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Artículo Fidelidad Del Amor Del Padre - Jose Arcos

El documento describe la fidelidad del amor de Dios hacia el hombre a lo largo de la historia de salvación. Dios ha manifestado su amor de forma suprema al enviar a su Hijo para que el hombre pueda alcanzar la plena felicidad. El hombre debe responder a este amor fiel de Dios con un amor genuino desde el corazón, no por miedo o cumplimiento. La respuesta del hombre moderno debe ser aceptar el amor de Dios y descubrir su vocación al someter su voluntad a Él.

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Artículo Fidelidad Del Amor Del Padre - Jose Arcos

El documento describe la fidelidad del amor de Dios hacia el hombre a lo largo de la historia de salvación. Dios ha manifestado su amor de forma suprema al enviar a su Hijo para que el hombre pueda alcanzar la plena felicidad. El hombre debe responder a este amor fiel de Dios con un amor genuino desde el corazón, no por miedo o cumplimiento. La respuesta del hombre moderno debe ser aceptar el amor de Dios y descubrir su vocación al someter su voluntad a Él.

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LA FIDELIDAD DEL AMOR DEL PADRE,

EN LA REALIDAD DEL HOMBRE DE HOY


(1Jn 4:8-10)

José Antonio Arcos G.

[email protected]

Escuela Arquidiocesana de Diaconado Permanente Bogotá

Resumen

Dios es amor y su amor ha quedado plenamente manifestado enviándonos a su Hijo


único para que vivamos por Él. La historia de salvación del hombre ha estado enmarcada en
su relación de amor y fidelidad con Dios, destinada a ser, paulatinamente más intima,
profunda y significante, para alcanzar con ello la plena felicidad. Ahora, la respuesta que
debemos dar a Dios es una respuesta desde el amor y no desde el miedo, el cumplimiento, el
compromiso o la apariencia; es una respuesta que debemos dar desde el mismo amor fiel que
primero nos es dado generosamente por Dios, porque no se trata de dos amores iguales que
se encuentran como el caso de personas humanas, un amor entre pares, se trata de un amor
que desborda nuestro existir y nos permite extasiados de gozo reconocer, experimentar y
sentir, la grandeza y el valor de ser desde siempre y para siempre, amados por Dios,
abrazando su Amor en nuestro corazón, sometiendo nuestra voluntad a Él y descubriendo allí
nuestra vocación y su Voluntad en nuestras vidas.

Palabras clave: Fidelidad, Amor, Realidad, Hombre, Salvación.


Introducción

La vida del hombre a lo largo de la historia ha estado enmarcada en su relación de


amor con Dios, siendo “el deseo primero y último de Dios llevar a cabo su designio de
salvación de los hombres: Dios nuestro Salvador, quiere que todos los hombres se salven y
lleguen al conocimiento pleno de la verdad (1Tm 2:3-4)”1, a la plena felicidad: La salvación.
La historia de la salvación es entonces una historia de amor que debemos rescatar para darnos
cuenta y sentir que Dios no es un juez implacable y castigador, no es un vengador o alguien
que quiera coartar nuestra libertad; Dios es un Padre amoroso que nos quiere conquistar por
su amor, sin amenazas, sin castigos, sin tragedias. Dios es el amor que se da, se entrega, se
ofrece, es en palabras de San Juan de la Cruz “el amor que no es amado”; es “Aquél que lo
ha dado todo, hasta lo inimaginable por amor a nosotros”2.
En el principio y por amor, creó Dios al hombre a imagen y semejanza suya (Gn
1:26.27). Por fidelidad del amor de Dios y a pesar del pecado del hombre, Dios promete (Cf.
Gn 3:15), luego por esa misma fidelidad de su amor realiza un pacto con Noé (Cf. Gn 9) y
porfía en su gran alianza con Abrahán (Cf. Gn 17) para crear un nuevo comienzo, pasando
por Moisés, los jueces, los Reyes y hasta el último de los profetas. Finalmente esa fidelidad
del amor de Dios la refiere y la resume de forma magistral el mismo Señor con Nicodemo
cuando le dice: Tanto amó Dios al mundo que le entregó a su Hijo unigénito, para que todo
el que crea en él no perezca, sino que tenga vida eterna (Jn 3:16); enseñanzas que
posteriormente retoma el «Discípulo Amado» cuando se dirige en su primera carta “a la
comunidad eclesial invitando a la comunión fraterna y divina”3 y nos dice: En esto consiste
el amor: no en que hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó y nos envió a su Hijo
como victima de expiación, para el perdón de nuestros pecados (1Jn 4:10), haciendo de estos
versos una síntesis total del amor, porque “Dios nos ama de tal modo que no le ha importado
que su propio Hijo tenga que morir por nosotros, por puro amor”4.

