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39521202la Ciencia Un Asunto de Palabras

Este documento explora cómo la ciencia depende fundamentalmente del lenguaje y las palabras. Explica que la ciencia se basa en teorías y razonamientos que se comunican a través de textos escritos, no solo en experimentos o mediciones. También destaca que el ser humano es inherentemente un ser del lenguaje, y que todas las actividades humanas como pensar, comunicarse y entender el mundo implican el uso de palabras. Por lo tanto, la ciencia como actividad humana se basa necesariamente en las palabras.

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39521202la Ciencia Un Asunto de Palabras

Este documento explora cómo la ciencia depende fundamentalmente del lenguaje y las palabras. Explica que la ciencia se basa en teorías y razonamientos que se comunican a través de textos escritos, no solo en experimentos o mediciones. También destaca que el ser humano es inherentemente un ser del lenguaje, y que todas las actividades humanas como pensar, comunicarse y entender el mundo implican el uso de palabras. Por lo tanto, la ciencia como actividad humana se basa necesariamente en las palabras.

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Contaduría y Administración

ISSN: 0186-1042
[email protected]
Universidad Nacional Autónoma de México
México

Silva Camarena, Juan Manuel


La ciencia: un asunto de palabras
Contaduría y Administración, núm. 212, enero-marzo, 2004, pp. 5-24
Universidad Nacional Autónoma de México
Distrito Federal, México

Disponible en: http://www.redalyc.org/articulo.oa?id=39521202

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La ciencia: un asunto de palabras 5

La ciencia: un asunto de palabras*

Juan Manuel Silva Camarena


Coordinador del Programa de Formación
de Investigadores, Facultad de Contaduría
y Administración, UNAM

Resumen

En el presente ensayo se explora la importancia del lenguaje en la vida humana, y en especial en la actividad
científica. En el trabajo de la filosofía de la ciencia se impone la necesidad de reconocer la importancia del papel
que juega en la investigación científica la palabra y el razonamiento, la escritura y el texto. En la unidad y diversidad
de doce apartados el autor lleva a cabo un peculiar esfuerzo para mostrar de qué insospechada manera se van
enlazando los temas de la palabra y la realidad, el pensamiento y la lógica, la esencia del hombre como ser del
lenguaje y el carácter ético de la averiguación de la naturaleza de las cosas. Con los hilos de la madeja se van atando
distintas cuestiones: el poder de la palabra, la identificación entre pensar, hablar y actuar; la distinción entre teoría
y práctica; la necesidad humana de dar razón de lo real; la vocación de la verdad y la actitud desinteresada frente
a lo real, la abolición de las arbitrariedades en el trabajo de la ciencia; la conexión entre razón, hecho y experiencia;
la vecindad entre escritura y lectura, el oficio de escribir, la degradación de la palabra en la razón calculadora y
la salvación del verbo en la razón pensante.

“…la escritura, la única conservadora fiel de las ideas”.


Arturo Schopenhauer

I Debemos, pues, plantear nuestra pregunta: ¿qué


es la ciencia? La pregunta misma y su respuesta
La ciencia tiene que ver con las palabras. Si no nos revelan, en efecto, que se trata de un asunto de
perdemos de vista el sentido radical de esta afirma- razones, y por tanto, de palabras. La ciencia, en
ción quedamos situados en la condición idónea
para comprender la naturaleza de esta peculiar
actividad humana que llamamos investigación cien- *Texto escrito para el Programa de Formación de Investigadores,
tífica. Todos los caminos de la comprensión co- División de Investigación de la Facultad de Contaduría y Administra-
mienzan invariablemente con una interrogación. ción de la Universidad Nacional Autónoma de México.

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efecto, trabaja con palabras. Nadie ha de ignorar enunciado puede aparecer como algo evidente de
que usa más palabras que instrumentos de medi- suyo y, al mismo tiempo, como un desatino, o
ción y registro, que matraces y morteros. La pala- cuando menos, como una exageración. Por eso no
bra científica es palabra teórica. Éste es el hecho puede evitarse cierta dosis de perplejidad. Es obvio
principal. El saber científico se halla en las teorías, que para el hombre nada es más familiar que las
y éstas se encuentran en los textos, no en las palabras. La naturaleza verbal de nuestro ser es
mesas o las gavetas de los laboratorios. Los razo- algo bien identificado. Pero ¿acaso contamos con
namientos cobran vida en lo escrito. Si no se este hecho como lo hacemos con la silla en la que
escribe, no hay ciencia. Se trata de un menester de nos acomodamos plácidamente o el piso sobre el
palabras, y en tanto que expresión teórica metódi- que caminamos, desplazándonos con seguridad?
camente vigilada, culmina en un decir riguroso, en Si nos quitaran la cosa en la que nos sentamos o se
extremo alejado de las formas de hablar arbitrarias nos moviera el terreno que sostiene cada uno de
propias de las opiniones personales. Se impone así nuestros pasos notaríamos inmediatamente que
la necesidad de dejar de creer que la actividad nuestros apoyos se nos esfuman. En cambio, las
científica es algo que se decide finalmente en la palabras nunca nos abandonan, ni siquiera cuando
práctica, el experimento, las cifras de los porcenta- por alguna circunstancia de la vida perdemos la
jes estadísticos o el cálculo matemático. La aven- capacidad de hablar. Incluso cuando no podemos
tura de la ciencia comienza y acaba con palabras, decir nada, cuando declaramos, por ejemplo, que
aunque en ella, incluso por encima de nuestras no tenemos palabras para expresar lo que senti-
mejores razones, la última palabra la tienen las mos o lo que nos pasa, es posible aún comunicar
cosas mismas. estos hechos de naturaleza silenciosa mediante
alguna forma de lenguaje. Lo inefable, al fin y la
II postre, se puede comunicar. Toda auténtica co-
municación es lenguaje. Nada queda por debajo o
Con fines publicitarios, o sin ellos, se ha dicho que por encima de las palabras. Como en casa, diría-
hablando se entiende la gente. No podemos lograr- mos, siempre podemos estar seguros con las
lo de otra manera. Hablando expresamos tanto palabras. Y sólo con ellas podríamos intentar con-
nuestro pensamiento como nuestro ser. Somos vencernos de lo contrario.
seres de la expresión, como ha quedado bien
establecido en La metafísica de la expresión1 de El gran poder del hombre es el poder de la palabra.
Nicol. Comunicamos tanto nuestra forma común Es un poder compartido, de todos y de cada uno.
de ser como nuestra peculiar manera de ser. No Sin límite: se puede hablar de todo, de lo que es y de
solamente nos entendemos cuando hablamos. lo que no es, de lo que existe y de lo que solamente
Hablando vivimos y morimos, sufrimos y gozamos, es producto de la imaginación. La nada misma
nos enfermamos y nos curamos, odiamos y ama- puede hospedarse en las habitaciones y los pasi-
mos. Todo esto es algo bien sabido, pero no sole- llos de nuestro discurso. La fuerza de la palabra
mos reconocer su importancia. consiste en que puede referirse a cualquier cosa.

En realidad, todas las cosas de la vida humana


representan un asunto de palabras. Después de
advertir que en la naturaleza humana lo más natural
son las palabras, no debería extrañarnos ya la 1
Metafísica de la expresión, Fondo de Cultura Económica, México,
generalidad de la aseveración. Sin embargo, el 1957, primera versión.

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Podemos hablar de lo que tenemos y de lo que de dominio sobre las creencias que imponen los
perdimos, lo que buscamos y lo que conseguimos; intereses particulares”2 . Los seres humanos, nos
de lo que queremos, anhelamos, lamentamos; de parece, se comportan crédulamente cuando hallan
lo que vemos y lo que sentimos, de lo que fuimos, buenas razones en lo dicho, en lo pensado, en lo
de lo que quisiéramos ser, de lo que somos… hecho.

III IV

¿Por qué en nuestros días parece que somos Verdad de Perogrullo: para decir cualquier cosa es
particularmente insensibles al poder de la palabra? preciso hablar. Si no pudiéramos hablar, tampoco
Para bien y para mal, las cosas cambian. Todavía podríamos vivir como seres humanos. Si uno está
en la primera parte del siglo XX era común que la vivo, a uno le pasan cosas. Hablamos para que
gente viviera con fe en la palabra. Salvo casos de aparezca el mundo en nuestras palabras y para
excepción, se daba por descontado que las perso- decir lo que nos pasa. Hablando damos razón de lo
nas no hablaban por hablar. El ser humano tenía que nos sucede. Hablamos y pensamos. Si no es
palabra. El hombre era un ser de palabra, no sólo el lo mismo el ser y el pensar, como quería Parméni-
ser de la palabra. Esto significa que lo que se decía des, sí es lo mismo pensar, hablar y actuar. Toda
valía tanto o más que eso que hoy exigimos que palabra es pensamiento, y todo pensamiento es
quede por escrito y firmado de puño y letra como acción. Sin embargo, en el mismo malentendido de
garantía de confiabilidad. Cuando se confía única- que por un lado hay palabras y por el otro pensa-
mente en lo que el papel dice, es evidente que ya mientos cobra vida la contumaz creencia de que
no se tiene suficiente fe en lo dicho. Entonces todo hay, separadamente, acciones y pensamientos.
parece indicar que ha disminuido el valor moral de Por una razón que no viene al caso examinar aquí,
la palabra hablada (sin que necesariamente haya hemos separado el pensamiento de las palabras y
aumentado el de la palabra escrita). Sucede como las acciones, y les hemos otorgado una vida inde-
si los hombres (pasándose de listos) fueran lo pendiente. Pero hablar, actuar y pensar son una y
suficientemente incrédulos para no confiar ya en lo la misma cosa: las palabras de alguien que actúa y
que dicen los demás, y acaso ni en lo que ellos piensa; el pensamiento que en la acción misma se
mismos afirman. Al parecer ahora es cosa del formula con palabras; la acción que toma cuerpo en
pasado apelar a la fidelidad que se debe a lo que las actos, pensamientos y palabras. Las palabras, las
palabras quieren decir, a la adecuación entre pala- acciones y el pensamiento no son partes aisladas
bra y realidad, a la concordancia entre lo que se y distintas de lo que somos. Cuando se coloca
dice y lo que realmente se piensa. La veracidad es frente a nosotros un ser humano no vemos de un
cosa del pasado. Como sin duda es cosa de otros lado las ideas de su razón y de otro sus palabras
tiempos el que los seres humanos perdieran la vida y sus acciones.
en defensa del honor. Sin embargo, cuando es
preciso restablecer el peso de las palabras y res-
taurar la ética de la comunicación, vale la pena
creer en las palabras y en lo que se dice. El sentido
de la verdad (que naturalmente tiene que ver con el
sentido de nuestra vida) retorna solamente ahí
donde una ética de la creencia, en la expresión de 2
Luis Villoro, Creer, saber, conocer, Siglo Veintiuno Editores, México,
Villoro, trabaja “a favor de la liberación de las formas 1982, p. 269.

