0% encontró este documento útil (0 votos)
46 vistas6 páginas

3 - CoIDH - Velasquez Rodriguez Consolidado

El documento discute la responsabilidad de los Estados Partes en la Convención Americana sobre Derechos Humanos por violaciones a los derechos protegidos. Explica que los Estados deben respetar y garantizar los derechos reconocidos, y pueden ser responsables no solo por violaciones cometidas por agentes estatales, sino también por no prevenir o investigar adecuadamente violaciones cometidas por particulares.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
0% encontró este documento útil (0 votos)
46 vistas6 páginas

3 - CoIDH - Velasquez Rodriguez Consolidado

El documento discute la responsabilidad de los Estados Partes en la Convención Americana sobre Derechos Humanos por violaciones a los derechos protegidos. Explica que los Estados deben respetar y garantizar los derechos reconocidos, y pueden ser responsables no solo por violaciones cometidas por agentes estatales, sino también por no prevenir o investigar adecuadamente violaciones cometidas por particulares.
Derechos de autor
© © All Rights Reserved
Nos tomamos en serio los derechos de los contenidos. Si sospechas que se trata de tu contenido, reclámalo aquí.
Formatos disponibles
Descarga como PDF, TXT o lee en línea desde Scribd
Está en la página 1/ 6

Lectura para partes: segunda y tercera

Corte Interamericana de Derechos Humanos

Caso Velásquez Rodríguez Vs. Honduras

Sentencia de 29 de julio de 1988


(Fondo)

XI

159. La Comisión ha solicitado a la Corte determinar que Honduras ha violado los


derechos garantizados a Manfredo Velásquez por los artículos 4, 5 y 7 de la
Convención. El Gobierno ha negado los cargos y pretende una sentencia absolutoria.

160. El problema planteado exige a la Corte un examen sobre las condiciones en


las cuales un determinado acto, que lesione alguno de los derechos reconocidos en
la Convención, puede ser atribuido a un Estado Parte y comprometer, en
consecuencia, su responsabilidad internacional.

161. El artículo 1.1 de la Convención dispone:

Artículo 1
Obligación de Respetar los Derechos

1. Los Estados Partes en esta Convención se comprometen a


respetar los derechos y libertades reconocidos en ella y a garantizar su
libre y pleno ejercicio a toda persona que esté sujeta a su jurisdicción,
sin discriminación alguna por motivos de raza, color, sexo, idioma,
religión, opiniones políticas o de cualquier otra índole, origen nacional o
social, posición económica, nacimiento o cualquier otra condición social.

162. Este artículo contiene la obligación contraída por los Estados Partes en relación
con cada uno de los derechos protegidos, de tal manera que toda pretensión de que
se ha lesionado alguno de esos derechos, implica necesariamente la de que se ha
infringido también el artículo 1.1 de la Convención.

163. La Comisión no señaló de manera expresa la violación del artículo 1.1 de la


Convención, pero ello no impide que sea aplicado por esta Corte, debido a que dicho
precepto constituye el fundamento genérico de la protección de los derechos
reconocidos por la Convención y porque sería aplicable, de todos modos, en virtud
de un principio general de Derecho, iura novit curia, del cual se ha valido
reiteradamente la jurisprudencia internacional en el sentido de que el juzgador posee
la facultad e inclusive el deber de aplicar las disposiciones jurídicas pertinentes en
una causa, aun cuando las partes no las invoquen expresamente ("Lotus", Judgment
No. 9, 1927, P.C.I.J., Series A, No. 10, pág. 31 y Eur. Court H.R., Handyside Case,
Judgment of 7 December 1976, Series A No. 24, párr. 41).

164. El artículo 1.1 es fundamental para determinar si una violación de los derechos
humanos reconocidos por la Convención puede ser atribuida a un Estado Parte. En
efecto, dicho artículo pone a cargo de los Estados Partes los deberes fundamentales
de respeto y de garantía, de tal modo que todo menoscabo a los derechos humanos
reconocidos en la Convención que pueda ser atribuido, según las reglas del Derecho
internacional, a la acción u omisión de cualquier autoridad pública, constituye un
Lectura para partes: segunda y tercera

hecho imputable al Estado que compromete su responsabilidad en los términos


previstos por la misma Convención.

