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Rómulo Gallegos : Doña Bárbara
Sumario:
1. Espiritualidad y luz.
2. Gamarra.
3. La barbarie.
4. Devoradora de hombres.
5. Racionalización de la barbarie.
6. Civilización cuestionada.
7. Fascinación del otro.
8. Determinismo.
9. Retorno a lo racional.
10. La tierra.
1. “Bajo la toldilla, un joven a quien la contextura vigorosa, sin ser atlética, y las
facciones enérgicas y expresivas préstanle gallardía casi altanera. Su aspecto y su
indumentaria denuncian al hombre de la ciudad, cuidadoso del buen parecer.
Como si en su espíritu combatieran dos sentimientos contrarios acerca de las
cosas que lo rodean…” (Pág. 12).
La estructura narrativa que propone Rómulo Gallegos, completamente alejada del
Modernismo, mimetiza el paisaje con los personajes que van poblando la novela. En ese
contexto, irrumpe Santos Luzardo, en un recorrido por el río Arauca, símbolo en sí mismo
de las personalidades que recorrerán la historia planteada desde el inicio: la
contraposición de la barbarie con la civilización. El autor no solo presenta así a uno de los
protagonistas, lo nombra intencionalmente para resaltar sus características: Santos es la
espiritualidad sustentada en el raciocinio, en la luz que con la que inicia su apellido.
2. “Su compañero de viaje es uno de esos hombres inquietantes, de facciones
asiáticas, que hacen pensar en alguna semilla tártara caída en América quién
sabe cuándo ni cómo. Un tipo de razas inferiores, crueles y sombrías,
completamente del de los pobladores de la llanura.” (Pág. 12)
El lenguaje local de la novela, de la gente de la llanura se intensifica en los diálogos,
perfilando personajes casi míticos. En la misma barca donde arriba Santos, el autor
presenta a un personaje que aparecerá intermitentemente en la novela y que representa
la otra visión, la de esa barbarie que se ha apoderado como una sombra de la región del
Orinoco. Se trata de Melquiades Gamarra, el Brujeador. Casi ningún nombre es arbitrario:
una gamarra es la correa que impide a los cabellos levantar la cabeza violentamente. Así,
el Brujeador es quien mantiene el orden mediante la barbarie que su patrona representa.
Se trata de personajes mestizos, mezclas sombrías que se expresan con dichos, seres
sin sentimientos. El Brujeador será un elemento detonante de uno de los climax de la
novela, de ahí su relevancia en el arranque de la narración.
3. “El Orinoco es un río de ondas leonadas; el Guainía las arrastra negras. En el
corazón de la selva, aguas de aquél se reúnen con las de éste; mas por largo
trecho corren sin mezclarse, conservando cada cual su peculiar coloración. Así, en
el alma de la mestiza tardaron varios años en confundirse la hirviente sensualidad
y el tenebroso aborrecimiento al varón.” (Pág. 39)
El paisaje es un protagonista de la novela, usado como símbolo y también como
mecanismo para resaltar las características de los personajes. La mezcla de aguas
feroces y aguas turbias describe a Doña Bárbara, la devoradora de hombres. Tampoco es
accidental la presencia constante de caimanes que, como la protagonista, apenas dejan
ver sus ojos como un peligro latente. Doña Bárbara se hace presente en la voz de otros
personajes, es una referencia apenas, una sombra que se materializa en pocos episodios
de la novela. Son pocos sus diálogos, pero toda la acción se desarrolla en torno a ella. El
origen de su odio presentado en retrospectiva, es otra faceta más de la barbarie.
4. “La superioridad de aquella mujer, su dominio sobre los demás y el temor que
inspiraba, parecían radicar, especialmente, en su saber callar y guardar (…) Su
privanza lo daba todo, incluso la incertidumbre perenne de poseerla realmente;
cuando el favorito se acercaba a ella no sabía nunca con qué iba a encontrarse.
Quien la amara, como llegó a amarla Lorenzo Barquero, tenía la vida por
tormento.” (Pág. 96)
Personaje sin apellido, Doña Bárbara apenas se materializa en algunos capítulos. La
eficacia narrativa de Rómulo Gallegos se demuestra en la relevancia de un personaje que
parece dibujado en las llanuras, en el ganado, en los ríos. Naturaleza sin tonos bucólicos,
descrita con gran minuciosidad, atrayente, devoradora, capaz de enloquecer a un
personaje que ejemplifica, igual que Santos, la inteligencia, el raciocinio. Pero en este
caso es la pérdida de la razón y el descenso a la locura. Tampoco es arbitrario el nombre
de Lorenzo Barquero ni su apellido. Barquero que recuerda a Caronte, ese ser mitológico
que se encargaba de transportar a los muertos que podían pagar sus servicios para no
quedarse en una especie de limbo. La oposición amor y tormento queda ejemplificada en
la relación entre Barquero y Doña Bárbara.
5. “Es necesario matar al centauro que todos los llaneros llevamos por dentro.” (Pág.
