estadísticamente infundados.
Salvo excepciones, las respuestas positivas emanadas desde la justicia, la política, las
instituciones sanitarias, las organizaciones no gubernamentales, se han asociado más a
declaraciones de principios que a experiencias sustentables de transformación social.
En Argentina, los conflictos intersectoriales abundan en torno a las iniciativas de
reforma psiquiátrica a pesar de la existencia de leyes de inspiración progresista (CELS, 2008).
El programa de investigación psicosociológica sobre la “desmanicomialización” en Río
Negro y sus impactos locales (1987-2007), ha aportado datos relevantes respecto de la
revitalización de tales conflictos.
En suma, el estudio del reforzamiento o transformación de las visiones tradicionales de
la locura exige mayor profundización cuando se trata de implementar estrategias dentro de un
área de aplicación crítica que demanda respuestas integrales. Referentes investigativos
fundamentales (Jodelet, 1989; DREES, 2001; DRASS, 2009) permiten visualizar hoy la

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diversidad de formas en que el compromiso ético de la integración de los enfermos mentales se


vería favorecido por la perspectiva de las representaciones sociales.
Palabras claves: representaciones sociales – thêmata – “el lugar del loco”

« REPRESENTATIONS SOCIALES EN SANTE MENTALE. RUPTURES, RETOURS


ET FUITES DANS LA CONSTRUCTION SYMBOLIQUE ET INSTITUTIONNELLE
DE LA « PLACE » DU « FOU » DANS LA COMMUNAUTE »
Noemí Graciela Murekian
Université de Buenos Aires, Argentine

Le but est d’analyser, depuis l’approche des représentations sociales, le retour de la


problématique de la « place » du « fou » dans la société actuelle. Retour au sein duquel
confrontent la culture, les mythes, le pouvoir et les idéologies. Apparemment la localisation
symbolique et concrète de la folie se comporterait comme thêmata (Moscovici, Vigneaux,
1994) dans la discussion inachevée sur les alternatives à l’enfermement et à la marginalisation
du malade mental.
Benedetto Saraceno, directeur du Département de santé mentale de l’OMS, a exprimé
sans euphémismes : « À bas les murs des asiles de fous ! » (Amiguet, 2000). En effet, qu’il
s’agisse ou non de pays développés, les politiques d’inclusion continuent de créer des
résistances sectorielles et communautaires. Les antécédents existent tant au niveau des
recherches qu’au niveau des discours quotidiens des médias qui s’obstinent à mettre l’accent sur
la dangerosité du malade mental.
À quelques exceptions près, les réponses positives qui proviennent de la justice, de la
politique, des institutions sanitaires, des ONG, se sont associées plutôt à des déclarations de
principes qu’à des expériences durables de transformation sociale. En Argentine, les conflits
intersectoriels abondent autour des initiatives de réforme psychiatrique malgré l’existence de
lois d’inspiration progressiste (CELS, 2008). Le programme de recherche psychosociologique
sur la « desmanicomialización » à Río Negro et ses impacts au niveau local (1987-2007) a
apporté des données sur la revitalisation de ces conflits.
L’étude du renforcement ou de la transformation des visions traditionnelles de la folie
exige un approfondissement majeur lorsqu’il s’agit de mettre en place des stratégies dans un
domaine d’application qui exige des réponses intégrales. Des référents de recherche
fondamentaux (Jodelet, 1989, DREES, 2001, DRASS 2009) permettent de visualiser la diversité
des formes où l’engagement éthique sur l’intégration des malades mentaux serait favorisée par
la perspective des représentations sociales.
Mots-clés : représentations sociales – thêmata – “la place du fou”

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“REPRESENTACIONES SOCIALES EN SALUD MENTAL. RUPTURAS, RETORNOS


Y FUGAS EN LA CONSTRUCCIÓN SIMBÓLICA E INSTITUCIONAL DEL “LUGAR”
DEL “LOCO” EN LA COMUNIDAD”
Noemí Graciela Murekian
Universidad de Buenos Aires, Argentina

INTRODUCCION

Cuando Michel Foucault se propuso reescribir la historia de la locura más allá de


la histororiografía y la hagiografía clásicas de la psiquiatría y de la medicina, el estudio
de las percepciones y representaciones sociales se vio favorecido por una lectura más
compleja y global de la experiencia social de la locura y de los locos (Foucault, 1979).
En Historia de la locura en la época clásica, Foucault pretendía abordar lo que podía
saberse acerca de la enfermedad mental en una época dada:

(…) había que buscar de qué modo los locos eran reconocidos, apartados, excluidos de
la sociedad, internados y tratados; qué instituciones estaban destinadas a acogerlos y a
retenerlos, a cuidarlos a veces; qué instancias decidían acerca de su locura y según
qué criterios, qué métodos se aplicaban para forzarlos, castigarlos o curarlos; en
síntesis, en qué red de instituciones y de prácticas se encontraba el loco a la vez
apresado y definido (Eribon, 1989: 227-228, citado por Pirella, 1999: 97).

Interesa pues indagar cómo se ha reactualizado el encierro manicomial como


representación, y cómo se instala hoy en el centro del debate socio-sanitario
internacional.

OBJETIVO
El objetivo es analizar, desde el enfoque de las representaciones sociales, el
retorno de la problemática del “lugar" del "loco” en la sociedad actual. Retorno en el
que se confrontan la cultura, los mitos, el poder y las ideologías.

MITOS Y REPRESENTACIONES DE LA LOCURA


Desde la psicología social, De Rosa ha observado que los investigadores tienden
a proyectar la epistemología del presente hacia el pasado, llegando a hacer coincidir, por
ejemplo, la historia de la locura con la historia de la psiquiatría. Plantea en este sentido
la necesidad de liberarnos de la influencia distorsiva de las perspectivas epistemológicas

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del presente para poder estar más capacitados para reconocer la representación de la
locura como un objeto poliédrico con muchas facetas que se cruzan entre sí, sin
mostrar nada de aquel desarrollo lineal tan importante para ciertas tradiciones de
historiadores que ven la medicina desde un punto de vista acumulativo y directamente
progresivo (De Rosa, 2009: 151).
Desde el encuadre hipotético de la polifasia cognitiva (Moscovici, 1976: 286) y
a partir de la investigación empírica de las imágenes de la locura en niños y jóvenes, De
Rosa identificó la presencia de formas mágico-sagradas por dentro y por fuera de la
civilización industrializada, compartiendo un mismo espacio simbólico que las
representaciones médicas de la locura, y de la locura como un desvío (Ibid.: 155). Es
decir, junto a la polarización de las representaciones del loco, descubrió un núcleo
figurativo arcaico, pleno de significados míticos que recuerdan las imágenes de
monstruosidad y animalidad medievales (Ibid.: 161-2). En vinculación directa con la
estructura bipolar que conlleva la noción de thêmata 1 -normal-anormal, sano-enfermo,
lindo-feo- puso en juego el valor heurístico de la hipótesis de la polifasia cognitiva al
demostrar empíricamente la diversa coexistencia de formas de pensamiento, en términos
de representaciones míticas y científicas (Ibid: 174).
De algún modo, Foucault sugirió ese entramado de niveles al asociar los mitos,
las ciencias médicas y jurídicas, las instituciones y los gestos cotidianos hacia la locura:

Un poco por debajo de las medidas jurídicas, al ras de las instituciones, y en ese
debate cotidiano en que se enfrentan, se separan, se comprometen y se reconocen
finalmente el loco y el no loco, se han formado figuras decisivas evidentemente, puesto
que son ellas las que han sostenido la “psiquiatría positiva”: de ellas han nacido los
mitos de un reconocimiento finalmente objetivo y médico de la locura, que las ha
justificado a posteriori, consagrándolas como descubrimiento y liberación de la
verdad. // En realidad, esas figuras no se pueden describir en términos de
conocimiento. Están más allá de él, allí donde el saber aún está cercano a los gestos, a
sus familiaridades, a sus primeras palabras (Foucault, 1979, Tomo II: 133).