1
JIMÉNEZ H. Emiliano, Historia de la salvación historia de amor de Dios al hombre, Edibesa, Madrid 2013,
p.13
2
Bergara Patxi, El amor no es amado (mar-28-2019). Recuperado el 1 marzo de 2020, de
http://serfranciscano.org/el-amor-no-es-amado/ (Parr.1)
3
MUÑOZ Domingo, Cartas de Juan Comentario a la nueva biblia de Jerusalén, Editorial Desclée De
Brouwer, España 2010, p.48
4
Ibíd. Bergara Patxi, (Parr.1)
Posteriormente en el Apocalipsis hallamos la consumación de ese amor que no tiene
nada que ver con castigos, desastres, y por contrario el amor rinde al mal, porque el demonio
es derrotado, es vencido por el amor de Dios, y “nos presenta al Cordero resucitado, rodeado
de cristianos (Cf. Ap 5:11-14; 14:1-5; 15:2 ss) triunfantes con Él en el cielo, de donde vendrá
la Iglesia Esposa gloriosa, (Ap 21:2) a la tierra donde la Iglesia, Esposa peregrina entre
persecuciones (Ap22:17), espera la venida del esposo, para unirse a Él en la gloria”5.
Pero ¿cómo debe responder desde su realidad el hombre de hoy a la fidelidad del
amor del Padre?, ese es el cuestionamiento que responderá este artículo a lo largo del
desarrollo de sus tres capítulos: Un primer capitulo denominado «Aproximación conceptual
a la fidelidad del amor de Dios», un segundo capitulo llamado «Historia de salvación,
historia de amor de Dios» y finalmente el tercer capitulo «Respuesta del hombre de hoy a la
fidelidad del amor de Dios». Capítulos que invitan a volver todas las mirada a Dios y su
presencia viva en nuestras vidas, máxime cuando pareciera que el hombre ha olvidado y dado
la espalda a esa historia de amor con Dios y con ello se estaría distanciando del camino a la
santidad a la que generosamente ha sido llamado por Dios. Así mismo, estas líneas
sensibilizarán al hombre de hoy sobre el valor de la fidelidad del amor de Dios en su vida
para suscitar en él un proceso de transformación que le permita descubrir y aceptar la
vocación a la cual ha sido llamado por Dios y hacer su voluntad a partir de la aceptación de
este amor en su corazón.

I. Aproximación conceptual a la fidelidad del amor de Dios

Dios es amor (1Jn 3:8), pero “¿Qué amor? ¿De qué tipo de amor habla? Del amor
sincero, no del que sólo se expresa con palabras, sino del que procede de una disposición
interior, del conocimiento y de compartir con un corazón puro”6; tomo como punto de partida
esta enunciación de San Juan Crisóstomo para allegar a un axioma del amor de Dios, ya que
como lo expresa el Sumo Pontífice Benedicto XVI en su carta encíclica Deus Caritas Est, el
término «amor» se ha convertido hoy en una de las palabras más utilizadas y también de las
que más se abusa, a la cual le damos acepciones totalmente diferentes y a pesar que la

5
Ibíd., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.342
6
BRAY Gerald, La biblia comentada por los padres de la Iglesia, Nuevo Testamento tomo 11, Santiago, 1-2
Pedro, 1-3 Juan, Judas, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 2002, p. 277
encíclica se concentra en la comprensión del amor en la Sagrada Escritura y la Tradición de
la Iglesia, no podemos hace caso omiso al significado de este vocablo en diversas culturas y
el lenguaje actual, para lo cual es importante señalar el amplio campo semántico de la palabra
«amor»: se habla entre otros del amor a la patria, amor por la profesión o el trabajo, de amor
entre amigos, entre hermanos y familiares, del amor al prójimo y del amor de Dios 7. De ahí
la importancia de conocer los tres términos griegos referentes al amor que nos presenta la
encíclica: philia, eros y agapé.
Philia es el amor de la amistad, “aceptado y profundizado en el Evangelio de Juan
para expresar la relación entre Jesús y sus discípulos”8, Todos conocerán que sois discípulos
míos en una cosa: en que os tenéis amor los unos a los otros (Jn 13:35).
Eros, denominación de los antiguos griegos al amor entre hombre y mujer, al cual
consideraban como un arrebato, una «locura divina» que prevalece sobre la razón. Sin
embargo, su falsa divinización lo priva de su dignidad divina y lo deshumaniza, llevando al
hombre no hacia su elevación, «éxtasis» hacia lo divino, sino hacia su caída y degradación,
resultando evidente que el eros necesita disciplina y purificación para dar al hombre, no el
placer de un instante, sino hacerlo pregustar de lo mas alto de su existencia, esa felicidad que
tiene todo nuestro ser9. Un ejemplo bíblico de este amor lo hallamos en los poemas de amor
del Rey y la Sulamita en Cantar de los Cantares (Ct 7:6-9).
Agapé, expresión característica para la concepción bíblica del amor. Este término
expresa la experiencia del amor que ahora ha llegado a ser verdaderamente descubrimiento
del otro, superando el carácter egoísta de la fase anterior. Ahora el amor es ocuparse del otro
y preocuparse por el otro. Ya no se busca a si mismo, sumergirse en la embriaguez de la
felicidad propia, sino que ansía más bien el bien del amado: se convierte en renuncia, está
dispuesto al sacrificio, más aún, lo busca. Es un amor que al ser llevado a su más alta
expresión y su más intima pureza conlleva ahora a lo definitivo en cuanto implica
exclusividad y para siempre, englobando así la existencia entera en todas sus dimensiones,
incluido también el tiempo pues tiende a la eternidad. Es el amor «éxtasis» no entendido

7
Benedicto XVI, Carta Encíclica Deus Caritas Est, (25 de diciembre de 2005). Recuperado 7 junio 2020 de
http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/encyclicals/documents/hf_ben-xvi_enc_20051225_deus-
caritas-est.html, p. 2
8
Ibíd., p. 3
9
Ibíd., pp. 3-5
como arrebato momentáneo, sino como camino permanente de entrega de sí y de este modo
un encuentro consigo mismo, más aún, hacia el descubrimiento de Dios. Jesús describe su
propio itinerario que a través de la cruz lo lleva a la resurrección: el camino del grano de trigo
que cae en tierra y muere, dando así fruto abundante. Lo describe también partiendo de su
sacrificio personal y del amor que en este llega a su plenitud, la esencia del amor y de la
existencia humana en general10. Finalmente es importante concluir que “el amor de Dios es
a su vez es un amor de “eros”, de “ágape”, de “philia”, de Amistad. Es un Amor que es capaz
de hacer vibrar y que transforma el corazón humano, es verdaderamente el amor que necesita
la humanidad”11.
Con respecto a la fidelidad el Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que “al
revelar su nombre, Dios revela, al mismo tiempo, su fidelidad que es de siempre y para
siempre, valedera para el pasado («Yo soy el Dios de tus padres», Ex 3:6) como para el
porvenir («Yo estaré contigo», Ex 3,12). Dios que revela su nombre como «Yo soy» se revela
como el Dios que está siempre allí, presente junto a su pueblo para salvarlo”12.

