0 calificaciones 0% encontró este documento útil (0 votos) 244 vistas 10 páginas 3 - La Doble Naturaleza de La Imagen de Autor
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido,
reclámalo aquí .
Formatos disponibles
Descarga como PDF o lee en línea desde Scribd
Ir a elementos anteriores Ir a los siguientes elementos
Guardar 3- La Doble Naturaleza de La Imagen de Autor para más tarde des événements scientifiques’, Les Carnets du
Cailiscor, Paris, nim. 6, 2000, Pp. 133350.
‘Amossy, Ruth (dir. Images de soi dans le discours
La onstruction de Tethos, Lausanne-Paris,
Delachausx & Nestlé, 199.
Booth, Wayne, The rhetoric of fietion, Chicago, U
versity of Chicago Press, 1961. (La retérioa dela
{icin tad, de Santiago Gubern-Nogués, Vir-
ini, Antonio Bosch, 1978)
Foucault, Michel, "Qust-ee qu'un auteur?",
conferencia publicada en el Bulletin de la So”
ciete Francaise de Philosophie, Paris, nd,
63, 1969, pp. 79-104. [Retomado en Dits et
crits I: 1954-1075, 1994, Patis, Gallimard,
pp- 817-849]
—, Larehéologie du savoir, Pais, Gallimard, 1960.
(Le arqueologia del saber, trad. de Aurelio
Garzin del Camino, Mésico, Siglo XX1, 1997].
Granger, Gilles-Gaston, Invitation fa leeture de
Wittgenstein, Pats, lings, 1990
jografia
Herman, Jan, Kozul, Mladen y Kremer, Nathalie,
Le roman véritable. Stratégie préfacielles at
xa siele, Oxford, Voltaire Foundation, 2008,
Leclerc Gilles, Le seeau de feuare, Pats, Seu, 1998,
Maingueneau, Dominique, Nouvelles tendances en
‘analyse du discours, Pais, Hachete, 1987.
—, Le contexte de Veuure lttéraire, Enonciaton,
erivain société, Pris, Dunod, 1999,
—,“Léenoneiation philosophique comme institution
discursive’, Langages, Paris, nim 119, 1995,
pp. 40-62,
—, Lediscours litténaire: paratopie et soine dénon-
ciation, Paris, Colin, 2004,
Contre Saint Proust ow la fin de la Litérature,
Paris, Belin, 2006.
‘Meiaoz, JérOme, “Recherches su la posture: Jean-
Jacques Rousseau", Littérature, Paris, nim.
126, 2002, pp. 3-17,
Vial, Alain, “Eléments de sociopoétique”, en Vial,
‘lain y Molinié, Georges (dirs. Approches de
1a réception. Sémiostylistique et sociopoétique
de Le Clézio, Pars, PUF, 1998,
La doble naturaleza de la imagen de autor"
Introduccion
‘Sin entrar en la discusién sobre los diversos
significados a lo largo del tiem-
Sec sectasrtes
que la instancia autorial pudo haber jugado
desde la Edad Media hasta nuestros dias, el
presente ensayo se interrogard sobre lo que
rete seni hoy en is
ee as eg
ere got mea za en rain
deta nocén con QD rete)
sean ae eS
‘mensiones discursivas ¢ institucionales del
hecho literario,
Para ello, weciso dejar a un lado la,
+ Tomado de Rath Amossy, “La double nature de
image aauteur, Argumentaion et Analyse du
Discours en nea, nim. g, thos diseursf ema
Ruth Amossy
para ocuparse iS ED
sto es, de la imagen discursiva que
se elabora tanto en el texto literario como
en sus alrededores (en este caso, lo diseur-
50s de acompafiamiento como la publicidad
editorial ola ertica), AIK se encuentran los
dos regimenes de imégenes que separamos
comiinmente en virtud de la jerarquia que
seestablece ent. la obra Iiteratia y los meta-
dliscursas que esta produce, Independiente-
mente de toda evaluacién, estos deben ser
distinguidos, pues las imagenes que el esc
tor proyecta de si mismo no pertenecen al
mismo orden que las imégenes elaboradas
por un tercero. As, es preciso comenzar por
deseribir y ordenar estos dos tipos de imé-
genes discursivas, resaltando a su vez su
‘ge auteur, actuaivad ol 15 de octubre del 2009,
Inp:/faad.terues.ory/662, consuitado et 10 de
2 sit de 01estrecha interdependencia. Partiremos de
Ja hipotesis que afirma que la manera en la
aque se cruzan y se ombinan estas imagenes
influye tanto en la interaccién entre el lector
yl texto como en las funciones dentro del
campo literario.
Las siguientes paginas analizan dicha
hipétesis a partir de tres aspect
(GB, se sborcard ta nocidn de imagen
laborada fuera dea obra. Esto nos permi-
tiré proponer un estudio sistematico deesta
problematica en los diferentes géneros dis-
cursivos en los que se aplica. En segundo lu
sar, seexplicaré ye legitimara la nocién de
en elespacio de las teorfas desarrolladas.en
el spnode las estudios Werariosy-daband-
Tiss del dis se sugeririn,
a partir de un ejemplo conereto, algunas
pistas para articular Jos ethé antoriales y
Ja obra de fecion, esto es, en el eampo y en la
‘comunicacién literaria. En el estado actual
de la cuestion, este trabajo asume, con toda
modestia, un carcter programatico.
En los alrededores de la obra
Después de la proclamacién de su muerte
en 1968 por Barthes y de su supresién de
1 Roland Barthes, “La mort de Taster en Le bru
‘sement de la langue, Pas, Soil, 1984, pp. 61-67.
(ase la versn en espa: “La muerte del auto”,
en leusurr del lengua td. dC Fernie Me
drano Barelona, Padé, 1987, pp. 65-71.[N. det,
68 © Latuwenctin del exter
los estudios de narratologia, el “retorno
del autor”* ha sido comentado en varias
oportunidades, por lo que no me detendré
en ello, Observemos simplemente que esta
resurrecci6n solo afecta la reflexién critica:
las reticencias de las investigaciones cienti-
ficas jamés interfirieron en la profusién de
discursos sobre el autor en laesfera péblica,
Una abundante produccién ha sido consa-
srada, y sigue siéndolo, a la puesta en esce-
na de los personajes que encarna el autor,
Esta satisface un péblico interesado en co-
nocer més profundamente un autor famoso
en familiarizarse con algiin novelista erigi-
do por los medios en vedet.
De ahi que se elaboren y circulen dis-
‘cursos que esbozan una figura imaginaria,
De esta forma, la imagen (en su sentido
iteral, esto es, en el sentido visual del té
‘mino) se duplica en una imagen de sentido
figurado. Esta se compone de dos rasgos
distintivos:
4 construida en y a través del diseur-
@ por lo que no puede confundirse con
1a persona real del individuo que scribe,
pues se trata de la representacion imag
naria de un escritor en cuanto tal.
“extras y no pore ator miso, +
seine
12 Sean Burke, The death and the return ofthe au
thor, erticism and subjectivity in Barthes, Fou-
cult and Derrida, Edinburgh, Edinburgh Uni
versity Press, 1992.
nismo. Por esto se distingue del ethos
discursivo, o de la imagen que el locutor
produce de si mismo a través de su dis-
curso.