105)
La novela se detiene en la batalla de la espiritualidad contra la barbarie a lo largo de todo
su desarrollo. Poblada de símbolos, algunos contradictorios, como la superchería de
enterrar vivo a un caballo, la mitad de ese personaje también mítico que es el centauro y
que representa al hombre del llano. Si bien, Gallegos sentencia a través de sus
personajes, que es necesario matar al centauro que todos llevamos dentro, la novela se
enriquece con los claroscuros de sus personajes. Hay rastros de humanidad en Doña
Bárbara y signos de barbarie en Santos Luzardo que van fortaleciéndose en la medida
que avanza la trama.
6. “Comencé a observar que mi inteligencia (…) en cuanto me callaba se desvanecía
el espejismo y no entendía nada de nada. Sentí la mentira de mi inteligencia y de
mi sinceridad, que es lo peor que puede sucederle a un hombre. La sentí
agazapada en el fondo de mi corazón, como debe de sentirse en lo íntimo de la
carne aparentemente sana la úlcera latente del cáncer hereditario. Y comencé a
aborrecer la Universidad y la vida de la ciudad, los amigos que me admiraban, la
novia, todo lo que era causa o efecto de aquella mixtificación de mis mismo” (Pág.
108)
En su descenso a la barbarie, Lorenzo Barquero sirve como personaje bisagra. Forma
parte de la antítesis y en él se mezclan por un lado, las familias en disputa permanente
con sus muertes y sus venganzas, y por otro, la sangre de Doña Bárbara con su propia
sangre. Por esos matices, Lorenzo es capaz de cuestionar no solo la barbarie sino la vida
de la ciudad, la civilización representada por la Universidad que abandona, fascinado por
ese polo opuesto que finalmente lo conduce a la muerte.
7. “La trastornaba la idea de llegar a ser amada por aquel hombre, que no tenía nada
de común con los que había conocido: ni la sensualidad repugnante que desde el
primer momento vio en las miradas de Lorenzo Barquero, ni la masculinidad brutal
de los otros, y al hacer esta comparación, se avergonzaba de haberse brutalizado
a sí misma en brazos de amantes torpes y groseros, cuando en el mundo había
otros como aquel, que no podían ser perturbados con la primera sonrisa que se les
dirigiera” (Pág. 190)
Santos Luzardo ejerce un fascinación sobre Doña Bárbara, por lo que significa esa
otredad, lo no conocido, lo que no es alcanzado por sus dotes de hechicera. Este
sentimiento hace al personaje polivalente y lo aleja del estereotipo. Ni siquiera Maricela,
su hija, despierta en ella es fascinación. Y es que Maricela es parte de esa barbarie,
producto de ella. Esa fascinación no es recíproca, sin embargo, Santos sí va cediendo
paulatinamente a la justificación de la barbarie, de la ley por su propia mano.
8. “Aquí no hay sino dos caminos, matar sucumbir. Tú eres fuerte y animoso y
podrías hacerte terrible. Mátala y conviértete en el cacique del Arauca. Los
Luzardos no fueron sino caciques, y tú no puedes ser otra cosa, por más que
quieras. En esta tierra no se respeta sino a quien ha matado. No le tengas grima a
la gloria roja del homicida.” (Pág. 210)
Es significativo que la incitación a la violencia provenga de Lorenzo Barquero, no de los
llaneros, ni siquiera de la protagonista. El determinismo, la condición irremediable del ser
humano, son expuestas por Rómulo Gallegos a través del ojo por ojo, de la ley hecha a
medida del cacicazgo. Los hombres de leyes son ridiculizados, el homicidio se justifica.
No existen bandos buenos y malos: la gente de Luzardo asesina igual que la de Doña
Bárbara. Este nudo temático se resuelve con la acción de Pajarote, personaje que le quita
la responsabilidad a Luzardo de cargar con la muerte de Melquiades Gamarra.
9. “¿Qué inconveniente hay en que Marisela viva bajo el mismo techo que yo,
próxima y lejana, como hasta ahora ha vivido? Hasta cierto punto esto le añadiría
un encanto mayor la vida: un amor que no exija sino la muta conciencia de que
existe, que no cambie las cosas ni él tampoco pueda ser modificado por ellas. Algo
suficiente por sí solo, que no necesite convertirse ni en palabras ni en obras.”
En el camino contrario al que Santos Luzardo ha tomado, Marisela transita de la barbarie
a la civilización. Personaje que, al igual que su padre, unifica los opuestos que plantea la
novela. Marisela es el elemento que sirve como contrapeso a la brutalidad. De alguna
manera es la hija de la barbarie y de la civilización, al igual que todas las sociedades. Sin
la profundidad del personaje de Doña Bárbara, Marisela representa el camino de retorno
del protagonista a lo racional.
10. “Ya Lorenzo había sucumbido, víctima de la devoradora de hombres, que no fue
quizá tanto Doña Bárbara cuanto la tierra implacable, la tierra brava, con su
soledad embrutecedora…” (Pág. 337)
Doña Bárbara termina siendo un símbolo de las circunstancias que determinan el
comportamiento de los hombres en la llanura, poblada de soledades. La novela de
Rómulo Gallegos se construye con símbolos hasta su desenlace, cuando la protagonista
presencia cómo una res joven es maniatada en el río por una culebra. La barbarie está en
la naturaleza, de ahí su poder de fascinación.