El Corazón Delator
Edgar Allan Poe
Personajes:
Narrador
Personaje Principal
Viejo
Policía 1 y Policía 2
Acto 1 – Monólogo
Personaje principal:
- ¡Es cierto! Siempre he sido nerviosa, muy nerviosa, terriblemente nerviosa.
¿Pero por qué afirman ustedes que estoy loca? La enfermedad había
agudizado mis sentidos, en vez de destruirlos o embotarlos. Y mi oído era el
más agudo de todos. Oía todo lo que puede oírse en la tierra y en el cielo.
Muchas cosas oí en el infierno. ¿Cómo puedo estar loca, entonces?
Escuchen... y observen con cuánta cordura, con cuánta tranquilidad les cuento
mi historia
Narrador:
- ¿Por qué pensáis que está loca? Los sentidos simplemente se agudizaron con
la enfermedad, sin embargo, esto a ella no la entorpeció ni daño en absoluto,
de todos sus sentidos el auditivo era el más desarrollado.
- ¡Escuchaba TODOS los sonidos! ¿Cómo era posible? ¡Escuchaba los sonidos
del cielo y del infierno!
Personaje principal:
- Presten atención ahora. Ustedes me toman por loca. Pero los locos no saben
nada. En cambio... ¡Si hubieran podido verme! ¡Si hubieran podido ver con qué
habilidad procedí! ¡Con qué cuidado... con qué previsión... con qué disimulo me
puse a la obra! Jamás fui más amable con el viejo que la semana antes de
matarlo.
Escena 2
Flashback (escena de la casa con el viejo)
Narrador:
- Todas las noches, hacia las doce, ella giraba el picaporte de la puerta del viejo
y la abría con mucha suavidad. Y entonces, cuando la abertura era lo bastante
grande para pasar la cabeza, levantaba una linterna sorda, cerrada,
completamente cerrada, de manera que no se viera ninguna luz, y tras ella
pasaba la cabeza.
Personaje Principal:
- ¡Oh, ustedes se hubieran reído al ver cuán astutamente pasaba la cabeza! La
movía lentamente... muy, muy lentamente, a fin de no perturbar el sueño del
viejo. Me llevaba una hora entera introducir completamente la cabeza
por la abertura de la puerta, hasta verlo tendido en su cama. ¿Eh? ¿Es
que un loco hubiera sido tan prudente como yo? Y entonces, cuando
tenía la cabeza completamente dentro del cuarto, abría la linterna
cautelosamente... ¡oh, tan cautelosamente! Sí, cautelosamente iba abriendo
la linterna (pues crujían las bisagras), la iba abriendo lo suficiente para que
un solo rayo de luz cayera sobre el ojo de buitre. Y esto lo hice durante siete
largas noches... cada noche, a las doce... pero siempre encontré el ojo cerrado,
y por eso me era imposible cumplir mi obra, porque no era el viejo quien me
irritaba, sino el mal de ojo. Y por la mañana, apenas iniciado el día, entraba
sin miedo en su habitación y le hablaba resueltamente, llamándolo por
su nombre con voz cordial y preguntándole cómo había pasado la noche. Ya
ven ustedes que tendría que haber sido un viejo muy astuto para sospechar
que todas las noches, justamente a las doce, iba yo a mirarlo mientras dormía.
Escena 3
Octava Noche
Narrador:
- Al llegar la octava noche, procedió con mayor cautela que la de costumbre. Al
abrir la puerta, el minutero de un reloj se movía con más rapidez de lo
que se movía su mano. Jamás, antes de aquella noche, él había sentido el
alcance de sus facultades, de su sagacidad. Apenas lograba contener la
impresión de un triunfo.
Personaje principal:
- ¡Pensar que estaba ahí, abriendo poco a poco la puerta, y que él ni siquiera
soñaba con mis secretas intenciones o pensamientos!
– ja ja ja
Narrador:
- Había ya pasado su cabeza y se disponía a abrir la linterna, cuando su pulgar
resbaló en el cierre metálico y el viejo se enderezó en el lecho, gritando:
Viejo:
- ¿Quién está ahí? ¿diga?
Narrador:
- Ella permaneció inmóvil, sin decir palabra. Durante una hora entera no movió
un solo músculo, y en todo ese tiempo no oyó que volviera a tenderse
en la cama. Seguía sentado, escuchando... tal como yo lo había hecho,
noche tras noche, mientras escuchaba en la pared los taladros cuyo sonido
anuncia la muerte.