La produccién de una imagen de autor
enel discurso de os medios yen el discurso
critico obedece a distintos imperativos que
corresponden a las funciones que esta debe
‘ocupar en el campo literario. Por un lado,
puede cumplir una fun
dar tan solo un ejemplo, cuando en el 2006
fue publicada la novela de Jonathan Lit-
tell titulada Las benévolas,! se valoriz6 la
imagen de un joven americano que decide
escribir su primera novela, de 900 paginas,
cen francés, Por otro lado, puede cumplir
tuna funcién cultural en lugar de una fun-
ciGn comercial. Es el caso de Tos periédicos
que satisfacen el deseo de un pablico inte-
resado en la vida de la nueva vedet o de la
nueva personalidad del mundo de las le-
tras y no en la lectura de su obra. éDurante
cudnto tiempo se diseutié sobre Littell sin
ni siquiera haber ojeado el espeso volumen
publicado por Gallimard? En este contexto,
la imagen de autor alimenta las conversa-
ciones que construyen una esfera cultural
reservada por lo general a los privilegiados,
razén por la cual no hay que subestimar su
importancia en el campo literario. Cuando
no se trata de la promocién editorial o de la
contribucién a Ia esfera cultural, la imagen
de autor participa en la gestion de un patri-
55 Véne Ruth Amossy (Bie), mages de soi dans le
incurs. La construction de Feths, Ginebra, De-
lucha et Nis, 1999
“4. Jonathan Litell, Les bienvellantes, Pais, Gal
rmard, 2006,
monio cultural, De ahi que sea importante
reunir y sintetizar aquello que gravita alre-
dedor del nombre de un escritor consagra-
do (Balzae, Breton, Malraux, Gracq, Annie
Ernaux 0 Pascal Quignard) para poder ast
prodigar un saber que enriquezca las figu-
ras del Pante6n literario. Last but not least,
sta permite que el aficio-
nado de las letras se acerque a aquel cuya
obra estima (o detesta) y pueda apreciarla
mejor (o censurarla por completo). Desde
cesta perspectiva, las funciones que cumple
la imagen de autor no se Timitan tinica-
mente al plano institucional: estas también
pueden modelar la relacién personal que el
lector entabla con el texto.
‘Al imponerse bajo diferentes formas en
el campo literario, segiin los objetivos que
se fije, la produccién discursiva se adapta,
para dicho efecto, alos diversos moldes ge-
néricos existentes,
ee
RIP sie pei ders
tides cme son aces
cnlaremisiones destin en ame
en els dlesorl permit,
tl acini ylas grin. Btn
yore cro, poo estas ded
porpectva de ands dl dsc deben
ser objeto de estudios mas profundos que
Fev dterminar sue rel def
namiento. En efecto, en dichos discursos la
agen de autores consuid sempre por
ees protons, sto, og
fo te Exos eigen un representan
(elector en a qe ete no pat di
repament
‘
La doble naturaleza de laimagende autor + 69Solo algunos géneros, como la entrevista, le
permiten al autor regular en la interacién
aque se instaura con el entrevistador, una
presentacion de si mismo. Los eseritores se
prestan,voluntariamente o con cierta re-
ticencia, a un ejercicio en el que la imagen
que desean proyectar de si mismos debe
negociarse permanentementecon un ter
cero (peridista,entrevistador profesional
o figura mAs o menos dominante de la es-
cona cultura este respect remito alos
estudios gaia Yanan donde
1a autora demuestra que la imagen de autor
est regulada por una dinfmica de interac-
cionenla que, pesar dea cooperacién que
exige este tipo de intereambio, el escritor no
controla siempre la imagen proyectada.
Dicha acotaci6n implica que “la imagen
de autor” no le es indiferente al escritor. Por
el contrario, este desea, en una certa me-
aida, controlarla. Este principio también
se aplia a escrtores que, como Beckett 0
Julien Gracg,intentan borrar, hasta donde
ea posible, la presencia de la persona que
se encuentra al orgen del texto, Sin em-
bargo, las practicas institucionales tienden
a desviarlos de dicho propbsito, ¥es que el
eseritor debe, quiéralo o no, situarse en el
autor juegue un rol fundamental para de-
terminar Ia posicién que ocupa o que desea
‘ocupar. Por ello este intenta reapropiarse de
quello que se dice 0 se comenta sobre él.
5 Veanse: “Lintrotien derivaln’, Revue des
Sciences Humaines, Pars, nim. 273, 12004, Les
scours du Nouveau Roman. Bsiais, entretens,
bats, Lille, Editions da Septentrion, 2006,
De esta forma, puede modificar su imagen
sna direccién deseada, segiin el movimien-
to al que desea adherirse (un surrealista
zo se proyecta en la misma imagen que un
representante de la Nouveau Roman) o la
posicion que aspira ocupar (abanderado 0
disidente, para dar tan solo un ejemplo).
Con esto en mente, el escritor elije por lo
general los géneros que le permiten perfilar
‘una imagen de autor distinta a la que forjan
los comentadores 0 a la que promueven los
lectores de sus novelas 0 poemas. Este ge-
nera una vor diferente de la que vibra en st.
obra e intenta conferirle un lugar, en alg
ros casos determinante, en el caleidoscopio
de imagenes que se construyen en torno a
su nombre. De la misma forma quese puede
cextraer una imagen de Breton a partir de los
manifiestos surrealistas, también se puede
extraer una imagen de Breton a partir de los,
poemas de Signo ascendente* 0 de Nadia”
En lugar de confundirlas, estas deben ser
is bien confrontadas.* Lo mismo ocurre
oR): 1¢ se elabora en tos prefacios,
donde el signatario del libro esta autoriza-
do a hacer uso de la palabra en su propi
nombre. Esta dimensién de la autorialidad
ha sido objeto de numerosos trabajos que
6 André Breton, Clair de terre - Signe ascendant -
Poisson soluble, Paris, Gallimard, 1996. (Véase
la vrsién en espaol: “Signa ascendente”, en La
ave de los campos, trad. de Ramén Cuesta y
Ramén Gartla Femndes, Madrid, Hiperién, 1976
IN. delCD.
7 André Breton, Nadja, Paris, Gallimard 928. (Véa-
selaversin en espaol: Nadja, trad de Agust Bar-
‘ua, Bareclon, Seix Baral, 1985. del.
{8 Es justamente lo que propone Jéréme Metaaz con
‘st nocin de posta. Esta permite confront los
Aitintos ethos desplegados pore autor en dfeen-
tes obras como pate de las esteaegias de posicio-
ramiento del eseritor dentro dl eampo literavo,
Wedel,
solo tomaré como referencia en la medida
en que reiteran no solo la diferencia consti
tutiva entre el ethos y aquello que se cons-
truye en el corpus de ficeion, sino también
lanecesidad de examinar estos dos aspectos
conjuntamente.
