LAS COMUNIDADES LUTERANAS
1
• Cuestiones en desacuerdo entre la Iglesia Católica
y las iglesias luteranas:
Escritura y tradiciones; Escritura y autoridad doctrinal
de la Iglesia (Magisterio); ministerio en general; la
sucesión apostólica como forma sacramental de la
tradición; el ministerio petrino; el carácter sacrificial
de la Eucaristía y la cuestión de a transustanciación de
las especies, así como la presencia continuada del Señor
en las especies y, por tanto, la adoración eucarística
fuera de la Misa; el sacramento de la penitencia; la
criteriología en el campo de la moral cristiana, el acto
de fe; el concepto de Iglesia.
2
• Esta lista conlleva una pregunta fundamental: ¿todo
esto se funda en una sola diferencia de fondo? En
caso afirmativo, ¿se sabe cuál es?
• Un hecho ilustrativo: Cuando en las celebraciones del
jubileo de la paz de Augsburgo (1980), afirmó el Card.
Willebrands que las divisiones del siglo XVI tenían una
raíz única, el Card. Volk preguntó, con humor y
seriedad, si la realidad a la que se refiere es una papa o
un manzano.
• Es solo hierba la que se debe
arrancar o, en cambio, hay un árbol
de por medio. ¿Hasta qué punto
llegan las diferencias?
3
EL ACTO DE FE
4
• En la vida de Lutero el elemento fundamental es el
temor de Dios, que tenía clavado hasta la raíz de su ser
en la tensión entre aspiración divina y conciencia de
pecado, hasta tal punto que Dios se le muestra como un
contrario (sub contrario), como lo opuesto a Dios, como
demonio que intenta aniquilar al hombre.
• La liberación de esta angustia existencial es el
centro del problema.
• En un primer momento, se podría considerar la
posibilidad de ganar la salvación a costa de un esfuerzo
[sobre]humano; sin embargo, esta pretensión de
adquirir una justicia propia es imposible, teológica y
existencialmente.
5
• Luego de desechar esa primera opción, Lutero
encuentra el modo de solucionar este problema en la
fe. Esta aparece como una solución real respecto a la
imposibilidad de una justicia propia.
• Esta nos confiere toda la certeza de la salvación propia.
La certeza personal de la salvación es el centro
decisivo de la fe. Sin ella no habría salvación.
• De este modo, la coordinación de las llamadas tres
virtudes teologales –fe, esperanza y caridad–, en cuyo
anudamiento puede verse una fórmula de la existencia
cristiana, se altera esencialmente, de forma que la
certeza de la fe y la certeza de la esperanza, hasta
entonces diversas, se identifican.
6
• Para los católicos, la certeza de la fe se refiere a lo
que Dios ha hecho y testimonia la Iglesia; la
certeza de la esperanza se refiere a la salvación
de cada persona y, por tanto, del propio yo.
• En cambio, para Lutero es precisamente este
último el verdadero punto fontal sin el cual lo
demás no vale.
• Además, la caridad, que configura, según el
católico, la forma íntima de la fe, aparece
totalmente separada del concepto de fe, hasta llegar
a la formulación polémica del comentario a la Carta
a los gálatas: maledicta caritas.
7
• De este modo la sola fides, en el que tanto ha
insistido Lutero, quiere significar exacta y
propiamente la exclusión de la caridad, o amor,
de la cuestión de la salvación. La caridad pertenece
al campo de las obras y es, por tanto, profana.
• Todo esto desemboca en una dialéctica en la
imagen de Dios y en la existencia del hombre,
dialéctica que influye en menor o mayor medida, en
toda la estructura de su doctrina.
8
«El cristianismo no es otra cosa que un constante
ejercitar este punto doctrinal: sentir que estás libre
de pecado, incluso si has pecado; que tus pecados
carga Cristo con ellos».
«El cristiano consta de dos naturalezas, la espiritual y
la corporal. Atendiendo al alma, es denominado
hombre espiritual, nuevo, interior; se le llama hombre
corporal, viejo, exterior en relación con la carne y la
sangre. A causa de esta diversidad tiene la Escritura
palabras que se contradicen, según se refieran a la
libertad o a la servidumbre.»
9
• «No olvidemos que la Sagrada Escritura está dividida
en dos grandes clases de palabra: en preceptos o leyes
de Dios por un lado, y en promesas y ofrecimientos por
otro. Los preceptos nos muestran y prescriben diversas
obras buenas, pero no se sigue que con ello se hayan
cumplido. Enseñan mucho, pero sin prestar ayuda;
muestran lo que debe hacerse, pero no confieren la
fortaleza para realizarlo.»
