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Ministerio de Catequista en la Iglesia

Este documento instituye el ministerio de catequista en la Iglesia Católica. Explica que el ministerio de la enseñanza de la fe tiene una larga historia en la Iglesia desde los tiempos de los apóstoles. Señala que los laicos han jugado un papel fundamental en la transmisión de la fe a través de la catequesis. Finalmente, establece las cualidades y la formación necesarias para aquellos llamados a ejercer este nuevo ministerio instituido de catequista.
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Ministerio de Catequista en la Iglesia

Este documento instituye el ministerio de catequista en la Iglesia Católica. Explica que el ministerio de la enseñanza de la fe tiene una larga historia en la Iglesia desde los tiempos de los apóstoles. Señala que los laicos han jugado un papel fundamental en la transmisión de la fe a través de la catequesis. Finalmente, establece las cualidades y la formación necesarias para aquellos llamados a ejercer este nuevo ministerio instituido de catequista.
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CARTA APOSTÓLICA

EN FORMA DE «MOTU PROPRIO»


ANTIQUUM MINISTERIUM (CON LA QUE SE INSTITUYE
 EL MINISTERIO DE CATEQUISTA)

FRANCISCO
 
 El ministerio de Catequista en la Iglesia es muy antiguo. El servicio de la enseñanza encuentra su
primera forma germinal en los “maestros”, a los que el Apóstol Pablo hace referencia (1 Co 12,28-31).

 Algo similar lo encontramos en el evangelio de Lucas. El evangelista parece ser muy consciente de que
con sus escritos está proporcionando una forma específica de enseñanza que permite dar solidez y fuerza
a cuantos ya han recibido el Bautismo (1,3-4). Pablo vuelve a tratar el tema (Gálatas 6,6) y se añade una
peculiaridad fundamental: la comunión de vida como una característica de la fecundidad de la verdadera
catequesis recibida.

 Desde sus orígenes, la comunidad cristiana ha experimentado una amplia forma de ministerialidad que
se ha concretado en el servicio de hombres y mujeres para la edificación de la Iglesia. Los carismas, que
el Espíritu nunca ha dejado de infundir en los bautizados, encontraron en algunos momentos una forma
visible y tangible de servicio directo a la comunidad cristiana en múltiples expresiones, hasta el punto de
ser reconocidos como una diaconía indispensable para la comunidad (1 Co 12,4-11).

 Dentro de la gran tradición carismática del Nuevo Testamento, es posible reconocer la presencia activa
de bautizados que ejercieron el ministerio de transmitir de forma más orgánica, permanente y vinculada
a las diferentes circunstancias de la vida, la enseñanza de los apóstoles y los evangelistas. La Iglesia ha
querido reconocer este servicio como una expresión concreta del carisma personal que ha favorecido
grandemente el ejercicio de su misión evangelizadora. La Iglesia invita a comprender cuáles puedan ser
las nuevas expresiones con las que continúe siendo fiel a la Palabra del Señor para hacer llegar su
Evangelio a toda criatura.

 Toda la historia de la evangelización de estos dos milenios muestra con gran evidencia lo eficaz que ha
sido la misión de los catequistas. Obispos, sacerdotes y diáconos, junto con tantos consagrados, hombres
y mujeres, dedicaron su vida a la enseñanza catequética a fin de que la fe fuese un apoyo válido para la
existencia personal de cada ser humano.

 No se puede olvidar a los innumerables laicos y laicas que han participado directamente en la difusión
del Evangelio a través de la enseñanza catequística. Hombres y mujeres animados por una gran fe y
auténticos testigos de santidad que, en algunos casos, fueron además fundadores de Iglesias y llegaron
incluso a dar su vida. También en nuestros días, muchos catequistas capaces y constantes están al frente
de comunidades en diversas regiones y desempeñan una misión insustituible en la transmisión y
profundización de la fe.
 A partir del Concilio Ecuménico Vaticano II, la Iglesia ha percibido con renovada conciencia la
importancia del compromiso del laicado en la obra de la evangelización.
 «Digna de alabanza es también esa legión tan benemérita de la obra de las misiones entre los
gentiles, es decir, los catequistas, hombres y mujeres, que llenos de espíritu apostólico, prestan
con grandes sacrificios una ayuda singular y enteramente necesaria para la propagación de la fe
y de la Iglesia. En nuestros días, el oficio de los Catequistas tiene una importancia
extraordinaria porque resultan escasos los clérigos para evangelizar tantas multitudes y para
ejercer el ministerio pastoral» (Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Ad gentes, 17).