La dimensién imaginaria
e institucional de la imagen de autor
De la imagen que se le atribuye por un ter
cor QUEER autor construye de su
persona (o, en otras palabras, de los textos
que gravitan alrededor de la obra a aque-
Tos que, como el prefacio hacen parte in-
tegral de esta)
‘esto in 8
bien es cierto que dichas imagenes discur-
sivas se elaboran en contextos diferentes,
comparten sin embargo dos caracteristi-
cas fundamentales. En primer lugar, pasan
obligatoriamente por la mediaeién de un
imaginario propio de una gpgca y se mode-
Jan a partir de a sv Rig Mame
GRD ccc singers
que tanto comentadores como escritores
vvés del cual sus imagenes son expuestas a
la vista del piblico, Hoy en dia seria diffl
proyectar la imagen del “poeta moribundo”
Josée Diaz, Lecrvain imaginare. Sefnogra
Dhies auctorales & Vépoque romantique, Pass
Honoré Champion, 2007.
que cireul6 y se incrusté en el imaginario del
siglo xx. De Ia misma forma, la figura del
escritor existencialista encarnada por Sar-
tre, cuya validez esta histéricamente deter-
‘minada, no aparece ni en el imaginario de los
siglos anteriores ni en el imaginario actual.
Diaz observa acertadamente que dichos
modelos no son simplemente impuestos
desde fuexa_sina.quelas escritores mismos
_Darticipan en su gestacidn, los hacen cireu-
lar y se los apropian, Desde esta perspec-
tiva, no es posible separar lo que se trama
en el exterior de la novela 0 del poema de
lo que se construye en el espacio de la obra.
EI mismo imaginario que se elabora en el
discurso de la época circula en los géneros
mas diversos. De ahi que nos situemos en
1 orden del discurso social o, para utilizar
Ta termincogia del ands dl seus, dela
Gnterdiscy xiv iad Yo anterior implica un
‘amen de ln manera en que cada dscar-
So se eonstruye, pues este retoma y modela
quello que ha sido dicho y eserito antes y
aquello que se dice y se escribe alrededor
de 4. Diha construccin comprende tanto
se alimenta una cultura determinada) como
Ia constante reformolacién, modulacion y
transformaci6n que cada texto singular les
impone.”
Pero la imagen de autor no esté ligada
‘inicamente a un imaginario social: esta es
egia de posicio-
namiento en el campo literario. Siguiendo
el planteamiento de(ATain Valgy Jerome
10. Véase Rath Amossy, Les ides requs. Sémiolgie
dtu stérdotype, Pats, Nathan, 1991.
11 Alsin Vila, "Sociopodtique", en Alain Vial y
Geonges Bolin (irs), Approches deta réeption
4 Sémiostylsigue et sociopodtique de Le Ciéio,
2 Parts, PUR, 1999,
indisociabre de10 de “postura”
aes
para designar las|
Tnstifuctonales complejas
nn
ee a
Coser» Bn otras pelsras, «partir dl
‘momento en que la imagen de autor es pro-
ducida y asumida por el escritor como una
ee
ee
consciente y calculada), esta puede recibir
See ea
lector”, sino que es “co-construida asu ver
porel escrtor en eltexto-y fuera deste), por
los diversos mediadores que la difunden
(periodistas, criticos, bidgrafos, ete.) y por
asa
posicién de Meizoz, que incluye (a través de
su concepto de postura y desde el punto
de vista de la produecién de la imagen que
enuncratioas
medio de
satiremos aqui la pro-
el autor crea de s{ mismo) QI nes de autor que le otorgan una posicién en
mecanismo que le permite
introducir en el andlisis los comportamien-
tos no verbales, ¢ incluso, al individuo real.
[Nos remitiremos ‘inicamente a la cuestién
dela imagen de autor y al rol que juega en el
‘campo literario, pues el escritor, al ver que
12. éme Meo, “Ce que Ton at dire auslence: os
ture ethos image auteur, argumentation et Ana-
ye du Discoursn ines, etualizao eg de eto-
bre dl 2009, tp /and.reresony/667,consltado
1 at de marzo del 2013. Véase también, Postures
littraires. Mises en scéne modernes de Fateur,
Ginebra Pars, Slatkine, 2007. (Vase la traduceién
del primer ensayo en esta compilacion: "Aqullo
‘que le hacemos deve al silencio: postura, ethos,
Imagen de autor”. {N, del,
43, série Meizor, “Ce que om ait dea silence.
‘op. cit. (p- 86 de esta edicin).
see atribuye una imagen que le asigna una
Posicién y un estatuto, se esforzaré por re-
forzarla o por desbaratarla
}¢ refiere al acto asumido pos
cl eseritor. Esta designa Tas modalidades a
partir de las cuales el eseritor asume, repro-
duce o intenta modificar la manera en que
los diseursos de acompaiiamiento To repre-
sentan. De ahi que la postura sea més bien
4a palanea para un posicionamiento que el
indieador de una posicion, Las nociones de
posiclon y de posicionamiento, movilizadas
por la nocién de “postura”, desplazan las dis-
tinciones entre lo extra ylo intratextual, esto
3, entre aquello que se trama en los discur-
‘80s que se construyen en el campo (Ia erit
laentrevista, et.) ylo que emerge en el texto
de la obra que denominamos literaria." Di-
cho de otra forma, estas nociones suponen
‘que las imagenes que el escrtor proyecta en
su discurso (y en sus conductas) para posi-
cionarse, no pueden disociarse de las image-
mn estado determinado del campo.
Estas consideraciones nos. permitirén
en adelante indicar el vineulo que exis-
te entre las imagenes de autor producidas
14 Hbria también que agrgara ese tramado dlseur-
vogue seconstruve fuera dela obra, queestage-
ner, todas Is conducts instituconales ys actos
{de persasién que el autor leva cabo a partir de
1a posicin que este ocupa y que esta hace psibes,
INedel Cy,
15 Esto implica que para ocupar una posi efctioa
‘nl campo, la imagen cnstuida pore autor debe
sermeeanecida por ls instania de dfsin yd le
sitimacin. Bsta en condiedn necsaria pra que
mba imagenes (aquella que es producida por el.
autor ens diseurs yaguella que es producida por
‘un tercero) eoinidan Sin embargo, cl autor puede
‘ere s(mismo oeupando uns poscién diferente de
Tn qe le otorgan las instancas de legitiacion En
‘este cao, Jas imagenes no tienen por qué coined:
Deshilaimportancia de a neyoialon.[N.de C
por un tercero y las imagenes que el es
tor construye de sf mismo. Estas no solo se
ceuelan en los mismos modelos culturales y
cobedecen a los mismos eseenarios autoria-
les, sino que se adaptan a la configuracién
de un estado determinado del campo en el
que las posiciones son otorgadas por las
instancias de legitimacion y de consagra-
cién (y reprodueidas por los escritores en
sus tomas de posicién singulares). Asi se
desvanece la frontera entre aquello que se
construye en los textos del autor y aquello
ue, al elaborarse en el exterior de estos,
esté fuera de su control. De abi la relacién
intrinseca entre aquello que se trama en el
diseurso del autor y aquello que se proyee-
ta.a través de la palabra de los otros: esta
relacion también se establece entre aquello
que se construye en los limites de la obra
y aquello que se produce en sus alrededo-
tes. Dicha relacién dehe ser nnalizada mis
profundamente. Pero, ante todo, debemos
preguntarnos: gen qué consiste una imagen
de autor extratextual?