Según Foucault, tres de esas estructuras han sido determinantes: a) la confusión


del antiguo espacio del internamiento con un espacio médico; b) una nueva relación
entre la locura y quien la reconoce, la supervisa y la juzga, que en apariencia la
neutraliza y la objetiva; y, c) la confrontación del loco con el criminal. De hecho, la
evolución de la construcción de los espacios de la locura en la sociedad occidental
recoge la herencia de tales estructuras. Fue a partir de la fundación de los primeros

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asilos y manicomios en Europa y América en que se forjaron concepciones socio-


políticas de demarcación entre insanidad y locura, marcas objetivadas por el dominio
alternado o simultáneo del poder institucional, religioso, jurídico y científico.
Para abordar la complejidad subyacente a las fluctuaciones dilemáticas de la
inclusión-exclusión, Moscovici nos ha legado un desarrollo teórico que permite
interpretar los procesos de transformación y resistencia al cambio en salud mental via la
triangulació de la teoría de las representaciones sociales y la de la influencia minoritaria
(Moscovici, 1996). Es a partir de este gran encuadre que se intentará comprender la
problemática planteada.

LOS LUGARES HISTORICOS DE LA LOCURA


Una breve síntesis de su derrotero sólo pretende introducir sus principales rasgos.

• Durante la Edad Media (siglos V a XV) -período convencionalmente situado


entre la “Caída del Imperio Romano” (476 d. C.) y el llamado “Descubrimiento
de América” (1492) – la locura se encuentra definida en términos de herejía y
brujería, y se halla controlada bajo el poder feudal y el dominio absoluto de la
Iglesia vía “La Santa Inquisición”.
• Los primeros hospicios de los cuales se tiene referencia histórica se hallaron en
Oriente: en el siglo VII (Pessotti, 1996: 152).
• En el siglo octavo, los árabes construyeron maristanes u hospitales mentales2
en Fez (Marruecos), en Bagdad en 705 d.C, en El Cairo 800 d.C, y en Damasco
y Aleppo en 1270 d.C. Los primeros hospitales de la salud mental en Europa
fueron construidos en la España musulmana del siglo XIV; el primero fue en
Granada en 1365 d.C (…) (Said-Farah, 2008: 203). Los maristanes no eran
hospitales médicos sino religiosos (Galende, Kraut, 2006: 29). En ellos no se
realizaban tratamientos violentos y los locos que no eran peligrosos quedaban en
libertad.
• En el siglo XII, aparece una afirmación doctrinaria de Bartolomeo de Salerno
sobre la importancia de colocar al paciente insano de mente en un espacio
especial, inmune a las influencias eventualmente nocivas del ambiente cotidiano,
de la vida normal. La intención era proteger al alienado además de
“revitalizarlo” (Pessotti, op. cit: 151).
• En el siglo XIII, la locura es concebida y representada dentro del terreno de los
vicios.
• Durante la segunda mitad del siglo XV, los antiguos leprosarios medievales se
convierten en lugar de reclusión y abandono del loco.
• El Renacimiento (siglos XV - XVI - XVII) se apodera de las representaciones
del desorden humano (animalidad, monstruosidad) y la locura fascina al
hombre (Foucault, op. cit.: 41). La irracionalidad se seculariza (Dörner, 1974:
29).
• Hacia fines de la Edad Media la amenaza de la locura se desplaza
metafóricamente en la nave de los locos. Del embarco (“stultifera navis”) se

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pasa al encierro. De la liberación de la voz de la locura en el Renacimiento, se


pasa al silencio de la época clásica (Foucault, op. cit, 48).
• Anticipando la Edad Moderna (siglos XV a XVIII) en el siglo XV, con la
ocupación árabe y la creación de los primeros hospicios en España, la
construcción de asilos y hospitales comienza generalizarse en el resto del
continente europeo (Italia, Francia, Alemania, Bélgica, Inglaterra y Escocia)
(Pessotti, op.cit. 152-153).
• En los siglos XVI y XVII - Con el racionalismo cartesiano la locura ingresa al
terreno del sueño y del error (Foucault, op. cit.: 75). La razón se impone a lo
irracional. Así, en el siglo XVII son demolidas las explicaciones teológicas de la
locura para más tarde ingresarlas al territorio de la intervención médica. En este
siglo, los locos tranquilos eran dejados en sus propias casas o deambulando por
las calles, cuando eran peligrosos o agresivos, se los encerraba en prisiones junto
con los delincuentes comunes. Algunos eran acogidos en instituciones de
caridad. Es en este siglo que comienza la asignación sistemática de los alienados
en Hospitales Civiles (Generales) creados en Francia por decreto real hacia
1656.
• En el siglo XVIII – La situación edilicia del internamiento mejora, aunque el
abandono persiste. Surge el conflicto entre la responsabilidad clínica del médico
y la necesidad de controlar el comportamiento aberrante. Según Dörner, los
locos pobres forman uno de los grandes temas de la discusión pública en este
siglo en Inglaterra (1974: 105), y observa que Aikin (1771) –quien escribiera el
primer libro sobre hospitales y otras instituciones para pobres, a los que refiere
con el concepto de asylum- plantea con claridad la necesidad económica del
asilo (Dörner, op. cit.: 107).
• El inicio de la Edad Contemporánea, signado por la Revolución Francesa, se
caracteriza por la institucionalización, la medicalización y la psiquiatrización de
la locura, surgidas bajo el poder público, los grupos religiosos y filantrópicos
(Castel, 1977).
• En el marco de los valores de la Revolución Francesa se da el primer gesto de
liberación de la locura, por Philippe Pinel (la separación entre locos y
delincuentes), aún cuando Esquirol afirmara que las condiciones de vida de los
locos seguían siendo deplorables (Pessotti, op. cit.: 153).
• El siglo XIX –“El siglo de los manicomios”, en términos de Pessotti- se
distingue: a) por el número creciente de asilos, hospicios para alienados /
hospitales generales; b) por el número creciente de pacientes internados; c) por
la fuerte vinculación entre la terapéutica de la locura y la internación; d) por la
amplitud y variedad de diagnósticos de locura para justificar la internación.
(Pessotti, op. cit.: 151).
• Según Foucault, a partir de la segunda mitad del siglo XIX, la locura se
asocia a los internados y es allí donde donde comienza el proceso de
consolidación del asilo como el sitio natural del loco (Foucault, op. cit.: 80).
• El siglo XX podría considerarse, en este marco, como el siglo de la coexistencia
del sistema manicomial heredado y de las rupturas a través de diferentes
experiencias de reforma, alternativas y procesos de transformación crítica y
radical del manicomio.
• Coexistencia que parece continuar en las primeras décadas del siglo XXI.

