100% encontró este documento útil (1 voto)
2K vistas26 páginas

Trecenario A San Antonio de Padua

Este documento presenta una consideración biográfica sobre San Antonio de Padua en el segundo día de un trecenario (una devoción de 13 días) en su honor. Describe cómo a los 15 años se unió a la orden de los canónigos regulares de San Agustín, donde vivió como ejemplo de virtud. Resalta su devoción a la Virgen María, a quien consagró sus estudios y obras.

Cargado por

Nelson Sandoval
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
100% encontró este documento útil (1 voto)
2K vistas26 páginas

Trecenario A San Antonio de Padua

Este documento presenta una consideración biográfica sobre San Antonio de Padua en el segundo día de un trecenario (una devoción de 13 días) en su honor. Describe cómo a los 15 años se unió a la orden de los canónigos regulares de San Agustín, donde vivió como ejemplo de virtud. Resalta su devoción a la Virgen María, a quien consagró sus estudios y obras.

Cargado por

Nelson Sandoval
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como DOCX, PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 26

TRECENARIO A SAN ANTONIO DE PADUA.

DIA PRIMERO.
HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ, SE DICE EL ACTO DE CONTRICION SIGUIENTE:

Soberano Señor y Dios Eterno, Supremo Rey de infinita majestad y grandeza, postrados
ante vuestro acatamiento divino, y reconocidos de nuestras ingratitudes y ofensas cometidas
contra Vos, os pedimos humildemente perdón de todas ellas, y de lo íntimo de nuestro corazón
decimos, que nos pesa el haberos ofendido porque Dios tan bueno, tan digno de ser amado,
reverenciado y alabado de todas las criaturas, obedecido y temido de los del cielo, de los de la
tierra y de los del infierno. Nosotros te alabamos, tememos y obedecemos, y proponemos firme y
constante enmienda ayudados de vuestra divina gracia; y en testimonio de ello sacrificamos
nuestros corazones, sentidos y potencias a vuestras divinas aras, queriendo antes morir que
volveros a ofender. Esperamos en vuestra amable bondad, que nos habéis de perdonar, y dar
gracia para perseverar, cumpliendo vuestra santa ley todo el tiempo de nuestra vida. Amen.

MORS .
Consideración de la vida del Santo para el primer día.

Es el amanecer aquel término que suavísimo se introduce a ser edicto de la luz, y destierro
de funesta máquina de las sombras. Y así amanece nuestro ANTONIO para ser un oráculo de la
sabiduría, y lucir en el teatro de este mundo, disipando con sus rayos las tinieblas de la herejía.
Nació este nuevo taumaturgo para ser consuelo de cuan tos invocaren su patrocinio. Fue
bautizado en Lisboa, y dedicado a la Emperatriz de los cielos, para que viesen los mortales que
ANTONIO con esta matutina estrella. Rayando las luces de la razón en el Santo, descubrió un
ingenio perspicaz, y una voluntad docilísima; e instruido en el santo temor de Dios y culto de sus
altares, se hizo semejante a otro Jacob, teniendo sus divertimientos en los tabernáculos de Dios. A
las influencias de su buena estrella María, fueron tan admirables sus principios, que eran
presagiosos signos de los medios y fines tan excelentes que en él se habían de experimentar. Su
principal empleo era el trato interior con Dios en la oración, donde recibía de su Divina Majestad
singulares y frecuentes ilustraciones. De este modo lo iba previniendo la Divina Omnipotencia
como a un oráculo, que había de ser ilustrado en el coro de los ángeles. Lo alumbraba con
celestiales resplandores , lo favorecía con espirituales dones; lo regalaba como a tierno niño con el
néctar de su gracia, y lo alentaba con su fortaleza como a un valeroso caudillo que había de llegar
a tener imperio sobre la muerte, como sucedió en la ciudad de Lisboa, que habiendo enfermado la
infanta doña Aldonsa, hija de los reyes de Portugal (y hermana de doña Sancha, a quien San
Antonio había resucitado) estando esta afligida señora desahuciada de los médicos, y moribunda,
pidió su madre la salud a San Antonio, como tan experimentada de sus favores. Durmióse un
breve rato la enferma, y en el sueño se le apareció el Santo, preguntándole si le conocía. La triste
moribunda le respondió que no, pero que deseaba conocerle: entonces le dijo: yo soy Antonio de
Padua, que obligado de las lágrimas de tu madre, vengo a poner a tu elección la muerte y la vida: o
morir ahora para ir a descansar en la gloria, o quedarte en esta vi da expuesta a las contingencias y
peligros que ofrece el mundo. El horror de la cercana muerte pudo más en la enferma que la
esperanza cierta de su eterno descanso, y escogió con necia temeridad quedarse en esta vida. San
Antonio le daba la bendición para despedirse; y ella se hacía de la cuerda para detenerlo. En este
lance se despertó dando voces a su madre, diciendo que estaba asida del cordón de San Antonio.
La madre y los circunstantes pensaban que era delirio; pero vieron presto por los efectos no ser
ilusión, porque al instante cesaron los mortales accidentes y al punto se levantó sana y libre de la
muerte.

ORACION.

Soberano Señor y Dios Omnipotente, que por vuestra liberalísima providencia criasteis y
adornasteis el alma del bienaventurado San Antonio con angelical pureza, concediéndole dominio
sobre la muerte; os damos infinitas gracias por tan singulares beneficios; y pues en este día
veneramos su memoria, dando principio a la devoción de este Trecenario, humildemente os
suplicamos por sus méritos e intercesión, que crieis en nosotros un corazón nuevo y renovéis en
nuestras entrañas un espíritu recto, convirtiendo en pavesas con el fuego de vuestro divino amor
las espinas de nuestros defectos, para que de este modo dispuestos, logremos dar principio a esta
devoción, y que sea para vuestra mayor honra y gloria, exaltación de San Antonio y provecho de
nuestras almas . Amen.
(Aquí se reza un Padrenuestro con Gloria etc.)

RESPONSORIO
Si buscas milagros, mira:
Muerte y error desterrados,
Miseria y demonio huidos,
Leprosos y enfermos sanos.

El mar sosiega su ira,


Redímense encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.

El peligro se retira,
Los pobres van remediados;
Cuéntenlo los socorridos,
Díganlo los paduanos.

El mar sosiega su ira,


Redímense encarcelados,
Miembros y bienes perdidos
Recobran mozos y ancianos.

Gloria al Padre, Gloria al Hijo, gloria al Espíritu Santo.

V. Ruega a Cristo por nosotros, Antonio divino y santo,


R. Para que dignos así de sus promesas seamos.

(Aquí se pide al Santo lo que se desea conseguir.)

ORACION AL SEÑOR SAN ANTONIO PARA TODOS LOS DIAS.

¡Oh, admirable y hermosísimo Padre San Antonio! Gloria de España; Luz de Italia y de la
Santa Iglesia; Apóstol en la predicación y celo de la honra de Dios; Mártir de deseo; Virgen
purísimo; Vaso escogido de celestial candor; Espejo de perfecta humildad y sabiduría, que con tu
admirable doctrina y excelentes virtudes eres gozo de los coros angélicos; Martillo incansable de
los herejes, hebreos, gentiles y ateístas, y de los espíritus infernales que a tu nombre tiemblan y
temen, y con tus estupendos milagros y favores eres refugio y consuelo de tus devotos. Lucero de
nuevo resplandor para desterrar del universo las tinieblas de la culpa. Antorcha lucidísima,
colocada sobre el candelero de este aspectable mundo, para guía de los mortales en la noche de
sus ignorancias. Arca viva del testamento, en cuyo purísimo corazón se conservó la Divina Ley.
Ardiente llama del divino amor para abrasar las almas con tu predicación. Tierno amante del
dulcísimo Jesús, que familiarmente se recreaba en tus brazos y sagrado pecho. Vara prodigiosa del
Poder Supremo para distribuir maravillas a nuestras confianzas. Valedor general, pues no hay en
todo el orbe cristiano quien, con ardentísima devoción, no os venere. Nosotros nos alegramos de
que la liberalidad de nuestro Dios adornase tu purísima alma con tan singulares excelencias, y nos
gozamos de que ahora seas glorificado en la Patria celestial en compañía de los nueve coros de
ángeles. Oh milagroso Antonio! que por la virtud de ese Santo Niño diste la vida temporal y
espiritual a tantos muertos, vista a ciegos y salud a innumerables enfermos; convierte a nosotros
tu hermosísimo rostro, para que se destierren de nuestros corazones las culpas y atendamos a las
santas inspiraciones, y caminemos con fervor a cumplir la divina voluntad. Haz que ese Divino Niño
y hermosísimo Sol de justicia destierre del mundo las tinieblas de las herejías, alcanzando para
nuestra Madre la Iglesia una perfecta paz, para que todos unidos en caridad vivamos arreglados al
cumplimiento de la Divina Ley. Mira con benignos ojos a esta nación y a sus jefes, alcanzándoles
del dulcísimo Jesús salud, felicidad y acierto en su gobierno. Y a nosotros tus devotos, lo que
especialmente te pedimos en este Trecenario, si ha de ser para honra y gloria de Dios, alcánzalo de
su Majestad; y si no conviene, dirige nuestra voluntad a que no desee otra cosa que lo que fuere
de su mayor agrado. Amen. (Aquí se dirán los versos correspondientes al día, y después el Bendito
etc.)

Bendito sea Dios.