La critica de las vanguardias del siglo x
rechazé la nocién de “autor”. Sin embargo,
basta con citar un famoso pasaje para intro-
El i
viene entonces a reemplazar el de
iQ sta toma de posicién se rela
ciona con la idea, propuesta por Booth, que
afirma que el autor implicito se define como
elovigen ylagarantia de las signiicaiones,
ed jdealégica del texto, Este se confunde
con la interpretacién que el receptor hace de
Ia obra. Desde esta perspectiva, la responsa-
Dilidad que en un inicio se le conferfa al au-
{ores vertida en el lector, figura que se erige
en adelante como tinica fuente legitima del
sentido. Observemos que esta discus
bre el autor implicito gira en gran parte en
tomo a ls euestiones de la intencionaligad
de la interpretacin, asociadas por 1d
——>
Para un anilisis interno de los textos, la
argumentacién en el discurso,#* que entre-
Jnza el andlisis del diseurso y Ia retérica,
propone, en lugar de las nociones de autor
impleto 0 induido,lefaoeGn de ethos, |
nocién més restringida, mejor definida y
mucho més precisa en lo que concierne
a los instrumentos que pone en marcha.
Ciertamente, este enfoque no pretende re-
solver de una vez. por todas los problemas
queGeamtorialdaaplantea a los estudios
literarios, Rlosoficos y demés diseiplinas.
Esta no aborda la pregunta por el origen del
20 Thom Kindt y Hans-Harald Miller, The implied
author. Concept and controversy, Beri, Walter
{de Gruyter, 2006, p50.
‘21 Véase Ruth Amossy, argumentation dans le dis-
sentido y ng asume una posicién sobre las
cuestiones de interpetacin que de este se
derivan. Sin embargo, esta pretende ofrecer
un enfoque eapas de escarecer tanto la 1e-
Jacién que se establece entre el texto y su
lector como las dimensiones insttucionales
dela literatura,
Coincidiendo en este punto con las co-
rvienTesGharatOTGHCAS Dospiradas por la
pragmstica propondremos ante todo lacen-
tralidad y i importancia de la interaccibn
tanto para el texto literario propiamente di-
cho como para todo tipo dediseurso,Alcon-
siderar lo literario como un fenémeno que
atafie a las reglas globales del discurso,"*
podemos identifcar ciertas carate
inherentes « todo fancionamiento discur-
sivo. Asimismo, podemos explorar la espe-
cifcidad del diseurso literario a partir de
sus determinaciones genéricas e histrico-
sorlales. Hs desde este punto de vista que
el anilisis del discurso tiende a retomar la
cuestién —planteada anteriormente por
1a narratologia~ de la interacin entre las
diversas instancias del dispositive enuncia-
tivo, En dicha interaccién, el andlisis del
dliseurso examina, entre otros factres, el
ethos o imagen verbal que el locutor cons-
truye de sf mismo en el diseurso en general
y, en particular, en el discurso literario. Al
hacerlo, se toma en cuenta la complejiza-
‘22 Robert Sel, en una edicin coletvn ttlada Lite
rary pregmaties, observa quel pragma ve"en
Ta eseritura yl eetura dels textos Iitearis pro-
‘edimientos de comunicaion interactives" ins
‘ahlemente ligads a los contextossoioeltrales
‘en los que se producen (Robert Sel (d.), Literary
ragmatis, Londres y Nueva York, Routledge,
19, XIV).
23, Vease Dominique Mainguenesn, Le dscours lite
rire: paratopie et sotne elénonciation, Pais, Co
tH, 2004cién que la multipl
Jocucién genera en el ethos. Asi el objeto de
Ja investigacién no es pues ni el individuo
aaa A.niel nombre de
efeio imagen eur qucada car
—— fata
eae
imagen ae Jaros o ausente)
aaa
(Serguei pr aos gun del ae
Peano tee ical
sin disociar la instancia autorial de la inter-
retacién global del texto, AMG atorial
un efecto del texto que viene a reafirmar
‘una dimensién del intereambio verbal. Este
sefiala la manera mediante la cual el respon-
sable de un texto, designado por un nombre
propio, construye su autoridad y su eredibi-
lidad frente a los ojos del lector potencial. Al
esbozar una imagen de aquel que asume la
responsabilidad de lo dicho, eQ@HHBBmues-
‘ra c6mo dicha imagen permite al texto en-
tablar un cierto tipo de relacién con el desti-
‘establecer una com-
plicdad o eavar una distancia, proyectar un
‘modelo para seguir o sugerir una alteridad
respetable,provocaroinclusoirvtar.Podrt
‘mos alargar indefinidamente la lista, puesto
que la presentacién que el locutor hace de sf
‘mismo varfa en funeion de sus objetivos, del
contexto institucional en el cual se expresa,
del contexto cultural y de las cireunstancias
hhistorieas del intercambio verbal. En todos
Jos casos, se trata de contribuir a reforzar un
iscurso que busea tener una injerencia en
lotro para alterar, reforzar 0 modificar sus
representaciones. Extendido de esta forma
al conjunto de los discursos, el ethos es lo
calizable en diversas hiuellas que deben ser
identificadas en el diseurso mismo.
En el contexto que nos ocuparé a continua:
cién, hay elaramente 1
se distingue tant
adelante nos preguntaremos como un ethos
puede construirse en una relacién proble-
ao wremos como
esta construccién intratextual se articula con
las imagenes de autor que circulan en el exte-
rior de la obra de fiecién y qué lazos pueden
tejerse entre esas diversas instancias ethos
del narrador, ethos autorial e imagen de au-
tor. Para esbozar una primera respuesta
a dichos interrogantes,* examinaremos un
fragmento novelesco sacado de Las benévo-
Jas de Jonathan Littell, un debutante en el
124. Hago slusign a la nocin de ethos autoial (un
‘que el término misno no hays sido emplead ali
‘que aparece en el andiss realizado por Alain Vie
Ja sobre Le Clzio en su ensayo fundador, “Socio
poétiqe", op cit, y a mi propio articalo titulado
“De Fénonciation i interaction, analysed it
‘entre pragmatique et narratolgie”, en Pragma
fique et analyse des textes, Université de Tel Avi
Département de Francais, 2002,
‘campo literario en el momento de la publi-
caci6n de su primera obra (2006).* Se trata
de un relato en primera persona en el que la
instancia autorial se encuentra enteramente
disimulada por el narrador. Este cuenta la
historia y satura todo el espacio textual ige
Jos discursos referidos,filtra todos los acon-
tecimientos a través de su punto de vista y
bloquea toda posibilidad de que se eseuche
en directo una voz autoril, pues de lo con-
trario se infringirfa el contrato de las memo-
rias fccién.