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Amarante3 destaca tres grupos de experiencias innovadoras que se originaron en


el siglo pasado: (1° grupo) el de la Comunidad Terapéutica y la Psicoterapia
Institucional; (2° grupo) el de la Psiquiatría de Sector y la Psiquiatría Preventiva; y (3°
grupo, al que llama “otro grupo”) conformado por la Antipsiquiatría y la Psiquiatría
Democrática. Aunque establece una distancia entre los dos primeros, a los que llama
psiquiatrías reformadas, versus el tercero, al que califica como de ruptura radical con la
psiquiatría (Amarante, 2009: 39-59)
Desde el psicoanálisis y el derecho crítico, Galende y Kraut (2006) señalan dos
cuestiones importantes en lo que atañe a la historia de las respuestas sociales frente al
dilema incluir-excluir. Observan que, en los albores del siglo XVIII, no existía una
disciplina ligada a la atención del enfermo, y tampoco una legislación especial que
modificara sus derechos y obligaciones respecto de otros individuos. Lo que significa
que la humanidad pudo prescindir de ambas (…) para atender a la locura (Galende,
Kraut, op. cit.: 29).
Fue así que el mundo europeo, en su devenir histórico, trasplantó hacia América
el mismo régimen institucional de segregación y de control, y con él, los mitos y las
representaciones mágico-religiosas, jurídicas y médicas de la locura. En la región del
Caribe, América Central y Sudamérica, los asilos de la época colonial se construyeron a
partir de las llamadas casas de beneficencia, mayormente de origen religioso, con un
objetivo de caridad y secundariamente de cuidado sanitario. Algunos ejemplos bastan
para ilustrarlo.
En México -recuperando el mito fundacional del primer manicomio de América-
el hospital San Hipólito fue construido en el año 1566 (Ríos Molina, 2008: 73). En
Argentina, el primer “loquero” fue el de mujeres, fundado en 1854, y el segundo fue el
Hospicio de Hombres que se inauguró en 1863 muy próximo al de Mujeres (Vezzetti,
1985). En Brasil, el primer manicomio -el Hospicio Nacional de Alienados- fue fundado
en 1852, en Río de Janeiro, por un decreto del Emperador Pedro II (Venancio, 2007).
En Puerto Rico, según consta en el archivo de monumentos históricos, el primer
manicomio fue construido en 1868 siguiendo el modelo de un hospital de psiquiatría,
que luego pasaría a ser utilizado como cárcel 4. Se puede consignar también, que el
primer manicomio dominicano se construyó en 1881 en Santo Domingo, sobre las
ruinas de San Francisco, otorgadas al Padre Billini por el gobierno local (Henríquez

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Ureña, 1940). Un ejemplo paradigmático de cómo la administración política, religiosa y


médica se asociaban en la definición de los espacios de la locura y de los locos.

“INCLUSION-EXCLUSION” COMO THEMATA


La localización simbólica y concreta de la locura pareciera pues comportarse
como thêmata (Moscovici, Vigneaux, 1994) en la inacabada discusión acerca de las
alternativas al enclaustramiento y marginación del enfermo mental. Ya sea para cuidarlo
o para marginarlo, el lugar, el espacio, el entorno social del “loco”, del “enfermo
mental”, reenvía a los aspectos más sensibles de la convivencia humana.
Si por thêmata se entiende aquellos elementos estabilizadores que operan a
través de la historia y de la memoria colectiva, como temas, arquetipos, ideas-fuerza o
ideas recurrentes, entonces, puede interpretarse que el resurgimiento de la problemática
del “lugar del loco” en tanto “inclusión-exclusión” actúa como correlato del thêmata
más “universal” “sanidad-locura”, “salud mental-enfermedad mental” por lo que
conlleva socialmente de “aceptación-rechazo”. Correlato que, en este campo, ha
cobrado fuerza en los períodos en los que se cuestionaron las representaciones médicas
y jurídicas de la locura. La historia lo ha testimoniado, cuando al revelarse el carácter
represivo del sistema manicomial, se pusieron en duda sus fundamentos científicos y
humanitarios, dando lugar a proyectos críticos de transformación. Potencialidad de un
campo temático interrogado que es, según Arruda (en línea con Duveen, 2002) el
primer paso para provocar el cambio, puesto que obliga a revisar puntos de vista, a
argumentar (Arruda, 2006: 196). La duda canaliza la posibilidad de la innovación, la
emergencia de un movimiento que tienda al cambio, a la desestabilización de los
saberes como un móvil para concretarlo.

La premisa es que los cambios logrados por medio de la lucha política que se da en
muchas de tales interacciones son, al mismo tiempo, cambios de representaciones
porque la lucha política es también una lucha de significados (Arruda, op. cit.: 175-6).

En efecto, en el terreno de la salud mental, dicha dinámica ha requerido no sólo


de decisiones y acciones políticas, sino de un debate cultural importante, como fue el
caso particular de la reforma psiquiátrica italiana (Basaglia, 1968, 1975, 2008), y en
sintonía con ella, la lucha antimanicomial en Brasil (Amarante, 2009) y la
desmanicomialización en Argentina (Cohen y Natella 5, 1995; 2009). Es creciente el

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número de especialistas que considera a las experiencias de reforma como verdaderos


movimientos sociales enmarcados en el conjunto de luchas por ampliar los espacios de
socialización democrática, de ciudadanía y empoderamiento (Vasconcelos, 2000), así
como de emancipación personal, social y cultural (Reinecke de Alverga, Dimenstein,
2006).
En tal sentido, existe consenso respecto a que el cierre de los manicomios
implica más que su destrucción física, e incluso más que la sanción de una ley de salud
mental que lo disponga. Y es el hecho de que su objetivo transformador comprende la
mentalidad, las representaciones asilares que atraviesan y continúan existiendo
subrepticiamente en los espacios alternativos: en los servicios ambulatorios, los
hospitales de día, los centros de convivencia, las casas protegidas, los colegios, los
lugares de trabajo, de culto y otros ámbitos de convivencia (Amarante, 1994; Kraut,
2006). O, dicho en otros términos, que la transformación de las representaciones
hegemónicas de la locura no se circunscribe a lo estrictamente institucional psiquiátrico.
Y esta transformación social se expresa a nivel subjetivo en la superación del “deseo de
manicomio” (Machado & Lavrador, 2001), entendido como el deseo de dominar,
subyugar, clasificar, jerarquizar, oprimir y controlar, común a toda racionalidad
carcelaria.
Ahora bien, si las instituciones tienden a legitimar poder (Moscovici, 1996),
entonces, mientras los manicomios sigan activamente ocupando el espacio público, el
poder concreto de los grupos que los sostienen, así como el poder de su imposición
simbólica (Bourdieu, 1985), participarán en el reforzamiento de las representaciones
asilares de la locura. Este ideal de control social es el equilibrio, como opuesto al
conflicto y al cambio. De allí que la aceptación y adaptación pasiva sea su meta
concreta. Por lo tanto, la opción entre innovación y conformidad estará sujeta al
desenlace entre tales fuerzas. Como sostiene Moscovici: La innovación presupone un
conflicto cuya solución depende tanto de las fuerzas de cambio como de las fuerzas de
control (Moscovici, 1996: 27). Se entiende pues, desde la teoría de las minorías activas,
que el cambio social es el proceso central de la influencia en sus manifestaciones
individuales y colectivas (Ibid.: 126). Y a la vez, si el conflicto implica incertidumbre y
si es una condición previa para la influencia, entonces cuanto mayor es el conflicto
más profunda será la influencia (Ibid.: 130). Las experiencias más radicales de reforma
psiquiátrica parecen haberlo testimoniado.

