Danielle Jacquart
Claude Thomasset
SEXUALIDAD
Y SABER MÉDICO
EN LA EDAD MEDIA
� LABOR UNJVERS/1/lRIA
� Monografías
Traducción de
José Luis Gil Aristu
Revisión de
Jon Arrizabalaga
Luis García Ballester
Cubierta de
Jordi Vives
Primera edición: 1989
Título de la obra original:
Sexualité et savoir médical au Moyen Áge
© Presses Universitaires de France, 1985
© de la edición en lengua castellana y de la traducción:
Editorial Labor, S.A. - Calabria, 235-239 - 08029 Barcelona, 1989
Depósito legal: B. 20260-1989
ISBN: 84-335-1750-3
Printed in Spain - Impreso en España
Impreso en: Imprenta Juvenil, S.A.
Maracaibo, 11 - 08030 Barcelona
Introducción
Cualquier deseo de conocer mejor al hombre medieval ha de diri
gir la mirada hacia las representaciones del mundo que él nos ha le
gado. Los textos científicos revelan, sin intervención de la ficción
poética, el orden de un universo obediente a la voluntad divina y en el
que el cristiano lee los designios de Dios. Sin embargo, este mundo
está, en su totalidad, al servicio del hombre, cuyo cuerpo cumple las
funciones necesarias para la supervivencia y la continuidad de la es
pecie. La envoltura corporal es efímera, destinada a desaparecer
mientras aguarda la resurrección y los teólogos no admitieron de bue
nas a primeras que el hombre de ciencia consagrase su tiempo y sus
esfuerzos a este bien secundario: los hombres de Iglesia quieren ser,
ante todo, médicos de las almas. Tras varios siglos reservada a los
monjes, la medicina del cuerpo alcanza, poco a poco, su autonomía;
una vez legitimada plenamente a partir de aquella auténtica con
quista de la ciencia medieval que determina el siglo xm, logrará pene
trar lentamente en los hospitales, los cuales, durante mucho tiempo,
seguirán entregados principalmente al cuidado de las almas. Sin em
bargo, la opción de los teólogos no impidió la continuidad de un
saber médico y científico que, dejando aparte la medicina popular, se
constituye de forma paralela con el progreso, con la reconquista del
saber de la Antigüedad. La legitimidad de la exploración de las leyes
de la naturaleza se realizó de manera lenta: la comprensión de los se
cretos del mundo, de los misterios del organismo humano, fue denun
ciadé,i a menudo como un intento prometeico que sobrepasaba los
límites de lo que a las criaturas les era lícito investigar.
De las reticencias de los teólogos, de sus perentorias afirmaciones
doctrinales no hay que deducir que el hombre de la alta Edad Media
no tuviese la voluntad de utilizar un saber para escapar de la enfer
medad. La presencia de vestigios de la medicina antigua, y más en
particular de la hipocrática, nos muestra con qué cuidado se esforza
ron los hombres por asegurar la transmisión del saber médico, ya
mucho antes de que Isidoro de Sevilla emprendiese la recogida y el
compendio de los conocimientos filosóficos y científicos conservados
VI SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
a pesar de la caída del Imperio romano y crease el primer monu
mento del saber medieval. A esta voluntad de explicar el mundo y
comprender los signos puestos por Dios en las cosas estuvo siempre
asociada una actitud más pragmática, una utilización del sistema teó
rico de explicación destinada a remediar las disfunciones del cuerpo
humano. Así el régimen, la receta y el consejo médico irrumpen en el
saber teórico y pueden leerse en las enciclopedias medievales. Y a la
inversa, toda una práctica médica, nacida quizá de la observación, in
tenta colarse entre las rígidas clasificaciones, en el interior de las sim
ples y lógicas combinaciones mediante las cuales la Edad Media
intenta aprehender el funcionamiento del ser vivo. Quedan así evoca
dos los testigos que vamos a interrogar.
El objeto de nuestra reflexión es la sexualidad medieval; esta elec
ción requiere algún tipo de justificación. La función reproductora
está en el centro de las preocupaciones de teólogos y médicos. La gi
necología y la embriología han sido objeto de numerosos estudios;
nosotros detendremos la reflexión en el preciso momento en que se
constituye el primer estado embrionario. En un pensamiento que no
concibe la interrupción de la fecundidad de la mujer, que rechaza -al
menos en teoría- asignar al acto sexual cualquier finalidad que no
sea la de la procreación, puede parecer espinoso intentar abordar las
ideas sobre la sexualidad dejando a un lado la ginecología y las limi
taciones que necesariamente impondrá esa finalidad única. Una in
vestigación sobre la sexualidad constituye a menudo una búsqueda
de los medios de evitar la fecundación y dará prioridad a las voces de
quienes conceden un lugar preferente al placer. Con otras palabras,
nuestras consideraciones deberán otorgar la mayor importancia a lo
implícito, a la parte alusiva del discurso. Las reflexiones y técnicas re
ferentes a cualquier forma de la vida sexual se desarrollan, curiosa
mente, a la sombra de un discurso que tiende a reprimirlas: con la
penitencia, en el caso de censores; con argumentos de orden fisioló
gico, por parte de los médicos.
Al buscar el cambio nos será preciso aislar el detalle, otorgar un
lugar privilegiado a la frase o a la palabra que manifiesta un pensa
miento nuevo en una obra que, considerada en conjunto, parezca en
tregada al conformismo. Es también de capital interés apreciar el
grado de adhesión o de pasividad de quien pone el texto a disposición
del público. Determinada parte de una obra que da a conocer el co
nocimiento de una práctica extraña parece no despertar eco alguno
en el pensamiento de quien la comenta. Para ser más precisos, ciertos
pasajes de Avicen"a,-cosa que vale para otros textos- parecen ser ig
i'Iorados o incomprendidos, mientras que otros provocan, ya desde su
recepción, la especulación intelectual. Por otro lado, en un mismo
personaje pueden dejarse oír distintas voces: un doctor de la Iglesia.
INTRODUCCIÓN VII
al entregarse a la investigación científica, al dedicarse a esa extraordi
naria porfía intelectual que constituye el comentario de un texto de
Aristóteles, puede emitir opiniones que pondrían en un aprieto su re
flexión teológica. En fin, en el seno mismo de un texto de tradición in
cierta, la interpolación aportaría, en forma de afirmación brutal, el
testimonio de un pensamiento contemporáneo. Numerosos textos de
divulgación científica mal definidos en sus contornos son los porta
dores de una información de calidad. La lengua, más incluso que la
diversidad de voces en el interior de una obra o de un texto, se mues
tra a la vez como medio de información y como obstáculo para la
apreciación justa de los conocimientos relativos a la sexualidad.
Una parte del placer erótico está integrada por la estimulación de
la imaginación; y la literatura árabe, por ejemplo, que había aunado
poesía y didactismo, tenía una conciencia clara de esta función de la
lectura. Así, la recopilación de textos -fuera cual fuese su contenido
científico- tuvo y sigue teniendo esta función. La acusación de com
placencia aparecía de forma inmediata en boca de los detractores.
Guillermo de Conches tuvo que reivindicar la legitimidad de su dis
curso sobre la sexualidad y la ginecología. El censor ocupa ya su
lugar y el autor debe reclamar, anticipadamente, el derecho a la ex
presión. No puede ignorarse el placer del reto, con lo que se instaura
un diálogo entre las dos partes afectadas: su duración se contará por
siglos, con todas las implicaciones psicológicas inherentes a este
asunto. Pero dejemos aquí las condiciones propias del discurso sobre
la sexualidad.
Sencillamente, al igual que ocurre con todas las ramas del saber
médico, incluso más aún quizá que con cualquier otra, se interpone
aquí cierta opacidad del vocabulario. La dificultad tradicional para
denominar los órganos coexiste con los peligros que implican las tra
ducciones sucesivas: del griego al árabe, del árabe al latín, del latín al
francés antiguo. Las posibilidades de despropósitos resultan así mul
tiplicadas, y las interpretaciones falsas han podido originar, en el
curso de la historia, auténticos errores científicos. Una nueva traduc
ción es siempre un acontecimiento desde el punto de vista del conoci
miento, pues numerosos conceptos aguardaban una precisión com
�lementaria. En la última etapa de la transmisión, cuando la palabra
llene que expresarse en francés antiguo, la dificultad es aún mayor,
pues el pensamiento científico va a vaciarse en el molde de una len
gua que no posee un vocabulario adecuado en ese campo. Los présta
mos griegos y latinos permiten salir del paso y se echa mano de los
recursos de la lengua vulgar, añadiendo un nuevo sentido a determi
nada palabra. Se dará, pues, la coexistencia de una lengua culta y de
una lengua popular, y la unión, en el seno de una misma palabra,
VIII SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
de una acepción común y de otra técnica bajo un único significante. En
el ámbito de la sexualidad, el término de origen culto y el término po
pular se encuentran uno al lado del otro, como si se sintiese la necesi
dad de un esfuerzo pedagógico constante destinado a quienes no
dominan las etimologías griegas y, sobre todo, latinas. Es preciso re
conocer que el foso que actualmente separa los dos niveles de lengua
es aún más profundo que el existente en la Edad Media. A quien se
exprese en la lengua de los médicos se le reconoce el derecho a hablar
de la sexualidad; quien utilice la lengua cotidiana se verá acusado de
recrearse en la vulgaridad.
Se trata, sin embargo, de obstáculos superables, comparados con la
temible traducción cifrada de la que se vale un determinado grupo so
cial para hablar de la práctica sexual. En una situación dada, cualquier
palabra o expresión puede contener una alusión sexual y cual
quier texto verse afectado por una pluralidad de sentidos. Esta situa
ción amenaza con llevar a veces a excesos interpretativos, con tanta
mayor facilidad cuanto que, en una sincronía dada, todo lenguaje
posee el poder de pensar la analogía, de suscitar la metáfora, de gene
rar la alusión. Pasados los años, esta red secundaria, sobreimpuesta
al significado inmediato del texto, resulta inaccesible, al menos en
parte. Si las metáforas más elementales son bastante fáciles de desve
lar debido a su permanencia, los significados que transmiten los com
portamientos sexuales resultan difíciles de descifrar. El desconoci
miento de la red asociativa se echa penosamente en falta cuando se
trata del discurso de gentes tan duchas en la práctica del doble sen
tido como lo eran los clérigos; por añadidura, la lengua latina se pres
taba a ciertos malabarismos verbales. Se da, además, una situación de
bilingüismo, con lo que los juegos de palabras más atrevidos podían
pasar cómodamente de una lengua a otra para quedar disimulados a
los ojos de los profanos, pero revelados de forma inmediata a los ini
ciados. Parece ser que los clérigos de la Edad Media lo conocieron
todo en el arte de evocar los temas más delicados, e incluso los más
censurados. En una palabra, el arte erótico, desplegado tan explícita
mente en otras civilizaciones, pudo quizá propagarse gracias a-la se
mitransparencia de una lengua -o de dos lenguas- aptas para
transmitir la pluralidad de sentidos.
De todos modos, el deseo de dar con un desciframiento, la voluntad
de establecer un elenco de términos que permitieran moverse a través de
la representación de la actividad sexual, no constituirían más que una
de las intenciones que justifican esta investigación. El sistema de re
presentaciones de la realidad es un equilibrio que se modifica insen
siblemente, y cada modificación, por pequeña que sea, proporciona la
prueba de mutaciones que pueden concernir a otros ámbitos del
saber, ya que la medicina es solidaria con la totalidad de las ciencias.
INTRODUCCIÓN IX
El deseo de comprender los mecanismos del sistema fisiológico no es
más que una parte del deseo de dominar la complejidad de lo real y,
según el pensamiento aristotélico, la física junto con las artes mecáni
cas contribuyen, en virtud de la analogía, con sus esquemas explicati
vos. De hecho, el objeto de la investigación es tanto el progreso del
saber científico como el funcionamiento del sistema de causalidad
propio de una civilización y captado en sincronía. Más que concebir
la sexualidad y la embriología como una aplicación de principios de
otras ciencias, hay que considerar el conocimiento erótico y el em
briológico como capaces de ofrecer un modelo a otras indagaciones
científicas y espirituales. Estamos pensando en la alquimia.
Así, cuando el médico medieval intenta elucidar los misterios del
organismo vivo, transgrede el ámbito delimitado por la ciencia mo
derna. Pero este discurso asimilador y conquistador, que se sirve del
saber del pasado y del presente, se vale también, cuando lo cree útil,
de los hallazgos de la teología y del legado del pensamiento popular.
La explicación anatómica o fisiológica es un crisol en el que se amal
gaman los conocimientos científicos y los exempla heredados de una
larga tradición. Las creencias supersticiosas toman el relevo de la fi
nalidad cuando ésta deja de percibirse o la sustituyen sin más cuando
el observador científico cede ante la presión de la herencia cultural.
Por esta razón, el saber científico medieval muestra tanto atolladeros
sorprendentes como asombrosas intuiciones.
Más importante que el progreso científico, que a menudo no pasa
de ir a una con el descubrimiento de textos de la Antigüedad, sea tal
vez la libertad adquirida por el discurso. El dominio de la práctica
erótica es un descubrimiento de las posibilidades del cuerpo, una di
mensión nueva dada al tiempo, una voluntad de escapar al determi
nismo estrecho impuesto por una visión demasiado exclusivamente
finalista de la misión del hombre en la tierra. El rechazo de la realiza
ción instintiva del acto sexual a cambio de la reivindicación del pla
cer era una tarea más difícil de lo que parece. La parte más instruida
de la población se dedica a encontrar su lugar en la sociedad y, para
llegar a esta situación definitiva, utiliza una técnica y un conoci
miento científicos de la sexualidad. Los clérigos ocupan el primer tér
mino de la escena gracias a su descubrimiento de la función del
juego. El juego de los cuerpos, las técnicas del amor se expresarán
gracias a las posibilidades lúdicas y eróticas del lenguaje. Sin em
bargo, sería un error censurar su despreocupación.
En efecto, la Edad Media está cargada de amenazas: el juego eró
tico y el juego sobre el erotismo se explican como una resistencia al
miedo, al menoscabo de las libertades humanas. En el Occidente me
dieval el ejercicio de la actividad sexual está ligado al temor; no sola
mente al temor que inspira una ley moral o religiosa cuya transgre-
X SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
sión llena al hombre de horror sagrado. De manera más prosaica,
quienes frecuentan los textos médicos descubren acechando a cada
paso las obsesiones del hombre medieval; todos los ataques al orga
nismo pueden suscitar el miedo: fatigas, deficiencias, envejecimiento.
El momento más temible es el encuentro con la mujer: jcuántos cen
sores advirtieron al hombre de los peligros que corría! La mujer es el
ser del tiempo discontinuo: amenazador durante la menstruación,
prohibido a menudo durante el embarazo y la lactancia, vedado du
rante los días sagrados. La conjunción del hombre y la mujer resulta
casi una aventura. El esfuerzo de los médicos consistió no en vencer
las supersticiones -semejante tarea era imposible-, sino en intentar
explicar la especificidad fisiológica y psicológica de la mujer. Los más
grandes espíritus realizaron auténticos prodigios en este campo mien
tras se producían los ataques más antifeministas. Pero por mucha
atención que la medicina medieval pudiese prestar al cuerpo, e in
cluso a la psique, siguió siendo incapaz de curar la mayoría de casos
graves. Aún más, estaba totalmente inerme ante los grandes azotes de
la enfermedad. Todo intento de conseguir una explicación racional
de la transmisión epidémica resultaba vano. De ahí que en los escri
tos de los médicos y en la conciencia popular subsistan relatos irra
cionales, historias míticas que proporcionan la respuesta inmediata,
la prueba irrefutable en forma de cuento o exemplum. Sin embargo, la
enfermedad está presente en el pensamiento medieval. Pensamos in
mediatamente en la lepra, pero hay que recordar también las enfer
medades venéreas que mutilan el cuerpo y evolucionan sin control
despertando las mayores inquietudes en los espíritus. Son ellas las
que atizaban la incomprensión y hasta el odio del hombre hacia la
mujer. ¿Nos extrañaremos de que en tales condiciones los escritos
científicos se muestren sensibles a las presiones de la teología y per
meables a las influencias de culturas extranjeras en lo que éstas tie
nen de más irracional?
El pensamiento científico medieval relativo a la sexualidad se
halla por todas partes. Está presente en la literatura y en las literatu
ras extranjeras de las que toma las verdades bien asentadas, en la di
versidad de las traducciones árabes con las que se va enriqueciendo
progresivamente, en los tratados teológicos que deben asignar al
hombre su lugar en el mundo. Estas cuestiones estaban presentes en
el pensamiento de todos los intelectuales: la intención de unos era co
dificar; la de los otros, conocer y sanar. Se ha hablado bastante de los
primeros y de sus excesos; es justo hacer oír la voz de los otros.
Queremos expresar toda nuestra gratitud y reconocimiento a
nuestros maestros, Guy Beaujouan y Mirko D. Grmek. Ambos nos
han proporcionado, con sus enseñanzas y su constante buena dispo
sición, ánimos y ayuda eficaz.
Índice
INTRODUCCIÓN .............................................................................................. . V
CAPÍTULO l. La anatomía o la búsqueda de las palabras ............. . I
Juegos de palabras ............................................................................... . 2
Juegos de analogías ............................................................................. . 12
Descripción de los órganos genit�les de la mujer en la
Anatomia Cophonis ........................................................................... . 17
Descripción del aparato genital masculino y femenino en
la Segunda demostración salernitana .......................................... . 18
La síntesis de las influencias en la Anatomia Nicolai phy-
sici ........................................................................................................... . 21
La intromisión de lo real .................................................................. . 24
Las primeras utilizaciones de las traducciones toledanas y
el fin de la tradición salernitana: La Anatomia vivorum .. . 25
La anatomía en las enciclopedias ............................................ . 27
La época de los anatomistas y de los cirujanos ................. . 29
NOTAS ..........•.....•..••..•.••..••.•..•...•.............•..........•..••..........•..•.•..........••...•..... 36
CAPÍTULO 2. La fisiología o las etapas de una purificación ........... . 45
El aparato galénico .............................................................................. . 45
El líquido precioso .............................................................................. . 50
El auxiliar indefinible ........................................................................ . 57
La materia impura ,.............................................................................. . 67
Agudezas de ingenios ......................................................................... . 75
NOTAS -••••••••••••••••••••u••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••••• 82
CAPÍTULO 3. ,.,,e, . ·
l,I d1c1na
' · ..................................................... .
y arte erotica 89
A la búsqueda de un control de la sexualidad ........................ . 89
.
Las osad'1as deI pensamiento .
I a1co ............................................... . 96
La erótica de los trovadores ........................................................ . 96
El enigma del De amore de Andreas Capellanus ............... . 98
El Roman de la Rose ....................................................................... . 110
El progreso de una ciencia erótica ........................................... . 115
XII SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
En las fuentes de la ciencia sexual de Occidente ............... 116
Oriente y Occidente: dos lenguajes distintos ........................ 123
El erotismo encontrado .................................................................. 130
NOTAS ••···············••············•·•·••··•·•···••··••····••········••··•·•·····••··••···•······••·········•· 138
CAPÍTULO 4. Inocentes y culpables .......................................................... 147
Los límites de la libertad ................................................................... 147
La imaginación culpable ................................................................... 153
Los excluidos .......................................................................................... 161
NOTAS ···············••··••·•··•··•········••··•·••··••··••····••····••·····•····•••·•····•····••····•·····••··• 172
CAPÍTULO 5. El cuerpo expuesto .............................................................. 177
Rupturas de un equilibrio frágil ..................................................... 177
La impotencia .................................................................................... 178
El mal histérico o la sofocación de la matriz ....................... 182
Lepra y enfermedades venéreas ...................................................... 186
¿Qué enfermedades? ........................................................................ 186
Lepra y contaminación .................................................................. 192
La pretendida inmunidad de la mujer ...............•.................... 196
NOTAS ....................................................................................... ................. 201
CONCLUSIÓN ••....••..••..•..•..••••..•.....••••..••...••..•••..••.•..••.•..••.•..••..••••..••....••..••••..••. 205
NOTAS .......................................................................................................... 208
CAPfTULO 1
La anatomía o la búsqueda de las palabras
El anatomista medieval aparece, la mayoría de las veces, en la re
presentación moderna, con los rasgos de un teórico cegado por la
confianza puesta en la autoridad galénica y movido por el solo pro
pósito de verificar su autenticidad. Esta visión, que nos han legado en
gran medida los hombres del Renacimiento, deseosos de romper con
una cultura que ya no les satisfacía, no da razón de las condiciones
necesarias para una observación eficaz. El éxito de la misma depende
de los conocimientos subyacentes, destinados a dar sentido a lo que
se ve. En el terreno de la anatomía, resulta particularmente difícil se
guir una descripción detallada que no cuente con una imagen figu
rada, sobre todo cuando los textos que la exponen han sido trasla
dados sucesivamente de una lengua a otra, como ocurría en la Edad
Media. La finalidad de las primeras disecciones, efectuadas al princi
pio con animales y luego con cadáveres humanos, fue, pues, la de
ayudar a la comprensión de las fuentes, comprensión que no podía
lograrse por la mera interpretación textual. La contribución de la
Edad Media consistió en hacer nuevamente inteligibles los descubri
mientos galénicos y ordenarlos.
Sin embargo, el galenismo medieval no coincide con el galenismo
auténtico; Owsei Temkin 1 demostró ya cómo se produjo una primera
desviación en el marco de la escuela alejandrina. El alejamiento au
mentó con el correr de los siglos por la apertura a otras influencias
que se sumaban a las primeras sin anularlas. Al término de la evo
lución, el siglo xv conserva las huellas de diferentes oleadas que
completaron las migajas de saber legadas por la baja Antigüedad
latina. Esta característica del pensamiento medieval, consistente en
superponer, más que en eliminar, es particularmente perceptible en la
anatomía, ciencia menos sujeta que la fisiología a las modas intelec
tuales y a las corrientes filosóficas. La pervivencia de influencias su
cesivas explica. ante todo, el carácter inestable y heterogéneo del
2 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
vocabulario: los sinónimos proliferan, incluso en la pluma de un
solo autor.
La descripción de los instrumentos de la generación nos ofrece un
ejemplo excepcional de la amplitud de las divergencias capaces de
manifestarse entre dos autores. Para un espíritu moderno que ha reci
bido del siglo XIX el legado de la idea de función orgánica, esta inesta
bilidad en los datos anatómicos parece irreconciliable con un sistema
fisiológico coherente. Sin embargo, bajo la perspectiva de la fisiología
medieval, fundada en el mecanismo de los humores y de las fuerzas
transmitidas por los espíritus (o pneuma), los órganos se consideran
sólo lugares de paso, receptáculos o vehículos. Su existencia se ex
plica en términos de finalidad y no de función específica.
JUEGOS DE PALABRAS
En el terreno de la descripción anatómica es constante la presen
cia del ejercicio etimológico. Esta particularidad del pensamiento me
dieval legitima el interés que le dedicamos al iniciar una exposición
consagrada a la descripción de los órganos del cuerpo humano. En
efecto, Isidoro de Sevilla, en los siglos VI-vn, en sus Etymo/ogiae, da
principio a una forma de saber al que la Edad Media tardará en
renunciar.
Jacques Fontaine2 ha mostrado muy bien cómo se instaura cierto
tipo de discurso científico, cómo se efectúa una apropiación de la re
presentación de las cosas por el lenguaje. Los «gramáticos» fueron lo
bastante hábiles como para disponer de un método intelectual fun
dado en la deconstrucción, en el fraccionamiento del significante,
para hacer de él el procedimiento esencial de todo conocimiento. Se
ha demostrado que esta forma de pensamiento participa, a la vez, de
la herencia helenística pagana y de una tradición semítica transmi
tida por la Biblia. Según Jacques Fontaine, 3 la función de la etimolo
gía es a un mismo tiempo «original y esencial» en esta cultura de
transición, en un momento en que el intelectual no posee más que
vestigios de la cultura antigua, y cuando todavía no ha nacido la cul
tura medieval. La palabra y el ejercicio etimológico ligado a ella cons
tituyen los elementos primeros de esta nueva cultura y, al mismo
tiempo, una coerción, una obligación, muy difícil de eludir. No pa
rece concebible dudar de las orientaciones propuestas por Isidoro,
pues el saber que se adivina tras él, junto con su dimensión intelec
tual, hacen del mismo la autoridad primera. Isidoro es, en efecto, el
primero desde un punto de vista meramente cronológico; y lo es tam
bién en el ejercicio del pensamiento, ya que suministra los nombres y
orienta la red de analogías vinculadas a ellos.
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 3
Quizá resulte interesante que traigamos a consideración el funcio
namiento de la etimología isidoriana. Dejemos de entrada a un lado
aquellos casos en que la imposición de un nombre testimonia una ac
tividad humana «de manera arbitraria» (secundum placitum): el exa
men de la forma de tales vocablos no puede revelar, evidentemente,
nada esencial. 4 Como compensación, los demás nos presentarán la
cara oculta del ser o de la cosa considerada. La definición de la etimo
logía propuesta por Isidoro, y tantas veces discutida, es la siguiente:
ETYMOLOGIA est origo vocabulorum. cum vis verbi ve/ nominis per interpretationem
colligitur.
De acuerdo con Joseph Engels, se podría traducir así:
El origen (el motivo) de las denominaciones es una etimología. cuando el sentido
del verbo o del nombre se capta mediante una interpretación.
En su forma más acabada, la etimología isidoriana es un análisis
complejo ordenado de la manera siguiente, tomando el ejemplo de
nepos (nieto = nacido después del hijo):
NEPOS = NOMEN, VOCABULUM
QUI EX FILIO NATUS EST = VIS NOMINIS
QUASI NATUS POST = NOTA
PRIMUM ENIM FILIUS NASCITUR,
DEINDE NEPOS = ORIGO-VERILOQUIUM. 5
Lo más interesante para un espíritu moderno es la NOTA, es
decir, el «núcleo vocal» en torno al que se ha formado el nombre,
enunciado expresamente o precedido de quasi. Veamos un ejemplo
tomado de la descripción del cuerpo humano, que presenta la cabeza
como el lugar de donde parten los nervios y, por tanto, como el origen
de toda fuerza:
Prima pars corporis CAPUT; datumque illi hoc nomen eo quod sensus omnes et nervi inde
initium CAPIANT. atque ex eo omnis vigendi causa oriatur. 6
(La parte principal del cuerpo es la cabeza: se le ha dado este nombre porque en
ella tienen su principio todos los sentidos y nervios. y porque en ella se origina toda
causa de energía vital.)
Desde nuestra perspectiva, la etimología permite captar la función
esencial del órgano en cuestión.
No dejaremos a Isidoro de Sevilla sin ofrecer una definición aún
más precisa de su instrumento de trabajo:
4 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
El motivo de las denominaciones es una ETYMOLOGIA (i. e. VERILOQUIUMJ. es
decir, que está en conformidad con la naturaleza de las cosas, cuando la NOTA RERUM
da forma a los nombres y a los verbos y cuando, consecuentemente, la VIS del nombre
o del verbo puede ser captada mediante una INTERPRETA T/O (NOTA T/0 o ARGU
MEN1VM EX NOTA ). es decir. mediante una EITMOLOGIA. 7
Más que este método de interrogar al nombre, que acabamos de
evocar rápidamente, lo que Isidoro deja a la Edad Media como le
gado es una actitud que, en él, conduce a una «revelación religiosa». 8
El verdadero motivo de la indagación filológica medieval será, por
tanto, la voluntad de descubrir la parcela de verdad oculta que es
conde cada uno de los signos del lenguaje.
La Edad Media adopta el concepto de etimología en la definición
no estricta dada por Isidoro. Sin entrar en el detalle de las interpreta
ciones y de las controversias, merece la pena recordar algunos nom
bres y algunas obras, con el fin de mostrar el interés que le presta la
gramática del siglo XII. Habrá que citar a Hugo de San Víctor y su tra
tado De grammatica, y, sobre todo, a Pedro Elías, quien, en la Summa
Prisciani, propone una doble definición de la etimología repetida y co
mentada muchas veces; en efecto, para él la etimología
- o bien descubre la primam vocabuli originem,
- o bien es expositio alicuius vocabuli per a/iud vocabulum. 9
En la segunda hipótesis, el concepto de etymologia está englobado
en el de expositio. La palabra objeto de la indagación etimologizadora
debe ser explicada a partir de una o de varias palabras mejor conoci
das por el lector que cumplan las condiciones propias de la actividad
etimologizante, lo que equivale a dar razón del fonetismo de la pala
bra y de las propiedades del ser o de la cosa considerada. La cuestión
del origen del nombre deja de ser pertinente. La etimología debe sa
tisfacer criterios extralingüísticos y dirigirse · a explicar la esencia
del referente.
A pesar del empeñ.o de ciertos gramáticos por establecer las distin
ciones entre los diferentes conceptos, parece ser que la Edad Media
acepta, bajo la rúbrica de «Etimología», la concepción isidoriana en
su sentido más amplio. 1 0 Roswitha Klinck muestra cómo se establece
mediante la reflexión de los gramáticos e incluso de los teóricos de la
poesía el sistema de la etimología medieval, 1 1 muy alejada de las exi
gencias de los gramáticos de la Antigüedad. La nueva· doctrina per
mite interrogar a la palabra prácticamente sin limitaciones. La más
mínima analogía existente entre dos términos puede convertirse en el
punto de partida de una etimología. Dicha etimología puede adap
tarse al sentido del texto en el que se encuentra la palabra y llegar a
ser un argumento utilizado por el comentador. En una sola palabra
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 5
pueden coexistir muchas etimologías. En este estadio, la etimología
permite cualquier fantasía y no constituye una traba para el pensa
miento. La adopción demasiado sistemática del «diccionario» isido
riano habría podido ejercer sobre el pensamiento una influencia
excesivamente determinante; los mismos abusos de la práctica otor
gan al espíritu una libertad de la que ciertos autores medievales se sir
vieron sin límite alguno.
La extensión de la exposición dedicada a Isidoro y a su concep
ción del lenguaje está en función de su importancia en la civilización
medieval. La etimología revela con la sequedad de una demostración
el ser mismo del lenguaje medieval. Con él, con todos cuantos escri
ben en el curso de los siglos siguientes, nos encontramos en una len
gua compuesta por signos, cada uno de los cuales mantiene con el
referente una serie de correspondencias que hay que descifrar. El sig
nificante puede descomponerse de múltiples maneras y cada una de
sus partes revela una parcela del ser o de la cosa significada. Michel
Foucault descubría también en el siglo XVI esa motivación absoluta,
esa motivación sagrada del signo:
En su ser bruto e histórico propio del siglo xv1, el lenguaje no es un sistema arbitra
rio; está situado en el mundo y forma parte del mismo tanto porque las cosas mismas
ocultan y manifiestan su enigma en forma de lengua cuanto por el hecho de que las pa
labras se ofrecen a los hombres como cosas que hay que descifrar. La gran metáfora del
libro que se abre. se deletrea y se lee para conocer la naturaleza no es más que el revés
visible de la trama de otra traslación. mucho más profunda. que fuerza al lenguaje a es
tablecerse en la vertiente del mundo. entre las plantas. las hierbas. las piedras y los
animales. 1 2
El recuerdo de esta concepción es una precaución útil para quien
se aventura en el ámbito del pensamiento científico medieval.
Los conocimientos médicos de Isidoro están agrupados en los li
bros IV y XI de las Etymologiae : el libro IV trae a colación las enfer
medades y los remedios, en tanto que el XI está consagrado a la
descripción anatómica. Este saber va destinado a los laicos y a los clé
rigos deseosos de poseer alguna información, pero que no son necesa
riamente especialistas ni prácticos.
Siguiendo la tradición del pensamiento griego, el universo de Isi
doro está formado por cuatro elementos. Cada uno de ellos posee dos
cualidades: las relaciones y las transformaciones están determinadas
por- la posesión de una cualidad común a dos de ellos. La medicina
hipocrática estableció la correspondencia entre los elementos y los
humores del cuerpo humano (sangre, flema, bilis negra, bilis amari
lla'). El estado del cuerpo humano resulta determinado por el equili
brio de los humores (temperamentum). Así se establece el principio de
6 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MED I A
una correspondencia entre el microcosmos (el hombre) y el macro
cosmos (el universo), presente en el pensamiento de Isidoro de Se
villa.
En la parte consagrada a la anatomía, las etimologías testimonian
un interés por exaltar los beneficios de la sabiduría divina. A través
de la adecuación entre el órgano y su finalidad, mediante sus caracte
rísticas, se pone de manifiesto la armonía de una concepción fisioló
gica del hombre, en la que nunca se descubre un fallo en la voluntad
teleológica. La descripción anatómica examina el cuerpo humano de
la cabeza a los pies; nosotros no recogeremos más que los órganos re
lativos a la sexualidad.
Lo que nos lleva a detenernos en el pasaje consagrado al pecho fe
menino es un punto de vista moderno acerca de las cuestiones relati
vas a la sexualidad. En las obras de los enciclopedistas posteriores no
hay nada que permita vislumbrar el pecho femenino como portador
de una sensibilidad erógena particular; la función nutricia es la única
señalada. Éste es el texto de Isidoro:
Mamillae vocatae, quia rotundae sunt quasi malae, per diminutionem scilicet. Papillae
capita mammarum sunt, quas sugentes comprehendunt. Et dictae papil/ae, quod eas infantes
quasi pappant. dum lac sugunt. Proinde mamilla est omnis eminentia uberis, papilla vero
breve illud unde lac trahitur. Ubera dicta, ve/ quia lacte ubena, ve/ quia uvida, humore scilicet
lactis in more uvarum plena. Lac vim nominis colore trahit. quod sil a/bus liquor. leucos enim
Graece a/bum dicunt: cuius natura ex sanguine commutatur. 1 3
Citamos el texto latino con la intención evidente de que se vea de
forma manifiesta el juego de las etimologías. Tales etimologías pue
den clasificarse según las diferentes categorías propuestas por el
mismo Isidoro. En el primer grupo figuran las etimologías construi
das ex causa, ex origine o ex contrariis; en el segundo, las producidas ex
nominum derivatione, ex vocibus y ex graeca etymologia orta. 14 La otra
posibilidad de clasificación la ofrece la terminología de la retórica
agustiniana, empleada por los autores medievales, cuyos ejes princi
pales son la translatio similitudinis y la translatio vicinitatis. 1 5 La rela
ción «manzana-seno» es una hermosa translatio similitudinis, a la que
se suma un proceso de formación de palabras: la adición del dimi
nutivo.
La secuencia ubera -seno
pasando por ubera lacte-abundantes en leche
y por uvida -llenos de líquido, jugosos
para llegar a uva (el seno está lleno de leche como el racimo
está lleno de zumo) constituye un extraordinario rebuscamiento. Hay
que confesar que, si bien la filología y la ciencia salen un tanto perdedo
ras en el proceso, la poesía reina con total ufanía. Nos equivocaríamos
con nuestra sonrisa, pues la etimología de la palabra lac se vale de la
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 7
teoría galénica del blanqueamiento, de la transformación de la sangre
en leche, teoría de la que participan todos los autores de la Edad Media
y que será expuesta muchas veces con profusión de detalles.
El deseo constante de la búsqueda etimológica encamina muy a
menudo a Isidoro hacia la expresión de la función del órgano evo
cado. Esta tradición. según lo ha demostrado Jacques Fontaine. tiene
raíces profundas: «La preocupación por la explicación funcional es
taba ligada en la medicina latina a una concepción estoica de la fun
ción de la finalidad en la naturaleza». 16 Los datos de la filosofía
pagana están, por tanto, en el origen de los principios teleológicos que
supone la aceptación del cometido de la Providencia referida a la na
turaleza. Encontraremos, pues, en Isidoro una búsqueda metódica
del finalismo. Mediante la etimología, el finalismo biológico de Isi
doro se pone al servicio de la apologética. Junto a este finalismo bio
lógico se da un finalismo funcional consistente, por ejemplo, en
evidenciar las funciones de protección (protección del órgano de la
vista por los pómulos, las pestañas, las cejas y los párpados). Recorde
mos que el finalismo estético está presente en las Etymologiae antes de
pasar a detenernos en una cuarta forma de finalismo, creación, por
otra parte, poco afortunada del autor, pues se superpone a las catego
rías ya mencionadas: el «finalismo distintivo» de los órganos, creados
o diferenciados «en función de una distinción»; es el caso de la fun
ción de la barba en la diferenciación de los sexos. 17 Poseídas ya las re
glas del juego isidoriano, podemos recordar nuevamente algunas
etimologías.
Los riñones (renes) se llaman así porque rivi ah his obsceni humoris
nascantur, es decir, que el fluido (rivus) del semen (obscenus humor)
brota de este lugar. 1 8 Advirtamos, de paso, que el esperma (semen) pro
viene de la médula espinal, según una teoría presente en la antigua
medicina griega y que volveremos a encontrar. Los lomos (/umbus)
son la sede de la lujuria (oh libidinis lasciviam dicti = «por la desho
nestidad del deseo»), mientras que en la mujer lo es el ombligo (umbi
licus).1 9 Este pasaje nos ofrece un buen ejemplo de cómo funciona el
pensamiento isidoriano. La idea principal es que la sede de la libido
está en el centro del cuerpo; de ahí la serie de asociaciones siguientes,
que tomamos en orden inverso al del texto:
- umbo (abombamiento en el centro de un escudo);
- umbus i/iorum;
- umbilicus;
- l + umbus (lumbus).
Pensamos que es así como el primer referente se vincula a la serie
analógica. La creación se ha producido de la manera siguiente: un or
denamiento del cuerpo humano según el orden del mundo (está sub-
8 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
yacente la analogía microcosmos-macrocosmos), el requisito de una
situación central para la libido asociada a una búsqueda de signifi
cantes que den razón de la justeza de la teoría. Isidoro dejará en he
rencia a la Edad Media esta localización de la sede de la lujuria en la
mujer y, por tanto, de una zona erógena: entre los enciclopedistas del
siglo xm, especialmente Vicente de Beauvais, figurará aún en un lugar
destacado. Esta afirmación exclusivamente teórica podría muy bien
contener una parte de verdad: Isidoro se limitaría a expresar una fan
tasía masculina que ve en el ombligo femenino una sugerencia más
precisa.
Los genitalia 20 son las partes del cuerpo que, como su nombre in
dica, han recibido esta denominación de la generación de la descen
dencia, pues gracias a ellos se realizan la procreación y el engendra
miento. También se les llama pudenda por el pudor o bien por el pelo
(pubes) que aparece en la edad de la pubertad. Citemos también la eti
mología de veretrum (pene) con la explicación siguiente: viri est tantum
(es sólo cosa del varón), o bien porque el semen (virus) se emite gra
cias a él. En efecto, el semen (virus) es el humor que se derrama del
sexo del hombre (vir). En cuanto a los testículos (testiculi) son el dimi
nutivo de la palabra testigo (testis): para que exista un testimonio ha
de haber, por lo menos, dos. Así, en este momento inicial de la Edad
Media aparece un lenguaje que revela una determinada concepción
de la mujer: el hombre queda ya proclamado como ser completo y sin
misterio. Todo ello con un método y un lenguaje terriblemente eficaz.
Su nombre (vir) se deriva de la fuerza (vis), mientras que la mujer (mu
/ier) recibe el suyo de la blandura (mollities). Podemos ignorar el argu
mento decisivo establecido por la verdad que encierra un lenguaje de
origen divino, cuyo desciframiento es tarea del hombre, para limitar
nos a consideraciones psicológicas más triviales: el poder asociativo y
mnemotécnico de la etimología es muy capaz de grabar su marca en
los espíritus. La demostración etimológica va a proporcionar una es
tructura no sólo a la conciencia sino también al inconsciente. La
mujer es físicamente más débil para que le sea imposible rechazar el
deseo del hombre que, en tal caso, se dirigiría hacia otros objetos. 2 1 El
finalismo de Isidoro intenta justificar todos los detalles a fin de esta
blecer una armonía del mundo que evite los excesos antifeministas a
los que se entregarán determinados teólogos algunos siglos más tarde.
De todos modos, ya aparece el miedo del hombre ante la insaciable
actividad sexual femenina: «Las hembras están más sometidas al
deseo (libidinosiores) que los machos, tanto entre los seres humanos
como entre los animales. » 22 Así, Isidoro transmite a sus sucesores una
medicina que deriva sus principios explicativos de los elementos y de
sus cualidades, de la analogía fundamental entre el microcosmos y el
macrocosmos y de la teoría pitagórica del origen del esperma. 23 Pero.
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 9
sobre todo, les deja en legado un método cuyos éxitos serán conse
cuencia del hecho de que se le considerase heredero de una cultura
antigua desintegrada.
Ha llegado el momento de preguntarse por la evolución del mé
todo. En el siglo 1x Rábano Mauro, en el ambicioso proyecto que es su
obra De universo, retoma sin modificaciones una parte de las etimolo
gías de Isidoro. A la etimología isidoriana le agrega una interpreta
ción analógica. Así, en la palabra «menstruaciones» (menstrua), y
teniendo en cuenta el griego mene = luna,24 glosa como sigue:
No está permitido acercarse a las mujeres en estado menstrual ni unirse a ellas.
pues no se permite al hombre católico entrar en relación con la idolatría de los paganos
ni con la herejía de los herejes.25
La sucesión de una etimología -fundamentada, como en este
caso- y de una alegoría nos lleva a los excesos del juego analógico
que pueden llegar a imposibilitar la observación del objeto sometido
a tal procedimiento y escamotearlo en beneficio de asociaciones de
ideas creadas de manera inmediata. Al estar referidas a la acción per
niciosa de la luna, las menstruaciones -cuyos perjuicios se enume
ran a continuación- no sólo son peligrosas físicamente sino que
adquieren, además, por su vinculación con la herejía, una parte del
horror sagrado que acompañ.a a la transgresión de lo prohibido. Esto
estaba ya expresado en la Biblia, pero en este modo de hablar, en esta
asociación, aparece una prueba de verdad. En efecto, la primera pro
posición es verdadera, pero la segunda lo es más aún (no se debe fre
cuentar a los herejes y a los idólatras) y, consiguientemente, queda
excluido sin duda discutir la primera proposición. El murido físico y
la ley religiosa resultan asociados de una manera tan capciosa que
sería ingenuo negar la capacidad de convicción que esta exposición
conlleva.
Conviene dejar aquí estos peligrosos ejercicios que tendrán ca
bida en los teólogos más antifeministas y pasar a mencionar los espí
ritus que se esfuerzan en la práctica por construir un saber de orienta
ción menos sistemática.
Las etimologías de Isidoro de Sevilla que hemos citado se vuelven
a encontrar en las obras de los enciclopedistas del siglo xm: en el Es
pejo de la naturaleza /Speculum Natura/e/ de Vicente de Beauvais o en
el Sobre las propiedades de las cosas /De proprietatibus rerum/ de Barto
lomé Anglico, el Como dice Isidoro /Ut dicit Isidorus/ figura al comienzo
de cada exposición dedicada a tal o cual órgano. No aparecen, curio
samente, en el De Natura rerum de Tomás de Cantimpré, quien no
menciona más que a Galeno y a Aristóteles. La etimología se man
tiene en las descripciones anatómicas de los maestros de Salemo. Así
ocurre con la palabra «vulva» de la que Isidoro afirma: «La vulva se
10 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO E N LA EDAD MEDIA
llama así por analogía con la palabra valva [puerta de doble hoja],
pues es la puerta del vientre, o bien porque recibe el semen o bien
porque el feto procede de ella. » 26 En la Anatomía Magistri Nico/ai Phy
sici encontramos el añadido siguiente: «Se llama vulva de volo, vis o
bien de volvendo [volvere = hacer rodar algo, formar enrollando] » . 27 El
ejemplo muestra claramente la gran capacidad de adaptación del
principio finalista: la función de la vulva es la de mezclar el semen y
el movimiento que transmite está en el origen de la vida; encontramos
aquí reminiscencias de una idea que aparece en Hipócrates y una
buena ilustración de cómo funciona el pensamiento medieval. Este
ejemplo permite comprender la larga supervivencia de la etimología,
siempre productiva al ser capaz de evocar múltiples analogías y, por
tanto, de proporcionar argumentos para diferentes tipos de explica
ción. Incluso si la etimología no puede abandonar su inicial vocación
apologética, le es lícito, de pasada, contribuir a la explicación cientí
fica, pues la difícil conciliación entre teología y ciencia es competen
cia de la autoridad religiosa.
Si el pensamiento medieval se libera a comienzos del siglo x,v de
las acrobacias de la moralización agustiniana, la etimología es bas
tante más tenaz. Un ejemplo interesante nos lo ofrece el examen de
una enciclopedia medieval escrita en torno a 1 320, el Compendium
Philosophiae. 28 Aunque la alegoría no tiene ya cabida en ella, la etimo
logía es, en cambio, omnipresente y el compilador ha alcanzado ese
punto de asimilación en que se deja ya de sentir la necesidad de citar
al autor. Las etimologías de Isidoro seguirán conservando por mucho
tiempo su poder sugestivo: en su comentario, por otra parte audaz, a
la Anatomía de Mondino de Luzzi, Berengario da Carpi registra toda
vía, en 1 52 1 , el significado de vulva y de umbilicus. 29
Las páginas dedicadas a Isidoro nos han permitido mostrar que la
filología al servicio de la teología cumple un importantísimo come
tido en el pensamiento medieval. La etimología no es otra cosa que la
consecuencia de cierta concepción del lenguaje. La cuestión es aún
más compleja si se consideran las obras escritas en lengua vulgar,
pues existe una jerarquía en las lenguas y tres de ellas son sagradas.
Se trata del hebreo, del griego y del latín. La etimología latina en un
texto de francés antiguo posee un valor añadido de argumentación,
pues es un paso hacia la lengua original. Lo mismo vale, a fortiori,
para una etimología griega incrustada en un texto latino. Quien
aborde el estudio de las ciencias en la Edad Media habrá de tener la
necesaria precaución de rechazar cualquier solución de continuidad
entre la lengua tal como Dios quiso entregarla a los hombres y el len
guaje científico. La lengua permite siempre encontrar un argumento
que confirme la idea que un médico se hace de un órgano. En su ma
terialidad constituye un inagotable depósito de signos.
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 11
Sin embargo, la desaparición progresiva de la explicación por el
juego etimológico ha comenzado ya: su descrédito aumentará en
razón inversa al conocimiento de la obra de Aristóteles. El Cratilo ex
ponía las reservas que se pueden plantear a esta forma de pensa
miento y Aristóteles insistirá en el valor arbitrario del signo en el
lenguaje.
Otro fenómeno constituyó, sin duda, un factor determinante:
el creciente tecnicismo de las obras dedicadas a la anatomía y, de
manera concomitante, el despliegue de una terminología de origen
árabe, tímida aún en el período salernitano, pero cada vez más avasa
lladora en virtud de las múltiples transliteraciones de Gerardo de
Cremona. Se trata de todo un vocabulario técnico que impide a la ima
ginación de los comentadores jugar con palabras «bárbaras » las cua
les, más que evocar, descorazonan, pues provienen de una lengua
que, por un lado excluye las etimologías y, por otro, no es capaz de re
velar una verdad a los cristianos. Ante la afluencia de estos neologis
mos, los instrumentos auxiliares de los autores serán más bien los
Hermeneumata o los Synonymi, especie de léxicos bilingües que ofre
cen frente a un término griego o árabe una perífrasis destinada a
reemplazar una palabra latina todavía inexistente; imposible realizar
en este plano ejercicio etimológico alguno extralingl;lístico. La consti
tución de un lenguaje científico no está exenta de dificultades. Un co
mentador erudito del siglo xv, Jacques Despars, expresa cierta perple
jidad ante las diferentes formas de designar lo que hoy se denomina
el epiplón mayor: «Avicena denomina a este miembro tirbum, o,
según otros manuscritos, zirbum adipinum; Hipócrates, omentum; Ga
leno, en el De utilitate particularum, epiploun y en el De complexionibus,
adornen, y los nuevos cirujanos, mappa ventris y, en general, zirbus. » 30
Siguiendo estas distintas palabras se puede advertir, en la latinidad
medieval tardía, la persistencia de un «reflejo » isidoriano. La palabra
griega evoca la forma y la situación del órgano; Oribasio anotaba:
«Se pretende que el epiploon ha recibido este nombre porque flota
(epipléo), por decirlo así, sobre los intestinos. » 3 1 La palabra árabe
tharb, transcrita zirbum o tirbum, hace relación a la sustancia grasosa
que lo constituye, traducida por el adjetivo latino adipinus. En cuanto
a la expresión adoptada por los cirujanos occidentales, mappa ventris
(cobertura o vestidura del vientre), intenta comprender la función del
órgano, su finalidad.
Las representaciones iconográficas no desmienten esta tendencia.
Si dejamos a un lado las figuras que ilustran las diversas posiciones
del feto, y que se remontan a la Gynaecia de Mosción, los manuscritos
contienen sólo excepcionalmente alguna iconografía relativa a nues
tro tema.3 2 Atención particular se ha de prestar a una serie de ilustra
ciones que, aunque son una muestra de la medicina presalemitana.
12 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
continuarán reproduciéndose después de que la descripción anató
mica se vea enriquecida por la aportación árabe. Contribuirán así a
mantener cierto arcaísmo. Dos de estas figuras tienen como objeto los
órganos masculino y femenino. No se trata, en modo alguno, de una
representación realista, sino de diagramas destinados a describir los
procesos fisiológicos. Si tomamos el ejemplo del diagrama que repre
senta los órganos femeninos, constatamos que uno de los manuscri
tos muestra de manera particularmente evidente las modificaciones
experimentadas por el útero durante el embarazo; 33 los dos estados de
la mujer están reproducidos en una sola figura, lo que convierte al es
quema en algo eminentemente «teórico». Este tipo de representación
es tan poco realista que otro manuscrito sitúa las leyendas referentes
al sexo femenino en un diagrama del aparato masculino levemente
desfigurado. Este error no es fortuito: según recordaremos, la Edad
Media recoge la idea antigua de una semejanza inversa de los órga
nos genitales en el hombre y en la mujer. El mismo diagrama puede
así ser utilizado para presentar los órganos viriles o los del útero, bi
corne según la descripción medieval.
Como en los demás terrenos de la anatomía, la práctica de las di
secciones no modificará en absoluto la representación de los órganos
sexuales. Ciertas miniaturas que acompañan la Anatomía de Guido
de Vigevano (siglo x1v)34 atestiguan, sin embargo, «realidades vivi
das»; así, por ejemplo, la serie que representa las diferentes capas ab
dominales. No ocurre lo mismo con el cuerpo femenino reproducido
en una de las miniaturas: si la coloración gris del cadáver debería su
gerir una voluntad de realismo, la forma del útero la desmiente bru
talmente. Citaremos la descripción de Ernest Wickersheimer: 35 «El
útero se representa tal como lo describió Mondino, es decir, con siete
cámaras, tres en cada lado y una en medio. Los ligamentos en forma
de anzuelo parten del útero y se dirigen en todos los sentidos, pero
ninguno alcanza el diafragma. Con esta figura, el autor se propone
sobre todo demostrar que el útero no puede llegar hasta el diafragma,
como algunos autores habían creído, y provocar allí los trastornos co
nocidos con el nombre de sofocación de la matriz». La anatomía me
dieval continúa siendo explicativa antes que descriptiva.
JUEGOS DE ANALOGÍAS
En el terreno de la anatomía, al igual que en muchos otros, el im
pulso decisivo al desarrollo científico se da a finales del siglo x1 con el
Pantegni, traducción del al-Kunnas a/-maliki, de Ali ibn al-Abbas al
Majúsi. El autor de la versión latina, Constantino el Africano, ha te
nido durante siglos la reputación de hábil falsificador: omite, en
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 13
efecto, citar el nombre del autor árabe y da un título griego a lo gue
presenta como una compilación de las mejores fuentes antiguas. H:ay
que constatar, sin embargo, que si bien se permite realizar corte¡s, a
veces arbitrarios y sin venir a cuento, Constantino traduce litéral
mente los pasajes que recoge.
Podremos juzgar la calidad de la primera transmisión de la cul
tura árabe comparando, con la ayuda de breves extractos, el texto ori
ginal y la versión constantiniana del Pantegni. Ali ibn al-Abbas abre
el capítulo acerca de la descripción de los órganos genitales con una
breve introducción cuya traducción omite Constantino:
Tras haber hablado suficientemente de los órganos de la nutrición, es necesario
hablar en este pasaje de la disposición de las partes llamadas órganos genitales. Estas
partes son: la matriz, las mamas, los testículos, los vasos espermáticos y la verga.
Comenzaremos por la matriz y expondremos su forma, su posición, sus utilidades y la
condición del feto en este órgano. 36
La descripción de la matriz es vertida fielmente por Constantino,
pero las elecciones que se ve obligado a realizar para encontrar un vo
cabulario latino adecuado estarán cargadas de consecuencias.
CuAoRo l . Cronologla de las principales traducciones del árabe o del griego
Siglos Traductores o adaptadores Obras traducidas
VI Mosción Gynaecia, de Sorano de Éfeso
(siglo 1)
XI Alfano de Salemo De natura hominis, de Nemesio de
Emesa (siglo 1v)
XI Constantino el Africano Pantegni, de Ali ibn-al-AbbAs
(siglo x)
Viaticum, de lbn-al-Jazzar (siglo x)
De coitu, de lbn-al-Jazzíir (?)
De spermate, pseudogalénico
XII Gerardo de Cremona Canon, de Avicena (siglo x1)
Liber ad Almansorem, de Rhazés
(siglos 1x-x)
Chirurgia, de Albucasis (siglos x-x1 )
XIII Miguel Escoto De animalibus, de Aristóteles
(siglo 1v a. de C.)
De animalibus, de Avicena
XIII Bonacosa Colliget, de Averroes (siglo xII)
XIII Guillermo de Moerbeke De animalibus, de Aristóteles
XIII Juan de Capua Theisir, de Avenzoar (siglo xII)
XIV De coitu, de Maimónides (siglo xII)
\ I \' Nicolás de Reggio De usu panium. de Galeno (siglo 11)
14 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Forma y sustancia de la matriz
AI-Kunnás al-maliki: « Digo. pues. que la matriz. y sobre todo su fondo. se parece en
cuanto a la forma a la vejiga. pero difiere de la vejiga por poseer dos prolonga
ciones laterales semejantes a cuernos y que se extienden hasta las ingles; son éstas
las prolongaciones en que penetran las venas y las arterias que llevan a la matriz la
sangre y el pneuma. En cuanto a su sustancia. la matriz se aproxima a la de los ner
vios porque debe ensancharse por todos sus lados durante el embarazo. mientras
crece el feto». 37
Pantegni: «La matriz (matrix) es por su forma como la vejiga. pues las dos tienen una
gran profundidad. pero difiere por sus dos puntas semejantes a cuernos. Estos cuer
nos van hasta los ya mencionados emuntorios y contienen las arterias que condu
cen la sangre y el espíritu a la vulva. La sustancia de la vulva es parecida a la
nerviosa para poder ensancharse por todos sus lados cuando se ha producido una
concepción y el feto comienza a crecer». 38
La túnica de la matriz
AI-Kunnás al-maliki: «La matriz posee una sola túnica compuesta de fibras colocadas
en sentidos diversos. Tiene fibras longitudinales; estas fibras son poco numerosas
por ser necesarias sólo para atraer el esperma. Tiene también libras dirigidas obli
cuamente; estas fibras son más numerosas. en función de la fuerza requerida para
retener el esperma y el feto durante el embarazo. Finalmente, tiene fibras orienta·
das transversalmente. en función de la fuerza expulsiva necesaria en el momento de
la salida del feto». 39
Pantegni: «Hay una sola 'membrana (panniculus) que dispone de pelos (pili) agrupados
según formas diversas. Unos pequeños y extendidos longitudinalmente son necesa
rios para atraer el esperma; otros. en oblicuo y más grandes. para retener el esperma
y el feto concebido; otros. a lo ancho. sirven para expulsar el feto en el momento de
la salida».40
El <tcuello» y las cavidades de la matriz
AI-Kunnás al-maliki: «El cuello de la matriz [ = vagina] llega hasta la hendidura. es
decir. el espacio libre que se halla entre los dos huesos del pubis. Este cuello está si
tuado sobre el ano; en el exterior cuenta con prolongaciones de la piel llamadas clí
toris [ =¿labios?] ; es una parte análoga al prepucio en el hombre y su utilidad consiste
en guardar y proteger la matriz del aire frío. La matriz presenta dos grandes cavida
des. una a la derecha y otra a la izquierda. Estas dos cavidades terminan en un único
cuello que les es común y que se llama cuello de la matriz».41
Pantegni: «El cuello va a parar a la naturaleza de la mujer - la naturaleza de la mujer
es un pequeño espacio situado entre los dos huesos del pubis- y se encuentra sobre
el ano; en el exterior posee dos pequeños trozos de piel llamados badedera. análogos
al prepucio en los hombres: son necesarios para proteger la vulva del aire frío. La
matriz (matrix) tiene dos grandes cavidades. una a la derecha y otra a la izquierda.
Estas dos cavidades terminan en un único cuello llamado collum vulvae».42
La principal dificultad con que topa Constantino parece residir en
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 15
una ausencia de instrumental lingüístico en latín, más que en un des
conocimiento del árabe. Para traducir la palabra única que significa
«útero» oscila entre matrix y vulva. Esta ambigüedad no es una caracte
rística exclusiva del Pantegni: los manuscritos y las primeras ediciones
del comentario galénico a los Aforismos de Hipócrates, obra traducida
también por _Constantino, atestiguan la misma fluctuación.43 La pala
bra vulva tiene, en efecto, en el latín de la baja Antigüedad un campo
semántico bastante vago: tiende, según los autores, a designar bien el
conjunto del aparato genital externo de la mujer, bien, en algunos
otros, la matriz, con más precisión. Constantino el Africano presenta
una terminología antigua, a la vez que impone una nueva. Para desig
nar con precisión la vulva recurre a la expresión «naturaleza de la
mujer», de origen ciceroniano.44 El texto árabe no es tampoco muy
claro, pues la descripción no tiene por objeto el útero: mientras que la
palabra ba?r se refiere, generalmente, al clítoris la explicación sugiere
más bien los labios menores. El traductor se contenta en este pasaje
con hacer una transliteración del árabe en la forma badedera, lo que
llevará a los futuros autores a ignorar estos elementos del aparato se
xual femenino, tanto más cuanto que no tienen ninguna función en la
concepción propiamente dicha. Sin embargo, el Occidente latino dis
ponía, desde el siglo v1, de la precisa descripción de Sorano, que here
dara de Mosción:
i,Qué es el sinus de la mujer? Una membrana nerviosa semejante a la del intestino
grueso: muy espacioso en el interior y más bien estrecho en el exterior. donde se efec
túan el coito y los actos venéreos: se le llama vulgarmente cunnus: en el exterior están
los labios llamados pterigomata en griego y pinnacula en latín; de la parte superior baja
en el centro la llamada /andica .45
No es fortuito el olvido de esta información, que, sin embargo, es
taba fácilmente disponible: en la mentalidad medieval lo importante
es la explicación del mecanismo de la generación y no la descripción
precisa de los órganos tal como aparecen. No es, pues, de extrañar
que en los tratados anatómicos persistan afirmaciones que hoy sabe
mos falsas: su éxito varía en función de su cometido en el proceso ex
plicativo general. Así, la Edad Media creerá en la existencia de cavi
dades y pilosidades en el interior de la matriz. Tendremos muchas
ocasiones de volver a tratar de las primeras: su número será uno de
los principales motivos de divergencia entre los autores. Por lo que
concierne a las pilosidades, debemos detenernos en una particulari
dad de la traducción de Constantino. Para describir la suerte de rugosi
dades que favorecen los movimientos en el interior de la matriz el texto
árabe utiliza el término layf, que, de acuerdo con el griego ine, designa
toda fibra de origen vegetal. Su traducción al latín por «pelo» contará
con un éxito tanto más considerable en la medicina salernitana y posa-
16 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
lernitana cuanto que la disección de la cerda aportará su confirmación:
en este animal el útero es, efectivamente, muy piloso,46 de manera con
traria a lo que se observa en la mujer.
En el Dragmaticon philosophie de Guillermo de Conches, las «pilo
sidades» tendrán derecho a un tratamiento especial.47 En esta obra
podemos leer: «Las prostitutas, debido a sus frecuentes coitos, tienen
una matriz encenagada (oblimatam) y las pilosidades en las que debe
ría retenerse el semen están recubiertas; por eso, como ocurre con el
mármol lubrificado, la matriz rechaza de forma inmediata cuanto re
cibe». Si se recorre el conjunto de la descripción anatómica de Gui
llermo de Conches se ve aparecer otra víscera hueca provista de
«pilosidades»: se trata del estómago, equipado así para retener mejor
la alimentación. En su descripción de la matriz, Guillermo de Con
ches opuso pilosidades, capacidad de retención y fecundidad al már
mol, a lo liso y a lo estéril. Parece claro que el error de la traducción
explica esta concepción anatómica. La palabra en su opacidad no
nos permite restablecer las auténticas ideas de las que se sirvió el mé
dico medieval para interpretar la realidad. La explicación más plausi
ble nos la proporciona el juego analógico: de «pilosidades» reales
-intestinales, por ejemplo- se pudo pasar a «pilosidades» estoma
cales y, finalmente, a las «pilosidades» de la matriz. El pensamiento
crea una representación del órgano perfectamente adaptada a la ma
nifestación de la virtud «retentiva» galénica. La absorción del ali
mento y el desarrollo embrionario se producen en la proliferación de
estos lazos sutiles que consiguen establecer el intercambio entre la
materia y el organismo vivo. En este ejemplo, así como en otros que
veremos más adelante, parece que la imaginación precientífica está
obsesionada por la representación del proceso de nutrición en el
árbol. Las pilosidades están concebidas a imagen de las raíces del ve
getal que obtiene su vida de la materia inerte. La proliferación de los
capilares es la metáfora que intenta dar razón de la aparición o del
mantenimiento del ser vivo.
El saber teórico transmitido por Constantino encontrará una apli
cación en los ejercicios de descripción anatómica que acompañan a
la disección del cerdo y que son, de hecho, las primeras anatomías sa
lernitanas. Es necesario recordar que no se practicaba la disección de
cadáveres. Así, el mismo Galeno no disecó más que monos, por lo
que se le ha podido reprochar el haber aplicado al hombre observa
ciones hechas en animales. Salerno disecará cerdos, siguiendo así el
precepto que figura en todas sus anatomías: el hombre se parece exte
riormente al mono (y al oso) e interiormente al cerdo.
De las anatomías salernitanas, según fueron estudiadas ya por
George W. Corner,48 tendremos en cuenta tres grandes textos que nos
servirán de gu ía. Los dos primeros fueron escritos probablemente
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 17
entre 1 100 y 1 1 50, el último en una fecha indeterminada de la segunda
mitad del siglo xn, aunque sin duda antes de que se difundieran las
traducciones toledanas.
1. Anatomia Cophonis o Anatomia porci: G. W. Comer duda entre
reconocer bajo este título una obra preconstantiniana revisada o una
obra posconstantiniana escrita por un autor que no dominaba com
pletamente el vocabulario. Constituye un ejemplo del difícil paso
entre dos niveles de saber. 49
2. Segunda demostración salernitana: esta obra adopta una actitud
crítica respecto de las afirmaciones de la anterior, pero, al igual que
ella, está destinada a acompañar la disección pública del cerdo. 50
3. Anatomia magistri Nicolai physici: con un íncipit semejante, que
pone la obra bajo la autoridad de Galeno, existen tres redacciones de
un mismo texto, de diferentes estadios. La primera se atribuye a Ricar
dus Sa/emitanus. La segunda se presenta a veces como una parte del
Micrologus de Ricardus Anglicus; la tercera y más desarrollada circula
con el nombre del magister Nicolaus physicus. Este conjunto de textos
no se atienen al orden estricto impuesto por la disección del cerdo.
Las observaciones tienen como objeto más bien al hombre y la de
mostración anatómica, principalmente en la redacción de Nicolaus
physicus, atestigua el dominio de las fuentes disponibles antes del pe
ríodo toledano. 5 1
DESCRI PCIÓN DE LOS ÓRGANOS G ENITALES DE LA MUJER
EN LA Anatomia Cophonis _.
Una vez puesta la cerda sobre su espalda, la disección comienza
por la garganta; descendiendo progresivamente, el anatomista llega al
útero:
Debemos hablar ahora de la matriz (matrix). Se ha de saber que la naturaleza ha
dispuesto en las mujeres esta membrana de tal manera que todas las superfluidades
producidas a lo largo del mes se dirijan hacia ella en la época habitual. como si se en
viaran a la sentina de todo el cuerpo: así. las mujeres tienen las menstruaciones de ma
nera natural. Es también el campo de la naturaleza cultivado para dar el fruto y en el
que se arroja a veces. como a una tierra buena. lo que se adhiere en ella para que se de
rrame hacia abajo por la acción conjunta del calor natural y del espíritu. a la manera
, de un germen; parten de éste pequeñas ramas a través de las raíces o bocas que lo unen
a la matriz: de ese modo se le sirve el alimento. lo mismo que al futuro feto. Y así. en
consecuencia. por la acción de las virtudes -como ya os lo he dicho a menudo. si lo
gráis recordarlo- el futuro feto es engendrado y crece.
La matriz se sitúa sobre los intestinos. mientras que encima de su cuello ( = vagina(
se encuentra la vejiga. debajo de ella se halla el intestino grueso (/ongaon). y más abajo
la vulva. Deberás partir la matriz por el centro- del 01ificio ( = cuello del útero) : encon-
18 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
trarás encima de ella dos testículos [ = los ovarios], gracias a los cuales el esperma fe
menino es enviado a la matriz a fin de que. unido al esperma masculino, forme
el feto.
La matriz consta de siete cámaras y si diseccionas en el período de gestación encon
trarás en ella un feto sobre el que verás una túnica semejante a una camisa, llamada se
cundina. Ésta la rompe el feto en sus esfuerzos por salir. Unida a la matriz y al feto, les
transmite el alimento por medio de las venas que la atraviesan. Los canales por los que
el feto se encuentra ligado se llaman cotiledones. 52
Este texto es extremadamente revelador. Resulta sorprendente la
mezcla de indicaciones prácticas y explicaciones teóricas que le con
fieren ese aire magistral. Por lo que respecta al contenido, dejaremos.
de lado la discusión sobre la existencia del esperma femenino, que
aparecerá en el capítulo que hemos consagrado a la fisiología. Encon
tramos en este texto la unión de la afirmación médica precisa con la
analogía explicativa. Tras la comparación bíblica, sigue la imagen del
embrión representado como un vegetal o, mejor, como un árbol in
vertido, representación legada al Occidente por Constantino. Se ob
serva, por otra parte, que la analogía está mal entendida, cosa que no
contribuye a la claridad del texto. En todos los casos, acude en ayuda
del pensamiento. Es, en efecto, imposible nombrar la cosa, la materia
(reunión de los dos espermas) que accederá al estado de ser vivo: pa
rece que el pensamiento se bloquea, que la imaginación falla ante lo
que para el hombre medieval es un misterio. Digamos que a la ausen
cia de una auténtica explicación científica se añade la dificultad sus
citada por la cuestión moral y teológica. La Iglesia no reconoce vida
en el embrión hasta el cuarto día; una especie de temor explica la re
nuncia a nombrar esta etapa que pertenece a la materia, que compete
a la física, sin que el esbozo de una forma logre establecer el parecido
con el ser humano.
Otra particularidad de este texto, el cual, repitámoslo, explica la
anatomía de la cerda, estriba en que atribuye al útero siete cámaras.
Atestigua, de este modo, la reaparición de una tradición antigua, cuyo
éxito no se verá disminuido por la introducción del Pantegni. Lo ana
lizaremos a propósito de otro texto de orientación salernitana que nos
confiere una imagen más detallada.
DESCRI PCIÓN DEL APARATO G ENITAL MASCULINO Y FEMENINO
EN LA Segunda demostración salernitana
La Segunda demostración salernitana comenta igu almente la disec
ción de un cerdo, pero reproduce con fidelidad las afirmaciones con
tenidas en las nuevas traducciones árabe-latinas, principalmente en
el Pantegni, del cual encontramos pasajes íntegros. Los constituyentes
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 19
sólidos del cuerpo, llamados indiferentemente miembros, tanto si se
trata de tejidos como de órganos, están clasificados siguiendo la dis
tribución tripartita de las facultades que rigen la fisiología. Se distin
gue los miembros animales, agentes de la sensación y del movimiento,
los miembros espirituales, que garantizan la circulación del espíritu
vital, y los miembros naturales, que comprenden los agentes de la
nutrición y de la generación. Esta última categoría cuenta con una
serie de miembros principales: los testículos o sede de la facultad ge
nerativa; a los testículos se añaden los órganos de protección, el es
croto, por ejemplo, y los órganos de purgación, como los conductos
seminales; hay, finalmente, partes consideradas como instrumentales
o subordinadas: la matriz y el pene. Antes de describir los órganos ge
nitales siguiendo el orden de esta clasificación, el texto alude a su ali
mentación con sangre y pneuma: la arteria mayor que desciende del
corazón a lo largo de la columna vertebral, la aorta (adonhi) se divide
a la altura de los riñones, y a partir de sus ramificaciones el espíritu
vital se distribuye a los testículos; de la misma manera, una serie de
ramificaciones venosas, mal definidas en el texto pero que podemos
imaginárnoslas saliendo de la vena cava inferior, descienden por los
dos lados de la columna vertebral para suministrar la sangre.
Los testículos. que son los instrumentos del esperma. están formados por una carne
glandulosa. blanca. blanda y distendida. con el fin de que el esperma pueda ser gene
rado en ellos. Cada uno de los dos está recubierto de una membrana procedente del pe
ritoneo (siphac). La materia del esperma. antes de llegar a los testículos. es recibida en
un folículo donde experimenta una alteración y un blanqueamiento; esta membrana se
encuentra debajo de los riñones y encima de los testículos. En algunos animales se en
cuentra gran cantidad de este fluido (humiditas) que es la materia del esperma; en otros.
poca cantidad. y en otros no se encuentra nada en absoluto. Tal como hemos demos
trado, a cada lado de la membrana hay dos pasajes a través de los cuales esta materia
desciende a los testículos. En la parte inferior de los testículos se hallan dos conductos
llamados seminales. por los que el esperma pasa de los testículos al pene; estos conduc
tos son largos, anchos y duros como carne musculosa. Son largos para que el esperma
al salir de los testículos experimente una cocción mejor a su paso; son anchos para que
el esperma que sale de ellos llegue rápidamente al pene y del pene a las partes puden
das [de la mujer). En presencia vuestra he hecho una incisión de estos conductos y os
he mostrado el esperma. 53
En este pasaje, la Segunda demostración salernitana sigue fielmente
al Pantegni, en especial, en la descripción de la sustancia de los tes
tículos y en la de los canales deferentes. La analogía entre la sustancia
de los testículos y la materia del esperma, presente en los dos textos,
volverá a aparecer constantemente en las explicaciones fisiológicas
que examinaremos más adelante. Por el contrario, el blanqueamien
to que experimenta la materia del esperma, situada por Ali ibn-Abbas
en las circunvoluciones de los vasos espermáticos, para el autor saler
nitano se produce, en un primer momento, en un «folículo». Puede
20 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
reconocerse en él la vaina vaginal, según es observable en ciertos ani
males domésticos, en los que se presenta como una hernia del perito
neo formada por un saco seroso rodeado de paredes membranosas.
La descripción no podría aplicarse de ninguna manera al ser hu
mano, pues en él el canal que establece la comunicación entre la cavi
dad abdominal y la vaina vaginal queda obstruido después del perío
do fetal. 54
Al contrario del Pantegni, el texto salernitano no describe conjun
tamente los testículos masculinos y los femeninos. El animal que di
secciona es macho y, por esa razón, se P.rocede a la descripción del
pene.
El pene es carnoso. nervoso. redondo y hueco. Nace a partir de dos huesos que for
man el pubis. Contiene dos nervios (?) situados a cada lado y enfrentados [¿músculos
bulbo- e isquiocavernosos'?]. El pene es doblemente necesario. En primer lugar. para
inyectar el esperma en la vulva a través de sus meatos; por esta razón. su constitución es
nervosa. para que. debido a su gran sensibilidad. pueda producirse un placer intenso.
incluso en acto tan impúdico como la emisión del esperma. Es hueco para que en el
ardor del placer pueda expandirse y ponerse en erección con una rigidez muy consi
derable. gracias a la abundancia de espíritu contenido en su ancha cavidad y en los
músculos situados a cada lado; de esta manera. no es fácil que se desvíe. pero puede ser
introducido en la vulva. En segundo lugar. es necesario para expulsar la orina. que
sigue ese camino a partir del cuello de la vejiga. sin interrupción y sin daño. como lo
hemos demostrado claramente en el curso de la disección mediante un tubo de pluma
introducido en el cuello de la vejiga. 55
Si bien el experimento del tubo de pluma acaba, en definitivas
cuentas, por darle una nota personal y ejemplar, la descripción del
pene es un fiel calco del Pantegni que, a su vez, remite a un modelo ga
lénico, sobre todo en la explicación del mecanismo de la erección por
un principio pneumático. El párrafo consagrado a los órganos feme
ninos no reniega de esta influencia.
La matriz tiene dos orificios, uno exterior, llamado collum matricis,
en el que se realiza el coito, y otro interior, el os matricis. Este segundo
orificio está cerrado a partir de la séptima hora siguiente a la concep
ción, de modo que, según Hipócrates, la punta de una aguja no po
dría penetrar en él. El orificio en sí tiene una cierta sensibilidad, con
el fin de que el contacto de este órgano con el miembro viril provoque
un gran placer y su cierre es moderado, lo cual le da capacidad de dis
tenderse para permitir la entrada del esperma y de cerrarse una vez
recibido éste. Volveremos a encontrar la afirmación (verificada de
visu, si se da fe a las condiciones experimentales) de que la matriz está
revestida en su interior de pilosidades destinadas a retener el es
perma. En la matriz hay únicamente dos cavidades, al contrario de lo
que anteriormente habíamos leído en la Anatomía Cophonis. Se nos
dice asimismo que los testículos femeninos son más pequeños y más
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 21
duros que los del hombre, redondos, un poco achatados e n su superfi
cie y glandulosos. Desde los riñones llega una vena a cada uno de
ellos y se sitúan bajo las extremidades en forma de cuernos del útero.
De cada testículo nace un conducto por el que el órgano arroja el es
perma a su vaso espermático. La descripción consagrada a los órga
nos genitales concluye con observaciones sobre el collum matricis,
diferente según las edades, las épocas y las naturalezas y dilatado o
no por el alumbramiento. En las jóvenes y en las ancianas este ór
gano es más pequeño que en las adultas y es más ancho en las muje
res ardientes que en las menos apasionadas.
LA SÍNTESIS DE LAS INFLUENCIAS EN LA Anatomia Nicolai physici
Si la Segunda demostración salernitana presentaba la disección del
cerdo a la luz del Pantegni, el último texto que hemos situado en la co
rriente de la escuela de Salerno abre las puertas a una anatomía más
sistemática y teórica, a la vez que presenta influencias más diversas.
El contenido de las traducciones árabe-latinas aparece en ella en sim
biosis mayor con el antiguo legado grecolatino subyacente, invitando
así a un constante ejercicio etimológico.
La Anatomia Nicolai physici se pone desde la primera línea bajo el
patronazgo de Galeno, pero veremos que la utilización de apócrifos
completa las influencias auténticas. El autor menciona la hostilidad de
los católicos hacia la disección de cadáveres, así como el principio
de la analogía entre el hombre y ciertos animales: seguidamente,
enuncia una clasificación de las partes sólidas del cuerpo más com
pleta que la enumeración de la anatomía precedente. Esta clasifica
ción se abre con la definición del término membrum: cualquier parte
firme y sólida de un animal, de composición homogénea o heterogé
nea y destinada a una función específica. Los miembros homogéneos,
llamados consimilia, son la piel, las venas, las arterias, etc. Los miem
bros heterogéneos u órganos, llamados officialia, están formados por
un agregado de consimilia y cuentan entre ellos cuatro miembros prin
cipales: el cerebro, el corazón, el hígado y los testículos, que son, cada
uno. sede de una facultad vital. A pesar de la exposición de esta clasi
ficación, clásica a partir de Galeno, la Anatomia Nicolai physici sigue
en su plan la distribución tripartita entre miembros animales, espiri
tuales y naturales. En la serie de textos de tradición salernitana, cada
una de las descripciones anatómicas supone un enriquecimiento en re
lación con la precedente. Entre los elementos nuevos que conciernen
al aparato genital masculino se encuentra una precisión mayor en el re
pa rto de las funciones entre membranas, canales deferentes y vasos
espermáti cos :56
22 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
el escroto, pequeña bolsa en la que se hallan colgando los testícu
los, asegura la protección de estos órganos; los protege de la pre
sión de los muslos y, a su vez, los muslos los protegen de las
lesiones producidas desde el exterior;
los canales espermáticos inferiores ( = deferentes) sirven para
purgar y transportan el esperma al lugar de la concepción me
diante el pene;
- subordinados a los testículos, los «dídimos» o canales esper
máticos superiores transportan la materia bruta a partir de la
cual se elabora el esperma; se los llama didimi o «dudosos» por
que se duda de su origen (¿nacen de los riñones o de los tes
tículos?). 57
Sin omitir la mención de esta nueva etimología que asimila doble
a duda, subrayaremos ante todo cómo la Anatomía Nicolai physici es
un buen ejemplo del galenismo tal como lo comprendió la Edad
Media. La preocupación de Galeno por precisar la utilidad de cada
una de las partes del cuerpo armoniza con la voluntad medieval de
demostrar, en cada cosa, la perfección de la intención divina.
Todos los autores insisten en la extrema sensibilidad de los órga
nos genitales, calificados de nervosos. Veamos el lugar que ocupan los
órganos genitales en la economía del sistema nervioso presentada por
nuestro texto:
Dos nervios nacen al final de la espina dorsal, uno va a la pierna derecha y el otro a
la izquierda: se prolongan en los muslos y en la parte inferior de la pierna. en el pie. y
allí se dividen según el número de dedos. Los espíritus animales son transportados gra
cias a estos nervios. con el fin de producir movimiento y sensación. Otros nervios nacen
de la médula espinal y pasan a través de la espina dorsal para alcanzar el pecho y el pe
rineo. La reunión de estos nervios forma el pene en el sexo masculino y por tal razón
este órgano es extremadamente sensible y algunos lo han llamado. incluso, cauda ner
vorum: en la hembra una unión similar de nervios constituye la abertura. la entrada, el
cuello de la matriz ( = vagina). 58
Merece la pena mencionar también varios detalles que concier
nen al movimiento de la sangre. En particular, la existencia de vene
iuveniles: el autor recuerda los diferentes orígenes posibles del es
perma. Para Hipócrates se forma en el cerebro; para Galeno, en el hí
gado; su origen, dicen otros, se halla en todo el cuerpo. La opinión de
Hipócrates se funda en la existencia de las venas juveniles situadas a
ambos lados de la cabeza: cuando se seccionan, el hombre no puede
ya formar esperma. 59 A diferencia del hombre, la mujer posee una
vena llamada kiveris vena, que Nicolás glosa con la denominación
vena femenina. Su función, resumiendo la exposición que le dedicare
mos en el análisis de los mecanismos fisiológicos. es la de conducir
una parte de la sangre menstrual a la matriz. y asimismo la de condu-
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 23
cir la otra parte de esta sangre a las glándulas mamarias, para que
durante la gestación se transforme en ellas en leche. Esta vena corres
ponde, sin duda, al ramal de la vena cava, denominado, en el Pan
tegni, vena quinaria,60 que garantiza una comunicación entre las ma
mas y el útero. Con el nombre de qui/in se hallaba también descrita en
un antiguo comentario de los Aforismos de Hipócrates, atribuido a
veces a Oribasio. La proposición «La mujer embarazada abortará si
se secan súbitamente sus mamas» está glosada así:
La mujer embarazada tiene una vena que sale del hígado, que se llama quilin. Se di
vide en dos partes: una lleva la sangre a las mamas y, debido a la situación del lugar. la
trans forma en leche: la otra parte va a la matriz.61
En esta descripción de la irrigación sanguínea se basa la Anatomia
Nicolai. Describe la matriz según la tradición: este órgano es de com
plexión fría y seca (mientras que los testículos son calientes y secos),
está provisto de pilosidades en su interior y dividido en siete cámaras.
Encontramos la etimología anteriormente citada de la palabra vulva,
así como la utilización de las siete cámaras para precisar la determi
nación sexual del embrión: «La matriz está dividida en siete cámaras,
tres a la derecha, tres a la izquierda y la séptima en el centro». El
autor tiene en cuenta la opinión según la cual los machos son engen
drados en las cámaras de la derecha y las hembras en las de la iz
quierda, mientras que la cámara central está reservada a los her
mafroditas.