En dicho texto, el narrador en prime-
a persona es un antiguo SS lamado Aue,
ceneargado durante la guerra de hacer los
reportes para el SD (el Sicherheitsdienst, 0
servicio de informacion de la SS) y empeci-
nado, en la década de 1970, momento en el
«que vive en Francia bajo una identidad falsa,
en contar su verdadera historia, Observe-
‘mos un pasaje en el que relata las primeras
ejecuciones de judios en Ucrania (lo que hoy
en dia llamamos “la Shoah por las balas”)
Algunos ueranianos tomaron por brazos y
pies a los dos judios muertos y los lanzaron
cen Ia fosa: aterrizaron haciendo un gran ru
do de agua, la sangre corti a flotes de sus
cabezas fracturadas y salpiearon eon fuerza
las botas y los uniformes verdes de los wera-
nanos. Dos hombres avanzaron con sus pa-
Jas y empezaron a limpiar el borde de la fosa,
enviando paguetes de tierra ensangrentada
y fragmentos blaneuzcos de ses0s a juntarse
on Jos muertos. Fui a mirat: los eadéveres
flotaban en el agua pantanoss, unos sobre el
vientre los otros sobre la espa, con sus na-
ees y barbas fuera de agua; la sangre se ex-
tendia desde sus eabezas hasta la superficie,
‘como una fina capa de aceite, pero roja viva,
‘sus cartisas blaneas también estaban rojas
Y pequetios teidos rojos colgaban sobre sus
pieles y sobre los pelos de su barba.*
Este pasaje construye ante todo el ethos
el narrador através de las modalidades de
su enunciacién. Los pequefios detalles eui-
dadosamente descrtos proyectan la imagen
de un personaje-testigo fidedigno. En efee-
to, relata minuciosamente todo To que vio,
tanto mas que se presenta como observador
indefectible a pesar del caricter perturba-
dor dea escena: “Fui a mirar: los cadéveres
flotaban [...”. Gracias a su presencia fisica
en el lugar y a una preocupacién de exacti-
‘td que va més alli de toda preocupacion
de bienestar, se presenta como testigo fia-
ble para el establecimiento de os hechos. Al
mismo tiempo, el narrador dupliea Ia acti-
vidad del protagonista, burécrata deseoso
de acometer escrupulosamente su mision:
durante la guerra, este tomaba notas en el
lugar de los hechos para enviar sus reports.
Es preciso resaltar también que el narrador
‘no manifiesta ningiin tipo de sentimiento
con respecto a las eseenas que dese
‘cenas que considera como un puro espectcu-
Jo, como una pintura, razén por a cual dibuja
{imicamente los elementos que componen la
superficie. La ausencia de toda marca afecti-
vallo hace ver como alguien insensible al su-
frimiento humano. La correcci6n de la sin-
taxis yel sentido del ritmo de la frase, el em-
pleo del pasado simple, el nivel del lenguaje,
denotan un hombre culto. Ciertos pasajes
(Cla sangre se extendia desde sus cabezas
hhasta la superficie, como una fina capa de
aceite, pero roja viva") designan incluso un
201 sont ite setae p86.esteta. Asf, podemos decir que de este frag-
mento se desprende la imagen de un exnazi
ccuya basta cultura y rigor cuasicientifico se
asocian a una ausencia flagrante de huma-
nidad imagen que puede ser ficilmente
reconocible pues se encuentra asociada a un
estereotipo familiar
Asi, diremos que el narrador proyecta,
por un lado, una imagen de credibilidad que
sgarantiza la veracidad de los acontecimien-
tos que relata: informa sobre los hechos
que ha visto con sus propios ojos. Por otra
parte, la presentacién que hace de sin
‘mo en tanto ser insensible a las ejecuciones
perpetuadas por la méquina nazi (en la que
participa) aleja al lector ¢ impide cualquier
tipo de empatia con el “yo” del narrador. No
¢s finicamente la escena que Aue describe,
sino su impasibilidad la que se revela mons-
truosa. Asimismo, la distancia critiea que
1 texto estalece entre Aue y el lector esti
‘temperada por un curioso efecto de letargo.
Aquel que contempla el especticulo atroz,
‘eayo especticulo lo hace eémplice, parece
experimentar un efecto de fascinacién que,
‘és allé de sus funciones de informante, lo
conduce a fijarse puntualmente en cada de-
talle ya acerearse a los cadaveres, maniobra
que su misi6n no le obliga @ hacer. Focali-
zado a través del narrador en primera per-
sona, el relato tiende a producir el mismo
efecto de letargo en el lector, quien queda de
cierta forma pasmado por el horror de dicho
especticulo, La imagen que el narrador nazi
construye de si mismo, cémplice insensible
delas masaeres, no basta para desligar com-
pletamente de este al lector implicito, pues
este es llamado a compartir el mismo efecto
de letargo que se desprende del texto.
Legados a este punto, es preciso aclarar
‘que la imagen que el narrador construye de
si mismo en la década de 1970, en principio
diferente de la imagen del protagonista que
en la década de 1940 se alista en la SS, se
confunde totalmente con esta. Dicho efecto
proviene de una ausencia de distancia euya
prueba esta en la utilizacién del “yo” del
presente en relacién con el “yo” del pasado,
En efecto, en ningin momento de la escena
descrita el narrador toma distancia 0 esbo-
za aunque sea someramente un cometario
critico, El anciano que cuenta su historia
parece adherirse a su personaje nazi y re
lata el episodio de la masaere a través de
sus ojos. De esta forma, el cuadro dibujado
‘se vuelve afin mis penetrante y la historia se
impone con toda su fuerza presente, como
sise volviese a reproducir en toda su mons-
‘truosidad frente a los ojos del lector. Sin
embargo, no induce una impresién de fas-
tidio o agobio, pues el auditorio se ve obli-
gado @ entablar un lazo con al verdugo, laze
que se sostiene sin mediaci6n alguna. De tal
suerte, el lector, a pesar de su letargo, asu-
‘me el pacto de comunicacién intima entre
“seres humanos” que Aue intenta imponerle
desde la primera pagina del libro. Indepen-
dientemente de su voluntad, el lector se ve
sumergido en la coneiencia de un ex-SS que
revive su pasado sin ningtin remordimiento.
En dicho contexto, el deseo de autor, signo
de la resistencia a una interaccién retorcida
‘y vergonzosa, surge con mayor fuerza. Solo
una instancia autorial eapaz de comunicar-
se con el lector implicito, por encima de la
presencia del narrador, puede derrocar el
control de este sobre el texto y el lector.
En dicho proceso, la eredibilidad del re-
Jato se encuentra también en juego: la cues-
tion no consiste solamente en determinar
si se puede establecer una distancia con el
narrador en primera persona, sino también
en precisar si se puede confiar en un “yo
sospechoso, retorcido y, ademés, fiticio.
eQuién garantiza, detrés ese exnazi inven-
tado en su totalidad, la veracidad del relato?
éQuién es el responsable de su composi-
cién? éDebemos tomar los hechos relatados
alpie dela letra? Asi pues, por razones tanto
ist6ricas como éticas, nos vemos empuja~
os a buscar, detrés del ethos discursivo del
narrador, al autor que se encuentra ausen-
te, pues sabemos que él se encuentra en el
origen del pasaje y no puede ser confundido
con su personaje.