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INVESTIGACION Y REPRESENTACIONES SOCIALES


El impacto y las vicisitudes de los procesos de marginación social de los
enfermos mentales ha sido ampliamente abordado y analizado desde el estudio de las
representaciones sociales (Jodelet, 1989; Ayestarán, 1985, 1987; Páez, 1986, 1987a,
1987b; Charuty, 1985; Bellelli, 1987, 1994; De Rosa, 1988, 1994 y 2009; Zani, 1987,
1994, 1995; Cabruja, 1988; Schurmans, 1990; Morant, 1995; Morant, Rose, 1998;
Petrillo, 1996; Jovchelovitch, 2007; y otros).
Entre aquellos, dos estudios permiten hoy destacar la trascendencia de la
investigación de las representaciones sociales en su vinculación con la gestión social de
los espacios asignados a los “locos”. Se trata de Locura y representaciones sociales de
Denise Jodelet (1989), y la encuesta “La Santé Mentale en Population Générale. Image
et Réalité”6 (DREES, 2001). En el primero, a partir de un abordaje etnográfico y
psicosocial intensivo, Jodelet desentraña el significado profundo de la evitación del
contacto con los enfermos mentales acogidos en el seno de una colonia rural francesa.
Bajo las sombras y el silencio de ciertas prácticas de evitación, Jodelet descubre
estrategias de separación que demarcan nuevos espacios de diferenciación y
estigmatización más allá de los muros del hospital psiquiátrico.
El segundo estudio, de carácter extensivo y multicéntrico, que alcanzó un total
de 11.000 personas entrevistadas, demostró la estabilidad de las visiones negativas y
extremas respecto del “loco” y su condición social:

“El ‘loco’ es percibido como una persona irremediablemente anormal y para la que
toda esperanza de normalidad, y por consecuencia, de adaptación a la vida social es
vana. A la noción de loco se asocia la idea de exclusión y de rechazo de la integración.
Así, para más de dos tercios de las personas interrogadas, un loco es “excluido de su
familia” y más del 80% piensa que es ‘excluido de la sociedad’ y ‘excluido de su
trabajo’. La mayor parte de los encuestados ‘no conoce otro lugar para asistir a un
loco que el hospital psiquiátrico’, incluso para un próximo. Esta concepción de los
trastornos mentales va pues aparejada con la del encierro. Por otro lado, el término
‘loco’ está frecuentemente asociado a la idea de violencia” (DREES, N° 116, mayo
2001, 2).

Frente a tales evidencias, y a la luz de los avances teóricos e investigativos en


este terreno, sumar texto allí donde se concitaron tan emblemáticos debates parece
inconducente. Y más aún, si se contempla la necesidad de respuestas urgentes frente a la
postergación social en que aún viven miles de pacientes internados en instituciones

Noemí Graciela Murekian – Universidad de Buenos Aires 10


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psiquiátricas del mundo. Sin embargo, en el terreno de las prácticas, es posible renovar
la discusión alterando el orden de los términos: ¿cómo es posible que, a niveles
equivalentes o semejantes de resistencia psicosocial, la integración del enfermo mental
logre avances estimulantes en ciertas poblaciones y no en otras? ¿Qué factores
intervinieron en la generación y en la sustentabilidad de tales logros? Estos
interrogantes llevan a la siguiente consideración.

LA INCLUSION COMO CONSTRUCCION DE CIUDADANIA vs. LA


EXCLUSION COMO ESTRATEGIA DE CONTROL SOCIAL
Toda organización social implica una dialéctica de inclusión/exclusión
(Schnaper, 1996: 23). Según Paugam (1996), la exclusión es el paradigma a partir del
cual la sociedad toma conciencia de ella misma y de sus disfunciones (Paugam, op. cit:
7). En las sociedades democráticas, en las que el ideal proclamado de igualdad de los
ciudadanos no siempre es respetado, la inclusión del enfermo mental resulta un
imperativo difícil de negar, pero al mismo tiempo, difícil de aceptar (Jodelet, 1996) por
la carencia de experiencias generalizadas y sostenidas en el tiempo que superen los
obstáculos materiales y simbólicos del sistema manicomial.
En este sentido, para Amarante la temática de los derechos humanos en
democracia conlleva el significado de la lucha por la inclusión de nuevos sujetos de
derecho y de nuevos derechos para los sujetos en sufrimiento mental (Amarante, 2009:
69). No obstante, la construcción de ciudadanía no se logra por decreto sino que
requiere de un proceso social de cambio de mentalidades, de representaciones, actitudes
y relaciones sociales. La psiquiatría contribuyó, paradojalmente, para que la sociedad
entendiera que ‘el loco es peligroso’, que ‘el lugar del loco es el hospicio’, que ‘el
enfermo mental es irracional’ (Ibid.: 70). Es decir, participó directamente en la
producción de representaciones sociales y sentidos sociales de miedo, riesgo y
exclusión: estigmas, discriminaciones y prejuicios (Ibid.: 71). Para el autor, avanzar en
la superación del manicomio como lugar naturalizado del loco es la utopía de hoy,
entendida como objetivo y proyecto de lucha para la construcción de un nuevo lugar
social para las personas en sufrimiento mental (Ibid.: 14/15). Sin dudas, un camino de
conflictos que producen pulsaciones, paradojas, contradicciones, consensos y tensiones
(Ibid: 63).

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Según Castel, la impotencia de la psiquiatría para objetivar la imputación de


peligrosidad ha pesado sobre esta disciplina, al tiempo que ha revelado un
incomprensible coeficiente de arbitrariedad (Castel, 1984: 155).
Para la psiquiatría clásica, el riesgo se presentaba esencialmente bajo la forma de una
percepción del enfermo mental como capaz de actuaciones imprevisibles y violentas. La
“peligrosidad” es esa noción misteriosa, cualidad inmanente del sujeto, pero cuya
existencia permanece aleatoria dado que su prueba objetiva no se presenta más que
tras su realización (ibid.: 155).

En línea con Jodelet, si la experiencia vivida tiene que ver con la elaboración de
representaciones que favorecen u obstaculizan el cambio social (Jodelet, 2004),
promover y cuidar el desarrollo satisfactorio de los casos de externación y reinserción
de los pacientes, acompañando a las familias y evitando la desatención y el abandono,
sería una condición para la aceptación gradual de las nuevas prácticas.
Desde las corrientes críticas desarrolladas a partir de la denuncia del carácter
coercitivo del tratamiento institucional de la locura (Goffman, 1961, 1963; Foucault,
1979; Basaglia, 1968; Szasz, 1961, 1976), se ha reconocido que tanto en Europa como
en América, el surgimiento de la psiquiatría estuvo asociada más a una función de
control social que a una de cuidado o de cura. Una función íntimamente vinculada con
el ejercicio del poder.

Cooper ha dicho: “La violencia está en el centro de nuestro problema”. Y Basaglia:


“La característica de estas instituciones (escuela, fábrica, hospital) es una separación
tajante entre quienes tienen el poder y quienes no lo tienen”. Todas las grandes
reformas, no sólo de la práctica psiquiátrica sino del pensamiento psiquiátrico, se
sitúan en torno de esa relación de poder (…) El conjunto de la psiquiatría moderna
está, en el fondo, atravesada por la antipsiquiatría, si se entiende por ello todo lo que
pone en cuestión el papel del psiquiatra encargado antaño de producir la verdad de la
enfermedad en el espacio hospitalario (Foucault, 2005: 390).