Bendito sea su santo Nombre.
Bendito sea Jesucristo, Dios y Hombre verdadero.
Bendito sea el Nombre de Jesús.
Bendito sea su Sacratísimo Corazón.
Bendita sea su Preciosísima Sangre.
Bendito sea Jesús en el Santísimo Sacramento del Altar.
Bendito sea el Espíritu Santo Paráclito.
Bendita sea la excelsa Madre de Dios, María Santísima.
Bendita sea su Santa e Inmaculada Concepción.
Bendita sea su gloriosa Asunción.
Bendito sea el nombre de María Virgen y Madre.
Bendito sea San José, su castísimo esposo.
Bendito sea Dios en sus Ángeles y en sus Santos.

DIA SEGUNDO.
ERROR.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.


Es la mañana aquella estación que ennoblece su claridad con el nacimiento del Monarca
de los Astros, y saliendo por ella al teatro de los orbes a ser consuelo, empeña la máquina de sus
rayos a ser auxilio. Así nuestro glorioso Santo, que amaneció para ilustrar el orbe cristiano con su
ejemplo, iba creciendo en edad, y en virtud, y llegó a ser clara mañana, sin que la oscureciesen las
tinieblas de las culpas. Habiendo llegado a los quince años de su edad, y elegido por singular
Patrona a María Santísima, a quien amaba de corazón, habiéndole consagrado sus estudios, sus
obras y sus deseos; reconociendo que a solo las vertientes de este Paraíso podía llevar su alma
copiosos frutos de virtudes; desagradado de todo lo caduco del mundo, despreciando las
conveniencias que le ofrecía, determinó entregarse todo a Dios en el estado religioso. Lo consiguió
en el monasterio de Canónigos Regulares del gran San Agustín, donde vivió algunos años, siendo
ejemplo de la comunidad y espejo de perfección donde todos se miraban. Caminaba Antonio de
día en día, de virtud en virtud, y el Señor lo iba favoreciendo con sus auxilios. Tendía nuestro Santo
los vuelos de su corazón para volar a la eminencia de la perfección, y Dios le comunicaba el aire
purísimo del espíritu para que se remontase, pues lo quería celoso de su honra y gloria, y darle un
ministerio semejante al de los Arcángeles, y facultad para desterrar el error y aclarar la verdad,
como lo hizo en la villa de Sabonara con un devoto suyo, que teniendo lisiado un brazo, además de
este trabajo le levantaron un falso testimonio de un hurto considerable: fue llevado preso y
presentado delante del juez para que le tomasen declaración. Viéndose el mozo inocente del
delito que le acumulaban, en presencia de todos hizo oración a San Antonio de Padua, su
protector, diciéndole: “ Santo mío, si he cometido este hurto que me imputan, reciba yo de Vos un
beneficio, y sea que se me seque este brazo que tengo sano, para que nunca más pueda hurtar;
pero si soy inocente, os ruego seáis mi intercesor con Dios, de suerte que quedando libre de tan
grande infamia, en crédito de la verdad, y para desengaño de todos, quede luego sano de este mi
brazo lisiado.” Cosa maravillosa! Apenas acabó de hacer su oración, cuando de repente se halló
perfectamente sano del brazo, y lo movió delante de todos, como si nunca lo hubiera tenido
enfermo. Quedaron todos admirados del milagro; y de este modo, por los méritos de San Antonio,
se vio aquel joven, a un mismo tiempo, libre de la enfermedad del brazo, de la infamia del hurto y
de las manos de la justicia; dando gracias al Santo, que por medio tan maravilloso había vuelto por
su inocencia, y había hecho huir el error, y sacado en claro la verdad.

ORACION
Soberano Señor y Dios eterno, que por vuestra inefable providencia honrasteis a vuestro
Siervo San Antonio con admirables prerrogativas, eligiéndolo para las obras gravísimas de vuestra
mayor gloria y beneficio de los prójimos; os damos infinitas gracias por esta inefable piedad, y
humildemente os suplicamos por sus méritos e intercesión, que apartéis de nuestras almas los
errores que le ofuscan, y que conozcamos los días, los momentos y los años que hemos perdido,
para que sean nuestros desengaños, y que sigamos por el camino de la verdad y de la luz todo el
tiempo de nuestra vida, hasta llegar a gozaros por todo la eternidad. Amen.
(Un padrenuestro etc. Ahora se reza el Responsorio, después se hace la petición, luego la oración
del Santo para todos los días, y últimamente los versos y el Bendito, etc.)

DIA TERCERO.
CALAMITAS.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.


Es el mediodía, según los astrónomos, aquel punto culminante respecto de su horizonte,
en que, llegando el sol por su diurno movimiento, comunica con más fuerza el calor y la luz al
dicho punto; porque arrojando perpendiculares los rayos, extiende con multiplicadas actividades
sus incendios. Así, nuestro Santo, como Sol refulgente de la esfera feliz, para más comunicar su luz
y mas inflamar a los corazones con sus ardientes rayos de caridad, le pareció pasarse a la Seráfica
Religión, donde se prometía obtener el punto feliz de su vida, comunicar luces de desengaños a los
prójimos, y lograr el horizonte prodigioso de su muerte. Guardaba Antonio este secreto en su
pecho, comunicándolo solamente con Dios en la oración. -Señor, le decía: guiadme Vos en lo que
fuere de vuestro agrado; a Vos me postro: disponed en mí un sacrificio a vuestros ojos agradable:
declaradme vuestro beneplácito, pues este solo ha de ser el norte de mi destino. Oyó el Señor los
clamores de su Siervo, y estando un día en el mayor fervor de su oración, se le apareció N. S. P.
San Francisco, que estaba vivo en Asís, y le dijo: “ De parte de Dios vengo, por ministerio de los
Ángeles, a insinuarte ser su voluntad tomes el hábito de mi Orden, que en ella lograrás el deseo
que tienes de aprovechar y servir a la Iglesia en la conversión de las almas"; y dicho esto
desapareció. Logró Antonio su designio, entrando en la Religión Seráfica; y se trasplantó esta
hermosa azucena del jardín Agustiniano al vergel Franciscano. De esta suerte multiplicaba el Señor
sus auxilios en el Santo, concediéndole los privilegios de los Celestiales Tronos, como que lo tenía
para milagrero de su Iglesia y para que fuese un singular prodigio contra las calamidades, como las
que llegó a experimentar la villa de Ruidons del campo de Tarragona, por los años de 1673 que
estando sus moradores oprimidos de gravísimas enfermedades, durando esta infelicidad por
mucho tiempo, sin que se hubiese experimentado interrupción ni remedio; viendo esto los
regidores de la villa, juntaron consejo, en donde se acordó elegir algún Santo por Patrón y
abogado, por cuyo medio pudiesen alcanzar de Dios los librase de aquel penoso conflicto. Hicieron
un arancel de cincuenta Santos, siendo uno de ellos San Antonio de Padua; y puestos en una urna,
después de haber invocado la gracia del Espíritu Santo, determinaron sacar por Patrono al que
primero saliese. Salió San Antonio, y todos alegres de tan buena suerte, dieron gracias a Dios,
cantando el Te Deum laudamus, y lo eligieron luego por su abogado. Hallaron con su protección
tan conocido el alivio, que al punto fueron cesando las enfermedades, siguiendo abundantes
cosechas, reconociendo deberlo todo a su Protector San Antonio; cuya fiesta celebraron todos los
años con festivas demostraciones de alegría.

ORACION.