• «Las promesas divinas, por tanto, regalan lo que
exigen los mandamientos y cumplen lo que estos
piden, para que todo provenga de Dios: el precepto y
el cumplimiento.»
• «Lo que te resulta imposible a base de las obras y
preceptos –tantos y tan inútiles– te será accesible con
facilidad y en poco tiempo a base de fe.»
10
• Lutero ha puesto su confianza en el centro de su sistema,
y así ha ubicado al hombre como el eje del cual
depende la salvación efectiva.
• Para Lutero la fe no es, como si para los católicos, un
con-creer junto con toda la Iglesia. Para el católico la
Iglesia se contiene en lo más íntimo del propio acto de
fe. Solo cuando creo junto con la Iglesia participo de esa
certeza con la que puede regirse mi vida. El acto de fe
es personal y eclesial, personal pero no aislado.
• Para Lutero la Iglesia no puede asumir una garantía
de certeza para la salvación personal ni decidir en
cuanto a los contenidos de la fe de modo vinculante y
definitivo.
11
• La dialéctica Evangelio y Ley expresa del modo más
riguroso la nueva experiencia de Lutero y explica de
la manera más lógica incluso su oposición al
concepto católico de fe, de historia de la salvación,
de Escritura y de Iglesia.
• Lutero ya conocía bien esta separación cuando
señalaba la doctrina de la justificación [Evangelio
contra Ley] como el verdadero y propio punto de
separación.
• Saltar por encima de la verdad mediante una
cierta operación política y eclesiástica sería una
acción del todo irresponsable.
12
EL CONCEPTO DE IGLESIA
13
• Según la concepción protestante, la Iglesia «existe
dondequiera que se predique la palabra de Dios
en su pureza y se administren los sacramentos
conforme al Evangelio». La teología luterana y la
reformada, sin embargo, ven a la Iglesia fundada
antes en la predicación de la palabra que en los
sacramentos y la definen como creatura verbi.
• Existe una coincidencia básica entre católicos y
protestantes: la communio no nace «desde lo bajo» a
partir de la asociación de fieles, sino que se
constituye a través de la palabra y los sacramentos.
Sin embargo, también la diferencia es clara: para
los teólogos de la Reforma, la Iglesia deviene real
en la comunión litúrgica de la comunidad local.
14
• Lutero quería sustituir la palabra «Iglesia», a su juicio
vago y equívoco, por la palabra «comunidad». De este
modo, la concepción protestante de la Iglesia tiene
su fundamento y su centro de gravedad en la
comunidad. La congregación de la comunidad local
para dar culto a Dios es la realización y manifestación
visible de la Iglesia, a la que no falta nada de lo que es
constitutivo de la iglesia.
• «Lutero no se propuso fundar una Iglesia luterana. Para
él, el centro de gravedad del concepto de Iglesia se sitúa
en cada comunidad; y en cuanto a las relaciones que
trascienden la comunidad, se tiene, en sentido
organizativo y conforme a la lógica de la situación
histórica, el apoyo de la estructura política, es decir, los
príncipes». (Ratzinger)
15
• «Las Iglesias locales no son iglesias en sentido teológico,
sino formas organizativas de las comunidades cristianas,
empíricamente útiles o incluso necesarias, pero también
intercambiables con otras formas organizativas. Lutero
pudo trasferir a los principados las estructuras
eclesiales solo porque no veía en ellas encarnado
concepto alguno de Iglesia».
• «En cambio, para los católicos, la Iglesia católica tiene
una estructura visible de origen divino, el Colegio
Episcopal con su Cabeza, sucesor de Pedro. Esta
fundación es insustituible y no intercambiable. Aquí el
concepto de Iglesia es el de una realidad sacramental,
que, en cuanto sacramental, es a la vez visible y signo de
un invisible mayor. A esta función simbólica
pertenece la unidad metatemporal, así como la
trascendencia de los diversos aspectos políticos y
culturales en la comunión del CUERPO de Cristo, que
se testifica como comunión de este CUERPO en la
comunión viva de los obispos de todo lugar y de todo
tiempo». 16
• «Por tanto, queda claro que el plural de las Iglesias
locales, las cuales todas juntas hacen la Iglesia
Católica, significa una cosa totalmente distinta del
plural de las iglesias de las diversas confesiones, en
cuya base no existe Singular concreto alguno y
detrás de las cuales subsisten diversas
institucionalizaciones de la realidad cristiana, así
como diversas concepciones teológicas de esa
realidad espiritual que llamamos iglesias».