Se percibe aquí la influencia directa de un tratado pseudogalénico
traducido del griego al latín y utilizado desde el siglo xn: el De sper
mate. 62 Este texto, que expone con especial complejidad la determina
ción hereditaria, y la vincula a la astrología, es el principal propagador
de esa teoría de las siete cámaras. Es evidente que tal teoría se ins
cribe en la tradición pitagórica de la especulación aritmética; la
importancia de la cifra siete se exponía manifiestamente en el comenta
rio de Macrobio al Sueño de Escipión, muy de moda en el siglo x11. 6 3
Encontramos allí acentuada la importancia del séptimo día en la
concepción y del séptimo mes en la gestación, según la definición de
Hipócrates, pero también un agrupamiento de todas las partes del
cuerpo en conjuntos de a siete. No hay duda de que la influencia de
Macrobio fue determinante en la adopción por ciertos autores de la
teoría de las siete cámaras propuesta en el De spermate. Esto explica
que, a pesar de haber sido difundida por un texto de gran audiencia
como el Pantegni, la descripción auténticamente galénica de las dos
cavidades no se hubiese mantenido siempre.
La etapa salernitana fue decisiva en el desarrollo posterior de la
anatomía de los órganos sexuales. Aunque están presentados en
24 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
forma descriptiva, los textos no pueden evitar una perspectiva fina
lista. A la seriedad de su información añaden el testimonio de la ob
servación que garantizará su valor a los ojos de los médicos futuros.
A pesar de la creencia de los anatomistas salernitanos, el cerdo no está
tan próximo al hombre. Así se verán por mucho tiempo afianzadas
una serie de aseveraciones que las primeras disecciones de cadáveres
humanos no lograrán rebatir. Si nos remitimos a una descripción ac
tual del útero de la cerda, no podremos menos de sorprendernos al
encontrar dos cuernos, pilosidades y salientes que muy bien podrían
dar razón de la separación en cámaras ... 64 La exigencia finalista y la
verificación de visu son indisociables: las cámaras del útero ayudan a
la comprensión de la determinación sexual y caracterológica, las pilo
sidades se inscriben en el proceso explicativo general de los movi
mientos de los fluidos aplicado, por ejemplo, a los órganos de la
digestión. Recordemos una omisión en los anatomistas salernitanos:
la descripción de los órganos femeninos externos.
LA INTROMISIÓN DE LO REAL
A pesar de la aparición, en el norte de Italia, de las primeras disec
ciones realizadas con cadáveres humanos, a finales del siglo xm y co
mienzos del x1v, la anatomía de la baja Edad Media se caracteriza por
una maraña de datos provenientes de orígenes y épocas diversos, que
los eruditos tienen dificultad en ordenar y conciliar. No es, pues, nada
fácil imaginar una progresión lineal del conocimiento: las innovacio
nes se mezclan con el resurgimiento de un saber arcaico no recono
cido como tal.
Gracias a Gerardo de Cremona, y al grupo de traductores toleda
nos, los médicos disponen de lo esencial de los textos árabes; el
Canon de Avicena se convierte en la principal autoridad de referen
cia, como lo había sido el Pantegni en la época salernitana. El descu
brimiento de la suma anatómica de Galeno, el De usu panium, gracias
a la traducción de Nicolás de Reggio en la primera mitad del siglo x1v
proporcionará sólo precisiones de detalle; no será asimilada de ver
dad hasta el siglo xv y no servirá de fundamento para una discusión y
una nueva crítica del sistema hasta el Renacimiento.
El caos que supone de alguna manera el saber anatómico del final
de la Edad Media se manifiesta, en la lengua, en la proliferación de
sinónimos que hemos tenido ocasión de mencionar. Dicha situación
no es, por lo demás, enteramente desfavorable: la precisión creciente
de las descripciones, la confrontación de fuentes, a veces contradicto
rias con la observación y la práctica quirúrgica paralelamente desa
rrollada, provocarán la aparición de dudas y de líneas de ruptura.
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 25
LAS PRIMERAS lITILIZACIONES DE LAS TRADUCCIONES TOLEDANAS Y EL FIN DE
LA TRADICIÓN SALERNITANA: La Anatomia vivorum
Los textos árabes transmitidos por las traducciones toledanas de fi
nales del siglo XII retoman con fuerza el ideal aristotélico y galénico
de una similitud inversa entre los órganos masculinos y femeninos.
Esta constatación está claramente enunciada en el Canon de Avi
cena:
Digo que el instrumento de la generación en la mujer es la matriz (matrix) y que ha
sido creado similar al instrumento de la generación en el hombre, es decir, la verga y lo
que la acompaña. Sin embargo, uno de estos instrumentos es completo y está dirigido
hacia el exterior, mientras que el otro es reducido y está retenido hacia el interior cons
tituyendo, de alguna manera, el reverso del miembro viril. La envoltura de la matriz es
como el escroto, el cuello [ = vagina) como la verga. En las mujeres se encuentran dos
testículos igual que en los hombres, pero en estos últimos son más grandes, están dirigi
dos hacia el exterior y tienden a adoptar una forma esférica; en las mujeres son más pe
queños, de una esfericidad un tanto aplanada y están situados en el interior de la
vulva. 65
El paralelismo se lleva a todos los planos del aparato genital, tanto
si se trata de conductos espermáticos como de membranas protecto
ras o músculos sustentadores; a los atributos femeninos se les atri
buye, desde esta perspectiva, una talla o una cantidad inferior. La
analogía entre los órganos de los dos sexos será en adelante sistemá
tica en la literatura médica medieval. Aunque se establezca una rela
ción estrecha entre el hombre y la mujer, no deja, sin embargo, de ser
cierto que la mujer está descrita por referencia al hombre. El modelo,
el correlato, proporciona la norma mientras que el término compa
rado, desfavorablemente calificado, se considera imperfecto. En reali
dad, en esta analogía hay una constatación correcta que la estrategia
del discurso transforma en idea peligrosa a la larga para la mujer. Por
ejemplo, el tamaño más pequeño de los testículos femeninos consti
tuirá una especie de prueba anatómica que confirmará la menor fe
cundidad del «esperma» femenino. Los médicos se esforzarán en
reducir la función de estos órganos a lo que la ciencia moderna atri
buye a las glándulas de Bartholin, como lo atestigua la observación
del célebre anatomista Mondino de Luzzi que tendremos oportuni
dad de encontrar:
[Los testículos de la mujer] no son auténticos testículos como los del hombre; son
más bien como los de la liebre. constituidos con el fin ya mencionado (?) y para generar
una hu medad semejante a la saliva, que es la causa del placer femenino. 66
Si volvemos al análisis de los textos de orientación salernitana,
cuya evolución hemos seguido, encontramos una obra de origen os-
26 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
curo que, aun procediendo de la misma tradición, utiliza traduccio
nes toledanas. Se trata de la Anatomia vivorum, atribuida a veces a
Galeno. 67 Su éxito estuvo asegurado, sobre todo por el hecho de que
Tomás de Cantimpré la cita veintidós veces en el De natura rerum, pre
sentándola con las palabras: «Galeno dijo». 68 En ella vemos indicada
claramente la similitud entre los órganos masculinos y femeninos:
Dios ha creado la matriz para que sea el instrumento y lugar de la generación en la
mujer; el cuello de la misma ( = vagina] puede compararse a la verga y su membrana.
es decir, la envoltura de la parte interior hueca, es como el oscheum, es decir, las bolsas
de los testículos. Se puede comparar la relación existente entre el instrumento de la ge
neración en la mujer y el instrumento de la generación en el hombre con la relación
que se da entre el sello que imprime y la impresión del sello en la cera. El instrumento
de la mujer tiene una estructura inversa. afincada en el interior, mientras que el instru
mento del hombre tiene una estructura inversa. dirigida hacia el exterior.60
De este paralelismo, el autor de la Anatomia vivorum conserva la
oposición exterior-interior más que la diferencia de tamaño. La mujer
es un ser mantenido en el interior. La evocación del sello y de la cera es
un eco del Dragmaticon philosophie, en el que Guillermo de Conches
comparaba las cámaras de la matriz con los moldes utilizados por los
fundidores de moneda. 7 0 Esta analogía, aplicada a la anatomía en la
Anatomia vivorum, es un recurso habitual para explicar los mecanis
mos fisiológicos de la concepción: se trata de la oposición aristotélica
entre forma y materia.
Alimentado por influencias nuevas, el autor de la Anatomia vivo
rum prueba a elaborar una descripción del cuello y de la vagina más
detallada que la de los textos salernitanos que le sirven de modelo:
El cuello de la matriz es como una bolsa: está hecho de pielecillas y repliegues. con
el fin de poder dilatarse y comprimirse como el cuello de la vejiga (¿uretra'?) . Cuando.
antes del momento del parto, el orificio de la matriz se comprime siguiendo sus plie
gues, igual que una rosa cuyos pétalos hubiesen estado previamente separados, el cue
llo resulta tan estrecho que sólo la orina puede pasar por él ... El orificio de la matriz es.
en efecto, doble: externo, aparece en el lugar en que se termina exteriormente el cuello
de la matriz ( = vagina] ; interno. allí donde comienza éste. 7 1
A pesar de su intento de precisión, el autor de la Anatomia vivorum
tiene ciertas dificultades para diferenciar netamente la vagina del
cuello del útero y de la uretra. Al igual que sus predecesores, se abs
tiene de describir los órganos femeninos externos y se detiene «en el
lugar en que termina el cuello en el exterior».
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 27
LA ANATOMÍA EN LAS ENCICLOPEDIAS
La redacción de las enciclopedias, cuya vocación fue la de sumi
nistrar rudimentos de información a un público letrado, pero no es
pecialista, se sitúa en este estadio de la ciencia anatómica. Su gran
difusión, que alcanzará hasta el fin de la Edad Media e incluso más
allá, contribuirá a mantener la conservación de unas ideas que, fun
dadas en los conocimientos del siglo XIII, estarán cada vez más aleja
das de la reflexión de los estudiosos.
Las enciclopedias del siglo x111, muy dependientes de Guillermo
de Conches, se apartan sin embargo de él en la descripción del apa
rato genital masculino para el que utilizan las fuentes ahora disponi
bles. Esta última utilización no es, por otra parte, siempre afortunada.
Así, encontramos en el De natura rerum, de Tomás de Cantimpré, una
extraña afirmación que volverá a recoger Vicente de Beauvais:
La verga del hombre es el desagüe de la superfluidad húmeda y el canal de paso del
esperma; está formada de cartílago y carne. El deseo hace aparecer el cartílago. 72
Afirmaciones semejantes provocarán constantes sarcasmos y de
sacreditarán ante espíritus malévolos los esfuerzos intelectuales de
los médicos del Medievo. Sin embargo, no hay que olvidar que el
mismo Aristóteles está en el origen de esta sorprendente afirmación
enunciada en el De partibus animalium :
[El órgano masculino] tiene al mismo tiempo tendones y cartílago, cosa que le per
mite contraerse o alargarse e hincharse de aire. 7 3
En el texto se lee chondródes, lo que no permite duda alguna. El
prestigio y la autoridad de Aristóteles garantizan a esta curiosa con
cepción anatómica la más amplia difusión y no hay que extrañarse
en absoluto de encontrarla en todos los autores que mucho o poco
apelan a la autoridad del Estagirita.
Cuando Alberto Magno comenta este pasaje de Aristóteles, sus di
ficultades son evidentes:
Pues en la extremidad del pubis se encuentra la verga en los hombres y el orificio de
la vulva en las mujeres; es cierto que la verga está compuesta de carne situada entre la
red de ligamentos. arterias y venas y de cartílago, no un cartílago verdadero sino más bien
ligamentos cuya dureza se aproxima a la del cartílago. 74
Otro pasaje del De animalibus formula las mismas reservas a pro
pósito de la opinión aristotélica. 75 Este detalle ofrece un gran interés
para la historia de las ciencias. Se ve cómo puede resolverse en el len
guaje un conflicto entre un verdadero espíritu científico y la autori
dad aristotélica. Se requiere toda la libertad del Doctor Universal, sus
28 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
ansias de información, e incluso su voluntad de experimentación,
para atreverse a liberarse de la tutela aristotélica.
Bartolomé Anglico añade poca cosa a nuestro asunto. La elección
de las proposiciones aristotélicas confiere un carácter un tanto dema
siado abstracto al De proprietatibus rerum . Nos encontramos cada vez
más lejos de las descripciones anatómicas y el discurso filosófico
sobre la diferenciación sexual, es decir, la afirmación de la relación
entre forma y materia, es la conclusión obligada.
Hay que volver a la literatura en lengua vulgar, algo posterior,
para encontrar mejor información en materia anatómica en el marco
de una obra de pretensiones enciclopédicas. El diálogo Placides et
Timéo presenta la particularidad de estar muy próximo al texto de
Avicena, tan próximo como el De animalibus de Alberto Magno. El'
autor es, por ejemplo, partidario de la doctrina de los tres c,gnductos
de la verga; esta idea tiene, en efecto, su fuente en el Canon : «Hay tres
meatos en la verga, a saber, el meato de la orina, el meato del esperma
y el meato del alwadi». 16 Esta palabra árabe, que recoge en su raíz la
noción de amor y de deseo, designa verosímilmente en Avicena lo co
rrespondiente a la secreción prostática. El autor del Diálogo ofrece
una precisión suplementaria a propósito de ese meato que transporta
une cose e/ere comme oile et blanque comme argent ( «una cosa clara
como aceite y blanca como plata»); señala que da también paso a las
supe,jluitéz des humeurs ( «superfluidades de los humores») que son
como une maniere de craisse ou d'escume («una especie de grasa o de
espuma»). ..i. Estas superfluidades, según afirma el autor, pueden dar
lugar a la formación de forúnculos. Se trata de hecho de un intento de
explicación destinada a interpretar lo que la medicina moderna
llama «esmegma». La observación del Diálogo nos lleva de nuevo a
Alberto Magno, uno de los raros autores de la Edad Media que señala
la presencia de este flujo, denominado por él «esperma espesado». Lo
menciona en particular al describir los fenómenos concomitantes de
la pubertad en el adolescente; 78 puede reconocerse allí el descapulla
miento autónomo de la verga en las primeras erecciones, acompa
ñado a veces de una pequeña hemorragia y de una secreción más
abundante de las glándulas existentes en el surco balano-prepucial.
Esta secreción, denominada por Alberto Magno «esperma espesado»,
es el esmegma. Vemos, pues, que el diálogo Placides et Timéo, próximo
a Avicena y a Alberto Magno por sus conocimientos y por los temas
tratados, ofrece al público, además de todos los conocimientos tradi
cionales, el fruto de una aguda observación, así como un intento ex
plicativo que -aunque no nos satisfaga plenamente- aborda los
problemas con una hermosa franqueza.
Para concluir nuestra rápida inspección de este género de litera
tura de vocación vulgarizadora pasaremos dos siglos y mencionare-
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 29
mos una colección de cuestiones -probablemente de finales del si
glo x,v- que según su título, Problemata varia Anatomica. parece estar
llena de promesas para nuestro asunto. Tomemos un ejemplo de este
texto: el recopilador anuncia que va a hablar de la matriz. Pero pasa
inmediatamente a otra cuestión («¿Por qué copulan los animales?»)79
seguida de una definición del coito, de su función, de sus consecuen
cias sobre el organismo, etc., sin que aparezca, en ningún momento,
una descripción del órgano que sirve de pretexto para agrupar esas
diversas afirmaciones. El término «anatómico» se emplea aquí para
introducir una indicación referente a la fisiología, o bien la presenta
ción de reglas de higiene. En el fondo, todo ocurre como si la anato
mía, cuyo conocimiento se presupone erróneamente, no sirviese más
que para vincular un enunciado práctico con la tradición de la expo
sición científica, de la que no pervive más que el esqueleto bajo la
forma de encabezamientos de capítulos. Este tipo de discurso cientí
fico, aunque toma sus conocimientos de las personalidades más rele
vantes, Alberto Magno, Constantino, Avicena, Pedro de Abano, no es
. otra cosa que una colección de «curiosidades». Se trata de una forma
de saber extremadamente conservadora, pues jamás se da la unifica
ción de los fragmentos, la síntesis que permita juzgar el valor de
un sistema.
LA ÉPOCA DE LOS ANATOMISTAS Y DE LOS CI RUJANOS
Anunciada tímidamente por las autopsias para el diagnóstico post
mortem, la disección de cadáveres humanos se convierte en un auxi
liar de la investigación anatómica boloñ.esa a finales del siglo xm.
El nombre unido simbólicamente a este nuevo estadio es el del doctor
en medicina Mondino de Luzzi, 80 cuya Anatomia, concluida en 1316,
dominará la enseñ.anza a lo largo de dos siglos. Por otra parte, algu
nos añ.os antes otro médico italiano, Guillermo de Saliceto, había
abierto un nuevo camino a la literatura quirúrgica incluyendo en su
Chirurgia, acabada en 1275, una parte anatómica ausente hasta enton
ces de ese tipo de obras. 8 1 En el intervalo del mismo cuarto de siglo,
Enrique de Mondeville introducía una innovación, ilustrando sus
lecciones con láminas; 82 su Chirurgia, emprendida en 1306, fue tradu
cida al francés ya desde 1314 y sirvió, sin duda. a la enseñ.anza de ci
rujanos o barberos sin conocimientos de latín.
Aunque todavía dependen mucho de las fuentes que utilizan, y en
particular del Canon de Avicena, estos autores seleccionan sus infor
maciones y eligen. Así, se muestran especialmente escépticos respecto
del tercer conducto de la verga descrito por Avicena. En Guillermo de
Saliceto podemos leer:
30 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Hay en la verga al menos dos conductos: uno por el que sale la orina. situado en
prolongación del cuello de la vejiga; otro. por el que es expelido el esperma. en conti
nuación con los conductos espermáticos. Estos dos pasos constituyen uno solo en la
carne de la verga. Es cierto que algunos dicen que hay un tercero por el que la natura
leza expele el esperma durante el sueño. que sería diferente de los otros. pero esto no lo
creo constatado. 83
Enrique de Mondeville expondrá la teoría aviceniana con el mis
mo escepticismo; en cuanto a Mondino, no describirá más que dos
meatos. 84 El comentador del Canon, Gentile da Foligno (m. 1 348) ape
lará a la prueba de la disección para dar razón de su duda: <<Alwadi es
el humor expelido cuando un hombre toca a una mujer; su meato no
es visible en la disección». 85 Para un médico que, como Gentile, cono
cía el De usu partium, la aceptación de tal meato era delicada, pues en
traba en conflicto con la opinión de la autoridad principal. Galeno,
en efecto, al describir los cuerpos glandulosos situados a cada lado
del «cuello de la vejiga» y el humor semejante al esperma, pero más
tenue, que sale de ellos, no señalaba ningún canal especialmente des
tinado a este flujo:
El liquido generado en los cuerpos glandulosos se derrama en el meato urinario del
macho para ser transportado a la verga con el esperma. 86
Estos «cuerpos glandulosos» identificados anteriormente por
Charles Daremberg con la próstata y recientemente por H. J. von
Schumann87 con las glándulas de Mery Cowper han atraído escasa
mente la atención de los autores. En el siglo xv, Jacques Despars, do
tado de una sólida erudición y de una inteligencia clara, enumeró
«cinco miembros al servicio de la generación en el hombre, sin contar
las membranas que los recubren ni la verga». Enumera las venas y ar
terias de recorrido tortuoso correspondientes al plexo venoso esper
mático, los testículos, el epidídimo, los conductos espermáticos ( = ca
nales deferentes) y las glándulas, que describe de la siguiente ma
nera:
Situadas en la raíz de la verga hay unas glándulas que generan humedad; dicha hu
medad. semejante a la saliva. aumenta el placer en el acto sexual e impide que el con
ducto por el que sale el esperma esté demasiado seco por la frecuencia de los coitos;
atenúa también el calor y la sequedad del conducto por el que se expulsa la orina. Esta
humedad es evacuada a veces con el esperma y a veces sin él. en el transcurso de los
besos y contactos entre un hombre y una mujer; en otros momentos. una parte de ella
se elimina insensiblemente y otra se conserva en las mencionadas glándulas. Estas
glándulas reciben en el De semine y en el De usu partium. traducido por Nicolás de Reg
gio. el nombre de adenes. adenosi parastate /= prostatas/ y adeniformes; en efecto. el griego
aden se dice en latín glándula. 88
Al concluir la etapa medieval, tras la propedéutica que constituyó
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALAB RAS 31
la llegada de la ciencia árabe, el texto galénico vuelve a resultar inteli
gible, a pesar de la opacidad del vocabulario de las traducciones. El
redescubrimiento del De usu partium en una versión latina más com
pleta y más fiel89 ayudó a percibir con más sutileza la realidad anató
mica; esta relectura, que todavía no es auténticamente crítica, resultó
posible gracias a la nueva visión impuesta por los anatomistas de
principios del siglo x1v. Acerquémonos, pues, a sus descripciones.
La observación de la anatomía humana no logró demostrar la fal
sedad de la teoría de las cámaras de la matriz; lo que se ponía en
juego en el terreno de la filosofía era demasiado importante. Al referir
la disección de dos cadáveres de mujer, Mondino de Luzzi90 dirige,
ante todo, su atención a las variaciones de tamaño del útero; advierte,
con cierta extrañeza, que la matriz de una cerda con trece gorrines le
pareció, al diseccionarla, cien veces mayor que la de las mujeres que
había abierto. Menciona la presencia de siete cámaras pero manifes
tando la siguiente reserva: «Estas cámaras no son otra cosa que una
especie de cavidades existentes en la matriz para que el esperma
pueda coagularse con la sangre menstrual». Igualmente, Gentile da
Foligno reduce el alcance del texto de Avicena, para quien las cavida
des no son más que dos: «No hay ventrículos en la matriz, pero sí
existen ciertas cámaras, incluso a pesar de que en la disección no apa
recen divisiones». 9 1 Los autores continúan, pues, eligiendo la cifra de
dos o la de siete, según la fuente, o adoptando como postulado para
los mamíferos un número idéntico al de mamas, aunque hay que des
tacar que las cámaras que describen ya no son las mismas que las del
siglo anterior.
Otro cambio notable es el concerniente a la cuestión de la vena
que liga directamente la matriz con las mamas. Seguimos encon
trando la descripción de la conexión, pero, de forma más sutil, dicha
conexión se opera mediante una red de venas y de anastomosis cuya
complejidad había sugerido Galeno:
Voy a explicar por qué existe entre las mamas y las matrices una simpatía tan estre
cha. Este mismo hecho demostrará. además. cierto arte admirable de la naturaleza.
Dado, en efecto, que la naturaleza había dispuesto los dos aparatos para realizar una
única obra, los unió mediante los vasos que. según decíamos en el libro sobre el tórax.
van a las mamas; para ello. hizo descender venas y arterias a los hipocondrios y il todo
el hipogastrio. luego los unió a las que ascienden de las partes inferiores y que suminis
tran los vasos a la matriz y al escroto.9 2
El Canon de Avicena, fuente directa de los anatomistas del siglo x1v,
asume esta teoría pero, como en el caso de Galeno, su exposición no
se desarrolla de forma continuada; comienza al principio del primer
libro, en el capítulo de la vena cava, y prosigue al final del libro ter
cero, en el capítulo de la matriz:
32 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
[ De una ramificación de la vena cava ascendente) parte un vaso que desciende
desde lo alto del pecho hasta la cavidad abdominal... [Ramificaciones de la vena cava
descendente) se dirigen hacia los músculos situados sobre el vientre en la vertical del
cuerpo. Estas venas están en prolongación de las extremidades de las citadas venas que
descienden del pecho a la cavidad abdominal. En las mujeres tales venas se ramifican
para dirigirse hacia las mamas. mientras que de su raíz parten vasos que tienden hacia
la matriz: así es como las mamas están unidas a la matriz.• 3
La comunicación, cuya descripción sólo sirve para dar razón del
complejo fenómeno de la lactancia, se mantiene-a 'base de realizar un
detallado análisis de la irrigación sanguínea. Al tratar de las conexio
nes que unen la matriz a los órganos principales, Mondino mani
fiesta cierta prudencia al mencionar su vin�ul�ción con las mamas:
[La matriz) tiene una gran conexión con casi todos los miembros superiores: con el
corazón y el hígado. mediante las venas y las arterias; con el cerebro. gracias a una
multiplicidad de nervios. De esta manera. está también ligada a los miembros situados
en la zona central como el estómago. el diafragma. los riñones y el peritoneo. ya que
[estos miembros) se comunican con [los superiores) ya citados; está especialmente
unida a las mamas. según he dicho. aunque la unión se hace a través de otros vasos
que. saliendo de la vena cava ascendente. nacen bajo la clavicula. 94
La idea de un paso entre los senos y el útero, tomada inicialmente
de un texto hipocrático, queda así salvaguardada, pero necesitará en
adelante de una descripción anatómica compleja. En compensación,
otra idea de origen hipocrático, a saber, la importancia otorgada para
la fecundidad a las venas juveniles ( = venas yugulares). despierta
gran escepticismo. En la Anatomía que dedicó en 1314 al rey de Fran
cia, Felipe VI, Guido de Vigevano declara: «Por lo que a mí respecta,
he abierto a lo largo de mi vida muchas veces estos vasos, tanto en
hombres como en mujeres que después han tenido hijos». 95 Por lo
demás, según veremos, el progresivo abandono de la teoría que hacía
del cerebro la sede de la espermatogénesis quitaba cualquier utilidad
a estas venas en el proceso de la generación.
Aunque no provocó una discusión de consecuencias importantes,
las nuevas ideas unidas al desarrollo de las disecciones y a la exten
sión de la práctica quirúrgica contribuyeron, en cualquier caso, a mi
nimizar la importancia de ciertas afirmaciones arcaicas o a modificar
su concepción. De estas observaciones, aplicadas en lo sucesivo al ser
humano, se esperaría una descripción correcta de los órganos femeni
nos, aparte de la matriz o los «testículos».
Por lo que respecta al himen, citaremos lo que escribía Alberto
Magno en el De animalibus:
Antes de su corrupción. hay en el cuello y en el orificio de la matriz de las vírgenes
membranas formadas por un tejido de venas y ligamentos extremadamente sueltos que
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 33
son. para quien las ve. las señales de una virginidad demostrada y que quedan destrui
das por el acto o incluso mediante la introducción de los dedos: la pequeña cantidad de
san gre existente en ellos se derrama en ese momento.%
Enrique de Mondeville vuelve sobre el mismo tipo de descripción,
pero de forma menos detallada:
Hacia el centro del cuello se encuentran en las vírgenes venas que se desgarran en el
momento de la desfloración. 97
Mondino de Luzzi reduce el signo de la virginidad a una sola
membrana:
La superficie [del orificio de la matriz! está velada en las vírgenes por una mem
brana sutil y venosa: con la desfloración se rompe y las mujeres sangran. 98
La palabra himen no fue empleada por los anatomistas del si
glo x1v; la encontraremos en el siglo xv, en la pluma de Miguel Savo
narola quien, en su Practica, recoge la descripción de Mondino:
El cuello está velado por una membrana sutil llamada hymen. que queda rota con la
desfloración. saliendo así la sangre.w
Los órganos femeninos externos no faltan en las descripciones,
como ocurría en los textos salernitanos. pero los anatomistas y ciruja
nos de fines de la Edad Media muestran todavía una extrafia impreci
sión. En Mondino, encontramos la descripción de los labios:
En la extremidad de la vulva hay dos pequeñas pieles que se levantan y se bajan
sobre el orificio para impedir la entrada del aire y de cuerpos extraños en el cuello o en
la vejiga: son como la pequeña piel del prepucio que protege la uretra y por eso Avicena
las llama los prepucios de la matriz. 1 1M1
Esta descripción la toma literalmente Miguel Savonarola en el
siglo xv pero la expresión atribuida por Mondino a Avicena la asigna
él a la autoridad del Pantegni, lo cual es más correcto. 1 01 En el célebre
cirujano Guy de Chauliac encontramos también un órgano parecido
al prepucio pero no se trata, sin duda, de los labios, según lo leemos en
la versión de Nicaise:
! La amarryl es como la verga invertida o vuelta hacia dentro ... En efecto. encima
tiene dos brazos celulosos con los testículos. como la bolsa de los testículos: tiene tam
bién un vientre común en el centro. como las partes del pubis: tiene su cuello en la
parte inferior a modo de cánula. como la verga: tiene también la vulva. como un bálano
Y l a mitra: también tiene la tentigo. como un prepucio. 102
Aquí, al parecer. es el clítoris el que se compara al prepucio, según
34 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
lo sugiere el empleo de tentigo, palabra cuya tradición a partir de la la
tinidad tardía no es fácil de seguir. 1 03 Existe una relación metonímica
entre el órgano y el ardor sexual de la mujer en general, lo que com
plica la interpretación de ciertos textos. A propósito del orificio exte
rior de la matriz, Enrique de Mondeville nos da la siguiente descrip
ción de la lentigo:
[El orificio) está hecho de manera que se pueda abrir y cerrar en cualquier mo
mento; se llama vulva o coño (vulva ve/ cunnus). En su parte central presenta una mem
brana cartilaginosa que cuelga un poco por fuera y que Rhazés llama tentigo en el 11
(libro) del Liber ad Almansorem. capítulo 7. Hay dos razones para la creación de la
membrana: l .ª para que sirva de paso a la orina de manera que no se derrame por toda
la vulva; 2.ª para que. cuando la mujer está sentada con los muslos separados. altere el
aire que penetra en la matriz. como hace la campanilla con el aire que penetra en
la boca. 104
Las dos analogías invocadas por Mondino, Enrique de Monde
ville y Guy de Chauliac son de origen galénico: lo que el De usu partium
compara al prepucio son los labios, mientras que al clítoris o «ninfa»
se le atribuye una función de protección similar a la de la úvula. 10 5
Por contrapartida, la confusión con la extremidad de la uretra no es
galénica. Para intentar explicar el error del cirujano Enrique de Mon
deville, podemos recordar la imprecisión de las fuentes que utilizaba:
no disponía de la versión grecolatina del De usu partium y, además,
los textos árabes son poco explícitos sobre este asunto. Ya hemos
visto que Ali ibn-Abbas parecía confundir clítoris y labios; Rhazés es
elíptico, mientras que Avicena y Albucasis se refieren al órgano con
siderándolo únicamente un saliente que debe ser corregido por la ci
rugía. 1 06 Por su parte, las distintas denominaciones del clítoris no
facilitaban tampoco su reconocimiento: Constantino el Africano
transcribía la palabra árabe con la forma badedera; igualmente, Ge
rardo de Cremona emplea a veces tentigo y a veces batharum. 101 La ex
plicación que dan los Sinónimos de Simón de Génova (siglo x1v) a
propósito de esta última transliteración es clarificadora: «Batharum
es en árabe una prominencia carnosa en la vulva de algunas mujeres,
tan grande a veces que se puede comparar con la verga. Mosción la
llamaba landica». 10 8 Al aparecer tan sólo como un caso de hipertrofia,
el órgano queda destinado a la clitoridectomía.
El ejemplo del clítoris nos parece revelador por lo que respecta al
lugar que ocupa la anatomía en la ciencia médica medieval y también
por lo que se refiere a la visión de la mujer, que transmite esta
ciencia.
Sería ingenuo deducir de la ausencia de una descripción del clíto
ris, o de su imprecisión, una total ignorancia de la sensibilidad feme
nina por parte de los médicos. Sin tener en cuenta el hecho de que
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 35
Alberto Magno describe casos de masturbación en uno de los cuales
interviene probablemente el clítoris, 1 09 una frase del Conciliator de
Pedro de Abano nos parece explícita:
Igualmente (incita a las mujeres al deseo] el hecho de frotar en especial el orificio
superior hacia el pubis: de este modo los indiscretos (¿curiosi?) las llevan hasta el sín
cope. El placer que dimana de esta parte es comparable. en efecto. al que deriva de la
extremidad de la verga. 1 1 º
Todo ello no es sino la confirmación de lo que hemos advertido
muchas veces. La descripción anatómica es, la mayoría de las veces,
esclava de una interpretación finalista en la que la fisiología es reina;
no solamente se encuentra desvinculada de cualquier tipo de obser
vación sino también de toda percepción real del cuerpo, percepción
de la que, sin embargo, nos pueden dar testimonio otros tipos de dis
curso en el mismo seno de la ciencia médica.
Habrá que esperar al Renacimiento, y más exactamente a Gabriel
Falopio, para que se manifieste con evidencia la vinculación entre
una sensibilidad particular del cuerpo femenino y la presencia de un
órgano. El gran sabio italiano nos confía su explicación de la igno
rancia de sus predecesores: «Este pudendum es tan pequeño y está tan
oculto en la parte más grasa del pubis que no lo han percibido los
anatomistas; tan oculto está que yo fui el primero en descubrirlo hace
algunos años». 1 1 1 Gabriel Falopio exagera un tanto sus méritos: el clí
toris, según hemos visto, no estaba del todo ausente de las descripcio
nes; pero sí es cierto que durante siglos la ciencia anatómica y la
experiencia viva no se encontraron.
Podría también decirse, para emplear un lenguaje plenamente
moderno, que el texto médico se mantiene dentro de los límites de un
discurso exclusivamente masculino, que el modelo preexiste a la des
cripción de lo real. La teoría de la simetría inversa de los órganos, tal
como la propuso Galeno, no parece ser capaz de aceptar el clítoris,
que acabaría por trastornar una concepción en la que el homólogo
del pene es el «cuello de la matriz»: la sensibilidad femenina se pre
senta como sensibilidad puramente vaginal. Para dar razón del clíto
ris habrá que recurrir a otra analogía sugerida también por Galeno.
La apertura del cuerpo femenino supone un peligro y hay que conce
bir una protección; el aire que penetra en el cuerpo debe ser regulado
por un órgano que desempeñará una función idéntica a la atribuida a
la úvula en el acto de la respiración. Pero esta evidente racionaliza
ción no explica quizá la imagen de la mujer en la Edad Media: la
mujer es cómplice del aire, de los soplos del viento. Este tema, reco
gido del mundo árabe, fue bien aceptado en la Edad Media, gustosa
<le retomar incansablemente el ejemplo avicénico de las yeguas fecun
dadas por el viento; según esta concepción, Alberto Magno menciona
36 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
el caso de una mujer que obtenía un placer muy especial de la caricia
de un soplo de aire. 1 1 2 Ciertos temas representados en el folclore ilus
trarían esta aptitud femenina para la captación, esta facultad de dejar
circular los influjos a través de su cuerpo, de abajo arriba. La práctica
médica de la fumigación no contradice esta particularidad. El caso
del clítoris muestra también cómo, ante un hecho que escapa de la es
tricta finalidad lógica, un espíritu científico hace aflorar o bien acepta
sin discusión, de manera inmediata, ideas que corresponden a la es
tructura profunda de su imaginación.
NOTAS
1 TEMKIN. O.: Galenism: rise and decline of a medica/ philosophy. lthaca-Londres. Cor
nell University Press. 1973.
2 I;oNTAINE. J.: lsidore de Séville et la culture classique dans / "Espagne wisigothique. t. l.
París. Etudes augustiniennes. 1 959. pp. 28 y 29: «Así pues. los gramáticos creían tener
derecho no sólo a definir y comunicar las técnicas elementales de la expresión sino
también a extender su autoridad a todo el ámbito de la estética».
3 /bid .. p. 28.
4 ENGELS. J.: «La portée de l'étymologie isidorienne». Studi Medievali. 3.ª serie.
3 ( 1962). pp. 100- 1 28. Cita y traducción. p. 100.
5 /bid .. p. 1 10. Isidoro da al término etymologia su sentido etimológico propio. el de
VER/-LOQU/UM («forma de hablar verídicamente. de acuerdo con la realidad de las
cosas»). que podía encontrar también en Cicerón y en Boecio; cfr. ibid .• p. 122.
• Las citas están tomadas de la edición de W. M. L1NosAv. bidori Hispalensis episcopi
Etymologiarum sive Originum libri XX. Oxford. University Press. 1 9 1 1 ; para el ejemplo
presente cfr. XI. l. 25.
1 ENGEts, J.: op. cit. . pp. 1 1 2 y 1 13.
8 FoNTAINE. J.: op. cit . . p. 44.
• KuNcK, R.: Die lateinische Etymologie de,s Mittelalters. «Medium Aevum. Philolo
gische Studien». Munich. Fink Verlag. 1970. Estas son las dos definiciones de etimolo
gía propuestas por Pedro de Elías. según Roswitha Klinck: 1 . Est vero «ethimologia»
0
nomen compositum ab «ethimos» quod interpretatur «verum». et ,dogos» quod interpretatur
«sermo» ut dicatur «ethimologia» quasi «veriloquium». quoniam qui ethimologizat veram.
id est primam. vocabuli originem assignat (La palabra «etimología» es un nombre com
puesto de «etymos». que significa «verdadero». y de <dogos». que significa «palabra».
de forma que etimología querría decir algo así como «expresión verdadera», pues quien
hace una etimología reseña el verdadero origen. es decir. el primero. de una palabra]
(p. 1 5); 2. Ethimologia ergo est expositio alicuius vocabuli per aliud vocabulum sive plura magis
0
nota secundum rei proprietatem et litterarum similitudinem ut «tapis» quasi «ledens pedem».
«fenestra» quasi <!ferens nos extra». Hic enim rei proprietas attenditur et litterarum similitudo
observatur (Una etimología es, pues. la explicación de una palabra por otra o por varias
más conocidas. de acuerdo con la propiedad de la cosa y con la semejanza de las letras.
como en el caso de «piedra» por su parecido con «que hiere el pie». y en el de «ven
tana» con «que nos lleva al exterior». En efecto, en estos casos nos atenemos a la pro
piedad de la cosa y atendemos a la semejanza literal) (p. 1 3. n. 1 7). En el mismo texto se
plantea el problema de la traducción de una palabra de otra lengua: Dijfert autem ab in
terpretatione que est translatio de una foque/a in aliam. Ethimologia vero fit sepius in eadem
foque/a (Es distinta de la traducción. que consiste en pasar de una lengua a otra. mien
tras que la etimología se hace casi siempre en la misma lengua) .
111 /bid .. p. 18. Así. el autor de la glosa Tria .mnt se opone a la acepción demasiado
amplia que Isidoro da a la palabra «etimología»: Sed largius ethimologia accipitur secun
dum Ysidorum ut amplectatur etiam expositionem quefit per compositionem ve/ per derivatio·
nem ve/ per aliam linguam iuxta litterarum similitudinem (Pero Isidoro admite una
acepción más amplia de etimología de modo que abarca también la explicación obte
nida por composición o por derivación o recurriendo a otra lengua. de acuerdo con una
semejanza literal).
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 37
1 1 FARAL, E.: Les arts poétiques du XII.•· et d u XIII.•· siecle. París. Honoré Champion,
1962. p. 65: « Una forma particular de la interpretatio consiste en recurrir a la etimología
( en latín. nota o notatio). Los antiguos enumeran la etimología entre los lugares de la in
vención: los escritores posteriores recogerán su teoría. Este punto está tratado por
Mateo de Vendóme (l. 78) y por Juan de Garlande en sus Poéticas . Una glosa del ma
nuscrito latino 1 8.570 de la Biblioteca Nacional de París a los versos 4 1 -44 del Laborin
tus hace estas curiosas precisiones: /lnterpretatio/ aliquando . fit per litteras. aliquando per
svlla bas. aliquando per dictiones. In litteris exemplum. Deus: dans etemam vitam suis.
Éxemplum in syl/abis. ut ecce cadaver: ecce camem datam vermibus. Tertio fit per dictiones.
ut materia: que mater altera; fortuna: que forte una. etc . » . ((La interpretación) se hace
unas veces mediante las letras, y otras mediante las sílabas, como en el caso de «mira.
una cadáver»: «mira. una carne entregada a los gusanos». En tercer lugar. se efectúa
mediante expresiones, como en el caso de «materia»: la que es «una segunda madre»;
«fortuna»: la que «quizás es única». etc.)
12 FoucAULT, M.: Les mots et les choses, «Bibliotheque des sciencies humaines».
Paris. Gallimard. 1966. pp. 49 y 50.
u Ed. Linsay. XI. l. pp. 75-77.
14 ENGELS, J.: Op. cit .. pp. 1 2 1 y SS.
15 KuNcK. R.: op. cit.. pp. 46 y ss. La translatio vicinitatis se subdivide, a su vez. en
siete posibilidades: per efficientiam. per affectum. per id quod continet. per id quod contine
tur, per abusionem. a parte totum. a toto pars. Si observamos con detenimiento los ejem
plos agrupados bajo estos diferentes apartados. advertiremos muy mezcladas meras
descomposiciones del significante con análisis propios de procesos del razonamien
to metonímico.
16
FoNTAINE. J.: op. cit. . p. 67 1 .
1 7 Ed. Lindsay, XI. l . 147.
18 /bid., XI. l. 97.
19
/bid .. XI. l. 98. Volveremos a tratar de esta localización (injra. p. 1 37).
20 /bid.. Xt l. 102.
21 /bid., XI. 2. 19.
22 /bid., XI. 2. 24.
23 Para un balance más completo. habrá que consultar SHARPr, W.D.: «lsidore of
Seville. The medical writings». Transactions of the American Phi/osophical Society, n.s .•
LIV-2 (1 964). pp. 5-75.
24 Ed. Linsay, XI. I. 140.
25 MAuRo, Rábano: De universo, XXII. 6. cfr. J.-P. M igne, Patrologiae cursus comple
tus, Patres latini, t. 111. Petit-Montrouge, J.-P. Migne. 1 852. cols. 173- 1 74; moralización
(col. 1 75): ad mulierem menstruatam non licet accedere nec cum ea commisceri. quia nec
idolatriae paganorum nec haeresi hareticorum licet catholico homini communicare.
26
Ed. Linsay. XI. l. 1 37.
27 RrnEKER, F. : Die «Anatomía Magistri Nicolai Physici» und ihr Verhiiltnis zur «Anato
mía Cophonis» und «Ricardi» , Leipzig (tesis). 1 9 1 7.
28 DE BoüARD, M.: Une nouve/le encyclopédie médiévale: le «Compendium philoso
phiae». París, E. de Boccard. 1936.
29
Jacopo BERENGARIO DA CARPI, Commentaria cum amplissimis additionibus super Ana
tomía Mundini. Bolonia. Hieronymus de Benedictis. 1 52 1 . fols. CCVIII v.º y CCLIX r.º;
actualización sobre la vida y obra de Berengario da Carpi ( 1 400-¿ 1 530'?). en Dictionary of
scient(fic biography. t. l. Nueva York. Charles Scribner·s sons. 1970. p. 6 19.
3" DFsPARs. Jacques: Expositio supra librum Canonis A vicenne. Lyon. Jean Trechsel,
1498. libro l. fen. I. doctr. 4. c. 2. Jacques Despars se basa aquí en Vindicianus: «La
tenue membrana. el velo formado por venas muy grasas que recubre y calienta el vien
tre o los intestinos. se denomina en griego epip/os y en latín omenwm o mappa »
(V. Rose. ed., Theodori Prisciani Euporiston .... Leipzig. G. Teubner, 1 894, p. 475). Las dife
re ncias entre las dos citas ilustran a la perfección la creciente complejidad del vocabu
lario anatómico.
31 BussrMAKER, U. C .. y C. DARI'MBERG, Oeuvres d 'Oribase. t. 3, París. J.-B. Bailliere.
1 858, p. 352 .
.12 Hay u.na extensa bibliografía sobre el tema. Aparece reseñada en el artículo en
que aquí nos basamos: MACC"AGNI, C.: «Frammento di un codice di medicina del seco-
38 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
lo x1v (manoscritto N. 735, gia codice Roncioni N. 99) della Bibliotéca Universitaria di
Pisa». Physis. 1 1 (1969). pp. 3 1 1 -378.
33 Una reproducción clara de este diagrama se encuentra, además de en el artículo
citado más arriba, en S1NGER, C.: «A thirteenth century drawing of the anatomy of the
uterus and adnexa». Proceedings of the Royal Society of Medicine, 9 ( 1 9 1 6). pp. 44 y 45.
34 Miniaturas reproducidas en W1cKERSHW.tER, E.: Anatomies de Mundino dei Luzzi et
de Guido de Vigevano. París. E. Droz. 1926.
35 /bid.. p. 82.
3 • La traducción del árabe utilizada aquí es la de DE KoNING, P.: Trois traités d 'anato
mie arabe, Leiden. E. J. Brill. 1 903. p. 387.
37 /bid.
38 Traducción nuestra. según la edición del Pantegni. Lyon. B. Trol y J. de Platea.
1 5 1 5, Theorica, 111. 32. Hay que advertir que los capítulos consagrados a los órganos ge
nitales en el Pantegni fueron transcritos. a veces, por separado, bajo el título de De geni
talibus membris. Esa transcripción aparte es. quizá. lo que Pedro Diácono llama el De
genecia de Constantino. Edición de estos capítulos en: M. Green. «The De genecia Attri
buted to Constantine the African». Speculum. 62 (1 987). pp. 299-323.
3• DE KoNING, P.: op. cit . . p. 387.
411 Pantegni, loe. cit.
41 DE KoNJNG, P.: op. cit .. p. 389.
42 Pantegni. loe. cit.
43 Mientras que el texto mismo de los «Aforismos». procedente sin duda de la anti
gua versión grecolatina. presenta en el libro V la palabra uterus. el comentario galénico.
traducido por Constantino. utiliza vulva en el aforismo 36 y matrix y vulva en el 45:
cfr. ed. de Venecia, O. Scotus. 1 523. fols. 93 v. -95 v.º
0
44 Recordemos que natura designa en Cicerón los órganos sexuales de hombres y
mujeres. Se aplica a estos últimos en el De divinatione: parere quaedam matrona cupiens.
dubitans essetne pregnans. visa est in quiete obsignatam habere naturam. [Una mujer ca
sada que quería tener un hijo y dudaba sobre si estaba o no embarazada. apareció en
sueños con su «naturaleza» sellada.¡ Cfr. ed. R. G10M1N1, M. Tulli Ciceronis scripta quae
manserunt omnia. fase. 46, Leipzig. B. G. Teubner. 1 975. 11. 70 (145).
Celso emplea natura/e y naturalia para designar a la vez. probablemente, los órga
nos femeninos externos y la entrada de la vagina. A propósito de la extracción de un
cálculo renal. podemos leer: .. sed virgini subjici digiti tamquam masculo, mulieri per natura
les ejus debent. Tum virgini quidem sub ima sinisteriore ora; mulieri vero inter urinae iter. et os
pubis incidendum est. [ ... a una virgen se le han de aplicar los dedos como a un hombre.
pero a una mujer por su «natural». Por tanto. a la virgen habrá que acceder por debajo
del labio inferior izquierdo, y a la mujer por entre la vía urinaria y el hueso del pubis.¡
Y a propósito de la imperforación de la vagina: earum Ueminarum/ naturalia nonnun
quam. inter se glutinatis oris. concubitum non admittunt. [A veces los «naturalia» de di
chas (mujeres) no admiten el concúbito por tener adheridos los labios entre sí.j Cfr.
De medicina, ed. C. Daremberg. Leipzig. B. G. Teubner. 1 859, VII. 26 y 28. pp. 3 1 2
y 3 1 6.
45 RA1>1crn1. R.: La «Gynaecia» di Muscione: manuale per le ostetriche e le mamme del
VI sec. d. C. (Traduzione italia11a e note con testo latino tratto dai codici e ampio glossario).
Pisa. Editrice Giardini, 1970. p. 42. Se encuentra también en Mosción la descripción de
una hipertrofia de clítoris. así como su resección: De inmoderata landica quam Graeci yos
nymjin apellant. Turpitudini.r symptoma est grandis yos nymfe; quidam vero adseverant pul
pam ipsam erigi similiter ut viris et quasi usum coitus quaerere. Curabis autem eam sic: supi
nam iactantes pedibus clusis myzo quod foris est et amplius esse videtur. tenere oponer et
sea/pello praecidere, deinde competenti diligentia vulnus ipsum curare. [Sobre una «lan
dica» desproporcionada. que los griegos llama «yos nymfe». Una «yos nymfe» de gran
tamaño es síntoma de deshonestidad: hay quienes afirman que esa parte carnosa se
yergue como en los varones. como si pretendiese el coito. La curarás de la manera si
guiente: tumbándola de espaldas y con los pies juntos hay que sujetar lo que asoma
fuera y aparentemente sobra y recortarlo con el escalpelo y después curar la herida con
la debida diligencia.¡ (/bid .. p. 190.)
46 Cfr. BouRDl'LLF., E.. y C. BREssou: Anatomie régionale des animaux domestiques, t. 111:
Le porc. París. J.-B. Bailliere. 1964 (2.ª ed.). p. 43.
47 DE CoNCHES, Guillermo: Dialogus de substantiis. Estrasburgo. J. Rihelius. 1567.
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 39
p áginas 24 1 y 242 (matriz). p. 253 (estómago). La descripción del interior piloso del
estómago también está tomada del Pantegni. op. cit.. Theorica, lll. 25.
48 CoRNER, G. W.: Anatomical texts ofthe ear/ier Middle Ages, «Carnegie Institution of
Washington. Publication n.º 364», Washington. National Publishing Company. 1 927.
49 Ediciones modernas de la Anatomía Cophonis: S. de Renzi. Col/ectio Salernitana.
t. II. Nápoles, Filiatre-Sebezio. 1 854 (reimpr. fot.. Bolonia. s.d.). pp. 388-390; l. Schwarz.
Die medizinischen Handschriften der kg/. Universitilts-Bibliothek in Würzburg, Beschreiben
des Verzeichnis mil literarischen Anmerkungen. Würzburg. 1 907; G. W. Comer. op. cit. .
páginas 48-50. E n una reciente puesta a l día. M. H. Saffron opta por una fecha d e com
posición inmediatamente anterior a la difusión de las traducciones de Constantino.
hacia 1080- 1090 (Sa/emitan anatomists. en Dictionary of scientijic biography. vol. XII.
Nueva York. Charles Scribner's sons. 1975, pp. 80-83).
so Ediciones de la «Segu nda demostración salernitana»: S. DE RFNz1. op. cit. .
páginas 39 1-40 1 ; K . H. BENEDICT. Die «Demonstratio anatomica corporis anima/is» auf
Grund einer Nachprüfung des Breslauer handschrift/ichen Textes und eines Vergleiches mit
einer Erjuner Handschrift neu herausgegeben. Leipzig (tesis). 1920. Traducción inglesa: G.
W. CoRNER, op. cit .. pp. 54-66.
51 Ediciones de estos textos diversos: F. RrnEKER, Die «Anatomía Magistri Nicolai
Physici... ». op. cit. ; SuoHoFF, K.: « Der "Micrologus"-Text der "Anatomía" Richards des
Englanders». Archiv für Geschichte der Medizin. 19 ( 1927). pp. 209-239. Traducción in
glesa de la Anatomía Magistri Nicolai Physici: G. W. CoRNER, op. cit.. pp. 67-86.
52 lbfd.. p. 50.
53 Al no haber podido consultar la edición de K. Benedict. nos basamos en la de
S. DE RENz1. op. cit. . pp. 398 y 399. y en la traducción de G. W. CoRNER. op. cit .. pp. 63 y 64.
54 Cfr. oE KoNING, P.: Trois traités.... op. cit.. p. 423.
55 DE RENz1. S.: op. cit.. p. 399; CoRNER, G. W.: op. cit .. p. 64.
56 RrnEKER. F.: op. cit .. pp. 56 y ss.; CoRNER, G. W.: op. cit .. pp. 84 y 85.
57 En Isidoro oF SEVILLA podemos leer: «Dubius». incenus. quasi duarum viarum
!« Dudoso», incierto. como con dos vías] ; ed. Lindsay. op. cit. . X. 77. Ahora bien. según
lo testimonian los Synonima de Simón de Génova (finales s. x111-principios s. x1v). en la
Edad Media se conocía el significado original del griego didymos («doble»): «Didimus»
grece geminus ve/ gemelus (Synonima Simonis Genuensis. Milán. A. Zaroti. 1473 ). Mientras
que en Galeno didymos significa «testículo». el sentido de la palabra es más fluctuante
en la Edad Media: para Nicolás. se trata de los vasos espermáticos. y del epidídimo.
para el cirujano del siglo x,v Enrique de Mondeville. quien mantendrá igualmente cier
tas connotaciones del concepto «duda». pero explicándolo de manera distinta: «Por
que siempre debemos temer su relajamiento y ruptura» (tr. l. c. 1 1 ). cfr. E. N1cA1sE.
Chirurgie de maítre Henri de Mondeville. París. F. Alean. 1 893. p. 82.
5 " RrnEKER, F.: op. cit.. p. 52: CoRNER, G. W.: op. cit.. p. 75.
59 Esta idea estaba claramente expuesta en el tratado hipocrático De la generación
(11. 2): «Quienes han sufrido una incisión junto a la oreja pueden tener relaciones se
xuales y eyacular pero su esperma es poco abundante. débil y estéril. pues la mayor
parte del esperma proviene de la cabeza. pasa por las orejas y se dirige a la médula; al
cicatrizarse la incisión. esta vía se endurece. En los niños. las venas. por ser finas y re
pletas. impiden el avance del esperma y la excitación no se produce de la misma ma
nera». Hipócrates. t. XI. ed. y trad. R. Joly. París. Les Belles-Lettres. 1970. p. 45. Esta
idea se encuentra también, hablando de los escitas, en Aires. aguas y lugares. 22; la ver
sión medieval latina la transmite así: Quibuscumque vene post aurículas inciduntur eis
ultra prorsus ah omni generatione orbantur. !Aquellos a quienes se les seccionan las venas
tras las orejas quedan en adelante totalmente privados de cualquier posibilidad de en
gendrar] : ed. G. Gundermann. Bonn. 1 9 1 l .
60
Pantegni. op. cit.. Theorica. 11. 12.
61 Biblioteca Nacional de Paris. ms. lat. 7027. siglo ,x. folio 1 56 v.º La forma qui/in
re mite a la denominación corriente de la vena cava. vena chilis. Es probable que a con
secu encia de repetidas transcripciones y deformaciones se «inventase» una vena espe
cífica mente femenina. cuando originariamente se trataba tan sólo de una ramificación
de la vena cava.
62 Ed. en Spurii Libri Galeno adscripti. Venecia. Giunta. 1 597. fols. 59 r. -60 v.º: tra
0
ducción italiana: V. PAsSALACQUA. «Microtegni seu De spermate». Traduzione e commento.
Ro ma, 1st. di Stor. della medie. dell'Univ. di Roma. 1958.
40 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
63 Ed. J. Willis. Leipzig. B. G. Teubner. 1 970. A propósito del número siete. leemos:
hic denique est numerus qui hominem concipi, formari, edi, vivere, ali ac per omnes aetatum
gradus tradi senectae arque omnino constare facit (éste. en fin. es el número por el que el
hombre es concebido. se forma. come. vive. se alimenta. es conducido hasta la vejez pa
sando por todas las fases de su edad y. en una palabra. existe( (l. 6. 62). Los constituyen
tes del cuerpo están igualmente distribuidos de siete en siete: in apeno quoque septem
sunt. corporis partes. caput, pectus, manus, pedesque et pudendum item quae dividuntur non
nisi septem compagihu.1· iuncta sunt: ut in manibus est umerus, brachium. cuhitus, vola et digi
torum madi terni (están claras las siete partes del cuerpo. cabeza. pecho. manos y pies y
partes pudendas: igualmente. las que se dividen forman conjuntos de siete articulacio
nes: por ejemplo. en las extremidades superiores están el hombro. el brazo. el cúbito. la
palma y el triple artejo de los dedos( (l. 6. 77). Esta cifra es. pues. la que rige el cuerpo:
unde non immerito hic numerus totiusfahricae dispensator et dominus. aegris quoque corpo
ribus periculum sanitatemve denuntiat (de ahí que este número. controlador y señor de
todo el conjunto. anuncie también en los cuerpos enfermos el peligro o su salud( (l. 6.
8 1 ). Sobre el origen de la teoría de las siete cámaras. cfr. Ku1>mN. F. J.: «The seven cells
of the uterus: the doctrine and its roots». Bulletin of the history of medicine. 39 ( 1965).
páginas 4 1 5-423.
64 BotJRDl'LLE, E. y C. BRtssou: Le pare, op. cit. . p. 43: «El útero es bicorne. Los cuer
nos son largos. estrechos y con muchas circunvoluciones. de aspecto intestiniforme.
unidos por detrás en un cuerpo corto no separado de la vagina por ninguna línea de de
marcación. La cavidad uterina es poco espaciosa y se halla en directa continuidad con
la cavidad vaginal. Está tapizada con una mucosa plisada y muy pilosa con resaltes
formados por salientes papilares alineados regularmente en el nivel del cuello».
65 Av,n.NA: Canon . trad. de Gerardo de Cremona. Milán. P. de Lavagnia. 1473.
libro lll. feo. 20. tr. l. c. l.
•• W1cKtRSHHMER, E. : Anatomies de Mondino dei Luzzi et ele Guido de Vigevano. París.
Droz. 1926. p. 24.
67 Ed. R. VoN TOPLY. Anatomia Ricardi A nglici (ca. /242- 1252) adjidem codicis ms. n.
1634 in Bihliotheca Palatina Vindobonensi. Viena. 1 902. Traducción al inglés con refuta
ción de la atribución a Ricardo Anglico: G. W. CoRNl'R. Anatomica/ Texts .... op. cit. .
páginas 87- 1 10. G . W . Comer sitúa la redacción d e la Anatomia vivorum hacia 1225.
68 Cfr. FER("Kl'L, C. : Die Gynllkologie des Thomas van Brabant. Ein Beitrag zum Kennt·
nis der mittelalterlichen Gynllkologie und ihre Que/len . «Alte Meister der Medizin und Na
turkunde». V. Munich. C. KO hn. 1 9 1 2.
69 Anatomia vivorum. ed. R. von TOply. op. cit. . p. 2 1 .
7 0 /Matrix/ septem habet ce/lulas humana figura ad modum monetae impressas ((La
matriz) tiene siete cámaras grabadas con la figura humana. como en las monedas]
(Dragmaticon philosophie. op. cit. . p. 24). Esto remite una vez más al comentario de Ma
crobio al Sueño de Escipión /Comentarii in Ciceronis Somnium Scipionis/: verum semine
semel intra formandi hominis monetam /{)(:ato hoc primum artifex natural molitur (pero.
una vez depositado el semen en la casa de la moneda donde se formará al hombre. esto
es lo primero que emprende la naturaleza artesana( . ed. J. Willis. op. cit.. l. 6. 63.
71 Anatomia vivorum . ed. R. von Toply. op. cit.. p. 2 1 . Esta descripción la recogerá
Enrique de Mondeville a principios del siglo x,v: « Por otro lado. el cuello penetra en su
cavidad. entre sus dos orificios. hechos de numerosos enrollamientos y pliegues. juntos
el uno al otro como los pétalos de una rosa antes de abrirse o como el orificio de una
bolsa cerrada por un cordón. para que. hasta el momento del parto. sólo pueda salir la
orina» (tr. l. c. 9). cfr. E. N1cA1sE. Chirurgie de maitre Henri de Mondeville. op. cit. . p. 75.
72 DE CANTIMPRE, Tomás: Liher de natura rerum . ed. H. Boese. Berlín-Nueva York.
De Gruyter. 1973. l. LXI. p. 67. Igualmente. leemos en Vicente de Beauvais: Memhrum
vero marium coitui con veniens, id est virga. inter omnia afia memhra crescit et minuitur sine
aliqua subiecti lesione. Suhstantia enim eius ta/is est ut possit et augmentum et diminutio con
venire. Ideo namque creatio eius est ex nervo et cartilagine et extenditur a vento illo aclveniente
et augmentum quidem eius conveniens est coitui. ( El miembro de los machos destinado al
coito. es decir. la verga. es el único capaz de crecer y menguar sin lesión del sujeto. En
efecto. su sustancia es tal que se adapta al aumento y a la reducción. Para ello. está
hecho de nervio y cartílago y se tensa por la presencia del viento ya mencionado: su au
mento es apropiado para el coito.) (Speculum natura/e. libro 2 1 . c. 45. ed. Venecia. D. Ni
colini. 1 59 1 . folio 27 1 v.º)
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 41
73 AR1sTóTELEs: De panibus animalium. ed. y trad. franc. de P. Lou1s. Les Panies des
animaux. París. Les Belles-Lettres. 1956. 688 h. p. 143.
La afirmación de Aristóteles puede explicarse por la;, ,1bservaciones realizadas en
los animales. en concreto en el mono. y aplicadas indebidamente al hombre. Cfr. J.
RuFAÉ. Le sexe et la mon. París. Odile Jacob-Seuil. 1986. p. 138: «En fin. al igual que en
todos los mamíferos placentarios. el pene contiene en la parte distal un hueso peniano,
o bacu/um. En los grandes simios. al contrario de lo que ocurre en los grupos preceden
tes. este hueso subsiste tan sólo como un vestigio; en el hombre ha desaparecido
completamente».
74 STADLER, H.: Albenus Magnus de animalibus libri XXVI. « Beitrlige zur Geschichte
der Philosophie des Mittelalters». 15 y 16. M0nster. Aschendorff. 1 9 1 6- 1 920. I. § 467.
página 1 67.
75 /bid.. ll. § 42. p. 24 1 : Nemo autem arbitretur, quod quando dicimus osseam aut cani-
1/aginosam esse virgam,_ intelligamus veram ossis aut canil/aginis essentiam, sed potius subs
tantiam in duritie canillagine et ossi secundum aliquid proponionatam. (Nadie piense que
cuando decimos que la verga es cartilaginosa u ósea hablamos de la verdadera esencia
del hueso o del cartílago. sino más bien de una sustancia relacionada de alguna ma
nera por su dureza al cartílago o al hueso.)
76 Av1cENA: Canon. op. cit.• libro III. fen. 20. tr. l . c. l .
1 1 Placides et Timéo o u Li secrés as philosophes, «Textes littéraires franc;ais». ed. C .
Thomasset, París-Ginebra. Droz. 1 980. § 228-23 1 . pp. 100- 1 02; C . TttoMASSF.T, Une vision
du monde a la fin du Xlll •· siecle. Commentaire du Dialogue de Placides et Timéo. Ginebra.
Droz. 1 982. p. 1 20.
78 Alberto Magno. De animalibus. ed. H. Stadler. op. cit. , IX § 5, p. 676; cfr. D. JAc
QUART y C. TttoMASSET, «Albert le Grand et les problémes de la sexualité», History and
Philosophy of the lije sciences. III ( 1 9 8 1 ). pp. 86 y 87.
1 • De matrice nunc aliqua dicemus. Primo quare animalia coeunt? Respondetur secun
dum Avicenam super secundo de anima.... cfr. L. R. L1No, Problemata varia anatomica, «Hu
manistic Studies». n.º 38, Lawrence, Kansas Univ .. 1968, p. 55.
80 Síntesis y orientación bibliográfica sobre la práctica de autopsias y el comienzo
de las disecciones en Bolonia: N. S1RA1s1, Taddeo Alderotti and his pupils. Princeton, Prin
ceton University Press. 198 1 . pp. 1 10- 1 14. 297-300; actualización biobibliográfica sobre
Mondino de'Luzzi: Dictionary ofscientijic biography. vol. IX Nueva York. Charles Scrib
ner's sons, 1974, pp. 467-469.
81 Cfr. HuARD, P .. y M. D. GRMEK: Mil/e ans de chirurgie en Occident: V-XV siecles.
París, R. Dacosta, 1966, pp. 30-32.
82 Actualización biobibliográfica sobre Enrique de Mondeville: E. W1cKERSHEIMER,
Dictionnaire biographique des médecins en France au Moyen-Age. Ginebra, Droz, 1979 (re
producción de la ed. de 1936). pp. 282 y 283, y D. JA,·QuART. Supplément. Ginebra. Droz.
1979. pp. 1 1 7 y 1 1 8.
83 DE SAucEm. Guillermo: Chirurgia. Venecia. B. Locatelli. 1 502. libro IV. c. 4.
84 Enrique de Mondeville se contenta con señalar: «Avicena indica un tercer orifi
cio por el que se producirían las poluciones inconscientes» (trad. Nicaise. op. cit .. p. 8 1 ).
Mondino. por su parte. se refiere a la disección: et ut melius anathomiam eius videos.
debes separare ossa femoris et elevare virgam cum vesica et intestino recto ve/ sine illis et divi
dere virgam in longitudinem usque ad canalem eius et tune in principio eius apparebunt tibi
duo foramina (y para ver mejor su anatomía debes separar los huesos del muslo y levan
tar la verga con la vejiga y el intestino recto. o sin ellos. y dividir la verga a lo largo hasta
su canal; entonces aparecerán, al principio del mismo. dos orificios) . cfr. E. W1cKERSHEI
MER, Anatomies. op. cit. , p. 29.
85 DA FouGNo, Gentile: Expositiones in librum tenium Canonis Avicenne. Padua.
P. Maufer. 1477. libro III. fen. 20. Ir. l. c. l.
86 GALENO: De usu panium, libro XIV. c. 1 1 . trad. C. DAREMBERG, De / 'utilité des panies
du corps. Oeuvres anatomiques. physiologiques et médica/es de Galien. vol. 2. París, J.-8.
Bailliére, 1 856, p. 1 1 8; ed. C. G. Kohn. C/audii Ga/eni Opera omnia. t. IV, Hildesheim.
G. Olms, 1964 (reimpr. fot. de la ed. de Leipzig. 1 822). p. 1 89.
87 DAREMBERG, C.: Oeuvres anatomiques. op. cit. • p. 1 1 8; H. J. VoN ScttuMANN, Sexual
kun de und Sexualmedizin in der klassischen Antike. Munich. E. Reinhardt Verlag. 1975.
col. 76.
88 Dr.sPARS, Jacques: comentario al Canon de Avicena. op. cit.. libro III. fen. 20. tr. l. c. l .
42 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
89 La traducción árabo-latina. conocida con el título de De iuvamentis membrorum.
se detenía en el libro X; así. dejaba de lado lo esencial de las informaciones de Galeno
sobre los órganos de la generación. La versión completa de Nicolás de Reggio, hecha
del griego. no se terminó hasta 1 3 1 7. después. por tanto. de la redacción de la Anatomía
de Mondino de'Luzzi. Cfr. DuRLJNG, R. J.: «Corrigenda and Addenda to Diels' Gale
nica». Traditio. 23 ( 1 967). p. 473. y 37 ( 1 98 1 ). p. 380.
90 Mulier quam anathomizavi anno preterito scilicet 1314 anno Christi de mense lanua
rii in maiorem in duplo habebat matricem quam il/a quam anathomizavi eadem anno de
mense Martii... et propterea maior centies eral matrix porce quam anathomizavi 1316 quam
unquam vidi in femina humana, potuit tum alia esse causa quia erat pregnans et in utero ha
bebat 13 porcel/os. [ La mujer que anatomicé el ailo pasado. es decir. en el ailo 1 3 1 4 del
Seilor. en el mes de enero. tenía una matriz dos veces mayor que la que anatomicé el
mismo ailo en el mes de marzo ... y. por tanto. la matriz de la cerda que anatomicé en
1 3 1 6 era cien veces mayor que cualquier otra que jamás vi en hembra humana; otra
razón podría haber sido el estar preilada y tener en el útero 13 gorrinillos) . cfr. E. W1c
KERSH EIMER, Anatomies, op. cit .. p. 25.
91 DA FouGNo. Gentile: Expositiones. op. cit. • libro III. fen. 21. tr. l. c. l .
92 GALENO: De usu partium, libro XIV. trad. C . Daremberg. De / 'utilité des porties du
corps. Oeuvres anatomiques, op. cit. . p. 1 1 0; ed. C. G. Kühn. Opera omnia, op. cit. • p. 1 76.
93 AvKENA: Canon, op. cit .. libro l . fen. l . doctr. 5, s. 5, c. 3 y 5; libro 111 fen. l .
tr. l . c . l .
94 W1cKERSHEIMER, E.: Anatomies, op. cit. . p . 25.
95 lbíd.. p. 73; actualización biobibliográfica sobre Guido de Vigevano: E. W1cKER-
SHEIMER, Dictionnaire, op. cit.. pp. 2 1 6 y 2 1 7. y D. JACQUART, Supplément, op. cit.. p. 97.
96 Ed. H. Stadler. op. cit.. l. tr. 2. c. 24. p. 1 64. § 458.
97 N 1cA1sE. E.: Chirurgie, op. cit.. libro l. c. 9, p. 75.
98 W1cKERSHEIMER, E.: Anatomies. op. cit.. p. 25.
99
SAvoNAROLA, Miguel: Practica maior. Venecia. Giu nta. 1 547. tr. VI. c. 2 1 .
1 00 W1cKERSHEIMFR, E.: Anatomies, op. cit. • p . 25.
101 SAvoNAROLA.. Miguel: Practica maior: tr. VI. c. 2 1 . La fuente hay que buscarla en el
Pantegni, op. cit., Theorica. libro 111. c. 32: /Naturafeminea/ deforis habet.frustula de pellibus
que vocantur badedera, que frustula sunt in feminis sicut preputia in masculis. [(La «natura
leza» de la mujer) tiene por fuera unas pequeilas porciones de piel llamadas «bade
dera». que equivalen en las mujeres al prepucio de los hombres.)
1 02 N1cA1sE. E.: La grand chirurgie de Guy de Chauliac. París, F. Alean, 1 890. p. 67; ac
tualización biobibliográfica sobre Guido de Chauliac (m. 1 368): W1cKERSHEIMER, E.: Dic
tionnaire, op. cit. • pp. 2 1 4 y 2 1 5. y JACQUART, D.: Supplément, op. cit .• pp. 95 y 96.
1 03 Leemos en Juvenal el siguiente pasaje referido a Mesalina:
mox lenone suas iam dimittente puel/as
tristis abit. et quod potuit tomen ultima cellam
claudit, adhuc ardens rigidae tentigine volvae
et lassata viris necdum satiata recessit.
Las traducciones publicadas. que se alejan voluntariamente de la literalidad. no
dan razón del sentido preciso: «Cuando el dueilo del prostíbulo despide a las mucha
chas. ella se retira triste; hizo todo lo que pudo por ser la última en cerrar su habita
ción; abrasada aún por el prurito de sus sentidos tensos se va, fatigada por los hombres
pero sin quedar saciada». Cfr. JuvENAL: Satires, ed. y trad. P. de Labriolle y F. Villenueve.
París. Les Belles-Lettres. 1 97 1 . VI. v. 1 26- 1 29. p. 64.
1 114 Como en el caso de las citas anteriores. utilizamos, por comodidad, la traduc
ción de E. N1cA1sE. Chirurgie, op. cit.• tr. l. c. 9. p. 75. Recordemos. a título de informa
ción. la edición del texto latino de J. L. Pagel. Berlín. 1 892, y del texto en francés
medieval de A Bos. Societé des anciens textes fram;ail', París. 1 897- 1 898.
1 º5 GALENO: De usu partium. libro XV. c. 3: « Las apófisis carnosas que se encuen
tran. en los dos sexos. en la extremidad de las partes pudendas sirven en la mujer de
adorno y están dispuestas ante las matrices como una protección contra el frío; en el
hombre. aparte de contribuir al ornato. su ausencia absoluta resultará imposible ... La
protección que encuentra en la úvula la faringe existe para las matrices en la llamada
nymphe. que protege y al mismo tiempo defiende del frío el orificio del cuello de la ma-
LA ANATOMÍA O LA BÚSQUEDA DE LAS PALABRAS 43
triz que en la mujer termina en la vagina». Cfr. trad. C. DAREMBERG, Oeuvres anatomi
ques, op. cit. . p. 137; ed. C. G. Kühn, Opera omnia, op. cit., p. 223.
106 No hemos encontrado nada en el Liber ad Almansorem de Rhazés, a pesar de lo
que indica la referencia de Enrique de Mondeville. Probablemente, se confundió con la
Cirugía de Albucasis: Tentigo fonasse additur super rem naturalem ... Caro autem ona est
caro que nascitur in orificium matricis donec impleat ipsum et fonasse egreditur ad exteriora
secundum similitudinem caude. [La «lentigo» aparece probablemente ai\adida al ele
mento natural... Esa carne que aparece es una carne nacida en dirección al orificio de
la matriz hasta cubrirlo y posiblemente sale hacia el exterior a manera de una cola.)
( Ed. Venecia. B. Locatellus, 1 500. c. 7 1 . f. 23 v.º) Igualmente, Avicena sólo menciona el
clítoris en el contexto de la patología (Canon, op. cit. . libro 111, s. 2 1 . tr. 4. c. 23).
107 Para badedera. cfr. supra, p. 1 5. Gerardo de Cremona emplea lentigo en la tra
ducción de la Cirugía de Albucasis y batharum en la del Canon de Avicena.
1 º8 Synonyma Simonis Genuensis, op. cit.
w• Se comprimunt crura plicando unum crus super a/terum, ut sic una panium vulve
scalpat aliam, quia ex hoc oritur delectatio et pollutio. [Aprietan sus piernas plegando una
sobre la otra. de modo que una parte de la vulva frote la otra, pues así se produce el pla
cer y la polución.) De animalibus, ed. H. Stadler. op. cit .. IX. § 7, p. 676. Cfr. JACQUART D. y
C. THOMAssn: A/ben le Grand. op. cit. , p. 87.
1 10 DE ABANO. Pedro: Conciliator. Venecia. O. Scoti. 1 52 1 .
1 1 1 FALLOP10. G.: Observationes anatomicae. Colonia. A Birckmann. 1 562. p . 300; ac-
tualización biobibliográfica sobre el célebre anatomista: Dictionary of scientijic bio
graphy, vol. IV. Nueva York. Charles Scribner's sons. 197 1. pp. 5 1 9-52 1 .
1 12 Ego autem vidi mulierem libidinosam que mihi ore suo dixit, quod similiter se vento
exhibuit et multum delectabatur in conceptu venti intra utrerum suum. [Yo mismo vi a una
mujer libidinosa que con sus propias palabras me contó que se expuso de la misma
manera al viento y sintió mucho placer al recibirlo dentro de su útero] : De animalibus.
ed. H. Stadler, op. cit .. VI, § 1 1 8, p. 492. Esta anécdota remite al ejemplo de la yegua
dado por Avicena: Et equa, quando appetit, ventrem suum offen vento et de/ectatur in eo
quod penetrat ipsam ventus et ex eo quod generatur in ventre suo ventus. (Y la yegua cuando
le apetece ofrece su vientre al viento y siente placer al penetrar el viento dentro de ella y
producirse en su interior una corriente.) (De animalibus, ed. Venecia. B. Veneti, 1495.
VII, c. l. fol. 36.) Para todo el conjunto de tradiciones relativo a la fecundación por el
viento. cfr. C. Zirkle. «Animals impregnated by the wind». /sis. 25 ( 1936). p. 95- 1 17.
CAPfTULO 2
La fisiología
o las etapas de una purificación
Los mecanismos fisiológicos, según aparecen en las obras medie
vales, se sitúan bajo el signo de la continuidad, de la permanencia. La
transmisión de los textos de la Antigüedad sirvió para establecer un
conjunto de principios explicativos simples que no se puso en tela de
juicio antes del siglo XVI. La fisiología del cuerpo humano y la medi
cina se integran en el esquema tradicional de la representación del
mundo. Los cuatro elementos y la doble cualidad que cada uno de
ellos posee se relacionan con los cuatro humores legados por la es
cuela hipocrática y este sistema, perfectamente explotado por Galeno,
será el que constituya el fundamento del saber inédico.
Aunque es muy conocido, nos permitiremos reproducir un es
quema 1 especialmente adecuado para dar razón del lugar esencial
que ocupa la interacción de las cualidades primeras (lo cálido, lo frío,
lo seco y lo húmedo) en todos los planos de la física y la fisiología.
Vemos cómo, mediante el establecimiento de esta corresponden
cia entre el macrocosmos y el microcosmos, se pone al alcance del
médico. junto con una explicación del cuerpo humano, la posibilidad
de restablecer el equilibrio de los humores, el temperamento, que una
causa interna o externa ha podido quebrar. ( Véase cuadro 2.)
EL APARATO GALÉNICO
Galeno seguirá siendo el maestro intelectual de todos los médicos
de la Edad Media, a pesar de que la transmisión directa de sus obras
fue fragmentaria hasta fecha tardía. Para él hay dos especies de
p neuma. 2 El pneuma zotikon o pneuma vital, transmitido a todos los ór
ganos del cuerpo por la sangre arterial desde la parte izquierda del
corazón. es el agente activo de la respiración y de la combustión. el
46 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
CUADRO 2
Sur
Fuego
Verano
SECO Bilis amarilla CÁLIDO
Colérico
o Tierra
Otofto
Elemento
Estación
Aire
Primavera
E
e s
Bilis negra Humor Sangre t
s
Melancólico Temperamento Sanguíneo e
t
e
Agua
Invierno
FRÍO Flema HÚMEDO
Flemático
Norte
principio de la vida. La segunda forma de pneuma es el pneuma psy
chikon (spiritus anima/is), que llena el cerebro y sus lóbulos pero que,
en cualquier caso, no es el alma. Es el producto del flujo de la sangre
que llega al cerebro. Éste y la totalidad del sistema nervioso son ali
mentados por las venas y las arterias: las venas acarrean el alimento,
las arterias el espíritu vital (pneuma zotikon). Galeno supone asi
mismo que el aire puede llegar al cerebro por las cavidades nasales, lo
cual confiere a este órgano una relativa independencia frente a la ac
ción del corazón, de las arterias y de los pulmones.
El pneuma vital se extrae del aire inhalado durante la respiración;
el pneuma psíquico se forma a partir del pneuma vital en el plexo co
roides situado en la base del cerebro cuando la sangre arterial atra
viesa los vasos de éste. Este proceso de destilación por circulación en
una red de capilares es totalmente análogo al que dará lugar al blan
queamiento de la sangre en los órganos genitales. La cuestión de la
transmisión del pneuma a través del cuerpo es de primerísima impor
tancia: la doctrina galénica pura hace de los nervios una reunión
compacta de fibras, mientras que para los epígonos de Galeno -es
pecialmente entre los autores de la Edad Media- se trata de un
conducto hueco. Otra diferencia entre el galenismo medieval y la
obra original del médico griego reside en el reconocimiento de un ter
cer pneuma, llamado «natural» (spiritus natura/is), con sede en el hí
gado, garante de las funciones vegetativas. Esta variante doctrinal
apareció, probablemente, ya en la Antigüedad; 3 muchos textos ára-
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 47
bes, aun estando muy marcados por la inspiración galénica, impon
drán a la Edad Media occidental esta división tripartita de los espíri
tus y de las funciones que transmiten. 4 Su adopción será tanto más
fácil cuanto que se ajusta a la división tripartita del alma expuesta por
Platón y Aristóteles.
En este marco teórico, el esperma es un fluido que no forma parte
integrante del sistema de los cuatro humores: se trata de un producto
específico recogido tanto en los testículos masculinos como en los fe
meninos. Como ya hemos sefialado, estos últimos representan, evi
dentemente, a los ovarios, que Vesalio seguirá aún llamando testes
muliebres, hasta el rechazo por parte de Falopio de la función que con
tal nombre se les atribuía. Galeno traspasa a la Edad Media la doc
trina de los dos espermas. Su elaboración se obtiene a partir de la san
gre de las venas y de las arterias, cuando éstas penetran en las
glándulas:
En estos circuitos la sangre y el pneuma llevados a los testículos experimentan una
cocción lo más perfecta posible; es claramente visible que el humor contenido en las
primeras espirales tiene todavía el aspecto de sangre y que en las siguientes se va vol
viendo cada vez más blanca, hasta adquirir una blancura plena en las últimas, las que
llegan a los testículos. 5
Galeno piensa también que en la mujer los ovarios envían el es
perma al útero a través de los conductos (las trompas de Falopio), que
desempefian una función análoga a la de los epidídimos en los órga
nos masculinos.