Padre eterno y misericordioso Señor, que tan liberalmente comunicasteis al glorioso San
Antonio de Padua, virtud en la tierra y en el mar para obrar tan estupendos prodigios y milagros
en beneficio de sus devotos, librándolos de las calamidades; os damos infinitas gracias por esta
liberal misericordia, y humildemente os pedimos, por sus méritos e intercesión, que uséis con
nosotros de vuestra piedad en las calamidades que padecemos de alma y cuerpo. Remediadnos,
Señor, que estamos heridos con las culpas, y lastimados con la pena de haberos a Vos herido. Vos
que curasteis los ciegos, los tullidos, los paralíticos y los leprosos; nosotros poseemos estas
calamidades y miserias: estamos ciegos con los negros vapores del pecado: tullidos, sin los
esfuerzos de la gracia: perezosos, sin el móvil fervoroso del espíritu: os manifestamos nuestras
llagas, porque si queréis, podéis curarnos; creemos que queréis, y nos habéis de curar. Nuestro
dolor os presenta las heridas, para que vuestro amor las sane. Remedien vuestras penas nuestras
culpas, y con vuestra sangre sacrosanta cobremos los alientos que hemos malogrado, para que así
fortificados lleguemos a conseguir la salud eterna. Amen. (Un Padre nuestro y Ave María. El
Responsorio. La petición. La oración del Santo. Versos, y el Bendito, etc.)
DIA CUARTO.
DEMON.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Es la tarde de aquel apacible tránsito de la radiante fuerza del día, donde más suaves sus
ardores, sirven a la libertad de comerciar en sus placeres, y en la brillante sesión que hace el sol
por sus horas, promete dejarse ver benigno fénix en las aras. Así nuestro Santo, habiendo mudado
su apacible mudanza a la religión seráfica, y trayendo por primer móvil el deseo del martirio,
ejercitó su libertad en suaves delicias, y caminaba con nuevo resplandor la llama ardiente de sus
anhelos a morir y derramar su sangre por Jesucristo. Pidió licencia, la que obtuvo para ir a padecer
el martirio, y repetir como nuevo soldado en la palestra de Marruecos los triunfos de la fe y de la
religión. Para este fin se embarcó y navegó con feliz tiempo el mar Atlántico, se halló en breve en
el África y en el reino de Marruecos, teatro reciente del trofeo victorioso de los cinco vencedores
franciscanos. No le cabía a Antonio el gozo en el pecho cuando se vio entre los leones del África,
para ofrecerse a Dios como inocente cordero en cruento sacrificio. Avivaba sus incendios para salir
a las plazas, presentarse al rey, y clamar en las máquinas para confundir a los ministros, desbaratar
los diabólicos engaños, desterrar las tinieblas de aquel dilatado reino con las luces del sagrado
Evangelio, y dar por cada letra suya mil vidas al cuchillo. ¡Oh, Señor Altísimo!" decía Antonio:
infinitas gracias te doy por haberme traído a tan dichoso trance: en estos inflamados afectos se
empleaba el Santo; considerándose ya en vísperas del martirio, cuando de repente le dio una recia
enfermedad, pero misteriosa, pues vino a ser como una voz del Cielo, que detuvo el cuchillo, sin
qué al Isaac Antonio le faltase el ánimo, ni perdiese el mérito. El consejo de la Divina Providencia
tenia determinado que San Antonio no muriese de una lanzada, ni por sola su alma, pues lo tenía
escogido para adalid y maestro de muchas provincias, y darle las prerrogativas de las
dominaciones, para que con su fervorosa predicación desterrase las sombras infernales de los
príncipes y potentados, que instigados del demonio eran el error del cristianismo; y para que
ahuyentase a los ministros de Satanás, como lo hizo en la ciudad de Padua con un simple mozo,
que vencido de vana curiosidad de saber ciertos secretos, se valió de un nigromántico, quien
ofreció enseñarle lo que pretendía. Para esto se retiraron a un sitio solitario fuera de la ciudad.
Habiendo llegado a este determinado puesto, le previno el nigromántico que no temiese ni se
espantase por lo que viese, y formando en el suelo un círculo, entró en él, e hizo que el mozo
también entrase: encerrados ambos en aquel diabólico círculo, empezó el nigromántico con
feroces ojos, con voz horrenda, y con espantoso semblante, a practicar sus mágicos conjuros, y en
breve rato se aparecieron allí una multitud de demonios de figuras formidables. Quedó el simple
mancebo atónito y lleno de temor, viendo aquellas infernales visiones, que jamás había concebido
en su imaginación: estando casi sin sentido, recelando algún siniestro fin de aquel horrendo
espectáculo; en medio de este conflicto, empezó a llamar e invocar a San Antonio de Padua, de
quien era muy devoto. Los demonios despechados, viendo que llamaba para su ayuda a tan buen
Patrono, le sacaron los ojos y la lengua al miserable joven (permitiéndolo así Dios en castigo de su
necia curiosidad) y de repente se ahuyentaron con su ministro el nigromántico, quedando el triste
hombre en aquel lugar solitario. Arrepentido ya de su vana curiosidad, fue saliendo como pudo, y
se en caminó a la iglesia de San Antonio, y postrado delante de su sepulcro, invocó con devoto
corazón su patrocinio. Muchos de los que se hallaban presentes en el templo, le ayudaban con sus
oraciones; pero al cantar en una misa (que se celebraba en el altar del Santo) aquellas palabras del
prefacio: Bendito el que viene en nombre de Dios, le fueron restituidos los ojos. Viendo la gente
esta maravilla, pedían al Santo con más fervoroso afecto diese feliz fin al milagro, alcanzándolo
también la lengua. Cosa prodigiosa! al pronunciar el sacerdote el Agnus Dei, se la volvió Dios por la
poderosa intercesión de su siervo San Antonio, quedando todos admirarlos del prodigio, y los
demonios confundidos y aterrados.

ORACION.

Soberano Señor, Padre de misericordia y Dios de toda consolación, que por vuestra
amable benignidad comunicasteis al glorioso San Antonio tan grande imperio y eficacia en los
corazones humanos para atraerlos y rendirlos a vuestra obediencia y voluntad, y le disteis poder
para mandar a los espíritus infernales; os damos las debidas gracias por favores tan singulares, y
humildemente os pedimos por sus méritos e intercesión nos defendáis de las asechanzas del
demonio, que continuamente nos hace guerra para devorarnos; y nos deis a conocer la gravedad
de las voluntarias cadenas del pecado; los lazos con que el enemigo infernal aprisiona; del vivir, del
hablar, del oír, del discurrir, del mirar y del conversar, para que huyamos de estos vanos
contentos, que nos arrastran; de las delicias que Lucifer nos presenta, y que humillemos nuestros
sentidos con gemidos: nuestras potencias con la consideración del rigor de la pena y del dolor,
para que viendo al mundo, al demonio y la carne crucificados; adornados con estos dolores,
esperemos vuestros amores, y firmes en este amar lleguemos a veros en la gloria del gozar.
Amen.
(Un Padre nuestro y Ave María— El Responsorio— La petición -- La oración del Santo - Versos y el
Bendito, etc.)

DIA QUINTO.
LEPRA.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración a la vida del Santo.

A la militante Iglesia como Esposa electa de la Divina Sabiduría, ha mandado Dios en todos
tiempos rocíos saludables para fertilizarla; rayos del cielo evangélico para quemar la zarza de
penetrantes espinas, y luz para que sirva a la ceguedad de católico colirio. Una de estas
evangélicas luces es nuestro glorioso San Antonio. Escogido Marte de las milicias de la Divina
verdad, y para ser encendido rayo contra las gentílicas ignorancias, se viene del África a cumplir el
beneplácito del Altísimo, que lo quería para otro excelente destino. Habiendo dejado el Santo a
Marruecos y llegando a Italia consiguió (pasado algún tiempo para su habitación el eremitorio del
monte de San Pablo, lugar muy a propósito, por su soledad, para la contemplación). En este monte
vivió entregado todo a Dios, tratando su delicado cuerpo con gran mortificación y aspereza. Tenía
su estrecha celdilla en lo más retirado de aquel encumbrado monte, donde permanecía todo el
tiempo que las ocupaciones del coro y servicio de la comunidad le permitían. De noche se iba al
retiro de su enamorado monte, donde gastaba la mayor parte de ella en alta contemplación. Allí
se elevaba sobre sí, y puesto en el polvo de su nada, se hallaba entre los coros de los ángeles su
espíritu. Allí recibió particulares favores del Cielo, con que quedaba fortalecida su alma para pelear
con el dragón infernal, que envidioso de ver reproducido al teatro, del hiermo el espíritu renovado
del primer Antonio, buscaba todo género de invenciones para atormentarle, y le habría quitado la
vida mil veces este enemigo, si no hubiera tenido la permisión tan limitada, porque conocía lo
mucho de sus ardides y engaños. Las crueles penitencias, la falta de comida, de sueño, y los malos
tratamientos del espíritu maligno, tenían a nuestro Santo tan debilitadas las fuerzas del cuerpo,
que no podía muchas veces tenerse en los pies, y se caía de su estado. De esta suerte iba
purificando el Señor a este crisol de Antonio en la dulce hoguera de su divino amor; y permitía que
a su imitación fuese tentado, para darle en premio un hermoso dominio sobre la contagiosa lepra,
que fuese como universal remedio para curar a los prójimos del pestífero mal del pecado, y
adornarlo con las prerrogativas de los principados, revelándole arcanos misteriosos para librar a
las almas de los dañosos accidentes de la culpa, como lo ejecutó en el reino de Portugal en la
ciudad de Linares, con una matrona noble en su linaje; pero perdida en sus costumbres (aunque
no había dejado la devoción que tenía a San Antonio). Esta señora, después de haber vivido una
vida desastrada y comerciando con el demonio, de quien se había hecho esclava, se vio acometida
de la última enfermedad, y agravada con el horrible peso de sus abominaciones, se daba ya por
condenada y no quería practicar las necesarias cristianas diligencias de la recepción de los santos
sacramentos. Los médicos advertían su último peligro por los indicantes de su maligna
enfermedad, y su familia la veía con gran desconsuelo porque no trataba de la disposición de su
alma. Estando en este conflicto llamaron a la puerta de su casa dos religiosos franciscanos de
aspecto venerables, y acercándose a la obstinada enferma la persuadieron con dulces palabras y le
instaron a que confesase sus pecados con verdadero dolor y tuviese confianza en los méritos de la
preciosa sangre de Jesucristo, derramada por su amor. Fueron para la triste señora estas razones
de tanto consuelo y eficacia, que al punto cobró su corazón la esperanza que había destruido su
desesperación. Llamó a su párroco con abundancia de lágrimas: confesó generalmente sus culpas,
pidiendo perdón de los malos ejemplos que había dado con su escandalosa vida, y que la
encomendasen a Dios, para que su Divina Majestad le diese lo que necesitaba para su remedio.
Recibió el Sagrado Viático con gran devoción y ternura: pidió la Santa Unción con todo juicio y
acuerdo. Los religiosos no se apartaron ni un punto de su cabecera, ayudándola y confortándola
con la confianza en la divina misericordia, hasta que con mucha paz y quietud entregó su espíritu,
Quedaron los domésticos con indecible consuelo, viendo lograr tan dichosa muerte, a la que pocos
días antes habían dado tan funestos presagios de su eterna condenación. Quisieron dar las gracias
a los religiosos, y no pudieron porque desaparecieron y no fueron vistos jamás; pero haciendo
exactísimas diligencias, hallaron ser nuestro Padre San Francisco y San Antonio de Padua, cuyos
nombres traía la enferma frecuentemente en la boca, pidiendo sus auxilios y asistencia.

ORACION.