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Puede parecer extraño hablar de estas cosas. Si existe semejante distinción sino cuando se conci-
así fuere se pondría de manifiesto claramente nues- ben la acción y el pensamiento en abstracto, como
tra incapacidad actual para notar hasta qué punto el dos cosas tan enteramente distintas entre sí que ya
sentido común se ha apoderado de nuestra facul- nunca se puede restablecer su unidad. Después
tad de razonamiento, obstruyendo las vías de la de creer lo contrario durante muchos siglos, nos
comprensión. No existe ninguna forma de acción cuesta trabajo admitir que es lo mismo pensar,
humana que no esté acompañada del pensamiento hablar y actuar. No cabe duda de que debimos
y sus palabras. ¿El hecho de que podamos pensar deshacernos desde hace mucho tiempo de lo que
en silencio (sin articular sonidos) nos autoriza a Heidegger llama la interpretación técnica del pen-
suponer (erróneamente) que el pensamiento, para sar, la que comienza en Platón y Aristóteles3 , y
pensar, se despoja de las palabras, y que la acción, encuentra su apogeo en nuestros días. El pensa-
para ser efectiva, renuncia a la capacidad de miento no es una técnica (τεχνη) al servicio de las
razonar? No es mudo el pensamiento, ni ilógica la formas del quehacer y el hacer que consiguen
acción. Piensa hablando. Hablando, silenciosa- resultados provechosos. Mas no está por un lado la
mente, piensa. Pensar es actuar, dice Platón. Las acción, y por otro el pensamiento. Esta noción
palabras no son cosas desechables que el pensa- popular, generada primero en el seno mismo de la
miento pudiera tirar a la basura después de haber- reflexión filosófica, es meramente una convención,
las usado. El pensamiento no es una especie de muy ampliamente utilizada por el sentido común
pegamento que sirva para ir pegando letra con letra, para comunicar fácil y rápidamente lo que hace-
palabra con palabra, idea con idea. No puede darse mos y lo que dejamos de hacer. Pensar es hablar,
el caso de que haya palabras sin pensamientos, hablar es pensar. Aunque no articulemos sonidos,
pensamientos sin palabras. Cuando no hay pensa- cuando pensamos articulamos razones. No es
miento en ella, la palabra se vuelve sólo sonido. Por cierto que el pensamiento sea algo independiente-
alguna razón en castellano usamos dos vocablos mente de las palabras. Pensamos hablando, ha-
distintos para mencionar el acto de hablar y el de blamos pensando. Es una distinción superficial y
pensar. Y no se trata de una razón trivial, como la sin fundamento la que nos hace creer que primero
de la idea de que una lengua es rica en sí misma si pensamos y luego comunicamos lo que pensamos
tiene varios términos para hablar de lo mismo. En mediante palabras. No se puede pensar sino a
el fondo de la dualidad de palabra y pensamiento través del lenguaje; no se puede hablar sin que
hay una decisión metafísica de la filosofía que entre en acción el pensamiento. El lenguaje es el
encontró así un acomodo fácil para cuestiones agua donde nadan las razones. El pensamiento
difíciles. Las palabras sin los pensamientos están despliega libremente sus alas en el vuelo de las
vacías; los pensamientos sin las palabras son palabras. Cualquier metáfora o imagen viene a
ciegos. La palabra es mucho más que sonido y cuento si nos ayuda a entender que la palabra y el
grafía. La acción no es sólo movimiento. El pensa- pensamiento son una y la misma cosa. No hay una
miento es algo más que dos o tres pares de sola palabra que no sea en sí misma un trozo de
silogismos girando lógicamente en la cabeza. pensamiento. Del mismo modo, no hay un solo

No es lo mismo lo práctico que lo teórico. Pero


cuando establecemos la diferencia entre la acción
práctica y la acción teórica, no debemos creer que
a la vez hemos puesto las bases para mantener la 3
Cfr. M. Heidegger,Carta sobre el humanismo (Uber den Humanismus,
diferencia entre el pensamiento y la acción. No 1945). Versión castellana en Taurus, Madrid, 1966.

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pensamiento que pueda subsistir sin el sustento de práctica de las acciones. Cuando hay efectos
las palabras. Éstas no son un mero “medio de visibles de lo que hacemos, se acepta de buena
comunicación” del pensamiento. Toda palabra, gana la acción. Pero si no se ven los resultados de
hablada o escrita, es pensamiento vivo. Pensa- un modo tangible, decimos, ninguneándolo, que
miento en acción, pensamiento en la acción. La es algo solamente pensado. Hay, pues, una deva-
letra y su inscripción no coagulan la vida del pensa- luación del pensar, frente a una sobrevaloración
miento. Por el contrario, son su medio natural, su de la acción práctica. Sin duda alguna el sentido
cuna, su casa, su morada. Todo pensamiento común, de talante naturalmente pragmático, de-
nace, se desarrolla y permanece en la textura del bió haber influido desde siempre tanto en la idea
lenguaje. filosóficamente fraguada de la separación de la
acción y el pensamiento, como en la del divorcio
Que no corran tus palabras más rápidamente que de la palabra y el pensamiento. En realidad no
tus pensamientos, recomienda la sabiduría bíbli- solemos preguntar de qué modo se puede pasar
ca, aconsejando medida en lo que se dice. Sin de la acción al pensamiento o a la inversa, porque
duda alguna la observación es útil, pues a menudo advertimos que en ningún caso hay la posibilidad
resulta inconveniente decir cosas sin haberlas de dar ese paso. Es claro que no se trata de
pensado cuidadosamente. Siempre es mejor so- concretar intenciones, sino de reconocer la ac-
pesar lo que va a recibir el prójimo en nuestras ción del pensamiento. Pero una vez aceptados los
palabras. Pero lo pensado, en sus propias pala- supuestos, cualquiera opina que el que no hace
bras, no puede modificarlo nadie. Ni el sujeto que nada está sólo pensando o corre el riesgo de
lo pensó. Después viene la selección de lo que se ponerse a pensar. Supuestamente sería tan
quiere decir, lo que conviene decir, lo que se opuesta la acción al pensamiento, que éste podría
puede decir. representar incluso una amenaza para aquélla. El
que piensa inquieta al hombre de acción, porque
También solemos afirmar que es mejor actuar en despecho de cierta veneración del valor del
que hablar, cuando nos importa que haya más tiempo (logrado en función de las ganancias) re-
actos que palabras. Entonces exigimos, con ra- nuncia a las prisas del que quiere actuar pronto
zón, menos palabras y más acciones. Cuando para no perder el tiempo, para no perder nada.
pensamos esto tenemos la seguridad de que Dicen que el tiempo es dinero.
sabemos de qué estamos hablando, y por eso
confiamos en que se entiende lo que queremos Toda acción tiene una determinada finalidad. Se
decir. ¿Y qué queremos decir? Por supuesto que puede afirmar que la acción teórica es una cosa muy
no deseamos sostener que preferimos las accio- distinta de la acción práctica, porque tiene otra
nes a las palabras (ambas cosas tan nuestras); finalidad. Pero tanto la acción teórica como la prác-
aunque el sentido común, envalentonado cuando tica son formas de acción humana. En nuestros
lo acompaña una actitud pragmática ante la vida, días, sin embargo, la utilidad parece el fin obligado de
podría adoptar esta significación con entusiasmo toda forma de acción. Y de este modo el pensamien-
para impugnar las palabras y aplaudir las accio- to juega el papel de lo inútil, porque no se ve lo que
nes. En todo caso, es mejor actuar que sólo produce. Desde luego que siempre es preferible la
pensar. Convenido. ¿Y cuándo se hace algo de palabra significativa y responsable que la cháchara
veras? Esta sola pregunta sirve para exhibir la hueca de la demagogia. Pero pensar es hablar, y
falla: el criterio de realidad, en el sentido común, hablar también es actuar. Toda acción, a su modo,
está artificialmente apoyado en una valoración habla con palabras, pensamiento y obras.