II. Historia de salvación, historia de amor de Dios

“La voluntad gobierna todas las facultades del espíritu humano, pero ella es
gobernada a su vez por el amor, que la convierte en lo que él es. Ahora bien, entre todos los
amores, tiene centro de excelencia el amor divino que goza de autoridad inherente a su propia
naturaleza para mandar, y si pierde la primacía, deja de existir y perece”13. Inicio este
capitulo con esta reflexión de San Francisco de Sales tomada del Tratado del Amor de Dios
que escribió en los primeros años del siglo XVII; como una aproximación a la dinámica de
la relación de amor entre Dios y el hombre a lo largo de la historia de la salvación, porque
Dios es amor (Cf. 1Jn 4:8) y se da totalmente al hombre, este a su vez acoge ese amor y
“apenas fija su pensamiento sobre la Divinidad con atención, siente en su pecho cierta dulce

10
Ibíd., pp. 5
11
CERRO Chaves Francisco, Obispo de Coria - Cáceres, Comentario Deus Caritas Ets, Cauriensia, Vol. III,
2008, Recuperado 7 de junio 2020 de http://dehesa.unex.es/bitstream/handle/10662/2231/1886-
4945_3_582.pdf?sequence=1&isAllowed=y
12
Catecismo de Iglesia Católica “CIC” (1997), Editorial San Pablo, No.207
13
DE SALES San Francisco, Tratado del amor de Dios; Edibesa, Madrid 2014, pp. 73-74
ternura, lo que demuestra que Dios es Dios del corazón humano”14, por tanto, la respuesta
del hombre nace en el mismo amor recibido de Dios, que forma parte inherente de su corazón,
gobierna su voluntad y lo exhorta hacia el bien, a “tener una voluntad recta”15, a responder
con fidelidad a esa fidelidad del amor de Dios; porque Dios es un Dios celoso (cf. Ex 20:5)
y a pesar que “el amor divino es el menor de los afectos del corazón humano; pues como dice
el apóstol lo que es animal es lo primero y anterior a lo que proviene del espíritu (1Co 15:46);
hereda aquí toda la autoridad, y el amor propio, al igual que los restantes movimientos del
alma, el entendimiento y la voluntad, están destinados a su servicio, quedando sometidos a
este amor celestial que quiere ser siempre rey o nada, no pudiendo vivir sin reinar, ni gobernar
sin plena soberanía”16.
Sin embargo, “la voluntad cambia también de calidad según el amor que abraza, amor
carnal la hace carnal; amor espiritual la hace espiritual; y todos los afectos de deseo, de
alegría, de esperanza, de temor, de tristeza, como hijos de la unión del amor con la voluntad,
reciben por consecuencia las cualidades del amor reciproco”17, por tanto, cuando “el amor es
malo hace la voluntad mala”18 y es justamente allí donde nace la historia de la salvación
como signo absoluto del amor fiel de Dios al hombre, que tantas veces ha acogido el mal
amor en su corazón y ha corrompido su voluntad, pero Dios que lo ama fiel e infinitamente
lo levanta a pesar de haber caído victima del pecado, para hacerlo hijo suyo y heredero del
reino. Iniciemos entonces esta senda a través de las Escrituras reconociendo en ellas la
presencia indeleble de Dios, para que al final del itinerario con la certeza de Moisés podamos
testificar que Dios es misericordioso y clemente, tardo a la cólera y rico en amor y fidelidad
(Cf. Ex 34:6).
Todo camino tiene un comienzo y el Catecismo de la Iglesia Católica nos indica que
“la creación es fundamento de todos los signos salvíficos de Dios, el comienzo de la historia
de la salvación (DCG 51) que culmina en Cristo”19 como expresión máxima de la fidelidad
del amor de Dios; la historia de la salvación es entonces una historia de amor y la creación la
primera parada en este itinerario. “Del amor del Creador surgió glorioso el universo, Canta

14
Ibíd., p. 113
15
Ibíd., p. 67
16
Ibíd., p. 74
17
Ibíd., pp. 67-68
18
Ibíd., p. 67
19
Ibíd., CIC, No.280
Dante. La complacencia con que el Creador celebra la fiesta de la creación expresa que la
creación fue llamada a la existencia por amor gratuito”20; la creación es pues obra de la
voluntad libre de Dios por medio de la cual comunica el amor.
La obra creadora de Dios finaliza con la creación del hombre, hecho a imagen y
semejanza de Dios, y llamado a someter el universo: Creó, pues Dios al ser humano a imagen
suya, a imagen de Dios los creó, macho y hembra los creó (Gn 1, 27). “De todas las criaturas
visibles sólo el hombre y la mujer son capaces de conocer y amar a su Creador y sólo ellos
pueden participar en la vida de Dios. Dios creó todo para el hombre, pero el hombre fue
creado por Dios para servirle, para amarle y para ofrecerle toda la creación (Cf. CIC, 356-
358). Dios ha puesto en manos del hombre toda la obra creadora”21.
“El hombre es creado según su imagen, y su destino dentro de la libertad es alcanzar
la semejanza con Dios (Orígenes)22” y es justamente el mal uso de esa libertad la que lleva
al hombre a su primera y gran caída; y bajo ninguna mirada “la Ley de Dios que prohibía
comer del fruto, puede ser considerada como su causa (Crisóstomo). Aun cuando Dios
conocía de antemano el resultado, Él permitió que Adán fuera tentado, porque el hombre no
hubiera sido merecedor de un autentico elogio si él hubiera sido por la simple razón de no
haber visto nunca la tentación de ser malo (Agustín)”23, pero ¡Adán estuvo frente al pecado
y cayó!.
Sin embargo, inmediatamente después de la caída Dios como muestra de la fidelidad
de su amor “concedió al hombre una ocasión para arrepentirse y obtener el perdón, pero su
cabeza permaneció orgullosa. En efecto Dios se acerco y le dijo: Adán ¿dónde estas?, o sea
¿De qué gloria te has caído? ¿Por qué te avergüenzas? Después le pregunta ¿Por qué has
pecado? ¿Por qué has desobedecido? Pretendiendo que dijera «Perdóname». Pero Adán no
tuvo la humildad de arrepentirse, sino lo contrario. El hombre respondió: «La mujer que me
diste me ha engañado», no dice «mi esposa», sino «la mujer que me has dado», como si dijera
«la desgracia que has hecho caer sobre mi cabeza»”24; igualmente se dirigió Dios a Eva como