Cuando en 1979, en su estancia en Brasil, se le solicitó a Basaglia exponer sus


ideas acerca de la psiquiatría como técnica, como instrumento de liberación o de
opresión, confesó que era muy difícil establecer dicha diferenciación y consideró
bizantina la división entre libertad y opresión.

Tendencialmente la psiquiatría es siempre opresiva, es una manera de manifestarse el


control social, pero es justamente desde ese punto de vista que la cuestión se vuelve
más compleja (Basaglia, 2008: 25)

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LA POSICION DE LOS ORGANISMOS INTERNACIONALES


La Organización Panamericana de la Salud y la Organización Mundial de la
Salud se han expresado a través de numerosos documentos a favor de los procesos de
desinstitucionalización y de la defensa de los derechos humanos de las personas con
trastornos mentales7. En el Informe sobre Salud en el Mundo 2001 se señala que:

La desinstitucionalización es un proceso complejo que conduce al establecimiento de


una red sólida de alternativas comunitarias. Cerrar hospitales psiquiátricos sin
alternativas comunitarias es tan peligroso como crear alternativas comunitarias sin
cerrar hospitales psiquiátricos. Lo uno y lo otro deben hacerse a un tiempo, por etapas
bien coordinadas. Un proceso de desinstitucionalización correcto tiene tres
componentes esenciales:
– la prevención de ingresos injustificados en hospitales psiquiátricos mediante la
dotación de medios comunitarios;
– el reintegro a la comunidad de los pacientes institucionalizados de larga duración
que hayan sido debidamente preparados;
– el establecimiento y el mantenimiento de sistemas de apoyo comunitarios para los
pacientes no institucionalizados (OMS, 2001: 50/51)

A partir de los resultados de diferentes evaluaciones, se ha reconocido no


obstante que: La desinstitucionalización no siempre ha sido un éxito, y la atención
comunitaria aún tiene que resolver algunos problemas operativos (Ibid.: 51). En
contraste, se destacan experiencias exitosas, como la italiana:

En Italia, por ejemplo, el cierre de todos los hospitales psiquiátricos en aplicación de


la Ley 180, que entró en vigor en 1978, formalizó y aceleró una tendencia preexistente
en el cuidado de los enfermos mentales (Ibid.: 51)

A su vez, en la segunda edición de “Salud mental en la comunidad” (OPS/OMS,


2009), Saraceno y Fleischmann subrayan la necesidad de un cambio radical del modelo
asistencial para pasar de una atención a corto plazo a otra de largo plazo que en lugar
de utilizar un abordaje biomédico adopte uno de carácter biopsicosocial (2009: 20).
La intención, en este sentido, ha sido acentuar la importancia de la dimensión
social de las enfermedades mentales más allá de ciertos avances de las neurociencias. Y
plantear, a partir de este paradigma, la necesidad de un cambio conceptual y estratégico
que pretende transformar el peso históricamente asignado al “lugar” dentro del modelo
tradicional de asistencia:

(…) En otras palabras, es preciso lograr un cambio radical mediante el cual se pase
de un modelo centrado en la ubicación espacial del proveedor (por ejemplo, los

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hospitales, servicios de consultas externas o consultorios) a otro, centrado en la


dimensión temporal del cliente. Los términos agudo y crónico hacen referencias a los
trastornos no a los lugares, y al respecto se puede declarar que el control tanto de las
afecciones agudas como de las crónicas en la comunidad tiene resultados superiores a
los obtenidos en los hospitales (op. cit.: 20).

A partir del reconocimiento del peso de los factores psicosociales en cuanto a la


facilitación u obstaculización de los cambios, la OMS ha afirmado taxativamente que:
Entre el sufrimiento y las perspectivas de tratamiento se erigen las barreras del
estigma, los prejuicios, la vergüenza y la exclusión (…) (op. cit.: 4). El slogan “Sí a la
atención, no a la exclusión” buscó explícitamente “estimular el debate público” y con
ello, la posibilidad de construir nuevas representaciones del campo de la salud mental.
Si bien, a partir de la Declaración de Caracas para la Reestructuración de la
Atención Psiquiátrica en América Latina, el 14 de noviembre de 1990 (OPS/OMS,
1990), se generó una tendencia favorable hacia la formulación de leyes atentas a los
principios críticos del documento, demoras en su reglamentación y aplicación obligaron
a la producción reiterada de otros documentos reafirmando, ampliando y precisando
tales principios.
Resulta imposible desoír, en este sentido, las dificultades inherentes al desarrollo
de las reformas contemplando la casuística internacional. En efecto, los objetivos del
proyecto integrador se enfrentaron con diversos obstáculos: a) el cambio de las
ideologías solidarias del Estado Benefactor, así como la globalización, el
neoliberalismo, las tendencias privatizadoras y el abandono del espacio sanitario
público por Estados debilitados (Desviat, 2000; Galende, 1997); b) las resistencias
sectoriales de quienes siguen adhiriendo a los viejos modelos administrativos de las
instituciones cuestionadas; y, c) las acciones y reacciones de la comunidad de cara a un
cambio radical en los hábitos y costumbres frente a la locura.

EL CONTEXTO ARGENTINO Y LA DESMANICOMIALIZACION


En Argentina, los conflictos intersectoriales abundan en torno a las iniciativas de
reforma psiquiátrica a pesar de la existencia de leyes de inspiración progresista 8. El
debate sobre la desmanicomialización sigue vigente, crece y se diversifica en formas
críticas (Bianchi, 2008). El valioso Informe sobre Derechos Humanos y Salud Mental en
la Argentina, llevado a cabo por el Centro de Estudios Legales y Sociales, sobre la
condición actual de los hospitales psiquiátricos en el país, revela que 25.000 personas se

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encuentran “detenidas” en instituciones psiquiátricas; más del 80% de ellas han estado
encerradas por más de un año, y muchas de por vida; el 75% de las personas
comprendidas en el sistema público sobreviven en instalaciones de 1000 camas o más
(CELS, 2007: 9-10)9.
Según Natella (2009; 2010), la Argentina no cuenta aún con una ley nacional de
salud mental10, sólo existen leyes provinciales:
• 12 estados (de 24) cuentan con leyes provinciales de salud mental.
• Una propuesta de ley nacional de salud mental (que al momento cuenta con una
aprobacion parcial en el parlamento) que prohíbe la habilitación de nuevos
hospitales psiquiátricos y promueve la desaparición gradual de los existentes,
ha instalado un profundo debate en el país.
• Su sanción ha sido bloqueada por la influencia de asociaciones psiquiátricas y
médicas del país.