Benignísimo Señor y Dios eterno, que por vuestra infinita misericordia revelasteis a
vuestro siervo San Antonio el tesoro de vuestra sabiduría, para que fuese luz del mundo, guiando a
muchos por el camino recto de la vida feliz, librando a sus devotos de la lepra del pecado; os
damos las debidas gracias por favores tan singulares, y humildemente os suplicamos nos libréis del
contagio de la culpa, y nos miréis con ojos de misericordia, pues somos miserables caminantes en
penosa jornada, y peregrinos por ásperos caminos, con riesgo de morir al eterno vivir.
Fortalecednos con vuestra gracia para que nos alejemos de los peligros del pecado todo el tiempo
de nuestra vida; para que después estemos presentes por toda la eternidad en la gloria. Amen.
(Un Padre nuestro y Ave María, etc. Lo demás como el día primero).

DIA SEXTO.
EGRI.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.


Consideración de la vida del Santo.

Nació la verdad para el mayor interés del hombre, y siempre ha consistido la desgracia de
los hombres en dejar las preciosas sendas de la verdad. La ciudad santa de Jerusalén mereció ser la
palestra de las mayores glorias, porque fue libro en donde se leyeron profetizadas para que nos
enriqueciésemos, viéndolas cumplidas, dice Zacarías, y se llamará Jerusalén ciudad de verdad. Del
mismo modo padecieron los hombres por algún tiempo la desgracia de no conocer la verdad de
nuestro glorioso Antonio, teniéndolo por simple idiota, siendo un oráculo de sabiduría. Pero Llegó
el tiempo en que la Divina Providencia quiso que esta luz paduana, escondida bajo el medio
celemín de su humildad, se pusiese sobre la eminencia del candelero para ilustrar con sus
resplandores al universo. Quiso que fuese Antonio mística ciudad y palestra de alabanzas para su
mayor gloria. Para esto dispuso saliese nuestro Santo del recinto de su celda, y fuese enviado por
la obediencia a la ciudad de Forlibio, en cuyo convento concurrieron con el Santo algunos
religiosos de mi padre Santo Domingo. Viendo el prelado con gozo de su alma tantos religiosos
juntos, suplicó a uno de los padres domínicos en alabanza del Señor propusiese alguna cosa
espiritual para que lograse su alimento el espíritu, ya que se le había administrado al cuerpo (esto
era en el refectorio). Se excusó el referido padre, y asimismo los demás, con legítima causa, por no
hallarse prevenidos para negocio de tanto peso. De unos en otros llegó esta propuesta a Antonio,
quien se excusó humildemente, alegando ser el menos hábil para tan alto ministerio. Le instaba el
superior una y otra vez que predicase, hasta que llegó a mandárselo por obediencia. A la fuerza de
este precepto no hizo réplica Antonio, pues no tenía más voluntad que la de su prelado. Empezó a
predicar con tanta eficacia y energía, que causó en todos tanto mayor admiración, cuanto tenia de
menos prevenida esta maravilla. Soltó el raudal de las sagradas noticias, que su humildad había
tenido reprimidas en la cárcel del silencio. Todos suspensos oían la elocuencia de sus voces, la
profundidad de místicas sentencias, la fidelidad de testimonios y la fuerza de sus argumentos:
arrojando fuego en los períodos: en las cláusulas sentencias, que parecía salir el espíritu de
Antonio envuelto en las mismas razones, que como rayos forjados en la fragua de su ardiente celo,
llevaban en pos de si inflamados en amor divino los ánimos y los corazones de aquellos varones
religiosos. Desde aquí comenzaron a venerar a Antonio como a un hombre prodigioso y santo.
Llegando esta noticia a mi Seráfico Padre con parabienes de haber descubierto un campo que
juzgaban estéril y un tesoro tan apreciable, le mandó licencia de lector de sagrada teología, y
resonando por todas las provincias de la Italia y Francia la fama de la milagrosa erudición de
Antonio. De este modo la Divina Sabiduría adornaba a nuestro Santo con sus claras luces, para que
conociesen los hombres lo amado que era Antonio de Dios, y que había de llegar a ser participante
del coro celestial de las potestades, y a tener virtud sobre todo género de enfermedades, como se
refiere en la vida del Santo, y en particular, en la ciudad de Padua, donde vivía un desdichado
mancebo de veinticuatro años, mudo - sordo a nativitate. A este hombre se le apareció en sueño
San Antonio y le dijo fuese al convento de religiosas Clarisas, que había en dicha ciudad, y que allí
orase a su simulacro, y quedaría con entera salud. Hizo lo que le mandaba, y de repente se halló
con habla, y libre de la sordera, sirviendo de admiración a todos los que tantos años lo habían
conocido mudo y sordo; y siendo lo más raro de este prodigio el prorrumpir en voces y palabras en
alabanzas de San Antonio, en lengua vulgar, de la que nunca había tenido ni aun la más leve
noticia. En memoria de este beneficio se mudó el nombre de Pedro que antes tenía, y se puso el
de Antonio, para que por tal lo conociesen en adelante.

ORACION.
Poderoso Señor y Dios de suma bondad y clemencia, que adornasteis al bienaventurado
San Antonio con las prerrogativas de las celestiales potestades, confiriéndole potestad sobre los
humanos corazones, reduciéndolos con su fervoroso celo al cumplimiento de vuestra santa ley, y
le concedisteis poder para dar salud a los necesitados enfermos; nosotros os damos infinitas
gracias por tan especiales privilegios, y humildemente os suplicamos por sus méritos e intercesión,
nos concedáis perfecta salud de alma y cuerpo, para que así adoremos vuestras sagradas manos,
que dieron sanidad a los heridos, y a vuestros pies que buscaron los pecadores perdidos en esta
vida para darles gracia, y después vuestra eterna gloria, que esperamos conseguir de Vos por toda
la eternidad. Amen.
(Un Padre nuestro y Ave María. El Responsorio. La petición. La oración del Santo. Versos, y el
Bendito, etc.)

DIA SEPTIMO.
MARE CEDUNT.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Aquella tan venerable columna, que misteriosa guiaba a los Israelitas en el desierto para la
tierra de promisión, dice el sagrado libro del Éxodo; que daba de día sombra a las tinieblas, y de
noche luz para la jornada, porque se admirase y se advirtiese, que cuando corren de cuenta del
Cielo los sucesos, la luz se hace itinerario de los que trabajan, y la sombra descanso de los que
triunfan, pues quiere Dios que haya trabajos canonizados, para que perseveren fervorosos
igualmente encendidos; y cuanto en aquella dilatada marcha padecieron los Israelitas con las
asperezas del infortunio, se recrearon con la perseverancia del milagro; así nuestro glorioso Santo,
como mística columna para guiar a los prójimos al camino recto de la vida, para sacarlos del Egipto
del mundo, y llevarlos a la tierra de promisión, deja el ejercicio de la lectura de teología y se
entrega a las tareas de la predicación; pues consideraba que en este ministerio había de ser su
trabajo más canonizado por la mayor importancia a la exaltación de la fe, edificación de los
pueblos y provecho de las almas a quienes con ardentísimo celo quería salvarlas a todas y quitarlas
de las garras crueles del dragón infernal, que a muchas tenía ya presas para devorarlas.
Concurrieron en San Antonio todas aquellas prendas de predicador, que aseguran la
recomendación y aplauso de los oyentes. Con estas buenas prendas se hizo tan plausible y amable,
que solamente los campos daban bastante ámbito a sus auditorios (llegando no pocas veces al
número de treinta mil personas). Tanta era la fama de su predicación, que a costa de sus milagros
solicitó ser su oyente nuestro Seráfico Padre San Francisco, apareciéndose en el aire puesto en
cruz, aprobando con esta maravilla lo admirable de su doctrina, pues a imitación del Apóstol San
Pablo se acomodaba a la necesidad y disposición de sus auditorios, sacando por fruto de sus
sermones lágrimas, desengaños y arrepentimientos en los oyentes: con este conocimiento le solía
llamar mi Seráfico Padre con alegría de espíritu, mi obispo, porque en sus hombros descansaba el
cuidado que tenia de la salvación de las almas. De este modo iba la Divina Sabiduría haciendo
crecer este cedro del Líbano, a este lirio de angelical pureza, que se había de asimilar a las
celestiales virtudes en sus privilegios, poseyendo autoridad contra las borrascas y tempestades del
mar, de las que ha librado repetidas veces a sus devotos, como lo hizo con cuatro religiosos de mi
seráfica religión, y con otros navegantes que saliendo embarcados de Barcelona para Jerusalén (a
aquellos santos lugares que merecieron ser rubricados con la sangre de nuestro amable Redentor)
padecieron contrariedad de recios vientos en una tan deshecha borrasca, que se vieron como
sumergidos debajo de las aguas, y considerándose ya destituidos de todo humano socorro,
apelaron al divino, invocando con lágrimas en su favor y ayuda a San Antonio de Padua, a quien
desde el principio de su navegación habían constituido patrón de su viaje. Discurrieron los
marineros de diversos modos para remediarse; pero sin ser dueños de gobernar la nave, porque la
furia y braveza de los vientos les había arrojado al mar uno de los gobiernos. Entre estas congojas
repetían a San Antonio sus rogativas: los oyó el Santo, y los consoló apareciéndoseles cercado de
claridad y resplandores. Algunos de los religiosos y el capitán de la nave lo vieron y exclamaron en
altas voces diciendo: San Antonio, San Antonio; a cuyos ecos se levantó toda la gente, y habiendo
desaparecido aquella maravillosa visión, se pusieron todos de rodillas, y los religiosos entonaron el
himno Te Deum laudamus, con singular alegría de sus almas. Perseveraba aún todavía la tormenta;
pero los religiosos llenos de confianza animaban a los otros que esperasen el favor de San Antonio
que los había visitado. Lo experimentaron todos con evidencia, porque el día siguiente, después de
tantos trabajos, llegaron con felicidad a puerto seguro; y ya puestos en tierra aquellos infelices que
el día antes se creían ser pábulo del mar y pasto de los peces, dieron gracias a Dios con entrañable
alegría, a María Santísima y a San Antonio, por cuya intercesión se reconocieron como renacidos,
saliendo de aquella tan deshecha tempestad.