Galeno recibió de sus predecesores la teoría de la oposición iz
quierda-derecha, factor determinante del sexo del futuro embrión,
que procederá de uno u otro lado de su progenitor y se nutrirá en tal o
cual parte de la matriz. La estructura anatómica de los órganos geni
tales, ordenada en torno a esta oposición, constituye una demostra
ción de una agudeza no superada, ni tan siquiera igualada en la Edad
Media. Todo está construido a partir del hígado, es decir, del lugar del
nacimiento de las venas:
En su lugar de origen en el hígado, donde se curva, colgando aún, para dirigirse
hacia el raquis, la vena cava tiene el riñón derecho situado en su parte derecha. luego,
avanzando un poco más abajo. tiene el riñón izquierdo a su izquierda ( ... ) . ¿Por qué,
pues, de entre los vasos que se dirigen hacia allí, los que van a la matriz derecha y al
testículo del mismo lado nacen de los grandes troncos vasculares tendidos sobre el ra
quis, la vena de la vena cava y la arteria de la gran arteria? ¿Y por qué los que se dirigen
al testículo izquierdo en los machos, o a la matriz de este lado en la hembra (hay tam
bién dos, una arteria y una vena), no nacen de los mismos grandes vasos sino de los que
se dirigen a los riñones? Se debe, evidentemente, a que el testículo izquierdo en los ma
chos y la matriz izquierda en la hembra reciben una sangre aún impura y cargada de
superfluidades. húmeda y serosa; de ahí también que los órganos mismos que reciben
l a sangre no tengan un temperamento idéntico. Efectivamente, así como la sangre pura
48 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
es más caliente que la cargada de superfluidades, así también las partes derechas ali
mentadas por esta sangre son más cálidas que las partes izquierdas.•
Se nos deberá excusar esta cita un tanto extensa pues permite
mostrar cómo la Edad Media, en cuanto heredera de las concepcio
nes de Galeno, recoge en la oposición derecha-izquierda no sólo una
distribución del espacio que implica una serie de limitaciones sino
también una explicación científica del cuerpo humano, acompañ.ada
de argumentos y demostraciones que serán discutibles en tanto no se
lleve a cabo una revisión global del sistema fisiológico. En efecto, la
explicación citada descansa en una observación anatómica correcta:
la vena espermática derecha (que arranca del plexo anterior) y la
vena ovárica derecha (que parte del plexo pampiniforme) terminan
en la vena cava inferior, mientras que sus homólogas acaban a la iz
quierda en la vena renal. 7 En contrapartida, las consecuencias deriva
das de esta observación no son sino la aplicación estricta de los
principios que rigen los procesos fisiológicos: la depuración de la
sangre por una sucesión de cocciones, la interacción de las cuatro
cualidades primarias y de las características asociadas a ellas.
El razonamiento y la autoridad de Hipócrates contribuyen una
vez más a reforzar el privilegio que concede Galeno al lado derecho:
Por otro lado, estas partes tenían desde el principio una superioridad natural.
Hemos demostrado, efectivamente, la justeza de esta observación de Hipócrates, según
la cual las partes situadas en línea recta (es decir, unas directamente debajo de las otras)
obtienen necesariamente mayor provecho de sus comunicaciones mutuas. 8
Por tanto, gracias a su comunicación directa con el hígado, cálido
por naturaleza, la matriz derecha y el testículo derecho son bastante
más calientes que sus homólogos izquierdos y, por consiguiente,
aptos para producir y alimentar al macho. Se respetan los datos de la
autoridad hipocrática y la observación viene a confirmar el saber tra
dicional. La afirmación de que la mujer es, por necesidad, de natura
leza más fría que el hombre será la respuesta obligada en las discu
siones medievales acerca de la diferenciación sexual; 9 la imbricación
de explicaciones anatómicas, fisiológicas y filosóficas, por un lado, y
la preeminencia otorgada tradicionalmente al lado derecho y a la
cualidad caliente, por otro, dejan poco lugar al razonamiento con
trario.
La contribución de Galeno al conocimiento de la circulación de la
sangre entre el organismo de la madre y el del embrión y al problema
planteado por la respiración del feto se sitúa en un plano de reflexión
científica y médica al que sólo excepcionalmente llegará la medicina
de la Edad Media. Estas teorías pertenecen más bien al terreno de la
ginecología y sólo interesan accidentalmente a nuestra investigación
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 49
sobre la sexualidad. Adviértase que la teoría concerniente a la modifi
cación del circuito de la sangre, a saber, la transformación de la san
gre menstrual en leche destinada al lactante, constituye la única
reflexión de cierta importancia dedicada a los senos. Existe, en efecto,
entre las mamas y la matriz una simpatía estrecha que la descripción
anatómica nos ha permitido ya mencionar. Según el médico de Pér
gamo, el flujo menstrual se evacua cada mes a las matrices a través de
los vasos aferentes, venas que durante el embarazo están asimismo
al servicio de la nutrición del feto. Una vez que el niño ha venido al
mundo, toda la sangre menstrual refluye a las mamas por una modifi
cación del sistema circulatorio que fue un enigma para los autores
medievales. La afinidad entre la leche y la sangre menstrual mante
nida por Hipócrates, y repetida y precisada por Galeno, es una idea
retomada sin descanso por la Edad Media. Tal como ya lo hemos se
ñalado, esta afirmación aparecía en las Etimologías de Isidoro de Se
villa: 10 «La sangre utilizada para la nutrición del útero va a las
mamas y adquiere la calidad de leche». Una serie de teorías acepta
das constantemente, como fue el caso de ésta, acabaron siendo firmes
componentes de la idea del mundo jamás cuestionadas durante cerca
de cinco siglos. De los esquemas explicativos subyacentes a estas teo
rías médicas, como la purificación y la elaboración mediante la circu
lación por los canales, nacerán otros muchos juegos del pensamiento
y diversas ensoñaciones de la imaginación, siempre en el marco de un
vaivén permanente entre el microcosmos y el macrocosmos. Mientras
la sangre que ha alcanzado un determinado estadio de depuración se
vuelve semen, la leche se elabora a partir de la sangre menstrual. Un
célebre dístico de la Escuela de Salerno recuerda, además, que la pri
mera etapa del embrión es «como leche» antes de la aparición de
la sangre: 1 1
Conceptum semen se.x primis crede diebus
Est quasi /ac, reliquisque novem fit sanguis.
[«Has de creer que el embrión en los seis primeros días es como leche y que en los
nueve restantes se hace la sangre. » )
Todo el misterio de la aparición del ser vivo se desarrolla entre
estos dos fluidos, entre dos colores destinados a otras suertes. Para
nosotros, la cuestión planteada es la del origen de los líquidos de la
vida, del semen.
50 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
EL LÍQUIDO PRECIOSO
El origen del esperma constituye una de las cuestiones a las que la
Edad Media ha respondido de la manera más ambigua. Aún después
de que la adopción de la hematogénesis, difundida en primer lugar
por los médicos árabes, se generalizara a partir del siglo xn, se obser
van ciertas reviviscencias de la opción encefalomiélica y la coexis
tencia de diferentes teorías elaboradas en la Antigüedad. Gracias a
los trabajos de Erna Lesky, 1 2 quedan pocos puntos oscuros en torno
a estas últimas y nos son perfectamente conocidas las tres doctrinas
griegas y sus principales representantes. Parece ser que la conexión
entre cerebro, médula espinal y semen (y sus afinidades con el cosmos)
tiene su origen en las creencias de la antigua Persia; esta hipótesis re
vela, además, la estrecha relación entre la cuestión de la generación
y el pensamiento religioso, que las creencias relativas a la sexualidad y
la ginecología pertenecen al sustrato más lejano de los grupos étnicos.
La primera teoría griega localiza en el cerebro el origen del esperma,
idea que cuenta entre sus representantes a Alcmeón de Crotona y los
pitagóricos, entre ellos Diógenes Laercio, para quien el semen es una
gota del cerebro (stagón enkefalou). En los escritos hipocráticos puede
leerse una prueba utilizada durante mucho tiempo en apoyo de esta
tesis; se menciona en ellos el «eunuquismo de los escitas» o la «enfer
medad de las mujeres», 1 3 de la que se puede salir con vida a condi
ción de seccionar las venas situadas detrás de las orejas. La sangre
corre y el enfermo pierde el conocimiento; algunos se despiertan salu
dables y otros mueren. En cualquier caso, la consecuencia de la inter
vención es la esterilidad. Este relato servirá para apuntalar la teoría
que, al situar el origen del esperma en el cerebro y en la médula espi
nal, le hace dirigirse hacia los testículos a través de dos venas situadas
a lo largo de la columna vertebral. Platón formula en el Timeo una
opinión próxima a ésta, cuando declara: 14
Se trata de esa médula de la que hemos hablado en nuestros discursos anteriores, el
esperma. Tiene un alma y respira. La apertura por la que respira le proporciona el
deseo vital de salir, emerger. Así es como la médula ha producido el amor de la
generación.
Según la segunda teoría, asociada a los nombres de Anaxágoras y
Demócrito, el semen nacería de todas las partes del cuerpo; así apa
rece expuesta en los escritos hipocráticos que proporcionarán esta vez
un argumento a los partidarios medievales de la pangénesis al afir
mar que, como el esperma deriva de todas las partes del cuerpo, llega
«débil de las partes débiles y fuerte de las fuertes». 1 5 Así se explicará
la herencia de ciertas imperfecciones. Por otro lado, esta teoría puede
combinarse con la de la encefalogénesis: el humor nace en el cerebro
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 51
y se dirige después a las partes genitales y a todo el cuerpo, pero sobre
todo a la médula espinal, que es su depósito central y su órgano de
distribución.
Mientras Isidoro de Sevilla adoptaba esta última variante en tér
minos generales, 1 6 Guillermo de Conches propondrá en el Dragmati
con philosophiae una respuesta orientada más claramente hacia la
pangénesis: 1 7 «El esperma es, pues, la semilla del hombre compuesta
de la más pura sustancia de todos sus miembros». La forma del diá
logo induce al maestro a exponer la tesis de la herencia de ciertas
afecciones, como la quiragra o la podagra. La objeción del discípulo
es inmediata: «Sin embargo, aunque uno tenga las manos, los pies o
las orejas cortados, su hijo estará bien formado». Semejante argu
mentación no logrará hacer vacilar la certidumbre del maestro, pues,
según su razonamiento, la naturaleza evita la imperfección y utili
zando otra parte semejante del cuerpo elabora la que en buena lógica
le debería faltar al embrión. Este esbozo de discusión muestra la cla
ridad con que se percibía lo que estaba en juego en un asunto en apa
riencia tan anodino como el del origen del esperma: de hecho, se trata
del problema de la herencia así como del de los vínculos inmediatos
entre padres e hijos, es decir, probablemente uno de los componentes
de la vida afectiva familiar.
La impugnación más importante de las antiguas teorías pangené
sicas llegará a la Edad Media amparada en la autoridad de Aristóte
les. El tratado Sobre la generación de los animales /De generatione
animalium/ recalca: 1 8
Deberemos decir, por tanto, l o contrario que los antiguos: ellos mantenían que el
esperma es lo que procede del cuerpo entero; nosotros, por nuestra parte, diremos que
es aquello cuya naturaleza consiste en estar orientado hacia todas las partes del cuerpo.
Ellos lo tomaban por un producto de disolución; nosotros vemos en él más bien un
residuo.
Para Aristóteles, el esperma es un producto residual y las excrecio
nes espermáticas se llevan a cabo por el útero, las partes sexuales y las
mamas. La fórmula mantenida y desarrollada en la Edad Media será,
pues, la siguiente: el esperma es «un residuo de la nutrición en su
grado último de elaboración». Como la sangre misma es un producto
del alimento, el esperma, derivado de él, no puede ser sino sangre,
algo análogo a la sangre o un producto procedente de ella. De ahí
la absoluta previsibilidad de que el exceso venéreo ocasione hemo
rragias.
La lectura de obras de inspiración galénica ofrecía a los sabios de
la Edad Media otro tema de reflexión, a saber, la misión desempe
ñada por los testículos (que, recordémoslo, figuran como «miembros
principales») en la elaboración del esperma. Al contrario que Hipó-
52 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
crates y Aristóteles, que sólo los consideraban receptáculos, Galeno
les atribuye una función específica. La materia primera del esperma
la suministra, sin duda, la sangre, que ha alcanzado un estadio deter
minado en su cocción pero experimenta una transformación, mani
festada en particular por una dealbación progresiva, en las circunvo
luciones que forman las venas y arterias espermáticas (plexo pampi
niforme) y adquiere su cualidad de semen al llegar a los testículos. 1 9
La medicina árabe no arrojará ninguna claridad sobre el embro
llo que supone la coexistencia de diferentes teorías antiguas. Bajo la
autoridad de Avicena20 leemos en el primer libro del Canon que «el
esperma tiene su principio en los humores», y en el tercer libro:
El dios sublime ha creado los testículos para que, según sabes, sean los miembros
principales generadores del esperma a partir de la humedad que les es suministrada en
las venas; esta humedad es como el residuo del alimento llegado a su cuarto estadio
en todo el cuerpo. Se trata de una sangre mejor digerida y más sutil.
Uno de los comentadores del Canon no se olvidará de señalar las
contradicciones de este planteamiento: ¿cómo un residuo de la cuarta
cocción puede ser más sutil que la sangre salida de la segunda? 21 Si la
cuestión del origen del esperma fue debatida por los médicos de
la Edad Media con menos pasión que la de la existencia del semen fe
menino, es quizá porque ninguna teoría había logrado imponerse
plenamente y porque, de esa manera, eran posibles los compromisos.
Así, el Conciliator de Pedro de Abano, 22 texto de referencia desde prin
cipios del siglo x1v, concluye que el esperma proviene directamente de
los testículos y de los vasos seminales, pero indirectamente de la tota
lidad del cuerpo. Entre los argumentos favorables a la pangénesis fi
gura la constatación de que el placer provocado por la emisión se
difunde por todos los miembros.
La adopción de la hematogénesis no logró tampoco borrar toda
reminiscencia de la teoría que sitúa el origen del esperma en el cere
bro: había demasiadas creencias conexas relativas a los excesos vené
reos, creencias transmitidas por los sabios más eminentes. Así, Alber
to Magno, en una de sus Cuestiones sobre el tratado de los animales
/Quaestiones super de animalibus/, 2 3 intenta determinar si el esperma,
residuo de la última digestión, deriva más de una parte del cuerpo que
de otra. Tras un examen de los argumentos en pro y en contra sostiene
que el esperma deriva más bien de los miembros principales y, sobre
todo, del cerebro, cuya sustancia corresponde a la del semen por su
blancura, su blandura y su humedad. En apoyo de esta conclusión re
fiere una experiencia y una anécdota. La primera demuestra la estre
cha relación que une el cerebro con los testículos: el hecho de bañar
las partes genitales de un hombre borracho determina la interrupción
de la borrachera. La anécdota que acompaña a esta «experiencia»
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 53
puede considerarse como un exemplum destinado a suscitar el miedo
en los lujuriosos. Alberto Magno precisa que se la contó el maestro
Clemente de Bohemia: no se trata, pues, de un testimonio de primera
mano, pero el relato le parece al Doctor Universal suficientemente ve
rídico como para mencionarlo, tanto más cuanto que concierne pro
bablemente a un monje de una orden competidora. Este hombre,
calificado de «famélico», murió tras haber «deseado» sesenta y seis
veces a una hermosa dama antes de la llamada de maitines. La autop
sia, practicada en el monje por ser éste de extracción noble, reveló que
su cerebro había quedado vacío y reducido al tamaño de una gra
nada, y sus ojos destruidos. Alberto Magno concluye: «Esto es señal
de que el coito vacía sobre todo el cerebro».
La vulnerabilidad de los ojos, órganos estrechamente relaciona
dos con el cerebro, constituye en la literatura médica medieval otro
topos al que la autoridad aristotélica da toda su fuerza. Esta constata
ción aparece enunciada no solamente en los Problemata/4 sino tam
bién en el tratado auténtico Sobre la generación de los animales {De
generatione animalium/. En efecto, para Aristóteles el residuo forma
dor del esperma no es suministrado por todas las partes del cuerpo de
manera uniforme: 25
Pues entre las partes de la cabeza, la región de los ojos es la que suministra mayor
cantidad de esperma. La prueba la tenemos en que es la única en cambiar sensible
mente de aspecto durante el coito y en que a quienes abusan de los placeres venéreos se
les hunden notablemente los ojos. La causa reside en que la naturaleza del semen
se parece a la del cerebro: en efecto, su materia es acuosa y su calor adquirido.
Es posible que con estas afirmaciones Aristóteles estuviese dando
su aval a un argumento especialmente eficaz en la represión de la
sexualidad. Pensamos, por supuesto, en la ceguera provocada por
la masturbación, espantajo del que abusaron ciertos médicos del
siglo XIX.
En la Edad Media, la alteración de la visión aparece constante
mente mencionada entre los perjuicios del coito tanto en los tratados
eruditos como en las obras más vulgarizadoras; así los Tratados sobre
distintos problemas anatómicos fProblemata varia anatomica/,26 escritos
en el siglo xv, declaran: «El coito destruye la vista y seca el cuerpo».
Al limitarnos a los asuntos relativos a la sexualidad, no podemos
abordar los importantes debates médicos y filosóficos que han jalo
nado la historia de las teorías de la generación. No haremos, por
tanto, más que señalar los tipos de cuestiones suscitadas por la refle
xión acerca de la naturaleza del esperma y su incidencia en la fun
ción atribuida a cada uno de los dos sexos. No carece de interés
señalar los conocimientos que poseía la persona que en sus doxogra
fías reúne a menudo la más vasta información. Bajo el nombre de
54 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Aristóteles, Vicente de Beauvais recoge los elementos que hemos utili
zado anteriormente. Pero añade, además: 27
Ésa es la razón de que el calor del sol y el calor animal estén presentes en el
esperma.
Queda así planteada la cuestión de la influencia de los astros en el
proceso reproductor de la especie humana y el debate filosófico rela
tivo a las rationes seminales, que intentamos resumir. 28 San Agustín ex
plicaba la evolución de ciertos organismos por la acción de poderes
presentes en el mundo desde su creación. Esta tradición, seguida por
pensadores como san Buenaventura, Alberto Magno y Rogelio de
Marston, implicaba, pues, un poder potencial en el seno de la materia
prima. Pero el pensamiento aristotélico tal como fue transmitido por
los árabes e interpretado por santo Tomás de Aquino tendía a reafir
mar el carácter exclusivamente pasivo de la materia prima, en contra
dicción, por tanto, con las teorías de las rationes seminales. Estas
cuestiones estaban entre las proposiciones condenadas por Esteban
Tempier en 1 270 y en 1 277, los años de crisis que sacudieron la uni
versidad. 29 Sin entrar en toda la complejidad del debate, digamos que
entre los partidarios de la materia inerte y los de la función decisiva
de una acción exterior podían darse soluciones de compromiso. Una de
ellas, muy ingeniosa, es la presentada por Roberto Kilwardby: 30 el
alma vegetativa, sensitiva, es producto de operaciones intrínsecas de
la materia, mientras que el alma intelectiva participa de una influen
cia exterior. Así, por ejemplo, Tomás de Aquino incluye en una con
cepción amplia de las rationes seminales las virtudes activas de los
cuerpos celestes.
Para santo Tomás, el semen es un receptor del poder de los astros
por medio de los cuales Dios ejerce su acción sobre el mundo. 3 1 El
calor natural (calor elementaris) recibe una porción del calor del sol;
así, el esperma comprende un calor triple: el calor elemental del
semen, el calor del alma del padre y el calor del sol. La acción del sol
puede precisarse de la siguiente manera: 32
Pues si el padre explica la generación de un recién nacido, en concreto, no explica
su generación como miembro de la especie humana. La causalidad unívoca ejercida
por el padre debe subordinarse a una causalidad universal, la de los astros, y, en espe
cial, la del sol.
La realización del acto de la generación obedece en el Aquinate a
la acción de tres agentes: el padre, que da razón de la individualidad;
el cuerpo celeste, que explica la pertenencia a la especie humana y, en
fin, el ángel, que da razón de la corporeidad, de la aptitud de la mate
ria para acoger un alma racional, es decir, que permite la alianza
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 55
entre la materia y el espíritu. Vemos también cómo en estas pocas
afirmaciones se plantea la cuestión de la legitimidad de la astrología.
La simple alusión al sol en las doxografías de Vicente de Beauvais
permite dar razón de los problemas filosóficos que se planteaban con
la cuestión de la naturaleza del esperma. Sexualidad y embriología se
sitúan así en el centro del pensamiento medieval; las personas más
capaces desplegaron en torno a este asunto una finura y una profun
didad de análisis muy pocas veces igualado.
El pensamiento aristotélico da un sesgo muy filosófico a la refle
xión sobre la sexualidad y la embriología. El ejemplo más hermoso
de tal manera de pensar lo constituye la obra Sobre la formación del
cuerpo humano en el útero /De formatione corporis humani in utero/, es
crita en 1 276 por Egidio Romano. 3 3 Para él, el esperma masculino da
movimiento y fuerza (virtus) al proceso de constitución del embrión.
Se le ha de comparar con un carpintero, y las menstruaciones repre
sentarán la madera sobre la que aquél ejerce su actividad. Egidio se
interroga sobre la auténtica naturaleza del esperma y se sorprende de
su poder tan grande y de la diversidad de huesos, nervios y otras par
tes del cuerpo. La autoridad de Aristóteles le permite asimilar la vir
tud presente en el semen a la virtud divina y establecer, a renglón
seguido, una semejanza con la inteligencia de Dios, para afirmar que
el esperma tiene en sí algo de sustancia separada, lo cual le sitúa muy
por encima de la materia. 34 Con esta noción volvemos a encontrarnos
con la cuestión de los intermediarios entre la voluntad divina y las
sustancias corporales; todo ello constituye una elegante solución des
tinada a explicar la «programación» del ser humano. El peligro del
aristotelismo y de sus diversas manifestaciones es el de establecer un
completo desequilibrio entre la función de la mujer y la del hombre.
Si hubiese que resumir todas las cualidades que en estos años fi
nales del siglo xm atribuye Egidio Romano al esperma masculino ha
blaríamos, de nuevo, de su calor; al estar producido por el hombre, en
quien predomina lo cálido, ésta será su cualidad esencial. La mujer,
que no lo posee en el grado necesario, sólo suministrará productos
imperfectos, cuya elaboración no logrará llevar a término, a su último
grado de cocción. Recordemos asimismo que el esperma posee la pro
piedad de coagular los líquidos que darán origen al primer estado
embrionario. El esperma se comporta como el cuajo con la leche, ac
ción análoga a la de un enzima, según observa M. Anthony Hew
son. 3 5 Esta analogía se da también en la embriología india; la encon
tram os, naturalmente, en Aristóteles y se enuncia, asimismo, en la Bi
blia: representa una especie de analogía fundamental que forma
parte del tesoro del pensamiento precientífico, por lo que no nos ha
de extrañ.ar verla resurgir cuando los alquimistas hablen de sus
operaciones.
56 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
En resumen, los elementos más importantes en la representación
de la sexualidad y de la ginecología son el pneuma y el calor presen
tes en el semen masculino. Para los pitagóricos, el esperma del varón
contenía un soplo cálido (thermos athmos). El calor es un atributo
que encontrará sin dificultad su sitio en el juego de las cualidades que
oponen el ser femenino al ser masculino; esta misma cualidad desem
peña un cometido determinante en la diferenciación sexual del em
brión a lo largo de la Antigüedad y la Edad Media. Aristóteles presen
ta un inventario muy completo de las propiedades del esperma que, al
participar de todos los elementos, contiene también aire cálido; la
descripción concluye con una metáfora:
Por lo demás, parece ser que los antiguos no ignoraban que la naturaleza del es
perma es la de una espuma. En todo caso, es ésta la sustancia de la que han sacado el
nombre de la diosa que preside la unión de los sexos. 36
En la Edad Media están representadas todas las teorías aplicadas
a la espermatogénesis pero, sea cual fuere la teoría aceptada, el com
ponente pneumático aparece manifiestamente expreso. Veamos, a
modo de ejemplo, lo que nos cuenta Nemesio de Emesa, traducido
por vez primera en 1085 por Alfano y más tarde por Burgundio de
Pisa, en 1193:
En efecto, los órganos de la reproducción son, en primer lugar, las venas y las arte
rias; es en ellas donde se produce el semen a partir de la sangre, como la leche se pro
duce en los senos. Este semen, tras dar numerosos rodeos, es enviado primero a la
cabeza; de allí desciende hacia los órganos sexuales por dos venas y dos arterias. Si se
seccionan las venas situadas junto a las orejas o las que se encuentran junto a las arte
rias carótidas se hace al hombre incapaz de engendrar. Estas venas y estas arterias se
convierten en una red tortuosa y varicosa junto al escroto, donde el esperma húmedo
se vierte l!n cada uno de los testículos. Aquí es donde el esperma se somete a una última
elaboración: el semen húmedo acompailado de pneuma es eyaculado por el epidídimo
varicoso que se encuentra tras los testículos. Esta presencia del pneuma en el esperma
se explica por el hecho de que el semen lo emite una arteria. 37
La opinión de Nemesio es preciosa: plantea de manera ejemplar
la cuestión de la circulación de la sangre. Para él, el semen proviene
de las venas que transportan la sangre (hecho constatable, pues los
excesos venéreos provocan la eyaculación de sangre pura) y también
de las arterias, que sólo contienen pneuma. En las afirmaciones de
Nemesio se mezclan la herencia de la tradición hipocrática y el peso
de las teorías aristotélicas y galénicas.
Queda así ilustrada la complejidad del legado de la Antigüedad,
una complejidad con la que parecen avenirse muy bien los autores
medievales. Las obras de divulgación no se preocupan por semejante
sustrato teórico y afirman, lisa y llanamente, con Guillermo de Con
ches: 38
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 57
Hay tres cosas necesarias (para la generación) : el semen emitido, el calor que in
flama al hombre y sirve para extraer el semen (sabemos, en efecto, que el frío congela el
humor) y el pneuma /spiritus/ que tensa la verga y expulsa el semen.
Parece como si en las discusiones sobre la naturaleza del esperma
se tratase sólo de un asunto intelectual. Todos están de acuerdo en ver
en él «la sangre más pura del hombre», el residuo de la última coc
ción; es decir, todas las teorías se dirigen a probar la preeminencia del
producto elaborado por el macho. El semen femenino es, por el con
trario, motivo de una discusión bastante más áspera, pues la función
de la mujer en la generación se manifiesta en la determinación de
una jerarquía que, presentada indirectamente en el pensamiento
científico y teológico, no deja de incidir en la sociedad.
EL AUXILIAR INDEFINIBLE
La polémica sobre el esperma femenino atraviesa toda la Edad
Media. Esta idea, que ha podido provocar las burlas de ciertos histo
riadores de las ciencias, se inscribe en el pensamiento indoeuropeo.
La literatura védica, continuada por los textos bramánicos, menciona
el esperma femenino. En ellos se habla de la aportación materna a la
fecundación: «La esposa enlaza al esposo, ambos derraman la leche
viril al entregarse; entregándose ella ordefia para sí el rasa». Para
Jean Filiozat existe una correspondencia entre el mecanismo de la ge
neración de los seres vivos y la estructura del cosmos. Según él, hay
que relacionar este pasaje de los Vedas con aquellos en los que se atri
buye un semen (retas) a la madre tierra igual que al padre cielo. 39
Volvemos a encontrar esta concepción del cometido de la mujer
en la Grecia antigua. Censorino menciona la cuestión en su obra re
lativa a la ginecología (El día del nacimiento /De die natali/), atribu
yendo la teoría a Alcmeón, Demócrito, Anaxágoras, Empédocles y
Parménides. 40 Este último, en un poema didáctico sobre la natura
leza, sefiala que la constitución del embrión se realiza por la mezcla
de dos sémenes: su encuentro es un medio de explicar la determina
ción sexual del feto.
Es imposible rehacer en su totalidad, a través de médicos y filóso
fos griegos, la historia de una idea desarrollada a menudo con bas
tante sutileza.
Para resumir, diremos que los partidarios del esperma femenino
chocarán con la autoridad de Aristóteles, quien negará de la forma
más categórica la existencia de un semen femenino. El tratado Sobre
la generación de los animales /De generatione animalium/ incluye una
a firmación definitiva:4 1
58 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Ahora bien, como el flujo menstrual es la secreción que corresponde en las hembras
al líquido seminal de los machos, y como, por otro lado, no es posible que en un mismo
ser se produzcan dos secreciones espermáticas, es evidente que la hembra no contri
buye a la emisión de esperma en la generación: si lo emitiese, no tendría menstruacio
nes. En realidad, al producirse éstas no puede haber esperma en las mujeres.
Aristóteles mismo responde a las objeciones de los partidarios del
esperma femenino: 42
Algunos imaginan que la hembra emite su parte de esperma en el coito porque el
placer que a veces experimentan algunas es comparable al de los machos y porque emi
ten, al mismo tiempo. una secreción líquida: pero este líquido no es espermático, es una
secreción local propia de cada mujer.
Esta secreción es una característica de las que tienen «tez pálida»
y no ocurre con «las morenas de apariencia masculina». Las catego
rías fisionómicas permiten explicar no sólo la presencia de la emi
sión, cuya naturaleza no se precisa, sino también su ausencia. El
método de Aristóteles consiste en tratar el fenómeno como una varia
ble dependiente tanto del individuo como de su alimentación. En la
Edad Media el vigor de la doctrina coincidirá evidentemente con
la aparición de las traducciones de las obras del Estagirita a mediados
del siglo XIII. Un elemento importante del desacuerdo es la posición
de Hipócrates sobre el tema, clara y nada ambigua: 4 3
También la mujer eyacula a partir de todo su cuerpo, unas veces en la matriz -con
lo que la matriz se humedece- y otras fuera, si la matriz está más abierta de lo
conveniente.
Para él no hay duda: el embrión llega a constituirse correctamente
por la unión de los dos sémenes. Galeno, citado y comentado tan a
menudo por los árabes, se ha de contar también entre las filas de los
defensores del esperma femenino, si bien su opinión es más mati
zada: 44
El esperma de la mujer, además de contribuir a la generación animal es útil tam
bién para estos fines: al excitar a la mujer al acto venéreo y al abrir el cuello de la ma
triz durante el coito, el esperma es de una utilidad nada despreciable.
Precisa, por otro lado, que la membrana alantoides se forma a
partir de él. En su estudio sistemático sobre las secreciones, Galeno
habla del líquido «generado en los cuerpos glandulosos de machos y
hembras», que en estas últimas «se vierte afuera y se derrama a través
de la vagina». Sin embargo, para el médico de Pérgamo, la superiori
dad masculina está bien establecida pues el esperma femenino no al
canza en absoluto la calidad del del macho; como mucho, se le puede
comparar al líquido prostático.
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 59
Nemesio de Emesa, a quien la Edad Media conoció desde el si
glo x1, había destacado ya la oposición entre Aristóteles y Galeno. Aris
tóteles y Demócrito, decía, no quisieron conceder al semen femenino
ningún cometido en la generación. Pero Galeno, criticando a Aristó
teles, declaró que eran necesarias la emisión femenina y la mezcla de
los dos espermas. A pesar del conocimiento de las dos posturas anta
gonistas, los sabios occidentales mantendrán hasta el siglo xm la doc
trina de la existencia del esperma femenino transmitida por la medi
cina árabe. Ali ibn al-Abbas recoge las teorías de Hipócrates y Ga
leno, y presenta el semen femenino como una especie de diluyente,
cuya acción es indispensable: 45
La mezcla de los dos espermas es necesaria para dos fines. El primero es que el es
perma de la mujer constituye un alimento conveniente para el esperma del hombre,
pues éste es espeso y de constitución cálida, mientras que el de la mujer es tenue y de
constitución fría. Debido a su espesor, el esperma del hombre no puede difundirse
era suficiente y dado su calor echaría a perder la materia del feto; el esperma de la
mujer es, pues, necesario al objeto de moderar su densidad y su calor. El segundo fin es
la formación de la segunda membrana que rodea al feto. En efecto, el esperma del
hombre. al dirigirse hacia la derecha no llega hasta prolongaciones como las de los
cuernos y no se extiende por toda la cara interna de la matriz. El esperma de la mujer
es, por tanto, necesario para encaminarse hasta los lugares adonde el esperma del hom
bre no haya llegado.
El texto tomado de Galeno continúa con la célebre analogía entre
la cocción del pastel llamado itrion, que se separa fácilmente del reci
piente de bronce, y la membrana que rodea al feto. Gracias al es
perma femenino se resuelve la dificultad que supone la aparición de
un continente dentro de otro. Avicena retoma y precisa los mismos
datos: 46
Una vez mezclados los dos sémenes tiene lugar la ebullición de la que hemos ha
blado y se crean la parte hinchada y la primera membrana; en ese momento, todo el es
perma se halla suspendido en los salientes en forma de cuerno, donde encuentra su
nutrición mientras haya esperma, momento en que toma su alimento de la sangre
menstrual y de las cavidades [orificios de las venas) a las que está unida la membrana
formada. Según Galeno, esta membrana es como un revestimiento dejado tras de sí por
el esperma de la hembra en su deslizamiento hacia el lugar adonde ha fluido el es
perma del macho y si no se reúne con éste en el mismo momento en que se vierte, se
mezclará con él allí al juntarse los dos.
Todo esto puede leerse muy claramente en los enciclopedistas me
dievales, en especial, en Bartolomé Anglico, así como en la sabrosa
traducción al francés antiguo realizada por Jean Corbechon a peti
ción del rey Carlos V: 47
La creacion de l'enfant est requise matiere convenable. lieu souffisant. et le service
de nature. La cause efficient. c'est la chaleur et l'esperit qui donne vertu au corps. La
60 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
matiere de l'enfant, c·est l'humeur de la semence mise hors de toutes les parties du perc
et de la mere et par le fait de generacion. La matiere. quand elle est espandue en lieu or
donné, elle est recueillie es chambres de la marris par vertu de nature qui l'attrait. et la
se meslent ensemble les semences par force de chaleur qui y entre. Car se la mixion des
semences du pere et de la mere ne se faisoit, la conception de l'enfant ne se pourroit
faire, car la semence du pere est si espece qu'elle ne se pourroit estendre. et ainsi la ma
tiere de l'enfant seroit destruite ce n'estoit la semence de la mere qui est clere et froide et
qui l'attrempe.
(La creación del nifto requiere una materia apropiada, un lugar adecuado y el servi
cio de la naturaleza. La causa eficiente es el calor y el espíritu que da fuerza al cuerpo.
La materia del nifto es el líquido del semen extraído de todas las partes del padre y de
la madre por obra de la generación. La materia. una vez difundida en el lugar apro
piado. se recoge en las cámaras de la matriz por la fuerza de la naturaleza que la atrae y
allí se mezclan y juntan los sémenes debido al calor que se produce. Pues, si no se diese
la mezcla de los sémenes del padre y de la madre. no podría llevarse a cabo la concep
ción del nifto, ya que el semen del padre es tan espeso que no lograría difundirse, que
dando así destruida la materia del nifto. a no ser por el semen de la madre, que es claro
y frío, y lo modera.)
Para demostrar la existencia del esperma femenino, Guillermo de
Conches proponía el caso ejemplar de la mujer violada. Este argu
mento, retomado muchas veces, en especial por Vicente de Beauvais,
forma parte del marco de un extenso razonamiento, capital para la
historia de la sexualidad en la Edad Media. La condición de la fecun
didad de la mujer es el placer que le supone la emisión del semen y,
en consecuencia, la fecundación: 4 8
En efecto, las prostitutas. que sólo tienen relaciones sexuales por dinero, y no expe
rimentan ningún placer en el curso del acto. no tienen emisión y no conciben.
La prostituta enamorada de un solo hombre vuelve a conocer el
placer y puede ser nuevamente fecunda, aunque raras veces, añade
el autor. Imposible explicar mejor una esterilidad, consecuencia, sin
duda, de repetidas infecciones. Pero pasemos a las mujeres violadas:
al realizarse el acto no han tenido ningún placer, no han emitido
semen y, sin embargo, puede ocurrir que conciban. A esta objeción,
Guillermo de Conches responde con un pesimismo de inspiración
teológica que podría considerarse un tremendo cinismo masculino: 49
Aunque en la violación el acto comienza desagradando, finalmente. dada la debili
dad de la carne. encuentra el consentimiento.
Todas las afirmaciones de Guillermo de Conches conocieron una
amplia difusión: hemos señalado en el Speculum Natura/e de Vicente
de Beauvais la presencia de casi todas las partes del Dragmaticon rela
tivas a la ginecología y a la sexualidad; figuran, asimismo, en un
pseudotratado de ginecología atribuido a Alberto de Trebisonda, y
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICAC IÓN 61
que no es más que una compilación sin idea conductora; 50 volvemos
a encontrarlas en un manuscrito de cuestiones salernitanas en prosa,
editado por Brian Lawn. A propósito del esperma femenino, ese úl
timo texto nos enseña que en los casos de adulterio, en el momento de
la reunión de los dos espermas, la influencia del macho es determi
nante pues el pneuma (spiritus) del padre proviene de una voluntad
más fuerte y de una mayor aceptación mental. 5 1 En otros lugares de
este mismo texto aparecen aplicaciones más triviales de la doctrina:
se trata de la determinación sexual del embrión en función de la can
tidad de esperma y de la localización del semen en la matriz.
En las enciclopedias medievales, la defensa del esperma femenino
puede presentarse con cierta agresividad. Es el caso de Tomás de
Cantimpré: 52
Así, pues. hay quienes dicen que sólo el semen viril es necesario para la concepción
y que el femenino no Jo es. Quienes mantienen esto no dicen más que mentiras.
Otros autores evitan la polémica y presentan, una junto a otra, las
opiniones de las autoridades. A través de los textos precedentes llega
mos a comprender que la emisión del esperma femenino va estrecha
mente asociada al mecanismo del placer en la mujer. Es una cuestión
sobre la que habremos de volver cuando analicemos los mecanismos
que intervienen en el acto sexual.
En el lado opuesto se sitúan los defensores de la doctrina aristoté
lica. No negarán la existencia del esperma femenino pero su come
tido en la formación del embrión quedará reducido. Sobre este tema
Gil de Roma nos ofrece, a finales del siglo xm, una reflexión minu
ciosa en el tratado ya mencionado De formatione corporis humano in
utero. El texto es de difícil lectura; vuelve varias veces sobre el mismo
tema con afirmaciones sensiblemente diferentes. 5 3 La intención de la
obra es conciliar el punto de vista de los médicos y los argumentos de
los filósofos: para refutar a Galeno y a Avicena recurre a Averroes,
que sostiene la posición aristotélica. La opinión que se ha de refutar
ante todo es la de Galeno, que pretende que el esperma femenino ten
dría una parte de virtud formativa en combinación con el esperma
masculino. Gil de Roma sigue a Aristóteles en su interpretación erró
nea de la descarga vaginal. Si se mantiene la descripción anatómica
de Aristóteles y Galeno, es decir, la existencia de los ovarios concebi
dos como semejantes a los testículos masculinos, el principio de fina
lidad resulta, en gran parte, fallido. La virtud formativa pertenece al
esperma masculino y las menstruaciones son la materia sobre la que
éste opera. El parecido entre padres e hijos no proviene de la dosifica
ción de los dos sémenes sino, según la doctrina aristotélica, de una re
sistencia mayor o menor de la materia opuesta a la acción de la virtud
formativa. Todos los esfuerzos de Gil de Roma tienden a conservar
62 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
un único agente para la obtención de la forma y a no admitir una je
rarquía entre los dos sémenes, pues tal interpretación sitúa al es
perma femenino en el lado del agente, capaz de dar la forma. A partir
del momento en que se suponga que el esperma femenino posee un
poder de conformar la materia -según lo había hecho Galeno- ha
bría en la mujer dos humores susceptibles de participar en la genera
ción: uno de manera activa, el esperma, y el otro de manera pasiva,
las menstruaciones. Por tanto, razonando en términos filosóficos, la
mujer podría concebir sola.
La función del esperma femenino es difícil de descubrir: podría
ser materia, materia segunda, que interviene al mismo tiempo que las
menstruaciones en el momento de la formación del embrión. El es
perma femenino serviría, así, para la constitución de los huesos, ner
vios y arterias, mientras que las menstruaciones corresponderían a la
formación de la carne y la grasa. Es una opinión que se debe refutar:
el esperma femenino ni está dotado de virtud activa ni es materia ne
cesaria para la formación del feto. Se trata de un humor intermedio
entre el esperma y la menstruación, parecido a las secreciones del
macho que acompañan a la emisión espermática, es decir, algo aná
logo al líquido prostático o incluso un líquido «intermedio entre el
agua y el esperma».
En los razonamientos utilizados para minusvalorar sistemática
mente el semen femenino participan muchos argumentos, en especial
el hecho de que la mujer debería segregar más esperma mientras está
encinta para proveer la nutrición del feto: la afirmación de su no exis
tencia muestra de forma evidente que dicha sustancia no podría in
tervenir como materia. El esperma femenino no ejerce tampoco nin
guna acción sobre las menstruaciones, pues, si así fuese, poseería una
virtud activa incompatible con el estado de materia. La conclusión de
toda esta demostración compacta y farragosa es que no desempeña
función alguna, ni siquiera pasiva como complemento de las mens
truaciones, y que no influye en la inducción de la forma. No es, por
tanto, necesario para la concepción.
Otras afirmaciones apuntalan esta conclusión. Están cargadas de
enseñanzas respecto a las creencias relativas a la sexualidad en la
Edad Media. Una mujer puede quedar encinta tras un acto sexual in
completo: el texto menciona un coitus interruptus, es decir, una emi
sión masculina «fuera del vaso» y, evidentemente, sin que la mujer
haya experimentado el orgasmo.s4 Averroes cita el ejemplo de mu
chas mujeres embarazadas sin emisión y presenta un argumento de
cisivo al relatar el caso de una de sus vecinas fecundada por el agua
del baño en la que un hombre había derramado su semen.ss Así, el
placer de la mujer no es, en absoluto, necesario, ya que la vulva posee
la propiedad específica de atraer el esperma incluso al margen de la
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICAC IÓN 63
realización del acto sexual. La historia de esta «vecina» de un gran
sabio se repetirá en todos los autores hasta el fin de la Edad Media:
los más aristotélicos le prestarán fe, los partidarios de la solución ga
lenista aprovecharán el caso para burlarse de la credulidad de los
filósofos.
En el terreno de la anatomía, la función de los ovarios, desconoci
dos por Aristóteles, constituye un problema, pues la naturaleza no
crea nada en vano. Averroes se contenta con establecer un parale
lismo con las glándulas mamarias masculinas. Gil de Roma es poco
claro en este punto: en su tratado de embriología explica la esterilidad
de las mujeres que carecen de ellos por la privación del calor produ
cido en estos órganos; en el Comentari o a las Sentencias sigue la de
mostración expuesta por Aristóteles a propósito de los testículos
masculinos, al atribuir a los ovarios la función de una especie de con
trapeso que permite la apertura del pasaje necesario para la emisión
del esperma femenino. 56
La dificultad para conciliar la tradición médica con las exigencias
del aristotelismo explica los aplazamientos, las reanudaciones y las
repeticiones de Gil de Roma. Según veremos en las páginas siguien
tes, el problema de Alberto Magno era como mínimo igual de grande.
De todos modos, las soluciones adoptadas por Egidio Romano mere
cen una reflexión: para paliar las insuficiencias del aristotelismo en el
ámbito de la medicina utiliza el Colliget de Averroes, y deja de lado,
siempre que puede, a Avicena. Así, sexualidad y embriología adoptan
un discurso mucho más cercano a la filosofía que a la medicina y los
argumentos empleados no dejarán de tener consecuencias para la
nueva idea de la mujer. El esperma femenino es siempre un producto
de calidad inferior, cuya misión es despreciable. Como mucho, po
dría equivaler a la segunda secreción masculina: el humor prostático.
Esta particularidad fisiológica, como, por lo demás, el conjunto de
todo el sistema aristotélico, hace de la mujer un ser inferior, subordi
nado respecto al hombre. Encontramos en el texto la expresión que se
hizo clásica de mas occasionatus (macho contrariado). La emisión del
esperma femenino no es objeto de un alto aprecio en el texto de Egi
dio Romano y seguirá sin serlo en un pensamiento preocupado úni
camente por la cuestión de la procreación. Si la atención prestada a la
emisión del esperma femenino es escasa, entonces todo el placer es
tará provocado por la recepción del semen masculino. Sin enjuiciar
las intenciones de Egidio Romano, puede afirmarse que proporciona
argumentos capaces de liberar al macho de toda responsabilidad en
la búsqueda del placer de la mujer.
Así, las ideas más próximas a las de la fisiología moderna, al
negar la existencia de un verdadero «esperma» femenino, son herra
mientas de investigación y comprensión psicológicas mucho menos
64 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
poderosas que las concepciones enunciadas por los sabios antes del
redescubrimiento de Aristóteles.
Otra constatación se impone con la lectura del tratado: la irres
ponsabilidad de la mujer. Su cuerpo se le va de las manos y la mujer
no es otra cosa que fecundidad. Puede quedar encinta sin orgasmo,
sin placer, prácticamente sin saberlo. Es, así, la antítesis perfecta del
macho, protagonista responsable y consciente de esta inconsciente
mecánica. A la mujer reducida a la matriz en Platón le sucede una
criatura que ha conservado parte de su opacidad.
La misma preocupación por conciliar las fuentes médicas con la
tradición aristotélica se vuelve a encontrar en Alberto Magno. Más
«naturalista» que Gil de Roma, el Doctor Universal no se contenta
con aplicar su reflexión a los diferentes textos de que dispone: intenta
amoldar a un marco teórico los datos de la experiencia médica, o más
sencillamente, humana, al precio de dificultades a menudo insupera
bles. Se han de dejar aparte las Cuestiones sobre el tratado de los anima
les /Quaestiones super de animalibus/, que son un reflejo, transmitido
por Conrado de Austria, de las clases dadas por Alberto Magno en
Colonia en 1 258. Estas Cuestiones no se separan en nada de la teoría
aristotélica y presentan soluciones similares a las conclusiones a que
llegó Gil de Roma. Mucho más rica aparece la lectura del De animali
bus, vasta paráfrasis del conjunto de obras zoológicas de Aristóteles.
El género elegido, que oscila entre el comentario, la compilación y el
tratado original, ofrece mayor libertad que el marco de la cuestión es
colástica, símbolo del formalismo medieval. El De animalibus refleja
los meandros, los progresos y los atolladeros de una auténtica investi
gación; llevado por los autores que lee y cita, Alberto Magno deja que
aparezcan las contradicciones y las posturas irreconciliables.
De las muchas disquisiciones relativas a la cuestión del esperma
femenino, prestaremos atención a los diferentes tipos de humor posi
bles. La mujer, en efecto, está sometida a diversos flujos que la fisiolo
gía explica por el exceso de cualidad fría que impide una cocción
completa. Alberto Magno intenta distinguir, entre los flujos distintos
a la sangre menstrual, aquellos que pueden propiciar la concepción.
El vínculo establecido de manera general entre el placer y la fecundi
dad no parece ser una explicación suficiente: muchas mujeres «ex
pertas» le han contado que han concebido sin delectación. 57 Alberto
Magno dirige entonces su atención a los casos en que la emisión se
produce fuera del acto sexual. En primer lugar, están los sueños eróti
cos cuya mención se integra en una larga tradición. Para que estos
sueños predigan una futura concepción, es necesario que ocurran
después de la regla 58 y que provoquen la efusión de un humor «ma
duro, blanco y viscoso» y no «acuoso, a medias entre agua y es
perma». El suefio no se considera, pues, como causa sino como signo
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURI FICACIÓN 65
de la «bajada del humor»: es la emisión la que suscita el placer y
puede darse incluso aunque ese placer no sea buscado. Para que se
produzca un embarazo posterior basta con que la matriz haya atraído
el humor tras la emisión y que lo retenga hasta el momento de la con
cepción. Esta última puede así producirse sin que haya nueva emi
sión y, por tanto, con ausencia de placer.
Alberto Magno aborda el problema de la polución femenina, noc
turna o diurna, en muchos pasajes. En el De temperantia cita el caso
de religiosas que le han asegurado no haber experimentado ni si
quiera imaginado estimulación erótica alguna en el momento de la
polución. 59 Igualmente, una de las Cuestiones sobre el tratado de anima
les /Quaestiones super de animalibus/ presenta el ejemplo de monjas de
clausura afectadas a menudo de polución sin participación de su
imaginación. 60 La experiencia de confesor apoya el conocimiento mé
dico y Alberto Magno atribuye estos fenómenos únicamente al fun
cionamiento de la «virtud expulsiva». Puede suponerse, pues, que las
leucorreas de origen funcional61 quedaban también incluidas en la
denominación de «esperma femenino», tanto si se trataba de las pér
didas de las niñas en ausencia de ovulación como de las leucorreas
que acompañan a veces a la formación de la flema cervical en fase
ovulatoria. En esta última eventualidad, el anuncio de una posibili
dad de concepción se ve justificado por la fisiología moderna. Al atri
buirse la mayoría de las veces al placer, cualquier polución no mens
trual debía de provocar que las mujeres medievales, sobre todo las
que habían hecho voto de castidad, se sintiesen lo bastante culpables
como para comunicárselo a su confesor. Se requería toda la honesti
dad intelectual del Doctor Universal para evitar una interpretación
unívoca o algún comentario antifeminista.
Desde un punto de vista teórico, Alberto Magno adopta una
postura moderada, excepto cuando se limita a parafrasear, sin co
mentarlos, los textos de Avicena o de Galeno. El semen femenino
únicamente sirve de auxiliar a la generación y sólo es materia. A la ob
jeción de que podría ser un doblete de la función de la sangre mens
trual responde distribuyendo entre las dos sustancias femeninas las
funciones que Aristóteles atribuye respectivamente al macho y a la
hembra, pero limitándolas al ámbito de la materia: «La generación se
hace materialmente a partir del llamado sperma mulieris y la nutrición
[del embrión) a partir de la sangre menstrual». 62 Evidentemente, las
mayores dificultades derivan, para Alberto Magno, del término «es
perma» y lo mismo le ocurre a la mayoría de autores medievales, in
cluso galenistas. El libro Sobre los secretos de las mujeres /De secretis
mulierum/, atribuido a veces al Doctor Universal sin mucha verosimi
litud, emplea menstruum tanto para la sangre menstrual como para el
otro humor. 63 Pedro de Abano utiliza igualmente «Jo que se deno-
66 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
mina esperma femenino», «humedad blanca» y «gota». La resolu
ción de la cuestión dedicada a este tema en su Conciliator es, por lo
demás, menos avanzada que la postura de Alberto Magno: los ova
rios sirven únicamente para producir «una humedad que incita al
deseo de recibir el semen viril de la forma más adecuada». 64 Aunque
el redescubrimiento de Aristóteles marca una regresión en el entendi
miento de la función de la mujer, permitió, sin embargo, gracias a los
importantes debates subsiguientes, destacar la inadecuación del tér
mino «esperma». A esta sustancia, impropiamente denominada, se le
podía atribuir, según los autores, e incluso en un mismo autor, una
misión triple: participar en la concepción transmitiendo los caracte
res maternales, permitir una recepción mejor del semen masculino y
poner de manifiesto el placer de la mujer. De este modo, se confun
dían tres procesos: la ovulación, las secreciones cervicales y la lubri
cación vaginal. Los esfuerzos de comprensión realizados por Alberto
Magno muestran que si la solución aristotélica parecía demasiado
simplista, la posición galénica, aparte del obstáculo filosófico que re
presentaba, ofrecía a un espíritu deseoso de conciliar experiencia 'y
explicación racional modelos fisiológicos igualmente inadecuados.
Después de mediado el siglo XIV se debilita la intensidad del de
bate filosófico y los médicos de finales de la Edad Media optan, en ge
neral, por un galenismo prudente. Por ejemplo, en el siglo xv Miguel
Savonarola, tras haber declarado que sólo el hombre interviene en la
donación de la forma, omite precisar de dónde viene la «virtud infor
mativa» cuando describe el proceso de la concepción: 65
El esperma del hombre concurre en primer lugar a la fecundación. ¿Es necesario
que el de la mujer confluya en el mismo momento? Respondo como médico que sí,
pues ambos contribuyen materialmente a la fecundación, pero el esperma viril contri
buye en el proceso también formalmente. No entro en esa gran discordia entre filósofos
y médicos por ser inútil para nuestro propósito y porque no pretendo tener otra opinión
que la de ese gran médico que es Galeno y la de sus sucesores ... Los dos espermas se
unen, pues, al ser proyectados a un mismo tiempo... Sobre ellos se ejerce la virtud for
mativa que modifica, digiere y refuerza el calor gracias al espíritu generativo...
La teoría del semen femenino pervivirá mucho más allá de la
Edad Media. La casuística del siglo xvn fundamentará la distinción
entre acto pecaminoso y acto lícito en una afirmación tan imprecisa
como ésa. 66 El acto sexual que haya provocado una emisión en la
mujer se considerará ilícito. Los casuistas esgrimían así un instru
mento especialmente eficaz para la represión del placer femenino por
el hecho mismo de su carencia de realidad fisiológica.
Pero no siempre se ha hecho un uso tan malévolo del esperma fe
menino; dejemos a Descartes, utilizador y renovador de las metáforas
avicenianas, el encargo de mencionar, con cierto lirismo, esta miste
riosa secreción: 67
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 67
No decido nada respecto a la figura y disposición de las partículas de la semilla: me
hasta con decir que la de las plantas, al ser dura y sólida, puede tener sus partes dis
puestas y situadas de una manera determinada que no podría alterarse sin inutilizar
las; pero no es lo mismo en el caso de la semilla de los animales, que. al ser muy fluida
y estar producida de ordinario por la unión de los dos sexos, parece no ser otra cosa
que una mezcla confusa de dos líquidos que, sirviendo de levadura el uno para el otro,
se recalientan de manera que algunas de sus partículas. al adquirir la misma agitación
que el fuego, se dilatan y se oprimen unas contra otras disponiéndolas de ese modo
poco a poco según la forma requerida para formar los miembros. Estos dos líquidos no
necesitan para ello ser muy diversos. En efecto, así como vemos que la masa vieja
puede hacer hincharse a la nueva y que la espuma que arroja la cerveza basta como le
vadura de otra cerveza, así también es fácil pensar que los sémenes de los dos sexos. al
mezclarse conjuntamente, se sirven mutuamente de levadura.
Era imposible soñ.ar con una rehabilitación más hermosa del
semen femenino.
LA MATERIA IMPURA
Si la investigación sobre el esperma femenino ha tenido que se
guir los meandros del pensamiento escolástico, el estudio referente a
la sangre menstrual resulta, por contrapartida, mucho más cómodo.
Desde Isidoro de Sevilla, las menstruaciones se relacionan con el
ciclo lunar por etimología (nam luna «mene» dicitur graece). 68 Existen
otros juegos etimológicos a partir de la palabra mens-mensis. En
cuanto a la expresión de mujeres «con la flor», empleada a menudo
por los autores con manifiesto placer, se encuentra en el texto atri
buido a la célebre comadrona de Salerno, Trótula. Allí se recuerda
que el flujo menstrual opera una especie de regulación del tempera
mento femenino. Mientras en los hombres el calor dominante está
atemperado por el sudor, en las mujeres la humedad excesiva se
purga mediante «las menstruaciones que se llaman comúnmenteflo
res pues, de la misma manera que los árboles no producen frutos sin
flores, así también las mujeres sin flores se ven privadas de su función
de concebir». 69 La metáfora vegetal aparecía, por lo demás, desde el
principio del tratado: Dios ha otorgado las dos cualidades más fuer
tes y nobles al hombre para que cumpla con su obligación con la
mujer difundiendo su semilla como en un campo que le estaría
coJÚi.ildo.
. Adem�¿(e°Ía función de desecación del temperamento que ejerce
en la mujer no fecundada, la sangre me,�strual sirve,, como hemos
visto, para nutrir al embrión después del cierre-del éuelfo de la matriz.
Esta función primordial es mantenida tanto por fos
partidarios de la
existencia.del esperma femenino como..p.or sus oponenws. .El célebre
diagrama que representa las modificaciones del útero grávido7 0 mues-
68 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
tra cómo el conducto destinado a transportar sangre menstrual al em
brión se separa de la vía por la que habitualmente se realiza la
evacuación. Este diagrama simplifica extremadamente un proceso
complejo que Ali ibn al-Abbas resume con claridad, tras haber mos
trado como auténtico galenista la necesidad del semen femenino; de
la unión de los dos espermas nace la membrana que rodea al feto y
que recibirá la sangre menstrual: 7 1
Cuando esta membran� que rodea el esperma está completamente formada, la san
gre menstrual llega a ella por las venas no pulsantes, cuyos orificios son aquellos luga
res denominados cavidades (cotiledones); llega también allí sangre sutil y espíritu
animal por las arterias que alcanzan a la matriz. Estas materias penetran juntas en la
sustancia de la membrana antes de su completo endurecimiento. Por tal razón, la san
gre puede entrar en la cavidad, debido a la blandura de la membrana. De esa manera,
se forman en la membrana aberturas y canales. Estos canales se ensanchan continua
mente y no se aglutinan porque las materias fluyen sin cesar a través de ellos al atraer el
esperma incesantemente a la sangre mediante la facultad atractiva que posee.
Las dos sustancias fundamentales, una de las cuales conserva su
característica de materia inerte, constituirán las membranas según
una distribución fundada en la analogía de los colores: 7 2
Del esperma mismo se forman las partes blancas, es decir, el encéfalo, los huesos,
los cartílagos, los nervios, las membranas, los ligamentos, las venas y las arterias, mien
tras que de la sangre menstrual se forman el hígado y las demás partes carnosas. ex
cepto el corazón. que nace de la sangre de las arterias.
Tras la formación del hígado, una vena salida del corion consoli
dado y vascularizado le aporta la sangre menstrual con el fin de ase
gurar la nutrición del feto hasta el alumbramiento. Si proseguimos la
lectura de la obra de Ali ibn al-Abbas, constatamos que la descrip
ción de las mamas,_viene de manera completamente natural después
de la del útero grávido: «Como el niñ.o acaba de ser alimentado con la
sangre menstrual, necesita un alimento cuya naturaleza se aproxime
a la de ella; la materia que tiene esa cualidad es la leche, por estar for
mada de la sangre menstrual». Como la transformación sólo puede
producirse bajo el efecto de una fuerte cocción, las mamas, cuya
carne es de una sustancia similar a la leche, están situadas cerca de la
fuente del calor natural constituida por el corazón. El parentesco es
tablecido entre la sangre menstrual y la leche tendrá consecuencias
en la vida sexual de la mujer. El coito parece ser especialmente nocivo
durante la lactancia; Avicena recuerda que sus efectos son los de en
turbiar la sangre menstrual y corromper el olor de la leche. Pero lo
que se pone en primer lugar es la incompatibilidad entre fecundidad
y lactancia; como recalcaba Galeno, el embarazo amenaza con com
prometer la salud del nii\o de pecho. La sangre menstrual no puede a
un mismo tiempo asegurar la nutrición del embrión y transformarse
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURI FICACIÓN 69
en leche; la simultaneidad de las funciones pondría en peligro la vida
de los dos niños. 7 3
Fuera de las condiciones de la reproducción, la menstruación se
reduce a un simple fenómeno de expurgación, destinado a expulsar
los residuos que la falta de calor de la mujer impide transformar por
cocción. La constatación de la exclusividad de este fenómeno en la
especie humana fue siempre objeto de intriga y la pregunta: «¿Por qué
los animales brutos no conocen el fenómeno de la menstruación?»
reaparecerá de manera insistente. Pueden invocarse muchas razones
y todas recurren al mismo tipo de explicación. 74 Así, se sugiere que en
las hembras animales, gracias a una actividad física más intensa, el
calor aumenta y llega, de ese modo, a consumir sus superfluidades sin
que la expulsión sea necesaria. La misma cuestión salernitana aporta
una respuesta más filosófica: en virtud de la perfección que tiende a
cumplirse en el ser humano, las superfluidades alcanzan el centro del
cuerpo, es decir, la matriz, antes de ser excretadas, mientras que en los
animales se difunden por todo el cuerpo en forma de garras o pelos.
Este tipo de explicación es el más extendido: los animales no tienen
sudor ni menstruaciones, pero sus residuos se resuelven en cuernos,
pelaje y garras. Un razonamiento análogo sirve para explicar ciertos
caracteres sexuales secundarios. Según Aristóteles, las mujeres no tie
nen hemorroides ni hemorragias nasales; sus venas son menos pro
nunciadas que las de los varones, la piel más fina y lisa «porque los
residuos que producen los efectos contrarios son evacuados en las
rnenstruaciones». 75 A estas observaciones sobre las diferencias entre
los sexos puede asociarse la tan extendida cuestión quodlibética:
«¿Por qué las mujeres no tienen barba corno los hombres?». La expli
cación más común recurre a la constricción de los poros: en las muje
res, el exceso de frío y humedad imposibilita la creación del vapor
que abre los poros y se solidifica en pelos al contacto con el aire exte
rior. 7 6 Pero la barba y el sistema piloso masculino pueden conside
rarse también un exutorio de las superfluidades; así se explica en el
diálogo de Placides et Tim éo : 11
Y de la misma manera que los hombres son más calientes que las mujeres, y por esa
razón más pilosos. igualmente, entre los animales. los machos son más velludos o po
seen mayores cuernos que las hembras.
Si la medicina medieval ofrece una buena información sobre di
versas anomalías ginecológicas, tales corno la dismenorrea o la ame
norrea por harnbre,78 también es capaz de dar su aval a afirmaciones
más curiosas y alimentar numerosas creencias populares relativas a
las menstruaciones. Estas creencias han sido mencionadas muchas
veces y no es ahora momento de volver a tratarlas. 7 9 Con la ayuda de
Vicente de Beauvais. efectuaremos únicamente un recuento de las
70 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
afirmaciones aceptadas por las personas mejor informadas en . la
Edad Media.so Se creía, según una tradición documentada ya por Pli
nio, que la sangre menstrual impedía germinar los cereales y agriaba
los mostos; por su contacto morían las hierbas, los árboles perdían
sus frutos, el hierro era atacado por el orillo y los objetos de bronce se
ennegrecían; los perros que la hubieran sorbido contraían la rabia.
Igualmente, poseía la propiedad de disolver la cola de betún contra la
que no podía ni el mismo hierro.
Podemos leer también en este autor la afirmación de que el niñ.o
engendrado durante la regla es pelirrojo, con todas las connotaciones
vinculadas a ese color. A partir del color mismo, se establece un sis
tema de efectos de la sangre menstrual (roja, rojiza, grana), de acuer
do con los mecanismos del pensamiento analógico y etimológico de
la Edad Media. En esta serie de asociaciones hay que situar la expli
cación propiamente médica de la viruela y la rubéola. Estas enferme
dades, contraídas sobre todo en la infancia, son la manifestación del
esfuerzo de la naturaleza para purgar el cuerpo de la sangre mens
trual retenida en los miembros porosos durante la gestación. Pero lo
esencial del entramado de creencias que se desarrollan sobre todo a
partir del siglo xm no se encuentra, probablemente, aquí. Concierne
al sistema de representación de la infección venérea asociada a la
lepra. El niño concebido durante la regla o durante el embarazo
puede verse afectado por esa enfermedad. Trataremos de esta cues
tión en el capítulo sobre la patología.
Para volver a nuestro tema, que es de orden estrictamente fisioló
gico, deberemos mencionar una asociación generadora de relatos
mítico-religiosos, objeto sin duda de eufemismos pero reconocibles
en la literatura medieval: se trata de la relación entre la proscripción
de que es objeto la mujer en período menstrual y la certeza de que su
mirada puede transmitir el veneno generado en su organismo. Melu
sina y sus múltiples encarnaciones, las doncellas de la literatura con
medio cuerpo sumergido en el agua, aparecen constantemente para
recordar la prohibición y su rito purificatorio. Por el contrario, la
mujer de mirada venenosa requiere una explicación complementaria.
Todo un entramado de creencias descansa, de hecho, en la aseve
ración de que la mujer posee, durante la menstruación, una mirada
capaz de empañar los espejos. Se llegará así a establecer una asocia
ción duradera entre la mujer en este estado y un animal fabuloso del
bestiario medieval: el basilisco, cuya sola mirada es capaz de provo
car la muerte.si El basilisco nace de un huevo de gallo. Se trata de una
reflexión sobre lo seco en su grado extremo. Será necesario que el
huevo nazca en el organismo de un gallo de cinco a seis añ.os, lo que
aumenta en él el grado de sequedad. Todas las malas superfluidades
de los riñones y de los órganos genitales, no eliminadas por falta de
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 71
humor, permitirán la constitución del huevo que, al no existir matriz,
se formará en el intestino. Como no habrá unión entre un elemento
macho y otro hembra, será posible la producción de un animal de
otra especie, y, como la elaboración se realiza a partir de una materia
venenosa, lo que se engendre será un animal venenoso, una serpiente
o un basilisco. Las explicaciones del proceso del acto mortífero va
rían, pero, digamos, para simplificar, que el espíritu emitido por el ba
silisco modifica la calidad del aire ambiente o que el veneno puede
llegar al corazón por los ojos. Cuando la mirada del basilisco encuen
tra una superficie pulimentada (espejo o escudo que contiene betún), los
humores venenosos se reflejan y el basilisco muere. La analogía con
la acción maléfica de la mirada femenina durante la regla será am
pliamente difundida por el De secretis mulierum que vuelve en varios
pasajes sobre este tema. 82 Alberto Magno había consagrado ya una de
sus cuestiones sobre los animales a la «infección [ = impregnación]
de los ojos causada por el flujo menstrual». 83 Ésta era su explicación
del proceso: al ser el ojo un órgano pasivo, recibe durante la regla el
flujo menstrual, que lo impregna; así, cualquier objeto situado ante
un ojo «menstruo» resultará infectado. Al no existir la noción de con
tagio, será el aire el que, al alterarse en contacto con un elemento no
civo, transmita el mal. Desde el punto de vista de la fisiología, esta
explicación encaja perfectamente en las teorías aristotélica y galénica
de la visión; en ellas, el aire tiene la función de intermediario necesa
rio entre el ojo y el objeto. No es, pues, el ojo mismo, como subraya
Alberto Magno, sino el vapor nocivo que exhala el que impregna
cualquier cosa situada a su alcance. Cuando la mujer que menstrúa
dirige su mirada sobre una superficie reflectante, puede sentir dolor
en los ojos o bien, en determinadas condiciones, dejar en el espejo
una mancha indeleble. Claude Gaignebet, en su artículo titulado Vé
ronique ou l'image vraie, que, además, constituye un largo informe
sobre las implicaciones de tal creencia, le atribuye un origen aristoté
lico. En efecto, en el Tratado sobre los sueños leemos: 84
En la superficie de los espejos perfectamente limpios se forma como un vaho san
guinolento si las mujeres dirigen su mirada sobre ellos durante la menstruación.
La síntesis y la difusión de todos estos elementos se sitúan, al pare
cer, a finales del siglo xm. El relato de la Doncella Venenosa, que dis
frutó de una amplia difusión en esta época, reagrupa esos temas y les
otorga una validez ejemplar. 85 En el ámbito de los textos de divulga
ción aparece con la mayor evidencia un pensamiento latente en los
textos de nivel científico más elevado: la aptitud del organismo feme
nino para producir veneno, es decir, muerte o enfermedad. El período
que sigue a la menopausia hace a la mujer aún más peligrosa, ya que
resulta incapaz de eliminar las superfluidades de su organismo. En
72 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Les admirables secrets de magie du grand Albert et du petit Albert, el fenó
meno se explica de la siguiente manera: 86
Las mujeres mayores que siguen teniendo la regla, y algunas otras que ya no la tie
nen regularmente, cuando miran a los niños acostados en la cuna les comunican el ve
neno con su mirada... Se puede uno preguntar por qué las viejas, a las que ya no les
viene el flujo, infectan así a los niños. Es porque la retención de la materia menstrual
genera muchos humores malos y porque, al ser de edad, ya no tienen casi calor natural
para consumir y digerir esta materia, sobre todo las pobres, que sólo viven de alimentos
bastos, que contribuyen en gran medida a esa situación. Éstas son más venenosas que
las demás.
Esta traducción de un pasaje del De secretis mulierum81 muestra de
forma patente que la mujer es venenosa precisamente en virtud de su
mecanismo fisiológico. La explicación que permitirá la fabricación
arbitraria de hechiceras y brujas aparece ya a finales del siglo XIII. Ad
vertimos que una mala nutrición hace aún más peligrosas a las viejas
de las clases inferiores de la sociedad. Nunca el antifeminismo ha lle
gado tan lejos, jamás se le han puesto en las manos argumentos tan
poderosos, pues, en efecto, la mujer puede ser principio de destruc
ción de la especie misma a la que pertenece.
La mujer que menstrúa es también fuente de una generación
pervertida: 88
Tómense los pelos de una mujer que menstrúa y colóquense bajo un estercolero o
tierra abonada, o incluso allí donde el estiércol haya estado en invierno o en verano, y
por la fuerza del sol se engendrará una serpiente larga y fuerte.
Se encuentra una variante a este tema en una versión de Les Secrés
des dames: 89
Quien coja un pelo del pubis de una mujer y lo mezcle con el flujo menstrual, y
luego lo meta dentro de un estercolero, encontrará al cabo de un año animales dañinos
y venenosos.
Las supersticiones que acabamos de mencionar son consecuencia
del funcionamiento normal del sistema fisiológico de la mujer. No
hay solución de continuidad entre las creencias calificadas de popu
lares y el pensamiento erudito de la época. El discurso hostil a la
mujer goza del aval de la autoridad científica y posee argumentos tan
bien establecidos que podrá permitirse cualquier exceso. Aun cuando
ellos personalmente no manifiesten el mismo derroche de imagina
ción que encontramos en las obras paracientíficas, los médicos esta
rán convencidos de la malignidad de las menstruaciones. Otra prue
ba de ello la ofrecen los casos de histeria, según veremos en el capí
tulo de las enfermedades: cuando la ponzoña no encuentra exutorio,
es decir, cuando hay retención del flujo menstrual antes de la meno-
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 73
pausia, el veneno se vuelve contra el organismo que lo segrega. Volve
remos a encontrar aquí, una vez más, a las brujas. La única salvación
posible para la mujer es la maternidad.
Sin embargo, la utilización de la materia menstrual como materia
del embrión no dejó de suponer dificultades, debido a la impureza
misma de este residuo. Tal impureza es, con frecuencia, la que im
pulsa a los autores más moderadamente galenistas a reconocer algún
poder al esperma femenino, sustancia considerada más «bella y más
noble» por estar mejor digerida. En el Comentario a las Sentencias
Tomás de Aquino admite que en la mujer el producto de la sangre
se transforma en una materia apta para recibir la acción del semen
masculino. En la Summa teo/ogica, por el contrario, establece una me
diación entre la sangre menstrual y el embrión. Se trata de una sangre
especial «digerida durante más tiempo», depurada y purificada:
«Esta sangre depurada (que en la Virgen María resulta ser muy pura)
queda, en cualquier caso, mancillada por una cierta corrupción, por
una impureza debida a la concupiscencia, pues sólo es atraída al
útero por la copulación». 90 Para el Aquinate, la sangre menstrual es
sólo el residuo de la elaboración de esta segunda sangre y no contiene
más que impurezas. Santo Tomás admite, pues, la existencia de tres
humores: un semen que no interviene en el proceso de la generación
pero facilita la unión de la pareja, la sangre menstrual y la sangre que
constituye el embrión, elaborado a partir de esta sangre impura. No
hay duda de que la teoría adoptada por santo Tomás le permite apar
tar del embrión el residuo, las impurezas de la menstruación. Le
ofrece la posibilidad de dividir en dos la sangre menstrual, con el fin
de que el embrión no resulte manchado por una aportación impura.
Su reflexión sobre la concepción de Cristo pone de manifiesto las ra
zones teológicas que motivan tal decisión científica.
La distinción entre varias cualidades de sangre menstrual se en
cuentra, por lo demás, en las fuentes médicas. El Canon de Avicena,
tras haber expuesto la teoría aristotélica de la coagulación, retoma a
una postura más galénica: 9 1
Después de esto, la sangre evacuada por la mujer en el momento de la menstrua
ción sirve para la nutrición. Una parte se transforma asimilándose a la sustancia esper
mática: forma los miembros que proceden del esperma y lo aumenta nutriéndolo. Otra
parte no tiene la función de alimento pero sirve, por coagulación, para rellenar los hue
cos de los miembros principales y constituye la carne y la grasa. Una última parte con
siste en superfluidades y no es buena para ninguna de las dos cosas anteriormente
mencionadas: permanece hasta el parto, momento en el que la naturaleza la expulsa
como superflua.
Era necesario, efectivamente, dar razón de los líquidos expulsados
por la parturienta; su evacuación significa que no sólo son inútiles
74 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
sino, además, impuros. Tomás de Aquino se basa en este tipo de dis
tinción, pero cuidándose mucho de otorgar a la sustancia más noble
la función que le atribuye Avicena. La ambivalencia de la sangre
menstrual, venenosa y fecunda a un tiempo, plantea tantos interro
gantes a los médicos como a los teólogos. Una opinión original será la
enunciada en la España musulmana de mediados del siglo XII por
lbn-Zuhr o Avenzoar, cuyo Kitab at-Taysir no se utilizará en su ver
sión latina hasta finales de la Edad Media. Para Avenzoar, hay que
alejar de la mente humana la idea de que el embrión se nutre en la
matriz con la sangre menstrual; esta opinión falsa deriva, según él, de
una particularidad del vocabulario galénico: 92
La nutrición del embrión se hace con la sangre que baja a la vulva. Como Galeno la
llamó menstrual, algunos sabios pensaron que el embrión era alimentado por la sangre
menstrual, pero no hay nada de eso. Galeno no ha hecho otra cosa que seguir la cos
tumbre de los griegos, que llaman menstrual a toda sangre que desciende a la vulva, de
la misma manera que llaman esquinancia a cualquier apostema que aparezca en la gar
ganta, sea sanguíneo, colérico. flemático o melancólico ... Se ha de tener por cierto que
si el embrión se alimentase de la misma sangre que la expulsada por las mujeres no lo
graría vivir. En realidad, el embrión se nutre de una de las sangres más elogiables.
Pero aunque no reciba de ella su alimento, el embrión se encuen
tra impregnado, durante la gestación, de la sangre expulsada habi
tualmente en la menstruación, a la manera de una pasta que sigue
fermentando incluso después de que la vasija que la contiene ha sido
lavada de todo fermento. La imposibilidad de que la sangre mens
trual sirva para la nutrición se demuestra por los accidentes que ori
gina en la mujer insuficientemente purgada durante el alumbramien
to y en el niño «impregnado» a lo largo del embarazo. El líquido
nocivo que ha penetrado en el cuerpo del feto se mezcla con los hu
mores durante la alimentación del recién nacido y sólo se elimina
mediante un esfuerzo comparable al que se ha de realizar para extraer
la mantequilla de la leche. Toda la demostración de Avenzoar tiende a
exponer la etiología de la viruela y la rubéola. Al concebirse los proce
sos fisiológicos en términos de nutrición, de digestión, la calidad im
pura de la sangre menstrual llevaba, inevitablemente, a los sabios a
distinguir los diferentes estados de aquélla. Gracias a una confronta
ción sistemática de las opiniones contradictorias, la ciencia medieval
percibió claramente la inadecuación de los modelos heredados de la
Antigüedad para explicar los fenómenos complejos de la generación;
el cometido de la sangre menstrual planteaba tantos problemas como
el del «esperma femenino». El texto de Avenzoar subraya, además,
los peligros de cierta simplificación que aparece, por ejemplo, en las
obras vulgarizadoras; las teorías científicas únicamente pueden sal
varse mediante refinamientos lógicos que sólo raras veces se dan en
los textos con una vocación diferente. El ejemplo de la sangre mens-
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 75
trual ilustra perfectamente la comunicación entre estos dos niveles de
cultura, comunicación gracias a la cual la ciencia puede ser genera
dora de creencias que le llegan de vuelta y ella misma justifica.
AGUDEZAS DE INGENIOS
Las definiciones médicas del coitus tienen en consideración, como
era de prever, la finalidad reproductora. Entre otras similares, nos
quedaremos con la enunciada por un autor anónimo del siglo xm:
«El coito es la acción mutua ejercida por el hombre y la mujer me
diante los instrumentos naturales, con el fin de propagar la especie». 9 3
Pero el autor añade, a renglón seguido: «Casi todos los hombres de
sean el coito debido al placer, pocos con la esperanza de engendrar
hijos». Aunque en el plano de la definición la procreación sea un ele
mento clave, en el curso de las explicaciones científicas no aparece ya
más que como una de sus consecuencias: el coito es, ante todo, uno de
los factores que gobiernan la salud y la enfermedad. Se ha de conside
rar, por tanto, una triple causa final: desde una perspectiva natura
lista, la conservación de la especie; según los médicos, la preservación
de la salud; para el individuo, el placer. La función del terapeuta con
siste en mantener el equilibrio entre estas tres exigencias y en analizar
interferencias o incompatibilidades.
Cuando los médicos no tratan específicamente ni de los órganos
propios de cada sexo ni de las condiciones de la generación, sino de
los mecanismos fisiológicos que intervienen en la realización del
acto, se refieren, esencialmente, al funcionamiento masculino. Si
guiendo un esquema invariable, los autores medievales repiten lo que
ya habíamos leído en Guillermo de Conches. Tres son los elementos
necesarios: el calor, que vivifica y efectúa resolución; el espíritu, que
proporciona el impulso, y el humor, que se disuelve. Los análisis de la
anatomía y la fisiología ya expuestos no permiten ninguna duda
sobre el funcionamiento así esquematizado. Sin embargo, el segundo
elemento que interviene en el acto va a dar lugar a una ambigüedad:
el autor anónimo que citábamos más arriba menciona «el espíritu o
la ventosidad». Esta ambigüedad de vocabulario aparece en la mayo
ría de los autores medievales a partir del siglo xm. sin que se llegue
verdaderamente a una solución. Si bien explican que el proceso de la
generación supone la actuación de un espíritu o pneuma. el término
«ventosidad» les parece frecuentemente más adecuado para describir
el mecanismo de la erección y de la eyaculación. Así, Alb erto Magno,
en el De animalibus: 94
No conviene. en efecto. ignorar que en toda emisión de esperma entra en juego una
76 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
ventosidad; la emisión se realiza en varias veces porque la ventosidad arroja primero
una parte y después otra. Ocurre lo mismo que con el vómito, provocado por la fuerza
de lo vomitado: el número de goces experimentados en el coito corresponde al nú
mero de estos vómitos.
El término «ventosidad» invita a imaginar más que un soplo
noble, como por ejemplo un espíritu, un subproducto, una especie de
gas de naturaleza mal definida. Esta imprecisión se encontraba tam
bién en el Canon de Avicena: 95 «La erección se debe a una fuerte
ventosidad suministrada por el spiritus desiderativus». Este desplaza
miento de vocabulario atestigua, indudablemente, una idea un tanto
distinta; las prescripciones heredadas de la Antigüedad, que conceden
mucha importancia a la absorción de alimentos flatulentos para la
incitación al deseo,96 resultarán con ello inevitablemente reforzadas.
Al mismo tiempo que es motor del apetito sexual, este soplo con
tribuye, en gran manera, al placer experimentado, según lo enunciaba
Galeno: 97
Si. como prueba de las grandes y admirables obras de la naturaleza. necesitamos
presentar ejemplos insignificantes y miserables para aclarar nuestra explicación, pen
semos en que con esos humores serosos recalentados sucede algo parecido a lo que
ocurre a menudo como consecuencia de la acumulación subcutánea de un humor mor
dicante, cuyo movimiento excita un estremecimiento y un picor agradable. Así, pues.
dado que existe no sólo un humor semejante que requiere ser evacuado y que, en con
secuencia, estimula e impulsa la excreción, sino además un espíritu abundante y cá
lido que pide su exhalación, deberemos pensar que el placer habrá de ser excesivo e
increíble. Si, además, y con el mismo fin. estas partes han sido dotadas por la natura
leza de una sensibilidad muy superior a la de la piel. no nos hemos de extrañar del vivo
placer del que tales partes son sede, ni del deseo precursor de dicho placer.
Siguiendo a Platón y a Aristóteles, Galeno justificaba la existencia
de este placer por su finalidad biológica: la naturaleza, sabiendo que
sus criaturas no estaban dotadas de una sabiduría perfecta, ha puesto
en su lugar una estimulación decisiva, con el fin de asegurar la con
servación de la especie. Todos los autores medievales retoman esta
fórmula explicativa, aftadiendo, generalmente, que el placer ayuda a
superar el desagrado que provoca tener que recurrir a órganos tan
«impúdicos». 98 Esta evocación de la finalidad biológica del placer y
la constatación de su utilidad en el momento de la concepción, al
menos entre los partidarios de la existencia del esperma femenino, es
taban inevitablemente de acuerdo con las exigencias cristianas, pues
implicaban el reconocimiento de límites que no se debían sobrepasar.
Al intentar definir la virtud de la templanza, Alberto Magno establece
un paralelo entre los dos placeres vinculados al sentido del tacto: la
alimentación, cuya finalidad es la conservación del individuo, y los
placeres venéreos, cuya finalidad es la conservación de la especie.