Este señalamiento refleja el nivel de conflicto activado a instancias del debate


intersectorial sobre la necesidad de una ley nacional. Según Kraut, la transformación
normativa del sistema manicomial argentino significaría un notable avance, aunque no
suficiente. Se deberían forjar instrumentos paliativos de la situación actual, que niega a
los internados todos sus derechos (Kraut, 2006: 96).
La desmanicomialización, término que ha trascendido a nivel local para designar
experiencias críticas en salud mental, se originó en la Provincia de Río Negro. Si bien la
idea de cerrar los manicomios como propuesta estratégica era teóricamente conocida a
partir de la experiencia italiana, su desarrollo consistente y contínuo no lo era en nuestro
país. Los principales postulados de la llamada modalidad rionegrina se centran en cinco
ideas básicas: (a) descentralización, (b) trabajo comunitario e interdisciplinario, (c)
mantenimiento de los vínculos del sufriente mental con su medio, (d) reinserción del
sufriente mental en su medio, y (e) generar un cambio en la cultura, en las
representaciones sociales de la locura (Cohen, Natella, 1995).
El programa de investigación psicosociológica desarrollado en dicho contexto
tuvo por objetivo estudiar el impacto de dicha experiencia de reforma en las
representaciones sociales de la salud mental (1987-2007)11. El estudio aportó datos
relevantes respecto de la revitalización de los conflictos sociales producto de las
estrategias de integración social de las personas con sufrimiento mental, en términos de
la ley 2440 (Consejo Provincial de Salud Pública, Provincia de Río Negro, 1991).
En diferentes oportunidades fueron expuestos los resultados del programa
Interesa referir aquí sólo aquellos que expresan en diacronía la conexión especular entre

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una experiencia local respecto de un proceso más global: el thêmata inclusión-


exclusión.
El desarrollo de la desmanicomialización en Río Negro implicó un cambio en
dos niveles: el nocional, en el orden de las representaciones sociales, y el institucional, a
nivel político, con el cierre del Neuropsiquiátrico de Allen, la sanción de la ley 2440 y
la asistencia comunitaria en salud mental.
Los líderes de la desmanicomialización así como sus seguidores podrían
considerarse, desde el enfoque de la influencia minoritaria, como minorías nómicas
(Moscovici, 1996: 102) en la medida en que su oposición al sistema normativo
psiquiátrico tradicional fue consciente y explícito, tanto como su afirmación de las
soluciones de recambio.
La desmanicomialización trajo aparejado un cambio en las prácticas sociales,
exponiendo a los sujetos a un contacto ineludible con la alteridad. Entre la
manifestación que lo tengan en un lugar, que remitía a la certeza de un pasado de
localización reductiva de la locura, y el debería haber un lugar12, que se vincula con el
deseo insatisfecho de un espacio manicomial, emerge la distancia entre lo viejo y lo
nuevo, y sus resignificaciones.
El devenir concreto y simbólico del lugar atribuido a los pacientes psiquiátricos en
Río Negro se fue definiendo a medida que el proceso de reformas avanzaba:
a) En un principio, el Pabellón de internación psiquiátrica del hospital de Allen,
en el Alto Valle del Río Negro era el principal centro de derivación de
pacientes con trastornos mentales severos para un territorio de 203.013 km².
La institución concentraba el 90% de los recursos humanos de salud mental
lo cual generaba evidentes dificultades de acceso al tratamiento y
rehabilitación de los pacientes en su medio habitual. El 10% restante se
distribuía en cuatro servicios de salud mental en hospitales generales de
diferentes localidades y algunos especialistas en dos hospitales provinciales
(Cohen, Natella, 2009: 357)
b) A medida que el objetivo de descentralización se desarrollaba en el tiempo, y
crecían las necesidades de formación de recursos humanos y su distribución
en el extenso territorio provincial, se iban disponiendo nuevos espacios de
prestación asistencial.

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c) Cuando los principios de la ley 2440 adquirieron estatuto legal, el desarrollo


de las estrategias de desmanicomialización instauraron en el espacio público
nuevas normas de convivencia con los enfermos mentales y, en
consecuencia, nuevas formas de representación del espacio urbano.
d) A partir del análisis transversal del campo representacional conformado por
las asociaciones obtenidas a partir de las palabras estímulo “salud mental”,
“enfermedad mental”, locura”, “persona mentalmente sana”, “enfermo
mental” y “loco”, en las dos muestras poblacionales de Viedma (1992 y
2000) se identificaron tres elementos no negociables de la representación de
la salud mental –EQUILIBRIO / DESEQUILIBRIO, PROBLEMA y
MIEDO-. La problematización de la dicotomía equilibrio-desequilibrio, en
tanto criterio de demarcación, en coexistencia con una dimensión afectiva, el
miedo, deja entrever el thamata más universal vida-muerte, como angustia
por la muerte del ser racional. Un miedo que es a la vez ancestral y presente.
Ancestral, como producto de una memoria manicomial que dramatiza y
rechaza la locura, y presente, por el sentimiento de desprotección expresado
en la muestra del año 2000 a través de las palabras asociadas: aislamiento,
desocupación, discapacidad y pobreza. Desde una mirada que recoge la
metamorfosis del miedo en el mundo actual Galende ha analizado “el terror
de la exclusión” (1997: 115) como consecuencia del impacto globalizador
del sufrimiento y la incertidumbre. Es decir, al considerar el miedo ante la
eventualidad de ser un nuevo excluído social, propone la metáfora del
“encierro masivo”, como aquel sentimiento que “hace que la vida urbana se
acerque a la de la cárcel o el manicomio” (Galende; 2010).
e) En contraste, la investigación pudo captar indicios de apertura hacia una
nueva comprensión de la salud y la enfermedad mental. Su semántica se vio
enriquecida y complejizada, así como la reflexividad vinculada con la salud
mental comunitaria, la desmitificación del contagio y de las atribuciones
causales de la locura. La activación del interés y la preocupación sobre los
aspectos concretos de la desmanicomialización observados a partir de las
muestras señalan un camino promisorio para seguir avanzando y
profundizando la reforma.

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DISCUSION
"¡Abajo los muros de los manicomios!" expresó sin eufemismos Benedetto
Saraceno, director del Departamento de Salud Mental de la OMS (Amiguet, 2000). Una
exclamación que pareciera revivir el espíritu de los años basaglianos. Y sin embargo,
revela la necesidad de renovar el aliento de los proyectos de desinstitucionalización
psiquiátrica. De algún modo, es revelador de los esfuerzos por avanzar en tal sentido.
En Italia, en el mes de febrero del corriente año, se produjo un encuentro
internacional de Redes de Intercambio de Buenas Prácticas bajo la consigna: Trieste
2010: che cos’è 'salute mentale'? Per una rete mondiale di salute comunitaria 13. Su
programa temático destacó la necesidad de aunar esfuerzos más allá de las fronteras
locales, particularmente sobre “Saberes y paradigmas”, y “La práctica crítica anti-
institucional”. Ambos ítems apuntando a los derechos humanos globales (salud,
ciudadanía, libre expresión) y al interrogante: E’ possibile definire la salute mentale nel
suo senso per le persone e per i sistemi di cura marcando la distanza con la psichiatria
riduzionista? –
Promover los espacios de horizontalidad desde una amplia convocatoria a partir
del sitio más representativo de los proyectos de reforma, muestra su vigencia y
legitimidad. Así lo han acreditado ciertos especialistas franceses quienes, revisando las
políticas de sector, reconocen hoy un estancamiento en la concreción de sus objetivos.
En particular, Arthur se ha referido a la experiencia de Trieste como una utopía realizada:

Nosotros encontramos en TRIESTE equipos sanitarios trabajando serenamente en esta


comunidad creada para un mejor bienestar de los pacientes. Es verdad que todo lo que
nosotros vimos y sentimos es el resultado de treintaicinco años de trabajo comenzado
por el Doctor BASAGLIA, médico psiquiatra, en el que se inspiraron algunos de
nuestros psiquiatras contemporáneos y especialmente Jean-Luc ROELANDT en LILLE
(Arthur, 2007: 1).