En el mismo texto que proyecta una
imagen singular del narrador se designa
también una figura autorial. En efecto, la
enunciacién, referida a su fuente invisible,
manifiesta, in absentia, un ethos. Este debe
conferirle una autoridad al texto a través de
la manifestacién de las cualificaciones del
Autor. Asi pues, para dar tan solo uit ej
plo, la precisién de los detalles indica la
icin de aquel que los expresa a través del
personaje de fiecion. Este se presenta como
un novelista que, a pesar de no haber vivido
los acontecimientos, se ha documentado con-
siderablemente: parece conocer los procedi
‘mientos sumarios de las ejecuciones en los
inicios de la guerra, razén por la cual puede
ser considerado como digno de eonfianza,
Alli en donde aparece el ethos proyectado
por el “yo” de un testigo fidedigno de los
acontecimientos, el texto construye una fi-
{gura del autor que lo presenta como un his-
toriadory un erudito. Asimismo, la deserip-
ci6n del horror atribuido a un $S, bastante
precisa y desprovista de sensibilidad, no es-
boza un autor imperturbable, sino més bien
un escritor capaz de adoptar el punto de
vista de un verdugo para restituir as al per-
sonaje desde su interior mismo. Asi pues, la
deseripeién sugiere la imagen de un nove-
lista cuya imaginacién y eapacidad de evo-
cacién permiten desmudar el alma humana,
La imagen del historiador se desdobla en la
imagen del artista.
Observemos sin embargo que el ethos
autorial que asegura la credibilidad del tex-
to no deja de plantear ciertos problemas. En
efecto, frente a una deseripeién en la que los
detalles mérbidos se encuentran minucio-
samente deseritos, podemos preguntarnos
si no se trata de um autor que se complace
en el horror deserito. Este puede presen-
tarse entonces como un voyerista que elije
algo obsceno y comercia con él, operacién
«que desacraliza la memoria de las victimas
dela Shoah,
Es preciso insistir en que el ethos au-
torial no solo se elabora dentro de la obra,
sino que también es una construecién dis-
ccursiva. Al superponerse al etfios del narra-
dor, el ethos autorial constituye una pieza
capital en la estrategia de In novela, pues
este modifica la leetura, La ambivalencia
del ethos autorial produce diversos efee-
tos entre los cuales el lector puede elegir
6, incluso, hacer coexistir en un euestiona-
iento complejo, La opcién del voyerista
desacredita al autor imaginario e instaura
tuna figura perversa que se asimila de cierta
forma, aunque sea en otro nivel, a la figu-
ra del narrador. A partir de ese instante, la
polifonia del texto se resume en dos voces
distintas que son a la vez sospechosas y
condenables: la del narrador-protagonista
(verdugo nazi sin arrepentimiento alguno) y
la del autor que explota complacientemente
el horror de las masacres. Desde este punto
de vista, el relato pierde evidentemente su
legjtimidad. Por el contrario, la imagen del
hiftoriador devoto de ia exactitud, incluso sise trata de un genocidio, no solo garantiza la
credibilidad del narrador-testigo que él pone
fen escena, sino que ademas presenta sus
seudomemorias como el producto de una
‘empresa cuasicientifica. Nos queda pues la
‘opeién del escritor eapaz de comprender el
alma humana desde el interior y, en cuanto
tal, capaz de restituir la palabra de un verdu-
40 nazi ausente de la escena de la historia.
Pero esta contribuye igualmente a acreditar
el diseurso de Aue y a fundar la legitimidad
del texto, De esta forma, el novelista se pre-
senta como alguien eapaz. de aleanzar una
verdad hist6riea que el historiador no puede
captar: aquella de la experiencia de un $S,
experiencia que es recuperada a través de
tuna palabra libre de toda censura,y por defi-
nicién, intolerable en el mundo real. Vemos
claramente que el ethos autorial contribuye
en gran medida a determinar el grado de
credibilidad y de legitimidad que se le puede
acordar a un discurso novelesco, Asimismo,
us miitiples facetas, ylas diversas posibili-
dadesde reconstruccién que estas autorizan,
contribuyen al efecto de opacidad del texto y
a su complejidad.
Sin duda alguna, la posibilidad que ofre-
ce el texto de reconstruir las figuras varia-
bles y contradictorias del ethos autorial no
permanece ajena a la insistencia con la que
los comentadores acuden a la persona del
autor “real” para resolver el problema, éAl-
guien habla en este texto o solo la voz del
narrador-protagonista es audible? Dicho
de otra forma, équién es el hombre que se
esconde detrés de su personaje y del nom-
bre que aparece en la portada del libro? Los
‘medios y la critica académica intentan res-
ponder a esta pregunta construyendo una
imagen del hombre real —de la persona
Diogréfica del escritor—. Asi, una represen-
80 + Lainvencién del autor
tacién de Jonathan Littell se iastaura en el
caleidoscopio movible de comentarios y de
retratos. Esta imagen de autor ~ella misma
discursiva, pero elaborada en el discurso de
aconipaiiamiento de la obra y no en de la
‘rama misma de esta— juega un rol impor-
tante en la interpretacién y posicionamien-
todelaobra
Observemos que la imagen de autor,
incluso si esta se construye a través de
los discursos que circulan en torno a la
novela,” no es sin embargo ajena a los
ethe intratextuales. En efecto, las repre-
sentaciones del eseritor que vehiculan los
comentarios son el resultado inmediato
de os interrogantes que surgen dela novela
y del ethos autorial que all se construye. Bs
justamente porque nos interrogamos sobre
la validez de la imagen de especilista de la
Shoah que propone el ethos autorial que nos
referimos al hombre realy al eonocimiento
que este puede adquisir por diferentes vias,
‘Ala pregunta de si “debe la imagen de au-
tor (en tanto historiador) que se desprende
del texto tomarse al pie de la letra”, se res-
ponde a través de un juicio sobre los cono-
cimientos del autor real. La eritica valoriza
Jos cinco afios que Littell consagré a la do-
‘eumentacién, a la lectura de cientos de obras
sobre el nazismo y al estudio de las diversas
representaciones que se han hecho de este.
Para elo, esta se apoya en las deelaraciones
en las que el novelista detalla gustosamen-
te sus investigaciones y sus desplazamien-
tos al lugar de los hechos. Sin embargo, el
trabajo que el joven escrtor lleva cabo no
27 Las investigaciones sobre la recep de Las be-
névolas fueron vealizadas por EbmiraHassanova
(Universidad de Te Aviv) en ef mateo de sa tesis
de maestria sobre este tema, Le agradeco por ls
preciosa informaciones que me ha suninistado.
basta para garantizar el resultado, Por esto
se acude @ autoridades exteriores —como
historiadores acreditados, Pierre Nora,**0.a
artistas reconocidos que, como Claude Lan-
zamann, han tratado el tema de la Shoah—
para juzgar la preparacién libresea y las
competencias de Littell: “la documentacién
de Littell es admirable, no se encontrard
alli ni un error, se trata de una erudicion
meticulosa. Ley6 todos los trabajos de los
historiadores, los testimonios de los agen-
tes de la época, las minutas de los procesos.
Conoce muy bien la Shoah” 2" Son pues los
expertos los que garantizan la eredibilidad
del escritor. Estos certifican el trabajo de in-
vestigacién y la opinién del ser biogrfico.