 Se valora el esfuerzo eclesial actual por hacer una renovación de la catequesis. Testimiios son:
 Catecismo de la Iglesia Católica,
 Exhortación apostólica Catechesi tradendae,
 Directorio Catequístico General,
 Directorio General para la Catequesis,
 Catecismos nacionales, regionales y diocesanos.

 Es necesario reconocer la presencia de laicos y laicas que, en virtud del propio bautismo, se sienten
llamados a colaborar en el servicio de la catequesis (cf. CIC c. 225; CCEO cc. 401. 406). En nuestros
días, esta presencia es aún más urgente debido a la renovada conciencia de la evangelización en el
mundo contemporáneo sin olvidar la exigencia de metodologías e instrumentos creativos que hagan
coherente el anuncio del Evangelio con la transformación misionera que la Iglesia ha emprendido.
Fidelidad al pasado y responsabilidad por el presente son las condiciones indispensables para que la
Iglesia pueda llevar a cabo su misión en el mundo.

 Despertar el entusiasmo personal de cada bautizado y reavivar la conciencia de estar llamado a realizar
la propia misión en la comunidad, requiere escuchar la voz del Espíritu que nunca deja de estar presente
de manera fecunda (cf. CIC c. 774 §1; CCEO c. 617). El Espíritu llama también hoy a hombres y
mujeres para que salgan al encuentro de todos los que esperan conocer la belleza, la bondad y la verdad
de la fe cristiana. Es tarea de los Pastores apoyar este itinerario y enriquecer la vida de la comunidad
cristiana con el reconocimiento de ministerios laicales capaces de contribuir a la transformación de la
sociedad mediante «la penetración de los valores cristianos en el mundo social, político y económico»
(Evangelii gaudium, 102).

 El apostolado laical posee un valor secular indiscutible, que pide «tratar de obtener el reino de Dios
gestionando los asuntos temporales y ordenándolos según Dios» (Conc. Ecum. Vat. II, Const.
dogm. Lumen gentium, 31). Además «están especialmente llamados a hacer presente y operante a la
Iglesia en aquellos lugares y circunstancias en que sólo puede llegar a ser sal de la tierra a través de
ellos» (Lumen gentium, 33).

 El Catequista, en efecto, está llamado en primer lugar a manifestar su competencia en el servicio


pastoral de la transmisión de la fe.

 No se puede negar, por tanto, que «ha crecido la conciencia de la identidad y la misión del laico en la
Iglesia. Se cuenta con un numeroso laicado, aunque no suficiente, con arraigado sentido de comunidad y
una gran fidelidad en el compromiso de la caridad, la catequesis, la celebración de la fe» (Evangelii
gaudium, 102).
 Es conveniente que al ministerio instituido de Catequista sean llamados hombres y mujeres de profunda
fe y madurez humana, que participen activamente en la vida de la comunidad cristiana, que puedan ser
acogedores, generosos y vivan en comunión fraterna, que reciban la debida formación bíblica, teológica,
pastoral y pedagógica para ser comunicadores atentos de la verdad de la fe, y que hayan adquirido ya
una experiencia previa de catequesis (cf. Conc. Ecum. Vat. II, Decr. Christus Dominus, 14; CIC c. 231
§1; CCEO c. 409 §1). Se requiere que sean fieles colaboradores de los sacerdotes y los diáconos,
dispuestos a ejercer el ministerio donde sea necesario, y animados por un verdadero entusiasmo
apostólico.
Dado en Roma, junto a San Juan de Letrán, el día 10 de mayo del año 2021, Memoria litúrgica de san Juan de
Ávila, presbítero y doctor de la Iglesia, noveno de mi pontificado.
 

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