Qué vimos nosotros?


Pacientes tomados a cargo en su dimensión médica y social por una sociedad solidaria
y responsable educada en la diferencia; psiquiatras y médicos, organizados en equipos
responsables solidarios móviles, preocupados unanimemente por el respeto de tres
reglas intangibles que consisten en considerar al paciente como:
- un ciudadano ante todo,
- una persona humana,
- una individualidad a descubrir y a respetar (Arthur, 2007: 1)

Dentro de esta misma línea revisionista, Torres y Kurkdjian (2004), especialistas


del sector de Marsella, se cuestionan cuánto de las representaciones de las patologías

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más graves asociadas negativamente a la violencia, la peligrosidad y la locura provienen


del desfase entre las propias percepciones de los profesionales y las del gran público. En
tal sentido, destacan la urgencia de interrogar a las propias prácticas.
¿Por qué impacta en nuestros días la experiencia basagliana? La respuesta tal vez
provenga de su capacidad de ser en el tiempo, de haber podido realizar un ideal
considerado imposible, de haber sostenido un cambio radical en la construcción social
del lugar del loco en la comunidad. Un lugar de ciudadanía, de residencialidad, de
inclusión, de responsabilidad compartida, de hospitalidad, de aceptación (Amarante,
2009). Por tales logros, el modelo basagliano ha visto re-significado y re-
contextualizado sus principios en cada región, sitio y país de adopción. Una utopía que
se propaga a través de los discursos y de las prácticas más allá de las críticas y las
oposiciones.
Sin dudas, adoptar el camino de la desinstitucionalización no escapa a
localismos y formas culturales de desarrollo. En tal sentido, las campañas de difusión y
concientización han mostrado la variabilidad de los discursos a partir de los cuales se
convoca al cambio. El caso de Chile es ejemplar. La responsable de la Unidad de Salud
Mental del Ministerio de Salud, manifestó a un periódico argentino que en su país no se
hablaba de cierre de los hospitales psiquiátricos sino de transformación (Lipcovich,
Página 12, 30/10/2009). Mediante esta formulación se pretendía alentar a la comunidad
a partir de una representación progresiva del cambio. Es decir, buscando minimizar
efectos indeseados: alarma y rechazo.
En Brasil se han desarrollado investigaciones esclarecedoras respecto de la
importancia de incorporar la dimensión simbólica del espacio en torno a la vida de los
usuarios, es decir, en torno a las personas que se relacionan con la institución
hospitalaria. Su objetivo ha sido evaluar y recomendar espacios construidos que puedan
facilitar las metas de la Reforma Psiquiátrica y de la Rehabilitación Psicosocial
(Carvalho, 2001: 49). El estudio de Carvalho ha servido para documentar el momento
de transición en que la convivencia simultánea de los usuarios en espacios hospitalarios
y/o asilares, se da junto a formas alternativas de asistencia. Dada su dimensión ética, se
recomienda evaluar periódicamente los espacios actuales –nuevos o reformados- para
evitar la reproducción de espacios manicomiales (Carvalho, op. cit.: 52). Observación
que podría muy bien trasladarse a otros contextos en situación de cambio.

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Identificar y divulgar los ámbitos de restitución de la ciudadanía perdida (Weber


Santos, 2008) es fundamental para que las personas institucionalizadas puedan rescatar
su dignidad y puedan readquirir los hábitos de lo cotidiano y nuevamente su espacio en
la sociedad (Ferreira de Mesquita, 2008: 15).
En el interjuego del espacio deseado, idealizado, simbólico, y en la materialidad
espacial y relacional, se conjuga un campo de estudio substancial en la evaluación del
desarrollo de las estrategias de reforma.

CONCLUSION
A la luz de lo expuesto, resulta innegable que a partir de las profundas críticas
que recayeron sobre el manicomio como lugar naturalizado del “loco”, y de la evolución
de las experiencias de reforma psiquiátrica -desinstitucionalización, lucha anti-
manicomial, desmanicomialización- se han multiplicado los espacios de convivencia e
interacción social de los enfermos mentales en la comunidad.
Sin embargo, el estudio y el seguimiento de tales experiencias presentan
dificultades teóricas y metodológicas. Definir las condiciones de integración social y los
parámetros por los cuales calificar el grado de concreción de un proyecto de reforma
constituye una ardua tarea (González de Chávez, 1993). Y esto es así, no sólo por las
formas heterogéneas en que una sociedad se plantea un cambio en su organización
institucional, sino también porque no siempre es fácil acceder a los actores
involucrados: pacientes, familiares de pacientes, especialistas, comunidad. No obstante
ello, siguen surgiendo nuevas investigaciones y proyectos creativos (Evia, 2009;
Pereira, 1997, 2004; Machado, 2006).
Ahora bien, ya se trate de países desarrollados o no, las políticas de inclusión
social siguen generando resistencias sectoriales y comunitarias. Los antecedentes
cuentan tanto a nivel investigativo, como en los discursos cotidianos de los medios de
comunicación que persisten en resaltar la peligrosidad del enfermo mental evocando
miedos estadísticamente infundados (Noonan, Forsyth, 2003). Los medios de
comunicación aportaron a la objetivación del mito, al representar en palabras e
imágenes el criterio más visible y aleccionador respecto de la filosofía del encierro.
Mediante datos estadísticos, Amiel-Masse (2010) ha tratado de ilustrar el concepto de
que la enfermedad mental no es en sí misma un factor de peligrosidad, y que la
intolerancia y el miedo son vectores de parcialidad y de falsas informaciones.

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En 50 años la fuerza del mito aumenta: las encuestas muestran que se ha duplicado el
número de personas que relacionan violencia y psicosis: Encuesta 1996 en los Estados
Unidos, el 61% afirma creer que los esquizofrénicos son violentos hacia los demás y
ésto, de una manera general / Estudio canadiense 1998, 4 personas sobre 5 piensan
que los enfermos mentales son peligrosos y violentos (a pesar del intenso trabajo de
información realizado en su momento…) (Amiel-Masse, op. cit.).

En efecto, se ha comprobado que el contacto cotidiano con los pacientes


externados ha mostrado un cariz de reforzamiento de los prejuicios y rechazos allí en
donde las resistencias al cambio han sido difíciles de superar (Jodelet, 1989; Bungener,
1995). De allí que, cuando un proyecto de reforma logra anidar en una colectividad, los
especialistas se esfuerzan en buscar las razones de su éxito indagando en su historia y en
los recursos éticos, sociales y culturales pertinentes al contexto de desarrollo.
La democratización del espacio público y de la vida en común ha sido el mejor
continente y condición de posibilidad de los proyectos de transformación. En la
actualidad, diferentes especialistas (Cohen, 2009; Amarante, 2009; CELS, 2007; Vidal,
2007) coinciden en afirmar que las experiencias de transformación de base comunitaria
y psicosocial, orientadas hacia la reinserción de los pacientes psiquiátricos, la
deshospitalización, el abordaje interdisciplinario e intersectorial, más allá de las
dificultades de implementación, muestran mejor resolución en los niveles de
rehabilitación y cuidado de los pacientes. Es decir, mayor grado de autonomía,
interacción social, respuesta general, y calidad de vida. Estos avances han actuado sobre
los efectos nocivos del manicomio como espacio de desubjetivacion, de pérdida de la
libertad, de la identidad y de la dignidad (Galende, 1997).
Evitar el abandono y la desatención representa el mayor riesgo y el mayor desafío
que corren las prácticas de desinstitucionalización. Lamentablemente, no siempre estas
condiciones han sido observadas y atendidas en el nivel de complejidad que el objetivo
requiere. Es mucho lo que se expone cuando se lanza un proyecto de reforma. El
impacto de un fracaso en este campo finalmente conlleva a una reacción involutiva, a
experiencias de retorno que problematizan aún más el fin buscado y refuerzan las
representaciones asilares. Se trata también de experiencias de fuga que aún aceptando
formalmente los estándares internacionales sobre salud mental y derechos humanos, los
ignoran.
A modo de conclusión, se podría caracterizar la situación actual del “lugar del loco”
en la sociedad actual como un espacio de coexistencia conflictiva entre las estructuras