La imagen de autor concierne en este caso
alos especialistas cuya palabra cireula gra-
cias a la prensa y a los medios, Reconocido
como un novelista-historiador que relata
hechos puntuales, el autor es absuelto de
los cargos de voyerismo que pesaban con-
tra él: el horror se encuentra en la realidad
y la complacencia de la mirada no tiene allt
cabida, Dicha conclusi6n es rechazada por
los historiadores y criticos que contestan la
exactitud del relato y que demuestran las.
fisuras del conocimiento de Littell. Es el
caso de Peter Schéttler,” Edouard Husson
Y Michel Terestchenko," o incluso de Paul-
28 “Conversaiones sobre lt historia yl novela”, Dos-
ser: “Les Bieneilantes de Jonathan Littell", Le
at nim. 144, marzoabeil, 2007, pp. 25-4,
129 Declaraciones reeopiladas por Marie-France Et-
‘hegoin, “Lazmann juzga Les Bioneilantes, Le
‘Nouvel Obsereateur, 21-27 de septembre del 2006,
20 Petr Schitlr, "Tom Ripley a pays de la Soa,
Le Monde, 14 novembre 2006,
31 Edouard Husson y Michel Terestehenko, Les eomn-
bloisaries, Jonathan Littell et Periture che mal,
Ps, Frangois- Xavier de Guibert, 2007
Erie Blanrue,® quienes presentan a Littell
‘como un chitrlatan y le reprochan los erro-
res en la utilizacién de términos alemanes,
el desconocimiento de la cultura alemana y
las interpretaciones erréneas. Esto, por su-
puesto, desacredita el valor documental de
sus escritos. Ast pues, elcuestionamiento de
Jas cualidades de historiador de Littell, euyo
origen se encuentra en una lectura atenta de
la novela que se proyecta en la persona del
cescritor, deslegitima el texto al mismo tiem-
po que desacredita a aquel que lo firma con
su nombre.
EI novelista, en tanto especialista de la
Shoah, constituye sin embargo un solo as-
pecto de Ia imagen de autor que difunden
los periodistas y los criticos. Satisface par
cialmente la curiosidad de unos lectores
indefensos ante un texto cuya violencia e
interrogantes remiten no solamente a su
fundamento historico, sino también a su
impacto y sus presupuestos. De ahi que se
busque reconstruir el proyecto que subyace
bajo el libro recurriendo a una idea mas pre-
cisa de la personalidad de su autor. La ima-
gen de un escritor de origen judto jugé sin
duda alguna un rol preponderante a la hora
de deshacerse de la sospecha de antisemitis-
‘mo: Jonathan Littell, el joven escritor ame-
ricano de origen judo, se alinea en las filas
de las vietimas y no de los verdugos. Pero,
sobre todo, se dibujé también el perfil de un
hombre que asumi6, durante largo tiempo,
ciertas funciones en el seno de una orgat
zacién humanitaria en un pats en guerra, La
critica insistié en el hecho de que Littell tra-
bajé, entre 1993 y el 2001, en la organiza-
cién humanitaria Accién contra el Hambre,
9 Pape no, ex mateo Bags
os sonata ite, ue Sea ou,recotriendo Bosnia, Ruanda, Chechenia y
‘Afganistan, paises atrapados en medio del
dolor humano y los genocidios de finales
del siglo xx, As{ pues, el texto fue también
Jefdo a partir de la figura imaginaria del
esetitor en tanto trabajador humanitario,
esto es, de un paradigma cuyo origen se en-
cuentra en los interrogantes dirigidos a una
experiencia personal. Esclarecer el enigma
de la participacién en el genocidio: tal pa-
rece ser la preocupacién de aquel que ha
estado cerea de hombres que, provenientes
de horizontes diversos, han perpetuado las
masaeres més aterradoras. De esta forma,
la figura del testigo de los dramas contem-
porineos acredita y legitima la empresa de
ese autor invisible y a la vez omnipresente
de Las benévolas.
‘Las innumerables polémicas que se sus~
citaron desde Ia aparicién de la novela, y
{que contribuyeron enormemente a su éxito,
ponen a circular imagenes de autor varia-
das y en ocasiones contradictorias: el autor
cerudito, el autor charlatan, el autor humani
tario que ha sido testigo de las tragedias de
su tiempo, ete, Dichas imagenes, difundidas
por los medios y por la eritiea académica,
‘estan atrapadas en un “imaginario de autor”
{que se apoya en gran parte en las imfgenes
del eseritor que han sido heredadas del si
alo xix y, por lo tanto, valorizadas durante
largo tiempo: el historiador, o incluso el
novelista, capaz de esclarecer la verdad que
‘se le escapa a la historia. Estas contribuyen
igualmente a renovar dicho imaginario al
proponer nuevas figuras como la del traba-
jador humanitario, figura que no habia sido
incorporada ain a la mitologia literaria y
{que se articula en este caso a la imagen del
testigo de su tiempo, testigo que lleva con-
sigo la angustiosa pregunta sobre el origen
del Mal. Proyectadas en el ethos autorial
que se construye dentro del texto, las ima
genes de autor fabricadas fuera de la obra
no dejan de influir la lectura. Deesta forma,
la interrelacion entre las imégenes extra e
intratextuales crea una estrecha y compleja,
red de interdependencias.
‘Sin duda alguna, habré que poner esta
singular configuracién en perspectiva, esto
es, relacionatla con un estado particular del
{maginario social y del campo lterario. Un es
tudio riguroso del imaginario de autor que
prevalece en el momento en que aparece
publicada la novela no solo permitirfa ver la
‘manera en que la figura de Littell retoma y
‘modela los posibles escenarios de su época,
sino también examinar la manera en que un
joven escritor hasta el momento desconoci-
do se posiciona en la institucién literaria.
La obra, como es sabido, recibié el Pre-
‘mio Goneourt el 6 de noviembre del 2006
luego de haber sido premiada con el Gran
Premio de la Academia Francesa el 26 de
‘octubre del 2006, esto es, justo después
de su publicacién, Estos premios dan a co-
nocer tun perfecto desconocido en la escena
literaria y Te otorgan un lugar privilegiado.
Esta posicién, todavia fragil a pesar de las
‘numerosas critieas que ensalzan Ia novela,
fue puesta en peligro por las violentas reac-
ciones de una parte de la critica, Para dar
tan solo un ejemplo, Schéttler, quien pre
senta al autor como un charlatén, le niega
‘cualquier mérito y ve en su novela el tipo
de literatura que se vende en las estaciones
de tren, EI historiador Edouard Husson y el
{il6sofo Michel Terestchenko presentan al
autor, en su libro Las complacientes, como
‘un voyerista e incitan a un boicot puro y
simple de la novela, Sin duda alguna, la
amplitud de la polémica que despierta la
Pf
animosidad contra Ia novela solo refuerza
y le confiere un lugar cen-
tal en el mundo de las letras. Sin embargo,
quel que es objeto de las acusaciones se ve
forzado a oponerles una imagen positiva y
a adoptar una postura capaz de permitirle
conservar la posicion dominante que le fue
acordada por los dos prestigiosos premios
literarios, premios que, excepcionalmente,
su importanci
fueron atribuidos a una 6pera prima el mis-
mo affo. Alas estrategias de los comentado-
res mis diversos, que van desde las manio-
bras editoriales hasta la eritica académica,
se suman las estrategias mismas de Littell:
el autor busca retomar y controlar una ima-
‘gen que se le eseapa por todos los éngulos.