Una de las cuestiones planteadas es la siguiente: 99 ¿Por qué se ha de
LA FlSIOLOG ÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 77
aplicar a los segundos una disciplina más severa? La respuesta se
sirve de una distinción entre dos tipos de regulación: en la alimenta
ción, los límites vienen del exterior, mientras que en el caso del placer
vinculado a la procreación el mismo organismo será quien dicte las
condiciones. Para lograr la finalidad y la utilidad del coito, es necesa
rio que el producto sobrante previsto para este fin se digiera y se re
ciba en el lugar apropiado. Ahora bien, un coito excesivo provoca una
emisión no apta para el engendramiento: el momento y la intensidad
deben, por tanto, ser objeto de una regulación. Asimismo: determina
tur EX LEGE quod nullus accedat ad non-suam. En efecto, si cualquier
hombre pudiese ir con cualquier mujer, o muchos con una sola, la ge
neración se vería obstaculizada por la «naturaleza lúbrica» de la ma
triz, según se ve en las prostitutas, que son estériles. Encontramos
aquí una idea expresada por Guillermo de Conches y constatamos
que en Alberto Magno la fisiología justifica la moral. La intemperan
cia sexual constituye no sólo un pecado sino, además, un vicio desde
el punto de vista de la naturaleza, cuyo designio se contraría. 1 00 En
contrapartida, no hay ley que regule las formas del placer sexual más
«inocentes», tales como las caricias de los senos o los besos: estos últi
mos no afectan a una virtud principal. 1 º 1 Pero si la única falta son las
trabas a la función de la generación, ¿cómo se puede, entonces. justifi
car la entrega a la virginidad desde el punto de vista del naturalista?
Alberto Magno responde que la procreación no es siempre necesaria;
en un tiempo en que la multiplicación humana resulta suficiente, la
virginidad puede ser elogiada por su belleza y su pureza, ya que no
supone ningún inconveniente ni peligro para la especie. Desde la
perspectiva de la biología, la no realización de una función parece
menos perjudicial que su utilización para otros fines. Si bien la opi
nión de Alberto Magno se enmarca perfectamente en una óptica na
turalista, no casa en absoluto, como veremos, con el punto de vista del
médico, que vincula el acto sexual a otros procesos, aparte del de
la generación.
En un primer momento, la atención al aspecto psicológico del pla
cer sexual nace, de manera indirecta, de la reflexión sobre las diferen
cias que se advierten entre los dos sexos y entre especies distintas. La
cuestión tradicional «¿Por qué la mujer, aun siendo de naturaleza
más fría que el hombre, experimenta un deseo tan ardiente?» 102 recibe
primeramente una respuesta ligada a la física: la leña húmeda tarda
en inflamarse pero arde más tiempo. Puesto que la calidad fría busca
su contrario, la matriz se alegra con la recepción del esperma cálido ... ,
como las serpientes que, al buscar el calor, penetran en el interior de
la boca del durmiente. Al optar por la existencia del esperma feme
nino, el Pantegni dio a conocer otro tipo de respuesta: la mujer dis
fruta con la emisión de su propio semen y con la recepción del
78 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
esperma masculino. 1 0 3 La llegada del aristotelismo iba a introducir
una interpretación muy diferente. El exceso de humedad, la desme
sura de la mujer y su pasividad hacen de ella una criatura semper pa
rata ad coitum que tras la realización del acto se queda /assata sed non
satiata, según la fórmula de Juvenal. 1 04 A partir del siglo xm, la res
puesta a la cuestión tradicional mencionada se complementa con una
precisión: la mujer experimenta un placer mayor en cantidad pero
más débil en calidad e intensidad. Las razones invocadas no se limi
tan a la interacción de las cualidades contrarias sino que exceden el
ámbito de la física: la movilidad y la insatisfacción son consecuencias
de la debilidad que afecta a la facultad femenina de juicio, caracteri
zada por su «oblicuidad». 1 0 5
Las diferencias entre el coito animal y el acto humano llevan tam
bién a la definición de los procesos mentales, y las emociones que
preceden y acompañan a los mecanismos fisiológicos. La constata
ción de que la mujer, al contrario que las hembras animales, sigue
buscando relaciones sexuales, incluso después de haber quedado fe
cundada, tenía la virtud de poner en jaque la finalidad biológica. 1 06 El
principal argumento propuesto para explicar esta característica hu
mana concede una importancia de primera magnitud a la memoria.
En el ser humano, el deseo se mueve no sólo por el apetito natural
sino también por el apetito animal (es decir, nacido del alma). Las
sensaciones de las experiencias precedentes se conservan en la imagi
nario, y la memoria, al evocarlas, invita a una renovación del placer.
Quedan por explicar las diferencias que conciernen a las emociones
humanas. Dicha explicación es el objetivo de la sorprendente cues
tión planteada, por ejemplo, por Alberto Magno: «¿Por qué todos los
animales excepto el hombre son ruidosos durante el coito?». 1 07 En
efecto, el gallo o el caballo vociferan, danzan o «ronronean», mien
tras que el hombre «se arma en silencio y en secreto, como quien va a
la guerra». El silencio atribuido a la especie humana atestigua el
pudor que le caracteriza o la atracción que experimenta por el secreto
(quanto occultius, tanto dulcius). Pero las diferencias están determina
das también por los accidentes del alma, las pasiones, con su situa
ción híbrida de estados a la vez físicos y mentales. Bajo el efecto de un
placer intenso el corazón se contrae e igual que por el miedo el hom
bre se queda mudo. Además, mientras que el calor y el movimiento de
la sangre lo hacen audaz en su deseo, la congelación de los espíritus
provoca la pusilanimidad tras la realización del acto. Estos fenóme
nos permiten explicar el comportamiento del hombre adúltero:
Antes del coito no teme ir tras la esposa de otro. incluso en presencia de este último
pues está sometido a un fuerte movimiento de los espíritus: pero después del acto se in
timida y la simple visión de u n ratón o de un gato le h ace huir debido al debilitamiento
que experimenta.
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 79
La representación de los estados mentales y de las emociones sus
citados por el deseo y por la realización del acto sexual incita a los au
tores medievales a introducir la dimensión psicológica en su idea de
los mecanismos fisiológicos con más fineza de lo que lo había hecho
la Antigüedad. Observamos, por otro lado, que, en términos genera
les, al verse obligados a excluir al alma de sus preocupaciones, se ven
llevados a adoptar las teorías más abiertas a una explicación física de
los fenómenos psíquicos. Sin embargo, el precio que a veces han
de pagar para poder abordar el aspecto psicológico es el de una soma
tización a ultranza. Desde la época salernitana, los médicos se preo
cupan por definir la esencia del placer sexual; 108 en sus explicaciones,
veremos cómo muchas veces destaca la importancia concedida a
los ojos:
El amor no es ni más ni menos que un placer acompañado de alegria, y todo placer
surge del exterior, es decir, del alma, o del interior, es decir, de la naturaleza. Cada uno
de estos dos tipos de placer actúa mediante instrumentos apropiados y sirviéndose de
ciertas partes del cuerpo, a saber, los ojos. El espíritu que transmite el nervio óptico es
enviado fuera para aprehender las cosas exteriores: tras haberlas captado, las recoge y
las vuelve a presentar en la parte superior del alma.
El recuerdo de la cosa percibida se imprime en la memoria y la
imaginación de una repetición de esta alegría provoca un proceso
emocional que moviliza los mecanismos psicológicos:
Y así la virtud psíquica incita a las virtudes naturales a realizar sus acciones.
Cuando en el hígado se genera una sangre pura que inunda. nutre y revigoriza los
miembros. la naturaleza experimenta un placer similar al efecto de una alimentación
homóloga y propicia, pues la naturaleza tiene la misma complexión que la sangre, es
decir, cálida y húmeda. El calor natural es excitado, pues. por la virtud psíquica. y me
diante la acción de ambos la sangre contenida en el hígado se mueve y. al moverse, ca
lienta: desde él se resuelve una cierta fuliginosidad y, una vez sutilizada, se transmite
del hígado al corazón. Del corazón el espíritu pasa por medio de las arterias a la verga
y la tensa.
La virtud psíquica transmitida por el espíritu homónimo da así el
impulso a los tres elementos necesarios para la realización del acto
sexual: el calor, el humor y el espíritu. Nos limitaremos a la explica
ción psicofisiológica ofrecida por esta cuestión salernitana, que cons
tituye la trama de lo que en las obras posteriores se expondrá más
sutilmente gracias a la aportación aristotélica y aviceniana. Los lazos
entre psicología y vida sexual se abordan casi siempre desde sus ver
tientes negativas. El tratado de Ishaq ibn-'Imran, traducido en el si
glo x1 por Constantino el Africano con el título de De melancolia, divul
gará dos ideas que volverán a retomarse a menudo: por una parte,
una vida ascética excesivamente rigurosa amenaza con generar la en
fermedad melancólica; por otra, esta última puede remitir gracias al
80 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
coito. 1 09 Asimismo, el Canon de Avicena cita entre los beneficios del
acto sexual la «expulsión» de algún pensamiento dominante u obse
sión, la adquisición de la audacia, el dominio de una cólera excesiva
y, por supuesto, la disolución de los vapores espermáticos acumula
dos en el cerebro de los melancólicos. 1 1 º
La originalidad de la Edad Media consistirá en reunir los datos
suministrados por la psicología y la fisiología, con el fin de establecer
un modelo capaz de dar cuenta en detalle de la imbricación de los es
tados físicos y mentales. Una de sus más hermosas ilustraciones nos
la proporciona el tratamiento dado a la enfermedad denominada
«amor heroico». La obsesión amorosa, incluida desde la Antigüedad
dentro de la patología, fue objeto de extensos comentarios, gracias a
la adopción de la teoría filosófico-médica de los sentidos internos.m
Tal como los árabes la transmiten al Occidente cristiano, esta teoría
sitúa en el interior de los tres «ventrículos» cerebrales la sede de las
fuerzas o virtudes que, comunicadas por los espíritus, desempefian la
función de intermediarias entre los cinco sentidos externos y las po
tencias intelectivas del alma. En el tratado que Arnau de Vilanova
consagra al amor heroico encontramos los diferentes hitos fijados por
la cuestión salernitana en torno a la naturaleza del placer. El mal (ve
cino de la melancolía), llamado amor hereos o amor heroicus, nace
como cualquier otro sentimiento «normal». 1 1 2 La percepción del ob
jeto hace concebir un placer; si la virtud estimativa, situada en el ven
trículo medio del cerebro, juzga que tal placer es muy grande, la
virtud imaginativa y la memoria, situadas, respectivamente, en los
ventrículos anterior y posterior, retienen tenazmente, por una parte,
las impresiones recibidas y, por otra, las intenciones de la virtud esti
mativa. Se produce la obsesión y el trastorno de carácter patológico
cuando esta última facultad estima que el placer que se va a obtener
supera a todos los demás y constituye el único bien apetecible. Para
Arnau de Vilanova, y para la mayoría de los médicos, la responsabili
dad del desorden incumbe al juicio cuyo extravío proviene de la in
tensidad del amor. El corazón, sede de las pasiones, constituye el
primer motor del trastorno: en presencia del ser amable, los espíritus
vitales se inflaman y aturden y confunden el juicio hasta que llegan al
ventrículo medio del cerebro; por vecindad, desecan también el ven
trículo anterior, lo que provoca la fijación de las impresiones recibi
das y la obsesión. Las condiciones de la enfermedad se cumplen en su
totalidad si la pasión amorosa queda contrariada, es decir, si no se da
la realización del acto sexual como desenlace natural del mecanismo
psicológico. La ruptura del encadenamiento de los procesos psicofi
siológicos provoca graves desórdenes, tanto físicos como mentales.
Las bolsas bajo los ojos, el color amarillo de la cara, la delgadez y la
aceleración del pulso constituyen el cuadro clínico del enamorado
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 81
«heroico». así como una excitación que se manifiesta en palabras y
gestos irreflexivos. Dominado por su pasión exclusiva, pierde la liber
tad y corre el peligro de caer en el supremo extravío de la locura o de
olvidarse de realizar sus funciones vitales. A este peligroso mal opo
nen los médicos una terapia cuyos componentes están tomados en su
mayoría de los Remedios para el amor /Remedia amoris/ de Ovidio. La
cura ha de dirigirse, ante todo, hacia cualquier ocasión de distracción,
con el fin de alejar la imagen del ser amado. Uno de los modos de ac
tuación más eficaces consiste en transformar el deseo en su contrario, a
saber, la repulsión, el desagrado. Ovidio abogaba por que se visitase
a la mujer querida antes de su arreglo matutino o por que se dirigiese
la vista hacia paños manchados. Avicena aconsejaba recurrir al de
nuesto, función que las mujeres viejas desempeñan con éxito, repre
sentando a la elegida con los rasgos más apropiados para inspirar
repulsión. Los médicos medievales vuelven a echar mano de estos
consejos, acentuándolos con unos colores teñidos de obscenidad. 1 1 3
Si la náusea aparece como uno de los antídotos del amor, el acto se
xual constituye su paliativo natural. Así, los médicos lo preconizan
insistentemente; el ideal sería realizarlo con la persona amada, pero,
como la enfermedad nace sobre todo por la imposibilidad de llevarlo
a cabo, se recomienda repetirlo con personas diferentes, con el fin de
evitar el riesgo de una nueva «fijación» pasional. La moral se desva
nece ante la necesidad de restablecer el encadenamiento de los proce
sos vitales roto momentáneamente.
En el Speculum medicinae, Arnau de Vilanova ofrece un análisis
más sutil de la acción que ejerce sobre el cuerpo la facultad situada en
el ventrículo medio del cerebro. 1 1 4 Puede influir de dos maneras en el
estado de los miembros u órganos: indirectamente, mediante las pa
siones, y, por tanto, mediante el corazón, y directamente, cuando
juzga que un objeto es desagradable o nocivo. Este último modo de
acción se realiza en dos funciones similares : después de que una in
clinación del espíritu se haya encaminado a la consecución de un
placer, los órganos de la generación se disponen para el coito; de la
misma manera, a la vista de algo repugnante, aparece la náusea. Ad
virtamos nuevamente la analogía entre vómito y coito: mientras en
Alberto Magno tal analogía servía para explicar un fenómeno de ex
pulsión subsiguiente a un espasmo, Arnau de Vilanova lo emplea en
una perspectiva más filosófica, para explicar los efectos físicos de dos
sensaciones del mismo orden, aunque contrarias, el desagrado y el
deseo. La virtud estimativa, que llamamos juicio para simplificar,
actúa no sólo en el momento de la decisión sino también durante el
desarrollo del acto. Esta constatación permite justificar la antigua
creencia según la cual las imágenes que se presentan al espíritu en el
cu rso de la concepción influyen en la forma del embrión. Una cues-
82 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
tión salernitana mencionaba con relación a este asunto los casos de
relaciones adulterinas que pueden dar lugar al nacimiento de un niño
parecido al marido engañado y no al padre natural; la explicación era
que la vergüenza evoca durante el acto la imagen del ausente. 1 1 5
Arnau de Vilanova, al atribuir prudentemente la causa primera de
este fenómeno al poder divino, resume lo que debe saber el médico: el
espíritu o pneuma es un agente receptor y portador de formas que,
aun careciendo de sensibilidad, provocan una impresión sensible en
los miembros correspondientes, a la manera como el aire actúa sobre
un espejo. Las species transportadas así por el espíritu modifican el
proyecto de la virtud informativa contenido en el esperma.
Al mismo tiempo que se enmarcaba en un contexto filosófico, e
incluso averroísta, de primera importancia, 1 1 6 la cuestión de la pasión
«heroica» estimuló el pensamiento médico y le ayudó a precisar las
relaciones que unen estados mentales y mecanismos fisiológicos. El
juicio, colocado bajo el imperio de la razón, se mantiene soberano en
cuanto a determinar si el placer sexual constituye un bien que se haya
de procurar; pero una vez que por sí mismo se ha orientado hacia esta
búsqueda, o que por la fuerza de la pasión se ha visto obligado a ella,
el encadenamiento fisiológico es irreversible y cualquier obstácu_lo
que se le oponga corre el riesgo de poner en peligro tanto la salud
mental como la física. El amor humano, traba para la libertad desde
el punto de vista del filósofo y del teólogo, 1 1 7 es también sospechoso
para el médico cuando no llega a su realización por el cumplimiento
de las funciones naturales. Por otra parte, al tomarse en cuenta las in
terferencias entre psiquismo y fisiología, se contribuye a reforzar la
«reglamentación» médica de la sexualidad: si los coitos demasiado
frecuentes producen un desecamiento que genera un vaciamiento, en
especial en la parte delantera del cerebro, donde se captan las impre
siones suministradas por los sentidos, una abstinencia excesiva su
pone pesantez, tristeza e incluso la perturbación del espíritu. La
virtud de la continencia, aceptable para el naturalista cuando esté
asegurada la conservación de la especie, puede llegar a entrar en con
flicto con las exigencias de la medicina, dirigidas esencialmente a la
preservación del individuo. La medicina medieval, dotada así de un
sistema explicativo que le permitirá vincular el alma al cuerpo, ¿po
drá dar también cabida a un arte amatoria?
NOTAS
1 Este esquema se halla reproducido y comentado, en particular. en S H ARPI'.• W. D.:
p. 24.
fodore of Sevil/e. The medica/ writings. op. cit. .
2 Para el conj u n to de la exposición sobre la doctrina de Galeno. remitimos a la
LA FISIOLOG ÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 83
obra de R. E. S1EGEL, Ga/en 's system of physiology and medicine, Basilea-Nueva York.
S. Karger, 1968.
3 /bid., p. 1 88.
4 Cfr. ULLMANN, M.: /slamic medicine, Edimburgo, Univ. Press. 1 978. pp. 62 y 63.
5 GALENO: De usu partium, libro XIV, c. 1 0, trad. C. DAREMBERG, De / 'utilité des parties
du corps. Oeuvres anatomiques, op. cit. , p. 1 1 5.
6 /bíd. , libro XIV. c. 7, pp. 106 y 108.
7 Cfr. RouvrÉRE, H.: Anatomie humaine, descriptive, topographique et fonctionelle. on
zieme édition révisée et augmentée par A. De/mas, París, Masson & Cíe., 1974, t. 111. pp. 223
y 224.
8 GALENO: De usu partium, libro XIV, c. 7, trad. C. DAREMBERG, De / 'utilité des parties
du corps. Oeuvres anatomiques, op. cit. , p. 108.
9 Esta cuestión aparece expuesta especialmente en el Conciliator de Pedro o'AeANo
(Differentia 28, Venecia, O. Scotus, 1 52 1 , fol. 39 r.º). La conclusión adoptada es, por su
puesto: masculus universaliter calidior et siccior est feme/la [el macho es siempre más cá
lido y más seco que la hembra]. A lo largo de la discusión, encontramos el argumento
invocado tradicionalmente en favor de la posibilidad de un calor femenino más fuerte:
las lavanderas, con sus pies desnudos metidos en el agua helada, no pasan frío al lavar
la ropa. Este argumento se refuta de dos maneras: por una parte, la mujer posee un sen
tido del tacto imperfecto que la hace menos sensible que el hombre; por otra, al igual
que los animales acuáticos, sufre menos el frío por su similitud con él. debido a su na
turaleza. Con este último argumento, la imagen de la serpiente, que tratamos a propó
sito de las menstruaciones, está ya a punto de aparecer...
10 Ed. Lindsay, XI, l. 77.
1 1 D E RENzr, S.: F/os medicinae Scholae Salerni, Nápoles, Filiastre-Sebezio, 1859,
página 5 1 .
12 LEsKv, E.: « Die Samentheorien i n der hippokratischen Schriftensammlung»,
Festschrift Max Neuburger, Viena, W. Maudrich, 1948, pp. 302-307; « Die Zeugungs- und
Vererbungslehre der Antike und ihre Nachwirkungen», Abhandlungen der Wissenschaf
ten und der Literatur in Mainz, 19 ( 1950), pp. 1 227- 1424. Los trabajos de Ema Lesky han
sido continuados por R. H ippeli y G. Keil, Zehn Monde Menschwerdung, Biberach an
der Riss, Basotherm GmbH, 1 98 1 .
1 3 Aires. aguas. lugares, 22, ed. H . DtLLER, Corpus medicorum graecorum, l . l . 2 , Berlín.
Akademie-Verlag. 1970, cfr. también supra, nota 59, cap. l .
1 4 Timée, 90 c, ed. y trad. A Rivaud, París, Les Belles-Lettres. 1970, p . 226.
15 HrPócRATEs: De la génération. VIII, l. 480, ed. y trad. R. Joly, op. cit. , p. 49.
16 Semen ... est enim liquor ex cibi et corporis decoctione factus. ac diffusus per venas
atque medullas. qui inde desudatus in modum sentinae concrescit in renibus eiectusque per
coitum . [El semen ... es un fluido obtenido por la cocción del alimento y del cuerpo y di
fundido por las venas y médulas; trasudado de ellas a manera de unas heces se incre
menta en los riñones y es expulsado mediante el coito] (Etimologías, ed. Lindsay, XI,
1, 139).
1 7 Dialogus de substantiis, op. cit. , pp. 236 y 237.
18 De la génération des animaux, 725 a. ed. y trad. P. Louis, París. Les Belles-Lettres,
196 1 , p. 28.
19 Cfr. S1EGEL, R. E.: Ga/en 's system.... op. cit. , pp. 224-230.
211 AvuNA: Canon, ed. cit.. libro l. fen. l. doctr. 4, c. 1 y libro 111. fen. 20. tr. 1, c. l .
2 1 DESPARS, Jacques: op. cit. . libro 111. fen. 20, tr. l . c . 3 . E l comentador supone que el
esperma proviene del inicio de la cuarta digestión, pues, si fuese el residuo final. sería
demasiado espeso para fluir hasta los testículos.
22 Differentia 34 (Quod sperma a toto corpore sive ab omnibus decidatur membris osten
ditur), ed. Venecia, O. Scotus, 1 52 1 . fol. 50 r.º
23 XV, Q. 14 (Utrum magis derivetur sperma ab una parte quam ab afia). ed. E. Fil
thaut, Alberti Magni Opera Omnia, t. XI I. Münster. Aschendorff. 1955.
24 «¿Por qué se hunden de manera notable los ojos y las caderas de quienes reali
zan en exceso el acto sexual. si estas últimas están cercanas y los primeros alejados de
los órganos genitales'?», ps. Aristóteles, Problemas, IV, 2. ed. y trad. inglesa de W. S. Hett,
Londres, Loeb Classical Library. 1970. pp. 1 08 y 109.
25 De generatione animalium. 747 a. trad. franc. P. Lou is. De la génération des ani
maux, op. cit.. p. 89
84 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
2• L1N1>, L. R.: Problemata Varia Anatomica. op. cit. . p. 56.
27 DE BuuvA1s. Vicente: Speculum natura/e. XXI. 52. ed. Estrasburgo. A Rusch.
1478.
28 Exposición de esta cuestión en M. A Hewson: Giles of Rome and the medieval
theory of conception. Londres. The Athlone Press, 1975. pp. 2 1 - 1 34.
29 Muchas de las proposiciones condenadas se refieren a este problema; citemos
Quod omnium formarum causa effectiva immediata est orbis [El mundo es la causa efi
ciente inmediata de todas las formas). y Quod, sicut ex materia non potest aliquidjieri sine
agente. ita nec ex agente potest aliquid jieri sine materia [De la misma forma que nada
puede hacerse a partir de la materia sin un agente. tampoco se puede hacer nada par
tiendo del agente sin una materia) . cfr. R. H1sSETIE, Enquite sur les 2/9 articles condamnés
a Paris le 7 mars 1277, Lovaina. Publications universitaires, 1977. art. 8 1 y 1 08.
3° Cfr. SHARPE. D. E.: «The 1 277 Condemnation by Kilwardby». New Scholasticism.
8 ( 1 934). pp. 308-3 1 8.
31 Para este tema. nos basamos en G. DuRAND: Anthropologie sexuelle et mariage chez
saint Thomas d 'Aquin. tesis de la Facultad de Teología de Lyon. 1966- 1967 (dactil.). pági
nas 91 y ss.
32 lbíd. p. 90.
33 Cfr. HEwsoN, M. A.: Giles of Rome, op. cit. En su reseña de esta obra. Michael
R. McVaugh critica la fecha de 1 276 propuesta por Hewson y la sustituye por los años
1285- 1290: Speculum. 52 ( 1977). pp. 987-989.
34 Unde et philosophus in XVI de animalibus dicit quod corpus spermatis, cum quo exit
spiritus, quae est virtus principii animae. est separata a corpore et est res divina, quae omnia
sic sunt intelligenda. quod quia talio facit ista virtus. quae non videtur /acere corpus; ideo ne
cesse est, quod agat in virtute alicuius principii separati, et ex hoc mereatur dici res divina,
modus itaque agendi istius virtutis. qui sic agit modo alto, sujjicienter arguit quod nullo modo
jiat pars fetus nec se habet ut materia. [Por esa razón. dice el filósofo en el libro XVI de la
obra Sobre los animales que el cuerpo del esperma. con el que sale el espíritu. es una vir
tud de un principio del alma. separada del cuerpo y cosa divina; todo ello se ha de en
tender de la siguiente manera: puesto que dicha virtud efectúa cosas que no parece
hacerlas el cuerpo. necesariamente habrá de actuar en virtud de algún principio sepa
rado que. por lo mismo. merece denominarse cosa divina; por tanto. el modo de actua
ción de esta virtud. operante de forma tan eminente. es suficiente demostración de que
no constituye una parte del feto y de que no actúa como materia) (Gil DE RoMA, Defor
matione.... Venecia. J. Pentius de Leuco. 1 523. p. 55).
JS Op. cit.
30 Se trata de un juego de palabras con el nombre de Afrodita. que derivaría de
afros (espuma); Aristóteles. De generatione animalium. 736 a. trad. franc. P. Lou1s. De la
génération des animaux. op cit. , p. 59.
37 Nemesio DE EMEsA: «De natura hominis», traduction de Burgundio de Pise, ed. G.
Verbeke y J. R. Moncho, Leiden. Brill. 1975. p. XXVII.
38 Dialogus de substantiis, op. cit. . p. 237.
39 F1LuozAT, J.: La doctrine c/assique de la médicine indienne. Ses origines et ses parallé·
les grecs. París. lmprimerie nationale. 1949. p. 1 35.
4° Cfr. GERLACH, W.: « Das Problem des "weiblichen Samens" in der antiken und
mittelalterlichen Medizin». Sudhoffs Archiv. 30 ( 1 938). p. 1 78.
41 727 a. trad. P. Louis. op. cit .. p. 34.
42 Jbíd .. 727 b. p. 36.
43 De generatione animalium. IV. l. trad. franc. P. Joly. op. cit.. pp. 46 y 47.
44
De usu partium. libro XIV. c. 1 1 . trad. franc. C. Daremberg. op. cit.. 1 1 7.
45 DE KoNING, P.: Trois traités d 'anatomie arabes... , op. cit .• p. 397.
40 /bid.. p. 772.
47 Le Propriétaire des choses. libro Vt c. 3. ms. París. Bibl. nac .. fr. 2253 1 . f. 100 v.º
48 DE CoNcHES, Guillermo: Dragmaticon philosophiae. ed. citada. p. 240.
49 lbíd. . p. 24 1 .
5° Cfr. Placides et Timéo. ed. C . THoMASSF.T. op. cit. . pp. 256-26 1 .
5 1 LAwN. B . : The Prose So/emitan Questions. Oxford University Press. 1979. B 46.
página 22.
52 DE CANTIMPRF.. Tomás: Liber de natura rerum. l. 72. ed. H. Boese. Berlín-Nueva
York. W. de Gruyter. 1973. p. 72.
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 85
53 Nos basamos de nuevo en la obra de M. A Hewson. Giles o/ Rome.... op. cit. .
páginas 67-94.
54 Multotiens quidem expenum est quod aliquis non volens violare fecundat eam. quod
hoc modo contingit: sperma Jusum extra matricem caliditate matricis attractum fecundavit
eam. [Muchas veces. se ha comprobado que alguien que no tiene intención de violar a
una doncella. la fecunda; cosa que ocurre así: el esperma derramado fuera de la matriz.
atraído por su calor. la fecunda! (Gil DE RoMA. De formatione .... ed. citada. p. 40).
55 AvERROEs: Colliget. 11. c. De iuvamentis membron1m vinutis generative. Venecia. J. y
G. de Forli. 1490. folio 10 r.º
56 Cfr. HEwsoN. M. A: Giles o/ Rome.... op. cit .. pp. 89 y 90.
57 ALBERTO MAGNO: De animalibus. libro XV. tr. 2. c. 6. ed. H. Stadler. op. cit .• pp. 1 038
y 1039. § 109- 1 1 0; cfr. JACQUART. D. y THoMASsn. C.: «Albert le Grand... ». art. cit.. pági
na 84.
58 ALBERTO MAGNo: De animalibus. libro XI. tr. l. ce. l y 3. ed. H. Stadler. op. cit. •
páginas 7 3 2 y 733. § 6 y p . 74 1 . § 28. L a puntualización «después d e l a regla» supone la
intuición de una periodicidad en la fecundidad. Lo mismo sugiere también un texto en
francés antiguo: «Totes les houres que li home git ové la femme ne gendre pas; mais
certeirme tens i ad e establete de nature. Ceo est ou a la commencement de la purgacion
de la femme que ele ad par nature chescun mois. ou a la fin de purgacion» (ms. París.
Bibl. nat.. nouv. acq. lat. 693. fols. 1 72 v. 0- 1 73 v.º). Cfr. fARIBAULT. M.: Le réceptaire de lean
Sauvage. tesis de 3.« ciclo. dactil.. Université de Paris IV-Sorbonne. 1980. p. 257.
5 " Albeni Magni Opera Omnia. t. XXVIII. Münster. AschendorfT. 195 1 . p. 164.
611 lbíd .• t. XII. 1955. p. 2 1 7.
61 Un capítulo del Canon de Avicena está dedicado a las pérdidas de la matriz
(libro III. fen. 2 1 . tr. 3. c. 23); puede reconocerse en él la distinción entre leucorreas pato
lógicas y funcionales. Las primeras se atribuyen a un exceso de superfluidades humo
rales; las segundas. comparadas con la polución masculina. se identifican con el
esperma. como lo hacía Alberto Magno.
62 ALBERTO MAGNo: De animalibus. libro XV. tr. 2. c. 1 1 . ed. H. Stadler. op. cit. . p. 1057.
§ 145.
63 Cfr. JAcQUART. D.• y C. THoMAssn: «Albert le Grand... ». art. cit.. pp. 79 y 80.
64
Conciliator. Di.fferentia XXVII. ed. Venecia. O. Scotus. 1 52 1 . folio 53 y 54.
65 Practica maior. Venecia. Giunta. 1 547. tr. VI. c. 2 1 . rubr. 22.
66 Cfr. NooNAN. J. T.: Contraception et mariage. París. Ed. du Cerf. 1969. p. 253.
67 DESCARTES. René: La description du corps humain et de toutes ses fonctions. ed. C.
Adam y P. Tannery. Oeuvres de Descanes. t. XI. París, J. Vrin. 1974 (reed.). p. 253.
68 Ed. Lindsay. XI. l. 1 40.
6" Trotulae de mulien1m passionibus ante, in et post panum. Estrasburgo. J. Schott.
1 564. p. 3.
7 11 S1NGER. C.: «A thirteenth century drawing of the anatomy of the uterus and ad
nexa». Proceedings o/ the Royal Society o/ Medicine. 9 ( 1 9 1 6). p. 46. Sobre este diagrama.
cfr. supra. pp. 54 y 55.
71 DE KoNING. P.: Trois traités d 'anatomie.... op. cit. • p. 399.
72 lbíd .. pp. 403-405.
73 Av1nNA: Canon, ed. citada. libro l. fen. 3, doctr. l. c. 2.
74 Cfr. LAwN. B.: The Prose Salernitan Questions.... op. cit .• B 300. p. 142.
75 De generatione animalium. 727 a. trad. franc. P. Louis. op. cit. , p. 34.
76 Cfr. LAwN. B.: The Prose.... op. cit. • p. 42. p. 222.
77 Ed. C. THoMAssn. op. cit .• pp. 1 38 y 1 39. § 300 y 30 1.
78 ALBERTO MAGNO informa que las mujeres pobres. que trabajan mucho y no llevan
una vida delicada. no tienen reglas pues lo poco que comen les vale apenas para su
mantenimiento. (Quaestiones super de animalibus. ed. Filthaut. IX. Q 5.) Se basa, sobre
todo. en Avicena. quien señala la privación de alimento entre las causas de la «escasez
de menstruación» (Canon. libro 111. fen. 2 1 . tr. 3, c. 25).
7 • De la abundante bibliografía dedicada a este tema. recordaremos: P. C. RAt·A
MlfR. «Mythologie de la grossesse et de la menstruation». L 'Évolution psychiatrique, ! 955,
páginas 285-297. Destaquemos el análisis que se hace de los distintos ta� úes: «Est�s
son los principales motivos inconscientes que revela el estudio antropológtc� en las vi
vencias de la menstruación. Encajan con todos los estadios instintivos descritos por el
psico:1 11 :í l isis y pueden deducirse de los hechos que mencionamos seguidamente: las
86 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
reglas son un de"ame (que puede ser excrementicio) de sangre (que puede ser la de una
herida o de un ataque) por las vias genitales (privadas definitivamente de falo y quizás a
consecuencia de actos sexuales incestuosos y de masturbaciones culpables) de una
mujer (eróticamente estimulada) con capacidad para dar a luz (pero que no está encinta
y puede temer no poderlo estar. Se comprenden todas las razones de exaltación o. al
contrario. de angustia y amargura que puede, por tanto. suponer la menstruación.
Cuando llega la regla, la mujer se siente culpable y también la sienten así sus allegados.
especialmente los hombres, sucia, peligrosamente seductora y. por encima de todo, te
mible». Naturalmente, encontramos todos estos componentes en la Edad Media, in
cluso en el discurso científico.
80 De BEAuvA1s. Vicente: Speculum natura/e, XXXI, 24.
81 Muchas cuestiones salernitanas tratan de los perjuicios causados por el basi
lisco. mencionados ya por Plinio (Historia natural, VIII, 33, y XXIX. 1 9): cfr. LAWN, B.:
The Prose... , B. 05-08. pp. 49-5 1 . n.º 30. p. 298. También Isidoro de Sevilla menciona este
animal (ed. Lindsay, XII. 6).
82 Los Problemata varia anatomica recogen en los mismos términos las afirmacio
nes del De secretis mulierum : Ad secundum respondetur quia basiliscus est animal veneno
sum et per oculos eminit humores venenosos qui exeuntes multiplicantur usque ad rem visam
et usque ad ocu/os hominis ubi inveniunt pel/em et poros subtiles qui humores scilicet intran
tes corpora injiciunt. et haec est causa quare basiliscus inspiciens speculum seu clipeum ex bi
tumine contextum ut aliam rem jirmam inte,ficit seipsum, et quia ab ista re polita isti
humoresfumosi reflectuntur et repercutiunt usque ad basiliscum ex qua repercussione injicitur
et inte,ficitur. Et sic similiter dicendum de muliere menstruosa. [A la segunda cuestión se res
ponderá lo siguiente: el basilisco es un animal venenoso que emite por sus ojos humo
res ponzoñosos, que salen y se propagan hasta el objeto visto y hasta los ojos del
hombre. donde encuentran la piel y poros sutiles: estos humores. al introducirse en los
cuerpos, los infectan: la causa de que el basilisco que mira un espejo o un escudo hecho
con pez o con cualquier otra cosa consistente se mate a si mismo es que, como dichos
humores se reflejan y repercuten desde ese objeto pulido hasta el basilisco, ese rebote le
infecta y lo mata. Lo mismo se ha de decir de la mujer que menstnía) (ed. Lindsay. op.
cit. . p. 20).
83 Quaestiones super de animalibus, ed. Filthaut, op. cit. , IX. Q 9; Alberto Magno re
coge esta idea en su comentario al De anima. ed. C. Stroick. Alberti Magni Opera Om
nia. t. VII, Münster. Aschendorff. 1 968. 111. l.
84 ARISTÓTELES: Petits traités d'histoire naturelle, ed. y trad. R. Mugnier, París, Les
Belles-Lettres. 1 953. pp. 80 y 8 1 . Se destaca claramente la función desempeñada por el
aire: C. GA1GNEBET, «Véronique ou l'image vriae», Anagram, 7-8 ( 1976), pp. 45-70.
85 Estos temas han sido abordados por C. THoMAssu. «La femme au Moyen Age.
Les composantes fondamentales de sa représentation: immunité-impunité», Omicar,
22-23 ( 1 98 1 ). pp. 223-238.
86 Les admirables secrets de magie du Grand Albert et du Petit Albert, París, s. d.
87 Ms. París, Bibl. nac .. latín 7 1 48. folios 2 r.º y 9 v.º
88 Cfr. una versión de los Secretos de las mujeres citada por Claude Gaignebet ( Véro-
nique ou / 'image vraie, art. cit. . p. 60).
8 9 Les Secrés de Domes. ed. E. Rauneyre, París, 1 880, pp. 65 y 66.
90
Cfr. DuRAND, G.: Anthropo/ogie sexuelle.... op. cit. , pp. 83 y 84.
91 Libro l. fen. l . doctr. 5, cap. sing.
92 AveNZOAR: Theisir. trad. Juan de Capua. tr. 3, c. 4, Venecia. O. Scoti. 1 530. folio 40 r.º
93 De coitu quinque.... ms. París. Bibl. nac .. latin 1 6 1 95. folio 23 v. -folio 25 r.º. finales
0
siglo xm.
94 Libro IX. tr. l. c. 7. ed. H. Stadler. op. cit.. p. 700. § 66.
95 Libro III. fen. 20. tr. l . c. 3.
96 Cfr. RoussELLE, A: Pomeia, De la maitrise du corps d la privation sensorielle, //-IV
siecle de / 'ere chrétienne. París, PUF. 1983, p. 3 1 . colección «Les Chemins de l'His
toire».
91 De usu partium. libro XIV. c. 9. trad. C. Daremberg. op. cit. . pp. 1 1 3 y 1 14.
98 La finalidad biológica del placer aparece reafirmada en el Viaticum de Constan
tino el Africano (ed. Lyon. 15 10. libro VI): Deus ad animalia genera existenda creavit mem
bra unde essent procreando. Quibus proprie virtutem indidit naturalem ex qua multum
de/ectari possent et operari in ipsis membris animalibus et amabilem fecit cum maxima con-
LA FISIOLOGÍA O LAS ETAPAS DE UNA PURIFICACIÓN 87
cupiscentia et desiderio et in coytu admirabilem dedit delectationem et inseparabilem, ut
genus eorum reparetur ne forte adhominato coytu ab animalibus generatio ammitteretur.
(Para que existiesen las especies animales, creó unos miembros mediante los cuales de
berían ser procreadas. En ellos. puso como algo propio una virtud natural que les per
mitía experimentar un gran placer y actuar con esos mismos miembros animales; la
hizo agradable, acompañándola de apetencia y deseo fortísimos, y puso en el coito un
placer admirable inseparable de él, con el fin de que la raza de los seres vivos se rehi
ciera evitando así que su reproducción se abandonase si los animales abominaban
del coito.]
99 Super Ethica, lib. 1/l lectio XIII, ed. W. Kübel, Alberti Magni Opera Omnia, t. XIV-1.
Münster, Aschendorff, 1 968- 1972. pp. 206 y 207.
1 00 Tomás DE AouiNo dirá lo mismo: «La emisión desordenada de semen se opone
al bien de la naturaleza. que es la conservación de la especie», cfr. FLANDRIN, J. L.: Le sexe
et / 'Occident, París, Seuil, 198 1 , p. 1 1 7.
101 Recordemos que la mayoría de los teólogos condenaba esos signos de ternura
apelando al peligro de polución involuntaria: Tomás Sánchez autorizará «los abrazos,
besos y tocamientos habituales entre los esposos destinados a demostrar y reforzar su
amor mutuo» (cfr. Flandrin, ibíd., p. 107).
1 02 Cfr. LAWN, B.: The Prose ..• op. cit. , B 7, p. 4.
1 03 Ed. citada, VI. 1 7.
104 Cfr. ALBERTO MAGNO: De animalibus, libro X tr. l. c. l . ed. H. Stadler, p. 730, § l .
La fórmula de Juvenal (Sátiras, VI, 1 30) es recogida, en particular, por Vicente de Beau
vais, Speculum natura/e, ed. citada, libro 3 1 . c. 5.
1 º5 Cfr. ALBERTO MAGNO: Quaestiones super de animalibus, ed. E. Filthaut, V, Q. 4 y 6.
La idea del placer mayor en cantidad pero más débil en intensidad había sido ya expre
sada por Pedro Hispano, cfr. M. F. WAcK, «The Measure of Pleasure: Peter of Spain on
Men, Women, and Lovesickness», Viator, 1 7 ( 1986), pp. 1 72-196. Fundándose en datos
semejantes, Hildegarda de Bingen (s. x11) llega a conclusiones diferentes, según lo re
calca Joan Cadden: «Woman is colder and moister, but it is these qualities that make
her fertile: she is more spacious and her passions milder, and these characteristics
allow her to conceive, carry, and give birth to children ... Since her desire is less violen t.
a woman is more able to contain herself -because of the moistness "where the plea
sure burns" and because of either fear or shame». (J. CAooEN, «It takes Ali Kinds: Se
xuality and Gender Differences in Hildegard of Bingen's Book of Compound Medi
cine», Traditio, 40, 1984, p. 1 59.) La interpretación dada por Hildegarda es absoluta
mente excepcional en el contexto medieval.
1116 Queritur cur cetera animalia post conceptionem a coitu cessant mulieres tune liben
tius coeunt? (Cuestión: ¿Por qué los demás seres vivos cesan de copular después de
haber concebido, en tanto que las mujeres lo prefieren en esa circunstancia?), ed. B.
Lawn, The Prose.... op. cit .. B 23, pp. 1 3 y 14. Evidentemente, este tipo de cuestiones. reco
gidas muchas veces por los autores, se ha de relacionar con las prescripciones religiosas
que reglamentan las relaciones sexuales durante el embarazo: sobre tales prescripcio
nes. cfr. J. L. FRANDRIN, Un temps pour embrasser. Aux origines de la mora/e sexuelle occiden
tale (Vl•-XI• siecle), París, Seuil, 1983.
1 07 ALBERTO MAGNO: Quaestiones super de animalibus, ed. E. Filthaut. op. cit. , I. Q.
13.
1 08 Queritur quare tanta de/ectatio sit in coitu?, ed. B. Lawn, The Prose.... op. cit. , B. 1 6,
páginas 10 y 1 1 .
109 GARBERS, K.: /sháq ibn '/mrán. «Maqála fl 1-málikhuliyá» und Constantini Afri
cani libri duo de melancholia, Hamburgo, Helmut Buske Verlag, 1977. pp. 99 y 100, y 1 85.
1 1º
AVICENA: Canon, libro III. fen. 20, tr. 1, c. 5.
111 Para los antecedentes médico-filosóficos, antiguos y árabes, de esta doctrina.
remitimos a E. R. HARVEY, The inward wits, Psychological theory in the Middle Ages and Re
n aissance. Londres, Warburg Institute, 1975.
1 12
Epístola de amore qui dicitur heroicus, ed. M. R. McVaugh, en Arna/�¡ de Villanov�
Opera medica omnia, Granada-Barcelona, 1985. Hemos tenido la oportumdad de anah
zar el pasaje del eros a la manera heroica y el trasfondo cortesano de esta_ enf�rmedad
de amor: D. JACQIJART y C. T110MASSET, «L'amour hérol:que á, travers le tralté d �i:naud
de Villeneuve», en J. Céard (ed.), La folie et le corps, París, Ecole Normale Supeneure,
1 985, pp. 143- 1 58. Una traducción realizada hacia el 1 1 00 -posterior, por tanto, al Vía-
88 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
ticum de Constantino- del capítulo dedicado al amor-pasión en el Zdd al-musdjir de
Ibn al-Jazzar utiliza ya el adjetivo heroicus; cfr. M. F. WACK, «The Liber de heros morbo of
Johannes Affiacius and its Implications for Medieval Love Conventions». Traditio. 62
( 1987). pp. 324-344.
m Cfr. JACQUART, D.: «La maladie et le remede d'amour dans quelques écrits médi
caux du Moyen Áge», Actes du Col/oque «Amour. Mariage et transgressions au Moyen
Áge» . Góppingen, K0mmerle Verlag. 1 984. pp. 93- 101.
La obscenidad aparece de manera especial en una receta del Thesaurus Pauperum.
atribuido a Pedro Hispano. ed. M. H. Da Rocha-Pereira. Obras médicas de Pedro His
pano, Coimbra. Universidad de Coimbra, 1973. c. 30: ltem si quis maleficiatus fuerit ad
nimis amandum aliquem ve/ aliquam. merdam illius. quem diligit, recens, ponatur mane in
subtellari dextro amantis et calciet se; quam cito fetorem sentiet, solvetur maleficium. (Así
también. si alguien sufre un maleficio destinado a provocar un amor excesivo por al
guno o alguna. póngase por la mañana en el calzado derecho del amante mierda re
ciente de la persona amada y cálceselo; en cuanto sienta el hedor, se eliminará el
maleficio.)
1 14 Ed. Ama/di Opera. Lyon. F. Fradin. 1 S04, folios 23 v.º-26 v.º
1 15 LAwN, B.: The Prose.... op. cit. , B. 46, pp. 22 y 23 : Spiritus infecti sperma il/ud inji
ciunt, illud vero infectum prout materiafetus suumformat materiatum, undefetus non a gene
rante formam contrahit sed ab illo cuius proles esse deberet. [Los espíritus infectados
infectan a su vez aquel esperma que. al experimentar ese efecto en su materia. da forma
al feto ya materializado; así, el feto no adquiere la forma de quien lo engendra sino de
aquel de quien debiera haber sido hijo.)
1 16 No podemos citar aquí la abundante bibliografía relativa al contexto filosófico
y poético del amor heroico. pero recordaremos dos estudios fundamentales: J. L. LowEs,
«The lovers maladye of heroes». Modem Philo/ogy. 1 1 ( 19 1 3- 1 9 14). pp. 49 1 -546; O. 81Ro,
«The Canzone d'Amore of Cavalcanti according to the commentary of Dino del
Garbo». Medieval Studies. 1 y 2 ( 1940- 194 1 ). pp. 1 S0-203 y 1 1 7- 1 60. Véase también FoN
TAINE, M. M.: La lignée des commentaires a la chanson de Guido Cava/canti «Donna me
prega». de próxima aparición en la miscelánea dedicada a la locura. citada supra.
1 17 Según Tomás DE AourNo, por ejemplo. atrae hacia sí completamente la intentio
del alma y puede llevar incluso a la realización de actos contra la naturaleza, cfr. SrMo
NET, J.: «Folie et notations psychopathologiques dans l'oeuvre de Saint Thomas d'A
quin». Nouvelle Histoire de la psychiatrie, Toulouse, Privat, 1 983, pp. 60 y 6 1 .
CAPÍTULO 3
Medicina y arte erótica
La inclusión de una fisiología del placer en la descripción de los
mecanismos del cuerpo invita a delimitar las intenciones del discurso
médico y a situarlas entre los procedimientos de la represión y las ma
nifestaciones del erotismo literario. En estos siglos en los que influen
cias orientales y valores cristianos se compenetran, ¿había elaborado
la medicina un discurso normativo, subordinado a las exigencias de la
moral, 1 o bien había conseguido hablar otro lenguaje?
A LA BÚSQUEDA DE UN CONTROL DE LA SEXUALIDAD
Los libros Penitenciales nos ofrecen un testimonio nada desdeña
ble de las prácticas sexuales de la Alta Edad Media. Los estudios de
que ha sido objeto en estos últimos años ese género de escritos2 nos
permitirá mencionarlos muy brevemente. Se utilizan desde el siglo v1
al x1. Ya desde sus orígenes confunden, según señala J. T. Noonan, an
ticoncepción y prácticas mágicas: «Este examen de los textos no sirve
únicamente para establecer las estrechas relaciones existentes entre
aborto y magia, entre anticoncepción y magia, entre veneno, aborto y
anticoncepción; podría también mostrar que para los autores de Pe
nitenciales, como Cesáreo de Arlés, la oposición a la magia refuerza
la oposición a la anticoncepción. La anticoncepción no se condena
únicamente por su carácter mágico, si bien la hostilidad hacia ella se
vio fortalecida por una desconfianza del cristiano ortodoxo hacia la
magia pagana». 3
El conocimiento de los filtros amorosos, de las pociones esterili
zantes y el recurso al aborto pertenecen al mundo diabólico; se es
boza ya el destino de los marginados que vayan a cultivar tales
prácticas. Las pociones de hierbas eran bien acogidas desde los pri
meros siglos de la Edad Media y la ley sálica se dirigía ya contra esos
90 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
procedi mientos. Hay que tener en cuenta la función protectora que
pudieron desempeñar leyes o preceptos de este tipo. Ciertos anticon
ceptivos locales son susceptibles de provocar inquietantes tasas de
esterilidad en algunas poblaciones tercermundistas. ¿Cuál es el conte
nido exacto de la expresión «poción causante de una esterilidad defi
nitiva»? ¿En cuántos casos las recetas propuestas provocaron acci
dentes ginecológicos graves? Se da aquí una continuidad entre la ley y
el precepto religioso que podría testimoniar el deseo inconsciente de
salvaguardar la fecundidad de una población. Más allá de las justifi
caciones morales o religiosas, se perfila, quizá, la verdadera función
de las prescripciones de los Penitenciales. Es ésta una hipótesis que
formulamos con las habituales reservas.
La doctrina de los Penitenciales es simple: la procreación es la
principal función de la mujer y toda emisión « fuera del vaso», en par
ticular las prácticas anales y orales, se condena decididamente. La
fuente esencial de información reside para nosotros en la gradación
de las penitencias que, según se ha podido decir, dan una falsa i mpre
sión de severidad. Otras consideraciones atenúan su rigor: las penas
de ayu no de duración excesiva pueden ser conmutadas por períodos
más cortos de oración. Por lo que respecta al aborto, en esta literatura
encontramos a menudo el tema de la paupercu/a, la mujer pobre: la
pena en tal caso se reduce a la mitad con relación a la de la mujer que
disfruta de una situación económica normal. En cuanto al coito a
tergo, se condena, pero con una severidad muy relativa en el Peniten
cial de Burchard de Worms (de cinco a cuarenta días de ayuno). Los
autores monásticos no invocan ninguna razón médica: se da por su
puesta la observancia de la ley natural. 4
Todo el juego de prohibiciones está encaminado a la normaliza
ción de una vida sexual vigorosa, natural, es decir, mucho menos disi
mulada que la que conocerán los siglos siguientes. No hay que olvi
dar tampoco la condición de los autores de estos textos, que nos
puede explicar la excesiva penalización de determinadas faltas. Las
comunidades se veían, sin duda, obligadas a reprimir constantemente
las prácticas homosexuales. 5 La indulgencia es norma común cuando
se trata de adolescentes (pueri); el coito inter femara practicado entre
hombres está relativamente poco sancionado (un año de ayuno),
mientras que la homosexualidad es objeto de una pena más fuerte
(diez años). También, al parecer, se opone homosexualidad pasiva
(mollities) a homosexualidad activa. Resumiendo muy por encima
estas tendencias, podría decirse que los Penitenciales dan fe de la ob
sesión que atraviesa toda la Edad Media y que propicia una rigurosa
separación de sexos. Esto coincide, evidentemente, con las premisas
que rigen la descripción anatómica.
Podría decirse igualmente que esos textos destinados a reprimir
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 91
constituyen un arte inversa de la información erótica; se hablaba de
la sexualidad y este hecho tenía como consecuencia el temible pro
blema de la información y, por tanto, de la incitación al pecado en el
penitente. Veremos que los comentadores de Avicena invocarán este
argumento cuando se impongan una especie de autocensura, rehu
sando interpretar o glosar ciertos pasajes del Canon . La cuestión, efec
tivamente, se planteó muy pronto a los eclesiásticos. Noonan señala
que Teodulfo, obispo de Orleans, a principios del siglo IX «d& instruc
ciones a sus sacerdotes sobre cómo han de dirigir sus preguntas en la
confesión acerca de la fornicación, pecado que comprende el coitus
interruptus».
Burchard de Worms aconseja interrogar a las mujeres con «dul
zura y delicadeza» a propósito de todas las posibles prácticas en ma
teria de sexualidad: homosexualidad femenina, masturbación, bestia
lidad, incesto, aborto y anticoncepción.
Una etapa importante en la historia de la sexualidad medieval es
la introducción de la prohibición de la anticoncepción en una colec
ción de pontificales, a partir del siglo XI. La condena de la anticoncep
ción, según la formuló san Agustín, aparece en las dos autoridades de
la Edad Media en materia de derecho religioso: Graciano y Pedro
Lombardo. Encontramos en ellos una firme condena de todas las
prácticas que impiden la inseminación; Graciano, en el canon Adulte
rii malum , establece una clasificación según los pecados:
El mal del adulterio (adulterii malum) supera al de la fornicación, pero es superado,
a su vez, por el incesto; en efecto, es peor acostarse con su propia madre que con la
mujer de otro. Pero aún hay algo peor que todo esto y es el acto contra natura, cuando
un hombre quiere usar uno de los miembros de su mujer no creado para ello.6
Además de este constante recuerdo de las prohibiciones relativas
a las vías no naturales, es decir, estériles, la doctrina concerniente a la
anticoncepción se vuelve más imperativa en ciertos autores. Para
Pedro Le Chantre las razones de salud no justifican el empleo de un
anticonceptivo, opinión que se opone a la de los médicos. En 1 230 el
dominico Raimundo de Penyafort redactó una colección de Decreta/es
que fueron ley en la Iglesia durante más de seiscientos añ.os. Se con
dena la anticoncepción. Pero, no obstante, en los tratados médicos
continúa figurando la larga lista de pociones y pesarios.
La opinión admitida es que la posición de la Iglesia se endureció
por haberse encontrado ante adversarios de la procreación como los
bogomilos y, más tarde, los cátaros. Aunque el comportamiento se
xual de los miembros de las sectas heréticas requiere una reflexión
que excede el marco del presente estudio, hay que reconocer que mu
chas de ellas eran portadoras de pulsiones que implicaban la extin
ción de la especie. Una y otra vez la Iglesia creyó deber suyo reiniciar
92 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
el combate de Agustín contra los maniqueos. En otro pasaje analiza
remos con detalle el asunto de la ideología cortesana.
A l a definición de lo lícito en materia sexual se suma -o le
sucede- la voluntad de establecer una norma en el ámbito de la se
xualidad conyugal y de preguntarse por la legitimidad del placer en
este mismo marco. Graciano h abía propuesto que «quienes copulan
no para engendrar hijos, sino para satisfacer sus deseos, se compor
tan más bien como fornicadores que como esposos». Algunos autores
acentúan esta doctrina y declaran pecado el placer, incluso en el acto
de la procreación : para obrar sin pecado y tener hijos el « hombre
santo» sobrelleva el placer, «igual que cualquiera es capaz de comer
miel para alimentarse y soportar el dulzor de esa miel». Esta compa
ración de Guillermo de Auxerre muestra el punto extremo de la re
presión del placer.
Como hemos dicho, la contradicción entre la creciente multitud
de proh ibiciones por parte de los teólogos y la afluencia de informa
ción sobre la anticoncepción es flagrante. Desde la Alta Edad Media
hasta el siglo xv los manuscritos presentan, a continuación o en
medio de los principales textos, innumerables recetas aisladas; entre
ellas, a menudo en la linde entre la magia y la medicina, es muy raro
no tropezar con algún consejo ut mulier non concipiai. 1 Sacadas a
veces de textos más amplios, no van, por lo general, acompañadas de
las reservas que expresan habitualmente los eruditos ; así, los consejos
postulados por Trótula al proponer a una mujer que evite la fecunda
ción debido a la estrechez de sus órganos o por el miedo que quizá ex
peri mente a consecuencia de un parto anterior especialmente doloro
so se volverán a copiar y traducir sin su declaración de intenciones.
La mayoría de las veces, la finalidad «terapéutica» de las prescripcio
nes está eclipsada por su brusca presentación en una lista heteróclita
de remedios o en una página cualquiera dejada en blanco en un ma
nuscrito.8 A partir del siglo xm, la información sobre la anticoncep
ción circula, por lo demás, por caminos aún menos oscuros. Nos la
ofrecerá la Historia de los animales /Historia animalium/ de Aristóteles,
pero también los escritos de Rhazés o de Avicena, que pasarán a los
programas de las universidades. Con la obra de estos dos médicos, la
Edad Media dispondrá de una información sobre la anticoncepción
tan amplia como la que poseían los griegos y los romanos. ¡Curiosa
situación, este distanciamiento entre el saber y los imperativos de la
moral cristiana! Los medios empleados son espermicidas líquidos y
pesa rios. En cuanto a los tal ismanes llevados en torno al cuello, su fi
nalidad es la de impedir la fecundación. Avicena, y con él Alberto
Magno, expresa reservas sobre la eficacia de tal método. 9 Puede cau
sar extrañeza ver aparecer en el dominico una información sobre la
anticoncepción: está presentada en la paráfrasis al pseudoaristotélico
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 93
De plantis. Llevado por sus fuentes o por una información directa, Al
berto seftala en el libro VI de su obra Sobre los vegetales y las plantas
/De vegetabilibus et plantis/ las sustancias empleadas tradicionalmente
para impedir la concepción o provocar el aborto, actos que evidente
mente condena en su obra teológica. 10 Destacaremos entre los vegeta
les dotados de virtudes anticonceptivas la pera, pero sobre todo las
raíces del peral, árbol en el que, por otra parte, los autores de novelas
medievales de lengua latina o romance gustan situar, según notamos,
los retozos amorosos, sobre todo los ilícitos... 1 1 Sin duda, no se trata
de una coincidencia. El discurso médico sobre la anticoncepción se
relaciona estrechamente con el discurso sobre el régimen alimenticio:
tal o cual alimento tienen la propiedad de fomentar o impedir la pro
ducción de semen, en virtud de sus cualidades. Así, todo alimento cá
lido y húmedo favorecerá la capacidad sexual del macho. La lógica
de la representación del mundo, ordenado según cualidades, impone
una finalidad a cada sustancia. Así, en los regímenes dietéticos es
muy corriente hablar de sexualidad pero sin hacer hincapié de forma
particular en la función sexual, que no pasa de ser una más entre las
otras funciones. Todo producto alimenticio tiene su existencia en el
sistema cuadriculado, ordenado, de las cualidades galénicas; el sus
trato teórico es más riguroso aún de lo que lo sería una dietética mo
derna que tuviese en consideración cada momento de la vida. Los
anticonceptivos son objeto de la misma explicación; un producto en
el que domina lo frío puede no sólo apagar la lujuria en un individuo
sino vencer incluso el calor requerido para la acción del semen mas
culino. Así, muchos de los anticonceptivos propuestos debían de ser
plenamente eficaces por modificación del pH vaginal. Ciertos proce
dimientos obedecen a este principio explicativo; otros al sistema del
pensamiento analógico; otros muchos nos parece que se deben tan
sólo al azar de los descubrimientos empíricos. Finalmente, algunos
otros responden, según hemos dicho, a prácticas mágicas.
La profusión del discurso sobre la anticoncepción no se ha de atri
buir únicamente a una curiosidad intelectual que no saldría del
círculo de los prácticos o de los universitarios más notables. El Tesoro
de los pobres jThesaurus pauperum/, 1 2 atribuido al médico y filósofo
Pedro Hispano, elegido papa con el nombre de Juan XXI. es una obra
excepcional por más de una razón. Se trata de una compilación médica
cuya notoriedad le valió ser incluida en múltiples versiones; no se
sabe si se trata de un libro erudito o de un libro que recoge las recetas
de la medicina popular, hasta tal punto se influyen mutuamente en
este texto lo libresco y el saber del pueblo; tal como debía de ocurrir
en la vida corriente. El lugar reservado a las recetas relativas a la fe
cundidad y a la sexualidad es considerable: de 1 1 6, 34 son afrodisía
cos y 26 anticonceptivas, mientras que 56 se refieren a medios de
94 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
procurar la fecundidad. Hay que añadir aún las numerosas recetas
que, al estar destinadas a provocar la menstruación, podía leerse
como prescripciones abortivas. Esta «lectura» parece tanto más plau
sible cuanto que es sugerida por Rhazés; en su Liber ad Almansorem,
el médico árabe concluye la lista de remedios que supuestamente
pueden expulsar el embrión con una llamada al capítulo de menstruo
rum provocatione. 1 3 A la información que en la Edad Media circulaba
acerca de los procedimientos abortivos, hay que añadir los innumera
bles medios que, so capa de una acción estimuladora del flujo mens
trual perezoso, podían divulgarse a plena luz. Volviendo al Thesaurus
pauperum, anotaremos que ciertos afrodisíacos no están destinados
sólo a aumentar la potencia viril sino también a proporcionar un in
cremento del placer en la mujer. Tomados de los Ciránides y de Dios
córides se presentan muchos productos que, colgados o colocados en
las casas, deben alejar demonios y maleficios. La protección de la fe
cundidad, de la potencia viril, no está limitada en la sociedad que es
tudiamos al órgano, a las cuestiones fisiológicas, sino que se extiende
a la totalidad de las cosas, al territorio sobre el que el macho ejerce su
poder, su posesión. La demostración de la vulnerabilidad de este te
rritorio arrebata al hombre del todo, o en parte, su potencia, su capa
cidad sexual. Tras las prácticas mágicas se disimula una verdad que
la psicología reconoce. Bajo el nombre de Trótula aparece una singu
lar receta sobre la cual el autor del Thesaurus pauperum expresa la
más abierta reserva: «Cuando la mujer no quiera ya seguir conci
biendo, ha de colocar en las secundinas tantos granos de ricino ... o de
cebada como años de esterilidad desee». 1 4 Parece ser que el autor
evoca aquí, sin comprenderla, una práctica, la del dispositivo intrau
terino, empleada cuando una mujer considera suficiente el número
de sus hijos. Ni que decir tiene que el procedimiento debía de ser es
pecialmente eficaz, pues los riesgos de infección son considerables.
Entre los medios para favorecer la concepción, recordaremos cierta
manera de levantar las piernas que, tomada de Rhazés, demuestra
que las variantes de posición se dieron con el motivo más noble. 1 5
Volveremos sobre la cuestión de las posturas, pero hay que reco
nocer que la medicina fue un poderoso auxiliar de la teología: Avi
cena había afirmado, en efecto, que cuando la mujer está encima del
hombre el esfuerzo de expulsión del semen puede provocar lesiones
en los órganos masculinos. 1 6 Casi todas las indicaciones médicas que
hemos encontrado sobre la retención del semen y su localización es
pacial en la matriz eran razones favorables a la única posición lla
mada natural. No queda excluido, según veremos, que haya médicos
que aconsejen ciertas variantes, pero por las mismas razones. Tras el
acto, cualquier contracción muscular, cualquier movimiento es sus
ceptible de hacer descender el líquido formado por la unión de los
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 95
dos sémenes. Por eso los estornudos y los saltos en un número bien
definido se consideraban, desde Hipócrates, medios para evitar el
embarazo. 1 7
Terminaremos con esta afirmación: en 1 256 y en toda aquella
época ningún gran teólogo, ni Alberto ni Tomás ni Alejandro de
Hales ni Ricardo de Middleton aceptaban la decisión de las Decreta
/es, de considerar la anticoncepción como un homicidio. El exceso de
algunos no constituye una regla. Por lo que respecta al aborto, el lí
mite de cuarenta días era cosa establecida: si el embrión no llega a esa
edad lo único previsto es una pena de exilio. Hay campo libre para
una actividad reprimida por medios que no son los que podríamos
esperar. Lo atestigua un juicio recogido por Ernest Wickersheimer:
«Adelheit von Stutgarten, una alemana indeseable llamada la médica
coja (die hinckende Anzatin) había hecho abortar en Sélestat a muchas
mujeres honradas haciéndoles tomar brebajes o raíces. El 8 de agosto
de 1409 fue invitada a pasar al otro lado del Rin y hubo de prometer
que no regresaría antes de tres años, a menos que contara con una au
torización especial». 1 8 Era una pena bien leve; a veces, el siglo xx ha
cargado la mano más duramente.
, Los teólogos persiguen las prácticas sexuales que no coinciden es
trictamente con el acto de reproducción dentro del matrimonio; Para
la sexualidad de los adolescentes, la trama de la red es mucho más
abierta. La medicina sigue proclamando la existencia de las necesi
dades fisiológicas y el derecho al placer. Noonan piensa que era muy
poca la información sobre el pecado y la anticoncepción que pasaba
por el confesonario. Fue necesario diseñar toda una estrategia dis
cursiva y los sacerdotes tuvieron ideas muy claras de la información
que podían dar. Jean Nider aconseja en el Man ual para los confesores
la prudencia en el interrogatorio sobre los pecados contra natura
«por miedo a revelar a los simples alguna cosa que ignoraran», pero
«si bien el interrogatorio ha de ser prudente, nunca deberá faltar». 1 9
Vemos, por otra parte, que Alberto Magno justifica la descripción de
las diversas posiciones en su comentario a las Sentencias, por el hecho
de verse obligado a ello «debido a las monstruosidades que hoy en
día se oyen en confesión». 20 El estudio de los documentos relativos a
la regulación de la sexualidad no nos permite descubrir con más pro
fundidad la vida sexual de los hombres y las mujeres de la Edad
Media. Hay una discontinuidad entre la voluntad de investigar -que
ha de procurar no despertar en absoluto la curiosidad- y un saber,
una información médica bien lograda que, evidentemente, reivindica
mayor libertad. Desde el siglo xm existe un arte erótica que no cesará
de desarrollarse: el placer en sí es objeto de una reflexión indepen
diente de la procreación. El impulso lo da una filosofía que se apoya
en la idea de naturaleza, pero, al parecer, al margen de los «naturis-
96 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
tas» se desarrolla un modo de disfrute sobre el que la teología oficial
tiene poca influencia.
LAS OSADÍAS DEL PENSAMIENTO LAICO
A lo largo de su historia, la Iglesia no ha querido reconocer en el
acto sexual más que la función de la reproducción y una gran parte de
sus polémicas se refieren a esta verdad elemental. Desde un punto
de vista biológico, numerosas herejías eran portadoras de un fer
mento autodestructor de la especie. La ideología cortesana, que es
para nuestra literatura medieval una fuente de inspiración y de deli
cadeza en el análisis psicológico, determina un distanciamiento de
los imperativos del acto procreador.
LA ERÓTICA DE LOS TROVADORES
· El amor cortés, amor extraconyugal, se lleva a efecto por la volun
tad de dominar la impaciencia del instinto, mediante la realización
de una serie de pruebas iniciáticas; en definitivas cuentas, por el des-
- cubrimiento de un mundo de valores espirituales gracias a la dama.
Según la poética trovadoresca, la dama polariza la afectividad, la acti
vidad de la imaginación, la representación que el amante se hace del
mundo. La satisfacción queda proscrita, pues lo esencial para quien
se consagra al servicio del amor es el culto narcisista de su deseo; la
que recibe tal homenaje obtiene placer del ejercicio de su dominio y
no puede menos de rechazar el abrazo que le pondría fin. Se nos ha
de perdonar la brevedad de esta incompletísima evocación del amor
cortés entendido en su funcionamiento ideal. Desde estas cimas tene
mos que descender a la realidad vivida. En el terreno de la sexuali-
. dad, 2 1 el amor cortés no puede ser más que un arte de cultivar la
excitación, de prolongar su duración para llegar, finalmente, a una
conclusión. Difiere de aquellas artes eróticas cuyo objeto es la realiza
ción del amor en las mejores condiciones posibles, es decir, de una
práctica codificada del coito que permita el conocimiento del cosmos
y el descubrimiento de la armonía entre el microcosmos y el ma
crocosmos.
El amante cortés atraviesa en su búsqueda una serie de etapas que
le llevan progresivamente hasta la intimidad de la dama. Será fenhe
dor (suspirante), precador (suplicante), entendedor (amante compla
cido), drut (amante carnal). La poesía no puede ni debe mencionar la
realización del amor. Teniendo en cuenta esta afirmación, uno puede
preguntarse sobre lo que dejan entrever o dicen los textos. Hay toda
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 97
una serie de artificios destinados a llevar el deseo a su paroxismo,
entre ellos, la práctica del concubitus sine actu tan bien ilustrada en
nuestra literatura medieval. René Nelli22 ha evocado el momento cru
cial de la búsqueda de la perfección, del encuentro entre amante y
amada durante la última prueba consistente en el asag o asais. Se
trata, a un tiempo, de recompensa y nueva tentación. Sin embargo, las
satisfacciones propuestas son sólo retóricas según aparece en las afir
maciones de la condesa de Die: « ( El amante) deberá contentarse con
reposar sobre el cojín de sus brazos desnudos, con yacer junto a ella
(jazer); contemplarla (remirar), y, en fin, tener, abrassar, baizar, manejar:
éstas son las familiaridades permitidas por el amor cortés». Parece
como si el amante, según la doctrina de la trobairitz, no gozase nunca
de los derechos del esposo. No hay nada que recuerde las prerrogati
vas del marido, la brutalidad del acto procreador no tendría derecho
de ciudadanía en este ejercicio. 23 Si los comportamientos menciona
dos son tales, el amor cortés invitaría a un redescubrimiento, a una
incitación de la sensibilidad clitoridiana, a la utilización del hombre
como estimulador erótico, es decir, a una sexualidad activa, específica
y, aún más, reconocida e incluso exaltada como tal por una aristocra
cia de la sensibilidad y de la inteligencia. Vemos realizada esta pri
mera asociación entre vida intelectual y exigencia feminista, heredera
quizá del saber erótico de los árabes,24 aunque se trata de una cues
tión discutida.
La historia ha registrado muchos experimentos filosóficos funda
mentados en el control de la emisión del semen. La antigua China
propugnaba que se realizase las menos veces posibles: «Tenemos
aquí dos nociones fundamentales que la literatura sexual china no
cesa de poner por delante. La primera es que el semen de un hombre
es su posesión más preciada, la fuente no sólo de su salud sino tam
bién de su vida misma; toda emisión de semen disminuirá esta fuerza
vital, a menos que se compense con la adquisición de una cantidad
equivalente de yin femenino. La segunda es que el hombre ha de dar a
la mujer una satisfacción completa cada vez que se una a ella pero no
ha de permitirse el orgasmo más que en ciertas ocasiones prescri
tas». 2s
La retención se concibe como una gimnasia terapéutica pero, in
dependientemente de este valor médico-religioso, la poligamia la con
vierte en algo necesario. Entre los árabes se dieron las mismas condi
ciones sociales y el hombre prestó la misma atención al control de su
actividad sexual. Tanto si se nutre de influencias exteriores como si se
trata de una eclosión espontánea en un medio privilegiado poseedor
de un determinado saber, la forma de arte erótica adoptada por el Oc
cidente tiene una gran originalidad: es la mujer quien posee el domi
nio de los placeres. Aunque no se pueda negar en absoluto su com-
98 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
ponente carnal, y por más que haya podido corresponder a la vida de
una sociedad, no deja de ser cierto que el amor cortés, tratado infini
tas veces por la literatura, no vivido pero sí soñado, pudo llegar a ser,
en definitiva, la manifestación de cierto miedo a la mujer, la contra
partida de una ginecofobia que tiene en losfabliaux su expresión más
brutal pero quizá menos nociva.
Volvamos ahora a consideraciones más terrenales. La creencia en
la fecundidad ininterrumpida de la mujer, así como el interés que se
concedía al linaje, hacen de la emisión del esperma masculino en la
vagina algo casi imposible. Parece como si, en conformidad con las
opiniones científicas unánimemente aceptadas, debiéramos suponer
obligatoriamente una emisión «fuera del vaso». Tal emisión puede
adoptar dos formas: la de una satisfacción prestada manualmente o
por medio de otro sustitutivo, o bien, tras el período de prueba del
amante, la práctica del amplexus reservatus, es decir, de la retención, o
del «coitus interruptus», o sea, de la eyaculación extravaginal una vez
dada satisfacción a la mujer. No hay duda de que si la aristocracia
utilizó este procedimiento debió de haber existido una gran libertad
de costumbres.
Se trata de una medida anticonceptiva ya conocida, pues la men
cionan los médicos árabes. Por otra parte, Noonan declara que «hasta
1480, aproximadamente, el amplexus reservatus fue ignorado por mu
chas autoridades, prohibido por un pequeño número de ellas pero no
atacado por ninguna». 26 La opinión de Noonan es que la falta de una
fuerte discusión en torno a ella atestigua la ignorancia de tal práctica.
Evidentemente, es el procedimiento más elemental y menos peli
groso, pero el que supone una información y una comunicación con
el mundo de las mujeres. No nos queda más remedio que interrogar a
lo no dicho.
EL ENIGMA DEL De amore DE ANDREAS CAPELLANUS
Una serie de estudios recientes, sobre los que tendremos ocasión
de volver, han intentado presentar la obra de Andreas Capellanus
bajo una nueva luz. Muchos términos y alusiones tendrían un sentido
erótico. Antes de emprender la exploración del texto latino, conviene
determinar el espíritu de este texto con la ayuda de una traducción
efectuada un siglo más tarde (1290) y que existe tan sólo en un único
manuscrito. El autor de esta traducción, Drouart la Vache, se toma
plenas libertades no sólo con el sentido literal del texto sino también
con el contenido y la composición de la obra: abundan los añadidos y
las supresiones. Al oír el texto latino, la reacción de Drouart la Vache
fue, cuando menos, curiosa:
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 99
I'
Cuando' vi el libro y mi compañero me leyó un trozo. el tema me agradó, sin duda.
e xtremadamente, podéis estar seguros. y me complació tanto que me eché a reir. 27
La hilaridad del traductor no puede menos que causar sorpresa,
pues este tratado pasa por ser un resumen de la casuística cortesana.
Enumera los comportamientos apropiados cuando se dé el amor
entre dos personas de diferente nivel social y contiene los famosos
juicios de amor que conciernen a los casos difíciles: en ficción o en
realidad, una serie de grandes damas se pronuncian sobre las con
ductas que se han de observar conforme a las reglas del amor cortés.
El traductor, por otro lado, se ha-bía hecho de rogar un tanto antes de
ponerse manos a la obra y siente la necesidad de tomar precauciones
retóricas declarando que, si acaso dice cosas groseras -en relación
con su libro- habrá que achacárselas al tema y no a él mismo. 28 El
final es todavía más sorprendente, pues revela la voluntad de juego
manifiesta a lo largo de todo el texto. El traductor nos da su nombre
en forma de enigma. En cuanto al pasaje que precede es todo lo mis
terioso que se quiera, pero no se puede negar que nos invita a buscar
informaciones disimuladas en el texto mismo:
Y para mi comodidad, os digo otro tanto, pues he compuesto el libro, oportuno y de
buen tono, según conviene. para los clérigos y no para los laicos. que son un poco sim
ples e ignorantes, pues en él figuran muchas expresiones que los laicos no podrían
comprender, así se les ahogue o se les cuelgue. 29
Los clérigos que reflexionen comprenderán perfectamente el texto
y encontrarán placer en él. Es evidentemente difícil ignorar el sentido
de tales avisos e injusto reprochar las tentativas de cualquiera que
desee saber más acerca del verdadero sentido que Drouart la Vache
ha querido dar al texto que traduce.
Una de las constantes de la obra es, pues, un elogio de los inicia
dos, es decir, de los clérigos: su manera de amar los sitúa por encima
de todas las clases sociales y tienen mucho que enseñar a los demás.
De entre los argumentos que parecen establecer la superioridad del
clérigo en el debate tradicional que lo enfrenta al caballero, mencio
naremos una conversación intercalada por Drouart la Vache que pre
senta en escena al maestro y a su discípulo. El discípulo habla del
amor que puede existir entre las monjas y los clérigos, y reprocha al
maestro denigrar a estas religiosas, cuando acaba de confesar que
había hecho algunos favores a una de ellas. El maestro responde con
una larga exposición didáctica, cuyo tenor conviene considerar: 30
Car en cest monde peut avoir Porque en este mundo puede existir,
Double amour, ce dois tu savoir. cosa que debes saber. una doble forma
de amor.
1 00 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO E N LA EDAD MEDIA
La premiere est pure apelee La primera se llama «amor' puro»
Et la seconde amour mellee. y la segunda «amor mixto».
Cil qui s 'entraiment d'amour pure Quienes participan del «amor puro»
Dou delit de la char n 'ont cure no se preocupan del delito camal
Ains wellent sanz plus acoler sino que quieren al punto abrazarse
Et baisier sanz outre couleur. y besarse sin dejarse llevar más lejos.
Et tele amour est venueuse, Semejante forma de amor es virtuosa,
Ne n'est a son proime greveuse. y no resulta perjudicial al prójimo.
De tele amour vient grant proece De tal amor derivan grandes proezas
Et Dieu gaires ne s 'en courece. y Dios apenas se irrita con él.
Et tele amour puet maintenir, Y, sin tenerlos por una aflicción,
Sans li por grevee tenir. pueden practicar esa forma de amor
Pucele et Jame mariee, la doncella y la mujer casada
Et nonnain a Dieu dediee. y la monja dedicada a Dios.
Hemos propuesto, voluntariamente, una traducción directa. Hay
otra manera de entender el verso Et baisier sanz outre couler: podría
leerse, evidentemente, «hacer el amor sin eyaculación», o más exacta
mente, «sin derramar nada más que la secreción del humor prostá
tico». En el verso Ne n 'est a son proime greveuse, hemos interpretado el
adjetivo greveuse como «perjudicial», pero debería tener el sentido de
«susceptible de provocar el embarazo». «Estar encinta [grávida) » es
uno de los sentidos bien conocidos del participio de pasado. Se com
prende ahora sin dificultad por qué las doncellas, las mujeres casadas
y las religiosas pueden entregarse a esta forma de amor sin conside
rarse «gravadas». El sentido de este pasaje nos parece muy explícito.
Una discusión que enfrenta al «hombre nobilísimo» y a la «mujer
noble» nos proporciona nuevos argumentos. El debate se refiere, de
hecho, a los celos, y el hombre declara, en perfecta conformidad con
la tradición cortesana, que el amor no existe entre los casados. Es evi
dente que habrá que elegir entre el amor ou /'em puist/aire sans peür sa
volentet tout asseür ( «el amor en el que se pueda hacer sin miedo su vo
luntad, con toda seguridad») y la otra forma, ya mencionada. El texto
afirma, sin ambages, que, si en el matrimonio un hombre tiene afecto
distinto al necesario para tener descendencia -o si su mujer le soli
cita que actúe así y él le obedece-, se tratará de un grave pecado, será
un adulterio. ¡Curiosa casuística! Este comportamiento del hombre
en el matrimonio, reglamentado de esta manera, permite suponer cla
ramente las prácticas propias del amor cortés y nosotros intentaremos
interpretar, a la luz de lo que se dice en el texto, una larga compara
ción anterior: 3 1
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 101
Se / 'yave de /'eve bien e/ere, Si el agua de un arroyo claro
Par ./. chane/ commence a courre, comienza a correr por un canal
Qui est plains de boe ou de pourre, lleno de barro y polvo,
L 'yave, qui de sa nature el agua, que por su naturaleza
Estoit e/ere, devient oscure era clara, se vuelve oscura,
Por la grave/e qui Ji donne a causa de la arena que le da oscuridad...
Oscuné...
El marido que se comporta como un amante pervierte la intención
cortés (el agua clara). Tal es el sentido inmediato de esta alegoría. Po
demos también preguntarnos si el agua clara no será el humor prostá
tico convertido en derrame espermático a causa del semen, la grave/e,
palabra que se ha de relacionar con la familia semántica de grever que
acabamos de mencionar; en cuanto al texto latino, utiliza la palabra
arena, es decir, a-rena, «que viene de los riñones» (?). Permítansenos
estas interpretaciones aproximativas; no creemos estar traicionando
el espíritu de los clérigos al entregarnos a ellas, sobre todo teniendo
en cuenta que nos suministran muchos ejemplos más.
El atrevimiento de las interpretaciones propuestas puede sorpren
der, ya que se trata de fragmentos de textos directamente expuestos a
una luz cruda. En realidad, están enmarcados por un contexto de
equívocos del que sería largo y fastidioso intentar aquí sacar partido.
La obra entera está consagrada a los problemas de la sexualidad.
Hay, por ejemplo, un tema de discusión tratado varias veces: una
mujer, ¿debe preferir a un adolescente o a un hombre maduro? 32 Vea
mos la respuesta: la dama deberá preferi r al hombre maduro, pues
puede suceder que el joven no retenga jamás lo que la dama le en
señe, no llegando nunca a ser sage (¿apto para el juego cortés del
amor?). Efectivamente, dice el texto, a pocas luces que tengas, sabrás
que no siempre puede la semilla dar sus frutos por el mero hecho de
haber sido arrojada a tierra (latín: quia non semper jactata producunt
semina fructum). 33 Se trata, con toda evidencia, de la imagen evangé
lica mil veces repetida de la semilla arrojada a una buena tierra o
sobre las piedras pero, en este contexto, evoca indefectiblemente el
acto de Onán, padre del coitus interruptus, que arrojaba a tierra su se
milla, como dice el texto de la Vulgata. 34
Hay cuestiones crudamente sugeridas por el texto, como, por
ejemplo, la insaciabilidad de algunas mujeres:
Se tu n e pues tant tribouler (Por mucho que la hagas estremecerse
Que tu la puisses saouler. 35 no la podrás satisfacer.)