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V bien lo que somos. No hemos podido o no quere-


mos ver bien lo que somos. Sea como fuere no se
Las razones de la razón producidas por el pensa- vale presentar las deficiencias como méritos. So-
miento son nuestras mejores aliadas. Son útiles mos seres libres, por la insuficiencia de nuestro
para todo. Vivir, actuar, pensar, conocer... Si bus- ser4 . Del mismo modo, el gran poder de la razón
camos razones de verdad, vale la pena ir tan lejos compensa una gran debilidad nuestra: la de nece-
como sea necesario para conseguirlas. De paso sitar razones para vivir. Los animales no las nece-
podríamos deshacernos de ciertas nociones arrai- sitan. Solamente el hombre es el ser menesteroso
gadas fuertemente en el sentido común. Se puede de razones. Esta carencia, no menos importante
ir, por ejemplo, hasta el recinto mismo de la me- que nuestra constitutiva merma ontológica, mos-
tafísica de Aristóteles, en la que se ve claramente trada por primera vez en el Banquete de Platón, la
asumida la tan frecuentemente invocada definición pagamos con la obligación ineludible de dar razón
del ser humano como “animal racional”. Aquí de lo que sucede. La razón no corresponde al
encuentra su punto de partida cierta tradición filosó- poder de conocer sino a la necesidad de saber. En
fica que sostuvo la propuesta de una definición otras palabras: porque no sabemos, tenemos que
lógica en la que la razón, como diferencia específi- preguntar. Y necesitamos saber para que las co-
ca, permitía establecer una distinción neta entre el sas tengan sentido ante nuestra mirada. Nuestro
hombre y el animal. prójimo, con particular vehemencia, claro que sí,
está siempre dispuesto a exigirnos la cuota de
Podemos concentrarnos un momento en la Políti- racionalidad implicada en toda pregunta, y por tan-
ca, en el pasaje de la primera parte del libro primero, to, en toda respuesta. El riesgo de ser calumnia-
donde Aristóteles dice que el hombre es un ser dos, víctimas de las intrigas y la ambición ajena, no
político porque es el único animal que está dotado nos obliga más a dar razón de lo que hacemos y
de palabra, mientras que los demás sólo disponen omitimos que la racionalidad misma de la vida
de la voz para comunicar sus penas y sus placeres. humana. Queremos decir lo siguiente: no basta
¿Y para qué le sirve el hombre la palabra? Según el con vivir, pues tenemos que dar razón de nuestra
filósofo griego, para hacer patente lo provechoso y vida. No podemos hacer algo ni ser testigos de
lo nocivo, lo justo y lo injusto, ya que sólo él percibe nada sin dar razones a los demás y a nosotros
lo bueno y lo malo. Pero no podemos hacer a un mismos de lo que hacemos y de lo que hemos
lado el hecho de que lógos es palabra y razón al presenciado. ¡Qué fastidio! ¡Desde siempre y para
mismo tiempo. El poder de la palabra es, a la vez, siempre empeñados en la persecución de razo-
el poder de la razón. Ahora bien: ¿para qué quere- nes! Tan sencillo que es admitir que dos y dos son
mos tener razón nosotros los seres humanos? cuatro…
¿Para presentarnos ante los demás y ante noso-
tros mismos como el animal más poderoso de Tal vez asustados por la tarea sin fin podríamos
todos, como el magnífico animal racional? ¿Acaso creer que sería mejor la irracionalidad. En todo
el hombre puede estar orgulloso de sí mismo por caso, el destino de la vida de los animales mejoraría
constituir un ente de naturaleza privilegiada, que notablemente si cesáramos de concebirlos equivo-
entiende (a veces, y hasta cierto punto) las razones
de lo real?
4
Cfr. Eduardo Nicol, “Vocación y libertad”, tr. de Juan Manuel Silva
Si fuera así, ahora tendríamos que ser indulgentes Camarena, en Ideas de vario linaje, Universidad Nacional Autónoma
con nosotros mismos y aceptar que no hemos visto de México, 1990.

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La ciencia: un asunto de palabras 11

cadamente como entes irracionales. Conside- tenemos que usar palabras. Para saber hay que
rémoslo de este modo: ¿en qué radica su irraciona- preguntar. Preguntar consiste en articular las inte-
lidad? ¿En que no piensan? No tienen por qué rrogaciones de la razón mediante palabras. Hacer
pensar. No buscan razones. No tienen la posibili- ciencia es plantear preguntas y formular respues-
dad de hablar, afirmando y negando, preguntando y tas utilizando palabras. Al plantear la pregunta ¿qué
respondiendo. Su naturaleza no incluye la (extraor- es la ciencia? no suele dársele importancia al
dinaria) experiencia del pensamiento, porque no la hecho de que esta interrogación no es como cual-
necesitan. Como tampoco la incluye, por supues- quier otra. Puede creerse que esa pregunta, ponga-
to, la de los vegetales y los minerales (sin que mos por caso, es igual que la que se formula para
nadie, al parecer, quiera reclamárselo). No debía- saber qué es el fuego. Sin embargo, el fuego no
mos opinar más que el animal obra irracionalmen- requiere de palabra alguna para arder. La ciencia,
te. Actúa por instinto, decimos, y el instinto en el en cambio, necesita palabras, tanto para hablar de
animal, como la locura en el hombre, no es algo sí misma como para explicar cualquier otra cosa.
irracional. Sean correctas o incorrectas nuestras Por ser razón y palabra al mismo tiempo, está
teorías del instinto y de la demencia humana, lo que situada en un lugar particular del conjunto de las
nos debe quedar claro es que se trata de explicacio- cosas reales. Está del lado del lenguaje. El fuego,
nes que intentan dar razón de la racionalidad de su en cambio, pertenece al otro lado, al de las cosas
comportamiento. La explicación de algo, en última de que se habla, sea su naturaleza material o
instancia, no es sino la exhibición (más o menos inmaterial. En medio, si se quiere, el ser que habla
aproximada) de sus razones. Explicar es propor- (el que puede hablar incluso de las palabras).
cionar razones.
Sin duda lo que en este panorama resulta más
El hombre es un ser racional, porque toda su vida extraño para nuestras nociones comunes es el
está al mismo tiempo llena y necesitada de razo- hecho de que la ciencia sea una forma de hablar
nes. Razones para vivir, razones prácticas, razo- (luego veremos que es también una forma de
nes de lo real, razones de la razón. Antes de que la escribir y de pensar, a la que corresponde una
filosofía tratara de explicar el hecho teóricamente, forma de ser). Insistimos en que ella, como otras
los hombres sabían bien que nada sucede sin cosas humanas, es una cuestión de palabras.
razón, y por tanto, que tenían la necesidad de Desde luego que no queremos sostener que se
razonar constantemente frente a las cosas del trate de un mero asunto de palabras, en el sentido
mundo, para averiguar qué pasa, y por qué pasa lo peyorativo de esta proposición. La ciencia no es
que pasa. Saben que pasan cosas, y no ignoran palabrería ni un simple juego de palabras. Es algo
que suceden por alguna razón. Antes de que en serio. No quiere sorprender a nadie con sus razo-
Grecia tuviera lugar el nacimiento de la filosofía namientos (se ocupa en digerir, con discreción,
como ciencia y de la ciencia como filosofía estaban sus propias sorpresas), ni le satisface embaucar a
habituados a la necesidad de dar razón de todo, despistados en la opulencia de paralogismos y
simple y sencillamente para evitar la insufrible sofismas. Y tampoco se reduce a un parloteo
vivencia del absurdo. ingenioso como el que tiene lugar cuando importa
más el impacto subjetivo o expresivo de las pala-
VI bras que su significación estricta y objetiva.

La ciencia ofrece razones de las cosas, y también La acción cognoscitiva es también un asunto de
da razón de sí misma. Para hablar de la ciencia palabras y pensamientos. Conocer consiste en

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12 Juan Manuel Silva Camarena

saber lo que las cosas son. El conocimiento es la todos que nadie debía atreverse a poner en duda, ni
posibilidad de decir lo que una cosa es. Cuando se siquiera en nombre de la lógica de la razón. Aunque
señala verbalmente lo que algo es también se el sentido común no piensa, porque nunca plantea
indica el modo en que cambia. No solemos darnos preguntas ni se deja abatir por la perplejidad (es
cuenta de que muy naturalmente afirmamos que se obvio que el que se cree en posesión de la verdad
trata de un decir. Ciertamente conocer algo es un se siente dispensado de buscarla), parte del princi-
privilegio del poder de la razón, del verbo humano. pio de que bajo su invocación se consiguen autori-
Ningún acto del conocimiento es posible sin las zadamente razones verdaderas. La razón de ver-
palabras. Sólo la llamada intuición parece ser una dad que llamamos ciencia, en cambio, es un bien
captación directa del objeto del conocimiento. Pero común que no está a la venta, porque verdadera-
sin palabras para hablar de la cosa conocida el mente es de todos (aunque tristemente algunas
conocimiento resulta tan ineficaz como “los palos universidades de hoy tomen el aspecto de almace-
de ciego”. Una verdadera intuición sería inútil para nes para la compra y la venta de conocimientos).
el conocimiento, pues en todo caso captaría lo
“inexpresable” de la cosa, como dice Bergson en ¿Qué es la ciencia? Ya lo hemos dicho: un asunto
su Introducción a la metafísica5 , y reclamaría siem- de palabras, de palabras con razón. ¿Y en qué
pre una especie de traducción para formular dis- consiste la peculiaridad del pensamiento científico,
cursivamente su descubrimiento. El conocimiento si todas nuestras palabras son palabras de razón?
es un discurso que hilvana razones para explicar lo En efecto, aun cuando la razón no se propusiera
que sucede o para decir lo que algo es. Incluso el dar razón de nada, funcionaría obligadamente con
lógos silencioso del alma consigo misma que Pla- razones (razonable, lógicamente), o sea, dando
tón llamó diánoia en el Sofista es un discurso al que razón. Tal como ése que un día muy sorprendido
no le faltan palabras por carecer de sonidos. Si hay descubrió que hablaba en prosa, cualquiera puede
palabras, hay pensamientos. Si hay pensamiento, notar que hablamos siempre con razón, ofreciendo
hay diálogo, o sea dos personas hablando. Las razones. ¿Por qué razón? Porque no toleramos el
razones de la razón se gestan en la acción dialógi- absurdo. Porque soportamos mal que algo suceda
ca tanto del sentido común como de la actividad “porque sí”. Porque necesitamos razones para
científica. vivir. Por un lado, es menester que nuestra vida
tenga sentido (y en gran medida lo adquiere cuando
La filosofía griega descubrió a la razón como lógos tenemos razones para explicar lo que nos sucede),
dinonai, como razón que se da. En el seno de un y por otro, no damos un solo paso sin tener alguna
proceso dialéctico peculiar, sólo tenemos propia- razón para hacerlo. Requerimos razones de esto
mente lo que damos. El dar razón graciosa o y lo otro. Tanto es así que podría afirmarse, con
gratuitamente requiere de la experiencia del desin- razón, que el saber científico sale sobrando, porque
terés, que los griegos asociaron inmediatamente a la razón, espontáneamente, da razones de lo real.
la experiencia del amor. Una philía por la sophía. ¿Qué más se le puede pedir?
Ciertamente algunos productos de la razón se
mantienen como posesión privada y hasta secreta,
y por eso mismo se venden en el mercado (como
la tecnología) en forma de dispositivos que sirven
para esto o lo otro. Otros se vuelven populares
5
Cfr. "Introduction à la métaphysique", Revue de métaphysique et
cuando ya han sido adoptados por el sentido co- de morale, París, 1903. Versión castellana en Ediciones Siglo Veinte,
mún, defendido a toda costa como una posesión de Buenos Aires, 1979.