165. La primera obligación asumida por los Estados Partes, en los términos del
citado artículo, es la de "respetar los derechos y libertades" reconocidos en la
Convención. El ejercicio de la función pública tiene unos límites que derivan de que
los derechos humanos son atributos inherentes a la dignidad humana y, en
consecuencia, superiores al poder del Estado. Como ya lo ha dicho la Corte en otra
ocasión,

... la protección a los derechos humanos, en especial a los derechos


civiles y políticos recogidos en la Convención, parte de la afirmación de
la existencia de ciertos atributos inviolables de la persona humana que
no pueden ser legítimamente menoscabados por el ejercicio del poder
público. Se trata de esferas individuales que el Estado no puede vulnerar
o en los que sólo puede penetrar limitadamente. Así, en la protección
de los derechos humanos, está necesariamente comprendida la noción
de la restricción al ejercicio del poder estatal (La expresión "leyes" en
el artículo 30 de la Convención Americana sobre Derechos
Humanos, Opinión Consultiva OC-6/86 del 9 de mayo de 1986. Serie A
No. 6, párr. 21).

166. La segunda obligación de los Estados Partes es la de "garantizar" el libre y


pleno ejercicio de los derechos reconocidos en la Convención a toda persona sujeta
a su jurisdicción. Esta obligación implica el deber de los Estados Partes de organizar
todo el aparato gubernamental y, en general, todas las estructuras a través de las
cuales se manifiesta el ejercicio del poder público, de manera tal que sean capaces
de asegurar jurídicamente el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos. Como
consecuencia de esta obligación los Estados deben prevenir, investigar y sancionar
toda violación de los derechos reconocidos por la Convención y procurar, además, el
restablecimiento, si es posible, del derecho conculcado y, en su caso, la reparación
de los daños producidos por la violación de los derechos humanos.

167. La obligación de garantizar el libre y pleno ejercicio de los derechos humanos


no se agota con la existencia de un orden normativo dirigido a hacer posible el
cumplimiento de esta obligación, sino que comparta la necesidad de una conducta
gubernamental que asegure la existencia, en la realidad, de una eficaz garantía del
libre y pleno ejercicio de los derechos humanos.

168 La obligación a cargo de los Estados es, así, mucho más inmediata que la que
resulta del artículo 2, que dice:

Artículo 2
Deber de Adoptar Disposiciones
de Derecho Interno

Si el ejercicio de los derechos y libertades mencionados en el Artículo 1


no estuviere ya garantizado por disposiciones legislativas o de otro
carácter, los Estados Partes se comprometen a adoptar, con arreglo a
sus procedimientos constitucionales y a las disposiciones de esta
Convención, las medidas legislativas o de otro carácter que fueren
necesarias para hacer efectivos tales derechos y libertades.

169. Conforme al artículo 1.1 es ilícita toda forma de ejercicio del poder público
que viole los derechos reconocidos por la Convención. En tal sentido, en toda
circunstancia en la cual un órgano o funcionario del Estado o de una institución de
Lectura para partes: segunda y tercera

carácter público lesione indebidamente uno de tales derechos, se está ante un


supuesto de inobservancia del deber de respeto consagrado en ese artículo.

170. Esa conclusión es independiente de que el órgano o funcionario haya actuado


en contravención de disposiciones del derecho interno o desbordado los límites de su
propia competencia, puesto que es un principio de Derecho internacional que el
Estado responde por los actos de sus agentes realizados al amparo de su carácter
oficial y por las omisiones de los mismos aun si actúan fuera de los límites de su
competencia o en violación del derecho interno.

171. El mencionado principio se adecúa perfectamente a la naturaleza de la


Convención, que se viola en toda situación en la cual el poder público sea utilizado
para lesionar los derechos humanos en ella reconocidos. Si se considerara que no
compromete al Estado quien se prevale del poder público para violar tales derechos
a través de actos que desbordan su competencia o que son ilegales, se tornaría
ilusorio el sistema de protección previsto en la Convención.