20
Ibíd., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.23
21
Comisión Nacional de la Misión Continental y Catequesis “CONACA”, La historia de Salvación, Santo
Domingo – Republica Dominicana, Editora Amigo del Hogar, p.28
22
LOUTH Andrew, La biblia comentada por los padres de la Iglesia, Antiguo Testamento tomo 1, Génesis 1-
11, Editorial Ciudad Nueva, Madrid 2001, p. 88
23
Ibíd. p.140
24
Ibíd., p.148
pretendiendo decir: «al menos di tú: Perdóname», pero ninguno de ellos se dignó a
disculparse a sí mismo, ninguno demostró tener la más mínima humildad (Doroteo de
Gaza)25.
Aun así el pecado no vence el amor y frente al desorden que este introdujo, aparece
luminosa la fidelidad del amor de Dios en “la esperanza del protoevangelio: la descendencia
de la mujer aplastará la cabeza de la serpiente (Gn3:15); anuncio que se hará realidad
posteriormente en la venida de Jesucristo”26.
Entre tanto, continua el hombre su andar en medio de equivocaciones e infidelidades,
un hombre que “no es capaz de reprocharse a sí mismo, que no teme acusar a Dios mismo”27
de su pecado, de su desgracia, introduciendo “división: odio, injusticia, guerra, muerte. Tal
es la explicación que nos da el Génesis de la presencia del mal en el mundo; y en varias
escenas va mostrando la manera creciente del pecado: Caín, el asesino (Cf. Gn 4:1-16);
Lamec, el vengativo (Cf. Gn 4: 17-24); la humanidad corrompida, que perece en el diluvio
(Gn 6-7). El género humano comienza de nuevo con Noé y su familia (Gn 9-10), pero el
pecado no duerme; sigue corrompiendo al hombre y creando división: torre de Babel (Gn
11)”28. No obstante debemos tener claro que “el pecado no es ingrediente de la naturaleza
humana, no es creacional, no forma parte “del principio”, del plan de Dios. Es defección, no
defecto ingenito; virus, no cromosoma y ahí reside la esperanza de su curación”29 y acoger
el amor de Dios en el corazón nuestro mejor remedio.
“Diez generaciones hubo de Noé a Abraham para mostrarnos la fidelidad e inmensa
bondad del Señor, pues todas aquellas generaciones no hicieron más que provocar al Señor
hasta que llegó nuestro Padre Abraham, que cargo con el mal de todas ellas (Cf.Gn11:10-
26). La depravación de los descendientes de Noé había ido empeorando de generación en
generación hasta que apareció sobre la tierra el amigo de Dios (Is 41,8), en quien serán
bendecidas todas las familias de la tierra (Cf. Gn12:2)”30 como signo de la fidelidad del amor
de Dios con quienes acogen fielmente su Palabra, porque “la actitud de Abrahán que cree
como un hombre justo (Cf. Gn 15:6), sin retaceos (Cf. 22:16), es una entrega total a Dios de

25
Ibíd., p.148
26
Ibíd., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.53
27
Ibíd., LOUTH Andrew, p.148
28
Ibíd., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.39
29
Ibíd., p.40
30
Ibíd., p.58
fidelidad”31. La historia de Israel parte entonces con Abrahán y las promesas de Dios hechas
a él son fundamento y punto de arranque de la historia de la salvación, porque Dios lo llama
y le promete una tierra y una descendencia (Gn 15:4-7). Estas “promesas se fundan
únicamente en el designio de gracia de Dios. “Dios es bondad y fidelidad”, confiesa la fe de
Israel (Sal 25:10; 37:6; 40:11; 57:4; 85:11; 88:12; 108:5; 117:2; 138:2.8). Bondad es hésed
(Ex 34:6-7), amor gratuito, gracia, por eso promete grandes cosas; y porque es fiel, cumple
lo prometido. Esta gratuidad de la llamada y la fe de la respuesta se encuentran en la alianza
(Gn 15:6-12.17), con la circuncisión como signo (Gn 17) de la alianza, en la que Dios se ha
comprometido fiel y amorosamente a bendecir todas las naciones en la descendencia de
Abraham. La bondad y la fidelidad, en la plenitud de los tiempos, se hará evangelio: buena
nueva de salvación gratuita plenamente cumplida”32.
Las promesas de Dios a Abrahán fueron ratificadas después a Isaac su hijo en gracia
de su padre (Cf. Gn 26:24-25) y a Jacob hijo de Isaac (Gn 35:11-15). Jacob tuvo doce hijos
y entre ellos “destaca José, el primer hijo de su amada esposa Raquel que goza de las
preferencias de su padre (Gn 37). Esto suscita la envidia de sus hermanos, quienes para
librarse de él y de sus sueños, lo venden a unos comerciantes madianitas que lo llevan a
Egipto”33. El Catecismo de la Iglesia Católica nos enseña de esta historia que “Dios, en su
providencia todopoderosa, puede sacar un bien de las consecuencias de un mal, incluso
moral, causado por sus criaturas: "No fuisteis vosotros, dice José a sus hermanos, los que me
enviasteis acá, sino Dios... aunque vosotros pensasteis hacerme daño, Dios lo pensó para
bien, para hacer sobrevivir... un pueblo numeroso" (Gn 45, 8;50, 20; Cf. Tb 2, 12-18 Vg.)”34.
Jacob llega a Egipto al encuentro con José su hijo, buscando protección y confiado en la
promesa muestra del amor fiel de Dios: «Yo soy Dios, el Dios de tu padre; no temas bajar a
Egipto, porque allí te haré una gran nación. Bajaré contigo a Egipto y yo mismo te subiré
también» (Gn 46;3-4).
“José instala a su padre y hermanos en lo mejor de Egipto, en el territorio de Gosén.
Allí Israel crece y se multiplica de gran manera”35 constituyéndose como un gran pueblo,