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La ciencia: un asunto de palabras 13

Queremos seguridad en nuestras razones. Bien de conocimientos, desde los que se obtienen con
mirado, el asunto toma otro aspecto: si no hubiera buenas intenciones (como las de la curación del
ciencia, nos haría falta, porque el saber científico enfermo que guía la búsqueda médica de la verdad
representa la única oportunidad (brindada por la o las de la atención de la necesidad) hasta los que
realidad y la razón) de buscar, hallar y ofrecer se persiguen con inmorales intenciones de mani-
razones fidedignas de lo real, o sea, sin segundas pulación o utilización de cosas y personas para el
intenciones. Damos por cierto que no se puede dar provecho de individuos o grupos.
razón de la realidad sino a través de las palabras.
Por ahora no es necesario averiguar si en el curso VII
de nuestra vida también nos sirven las palabras
para alguna otra cosa. En todo caso: si es preciso En verdad no importaría con qué fuerza nos viéra-
obtener y dar razones de algo, se impone la nece- mos obligados a renunciar a la pobreza espiritual
sidad de que en el universo exista el ser de la que nos hace creer a ciegas, sin razonamiento ni
palabra. Este hecho extraordinario es más impre- cuestionamiento. La auténtica fe no se halla librada
sionante que todos los fenómenos astronómicos para siempre de las visitas de la duda y los cuestio-
cuyo espectáculo y explicación suelen dejarnos namientos. Pero se las arregla vocacionalmente
con la boca abierta. Si la mera posibilidad de hablar para hacerles frente. Ahora bien: nadie puede sus-
basta para quitarnos el sueño noche tras noche tituir la creencia auténtica mediante razones. Aná-
(obsesionándonos día tras día), no cabe duda de logamente, ninguna creencia puede ahogar el in-
que la de dar razón es suficiente para provocarnos cansable y tenaz afán de la razón de proporcionar
un peculiar e inquietante vértigo en nuestros razo- razones de lo real. Razones que, por cierto, son
namientos. Y en el ojo mismo de este huracán mejores cuando se dan, cuando se ofrecen gene-
interior cobra vida la experiencia del pensamiento rosamente se trata de dar razón, no de tenerla.
(cuando éste decide averiguar lo que es la ciencia).
Las razones de la ciencia son confiables. Se
La ciencia es la única clase de conocimientos que puede confiar en ellas porque no son opiniones
se apoya existencialmente en una vocación perso- personales, sino razones suficientes (nunca ver-
nal. Sin la distinción ética o vocacional de la ausen- dades a medias), fundadas en las cosas mismas.
cia de segundas intenciones no es posible estable- Ahora bien: el rendimiento natural de la razón (de
cer la diferencia entre un conocimiento cuya garan- dar razón de lo que sucede) queda por entero
tía de verdad es parcial (parcialidad de la verdad fortalecido en el razonamiento científico, cuya
que suele compensarse con la ganancia extra del apelación a la verdad es su único compromiso. Es
objetivo perseguido por las segundas intenciones), cierto que hoy y siempre ha sido necesario hacer
y uno cuya garantía completa se asienta precisa- referencia a la verdad, como hay que hacerlo, por
mente en la ausencia cabal de segundas intencio- ejemplo, frente al mentiroso o al que solapadamen-
nes. Cuando la ganancia extra se produce se te comete un delito. Para que haya justicia se
otorga menor importancia a la verdad del conoci- acusa al culpable y se desenmascara al que mien-
miento. Así queda a la vista que el peligro que te. La verdad, entonces, presta un servicio comple-
amenaza constantemente a la verdad no lo consti- tamente valioso. Pero la ciencia es el único camino
tuye la falsedad o el error, sino las segundas inten- en el que la razón se da el lujo de perseguir razones
ciones. Ellas echan a perder la búsqueda científica sin segundas intenciones. Por eso, aunque siem-
al pervertir su finalidad esencial. Sin ellas, hay pre está expuesta al error, representa el tribunal
ciencia; con segundas intenciones, hay toda clase más alto de apelación a la verdad, liberada entera-

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14 Juan Manuel Silva Camarena

mente de cualquier tipo de arbitrariedad, y al mismo trata de vencer, en el nivel de los conocimientos, la
tiempo libre de las interferencias de cualquier otro anarquía intelectual de las opiniones humanas. Por
interés. Por esta razón se trata de un saber fidedig- eso es siempre una opinión fundada. Fundada
no. Se explica así que los beneficios que trae porque refiere sus enunciados a los hechos mis-
consigo el trabajo científico no dependa de las mos (sin importar nuestras consideraciones per-
verdades encontradas (cuyo carácter hipotético sonales), procedimiento que impide que en la
puede mantenerse todo el tiempo), sino del cum- mente del buscador ejerzan su poder los intereses
plimiento cabal de la exigencia ética que lo hace ajenos a la búsqueda misma de la verdad.
posible. En verdad la ciencia sería algo superfluo
frente al funcionamiento normal de la razón (que En la acción práctica el sujeto se relaciona con la
proporciona razones sin tregua alguna), si no abrie- cosa para saber qué puede hacer con ella. En
ra el paso a una versión nueva de la realidad. Se cambio, a la finalidad teórica se le llama desintere-
puede insistir: esta versión diferente de lo real es sada porque corresponde a una acción que se
especial porque no depende de nuestros intere- agota en saber lo que la cosa es, sin ocuparse de
ses, genuinos o bastardos, sino de las cosas lo que pudiera hacerse con ella. El hombre es el
mismas. mismo, y la cosa también. Pero cambia el fin de la
relación. Es otra la manera de mirarla, porque se
La ciencia es un asunto de palabras desinteresa- adopta un dispositivo existencial distinto frente a la
das. Mejor dicho: el conocimiento científico es una cosa. Esta distinción radical en la actitud frente a la
manera distinta de hablar que consiste en decir lo realidad produce dos formas de acción completa-
que las cosas son, independientemente de lo que mente distintas. Situado enteramente en la actitud
quisiéramos que fueran (en función de otros intere- práctica, el sujeto no puede advertir la diferencia y
ses). Ésta es la gran diferencia. Se trata de un decir trata de hallar también una utilidad práctica en el
rigurosamente vigilado: la vigilancia estricta de sus saber científico. En cambio, la renuncia (conscien-
razones es lo fundamental en la ciencia, porque de te o inconsciente) a la utilidad práctica hace posible
ese modo se logra evitar, por un lado, las arbitra- la actitud desinteresada, a partir de la cual se ve
riedades del sentido común, y por otro lado, las claramente la diferencia. Paradójicamente, el hom-
creencias y los prejuicios ligados a los intereses bre sabe que es interesado cuando puede dejar de
humanos. La ciencia es explicación de hechos. serlo. Nota que habla en prosa, cuando empieza a
Sin embargo, la constatación de hechos, útil para la hacer poesía. Advierte que es interesada la actitud
ciencia, no es ciencia ella misma. La investigación práctica cuando comienza a producir un conoci-
científica no se contenta con decir lo que pasa, miento desinteresado. El interés por la verdad no
pues su tarea es la de decir por qué razón pasa lo permite establecer al mismo tiempo la vinculación
que pasa. También el sentido común ofrece expli- práctica con la cosa (como no se puede servir bien
caciones de lo que sucede, pero sus explicaciones a dos amos), en la que la verdad de la cosa pasa
no están fundadas en razones suficientes de las a un segundo plano respecto al fin esencial, que es
cosas mismas. La ciencia no es un conjunto de el de saber cuál es el mayor provecho que de ella
conocimientos aislados acerca de la realidad ni un puede obtenerse (aunque nunca se sepa lo que
aglomerado de opiniones personales. La teoría es realmente es). Si en la disposición práctica llega a
un conjunto sistemático de razonamientos metódi- adquirir importancia la empresa de conseguir un
camente vigilados, cuya finalidad es la de explicar conocimiento verdadero de la cosa es porque se
un determinado fenómeno, hecho o acontecimien- cree poder hallar en él un aliado incondicional para
to. La vigilancia es necesariapor razones éticas: se su uso práctico. Es algo noble, por ejemplo, la