Hay también otras cuestiones de un total realismo, por ejemplo, la
del hombre privado de los «instrumentos de la natural�za». 36 Se men
cionan, igualmente. los derechos de la iniciadora: el hombre perte-
1 02 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
nece, en principio, a la mujer que lo ha despertado a la vida amorosa
o, mejor, a la vida sexual según la norma cortés, ya que el éxito llega
por baisers et par acolees (besos y abrazos). 3 7 El comportamiento del
clérigo con la mujer de baja extracción es una de las actitudes más
brutales jamás expresadas:
Y si te ocurre verte presa del deseo de amar a una mujer de baja condición y puedes
conseguir una ocasión propicia, no has de contenerte sino darte el placer sin buscar
otra ocasión. 38
Prácticamente, se aconseja la violación. El desprecio con que se
humilla a los villanos es tremendo: realizan «la obra de la lujuria
como los animales», es decir, se limitan a satisfacer su instinto. Hay
que precaverse de enseñ.arles la manera de amar -la doctrina- por
que las consecuencias económicas serían desastrosas: los campos y
las viñas quedarían en barbecho. Evidentemente, es difícil pensar que
el secreto en cuestión sea el arte de hacer la corte con delicadeza; se
tratará, más bien, del arte de dominar la pulsión sexual, que el autor
denomina siempre «la obra de lujuria», por oposición a «hacer su vo
luntad», lo cual presupone un sujeto siempre dueño de los aconteci
mientos. Como puede constatarse, el amor cortés es aristocrático. En
su desmesura desplaza la frontera entre el hombre y el animal para
situarla entre los amantes corteses y los demás, confundidos con los
animales. Una razón más para condenarlo desde un punto de vista de
la teología. Esta superioridad, determinada por la forma de realizar el
acto sexual, supone, por parte de los clérigos, un desprecio auténtica
mente injustificable «hacia los villanos y los carreteros». El clérigo, el
intelectual, hereda la ideología de la civilización occitana y se sirve de
ella para colocarse en el rango más elevado de la jerarquía social. Si
se acepta nuestra lectura del texto, este sentimiento de superioridad,
arrogantemente proclamado, se justifica por el control del instinto
sexual.
La práctica del coitus interruptus, tal como lo hemos descubierto en
determinadas páginas del texto, permite resolver dos embarazosas di
ficultades relativas a la naturaleza exacta del amor cortés. Ya no se
cree en la castidad de las relaciones corteses y la mayoría de los histo
riadores de las costumbres y de la literatura admiten que la mujer,
tras un tiempo de prueba más o menos largo, concede el guerredon, el
último favor, es decir, el don de su persona. Así, Moshe Lazar, apo
yándose en el texto de Andreas Capellanus, declara: 39
Hay en la conquista amorosa cuatro etapas, que dependen de la dama: 1) dar espe
ranza; 2) prometer un beso; 3) los abrazos; 4) el abandono de toda su persona.
Igualmente, opone una a otra las dos formas del amor:
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 03
En realidad, purus amor y mixtus amor son dos formas del mismo amor, dos modos
de expresión de una misma pasión.
Recordemos la definición del amor puro, un amor que no con
cluye en la realización de la última obra de Venus. Hay que entender
que se trata de la eyaculación y situar aquí la demarcación que separa
las dos formas del amor. Semejante práctica permite conciliar la sa
tisfacción y los riesgos de embarazo. Los textos médicos medievales,
en conjunto, explican que en la mujer no se da interrupción alguna
de la fecundidad, con excepción del embarazo y la lactancia. No nos
imaginamos al amante cortés aprovechándose de estos días privile
giados. Cada una de las realizaciones del acto sexual implica la posi
bilidad de fecundación; se debería así prever una eventual ruptura de
la descendencia de linaje y la existencia de uno o más bastardos entre
los hijos. No parece que la sociedad medieval admita tal cosa. La
práctica que acabamos de mencionar permite eliminar esta contra
dicción.
Si admitimos que Drouart la Vache sugiere en su traducción el
coitus interruptus, desaparecerá también una segunda contradicción
claramente destacada por Noonan. Los cátaros, al igual que la aristo
cracia occitana, habrían practicado este método anticonceptivo, se
gún lo confirman las aseveraciones de R. Nelli. Seguidamente, esa
práctica se habría hundido en el olvido, como lo constata Noonan: 40
Esta manera de evitar la procreación, ignorada por los autores del siglo xm, se da a
conocer en el siglo x,v con nuevos auspicios y como solución a un problema dife
rente.
El autor, para paliar esta solución de continuidad, imaginaba que
el conocimiento de la práctica había acompañado a los cátaros esta
blecidos en la Italia del norte y que desde esa región se habría difun
dido por segunda vez. La carencia de textos al respecto no significa
nada y es absolutamente imposible creer que una práctica que afec
taba a una parte importante de la sociedad hubiese podido caer en el
olvido. Y la aristocracia del norte la conocía mucho antes de la cruzada
contra los albigenses, ya que era un componente del amor cortés.
Nadie negará a Drouart ser una persona bien informada. Hace
alusión a los «naturianos»,4 1 es decir, al libérrimo círculo intelectual
de la facultad de Artes, nutrida de textos de Aristóteles y muy habi
tuada a tratar los problemas de la sexualidad. Es cierto que la concep
ción aristotélica de la función respectiva de los sémenes pudo tener
como consecuencia una nueva reflexión, al dar la máxima importan
cia al esperma masculino. Al llegar aquí, se impone una verificación:
admitiendo que Drouart haya hablado de coitus inte"uptus al traducir
el texto latino, ¿figura en el original la mención de esta práctica?
1 04 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO E N LA EDAD MEDIA
Concédasenos como hipótesis de trabajo que los personajes de
condiciones sociales diferentes puedan personificar los diversos gra
dos de información relativos a la técnica erótica.
Veamos en qué términos se desarrolla el diálogo entre un noble y
una mujer noble a la que él ofrece sus servicios: es decir, «entre inicia
dos». Citamos una traducción, aunque el texto latino es aún más
expresivo:
La mujer: «Se considera muy fácil entrar en la corte de Amor, pero, debido a los tor
mentos que amenazan a los amantes, es dificilísimo permanecer allí y. además. los de
seos a que nos somete el amor hacen que la salida sea imposible y muy penosa. En
efecto, cuando un amante ha penetrado de verdad en esta corte. su voluntad queda ani
quilada y no puede menos de aceptar los manjares que le ofrece y cuanto pueda agra
dar al otro amante. No hay. por tanto. que ir a la búsqueda de la corte de Amor; al
contrario, se ha de evitar por todos los medios entrar en este lugar del que no se puede
salir libremente. Podemos compararlo a una estancia en los Infiernos, ya que. si su
puerta está abierta a todo el que quiera entrar. no existe posibilidad alguna de salir una
vez franqueada».42
En un texto como éste, se impone la lectura erótica. Por otra parte,
la alegoría que le sigue aporta nuevas precisiones:
Se dice efectivamente -y es cierto- que en el centro del mundo se eleva un palacio
con cuatro magníficas fachadas y en cada una de ellas una bella puerta ... La puerta
oriental está reservada sólo al dios del Amor. pero las tres restantes corresponden a di
ferentes categorías de damas. Las damas de la puerta sur dejan siempre las hojas abier
tas y siempre se las encuentra en la entrada; las damas de la puerta oeste hacen lo
mismo. con la diferencia de que si.empre se las ve paseando indolentes delante del um
bral. En cuanto a las que tienen asignada la guardia de la puerta norte. mantienen
siempre sus hojas cerradas y no ven nada fuera de los muros del palacio.
Para que no nos perdamos en ensoñaciones arquitectónicas, el
autor desvela cuidadosamente el significado de cada una de las
puertas:
Quienes dejan siempre la puerta abierta y a las que constantemente se ve en el um
bral son las mujeres, que. cuando se les pide entrada. procuran conocer escrupulosa
mente los méritos del que desea franquear su puerta y las virtudes que puede acreditar.
Una vez convencidas de los méritos del solicitante. lo admiten con todos los honores
debidos. En cuanto al que es indigno de entrar. lo arrojan de la corte de Amor.
Las que reclaman un lugar en la puerta oeste son esas mujeres vulgares. que a nadie
rechazan sino que aceptan a todos los hombres sin distinción. entregándose a sus pla
ceres. Las encerradas tras la puerta norte. y que constantemente la mantienen clausu
rada. son aquellas mujeres que no abren a todo el que llama sino que a todos prohíben
entrar en el palacio de Amor.
Se establece una oposición entre tres tipos de mujeres: las cortesa
nas, las mujeres castas y las amantes corteses, que no niegan la en
trada en. el palacio de Amor, a condición de que el amante haya dado
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 05
pruebas de su competencia. El diálogo que corona el libro I del De
amore reúne a un personaje muy iniciado y a una dama que en nada
le va a la zaga. No nos extraña que se le sitúe en la cúspide de la jerar
quía de los amantes; se trata del clérigo. El argumento utilizado no
contradice nuestra interpretación del texto: 43
El clérigo. en efecto, es en todo más circunspecto y más hábil que un laico, es más
contenido en su propia conducta y en el manejo de sus asuntos y está habituado a res
petar mejor en todos los terrenos la medida de lo conveniente, pues, tal como nos en
seña la Escritura, ha adquirido el conocimiento de todas las cosas. Es, por tanto, a él a
quien hay que amar antes que a un laico, pues ya se sabe que nada es más necesario en
esta tierra que ser versado en la técnica de todo lo que se refiere al amor.
Todos han estado de acuerdo en reconocer en el De amore de An
dreas Capellanus la expresión de una técnica del amor.44 La práctica
del coitus interruptus, con el control físico y psíquico que supone, pa
rece ser claramente la gran enseñanza propuesta por la obra, ya a fi
nales del siglo xn. La doctrina fue recogida por su traductor Drouart,
si bien ese secreto a medias no se expresó de la misma manera. Esta
afirmación no excluye ninguna de las interpretaciones que ven en el
amor cortés una búsqueda espiritual, pero les imprime una marca.
Podremos así percibir el parentesco de la ideología cortesana con los
grandes tratados eróticos de otras civilizaciones y mostrar que existe
una profunda analogía, con técnicas diferentes, en la indagación filo
sófica y religiosa. Éste es el significado profundo que tiene una parte
de la poesía occitana y de la literatura cortés. Como contrapartida,
podremos también recalcar la apropiación de las técnicas por parte
de los clérigos. La inspiración deja paso a la retórica y la indagación
filosófica a la afirmación del poder en el seno de la sociedad. Por otra
parte, el discurso de estos intelectuales sobre el amor quedó completa
mente invadido por cierta forma de manejo del lenguaje y del juego
verbal.
Todo parecen trampas y, más allá del significado explícito que
acabamos de despejar, estas palabras de doble sentido expresan la
fantasía erótica de los clérigos iniciados -grandes maestros en equí
vocos y figuras- que transgreden alegremente los límites de lo lícito.
Para un sabio medieval, cualquier comentario o exégesis co
mienza con una comprensión literal, con una lectura al pie de la
letra; según la tradición isidoriana, la palabra es en sí misma porta
dora de una verdad oculta que, con frecuencia, sólo descubre a cam
bio de una modificación, o de una fragmentación de los signos que la
componen. Este nivel de lectura no puede pasarse por alto en el caso
de Andreas Capellanus. Betsy Bowden4 5 ha demostrado muy recien
temente la importancia que sé debe dar a la consonancia y a las rela
ciones entre sílabas próximas en las palabras. Según una tradición
1 06 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
sólidamente enraizada en la poesía lírica, en los géneros emparenta
dos con los Carmina Burana o en la comedia latina del siglo XII, los
juegos de palabras se utilizan para dar en filigrana un sentido total
mente distinto al explícito. Esto se revela especialmente en la poesía
de inspiración homosexual, que recurre, además, a un vocabulario
sólo comprensible para los iniciados. 46 En el De planctu naturae,41
Alain de Lille deplora la ruptura de la copula verborum, la confusión
de los géneros que unen la perversión moral a la corrupción de las
artes de la expresión. La influencia de Cupido pervierte la significa
ción poética; el dios del amor utiliza la antífrasis para hacer perder a
las palabras su normal asociación.
Betsy Bowden señala simplemente lo que en el De amore es más vi
sible: la asociación de ciertas sílabas, la frecuencia sorprendente y el
agrupamiento repetido de palabras que podrían aludir fonéticamente
a una significación sexual, jugando asimismo con el vocabulario de
la lengua vulgar. De este modo, la erudita americana destaca una
serie de términos como poenis, cunctus, penitus, etc. Hubert Silvestre48
añade a esta lista probitas que aparece 130 veces en el tratado y que
Drouart la Vache traduce por «proeza». Esta calidad que la mujer
debe buscar en un amante se opone a la «belleza»,Jorma, atributo es
pecíficamente femenino, según lo recuerda el poeta Serlo de Wil
ton: 49
Cur probitas maribus. cur virginibus data forma?
Aparte de estos juegos de palabras, a los que se ha de reconocer su
pertenencia a la tradición de las bromas medievales, 5 0 Betsy Bowden
señala el recurso a metáforas presentes ya en el vocabulario erótico
del latín clásico: via, porta, mors, semita, tractore, arma, locus, etc.
Por lo demás, la duplicidad de la obra se manifiesta al final,
cuando el auto.r se dirige a su destinatario: «El examen sutil y fiel de
la doctrina incluida en este librito deparará un doble sentido (duplicis
sententia)». La razón patente de dicho doble sentido sería que mien
tras la primera parte ensefiaba la manera «de obtener plenos resulta
dos de todos los placeres del cuerpo», la segunda consistiría en una
advertencia severa. Quienes propugnan en este texto un tinte «preave
rroísta» 5 1 invocan, en concreto, el enunciado de este tema. Según ha
mostrado Betsy Bowden, dicha interpretación no puede mantenerse
seriamente, pues la segunda parte contiene tantos juegos de palabras
y alusiones sexuales como la primera. El conjunto de la obra ofrece
-sin duda, de forma poco discernible- fórmulas destinadas a des
pertar la atención del lector; por ejemplo, la frase: «Si te esfuerzas por
escuchar mis palabras con oídos atentos, sabrás sin ninguna duda... » 52
invita a fijar la atención en la fonética.
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 07
Si hay que buscar un sentido oculto, los juegos de palabras no
bastan; muy a menudo, están destinados únicamente a llamar la
atención y a provocar la risa de lectores como Drouart la Vache. Hay
otras alusiones más «sutiles», por emplear el adjetivo de Andreas Ca
pellanus, que apelan a la cultura del clérigo medieval. El De amore
nos presenta, en efecto, un extrafio bestiario, formado en su mayor
parte por aves. Recordemos el caso de la perdiz, mencionada en va
rios pasajes. Antes de comenzar esta lectura, es necesario referirse al
«diccionario» de la Edad Media, es decir, a las Etimologías de Isidoro
de Sevilla; veamos qué dice de la perdiz: s3
La perdrix se llama así de voce. Es un ave pérfida e inmunda. En efecto, el macho
monta al macho y su deseo ciego olvida el sexo. [ Esta ave) es tan pérfida que arrebata a
otras sus huevos para incubarlos, pero la perfidia no da frutos. Cuando las crías oyen la
voz de su propia madre, abandonan por cierto impulso natural a quien las incuba y
vuelven con quien las engendró.
El Bestiaire d'Amours, de Ricardo de Foumival, describirá amplia
mente estas modalidades de incubación entre las perdices, animales
infecundos. Bartolomé Anglico tomará de Isidoro la atribución de re
laciones homosexuales. Los dos autores aquí citados s4 bastan para
demostrar que la exposición de las costumbres de esta ave no quedó
en la Edad Media como letra muerta. Además, si nos referimos a las
correspondencias en el vocabulario erótico clásico, constatamos que
la perdiz está asociada con la paedicatio, es decir, con las prácticas
anales. s s Releamos ahora uno de los pasajes donde aparece la perdiz
en el De amore. La alusión se encuentra en un diálogo entre el plebeyo
y la mujer de la alta nobleza; para ser admitido en la corte de amor, el
amante de baja extracción deberá dar prueba de sus méritos más
que nadie: s6
Porque los excesos contra natura no resisten por lo común ni un ligero soplo y
duran poco. Entre los cernícalos nacen a veces crías tan feroces y decididas que captu
ran perdices; pero bien se ve que tal cosa sobrepasa su naturaleza y, según se dice. esta
ferocidad suya no puede durar más de un año después de su nacimiento. Así, pues, tras
un largo período de prueba, si se reconocen sus méritos, un plebeyo puede ser escogido
como amante por una dama de alta cuna...
En este pasaje que trata de «excesos contra natura», el texto latino
multiplica las posibilidades de doble lectura. Así, ultra naturam puede
significar «contra natura», con las implicaciones de la expresión
cuando se trata de sexualidad, pero también, dando a natura un sen
tido atestiguado en Cicerón, y que hemos encontrado en el Pantegni,
de Constantino el Africano, «más allá, al otro lado de la naturaleza
[de la mujer)». La sola expresión ultra naturam encierra dos tipos de
alusión que llevan al mismo significado. Afiadamos que la ferocidad
1 08 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
de los cernícalos no puede durar más de un año: usque ad annum ...
Para designar lo que Claude Buridant traduce por «cernícalos», An
dreas Capellanus utiliza la expresión lacertiva avis, en la que el primer
término remite a lacertus (músculo) y el segundo no requiere explica
ción, si se piensa en lo que su última sílaba puede significar en la len
gua vulgar. Volvamos ahora a la perdiz: aparte de las costumbres
descritas por Isidoro de Sevilla, constatamos que Andreas Capellanus
asocia esta ave en otras alusiones al faisán. fasianus.
La captura de perdices por los «cernícalos» no puede durar; co
rresponde a un «período de prueba». Por si quedan dudas acerca de
la alusión de Andreas Capellanus a un procedimiento sin riesgos, la
continuación del mismo diálogo nos proporciona otros indicios:
la dama reprocha a su amante el trastocamiento «del orden y del curso
natural de las cosas». Unas líneas más abajo, se declara «que la corte
sía no admite murmuradores en su seno»; el texto latino es más pre
ciso: maledici intra curialitatis non possunt limina permanere, es decir,
que «los maledicentes no pueden permanecer dentro de las puertas
de la cortesía». Veamos lo que Drouart la Vache nos enseñ.a sobre
los maledicentes: 57
Ne por chose que medisant (Tan sólo por maldecir
Voisent par derriere disant; se divierten hablando por la espalda.
Car li mesdisant ont maniere pues los maldecidores intentan
De parler touz jours par derriere hablar siempre por detrás
Por /aire a bons empeschement... para molestar a los buenos...)
El ejemplo de la perdiz permite establecer un haz de probabilida
des apoyadas por otros indicios que van más allá de los simples jue
gos de palabras; otras páginas, bastante numerosas, multiplican las
posibilidades de sentido doble, con el fin de dar a conocer lo que,
según Andreas Capellanus, es la «libertad de amar»: saber escoger
«en la encrucijada de dos caminos» aquel en que se debe «servir a
Amor», 58 según el propio saber.
Esta lectura del De amore -que evidentemente no excluye las
demás interpretaciones- tendría poca importancia si la obra no hu
biese conseguido el éxito ya conocido y si no figurase entre los libros
condenados en 1277. El tratado de Andreas Capellanus no puede
considerarse un accidente o el resultado de las fantasías de un solo in
dividuo. Sobrepasa también el mero plano de la broma. En determi
nados pasajes, aflora la información científica: se cita el nombre del
médico lohannitius y la definición de amor no difiere prácticamente
en nada de la que Constantino el Africano da del coito. Leemos que
frecuentar a las cortesanas no exige «educación» (doctrina) ni «saber»
(sapientia); en efecto, según enseña Guillermo de Conches, estas muje
res son estériles. Como buen clérigo, Andreas Capellanus domina
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 109
perfectamente el arte de la retórica; sabe adornar sus figuras con los
colores de Venus, es decir, hacerles experimentar «inversiones» y
«cambios de color» que las «llevan al vicio», por tomar las palabras
de Alain de Lille. 5 9 El autor utiliza exageradamente la annominatio,
consistente en reproducir la misma palabra cambiándole una o dos
letras, o en relacionar términos con forma idéntica pero sentido dife
rente. El recurso a la translatio, mencionado ya al hablar de Isidoro de
Sevilla, es igualmente evidente; Godofredo de Vinsauf, un poco poste
rior a Andreas Capellanus, da la siguiente definición de este «color»:
«Hay translatio cuando un enunciado es transferido por semejanza de
su significación propia a otra impropia». 60
Las artes poéticas y los tratados de retórica florecen en la época de
Andreas Capellanus. Hay que prestar especial atención al Ars versifi
catoria de Matías de Vendóme, autor, además, de un largo poema titu
lado Milo, de contenido bastante escabroso. 61 El examen del Ars
versificatoria permite descubrir ejemplos sorprendentes. Edmond
Fara) había destacado ya que la enunciación de las reglas que han de
regir las descripciones físicas de las personas constituía un terreno
privilegiado para que la retórica prestase «el velo de sus figuras a in
geniosidades licenciosas». Veamos el párrafo que ilustra la descrip
ción de los tres atributos que se supone explican las circunstancias
que preceden, acompañan y siguen al acontecimiento descrito por
el poeta:
Para estos tres (atributos] se puede dar un ejemplo familiar
Risus amor. coitus. ventris conceptio. triplex
Indicium laesae virginitatis habent.
(Las ganas de reír, el coito y el embarazo
comprenden la prueba triple de una virginidad dañada.)
Viene a continuación el análisis de estos versos: risus amor se dice
ante rem, pues un consensus del espíritu (mentis) es preludio del placer;
coitus constituye, evidentemente, el atributo cum re, mientras que ven
tris conceptio es su consecuencia, el atributo post rem. La inclusión de
las palabras risus y mens en este contexto puede también orientar al
lector hacia un empleo metafórico. Los consejos que da Mateo de
Vendóme para la descripción de los atributos del sexo femenino son
todavía más explícitos; aparte de que la palabra/orma (y noformositas
o pulchritudo) ocupa un lugar importante, el retrato de la matrona va
seguido de una definición inesperada de libido: «est autem libido res
vi/is et turpis ex vili et turpi membrorum agitatione proveniens, cuius appe
titus plenus est anxietatis, satietas pfljena paenitatis». Esto nos sitúa en
un contexto netamente carnal y, por la misma razón, nos suministra
correspondencias útiles para las palabras anxietas y paenitas.
1 10 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Las definiciones de puntos de gramática o de retórica son a me
nudo, para Andreas Capellanus, una ocasión de ofrecer a los clérigos,
los únicos capaces de comprender sus alusiones, las claves de la lec
tura doble. Los juegos de palabras más groseros son tan sólo señales
destinadas a alertar acerca del contenido erótico de la obra. Para ha
cernos una idea de la complejidad del sistema utilizado por los cléri
gos en la Edad Media, nos contentaremos con remitir al pasaje
dedicado a la equivocatio en la traducción de Drouart la Vache. La
conclusión será una de sus bromas fáciles que rinde un nuevo home
naje al clérigo: 62
Car James. por nules raisons. (Pues las mujeres no pueden
Ne puent le comperatif de ninguna manera superar el comparativo
Passer. mais ou suppel/atif mientras que los hombres son muy capaces
Pueent mout bien monter li homme de alcanzar el superlativo
Et estre tres noble, si comme y ser muy nobles. tal como
Font e/ere. lo logran los clérigos.)
EL Roman de la Rose
No se puede tratar del erotismo en la Edad Media sin hablar del
Roman de la Rose, o mejor, de la continuación de la obra de Gui
llermo de Lorris por Juan de Meung, cuya composición se sitúa entre
1 275 y 1 280. La obra nace justo en medio de la confusión suscitada
por las conquistas del aristotelismo y del averroísmo. Sigerio de Bra
bante y Boecio de Dacia, representantes de esta corriente de pensa
miento, habían provocado en la Facultad de Artes de París una
efervescencia intelectual en la que Juan de Meung, como buen artista,
sin duda, habría participado.
La revuelta fue, en efecto, algo más que intelectual y, según de
muestra el P. Mandonnet, el dogma volvió a ser objeto de debate.
«Era entre los partidarios de este ambiente turbulento e incontrolado,
a quienes el legado no perdía de vista, donde, sin duda, debían de es
cucharse manifestaciones parecidas a éstas: la teología se basa en fá
bulas; los sabios de este mundo son los únicos filósofos; el cristianis
mo es un obstáculo para la ciencia; no hay más felicidad que la de
este mundo; la muerte es el fin de todo; la confesión ha de ser una
pura apariencia; no hay que rezar; la fornicación no es pecado». 63
Este clima favorece, por supuesto, la libertad de costumbres y el dere
cho al placer reivindicado con insistencia por el De amore de Andreas
Capellanus, con la diferencia de que ahora existe una autoridad que
permite no temer ya al castigo divino y que reduce, o más bien anula,
el sentimiento de culpa. No sólo los intelectuales sino también el pue
blo recurren al averroísmo; este recurso propicia una singular líber-
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 111
tad: se apela a la unidad del entendimiento, de la inteligencia huma
na. Citemos una vez más al P. Mandonnet: «Ninguna de las doctrinas
del peripatetismo susceptibles de atacar con sus críticas a la fe cris
tiana tenía consecuencias más desastrosas. Al negar la supervivencia
personal del alma tras la muerte, eliminaba una parte fundamental del
cristianismo y, por consiguiente, destruía el resto. Por eso, ni los filó
sofos cristianos, como Alberto Magno y Tomas de Aquino, ni la auto
ridad eclesiástica se engañaron al respecto». Juan de Meung no
ignoró esta nueva dimensión de la vida moral y encaminó su refle
xión personal hacia el amor. Ante todo, reivindica la libertad del len
guaje, a no ser que se trate de una cabriola... 64
No vamos a intentar estudiar el juego erótico del Roman de la Rose
en su total amplitud. 65 Es un canto a la seducción a lo largo del cual
los procedimientos metafóricos se despliegan en toda su riqueza. Por
otra parte, resulta sorprendente constatar que desde la India a la
Francia del siglo xm el juego poético recoge temas tanto florales como
del bestiario y obedece a una serie de constantes. La utilización del
mito de Pigmalión es revelador por lo que se refiere a lo que piensa
el autor sobre la mujer. El escultor va a dar vida a la estatua, el
amante va a «calentar», a «ablandar» el ser de piedra. Según dice Da
niel Poiron: «La lección de educación sexual tiene aquí la ilustración
elocuente, al quedar claramente indicada la función de la iniciativa
masculina en el despertar de la sensualidad femenina». 66 Sin em
bargo, la conclusión está lejos de esta delicadeza y la vena goliardesca
irrumpe con gran acompañamiento de comparaciones más o menos
crudas. Juan Gerson juzgará sacrílegos determinados pasajes. Hay,
asimismo, bromas de un gusto más que dudoso. Lo esencial reside en
esa ostentación de la virilidad que separa radicalmente este texto de
la corriente cortés, definida como un ideal. Se podría incluso descu
brir una regresión con relación al De amore, de Andreas Capellanus,
que en numerosos lugares preveía la posibilidad de la iniciativa feme
nina, en particular cuando aconsejaba dejar «hablar» primero a la
mujer. Indudablemente, la influencia de la corriente aristotélica no es
ajena a esta diferencia de lenguaje. El Roman de la Rose provocó va
riadas reacciones; 67 Martín le Franc llegará a decir que Juan de
Meung no ve en el juego de amor otra cosa que el placer de «escanda
lizar» y que se comporta con el capullo y el rosal «como un borracho
repleto de cerveza».
Presentado de ese modo, el mito de Pigmalión parece responder a
un deseo expreso de los clérigos de afirmar su vocación pedagógica
en cualquier asunto y ejercer su poder mediante un conocimiento que
se autoatribuyen con bastante insistencia. La otra cara de la historia
podría llamarse el complejo de Pigmalión. Tal complejo recorre toda
la literatura: el hombre debe encontrar a la mujer a la que revelar los
1 12 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
placeres del amor, que nacerá así a la sensualidad. Es una obsesión
de las mentes masculinas que sueñan con la virgen en la que aplicar
su poder y, a veces, su ciencia. Todo parece transcurrir bien hasta el
momento crucial: después, el relato se hace elíptico y el Roman de la
Rose no es una excepción a la regla.
Muchos sistemas tienen como propósito el conocimiento a través
del acto sexual, integrándolo en su sistema racional. La mujer -se
dice- es un medio para participar en la armonía del macrocosmos.
En el Roman de la Rose, el acto sexual es violencia, sueño y muerte, y
despertar. El último verso habla de la conciencia encontrada. El lec
tor se sentirá defraudado si sólo ve en él la descripción poética de un
desfloramiento, a no ser que piense que ha podido estar atravesando
un bosque de símbolos y, tras tomar conciencia a partir del último
verso, emprenda una relectura alquímica del texto para acceder a la
dimensión del conocimiento del cosmos de la que se había visto pri
vado. La univocidad sería demasiado decepcionante y se convertiría
en una muerte inapelable. La significación está oculta y hay que en
contrar los medios de acceder a ella. A falta de una vía filosófica y re
ligiosa explícitamente revelada, se habrá de levantar el velo para leer
el encuentro entre el principio femenino y el masculino en otra cien
cia distinta, en otro sistema de comprensión del mundo.
El Roman de la Rose incluye también un «De omatu mulierum»,
aunque el tema está tratado muy rápidamente. 68 Los consejos se
ponen en boca del personaje de la vieja y van destinados a la joven
enamorada. Se enseña el uso de afeites y ungüentos y del pelo artifi
cial; hay un arte del escotado por delante y en la nuca con el fin de
dejar ver la blancura de la piel: un pecho más poderoso de lo normal
se sostendrá con ayuda de una pieza de tela firmemente apretada. Se
aprecia notablemente la influencia de Ovidio en todo el pasaje. Los
consejos de la vieja tienen algo de ridículo y triste: ha empleado de
masiado tiempo en adquirir la preciosa experiencia y no lo ha tenido
para sacar partido a su saber. Quiere que al menos la joven lo aprove
che. Pero sus enseñanzas son de un terrible realismo; la mujer debe,
ante todo, aprender por cualquier medio a «desplumar al pájaro». En
fin, lo que calla el texto, desde nuestro punto de vista, es que la fun
ción de la vieja consiste en salvaguardar el arte erótica, cuyos últimos
secretos nunca se desvelan. El autor emplea una estrategia del dis
curso erótico que en la ficción literaria funciona de manera ideal, a
pesar de su carácter un tanto caricaturesco. En el mundo femenino se
da, evidentemente, un intercambio entre la juventud y la experien
cia,69 pero hay también transmisión del saber a todos por el camino
indirecto de la creación literaria. En estos años finales del siglo xm, y
de forma excepcional, quizá como una de las consecuencias de la li
heración de las costumbres, quedan reveladas las condiciones del dis-
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 13
curso y el lector masculino observa un juego en el que no tiene la
iniciativa.
En el Árbol de la ciencia, Ramón Llull presenta una vieja comadre
de un cinismo inquietante. Se le pregunta por qué reprocha a su hijo
su conducta licenciosa, mientras la tolera en su hija: 70
Vieja lujuriosa. dice el ermitaño. ¿por qué reprochas su lujuria a tu hijo y no a tu
hija'?
Ramón Llull le atribuye esta respuesta:
La vieja respondió que su hijo consumía su cuerpo y gastaba su dinero para [entre
garse a] la lujuria. mientras que su hija lo ganaba. Además. su hija se entregaba a la lu
juria delante de ella. cosa que no hacía su hijo. En fin, ella hablaba de cuestiones
lujuriosas con su hija sin sentir vergüenza. contándole los placeres que había experi
mentado con los hombres. placeres de los que se avergonzaba de hablar a su hijo.
La vieja siente cierto orgullo por su propia vida de vicio: le ha per
mitido afianzar su libertad. Pero este breve diálogo prueba igual
mente que el arte erótica se transmite por las mujeres y que los
hombres no tienen en ello parte alguna, ni siquiera en el seno de la fa
milia. El hijo varón recibe de sus mayores tan sólo una información
creadora de complejos; si quienes se la transmiten son sus compañe
ros de edad, tendrá las mismas faltas y estará teñida de errores. En el
ámbito de la comunicación, de la iniciación sexual, el texto revela la
desproporción existente entre la joven y el joven. En este caso ex
tremo presentado por Ramón Llull se nos revela, quizás, el funciona
miento de la información en el seno de la estructura familiar. La
mujer que habla de su placer es, de hecho, la poseedora del arte eró
tica, mientras que el macho sólo ha sido iniciado en la función de la
reproducción. Podemos, por tanto, preguntarnos si la frustración
masculina, su imposibilidad de comprender -situación reflejada,
por otra parte, en un título como el de Secrets des femmes- no será
uno de los componentes de la creación del personaje de la bruja. Esta
creencia en auge afecta precisamente a la mujer entrada en años, acu
sada de transmitir a las jóvenes los secretos de los filtros de amor y de
practicar el aborto. Una creciente ausencia de comunicación, agra
vada por los fantasmas masculinos y por los sentimientos de vulnera
bilidad es a menudo la causa de que el personaje acusado de brujería
sea una mujer. Al ser la sustituta de la comunicación directa entre los
dos sexos, la vieja se encuentra en una posición fatal de intermediaria
y el único medio que posee una sociedad masculina para expresar su
espanto es el de recurrir a la hoguera.
Los rasgos de la vetula, intermediaria y a veces bruja, aquí evoca
dos. se hallan en el personaje típico de la literatura hispano-árabe de
1 14 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
la alcahueta. La primera aparición en lengua españ.ola de esta palabra
de origen árabe data de 1 1 96. 7 1 Designa a la tercera, a la mujer dedi
cada al proxenetismo. Una de las ilustraciones más célebres del per
sonaje fue la Celestina 1 2 del judío converso Fernando de Rojas; Cer
vantes dijo de esta obra, editada por vez primera en 1499: «Libro en
mi entender divi- / Si encubriera más lo huma-». Celestina fue pri
mero una prostituta; una mujer de edad madura le enseñ.ó su arte,
que ella califica de oficio, es decir, algo fundado en una técnica. Se
pavonea de haberlo sabido mejor que su iniciadora al cabo de un
afio. Seguidamente, se convirtió en alcahueta: su casa acogía a nueve
jóvenes de catorce a dieciocho afias. La lista de sus otros oficios es es
pecialmente reveladora: costura, venta de pafios, perfumería y un
poco de farmacia. La vemos vender cremas y ungüentos, y aconsejar
fumigaciones, pero destaca, sobre todo, en el arte de rehacer doncelle
ces. Sus actividades de tercería comienzan a menudo con una con
sulta médica. La imagen de Trótula, que aparece de forma explícita en
Chaucer, está claramente subyacente. El tratado dedicado a las muje
res por la dama de Salema mezcla, en efecto, según veremos, los con
sejos estéticos con el saber ginecológico. Largos pasajes describen
también los medios para simular la virginidad. Si la Edad Media no
dudó de que el autor presentado con el nombre de Trótula fuese una
mujer es porque encontraba en la realidad personajes que reunían
este mismo tipo de conocimientos. Volviendo a la Celestina, hay que
admitir que probablemente no sabía leer; transmite lo que sus mayo
res le han enseñ.ado. Adivinamos así otra fuente de información: la
alcahueta se enorgullece de tener a sus pies a todos los hombres de
iglesia, del obispo al sacristán. Los clérigos tienen acceso a los libros;
detentan los «secretos» y pueden divulgarlos a las mujeres capaces de
ponerlos en práctica o de enseñ.arlos.
La comadre descrita por Ramón Llull dice que su «hija se entre
gaba a la lujuria delante de ella»; lo mismo ocurre con Celestina; pa
rece normal que la tercera asista a los retozos. Fuera del marco de la
prostitución, en la Edad Media hay otro personaje testigo del acto se
xual. Se trata de la matrona, la comadrona, solicitada sobre todo en
los procesos de anulación de matrimonio. El cirujano Guy de Chau
liac nos la describe administrando afrodisíacos, prodigando consejos
y asistiendo «durante algunos días» a las relaciones entre los esposos,
con el fin de estar capacitada para dar un informe al médico que de
berá presentar en persona su opinión ante la justicia. Volveremos a
este procedimiento al tratar de la impotencia. Por otra parte, la coma
drona supera al médico en conocimientos prácticos, pues la mirada
del hombre pasa por alto muchas cosas en el examen ginecológico.
Hay, pues, dos tipos femeninos que ostentan el saber en materia
sexual: la alcahueta y la comadrona, que la literatura confunde a
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 15
veces en un mismo retrato. Al tener experiencia son, por necesidad,
viejas. Su poder les permite anudar, pero también, romper el amor. Si
por un lado ayuda a dar la vida, la partera puede también pertenecer,
como la prostituta, al mundo de la esterilidad al prodigar pociones
anticonceptivas o abortivas. Al racionalizar y justificar por la fisiolo
gía la creencia en la naturaleza maléfica de las mujeres viejas, una
parte del discurso médico -poco presente en las obras de los más
eruditos, pero que consigue gran difusión a través, sobre todo, de los
Secretos de las mujeres- se hace eco de ese miedo que puede llegar a
degenerar en obsesión. En la obra de Fernando de Rojas, la heroína
no es una bruja propiamente dicha: no irá, pues, a la hoguera, pero
morirá asesinada.
Esta breve evocación del contenido sexual de la literatura profana
precisa las contradicciones y los peligros que hubo de afrontar el dis
curso médico. No era fácil su camino entre la represión religiosa y
una libertad de costumbres absolutamente desbocada. Por una parte,
la literatura profana, ya se trate de la comedia latina o de las trovas,
revela una salud robusta, de una chabacanería, de una picaresca que
no parece deber nada a los refinamientos del pensamiento filosófico
y científico. Muy a menudo, estos escritos expresan únicamente la sa
tisfacción elemental de la necesidad. Habría que preguntarse aún si
la ficción simplista y la vulgaridad no enmascaran el funcionamiento
de una imaginación erótica más sutil, que adopta las apariencias de
rusticidad e ingenuidad. Veremos también cómo, al amparo de la tra
dición antigua, y en particular de la obra de Ovidio, se introducen de
talles y añ.adidos singularmente reveladores. Es indudable que estas
creaciones no son más que aliviaderos de la imaginación. Mayor ha
bilidad ostentan los textos que, bajo capa poética o filosófica, propo
nen una auténtica iniciación sexual. No hay duda alguna de que
circuló un arte erótica, fundamentada, como corresponde, en el se
creto, y de que algunos de sus conocimientos los extrajo de la litera
tura médica. Andreas Capellanus, uno de estos «secretarios» del
amor, toma abiertamente de los «físicos» muchos de sus argumentos.
· Pero aún más, sus definiciones, sus consejos, no son solamente de
inspiración filosófica u ovidiana; en gran medida, remiten a la repre
sentación fisiológica de los mecanismos que rigen el acto sexual.
Queda así establecida la responsabilidad del médico, a cuya voz se
atiende cada vez más en esta Edad Media cristiana.
EL PROGRESO DE UN A CIENCIA ERÓTICA
Deberemos volver a los textos médicos. Por lo demás, sólo nos ha
bíamos alejado de ellos muy poco: la literatura nos remitía a los mis-
1 16 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
mos con especial insistencia. El hecho de que cualquier discurso
sobre la sexualidad haya sido previamente una scientia sexualis res
ponde a la vocación profunda de la medicina; el capítulo consagrado
a las enfermedades ilustra los intentos necesarios y meritorios, por
parte del arte médica, dirigidos a explicar y convencer, curar y procu
rar prevenir en la medida de sus débiles medios. A pesar de esta apa
riencia enteramente medicalizada, conviene indagar qué permitió al
hombre medieval mantener una clara separación entre su pensa
miento y el acto realizado, es decir, examinar lo que es anticipación o
prolongación de la duración del placer, lo que opone el puro «ins
tinto» animal al comportamiento humano. Por decirlo claramente, se
han de buscar entre los intersticios del discurso médico las huellas de
un arte erótica que otros tipos de obras pudieron, a nuestro placer,
haber revelado a un público de iniciados en un momento determi
nado de la Edad Media.
EN LAS FUENTES DE LA CI ENCIA SEXUAL DE ÜCCIDENTE
Nuestra investigación comienza en el siglo XI. Al igual que en los
demás ámbitos de la ciencia médica, ese período señala la codifica
ción del discurso sobre la sexualidad. Los siglos siguientes aportarán
su contribución de adiciones y de renovación, pero los descubrimien
tos se integrarán en la trama impuesta por ese primer renacimiento de
la medicina. El De coitu que lleva el nombre de Constantino el Afri
cano tiene una particularísima importancia,7 3 pues se sitúa en el ori
gen de la tradición occidental; muchos otros De coitu no pasarán de
ser paráfrasis más o menos enriquecidas de ese modelo. Éste es el
motivo que nos lleva a describir su plan; al mismo tiempo, nos permi
tirá volver a situar en un marco textual homogéneo una serie de no
ciones presentadas de forma fragmentada en el capítulo de la fisio
logía.
Plan del tratado de Constantino el Africano
Introducción. El De coitu, como todos los textos que tratan de la
generación, contiene una declaración preliminar, en la que se afirma
que el acto sexual ha sido querido por Dios, a fin de que no se extinga
la raza y para que el placer unido a él facilite su realización.
La actividad de los órganos. Las líneas siguientes se consagran a la
función, a la participación de los diferentes órganos vitales; hemos
mencionado lo bastante este asunto como para que no sea necesario
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 17
volver sobre él. Se describen los distintos casos de impotencia y
esterilidad.
Definición del esperma masculino. El semen es una sustancia hú
meda, pura, cálida; el esperma, según Galeno, es spiritus y humor spu
mosus. El humor es espumoso a causa del movimiento, como ocurre
en el mar durante una tempestad. Fuera del recipiente adecuado, el
espíritu del semen se desvanece.
La función de los testículos. Recogen el semen, llevan a cabo su
transformación y lo envían a la verga. Durante este proceso, la inter
vención de las cualidades simples modifica la calidad y consistencia
del semen: en síntesis, lo cálido lo sutiliza, lo frío lo espesa, lo seco lo
modera y lo húmedo lo hace abundante.
Distribución de lo cálido y lo frío. Lo cálido es propio de la mascu
linidad y lo frío, el atributo de la feminidad. La presencia dominante
de una u otra de estas cualidades en los testículos determina, a un
mismo tiempo, el aspecto del individuo, su sistema piloso y el sexo del
futuro embrión, así como la capacidad sexual del ser que nacerá. Es
considerable la importancia de los testículos en esta «programación»;
el autor vuelve a servirse de la división izquierda-derecha. El mayor
tamaño del testículo derecho indica una aptitud para engendrar varo
nes, y viceversa. Todo ello se determina en el estadio de la pubertad.
También hay que tener en cuenta la localización del esperma en la
matriz. Así, la combinación de una emisión procedente de un testículo
derecho fuerte con su recepción en la parte izquierda de la matriz ge
nera hombres afeminados. Podemos adivinar el origen de la mujer
masculina.
Las buenas condiciones para el coito. Refiriéndose a Epicuro, Ga
leno declara que ningún ser abstinente puede gozar de buena salud.
El momento favorable para la realización del acto sexual se sitúa en
el punto en que el cuerpo consigue su temperamento correcto. Se
aconseja ceder al sueño que puede sobrevenir a continuación, sobre
todo en la mujer, pues así retiene mejor el semen. Las consideraciones
sobre la digestión son muy importantes. La mitad de la noche es un
momento desfavorable, pues el alimento no ha experimentado una
cocción completa. Tampoco la mañana, antes de haber comido aún
nada, es un tiempo bien elegido. El autor intenta establecer un vínculo
entre la perfección del futuro embrión y el estado de la digestión.
La utilidad del coito para cienas personas. Valiéndose de la autori
dad de Galeno e Hipócrates, Constantino afirma que el coito es nece-
1 18 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
sario y benéfico para aquellos en quienes abunda la flema viscosa y el
vapor ardiente, que podrían provocar un gran daño al organismo al
atacar el temperamento del cuerpo. En este caso, es beneficioso por
que disuelve las superfluidades, calma el cuerpo, lo refresca y le sirve
de auxilio. Para los temperamentos escasos de flema o débiles en
fuerza vital, el acto sexual es peligroso. El coito enfría y debilita al
hombre: en quienes tengan tal predisposición, los efectos serán desas
trosos. Se pasa, a continuación, a tratar consecuencias más precisas:
el coito disipa el malestar del cuerpo y calma la ira. Esta última obser
vación se funda en la violencia del celo en algunos animales. Es bene
ficioso para los melancólicos y vuelve a los dementes la razón. Des
vanece el deseo del enamorado, incluso cuando el amante se satisface
con una mujer distinta de la deseada. Este interesante pasaje llegará a
ser parte integrante del ya mencionado tratado de Arnau de Vilanova
sobre el amor heroico. 74
Malestares provocados por el coito. En el momento del coito algu
nos hombres experimentan contracciones y tristeza. Otros se ven
afectados por temblores, un olor desagradable o una hinchazón del
vientre. A otros, en fin, les atacan sonidos agudos o sufren dolor de
cabeza después del coito. Como preámbulo a la explicación, Cons
tantino recuerda que el esperma está constituido por la esencia mis
ma de los miembros sanos y que la emisión no es solamente un
humor sino también el espíritu vital transmitido con el semen por las
arterias. No nos habría de extrañar, en estas condiciones, la debilidad
subsiguiente al acto sexual. El coito puede ser fatal y Galeno declaró
que lqs animales con una intensa actividad sexual mueren antes que
los demás. Se observa asimismo que los eunucos tienen vida más
larga. Constantino da la explicación de los diferentes malestares to
mándola de fuentes diversas. Las contracciones y la tristeza se expli
can por un cambio nefasto de los humores, provocado por el calor
que sobreviene en el momento del coito; en efecto, el cuerpo se vuelve
rígido cuando contiene malos humores y ha sido súbitamente reca
lentado. La tristeza aparece en ese mismo momento. Los temblores se
explican por la nocividad de las superfluidades. El olor desagradable
nace de la mezcla pútrida disuelta en el momento del coito por inter
vención del calor en el transcurso del acto. La hinchazón del vientre
se produce cuando la cualidad cálida es débil; su causa es el humor
melancólico. Este último inconveniente lo experimentan quienes tie
nen siempre deseos de coito, debido a la gran cantidad de «ventosi
dad» puesta en movimiento en el momento del acto. Y como la
ventosidad está contenida en el organismo, se producen ruidos y fla
tulencias; en algunos se trata de un sonido estridente que se oye en el
exterior. En otros individuos el dolor de cabeza está provocado por la
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 19
subida del vapor nacido de la hu medad de la sangre y de las super
fluidades del cuerpo; la cefalea proviene también de una mala cra
sis h umoral.
Antes de continuar con el análisis de este tratado, hemos de reco
nocer que Constantino se ve animado por u na voluntad metódica y
que sus explicaciones, aunque apenas nos satisfagan, se esfuerzan
por no dejar nada en la sombra. Entre ellas hay, sin duda, muchas ob
servaciones justas. La analogía del coito con un esfuerzo muscular in
tenso explica una parte de los fenómenos constatados : la agitación de
la masa intestinal, el sudor poscoital, la estimulación de las secrecio
nes, las alteraciones provocadas por el aumento de la tensión arteri al
y por la aceleración del ritmo cardíaco.
Afrodisíacos y anafrodisíacos. La parte última y más larga del tra
tado está consagrada a los afrodisíacos y a los anafrodisíacos. La fa r
macopea expuesta por el autor se ordena de la manera siguiente. Se
tratará de los productos que generan el semen y de los que lo destru
yen, de los que estimulan el deseo y de los que lo impiden; se hablará
también de los alimentos que, por el contrario, desecan y reducen la
cantidad de semen cuando el individuo se abstiene de productos de
naturaleza distinta.
Los ingredientes que aportan alimento y generan la ventosidad re
producen la esencia misma del semen, pues se sabe que su naturaleza
consiste en ser humor y soplo. Se puede atribuir una tercera facultad
a los alimentos: la de atraer, gracias a su calor. Esas tres facultades se
encuentran reunidas en el garbanzo: alimenta mucho, genera vento
sidad y es de cualidad cálida y húmeda. Es capaz por sí sólo de pro
ducir el semen. Sigue u na larga rúbrica de productos susceptibles de
generar el semen y extraerlo del organismo. Entre ellos, recordaremos
el satirión (llamado también «testículo de zorro»), que enardece el
deseo. Dioscórides añade que sosteniendo su raíz en la mano se esti
mula el apetito amoroso.
Por el contrario, los anafrodisíacos serán ali mentos que no gene
ran el semen sino que lo desecan y que disuelven la ventosidad, a
saber, todos los productos cálidos y secos. Igualmente, son enemigos
del semen los alimentos fríos, pues espesan y apagan el deseo. Añada
mos que los productos fríos y secos reducen el apetito sexual. El final
del texto está consagrado a nuevos anafrodisíacos, entre los que des
tacan tres ungüentos aplicados sobre los órganos genitales o sobre la
planta de los pies.
Como conclusión de este rápido examen del De coitu, de Constan
tino, se imponen varias observaciones. Con excepción, quizá, de las
i ndicaciones relativas al momento del coito, el tratado apenas ofre
ce conocimientos que no estén contenidos en algu na otra parte de
1 20 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
la obra del compilador. 7 5 En realidad, no alcanza a reflejar otra
cosa que la medicación de la sexualidad. La concepción del cuerpo
humano como algo regido por las leyes de la física y de la mecánica
deja poco espacio a afirmaciones que no caigan dentro del ámbito
de la patología. El acto sexual se asocia únicamente al equilibrio fi
siológico. Todo este tratado es una incitación a la medicación, a la
ingestión, si se exceptúa el escaso empleo de los ungüentos. De
momento, es la única fisura por la que se filtra un embrión de arte
erótica en un todo que no habla ni una sola vez de la parte fe
menina.
Como contrapunto inmediato, presentaremos el breve análisis de
otro tratado Sobre el coito, atribuido a Maimónides,7 6 que pudo haber
circulado desde finales del siglo XII en las comunidades judías occi
dentales, y que fue traducido al latín por Juan de Capua cien años
más tarde. El De coitu de Maimónides expone los mismos conoci
mientos científicos que hemos tenido ocasión de encontrar. Ofrece,
no obstante, una diferencia capital: establece un lazo entre el psi
quismo y la mecánica del cuerpo. Cuando el coito es deseado, el hom
bre consigue una erección perfecta, mientras que, en caso contrario, el
miembro viril es débil y seco. Así, los monjes deben la ausencia de
pensamientos culpables a la falta de práctica erótica, llegando más fá
cilmente a la castidad. Sin un gran deseo el acto sexual es frustrante;
se desaconseja practicarlo con una persona no deseada, como una
virgen, una vieja, una jovencita que no ha alcanzado la madurez o
una compañera que no haya tenido actividad sexual desde muchos
años antes o esté en período menstrual o enferma. Los consejos ali
mentarios y la farmacopea se establecen de acuerdo con los princi
pios galénicos y no nos aportan nada nuevo. Se atribuye la misma
importancia a las ventosidades. En un lugar relevante del tratado
aparece una preocupación que remite al arte erótica y de la cual no
hay apenas huella en los textos occidentales contemporáneos. Se trata
de los ungüentos, en especial, de un producto con el que se unta el
glande del pene tres horas antes del coito y que permite mantener la
erección tras una primera eyaculación. De este modo, se puede satis
facer a una compañ.era cuya estimulación sea larga o a varias muje
res. Recordemos, finalmente, una práctica consistente en untar la
región coccígea y mantenerla caliente, sobre todo el esfínter anal y
la parte superior de los muslos, con el fin de facilitar la llegada del calor
de la sangre a los órganos genitales, elementos cuya función ya cono
cemos. Estas pocas notas permiten captar la diferencia que separa a
los dos tratados estudiados. En el segundo interviene la psicología y el
acto sexual no es ya sólo un flujo de humores. Además, la sexualidad
no se considera únicamente bajo el ángulo de la patología: se toma en
cuenta una técnica del control del deseo masculino.
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 121
Antes de seguir explorando los tratados eróticos árabes, conviene
recordar un auténtico texto «feminista», aun cuando parece haber
sido escrito por hombres. 77 El grupo de los tres tratados atribuidos a
la prestigiosa dama de Salerno, Trótula, contiene un interesante pró
logo. Se ha de reconocer, como lo hacemos nosotros, que la medicina
del momento atribuía a la mujer una serie de cualidades y una fisiolo
gía que representaban una impresionante red de limitaciones. La vo
luntad de Trótula de acudir en ayuda de las víctimas de esta condi
ción no carece de originalidad, incluso, de magnanimidad. Júzguese
por el siguiente pasaje:
Siendo. pues. las mujeres más débiles que los hombres por naturaleza. las enferme
dades serán en ellas lógicamente más frecuentes. Y cuando se producen en el lugar se
creto no se atreven, por su pudor y por la fragilidad de su condición. a manifestar por sí
mismas al médico las angustias de su enfermedad.
En efecto, es difícil encontrar condiciones más favorables para
que entre los dos sexos, entre la mujer y el auxilio de la ciencia, se le
vante una barrera más infranqueable.
Según hemos seftalado, Trótula presta una atención particular a la
expurgación que se efectúa en la mujer por medio de las menstruacio
nes. Las enfermedades, y sobre todo las afecciones que acompaftan al
alumbramiento, tienen un lugar en este tratado. Trótula menciona
dos accidentes posibles a consecuencia del coito: una inflamación de
la vulva o un descenso de la matriz provocado por la dimensión exce
siva del órgano viril. Hallamos igualmente la receta de un remedio
capaz de devolver la apariencia de virginidad, pero en este caso el
motivo es honorable, pues la dilatación de la vagina podría impedir
la concepción. Trótula recoge a continuación los trastornos psicológi
cos que pueden darse en las viudas o personas que han hecho voto de
castidad. La delicadeza con que menciona los males específicamente
ginecológicos, así como la comprensión ante la condición femenina,
son actitudes suficientemente excepcionales en la Edad Media como
para que consideremos necesario mencionarlas.
Un tratado de los cuidados del cuerpo y del rostro sigue a las preo
cupaciones médicas. Por su diversidad, no tiene nada que envidiar a
nuestros modernos consejos de estética. Encontramos allí productos
para blanquear o colorear la cara, cuidados para atenuar las arrugas.
las manchas de la piel, las venas del rostro. Veamos las recetas referi
das al sol:
Señalemos un singular ungüento eficaz contra las quemaduras del sol Y contra
cualquier grieta causada. sobre todo. por el viento y contra las espinillas producidas
por el aire y también contra las marcas y arañazos. ungüento del que se sirven las
damas de Salerno.
1 22 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Nos enteramos de que otro ungüento permite luchar contra las
pústulas de la peste. El vello de la cara, los gusanos de la piel, diversas
dermatosis y muchos otros ataques contra la belleza de la mujer tie
nen aquí su remedio. Hay recetas para blanquear los dientes ennegre
cidos, sanear las encías y purificar el aliento, sobre todo mediante este
procedimiento:
Por mi parte. he visto cómo gracias a esta medicina una sarracena libraba a un gran
número de mujeres del mal aliento; tomaba unas hojas de laurel y un poco de musgo y
mandaba a las mujeres que lo mantuviesen bajo la lengua para que no se notase el mal
olor de su aliento. También yo lo aconsejo: que la mujer guarde debajo de la lengua
este remedio día y noche. sobre todo cuando tenga que realizar el acto sexual con
alguien.
El final del tratado se dedica al tocado; encontramos aquí medios
para teñir el pelo, conseguir un cabello muy largo y emiegrecerlo
según un «método sarraceno». Concluiremos la mención de este arte
del aderezo en el que se nota la influencia árabe. No hay duda de que
la atención prestada a la belleza se vio influida por el mundo musul
mán y por los refinamientos del harén. Estos conocimientos constitu
yen un preludio del acto del amor y han de vincularse con el de las
relaciones eróticas entre el hombre y la mujer. La influencia de Ovi
dio y de los textos orientales habría podido llevar a un aprecio, a una
poetización del arte de embellecer a la mujer. Pero no será así. Para
los predicadores, el cabello será maléfico y atraerá a los demonios
que merodean en torno a los humanos. Los afeites y los cuidados que
la mujer dedica a su apariencia constituirán, de hecho, un temible in
tento simulatorio. 78 Gracias a esos artificios, el hombre será incapaz
de descubrir el auténtico temperamento del ser femenino, aun dispo
niendo del arma de la fisiognómica, con lo que se verá expuesto a mu
chos juicios desafortunados y a desengaños. La poesía latina nos trae
los ecos de esta mistificación y nos ofrece, al mismo tiempo, el testi
monio de la práctica de preceptos transmitidos por los De ornatu
mulierum: 79
Altera jejunat mense, minuitque cruorem.
Ut prorsus quare pal/eat ipsa facit.
Nam quae non pal/et sibi rustica quaeque videtur;
Hic decet. hic color est verus amantis. ait.
Haec quoque diversis sua sordibus inficit ora:
Sed quare melior quaeritur ane color?
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 23
ORI ENTE Y OCCIDENTE : DOS LENGUAJES DI STINTOS
Con el fin de contar con algunos elementos de comparación, es
necesario interrogar los textos eróticos árabes; partiendo de conoci
mientos idénticos, el Oriente, en efecto, desarrolló hasta sus últimas
consecuencias un arte amatoria que el Occidente aceptará sólo de
manera accidental. Los tratados árabes consagrados a la higiene se
xual, fundándose originariamente en la obra de Rufo de Éfeso, pero
influenciados también por fuentes hindúes, se inscriben en una rica
tradición: entre los siglos IX y XII I podemos suponer la existencia de
un centenar de obras del mismo tipo. 80 Estos textos son objeto de un
aprecio especial por parte de los príncipes que muy a menudo eran
sus destinatarios. En esta misma perspectiva se puede citar para la
Francia medieval el Dialogue de Placides et Timéo, ejemplo de aleccio
namiento sobre los secretos de las mujeres y destinado a la iniciación
de un príncipe, con la diferencia de que se limitará, en gran parte, a la
ginecología. 8 1 En el mundo árabe hay pocos médicos o eruditos que
no se hayan dedicado al género del tratado de higiene sexual; una de
las características de tales escritos es la de combinar con la parte di
dáctica relatos o anécdotas cuyo objeto es el de estimular el pensa
miento erótico.
Al lado del De coitu de Constantino el Africano se han de situar los
tratados análogos de Qusta ibn Luqa (c. 820-91 2), traductor también él
de numerosos tratados médicos, pero del griego al árabe. 82 Ambos se
inspiran muy de cerca en Galeno. Qusta ibn Luqa aconseja practicar
el acto sexual tomando en cuenta la edad del interesado, las estacio
nes del año y el momento de la digestión. Nos limitaremos a destacar
las ideas que nos han parecido dignas de figurar en una historia de la
sexualidad. Para el autor, la necesidad de coito y la erección provoca
das por el pensamiento o por un afecto del alma no son benéficas:
después del acto el hombre se encuentra fatigado, preocupado y de
primido. Por el contrario, el coito solicitado por el organismo vuelve a
la persona vivaz y alegre. En cuanto a la posición vertical, es una de
las más inadecuadas para la realización del acto, pues es fatigosa y
nociva para los órganos; esta afirmación vale igualmente para la
pederastia.
En el hombre se establece una conexión estrecha entre los órga
nos de la generación y el pecho, de manera que un exceso venéreo
provoca expectoración de sangre; una serie de observaciones médicas
apoyan esta afirmación. En la pubertad se producen cambios en el
pecho y tras la castración los sirvientes tienen una voz más aguda Y
senos más voluminosos. El vínculo entre la cabeza, los senos Y los ór
ganos genitales está bien determinado en las mujeres. Las caricias y
los mordiscos en el juego amoroso, tanto entre las personas como
1 24 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
entre los animales, muestran la relación existente entre la cabeza y los
órganos genitales. Se aconseja vivamente la práctica de relaciones se
xuales, pues el esperma retenido en el cuerpo se pudre y nace de él
una emanación mortal. Qusta ibn Luqa menciona a continuación el
estado de catalepsia de las mujeres víctimas de ataques de histeria y
concluye su tratado hablando del priapismo.
Uno de los textos más reveladores es el Libro de conversación con
los amigos sobre las relaciones intimas de los amantes en el ámbito de la
ciencia de la sexualidad, escrito por un judío convertido al Islam, as
Samau'al ibn Yahya (m. 1 1 80). 83 Como su título permite adivinar, es
también uno de los más precisos en lo que respecta a la aplicación del
pensamiento científico y médico a la sexualidad. Para comenzar, se
trata de la homosexualidad y de la heterosexualidad:
Habrás de saber que muchos hombres eminentes de nuestro tiempo se entregan a la
frivolidad de la relación con muchachos. Un buen número de ellos se han visto lleva
dos a esa situación por su médico, que les ha persuadido de que la unión sexual con las
mujeres conduce más rápidamente a la vejez y a las debilidades de la edad y provoca
podagra y hemorroides, mientras que las relaciones con los muchachos son menos
dañosas.
A continuación, el tratado se dedica a una larga comparación,
muy técnica, entre el esfínter anal y los músculos del útero. Para prac
ticar el coito con una mujer el uso de un astringente tiene el inconve
niente de que su acción es incompleta. El astringente actúa sobre la
cabeza del útero, pero no sobre la sección circunscrita por los labios
de la vulva. A ello se añade, en el caso de la homosexualidad, un con
trol de los músculos del que es incapaz la mujer.
El capítulo segundo está consagrado a las lesbianas, que a me
nudo lo son sólo ocasionalmente, pues su comportamiento sexual se
explica por la dificultad de alcanzar el orgasmo con su pareja mascu
lina. Otras se comportan así por tener la cabeza del útero de pequeño
tamaño, lo que supone dificultades en las relaciones; otras, también,
porque experimentan el placer demasiado rápidamente, mientras que
su pareja es muy lenta; otras, en fin, a causa de enfermedades o heri
das. Estas últimas, añade el autor, son convenientes sólo a una per
sona impotente, pues durante la realización del acto sólo interviene el
clítoris. Vemos, pues, que disocia claramente el placer clitoridiano del
orgasmo vaginal.
Recordemos también de este tratado el extraordinario retrato de
mujeres auténticamente modernas:
Existe cierta categoría de mujeres que supera a las demás en inteligencia y sutileza.
En su naturaleza hay mucho de masculino, de manera que en sus movimientos y por el
tono de su voz se parecen un poco a los hombres. Les gusta también ser el elemento ac
tivo. Una mujer así es capaz de vencer al hombre que se lo consienta. Cuando despierta
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 25
su deseo. no retrocede ante la seducción. Pero si no lo siente. no estará dispuesta a la re
lación sexual. Esto la pone en situación delicada frente a los deseos de los hombres y la
conduce al safismo. La mayoría de las mujeres con estas cualidades se ha de buscar
entre las elegantes. aquellas que son capaces de escribir y recitar. es decir. entre las mu
jeres con cultura.
Tras este sorprendente retrato trazado en el siglo x11, el tratado
concluye con las razones que impulsan al hombre a la cohabitación.
Las metáforas muestran que en un determinado sistema de pensa
miento la función erótica armoniza con el impulso espiritual:
La tercera razón en favor del ejercicio del coito es que ofrece la ventaja de desatar
las trabas que impone el cuerpo y permite atravesar los muros de su prisión y retirar las
piedras del calabozo para posibilitar la huida del alma fuera de esa cárcel.
Por lo demás, el Profeta dejó bien claro que las mujeres son la
mejor ocupación a la que pueda consagrarse el iniciado en este
mundo. Reconocemos aquí la filosofía del Islam, que fue un factor es
pecialmente favorable para la investigación médica, técnica y psico
lógica en la realización del acto sexual. Aunque los elementos que
intervienen nos pueden resultar extrañ.os, no deja de ser cierto que en
este terreno el pensamiento se halla a la altura de las mejores reflexio
nes de la psicología moderna. En otra parte del tratado, consagrada
de forma más especial a la farmacopea, recogemos la afirmación de
que la estancia en lugares como La Meca, Medina o Bagdad permite
reforzar la potencia viril.
At-Tifashi ( 1 1 84- 1 253), en su libro Sobre las cosas útiles para mujeres
y hombres en el ejercicio de las relaciones sexuales; acerca de lo benéfico y
lo perjudicial, entremezcla preceptos, cuentos y farmacopea. 84 De sus
enseñ.anzas, recordaremos la formulación de una clasificación de las
mujeres en función de su comportamiento sexual: tanto en Oriente
como en Occidente, la fisiognómica configura cualquier análisis psi
cológico. Podemos leer fórmulas bastante groseras: en la mujer se ha
de buscar estrechez, calor y sequedad. Si faltan estas tres cualidades
es preferible la autosatisfacción que, además, conduce a una eyacula
ción más grata. Encontramos también una advertencia que los médi
cos occidentales recogerán sólo más tarde y con mayor timidez:
Si quieres excitar a una muchacha juega con sus senos y experimentarás una verda
dera maravilla, pues su flujo seminal se encuentra bajo las clavículas. relacionadas con
el pecho como los testículos con el pene ... La mujer se siente incitada al comercio se
xual cuando se juega con sus pechos y no la habrás de privar de ello. sobre todo si es
una mujer mayor.
En los textos científicos se repite una y mil veces que existe una re
lación entre la sangre menstrual y la matriz y que dicha sangre se
1 26 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
transforma en leche para alimentar al niñ.o, pero nunca habíamos en
contrado una explicación semejante para la sensibilidad de los senos.
El texto de at-Tifashi establece una correspondencia fisiológica entre
el flujo seminal y la excitación de los senos, pero no precisa los deta
lles del mecanismo. Adviértase el tono de la recomendación, que en
absoluto parece una trivialidad.
Ibn Falita, escritor de la primera mitad del siglo x1v, aportará nue
vas explicaciones. 85 En su obra hallamos numerosas historias eróti
cas, cada una de las cuales encierra algún valor didáctico. El hombre
debe procurar no incomodar a su pareja con sus olores corporales, su
aliento o su sudor. Quienes se tiñ.en los cabellos para parecer más jó
venes son ridículos al llegar la hora de la verdad. lbn Falita denuncia
los comportamientos masculinos que privan a la mujer de su placer,
como la ejaculatio praecox, o la retirada anticipada del miembro viril.
El tirar de los pelos en el momento del orgasmo se presenta como
medio de intensificar el placer. Con tal motivo, el autor se entrega a
un estudio minucioso de las posturas que permiten dicha práctica.
Esa afirmación demuestra que las diferentes posiciones habían sido
objeto de reflexión por parte de los escritores de temas eróticos. Una
anécdota referida por el mismo lbn Falita parece confirmarlo. Un
hombre está leyendo en el Corán la historia de José y la mujer de su
hospedador. Tras la negativa de José a ceder a las proposiciones de la
seductora, el lector cierra el libro y se dice a sí mismo: «Dios mío, si
me hubieses puesto a mí ante ella, le habría mostrado formas de prac
ticar el coito que seguramente desconocería y de las que jamás habría
oído hablar». La historia es divertida y la reflexión del personaje pre
supone la existencia de un arte erótica basado en las diversas postu
ras. Es probable que este arte hubiese podido infiltrarse en el mundo
cristiano por caminos más o menos secretos: algunas áreas culturales
eran propicias a las influencias entre Oriente y Occidente. El ma
nuscrito catalán del siglo x1v, cuyo análisis dejamos para el final del
capítulo, nos ofrece una prueba manifiesta de esa posibilidad: en
este caso, el arte erótica se transcribirá sin ocultamiento, sin recurrir
al camuflaje retórico, y se situará, decididamente, en un contexto
médico.
Los tratados árabes que acabamos de analizar brevemente tienen
la particularidad de haber sido escritos casi siempre por médicos y di
rigirse a quienes no lo eran; tienden a difundir una información; en
ciertos casos, podríamos hablar de una iniciación, pues ponen su
ciencia al servicio de un arte de vivir. El género occidental que a pri
mera vista podría relacionarse con ellos es el de los innumerables Se
cretos, cuya finalidad parece próxima: un autor, que se autocalifica
muy a menudo de clérigo, pretende revelar a un laico (o a otro clérigo
que transmitirá este saber) la manera de comportarse con las mujeres.
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 27
El terreno no es ni el de la teología ni el de la moral y los argumentos
derivan únicamente del pensamiento científico, alimentado en las
mismas fuentes que la medicina árabe. Como lo probará uno de los
vástagos de esta literatura, el Dialogue de Placides et Timéo, se trata de
que la clase intelectual adquiera el conocimiento de la sexualidad con
el fin de introducirlo en un discurso de carácter político.
En el origen de este género de textos se encuentra una versión
árabe, el Sirr al- 'asrar, conocido en latín con el nombre de Secretum se
cretorum . 86 Muy pronto, este escrito fue un éxito en Europa: se tradujo
del árabe al persa, al castellano, dos veces al hebreo y al latín. A partir
de esta última lengua, se redactaron varias traducciones al italiano,
francés e inglés, mientras que un texto hebreo dio pie a la aparición
de una versión al ruso de Smolensk. El Secreto de los secretos se encua
dra en el género epistolar ( de origen posiblemente indio y tomado por
los árabes) mediante la inclusión de una pretendida «Carta de Aristó
teles a Alejandro». Esta forma lo capacita para recopilar todos los
consejos científicos que el poseedor del saber puede ofrecer al prín
cipe. Efectivamente, con la mayor naturalidad recoge un régimen sa
nitario junto a un tratado de fisiognómica. Algunas versiones árabes
no se olvidaban de dejar un sitio para las «precauciones que debe
tomar un rey, si no quiere ser víctima de las mujeres del harén y de
sus médicos». De hecho, no deja de ser un tratado de divulgación
científica y sitúa al sabio -o pseudosabio- en una posición domi
nante frente al detentador del poder político. Este mecanismo propio
de la ficción narrativa, es decir, el diálogo entre un filósofo venerable
y su discípulo, actúa en realidad dentro del sistema autor-lector con
el añadido de eficacia que le confieren la preocupación didáctica y el
tono confidencial. La ciencia transmitida es a menudo de escaso
valor, incluso para el marco intelectual del Medievo, pero los temas
están bien elegidos. Uno es la fisiognómica, que permite conocer el
temperamento de cada individuo, es decir, adivinar, prever los pensa
mientos y las segundas intenciones de su entorno inmediato. El otro
lo constituyen las cuestiones médicas. Ambos dan razón de la clarivi
dencia atribuida al intelectual. Geomancia y astrología constituyen
otros tantos componentes de esta facultad. Entre los aspectos médi
cos, la sexualidad y el conocimiento de las mujeres son valores firmes.
Ésa es la razón de que, para filtrar información, la tradición del Secre
tum secretorum transmita una serie de métodos basados en la confi
dencia y en el saber esotérico.
Veamos el tono adoptado en un pasaje del modelo original, en
que el maestro se dirige a su real discípulo: la mujer se apropia del
calor del hombre durante el coito y, cuanto más siente ese calor, más
lo desea. En ese momento, el maestro interrumpe el hilo del discurso
para declarar: 87
1 28 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Sobre esta cuestión, cuando hayas sido más obediente. cuando haya recibido de ti
más pruebas de afecto. te contaré los profundos secretos que no se han de revelar a
nadie más que al amigo del alma: se trata de la esencia misma de los secretos de la na
turaleza. Los filósofos dicen que sólo hay que escribir con caracteres pequei\os. finos,
separados, difíciles de leer y sobre pergamino de baja calidad. de lectura difícil, poco
perdurable, con frases cuyo sentido esté enmascarado, pues un conocimiento entre
gado y expuesto tiene poco valor, mientras.que si se descubre con dificultad es rico en
sentido y precioso.
Nos encontramos aquí ante una ficción insólita por parte del es
critor que desea la destrucción del soporte de su creación (en reali
dad, se ha conservado en dos espléndidos manuscritos). Habría mu
cho que decir acerca de este chantaje afectivo, sobre esta relación de
amistad en que consiste la práctica pedagógica. Pensamos que se
equivocaría quien sólo viese en esa estrategia un artificio publici
tario.
Una nueva tradición de Secretos nace y prolifera: la de los Secretos
de las mujeres, que influirá poderosamente no sólo en el público alfa
betizado sino también en el pensamiento popular. En realidad, estos
textos no son nunca tratados eróticos. Obedecen siempre a la misma
reflexión y siempre existe una intención de engañar en cuanto a la
mercancía. La obra, aparte de los sempiternos conocimientos sobre
la naturaleza del esperma y de las menstruaciones, contiene un tratado
de embriología que sigue mes a mes el desarrollo del feto. Las corres
pondencias entre los estadios del desarrollo y los planetas son las
mismas que aparecen en Constantino el Africano. El discípulo recep
tor de esa enseñanza apenas si sacará de ella provecho para su com
portamiento con las mujeres y tendrá, quizá, la penosa sensación de
que la formación del embrión elude en parte el determinismo que su
pone la mezcla de los sémenes. Los Secretos de las mujeres transmiten
un pensamiento aristotélico proclamado de manera tan grosera que
acaba siendo una caricatura. Las menstruaciones son una expurga
ción; sirven para alimentar al embrión; se nos afirma, sin explicación
fisiológica alguna, que actúan en el momento del coito de la forma
siguiente: 88
Cuando la mujer tiene relaciones con el hombre. entonces. a causa de la intensidad
del placer que experimenta, debido a que la verga del hombre en erección frota y pone
en movimiento los nervios y excita las venas. la vulva. al dilatarse, emite sangre mens
trual; en esto consiste el acto sexual que consideramos natural, pues es el coito na
tural.
Ésta es la educación sexual que se transmite; no hay que restar im
portancia a la fuerza de la afirmación dogmática contenida en el tér
mino «natural». El placer femenino queda totalmente subordinado al
falo, en virtud de una mecánica fisiológica infalible. La última parte
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 129
de la frase parece excluir cualquier intento de reflexión sobre las va
riantes de postura o sobre otros componentes del placer femenino.
Anteriormente, se había atribuido este texto a Alberto Magno, cosa
que ya no se admite. 89 Sería, efectivamente, una calumnia contra la
mente científica que en el siglo XII I mostró la máxima indulgencia y
la mayor comprensión para con la mujer.
En versiones posteriores del texto, la introducción puede llegar a
ser de una extrema brutalidad. Júzguelo el lector: 90
Ese amigo al que [Alberto Magno) escribe era un sacerdote que le suplicó redac
tase para él el Libro de los Secretos de las mujeres dado que durante el período menstrual
son ponzoñosas y tan peligrosas que con su mirada envenenan a los animales y a los
niños de cuna, manchan y estropean los espejos, y algunas veces quienes se acuestan
con ellas en cópula camal acaban ulcerados y leprosos.
Todas estas afirmaciones figuran bien en el De anima, bien en la pa
ráfrasis de Alberto sobre el De animalibus. La _i dea subyacente es la
que hemos mencionado al estudiar el fenómeno de la menstruación:
la mujer segrega un veneno contra el que ella misma está inmuni
zada. Esta afirmación aparece sólo incidentalmente en la obra del do
minico. Por el contrario, quienes invocan su autoridad han realizado
una selección muy cuidada de los ejemplos y afirmaciones más desfa
vorables a la mujer. Y son precisamente éstos los textos que han mar
cado muy profundamente la sensibilidad popular durante los tres
siglos siguientes. En esta segunda mitad del xm los clérigos ven cómo
se multiplican sus funciones políticas y económicas gracias a su do
minio de la escritura. Estos intelectuales -marginales o no, entrega
dos al celibato o dados a una sexualidad más o menos irregular
desconocen los problemas de la cópula. Se éncuentran más cómodos
practicando un discurso pretendidamente preventivo ante las amena
zas de la existencia. La mejor forma de proporcionar seguridad con
siste en provocar previamente el terror. Las epidemias tuvieron a
menudo como consecuencia la búsqueda de chivos expiatorios, pero
se trataba de un fenómeno de tal amplitud que era capaz de alertar la
sensibilidad colectiva de un pueblo. El régimen sanitario se prestaba
mejor a un discurso de individuo a individuo, lo que explica su ex
traordinario éxito. En cuanto a la relación con las mujeres, el acto
sexual constituirá el objetivo privilegiado, el punto donde se centran
siempre y en cualquier parte los miedos ancestrales del macho. La ex
plotación del hecho iniciada en el siglo XIII alcanzará tal desarrollo
que dará origen a lo que se puede llamar el gran miedo a la mujer, ín
timamente ligado a todos los elementos sádicos desencadenados con
el auge de la represión de la brujería. Tiene razón Jean Delumeau al
hacer de la mujer una promotora de calamidades. 91
Los Secretos de las mujeres no responden, pues, al objeto de nuestra
1 30 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
investigación. Si hemos decidido exponerlos a continuación de los
tratados árabes sobre higiene sexual es porque de estos dos géneros
uno constituye una apertura a la dimensión psicológica del amor,
mientras que el otro contribuye a mantener la diferencia entre ambos
sexos. Y, sin embargo, sus títulos llevan a pensar en funciones idén
ticas.
EL EROTI SMO ENCONTRADO
Aunque la conservación de una versión latina no permita dar por
supuesto un conocimiento directo de los tratados árabes aquí men
cionados, la mayor parte de las fuentes médicas en las que éstos se ba
saban sí eran conocidas en Occidente. En primer lugar, el Canon de
Avicena, que a partir de los primeros años del siglo xm tuvo la más
amplia difusión en el medio universitario y médico. En él vemos rea
firmada la utilidad del coito para la conservación de la salud física y
mental; al mismo tiempo, el miedo a la muerte que puede experimen
tar la mujer ante la perspectiva de un nuevo embarazo se presenta
como un argumento más a favor de los anticonceptivos. Pero, ante
todo, la influencia de Avicena asegura el consenso entre los médicos
respecto a la existencia del esperma femenino; incluso los autores que
sólo le conceden una función limitada mantienen la relación entre fe
cundidad y emisión femenina. Esto permite un cambio de orienta
ción en las preocupaciones médicas y posibilita la entrada de elemen
tos de un arte erótica: la búsqueda del placer en cuanto tal será uno
de los componentes de cualquier discurso sobre las condiciones de
realización del acto sexual, pues en el fondo de todo se halla la nece
sidad de favorecer la concepción. Esterilidad y frigidez acaban siendo
sinónimos.
Todos estos condicionamientos desembocan en un olvido de la
noción de pecado, siempre que sea necesario, y en la posibilidad de
una libertad de pensamiento y de costumbres que nos parecería irre
versible, si no hubiese que contar con la corriente contraria transmi
tida por la visión aristotélica de la mujer y la refutación que llevarán a
cabo los siglos siguientes a la Edad Media.
La necesidad de una emisión simultánea por parte del hombre y
de la mujer y, por tanto, de un placer compartido, proporciona al mé
dico una «excusa» para abordar ciertos problemas: 92
No es vergonzoso para el médico hablar del aumento del pene o del estrechamiento
de la pa rte receptora y del placer femenino. pues se trata de causas que contribuyen a la
generación. En efecto, la pequeñez del pene constituye a menudo un obstáculo para el
placer y la emisión femeninos. Ahora bien, si la mujer no emite esperma no hay
engendramiento.
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 131
Avicena concede así a los médicos la libertad de palabra, con una
justificación, además, nada desdeñable en una sociedad que somete
las relaciones sexuales a la estricta finalidad de la reproducción. Los
autores medievales reforzarán la afirmación de Avicena con el afo
rismo de otro autor de lengua árabe: «No hay que avergonzarse de
preguntar a un enfermo sobre cualquier cosa». 9 3 Los médicos utiliza
ron esta libertad de palabra ante todo en lo que parecía ser más de su
competencia, es decir, lo relacionado con la configuración de los ór
ganos genitales y sus eventuales incompatibilidades. Encontramos
largas listas de ungüentos, pesarios o fumigaciones destinados a au
mentar, disminuir, alargar, estrechar, reforzar, etc. Los autores se
hacen a menudo eco de prácticas contemporáneas observadas co
rrientemente, pero dándoles, a veces, una utilidad para la que sin
duda no estaban pensadas. Así ocurre con lo que nos narra en el si
glo xv un comentador de Avicena: 94
Tengo oído que las mujeres ricas del reino de Navarra recurrían a fumigaciones va
ginales cuando iban a unirse con su marido. Posiblemente. la razón de ello reside en
que tal cosa facilita la concepción al provocar cierto descenso de la matriz y permitir al
esperma masculino ser recibido en su totalidad; sería, sin embargo. necesario que estas
mujeres aspiraran a continuación aromas por la nariz para que la matriz ascendiese
una vez recibido el esperma.
Los médicos aceptan, pues, sin reticencias todas las prescripciones
de Avicena susceptibles de facilitar o hacer agradables las relaciones
sexuales; incluso añaden numerosos consejos obtenidos de otras
fuentes o de su propia experiencia, pero no siempre logran evitar si
tuarlos en la perspectiva de la consecución de una mejor fecundidad.