31
CROATTO José Severino, Historia de la Salvación, la experiencia religiosa del pueblo de Dios, Editorial
Verbo Divino, España 1.993, p.43
32
Ibíd., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.62
33
Ibíd., p.75
34
Ibíd., C.I.C. No.312
35
Ibíd., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.76
pero un pueblo que fue reducido a la esclavitud brutal y cruelmente por parte de los egipcios
años después (Cf. Ex1:8-14). En este momento interviene «el Dios de Abrahán, Isaac y
Jacob» (Ex 3:6); He visto la aflicción de mi pueblo en Egipto, he escuchado su clamor,
conozco sus sufrimientos. Voy a liberarlo de manos de Egipto (Ex3:7-8). La liberación de
Israel de manos de Egipto manifiesta la fidelidad de Dios a sus promesas; “el recuerdo del
éxodo impregna todas las paginas de la Biblia, representa en el Antiguo Testamento, el pilar
más destacado y fundamental de la historia de la salvación”36 como expresa el mismo nombre
de Yahveh: “Dios Salva”; el Dios que celebra la pascua como signo de liberación de la
esclavitud y conduce al Sinaí de la mano de Moisés a su pueblo, para establecer con él la
Alianza de la Salvación (Ex 24,7)37 y como camino de purificación antes de alcanzar la tierra
prometida.
“La alianza significa que Dios es inmutable en su voluntad salvífica”38, por lo cual,
promete su protección para siempre estableciendo “relaciones directas y personales entre el
Dios de la zarza ardiente y el pueblo (Ex 20:2). En adelante «Yo Soy» será una expresión que
define al Dios de la alianza, por ello la encontramos innumerables veces en el gran
documento de la alianza que es el Deuteronomio («Yavé, tu Dios» repite Moisés al pueblo)
y en las tradiciones sobre la proclamación litúrgica del derecho divino (Cf.Lv18-26 y
Ez20)”39. A su vez el Decálogo representará la alianza y “las diez palabras de este Dios rico
en amor, serán palabras de vida y libertad, expresión del amor y la cercanía de Dios”40.
La salvación de Israel que inicia el fiel Moisés, la lleva a termino Josué, que recoge
su espíritu e introduce al pueblo en la tierra prometida bajo la promesa hecha por Dios y
muestra de su fidelidad: Pues no tengas miedo ni te acobardes, porque Yahvé tu Dios estará
contigo adondequiera que vayas (Jo1:9); así “Josué dirige la conquista de la tierra, que no es
fruto de las armas, sino don de Dios”41.
Luego son los Jueces los que prolongan la acción de Moisés y Josué, son la respuesta
de Dios a la suplica de auxilio del pueblo que ha caído bajo el yugo de sus enemigos debido
a su infidelidad al mismo Dios. Dios reviste los Jueces de un carisma especial, no sólo para

36
Ibíd., CROATTO José Severino, p. 55
37
Ibid., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.79
38
Ibíd., CROATTO José Severino, p. 46
39
Ibíd., p, 66
40
Ibid., JIMÉNEZ H. Emiliano, p.114
41
Ibíd., p.131
administrar la justicia, sino para Gobernar a Israel, en total la historia menciona doce jueces
de los cuales el último fue Samuel, cuya historia da paso a la monarquía42.
Samuel considera la monarquía idolatría, pero Dios, en su fidelidad a la elección de
Israel mantiene su alianza a pesar del pecado de Israel, constituyendo un rey como era su
clamor, el primer ungido fue Saúl (Cf.1S 12), y después, David (Cf. 2S 2) de quien “saldrá
el Ungido que instaurará el reino de Dios definitivo. El hijo de David será el salvador de
mundo, como testimonia todo el Nuevo Testamento (Mt 1, 1ss; 9:27; 20:39-31; 21:9; Lc1:78-
79; Jn8:12; 1P2:9; 2Co4:6; Ap5:5; 22:26…)”43. David antes de morir nombra como sucesor
a Salomón, quien marca la época gloriosa de la monarquía de Israel, pero en su vejez el
corazón de Salomón arrastrado por sus mujeres, desvía su corazón del Señor; sin embargo,
Dios fiel mantiene su palabra «en consideración a mi siervo David y a Jerusalén, mi ciudad
elegida» (1R11:1-3).
Con la muerte de Salomón el reino de Dios se divide en dos reinos: Israel en el norte
y Judá en el sur (Cf. 1R12) y a pesar de las infidelidades del pueblo Dios mantiene la promesa
hecha a David. Y “frente a los reyes, que arrastran a Israel a la idolatría, Dios suscita sus
profetas, que en su nombre invitan al pueblo a mantenerse fiel a la alianza. Los profetas
transmiten la palabra de Dios de su boca, con su vida, con los gestos simbólicos que realizan.
A la luz de Dios iluminan los acontecimientos del pueblo; denuncian el pecado y llaman a
la conversión.”44 Pero, la división, el pecado y la infidelidad a Dios, hacen de Israel un pueblo
menguado y queda a merced de otros pueblos, teniendo que ir al exilio, donde debe
purificarse de la infidelidad.
Con el exilio, la tierra prometida queda desolada. Pero Dios, Señor de la historia, es
el Creador, puede comenzar de nuevo. El Señor que incitó a Nabucodonosor para llevar a su
pueblo al destierro, ahora suscita a Ciro para que lo devuelva a la tierra de sus padres45 y su
regreso y la reconstrucción del Templo son signos de que Dios no les ha abandonado para
siempre, y de que les ofrece otra oportunidad. La historia de Salvación durante el período del
Antiguo Testamento nos deja claro que “Dios quiso santificar y salvar a los hombres no
individualmente y aislados entre sí, sino constituirlos en un pueblo que le conociera en la