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La ciencia: un asunto de palabras 15

fabricación de alimentos, el amasar la masa y la ciencia no sirve para nada, y sin embargo, se le
satisfacer el hambre de los seres humanos con el busca por sus verdades. ¿Para qué sirve la cien-
pan de cada día. Pero la dignidad humana alcanza cia? Prácticamente, para nada. Teóricamente, para
un nivel mayor de nobleza cuando su acción puede incrementar el acervo de los conocimientos cientí-
llevarse a cabo liberada de la atadura con la nece- ficos. Humanamente hablando, su importancia es
sidad de lo necesario (haciendo valer la redundan- fundamental, pues su fundamento vocacional, del
cia). La verdad pertenece por entero al ámbito de la que depende su incontrovertible e incorrupta res-
libertad. La elaboración del pan, en cambio, es una ponsabilidad moral de la verdad, sin sujeción algu-
acción libre dentro del marco de lo necesario. La na a otros intereses, pone de relieve la existencia
búsqueda de la verdad es plena libertad respecto a del hombre como ser de la verdad y como ser del
toda otra conveniencia. Por eso deriva de ella un bien. Sobre la base del principio ético de la vida, el
servicio extraordinario, como el de cualquier acción ser humano se encuentra en su propio ser impedi-
enteramente libre. El desinterés cobra realidad ahí do para ser indiferente frente a lo verdadero y lo
donde se puede hacer algo sin esperar nada. Lo falso, ante el bien y el mal, sencillamente porque
opuesto a esta acción desinteresada cobra vida, que no le da lo mismo una afirmación falsa que una
por ejemplo, en las diferentes formas de inversión verdadera, algo bueno o algo malo.
(con ganancia calculada previamente).
El nudo existencial del conflicto desaparece cuan-
La distinción rigurosa de esas dos principales for- do se está en condiciones de advertir que las
mas de la acción según su propia finalidad no verdades que sirven no son las que ofrece la
implica en modo alguno la apología de una y la ciencia, sino las de la sabiduría de la vida y la
impugnación de la otra. Cada una de las dos formas autognosis (que nos permiten alcanzar una idea
de la acción mantiene su particular dignidad y su clara del modo en que vale la pena vivir) y las del
peculiar servicio para el ser humano. Lo único que conocimiento práctico de la realidad (cuya comple-
en todo caso resulta lamentable es la confusión de jidad puede asemejarse a las de la investigación
estas dos formas de la praxis o el predominio de científica). Unas y otras nos permiten vivir y sobre-
una de ellas hasta el punto de eliminar a la otra. Sólo vivir. Lo que la ciencia proporciona es algo que nos
artificial y aparentemente podría quedar desdibuja- hace tanta falta como las verdades mismas: un
da esta diferencia esencial en el peculiar híbrido de régimen de la verdad, como le llama Nicol6 , en el
una “ciencia práctica” o una “ciencia aplicada”, que que con toda naturalidad, por decirlo así, siempre
en sí mismo es algo tan imposible como un hierro es posible exigir las razones por las cuales se dice
de madera o un círculo cuadrado. Ciertamente de lo que se dice, recurso maravilloso de la libertad
actitudes desinteresadas y compromisos vocacio- humana (llevado a cabo por la razón) que alivia
nales de carácter ético no quiere saber nada la considerablemente nuestra bien fundada inquietud
actual concepción utilitaria de la ciencia (que la de ser víctimas de engaños y embustes, imposicio-
piensa así porque así la quiere: como un instrumen- nes y arbitrariedades.
to de conocimiento útil para satisfacer deseos,
necesidades e intereses, personales y de grupo).
Pero en su propósito principal de patrocinar un
saber del que se pueda obtener provecho pierde lo
esencial: no la verdad misma, sino la posibilidad
objetiva de conseguirla. Puede pensarse, con sen- 6
Cfr. Eduardo Nicol, “El régimen de la verdad y la razón pragmática”,
tido común, que hay un conflicto por resolver, pues en Ideas de vario linaje, ed. cit.

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16 Juan Manuel Silva Camarena

VIII La ciencia es teoría. La ciencia da razón de las


cosas teóricamente. Esto es lo que no hay que
El ente es racional en su contingencia: viene a ser perder de vista. Ahora bien: la naturaleza de la teoría
y deja de ser, no era y llega a ser, no es mientras es verbal, sus palabras son textuales. Toda teoría
es… A excepción del ser, todo tiene razón de ser. es un texto. Todo lo que no forma parte de la ciencia
Por lo tanto, es posible la ciencia como un modo en calidad de texto, es sólo un medio auxiliar de la
peculiar de buscar y encontrar razones de lo real. investigación científica, aunque juegue un papel
Las palabras del conocimiento práctico son confia- fundamental en la prueba o comprobación de algu-
bles, porque contamos siempre con el hecho de na idea básica. La teoría es una reconstrucción
que sus errores y sus arbitrariedades pueden ser verbal de la realidad que convoca, mediante interro-
rechazados (a veces severamente) por la realidad gaciones científicas, las razones de las cosas
misma. Pero no cuentan con ningún otro apoyo. mismas. La teoría es la elaboración de esas razo-
Teóricamente, es más seguro el conocimiento nes. Desde el ámbito de esta elaboración racional,
científico; prácticamente, es más efectivo el saber mediante experimentos y razonamientos, tiene lu-
práctico. La ciencia no es un simple espejo de la gar la prueba, mostración o demostración de la
realidad, sino la creación teórica, por medio de la verdad de las razones formuladas para explicar la
palabra y la razón, de los razonamientos que nos realidad. Ha de quedar en claro que los ladrillos y la
permiten entender lo real (viéndolo con los ojos de mezcla con los que se edifica esta construcción
la razón, como dirían los antiguos). La actividad son las palabras y los razonamientos, materia
científica es un esfuerzo del pensamiento para verbal en la que va tomando cuerpo y forma el
lograr que nuestras razones coincidan con las discurso del texto científico.
razones de la realidad. Los razonamientos científi-
cos incluyen, desde luego, operaciones lógicas Dentro y fuera de la ciencia, los hechos y la expe-
como la deducción, la inducción y la abducción, y riencia no significan nada sin el reconocimiento de
además, representaciones de la realidad, hipótesis la razón, reconocimiento que se formula siempre
y demostraciones, ejemplo y contraejemplos, fal- mediante palabras. En efecto: es el razonamiento
saciones y contrastaciones, principios y leyes. La el que reconoce a la experiencia como experiencia,
lucha contra la arbitrariedad, metódicamente orga- es decir, como algo que no es producto del razona-
nizada, implica una clara distinción ontológica entre miento o las ideas, y al hecho como hecho, o sea
el sujeto y el objeto de conocimiento, coherencia como algo que no depende de la argumentación de
lógica y adecuación epistemológica. Por el razona- las opiniones, y por tanto, como algo indiscutible. A
miento y sus recursos (la sospecha, la presunción,
la discusión, cuando le toca su turno, le correspon-
la conjetura…) aparece, primero, la necesidad de
de trabajar sobre la explicación del hecho.
explicar algo; luego, la correspondiente propuesta
hipotética, y al final, el proceso probatorio por medio
En los planteamientos de Platón en el Teeteto
del cual se establece como verdadera la explica-
aparece la explicación como tarea esencial del
ción del fenómeno en cuestión, y de este modo, la
pensamiento: “Para mí, el pensar es una especie
coincidencia entre lo que dice la investigación cien-
de discurso que desarrolla el alma en sí misma
tífica y “lo que dice” la realidad de sí misma. La
interpretación de la palabra de lo real está incluida acerca de las cosas que examina. Te doy esta
en el trabajo científico como algo decisivo, y por opinión mía como si fueses un hombre ignorante.
tanto, como algo que exige del ingenio humano una Así se me aparece el alma en el acto de pensar
riqueza de racionalidad mínimamente comparable (preguntando y respondiendo): esto y no otra cosa
a la de la propia realidad. es el diálogo o las preguntas y las respuestas que

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La ciencia: un asunto de palabras 17

el alma se dirige a sí misma, unas veces afirmando formular una explicación. Las razones científica-
y otras negando. Más cuando ha encontrado una mente elaboradas son razones obtenidas median-
explicación precisa (…) entonces mantiene tajante te razonamientos metódicamente vigilados. En la
su afirmación y aleja de sí la incertidumbre…”7 . La actividad científica la solución de un problema con-
disolución de la incertidumbre, lo sabemos bien, no siste en proporcionar razones necesarias y sufi-
siempre se lleva a cabo de un modo completo. Las cientes para la explicación de algo.
correcciones del pensamiento pueden invitarla de
nuevo. Y por otro lado, el diálogo que va alejándola IX
poco a poco en el proceso de conocimiento en el
que se va formulando la explicación rebasa el Varias formas de acción humana toman cuerpo en
ámbito cerrado del pensamiento propio, pues inva- un texto fundamental. Se trata siempre de verdades
riablemente se cuela el otro, o mejor dicho: las y acciones importantes para la vida. Este texto
razones del otro que ha pensado el mismo asunto, suele instruir, inspirar o comunicar las nociones
iniciando o continuando una cadena de razones fundamentales de un saber, una doctrina, un con-
compartidas, bajo el esquema de una estructura junto de creencias y convicciones. Algunos textos
triangular del conocimiento 8 , formada por dos suje- simplemente narran una historia real o inventada
tos y un objeto (en lugar de un objeto y un sujeto con los recursos de la creación artística. Esto pasa
naturalmente incomunicados). con la actividad literaria, la religión, la filosofía y las
ciencias, incluso con la ley, en la legislación y la
Explicar es exhibir o mostrar las razones por las jurisprudencia. La literatura que llamamos clásica
cuales algo sucede. Si en el lenguaje ordinario es precisamente un conjunto de textos que no
tener un problema económico es lo mismo que no pudieron quedar atrapados en los estrechos límites
tener dinero, de modo parecido se presenta un de un espacio y un tiempo y cuya lectura es ya
problema de conocimiento cuando no se tienen imprescindible. Desde la Odisea y la Iliada de
razones suficientes para explicar algo. Plantear un Homero, hasta las extraordinarias novelas de
problema es mostrar la ausencia de razones que Proust, En busca del tiempo perdido, y Mann, La
puedan explicar un determinado fenómeno. For- montaña mágica, pasando por Dante (La divina
mular un problema es poner de manifiesto que, comedia), Milton (El paraíso perdido), Cervantes
según el estado de la cuestión,no hay razones para (Don Quijote de la Mancha), la obra poética de Sor
explicar algo. En general, un problema de conoci- Juana y el teatro de Shakespeare, Goethe (Faus-
miento consiste simple y sencillamente en la ca- to), los grandes novelistas y los poetas extraordina-
rencia de razones para la explicación de algo. Un rios de las diversas culturas de la humanidad. Los
misterio, en cambio, es algo frente a lo cual la razón textos religiosos, como lectura guía fundamental
no puede formular explicación alguna. El misterio para determinadas comunidades de creyentes: la
degenera en un mero problema, cosa que le pre-
ocupaba especialmente a Marcel9 , entre otras co-
sas, si tomamos por explicación del mismo la
afirmación de que es algo que no se puede explicar,
o si lo dejamos caer en las manos del sentido 7
Platón, Teeteto, 189d.
común, para el cual, normalmente, las cosas son 8
Cfr. E. Nicol, Los principios de la ciencia, Fondo de Cultura
tan claras como el agua. En la ciencia, un problema Económica, México, 1965, cap. segundo.
9
Cfr. Gabriel Marcel, Posición y aproximación concreta al misterio
de conocimiento tiene lugar ahí donde no hay aún ontológico, tr. de Luis Villoro, Universidad Nacional Autónoma de
razones suficientes, científicamente fundadas, para México, 1955, p. 27 y ss.