1 debe modularla y recomponerla en su
metadiscurso. Es el caso de las entrevistas,
que prodiga con prudencia —su relativa ra-
reza solo puede contribuira realzar el poder
fe cemnsagracién del premio—. En este pun-
to, ¢s preciso realizar un estudio, que yo no
Ievaré a cabo aqui, sobre la manera en que
elescritor adopta, en sus declaraciones a la
prensa y en las entrevistas, una postura que
le permite (reposicionarse 0, en cualquier
caso, conservar la posicién, poco comin en
el caso de un escritor joven, que le fue otor-
gada en el campo literario.
Conclusion
CD + CATER
1a las imagenes de autor producidas en los
ape are
servar la manera en que las imagenes que
el locutor produce de si mismo y las repre~
Sealer errenege
némica que afecta tanto la lectura del texto
‘como la posicién institucional del escritor.
arate eee
‘na real de aquel que firma la obra, sino la
figura imaginaria tal y como se conistruye
tanto en el discurso literario como en sus
alrededores. De manera global, el recono-
cimiento del carécter doble de la imagen de
autor introduce la idea de una circalacién
que rompe la dicotomfa que propone por lo
general la teoria literaria y la poetica entre
el texto y sus afueras, Dicho reconocimiento
seiiala también el estrecho lazo que los dos
regimenes discursivos de la imagen mantie~
nen tanto con los factoresinstitucionales (a
posicion y el ps
en el campo) como con el imaginario social
(Qos modelos estereotipados en vigor en una
época dada).
cionamiento del escritor
Bibliografia
Amossy, Ruth, Les ides reques. Sémiologie du sté-
réotype, Paris, Nathan, 1991,
=, Largumentation dans le diseours, Paris, Co-
Tin, 2006.
=, it), Images de soi dans te discours. La
‘construction de Fethos, Ginebra, Delachaux et
Niesté 1999.
1 (ed), Pragmatique et analyse des textes, Tel
Avi, Université de Tel Aviv, Département de
rane, 2002,
Barthes, Roland, "La mort de
sement de la langue, Pars, Sel, 1984, pp. 61-
67. ("La muerte del autor", en AI susurro del
lenguaje, trad. de C. Fernéndez Medrano, Bar-
ps att 90.Barthes, Roland, Le plaisir du texte, Paris, Soil,
1973. [BI placer del texto y lccién inaugural,
‘rad, de Nicolés Rosa y Osear Terén, Argentina,
Siglo XX1, 2008].
Booth, Wayne, The rhetoric of ftion, Chicago, Chi-
‘ago University Press, 1961 [La retrica de ta
“fection, trad. de Santiago Gubern-Nogués, Vi-
ini, Antonio Bosch, 1978].
Burke, Sean, The death an the return ofthe author,
criticism and subjectivity in Barthes, Powcauld
‘and Derrida, Eimburgo, Edinburgh University
Press, 1992
Diaz, José-Luis, Lecrivain imaginaire. Soénogra-
hies auetoriates dTépoque romentique, aris,
Honoré Champion, 2007.
Foucault Miche, "Qu'est-e q/un autewr?[1960}, en
Ditset rts, tomo, ed. de Defer, Daniely Evald,
Frangois, Paris, Gallimard, 1994, pp. 789-82,
Gonette, Gérard, Nowveane discours du réct, Pars,
‘Seuil, 1083,
PP pe aeessiae scans sn santa
Kindt, Thom y Miller, Hans-Harald, The implied
author. Concept and controversy, Berlin, Wal-
ter de Gruyter, 2006.
Litell, Jonathan, Les bienveitantes, Pars, Galli
ard, 2006.
‘Mainggieneau, Dominique, Le discours litraire: po-
ratopie et scene dénonciaton, Pars, Clin, 2004
‘Melo, Jéxtme, Pastures itéraires. Misesen sone mo-
ddernes de Fautewr, Ginebra-Pais Slatkine, 2007.
Sell, Roger D., (ed), Literary pragmatics, Londres y
Nueva York, Routledge, 1991
Vial, Alain, "Sociopoétique”, en Vial, Alain y Moi-
nig, Georges (drs), Approches de a réception.
‘Sémiostylistique et sociopoétique de Le Ciézio,
Paris, PUF, 1993
Yanoshevsky, Gala, “Lientretien déerivain", Revue
des Sciences Humaines, nim. 273,1, Marges dt
dialogue, Dominique Viart (ed), Paris, 2004,
pp-a3ag8.
Les discours du Nowwectt Roman. Essai, entre-
tien, débats, Lill Editions du Septenttion, 2006
Aquello que le hacemos decir al silenci
postura, ethos, imagen de autor*
Jéréme Meizoz
[.-J lo imaginario es asumido por diferentes méscaras (personae), escalonadas segtin
la profundidad dle la escena (y sin embargo nadie esté detris)
Como apéndice tardio a Postures litéraires
{Posturas literarias}, y para continuar con
Jos fructuosos intercambios con Ruth Amos-
sy y Dominique Maingueneau sobre la perti-
neneia y la extensi6n de la nocién de “postu-
1a’, este articulo propone una discusién sobre
algunos términos vecinos eon los que se ven
confrontados tanto los analistas del discurso
como los socidlogos de la literatura. La arti-
culacién entre dichos términos merece ser
explicitada y discutida. Lo haré sin una gran
ambici6n te6rica, teniendo ya la costumbre
de “pensar por easos", como preconizan Re-
“Tomado de Jxbme Meizaz, Ce que on ft dire a
silence: posture, ethos, mage 'auteut, Argumen-
tation et Analyse du Discours en lineal, nim, 3,
thos discursif et image dlauteur, sctaliado eh
1g de octubre de 2009, hitp:/faadrevuesorn/667,
consitado el ade enero de 2013,
Roland Barthes, Roland Barthes par Roland Barthes
vel y Passeron, lo que permite reformular,
al contacto con nuevos hechos discursivos,
nuevos bosquejos de teorizaciones. Asuma-
‘mos pues este camino como una invitacion a
Ja discusién, sin endurecer asi las aserciones.
Bn lo que respecta al plano metodol6-
sico, la nocién de “postura” me parece fun-
damental para superar la vieja division de
tareas entre los especialistas de las aproxi-
‘aciones internas y externas al texto: una
postura de autor implica pues una relacién
entre los hechos discursivos y las conductas,
de vida en el campo literario.
1 Tomo prestada la nociin de “conduetas de vida"
(Lebensfihrung) de Max Weber, quien hace de esta
‘una de as noconesfaro par el estudio dels =e0-
{as protestantes, pero en un sentido mas general
mencepto secioigico
También podría gustarte Untitled PDF
Aún no hay calificaciones
Untitled
30 páginas