42
Ibíd., p.133
43
Ibíd., p.171
44
Ibíd., p.175
45
Ibíd., p.218
verdad y le sirviera santamente” (LG 9). Dios nos quiere salvar en comunidad, en pueblo, en
familia, en sociedad. La salvación consiste principalmente en que Dios nos libera del pecado
para vivir “la íntima unión con Dios y de la unidad de todo el género humano” (LG 1). Es
con el pueblo que él hace su alianza hasta convertirlo en su pueblo, y él se convierte en su
Dios, Padre y Protector46.
El Nuevo Testamento marca un nuevo comienzo, Jesús llega en la plenitud de los
tiempos (Ga 4:4). Esta feliz expresión paulina indica, por una parte, que su presencia imprime
un movimiento nuevo a la historia salvífica y, por otra, que esta había llegado a su
maduración47. Con Jesús de Nazaret la promesa de salvación se hace presente, la plena
liberación se ha puesto en marcha, el Señor ha visitado a su pueblo y volverá pronto a «hacer
nuevas todas las cosas »48 como testimonio de la fidelidad de su amor al hombre. Expone
San Agustín: “«Dios nos ha manifestado el amor que nos tiene». Fijaos que nos exhorta a
que amemos a Dios. ¿Acaso podríamos amarle si no nos hubiera amado él primero? Venga,
si somos perezosos para amar, no lo seamos para devolver amor por amor. Él nos amó
primero, y ni aún así le amamos nosotros. Amó a los malvados, pero destruyo el pecado; nos
amó siendo pecadores, pero no nos ha reunido para que pequemos. Amó a los enfermos, pero
los visitó para curarlos. Está claro, pues, que «Dios es amor. Dios ha manifestado el amor
que nos tiene, enviándonos a su Hijo único, para que vivamos por él»”49. Sobre este último
San Hilario de Portieres nos dice: “Dios, al amar al mundo, dio al Hijo; no al adoptivo, sino
al suyo, al unigénito. Se trata de lo que le es propio, del que ha nacido, del que es realmente
Hijo. No hay creación ninguna, ni adopción, ni falsedad. Esta es la garantía del amor de Dios
al mundo”50 y en el misterio de la cruz hallamos su gran manifestación51.
Retomemos las palabras ya citadas de san Juan «En esto se manifestó entre nosotros
el amor de Dios; en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio
de él. En esto consiste el amor: no en que hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y
nos envió a su Hijo como víctima de expiación para el perdón de nuestros pecados» (1Jn4:9-

46
Ibíd., CONACA, p.9
47
Ibíd., CROATTO José Severino, p. 265
48
DIAZ Castrillón Clara María, El desafío de la esperanza – Sentido y perspectivas, Libro II, Centro
Universidad Abierta, Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (1997), p. 136
49
HIPONA Agustín, comentario a la primera carta de San Juan, Ediciones Sígueme, Salamanca 2002, p.134
50
ELOWSKY Joel C., La biblia comentada por los padres de la Iglesia, Nuevo Testamento tomo 4a,
Evangelio según San Juan (1-10), Editorial Ciudad Nueva, Madrid 2012, p.198
51
Ibíd., SESÉ Javier, p.190
10). Ahora, disminuyamos el ritmo quizá presuroso de nuestra lectura y reflexionemos sobre
el amor infinito mostrado por Dios en esta maravillosa “obra de la encarnación del Verbo,
disponiendo que su Hijo sacrificase la vida a manos de verdugos en la cruz, en medio de una
mar de dolores e ignominias para alcanzarnos el perdón y la salvación eterna”52…;
nuevamente las palabras de San Francisco de Sales llegan para iluminar este enigma del amor
y la muerte de Jesús: “El calvario es ahora el monte de los amantes. Amor que no toma su
origen en la pasión de Jesús es frívolo y peligroso. Desgraciada es la muerte sin el amor de
Jesús, desgraciado es el amor sin la muerte de Jesús. Amor y muerte se hallan de tal modo
unidos en la pasión de Jesús, que no pueden estar en el corazón uno sin otro. En el calvario
no se alcanza la vida sin el amor, ni el amor sin la muerte de Jesús”53.
Concluyo esta capitulo con una meditación de San Alfonso María de Ligorio sobre
esta realidad del amor, la muerte y perdón; como exhortación, para hallar sentido al camino
que hasta aquí hemos recorrido en la historia de la salvación: “¡Ah, salvador mío! Dadme a
conocer cuanto me habéis amado, para que a vista de vuestro Amor reconozca mi ingratitud.
Vos con vuestra muerte me librasteis de la perdición, y yo , ingrato, os he vuelto a dar las
espaldas para perderme de nuevo. Me arrepiento sinceramente de haberos hecho tamaña
injuria. Perdonadme, salvador mío, y preservadme en lo futuro del pecado”54.