Con este tipo de prescripciones nos hallamos todavía en el terreno de
una sexualidad «medicalizada». Otro breve párrafo del Canon de Avi
cena podría suponer mayores dificultades, pues sus consejos se sa
lían totalmente del marco de la farmacopea. En el capítulo dedicado
a la curación de la esterilidad se trata, en efecto, de los juegos que
deben preceder y acompañar el acto: 95
Que los hombres prolonguen el juego con las mujeres cuya complexión no sea
mala. Que acaricien sus senos y la región pubiana y enlacen a su pareja sin llegar a la
realización plena. Y cuando hayan alcanzado el deseo, se unan a ella frotando la re
gión situada entre el ano y la vulva. Ésta es, en efecto. la región del placer. Estén atentos
al momento en que se manifiesta una adhesión más vigorosa por parte de la mujer.
cuando sus ojos comienzan- a enrojecer y su respiración a hacerse más intensa y ella
empieza a balbucir.
Nos queda tan sólo preguntarnos por el porvenir que tales conse
jos tuvieron en la ciencia médica occidental. Si nos referimos al pri
mer comentador que estudió, a comienzos del siglo x1v, el tercer libro
1 32 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
del Canon, habremos de concluir que aquel párrafo circulaba en es
tado de texto muerto. Gentile da Foligno se abstiene, en efecto, de co
mentar la descripción de los juegos preliminares y se limita a definir
lo que significa «una complexión que no sea mala», expresión que
glosa con «que no es demasiado fuerte en cuanto al calor». 96 En el
siglo xv, Jacques Despars se contentará con parafrasear el pasaje en
conjunto y señalar que el final de la descripción corresponde al mo
mento en que la mujer está preparada para emitir su semen; de este
modo, queda salvaguardada la finalidad.97 Sin embargo, si nos referi
mos a las obras médicas que no son comentarios directos del Canon
pero testimonian su influencia, constataremos la aceptación del tema
y su importante ampliación. En el Lirio de la medicina [Lilium medi
cine/, comenzado en 1303, Bernardo de Gordon retoma casi literal
mente los consejos de Avicena ad excitandum feminam. 98 Algunos
años más tarde, Juan de Gaddesden, en la Rosa de Inglate"a /Rosa An
glica/ se expresa con mayor elocuencia todavía. Su obra se presenta
como una suma médica. Se concede amplio espacio a los remedios
que se cree palían diversas incompatibilidades anatómicas, pero tam
bién a los métodos anticonceptivos. Juan de Gaddesden recoge la
descripción aviceniana de los juegos preliminares, añadiendo algunos
detalles reveladores de la atención que presta a las zonas erógenas
de la mujer, exceptuando, sin embargo, la especificidad del clítoris. 99
Y lo que resulta todavía más chocante, prevé la iniciativa femenina
en el caso de un primer fracaso, es decir, si la mujer no ha experi
mentado el placer y su pareja muestra alguna dificultad para un se
gundo intento. Así, preconiza que el hombre se tumbe sobre su
espalda (posición que favorece la erección) y que la mujer realice una
serie de gestos dirigidos a suscitar el deseo masculino. 100 No sabemos
en qué posición deberá llevarse a cabo el acto... Este texto es uno de
los raros ejemplos que muestran a la mujer con capacidad para una
iniciativa que supone cierta técnica. En él se menciona asimismo con
precisión el arte de besar según una tradición ya encontrada en Tró
tula. Además de dar por sobrentendido el aprendizaje de una técnica
erótica, Juan de Gaddesden presta especial atención a los procesos
mentales. De los extensos pasajes dedicados a la cura de la «esterili
dad» masculina, recordaremos éste: 1 º 1
La cuarta condición necesaria es alejar las penas del alma, enseriar la manera de
engendrar y rehuir cuanto se le oponga. Que los hombres se diviertan, que escuchen
canciones eróticas, que hablen del acto sexual y que vean a otros hombres o animales
durante su realización. Han de huir de la tristeza por todos los medios. dirigiendo sus
miradas a muchachas hermosas o charlando con ellas. Siéntense junto al fuego para
calentar su vientre. Y eviten del todo la ira o las pesadumbres.
Esta erotización del discurso médico en Juan de Gaddesden no es
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 33
accidental; dado que los textos se alimentan mutuamente, dicha eroti
zación no hará sino acrecentarse. En el siglo xv, Miguel Savonarola
inicia con estas palabras el capítulo dedicado a aquello que facilita la
concepción: «No dudaré en describir lo que sea útil para la genera
ción, aun cuando parezca deshonesto». 1 02 El capítulo se inicia con
una serie de consideraciones sobre la frecuencia deseable del coito:
no se puede tratar de manera general sino que se habrá de tener en
cuenta la edad, la complexión, el régimen y las costumbres del indivi
duo. Miguel Savonarola se remite a la «prudencia del médico» para
«cuanto no puede escribir con la pluma». La función del práctico no
se limita a redactar tratados; advertimos la importancia de lo que
no pudo confiarse a la página escrita sino decirse en el secreto de la
consulta médica. Poco más o menos por los mismos años, Jacques
Despars señala que el médico adquiere gloria y fortuna dispensando
ese tipo de consejos a sus pacientes ilustres. 1 03 Es un punto que no se
ha de olvidar en una historia de las actitudes mentales.
Miguel Savonarola recoge la descripción aviceniana de los juegos
preliminares añadiendo algunos detalles, por ejemplo, sobre «la ca
beza de los senos». 1 04 Se atiene, ante todo, al desarrollo del acto y
aconseja evitar las prisas y prolongar el placer. Volvemos a ver, ade
más, cómo da importancia a las distracciones del espíritu y a la esti
mulación de la imaginación: 105
Que los hombres escuchen historias, canciones y otras cosas parecidas conducentes
al amor, que miren mujeres hermosas e imaginen con detenimiento el acto sexual hasta
que se sientan reconfortados. A continuación, y tras muchas otras cosas que callo por
ser conocidas de todos, han de proceder al acto con una mujer plácida, docta y agrada
ble, que en ese momento no esté ni con la regla ni embarazada. El coito con una virgen
debilita mucho.
En estos consejos, considerados un remedio para la esterilidad,
¿dónde están las relaciones conyugales? Al acabar la Edad Media, la
medicina se pone resueltamente de parte del individuo. A pesar de
todo cuanto se silencia, la lección de Avicena ha sido entendida y la
erótica árabe parece haberse convertido en un elemento integrante de
la didáctica de ciertos médicos. También Ovidio está omnipresente.
La cuestión del esperma femenino fue lo que dio pie a afirmar los be
neficios de un placer compartido en un marco más amplio que el de
la literatura exclusivamente médica. A pesar de las reticencias teóri
cas ya señaladas, un texto de mayor audiencia como el Conciliator, de
Pedro de Abano, concede un lugar al placer femenino; es uno de los
pocos que mencionan la sensibilidad del clítoris, sin reconocer, por
otra parte, con precisión el órgano responsable de la misma. 1 06 Para
lelamente, la predilección por el tema del amor heroico proporciona
a los médicos los datos teóricos necesarios para incluir la imagina-
1 34 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
ción en su idea de la sexualidad. Así pues, cuando algún autor no re
coja nociones referentes a la práctica erótica, se tratará de una deci
sión personal más que de una falta de información.
Uno de los puntos en que los médicos se mantendrán más intran
sigentes es el del arte de las posturas. Por otro lado, Avicena contaba
las «malas figuras» entre los peligros del coito. 1 07 Los autores no men
cionan casi nunca el tema o, si lo hacen, es para declarar que no van a
hablar de él. Así, Bernardo de Gordon: «Avicena describe muchas
prácticas coitales ilícitas y deshonestas; dice cuáles deben evitarse,
pero, como [en el Canon) se encuentran algunas expresiones impúdi
cas, dejaré de lado este asunto». 1 08 Juan de Gaddesden, según hemos
señalado, era elíptico sobre este punto. Miguel Savonarola tendrá los
argumentos más desfavorables contra cualquier variante de posición:
«Que el hombre se coloque encima de la mujer y no al revés, con el
fin de evitar que el semen femenino caiga sobre el pene y sobrevenga
alguna fatiga; la posición erecta debilita mucho y por eso se pros
cribe» . 1 09
La reprobación no está motivada por el inconveniente que podría
suponer para la procreación sino por una preocupación higiénica,
junto con el miedo, siempre subyacente, a una contaminación del
hombre al contacto con el semen femenino. Aunque no se invocan
razones religiosas o morales, la condena es implacable; el coito se ha
de realizar in debitis vasis y cum suis instrumentis.
Un divertido relato tomado de la literatura de ficción nos permite
adivinar que en la mentalidad popular la inversión del arriba y el
abajo implicaba otro peligro. Roberto Zapperi cita un cuento alemán,
en verso, del siglo x1v. En las «penas del monje» asistimos a la inicia
ción sexual de un joven clérigo por una mujer experta; la total igno
rancia del hombre lleva a la mujer a tomar la iniciativa y a que se
invierta la postura. Al amanecer, el monje inquieto pregunta a su
criado: 1 1 0
He oído decir muchas veces que cuando un hombre y una mujer han estado juntos
nacen niños. Pero dime. por tu honor. ¿cuál de los dos lleva el niño? -Te lo diré todo.
respondió el sirviente: lo lleva el que está debajo. -Pobre de mí. pensó el monje. que en
ese momento se daba cuenta de su infonunio. ¡Ay!. se decía. ¿qué puedo hacer? ¡Qué des
gracia! Era yo quien estaba debajo. Voy a tener un hijo. He perdido mi honor. Y si el
abad se da cuenta. ¿cómo podré vivir'? Porque los monjes me echarán. Vale más la
muerte que su desprecio.
Como es natural, los médicos no aducen este riesgo cuando acon
sejan que la mujer se coloque debajo. Pero podemos imaginar que en
un medio mal informado la difusión de la idea de un «esperma» fe
menino fecundante haya dado credibilidad a esta relación entre una
inversión de postura y un fenómeno realmente monstruoso y antina-
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 35
tural. Tras las advertencias médicas percibidas de manera fragmenta
ria, algunos pudieron quizás entrever un riesgo próximo a la fantasía
del hombre embarazado.
Sobre la cuestión de las variantes de postura los médicos de los si
glos XIV y xv se muestran más intolerantes que el mismo Alberto
Magno cuando aceptaba la posibilidad de apartarse del llamado
modo natural en circunstancias en que la concepción podría verse
impedida per accidens, por ejemplo, en caso de obesidad. El teólogo
establecía varios grados en la falta cometida: 1 1 1
La desviación más leve es la posición lateral; viene luego la posición sentada; des
pués, de pie; finalmente, la más grave es retrorsum, a la manera de los burros. Por tal
razón, algunos han dicho que esta última era un pecado mortal, pero yo no comparto
semejante idea, según expondré en otra parte.
Este tono indulgente contrasta con el silencio de los médicos pos
teriores, que adoptan también una actitud prudente respecto al coitus
interruptus: mientras Avicena señalaba el peligro de la «contracción
testicular», los autores de los siglos XIV y xv le achacarán efectos más
graves, como ulceraciones del pene. 1 1 2 La condena del De amore de
Andreas Capellanus no es ajena a dicha actitud. Todo esto muestra
claramente los límites autoimpuestos por el discurso médico: aunque
acepta ciertas técnicas eróticas y las justifica incluso fuera del matri
monio en nombre de una necesaria profilaxis física y mental, no
logra apartarse de la «vía natural». Las técnicas que admitían un arte
de las posturas o un control del deseo estaban lastradas, la mayoría de
las veces, por un contexto subversivo, sacrílego o herético. Sin el tra
tado de Andreas Capellanus u otros similares, la medicina medieval
habría podido mantener un discurso distinto ... La ciencia árabe le
proporcionaba los medios para ello.
Este otro discurso es el que encontramos en un sorprendente tra
tado descubierto hace algunos años por Guy Beaujouan. Escrito en
catalán del siglo XIV, lleva un título evocador: Speculum alfoderi. 1 1 3 Su
suerte fue igualmente extraña.
Tras un olvido de largos siglos, Miquel i Planas preparó la edición
del tratado, pero este trabajo no superó el estadio de las pruebas de
imprenta... 1 1 4 Sin embargo, no parece que se trate de un texto muerto:
algunas hojas contenidas en otro manuscrito distinto al que lo con
serva entero atestiguan su circulación. 1 1 5
De entrada, el autor se acoge al patrocinio árabe iniciando su tra
tado con las palabras Albafumet dice que... Nada autoriza en la actuali
dad a ver en él una auténtica traducción más que una adaptación o
una obra original. Se aprecian influencias orientales de las que no es
posible dudar, sobre todo si se tiene en cuenta que Cataluña fue una
región privilegiada para el intercambio cultural. Aunque comparte
1 36 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
numerosos puntos con el género de los De coitu occidentales, su con
tenido lo aproxima más bien a los tratados árabes de higiene sexual
ya mencionados. Al igual que aquéllos, éste no se dirige sólo a los mé
dicos sino que pretende llegar a un público más amplio; 1 1 6 quizá, in
cluso femenino; además de ofrecer consejos para los dos sexos, el
texto va precedido o seguido en el manuscrito de una adaptación
catalana de Trótula y de un tratado de cuidados de estética.
Al principio, el Speculum no difiere apenas de los De coitu en len
gua latina. Como ellos, se sitúa en un punto de vista estrictamente
médico. Entre los inconvenientes del coito encontramos una dismi
nución del calor natural, un debilitamiento de la vista y una variedad
de daños o bondades según las complexiones. Destaca la importan
cia de los tres elementos necesarios (humor, calor y ventosidad), así
como los inconvenientes poscoitales señalados por Constantino el Afri
cano. Sin embargo, el componente psicológico aparece más decidida
mente; una abstinencia demasiado larga provoca languidez y tristeza
en los hombres que buscan una vida santa; por el contrario, el acto
sexual aclara el pensamiento y hace juicioso al enamorado. El autor
consagra la primera parte del Speculum a la medicación, al régimen y
a los remedios que aumentan o reducen el esperma. Diversos clíste
res, uno de los cuales se ha de administrar durante diez noches de
castidad, y algunos ungüentos tienen por objeto mejorar la erección.
El tratado cambia de tono cuando se trata de la naturaleza de la
mujer. Todo hombre ha de prestar una especial atención a las cos
tumbres de su pareja y a la fuerza de su deseo; sin este conocimiento,
serán inútiles el poder, la riqueza o la galantería. El autor revela, pues,
los secretos de las mujeres, pero su discurso no tiene nada en común
con los .tratados que pretenden ese fin. Además de preocuparse por
señalar que los comportamientos femeninos varían según la edad y el
período del mes, se interesa por la psicología. No basta con que la
mujer sea hermosa, es necesario también que sea erudita, generosa,
sincera y alegre. A la discreción y a la astucia deberá unir otras cuali
dades de sociabilidad: un buen indicio será que la aprecien las muje
res que frecuenta. Sigue una serie de consejos que permitirán al
hombre adivinar si una mujer está enamorada. Cuando la pasión no
se declare expresamente se reconocerá por la delgadez, los suspiros
y la languidez, que provoca anorexia e insomnio. Volvemos a encon
trar aquí, pero aplicado al sexo femenino, el retrato del enamorado
«heroico». La mujer deseosa de manifestar su pasión se reconoce por
sus gestos seductores, la atención hacia los niños y una furia venga
dora cuando el enamorado finge no hacerle caso. La escenografía del
primer encuentro se ha de preparar cuidadosamente: una comida y
perfumes ayudarán a la victoria, así como una declaración que si
mule desesperación. El Speculum se aleja insensiblemente de la me-
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 37
dicina para acercarse a Ovidio o al mundo de las Mil y una noches.
El autor demuestra un gusto acusado por la clasificación y agrupa
de cuatro en cuatro las partes del cuerpo que deben responder a las
mismas cualidades. 1 1 7 La nobleza de una mujer se manifiesta en el
predominio de tres colores: el negro, el rojo y el blanco; pero también
en un reparto adecuado de la esbeltez y la redondez. Asimismo, un
cuerpo que despida un olor agradable en los cuatro lugares delicados
confirma la belleza femenina. Tras estas consideraciones estéticas, el
autor llega a la realización del acto. Según la tradición de las obras
médicas sitúa aquí diversos consejos destinados a paliar las dife
rencias de ritmo entre los componentes de la pareja. Los juegos pre
liminares (que el autor clasifica según el modo de tocar la parte
sensible) 1 1 8 constituyen la mejor estimulación si se retrasa el deseo fe
menino; el único mecanismo psicológico va destinado al hombre lento,
que deberá recurrir a su imaginación. En este punto del tratado el
autor aborda la cuestión de las posturas. Las primeras consideracio
nes no se alejan apenas de lo que declaraba el Canon de Avicena: las
desviaciones de la posición natural son nocivas para la salud y la pro
creación. Pero en el discurso se produce una nueva ruptura y el autor
enumera bruscamente veinticuatro posturas clasificadas bajo cinco
apartados principales, siguiendo una constante preocupación por el
esquematismo. Las descripciones son breves pero precisan con clari
dad el desarrollo gestual. 1 1 9
El Speculum es hasta hoy el único tratado conocido que ofrece con
claridad un arte de las posiciones antes del Renacimiento. ¿Habrá
que considerarlo un accidente, la manifestación azarosa de una tradi
ción árabe que hubiese pervivido oculta en el Occidente medieval? El
Speculum se distingue de los modelos orientales derivados del taoís
mo o del Kama-sutra por proponer una simple actividad gestual cuya
finalidad no se precisa. Como mucho, el autor sefiala las posiciones
más favorables para la dilatación del placer. Pero la sexualidad no se
considera en ningún momento como medio de alcanzar un nivel su
perior de conocimiento. La originalidad del Speculum consiste en pre
sentar ya en el siglo x1v una técnica corporal en una lengua occiden
tal; se vincula así a un género que gozará de especial predilección
en la Italia del Renacimiento. 1 2º Si bien las descripciones permiten
intentar su ejecución, sólo aportan pocas precisiones acerca de los
medios para acceder a una verdadera comprensión consciente del cuer
po. Se trata, ante todo, de una clasificación, de una especie de catá
logo. La sensibilidad clitoridiana no aparece por ningún lado. Por el
contrario, el autor cita entre las zonas erógenas los senos y el ombligo.
Hay que subrayar que este último órgano apenl,\s si lo mencionan los
médicos occidentales, a pesar de que ya lo nombraba Isidoro de Sevi
lla.121 El ombligo aparece, sin embargo, como sede de la libido feme-
1 38 SEXUALI DAD Y SAB ER MÉD ICO EN LA EDAD M E DIA
nina en ciertos tratados de fisiognómica; Miguel Escoto se refería cu
riosamente al libro de Job al tratar este asunto. 1 22
A pesar del carácter licencioso que el tema del tratado confiere al
Speculum, no se advierte ninguna obscenidad. Al encuadrarse en el
marco de la medicina resulta, incluso, especialmente «sano»; aunque
las posturas difieran, las únicas vías consideradas son las naturales y
no se dan a conocer técnicas de retención. En esto el Speculum difiere
de sus homólogos orientales y se atiene a la opinión expresada en las
obras médicas del mundo latino. Aunque este tratado sea, de mo
mento, el único representante de un género ignorado hasta ahora, se
puede afirmar que no parece algo accidental. Si bien los médicos evi
tan mencionar las posiciones, en sus obras recogen numerosos conse
jos que se desvían de la descripción anatómica o fisiológica para
aproximarse a una ciencia erótica. Podemos discernir aquí la mani
festación de una reacción médica contra los peligros que amenazan a
la civilización. Mientras las epidemias de peste acentúan la depresión
demográfica, los últimos siglos de la Edad Media se caracterizan por el
auge de una visión apocalíptica; predicadores fanáticos anuncian
el fin de los tiempos. Los médicos se ven compelidos, más que a repri
mir, a denunciar el peligro de tales influencias 123 y a recomendar la
alegría de vivir. En esta perspectiva, Jacques Despars declara con fir
meza en el siglo xv que nadie se ha de ruborizar por su vida sexual y
subraya la felicidad de la procreación: 124
Que (quien padezca una disminución del coito] se acostumbre a no ruborizarse ni
por el acto sexual ni por escuchar relatos sobre el mismo. Léansele libros que traten del
amor carnal. de los actos venéreos y de sus figuras. para que no sienta pudor de hablar
de ello abiertamente ni de oír hablar ni de realizar el coito cuando lo desee. Ha de ima
ginar a menudo los placeres venéreos y pensar que engendrar a un semejante es para
los seres vivos una operación muy natural; que sin el coito la especie humana se extin
guiría y que es agradable tener hijos que. a su vez, engendrarán otros y continuarán
el mundo.
El final de estos consejos contiene reminiscencias bíblicas; pero
habremos de fijarnos en la insistencia con que los médicos asumen
los razonamientos de Avicena y aconsejan la lectura de obras «espe
cializadas». Quizá se debería considerar al Speculum como el supervi
viente de un género mejor representado en la Edad Media de lo que
nos permitiría imaginar la sola lectura de los teólogos.
NOTAS
1 Cfr. FoucAULT, M.: Histoire de la sexualité, 1 : La volonté de savoir. París. Gallimard.
1 976. pp. 7 1 -98.
2 Cfr. NooNAN, J. T.: Contraception et mariage. Évolution ou contradiction dans la pensée
<"hrétienne. París. Ed. du Cerf. 1 969 (en esta obra se puede encontrar la bibliografía esen-
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 39
cial sobre el tema); FtANDRIN, J. L. : Le sexe et /"Occident. París. Seuil. 198 1 . pp. 1 0 1 - 1 35. y
Un temps pour embrasser. Aux origines de la mora/e se:xuelle occidentale (Vl•-XJ• siécle).
París, Seuil. 1983; PAYER, J. P.: Se:x and the Penitentials: the Development of a Sexual Code.
550- 1 1 50, Toronto-Buffalo-Londres, 1984.
3 NooNAN, J. T.: op. cit. , p. 204.
• lbíd.• p. 2 1 0.
5 Cfr., por ejemplo. WASSERSCHLEBEN, L. W. H.: Die Büssordnungen der abenlandischen
Kirche, Halle. 195 1, p. 237.
6 NooNAN, J. T.: op. cit. , p. 225.
7 Muchas recetas de este tip<_? aparecen reseñadas en E. W1cKERSHF.IMER: Manuscrits
latins de médecine du haut Moyen Age dans les bibliothéques de France, París. CN RS. 1966.
Citemos, por ejemplo. un manuscrito de comienzos del siglo 1x (París. Bibl. nac., latín
1 1 2 1 8. folio 108 v.º). que presenta una receta ut mulier non concipiat ... y unas líneas más
abajo otra si abortumfacere volueris... Los historiadores de la medicina han señalado in
contables ejemplos; no podemos dar cuenta de todos.
8 Así. un manuscrito del siglo xv recoge ciertos consejos del De passionibus mu·
lierum de Trótula sin la declaración de intenciones (París. Bibl. nac., latín 6988 A folio
1 49 v.º). Una larga lista de jarabes, pociones. polvos. fumigaciones, pesarios y em
plastos está introducida por el mero título de Contra impregnationem mulierum.
9 Pensamos, inevitablemente, en la «hierba» que llevaba consigo Pierre Clergue
en sus relaciones culpables con Béatrice de Planissoles: «Cuando Pierre Clergue que
ría conocerme carnalmente ... llevaba [esta hierba) envuelta en un trapo de lino, del
grueso y largo de una onza o como la primera falange de mi dedo meñique. Tenía un
hilo largo... y me lo pasaba por el cuello mientras hacíamos el amor; y ese hierbajo
atado al cabo del hilo descendía entre mis senos hasta el orificio de mi estómago». Cfr.
Le Roy Ladurie. Montaillou, village occitan de 1294 ti 1324. París, Gallimard, 1975. p. 248.
1 º La postura teológica de Alberto Magno aparece. en particular. en su comentario
a las Sentencias, en la cuestión Quae penitentia debetur illis qui venena sterilitatis procurant
(in IV Sententiarum). XXXI. D. art. 18, ed. A. Borgnet. pp. 249 y 250.
1 1 E n e l artículo Pyrus (peral), Alberto Magno indica: Qui autem magicis insudant,
dicunt quod radix pyri, et praecipue stiptica et tarde maturi portata et ligata super mulierem.
impedit conceptum: et similiter si mulier super se ve[ iuxta habuerit pyra, difjiculter pariet.
(Quienes manejan libros de magia dicen que la raíz del peral. sobre todo la astringente
y la de un peral de maduración tardía. colocada y ligada sobre una mujer, impide la
concepción: igualmente. si la mujer tuviese peras sobre sí o junto a ella. será difícil que
dé a luz) (De vegerabilibus et plantis. VI. l. ed. A. Borgnet, t. X, París. L. Vives. 1 89 1 .
página 20 1 .) L a utilización del peral e n literatura para describir las relaciones adúlteras
alcanza una especie de perfección en la comedia latina Lydia. compuesta hacia 1 1 75: la
mujer engaña al marido y se burla de él bajo un peral, pero. además. el amante se llama
Pirrus. Evidentemente, se ha de ver también en el fondo un juego metafórico con la
pera. Cfr. G. CoHEN, La «comédie» latine en France au Xll siecle. t. l. París. Les Belles
Lettres. 193 1 . p. 2 14-246.
12 DA RocHA PEREIRA, M. H.: Obras médicas de Pedro Hispano. Coimbra. Univ. de
Coimbra. 1 973. pp. 235-27 1 .
1 3 Al final del capítulo sobre los métodos anticonceptivos. Rhazés s e contenta con
dar algunos remedios abortivos y para este tema remite a otras partes de su obra: His
praeterea omnibus que in capitulo de menstruorum provocatione ac de facili partu diximus
utendum est. [Por lo demás. habrá que acudir a todo aquello que dijimos en el capítulo
dedicado a la provocación de la menstruación y al parto fácil.) (Liber ad Almansorem.
Milán. 148 1 . V. 72.)
14 DA RornA PEREIRA. M. H. (ed.): op. cit. • p. 259.
15 Rhazés no sólo aconseja que la mujer eleve las piernas. postura que favorece la
recepción del semen. sino que preconiza. además. la retención masculina hasta la emi
sión femenina (Liber ad Almansorem. ibíd).
16 Volveremos sobre este tema.
17 El tratado La naturaleza del niño (XIII. 1 ) refiere el caso de una cantante que por
motivos profesionales no podía quedar embarazada: «Yo la invité a saltar levantando
los talones hasta las nalgas. Ya lo había hecho siete veces cuando el esperma fluyó a
tierra haciendo un ruido; al verlo, la cantante se quedó observándolo con extrañeza»
(ed. y trad. R. Joly. París. Les Belles-Lettres. 1 970. p. 55).
1 40 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN L A EDAD MEDIA
18 W1cKERSHEIMER. E.: Dictionnaire biographique.... op. cit.. t. l. p. 9. ·
19 Juan Nider (1380- 1438); cfr. NooNAN, J. T.: op. cit. . p. 350.
20 In IV Sententiarum, XXXI, G. art. 24. ed. A Borgnet, p. 263. Cfr. infra. pp. 1 34 y
135.
21 Es difícil refutar el aspecto camal del amor cortés. Sobre este tema, la crítica se
refiere a menudo al tratado de Andreas Capellanus, que examinaremos más adelante;
cfr. A OENOMY, «Fin'Amors: the Pure Love of the Troubadours, lts amorality and possi
ble source», Mediaeval Studies 8 ( 1 945), pp. 1 39-207, y F. ScHtOssER, Andreas Capellanus:
seine Minnelehre und das christliche Weltbild um 1200. Bonn, H. Bouvier, 1 980, pp. 370-
382. Recordemos que se ha discutido la existencia misma de un ideal de amor cortés,
cfr. J. F. B ENTON, «Clio and Venus: An Historical View of Courtly Love», en F. X. New
mann (ed.), The Meaning of Courtly Love, Albany, SUNY. Press, 1 968, pp. 19-42.
22 NEtu, R.: L 'érotique des troubadours, Toulouse, Prívat, 1963, pp. 1 99-204. y Eroti
que et civilisations. París, Weber, 1972, pp. 144- 1 49. Parece que se debe admitir una diver
sificación de las prácticas en el ritual de la realización del amor cortés: mencionamos
una posibilidad que no da por concluida la discusión. Las interpretaciones psicoanalí
ticas del amor cortés muestran la complejidad del fenómeno, cfr. H. REv-FtAuo, Lo né
vrose courtoise, París, Navarin, 1983. y J. Ch. HucHET, L 'amour discourtois - Lo «Fin 'Amors»
chez les premiers troubadours. Toulouse, Privat. 1987.
23 Se trata de condiciones que favorecen el juego de la ambigüedad sexual del ob
jeto del deseo. El juego afecta no sólo a las transformaciones del objeto sino también al
enmascaramiento del autor. La organización del texto científico atribuido a Trótula es
ejemplar al respecto. Recordemos que en la Edad Media se decía claramente que el
personaje que inaugura el conocimiento de las mujeres y lo legitima es Hermafrodito,
cfr. C. THOMAssET: Commentaire...• p. 162.
24 Cfr. DRONKE, P.: Medieval latin and the rise of european love-lyric, Oxford, Ciaren
don Press, 1 968, t. 1, cap. 2.
25 VAN GuuK, R. H.: Lo vie sexuelle dans la Chine ancienne. París. Gallimard, 197 1 ,
páginas 7 6 y 77.
26 NooNAN, J. T.: Contraception.... op. cit. , pp. 350-383. La opinión de Noonan parece,
en efecto, difícil de sostener. Peter P. A Biller l«Birth-Control in the West in the Thir
teenth and Early-Fourteenth Centuries», Past and Present, 94 ( 1 982). pp. 3-26) sugiere,
apoyándose en fuentes de diversa procedencia, que a comienzos del siglo x1v la práctica
del coitus interruptus se extendió entre las parejas casadas. Los sacerdotes mismos po
drían haber sido una de las vías de información : «Could any person who read the des
criptions oí impregnation in thirteenth century encyclopaedias (such as those oí Tho
mas of Cantimpré and Vincent oí Beauvais) and the account of Onan's sin in Genesis
(with its literal, contraceptive gloss) not have had a clear notion oí coitus interruptus as a
contraceptive method?» (Art. cit.. p. 20. n. 70.)
27 BossuAT, R.: Li livres d'Amours de Drouart la Vache, París, Champion. 1 926,
v. 47-5 1 .
2 8 lbíd. • v. 96- 1 0 l .
2 9 lbíd. , v . 7547-7554. E s impresionante constatar que los manuscritos del De amore
de Andreas Capellanus conservados en la actualidad pertenecieron mayoritariamente
a clérigos. Cfr. B. Rov: «A la recherche des lecteurs médiévaux du De amore d'André le
Chapelain», Revue de l'Université d'Ottawa/University of Ottawa Quarterly, 55 ( 1 985), pági
nas 45-73. Bruno Rov concluye así su articulo: «¿Quién leía en la Edad Media el De
amore, y cómo lo leía? Se trataba de gentes de iglesia, sobre todo germanos. a finales de
la Edad Media y. según p;, rece, lo leían con mucho placer». No podemos, sin embargo.
llegar a la conclusión de que todos lo leían a la manera de Drouart la Vache.
30 lbfd., v. 4083-4098.
31 lbfd.. v. 3570-3576.
32 Es la quinta cuestión : v. 5749-5778; véanse también las edades del amor.
versos 49 1 -504.
33 No hemos podido consultar la edición de Walsh (1928); para el texto latino. em
pleamos la edición de referencia: E. TRoJEL, Andrea Capellani regii Francorum «De
amore» libri tres, Copenhague. Librarla Gadiana, 1 892, p. 279.
34 El libro de Enanchet, que trata de una serie de datos históricos y políticos. in
cluye una traducción de una parte de la obra de Andreas Capellanus. Por lo menos.
captó la lección esencial. Cfr. W. F1ERIG, Das «Livre d'Enanchet» nach der einzigen Hs.
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 141
2585 der Wiener Nationalbibl., Jena-Leipzig, 1 938, p. 57: «Por q e les fames n i otrient les
voloir des amants. Et a ce note gar. cinc. ocheison son, por les queles la fame ni otrié
ades lo voloir de son amant. La primeraine est: qu'ele soit veue par tor refuser ce ge li
est querru. Le segonde: car s'ele otriast brevment. qu'il no creist qu'ele fust aprise de te!
feit. La tierce: qu'il soit plus douz au demandan! se que li est veez longement. La
quarte: atendant que il i soit, auques donez. La quintoisme/s/: par paor d'engrosser». (Re
sumen de Andreas Capellanus loquitur nobilior nobiliori, ed. Trojel. pp. 1 79 y ss.)
3 5 Ed. BossuAT, v. 4439-4440.
36 Ibíd. . v. 6384.
37 Jbíd. , v. 59 1 1 -5950.
3 8 /bid. , v. 4495-4542 (De / 'amour as vilains).
3 9 LAZAR, M.: Amour courtois et «fin amors» dans la littérature du XII' siecle, París,
Klincksieck. 1 964, p. 27 1.
4° Contraception et mariage, op. cit. , p. 38 1 . Huguccio es el único que se refiere a esta
práctica en el siglo xn. Así es como la describe: «Otorgar el débito conyugal a su mujer
significa satisfacerla. Pero ocurre a menudo que se otorga el débito a la mujer sin satis
facer el propio placer, y viceversa. Por eso, en el caso anterior, uno puede cumplir el dé
bito y esperar con eso que ella haya obtenido su placer correspondiente. En realidad.
en estos casos sucede a menudo que una mujer vaya por delante de su marido y que,
una vez satisfecho el placer de la mujer en el acto camal. si uno quiere puede retirarse
sin satisfacer su propio placer, libre de todo pecado y sin emitir su semen fecundante»
(Suma, 2, 1 3). El punto de vista de Huguccio no suscitó reacciones durante un siglo. ¿Se
trataba de un procedimiento que se quería ignorar, a pesar de que textos utilizados por
nosotros atestiguan que era conocido? Se habrá advertido que en la práctica expuesta
por Huguccio no hay emisión por parte del macho. Por razones familiares, Pedro de La
Palud admite en el siglo x,v la inexistencia de pecado, a condición de que ni la mujer ni
el hombre experimenten la eyaculación. La Iglesia basa su idea de pecado en la emi
sión. ¿Qué hacían en la práctica laicos y clérigos? Estamos en un terreno teórico y es
probable que la conclusión del acto dependiera del control del individuo. Se proponía
un ideal: advertiremos, sin embargo. que la idea de la pérdida de emisión aparece men
cionada por Andreas Capellanus con motivo de la comparación entre adolescentes y
hombres de edad madura.
41 Ed. BossuAT, v. 6270.
42 BuRmANT, C.: Traité de / 'amour courtois, París, Klincksieck. 1947. p. 82. Texto la
tino. ed. Troje!, pp. 86 y 87: Mulier ait: In amoris curiam facillimus inventus est ingressus,
sed propter imminentes amantium poenas ibi est perseverare dijjicile, ex ea vero propter appe
tibiles actus amoris impossibilis deprehenditur exitus atque durissimus. Nam post verum amo
ris curiae ingressum nihil potest amans ve/le ve/ no/le, nisi quod mensa sibi proponat amoris,
et quod alteri possit amanti p/acere. Ergo ta/is non est curia appetenda; eius namque loci est
omninofugiendus ingressus, cuius libere non patet egressus. Tartareae etenim ta/is potest locus
curiae comparari; nam, quum Tartari porta cuilibet intrare moretur aperta volenti, nul/a est
post ingressum exeundi facultas.
43 Trad. Buridant. p. 1 27.
44
Léase la Introducción de Claude BuRmANT. La antítesis entre el sapiens ama
tor y el stultus amator será productiva en el plano del dominio de los mecanismos fisio
lógicos. El autor cita a Paul Zumthor (p. 3 1 ), según el cual «se puede entender sapientia
como derivado de sapere. en el sentido de scire = conocimiento aprendido de la técnica
amorosa». Existe realmente una técnica, cosa bien distinta de una estrategia. Y el arte
de amar no es «un manual práctico de relaciones mundanas», como pensaba Robert
Bossuat. Ya hemos tratado el problema de la exclusión de los labriegos de la práctica
amorosa. Se da en el clérigo cierto orgullo que no es en absoluto una declaración ais
lada en el curso de la historia.
45 BowoEN, D. : «The Art of Courtly Copulation», Medievalia et Humanistica, 9
( 1979), pp. 67-85. Bruno Roy propone el mismo tipo de lectura: «André le Chapelain ou
l'obscénité rendue courtoise», en P. Ruhe y R. Dehrens (eds.). Col/. Warsburg 1 984. Mit·
te/alterliche Bilder aus neuer Perspektiv, DiskussionsansUJsse zu "Amour courtois ·: Subjektivi
Ult in der Dichtung und Strategien des Erzahlens. Munich, W. Fink. 1985. pp. 59-73.
46 Cfr. BoswELL, J.: Christianity. Social Tolerance and Homosexuality. Chicago. Uni
versity of Chicago Press. 1 980. pp. 253 y 254.
142 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
47 Cfr. WETHERBEE, W.: «The function of poetry in the De planctu naturae of Alan de
Lille», Traditio, 25 (1969). p. 1 0 1 .
4 8 S1LvESTRE, H . : «Du nouveau sur André l e Chapelain». Revue du Moyen Áge /atin,
36 (1 980). pp. 99- 1 06.
49 Serlo de Wilton (m. hacia 1 1 8 1 ); ed. I. Oberg, Acta Universitatis Stockolmiensis,
Studia latina, t. 1 4, 1965, p. 1 06. v. 13.
5° Cfr. Rov, B.: «L'humour érotique au XV• siecle». en L 'érotisme au Moyen A• ge,
Montreal. Ed. de l'Aurore, 1 977. pp. 1 55- 1 7 1 .
51 Cfr. DENOMY, A : «The "De amore" o f Andreas Capellanus and the condemna
tion of 1277». Mediaeval Studies, 8 (1946), pp. 107- 149.
52 Ed. TROJEL, p. 358.
53 Etym .• XII. 7. 63. Señalemos también la etimología que da Isidoro de la palabra
aves: «Se llaman aves porque no siguen caminos determinados, sino que se extravían
por rutas no abiertas (avia)», ibíd. , XII, 7, 3. El pasaje, con su empleo metafórico de la
palabra, está suficientemente claro. Advirtamos asimismo que el milano (milvus), al que
también alude Andreas Capellanus (pp. 4 1 . 48) es un animal mol/is, según Isidoro (XII,
7. 58). En cuanto al sentido que Andreas Capellanus atribuye al halcón (fa/co. falconis),
no se manifiesta en las costumbres de esa ave, al contrario que en el milano, sino en su
nombre: Si me igitur noveris a meis degenerare parentibus, non contumeliosa mi/vi apella
tione vocandus reperior, sed honorabilifalconis vocabulo nuncupandus existo. [Si ves que de
caigo de las costumbres de mis progenitores. no creo que se me deba dar el apelativo
insultante de «milano», sino que se me habrá de llamar con el nombre honorable de
«halcón».] (Ed. Trojel. p. 49.)
54 SEGRE, C.: Li Bestiaires d 'Amours di maistre Richart de Foumival et li response du Bes
tiaire, Milán-Nápoles, Riccardo Ricciardi, 1 957; Bartolomé Anglico, De proprietatibus
rerum. ed. citada.
55 PrERRUGUES, P. E.: G/ossarium eroticum linguae latinae, Berlín. H. Barsdorf Verlag,
1 908 (ed. rev.), p. 387.
56 Trad. BuRmANT, p. 69; ed. Troje!, p. 55: Nam quod ultra cuiusque noscitur pervenire
naturam, modica so/et aura disso/vi et brevi: momento duarare. Nam inter lacertivas aves fer
tur aves nasci quandoque quasdam, quae sua virtute ve/ferocitate perdices capiunt; sed, quia
istud ultra ipsarum noscitur pervenire naturam, fertur. quod in eis nisi usque ad annum ab
earum computandum nativitate haec non possit durare ferocitas. Otras alusiones a la perdiz
se pueden leer en las pp. 4 1 . 48, 1 1 2. En la primera cita se lee perdix ve/ fasianus.
57 Versos 3025-3029 (ed. Bossuat, p. 87).
58 Trad. BuRmANT, p. 97; ed. Trojel. p. 1 1 9.
59 Cfr. WETHERBEE: The function ...• p. 108.
60 FARAL, E.: Les arts poétiques du XII• et du XIII• siecle, París. H . Champion, 1962,
página 325.
61 Ars versijicatoria, ibíd. , pp. 1 06- 1 93 (para los ejemplos citados, pp. 1 45, 1 34). Milo,
ed. G. Cohen, La «comédie» latine.... op. cit. , pp. 1 67-1 77.
62 Versos 58 1 5-5832 (ed. Bossuat, p. 1 67); versos 7 1 0-7 1 5 (pp. 20 y 2 1 ).
63 MANDONNET, P.: Siger de Brabant et / 'ave"ol"sme /atin au XIII• siecle, Freiburg am
Breisgau. 1 899, pp. CCXXV-CCXXVI, CLXXXIII-CLXXXIV. La investigación actual
ha matizado mucho la interpretación del padre Mandonnet: J. F. W1PPEL, «The Con
demnations of 1 270 and 1277 at Paris», The Journal of Medieval and Renaissance Studies.
7 ( 1 977), pp. 1 69-20 1 ; R. HrsETTE, Enquetes sur les 219 articles condamnés a Paris le 7 mars
1277. Lovaina-París. Publications universitaires, Vander-Oyez, 1977. No por ello es
menos segura, respecto a lo aquí tratado, la posibilidad de cierta libertad de pensa
miento en un medio intelectual particular.
64
Todos los comentadores han recogido la broma de Juan de Meung, en la que
afirmaba que no es más indecoroso llamar a los testículos cojones que reliquias, y vice
versa. Podemos ver aquí una hermosa declaración sobre la arbitrariedad del signo. La
palabra tiene en sus diferentes acepciones uno o más sentidos obscenos, y se debe
poder relacionar con el conjunto de las metáforas (cfr. versos 1 9639 y ss. y 2 1 6 1 7 y ss .. de
la edición de Félix Lecoy). En el lenguaje erótico de los clérigos el signo puede estar
motivado y la coherencia de las metáforas. e incluso el desarrollo de un relato de este
tipo. podría obedecer a la red de asociaciones de la lengua marginal. Pero todo ello no
pasa de ser sugerencias isidorianas. Sobre estos problemas, remitimos a D. PorRoN,
«Les mots et les choses selon Jean de Meun». lnformation linéraire. 26 (1 974). p. 7- 1 l .
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 143
65 Cfr. BATANY, J.: Approches du «Roman de la Rose» , París, Bordas. 1973.
66 Po1R10N, D.: Le Roman de la Rose, París. Hatier. 1 973. p. 198.
67 Remitimos a la obra fundamental de P. Y. BADEL, Le Roman de la Rose au XIV<·
siecle. Étude de la réception de t oeuvre, Ginebra, Droz. 1 980. Sobre la opinión de Martin
le Franc, cfr. R. Lou1s. Le Roman de la Rose. Essai d 'interprétation de / 'allégorisme érotique.
París. H. Champion. p. 1 32.
68 Versos 1 3245- 1 33 1 5 de la edición de Félix Lecoy.
69 Cfr. PAYEN, Jean-Charles: La rose et / 'utopie. París, Editions Socials. 1976. El autor
dedica un capítulo a la ex cortesana y recuerda asimismo a la Bel/e Heaumiere de Vi
llon. Quizá haya que tener en cuenta la función literaria. la significación psicoanalítica
de la cortesana vieja.
70 Debemos esta observación a Armand Llinares. que ha tenido la amabilidad de
remitimos el texto de la conferencia (Raymond Lulle. un fou d 'amour) dada por él en el
hospital Necker, el 13 de mayo de 1 982. Arbre de science, XVI. 8. 14.
71 Cfr. Diccionario histórico de la lengua española, Madrid, RAE. 1976.
72 DAMIANJ, B. Mario (ed.): Ediciones Cátedra, 1 982. Nos referimos principalmente
a las páginas 74-77. 1 1 2. 1 62 y 1 63, 1 70. 1 93- 1 99 de esta edición.
73 Chaucer se refiere a esta influencia cuando su Mercader considera a Constan
tino, a quien llama «the cursed monk». alcahuete y proveedor de bebedizos afrodisía
cos (cfr. N. BASsAN, «Chaucer's Cursed Monk, Constantinus Africanus». Medieval Stu•
dies, 24, 1 862, pp. 1 27- 140, y P. DELANY, «Constantinus Africanus and Chaucer's Mer
chant Tale». Philological Quarterly. 46. 1967. pp. 560-566). Recordemos que el De coitu
deriva de una obra de lbn al-Jazzar. No se sabe si se trata de la traducción de un tra
tado. o de una especie de adaptación un tanto ampliada de un capítulo del Viaticum.
Ed. E. Montero Cartelle, Constantini liber de coitu. El tratado de andrología de Constantino
el Africano. Sgo. de Compostela. Univ. de Santiago de Compostela, 1 983.
74 Se trata, en efecto, de ahuyentar la obsesión: Hec etenim que imprimunt tales for
mas sunt iterum forme delectabilium quam plurium et etiam diversorum. Tales veroforma de
/ectationem a.fferentes acquirunt ex omni delectabili sensibus obiecto, ex quorum delectabi·
lium numero consistit balneum temperatum. confabulatio dilectorum, intuitus pulcrarum ac
de/ectabiliumfacierum et etiam quantum est ex arte coitus, precipue si cum iuvenibus et magis
delectationi congruis exerceatur. [Y las cosas que inculcan dichas formas son, ellas mis
mas, formas de realidades especialísimamente agradables y. además, distintas. Esas for
mas que procuran el deleite lo obtienen de toda clase de objetos placenteros para los
sentidos; entre ellos se cuentan los baños templados, las pláticas con los amigos. la con
templación de caras hermosas y agradables y. también, todo lo que tenga que ver con el
arte del coito. en especial si se practica con jóvenes apropiadas para dar placer.)
75 En particular, en el Viaticum (libro VI).
76 Cfr. GoRLJN, M.: Malinonides «On sexual intercoursefl l-jimá ·». colección « Medica!
Historical Studies of Medieval Jewish Medica! Works». vol. l. Nueva York. Rambash
Pub!., 1 96 1 .
7 7 E l examen de los manuscritos demuestra que los tres tratados puestos bajo el
nombre de Trótula fueron escritos por hombres, probablemente en Salemo. a finales
del siglo x11 o comienzos del xm. Si bien no es posible atribuirle este conjunto de trata
dos, parece, de todos modos, testimoniado que en el siglo xu una mujer médica llamada
Trótula ejerció la medicina en Salemo. Cfr. J. F. BENTON, «Trotula, Women's Problems.
and the Professionalization of Medicine in the Middle Ages». Bulletin of the History of
Medicine. 59 ( 1 985). pp. 30-53. Seguiremos llamando Trótula a nuestro autor, ya que la
Edad Media puso estos tratados bajo su nombre. Por comodidad. hemos utilizado
la edición de J. Schott, Estrasburgo. 1 564.
78 Un ejemplo divertido nos lo ofrece un sermón de Guillermo Peraldus (siglo xm ) ;
demuestra. al mismo tiempo, la rivalidad entre médicos y sacerdotes. El predicador
constata que. mientras la mujer acepta sin reticencia ser rapada por consejo de su mé
dico, no obedece al sacerdote que la invita a no ponerse peluca (manuscrito París, Bi
blioteca nac .. latín 1 6472. folio 209 v.º; información facilitada por David d'Avray).
79 Otra ayuna todo un mes y se somete a sangrías.
siendo la causa de su absoluta palidez.
En efecto. quien no es pálida se considera tosca;
« Éste es el color adecuado, el del verdadero amante», dice.
Esa misma cubre sus labios con diversas porquerías:
pero ¿por qué buscar mejor color recurriendo al artificio?
1 44 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO E N L A EDAD MEDIA
Rogelio DE CAEN (m. 1095), De contemptu mundi, ed. Th. Wright. Anglo-latin satírica/
poets and epigrammatists ofthe twelfth century, t 11, Londres, Longman & Co .. 1 872, p. 1 86.
80 Cfr. ULLMANN, M.: Die Medizin im Islam, Leiden-Colonia, Brill. 1970. pp. 193-
198.
81 Cfr. THOMASSET, C.: Commentaire du Dialogue... , op. cit.
82 Ed. y trad. al alemán: G. HAYDAR, «Kittib fl 1-btih wa-ma yu�ttigu ilaihihi min tadbfr
al-badanfl sti'mtilihi» des Qustti ibn LuqtJ. Erlangen. Univ. de Erlangen-Nuremberg. 1973
y N. A BARHouM, Das Buch aber die Geschlechtlichkeit («Kittib fl 1-btih) von Qustti ibn LuqtJ,
ibíd.• 1 974. Debemos la información de estos trabajos a Ursula Weisser (Universidad de
Erlangen).
83 Kittib nuzhat al-asaa�tib fl mu ' tis�arat al·a� btihfl 'ilm al-btih, ed. y trad. alemana
de K. Hallak. Erlangen. J. Hogl. 1973; F. Mansour. ibid.• 1975 y T. Haddad, ibld., 1976.
84 Ed. y trad. al alemán : H. M. fa-HAw, «Ristilafimti ya�ttig ilaihi 'r-rigtil wan-nistJ 'fl
sti'mtJI al-btih mimmtJ yadu" wayanftJ» des At-11/tisf. ibid. , 1 970.
85 «Rushd al-labfb ilti mu 'tisharat al-�abfb» (Anleitung des Einsichtigen hinsichtlich des
Umgangs mit der geliebten Person) des lbn Fa/ita, ed. y trad. al alemán: cap. 1 -3 por G. Al
Bayati, ibld.• 1 976; cap. 4 por Husni-Pascha, ibíd.• 1 975; cap. 6 por B . .Al-Khouri, ibld..
1975; cap. 12- 1 4 por E. Sabbagh. ibíd.• 1973.
86 Cfr. GR1GNAScH1, M.: «L'origine et les métamorphoses du "Sirr al-'asrar" (Secre
tum secretorum)». en Archives d'histoire doctrina/e et linéraire du Moyen Áge. 43 ( 1977). pági
nas 7-1 12, y. «La diffusion du Secretum secretorum (Sirr al-'asrar)», ibid.• 47 ( 198 1 ),
páginas 7-70; MoNFRIN, J.: «La place du Secret des Secrets dans la littérature franc,aise mé
diévale». en Pseudo-Aristotle The «Secret of Secrets» . ed. de W. F. Evans y Ch. Schmitt.
Londres, Warburg lnstitute, 1 982. pp. 73- 1 13.
87 Placides et Timéo, THoMASSET, C. (ed.): op. cit. • p. 1 23, § 270.
88 Secreta mulierum, ed. Amberes, 1 538.
89 Puesta al día de la cuestión: B. KuscHE, «Zur "Secreta mulierum" Forschung»,
Janus, 62 ( 1975). pp. 103- 123.
90
Les Secrets des hommes et des femmes composés par le Grand Albert traduits du latin
en franrais. s. l. n. d.
91 DELUMEAU, J.: La peur en Occident, París. Fayard, 1978, pp. 304-345.
92 Av1cENA: Canon, libro 111, fen. 20, tr. l. c. 38 (ed. citada).
93 YüI:ianna ibn Masawayh (Juan Mesué). Le livre des axiomes médicaux, ed. D. JAc
QUART y G. TROUPEAU, Ginebra, Droz, 1 980, p. 149 afor. 43.
94 DESPARS, Jacques: Comentario al Canon de Avicena. ed. citada. libro 111. fen. 20.
tr. 1, c. 29.
95 Av1cENA: Canon. libro 111. fen. 2 1 , tr. l. c. 9.
96 Gentile de Foligno glosa el largo pasaje de Avicena con: Ponit secundo canonis.
Non sunt male. quia non sunt multum calide, quia tune conveniet ludus permixtione vera. sci
licet in quo emittatur semen. (En el libro segundo del Canon dice: No son malas porque
no son excesivamente cálidas; cuando se emita el semen. entonces será el momento
conveniente del juego, entremezclándose de verdad.! (Ed. Venecia, 1 520.)
97 Quarto precipit /Avicennaf quod vir actu coiens in muliere consideret horam in qua
ipsa fortiter sibi iuncta adheret et ipsius oculi rubere incipiunt quasi scintilantes et anhelitus
eius fit a/tus et frequens et in verbis suis balbutire incipit, tune enium est in puncto emmitendi
sperma. ((Avicena) manda en cuarto lugar que cuando el hombre vaya a copular con la
mujer considere el momento en que ella se le abraza fuertemente uniéndose a él. sus
ojos comienzan a enrojecer como si centelleasen. su respiración se vuelve fuerte y fre
cuente, y empieza a hablar balbuciendo, pues entonces es cuando está a punto de emi
tir su esperma.] ( Ed. Lyon. 1498.)
98 Lilium medicine. Lyon. ed. G. Rouillum, 1 550, p. 633.
99 Mas excitare foeminam debet ac sollicitare ad coitum, loquendo, osculando, amplec
tendo, mammillas contractando, tangendo pectinem et perinaeum totamque vulvam acci
piendo in manus et nates percutiendo hoc fine atque proposito ut mulier appetat venerem... et
cum mulier incipit loqui balbutiendo, tune debent se commiscere. (El varón debe excitar a la
mujer y estimularla al coito hablándole, besándola, abrazándola, cogiendo sus senos y
tocándole los pelos del pubis y el perineo, poniendo sus manos sobre toda la vulva
y palmeándole las nalgas con el fin y el propósito de que a la mujer le apetezca el acto
sexual... y cuando la mujer comience a hablar entre balbuceos. entonces deberán copu-
MEDICINA Y ARTE ERÓTICA 1 45
lar.) (/bid., p. 555.) Añadamos que un poco más adelante Juan de Gaddesden no duda
en referirse a los «libertinos» (p. 556 ).
100 Si virga erigatur tarde post primum coitum et secundo ve/is coire mane, utforte mulier
quae non emisit sperma compleat desiderium suum (quod ex eo scitur, quia ipsa post coitum
applicat se viro, eumque amplectitur et oscu/atur. et postea manum ex abrupto pronit ad vir
gam et testicu/os viri, ut videat an sit paratus ad pugnam) tune consultum est coitum repetere
et ante super dorsum et renes iacere; quoniam iste decubitus efficit erectionem virgae... [Si des
pués de un primer coito la verga tarda en levantarse y quieres copular una segunda vez
por la mañana para que la mujer, que quizá no emitió su esperma, dé satisfacción a su
deseo (cosa que se sabe porque tras el coito se arrima al varón, le abraza y le besa y deja
caer repentinamente su mano sobre la verga y los testículos del hombre, con la idea de
ver si está dispuesto al combate). entonces es oportuno repetir el coito y tumbarse pre
viamente sobre la espalda y los riñones, pues esta posición de decúbito provoca la erec
ción de la verga ... ) (J. de Gaddesden, Rosa anglica. Augsburgo, M. Mauger, 1 595, p. 557.)
101 /bid .• p. 557.
102 Practica maior, tr. 6, c. 2 1 . rubr. 23 (Venecia, ed. Giunta, 1 547).
1 º3 Comentario al Canon de Avicena, libro III. fen. 20. tr. l . c. 38.
104 Tertio debet vir mulierem tangere ut circa mamillas et leviter et specialiter capita ma
millarum oscula ungere. [En tercer lugar. el hombre debe tocar a la mujer, por ejemplo,
en la zona de los senos y besar con suavidad y de forma particular sus pezones.) (Prac
tica maior. loe. cit.)
105 lbíd. . rubr. 28. c. 32.
106 Cfr. supra, p. 34.
107 Canon, libro III. fen. 20, tr. l. c. 6.
108 Lilium medicine. ed. cit., p. 602.
109 Practica maior, tr. 6, c. 20, rubr. 28.
1 10 ZAPPERI, R.: L 'homme enceint, París, PUF, 1983, p. 1 3 1 , colección «Les Chemins
de l'Histoire».
1 1 1 In IV Sententiarum, dist. XXXI. G, art. 24 (ed. A BoRGNET, p. 263). En el De anima
libus, Alberto Magno aduce únicamente razones físicas. Ciertas posiciones son desfa
vorables a la concepción. pues no permiten una buena recepción del semen en la
matriz: Quando autem in latere disponitur. vix contingit quia in latus gutturis semen proicia
tur. Quando autem mulier virum supergreditur, matrix est revoluta: et ideo effunditur id quod
est in ipsa. Quando autem stat mulier, extenditur matrix et constringitur os eius, ut non reci
piat, et si recipit, effunditur propter extensionem. Posterius autem cognita mulier non recipit
semen. nisi inter labia vulvae. quia spissitudo natium impedit veretri usque ad os matricis po
rrectionem. Praeterea matrix tune est reversata et non in situ naturali, et ideo nonfaci/e semen
accipit. [Cuando se deposita lateralmente. apenas si llega. porque el semen se proyecta a
un lado del cuello. Cuando la mujer monta al hombre. la matriz está vuelta y así se de
rrama lo que hay en ella. Cuando la mujer está de pie. la matriz se atiranta y su boca se
cierra de modo que no recibe y si recibe se derrama debido a la tensión. Si se llega a la
mujer por detrás sólo recibirá el semen entre los labios de la vulva porque el grosor de
las nalgas impide la penetración de la verga hasta la boca de la matriz; además, en este
caso, la matriz está girada y no en su lugar natural, con lo que no recibe el semen con
facilidad.) (Libro X tr. 2, c. l . ed. H. Stadler, p. 748.) Constatamos una vez más que Al
berto Magno no duda en entrar en detalles en sus descripciones.
1 1 2 Jacques Despars (siglo xv) nos hace partícipes en este asunto de su experiencia
de médico. Novi aliquos stu/tos qui quando coibant dimittebant feminam complere coitum et
sponte proprium sperma retinebant ut ipsum sufficeret ad piures coitus (unde de/ectahantur
p/uribus vicibus et magis placebant huic cum qua coibantfrequentia coitus), quibus inde acci
dit circa pudipunda serpigo corrodens que diu duravit corpus circuiens et nisi cauteriis sanari
non potuit. (Conozco a algunos necios que cuando copulaban dejaban a la mujer que
llegase hasta el final del coito y retenían voluntariamente su propio esperma para
que les alcanzase para varios coitos (así. sentían el placer varias veces y por la frecuen
cia del coito agradaban más a aquella con la que copulaban); ésa fue la causa de que a
tales personas les apareciese en la zona de sus partes pudendas un sarpullido mor
diente que duró bastante tiempo y les rodeaba el cuerpo y no pudo curarse más que con
cauterios.) (Com. Canon. libro III. fen. 20, tr. l . c. 7.)
113 Cfr. BEAUJOUAN, G.: «Manuscrits médicaux du Moyen Age Conservés en Es
pagne». Mélanges de la Casa de Velázquez, 8 ( 1 972). p. 173 .
1 46 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
1 14 Estas pruebas han sido remitidas por el Dr. P. Bohigas a M. Guy Beaujouan,
quien ha tenido la amabilidad de facilitárnoslas.
1 1 5 Cfr. Buu1m1AN, G.: Manuscrits... , loe. cit.
1 16 É ste es un extracto del prólogo: E yo quir parlar per ar;o en aquesta raho e complir
e be declarar, per so que entenen tot hom qui/ vulle guardar, e ques pusquen aprojitar del/
tambe los jisichs e los cirurgians e mo/tes da/tres gents; e vu/1 guardar que no age longues ra
hons, mas ques pusquen aprojitar de la cura e de la obra mallor.
1 17 La mujer ha de tener cuatro atributos negros: los cabellos, las pestañas, las
cejas y los ojos; cuatro rojos: la tez. la lengua, las encías y los labios; cuatro blancos: la
tez. los dientes, el blanco de los ojos y los muslos. Cuatro partes deben ser estrechas: los
orificios de la nariz y de las orejas, la boca, los pezones y los pies; cuatro, menudas: las
cejas, las aletas de la nariz, los labios y las costillas; cuatro, grandes: la frente, los ojos,
el pecho y las caderas; cuatro, redondas: la cabeza, el cuello. los brazos y las piernas.
Cuatro lugares deben exhalar un buen olor: la boca, la nariz, las axilas y la vagina. Ob
servamos que, aparte de este último punto, no aparecen los órganos sexuales.
1 1 8 ltem, la mul/er que li ve la volentat atan e n o h a talent de Joder, que /i far;e /om. V.co
ses: el besar, el palpar, el pessigar, el estrenyer, el farir ab les mans. Las partes sensibles son:
la cara, las manos, las piernas, los pechos, los pezones. el vientre y el ombligo.
1 19 Citemos una de las últimas; requiere la intervención de un accesorio: ltem, a/tra
manera: que sacost lafembra a la paret e que leu la perna esquerra que la pos sobre ./. banch
o qua/que cosa altre, e lom que /i stia fodendo por detras e tenent el/ la perna que te al banch
en la ma tota vegada, car mils sacostara a ella e/ara sa obra mils. Tengamos en cuenta que
el Tao propone veintiséis posturas, cfr. J. CHANG, Le Tao de / 'an d'aimer, prefacio de Jo
seph Needham, París, Calmann-Lévy, 1 977. pp. 86 y 87.
1 2º Este escrito es, quizás, el primero de una serie de tratados prácticos, gracias a
los cuales el hombre adquiere un dominio mejor de su cuerpo. Sobre esta nueva acti
tud, cfr. M. M. FoNTAINE, « L'art de nager. Conceptions humanistes et religieuses: leur in
fluence sur le développement de la natation du xv au XVII siecle», Proceedings of the IX
International HISPA Congress, Lisboa, Min. de Qualidade de Vida, 1 982, pp. 1 32- 1 42.
1 2 1 C fr . supra, p. 7.
1 22 Luxuria viri primam radicem habet in lumbis et libido mulieris in umbilico. Unde
Job « Vinus eius in lumbis eius etfonitudo eius in umbilico ventris eius /XL, 15- 1 7/». (La luju
ria del hombre tiene su raíz primera en los lomos, y el deseo libidinoso de la mujer, en
el ombligo. Por eso dice el libro de Job: «Su fuerza está en sus lomos y su fortaleza en el
ombligo de su vientre» (XL, 15-1 7): Miguel ScoT, Liber physionomie, Pavía, B. de Garal
dis, 1 5 1 5, folio 9 v.º Sobre la función erótica de esta parte del cuerpo, cfr. T1eoN, Le nom
bril, centre érotique. París, Pierre Horay, 1 983.
1 2 3 Uno de los primeros médicos que denunció este peligro fue Bernardo de Gor
don ( finales s. xm-principios s. x1v), cfr. D. JACQUART, « La réflexion médicale médiévale
et l'apport arabe», Nouvelle Histoire de la psychiatrie, Toulouse, Privat, 1 983, p. 5 1 .
1 24 Comentario a l Canon d e Avicena, op. cit. , libro III, fen. 20, tr. l . c . 1 2 . E l texto de
Avicena así amplificado se reducía a las siguientes palabras: Et oponer ut referantur ei
proposita coeuntium et libri narrati de dispositionibus coitus et jiguris ipsius. (Conviene que
se le cuenten conversaciones de quienes copulan y los mencionados libros sobre las
condiciones del coito y sus posturas.)
CAPÍTULO 4
Inocentes y culpables
El examen de las teorías fisiológicas nos invita a preguntarnos por
el lugar que ocupa la responsabilidad humana en el pensamiento mé
dico. Son conocidos los problemas que planteó en el Medievo cris
tiano la introducción de un determinismo astrológico. El mismo tipo
de cuestión se suscitó, evidentemente, en el terreno de la medicina: la
admisión de coerciones fisiológicas impone límites al ejercicio del
juicio, a la libertad humana. Todo el discurso médico sobre la sexua
lidad tenderá a mantener el equilibrio entre estos imperativos, a mos
trar lo que es posible exigir al cuerpo humano y lo que no lo es;
aunque reconoce plenamente su fuerza a la idea, inspirada en Platón
y Galeno, de «que las costumbres del alma son consecuencia del tem
peramento del cuerpo» y aunque demuestra, según la feliz expresión
del Placides et Timéo que, al contrario que las almas, «los cuerpos no
son desiguales», 1 ese discurso médico rechaza también los extravíos,
imputables, según él, a la sola responsabilidad del sujeto.
LOS LÍMITES DE LA LIBERTAD: LAS PREDISPOSICIONES
Tanto si son partidarios de la oposición aristotélica materia-forma
como de la teoría del doble semen, los sabios de la Edad Media consi
deran que la pertenencia a uno u otro sexo es el resultado de una
pugna. Una de las Cuestiones sobre los animales que Alberto Magno
consagra a este tema explica la opción aristotélica. 2 La producción de
un feto masculino parecido al padre requiere «una victoria total del
semen viril sobre la materia femenina». Para lograr este éxito pleno
de lo masculino, se deberán cumplir diversas condiciones. En efecto,
el esperma transmite, ante todo, los caracteres de la especie gracias a
su virtus hominis; ella es la que hace que el feto sea hombre o animal.
Según el principio de que todo agente natural engendra dentro de sus
1 48 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
posibilidades a un semejante, el esperma masculino tiende a reprodu
cir en otro ser el sexo y los caracteres del individuo del que procede. Si
no es lo bastante fuerte puede resultar vencido por la materia feme
nina y fracasar en la transmisión del sexo; o bien puede no lograr
transmitir sus propios caracteres, suplantados entonces por los de sus
ancestros que virtualmente contiene. Resumiremos en un esquema
las diferentes posibilidades previstas por Alberto Magno, de acuerdo
con Aristóteles.
CUADRO 3
Esperma
masculino
portador Esperma masculino
de los ca portador de los
racteres caracteres
Ser engendrado sexuales individua/es
Hija parecida a la madre Vencido Vencido
Hijo con un parecido lejano con el padre. Vencedor Vencido por sus
pero con un posible parecido con los propios
antepasados masculinos componentes
Hija parecida al padre Vencido Vencedor
Hijo parecido a la madre o a los antepasados Vencedor Vencido por la
femeninos de ésta materia femenina
Los partidarios del doble semen mantienen también el principio
de un combate que asocian a menudo con la oposición derecha
izquierda.
Citaremos el pseudogalénico De spennate, ya que propone un sis
tema próximo al que recogerán y enriquecerán los autores salernita
nos y Guillermo de Conches. El abanico de posibilidades presenta los
tipos de la mujer viril y del hombre afeminado: 3
Si el semen cae en la parte derecha de la matriz, el niño es macho... Pero si se juntan
allí un semen viril débil y un semen femenino más fuerte, el niño, aunque salga macho.
será frágil de cuerpo y de espíritu. Puede suceder también que de la asociación de un
semen viril débil y de otro femenino fuerte nazca un niño dotado de los dos sexos. Si
el semen cae en la parte izquierda de la matriz se forma una hembra ... y si prevalece el
semen macho se tratará de una mujer viril y fuerte, y a veces velluda. Puede también
ocurrir en este caso que, a consecuencia de la debilidad del semen femenino, nazca un
niño provisto de los dos sexos.
El hermafrodita, feto de la parte central en la teoría que sitúa siete
cámaras en la matriz, es también el niño resultante de un combate in
deciso. Hay que señalar que, al contrario de los demás, los médicos
escriben poco sobre este caso extremo. Se contentan con citar alguna
INOCENTES Y CULPABLES 149
anécdota o con señalar, a ejemplo de Avicena, que ciertos hermafro
ditas pueden ser, a voluntad, hombre o mujer: la Iglesia les impulsará
a elegir.
Por otra parte, la cirugía ofrece los medios para corregir las ano
malías más visibles. Leamos la Gran cirugía /Chirurgia Magna/, de
Guido de Chauliac: 4
Hermafroditismo es naturaleza sexual doble. Según Albucasis, está en los hombres
de dos maneras. A veces, reside en el espacio que aparece abierto por abajo. En la
mujer hay una especie en que se ve sobre la vulva una verga y testículos. Se cura mu
chas veces por incisión, como dice Avicena, pero no la que produce orina, según
Albucasis.
Los autores apenas van más allá de estas anotaciones. La ambi
güedad sexual pertenece más bien al ámbito de la filosofía natural; la
medicina sólo puede declarar su impotencia y dejar que el mito conti
núe alimentando la imaginación. Inspirándose a un tiempo en las
Metamorfosis de Ovidio y en la Aquileida de Estacio, el Placides et
Timéo confiere al personaje de Hermafrodito el poder de revelar a los
hombres los secretos de las mujeres. 5
En el interior de las dos sustancias, materna y paterna, se desarro
lla aún otro combate cuyo resultado pesará de igual manera sobre la
vida del individuo; a los caracteres innatos, como la virilidad o el as
pecto afeminado, se suman predisposiciones menos visibles: 6
Gracias a sus cualidades, los cuatro humores forman el esperma; éste desciende
desde los riñones a los testículos, donde es purificado y perfeccionado: seguidamente,
será recibido en la matriz. Así, el hombre está constituido por los cuatro humores. El
niño será similar al humor que en el momento del coito abunde más en el esperma.
Para el autor del De spermate será así como se determine el tempe
ramento de cada individuo. Las mejores predisposiciones sexuales
corresponden a la naturaleza masculina, cuyas características se acer
can más a las cualidades requeridas por el coito. El temperamento
sanguíneo, en el que predominan el calor y la humedad, será, natural
mente, el más adecuado. Por otra parte, reúne las cualidades que
rigen la vida, pues la muerte es consecuencia de una victoria de lo frío
y el desenlace de una desecación debida a la pérdida total del humi
dum radica/e. Se comprende fácilmente que el temperamento menos
apto será el melancólico: al ser frío y seco, no reúne ninguna de las
condiciones requeridas. Víctima frecuente de la impotencia, se carac
teriza asimismo por una envidia desordenada, un juicio atravesado
que, bajo los efectos de un desmesurado deseo, le impulsa a buscar
las cualidades que le faltan. Si no es impotente, será lujurioso. 7 Entre
estos dos extremos se sitúan los temperamentos intermedios dotados
de una de las condiciones favorables a la realización sexual. Aprove-
1 50 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
chándose de la oportunidad que se le ofrece para burlarse de algunos
de sus maestros, un copista inglés del siglo XIII desvela con cierta
crueldad en el desarrollo de una cuestión de inspiración salernitana
las predisposiciones de los temperamentos de sus maestros de He
reford: 8
- los sanguíneos (cálidos y húmedos) «desean mucho y pueden
mucho»;
- los coléricos (cálidos y secos) «desean mucho y pueden poco»;
- los flemáticos (fríos y húmedos) «desean poco y pueden mucho»;
- los melancólicos (fríos y secos) «desean poco y pueden poco».
¿Cómo reaccionaron los interesados? La historia no nos lo dice.
La fisiognómica, ciencia aneja a la medicina, permite también re
conocer los caracteres por los indicios físicos. Una serie de grandes
sabios medievales han practicado este arte descubierto en las fuentes
antiguas y árabes, especialmente en el Secreto de los secretos /Secretum
secretorum/. El tratado de Pedro d'Abano ofrece sobre todo consejos
de orden político; por el contrario, la Physionomia de Miguel Escoto, de
dicada al emperador Federico 11, concede amplio espacio a la vida se
xual. De acuerdo con la tradición árabe que brinda consejos para la
selección de las mujeres del harén, Miguel Escoto traza una serie de re
tratos femeninos. 9 Como es natural, no se pueden aplicar los mismos
criterios a los dos sexos; pero en la mujer, igual que en el hombre, se
ha de buscar el máximo grado de calor. Las mejores predisposiciones
se hallan reunidas en la muchacha de más de doce añ.os que haya
perdido su virginidad. Los senos pequeños y firmes, un sistema piloso
en los lugares apropiados y una tez lozana son buenos indicios. A este
tipo de mujer le gusta mostrarse insolente y poco compasiva y sabe
emborracharse; le agrada cantar, pasearse, divertirse. Está dotada de
un deseo permanente que es capaz de calmar en el acto sexual. Su
sangre menstrual es escasa y sus reglas desordenadas, y rara vez
queda encinta. Miguel Escoto adopta la teoría del doble semen; según
él, cuanta menos sangre menstrual produzca una mujer más abun
dante será su esperma y más placer experimentará. Consecuente
mente, tendrá poca leche, lo que explica el tamañ.o reducido de sus
pechos y su firmeza. En el polo opuesto se sitúa la mujer de natura
leza más fría: a menudo es muy joven, sus pechos son poderosos y
blandos, su sistema piloso poco abundante y pálido el color de su
piel. La timidez y la reserva son sus cualidades características, así
como la compasión y la credulidad. Pocas veces llega a consumar su
deseo; sus menstruaciones son regulares, queda encinta con facilidad
y tiene leche abundante. Tras estos dos retratos trazados por Miguel
Escoto se perfilan la cortesana y la madre de familia; puede supo·
INOCENTES Y CULPABLES 151
nerse que la primera gozaba de más aprecio que la segunda, entre las
persona_s pertenecientes al círculo de Federico 11. Pero las observacio
nes referentes a la menstruación otorgan realidad y justificación fisio
lógica a estos dos tipos femeninos extremos.
Destacamos de nuevo la importancia estética concedida a los
senos firmes y pequeños; en este sentido, Nicolette reunía las condi
ciones de la belleza medieval: 1 0
Tenía los cabellos rubios y de rizos breves, los ojos vivos y reidores, el rostro deli
cado, la nariz grande y bien trazada, los labios pequeños y más rojos que las cerezas en
verano, los dientes blancos y menudos, los senos firmes, que le levantaban el vestido
como dos nueces, y el talle tan fino que lo podrías abarcar con las dos manos.
La originalidad del texto de Miguel Escoto frente al conjunto de la
tradición occidental consistió en relacionar el tipo estético de la mu
jer dotada de senos pequefios con una mejor aptitud para la vida
sexual.
Además de las características ligadas al temperamento, cuyas cua
lidades se reconocen también al tacto, la fisiognómica, ayuda a adivi
nar las aptitudes de los órganos ocultos mediante la observación de
los signos visibles. Las Fisiognómicas de origen griego y árabe fijan en
un estereotipo el retrato del hombre lujurioso. El Pseudoaristóteles le
atribuye una encarnación blanca, cabellos hirsutos, espesos y negros
que cubren abundantemente las sienes y ojos desorbitados. 1 1 En el se
gundo libro del Líber ad Almansorem, Rhazés recoge la misma des
cripción, añadiendo una tez rubicunda que alterna con la blancura. 1 2
Mientras los ojos desempeñan la clásica función de espejos del alma,
la información que se supone proporcionan otras partes se atiene a
una tradición más «escabrosa». Miguel Escoto y el mismo Miguel Sa
vonarola en su muy serio Espejo de la Fisonomía /Speculum physiogno
miae/ se entretienen con cierta complacencia en el tamaño significa
tivo de la nariz en el hombre y del pie en la mujer. 1 3 En la obra de Mi
guel Savonarola aparece, en lugar destacado, el tradicional juego de
palabras referente a Ovidio, de sobrenombre «Naso». Añadamos que,
a partir del Pseudoaristóteles, la nariz chata es el atributo de los hom
bres lujuriosos.
Podríamos multiplicar cuanto quisiéramos los signos externos
que atestiguan las capacidades sexuales; las descripciones de los ór
ganos masculinos y femeninos considerados más aptos ocupan tam
bién un espacio nada despreciable en estas obras. Baste recordar que
la Edad Media realizó la síntesis perfecta entre los datos fisiognómi
cos y la teoría de los temperamentos; desde este punto de vista, la obra
de Miguel Savonarola es su culminación. 1 4 El discurso fisiognómico,
que es el mejor de los pretextos para abordar el tema de las relaciones
entre alma y cuerpo y que, como recuerda Miguel Escoto, ha de mante-
1 52 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
nerse en secreto debido a su eficacia, pretende también transmitir una
iniciación sexual en la que la persona dotada de conocimientos médi
cos se erija en maestro.
Las limitaciones impuestas por el temperamento del individuo no
son absolutas. La medicina está en condiciones de rectificar sus exce
sos y modificar los desequilibrios para obtener un determinado efec
to: en esto consiste el fundamento mismo de la terapia medieval,
basada en la patología humoral. Con el aumento o disminución de
uno de los cuatro humores se actúa sobre el temperamento de todo el
cuerpo o de una parte determinada. Pero como este efecto es sólo mo
mentáneo, lo que se pretende es intervenir antes de la concepción del
futuro embrión. Se prevé incluso la posibilidad de una intervención
preconcepcional para elegir el sexo del niño, de acuerdo con una
preocupación que sigue siendo actual. En esta perspectiva, Alberto
Magno plantea la siguiente cuestión: «¿Es posible engendrar por
algún artificio un macho o una hembra?». 1 5 La respuesta es afirma
tiva: se puede actuar antes de la cópula, pues la determinación de la
diferenciación sexual es sólo accidental. Las posibilidades de obtener
un hijo aumentarán si se refuerza el calor viril con una medicina
apropiada. Otra forma de actuar consiste en favorecer el lado derecho
en la emisión o en la recepción del semen.
Sin embargo, se han de tener en cuenta otros factores que, ligados
a las influencias externas, pesan no sólo en la determinación sexual
sino también en el conjunto de la vida amorosa. Dejaremos de lado el
problema de la astrología, que rebasa los límites de nuestro estudio,
para tratar de las modificaciones provocadas por el clima. Siguiendo
una tradición que se remonta a Hipócrates, los autores árabes conce
den especial importancia a la influencia de la meteorología. El deseo
y la potencia sexual varían según la geografía y el ritmo de las estacio
nes. Los médicos medievales recogieron sin grandes cambios lo que
leían en el Pantegni, y posteriormente en el Canon de Avicena. De
acuerdo con la regla similia similiis, la mejor estación para los placeres
venéreos es la primavera, que, debido a su naturaleza cálida y hú
meda, supone el predominio del humor sanguíneo. El verano y el
otoño, durante los cuales abundan, respectivamente, la bilis y la me
lancolía, son poco propicios: la práctica del coito en estas estaciones
provoca una excesiva desecación. El invierno resulta menos desfavo
rable: su cualidad fría, próxima a la naturaleza de la flema, se com
pensa con una abundante humedad. Estos principios deducidos de
una ley que relaciona las cosas semejantes deberán, sin embargo, ma
tizarse con otra ley que, fundada en la física, afirma la atracción de
los contrarios. Los habitantes de regiones frías son más decididos y, al
estar dotados de un calor interno más fuerte, sobreabundan en es
perma «digerido». Los médicos explican esta constatación recu-
INOCENTES Y CULPABLES 1 53
rriendo al concepto antiguo de antiperístasis, célebre también en nu
merosos autores medievales para explicar el movimiento de los pro
yectiles. 1 6 El principio, utilizado en física, explica por qué uno de los
elementos en contacto experimenta un incremento brusco de su cua
lidad dominante. El proceso se aplica a la respiración: entre el aire
frío inhalado y el calor interno se produce un choque, y el calor in
terno se realza e intensifica. Esto explica también las diferencias de
comportamiento entre los sexos. Desde Aristóteles, los médicos afir
man que el hombre tiene mayor capacidad sexual en invierno, mien
tras que la mujer es más ardiente en verano. Tal constatación puede
llegar a contradecir los principios de la ley similia similiis que se aplica
a las influencias estacionales. Se ha de distinguir, por tanto, entre de
terminismo en el plano de la especie y caracteres propios de cada
sexo. La diferencia de naturaleza entre hombres y mujeres les impone
un ritmo biológico discordante. La primavera, debido a su carácter
templado, es capaz de aunarlos; el otoñ.o los distancia irremediable
mente. Para las demás estaciones, Alberto Magno encuentra una so
lución que permite restablecer el equilibrio: en invierno la incitación
al placer sexual viene del hombre; en verano, de la mujer.17 Es, por
tanto, posible un compromiso entre estos dos seres de naturalezas tan
opuestas.
LA IMAGINACIÓN CULPABLE
Si hay un ámbito en el que los médicos proporcionen a un mismo
tiempo razones de excusa y motivos para reprimir es, desde luego,
el del placer solitario. Su postura respecto a la responsabilidad moral
del sujeto es ambigua. Se puede también constatar que no abordan
las debilidades masculinas y las femeninas con el mismo grado de
franqueza y precisión. Los autores cambian elocuentemente de pers
pectiva según el sexo. A pesar de la atención prestada a las pérdidas
de semen femenino, es evidente que la polución masculina constituye
un objeto tratado con más prolijidad. Lo que todavía tiene menos jus
tificación desde un punto de vista científico es el contraste entre un
relativo silencio sobre las prácticas masturbatorias masculinas y una
complacencia por informar acerca de las costumbres femeninas. El
placer solitario es uno de los temas en que los autores más misóginos
pueden poner en práctica su falta de delicadeza.