ORACION.

Soberano Señor y Dios eterno, que por vuestra inefable providencia preparasteis al
glorioso San Antonio de Padua a tanta dignidad que mereció tener celestiales virtudes, y le disteis
poder contra los peligros del mar; os damos infinitas gracias por este cúmulo de perfecciones con
que le adornasteis, y humildemente os suplicamos por sus méritos e intercesión nos libréis de los
peligros del proceloso mar de este mundo, de las tormentas del demonio y de los impetuosos aires
de la vanidad. Dadnos una verdadera contrición, y asistidnos con vuestra gracia, sin la cual nada
podemos, porque somos barro frágil, polvo leve, lodo impuro y formados de la tierra, y tierra que
da por frutos imperfecciones, pecados y delitos; pero nos acordamos que esta masa dañada por la
primera culpa, fue reparada por vuestra preciosísima sangre, curada con vuestras heridas, y
perdonada por vuestra muerte, por la que os pedimos, que lo que tenemos de frágil sea
constante, lo perdido reparado, lo miserable venturoso; que de esta suerte nuestra alma busque
en Vos su cielo, pues la criasteis para el cielo, donde esperamos alabaros por toda la eternidad.
Amen.
(Un Padrenuestro y Ave María, etc. Lo demás como el día primero.)

DIA OCTAVO.
VINCULA.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Son los milagros, según el gran Padre San Agustín, la más elevada y elocuente frase con
que la infalible veracidad exteriormente dice lo liberal con que ilustra nuestra ignorancia. Y según
San Juan Crisóstomo, son prenda o señal del amor inmenso para que la misma naturaleza pueda
alcanzar las comunicaciones en las ciencias del sumo bien. Son obras extraordinarias y una verdad
elevada sobre la esfera de la razón, por que siendo blasones de un poder eterno y respetable, los
erige en inmortal resplandor, triunfo de lo infalible. Así nuestro glorioso Antonio, llamado el
milagrero por espléndida antonomasia, sale adornado con sus excelentes prendas de predicador
haciendo prodigios, venciendo con ellos al príncipe de las tinieblas, que intentaba estorbarle su
predicación, fabricando algunas veces, como artífice del espanto, negras nubes que despedían
relámpagos y centellas para atemorizar al auditorio y otras ocasiones haciendo pedazos el púlpito
donde el Santo predicaba; pero quedaban siempre burladas las diabólicas astucias , y Antonio por
invicto vencedor. Unos de los mayores milagros del Santo, fueron las frecuentes conversiones de
pecadores que hizo con la eficacia de la divina palabra; siendo tan copioso el fruto de sus
sermones, que no daban abasto los confesores a administrar el santo sacramento de la penitencia.
Pero no contento todavía el ardor de su espíritu por la salvación de las almas, obraba maravillosas
reducciones de protervos herejes a la fe católica, haciendo milagrosamente que los irracionales
hambrientos doblaran sumisamente sus rodillas y adorasen a su Creador Sacramentado en la
Sagrada Hostia que tenía Antonio en sus manos. Así comunicaba la Divina Sabiduría a San Antonio
la católica valentía y la virtud de hacer milagros, pues quería adornarle con los celestiales atributos
de los querubines, y darle una especial prerrogativa de libertar a sus devotos de las prisiones,
como lo hizo en la villa de Perpillan con un corregidor devotísimo suyo, a quien acusaron delante
del rey de Aragón de un delito muy grave, que no había cometido, y se lo probaron con testigos
falsos, por cuyo motivo pronunció el rey la sentencia contra el inocente, de que fuese degollado en
público cadalso. El triste corregidor, viéndose sin remedio, se encomendó a su protector San
Antonio, para que mirase por su inocencia. Llegó el día señalado para ejecutar la sentencia y
estando ya en el lugar del suplicio, apareció por los aires el glorioso Santo, y asiéndole de los
cabellos le quitó, en presencia de todos de las manos de la justicia, y lo llevó por los aires hasta
ponerlo en su capilla del convento de nuestro Padre San Francisco de dicha villa: quedaron todos
pasmados de tan raro y singular prodigio, y dando cuenta al rey del suceso, conoció por él la
inocencia del corregidor, y le concedió no solo la libertad, sino también los honores que antes
tenía. Hizo este libre devoto en la capilla del Santo un nuevo retablo, donde se estampó la serie
del milagro para perpetua memoria.

ORACION.

Soberano Señor y Dios de toda clemencia, que por vuestra infinita piedad honrasteis al
glorioso San Antonio con la admirable prerrogativa de los Querubines, y le comunicasteis virtud
para librar a sus devotos de las prisiones; os damos infinitas gracias por esta benignidad, y
humildemente os pedimos nos libréis de las prisiones del infernal enemigo. Haced, Señor, que no
deseemos cosas de la tierra, pues no vemos sobre ella sino discordias y maldades; pasiones y
rebeliones; alevosías y traiciones; concedednos aquella paz que aquieta discordias; la concordia
que sosiega guerras; el sosiego, que serene estos tiempos; vuestra paz que tanto nos recomendáis
os pidamos, y después vuestra eterna gloria. Amen. (Un Padre nuestro y Ave María, etc. Lo demás
como el día primero.)

NOVENO DIA.
MEMBRA.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Encendido Moisés en las fieles tareas del servicio de Dios, a quien solicitaba reverentes
holocaustos, sin descaecer por las feas opiniones de los más insulsos, animoso decía: si alguno
hubiere del partido de mi Soberano, único Señor de lo supremo, por él le ruego que por ser de
este bando, venga conmigo. Así seguía nuestro valeroso caudillo, San Antonio, el curso de su
apostólica predicación, corriendo con su ardiente celo a sembrar la semilla evangélica por las
tierras del estado eclesiástico, por la marca trevizana, por la Provenza, por Lenguadoc, por
Limosin, por Velai, por el ducado de Verri, por Sicilia y por Padua, rogando como otro Moisés,
llamando y convocando a imitación de Jesucristo a la ver dadera religión. Así iba esta luz paduana,
mostrando evidente la felicidad de nuestra Madre la Iglesia, reduciendo a los herejes a los
preceptos de la fe. Voló la fama de las frecuentes maravillas que obraba Dios por la predicación de
Antonio, hasta llegar a los oidos del Sumo Pontífice Gregorio IX, quien dispuso lo trajesen a Roma.
Emprendió su viaje y llegó a ella, besó los pies a la Suprema Cabeza, ordenándole predicase.
Asistían al sermón el Sumo Pontífice, el consistorio de los cardenales, los obispos y prelados
eclesiásticos: obedeció San Antonio, predicando con tanta energía, con tanta abundancia de
testimonios de las Santas Escrituras, con tanta erudición de santos padres, que no parecía su voz
humana, sino un oráculo divino. Pero lo más prodigioso fue que, componiéndose el auditorio de
diversas naciones y lenguas, todos le entendieron con tanta claridad como si les predicara en la
propia de cada uno. Entonces mereció que el Sumo Pontífice le aclamase por arca viva del sagrado
Testamento. De este modo quería honrar la Divina Sabiduría a nuestro Santo, pues lo había
elegido semejante a los serafines, para recrearse en sus brazos y darle también virtud para unir los
miembros separados a su cuerpo, como lo hizo con algunos de sus devotos y en particular con
aquel miembro podrido del tirano Exelino, general de los ejércitos del emperador Federico
segundo, cismático y gran perseguidor de la Iglesia. Era este Exelino de condición tan feroz, que le
temía toda la Italia por ser un monstruo de crueldad, pues solamente en las ciudades de Padua,
Vicencia, Verona y en Brijia había hecho morir a cuchillo más de once mil personas, y había
quitado la vida a setenta religiosos menores, porque se habían opuesto a sus horrendas maldades.
Llegó a los oídos de San Antonio esta desdicha y encendido en fuego de caridad, rompió por medio
de los escuadrones de Exelino, llegó donde estaba y pidió audiencia, y conseguida allí, en
presencia de todos le reprendió de esta suerte: “¿Eres tú Exelino, aquel romano que degenerando
del amor que debes a tu patria, la tienes llena de tragedias, y al mundo lleno de escándalos con tus
bárbaras insolencias? ¿Eres tú aquella venenosa víbora, que con ingrata crueldad rompes las
entrañas de tu piadosa Madre la Iglesia, que amorosa te dio el ser, y cariñosa su leche? Eres tú el
instrumento fatal del emperador cismático? ¿Hasta cuándo, sangriento lobo, ha de durar la sed
que tienes de sangre humana? ¿Hasta cuándo ha de durar el abrasar las iglesias y quitar la vida a
los inocentes? Cómo abusas de la paciencia de Dios, que tiene en su poderosa mano represadas
las iras que merece tu fiereza! Yo té anuncio, de parte de Dios Omnipotente, que si no pones freno
à tus tiranías, ellas te han de precipitar al abismo de las infernales llamas, y has de acabar la vida
con un fin tan ruidoso, que sea al mundo escarmiento.” Quedó aquel fiero león con este
razonamiento santo, hecho manso cordero, perdido el color de su rostro, postrado a los pies de
nuestro glorioso Santo con voz temerosa, y humilde pidió perdón de sus culpas.