III. Respuesta del hombre hoy a la fidelidad del amor de Dios

Génesis significa principio, sin embargo, retomo y apelo a dos de sus versos para
enrutar el caminar final de este artículo. Dijo Dios: «Hagamos» al hombre a nuestra imagen,
según nuestra semejanza. Que domine sobre los peces del mar, las aves del cielo, los
ganados, sobre todos los animales salvajes y todos los reptiles que se mueven por la tierra.
Y creó Dios al hombre a su imagen, a imagen de Dios los creó; varón y mujer los creó (Gn
1:26-27) . Y aquí quiero resaltar dos aspectos: De una parte: “la mención de semejanza con
Dios indica que el hombre está destinado a la santificación y a la glorificación (Clemente de
Alejandría)”55 y no alcanzarla es haber desaprovechado en esta vida terrenal los dones

52
Ibíd., p.190
53
Ibíd., DE SALES San Francisco, p.888
54
SESÉ Javier. En intimidad de amor con Dios. Ediciones Cristiandad. Madrid 2018, p.191
55
Ibíd, LOUTH Andrew, p.88
generosamente dados a cada quien por Dios y tener un actuar similar al de aquel “siervo y
malo y perezoso” (Cf.Mt25:14-30). De otra parte quiero dirigir la atención sobre el llamado
que hace Dios desde la misma creación para que el hombre cumpla una misión según su
propia Voluntad; el Papa Benedicto XVI con ocasión a la Jornada Mundial de la Juventud
del año 2011, declaraba: “No somos fruto de la casualidad o la irracionalidad, sino que en el
origen de nuestra existencia hay un proyecto de amor de Dios”56, y ese proyecto, cualquiera
que sea el de nuestra vida, debe ser el medio para conseguir la santificación. Decía Santa
Teresita del Niño a Jesús a su hermana Celina: “para que seas perfecta como tu padre celestial
es perfecto (Santa Teresita del Niño Jesús, Cartas, n.107)”57, perfección que es santidad,
santidad a la cual todos estamos llamados por infinita misericordia divina58.
Pero ¿Qué es lo que ha hecho que el hombre haya olvidado y dado la espalda a esa
historia de amor con Dios?, ¿cuál es esa misión a la que estoy llamado a cumplir en mi vida?,
¿cuál es ese camino para alcanzar esa plena felicidad?... la respuesta a este y demás
interrogantes que surgen en nuestra vida no puede venir de un lugar diferente que el interior
iluminado de nuestro corazón por la Palabra de Dios. Él nos ha mostrado el camino, Él nos
ha mostrado suficientemente a lo largo de toda la historia de la humanidad que es un Dios
amoroso y fiel; que ha estado desde siempre, está y estará por siempre a nuestro lado, y que
la fidelidad de su amor no tiene límite, por tanto, es en las enseñanzas de su Palabra y en el
cumplimento de sus mandatos donde hallaremos ese manantial inagotable que saciará nuestra
sed de amor y donde las respuestas fluirán; respuestas impregnadas del mismo amor y
fidelidad recibidos, respuestas desde el amor y no desde el miedo, el cumplimiento, el
compromiso o la apariencia; la respuesta nuestra debe nacer en ese amor que primero nos ha
sido generosamente dado por Dios, porque no se trata de dos amores iguales que se
encuentran como el caso de personas humanas, un amor entre pares, se trata de un amor que
desborda nuestro existir y nos permite extasiados de gozo sentir su presencia viva de Dios en
nuestra vida, reconociendo y aceptando su proyecto de Amor para mí, y que sólo disponiendo
y abriendo nuestro corazón descubriremos esa vocación a la que hemos sido llamados.

56
Benedicto XVI, Discurso, Jornada Mundial de la juventud. Madrid 20.VIII.2011. Recuperado 5 de marzo
de 2020 de http://www.vatican.va/content/benedict-xvi/es/speeches/2011/august/documents/hf_ben-
xvi_spe_20110820_veglia-madrid.html
57
Ibíd., SESÉ Javier, p.9
58
Ibíd., p.10
¿Y por dónde empezar? Jesús nos enseñó: «Amarás al Señor tu Dios, con todo tu
corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Éste es el primer y principal mandamiento.
El segundo similar a éste. Amaras a tu prójimo como a ti mismo» (Mt 22:37-39) y “el motivo
por el cual se ama a Dios, escribe San Bernardo (San Bernardo, Tratado del amor de Dios)
es Dios mismo”59, porque Dios es amor (1Jn4:8) y si queremos vivir plenamente ese Amor
en nuestras vidas “lo primero que tenemos que hacer es cumplir la voluntad de Dios enseñada
por Cristo: Si me amáis guardareis mis mandamientos (Jn14:15). Y en otro lugar: No todo el
que diga «Señor, Señor», entrará en el Reino de los Cielos, sino el que haga la voluntad de
mi Padre Celestial (Mt7:21)”60, por tanto, es el amor de Dios a ejemplo humano de Jesús el
que debe identificar nuestras acciones, “toda relación con el otro, en Jesús, debe pasar por el
meridiano del amor. Es el amor lo que marca su vida y la de todos aquellos que optan por ser
sus discípulos”61, de todos aquellos que aceptan el reto de ser evangelio vivo de la Palabra
de Dios y con ello rostro de Jesús.
Ahora bien, “si el camino del Amor de Dios por nosotros ha sido el de la cruz, el
camino para devolver amor por amor no puede ser otro que el de la cruz: ¡con todas las
maravillas que el Amor implica! Pero, lógicamente hay que atreverse a dar ese paso, que es
paso radical, de conversión, con todas sus consecuencias”62 … y que quede claro que no se
trata de un camino fácil, no se trata de no tener dificultades, de no tener retos por cumplir, de
no querer sacrificar o tener miedo de sufrir, se trata de vivir; pero vivir entendiendo que el
sacrificio y el sufrimiento forman parte inherente de la felicidad, de hecho, recíprocamente
uno le da sentido a todos los demás; y sacrificarse, sufrir en Cristo es ser feliz, porque Dios
es amor, pero también sacrificio y sufrimiento; y sólo quien se sacrifica y abraza su
sufrimiento, ama realmente; porque amar es abrazar la cruz, es aceptar la realidad de nuestra
imperfección, pero también reconocer la posibilidad de cambiar y ser plenamente feliz,
acogiendo en nuestro corazón el Amor del siempre fiel y amoroso Dios; disponiendo todo
nuestro ser para que sea Él quien timonee nuestro andar, que sea su Amor quien gobierne
nuestra voluntad y sólo así, habremos allanado el camino a la eterna felicidad: La Salvación.