El examen de las predisposiciones sexuales según el tempera
mento revela que algunos individuos toparán con mayores dificul
tades en su búsqueda de la castidad. A la tendencia general del
organismo en conjunto se añaden las características propias de los
órganos genitales que experimentan también, por su parte, sensibles
1 54 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
variaciones de individuo a individuo. Los menos predispuestos para la
continencia son los hombres con órganos de complexión cálida y
seca o de complexión cálida y húmeda. Esta cuestión aparece clara
mente enu nciada en la Techne /Ars medica/ de Galeno y en el Canon de
Avicena. 1 8 El predominio de las cualidades cálida y seca predispone
al vigor del deseo : los individuos dotados de esas características expe
ri mentan continuamente la necesidad de copular y se mueven por un
violento deseo, por una furia. El exceso de calor y humedad no tiene
las mismas consecuencias, pero hace igualmente perjudicial una con
tinencia absoluta. Debido a la plétora que en este caso se produce en
los vasos espermáticos, una vida sexual activa no supondrá riesgos,
mientras que una abstinencia prolongada provocará graves inconve
nientes. Los riesgos que corren los individuos cuyos órganos tienen
las complexiones que acabamos de mencionar son, respectivamente,
la satiriasis y la gonorrea.
Los autores medievales añaden poco al cuadro antiguo del pri
mero de estos dos trastornos. Repiten la distinción clásica entre sati
riasis y priapismo. 1 9 Las dos dolencias provocan una erección con
tinua, pero una va acompañada de deseo y la otra no. Al contrario del
priapismo, la satiriasis se alivia realizando el acto sexual. Las causas
son diversas : un exceso de ventosidad debida a la absorción de ali
mentos flatulentos, la costu mbre de acostarse de espaldas o una absti
nencia prolongada. El Breviarium practice, que tiene el interés de
haber sido compuesto en un convento, nos ofrece un testimonio de la
vida monástica de finales del siglo x m : 20
En diversos monasterios y lugares de religión se encuentran muchos hombres con
votos de castidad que a menudo son tentados por el diablo; la causa principal es que
todos los días comen alimentos que generan ventosidad. Esto aumenta su deseo de
coito y tensa su miembro, razón por la que dicho padecimiento se llama satiriasis... Al
estar escribiendo este libro en el monasterio cisterciense de Casanova voy a exponer.
por amor al abad, al prior y a los monjes, aquello que puede ser útil ad removendum
coitum.
Siguiendo la tradición médica y monacal, el autor propone un ré
gimen destinado a eliminar la ventosidad y disminuir el esperma,
pero preconiza también la utilización de simples con virtudes cal
mantes, como la lechuga o la adormidera. Los baños, al igual que la
costu mbre de sentarse sobre una piedra fría, refrescarán los órganos
correspondientes . El autor extrae de Avicena el consejo de andar des
calzo: también Gentile de Foligno veía la misma finalidad en este
procedimiento adoptado por los franciscanos. 2 1 Au nque la medicina
antigua menciona la posibilidad de una satiriasis femenina, los auto
res de la Edad Media le prestan poca atención. A comienzos del si
glo xv, Vel asco de Taranta recoge, sin embargo, esta idea, cuando
INOCENTES Y CULPABLES 1 55
afirma que bajo el efecto de un «apetito desordenado» las mujeres
pueden experimentar un endurecimiento de la vagina que hace a este
órgano «nervoso, cartilaginoso y muy sensible». 22
Mientras que el cuadro de la satiriasis y del priapismo se amplía
poco en la Edad Media, la gonorrea es objeto de importantes desarro
llos. Esta evolución se ha de relacionar, evidentemente, con la abun
dante literatura que los teólogos consagran al tema de las poluciones.
Raros son, en efecto, los médicos que no incluyan en sus obras un ca
pítulo sobre la «gonorrea», término referido más bien a la pérdida in
voluntaria de semen, la espermatorrea, que a la blenorragia. 2 3 A este
capítulo le sigue muy a menudo otro sobre la «polución nocturna».
Según constatamos ya a propósito de las leucorreas femeninas, los
médicos no llegan a establecer una distinción neta entre perturbacio
nes funcionales y patológicas, manifestaciones nerviosas e incitacio
nes voluntarias. Algunas de sus observaciones pueden despertar la
indulgencia en un lector teólogo, pero otras, dada la importancia
otorgada a la imaginación, incitan a la represión.
Las causas de la gonorrea son múltiples. La más perentoria con
siste en el predominio de una complexión cálida y húmeda; si en tal
caso el médico aconseja el matrimonio, da por sobrentendida la inefi
cacia de cualquier otro remedio. 24 La gonorrea puede también prove
nir de un espasmo, como en el caso de los epilépticos. Pero casi
siempre la etiología presenta un carácter menos grave: un régimen
apropiado y el empleo de la sangría disminuirán la cantidad de es
perma. En el De considerationibus operis medicine, 25 Arnau de Vilanova
resalta la necesaria armonía que debe mantener el médico entre estos
dos procedimientos terapéuticos. Para demostrarlo, se entretiene en
la descripción de un caso particular. Un religioso sufría de poluciones
crónicas debido a su complexión cálida y húmeda. El médico del con
vento no lograba curarlo. En efecto, después de cada sangría, el
monje, lejos de sentirse aliviado, experimentaba un agravamiento del
mal. Un interrogatorio reveló un error en el régimen. Por lo común,
el monje tomaba sus comidas en el refectorio: comía habas, coles o
queso seco, sustancias que incrementan la cantidad de semen. Tras la
sangría, acudía a comer a la enfermería del monasterio; allí se le
daban alimentos destinados a restablecer la fuerza de una persona re
cién privada de una parte de su sangre, a saber, huevos, vino, caldo de
carne y queso fresco. Aparte de que estos alimentos generan ya de por
sí esperma, su acción era doble o cuádruple por el hecho de que, tras
la sangría, los testículos tienden a atraer una gran cantidad de mate
ria transformable en semen. El error del médico fue, pues, tratar al
monje tras la intervención según las normas generales que regulan el
régimen de un paciente recién sangrado y no según las exigencias de
su complexión y de su mal. Tras la flebotomía habría sido oportuno
1 56 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
prescribirle alimentos refrigerantes, como lentejas al vinagre, lechuga
o pescados salados. Este testimonio de un caso real de la vida monás
tica muestra la dificultad, y hasta la imposibilidad, de imponer la cas
tidad a hombres sin predisposición natural para ella. Los autores no
cesan de repetir que la continencia constituye un peligro para los jó
venes y para los hombres dotados de complexión cálida y húmeda.
La materia no expulsada afecta al corazón y provoca primero angus
tia y tristeza, y después, como consecuencia, daña todas las demás
funciones. 26
Advertimos, no obstante, que si los médicos insisten en el peligro
de una excesiva retención seminal, no abogan explícitamente por que
los hombres recurran a la masturbación. 27
La observación de las condiciones monacales pesa sobre el dis
curso médico. Aun cuando se atengan a la definición antigua de la
gonorrea, es decir, una emisión involuntaria sin concupiscencia, los
autores ya no hacen esta distinción en los tratados consagrados al
tema. La ambigüedad es permanente y puede relacionarse con los
consejos de ciertos teólogos, como Vicente Hispano o Antonino de
Florencia, que recomiendan al médico no revelar a los monjes la
causa de sus desórdenes sino preocuparse más bien de su régimen. 28
La importancia dada al problema religioso de las poluciones supuso
un obstáculo para la reflexión médica sobre los flujos patológicos. La
confusión que afecta a las descripciones es tal que el historiador de la
medicina no puede descubrir las eventuales huellas de blenorragia.
Sólo algunas advertencias invitan a suponer una afección más grave
detrás de ciertas «gonorreas». Así, Bernardo de Gordon cuenta cómo
muchos hombres mueren por no atreverse a confesar un mal tan ver
gonzante y Velasco de Taranta cita el caso de poluciones diurnas de
una alarmante frecuencia. 29 A pesar de estos escasos indicios, la reali
dad nosológica se difumina ante las exigencias del contexto religioso
y social. El médico debe ayudar a sus pacientes a llevar una vida casta
mostrándoles lo que es imputable al cuerpo.
La definición que Gerardo de Bourges da del coito puede ilustrar
igualmente la postura de los médicos ante el problema de las polu
ciones: 30
Advierte que en el coito intervienen cuatro cosas: una fuerte imaginación, una com
plexión cálida y seca que estimula el miembro. una ventosidad que provoca la erección
y una materia espermática. Si falta alguna de estas cosas, no hay coito verdadero.
La presencia de estos cuatro elementos es lo que distingue la polu
ción de la gonorrea puramente fisiológica. La respuesta de los médi
cos parece clara y coincide con la de los teólogos: para que el sujeto
sea responsable, es necesario que la emisión esté provocada por la
i magi nación. Recordemos lo que escribe Alberto Magno sobre la pér-
INOCENTES Y CULPABLES 1 57
dida de la virginidad. 3 1 La simple purgación natural no corrompe el
cuerpo, como tampoco la mera imaginación que no acaba en una
emisión; por el contrario, la virginidad se pierde si la polución se pro
duce a consecuencia de pensamientos sobre el coito o sobre las partes
pudendas. Los médicos cuentan, pues, entre las causas externas de la
gonorrea, las divagaciones de la imaginación. En este caso, el régimen
o la sangría son ineficaces; hay que aplicar el ayuno y la flagela
ción. El autor del Breviarium practice opta aún más decididamente por
una terapéutica del alma abogando, como los hombres de Iglesia,
por una «sublimación» del deseo: la mejor manera de evitar la polu
ción debida a una imaginación vehemente es la contemplación de la
causa primera y el ejercicio de una asidua reflexión sobre el amor de
Dios. 32 Una de las personas que vivieron esta transferencia en la
Edad Media fue Ramón Llull; de «loco de amor carnal» pasó a con
vertirse hacia sus treinta años en «loco de amor espiritual». La expe
riencia acude en apoyo de sus conocimientos médicos y filosóficos: 33
Cuando el pensamiento se pone a imaginar la belleza de las mujeres, la lujuria se
difunde y extiende en la potencia sensitiva, y, cuanto más a menudo imagina, con
mayor fuerza se llena la sensitiva del ardor de la lujuria. Por eso, quien quiera hacer de
saparecer y aniquilar la lujuria en su sensibilidad debe imaginar otras cosas que no
sean ni bellas ni agradables.
La medicina antigua prescribía ya esta distracción del pensa
miento. Así, por ejemplo, Celio Aureliano trata los problemas de las
poluciones nocturnas que acompañan a los sueños eróticos: 34
Durante su sueño, y bajo el efecto de imágenes carentes de realidad, los pacientes
sufren emisión de esperma. El nombre viene del síntoma pues en el origen del efecto
está el sueño venéreo que lo provoca. Pero, en general, no se trata ni de una enfermedad
ni siquiera del accidente de una enfermedad -lo que los griegos llaman síntoma
sino que es la consecuencia de imágenes que los griegos denominan phantasia y que
afecta a los pacientes durante su sueño, motivada por el deseo del placer sexual, es
decir, por un deseo constante e ininterrumpido o, al contrario, por una larga interrup
ción de la práctica sexual y por la continencia.
Incluso en el sueño la responsabilidad del sujeto subsiste, pues
«las percepciones recogidas en estado de vigilia pasan en la ensofia
ción al estado de imágenes». Celio Aureliano preveía además de un
tratamiento del cuerpo una cura del alma, consistente principalmente
en distraer el espíritu de la preocupación venérea. 3 5 A propósito de la
polución nocturna, los autores de la Edad Media se limitan a incor
porarse a esa tradición médica; ello les resulta tanto más fácil cuanto
que dicha tradición estaba en perfecta armonía con las exigencias del
cristianismo. Sin embargo, la línea de demarcación entre las emisio
nes consideradas naturales o viciosas es imprecisa. La fijación de las
1 58 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
imágenes en la phantasia puede provenir de un pensamiento provo
cado, pero también de la visión fortuita de una persona atractiva o de
una pareja de enamorados, sin que exista reflexión voluntaria por
parte del sujeto. La virtud imaginativa mueve a la expulsiva y provoca
una espermatorrea, como un ruido estridente causa dentera o el ver a
una persona a punto de vomitar o de orinar induce a reproducir la
misma acción. Nos encontramos en el terreno de la sensación y no de
la voluntad; 36 la condición híbrida de la imaginación, única facultad
mental mencionada por los autores, deja en la incertidumbre la res
ponsabilidad del sujeto, aun cuando la cura preconizada sea de las
más severas y el médico considere en este caso la polución como un
pecado que mancilla el alma a la vez que el cuerpo. La imprecisión
era inevitable en un terreno en que la valoración de la responsabili
dad incumbe únicamente al sujeto.
Citaremos a Michel Foucault cuando alude a la Conferencia XXII.ª
de Casiano:
La polución no es sólo objeto de una prohibición más intensa que las demás o más
difícil de observar. Es un analizador de la concupiscencia en la medida en que, durante
el proceso que la hace posible, la prepara, la incita y finalmente la desencadena, se
puede determinar que esa concupiscencia se halla en el centro de las imágenes. de las
percepciones. de los recuerdos del alma. en la zona de lo voluntario y de lo involunta
rio. Todo el trabajo del monje sobre sí mismo consiste en no dejar que su voluntad se
comprometa en este movimiento que va del cuerpo al alma y del alma al cuerpo. y
sobre el que dicha voluntad puede influir. mediante el movimiento del pensamiento,
para favorecerlo o para detenerlo. 37
La fragilidad de los argumentos médicos podía, a pesar de todo,
abrir un camino a una casuística en la que contase la dirección de la
intención. A finales del siglo xv, esta manera de tratar la cuestión le
supuso al teólogo Juan de Wesel algunos conflictos con la autoridad
eclesiástica. En el consejo que dirige a un monje cartujo para purgar
los riñones3 8 -órganos considerados como sede de la libido mascu
lina- llega a decir que la expulsión del semen no constituye pecado
si se produce por necesidad física y si la voluntad no tiene una inten
ción concupiscente. Muchos hacen voto de castidad sin conocer sus
fuerzas y caen enfermos por efecto de la abstinencia. Ahora bien, la
enfermedad generada por la continencia sólo se cura con su contra
rio. Así, pues, si la emisión está provocada por razones de salud, el
alma permanece casta. Cuando la incontinencia es estrictamente cor
poral, aunque esté provocada voluntariamente, la virtud espiritual de
la continencia no se mancilla. La reflexión médica no va tan lejos.
A pesar de mostrar los peligros que representa, para ciertos tempera
mentos, una abstinencia excesiva, y de recomendar un régimen que
reduzca la cantidad de semen masculino, se guarda de pensar en su
expulsión voluntaria.
INOCENTES Y CULPABLES 1 59
Por el contrario, las prácticas solitarias se mencionan en los con
sejos destinados a las mujeres. Las anotaciones más constantes acom
pañan al tratamiento del mal histérico. Volveremos sobre ello. Pero
otras circunstancias provocan el mismo tipo de alusiones, por ejem
plo, la fisiología de la muchacha recién entrada en la pubertad. La ex
posición más precisa sobre este tema se encuentra en Alberto
Magno: 39
Hacia los catorce años, y debido a la bajada de la sangre menstrual y del humor es
permático, los muslos comienzan a robustecerse, la fisura de la vulva se cierra. los la
bios de ablandan y espesan y crece pelo en torno: son las señales de la pubertad. La
muchacha comienza entonces a desear el coito, pero, aunque lo desea, no tiene emisio
nes y cuanto más realiza el acto sexual o recurre a prácticas manuales más crece su
deseo; hasta tal punto que atrae el humor, pero no lo emite. Con el humor se atrae el
calor y, como el cuerpo de la mujer es frío y sus poros están cerrados. le cuesta emitir
el semen del coito. Por eso algunas muchachas no pueden hacia sus catorce años quedar
satisfechas con el coito y si no tienen pareja imaginan el coito o el miembro viril o se
entregan a prácticas con los dedos o con otros instrumentos hasta que los conductos
se distienden por el calor del frotamiento y sale un humor espermático junto con el calor
concomitante. En ese momento sus ingles se atemperan y ellas se vuelven más castas.
Imposible ser más claro: en la muchacha, la masturbación es a
menudo una necesidad fisiológica. Incluso ayuda a adquirir la casti
dad. En la mujer más adulta tiene también su utilidad. Según Avi
cena, permite adecuar el ritmo de una compañera lenta al de un
hombre más rápido.40 Si los comentadores occidentales se entretienen
muy poco en justificar las buenas razones de estos tocamientos, no se
privan de describir su desarrollo. Numerosos autores encuentran en
la terapia de la histeria o de la esterilidad un pretexto para mencionar
con precisión los instrumentos sustitutivos del miembro viril fabrica
dos con diversos materiales. Uno de los más explícitos es, sin duda, el
autor del Breviarium practice que, recordémoslo, confiesa estar escri
biendo su obra en un convento. Da a conocer las prácticas «sodomíti
cas» de las mujeres de los comerciantes italianos, atribuyéndoles el
empleo de accesorios apropiados.4 1 Se invoca una razón de orden so
cial: los hombres emprenden largos viajes por sus negocios y las espo
sas no se atreven a cometer adulterio, por miedo a quedar embara
zadas. Señalemos que el mismo autor enumera, en los límites de la
burla y el sadismo, los subterfugios a que recurren las jóvenes esposas
napolitanas para simular la virginidad en la noche de bodas; se cita,
por ejemplo, la aplicación previa de sanguijuelas. 42 Y no es el único
en manifestar este gusto: la masturbación y la simulación de la virgi
nidad son para un clérigo de sexualidad reprimida el motivo de reme
morar con precisión los órganos femeninos, ratificando a la vez la
perversidad del sexo contrario. Por otro lado, aparte las raras alusio
nes de Alberto Magno.43 las descripciones de p rácticas s olitari as fe-
1 60 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
meninas no parecen dejar apenas lugar para la sensibilidad clitori
diana; gracias a la mención explícita de instrumentos, la mención de
la masturbación se hace de forma que no se ponga en duda la supre
macía del órgano viril, del que todas las demás cosas no pasan de ser
sustitutivos eficaces sólo a medias.
La medicina intenta preservar el semen masculino o reducir su
producción para evitar cualquier pérdida, pero en cambio incita a ex
pulsar el líquido femenino, cuya retención puede ser de lo más no
civa. Aparte de la sofocación de la matriz y de la esterilidad, ocasiona
otros trastornos, como la hinchazón del vientre o la formación de una
mola. 44 Las poluciones masculina y femenina no tienen, pues, la
misma gravedad. La mujer, por su naturaleza fría, no puede generar
una sustancia noble; el humor se transforma en veneno si se retiene y
mejor será expulsarlo, incluso por un procedimiento pecaminoso. En
cuanto al pecado de Onán, a la pérdida de semen en el hombre, cons
tituye una falta no sólo desde el punto de vista individual sino tam
bién desde el de la especie. Bernardo de Gordon recuerda que la
«gonorrea» hace que desaparezca la raza de los hombres, ya que es
«como el flujo del género humano». 45 En este punto, los manuscritos
atestiguan una confusión ortográfica muy reveladora: en numerosas
obras, entre ellas el Viaticum de Constantino el Africano,46 gonorrhea
se convierte en gomorrhea. Esta confusión culmina en Velasco de Ta
ranta: «Gomorrhea deriva de la palabra Gomorrha, por la inútil efu
sión del semen del masculino que se producía en esta ciudad». 47 Toda
emisión no fecundante es una pérdida irreparable para el género
humano. A pesar de que desde una perspectiva galénica se atribuye al
esperma femenino una virtud generativa, no hay igualdad entre los
dos sémenes. Al recordar los siglos xv1 y xv11, Jean-Louis Flandrin se
ñala una de las consecuencias de esta desigualdad: si para la mayoría
de los teólogos la retención femenina tras la eyaculación masculina
constituye pecado, el hombre, por su parte, no está obligado a esperar
la emisión de su pareja. 48 El pensamiento árabe consiguió evitar esta
valoración del semen viril. Leamos a al-Ghazali: 49
Las dos especies de esperma se comportan. pues. como lo que son correlativamente
en la existencia jurídica de un contrato la oferta y la aceptación: quien hace una oferta
y la retira antes de que se acepte. no comete un atentado contra la existencia del con
trato anulándolo o rescindiéndolo; por el contrario. cada vez que la oferta y la acepta
ción coi nciden. el hec ho de retira r la oferta es una auténtica ruptura del contrato. una
disolución. una anulación ( ilegales) del mismo. El niño no podrá formarse del semen
masculino mientras se encuentre en las vértebras del hombre; lo mismo vale para el
momento de su expulsión. mientras no se mezcle con el esperma de la mujer o con su
sangre (menstrual).
Vemos, pues, planteada con claridad la cuestión que en el pensa
miento de los teólogos y los médicos quedó sin respuesta lógica. Esta
INOCENTES Y CULPABLES 161
comparación jurídica aparece en el tratado en que al-Ghazali habla
de la limitación de la natalidad. Se opone el autor a ciertos doctores de
la ley y emprende la defensa del coitus interruptus. El momento pre
ciso en que comienza la formación de la vida es el de la reunión de
los sémenes; una emisión cualquiera masculina o femenina no debe
ría ser objeto de reprobación, desde el momento en que no se han
unido los dos elementos. Quedan salvaguardadas la libertad sexual y
la función respectiva de los miembros de la pareja junto con el res
peto al primer estado del embrión. Partiendo del pensamiento aristo
télico, los teólogos destruyeron este equilibrio y los más liberales de
ellos se vieron obligados, a menudo, a buscar soluciones bastardas
que implicaban extrañas lagunas. En un sistema de pensamiento que
no admite la anticoncepción, pero tolera la prostitución, se da una se
xualidad de la que no se habla, una sexualidad sin consecuencias. La
prostituta es estéril por razones fisiológicas evidentes, pero así se solu
cionan, en teoría, muchas cosas. Ella es la responsable del despilfarro
del semen masculino, a causa de su matriz inhábil para la retención.
En la Edad Media hay, de hecho, dos sistemas de representar la se
xualidad. Fuera del matrimonio, ciertos comportamientos, con excep
ción de la sodomía, se toleran o se ignoran en la práctica. Por el
contrario, una vez constituida la pareja, la persona de la mujer queda
alienada y sometida a la espera del semen masculino. En la mayoría
de los casos, es evidentemente fácil establecer un paralelo entre su de
pendencia, su privación de existencia erótica y su situación en la
sociedad.
La teoría galénica o aviceniana no bastaba para cambiar el sen
tido de esta corriente. La ausencia de un reconocimiento del ciclo de
la fecundidad femenina y el nexo establecido entre ésta y una secre
ción desordenada e irregular contribuían a mantener el desequilibrio
entre los dos sémenes. Desde un punto de vista natural, la masturba
ción femenina podía considerarse una necesidad individual sin con
secuencias para el destino de la especie. Era además aceptable desde
un punto de vista social. Numerosas mujeres vivían largos períodos
de soledad, mientras sus esposos estaban en la guerra o en peregrina
ción o se dedicaban a transacciones comerciales. La aceptación im
plícita de la masturbación femenina permitía salvaguardar la pureza
del linaje.
LOS EXCLUIDOS
. Todavía más que con la cuestión de las prácticas solitarias, los
médicos son muy reticentes a abordar el problema de las relaciones
sexuales que se apartan de la norma religiosa y moral. En esta pru-
1 62 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
dencia veremos, en primer lugar, la expresión de una autocensura,
pero habremos de suponer también que, puesto que los sabios no dan
ninguna explicación fisiológica ni patológica de tales comportamien
tos, delegan toda la responsabilidad en el sujeto. Ciertas desviaciones
, escapan de la observación del médico y quedan en el terreno de lo
ético.
Un ejemplo de omisión voluntaria nos lo proporciona, a finales
del siglo x1, la cuestión de la homosexualidad. En estos años se tradu
cen, sin duda en Italia, los Aphorismi del médico nestoriano Juan
Mesué. El texto árabe propone dos asertos: 50
Quien acostumbra penetrar a menudo a las mujeres por detrás, corre un gran riesgo
de que los hijos que le nazcan de estas mujeres sean afeminados o amanerados, sobre
todo si quien lo solicita es la madre.
Quien no siente placer con las mujeres y goza muy a menudo con hombres de con
ducta reprochable ha de sospechar (alguna cosa) en sí mismo.
Estos dos aforismos, que sin embargo implicaban algún tipo de
condena, son los únicos que ha omitido el traductor. Evidentemente,
no se trata de una casualidad. 5 1
Para comprender la postura intelectual de los médicos, conviene
recordar la teoría de los placeres no naturales expuesta por Tomás de
Aquino en la Summa teologica : 52
Ahora bien, en uno y otro género de placeres los hay que son no naturales. absoluta
mente hablando. aunque desde determinado punto de vista sean connaturales. Ocurre,
en efecto. que en algún individuo se halla corrompido un principio natural de la espe·
cie; en ese caso. lo que va contra la naturaleza de la especie resulta accidentalmente na
tural para este individuo. como, por ejemplo, es natural al agua caliente comunicar su
calor. Así, pues, puede suceder que lo que va contra la naturaleza del hombre, desde el
punto de vista de la razón o de la conservación del cuerpo. resulte connatural para tal
hombre en particular, debido a alguna corrupción de la naturaleza en él. Esta corrup·
ción puede provenir del cuerpo; por enfermedad -la fiebre hace que se encuentre
dulce lo amargo y viceversa- o a causa de un temperamento desafortunado, hay quie
nes sienten placer en comer tierra. carbón u otras cosas similares; puede también pro·
venir del alma, como en el caso de quienes. por hábito. encuentran placer en comer a
sus semejantes, en tener relaciones con los animales o relaciones homosexuales y otras
cosas parecidas que no casan con la naturaleza humana.
Esta larga cita traza claramente los límites de la competencia mé
dica. La corrupción del gusto y del juicio provocada por la enferme
dad o por una deficiencia temperamental caen bajo su competencia;
la ingestión de tierra o de carbón mencionada por santo Tomás apa
rece en los textos médicos de la Edad Media: por su parte, la medi
cina moderna reconoce aquí la manifestación de una carencia meta
bólica. Pero la homosexualidad, situada en la peligrosa vecindad del
canibalismo y de la bestialidad, no se considera ni una enfermedad ni
una falta de temperamento. La mención de las predisposiciones
INOCENTES Y CULPABLES 1 63
según las condiciones de la concepción deja sitio, sin duda, a la exis
tencia de tipos sexuales intermedios, como el hombre afeminado o la
virago, considerada estéril, pero estas características no dan necesaria
mente por supuestos los comportamientos homosexuales. Su origen
es una corrupción del alma y los médicos no descubren en ellos nin
gún sustrato corporal.
La homosexualidad no está, sin embargo, totalmente ausente de la
literatura médica. El Canon de Avicena la menciona varias veces y
Gerardo de Cremona no consideró bueno censurar los pasajes donde
aparece. Avicena sigue la tradición árabe: no la condena; sólo com
para las relaciones homosexuales con las heterosexuales y describe
algunos comportamientos que considera perversos. ¿Cómo entendie
ron los médicos occidentales estas observaciones? No es fácil discer
nirlo, pues los autores, por lo general, no las recogen en sus obras: sin
duda, son una parte de las expresiones «ilícitas y deshonestas» que
Bernardo de Gordon atribuye a Avicena. Habremos, pues, de interro
gar a los comentadores del Canon.
Ya hemos tenido oportunidad de señalar que Gentile de Foligno,
a principios del siglo x1v, evita comentar de forma demasiado explí
cita los pasajes que le parecen escabrosos. En la cuestión de la homo
sexualidad, hace honor a esta tendencia suya y elude admirablemente
el problema. Así, cuando Avicena compara las ventajas y los inconve
nientes de las relaciones con mujeres y la pedofilia, el sabio italiano
se contenta con declarar: s 3
Aquí Avicena compara los coitos. Quam vulva, es decir. coitus in vulva.
Ninguna información se filtra a través del comentario. Hay otro
pasaje que no podía ser totalmente obviado, pues consiste en un pá
rrafo entero; Avicena trata en él de la homosexualidad pasiva. s4 Por
consideraciones de decencia, o por ignorancia, Gerardo de Cremona
transliteró sin más el nombre de esta «enfermedad» que, según los
manuscritos, aparece bajo la forma de alubuati o aluminati, para
transcribir el árabe al-ubna (sodomía). La traducción del pasaje que le
dedica Avicena no contiene, sin embargo, ninguna ambigüedad: este
trastorno afecta a los hombres que, dotados de un gran deseo pero in
capaces de emitir, disfrutan con el contacto de otros hombres. Gentile
de Foligno hace gala de un raro virtuosismo al comentar este texto sin
mencionar el asunto del que se trata. s s Así es como resume el sentido
del párrafo: «Aquí el autor trata de cierto tipo de accidente que le ocu
rre al hombre durante el coito». Gentile de Foligno pasa seguida
mente a la explicación palabra por palabra en forma de meras co
rrespondencias; la consecuencia es una fragmentación del discurso,
en la que no aparece reorganización semántica alguna. La única
1 64 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
glosa a la que se dedica una frase es la siguiente: «Natural, es decir,
que deben corregirse sus malos pensamientos». La perversidad men
tal, que, por otra parte, aparece ya en Avicena, es la única caracterís
tica digna de ser explicitada. Gentile de Foligno deja ver que él ha
entendido, pero no quiere que se entienda, pues, sin citar su título, re
mite al problema IV, 26 del Pseudoaristóteles: «¿Por qué a algunos
hombres les agrada el coito cuando son activos y a otros no?». 5 6
Sobre el alubuati, el comentario de Jacques Despars será más ex
plícito. 5 7 De entrada, el médico del siglo xv da un testimonio tomado
de su experiencia personal: cuando era submonitor en un colegio,
había allí un clérigo que se entregaba a tales prácticas con los escola
res. La sanción aparece de manera inmediata en el comentario: el fu
turo médico advirtió al director del colegio para que «una acción
sodomita tan detestable y vil no ocurra bajo su techo». Tras esta anéc
dota, Jacques Despars comenta muy fielmente el texto de Avicena,
procurando añadir algunos adjetivos como «vergonzoso» o «desho
nesto». Avicena indica que algunos sabios piensan que los hombres
afectados por este tipo de impotencia sufren una anomalía en la iner
vación del pene; el médico árabe considera, por el contrario, que la
causa no es natural sino «meditativa». Proporciona así argumentos a
la postura tomista y afirma que «son estúpidos quienes quieren reme
diar tales defectos». El único tratamiento posible consiste en destruir
el deseo mediante sevicias físicas y morales: la compunción, el ham
bre, el insomnio, la reclusión y la flagelación. Jacques Despars se ve
impulsado con toda naturalidad a ampliar este tema y añadir algunos
detalles sobre el castigo a esos «sodomitas»:
El primer medio es la compunción que se debe suscitar duramente en ellos me
diante invectivas. insultos. odio hacia sus pensamientos y sus actos viles. El segundo
medio consiste en torturarlos con un hambre intensa y asidua. El tercero. en fatigarlos
mucho por medio de vigilias. El cuarto. en arrojarlos a horrible prisión. El quinto. en
golpearlos a menudo y hasta la sangre con azotes y varas.
Advertimos, pues, en los dos comentadores occidentales una acti
tud muy distinta : Gentile de Foligno evita explicarse con demasiada
claridad, pero remite a los Problemata de Aristóteles, que dan una jus
tificación científica de la pasividad sexual; Jacques Despars recoge
con precisión todos los temas mencionados por Avicena, pero acen
túa la condena emitida por aquél. La misma actitud puede advertirse
respecto a la pederastia, que, como hemos visto, Gentile de Foligno
eludía de plano. La exposición de Avicena contiene, por otra parte,
ciertas ambigüedades: comienza diciendo que muchos consideran
esa costumbre vergonzosa y contraria a la ley, y seguidamente la com
para, sin tener en cuenta esta afirmación, con las relaciones heterose
xuales. Las relaciones con muchachos jóvenes son más nocivas. por
INOCENTES Y CULPABLES 1 65
requerir un esfuerzo intenso, pero lo son menos porque suponen una
emisión más débil. En su comentario, Jacques Despars insiste mucho
en la condena de cualquier relación homosexual: 58 recuerda el inevi
table ejemplo de Sodoma y relaciona esta práctica con la de la bestia
lidad. Sin embargo, enumera fielmente las ventajas e inconvenientes
enunciados por Avicena y se contenta con añadir algunos calificati
vos, como «vergonzoso» o «detestable», a la vez que elogia la belleza
femenina, que ofrece mayores atractivos. Ésta es su conclusión del co
mentario al pasaje: «Se podrían describir aquí muchas especies de
coitos sodomitas con los que se propasan hombres y mujeres y esta
blecer entre ellos comparaciones sobre sus ventajas e inconvenientes,
pero considero más seguro callar, con el fin de que la naturaleza hu
mana, impulsada al mal y a la práctica de nuevas concupiscencias, no
intente, al oírlas, ejecutarlas en perjuicio de su honra y de su alma».
Jacques Despars plantea con claridad el problema de la información:
al querer decir demasiadas cosas, lo que debería haber sido una ad
vertencia se convierte en incitación. Los confesores se veían ante la
misma dificultad y en Bartolomé de Exeter podemos encontrar una
formulación parecida: «Hemos oído hablar de hombres y mujeres
que, por haber escuchado mencionar ciertos crímenes desconocidos
por ellos, han caído en pecados que ignoraban». Los manuales de
confesores propondrán hablar con prudencia. 59 Sobre el tema de la
homosexualidad, la mayoría de los médicos de la Edad Media opta
ron por el silencio. Jacques Despars, a pesar de abogar por la pruden
cia, prefiere informar explicando el texto de Avicena; en el siglo xv la
función social del médico se había ampliado de hecho y algunos inte
rrogantes no podían quedar sin respuesta.
Volvemos a encontrar esta necesidad de informar con motivo de
las relaciones homosexuales femeninas que prevé Avicena cuando el
hombre no haya logrado dar satisfacción a la mujer. 60 En tal caso, la
mujer no ha tenido emisión y no puede haber concepción. En este
asunto, Jacques Despars analiza con claridad el texto de Avicena,
pero su conclusión reafirma el deber del médico: 61 habrá de dar con
sejos tendentes a mejorar las relaciones entre los hombres y las muje
res y evitar que se recurra a prácticas «ilícitas». Nos encontramos con
la posibilidad de que el médico transmita un conocimiento erótico
pero, además, constatamos que la condena de las relaciones homo
sexuales femeninas es poco virulenta. No emplean los adjetivos «ver
gonzoso», «detestable» y «vil», y, tras la descripción de algunas
prácticas, el comentador se contenta con añadir que existen otros
«procedimientos que es mejor callar que explicar». Esta tolerancia re
lativa nos impone la misma observación que ya hicimos en el caso de
la masturbación: la pérdida de semen femenino tiene menos impor
tancia para la conservación de la especie. La literatura médica no es
1 66 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
la única en sugerir una conclusión semejante. Jacques Le Goff cita un
ejemplo bastante revelador; una joven condenada al Purgatorio ex
plica la razón de las penas que sufre: 62
Hasta hoy. me tenía encadenada una pena nada ligera. pues cuando aún era de
pocos años, cometí actos vergonzosos con muchachas de mi edad abandonándome a la
seducción de una impúdica lascivia, y habiéndolo, jay!, olvidado. aunque me confesé a
un sacerdote, no lo sometí al juicio (de la penitencia).
Se halla en el Purgatorio y, por tanto, su situación no es desespe
rada. Los nuevos sistemas de sanción permiten no condenar a esta
pecadora.
Es cierto que cometió su falta en una tierna edad. Otro tipo de tes
timonio confirma la impresión de una mayor indulgencia para con
las mujeres.
Veamos la distribución de pecados que, según Juan Luis de Flan
des, presenta la lista de casos reservados en la diócesis de Cambrai,
para los afios 1 300- 1 3 10: 63
- Reservados al obispo: los pecados contra natura en el hombre mayor de veinte
años.
- Reservados a los penitenciarios: los pecados contra natura perpetrados por muje
res de cualquier edad y hombres de menos de veinte años; las poluciones manuales en
cualquier edad.
- Sometidos a la jurisdicción del sacerdote: las uniones desordenadas con mujeres; el
pecado de afeminamiento; los pecados contra natura en edad pueril. en los muchachos
hasta los catorce años y en las muchachas hasta los veinticinco.
La edad «pueril» se extiende, pues, en la mujer hasta los veinti
cinco afios... Además, parece ser que en su caso los pecados contra
natura nunca se reservan al obispo. Juan Luis de Flandes concluye:
« [Las relaciones homosexuales) son menos graves en las muchachas
que en los muchachos, cosa que considero conforme a lo que sabe
mos de la práctica judicial». También parece acorde con la función
atribuida a la mujer en la concepción y con su sumisión en el seno de
la familia y de la sociedad. Si no es religiosa, la mujer no tendrá posi
bilidad de elegir el celibato y, una vez casada, no podrá sustraerse a
sus obligaciones de esposa. El recurso a prácticas contra natura será
sólo ocasional y no pondrá en peligro ni el futuro de la especie ni
la civilización.
John Boswell resume la postura de Alberto Magno sobre la homo
sexualidad.64 El dominico, inclinado habitualmente a la indulgencia
en materia sexual, manifiesta mayor firmeza con los sodomitas:
Hay que decir que la deformidad de los pecados se mide según tres (criterios). a
saber. la gracia. la razón y la naturaleza. El pecado contra la gracia. la razón y la natu
raleza es el mayor: es el caso de la sodomía.
INOCENTES Y CULPABLES 1 67
Alberto Magno definía en otro lugar el ámbito que abarca el tér
mino a menudo ambiguo de «sodomía»: «Un pecado antinatural de
un hombre con otro o de una mujer con otra». No hay, por tanto,
duda respecto al objeto de la condena. Alberto Magno no da ninguna
explicación natural. Serán estrictas citas bíblicas las que le hagan
afirmar que el mal es innato y se considera contagioso: 65 «Los malva
dos están descarriados desde el seno materno, desde el vientre de su
madre se extravían quienes dicen mentiras» (Salmos, LVIII, 4), y la
orden dada a Lot por los ángeles para que se aleje de Sodoma: «Sál
vate, por tu vida, y no mires atrás ni te detengas en todo tu recorrido,
refúgiate en la montañ.a para que no perezcas» (Génesis, XIX, 1 7).
Nos encontramos siempre en el terreno del pecado; pecado de una fe
tidez que pasa de un ser a otro y tiene tendencia ascendente: afecta
más a las personas de alto rango que a las humildes.
El mundo de los animales podría haber permitido a Alberto
Magno plantear la cuestión de un origen natural. Por el contrario, se
cuida mucho de conceder cualquier realidad a las costumbres atribui
das a la comadreja, a la liebre y a la hiena. Sobre esta última, John
Boswell destaca una contradicción involuntaria en el De anima/ibus.
A la vez que refuta el carácter bisexual del animal, Alberto Magno da
una receta mágica en la que entra la piel del alzabo. No reconoció a la
hiena bajo esta transliteración de la palabra árabe al-<!ab'. Según
constatamos al hablar de los remedios anticonceptivos, se contenta
con dar razón de sus lecturas: <<Alzabo, según se dice en el Libro de los
sesenta animales, es un animal que vive en los desiertos de Arabia y
tiene gran utilidad médica ... Se dice que los pelos del cuello de este
animal pulverizados y quemados con pez constituyen un ungüento
anal que cura al sodomita de su vicio». 66 Nos encontramos en el te
rreno del pensamiento mágico y analógico: un animal vinculado tra
dicionalmente a la homosexualidad puede proporcionar el remedio a
los inconvenientes que supone semejante comportamiento. Alberto
recoge esta receta sin comentarla. Asimismo, confiere al «calcaneum»
de la comadreja un poder anticonceptivo, pero no tiene en cuenta la
peculiar sexualidad del animal. 67
Otro animal se comporta de una manera que ha llamado la aten
ción. Al mencionar un accidente que ocurre durante la realización
del acto sexual, y que la medicina moderna denomina «penis capti
vus», el perro aparece de forma natural como un referente privile
giado. 68 Los médicos medievales no hacen mucho caso a este percan
ce. Por el contrario, la literatura moral lo considera el castigo de los
desgraciados que tienen relaciones carnales ilícitas o que han violado
un interdicto. Queda castigada así la ofensa a un lugar consagrado,
incluso cuando se lleva a cabo a cierta distancia. La situación se ex
pone muy a menudo en la segunda mitad del siglo xm. Esta forma de
1 68 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
relato puede, por otra parte, describir tanto la vergüenza pública
de una pareja como el castigo colectivo del apetito sexual desmesu
rado de una población entera, tal como lo encontramos en Saxo
Grammaticus. 69 Por más extraño que pueda parecer, la anécdota rela
tiva a este mismo asunto figura dos veces en el Livre du Chevalier, de
La Tour Landry, destinado a la instrucción de sus hijas. 7 0 Ésta es la
forma más desarrollada de ese edificante relato:
Ocurrió en esta iglesia que durante una vigilia en honor de Nuestra Señora un hom
bre llamado Perrot Luart. que era sargento de Cande, junto al mar, se acostó con una
mujer sobre un altar. Y se produjo un milagro: se abrazaron y besaron como perros, de
tal modo que quedaron cogidos todo el día, de forma que las gentes de la iglesia y de la
comarca tuvieron la oportunidad de ir a verlos, pues no podían separarse, y hubo que
recurrir a una procesión para rogar a Dios por ellos y. por fin. al atardecer, se separa
ron. Posteriormente, se debió consagrar la iglesia y, como penitencia, aquel hombre
tuvo que dar vueltas durante tres domingos a la iglesia y al cementerio, golpeándose el
pecho y recordando su pecado. Que te sirva de buen ejemplo de cómo hay que compor
tarse correctamente en la santa iglesia.
Se trata de un ejemplo especialmente probatorio al servicio de una
enérgica pedagogía moral. ¿Va dirigida, en realidad, únicamente al
alma de las jóvenes? Más bien, parece que esta historia reafirma la
perennidad de una obsesión masculina presente en el corazón de mu
chas civilizaciones. Las prohibiciones del censor revelan su psi
quismo. En cuanto a la estructuración del relato, podría corresponder
a un período de revitalización de su tema y, conviene, por tanto, in
cluirlo entre los componentes de la psicología del hombre medieval,
como una de las formas del miedo a la mujer. 7 1
Esta tímida incursión en el riquísimo mundo del bestiario medie
val nos lleva a considerar otro de los «placeres no naturales» que,
según la clasificación tomista, proviene igualmente de una corrup
ción del alma. Se trata de la bestialidad. Las obras zoológicas conce
den tradicionalmente un lugar importante a la descripción del oso,
animal en el que advierten un comportamiento sexual próximo al hu
mano. Vicente de Beauvais no se olvida de subrayarlo: 7 2
Los osos no hacen el amor como los demás cuadrúpedos sino que pueden abra
zarse entre sí como los seres humanos.
El oso aparece, efectivamente, en las representaciones míticas del
amor entre especies diferentes. Guillermo de Auvernia7 3 recuerda
que, aparte de su comportamiento sexual, el oso se parece al hombre
por su cara. Para ilustrarlo, presenta la leyenda sajona que atribuye a
la mujer de un caballero una larga cohabitación con un oso; de esta
relación nacieron varios hijos semejantes a hombres pero con cara
de oso. El oso. omnipresente en el folclore, tiene, según Guillermo de
INOCENTES Y CULPABLES 1 69
Auvernia, la particularidad de producir un semen compatible con la
generación de una persona humana.
No es nuestra intención abordar la abundante literatura, a la vez
científica y mítica, consagrada a los monstruos. Nos contentaremos
con citar a Vicente de Beauvais: 74
Aristóteles. A veces. cuando los movimientos de la virtud activa son débiles y no lo
gran vencer a la materia, subsiste el carácter general y se genera un animal: pero éste
puede tener cabeza de carnero o de toro: o, de manera similar. se engendra un ternero
con cabeza de hombre o un cordero con cabeza de toro. Este tipo de monstruosidad
ocurre a veces de la siguiente manera. a saber. por el coito entre especies diferentes o
por un modo de acoplamiento no natural.
El comienzo de la cita se refiere a la obra Sobre la generación de los
animales /De generatione animalium/, pero su final difiere; Aristóteles
trata el caso particular de la generación del mulo pero en el pasaje
mencionado por Vicente de Beauvais refuta la posibilidad de engen
dramiento entre especies diferentes: «La producción de todos estos
monstruos depende de las causas expresadas pero jamás son lo que se
suele decir, tan sólo poseen un parecido». 75 El obstáculo principal re
side en el tiempo de gestación, diferente en las personas, en ovejas,
perros o vacas. La conclusión de Vicente de Beauvais se aparta de la
teoría aristotélica; para el enciclopedista medieval, no sólo puede
haber engendramiento entre hombre y animal sino también genera
ción de monstruos «por un modo de acoplamiento no natural». La li
teratura médica apenas aborda este problema; sólo menciona las
monstruosidades que se manifiestan en un excedente de miembros
debido a un exceso de materia. Los textos salernitanos citan, sin em
bargo, el caso de mujeres lombardas que engendran a veces, además
de un niño normalmente constituido, un animal llamado arpo o arpa,
parecido al sapo. 76 La explicación no lo atribuye a relaciones sexuales
con un animal. El ser monstruoso está producido por un exceso de
sangre menstrual, un residuo impuro. Los autores salernitanos cuen
tan que los niños llaman a su hermano arpo para burlarse de él. Esta
observación folclórica se ha de situar en un contexto totalmente dis
tinto del de la bestialidad. Algunos textos señalan, en efecto, que el
pequeño ser monstruoso puede nacer como consecuencia de la inges
tión de «hierbas»: Gil de Corbeil es todavía más explícito: el zumo de
abrótano tiene la virtud de purgar la sangre menstrual, de expulsar el
feto muerto y «el hermano de Salerno». 77 Como nunca se precisó que
la evacuación del monstruo tuviera lugar al mismo tiempo que el
parto normal, se puede suponer que este fenómeno legendario evoca
prácticas abortivas. El «hermano salernitano» no sería otra cosa que
un feto no deseado, sobre todo si se formó en un tiempo demasiado
próximo al anterior embarazo. La imaginería de la monstruosidad y
1 70 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
la explicación científica servían únicamente para camuflar una reali
dad más inconfesable.
La bestialidad, mencionada constantemente en las obras que
determinan las tarifas penitenciales, cae fuera del discurso médico.
Parece pertenecer, por tanto, al estricto ámbito del pecado, de la corrup
ción del alma. Sin embargo, este comportamiento sexual habría po
dido entrar en el terreno médico. La España musulmana nos da un
ejemplo de ello. A finales del siglo x, Ibn-Yíilyul narra,7 8 en clave di
vertida, una anécdota en la cual aparecen el médico andaluz Yal)ya
ben lsl)aq y un labriego. Éste llega a la casa del médico a lomos de un
asno y gritando de dolor. Sufre, según cuenta, de un «tumor en la ure
tra» y de retención urinaria. Tras una rápida intervención que pro
voca un desvanecimiento momentáneo, sale el pus y el paciente se
pone a orinar. Al reconocerse como causa de la obstrucción la presen
cia insólita de un grano, el médico trata al labriego de «hombre co
rrompido» y le hace confesar sus relaciones sexuales con un animal.
lbn-Yíilyul concluye con una alabanza a la intuición del médico y a
su gran competencia. El relato, a la vez que sirve a la mayor gloria de
Yal)ya ben lsl)aq, se burla de las costumbres rurales; pero también
puede leerse como una especie de exemplum destinado a mostrar los
peligros de ciertos comportamientos sexuales. Recurriendo a anécdo
tas de este género, la higiene médica coincide con la moral. La litera
tura en lengua latina no ofrece ningún ejemplo similar: el horror que
suscita la bestialidad, pecado contra la naturaleza, se impone a la vo
luntad de advertir y de curar.
En la mentalidad medieval, las relaciones con un animal sirven a
menudo de paso al mundo sobrenatural. El De universo, de Guillermo
de Auvernia, relaciona íntimamente bestialidad e intervención demo
níaca. El obispo de París sitúa, en efecto, en el capítulo dedicado a los
íncubos y a los súcubos su exposición sobre el comportamiento del
oso: 79 cuando los seres sobrenaturales deciden fecundar a una mujer
eligen hacerlo por medio de un semen susceptible de dar la vida en
un vientre humano. Desde este punto de vista, el oso presenta las me
jores predisposiciones. Guillermo de Auvernia se coloca, ante todo,
en una perspectiva demonológica; en un texto más cercano al mundo
de la ciencia, Witelo, sabio polaco del siglo xm, se interroga igual
mente por el modo de aparición de íncubos y súcubos. 80 La primera
parte del texto, en forma epistolar, trata de las imágenes falsamente
percibidas por enfermos mentales como los maníacos, los melancóli
cos, los epilépticos o los apopléticos : estos pacientes creen ver demo
nios, pero son imaginarios. Witelo describe seguidamente las visiones
debidas a condiciones especiales de la percepción visual. Tras esta ex
posición que esboza la distinción entre alucinación e ilusión, de gran
interés para la historia de la psiquiatría. el sabio polaco se pregu nta
INOCENTES Y CULPABLES 171
por los fenómenos demoníacos no reducibles a un desvío de la per
cepción. Plantea la cuestión tradicional de la naturaleza de los demo
nios, de su corruptibilidad y de su capacidad generativa. Si bien su
naturaleza no es animal, estos seres pueden tomar tal forma de ma
nera artificial. Invisibles casi siempre a los ojos humanos, son perci
bidos por la phantasia, la facultad que, situada en la parte delantera
del cerebro, capta y retiene las imágenes. ¿Cómo se explica, entonces,
que estas formas imaginadas, es decir, impresas en el cerebro, puedan
provocar un placer sensible al tacto y dar lugar al acto sexual? En la
razón expuesta por Witelo encontramos la importancia que conceden
los sabios medievales a la imaginación: ésta «tiene una gran relevan
cia en el transcurso del acto y los espíritus, movidos por la forma ima
ginada, acuden súbitamente a todo el cuerpo para ayudar al coito». 8 1
La imaginación, motor de los procesos físicos e intermediaria entre la
materia y el espíritu, permite a los demonios copular con los huma
nos. Hemos visto que el mismo modelo explicativo servía para dar
razón de las extravagancias de la herencia; en caso de adulterio, por
ejemplo, la imagen del marido recordado durante el acto hace que el
hijo se parezca al ausente y no al padre natural. 82 Witelo se sitúa, emi
nentemente, en el plano de la percepción; no da una explicación con
creta del proceso de la generación. De todos modos, menciona el
origen del mago Merlín, nacido de padre íncubo. Cita igualmente un
caso ocurrido en Padua en 1 265, pero sin hablar de descendencia:
una mujer confesó a un sacerdote haberse acostado con un «chivo
cornudo»; la naturaleza demoníaca de semejante ser parece atesti
guada por el hecho de que el animal desapareció inmediatamente
después del acto y no fue posible encontrarlo. 8 3 El sabio polaco in
tenta dar una explicación racional de todos estos fenómenos.
Podría resultar extraño que Witelo, a pesar de referirse en la pri
mera parte de su carta a las diversas enfermedades mentales conoci
das en la Edad Media, no mencione al incubus, que caía directamente
dentro de su campo de investigación. ¿Habrá que deducir que no
considera el fenómeno como una verdadera realidad nosológica, se
parándose aquí de la tradición médica? Según él, se trataría de per
cepciones falsas debidas a grandes perturbaciones mentales, o de la
intervención de seres sobrenaturales en la imaginación. Pero el incubus
no es considerado por el sabio polaco como enfermedad específica.
Sin embargo, desde Celio Aureliano el cuadro de esta perturbación
está incorporado a la nosografía de la lengua latina. 84 Se trata de un
fantasma que se aparece durante el sueño, bien a consecuencia de
un enfriamiento cerebral o de una digestión difícil, bien bajo los efec
tos de la subida de algún vapor nocivo hasta el cerebro. El durmiente
experimenta una sensación de opresión, de ahogo, que puede llevarle a
creer que otro cuerpo pesa sobre él y lo asfixia; ello le impulsa a gritar
1 72 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
y a arrojarse del lecho. En la etiología de este fenómeno -que la me
dicina moderna identifica con una anomalía respiratoria- no inter
viene ninguna causa ligada a la sexualidad; asimismo, los síntomas
están desprovistos de sensación erótica: se trata tan sólo de una im
presión de asfixia. El médico divulga una interpretación tranquiliza
dora de los íncubos: 85
El incubus es un fantasma que oprime el cuerpo durante el sueilo, provocando mo
vimientos y palabras. lncubus es el nombre de un demonio: algunos piensan que
cuando el íncubo se dirige hacia el cuerpo humano, sobre todo si la persona está tum
bada sobre su espalda, pesa sobre el cuerpo e induce a creer en un ahogo debido a al
guna influencia corrupta. Cuando esto les ocurre a los nidos de pecho, con frecuencia
se asfixian porque no pueden resistir una corrupción tan grande; tal es la opinión de
los teólogos. Pero, según la gente del común. se trata de una vieja que oprime y aplasta
el cuerpo: no hay nada de eso. Los médicos tienen una opinión más acertada.
De manera constante, la medicina medieval opta por una explica
ción científica de los fenómenos naturales. No duda en dar razón, por
extenso, de los puntos de vista de la teología o de las creencias popu
lares con el fin de refutarlas de manera racional. Se rechaza, por
tanto, toda explicación demonológica de los íncubos y los súcubos. El
fenómeno, sin embargo, proviene de una ilusión sensorial cuyo ori
gen se sitúa en el cerebro, y no de un simple trastorno respiratorio. El
incubus sigue siendo un fantasma, pero no erótico.
El problema de los íncubos y los súcubos es de la competencia del
médico, pues da pie a utilizar un lenguaje racional y a luchar contra
las creencias capaces de suscitar el miedo. Por el contrario, los sabios
evitan mencionar los pecados «contra natura». Sus omisiones o su
condena establecen los límites de lo que consideran como inadmisi
ble desde el punto de vista de la naturaleza; si en la descripción de la
gonorrea y de la polución nocturna admiten la masturbación en su
ámbito de investigación, excluyen en gran parte la homosexualidad.
Las oportunidades que ofrecía Avicena para abordar las relaciones
entre personas del mismo sexo son preteridas, casi siempre. La autori
dad del sabio árabe no fue suficiente como para eliminar las reticen
cias. En cuanto a las prácticas sexuales entre hombres y animales,
escapan totalmente de la mirada del médico.
NOTAS
1 THoMASSET, C. (ed.): op. cit. , p. 206, § 424.
2 F1LTHAUT, E. (ed.): op. cit. , tr. XVIII, Q 3. Utrum causa assimilationis sit aliqua virtus
in semine.
3 Ms. París, Bibl. nac., latín 1 5456, folio 1 88 r.º
• CHAULIAC, Guido de: Grande Chirurgie, ed. E. Nicaise. op. cit.. p. 547.
5 Cfr. THOMASSET, C.: Commentaire du Dialogue.... op. cit. , pp. 32. 162.
6 Ps. GALENO, De spermate, ms. citado, folio 1 1 8 v.º
INOCENTES Y CULPABLES 1 73
7 El melancólico aparece también caracterizado por cierta desidia. cierta pereza
para resistirse al mal: tiende más hacia el pecado de acedia, cfr. S. W. JACKSON, «Acedia
the sin and i ts relationship to sorrow and melancholia in medieval times». Bulletin of
the history of medicine, 55 ( 1 98 1 ). pp. 1 72- 1 85.
8 LAWN, B.: The Prose.... op. cit., B 8, p. 6. El autor de esta cuestión distribuyó esas di
ferentes aptitudes entre los maestros de Hereford y vivió en el paso del siglo xn al xm.
9 EscoTO, Miguel: Líber Physionomie, Pavía, B. de Garaldis, 1 5 1 5, vols. 1 0 v.0- 1 1 r.º
10 Aucassin et Nicolene. Chante-Jable du treizieme siecle, mise en fram;ais modeme par
G. Michaut, París, de Boccard, 1 964, p. 49.
1 1 Edición d e l a traducción d e Bartolomé d e Mesina: R . FORSTER, Scriptores Physio
nomonici graeci et latini, t. I, Leipzig, G. Teubner, 1 893, p. 39.
12 RHAzts: Liber ad Almansorem, ed. citada, 11, 55.
1 3 EscoTO, Miguel: op. cit. , folio 1 6 r.º: M iguel Savonarola. Speculum phisionomie,
manuscrito París, B ibl. nac., latín 7357, folio 30 v.º
14 Cfr. DEN1EuL-CoRMIER, A: «La tres ancienne physiognomonie et Michel Savona
role», Biologie médica/e, 45 ( 1 956).
15 Quaestiones super de animalibus, ed. E. Filthaut. op. cit. , tr. IX. Q 1 8.
16 Cfr. DuHEM, P.: Le systeme du monde, t. l. París. Hermann, 1 9 1 3, pp. 373 y 374. Se
trata de la definición dada por Simplicius.
17 Quaestiones super de animalibus, ed. citada, tr. V. Q 1 0.
18 GALENO: Techne, II: Avicena, Canon, libro 111. fen. 20, Ir. 1, c. 4.
19 Señalemos que la descripción antigua de la satiriasis, cuyo pronóstico es a veces
mortal, no corresponde actualmente a ninguna realidad nosológica. Algunos casos se
han podido interpretar como intoxicaciones provocadas por un abuso de a frodisíacos.
cfr. M. J. ScHuMANN, Sexualkunde und Sexualmedizin ... , op. cit. , col. 85.
2º Recordemos que. por lo general, ya no se acepta l a atribución de esta obra
a Arnau de Vilanova. Ed. en Opera Ama/di de Villanova. Lyon. F. Fradin. 1 504. fo
lio 1 76 v.º
21 Comentario al Canon de Avicena, libro III, fen. 20, tr. l. c. 22, ed. citada.
22 Velasco DE TARANTA: Philonium, Lyon. S. de Gabiano, 1 535, folio 326 v.º
2 3 Cfr. GRMEK, M. D.: Les maladies a l 'aube de la civilisation occidentale, París, Payot.
1 983. pp. 2 1 4-22 1 .
24 E s e l consejo d e Bernardo d e Gordon (Lilium medicine. parte VI I. c . 4. Lyon. edi-
ción de G. Rouillium, 1 5 50, p. 604).
25 Opera Ama/di de Vil/anova. Lyon. F. Fradin. 1 504. folio 100 v.º.
26 /bid., folio 1 0 1 r.º
27 El reproche formulado por un autor del siglo XVII contra la mastu rbación no
puede aplicarse a los médicos medievales: « De donde se deriva que los médicos que
aconsejan este acto por motivos de salud pecan gravemente y quienes les obedecen no
están en absoluto libres de pecado mortal». cfr. J. L. FLANDRIN, Le sexe et l 'Occident, op.
cit. , p. 263.
28 Cfr. D1EPGEN, P.: Die Theologie und der llrztliche Stand. Berlín. Walther Rothschild.
1 992, p. 57.
29 Lilium medicine. ed. citada. p. 604: Philonium, ed. citada, folio 327, r.º
30 G/osule super Viaticum. ms. París, Bibl. nac .. latín 689 1 . folio 57 v.º
3 1 De bono, ed. H. KOHLE: Alberti Magni Opera Omnia, t. 28, MOnster, Aschendorff,
195 1 . pp. 1 60- 1 63.
i 2 Ed. citada. folio 1 76 v.º
33 Livre de contemplacion, cap. 143, § 4: en el Libro de los mil Proverbios se lee igual
mente (Prov. 7): « Los caminos de la lujuria son la vista y el oído. su morada es la imagi
nación, su lecho, la voluntad». Nos basamos en la comunicación de Armand Llinares,
citada supra, « Raymond Lulle. un fou d'amour».
i4 Cfr. PIGEAUD, J.: Le réve érotique dans l'Antiguité gréco-romaine: I'oneirogmos».
Littérature, Médecine. Société, 3 ( 1 98 1 ). pp. 10 y 1 1 . La traducción citada es la de Jackie Pi
geaud: corresponde a Maladies chroniques. V. 7. ed. l. E. Drabkin, Chicago. University of
Chicago Press, 1 950. pp. 958-963.
J 5 Hemos de señalar que la cura corporal recurre a todos los medios que encontra
mos en la Edad Media para prevenir las poluciones: una cama dura y fría. una placa de
plomo baj o los riñones (mencionada por Galeno). alimentos y baños fríos, etc .. cfr.
J. Pigeaud. art. cit. • p. 1 1 .
1 74 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
36 Encontramos estas comparaciones en las Glosule super Viaticum. de Gerardo de
Bourges y en el Philonium de Velasco de Taranta.
37 FoucAULT, M.: «Le combat de la chasteté», Communications, 35 ( 1982). p. 2 1 .
3 8 Ed. en G . fasASSER, «Ausfall des Coitus als Krankheitsursache i n der Medizin
des Mittelalters». Abhandlungen zur Geschichte der Medizin un der Naturwissenschaften, 3
( 1934), p. 1 5-20.
39 De animalibus. libro IX. tr. I. c. l. § 7, ed. H. Stadler, op. cit. , p. 675.
40 Ai\ade. además. según veremos, las prácticas homosexuales.
41 Ed. citada, folios 190 v.• y 1 9 1 r.º
42 lbíd., libro III. c. 6.
43 Cfr. supra. , p. 35.
44 Cfr. ALBERTO MAGNo: Quaestiones super de animalibus. ed. E. Filthaut, op. cit. ,
libro X. Q 5.
4s Lilium medicine, ed. citada. p. 604.
46 Manuscrito citado, folio 58 v.•
47 Philonium. ed. citada, folio 327 r.º
48 FLANDRIN, J.-L.: Le sexe et l 'Occident, op. cit. , p. 133.
49 Le livre des bons usages en matiere de mariage. traducido por L. Bereber, París,
Maisonneuve et Larose. 1 953. p. 9 1 .
s o Yü�annA ibn MAsawayh (Juan Mesué). El libro de los axiomas médicos, JACQUART,
D., y G. TRoUPEAU (eds.): Ginebra, Droz, 1 980, pp. 196 y 197.
si Gil DE SANTAREM, el segundo traductor. verterá en el siglo xm estos aforismos al
latín; ibld, p. 245.
s2 Summa teologica, Il- 1 , Q 3 1 . art. 7. traducción al francés de la revista juvenil, Les
Passions de l 'áme. vol. 2. París-Toumai, Roma, Desclée, 1949, pp. 37 y 38.
s3 Ed. citada, Venecia, 1 520. libro III, fen. 20. tr. l. c. 6.
s4 Canon, libro. III, fen. 20, tr. 1 , c. 36.
ss Ed. citada. pasaje del Canon citado en la nota anterior.
s6 Cfr. la edición y traducción al inglés de la colección «Loeb Classical Library»,
Aristotle XV. Problems /-XXI. Londres-Cambridge (Mass.), W. Heinemann y Harvard
University Press, 1970, pp. 1 26- 1 3 1 . El autor de los Problemas propone una explicación
física para la «pasividad sexual», retomada en el siglo x1v por Pedro de Abano en su co
mentario (cfr. N. G. S1RA1s1, «The Expositio Problematum Aristotelis of Peter of Abano».
/sis. 6. 1970. p. 336). El hecho de que Gentile de Foligno no desarrolle ni discuta, ni tan
siquiera cite de verdad la postura aristotélica, muestra de manera evidente su renuncia
a abordar el problema desde un punto de vista médico.
s7 Lyon, J. Trechsel, 1 498, libro III, fen. 20, tr. l. c. 36.
ss /bid. . libro III. fen. 20, tr. 1, c. 6.
s9 Citemos una de las cuestiones propuestas bajo la rúbrica «Adulterio» en Confes
sio debet de Hugo de Saint-Cher (mediados s. xm): «¿Has cometido un pecado contra na
tura con tu propia mujer? Si el pecador pregunta, ¿Qué significa contra natura?, el sacer
dote puede decir: El Señor ha señalado unaforma común a todos los hombres: si has obrado
de manera distinta. has pecado mortalmente».
Sobre el problema en conjunto. cfr. J. T. NooNAN, Contraception . ... op. cit .. pp. 343 y ss.
60 Mulieres enim secundum plurimum tardantur in emmitendo sperma et remanent non
comp/entes desiderium suum, quare non fit generatio. Et iterum ipse remanent secundum de
siderium suum quare il/e que ex ipsis non custodiuntur mittunt in illa dispositione super se
ipsas quas inveniunt et propter hanc causam redeunt ad fricationem ut perveniat in eo quod
est inter eas complementum voluptatis. [La mayoría de las mujeres tardan, efectivamente.
en emitir su esperma y se quedan sin satisfacer su deseo. por lo cual no se produce la fe
cundación. Mantienen. pues. su deseo de tal forma que quienes no son vigiladas. al en
contrarse en esta situación. yacen bajo la primera que encuentran; así vuelven a
restregarse hasta que por este medio llega a realizarse entre ellas la satisfacción de su
voluptuosidad.) (Libro III, fen. 20. tr. l . c. 38.)
61 Ed. citada, referencia del Canon citada en la nota anterior.
62 LE GofF, J.: La naissance du Purgatoire, París. Ed. Gallimard. 1 98 1 , p. 242.
63 FLANDRIN, J.-L.: Le sexe et l 'Occident, op. cit. , pp. 1 14 y 1 1 5.
64 Op. cit .. pp. 3 16-3 1 8.
65 In Evangelium Lucae. XVIl-29, ed. A Brognet, t. 23, París, L. Vives, 1985, pá
gina 488.
INOCENTES Y CULPABLES 1 75
66 Boswnt, J.: Christianity, Social Tolerance and Homosexuality, Chicago, Univ. of
Chicago Press, 1 980, p. 3 1 7.
67 De animalibus, ed. H. Stadler, XXII, 2, l. § 1 22.
68 RottESTON, J. D.: «Penis Captivus: A Historical Note», Janus, 39 ( 1936), pp. 1 96-2 1 0.
La definición es la siguiente: «Penis captivus is applied to incarceration of the organ in
the vagina due to psychogenic spasmodic contraction of the levator ani, and not to the
condition resulting from the insertion of the penis into rings and similar inanimate ob
jects» (p. 1 96). La fuente, según se piensa, es Lucrecio, De rerum natura, IV, 1 1 97- 1 20 1 .
Para l a Edad Media, e l autor cita e l poema d e Robert d e Brunne, alias Robert Mann
ying ( 1 264- 1 340), traducción del Manuel des Pechiez de Guillermo de Wadington.
69 Saxo Grammaticus, Historia Daniae, libro XIV, 327 y 328.
70 MoNTAIGLON A de (ed.): Le livre du chevalier de La Tour Land pour / 'enseignement
ry
de ses ji/les, Paris, P. Jannet, 1 845, cap. 35.
7 1 En este capítulo sobre el miedo a la mujer situaríamos el discurso sobre el «pene
cautivo» (accidente médico muy raro), próximo a las variaciones sobre el tema de la
«vagina dentata», muy apreciado por los antropólogos.
7 2 DE BEAUVA1s, Vicente: Speculum natura/e, Venecia, ed. D. Nicolinum, 1 59 1 , libro
XIX c. 1 1 8.
1 3 De universo, III, c. 25; Opera Omnia, Venecia, D. Zenari, 1 59 1 , p. 1 009.
74 Speculum natura/e, ed. citada, libro XXII, c. 4 1 .
1 5 De la génération des animaux, 769 b , trad. P. Louis, op. cit. , p . 1 52.
76 LAWN, B.: The Prose So/emitan Questions, op. cit. , n.º 1 2, pp. 285-287. La formación
de este ser monstruoso puede tener que ver también con la última cría de la camada,
mencionada por Aristóteles a propósito de los cerdos (GA, 748 b).
77 LAWN, B.: ibíd., p. 286, n.º 12.
78 Cfr. VERNET, J.: « Los médicos andaluces en el "Libro de las generaciones de mé
d icos", de lbn Ylllyul», Anuario de estudios medievales, 5 ( 1 %8), pp. 456 y 457.
78 De universo, ed. citada, p. 1 009.
80 De causa primaria paenitentiae in hominibus et de natura daemonum. Nos servimos
de l a edición de J. Burchardt, « Studia Copernicana», XIX Wroclaw-Varsovia-Cra
covia-Gdansk, Polska Akademia Nauk, 1 979, pp. 1 6 1 - 1 99. Para la demonología de Wi
telo remitimos, además, a los trabajos de Eugenia Paschetto, en especial, Demoni e
prodigi. Note su alcunni scrini di Witelo e di Oresme, Turín, 1 978.
81 Ed. J. B ruchardt, p. 1 73.
8 2 Cfr. supra, p. 82. Sei\alemos que todavía en 1637 se consideraba a la imagina
ción responsable de que una mujer concibiese un nii\o cuatro ai\os después de haberse
ausentado su marido, cfr. P. DARMON, Le mythe de la procréation a l 'áge baroque, París,
Seuil, 198 1 , p. 107.
83 Ed. J. Burchardt, p. 1 77.
84 Caelius Aurelianus, Chronicarum sive tardarum passionum libri V, 1, 3, ed. y tra
ducción franc. l. E. Drabkin, Ma/adies chroniques, op. cit., pp. 474-477.
8 5 Bernardo de Gordon, Lilium medicine, II, c. 24, Lyon, G. Rouillium, 1 5 50, pp. 220
y 22 1 .
CAPiTULO 5
El cuerpo expuesto
· Del vasto campo de la patología medieval, sólo mencionaremos
algunas manifestaciones capaces de ilustrar las ideas sobre los com
portamientos sexuales. Dejaremos de lado las enfermedades ginecoló
gicas, que no parecen poner en entredicho la vida de la pareja/para
referirnos a las disfunciones y desórdenes fisiológicos que impiden o.
por el contrario, exigen una actividad sexual. Entre estos últimos
hemos mencionado ya ciertas alteraciones del deseo como la satiriasis
y el priapismo, que los médicos tendían a relacionar con el fenómeno
de la poluci◊n/Nos preguntaremos igualmente por las enfermedades
que tradicionalmente se asocian a una vida «libertina».
Sirviéndonos de los conocimientos de la medicina moderna. inten
taremos discernir las enfermedades venéreas que pudieron azotar a la
Edad Media y, de esa manera, descifrar ciertas creencias sobre la trans
misión de la lepra para las que la sola explicación religiosa no nos pa
rece suficiente.
RUPTURAS DE UN EQUILIBRIO FRÁGIL
El sistema fisiológico medieval es de una coherencia tal que da
explicación de todo tipo de trastornos. El apetito sexual y la facultad
generativa ponen en funcionamiento múltiples agentes que van de la
materia humoral a la virtud imaginativa y que actúan siguiendo un
orden inmutable. La ausencia de uno de ellos o su actividad aberrante
bastan para romper el encadenamiento de los procesos y provocar un
desequilibrio capaz de afectar a todo el cuerpo. La medicina medieval
tiene así el poder de dar una respuesta a los interrogantes que le pro
pone la sociedad, por ejemplo, en el asunto de la impotencia; procura,
del mismo modo, tratar como enfermas a aquellas mujeres que la opi
nión. sobre todo a finales de la Edad Media, considera poseídas.
1 78 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA E DAD MEDIA
LA IMPOTENCIA
El problema de la impotencia fue objeto de una reflexión alimen
tada tanto por los teólogos como por los especialistas en derecho canó
nico, sobre todo a partir del siglo XII. 1 La explicación médica de los
mecanismos fisiológicos, expuesta ya al principio de este libro, desem
peñó su función en el planteamiento de los procesos de anulación del
matrimonio. El libro de Pierre Darmon 2 muestra con tal claridad las
grandes líneas de esta influencia que no es necesario volver sobre el
tema. El procedimiento judicial de la cópula, con todos los aspectos
chocantes que implica para un espíritu moderno, nace, no obstante, de
la voluntad de dar una respuesta técnica a la cuestión de la impotencia.
La distinción entre la legítima reivindicación de una esposa y la volun
tad de perjudicar al cónyuge era demasiado difícil de establecer y, por
tanto, la autoridad se rodeaba de las mayores precauciones. La frigidez
y la impotencia fueron siempre cláusulas de anulación del matrimo
nio: el contrato impone una deuda (debitum) que no pueden cubrir los
individuos afectados por una enfermedad. El reconocimiento progre
sivo del matrimonio entre personas entradas en años y estériles esta
blece, en cierta manera, el derecho al placer con un sorprendente
atrevimiento pues, como dice Huguccio, se consideraba a las personas
maduras capaces de copular «por natu raleza, por artificio o por medi
cación». Por el contrario, la Iglesia no podía tolerar el menor perjuicio
al débito en el caso de una pareja en situación de procrear, pues la bús
queda del placer amenazaba con presentarse como única finalidad,
poniéndose así en peligro el sacramento. La cuestión que planteare
mos es la siguiente: las exigencias del matrimonio cristiano y las condi
ciones requeridas para su disolución, ¿provocaron una modificación
del discurso médico, una preocupación nueva entre los autores?
Las fuentes griegas y árabes enumeran los trastornos que entorpe
cen la realización del acto sexual o la generación, pero, excepto en caso
de malformaciones congénitas o mutilaciones accidentales, no propo
nen una codificación o una clasificación de los impedimentos irreme
diables. No se utiliza el término impotencia (impotentia); las distin
ciones que introducen los teólogos entre impotentia respectiva, natura/is,
accidenta/is, certa, dubia, etc., y su recurso a los conceptos de «frigidez» o
«estrechez» demuestran las dificultades que encuentran para reunir.
bajo una misma palabra, afecciones de naturaleza diversa, de las que
además no se excluye un componente psicológico. No existe en la
Edad Media un tratado de medicina legal. Las dos obras árabes más
solicitadas, el Pantegni y el Canon de Avicena, no ofrecen definiciones
claras sobre el tema. 3 Constantino el Africano incluye un capítulo
sobre «Aquellos que no pueden unirse» pero en él sólo se trata de los
maleficios. De todos modos, bajo los términos y expresiones de esterili-
EL CUERPO EXPUESTO 1 79
dad, carencia, debilidad o disminución del coito el médico encuentra
en esas fuentes la exposición de las principales deficiencias fisiológi
cas. Anomalías orgánicas como la «obstrucción de la matriz» o la
estrechez femenina aparecen descritas en extenso; se proponen, ade
más, normas para el miembro viril. También, como ya hemos visto, se
plantea la cuestión de la incompatibilidad anatómica entre miembros
discordantes en una pareja. Los autores medievales recogen sin gran
des cambios estas informaciones. La medicina intenta dar a cada pro
blema una solución: su vocación es la de explicar y curar, no la de
destruir toda esperanza y condenar. Sin embargo, a partir del siglo x1v
se abre paso una nueva preocupación. Podríamos citar el tratado sobre
la esterilidad masculina y femenina, atribuido unas veces a Arnau de
Vilanova y otras a Raimundo de Molieres. 4 De forma paralela las
obras generales, especie de manuales para uso de estudiantes pero
también de prácticos, tratan cada vez más los signos que manifiestan la
privación de la función generativa. Bernardo de Gordon, en su capí
tulo «De paucitate coitus, sive defrigidis et maleficiatis, de sterilitate viri», 5
se distancia todavía poco del plan del Canon de Avicena. La Rosa de
Inglate"a /Rosa Anglicaf, de Juan de Gaddesden, evidencia una preocu
pación real por clasificar los signos, distribuidos según el tipo de cau
sas. 6 Cuando la esterilidad masculina provenga de una causa externa,
es decir, de un accidente, una lesión de los órganos genitales o una her
nia,7 afección frecuentemente mencionada en la Edad Media, se des
cubrirá mediante el interrogatorio al paciente. Las causas internas
plantean, evidentemente, más dificultades en el momento de estable
cer un diagnóstico; los signos se reconocen por «afecciones notables de
los miembros principales». La «parálisis de la verga», una de las cau
sas de la ausencia de erección, se demuestra mediante la prueba del
agua fría. El frío testicular, caracterizado por un sistema piloso poco
abundante, venas apretadas y frialdad de la piel, es reconocible a la
vista y al tacto. Otras señales del mismo tipo revelan una complexión
demasiado cálida, causa frecuente de eyaculación precoz, o tempera
mentos con un exceso de sequedad o humedad que incapacitan al
hombre para producir un esperma de calidad. Las características de
este último, su consistencia y su abundancia constituyen, desde luego,
indicaciones preciosas de la naturaleza del obstáculo que impide la
procreación. En 1418, el Philonium de Velasco de Taranta ofrece una
clasificación aún más sutil de los signos de la deficiencia sexual (dejec
tus coitus). 8 El capítulo consagrado a los problemas masculinos se abre
con la evocación de los tres elementos necesarios: espíritu, materia y
apetito sexual. En ausencia de estos tres elementos, habrá que pensar
en la «frigidez» o en el «maleficio». Si sólo falta uno de los agentes, la
causa puede aislarse y se tratará de una «disminución» o una «defi
ciencia». cuyos diferentes grados importa precisar. Entre los agentes
1 80 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
principales, se enumera la imaginación o el recuerdo de alguna «cosa
fuera de lugar». Como en Juan de Gaddesden, los signos se distribuyen
según los tipos de causas. Velasco de Taranta une a sus conocimientos
teóricos el testimonio de su propia práctica. A propósito del interroga
torio que permite reconocer la presencia de una causa externa, cuenta
el caso de uno de sus pacientes que, casado con una «hermosa mujer»,
resultó impotente a consecuencia de una herida de guerra. Asimismo,
al analizar las anomalías anatómicas reconocibles al tacto y a la vista,
dice haber examinado a hombres cuyo pene era como el de un niño de
dos años. En lo que respecta a las causas internas, Velasco de Taranta
cita la prueba del agua fría y los mismos síntomas que Juan de Gaddes
den. Los signos de la esterilidad femenina son objeto de una clasifica
ción similar, según las deficiencias anatómicas (obstrucción o estre
chez) y las particularidades de la complexión.
Estos intentos de clasificación constituyen un embrión de medi
cina legal. Testimonian la intervención cada vez más habitual de los
médicos en los procesos de anulación matrimonial. La evolución del
derecho canónico no basta para dar cuenta de estas nuevas obligacio
nes; se ha de recordar también el desarrollo de la profesión médica en
el seno de la sociedad medieval. El recurso a la experiencia de un prác
tico facultativo se generaliza en todos los litigios o delitos que pueden
relacionarse con su arte. El Registro de causas civiles de la oficialidad de
París presenta dos ejemplos de anulación matrimonial para el año
1385. 9 En ambos casos, los dos maestros en medicina y el cirujano
encargados del dictamen determinan la impotencia del marido. La
relación del proceso no nos da apenas detalles sobre el desarrollo
del examen: 10
Hoy hemos declarado nulo el matrimonio entre Jean Carré y Jeanne la Houdourone
de Lagny, trece meses después del contrato, a causa de la frigidez, la incapacidad (inhabi
litas) y la impotencia del marido. Hemos oído el informe de los maestros Guibert de Ser
seto y Guillaume Boucher. maestro en medicina. y Michel de Pisis, nuestro cirujano
jurado, que nos han comunicado haber examinado al hombre antedicho y haberlo
encontrado y reputado no apto para conocer mujer. Y hemos oído también el juramento
de la dicha mujer...
Al parecer, el dictamen de los prácticos letrados pasó a formar
parte, en el siglo x,v, de la costumbre, y a completar o controlar los exá
menes efectuados por las comadronas. Guy de Chauliac (m. 1368)
subraya la delicadeza e importancia de semejante tarea, al mismo
tiempo que recuerda el recurso al famoso procedimiento que se deno
minará «cópula»: 1 1
En realidad. como la justicia ha tomado por costumbre solicitar un examen al
médico. se ha de explicar en qué consiste ese examen. Una vez que [el médico) ha obte·
nido el permiso de la justicia. examinará primero la complexión y la configuración de los
EL CUERPO EXPUESTO 181
miembros generativos; seguidamente, recurrirá a una matrona habituada a tales [proce
dimientos) y prescribirá [a los esposos] acostarse juntos durante algunos días en presen
cia de dicha matrona. Que ésta les administre especias y aromas, que los caliente y les
aplique ungüentos cálidos, que los fricciones junto al fuego y les mande conversar y
abrazarse. Luego referirá al médico lo que haya visto. Cuando el médico esté informado,
puede declarar con toda verdad ante la justicia. Cuídese, no obstante, de no dejarse enga
flar, pues en tales casos se cometen habitualmente numerosos fraudes y es muy peligroso
separar a quienes Dios ha unido, a no ser por una causa muy justa.
Este texto, citado a menudo, justifica los esfuerzos de los autores
por ayudar a descubrir rápidamente los signos visibles de una incapa
cidad. La intervención del médico consiste esencialmente en el exa
men de los órganos genitales; para el desarrollo del acto, el práctico se
remite al informe de la matrona, que deberá interpretar ante los
jueces.
Es imposible abordar el tema de la impotencia sin aludir a los
maleficios. Sobre esta cuestión, los autores reaccionan de manera dis
tinta, según su personalidad; algunos muestran cierto escepticismo
acerca de la realidad de una intervención sobrenatural. 1 2 Uno de los
signos de impotencia por maleficio es que el hombre puede tener rela
ciones sexuales con otras mujeres que no con su esposa. En el siglo xv,
Nicolás Falcucci dirá que la ausencia de cualquier otra causa discerni
ble demuestra una intervención sobrenatural. El discurso médico da
una gran importancia a la función de la imaginación para explicar
esas acciones maléficas, según hemos subrayado varias veces. Jacques
Despars, al incluir en el comentario del capítulo que Avicena dedica a
los sodomitas una anécdota sobre un ligamen que impedía a un caba
llero conocer carnalmente a su mujer, sugiere otro tipo de explica
ción: 1 3 la impotencia no sería muchas veces más que el resultado de
una homosexualidad latente. La observación de que en este caso fue
un hombre quien hizo el nudo y lanzó la suerte para que el caballero
«no pudiese realizar perfectamente el coito con su mujer» parece
confirmarlo.