ORACION.

Padre Eterno y Omnipotente Señor, que por vuestra altísima providencia os dignasteis
bajar a los brazos de San Antonio en forma de tierno infante para exaltarlo con vuestro divino
amor a las prerrogativas de los serafines, y le disteis virtud para unir a sus cuerpos los miembros
separados; os damos infinitas gracias por tan singular misericordia y humildemente os pedimos
por sus méritos e intercesión, nos unáis por gracia como a místicos miembros a su cabeza que sois
Vos; no permitáis que nos apartemos de las sendas de la perfección, que nos enseñasteis descalzo,
desnudo, sudando, afligido y atribulado; para que nuestro corazón, de las cosas del mundo
desprendido, sea con Vos enteramente unido, sin que el hambre, la angustia, ni la tribulación sean
capaces de deshacer este vínculo de amor, y que permaneciendo en él constantes, lleguemos a
alabaros en la Jerusalén triunfantes. Amen. (Un Padre nuestro y Ave María, etc. Lo demás como el
día primero.)

DIA DECIMO.
RES PERDITAS.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

No puede dejar el amor de aumentar los privilegios a quien consigue los mayores triunfos.
Cánticos de aplauso dieron los hijos de Israel a Saúl y a David: en Saúl calculan el vencimiento por
el valor de mil, y en David le gradúan por diez mil. Venció David al gigante, representación de la
culpa, y así mereció multiplicado premio. Por diez mil le regulan el trofeo haciendo en su aplauso
más decoro, porque quede canonizado el número diez. A este modo al glorioso David Antonio es
digno se le den diez mil alabanzas, porque habiendo corrido veloz tantas provincias y ciudades, ha
vencido con las centellas disparadas por la preciosa honda de su valerosa boca, no como David a
un gigante, sino a una multitud, haciendo con sus prodigios y milagros una maravillosa conquista
para el gremio católico; y por eso es muy justo le tributemos sus devotos en este día décimo de su
Trecenario miles de miles de alabanzas a Dios en su honor; pues ya se retira nuestro Santo de sus
continuas tareas por algún tiempo, y se entrega al ejercicio de la santa oración con la dilatación y
quietud de su espíritu en la soledad. Para con seguir este retiro escribió al provincial para que la
obediencia, que era su norte en todo, diese cumplimiento a sus deseos: en este lance le sirvieron
los ángeles de correo; pero qué mucho, si el Rey de los ángeles le amaba tanto, que se hacía niño
para recrearse amorosamente en nuestro Santo, como lo vio por la experiencia aquel caritativo
hombre (que dio hospedaje a San Antonio, cuando pasaba para Francia) al mismo Redentor, que
hacia trono en los brazos de San Antonio. De esta suerte le honraba la Divina Misericordia
favoreciéndole como a los santos patriarcas, no con signos ni figuras misteriosas, sino con la
misma realidad, por su viva fe, y comunicándole también facultad contra las cosas perdidas, para
consuelo de sus devotos, como lo experimentó el obispo Fray Ambrosio Catarino, religioso de mi
Padre Santo Domingo, que saliendo para disputar con los herejes se le perdieron los papeles
donde llevaba sus particulares apuntamientos, que eran las armas que le habían de servir para
destruir la herejía. Se acordó de San Antonio, y con mucha devoción le encomendó el hallazgo de
sus estudios, haciendo voto de poner en su libro para mayor gloria todo el suceso. Apenas había
hecho la promesa, cuando vinieron a preguntarle si se le habían perdido algunos papeles;
respondió que sí; dio todas sus señales, y con ellas recobró su pérdida, reconociendo por autor de
su buena fortuna a San Antonio de Padua, y en cumplimiento de su voto, refiere él mismo por
extenso todo el suceso.

ORACION.

Soberano Señor y Dios de infalible verdad, que por vuestra alta providencia enriquecisteis
a vuestro siervo San Antonio con vuestra humana da presencia, y le concedisteis virtud en las
cosas perdidas; os damos infinitas gracias por tan singulares beneficios, y humildemente os
pedimos por sus méritos e intercesión, nos concedáis una viva fe, y arrojemos de nosotros la
temeridad, para buscaros, como Vos, Pastor Divino, a la oveja perdida por las plazas, por las calles,
por los montes, por los valles; y que esta nuestra fe sea nuestro norte, a quien sigamos y que
jamás le perdamos, para que con esta preciosa margarita, enriquecidos, lleguemos a disfrutar para
siempre el tesoro escondido en el cielo. Amen. (Un Padre nuestro, etc. Lo demás como el día
primero.)

DIA UNDECIMO.
PEREUNT PERICULA.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Siempre ha sido la esperanza deliciosa confortante de la vida humana, y cuando se


introduce para templar la impaciencia de los deseos, quita todos los problemas para que no
impidan la verdad de sus auxilios, porque es la que imperiosa representa todo el bien que se
puede poseer. Siempre también ha sido la profecía un sello de la divinidad, y el verdadero profeta
un hombre inspirado de Dios, que declarando afirmativamente que tales y tales cosas se han de
cumplir en tal tiempo y lugar, se llegan a verificar, y por eso le llama la Escritura el profeta: el que
ve, porque ve lo futuro como si lo tuviera presente. A este modo nuestro Santo, adornado por la
Divinidad con la insignia de profeta, predijo a un escribano, de vida licenciosa, que la Divina
misericordia le había de perdonar, y que llegaría a conseguir la palma del martirio, como la
consiguió, aun viviendo el Santo. A otra matrona, su muy devota, le anunció que daría a luz un
niño, que llegaría a ser religioso de su religión seráfica, y también mártir de Jesucristo, como se
verificó. Pero ya se iba acercando el tiempo en que San Antonio, después de tantos prodigios,
cerrase el período de su vida y el círculo de su corona; y así como la luz cuando está próxima a
apagarse, esfuerza más sus resplandores, así nuestro Santo con la cercanía de su fin, crecía en las
eficacias de su obrar. Consiguió retirarse a la soledad del monte Alverne, donde estuvo algunos
meses, empleando la mayor parte del tiempo en vigilias y oraciones; pero acercándose la
cuaresma, guiado de la inspiración divina, fue a predicar a la ciudad de Padua, que tantas veces
había sido teatro de sus maravillas, y como a darles a sus amables ciudadanos la última bendición
y despedida. En esta última cuaresma era tan numeroso el auditorio, que llegaba a treinta mil
personas, predicando en campo descubierto, siendo los primeros oyentes el obispo con todo su
clero, y el gobernador con su magistrado. En este tiempo se reformaron los abusos de las galas y
las profanidades de los trajes; se redujeron a estrecha paz muchos ciudadanos, en quienes estaba
radicada la enemistad; y hubo, finalmente, una reforma universal. De esta suerte iba nuestro
Santo como fiel siervo empleando sus talentos, y el Dueño Celestial, complacido con tanto auge, le
declaró el reino que él le tenía prometido, comunicándole también potestad para librar a sus
devotos de todo género de peligros, como lo hizo particularmente con un clérigo devoto suyo, que
teniendo ofendidos a unos hombres, y sabiendo estos que salía a un viaje, se ocultaron en un
bosque para quitarle la vida. Se hizo San Antonio encontradizo con ellos, y trabó conversación;
pero los perversos hombres, que no querían aventurar la ocasión de sus designios, le dijeron que
tratase de pasar adelante: el Santo porfiaba que no había de dejar su compañía, porque su trato y
conversación podía ser de provecho para sus almas: se dieron por ofendidos de tanta porfía, pero
el Santo descubriéndose con ardiente celo les dijo: ya que hasta aquí no habéis querido atender mi
conversación, sabed que yo soy San Antonio de Padua, que vengo a defender la vida de ese clérigo
a quien esperáis para quitársela; es mi devoto, y así perdonadle por amor de Dios, si os ha hecho
algún agravio, y mirad no me enojéis, que soy bueno para amigo; y dicho esto desapareció.
Quedaron los hombres confusos y admirados; esperaron al clérigo y le refirieron lo sucedido; y en
reverencia del Santo, no solo le perdonaron, sino que también le pidieron con humildad los
perdonase.

ORACION.

Soberano Señor y Dios de infinita bondad, que por vuestra paternal clemencia dotasteis a
vuestro siervo San Antonio con el don de profecía, y le concedisteis virtud para librar a sus devotos
de los peligros de alma y cuerpo; os damos infinitas gracias por tan singulares prerrogativas, y
humildemente os suplicamos por sus méritos e intercesión, nos libréis de semejantes peligros, y
nos deis una firme esperanza en vuestras promesas: que fundando nuestra esperanza en Vos,
entonces la tribulación nos servirá de corona: la afrenta de honra: los enemigos de amigos: la
injuria de estimación: la pobreza de riqueza: la enfermedad de salud; porque apartada nuestra
esperanza de lo terreno, estará siempre en Vos hasta que lleguemos a vuestro eterno reino.
Amen. (Un Padre nuestro, etc. Lo demás como el día primero.)

DIA DUODECIMO.
CESAT NECESSITAS.

HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Tan admirable es Dios en sus santos, que para hacer sobresaliente en ellos la virtud en el
combate de los peligros, autoriza en sus escogidos los milagros. Los obra la Omnipotencia, porque
de nuestra necesidad se obliga: los repite la Sabiduría cuando la luz de la verdad se apaga, y el
amor que en su continuo fuego los aviva, produce la virtud con que los conserva, para hacer
robustos los espíritus en la perseverancia. Ha hecho también la Divina Providencia, que aun las
criaturas insensibles simbolicen las excelencias de las virtudes; y así la palma demuestra las
empresas: el ciprés la pureza: el plátano la fe: el cinamomo la fragancia y la decencia: el nardo la
actividad; y el jazmín con los privilegios de su candidez pone la gala hermosa a la virtud. Esta es
una descripción, aunque corta, de nuestro Santo, que adornado de virtudes en grado heroico, en
sus empresas y pureza elevado: en la fe firme, y en la religión permanente, exhalando de sí
fragancia, y expidiendo de su ardiente corazón actividades de amorosos incendios, con el privilegio
de su candidez va a disponerse para salir de los peligros de esta mortal vida al campo de San
Pedro, a un eremitorio contiguo a la ciudad de Padua. Salió en efecto con sus dos religiosos
compañeros, y estando lejos de la ciudad en una eminencia donde se registra la suntuosidad de
sus edificios, puso en ella los ojos, y con superior impulso la llenó de bendiciones y dulzuras,
diciendo: Oh, ciudad dichosa! presto seréis teatro de las glorias de Dios: se verán en ti maravillas
de su divino poder, y poseeréis un tesoro que te hará feliz, y ennoblecida con la frecuencia de
muchos pueblos que glorificarán a su Divina Majestad, de ver engrandecido tu nombre en los
despojos de la mortalidad. Le reveló entonces el Señor a nuestro Santo, que dentro de pocos días
había de morir, y que su sepulcro seria en aquella ciudad, asilo de muchas necesidades. Llegó el
Santo al citado monte, y dispuso que en su espesura se compusiesen de rama tres chozas en qué
recogerse con sus compañeros. Aquí vivió más como ángel que como hombre, entregado todo a la
contemplación: soltando las riendas a sus fervores, gozaba de indecibles favores del Señor. Aquí
concluyó sus escritos a petición del cardenal protector; y semejante al Apóstol, espera decir en
breve: buena pelea he tenido: la carrera de mi vida he acabado, y en ella la fe de mi Señor
Jesucristo he observado. Aquí que da nuestro glorioso Santo favorecido del Señor con un privilegio
apostólico, y dotado con una ardiente caridad, para universal socorro de sus devotos, en todo
género de necesidades, como lo practicó en su vida, y particularmente en la ciudad de Tarazona,
con un joven de vida disipada que saliendo de su casa una noche, le salieron al encuentro tres
hombres armados, que derribándolo en tierra descargaron sobre el triste mancebo tan fuertes
golpes que lo dejaron por muerto, suponiendo que ya sobraban heridas para quitar le la vida.
Quedó solo el joven, y habiendo padecido el mismo error, se creía ya en el último aliento; pero
recobrado, y examinándose a sí mismo, se halló libre de la creída fatalidad, porque todas las
puntas habían parado en una imagen del glorioso San Antonio que traía en el pecho, cuyo amparo
había implorado en aquel conflicto. Hasta hoy se ven en la santa imagen las señales de este
maravilloso suceso, en que se manifiesta cuánto importa la devoción de nuestro Santo, y el
encomendarse a él con viva fe.

ORACION.

Altísimo Señor y Dios Eterno, que por vuestra liberal misericordia honrasteis a vuestro
siervo San Antonio con un celo apostólico para convertir a las almas, y con una fervorosa caridad
para asistirlas en sus necesidades; os damos las debidas gracias por tan especiales favores, y
humildemente os pedimos por sus méritos e intercesión, nos concedáis un perfecto amor. Haced,
Señor, que conozcamos lo bueno que es acercarse a Vos; pues hacéis sabios los ignorantes;
piadosos a los crueles; generosos a los avaros; justos a los inicuos; porque no podéis contener el
raudal de vuestro poder, ni el ardor de vuestro querer: en esta vuestra amable voluntad
esperamos todo el bien en esta vida, y después el eterno bien en la gloria. Amen. (Un Padre
nuestro, etc. Lo demás como el día primero.)

DIA TRECE.
HECHA LA SEÑAL DE LA CRUZ Y EL ACTO DE CONTRICION.

Consideración de la vida del Santo.

Incomprensibles y altísimos son los juicios de la absoluta y Suprema Majestad! Poderosa la


mano que manda a los elementos, pues haciéndolos opuestos y contrarios en la propiedad, los
suele poner unidos y obedientes a sus fieles siervos en la ejecución, para que admire la vana
presunción del poder humano, que lo divino hace unos orfeos tan atractivos, que humillan a las
fieras para hacerlas rendidas a lo más sagrado, como se vio en David, que triunfó con cinco piedras
de un coloso viviente, con tantas escuadras. Al mismo paso es tan sabia y admirable la Sabiduría
Divina, que siendo la noche representación de la culpa y de la muerte por sus lobregueces, hace la
infinita grandeza, que aun criando las tinieblas para la funesta mansión de los horrores,
igualmente los dispone para crédito y singularidad de sus divinos placeres. Puso Dios a la noche
tan ostentosa y adornada de ellas, que en el pálido velo con que asusta, es donde lo infinito de su
sabiduría se manifiesta, como dice el Salmista. Nuestro glorioso Santo, aquel gran siervo del Señor,
a quien comunicó la Omnipotencia Divina virtud contra los elementos y sobre todo género de
enfermedades; a quien le dio poder para vencer a los crueles colosos de la herejía, se ve ya pálido
el velo de su rostro por el rigor de las penitencias y continuas vigilias, y próximo a la noche de su
muerte, y ya para dar el último aliento, unido a la mortal carne, que le impide sus vuelos para
remontarse a la esfera feliz de la inmortalidad. Corre por momentos la enfermedad del Santo,
ayudada sin duda de los incendios del divino amor, que era la dolencia más dulce que sentía su
abrasado corazón: en este inflamado lance, Antonio de amor vive, y Antonio de amor muere, y en
los mismos incendios que siente y reconoce, es el visible fénix que renace. Por haberle enamorado
tanto Jesucristo con sus caricias, muere Antonio con odio al mundo; y por haberle inflamado
tanto, vive Antonio con alegría para el cielo. Pidió los santos Sacramentos, y recibidos con la
devoción que se deja inferir, como canoro cisne, que guarda la suavidad de su canto para celebrar
sus exequias, entonó el himno de la Virgen: Oh, gloriosa Señora! Y se quedó un gran rato en una
quietud profunda; fijó los ojos en el cielo, mirando tan atento a aquellas eternas moradas, y con el
rostro bañado en alegría, que daba bien a conocer gozaba su espíritu de alguna prodigiosa visión.
Le preguntó un virtuoso religioso, qué cosa era lo que con tanto gozo miraba? –Veo, respondió el
Santo, los cielos abierto, y a Nuestro Señor Jesucristo y a la gloriosa Virgen su Madre, acompañada
de muchos coros de ángeles que me llaman y me esperan. Dicho esto, y haciendo una breve
plática a los religiosos, cruzó las manos, quedándose como en un dulce sueño. Rompió su bendita
alma las cadenas de la cárcel de su cuerpo, y se entregó en manos de su Criador. Salieron a recibir
el triunfante espíritu de nuestro Santo, Jesús y María: tanto como esto fue el gozo que manifestó
el cielo de tenerle. Felices de nosotros sus devotos, que hemos sabido hacer elección de tan
poderoso abogado. Apliquémonos animosamente a cooperar en lo posible a sus glorias y
alabanzas, pues las está viendo desde los coros angélicos; y si tanto favoreció a sus devotos
estando en esta vida mortal, cuánto más favor no nos alcanzará ahora de nuestro Padre Celestial?
Sigamos constantes en todo tiempo con los mismos obsequios en su honor con viva fe, para
asegurar en el nuestra confianza; y demos las debidas gracias al Señor, que tan maravilloso se
manifiesta en sus santos.

ORACION.

Soberano Señor y Dios Eterno, que por vuestra infinita bondad adornasteis a vuestro
siervo San Antonio con los privilegios de los ángeles, arcángeles, dominaciones potestades,
tronos, principados, virtudes, querubines y serafines, os damos infinitas gracias por tan singulares
excelencias, y humildemente os pedimos por sus méritos e intercesión, que esta vuestra Iglesia
militante, que con vuestra preciosa sangre fundasteis, y con vuestro espíritu formasteis, os sirva
como os administra la triunfante. Si a esta vuestra Iglesia, por su variedad y hermosura, la habéis
hecho a la de la gloria semejante, haced también que os tribute veneración constante. Si son
nueve los coros angélicos que os sirven en el cielo, nueve coros de órdenes os sirven en el suelo.
Vos, Señor, que os hicisteis hombre por el hombre, y disteis el vuelo desde el cielo a la tierra,
concedednos las alas de vuestro amor, para que os busquemos, Dios - Hombre, dando nuestro
vuelo desde la tierra al cielo por toda la eternidad. Amen. (Padre nuestro y Ave María, etc. Lo
demás como el día primero.)

ELOGIOS AL GLORIOSO SAN ANTONIO DE PADUA.

Día primero, séptimo y decimotercio.

De Jesús y de María,
Dulce amante, tierno y fino:
Sednos, Antonio Divino,
Nuestro norte y nuestra guía.

Cual otro sol refulgente


Que amanece en claro cielo,
Se dejó ver en el suelo
La hermosura de tu oriente
Y así fue tu amor ardiente
Para la Virgen María.

Con el paso que crecieron,


Los años de vuestra edad,
La gracia y la claridad
El mismo compas siguieron:
Influencias, que así fueron
De la estrella de María.