172. Es, pues, claro que, en principio, es imputable al Estado toda violación a los
derechos reconocidos por la Convención cumplida por un acto del poder público o de
personas que actúan prevalidas de los poderes que ostentan por su carácter oficial.
No obstante, no se agotan allí las situaciones en las cuales un Estado está obligado
a prevenir, investigar y sancionar las violaciones a los derechos humanos, ni los
supuestos en que su responsabilidad puede verse comprometida por efecto de una
lesión a esos derechos. En efecto, un hecho ilícito violatorio de los derechos humanos
que inicialmente no resulte imputable directamente a un Estado, por ejemplo, por
ser obra de un particular o por no haberse identificado al autor de la trasgresión,
puede acarrear la responsabilidad internacional del Estado, no por ese hecho en sí
mismo, sino por falta de la debida diligencia para prevenir la violación o para tratarla
en los términos requeridos por la Convención.

173. Las infracciones a la Convención no pueden ser juzgadas aplicando reglas que
tengan en cuenta elementos de naturaleza sicológica, orientados a calificar la
culpabilidad individual de sus autores. A los efectos del análisis, es irrelevante la
intención o motivación del agente que materialmente haya violado los derechos
reconocidos por la Convención, hasta el punto que la infracción a la misma puede
establecerse incluso si dicho agente no está individualmente identificado. Lo decisivo
es dilucidar si una determinada violación a los derechos humanos reconocidos por la
Convención ha tenido lugar con el apoyo o la tolerancia del poder público o si éste
ha actuado de manera que la trasgresión se haya cumplido en defecto de toda
prevención o impunemente. En definitiva, de lo que se trata es de determinar si la
violación a los derechos humanos resulta de la inobservancia por parte de un Estado
de sus deberes de respetar y de garantizar dichos derechos, que le impone el artículo
1.1 de la Convención.

174. El Estado está en el deber jurídico de prevenir, razonablemente, las


violaciones de los derechos humanos, de investigar seriamente con los medios a su
alcance las violaciones que se hayan cometido dentro del ámbito de su jurisdicción a
fin de identificar a los responsables, de imponerles las sanciones pertinentes y de
asegurar a la víctima una adecuada reparación.

175. El deber de prevención abarca todas aquellas medidas de carácter jurídico,


político, administrativo y cultural que promuevan la salvaguarda de los derechos
humanos y que aseguren que las eventuales violaciones a los mismos sean
efectivamente consideradas y tratadas como un hecho ilícito que, como tal, es
susceptible de acarrear sanciones para quien las cometa, así como la obligación de
indemnizar a las víctimas por sus consecuencias perjudiciales. No es posible hacer
una enumeración detallada de esas medidas, que varían según el derecho de que se
Lectura para partes: segunda y tercera

trate y según las condiciones propias de cada Estado Parte. Es claro, a su vez, que
la obligación de prevenir es de medio o comportamiento y no se demuestra su
incumplimiento por el mero hecho de que un derecho haya sido violado. Pero sí es
obvio, en cambio, que el sometimiento de detenidos a cuerpos represivos oficiales
que impunemente practiquen la tortura y el asesinato representa, por sí mismo, una
infracción al deber de prevención de violaciones a los derechos a la integridad física
y a la vida, aun en el supuesto de que una persona dada no haya sufrido torturas o
no haya sido ultimada, o si esos hechos no pueden demostrarse en el caso concreto.

176. El Estado está, por otra parte, obligado a investigar toda situación en la que
se hayan violado los derechos humanos protegidos por la Convención. Si el aparato
del Estado actúa de modo que tal violación quede impune y no se restablezca, en
cuanto sea posible, a la víctima en la plenitud de sus derechos, puede afirmarse que
ha incumplido el deber de garantizar su libre y pleno ejercicio a las personas sujetas
a su jurisdicción. Lo mismo es válido cuando se tolere que los particulares o grupos
de ellos actúen libre o impunemente en menoscabo de los derechos humanos
reconocidos en la Convención.

177. En ciertas circunstancias puede resultar difícil la investigación de hechos que


atenten contra derechos de la persona. La de investigar es, como la de prevenir,
una obligación de medio o comportamiento que no es incumplida por el solo hecho
de que la investigación no produzca un resultado satisfactorio. Sin embargo, debe
emprenderse con seriedad y no como una simple formalidad condenada de antemano
a ser infructuosa. Debe tener un sentido y ser asumida por el Estado como un deber
jurídico propio y no como una simple gestión de intereses particulares, que dependa
de la iniciativa procesal de la víctima o de sus familiares o de la aportación privada
de elementos probatorios, sin que la autoridad pública busque efectivamente la
verdad. Esta apreciación es válida cualquiera sea el agente al cual pueda
eventualmente atribuirse la violación, aun los particulares, pues, si sus hechos no
son investigados con seriedad, resultarían, en cierto modo, auxiliados por el poder
público, lo que comprometería la responsabilidad internacional del Estado.