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escritura sagrada del taoísmo: Tao Te King; los gía como la de Derrida 10 es la de constituir una
Seis King del confucianismo; el Canon Pali del ciencia de la escritura y el texto, en peculiar diálogo
budismo; la Biblia de la tradición cristiana y judía; el con el Rousseau del Ensayo sobre el origen de la
Talmud (Misnáh y Gemará) de las creencias reli- lenguas. Su tarea sería la de mostrar sagazmente
giosas del judaísmo; el libro sagrado de los musul- que el lenguaje no es sino una apariencia o disfraz
manes: el Corán; los Vedas del hinduismo, etcéte- de una escritura primera, más fundamental que la
ra, etcétera. En el pensamiento filosófico, desde el del texto, que ha venido pasando como simple
texto más antiguo de la filosofía del que tenemos suplemento del habla. Esa escritura fundamental,
noticia, el fragmento B1 de Anaximandro, hasta el anterior a la escritura del texto, tampoco sería un
escrito tal vez más revolucionario e innovador de la “simple suplemento” del lenguaje.
filosofía de la primera mitad del siglo XX, El ser y el
tiempo de Heidegger, situados entre las lecturas A nuestro juicio, sólo desde la escritura se interroga
obligadas de los maestros del pensamiento: Pla- consistentemente la escritura y el lenguaje, la pala-
tón, Aristóteles, San Agustín, Spinoza, Leibniz, Kant, bra y la razón, y todas las demás cosas. En todo
Schopenhauer, Hegel y Husserl… En las ciencias caso, sin la fijeza del texto se nos mueven tan
naturales, los textos fundacionales de la física (la rápidamente las palabras y las razones que poco o
Física de Aristóteles), la geometría, (Euclides, nada nos dejan como herencia patrimonial para la
Elementos), de la teoría de la continuidad natural ciencia y la sapiencia. Investigar es nadar profesio-
(Aristóteles, Historia de los animales), de la historia nalmente en las aguas verbales del texto. Atreverse
del dinero y la acuñación de monedas (Plinio, His- en sus profundidades, sin la seguridad de la super-
toria natural) la teoría de la construcción arquitectó- ficie y sin salvavidas de sapiencias adoptadas, es
nica (Vitruvio, Diez libros de arquitectura), de la mérito del investigador. No hablamos, desde luego,
anatomía humana y del mono en los escritos de de una pura “investigación bibliográfica” que frente
Galeno, los grandes textos de Copérnico, Galilei, a la “investigación de los hechos” (en el aire fresco
Bacon, Newton, Einstein, Linneo, Lavoisier, La- del campo) aparecería como averiguación de se-
marck… El texto fundacional de la teoría de la gunda (en la atmósfera cargada de alguna bibliote-
evolución (Darwin, El origen de las especies); la ca), y para muchos, como mero saber libresco.
teoría de los números (Gauss, Disquisiones mate- Las bibliotecas, por cierto, no son simples almace-
máticas). El famoso libro fundacional de la medici- nes de libros, sino el lugar, en cierto modo sagrado,
na experimental (Bernard,Introducción a los princi- del atesoramiento más valioso de nuestro saber. El
pios de la medicina experimental)… Las investiga- libro se convierte en un texto cuando lo podemos
ciones de Pasteur, Lister, Poincaré, Planck, Bohr, leer. Cada lectura hace posible el renacimiento de
Mendel, Schrôdinger, Heisenberg… Los textos ya la palabra viva que el texto guarda pacientemente
clásicos de la geometría no euclideana escritos por hasta la aparición de un nuevo lector. Entre la visita
Lobachevsky, Bolyai y Riemann… de uno y del otro puede transcurrir un día, un año, un
siglo… La ciencia no es sino investigación de
Los textos de la humanidad, como los llamaríamos textos, porque en ellos es donde aparecela realidad
en su conjunto, evidentemente no son un mero
suplemento de la palabra hablada. Son mucho más
que eso. De un modo u otro, lo escrito representa
una referencia obligada en el decir en el que unos
a otros los hombres se comunican cosas de impor- 10
Cfr. Jacques Derrida, De la gramatología (De la gramatologie,
tancia para su vida. La intención de una gramatolo- 1967), Siglo Veintiuno Editores, México, 1971.

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La ciencia: un asunto de palabras 19

comprendida científicamente. La realidad vista con flexiona en torno a la amenaza que se agazapa tras
los ojos de otros intereses, por legítimos que sean, la aparentemente segura y bondadosa actividad del
no es la que se intenta mostrar en las razones de la aprendizaje, revela un peculiar peligro en la ense-
investigación científica. ñanza: después de la lección no hay forma de
deshacerse sin daño de lo aprendido, si nos ense-
X ñaron irresponsablemente. En este punto hay que
ceder un espacio a la argumentación platónica:
Sin rozar siquiera el tema de los pasajes secretos
entre la lectura y la escritura, podemos traer a -¿Pues qué? ¿Sabes a qué clase de peligro vas a exponer
cuento una idea de Séneca (de la carta LXXXIV a tu alma? Desde luego si tuvieras que confiar tu cuerpo a
alguien, arriesgándote a que se hiciera útil o nocivo,
Lucilio) en la que se sostiene que es tan necesario examinarías muchas veces si debías confiarlo o no, y
leer como escribir. “Ni debemos exclusivamente convocarías, para aconsejarte, a tus amigos y parientes,
escribir ni leer exclusivamente, porque la primera meditándolo durante días enteros. En cambio, lo que
cosa enervará y agotará las fuerzas (hablo de la estimas en mucho más que el cuerpo, el alma, y de lo que
depende el que seas feliz o desgraciado en tu vida,
composición), y la otra las disolverá y diluirá”. Este haciéndote tú mismo útil o malvado, respecto de eso, no
pensador romano, preocupado en este caso sólo has tratado con tu padre ni con tu hermano ni con ningún
por lo que le pasa al sujeto que aprende leyendo y otro de tus camaradas, si habías de confiar o no tu alma
escribiendo, precisa el sentido del proceso: “Hay al extranjero ése recién llegado, sino que, después de
que pasar de un ejercicio al otro y hay que atempe- enterarte por la noche, según dices, llegas de mañana sin
haber hecho ningún cálculo ni buscado consejo alguno
rar el uno con el otro a fin de que la pluma organice sobre ello, si debes confiarte o no, y estás dispuesto a
en cuerpo y unidad todo cuanto fue acarreado por dispensar tus riquezas y las de tus amigos, como si
la lectura”11 . El texto propio unificaría las ideas hubieras reconocido que debes reunirte de cualquier
recogidas en las plumas ajenas. En verdad sucede modo con Protágoras, a quien no conoces, como has
dicho, con el que no has hablado jamás, y al que llamas
algo semejante en el trabajo científico, teniendo en sofista; si bien qué es un sofista, parece que lo ignoras,
cuenta además la aportación personal que se ob- en quien vas a confiarte a ti mismo. Entonces él, después
tiene y se ofrece por ser quien se es, y por ver, por de escucharme, contestó:
tanto, con una mirada enteramente peculiar lo que
los demás no pudieron haber advertido antes de -Tal parece, Sócrates, por lo que tú dices.
habérselos comunicado. Se trata de lo que Nicol -Ahora bien, Hipócrates, ¿el sofista viene a ser un trafican-
llamó la relación dialógica del conocimiento en Los te o un tendero de las mercancías que
principios de la ciencia (1965), y que podríamos se nutre el alma? A mí, al menos, me parece que es algo
transmitir fácilmente diciendo que somos capaces así.
de decir lo que decimos, precisamente por lo que
-¿Y de qué se alimenta el alma, Sócrates?
los demás han podido decir. Los textos, por fortu-
na, nos proporcionan lo que los demás, como -Desde luego de enseñanzas, dije yo. De modo que,
obsequio para nosotros, han dicho. amigo, cuidemos de que no nos engañe el sofista con
sus elogios de lo que vende, como el traficante y el tendero
En general, la lectura y la escritura forman dos
caras de un mismo proceso. Y la lectura, en cierto
modo, se opone a la escucha que tiene lugar en el
aprendizaje. El peligro de leer, si hemos de creer a
lo que Platón dice del sofista, es menor que el de 11
Lucio Anneo Séneca, Obras completas, tr. de Lorenzo Riber,
escuchar un discurso en vivo. Cuando Platón re- Aguilar, Madrid, 1957, p. 618.