Por patrona la elegiste


Al uso de la razón,
Y de vuestro corazón
Entera entrega le hiciste:
Gustoso, pues, quisiste
Ser esclavo de María.

Tus estudios y tu amor


Alegre le consagraste,
Y en el instante la hallaste
Pura y limpia; y tu fervor
Siempre mantuvo el honor
De este indulto y regalía.

A Jesús su amante hijo


Tan tierno amor profesaste,
Que perpetuo le tomaste
Por seguro norte fijo;
Sin duda te lo predijo
Con el don de profecía.

Dulces, suaves caricias


Tuviste con Jesucristo,
Siendo un impreso o escrito
Tu corazón de delicias:
Escogido a las milicias
De la gran sabiduría.

Los ángeles te sirvieron


Con personal asistencia,
Por Divina Providencia
Licencia te consiguieron:
Diligentes estuvieron
Siendo nueva de alegría.
Ya con estas protecciones
Revestido y bien armado,
En público y descampado
Defendías conclusiones,
Sin que a tus santas razones
Venciera opinión impía.

Tanta fue la valentía


Y el imperio de tu voz,
Que con presteza veloz
Los herejes convertía:
Dígalo la rebeldía
Abatida de Exelino.

Cual otro Moisés glorioso


Con la prodigiosa vara,
Hacías que se humillaran
Los Faraones furiosos:
Los díscolos y rabiosos
A tu voz obedecían.

Con vos; oh glorioso Antonio!


No pudo ganar ni un punto
En guerra el infierno junto,
Ni la astucia del Demonio:
Está claro el testimonio,
Porque Dios os protegía.

Como a mística Piscina


Todos concurren a vos,
Porque conocen que Dios
Os confirió medicina:
El pan de vuestra doctrina
Sanaba cuantos quería.

De Jesús y de María,
Dulce amante, tierno y fino:
Sednos, Antonio Divino,
Nuestro norte y nuestra guía.

Día segundo, octavo y duodécimo.

De Jesús y de María,
Dulce amante, tierno y fino:
Sednos, Antonio Divino,
Nuestro norte y nuestra guía.

Los peces dejan el mar,


Y se salen a la orilla,
Buscando la maravilla,
Que los manda convocar:
Y se vuelven a ocultar
Con vuestra bendición pía.

Tanto fue vuestro poder


Sobre la tierra y en el mar,
Que por patrón singular
Os quieren todos tener,
Los suelos favorecer
Con tu amable compañía.

Los navegantes celosos,


Tiernos en tu devoción,
Te ofrecen su corazón
En los mares procelosos:
Vuestros ruegos amorosos
Les alcanzan valentía.

La Divina Omnipotencia
Tanta gracia os confería,
Que despensero os hacia
De su piedad y clemencia;
Y vuestra sabia prudencia
Frecuentes las repartía.

Como universal consuelo


Sois para vuestros devotos,
Con promesas y con votos
Os buscan allá en el cielo;
Porque saben que en el suelo
Dabas lo que convenía.

Los mudos salen hablando,


Y muy puros los leprosos,
Con juicio los furiosos,
Y los tullidos andando:
Paralíticos saltando,
Vuestra bondad esto hacía.

Ciegos, contrahechos, llagados,


Cada cual por su remedio
Os tienen puesto por medio
Para salir bien curados:
Todos salen consolados,
Tu gracia lo conseguía.

Vuestra voz tanto enajena,


Que los reos pobrecillos
Quedan libres de los grillos,
De la cárcel y las cadenas:
Mejor que de las sirenas,
Y con mayor melodía.

En la fragua del amor,


Encendido y abrasado
Con Jesús tu dulce amado,
Conferías tu fervor:
Te dejaba con honor,
Con dulzura y alegría.

Cual otra fuerte columna


Del firmamento dichoso,
Vuestro regazo amoroso
Le sirvió a Jesús de cuna:
Muchas veces, y no una,
Lograste su compañía.

Vuestro nombre es tan gracioso


Para todos los cristianos,
Que en las palmas de las manos
Os tienen por milagroso:
Por haber sido amoroso
Tenéis esta primacía.

Día tres, seis y once.

De Jesús y de María,
Dulce amante, tierno y fino:
Sednos, Antonio Divino,
Nuestro norte y nuestra guía.

Según muestra la experiencia,


Logrará tu devoción,
Con intensión y extensión,
En los siglos preeminencia:
Quiere Dios que su clemencia
Resplandezca cada día.

Tu memoria es propagada
En los reinos más ocultos:
De ignorantes y de cultos,
Ha sido y es venerada:
Será también publicada
Con cánticos de armonía.

En los pequeños lugares,


Y también en las montañas
Con piadosas entrañas
Os consagran sus altares:
Efectos particulares,
Que la fe ardiente cría.

Tu lengua persuasiva,
Del espíritu movida,
De extranjeros fue entendida
Cada cual en su nativa:
Conoció la comitiva
Ser divina tu energía.

En un grado tan heroico


Las virtudes obtuviste,
Que en mui breve recibiste
El título de apostólico
Fervor, y celo católico
En tu noble pecho ardía.

La humildad con sus quilates


Te fue tan socia y amiga,
Que a la carne su enemiga
A tus pies avasallaste:
Y tanto la quebrantaste
Que apenas te mantenía.

Vuestra voluntad en un todo


Perfectamente negada
Al mundo, y crucificada
Con maravilloso modo;
A Dios en todo y por todo,
Rendida le obedecía.

De los padres y ascendientes


Igualmente renunciaste,
Y a nuestro Dios te entregaste
Con afectos excelentes:
Del trato de tus parientes
Tu voluntad se abstenía.

En vuestros sentidos fuiste


Tan prevenido y tan cauto,
Que una obligación con pacto
A vuestros ojos pusiste:
No faltaste ni excediste
Lo que un ápice desvía.
En el silencio estrenado
Continuo te ejercitabas,
Y solo lo quebrantabas
Con Jesús tu dulce amado:
Como a cera liquidado,
A tu corazón ponía.

Permanente en la oración
Eras de noche y de día,
Y de la Virgen María
Tenías consolación:
En tu mayor aflicción
Esta Reina te asistía.

La obediencia en alto grado


Con prontitud observabas,
Y tu querer sujetabas
A la voz de tu prelado:
Ciego, mudo, maniatado
Vuestro albedrío vivía.

La pobreza rigorosa
Recibiste por aprisco,
La imitación de Francisco
La elegiste por esposa:
La castidad amorosa
Siempre en ti resplandecía.

Día cuarto, cinco y diez.

De Jesús y de María,
Dulce amante tierno y fino:
Sednos, Antonio Divino,
Nuestro norte y nuestra guía.

La fe como fundamento
Firme os acompañó,
Y la esperanza a luz dio
Las paredes y el cimiento
Todo fue con lucimiento,
Con orden y simetría.

Con la caridad cubriste


A tu místico palacio,
Y en todo sitio y espacio
Esta alhaja le pusiste:
Con ella le enriqueciste
Dándole la mayoría.

La prudencia te sirvió
De fiel y dorada llave,
Y como segura clave
De la raya no pasó:
Abrió prudente y cerró
Cuando vio que convenía.

La justicia con verdad


En todo tiempo observaste
Y para ti reservaste
Rigor y severidad:
Al prójimo con piedad
Buscabas y requerías.

En fortaleza gigante,
Glorioso Antonio, saliste,
Pues en tus brazos tuviste
Todo el mundo en un Infante:
Por esta prenda elegante
Todo el infierno os temía.

La deuda que contrajiste


Por haber sido criado,
La pagaste de contado,
Y ganancioso saliste:
Porque alegre recibiste
La luz del eterno día.

A recibirte salieron
Jesús y su Madre amada,
Felicísima llegada,
Cuando así te previnieron:
En sus brazos te pusieron
Con meliflua alegría.

Los teólogos numeran


Tres sagradas jerarquías:
Con suaves melodías
En todas tres os veneran:
Vuestros devotos quisieran
Ensalzaros cada día.

Serafín sois en amar,


Y querubín en la ciencia;
Trono de la Omnipotencia,
Dominación en el mar:
En milagros singular
Por la virtud que en ti había.

Tienes también potestad


Sublime, glorioso Antonio
Contra el poder del Demonio,
Que teme tu autoridad:
Su tirana crueldad,
A tu imperio se rendía.

Principado con honor


Te dio el Príncipe Supremo
Amándote con extremo,
Porque le diste tu amor:
Sol de nuevo resplandor
En su Iglesia te quería.

Arcángel para anunciar


A los hombres su remedio,
Te eligió por un buen medio
De predicar y extirpar:
Tu designio fue acabar
Con la proterva herejía.

Por celeste ángel te envió


La Divina Omnipotencia,
A nuestra ayuda y defensa,
Tu protección bien sirvió:
Y exactamente cumplió
La embajada y legacía.

Vuestra excelsa protección


Asista a los que obsequiosos,
Por parciales fervorosos
Desean tu devoción:
Alcánzanos bendición
Y después tu compañía.

O.S. C. S. R. E.

(Tomado del Libro “TRECENARIO DEVOTO Al sol brillante de la Iglesia , lustre de la Relijion Seráfica,
gloria de Portugal, honor de España, tesoro de Italia, terror del infierno, martillo perpetuo de la
herejía, el milagrero por antonomasia, SAN ANTONIO DE PADUA PARA CONSUELO DE SUS
DEVOTOS”. Compuesto por el Padre Predicador Fray José Benítez, Religioso de N.S.P.S. Francisco.
Impreso en Imprenta La Nación, Bogotá, Colombia. Año 1859)

También podría gustarte