178. De los autos se evidencia que, en el presente caso, hubo una completa
inhibición de los mecanismos teóricamente adecuados del Estado hondureño para
atender a la investigación de la desaparición de Manfredo Velásquez, así como al
cumplimiento de deberes como la reparación de los daños causados y la sanción a
los responsables, contenidos en el artículo 1.1 de la Convención.

179. Ha quedado comprobada, como ya lo ha verificado la Corte anteriormente, la


abstención del poder Judicial para atender los recursos introducidos ante diversos
tribunales en el presente caso. Ningún recurso de exhibición personal fue tramitado.
Ningún juez tuvo acceso a los lugares donde eventualmente pudiera haber estado
detenido Manfredo Velásquez. La investigación criminal que se abrió concluyó en un
sobreseimiento.

180. Tampoco los órganos del Poder Ejecutivo cumplieron una investigación seria
para establecer la suerte de Manfredo Velásquez. Ninguna averiguación fue abierta
para conocer denuncias públicas sobre la práctica de desapariciones y sobre el hecho
de que Manfredo Velásquez habría sido víctima de esa práctica. No se atendieron
los requerimientos de la Comisión en el sentido de informar sobre la situación
planteada, al punto de que dicha Comisión hubo de aplicar la presunción de veracidad
de los hechos denunciados por la falta de respuesta del Gobierno. El ofrecimiento de
efectuar una investigación en concordancia con lo dispuesto por la resolución No.
30/83 de la Comisión concluyó en una averiguación confiada a las propias Fuerzas
Armadas, quienes eran precisamente las señaladas como responsables directas de
las desapariciones, lo cual cuestiona gravemente la seriedad de la investigación. Se
acudió frecuentemente al expediente de pedir a los familiares de las víctimas que
Lectura para partes: segunda y tercera

presentaran pruebas concluyentes de sus aseveraciones siendo que, por tratarse de


delitos atentatorios contra bienes esenciales de la persona, deben ser investigados
de oficio en cumplimiento del deber del Estado de velar por el orden público, más
aún cuando los hechos denunciados se referían a una práctica cumplida dentro del
seno de la institución armada la cual, por su naturaleza, está cerrada a
investigaciones particulares. Tampoco se estableció ningún procedimiento destinado
a determinar quién o quiénes fueron los responsables de la desaparición de Manfredo
Velásquez a fin de aplicarles las sanciones que el derecho interno establece. Todo
ello configura un cuadro del que resulta que las autoridades hondureñas no actuaron
de conformidad con lo requerido por el artículo 1.1 de la Convención, para garantizar
efectivamente la vigencia de los derechos humanos dentro de la jurisdicción de ese
Estado.

181. El deber de investigar hechos de este género subsiste mientras se mantenga


la incertidumbre sobre la suerte final de la persona desaparecida. Incluso en el
supuesto de que circunstancias legítimas del orden jurídico interno no permitieran
aplicar las sanciones correspondientes a quienes sean individualmente responsables
de delitos de esta naturaleza, el derecho de los familiares de la víctima de conocer
cuál fue el destino de ésta y, en su caso, dónde se encuentran sus restos, representa
una justa expectativa que el Estado debe satisfacer con los medios a su alcance.

182. La Corte tiene la convicción, y así lo ha dado por probado, de que la


desaparición de Manfredo Velásquez fue consumada por agentes que actuaron bajo
la cobertura de una función pública. Pero, aunque no hubiera podido demostrarse
tal cosa, la circunstancia de que el aparato del Estado se haya abstenido de actuar,
lo que está plenamente comprobado, representa un incumplimiento imputable a
Honduras de los deberes contraídos en virtud del artículo 1.1 de la Convención, según
el cual estaba obligada a garantizar a Manfredo Velásquez el pleno y libre ejercicio
de sus derecho humanos.