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con respecto al alimento del cuerpo. Pues tampoco ellos que no vuelen como plumas por el aire es preciso
saben, de las mercancías que traen ellos mismos, lo que anclarlas a la responsabilidad ética del que habla. Y
es bueno o nocivo para el cuerpo, pero las alaban al
venderlas; y lo mismo los que se las compran, a no ser que
en verdad quedan bien sujetadas a su autor, aun-
alguno sea un maestro de gimnasia o un médico. Así, que compartidas por el lector, cuando constituyen
también, los que introducen sus enseñanzas por las un texto. El que escribe sacrifica la fuerza viva de
ciudades para venderlas al por mayor o al por menor a las palabras para disponer de la permanencia del
quien lo desee, elogian todo lo que venden; y seguramente
algunos también desconocerán, de lo que venden, lo que
texto, bajo una rigurosa vigilancia lógica y grama-
es bueno o nocivo para el alma. Y del mismo modo, tical, ya que siempre se puede corregirse lo escrito.
también, los que las compran, a no ser que por casualidad La corrección de lo hablado tiene otros propósitos
se encuentre por allí un médico del alma. Si tú eres y otros alcances, y tal vez cuesta más trabajo retirar
conocedor de qué es útil o nocivo de esas mercancías, lo dicho que borrar lo escrito.
puedes comprar sin riesgo las enseñanzas de Protágoras
y las de cualquier otro. Pero si no, ten cuidado, querido, de
no jugar a los dados y arriesgarte en lo más precioso. En su ensayo sobre las lenguas Rousseau distin-
Desde luego hay un peligro mucho mayor en la compra de gue tres formas de escritura: “La pintura de los
enseñanzas que en la de alimentos. Pues al que compra objetos es propia de los pueblos salvajes; los sig-
comestibles y bebidas del mercader o del tendero, le es
nos de las palabras y de las proposiciones, de los
posible llevárselas en otras vasijas, y antes de aceptarlas
en su cuerpo como comida o bebida, le es posible depo- pueblos bárbaros, y el alfabeto, de los pueblos
sitarlas y pedir consejo, convocando a quienes entiendan, civilizados”13 . Si hay alfabeto, se escribe; si hay
de lo que pueda comerse y beberse y de lo que no, y cuánto escritura, hay textos. Si se piensa escribiendo, hay
y cuándo. De modo que no hay en la compra un gran peligro. ciencia. La ciencia se escribe. La ciencia es un
Pero las enseñanzas no se pueden transportar en otra
vasija, sino que es necesario, después de entregar su
asunto de palabras seguras, porque se trata de
precio, recogerlas en el alma propia, y una vez aprendidas palabras escritas. La consignación del pensamien-
retirarse dañado o beneficiado12 . to, empero, queda sujeta a la contingencia de una
buena lectura. La seguridad, en verdad, depende
No sale sobrando, pues, una reflexión sobre lo que también de las vicisitudes de la interpretación. Por
sucede cuando la enseñanza se consigue median- el contrario, ningún conocimiento práctico, inclu-
te la lectura, haciendo hincapié en el hecho de que yendo la llamada tecnología, depende de lo escrito.
cuando leemos podemos volver una y otra vez Aunque requiera de textos para su manejo (en la
sobre las líneas del texto para entender bien lo que forma típica del manual de procedimientos o el
dice, antes de llevárnoslo en nuestra propias razo- instructivo de uso), lo esencial en este saber es el
nes, y de este modo, evitar que el daño que pudiera producto en sí mismo, y en especial, el éxito de su
haber en nuestro aprendizaje dependiera de las funcionamiento. En la experiencia misma, con po-
malas interpretaciones de lo escrito. Por otro lado, cos razonamientos, o mejor dicho sin ellos, se
ha de tenerse en cuenta que el beneficio de la demuestra su efectividad. El efecto no usa pala-
vigilancia de lo que se dice a través de las palabras bras, aunque tenga su propia elocuencia. El texto,
escritas debe sumarse al servicio que nos brinda si lo hay, es sólo un medio de comunicación; en la
nuestro propia estado de alerta en la apropiación de
lo dicho por el autor del texto.

XI

No a todas, pero a muchas palabras sabemos que


12
Platón,Protágoras, en Diálogos I, tr. de J. Calonge Ruíz, E. Lledó Íñigo
y C. García Gual, Gredos, Madrid, 1990, p. 510 y ss. 313a/314b.
fácilmente se las lleva el viento. Verba volent. Para 13
Citado por J. Derrida, De la gramatología, ed. cit., exergo, p. 7.

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La ciencia: un asunto de palabras 21

ciencia, en cambio, es lo fundamental. Lo que pasa porque es un modo correcto de escribir. Sólo
es lo más importante para el saber práctico. Des- cuando aprendemos a hablar bien, el pensamiento
pués, como tarea complementaria, se puede poner se muestra dispuesto a colaborar mediante su
por escrito. Lo que pasa, en la ciencia, pasatextual- capacidad para explicar, comprender y mostrar lo
mente. En ella sólo es importante lo pensado en lo real. Y de esta colaboración depende su poder de
escrito. El texto es todo. respuesta ante las interrogaciones que provocan
su funcionamiento.
No es enteramente descabellada la idea de que el
pensar, como huyendo de la fugacidad de su propio El investigador de la ciencia tiene que desplegar un
transcurrir, parece anhelar tanto un texto para repo- especial esfuerzo lingüístico para que el diseño
sar como el campesino añora su propia casa, por gramatical de los términos armonice de la mejor
humilde que sea, para protejerse de las inclemen- manera posible con la creación del texto teórico, el
cias del clima. Pero da la impresión de que la razón que alberga los razonamientos que intentan atrapar
pone sus condiciones. Cualquiera que escribe sabe las razones de lo real. En general, es preciso hablar
por experiencia propia que el pensamiento, inopina- bien para poder razonar correctamente. La lógica
damente, puede tomar su propio camino si no misma de la razón, más que las lógicas creadas por
sujetamos firmemente la rienda de las palabras. la filosofía, permite razonar bien, hablando correcta-
Cualquiera sabe que a veces no se puede escribir mente. El recto uso de la razón, con corrección o
lo que realmente se quiere decir. Cuando no pode- coherencia lógica en el manejo de premisas y con-
mos decir claramente lo que tenemos que decir clusiones, implica el correcto uso de las palabras.
nos fallan las palabras, nos faltan las palabras Por decirlo así, ningún escrito científico aloja de buen
adecuadas, porque no hemos entendido bien lo que grado lo primero que se le ocurrió a su autor. Los
pretendemos comunicar. Si no somos dueños del textos de la ciencia se trabajan una y otra vez,
pensamiento es porque no nos hemos apropiado diligentemente, hasta que es posible aproximarse
puntualmente de las palabras y las ideas, de nues- con precisión a la presentación de lo que se está
tras palabras y nuestros razonamientos. Incluso pensando en función de lo que se está viendo en la
cuando parece suficiente nuestro dominio de la realidad. Un textobien escrito permitever bien lo real.
materia la autonomía del pensamiento no suele La gracia de un texto bien hecho consiste en mostrar
someterse completamente a nuestro designio. Sólo las cosas tal como son.
en el continuo vivo de la palabra el pensamiento va
fluyendo natural y espontáneamente, y nos brinda XII
solamente un margen relativamente pequeño de
libertad de expresión, que solemos denominar es- El lenguaje verbal, en cambio, parece no poseer
tilo (aunque éste no está por completo bajo nues- todo el poder que la palabra escrita tiene para
tros designios). Paradójicamente nos obedece el mostrar las cosas de la realidad. Schopenhauer
pensamiento únicamente cuando lo reconocemos duda tanto de lo que se le atribuye a Sócrates, que
como dueño de nuestras propias palabras. Cierta- en sus Fragmentos de historia de la filosofía14
mente todos podemos y tenemos que razonar.
Pero aprender a pensar bien es aprender a hablar
bien. Es preciso hablar bien para que no se nos
escape el ser de las cosas (y no tanto para colmar
los anhelos de una defensa a ultranza del idioma).
La ciencia es una manera correcta de hablar, 14
Fragmente zur Geschichte der Philosophie, 1851.

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22 Juan Manuel Silva Camarena

asegura que el maestro de Platón es “un artículo de la mayor claridad y concreción posibles, es decir, a
fe filosófica”15 . Al filósofo griego le reprocha, en encarnarlos en palabras. Pero esto no se obtiene
primer lugar, que haya tenido una gran barriga, en plenitud sino a través de la escritura. La palabra
cosa que a su juicio “no pertenece precisamente a escrita es, en, efecto, esencialmente distinta a la
los signos del genio”. Pero sobre todo le parece oral, porque ella sola permite la mayor precisión y
sospechoso el hecho de que Sócrates no escriba: concisión, la brevedad por excelencia, lo que hace
“La misma duda existe respecto a las altas faculta- de ella el puro ektypos del pensamiento. De acuer-
des intelectuales de todos aquellos que no han do con todo lo que acabamos de decir, sería una
escrito, inclusive Pitágoras. Un gran espíritu debe petulancia rara en un pensador no querer aprove-
reconocer gradualmente su vocación y su situa- char la invención más importante del género huma-
ción frente a la humanidad, y llegar, por consiguien- no. Por esta razón me es difícil creer en la inteligen-
te, a la convicción de que no forma parte del rebaño, cia realmente grande de quienes no han escrito.
sino de los pastores, es decir, de los educadores de Más bien me siento inclinado a tenerlos por héroes
la raza humana. Y entonces se le impone el deber sobre todo prácticos, que han actuado más por su
de no limitar su acción inmediata y cierta al pequeño carácter que por su cerebro”.
número de hombres que la casualidad le acerca,
sino de extenderla a la humanidad, a fin de que Meditando sobre el oficio verbal de la filosofía16 , Nicol
pueda alcanzar las excepciones, los mejores, los piensa al filósofo como artífice de la palabra, y a ésta
elegidos. Pero el único órgano por el que se dirige como el único medio por el cual es posible “acceder”
a la humanidad es la escritura”. La sospecha al ser o la realidad, buscándolo y poseyéndolo única-
seguiría en pie, incluso cuando alguien quisiera mente cuando se puede hablar bien: “Y aquí espero
emprender una defensa del magisterio socrático: que hayamos llegado a tocar el meollo de la cuestión.
“Verbalmente no se habla más que a un número El filósofo es artífice de la palabra porque es busca-
restringido de individuos; por eso es asunto privado dor del ser. Me doy cuenta de que esto contraviene
lo que se diga, en relación con el género humano. las nociones admitidas, y me disculpo por ello. Pero
Pues esos individuos son, por lo común, el mal les invito a que recapaciten sobre estas admisiones.
suelo para la noble semilla, en el que o bien no nace, Tradicionalmente, el itinerario de nuestro quehacer
o bien sus productos degeneran rápidamente: por filosófico se presenta con el siguiente esquema.
tanto, ha de conservarse la semilla misma. Y esto Primero se piensa el pensamiento: la búsqueda
se efectúa no por la tradición, falsificada a cada sería puramente intelectual. Luego se expresa el
paso, sino únicamente por la escritura, la sola pensamiento pensado: la verdad encontrada previa-
conservadora fiel de las ideas”. Este atinado co- mente. Siendo esto así, la belleza sería cuestión de
mentario es oro intelectual para lo que deseamos estilo, de arte lingüístico, y la verdad sería indiferente
entender: la palabra de razón, como noble semilla respecto del valor belleza”. Pero cuando se busca
de comprensión, sólo mantiene su fertilidad en el la verdad no se utilizan aparatos que detectan meta-
texto. les o calor, ni palas y linternas de mano. La búsqueda