• Las Iglesias luteranas nacieron como regionales,
donde la estructura política suplía la ausencia de la
estructura de cada Iglesia. Desde 1918 algo ha
cambiado, las Iglesias regionales se unen en
confederaciones, sin perder así su regionalidad.
17
• Es claro que el concepto de Iglesia es distinto: para
Lutero el concepto Iglesia hace referencia a
configuraciones históricas contingentes. Este no es el
sentido del concepto Iglesia en ámbito católico. Esto
hace que cuando se afirma “el ecumenismo busca la
unidad visible de la Iglesia” se entiendan metas
distintas.
• Pese a estos cambios, hay que afirmar que el enfoque
centrado en la Iglesia y la comunidad local sigue
dominando en la actualidad. La meta ecuménica de la
mayoría de las comunidades nacidas de la Reforma no
es la unión institucional, sino la comunión
conciliar u una comunión de Iglesias que
conserven su autonomía, pero se tengan
recíprocamente como Iglesias, lleguen a un acuerdo
sobre la comunión de altar y púlpito, y se reconozcan
las unas a otras los ministerios y servicios.
18
EL MINISTERIO
19
• Algunos dicen que la principal diferencia entre
católicos y luteranos radica en el modo de entender
el ministerio eclesiástico. En la concepción
católica, el ministerio tanto al servicio de la palabra
como de los sacramentos es constitutivo de la
Iglesia. Este problema se torna especialmente
acuciante si se cuestiona el ministerio episcopal en
el plano superior a la comunidad local.
• La concentración en la comunidad local lleva a
criticar la distinción teológica entre el ministerio
episcopal y el presbiteral y, en especial, la
«monarquía papal» en la Iglesia universal.
20
• Según la concepción protestante generalmente
aceptada, el ministerio episcopal solo se
diferencia del presbiteral desde el punto de
vista funcional: el obispo actúa como presbítero
que desempeña en la Iglesia una función de
liderazgo en un plano superior. La visión
predominante del ministerio episcopal en el
protestantismo se remonta en los esencial a San
Jerónimo.
• San Jerónimo, a diferencia de los otros padres, veía
fundada la prelación de los obispos magis
consuetudine quam dispositionis dominicae veritate
[más en la (fuerza de la) costumbre que en la verdad
(vinculante) de una disposición del Señor].
21
• La tesis de que la diferencia entre el obispo y el
presbítero consiste en una potestas incrementada, no en
una autoridad sacramentalmente fundada, fue defendida
en gran medida en la teología medieval por influencia
de Pedro Lombardo y solo fue superada una vez por
todas por el Vaticano II, que se apoyó en la posición
abrumadoramente mayoritaria en la época de los
padres.
• El Concilio de Trento profirió el anatema contra la
negación del orden jerárquico de los obispos,
presbíteros y diáconos. El Vaticano I enseñó que el
primado de jurisdicción del papa es de iure divino y
esencial para el ser Iglesia de la Iglesia. Por eso, el
ministerio episcopal y el ministerio petrino son, para los
católicos, constitutivos de la Iglesia; pero no son toda la
Iglesia.
22
• El Vaticano II ofreció por primera vez una exposición
magisterial de la concepción católica de la Iglesia
como un todo, asignando al ministerio episcopal y al
ministerio petrino su lugar tanto en el conjunto del
pueblo de Dios como en el seno del colegio episcopal
(LG 22ss).
• La acentuación de la unidad en el ministerio episcopal
se remonta a la decisión fundamental de la Iglesia
primitiva, que opuso al gnosticismo los tres bastiones
de la ortodoxia: el Canon de la Sagrada Escritura, los
credos y la sucesión apostólica.
23
• Así la Reforma no solo rompió con la posterior
tradición tridentina, sino también con las decisiones
fundamentales y tradición de la Iglesia primitiva.
• Como los reformadores no conservaron el
ministerio eclesiástico y, sobre todo, interrumpieron
la sucesión apostólica en el ministerio episcopal, la
Iglesia Católica considera a las comunidades nacidas
de la Reforma «comunidades eclesiales», no
Iglesias en sentido propio
(Cfr. UR 22; Dominus Iesus, 17).
24