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desgastadas de un sistema institucional psiquiátrico perimido, el desarrollo de


alternativas y la consolidación de determinadas experiencias de ruptura radical con el
modelo manicomial.
Sin despreciar los logros ya alcanzados, el estudio de los espacios sociales de la
locura exige mayor profundización cuando se trata de implementar estrategias dentro de
un área de aplicación crítica que demanda respuestas integrales. Así lo acreditan
referentes investigativos fundamentales (Jodelet, 1989; DREES, 2001, 2009; Bellamy,
Roelandt, Caria, 2004) que permiten visualizar hoy la diversidad de formas en que el
compromiso ético de la integración de las personas con trastornos mentales se ve
favorecido por la perspectiva de las representaciones sociales.

BIBLIOGRAFIA
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1
La noción de thêmata será retomada más adelante.
2
En los maristanes o nosocomios para los enfermos mentales, se empleaban técnicas novedosas como la
musicoterapia, apelando al murmullo del agua de las fuentes o a suaves melodías ejecutadas con el laúd, el qanún o la
flauta de caña, y la terapia ocupacional para curar a los perturbados mentales (JISHIM 2002). Algo bastante distinto,
incluso hoy en día, a las puertas del siglo XXI, donde todavía se apela a métodos psiquiátricos como el electroshock,
chalecos de fuerza, el uso de fármacos nocivos en las «curas de sueño», la lobotomía, etc., o a interminables y costosas
secciones de psicoterapia con bastantes magros resultados (Zaid-Farah, op. cit., 202).
3
Psicólogo militante de la llamada “lucha antimanicomial” de Brasil.
4
Monumentos Históricos en Puerto Rico. Disponible en:
http://www.proyectosalonhogar.com/Monumentos_Historicos/indice.htm
5
Psiquiatras argentinos, líderes de la experiencia de “desmanicomialización” de la provincia de Río Negro.
68
El estudio « La santé mentale en population générale : images et réalités » es una investigación acción internacional
multicéntrica realizada por la Association septentrionale d’épidémiologie psychiatrique (ASEP) y el Centre
collaborateur de l’OMS (CCOMS) para la ivestigación y la formación en salud mental (Lille, France), en colaboración
con la Direction de la recherche, des études, de l’évaluation et des statistiques (Drees). Sus objetivos principales son,
por una parte, describir las representaciones relacionadas con la « enfermedad mental », la « locura », la « depresión
» y con los diferentes modos de ayuda y de cuidado, y, por otra parte, evaluar la prevalencia de los principales
trastornos mentales, en la población general mayor de 18 años o más. Se trata también de sensibilizar a los socios
sanitarios, sociales, asociativos y políticos acerca de la importancia de los problemas de salud mental y de promover
la instauración de una psiquiatría integrada a la ciudad. En cada sitio de realización de la encuesta, los datos fueron
recogidos por encuestadores formados, a partir de cuestionarios administrados mediante entrevistas cara–a-cara de
personas abordadas en la calle, respetando cuotas sociodemográficas (sexo, edad, categoría socio-profesional…) de
manera de obtener la muestra más representativa posible de la población viviente en la zona geográfica considerada.
En cada persona interrogada, las preguntas tuvieron por fin explorar sus propias representaciones de la salud mental
así como la presencia de trastornos mentales actuales o pasados y los recursos terapéuticos y/o ayudas utilizados. La
metodología de la encuesta consistió en describir, en términos generales, los principales resultados de la primera fase.
Una muestra nacional se constituyó relevando datos de los sitios franceses. Ellos han sido representativos de la
población francesa adulta mayor de 18 años, respecto de las variables de edad, sexo, nivel de estudios, categoría
socioprofesional y situación laboral. Esta muestra nacional alcanzó cerca de 36000 individuos para Francia
metropolitana y 2500 para las provincias de ultramar. La encuesta fue igualmente realizada en Argelia, Bélgica, las
Comores, Grecia, Madagascar, Mauricio y Mauritania (DREES, 2004: 12).
7
En Salud mental en la comunidad (OPS, 2009) esta posición se encuentra desarrollada a partir de la presentación de
diferentes experiencias llevadas a cabo en la región latinoamericana.
8
La primera ley de salud mental de Argentina fue una ley provincial. Se trata de la ley 2440 de la provincia de Río
Negro.
9
Del Informe se infiere que el objetivo de transformación del sistema manicomial a nivel nacional permanece como una
asignatura pendiente. Y si bien es optimista respecto de los recursos humanos actuales ( funcionarios, técnicos,
académicos especializados y organismos de derechos humanos interesados en lograr una reforma de salud mental
integral), las experiencias en curso son muy limitadas considerando globalmente el contexto socio-sanitario argentino.
El estudio cita como experiencias más reconocidas a las de las provincias de Río Negro y San Luis. Así como menciona
a grupos de usuarios o “expacientes” tales como el Frente de Artistas del Borda, Radio La Colifata y Pan del Borda.
10
El Dr. Itzhak Levav, Ex-Asesor de la OPS, en su participación en el acto inaugural de las Jornadas Internacionales
sobre Salud Mental, Familia y Adicciones (Buenos Aires, 24 de junio/2010) se refirió particularmente al hecho de que
aún queda pendiente en el Senado la aprobación de la ley de salud mental: y comentó que había un enfrentamiento
entre “dos grupos profesionales” del campo de la psicología y psiquiatría. “Un grupo sostenía que las violaciones
ocurren y por lo tanto son necesarias las proscripciones en la ley, mientras que el otro grupo negaba que existieran y
asumía ingenuamente que las prácticas no requerían vigilancia” (Periódico PÁGINA 12, Nota de Emilio Ruchansky,
del 25/06/2010).
11
En Bibliografía: MUREKIAN, N. G. (2007).
12
Que lo tengan en un lugar… (expresión popular captada durante la etapa cualitativa del programa de investigación, en
el seno de un encuentro comunitario en la ciudad de Valcheta, con anterioridad al cierre del Pabellón de internación
psiquiátrica del Hospital de Allen (3 de octubre de 1988). Tendría que haber un lugar… (expresión registrada durante
la etapa cuantitativa a partir de la muestra poblacional Viedma- 2000). En ellas se ve objetivado ese núcleo duro y
resistente al cambio de las representaciones de la locura y del loco, al que apuntan los esfuerzos de transformación de la
ideología manicomial.
13
Incontro Internazionale - Trieste 9-13 febbraio 2010.

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