183. No escapa a la Corte que el ordenamiento jurídico de Honduras no autorizaba


semejantes acciones y que las mismas estaban tipificadas como delitos según el
derecho interno. Tampoco escapa a la Corte que no todos los niveles del poder
público de Honduras estaban necesariamente al tanto de tales actuaciones ni existe
constancia de que las mismas hayan obedecido a órdenes impartidas por el poder
civil. Sin embargo, tales circunstancias son irrelevantes a los efectos de establecer,
según el Derecho internacional, si las violaciones a los derechos humanos que se
perpetraron dentro de la mencionada práctica son imputables a Honduras.

184. Según el principio de Derecho internacional de la identidad o continuidad del


Estado, la responsabilidad subsiste con independencia de los cambios de gobierno en
el transcurso del tiempo y, concretamente, entre el momento en que se comete el
hecho ilícito que genera la responsabilidad y aquél en que ella es declarada. Lo
anterior es válido también en el campo de los derechos humanos aunque, desde un
punto de vista ético o político, la actitud del nuevo gobierno sea mucho más
respetuosa de esos derechos que la que tenía el gobierno en la época en la que las
violaciones se produjeron.

185. De todo lo anterior se concluye que de los hechos comprobados en este juicio
resulta que el Estado de Honduras es responsable de la desaparición involuntaria de
Angel Manfredo Velásquez Rodríguez. En consecuencia, son imputables a Honduras
violaciones a los artículos 7, 5 y 4 de la Convención.

186. Por obra de la desaparición, Manfredo Velásquez fue víctima de una detención
arbitraria, que lo privó de su libertad física sin fundamento en causas legales y sin
ser llevado ante un juez o tribunal competente que conociera de su detención. Todo
ello infringe directamente el derecho a la libertad personal reconocido en el artículo
Lectura para partes: segunda y tercera

7 de la Convención (supra 155) y constituye una violación, imputable a Honduras,


de los deberes de respetarlo y garantizarlo, consagrado en el artículo 1.1 de la misma
Convención.

187. La desaparición de Manfredo Velásquez es violatoria del derecho a la


integridad personal reconocido en el artículo 5 de la Convención (supra 156). En
primer lugar porque el solo hecho del aislamiento prolongado y de la incomunicación
coactiva, representa un tratamiento cruel e inhumano que lesiona la integridad
psíquica y moral de la persona y el derecho de todo detenido a un trato respetuoso
de su dignidad, en contradicción con los párrafos 1 y 2 del citado artículo. En segundo
lugar porque, aun cuando no ha sido demostrado de modo directo que Manfredo
Velásquez fue torturado físicamente, la mera circunstancia de que su secuestro y
cautiverio hayan quedado a cargo de autoridades que comprobadamente sometían a
los detenidos a vejámenes, crueldades y torturas representa la inobservancia, por
parte de Honduras, del deber que le impone el artículo 1.1, en relación con los
párrafos 1 y 2 del artículo 5 de la Convención. En efecto, la garantía de la integridad
física de toda persona y de que todo aquél que sea privado de su libertad sea tratado
con el respeto debido a la dignidad inherente al ser humano, implica la prevención
razonable de situaciones virtualmente lesivas de los derechos protegidos.

188. El razonamiento anterior es aplicable respecto del derecho a la vida


consagrado en el artículo 4 de la Convención (supra 157). El contexto en que se
produjo la desaparición y la circunstancia de que siete años después continúe
ignorándose qué ha sido de él, son de por sí suficientes para concluir razonablemente
que Manfredo Velásquez fue privado de su vida. Sin embargo, incluso manteniendo
un mínimo margen de duda, debe tenerse presente que su suerte fue librada a manos
de autoridades cuya práctica sistemática comprendía la ejecución sin fórmula de
juicio de los detenidos y el ocultamiento del cadáver para asegurar su impunidad.
Ese hecho, unido a la falta de investigación de lo ocurrido, representa una infracción
de un deber jurídico, a cargo de Honduras, establecido en el artículo 1.1 de la
Convención en relación al artículo 4.1 de la misma, como es el de garantizar a toda
persona sujeta a su jurisdicción la inviolabilidad de la vida y el derecho a no ser
privado de ella arbitrariamente, lo cual implica la prevención razonable de situaciones
que puedan redundar en la supresión de ese derecho.

También podría gustarte