59
Ibíd., DE SALES San Francisco, p.713
60
GALINDO José Antonio, Amar a Dios con San Agustín, Ediciones Rialp, S.A. Madrid (2015), p.142
61
VELASQUEZ Bravo Carlos Albeiro, Jesús -El Cristo- para el hombre de hoy, Centro Universidad Abierta,
Pontificia Universidad Javeriana, Bogotá (1997), p. 121
62
Ibíd., SESÉ Javier, p.204
Conclusiones

La Redención del hombre en Jesucristo, es la expresión máxima de la fidelidad y del


amor agapé de Dios con la humanidad y signo categórico del cumplimiento de sus promesas.
A su vez, la entrega en la cruz de Jesús es la mayor muestra de su amor agapé con el hombre
y aceptación de la Voluntad del Padre.

La voluntad gobierna todas las facultades del ser humano, pero esta es gobernada a
su vez por el amor, y entre todos los amores que puede abrazar en el corazón, es el amor
Divino el que goza de plena autoridad y primacía para existir. Sin embargo, si el hombre
erradamente acoge un amor malo en su corazón, su voluntad será mala, haciendo malo su
actuar.

Desde la creación el hombre ha sido llamado a su santificación y al cumplimiento de


una misión terrenal, por tanto, es través del descubrimiento y la aceptación de su vocación y
del proyecto de Amor de Dios como axioma de su fidelidad, que el hombre logrará alcanzar
la eterna felicidad: La salvación y su santificación.

En la apropiación de las enseñanzas de la Palabra de Dios y el cumplimiento de sus


mandatos, hallamos la presencia viva de Dios en nuestras vidas y el fundamento de la
fidelidad y del amor de Dios con los hombres y de los hombres con Dios.

El desarrollo de la investigación ha generado un crecimiento intelectual y


especialmente espiritual frente a los temas abordados, acrecentando un interés genuino por
ahondar en el estudio de todas las dimensiones de la Palabra y la significancia de la relación
de Dios con el hombre y su aplicabilidad en la realidad del hombre de hoy.

El desarrollo del presente me artículo ha permitido por medio de la oración y la


disciplina, enfrentar y derrotar la dificultad de estar frente a una hoja en blanco y lograr
plasmar con letras lo que rebosa en mi corazón y fluye quizá más fácilmente con mis palabras.
De otra parte logré sortear las limitaciones de tiempo, el acceso a los textos que consideraba
podrían iluminar mi investigación y la imposibilidad de mantener una comunicación fluida
con mi tutor, aunque quiero resaltar que sus orientaciones al inicio de este viaje fueron
brújula en mi navegar.

El artículo es concluyente frente a todos los cuestionamientos e interrogantes


planteados al inicio de la investigación, y si bien es cierto no cuestiona situaciones
particulares de la realidad del hombre de hoy (ya intencionalmente opté por no realizar una
apología a las equivocaciones humanas) también es cierto que el artículo por sí solo abre
espacios de reflexión, para que sea el lector por la fuerza de los argumentos y del amor de
Dios, quien identifique, acepte y acoja, la exhortación a una verdadera conversión que parta
desde lo profundo de su corazón.

Los resultados de la investigación son aplicables al mundo real y no limitados a un


ambiente puramente eclesial, a pesar que dicho ambiente también forma parte de la realidad.
A continuación presento tres ejemplos de su aplicabilidad: Primero, es imposible negar que
es el amor quien gobierna nuestra voluntad y que esta condición se refleja en todos los
aspectos de nuestra vida personal, laboral, profesional o pastoral; segundo, uno de los pilares
esenciales del hombre es descubrir su vocación y la misión en esta vida terrenal como medio
de desarrollo personal, profesional e incluso espiritual, y el tercer ejemplo; que es la fidelidad
del amor de Dios la que hace posible que demos un paso definitivo de conversión y adopción
de las enseñanzas y los mandatos de Dios, en cualquier momento de nuestra vida.

Finalmente quiero concluir que el desarrollo de este artículo ha reafirmado el


descubrimiento de mi vocación de servicio al Señor, la Santa Iglesia Católica y mi prójimo,
exhortándome al perfeccionamiento constante por medio de la oración y la apropiación de
las enseñanzas de los Evangelios haciéndolos vida como hombre, como esposo, como padre
y parte de una comunidad de fe en Dios, independientemente del lugar desde el cual sea
llamado a servir generosamente por Él.
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