Las otras observaciones del filósofo alemán con-


servan la misma estrategia, la cual concentra su
mirada más en la persona que en la obra: “Además,
cada espíritu que piensa con profundidad, tiene, 15
A. Schopenhauer, Fragmentos de historia de la filosofía, tr. de
Vicente Romano García, Sarpe, Madrid, 1984, p. 3 y ss.
necesariamente, la tendencia, para su propia satis- 16
E. Nicol, “El filósofo, artífice de la palabra”, en Ideas de vario linaje,
facción, de retener sus pensamientos y llevarlos a ed. cit.

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La ciencia: un asunto de palabras 23

es verbal, dice Nicol. “No existe un pensamiento que Por esta razón la marcha segura de la ciencia
sea puro pensamiento, en el sentido de no contami- requiere de una permanente vigilancia de las pala-
nado por la palabra. Los psicólogos nos lo aseguran, bras, de su definición correcta y su acepción preci-
aunque hay una razón más profunda para creer que sa. La definición esencial y nominativa de las
no existe verdad sin palabra, y es que la verdad es palabras es una exigencia metodológica del trabajo
una posesión y es un don al mismo tiempo. Esta científico. El desarrollo del vocabulario técnico de
posesión no la conseguiría un pensamiento sin pa- una disciplina científica guarda una relación directa
labras. El ser sólo puede poseerse en el acto mismo con su avance epistemológico o cognoscitivo, y no
de ofrecerlo. De hecho, el don del ser por la palabra depende, como pudiera parecer a simple vista, de
no termina nunca, porque empieza con la búsqueda. una unidad artificial de significados que se hubiera
Quiero decir que la búsqueda es ya una posesión”. logrado mediante un acuerdo o contrato verbal (en
Si se habla con propiedad, la ganancia es la realidad, una especie de consenso lexicológico), sino de la
la cual no se alcanza con la mano sino hablando de riqueza conceptual que la disciplina en cuestión
ella: “La apropiación del ser es la auténtica propiedad pueda justificar mediante su natural diversidad teó-
de la palabra: lo que se llama "hablar con propiedad" rica. Las razones que toman cuerpo en las pala-
es hablar del ser con intención de verdad. Ésta es, bras claves del conocimiento de una determinada
dialécticamente, una intención a la vez posesiva y zona de lo real constituyen conceptos cuya fertili-
generosa. Y como el ser no se da ni se posee con las dad cognoscitiva depende directamente de su cla-
manos, sino sólo con el verbo, el buscador de ridad y distinción, las cuales, desde siempre,
verdades es modelador de palabras, artífice nato de pertenecen a los requerimientos esenciales del
la palabra. Su instrumento no es el arte retórico. trabajo científico. El pensamiento filosófico siem-
Aunque su oficio requiere destreza profesional en la pre ha dado importancia a los mecanismos y las
expresión, su vocación misma impide que el artífice justificaciones lógicas y gramaticales de los térmi-
sea artificioso, que lo buscado resulte rebuscado. nos, ya que éstos allanan o entorpecen el camino
Su recurso es el método. La belleza verbal reside en en el que la cosa misma aparece por gracia del
lo que Descartes llamó "la recherche de la verité". La lenguaje.
búsqueda, entiéndase bien. Hablar del ser como es
Pero el lenguaje puede caer en desgracia. Pueden
debido sería, literalmente, un discurso del método:
faltarnos las palabras o no decir ya lo que con ellas
una palabra metódicamente encauzada hacia el ser.
solíamos decir. Cuando nos faltan las palabras
Método significa camino: el curso de ese discurso es
podría tratarse de algo más que una mera carencia
la vía que toma el filósofo buscando el ser con
de vocablos, diccionarios o repertorios lexicológi-
palabras”. Pero el discurso es palabra, y ésta es
cos. Podría revelarnos una profunda alteración en
texto en el plano de la búsqueda de la filosofía y la
las coordenadas ontológicas básicas formadas
ciencia.
por el ser, el hombre y el lenguaje. Dentro de este
tablero filosófico suele notarse la falta de sentido de
XIII
algunas palabras fundamentales señalando princi-
palmente una decadencia del lenguaje. Según Hei-
En el taller del pensamiento se trabajan los textos, degger17 la destrucción de nuestra referencia al ser
sus palabras y sus razonamientos, en un proceso
semejante al que convierte el carbono cristalizado
de un diamante en un espléndido brillante, tallando
17
Martin Heidegger, Introducción a la metafísica (Einführung in die
sus facetas por el haz y el envés. Lo escrito se deja Metaphysik, 1953), tr. de Angela Ackermann Pilári, editorial Gedisa,
pulimentar, como se pulen rústicos caracteres. Barcelona, 1995, cap. I, p. 54.

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24 Juan Manuel Silva Camarena

explica el deterioro general del lenguaje, y no al empobrece notablemente en la penuria de las pala-
revés: “El hecho singular de que el ser ya sólo es bras. Con pocas palabras el pensamiento se mar-
una mera palabra y un humo evanescente se ten- chita y muere. En las palabras mal usadas el
dería a subordinar al hecho más general de que a pensamiento degenera, se deforma, se anula, y
muchas palabras, y precisamente a las esencia- sus razones fallan. En la investigación científica, y
les, les ocurra lo mismo y que, en general, el en la existencia misma, hablar bien no es dominar
lenguaje esté desgastado y deteriorado, al ser el arte de la oratoria. No es un lujo cultural sino una
medio de comunicación imprescindible pero sin exigencia de la razón de verdad. Es necesario
amo, arbitrariamente utilizable, tan indiferente como hablar bien con el fin de que en el cuerpo de las
un medio de transporte público, como el tranvía al palabras encarne la precisión y la agudeza del
que todo el mundo puede subir y del que cualquiera razonamiento que persigue la verdad e intenta
puede apearse. Cualquiera habla y escribe sin atraparla. Ciertamente el pensamiento práctico de
impedimentos y, sobre todo, sin riesgos, usando el la inteligencia permite subsistir, pero consume po-
lenguaje a su antojo y gusto. Esto es así, sin duda. cas y sencillas palabras, como si deliberada y
Además, sólo muy pocos tienen todavía la capaci- cuidadosamente se hubiera extirpado de ellas la
dad de pensar en todo su alcance esta mala rela- ambigüedad y la riqueza semántica de la comple-
ción y desproporción en que la existencia actual se jidad propia de la experiencia humana. Lo práctico
halla con respecto al lenguaje”. La mala relación no requiere de la fineza de la expresión ni la disfruta.
con el lenguaje es fundamentalmente una mala Como por obra de una especie de maleficio sinies-
relación con el ser. “Las organizaciones que se tro cuanto más esquemático y automático es el
proponen purificar el lenguaje y preservarlo de la curso de la acción práctica más pobre y tosco es el
progresiva desfiguración, merecen respeto. Pero lenguaje que la acompaña. Para decirle al prójimo
tales empresas sólo demuestran más claramente que lo amamos, o para hablar de la serenidad que
que ya no se sabe qué es lo importante en el se conquista cuando por fin estamos en paz con
lenguaje”. nosotros mismos, se requiere de mayor sutileza de
lenguaje que cuando averiguamos el precio de las
¿Y qué es lo importante en el lenguaje? Tal vez lo que cosas o pagamos una mercancía y exigimos el
pudiera quedar de manifiesto al revelar la existencia cambio correcto. La lógica simple del sí y el no, la
de una mala relación nuestra con el lenguaje, sea que no se compromete nunca con el problema
cual fuere su relación con el ser, que consiste en una ontológico del ser y la nada,18 y con la cuestión de
inmoral relación con el prójimo y con nosotros la libertad, es suficiente para desplegar la fuerza de
mismos al descuidar, ignorar o destruir el sentido la razón calculadora, la que rige algunos afanes
ético de las palabras que normalmente nos obliga a humanos arteros y malintencionados, quehaceres
hablar bien para bien de todos, es que el destino del prácticos del más variado tipo, artificios de toda
lenguaje se funda en una referencia, de carácter laya, incluyendo la técnica y sus aparatos. Por el
moral, del hombre al ser. Todo haría suponer, contrario, la razón pensante convierte a cada
entonces, que esta referencia decide el tono moral persona en un usuario responsable del lenguaje, y
de la existencia y el saber, de la filosofía y la ciencia, a cada científico en un obrero de la palabra. La
en su vinculación con el bien y la verdad, y por tanto, ciencia, hablando con propiedad, es un asunto de
la estatura misma de la vida humana. palabras.

Pero las palabras se acaban. Pueden escasear en


nuestro pensamiento como escasea el agua en 18
Cfr. Juan Manuel Silva Camarena, “¿Los dueños del sí y el no?”,
algunos ríos. Podríamos ya no tener palabras ni Revista de Filosofía, Universidad Iberoamericana, México, 69, sep-
tiembre/diciembre ,1990, 349-356.
para hablar de la falta de las palabras. Y la vida se

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