La fuente principal para la cuestión de los maleficios sigue siendo
el Pantegni de Constantino el Africano, en su capítulo «Sobre quienes
no pueden unirse». 14 Entre los instrumentos y sustancias maléficas,
destacaremos las habas:
Hay otros maleficios provocados por granos de habas. no reblandecidos en agua
caliente ni cocidos al fuego; el peor maleficio consiste en colocar cuatro granos en la
cama 1 5 o en el camino. o a la entrada o debajo ... Si el maleficio está causado por habas, lo
curará más el auxilio divino que los hombres.
El haba, considerada casi siempre beneficiosa para la erección,
como los demás alimentos flatulentos, y cuya forma evoca tradicional
mente la de los testículos, se considera aquí causa de impotencia, según
1 82 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
una ambivalencia corriente en el pensamiento mágico. Recordemos
que el maleficio opera si el grano está crudo: este detalle tiene su
importancia. En la larga tradición relativa a este alimento prohibido,
podemos relacionar la creencia recogida por Constantino el Africano
con lo que dice, al parecer por primera vez, Clemente de Alejandría. 1 6
Según este autor del siglo 11, la razón de la prohibición que los legisla
dores imponían al consumo de habas sería capacidad de provocar
esterilidad en las mujeres. La sobrevaloración de este alimento crudo
en la historia de la medicina y su asociación con el maleficio tienen
una justificación inmediata en la existencia probable de fabismo en las
regiones mediterráneas visitadas por Constantino el Africano.
EL MAL HISTÉRICO O LA SOFOCACIÓN DE LA MATRIZ
«Aunque se trata de un desarreglofuncional que no provoca ningún
cambio orgánico patológico, [la histeria] desafía cualquier definición y
cualquier intento de descripción concreta. Se escapa de entre los dedos
como una gota de mercurio. Allí donde aparece se reviste de los colores
de la civilización y de las costumbres que la rodean; así, con el correr
del tiempo se presenta como un fenómeno móvil, cambiante y un tanto
impreciso que, sin embargo, hay que tratar como si fuese preciso y tan
gible. » 1 7 Estas observaciones de Ilza Veith describen perfectamente la
confusión que experimenta el historiador cuando debe abordar el
tema de la histeria. La psiquiatría moderna, que sitúa bajo ese término
«tres grupos de hechos » , 1 8 no le facilita la tarea. Cuando se menciona
la histeria histórica se piensa generalmente en su forma con conver
sión, pero el objeto de la investigación tiene contornos más evanescen
tes. Precisemos que aquí nos atendremos a la historia del concepto y no
a la realidad nosológica, susceptible de esconderse en tiempos pasados
bajo otras entidades.
El jalón medieval se llama suffocatio (o praefocatio) matricis, traduc
ción latina de una expresión griega y árabe. Digamos de entrada que, al
contrario de lo que se suele afirmar, el célebre pasaje del Timéo donde
Platón compara la matriz con un ser vivo, con un animal, 1 9 tiene poca
influencia en el pensamiento médico de la Edad Media. La idea hipo
crática de un desplazamiento uterino, que pudo nacer de la observa
ción de los prolapsos pero remite también a la «bola histérica » , es
conocida desde la Alta Edad Media, sobre todo, a través del De mu/ie
rum affectibus. 20 Al desplazarse, la matriz entra en simpatía con las par
tes superiores del cuerpo, lo que explica la sofocación y la perturbación
sensorial y justifica el uso de las fumigaciones: para empujar la matriz
hacia abajo se hace inhalar por la nariz sustancias de olor fétido, mien
tras se aplican fumigaciones aromáticas a la vagina. En este punto, la
EL CUERPO EXPUESTO 1 83
Alta Edad Media conoció también, gracias a la Gynaecia de Mosción,
la opinión contraria de Sorano, quien considera inútil el recurso a
las fumigaciones. 2 1
Para el médico medieval, la sofocación de la matriz es sin réplica
posible una enfermedad de la continencia. Las dos fuentes de origen
griego aquí mencionadas señalaban el caso de viudas y vírgenes. El
Viaticum de Constantino el Africano, al difundir una interpretación
aproximadamente galénica, fijará esa idea en las mentes aún con
mayor fuerza y de manera definitiva: 22
La causa de este padecimiento es la abundancia de esperma. o su corrupción. Sobre
viene cuando las mujeres se ven privadas de la unión con el hombre: el esperma
aumenta, se corrompe y se convierte en algo parecido a un veneno. Las viudas lo padecen
de manera especial, sobre todo si han tenido varios hijos. También lo padecen las
muchachas jóvenes cuando llegan a la edad (núbil) y no conocen hombre; en efecto. el
esperma se acumula para su expulsión, como les ocurre a los hombres, y según lo pide la
acción de la naturaleza. Cuando la mujer no tiene comercio con el hombre. el esperma se
acumula y resulta de él un humo que asciende al diafragma. pues el diafragma y la
matriz están unidos y, como el diafragma está unido a las partes superiores y a los instru
mentos de la voz, se produce la sofocación.
La interpretación de Trótula no es diferente; la sofocación de la
matriz se debe a una retención del semen en las vírgenes y en las viu
das: «En ellas abunda el semen que la naturaleza desea evacuar por
medio del macho». 23 La medicina destaca constantemente el peligro
de obstaculizar una función natural. El hecho de que la enfermedad
esté causada por una retención de sangre menstrual o de semen no
podía menos de reforzar la creencia en la nocividad de estas sustan
cias. Mientras la mujer sexualmente activa puede contaminar al hom
bre sin sufrir ella misma las consecuencias -como veremos a propó
sito de la lepra-, la mujer casta pierde su inmunidad: el veneno se
vuelve contra su organismo y la lleva a las puertas de la locura o de la
muerte. Por supuesto, los textos médicos no sacan explícitamente
semejante conclusión, pero algunas de sus observaciones pueden abrir
el camino a tal interpretación por parte de los lectores más misó
ginos.
El Canon de Avicena extiende la idea de una etiología compleja de
la enfermedad y propone un intento de síntesis de los datos hipocráti
cos y galénicos. 24 La multiplicidad de causas explica la variación de
síntomas de una mujer a otra. Hay una forma «orgánica» (o.fficialis)
debida al ascenso de la matriz por el empuje de la materia aprisionada.
La otra forma se denomina «material» porque es la enfermedad
misma la que se propaga hacia el cerebro a través de las membranas,
los vasos o los nervios; en este caso, no hay necesariamente desplaza
miento uterino. Si la sustancia retenida se compone de sangre mens
trual. hay un gran peligro de que se declare la locura. En efecto, la sangre
1 84 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
menstrual contiene la mezcla de los cuatro humores; si sobreabunda la
melancolía, su propagación al cerebro puede causar un grave desarre
glo de la razón. La más perniciosa es, sin embargo, la forma espermá
tica; provoca las sofocaciones y los espasmos más severos y llega hasta
el síncope y la muerte aparente. La precede, además, una fuerte angus
tia. Es, en efecto, lógico que la sustancia capaz de contaminar al hom
bre durante la relación sexual sea igualmente la más nociva para la
mujer si no la expulsa.
Los síntomas hacen que a menudo se confunda esta enfermedad
con la epilepsia, la apoplejía o la letargia. La principal diferencia
reside en su etiología, pero algunas particularidades son discernibles
por sus signos. La histérica no espumajea tanto como el epiléptico; al
contrario que la apoplejía, la suffocatio no va acompañada de gemidos,
sino más bien de embotamiento; en fin, la enfermedad se distingue de
la letargia por la ausencia de fiebre y por una gran alteración de los
colores del rostro, que pasa de la palidez al amarillo y al rojo. Avicena
distingue con claridad las diferentes fases del mal. La dificultad respi
ratoria, el dolor de cabeza, la indolencia y la angustia se cuentan entre
los signos precursores. La fase siguiente puede ir acompañada de som
nolencia, enrojecimiento del rostro, confusión mental, castañeteo de
dientes y contracciones convulsivas. Finalmente, el estado de crisis
(sobre todo si se trata de la forma espermática) se caracteriza por un
síncope, la pérdida de la voz y la elevación de las piernas hacia el busto,
mientras aparece una ligera sudoración por el cuerpo. Reconocemos el
cuadro clásico de la histeria. La resolución de la crisis destaca la posi
bilidad de que la enfermedad se convierta en otra; en este sentido, los
autores de finales de la Edad Media utilizan el término conversio, sobre
todo Jacques Despars, en su comentario al Canon de Avicena. Según el
humor preponderante habrá vómitos, migrañas, curvaturas, pero tam
bién transformación en una angina, en un «absceso del pecho o de la
espalda», perturbaciones visuales o, en fin, la locura.
Como la forma espermática se considera consecuencia de una con
tinencia mal sobrellevada, se impondrá la expulsión del esperma rete
nido. A este fin se prevé el masaje de los órganos genitales con la ayuda
de ungüentos; Galeno describía un caso de curación espontánea obte
nida de ese modo. 25 Los médicos de la Edad Media preconizan las mis
mas prácticas: Arnau de Vilanova recomienda a las viudas y a las
religiosas fricciones e introducción de sustancias en la vagina, destina
das a provocar un apaciguamiento. 26 Éstos son los consejos de Juan
de Gaddesden: 27
Si la sofocación proviene de una retención espermática. la mujer se ha de unir y con
traer matrimonio con un hombre. Si no quiere o no puede por ser religiosa y porque se lo
prohíben sus votos monacales, o por estar casada con un viejo incapaz de otorgarle su
déhito. deherá viajar al otro lado del mar y hacer ejercicios frecuentes y tomar medica-
EL CUERPO EXPUESTO 1 85
mentos que desequen el esperma ... Si tiene un síncope, la comadrona le introducirá un
dedo impregnado en aceite de lirio, de laurel o de nardo en la matriz y lo agitará
fuertemente.
El matrimonio es el mejor remedio para una sofocación crónica.
En caso de imposibilidad y de fracaso de los demás procedimientos, se
ha de prever la masturbación practicada por la misma paciente o por la
comadrona. Para que haya expulsión del semen, será necesario que se
produzca placer. Según Avicena, la cura sólo es eficaz si se experimen
tan las sensaciones del coito, es decir, placer y dolor. Los médicos
medievales omiten mencionar este aspecto del tratamiento cuando
proponen las manipulaciones; sin embargo, es evidente que el derrame
«seminal» femenino acompañ.e al disfrute. El discurso médico lo
repite incansablemente en otras ocasiones. Jacques Despars es uno de
los escasos autores que plantean claramente el problema religioso: 28
Esta práctica sólo está excusada y exenta del pecado contra natu ra cuando sea nece
saria para impedir la muerte. Sobre ello, se debe consultar a los teólogos, con el fin de no
perder el alma por cuidar el cuerpo.
Las enfermedades ginecológicas implican a menudo manipulacio
nes. En su Comentario al libro de las Sentencias /Commentum super libros
Sententierum/, Alberto Magno enuncia la distinción entre manus po-
1/uens y manus medicans: 29
La mano que mancha provoca el afeminamiento o la sodomía, pero la mano que
cura no, como lo decimos en el caso de las mujeres que sufren descenso del útero: está
prescrito volverlo a su lugar sirviéndose de la mano y nosotros declaramos que la mano
no mancha ni corrompe a estas mujeres, sino que, más bien, las cura.
¿Se puede aplicar el mismo razonamiento al tratamiento de la sofo
cación de la matriz con el que, precisamente, se ha de provocar polu
ción? Los médicos de la Edad Media parecen sugerirlo, pero habremos
de precisar que hablan de la automanipulación o de la mano de una
comadrona. Esta constatación nos remite a las condiciones del exa
men ginecológico practicado por un hombre, cosa por otra parte
excepcional en la Edad Media. Paul Diepgen remonta más allá del
siglo XVI la intervención manual. 30 El examen se practicaba mediante
una sonda, un tampón o incluso un espejo. Recordemos que, de forma
paralela, los órganos genitales femeninos externos no aparecen apenas
en las descripciones anatómicas o patológicas: muy a menudo se habla
sólo de un órgano oculto, la matriz.
Mientras los maleficios se mencionan a veces para explicar casos
de impotencia debidos a un desarreglo de la imaginación, el mal histé
rico está plenamente «racionalizado» por los médicos: la naturaleza
femenina, dado su desmesurado apetito sexual y la imperfección de las
1 86 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
sustancias que produce, basta para explicarlo. No nos ha de extrañar,
pues, que los autores no consideren la posibilidad de una «histeria»
masculina, a pesar de haberla sugerido Galeno.
LEPRA Y ENFERMEDADES VENÉREAS
El conocimiento de los médicos de la Edad Media sobre las enfer
medades venéreas, aun siendo rudimentario, permite comprender
mejor ciertos componentes de la vida sexual, de la psicología del hom
bre medieval. La actividad de establecer preceptos, codificar y determi
nar la vida moral a partir de las enfermedades -sobre todo en el caso
de afecciones de las «partes pudendas»- se manifiesta en el curso de
los siglos de manera demasiado evidente y no vale la pena insistir en
ello. El empeño de teólogos y moralistas se beneficiaba de una serie de
argumentos tanto más eficaces cuanto que se apoyaban en un pensa
miento médico de aplicación muy amplia. Dicho pensamiento ofrecía
una conceptualización nosológica acorde con las exigencias de lo sa
grado y de su tradición textual, sobre todo en el caso de la lepra. Pero,
antes de cualquier otra consideración, se impone la siguiente pregunta:
¿existía la sífilis en Europa antes del descubrimiento de América?
¿QuÉ ENFERMEDADES?
El origen de la sífilis es una cuestión polémica. Para unos, había
una forma endémica de esta enfermedad; para otros, los únicos res
ponsables del brote epidémico que asoló Europa fueron los marinos de
Cristóbal Colón. La revisión más reciente del tema es la de Mirko
D. Grmek,31 cuyo objetivo es resolver la cuestión clave, la de la diversidad
o unicidad de las treponematosis que aparecen por todo el mundo. Se
distinguen cuatro formas o especies de infección sifilítica: la sífilis
venérea, cuyo agente etiológico es el Treponema pallidum ; la sífilis endé
mica, de transmisión extravenérea, debida, probablemente, al mismo
germen; el pian, provocado por el Treponema pertenue y el caraté, o mal
de Pinto, debido al Treponema carateum . El pian y el caraté se localizan,
respectivamente, en África y en América del Sur.
Desde nuestra perspectiva, es necesario mencionar dos hipótesis
que admiten alguna forma de sífilis en Europa antes de Cristóbal Colón.
Según Hackett,32 partidario de cuatro entidades nosológicas distintas,
la sífilis venérea se habría diseminado por Europa a través de las con
quistas romanas. Según Cockburn, 33 partidario de la unidad biológica
de las treponematosis, sería la sífilis endémica la que habría azotado a
Europa antes de la gran pandemia venérea del Renacimiento.
EL CUERPO EXPUESTO 1 87
La opinión propuesta por M. D. Grmek es radicalmente distinta.
Las conclusiones se apoyan en los resultados de la osteoarqueología.
Hay que tener en cuenta, efectivamente, que la sífilis venérea, la sífilis
endémica y el pian provocan lesiones óseas que pueden descubrirse en
las osamentas conservadas. Ahora bien, las investigaciones osteoar
queológicas efectuadas permiten detectar rastros de la treponematosis
en esqueletos precolombinos procedentes más o menos de todas las
regiones americanas y también de esqueletos recogidos en Australia,
pero, como contrapartida, según constata Mirko D. Grmek, «en Euro
pa no se ha hallado ni una sola osamenta anterior a 1500 con estigmas
indubitables de una treponematosis». 34
Tal constatación tiene la virtud de refutar las teorías de los partida
rios de la existencia de una treponematosis africana o europea. Hay
que atribuir, pues, al treponema pálido, «mutante americano», la
plena responsabilidad de la epidemia de sífilis venérea y de sífilis
endémica que conoció Europa a partir del siglo xv. Para el medieva
lista, la conclusión es importante, ya que, so pena de oponerse al testi
monio inscrito en las osamentas, habrá que afirmar que la sífilis no
existe en Europa durante la Edad Media. Se han de buscar, por tanto,
otras explicaciones a las enfermedades venéreas que aparecen en las
descripciones de los médicos.
Los autores árabes distinguen diversas formas de erupción o de
lesiones cutáneas, en las cuales algunos críticos han pretendido descu
brir, un tanto precipitadamente, manifestaciones sifilíticas, obviando
el carácter general e impreciso de las descripciones. 35 Así, se ha creído
reconocer esta enfermedad en la dermatosis que la traducción latina
del Canon de Avicena denomina sahaphati (del árabe safat): 36
El Sahaphati comienza con pequeftos botones no proliferantes, finos y repartidos por
cierto número de lugares; pronto, dichos botones se ulceran, se cubren de costras y enro
jecen. A veces, supuran veneno: se dice entonces que se trata de sahaphati húmedo. En
ocasiones, aparece una escamación seca. Esta afección aparece con frecuencia en
invierno y desaparece rápidamente... El balkiati es un género pernicioso de sahaphati,
mientras que los aluathi son úlceras de bilis negra que aparecen sobre el muslo.
El texto del Canon no dice nada más aparte de mencionar, entre
otros numerosos remedios, el uso de «la tierra de plata viva». Sabemos,
efectivamente, que el mercurio se empleará en una fecha muy posterior
en el tratamiento de la sífilis. La asociación de este producto con el
sahaphati es, sin duda, lo que ha orientado el diagnóstico hacia una
enfermedad venérea, a pesar de que el examen de los textos no ofrece
ningún elemento determinante.
Avenzoar localizará con más precisión esta dermatosis en la cara; 3 7
en el siglo xv, Velasco de Taranta hace de ella un síntoma precursor de
la lepra y sitúa la erupción «en torno a la nariz»: 38
1 88 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Los sahaphati son pústulas rojas, lívidas o blancas en tomo a la nariz acompal'ladas
de un enrojecimiento de la cara.
Cierto número de dermatosis -por ejemplo, la urticaria- podrían
corresponder a estos síntomas. En las condiciones de higiene de la
Edad Media, una afección trivial, infectada de manera secundaria,
puede presentar un aspecto de difícil identificación.
Se menciona también la alchumbra descrita por Avenzoar. El cua
dro de la misma es igualmente enigmático: 39
De la privación de sensibilidad en el pene. Esta enfermedad se cura como la priva
ción de sensibilidad en otros miembros. A veces, nacen en la cabeza del pene pústulas
rojas llamadas alchumbra.
Las pústulas pueden ser de herpes. En lo referente a «la privación
de sensibilidad en el pene», ¿se trata de una ausencia de erección, o de
una auténtica pérdida de la sensibilidad, es decir, de una enfermedad
que afecta al conjunto de los centros nerviosos? Partiendo de una des
cripción tan poco precisa, es imposible decidir entre las señales de una
enfermedad más grave o el efecto de un herpes genital.
La forma como se describen las enfermedades en la Edad Media
apenas permite reconocer con precisión, mediante un solo síntoma,
una determinada enfermedad. Aparecen numerosos abscesos o ulcera
ciones de los órganos genitales, pero, al no describirse otros signos,
sólo podremos referirnos a un conjunto de posibilidades. Algunas de
estas manifestaciones se relacionan con una actividad sexual: ya
hemos señalado cómo se asociaba con la práctica del coitus interruptus
cierto riesgo de ulceración del pene; igualmente, los autores multipli
can las advertencias sobre los riesgos que suponen para el hombre las
relaciones con una mujer de vagina «enferma, llena de materia impura
y virulenta, de flatulencia o de otras corrupciones». De manera gene
ral, las descripciones no trazan la evolución precisa de las ulceraciones
ni el cuadro concomitante: casi siempre, la única fase mencionada es
la última.
La infección venérea más trivial, la más corriente, es la gonococia,
blenorragia o gonorrea. Según dijimos al hablar de la polución, el
último término hace difícil el diagnóstico: habrá que distinguir el de
rrame seminal en el hombre fuera de la realización del acto sexual del
flujo causado por la infección gonocócica. Se desconoce el origen
del germen de la enfermedad; probablemente apareció durante la
Antigüedad, según propone Mirko D. Grmek: 40 «Preferimos atrasar el
nacimiento del gonococo hasta una fecha anterior a la época clásica de
la civilización mediterránea, pues nos parece que esta hipótesis explica
mejor los mitos sobre el azote venéreo, la mención relativamente fre
cuente a las uretritis, al flujo seminal y a las vulvovaginitis en los anti-
EL CUERPO EXPUESTO 1 89
guos tratados médicos y, en fin, las propiedades biológicas del germen
actual». Todas las afecciones mencionadas aquí al hablar de los trata
dos de la Antigüedad pueden descubrirse en los textos médicos de la
Edad Media, pero subsisten las dificultades de interpretación. Las
complicaciones derivadas de la enfermedad exceden la capacidad de
la medicina mediterránea: orquitis en los hombres, vulvovaginitis y,
sobre todo, manifestaciones articulares polimorfas en las mujeres.
Afiadamos que en éstas la gonococia es casi siempre indolora y no se
le presta atención hasta el momento de la infección de las trompas. En
la Edad Media las pérdidas genitales provocadas por la infección
podían muy bien pasar desapercibidas. La descripción de ciertos flujos
femeninos4 1 permite creer en la existencia y actividad de otros gérme
nes, como el Trichomonas vagina/is o el hongo Candida albicans. En el
hombre, el escozor durante la micción es característico de la gonoco
cia. Esta diferencia en los síntomas, además de hacer inaprensible la
enfermedad, pudo confirmar el sentimiento de una profunda diferen
cia entre los sexos: la mujer contamina pero no parece resultar
afectada.
Prestaremos algo más de atención a la enfermedad de Nicolás y
Favre, pues permite explicar buena cantidad de casos mencionados
por la tradición médica. Esta enfermedad, denominada más a menudo
linfogranuloma venéreo, es de transmisión sexual. El período de incuba
ción es breve, lo que facilita al observador la percepción de la relación
causa-efecto y le permite establecer una vinculación directa entre la
relación sexual y los primeros síntomas de la enfermedad. Las lesiones
primarias se presentan en forma de una o varias ulceraciones, pápulas
y vesículas. Esta primera manifestación es a veces pasajera; pero tam
bién se puede llegar a una ulceración más extensa o persistente. Algu
nas semanas más tarde aparece el «síndrome inguinal», es decir, una
fuerte inflamación de los ganglios de la ingle. En este lugar se forman
pequefios abscesos y la piel se vuelve violácea, con múltiples orificios
por los que sale una sustancia de aspecto caseoso y, a veces, franca
mente purulenta o tefiida de sangre. Con el desarrollo del síndrome
inguinal, el enfermo experimenta una elevación de la temperatura.
Una de las últimas evoluciones de la enfermedad es la elefantiasis geni
tal o estiómeno, descrita así por la medicina modema: 42 «Se pueden
observar en la superficie de la piel vegetaciones o tumores polipoides,
así como la formación de fístulas que llevan a una ulceración necro
sante. El edema puede extenderse al clítoris o al ano. En el hombre, la
elefantiasis afecta a la verga y al escroto; se han descrito formas acom
pafiadas de tumores verrugosos, fístulas urinarias y uretritis no gono
cócicas. A veces, puede observarse elefantiasis de la pierna». La
evolución del síndrome anorrectal se traduce en una fístula, en absce
sos perirrectales o en formaciones pseudotumorales. La lesión pri ma-
1 90 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
ria a veces pasa desapercibida y el enfermo no es consciente de su
situación hasta el estadio de las adenopatías. Es posible la curación
espontánea, pero dejando cicatrices inguinales y masas granulomato
sas definitivas. La lesión primaria puede resultar crónica en el 5 % de
los casos: ulceraciones y fistulaciones del pene, de la uretra y del
escroto. Sólo tardíamente aparece la elefantiasis genital, es decir, la
induración y el edema del pene o de la vulva.
La enfermedad de Nicolás y Favre, además de dar razón de algunas
descripciones, presenta síntomas que explican la relación que la Edad
Media establecía entre lepra y enfermedad venérea, tema sobre el que
volveremos. Está causada por el germen Chlamydia trachomatis; es
decir, pertenece al género Chlamydia, cuyas diversas especies se en
cuentran en el origen de la psitacosis, del linfogranuloma y de la ceguera
de los recién nacidos. La frecuencia de las afecciones oculares en la
Edad Media es un indicio evidente de la presencia del tracoma.
Podríamos decir, en resumen, que en ese momento eran afecciones
comunes un grupo de enfermedades que comprenden las que acaba
mos de mencionar más las uretritis y las conjuntivitis con inclusiones.
El mismo microbio Chlamydia trachomatis es responsable tanto del tra
coma como de la enfermedad de Nicolás y Favre, hecho verificado expe
rimentalmente por la medicina moderna. El paso de una enfermedad a
otra era moneda corriente pues la cifra de ciegos prueba que el tracoma
aparecía en estado endémico. Así se comprende con facilidad la aso
ciación constante que hemos descubierto entre enfermedades de los
ojos y sexualidad. Añadamos que, debido a la falta de precauciones
higiénicas, los enfermos afectados de blenorragia podían contraer
infecciones oculares. Una de las consecuencias más terribles para la
población era que la vagina infectada contaminaba durante el parto al
nifio que, desde su venida al mundo, podía ser víctima de perturbacio
nes oculares capaces de provocar la ceguera.
A estas afecciones venéreas se afiade la sama, enfermedad cutánea
producida por un parásito animal (Sarcoptes scabiei); provoca lesiones
en los órganos genitales (especialmente en la verga), en los muslos y en
el abdomen. Es una enfermedad extremadamente contagiosa y la
acción de rascarse, provocada por los picores, abre la puerta a las inf ec
ciones y, desde luego, a la inoculación del bacilo de Hansen, responsa
ble de la lepra. En la Edad Media no faltaban los parásitos; las escenas
de despiojamiento nos lo atestiguan. Todo ello constituye vías capaces de
propagar con rapidez -dada la promiscuidad habitual entre la
población- un gran número de plagas. Ciertas manifestaciones de
la sama pueden, además, disimular la lepra. Esta ambigüedad aparece
en la terminología antigua: 43 los ga.ffets de Burdeos son tanto leprosos
como sarnosos; asimismo, el castellano sama designa la sarna. pero
también la lepra.
EL CUERPO EXPUESTO 191
Además de la enfermedad de Nicolás y Favre hay cierto número de
afecciones que pueden explicar las diversas excrecencias en los órganos
genitales mencionadas por los médicos medievales. Sus descripciones
parecen testimoniar la presencia de condilomas o vegetaciones venéreas
bautizadas por los autores latinos con el nombre deficus y presentes en
la literatura médica. Se trata de las «verrugas blandas de origen viral
susceptibles de alcanzar dimensiones voluminosas». 44 Se localizan en
el ano o en los órganos genitales. A los condilomas acuminados (vegeta
ciones venéreas, pellas y crestas de gallo), excrecencias papiliformes
contagiosas y autoinoculables, se oponen otras formas como, por
ejemplo, el condiloma chancroso del ano.
A partir de un manuscrito chartrense del siglo 1x4 5 se enumeran
diversos tipos de afecciones del ano con nombres de tinte fuertemente
helénico: ragadae, cumdolomatae, agrocordenae, etc. Estas excrecencia&
son, por lo general, del tamaño de un «haba, de un guisante o de una
avellana». Pero pueden también llegar a ser tan protuberantes que
parezcan obstruir el orificio. Algunas de ellas pueden, si no se cuidan,
no sólo tumefactar el ano sino extenderse también a los miembros
vecinos y en particular al pene, que se recubre de «plagas inmundas y
sórdidas». Algunas líneas más abajo, el autor de esta compilación
abandona la terminología griega para reseñar el latín ficus, término
ampliamente utilizado en la Edad Media, fuera incluso del ámbito de
la literatura médica.
Un relato milagroso, compuesto en 1 241,46 cuenta que el pañero del
rey Felipe Augusto, Godofredo de La Chapelle, sufría en su juventud de
unficus del que le curó una matrona parisina aconsejándole rezar una
oración a san Fiacre, a quien tradicionalmente se consideraba sanador
de las hemorroides.
Los abscesos de los órganos genitales que no responden a las enfer
medades previamente descritas podrían muy bien imputarse al chan
cro blando, cuyo agente es el bacilo de Ducrey. Su período de incuba
ción es de dos a cinco días; en el hombre, se desarrolla una pequeña
pápula en el surco balano-prepucial y en la mujer en uno de los labios
mayores; después se convierte en una pústula y se ulcera. 47 La evolu
ción del chancro puede durar varias semanas y provocar lesiones
espectaculares.
Tampoco hay que olvidar la existencia de formas de cáncer de la
verga y de la vulva, cuya existencia admite Mirko D. Grmek desde «los
tiempos más antiguos de la historia humana», con descripciones cla
ras en la época romana imperial. 48 El caso descrito por Guillermo de
Saliceto parece ser claramente un cáncer de la verga: 49
Pústulas blancas, fisuras y corrupciones formadas en la verga y junto al prepucio por
haber cohabitado carnalmente con una mujer sucia o ponzoñosa; se llaman también
ventosas, y están retenidas y comprendidas entre el prepucio y la piel de la verga; cuando
1 92 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
no se pueden expulsar ni exhalar, crecen y se multiplican en el mismo lugar y si al princi
pio se descuidan, se multiplican continuamente y corrompen la piel, la ennegrecen y la
corroen, con lo que la sustancia de la verga jamás vuelve a sanar. Con dicha corrupción
se producen fiebres y hemorragias, y muy a menudo la muerte.
LEPRA Y CONTAMINACIÓN
La Edad Media no distinguió claramente entre las enfermedades
venéreas y la plaga por excelencia: la lepra. Antes de abordar este
tema, conviene precisar la forma exacta de afección en que consiste la
lepra medieval. Existe un problema terminológico. En los escritos hi
pocráticos, el término lepra se aplica a diversas afecciones de la piel
cuya gravedad no tiene comparación con la de la lepra medieval. La
lepra lepromatosa, la que nosotros imaginamos, aparece en el mundo
grecolatino con el nombre de elefantiasis. La primera descripción,
transmitida por Oribasio, es de Rufo de Éfeso, que sitúa la aparición
de la enfermedad en la Alejandría del siglo III a. de C. Parece ser que
la lepra no se convirtió en plaga hasta el fin del Imperio romano, es
decir, «tras el hundimiento de la civilización antigua y el cambio
brusco en las condiciones de vida característico de los inicios de la
Alta Edad Media». 50 No faltan estudios acerca de la lepra medieval y
la documentación sobre el tema es abundante; 5 1 de ahí que nos limi
temos a recordar lo esencial. Se dice que las primeras leproserías
datan quizá del siglo v, pues Gregario de Tours menciona casas para
leprosos en Francia.
En el siglo VI aparece la endemia, con todas las consecuencias que
ello supone. Los hombres de la Edad Media piensan en la lepra le
promatosa y los términos elephantiasis y lepra se emplean indistinta
mente a partir del siglo 1v. El cambio es importante, pues permite una
lectura terriblemente eficaz de la Biblia, acompañada de una espan
tosa ilustración. El castigo de Dios no es cualquier suplicio abstracto
e impreciso, sino la enfermedad mutiladora que aparecía todos los
días a la vista. 5 2
La lepra lepromatosa no es sino la evolución más terrible y espec
tacular de una enfermedad con una fase de indeterminación, la apari
ción de manchas en la piel. Éste es el momento en que la persona es
examinada habitualmente por un jurado formado, en origen, esen
cialmente por leprosos, siguiendo un procedimiento muy conocido. 5 3
Como en el caso de otras peritaciones, los médicos y cirujanos no
serán llamados hasta el siglo x1v, es decir, en un momento en que la
lepra parece estar claramente en regresión. Si el examen resulta posi
tivo, el enfermo queda excluido de la comunidad de las gentes sanas.
El polimorfismo de la lepra y la incapacidad de definir con preci
sión la realidad nosológica hicieron de esta enfermedad un objetivo
EL CUERPO EXPUESTO 1 93
predilecto del discurso teológico. Paradójicamente, en el intento de
interpretación de los modos de transmisión y de sus causas, el dis
curso médico mantiene a la par la observación más fina de la reali
dad y una mínima resistencia a la influencia teológico-moral.
Toda la Edad Media creyó que la lepra era extremadamente con
tagiosa y se construyeron leproserías con un sistema de exclusión más
o menos respetado, según las circunstancias. Los escritos teológicos
que tratan de la separación de las dos comunidades son, por otra
parte, bastante más rigurosos que las prácticas cotidianas. Según los
médicos, 54 el contagio se efectúa mediante relaciones sexuales, por
contacto y a través del aliento. Los leprosos sólo podían hablar con la
gente sana con viento en contra y únicamente podían tocar los obje
tos con un bastón. La creencia en el contagio de la enfermedad se ex
plica por la autoridad del texto de la Biblia. La lepra es una señal
divina, un castigo que sólo puede caer sobre el réprobo y quien no re
húya a la persona objeto de la cólera de Dios experimentará el mismo
castigo. En realidad, la lepra sólo es contagiosa tras una serie de con
tactos repetidos con el sujeto afectado. En la pareja leprosa, por ejem
plo, la mujer podía quedar progresivamente inmunizada y mostrar
así su capacidad de resistencia a la enfermedad. Por otra parte, el
tiempo de incubación pasa siempre de dos años. Lo más interesante
para el historiador de las mentalidades es, por tanto, el sistema de
causalidad utilizado para explicar lo que cae fuera del alcance de la
medicina medieval.
La explicación por las relaciones sexuales tiene una antiquísima
tradición. Aparece en la literatura india; Susruta menciona este tipo
de contagio junto con la contaminación por el tacto, por la respira
ción o por la utilización de objetos que hubiesen servido al enfermo. 55
¡ Sorprendente coincidencia entre esa medicina, antigua y lejana, y las
creencias sobre la lepra en el siglo xm de nuestra Edad Media! Otra
creencia constantemente vinculada con esa enfermedad es la del
inextinguible ardor sexual del leproso. El fragmento de Rufo de
Éfeso, transmitido por la compilación de Oribasio, describe perfecta
mente la lepra e incluye una frase de gran importancia: 56
Los médicos que vivieron poco antes que nosotros determinaron también las espe
cies de esta enfermedad: al principio, la llamaron leontiasis. porque los enfermos des
piden mal olor. sus mejillas se relajan y sus labios se regruesan: pero cuando se
hinchan las cejas. cuando los carrillos enrojecen, y los enfermos son víctimas de un ar
diente deseo de coito. esos mismos médicos dan a la enfermedad el nombre de satiria
sis. aunque se trata de otra cosa distinta a la afección de las partes genitales (deno
minada con la misma palabra) ...
¿Cuál es la influencia de esta tradición en la imagen del leproso?
La certeza de una condena irremediable podría producir esta activi-
1 94 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
dad sexual desesperada, análoga a la que se atribuía hace sólo treinta
años a los residentes en los sanatorios antituberculosos. La razón úl
tima es de carácter sociológico: las gentes sanas veían sin ninguna
complacencia a una minoría a la que atribuían vicios a la medida de
su propia imaginación e incluso de su propia miseria sexual. Diga
mos, en fin, que los teólogos se adaptaban indudablemente bien a
una creencia que justificaba el mantenimiento de un castigo sin remi
sión para el libertino.
Muchos autores de la Edad Media ponen entre las causas de la
lepra no sólo el coito con mujeres leprosas sino también las relacio
nes durante la menstruación. Esta opinión de los médicos figura tam
bién en los escritos para uso de confesores: 57
Deberá preguntar si se trata de una mujer que acaba de dar a luz. cosa prohibida
por la Ley. o que tenga la regla. lo cual está igualmente prohibido. por la sencilla razón
de que hay en ello un peligro corporal para el padre. a causa del riesgo de lepra y para su
descendencia. pues de un semen nace un feto corrompido ...
Un texto popular como el De Secretis mulierum transmite la misma
creencia y es indudable que la difundió ampliamente. Para expli
carla, se acudirá a la prohibición bíblica comúnmente aceptada e in
teriorizada por el pensamiento popular. De todos modos, algunos
textos son sorprendentes. Así, un médico como Bernardo de Gordon
admite múltiples causas de contaminación. 58 El coito provoca la
lepra; un niño concebido durante la regla nacerá leproso; el resultado
será el mismo si un leproso tiene relaciones con una mujer embara
zada; puede suceder que el niño nazca en una atmósfera infectada; el
abuso de un alimento que propicia la bilis negra puede tener las mis
mas consecuencias. Si tomamos una a una las causas expuestas por el
médico de Montpellier, deberemos, ante todo, rechazar la idea de que
alguna de las enfermedades aquí citadas atraviese la barrera placen
taria. Sólo puede tratarse de afecciones transmitidas por la madre al
hijo en el momento del parto; así, pues, Bernardo de Gordon recor
dará una observación médica pero sometiéndola, evidentemente, a
un grave error de interpretación. Las posibles afecciones son las deri
vadas del agente responsable del tracoma y de la enfermedad de Ni
colás y Favre. Se puede hablar también del herpes genital, que en la
actualidad se sitúa en el primer plano de las enfermedades genitales:
si la madre es víctima de un herpes genital, el niño, contaminado en
el parto, puede desarrollar una primoinfección neonatal, cuya grave
dad varía de la simple lesión cutánea a la septicemia con meningoen
cefalitis mortal.
Juan de Gaddesden, como Guillermo Saliceto o Lanfranco de
Milán, admite el peligro del coito durante la menstruación; la ame
naza es poco más o menos la misma que cuando se sospecha en la
EL CUERPO EXPUESTO 1 95
madre una enfermedad. En este caso, el autor de la Rosa Anglica, bien
informado, indica las precauciones necesarias: 59
Si quieres preservar tu órgano de cualquier peligro de enfermedad. purifícate en
cuanto te retires con agua fría mezclada con vinagre o por medio de la orina. si sospe
chas que tu pareja está corrompida.
Los textos son demasiado sugerentes como para explicarlos recu
rriendo sólo a la idea de prohibición. Con el propósito de encontrar
una justificación científica a estas observaciones, proponemos dos hi
pótesis. Es evidente que se trata de una mujer afectada por una enfer
medad venérea. Ni que decir tiene -y la ignorancia de Enrique de
Mondeville lo prueba- que el examen ginecológico era una práctica
poco habitual en la Edad Media. Por lo que respecta a las relaciones
durante la menstruación, se podría pensar en un flujo infeccioso
-permanente o provocado por la relación sexual- e interpretado
por el compañero de pareja como flujo menstrual. De hecho, el mé
dico dispone únicamente de la información que le proporciona el
hombre.
La siguiente hipótesis parece más convincente: la regla es el tér
mino de un proceso que requiere una importante actividad de los teji
dos y concluye con la emisión de «sangre menstrual». Es probable
que en este momento los gérmenes cuenten con una ocasión especial
mente favorable para su actividad y su transmisión, sea cual fuere el
estadio de evolución de la enfermedad venérea que sufre la mujer.
Es casi seguro que la enfermedad de Nicolás y Favre pudo haber
sido fácilmente interpretada como una forma de lepra, debido a las
adenopatías que provoca y a la elefantiasis. Fijémonos en un ejemplo
referido por Bernardo de Gordon. 60 Se trata de un estudiante de medi
cina de Montpellier, amante de una condesa víctima de la lepra, que
acaba «completamente leproso». Es posible imaginar que el infeliz
contagiado descubrió las señ.ales de la lepra en su cuerpo durante o
poco después de las relaciones amorosas. Las circunstancias de la
aventura excitan la imaginación de Bernardo de Gordon, quien, en
gañado por una coincidencia temporal (posible aunque excepcional),
extrae del caso una conclusión falsa. No podemos aceptar esta ma
nera de ver las cosas pues, para los médicos medievales, la transmi
sión venérea de la lepra es una ley constantemente confirmada y las
coincidencias -que en el caso de una endemia no podían dejar de
producirse- no son lo suficientemente numerosas como para expli
car una causalidad inmediata, el breve período de «incubación» que
parecen admitir todos los médicos.
Cuando la medicina medieval habla de lepra, ¿de cuál de sus for
mas se trata? Habremos de cuidarnos de pensar que se trate siempre
de la lepra lepromatosa. La forma indeterminada de la enfermedad
1 96 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
despertaba ya la atención de enfermos y médicos. Podría ocurrir que
las ictericias descubiertas en los recién nacidos se considerasen una
forma primaria de lepra o lo que llamamos lepra tuberculoide, «cuyas
manifestaciones cutáneas principales son unas manchas claras bien
delimitadas y anestésicas». 61 Muchas de las afecciones dermatológi
cas de estos niños pudieron dar pie al diagnóstico de lepra.
Estas líneas, inspiradas en algunas observaciones espigadas de
aquí y allá en los médicos, resaltan la vulnerabilidad del niño. Se ha
constatado que, en opinión de los hombres medievales, el niño no
está protegido de las enfermedades de los adultos cuando se encuen
tra en el vientre de su madre. Contagiado en el parto y víctima del tra
coma o de la enfermedad de Nicolás y Favre, sobre su carne y su piel
se graban las señales de la enfermedad y, por consiguiente, los estig
mas de la reprobación. Si lograban sobrevivir, ¿cuál era la vida de
quienes llegaban al mundo en semejantes condiciones? A menudo,
se tiende a olvidar que la Edad Media fue una época espantosamente
dura y que a los sufrimientos de la enfermedad y a la inferioridad
que ésta suponía se añadía el desequilibrio psíquico que implicaba la
reprobación de la comunidad.
LA PRETENDIDA INMUNIDAD DE LA MUJER
El examen de las posibilidades de analizar de forma diferenciada
lo que la Edad Media engloba bajo el nombre de lepra nos lleva a
emitir un juicio más matizado acerca de los textos. Nos encontramos
con un sistema semiológico que permite captar más o menos bien la
complejidad de lo real. El encadenamiento de causas y consecuencias
está lejos de satisfacer nuestro espíritu moderno. Por un instante, nos
es necesario entrar en el juego de esta sincronía, con el fin de percibir
los esfuerzos intelectuales de los médicos, inteligentes y siempre ani
mosos, a menudo conscientes de la irrisoria debilidad de sus medios y
abocados a una radical imposibilidad de actuar eficazmente. Según
hemos visto, muchos hechos mal interpretados les llevan a postular
la existencia de un vínculo entre lepra y contagio venéreo, y que la
mujer posee una relativa inmunidad.
El hombre medieval tiene siempre ante sí la lepra en todas sus for
mas y, en el suroeste o en Bretaña,62 los malatos ofrecen el espectáculo
de unas comunidades en el seno de las cuales la afección parece here
ditaria. Se trata de una lepra intermedia, que presenta al mismo
tiempo los caracteres de la lepra lepromatosa y de la lepra tubercu
loide, y que se transmite de padres a hijos. En un medio cerrado, los
matrimonios consanguíneos contribuyen a acentuar el aspecto mise
rable de esta población. De este modo, parece que se tuviese la prueba
EL CUERPO EXPUESTO 1 97
irrefutable de cómo la maldición divina puede caer no sólo sobre el
individuo sino también sobre una colectividad entera. La conceptua
lización nosológica es diferente de la nuestra y la lepra del hombre
medieval engloba, además de la enfermedad debida al bacilo de Han
sen, la enfermedad de Nicolás y Favre y, sin duda, otras fecciones
dermatológicas. En esas condiciones, la idea de una transmisión ve
nérea no es una fantasía. Adelardo de Bath, y sobre todo Guillermo
de Conches63 -es decir, la autoridad más divulgada-, proclaman
que el contagio se realiza por vía genital. Esta idea, expresada clara
mente durante el siglo XII, había ido extendiéndose desde hacía mu
cho tiempo. El texto de Guillermo es especialmente explícito:
¿Por qué, si un leproso conoce a una mujer, la mujer quedará indemne mientras
que el primer hombre que la conozca resultará leproso?
El maestro responde a la pregunta del discípulo explicando el me
canismo del contagio:
La mujer más caliente es más fría que el hombre más frío: una complexión seme
jante será dura y extremadamente resistente a la corrupción masculina: sin embargo, la
materia pútrida procedente del coito con los leprosos queda en la matriz. Y cuando un
hombre penetra, la verga, formada por nervios, entra en la vagina (vulva) y en virtud de
su fuerza atractiva la atrae hacia sí misma (y hacia los miembros con los que está
unida) y se la transmite.
Es innegable que lo que este texto sugiere es una contaminación
venérea. La extensión de la afección a las partes contiguas a la verga
excluye una blenorragia, pero correspondería muy bien a la enferme
dad de Nicolás y Favre en el estadio de desarrollo de las adenopatías.
Se impone otra constatación: la mujer está protegida del contagio por
su complexión, que impide que la «corrupción» circule. Tal creencia
en la inmunidad de la mujer responde, en parte, a la materialidad de
los hechos. Para resolver este enigma, se han de analizar las enferme
dades definidas por la medicina moderna en este complejo nosoló
gico medieval. En cuanto a la lepra auténtica, es posible que los
hombres hubiesen resultado más afectados que las mujeres. Algunos
autores señalan razones de orden fisiológico. 64 Sin embargo, las con
sideraciones relativas al género de vida de cada uno de los sexos pro
porcionan otras explicaciones tan convincentes como la anterior. La
mujer no se aleja apenas del hogar, mientras que el hombre, debido a
sus actividades y desplazamientos, se ve mucho más abocado a entrar
en contacto con personas capaces de contaminarlo. Esto, por lo que
respecta a la lepra. En cuanto a las enfermedades venéreas, es posible
que consolidasen la idea de la inmunidad de la mujer. Para poder
captar el nexo de causalidad entre la relación sexual y el primer sin-
1 98 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
toma de la enfermedad se habrá de pensar, por supuesto, en las infec
ciones con período de incubación breve. Adviértase, por otra parte, lo
difícil que resulta sacar conclusiones a partir de un texto como el de
Guillermo de Conches; y muchos médicos medievales no le van a la
zaga en cuanto a imprecisión. El proceso de contagio se menciona de
manera teórica y se pasan por alto los primeros signos. En el caso
de la enfermedad de Nicolás y Favre, el olvido de la mención de los pri
meros síntomas corresponde a la realidad médica. En efecto, en la ac
tualidad se constata que sólo una tercera parte de los hombres se
percata de la primera vesícula indolora o la primera úlcera, mientras
que en las mujeres pasan casi siempre inadvertidas. Los enfermos se
inquietan en el momento de la aparición de adenopatías regionales.
La morfología femenina disimula cualquier lesión primaria, ya que
se sitúa en los labios o en la pared posterior de la vagina. La enferme
dad es susceptible de curación espontánea, sin dejar cicatrices. Así, el
hombre puede contraer la enfermedad a pocas relaciones que haya
tenido con una mujer contaminada, mientras que su pareja quedará
indemne. Reconozcamos que había motivos como para sorprender a
la imaginación medieval, ya condicionada por un discurso teológico
poco favorable a la mujer. Habremos de añadir que la endemia de
bida a la Chlamydia trachomatis podía dar lugar a casos de contagio y
de aparente inmunidad chocantes e imprevisibles. El chancro blando
queda igualmente disimulado en la mujer en su primer estadio de
evolución, pues afecta al clítoris, los labios menores y la comisura
posterior de los labios mayores y puede pasar desapercibido para el
hombre, que constatará en sí mismo -y bien visibles- los efectos
de la enfermedad. La medicina del siglo xx se enfrenta de la misma
manera con grandes dificultades en la detección del chancro sifi
lítico.
Señalemos igualmente que las mujeres «sucias y contaminadas»
de las que hablan los textos medievales deben de ser a menudo prosti
tutas, interesadas en ocultar sus taras. Algunas prescripciones guar
dan el recuerdo de un posible contagio de los objetos manipulados
por prostitutas.65 Aparte de la esterilidad que les atribuye la Edad
Media, fácilmente explicada por infecciones seguidas de anexitis
-en una época que, por supuesto, no conoce los antibióticos ni nin
gún medio eficaz de defensa-, la prostitución debía de constituir un
medio terrible de diseminación de gérmenes, tal vez incluso por el
hecho mismo de una cierta resistencia que adquirían esas mujeres
por el contacto frecuente con los agentes infecciosos. Si tomamos
cualquiera de las afecciones recogidas en la Edad Media bajo la de
nominación de «lepra», constataremos que los hombres, incluso los
médicos, no consiguieron detectar la enfermedad. Así, el sentimiento
popular y la ciencia medieval aceptaron que la mujer, cómplice de la
EL CUERPO EXPUESTO 1 99
lujuria, pudiese quedar exenta de enfermedades que el hombre veía
inmediatamente grabadas en su carne. 66
La mujer es también capaz de resistir a otro veneno que ella
misma segrega. La nocividad del flujo menstrual posee una larga tra
dición en la historia de la humanidad. Ya hemos visto que en la Edad
Media se pensaba que el coito durante este período podía provocar la
lepra.
Hemos expuesto la idea de que la menstruación podía coincidir
con un aumento de actividad microbiana en la mujer contaminada.
La posibilidad de una explicación médica y racional está, evidente
mente, en situación de inferioridad frente a la autoridad de la afirma
ción bíblica, cuyo relevo tomaron los teólogos. Por otro lado, sea cual
fuere la razón invocada, la actividad de la imaginación transforma a
la mujer durante la Edad Media en una «máquina» capaz de produ
cir mensualmente una cierta dosis de ponzoña. Esta «ficción» esta
blece una barrera infranqueable entre los dos sexos y alimenta de
manera durable los fantasmas de la gynophobia. En cuanto a la mujer
mayor, el veneno contenido en su cuerpo tras la menopausia debe
buscar una salida; el humor venenoso es evacuado del cuerpo por la
mirada y estas mujeres emponzoñ.an a animales y a niñ.os. 67 El orga
nismo femenino está habituado al veneno que segrega y esta forma de
inmunidad se relaciona estrechamente con la cuestión del mitrida
tismo o mitridatización.
La adquisición de la resistencia al veneno es una preocupación
constante de los hombres de estado, sobre todo cuando las circuns
tancias políticas son difíciles. En la Edad Media occidental la per
sona que adquiere esta fabulosa resistencia es una muchacha; se trata
del origen de la historia de la Doncella Venenosa, cara a los escrito
res del siglo XIII. Un rey que desconfía del naciente poder de Alejandro
cría a una muchacha alimentándola con veneno. Cuando la joven es
totalmente venenosa, el rey la envía como regalo al joven Alejan
dro: 68
Y cuando Alejandro hubo recibido este bello presente y vio a las doncellas [se trata
del cortejo] y a la hermosa joven. agradable y que tocaba el arpa a la perfección, le
gustó divinamente y sólo con muchos esfuerzos se contuvo de ir a abrazarla: su tenta
ción fue extremadamente intensa. Pero Aristóteles, un clérigo de su corte, y Sócrates. su
maestro. sospecharon la presencia del veneno en la joven y no quisieron permitir que
Alejandro la tocase. Cuando se lo dijeron a Alejandro no pudo creerlo. pero temía a Só
crates. su maestro. y no osó contradecirle. Sócrates. entonces, hizo traer a dos siervos en
presencia de Alejandro y ordenó a uno de ellos abrazar a la muchacha y el siervo cayó
muerto en el acto: obligó al otro a hacer la misma cosa y éste murió de igual manera, de
suerte que Alejandro reconoció que su maestro le decía la verdad. Pero no se contentó
con esto y le hizo que siguiese tocando otros animales. perros y caballos que murieron
al instante. Así fue salvado esta vez Alejandro de la muerte por su maestro Sócrates.
que gracias a su agudísima inteligencia resultó ser para él una gran ayuda.
200 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
Finalmente, será la hoguera la que permita al mundo liberarse de
esta plaga.
La historia es conocida desde la India a Occidente, a donde fue
traída por los árabes. A finales del siglo XIII en forma de un relato per
fectamente estructurado se extendió por Europa, pues daba de la
mujer peligrosa la mejor idea que la Edad Media pudiese imaginar.
_ El veneno al que esta criatura es capaz de habituarse, es la propia se
creción de su organismo; esa muerte que ella da a todo el que se le
acerca es la expresión más pura y la más brutal, pero la más sincera,
de un miedo interiorizado a la mujer. Ese miedo es el miedo al conta
gio, bajo las diversas formas de las que acabamos de hablar. El perso
naje de la Celestina nos ha permitido mostrar la incomprensión y el
odio que separan al hombre y a la mujer, pues éste se ve paralizado
por su ignorancia y humillado por el saber que supone en la Otra. La
vieja que elabora filtros de amor o de muerte no ejerce, en definitivas
cuentas, más que una actividad análoga a las transformaciones que la
fisiología opera en el organismo femenino; este personaje no es otra
cosa que la última metamorfosis de la feminidad. Por un instante,
hemos dejado el ámbito de la medicina por el de la literatura, pero tal
desvío era útil pues en el relato literario el autor no censura sus fan
tasmas. Este conjuro no será siempre suficiente y el hombre, al creer
se amenazado, pasará a la acción. Vendrá entonces el tiempo en que
las brujas subirán a la hoguera.
El espíritu más científico de su época y también el más favorable a
la mujer, Alberto Magno, no se salvará siempre de la opinión general.
En el De animalibus recoge el caso de una niña de Colonia,69 de tres
años de edad, que se alimentaba exclusivamente de arañas y gozaba
de excelente salud. La niña es, pues, capaz de ingerir sin peligro la re
pugnante y venenosa araña. iQué mejor prueba de su connivencia y
de la de su sexo con el veneno! Uno de los «Milagros de la Virgen» es
aún más brutal y narra una sórdida historia,70 que parece escrita para
una lectura psicoanalítica. Veámoslo: una muchacha vive con su tío,
cede a sus proposiciones y se entrega a la lujuria. Embarazada tres
veces, arroja a su hijo a las letrinas. Finalmente, presa de remordi
mientos, decide suicidarse, se encierra en un sucio cuarto trastero y
una vez allí intenta envenenarse con una araña. A pesar de haber es
cogido un buen ejemplar, no obtiene ningún resultado. Sus tres inten
tos son vanos. Entonces decide abrirse el vientre con un cuchillo. El
veneno es evacuado y con él (cosa que el texto no dice) sale la pon
zoña de la lujuria, pues en ese mismo momento se arrepiente y la Vir
gen María interviene para salvar a la pecadora, que tendrá un final
edificante. Las intenciones son demasiado evidentes, pero el autor, en
su función de predicador, juega con el subconsciente de los fieles y da
en el clavo, pues en los textos científicos se halla la confirmación de
EL CUERPO EXPUESTO 20 1
este principio de inmunidad, fundamental en la imagen medieval de
la mujer.
En los inicios de nuestra literatura la pareja de Tristán e Isolda
vive la primera historia de amor trágico. Pero este amor está marcado
ya por el signo de la enfermedad. 7 1 Tristán, sentado a la orilla del
pantano, disfrazado de leproso, declara al rey Marco:
Mientras gozaba de salud tuve amiga muy cortesana. Por su causa, tengo estas gran
des hinchazones [los nódulos de la lepra).
Cuando la bella Isolda interpreta con su amante la comedia desti
nada a engañ.ar al cortejo real, se dirige a él con estas palabras:
¿Tienes miedo de que coja tu enfermedad? No hay peligro.
Isolda la mujer, Isolda la desvergonzada, acaba de proclamar ante
el mundo su impunidad. A pesar de la brevedad de este episodio, la
historia de amor más bella recoge un producto de la imaginación ela
borado por la creencia común. En él encontramos el contagio de la
lepra o del mal venéreo, según lo mencionaba Guillermo de Conches.
La conceptualización nosológica del mundo medieval es un instru
mento indispensable para quien quiera descubrir, sin cometer ana
cronismos, la clave de algunos episodios de la literatura, el secreto de
ciertas asociaciones. La sexualidad y sus enfermedades son constric
ciones psicológicas suficientemente poderosas como para que en todo
intento de acercamiento al mundo medieval se haya de tener la pre
caución de no pasar por alto su recuerdo.
El miedo a las mujeres puede explicarse por razones distintas bien
conocidas del psicoanálisis. De acuerdo con este método de análisis,
podríamos considerar que el discurso teológico explota los miedos
primitivos del hombre. Aun cuando todo ello está escrito en la Biblia,
hemos atribuido a esas influencias su función de causa primera. Lo
que hemos querido indagar son las causas segundas, es decir, la ma
nera como un individuo interpreta los accidentes que se presentan en
sus relaciones con un medio, en el seno del cual la enfermedad ocupa
un lugar importante.
NOTAS
1 Cfr. U>FFLER, J.: « Die Storungen des geschlechtlichen VermOgens in der Literatur
der autoritativen Theologie des Mittelalters». Abhandlungen der A kademie der Wissen·
schaften und der Literatur im Mainz, Geistes- un Sozia/wissenschaftlichen Klasse, 6 (1958),
páginas 296-380. . ,
2 DARMON, P.: Le tribunal de l 'impuissance, virilité et défaillances conJugales dans l'An
cienne France, París. Seuil, 1979.
202 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
3 Pantegni, Practica, libro VIII, c. 1 , 2, 28, 29; Canon. libro 111, fen. 20, tr. l . c. 1 0, 1 1 ,
1 2, 29; fen. 2 1 . tr. 1, c. 7. 8, 9; tr. 4. c. l . 2. 3.
4 De steri/itate tam ex pane viri quam ex pane mu/ieris: L. THORNDIKE y P. KieRE, A Ca
talogue of incipits of medieval scientijic writings in latin, Londres, Mediaeval Academy of
America. 1 963, cols. 662, 1377. 1379.
5 Lilium medicine, parte VII. c. l .
6 Ed. citada, p. 532.
7 Sobre el tratamiento quirúrgico de las hernias, cfr. HuARD, P .. y M. D. GRMEK: Mi
lles Ans de chirurgie en Occident: V-XV siecle. París. Editions Roger Dacosta, 1966, p. 70.
Señalemos que los « herniotomistas ambulantes sacrificaban muy a menudo» el tes
tículo; los cirujanos profesionales procuraban evitar esta castración.
8 Libro VI, c. 2, De defectu coitus.
9 Registre des causes civiles de l'ojficia/ité épiscopale de Paris 1384-1387, publicada por
Joseph Petit. París, lmprimerie nationale. 1 9 1 9, cols. 86 y 299, col. «Collection de docu
ments inédits sur l'histoire de France».
18 /bid .• col. 86.
11 Edición del texto latino en G. Hoffmann, «Beitrlige zur Lehre von der durch
Zauber verurschaten Krankheit und ihre Behandlung in der Medizin des Mittelalters»,
Janus, 37 ( 1 933). pp. 1 9 1 y 1 92.
12 Ibíd. pp. 1 29- 144, 1 79- 192, 2 1 1 -2 1 3.
13 JAcouART, D.: «Le �egard d'un médecin sur son temps: Jacques Despars (ll380?-
1458)», Bibliotheque de l 'Ecole des Chanes, 138 ( 1980), p. 63.
14 Capítulo editado y traducido al inglés en H. E. S1GER1sT, «Impotence as a result of
witchcraft», Essays in biology in honor of Herben M. Evans, Berkeley, University of Cali
fornia Press, 1 948. pp. 54 1 -544.
1 5 Corregimos por in lecto la lectura in recto de la edición citada supra.
16 Cfr. GRMEK, M. D.: Les maladies a l 'aube de la civilisation occidentale, París, Payot.
1983. p. 32 1 .
17 VmH, l . : Histoire de l 'hystérie, trad. francesa de S . Dreyfus, París, Seghers, 1973,
página 1 1 .
18 CoRRAZE, J.: «La question de l'hystérie». Nouvelle Histoire de la psychiatrie. Tou
louse, Privat, p. 401.
19 Timéo, 9 1 C.
2° Cfr. VAzouEz BuiAN: Escritos médicos latinos tardíos. Estudio y edición crítica d e la
antigua traducción latina del tratado «Peri Gynaikeion» . tesis de la Facultad de Filología
de la Universidad de Santiago de Compostela, 198 1 (dactil.). pp. 242-244.
21 Cfr. RoussELLE, A: Pomeia, op. cit. , p. 95.
22 Ed. en Opera Ysaac, Lyon. B. Trot y J. de Platea. 1 5 1 5. libro VI, c. 1 1.
23 Cfr. VmH, l.: op. cit. , pp. 1 0 1 y 102.
24 Libro lll, fen. 2 1 , tr. 4, c. 1 6, 1 7, 18.
25 Cfr. RousSELLE, A: op. cit. , p. 95.
26 Cfr. VmH. l.: op. cit. , p. 1 06.
27 Rosa ang/ica, ed. citada, pp. 595 y 5%.
28 Comentario al Canon, libro lll. fen. 2 1 . tr. 4. c. 17.
29 Texto latino editado en J. LoFFLER, «Die StOrungen... », art. citado, p. 350.
30 D1EPGEN, P.: Frau und Frauenhei/kunde in der Kultur des Mitte/alters, Stuttgart.
Georg Thieme Verlag, 1963, pp. 1 68- 1 7 1 .
31 GRMEK, M. D.: Les maladies a l 'aube de la civi/isation occidentale, París, Payot. 1983,
páginas 1 99-225. Nuestro capítulo sobre las enfermedades venéreas debe mucho a esta
obra, así como a nuestras conversaciones con el Dr. Grrnek. Bibliografía sobre la con
troversia entre americanistas y antiamericanistas: F. GuERRA, «The dispute over syphi
lis: Europe versus America», C/io Medica, 1 3 (1978), pp. 39-6 1 .
3 2 HACKETT, C. J.: «On the origin o f the human treponematoses», Bulletin WHO,
1963, pp. 7-4 1 ; «The human treponematoses», en D. R. Brothwell y A. T. Sandison, Di
seases in Antiquity, Springfield, Thomas, 1967, pp. 1 52- 1 69.
33 GRMEK, M. D.: Les maladies.. ., p. 207.
34 /bid., p. 209.
35 Estas interpretaciones apresuradas aparecen en B. L. GoRooN, Medieval and Re
naissance medicine, Londres, Peter Owen, 1959, pp. 524-538. Una alusión reciente al sa
haphati se encuentra en F. GuERRA. «The description of syphilis in Avicenna». XVII
EL CUERPO EXPUESTO 203
Congreso Internacional de Historia de la Medicina. Actas, Barcelona, Academia de Cien
cies Mediques de Catalunya i Balears, 1 98 1 , pp. 73 1-733.
36 Libro 111, fen. 7. tr. 3, c. 1 y 2 (ed. citada).
37 Liber Theisir, Venecia, O. Scoti, 1 530, libro I, tr. l. c. 7.
38 Tractatus de chirurgia (editado a continuación del Philonium. op. cit. ), C 1 6.
39 Liber Theisir, libro ll. tr. 4, c. 2.
'° Op. cit. • p. 2 1 5.
41 Remitimos a lo que hemos dicho más arriba sobre las leucorreas. p. 65.
42 Descripción tomada de K1NG, A, y C. N1cot, Les maladies vénériennes, trad. J. De
lamare, París, Maloine, 1965. pp. 220-222. Véase también W1s00M, A. Atlas en couleurs de
vénérologie, trad. de F. y R. H. Polge d'Autheville. París, Maloine. 1979.
43 Cfr. FAv, H. M.: Lépreux et cagots du Sud-Ouest. París. H. Champion. 19 10. pági
nas 3 1 y 32.
44
GRMEK, M. D.: Les maladies ... , p. 223.
45 Cfr. W1cKERSHF.IMER, E.: «Textes médicaux chartrains des 1x•, x• et x1• siecles». en
Science, medicine and history, Essays... written in honor o/ Charles Singer, Oxford, Oxford
University Press, 1953, t. I. p. 1 70.
46
Cfr. Duems, J.: Un sanctuaire monastique au Moyen Age: Saint-Fiacre-en-Brie. Gine
bra, Droz. 1976, pp. 1 39, 1 4 1 y 142, n. 346.
47 Descripción tomada de J. DELANoE y A Pu1ssANT, «Les affections transmises
par voie génitale». Concours médica/, 1 977. pp. 4896 y 4897.
48 Les maladies .... p. 224.
49 La Cirurgie de maistre Guillaume de Salicet. trad. Nicole Prevost. Lyon, M. Husz.
1492. c. 48.
5 o GRMEK, M. D.: Les maladies ..., p. 253.
51 Síntesis documentada sobre el tema en: F. BÉRIAC, Histoire des lépreux au Moyen
•
Age, une société d 'exclus, París, lmago. 1 988.
52 Sobre este punto, remitimos a una obra frecuentemente citada: S. N. BRoDv, The
diseases o/ the soul: leprosy in medieval literature, lthaca y Londres. Cornell University.
Press, 1 974.
53 Cfr. JEANSELME, E.: «Comment l'Europe au Moyen Áge se protégea contre la
lepre». Bulletin de la Société d 'histoire de la médecine. 1 93 1 . pp. 33-4 1 ; A. BouRGE01s. Lé
preux et maladreries du Pas-de-Calais (X•-XV/11• siecle). Arras. Commission départamen
tale des Monuments historiques du Pas-de-Calais, 1 972. Los textos médicos del siglo x1v
atestiguan la creciente participación de médicos o cirujanos en los jurados examinado
res. Según hemos señalado a propósito de la impotencia, se hace patente un esfuerzo
auténtico por clasificar los signos, multiplicar las pruebas y valorar los riesgos de error.
En efecto. no hay que deducir de la imprecisión y de la confusión de algunas descrip
ciones que los médicos dictaminasen a la ligera el diagnóstico de lepra. La afección del
rostro se reconocía como un signo infalible. y autores como Bernardo de Gordon y
Juan de Gaddesden se preguntan, no sin manifestar cierta angustia. si deben declarar
leproso a un paciente cuya cara esté intacta. Cfr. L. DEMAITRE, «The Description and
Diagnosis of Leprosy by Fourteenth-Century Physicians». Bulletin o/ the History o/ Me
decine, 59 ( 1 985). pp. 327-344; F. O. Tou1_T1, «Facies leprosorum: réflexions sur le diag
nostique facial de la lepre au Moyen Age». Histoire des sciences médica/es, 20 ( 1986).
páginas 57-66.
54 Para un primer acercamiento, remitimos al resumen de B. L. GoROON, Medieval...,
páginas 489-494.
55 GRMEK, M. D.: Les maladies.... p. 234.
56 OR1eAS10: Collectio medica. XLV. 28, citado por M. D. Grmek. ibid., p. 249.
57 LEGENDRE, P.: L 'amour du censeur. París. Seuil. 1 974. p. 1 50. El texto citado está sa
cado de O. PoNTAL, Les statuts de Paris et le Synodal de l 'Ouest (XIII siecle), París. Bibliothe
que nationale 197 1 . pp. 205-207.
58 Lilium medicine, ed. citada. parte l. p. 89.
59 Citado por B. L. GoRooN: Medieval.... p. 534.
611 Lilium medicine. loe. cit.
61 Cfr. GRMEK, M. D.: Les maladies... . p. 228.
62 FAv, H. M.: Lépreux.... op. cit.
63 Guillermo DE CoNCHES, Dialogus de substantiis, op. cit. , pp. 243 y 244. Véase tam
bién Adelardo DE BATH, Quaestiones naturales, ed. M. M0ller. BeitrtJge :ur Geschichte der
204 SEXUALIDAD Y SABER MEDICO EN LA EDAD MEDIA
Philosophie und der Theologie des Mittelalters, 3 1 ( 1 934), cuestión 4 1 . A comienzos del
siglo x1v, Pedro de Abano da, en su Conciliator, el mismo tipo de explicación : debido al
calor masculino los poros del miembro viril se abren. permitiendo así la entrada de los
vapores provenientes del útero corrupto. Y al contrario, como el útero es frío. seco y
denso, la mujer es menos receptiva: sólo contrae la lepra después de repetidas relacio
nes sexuales con múltiples leprosos. Cfr. H. LEMAY, «Masculinity and Feminity in
Early Renaissance Treatises on Human Reproduction», Clio Medica, 1 8 ( 1983), pági
nas 28 y 29.
64
CHAuss1NAND, R.: La lepre. París. Crépin-Leblond, 1950. Las afirmaciones se
basan en un estudio estadístico establecido a partir de la enfermedad en Indochina:
«El sexo influiría también en la receptividad del organismo para la infección leprosa.
La mayoría de los autores constata que la lepra ataca más a menudo al hombre que a la
mujer. En efecto, en la mayoría de los países leprógenos se observa una neta preponde
rancia del número de enfermos de sexo masculino. La proporción más generalmente
observada es de dos leprosos por una leprosa» (p. 37). El autor propone la siguiente ex
plicación: el hombre sería vulnerable en la época de la pubertad. mientras que la mujer
sería especialmente resistente en ese momento de su vida.
65 Ross1Auo, J.: «Prostitution, sexualité, société dans les villes fran�aises au xv sie
cle», Communication, Sexualités occidentales, n.º 35, París, Seuil, 1982, pp. 68-83. La ex
clusión de las prostitutas parece haberse reducido considerablemente en los siglos x1v
y xv. <<El cumplimiento de la proscripción social que pesaba sobre las mujeres públicas
parece haber sido, asimismo, muy parcial y con mucha frecuencia olvidado. Las notas
de infamia que hacían de la prostituta una intocable, a la que se debía reconocer ense
guida para eludirla, están ya en desuso. Es cierto que en los estatutos de Avignon de
1441 se recuerda que las meretrices deben comprar obligatoriamente los alimentos que
pudieran haber tocado con sus manos en el mercado; pero estos estatutos recogen, en
gran parte, los del siglo xm y podemos dudar sobre su aplicación, pues sabemos que en
las vecinas ciudades del Languedoc (en especial. en Nimes) las mujeres públicas ama
saban ellas mismas los pasteles que los munícipes recibían públicamente para ofrecér
selos a los pobres el dla de la "Charité majeure" (Ascensión). » Al margen de la
evolución de las costumbres, estos hechos hacen pensar en una recesión de las enfer
medades mencionadas y, al mismo tiempo, en la cuestión de su distribución según
áreas geográficas.
66 THoMAssET, C.: «La femme au Moyen Áge. Les composantes fondamentales de sa
représentation: immunité-impunité » , Omicar, 22 y 23 ( 1 98 1 ). pp. 223-238. El autor ha in
tentado destacar algunas de las consecuencias que estas creencias tuvieron sobre la psi
cología del hombre medieval. Siguen siendo ciertas, pero será la enfermedad de Ni
colás y Favre la que haya que considerar causa determinante (treponematosis).
67 Cfr. supra, pp. 70-72.
68 Este texto figura en el diálogo de Placides et Timéo. Sobre las principales fuentes
y sobre algunos ejemplos concretos de la leyenda en Europa. cfr. C. THoMAssET, Un vi
sion du monde... , op. cit. , pp. 7 1 - 1 1 0.
69 De animalibus. VII, 2, 5. ed. de H. Stadler, pp. 553 y 554, § 1 34 y 1 35.
70 Bo1s·BRuxELLE, D.: Cinq Miracles de la Vierge tirés de la Deuxieme V,e des Peres, tesis
universitaria. París. IV. 1 983 (dactil.), pp. 224-298.
71 Trad. J.-C. PAYEN, París, Garnier, 1974, pp. 1 19 y 120, 1 24.
Conclusión
Cualquier reflexión sobre la sexualidad contrapone implícita
mente, incluso cuando pretende no hacerlo, dos tipos de discurso.
A menudo, se ha puesto de relieve la constricción y las limitaciones que
la teología impone a la actividad sexual; es legítimo contraponerles el
deseo de explicación y de saber inspirador de la medicina. Los teólo
gos hablaron constantemente de sexualidad y los libros penitenciales,
catálogo de prácticas y perversiones, pueden considerarse como la ex
ploración primera y sistemática de las múltiples manifestaciones del
deseo sexual. Esta indagación no podía quedar totalmente al margen
de la cultura, ni siquiera de la imaginación de sus autores; se ha sefia
lado su carácter libresco y con frecuencia artificial. La confesión y el
diálogo que tal indagación suscita mantienen, a lo largo de los siglos,
la práctica de un intercambio sobre la vida sexual; es lícito pensar
que despertaba la curiosidad de los penitentes al suministrar cierta
cantidad de información. No hay duda de que los tratados de casuís
tica tomaron su relevo; acerca de ellos, se ha podido formular la si
guiente observación:
El éxito escandaloso del que a veces disfrutan hace pensar, como sugiere Bayle, que
este género de obras servía tanto para la iniciación sexual de la población como para su
edificación. '
A lo largo de este proceso, los escritos de los teólogos se enrique
cen con los conocimientos científicos aceptados por los médicos. Su
brayemos la tendencia más filosófica que médica, que caracteriza la
reflexión sobre la sexualidad en Averroes, y sobre todo Aristóteles,
preferidos a Avicena. Los últimos afios del siglo xm conocerán el
triunfo de las ideas del Estagirita, a pesar de la condena formulada
por Esteban Tempier. Su aceptación es tal que, por no citar más que
un ejemplo, la idea del semen femenino, presente en todos los médi
cos de la época, pasa a segundo plano eclipsada por la a firmación del
filósofo, que con su oposición entre materia y forma da origen a un
gran número de comentarios científicos muy alejados de la realidad
médica. La Ética a Nicómaco permite, desde luego, las discusiones teo-
206 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
lógicas en torno al placer y su reconocimiento como parte integrante
del matrimonio, pero un grupo mayor de escritos aristotélicos contri
buye a afianzar en los intelectuales y en la conciencia popular la idea
de la inferioridad de la mujer. Puede, por tanto, considerarse que la
influencia del Estagirita fue nefasta. En el lado opuesto, tras los pasos
de Galeno y de Avicena, los médicos son los defensores de la doctrina
del esperma femenino; al buscar las causas de su emisión, se ven obli
gados a efectuar análisis psicológicos incomparablemente más suti
les. La prueba de la calidad del sistema conceptual de los médicos
nos la proporciona la misma casuística, sobre todo la de Pedro de La
Palud, seguido mucho después en este punto por Cayetano, Sánchez
y Ligorio. Así, Pedro de La Palud acepta el amplexus reservatus, el
abrazo sin emisión, por razones económicas «a condición de que este
acto no provoque eyaculación en la mujer». 2 Jamás sabremos -na
turalmente- el significado de la expresión, pero una mayor atención
a la realidad humana implica para el casuista nuevas distincio
nes e impone una serie de instrumentos conceptuales más completa,
tomada de la medicina. La finalidad de las dos ciencias es, con todo,
diferente: la medicina se esfuerza por hallar un principio explicativo
de la realidad; la casuística recupera una herramienta y, sin compli
carse en consideraciones filosóficas, disocia el acto sexual en dos
fases: el tiempo de una satisfacción permitida y el de un orgasmo ilí
cito que pondría en marcha el proceso de la fecundación. La volun
tad de explicar crea su propio objeto y la medicina hace acto de
presencia únicamente para suministrar una explicación fisiológica
aceptable.
A lo largo de su historia, la medicina y la teología no han cesado
de mantener estrechas relaciones. Desde los primeros textos, los teó
logos están preocupados por las trabas que impiden la consumación
del matrimonio y una parte importante de los textos médicos se pre
gunta por los casos de impotencia debida a malformación de los ór
ganos genitales. Podríamos considerar que el procedimiento judicial
de la cópula es el objeto término de una voluntad de fundamentar el
sacramento sobre consideraciones fisiológicas y erige al médico en
juez de las decisiones. A todo lo largo de su historia, la teología cons
truirá su moral en materia sexual sobre las concepciones cuasimeca
nicistas que le ofrece la medicina. El peligro proviene, efectivamente,
del exceso de una materia que rehúye cualquier voluntad de control;
la palabra «continencia» se habrá de tomar en su sentido etimoló
gico. La teología puede encontrarse en una difícil situación cuando se
trate de explicar ciertos fenómenos fisiológicos, como por ejemplo la
sobreabundancia de humores en la mujer. Un teólogo especialmente
indulgente como Alberto Magno supone una finalidad, mientras que
los rigoristas recurren a la reprobación, y quienes lleven hasta sus úl-
CONCLUSIÓN 207
timas consecuencias el intento de conciliar teología y medicina nece
sitarán descubrir la dirección intencional, es decir, encontrar un
medio de procurar la satisfacción a las necesidades del cuerpo sin que
el espíritu, y por tanto el placer, tengan en ello parte alguna.
Hay que admitir igualmente que los sectores más informados de la
población no han cesado de interrogar a la medicina para obtener
la explicación de las debilidades y las insuficiencias, para lograr una
higiene sexual y, sobre todo, para preguntarse por las causas de la es
terilidad. Parece claro que a finales del siglo xm, por razones ya anali
zadas, se inició un debate audaz en materia de sexualidad, con la
utilización de todos los textos disponibles. Los elementos de un arte
erótica son el legado de una civilización distinta que practica la poli
gamia y considera valioso el placer de los componentes de la pareja.
Los textos médicos incorporarán progresivamente los elementos de
un arte amatoria tomada del mundo árabe y de la antigüedad latina.
La libertad de los textos árabes sigue siendo infinitamente mayor que
la de los occidentales.
De todos modos, es innegable que los últimos años de la Edad
Media están en posesión de un arte y unas técnicas eróticas que nada
tienen que envidiar a otras civilizaciones.
Si bien la medicina y la teología delimitaron cuidadosamente sus
ámbitos respectivos, sin embargo, no eliminaron, según acabamos de
ver, toda fuente de conflicto. La Iglesia olvida difícilmente que su
preocupación primera debe ser el alma:
En la medida en que el alma es más preciosa que el cuerpo. tanto más honor se de
berá al sacerdote que al médico. 3
La medicina no habrá de ser más que una causa segunda y esta
ciencia, más que ninguna otra, se deberá someter a su tutela. La cura
ción se produce siempre por gracia de Dios y es menos importante se
guir los consejos del médico que los del sacerdote. El médico nunca
tiene der�cho a aconsejar cosas que pondrían en peligro el alma del
paciente, según recuerda Inocencio IV. 4 Se apunta aquí una de las
prescripciones de la medicina medieval: la indicación de que las rela
ciones sexuales extramatrimoniales eliminarían problemas que afli
gen al paciente. A principios del siglo xm Vicente Hispano, conside
rado una autoridad, estima que el médico comete pecado grave cuan
do indica, aunque sólo sea de manera alusiva, la causa verdadera de
las perturbaciones debidas a la retención del semen. Hemos visto, por
lo demás, la agudeza de los conflictos entre el imperativo religioso y el
saber médico cuando el paciente pertenece a la comunidad monás
tica. Los teólogos proclaman la posibilidad de la abstinencia sexual.
pero, según hemos destacado, muchas veces este ideal es difícil de
208 SEXUALIDAD Y SABER MÉDICO EN LA EDAD MEDIA
conciliar con las teorías medievales próximas a una física mecani
cista que en ciertos casos considera irreprimibles los movimientos de
los humores. Sin ignorar las implicaciones religiosas de sus consejos,
la medicina persigue la lógica de su sistema y deja de manera impl í
cita en manos del paciente la responsabilidad de la elección cuando
la salud del cuerpo puede amenazar la pureza del alma.
En realidad, medicina y teología se alimentaron de los mismos co
nocimientos y la moral religiosa a menudo tomó de la ciencia los
argumentos que servían para domeñar la sexualidad y sus efusio
nes. Ambos son discursos que explican y regulan los comportamientos.
Ambos tienen, igualmente, la facultad de delimitar de manera restric
tiva su campo de aplicación. En nombre de la naturaleza, la teología
establece la norma de comportamiento de la pareja ideal. La sexuali
dad en otras condiciones, con formas distintas, es lanzada a las tinie
blas de mundos pasados o al reino animal mediante alguna referencia
al discurso bíblico, como en el caso de Sodoma y Gomorra, mediante
alguna metáfora. De manera análoga, la medicina ignorará los com
portamientos que se salen de la norma o bien los clasificará entre los
casos patológicos. La estrategia consiste en hurtar a ciertos tipos de
comportamiento toda posibilidad de existir en el mundo presente,
sano y normal. Aquí se detiene la analogía. La Iglesia intentará difíci
les avenencias con teorías científicas un tanto demasiado rígidas; la
medicina, por el contrario, recogerá junto a esquemas explicativos,
poco diferentes en el fondo, la cosecha empírica que proporciona la
práctica y el contacto cotidiano con la diversidad de la realidad hu
mana, e intentará ampliar los conocimientos que permiten el domi
nio del cuerpo.
NOTAS
1 BuRGu1tRE, A: «De Malthus a Max Weber: le mariage tardif et !'esprit d'entre-
prise». Annales ESC, 1972. p. 1 1 3 1 .
2 NooNAN, J . T.: Contraception ... op. cit. • p . 38 1 .
3 D1EPGEN, P . : Die Theologie... op. cit. , p . 9 , n . 30.
4 lbíd.• p. 54, n. 3 19.