- Después de haber esperado largo tiempo, con toda paciencia, sin oír que
volviera a acostarse, resolvió abrir una pequeña, una pequeñísima ranura en la
linterna.
Personaje principal:
- ¿No les he dicho ya que lo que toman erradamente por locura es sólo una
excesiva agudeza de los sentidos? En aquel momento llegó a mis oídos un
resonar apagado y presuroso, como el que podría hacer un reloj envuelto
en algodón. Aquel sonido también me era familiar. Era el latir del corazón
del viejo. Aumentó aún más mi furia, tal como el redoblar de un tambor
estimula el coraje de un soldado. Es así que tomé un cuchillo y comencé a
matarlo.
Escena 4
El cadáver.
Narrador:
- Ella levantó luego tres planchas de piso de la habitación y escondió los restos
en el hueco. Volvió a colocar los tablones con tanta habilidad que ningún ojo
humano ni siquiera el suyo hubiera podido advertir la menor diferencia.
No había nada que lavar... ninguna mancha... ningún rastro de sangre. Ella
era demasiado precavida para eso.
Personaje principal:
- Todo está perfecto, no hay nada que temer.
- No pasa nada, nadie se dará cuenta que maté al viejo.
Narrador:
Después de haber ocultado el cuerpo, decidió ver por la ventana, allí observó a dos
oficiales de policías acercándose a su puerto, ocho horas después de haber matado
al viejo.
- Bienvenidos oficiales.
Policía 1
- Muchas gracias, venimos porque nos dicen que han escuchado anoche un ruido
¿sabe algo?
Personaje Principal:
- Fui yo, disculparán ustedes, anoche tuve una horrible pesadilla.
Policía 2:
- Oh, me imagino, eso suele pasar. ¿Vive usted solo aquí?
Personaje principal:
- No, en realidad vivo con un viejo, pero él se fue de viaje.
Policía 1:
- Nos permite pasar a revisar, ya sabe son gajes del oficio.
Personaje principal:
- ¡Claro que sí, ni más faltaba, no dejen lugar sin revisar!
Policía 2
- Es muy bonita su casa, ¿me dice que vive sola?
Personaje principal:
- Si, vivo sola, porque como le dije el viejo se fue.
Narrador:
- Llevó a los visitantes a recorrer la casa y los invitó a que revisaran bien.
Finalmente, acabó conduciéndolos a la habitación del muerto. Les mostró sus
caudales intactos y cómo cada cosa se hallaba en su lugar. En el
entusiasmo de sus confidencias trajo sillas a la habitación y pidió a los
tres caballeros que descansaran allí de su fatiga, mientras él mismo, con la
audacia de su perfecto triunfo, colocaba su silla en el exacto punto bajo el
cual reposaba el cadáver de su víctima.
Escena final
Narrador.
- Los oficiales se sentían satisfechos. Sus modales los habían convencido.
Él por su parte, se hallaba perfectamente cómodo. Sentándose y
hablaron de cosas comunes, mientras yo él contestaba con animación. Más,
al cabo de un rato, empezó a notar que se ponía pálido y deseó que se
marcharan. Le dolía la cabeza y creía percibir un zumbido en los oídos;
pero los policías continuaban sentados y charlando. El zumbido se hizo más
intenso; seguía resonando y era cada vez más intenso. Habló en voz muy alta
para librarme de esa sensación, pero continuaba lo mismo y se iba haciendo
cada vez más clara... hasta que, al fin, se dio cuenta de que aquel sonido no se
producía dentro de mis oídos.
Policía 2:
- Se ha puesto un poco pálida señora, ¿se siente bien?
Policía 1:
- Si, ceo que debería recostarse, quizá así pueda descansar y estar mejor.
Personaje principal:
- ¿cómo pueden no escucharlo, es tan fuerte, no ven que me enloquece?
Policía 1
- ¿qué es lo que sucede señora, de un momento a otro ha empezado a
actuar muy extraño, acaso nos está ocultando algo?
Policía 2:
- Si alguien la ha amenazado, es mejor que nos diga, si no nos dice no
podremos ayudarla.
Personaje Principal:
- ¡Basta ya de fingir, malvados! ¡Confieso que lo maté! ¡Levanten esos
tablones!
¡Ahí... ahí! ¡Donde está latiendo su horrible corazón!
Fin